Camren

siento molestarte, pero ¿puedes cuidar mi computadora? —¿Qué? —Me saco los auriculares y levanto la vista para encontrar

Views 1,131 Downloads 6 File size 80KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

siento molestarte, pero ¿puedes cuidar mi computadora? —¿Qué? —Me saco los auriculares y levanto la vista para encontrarme con un sorprendentemente par de ojos verde esmeralda ubicados en un rostro cincelado debajo de un hermoso cabello negro. Desde el cuello de su camisa atisbo varios tatuajes y sus dos brazos también están cubiertos, pero no tengo la oportunidad de ver lo que son, cuando mis ojos se dirigen de nuevo a los de ella y me quedo momentáneamente sin palabras. Busco algo en mi cabeza para decir y ofrezco dos palabras. —Sí, claro. —Brillante. Me lanza una sonrisa rápida, saca su celular sonando fuera de un bolsillo ancho, y se apresura fuera a la cafetería. He estado tan inmersa trabajando en mi tarea que ni siquiera lo había visto entrar, a pesar de que ha estado sentado en una mesa justo detrás de mí. Afuera, está dando vueltas de un lado a otro en la acera en frente de la cafetería, hablando por su teléfono con una sonrisa en su rostro. Me doy vuelta en mi silla y echo un vistazo a su ordenador portátil, que está abierto en Facebook. Estoy demasiado lejos para ver algo, pero conozco el diseño de la página lo suficientemente bien. También tiene una pila de libros y un cuaderno abierto con algunos garabatos en el mismo. Una taza de café negro humea al lado del ordenador. Me vuelvo para que no me atrape siendo una morbosa total. Además, tengo que volver al trabajo. No me puedo distraer ahora. Estoy empezando el segundo semestre de mi primer año, y casi puedo saborear mi título. Sabe a victoria y papel grueso. En menos de dos años voy a tener una licenciatura en negocios y estar encaminada a una MBA1. Me hace temblar solo pensar en tener mi propia oficina en la parte superior de un rascacielos brillante, sentada en mi escritorio de caoba y cruzada de piernas vestidas de nylon mientras firmo una unión empresarial con un bolígrafo que probablemente cuesta más que el auto que actualmente conduzco. Felicidad absoluta. Sí, quiero tener dinero cuando sea mayor. He vivido veintiún años sin ello. Sé que no puede comprar la felicidad, pero mi familia era bastante miserable sin él. Mi teléfono vibra con un mensaje de texto de mi compañera de cuarto, Dinah. Lo abro y me encuentro con una imagen de un pene.

Nunca he sexteado con otra persona. Sólo con Dinah. Tal vez debería evaluar la cosa lésbica. Apágalo, Camila. Apágalo y enfócate. Respiro tres veces, dentro y fuera, cerrando los ojos y vaciando mi mente. Cada pensamiento se drena y trabo mis ojos de vuelta en la pantalla de mi ordenador. Mi trabajo no se necesita hasta la próxima semana, pero nunca espero hasta el último minuto para hacer una tarea como cualquier otro. Nunca llegarás a ninguna parte postergando cosas, como ha sido demostrado por mis padres y mi hermano mayor, Tobias, a través de la increíble variedad de trabajos semi-fracasados y carreras que han tenido. Mi hermano ni siquiera puede hacerlo como un vendedor de marihuana, su ocupación actual. Probablemente porque fuma demasiado de su producto. A veces estoy convencida de que fui adoptada. A pesar de que me veo como el resto de mi familia, con cabello castaño y ojos marrones, no actúo como ninguno de ellos. He oído a mis padres preguntando más de una vez si estaba poseída. Estaban bromeando, por supuesto, pero aún escocía cuando señalan lo que ya soy dolorosamente consciente, que no encajo. Soy la friki oveja negra. —Gracias. —La chica del portátil está de vuelta. Pone sus manos en mi mesa y se inclina de modo que su rostro está cerca del mío. Amiga, ¿tanto invades mi burbuja personal?—. Normalmente no confió en extraños con mis cosas, pero pareces… —Sus ojos echan un vistazo a mi cuerpo de arriba hacia abajo, y me muevo bajo su escrutinio—. Confiable —dice finalmente. Bueno, probablemente lo soy. Tengo que ir a trabajar en el departamento de operaciones de un banco local más tarde, así que tengo una falda tubo negra con una blusa blanca metida en ella y unos lindos pero cómodos zapatos de tacón. En cambio, ella lleva una camisa negra de The 1975 y sus unos jeans negros rasgados por la rodilla. Muy Dark. Sería evidente para cualquiera que nos mire de lado a lado que tenemos casi nada en común. —Creo que eso es un cumplido —le digo mientras se endereza y comienza a moverse hacia su mesa.

—Eso depende de ti —dice caminando hacia atrás y finalmente volviendo a sentarse. Me doy la vuelta, negando. Lo que sea. Empiezo a ponerme los auriculares, pero me detengo cuando alguien me toca el hombro. —Por tu molestia —dice mientras me vuelvo lentamente y la veo de pie justo detrás de mi silla, sosteniendo un plato hacia mí con un escón—. ¿Escón de frambuesa? —Uh, no. Gracias. Estoy bien. —Acabo de comer un muffin de arándanos y estoy en mi segunda taza de té negro.

—¿Estás segura? Este realmente es un buen escón. Podrías envolverlo y llevarlo a casa contigo. —Agita el plato delante de mí, como si eso supusiera que me tiente. —No, gracias. —Me doy la vuelta otra vez y espero que se vaya. —Bien, entonces supongo que te debo una. Enciendo la música y lo ignoro. Saint-Sens llena mis oídos y ahoga el resto del ruido en la cafetería mientras centro mi atención de vuelta en mi trabajo. Una hora más tarde, escribo los toques finales y empiezo a empacar mis cosas. La chica no está, y he estado demasiado concentrada para notar cuando se había ido. Mis posibilidades de verla nunca más son escasas, ya que la Central Maine University tiene cerca de diez mil estudiantes, y la mayoría de ellos son viajeros. Digo una oración rápida antes de girar la llave en mi Crown Victoria — que conseguí muy barato porque era un antiguo auto de policía—, esperando que arranque. Afortunadamente, el motor engrana con un mínimo chisporroteo y conduzco desde el centro de Hartford a la ciudad de al lado, Deermont, donde está mi trabajo. Aparco cerca de la parte trasera del edificio y paso mi tarjeta en la puerta. Tengo el tiempo suficiente para llegar a mi escritorio, encender mi ordenador y fichar. Hasta ahora, nunca he llegado tarde. No sólo porque odio estar tarde, sino que también estoy aterrorizada de mi jefa. Mi cubículo está cerca de la parte trasera del edificio, en la granja como todos lo llaman. Saludo a algunos de mis compañeros de trabajo, la mayoría de los cuales son compañeros de estudios. Mi compañera de trabajo favorita, Ally, no está trabajando hoy. ¡Vaya mierda! Casi todos los cubículos de los demás sólo tienen unos pocos documentos o fotografías, pero el de ella está cubierto con sus dibujos, notas positivas y fotos de mariposas. Ally es la persona más alegre que he conocido. A veces es demasiado, pero las cosas nunca parecen tan malas cuando está cerca. Tengo una pila de archivos de préstamos que tienen que ser escaneados, así que empiezo quitando las grapas de todas las páginas. Sí, es tan aburrido como suena, pero al menos puedo escuchar mi música. Me pongo mis auriculares y empiezo a trabajar. Esto es lo que tengo que hacer para llegar a donde quiero estar. Todo el mundo tiene

que empezar en alguna parte. Tengo que pagar mis deudas, incluso si eso significa quitando las grapas de aproximadamente doscientas páginas. Tres horas más tarde, estoy lista para a ir a mi apartamento y ponerme a trabajar en más tarea. Estoy buscando mis llaves en mi bolso cuando mi

mano se cierra en algo. Es una grulla de papel plegada en el papel de mi cuaderno. ¿Qué diablos? No sé de dónde vino, pero sé que no estaba allí esta mañana. Mi mente se desvía de nuevo a la cafetería, y la chica con el portátil. ¿Tal vez se le cayó ahí? Es una cosa extraña de hacer, así que espero que fuera por accidente. Le doy vueltas en mi mano mientras camino a mi auto, mis tacones crujen en el pavimento. Se supone que las grullas son de buena suerte o algo, así que la pongo en mi tablero. Realmente no creo en supersticiones, pero nunca se puede ser demasiado cuidadoso. No quiero correr el riesgo de cualquier mala onda. —Estoy de vueltaaaaa —digo mientras abro la puerta de mi mierdástico apartamento. Me quito mis tacones y suspiro de alivio. No hay nada tan agradable como sacárselos al final de un largo día. Excepto, tal vez, quitarse el sostén. Los hombres nunca podrían entender eso. —¿Cómo estuvo el trabajo? —Dinah, mi compañera de cuarto, se cierne sobre una olla de algo en nuestra cocina microscópica. Esto podría ser malo. —Bien. ¿Qué estás haciendo? —le digo dejando mi bolso en el suelo y tratando de evitar la cocina, en caso de que si esto resulta ser uno de sus experimentos. —Relájate, es de una caja. —Levanta una caja vacía de macarrones y queso. No me tranquilizo, porque definitivamente los arruinó más de una vez—. Y compré una ensalada pre-hecha y hay helado. Así que estamos bien. —Sólo entonces dejo escapar un suspiro. Sostiene una cuchara y tomo un bocado. Puaj. —Te lo juro, cada vez que cocino actúas como si te estuviera alimentando con veneno. —Dinah y yo nos habíamos hecho amigas hace dos años, cuando habíamos vivido una al lado de la otra en los dormitorios. Ella había tenido problemas con su compañera de cuarto, yo con la mía, y habíamos terminado mudándonos juntas a mediados de año. Hemos vivido juntas desde entonces. Las dos éramos pobres como para largarnos, pero habíamos conseguido un apartamento en Deermont y no se ha venido abajo aún, sin embargo, aunque se mantiene unido con cinta adhesiva y grapas. Por mucho que nos llevamos bien, Dinah y yo somos opuestos visuales. Su piel es preciosa y oscura, y se broncea dentro de los veinte segundos en el sol. Sus cabello oscuro se enriza en perfectos anillos, a diferencia del mío, que tiende a hacer su propia cosa y en algunos días se enriza y otros no tanto.

Con el tipo de figura que hacía que a chicos se les salten los ojos cuando baila, definitivamente consigue más atención del sexo opuesto —y a veces del mismo— que yo. —¿Vas a trabajar hoy? —Hace unos meses atrás, Dinah había conseguido un trabajo como bartender en el bar del campus un par de noches a la semana. Es un poco más elegante que algunos de los establecimientos universitarios, las propinas son buenas, por lo que es compensación. Al menos, si uno de los clientes se vuelve alborotador, puede llamar a la seguridad del campus y aparecen. —Sí, en una hora. Recuérdame ¿por qué no vendo mis órganos en línea para pagar mi educación? —Agarra un tenedor y empiezo a picar macarrones y queso de la olla. Me muero de hambre, así que estoy dispuesta a tomar un riesgo. —¿Porque es ilegal? —Cierto. Eso. Puede ser mal visto en la escuela de derecho, ¿no? Asiento y toma un tenedor, también. A menudo comemos cena como esta. Menos platos para lavar. —Por lo general. Terminamos la olla y luego compartimos la ensalada del envase de plástico mientras estamos sentadas en el sofá y trabajamos en nuestras diversas tareas interminables. —Así que va a suceder esta noche —dice Dinah mientras se pone la camisa apretada que siempre usa para trabajar. Muestra un gran escote, pero consigue mejores propinas de esa manera. No odio al jugador, odio el juego en este caso. —¿Qué va a pasar? —Ya sé la respuesta. —Voy a encontrar a un chico para que pierdas la virginidad. — Clava el tenedor en mí y me alejo así no me apuñala con él. Ahí está otra vez. El recordatorio de que soy un miembro activo del Club de Virginidad. Me gustaría tener algo de razón, que me estaba guardando para Jesús, o que mis padres habían puesto el miedo en mí, o me dijeron que si tenía relaciones sexuales mis oídos se caerían y ganaría dieciocho kilos, pero no tengo esas excusas. La verdad es que los chicos son sencillamente asquerosos. Una parte de mí sigue estando semi-convencida que tienen piojos. He salido, pero cada vez que pienso en volverme física, o acercarme a un chico, huele raro, o tiene el cabello en sus nudillos, o eructa o hace alguna otra cosa que hace que me apague por completo. He estado en un par de citas aquí y allá, pero por lo general, tengo que enviar una llamada de emergencia a uno de mis amigos. En la secundaria, hubo rumores de que era lesbiana, seguí adelante y dejé

que ellos lo propagaran. Por supuesto, después, las niñas comenzaron a golpearme, pero eran más fáciles de esquivar.

Pensé que en la universidad, tendría la oportunidad de conocer mejor a alguien. Pero, aquí estoy, avanzando en mi primer año y la persona indicada no ha aparecido todavía. Claro, hay un montón de chicos en la escuela, pero un montón de ellos están tomados. O son gay. O tomados y gay. O total y completamente idiotas. O alcohólicos. O alcohólicos idiotas gay tomados. Ya que mis amigas siempre han tachado la hora de fijar mi cita con un chico con el fin de hacerlo mi novio, han bajado sus expectativas para sólo conseguir que me acueste. Exactamente no hacen publicidad de mi virginidad, pero siempre parece surgir cuando la gente está bebiendo y contando historias, y consigo la cara roja y huyo al baño cuando todo el mundo empieza a hablar de sus primeras veces. —¿Cuántas veces te he dicho que estoy bien? Sucederá cuando se supone que deba suceder. —Esta siempre es mi respuesta. A pesar de que es probable que sea una mierda. Niega y sus rizos rebotan. —No me vengas con eso de que el sueño de mierda que se vuelve realidad del hada madrina. No lo necesitamos para encontrar a tu príncipe azul. Sólo un tipo no prostituto para hacerte un servicio. Piensa en él como…un plomero. —Raspa el fondo del recipiente de ensalada por los últimos trocitos. —¿Un plomero? ¿Alguna vez has visto a un plomero sexy? ¿Fuera de una porno? —Una de las otras cosas que mis amigas han hecho para tratar de hacer que quiera tener sexo es que me hacen ver. Sólo había durado unos cinco minutos cuando tuve que salir corriendo y rogarles que lo apaguen. Ver a otras personas… ¿haciendo cosas de esa manera? No entiendo cómo alguien puede encontrar eso sexy. Además, las chicas eran como, increíblemente flexible. De ninguna manera puedo retorcerme de esa forma. He estado marcada como una mojigata desde entonces. —¿Por qué estás tan obsesionada? Sé que tienes un pequeño amigo de batería. —Sí, ¿y? Soy virgen, pero ¿no se supone que debo conocer mi propio cuerpo? —Dinah también me ha sorprendido un par de veces que pensé que estaba sola—. Tengo deseo sexual, Dinah. Ser virgen no me impide tener sentimientos sexuales. De hecho, probablemente los tengo más que una chica promedio, sólo porque son tan… reprimidas. —Sólo tenemos que tomar esos sentimientos sexuales y transferirlos a

algo con un pene. Un pene real. Con un chico unido. Niego y me voy a tomar una ducha.

CAP. 2 Cuando salgo de la ducha, Dinah me grita que se va al trabajo. Me pongo mi sudadera favorita y empiezo a hacer algo más de tarea. NUNCA termino con la tarea. O tal vez ella nunca termina conmigo. Tan pronto como termino todo en mi lista de tareas pendientes, finalmente me permito una recompensa: un par de capítulos del libro que había conseguido la semana pasada. Es un contemporáneo deprimente, y sé seguro que está hecho para que llore. Dinah siempre me dice que me estoy perdiendo la experiencia de la universidad, pero prefiero no despertar en el suelo de un apartamento extraño, debajo de un desconocido y sin saber cómo llegué allí. Si eso me convierte en una perdedora, entonces creo que voy a usar esa etiqueta con orgullo. Puedo ir a fiestas cuando se me dé la gana. Abro mi teléfono, asegurándome que la alarma está programada para las siete, y apago la luz. Trato de ir a dormir, pero mi mente está ocupada parloteando en mi cráneo poniéndomelo difícil. No me gusta hacer hincapié en pensamientos negativos, porque raramente son productivos, pero esta noche me parecen especialmente ruidosos. Culpo al encuentro con la Chica del Portátil. Tal vez la razón por la que no haya encontrado un buen chico es que no existe. Que hay algo en mí que es... alérgico a ellos. Tal vez no me sienta atraída por ellos… porque al momento que las cosas se acercan, yo sólo... no puedo ir más lejos. Encuentro defectos y me apago. Soy una fanática del control. Nadie tiene que decirme eso. Lo he sabido toda mi vida. Desde que me asusté cuando mi mamá no puso los lápices de colores en la caja exactamente de la manera en que habían estado cuando la habíamos abierto. Siempre he necesitado orden, y las cosas tenían que estar impecables. Es un milagro que no tenga el trastorno obsesivo- compulsivo. Dinah siempre está diciéndome que debo hacerme las pruebas cuando paso quince minutos reordenando los platos de la manera correcta después de que ella haya descargado el lavavajillas. El sexo es una de esas cosas que es una pérdida total de control. Te entregas, en tu estado más vulnerable, a otra persona, y se entregan a ti. No creo que esté lista para eso. Para la... intimidad. Mentalmente me atraganto con la palabra. Paso el resto de la noche dando vueltas y pensando en tener sexo hasta que es demasiado y tengo que correr un par de veces para que pueda dormir. ¿Se puede ser una ninfómana si sólo tienes sexo contigo misma?

Finalmente, caigo en un sueño semi-inquieto, y estoy de mal humor cuando me levanto a la mañana siguiente. Dinah se ha desmayado en su habitación, así que me aseguro de ser lo más silenciosa como pueda, mientras me preparo y conduzco al campus para otro día de mi carrera universitaria. Estoy preparando mi taza de viaje en el portavasos cuando noto la grulla de papel. Encogiéndome de hombros, la meto en mi bolso. Puede hacerles compañía a mis lápices. Termino llevando la grulla conmigo por el resto de la semana, pero no vuelvo a ver a la Chica del Portátil. Dinah tampoco ha sido capaz de encontrarme alguien en el trabajo, por lo que el viernes a la noche, me dice por milésima vez, que debo prepararme para ir a la caza. Diversión, diversión, diversión. A veces me pregunto si sólo tengo que mandar a mis amigas a la mierda. Que me dejen en paz con eso. Me puedo imaginar cómo saldría, y eso no los detendría de intentarlo. Probablemente les haría trabajar incluso más, de hecho. Así que rizo mi cabello, me pongo maquillaje para “salir”, que es un poco más sexy que mi maquillaje normal de rutina, y me aseguro de que mis pechos estén elevados y muestren una gran ventaja. No hay un montón de opciones sociales alrededor, y los bares locales están más que felices en atender a la población estudiantil. A pesar del hecho de que Dinah trabaja en un bar, la única cosa que quiere hacer en su tiempo libre es… ir a un bar. —¿Ya están todas listas? —Normani, nuestra residente sureña de la belleza, quien lo niega, a pesar de la abrumadora evidencia, está en la cocina y golpetea sus tacones en el suelo. Una chica de Carolina del Sur por naturaleza, está convencida de alguna manera que su crianza no dejó impresión en ella. Saca chicle de su cartera y me entrega uno mientras ahueca su cabello castaño que ciertamente no necesita ningún arreglo. Normani tiene una tendencia a tener grandes rizos sueltos que se mueven en sus hombros y espalda, y no es ajena a un peine de púas. —Dinah está tomándose su tiempo —digo, ajustando la correa de mi tacón. Normani rueda y pone los ojos en blanco. —¿Venís? —Lucy asoma la cabeza por la puerta delantera, seguida de Vero. Las dos son esculturales y altas —las perras—, Lucy con cabello oscuro largo hasta los hombros, y Vero con un rubio rojizo. Han sido amigas desde la escuela secundaria y las había adoptado nuestra primera semana, de vuelta en nuestro primer año, cuando me topé con ellas después de tener una emergencia de guardarropa en el baño del dormitorio.

Normani es la más nueva en el grupo y Dinah la conoció en una de sus clases el año pasado. Es extraño como se puede tener un encuentro con alguien y se forma una amistad que puede durar años. A veces me pregunto si la razón por la que no puedo conseguir a un chico es porque sólo tengo amigas que son chicas. Puedo hablar con chicos, sin duda. No tengo un completo defecto social. Yo sólo... tengo una tendencia a decir cosas embarazosas delante de los chicos. O hacer cosas vergonzosas. O las dos cosas. Y luego tengo que salir corriendo a mis amigas y me reprenden, y luego ruego por ir a casa. —¡Esta noche es la noche! —dice Dinah abriendo la puerta de su habitación y haciendo una pose en el puerta. Un brillante top negro cae de manera provocativa por encima de su torso, junto con sus más estrechos jeans y sus BPs, botas de perra. —¿Esta noche es qué noche? —pregunto, aunque sé la respuesta. Hemos hecho esta rutina las suficientes veces. —Esta noche es la noche, tú, Camila Cabello, vas a tener sexo. — Prolonga la palabra “sexo” y gira sus caderas, como si estuviera teniendo sexo. El terror se revuelve en mi estómago. Las otras chicas animan y aplauden, y muero un poco por dentro. —Um, ¿les recuerdo cuántas veces han intentado esto antes? ¿Y cuántas veces ha funcionado? —digo tirando de mi camisa, para que esté igualada. —Esta vez, tengo un presentimiento. Mis sentidos Dinah están hormigueando —dice moviendo la nariz. Oh, se lo ha buscado. Le pego y chilla. —Sí, creo que te estoy sintiendo —dice Normani, y Lucy y Vero asienten como si fueran una sola persona. —Va a suceder, Mila —dice Vero dándome una palmada en el hombro. No es tranquilizador. No tengo ninguna esperanza para esta noche. Ninguna de ellas son vírgenes, y Vero y Normani, tienen novios. Lucy ha salido recientemente de una ruptura y Dinah no tiene citas. De cualquier forma en que se mire, soy la quinta rueda. Su amiga virgen desafortunada. Lo odio. — ¿Mila? y si hoy intentamos otra cosa…algo diferente. — dice Normani, las chicas y yo la miramos un poco confundidas. — ¿Algo como que? — responden Lucy y Vero juntas. — Pues, veamos desde que nos conocemos le hemos presentado a Mila una infinidad de chicos, desde los más guapos hasta los más… digámoslo simpáticos y ella no quiere nada con ellos, es decir es como si no les gustara — Tampoco me voy a lanzar al primero que me pongas en frente – me

defiendo. — No estoy diciendo que hagas eso… es solo que tal vez... mmm… no te gusten los chicos – Tan pronto como Normani dijo aquello todas nos quedamos en silencio, hasta que Dinah habló — ¿Mila.? Tú crees que.. — No se… nuca estuve en una cita con alguna chica solo con chicos. — Ya… por eso digo que lo intentemos... Además tendríamos doble oportunidad de que encontremos a alguien – silencio – venga chicas será divertido ¿Qué dices Mila? — No se. Ummm.. ¿Dinah, tu que dices? – — Chicas, centrémonos lo importante aquí es que Mila deje de ser virgen— Dinah.!!! – Me defiendo – ya te dije que cuando sea el momento lo haré. — Decidido. Lo haremos, buscaremos chicos y chicas para mila – ahora vamos que se hace tarde - dijo Lucy sacándonos a todas del apartamento. Siguen insistiendo en conseguirme a alguien mientras nos amontonamos en el auto de Vero. Es su turno de ser la conductora designada y no está muy feliz por ello, juzgando por su gruñido constante. Debería haber tomado su turno, pero me voy a casa con un chico o chica, si se salen con la suya. Lo juro, uno de estos días van a pagarle a alguien para que me lleve a casa. O tal vez juntaran su dinero, y me comprarán un tomador-de- virginidad-por-correo.

Hay una alegría general que aumenta cuando entramos en el aparcamiento del bar menos incompleto en Hartford. Les digo que estoy animada por dentro. Me permito una última inhalación de aire fresco antes de que mis amigas me arrastren hacia la oscuridad, el calor y el ruido del bar. Allá vamos. Por desgracia, es como todas las otras veces. Todas ordenamos Sex on the Beach2 (Cóctel alcohólico), encontramos un lugar, y mis amigas empiezan a mirar mientras espero a poder disfrutar del baile. Puede que sea una fanática del control, pero al contrario de lo que mis amigas creen, me gusta dejarme llevar en la pista de baile. Estuve en el equipo de baile en la escuela secundaria, pero entraba en conflicto con mis otras actividades por lo que tuve que renunciar a ello después de la graduación. Lo echo de menos todo el tiempo. Hay algo maravilloso en conocer tu cuerpo y cómo se mueve y escapar con una canción durante un tiempo. El mundo se desdibuja, y no me siento incómoda ni fuera de lugar. Pero no podemos bailar hasta que haya rechazado al menos a tres candidatos. O así es como va la rutina. —¿Qué pasa con ella? —dice Lucy sorbiendo su bebida y se inclina hacia abajo para que pueda escucharla. Apunta la barbilla hacia un grupo de chicos en el bar—. Camisa negra, jeans ajustados. Trato de estudiarla con una mirada objetiva. Se ha puesto de costado y habla con otro chico. Los dos toman Bud Lights. Si buscas mujer promedio de veinte y pico de años de Maine en el diccionario, va a aparecer la imagen de esa chica. Sólo... genérico. Promedio. Tiene buen cuerpo, supongo, y una bonita sonrisa. Pero probablemente no lee, nunca, y probablemente esté muy metida en llevarse a otras a la cama. Me vuelvo hacia Lucy. Ella debería buscar a su propio hombre, pero aquí está, tratando de ayudarme. No puedo enfadarme con ella por eso, ¿verdad? —¿Y bien? —dice sorbiendo lo último de su bebida. Vuelvo a mirar a la chica, que nos ha detectado mirándolo, y nos mira. —Nah —digo encogiéndome de hombros. No es material para perder la virginidad. Ni siquiera estaba interesada en mí de todos modos. Ahora mismo está mirando a Lucy, que no se da cuenta.

—Eres imposible —grita Lucy, negando mientras se va a conseguir una bebida. Aquella chica trata de hablar con ella, pero lo ignora. Finalmente nos dirigimos a la pista de baile, tomamos unas bebidas más y rechazo algunos chicos y chicas más, ya saben doble probabilidad, si claro. Mis amigas consiguen acercarse, y tratan de llevar a cualquiera que esté intentando ligar con ellas hacia mí, pero me las arreglo para emitir la suficiente atmosfera de rechazo que sus ojos se deslizan de mí. En raras ocasiones en las que realmente quieren hablar, paso el tiempo dándoles respuestas monosílabas mientras cuento sus defectos en mi cabeza. Dientes torcidos, colonia rara, verruga en el dedo índice, no dejan de llamarme chica, no entienden que a toda costa no es una palabra... Finalmente se hartan de mí y me insisten en que por lo menos hable con alguien durante cinco minutos. Dinah incluso tiene un temporizador en su teléfono. Supongo que podría hacer eso. Cinco minutos no van a matarme. Exploro el bar, buscando a alguien con quien pueda conversar cómodamente cinco minutos sin querer suicidarme o huir. Y entonces ahí está. Como un faro en una noche nublada, la Chica del Portátil de la cafetería entra por la puerta. Mi salvadora. Asiento a mis amigas y la señalo. Todas me dan un pulgar hacia arriba, así que me acerco a ella, con lo que espero que sea confianza. Parece estar sola, lo que es aún mejor. Sus ojos escanean la habitación, como si estuviera buscando a alguien, y luego se detienen en mí. Levanto la mano y le doy un pequeño saludo. —Hola —le digo. O grito. La música es muy fuerte en este momento. Puedo sentir a mis amigas mirando a mi espalda. —Hola. Me alegro de verte de nuevo. —Sonríe y mis rodillas flaquean—. ¿Vienes, um, aquí a menudo? —Wow, ¿está nerviosa ahora? Había estado tan segura en el café. —Sí. —Es mi brillante respuesta—. Quiero decir, no vengo aquí mucho, mucho, pero vengo a veces. —Aún más brillante… —¿Quieres un trago? —Muevo el que ya tengo en mi mano. Me pregunto cuántos minutos han pasado. Debo estar cerca de terminar. ¿Vendrán por mí cuando termine? ¿Les grito o hago un sonido zumbador? —Oh —dice—. ¿Estás aquí con alguien? —Sólo algunas amigas. Están justo... —Me detengo porque mis amigas no están donde las he dejado, mirándome a tientas a través de mis cinco minutos. Echo un rápido vistazo a la habitación y no están allí. ¿Qué demonios? —Um, ellas estaban ahí. ¿Puedes darme un segundo? —Voy por mi teléfono, pero recuerdo que lo había dejado en el bolso en la mesa. Se había ido. Se han llevado mi bolso para asegurarse de que hablaba con

ella. Probablemente están en el baño riéndose, o tal vez escondidas en un rincón. Sí, allí están. Me ven y Dinah señala mi bolso y niega.

—¿Ocurre algo? —dice la Chica del Portátil. —Nop. Sólo teniendo una noche absolutamente apestosa. —Han pensado que sería gracioso, y podría serlo, si no hubieran sido tan agresivas e insistentes tantas otras veces. No es una broma inofensiva. No para mí. Y ahí es que cuando me quiebro y decido que ya he tenido suficiente. Me vuelvo hacia Chico Portátil y digo algo que nunca le he dicho a un desconocido antes. —Esto va a sonar muy raro, pero ¿me podrías llevar a casa? —Los ojos de la Chica del Portátil se ensanchan por un segundo, se ríe y niega. —Bueno, si lo pones de esa manera… Ahora es mi turno para estar sorprendida. —¡Oh, Dios mío! No te pido... ya sabes... Sólo necesito un paseo. En un coche. Como que, necesito que te metas en tu coche conmigo en el asiento del pasajero y me lleves a casa. Conducir. Simplemente conducir. No es un eufemismo. —Me alegro de que el bar sea lo suficientemente oscuro así no puede ver mi rostro enrojecido. Sí, puedo agregar este momento a la lista de razones por las que estoy siempre sola. Inhalo y trato de no mirar hacia atrás a mis amigas. —Sí, por supuesto. Debes de estar desesperada si estás dispuesta a pedírselo a una extraña. —Esa es una palabra para eso. —Tú no eres una extraña, exactamente. Eres la Chica del Portátil. —Ríe de nuevo y me siento un poco mejor. Al menos hay una persona que está dispuesta a ser amable conmigo. —Iba a encontrarme con mi compañera de habitación aquí, pero no lo encuentro de todos modos, así que vamos. —Sostiene la puerta abierta para mí. Ni siquiera tengo mi abrigo, ya que probablemente lo tienen ellas, así no podía irme sin decírselo en primer lugar. No miro hacia atrás mientras la Chica del Portátil y yo salimos del bar, y caminamos hacia su auto—. Además, aunque la Chica del Portátil sea el nombre en mi certificado de nacimiento, voy por Lauren. —Chica genial, nombre genial. No hay muchas chicas que puedan llevar un nombre así. Pero definitivamente no habría pasado como Daniela o Sarah. —Hola, Lauren, soy Camila.