Breve Historia Del Cine Chileno

BR EV E HISTORIA DEL C I N E C HI LEN O Prólogo: Los Primeros Años El 28 de diciembre de 1895, en el subsuelo de un c

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BR EV E HISTORIA DEL C I N E C HI LEN O

Prólogo: Los Primeros Años El

28 de diciembre de 1895, en el subsuelo de un café del

boulevard de Los Capuchinos, en París, los hermanos Lumiére proyectaban sobre un agraciado muro las primeras filmaciones conseguidas con su máquina patentada meses antes. Los primeros espectadores huían despavoridos ante una locomotora que se les avalanzaba, en lo que quizás sería la primera película de terror. Siete años más tarde, en la Sala Odeón del Puerto de Valparaíso, se exhibía un corto documental, titulado Ejercicios de bomberos en Valparaíso, basado en los ensayos realizados con anterioridad en la Plaza Aníbal Pinto, de la ciudad. Con esto, se inicia la era del cine en nuestro país, en un acto pionero para su época, motivado por el interés y curiosidad de un grupo reducido de personas que importaron las primeras cámaras en sus viajes.

Durante los primeros años, el arte cinematográfico en nuestro país estaba representado, en su mayoría, por intentos de grabar el presente y registrarlo en celuloide, en pequeñas tomas documentales sobre la vida cotidiana, las que eran proyectadas en espacios públicos como teatros o salas de baile, equipadas para permitir la exhibición masiva. Las imágenes eran acompañadas de la música de un piano, y amenizadas con sandwiches y bebidas. Pero en este tiempo no se encuentra una gran cantidad de cineastas puros como en países como Estados Unidos, Francia, Italia, Unión Soviética o Suecia, quizás debido a que la actividad no pudo escapar a tiempo de ser un simple juguete tecnológico. Esta situación se agudizó debido a que el Estado no consideró importante en aquella época incentivar el nacimiento de una industria cinematográfica, desestimando argumentos como el furor provocado por este arte en Europa y Estados Unidos o los 300 mil habitantes de Santiago en esa época y su gran entusiasmo por

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asistir a las proyecciones, lo que en implicaba una buena plaza para el producto.

A pesar de que gran parte de los testimonios filmados en aquella época han desaparecido, transformados en peinetas y otros productos fabricados en base al celuloide, es posible rescatar dos títulos que nos muestran las primeras semillas de un cine hecho arte y realzan la figura de dos hombres que serían considerados los padres de la cinematografía en Chile: Salvador Giambastiani, autor junto a su esposa Gabriela von Bussenius del documental de 1919 Recuerdos del mineral de El Teniente, y Pedro Sienna, actor, productor y director, creador en 1926 de El Húsar de la Muerte, sobre la vida de Manuel Rodríguez.

Salvador Gambastiani llego a Chile en 1915, procedente de su natal Italia, en calidad de fotógrafo y documentalista, instalándose en el centro de Santiago con unos primeros estudios cinematográficos. De estos talleres, en 1916 , aparece La baraja de la muerte, inspirado en un hecho policial que había causado conmoción en aquellos años. Se suman a este título cintas como Santiago Antiguo, de 1915, Fiestas de los estudiantes, de 1916 y el propio documental sobre el mineral de El Teniente. Conjuntamente, Gambastiani se asoció con los empresarios Luis Larraín Lecaros y Guillermo Bidwell, con quienes creó Chile Film Co., empresa bajo cuyo alero surgieron producciones como La agonía de Arauco, de 1917, y El Hombre de Acero, en la que participaron nombres como Pedro Sienna, Jorge Délano y Rafael Frontaura. Luego de la creación de estas películas, la sociedad se disolvió, reviviendo luego cuatro años más tarde.

Pedro

Sienna fue un hombre de variadas facetas artísticas. Se

desempeñó como actor, director y productor. Tal vez uno de sus logros más recordados sea la realización, por encargo de la empresa Andes Films, de El Húsar de la Muerte, considerada por muchos años como la mejor y 3

más importante del período. Antes, en 1924, protagonizaba Agua de Vertiente, con el primer desnudo femenino. Luego, en 1926 junto a Rafael Frontaura, filmó La última trasnochada.

Una vez iniciada la década de los 20, el país comprendió el enorme potencial comunicativo del cine, con lo que surgen variados noticieros que sirvieron como soportes para el desarrollo del cine argumental y documental. Algunos de ellos fueron el de Heraldo Films, patrocinado por El Mercurio, el de Andes Films, auspiciado por La Nación, y el noticiero del Diario Ilustrado.

Algunas de las últimas películas del período mudo del cine Chileno no lograron superar las exigencias de la crítica y del público. Tal es el caso de cintas como Martín Rivas, de 1923, Golondrina, de 1924, o Sueño de Amor, esta última protagonizada por Claudio Arrau en el papel del músico Franz Liszt y dirigida por José Bohr.

Hasta que un día, a fines de la década de los 20, llegó el sonido, y, al igual que en el resto del mundo, la escena cinematográfica cambió radicalmente, con la transformación profunda de un arte que hasta ese momento se basaba sólo en imágenes. El país, buscando el entendimiento de las nuevas tecnologías, envió a Jorge Délano al extranjero, luego de lo cual produciría Norte Sur, protagonizada por Alejandro Flores.

Desarrollo: La Era del Cine Industrial Al igual que en el resto del mundo, la introducción del cine sonoro generó una marcada línea divisoria en la historia de la actividad nacional. Ante estos cambios, el país intentó adaptarse a las nuevas tecnologías, tomando en cuenta su débil capacidad técnica en aquél entonces (es 4

importante recordar que una de las mayores y más frecuentes críticas al cine chileno tiene relación con la calidad del sonido de los films ). Como parte de estos esfuerzos, Jorge Délano, conocido en la ilustración nacional como Coke, viajó al extranjero con el fin de conocer los nuevos métodos de producción cinematográfica. Producto de esto, Délano llegó a ser considerado el “nuevo pilar del cine chileno”, con películas como Escándalo y Norte y Sur.

Junto

a él, comienzan a resonar los nombres de Adelqui Millar,

Eugenio de Luigoro, con El hechizo del trigal, y en forma especial Verdejo gasta un millón, de 1940, y Verdejo gobierna en Villaflor, de 1941, filmes con los que se inició: el brillo de una nueva figura: Ana González, quién hasta el día de este escrito en Internet se mantiene como una importante luminaria de la escena de nuestro país. En estas dos películas, desarrolló su personaje “La Desideria”, contando con Eugenio Retes como compañero de actuación y protagonista. Del mismo director aparece en 1942 Un hombre de la calle, protagonizada por Lucho Córdoba y Malú Gatica.

En 1938, el Gobierno creó la CORFO, Corporación de Fomento de la Producción, como una forma de incentivar la actividad industrial del país. Y producto de esta iniciativa, el 16 de julio de 1942 quedó marcado como un día de especial importancia dentro del relato de la historia del cine chileno: a través del Decreto Supremo Nº 2581 se crea Chile Films, filial de Corfo creada para generar una mayor y más ordenada producción cinematográfica en Chile.

Chile

Films contaba con los estudios en ese entonces más

avanzados de Sudamérica, en calle Manquehue. Debutó con Un romance de medio siglo, de 1944, y Hollywood es así, del mismo año. Dentro de los objetivos de la empresa se encontraba el producir películas lo más 5

extranjeras posibles, de forma tal que su público no se limitara sólo al nacional, ni se centrara cada película en un sólo mercado. Ejemplos de esto son los films La dama de la muerte, ambientada en Londres, y El diamante del maharajá, en la India. La empresa comienza a centrar su producción en la elaboración de noticiarios de buen nivel, mientras los largometrajes no respondían a las espectativas. Algunos nombres de este período son La dama sin camelias, de José Bohr, Tormenta en el alma, de Adelqui Millar, Memorias de un chofer de taxi, de Eugenio de Luigoro, Yo vendo unos ojos negros, de René Olivares, y finalmente en 1949 Esperanza, de los argentinos Francisco Mujica y Eduardo Boneo, película que gatilló el primer gran decaímiento de la empresa, terminando con el entusiasmo de su creación. Este último acontecimiento marca el inicio de una época de silencio, que cubrirá la naciente década de los '50, con un promedio de una película por año, entre las que se cuentan Surcos de Sangre, del argentino Hugo del Carril, El Ídolo, de Pierre Chenal, Llampo de Sangre, de Enrique de Vico, y Tres Miradas a la Calle, de Naum Kramarenco.

Final Abierto: La Época Actual, desde los 60's A comienzos de la década de los 60's se vislumbran las primeras luces que indican el fin, al menos temporal, del fuerte silencio fílmico que resultó de la primera incursión de Chile Films en el ámbito del cine comercial masivo, con la creación, en 1961, del Departamento de Cine Experimental de la Universidad de Chile. Esta instancia deja brotar un talento hasta ese entonces oculto tras bambalinas, con títulos como Mimbre, Días de Organillo, Trilla e Imágenes Antárticas. Luego, un año después, bajo el mismo concepto, surge el Instituto Fílmico de la 6

Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo cuyo alero surgen títulos como El cuerpo y la sangre, de Rafael Sánchez. A estas instancias universitarias se suma la creación del Cine Club de Viña del Mar .

Paralelamente,

en el circuito masivo, aparecían Un chileno en

España y Más allá de Pipilco, de José Bohr. Pero la renovación artística y personal en el ambiente cinematográfico chileno avanzaba en forma inevitable. Es así como los nombres de años pasados dejan lugar a una nueva generación de cineastas dispuestos a cubrir sus puestos. De esta forma, en 1967, comienza a resonar el nombre de Alvaro Covacevich, arquitecto que llevó a la pantalla lugares anteriormente descartados como locación para cualquier producción. Ejemplo de esto es su película Morir un poco, acerca de la vida de quienes sobreviven en la extrema pobreza. Este film, a pesar de su tema, sus contenidos y sus imágenes, atrajo a cerca de doscientas mil personas a las salas donde era exhibida, marcando una importante huella para trabajos posteriores. Covacevich luego realizaría La revolución de las flores, El diálogo de América y El gran desafío, entre otras. El mismo año 1967, otro nombre aparece en la escena, con gran revuelo. Era Patricio Kaulen, quien lanzaba Largo Viaje, película que trataba las vivencias alrededor de la muerte de un niño pequeño. El film gozó de una muy buena acogida por parte del público.

Además de este período de renovación, en 1967 se produciría un nuevo intento de ayuda a la producción cinematográfica chilena por parte del Estado, a través de la promulgación de la Ley 16.617 de enero de ese año, en la cual se estipulaba que el dinero recaudado producto de la tributación aplicada a la exhibición del film sería devuelto a sus productores. Esta ley, junto a otras medidas similares, provocan un renacimiento de la actividad durante el período de diez años en que la ley se mantuvo en vigencia, coincidiendo con una mayor apreciación de la 7

cantidad de público como medida de éxito o fracazo de un film. Así encontramos cintas como Ayúdeme Usted Compadre, de Germán Becker, entre los aciertos de taquilla de este período, con 370 mil espectadores. Contrariamente, vemos películas como Tres tristes tigres, del cineasta Raúl Ruiz, con sólo 17 mil personas, a pesar de que la crítica considera sin dudas a esta última producción de mejor calidad. Este hecho resalta aún más al recordar que Ruiz está considerado por un sector como el mejor cineasta chileno de la actualidad, aunque por supuesto no debemos olvidar que esta aparente contradicción entre opinión crítica y respuesta de público no es sólo propia de las pantallas chilenas. También encontramos otro éxito de público en el film Tierra Quemada, de características similares a un Western, dirigido por Alejo Alvarez, con 177 mil espectadores. Como contraparte, se exhibe Lunes 1º, Domingo Siete, de Helvio Soto, que fue vista por 80 mil personas.

En

1969, aparece un nuevo foco de polémica , debido a la cinta

Caliche Sangriento, de Helvio Soto, a causa del veto dado por el Consejo de Calificación Cinematográfica, organismo encargado de dividir las películas en categorías según sus contenidos y las edades de su posible público destino. El film narraba los acontecimientos cercanos a la guerra del Pacífico, de 1879, centrando su atención en los intereses económicos que la desataron, con una visión que fue considerada ofensiva a la versión oficial. A pesar de esto, el público le dió una buena acogida, con un total de 115 mil espectadores, incluso saliendo a Europa, con una excelente respuesta a su exhibición por televisión. Este hecho cierra la década de los 60, con una nutrida producción nacional, cercana a las cinco películas por año. Junto con los mencionados, encontramos títulos como New Love, de Alvaro Covacevich; Valparaíso mi amor, de Aldo Francia; Los testigos, de Chalres Elsesser; Nativos del planeta Tierra, de Hernán Correa; Eloy, de Humberto Ríos y Ciao, Ciao, Amore, de Diego Santillán. 8

Más tarde, en 1970, Miguel Littin dirige una de las películas claves dentro de la producción cinematográfica nacional: El Chacal de Nahueltoro. La película cuenta la historia verídica de un hombre que asesinó a su pareja y a sus cuatro hijos bajo la influencia del alcohol, hecho que en la época en que ocurrió causó una fuerte conmoción , debido a la naturaleza y características del crimen, pero principalmente, por el destino de su autor. El hombre poseía una educación extremadamente limitada, situación que paulatinamente fue cambiando al interior de la cárcel, en donde recibió rehabilitación y conocimiento, cambiando drásticamente su actuar. Pero a pesar de esto, la decisión de la justicia no fue piadosa, siendo condenado a muerte luego de múltiples esfuerzos por demostrar su nueva naturaleza. La película fue un éxito de público, con 215 mil espectadores, como también de crítica, con un lugar de renombre dentro de la cinematografía mundial. La década de los 70's se ve marcada por dos profundas divisiones, que fueron más allá del ámbito cinematográfico: el gobierno de la Unidad Popular y el gobierno de la Junta Militar. Durante el primero de estos períodos, la producción fílmica, a pesar de la intencionalidad del Estado, sufre una fuerte escacez de títulos, con únicamente 9 films. Sólo dos películas logran una buena respuesta de público: Con el santo y la limosna, de Germán Becker, y Voto más fusil, de Helvio Soto. Otras cintas de este período son Ya no basta con rezar, de Aldo Francia, El primer año, de Patricio Guzmán, y Palomita Blanca, de Raul Ruiz, sólo estrenada en 1993.

Luego

después del golpe militar, el conjunto de realizadores

nacionales se divide en grupos esparcidos por el mundo, debido al exilio. Otro grupo se quedóo en Chile, dedicándose principalmente a la realización de cortos publicitarios, logrando la realización de siete largometrajes entre 9

los años 1973 y 1985: Gracia y el forastero, de Sergio Riesenberg; A la sombra del sol, de Silvio Caiozzi y Pablo Perelman; El Maule, de Patricio Bustamante y Juan Carlos Bustamante; Como aman los chilenos, de Alejo Alvarez ; Idénticamente Igual, de Carlos Flores; Julio comienza en Julio, de Silvio Caiozzi; Los hijos de la Guerra Fría, de Gonzalo Justiniano; y El último grumete, de Jorge López .

A

fines del período marcado por el gobierno militar, surge con

nuevos bríos un conjunto de producciones que iniciarían el camino del cine chileno al reconocimiento internacional. Imagen Latente, de Pablo Perelman; La luna en el espejo, de Silvio Caiozzi, con la cual Gloria Münchmeyer consiguió el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Venecia; La Frontera, del prestigioso cineasta Ricardo Larraín; Johnny Cien Pesos, de Gustavo Graef-Marino, de gran éxito de público en Chile, basada en un asalto con toma de rehenes ocurrido en el centro de Santiago años antes; Amnesia, de Gonzalo Justiniano; y últimamente, de Andrés Woods, Historias de Fútbol, una excelente historia en dos tiempos y un alargue ambientada en Santiago, Calama y Chiloé.

Así los tiempos siguen transcurriendo, y el cine chileno continúa su evolución desde los ejercicios de bomberos, hasta nuestros días.

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