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HEBREOS AUTOR arios libros del NT resaltan la muerte de Cristo, pero a Hebreos se lo reconoce en particular por su énfasis en la doctrina que presenta a Cristo, simultáneamente, como sumo sacerdote y como ofrenda sacrificial para expiación del pecado. Ningún otro libro del NT logra combinar tan magistralmente como Hebreos las enseñanzas del antiguo y el nuevo pacto. Aunque no se lo nombra, el autor de Hebreos seguramente era conocido por los destinarios originales de la carta. En los siglos transcurridos desde su composición, la ausencia de referencias al autor alimentó toda clase de especulaciones. Los eruditos bíblicos han propuesto los nombres de varios cristianos de la iglesia primitiva, entre ellos, Pablo, Lucas, Apolo, Clemente de Roma, Bernabé, Silvano, Felipe y Priscila. Sin embargo, nadie sabe con certeza quién escribió este libro de la Biblia. Orígenes, uno de los padres de la biblia, dio la mejor respuesta: solo Dios sabe quién escribió Hebreos. La prueba que aporta el propio libro, comenzando por el título, «Hebreos», muestra claramente que se trata de una carta dirigida a cristianos de origen judío. El autor apeló a los textos del AT a lo largo de todo el libro, dando por hecho que sus lectores conocían los sacrificios rituales (por ej., 10:1, 2) y les advirtió sobre el peligro de confiar en sacrificios que solo apuntan a Cristo, pero no reconocen que el único sacrificio verdadero y necesario es Cristo mismo (10:1 – 4, 11 – 18). Es imposible establecer la fecha exacta de composición de Hebreos, pero la prueba parece indicar que se escribió antes del año 70 d.C. En primer lugar, el autor y sus lectores pertenecían a la segunda generación de cristianos; no habían visto ni oído a Jesús en persona (2:3). Segundo, si el Timoteo mencionado en 13:23 era el joven colaborador de Pablo, la carta debió de escribirse en vida del apóstol. Tercero, la referencia a los sacrificios en 10:1, 2 parece indicar que estos continuaban ofreciéndose, y algunos estudiosos creen que esta descripción de los sacrificios en tiempo presente (7:8; 9:6, 7, 9, 13; 13:10) es señal de que el templo de Jerusalén aún estaba de pie. Por último, el hecho de que el autor de 1 Clemente (36:1 – 6), un documento cuya fecha suele establecerse entre el 95 y el 96 d.C., usara material de Hebreos prueba que se escribió antes de esta fecha. Reiteramos, pues, que si bien Hebreos pudo escribirse en cualquier momento entre los años 60 y 96 d.C., es más probable una fecha anterior al año 70 d.C.

TEMAS EN HEBREOS No hay duda de que los destinatarios de Hebreos habían sufrido persecuciones a causa de su fe (10:32 – 34; 12:4). Además, mostraban capacidad de entrega personal y vocación de servicio (6:10). Sin embargo, su fe seguía siendo inmadura (5:11 – 6:12), y necesitaban que se les volviera a instruir en las verdades más elementales de la Palabra de Dios (5:12). Las advertencias en el libro revelan que muchos de estos cristianos vacilaban en su fe y estaban tentados de abandonarla por completo (2:1 – 4; 4:12, 13; 6:4 – 8; 10:26 – 31; 12:25 – 29); corrían el riesgo de apartarse de Cristo, probablemente para escapar de la persecución. Un tema recurrente a lo largo de toda la carta es la afirmación de la superioridad de Cristo sobre toda la religiosidad judía a la cual ellos pretendían volver. Jesús está por sobre los profetas del AT, los ángeles, Moisés, Josué y el Sacerdocio de Aarón, por lo tanto, ¿qué motivo podrían tener los hebreos para volver al viejo sistema religioso cuando lo nuevo ya había llegado?

NOTAS DE ESTUDIO 1:2 El autor de Hebreos no se equivocó al ubicarnos en los «postreros días». Este v. habla de la revelación de Dios en persona. En épocas pasadas, habló a los padres mediante los profetas, pero en estos «postreros días» (es decir, en la era mesiánica) se ha revelado en Cristo. Jesús inauguró los «postreros días», el lapso entre su Primera y segunda venida. Estamos en los últimos días, y será así hasta que Cristo regrese. Este período es también la era del Espíritu (de Jesús), en el cual Él obra y ministra abundantemente. Algunos objetan lo dicho en este v. aduciendo que nadie puede ser «heredero» si una persona no muere y que por lo tanto, si Jesús es heredero, Dios debe estar muerto. Sin embargo, no se tiene en cuenta que en el primer siglo, la herencia podía pasar al heredero mucho antes de que falleciera el benefactor.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA 1:1, 2

Jesús

es la revelación última y completa de Dios. Por lo tanto, cualquiera que se

presente a sí mismo como profeta que trae una nueva revelación debe ser considerado un falso profeta (Mt. 24:5, 11, 23 – 26).

1:8 Algunos escépticos sostienen que este v., que se refiere a Jesús como «oh Dios», contradice Jn. 8:40 y Hch. 17:31, donde se afirma que Jesús era un hombre. Sin embargo, tales objeciones no tienen en cuenta que la Escritura enseña el concepto de la «unión hipostática»: que Jesús es a la vez enteramente Dios y enteramente hombre. 1:10 Algunos han declarado que, si Dios fundó la tierra [la «afirmó», NVI], como asevera el v., esta no debería girar. Esto no es así. Al sostener que Cristo es superior a los ángeles, el escritor de hebreos usa el Sal. 102:25 y la metáfora de un cimiento para afirmar que Cristo fundó la tierra. Al igual que otros escritores bíblicos, este autor describió las cosas tal como las entendía. 1:11 Equivocadamente, los escépticos ven una contradicción en este v., donde se manifiesta que la tierra perecerá, y el Sal. 78:69 y Ecl. 1:4, donde se dice que durará para siempre. Sin embargo, en Ecl. 1:3, el Predicador habla sobre lo vanos e infructuosos que son los esfuerzos de la humanidad: «¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?». El autor retoma este tema en Ecl. 1:4, donde observa la tierra desde una perspectiva totalmente humana. En el curso de la vida, la ve como un lugar que permanecerá para siempre, porque esa es su impresión. Salmo 78:69 se escribió desde un punto de vista similar. Sin embargo, este v. en Hebreos es diferente. Como 2 P. 3:10, enseña que la tierra ciertamente perecerá antes de que sean creados los cielos nuevos y la tierra nueva (ver 2 P. 3:13). 2:16 Algunos sostienen que este v. enseña que Jesús es descendiente biológico de Abraham, y luego cuestionan su veracidad a la luz de Mt. 1:18, que enseña que Cristo no tuvo un padre biológico. Sin embargo, en He. 2:16, «descendencia» se refiere a los descendiente de Abraham y no de Jesús. El énfasis en este v. es que el Hijo, a través de la encarnación, ayuda a la «descendencia de Abraham» y no a los ángeles. 4:15 Si Jesús era incapaz de pecar (impecabilidad) o si podía hacerlo (pecabilidad) es un tema difícil. Baste con decir que el NT enseña, lisa y llanamente, que Jesús nunca pecó (ver 2 Co. 5:21; He. 4:15), aunque estuvo sometido a verdaderas tentaciones (ver Mt. 4:1 – 11; Mr. 1:12, 13; Lc. 4:1 – 13). Además, también afirma: «Dios no puede ser tentado por el mal» (ver Stg. 1:13). Como Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre, es lógico que haya podido ser tentado por el mal. Asimismo, «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado». Esta frase no quiere decir que Cristo soportó todas y cada una de las tentaciones que podamos sentir hoy, sino que experimentó a pleno el impacto de nuestra tentación en todas sus formas, pero sin ceder a ella. Jesús es, por cierto, un sumo sacerdote ejemplar, superior a los del AT y capaz de compadecerse de nuestras debilidades. 6:4 – 6 Este pasaje, con su advertencia, es controvertido y difícil. Algunos creen que enseña que puede perderse la salvación. Aunque una leída rápida del texto podría llevarnos a pensar que esto es posible, no se trata del tema en cuestión. Estos vv., en cambio hablan de la necesidad que tienen los creyentes de perseverar en la fe cristiana. Los verbos «fueron iluminados» (v. 4) y «gustaron» (vv. 4, 5), y «fueron hechos participes» (v.4) describen a personas que han profesado tener fe en Cristo y que dicen ser creyentes «Recayeron» (v.6) significa apostatar. El escritor de Hebreos amonesta a no volver al sistema de sacrificios del AT, porque Jesús es superior en todo sentido a dicho sistema. Si se alejaran de Cristo, el arrepentimiento sería imposible, porque no puede encontrarse en ninguna otra parte una vez que se rechaza a Jesús (10:26, 27). Con sus acciones, tales personas deshonran a Cristo abiertamente y tratan de volver a crucificarlo. Si abandonan la fe en Él luego de haberla profesado, y retroceden (es decir, no perseveran), nunca fueron verdaderamente salvas (ver Mt. 10:22; Mr. 13:13).

6:18 Algunos escépticos ven una contradicción en este v., donde se dice que es imposible que Dios mienta, porque Jer. 32:27 y Mt. 19:26 declaran que nada es imposible para Dios. Esta objeción se parece a la trillada pregunta: «¿Acaso Dios es tan poderoso como para crear una piedra tan grande que Él no pueda mover?». Sin embargo, tales objeciones confunden el carácter de Dios con su poder. Dios no puede mentir, porque eso va en contra de Su naturaleza: Él es infinitamente santo y bueno. 7:3 Algunos se equivocan al ver en este v. una contradicción respecto a Melquisedec, porque afirma que Gn. 3:20 enseña que todos somos descendientes de Adán y Eva. Sin embargo, en He. 7:1 – 3, el autor explica Gn. 14:17 – 20 para demostrar los nexos tipológicos entre Melquisedec y el Hijo de Dios. El nombre Melquisedec significa «rey de justicia» (heb. melek y sedek), y la ciudad sobre la cual gobierna se llama Salem, que significa «paz»; por lo tanto, también es «rey de paz». El escritor de Hebreos contrasta el sacerdocio de Melquisedec con el levítico. Genesis 14 no menciona nada del linaje de Melquisedec, de su nacimiento ni de su muerte, por lo tanto, su sacerdocio no tiene requisitos ni limitaciones, como los del sacerdocio levítico. Por consiguiente, las frases «sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida» es comprensible y no contradice Gn. 3:20. 7:11 Algunos ven una falta de coherencia en este v. porque alegan que la ley les fue dada a los israelitas mucho antes de que surgiera el sacerdocio levítico y no «bajo» este. Sin embargo, la preposición epi puede tener diversos significados además de «bajo». Por ejemplo, también puede significar «con respeto a» o «sobre la base de». Por lo tanto, este v. también podría traducirse «porque con respecto a él [el sacerdocio] recibió el pueblo la ley». En otras palabras, el pueblo de Dios en el AT había recibido a través de la ley directivas para el ministerio levítico de los sacerdotes. 7:24 El mormonismo se equivoca al reclamar el sacerdocio de Melquisedec en su fe. Supuestamente, varios puestos altos de la iglesia mormona surgieron del orden de Melquisedec. Sin embargo, la doctrina mormona es falsa, porque Hebreos afirma con claridad que Jesús es el único sumo sacerdote según ese orden (3:1; 5:6, 10; 6:20; 7:11, 15, 17, 21, 24, 26; 8:1; 9:11). 8:9 Algunos escépticos aducen que aquí el escritor de Hebreos citó incorrectamente Jer. 31:32, porque He. 8:9 dice «yo me desentendí de ellos», en lugar de «aunque fui yo un marido para ellos» como expresa el AT. Sin embargo, el escritor neotestamentario de Hebreos citó la Septuaginta (traducción gr. del AT) y no la biblia hebrea, y al hacerlo, esto se convirtió en parte de la Escritura. 9:4 Algunos ven una falta de coherencia en este v., porque afirma que el arca contenía las tablas del pacto y un recipiente con maná y con la vara de Aarón que reverdeció, mientras que el AT sugiere que los dos últimos elementos se colocaron en el lugar santísimo frente al arca (por ej., Ex. 16:32 – 34; Nm. 17:10, 11). Sin embargo, el escritor de Hebreos parece haber seguido una línea de tradición rabínica que supone que, posteriormente, estos objetos se colocaron en el arca junto con las tablas. También deberíamos considerar las observaciones del autor en 9:5: «de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle». Aparentemente, el autor no quería apartarse del tema central que estaba tratando, es decir, no quería desarrollar en detalle el asunto. Más bien, deseaba explicar la relación del tabernáculo y su entorno con el ministerio de los sacerdotes del AT.

INTERPRETACIÓN DISTORSIONADA 9:27

Este

v. demuestra de manera terminante que creer en la reencarnación no es una

opción válida para el cristiano. A cada persona se le concede un tiempo de vida único en la tierra y «después de esto el juicio». Jesús relató acerca de un hombre rico que murió y, en el infierno, en medio de sus tormentos, levantó sus ojos (Lc. 16:23). Esto demuestra que, una vez que morimos, no hay posibilidad de regresar a la tierra 9:27 Algunos escépticos declaran que este v. enseña que está establecido que toda la gente muera, y que así entra en conflicto con vv. tales como 1 Ts. 4:16, 17, que manifiesta que algunos santos serán arrebatados e irán directamente al cielo, y con He. 11:5, que habla de Enoc, el cual no experimentó la muerte. Sin embargo, He. 9:27 no afirma que todos, sin excepción, hayan experimentado la muerte ni que la experimentarán. Es Imposible que el autor de Hebreos haya querido decir esto, porque Enoc había sido arrebatado cuando se escribió esta carta. Además, no cabe duda de que la muerte es la manera normal de pasar de esta vida a la otra. Sin embargo, si el Señor quiere llevar a algunos directamente de esta vida terrenal al cielo, desde luego que está en todo Su derecho de hacerlo, ya que «Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho» (Sal. 115:3). 10:4,11 Algunos escépticos aducen que, si estos vv. son ciertos, gran parte del AT es falso. Sin embargo, debemos recordar que los sacrificios del AT, prefiguran el sacrificio de Cristo, podían «santificar» y «purificar» (9:13, 23), pero de ninguna manera quitar el pecado y su culpa; de otro modo, no hubiera sido necesario repetirlos. Los sacrificios del AT podían limpiar a los fieles externa y ceremonialmente, pero no de pecado de manera perpetua y efectiva como para presentarse justos delante de Dios. Por el contrario, el sacrificio de Cristo es mejor; nos limpia verdaderamente de pecado, lo quita junto con la culpa, es contundente y no necesita repetirse. Jesús es el sacrificio perfecto que aplacara la ira de Dios hacia el pecado. Él expía nuestro pecado cargándolo sobre sí mismo para que podamos ser salvos por la maravillosa gracia de Dios a través de la fe.

10:5 Algunos escépticos aducen que aquí el escritor cita equivocadamente el Sal. 40:6 (corresponde al 39:6 en la traducción gr. Septuaginta), porque 10:5 dice «cuerpo» en lugar de «oídos», como en el AT. Pero el escritor no hizo más que citar la versión Septuaginta, que difiere de la Biblia hebrea. Además, el autor de Hebreos usa la sinécdoque (el todo por la parte) al referirse a todo el «cuerpo» del siervo de Yahvéh, que tiene «oídos» que escuchan atentamente para obedecer el mandamiento de Dios. 10:28, 29 Algunos señalan que estos vv. describen una injusticia, porque mencionan que aquellos que desobedecían el AT morían, y que será mucho peor para quienes rechacen a Jesús. Pero aquí no hay injusticia. Según el nuevo pacto, los que rechazan la palabra de gracia de Dios que nos llega a través de Su Hijo se enfrentan a una retribución mucho más seria que la mera muerte física, porque han cometido un pecado con consecuencias eternas. 10:37 Cristo regresará según el cronograma y la perspectiva de Dios, no los nuestros. 11:1 Algunos objetan que esto sea fe ciega. Sin embargo, en este v., el escritor describe la fe como una convicción certera de lo que no puede verse. Esta es la clase de fe que motivó a hombres y mujeres en el pasado a vivir para Dios y a confiar en que Él fehacientemente cumpliría Sus promesas. 11:5 Algunos ven una discrepancia en este v. porque Jn. 3:13 enseña que nadie ascendió jamás al cielo; pero esta afirmación no tiene en cuenta que el contexto del Evangelio de Juan es diferente al de He. 11:5. Juan afirma categóricamente que nadie ha ascendido al cielo para luego regresar y explicar las cosas celestiales; es decir, para revelar a Dios el Padre a la humanidad. Sin embargo, Jesús pudo hacerlo porque vino del Padre que está en los cielos (ver Jn. 1:1, 14, 18). Por otra parte, He. 11:5 declara que Enoc fue quitado de este mundo sin experimentar la muerte (ver Gn. 5:21 – 24); su fe agradó a Dios. 11:13 Algunos preguntan: «¿Cómo pudieron salvarse las personas del AT si nunca ejercieron una fe explícita en Cristo?». Este v. da la respuesta. Los santos en el AT abrigaban la esperanza mesiánica y creían en las promesas de Dios, que señalaban al futuro Mesías, Jesús. 11:17 Algunos ven una contradicción en este v. aduciendo que, según lo dicho aquí, Abraham tuvo sólo un hijo, Isaac, a diferencia de otros pasajes (Gn. 16:15; Gá. 4:22) que declaran que también tenía otro hijo llamado Ismael. Este v. puede explicarse recordando que Isaac era el hijo prometido, del cual dependía el cumplimiento de la promesa divina a Abraham de una descendencia numerosa (Gn. 15:1 – 6; 22:15 – 18). Por lo tanto, en este sentido, Ismael no contaba. Esta conclusión se confirma aún más en He. 11:18: «En Isaac te será llamada descendencia» (ver Gn. 21:12). 11:26 Algunos ven una discrepancia en este v. y preguntan cómo pudo Moisés confiar en Cristo. Sin embargo, los santos del AT abrigaban la esperanza mesiánica y creían en las promesas que señalaban a Cristo (v. 13). Además, por creer en el Mesías venidero, Moisés experimentó la misma clase de rechazo que Cristo sufriría más tarde. 11:31, 32 Algunos ven una contradicción en el v. 31, porque afirma que Rahab se salvó por la fe, mientras que Stg. 2:25 declara que se salvó por las obras. Sin embargo, la palabra para «salvar» también significa «justificar» o «autenticar». Por lo tanto, en contexto, lo que Santiago nos dice es que la fe de Rahab quedó autenticada por sus obras; es decir, probó ser genuina. Estos vv. toman en cuenta diferentes aspectos de la salvación y no se contradicen. Podríamos preguntarnos por qué, en el v. 32, se recuerda a Jefté por sus actos de fe, ya que su voto fue precipitado. Sin embargo, debemos recordar que aunque el voto fue insensato, aún así mostró su fe en Dios y su devoción a Él. 12:6 – 8 Algunos aducen que el Dios del NT es un Dios de amor, en tanto que el del AT es de ira. Les cuesta conciliar que un Dios de amor castigue a Sus hijos. Sin embargo, estos vv. enseñan que Dios los disciplina con benevolencia, tal como lo haría cualquier padre que ama a sus hijos. Si cualquiera que dice ser hijo de Dios no experimenta esta corrección, no tiene un corazón regenerado y no ha nacido genuinamente de Él. Además, He. 12:10 enseña que Dios disciplina a sus hijos para bien de ellos, para que puedan participar de Su santidad. 13:2 Hay quienes alegan que es absurdo creer que «algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles». No obstante, la Biblia está repleta de ejemplos de personas que recibieron la visita de ángeles (Gn. 22:15; Jue. 6:22; 2 R. 1:3; 1 Cr. 21:15, 16; Zac. 3:6; 4:4; Mt. 1:24; 2:13; Lc. 1:11 – 20; 1:26 – 38; 2:8 – 15; Jn. 20:12; Hch. 5:19, 20; etc.). Sólo a aquellos que no creen en Dios o en la veracidad de la Escritura le cuesta creer en los ángeles, sean estos visibles o invisibles. 13:4 Algunos creen que este v. es contradictorio, ya que elogia el matrimonio, siendo que, en otras partes, el apóstol Pablo aconseja quedarse soltero (1 Co. 7:1, 7, 8). Sin embargo, Pablo nunca condenó el matrimonio, sino que sólo manifestó que, al no estar casado, uno puede dedicar más tiempo para el Señor y con menos distracciones (1 Co. 7:32 – 35). 13:20 Los escépticos objetan que Dios no puede ser un «Dios de paz», ya que el AT lo representa como un Dios de guerra, que ordenaba matar a la gente. No obstante, estas características no son incompatibles. Al Señor le agrada la paz, pero a la vez, lucha contra la maldad y contra aquellos que rechazan Sus propósitos. Las personas también pueden ser así: pacíficas por naturaleza, pero dispuestas a combatir cuando el momento lo requiera.

¿En qué consiste la revelación divina? Por Gordon R. Lewis La revelación es una actividad del Dios vivo e invisible que da a conocer Su poder creativo, Sus pautas morales y Su plan de redención por gracia a personas pecadoras y limitadas. En primer lugar, Dios revela Su persona y Su poder mediante las maravillas de Su creación: el asombroso sistema de vida sustentable del planeta tierra. A partir de sus pinturas, es posible descubrir algo sobre un pintor. De manera similar, en la magnificencia de la creación, con sus complejidades microscópicas y la inmensidad del cosmos, reconocemos nuestra dependencia del Creador poderoso y de Su diseño inteligente (Sal. 19:1 – 6; Ro. 1:19, 20). En segundo lugar, Dios da a conocer Su carácter moral y Sus principios éticos para nuestro bienestar al implantar en el espíritu de cada ser humano los «se debe y no se debe». Aun las personas que no recibieron los Diez Mandamientos de Moisés (Éx. 20:1 – 20) sienten la obligación de obedecer esos principios universales sobre lo correcto y lo incorrecto, y se sienten culpables cuando no lo hacen (Ro. 2:14, 15). Esas pautas limitan el mal y animan a todos a buscar y encontrar a Dios (Hch. 17:27). A pesar de esto, la gente peca, adora y sirve a la creación antes que al Creador (Ro. 1:25; 3:10 – 23). Nuestro constante fracaso al intentar vivir de acuerdo a las leyes divinas demuestra nuestra necesidad de la misericordia de Dios y Su gracia redentora. En tercer lugar, Dios reveló Sus misericordiosos propósitos redentores siglos antes del nacimiento de Cristo mediante actos poderosos, como la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto (Éx. 12), como así también por medio de mensajes confiables de Sus voceros proféticos (He. 1:1). El criterio que distinguía a un profeta verdadero de uno falso incluía la coherencia de su enseñanza con la revelación anterior (Dt. 13:1 – 5) y la comprobación de señales visibles (Dt. 18:20 – 22). Dios prometió enviar a Su Ungido para derrotar las intenciones destructivas de Satanás. El Mesías sería hijo de Eva (Gn. 3:15), descendiente de Abraham (Gn. 22:18) y de David (2 S. 7:12 – 16), y nacería de una virgen (Is. 7:14) en Belén (Miq. 5:2). Dado que aquellos que eligieron el pecado optaron por un camino que termina en la muerte, sin derramamiento de sangre no hay perdón. Por eso los israelitas representaban por medio de sacrificios de animales y de la Pascua el futuro sacrificio expiatorio de Cristo. En cuarto lugar, Dios dio a conocer Su plan justo y misericordioso de redención, y lo hizo de manera suprema en la vida, la enseñanza y las obras de Jesús, el Mesías largamente esperado. «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer» (Jn. 1:18). Para apreciar más plenamente cómo es Dios, conviene estudiar la vida, las palabras, las obras y la muerte expiatoria de Jesús. En el Calvario, el Salvador sin mancha ocupó el lugar del culpable y al hacerlo, derrotó a Satanás y proveyó la base justa para aplicar Su gracia y misericordia reconciliadora (Ro. 3:25). ¡Y el Cristo resucitado demostró Su poder salvador sobre el pecado, la culpa, la muerte y Satanás! (Ro. 1:2 – 4; 10:9, 10). En quinto lugar, después de que Jesús ascendió al cielo, Dios comunicó Sus propósitos redentores mediante voceros llamados apóstoles. Jesús les enseñó y los capacitó durante tres años, y fueron testigos directos de Su resurrección (Hch. 1:21, 22). Por medio de Pablo, un apóstol que vio más tarde a Cristo resucitado, Dios reveló Su plan de unir a judíos y gentiles creyentes en un solo cuerpo, la iglesia (Ef. 2:11 – 22). En sexto lugar, el Rey de reyes se revelará en todo Su poder y gloria en Su segunda venida. En séptimo lugar, todas las fuentes arriba mencionadas de la verdad revelada nos han sido preservadas en las Sagradas Escrituras.

BIOGRAFÍA

Apologista cristiano destacado: C. S. Lewis Por Ted Cabal Clive

Staples Lewis (1898 – 1963) desarrolló una carrera notable en Oxford y en Cambridge,

Inglaterra. También fue un crítico literario destacado y autor de libros de ciencia ficción e infantiles (entre ellos, Las Crónicas de Narnia). Además, podría decirse que fue el apologista cristiano más influyente del siglo XX. Cabe destacar que, antes de su conversión a Cristo en 1929, fue un ateo acérrimo. Lewis escribió varias obras apologéticas importantes, como Milagros, El Problema del Dolor, La Cuestión de Dios y La Abolición del Hombre. En su obra más famosa, Mero Cristianismo, presentó argumentos eficaces a favor de la verdad de la fe cristiana. Emitida inicialmente como una serie de charlas en la BBC de Londres, durante la Segunda Guerra Mundial, esta obra señala que aun las personas que niegan la existencia del bien y del mal no pueden evitar creer en ellos. Además, los seres humanos son incapaces de poner en práctica la ley moral que saben que deberían cumplir. Lewis argumentaba que esta ley moral, unida a la incapacidad humana para cumplirla, le permite al cristianismo comenzar a «hablar». El perdón que Dios ofrece en Cristo le da sentido al mundo real. Lewis también sostenía que Jesucristo declaraba ser Dios, con lo cual socavaba las nociones populares que alegaban que era sólo un buen maestro. Jesucristo era lo que decía ser o, de lo contrario, era un mentiroso o un lunático. Sin embargo, la vida de Jesús no revela las cualidades de un mentiroso ni la mentalidad de un lunático. Lewis insistía en que el concepto más razonable que se puede tener de Jesús es que Él es el Señor.

¿La Biblia enseña la reencarnación? Por Paul Copan La respuesta sencilla es no. Cuando los defensores de la reencarnación afirman que ciertos textos bíblicos enseñan la preexistencia del alma o la reencarnación, abordan esos textos en forma superficial, y sus interpretaciones se desvanecen bajo un mayor escrutinio. La reencarnación (hinduismo) o el renacimiento (budismo) forman parte integral de la filosofía oriental. En el Bhagavad-Gita, Krishna habla de haber «pasado por muchos nacimientos»; y lo que cosechamos en esta vida (el karma) resulta de lo que sembramos en las vidas pasadas. Sin embargo, hay razones bíblicas, teológicas y filosóficas que socaban la reencarnación. Si reconocemos la autoridad y el argumento de la Biblia, nos daremos con facilidad de que la doctrina oriental de la reencarnación es inaceptable. Muchos de los que creen que la reencarnación aparece en la Biblia creerían en la reencarnación, con el apoyo bíblico o sin él. Encuentran la reencarnación en versículos aislados (por ej., afirmaciones sobre «nacer de nuevo» en Jn. 3), sin respetar el contexto bíblico ni la cosmovisión del autor. Al hacerlo, no respetan los textos bíblicos como quisieran que se respetaran sus propios textos orientales. (¿Qué sucedería si interpretáramos la resurrección corporal en esos textos?) Cada uno de nosotros debe morir y luego ser juzgado por Dios (He. 9:27). Cuando este le dijo a Jeremías que lo conocía antes de que estuviera en el vientre de su madre (Jer. 1:5), sus palabras no demuestran la preexistencia ni la reencarnación; solo indican la presciencia y la soberanía divina. Observemos que Jeremías no dijo: «Antes de formarme en el vientre, te conocí, Dios». ¡Ese sería un buen argumento a favor de la preexistencia! Además, la pregunta de los discípulos en cuanto a si el hombre ciego de nacimiento había pecado antes de nacer (Jn. 9:2) no expresa la reencarnación, sino una creencia rabínica, según la cual, un feto podía pecar incluso en el vientre de su madre (comp. Génesis Rabá 63.6). Es más, el suceso con evidencia histórica de la resurrección corporal de Jesús debilita el argumento de la reencarnación. La visión bíblica de la vida después de la muerte es completamente diferente de la que tienen las filosofías orientales. La verdadera inmortalidad no es la erradicación o «liberación» (moksha) de la persona, ni la unión con el Ser (Brahman), como una gota en el océano. Recibir la inmortalidad es recibir un cuerpo físico inmortal e imperecedero (1 Co. 15:53, 54). Es un cuerpo espiritual (es decir, animado en forma sobrenatural por el Espíritu Santo), en lugar de un cuerpo natural (animado por un alma humana). La inmortalidad significa estar unido a Dios para siempre y vivir en Su presencia con este nuevo cuerpo en el nuevo cielo y la nueva tierra, y sin perder la identidad individual. Según la teología, la gracia y el perdón de Dios destruyen el karma. No hace falta que carguemos con el peso de la culpa y la vergüenza, porque Jesucristo ya saldó nuestra deuda. Además, si la reencarnación es verdad, ¿para qué ayudar a los menos favorecidos? ¿Acaso no reciben lo que merecen: su karma? A pesar de la «evidencia» a favor de la reencarnación, la actividad demoníaca podría explicar los argumentos que señalan que una persona tuvo vidas previas (ver Hch. 16:16 – 18). Que una persona tenga acceso a información sobre la vida anterior de otra, no significa que se trate de su propia vida. Un adivino puede afirmar que tiene información sobre un crimen, ¡pero no significa que lo haya cometido! La reencarnación plantea grandes problemas filosóficos. (1) En general, los que «recuerdan» vidas pasadas están agrupados en el Oriente (donde se enseña la reencarnación), no en todo el mundo (como sería de esperar). (2) Si olvidamos nuestras vidas pasadas, ¿qué objetivo tiene la reencarnación si no es posible mejorar? (3) Si adoptamos la reencarnación (con una infinita serie de renacimientos pasados), entonces todos hemos tenido tiempo de sobra para alcanzar la perfección. ¿Por qué no ha sucedido? (4) La reencarnación no resuelve el problema de la maldad, como algunos afirman, sino que la pospone en forma infinita (y en algunas escuelas orientales, la maldad, igualmente, es sólo una ilusión). (5) La reencarnación presenta incoherencias en la idea oriental del monismo, el cual afirma que todo es uno, sin distinción, al presuponer diferencias entre (a) las almas individuales, (b) los karmas de las almas individuales que todavía no han alcanzado la iluminación, (c) los individuos iluminados y los no iluminados, y (d) las almas individuales y el Ser (la realidad suprema).

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