Barba Azul Hermanos Grimm

Barba azul Los hermanos grimm Traducido por: Andrea Sánchez. Había un hombre que vivía en un bosque con sus tres hijos

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Barba azul Los hermanos grimm Traducido por: Andrea Sánchez.

Había un hombre que vivía en un bosque con sus tres hijos y su hermosa hija. Un día, un carruaje dorado llegó a su casa. Era movido por seis caballos y numerosos sirvientes. Una vez que se detuvo, un rey bajó y le preguntó al hombre si podía tener a su hija por esposa. El hombre estaba feliz porque su hija tendría el beneficio de tener una inmensa fortuna. Inmediatamente dijo que sí. No cuestionó nada sobre el pretendiente, excepto su barba, que era totalmente azul y estremecía a cualquiera que lo mirara. Al principio, la doncella también se sintió asustada y se resistió a casarse con él. Pero su padre seguía insistiendo, así que ella aceptó. Sin embargo, su miedo era tan grande que primero fue con sus hermanos y les dijo: —Queridos hermanos, si me escuchan gritar, dejen todo lo que estén haciendo o donde quiera que estén y vengan a mi auxilio. Los hermanos le dieron un beso, prometiendo que así sería: —Adiós, querida hermana. Si escuchamos tu voz, saltaremos sobre nuestros caballos y estaremos a tu lado. Ella subió al carruaje, se sentó frente a Barba Azul, manteniéndose lo más alejada de él. Cuando llegó al castillo, encontró todo espléndido y lo que la nueva reina deseaba, era cumplido. Ellos hubieran sido muy felices juntos, pero ella jamás se acostumbró a la barba azul del rey, porque cada vez que la veía, se sentía atemorizada. Pasado un tiempo. Él le dijo: —Tengo que ir a un largo viaje. Aquí están las llaves de todo el castillo. Tú puedes abrir todas las puertas y ver dentro. Pero te prohíbo que abras una habitación particular, que sólo esta pequeña llave dorada puede abrir. Si la abres, prepárate para pagar con tu vida. Ella tomó las llaves y prometió obedecerlo. Una vez que él se marchó, ella abrió cada una de las puertas, mirando demasiados tesoros y cosas magníficas. Pensó que eran joyas de cada parte del mundo. Pronto, la única habitación que no vio fue la prohibida. Como la llave estaba hecha de oro, ella creyó que probablemente, las cosas más preciosas estaban ahí. Su curiosidad empezó a crecer, era la que faltaba para ver todos los cuartos.

Por fin su deseo se hizo tan grande que fue a la habitación: —Nadie verá cuando la abra— se dijo a sí misma— Sólo echaré un pequeño vistazo. Entonces, ella abrió la cerradura y la puerta mostró una corriente de sangre que fluyó hacia ella. Miró mujeres muertas colgadas a lo largo de todas las paredes, algunas sólo eran esqueletos. Su horror era tan tremendo, que cerró la puerta de inmediato. Pero la llave dorada salió de la cerradura y cayó sobre la sangre. Rápidamente, la mujer la recogió e intentó limpiar la sangre, sin éxito. Cuando ella limpiaba de un lado, aparecía más del otro. Estuvo así durante todo el día, intentando lo posible, pero nada ayudó: las manchas de sangre no podían borrarse. Finalmente, por la tarde, la metió sobre un poco de heno, que se suponía absorbería toda la sangre. Al día siguiente, Barba Azul regresó y lo primero que pidió fueron sus llaves. El corazón de la mujer latía con fuerza mientras se las daba, esperaba que su esposo no se diera cuenta de que faltaba la llave dorada. Sin embargo, él contó todas y cuando terminó, dijo: —¿Dónde está la llave de la habitación secreta? Al hacer esta pregunta, él la miró directamente a los ojos, haciendo que se sonrojara como la sangre. —Están arriba. Las perdí, mañana las buscaré— respondió. —Será mejor que lo hagas ahora, querida esposa. Las necesito hoy— ordenó Barba Azul. —Quiero decir— replanteó la mujer—, las perdí en el heno. Tengo que ir para allá y buscarla primero. —No la perdiste— dijo Barba Azul enojado— La metiste ahí para que el heno absorbiera las manchas de sangre. Está claro que desobedeciste mi orden y entraste a la habitación. Ahora, entrarás a ella queriendo o no. Luego, le ordenó que fuera por la llave, que todavía estaba llena de sangre. —Prepárate, porque morirás hoy— Declaró Barba Azul, cogió su gran cuchillo y la llevó al umbral de la casa. —Déjame rezar antes de morir— Ella pidió. —Está bien, hazlo. Pero será mejor que te apures porque no hay tiempo que perder. Ella corrió por las escaleras y lloró afuera de la ventana tan fuerte como pudo: —¡Hermanos! Mis queridos hermanos. ¡Vengan a ayudarme! Los hermanos estaban sentados en el bosque, tomando algo de vino fresco. El más joven, dijo: —Creo que he escuchado la voz de nuestra hermana. ¡Tenemos que ayudarla! Ellos montaron sus caballos y cabalgaron más rápido que los truenos y relámpagos.

Mientras tanto, su hermana estaba de rodillas, rezando con miedo. —Bueno, ¿ya terminaste?— Barba Azul la llamó desde lejos. Ella lo escuchó afilar su cuchillo desde el último escalón. Ella miró por la ventana, pero sólo podía ver una nube de polvo acercarse, como si fuera una manada. Así que gritó una vez más: —¡Hermanos! ¡Mis queridos hermanos! ¡Vengan a ayudarme! Y su miedo se hizo más y más grande cuando Barba Azul le dijo: —Si no bajas pronto, iré allá arriba por ti. ¡Mi cuchillo ya está afilado! Ella miró a la ventana otra vez y vio a sus tres hermanos, cruzando el gran campo como si fueran pájaros volando por el aire. Para la tercera vez, gritó desesperadamente y con todas sus fuerzas: —HERMANOS, ¡MIS QUERIDOS HERMANOS! POR FAVOR, ¡AYÚDENME! El hermano menor ya estaba tan cerca que pudo escuchar su voz: —Tranquila— le dijo— ¡Un momento más, querida hermana! ¡Ya estaremos contigo! Pero Barba Azul gritó: —¡Es suficiente, no más rezos. No esperaré más tiempo. Si no vienes, voy a buscarte. —¡Oh! Déjame rezar por mis tres queridos hermanos. Pero Barba Azul no asintió y subió las escaleras. Hizo que bajara, luego, la agarró del cabello y estaba a punto de hundir el cuchillo en su corazón. De pronto, los tres hermanos tocaron la puerta, entraron y defendieron a su hermana. Sacaron sus sables y los clavaron sobre Barba Azul, venciéndolo. Él cayó muerto al instante. Barba Azul fue colgado en la habitación ensangrentada junto a las mujeres que él asesinó. Más tarde, los hermanos se llevaron a su querida hermana a casa, ella se llevó todos los tesoros del castillo, porque eran su herencia.