Cuentos de Los Hermanos Grimm

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C T]EI\TO S DE LOS

HtrRMANO S CRIMM ILUSTRADO POR

JANUSZ GMBIANSKI

CIRCULO DE LECTORES

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Título original: Kin¡lu-und Hautüúet Tmduc€ión de M¿ríá Campuzano @ tlzi, C"a Ueb€¡reurer, viena

@ 1977, Edirorial Nosuer, s.A.

Paeo de Gracia, 96, Barcelona, para Españ¿ y países de lenguá ca¡rellana

¡o abreviada Licenciá €ditorial par¿ Cir.ulo de L€ctores por conesía de Edito¡ial Noguer, S.A. Queda prohibida su venra a roda pe.sona q¡re oo pertenezc¿ á Cí.culo Edición

Imprcso por Gri,€lmo, S.A.-Bilbao Depósito l€gal: Bl-2o18-}9a4

Printed in Spain ISBN: 84-226-1140-6

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en la fuente. Y como quería volver a su reino, después de la boda se subieron a una carroza de oro tirada por seis caballos blancos, que tenían penachos de plumas blancas en la cabeza; y Ia carroza la guiaba un criado del príncipe, que se llamaba Enrique el Fiel. Enrique el Fiel había estado muy preocupado por su señor, y cuando le vio convertido en rana se puso tres aros de hierro sobre eI corazóa, pára que no se le estallara el corazón de pena. Y ahora estaba muy contento, y guiaba la carroza por eI camino; y cuando pasó un rato, se oyó un ruido y el príncipe dijo: me parece que la carroza se está rompiendo I -¡Enrique, señorl ¡No es la caÍroza, es uno de los aros de mi corazónl -¡No, Y al cabo de otro rato, volvió a oírse un ruido, y e¡a otro de los aros del corazón de Enrique. Y luego el otro. Y es qu€ ya no le hacían falta. porque su señor ya no era una rana, sino un príncipe como antes, y Enrique le miraba y se alegraba y ya no tenía más penas.

LA CENICIENTA HABÍA UN HOMBRE muy rico que tenía una mujer y una hijita; pero la mujer se puso enferma, y cuando vio que se iba a morir, llamé a su hijita y le dijo: voy al cielo, hija mía; tú sigre sienilo buena y Dios te ayu-Me dará. Yo también te cuidaré desde el cielo y te estaré mirando. Y entonces la mujer cerró los ojos v se murió. La niña iba todos los días a la tumba de su madre, y se acordaba de ella y lloraba; siguió siendo muy buena, y rezaba lo que su madre Ie había enseñado. Llegé el invierno, cayó mucha nieve y tapó como una sabanita Ia tumba de la madre; y luego salió el sol en primavera, la nieve se derritió, y el hombre rico se casó otra vez. La nueva mujer del hombre rico llevó a la casa dos hijas que tenía ; eran bastante guapas y tenían Ia piel blanca, pero ¡qué corazones más feos y negros tenían I La pobre niña huérfana empezó a pasarlo muy mal. Sus hermanastras decían : ¿ es que esta tonta se va a pasar el día en la sala con no-Pero sotras? ¡Fuera, a la cocina I ¡Si quiere comer, que trabaje ! Le quitaron a Ia niña el traje bonito que llevaba; le pusieron un L2

zapatoe y le üeron zuecos de madera. Y luego se reían de ella, la empujaban y chillaban: Mirad la princesao qué elegante val ¡A la cocinao a Ia socfua ! -¡ La pobre niña se gueiló en la cocina; todo el día tenía que trabajar allí: le hacían llevar cubos de aguao encender el fuego, guisar, Iavar... Y sus herma¡astras se burlaban siempre de ella, y le tiraban al fuego loe guisantes y las lentejas para que tuviera que recogerlos uno por uno. Y por la noche, cuando ya estaba la niña cansadísima, no la dejaban ilormir en au cama, sino que la obligaban a echaroe en

delantal gris

y viejo. Le quitaron los

la ceniza de la cocina. Y claro, se ponía muy sucia con la ceniza, y empezaron a ürrr,arla Cenicienta. Una vez, el padre iba a marcharse s otra ciudad, y preguntó a sus hijastrae qué regalos querían. Una de ellas dijo: trajes muy bonitos,

-Tráeme La otra dijo :

quiero perlas y brillantes.

-Yo El padre preguntó luego a Cenicienta: qué quieres, Lija? yo sólo te pido que me traigas la primera rama de ave-Padre, llano que te dé en el sombrero, cuando vayas por el boeque.

-¿Tú

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El homhre compró loe vestidos bonitos, las perlas y loa brillantes para sus hijastras; y cuando ya volvía por el bosque, al pasar debajo de unas matas le dio en el sorürero una ramita de avellano. El hombre cortó la ramita; y aI llegar a su casa, dio a sus hijastrae los regalos que Ies había comprado, y a Cenicienta le dio Ia ramita. Cenicienta fue a la tumba de su madre y plartó allí la ramita ile avellano; y como lloraba mucho todos los días acordándose de su madreo Ias lágrimas regaron la rama, que creció, creció, y se convirtió en un árbol. Cenicie¡rta iba tres veces al üa a la tnynha de su madre; se ponía debajo del árbol, lloraba, y el árbol crecía un poco; Iloraba más, y eI árbol crecía un poco más. Y había un pájaro blanco que salía de las ramas del árbol cuando veía a Ccnicienta, y si la niña le pedía una cosa, eI pájaro ee la traía en el pico y se la echaba. Un buen día, el rey ile aquella tierra hizo preparar una fiesta muy grande. Quería que su hijo conociera a las muchachas de su reino, para que escogiera una novia. Las dos hermanastras Be pusieron muy contentas al saber Io de la fresta, y llamaron a Cenicienta y le dijeron: Corre, péinanos ! Límpianos los zapatos ! ¡ Abróchanoe ! ¡ Que -¡ al palacio del rey,¡ a la fiesta ! v¡mos Cenicienta obedeció; pero estaba uiste, porque también quería ir a la fiesta ; se Io dijo a su madrastrao pero ella Be echó a reír : con esta niña ! ¿Quieres ir a Ia ñesta del rey, con Io sucia que-¡Yaya estás? ¿Cómo vas a bailar, ei no tienes vestido ni zapatos? Pero Cenicienta seguía pidiendo permiso para ir a Ia fresta, y la madrasua le dijo : voy a tirar un montón de lentejas a la ceniza de la co-Bueno, cina; si eres capaz de recogerlas y limpiarlas antes de dos horas, podrás ir a Ia fiesta. Cenicienta salió al jardín, y llamó a sus amigos los pájaros: Palomitas blancas, tortolilla, pajaritos que estáis en el cielo ! -¡ ¡Ayudadme a recoger las lentejas ! «¡Lae malae a un lado; Iaa buenae, al puchero !»

Y entonces Ilegaron volando dos palomas blancae, una iértola y muchos pajaritos, y se posaron en la ventana de la cocina; y luego entraron y, con sus picos, empezaror a recoger las lentejas de la ceni. za, y ponían las malas a u¡ lado y las buenas en un puchero. Antes de una hora, ya estaban todae lae lentejas en su sitio, y los pajarillos t4

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fueron volando. La niña llevó a su madrastra el puchero lleno de lentejas, y pensaba que ya podría ir a la flesta; pero la madrastra dijo: te hagas ilusiones ; no tienes vestido y no sabes bailar. Se -No reirán de ti. Cenicienta se echó a llorar, y entonces dijo la mailrastra: pues si sacas ile la ceniza dos fuentes de lentejas que voy -S¿s¡6, a echar, y las escoges bien antes de dos horas, podrás ir a la flesta. Y por ilentro pensaba aguella mujer tan mala: ¡. El gigantón Ie llevó a u¡ra cama euorme y le dijo que se acostara, Pero el eastrecillo norquería meterse en aquella cama tan grande y se quealó en un rincón. Y a meilianoche, el gigantén creyó que el eastre estaba durmiendo en la cama, cogió una barra ile hierro y dio un golpe uemenalo sobre Ia cama para matar al hombrecillo ; pgnsó que ya lo había marado y se fue con sus compañeros hacia el bosque. Llegó la mañana, y de pronto, los gigantee vieron apareeer al sastrecillo tan fresco, ¡ Qué susto se llevaron ! Creian que estaba muerto, y ahora p€nsaron que los iba a lnatar a todos; echaron a correr, cada uno por un lado. El sastrecillo siguió caminandon muy animoso. Al fin llegó aI jardin del rey, y como estaba cansado, se echó a dormir en la hierba; y cuando estaba bien dormido, unas personas se acercaron a mirarle, y leyeron lo que ponía en su cinturón: MATASIETE. Q"é barbaridad ! Debe de ser un guerrero terrible --dijeron -¡ aquellas personas-. Y ahora que estamoe et paz, ¿por qué habrá venido? Fueron a decírselo al rey; no había que desperdiciar un guerrero así, en caso de que hubiera guerra. El rey pensó que teniarr razóro', y mandó a uno de eus caballeroe para contratar al sastre; el caballero fue al jardín y se quedó mirando al hombrecillo dormiilo, y en cuanto se desperté le dio el recado d€l rey. venido precisamente para servir al rey el sastrecillo-; -Iie -dijo que, de acuerdo. así Le hicieron un recibimiento estupendo y le dieron una casa para él; pero los soldados del rey no le querían, porque tenían miedo de que aquel úatasiete loe venciera a todos si se peleaban. Fueron todos juntos a ver al rey y Ie dijeron que se marchaban, que no querían estar con un hombre capaz de matar a siete de un golpe. 28

Al rey le daba pena quedarse sin soldados, v se arrepintió de haber contratado al sastrecillo; pero no se atrevía a echarle de la corte, no fuera aquel matasiete a quitarle el trono ). a matar a toda su gente. Se puso a pensar .v a pensar, v al fin se Ie ocurrió una idea. Dijo al sastre que, r,a que era tan valiente, le iba a proponer una cosa: había en el reino dos gigantes que no hacían más que barbaridades, mataban a la gente, quemaban las casas, lo robaban todo y no dejaban vivir en paz a rradie. Y ninguno de sus guerreros se atrevía a acercarse a los gigantes. Si é1, el forzudo matasiete, vencía a aquellos gigantes, Ie dejaría cas¿rse con la princesa y Ie daría la mitad de su reino. Le clijo también que le prestaría cien soldados para gue le acompañaran a luchar con los gigantes. El sastrecillo pensó: