Balada de La Oficina

Balada de la oficina – Roberto Mariani En la “Balada de la oficina” el narrador utiliza el imperativo “entra” en forma r

Views 162 Downloads 6 File size 181KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

  • Author / Uploaded
  • Ariel
Citation preview

Balada de la oficina – Roberto Mariani En la “Balada de la oficina” el narrador utiliza el imperativo “entra” en forma repetitiva, insistiendo ante aquel hombre que no termina de llegar a su lugar de trabajo, que se distrae en el camino disfrutando del sol, del viento y de la lluvia: “Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. (…) Tienes el domingo para bebértelo todo y golosamente (…) Tú, entra. El sol no es serio. (…) Entra. En la calle también está el viento. (…)El viento es juguetón como un recental; esto no es serio. Tú entra. (…) ¡Y la lluvia!... los otros días estuviste tres horas ¡tres horas!, contemplando… estúpidamente, una larga, monótona y estúpida lluvia. Entra, entra. Entra; penetra en mi vientre, (…) Entra; así tendrás la certeza… de obtener todos los días pan para tu boca y para la boca de tus pequeñuelos (…) Entra; urge trabajar (…) Entra. Siéntate. Trabaja” A pesar de estar escrito en prosa se siente la musicalidad en este texto de Mariani, en esta “balada” que, como su nombre refiere, está llena de ritmo en la escritura misma. Al final de la cita anterior, observamos dos imperativos que no pueden pasar inadvertidos: siéntate y trabaja. Aquí podemos oír, en la voz del narrador, una crítica a la rutina y a la obligación del hombre de la oficina que debe ir cada día para tener pan para sí mismo y para sus hijos, “urge trabajar” porque no hay dinero, porque la realidad social está cargada de problemas laborales, de inseguridad laboral, no hay empleos y el que lo tiene debe cuidarlo. En un punto del texto aparece personificado el trabajo, a través de diferentes marcas en el enunciado, como el uso del Yo, o la palabra “seno”, que hace referencia a una parte del cuerpo humano: “Yo daré para ellos pan y leche; no temas; mientras tú estés en mi seno, y no desgarres las prescripciones que tú sabes, jamás faltará a tus pequeñuelos, ¡los pobres!, ni pan, ni leche, para sus ávidas bocas. Entra; acuérdate de ellos; entra.” Más adelante, parece ser la voz del jefe de la oficina, del empleador, la que insiste al trabajador que entre a la oficina: “Yo sólo te exijo ocho horas. Y te pago, te visto, te doy de comer. ¡No me lo agradezcas! Yo soy así.” Esta ambigüedad en la voz narrativa nos puede referir todavía a un ente mayor. Ya no es el mismo trabajo que habla, ya no es el empleador el que exige, es posiblemente la voz del Estado, criticado también por el grupo de Mariani como la pieza principal de un sistema injusto y corrupto: “Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. (…) Y vuelve mañana, y todos los días durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación.”

Llegamos así a la afirmación de que la exigencia del cumplimiento de las obligaciones laborales diarias, del “deber”, no está en una sola persona, en una sola voz, el deber laboral se nos impone desde múltiples perspectivas, el sistema completo conspira para que el trabajador asista diariamente a sus tareas, tanto el empleador como el Estado, incluso la sociedad misma, con el hambre y la pobreza, empujan al empleado a entrar a la oficina, donde muchos “Osram flechan sus luminosos ojos de azufre encendido como pupilas de gata”.