Aves Del Plata de Guillermo Hudson

GUILLERMO HUDSON AVES DEL PLATA Indice alfabético Aguila blanca Aguila coronada Aguila de cola blanca Aguila de pecho b

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GUILLERMO HUDSON

AVES DEL PLATA Indice alfabético Aguila blanca Aguila coronada Aguila de cola blanca Aguila de pecho blanco Amarillo Animita Añumbi rojo Arañero Aves del plata Avutarda de cabeza gris Avutarda de pecho rayado Bandurria de invierno Bandurria mora Bandurrita comun Batitu Becasa de mar Becasina comun Benteveo Benteveo real Cabecita negra Cachila Calandria Calandria de la patagonia Calandria de tres colas Caminera del este Caracolero Carancho Carao Cardenal Cardenal amarillo

Cardenal azul Carpintero de las pampas Carpintero real Cata comun Chaja Chicli Chiflon Chimango Chingolo Choca menor del oeste Chopi Chorlito manchado Chorlito solitario Chorlo aperdizado menor Chorlo cabezon Chorlo de doble collar Chorlo de pecho colorado Chorlo dorado Chorlo mayor de patas amarillas Chorlo polar Chorlo rojizo Chorlote Choto Churrinche Cigüeña comun Cigüeña de cabeza pelada Cisne de cuello negro Cola aguda Colibri Coludo Coludo boliviano Coludo de patagonia Coludo enano Conjeturas sobre el origen del instinto parasitario.

Coperote Corbatita Cortarrama Costumbres del pichón. Cuclillo de pico negro Cuernito Cuervo de cañada Cuervo de frente pelada Cuervo negro Diuca Diucon espalda castaña Diversidad de colores en los huevos. Dormilon Dormilona de cabeza parda Errores e imperfecciones del instinto reproductor. Espatula rosada Federal Flamenco comun Gallareta de escudete amarillo Gallineta comun Gallineta rojiza Gallito Ganso blanco Garcita Garcita azulada Garganta amarilla Garza blanca grande y garcita blanca Garza bruja Garza mora Gavilan Gaviota cocinera Gaviota de capucho negro Golondrina arboricola Golondrina azul domestica

Golondrina barranquera Golondrina comun de cejas blancas Golondrina de rabadilla parda Golondrina negra domestica Guira yetapa Halcon azulado Halcon blanco Halcon viajero Halcon vocinglero Halconcito Halconcito gris Hornero Ihrupero Jacana Jilguero Juan chiviro de las pajas Lechucita de las vizcacheras Lechuzon de los campos Leñatero Loro barranquero Maca grande Martin pescador grande Martineta colorada Martineta copetona comun Meneacola Misto Monjita Monjita gris Monterita Musico Negrito Ñacunda Ñandu Pajaro bobo

Pajera pico curvo Paloma cenicienta Paloma montaraz Paloma torcaza Pato argentino Pato barcino Pato colorado Pato de collar Pato gargantilla Pato maicero Pato overo Pato picazo Pato pico cuchara Pato portugues Pato silbon Pecho amarillo Pecho colorado grande Pecho colorado mediano Perdiz chica comun Perdiz del monte Picabuey Picazuro o paloma turca Pico de plata Pico tijera Piojito amarillo Piojito de vientre amarillo Piojito gris Pirincho Polla de agua chica Rabicano Ratona aperdizada Reina mora chica o azulejo Remoloncito Renegrido

Siete colores de laguna Siete cuchillas Siete vestidos Suiriri Tacuara Tero real Teru-teru Tijereta Tijereta de las pajas Tile Todavoz Torcacita Tordo amarillo Tordo de alas amarillas Tordo de cobijas canela Tordo de pico corto Tordo militar Trepador del litoral Trepadorcito Tuquito gris Varillero Ventajas que posee sobre sus víctimas. Vigua negro Viudita Viudita de la sierra Yal Zorzal colorado Zorzal de la patagonia Zorzal pardo

Indice Introducción CAPITULO 1 Zorzal pardo

Zorzal colorado Zorzal de la patagonia Calandria Calandria de la patagonia Calandria de tres colas Tacuara Ratona aperdizada Cachila Golondrina negra domestica Golondrina azul domestica Golondrina arboricola

CAPITULO 2 Golondrina de rabadilla parda Golondrina comun de cejas blancas Golondrina barranquera Cardenal azul Reina mora chica o azulejo Corbatita Cardenal Monterita Siete vestidos Yal Cardenal amarillo Diuca Chingolo Juan chiviro de las pajas

CAPITULO 3 Cabecita negra Jilguero Misto Renegrido Errores e imperfecciones del instinto reproductor. Ventajas que posee sobre sus víctimas. Diversidad de colores en los huevos.

Costumbres del pichón. Conjeturas sobre el origen del instinto parasitario.

CAPITULO 4 Tordo de pico corto Musico Tordo de alas amarillas Tordo amarillo Federal Varillero Tordo militar Pecho amarillo Pecho colorado grande Pecho colorado mediano

CAPITULO 5 Tordo de cobijas canela Chopi Pajaro bobo Monjita gris Animita Monjita Ihrupero Tile Diucon espalda castaña Viudita Guira yetapa Tijereta de las pajas Amarillo Viudita de la sierra Remoloncito Pico de plata Picabuey Dormilona de cabeza parda Negrito Piojito amarillo

Rabicano

CAPITULO 6 Piojito de vientre amarillo Piojito gris Cuernito Siete colores de laguna Benteveo Churrinche Tuquito gris Benteveo real Tijereta Cortarrama Caminera del este

CAPITULO 7 Hornero Bandurrita comun Meneacola Siete cuchillas Arañero Chicli Todavoz Choto Trepadorcito Coludo boliviano Coludo Garganta amarilla Coludo de patagonia Cola aguda Coludo enano Leñatero Pajera pico curvo Añumbi rojo Coperote

CAPITULO 8 Chorlote Trepador del litoral Choca menor del oeste Gallito Colibri Ñacunda Carpintero real Carpintero de las pampas Martin pescador grande Pirincho Cuclillo de pico negro Loro barranquero Cata comun Lechuzon de los campos Lechucita de las vizcacheras

CAPITULO 9 Gavilan Halcon vocinglero Aguila de cola blanca Aguila de pecho blanco Aguila blanca Aguila coronada Halcon viajero Halcon azulado Halconcito Halcon blanco Caracolero Halconcito gris Chimango Carancho Cuervo negro Vigua negro

CAPITULO 10 Garza mora Garza blanca grande y garcita blanca Chiflon Garcita azulada Garcita Garza bruja Cigüeña comun Cigüeña de cabeza pelada Cuervo de cañada Bandurria de invierno Bandurria mora Cuervo de frente pelada Espatula rosada Flamenco comun Chaja

CAPITULO 11 Avutarda de pecho rayado Avutarda de cabeza gris Cisne de cuello negro Ganso blanco Pato silbon Suiriri Pato colorado Pato barcino Pato argentino Pato de collar Pato portugues Pato maicero Pato gargantilla Pato overo Pato pico cuchara Pato picazo Picazuro o paloma turca

Paloma cenicienta Paloma torcaza Torcacita Paloma montaraz Gallineta comun Gallineta rojiza Polla de agua chica

CAPITULO 12 Aves del plata Gallareta de escudete amarillo Carao Jacana Teru-teru Chorlo dorado Chorlo de pecho colorado Chorlo de doble collar Chorlo cabezon Chorlo aperdizado menor Tero real Becasina comun Dormilon Chorlito manchado Chorlo mayor de patas amarillas

CAPITULO 13 Chorlito solitario Batitu Chorlo rojizo Becasa de mar Chorlo polar Pico tijera Gaviota cocinera Gaviota de capucho negro Maca grande Perdiz del monte

Martineta colorada Perdiz chica comun Martineta copetona comun Ñandu

INTRODUCCIÓN El material contenido en este trabajo, ha sido sacado de los dos volúmenes de la Ornitología Argentina, publicada en 1888-9, que fue mi primer libro sobre la vida de las aves. El ya fallecido Philip Lutley Sclater que era, en aquella época, la más alta autoridad de la ornitología sudamericana en ese pais, colaboró conmigo, hasta el punto de arreglar el material de acuerdo con el sistema de clasificación más popular, y agregando también, descripciones, sinonimias, etcétera, de las especies que me eran desconocidas. Todo este material al que él contribuyó a fin de hacer del trabajo una lista completa, lo he excluido de la sinonimia de las especies descriptas por mí. Una buena razón para esta exclusión, fue el ver que no podemos tener una lista completa debido al hecho de que los coleccionistas agregan sin cesar nuevas especies; siendo la mayoría de ella, nuevas para la lista, intrusas o visitantes encontradas en los límites subtropicales del norte del país. El trabajo original (Ornitología Argentina) resultaba, de esta manera, anticuado apenas acababa de aparecer; y el único interés que aun mantiene para el lector, es el relato, con el que yo contribuí, relativo a las costumbres de las aves. Por lo tanto, no siendo más el trabajo lo que era, o intentaba ser, fue preciso hallar un título diferente, y no pude encontrar ninguno que me pareciera más conveniente que el de "Aves del Plata". Este nombre indica que las especies aquí tratadas son de la región del Plata, distrito de la Argentina. Además, le da al libro el sitio que le corresponde al lado de "El naturalista del Plata". Este libro, ahora también viejo en años, ha ganado un lugar permanente en las bibliotecas de Historia Natural. Trata de todas las formas de vida por mí observadas; pero como fue escrito después de la Ornitología Argentina, traté, en lo posible, de evitar todo lo relativo a aves, a fin de que ambos trabajos no se superpusieran. Debo agregar que, de la Ornitología Argentina, se ha hecho una edición limitada y que ahora no se pueden obtener ejemplares. Uno podría suponer que, durante los largos treinta años que han pasado desde que aparecieron por primera vez estos cortos relatos sobre la vida de las aves,

podrían haber visto la luz otros libros relativos al mismo asunto; pues desde entonces, en este mismo terreno han aparecido muchos trabajadores, se han formado Sociedades de Historia Natural, y entre ellas hay una que se ocupa exclusivamente de aves, que edita una publicación periódica titulada "El Hornero", y que lo hace tomando como modelo al "Ibis". Esto es, al menos, lo que yo supongo. Pero he oído decir que esto no es verdad y que los naturalistas de allá cuentan que mi libro, aparecido en 1889, y el de Azara -"Aves del Paraguay y del Río de la Plata"-, hecho un siglo antes, son los únicos trabajos publicados que tratan de las costumbres de las aves en esa región. Considero que esta es una razón lo suficientemente buena como para reeditar trabajo tan antiguo. La vida de las aves es un tema de perenne interés para un gran número de lectores que aumenta sin cesar, para todos aquellos, en fin, que aman un ave, o mejor dicho un ave viva y no el ejemplar muerto y relleno de paja de un gabinete. El profesor Mivart, en su gran trabajo anatómico, dijo muy bien y con mucha sabiduría "que un ave muerta ya no es nada". Pues el cuerpo es sólo el estuche, el traje, y cuando se han ido la vida y el alma, lo único que queda es polvo. Volvamos, por unos instantes, al escrito sobre aves que me precedió hace tanto tiempo. Don Félix de Azara, caballero español, persona de importancia en su época, viajero y autor de varios trabajos, era, sin embargo, capaz de encontrar su mayor placer "en conversar con animales salvajes, en sitios desérticos en una remota tierra". La vida de las aves de los países poco conocidos tenían, para él, un atractivo especial. Era un observador excelente y las describía con cuidado. Sus breves notas sobre las costumbres de las aves son muy fáciles de leer, debido al lenguaje natural y simple, lo cual es raro de encontrar en la lengua española pues su riqueza y sonoridad arrastran al escritor a un estilo prolijo y florido. Azara poseía una gran ventaja sobre mí. Tenía a su amigo Noseda, sacerdote de un pueblo del Paraguay, que compartía su interés por la vida de las aves de la región. Tomaba abundantes notas de sus observaciones, que luego podían ser consultadas por Azara. Noseda fue, sin duda, una especie de Gilbert White (su contemporáneo) y tuvo su "parroquia de Selborne" en un país bárbaro, rico en aves. Yo no tuve un Noseda con quien comparar mis notas; ni tampoco tuve,

durante los años de mi vida en las pampas, la felicidad de encontrar a alguien que compartiera mi interés por la vida de las aves salvajes de mi país natal. Hasta acá el libro y su historia. Pero queda por agregar algo concerniente a este asunto: el carácter de la vida de las aves del distrito en donde realicé mis observaciones. Es, en general, como la de Sud América, pero se diferencia en la ausencia, casi total de formas tropicales tales como Quetzales, Tucanos, Momótidos, Todis, Guacamayos. El mundo de las aves ha sido dividido por los ornitólogos, en varias regiones geográficas. Sin duda las aves que habitan porciones de tierra muy separadas entre sí, se diferencian y, como ocurre con las razas humanas, llevan estampada la marca de su país o de su continente. Pero el ave es un ser alado, y muchas de ellas rehusan pertenecer a una zona determinada. Algunas son migratorias; viajan a tierras distantes, fuera de la comarca que les ha sido asignada, cubriendo a menudo, el viaje de regreso, una distancia de doscientos veinte kilómetros. Parece casi increíble que un ave tenga sus puntos de cría y de alimentación, o sus áreas de verano r de invierno, separadas ciento diez kilómetros entre sí. Así en Sud América, que es llamada la Region Neotropical, hay numerosas especies que llegan de la zona norteamericana, vecina a ella. Entre éstas, hay varias especies que se reproducen en la zona ártica, a unos 800 u 840 de latitud Norte y que, después de reproducirse, vuelan hacia el Sud llegando hasta el extremo austral de la Patagonia. Además de las aves estrictamente migratorias hay muchas de una disposición vagabunda, como el Piquituerto europeo, la Picotera, el Buho de orejas cortas. Tienen el hábito gitano o el espíritu colombino de la cigüeña del poeta, que se fue adelante a explorar cielos que no fueran el suyo y mundos hasta ese entonces desconocidos. Finalmente, tenemos una gran cantidad de especies, sedentarias y migratorias, pertenecientes a familias que tienen una amplia distribución en el mundo. Entre ellas están los Tordos, Reyezuelos, Alondras, Golondrinas, Pinzones, Cuervos, Vencejos, Chotacabras, Carpinteros, Cuclillos, Lechuzas, Halcones, Buitres, Garzas, Cigueñas Chorlos, Becasinas, Patos, Gallinetas, Gaviotas, Cormoranes y Macáes. Estas familias distribuidas por todo el universo, son siempre, en relación con el número total de especies, más numerosas en las zonas templadas que en los

trópicos. Relativamente, abundan más en el distrito templado del Plata que en la región de los bosques brasileños. Sin duda Sud América es, en aves, más rica que cualquier otra zona de igual superficie. Las especies son más de dos mil, y la mitad, o algo más de la mitad, pertenecen a un solo orden: Passeriformes, o pájaros propiamente dichos. La mitad de estas últimas están incluidas en el suborden Oscines, o aves con un órgano vocal desarrollado -aves cantoras-. De esta manera, vemos qué rica en aves es esta región, en donde sólo las aves cantoras igualan, si no sobrepasan, en número a todas las especies de aves europeas juntas. Alrededor de un cuarto de todas las especies sudamericanas, habita la Argentina; y más o menos la mitad de esta cantidad se encuentra en el distrito del Plata, que pertenece a la subregión patagónica de la región Neotropical.. Las especies que yo, en persona, conocí suman doscientos treinta y tres, pero desde que abandoné el país, muchas más han sido agregadas. Las formas exclusivamente neotropicales de mi lista incluyen los Traúpidos, Ictéridos, Tiránidos, Fitotómídos, Dendrocoláptidos. Formicáridos, Rinocriptidos, Troquilidos, Palamedeidos, Arámidos, Páridos, Tinocóridos, Tinámidos y Reídas, ochenta y cuatro especies en total. En este distrito, las formas o familias exclusivamente sudamericanas, están en minoría. Pero si consideramos todo el territorio argentino vemos que estas familias y las otras, ampliamente distribuidas, están bien equilibradas. Para terminar, sí consideramos toda la región Neotropical encontramos, en su mayoría, formas sólo sudamericanas. La familia de los Troquilidos solamente comprende más de cuatrocientas especies y lo mismo sucede con los Tanácridos, mientras que otras dos familias de Passeriformes, Tiránidos y Dendrocoláptidos, suman, por lo menos. quinientas. Debemos considerar también que, en las familias que tienen distribución universal, hay grupos, géneros y sub familias muy modificadas. Así en la familia de los Túrdidos tenemos las Calandrias. Del mismo modo encontramos tipos diferentes en los Troglodítidos, Fringílidos, Cucúlidos y otras familias. Resumiendo: tenemos en las familias de distribución universal, grupos y géneros que exhiben la marca peculiar de la región que habitan (en este caso el carácter neotropical o sudamericano), que existen al lado de formas sin modificación: un

Tordo, un Cabecita negra, una Golondrina; una Lechuza, un Pato, una Paloma, un Chorlo, etcétera, que resultan difíciles, y a veces imposibles, de distinguir de las del viejo mundo. Junto con estas formas modificadas y no modificada-asiáticas, europeas y norteamericanas- se encuentran las características formas neo-tropicales. Entre estas últimas hay algunas especies que tienen un profundo interés para el que estudia la evolución de la vida de las aves del globo. Son sobrevivientes de un período remotísimo de la historia del mundo, cuando la mayor parte del hemisferio Sud era exclusivamente tierra firme; cuando Sud América, Sud Africa y Australasia formaban parte de un mismo continente. Entre estas especies que tienen parecido con los avestruces y afinidades aún más antiguas, figuran los Ñandúes, las Perdices sudamericanas y los Chajáes, a los que Huxley supone relacionados por descender del Archaeopterix. Volviendo a la manifestación hecha al comienzo de este prólogo -de que el único interés de este libro está en el relato de las costumbres de las aves-, estoy tentado de agregar una nota puramente personaL el recuerdo de un incidente ocurrido hace treinta años. Más o menos alrededor de la época en que apareció la Ornitología Argentina (1889), publiqué un librito, de estilo distinto, titulado "La tierra purpúrea", que era un relato ficticio de aventuras románticas. Un ejemplar llegó a manos de un hermano mío, mayor que yo, que vivía en la ciudad de Córdoba en la provincia occidental argentina del mismo nombre. Le había sido enviado por otro hermano que residía en Buenos Aires. En conocimiento del libro encargó a nuestro hermano un mensaje para mi; y su carta, escrita en español, me fue mandada a Londres. El mensaje decía lo siguiente: "¿Por qué permaneces en Inglaterra, qué puedes hacer allá? He visto tu novela y encontré que se puede leer, pero tú debes saber que esa no es tu especialidad, la obra para la cual estás mejor dotado. Vuelve a tu propio país y ven a buscarme a Córdoba. Estos bosques, sierras y ríos, tienen unas aves más abundantes e interesantes que las de las pampas y la Patagonia. Aquí puedo ayudarte y de este modo estarás en condiciones de dedicar todo tu tiempo a observar las aves nativas y la fauna en general." Leí su carta con angustia, sintiendo que su razonamiento era acertado; pero el mensaje llegó demasiado tarde, pues ya había hecho mi elección: la de permanecer todo el resto de mi vida en la patria de mis antepasados, que ya era la mía.

Ahora, después de tanto tiempo, la angustia retorna, y cuando pienso en aquella tierra tan rica en aves, aquellos bosques lozanos y aquellas praderas frescas en donde podía haber hecho tanto y luego miro esto -la escasa obra realizada como lo demuestran estos volúmenes-, pienso que, después de todo, tal vez de los dos caminos que se abrieron ante mí, elegí aquél que no me convenía. W.H.H. Octubre de 1920

CAPITULO 1 Zorzal pardo Zorzal colorado Zorzal de la patagonia Calandria Calandria de la patagonia Calandria de tres colas Tacuara Ratona aperdizada Cachila Golondrina negra domestica Golondrina azul domestica Golondrina arboricola

ZORZAL PARDO Turdus leucomelas Arriba gris oliva; abajo gris pálido; garganta blanca rayada de marrón; cobijas inferiores de las alas y márgenes internos de las plumas de las alas, amarillo rojizo; pico amarillo; largo 22 centímetros. En Argentina se encuentran ocho Túrdidos, de los cuales tres son burlones o Mímidos, un grupo limitado a América. Los otros cinco son verdaderos Túrdidos y de éstos, describo los tres que me son conocidos por observaciones personales. Este Zorzal, el mejor cantor que mas se asemeja a nuestro Malvís o Zorzal cantor, se encuentra vastamente distribuido en Sud América y se extiende, hacia el sud, hasta Buenos Aires, en donde es muy común en los montes de árboles a lo largo del río de la Plata. Es tímido, se alimenta de frutas, lombrices de tierra e insectos. De movimientos abruptos, corre con rapidez por el suelo, con el pico levantado. A intervalos se para y mueve la cola. De temperamento peleador y

vuelo resistente, nunca vuela por sobre los árboles, sino que lo hace entre las sombras. Aun a la distancia se lo puede distinguir con facilidad de otras especies, por su peculiar gorjeo corto y metálico -melodioso sonido que emite antes de volar y que indica alarma o curiosidad- tan distinto a los ásperos chillidos de alarma de los otros Túrdidos de este distrito. Si es o no un buen cantor de los trópicos, no lo puedo decir, pues los naturalistas que lo han observado no han prestado atención a su fuerza vocal. Entre nosotros, en el clima templado de Buenos Aires en donde comienza a cantar en septiembre, tiene el canto más delicado de todas las aves de esta región que yo conozco, con excepción del de la Calandria de tres colas, Mimus triurus. Como el Malvís inglés, pero a diferencia de sus vecinos, el Zorzal colorado y el Zorzal de la Patagonia se posa, para cantar, en la cima de un árbol. Sin embargo, su canto no es emitido como el del ave inglesa que es tan fragmentado y, de acuerdo a la descripción, hecho de "actitudes y posiciones vocales". Las dos aves difieren tanto en voz como en el modo de ser. Las melodías del Zorzal surgen en una corriente continua, con todo el apuro y la libertad de las de la Alondra; pero aunque emitidas con tanta rapidez, cada nota es clara y distinta y la voz en extremo dulce y de largo alcance. A intervalos, durante el canto, se repite dos veces una nota de dos sílabas, puramente metálica; y su claro tilin-tilín, parecido al de una campana, resulta siempre una agradable sorpresa para el que escucha, pues suena como un acompañamiento musical para el canto. Este es, en conjunto, muy hermoso, residiendo su peculiar hechizo en que parece combinar dos cualidades opuestas del canto de las aves; tristeza y alegría, de una manera indefinible. Nunca he oído a esta especie cantar en una jaula o en cualquier lugar cercano a una habitación humana. Es probable que se deba a sus hábitos de reclusión, el hecho de que su excelente canto no haya sido escuchado hasta ahora. Azara tal vez lo confundió con el del Turdus rufiventris, un cantor muy inferior. El nido está hecho en el centro de un arbusto o árbol muy tupido, a seis u ocho pies del suelo. Es una construcción profunda y trabajada, empastada, por dentro, con barro y rellena de suave pasto húmedo. Pone cuatro huevos oblongos, de color azul claro muy salpicado de marrón rojizo. Creo que este Zorzal tiene una migración parcial en Buenos Aires. En otoño e invierno, lo he visto con frecuencia en localidades en donde nunca se lo ve en

verano. ZORZAL COLORADO Turdus rufiventris Arriba gris oliva; de la garganta al pecho blanco rayado de marrón oscuro; superficie inferior y cobijas inferiores de las alas rojo bermejo, más oscuro en el vientre; pico amarillo oscuro; patas marrones; largo 23 centímetros. El Zorzal colorado, que se distingue de la especie recién descripta por su tamaño más grande y el color bermejo vivo del plumaje de la parte inferior, abunda en el distrito del Plata y no parece ser migratorio. Es un ave ruidosa, de vuelo resistente, peleadora, pareciéndose mucho al Zorzal común en sus maneras. Habita en los bosques, corre por el suelo en busca de alimento y cuando se le acercan, se aleja violentamente con fuertes cloqueos, volando pegada a la superficie. También se las ve con frecuencia persiguiéndose entre sí entre los árboles, con chillidos fuertes y ásperos. En sus hábitos recuerda unas veces al Tordo europeo y otras al Mirlo. El canto tiene una vaga. semejanza con el del Malvís, estando compuesto de una variedad de notas desconectadas entre si, con pausas frecuentes pero es tanto en dulzura como en potencia, inferior al del ave inglesa. Es un canto pobre para un Zorzal y es probable que el ave lo sepa, pues canta escondida es un tupido árbol o arbusto. El nido es profundo, bien hecho, empastado por adentro con barro y escondido en el medio de un gran arbusto o árbol bajo. Pone cuatro huevos azul pálido y muy manchados de pardo.

ZORZAL DE LA PATAGONIA Turdus magellanicus Cabeza, alas y cola negro amarronado; resto de la parte superior del cuerpo marrón oliva; superficie inferior bermejo pálido; garganta blanca rayada de negro, pico y patas amarillo oscuro; largo 27 centímetros. Este hermoso Zorzal habita Patagonia y Chile. Los observadores causales es difícil que lo puedan distinguir de la especie precedente, pero es más grande, con el plumaje superior más oscuro y el inferior más claro. Su nido y huevos son también como los de sus representantes norteños. El canto, sin embargo, es aun más pobre y recuerda a los primeros ensayos de un pichón. Yo atribuyo el que un miembro de una familia tan melodiosa tenga un canto tan inferior, al hecho de

que los zorzales (a diferencia de los cantores de otros grupos), cantan sólo en la época del calor y cuando el aire está tranquilo. En la porción austral del continente sudamericano, los vientos fuertes prevalecen en verano, de modo que es probable que este Zorzal meridional cante con menos frecuencia que cualquier otra ave canora y parece que está perdiendo del lodo la facultad de cantar. Los dos Túrdidos argentinos restantes son el Zorzal de corona negra, Turdus nigriceps y el Zorzal negro, Turdus fuscater, ambos habitantes de las provincias del noroeste. El Zorzal negro es de un negro amarronado uniforme, con patas y pico amarillos. Es más largo que el ave de nuestra región, teniendo una longitud de 29,5 centímetros. Se dice que el canto se asemeja al de la nuestra y aun que gusta más a algunos que lo han oído.

CALANDRIA Mimus modulator Arriba gris oscuro; rabadilla teñida de marrón; alas casi negras; cola negra, estando las plumas, con excepción de las dos del medio, muy manchadas de blanco; superficie inferior blanco sucia; pico y patas negros; ojo verde oliva; largo, unos 28 centímetros. Azara no se equivocó al hacer notar que sería bueno encontrar un nombre más apropiado para esta especie a la que, los primeros colonizadores del Plata, han llamado absurdamente Calandria. Sin embargo, por una curiosa ironía del destino, el naturalista español, aunque protestando contra dicha designación, ha sido la causa de su introducción en la nomenclatura científica al emplear este nombre inapropiado en su libro "Pájaros del Paraguay". Sería imposible hacer un relato mejor que el que hace Azara de la apariencia y maneras de esta ave. El color que prevalece en su plumaje es el gris, los iris son verde oscuro, el pico negro, delgado y curvo. La cola es larga, movediza y alzada cuando el ave descansa, abierta y baja cuando vuela. Los movimientos de la Calandria son medidos y dignos; su vuelo, bajo y nunca muy prolongado. Por lo general, pasa de un árbol a otro describiendo una curva larga y graciosa. Anda sola o únicamente con su compañera. Se alimenta en especial en el suelo; no penetra en bosques profundos ni tampoco se la ve en ]as llanuras sin árboles. Frecuenta los bordes de los bosques y de los campos abiertos en los que abundan los arbustos y árboles aislados. Le encanta acercarse a las casas, posándose siempre en los sitios mas visibles. Canta principalmente en primavera, y su

maravillosa potencia vocal ha hecho de ella una de nuestras aves cantoras mas conocidas y admiradas. Para cantar se ubica, por lo general, en la cima de un árbol o arbusto y, a veces, como si lo hiciera empujada por la excitación, se lanza tres o cuatro metros arriba, en el aire, y luego cae en su percha. Sus notas son tan variadas y, con frecuencia. insinuadoras del lenguaje de otras especies, que el que escucha se sorprende preguntándose sin cesar si la Calandria es en realidad una cantante original o si no es mas que una astuta plagiadora, capaz de robar fragmentos de cincuenta melodías diferentes y unirlos de algún modo en una composición completa. En conjunto el canto es emitido de un modo distinto al de cualquier otra ave (exceptuando, claro está, las del género Mimus), pues las mismas notas no son nunca repetidas por segunda vez en el mismo orden, y aunque la Calandria tiene muchas notas favoritas, puede variar cada una de cien maneras distintas. A veces todo el canto parece estar hecho de imitaciones del de otros cantores, con ligeras variaciones -y no sólo imita a las aves canoras, sino que también emite notas parecidas a las de la flauta, a las que suceden otras agudas y quejumbrosas como los reclamos hambrientos de un joven Fringílido, luego, hermoso floreos musicales o frases semejantes a las de los Zorzales y, al final, chillidos como los de una Golondrina asustada, apurándose en el cielo para anunciar h aproximación de un Halcón o, tal vez, la lastimosa gritería de un pollo en las garras de un Milano. No obstante Azara dice, con precisión, que la Calandria no remeda o imita los cantos de otras aves, pues aunque el estilo y entonación de una serie de cantores diferentes, son reproducidos por ella, nunca se puede encontrar un canto, o siquiera trozo de canto, del cual se pueda decir que es exactamente como el de alguna otra especie. Sin embargo, se puede agregar algo más sobre la Calandria. Tiene esa pasión por una variedad de cantos sin fin, esa capacidad por variar sus tonos en casi cualquier grado y esa facilidad en reproducir las notas de otras aves, que en la Calandria de Virginia del norte y en la Calandria de tres colas, de Sud América se ha desarrollado originando la maravillosa facultad que esas dos especies poseen, de imitar con fidelidad los cantos de todas las demás aves. Las dos especies que acabo de nombrar, aunque imitadoras de los cantos de todas las demás, retienen también su propia música original -su "canto natural", como los llama un naturalista americano. La Calandria hace su nido en medio de un gran arbusto o de un árbol bajo y espinoso que se mantenga

en pie. Es profundo, de forma igual al de un Túrdido, hecho de ramas, espinas y pasto y revestido de papo de cardos o algún otro material que sea suave. Pone cuatro o cinco huevos azul pálido y muy manchados con puntos marrón rojizos. Cuando alguien se acerca al nido, los padres demuestran su ansiedad emitiendo notas fuertes, ásperas v airadas. Es la creencia general la de que la Calandria no vive en cautividad. Sin embargo, he visto algunos pocos ejemplares enjaulados a los que nunca oí cantar.

CALANDRIA DE LA PATAGONIA Mimus patagonicus Arriba y abajo gris, más pálido en la superficie inferior y teñido de bermejo en el vientre; garganta y marca del ojo blancas; alas negras; cola negra manchada de blanco; pico y patas negros; ojos verde oliva; largo 23 centímetros. Hembra de tamaño más pequeño y color más claro. La Calandria de la Patagonia, con la que me encontré durante mi estada en el Río Negro, Patagonia, se asemeja mucho a la especie ya descripta, pero es más pequeña, el color del plumaje es gris más oscuro y los iris son también de un verde más oscuro. Es un ave común, residente, vive sola o con su pareja, se alimenta de insectos o bayas y en su modo de volar y hábitos es como el Mimus modulator. Hace el nido en el medio de un arbusto, empleando espinas y ramitas, y lo reviste con pasto húmedo, pelo de vaca u otra materia suave. Pone cuatro huevos de puntas redondeadas y con muchas manchas color carne oscuro. Cuando alguien se acerca al nido, los padres se aproximan al intruso posándose a menudo a un metro de su cabeza, pero sin emitir ninguna nota, en lo que se diferencian del Mimus modulator. El canto del ave patagónica es, en carácter, como el de las especies del norte, siendo la variedad de sus notas, por lo menos en apariencia, infinita. Sin embargo, hay algunas diferencias que vale la pena mencionar. El canto de las especies patagónicas es tal vez inferior siendo su voz potente, mientras que sus notas claras y melodiosas, están constantemente mezcladas con otras chillonas que recuerdan los gritos de algunos Dendrocoláptidos. Aunque es incapaz de emitir notas tan fuertes y ásperas como las de la especie del norte, o de cambios tan salvajes y súbitos, posee una variedad aún mayor de tonos suaves. Durante muchos meses las oí cantar día tras día, aunque ni una sola vez dejaron de emitir alguna nota o frase que nunca les había oído antes. Las observaciones

que he hecho, relativas a las facultades imitativas de la Calandria, se aplican también a esta ave, pero aunque en realidad no repite las notas y cantos de otras especies imita, por cierto, las de los individuos de su propia especie, pues es necesario tener presente que nunca dos individuos cantan justo igual, y que la misma ave introduce sin cesar, nuevas notas en su canto, no repitiendo nunca sus notas en el mismo orden. He observado a menudo que, cuando un ave, mientras canta, emite unas pocas de estas notas "nuevas", parece sorprendida y encantada, pues luego de una pausa, las repite una y otra vez como si quisiera grabarlas en la memoria. Cuando reanuda de nuevo su variado canto la expresión que ha descubierto es, durante horas y a veces durante días, una de las favoritas y la recuerda con gran frecuencia. Pero esto no es todo. Si la nueva nota o frase resulta ser muy llamativa, atrae de inmediato la atención de todas las aves que se hallan al alcance del oído y, a menudo, en una espesura se juntan de doce a veinte, cada una posada en al cima de su propio arbusto. Después que la nota maravillosa ha sonado, todas se quedan silenciosas y atentas recordando, en su modo, a un loro enjaulado cuando está escuchando un sonido que trata de aprender. Al fin la aprenden, quedando tan satisfechas con su adquisición como si ellas mismas la hubieran descubierto, y repitiéndola sin cesar. Yo noté muchas veces este curioso hábito de la Calandria, y en una ocasión observé que por tres jornadas enteras todas las aves de una pequeña espesura que yo acostumbraba visitar todos los días, no hicieron nada más que repetir sin cesar dos o tres notas singulares que habían copiado de una de sus compañeras. La constante repetición de este sonido tenía un efecto irritante sobre mí, pero uno o dos días después también se cansaron ellas, y reanudaron su canto acostumbrado y variado. La Calandria, mientras canta, permanece por lo general inmóvil en la cima de un arbusto. Su música se oye durante todas las estaciones y en todos los tiempos desde el alba hasta después del amanecer. Por regla general canta de una manera calma y sin excitarse, permaneciendo silenciosa durante algún tiempo después de haber emitido cinco, o seis o doce notas y escuchando, en apariencia, a sus hermanas. Estos fragmentos de melodías, a menudo parecen como un preludio o la promesa de algo mejor; hay por lo común en ellas una dulzura tan exquisita y una variedad tan grande, que el que escucha se queda siempre deseando una cadencia más completa. El ave abre de nuevo el pico para deleitarlo y defraudarlo, como

sí aún no estuviera lista para desplegar todo su poder.

CALANDRIA DE TRES COLAS Mimus triurus Arriba gris, rabadilla parda; abajo gris claro; alas negras cruzadas por una ancha banda blanca; cola blanca con excepción de las dos plumas del medio que son negras; pico y patas negros; ojos amarillo naranja; largo 24 centímetros. Hace un siglo, Azara se encontró por primera vez en el Paraguay con este rey de los Mimus. La llamó Calandria de las tres colas y describió el plumaje con exactitud, pero creo que se confundió respecto al color de los ojos, que son rojo naranja y no verde oliva. Dice que es una especie rara, que no posee tonos melodiosos lo que prueba, en seguida, que nunca la oyó cantar. D'Orbigny la obtuvo en Bolivia, Bridges en Mendoza y más recientemente ha sido encontrada por coleccionistas en varias partes del territorio argentino y aun en Buenos Aires en donde, sin embargo, es probable que sea un visitante ocasional. Pero ninguno de ellos ha dicho nada sobre su canto y su maravilloso poder imitativo. Por mi parte., no encuentro otro modo de describir el sorprendente hechizo de su melodía, que deleita al alma más que la música de cualquier otra ave, si no es diciendo que la Calandria de tres colas es, entre las aves cantoras, lo que el diamante entre las piedras, que en su policromo esplendor representa y excede la belleza especial de cualquier otra gema Me encontré con esta especie en el Río Negro, Patagonia; allí se la llamaba Calandria blanca, nombre no estrictamente exacto, ya que el ave no es toda blanca, pero por cierto mejor que la extraña invención de Azara de "Calandria de tres Colas". El ave no era común en Patagonia, y su único lenguaje era una fuerte nota áspera y asustada, semejante a la de la Calandria común. Pero la primera vez que me encontré con ella ya había pasado la época del celo, y todos los lugareños me aseguraron que poseía un canto muy hermoso que sobrepasaba el de todas las otras aves, poseyendo también la facultad de imitar otras especies. En modos y apariencia me sorprendió como siendo completamente diferente de un Mimus, en el vuelo y en el llamativo blanco y negro de las alas y cola, parece un Tiránido del grupo de los Taenioptera. Es en extremo tímida; tiene un vuelo veloz, fácil y poderoso. Cuando alguien se le acerca se eleva a gran altura en el aire y vuela a gran distancia. Desaparece del Río Negro en febrero y no regresa hasta el mes de octubre siguiente, después que han llegado todos los

otros viajeros. Fue entonces que tuve la rara y buena fortuna de oiría cantar, y nunca olvidaré la sensación que experimenté cuando escuché su melodía sin par. Una clara mañana, mientras caminaba por un chañar, mi atención fue atraída de pronto por las notas que salían de una espesura cercana. Me quedé escuchando con asombrado deleite, tan superior en melodía, fuerza y variedad me pareció a todas las otras músicas de aves. Ni se me ocurrió que podía ser el canto de un Mimus. Mientras tanto la música llegaba en un continuo fluir, hasta que me maravilló el que la garganta de un ave pudiera sostener un canto tan variado y poderoso durante tanto tiempo. En ningún instante fue degradado por los ásperos gritos, vuelos fantásticos y chillonas bufonerías introducidas por la Calandria común con tanta frecuencia, sino que cada nota estaba en armonía con las demás y era emitida con una rapidez y alegre abandono del que ninguna otra ave es capaz excepto, quizá, la Alondra; mientras que la pureza de los sonidos le dan a todo el canto algo del carácter etéreo y arrobador del de dicha ave cuando llega (al que la escucha) desde una gran altura en el aire. De pronto, este torrente de música exquisita y desconocida cesó. Yo, entre tanto, permanecía inmóvil entre los árboles, no osando moverme por temor de espantar al extraño vocalista. Después de un corto intervalo de silencio, tuve una nueva sorpresa. Del mismo sitio de donde había surgido aquel torrente de melodías, brotó el canto chillón, confuso e impetuoso del Rabicano (Stigmatura flavo-cinerea). Me irritó el oír este canto trivial y familiar después del otro y comencé a temer que su anfitrión hubiera volado sin ser visto. Pero en otro momento, del mismo lugar, salió el melodioso canto matutino de la Diuca, que fue pronto seguido por el del Churrinche, parecido al sonido de una campana de plata. Luego siguieron otras muchas notas y cantos familiares -el reclamo vespertino de la Martineta, parecido al de una flauta, el alegre gorjeo apurado del Cabecita negra y las deliciosas y pausadas melodías del Cardenal amarillo, todos repetidos con admirable fidelidad. El descubrimiento de que mi único y dulce cantor había producido todas estas melodías diversas, aumentaron mi sorpresa y admiración. Sólo lo descubría cuando comenzó a repetir cantos de especies que nunca visitan Patagonia. Comprendí entonces que estaba escuchando a la famosa Calandria de tres colas, que acababa de regresar de sus viajes de invierno y repetía, en estas regiones australes, las notas que había adquirido en las forestas subtropicales a mil ochocientos kilómetros de distancia.

Estas imitaciones al fin cesaron y la dulce vocalista reanudó de nuevo sus propios cantos que no tienen igual. Me aventuré a deslizarme un poco más cerca, pudiéndola ver a apenas quince metros de distancia. Me di cuenta de que el placer de escucharla aumentó cuando pude al mismo tiempo verla, tan arrebatada por el éxtasis parecía mientras cantaba, y tantos y tan bellos eran los gestos y movimientos con los que acompañaba las notas. Pasa sin cesar de arbusto a arbusto, posándose apenas en sus cimas y descendiendo a veces entre el follaje; luego, a intervalos, volando a treinta metros sobre la espesura, con un vuelo como el de una Garza, o elevándose, de pronto, con un movimiento salvaje, rápido y en zigzag; luego desciende lentamente para posarse con la cola abierta y las anchas alas blancas brillantes extendidas o moviéndolas arriba y abajo como si fueran las de una gran mariposa, resultando algo muy hermoso de ver Cuando la oí cantar por primera vez, quedé convencido de que ningún otro cantor alado del mundo podía comparársele, pues además de la facultad de reproducir los cantos de otras especies, que posee del mismo modo que la Calandria de Virginia, tiene un canto propio, el que no creo que tenga igual. Esta creencia se confirmó cuando, poco después de oiría, visité Inglaterra y encontré de cuánto menos valor que esta ave patagónica (que ningún poeta nunca alabó), eran los más dulces de los afamados melodistas del Viejo mundo.

TACUARA Troglodytes furvus Marrón rojizo; plumas de la cola y barbas externas de las plumas de las alas rayadas con oscuras líneas onduladas; abajo marrón claro; largo 12 centimetros. La Tacuara o Ratona es considerada, por todos los residentes ingleses, idéntica a la especie que les es familiar (la doméstica "wren"), perteneciente a su propio país. Es una avecita despierta de un color marrón uniforme y de voz alegre y melodiosa. Cazadora infatigable de arañitas y orugas en las cercas, jardines y dependencias, en donde explora todo hueco y hendidura oscura saltando aprisa con la cola erecta y haciendo frecuentes inclinaciones. Está siempre dispuesta a reñir, con gran énfasis, con cualquier intruso y odia mucho a los gatos. Yo creía, en una época, que la Tacuara era una de esas avecitas que un gato nunca puede cazar, pero más tarde descubrí que estaba en un error. En mi casa de las pampas teníamos, una vez, un gran gato amarillo, excesivamente

diestro en cazar pajaritos. Sin embargo, no acostumbraba comerlos, sino que los llevaba adentro de la casa, para los otros gatos. Dos o tres veces por día aparecía con un ave que dejaba caer en la puerta, después de lo cual emitía un fuerte maullido que era muy bien entendido por los demás felinos, pues todos se apresuraban en ir a aquel lugar y el primero en llegar obtenía la presa. En cierta ocasión noté que llevaba una Tacuara casi todos los días y, deseando saber cómo se las arreglaba para obtener una criatura tan inteligente, lo espié. Su método consistía en ir a los lugares frecuentados por las Tacuaras y sentarse, de modo bien visible, entre las malezas o arbustos. Luego, después que el primer estallido de alarma se había calmado, una o dos Tacuaras tomaban sobre sí la tarea de desalojarlo o, por lo menos, de hacer de su posición un sitio poco confortable. El gato permanecía inmóvil, en apariencia sin notarlas. Pronto esta impertérrita conducta producía sus efectos y una de las avecitas, volviéndose más osada, extendía sus excursiones hasta unos pocos centímetros de la impasible cara del gato; al fin; rápido como el rayo, llegaba el zarpazo y el cuerpecito marrón caía, sin el alegre y bravo espíritu que lo había abandonado. La Tacuara tiene una amplia distribución en Sud América, extendiéndose desde las florestas tropicales hasta las frías mesetas patagónicas. Posee una adaptación mayor que muchas especies; habita cualquier clase de terreno, húmedo o seco, y se sienten tan en su casa en montañas herbosas y lugares rocosos, como en los terrenos pantanosos cubiertos de altas hierbas del Plata, en donde frecuenta los lechos de cañas y los bosques húmedos. Siempre se la encuentra cerca de las casas, y aunque el viajero de las pampas desérticas podría imaginar fácilmente que no hay Tacuaras en los pastos gigantes si se construye un refugio en esta solitaria región, de inmediato aparecerá una para anidar en su barda y alegrarlo con su canto. Es común en las grandes ciudades. Siempre recuerdo una, volando un domingo en una iglesia de Buenos Aires y emitiendo, durante todo el sermón, su viva y lírica melodía desde su alta percha que se hallaba en algún sitio del ornamento de madera del techo. La Tacuara canta durante todo el verano y también en los días claros de invierno. El canto es parecido al de los Troglodítidos europeos, del que tiene el mismo carácter fluyente y las notas fuertes y claras, emitidas con rapidez y precisión. Pero el ave argentina tiene más dulzura y potencia; aunque no estoy

de acuerdo con Azara, en que se asemeja al del Ruiseñor. En primavera, el macho corteja a su elegida con notas altas penetrantes como los chillidos de un ratoncito, que repite con gran rapidez sacudiendo las alas todo el tiempo como una polilla y, a menudo interrumpiendo su canto. Hacen el nido en el hueco de una pared o árbol; a veces, en el abandonado nido abovedado de alguna otra ave. Cuando no encuentra ninguno de estos sitios, lo hace en algún denso cardo o arbusto espinoso o en alguna otra mata de pasto. También he encontrado nidos en los cráneos secos de vacas y caballos, en una bota abandonada, en la manga de algún saco viejo colgado de una cerca, en una botella de cuello grande y en otros lugares curiosos. El nido está hecho de astillas y revestido con pelo de caballo o plumas. Pone nueve huevos, por lo general de color rosado terroso, muy salpicado de rojo pálido.

RATONA APERDIZADA Cistothorus platensis Arriba marrón pálido rayado de negro; cabeza marrón más oscuro rayada de negro; plumas de la cola marrón arena oscuro rayadas de marrón negruzco, abajo castaño arena pálido; largo 11 centímetros. Esta pequeña Ratona se ve rara vez y, aunque ampliamente distribuida, no es común en ninguna parte. Prefiere los campos abiertos cubiertos de densas cañas y pastos, en donde escapa a la observación con facilidad. La encontré cerca de la ciudad de Buenos Aires y también en los altos pastos de las pampas desérticas. Asimismo se la encuentra a lo largo del Río Paraná y en Chile, Patagonia y las islas Malvinas. En las islas nombradas en último término, Darwin encontró que abundaba bastante. Dice que allí tiene un vuelo muy débil, de modo que puede ser perseguida y cazada con facilidad. Su canto es dulce y delicado, semejante al de la Tacuara (Troglodytes furvus), pero mucho menos poderoso. No emigra, y en las pampas la he oído cantar con gran animación cuando los pastos en donde se posa, estaban blancos por la escarcha caída. Es probable que su canto, como el de la Troglodytes furvus, varíe en los distintos distritos. De todos modos, el ave de las pampas no posee un canto tan delicado como el que Azara atribuye a su Todo Voz en Paraguay, que es, sin duda, la misma especie. Sud América es rica en Trogodítidos. Las especies conocidas son cien, por lo menos. En Argentina se encuentran sólo cuatro, las dos ya descriptas y la Batará

de agallas peladas, Donacobius atncapillus una especie común brasileña, y la Ratona de ceja blanca, Troglodytes auricularis, que se encuentra en la provincia de Tucumán.

CACHILA Anthus correndera Arriba castaño arena pálido, con centros negros en las plumas; plumas de las alas y cola marrón oscuro ribeteadas de castaño; plumas externas de la cola casi enteramente blancas; abajo castaño arena con grandes manchas triangulares negras; largo 15 centímetros. La única razón que tuvo Azara para llamar a esta ave La Correndera, fue que pensó que se parecía a una especie de pequeña alondra de su propio país que se conocía con este nombre, pero de la cual tenía un recuerdo confuso. Sin embargo, creo que es lamentable que los naturalistas hayan adoptado Correndera como nombre específico, en lugar de Cachila (o Cachirla), el nombre vernáculo del ave, familiar a todos en el territorio argentino. El ave española de Azara es probable que haya sido el Anthus pratensis, que se parece mucho al A. correndera en su aspecto general y tiene, además, una extensión tan amplia en el norte, como la que la especie nombrada en último término tiene en el hemisferio sud. En el volumen sobre aves del "Viaje de la Beagle", se dice que una especie de Anthus se extiende más al Sur que cualquier otra ave terrestre, siendo la única de esta clase que se encuentra en las Georgias y Orcadas del Sud (61 grados de latitud Sud). La Cachila varía en color, lenguaje y probablemente también en tamaño. Es un ave abundante, muy distribuida en las pampas, se encuentra tanto en los suelos pantanosos como en los secos, pero escasea en la región de los pastos gigantes. Cuando abunda, se dispersa en forma uniforme, pasando cada ave su vida en un pedazo de tierra muy circunscripto. Las que frecuentan sitios altos y secos son de un tono más pálido, que parece casi gris, y no poseen las marcas blancas en la espalda. También parecen mas grandes que las de las tierras pantanosas, pero esta apariencia tal vez se deba al plumaje más alborotado. Las variaciones de plumaje claro y oscuro marcadas con más fuerza, pueden encontrarse en individuos que viven a unos pocos cientos de metros de distancia, demostrando de manera estricta, cómo cada ave se adapta a su pequeño reino, pues esta diferencia de coloración se debe sin duda, por completo, a la cantidad de humedad del suelo en

que viven. Las Cachilas son sedentarias. Viven en pareja todo el año, siéndose fieles ambos sexos. Varias parejas frecuentan una pequeña zona y. a veces, se unen en una inconexa bandada, pero estas reuniones no son frecuentes. En todas las estaciones, al atardecer, inmediatamente después que el sol se ha puesto, todas las Cachillas se elevan a considerable altura y vuelan desordenadas, piando durante unos pocos minutos, después de lo cual se retiran a descansar. Cuando alguien se les acerca, con frecuencia se elevan a varios pies del suelo, se mueven en el aire piando con acritud, con el pecho vuelto hacia el intruso. Este es un hábito que también se encuentra en las especies de las Synallarinae, que habitan las llanuras herbosas. Pero por lo general, las Cachilas son las más dóciles de las criaturas aladas y, cuando alguien se les acerca, se alejan moviendo con cautela y lentitud sus patitas rosadas. Para cantar se elevan en el aire casi verticalmente, haciendo a menudo una pausa para revolotear y la acompañan con unas pocas notas apuradas. Una vez hecho esto se elevan a gran altura (pero nunca hasta perderse de vista, como dice Azara), para descender luego en forma lenta, con las alas 'vueltas hacia arriba. Mientras desciende, emite melodías largas e imponentes, cada una de las cuales termina en una cadencia descendente, renovándolas sucesivamente hasta que, cuando el cantor está a uno o dos metros del suelo, sin posarse, vuelve a ascender como antes, para continuar la hazaña. Es una melodía encantadora. Siempre se la oye en las llanuras sin árboles, cuando no hay otra música de aves, con excepción del trino y de las notas parecidas a las de las langostas de unas pocas especies Synallaxinae; pero por sus características, es emitida de modo diferente al de la Alondra, por su resuelta energía, apuro y soltura. Sin embargo, es imposible no pensar en la Alondra cuando se describe a la Cachila que en sus maneras, apariencia, y hábito de volar a gran altura cuando canta, parece una pequeña copia de aquélla. La Cachila cría dos polladas en el año. La primera sale a mediados de agosto, esto es, de uno a tres meses antes de la época de poner de otras especies de Passeriformes. Anticipando la época de anidar, sus nidos tempraneros escapan al mal de los huevos parásitos, pero por otra parte, las noches heladas y las grandes Unvias es probable que sean tan fatales a muchas de las anticipadas nidadas, como el instinto del Renegrido lo es para otras de un período más

tarde. En Argentina se encuentra otra especie de Anthus: la Cachirla de pico corto, Anthus furcatus. Habita las pampas herbosas y los valles húmedos de Patagonia. Se asemeja tanto a la Cachila en su plumaje, lenguaje y hábitos que por lo general se la confunde con esta especie. La única diferencia que noté es que es más tímida y tiene un canto más chillón.

GOLONDRINA NEGRA DOMESTICA Progne furcata Azul purpúreo oscuro; cola negra manchada de azul; largo unos 18 centímetros. Hembra partes superiores púrpura oscuro; cabeza, cuello y partes inferiores, marrón negruzco. La Golondrina negra doméstica se ve, en muchas ocasiones, en las provincias orientales de La Plata cuando emigra, pero en ninguna parte se la ha visto anidando más al Norte que en Buenos Aires. La encontré reproduciéndose en Bahía Blanca, en la costa atlántica, y en el Río Negro, en donde es muy común. Arriba a Patagonia a fines de septiembre y se va antes de mediados de febrero. El catorce de este mes vi una bandada volando hacia el Norte, pero era la última. Anida en huecos bajo los aleros de las casas o en las paredes. Su nido es como el de la P. chalybea. Pero hay muchas que anidan en agujeros en las empinadas barrancas del Río Negro. Sin embargo, no excavan los huecos ellas mismas, sino que toman posesión de las grietas naturales y de las viejas madrigueras olvidadas del Loro patagónico (Conurus patachonicus). En tamaño, vuelo, maneras y apariencia, se asemeja mucho a la especie que sigue, consistiendo la única diferencia, en el plumaje oscuro de la parte inferior. El lenguaje de las dos aves también es idéntico, poseyendo las dos especies, sin la más mínima distinción en fuerza o entonación, el chillido excitado y fuerte cuando alguien se acerca al nido, las varias otras notas cuando vuelan y el canto emitido con calma y agradablemente modulado. Esta circunstancia me parece muy notable, pues aunque dos especies poseen a veces unas pocas notas iguales, la mayor parte de su lenguaje es por lo general diferente, y también porque aves de la misma especie, en distintas localidades, se diferencian más en lenguaje que en cualquier otro particular. Esta última observación, sin embargo, se aplica más a las sedentarias que a las especies migratorias. Estoy inclinado a creer que la Golondrina negra doméstica y la Golondrina azul

doméstica forman una especie dimorfa, como los Cuervos de carroña y de caperuza europeos y que, como estos Cuervos, se entrecruzarían si sus áreas de cría se superpusieran.

GOLONDRINA AZUL DOMESTICA Progne chalybea Partes superiores azul purpúreo oscuro; plumas de las alas y cola negras lustradas con azul acero; garganta y pecho ceniza; pecho, abdomen y cobijas inferiores de la cola blanco puro; largo 20 centímetros. Hembra similar. Esta especie que se distingue de la Golondrina negra doméstica por sus partes inferiores blancas, se extiende desde México hasta Buenos Aires, encontrándose el límite extremo de su habitat a unos quinientos kilómetros al Sud de dicha ciudad. Fue bien llamada Golondrina doméstica por Azara, siendo de costumbres preminentemente domésticas. Nunca anida en bancos, como la Golondrina negra doméstica, o en los nidos abovedados que otras especies construyen en los árboles, acción a la que siempre recurre la Golondrina de los hornos y, en ocasiones, la Golondrina de rabadilla y cejas blancas, pero está tan acostumbrada a la compañía del hombre, que hace su nido tanto en las ciudades populosas como en las casas de campo. Llega a Buenos Aires a mediados de septiembre y, en apariencia, acude cada año al mismo sitio de cría. Por lo general elige un hueco bajo el alero. El nido está hecho de un modo tosco, con pasto seco, pelo, plumas y otros materiales. Cuando el agujero de entrada a su nido es muy grande lo cierra, en parte, con paja y barro. Si tiene dos entradas, tapa una del todo. No necesita usar barro a menudo en sus construcciones y es la única de nuestras Golondrinas que lo hace. Pone cinco huevos blancos, largos y puntiagudos. En la época del celo es un ave ruidosa y peleadora y siempre, cuando abandona el nido, emite un grito fuerte y en exceso alarmante, que repite varias veces. También posee un canto que emite tanto mientras descansa como mientras vuela, compuesto de nueve o diez notas agradablemente moduladas y que repite en forma invariable y en el mismo orden. Es una melodía apacible, con algo de peculiaridad en el sonido que lo hace aparecer humano y que es tan atractivo en la Golondrina europea de los graneros. Pero es una voz más potente y puede oírse aun cuando el ave vuele tan alto que no se la vea. Antes de partir en febrero, se reúnen en grupos de veinte a cuatrocientos o

quinientos individuos, siendo por lo general su sitio de encuentro, la gran cima frondosa de un viejo ombú.

GOLONDRINA ARBORICOLA Progne tapera Partes superiores marrón oscuro; plumas de la cola marrón negruzco; garganta blanco ceniza; parte posterior del cuello y pecho marrón ceniciento; abdomen blanco; largo, unos 17 centímetros. Sexos semejantes. La Golondrina arborícola es más delgada, tiene mayor envergadura que la Golondrina negra doméstica, y en lugar del hermoso púrpura oscuro (su color dominante) todo el plumaje superior del cuerpo es pardo oscuro, y el inferior, blanco. Pero si estas diferencias de estructura y tono sólo sirven para mostrar que no es un pariente muy cercano de las otras especies, las que exhibe en sus costumbres la colocan en realidad muy lejos de ellas. La Golondrina arborícola es un ave muy locuaz y, no bien llega a comienzos de septiembre, lo comunica enseguida por medio de notas que, en forma incesante, emiten el macho y la hembra mientras mueven y agitan las alas, pareciendo fuera de sí de alegría por el hecho de haber arribado bien. Siempre llegan ya apareadas y es probable que este apareamiento dure toda la vida. Su lenguaje es más variado, de entonación más combativa y libre que el de nuestras otras Golondrinas. El largo de las notas puede ser variado a voluntad; algunas son casi ásperas; otras, argentinas o líquidas como de escurridizas gotas de agua, pero todas son alegres y muchas tienen ese carácter peculiar de algunas notas de aves, que parecen palabras. A diferencia de las otras Golondrinas, ésta no tiene un canto determinado. Nunca se la ve posada en el suelo o en los techos de las casas, sino que sólo lo hace en los árboles. Cuando está ocupada en recoger materiales para construir su nido, desciende con rapidez y alza una pluma o paja sin tocar la superficie. Anida sólo en los hornos de arcilla del Hornero (Furnarius rufus). Durante varios veranos que ]a observé, nunca la vi hacerlo en ningún otro sitio. Es un hábito extraordinario, pues tantas como son las especies que poseen la costumbre semiparásita de reproducirse en los nidos de otras aves, no hay ninguna que se confine a hacerlo en el de una sola especie, como ocurre con la que aquí describo. Sin embargo, debo recordar que el conocimiento que de ella adquirí, lo

hice en Buenos Aires en donde la observé, y como en Sud América posee una distribución más amplia que el Hornero, no hay duda que. en otros distritos, construye su nido en lugares distintos. Cuando llega en primavera, cada pareja fija su asiento en algún árbol y, por lo general, en una rama especial, siendo su percha favorita una rama muerta que se extiende fuera del follaje. Aquí pasan la mayor parte del tiempo, sin que nunca parezca que se alejen por mucho rato. A menudo, cuando cantan juntos, revolotean de una manera trémula e incierta, como la de una mariposa. Alrededor de las tres semanas de su llegada, comienzan a avanzar hacia el nido del Hornero, que se halla en el poste o árbol más cercano. Si aún está ocupado por sus verdaderos dueños, después de pasar mucho tiempo en holgar y reconocerlo, comienza una contienda que es a menudo violenta y se prolonga durante varios días. En épocas que les son favorables, los Horneros anidan en otoño e invierno y se reproducen a principios de octubre. Cuando esto sucede, la Golondrina, que se reproduce en noviembre, toma posesión de la fortaleza olvidada, con la mayor tranquilidad. Pero a veces ocurren accidentes, hasta a la hermosa construcción del Hornero. En ciertas ocasiones es destruida y debe ser reconstruida, o no ha podido ser completada por la sequía o por el pobre estado de las aves durante el tiempo crudo, o la primera nidada ha perecido, tal vez destruida por algún enemigo que trepa a los árboles, por ejemplo, una joven zarigüeña de tamaño menor que el de una rata y capaz de deslizarse dentro del nido. De este modo, puede llegar noviembre y aun diciembre antes que algunas parejas de Horneros hayan acabado de incubar sus huevos, siendo estos infortunados los que sufren las violencias de las Golondrinas que merodean. A menudo he observado, con el mayor interés, las guerras de estas aves y, en varios hornos que abrí después que sus dueños habían sido desalojados, encontré sus huevos enterrados debajo del nido de las intrusas. Después que las Golondrinas han tomado posición cerca del resguardado horno, vuelan a veces hacia él y revolotean por encima, regresando de nuevo a su sitio de partida. De pronto, en lugar de regresar, como lo hacían al principio, se posan en la entrada de la abrigada morada. Esta es una especie de declaración de guerra y marca el comienzo de las hostilidades. Los Horneros, llenos de alarma y enojo, arremeten contra ellas y las repelen cuando se acercan. Las Golondrinas se retiran ante este ataque, pero no derrotadas, emitiendo sólo sus notas alegres que parecen una burla, en respuesta

a los desaforados gritos indignados de sus enemigos. Pronto regresan, la escena se repite y estas inconexas escaramuzas a menudo continúan varios días. Pero, al fin, el ilegal invasor se vuelve más osado y conociendo su fuerza y sus recursos, no vuela más al ser atacado. Luchas desesperadas tienen lugar con frecuencia en la entrada del nido, cayendo las aves una y otra vez al suelo, agarradas con fuerza y apresurándose de nuevo sólo para reanudar su combate. Al fin la victoria corresponde a las agresoras y se las ve apuradas, llevando materiales para su nido, gritando sus notas jubilosas todo el tiempo, como en una señal de triunfo. El bravo e industrioso Hornero se retira a pasar su verano sin pichones junto con su compañera, pues nunca se separan. Cuando las lluvias de otoño los han provisto de arcilla húmeda y el sentimiento de derrota se ha olvidado, comienzan de nuevo con alegría sus operaciones de construcción. Sin embargo, éste no es el resultado invariable del conflicto. A la mayor velocidad de la Golondrina, el Hornero opone mayor fuerza y, se puede agregar, un celo y furia más grandes de los que pueden animar a su adversaria. La lucha resulta, así, bastante igualada y el Hornero, especialmente cuando sus pichones acaban de nacer, es capaz de conservar su propiedad. Pero las Golondrinas nunca son derrotadas, pues cuando no pueden tomar la ciudadela por asalto, retornan a su sistema de guerrillas, el que mantienen hasta que los pichones abandonan el nido, ocasión que aprovechan para tomar posesión del mismo, antes que llegue el frío. La Golondrina, en general, hace su nido con grandes plumas. Pone cuatro huevos largos, puntiagudos y de un blanco puro. Debo destacar que en todos sus hábitos arriba mencionados, esta ave difiere muchísimo de las dos especies precedentes, de las que también se diferencia en su modo de volar. Se mueve con una gracia y velocidad sorprendentes, con las alas extendidas lo más posible. También le encanta volar en círculos, muy alto en el aire o sobre las cimas de los árboles, en especial durante un fuerte viento. En estas ocasiones, se ven por lo general a varios individuos juntos y todos parecen esforzarse en sobrepasar a los demás en la belleza de las evoluciones. Nunca se la ve planear en círculos. Aunque cuando persigue moscas y polillas repasa la superficie del pasto con asombrosa velocidad, tiene, en otras circunstancias, un vuelo extrañamente lento y muy peculiar; las largas alas

abatidas como las del Pato salvaje cuando se deja caer en el agua, agitadas sin cesar por trémulos sacudimientos, cortos y rápidos como los de una mariposa. Esta ave tampoco es gregaria como la mayoría de sus congéneres, aunque a veces un individuo se asocia, por corto tiempo, con Golondrinas de otra especie; pero esto sólo sucede mientras descansan en cercas o árboles, pues tan pronto como alzan el vuelo, las abandona. Una o dos veces, cuando por alguna misteriosa razón la migración otoñal había sido demorada bastante con respecto a su época acostumbrada, las vi unidas en pequeñas bandadas, pero esto es muy raro. Por lo general, no se reúnen con anterioridad para emigrar, sino que pasan rozando las llanuras y campos abiertos, en una soledad impropia de las Golondrinas y desaparecen en un instante.

CAPITULO 2 Golondrina de rabadilla parda Golondrina comun de cejas blancas Golondrina barranquera Cardenal azul Reina mora chica o azulejo Corbatita Cardenal Monterita Siete vestidos Yal Cardenal amarillo Diuca Chingolo Juan chiviro de las pajas

GOLONDRINA DE RABADILLA PARDA Petrochelidon pyrrhonota Arriba de un lustroso azul acero oscuro; parte baja de la espalda y rabadilla pardo canela; cobijas superiores de la cola marrones; alas negras; cola negra lustrada de verde; coronilla azul acero; frente, color ante arenoso; mejillas y costados del rostro castaños; barba castaña; parte inferior de la garganta azul acero; parte anterior del cuello, pecho y flancos marrón ceniza; mitad del pecho

y abdomen blancos teñidos de marrón; largo, unos 13 centímetros. Sexos semejantes. Esta especie no se reproduce en el distrito del Plata. Allí sólo se la ve en primavera, volando al Sud o Sudoeste y también, pero en mayor número, en su viaje de regreso en otoño. Según lo que nosotros sabemos, tampoco lo hace en ninguna parte de Sud América, sino que elige para ello a Arizona y otros distritos del norte del continente. Tiene una migración similar a la de muchas especie de los Limicolae. De este modo, volando hacia el Sud durante el otoño del hemisferio boreal, cruza los trópicos y extiende su enorme viaje hasta las partes más australes de Sud América. En el Río Negro, Patagonia, no la encontré, y supongo que su lugar de veraneo debe hallarse al Sud de esta región. Juzgando por el gran número de ellas que es visible en algunas épocas pienso que, el lugar que frecuentan en Patagonia, debe tener una gran extensión.. Aquí no parecen ser tan regulares en sus movimientos como otras Golondrinas, Algunos años las he visto pasar solas o en pequeños grupos, durante toda la época del calor. Por lo general comienzan a aparecer, volando hacia el Norte, en febrero, pero algunos años no lo hacen hasta marzo. No se las ve pasar en bandadas, con rápido vuelo, sino que se diseminan persiguiendo moscas. Primero pasa una, luego dos o tres, un minuto o dos más tarde, seis, y así continúan durante la mayor parte del día. Mientras el tiempo continúa templado, ellas siguen pasando de esa descansada manera; pero yo las he visto pasar hasta abril, cuando ya todos nuestros inmigrantes veraniegos nos habían abandonado. Todas estas aves retrasadas volaban, en pequeñas bandadas con gran rapidez en dirección al Norte, como si su vuelo fuera guiado por una brújula. Mientras vuela, esta especie emite sin cesar agudos gorjeos y chillidos, como de molienda, de distinta longitud.

GOLONDRINA COMUN DE CEJAS BLANCAS Tachycineta leucorrhoa Arriba verde lustroso oscuro; rabadilla blanca; plumas negras con un tinte verde; cola negra con lustre verdoso; base de la frente, mejillas y toda la superficie inferior blancas; blanco y costados bañados de marrón ahumado; largo 14 centímetros. Esta es la más abundante y la mejor conocida de nuestras Golondrinas. Es un ave hermosa, con su lustroso traje verde oscuro y rabadilla y superficie de la parte

inferior blancas. Es de disposición en exceso tranquila, de movimientos rápidos y graciosos, sociable, algo peleadora, locuaz, con un canto bastante musical que comienza con notas largas, suaves y trémulas seguidas de otras más cortas y apuradas que acaban en un murmullo. De todas las inmigrantes, son las últimas en dejarnos en otoño e invariablemente reaparecen en pequeños números cerca de las casas, durante los días templados de invierno. Es probable que muchos individuos en Buenos Aires, permanezcan durante el invierno en sitios abrigados, para diseminarse por los lugares de los alrededores cada vez que llega un día cálido y brillante. Una vez vi tres juntas volando a ras del suelo sobre las llanuras, en uno de los días más fríos de los que tuve conocimiento en las pampas, pues el termómetro había marcado casi dos grados centígrados bajo cero aquella mañana. Más al Sud su migración es más estricta y en el Río Negro, Patagonia, no encontré ni un solo ejemplar de marzo a agosto. En Buenos Aires, la migración otoñal de los Hirundínidos comienza alrededor de mediados de febrero y a partir de esta fecha se ven grandes números de estas Golondrinas volando hacia el Norte y, en algunas épocas, se las ve pasar durante más de un mes. Durante un otoño, en abril varios días después que todas las Golondrinas habían desaparecido, comenzaron a aparecer de nuevo bandadas de Golondrinas de rabadilla y cejas blancas que volaban para el Norte. Por diez días consecutivos siguieron pasando en grandes números. Cuando las observé se habían parado para sumergirse en un charco de agua, posándose luego en las cañas y juncos para descansar. Parecían muy cansadas por su largo viaje, elevándose con lentitud cuando me aproximaba y algunas, permitiéndome acercar a un brazo de distancia sin moverse. Nunca pude ver, después, una migración tardía o suplementaria como la que relato, pues por regla general, las causas que algunos años retardan la partida de las aves, parecen afectarías a todas por igual. Es posible que estas retrasadas llegaran de algún remoto distrito en donde un frío excepcional hubiera demorado las operaciones de reproducción. Esta Golondrina a veces pone huevos en un árbol, en el gran nido ya abandonado del Leñatero (Anunbius acuticaudatus). Sin embargo, su sitio favorito en un hueco en la pared, protegido por las tejas o bardas sobresalientes. Aunque no va mucho a las ciudades, como Azara observó, es muy doméstica y no hay una casa en la pampa, por humilde que sea, en la que no haya alguna de estas aves que rozan, por jugar, los techos o que espían con curiosidad bajo los aleros emitiendo sin

cesar sus notas alegres y gorgoteantes. Durante un período de cuatro a seis semanas antes de que comiencen a construir, parecen empeñadas en una incesante disputa recordándonos, por sus tonos refunfuñantes, una colonia de contenciosos Gorriones ingleses. La única diferencia es que la Golondrina tiene una voz más variada y suave y con frecuencia, aunque esté peleando acaloradamente, se interrumpe para emitir su hermoso cantito, de sonido semejante al del agua qué corre. Por más grietas y agujeros convenientes que haya, la disputa es siempre grande entre ellas y se debe, sin duda, a las distintas reclamaciones de los mejores sitios. El excitado gorjeo, la pugna incesante de dos aves por posarse en la misma pulgada cuadrada de pared, la perpetua persecución del otro alrededor de la casa, que siempre termina en el mismo sitio en que comenzó, demuestran los intereses opuestos y la falta de razón de algunas de ellas. De pronto la disputa adquiere un carácter más serio. Amigos y vecinos, en apariencia han intervenido en vano. Todos los argumentos de que son capaces las Golondrinas han sido agotados y siendo imposibles nuevos reclamos, comienza la pelea. Más por venganza, los dos pequeños seres se agarran y caen al suelo veinte veces en una hora, permaneciendo a menudo sacudiéndose por largo tiempo, desatentos a los gritos de alarma que sus amigas lanzan desde arriba de ellas, pues por lo general, mientras yacen de este modo en el suelo, castigándose mutuamente, constituyen una presa fácil para algún gato astuto que se ha familiarizado con sus costumbres. Cuando estas luchas están al fin solucionadas, se dedican con diligencia al gran trabajo y construyen un nido bastante grande. No son trabajadoras diestras y pulcras, sino que se limitan a rellenar el hueco con paja y otros materiales livianos, revistiendo el nido de plumas y pelo de caballo. En este lecho suave pero desordenado, la hembra pone desde cinco hasta siete huevos de un blanco puro. Todas las especies que en cualquier momento están expuestas a convertirse en víctimas de las aves de rapiña, deben estar muy agradecidas a esta Golondrina, pues es el más vigilante centinela que poseen. Cuando el apurado Halcón está aún lejos y las otras aves no sospechan su proximidad, las Golondrinas se elevan con rapidez en el cielo, con un vuelo rápido y salvaje para anunciar las malas noticias con aturdidos chillidos. La alarma cunde rápida como la luz por las

tribus aladas que en todas partes están en asustada conmoción, amontonándose en el pasto, sumergiéndose en las espesuras o elevándose en el aire para escapar volando. A mentido he pensado en esto, desde que esta avecita veloz y que se remonta con rapidez es la menos indicada para presa de un ave de rapiña. Posee otro hábito que resulta muy grato a cualquier madrugador. Al primer indicio del alba y antes que cualquier otra ave rompa el silencio de la noche, grandes cantidades de estas Golondrinas, como si obedecieran las indicaciones de un líder, comienzan a cantar y gorjear mientras se elevan en el cielo tranquilo y oscuro. Sus notas, en estos momentos, difieren de los apurados gorjeos que emiten durante el día, siendo más suaves y prolongados, y como suenan a gran altura en el cielo y parten de tantas gargantas, el concierto posee un carácter encantador, estando en armonía con la sombría media luz de la madrugada.

GOLONDRINA BARRANQUERA Attícora cyanoleuca Arriba azul lustroso oscuro; cañones y plumas de la cola negros; mejillas y superficie inferior blanco puro; costados del cuello color azul que desciende en medias lunas a los lados del pecho; largo 12 centímetros. Esta diminuta especie de plumaje oscuro, es la más pequeña de nuestros Hirundínidos. Aparece en Buenos Aires a principios de septiembre, llegando antes que las cuatro especies descriptas en primer término, pero siendo precedida por la Golondrina común de cejas blancas. Son aves barranqueras, que anidan en huecos y madrigueras abandonadas, pues ellas nunca cavan en la tierra. En consecuencia no se las ve mucho alrededor de las habitaciones humanas. A veces encuentran los huecos para anidar en los barrancos de los arroyos o, en distritos cultivados, en los lados de las zanjas y aun en las pendientes de los pozos. Pero si sólo estos sitios fueran convenientes para depositar sus huevo, no seria, como es en realidad, una de las especies más comunes. pues en las pampas llanas la mayoría de los cursos de agua tienen bordes pantanosos o, a lo sumo, barrancas bajas y con suaves declives. Pero los hábitos cavadores de otros dos animales -la Vizcacha (Lagostomus maximus) el gran roedor común de las pampas, y la curiosa avecita llamada Minera (Geositta cunicularia)- han provisto por doquier a las Golondrinas de abundantes sitios de cría en las llanuras, aun en los lugares en donde no hay arroyos u otras irregularidades en la lisa superficie del suelo.

La Minera cava su agujero a los lados de la gran cueva de la Vizcacha y, en este hueco dentro de otro hueco, la Golondrina pone sus huevos y cría sus pichones, siendo huésped de la Vizcacha de la que depende tanto como la Tacuara y la Golondrina doméstica dependen del Hombre, de modo que, cuando en primavera, esta especie regresa a las llanuras, las vemos en las poblaciones de las Vizcachas. Allí viven y pasan el día jugando alrededor de las cuevas, del mismo modo que la Golondrina de cejas blancas lo hace alrededor de nuestras casas. Para un extranjero en las pampas, una de estas poblaciones con sus incongruentes aves y habitantes mamíferos, debe resultar un espectáculo curioso al anochecer. Antes de la puesta del sol, las grandes Vizcachas machos se sientan gravemente a la entrada de su gran madriguera, alrededor de la cual se ve siempre correr, por el espacio vacío que la rodea, una o dos parejas de Mineras, sus pequeños y pardos inquilinos alados. A intervalos se paran a descansar, moviendo con lentitud sus colas arriba y abajo, emitiendo a veces su agudo grito parecido a una risa. A menudo, una pareja de Lechucitas de las vizcacheras vive también en la población, ocupando una de las cuevas más pequeñas que está fuera de uso. Alrededor de ellas revolotean media docena de Golondrinas, que parecen polillas crepusculares con largas alas negras. Sin embargo no es una familia muy feliz, pues las Lechuzas siempre sisean y hacen chasquidos si la Vizcacha se acerca mucho, mientras que las Golondrinas nunca se reconcilian con las Lechuzas, sino que se mueven sin cesar a su alrededor, protestando por su presencia con notas largas y quejumbrosas. El nido está hecho con pasto seco revestido con plumas y se halla ubicado en el extremo de la larga cueva derecha y cilíndrica. Contiene cinco o seis huevos blancos y puntiagudos. Nunca he visto que estas aves peleen con las Mineras para tomar posesión de las cuevas, pues estas industriosas avecitas se construyen una nueva cada primavera, de modo que siempre hay casas suficientes para las Golondrinas. Después que los pichones han volado , se amontonan todos juntos en las malezas o en la cima de un cardo, y los padres continúan alimentándolos durante varios días. La Golondrina barranquera de pecho blanco es inferior a otras especies en tamaño esplendor del plumaje y en lenguaje. Su único canto es una sola nota débil y trémula, muy prolongada, que el ave repite con mucha frecuencia mientras vuela. Su voz tiene un sonido triste y monótono, y hasta en los momentos en que está

muy excitada y alarmada, como en los casos en que se acerca un zorro o un halcón, sus notas no son ni mas fuertes ni más penetrantes. Cuando vuelan, planean muy pegadas a tierra, y con frecuencia se posan a descansar en el suelo, lo que es contrario a la costumbre de las otras Golondrinas. Como otras especies de esta familia, posee el hábito de volar de acá para allá delante del caballo de los viajeros, a fin de cazar las polillas crepusculares que se alzan del pasto. Una persona que cabalga en las pampas, tiene por lo general un cierto número de Golondrinas que vuelan a su alrededor. A menudo he pensado que había más de cien delante de mi caballo, pero es imposible contarlas debido a la rapidez de sus movimientos. Con frecuencia he notado que me seguían individuos de las cuatro especies más comunes; pero luego de la puesta del sol, cuando las otras especies han olvidado las herbosas llanuras abiertas por el abrigo de árboles y casas, la diminuta Golondrina de pecho blanco continúa ofreciendo su compañía al viajero. En estos momentos, como se deslizan en la oscuridad del anochecer, conversando entre sí en tonos bajos y trémulos, tienen una apariencia particularmente tristona semejando, en las grandes llanuras, pequeños vagabundos sin hogar. Cuando se acerca la época de emigrar, comienzan a congregarse en grupos no muy grandes, aunque a veces se ven hasta cien o doscientos individuos juntos. Estos grupos pasan la mayor parte del tiempo posados juntos en malezas, árboles bajos, cercas u otros sitios de escasa altura. Prestan poca atención a cualquier persona que se aproxime y parecen preocupadas o agobiadas por algún inconveniente que no tiene origen visible. La época que precede a la partida de las Golondrinas es, en realidad, de gran interés para el observador de la naturaleza. Las aves, en muchos casos, parecen olvidar la unión de los sexos y sus cantos y recreaciones aéreas. Comienzan a sentir las advertencias de ese maravilloso instinto que las empuja de aquí y que no es todavía un impulso irresistible, sino un sentimiento vago de inquietud. Pero su influencia se manifiesta en su lenguaje y gestos, el modo salvaje de volar y sus intervalos indiferentes. La pequeña Golondrina de pecho blanco desaparece inmediatamente después que la Golondrina negra doméstica. Muchas rezagadas se siguen viendo después de la partida del grupo principal, pero la migración de esta especie es muy regular y antes de mediados de marzo no queda ninguna.

CARDENAL AZUL Stephanophorus leucocephalus Azul oscuro uniforme; casquete blanco plateado con una pequeña costra carmesí arriba de la frente; largo 17,5 centímetros. Hembra menos brillante. Esta hermosa ave es una de las tres especies de Tangara (o Tangará) que se extienden, al Sud, hasta Buenos Aires. Las Taugaras, sin embargo, son una familia numerosa (Tanágridos) que comprenden alrededor de cuatrocientas especies, la mayoría de las cuales se ve restringida a las regiones boscosas de Centro y Sud América, comprendidas entre los trópicos. Constituyen una familia americana cercanamente relacionada con los Fringílidos. Esta relación es tan íntima, por lo menos en uno de los géneros, que resulta difícil a los naturalistas ubicaría en su verdadero lugar es decir, en la familia de los Fringílidos o en la de los Tanágridos. En forma y tamaño se asemejan bastante a los Pinzones europeos, pudiéndose decir de la mayoría que es tan grande como el Pinzón amarillo o el de los cereales. Pero en el colorido difieren mucho de sus parientes -por lo menos de la familia de la cual suponemos que proviene. Hay muchos Fringílidos de colores brillantes, pero salvo unas pocas excepciones, no igualan en este respecto a los Tanágridos. Otra diferencia consiste en que, aunque poseen una vestimenta más brillante, son menos musicales. No han olvidado del todo que son aves cantoras: en cierto modo", todos cantan, pero es raro encontrar una especie que tenga un canto que sea comparable, en belleza, al de los mejores cantores de la familia de los Fringílidos. Azara dio a los Tangaras el nombre genérico de Lindos, llamando a esta especie "Lindo azul cabeza blanca". Todo el plumaje es de un color azul oscuro muy hermoso, con excepción de un casquete de plumas blanco plateado en la cabeza y una mancha carmesí en la frente, que semeja una gota de sangre. En Buenos Aires es un ave estival. Aparece en 'primavera en los montes que bordean el Río de la Plata y por lo general se lo ve solo o en pareja. Construyen el nido en un árbol a tres o cuatro metros del suelo; es poco profundo y está revestido de pasto seco y suave. La hembra pone cuatro huevos blancos salpicados de rojo oscuro. Durante la incubación, el macho se agacha escondiéndose en el espeso follaje cercano, divirtiéndose con su canto. Su hazaña consiste en parlotear notas inconexas, emitidas en un tono tan bajo que le hace a uno suponer que está tratando de recordar alguna melodía que ha

olvidado, o empeñado en construir una nueva, lanzando al azar gran variedad de sonidos Sin embargo, nunca sale de este estado poco satisfactorio y sólo debe ser admirado por su hermoso colorido. La segunda de las tres especies que conozco es el Frutero azulejo, Tanagra sayaca, cuyo entero plumaje es de un pálido azul glauco. Unas pocas de estas aves emigran hacia el sur hasta Buenos Aires, y se las ve en pequeños grupos de cuatro o cinco en los montes de las orillas del Plata. A modo de canto el macho emite una serie de agudos chillidos. La tercera especie es el Naranjero azul y amarillo, Tanagra bonariensis. El plumaje es de un rico azul en la parte superior y amarillo brillante abajo. La hembra es verde oliva arriba y color ante abajo. También esta especie visita Buenos Aires en pequeños números en primavera (octubre). Ambos sexos tienen un reclamo largo y agudo. El macho posee un canto compuesto de una sucesión de sonidos como los balidos de un cabrito. Hay once especies más de Tangaras en Argentina y todas ellas están confinadas a la parte norte del territorio.

REINA MORA CHICA O AZULEJO Guiraca glaucocaerulea Azul glauco uniforme; alas y cola negruzcas con las plumas ribeteadas de azul claro; largo 14 centímetros. En Argentina, los Fringílidos ascienden, más o menos, a cincuenta especies. La mayoría pertenece a formas peculiares del Nuevo mundo, siendo la principal excepción el género Chrysomitris que tiene, tal vez, el mayor alcance entre los Fringílidos. Por mis observaciones personales, yo sólo puedo hablar de quince especies. El Azulejo era, para mí, un ave rara cuyos sólido pico y rico plumaje azul le dan una apariencia en extremo interesante. Tengo poco que decir relativo a sus costumbres pues es en esencia, un ave de los bosques silvestres, acercándose rara vez a la morada del hombre y como es, sobre todo, de disposición tímida, resulta difícil observarla aun en sus dominios. Es migratorio; por lo general se lo ve solo, en pareja o bien en grupos de cuatro o cinco individuos. El macho canta, pero su actuación es una mera melodía confusa de notas parloteadas, emitidas en un tono tan bajo, que apenas pueden oírse a unos doce metros de distancia.

Otra especie de Guraca, La Reina mora, G. Cyanea, se encuentra en la provincia norteña de Catamarca.

CORBATITA Spermophila caerulescens Arriba marrón humo pálido; frente y preorbitales negros; abajo: parte superior de la garganta negra con una raya blanca a cada lado; parte anterior del cuello blanca; ancha faja negra a través del pecho; abdomen y cobijas inferiores de las alas blancas; largo 12 centímetros. Hembra, marrón oliva pálido; abajo más claro teñido de ocre. Esta especie es un visitante estival de Buenos Aires. Es uno de los últimos en llegar y de los primeros en partir. Siempre abundan más en las plantaciones, prefiriendo los durazneros, pero no se asocian en bandadas. Son en extremo rápidos y activos, desbordando vida y energía. Sus notas y movimientos impetuosos le sugieren a uno que siempre está en un estado de violenta excitación. El macho tiene un fuerte chirrido que alarma. Posee también un canto compuesto de ocho o diez notas emitidas con tal vehemencia y rapidez que se atropellan unas con otras y suena más como alarido que como canto. No hay arquitecto más inteligente que esta especie y mientras muchos otros pájaros trabajan laboriosamente para mostrar como un avecita puede levantar una mansión de astillas tan firme, el Corbatita ha resuelto con éxito el problema de construir el nido más perfecto con la menor cantidad posible de materiales y que, al mismo tiempo, sea liviano, resistente y simétrico. Es una pequeña estructura en forma de copa, suspendida como si fuera una hamaca y de modo muy inteligente, de dos delgadas ramas derechas a las que se halla bien atado con pelos y lazos finos. Esta hecho de raíces delgadas, fibrosas de color pálido, entretejidas con ingenio, siendo a veces reemplazadas por crin de caballo rojizo o de colores claros. Se emplea tan poco material, que una persona parada debajo de un árbol, puede contar con facilidad los huevos a través del fondo del nido. Su aparente fragilidad es, sin embargo, su mejor protección contra los rapaces ojos de las aves y mamíferos que hacen su presa en los huevos y pichones de las avecitas, pues resulta difícil descubrir esta ligera construcción a través de la cual el sol y la lluvia pasan con tanta libertad. Este nidito en forma de canasta es tan liviano que puede colocarse en la mano abierta y ser quitado de ahí soplando, como si fuera paja; pero al mismo tiempo es tan resistente, que un

hombre puede colgarse de él, sin romperlo. Pone tres huevos blancos, salpicados de negro, aunque a veces manchas castaño azuladas se mezclan con las negras. En Argentina se encuentran otras dos especies de Spermophila-S. palustris y S. melanocephala.

CARDENAL Paroaria cucullata Arriba gris claro; alas y cola gris oscuro; cabeza, cresta y garganta escarlata brillante, extendiéndose el escarlata hacia abajo hasta el pecho; abajo blanco puro; largo 20 centímetros. Esta bien conocida especie es, tal vez, la más hermosa de las que posee Argentina. El plumaje superior es en su totalidad gris claro, la superficie inferior blanco puro, pero su gloria principal es su cresta la que, con la parte anterior de la cabeza y garganta, es del más vivo escarlata. El canto tiene poca variedad pero es remarcablemente fuerte ese tono que la mayoría de la gente admira en sus enjaulados preferidos, tal vez porque al que escucha le parece que el cantor está contento de ser prisionero. Como pájaro de jaula, este Fringílido goza de extraordinaria popularidad. Cualquier extraño en Buenos Aires, viendo el gran número que exponen a la venta los comerciantes de aves en los mercados de esta ciudad, debe pensar que un Cardenal en una jaula es considerado parte necesaria del menaje de todas las casas del país. Tal gran provisión de aves enjauladas proviene del sud del Brasil, Paraguay y la parte noroeste del territorio argentino, en donde los Cardenales son más abundantes y se reúnen en grandes bandadas. Por lo general no se los caza con trampas, sino que se los toma del nido mientras son pichones; debido a esto es que, la mayoría de las aves, cuando se las expone a la venta por primera vez, tienen un plumaje imperfecto. El Cardenal, en estado salvaje, se encuentra hacia el Sud, hasta en la provincia de Buenos Aires, en donde escasea. Anida a fines de octubre; construye un nido poco profundo hecho de ramitas, zarcillos de vides y crin de caballo. Pone cuatro huevos color blanco o teñido de marrón pálido o verduzco, salpicados con marrón en forma más densa en el extremo más grande. El Cardenal sin copete, P. capitata, común en Bolivia y Paraguay, también se encuentra en el norte de Argentina.

MONTERITA Donacospiza albifrons Arriba gris amarillento con la espalda rayada de negro; cobijas más pequeñas de las alas gris claro; cobijas más grandes y barbas negras; cabeza como la espalda; mejillas grisáceas; raya del ojo y superficie inferior color ante; largo 15 centímetros. El cuerpo delgado, el gran largo de la cola y el tono del plumaje, semejante al de la vegetación seca y marchita, llevan con facilidad a confundir este Fringílido con un Synallaxis, en los sitios en donde estas aves abundan. Las encontré en los montes pantanosos y lechos de cañas de las orillas del Plata, pero es un ave tímida y rara en Buenos Aires. La seguí, esperando oírle emitir un canto o alguna nota melodiosa, pero sólo tiene un pequeño pudo. Sin embargo, como el conocimiento que de ella tengo es tan escaso, no estoy en condiciones de decir si es el miembro silencioso de una familia con voz.

SIETE VESTIDOS Poospiza nigrorufa Arriba negro con un ligero tinte oliva; raya del ojo de un pálido amarillo paja; dos plumas externas de cada lado de la cola terminadas de blanco; abajo castaño vivo; cobijas inferiores da la cola color pálido; largo 4,5 centímetros. Hembra: arriba no tan oscura como en el macho; abajo color ante pálido rayado de negro. Este pequeño cantor de voz dulce, aparece en Buenos Aires a fines de septiembre. Es común en los campos, abundando en los arbustos y árboles dispersos. Por el rojo vivo del pecho y oscuro plumaje de la parte superior, tiene alguna semejanza con el Petirrojo inglés sólo que tiene una línea amarillo paja muy visible arriba del ojo. También su voz, en dulzura y pureza de tono, se parece a la del Petirrojo pero el canto, compuesto de seis notas invariables, es emitido a cortos intervalos de una manera deliberada y seria, resultando monótono. Nunca se ven más de dos aves juntas. Se alimentan en el suelo, en sitios húmedos. El macho, con frecuencia, busca una percha para cantar. Hacen el nido en el suelo, o bien en un arbusto cerca de la tierra. Los huevos son de color azulado pálido manchados, de modo irregular, con negro o marrón muy oscuro, y en algunos casos oscurecidos con un gris claro. En Argentina se encuentran seis especies más de Poospiza, hallándose todas ellas en las regiones del norte.

El nombre general inglés de Fringílidos canoros (Warbling Finches), fue ideado, para este grupo, por el ya desaparecido doctor P. L. Sclater y, aunque yo lo mantengo aquí, no estoy muy convencido de que sea el más apropiado. Sólo conocemos el canto de una de las siete especies argentinas -el Siete vestidos- y su canto no es exactamente un gorjeo en el sentido en que usamos la palabra al referirnos a la hazaña del Cerrojo de jardín, la Alondra, el Reyezuelo del sauce y otras especies europeas.

YAL Phrygilus fruticeti Gris con diminutas marcas negras en la cabeza y cuello y rayas más anchas en la espalda; cobijas mayores y alas negras con una banda blanca a través de las cobijas; cola negra; abajo: garganta y parte superior del pecho negros, débilmente salpicados de gris; parte baja del pecho y vientre grises con unas pocas pintas negras; pico amarillo; patas color carne; largo unos 18 centímetros. Hembra gris oscuro sin la garganta y el pecho negros. Este Fringílido es común en las cuestas orientales de los Andes, llegando al norte, hasta Perú. También se encuentra en el distrito de Mendoza y a través de la Patagonia. Abunda mucho en el Río Negro, en especial en las inmediaciones de las poblaciones del Carmen (Carmen de Patagones), pues como el Chingolo y otras especies de Fringílidos, es afectado beneficiosamente por los cultivos. Aunque no posee tonos brillantes, es un ave muy bella, armoniosa, de forma elegante, de movimientos vivaces y graciosos. Cuando se le acercan emite una serie de sonidos bajos parecidos a un tic-tac y, a intervalos, un chillido largo y peculiar. El canto del macho es muy agradable, pareciéndose mucho al de la Cachila (Anthus correndera). Por lo general se posa en una ramita cerca del suelo; a intervalos vuela a una altura de diez o veinte metros y emite su canto mientras planea con lentitud hacia abajo, con las alas deprimidas y la cola abierta. Canta durante todo el año. Cuando el tiempo es claro, se la oye todo el día, pero en los días fríos, nublados o húmedos sólo se la escucha después de la puesta del sol, cuando se retira a descansar. En la época de calor vive en parejas; en Otoño se une en bandadas de doscientos o trescientos individuos y tienen un vuelo fuerte y ondulado. En Argentina hay cinco especies más de Phrygilus.

CARDENAL AMARILLO Gubernatrix cristatella Arriba verde oliva claro, con la espalda marcada con unas pocas rayas negras; cuatro plumas del medio de la cola negras ribeteadas de oliva; todas las otras amarillo brillante con extremo oliva; superciliares y parte baja de la cabeza amarillo brillante; corona, cresta y garganta negro aterciopelado, extendiéndose el color negro hasta el pecho; abajo amarillo con una tonalidad verde olivo en el pecho y los costados; largo 20 centímetros. Hembra de colores menos brillantes, con blanco en la cabeza en los sitios donde el macho es amarillo; pecho gris. El Cardenal amarillo es uno de los Fringílidos argentinos más hermosos. Es un ave vivaz y graciosa, encantadora con su traje amarillo y negro, y con una voz fuerte y musical. Por desgracia, estas cualidades han hecho de él uno de los favoritos para estar enjaulados. Los pichones son muy buscados en las florestas del norte de Argentina y Paraguay, y sacados del nido para ser educados con destreza. En Buenos Aires es algo raro. Es un visitante estival llegando en parejas o pequeñas bandadas. Su canto se compone de cuatro o cinco notas de gran poder y dulzura.

DIUCA Diuca minor Gris claro; cabeza, cuello y espalda débilmente lavados de marrón; alas negruzcas con las plumas ribeteadas de gris; plumas de la cola negras salpicadas de blanco en las barbas internas; abajo blanco con la parte superior del pecho gris; un parche castaño vivo en los flancos; largo 16 centímetros. Hembra similar pero menos brillante. Este pequeño Fringílido gris y blanco, es común en el lado chileno de los Andes, a través de Patagonia y también en Mendoza. Es un ave armoniosa, vivaz, sociable y juguetona. En otoño e invierno se reúne en bandadas de cincuenta a trescientos o cuatrocientos individuos. De vuelo ligero, mientras vuela le encanta perseguir a sus compañeros y trabarse en una lucha aparente. El canto del macho es muy agradable; la voz tiene más profundidad y melodía de la que es común en los pequeños Fringílidos cantores los que, por lo general, poseen notas finas, agudas y trémulas. En verano comienzan a cantar muy temprano, aun antes que sea visible la más leve indicación de la llegada del día. En esta hora silenciosa y

oscura, el canto puede oírse a gran distancia Y suena maravillosamente dulce e impresionante. Durante la época de frío, cuando viven en grupos, el momento de cantar es al atardecer. Las aves están reunidas en algún árbol o arbusto de espeso follaje al que han elegido como sitio de descanso invernal. Este canto de los atardeceres de invierno es un gorjeo apurado, emitido de modo distinto a la nota serena del macho que se oye en las mañanas estivales. Poco después de la puesta del sol la bandada irrumpe en un concierto que dura vanos minutos, cuya intensidad disminuye y aumenta en forma alternada y durante el cual resulta casi imposible distinguir las notas de los individuos. Luego sigue un intervalo de silencio, después del cual el canto se reanuda de pronto, terminando también de una manera súbita. Por una hora después de la puesta del sol y cuando todos los demás cantantes tardíos, como el Mimus, hace rato que se han callado, este espasmódico canto caprichoso continúa. Cercanos a una casa del Río Negro en donde pasé varios meses, había tres grandes chañares en los que una multitud de Diucas acostumbraba descansar y nunca dejaron de cantar al atardecer, por más frío y lluvioso que el tiempo estuviese. Eran tan amantes de esta encantadora costumbre que cuando me aproximaba a los arbustos o permanecía directamente debajo de ellos, la alarma causada por mi presencia interrumpía la exhibición sólo por unos pocos minutos, y reanudaban enseguida su canto de nuevo, mientras se perseguían sin cesar entre el follaje, a menudo a medio metro de mi cabeza. Darwin dice que los huevos son puntiagudos, ovalados, de un verde sucio pálido, muy salpicados de marrón sucio claro. Estas manchas se unen y forman un solo color en el extremo más ancho.

CHINGOLO Zonotrichia pileata Arriba gris parduzco rayado de marrón negruzco; una raya blanca va del ojo a la nuca; entre la raya y el gris de la corona, negro; estrecho anillo castaño alrededor del cuello ensanchándose en un gran parche a los lados del pecho, este parche está bordeado de negro en su parte inferior; abajo blanco ceniciento; largo 14 centímetros. Hembra de color más oscuro y un poco más pequeña. El Chingolo es similar al Gorrión común, familiar y favorito de una gran porción del continente sudamericano. Darwin dice que "prefieren los lugares poblados, pero que no han alcanzado el grado de domesticidad del Gorrión inglés, al que se asemeja en hábitos y apariencia general". Como se cría en los campos, tampoco es

muy confiado con 4 hombre, pero su aspecto es como una copia refinada del corpulento Gorrión inglés. Tiene un tinte más delicado, siendo la garganta castaña en lugar de negra; la cabeza más pequeña y mejor proporcionada, con la distinción de una cresta que baja y eleva en todos los ángulos, para expresar los distintos sentimientos que afectan su ocupada cabecita. El Chingolo se ve rara vez en las desiertas pampas sin árboles; pero en dondequiera que el hombre construye una casa y planta un árbol, aparece enseguida a ofrecerle compañía; mientras que en los distritos cultivados y muy poblados, es abundante en exceso. En los campos y plantaciones de los alrededores de Buenos Aires forman verdaderos enjambres. Estrictamente hablando no son gregarios, pero en donde hay alimento que los atraiga, o un seto que los abriga en un día frío y ventoso se los ve con frecuencia congregar de a cientos en un lugar. Sin embargo, cuando se los molesta, estas bandadas accidentales se rompen de inmediato y las aves se dispersan en diferentes direcciones. El Chingolo es un cantor constante. Su canto comienza con el alba, en primavera, y continúa hasta el atardecer. Es muy corto; está compuesto de un preludio chirriado formado de cuatro notas largas, tres emitidas con una voz fina y delgada y la última es un gorjeo. Repiten este canto a breves intervalos, mientras el ave permanece inmóvil posada en el disco de una flor de cardo, la cima de una caña u otra elevación. En las claras mañanas primaverales, en los sitios en que los Chingolos abundan, todo el aire está lleno con su delicada melodía. Lo que sí, uno debe hacer una pausa y escuchar antes de llegar a enterarse de que dicha melodía existe, pues de otra manera no se notará debido a su carácter delicado y etéreo, ya que las numerosas notas no se mezclan sino que flotan como si en realidad fueran, sueltas y desimanadas, meros artificios sutiles de sonidos que impresionan los sentidos de una manera muy débil. Durante la noche cantan también con frecuencia y en estos momentos, oscuros y silenciosos, su pequeña melodía suena extrañamente dulce y expresiva. Los Chingolos se aparean a fines de septiembre. En esta época sus batallas son frecuentes pues son muy belicosos. Hacen el nido bajo un cardo o una mata de pasto en una depresión del suelo, de tal manera que el tope del nido está a un mismo nivel con la superficie de la tierra. El nido, en su mayor parte, se halla hecho y revestido de crines de caballo. Pone cuatro o cinco huevos azul pálido y muy salpicados de marrón sucio. A veces, aunque no con mucha frecuencia, se

encuentra un nido en un arbusto o poste, algunos metros del suelo. Crían dos nidadas por estación: la primera es en octubre, la segunda, en febrero o marzo. Yo he conocido aves que anidaron en abril o mayo y estos nidos tan tardíos escaparon al castigo de los huevos parásitos. Cuando alguien se acerca al nido, el Chingolo no emite ningún sonido, sino que se agacha en muda ansiedad, con la cola extendida y las alas caídas. En Argentina hay tres especies más de los encantadores Chingolos: Zonotnchia . Una de ellas, el Chingolo patagónico, Z. canicapilla, encontré que abunda mucho en Bahía Blanca y en el Río Negro. En apariencia y hábitos no se los distingue del Chingolo, pero se diferencia ligeramente en el canto, que no posee el trino final.

JUAN CHIVIRO DE LAS PATAS Embernagra platensis Arriba gris oliva oscuro rayado de negruzco; alas de un sedoso verde oliva con las barbas internas de las plumas negras; combas de las alas amarillas; plumas de la cola verde oliva oscuro; abajo gris, vientre color ante; pico rojo brillante; largo 22 centímetros. En ambos sexos, el plumaje de este Fringílido es semejante. Arriba es de un verde oliva oscuro, abajo, gris, siendo el pico de un delicado rojo brillante. En Argentina esta ave es más común en las florestas litorales a lo largo del Plata pero se extiende, hacia el sud, hasta el Río Negro, en Patagonia. No emigra ni se reúne en bandadas Los sexos son fieles, el macho y la hembra están siempre juntos y parecen ser muy afectos a la mutua compañía. Tienen un chillido o grito fuerte, agudo y alarmante, que sale del ave con la misma rapidez con que lo hace el estornudo de un hombre. Posee también un canto confuso y poco melodioso, que siempre me recuerda al de un Gallipavo por su apuro, vehemencia y sonido peculiar. No son tímidos, pero cuando alguien se les aproxima se agachan moviendo sus colas y emitiendo fuertes chillidos como si estuvieran muy excitados. Su vuelo es muy curioso: el ave sube de pronto con la cola derecha, las largas patas colgando como las de una Gallineta y avanza con una serie de movimientos irregulares, abriendo y cerrando las alas con violencia. Anida en el suelo, bajo el pasto, escondiendo su nido tan bien que dudo de que el parásito Molothrus (Tordo o Renegrido) lo encuentre alguna vez. Nunca he visto que los pichones del Molothrus lo siguieran pidiéndole alimento.

Por lo general las avecitas comedoras de semillas se ven beneficiadas con la presencia del hombre. Es debido a esto que nuestro Zonotrichia común y otros Fringílidos se han vuelto en exceso numerosos en los distritos más densamente poblados. Sin embargo, con el Juan Chiviro de las pajas ha pasado justo lo contrario. Desde que conozco a esta especie, ha ido desapareciendo de muchas localidades en las que antes abundaba. El nombre que Azara da a esta especie, Habiá de Bañado, significa que es un ave de los pantanos, pero aunque ahora se la encuentra principalmente en lugares pantanosos, antes fue bastante común en toda la región de las pampas, antes que las grandes llanuras fueran pobladas por europeos. La naturaleza ha protegido mal a esta ave contra las especies rapaces, pues tiene un pico rojo muy visible, el hábito de posarse en las plantas altas y otras elevaciones, una voz fuerte e impetuosa que atrae la atención y el vuelo débil y excéntrico que invita a la persecución. Es esencial para su seguridad que, en los campos abiertos que frecuenta, tenga una densa capa de pasto en la cual se pueda sumergir a la menor señal de alarma. Pero en los sitios en donde se introdujo el ganado, los pastos originarios de las pampas que reunían las condiciones necesarias desaparecieron, dando lugar a los suaves y perecederos pastos, tréboles y cardos europeos. En los lugares en que tuvieron lugar estos cambios, el ave no pudo escapar a sus enemigos y pronto desapareció, mientras que muchas especies de los Dendrocolaptinae, que habitan las mismas regiones, se han salvado por su protector colorido poco llamativo, sus agudos cuerpos en forma de cuña y rápidos movimientos por el suelo, parecidos a los de un ratón. En los lugares pantanosos de las pampas, en los que abundan largos pastos acuáticos y lechos de cañas, el Juan Chiviro de las pajas aún subsiste; pero de su antiguo habitat en las abiertas llanuras herbosas, en donde una vez abundó, ha desaparecido por completo.

CAPITULO 3 Cabecita negra Jilguero Misto Renegrido Errores e imperfecciones del instinto reproductor. Ventajas que posee sobre sus víctimas. Diversidad de colores en los huevos. Costumbres del pichón. Conjeturas sobre el origen del instinto parasitario.

CABECITA NEGRA Chrysomitns icterica Arriba verde oliva claro; alas negras con una ancha banda amarillo claro a través de la base de las plumas, rabadilla amarilla; cobijas superiores de la cola verde oliva; plumas de la cola amarillas en la base y negras en el extremo; cabeza y garganta negro aterciopelado; abajo y cobijas inferiores de las alas

amarillo claro; largo 12,5 centímetros. Hembra sin la cabeza negra. Este hermoso y pequeño Fringílido de plumaje dorado es Común a todo lo largo del territorio argentino, desde Brasil a Patagonia. El macho se distingue de su consorte por su color amarillo más brillante y la cabeza negra. En el distrito de Buenos Aires es probable que tenga una migración parcial, pues se ven llegar pequeñas bandadas en primavera; pero más al sud, en Patagonia, parece ser estrictamente sedentario. Siempre abunda más en los distritos poblados que en los bosques. Tienen una predilección especial por las alamedas y siempre buscan un álamo para anidar. Andan en pequeñas bandadas de apenas mas de doce individuos. Poseen un vuelo rápido y ondulado. Se alimentan por lo general en el suelo, como la mayoría de los Fringílidos. A menudo, en la época de la generación, se posan en plantas como la lechuga y el Sonchus asper (una maleza común) y, colgando del tallo, arrancan con destreza la semilla, diseminando a su alrededor la pelusa en una nubecita. Son muy armoniosos, inquietos, de movimientos rápidos y, en apariencia, están siempre de buen humor. Con frecuencia se los encierra en jaulas, pues son muy admirados por su canto y por cierto que por la alegría y constancia en el mismo ocupa el primer lugar entre los Fringílidos, pero posee poca expresión en su canción que está compuesta de una variedad de cortos gorjeos, emitidos con gran rapidez mientras el ave permanece posado en una ramita o revolotea de árbol en árbol. Por lo general las notas fluyen de una manera continua, pero a veces canta de un modo distinto, haciendo una pausa de dos o tres segundos de silencio después de cada ocho o diez notas cortas. Cuando la hembra se halla en el nido, el macho a veces se posa cerca de ella, entre las hojas y canta "sotto voce", en apariencia, para ella sola. Este murmullo es tan bajo, que apenas se oye a una distancia de diez metros. Acostumbran poner el nido en el ángulo formado por una pequeña rama y el tronco del árbol. Es una construcción profunda, bien hecha, fabricada de varios materiales y revestida de crin de caballo, plumón o plumas. Pone cinco huevos muy pequeños si se tiene en cuenta el tamaño del ave, de un blanco puro y tan frágiles, que resulta difícil sacarlos sin romperlos. Mientras están ocupados en la construcción emiten, sin cesar, un trino suave y bajo. Cuando alguien se aproxima al nido prorrumpen en largas notas algo agudas, semejantes a las del Canario, que expresan alarma y curiosidad.

Hay sólo otro Chrysomitris en Argentina, el Cabecita negra serrano, C. atrata, que se encuentra en Bolivia y el noroeste argentino, de cuyos hábitos y lenguaje no se ha dicho nada.

JILGUERO Sycalis pelzelni Arriba verde oliva amarillento; espalda con rayas negruzcas dispersas; plumas de las atas y cola negras, ribeteadas de amarillo; frente naranja vivo, siendo el resto de la cabeza como la espalda; abajo amarillo vivo; superficies internas de las alas y cola también amarillas largo 13,5 centímetros. Hembra gris amarronado oscuro moteado de negruzco en la parte superior; superficie inferior gris blancuzco rayado con marrón oscuro en el pecho; plumas de las alas y cola ribeteadas de amarillo. El Jilguero (Gorrión amarillo de las casas), como se llama a esta especie, es el ave de la ciudad de Buenos Aires, pero no se multiplica mucho ni es familiar al hombre, como sucede con su tosco, holliniento y alejado pariente londinense. La frente del macho es de un anaranjado vivo; el color predominante del plumaje, amarillo velado con otros matices. La hembra es gris manchado de negro claro siendo, en tamaño, menor que su compañero. Permanecen con nosotros durante todo el año, viven en parejas y ambos sexos son muy fieles. A veces se los ve asociados en pequeñas bandadas, pero estoy inclinado a creer que sólo los jóvenes no apareados son gregarios. En 1867-8, durante la epidemia del cólera en Buenos Aires, los jilgueros desaparecieron de la ciudad. El gerente de un gran molino harinero a vapor de la ciudad me dijo que no se habían ido, sino que habían muerto. Sus cadáveres se hallaron alrededor del molino, en donde estaban en gran número. Mi informante era un observador muy cuidadoso, de modo que no tengo la menor duda de que lo que me dijo era cierto. En primavera y verano el macho canta con frecuencia con gran energía, pero sin mucha melodía. Después de un apurado preludio de chillidos agudos y trinos, emite una corriente continua de sonidos, compuesta de innumerables notas breves, altas y penetrantes como los de un murciélago, hiriendo el oído con su excesiva agudeza y lanzados con tal rapidez, que todo el canto es más parecido al de una cigarra que al de un ave. Este penetrante torrente de sonidos es roto, a intervalos, por una nota larga y grave, o media docena de notas cortas y rápidas en un tono más bajo, lo que constituye un descanso agradable.

En las ciudades construyen los nidos en las paredes, como el Gorrión inglés; en el campo, siempre eligen para anidar, el nido en cúpula de algún Dendrocolaptinae. En algunos distritos en donde no he estado, es posible que esta ave elija otros sitios para anidar. Lo que mi experiencia me ha demostrado es que, fuera de la ciudad nunca pone huevos en ningún sitio que no sea un nido en forma de cúpula. En mi casa coloqué con frecuencia, para ellos, cajas en los árboles, pero no se daban por aludidos mientras que los Troglodítidos y las Golondrinas se mostraban encantados. A veces eligen la gran construcción del Anumbius acuticaudatus, llamado Leñatero en lengua vernácula. Pero su derecho a este nido (aun cuando los Leñateros no se encuentren en él), es disputado con frecuencia por otras especies que poseen el mismo hábito que esta ave y son más poderosas que ella. Sin embargo, su lugar de cría preferido es la sólida construcción de barro del Hornero. Resulta maravilloso ver de qué modo persistente y sistemático trabajan para echar a sus dueños legales, que son más grandes y poderosos que ellos. A principios de la primavera y antes de la llegada de la Golondrina de los hornos, la pareja de Jilgueros comienza a merodear por la vecindad del horno que han elegido para tomar posesión del mismo, que por lo general se halla a bastante altura en un árbol. A medida que la estación avanza su deseo por el nido aumenta, y toman posiciones en el mismo árbol en que aquél se encuentra. Al fin eligen, como lugar permanente de reposo, una rama cercana al horno, desde la cual se domina perfectamente la entrada. Aquí pasan la mayor parte del tiempo cantando, gorjeando y en afectuosos retozos, pero si se los observa con atención, se ve que están con los ojos fijos en la codiciada morada. A medida que la necesidad de un lugar para poner los huevos se vuelve más urgente, ellos se tornan más osados y, en ausencia de los dueños vuelan alrededor del horno, se posan en él y, a veces entran. Los Horneros aparecen para echarlos con gritos de indignación, pero apenas se alejan vuelven de nuevo y aun en los casos en que contiene huevos o pichones comienzan, sin ningún reparo, a llevar plumas, pajas y otros materiales para el nido, como si en realidad fueran los dueños indiscutidos. En estos momentos, a veces aparece la Golondrina de los hornos (Progne tapera) para complicar los asuntos. Aun en los casos en que las recién llegadas no pueden arrojar a los Horneros, están seguras de tomar su nido cuando lo abandonan y los Jilgueros, a pesar de haber sido los primeros en su pretensión, deben permanecer sin refugio para el

frío. Pero no aceptan su derrota con tranquilidad o, por lo menos, no saben cuándo han sido derrotados, pues siguen acosando a sus compañeras de piratería, del mismo modo que lo hacían con los Horneros, llevando pajas y plumas en sus picos. Cuando las Golondrinas de los hornos los obligan a tirarlas y los echan de la vecindad con gran furia y mucho ruido, regresan a los pocos minutos, sin atemorizarse, trayendo más pajas y plumas. Hace un nido bastante grande, prolijamente revestido de crin de caballo. Pone cinco largos huevos puntiagudos, con toda la superficie muy manchada de marrón chocolate oscuro. En los distritos rurales esta especie es, en Comparación, escasa no viéndose alrededor de cada habitación más de una o dos parejas. Creo que no sería muy arriesgado decir que hay cuatrocientos o quinientos Chingolos por cada Jilguero. Aunque es un avecita resistente, muy capaz de defenderse bien, se alimenta con el mismo alimento y pone el mismo número de huevos que el Zonotrichia. Además posee una gran ventaja sobre la especie dominante, pues ubica el nido fuera de los lugares buscados por el parásito Molothrus (Tordo renegrido), el destructor de más o menos el cincuenta por ciento de los huevos del Chingolo. Yo sólo puedo atribuir la gran disparidad en el número de ambas especies, en el hecho de que el jilguero anida, únicamente, en nidos que no se pueden tomar con facilidad cuando está fuera de la ciudad, y en el testarudo empecinamiento que lo lleva a perder todo el tiempo en estos vanos esfuerzos, mientras la otra especie cría su nidada. Esta es una equivocación del instinto comparable a la del de la Minera (Geositta cunicularia) mencionada por Darwin en "El viaje de un naturalista", según la cual el ave hace un hueco en una pared de barro, de pocas pulgadas de ancho. Al llegar al otro lado, se da vuelta y comienza otro agujero y luego otro, sin comprender que la pared no posee el espesor necesario. En un caso como en el del Jilguero, en que el color de los sexos difiere no poseyendo la hembra ninguno de los tonos vivos que tiene el macho, que hace un nido meticuloso y pone huevos muy Coloreados, resulta imposible no creer que, en un principio, lo construía en lugares expuestos y que, en consecuencia, tal vez en épocas muy recientes adquirió el hábito de hacerlo en huecos oscuros. La frecuente destrucción de los nidos expuestos, la abundancia de nidos en forma de cúpula abandonados en los que algunos individuos entraban, en ocasiones, para reproducirse, los condujo a la adquisición de esta costumbre de anidar, pues las

aves que la heredan tendrán una ventaja y estarán protegidas, mientras que las que insisten en el viejo hábito de construir nidos expuestos, morirán. Los nidos en forma de cúpula hechos por los Dendrocolaptinae son, aún ahora, muy abundantes, y es probable que, antes que el país fuera poblado por europeos, eran mucho más numerosos. Darwin, hablando del hábito del Hornero de ubicar siempre los hornos en los sitios más visibles y accesibles al hombre predice, y yo lo creo, que esta costumbre causará la extinción de la especie, pues cuando el país esté más densamente poblado, los muchachos buscadores de nidos los destruirán. Es probable que cuando los Horneros eran más abundantes, los Jilgueros pudieran encontrar siempre nidos vacantes para anidar, hasta que adquirieron el hábito de hacerlo, en forma casi exclusiva, en estas casas seguras y convenientes. La, en apariencia, estúpida persistencia de las aves en pelear para tomar posesión de las que ya están ocupadas por una especie más fuerte, sólo muestra que el hábito o instinto no ha sido modificado para adaptarse a un cambio en las condiciones: por ejemplo, un número menor de hornos junto a un aumento, tal vez, de otras especies más fuertes que poseen el mismo hábito. Pero mientras el instinto ha subsistido con mucha fuerza en las aves del campo, muchos individuos que se han adaptado a la vida de ciudad adquirieron la nueva costumbre de anidar en huecos en las paredes de ladrillos. Es posible que con el tiempo, esta raza de aves de ciudad colonice los distritos rurales y usurpen el lugar de las aves de campo que se verán colocadas en desventaja.

MISTO Sycalis luteola Arriba verde oliva claro manchado con rayas parduzcas; plumas de las alas y cola negruzcas; garganta y pecho color ante oscuro; parte baja del pecho y vientre amarillos; largo, 12,5 centímetros. Esta es un ave delgada y graciosa, de tamaño menor que el Canario, con todo el plumaje de la parte superior oliva amarillento con manchas pardas y la parte de abajo de un amarillo sucio. La hembra es un poco más pequeña que el macho y sus colores son algo más apagados. En la República Argentina esta especie es residente y gregaria. En Otoño, con frecuencia se reúne en bandadas de varios miles. No tiene una distribución tan mundial como el Chingolo. No son aves de los bosques, sino que frecuentan las

llanuras abiertas en donde abundan los cardos y otras hierbas toscas que los proveen de abrigo. Son en exceso numerosos en los distritos cultivados en los que su alimento es más abundante. Después que la cosecha ha sido recogida, frecuentan los campos en inmensas bandada;. Mientras comen, la bandada se disemina por una gran superficie, rompiéndose en pequeños grupos de una docena o más aves. En estos momentos se hallan tan ocupados en su alimentación, que una persona puede caminar entre ellos sin perturbarlos. Inician el vuelo de pronto, prorrumpiendo en mil notas chillonas y rezongonas, persiguiéndose en el aire y después de girar por el campo durante uno o dos minutos, se dejan caer de golpe en el pasto, quedándose silenciosos como antes. Comienzan a cantar en agosto. Aquí y allá en el campo, se oye a uno de ellos. Pero cuando el tiempo se vuelve más caluroso, se dirigen en gran número a las plantaciones, y posándose en las ramas, cantan en un concierto de innumerables voces, que produce un gran sonido confuso y que a menudo continúa, sin interrupción durante horas. De pronto, este agradable coro se deshace. Todas las aves se dispersan por los campos y llanuras para cortejar y anidar. Recién entonces se descubre que el macho posee un canto muy dulce y peculiar. Separado de sus compañeros adquiere una manera diferente de cantar; remontándose desde su posición en la cima de un arbusto o estaca e iniciando su canto en el momento en que deja el lugar en que se encontraba posado. Mientras asciende, emite una serie de largas notas melodiosas, que no son potentes, pero si distintas y que aumentan en volumen. A una altura de cincuenta o sesenta metros hace una pausa, las notas se tornan más bajas. Luego, al descender con gracioso vuelo, las alas extendidas e inmóviles, las notas también decaen volviéndose más lentas, dulces y solemnes, hasta que llega al suelo. Después de posarse continua cantando, tornándose las notas más largas, delgadas y claras, terminando por ser meros hilos de sonido y dejan de ser audibles salvo para una persona que se encuentre muy cerca del cantor. El canto es de carácter exclusivamente único. Su gran encanto reside en la disminución gradual de las notas algo gruesas al principio, a los tonos finos y trémulos con que el ave regresa a tierra y que cambia de nuevo en los sonidos excesivamente atenuados al final. El nido es profundo, bien construido y escondido. A veces descansa en el suelo, pero con frecuencia se alza sobre él. Contiene cinco largos huevos puntiagudos,

de color blanco o blanco azulado, muy manchados de marrón. A menudo he encontrado los huevos del Molothrus en este nido, pero nunca he podido ver a un Jilguero que alimentara o fuera seguido por un pichón de dicha especie. Es posible que si alguna vez incuba el huevo parásito, el pichón que de él sale muera de hambre, pues sus padres adoptivos alimentan a sus hijos con semillas y no con larvas.

RENEGRIDO Molothrus bonariensis Negro purpúreo brillante uniforme; pico y patas negros; largo 14 centímetros Hembra un poco más pequeña, plumaje de color ratón uniforme. Hemos llegado a una notable familia de Passeriformes: los Ictéridos, que comprenden los Oriolus de Norte y Sud América y los parásitos Molothrus. Son los Estorninos del Nuevo Mundo y parecen ser un ramal de éstos, del mismo modo que los Tangaras lo son de los Fringílidos. Pero los Tangaras y los Fringílidos coexisten en Sud América, mientras que el verdadero Estornino es desconocido en ese continente. Muchos de los Ictéridos, como el Estornino europeo, tienen un plumaje con lustre metálico y, en la mayoría de las especies hay algún color brillante -escarlata, púrpura, naranja y amarillo- Toda la familia comprende alrededor de ciento treinta, de los cuales quince o veinte se encuentran en Argentina. Entre éstos, hay tres especies del género Molothrus, las que describo acá. Estas tres en forma y fuertes picos cónicos se asemejan, exteriormente, a los Tanágrídos y Fringílidos más que a los Estúrnidos. Me familiaricé con todos ellos desde mi niñez, pasando gran parte del tiempo en observarlos de modo que descubrí algunos hechos interesantes relativos a sus singulares hábitos de cría por lo cual, en este volumen, le dedico una espacio más grande que a cualquier otro grupo. La especie aquí descripta, la más común en la Argentina austral, es el Tordo común de Azara. Por lo general los nativos la llaman Tordo o Pájaro negro, y los argentinos que hablan inglés la denominan Blackbird. Un nombre más conveniente es el de Boyero argentino que le ha sido dado por algunos ornitólogos; siendo Boyero el nombre vernáculo de su pariente cercano, Molothrus pecoris, que es una especie norteamericana. El Renegrido tiene una amplia distribución en Sud América siendo común a través de todo el territorio argentino, incluído Patagonia llegando, al sud, hasta

Chupat. En Buenos Aires es muy numeroso, especialmente en los distritos cultivados donde hay árboles. El macho está vestido con un lustroso plumaje de un púrpura violáceo oscuro, siendo las alas y cola de un verde metálico oscuro, pero visto a la distancia o en la sombra, el ave parece negra. La hembra es de tamaño más pequeño, tiene un plumaje color ratón sucio y pico y patas negras. Los machos son mucho más numerosos que las hembras. Azara dice que nueve de cada diez son machos, pero no estoy seguro de que la disparidad en el número sea tan grande como eso. Parece extraño y contrario a la regla general de la naturaleza, que los individuos más pequeños, tímidos y poco conspicuos estén en tal minoría; pero la razón es, tal vez, que los "huevos de los machos" de los Renegridos son de cáscara más dura que los "huevos de las hembras", escapando más a menudo a la destrucción, cuando la madre pone en práctica su desordenado y destructivo hábito de picotear agujeros en todos los huevos que encuentra en los nidos en que se introduce. Los Renegridos son más sociables que la mayoría de las especies. Sus bandadas no se rompen durante la época de la puesta, pues como son parásitos, la hembra sólo se separa para poner su huevo en cualquier nido que pueda encontrar, después de lo cual retorna a la bandada. Se alimentan en el suelo, donde, por sus movimientos y por la costumbre que tiene el macho de estirar el cuello cuando se lo molesta, se asemeja a los Estorninos. El macho posee también la curiosa costumbre de llevar la cola parada verticalmente mientras come. Siguen al ganado doméstico por los lugares en que pace y, con frecuencia, se pueden ver doce o más aves posadas en la espalda de una vaca o caballo. Cuando el animal está pastando, se amontonan cerca de su boca, como los pollos alrededor de la gallina cuando ésta escarba la tierra, listos a alzar los pequeños insectos que aparecen cuando el pasto es cortado muy a ras del suelo. En primavera, también siguen al arado, para levantar gusanos y larvas. El canto del macho, especialmente cuando hace el amor, va acompañado de gestos y movimientos algo parecidos a los de la Paloma doméstica. Se infla, batiendo el suelo con las alas mientras emite una serie de notas profundas, seguidas por otras fuertes y claras. A veces, durante el canto, alza el vuelo de pronto, se aleja de la hembra hasta una distancia de cincuenta metros y describe un amplio circulo a su alrededor, siempre cantando. El rústico objeto de esta corta pasión parece por completo indiferente a la curiosa y bonita exhibición. Sin embargo,

debe ser más impresionable que la mayoría de las hembras de otras aves, pues continúa diseminando sus huevos parásitos, que a menudo se pierden, durante cuatro meses cada año. Su canto consiste en una larga nota embarullada que expresa alarma o curiosidad y a veces conversa en un tono bajo, como si quisiera cantar. Al atardecer, cuando se congregan en un árbol para descansar, con frecuencia continúan cantando en conciertos hasta que es bastante oscuro. Cuando se los molesta de noche, los machos a menudo emiten su canto mientras alzan el vuelo. En los días lluviosos, cuando se ven obligados a permanecer al abrigo de los árboles, cantan juntos sin interrupción durante horas produciendo la combinación de las innumerables voces un sonido arremetedor parecido al de un ventarrón. A fines de verano se congregan en bandadas de decenas de miles de tal modo que, el terreno en que se alimentan, parece encarpetado de negro y los árboles en donde se posan parecen tener el follaje de ese color. En esos momentos uno se maravilla de que muchas pequeñas especies de las cuales son parásitos, no se extingan debido a su hábito pernicioso. En Buenos Aires, donde son más numerosos, tienen una migración que, sin embargo, es sólo parcial. Se nota principalmente durante el otoño, variando mucho en los distintos años. En algunas estaciones es muy marcada. Durante muchos días, en febrero y marzo, se ve a las aves viajando hacía el Norte, bandada tras bandada, pasando con un vuelo veloz, bajo y ondulante y produciendo, con las alas, un suave sonido musical. Este vuelo susurrante de los Renegridos viajeros es tan familiar a todos los conocedores de la naturaleza en Buenos Aires, como el silbido del viento o el distante mugido del ganado. Por muchas razones el instinto de procreación del Molothrus siempre me ha parecido tan importante, que le he prestado gran atención. Todos los hechos, o por lo menos los más salientes de entre ellos que yo reuní durante varios años de observación, me propongo anexarlos aquí, clasificados bajo diferentes encabezamientos a fin de evitar confusiones y facilitar a otros observadores el que, con una sola ojeada, puedan ver todo lo que aprendí. Aunque me familiaricé con esta especie desde mi infancia, cuando acostumbraba salir todos los días en busca de sus huevos desperdiciados en los caminos anchos y limpios de la plantación y sacarlos, por piedad, de los nidos de las avecitas en donde los encontraba, nunca dejé de pensar en su extraño instinto, de

carácter derrochador y destructivo, tan poco semejantes al de otras especies parásitas y que parece constituir una nota discordante en medio de la armonía general de la naturaleza. ERRORES E IMPERFECCIONES DEL INSTINTO REPRODUCTOR DEL MOLOTHRUS BONARIENSIS 1. - El Renegrido desperdicia con frecuencia sus huevos, dejándolos caer al suelo. 2. - A veces, pone también en viejos nidos abandonados. Esto lo observé a menudo, y para estar seguro, tomé varios nidos viejos y los coloqué en árboles y arbustos. Al cabo de un tiempo encontré que habían puesto huevos en ellos. 3. - Ponen también con frecuencia en nidos en donde ya ha comenzado la incubación. Cuando esto sucede, el huevo del Renegrido se pierde, si el grado de incubación está muy avanzado; pero si los huevos han sido empollados durante dos o tres días solamente, tienen una buena oportunidad de ser incubados y el pichón de ser criado junto con sus hermanos adoptivos. 4. - A menudo, una hembra pone varios huevos en el mismo nido, en lugar de poner uno solo, como sucede con el Molothrus pecoris de Norte América, según cuenta Wilson. Yo llegué a esta conclusión por el hecho de que, como los huevos de las aves de esta especie varían mucho en forma, tamaño y marcas sólo cada uno de los individuos puede poner huevos muy o exactamente iguales. De modo que, cuando encontré dos, tres o cuatro huevos de Renegridos en un nido, todos semejantes en color y otras particularidades y, sin embargo, no pude hallar ninguno que se equipara a ellos entre cincuenta provenientes de otros nidos, me resultó imposible no creer que los huevos hallados juntos y que poseían todos un parecido familiar no hubieran sido puestos por la misma ave. 5. - A menudo varias hembras ponen en un mismo nido de tal modo que, el número de huevos hace imposible la incubación. Un mes de diciembre recogí, de mis árboles, diez nidos de Tijeretas (Milvulus tyrannus); contenían un total de cuarenta y siete huevos, de los cuales doce pertenecían a las Tijeretas y treinta y cinco a los Renegridos. Es digno de hacerse notar que el Milvulus se reproduce en octubre o a principios de noviembre, criando sólo una pollada, de manera que esos diez nidos encontrados a fines de diciembre, eran de aves que habían perdido los primeros. Es probable que los tres cuartos de los nidos del Milvulus sean abandonados a consecuencia de la confusión que en ellos causan los Renegridos.

6. - Los Renegridos, macho y hembra, destruyen muchos de los huevos en los nidos que visitan, picoteándoles agujeros en las cáscaras, rompiéndolos, devorándolos o robándolos. Esta es la costumbre más destructora de estas aves y es probable que los individuos la posean en distinto grado. A menudo he observado con cuidado todos los huevos parásitos de un nido. Después de tres o cuatro días encontré que todos esos huevos habían desaparecido, siendo reemplazados por otros recién puestos. Yo he visto a la hembra del Renegrido introducir su pico en un huevo y volar con él. Con frecuencia he observado al macho, posado cerca mientras la hembra se hallaba en el nido y cuando ésta lo abandonaba, abalanzarse y comenzar a agujerear los huevos. Algunos nidos los encontré llenos de huevos parásitos, y todos los huevos tenían agujeros picoteados en la cáscara, pues el ave destruye indistintamente huevos suyos y de otras especies.

VENTAJAS QUE EL M. BONARIENSIS POSEE SOBRE SUS VICTIMAS Después de leer las notas precedentes uno puede preguntarse: Si hay tantos defectos e irregularidades en el instinto reproductor de M. bonariensis, ¿cómo es que esta especie subsiste y aun aumenta su número de modo tan asombroso? Pues no hay duda de que es mucho más numerosa que cualquier otra especie parásita, si se considera su distribución en una superficie determinada. Para su gran abundancia deben existir muchas razones que nosotros desconocemos. Las especies más raras deben ser menos fuertes, tener más enemigos, estar expuestas a peligros mayores en sus largas migraciones, etcétera. No hay ninguna duda de que el hecho de que pueda subsistir a pesar de las irregularidades de su instinto se debe a que sus huevos y pichones poseen muchas ventajas sobre los de las especies que parasitan. Algunas de estas ventajas se deben a aquellos hábitos de los padres que, a primera vista, parecen más deficientes, al carácter del huevo y embrión, tiempo de evolución, etcétera. 1. - El huevo del Renegrido es, por lo general, más grande e invariablemente de cáscara más dura que la de los huevos entre los cuales es colocado; constituyendo los del Pecho amarillo (Preudoleistes virescens) la única excepción que conocí. La mayor dureza de su propio huevo, considerado en relación con el hábito destructor del ave, le da una mejor oportunidad de ser preservado pues, aunque el Renegrido nunca distingue su propio huevo, de los cuales destruye una gran cantidad, una proporción más grande escapa a esa

destrucción en un nido donde muchos huevos son rotos indistintamente. 2. - La vitalidad o tenacidad por la vida es mayor en el embrión del Renegrido que en el de cualquier otra especie esta circunstancia, en relación con el hábito de romper y poner muchos huevos en un nido, le da más ventaja. Yo he examinado nidos y quedé sorprendido al encontrar que los de las Tijeretas se habían perdido aun cuando estaban ventajosamente ubicados dentro del nido, para recibir el calor de la madre, mientras que los de los Renegridos contenían embriones vivos, aunque se hallaran debajo de todos los demás huevos rotos que se habían derramado sobre ellos. El ejemplo siguiente de extraordinaria vitalidad en el embrión de un Molothrus, parece mostrar, en forma incidental, que en algunas especies los hábitos protectores actúan como freno del instinto parásito a veces durante el transcurso de su formación. Aunque por regla general las aves no parecen distinguir los huevos parásitos de los propios, por más diferentes en tamaño y color que ellos sean, a menudo demuestran saber que los huevos dejados en sus nidos, antes que ellos hayan comenzado a poner, no deben estar ahí; y el nido, antes de haber sido terminado es abandonado con frecuencia debido a estos huevos prematuros. Sin embargo, algunas especies no dejan sus nidos; y aunque no echan los huevos parásitos, lo que seria el plan más fácil, han descubierto cómo deshacerse de ellos y salvarse de la tarea de construir un nido nuevo. Su método consiste en agregar otro profundo revestimiento, bajo el cual quedan enterrados y fuera de la vista los huevos extraños que dejan de dar trabajo. El Sisopygis acterophys -un Tiránido común en Buenos Aires- recurre con frecuencia a este procedimiento; pero como su nido es poco profundo, la capa de nuevos materiales bajo la que quedan enterrados los huevos extraños, es construida sobre el borde del nido primitivo; de modo que el nido suplementario es como un platillo de dulce colocado sobre otro. Por lo general el observador puede decir, por el espesor de toda la construcción, si en ella han sido enterrados huevos parásitos o no. Cierta vez encontré un nido muy grueso que contenía dos pichones medio emplumados al lado de tres huevos podridos. La abrí removiendo la porción superior, o nido adicional, y debajo de él descubrí enterrados tres huevos de Molothrus, con las cáscaras llenas de suciedad y pegoteados con sustancias de huevos, desparramadas encima de ellos. Los rompí al intentar sacarlos sin deshacer el nido. Dos

estaban podridos, pero el tercero contenía un embrión vivo, listo para salir de la cáscara, muy vivaz y hambriento cuando lo tomé en mi mano. Los pichones de los Tiránidos tendrían unas dos semanas, y como salen de la cáscara a los veinte días de haber comenzado la madre a poner, este huevo parásito con un pollo vivo en su interior, debía haber estado enterrado en el nido, por lo menos, cinco semanas. Es probable que después de nacer los pichones de los Tiránidos, los que comenzaron a crecer, el calorcito proveniente de sus cuerpos llegó hasta los huevos enterrados y sirvió para empollar el embrión. Pero cuando lo vi, como una persona que ve un fantasma, me sentí fuertemente inclinado a dudar de lo que mis propios sentidos me mostraban. 3. - El comparativamente, corto tiempo que el embrión necesita para salir, le da otra gran ventaja, pues mientras los huevos de otras avecitas requieren de catorce a dieciséis días para ser empollados, el de los Renegridos lo hace en once días y medio, contando desde el momento en que comienza la incubación. De modo que cuando la hembra del Renegrido comete el gran error de poner un huevo con otros que han empezado a ser empollados, a no ser que la incubación esté muy avanzada, todavía tiene oportunidad de salir antes o al mismo tiempo que los otros. Aun en los casos en que los demás salen antes, la extrema fortaleza del embrión sirve para mantenerlo vivo con el poco calor que recibe. 4. - Siempre que el Molothrus sale de la cáscara junto con los pichones de sus padres adoptivos, si éstos son más pequeños que el parásito, como sucede por lo general, apenas salen de la cáscara desaparecen, y el joven Renegrido queda como único ocupante del nido. Yo no he podido descubrir cómo se las arregla para arrojarlos o destruirlos, si es que en realidad los destruye. 5. - A todas estas circunstancias favorables al Molothrus debe agregarse Otra de igual o aun mayor importancia. Nunca se obliga a la tarea exhaustiva y dilatoria de criar sus propios pichones y por esta razón está en mejores condiciones que otras especies. Por otra parte, como es gregario y practica la promiscuidad sexual, puede poner un mayor número de huevos que otras especies. En nuestras aves domésticas vemos que las gallinas que nunca se ponen cluecas ponen mucho más que las otras. Algunas de nuestras avecitas crían dos, otras sólo una nidada por estación. Construir el nido, incubar y atender a los pichones requiere tanto tiempo que, por lo general, están ocupados desde dos hasta tres meses y medio. Pero el

Renegrido es como el ave que nunca incuba y continúa poniendo huevos por cuatro meses y medio. Desde comienzos de septiembre hasta fines de enero, se ve sin cesar a los machos cortejando a las hembras, y durante la mayor parte de este tiempo se encuentran huevos. Yo observé que las avecitas, si se las priva repetidamente de sus nidos, ponen y aun incuban cuatro polladas por estación, llegando el número total de huevos a dieciséis si las puestas han sido cuatro. No hay duda de que el Renegrido pone un número mayor. Yo creo que cada hembra pone de sesenta a cien huevos cada estación, aunque mi único material de juicio ha sido el número extraordinario de huevos perdidos. Antes de dejar de lado el tema de las ventajas que el Molothrus posee sobre sus víctimas, y de los defectos (reales o aparentes) de su instinto, debe prestarse un poco de atención a otra circunstancia; a saber: las nuevas condiciones introducidas por el cultivo de la tierra y su efecto sobre las especies. La alteración de las condiciones ha servido, en varios modos, para remover muchos extraños frenos del instinto parásito. Más las aves se multiplican, más irregular y desordenado se vuelve necesariamente el instinto. En los distritos salvajes donde se formó y donde los nidos accesibles son, en proporción, escasos, el instinto parece diferente de cómo es en los distritos cultivados. Los huevos parásitos no son comunes en los desiertos, y no abundan ni siquiera en los nidos más expuestos. Pero en los lugares cultivados, donde el alimento abunda, las aves se congregan en las huertas y plantaciones, en grandes números y sacan provecho de todos los nidos, pues siempre están mal ocultos en los claros, árboles de sombra de follaje abierto y árboles frutales plantados por el hombre.

DIVERSIDAD DE COLORIDO EN LOS HUEVOS Hay una gran diversidad en el colorido, forma, disposición de las marcas, etcétera, de los huevos del M. bonariensis. Dudo de que en cualquier otra especie exista tal variedad de huevos. Alrededor de la mitad de los huevos que uno encuentra, o casi la mitad, son de un blanco puro sin ninguna salpicadura, como los de las aves que anidan en agujeros oscuros. Otros están espaciadamente salpicados con pintitas rosa pálidas o grises tan diminutas, que no parece que estuvieran manchados a no ser que se los examine con mucha minuciosidad. Después del blanco puro, la variedad más común es el huevo de fondo blanco, muy salpicado o manchado de rojo, en forma uniforme. Otra variedad común es la que

tiene un fondo de color carne, muy pálido, marcado uniformemente con finos caracteres, que parece que hubieran sido inscriptos en la cáscara con una pluma. Una variedad más rara es la que tiene una cáscara de un blanco puro, con unas pocas manchas grandes o de tamaño variable, de color marrón y chocolate. Pero es probable que la variedad más rara sea uno de un tono enteramente rojo oscuro, muy delicado. Pero entre este hermoso huevo marmolado, y el blanco con puntos casi imperceptibles, hay variedades sin fin; pues, entre los huevos de esta especie no existen manchas características, a pesar de que, como he dicho antes, los huevos de un mismo individuo muestran una semejanza familiar.

COSTUMBRES DEL PICHON DEL M. BONARIENSIS Apenas salen del cascarón, los pichones de todas las especies, son muy semejantes entre sí. Una vez que le han salido las plumas, la semejanza es menor, pero aún sigue siendo grande. El color de la mayoría de ellos o, por lo menos, del plumaje visible de la parte superior, es gris mezclado con castaño. Hay también una gran similitud entre sus gritos de hambre y temor: notas agudas, quejumbrosas, prolongadas y por lo general trémulas. No debe, pues, asombrar, el que los padres adoptivos del Molothrus respondan con rapidez a sus gritos, entendiendo las variadas expresiones que denotan hambre, miedo, pena, tan bien como cuando son emitidas por su propia prole. Pero el joven Molothrus nunca entiende el lenguaje de sus padres adoptivos, como otros pichones lo hacen con el lenguaje de sus verdaderos padres, elevándose para recibir alimento, cuando se los llama, y escondiéndose o tratando de escapar cuando se les da la nota de aviso. ¿Cómo el Molothrus aprende a distinguir, a simple vista, sus padres adoptivos de cualquier otra ave que se acerca al nido? Por lo general no manifiesta temor ni siquiera ante un objeto grande. Al introducir mis dedos en cualquier nido encontré que los pichones, si aún estaban ciegos o recién acababan de salir del cascarón, abrían sus picos y se estiraban en espera del alimento; pero en unos pocos días aprendían a distinguir entre sus padres y cualquier otro objeto que se aproximaba al nido, y a mostrar alarma aunque no hubiera habido aviso de peligro. Hay que considerar la distinta conducta de tres especies que muy raras veces o nunca, avisan el peligro a su progenie. Los pichones del Synallaxis spixi, aunque están en un profundo nido en forma de cúpula, se tiran al suelo, tratando de escapar de este modo. El pichón del Mimus patagonicus se agazapa mucho y se queda inmóvil, con los ojos

cerrados, simulando estar muerto. El pichón de nuestra Zenaida común, aun antes de estar emplumado, se abalanza y golpea airadamente al intruso con pico y alas y, al hacer una exhibición tan brava de sus eficaces armas, es probable que, a menudo, se salve de la destrucción. Pero cualquier cosa que se acerque al pichón de Molothrus es recibida con batir de alas y gritos clamorosos, como si esperaran que todos los seres atendieran a sus necesidades. En el nido de un Corbatita, Spermophila caerulescens, encontré un pichón de Molothrus. Al ver mi mano que se aproximaba al nido, gritaba pidiendo comida. Lo saqué y lo puse en el suelo; cuando se encontró en la tierra huyó de inmediato, volando a medias. Después de una dura cacería, lo retomé. Comencé a hacerlo girar y gritar, como para informar a sus padres adoptivos de lo que le estaba pasando, pues en esos momentos no se hallaban cerca. Lo volví a poner en la pequeña plataforma de un nido y arranqué medía docena de orugas de una ramita adyacente. Le iba dando las larvas, a medida que los iba sacando de su funda, y él las devoraba con glotonería, no obstante el mal trato que acababa de recibir e ignorando por completo los gritos salvajes y excitados de sus padres adoptivos que recién llegaban y revoloteaban a uno o dos metros del nido. El último verano, vi un pichón de Renegrido en un campo de rastrojos, posado en una caña delgada y seca. Como gritaba a cortos intervalos, esperé a ver qué ave se acercaría. Resultó ser el diminuto Papamoscas o Piojito, Hapalocercus flaviventris, y me divirtió muchísimo observar al pequeño ser volar directamente a su descendiente adoptivo y, posándose en su espalda, poner un gusano en el pico abierto que había vuelto hacia arriba. Después de permanecer un momento en su singular percha, el Papamoscas voló, pero en menos de medio minuto regresó y se posó de nuevo en la espalda del pichón. Continué observándolos hasta que el Molothrus voló después de haber sido alimentado, de la misma manera, siete u ocho veces. En las dos anécdotas anteriores, puede verse los hábitos peculiares del pichón de Molothrus. Como los nidos en los cuales nace, varían tanto en tamaño y están ubicados en distinta posición -desde los del pequeño Serpophaga y Trogloditidos hasta los de las Calandrias- los pichones del Renegrido, deben tener una apariencia algo incongruente. Pero la mayor incongruencia o inadaptabilidad se encuentra en los hábitos del mismo. Cuando el nido se halla en la espesura o floresta, aunque sea pequeño para el ave y ésta no pueda entender a sus padres

adoptivos y reciba bien a todo el que se acerque al nido, con buenos o malos propósitos, la inadaptabilidad no es tan aparente como cuando el nido se halla en los campos y llanuras abiertas. El Molothrus se diferencia de sus hermanos adoptivos, en que abandona el nido apenas es capaz, siguiendo a las aves adultas y ubicándose en el sitio más visible que pueda encontrar, como ser la cima de una caña o arbusto, para pedir, desde ahí alimento, con gritos frecuentes e inoportunos. De ahí que el pequeño Papamoscas haya adquirido el hábito de posarse en la espalda de su carga, a fin de alimentarlo, pues las madres siempre se posan sobre los pichones para alimentarlos. Y el pichón de Renegrido previene esto, agachándose invariablemente en la cima de la caña en la cual se posa. La costumbre es más fatal en las pampas abiertas y muy segadas, habitadas por la Cachila (Anthus correndera). En diciembre, cuando la Cachila cría su segunda pollada, el común y abundante Chimango, también tiene pichones, a los que alimenta, en forma casi exclusiva, con los pichones de varias especies de aves pequeñas. En esta época, el Chimango destruye gran cantidad de pichones de Cachila y del Cola aguda, Sinallaxis hudsoni; no obstante está muy bien adaptada a la región en estructura, color y hábitos. En los distritos en que el Molothrus abunda, sus huevos se encuentran en mayoría en los nidos de las Cachilas; resultando raro encontrar un pichón de Renegrido fuera del nido, pues tan pronto están en condiciones de abandonar el nido y exponerse a la vista son llevados por el Chimango. CONJETURAS SOBRE EL ORIGEN DEL INSTINTO PARASITARIO DEL M. BONARIENSIS La opinión de Darwin de que "la causa inmediata y final del instinto del Cuclillo que pone sus huevos no diariamente, sino a intervalos de dos o tres días" (Origen de las especies), no implica grandes apariencias de probabilidades; ¿pues no podría decirse con razón que el instinto parásito es la causa inmediata y final de que ponga los huevos a largos intervalos?. Si es favorable a una especie con el instinto del Cuclillo (y es probable que lo sea), el poner huevos con intervalos más largos que los de otras especies, la selección natural de todas las modificaciones de los órganos reproductores, que tienden a producir dicho resultado, hubiera hecho permanente la estructura mejorada. Se ha dicho (Origen de las especies Cap.VII) que el Cuclillo americano pone también durante largos intervalos y que, al mismo tiempo tiene en su nido,

huevos y pichones, lo que constituye una circunstancia a todas luces desventajosa. Del Coccyzus melanocoryphus, el único de nuestros tres Coccyzi, con cuyos hábitos de anidar me he familiarizado, puedo decir que nunca comienza a incubar hasta que ha puesto el número total de huevos, de modo que los pichones nacen al mismo tiempo. Pero si se busca investigar el origen del instinto del Cuclillo europeo en los hábitos de anidación de los Coccyzi americanos, debe ser atribuido no al hábito aberrante de tal vez una sola especie, sino a la desventajosa costumbre, común a todo el género, por ejemplo: el hábito de construir nidos plataformas en exceso frágiles, de los cuales los huevos y los pichones se caen con frecuencia. A veces, habrán puesto un huevo en el profundo y seguro nido de otra ave. El pájaro así empollado poseía una ventaja y, tal vez, en ellos el hábito se hizo hereditario. Si esto fuera así (y una suposición está, tal vez, tan lejos de la verdad como la otra), hay muchos géneros intermedios entre los Cucullus y Molothrus, en los que no aparece ningún rastro del hábito parásito. Pertenecen a distintos órdenes, y parece más probable que instintos análogos se originaron independientemente en los dos géneros. Tocante al origen del instinto en el Molothrus, parecerá prematuro hacer especulaciones sobre los pocos hechos aquí narrados y antes de familiarizarnos con las costumbres de Otros miembros del género. Resulta un gran misterio, el que una especie haya perdido totalmente un sentimiento tan universal como es el maternal, y además, que se aproveche de ese afecto en otras especies para propagarse. No obstante, no puedo abstenerme de hacer conjeturas al respecto, y sugeriré cuál puede haber sido, al menos, una de las muchas causas concurrentes que han producido el instinto parásito Los en apariencia transitorios hábitos nidíferos de muchas especies y una destacable costumbre del M. bonariensis, parecen arrojar alguna luz sobre un punto muy relacionado con el tópico que nos interesa, esto es: la pérdida, en esta especie, del instinto de anidar. Los hábitos varían grandemente. Si así no lo hicieran, no aparecerían tan bien adaptados a las condiciones de vida, desde el momento que ellas también cambian. De este modo sucede que mientras una especie parece bien adaptada a su condición en sus hábitos, con frecuencia no lo parece tanto en su estructura relativamente inmutable. Por ejemplo, sin salir de las pampas encontramos una Tringa con las costumbres de un Carádrido de tierras altas; un Tiránido (Pitangus bellicosus),

que hace presa en ratones y serpientes; otro Tiránido (Myotheretes rufiventris), parecido en sus hábitos a un Carádrido, y, por último, un Picidae (Colaptes campestiros) que busca su alimento en el suelo como un Estúrnido. No obstante, en ninguno de estos -y la lista podría ser muy alargada- ha habido nada parecido a una modificación de la estructura que marchara junto con una alteración del modo de vida. Pero por mucho que hayan cambiado los hábitos originales o genéricos de una especie, con frecuencia reaparecen rastros de costumbres antiguas y desusadas; siendo los hábitos de una especie muy distintos de los de sus congéneres, puede ser tomada como evidencia de esa alteración, una necesidad de correspondencia entre estructura y hábitos (siendo siempre lo último más conveniente a las condiciones que lo primero). Pareciendo las acciones caprichosas muy numerosas, vagas o insignificantes para ser recordadas, improvisó acciones definidas que no son habituales, aparentes imitaciones de los actos de otras especies, una perpetua inclinación de intentar algo que nunca se intenta, e intenta hacer algo que nunca se hace; creo que estos y otros movimientos semejantes deben ser atribuidos, en muchos casos, a los débiles impulsos de instintos atrofiados. A la misma causa es posible que se deban muchos de los ocasionales hábitos aberrantes, tales como el del ave que anida en un árbol que yace en el suelo. Si en estructura, colorido, y lenguaje es posible la recurrencia a un tipo ancestral, es razonable esperar que ocurra algo análogo en lo relativo a instintos. Pero aun cuando tales movimientos casuales, y a menudo inútiles, como los que he mencionado nos guían infaliblemente a los viejos y desusados instintos de una especie, este conocimiento de él mismo nos permitirá descubrir el origen de los presentes. Pero aceptando como un hecho de que las condiciones de existencia y los cambios que en ellos prosiguen son, en cada caso, la causa fundamental de alteración de las costumbres, yo creo que, en muchos casos, el conocimiento de los antiguos instintos, nos servirá de mucho en la investigación. Todas o muchas de las especies de Columbidae, manifiestan una inclinación por merodear en las rocas y barrancos, entrar o pispear en los huecos que hay en ellos. Si a estas vagas e indeterminadas acciones se las relaciona con el hecho de que todas las Palomas que construyen simples nidos plataformas (como la Columba livia y otras que hacen una superficie plana), también ponen huevos blancos (siendo la regla general que los que ponen en huecos oscuros, son blancos y que los huevos puestos en sitios expuestos son

coloreados); y que una especie, C. livia, pone en huecos de las rocas, nos lleva a suponer que el hábito de esta especie fue en un tiempo común a todo el género. Concluiremos por pensar que, una insuficiencia en el número de sitios convenientes para anidar -por ejemplo, nuevas condiciones externas- fueron las que indujeron a las Palomas a anidar en los árboles. Es por eso que, la C. livia, también anida en los árboles cuando no hay rocas; pero cuando éstas se lo permiten, retorna a sus costumbres ancestrales. En las otras especies debemos creer que, el hábito primitivo se ha perdido totalmente por la falta de uso, o que sólo se manifiesta de una manera débil e incierta. Ahora, en el M. bonariensis, vemos el hábito vago y sin objeto del ave imaginaria que acabo de describir. Antes y durante la época de producción, las hembras a menudo acompañadas por los machos, son vistas merodeando y examinando los nidos en forma de cúpula de algunos Dendrocoláptidos. Esto no aparece como un mero capricho o curiosidad, pues la persistencia en las investigaciones es exactamente la misma de la de las aves que, por lo general, eligen esos mismos sitios para reproducirse. Resulta sorprendente el que, en realidad, nunca pongan dentro de tales nidos, salvo cuando el costado o la cúpula han sido rotos, por accidente, lo bastante para permitir que llegue la luz a su interior. Cada vez que yo puse cajas en mis árboles, la hembra del Renegrido fue la primera en visitarías. A veces, una pasaba medio día vagando a su alrededor e inspeccionándola, saltando a su alrededor y sobre ella, y terminando siempre a la entrada, por la que pispeaba con curiosidad, y cuando estaba por entrar, saltaba atrás, como si la asustara la oscuridad que había adentro. Pero después de retirarse un poco, volvía una y otra vez, como si estuviera fascinada por el confort y seguridad de la morada. Es divertido ver con que empeño merodea los hornos de los Horneros, en apariencia decidida a tomar posesión de los mismos, retrocediendo después de cien rechazos, y sin entrar en ellos aunque tenga la oportunidad de hacerlo. A veces se ve a un Renegrido siguiendo a un Troglodítico o a una Golondrina hasta su nido, entre los aleros, y colgarse de la pared, debajo del nido en el que ha desaparecido. Podría llenar muchas páginas con ejemplos de este hábito del M. bonariensis que, a pesar de ser tan inútil, es un afecto muy fuerte que el ave posee. Casi no dudo de que es la vuelta a un hábito abandonado hace mucho; pues es la única causa a la que lo puedo atribuir. Además me parece que si el M. bonariensis,

siendo en una época un constructor de nidos, adquirió el hábito semiparásito de reproducirse en los nidos en forma de cúpula de otras aves, tal costumbre pudo conducir al instinto que ahora posee. Debo mencionar que dos veces he visto a aves de esta especie, intentando construir nidos y que, en ambas ocasiones, no pudieron completar la obra. El instinto de hacer el nido es tan ancestral que se puede decir sin ningún peligro el M. bonariensis lo poseyó en una época y que los dos casos que mencioné constituían un retorno, demasiado débil para ser eficaz, al hábito ancestral. Otra interesante circunstancia puede ser aducida como una evidencia fuerte y presunta de que el M. borzariensis construyó, en un tiempo, su nido en lugares visibles, como a veces hace el M. badius: la diferencia de color entre el macho y la hembra; pues mientras el primero es de un rico púrpura, la segunda posee una semejanza adaptable, en color, a los nidos y a las sombrías ramitas y ramas interiores sobre las que, por lo general, se hacen los nidos. ¿Cómo se ha podido perder tal instinto? Decir que el Renegrido pone, a veces, un huevo en el nido de otra ave; que el pichón salido de estos huevos accidentales posee alguna (hipotética) ventaja sobre los nacidos de la manera usual; y que el hábito parásito se volvió así hereditario, suplantando al original, es todo conjetura y parece excluir la influencia de condiciones externas. De nuevo, la necesidad de correspondencia entre los hábitos del joven parásito y sus padres adoptivos, seria en realidad una desventaja para aquél; la inadaptabilidad seria tan grande en los huevos y otras circunstancias. Pues todas las ventajas que el parásito posee en la actualidad, la dureza de la cáscara de los huevos, rápida evolución del pichón, etcétera, ya mencionadas, deben haber sido adquiridas, poco a poco, a través del lento proceso acumulador de la selección natural, subsecuentemente a la formación de la inclinación y hábito parásito original. Estoy inclinado a creer que el M. bonariens¡s perdió el instinto de anidar al adquirir la costumbre seminarásita, común a muchas aves sudamericanas, de anidar en los grandes nidos abrigados de los Dendrocoláptidos. Tenemos pruebas de que este hábito semiparásito tiende a destruir el de anidar. El Synallaxís construye grandes y prolijos nidos en forma de cúpula; sin embargo tenemos una especie (S. aegithaloídes) que nunca construye por sí misma, sino que anida en los nidos de otras aves del mismo género. A veces., el Tiránido, Macherornis rirosa, construye un prolijo nido en el ángulo formado por ramitas y la rama de un

árbol; pero prefiere, y casi invariablemente elige, el nido abrigado de alguna otra especie o el hueco de un árbol. Lo mismo sucede con nuestro Trogloditido, Troglodytes furvus. El jilguero, Sycalis pelzeinis, anida, en forma invariable, en un hueco oscuro o un nido abrigado. El hecho de que estas tres especies pongan huevos coloreados (la primera y la última, muy profundamente), lo inclina a uno a creer que en una época, siempre construían nidos expuestos, como a veces hace el M. rixosa. Debe agregarse que las especies que ponen huevos coloreados en sitios oscuros, construyen y revisten sus nidos con mucha más pulcritud que las que anidan en los mismos sitios, pero ponen huevos blancos. Con el Molothrus badius pasa como con el M. rixosa y la Tacuara: pone huevos manchados y, en ocasiones, construye un nido pulcro y expuesto. Sin embargo, su fuerte es la preferencia que demuestra por los grandes nidos en forma de cúpula, y cada vez que puede tomar posesión de uno a fuerza de pelea, no construye otro para él. Supongamos que el Renegrido también adquirió, cierta vez, el hábito de anidar en nidos en forma de cúpula y que este hábito destruyó por completo el instinto de hacer nidos, no resultando difícil imaginar cómo, a su turno, perdió también aquella costumbre. Una disminución en el número de aves que hacen nidos en forma de cúpula, o un aumento en el número de especies e individuos que anidan en tales nidos, habrán envuelto al M. bonariensis en una lucha por nidos, en la que es probable que haya sido derrotado. En Buenos Aires, la Golondrina de rabadilla y cejas blancas, la Tacuara y el Jilguero prefieren, antes que cualquier otro sitio, los hornos del Furnarius, pero para obtenerlos están obligados a luchar con la Golondrina de los hornos, pues esta especie ha adquirido el hábito de anidar, exclusivamente, en dichos hornos. Sin embargo, no pueden competir con el Progne y así, en gran cantidad, el aumento de una especie ha privado a las otras de su sitio favorito para anidar. Asimismo, el Machetornis rixosa prefiere el gran nido del Anumbius, pero cuando otras especies compiten con él por la posesión del nido, es siempre derrotado. Yo he visto a una pareja de Machetornis que, después de haberse posesionado de un nido, eran atacados, a su vez, por una bandada de seis u ocho M. badius, pero a pesar de la superioridad numérica, la furia de los Machetornis obligó a los otros a levantar el sitio. Así, han sido explicados algunos hechos en la historia de nuestro Molothrus común, sino el más importante, que es la pérdida del instinto de anidar debido a

la adquisición de la costumbre de hacerlo en los nidos abrigados de otras aves, hábito que ha dejado un fuerte rastro en los modos de la especie y, tal vez, en los huevos de un blanco puro de tantos individuos. Por último, hemos visto como desapareció también esta costumbre. Pero el hábito parásito del M. bonariensis, puede haberse originado cuando el ave aún era un constructor de nidos. El origen del instinto puede haberse hallado en la costumbre ocasional, común a tantas especies, de dos o más hembras que ponían juntas. Los progenitores de todas las especies de Molothrus deben haber sido contagiados con este hábito, que, con el tiempo llevó a la adquisición del presente. El M. pecoris y el M. bonarienszs, aunque sus instintos difieren, son ambos parásitos de una gran número de especies. El M. rufoaxillaris en el M. badius, y en esta última especie, dos o más hembras, con frecuencia ponen juntas. Si suponemos que el M. bonariensis, cuando construía su nido o criaba sus propios hijos en los nidos que había elegido, poseía este hábito de que dos o más hembras pusieran con frecuencia en un mismo nido, los pichones de aquellas aves que a menudo abandonaban sus huevos al cuidado de otra habrían heredado, probablemente, un instinto maternal debilitado. El continuo entrecruzamiento de individuos con instintos débiles y fuertes habría impedido la formación de dos razas de hábitos diferentes; pero toda la raza habría degenerado y habría sido salvada de la extinción final por algunos individuos que, a veces, dejaron caer sus huevos en los nidos de otras especies, tal vez de un Molothrus, como aún hace el M. rufoarillaris, antes que en aves de otro género. Por cierto que, de este modo, el instinto parásito del M. bonariensis puede haberse originado sin que esa especie haya nunca adquirido la costumbre de reproducirse en los abrigados nidos oscuros de otras aves. Yo he supuesto que ellos lo poseyeron alguna vez, sólo por la extraña atracción que tales nidos tenían para ellos, y que parecía un retorno a un hábito ancestral.

CAPITULO 4 Tordo de pico corto Musico Tordo de alas amarillas Tordo amarillo Federal Varillero Tordo militar

Pecho amarillo Pecho colorado grande Pecho colorado mediano

TORDO DE PICO CORTE Molothrus ruaxillaris Negro sedoso lustroso con púrpura; alas y cola con un ligero lustre verdoso; pico y patas negras; largo 20 centímetros. Hembra igual, pero algo menor Esta ave no tiene nombre vulgar, pues la gente del campo no la distingue del Renegrido. El nombre inglés de Screaming Cowbird (Boyero gritón), que le he dado, se recomendará por sí solo a aquellos que lo observen; pues siempre y a cualquier distancia podrán distinguirlo de la especie a la que tanto se parece, escuchando sus impetuosos chillidos, tan distintos al lenguaje del Renegrido. El Tordo de pico corto es más grande que la especie con la que está relacionado. La hembra es de menor tamaño que el macho, pero son semejantes en colorido, siendo todo el plumaje de un profundo azul negro, lustrado con reflejos purpúreos y debajo del ala, en la juntura, tienen una pequeña mancha bermeja. El pico es muy sólido, el plumaje suelto ,con fuerte olor a almizcle; el esófago remarcablemente ancho. Es mucho menos común que la otra especie de Molothrus, pero no es rara. Hacia el Sud se extiende hasta las pampas de Buenos Aires donde, por lo general, unos pocos individuos se encuentran en todas las grandes plantaciones. Como el Molothrus badius, permanece con nosotros todo el año. No es estrictamente gregario, pero en invierno anda en grupos que rara vez pasan de la media docena de ejemplares; en la época de la reproducción se unen en parejas. Uno de sus rasgos más notables es el exagerado apuro y bullicio que muestra en todos sus movimientos. Cuando pasa de una rama a otra lo hace con una serie de violentas sacudidas y golpeando sus alas con fuerza. Cuando un grupo de ellos regresa de los campos, se abalanzan a los árboles salvajemente y con fuertes chillidos como si los persiguiera un ave de presa. No son aves canoras; pero el macho, a veces, aunque es muy raro, intenta cantar y emite, con considerable esfuerzo, una serie de rechinantes notas, sin ninguna melodía. El chirrido con el cual invita a volar a su pareja tiene el sonido de un beso fuerte y vivaz. Su nota de aviso o alarma cuando alguien se acerca durante la época de la reproducción, tiene un sonido suave y agradable. Ella constituye, lo cual es muy curioso, su única

expresión melodiosa. Pero su hazaña más común y notable es un grito que comienza con un sonido profundo y que va aumentando en un campanilleo agudo y metálico, que emite con la cola y alas extendidas y bajas, con todo el plumaje henchido como el de un gallipavo, mientras el ave, con viveza, salta sobre la percha en que está parada como si estuviera bailando. Por su aspecto hinchado y por el carácter peculiar del sonido que emite, yo creo que, como las Palomas y algunas otras especies, posee la facultad de llenar su buche de aire y usarlo como una "cámara de resonancia". La nota que acabo de describir es seguida, rápida e invariablemente, por un chillido, áspero e impetuoso, emitido por la hembra, aunque ambas notas suenan siempre como si fueran emitidas por la misma ave. Mientras vuelan, todas las aves gritan en concierto. El alimento de esta especie consiste, principalmente, en diminutas semillas y brotes tiernos. También tragan grandes orugas y arañas, pero no comen insectos duros como lo hacen otros congéneres. Desde pequeño, me familiaricé con los hábitos del Tordo de pico corto, y antes de que esta especie fuera conocida por los naturalistas; pero a pesar de que lo busqué con mucha diligencia, nunca pude encontrar su nido. Jamás los vi recogiendo materiales para el nido, o alimentando sus pichones como otras especies, lo cual pudo hacerme suponer que no empollaban sus propios huevos. Pero nunca se me ocurrió que eran parásitos, y supongo que eso se debió al hecho de que durante el verano siempre se los ve en parejas, siendo el macho y la hembra inseparables. Es probable que esta sea la única especie parásita en la que existe fidelidad conyugal. También he observado que cuando se aproxima la época de anidar, la pareja siempre demuestra gran ansiedad y excitación, como las aves que tienen un nido o que ya han elegido sitio para anidar. Pero año tras año el verano se acaba, las parejas se reúnen en grupos de media docena y el misterio sigue sin resolver. Al fin, después de muchos años, la suerte me favoreció, y mientras observaba las costumbres de otra especie (Molothrus badius), descubrí, por casualidad, los hábitos reproductores del Tordo de pico corto. Como estas observaciones arrojan alguna luz en las costumbres del M. badius, pienso que es mejor transcribir aquí todas mis notas. Una pareja de Leñateros (Anumbius acuticaudatus), había pasado casi todo el invierno construyendo un nido en una acacia que se hallaba a 60 metros de la casa. Es, de más o menos, 6 centímetros de profundidad; de 40 a 45 centímetros

de circunferencia y ahora parece casi terminado. Estoy seguro que este nido será atacado antes que pase mucho tiempo, y estoy decidido a vigilarlo de cerca. Septiembre 28. - Hoy vi un Músico (Molothrus badius), en el nido. Subió sobre él, inspeccionando con deliberación todas las partes, con el aire critico del propietario que ha ordenado su construcción; sacando y volviendo a arreglar algunas astillas y quitando otras del nido. Mientras se ocupaba de esto, dos Renegridos (M. bonariensis), macho y hembra, llegaron al árbol. La hembra se dejó caer en el nido y comenzó a examinarlo, pispeando con curiosidad en la entrada y peleando con el ave que había llegado primero. Después de unos pocos minutos se alejó volando, seguida de su lustroso consorte. El Músico continuó su extraño y fútil trabajo, hasta que aparecieron los propietarios del nido. Entonces saltó a un lado con su modo lento y despacioso, cantó unos instantes y voló. La similitud de conducta entre las dos aves me llamó mucho la atención. Ambas especies son idénticas en el gran interés que demuestran por los nidos de las otras aves, en especial los que son grandes y abrigados. Pero cuando llega la época de la reproducción, sus hábitos comienzan a divergir. El Renegrido pone en nidos de Otras especies, abandonando los huevos a su cuidado: mientras que el Músico, por lo general, elige los nidos de otros, pero cría sus propios pichones. Sin embargo, como a veces se construyen un prolijo nido, la costumbre de tomar posesión de nidos de otras aves, es más bien reciente, siendo probable que tienda a extirpar el instinto constructor primitivo. Octubre 8. - Esta mañana, mientras leía debajo de un árbol, mi atención fue atraída por una nota penetrante, como de un ave en apuros, que provenía de la vecindad del nido de los Leñateros. Después de oírla repetirse a intervalos, durante más de 20 minutos, fui a investigar la causa. Dos Músicos salieron volando del suelo, de abajo del nido, y buscando en el lozano trébol que crecía bajo el árbol, descubrí a la hembra del Leñatero, con el plumaje húmedo y sucio por haber sido arrastrada, temblando y, en apariencia medio muerta por el rudo trato que había sufrido. La puse en el sol; después de media hora, al oír a su compañero que la llamaba, se las arregló para volar débilmente y reunírsele. Los perseguidores la habían arrojado del nido y, sin duda, la hubieran matado de no haber yo llegado a rescatarla en momento tan oportuno. Mientras escribía lo anterior, continué observando el nido. Tanto los Músicos como sus víctimas lo dejaron durante unos días. Seis días después que yo había

alzado la maltratada hembra, los constructores regresaron y retomaron posiciones. Cuatro días después también regresaron los Músicos, pero al encontrar que el nido aún estaba ocupado, tomaron posesión de un horno que se hallaba, sin terminar, en un árbol a unos 20 metros del primero. En seguida comenzaron a llevar materiales para revestirlo. Cuando terminaron de poner, les saqué los cinco huevos al mismo tiempo que destruía el horno; y esperé a ver cuál sería su próximo movimiento. Permanecieron en el lugar, cantando sin cesar y demostrando ansiedad cuando se le aproximaban. Los observé durante cuatro días y luego debí ausentarme por varios más. A mi regreso encontré que los Leñateros habían desaparecido de nuevo y que el nido era ahora ocupado por los Músicos. También noté que habían abierto una entrada, que estaban usando, muy abajo de uno de los lados del nido. Sin duda habían matado y arrojado los pichones. Ahora estamos a principios de noviembre, el momento cumbre de la época de reproducción, y gran número de Renegridos visitan sin cesar el nido. Pero me sentí interesado, en particular, por una pareja de Tordos de pico corto, y resolví vigilarlos de cerca. Como pasaban la mayor parte del tiempo cerca del nido, demostrando una gran solicitud cuando yo me acercaba, esperé ardientemente verlos anidar en él, siempre que pudieran desembarazarse de los Músicos. Los Tordos de pico corto no los atacaban, no osaban hacerlo. Entonces resolví sacar los huevos de los Músicos, pensando que el disgusto que esto les causaría les haría dejarlo. Cuando comprendí, por sus movimientos, que habían acabado de poner, llegué al nido y quedé asombrado al descubrir diez huevos en lugar de los cinco que esperaba hallar. Aunque los Renegridos habían prestado mucha atención al nido, yo sabia que los Músicos no les habían permitido poner huevos. Los diez huevos del nido pertenecían, sin lugar a dudas, a los Músicos; y habiendo observado otras veces que varias hembras ponen a veces juntas, llegué a la conclusión de que, en este caso, dos hembras habían puesto en el mismo nido, aunque yo había visto sólo dos aves: macho y hembra. Después de sacar los diez huevos, los Músicos aún permanecieron y, al poco tiempo, parecieron estar poniendo de nuevo. Cuando tuve razones para pensar que estaba el número completo, visité el nido encontrando en él, cinco huevos. También los tomé y supuse que era probable que la segunda hembra se hubiera ido, al ser despojada de su primera nidada. Durante todo este tiempo los Tordos de pico corto

permanecieron en la vecindad y, en ocasiones, visitaban el árbol; pero para gran sorpresa mía, los Músicos permanecían insobornables, ¡y de pronto me encontré con que se disponían a poner por cuarta vez Cuando visité el nido, encontré dos huevos en él. Los dejé y regresé a los tres días, esperando encontrar cinco, ¡pero en cambio hallé siete! Era indudable de que más de una hembra había puesto en el nido en esa ocasión. Después que saqué estos últimos siete huevos, los Músicos se fueron; y aunque los Tordos de pico corto continuaron haciendo visitas ocasionales al nido, para gran desilusión mía, no pusieron ninguna vez. Abril 12. - Hoy he hecho un descubrimiento y estoy tan contento como si hubiera descubierto un nuevo planeta en el cielo. El misterio del nido de los Músicos, en el que por dos veces encontré un número mayor de huevos que el habitual, se aclaró. De pronto conocí el instinto reproductor del Tordo de pico corto. Considero esto como un gran golpe de suerte, pues pensé que la época para hacer tal descubrimiento había pasado, ya que estamos tan cerca del invierno. Los Músicos son tan sociables en sus costumbres que siempre parecen remolones para romper sus grupos en la época de reproducción, y apenas ésta ha pasado, y mientras los pichones todavía son alimentados por los padres, todas las familias de una plantación se reúnen en una bandada. Hace alrededor de un mes, todas las aves de los alrededores de mi casa, se asociaron de esta manera. Andaban en una bandada diseminada, frecuentando mucho un comedero favorito que era una pradera que quedaba a unos quince minutos de caminata de la casa. Creo que la bandada, estaba compuesta por tres familias, siendo en total sesenta u ochenta aves. Los pichones no se distinguían de los adultos, pero yo sabía que la mayoría de ellos eran jóvenes, nacidos en la última temporada, debido a sus incesantes y estridentes notas de hambre. La primera vez que los observé fue a mediados de marzo. Una semana más tarde, mientras cabalgaba a través del prado en el que se alimentaban, noté, entre ellos, tres individuos con manchas púrpuras en su plumaje. Se hallaban a cierta distancia de mí y, lo que es natural, llegué a la conclusión que eran pichones de Renegridos (M. bonariensis) asociados, por casualidad, con los Músicos. Me sorprendí de verlos pues el pichón macho del M. bonariensis, siempre adquiere el plumaje purpúreo antes de marzo, de modo que esos individuos estaban cambiando de color cinco semanas después de la época que les correspondía. Hoy, mientras andaba con mi escopeta, me acerqué a la bandada y vi que cuatro de

las aves estaban adquiriendo el plumaje purpúreo, mientras que dos de ellos ya eran casi del todo de ese color. Pero también noté con sorpresa que tenían alas color bayo o castaño y también que aquellos que tenían menos púrpura, eran maravillosamente parecidos a los Músicos en el plumaje color ratón del cuerpo y de la oscura cola. Vi a estas aves antes de que adquirieran el plumaje púrpura y no existía la menor diferencia entre ellos, siendo semejantes los adultos y su supuesta prole. Ahora algunos de ellos parecen seguir el proceso de trasmutación en otra especie. En seguida maté las cuatro aves manchadas, junto con dos verdaderos Músicos, y me quedé encantado de descubrir que los primeros eran Tordos de pico corto. Ahora debo creer que los huevos extra que encontré dos veces en el nido de los Músicos, pertenecían a los Tordos de pico corto; que la segunda especie pone, principalmente, en el nido de la primera; que los huevos de ambas especies son idénticos en forma, tamaño, color; que cada especie pone cinco y que, lo que es aún más extraño, la similitud es tan perfecta en los pichones como en los huevos. Abril 15. - Esta mañana partí en busca de los Músicos. Observé un ejemplar que había escapado al descubrimiento d4 día anterior, que estaba adquiriendo el traje púrpura. Cacé a esta ave; y, después que la bandada se volvió a establecer a corta distancia, me deslicé cerca de ella, por debajo del abrigo de un cerco, a fin de observarlos más estrechamente. Uno de los adultos era seguido de cerca por tres pichones que, mientras los observé, golpeaban las alas y gritaban por comida, cada vez que el ave grande se movía en su percha. Los tres pichones parecían exactamente iguales; pero de pronto noté que uno de ellos tenía unas pocas y diminutas manchas púrpuras. Lo cacé, resultando ser un pichón de M. rufoaxillaris, mientras que los otros dos eran verdaderos Músicos. El grito en demanda de alimento del pichón de M. badius (Músico), es bastante diferente del pichón de M. bonariensis. El de este último es una larga y bisilábica nota. penetrante, prolongando la segunda sílaba en un continuo chillido cuando los padres adoptivos se acercan con alimento. El del pichón de M. badius es corto, agudo, trémulo y sin inflección. Las semejanza entre el pichón del M. rufoaxillaris y sus hermanos adoptivos en lenguaje y plumaje, es más remarcable, cuando pensamos que el ave adulta, en costumbres, gestos, notas guturales y en el plumaje púrpura oscuro, se acerca mucho más al M. bonariensis

que al M. badius. Resulta imposible, para el mimetismo, ir más lejos que esto. La pequeña diferencia en tamaño es casi imperceptible, cuando las aves vuelan juntas; mientras que el ornitólogo más avezado no seria capaz de descubrir una diferencia en el plumaje y lenguaje. Sin embargo, debe investigarse sí este es, en realidad, un caso de semejanza externa de una especie para con otra, adquirido por selección natural, para su mejor preservación. Es posible que el pichón del M. rufoaxillaris, en la primera etapa de su plumaje, exhiba el tipo ancestral: el del progenitor de ambas especies. Si el M. badius perteneció a algún otro grupo -sturnella o Pseudoleistes, por ejemplo- resultaría casi imposible dudar que la semejanza entre el M. rufoaxillaris y sus hermanos adoptivos se debe al mimetismo. Pero como ambas especies pertenecen al grupo limitado y bien definido de los Molothrus, la semejanza debe considerarse como debida a la comunidad de descendencia. En un principio creo que, aunque siempre se ve al M. badius criando sus propios pichones, debió dejar caer a veces sus huevos en los nidos de otras aves. No pude dudar de que éste era el caso después de haber observado una pareja de sus pichones siguiendo a un Pecho amarillo, Pseodoleistes virescens, que los alimentaba. Ahora debo cambiar de opinión, pues lo que entonces me pareció una prueba positiva, ya no es más ninguna prueba, pues aquellas dos aves es probable que fueran pichones de M. rufoaxillaris. Sin embargo, hay buenas razones para creer que el M. rufoaxillaris, parásita, en forma casi exclusiva, al M. badius. Yo he hablado de las muchas variedades de huevos que pone el M. bonariensis. Los del M. badius son apenas mas pequeños, de forma elíptica, densa y uniformemente manchados con manchitas y parches de color rojizo oscuro, que varia hasta el marrón parduzco; el color de la cáscara es blanco, pero a veces, aunque raramente, de un azul pálido. Resulta imposible confundir los huevos de las dos especies. Ahora, a pesar de que vi, hace ya muchos años, el Pecho amarillo alimentando a los supuestos pichones de Músicos, me he fijado si encontraba huevos de estos últimos en los nidos de otras aves. He encontrado cientos de nidos que contenían huevos de M. bonariensis, pero ninguno que contuviera ni uno solo de M. badius, ni tampoco (ahora estoy en condiciones de agregar) de M. rufoaxillaris. Resulta asombroso que el M. rufoaxillaris ponga sólo en los nidos del M. badius; pero el hecho más misterioso es que el M. bonariensis, parásito de un gran número de especies, de acuerdo con lo que yo sé, nunca deja caer un

huevo en el nido del M. badius, a no ser que se trate de un nido abandonado. Tal vez, a los naturalistas les resulte difícil creerlo; pues si el M. badius es tan en exceso vigilante y celoso de la proximidad de otras aves, como para mantener alejada a la sutil, silenciosa, gris y omnipresente hembra de M. bonariensis, ¿cómo es que no puede hacer lo mismo con la del M. rufoaxillaris, que es más rara, ruidosa, movediza y coloreada de un modo bastante visible? Esto no lo puedo decir. La única explicación que se me ocurrió es que el M. badius es lo suficiente sagaz como para distinguir los huevos del parásito común y arrojarlos del nido. Pero esto es muy poco probable, pues yo he merodeado en vano bajo los árboles, en busca de los huevos arrojados; y nunca encontré los huevos del M. badius con agujeros picoteados en la cáscara, lo cual habría sucedido en el caso de que el M. bonariensis hubiese sido un intruso en el nido. Con los resultados que acabo de anotar me di más que por satisfecho, aunque aún quedaba mucho por saberse; y decidí esperar al verano siguiente a fin de explotar la rica mina que había descubierto por casualidad. Por desgracia, cuando la primavera llegó, la mala salud me retuvo prisionero de nuevo en la ciudad, y no encontrando mejoría, abandoné Buenos Aires al aproximarse la época del calor a fin de probar si el cambio de clima me beneficiaba. Sin embargo, antes de partir, pasé unos pocos días en casa, viendo lo bastante como para convencerme de que mis conclusiones eran correctas. La mayoría de las aves ya habían anidado, pero observando algunos nidos de Anambius, encontré uno que había sido habitado por Músicos, que lo habían abandonado por alguna razón, dejando diez huevos sin incubar. Todos eran como los de los Músicos, pero yo no tuve ninguna duda de que 5 de ellos pertenecían a M. rufoaxillaris. Durante mis cabalgatas por la vecindad, también encontré dos bandadas de Músicos compuestas, cada una de ellas, por varias familias; sobre los pichones noté que varios de ellos comenzaban a adquirir el plumaje purpúreo, como los del otoño anterior. No creí necesario cazar más ejemplares. Los observadores futuros deberán responder la pregunta de porqué el M. badius permite usar su nido al M. rufoaxillaris, mientras excluye a su pariente parásito M. bonaerensis. Pero antes de dejar este grupo tan interesante (Molothrus), deseo hacer algunas indicaciones generales sobre sus costumbres y sus anómalas relaciones con otras especies.

Es con gran repugnancia que vemos los hábitos parásitos de las aves. La razón por la que provoca tal sentimiento es, sin duda, por que se presenta a nuestra mente -usando las palabras de un naturalista del siglo XVIII, que era también un teólogo y creía que el cuclillo había sido creado con ese hábito-, como un monstruoso ultraje al sentimiento maternal, uno de los primeros grandes dictados de la naturaleza". Un "ultraje", desde el momento que cada criatura ha sido dotada de este afecto todo poderoso, para la preservación de los suyos y no de otra especie. Y aquí nosotros lo vemos (por un proceso sutil, una inconsciente iniquidad), cambiar de propósito, pervertida y hecha útil para el instrumento contrario, contra el que se intentó como una salvaguarda. La formación de tal instinto parece, en realidad, una contingencia imprevista en el sistema de la naturaleza. Un mal reforzado, si no inducido, por aquellas mismas leyes establecidas para preservación de la salud y que, el vis medicatrix de la naturaleza, es incapaz de eliminar. Además, el huevo de una especie parásita es, en general, más grande, diferenciándose también en colorido, de los huevos con los cuales es puesto; mientras que hay tan invariable desemejanza entre los pichones y sus hermanos adoptivos (vivos o muertos), que a pesar de saber lo poco razonador que es el instinto (especialmente el instinto materno), no podemos dejar de sentirnos impresionados ante una evidencia tan flagrante de su estúpida ceguera. En la competencia por lugar, la lucha por la existencia -que con razón se dice, son más mortales entre aquellas especies que están más relacionadas-, las operaciones son imperceptibles, siendo los cambios tan graduales que la disminución y total desaparición de una especie, nunca se atribuye a un aumento favorable correspondiente a otra especie más favorecida de la misma región. No es como si la especie reinante invadiera y se apoderara de la provincia ajena, sino que aparece como si tranquilamente, hubieran entrado en posesión de una herencia que fuera de ellos por derecho. Importantes como son los resultados a los que se llegó por este proceso, es sólo por una metáfora algo forzada que puede ser llamada "lucha". Pero aun cuando la guerra es abierta y declarada, como entre una especie rapaz y sus víctimas, el primero es obligado, en forma manifiesta, por la necesidad; y, en este caso, las especies cazadas están dotadas con peculiar sagacidad para escapar a la persecución. De manera que la guerra no es de exterminio, sino que, como en una guerra de fronteras, el

invasor queda satisfecho llevándose a los rezagados débiles y poco cautos. Así, la enemistad declarada y abierta es, en realidad, beneficiosa para la especie; pues es seguro que extermina todos los individuos que podrían causar su degeneración. Pero no podemos concebir esa necesidad para un instinto tan fatal como el del Cuclillo o del Renegrido, que destruye tantas miríadas de vidas en potencia. Y tanto como su preservación es enemiga de las especies en las cuales parasita, aquí también debe haber una lucha. Pero, ¿qué clase de lucha? No como en otras especies en las cuales cuando uno perece en el combate, da mayor fuerza al vencedor, sino una lucha anómala, en la que uno de los combatientes ha hecho que su adversario torne sus armas contra si mismo y, de esta manera, parece tener una infinita ventaja. Es imposible para él ser derrotado; y además, siguiendo con la metáfora, se ha introducido y entrelazado tanto con su oponente que, tan pronto como éste triunfa en sobreponérsele, él también muere inevitablemente. Tal resultado es, tal vez, imposible, pues hay tantas causas que actúan para frenar el aumento indebido de cualquier especie. En consecuencia la lucha, desigual como aparece, debe continuar para siempre. Así, de cualquier modo que veamos el hábito parásito, aparece cruel, traidor y vicioso en el más alto grado. Pero, intentemos crear mentalmente un hábito parásito perfecto (esto es, uno que fuera totalmente eficiente, con el menor perjuicio o injusticia posibles contra cualquier otra especie, pues la preservación de una especie de la que el parásito depende es necesaria a si misma) combinando en la imaginación todos los hábitos parásitos que se conocen, eliminando toda cualidad o circunstancia ofensiva y poniendo en su lugar aquéllas que creemos que convendrían, nuestra creación es probable que quedara corta en simplicidad, belleza y no sería tan completa como el actual instinto del M. rufoaxillaris. En lugar de poner sus huevos en cualquier receptáculo que se le ofrece, elige el nido de una sola especie, de modo que su instinto de selección está relacionado a la adaptable semejanza entre sus huevos y pichones y los de la especie a la que parasita. Tal adaptable semejanza no podría, por cierto, existir, si pusiera sus huevos en nidos de más de una especie, y no hay duda de que se trata de una circunstancia eminentemente favorable para su preservación. Por lo tanto, no habiendo tal incongruencia e inadaptabilidad como la que encontramos en nidos donde hay otros parásitos intrusos, no hay razón para considerar ciego y estúpido el afecto de

los padres adoptivos, pues la similitud es lo suficientemente grande como para engañar a la más astuta sagacidad. Tampoco aquí puede aparecer el instinto como el ultraje al cariño maternal, pues los pichones del M. rufoaxillaris no poseen ventaja sobre sus hermanos adoptivos. No está dotado de mayor fuerza y voracidad para monopolizar la atención de los padres adoptivos o para echar a la verdadera progenie. Pero siendo en todo exactamente iguales, tiene la misma oportunidad de ser protegido. A este maravilloso instinto parásito, podemos aplicar las palabras que dijo Darwin, refiriéndose a la arquitectura de la colmena: "La selección natural no puede llevar más allá de este estado de perfección".

MUSICO Molothrus badius Gris oscuro, o color ratón, ligeramente teñido de oliva; alas castañas; cola negruzca; pico y patas negras; largo 19 centímetros. Hembra Similar. En esta especie los sexos son semejantes: El plumaje del cuerpo es gris parduzco, con una mancha negra entre el ojo y el pico: cola negra, los cañones de las plumas canela; pico y patas negras. Azara, al describirlo bajo el nombre de "Tordo pardo roxiso", dice que es un ave rara, de modo que es probable que haya aumentado en número desde entonces, pues ahora es muy común en el distrito del Plata. Por lo general anda en pequeñas bandadas de 10 a 30 individuos. No son migratorios, pero en invierno viajan mucho de un lugar a otro, sin extender sus viajes más de unos pocos kilómetros en todas direcciones. Les encanta acercarse a las casas y, con frecuencia se los ve picoteando la carne fresca colgada afuera. Como otras aves de la misma especie se alimentan principalmente en el suelo. Pasan gran parte de su tiempo en los árboles, son familiares al hombre e inactivos, de movimientos en extremos lentos y deliberados. Su lenguaje es variado. Expresan la curiosidad o alarma por medio de trinos y, antes de abandonar un árbol todos los miembros de una bandada, se invitan con mucha ceremonia a volar, con notas largas y claras, de potencia suficiente como para ser oídas a 500 metros de distancia. Cantan mucho en toda época. El canto está compuesto de notas suaves, claras, casi dulces, muy moduladas, emitidas en forma lenta, pareciendo expresar un compuesto estado de ánimo, pues todas las aves de una bandada cantan en concierto. Durante la época de frío, la bandada siempre encuentra algún abrigo

asoleado, del lado norte de alguna pila de leña o cerco, en donde pasan varias horas todos los días, inmóviles y cantando en su acostumbrado estilo calmo y suave. Su extrema sociabilidad afecta sus hábitos nidíferos, pues a veces, la bandada no se rompe en primavera, y varias hembras ponen juntas en un nido. Pero no he podido descubrir si en tales casos las aves están en pareja o practican una promiscuidad sexual. Tienen una marcada preferencia por los grandes nidos en forma de cúpula de los Anumbius acuticaudalus, llamados Leñateros en lengua vernácula. Un verano, una bandada de alrededor de diez Músicos, tomó posesión de un nido en uno de mis árboles; después de unos pocos días, saqué de él catorce huevos. Aunque las aves revoloteaban chirriando a mi alrededor, manifestando gran solicitud, los huevos estaban casi fríos y, si los hubiera dejado, no hay duda de que hubiesen puesto muchos más; pero como estaban amontonados, tres o cuatro muy metidos en el nido, no hubieran sido incubados nunca. Sin embargo, por lo general la bandada se deshace en parejas. Luego construyen un nido prolijo y bien hecho en la horqueta de una rama, revistiéndolo con crin de caballo; o, lo que es también muy frecuente, luchan con gran espíritu para tomar posesión de uno en forma de cúpula, y en él o sobre él, hacen su propio nido. Como su pariente, el Renegrido, parecen ser muy atraídos por los que tienen forma de cúpula, y aun evitan poner en el interior oscuro. Por regla general, cuando conquistan un gran nido con esta forma, abren un agujero en un costado y, de este modo, permiten el paso de la luz y forman una fácil entrada. Los huevos son cinco, casi redondos y muy manchados de marrón rojizo oscuro.

TORDO DE ALAS AMARILLAS Agelaius thilius Negro; cobijas más pequeñas de arriba y abajo de las alas, amarillas; pico y patas negras; largo 14 centímetros. Hembra marrón pálido estriado de negro; marca del ojo blanca; abajo más pálida; tamaño menor. Esta ave es muy abundante en las pampas. No emigra pero habita lugares pantanosos en verano, haciendo su nido entre los juncos, y en invierno se extiende sobre el campo. El macho es, por completo, de un negro intenso, con excepción de los hombros que son de amarillo puro. La hembra es gris oscuro, con marcas oscuras y, lo que fue observado hace mucho por Azara, los individuos grises son mucho más numerosos que los negros. Los pichones son como las

hembras, siendo posible que no adquieran todo el plumaje negro hasta el segundo año, lo que explicaría el gran número de aves grises. Son muy sociables, viéndoselos en bandada durante todo el año, aun en la época de reproducción. En el invierno, muchos machos se separan de las hembras, y se asocian en bandadas de 30 a 40 individuos. Se alimentan en el suelo, permaneciendo, durante el verano en los bordes húmedos de los pantanos, Evitan los bosques, pero a veces se posan en los árboles, en los que cantan todos en concierto. El canto, cuando se trata de un ave sola es, aunque de extensión limitada, muy dulce, siendo notables algunas de las notas por su pureza y expresión. El pájaro se posa en un junco o estaca mientras canta; hace una larga nota después de una o dos notas, como si quisiera sacar el mejor partido posible de su limitado repertorio.. Hay en su canto una nota muy dulce, que a mi juicio, no tiene igual por su triste dulzura, y por eso me sorprende que Azara, refiriéndose a esta especie diga que "canta razonablemente". El prolijo nido está hecho de pastos secos, y se halla unido a los juncos que crecen en el agua. Los huevos son cuatro, puntiagudos, salpicados en el extremo más grande con marrón oscuro y negro sobre un fondo blanco. Desearía que mi escaso entendimiento hubiera podido encontrar algún nombre inglés más corto y descriptivo para esta especie, que entre todo este grupo de los Ictéridos, las Aves de los pantanos o charlatanes sudamericanos se me hizo más querido debido a su gracia y la hermosa librea negra y amarilla, sus lindos hábitos sociables y, sobre todo, su inolvidable canción o más bien, una nota llena, hermosa y apasionada con que termina.

TORDO AMARILLO Agelaius flavus Negro; cabeza, rabadilla, comba del ala y superficie de abajo, amarillo brillante; pico y patas negras; largo 17 centímetros. Hembra marrón, ligeramente estriada; cejas, rabadilla y partes inferiores amarillentas. Azara lo llamó Cabeza amarilla; pienso que ese nombre no es del todo satisfactorio, ya que tiene también mucho amarillo en otras partes siendo la disposición de color más como en el Oriol dorado. Las aves de plumaje oscuro son siempre mucho más numerosas que Tos machos de colores brillantes, de aquí la extraña aseveración de Azara de que los sexos son

semejantes. En Buenos Aires, en donde la gente de campo lo llama Naranjo en alusión a sus tintes anaranjados, es muy conocido debido a su plumaje amarillo, que aparece tan maravillosamente brillante a la luz del sol, y su preferencia por los distritos cultivados, en donde sigue al arado para alzar gusanos y frecuenta las huertas para cantar, asociado al Renegrido y al Pecho amarillo. Permanece todo el año; es muy sociable, yendo en bandadas de veinte a treinta individuos. Cuando se establecen en los árboles, todos cantan en concierto, emitiendo sus pocas notas peculiares con gran énfasis y poder. Estos grupos no siempre se rompen ni aun en la época de anidar, y con frecuencia muchas parejas hacen sus nidos cerca. El nido, por lo general, está hecho en un cardo, con pasto seco y a unos sesenta o noventa centímetros del suelo. Los huevos son cuatro, puntiagudos, blancos o de un tinte azulado, salpicados, en forma irregular, con marrón oscuro, acercándose más las manchas, y a veces confundiéndose, en el extremo ancho. Barrows, un ornitólogo americano, refiriéndose al plumaje de esta especie, escribe: "Encontramos a esta especie en grandes bandadas en el Pigüé, a fines de marzo de 1881. Era un espectáculo magnífico el ver cien o más, revoloteando entre los plumeros blancos del pasto de las pampas, desplegando su rico traje negro y amarillo. A diferencia de la mayoría de las otras aves obtenidas en esta época, su plumaje parecía casi tan brillante como durante el verano".

FEDERAL Amblyrhamphus holosericeus Negro; cabeza, cuello, parte de arriba del pecho y muslos, escarlata intenso; patas y pico negro; largo 21 centímetros. Hembra similar; pichón todo negro. Azara llamó a esta especie "Tordo negro cabeza roxa". También es llamado Boyero por la gente de campo, debido a su nota que semeja el largo silbido de un ganadero; y, a veces, "Pico cincel", por la peculiar conformación del pico, que es largo, recto y ancho en su extremo, como un cincel. El plumaje de la cabeza y cuello es escarlata en ambos sexos, de un tinte fuertemente brillante y negro en el resto del cuerpo. Estas aves son vivaces, activas, sociables, andan en bandadas de seis a treinta individuos. Permanecen durante todo el año; habitan los pantanos, de los que se alejan rara vez, buscando su alimento que consiste en insectos, en los suaves juncos marchitos. Abundan en las costas cenagosas del Plata; y cuando se los ve a la distancia, posados en la cima de los altos

juncos, en su manera habitual, sus cabezas color fuego brillan con una extraña gloria sobre la seria y sombría vegetación de los pantanos. El largo silbido ya mencionado constituye su único canto, pero varía mucho y a menudo suena tan dulce y melodioso como el silbido del Renegrido europeo. El nido es una ingeniosa estructura de pasto seco, asegurado a los tallos rectos de una planta acuática y a un metro del agua. Los huevos son cuatro, de forma y tamaño como los del Zorzal cantor inglés, con manchas negras algo esparcidas en un fondo azul claro. Los pichones son completamente negros al principio. Luego, adquieren, en la cabeza y el cuello, un rojo terracota pálido, que se va haciendo cada vez más intenso hasta terminar en escarlata vivo.

VARILLERO Agelaius ruficapillus Azul negro lustroso; corona y mitad de la garganta rojo castaño oscuro; pico y pasas negros; largo, 19 centímetros. En esta especie los sexos son semejantes. La corona de la cabeza es bermeja y con esta excepción, todo el plumaje es de un rico azul negro lustroso. Si el hombre lo conociera más haría de él uno de sus favoritos debido a su belleza y a la delicada tristeza de su voz pero vive y se reproduce en los pantanos y no se acerca a la habitación humana. El Varillero es gregario y migratorio. Apenas se puede decir que la bandada se deshaga en la época de reproducción, pues las aves hacen todas juntas sus nidos en los juncos. El nido está de treinta a sesenta centímetros sobre el agua. Tiene una profundidad de más o menos 15 centímetros, y está hecho de hojas y pastos acuáticos entrelazados. Los huevos son cuatro, puntiagudos, de color blanco o azulado claro y salpicados de negro en el extremo más grande. Su canto es de un carácter casi único. Comienza con una nota baja y profunda que luego cambia a un tono claro y quejumbroso que se eleva en una rápida sucesión de notas cortas y luego cae de nuevo al final. Después de la época de la reproducción, revolotean en bandadas de doscientos a trescientos individuos, y cantan en concierto en los árboles.

TORDO MILITAR O PECHO COLORADO CHICO Leistes superciliaris Negro amarronado; superciliares marrón claro; comba del ala y cuerpo, desde

abajo de la barba hasta la mitad del vientre, escarlata oscuro; pico y patas negros; largo 17 centímetros. Hembra marrón claro entremezclado con negro y apenas tocado de rojo en el pecho. El punto más interesante relativo a esta especie es la gran diferencia en costumbres, así también como en apariencia, que existe entre los sexos. En forma se asemeja al Estornino de Europa, pero es una nada más pequeño y tiene la cola más corta. El macho es negro, con las partes superiores apenas moteadas de gris amarillento; tiene una raya color paja sobre el ojo; la garganta y el cuello son de un carmesí brillante. La hembra es más pequeña, de color gris leonado oscuro manchado de oscuro, siendo apenas perceptible el tinte rojo del pecho. Son pájaros migratorios. Aparecen por todas partes en la región oriental de la Argentina, a principios de octubre. Llegan solos, después de lo cual, cada macho toma posición en un campo o espacio abierto en el que abunden pastos toscos y hierbas. Allí pasan la mayor parte del tiempo posados en la cima de una estaca o maleza, con su brillante pecho carmesí exhibido a la distancia como si fuera una espléndida flor entre las hierbas. A intervalos de dos o tres minutos se eleva vertical hasta una altura de veinte a veinticinco metros, para emitir su canto, que se compone de una única nota larga, poderosa y casi musical, que termina en un intento de floreo, durante el cual el ave revolotea y gira en el aire. Luego, como si lo descorazonara su fracaso, se deja caer emitiendo ásperos chirridos guturales, para volver a ocupar su sitio. Mientras tanto la hembra permanece invisible, manteniéndose escondida en los altos pastos. Pero al fin, atraída tal vez por el pecho brillante y la música del macho, se exhibe por unos pocos momentos, elevándose con un salvaje vuelo en zig-zag, como el de un Scolopácido espantado de su ciénaga y precipitándose a un lado y a otro, se deja caer de nuevo en el pasto. En el momento en que ella aparece por sobre el pasto, el macho le da caza y juntos se pierden de vista. Así, mientras en color, hábitos, lenguaje y hasta en su manera de volar como un cohete para lanzar su curiosa melodía, el macho es el más conspicuo de todas las avecitas, la hembra, influenciada en dirección opuesta por la selección natural, ha sido, por así decir, borrada. Mientras vuelan no parecen aves de la misma especie El macho se mueve agitando las alas con rapidez, como un Estornino, pero con un vuelo más lento y laborioso y sin desviarse. La hembra, en sus excéntricos movimientos en el aire, nos recuerda a una gran mariposa nocturna, echada de su escondite y

volando, confundida por el resplandor del mediodía. El nido está hecho de pasto seco; se halla en el suelo, escondido con tanta habilidad que resulta difícil encontrarlo. Los huevos son cuatro, blancos, salpicados de marrón rojizo. Cuando tienen pichones, nunca me ha sido posible ver a la hembra revoloteando en busca de alimento. Durante todo el verano, estas aves son solitarias; pero, cuando emigran en el otoño, aunque muchas andan solas y aparecen muy visibles mientras vuelan trabajosamente en línea recta a una altura de alrededor de veinte metros del suelo, otras se ven viajando en pequeñas bandadas o grupos compuestos de seis a doce individuos. Estos son los machos. Las hembras viajan s~ paradas, en grupo de dos, tres, o solas, volando cerca del suelo, con pausas frecuentes durante las cuales las alas cesan de batir e intervalos de planeo; también, abalanzándose en ocasiones hacia un lado, como si de pronto se hubieran asustado.

PECHO AMARILLO Pseudoleistes virescens Marrón oliva lustroso; hombros y pecho amarillo brillante; largo 25 cms. Hembra similar. En los dos sexos de esta especie, el plumaje es de un profundo marrón oliva, con el pecho de un amarillo puro. Es activo, de vuelo resistente, sociable y ruidoso. Es familiar a todos, pues se trata de un ave hermosa y elegante, muy común en los distritos poblados y con preferencia por la vecindad del hombre. Ha ganado, entre muchos competidores, el nombre vernáculo de Pecho amarillo, pues entre nosotros, las especies con pecho amarillo son muy numerosas. Permanece durante todo el año, andando, en forma invariable, en bandadas de alrededor de veinte a treinta individuos. Se alimenta en el suelo, en los campos o en las llanuras abiertas. Mientras comen, uno de ellos se ubica en una estaca o en la cima de un cardo, para vigilar. Si una persona se aproxima, el centinela da la alarma y todas las aves vuelan en una bandada compacta, haciendo resonar el aire con sus notas fuertes y tintineantes. Después de comer regresan a los árboles, en donde unen sus voces en un espiritual concierto, sin ninguna forma o melodía establecida, como la que poseen otras aves cantoras, pero haciéndolo todos al unísono, lanzando sus notas al azar, como si estuvieran locos de alegría. En esta encantadora bulla, hay algunos sonidos suaves y argentinos. En los sitios

en donde nunca se los persigue, temen muy poco al hombre pero lo reciben, invariablemente, con fuertes y vigorosas protestas. En octubre, el grupo se descompone en parejas. Prefieren, para anidar, un espeso arbusto o un árbol bajo; pero a veces lo hacen en un gran cardo, en campo abierto. El nido es como el de un Túrdido: profundo, compacto, hecho de pasto seco y delgadas astillas, empastado por adentro con barro y revestido con pelo o pasto suave y seco. Sin embargo, es más profundo y simétrico que el del Túrdido, y, a veces, está empastado con estiércol de vaca en lugar de barro. Los huevos son cuatro, muy largos, blancos, salpicados con abundancia de rojo oscuro, y con las manchas que se unen en el extremo más grande. Nunca se lo ve peleando con sus compañeros o con otras aves, siendo tal vez debido a su pacífica disposición, el que el parásito Molothrus lo elija, con preferencia, como víctima. Con frecuencia yo he encontrado sus nidos llenos de huevos parásitos; llegando, en un caso, hasta catorce o dieciséis. En algunas épocas, todos los nidos que encontré habían sido abandonados por las aves, debido al número de huevos parásitos puestos en ellos. También con frecuencia, encontré huevos parásitos en el suelo, debajo del nido, de modo que creo que el Pecho amarillo arroja algunos de los huevos extraños, y en uno de los casos, estoy seguro de que eso sucedió. El nido se hallaba en una mata de cardos y contenía cinco huevos: dos del Pecho amarillo y tres parásitos. Estos tres pertenecían a la variedad más manchada de rojo, y en consecuencia se parecían a los del Pecho amarillo. Me sorprendí al encontrar cinco huevos más del Renegrido en el suelo, todos juntos y a un metro del cardo; todos estos huevos eran de un blanco puro y sin mancha. Naturalmente, yo me pregunté: ¿Cómo llegaron dichos huevos a esa posición? No habían caído de nido, que era muy profundo, contenía pocos huevos, y estaba a 70 centímetros escasos del suelo. Además eran todos blancos, mientras que los del nido eran moteados. Estaba seguro que los huevos habían sido puestos en el nido, y el único modo de que podía explicar el hecho de que estuvieran en tal lugar, era que el Pecho amarillo los había retirado, alzándolos en su pico y llevándolos al suelo. Si estoy en lo cierto, debemos creer que esta ave ha desarrollado un instinto desusado en la especies, que le permite distinguir, y sacar de su nido, huevos muy distintos de los propios: en realidad un instinto cuyo objeto seria el de contrarrestar el hábito parásito del Molothrus ¿Cuál sería el efecto de tal instinto, si la especie lo

adquiriera? Sin duda, sería altamente perjudicial para las aves parásitas que ponen huevos blancos, pero favorable para las que los ponen moteados. Esta sería la selección natural, obrando de una manera muy desusada; pues el Pecho amarillo, u otras especies, mejorarían otra en detrimento propio, desde que al parecerse más los huevos parásitos a los suyos, mayor seria la probabilidad de ser preservados. La perfecta similitud entre los del M. rufoaxillaris y los del M. badius, es posible que haya sido hecha de este modo. Pero debe agregarse que si, además del Pecho amarillo, alguna otra especie que posea huevos muy distintos (por ejemplo, un Zonotrichia o un Tiránido) adquiriera también este hábito de distinguir y arrojar de su nido todos los huevos que fueran distintos de los propios, dicha costumbre en dos o más especies provocaría la extinción del parásito. Podría arrojar alguna luz sobre este oscuro punto, el examinar, durante varios veranos sucesivos, un gran número de nidos, para determinar si a menudo se encuentran nidos de Pechos amarillos, sin huevos blancos inmaculados, o si el mismo número proporcional de huevos blancos parásitos, se hallan en los nidos de los Pechos amarillos, Tijeretas, Chingolos y otras especies.

PECHO COLORADO GRANDE Trupialis militaris Marrón entremezclado de negro; superciliares en frente del ojo, rojas, debajo blancas; garganta, mitad del cuello y pecho escarlatas; cobijas inferiores de las alas blancas; comba del ala roja; largo 25 centímetros. Hembra similar. Dos especies de Ictéridos habitan la parte más meridional de la República Argentina. La que ahora cito, se halla confinada a Patagonia y al Sur de Chile, mientras que su representante norteña, habita las pampas de Buenos Aires y Uruguay. Es probable que el río Colorado, que separa dos distritos que difieren en suelo y vegetación, sea la línea limite que divide sus habitats. Tan semejantes son estas dos aves en color, lenguaje y costumbres, que parecen más razas que especies; y así fueron consideradas por los naturalistas hasta hace poco, cuando el ave de las pampas fue elevada al rango de una especie distinta, con el nombre de Trupialis defilippii. Por desgracia, el viejo nombre militaris, conviene más a la especie pampeana que a la patagónica; pero de esto hablaré cuando describa aquella especie. En su forma, el Trupialis militaris se asemeja al Estornino europeo común, pero

difiere en sus hábitos, vuelo, lenguaje, tamaño y colorido, siendo el plumaje de la parte superior de color oscuro moteado de gris amarillento: la garganta y el pecho escarlata tirando al carmesí. Este matiz varia mucho; las plumas del pecho están a menudo salpicadas de blanco, lo que amortigua el rojo intenso y le da un tinte rosado en algunos individuos. La hembra es de color más pálido que el macho, teniendo menos rojo en el pecho. Habita en toda la Patagonia hasta el Estrecho de Magallanes, pero se ve confinado a los valles o a la vecindad del agua. Durnford hace notar que es un ave útil al viajero, en esas secas regiones, pues su presencia es indicio seguro de agua. Es sedentario; se lo ve en pequeños grupos de cuatro o cinco, o en pequeñas bandadas que rara vez pasan de veinte o treinta. Se alimenta y vive en el suelo, y sólo en raras ocasiones se lo ve posado en un arbusto bajo. Su vuelo es resistente; vuela mucho y, por lo general, mientras lo hace, emite su canto. Canta durante todo el año, oyéndoselo aun durante los días más fríos de invierno. Las notas son pocas y no muy melodiosas, pero son animadas y vigorosas. El nido está hecho de pasto seco y raicillas ligadas a los juncos en el suelo húmedo, y ubicado cerca o descansando sobre la tierra. Los huevos son cinco, blancos manchados de marrón rojizo.

PECHO COLORADO MEDIANO Trupialis defilippii Apenas más pequeño que el anterior; plumaje igual con excepción de las cobijas de abajo de las alas que son negras. A través del territorio en donde esta especie abunda, se llama Pecho colorado, que es por cierto mejor que el bárbaro, aunque pintoresco, nombre de Azara de Degollado. Pero ningún nombre más feliz que el de "militaris" podría haber sido inventado para él, y por el que antiguamente lo conocían los naturalistas; y aunque fue dado al ave sólo por su pecho rojo, y por lo tanto es aplicable por igual a todas las especies del globo con pecho colorado, en este caso describe, en forma accidental, un hábito peculiar de esta ave, tan bien como su librea brillante. En forma, tamaño, porte, lenguaje y color se asemeja muchísimo al Pecho colorado grande; pero el carmesí del pecho es más brillante y la parte superior más oscura. Sus hábitos nidíferos son como los del ave austral. El número y colorido

de los huevos es el mismo en ambas especies. Una trivial diferencia en las costumbres es que el Pecho colorado mediano a veces se eleva en el aire unos pocos metros, mientras emite su canto. Habita las pampas herbosas y húmedas de la parte Sur de la provincia de Buenos Aires. Allí es abundante y se une en grandes bandadas. Al aproximarse la época del frío, hay un movimiento general de las aves hacia el Norte, que, no obstante ser éstas grandes voladoras, no se extiende muy lejos, pues viajan de un modo lento y peculiar. Es en esta época, cuando las aves se mueven en grandes bandadas, en que el nombre de Militar nos parece ser muy apropiado. No viajan por el aire como otros viajeros, sino que se mueven por el suelo. La bandada, compuesta de cuatrocientos o quinientos a mil o más individuos, se extiende hasta presentar un largo frente; a intervalos, las aves de más atrás vuelan sobre las otras, posándose justo a su frente. El largo frente, la precisión de sus movimientos y sus pechos escarlatas todos vueltos a un mismo lado, sugiere la idea de un disciplinado ejército en marcha. Nunca se posan en árboles, pero con frecuencia lo hacen en el techo de un rancho u otra elevación que les proporcionan una base segura. Son aves dóciles que vuelan con lentitud. Cuando se les acercan, por lo general se agazapan en el suelo escondiendo sus pechos carmesí y permanecen inmóviles a fin de escapar a la observación. Son pacíficos y tan amantes de la compañía que cuando se los separa de sus compañeros, se unen con aves de otra especie, aun con Charadriidae o Tiránidos. En las grandes llanuras monótonas, en donde la mayoría de las avecitas son de plumaje gris o marrón y en invierno, cuando no hay flores para satisfacer el deseo de la vista de ver colores brillantes, es encantador, mientras se viaja, encontrarse con un ejército de estas aves: los pechos carmesí menos brillantes que los tonos de algunas especies tropicales, parecen iluminarlos con un extraño esplendor sobre el verde sombrío de la tierra, y la visión produce un efecto vigorizante en la mente.

CAPITULO 5 Tordo de cobijas canela Chopi Pajaro bobo Monjita gris Animita

Monjita Ihrupero Tile Diucon espalda castaña Viudita Guira yetapa Tijereta de las pajas Amarillo Viudita de la sierra Remoloncito Pico de plata Picabuey Dormilona de cabeza parda Negrito Piojito amarillo Rabicano

TORDO DE COBIJAS CANELA Icterus pyrrhopterus Negro uniforme; cobijas menores de la parte superior del ala castañas; largo 19 centímetros. Hembra similar pero más pequeña. Esta interesante ave, el único miembro del género Icterus que se encuentra en la Argentina, se extiende, hacia el Sud, hasta Buenos Aires, en donde es migratoria. Aparece en pequeñas bandadas de seis u ocho individuos en septiembre; pero apenas llegados, los pequeños grupos se rompen y, en consecuencia, las aves son vistas solas o en parejas en los bosques a lo largo del Río de la Plata. Los sexos son semejantes en color, pero el macho es bastante más grande. Todo el plumaje es de un negro intenso, con excepción de un punto leonado en el hombro, que sólo se ve cuando vuela: el pico es negro y curvo; el cuerpo delgado; la cola larga. Es un ave locuaz, siendo la mayoría de sus tonos bajos y agradables. Son extremadamente inquietos, pasando sin cesar de un árbol a otro, moviendo su larga cola y colgándose de las ramas en varias actitudes, mientras buscan insectos en la corteza podrida. Mientras se ocupa de esto, el Tordo de cobijas canela emite una gran variedad de chirridos y sonidos guturales, entremezclados

con notas cortas y agradables. También posee un canto de considerable mérito, de tono bajo y variado, con un ventriloquismo peculiar en varias de las notas, lo que produce, en el que escucha, la idea confusa de que el ave se aproxima y retrocede alternativamente, mientras las emite. En tanto canta, el ave continúa moviéndose, pero siempre escondida en el espeso follaje, siendo probable que tal continuo girar del cantor y el hecho de que las notas pasen a través de pantallas frondosas de densidad variable, sean lo que origina el ventriloquismo y da tanta luz y sombra a su misteriosa melodía. El primer ave de esta especie que cacé, estaba herida ligeramente en un ala y cayó en un arroyo. Para gran sorpresa mía, comenzó a cantar su canto usual mientras flotaba en la superficie, sin intentar nadar. Después que lo pesqué, continuó cantando en mi mano, a intervalos. Qué extraño resultaba oír a este sangrante cautivo, emitir notas suaves y dulces que parecían expresar sólo emociones agradables! Sin embargo, era evidente que el ave se daba completa cuenta del peligro, pues luchaba con violencia para escapar y golpeaba mi dedo salvajemente con su agudo pico. Luego encontré un nido. Era, más o menos, de 18 centímetros de profundidad, estaba compuesto en su totalidad, de líquenes juntados de los troncos de los árboles, entrelazados con ingenio y suspendidos de tallitos y hojas en el extremo de la rama. En su interior no había huevos, pero las aves revoloteaban a mi alrededor muy afligidas y, para gran sorpresa, emitían una variedad de notas melodiosas, diferentes a su canto habitual, pero que se asemejaban mucho a las de otras aves, lo cual me hizo pensar que el Icterus posee, en algún grado, la facultad de imitar. Esta, sin embargo, es la cuestión que es difícil resolver. No obstante parece cierto que esta especie es incapaz de expresar cualquier sentimiento de dolor, tal como pena, miedo o ansiedad paternal, con fuertes notas ásperas como otras aves. Es de lamentar que Azara, que encontró que esta especie es Común en Paraguay no haya prestado mucha atención a sus hábitos y lenguaje, los que la hacen tan especialmente interesante aun en una familia tan rica en extrañas costumbres como es la de los Ictéridos.

CHOPI Aphohus chopi Negro uniforme; pico y patas negras; mandíbula inferior acanalada; largo 23 centímetros. Hembra similar pero más pequeña y de un negro más sucio.

El Chopi, que según se dice es bastante común en Paraguay, sólo se encuentra en la parte Nordeste de la República Argentina.. En consecuencia, yo nunca lo vi, excepto enjaulado, no mencionándolo tampoco en las notas de los coleccionistas y viajeros recientes que han visitado el curso superior del Plata. Esto, sin embargo, no es muy de lamentar, desde el momento que Azara hace un relato completo y vivo de esta especie en su libro "Pájaros del Paraguay", aunque resulte extraño que el Chopi haya tenido sólo dos observadores cuidadosos de sus costumbres, hace un siglo: el ya citado Azara y su amigo y naturalista, el sacerdote Noseda. Es a fin de dar a mis lectores ingleses un ejemplar descripto por Azara, que he introducido al Chopi en mis trabajos, la única ave descripta en este libro que no me fue conocida por mi propia observación. Evidentemente Azara lo conocía mucho, pues lo describe con cariño y gran extensión, constituyendo la historia de él, una de las cosas más encantadoras de su trabajo. De acuerdo con él, el Chopi es un ave muy sagaz y aunque se introduce en los corrales, patios y corredores de las casas del Paraguay, evita todas las trampas en que rara vez cae. Vuela con violencia y pausa, según quiere: embiste con intrepidez a cualquier pájaro, le persigue obstinadamente y volando se posa sobre sus lomos y le pica. Si el Caracará o Carancho (Polytorus) se posa, para libertarse, se sitúa el Chopi a corta distancia, y hace algunos movimientos como distraídos; pero si el Caracará se descuida mirando a otra parte, se ve insultado de improviso. Dichos ataques a una especie tan grande y poderosa, bien pueden llamarse impertinencias, pero practicándolas, el Chopi está pronto en condiciones de librarse de la presencia de cualquier ave importuna. Desde lejos conoce por la figura, y aun por la sombra, a sus enemigos y con un silbido advierte a toda casta de pájaros, que al oírle se escapan y esconden, mientras el valiente Chopi sale bravamente al encuentro. El resultado es siempre un canto victorioso, empezando por pronunciar su nombre y siguiendo con gusto y variedad silbando. También canta en jaula y en la libertad cuando su compañera incuba. Es de los primeros que rompen el silencio de la aurora desde las veletas y tejados que frecuenta mucho. Verifica sus bodas por noviembre, y Noseda agrega que coloca su nido en agujero de zanja, pared, peña, tronco, o debajo de las tejas; y en su defecto lo hace en las ramas espesas, delgadas y altas de los naranjos u otro árbol frondoso. Lo fabrica con algunos palitos y

pajitas, poniendo por colchón algunas pequeñas plumas mal aliñadas. Pone cuatro huevos blancos. Debe agregarse que entre Azara y su amigo Noseda hubo una gran controversia en lo relativo a los hábitos parásitos del Renegrido (Molothrus), que fueron descubiertos primero por aquél y no creídos por Noseda, quien explica el hecho de que nunca se lo ve anidar, suponiendo que esa especie es el pichón de un año de edad del Chopi, en que, según él imagina, tarda tres años en adquirir la forma adulta y el plumaje. Tal idea parecería desacreditar a Noseda como naturalista, si no recordáramos que en el mismo período, Gilbert White estaba tratando de probar que las Golondrinas invernaban en Inglaterra. Toda la discusión aparece en "Pájaros del Paraguay", en la parte correspondiente a la descripción del Chopi. Allí Noseda puede exponer su creencia, después del cual Azara, mejor observador, da cinco objeciones a dicha teoría, cada una de las cuales sería suficiente para demolerla.

PAJARO BOBO Myiotheretes rufiventris Arriba y abajo gris humo, más claro en la cabeza y en el pecho; vientre, y cobijas de abajo del ala, leonado brillante; alas negras, secundarias interiores castaño claro terminadas en blanco; secundarias exteriores negras, salpicadas de blanco, cobijas del ala grises, ribeteadas de blanco; cola negra, margen exterior del par externo de rectrices y manchas de todas ellas, blancuzcas; 2 primarias más externas sin margen; pico y patas negros; largo 23,8 centímetros. Hembra, similar, pero con las primarias externas sin recortar. Los Tiránidos son una familia de aves insectívoras peculiar de América. Son los Papamoscas del nuevo mundo, y en muchas de las especies más pequeñas son muy semejantes, en apariencia y costumbres, a los Papamoscas del viejo mundo. Pero en su estructura no están muy relacionados con ellos. Pertenecen al suborden Olygomyodae, los Passeriformes que no cantan (o por lo menos no deberían hacerlo). Los cantores, todos ellos incluidos en el suborden Oscines, ocupan un rango más alto en la escala pues poseen un órgano vocal más desarrollado, y los Papamoscas del viejo mundo se hallan, junto con los Túrdidos y Ruiseñores, en esta división. Sin embargo, subsiste el hecho de que muchas especies de ese suborden más alto no cantan o son meros grañiadores o charladores, mientras que algunos de los Tiránidos tienen cantos determinados y poseen una voz dulce. En

Sud América, los Tiránidos comprenden más de trescientas sesenta especies conocidas, es probable que ahora, el número correcto sea cuatrocientos. Existe gran variedad en lo que respecta al tamaño, forma y hábitos de los diferentes géneros. Hay, entre ellos, aves con patas fuertes que buscan su alimento en el suelo, como los Zorzales y los Piojitos, a los que se asemejan; otros, en cambio, aunque también buscan su alimento en el suelo, se posan en árboles y arbustos, vigilando el terreno que queda abajo hasta que ven un insecto, sobre el que se abalanzan y después de capturarlo, retornar al sitio en que se hallaban. Otros, vigilan a los insectos que vuelan, capturándolos del mismo modo que el Papamoscas europeo; mientras que muchos otros tienen los hábitos de buscar alimentos de nuestros europeos Cerrojillos. De las sesenta o setenta especies que se encuentran en la Argentina, conocí veintisiete, siendo la más numerosa de entre ellas la del Pájaro bobo, que es el que describo primero. En esta especie existe una gran semejanza con los Zorzales, cuando uno lo ve corriendo por el suelo con el pico algo elevado; pero cuando se para o posa en alguna parte, abriendo y cerrando su ancha cola con un gracioso movimiento parecido al del abanico, la semejanza con el tieso y automático Turdus disminuye y desaparece del todo cuando vuela, pues sus largas alas son puntiagudas como las del Halcón viajero, mientras que los movimientos en el aire tienen la gracia y potencia de las Gaviotas. Es un ave muy hermosa. El plumaje de la parte superior es gris teñido de leonado; la garganta de un puro gris oscuro; pecho y vientre leonados, cobijas del ala, gris plateado claro; rémiges y rectrices, oscuras. Azara lo clasificó bajo el nombre de Pepoaza (ala rayada) con los Taeniopterae, con los cuales se asemeja en forma, vuelo, lenguaje y costumbres, aunque tiene patas más largas y corre más en el suelo. Su casa de verano se encuentra en el Sud de Patagonia, pero se desconocen sus costumbres de anidar. En invierno emigra al Norte, y en mayo se lo encuentra diseminado por las pampas, en donde la gente de campo lo llama por lo general, Chorlo, nombre que se aplica a todos los Charadriidae, a los que se asemeja pues corre velozmente por el suelo y a menudo se asocia con bandadas de dichas aves. Por el matiz de su plumaje, también lo llaman El Chocolate, nombre que me parece más aceptable. Estas aves son muy sociables. Andan en pequeñas bandadas de por lo general doce

a veinte individuos. Son movedizos y activos, de movimientos rápidos y graciosos; buscan su alimento en el suelo, consistiendo, principalmente, en coleópteros que se hallan en las grandes llanuras abiertas que ellos habitan. Cuando vuelan, se persiguen en el aire con espíritu juguetón, atacando también y cazando a la aves de otra clase que pasan cerca, haciéndolo en apariencia, por deporte. A veces se posan en la cima de un cardo o de un arbusto bajo, pero nunca lo hacen en los árboles. Su único lenguaje consiste en un largo silbido, bajo y quejumbroso que se oye, por lo general, en los días cálidos y tranquilos de invierno.

MONJITA GRIS Taenioptera nengeta Arriba ceniciento; cejas blancas; alas negras, cobijas cenicientas; un especulum bien marcado en la base de las primarias y los bordes de las secundarias externas blancos; cola negra salpicada de blancuzco ceniciento, tercio basal de la cola, blanco; abajo ceniciento pálido, mitad de la garganta blanco, con una faja negruzca a cada lado; mitad del vientre, flancos y cobijas inferiores de la cola, blancos; pico color cuerno; patas negras; largo 23 centímetros. Hembra similar. Azara dio a esta especie le nombre de Pepoaza, nombre guaraní que significa Ala rayada; y luego usó este término (Pepoaza), como nombre genérico del pequeño grupo bien definido, que está ahora ubicado en el género Taenioptera, y que comprende ocho especies conocidas. La mayoría de estas aves tiene alguna marca visible en las alas. Habitan la porción Sud del continente sudamericano, desde el Sud del Brasil y Bolivia al Estrecho de Magallanes, siendo más numerosas en las pampas abiertas y en la Patagonia. No varían mucho en tamaño, el mayor es de alrededor de 23 centímetros y el menor de unos 7 centímetros. Son de color gris o, con más frecuencia, blanco realzado con negro o gris; una especie (T. rubetra) es leonada. Sus patas son largas, corren en el suelo como el Chocolate o Pájaro bobo, alimentándose, hasta cierto punto, de la misma manera; pero a veces, también persiguen y capturan insectos volando, como los Tiránidos típicos que nunca o rara vez se posan en el suelo. Además poseen un único hábito rapaz, intermedio entre el de los Agriornis, Myiotheretes y Muscisaricola y el parecido al de las Golondrinas o Papamoscas, de los verdaderos Tiránidos. El ave se posa en una elevación -la cima de una estaca o arbusto, o hasta en un árbol

bajo para observar a su insecto presa como un Papamoscas; sólo que, en lugar de mirar a su alrededor los insectos que pasan, clava la mirada en el suelo, como el Martín Pescador lo hace en el agua, y en cuanto ve un escarabajo o una langosta se abalanza sobre ella, no para arrebataría con el pico como hacen otros Tiránidos, sino que, primero la aferra con sus patas y luego se la come, ladeándose y abriendo las alas para mantener el equilibrio, del mismo modo como hace una lechuza cuando aferra un ratón u otro pequeño animal en sus garras. Después de devorar el insecto en ese sitio, vuela de nuevo al lugar donde estaba posado a reanudar la vigilancia. Son muy inquietos, activos, juguetones y rara vez permanecen mucho tiempo en un sitio, ya que, en apariencia, encuentran eso aburrido. Pero yo he visto al T. irupero ocupar la misma percha durante varias horas al día, mientras está a la caza de insectos. Como podría ser necesario un nombre genérico inglés para este grupo pequeño e interesante, sugeriría el de vigilante del suelo (Ground-gazers o Ground watchers), que describen el peculiar hábito rapaz de estas aves. El Pepoaza es ligero, activo y gracioso, con un pico fuerte y recto, encorvado en la punta y una ancha cola de 10 centímetros de largo, siendo de 22,5 centímetros el largo total del ave. La garganta y el espacio entre el pico y el ojo son blancos; todo el Testo del cuerpo así como las cobijas de las alas y cola son gris pálido; cañones de las plumas de la cola y alas, negros con una banda blanca pura a través de la base de las primarias. Las terciarias y rectrices están salpicadas de gris leonado claro. Habita en Brasil, al Sur del Ecuador, Bolivia, Paraguay y también las provincias del Norte de la República Argentina. Barrows hace el relato siguiente de sus hábitos de vida en Entre Ríos: "Por lo común se los ve posados en cercas o en la cima de arbustos o árboles, en campo abierto, haciendo frecuentes salidas para cazar algún insecto alado o abalanzándose al suelo para atrapar una langosta o un gusano. Cuando se le dispara mientras está posado y mirando, casi siempre en forma invariable, deja la percha ante el fogonazo, inclinándose adelante y atrás y logrando, por lo general, evadir el tiro aunque se le haya hecho desde corta distancia. Muchas veces los capturé disparándoles a más o menos 30 centímetros desde abajo y 60 centímetros en frente del lugar donde él se hallaba posado, pero no siempre volaron en la dirección en que yo me encontraba. Resulta asombrosa la velocidad de su vuelo cuando se asusta o se pelea. Yo lo he visto

al dar caza a otro durante tres o cuatro minutos, dando vuelta, girando, entrelazándose, disparando, rozando el pasto en un instante para elevarse, en el siguiente, a una altura de, por lo menos, 60 a 90 metros, siendo todos sus movimientos tan rápidos que el ojo apenas puede seguirlos. Al final de esta exhibición, cada uno vuelve a su estaca y, en apariencia, sin una sola de las plumas alborotadas." Azara encontró a esta especie anidando en un hueco de un barranco. Dalgleish ha descripto un nido, sacado de un árbol del Uruguay, diciendo que es una construcción liviana, de 10 centímetros de diámetro, hecha de palitos y fibras-, revestido con pasto fino y unas; pocas plumas. Contenía tres huevos de forma de pera, blancos, con manchas marrón, rojizas y bien definidas.

ANIMITA Taenioptera coronata Arriba cenicienta; tope redondeado de la cabeza negro, ancha frente y banda rodeando la porción negra de la cabeza, blancas; alas negruzcas, cobijas superiores cenicientas, bordes de las cobijas grandes y medianas y da las secundarias externas blanquecinas; cola negruzca, márgenes de las barbas externas de las plumas exteriores de la cola, blancas; abajo blanco; cobijas inferiores del ala y una gran porción de las barbas internas de las rémiges, con excepción de las dos prima rías externas, blancas; pico y patas negros; largo 20 centímetros. En esta especie ambos sexos son semejantes. La coronilla es negra y está compuesta de plumas sueltas; la frente y una ancha línea sobre el ojo que se extiende alrededor de casi toda la cabeza, como así también el plumaje de la parte inferior, de un blanco puro; cuello y espalda gris claro; cañones de las plumas, negras. Este Tiránido es un ave solitaria, aunque a menudo muchos individuos se encuentran al alcance del reclamo de los otros, uniéndose, a veces, en una bandada diseminada. Se lo encuentra a través del territorio argentino, extendiéndose, hacia el sur hasta el río Negro, en Patagonia; pero abunda más en las pampas de Buenos Aires, en donde practica una migración parcial. La mayoría de los Taenioptera busca preferentemente su alimento en los llanos desnudos o en los sitios en donde la vegetación es más escasa. Esta especie varia algo en hábitos, muy pocas veces corre por el suelo y, por lo general, habita las

llanuras desérticas, en donde florecen los grandes pastos. En cierta ocasión cuando yo me hallaba en las pampas, durante una expedición de varias semanas, todos los días un número de estas aves se reuma y nos seguía. Posados aquí y allá en los altos pastos, con sus pechos vueltos hacia nosotros, a menudo parecían, a cierta distancia, grandes flores blancas. Los gauchos viejos me dijeron que cincuenta años atrás, abundaban en las pampas, pero que han desaparecido en dondequiera que los pastos gigantes han sido comidos, dando lugar a una vegetación diferente. Su nota es un silbido largo y bajo (el lenguaje común de los Taenioptera); pero en esta especie es muy parecido a un silbido humano, razón por la cual se le da al ave el nombre de Boyero, en las pampas. Un crudo invierno, gran número de ellos aparecieron en las vecindades de Buenos Aires, y era divertido ver a los perros en gran estado de excitación debido a los débiles silbidos que se oían sin cesar por todas partes. Cada pocos momentos se levantaban y miraban a su alrededor para asegurarse de dónde provenía la engañosa llamada; y, a pesar de muchos desengaños, a veces corrían a la plantación, ladrando fuerte, convencidos de que allí había alguna persona que silbaba para llamarlos. El Animita hace un nido poco profundo en un arbusto o un gran pastizal. Pone cuatro huevos blancos, con grandes manchas rojo oscuro, principalmente en el extremo grande. No me puedo contener de transcribir de un pasaje tomado del trabajo de Barrows, el temperamento vivaz y las costumbres de esta ave: "Esta especie a menudo persigue aves más pequeñas de una manera que parece implicar, únicamente, ánimos de juguetear. Una tarde de julio, en que el nivel del río había descendido algunos pies después de una creciente desusada, yo me hallaba caminando a lo largo de las líneas de residuos dejados por las aguas al retirarse, mientras observaba ]as distintas aves que estaban alzando insectos u otro alimento de entre ellas. Una veintena o dos de los pequeños Centrites de espalda castaña, corrían por allí, y allá un Taenioptera miraba sin hacer ruido. De pronto Oí un chirrido de dolor y, al mirar, vi uno de estos pequeños pájaros haciendo, en apariencia, todos los esfuerzos posibles para escapar de un Taenioptera que le estaba dando caza. Ambos se hallaban apenas a un largo de distancia e iban a toda velocidad, remontándose y escabulléndose de un modo que hubiera dado crédito hasta a un murciélago. La caza duró, tal vez, medio minuto.

luego el ave más pequeña se posó y la otra hizo lo mismo al instante, comenzando a corretear indiferente mientras alzaba comida. Pero en el momento cuando el pequeño hizo una salida, su enemigo se pegó a sus talones (o mejor dicho a su cola) de nuevo y lo obligó a descender. Esto se repitió tan a menudo que yo estaba a punto de matar al perseguidor cuando, sin ningún aviso, se alejó volando con tranquilidad y reasumió su porte acostumbrado. Parecía un simple caso de resentimiento, pues aunque había otras; veinte aves, una sola aparentaba ser seguida sin tener al resto en consideración." A menudo he visto a Taenioptera de diferentes especies, así como a Myiotheretes rufiventris, conducirse de un modo similar, y estoy de acuerdo con Barrows en que "es una 'diversión' a la que se entrega el ave más grande, simplemente por el placer derivado de la ejercitación de su poder".

MONJITA Taenioptera dominicana Arriba blanco puro; alas negras con una ancha banda sub-apical blanquecina a través de las seis primeras primarias, fuera de la cual los puntos son negruzcos; cola negra; abajo blanco puro; largo 20 centímetros. Hembra similar, pero con la parte superior de la cabeza y la espalda cenicientas. Esta ave abarca una zona que se extiende desde el sur del Brasil y Paraguay hasta las pampas más australes de Buenos Aires. Su largo total es de veinte centímetros. Las alas y la cola son negras, estando las primeras rayadas de blanco. En el macho, todo el resto del plumaje es de un blanco puro, mientras que en la hembra las partes superiores son grises. En cierto grado es migratoria. Por lo general anda en bandadas de 12 a 20 aves, y frecuenta lugares abiertos en donde hay árboles y arbustos y llanuras cubiertas de pastos gigantes. Son de hábitos más sociables que el T. coronata, al que se asemeja mucho en otros aspectos. Son extremadamente activas, vivaces y cuando vuelan en bandada, se persignen sin cesar de un modo juguetón. Barrows las observó en Pigüé (campos australes), durante el otoño, preparándose para la migración. "A fines de marzo", él dice, "las encontramos en grandes bandadas diseminadas, que se reunían en un lugar al anochecer, y realizaban una serie de evoluciones aéreas acompañadas de ejercicios vocales variados y entretenidos, que duraban media hora o mas "Presumo que éstos eran los preparativos para su migración al Norte (o al

Oeste), pues no las volvimos a ver después de dejar dicho sitio."

IHRUPERÓ Taenioptera irupero Arriba y abajo blanco puro; alas con las primarias negras a excepción de las mas interiores, que son blancas en la base y salpicadas de negro, y las secundarías que tienen estrechas saetas negras; banda negra ancha en el extremo de la cola; pico y patas negros; las dos primarias externas aguzadas; largo 18 centímetros. Hembra similar. Esta hermosa especie se encuentra a través del territorio argentino. Los lugareños la conocen bien, llamándola por lo general, Viudita, debido a sus colores oscuros. A veces también se la denomina con el curioso nombre de Angelito de las ánimas, por una idea supersticiosa debida a la intensa blancura de su plumaje y a su supuesto hábito de frecuentar cementerios. Yo la encontré pocas veces en el cementerio de un pueblo, y supuse que había elegido ese lugar debido a la quietud que en él reinaba. La idea supersticiosa relativa a ella varía: así, algunos piensan que se trata de la reencarnación, bajo forma de ave, de un niño allí enterrado; otros, que es un angelito disfrazado, cuya misión consiste en vigilar y guardar las almas de los pequeños que están enterrados. En ambos casos todo el plumaje es blanco nieve, con excepción de las primarias y la punta de la cola, que son negras. Es; de hábitos más sedentarios que otros Taenioptera. Obtiene principalmente su alimento observando con paciencia la superficie en busca de insectos. Su plumaje de un maravilloso color blanco y la costumbre de permanecer inmóvil en la cima de un arbusto o árbol, hacen de ella un ave muy visible, de modo que resulta extraño encontrarla en distritos en los que abundan especies rapaces; pues yo he visto con frecuencia que los halcones, siempre aíslan, para perseguir, un ave blanca o de colores llamativos, y aunque el Ihruperó, como los otros miembros de su género, es rápido y de vuelo resistente, los débiles y los jóvenes, a menudo caen víctimas de su brillante plumaje blanco. El Ihruperó es un ave solitaria, no tan vivaz y juguetona como el T. coronata y el T. dominicana, constituyendo su rasgo mas sobresaliente, su gran blancura. Sus hábitos nidíferos son distintos a los de otros Taeniopterae, pues sólo anida en huecos, por lo general en el tronco o la rama de un árbol; pero a veces toma posesión del horno del Hornero, para poner sus huevos. El nido está hecho

principalmente de plumas y contiene cuatro huevos blanco cremosos, con unas pocas y diminutas manchas rojas, distribuidas de modo irregular. Dalgleish dice: "Algunos huevos tienen sólo dos o tres manchas, no llegando ninguno de ellos a poseer más de ocho o diez." Barrows dice: "Los adultos tienen muchas de las primarias considerablemente atenuadas. Los pichones parecen adquirirlas sólo después de una muda completa. Pero yo tomé un ejemplar que mostraba una o más primarias con manchas de la forma común pero con una línea aparentemente marcada en la barba interna de la pluma, como para mostrar en forma bien distinta el extremo atenuado, y pareciera que un poco más de uso bastaría para cortar un pedazo que dejaría a la primaria como en el ave adulta."

TILE Taenioptera murina Arriba arena ceniciento, con un color blanquecino alrededor de los ojos; alas y cola negruzca con los bordes blanquecinos; abajo más pálido; garganta blancuzca con ligeras estrías negras; vientre y parte inferior del cuello teñidos de ocre; cobijas inferiores de las alas y flancos, ocre pálido; pico color cuerno; patas negras: las dos primarias externas aguzadas; largo 17,5 centímetros. Hembra similar, pero con las primarias externas normales. Esta especie habita el distrito de Mendoza, emigrando hacia el Sur en primavera. La encontré en el Río Negro, en Patagonia, en donde aparece en octubre. Los sexos son semejantes. Todo el plumaje de la parte superior es gris oscuro con un ligero tinte leonado, siendo la garganta, el pecho y el vientre de color ante pálido teñido de gris. Es un ave solitaria, de modalidad inquieta, vuelo rápido y que se posa en una estaca u otra ligera elevación, desde donde se abalanza para atrapar cualquier insecto que ha visto en el suelo. Su único lenguaje es un silbido muy bajo.

DIUCÓN ESPALDA CASTAÑA Taenioptera rubetra Arriba marren arena; preorbitales y superciliares blancos; alas negras, cobijas grandes secundarias externas ribeteadas de blancuzco, cobijas más pequeñas del mismo color que la espalda; cola negra, barbas externas de las plumas externas de la cola y manchas de las restantes, blancas; abajo blanco, con estrías negras a los lados de la garganta y en el pecho; flancos, cobijas inferiores del ala y

barbas internas de las primarias, leonado profundo; dos primarias externas aguzadas; largo unos 19 centímetros. Hembra un poco mas clara, con la garganta y el pecho teñidos ligeramente de ocre y las primarias externas sin punta. Lo encontré durante cualquier época del año en el Río Negro, Patagonia, y pienso que es probable que no emigre. Se lo ve en bandadas de veinte a treinta individuos. Cuando vuela es de movimientos vivaces y se asemeja a otros Taenioptera en su costumbre de posarse en un arbusto o elevación de cualquier clase, desde donde caza los insectos que ve en el suelo. Corre mucho por la tierra, y en este aspecto, se parece más a un Myotheretes o Muscisaricola. También en colorido se diferencia mucho del típico Taenioptera con su plumaje dominicano blanco y negro. Toda la parte superior es castaño claro, con una marca blanca al costado de la cabeza; alas y cola oscuras, salpicadas de un color leonado claro; garganta, pecho y vientre blancuzcos leonados; con líneas oscuras en la garganta y el pecho. En la hembra, el matiz castaño es más pálido y está mezclado con gris.

VIUDITA Fluvicola albiventris Arriba negro; mitad del frente de la cabeza, estrecha banda a través de la rabadilla, ligeros bordes de las cobijas de las alas y secundarías externas, blancos; abajo blanco; pico y patas negros; largo 14 centímetros. Este pequeño Tiránido blanco y negro es común en los pantanos y en las márgenes de los ríos en el distrito del Plata. Su migración se extiende hacia el Sur, hasta Buenos Aires. Como el Martín pescador, merodea por los lugares donde hay agua, no hallándoselo en ningún otro sitio. Es de disposición tímida y recogida, escondiéndose en las espesuras que bordean los arroyos, de modo que, no obstante su llamativo plumaje blanco, no se lo ve a menudo. Cuando se lo molesta, emite una serie de tic-tac bajos, o huye velozmente de la espesura, mostrándose por un momento sobre el agua, antes de desaparecer de nuevo en otro escondite. Cuando es visto precipitándose sobre la superficie, tiene una gran semejanza con las Golondrinas. D'Orbigny dice que hace un nido en forma de bolsa, construyéndolo de delgadas ramitas, musgos y plumas entrelazado con prolijidad. Pone cuatro huevos blancos, salpicados de marrón en el extremo más grande.

GUIRÁ YETAPÁ Alectrurus tricolor Arriba negro, rabadilla gris; costados de la cabeza, escapulares, cobijas más pequeñas del ala y bordes externos de las secundarías blancos; cola negra, rectrices externas de cada lado, prolongadas, expandidas, con forma de abanico; abajo blanco, parche negro a cada lado del pecho formando un collar incompleto; pico color cuerno; patas negras, largo 18 centímetros. Hembra: arriba marr6n; rabadilla y cobijas más pequeñas del ala, pálidos; abajo blanco sucio, con los costados del pecho marrones. Esta especie semeja, en general, a la que se describe a continuación y tiene, como ella plumaje negro, blanco y gris. Pero la cola, aunque extraña, está construida sobre un patrón diferente. El largo total del ave es de 14 centímetros, midiendo sólo la cola 6 centímetros. Las dos plumas externas de la cola, tienen marcadas saetas gruesas y barbas anchas y toscas, pareciendo muñones de dos grandes plumas que pertenecieran, en su origen, a un ave más grande, pero que hubieran sido cortadas cerca de su base y dadas a otra más pequeña. En el macho, estas dos plumas están verticales y forman ángulo recto con el plano del cuerpo, dándole aspecto de gallito, de aquí el nombre vernáculo de Gallito con que se lo conoce. Yo no observé a esta especie, pero Azara escribió el párrafo siguiente relativo a sus hábitos: "El macho se eleva algunas veces despaciosamente y casi vertical, batiendo con mucha prisa las alas, con la cola elevada, pareciendo en esta disposición mariposa más que pájaro: y cuando llega a diez o doce metros de altura, se deja caer oblicuamente, posándose en alguna cana. Agrega que los machos son solitarios, pero en cambio es frecuente encontrar varias hembras juntas, pues son más numerosas que los machos.

TIJERETA DE LAS PAJAS Alectrurus risorius Arriba negra, rabadilla gris; frente mezclado con blanco; alas negras, escapulares márgenes exteriores de las plumas de las alas y cobijas, blancos; cola negra, dos rectrices externas muy alargadas, desnudas en la base, con ancha barba interna y ninguna externa; abajo blanca; ancha banda negra a través del pecho; en la época del celo, la garganta está desnuda y es de color naranja vivo; pico amarillento; patas negras; largo 27,5 centímetros. Hembra: arriba

marrón, alas mezcladas con blanco; abajo blanco; banda del pecho marrón claro; cola con las dos rectrices exteriores desnudas y ligeramente alargadas, terminadas con espatulaciones en las barbas interiores. Azara dio a esta especie el nombre de "Cola extraña", pero menciona, en forma incidental, que el nombre guaraní es "Guirá-yetapá" (pájaro de cola tijera), término que los indios aplican por igual a varias especies (como la anterior) que tienen la misma clase de cola. El Guirá-yetapa es una avecita muy curiosa, con el plumaje negro, blanco y gris y el pico de un verdadero Tiránido. Pero se diferencia de todos sus congéneres por tener la 'niel de la barba, garganta y costados de la cabeza, desnuda, adquiriendo estas partes en la época del celo, un vivo color anaranjado. Es de vuelo poco resistente, pues sus alas son muy cortas mientras que las dos plumas externas de la cola son largas de un modo anormal y de forma peculiar. Barrows dice: "La destacable condición del par externo de plumas de la cola es interesante. En el macho, estas dos plumas alcanzan una longitud de casi 25 centímetros, siendo, el resto de la cola, de alrededor de 7,5 centímetros de largo. Las barbas del lado interno de cada una de ellas ocupa los primeros 5 centímetros, pero de pronto se desarrollan hasta un ancho de casi 5 centímetros, manteniéndose así casi hasta el extremo, en donde disminuye gradualmente. La barba del lado externo de las plumas, es de sólo alrededor de 6 milímetros de ancho, estando tan pegado al cañón que resulta poco visible. En los dos únicos machos de esta especie que yo vi volando, estas largas plumas parecían ir pegadas abajo del resto de la cola, y se extendían. atrás como un timón, con las barbas formando ángulo recto con el plano del resto de la cola." Gibson hace un relato distinto. Dice que el vuelo es muy débil, semejando el agitado pasaje de una mariposa a través del aire, mientras la cola ondea atrás. Habita Paraguay, Uruguay y la porción Este de la República Argentina, extendiéndose hacia el Sud hasta las pampas vecinas a la Patagonia. Por lo general se lo ve solo o en parejas. Azara dice que vio una bandada de treinta individuos, pero como todas eran hembras, puede ser que en esta especie, como en la Lichenops perspicillata, las hembras a veces son gregarias, mientras que los machos son siempre solitarios. Frecuenta espacios abiertos, tales como los bordes de los pantanos o llanos cubiertos de altos pastos. Se posa en sitios visibles, desde donde se precipita sobre los insectos que pasan, como el

Papamoscas europeo. Gibson encontró su nido en el suelo, entre las hierbas, y lo describe como una prolija construcción de pasto seco, que contiene tres huevos blancos de un tinte levemente cremoso.

AMARILLO Sisopygis icterophrys Arriba verde oliva brillante; cabeza casi grisácea, preorbitales, rayas y superciliares amarillas; alas negruzcas, anchos extremos de las cobijas y bordes externos de las secundarías, blanco sucio; cola negruzca; abajo amarillo brillante; costados del pecho y flancos oliva; cobijas inferiores del ala blanquecinas; pico color cuerno oscuro; patas negras; largo 15 centímetros. Este pequeño y hermoso Tiránido es muy común en los bosques a lo largo del Plata. También se lo ve muchísimo en las huertas y arboledas de los distritos cultivados. En Buenos Aires es un visitante estival, apareciendo en octubre. Es tímido y solitario. Caza insectos mientras vuela y rara vez visita el suelo. El nido está ubicado en un árbol, bien escondido y poco profundo. Lo construye con palitos delgados, revistiéndolo con pasto fino, crin de caballo y plumas. Pone cuatro huevos puntiagudos, color crema pálido, con grandes manchas rojo oscuras, principalmente en el extremo más grande. El único lenguaje de esta especie lo constituye un silbido muy bajo y quejumbroso, emitido como una débil protesta cuando alguien se acerca al nido. El plumaje de la parte superior es verde oliva; toda la superficie inferior y una faja en el costado de la cabeza, de un amarillo puro; ala y cañones de la cola, oscuros.

VIUDITA DE LA SIERRA Cnipolegus anthracinus Arriba negro oscuro, con una blanca banda, a través de las barbas internas de las plumas de las alas; pico plomizo; patas negras; larga 15 centímetros. Hembra marrón cenicienta; rabadilla, cobijas superiores de la cola y partes basales de la cola, amarillo rojizo vivo; alas negruzcas con dos rayas blancas transversales; abajo amarillo rojizo pálido, blanco en el vientre; pico y patas negros. Por desgracia, muy poco se sabe de los hábitos de este interesante y pequeño Tiránido, para el que me gustaría sugerir el nombre común de "Espectacular", por

razones que diré cuando describa el Lichenops perspicillatus (Pico de plata), especie que, sin duda, pertenece a este peculiar y bien definido grupo. En la mayoría de los casos, el plumaje de los machos es de un negro intenso, con una raya de un blanco puro en las remeras, que queda oculta cuando el ave está posada y que se hace doblemente visible cuando vuela, debido al peculiar movimiento de las alas. En todas las especies conocidas, la hembra tiene un plumaje marrón oscuro, rayado o moteado con tintes oscuros, y con alguna porción de los cañones de las plumas de las alas marcados de leonado o castaño. La Viudita de la Sierra habita el distrito de Mendoza, siendo también un visitante estival en Patagonia, en donde lo obtuvo el doctor Doring. Hablando de sus hábitos, dice que el macho es solitario, se posa en la cima de un arbusto o ramita seca, emitiendo a intervalos un canto o reclamo compuesto de dos sílabas, quejumbroso y parecido al sonido de una flauta, y lanzado mientras el ave se eleva unos pocos pies en el aire. Durante esta hazaña, despliega de modo visible las bandas blancas de las alas y produce un zumbido.

REMOLONCITO Cnipolegus hudsoni Negro oscuro uniforme; ancha banda blanca a través de las bases de las barbas inferiores de las plumas de las alas; dos primarias externas muy puntiagudas en su extremo; pico plomizo; patas negras; largo 5 centímetros. Se puede distinguir enseguida de la especie precedente (e. anthracinus) por su tamaño más pequeño y por las peculiares remeras externas estrechas. Esta especie se encuentra en las provincias occidentales de la República Argentina. Como el C. anthracínus, al que se asemeja mucho, es un visitante estival de Patagonia en donde aparece en octubre. El plumaje es de un negro intenso, con las barbas internas de las remeras blancas en su base; pero la banda del ala, que es de más de 2,5 centímetros de ancho, se ve sólo cuando el ave vuela. Hay también una pequeña mancha blanca en el flanco, apenas visible, y si no fuera por esta pintita, el ave parecería toda negra. Cuando vuela, la banda blanca aparece de pronto, produciendo un efecto curioso pues las alas se abren y cierran sucesivamente con gran rapidez, apareciendo la banda blanca como una sucesión de fogonazos. Todos los movimientos del ave son en cierto grado excéntricos. Elige una ramita muerta en la cima de un arbusto, posándose en ella durante vanas horas al día. A veces se abalanza sobre un insecto que pasa, pero

yo creo que, como el Líchenops perspicillatus, se alimenta principalmente en el suelo. A intervalos. abandona su percha de pronto gira a su alrededor con la rapidez de una polilla que ronda a una bujía, produciendo con las alas un fuerte zumbido mientras emite una serie de notas secas y agudas. Durante esta hazaña la banda blanca de las alas aparece como una pálida niebla que rodeara al ave. Una vez que termina esta fantástica danza, se posa de nuevo en su percha, donde permanece inmóvil como si estuviera cincelado en azabache, hasta que inicia Otra exhibición. En Argentina se han encontrado tres especies más de este curioso género, pero por desgracia, sus descubridores no nos han dicho nada sobre sus hábitos.

PICO DE PLATA Lichenops perspicillatus Negro; primarias blancas con extremos y bases negras; anillo carnoso alrededor del ojo y pico amarillo pálido; largo 14 centímetros. Hembra: arriba marrón oscuro con bordes claros en las plumas; remeras castañas con manchas marrón oscuro; cobijas del ala marrón oscuro con manchas amarillo rojizo; abajo amarillo rojizo blanquecino; pecho con estrías oscuras; pico amarillento. Los naturalistas han hablado mucho sobre el bien conocido Pico de plata (el miembro más importante de mi grupo "Espectacular"), habiendo permanecido pendiente durante mucho tiempo la cuestión de si el ave negra y la roja son sexos de la misma especie o se trata de especies distintas. Azara, en el siglo pasado, bajo el titulo de Pico de Plata describrió correctamente al ave roja como hembra de la negra; pero por desgracia, en otra parte de su trabajo, describe de nuevo a la hembra como una especie diferente, llamándola Suirin chorreado. Darwin también separó los sexos, y al de plumaje rojo le dio el nombre de Lichenops erythropterus. Hizo un examen minucioso de ambos y probó, para su propia satisfacción, que era imposible creer que dos aves con tantas diferencias estructurales, pudieran pertenecer a una especie. Cuando uno considera los hábitos de ambos, aun en donde son más abundantes y se los ve continuamente, en realidad resulta difícil creer que se trata de una especie. Nunca se los ve asociados juntos, ni siquiera en la época del celo y las veces que vi una pareja entregada a la tarea de construir su nido, parecían mantenerse lo más alejados posible. Más aún, el macho que es poco amigo de todas las otras especies, parece demostrar una antipatía especial contra el ave roja,

y cuando una se le acerca la persigue siempre con la mayor violencia. También es solitario, pero las aves rojas con frecuencia se unen en grupitos, especialmente en otoño, y yo, a menudo, he visto hasta doce juntas. Sin duda, tienen un temperamento más sociable que sus negras parejas. Los muchachos lugareños han descubierto, en el Pico de plata, una extraña debilidad. Cuando el ave corretea por el suelo en busca de alimento, el muchacho se aproxima y le arroja un palo o un terrón de tierra, al mismo tiempo que lo espanta. El pájaro queda inmóvil, como si estuviera paralizado, y puede ser cazado con la mano. No obstante, el Pico de plata ha constituido un misterio en el pasado y parecería, por algunas observaciones hechas por Barrows, que aún no hemos finalizado con todos los curiosos puntos relativos a sus hábitos. Es migratorio sin ninguna duda. Se extiende desde Paraguay hasta Patagonia, en donde no es común. En Paraguay y las partes cálidas del territorio argentino, es probable que sea estacionario. En Buenos Aires en donde es más abundante, muchos individuos permanecen durante todo el año en los lugares cultivados, pareciendo ser la migración más definida cuando más al Sud nos vamos. Barrows, durante el otoño, se dirigió al Sud a través de las pampas y dice: "Encontré a esta especie en todos los sitios que visité; pero al Sud del Azul, no ví ni a un solo macho de plumaje negro, aunque las aves marrones (presumiblemente hembras o pichones) se vieron casi todos los días durante nueve semanas, y con frecuencia, en grandes números. Por cierto que comencé a pensar que los machos debían adquirir plumaje marrón después de anidar, como sucede con nuestros Charlatanes y muchas otras aves, pero cacé ejemplares en distintos momentos, siendo todos hembras o machos jóvenes, y como sé que en Concepción los machos negros se encuentran durante todo el año, me quedé perplejo sin encontrar explicación, y aún estoy así." El macho Pico de plata es completamente negro, no habiendo en la naturaleza nada que sea más negro que su plumaje; y, para hacer resaltar más este efecto, el pico es de un delicado amarillo verdoso claro, que a corta distancia parece blanco, de ahí el nombre vernáculo. El ojo y la ancha piel libre que lo rodea, que parece un collar Isabelino, son del mismo matiz amarillo verdoso claro. Los cañones secundarios del ala son blanco puro, pero este color sólo aparece cuando el ave vuela. La hembra tiene la piel desnuda rodeando el ojo, pero su color,

así como el del pico, es más oscuro que el del macho. Todo el plumaje de la parte superior es marrón oscuro; secundarias castaño; partes inferiores, color ciervo, manchado de marrón. Los machos jóvenes en un principio, son como las hembras, no adquiriendo el plumaje negro hasta fines del verano. Su área se extiende por sobre toda la República Argentina y, de acuerdo con Gay, es también común a través de Chile, en donde se lo conoce como el Colegial, debido a sus maneras tiesas y graves, traje negro y ostentosa apariencia. El macho es solitario, se alimenta principalmente en el suelo, corriendo con rapidez por los sitios abiertos, como un Muscisa ricola. También con frecuencia, se lo ve posado, de un modo visible, en la cima de una alta paja o arbusto, arremetiendo a veces sobre los insectos que pasan por el aire, demostrando, con este hábito, su parentesco con los Tiránidos. Pero más que para cazar insectos, se posa sobre una elevación a fin de poder realizar su cunosa y espectacular hazaña. Este hábito, altamente excéntrico, es muy semejante al del Cnipolegus hudsoni, y no tengo ninguna duda de que todos los Cnipolegi poseen una costumbre similar. Ambas aves se posan en un lugar bien visible, erguidos, inmóviles y pareciendo más grotescos pequeños autómatas, que seres vivientes. También los dos dejan su percha de pronto, como si hubieran sido disparado por medio de un resorte de acero. Este movimiento tan singularmente súbito, y el agitar de las alas, rápido como en los Picaflores, o abierta y cerradas en forma alternada, exhibiendo el color blanco de las alas en una serie de chispazos, parecen relacionados con la visible marca blanca. También en ambas especies, las alas producen un zumbido durante el vuelo. Sin embargo, los movimientos del Pico de plata, son, en algunos aspectos, diferentes de los del Cnipolegus. Saltando de su percha a intervalos, se lanza verticalmente hasta una altura de alrededor 14 metros, haciendo luego un salto mortal, emitiendo al mismo tiempo un grito agudo, después de lo cual se deja caer y se posa de pronto en su percha, como si hubiera sido arrojado de vuelta a ella y ahí permanece tieso, erguido e inmóvil como antes. Hace el nido de pasto seco, en un cardal o grupo de cañas. Es bastante profundo y con forma de copa. Pone cuatro huevos blancos, salpicados de rojo oscuro en el extremo más grande.

PICABUEY Machetornis rixosa

Arriba oliva amarronado; alas y cola marrones, terminando la última con una banda amarillenta; medio del casquete ocupado por una cresta escarlata; abajo amarillo brillante, más pálido en la garganta; pico y patas negros; largo 18 centímetros. Pichón sin la cresta escarlata. Esta especie que se encuentra en los distritos abiertos de toda Sud América, desde Venezuela hasta Buenos Aires, en donde es bastante común, tiene hábitos muy interesantes. Tiene 18 centímetros de largo, cuerpo regordete, alas cortas y patas largas. El plumaje de la parte superior es marrón claro; la garganta, pecho y vientre, amarillos y el macho tiene una disimulada cresta rojo anaranjado. En hábitos se asemeja a los verdaderos Tiránidos, así también como en el lenguaje agudo y penetrante y en la costumbre de posarse y anidar en los árboles. Por otra parte, como el Myiotheretes patas largas, que vive en las llanuras abiertas, se alimenta exclusivamente en el suelo, por el que corre con una velocidad que poseen muy pocas de las aves que se posan. La impresión general que uno se forma es que, en maneras y aspecto, el Picabuey es muy distinto de cualquier otra especie, aunque todas sus costumbres se encuentren en uno u otro de los varios grupos que comprenden los Tiránidos. Estas aves no emigran, forman pareja por toda su vida, permanecen siempre en el mismo sitio y continúan anidando en el mismo hueco por muchos años, aunque se los despoje de sus huevos con frecuencia. En Paraguay, Azara los vio a veces unidos en pequeñas bandadas. En Buenos Aires siempre se los ve en pareja, o en familia, después que los pichones han dejado el nido. Prefieren vivir cerca de las habitaciones humanas, en donde hay árboles: aunque sólo sea uno donde puedan anidar y encontrar abrigo al llegar la noche, siendo esto suficiente para atarlos a una morada, tan grande es su inclinación por el suelo limpio y trillado, en donde pueden correr con libertad y cazar insectos. Frecuentan los corrales de ganado, familiarizándose con las vacas, caballos y ovejas, siguiéndolos a los sitios de pastoreo, en donde se los ve a menudo posados en la espalda de un caballo u otro animal doméstico, o parado en el suelo cerca de su nariz, a la espera de insectos. Corren con sorprendente rapidez por el suelo desnudo y pueden capturar insectos voladores sin elevarse. El macho y la hembra siempre cazan juntos, volando a intervalos a alguna percha favorita, para cantar en dúo con fuertes notas rápidas, agudas, con algo de metálico. Aunque pueden

volar velozmente cuando persiguen a un halcón que pasa O a cualquier otra ave, en otros momentos, su vuelo es extrañamente lento; dándole una curiosa apariencia a medida que avanza trabajosamente a través del aire su cuerpo redondo, cortas alas embotadas y la cola. Con frecuencia los he visto atacar, sm mediar provocación alguna, a aves inofensivas; siendo posible que estos ataques sean ocasionados por un espíritu juguetón más que vengativo. Una vez vi uno caer como una piedra desde una altura de 50 metros, sobre una paloma posada en un árbol desnudo. La paloma cayó a tierra como herida; el Tiránido soltó su presa que huyó aterrorizada a través de los árboles, mientras su perseguidor se elevaba en el aire y continuaba su viaje. En otra parte he hablado de las guerras que esta ave lleva contra otras especies, teniendo todas por objeto tomar posesión del gran nido del Anumbius acuticaudatus. También es sitio favorito para anidar, el hueco en el tronco de un árbol. Hace un prolijo nido con ramitas y hojas, revistiéndolo de crin de caballo. Los huevos son ligeramente ovalados; blancos o blanco amarillentos y muy manchados con puntos o rayas marrón oscuras.

DORMILONA DE CABEZA PARDA Muscisaxicola macloviana Arriba cenicienta, preorbitales negruzcas, casquete marrón; cobijas de la cola y cola negras; con los bordes externos de las plumas externas blancos; abajo cenicienta pálido pasando a blanco en la parte inferior del vientre, rabadilla y cobijas de abajo de alas; mancha de la barba, marrón; pico y patas negros; largo 15 centímetros. Hembra similar, pero sin mancha de la barba tan bien marcada. Esta especie sudpatagónica es una de un grupito de Tiránidos que semeja, en hábitos y apariencia, la Saricolae de Europa. Habitan Patagonia, las islas Malvinas y Chile, extendiéndose, en el lado del Pacífico, hasta Perú y Bolivia. El plumaje es, por lo general, gris con un color más o menos leonado en la coronilla; tienen patas largas y corren con rapidez por el suelo, frecuentan lugares abiertos y estériles, y sólo a veces se posan en los árboles. Las partes superiores son gris oscuras con excepción de la coronilla que es castaña oscura; la superficie inferior es gris claro y la cola casi negra. En el mes de junio los encontré en Río Negro, a su llegada del Sud iban en bandadas de 12 a 20 aves; tenían un vuelo veloz y fácil; eran de maneras tímidas e inquietas y emitían silbidos bajos y quejumbrosos. Cuando una bandada se posa en el suelo,

las aves enseguida se diseminan, corriendo con rapidez por el suelo en todas direcciones. En ocasiones, se ve alguna de ellas posada en alguna ligera elevación, abalanzándose, como un Papamoscas, detrás de los insectos que pasan. Darwin vio a esta especie en Bahía Blanca, sobre la costa atlántica. También la encontró en Tierra del Fuego, en donde vive en las costas marinas, y en los estériles valles superiores de los Andes chilenos, a una altura de 3.000 metros, en donde han desaparecido los últimos restos de vegetación y no vive ninguna otra ave.

NEGRITO Centrites niger Negro intenso; espalda roja castaño vivo, con excepción de la rabadilla y escapulares; largo 12,5 centímetros. Hembra, arriba marrón; espalda amarillo rojiza; cola negra; abajo marrón cenicienta. El Negrito, por sus hábitos, se asemeja al Muscisaxicola mentalis, pero no se posa en arbustos ni árboles, y es menos gregario. Es el más pequeño de todos los variados miembros de la familia Tyrannidae, que han abandonado florestas, pantanos y la persecución de insectos que vuelan, para vivir en las invernales alturas de Patagonia y en las estériles llanuras que bordean los Andes. El macho sólo mide a lo sumo 13 centímetros de largo, siendo todo su plumaje de un negro intenso con excepción de la espalda que es castaño vivo. El interior de la boca y la lengua son de un amarillo naranja vivo. El color castaño de la hembra es pálido, el resto del plumaje es gris, con excepción de los cañones que son oscuros. Su casa veraniega está en la porción Sud de Patagonia, pero se desconocen sus hábitos nidíferos. En marzo emigra para el Norte, siendo muy común en las pampas durante el invierno. Llegan en pequeños grupos de 3 a 4, o en pequeñas bandadas dispersas de alrededor de 12 individuos, viajando con vuelo bajo y veloz. Llegan juntos machos, hembras y pichones, que son grises como estas últimas. Poco después de llegar, los machos jóvenes comienzan a motearse de negro, adquiriendo el plumaje adulto antes de partir. Es posible que se vayan todos juntos en primavera, pero por una nota de Durnford, parecería que los machos viajan delante de las hembras. El dice: "Los machos de esta especie eran comunes en Chupat (Chuhut) durante septiembre y los primeros días de octubre. El 5 de este último mes, observé las primeras hembras, que fueron aumentando en

número gradualmente." Estas aves habitan las llanuras abiertas y sin cultivar, y tienen una predilección tan grande por los suelos desnudos en los cuales pueden correr con libertad, que a su llegada a las pampas, donde la tierra está cubierta por una espesa carpeta de pasto, se los ve apegados a los caminos, corrales de ovejas, bordes de los arroyos, vizcacheras y sitios semejantes. Son muy inquietos, corren con rapidez por el suelo, a veces se abalanzan por el aire en persecución de pequeñas moscas, y toda la bandada tan dispersa, que debe haber unos 11 metros entre cada dos aves. Barrows describe sus hábitos vivaces muy bien: "Pienso que es una de las aves más inquietas que conozco. Uno no puede contar que permanezca en el mismo sitio ni siquiera por un segundo. Corre como un Chorlo y todas las veces que, por casualidad, debe mantener sus patas quietas, mueve las alas de una manera que demuestra su ansiedad por irse. Por lo general se ven muchos juntos, observándose a veces una bandada dispersa de cien individuos o más. Son de vuelo muy resistente. Si se los asusta de pronto, se elevan con rapidez a varios cientos de pies y luego de pasar unos instantes revoloteando en círculos como una Becasina, se dejan caer como una bala y como si vinieran de las mismísimas nubes."

PIOJITO AMARILLO Hapalocercus flaviventris Arriba marrón ratón; alas y cola casi oscuras, con bordes como la espalda; vértice más o menos teñido de leonado; abajo amarillo; cobijas inferiores del ala amarillo pálidas; pico y patas negros; largo 10 centímetros. Rara vez se encuentra a esta avecita en las pampas desérticas, pero en la parte poblada de la provincia de Buenos Aires es una de las especies de Tiránidos más comunes. Llega del Norte en septiembre; es muy regular en sus migraciones aunque, en apariencia, es de vuelo poco resistente. Frecuenta los campos abiertos en donde abundan cardos, malezas altas o arbustos y, en consecuencia, es más numeroso alrededor de las casas. Es extremadamente activo; en ocasiones se lanza tras un insecto que pasa y lo captura al vuelo, especialmente los insectos blandos, tales como polillas y mariposas, por los cuales siente debilidad. Sin embargo, en general se alimenta de pequeños gusanos y arañas que busca con diligencia entre las hojas, como hacen las Ratonas. No obstante pertenecer a la división no cantora de los Passeriformes, este pequeño Tiránido

posee un canto formal, que el macho emite con gran frecuencia; siendo el Churrinche (Pyrocephalus rubineus) el único miembro que yo conocí de la familia de los Tiránidos, que en realidad se puede decir que canta. La música del Piojito amaríllo es débil pero curiosa. Se compone de cinco notas breves y percusivas, de sonido metálico, que puede ser imitado golpendo suave y lentamente las notas más altas del piano: fa, la, mi, sol, fa. Para emitir esta cancioncilla de prístina belleza, se posa en la cima de un arbusto o una caña, desde donde solicita atención con un corto chirrido que sirve de preludio, sacudiendo luego su cabeza con vigor cada vez que lanza una nota, emitiendo sus pocos sonidos con toda la seguridad de un maestro en el arte de la melodía. En octubre construye un nido profundo con fino pasto seco, papo de cardo, hilachas, plumas y otros materiales suaves, por lo general en la horqueta de una maleza o cardo, a 1.20 metros del suelo. Pone cuatro huevos color crema, tirando a gris en el extremo más grande.

RABICANO TiIgmatura flavo-cinerea Arriba oliva grisáceo, preorbitales y raya superciliar blanquecinas; alas negruzcas con bordes blanquecinos en las cobijas y secundarias externas; cola negruzca; barba exterior de la rectriz externa y anchas puntas de los cuatro pares externos blancos; abajo amarillo pálido; pico y patas negros; largo 14,5 centímetros, cola: 7,5 centímetros. Esta avecita habita los distritos de Mendoza y Patagonia. No parece ser migratoria, pues yo la encontré en Río Negro durante todo el año. Es de forma delgada, con cola larga, siendo su largo total a lo sumo de 15 centímetros. Los sexos son de color semejante; las partes superiores gris amarillentas; pecho y vientre amarillo claro. Se los encuentra viviendo en parejas durante todo el año, en arbustos espinosos. Rara vez se los ve descansar, sino que saltan sin cesar de una rama a otra, de un modo delicado y lento, buscando entre las hojas las diminutas orugas y otros insectos de los cuales se alimentan. Mientras se ocupan de esto, emiten una variedad de cortos chirridos y piídos, como si conversaran, y, a veces, las dos aves unen sus voces en un canto agudo e impetuoso.

CAPITULO 6 Piojito de vientre amarillo

Piojito gris Cuernito Siete colores de laguna Benteveo Churrinche Tuquito gris Benteveo real Tijereta Cortarrama Caminera del este

PIOJITO DE VIENTRE AMARILLENTO Serpophaga subcristata Arriba ceniciento. por 10 general con un ligero tinte oliva en la rabadilla; plumas de la cresta blancas en la base, salpicadas de ceniza y ligeramente entremezclada con negro; alas negruzcas; cobijas del ala manchadas de blanquecinos; formando dos hermosas bandas; secundarias externas bordeadas, por el lado externo, del mismo color; cola ceniza oscura; abajo blanco ceniciento; con un tinte más o menos amarillento en el vientre y cobijas inferiores del ala; pico color cuerno; patas negras; largo 11,3 centímetros. Esta especie es uno de los miembros más pequeños de nuestros Tiránidos. Su largo total es de sólo 11,3 centímetros. Los sexos son iguales; el plumaje de la parte superior es gris, con un tinte verdoso en la espalda; el pecho es gris pálido, volviéndose amarillo pálido en el vientre. Hay una mancha blanca escondida bajo las plumas sueltas de la coronilla. Es bastante común en Buenos Aires. Es probable que tenga una migración parcial, siendo más abundante en verano. En hábitos, se asemeja mucho a la especie recién descripta. Siempre se la encuentra en parejas, viviendo en espesuras, en donde salta sin cesar, explorando las hojas en busca de gusanitos, mientras conversa con bajos chirridos y piídos. También cantan juntos una canción corta y confusa. Sujetan el nido a las delgadas ramitas de un arbusto bajo. Es una construcción profunda y hermosa, en forma de copa. Está compuesta de una gran variedad de materiales suaves, unidos con tela de araña, estando el interior revestido de plumas o pelusas vegetales y el exterior cubierto de líquenes. Pone dos huevos romos y color crema.

PIOJITO GRIS Serpophaga nigricans Arriba marrón ceniciento oscuro; alas y cola negruzcos, las cobijas y secundarias externas con bordes ligeros como la espalda; cresta corta, con una bien marcada mancha blanca en la base; abajo más pálido y casi ceniciento puro; cobijas inferiores del ala ceniza claro; pico y patas color cuerno oscuro; largo 12 centímetros. Esta especie se diferencia muchísimo de la anterior en hábitos, lenguaje y aspecto. En ambos sexos el color es de un uniforme gris pizarra; la cola, que el ave abre sin cesar y agita como un abanico, es negra; como en el S. subcristata, hay una mancha blanca escondida debajo de las plumas sueltas de la cresta. Frecuenta las orillas de los arroyos y rara vez se lo encuentra lejos de los cursos de agua. Se posa en las piedras y en el suelo desnudo tanto como en los árboles. Siempre se ven juntos al macho y a la hembra, pues se aparean por toda la vida y la migración, si es que existe, es sólo parcial. Revolotea sin cesar a lo largo de las orillas del arroyo que frecuenta, haciendo repetidas excursiones tras los pequeños insectos alados, cazándolos en el aire o alzándose de la superficie del agua, retornando, con frecuencia, al mismo sitio de donde partió. Mientras hace esto, emite sin cesar un cloqueo fuerte y lastimero; a intervalos, las dos aves se encuentran, y con las crestas erguidas y moviendo las alas y cola, lanzan una serie de trinos y notas ásperas y apuradas, en concierto. El nido está, por lo general, ubicado sobre un barranco que sobresale, sujeto a raíces o pastos colgantes a pocas pulgadas del agua; pero a veces se halla en un arbusto que crece a orillas del arroyo. Es prolijo, en forma de copa, pero poco profundo, espesamente revestido en su interior con plumas. Pone cuatro huevos puntiagudos, blancos o crema pálido, con manchas negras y grises en el extremo grande.

CUERNITO Anaeretes parulas Arriba ceniciento, con un finta oliváceo en la porción baja de la espalda; cabeza negra, frente mezclado con blanco; cresta vertical alargada negra, a veces mezclada con blanco; alas negruzcas, con ligeras manchas blancuzcas en las cobijas y bordes blanquecinos en las secundarias externas; cola negruzca, barbas externas de las rectrices exteriores blanquecinas; garganta y pecho con

numerosas estrías negras bien marcadas; pico y patas negros; largo 10 centímetros. Esta avecita llega a medir unos 11 centímetros de largo. En ambos sexos el color de las partes superiores es gris oscuro, con color ceniza en la garganta y el pecho; vientre amarillo pálido. Tiene el distintivo de una cresta delgada y curva, semejante a la del Tero, compuesta de unas pocas plumas estrechas, largas y negras. El ojo es blanco. Se encuentra en las espinosas espesuras de los llanos secos de Mendoza, siendo también común en Patagonia. En sus hábitos, se asemeja mucho al Serpopliaga subcristata. Siempre vive en pareja, se mueve sin cesar de un modo singular y deliberado, mientras busca pequeños insectos en los arbustos. Las dos aves siempre conversan con chirridos y, en ocasiones, en un agudo dúo. Construye un nido profundo con fino pasto seco, revestido de plumas, ubicándolo en una espina baja. Pone dos huevos blancos. Este diminuto Tiránido se extiende ampliamente en el lado Oeste del continente, encontrándose desde Patagonia hasta los Andes ecuatorianos.

SIETE COLORES DE LAGUNA Cyanotis azarae Arriba verde bronceado oscuro; cabeza negra; superciliares amarillas; mancha vertical carmesí; alas negras; puntas anchas en las cobijas más pequeñas del ala y anchos bordes de algunas de las secundarias, blancos; formando una gran banda blanca en el ala; cola negra, con la mayor parte del par externo de rectrices, barbas externas, mancha ancha del par siguiente y manchas estrechas del tercer par, blancos; abajo amarillo ocre vivo; barba blanquecina; cobijas inferiores carmesí; banda negra incompleta a través de la parte baja del pecho; cobijas inferiores del ala blancas; largo 12 centímetros. Esta encantadora avecita tiene varios nombres que le da la gente de campo: Todo color o Siete colores. Azara la llamó "El rey": nombre que esta especie merece, dice, no sólo por la corona de plumas sueltas que tiene en la cabeza, sino porque pocas aves le ganan en belleza. Gay dice que es el ave más hermosa que se encuentra en Chile; y Darwin, que rara vez expresa admiración, la llama "avecita exquisitamente hermosa". Hay muchas especies que poseen plumaje más brillante, pero ninguna con una variedad de distintos colores tan grande; pues en su cuerpo diminuto, que es menor que el de la Tacuara, se ven el negro, blanco, verde, azul, naranja, amarillo y escarlata, estando todos estos matices dispuestos y

contrastando de tal modo, que producen un efecto muy agradable. Predominan el verde oliva y el delicado amarillo, mientras que el vívido escarlata es una mera mancha, como la brillante gema u ornamento que sirve para fijar y realzar la belleza del traje. Todo el plumaje de la parte inferior es de un hermoso amarillo puro, mientras que una mancha de negro aterciopelado se extiende, a manera de cinturón, desde la comba de cada ala, pero sin llegar a encontrarse en el centro del pecho. Los costados de la cabeza son de un azul profundo; sobre el azul hay una raya amarilla brillante; coronada con las plumas sueltas, delgadas, casi parecidas a cabello de la coronilla, que se mantienen parcialmente erguidas y son negras mezcladas con negro y con escarlata vivo en el centro. Arriba, desde la parte posterior de la cabeza hasta la cola, el color es verde profundo. Las alas son negras, cruzadas por una raya blanca. La cola, también negra, con los dos cañones exteriores de un blanco puro y las dos siguientes, que lo son sólo en parte, apareciendo el color blanco cuando el ave vuela. Además, como si esta diversidad de colores no fuera suficiente, las bases de las patas negras son de un naranja vivo y el ojo del macho es de un delicado azul cielo, mientras que la hembra tiene ojos blancos. Hablando del colorido de esta especie, mencionaré un curioso fenómeno que he observado muchas veces. Cuando el ave se aleja volando del que la mira, y hay una fuerte luz solar, a una distancia de 20 a 30 metros, el plumaje de la parte superior, que es verde oscuro, a veces parece azul. En un principio pensé que existía una especie distinta de Cyanotis, de color azul cerúleo, pero al fin me convencí de que las plumas verdes del C. azarae parecen azules según la luz que reciben. Esto es curioso, pues las plumas de la espalda no tienen lustre. El Siete colores es, en apariencia, de vuelo poco resistente. Cuando se lo asusta, se eleva de entre los juncos con lentitud y se aleja a unos pocos metros, dejándose caer de nuevo. Sin embargo es estrictamente migratorio. Darwin lo encontró en Maldonado, en el mes de junio, y de allí sacó la conclusión de que no emigra, pero dice que era muy raro. También yo he visto a veces uno en invierno en las pampas, pero muchas especies migratorias dejan unos pocos rezagados, de esa misma manera. A fines de septiembre aparecen de pronto en las pampas, en todos los pantanos y arroyos en donde hayan lechos de juncos. El ave se encuentra sólo en esos lugares, extendiéndose su migración lejos, hasta Patagonia. Siempre se los ve en parejas, entre los densos juncos, en donde se

posan en los lisos tallos, lejos de la cima y cerca de la superficie del agua. Saltan sin cesar de un tallo a otro, alzando pequeños insectos de la superficie del agua. También a veces abandonan los juncos y buscan insectos en las hierbas y pastos que crecen en las orillas. Son muy curiosos y si una persona se acerca al lecho de juncos, ellos salen de su escondite en seguida, emitiendo sus singulares notas: un sonido argentino y modulado, que en apariencia no pretende ser un canto y que, sin embargo, no conozco un sonido de naturaleza más pura y dulce que el de éste. A través de los juncos oscuros y apretados, los hermosos y pequeños músicos se oyen llamándose entre sí con sus notas delicadas y borboteantes. El nido es una maravilla de destreza y belleza. Por lo general, está unido a un solo junco bien pulido de 60 a 90 centímetros del agua y en la mitad del tallo. En el interior tiene forma de copa, es más o menos de 10 centímetros de largo, circular en la cúspide, pero comprimiéndose en la extremidad inferior para terminar en una punta aguda. Está hecho, en su totalidad, de trozos suaves de juncos amarillos, pegados de modo tan uniforme, que parece hecho con molde. Pone dos huevos ovalados, blanco cremoso oscuros, a veces con un anillo de color en el extremo más grande.

BENTEVEO Pitangus bolivianus Arriba marrón; cabeza negra; frente, superciliares y línea alrededor de la nuca, negros; gran cresta vertical amarilla, salpicada de negro; alas y cola marrón con márgenes leonado; abajo amarillo azufre; bordes internos de las plumas de la cola y alas leonado claro; pico y patas negros; largo 22,5 centímetros. El Bienteveo o Benteveo es, en sus hábitos el miembro más interesante de la familia de los Tíránidos. Seria difícil encontrar dos especies de disposición más distinta que el Pico de plata recién descripto y el Bienteveo. El primero es como un autómata, tiene sólo unos pocos movimientos, gestos e instintos ya establecidos, mientras que el segundo es versátil en grado extraordinario y parece haber estudiado, con ventaja, los variados hábitos del Cernícalo, Papamoscas, Martín pescador, Buitre y Zorzal comedor de fruta; y cuando sus armas resultan débiles, las completa con su astucia. ¡Qué extraño resulta el que estas dos especies, mentalmente tan separadas como el Picaflor y el Cuervo, pertenezcan a la misma familia!

El Bienteveo tiene una amplia distribución en Sud América. Habita todo el territorio argentino, hasta Buenos Aires, en donde es muy común. Es resistente, vive en parejas y los sexos son siempre fieles. El cuerpo es macizo, algo grande para un Tiránido. El largo es de 24 centímetros, incluyendo el pico, que mide un poco más de 2,5 centímetros. Las alas son romas y, en comparación, cortas, midiendo cuando están extendidas 35 centímetros. La cabeza es grande. Una ancha banda negra, partiendo del pico, se extiende en toda su longitud, y encima de ella hay una raya de un blanco puro. La coronilla es negra, escondiendo entre sus plumas abundantes y sueltas una cresta amarillo brillante, que muestra sólo cuando está excitado. El plumaje de la parte superior, incluso el de las alas y cola, es marrón claro; mientras que el de la región inferior es amarillo azufre. En ambos sexos el plumaje es igual. En Buenos Aires, el Bienteveo se encuentra en todas las huertas y plantaciones. Es familiar al hombre y siempre lo recibe con fuertes notas, especialmente con un poderoso grito de 3 sílabas, en el que la gente cree encontrar una semejanza con las palabras Bien-te-veo; mientras que su gran cabeza y pico, y sus muy contrastantes colores (en especial las rayas blancas y negras de la cabeza), parecen darle una mirada como de quien en realidad reconoce, mientras mueve la cabeza de un lado a Otro, para examinar al intruso. Es un ave locuaz, de voz fuerte, que posee gran variedad de sonidos que van desde chillidos que raspan, hasta reclamos largos, claros, casi melodiosos. Tiene una linda costumbre que demuestra un rasgo agradable de su carácter. Aunque el macho y la hembra están siempre unidos, no 'van a cazar juntos, como el Picabuey, sino que se separan para encontrarse a intervalos durante el día. Uno de los miembros de la pareja (supongamos la hembra) regresa a los árboles en donde acostumbran reunirse y, luego de un tiempo, volviéndose impaciente o ansiosa por el retardo de su consorte emite un reclamo largo y claro. Tal vez él se halla a tres o cuatro campos de distancia, espiando una rana al lado de un charco o revolviendo, como un ave de rapiña, un lecho de cardos; pero al oír la nota, responde al instante con otra de igual poder. Luego, tal vez durante media hora y a intervalos de medio minuto, se responden mutuamente, aunque el poderoso reclamo de uno se interfiera con su caza. Al fin regresa; las dos aves se posan juntas, con sus pechos amarillos casi tocándose, las crestas erguidas, golpeando la rama con sus alas y lanzando sus fuertes notas en concierto: ruido confuso y alegre que

resuena por toda la arboleda. Su alegría al encontrarse es manifiesta, y su acción corresponde al cálido abrazo de una enamorada pareja humana. Con frecuencia he permanecido por espacio de medía hora escondido entre los árboles en donde un Benteveo llamaba a su pareja, animado a intervalos por la débil y lejana respuesta, sólo por el placer de observar, al fin, la jubilosa reunión de las dos aves. Con excepción de cuando anida, el Bienteveo es pacífico, no se desvía nunca de su camino para atacar a individuos de su propia o de otra especie; pero en la persecución de su presa es astuto, osado y fiero. Como los verdaderos Tiránidos, caza muchos grandes insectos, cuando éstos abundan en la época de calor, y con frecuencia se lo ve cazando su presa en el aire. Siempre golpea, antes de comerlos, a los escarabajos grandes y langostas contra una rama. Pero aun en verano, cuando los insectos son más abundantes, prefiere un alimento más sustancioso, siempre que pueda conseguirlo. Con frecuencia roba los pichones de las aves más pequeñas, quitándolos de los nidos a pesar de la brava defensa de los padres. También le encanta pescar y se lo puede ver posado en un barranco o rama sobresaliente sobre el arroyo, vigilando el agua como un Martín pescador y arremetiendo a intervalos para capturar pequeños pececillos. En charcos poco profundos, en los que hay renacuajos y otras presas, al Bienteveo no le importa mojarse un poco, y se posa en el agua, introduciéndose hasta el vientre en ella para observar mejor a su presa. Yo he visto a una de estas aves parada en el agua en medio de una bandada de Bandurrias. Como Darwin hace notar, se los ve a menudo revoloteando como un Cernícalo sobre el pasto, para luego abalanzarse sobre su presa. Pequeñas víboras, ranas, ratones y lagartos, todos satisfacen su apetito, y con un prisionero de esta clase, siempre vuela a la piedra o rama más cercana, en donde golpea a su víctima hasta matarla antes de devorarla. Una vez vi a uno salir volando de una maleza con una brillante víbora de alrededor de 20 centímetros de largo, que se retorcía en su pico. Posándose en un portal procedió a matarla, rompiéndose la serpiente en dos pedazos al primer golpe en la madera. Un ratón le da muchísimo trabajo, pues después de matarlo, no lo puede comer si no lo reduce antes a papilla por medio de golpes sucesivos, después de lo cual le resulta muy trabajoso partirlo en pedazos y comerlo. También picotea los Caracoles y Ampullariae, hasta que el caparazón se rompe. En primavera, a veces se une a la comitiva de Gaviotas, Pirinchos, Renegridos y

varios otros que siguen los arados para alzar gusanos y larvas. En el suelo el Bienteveo es torpe en sus movimientos, pues no puede correr como los Tiránidos de hábitos terrestres, sino que sólo salta. En las estancias, cuando una vaca es carneada, se acerca con las aves de corral, Chimangos y perros, en busca de bocaditos, siendo loco por la carne fresca. Es común ver un Bienteveo siguiendo un carro de carnicero rural y esperando cualquier oportunidad para abalanzarse y robar un trocito de carne o grasa. En otoño se alimenta mucho de fruta madura, prefiriendo uvas, que puede tragar enteras, e higos, que son blandos y fáciles de devorar. En el nido, el Bienteveo también se aparta mucho, por así decirlo, de los hábitos tradicionales de sus congéneres; pues mientras la mayoría de los Tiránidos hacen nidos poco profundos, esta especie hace una trabajosa construcción muy grande y en forma de cúpula, tardando a veces de 5 a 6 semanas para terminarla. Lo ubica en un árbol sin ninguna intención de esconderlo. Es de alrededor de 30 centímetros de profundidad y de 20 a 22,5 centímetros de ancho. Está hecho de varios materiales suaves, en especial lana. La entrada se halla cerca de la cúspide. Por el lado de afuera, el nido tiene un aspecto muy desordenado, pues siempre hay largas pajas y a veces trapos colgando. La cavidad está muy revestida con plumas, y es el nido más caliente que conozco. Pone cinco huevos muy largos, puntiagudos, color crema, salpicados de chocolate y púrpura principalmente en el extremo más grande. Son valientes en la defensa de su nido. Una pareja que todos los años anidaba en mi huerta, siempre me atacaba con gran furia, cada vez que yo me aventuraba cerca del duraznero en el que tenían su gran nido de lana. Arremetían repetidas 'veces contra mí, golpeándome la cabeza con picos y alas.

CHURRINCHE Pyrocepnalus rubinus Arriba ceniza oscuro; cabeza encopetada y parte inferior del cuerpo, escarlata; pico y patas negros; largo 13 centímetros. Hembra: arriba ceniza claro; abajo blanco: pecho estriado de carmesí; vientre más o menos rojo rosado. El Churrinche mide alrededor de 14 centímetros de largo. El cuello, espalda, alas y cola son negros; todo el resto del plumaje, es del escarlata más vivo que se pueda imaginar. Las plumas sueltas de la coronilla, que forman una cresta, son especialmente brillantes, pareciendo un ascua encendida entre el verde

follaje. Al lado de este brillante Tiránido, aun los Tangarás arco iris parecen pálidos y los Picaflores, vistos en la sombra, son, sin ninguna duda, de colores tristes. Por tanto, no resulta extraño que en Sud América, en donde tiene un amplio habitat, sea una especie bien conocida por la gente de campo, que le ha puesto muchos nombres hermosos, la mayoría de los cuales hacen referencia a su espléndido color escarlata. En la República Argentina, por lo general se lo llama Churrinche, debido a su nota, y también Federal y Fueguero; en otros países se lo designa con el nombre de Sangre de toro y mejor aún, Sangre pura. Entre sus nombres figuran también, Soldadito y Brasita de fuego. Las tribus Guaraníes, lo llaman Guira-pitá (ave roja), pero mejor otro nombre indio, mencionado por D'Orbigny: Quarhí-rahí, que significa Hijo del sol. El Churrinche aparece en Buenos Aires a fines de septiembre, viéndoselo primero, por lo general, en las localidades preferidas por los Tiránidos, tales como suelos bajos y con pastos, con una paja o arbusto acá y allá, y cerca de un bosque o arboleda. Los insectos son más abundantes en tales lugares, y aquí se ve al Churrinche posado en una ramita, abalanzándose a intervalos para cazar una mosca al modo de los Papamoscas, y emitiendo, con frecuencia, su nota baja y lastimera. Es muy común en los bosques a lo largo del Plata. Todas las huertas de las pampas son visitadas por unos pocos de ellos, y son muy abundantes en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. Hacia el Sud se vuelven más raros, pero, lo que resulta extraño, unos pocos individuos encuentran su camino hasta las costas del Rio Negro, aunque para llegar allí deban atravesar regiones altas y estériles, muy poco convenientes para ellos. Los nativos de Carmen de Patagones, no tienen nombre para el Churrinche, pero hablan de él como un ave hermosa por su plumaje y que se ve rara vez. No hay duda de que, entre las especies patagónicas de plumaje oscuro, resalta por su aspecto brillante. Pocos días después de su llegada, los Churrinches se aparean. El macho elige un lugar para el nido: una horqueta en un árbol a dos o cerca de cuatro metros del suelo, o, a veces, una rama horizontal. El macho visita este sitio alrededor de una 'vez por minuto, se acomoda en él con su espléndida cresta elevada, cola extendida y las alas agitándolas sin cesar, mientras lanza una continua sucesión

de notas argentinas y borboteantes, tan bajas, que a duras penas pueden ser oídas a 20 pasos de distancia; algo semejantes al sonido del agua corriente de una esclusa de cuello estrecho, pero más musical e infinitamente más rápido. El observador apenas podrá echar una ojeada a la compañera casera, gris y silenciosa de esta avecita, pues parece no tener ninguno o muy poco interés en los asuntos que tanto atraen la atención de su consorte y lo mantienen en estado de tan violenta excitación. Es en extremo peleador, de manera que cuando no está revoloteando en el sitio de su futuro nido, o cazando algunos insectos al vuelo se halla persiguiendo con empeño otros Churrinches machos, en apariencia solteros, de un árbol a otro. A intervalos repite su notable cancioncita, compuesta de una sucesión de trinos metálicos, modulados con dulzura, que emite mientras vuela. Por lo general se eleva de 27 a 30 metros y, con las alas muy levantadas y vibrando con rapidez, asciende y desciende casi perpendicularmente 50 centímetros, cinco o seis veces, pareciendo que con estos movimientos, lleva el compás de sus notas. Con frecuencia lanza su canto en la noche, pero sin abandonar su percha. En estos momentos, el efecto es más agradable, pues es menos apurado y las notas parecen más suaves y prolongadas que cuando las emite durante el día. Comienzan el nido alrededor de una semana después de llegar, cuando los árboles apenas empiezan a desplegar sus tiernas hojas. Lo que resulta extraño es que la hembra sea la única que construye. Deja de lado su aire indiferente y el arte e industria que despliega la compensan de la ausencia de aquellas bellezas y prendas que hacen al macho tan agradable a ~a vista y al oído. Casi todos los materiales de que está hecho el nido, los junta de los árboles; son líquenes, papos de cardo y telas de araña, y la destreza y rapidez con que los reúne, la habilidad con que los dispone, la incansable industriosidad de esta avecita, que visita su nido cien veces por hora, con invisibles telas de araña en el pico, resultan muy interesantes para el que observa. Los líquenes, mantenidos juntos con firmeza por medio de telas de araña, y dispuestos de una manera lisa con los extremos puestos hacia afuera, le dan al nido el color de la corteza sobre la cual está construido. Una vez que el nido está hecho, el Bienteveo (Pitangus bouvianus) y el Renegrido (Molothrus bonarienris) llegan a turbar su paz. El primero de los nombrados se lo lleva todo a fin de usarlo como material para construir el suyo; mientras que la hembra del Renegrido, se halla siempre a la busca de un receptáculo para sus

huevos. Sin embargo, son raras las veces en que consigue ser admitida en el nido del Churrinche, pues éste es extremadamente vigilante y violento para repeler a los intrusos. Pero a veces la vigilancia es burlada; la astuta ave observa y espera hasta que. eligiendo un momento en que el pequeño Tiránido descuida su guardia, deja caer subrepticiamente un huevo en su nido. Cuando esto sucede, los Churrinches lo abandonan en seguida. A veces revisten el nido con plumas, pero por lo general lo hacen con pelusa de cardo. Pone cuatro huevos puntiagudos, salpicados de negro en el extremo más grande, siendo también común que tengan unas pocas manchas grises. Los pichones son grises en un principio, con manchas leonado pálido, pero pronto se vuelven todos grises como las hembras. Al cabo de más o menos un mes, el vientre de los machos comienza a adquirir un color rojo malva pálido, que se va extendiendo hacia arriba, hasta el pecho y garganta; al final, también la cresta toma este color. El Churrinche cría dos polladas en una estación; pero si el nido es destruido, pone hasta cuatro veces. Es el primero de nuestros visitantes estivales que nos abandona. A fines de enero y tan pronto como los pichones de la segunda nidada son capaces de alimentarse por su propia cuenta, los adultos desaparecen. Su ida no es gradual sino que todos desaparecen de golpe. La partida de todas las otras especies migratorias, tiene lugar después de un cambio de temperatura muy sensible; pero a fines de enero, el calor aún no se ha mitigado, siendo, en realidad, mayor que durante diciembre. Cuando los adultos se han ido, permanecen los pichones silenciosos. Dentro del mes, los sexos pueden distinguirse. Al cabo de otro mes, los machos comienzan a cantar y con frecuencia se los ve persiguiéndose por los campos. Es sólo a fines de abril, tres meses después que los adultos han desaparecido, que los pichones también parten. Este es uno de los hechos más extraños que he encontrado en lo relativo a la migración de estas aves. Las causas inmediatas de la partida de los jóvenes, parecen ser el frío otoñal y el tiempo húmedo; pero en los adultos, la migración parece ser un instinto independiente de los cambios atmosféricos.

TUQUITO GRIS Empidonomus aurantio-atro-cristatus Arriba ceniciento; caperuza con una corta cresta, negra, con una gran mancha vertical amarillo vivo; alas y cola negro amarronado, cobijas del ala y secundarias ligeramente ribeteadas de blancuzco; ahajo como arriba, pero un poco

más pálido y con un ligero tinte amarillo en las cobijas inferiores; pico y patas negros; largo 16 centímetros. Alcide D'Orbigny se encontró con esta hermosa especie en Corrientes y el doctor Burmeister en Entre Ríos y cerca de Mendoza. En la vecindad de Concepción, Barrows habla de ella como de "un residente estival no muy abundante, pero difícil de pasar por alto, debido a sus hábitos de posarse en la ramita más alta de los árboles, desde donde hace correrías de tiempo en tiempo, cada vez que lo tienta una presa alada". En la vecindad de Buenos Aires, que puede ser considerada el límite Sud de su habitat, está lejos de ser común, siendo siempre dos o tres pares, el mayor número que encontré, durante una estación estival. Como otras aves de su género, tiene un vuelo fácil y veloz; se posa en los árboles u otros sitios elevados, desde los que hace ocasionales arremetidas contra los insectos que pasan. El nido, como el del T. melancholicus, es una ligera construcción de delgados palitos. Pone cuatro huevos color pergamino, salpicados de marrón oscuro o chocolate en el extremo más grande. Barrows encontró un huevo de Renegrido en un nido de esta especie, lo cual me hace pensar que es menos vigilante y belicoso que el T. melancholicus. Este Tiránido se distingue (en los libros), por el nombre científico más largo dado por los ornitólogos a una especie Sudamericana.

BENTEVEO REAL Tyrannus melancholicus Arriba gris con un ligero tinte verdoso; cabeza con una cresta vertical escarlata y amarilla, escondida; preorbitales y cobijas del oído negruzcas; alas y cola negro amarronadas con márgenes más o menos pálidos; abajo amarillo; garganta blanco grisáceo; pecho más o menos grisáceo; cobijas inferiores del ala amarillo pálido; pico y patas negros; primarias externas atenuadas, cola muy bifurcada; largo 21 centímetros. El temperamento violento y combativo, mostrado por la mayoría de los Tiránidos durante la época de la reproducción, cualidad de la cual deriva el nombre de la familia, ha sido tal 'vez llevado a su más alto grado en esta especie, más que en cualquier otra. Cuando uno pasa varios días o semanas en los bosques pantanosos del litoral, en donde esta ave es más abundante y oye sus gritos incesantes y lastimeros, no piensa que es muy inapropiado el nombre específico

de melancholicus: siendo esto lo más que se puede decir de un nombre específico inventado por la ciencia, que no describe meramente alguna peculiaridad de forma o color. No obstante, no es el nombre apropiado, y cuando el naturalista francés se lo adjudicó es probable que en su mente tuviera en cuenta el temperamento del ave, antes que el efecto que la voz produce en el que escucha. Mejor que melancolía hubiera sido belicoso, violento, furioso, guerrero, o algo así. Por eso me parece mejor en éste, como en otros casos, alterar el nombre que di en la "Argentine Ornithology" (1888). Allá lo llamaba Tiránido melancólico, y ahora le he cambiado el nombre por el de Tiránido belicoso. Espero que futuros naturalistas anglo-argentinos encuentren una designación para ésta y para muchas otras de los cientos de especies para las que he inventado nombres. Este Tiránido es uno de los más grandes de su clase, llegando su largo total a casi 22,5 centímetros. Las alas son largas y adaptadas a una vida aérea; las patas son muy cortas, y usa los pies sólo para posarse, pues esta especie nunca se para en el suelo. La garganta y las partes superiores son grises, teñidos de oliva en la espalda; las alas y cola, oscuras; el pecho amarillo teñido de verde; el vientre amarillo puro. Debajo de las plumas grises sueltas de la coronilla hay una fiera cresta anaranjada, que despliega en momentos de excitación. En Buenos Aires, esta ave llega en septiembre, después de lo cual, sus gritos agudos y enojados se oyen sin cesar, mientras se las ve persiguiéndose mutuamente en el aire, o entre los árboles; dejándose siempre llevar por las encontradas pasiones de amor, celos y rabia. Tan pronto como terminan sus riñas domésticas, una nueva guerra contra toda la raza alada comienza y no termina hasta que la tarea de la propagación cesa. Con frecuencia he pasado horas observando al macho, atacando sin cesar, con escasos intervalos de descanso, a toda ave, grande o pequeña, que se acercara al árbol sagrado en donde estaba ubicado su nido. Resultaba maravilloso ver su indignación a la vista de un cobarde Chimango (Milvago) merodeando en busca de nidos de avecitas y la furia sin límites de su arremetida. Son extremadamente activos y cuando no están ocupados en sus aéreas batallas sin fin, están persiguiendo grandes insectos al vuelo, regresando por lo general a su percha, después de cada captura, desde donde vigilan celosamente los

movimientos de todos los seres alados de su alrededor. Son locos por los lugares pantanosos y los cursos de agua, donde se posan en altas pajas para observar insectos. También con frecuencia pasan rozando el agua, como las Golondrinas, para beber y mojar sus plumas. Para el nido, eligen por lo general un árbol alto, y es frecuente que lo ubiquen en las ramitas de la cima, expuestos a la vista de toda criatura viviente que pase por arriba, y como un desafío a las aves de presa. Con un temperamento tan agresivo como el que posee esta ave, no es extraño que edifique en los sitios más expuestos desde donde la hembra, en ausencia de su vigilante consorte, puede estar atenta a los movimientos de sus alados vecinos. A menudo he pensado que es singular que no hagan un receptáculo más hondo para los huevos, pues el nido es sólo una ligera plataforma de palitos delgados, y muy mal adaptado para retener su carga durante los ventarrones. El parásito Renegrido no penetra nunca en este nido, lo cual no es extraño. Pone cuatro huevos pequeños, si se tiene en cuenta el tamaño del ave, puntiagudos, blanco apergaminados, salpicados de marrón oscuro en el extremo más grande.

TIJERETA Milvulus tyrannus Arriba ceniciento; rabadilla negruzca; casquete negro como el azabache, con ~a cresta vertical amarilla escondida; alas marrón oscura; cola negra, barba externa de la rectriz externa, blanca; pico y patas negros; tres primarias externas, cortadas en los extremos; largo 35 centímetros. Hembra: similar pero con las plumas externas de la cola no tan largas. La Tijereta -nombre derivado del hábito que tiene el ave de abrir y cerrar las largas plumas externas de la cola mientras vuela-se encuentra a través de Sud América, y en el verano del hemisferio Sud, se extiende hasta Patagonia. La cola es hendida, las dos plumas externas exceden, en más de 10 centímetros de largo, las otras dos. El largo total del macho adulto es de 35 centímetros, de los cuales 25 pertenecen a la cola. Esta especie es una de las de cola más larga que conozco. La cola de la hembra es de alrededor de 5 centímetros más corta que la del macho. La cabeza es de un negro intenso; el plumaje de la coronilla es bastante largo y suelto, y cuando se eleva despliega una cresta amarillo vivo. El cuello y las partes superiores son de un gris claro, brillante; la porción

inferior, de un blanco puro; la cola negra. Durante el vuelo, las dos plumas largas de la cola, flotan atrás como un par de cintas negras. Con frecuencia el ave hace una pausa en el vuelo, y entonces, las dos largas plumas se abren formando la letra V. La Tijereta es migratoria y llega, ya apareada, a Buenos Aires a fines de septiembre, partiendo a fines de febrero en familias -viejos y jóvenes juntos-. En disposición y hábitos generales, se asemeja a los verdaderos Tiránidos, de los que se diferencia en el lenguaje, teniendo sus variados chirridos y gorjeos un sonido duro y percusivo, que Azara compara bien con el de las castañuelas. Prefiere lugares abiertos, con árboles y arbustos diseminados; también le agradan los suelos pantanosos, en donde loma posesión en una paja elevada, para observar insectos, que caza en el aire como los Papamoscas. También devora, de buen grado, bayas de saúco y otros frutos pequeños. El nido no es profundo, pero es de construcción mucho más cuidadosa de lo que es usual en los Tiránidos. Prefiere los materiales suaves, y en muchos casos, los nidos están hechos, casi exclusivamente, de lana. El interior tiene forma de copa, con un fondo liso, plano y duro, estando unido con goma el papo de cardo con el cual se halla revestido. Pone 4 huevos puntiagudos, color crema claro, salpicados de chocolate principalmente en el extremo más grande. En la época de la reproducción, estos Tiránidos atacan con gran espíritu a cualquier otra ave que se acerque al nido, y tienen un odio especial por el Chimango, persiguiéndolo con gran violencia por el aire mientras emiten notas de enojo, que semejan en sonido al golpe de una guadaña, pero lanzadas con gran rapidez y énfasis. En mi relato sobre el Renegrido, se acaba de ver cómo esta especie es engañada por dicha ave, no obstante su temperamento combativo. Las Tijeretas tienen un hábito digno de destacar, no son gregarias, pero una vez al día, justo antes de la puesta del sol, todas las que viven cerca, se elevan a las cimas de los árboles, llamándose entre sí con fuertes chirridos excitados, y luego se lanzan a gran altura, como cohetes. Después de revolotear en círculos durante unos pocos minutos, se precipitan hacia abajo con la mayor violencia, abriendo y cerrando sus colas durante el salvaje vuelo en zigzag, y emitiendo una sucesión de notas agudas y chirriantes. Después de esta curiosa exhibición, se separan en parejas y posándose en las cimas de los árboles, cada pareja emite junta sus notas parecidas al sonido de unas castañuelas, después de lo cual el

grupo se disuelve.

CORTARRAMA Phytotoma rutila Arriba plomizo, con un matiz oliva; frente de la cabeza y toda la parte inferior rojo brillante; alas y cola negruzcas, con dos barras bien marcadas en las alas y manchas en las rectrices laterales blancas; largo l7,5 centímetros. Hembra: arriba gris con estrías negras; abajo color ante claro con densas estrías negras. Hay cuatro especies conocidas de este curioso grupo sudamericano, los Cortarramas, únicos miembros de la familia Phytoto-midae. Los viejos naturalistas los asociaban con los Fringílidos, debido a su pico dentado, pero ahora se los ubica a gran distancia de esa familia, bastante fuera del suborden de los Oscines o canoros. El Cortarramas de pecho rojo es la única especie ~5 que se encuentra en la República Argentina. Encontré que es bastante común en Patagonia, en donde los nativos lo llaman Chingolo grande, debido a la superficial semejanza que existe entre la hembra y el Chingolo (Zonotrichia pileata). El colorido de los sexos difiere ampliamente. La frente y la superficie inferior del macho es de rojo ladrillo intenso; las partes superiores, gris oscuro, con una barra en el ala y manchas en las rectrices, blancas. mientras que en la hembra las partes superiores son gris amarillentas, con manchas oscuras, y el pecho y el vientre son color ante con rayas oscuras. En ambos sexos el ojo es amarillo, y las plumas de la coronilla amontonadas para formar una cresta. Por lo general se lo ve solo, pero a veces anda asociado en pequeñas bandadas. Es sedentario, de vuelo poco resistente y se alimenta de brotes y hojas tiernos, bayas y semillitas. Con frecuencia se ve al macho posado en la cima de un arbusto, y entre las especies de plumaje oscuro que habitan las espesuras grises de Patagonia, el pecho rojo brillante le da un apariencia casi alegre. Cuando canta, o emite sus notas de alarma cada vez que alguien se acerca al nido, su voz semeja los débiles balidos de un cabrito o un corderito. Cuando se le aproximan, se esconde en los arbustos, y cuando vuela, progresa por una serie de cortas ondulaciones espasmódicas, produciendo, con las alas, un fuerte zumbido. El nido está hecho en el interior de un arbusto espinoso, con finas ramitas y revestido con fibras. Pone cuatro huevos 'verde azulados, con manchas parduscas.

Esta especie se encuentra a través del territorio argentino, en los lugares abiertos y secos en los que abundan árboles chicos y arbustos. El solitario Cortarrama descripto se halla, en este libro, entre dos numerosas familias de Passeriformes, ambas también peculiares de América y que se diferencian mucho de ella en estructura, aspecto, hábitos y lenguaje; una diferencia mayor que la que existe entre un Verderón y un Papamoscas, por un lado, y un Trepador de árboles, por el otro. Lo asombroso para las personas que no están informadas es cómo tal ubicación es posible en cualquier sistema. Estas preguntas no nos atañen en este libro. Sólo se puede decir, de pasada, que en nuestro sistema de clasificación linear (y todos los sistemas deben ser lineares) toda especie o familia, que no se relacione con ninguna otra, debe tener un lugar en algún sitio de la línea. Los Tiránidos, que se acercan superficialmente a los Papamoscas del Viejo Mundo, aunque en la estructura se diferencien de ellos, son, por lo menos, 350 especies, mientras que la familia a la que ahora llegamos, que es la de los Dendrocolapt¡dae, comprende alrededor de 250. Así, estas dos familias sudamericanas solas, ambas comprendidas en el suborden sin voz de los Passer¡ formes, sobrepasan todas las especies de aves de Europa, desde el Aguila hasta los Reyezuelos. En Argentina, los Dendrocolaptidae comprenden alrededor de 50 especies, de las cuales describiré 20 que conozco por observaciones personales.

CAMINERA DEL ESTE Geositta cunicularia Arriba de un marrón terroso casi uniforme; plumas del ala rojo canela claro; la mayor parre de las barbas externas, exceptuando las secundarias internas, negruzcas; cola rojo canela claro, con una ancha banda negruzca a través del medio inferior; abajo blanco amarillo-rojizo pálido, pecho más o menos rayado de negruzco; cobijas inferiores del ala, canela claro; largo 14 centímetros. La gente de campo tiene una variedad de nombres para esta especie común y bien conocida. En Buenos Aires se la llama, por lo general, Menea-cola; en Patagonia, Caserita; y en otros sitios Minera o Caminante, por su costumbre de correr con rapidez a lo largo de un camino limpio o de herradura, delante de una persona a caballo o a pie. Es una avecita fornida, con dedos muy cortos y poco apropiados para posarse, y por cierto, que nunca se posa en un árbol aunque se las arregla muy bien para

colgarse de un barranco perpendicular, cuando se entrega a la tarea de hacer túneles. Es residente; se aparea por toda la vida; vive en lugares estériles, alimentándose de pequeños insectos y arañas. En sus modos es muy vivaz. Corre con rapidez por el suelo desnudo, parándose de pronto para luego correr de nuevo. A cada pausa, mueve con lentitud su cola medio abierta, para arriba y abajo. Vuela velozmente, pegada al suelo, y siempre, durante su corto 'vuelo, emite su grito claro tintineante, repetido con rapidez, que semeja, en sonido, la risa de un niño. En las pampas herbosas, se unen invariablemente a las Vizcacheras -nombre que reciben los grupos de grandes cuevas hechas por el gran roedor, la Vizcacha-, pues siempre hay un espacio libre de pastos que rodea las cuevas, en donde las aves pueden correr con libertad. A los lados de la profunda entrada en forma de hoyo, de una de estas madrigueras, la Caminera del Este hace un agujero cilíndrico, de uno a dos metros de largo, que termina en una cámara circular. Esta la reviste con suave pasto seco, y pone cinco huevos blancos. Aunque habita el pueblo de las Vizcachas durante todo el año, parece que siempre hacen un nuevo agujero cada primavera, dejando los agujeros abandonados a la Golondrina de pecho blanco, Atticora cyanoleuca.

CAPITULO 7 Hornero Bandurrita comun Meneacola Siete cuchillas Arañero Chicli Todavoz Choto Trepadorcito Coludo boliviano Coludo Garganta amarilla Coludo de patagonia Cola aguda Coludo enano

Leñatero Pajera pico curvo Añumbi rojo Coperote

HORNERO Furnarius rufus Arriba marrón terroso, con un ligero tinte leonado; plumas del ala negruzcas; ribeteadas de marrón claro; secundarias externas marrón claro, como la espalda; cola y cobijas superiores de la cola marrón ferruginoso claro; abajo blanco; pecho, flancos y cobijas inferiores del ala, marrón arena pálido; superficie inferior del ala con una ancha barra color arena, a través de la porción basal; largo de 20 a 22,5 centímetros. El Hornero es una especie perfectamente bien conocida en la Argentina y, cuando se la encuentra, es una gran favorita, debido a su familiaridad con el hombre, su voz fuerte, tintineante y animosa, y su hermoso nido de barro, que prefiere edificar cerca de una habitación humana, a menudo en una cornisa, una viga sobresaliente o en el mismo techo de la casa. Es una avecita fornida, con el pico delgado y apenas curvo, de cerca de 2,5 centímetros, y con fuertes patas convenientes a sus hábitos terrestres. El plumaje de la parte superior es un color marrón leonado uniforme, más claro en la cola. Se extiende a través de la República Argentina, llegando, hacia el Sud, hasta Bahía Blanca. Por lo general se lo llama Hornero o Casera; en Brasil, Joáo dos barrios, o John Clay (Juan Arcilla), según la traducción de Richard Burton. En Paraguay y Corrientes es Alonzo García o también Alonzito, el cariñoso diminutivo. Azara, ese razonable naturalista, perdiendo su imaginación por un instante, dice, solemnemente: ¡que no puede dar razón por tal nombre! El podría haber encontrado la razón en su propio país, en Europa, en donde de muchacho, conoció la vida salvaje de las aves y en donde un ave que inspira una afectuosa admiración en la gente de campo, a veces es designada con nombre de persona. Por lo general, es nombre cristiano, como en el caso de nuestro Robin, en Inglaterra, que es llamado Peter en Noruega, y nuestro Jack tenemos varios Jacky nuestra Margaret o Mag, y nuestra Peggy y Kitty y Jenny. El Alonzo García ha sido favorecido especialmente, pues tiene nombre y apellido. Los lugareños con frecuencia me han asegurado que el Hornero es un ave religiosa y que siempre

suspende su trabajo los domingos y los días sagrados. Es residente; se aparea por toda la vida y encuentra su alimento, que consiste en larvas y gusanos, sólo en el suelo Goza de los sitios abiertos, en donde puede moverse por el suelo con libertad. Siente predilección por los patios, limpios caminos de los jardines, etcétera, donde con la cabeza echada hacia atrás y el pecho saliente, se pavonea con aires de gran gravedad, alzando mucho su pata a cada paso y manteniéndola en el aire por un momento, antes de asentarla con firmeza en el piso. Una vez vi uno volar a un estrecho tablón de alrededor de tres metros de largo, que yacía en el pasto húmedo. Caminó con gravedad hasta el final del tablón, luego dio vuelta y, con deliberación, caminó hasta el Otro extremo, repitiendo esto unas veinte veces, y pareciendo sentir el mayor placer en el mero acto de pasear por una superficie lisa y plana. Cuando se lo molesta, el Hornero emite una nota fuerte y monótona de alarma o curiosidad, que siempre atrae a todos sus compañeros que la oyen. Siempre se saben los movimientos de un zorro, comadreja o gato en una arboleda, por el ruidoso tumulto que se produce entre los Horneros. El macho y la hembra se encuentran a frecuentes intervalos durante el día, y expresan su alegría con un concierto de notas claras, resonantes; hábito común a numerosos Dendrocolaptinae, inclusive, creo, todas aquellas especies que se aparean por toda la vida. En la mayoría de las especies, esta exhibición vocal constante, meramente, en una sucesión de notas o gritos confusos, emitidos con gran espíritu y énfasis; en el Hornero, se ha desarrollado en una especie de canto armonioso. Así, la primera de las aves, ante la aparición de su pareja en el lugar de encuentro, emite notas fuertes y medidas, a veces un trino continuo con un sonido algo metálico y profundo; pero inmediatamente después del encuentro, esta introducción se cambia en rápidos tresillos, que se acentúan con fuerza en la primera y última nota, mientras que la segunda ave emite una serie de notas fuertes y medidas, que están en perfecto acuerdo con los tresillos del primero. Mientras cantan así, permanecen parados uno enfrente del otro, con los cuellos extendidos, las alas colgando y las colas abiertas, temblando la primera por las rápidas emisiones de voz y la segunda golpeando la rama con las alas. El final consiste en tres o cuatro notas emitidas por la segunda ave sola, y volviéndose sucesivamente más fuertes y penetrantes, hasta terminar. Hay una variedad infinita en el tono en que cantan las distintas parejas, así también como en el

orden en que las diferentes notas son emitidas y aun la misma pareja no repite su dúo de la misma manera; pero siempre es rítmico y, en cierto grado, una hazaña armoniosa y como las voces tienen un carácter tintineante y alegre, producen un efecto agradable sobre la mente. En épocas favorables, el Hornero comienza a edificar en otoño, y el trabajo es reanudado durante el invierno, cada vez que hay un periodo de tiempo tranquilo y húmedo. Algunas de las construcciones son terminadas a principios de invierno, otras, en cambio, sólo lo son en primavera, dependiendo todo del tiempo y de la condición de las aves. No trabajan para nada durante el tiempo frío y seco, o cuando el alimento escasea. El lugar elegido es una firme rama horizontal o la cima de un poste, eligiendo también con frecuencia el techo de una casa; y a veces, aunque esto sucede rara vez, el suelo. El material usado es barro, con el agregado de pelo de caballo o delgadas raicillas fibrosas, que hacen la construcción más dura y le evitan romperse. A menudo he visto un ave, ocupada en construir, tomar primero una hebra o pelo, luego llevarlo a un charco en donde lo trabajaba convirtiéndolo en una pelotita de barro del tamaño de una avellana, para cargar]o hasta el nido. Una vez terminado, el nido tiene, por afuera, el aspecto de un horno de panadero, sólo que con una entrada más profunda y estrecha. Siempre se halla en un sitio muy visible, con la entrada en frente de un edificio, si es que hay uno cerca, o si está al lado de un camino, mira hacia éste. La razón de esto es, sin duda, el hecho de que, mientras construye su nido, el ave no pierde de vista a la gente que se halla cerca, y por ello deja el nido abierto e inconcluso de ese lado hasta el final, y ahí queda por fuerza, la entrada. Cuando la obra ha alcanzado su forma globular con sólo una estrecha abertura, la pared de un lado es curvada hacia adentro, alcanzando el suelo desde la cúpula, quedando una abertura en la extremidad inferior, para permitir el paso de! ave al interior o segunda cámara, en donde pone los huevos. La mano humana llega con facilidad a la primera cámara o cámara de entrada; pero no puede torcerse tanto como para alcanzar los huevos de la cavidad interior, pues la entrada es muy pequeña v está muy alta. El interior está revestido con suave pasto seco. El ave pone cuatro huevos blancos con forma de pera. El horno tiene 30 centímetros o más de diámetro; a veces es muy pesado, pesando de 4 a 4,5 kilogramos y tan fuerte que salvo que se caiga por el vaivén de la rama, a

menudo permanece ileso durante dos o tres años. Las aves incuban por turno y cuando una regresa de tomar su alimento, lanza sus fuertes notas, con lo cual, la que se encuentra en el nido se apura para unírsele en alegre coro y luego se aleja, mientras que la otra ocupa su lugar sobre los huevos. Los pichones son muy locuaces, y cuando sólo tienen unas pocas plumas, se los oye practicar trinos y dúos en su seguro horno, con voces agudas y trémulas, que cambian en el usual grito de hambre de los pichones, cada vez que los padres entran con alimento. Después de dejar el nido, los jóvenes y los adultos viven juntos por dos o tres meses, criándose sólo una pollada por año. Todos los años hacen un nuevo nido, y más de una vez he visto un segundo nido construido encima del primero, cuando éste había sido ubicado ventajosamente, como ser en una saliente y contra una pared. Una cosa muy curiosa sucedió en la estancia de un vecino mío en Buenos Aires, una primavera. Una pareja de Horneros había construido su horno en el extremo de una viga que salía de la pared de un rancho. Cierta mañana una de las aves amaneció apresada en una trampa de acero, que se había puesto la noche anterior para las ratas, con ambas patas aplastadas arriba de la rodilla. Al ser liberada, voló y entró en el horno, en donde, sin duda, se desangró hasta morir, pues no volvió a aparecer. Su compañera permaneció dos días llamándola sin cesar, pero no había en el lugar Otras aves de su clase, y al fin, desapareció. Tres días después regresó con una nueva compañera, y de inmediato, los dos comenzaron a acarrear bolas de barro, con las que taponaron la entrada. Después de esto, construyeron un segundo nido, usando el sepulcro del ave muerta, como cimiento, y allí criaron sus pichones. Mi vecino, un viejo nativo, había ob-servado las aves desde el momento que habían comenzado el primer nido, sintiéndose muy interesado en sus diligencias, y pensando que su presencia era un buen agüero. No resulta extraño que, después de ver la sepultura de la que había muerto, quedó más convencido que nunca que los Horneros son "aves piadosas".

BANDURRITA COMUN Upucerthia dumetaria Arriba marrón terroso; raya larga superciliar ocre pálido; alas negruzcas, con una ancha barra canela transversal; cola negruzca, rectrices laterales salpicadas de canela claro; abajo blanco sucio; blanco claro en la garganta y

medio del vientre; plumas del pecho ribeteadas de negruzco; cobijas de abajo del ala, canela claro; pico color cuerno oscuro; pálido en la base; patas color cuerno; largo 22,5 centímetros. Estas aves son comunes en Patagonia, en donde son residentes. Sin embargo, algunos individuos emigran hacia el Norte en verano, y yo una vez obtuve una pareja, macho y hembra, cerca de la ciudad de Buenos Aires, en el mes de junio. Sus patas son cortas, pero en el suelo sus movimientos son muy rápidos y como la Caminera del Este (Geositta), ya descripta, vuelan con lentitud, prefiriendo escapar corriendo cuando una persona se acerca a caballo o a pie, y en estas ocasiones parecen Chorlitos pigmeos, con un extravagante pico largo. Son activas, vivaces, viven en parejas, uniéndose a veces en bandadas pequeñas, diseminadas. Prefieren lugares donde crecen arbustos aislados en un suelo seco, estéril y tienen un vuelo bajo y veloz. Cuando vuelan, emiten con frecuencia una nota aguda, trinante y repetida con rapidez, semejante a una risa en su sonido. En maneras, vuelo, lenguaje y colorido, se asemeja a la pequeña Geositta cunicularia, de pico corto, y como esta especie, también anida en hondos huecos en los barrancos; pero no puedo decir si excava el agujero en que anida o toma posesión de uno ya hecho. Durnford la encontró anidando en un hueco de 1,20 metros de profundidad, en las barrancas de una laguna seca. El nido era de pasto seco y estaba revestido con pelos de un roedor. Contenía tres huevos blancos.

MENEACOLA Cinclodes fuscus Arriba marrón terroso oscuro; supraorbitales y superciliares blancuzcos; alas negruzcas con una ancha barra transversal canela; plumas externas de la cola negruzcas, muy salpicadas con blanco canela claro; abajo ceniza pálido con un tinte canela; garganta blanca ligeramente salpicada de negruzco; pico y patas color cuerno; largo 18 centímetros. Esta pequeña especie casera, se diferencia mucho de la mayoría de los Dendrocolaptinae, en color y hábitos. Su apariencia no es muy llamativa, pues es de un tono leonado oscuro uniforme. Habita Patagonia, pero es migratoria, poseyendo, lo que es raro en esta familia, un vuelo poderoso. En invierno es común en las pampas y el distrito del Plata, extendiéndose, al Norte, hasta el Paraguay. Siempre se la encuentra cerca del agua, siendo su lugar de caza favorito las orillas de un arroyo. En el suelo, sus movimientos son rápidos y

vivaces pero, cuando se posa en un árbol, permanece inmóvil en una posición y cuando intenta un movimiento, parece que perdiera el equilibrio. Si se habla estrictamente, a estas aves no se las puede llamar gregarias, pero en los sitios en donde abundan, les gusta reunirse en bandadas dispersas, que a veces comprenden de 200 a 300 individuos. Cuando se asocian así, son muy juguetonas, persiguiéndose entre sí mientras emiten un trino agudo. Durante los días cálidos de invierno, a veces se las oye en un intento de canto, proyectándose verticalmente hacia lo alto, en el aire, y lanzando, con gran energía, un confuso torrente de sonidos nada melodiosos. Sus hábitos, mucho menos tranquilos y notables, en contraste con los de la mayoría de los miembros de esta familia, se deben, sin duda, al vuelo poderoso que posee el Cinclodes.

SIETE CUCHILLAS Phloeocryptes melanops Arriba, frente marrón, coronilla negruzca; anchas superciliares blanco anteado; mitad superior de la espalda negra; marcada con unas pocas rayas grises; parte inferior y rabadilla, así como los lados del cuello y espalda, marrón claro; alas negruzcas, moteadas de castaño claro en las cobijas; y una ancha banda del mismo color, ocupando la mitad basal de las plumas del ala; cola negruzca, las dos plumas del medio gris pardusco, las otras ligeramente salpicadas del mismo color; abajo blanco, más o menos teñido en la garganta, flancos y cobijas inferiores de la cola, de marrón pálido; cobijas de abajo del ala, leonadas; largo 14,5 centímetros. Esta es una de las pocas especies estrictamente migratorias de la familia de los Dendrocolaptinae. Es probable que inverne en el Sud del Brasil, pues en las regiones del Norte del territorio argentino, se dice que es un visitante estival. En las pampas, aparece en septiembre, y de golpe, se vuelve abundante en los lechos de juncos que crecen en el agua, que es el único sitio en donde se lo encuentra. Sin duda la migración es muy extensa, pues en primavera lo encontré en grandes cantidades en los lechos de juncos del valle del Río Negro, y Durnford lo halló más al Sud, en el río Sanguelen (Senguer), tributario del Chupat (Chubut). Las aves migratorias son, por regla general, muy poco dadas al vagabundaje, es decir, que no traspasan mucho los limites del pequeño soto, lecho de cañas o terreno del cual hacen su casa veraniega, y esta especie no

constituye una excepción en ese sentido. Pasa la época de calor recluida en su lecho de juncos y, cuando se la molesta, vuela con gran lentitud, aleteando débilmente hasta una distancia de unos pocos metros, para luego descender de nuevo entre los juncos, en apariencia incapaz de un vuelo sostenido. Resulta un gran misterio el hecho de cómo un ave de vuelo tan poco resistente y hábitos tan retraídos, puede realizar una larga migración anual, durante la cual, al atravesar vastos tramos de campo abierto, está en gran peligro de caer en las garras de especies rapaces. No hay duda de que muchos mueren durante la travesía, pero existe esta circunstancia en su favor: un increíble número de aves de diversas clases, muchos de ellos tan débiles y expuestos al ataque, como el Phloeocryptes, emigran en forma simultánea. Los Halcones se encuentran diseminados a lo largo de su ruta, y por lo general, estas aves se alimentan sólo una o dos veces por día, siempre que las comidas sean suficientes para llenar sus estómagos, de modo que mientras el Halcón está inactivo, digiriendo su comida, miles de viajeros han adelantado ya en su viaje, y están, para siempre, fuera de su alcance. El Siete cuchillas se aventura muy pocas veces fuera de su lecho de juncos, pero en ocasiones, se lo ve alimentándose en el pasto y en las hierbas, a pocos metros del agua. Su lenguaje es peculiar, consistiendo en una larga nota parecida a la de la cigarra, seguida de una serie de sonidos semejantes a ligeros golpes sobre un pedazo de madera seca. Frecuenta los mismos sitios que el pequeño Siete colores (Cyanotis azarae) y estos vecinitos, siendo por igual curiosos, cada vez que una persona se acerca a los juncos, es frecuente que emerjan juntos de entre ellos, emitiendo unos sonidos parecidos a golpes y chirridos de madera, y el otro, a un líquido que gotea: un avecita marrón y una con muchos colores brillantes, ambas en diferentes tonos, pidiendo conocer la causa de la intrusión. El nido es una construcción maravillosa, atada, por lo general, a tres tallos rectos. Tiene forma de cúpula, ovalado, de alrededor de 22,5 centímetros de profundidad, y la pequeña abertura circular que está cerca de la cúspide, se halla protegida por una saliente en forma de tejado. Está hecho de hojas de pastos duros que, en apariencia, están primero untadas con arcilla húmeda y luego entrelazadas con ingenio, con el agregado, según me parece, de una especie de mucilago. Una vez terminado, el nido es liviano, pero muy resistente e

impermeable a la humedad. Hasta que los juncos se marchitan y caen, el nido permanece unido a ellos y seguro, y en invierno constituyen un refugio salvo y confortable para las pequeñas ranas de los juncos o de las cañas, que a veces en número de tres o cuatro se encuentran viviendo juntas en un nido. El interior está bien revestido con plumas. Pone tres huevos con forma de pera y de color azul claro, muy hermoso, en ocasiones con un ligero tinte verdoso. Abunda tanto en los pantanos extensos que, en muchas ocasiones, durante paseos de medio día, encontré de 40 a 50 nidos, hallándose a veces, hasta doce o más juntos. Pero nunca saqué más de tres huevos de un nido. Menciono esto, pues he visto que algunos dicen que han encontrado cuatro o cinco huevos. Creo que ninguno de los que lea esto imaginará que robé todos los huevos contenidos en tantos nidos. No cometí tal barbaridad, aunque es posible que "este fuera de moda" el decir eso; pero no simpatizo con la posesión destructiva e inútil de coleccionar huevos. Torciendo hacia abajo los flexibles juncos, se pueden hacer rodar los huevos hasta las manos; y todos los que yo tomé de este modo, fueron devueltos a sus hermosas cunas. Yo tenia un objetivo especial al examinar tantos nidos. Un gauchito me había llevado una vez un nido que contenía un taponcito circular, hecho de la misma manera que el resto del nido, atado al lado de la abertura, a la que se adaptaba tan perfectamente como la tela de la tramposa araña se adapta a la madriguera. No tengo ninguna duda de que se usaba para tapar el nido, cuando el ave salía, tal vez para evitar la intrusión de las ranas de las cañas o de otra avecita; pero nunca encontré otro nido como éste, ni tampoco oí hablar de que alguien encontrara Otro semejante. Ese nido, con su tapón que se adaptaba perfectamente, ha sido un rompecabezas para mi, desde que lo vi.

ARAÑERO Leptasthenura aegithaloides Arriba marrón terroso pálido; coronilla negra, rayada de marrón claro; preorbitales, lado de la cabeza y garganta blancos, con diminutos puntos negros; alas negruzcas, bordes de las barbas externas de las primarias y parte basal de las secundarias marrón leonado claro; cola negra, rectrices laterales terminadas y ribeteadas de gris claro; abajo gris claro; garganta blanca; largo 17 centímetros. Esta es una avecita inquieta, que se ve sola o en grupos de tres o cuatro. En

modos y aspecto, se asemeja al Paro de cola larga (Parus), pues con diligencia busca pequeños insectos en los árboles y arbustos, a menudo colgando con la cabeza para abajo, a fin de explorar la superficie inferior de una hoja o ramita y, mientras se ocupa de esto, emite sin cesar una notita áspera y quejumbrosa. No son migratorios, pero en invierno parecen errar muchísimo de un sitio a otro; y en Patagonia, en la época del frío, los he visto con frecuencia unidos en bandadas de 30 a 40 individuos y asociados con numerosos Synallaxis de otras especies, en especial con el S. sordida, avanzando todos juntos a través de la espesura, explorando con cuidado todos los arbustos que hallaban en su camino. D'Orbiguy dice que hacen su nido de raicillas y musgos, ubicándolo en un arbusto; pero en los sitios en que yo lo he observado, siempre lo construye en el hueco de un árbol, o usa el de alguna otra ave; con frecuencia, la construcción arcillosa del Hornero. Pero en Patagonia, donde no se conoce al Hornero, elige casi siempre el del Synallaxis sordida, al que conduce gran cantidad de materiales suaves -pasto blando, lana y plumas- para volver a revestir la cavidad. Pone de 5 a 6 huevos blancos y puntiagudos.

CHICLI Synallaris spixi Arriba, coronilla marrón; preorbitales y costados de la cabeza ceniza oscuros; parte trasera del cuello, espalda, así como las plumas del ala y de la cola, marrón olivas; cobijas superiores de las alas castañas; abajo, ceniza oscuro, que se vuelve blancuzco en el vientre; garganta negruzca; cobijas inferiores de las alas castaño leonado; largo 17 centímetros. Me agrada el nombre que Azara le dio: Chicli, el que, para el que conoce los hábitos de esta especie y de las siguientes, parece muy apropiado, sugiriendo, como yo me imagino que hace, una pequeña criatura que posee un áspera nota de dos sílabas. Aunque Hartlaub, en su Nomenclatura de Azara, da la S. ruficapilla, como la especie correspondiente al nombre de Cichlí, la narración de sus hábitos, hecha en Pájaros del Paraguay, parece señalar al S. spixi o al S. albescens. Azara dice: "Le doy este nombre, porque lo canta con claridad en tono alto y agudo, oyéndose de muy lejos, y repitiéndolo de modo que las pausas no duran más que los cantares. Es estacionario (en Paraguay) y solitario sin abundan Habita entre los caraguatás o áloes y matorrales espesos, sin subir jamás a dos varas

de altura, ni dejarse ver a descubierto. Está en movimiento continuo, sin salir a los campos, ni internarse en bosques grandes, y sin duda come arañas e insectos. Sus vuelos se reducen a pasar de un matorral a otro inmediato; y aunque no conoce esquivez, es difícil verle en sus guaridas, y al oírle se figurará el que no le conozca que está en lo alto del árbol ó matorral, cuando se halla al pie entre la ramazon ó caraguatás." Esta costumbre de esconderse con tanto cuidado, me inclina a pensar que esta especie, más bien que S. albescens, era el ave descripta por Azara, aunque en ambas especies el lenguaje es casi el mismo. No tengo nada que agregar al relato de Azara, excepto que en la época del celo, esta especie tiene un cantito bajo, de extraño sonido, emitido de manera distinta a su estridente grito acostumbrado. Cuando canta, permanece inmóvil en la cima de un matorral bajo, en actitud abatida con la cabeza caída y murmurando a intervalos de medio minuto, su pequeña melodía.

TODAVOZ Synallaxís albescens Arriba, frente gris, coronilla castaño claro; costados de la cabeza y cuello, espalda y cola marrón terroso pálido; cobijas de arriba de las alas, castaño claras; plumas de las alas marrón oliva; abajo blanco con un débil tinte marrón terroso; cobijas de abajo de las alas amarillo rojizas; largo 13 centímetros. Esta especie, aunque no abunda de ningún modo en Buenos Aires, se encuentra con mucha más frecuencia que el S. spixi, al que se asemeja mucho en tamaño, color, hábitos y lenguaje. Es en realidad algo muy poco usual, el que dos especies tan cercanamente emparentadas, se encuentren habitando el mismo distrito. En ambas aves los colores están dispuestos del mismo modo; pero el tinte castaño del S. albescens, no es tan profundo, los marrones y grises son más pálidos, y hay menos negro en la garganta. Estoy casi seguro de que en Buenos Aires es migratorio, y tan pronto llega en primavera, anuncia su arribo por su reclamo áspero, persistente y de dos sílabas, asombrosamente fuerte para un ave tan pequeña, y que repite a intervalos de 2 a 3 segundos durante el periodo de media hora, sin interrupción. Cuando se lo toma en la mano, es casi tan lastimero como el chirriante canto de la Cigarra. Este lastimero ruido es emitido mientras el ave permanece escondida entre el follaje de un árbol, se renueva a frecuentes intervalos y continúa

todos los días hasta que el Todavoz encuentra pareja, momento a partir del cual se vuelve silencioso. Ubica el nido en un bajo arbusto espinoso, a veces a sólo sesenta o noventa centímetros del suelo. Es una construcción oblonga, hecha de palitos, de 30 a 35 centímetros de profundidad, con la entrada cerca de la cima, a la que se llega por un pasaje tubular hecho de astillas delgadas, de 15 a 17,5 centímetros de largo. Desde la cima del nido, un curvo pasaje conduce a la cavidad que está cerca del fondo, y que se halla revestida con pastito menudo. Pone nueve huevos de forma de pera, y color blanco azulado. Encontré muchos nidos con nueve huevos, y por eso deduje que ése era el número de la nidada, aunque confieso que me parece muy sorprendente que ponga tantos huevos. Cuando alguien se acerca al nido, los padres permanecen silenciosos y escondidos a cierta distancia. Cuando tocan o sacuden el nido, los pichones si ya poseen casi todas sus plumas, tienen la singular costumbre de abandonarlo y, saltando al suelo, se esconden en el pasto. No tengo ninguna duda de que los hábitos de esta especie varían mucho en los distintos distritos, siendo también probable que esta diferencia exista en el número de huevos que ponen. Barrows, excelente observador, dice que pone tres o cuatro huevos azul claro. Lo encontró en Concepción, en la parte Norte de la República Argentina, y escribe que: "es una especie abundante en las cerca, espinosas, o entre los macizos de arbustos enanos y espinosos, que se aferran entre sí con tanta tenacidad, entre la general desolación de la esterilidad arenosa". Los nidos que él describe, se diferencian también en algunos detalles de los que yo ví. El dice: "La entrada es ganada por el ave a través de un largo tubo que está construído sobre el nido, en un punto que se halla en la mitad de arriba del costado. Este tubo está hecho por el entrecruzamiento de ramitas espinosas, y es sostenido por las ramas y ramitas que están encima de él. Puede ser recto o curvo; su diámetro externo varia de 5 a 10 centímetros y su longitud de 30 a 60 centímetros. El pasaje mismo, es lo suficientemente ancho como para permitir el paso de un ave a la vez, y siempre ha sido un misterio para mi cómo un ave del tamaño del Gorrión puede encontrar su camino a través de uno de estos delgados tubos erizados de espinas, y a lo largo del cual me resultó difícil hacer pasar una ramita delgada y lisa, a más de 12,5 a 15 centímetros. Además ellos no sólo entran y salen con facilidad, sino que lo hacen con tanta facilidad, que hasta ahora nunca me ha sido posible descubrir uno en el nido, o

en él ver la menor perturbación producida por la rápida salida del ave." Esta ave tiene una amplia extensión en Sud América. Salmon observó sus hábitos reproductivos en Antioquía, Colombia. Allá también, el ave varía la forma de su nido, haciéndolo tan grande como el de una Urraca inglesa, y techando la cima con una masa de grandes hojas, para protegerlo de las fuertes lluvias. El dice que los huevos son de un azul verdoso muy pálido, casi blancos; pero no indica el número.

CHOTO Synallaxis phryganophila Arriba, frente marrón, coronilla castaña, superciliares blancas; costados de la cabeza, cuello, espalda y cola marrón leonado pálido, con anchas estrías negruzcas en el cuello y espalda; cobijas superiores de las alas castaño claras. plumas de las alas negruzcas, con las barbas externas ribeteadas de marrón leonado claro; abajo, mitad superior de la garganta amarillo azufre, mitad inferior negra con un parche blanco a cada lado del negro; pecho y vientre blancuzcos con un ligero tinte marrón terroso, apenas leonado en el pecho y flancos; cobijas inferiores de las alas blanco leonadas; largo 21 centímetros. Esta hermosa ave no es común en ninguna parte del territorio argentino, siendo excesivamente escasa en Buenos Aires. Es bastante grande para un Synallaxis, alcanzando su largo total a los 22 centímetros. Las dos plumas del medio de la cola hendida, exceden en mucho a las otras en longitud, midiendo 12,5 centímetros. El plumaje es marrón pálido, manchado de leonado; la coronilla y cobijas de las alas son leonadas. La belleza del ave reside en su garganta, que tiene tres colores muy contrastantes, distinguiéndolo de todos los otros Synallaxis. En el ángulo del pico, el colorido es amarillo azufre, debajo del cual hay un parche de negro aterciopelado y a cada lado del amarillo y negro, una mancha de un blanco puro. Barrows tiene la interesante nota siguiente relativa a sus hábitos reproductores: "Un nido conteniendo cuatro huevos blancos, con un débil tinte azul, fue encontrado en un árbol espinoso, a unos 2,40 metros del suelo. El nido era bastante igual al ya descripto (del S. albescens), pero la cavidad en la que se hallaban los huevos, se encontraba cerca de la cima del nido, mientras que el tubo descendía desde ella, hasta la base del nido, desde donde se volvía externo, elevándose en forma gradual hasta nivel de los huevos, a una distancia

de casi 90 centímetros."

TREPADORCITO Synnallaxis striaticeps Arriba marrón terroso; mas oscuro en la coronilla en la que hay estrías gris claras; anchas superciliares blancas; cobijas superiores de las alas castaño claras; plumas de las alas negruzcas con lustre oliva; cola castaño clara; abajo blanco; cobijas inferiores de las alas amarillo rojizo claro; largo 15 centímetros. Esta especie tiene una amplia distribución al Sud del Ecuador, encontrándosela en Bolivia, Uruguay y a través del territorio argentino, inclusive Patagonia. En sus hábitos se diferencia mucho de otros Synallaxis, ocurriendo lo mismo con su estructura y colorido. El pico es más largo y curvo, las garras más curvas y la cola más tiesa que en otros Synallaxis, y la diferencia en estructura corresponde a un modo de vida de vida distinto. El Trepadorcito trepa en el tronco y las ramas más grandes de los árboles buscando los insectos de los que se alimenta, en los huecos de la corteza. Cuando se lo ve colgando del tronco, soportado por su cola en una posición vertical, con la cabeza echada hacia atrás y adelantando hacia arriba por medio de saltos cortos y rápidos, parece un pequeño Picolaptes, lo que sí con el pico más corto. O podría ser tomado por un visitante europeo, por un pariente muy cercano del Certhia familiaris. Es muy inquieto; mientras busca insectos emite sin cesar un trino corto y quejumbroso. Construye un nido abierto en la horqueta de una rama, empleando pastos suaves y pelos; lo reviste con plumas y pone cuatro o cinco huevos de un blanco puro.

COLUDO BOLIVIANO Synallaxis modesta Esta especie se asemeja tanto a la que sigue, en tamaño y color marrón terroso oscuro que, cuando se la ve en las espesuras, resulta imposible distinguirlas. También en costumbres parecen semejantes; pero esta ave es, yo creo, menos retraída, pues la he visto asociada con otras especies de Synallaxis. Sin embargo, al comparar ambos ejemplares, es fácil separar esta ave del S sordida, observando el colorido de las rectrices externas, que son negras, con un ribete exterior leonado, en lugar de ser totalmente leonadas.

COLUDO Synallaxis sordida Arriba marrón terroso; plumas de las alas marrón negruzcas, con las partes basales marrón castañas, formando una barra transversal; cola negruzca, con las tres rectrices externas y la barba externa de la cuarta rectriz a cada lado, de un marrón castaño pálido; abajo marrón terroso claro, más claro en el vientre y con una mancha amarilla rojizo claro en la garganta; cobijas inferiores de las alas canela pálido; largo 17 centímetros. Esta especie que, al observarla con detención, se distingue enseguida del S. modesta por la ausencia de color negro en los tres pares exteriores de plumas de la cola, se extiende desde el extremo Norte de la República Argentina hasta Patagonia, donde es bastante común, encontrándosela siempre en lugares secos en los que abunda la vegetación espinosa. No emigra; vive con su pareja en los arbustos espinosos, pero no trata de esconderse y pasa mucho tiempo posada en la cima de uno de ellos, en donde el macho, en primavera, emite a intervalos un reclamo claro y gorgojeante. Se asemeja mucho al Phacellodomus ruber (Añumbí rojo) en su disposición inactiva, movimientos deliberadamente lentos y lenguaje, acercándose también a esta especie por su nidificación. El nido es una gran construcción de astillas, de 45 a 60 centímetros de largo, ubicado derecho entre las ramitas de la cima de un arbusto. Desde la cima en la que se halla la entrada, un pasaje tortuoso conduce a la cámara en la base del nido. Esta cámara se halla recubierta con suave. pasto seco y plumas. Pone cuatro huevos de un blanco puro.

GARGANTA AMARILLA Synallaxis sulphurifera Arriba marrón ligeramente oliva; alas negruzcas; cobijas más pequeñas del ala, márgenes de las cobijas grandes de las alas y barbas externas de las mitades inferiores de las plumas de las alas castaño claro; plumas de la cola marrón castañas, con los extremos muy alargados y puntiagudos; abajo blanco, garganta y pecho moteados de gris; mancha en el medio de la garganta amarillo azufre; flancos con un tinte marrón; comba del ala cobijas inferiores de la cola amarillo rojizas; largo 16 centímetros. Esta especie que fue descripta por primera vez por el profesor Burmeister, por ejemplares obtenidos cerca de Buenos Aires, la encontré en los pantanos a lo

largo del Río de la Plata; así también como en el Río Negro, en Patagonia, en donde, sin embargo, es rara. Habita los densos lechos de totoras y juncos que crecen en el agua, en donde también se encuentra el Limnornis curvirostris (Pajera de pico curvo). Se asemeja mucho a esa especie en lenguaje, colorido y en el pico casi largo y curvo, agudas garras, cuerpo fuerte y corto y cola tiesa. Es sedentario, se aparea por toda su vida; y vive siempre bien escondido en el lecho de espesos juncos que eligió. Cuando una persona se acerca a su escondite las dos aves trepan a la cima de los juncos, protestando con peculiares notas fuertes, airadas y que parecen una matraca. El Limnornis, que también se aparea por toda su vida, tiene precisamente el mismo hábito. Durnford describe el nido, que encontró en un lecho de juncos, como una construcción de pastos circular o en cúpula, con la abertura a un lado. Los huevos son blancos.

COLUDO DE PATAGONIA Arriba marrón tierra grisáceo; plumas de las alas marrón negruzcas, con la mitad basal de las secundarias de un marrón muy claro, formando una banda transversal; cola negruzca, ribeteada de marrón grisáceo; barba exterior de la pluma externa de cada lado, marrón pálido; abajo ceniciento, con una mancha negruzco oscura en la garganta; vientre y flancos color ante oscuro; cobijas de abajo de las alas canela; largo 15 centímetros. Esta oscura avecita que se encuentra en Patagonia y también cerca de los Andes en las provincias del Noroeste argentino, es una de esas especies que se diferencia mucho en sus hábitos, de los típicos Synallaxis. El cuerpo es fuerte; la cola, cuadrada y corta, es llevada verticalmente, como en la Tacuara. El Coludo de Patagonia es residente en el distrito del Río Negro. Es una avecilla silenciosa, tímida y solitaria, que vive en el suelo, buscando su alimento como un Cachalote (Homorus). Sin embargo como es débil y pequeño, no merodea las raíces de los árboles y grandes arbustos, como el más grande y poderoso Homorus, sino que se mantiene bajo las diminutas plantas achaparradas en los lugares estériles y abiertos. En las raíces de estos arbustitos que parecen alambres, de sólo 30 a 45 centímetros de altura, busca pequeños insectos. Cuando se lo molesta tiene un vuelo débil y espasmódico, que lo lleva a una distancia de unos 20 metros. Vuela con gran lentitud pero cuando se le acercan corre velozmente, dejando a la persona en duda de si ha visto un ratón o

una oscura avecita. La única nota que le oí emitir es un débil chirrido cuando está alarmado o vuela.

COLA AGUDA Synallaxis hudsoni Arriba marrón leonado, moteado de negro, estando cada pluma manchada con una gran mancha negra; en la parte superior de la espalda, las plumas están débilmente ribeteadas de gris blancuzco; alas negruzcas, con las mitades basales de las plumas marrón claro, formando una barra transversal, mientras que las porciones terminales están ribeteadas apenas, en las barbas terminales, de ocre, teniendo pintas del mismo color; cola negruzca, con el par externo de rectrices y anchas manchas de los dos pares siguientes a cada lado, marrón muy claro, las dos plumas del medio con ambas barbas ribeteadas de marrón grisáceo claro; abajo marrón ocre pálido, con una mancha amarillo azufre claro en la garganta; flancos con unas pocas manchas negras; cobijas inferiores de las alas canela claro; largo 19,5 centímetros. Este Synallaxis, que Sclater nombró en mi honor, es el representante argentino del S humicola de Chile. Es común en las pampas. A veces es llamado por los gauchos, Tíru-ríru del campo, debido a la semejanza, en el plumaje superior y el lenguaje con el Anumbius acuticaudatus, que es llamado Tíru-ríru, en imitación de su reclamo. El agregado de "del campo", significa que es un ave de los campos abiertos. Se encuentra sólo en las pampas herbosas; nunca se posa en los árboles; en sus hábitos es algo parecido a una Cachila, confundiéndoselo por lo general, con una de ellas, cuando se lo ve por primera vez. Es común en las pampas, encontrándose también en Córdoba, Uruguay y Patagonia. Es residente, solitario, en extremo tímido y cauteloso en sus movimientos. Vive siempre en el suelo, entre los altos pastos y cardos. A veces su curiosidad sobrepasa su timidez, lanzándose tres o cuatro metros hacia arriba y, moviendo la cola, permanece unos instantes en el aire con el pecho vuelto al intruso, emitiendo agudas notitas de alarma, después de lo cual, se deja caer en el suelo y desaparece en el pasto. Esta es una costumbre común a la mayoría de las Cachilas. Cuando se lo espanta, tiene un salvaje vuelo en zigzag, y después de alcanzar una considerable altura en el aire, se lanza de nuevo hacia abajo con asombrosa velocidad, volviendo al mismo sitio de donde salió. Sin embargo, es incapaz de un vuelo sostenido, y después de haber sido espantado dos o tres

veces, rehusa elevarse de nuevo. En primavera, el macho se posa en la cima de un cardo u otra ligera elevación, y a intervalos regulares emite una especie de canto o reclamo agradable y melancólico, que puede oírse bien a una distancia de mil metros. Ese canto consiste en cuatro notas claras, largas y lastimeras, que aumentan en fuerza y terminan en un trino débil. Cuando alguien está cerca, permanecen silenciosos, y dejándose caer en el suelo, se esconden en el pasto. Debajo de uno o un conjunto de cardos, excava un ligero hueco en el suelo, encima del cual construye una cúpula de fino pasto seco, dejando una pequeña abertura arqueada como la puerta de un horno de panadero. El lecho está revestido con estiércol seco y reducido a polvo. Pone cinco huevos romos, de un color ante muy pálido. El interior del nido es tan pequeño que cuando los cinco pichones tienen plumas, parecen estar empaquetados muy juntos, de tal modo, que resulta difícil concebir cómo la madre entra y sale. El nido siempre está escondido de modo muy astuto y, a menudo, he pasado varios días buscando en un parche de cardos dónde las aves habían anidado, sin poder encontrarlo. Relativo a las costumbres de esta especie, diré algo más en el relato del Chimango, Milvago chimango.

COLUDO ENANO Synallaxis maluroides Arriba, frente y medio de la coronilla castañas; parte posterior de la cabeza, cuello y espalda marrón leonado claro, muy manchado con saetas negras longitudinales; preorbitales blancas; alas negruzcas, las plumas ribeteadas de ocre pálido; parte basal de las secundarias marrón muy pálido, formando una barra transversal; cola marrón castaño claro, las dos plumas del medio con una ancha mancha negra en la barba interna; abajo blanco; pecho y flancos con un tinte marrón claro, salpicados de diminutas manchas marrón oscuro; cobijas inferiores de las alas blancas; largo 15 centímetros. D'Orbiguy descubrió a esta pequeña especie de Synallaxis. cerca de la ciudad de Buenos Aires, pero no narró sus costumbres. Abunda en las pampas como la especie recién descripta, pero en hábitos se parece a un Troglodytidae del género Cistothorus más que a una Cachila, prefiriendo los lugares húmedos en donde hay exuberancia de pastos y hierbas. Las alas son muy cortas, y el vuelo tan débil, que el ave rehusa elevarse aun después de una persecución de cien o doscientos metros. Sin embargo, no estoy en condición de decir que no emigra, pues he

encontrado que en primavera se vuelve abundante de pronto, mientras que, en la estación fría, rara vez se lo ve. Es solitario; en primavera se posa en un cardo o estaca, emitiendo, a cortos intervalos, su canto o reclamo parecido al de un saltamontes. El nido es una construcción de pastos, ligera y abierta, revestido con unas pocas plumas, ubicado en un montón de pastos o cañas. Los huevos son de color blanco puro.

LEÑATERO Anumbius acuticaudatus Arriba marrón terroso; frente castaña; superciliares blancas; cabeza, cuello y espalda manchados con estrías negras; primarias negruzcas; secundarias marrón castaña claro; cola negra, todas las plumas con excepción del par del Centro, muy salpicadas de crema; abajo marrón ocre pálido; garganta blanca, bordeada a cada lado con numerosas manchas negras; largo: 21 centímetros. Esta es una especie común y muy bien conocida a través del territorio argentino hasta Patagonia, así también como en Uruguay y Paraguay. Se lo llama Espinero, Tíru-ríru, en imitación de su nota, y Añumbí (nombre guaraní); pero su nombre más conocido es Leñatero, debido a la cantidad de astillas que recoge para construír nidos. Es residente en Argentina y forma pareja por toda su vida. A veces, los pichones permanecen con sus padres por un periodo de tres a cuatro meses. Toda la familia anda junta, se alimenta en compañía y descansa en el viejo nido. El nido y el árbol en el que se halla ubicado, son un lugar favorito durante todo el año. Aquí las aves permanecen posadas mucho tiempo, repitiendo a intervalos un canto o reclamo, compuesto de cuatro o cinco fuertes chirridos semejantes a un tic tac, seguidos por un largo trino. Buscan su alimento exclusivamente en el suelo, donde se mueven con cautela, llevando el cuerpo horizontal y buscando insectos con atención. Cuando se los molesta, se dirigen con apuro a su refugio acostumbrado, batiendo con rapidez sus débiles alas y abriendo la ancha cola hendida, como un abanico. Cuando el macho y la hembra se encuentran en su nido, después de una corta separación, cantan juntos, como si se regocijaran por estar reunidos. Pero se separan muy pocas veces, y Azara dice que cuando uno incuba, el otro se para a la entrada del nido y que cuando uno regresa al nido con alimento para los pichones, el otro lo acompaña, aunque no haya encontrado nada para llevar.

Para edificar, el Añumbí elige un árbol aislado en un lugar abierto, y prefiere un árbol enano con muy escaso follaje; pues las ramitas salientes y las hojas obstaculizan al trabajador cuando acarrea astillas. Esta es una tarea muy trabajosa, pues las astillas son grandes y el vuelo del ave es débil. Si el árbol es de su agrado, no importa que esté muy expuesto a los vientos, o cerca de una habitación humana, pues el ave es por completo indiferente a la presencia del hombre. Con frecuencia he visto un nido en un árbol de sombra o de adorno, a 9 metros de la entrada principal de una casa. También a menudo, he visto varios en las altas y rectas estacas de un corral de caballos, trabajando con tranquilidad, mientras un grupo de caballos medio salvajes arremetían contra el corral, debajo de ellos, perseguidos por hombres con lazos. El Leñatero usa grandes astillas para construir, y deja caer muchas, tantas que con frecuencia se podría llenar una madriguera con las que yacen debajo del árbol. La astilla caída no es alzada de nuevo, pues el ave no puede elevarse verticalmente con su carga y, yo supongo, que no es tan inteligente como para levantar la astilla caída, llevarla a 30 metros del árbol y luego volar en dirección oblicua. En consecuencia, se aleja en busca de otra nueva. Cuando encuentra una de su agrado, la toma con cuidado por el medio, y llevándola como un balancín, regresa al nido en donde, si sucede que uno de los extremos tropieza contra una ramita saliente, cae como la primera. El ave no se desanima, sino que, después de una breve entrevista con su compañera, vuela animosamente en busca de más madera. Durnford escribe maravillado por la predilección que demuestra por anidar sobre álamos, en Buenos Aires, y dice que en un árbol alto, el nido a veces se halla de 15 a 18 metros del suelo. El ave casi siempre se eleva con una astilla a tal distancia del árbol como para que le sea posible llegar justo al nido, pero a veces le falla y se posa algo lejos, viéndose obligado a trepar por las ramitas con su astilla en el pico. El atribuye la elección del alto álamo a la ambición; pero el Añumbí tiene, en realidad, un motivo más simple. En el rico suelo de Buenos Aires, todos los árboles tienen superabundancia de follaje, y sólo en el delgado álamo lombardo, se puede ubicar el nido en un lugar al que el ave pueda llegar con su carga, sin tropezar con largas ramas salientes El nido del Añumbí es de alrededor de 60 centímetros de profundidad y de 25 a 30 centímetros de diámetro. Se halla en una posición oblicua entre las ramas. La entrada se encuentra en la cima, un pasaje curvo o en espiral, conduce al

extremo inferior, donde se encuentra la cámara de reproducción. Esta está revestida con lana y pasto suave. Pone cinco huevos blancos, que varían mucho en forma, siendo algunos más puntiagudos que otros. El nido, como es una residencia tan segura y confortable, es muy deseado por otras varias especies, que lo buscan para reproducirse; pero de esto ya he hablado en el relato del género Molothrus. Cuando se los priva de su nido, comienzan en seguida a construir otro; pero, muy a menudo, sin haber sido arrojados del primero, construyen un segundo nido, demoliendo a veces el primero a fin de usar los materiales. Yo observé una pareja construir tres nidos antes de poner huevos; otra pareja hizo dos y después que el segundo estuvo completo, regresaron al primero, en donde decidieron quedarse. En un árbol, a veces, se ven dos o tres nidos a la vez, y Azara dice que él vio hasta seis. Barrows observó esta ave en Concepción, en donde es muy común, y escribe que en este distrito el nido en ocasiones es de 1,20 metros de largo. con un diámetro aproximado de 60 centímetros, y que, en algunos casos, el mismo nido es usado por varias estaciones sucesivas; también que a veces, se unen varios nidos, siendo todos ocupados al mismo tiempo.

PAJERA PICO CURVO Limnornis curvirostris Arriba marrón leonado, más brillante en la rabadilla; preorbitales y superciliares blancos; alas y cola marrón castaños; abajo blanco; flancos y cobijas inferiores de la cola marrón claras; cobijas inferiores de la cola blancas; largo 17 centímetros. Esta especie se encuentra por todos los lugares pantanosos de lo parte Este de la República Argentina, siendo también común en Uruguay, en donde Darwin la descubrió. Habita los densos lechos de juncos que crecen en el agua, y no se encuentra en ningún otro lugar. Se aparea por toda la vida; su vuelo es débil; vuela con gran lentitud; pero vive siempre bien escondida en un sitio Sin embargo, es muy curiosa, y cuando alguien se acerca, ambas aves trepan a la cima de los juncos y emiten fuertes notas chirriantes, peculiares y parecidas al sonido de una matraca, como si protestaran con ira contra la invasión. Tiene cuerpo fuerte, cola corta que disminuye en forma gradual, garras fuertes y un delgado pico curvo de 2 centímetros de largo. El plumaje de la parte superior es marrón, la cola leonada, el de la parte inferior y una mancha arriba del ojo

son blancos.

AÑUMBI ROJO Phacellodomus ruber Arriba marrón olivo; frente castaña; coja castaño amarronada; abajo blancuzco; garganta, pecho y flancos con un tinte y manchas marrón rojizo brillante; cobijas inferiores de las alas y márgenes internos de las plumas de las alas canela brillantes; largo 18 centímetros. Esta es una especie común a través de la porción oriental del territorio argentino y se extiende hacia el Sud, hasta el límite austral de la provincia de Buenos Aires. Es residente. Vive en parejas en los lugares en donde hay árboles y arbustos espinosos diseminados, y nunca se lo encuentra en bosques profundos. Nunca intenta esconderse, sino que por el contrario, se posa en un sitio visible en un arbusto, y permite que una persona se acerque a tres o cuatro metros de él. Tampoco posee Ja modalidad inquieta de la mayoría de los Synallaris que viven en los mismos lugares que él, sino que se mueve de un modo lento y deliberado y pasa la mayor parte del tiempo inmóvil en su percha, emitiendo a veces su canto o reclamo compuesto de una serie de largas notas agudas y poderosas en escala descendente, y lanzadas de un modo tranquilo. Construye un gran nido oblongo, hecho de astillas, de alrededor de 60 centímetros de profundidad, y ubicado en forma oblicua entre las ramitas espinosas de un arbusto o árbol bajo. Barrows escribe: "Por lo común hay dos cavidades en el nido; una, medio abierta al tiempo y formando la entrada; la otra, más en la parte posterior, y conectada con la anterior por sólo un corto pasaje, el que, en muchos casos, está reducido a un simple agujero a través de un ancho tabique, que es lo único que los separa". Pone cuatro huevos de un blanco puro. El ave descripta pertenece a un grupo de cuatro especies que se encuentra en Argentina. De éstas, la más pequeña e interesante en sus hábitos nidíferos, es el Espinero chico, Phacellodomus sibilatrix. Habita los bosques espinosos de los distritos del Norte del territorio argentino; pero no tengo razones para sentir el no haber observado personalmente a esta especie desde que, el cuidadoso relato que Barrows hace de sus hábitos nidíferos, no deja nada de desear. El escribe: "Es una especie abundante en los

bosques abiertos a lo largo del Uruguay y que a diez pasos de distancia, se distingue con dificultad de media docena de otras especies. Su nido, sin embargo, es inconfundible. Las aves comienzan por fijar unas pocas ramitas curvas y espinosas entre el ramaje terminal de alguna rama delgada que sobresale horizontalmente de un árbol, o se eleva oblicuamente casi desde su base. Alrededor de estas ramitas tomadas como núcleo, se reúnen otras hasta que, cuando el nido ha alcanzado su tamaño apropiado, su peso encorva la rama de modo que su punta apunta en dirección directa a la tierra. Así, nidos que han sido comenzados a una altura de 5 a 6 metros del suelo, se hallan sólo de 60 a 90 centímetros de él, una vez terminados; y, a veces, empapados por una fuerte lluvia, su peso aumenta haciéndolos tocar el piso. Son de forma más o menos ovalada o cilíndrica, y por 10 común, alrededor de 60 centímetros de largo por 30 a 40 centímetros de diámetro y contienen desde 9 decímetros cúbicos hasta 36 decímetros cúbicos de ramitas y espinas. La cavidad es pequeña en relación al nido y ocupa la parte superior. Se llega a ella por un pasaje que sale de abajo, más o menos directo, estando la abertura externa muy cerca de la porción más baja del nido, si bien a veces un pequeño estante, y aun un bolsillo, es construido al costado, formando un sitio de descanso frente a la puerta. El nido varía mucho en forma y tamaño; pero es bastante constante en el material de que está construido, siendo casi siempre ramitas irregulares y espinosas, pertenecientes a árboles que crecen en la vecindad, mientras que el interior está hecho con ramitas menos espinosas, y con alguna lana y pelos. También por lo general si el material está a mano, una cantidad de estiércol viejo y seco de caballo, es desparramado en la cima del nido, volviéndose, de a poco, de la consistencia del fieltro, haciéndolo casi impermeable. En lugar de esto, con frecuencia he encontrado cantidad de pajas rotas, tallitos de malezas, pastos y hasta astillas, sin duda recogidas de las lomitas de residuos que la última creciente del río dejó a mano. Todo el nido es tan compacto, que a menudo dura más de un año, y a veces puede servir a la misma pareja por dos veranos consecutivos. Sin embargo, más frecuente es que construyan un nuevo nido encima del viejo, que sirve como cimiento y así, en ocasiones, se ven hasta tres nidos en el mismo extremo de una rama, estando ocupados, por lo menos, dos de ellos. Cuando otras ramas del mismo árbol tienen la misma carga, y otros árboles cercanos también poseen la misma clase de fruto ,el resultado es muy pintoresco.

Los huevos, que son blancos, son puestos desde el primero de octubre al primero de enero, pero muchas de las aves trabajan en la construcción del nido durante todo el invierno, pasando a veces meses en uno solo."

COPEROTE Homorus lophotes Arriba marrón brillante, con tinte oliva en la espalda; plumas de la cresta marrón oscuras; cañones negruzcos; cola castaña brillante; abajo marrón más oscuro, garganta leonado; pico azul brillante, ojos blancos; largo 24.5 centímetros. Esta interesante especie habita las partes Norte y Noroeste del territorio argentino. En la provincia de Buenos Aires su presencia se ve confinada a la estrecha faja de bosque subtropical que bordea las costas bajas del río de la Plata. Cuando se lo sorprende, su ojo blanco, pico azul parecido a un puñal y cresta erguida, le dan un aspecto agresivo y airado, efecto que se ve aumentado por el grito áspero, ronco y parecido al del grajo, que emite cuando se lo molesta. Sin embargo, este aspecto resentido es engañoso, pues el ave es la criatura más tímida que uno pueda suponer. Su lenguaje tiene el carácter excitado y penetrante común a las familias más locuaces; y a intervalos, durante el día, las dos aves, macho y hembra, se encuentran y hacen resonar el bosque con sus gritos. El ave era aún para mí sólo una "voz errante", durante muchas semanas después de haberme familiarizado con esas fuertes notas, mientras coleccionaba en los bosques litorales en donde él se encuentra. Pero no abandoné la persecución hasta que lo vi varias veces, y cacé dos o tres ejemplares. Encontré un nido, aunque sin huevos. Era una rústica construcción en forma de cúpula hecho con material suficiente como para llenar una madriguera. También descubrí que el ave se alimenta exclusivamente en el suelo, cerca de los troncos de los árboles de ramas bajas, en donde, por lo general, hay una acumulación de cortezas caídas, hojas muertas y otras basuras. Aquí el ave cava con su agudo pico, en busca de los pequeños insectos de los que se alimenta. Cuando se le aproximan no vuela, sino que corre con rapidez al árbol más cercano, detrás de cuyo tronco se esconde, luego se escurre al árbol siguiente, y así escapa sin mostrarse. Barrows, que observó al "Cachalote" en Concepción, dice que es un ave que no puede ser

pasada por alto, pues tiene una disposición y voz desaforadas, y su nido es del tamaño de un barril. Hace el siguiente relato relativo a su nido: "Su nido está construido, en su totalidad, con astillas, muchas de las cuales son de buen tamaño con frecuencia, de un diámetro tan grande como el del dedo meñique y de 60 centímetros o más de largo. Las dispone de tal modo, que forma una construcción de 90 centímetros a 1,20 metros de largo, por más o menos 60 centímetros de ancho en su parte más amplia, asemejándose mucho, en conjunto, a un gigantesco frasco de pólvora, que yace a un lado entre las ramas bajas de un árbol desarrollado. Está hecho de un modo bastante descuidado. La cavidad del nido es bastante indefinida, siendo cualquier porción del piso del nido la que el ave elige para poner sus huevos. Por lo general, pone tres o cuatro huevos de un blanco puro, de octubre a enero. Comúnmente se los puede contar a través del holgado piso del nido, aunque a veces su espesor lo impida"

CAPITULO 8 Chorlote Trepador del litoral Choca menor del oeste Gallito Colibri Ñacunda Carpintero real Carpintero de las pampas Martin pescador grande Pirincho Cuclillo de pico negro Loro barranquero Cata comun Lechuzon de los campos Lechucita de las vizcacheras

CHORLOTE Homorus guuurahs Casi de un gris tierra uniforme, ligeramente teñido de marrón oliva arriba, más pálido; preorbitales y parte superior de la garganta blanco puro; parte inferior de la garganta negra o blanco y negro mezclados; cobijas inferiores de las alas blancas, con un débil tinte canela claro; pico y patas gris azulado; largo 23,5 centímetros. Encontré con que esta ave es bastante común en las llanuras secas y abiertas de

la vecindad del Río Negro, en Patagonia. En tamaño, forma y cresta, es como el Cachalote norteño, pero tiene la garganta blanca, mientras que el resto del plumaje es de un pálido marrón tierra en lugar de leonado. Como el Coperote, es también tímido, y como tiene un color tan oscuro y carece de los tintes brillantes del pico y ojos no posee el aspecto agresivo y llamativo de dicha especie. Sin embargo, todavía pienso que cualquier ornitólogo que lo encuentre, no puede dejar de sentirse fuertemente impresionado por su personalidad, si es que ese término se puede aplicar a un ave. Los Dendrocolaptínidos son, por lo general, constructores de grandes nidos y muy ruidosos; yo creo que el H. gutturalis, es el que chilla más fuerte y construye nidos más grandes de toda la familia. Macho y hembra viven juntos en la misma localidad durante todo el año. Los pichones, cuando pueden volar, permanecen con sus padres hasta la época de anidar, de modo que las aves se ven a veces en parejas, pero con más frecuencia, en familias de cinco o seis individuos. Cuando comen se desparraman, destacándose cada uno en un gran arbusto, rascando y picoteando alrededor de las raíces en busca de insectos. A intervalos, uno de los viejos, asciende a un arbusto y llama a los Otros con fuertes gritos penetrantes. Todos se apuran a llegar al lugar del encuentro y desde las cimas de los arbustos irrumpen en un agudo coro que, a la distancia, parecen estallidos de risa histérica. En un lugar en el que viví algunos meses, había unos arbustos a alrededor de tres kilómetros de la casa en la que me hallaba, en donde estas aves acostumbraban celebrar frecuentes reuniones, y en esa clara atmósfera podía oír perfectamente sus gritos extravagantes a esa distancia. Después de cada hazaña, se perseguían pasando de arbusto a arbusto con un salvaje vuelo espasmódico y emitiendo notas ásperas y excitadas. Para anidar, eligen un arbusto bajo, fuerte, bien desarrollado. El nido es hecho con fuertes astillas, es de forma esférica perfecta, de 1,20 a 1,50 metros de profundidad, siendo muy grande la cámara de su interior. La abertura se encuentra a un lado, cerca de la cima, llegándose a ella por una estrecha galería abovedada, bien hecha con astillas delgadas que reposan a lo largo de una rama horizontal y de alrededor de 35 centímetros de largo. Esta peculiar entrada impide, sin duda, la intrusión de serpientes y pequeños mamíferos. La construcción se diferencia de todos los nidos en forma de cúpula de otras especies de Trepadores, en la amplitud de la cavidad en donde se ponen los

huevos. Si se sacara la cúpula, un águila o un buitre podría empollar en él con toda comodidad. El nido es tan fuerte que yo me paré en la cima de uno y lo golpée con mis pesadas botas, sin deteriorarlo en lo más mínimo y, para romper uno, tuve que introducir el cañón de mi escopeta en él y romperlo de a pedazos. Examiné alrededor de doce de estas enormes construcciones, pero todas las encontré antes o después de la época de postura de huevos, de modo que no vi ninguno.

TREPADOR DEL LITORAL Picolaptes angustirostris Arriba, cabeza y cuello negruzcos, con saetas oblongas blancuzcas en la coronilla y cuello; anchas superciliares blancas, extendiéndose casi hasta la espalda y rompiéndose en sus extremos inferiores, en manchas asaetadas; resto de la superficie superior marrón oscuro, más claro en la rabadilla; plumas de las alas castaño oscuro pálido; barbas externas y anchas manchas de las primarias negruzcas; cola castaña; lados del pecho y vientre muy manchado con débiles rayas negruzcas; cobijas inferiores de las alas canela; largo 21 centímetros. Este es el único miembro del género Picolaptes, que hasta ahora se ha encontrado dentro de los limites de la República Argentina. Azara encontró que abundaba en Paraguay, y en su libro lo llama Trepador común. En Buenos Aires es un visitante estival, apareciendo a fines de septiembre. Es solitario, nunca se lo ve fuera de los bosques, e invariablemente emite un fuerte grito melancólico cuando pasa de un árbol a otro. Siempre se posa en el tronco, cerca del suelo, trepando por la corteza en una posición vertical, soportado por la cola, y con la cabeza echada hacia atrás a fin de dar libre juego al pico en extremo largo. Habiéndose posado de esta manera, avanza por saltitos, explorando los agujeros en la madera, en busca de pequeños, insectos, hasta que alcanza las ramas, desde donde vuela al árbol próximo. Es, de hecho, un Trepador de árboles, por su modo de buscar alimento.

CHOCA MENOR DEL OESTE Thamnophilus ruficapillus Arriba marrón oliva teñido de leonado; preorbitales blanco amarillento; superciliares y lados de la cabeza gris blancuzcos; cañones marrón oliva; cola negra, las rectrices excepto el par central, manchadas y muy salpicadas en las barbas internas con blanco; abajo gris blancuzco, todas las plumas rayadas

transversalmente de negro; largo 15,5 centímetro. Hembra: como el macho con excepción de la cola que es marrón leonado y las manchas de abajo apenas perceptibles. Este ave es una de las cuatro especies de su género, que se extiende hacia el Sud hasta el territorio argentino, en donde es la única representante de la familia Formicaridae. Como los Tiránidos y Trepadores, está confinada a América, pero es menos difundida que aquellas dos familias, siendo la mayoría aves de las regiones boscosas tropicales. La presente especie es bastante común en las provincias del Este de Argentina, y se extiende hacia el Sud, hasta Buenos Aires. Es solitaria y tímida; se encuentra en los bosques y espesuras a lo largo de las costas del Plata. A veces emite una singular nota baja y áspera, que constituye su único lenguaje. El nido es una construcción liviana y poco profunda, ubicado en un árbol bajo. Los huevos son blancos, muy manchados de marrón rojizo. Es probable que esta especie sea, en cierta extensión, migratoria, pues yo la he observado sólo en verano. El relato de Azara sobre otra especie, Batará mayor, Thamnophilus major, que habita Paraguay y el Norte argentino, es prologado por las interesantes anotaciones siguientes, relativas a las aves de este género, que él conocía: "Jamás se encuentran en matorral seco, ni único; es menester que haya muchos juntos o próximos, y no salen a lugar donde les puedan ver sino por pocos momentos temprano y tarde, y entonces no en las ramas elevadas, sino en las bajas; de modo que apenas se alejan nunca dos varas del suelo. Tampoco entran en los grandes bosques, ni quieren árboles gruesos, y aborrecen los campos y lugares descubiertos. No admiten más sociedad que la del amor; comen únicamente los gusanos que pillan en los mismos matorrales que corretean, o en el suelo, donde baxan a cogerlos, volviendo sin detención a las ramas para tragarlos. Son estacionarios, y vuelan tan poco, que apenas pasan de un matorral a otro. Muchas de sus especies tienen la misma voz o canto; el que es extraño, fuerte y solo se oye cuando hay amor, sin que pueda distinguirse por el canto la especie que le produce. Se reduce a un trino o repetición frecuente de la sílaba tá, por el mismo estilo que el Hornero. Aumentan la gracia de su himno, largo y frecuente, que se oye de media milla, con un batimiento de alas, como el que hacen otros páxaros".

GALLITO Rhinocrypta lanceolata Arriba, cabeza y parte superior del cuello marrón rojizo, con una fina saeta blanca en cada pluma, siendo las rayas más visibles en las plumas de la cresta; parte inferior del cuello, espalda, rabadilla y alas oliva grisáceas; cola negruzca; abajo garganta y parte superior del pecho gris, volviéndose blanco puro en el medio del vientre, lados del vientre, flancos y cobijas inferiores de la cola como la espalda; pico color cuerno, patas negras; largo 22,5 centímetros. La última especie de Passeriformes que falta describir, es la única que conozco que pertenece a la singular familia sudamericana, Pteroptochidae.La mayoría son nativos de Chile y el extremo Sudoeste del continente sudamericano, pero tienen representantes en los Andes del Ecuador y Colombia y en la alta meseta del centro del Brasil. El nombre vernáculo de Gallito, por el que se conoce a esta especie, no puede dejar de parecer apropiado a todo el que la ve, pues se contonea y corre por el suelo con la cola erguida, pareciéndose mucho a una diminuta ave doméstica. En la vecindad de Carmen de Patagones, en el Río Negro, es muy abundante, y cuando yo estuve allá, su fuerte y profundo chirrido, que se oye por todas partes en la espesura, pronto atrajo mi atención, del mismo modo que me sucedió con el continuo pudo de las Golondrinas, la primera vez que pisé Inglaterra. En el interior del país no es tan común, de modo que es probable que la presencia del hombre la haya afectado favorablemente. Sus hábitos divierten y desconciertan al que está ansioso de conocerla; pues posee apenas la facultad del vuelo y no puede ser espantada; pero se alarma con tanta facilidad, es tan veloz y tan amiga de esconderse, que es dificilísimo verla. Al mismo tiempo es en extremo curiosa; y no bien advierte un intruso en el matorral, emite su nota de aviso. Toda ave que la oye, salta a un tupido arbusto espinoso, desde el que lanza, cada tres o cuatro segundos, un fuerte y profundo chirrido, y a intervalos, un violento grito de regaño, que repite varias veces. Cuando alguien se acerca, todos se escurren disimulados por los arbustos con asombrosa rapidez, a refugiarse a cierta distancia, desde donde reanudan su fuerte protesta. Pero cuando el perseguidor abandona la cacería y se vuelve, inmediatamente lo siguen, de manera que está siempre cercado por el mismo anillo de airados sonidos, que

se mueve con él, sin acercarse ni permitiéndole descubrir a los que lo producen. En tres o cuatro ocasiones he visto a uno elevarse del suelo, y alcanzar varios metros con un vuelo débil y vacilante; pero cuando se los persigue de cerca en un lugar abierto, parecen incapaces de alzarse.. Por lo general descienden volando desde la cima de un arbusto, pero siempre ascienden saltando de ramita en ramita. El nido es hecho en el centro de un arbusto espinoso de 60 a 90 centímetros del suelo. Es redondo y en forma de cúpula, con una pequeña abertura a un lado, y construido, en su totalidad, con menudo pasto seco. Pone cuatro huevos de un blanco puro.

COLIBRI Chiorostilbon splendidus Cabeza, partes superiores y cobijas de las alas bronce dorado tirando al verde en las cobijas de la parte superior de la cola; alas marrón purpurino; cola negra con lustre verdoso; garganta y pecho verde esmeralda brillante; pico rojo vivo; largo 9 centímetros. Hembra verde bronceado arriba y gris abajo. Los Trochilidae o Colibries, son un grupo exclusivamente sudamericano. Constituyen una de las familias de aves más numerosas del globo, existiendo más de cuatrocientas especies conocidas y encontrándose en todo el continente, hasta Tierra del Fuego. Resulta sorprendente pues encontrar que, entre tantas especies, sólo existan, en Argentina, alrededor de una docena.(96) Y lo que es más sorprendente, los Colibríes pertenecientes a estas pocas especies abundan en todo el territorio. Aun en la mayoría de las pampas herbosas y sin árboles de Buenos Aires, que no se adaptan a los hábitos de este alado habitante de las selvas, se encuentra por doquier una de estas especies. Personalmente yo sólo conocí tres especies y recuerdo que cuando vivía en la pampa abierta, cada vez que la acacia blanca de mi casa estaba en flor, se producía una invasión de Colibríes. La plantación estaba dividida por avenidas de grandes acacias (alrededor de mil en total) y mientras duraban las flores, los pequeños Colibríes se veían en todo el lugar, más aún, en cada árbol, emborrachándose en la fragante dulzura; pero tan pronto las flores se secaban, las aves se iban y sólo permanecían dos o tres parejas para reproducirse y pasar los meses de verano en la plantación. Todas estas aves pertenecían a una de las especies de Colibríes, pero alejándome unos pocos kilómetros de casa, hacia el

pantano y la selva de la costa baja del Río de la Plata, yo encontraba las otras dos especies. Pasé un verano observando aves en el rancho de un puestero que se hallaba en la floresta pantanosa. Acostumbraba salir, a la puesta del sol, a un pequeño claro cubierto de borragináceas en flor. No hay ninguna flor que guste más al Colibrí que la que acabo de mencionar, y, justo al anochecer es cuando se halla más ocupado comiendo. Aquí, parado entre las flores, miraba los brillantes pajaritos yendo y viniendo. Cada uno permanecía un minuto o dos extrayendo néctar, luego desaparecía de nuevo entre los árboles sombríos y siempre, a mi alrededor y a la vista, había de cincuenta a cien de ellos a la vez. Aquí las tires especies se alimentaban juntas, pero yo me familiaricé con los hábitos de una sola: la que describo aquí. El Colibrí verde común aparece en la vecindad de Buenos Aíres en septiembre, y cuando la primavera está más avanzada, se encuentra en todas partes en las pampas donde hay arboledas, pero nunca se lo ve en las llanuras desarboladas. Sus súbitas apariciones, en gran número, en las plantaciones de las pampas donde hay flores hacia las que demuestra preferencia, como las de la acacia, y sus también súbitas partidas, cuando las flores habían caído, me llevaron a la conclusión de que su migración se extendía mucho más al Sud, es probable que hasta la mitad de la Patagonia. Como muchos Colibríes es, en su brillante capa verde, un animalito exquisitamente hermoso; y en su vida aérea y rápidos movimientos, un milagro de energía. A aquellos que han visto el Colibrí libre, en su medio ambiente natural, les parecen ociosas todas las descripciones de su apariencia y movimientos. En los hábitos de los Trochilidae hay una singular monotonía; y el Colibrí difiere muy poco, en sus costumbres, de las otras especies que han sido descriptas. Es sumamente peleador; los machos se enfrentan en el aire y ascienden con rapidez, girando cada uno alrededor del otro hasta que, a considerable altura, se separan de pronto y se lanzan en direcciones opuestas. A veces se ven dos o tres brillando, persiguiéndose uno al otro con tal velocidad que aun el vuelo del Vencejo, que según se dice alcanza unos setecientos cincuenta kilómetros por hora, parece lento a su lado. Esta especie posee también el hábito de lanzarse hacia una persona y permanecer cerca de su cara por un momento, como si estuviera colgado en el aire a semejanza de las abejas. También, con frecuencia, vuela hasta una casa, ventana o puerta, pero cuando

esto sucede, no se confunde como les pasa a aves de otra clase y es lo suficientemente vivaz como para poder escapar sin ser molestado. Se alimenta con gran cantidad de diminutas arañas y le agrada explorar las superficies de barro y ladrillo de las paredes, donde se lo ve introduciendo con inteligencia su delgado pico rojo en los pequeños agujeros de las arañas, en busca de presa. El nido, como el de la mayoría de los Colibríes, es una construcción pequeña y bella hecha de distintos materiales, íntimamente unidos con telas de araña. Se halla sobre una rama, o en una horquilla o suspendido de delgadas enredaderas o vides y ramitas colgantes. Algunas veces el nido está suspendido del alero de un rancho, porque, excepto cuando se lo persigue, no teme la presencia del hombre. Pone dos huevos blancos. Además del gorjeo, parecido a un chirrido, que emite a cortos intervalos mientras vuela o permanece en el aire, esta especie tiene un canto definido, compuesto de cinco o seis notas tenues y chillonas emitidas en rápida sucesión cuando el ave está posada. Es un canto como el del Cerrojillo europeo de cresta dorada y se le asemeja en el sonido, pero es o menos musical o más chillón.

ÑACUNDA Podager nacunda Marrón por arriba con manchas vermiculosas y parches negros; alas negras con una ancha barra blanca a través de la base de las primarias; cuatro plumas exteriores de la cola con ancho extremo blanco; pecho marrón muy manchado de negro; mentón de color leonado; banda blanca a través de la garganta y vientre; largo 27,5, ala 24 centímetros. Hembra similar, pero sin el color blanco en la cola. El nombre específico de este Chotacabras proviene del guaraní, Ñacundá, el que, según nos cuenta Azara, es el sobrenombre que se da toda persona de boca muy grande. En Argentina tiene muchos nombres; se lo llama Dormilón, Duerme-Duerme, Atajacaminos y también Gallina ciega. Es un ave grande y hermosa. Difiere de sus congéneres en que es gregario y nunca se posa en los árboles o penetra en los bosques. Es un habitante de las pampas abiertas. En Buenos Aíres y también en Paraguay, de acuerdo con Azara, es un visitante estival, llega a fines de septiembre y se marcha a fines de febrero. En la época del celo, se oye a veces al macho proferir un canto o reclamo con notas de un carácter profundo y

misterioso; en otras épocas son por completo silenciosos, excepto cuando al ser perturbados durante el día se echan a volar emitiendo la sílaba "caf" con una voz cavernosa. Cuando se lo espanta, se lanza en salvajes zigzags, pegado al suelo; luego, de pronto, cae como una piedra, desapareciendo de la vista como si la tierra se lo hubiera tragado, tan perfecta es la semejanza entre el colorido del plumaje de la parte superior de su cuerpo y el suelo. A la tarde comienza a revolotear más temprano que muchos Caprimúlgidos, cazando insectos, como las Golondrinas, volando sobre la superficie del suelo y de las aguas con un vuelo rápido e irregular; es posible que el hábito de posarse en sitios abiertos, expuestos al intenso resplandor del sol, lo hayan hecho menos nocturno que otras especies que buscan el abrigo de las hierbas o de los bosques espesos durante las horas de luz. El Ñacundá se reproduce en octubre. No hace nido, pero pone dos huevos en un sitio donde raspa el suelo a campo abierto. Dalgleish, al hablar de los huevos dice: "Son de forma ovalada y se asemejan a los del Chotacabras, con excepción del manchado que, aunque similar a los de este último en aspecto, son de color marrón rojizo u oporto". Después de la época de la reproducción se los encuentra, a veces, en bandadas de cuarenta o cincuenta individuos que pasan meses en el mismo sitio, regresando a él cada año en igual número. Un verano, una bandada de alrededor de doscientos ejemplares frecuentó una pradera cercana a mi casa y cierto día observé que, muy temprano por la tarde, se elevaban y comenzaban a revolotear en 10 alto como una bandada de golondrinas preparándose a emigrar. Los observé durante más de una hora pero no se separaron en busca de alimento como 10 hicieran en tardes anteriores sino que, después de un rato, comenzaron a elevarse más y más, manteniéndose siempre juntos hasta que desaparecieron de la vista. A la mañana siguiente me encontré con que se habían ido. En Entre Ríos, Barrows nos cuenta que este Dormilón es un residente estival que abunda mucho; llega temprano en septiembre y se marcha en abril. Es estrictamente crepuscular o nocturno y nunca, por propia voluntad, alza el vuelo durante el día. En noviembre pone un par de huevos manchados, dentro de un hueco cavado en el suelo a campo abierto. Estos, en forma y manchado, se asemejan algo a los del Añapero (Chordeiles virginianus) pero son más grandes y tienen un tinte rojizo diferente. "Por lo común encontramos las aves cerca de Bahía

Blanca, 17 de febrero de 1881; pero no los observamos en otras partes de las pampas Los Dormilones de Sud América se hallan reunidos en unas cincuenta especies; de las cuales seis se encuentran en Argentina. Yo sólo conocí dos, la descripta aquí y la pequeña especie Antrostomus parvulus, que es rara en Buenos Aires.

CARPINTERO REAL Chrysoptilus cristatus Parte superior del cuerpo negra con fajas blancas; rabadilla blanca con manchas negras; punta de la cabeza negra, nuca escarlata; costados de la cabeza blancos bordeados de negro; abajo blanco; cuello amarillento, cubierto con manchas negras redondas; garganta blanca con franjas negras; cola negra, rectrices laterales con ligeras franjas amarillas; largo 26,5 centímetros. Hembra similar. En América del Sud y Central, hay no menos de ciento veinte especies de Carpinteros; en Argentina hay sólo trece especies conocidas, y la mayoría de ellas están confinadas a los distritos boscosos del Norte. Cinco especies, de las cuales conocí las cuatro siguientes, llegan al Sud, hasta Buenos Aires. El Carpintero Real se extiende, hacia el Sud, hasta la vecindad de Buenos Aires, siendo común en las pocas localidades que poseen bosques naturales. Es el más hermoso de nuestros Carpinteros; tiene untes más brillantes que su congénere de los llanos, el Colaptes agricola. Como esta ave, aunque no en igual grado, ha divergido de los típicos Picidae en sus costumbres, pues a veces se posa en el suelo para alimentarse y también, con frecuencia, se para a manera de cruz en las ramas de los árboles. Tiene una nota poderosa, clara, abrupta, que repite a menudo y su vuelo es rápido y ondulado. La interesante nota siguiente, relativa a sus hábitos de reproducción, aparece en una nota de Gibson: "La excavación para el nido comienza temprano, en septiembre, pero no pone los huevos hasta la primera mitad de octubre. Por lo general comienzan el hueco en el sitio de donde cayó alguna rama, cuidando de que el resto del árbol sea sano. Lo abren a una altura de dos a dos metros y medio del suelo y lo excavan hasta cerca de treinta centímetros de profundidad. En ocasiones, es lo suficientemente ancho como para permitir la introducción de una mano, pero esto no es común. Salvo algunas astillas de madera, no preparan el nido para recibir los huevos. "La pareja que frecuentó el jardín, excavó un hueco en un paraíso en el que

permaneció dos años consecutivos. El árbol estaba cerca de un camino y cada vez que alguien pasaba, el ave, de inmediato, mostraba su cabeza en la abertura como un muñeco en una caja de resorte, y luego se alejaba volando. El último año esta pareja anidó en uno de los postes de la caballeriza, no obstante el ruido y agitación de dicha vecindad. Al alba, mientras esperaba que encerraran a la tropilla de caballos, yo golpeé muchas veces el poste a fin de hacer abandonar su nido al Carpintero; pero el ave parecía indiferente al suave ataque y permanecía en el nido hasta cuando un centenar de yeguas y caballos se abalanzaba al corral o se arrojaba contra sus paredes. En otra ocasión había trabajado durante media hora con martillo y escoplo, haciendo un agujero a la altura del fondo del nido, cuando sólo entonces la hembra demostró su presencia volando afuera, casi contra mi cara. Este nido contenía cuatro huevos, que tomé, y que habían sido incubados durante bastante tiempo. Al pasar por ese sitio dos semanas después, inspeccioné el agujero y me sorprendió el ver que había sido profundizado y que habían sido puestos otros cinco huevos, mientras que la entrada que yo había cortado era la que ahora usaban las aves. El nido fue ocupado de nuevo al año siguiente y se empolló una nidada, pero desde entonces una pareja de Ratonas ocupó el lugar desalojando a sus verdaderos propietarios." Pone cuatro o cinco huevos blancos, con forma de pera y cáscara pulida. White obtuvo ejemplares de este Carpintero en Catamarca y Barrows lo encontró en Entre Ríos. Este último nos cuenta que: "abunda por todas partes en los bosques y es notable por su actividad, colores brillantes y gran tamaño".

CARPINTERO DE LAS PAMPAS Colaptes agricola Parte superior del cuerpo blanco grisáceo atravesado por franjas transversales negras; alas negras con rayas amarillo doradas y fajas blancas en la parte exterior; rabadilla blanca con pequeñas barras negras cruzadas; parte superior de la cabeza negra; costados de la cabeza y parte anterior del cuello amarillos; faja roja a la altura del maxilar; largo 32,5 centímetros. Hembra similar pero sin la faja maxilar roja. La especie conocida por lo común como Carpintero, en Argentina, y que se extiende hacia el Sud hasta Patagonia, pertenece al grupo de los Picidae sudamericanos que difieren muchísimo, en hábitos, de los típicos Carpinteros. Por lo' general se posan en los árboles en posición horizontal y formando cruz,

como la mayoría de las aves. Sólo en ocasiones se cuelgan verticalmente de los troncos de los árboles, usando la cola como soporte. Buscan su comida más en el suelo que en los árboles a los que, en algunos casos, ni siquiera registran; también es más común que empollen en montículos o peñascos que en los troncos de los árboles. Como Darwin hace notar en el capítulo sobre Instinto en "El origen de las especies", estas aves, en pequeño grado, se han modificado estructuralmente de acuerdo con sus costumbres menos arbóreas: el pico es más débil, las rectrices menos duras y las patas más largas que en otros Carpinteros. Este grupo está representado en Bolivia y el Sud del Brasil por el Colaptes campestris; en Chile por el C. pitius en Argentina por el C. agricola. La descripción de Azara que se titula "El Campestre" se refiere, probablemente, a la especie brasileña, pero está tan de acuerdo con lo que es en realidad el Carpintero de las pampas, que no puedo menos de transcribirlo en su totalidad. "Aunque parezca que este nombre (Campestre) repugna a todo Carpintero, ningún Otro puede caracterizar mejor al presente porque jamás se interna en bosques, ni corre troncos, ni hace caso de sus gusanos, y busca su alimento en los prados y campos limpios, corriéndolos a pasos frecuentes y no torpes; para lo cual tiene las piernas más largas que los Otros. Allí pica con fuerza en la grama, donde conoce hay lombrices ú otros insectos; pero un solo golpe ó dos bastan para lo que desea; y cuando están húmedos los hormigueros, los suele picotear para comer sus hormigas ó los huevos. No por esto deja de posarse en árboles gruesos ó delgados, en los troncos, ramas y piedras, ya estén horizontales ó verticales, y ya con el cuerpo trepado, ó como el común de los páxaros. No huele mal como los Otros, y en el suelo y volando canta con fuerza y frecuencia. Va á pares o en familia, y es el más común en todos estos países. Pone de dos a cuatro huevos (que me han traído), blancos muy lustrosos, bastante agudos en un extremo, y sus ejes 14 y la 1/3 líneas. Cría en los agujeros, que fabrica en las paredes de tapia ó adobes crudos abandonadas, y en las barranqueras de los arroyos, penetrándolas más de dos palmos, poniendo los huevos sin colchón." En Patagonia, en donde encontré esta ave anidando en los peñascos del río Negro, sus costumbres son exactamente como dice Azara; pero en las pampas de Buenos Aíres donde las condiciones son diferentes pues no hay barrancas o viejas paredes de barro que convengan para anidar, el Carpintero de las pampas recurre

al grande y solitario ombú (Pircunia dioica), que tiene una madera muy blanda, y excava un agujero de 17,5 a 22,5 centímetros de profundidad. más inclinado cerca del fondo y terminado en una cámara redonda. Este regreso a un hábito ancestral el que (teniendo en cuenta la estructura modificada del ave) debe haberse perdido en un periodo remoto de su historia, es en exceso curioso. Antiguamente, este Carpintero era bastante común en las pampas. Recuerdo que cuando yo era un muchachito, casi una colonia vivía en los ombúes que crecían alrededor de mi casa; ahora está próximo a extinguirse, y uno puede pasar años en los llanos sin encontrar un solo ejemplar. Barrows, refiriéndose a esta especie, cuenta lo siguiente: "Es abundante y se reproduce en todas las localidades visitadas. En Concepción, en donde es sedentario, es sin duda el Carpintero más común. Su canto ordinario se asemeja muchísimo a la repetida nota de alarma del Chorlo mayor de patas amarillas (Totamus melanoleucus) pero tan fuerte, que resulta casi hiriente cuando es cercano y puede ser oído con facilidad a 1.800 metros o más a la redonda. Pasan la mayor parte del tiempo en el suelo y muy a menudo encontré bastante embarrados los picos de los Carpinteros que acababa de cazar. El 6 de noviembre de 1880 se encontró, cerca de Concepción, un nido en el tronco hueco de un árbol. Su entrada estaba a través de una ancha hendedura, a alrededor un metro del suelo. Los cinco huevos blancos yacían sobre la basura, en el fondo de la cavidad, probablemente a treinta centímetros del suelo. En la región despoblada de árboles que está alrededor de la Sierra de la Ventana, vimos estas aves cerca de agujeros en los bancos de los arroyos en donde, sin duda, tenían sus nidos."

MARTIN PESCADOR GRANDE Ceryle torquata Parte superior azul grisácea con estrechas franjas negras y pequeñas manchas blancas redondeadas: alas negras con las barbas interiores blancas cerca de la base; cola negra con barras blancas; parte inferior castaño rojizo: garganta y abdomen blancos: largo 37,5 centímetros. Hembra similar pero con una ancha banda pectoral azul. Esta hermosa ave, el más grande de los Martines pescadores americanos, se encuentra en la mayor parte de Sud y Centro América. En Argentina no es común, pero tiene una amplia distribución y es conocido en Buenos Aíres y Patagonia. En el Sud de Patagonia difiere en color, siendo pizarra gris azulado en la parte

superior con profusión de pintitas blancas y redondas como las de una Gallina de Guinea, de aquí el nombre especifico de stellata que le confirieron algunos ornitólogos que lo consideran una especie aparte. No obstante su amplia distribución y gran belleza, se ha dicho muy poco sobre las costumbres de esta especie. En Amazonas, Bartlett cuenta: "Anida en compañía del Ceryle amazona. Sin embargo, el nido es ubicado en el banco a mucha más profundidad que en el caso del ave nombrada en último término; el agujero tiene de uno a dos metros de hondo, con una cámara en el fondo lo suficientemente grande como para contener los pichones ya algo crecidos." Dos otras especies de Martines pescadores se extienden tan al Sud que llegan hasta las pampas de Buenos Aíres. La primera, un tercio menor en longitud que el Martín pescador de collar, es el Martín pescador amazónico, Ceryle amazona, de color verde oscuro en la parte superior y, en la inferior, blanco con una ancha faja pectoral castaña. En Buenos Aíres, esta ave era común y por lo general se la veía en parejas. Su grito es extremadamente fuerte, duro y abrupto y lo repite con tanta rapidez que suena como el silbato de un policía. Pero no es éste su único lenguaje y yo me sorprendí mucho un día al oír un gorjeo de notas largas y claras, algo así como el sonido de una flauta, que saltaba de árbol en árbol a lo largo de la costa de un arroyo. Parece muy extraño que fuera un Martín pescador melodioso, pero Barrows también escuchó, con gran sorpresa, el canto del Ceryle americana. Yo creo que las aves de este grupo poseen una facultad de canto que rara vez ejercitan; con el C. americana estoy muy familiarizado, pero nunca le oí emitir otra nota excepto su grito vivo y duro semejante al del C. amazona, pero menos potente. Este Martín pescador fue encontrado por White en Cosquin, en donde por lo general se halla a lo largo de las acequias o canales hechos con el propósito de irrigar las tierras cultivadas. Estos canales están en sitios bordeados por matorrales y árboles, son medianamente profundos, con una rápida corriente y abundantes pececillos, por eso es que parece preferirlos como sitio de pesca, en lugar de los lechos rocosos de los ríos. Según nos cuenta Barrows, en Entre Ríos este Martín pescador es común a lo largo del Bajo Uruguay y algunas veces remonta, aunque cortos trechos, los pequeños riachos. Permite que se le acerquen mucho más que el C. torquata. La otra especie, la más pequeña de esta familia en Sud América, el Martín pescador

chico, Ceryle americana, es más o menos del tamaño del Martín pescador europeo. Por su colorido se asemeja al último que acabamos de describir. En su grito y costumbres recuerda también al C. americana. Debe hacerse notar que los Martines pescadores están pobremente representados en Sud América, habiendo sólo ocho especies conocidas en todo el continente y todas ellas del género Ceryle; mientras que, en el Viejo continente, hay ciento veinte especies conocidas y muchos géneros.

PIRINCHO Guira piririgua Parte superior marrón oscura Con franjas blancas; cabeza marrón, alas marrón rojizas; rabadilla blanca; cola blanca cruzada con una ancha banda negra, las dos plumas centrales de color marrón uniforme; parte inferior blanco oscuro; garganta y pecho con largas líneas negras; pico y patas amarillas; largo 37,5 centímetros. Hembra similar. Piringua, el término específico adoptado para esta ave por los naturalistas es, de acuerdo con Azara, el nombre vernáculo de esta especie en Paraguay. Dice que abunda mucho en dicho país, pero escasea en el distrito del Plata. Sin duda ha aumentado mucho su número y ha extendido su radio de acción hacia el Sud, durante la centuria transcurrida desde la época de Azara, pues ahora es muy común en Buenos Aíres, en donde su nombre vernáculo es Urraca. En el país citado en último término aún no se halla muy en armonía con el medio ambiente. En todas partes su costumbre es de alimentarse exclusivamente en el suelo, a pesar de poseer patas hechas para trepar; pero su muy escaso plumaje, su vuelo pesado y trabajoso y su cola larga y cuadrada, tan inapropiados para clima frío y borrascoso, muestran que la especie es todavía una intrusa, no modificada, proveniente de la región de verano perpetuo cercana al Ecuador. El Pirincho es de, más o menos, 40 centímetros de largo, tiene ojos rojos y patas azules y su pico es rojo naranja. La coronilla es bermejo oscuro y las plumas, libres como cabellos, se estiran en una cresta puntiaguda. La espalda y rabadilla son blancas; las alas y otras partes superiores pardo oscuras marcadas con blanco y marrón claro. La superficie inferior es blanco sucio, con líneas negras como cabellos en la garganta y pecho. La cola es cuadrada, de 22,5 a 25 centímetros de largo, las dos plumas del medio marrón oscuro y las otras, de tres colores amarillas en la base, la parte del medio de un lustroso verde

oscuro y el final blanco y, cuando el ave vuela, la cola, abierta como un abanico, forma un objeto visible y hermoso. Durante el inclemente invierno de Buenos Aíres, el Pirincho es un ave desdichada y parece sufrir el frio más que cualquier otra criatura. A la tarde la bandada, compuesta por lo general de doce a veinte individuos, se reúne en la gruesa rama de un árbol resguardada del viento, amontonándose las aves en busca de calor y posadas, algunas de ellas, en las espaldas de sus compañeras. Yo las he visto con frecuencia durmiendo profundamente, una o dos de ellas en la cima para coronar la pirámide; pero a pesar de estar todas amontonadas, una gran helada mata, con toda seguridad, a una o más aves de la bandada. Algunas veces, varias aves que han caído de las ramas ateridas de frio se las encuentra bajo los árboles a la madrugada. Si la mañana es clara, la bandada se dirige a algún árbol grande sobre el que brilla el sol, y se ubica en las ramitas más externas del lado del norte, cada ave con las alas caídas y la espalda vuelta hacia el sol. En esta abatida actitud permanecen una hora o dos, caldeando su sangre y secando el rocío de su escaso ropaje. Durante el día se calientan al sol y al atardecer se las puede ver sobre el lado asoleado de un seto o árbol, entibiando sus espaldas con los últimos rayos. Es debido sin duda a su fecundidad y a la abundancia de alimento, que el Pirincho puede subsistir tan al Sud a pesar de su terrible enemigo: el frío. Con el retorno del tiempo caluroso esta especie se vuelve activa, ruidosa y la más alegre de las aves. La bandada deambula constantemente de un sitio' a otro, de un modo inconexo y disperso, un ave detrás de otra, emitiendo sin cesar al viento un grito largo y lastimero. A intervalos, durante el día, emiten también una especie de canto compuesto de una serie de notas largas y moduladas como silbidos, de dos sílabas, la primera poderosa y vehemente y haciéndose, a cada repetición, más baja y corta para terminar en una sucesión de sonidos semejantes a los ronquidos de un hombre dormido. Cuando alguien se les acerca, todas rompen en un coro de alarma con notas como de matraca, tan fuertes y ruidosas que el intruso, sea hombre o animal, se alegra de ponerse rápido fuera de su alcance. Cuando la época del celo se aproxima se las oye -es probable que a los machosemitir un chirrido suave y bajo que suena a veces como una persona que riera y llorara al mismo tiempo; la bandada luego se deshace formándose parejas. Las aves se vuelven silenciosas y muy circunspectas en sus movimientos. El nido lo

construyen por lo común en un árbol espinoso; con palos bastante grandes y es de estructura tosca, la parte interior revestida, a menudo, con hojas verdes arrancadas de los árboles. Sus huevos son grandes, si se considera el tamaño del ave; por lo general en número de seis o siete, pero el número varía mucho y he conocido un ave que puso hasta catorce. Son de forma elíptica y hermosos más allá de toda comparación, de un exquisito azul turquesa, con toda la cáscara rugosa salpicada de blanco. Las manchas blancas están compuestas de una sustancia calcárea blanda, en apariencia depositada sobre la superficie de la cáscara después de su completa formación; son en relieve, semejan copos de nieve y cuando el huevo está recién puesto pueden ser quitadas con facilidad con agua fría, tienen una delicadeza tan extrema que su pureza se pierde con sólo tomar el huevo en la mano. Los pichones salidos de estos hermosos huevos son proverbiales por su fealdad, tanto que, "pichón de Urraca", es una expresión de desprecio que se aplica por lo común a una persona que carece de gracia. Son tan sucios como feos; el nido que contiene por lo general seis o siete pichones es desagradable a la vista y al olfato. Hay algo ridículo en el canto de estos pichones que es semejante a la risa chillona y medio histérica de una mujer. Un verano había una gran nidada en un árbol cercano a mi casa y cada vez que oíamos a la madre apurándose a volver al nido con alimento en su pico y emitiendo sus lastimeros gritos, acostumbrábamos correr a la puerta a escucharlos. Tan pronto como llegaba al nido, los pichones prorrumpían en un estrépito tan salvaje y extravagante y continuaban por tan largo rato, que a nosotros nos resultaba una diversión el oírlos. De acuerdo con Azara el Pirincho, en Paraguay, tiene estrecha amistad con el Ani (Crotophaga ani) con quien se asocia en bandadas y hasta ponen sus huevos juntos en un mismo nido. Azara afirma que vio nidos conteniendo huevos de ambas especies. Es posible que estos nidos le hayan sido llevados por sus colectores indios, que tenían la costumbre de engañarlo, y es más probable que en este asunto estuvieran especulando en su credulidad, aunque es cierto que aves de diferentes especies depositan, a veces, sus huevos en un mismo nido, como yo he hallado que sucede, por ejemplo, con el Pato común y la Perdiz. También dudo de que esta ave sea polígama, como sospecha Azara; pero con frecuencia desperdicia huevos y sus hábitos de procreación son a veces irregulares y confusos, como lo demostrará el caso siguiente:

Una bandada de alrededor de dieciséis individuos pasó el invierno en los árboles que rodeaban mi casa y, en primavera, se dispersaron por la plantación chillando y cantando en la forma que acostumbran durante la época del celo. Los observé y encontré que, después de un tiempo, la bandada se deshizo en grupos de tres o cuatro individuos, y no en parejas, y no pude descubrirlas construyendo nidos. Al fin vi tres huevos rotos en el suelo, y observando el árbol sobre mi cabeza descubrí un nido incipiente compuesto de alrededor de doce astillas entrecruzadas, y del cual habían sido arrojados 105 huevos. Esto fue en octubre y por largo tiempo no se intentó construir otro nido, pero huevos desperdiciados eran arrojados al suelo en gran número y continué encontrándolos por, más o menos, cuatro meses. A principios de enero encontré otro nido incipiente y debajo de él, en el suelo, había seis huevos rotos. A fines de ese mes, dos grandes nidos habían sido construidos, cada uno por una pareja de aves, y en los dos se criaban catorce o quince pichones. Criadas desde pequeñas estas Urracas se vuelven muy dóciles y también osadas, ruidosas, traviesas y mimosas, gustándoles sobremanera trepar y tirar de las ropas, botones y cabello de sus dueños o dueñas. Parece ser más inteligente que muchas de las otras aves y domesticadas se asemejan a la Urraca europea. En estado salvaje su alimento consiste, en su mayoría, de insectos los que persigue, a veces corriendo o volando a ras del suelo. También cazan lauchas y pequeños reptiles, se llevan los pichones de los nidos de los Gorriones y otras aves pequeñas y, en primavera se las puede ver con frecuencia siguiendo el arado para alzar lombrices.

CUCLILLO DE PICO NEGRO Coccyzus melanocoryphus Arriba marrón grisáceo pálido; cabeza cenicienta con una franja blanca sobre los ojos; abajo blanco coloreado de ocre; cola negra con extremo blanco, las dos plumas centrales como la parte superior; largo 29 centímetros. Hembra similar. El Cucú, llamado así debido a su canto, es la especie más común del género en la República Argentina y se extiende por una gran extensión en Sud América. Al llegar septiembre emigra hacia el Sud y una pareja, o unos pocos individuos, reaparecen con toda puntualidad cada primavera en todo huerto o plantación de las pampas. A intervalos su voz se oye entre los árboles, profunda, ronca y con algo de humano, estando compuesto su canto o llamado de una serie de notas como

las sílabas cu-cu-cu, comenzando fuerte y amplio y transformándose en más rápido hasta que al final salen todas juntas. Es un ave cautelosa; se esconde de los ojos escudriñadores entre el más espeso follaje; se mueve con facilidad y elegancia aun entre las ramas más juntas y se alimenta principalmente de grandes insectos y orugas, que busca entre las malezas y arbustos del suelo. El nido es de la estructura más frágil que se pueda imaginar, estando compuesto de unas pocas ramitas secas, sin duda arrancadas de los árboles por el ave y no alzadas del suelo. Están puestas una a través de otra para hacer una plataforma, pero el nido queda tan pequeño y plano que los huevos se caen con frecuencia. Resulta asombroso que un ave no prepare algo mejor que esto para la gran función de la reproducción. Pone tres o cuatro huevos elípticos y de un opaco color verde mar. En Argentina hay tres especies más del característico género americano Coccyzus,(114) una de las cuales descubrí que es el Cuclillo de pico amarillo de Norteamérica, Coccyzus americanus. Lo encontré en las plantaciones de las pampas, siempre a fines del verano o en los meses de Otoño (de febrero a abril), pero no puedo decir si se reproduce en este distrito. Debe ser que este Cuclillo, como algunos Chorlos y otras aves costeras de Norteamérica, extiende sus migraciones hacia el Sud hasta las pampas y Patagonia. Pero resulta difícil creer que cualquier Cuclillo pueda hacer este víaje. Si no se debe suponer que este Cuclillo, como el Vencejo púrpura, tiene dos razas que deben tener su punto de reunión en los trópicos; en cualquier circunstancia, ambos invernarían en el trópico y para reproducirse, uno volaría hacia el Norte, en mayo, y el otro hacia el Sud en septiembre. Otra especie interesante es el Cuclillo gris. Coccyzus cinereus, de un color gris ceniza uniforme y el pico negro. Este Cuclillo es más pequeño que la especie precedente y difiere también en que posee la cola cuadrada y el pico más curvo. El pico es negro y los iris rojo sangre, lo que contrasta mucho con el gris azulado de la cabeza, dando al ave una apariencia osada y llamativa. Esta especie no es abundante, pero creo que está extendiendo lentamente su distribución hacia el Sud, pues en los últimos años se ha vuelto mucho más común que antes. Como otros Cuclillos es de costumbres retraídas, se esconde en el denso follaje y no se lo puede atraer con una imitación de su reclamo, procedimiento que nunca falla con el Cuclillo. Su lenguaje no tiene, como el de

otros Coccyzus, ese misterio profundo o cualidad "frailesca" como se la ha llamado con mucha perspicacia. Su canto usual o reclamo, que repite a cortos intervalos durante todo el día en la época del celo, semeja el canto de nuestra Palomita (Columbula picui) : Consiste en varias notas largas, monótonas y fuertes, es algo musical y nada quejumbroso. Posee también un grito fuerte y áspero que a uno le resulta difícil creer sea la voz del Cuclillo y que, en carácter, es más parecido al grito de una especie de Dendrocolaptinae. De las treinta especies de Cuclillos que habitan Sud América, ocho se encuentran en Argentina. Cuatro de las cinco especies descriptas anteriormente, me fueron conocidas; las tres restantes no se extienden tan al Sud como Buenos Aires -"mi parroquia de Selborne", como me aventuré a llamarla en "El naturalista del Plata"- pero son aves tan interesantes, que no puedo resistir a la tentación de dar aquí una breve reseña de sus hábitos. El Ani, Crotophaga ani, es más o menos del tamaño de nuestra Urraca europea. Es uno de los miembros más extraños de esta extraña familia, con el plumaje y algunas de las costumbres del Cuervo, con un uniforme casi enteramente negro con brillo bronceado, verde oscuro y púrpura. Su rasgo más peculiar es el pico: más grande en profundidad que en largo, semeja una inmensa nariz romana que ocupa todo el rostro y con el puente combado hacia arriba, hasta la parte superior de la cabeza. El Ani se encuentra sólo en la parte Norte del territorio de la República Argentina. De acuerdo con Azara, es común en Paraguay y anida en bandadas asociado al Pirincho, al que se parece en el modo de volar, en ser gregario, en alimentarse en el suelo y en acercarse muchísimo a las casas. Por todas estas cosas ambas especies se diferencian ampliamente de la mayoría de los Cuclillos. Azara también dice que tiene una voz fuerte y desagradable, que sigue al ganado mientras pastorea, como el Molothrus, y construye, con astillas, un amplio nido forrado con hojas, en el cual deposita con frecuencia de veinte a treinta huevos. Varias hembras depositan juntas sus huevos en un nido. Su informe sobre estos extraños y desordenados hábitos reproductores han sido confirmados por otros observadores en otras partes del continente. Los huevos son ovalados y blancos por afuera, estando cubiertos de un depósito calcáreo blanco y blando que puede ser quitado con facilidad y bajo el cual se encuentra una cáscara lisa y dura de un hermoso color azul.

La segunda especie es el Cuclillo marrón, Diplopterus naevius, cuyo nombre vernáculo es Crispín. Se encuentra a través de la región cálida de Sud América y en diferentes distritos, variando considerablemente en tamaño y colorido. Es de alrededor de treinta centímetros de largo, el pico muy curvado; el color predominante en las partes superiores es marrón claro; las plumas libres de la cabeza, que forman una cresta, bermejo profundo. Las cobijas superiores de la cola son plumas largas y libres, de una longitud muy irregular, la más larga alcanza casi el extremo de la cola. La parte inferior es blanco sucio o salpicado de gris. Azara dice que en Paraguay lo llaman Chochi y tiene un canto claro y triste de dos sílabas, que repite a cortos intervalos durante el día y también durante la época del celo. Es solitario, escaso y muy tímido; tanto, que escapa al lado opuesto del árbol cuando alguien se acerca y, cuando lo ven, levanta la cabeza y la cresta en actitud de alarma. En la parte Norte de Argentina lo llaman Crispín, por su canto en el que pronuncia con claridad este nombre. Barrows encontró que abunda en Concepción, sobre el río Uruguay, y escribió lo siguiente sobre él. "Varios fueron cazados en sitios abiertos y en matorrales y muchos otros fueron oídos. Es un Cuclillo feo pero atractivo, con una cresta de pocas plumas y con cobijas largas, suaves y ondulantes, en la parte superior de la cola. El canto es muy claro y penetrante, suena mucho como la palabra "crispín" emitida con lentitud y con el acento en la última sílaba. Estas aves son muy tímidas; cierta vez seguí a una por espacio de más o menos una hora antes de poderla ver, y pasó casi el doble de tiempo antes de que se presentara la oportunidad de cazarla. Posee una peculiaridad en el canto, por la que resulta imposible decir si el ave está enfrente o detrás de uno, aunque su voz se oiga con toda claridad. No conozco nada del nido o de los huevos." Por observaciones personales no puedo decir nada sobre esta especie pues nunca visité el distrito en que se halla, pero siempre estuve familiarizado con la fama del Crispín. Los campesinos argentinos tienen una leyenda muy bonita relativa a este Cuclillo. Se dice que dos niños de un leñador que vivía en un paraje solitario sobre el Uruguay, se perdieron en el bosque; eran un varoncito llamado Crispín y su hermana. Vivían de frutas silvestres, errando de un sitio a otro y durmiendo, de noche, en una cama de pasto seco y hojas. Una mañana,

cuando la pequeña se despertó, encontró que su hermano había desaparecido de su lado. Se levantó y corrió por el bosque en su busca, pero nunca lo encontró; día tras día continuó vagando en la espesura llamando: "Crispín, Crispín", hasta que al fin se convirtió en un avecita que aún vuela a través de los bosques en su búsqueda sin fin, siguiendo a cada extraño que en ellos penetra y llamándolo "Crispín, Crispín", por si fuera su hermano desaparecido. La última especie es el Cuclillo castaño, Piaya cayana. Esta forma de Cuclillo tiene una amplia distribución en Centro y Sud América y alcanza los territorios del Norte de la República Argentina, habiendo sido obtenida por Duruford cerca de Tucumán y por White, en Misiones. Toda el ave es de alrededor de 45 centímetros de largo y la cola, en proporción muy larga, es más o menos de 27,5 centímetros. El plumaje, con excepción del pecho y vientre que son grises, es de color castaño. El pico es muy fuerte y de color verde amarillento, los iris rojo rubí y los párpados escarlata. En Colombia, a este Cuclillo lo llaman Pájaro ardilla, por su tinte castaño. Parece que, por lo general, si no siempre, busca su alimento en el suelo, y cuando se posa, en todos los casos parece torpe e incómodo. Se sienta inmóvil en una rama hasta que alguien se acerca y, entonces, se desliza entre las hojas y escapa al lado opuesto del árbol. Este, sin embargo, es un hábito común a la mayoría de los Cuclillos. Su lenguaje es un grito fuerte y chillón, debido al cual los brasileños lo llaman "Alma do gato". Es muy tímido y retraído, y, en este respecto, es más parecido a un Coccyzus que a un Guira. Por todos estos datos, estamos reconocidos a Leotaud, Fraser, Forbes, Whíte y otros; pues cada uno de estos observadores ha contribuido con algunas pocas palabras a la historia de las interesantes costumbres de este Cuclillo.

LORO BARRANQUERO Conurus patagonus Arriba verde oliva oscuro; alas ribeteadas de azul; parte baja de la espalda amarilla; abajo verde oliva más oscuro en la garganta; banda blanquecina a través del cuello; panza amarilla con un parche en el medio y muslos carmesí oscuro; largo 45, ala 23, y cola 26~5 centímetros. Hembra similar. Este Loro llamado en el Plata Loro barranquero o de madriguera, por su nido, es el único miembro de su orden que llega, hacia el Sud, hasta Patagonia. Sus costumbres difieren de las de la mayoría de sus congéneres y debe ser

considerado, según mi parecer, como una de esas especies que van desapareciendo debido, es posible, a la alteración de las condiciones que resulta de la colonización del país por los europeos. En un principio abundaba en las pampas al Sud de la región del Plata y, siendo parcialmente migratorio, sus bandadas llegaban, en invierno, hasta Buenos Aires y aun más al Norte, hasta el río Paraná. Recuerdo que cuando de chico vivía cerca de la capital (Buenos Aires), miraba siempre con el mayor deleite la aparición de estos ruidosos y verde oscuro visitantes invernales. Ahora rara vez se los ve dentro de un perímetro de unos doscientos kilómetros alrededor de la ciudad de Buenos Aíres; y he sido informado por viejos gauchos, que medio siglo antes de mi época, aparecían en bandadas, invariablemente, en invierno. Desde entonces disminuyeron poco a poco en número hasta que, en la actualidad, el Loro barranquero es, en este distrito, algo del pasado. De cuatrocientos a quinientos cincuenta kilómetros al Sud de la ciudad de Buenos Aíres se los puede encontrar todavía en grandes bandadas. Tienen unos pocos sitios de reproducción a los cuales se aferran con tenacidad. Cuando en el lugar en que se alimentan hay árboles o arbustos, se posan en ellos; también reúnen las bayas del Empetrum rubrum y otros frutos de los arbustos, pero buscan su alimento principalmente en el suelo y mientras la bandada come, un ave está siempre posada en un montículo u otra elevación, actuando de centinela. Son muy aficionados a las semillas del cardo gigante (Carduus mariana) y de la calabaza salvaje; para conseguir las de esta última picotean con sus poderosos picos la cáscara dura y seca hasta romperla en pedazos. Cuando un hombre a caballo aparece a lo lejos, alzan el vuelo en grupo compacto emitiendo gritos fuertes y duros y revolotean sobre él, a unos pocos metros de su cabeza. La combinación de sus disonantes voces produce una bulla sólo comparable a ese pandemonium de ruidos que es la cotorrera del Jardín Zoológico de Londres. Son en extremo sociables; tanto, que sus bandadas no se deshacen en la época de la reproducción y sus madrigueras, que excavan en un peñasco perpendicular o un barranco alto, están ubicadas muy juntas de tal modo que, cuando los gauchos toman los pichones, que son considerados un bocado exquisito, la persona que se aventura a descender con una soga atada a la cintura, puede robar toda una colonia. La madriguera tiene de noventa a ciento veinte centímetros de profundidad y cuatro huevos blancos son depositados en un pequeño nido, que está en el extremo.

Yo Sólo probé aves viejas y encontré su carne muy amarga y apenas aceptable. Los lugareños dicen que a esta especie no se le puede enseñar a hablar. Lo cierto es que, los pocos ejemplares domesticables que yo he visto, eran incapaces de articular sonidos parecidos a palabras. Sin duda, estos Loros fueron, en un principio, pobladores extraviados de los trópicos, aunque ahora son sedentarios en una región tan fría como es la Patagonia. Observados con atención, uno supone también que, alguna vez, deben haber sido aves de plumaje brillante, pero debido a una selección natural o al efecto directo del clima frío, sus colores poseen un oscuro tinte verde, azul, amarillo y carmesí, y cuando se los ve volando a la distancia o en tiempo nublado, parecen tan oscuros como Cuervos.

CATA COMUN Bolborhynchus monachus Verde; frente gris; alas negruzcas con los bordes ligeramente azulados; abajo gris; pico blanquecino; largo 27,5 centímetros. Hembra similar. La Cata común, llamada también Cotorra o Catita en la lengua vernácula, es una especie muy bien conocida, residente en la República Argentina. Es un ave vivaz, inquieta, de voz chillona y extremadamente vocinglera. Vive y se reproduce en grandes comunidades y aunque no puede aprender a hablar con tanta claridad como algunos de los Loros grandes, resulta imposible observar sus costumbres sin quedar convencido que es tan inteligente como el orden, altamente favorecido, al cual pertenece. Antes en Buenos Aíres era mucho más numerosa de lo que lo es ahora. Es obstinadamente tenaz en lo que respecta a sus sitios de reproducción. Hay unas pocas localidades favorecidas en donde aún existe, en grandes colonias, a pesar de la cruel persecución a que están expuestas estas aves, en un país en donde las leyes relativas a estos asuntos no son muy respetadas y la población agrícola es principalmente italiana. En la residencia de Gibson cercana al cabo San Antonio, sobre la costa atlántica, hay aún una gran colonia de estas aves que habita los bosques de Tala (Celtis tala) Tomo los datos siguientes de uno de sus informes, que es una contribución de hace algunos treinta años para la revista "Ibis", relativos a la ornitología del distrito. Según su descripción los bosques están llenos de nidos de estas Catas, con sus locuaces ciudadanos de brillantes colores y ruidosa conversación ahogando,

durante el día, cualquier otro ruido. Son sumamente sociables y se reproducen en comunidades. Cuando una persona entra en el bosque, su conversación en voz baja cesa de súbito, y durante el ominoso silencio, cien pares de ojos negros estudian al intruso desde los nidos y ramas. Luego sigue un batir de alas y una explosión de chillidos que siembra la alarma a través de los bosques. Los nidos son frecuentados todo el año y es raro encontrar uno de los grandes que no esté atendido por alguna de las aves durante el día. En verano y otoño se alimentan principalmente de cardos; primero cortan la flor y la rompen en pedazos con el fin de obtener la pepita verde, después comen la semilla caída en el suelo. Su vuelo es rápido, con veloces aleteos y parece que nunca elevaran las alas a nivel del cuerpo. No prestan atención al Polytorus y al Milvago (Carancho y Chimango), pero apenas cualquier otra ave de presa aparece en los bosques, todas las Catas se elevan en bandadas y revolotean con chillidos de terror. Los nidos están suspendidos de las extremidades de las ramas a las cuales están entrelazados con firmeza. El nido recién construido consta de sólo dos cámaras: el porche y el nido propiamente dicho, y está habitado por una sola pareja. Nidos sucesivos le van siendo agregados hasta que, algunos de ellos, llegan a pesar un cuarto de tonelada y contienen material suficiente como para llenar una carreta. Los materiales que lo componen son sólo ramitas espinosas entrelazadas con firmeza. La cámara de reproducción no está revestida con nada, ni siquiera en la época de la reproducción. Algunos viejos árboles del bosque tienen siete u ocho de estas inmensas estructuras suspendidas de las ramas, mientras el suelo que se halla debajo de ellos, está cubierto con ramitas y restos de los nidos caídos. La entrada a la cámara está, por lo general, abajo, pero en caso de hallarse a un costado se halla protegida por un alero saliente a fin de evitar el paso a las comadrejas. Estas entradas conducen al porche o cámara externa y la última comunica con la cámara donde se reproducen. Las cámaras de reproducción no están comunicadas entre sí, y cada una de ellas es utilizada por una pareja de aves. El número de parejas no pasa de doce ni en los nidos más grandes. Las reparaciones se efectúan durante todo el año, pero los nuevos nidos sólo se agregan al aproximarse la primavera. Con frecuencia, cuando la entrada ha sido hecha muy arriba, se encuentran comadrejas en una de las cámaras más altas, pero aunque establezcan ahí su residencia no pueden alcanzar las otras cámaras y las

Catas rehusan salir. Una especie de Pato (es probable que sea el Querquedula brasiliensis) algunas veces también ocupa y se reproduce en dichas cámaras. En una ocasión Gibson encontró una comadreja domiciliada en una cámara superior y todas las restantes estaban ocupadas por Cotorras, con excepción de una en la que se hallaba un Pato empollando huevos. La época de la reproducción comienza alrededor del primero de noviembre. Pone de siete a ocho huevos de color blanco sucio, cáscara delgada, alargados y con el diámetro mayor equidistando exactamente de las dos puntas. Barrows, hablando de esta especie en Entre Ríos, dice lo siguiente: "Es un ave abundante y familiar en las vecindades de Concepción durante todo el año. Por lo común se la ve en bandadas de veinte y más, visitando campos de granos, jardines, etcétera y algunas veces, si yo he sido informado correctamente, devastando por completo los campos de granos. Anidan en comunidades, y muchas parejas se reúnen para construir un gran nido común o una masa de nidos. Yo solamente vi estos nidos en dos ocasiones, pero no tuve oportunidad de observar su estructura. Estaban colocados en altos árboles y parecían ser, desde abajo, simples masas irregulares de dos a dos metros y medio de diámetro, formadas por pequeñas ramitas y palitos Cuando los nidos abundan, los nativos destruyen a los pichones de a cientos y se dice que éstos, apenas crecidos, son muy sabrosos. Los pichones son domesticados con facilidad y se les puede enseñar a articular algunas palabras simples".

LECHUZON DE LOS CAMPOS Asio brachyotus Arriba veteado con amarillo rojizo y marrón negruzco; rostro blancuzco con el centro negro; alas tostado pálido con anchas barras negruzcas irregulares cruzadas; abajo igual que arriba pero mas pálido; pico negro; ojos naranja; largo 37,5, ala 32,5, cola 15 centímetros. Hembra similar, pero más grande. Existen sólo seis especies de Lechuzas conocidas en Argentina; número muy reducido en un país tan vasto, sobre todo si se considera que sólo Inglaterra posee cinco especies, sin contar los visitantes ocasionales. Resulta también sorprendente encontrar que dos de las Lechuzas argentinas son especies británicas bien conocidas: el Autillo o Lechuza blanca y el ampliamente extendido Lechuzón. De las seis especies conocí cinco, de las cuales describiré las dos que conocí más íntimamente: el Lechuzón y la Lechucita de las

vizcacheras. El Oto o Autillo lo vi sólo en ocasiones en Buenos Aires, pero siempre de noche. Al noble Ñacurutú y a la pequeña Lechuza pigmea, los encontré en Río Negro, Patagonia. El Lechuzón se encuentra a través del territorio argentino, en donde se lo llama, por lo común, Lechuzón en lengua vernácula. Como el Oto, se extiende en una zona excesivamente amplia. Se lo encuentra a través del continente europeo, habita también Asia y Africa, muchas de las islas del Pacífico y ambas Américas, desde Canadá hasta el estrecho de Magallanes. Tan amplia distribución parecería indicar que posee alguna ventaja sobre sus congéneres y es, como Lechuza, más perfecto que otros. Es un poco más diurno en sus costumbres que la mayoría de las Lechuzas y difiere, en estructura, de otros miembros de su orden, en tener la cabeza más pequeña. Es también común decir que no es muy volador, pero estoy seguro que es un error, pues me parece que es el volador más resistente entre las Lechuzas y de costumbres muy migratorias o, por lo menos, muy dado al vagabundeo. Es probable que su amplia distribución se deba, en alguna medida, a un poder de adaptación mayor que el de muchas especies; también a su mejor vista durante el día y a su disposición para el deambular, lo que le permite escapar a un hambre amenazadora y apoderarse de suelos desocupados o favorables. Esta ave ama el campo abierto y durante el día se para en el suelo, oculta entre las hierbas o el pasto alto. Una hora antes de la puesta del sol deja su escondite y se lo ve posado en un arbusto, un alto poste o volando a poca altura sobre el suelo con un singular vuelo lento, parecido al de la Garza. A intervalos, mientras vuela, golpea sus alas juntas bajo el pecho en una forma rápida, súbita. No es tímida: la intromisión de un hombre o perro en el campo que frecuenta sólo tiene por efecto excitar su indignación. La imitación de su grito atrae a todos los individuos que se hallan, más o menos, al alcance de la voz de una persona y cualquier sonido fuerte y desusado, como el estampido de una escopeta, produce el mismo efecto. Cuando se alarma o enoja emite un fuerte siseo y, a ratos, un grito agudo parecido a una risa. Tiene también un triste chillido que no se oye a menudo y al crepúsculo ulula, pareciéndose el sonido al distante ladrido de un mastín o de un sabueso de raza. Anida en el suelo, en un sitio circular que limpia y que a veces, aunque no a menudo, reviste con un escaso lecho de pasto seco. Pone de tres a cinco huevos blancos y casi

esféricos. El Lechuzón, en un principio, era común en las pampas en donde los toscos pastos nativos proporcionaban el amparo y las condiciones de vida que más le convenían. Cuando con el transcurso del tiempo esta vieja y áspera vegetación dio paso a los suaves y perecederos pastos y tréboles introducidos en forma accidental por los colonos europeos, la Lechuza desapareció del país, como la Perdiz grande o Martineta colorada (Rhynchotus rufescens), el Juan Chiviro de las pajas (Embernagra platensis) y otras varías especies, pues las suaves llanuras uniformes no le proporcionaban amparo. Ahora, sin embargo, con la extensión de los cultivos ha reaparecido y está siendo, una vez más un ave común en los distritos más poblados.

LECHUCITA DE LAS VIZCACHERAS Speotyzo cunicularia Arriba marrón arena oscuro con grandes manchas blancas ovaladas y manchitas y pecas marrón claras; alas con anchas barras blanquecinas cruzadas; disco facial marrón grisáceo; abajo blanco; largo 25, ala 19, y cola 9 centímetros. Hembra similar pero más grande. La Lechucita de las vizcacheras abunda por doquier en las pampas de Buenos Aires. Esquiva los bosques, pero no los distritos en los que abundan árboles diseminados y arbustos. Durante el día ve mucho mejor que muchas Lechuzas, y nunca se esconde o parece confundida ante los ruidos diurnos y el resplandor del mediodía. Mira fijamente, "con insolencia" dice Azara, a los transeúntes, siguiéndolos con la vista y girando la redonda cabeza como si estuviera sobre un pivote. Cuando se le aproximan mucho, deja caer su cuerpo o se mueve de una manera muy curiosa, emitiendo un breve chillido seguido por tres exclamaciones abruptas. Si se la hace volar se aleja sólo quince o veinte metros y se posa de nuevo con el rostro vuelto hacia el intruso. Una vez posada repite el singular gesto y el chillido, parada perpendicular y erecta y pareciendo exageradamente asombrada por la intrusión. Durante el día vuela a ras del suelo, batiendo las alas sin cesar y siempre, antes de posarse, planea un trecho hacia arriba y luego desciende en forma muy abrupta. Con frecuencia corre rápido por el suelo y es incapaz de sostener un largo vuelo. Los gauchitos, como diversión, las persiguen a caballo tomándolas después de una cacería de quince o veinte minutos. De muchacho yo, personalmente, cacé muchas. Viven en parejas todo el

año y, durante el día, se paran a la entrada de su madriguera o sobre el monticulo de las Vizcachas, las dos aves de la pareja tan próximas que casi se tocan. Cuando se las asusta vuelan juntas, aunque a veces sólo lo hace el macho, introduciéndose la hembra en la madriguera. En las pampas, debe ser más por necesidad que por elección que siempre se paran en el suelo; pues por lo general se las ve posadas en las cimas de los arbustos en los sitios en que éstos abundan, como ocurre en Patagonia. Estos son los rasgos más comunes de la Lechucita de las vizcacheras de los distritos poblados, en los que es muy numerosa y se ha vuelto familiar al hombre; pero en las regiones en que cazan los indios, es un ave escasa y tiene hábitos diferentes. Asustadiza cuando se le acercan, como un gallo de riña perseguido, se eleva a gran altura en el aire cuando el viajero que se aproxima está todavía a gran distancia, y vuela a menudo hasta perderse de vista antes de descender de nuevo al suelo. Esta huraña disposición se debe, sin duda, a la activa animosidad de las tribus pampeanas, que tienen todas las antiguas y difundidas supersticiones relativas a la Lechuza. Uno de los nombres con que la designan es el de "Hermana del Espíritu Malo". Siempre que pueden la cazan para matarla, y viajando, no se pararán a descansar o acampar en un sitio en donde haya sido vista una Lechuza. En aquellas partes del país habitadas por europeos, el ave ha perdido sus cautos hábitos y se ha vuelto muy mansa. Son muy apegadas al sitio en que viven y los cultivos no las ahuyentan con facilidad. Cuando los campos están arados, hacen su madriguera en los bordes o en los costados del camino, y permanecen todo el día posadas en los postes de los alambrados. Durante las horas diurnas se las ve cazar en contadas ocasiones, haciéndolo sólo cuando algo pasa cerca de ellas ofreciéndoles la oportunidad de una fácil captura. A menudo me he divertido arrojando trozos de barro duro cerca de una Lechucita que estaba parada al lado de su madriguera; el ave lo atrapaba de inmediato, no descubriendo su error, hasta que el objeto estaba firmemente apresado entre sus garras. Cuando tienen que alimentar pichones son tan activas durante el día como durante la noche. En las jornadas calurosas de noviembre, aparecen multitudes de una gran especie de Scarabaeus; y los voluminosos cuerpos y el vuelo torpe y ruidoso de estos escarabajos invitan a las Lechuzas a cazarlos. Por todas partes se las ve persiguiéndolos, volteándolos y cayendo

sobre ellos en el pasto. Las Lechuzas tienen una manera peculiar de tomar su presa: la aferran tan firmemente con sus garras que se tambalean y se esfuerzan en mantener estables sus cuerpos extendiendo sus alas, pero a veces pierden el equilibrio y caen postradas, agitándose en el suelo. Si el animal capturado es pequeño, lo matan con el pico después de un instante; si es grande, por lo general se elevan con mucho trabajo del suelo y vuelan un trecho con él dando tiempo, de esta manera, a que las heridas infringidas por sus garras cumplan su misión. A la puesta del sol, las Lechuzas comienzan a ulular; una nota corta seguida de una larga es repetida muchas veces con intervalo de un segundo de silencio. No hay nada monótono o solemne en este canto; la voz es más bien dulce y triste, algo así como el sonido de las notas más bajas de la flauta. En primavera ululan muchísimo, respondiéndose varios individuos entre sí. A la tardecita se las ve a menudo revoloteando, como un Halcón, a una altura de unos doce metros del suelo, y continúan así durante un minuto largo o más, sin alterar su posición. No se dejan caer de golpe sobre su presa desde esta altura, sino que descienden verticalmente, desplomándose y moviéndose como si estuvieran heridas, hasta unos diez metros del suelo y luego, después de revolotear unos segundos más. se arrojan oblicuamente sobre ellas. Cazan cualquier ser viviente, siempre que no sea tan grande que no lo puedan dominar. A veces, cuando atrapan una laucha, separan la cabeza, cola y patas, devorando sólo el cuerpo. Los cuartos traseros de sapos y ranas son casi siempre desechados y lo mismo sucede con las partes más carnosas y suculentas, siendo éste un hábito extraño e inexplicable. Se apoderan con facilidad de una serpiente de casi medio metro de largo; la matan asestándole golpes con el pico mientras saltan con vivacidad a su alrededor todo el tiempo, con el objeto aparente de proteger su cuerpo con las alas. Cazan muchísimo a la Coronella anomala común, pero nunca las he visto atacar a una especie venenosa. Cuando tienen pichones, muchas se vuelven destructoras de gallineros, acercándose a las casas durante el día y llevándose pollos y patitos. En épocas de abundancia destruyen mucho más de lo que pueden devorar; pero cuando los inviernos son crudos se acercan a las casas en apariencia muertas de hambre y se avienen a llevarse cualquier animal muerto, aunque esté viejo y seco como un pergamino. Esto se los he visto hacer a menudo. Aunque las Lechuzas están siempre en términos cordiales con las Vizcachas (Lagostomus tnchodactylus) y a veces habitan en una de sus madrigueras abandonadas, prefieren por lo general excavar ellas mismas sus cuevas. La madriguera que hacen es torcida y su

longitud varía de un metro veinte a cuatro metros. El nido, ubicado en el extremo, está hecho de lana o pasto seco y, a veces, de estiércol seco exclusivamente. Pone por lo general cinco huevos blancos y casi esféricos; el número sin embargo varía, y yo he encontrado con frecuencia, seis o siete huevos en un nido. Después que la hembra ha comenzado a poner huevos, las aves continúan llevando estiércol seco hasta que el piso de la madriguera y un espacio delante de ella, están recubiertos de una espesa alfombra hecha de ese material. La tierra suelta y la basura son sacadas en la primavera siguiente, pues el mismo agujero les sirve dos o tres años. La Lechucita es siempre desaseada, sobre todo en la época de la reproducción. Cuando la caza es muy abundante, el piso y el suelo de alrededor de la entrada están a menudo cubiertos de desperdicios, cáscaras verdes de escarabajos, pelotitas de pelo y hueso, plumas de aves, cuartos traseros de ranas en todos los estados de podredumbre, grandes arañas peludas (Mygale), restos de serpientes a medio comer y otros seres desagradables, de los cuales se alimentan. Pero toda esta carroña alrededor de la desordenada casa de la Lechucita le recuerda a uno con fuerza el importante papel que esta ave juega en el equilibrio de la naturaleza. Los pichones ascienden hasta la entrada de la cueva para calentarse al sol y recibir el alimento que le llevan sus padres. Cuando alguien se les acerca se irritan, hacen un chasquido con sus picos y retroceden al agujero de mala gana. Hasta durante algunas semanas después de haberlo dejado, buscan en él refugio cuando están en peligro. Aves viejas y jóvenes viven juntas, a veces, por cuatro o cinco meses. Yo creo que los nueve décimos de las Lechuzas de las pampas hacen sus propias cuevas; pero como para reproducirse toman a veces posesión de los agujeros abandonados por los mamíferos, es probable que hubieran conservado siempre este último hábito si los agujeros que les convienen abundaran, como sucede en las praderas norteamericanas habitadas por marmotas. Es posible que nuestra Lechucita de las vizcacheras haya adquirido en un principio la costumbre de anidar en el suelo en las llanuras abiertas que frecuentaba, y cuando esta costumbre (favorable como debe haber sido en esas regiones desamparadas) se arraigó de un modo inextirpable, la necesidad de tener cuevas convenientes la condujo a limpiar las viejas, que estaban obstruidas con desperdicios, a profundizarías, pues eran poco hondas y, por fin, a cavarías ella misma. La fuerza del instinto cavador varía mucho, aun en las pampas. Algunas parejas, apareadas durante largo tiempo, sólo comienzan a cavar cuando la época de la reproducción está ya sobre ellas; otras, hacen su madriguera a principios de abril, esto es, seis meses antes de la época de la reproducción. Por lo general trabajan ambas aves, una parada al lado mirando las operaciones con un aspecto de grave interés y ocupando su sitio en el hoyo cuando la otra se retira. A veces la hembra no recibe ayuda de su compañero y entonces la cueva es muy corta. Algunas parejas trabajan con rapidez y su cueva es profunda y hecha con pulcritud; otras realizan su labor de un modo superficial y comienzan sólo para abandonar, a lo mejor media docena de cuevas, descansando luego durante dos o tres semanas de su inútil trabajo. Pero ya sean industriosas o indolentes, en septiembre ya tienen todas sus madrigueras hechas. Yo sólo puedo explicar la infortunada exposición de Azara, repetida por sucesivos recopiladores, de que la Lechuza nunca construye sus propias cuevas~ suponiendo que un siglo atrás, cuando él vivió y el país estaba muy escasamente poblado, esta Lechuza no era tan abundante, o bien que él dejó de lado el cauteloso hábito que los aborígenes le habían enseñado, de modo que no pudo familiarizarse con las costumbres de estas aves.

CAPITULO 9 Gavilan Halcon vocinglero Aguila de cola blanca Aguila de pecho blanco Aguila blanca Aguila coronada Halcon viajero Halcon azulado Halconcito Halcon blanco Caracolero Halconcito gris Chimango Carancho Cuervo negro Vigua negro

GAVILAN Circus cinereusu Arriba gris azulado claro con moteado más oscuro; primarias negruzcas; cola gris con cuatro bandas negras cruzadas y terminadas con blanco; abajo con numerosas franjas blancas y bermejas; pico negro; ojos y patas amarillas; largo 45, ala 30 centímetros Hembra más grande; arriba marrón oscuro con salpicaduras marrón claro. Hay dos especies de Gavilanes en Argentina, el Gavilán de alas anchas, C. Macropterus, con el plumaje de arriba negro y el de abajo blanco y la presente especie, llamada Gavilán ceniciento en "Argentine Ornithology", pero que yo prefiero llamar Ladrón de pollos, pues dentro de ciertos limites se asemeja bastante al Ladrón de pollos europeo, aunque es un ave mas hermosa. Este halcón se encuentra a través de la República Argentina y es también común en Patagonia y las islas Malvinas. En las pampas es, según creo, el ave de presa más común después del excesivamente abundante Milvago chimango. Como el Chimango, él también prefiere los sitios abiertos y sin árboles. En su aspecto general se parece bastante a dicha ave y, cuando tiene el plumaje marrón puede

ser confundido con ella con facilidad. En las Malvinas ha adquirido los hábitos del Milvago, pues Darwin distinguió allá con toda claridad a uno que se hallaba comiendo una res muerta, lo cual lo sorprendió muchísimo. En las pampas lo he encontrado siempre como un diligente cazador de aves. Su modo usual de proceder es hacer elevar al ave del pasto, perseguiría y matarla con sus garras. El relato de Gibson sobre sus costumbres está de acuerdo con el mío, pues dice que "de tiempo en tiempo obliga a elevarse a toda avecita que se esfuerza por esconderse en el pasto, prefiriendo según parecería, herirla durante el vuelo". Más adelante agrega: "Su vuelo es bajo y bastante rápido, aunque si su presa se remonta, no pierde terreno, pues gira de un modo parecido al de la Paloma volteadora, moviéndose con precipitación del modo más excéntrico y divertido". Es probable que este Gavilán tenga una migración parcial, pues a muchos se los ve siempre volando a través de las pampas en otoño y primavera. Sin embargo, muchos de ellos permanecen en el mismo sitio todo el invierno. Hacen el nido en el suelo, entre los pastos altos o en lechos de cañas en lugares pantanosos. Los huevos son blancos, manchados de rojo oscuro.

HALCON VOCINGLERO Asturina pucherani Arriba marrón oscuro; cobijas superiores de la cola amarillo rojizas con franjas marrones; alas castañas con barras y extremos negros; cola amarillo rojizo cruzada con cuatro rayas negras, abajo ocre pálido con barras bermejas; pico negro; patas amarillas; largo 45 centímetros. Hembra más grande. Este Halcón de plumaje marrón, alas cortas y sumamente vocinglero, es común en los bosques a lo largo de las costas del Río de la Plata y sus tributarios, y nunca se lo encuentra muy alejado del agua. Se posa en la cima de un árbol permaneciendo ahí inmóvil durante horas. A intervalos emite gritos fuertes, singularmente largos, que se convierten en más frecuentes y penetrantes cuando el ave es perturbada, por ejemplo, por la llegada de una persona. Su vuelo es rápido e irregular. Bate sin cesar sus alas cortas y romas mientras emite una sucesión de chillidos fuertes, vehementes y ásperos. Barrows lo observó en el bajo Uruguay y escribe: "Se alimenta en forma abundante, si no exclusiva, de peces, de modo que casi todos los ejemplares en sus estómagos tienen sus restos y nada mas. Hubiera sido muy interesante saber cómo captura su presa.

AGUILA DE COLA BLANCA Buteo albicaudatus Arriba negro grisáceo; escapulares y cobijas superiores de las alas ferruginosas; rabadilla y cola blancas, la última con una ancha banda negra; garganta negra; abajo blanco; pico negro, patas amarillas; largo 52,5, ala 45 centímetros. Hembra similar pero más grande. Este Buteo no se reproduce en las pampas en donde yo lo observé, pero aparece allí en primavera y otoño irregularmente, cuando emigra, y en bandadas que vuelan de una manera inconexa y holgazana. El número de aves de la bandada oscila, por lo general, de treinta o cuarenta a cien v a veces muchos más. Yo he visto bandadas que debían tener de mil a dos mil individuos. Cuando vuela la bandada está muy dispersa y no avanza en línea recta, sino que las aves se mueven en amplios círculos a gran altura, tanto, que una persona a caballo, viajando a un trote regular puede permanecer directamente debajo de ellos por dos o tres horas. En el suelo, una de estas bandadas ocupará, a veces, una superficie de unos trece kilómetros cuadrados, tan apartadas se mantienen las aves entre sí. Yo he disecado una gran cantidad y no encontré nada más que coleópteros en sus estómagos y, en verdad, no podrian viajar en grupos tan grandes si necesitaran una presa más noble. Al final de un verano, una bandada de alrededor de doscientas aves apareció en una estancia cercana a mi casa y aunque ~ molestos, permanecieron allí unos tres meses durmiendo de noche en los árboles de la plantación y pasando el día diseminados en el llano adyacente, alimentándose de escarabajos en el pasto de las sementeras. Esta bandada se fue cuando el tiempo se tornó frío. Pero en otra estancia apareció una bandada a fines de la estación y permaneció todo el invierno. Las aves se vuelven tan flacas que, después de cada lluvia fría o de cada fuerte helada muchas se encuentran muertas bajo los árboles en los cuales descansaron: de este modo, muchas de ellas perecen antes del retorno de la primavera.

AGUILA DE PECHO BLANCO Buteo erythronotus Arriba azul pizarra; plumas de las alas pizarra con delgadas barras negras; cobijas superiores de la cola y cola blancas, la última cruzada con angostas franjas grises y una ancha banda negra: abajo blanco; pico color cuerno oscuro;

patas amarillas; largo 62,5: alas 46,5 centímetros. Hembra similar, pero el dorso es castaño oscuro. Es una hermosa ave, el rey de los Buteo sudamericanos. En la hembra adulta los tres colores del plumaje contrastan muchísimo. La espalda es bermejo herrumbrado, siendo el resto de las Dartes superiores gris y toda la superficie inferior enteramente blanca. Raras veces se la encuentra en las provincias del Norte de la República Argentina; es más común en Patagonia y se ha dicho que, en esta región, ocupa el lugar del cercano pariente Buteo albicaucatus del Brasil. Sin embargo, en hábitos las dos especies son lo más diferente que dos especies pueden ser, pues mientras el ave del Norte tiene un espíritu cobarde es, en cierto grado gregaria y se alimenta mucho de insectos, la especie patagónica tiene las costumbres rapaces del águila y vive, según creo, exclusivamente o casi exclusivamente de cuises y otros pequeños mamíferos. Cuando el Capitán King la descubrió por primera vez en 1827, la describió como "una pequeña y hermosa Aguila". En Patagonia es muy abundante y se la ve por lo general posada en la cima de un arbusto, siendo su pecho color blanco nieve, fácil de ver a una gran distancia, una de las características más familiares en el monótono paisaje de esta región gris. Durnford dice que los colonos ingleses de Chupat (Chubut) la llaman "Caballo blanco", debido a su visible color blanco que a menudo los engaña cuando se hallan afuera buscando caballos extraviados en las colinas. Es un ave cautelosa; cuando alguien se le acerca tiene el. hábito de elevarse a gran altura en el aire, en círculos cada vez más amplios. Cuando revolotea en busca de presa se mantiene, por lo general, a una altura de cincuenta o sesenta metros del suelo. El estómago de todos los individuos que examine no contenían nada más que restos de cuises (Cavia australis). El nido es construido en el tope de un arbusto espinoso. Es una gran construcción de astillas revestidas de pasto piel, estiércol seco y otros materiales. Los huevos son blanco grisáceo, manchados y marcados principalmente hacia el extremo grande, con dos sombras pardo oscuro.

AGUILA BLANCA Geranoaetus melanoleucus Arriba negra; alas grises con estrechas barras transversales negras; cola negra; garganta gris; pecho negro con manchas blancas redondas; abdomen blanco; pico color cuerna; patas amarillas; largo 65, ala 47,5 centímetros.

El Aguila blanca o chilena, como la mayoría de las aves de presa diurnas, soporta muchos cambios de color siendo el plumaje en distintos periodos marrón, negro y gris. En las aves viejas es de un uniforme gris claro y la superficie inferior blanca. A través del territorio argentino esta es el Aguila más común y encontré que es muy abundante en Patagonia. D'Orbigny la describe con su habitual prolijidad, disculpable en este caso pues es una de las pocas especies con las que se familiarizó por medio de observaciones personales. Dice que es un ave cautelosa, que anda en pareja toda su vida estando siempre juntos el macho y la hembra; que vuela en círculos con un giro que semeja el del Buitre y que la forma de sus amplias alas romas aumentan su semejanza con dichas aves. Su presa habitual son los cuises y los pequeños mamíferos, y en otoño e invierno sigue a las Palomas cuando éstas se reúnen en gran número. Durante la época de la Paloma contó treinta Aguilas en el curso de una cabalgata de quince kilómetros y con frecuencia vio a una dejarse caer en una nube de Palomas para aparecer, siempre, con una de ellas agitándose en sus garras. Rara vez se la encuentra lejos de las costas del mar o de algún gran río. En la costa atlántica, en Patagonia, vuela sobre las arenas cuando la marea baja, en busca de peces varados, cuerpos de focas u otro alimento animal dejado por las aguas al retirarse. Pelea con Cóndores y Cuervos sobre los desechos, aun cuando estén podridos. Sirve como pronóstico del tiempo y antes de una tormenta se la ve elevarse en círculos hasta gran altura en el aire, lanzando gritos penetrantes que pueden ser oídos hasta que casi ha desaparecido de la vista. Esta especie construye, por lo general, su nido en el borde de una roca inaccesible o precipicio y, a veces, con bastante frecuencia, en un árbol. Gibson describe uno que encontró en la cima de un árbol espinoso, como una construcción de palitos, de un metro de diámetro, todo acolchado con pasto seco. Contiene dos huevos blanco oscuro manchados con salpicaduras rojizo pálidas. Gibson compara su grito con una "salvaje risa humana" y también escribe: "Sus paraderos pueden ser descubiertos, a menudo, por una bandada de Caranchos (Polyborus tharus) especialmente si se trata de un ave joven. Tan pronto como se eleva del suelo o de un árbol aquéllos comienzan a perseguiría, ascendiendo también en espiral y arremetiendo contra ella, mientras el Aguila sólo torna su cabeza vigilante a un lado y a otro, siendo suficiente esta mera acción para impedir el amenazador ataque".

Gay en su "Historia Natural de Chile" describe los hábitos afectuosos y divertidos de un Aguila de esta especie que había domesticado. Tenía un gran placer en jugar con su mano y tomaba y pretendía picar uno de sus dedos, pero en realidad lo hacía con tanta ternura como un perro juguetón lo hace cuando pretende morder a su amo. También acostumbraba divertirse tomando un guijarro con su pico y, con una sacudida de su cabeza, lo lanzaba al aire tomándolo en sus garras para repetir de nuevo su hazaña cuando caía.

AGUILA CORONADA Harpyhaliaetus coronatus Arriba marrón ceniza con una larga cresta de plumas más oscuras; alas grises con extremos blanquecinos; cola negra con una ancha faja blanca en el medio y extremidad blanca; abajo marrón Ceniza pálido; largo 82,5, ala 55 centímetros. Hembra similar pero más grande. Conocí a esta hermosa Aguila en el Río Negro, Patagonia, en donde también la encontró D'Orbigny, pero se extiende, sin embargo, por todo el territorio argentino. No puedo aventurarme a hablar de sus costumbres pues sólo la vi posada en los altos sauces que bordean el Río Negro, o volando en amplios círculos, muy alto en el cielo; mientras que el relato que de ellas hace D'Orbigny no merece citarse, porque no dice cómo obtuvo su información. Uno de sus párrafos sería, si fuera verdad, muy importante. Dice que su atención fue atraída por un hecho muy curioso relativo al Aguila coronada y que consiste en que esta ave caza, principalmente, al Zorrino; un animal, agrega con mucha razón, con un olor tan pestilente que pone en fuga hasta a los mamíferos más carniceros. Es la única ave de presa que mata al Zorrino, lo que hace precipitándose sobre él desde una gran altura y matándolo luego con rapidez. No importa en absoluto si el Aguila se deja caer desde una altura grande o moderada, pues en ambos casos el Zorrino recibiría a su enemigo con su acostumbrada y pestilente descarga. El relato de D'Orbigny es, sin embargo, pura conjetura, y aunque él no nos dice qué lo condujo a esta conclusión, no tengo ninguna duda que fue porque la o las Aguilas que obtuvo tenían olor a Zorrino en ~as plumas. La mayoría de las Aguilas que cacé en Patagonia, incluyendo alrededor de una docena de Aguilas chilenas, olían a zorrino, siendo este olor, en muchos casos, antiguo y débil. De dos Aguilas de la flecha obtenidas, sólo una olía a Zorrino. Esto sólo muestra que en Patagonia las Aguilas atacan al

Zorrino, lo cual no es extraño considerando que tiene un tamaño conveniente y que está marcado de un modo muy visible; además, durante el día, anda por ahí sin temor y es, a excepción del pequeño Cuis, el animal más abundante en esta estéril región. Pero si el Aguila lo llega o no a vencer en sus ataques, esto es asunto diferente. Lo probable es que cuando un Aguila, incitada por las punzadas del hambre comete un error tan grande como el de atacar un Zorrino, el pestilente fluído que tiene los mismos efectos abrasadores y nauseabundos sobre los animales inferiores que sobre el hombre, le hace abandonar la conquista con rapidez. Es cierto que los Pumas cometen el mismo error que las Aguilas, porque en algunos que fueron cazados las pieles olían mucho a Zorrino. Se podría decir que el hecho de que muchas Aguilas huelan a Zorrino sirve para demostrar que se alimentan de ellos, pues de otra manera hubieran aprendido a evitar un animal tan peligroso y el olor de un primer encuentro habría desaparecido pronto. En una región árida como Patagonia, no creo que aves de presa hambrientas aprendan por un rechazo o aun por varios, la infructuosidad y peligro de dichos ataques; mientras que el olor es tan maravillosamente persistente que uno o dos ataques por año efectuados por el Aguila, serian suficientes para explicar el olor en tantas aves. Si los Zorrinos fueran apresados con facilidad por las Aguilas, no serían tan numerosos o tan descuidados de su seguridad como son.

HALCON VIAJERO Falco peregrinus Arriba plomizo, más pálido en la rabadilla con rayas negras más o menos visibles; cabeza y mejillas negras; abajo blanco teñido Con canela; abdomen y muslos atravesados por estrechas bandas negras; cera y patas amarillas; largo 50, ala 35 centímetros. Hembra similar, un tercio más grande. El Halcón peregrino se encuentra a través de la República Argentina, pero en ninguna parte abunda ni es migratoria. Tampoco es "esencialmente un halcón de patos" como en India, de acuerdo con lo que dice el doctor Anderson, pues caza en su mayoría aves terrestres. Es solitario y cada uno posee una casa o sitio de reposo favorito en donde pasa varias horas por día, y también descansa de noche. En los lugares en que hay árboles tiene su sitio elegido en el que siempre se lo puede encontrar al atardecer. Pero en las pampas abiertas y sin árboles, un montículo de tierra o un cráneo blanqueado de caballo o vaca le sirve para posarse y aquí, durante meses, se puede encontrar al ave todos los

días en su sitio. Se posa erguido e inmóvil; se eleva de súbito en el aire cuando toma vuelo y vuela en línea recta con una velocidad que pocas aves pueden igualar. Su aparición causa siempre gran consternación entre las otras aves pues aún el Tero, animoso perseguidor de todos los otros Halcones, vuela chillando de terror cuando lo ve. Prefiere atacar aves relativamente grandes, hiriéndolas en el ala, después de lo cual se agacha para alzarlas. Un día, mientras cabalgaba, vi un Peregrino descender desde gran altura y voltear a tierra una Lechucita de las vizcacheras que recién se acababa de elevar delante de mi. Luego la levantó y se alejó con ella en sus garras. El Peregrino posee una costumbre muy curiosa. Cuando un Avefría, Paloma o Pato es muerto, come la piel y carne de la cabeza y cuello, dejando las vértebras limpias de carne hasta el esternón. Come también los ojos, pero no toca el cuerpo. Yo he visto series de aves muertas con la cabeza y el cuello limpios de esta manera y una vez observé, durante algunos meses, a un Peregrino que se había establecido cerca de mi casa, en donde hacía estragos entre las Palomas. Con frecuencia marqué el sitio al que conducía su presa, y yendo al lugar, siempre encontré que sólo la cabeza y el cuello de la Paloma habían sido despojados de la carne. La Lechucita de las vizcacheras tiene un hábito análogo, pues en forma invariable desecha los cuartos traseros de los sapos y ranas que captura. Con la llegada de la estación calurosa se pueden ver a los Peregrinos de a dos y de a tres persiguiéndose con violencia entre sí, a gran altura en el aire, y emitiendo gritos chillones y penetrantes que se pueden oír perfectamente aun después que las aves han desaparecido de la vista.

HALCON AZULADO Falco fusco-caerulescens Arriba negro pizarra oscuro; rabadilla salpicada de blanco; superciliares prolongadas y encontrándose atrás, bermejas; parte baja de la garganta y pecho canela claro con saetas negras en al pecho; vientre negro con líneas transversales blancas; alas y cola negruzcas con franjas transversales blancas; pico amarillo terminado en negro; pies naranja; largo 32,5, ala 37,5 centímetros. Hembra similar, pero más grande. El Halcón azulado se encuentra a lo largo de Sud y Centro América, pero la forma que se halla aquí difiere, en costumbre, de los representantes de regiones

más cálidas. Es un ave patagónica, así también como el Halcón más común en este país e inverna en las provincias del Sud y Centro de Argentina. En su casa de invierno permanece solitario y le gusta merodear por las estancias en las que se posa en un árbol o poste desde donde busca su presa. Comparado con el Peregrino es cobarde. Lo he observado a menudo dar caza a un ave y justo cuando parecía estar a punto de asir su presa, abandonar la persecución y escabullírse sin gloria. Nunca ataca a un ave en forma abierta y temeraria, excepto cuando pertenecen a las especies más pequeñas. Prefiere posarse en una elevación desde la cual puede lanzarse de súbito y tomar su presa de improviso. El nido es una descuidada construcción de ramitas y se halla ubicado en un árbol o arbusto espinoso. Los huevos, que no he visto, son descriptos por Darwin del modo siguiente: "Superficie rugosa, con puntos salientes blancos, de un color marrón madera sucio casi uniforme, con la apariencia general como si hubiera sido restregado en barro marrón".

HALCONCITO Tinnunculus cinnamominus Arriba canela rojizo con bandas irregulares negras cruzadas en la espalda; cabeza gris azulada; frente y costado de la cabeza blancos; nuca y rayas a los lados del cuello negras; alas gris azuladas con puntos negros centrales; cola rojo canela con ancha faja negra y extremidad blanca; abajo blanco con tinte color ante y manchas negras ovaladas e irregulares; largo 26,5, ala 19,5 centímetros. Hembra similar pero más grande. Los hábitos de este Halconcito se aproximan mucho a los del Halcón azulado. Como esta ave, es común en Patagonia y emigra hacia el Norte en invierno. Sin embargo, muchos individuos no emigran, como lo comprobé cuando residí en Río Negro en donde algunas parejas permanecieron durante todo el año en el paraje de reproducción. También se encuentran muchas parejas residiendo y reproduciéndose en otras partes del territorio argen- tino, pero abunda sólo en Patagonia. Anida en agujeros en los peñascos y también en los árboles y, a veces, construye su nido en el gran nido de un Trepador o una Cotorra. Pone cuatro huevos grandes, si se considera el tamaño del ave, de forma ovalada y blancos, muy salpicados de rojo oscuro. Los hábitos de presa del Halconcito son similares a los del Halcón de pecho naranja; frecuenta chacras y plantaciones y pasa mucho tiempo posado en una

elevación vigilando su presa y haciendo súbitas arremetidas para capturaría por sorpresa. Pero aunque no es arrojado cuando busca su alimento, con frecuencia ataca sin motivo y con violencia a especies mucho más grandes que él, ya sea porque está de mal genio o por espíritu juguetón, lo que es más probable. Así, yo he visto a uno elevar una bandada de Ibis y perseguirlos cierta distancia, hiriéndolos y golpeándolos con gran energía. Vi a otro descender del sitio en donde había estado posado algún tiempo y agarrar a un Zorrino hembra que se hallaba sentado tranquilamente a la entrada de su cueva, con sus tres hijos medio crecidos jugueteando a su alrededor. Yo los estaba observando con gran interés pues saltaban sobre la cola de su madre, jugando con ella como lo hacen los gatitos, cuando el Halcón descendió y, después de golpearlos con rapidez tres o cuatro veces y como cayeran mezclados en su madriguera, se alejó volando muy satisfecho, en apariencia, con su hazaña.

HALCON BLANCO Elanus leucurus Arriba gris pálido; cobijas menores de las alas y escapulares negros; cola blanca; las dos plumas del medio grises; abajo blanco; pico negro, ojos carmesí; patas amarillas; largo 36,5, ala 27,5, y cola 17,5 centímetros. Hembra similar pero más grande. Este interesante Halcón se encuentra a través de la República Argentina, pero no abunda en ninguna parte. Habita también Chile en donde, según Gay, se lo llama Bailarín debido a sus hazañas aéreas. Es una hermosa ave, con grandes iris rojo rubí y, vista desde lejos, su blanco plumaje y su vuelo vivaz le dan una asombrosa semejanza con una gaviota. El poder de su ala es, en realidad, maravilloso. Le gusta elevarse cuando el viento es fuerte, como Vencejos, y pasar horas en este deporte, elevándose y cayendo alternativamente y, a veces, pareciendo abandonarse a la furia del ventarrón, es barrido como papo de cardo hasta que, de pronto, recobrándose, vuela de nuevo a su posición original. En donde hay altos álamos lombardos estas aves se divierten posándose en las ramitas más delgadas de la punta y hamacándose con las alas abiertas, cada una de ellas en un árbol, hasta que las cimas de los árboles son barridas de debajo de ellas por el viento. En estos casos permanecen a menudo en equilibrio en el aire, casi inmóviles, hasta que las ramitas retornan a sus patas. Cuando busca presa, este Halcón se mantiene por lo general a una altura de diez

y ocho o veinte metros del suelo. Sus acciones se asemejan mucho a las de la Golondrina de mar pescadora permaneciendo con frecuencia suspendida en el aire, con el cuerpo inmóvil y las alas vibrando con rapidez durante un tiempo de medio minuto largo, después de lo cual se aleja o se arroja sobre su presa. El nido es colocado sobre las ramas más altas de un árbol alto. Es redondo, prolijamente construido de astillas, bastante profundo y revestido con pasto seco. Los huevos son ocho, casi esféricos, el fondo de color blanco cremoso muy marcado con manchas o fajas longitudinales de un fino y rico rojo, matiz parecido al de la sangre coagulada. Hay, sin embargo, gran variedad en los matices del rojo a~ como en la disposición de las manchas, las cuales, en algunos huevos, se unen de modo que toda la cáscara es roja. La cáscara es pulida y muy frágil, lo que es muy raro en los huevos de una rapaz. Cuando alguien se acerca al nido, es siempre recibido por las aves con gritos largos y penosos. Este grito es también emitido en la época del celo, cuando los machos a menudo se pelean y persiguen en el aire a las hembras. Las aves viejas y las jóvenes, por lo general, viven juntas hasta la primavera siguiente.

CARACOLERO Bostrhamus sociabilis Gris pizarra profundo; plumas de las alas negras; rabadilla blanca; cola blanca con una ancha banda gris; ojos carmesí; pico y patas naranja; largo 42,5, ala 32,5 centímetros. Hembra similar pero mas grande. Este Halcón en tamaño y modo de volar semeja un Buteo; pero en sus hábitos y forma de su delgado y muy afilado y ganchudo pico, difiere muchísimo de dicha ave. El nombre de Sociable que Azara da a esta especie es muy apropiado, pues siempre vive en bandadas de veinte o cíen individuos y emigra y aún se reproduce en compañía. En Buenos Aires aparecen en septiembre. Acuden a pantanos y arroyos en los que abundan grandes Ampullarias de las cuales se alimentan exclusivamente. Cada ave tiene una percha favorita o un pedazo de suelo al que lleva cada Ampullaria que captura y, después de extraer con maña el animal con su pico, modificado de manera curiosa, arroja la valva en el montículo. Molestado o perseguido por otras aves, emite un grito particular parecido al penetrante relincho de un caballo. Su natural es más pacífico y en los lugares en que abundan, las otras aves pronto descubren que no son como los otros Halcones y no les prestan atención. Cuando vuelan, lo que constituye su

principal pasatiempo, su vuelo es singularmente lento. El ave permanece con frecuencia inmóvil durante largos intervalos en un mismo sitio; pero la cola extendida es torcida sin cesar del modo más singular, movida de lado a lado y alzada hasta que su orilla está casi en ángulo recto con el plano del cuerpo. Estos movimientos de la cola parecen permitirle permanecer estacionado en el aire, sin los rápidos movimientos vibratorios de las alas practicados por el Elanus leucurus y otras aves revoloteadoras y yo pienso que las vértebras de la cola deben haber sido, en cierto modo, modificadas por este hábito. En lo relativo a sus costumbres de reproducción, Gibson escribe: "En el año 1873 fui tan afortunado que encontré una colonia en la época de la reproducción en uno de nuestros más grandes y profundos pantanos. Es probable que hubiera veinte o treinta nidos ubicados pocos metros aparte, en la parte más profunda v solitaria de todo el cañadón. Eran plataformas construidas a la ligera, soportadas por los juncos y de sesenta a noventa centímetros sobre el agua, con el hueco en forma de copa revestido con pedazos de hierbas y juncos de agua. Los huevos nunca pasan de tres en cada nido, de color, por lo general, blanco azulado, manchados en forma muy irregular con marrón rojizo oscuro, siendo a veces reemplazado el bermejo por el gris ceniza.

HALCONCITO GRIS Spiziapteryx circumcinctus Arriba marrón con flechas negras; cabeza negra con franjas marrones y superciliares blancas que se juntan detrás de la nuca; rabadilla blanca; alas negras con manchas blancas ovaladas en el exterior y barras blancas en las barbas internas; cola negra, con excepción de las plumas centrales que están cruzadas por cinco o seis anchas barras blancas; abajo blanco; pecho manchado cor angostas flechas negras; pico plomizo, mandibula inferior amarilla; patas verdosas; largo 27,5, ala 16,5 centímetros. Hembra similar pero un poco más grande. Este Halconcito se encuentra a veces en los bosques del Plata, cerca del río. Es raro, pero debido a su peculiar vuelo violento, con las alas cortas batiéndolas con rapidez todo el tiempo, es muy visible en el aire y muy conocido por los paisanos que lo llaman Rey de los pájaros y tienen una opinión muy alta de su fuerza y energía. Nunca lo vi tomando su presa, pero no creo que trate de capturar nada en el aire, siendo sus alas cortas y embotadas y su modo peculiar

de volar inapropiado para este fin. Es probable que capture aves en un rápido ataque contra ellas, cuando lo atropellan en su percha. Yo no conozcoo ningún ave de rapiña que sea más perseguida y atropellada por otras avecitas que ésta. Una vez observé a uno por más de una hora, mientras estaba posado en un árbol rodeado por una gran bandada de Pirinchos que gritaban con excitación, empeñados en desalojarlo de su posición. Mientras se mantuvieron a unos ciento cincuenta o ciento ochenta centímetros de distancia, el Halcón permaneció inmóvil limitándose a silbar, a veces, o a chasquear como una advertencia; pero cada vez que un Pirincho se aventuraba un poco más cerca y penetraba en el círculo encantado, lo atacaba de súbito y golpeaba al intruso con violencia, enviándolo de vuelta a una distancia conveniente, después de lo cual retornaba a su sitio.

CHIMANGO Milvago chimango Plumaje superior marrón rojizo; cobijas más grandes de las alas blancas con ligeras barras marrones cruzadas; cola blanco grisácea con bandas y pintas marrón grisáceas. Plumaje inferior gris teñido con bermejo en la garganta y pecho; largo 37,5, ala 27,5, cola 6,5 centímetros. Sexos semejantes. Azara dice del Carancho (Polyborus tharus): "No ignora este pájaro todos los modos de subsistir. Todo lo sabe, atisba, comprende y aprovecha". Estas palabras se aplican mejor al Chimango, que es probable que tenga la lista de comidas más larga que cualquier otra ave y que ha mezclado en su peculiar modo de vida los hábitos de veinte especies distintas. Es por turno un Halcón, un Buitre, un insectívoro y un herbívoro. En el mismo día se verá a un ave en violenta persecución de su presa viva, a la manera de un Halcón, con todos los instintos de rapiña ardiendo en su interior; y a otro individuo, menos ambicioso, empeñado en romper laboriosamente un zapato viejo abandonado, lanzando entretanto tristes notas más relacionadas, con seguridad, a la tenacidad del material que a su indigestibilidad. Una especie tan cosmopolita en sus gustos debía haber tenido, en Inglaterra, todo un volumen dedicado a ella; pero como no es más que una pobre extranjera, le han sido otorgados sólo unos pocos párrafos hostiles. Es miembro de esa subfamilia sudamericana de la cual aun graves naturalistas han hablado con ligereza, llamándolas aves viles, cobardes y despreciables. El Chimango es casi el más pequeño de todos ellos, una especie de pariente pobre y dependiente de

una familia ya considerada como en bancarrota y deshonrada. A pesar de esta tan mala reputación, pocas especies como ella son más merecedoras de un estudio cuidadoso, pues a través de una extensa porción de Sud América es el ave más común que conocemos; y cuando consideramos en qué íntima relación están las vidas de todas las criaturas vivientes, por medio de sus entrelazados parentescos de tal modo que el predominio de cualquier clase, aunque sea inofensiva, causa, por fuerza, la modificación y hasta la extinción de las especies que la rodean, podemos apreciar mejor la importancia de esta despreciada ave en la constitución política natural. Si se agrega a esto sus hábitos cambiantes, por muy pobre que nuestra ave parezca y merecedora de extraños epítetos desde un punto de vista ético, no sé dónde encontrará el naturalista un ave más interesante. El Chimango no tiene una apariencia atractiva. En tamaño y aspecto se asemeja mucho al Ladrón de pollos, el plumaje es de un uniforme marrón arena claro, las patas son más delgadas, las garras débiles y el pico tan ligeramente curvado que parece sólo la apología de la desgarradora arma de los Halcones. Tiene un vuelo fácil y perezoso y cuando vuela no parece tener algo en vista como el Halcón; pero deambula y ronda aquí y allá y cuando ve otra ave vuela detrás para descubrir si tiene alimento a la vista. Cuando alguno encuentra algo para comer, los Otros tratan de despojarlo persiguiéndolo con gran determinación por todo el lugar. Si el que lleva la delantera se desanima en la persecución, otro más descansado ocupa su sitio hasta que el objeto de toda esta pelea que tal vez sea, después de todo, sólo un trozo de hueso o piel cae al suelo para ser arrebatado al instante por algún ave rezagada en la caza y que se convierte, a partir de ese momento, en el perseguido de todos los demás. Esto continúa hasta que uno se cansa y deja de observarlos sin esperar el resultado final. Son locuaces y sociables. Con frecuencia se congregan en grupos de treinta o cuarenta individuos. Todos los días pasan varias horas en briosos ejercicios, remontándose como los Vencejos, realizando evoluciones sin fin y enfrentándose en falsas peleas aéreas. Cuando se cansan de esos pasatiempos, todos descienden de nuevo, permaneciendo posados por una hora, más o menos, en las ramas más altas de los árboles o en otras elevaciones. A intervalos, un ave irrumpe con un canto largo y pausado con una inflexión más baja seguida por una serie de notas cortas. Todas las otras aves se unen en coro

y emiten notas cortas de acuerdo con la de su solista o director. El nido está construido en los árboles, juncos de los pantanos o en el suelo entre el pasto y los cardos. Pone tres o cuatro huevos casi esféricos salpicados con rojo oscuro sobre un fondo blanco o crema; a veces, todo el huevo es jaspeado de rojo, pero hay variedades sin fin. Es fácil encontrar el nido y es más fácil aún cuando hay pichones, pues cada vez que la madre sale en busca de alimento regresa invariablemente emitiendo notas largas y plañideras, de manera que uno debe sólo escuchar y anotar el sitio donde desciende. Descubrí que siempre, después de visitar un nido, los pichones desaparecían y lo mismo sucedía con las aves grandes. Llegué a la conclusión de que el Chimango traslada a sus pichones cuando descubren su nido, lo cual constituye un hábito raro en las aves. Los Chimangos abundan más en los distritos poblados, pero las perspectivas de alimento atraen pronto un número de ellos, aun en los sitios más solitarios. En las pampas desérticas, en donde los cazadores indios y europeos tienen gran afición por encender el pasto seco, en el momento en que el humo de un fuego distante es visto por los Chimangos, vuelan en seguida para allá a fin de seguir el incendio. En esos momentos están muy animados, precipitándose a través de nubes de humo, banqueteándose entre las cenizas calientes con los tucu-tucu y otros pequeños mamíferos asados y persiguiendo con audacia a los chamuscados fugitivos de las llamas. En todo momento y lugar el Chimango está siempre dispuesto a atacar al débil, enfermo o herido. En otras regiones del globo estos condenados a muerte caen en las garras de las verdaderas aves de presa; pero el saludable oficio de verdugo es desempeñado con tanta eficacia por el Chimango y sus congéneres en los lugares en que estos falsos Halcones abundan, que los verdaderos Halcones deben realizar un esfuerzo más grande para subsistir aquí. Es posible que esta circunstancia haya servido para hacerlos más veloces en el vuelo, más agudos en la visión y más osados en el ataque que en cualquier otra parte. Yo he visto un Buteo que no es considerado el más valiente de los Halcones girar, rápido como el rayo, sobre un Teru-Teru que lo estaba persiguiendo y, asiéndolo, llevarlo al suelo y despachárselo en un momento aunque cien de otros Terus estaban lanzando penetrantes gritos sobre él. Y eso que esta es un ave grande, poderosa, de temperamento fuerte y armada, en sus alas, con uñas afiladas. Este es sólo uno de los numerosos ejemplos, de los que he sido testigo, de la extremada fuerza y

osadía de nuestros Halcones. Cuando cazaba aves para conservar, yo acostumbraba a no perder de vista los movimientos de los Chimangos que volaban alrededor, pues me ha pasado el que me fueran llevados o mutilados por estos omnipresentes ladrones, algunos lindos ejemplares. Un día de invierno me encontré con un hermoso Myiotheretes rufiventris, una linda y graciosa Monjita casi tan grande como el Zorzal común, con un plumaje chocolate y gris plateado. Era rara en este lugar y, ansioso por obtenerla, disparé un tiro desde lejos, pues es muy tímida. Se elevó alto en el aire y voló, en apariencia, sin inmutarse. Cuál no sería mi sorpresa al ver a un Chimango lanzarse en su persecución. Espoleando mi caballo lo seguí, y antes de haber andado mil metros noté que la Monjita comenzaba a mostrar signos de abatimiento. Después de evitar varios golpes asestados por el Chimango descendió y se precipitó en un matorral de cepacaballo. Allí la capturé y cuando la despellejaba para guardarla encontré que una pequeña munición se había alojado en la parte carnosa de la pechuga. Era una herida muy ligera, a pesar de lo cual el Chimango con su vista entrenada, había notado algo desacostumbrado en el ave desde el momento en que ésta inició su vuelo de manera libre y vivaz. En otra ocasión fui defraudado con un espécimen más valioso que la Monjita. Fue en la costa Este de Patagonia cuando, una mañana, mientras me hallaba sentado en una elevación mirando las olas que se arrojaban sobre la costa, vi un objeto blanco y brillante sacudiéndose a alguna distancia de la tierra. Olas sucesivas lo trajeron más cerca, hasta que al fin fue tomado y arrojado lejos, sobre el declive, a unos veinticinco metros de donde yo estaba sentado. Al instante, antes que la nube de espuma hubiera desaparecido, un Chimango se arrojó sobre él. Me levanté y corrí tan rápido como pude y me encontré con que mi objeto blanco era un Pingüino recién muerto, en apariencia, por algún accidente en el mar y con un plumaje espléndido. Pero ¡ay!, en aquel lapso el vil Chimango había desplumado y devorado la piel de la cabeza de manera que, como ejemplar, estaba arruinado sin remedio. Como regla general las aves fuertes y sanas desprecian al Chimango. Se alimentan en su compañía; sus súbitas apariciones no causan alarma y no se toman el trabajo de perseguirlo, pero cuando tienen huevos o pichones no confían en él. No se lo aparta con facilidad de un nido que haya descubierto alguna vez. Yo lo he visto llevarse un pichón de Milvulus tyrannus, enfrentando tal ataque de

la madre de las avecitas, que uno hubiera imaginado que ni aun un Halcón verdadero podría haberlo soportado. Bastante curioso, como uno de los más osados de nuestros Halconcitos (Tinnunculus cinnamomznus), a veces ataca aves tan desproporcionadamente fuertes y grandes para él, que debe saber que el ataque le producirá más molestias que daño. Una vez estaba yo observando una bandada de Patos que se alimentaban en un banco herboso cuando un Chimango que pasaba detuvo su vuelo y, después de revolotear sobre ellos unos instantes, se lanzó sobre las aves con tal ímpetu que varias de ellas fueron arrojadas al suelo por los golpes rápidos y sucesivos de sus alas. Allí permanecieron sobre sus espaldas, pataleando demasiado asustadas, en apariencia, para levantarse mientras el Chimango las observaba deliberadamente por algunos minutos. Luego, con toda tranquilidad remontó el vuelo, dejándolas zambullirse en el agua y enfriar así su miedo. Es posible que ataques como éstos sean hechos con espíritu deportivo, pues el Milvago es un ave juguetona y como sucede con muchas otras especies (aves y mamíferos) su juego toma siempre la forma de ataque. Sus ineficientes armas lo compelen a ser más tímido que el Halcón, pero hay muchas excepciones y en cada lugar se encuentran individuos que se distinguen por su temeridad. Casi todos los pastores pueden decir que su majada es objeto de las persecuciones de, por lo menos, un par de aves de esta especie que matan los corderos. Rondan la majada y vigilan hasta que encuentran un corderito durmiendo a alguna distancia de su madre. Arremeten contra él y, pegándose a su cabeza, le comen la nariz y la lengua. El pastor se ve luego obligado a matar al cordero; pero yo he visto muchos a los que se les ha permitido vivir después de la mutilación y que han llegado a ser ovejas fuertes y sanas aunque con los rostros muy desfigurados. Daré un ejemplo más de la temeridad de un ave de la cual Azara dice, en un gran error, que tal vez tenga coraje bastante para atacar a una laucha, aunque lo duda. Pegado a mi casa, cuando yo era muchacho, una pareja de estas aves tenía su nido cerca de un estrecho caminito que conducía a través de un matorral de cardos gigantes. Cada vez que yo atravesaba este camino el macho que, contrariamente a la regla general entre las aves de rapiña, es más grande y osado que la hembra, se elevaba bien alto encima de mi y luego, descendiendo, asestaba en la frente de mi caballo un violento golpe con sus alas. Repetía esta acción hasta que yo salía del camino. Yo pensaba que era muy extraño que el ave nunca golpeara mi

cabeza, pero ahora he descubierto que tenía una excelente razón para ello. Los gauchos cabalgan con preferencia en caballos nunca completamente bien domados y un vecino me informó que él se veía obligado, todos los días, a hacer un circuito de mil metros alrededor de los cardos, pues los caballos que él montaba se tornaban casi inmanejables en el camino, tanto los habían asustado los ataques de este Chimango. En donde en realidad parece faltar la inteligencia del ave, es en su hábito de atacar los caballos con mataduras en la espalda, tentada, sin duda, por la visión de un sitio en carne viva y sin entender, en apariencia, que la carne que desea devorar es una parte inseparable del resto del animal. Darwin ha notado esta curiosa confusión del ave y yo he visto, a menudo, un caballo de silla lastimado recorrer salvajemente la llanura, perseguido de cerca por un hambriento Chimango dispuesto a cenar con uno de sus pedazos. En la época calurosa, cuando los pantanos y lagunas se están secando, se ve al Chimango, asociado con Ibis y otras zancudas, metido hasta las rodillas en el agua en busca de renacuajos, ranas y otras presas acuáticas. En el fondo de las charcas, mezclado con el suelo arcilloso después de un chaparrón de verano, crece un hongo comestible de un opaco color verdoso que semeja gelatina. El Chimango encontró que este hongo es bueno para comer, aunque nunca se lo vi comer a ninguna otra criatura. En los distritos cultivados sigue al arado en compañía de las Gaviotas de cabeza negra, Molothrus, Urracas y Tiránidos y busca gusanos y larvas en la tierra recién removida. También vigila a los cerdos cuando buscan raíces en la llanura, a fin de participar en cualquier botín suculento sacado a relucir por sus hocicos; pues no es un ave que permita a la dignidad interponerse entre ella y su cena. En otoño, durante los días húmedos y bochornosos, las hormigas coloradas, que hacen pequeños montículos cónicos en las pampas pululan por todas partes. Elevándose alto en el aire, forman una nubecita o columna que permanece suspendida durante horas sobre el mismo sitio. En estos días los Milvago viven con suntuosidad de pequeños insectos. Bajo cada nube de hormigas aladas se ven varios de ellos en compañía de unos pocos Papamoscas u otras diminutas especies, moviéndose aprisa para coger el maná que cae, sin que su diversión sea perturbada por ningún sentido de anomalía. Sin embargo, antes que nada, el Milvago es un Buitre y se lo encuentra en todo rancho solitario compartiendo, con perros y aves de corral, los despojos y

desperdicios arrojados en los montones de basura, o, después que la majada ha ido a pastorear, arrancando los ojos y la lengua de una oveja muerta en el redil. Cuando se ha quitado el cuero a un caballo o vaca muertos en la llanura. el Chimango es siempre el primero en aparecer en escena. Mientras se alimenta en un animal muerto, lanza sin cesar una serie de notas quejumbrosas, como si protestara contra la dura necesidad de tener que apechugar con tal carroña. Gritos largos y lastimeros que semejan los triste quejidos de un estremecido cachorro, encadenado en un frío corral y sin nada de lo que desea; pero estos gritos son infinitamente mas tristes. Los gauchos tienen un dicho comparando al hombre que rezonga aunque tiene buena suerte con el Chimango que grita sobre una res muerta. Es un dicho muy expresivo para aquellos que han oído las penosas lamentaciones del ave sobre su comida. En invierno, una res muerta atrae gran cantidad de Gaviotas de cabeza negra, pues con el tiempo frío estos buitres del mar abandonan sus sitios de reproducción en las costas atlánticas para vagar, en busca de alimento, por las vastas pampas interiores. El animal muerto es rodeado con rapidez por una hueste de ellas mientras el pobre Chimango no se puede acercar. Sin embargo, por lo menos se puede ver al fin uno posado sobre el esqueleto, arrancándole la carne y, a intervalos, con el cuello estirado y el plumaje erizado, emitir una sucesión de sus gritos extraños y lastimeros, semejando un orador público subido a una tribuna y dirigiendo horripilantes exhortaciones a una multitud de atentos oyentes. Cuando la res ya ha sido abandonada por Zorros, Armadillos, Gaviotas y Caranchos, el Chimango aún se apega pesaroso a ella, llevando una existencia miserable, arrancando trozos de cartílagos y afilando su hambriento pico en los huesos. Aunque en extremo amante de la carroña, un instinto inteligente le ha enseñado que este alimento no es apropiado para los tiernos estómagos de sus pichones, a los cuales alimenta en forma casi exclusiva con los pichones de pequeñas aves. En noviembre se ven los Chimangos volando sin cesar sobre los matorrales de cepacaballo a la manera del Ladrón de pollos, pues en esta época se reproduce entre los cepacaballo el Synallaxis hudsoni. Esta ave, a veces llamada Teru-teru del campo por los paisanos, es sumamente tímida y de costumbres parecidas a las de la laucha. Se deja ver muy raras veces y por medio de sus largas patas y cuerpo largo, delgado y en forma de cuña, es capaz de deslizarse tan rápido como una serpiente, a través y bajo el pasto. En verano se oye su

reclamo largo y melancólico salir de un matorral de cepacaballo, pero si uno se acerca, se deja caer al suelo y desaparece. Bajo la parte más tupida del matorral, cava en el suelo un agujerito circular sobre el cual construye una cúpula de pasto y espinas entrelazadas, dejando sólo una pequeña abertura. Recubre el suelo con estiércol seco y pone cuatro huevos color pardo. El nido está escondido de un modo tan admirable que yo lo he buscado a lo largo de los días durante toda una época de cría sin poder ser recompensado por el encuentro ni siquiera de uno solo. Sin embargo, el Chimango los encuentra con facilidad. En el curso de un solo día examiné cinco o seis nidadas de jóvenes Chimangos y presionando con un dedo sus buches distendidos, les hice devolver lo que habían comido y encontré, en cada caso, que habían sido alimentados en forma exclusiva, con pichones de ese Teru-teru. Me quedé simplemente asombrado ante la destrucción al por mayor de los pichones de una especie tan misteriosa en sus hábitos nidíferos, pues ningún ojo, ni aún el de un Halcón, puede atravesar el follaje de un matorral de cepacaballo que termina, cerca de la superficie, en una masa de partes muertas y podridas de la planta que se han ido acumulando. La explicación del éxito del Chimango se encuentra en el hábito locuaz de los pichones de los cuales se alimenta, un hábito común en los pichones de las especies de Dendrocolaptinos: pasan los intervalos que median entre las visitas de la madre que les lleva alimento, conversando en sus altos tonos. Si una persona se acerca a la sólida construcción de un Hornero cuando en ella hay pichones, oirá agudas notas parecidas a una risa y pequeños coros como los emitidos por las aves viejas, sólo que más débiles. Pero en el caso de esta especie, la locuacidad de los pichones no les atrae ningún daño pues el castillo que habitan es inexpugnable. Revoloteando sobre los cepacaballo, el Chimango está atento a la risa estridente de los pichones del Teruteru y, cuando la oye, atraviesa con rapidez la cubierta espinosa y rompe la cúpula. Hechos como éstos nos presentan, con alarmante claridad, la lucha por la existencia, mostrándonos cómo cosas importantes en la vida de una especie pueden depender de sucesos en apariencia tan triviales que a la mente común se le aparecen, en el cotejo, como mero polvo, que no debe ser considerado. Y qué tremenda e impía en su modo de proceder es esta seleccionadora ley de la supervivencia cuando vemos una especie como la Synallaxis, en cuya formación y perfeccionamiento parecería haber agotado la naturaleza todo su arte (tan

exquisitamente está adaptada en su estructura, coloración y costumbres al único gran objeto del camuflaje), condenada, en apariencia, a la destrucción por este pequeño descuido: la irreprimible garrulidad de los pichones en el nido. Sin embargo, no es un descuido desde el momento que la ley de la selección natural no es profética en su acción y sólo preserva aquellas variaciones que son beneficiosas en las circunstancias existentes, sin anticipar cambios en las condiciones. La colonización del país ha causado, sin duda, un gran aumento en el número de Chimangos y es probable que haya servido, de un modo indirecto, para aguzar su inteligencia; de este modo, un cambio en las condiciones que han moldeado a este Synallaxis, trae para él un peligro desde un rincón inesperado. Uno imagina que la situación del nido lo expone a los ataques de serpientes, pequeños mamíferos, arañas matadoras de aves, escarabajos y grillos. Sin embargo, estos perspicaces enemigos que habitan el suelo no lo han visto mientras que, la risa infantil de los pichones en su nido, ha hecho descender un inesperado destructor desde arriba. Podría responderse que ésta debe ser una especie muy numerosa pues de otra manera el Chimango no habría adquirido el hábito de encontrar los nidos. Cuando sean menos abundantes, la persecución será abandonada, con lo que la balanza se reajustará ella misma. Pero en el número está la seguridad, especialmente para una especie débil, perseguida, incapaz de variar, por su estructura peculiar, su modo de vida. A esto se aplica con fuerza especial la observación hecha por Darwin que: "la rareza es precursora de la extinción".

CARANCHO Polyborus tharus Marrón oscuro con motas blancuzcas; cabeza negra; alas y cola blanco grisáceo con barras cruzadas marrón grisáceo y extremos negros; abajo marrón oscuro; garganta y costados de la cabeza blanco amarillento; pico amarillo; cara naranja. Sexos semejantes. Esta ave, que combina los instintos rapaces del Aguila con los ruines hábitos de comer carroña del Cuervo, ha tenido ya tantos biógrafos que parecería superfluo hablar de nuevo de ella. Sin embargo, resulta ser una de esas especies muy versátiles sobre la cual siempre hay algo que decir y además, no estoy del todo de acuerdo con el innoble carácter que, por lo general, le atribuyen los viajeros. No obstante es probable que, en los diferentes distritos, varíe mucho

en disposición y hábitos. En Patagonia me asombraron su aspecto abatido y el cobarde modo de acechar, tan distintos de los del ave que yo estaba acostumbrado a ver en las pampas. Maté varios. Todos estaban en un estado pobre y miserable y, en apariencia, medio muertos de hambre. Se me ocurrió que en esta región fría y estéril, en donde las presas escasean, el Carancho se halla, por completo, fuera de lugar, pues allí debe competir con grandes números de Aguilas y Cuervos, los que son, resulta casi innecesario decirlo, más fuertes que el compuesto y menos especializado Carancho. En Patagonia es, en realidad, un ave desdichada, con un débil dominio sobre la existencia. ¡Qué diferente resulta en aquel ilimitado océano herboso, más al Norte, en donde es el dueño de la raza alada, pues las Aguilas y los Cuervos, que requieren montañas y árboles para anidar y posarse, no van allá para desalojarlo! Ahí las condiciones se le adaptan y han servido para desarrollar en él un espíritu maravillosamente osado y salvaje. Cuando se lo ve posado en un hormiguero cónico, erguido sobre el alto césped plumoso, tiene un aspecto fino y, casi podríamos decir, noble. Pero cuando vuela no es hermoso, pues las alas terminan en los extremos en forma brusca y el vuelo es bajo y sin gracia. El plumaje es negruzco en el adulto y marrón en el joven. Los costados de la cabeza y del pecho son blanco cremoso, estando el segundo marcado transversalmente con puntos negros. La coronilla está adornada con una cresta o copete. El pico es más largo que el de las Aguilas y Cuervos, y de color azul oscuro; la cera y las patas son amarillo brillante. Esta especie se encuentra en toda Sud América y desde el Paraguay hacia el Norte, según creo, es llamada en todas partes Caracará. Al Sud del Paraguay el nombre español es Carancho, posiblemente una corrupción de Keanché, nombre Puelche del Milvago chimango, imitación de su malhumorado grito. En estas regiones el nombre indio del Carancho es Trarú (por su grito desagradable), mal escrito Tharú por Molina, sacerdote español que escribió un libro sobre las aves de Chile en el siglo XVIII, de aquí el nombre específico tharus. Los Caranchos viven en parejas, por eso pueden ser llamados aves sociables. A menudo, también viven y cazan en familias, compuestas de los padres y las aves jóvenes, hasta la primavera siguiente. En cualquier época, varios individuos se combinan con rapidez para atacar su presa, pero nunca viven o se trasladan en bandadas. Cada pareja tiene su casa o sitio de descanso, que continúan usando por tiempo indefinido, posándose en la misma rama y ocupando el mismo nido año

tras año. Las dos aves se ven juntas en todo momento y parecen muy unidas; Azara narra que, una vez, vio a un macho abatirse sobre una rana y, llevándola a un árbol, llamar a su compañera y ofrecérsela como un presente. No era un presente magnífico, pero la acción parece demostrar que el ave posee algunas cualidades recomendables, que no se ven muy a menudo en las familias de rapaces. Yo siempre he encontrado que, en los lugares deshabitados, los Caranchos son tan abundantes como en los distritos poblados. Después de ser derribado un ciervo por los perros, he visto congregarse, en el término de media hora, de setenta a ochenta aves para alimentarse de su carne, aunque previamente ninguno era visible. D'Orbigny lo describe como parásito del hombre, salvaje y civilizado; siguiéndolo a todas partes para alimentarse de los restos que quedan cuando mata animales domésticos o salvajes, y casi incapaz de subsistir sin él. Sin duda el Carancho sigue mucho al hombre, para su propio provecho; pero esto lo hace sólo en los distritos escasamente poblados, en donde abundan los pastos y la caza, y en los que una gran porción de carne de cada animal muerto, es dada a las aves. En donde la población aumenta, el Carancho pronto tropieza con el destino de todas las grandes especies que son consideradas perjudiciales. Sin duda es un comedor de carroña, pero yo creo que esto sucede sólo cuando no puede obtener provisiones frescas. Cuando está hambriento, prefiere comer cualquier cosa antes que considerar su dignidad y sufrir hambre, como ocurre con la noble Aguila. Con frecuencia yo he visto uno, dos o tres de ellos, juntos en el suelo, bajo una columna de hormigas aladas, devorando con avidez los insectos que caían. Para comer carne podrida debe estar, en realidad, muy hambriento. Sin embargo, es muy afecto a la carne fresca, y cuando una vaca es carneada en una estancia, pronto aparece el Carancho en la escena, a reclamar su parte. Toma lo primero que puede hurtar y se lo lleva antes de que los perros lo puedan privar de ella. Cuando se ha elevado a una altura de cinco o seis metros, deja caer la carne de su pico y la atrapa en sus garras con destreza, sin detenerse en su vuelo. Es singular el hecho de que el ave parece incapaz de alzar cualquier cosa del suelo con las garras, usando siempre para esto el pico, aunque la presa sea un animal que puede resultar peligroso llevar de este modo. Una vez vi una de estas aves descender sobre una rata desde una altura de alrededor de doce metros y elevarse con su presa, que chillaba y forcejeaba, hasta seis metros Luego la soltó y, con mucha gracia, la agarró con sus garras. Sin embargo, cuando

persigue y caza a un ave en el aire, usa siempre las garras, del mismo modo que lo hacen otros halcones. Esto lo he observado con frecuencia, y doy las dos siguientes anécdotas para demostrar que aun aves que uno hubiera imaginado que están a salvo de los Caranchos son, en algunas Ocasiones, atacadas por ellos. Un día, mientras caminaba por un campo abandonado cercano a mi casa, me encontré con una Paloma comiendo, la que inmediatamente reconocí como una que había comenzado a volar hacía apenas una semana. Aunque se mantenían un gran numero de palomas, ésta era del blanco más puro e inmaculado que se pueda pensar. Por largo tiempo yo me había esforzado en preservar y aumentar los ejemplares de un blanco puro con muy poco éxito, pues los Peregrinos los individualizaban con facilidad, para atacarlos. Un Carancho estaba volando en círculos a alguna distancia por sobre nuestras cabezas y, mientras yo permanecí observando y admirando mi Paloma, él estuvo a unos veinte metros de altura, revoloteando sobre mí. De pronto la Paloma se asustó y voló, siguiéndola entonces el Caracará. Imaginé que la cacería iba a resultar vana. Duró alrededor de medio minuto. La Paloma se lanzó en amplios círculos con ímpetus salvajes, ora elevándose y luego dejándose caer bien cerca del suelo, siempre seguida encarnizadamente por el Carancho. Al final, evidentemente muy asustada, cayó y se posó a un metro de mi pie. Me incliné para protegerla, pero asustándose de mi acción se elevó en línea recta y quedó presa en las garras del Carancho, cerca de mi cara y fue llevada lejos. En el caso siguiente, el atacado fue un Tero, enemigo irreconciliable del Caracará y su perseguidor osado y persistente. La sola vista de esta ave de presa provoca, en los Teros, un frenesí de excitación. Elevándose, se apuran a encontrarlo en el aire, chillando con fuerza, y continúan apurándolo hasta que abandona su campo de batalla, después de lo cual regresan y se alinean en tercetos para realizar sus danzas triunfales, acompañadas con gritos fuertes que parecen el sonido de los tambores. Pero si su odiado enemigo se posa en el suelo o en alguna cercana elevación, revolotean sobre él y, primero uno, luego otro, lo atacan con gran violencia y, planeando cerca, dan vuelta la curvatura de sus alas de tal modo, que el espolón parece rozar casi su cabeza. Mientras un ave desciende, las otras se elevan para reanudar sus cargas. Esta persecución continúa hasta que lo echan o quedan exhaustos con sus fútiles esfuerzos. El Carancho, sin embargo, no le da mucha importancia a sus atormentadores. Sólo

cuando se acercan mucho, evidentemente resueltos a agujerear su cráneo con su afilada arma, mueve la cabeza con rapidez para esquivar el ataque, después de lo cual retoma su conducta indiferente hasta que tiene lugar el ataque del ave siguiente. Un día, mientras cabalgaba, me pasó volando un Carancho seguido por, más o menos treinta Teros decididos a arrojarlo de su territorio, por que estaba cercana la época del celo que es cuando su temperamento irascible y celoso es más excitable. De pronto, un Tero lo pasó. El Carancho apresuró su vuelo del modo más maravilloso y lo vi perseguir con entusiasmo a su atormentador. Los gritos amenazadores y airados del Tero se transformaron, en un instante, en penetrantes gritos de terror, los que atrajeron enseguida, para el rescate, a una bandada de doscientas a trescientas aves. Ahora, pensé, el ave perseguida escapará, pues había doblado y virado con rapidez, tratando de perderse entre sus compañeros que revoloteaban en un grupo compacto y gritaban lo más fuerte que podían. Pero el Caracará no se espantó. Estaba a alrededor de un metro detrás de su presa y yo me hallaba lo suficientemente cerca como para distinguir, entre el tumulto, los lastimeros gritos del perseguido, que parecían los de un ave ya cazada. Al cabo de un minuto estaba preso en las garras de su enemigo, que lo llevó mientras aún gritaba con violencia. La nube de Teros lo siguió un trecho, pero luego regresaron al sitio fatal en que había tenido lugar la lucha. Durante una hora continuaron revoloteando independientes uno del Otro, gritando todo el tiempo con una desusada nota de pena o temor en sus voces, en apariencia tan perturbados, como lo hubiera estado un número igual de seres humanos en caso que les hubiera sucedido un desastre semejante. Sin embargo, no es común que el Carancho se aventure él solo a atacar a aves adultas y vigorosas, con excepción del Tinamú (la Perdiz sudamericana). Con preferencia, hacen presa en los pichones y enfermos, en los corderitos y lechones alejados de sus madres y también con frecuencia, atacan y matan ovejas viejas y débiles. Son muy rápidos para descubrir cuando algo anda mal en las aves o bestias, y siguen a los deportistas para alzar a las aves heridas, manteniéndose ellos, con mucha inteligencia, a una prudente distancia. Una vez herí un Flamenco, que tenía el plumaje gris, y yo tenía inconvenientes para cruzar el arroyo e ir a la orilla opuesta en la que el Flamenco, ligeramente herido, se había refugiado. Estuve allá después de tres o cuatro minutos y encontré a mi Flamenco tratando de

defenderse de los ataques de un Carancho que lo había marcado como suyo y lo estaba golpeando en el cuello y en el pecho del modo más vigoroso y decidido, a veces desde arriba, otras posándose en el suelo delante de él y saltando, para herirlo, como un gallo de riña. Una mancha de sangre en el plumaje del ave herida que sólo tenia apenas lastimada un ala, había sido suficiente para llamarlo al ataque, pues para el Carancho una mancha de sangre, un ala caída o cualquier irregularidad en la marcha, le indican enseguida su origen. Cuando varias de estas aves se reúnen, se vuelven muy osadas. Un amigo me contó que mientras viajaba por el Paraná, pasó volando un Cisne de cuello negro, perseguido con encarnizamiento por tres Caranchos. Yo también presencié a cuatro de ellos que atacaban a una especie muy distinta. Estaba parado en la orilla de un arroyo de las pampas, observando gran cantidad de aves de varias clases en la margen opuesta en donde el cadáver de un caballo, despojado del cuero, yacía a orillas del agua. Cien o doscientas Gaviotas de capucha negra y, más o menos doce Chimangos se hallaban reunid9s alrededor de la res. Cerca, una gran bandada de Cuervos de cañada, estaba dando vueltas en el agua, mientras entre ellos, parada inmóvil en el agua, había una solitaria Garza blanca grande. De pronto aparecieron cuatro Caranchos, dos adultos y dos jóvenes, de plumaje marrón, que se posaron en el suelo cerca del caballo. Los jóvenes avanzaron y empezaron a arrancar la carne, mientras los dos adultos permanecían en el sitio en que se habían posado, como si les disgustara alimentarse de carne medio podrida. Uno de ellos se elevó en el aire y atacó a las aves que estaban en el agua. En un instante, con excepción de los dos Caranchos jóvenes que permanecieron en el suelo, todas las aves del lugar alzaron el vuelo, gritando con fuerza. Por unos instantes no me di cuenta del significado de todo este tumulto, cuando de pronto, de la nube blanca y negra de aves, emergió la Garza blanca elevándose verticalmente con aletazos vigorosos y mesurados. Un momento después primero uno, luego otro, también emergieron de la nube los dos Caracarás, persiguiendo, sin lugar a dudas, a la Garza blanca. Sólo entonces las dos aves marrones se elevaron en el aire, uniéndose a la cacería. Por unos minutos observé a las cuatro aves afanándose en subir en un salvaje vuelo en zigzag, mientras la Garza blanca, elevándose todavía verticalmente, parecía dejarlos, sin esperanza, muy atrás. Pero antes de mucho tiempo la alcanzaron y pasaron. Apenas cada Caracará acababa de hacer esto, giraba y se dejaba caer hacia abajo, golpeando a su presa

con sus garras. Mientras uno descendía, los otros se elevaban, ave tras ave, con la mayor regularidad. De este modo continuaron elevándose afanosamente, hasta que la Garza blanca parecía una mera manchita blanca en el cielo, alrededor de la cual aún giraban los cuatro odiosos puntos negros. Yo los había observado desde el principio con gran excitación, y comencé a temer que se per dieran de vista y me quedara sin saber el resultado; pero al fin iniciaron el descenso. Parecía como si la Garza blanca hubiera perdido toda esperanza pues caía con mucha rapidez, mientras los cuatro perseguidores se mantenían muy cerca de ella, golpeándola cada tres o cuatro segundos. Durante la última mitad de la distancia, el descenso fue sumamente rápido, tanto que las aves hubieran vuelto más o menos al mismo sitio del que habían partido y que estaba a unos cuarenta metros del lugar en el que yo me encontraba, pero la Garza blanca fue desviada, e inclinándose con rapidez golpeó la tierra a unos doscientos metros del sitio de partida. Apenas había tocado el suelo, que el hambriento cuarteto ya la estaba despedazando con sus picos. Todos, sin duda, se hallaban igualmente hambrientos; tal vez los dos más viejos lo estuvieran más que los jóvenes; pero de lo que estoy seguro es de que si la carne del caballo no se hubiera hallado en un estado de descomposición tan avanzado, ellos no habrían intentado la conquista de la Garza. Yo he visto con tanta frecuencia aislar, para atacarla de esta manera, un ave de color blanco puro, que siempre ha sido para mi objeto de maravilla, cómo las dos especies comunes de Garzas blancas de Sud América, han podido subsistir, pues su blancura excede la de otras aves acuáticas, mientras que, comparadas con los Cisnes, Cigüeñas y Jabirús son más pequeñas y débiles. Estoy convencido de que si estos cuatro Caranchos hubieran atacado un Cuervo de cañada se habrian encontrado con una conquista más fácil. Ellos aislaron la Garza, según creo, sólo por su brillante plumaje blanco tan visible. Esta lucha alada fue un magnífico espectáculo y estoy muy contento de haberla contemplado aunque terminó mal para la pobre Garza. En otro caso de un ataque, combinado por Caranchos, no hubo nada que admirar excepto la inteligencia desplegada por las aves en combinarse, y que inducen a la mente a volverse contra la ferocidad destructora y ciega exhibida por Ya naturaleza en los instintos de sus criaturas. La escena fue presenciada por un muy estimado amigo mío, viejo gaucho buen observador, quien me la narró. Era en verano, iba

cabalgando por un estrecho camino de herradura en un llano cubierto por un denso plantío de cardos gigantes de dos metros y medio a tres metros de alto, cuando notó, un poco más adelante, varios Caranchos revoloteando sobre el lugar. Enseguida supuso que allí había caído algún gran animal o que algún viajero había sido arrojado de su caballo y yacía, lastimado, entre los cardos. Buscando el sitio encontró un espacio abierto de alrededor de cuarenta metros de diámetro, rodeado por la densa pared de cardos. Las aves volaban sobre ese lugar, mientras varias otras estaban estacionadas cerca esperando, en apariencia, que algo sucediera. La atracción era un gran Rhea macho, agazapado en el suelo y cubriendo con sus alas extendidas, una nidada de pichones. Mi amigo no pudo contarlos, pero había no menos de veinticinco o treinta, todos seres pequeños y tiernos, que haría sólo un día que habían salido del cascarón. Tan pronto como él cabalgó dentro del espacio abierto, el Ñandú se alzó y atacó bajando la cabeza, repiqueteando el pico y con las anchas alas extendidas como velas. Su caballo, muy asustado, trató de precipitarse entre los cardos de tal modo, que le costó muchísimo mantenerse en su silla. De pronto, el Ñandú lo dejó y, girando los ojos a su alrededor, se asombró de ver que todas las chantas estaban corriendo, diseminadas por el suelo, mientras los Caranchos persiguiéndolas, las golpeaban y mataban. Mientras tanto, el Ñandú corría tratando de salvarlas; pero los Caranchos, alejados del pichón que estaban atacando, no tenían más que elevarse y dejarse caer sobre otro, doce metros más allá. Como había alrededor de quince Caranchos, todos empeñados en la misma tarea, la matanza continuaba en gran cantidad. Mi amigo, que había estado forcejeando en vano para dominar a su caballo, se vio forzado a abandonar el lugar y no pudo conocer el final de la tragedia en la que había actuado sin querer. Pero antes de irse, vio que por lo menos la mitad de las chantas estaban muertas, todas sangrando en la parte fina del cuello, roto justo atrás de la cabeza, mientras que, en algunos casos, la cabeza había sido arrancada por completo. Los gauchos, cuando cazan Perdices, sobornan con frecuencia a los Caranchos para que los ayuden. El cazador tiene una caña larga y fina, con un lacito en el extremo. Cuando ve una Perdiz, galopa a su alrededor en círculos, hasta que el ave se agazapa en el suelo. Los círculos son cada vez más estrechos y el paso disminuye, mientras extiende la caña y la desciende sobre la aturdida Perdiz,

hasta que el lacito es arrojado sobre su cabeza y es apresada. Muchas Perdices no están dispuestas a dejarse atrapar de este modo abierto y descarado; pero si el cazador mantiene un Carancho revoloteando alrededor, mostrándole una molleja, la cautelosa Perdiz está tan llena de miedo que permanecerá quieta y permitirá que la apresen. En la época del celo, los Caranchos machos se ven peleando con frecuencia. A veces, cuando la batalla es sostenida a gran altura, se ve a los combatientes unidos y cayendo con rapidez hacia la tierra; pero en todas las luchas que yo presencié, las aves no han estado tan cegadas por la pasión, como para caer toda la distancia sin separarse. Además de estos combates aislados en los que se traban durante la época del celo los machos sin pareja o celosos hay, en todo momento, disensiones ocasionales entre ellos, cuya causa sería difícil determinar. Aquí también, como a menudo en la caza, las aves se combinan para castigar al delincuente, y en algunos casos el castigo es la muerte. Su grito es fuerte y muy áspero; consiste en una nota corta y abrupta, que suena como cruc, repetida dos veces; después de lo cual, si el ave está muy agitada, como ocurre cuando se halla herida o peleando, echa su cabeza atrás, hasta que la coronilla reposa en la espalda, balanceándola de lado a lado y acompañando la acción con un grito penetrante de gran poder. Este gesto singular del Carancho, único entre las aves, parece expresar con gran fuerza un espíritu iracundo. El nido es construido en diversos lugares: en los árboles, cuando hay alguno; pero en las pampas desarboladas, donde el Carancho está más en su casa, es hecho en el suelo, a veces entre el pasto alto; un sitio muy favorito es un islote o montículo de tierra que se eleva bien sobre el agua. Cuando han hallado un lugar conveniente, continúan usando el mismo nido por varios años consecutivos. Es una construcción grande y desaseada, hecha de astillas mezcladas con huesos, pedazos de piel, estiércol seco y cualquier objeto que el ave pueda llevar para aumentar el volumen de su morada. Pone tres o cuatro huevos -por lo general este último número- ligeramente ovalados, con gran variedad de color y marcas. Algunos tienen manchas irregulares rojo oscuro sobre fondo crema, mientras que otros son por entero de un profundo marrón rojizo con pocas pintas y manchas negras.

CUERVO NEGRO Cathartes atratus Todo el plumaje negro; cabeza pelada y negra; largo 62,5, ala 44 centímetros.

Tres especies de Buitres o Cuervos habitan Argentina; todas de la familia americana Cathartidae. La primera es el Gran cóndor, Sarcorhamphus gryphus, que se encuentra en la región andina y en Patagonia. De esta gran ave, a menudo descripta, no puedo decir casi nada por observaciones personales, pues me encontré con ella Sólo una vez y esto fue en la costa marina al sud del río Negro. La segunda, es el bien conocido Oripopo, Carhartes aura, del Sud de Norte América. Su dominio se extiende, hacia el Sud, hasta Patagonia en donde yo lo encontré, y pude siempre distinguirlo a una gran distancia del Gallinazo común, por su cabeza pelada y cuello de color rojo brillante. Está, sin embargo lejos de ser común. El Cuervo negro, de acuerdo con el doctor Burmeister, se encuentra a través de las pampas argentinas, pero es más común en el Este y Norte. Es conocido como Gallinazo en Mendoza y Cuervo en Tucumán. Barrows nos cuenta que no lo vio durante su permanencia en Concepción, pero que le contaron que, en un principio, abundaba en épocas de sequía cuando las ovejas muertas eran numerosas. Sin embargo, lo encontró en pequeños números durante su excursión a través de las sierras de las pampas al Sud de Buenos Aires. En el Río Negro, en Patagonia, encontré que estos Cuervos abundan en especial cerca del poblado de El Carmen en donde, atraídos por los desperdicios de los mataderos, se congregan en grandes números y a veces se los ve amontonados de a miles en los árboles en los que se posan. Darwin los observó en el mismo sitio y describió sus hábitos de planear largamente. Juan J. Dalgleish (Proc. Roy. Phys, Edin., VI. 237) hace el relato siguiente de los hábitos nidíferos de esta especie: "Rara vez, podríamos decir que nunca, el número de huevos excede de dos. Por lo general, son puestos en el hueco de un árbol o en el suelo. Su peso aproximado es de alrededor de medio kilogramo. Son apenas más grandes que los de Oripopo, por más que esta última sea un ave de mayor tamaño. El fondo es color blanco amarillento con pintas de un marrón rojizo oscuro y manchas más pequeñas de tonalidad lila. Estas marcas son, por lo general, más numerosas en el extremo más grande."

VIGUÁ NEGRO Phalacrocorax brasilianus Negro con lustre verde metálico; pico y piel desnuda del rostro, amarillo; largo 75, ala 30 centímetros. Hembra similar; pichones marrones, mejillas blancuzcas y

pecho blanco. Este parece ser el único Cormorán que se encuentra en las costas y en las aguas del interior de Sud América y Norte de Buenos Aires; pero otras dos especies se encuentran en el Sud de Chile y Patagonia las que, es probable que también puedan hallarse en las provincias del Sud de la república. Azara nos cuenta que este Cormorán es común en Paraguay, y Barrows encuentra que es un "residente abundante" en Concepción, Entre Ríos. En la vecindad de Buenos Aires, varias autoridades bien conocidas la encontraron y Durnford la halló común y sedentaria en Chupat (Chubut). El nombre de Cormorán brasileño que los naturalistas le han dado a esta especie es, por cierto, inapropiado y engañoso desde el momento que el ave es muy abundante en la región del Plata, en donde su nombre nativo es Viguá. También es muy común en los ríos de la Patagonia. Siempre se lo ve nadando, hundiendo más y más en el agua su pesado cuerpo, hasta que sólo son visibles la oblicua cabeza, como de culebra, y el cuello. O si no, posado en un banco, o en una saliente rama muerta, erguido y con el pico levantado, sin moverse nunca de su estática actitud hasta que se lo fuerza a volar. Se eleva despaciosamente y con gran trabajo. Tiene un vuelo rápido y en línea recta, mientras bate las alas sin cesar. Durante el día es un ave silenciosa, pero cuando muchos individuos se congregan para posarse en las ramas de un árbol muerto que cuelga sobre el río, mantienen, durante la noche, un concierto de notas profundas, ásperas y poderosas que harían pensar a cualquiera que no esté acostumbrado a su lenguaje, que numerosos cerdos o pecarís se están moviendo en la vecindad, con incesantes gruñidos.

CAPITULO 10 Garza mora Garza blanca grande y garcita blanca Chiflon Garcita azulada Garcita Garza bruja Cigüeña comun Cigüeña de cabeza pelada Cuervo de cañada Bandurria de invierno Bandurria mora Cuervo de frente pelada Espatula rosada Flamenco comun

Chaja

GARZA MORA Ardea cocoi Arriba gris; cabeza, alas y cola negro pizarra; abajo blanco; cuello y costados con franjas negras; largo 90, ala 41, cola 17,5 centímetros. Sexos semejantes. Esta hermosa Garza se encuentra a través de Sud y en algunas partes de Norte América. En tamaño, forma y color se asemeja íntimamente a la Garza común de Europa. En vuelo, lenguaje y hábitos alimenticios, las dos especies son idénticas, no obstante habitar regiones tan distantes. En la parte austral de Sud América no se la ve asociada con sus compañeras, ni tampoco anida en colonias. Esto puede ser debido a la circunstancia de que en los países templados tiene una escasa distribución y es muy probable, según pienso, que en las regiones más cálidas, donde es más abundante, sus hábitos sean más sociables. Aunque siempre se las ve pescando solas, forman pareja por toda la vida. El macho y la hembra están siempre cerca y merodean en el mismo arroyo o pantano durante todo el año. Azara dice que, en Paraguay, en donde son raras, van en parejas y anidan en los arboles. En las pampas, hace su nido solitario entre los juncos y pone tres huevos azules. Las siguientes observaciones generales de la Garza, se aplican principalmente a la Ardea cocoi y también, en alguna extensión, a otras especies de la familia de las Garzas. Yo he observado muchísimo Garzas de varias especies; pero en especial la Cocoi y pienso que hay algo que debe decirse para sostén de la opinión de Buffon, de que son aves miserables e indigentes, condenadas por la imperfección de sus órganos a una lucha perpetua con la necesidad y la miseria. En realidad, los órganos (y los instintos correlativos) son tan perfectos como en otra criatura viviente, pero la Garza está, por cierto, más altamente especializada y es más rutinaria que la mayoría de las especies. En consecuencia, cuando el alimento no se presenta del modo acostumbrado, sufre más que otras especies. Aunque las diferentes especies varían en tamaño desde la Ardea cocoi hasta la diminuta Garcita de Azara (Ardea involucris), no mayor que una Becasinahay mucha similitud en su conformación, lenguaje, vuelo, nidos y otros hábitos. Posee la cabeza y el cuello parecidos a los de la culebra, con un aguzado pico cónico con el que atraviesa a su presa como si fuera una saeta; también las

garras son dentadas, y sobre ellas se ha dicho tanto y han sido consideradas como el resultado puro de la adaptación. Un día, mientras miraba varias Garzas, pude observar una curiosa circunstancia. Las aves en pobres condiciones están muy infectadas con parásitos. Si esta plaga es la causa o el efecto de la mala condición en que se hallan, no lo sé, pero éste es el hecho. Ahora en esta región (la República Argentina) las Garzas son por lo general muy enfermizas, constituyendo una excepción la que se encuentra en buenas condiciones. La mayoría de los individuos están muy agotados e infectados con gusanos intestinales. Yo aún no he encontrado nunca uno atacado por piojos, aunque la Garza parecería un sujeto conveniente para ellos, y en el curso de mis paseos, he alzado muchos ejemplares, en apariencia, muriendo de inanición. No deseo insinuar la creencia de que esta inmunidad contra los parásitos se deba a las garras pectinadas, pues aunque el ave se rasca y limpia con ellas, no podría limpiar todo el plumaje con estos órganos, los que están mal adaptados para tal propósito como para el de darle un dominio más firme sobre su resbaladiza presa. La Espátula tiene también la endentadura y, al revés que la Garza, es un ave vigorosa y por lo general gorda, aunque muy atacada por parásitos. Yo he encontrado aves demasiado débiles para volar y, literalmente, hirviendo en parásitos. Sólo deseo llamar la atención de los ornitólogos sobre el hecho de que, en la región en que observé Garzas, están exentas, en un grado remarcable, de parásitos externos. Mucho se ha dicho sobre ciertos parches de un plumón denso, pegajoso y amarillento bajo el plumaje libre de las Garzas. Estos curiosos apéndices pueden ser tan inútiles para el ave, como lo es el penacho de pelos que el Gallipavo tiene en el pecho; pero hay más probabilidades en el otro sentido, y aun puede descubrirse que son muy necesarios para su bienestar. Tal vez estas plumas pegajosas contienen una secreción fatal para los parásitos que afligen tanto a las aves de hábitos sedentarios y de los cuales las Garzas, parecen verse libres en forma extraña. Ellas pueden aún ser el asiento de esa misteriosa luz fosforescente la cual alguien ha afirmado, emana del pecho de la Garza cuando ésta pesca en la oscuridad, y que sirve para atraer al pez o volverlo visible para el ave. Creo que los naturalistas han descartado el hecho de esta luz como

una mera fábula sin ningún fundamento; pero hechos reales relativos a hábitos de animales, han sido, con frecuencia, tratados así. Las interesantes observaciones de Barlett sobre los Flamencos en los Society's Gardens, muestran que la antigua historia del Pelicano alimentando a sus pichones con su propia sangre es, tal vez, sólo un relato, ligeramente embellecido, de una costumbre común del Flamenco. No he visto, de cerca, Garzas pescando durante la noche, pero hay un hecho que me inclina a creer probable el que alguna especie pueda poseer el poder de emitir luz. Estoy convencido que la Ardea cocoi ve tan bien de día como otras especies diurnas. Los arroyos de los llanos son tan cenagosos que un pez que se halle sesenta centímetros bajo la superficie, es invisible para el ojo humano. Aun en estas aguas barrosas las Garzas pescan de día y de noche. Si el ojo está adaptado para ver bien con el claro sol brillante, ¿cómo puede ver durante la noche y en circunstancias tan desfavorables sin alguna ayuda extraña, para la visión, como la atribuida luminosidad? Entre todas las aves, las Garzas tienen el vuelo más lento; pero aunque incapaces de progresar con rapidez cuando vuelan horizontalmente, al ser perseguidos por un Halcón, realizan, con gracia y facilidad maravillosa, una proeza aérea inigualada por cualquier otra ave, como es la de elevarse en línea vertical hasta una altura sorprendente en el aire. El veloz vuelo vertical con el cual el perseguido asciende hasta convertirse en un mero manchón en el zenit azul, el apurado vuelo en zigzag del perseguidor, elevándose cada minuto sobre su presa, sólo para ser dejado de nuevo atrás con un único movimiento de las alas de la Garza, constituye un espectáculo de tal gracia, belleza y poder, que llena la mente del que lo contempla con encanto y asombro. Cuando el enemigo se acerca demasiado, la Garza, instintivamente, se pone con el vientre para arriba para repeler el asalto con sus largas garras ganchudas y cortantes. Las especies rapaces poseen un hábito semejante y la análoga relación de costumbres y estructura en géneros tan separados, es muy curiosa. El Halcón usa siempre sus garras para golpear, lacerar y asir a sus presas; la Garza, para fijarse con firmeza en su percha, pero como armas de defensa están por igual bien adaptadas y son empleadas precisamente de la misma manera. La Garza con sus patas y cuello largos, su flaco cuerpo deslastrado, alas largas y superabundancia de plumaje, es el ave menos indicada para posarse alto, aunque

la estructura de las patas le permiten muy bien hacer eso sin ningún peligro. Por ello la Garza es capaz de posarse en un junco liso y pulido, o en la cima de un árbol y aun dormitar a salvo con un viento que, si estuvieran sus patas conformadas como las de otras zancudas, la llevaría como un paquete de plumas. Otra característica de las Garzas es que, cuando vuelan, llevan el cuello plegado en forma de S. En otros momentos también lleva el cuello de esta manera y es, en realidad, el aspecto que en todas las especies de cuello largo asume este órgano cuando el ave reposa o está vigilando algo que se halla debajo de ella; y la vida de la Garza es una perpetua vigilancia. A propósito de este modo de llevar el cuello, ¿no es ella la causa de la extremada cautela observable en las Garzas? Yo creo que las Garzas son, en todas partes, de un carácter tímido. Entre nosotros, son las más salvajes de las aves acuáticas, aunque no hay razón de que sean así desde el momento que no se las persigue nunca. Las aves, siempre vuelan del peligro de mala gana, y todas las especies que poseen la ventaja de un cuello largo, como el Cisne, Flamenco, Cigüeña, Espátula, etcétera, prefieren continuar con él extendido lo más posible, observando un intruso durante una hora, antes que volar y alejarse. Pero en las Garzas, es sólo con un gran esfuerzo que el cuello puede ser enderezado en su totalidad. Aun cuando, cortado el cuello de un animal muerto, se lo endereza con energía, si luego se lo suelta, vuelve de nuevo, como una pieza de goma, a su posición original. Por esto, el esfuerzo de extender el cuello que es siempre la primera expresión de alarma y curiosidad, debe ser doloroso, y el mantenerlo en esa posición, durante cualquier periodo de tiempo, debe resultarle tan penoso como le resulta al hombre mantener el brazo estirado verticalmente. De aquí que la Garza vuele apenas ve un intruso, mientras que los perseguidos Patos, Cisnes u otras aves continúan inmóviles observando con el cuello extendido y participando por cierto en la alarma, pero sin soportar ningún dolor físico. Sin duda, en muchos casos, los hábitos actúan y modifican la estructura de las partes. En estas circunstancias la estructura modificada, en apariencia, ha actuado a su vez sobre los hábitos y los ha modificado. En la búsqueda y obtención del alimento, el cuerpo se ve obligado a realizar ciertos movimientos definidos y a asumir repetidamente, las mismas actitudes. Este es, con mayor frecuencia, el caso de aves de hábitos acuáticos. La facilidad para adoptar, en todo momento y caer, sin quererlo, en estas actitudes y gestos peculiares,

parece ser hereditaria. Las especies en las que son más notables, parecen incapaces de despojarse de estas costumbres aunque se hallen en situaciones en que son inútiles o aun perjudiciales. Los Chorlitos picotean y exploran con rapidez el barro a medida que avanzan; las Avefrías picotean y corren, picotean y corren de nuevo. Ahora, yo he notado muchas veces que estas aves no pueden, posiblemente, dejar de lado el hábito de picotear a medida que avanzan, pues aun cuando están heridas y huyendo de su perseguidor, y se dirigen a un terreno estéril y seco, avanzan como si fueran comiendo, deteniéndose un instante, más o menos a cada metro, para picotear en el suelo y luego escapar de nuevo. La Becasina paraguaya, y es probable que también otras verdaderas Becasinas, posee el hábito singular de golpear el suelo con el pico en el momento de alzar el vuelo. En este instante no tiene el movimiento explorador usado para asistirlo al elevarse y que se realiza instintivamente cuando el ave se mueve. Los Colimbos, en la tierra, caminan derechos como los Pingüinos y tienen un andar lento y desmañado y siempre que desean acelerar el paso, se caen hacia adelante, sobre el pecho, y patalean como si nadaran. El Cuervo de cañada se alimenta en las aguas poco profundas, introduciendo su gran pico en forma de hoz en las malezas, al final de cada paso. Cuando camina en la tierra, conserva estos movimientos y parece incapaz de avanzar sin introducir, a cada zancada, su pico en el suelo en un agua imaginaria. La Espátula se sumerje hasta las rodillas y avanza con el pico siempre sumergido, balanceándose de lado a lado de modo que, a cada movimiento lateral del cuerpo, el pico describe un gran semicírculo en el agua. Una bandada de estas aves alimentándose, hace recordar una línea de segadores segando césped. En terreno seco, la Espátula parece incapaz de avanzar directamente como otras aves, sino que se agacha, manteniendo el cuerpo en posición horizontal, y girando de lado a lado, recorre el aire con su pico como si todavía se estuviera alimentando en el agua. En los hechos anteriores (y yo podría citar muchísimos otros), en los que ciertos gestos y movimientos acompañan un meneo progresivo, es difícil ver cómo la estructura puede ser, en cualquier momento, modificada por ellos; pero la actitud rapaz de la Garza, su inmovilidad mientras espera, siempre lista para golpear, le han dado sin duda al cuello, su forma peculiar. Dos rasgos interesantes de la Garza (que tienen una necesaria conexión) son: su

vigilancia incansable y su insaciable voracidad. No obstante, estas características no han sido exageradas, yo creo, ni aun por los ornitólogos más sensacionalistas. En aves de otro género, la plenitud es seguida, en forma invariable, por un período de indiferente inactividad durante el cual no se toma ni se requiere ningún alimento. Pero la Garza digiere su alimento con tanta rapidez, que por mucho que trague está siempre dispuesta a comer de nuevo. Sin embargo, no se beneficia mucho con lo que ingiere y parece hallarse en el mismo estado de medio muerta de hambre ya sea cuando el alimento es abundante como en épocas de escasez. Un viejo naturalista ha sugerido, como una razón para esto, que la Garza, por la forma peculiar de tomar su presa, necesita tiempo claro para pescar y que durante períodos de mal tiempo, cuando se ve obligada a sufrir inactiva los tormentos del hambre, adquiere una magra apariencia de tísica, que épocas siguientes de abundancia no pueden borrar. Una hermosa teoría, pero no es creíble, pues en esta región los períodos de mal tiempo son breves e infrecuentes. Más aún, todas las otras especies que se alimentan en la misma mesa con la Garza, desde el pequeño y veloz Martín pescador hasta el descollante Flamenco, se ponen excesivamente gordos en ciertas épocas y están, en todo momento, tan saludables y vigorosos que, comparada con ellos, la Garza es el mero espectro de un ave. La causa de su anómala condición, debe buscarse en circunstancias comunes, como son el organismo de la propia ave. No parece poseer el poder de elaborar grasa, pues en ninguna estación se halla gordura en su carne seca y flaca. En consecuencia no hay reservas para un día de lluvia, y la miseria del ave (si es que se la puede llamar miserable) consiste en su perpetua e insaciable búsqueda de alimentos.

GARZA BLANCA GRANDE Y GARCITA BLANCA Ardea egretta; Ardea candidissima En ambas especies todo el plumaje es de un blanco nieve. Largo de la Garza blanca grande, 87,5 centímetros; de la Garcita blanca, 60 centímetros. Estas dos especies se encuentran en Sud, Centro y Norte América, pero la más grande tiene un habitat mayor, encontrándosela desde Nueva Escocia hasta Patagonia. La Garcita blanca abunda más en las regiones cálidas, es bastante común en las pampas y rara en Patagonia. Es más graciosa y sociable en sus costumbres que la

Garza blanca grande. Con frecuencia se la ve en bandadas y asociada con Ibis, Espátulas y otras aves acuáticas. En las pampas, debido a la ausencia de bosques, sus hábitos nidíferos, como los de la Garza mora y otras Garzas, han sido modificados, pues allí anida entre los juncos y totoras. De un informe de Ernesto Gibson tomo el siguiente relato acerca de una colonia de Garzas en la pampa. El fue tan afortunado como para encontrar ambas especies anidando juntas en numero considerable. "En noviembre de 1873, encontré una gran colonia de Ardea egretta, A. candidissima y Nycticorax obscurus, en el corazón de un pantano solitario. Los juncos eran espesos, pero habían sido volteados por las aves en una zona de unos cincuenta metros de diámetro. Juzgo que habría de trescientos a cuatrocientos nidos, de los cuales tres cuartos eran de A. egretia y los restantes, con excepción de dos o tres docenas de N. obscurus, pertenecían a A. candidissima. Los de la especie primero mencionada eran ligeras plataformas ubicadas en la cima de los juncos rotos, a una altura de sesenta a noventa centímetros sobre el agua y separados sólo un metro. "Los nidos de A. candidissima estaban construidos a una altura de unos treinta a cincuenta centímetros sobre el agua, y tenían un agujero en el tope para los huevos. Estaban puestos juntos en forma compacta y se hallaban hechos con ramitas secas de una planta acuática. Muchos estaban distribuidos entre los de A. egretta, pero la mayoría se encontraba muy cerca uno del otro, a un costado de la colonia, en donde las cañas eran más altas y estaban menos rotas. "Los nidos de N. obscurus se asemejaban más a estos últimos en construcción y material, pero muy pocos se hallaban ubicados entre los de las otras especies, encontrándose retirados hacia el lado opuesto de los de A. candidissima, sobre las orillas de algunos canales de agua clara. Estaban ubicados entre las altas cañas y separados unos pocos metros entre sí. "Las Garzas más grandes permanecieron paradas en sus nidos hasta que estuve a unos veinte metros de ellas, se posaron de nuevo una vez que había pasado. En esta posición parecen más grandes que cuando vuelan. Las Garzas más pequeñas volaron primero sobre las cañas, y enseguida, iniciaron el vuelo sin retornar. El N. obseurus, mientras tanto, se alzó y voló emitiendo un profundo 'scuoc, scuoc', mucho antes que me acercara a su nido. "A un lado de la colonia, un nido de Ciconia maguari, con dos pichones

crecidos, parecía la casa reinante del lugar. "Era, por cierto, uno de los espectáculos ornitológicos más hermosos que yo haya visto; todo a mi alrededor una mescolanza de oscuros juncos verdes elevándose sobre mi cabeza mientras yo iba a caballo; la nube de graciosas aves blancas como la nieve posadas por todas partes o reflejadas en el agua mientras revoloteaban arriba de mí; y los cientos de huevos azules expuestos a la brillante luz solar. "A. egretta y A. candidissima ponen cuatro huevos cada una, aunque rara vez sacan más de tres pichones. N. obscurus pone tres huevos y saca tres pichones. Los huevos de las tres especies son todos del mismo tono azul claro."

CHIFLON Ardea sibilatrix Arriba gris; casquete, cresta y alas negro grisáceo; parche bermejo atrás del ojo; cobijas superiores de las alas, bermejo; abajo blanco con tinte amarillento en el pecho; pico rojizo; largo 55 centímetros. Hembra similar. Esta es una hermosa ave, con el plumaje tan suave al tacto como el plumón. Sus colores son azul grisáceo claro y amarillo pálido, siendo casi blanca la parte que se halla en la superficie inferior. En algunos ejemplares que obtuve, la rabadilla y cobijas de la cola tenían un puro matiz amarillo verdoso claro. Tiene una marca castaña en el costado de la cabeza; el ojo es blanco y las patas, mientras vive, verde oscuro. Azara llamó a esta Garza, Flauta del sol, una traducción del nombre indio Curahí remimbi, derivado de la creencia popular que su silbido, que tiene un sonido melodioso y melancólico, profetiza cambios de tiempo. Hacia el Sud, llega hasta Buenos Aires, pero alil es un visitante estival muy escaso. Habiéndolo observado poco por mí mismo, sólo puedo repetir las palabras de Azara relativas a esta ave. Dice que es común en Paraguay; anda en parejas o familias; se posa en los árboles y, cuando vuela, bate las alas con más rapidez que otras Garzas. Hace su nido en un árbol y pone dos huevos azul claro. El Chiflón es la especie que vi menos, de las siete que conocí en el Plata. No encontré nada sobre sus costumbres, y por eso debería omitir toda mención sobre ella pues tal es la regla de este libro, si su extraña belleza no hubiera encantado y hecho una impresión duradera en mi mente. Los ejemplares disecados, sobre los que se ha hecho la descripción, no muestran los colores del ave viva

(el suave gris claro y el amarillo verdoso), colores delicados que rara vez se ven en un ave de este tamaño. En los ejemplares de museo, el amarillo verdoso claro se transforma en blanco con un tinte amarillento sucio.

GARCITA AZULADA Butorides cyanurus Arriba azul grisáceo; abajo color ceniza; cresta negra con lustre verdoso; manchas ferruginosas en el cuello; largo 35 centímetros. La Garcita azulada, aunque con una distribución muy amplia, no es un ave común en ninguna parte. Siempre la he visto sola, pues ama una vida de ermitaño. Prefiere, como sitio de alimento, un paraje en la orilla de un arroyo pantanoso encerrado y sombreado por todos lados, por árboles y altos juncos. Allí el ave permanece silenciosa y solitaria, posada sobre una raíz saliente o una rama muerta, o se para inmóvil, hundida hasta las rodillas en el agua, atenta a los pececillos de los que se alimenta. Durante meses enteros se la encontrará, cada día, en el mismo sitio. Cuando alguien se introduce en sus dominios, yergue las plumas de la cabeza y cuello, observando sumamente alarmada o enojada y remonta el vuelo, emitiendo un grito poderoso, áspero y rechinante.

GARCITA Ardetta inuolucris Arriba amarillo rojizo brillante con una faja negra en la nuca; frente, faja en la parte posterior del cuello, curvatura de las alas y secundarias externas, marrón rojizo; espalda con franjas negras; plumas de las alas gris ceniza con extremos rojos; abajo blanco amarillento con bandas marrones; pico amarillo, patas verdes; largo 32,5, alas 12,5 centímetros. La Garcita, que habita Paraguay y Argentina, es el miembro más pequeño de la familia a la cual pertenece, no siendo su cuerpo mayor que el de la Agachadiza común; pero su estructura es como la de otras Garzas, excepto sus patas que son apenas más cortas en proporción con su tamaño, y sus alas, mucho más cortas que las de otras especies. El plumaje de abajo es amarillo oscuro, mientras que todas las otras partes están salpicadas con manchas leonadas y distintos tonos de marrón y amarillo. El cuerpo es sumamente delgado, y la porción inferior del cuello está cubierta de espeso plumaje dándole, esta parte, una engañosa apariencia de solidez. La facultad de posarse, poseída por todas las Garzas, es probable que alcance su mayor grado de perfección en esta especie y está

combinada con la locomoción de una manera única y maravillosa. Habita lechos de juncos que crecen en aguas bastante profundas; rara vez, y es posible en forma sólo accidental, visita las costas, y sólo cuando se la echa se eleva sobre los juncos; pues su vuelo, al contrarío del de sus congéneres, es extremadamente débil. Los juncos, entre los cuales vive, crecen lisos como pulidas boquillas de pipa, en posición vertical desde el agua demasiado profunda para que el ave la vadee. Sin embargo, va hasta la cima y desciende hasta la superficie, moviéndose con libertad y prisa, o corre en línea recta entre ellos con tanta rapidez como un Avefría lo hace en un suelo liso y desnudo. Aunque yo mismo he sido testigo de esta hazaña, apenas hubiera sido capaz de creerla, pues ¿cómo se las arregla para agarrar los pulidos tallos verticales con la rapidez y firmeza suficientes como para adelantar con tanta velocidad, sin caer jamás entre ellos? La Garcita es un ave solitaria y silenciosa que se encuentra en todas partes en los pantanos a lo largo del Plata, así también como en los lechos de juncos y totoras diseminados en las pampas. Se reproduce entre los juncos y pone de tres a cinco huevos esféricos, de un vivo color verde, hermosos más allá de toda comparación. El nido es como una plataforma, ligerísima construcción que se halla a alrededor de treinta centímetros sobre el agua, y tan pequeña que apenas hay espacio suficiente en él para los huevos, que son grandes en relación al tamaño del ave. Cuando uno las mira, cubren y esconden el ligero nido y como los huevos son verdes como los juncos que los rodean, no es fácil descubrirlos. Cuando se las espanta, vuelan a ochenta o cien metros de distancia y se posan de nuevo entre los juncos. Es difícil espantarías por segunda vez y por tercera, imposible. Una circunstancia curiosa es que nunca se la puede encontrar en el sitio en el que al final se establece. Como nunca pude obtener ejemplares cuando yo los quería, una vez decidí emplear gauchitos que tenían perros entrenados para cazar pequeños patos, para que intentaran cazar esta Garcita. Obtuvieron varios ejemplares y me dijeron que sin la ayuda de sus perros no hubieran podido nunca encontrar ninguna, a pesar de que siempre marcaban el sitio exacto en que descendían. Esto es atribuido a su delgada figura y al color de su plumaje, tan semejante al amarillo con manchas marrones de los juncos muertos, que siempre se hallan entre los verdes. Pero yo ignoré por muchos años que el ave posee un maravilloso instinto que hace su conformación peculiar y su color imitativo,

mucho más ventajosos de lo que podrían ser por si mismos. Un día de noviembre, mientras cazaba, ví una Garcita escabulléndose con rapidez entre un lecho de juncos, a treinta o cuarenta metros de mí. Estaba, más o menos, a treinta centímetros del suelo e iba con tanta velocidad que parecía deslizarse a través de los juncos sin tocarlos. Hice fuego, pero después comprendí que, en el apuro, había errado el tiro. El ave, sin embargo, desapareció con el estampido y pensando que la había matado me dirigí en su busca. El lugar en donde la había visto, era un lecho de juncos pequeño y aislado. Había barro debajo y, además, a alguna distancia alrededor, estaba desnudo; de modo que hubiera sido imposible para el ave escapar sin ser vista. Sin embargo no la encontré ni viva ni muerta. Después de buscar y rebuscar en vano entre los juncos durante un cuarto de hora, abandoné la búsqueda con gran disgusto y perplejidad. Tras cargar de nuevo mi arma, estaba dándome vuelta, ¡cuando hete aquí que a no más de veinte centímetros y en un mismo plano con mis rodillas, se hallaba mi Garza parada sobre un junco! Estaba con el cuerpo derecho y la punta de la cola tocando el junco que agarraba con las patas. Mantenía duro, derecho y vertical el cuello largo, delgado y afilado. La cabeza y el pico, en lugar de estar oblicuos, también apuntaban hacia arriba. No había, desde sus pies hasta la punta de su pico, ninguna curva o irregularidad perceptibles, siendo el todo la imagen (réplica exacta) de un junco recto y afinado: el plumaje suelto arreglado para llenar irregularidades; las alas apretadas en los huecos de los costados, hacían imposible ver dónde terminaba el cuerpo y comenzaba el cuello, o distinguir la cabeza del cuello o el pico de la cabeza. Esta era, por cierto, una vista del frente. La superficie inferior del ave estaba expuesta, toda de un uniforme amarillo oscuro, como el de un junco marchito. Miré al ave con asombro durante un tiempo, pero no hizo ni el menor movimiento. Pensé que estaba herida o paralizada por el temor, y poniendo mi mano sobre el extremo del pico, forcé su cabeza hacia abajo hasta que tocó la espalda. Cuando retiré mí mano la cabeza volvió como un resorte de acero, a su primera posición. Repetí la experiencia varías veces, siempre con el mismo resultado; los mismos ojos del ave permanecían rígidos y sin pestañear como los de una criatura en un ataque de histerismo. No es de extrañar el que sea muy difícil, casi imposible, el descubrirla en esta actitud. Pero, ¿cómo pudo suceder que no viera la franjeada

espalda y los costados ampliamente coloreados de oscuro, mientras caminaba alrededor del ave entre los juncos? Me hice esta pregunta y caminé a su alrededor para mirarla de costado cuando, mirabile dictu, ¡no pude ver más que el frente del ave, parecido a un junco! Sus movimientos sobre la percha, al girar con lentitud o rapidez manteniendo lo que seria el canto de su cuerpo parecido a una hoja delante mío, correspondían a mis movimientos con tanta exactitud que yo casi dudé de que me hubiera movido. No bien acababa de ver el final de este maravilloso instinto de preservación (este último acto lo había completado), que un alto grado de deleite y admiración me poseyó de un modo como nunca había experimentado en mis búsquedas, a pesar de lo mucho que he estado en contacto con animales salvajes en los desiertos, y de los muchos y perfectos ejemplos de adaptación que he observado. No acababa yo de admirarla y pensé que nunca se me había presentado nada tan hermoso. Aun el sublime instinto de buscar una nube de la Garza blanca grande y de las típicas Garzas parece menos admirable que éste. Por algún tiempo continué experimentando, presionando hacia abajo la cabeza del ave y tratando de doblarla, por la fuerza, en alguna otra posición. Pero la extraña rigidez permaneció sin relajarse, la fija actitud no cambió. También observé, mientras caminaba a su alrededor, que tan pronto yo llegaba al lado opuesto y ella no podía torcerse más sobre su percha, giraba en el otro sentido con gran rapidez, presentando, al instante, el mismo frente que antes. Al fin la arranqué con fuerza del junco y la posé en mi mano, después de lo cual voló a unos cincuenta o sesenta metros de distancia y descendió en el pasto seco. Aquí puso de nuevo en práctica el mismo instinto con tanta habilidad que busqué diez o doce minutos antes de volverla a encontrar. Me asombró que una criatura tan débil y frágil en apariencia, tuviera fuerza y resistencia suficientes para mantener su cuerpo rígido y en una misma actitud durante tanto tiempo. Recientes, o en todo caso últimas observaciones, parecen mostrar que algunas especies de Garzas poseen un instinto semejante al del ave descripta: la facultad de borrarse cuando están en presencia de un enemigo. Sin duda cualquier Garza, siendo su color como es, se haría invisible entre vegetación en parte podrida y muerta, extendiendo y endureciendo su cuerpo y manteniendo su pecho hacia el intruso. El hecho peculiar, en el caso de la Garcita es que toda la

acción del ave parece estar ajustada e ideada expresamente para hacerla parecer un aguzado junco amarillo ya muerto. Pero, ¿qué se puede decir de tal instinto, si es que podemos llamarlo así? Es, en su esencia, una debilidad en esta criatura, similar a la de muchos mamíferos, aves, peces, batracios, reptiles e insectos, que se paralizan por el terror o quedan casi hipnotizados en presencia del enemigo. Una extraña falla en el animal desde que anula todo el admirable instinto de preservación de que ha sido dotado, y hace de él sin esfuerzo, una presa para sus enemigos, aun para aquellos de una disposición lenta y perezosa. En este caso particular, la debilidad o falta de naturaleza, ha sido aprovechada por ese principio que llamamos selección natural y ha resultado una protección más eficaz que si el ave, podríamos decir, no hubiera sido capaz de enloquecer. En otras palabras, la exposición de una criatura en estado hipnótico o cataléptico, es su mejor protección en ciertas ocasiones. Sin embargo, este no es el único caso en que una debilidad, en apariencia fatal, ha sido empleada con provecho, como vemos en el desmayo o "simulación de muerte de muchos seres, cuando se acerca o están en presencia de un enemigo. Yo lo he observado en el Zorro y la Zarigüeya de las pampas, en el Tinamú, la Perdiz de Sud América, en nuestra Grulla de los cereales y otras zancudas. A menudo he capturado avecitas asustándolas. Por una casualidad descubrí que mi pequeña Ardea estaba también sujeta a esa debilidad. Un gauchito de mi amistad, sabiendo que yo estaba interesado en esta ave, me trajo un día un ejemplar muerto. Dijo que había salido de un lecho de juncos y como volara sobre tierra firme, salió en su persecución. Pronto descendió y la capturó, pero a pesar de no estar herida, murió enseguida en sus manos. Como ya era muy tarde para que yo pudiera ocuparme de ella, la puse en una jaula que había usado para guardar un Cardenal, la que colgué debajo de la galería para que estuviera a salvo de los gatos. A la mañana siguiente, para gran asombro mío, se había ido. Una gran ave muerta, en una jaula cerrada, colgada alto y fuera del camino para mayor seguridad, y ¡ahora no estaba allí! ¿Cómo explicar tal cosa? No había explicación posible. Durante días estuve muy preocupado pensando en ello. Al fin, la luz se hizo en mi cansado cerebro. Mi ave muerta había estado viva durante todo el tiempo, la vida volvió a ella y, comprimiendo su delgado cuerpo entre los barrotes, escapó. Sin embargo, ¡los

barrotes estaban 10 suficientemente juntos como para guardar un Cardenal prisionero!

GARZA BRUJA Nycticoraz obscurus Arriba ceniciento; frente blanca; cabeza, cuello y escapulares negro verdusco; plumas largas de la cresta, blancas; abajo pálido; largo 65, ala 30 centímetros. En la República Argentina, esta Garza nocturna vive en comunidades. Pasa las horas del día posada inactiva en grandes árboles o en los juncos de los pantanos, y cuando se, la perturba se eleva con pesados aleteos y un fuerte grito: "cua-cuá". A la puesta del sol abandonan su retiro para remontar un arroyo o buscar algún distante sitio donde alimentarse y viajan con un lento vuelo, ave tras ave, emitiendo a largos intervalos su grito nocturno de gran alcance, ronco y parecido a un ladrido. En los lugares en los que vive la bandada (entre juncos o en sitios en que no hay árboles) las aves, volteando los juncos, construyen falsos nidos o plataformas para posarse. Estas plataformas están muy juntas, por lo general en los sinos en donde los juncos son más espesos, y sirven a las aves para todo el invierno. Los hábitos nidíferos de la Garza Bruja fueron descriptos en el relato acerca de una colonia de Garzas blancas.

CIGÜEÑA COMUN Euxenura maguari Plumaje blanco; alas y cobijas superiores de la cola negras; preorbitales desnudas y patas, rojas; pico color cuerno; largo un metro, ala 50 centímetros. La Cigüeña común es un ave muy conocida en las pampas. Se reproduce en los pantanos y vadea el agua poco profunda en busca de alimento; pero no es de hábitos tan acuáticos como el Jabirú, y una vez que pasó la época de reproducción se la ve por todas partes en los llanos secos. Aquí caza ratones, víboras y sapos, pero también visita con frecuencia los campos cultivados en busca de alimento. Cuando los ratones y las ranas son excepcionalmente abundantes en las pampas, las Cigüeñas aparecen a menudo en gran número y, en tales épocas las he visto, al atardecer, congregarse de a centenares cerca del agua. Durante el día se las ve acechando solas, atentas a su presa, con zancadas majestuosas semejantes a las de la Grulla. Para elevarse dan tres saltos altos

antes de confiarse al aire, y como todas las aves voladoras pesadas, hacen un fuerte ruido con sus alas. Nunca se las ve descender sobre los árboles como el Jabirú. Son por completo mudas, a no ser que se pueda llamar lenguaje el repiqueteo que hacen con el pico cuando están enojadas. La época de poner huevos es, aproximadamente, a mediados de agosto. El nido es construido entre los juncos, elevándose a unos sesenta centímetros sobre la superficie del agua. Los huevos son bastante largos, en número de tres o cuatro y de un blanco tiza. Gibson, de Buenos Aires, suministra el vívido relato siguiente de una joven Cigüeña: "Una, que yo tomé el 5 de octubre, era más o menos del tamaño de un ave doméstica en plumón, y a excepción de la cola blanca, era por completo negra. Se domesticó muy pronto y acostumbraba vagar por la propiedad en busca de alimento u observando cualquier trabajo que se hacía. Las ratas eran tragadas enteras y el modo en que engullía medio o un kilogramo de carne cruda, hubiera horrorizado a una ama de casa inglesa. Tomaba las serpientes por la nuca y las pasaba transversalmente a través del pico, por medio de una sucesión de picotazos rápidos y vigorosos, repitiendo la operación dos o tres veces antes de quedar satisfecha de que la vida se había extinguido por completo. Acostumbraba hacer a menudo lo mismo con palos secos (supongo que era para no olvidar el método). En una ocasión se tragó un pedazo de cuero duro, de treinta centímetros de largo y en consecuencia no pudo doblar el cuello hasta veinticuatro horas después, cuando el cuero se ablandó. También corrió la historia que "Byles, el abogado" (como se la llamaba), confundió la cola de uno de los corderos mimados en la casa con una serpiente. Al instante la tuvo en el buche, pero fue puesta en evidencia por el cuerpo del cordero. Byles inspiraba un gran respeto a todos los perros y gatos, pero por lo general era muy pacífica. Sin embargo, uno de nuestros hombres le había hecho una jugarreta y el resultado fue que Byles iba por él cada vez que la ocasión lo permitía, cubriendo el suelo con sus largas patas como si fuera un avestruz, mientras producía un bochinche demoníaco con su pico. Era divertido ver a su víctima escabulléndose o a veces desesperado, volviéndose contra ella con un palo; pero Byles evadía los golpes saltando a dos metros y medio en el aire, descendiendo del otro lado de su enemigo y repitiendo allí su danza guerrera mientras siempre amenazaba (aunque sus amenazas nunca se cumplieron), con dejar marcas personales y agudas con su formidable pico.

"Poco después de su captura comenzaron a aparecer las plumas. Lo que sigue es una descripción del ave alrededor de los dos meses de edad: plumas de la cola blancas; plumaje remanente de un satinado verde negruzco; pico negro; patas y pies grises. Manchas y parches blancos comenzaron a aparecer en la cabeza, espalda y alas; se fueron extendiendo gradualmente hasta que, a fines de mayo, el ave había adquirido todo el plumaje de los adultos. Luego mi interés por Byles cesó y más tarde ella se descarrió, yéndose a sus pantanos nativos."

CIGÜEÑA DE CABEZA PELADA Tantalus loculator Blanco; cobijas grandes de las alas y plumaje de las alas y cola negras con reflejos bronceados; cabeza y parte superior del cuello desnudas y morenas; coronilla cubierta con una parte callosa; costados de la cabeza purpurinos; patas pizarrosas; largo 1,10 metro, ala 43,5 centímetros. Hembra similar. Mucha gente, en la región del Plata, está familiarizada con esta ave de los pantanos, con su elevada figura parecida a la de la Cigüeña y su plumaje blanco que la convierte en un objeto muy visible. En las pampas es común en verano y Otoño. Va en bandadas de doce a veinte individuos. Se los ve, por lo general, parados inmóviles, en grupos o diseminados en actitudes abatidas y en apariencia dormitando todo el tiempo. En el aire parecen estar en mejores condiciones, poseyendo un vuelo calmo y majestuoso. En los días tranquilos y calurosos se los advierte a menudo volando en círculos, muy alto en el cielo. Nunca he oído que esta ave anide en las pampas y estoy inclinado a pensar que sólo se reproduce en regiones boscosas, visitando los pantanos, en los distritos desarbolados, después que los jóvenes han volado. Sus hábitos en Norte América, en donde se lo llama "WoodIbis", son bastante bien conocidos, y en los trabajos ornitológicos de ese país es descripto como "un ermitaño parado indiferente y solo en la más alta rama de algún albo ciprés seco, el cuello plegado sobre los hombros y su enorme pico descansando, como una guadaña, sobre el pecho". Allí anida en árboles altos, a veces en compañía de Garzas. Pone tres huevos blancos. Hay tres especies de Cigüeñas en Argentina. Las dos descriptas y el famoso Jabirú, Mycteria americana

Esta es un ave majestuosa, la más grande de las Cigüeñas americanas. Mide un metro y medio de alto y las alas tienen una envergadura de casi dos metros y medio. Todo el plumaje es de un blanco puro; la cabeza y quince centímetros del cuello están cubiertas con piel negra, desnuda. De la parte de atrás se extienden dos bandas escarlatas (siendo la piel lustrosa y excesivamente holgada), que corren hacia el tórax estrechándose. Se dice que cuando el ave está herida o enojada, esta holgada piel roja se infla como una vejiga y se pone de un color escarlata intenso. El nombre de Jabirú es debido, sin duda, a esta circunstancia, pues Azara (que dice que el nombre guaraní de la Cígüeña es Aiaiai) cuenta que la palabra indígena Yabirú significa "hinchada por el viento". Rara vez se lo encuentra cerca de Buenos Aires, en cambio esto sucede con más frecuencia en Misiones y en otros distritos de la frontera Norte de la república. Anida en altos árboles, como ha sido anotado por Brown y se dice que pone dos huevos "azul verdosos".

CUERVO DE CAÑADA Plegadis guarauna Cabeza, cuello y superficie superior marrón purpurinos con una banda blanca alrededor de la basa del pico; espalda con reflejos metálicos; alas y cola verde con reflejos bronceados; banda a través de las cobijas de las alas, marrón; largo 55, ala 22,5 centímetros. Esta forma del bien conocido "Glossy Ibis" (Ibis lustroso) europeo, es una de nuestras aves acuáticas más abundantes en las pampas. En primavera aparece en bandadas, pero como sus movimientos son algo irregulares y muchos individuos permanecen con nosotros durante el invierno, es probable que sus migraciones no se extiendan muy lejos. En verano se los encuentra al lado de cada pantano y curso de agua, vadeando con bríos en el agua poco profunda y sumergiendo sus picos largos y curvos a cada paso. Cuando elevan el vuelo emiten invariablemente, un fuerte "ja ja ja", que semeja una franca risa humana, pero con un sonido algo nasal. A menudo abandonan los sitios pantanosos y se los ve diseminados en las llanuras herbosas, alimentándose como aves terrestres. En las pampas se congregan con frecuencia sobre el cadáver de un caballo o vaca, para aumentarse de las larvas de las moscas, en compañía del Milvago y la Gaviota de capucho negro.

Su vuelo es singularmente gracioso. Durante las migraciones se ven las bandadas seguirse una a otra en rápida sucesión, estando compuesta, cada una de ellas, de cincuenta a cien individuos y a veces, de un número mayor. Es muy interesante observarlos en esos momentos, elevándose en él aire a gran altura, exhibiendo el matiz castaño oscuro de sus pechos, descendiendo luego con una graciosa curva hacia la tierra, como si quisieran mostrar el oscuro verde metálico con reflejos púrpura del plumaje de la parte superior. La bandada, mientras tanto, cambia sin cesar de forma o disposición, como si obedeciera las señales de un líder. En un momento se extiende en larga línea recta; de pronto las aves se diseminan en desorden o se amontonan como una nube de Estorninos; en el instante siguiente se vuelven a formar para continuar su viaje en forma de falange, media luna o triángulo. El asombroso entendimiento puede sugerir al espectador que las aves hacen estas innecesarias evoluciones a fin de alcanzar una mayor eficacia en ellas por medio de la práctica o, tal vez, sólo para hacer un despliegue de sus conocimientos aéreos. El Cuervo de cañada tiene otro hábito notable cuando vuela. A veces parece como si la bandada, de pronto, fuera presa de frenesí o pánico. Cada ave se aleja salvajemente de sus compañeros y desciende con un violento vuelo en zigzag. Después de pocos instantes, el ataque de locura los abandona, se elevan otra vez, se juntan de nuevo en el aire y reanudan su viaje.

BANDURRIA DE INVIERNO Theristicus caudatus Costados de la garganta y preorbitales desnudos; piel negra; tope de la cabeza y parte más baja del cuello al frente, marrón rojizo; cuello blanco; espalda y alas gris con reflejos verdes; tarsales y barbas exteriores de las secundarias en dos tercios de su longitud blancos, las restantes verde oscuro lo mismo que las primarias; rabadilla verde claro bronceado; cola verde bronceado oscuro; partes inferiores negras; largo 82,5, ala 40,5 centímetros. Este hermoso Ibis llamado Mandurria o Curucau por Azara y "Vandurria" de invierno en lengua vernácula, es una de las visitas invernales más interesantes que llegan a las pampas de Buenos Aires provenientes de Patagonia. Se encuentra en Chile y ha llegado a ser obtenida, al Norte, hasta en Perú. Es más abundante en el lado Este del continente (durante la época fría) y alrededor de los 370 o 380 de latitud. Su casa de verano y lugar de reproducción parece hallarse en el extremo Sud del continente. Sus huevos fueron obtenidos en el estrecho de

Magallanes por Darwin y más tarde por el doctor Cunningham, quien sólo dijo de ella que es un ave tímida y cautelosa, que va en bandadas de cuatro a ocho y su grito semeja "cuá-cuá, cuá-cuá". Pero debería haber escrito "cuec-cuec", desde el momento que "cuá-cuá" engaña al dar una débil idea de la serie de notas duras y abruptas de extraordinario poder que el ave emite por lo general mientras vuela y que suenan como los golpes de un poderoso martillo sobre una plancha de metal. En las pampas, esta Bandurria aparece en mayo, frecuenta lugares secos y herbosos y vuela en bandadas de doce a cuarenta o cincuenta individuos. Caminan con rapidez, agachándose mucho y explorando el suelo con sus picos largos, delgados y curvos. Parecen alimentarse, principalmente, con las larvas de los grandes Escarabajos cornudos, de las cuales sus estómagos están, por lo general, llenos. Tan atentas están en la búsqueda de sus alimentos que los miembros de una bandada a menudo se dispersan en todas direcciones y vagan fuera de la vista una de otra. Cuando esto sucede emiten, a veces, gritos fuertes y vehementes como sí quisieran llamar a sus compañeras o informarse, entre sí, de su paradero. Con frecuencia se ve a una de ellas alzar sus alas como si fuera a volar y estirándolas verticalmente hacia arriba, permanecer en esta curiosa actitud durante qumce o veinte segundos. A la puesta del sol se elevan con mucho ruido y dirigen su vuelo al curso de agua mas cercano. A menudo en su camino hacia él, realizan una acción extraña e interesante. La bandada se precipita de pronto hacía abajo con una violencia asombrosa. Cada ave acomete este camino u Otro como sí se esforzase en sobrepasar a sus compañeras en todos los movimientos salvajes y fantásticos de los que son capaces. De este modo se elevan y descienden una y otra vez, a veces en una sola masa, dispersándose luego en todas direcciones. Siguen realizando este ejercicio por algún tiempo y mientras dura, hacen resonar el aire por kilómetros con sus chillidos fuertes y percutientes. En Patagonia observé por vez primera a esta Bandurria posada en arboles altos y, de acuerdo con Azara, posee el mismo hábito en Paraguay. Dice también que "todas las familias o parejas de una o más leguas en contorno, acuden a dormir en los mismos árboles, prefiriendo siempre los muy altos, secos y de ramas tronchadas que están en las orillas de los bosques; de manera que si hay escasez de estas circunstancias, se juntan en el propio árbol cuantas pueden acomodarse y por la mañana cada pareja va a buscar el campo de su destino".

El huevo obtenido por el doctor Cunningham en la isla Elizabeth es el descripto por el profesor Newton ("Ibis", 1870, pág. 502): "Superficie deslustrada de un verde blancuzco pálido con manchas (en su mayor parte pequeñas), de un tinte neutro y algunas pocas manchas, motas y máculas de un marrón oscuro intenso; hacia el extremo amplio algunas rayas capilares en un tono un poco más claro y con un carácter de Plataleidae o Ibis".

BANDURRIA MORA Harpiprion caerulescens Frente blanca que se junta con una barra blanca arriba y detrás del ojo; tope de la cabeza y cresta marrón oscuro con tinte verdusco; garganta y cuello cubiertos con plumas largas y estrechas marrón claro con tinte rosado en ciertas posiciones; partes superiores verde bronceado azulado; alas como la espalda, según como se miren, las plumas tienen un lustre plateado; primarias azul oscuro; cola verde oscuro; partes inferiores marrón grisáceo con reflejos rosados en ciertas posiciones; largo 82,5 ala 39 centímetros. Esta ave se extiende desde Brasil (Sud del Amazonas) hasta las pampas de Buenos Aíres. Es un ave de los pantanos, no muy abundante y sin embargo es excesivamente bien conocida por la mayor parte de los habitantes de Argentina: es que, en realidad, sería difícil no notar una especie que posee una voz tan potente y peculiar. En idioma vernáculo se llama Bandurria, con el agregado de "aplomada", "barrosa" o "de las lagunas" a fin de distinguirla de la Bandurria de invierno. También la palabra se deletrea con frecuencia "Mandurria" o "Bandurria", pero su origen no se encuentra en la palabra "bandada", como lo imagina Barrows cuando le da este nombre vernáculo al Cuervo de cañada, sino del instrumento de cuerda español llamado "vandurria". Es posible que el instrumento sea ahora anticuado; no así la palabra, que es usada a veces por los poetas en lugar de arpa o lira, para simbolizar la inspiración poética, en especial en las composiciones heroico-burlescas. Así Iriarte dice: ¡Atención! que la vandúria he templado. Si uno pudiera obtener un banjo con cuerdas de latón, tan grande que pudiera ser oído a una distancia de tres kilómetros; una docena de golpes asestados en rápida sucesión en una cuerda, produciría un sonido semejante al reclamo de esta ave, voz de los pantanos desolados que compite, en poder, con los desaforados chillidos que parecen humanos de la Ypecaha (gallineta), los largos y repetidos

gemidos del Carao o Viuda loca y el canto matutino del Chajá. A la Bandurria se la ve por lo general sola o en parejas y a veces, pero es muy raro, en pequeñas bandadas de media docena de aves. En sus hábitos es parecida al Tantalus, vadeando en las aguas poco profundas de los pantanos y devorando anguilas, ranas, peces, etcétera. Después de examinar los bien repletos estómagos de algunos pocos ejemplares, uno está fuertemente tentado de creer que el hermoso y largo pico de esta ave, ha "olvidado su astucia" como sonda. Durante el día, parada en el suelo, emite a intervalos su resonante grito metálico. Es cauta, posee un vuelo fácil y potente y es una gran vagabunda; pero no estoy en condiciones de decir sí emigra o no con regularidad. El celebrado naturalista Natterer obtuvo ejemplares de esta Bandurria en las lagunas de Caicara (provincia brasileña de Matto Grosso) en septiembre y noviembre de 1821, pero no es mencionada, por la generalidad de los escritores, entre las aves del Sudeste del Brasil.

CUERVO DE FRENTE PELADA Phimosus infuscatus Verde bronceado oscuro con lustre púrpura; parte anterior y costados de la cabeza y cuello desnudos y rojos; pico y patas rojos; largo 60, ala 29 centímetros. De esta especie, que se extiende desde Colombia hasta la República Argentina, unos pocos individuos descienden, al Sud, hasta las pampas de Buenos Aires. La falta de plumas en la parte anterior de la cabeza y cuello, sugirió a Azara el nombre de "Afeytado". Pero sobre sus costumbres no tiene nada que decir, ni tampoco menciona su voz tan peculiar o, tal vez sería más correcto decir, su carencia de voz, pues parece silencioso a menos que uno se le acerque y escuche con mucha atención. En este caso oirá pequeños sonidos semejantes a quejidos, mientras el ave se aleja volando. Resulta extraño que este miembro de una familia locuaz y de voz potente, esté reducido a hablar como si fuera un susurro. En dos o tres ocasiones yo he visto hasta doce individuos juntos. En otros momentos he visto uno o dos asociados con Cuervos de cañada. El nombre de Azara, "Afeytado", resulta bastante adecuado en español, del mismo modo que su "Degollada" no nos resulta nada chocante, para designar un tordo con garganta roja, si lo oímos en dicho idioma; pero para un nombre inglés me parece

que "Whispering Ibis" (Cuervo susurrante) por el sonido parecido a un susurro que el ave emite, es más conveniente o, por lo menos, más armonioso. Es posible que, en el continente Sudamericano, existan dos razas de este Cuervo, pues en Brasil y más al Norte se dice que tiene un fuerte grito que emite cuando alza el vuelo, como sucede con el Cuervo de cañada. Se dice que uno de sus nombres nativos en los trópicos -"Curri-curri" es una imitación de su nota acostumbrada.

ESPATULA ROSADA Ajaja rosea Cabeza desnuda; cuello, espalda y pecho blancos; cola color ante anaranjado con los cañones de las plumas rosa fuerte; resto del plumaje rosa claro; cobijas inferiores de las alas y cobijas superiores de la cola carmín intenso; cuello con un manojo de plumas entrelazadas, carmín claro; cabeza verdusca, espacio alrededor del ojo y saco de la garganta anaranjado; ojos carmesí, patas rojas; largo 75, ala 37,5 centímetros. Hembra similar, Pichones con la cabeza completamente emplumada. La Espátula rosada se halla en ambas Américas y se extiende, hacia el Sud, hasta el estrecho de Magallanes. Pero en Patagonia yo creo que es rara, pues no la encontré en el Río Negro. En las pampas es abundante y me han dicho que allí anida en los pantanos, pero nunca pude encontrar ningún nido. Por lo general se la ve en pequeñas bandadas de doce a veinte individuos, los que se alimentan todos juntos y cerca uno del otro, vadeando con el agua hasta las rodillas y moviendo de un lado a otro sus picos largos y chatos a medida que avanzan. Un inglés conocido mío mantuvo en su estancia durante siete años y como favorita, una de estas aves. Era muy dócil y pasaba el día vagando por los campos asociada con las aves de corral, pero a la hora de la comida, siempre se presentaba en el comedor, en donde ocupaba su sitio en un extremo de la mesa y, con gran destreza, tomaba con su pico cualquier bocado que se le arrojara. Más adelante, cuando escribí biografías de aves para la "Argentine Ornithology" creí que había dos especies de Espátula en Argentina, pero resulté ser el único, entre los ornitólogos, que tenía esta creencia. Sólo puedo, por tanto, repetir aquí parte de lo que escribí en ese trabajo y dejar al tiempo que decida sobre la cuestión. La creencia general es, que las aves de plumaje pálido con cabezas emplumadas y

ojos negros (la Espátula rosada tiene ojos carmesí), sin las manchas claras en las alas, el manojo de plumas en el pecho, excrecencias callosas en el pico y otras marcas, son sólo aves no maduras. Ahora para un ave con todas estas marcas características de la verdadera Platalea ajaja, que tiene cola amarilla, nosotros encontramos en las pampas, no menos de cien ejemplares del ave de plumaje pálido, sin rastros de tales marcas y con la cola rosa. No podría ser tan grande como ésta la disparidad de número entre aves adultas y no adultas. Maté un ejemplar no adulto de la verdadera Ajaja; era tan joven que parecía haber abandonado recién el nido; pero la cabeza estaba desplumada y tenía las protuberancias en la mandíbula superior, mas eran tan blandas que podían ser melladas con una uña. Azara menciona también un ave no adulta que él obtuvo pero no dice que la cabeza tuviera plumas. Aun esta evidencia negativa interesa muchísimo desde el momento que seria impropio de él el ver una Espátula con plumas en la cabeza y también distinta de la Ajaja rosea y no describirla como una especie díferente. Para concluir, debo mencionar que el ave mimada que tenía mi amigo pertenecía a la especie de plumaje pálido y nunca perdió las plumas de su cabeza ni adquirió, en siete años, ninguna de las marcas características del P. ajaja.

FLAMENCO COMUN Phoenicopterus ignipalliatus Plumaje rolo rosáceo; cobijas de las alas carmesí; plumas de las alas negras; pico rojo pálido, mitad apical negro; largo 97,5, ala 37,5 centímetros. Hembra similar pero más pequeña. El Flamenco argentino habita todo el territorio argentino hasta el Río Negro en el Sud, en donde me encontré con que es muy abundante. Los lugareños me dijeron de un sino en que anidaban -un lago salado poco profundo- el que, sin embargo había sido abandonado por las aves antes de mi visita. El nido aquí, como en otras regiones, era un pequeño pilar de barro que se elevaba de treinta a cuarenta y cinco centímetros sobre la superficie del agua, con un ligero hoyo en el tope. Las personas que los habían observado en sus nidos, me aseguraron que en el momento de la incubación siempre se echan con la parte posterior del cuerpo proyectada fuera del nido, con las largas patas colgando en el agua y no recogidas debajo del ave. En el Río Negro encontré que abundan más en invierno, lo cual me sorprendió,

pues estoy seguro de que en otoño hay un movimiento de los Flamencos hacia el Norte y a menudo los he visto, en la época de la migración, pasar por sobre mi cabeza en dirección al Norte. En esta estación, también he encontrado pichones con plumaje gris, en los pantanos cercanos a la ciudad de Buenos Aires, a cientos de kilómetros de cualquier nidal conocido. Es probable que las aves del interior del país, en donde el frío es bastante más intenso que en la costa marítima. vayan hacia el Norte antes del invierno, mientras que los de los distritos que bordean el Atlántico se han vuelto sedentarios. El Flamenco tiene una manera curiosa de alimentarse: sumerge el pico y, por medio de un movimiento rápido y contínuo de las mandíbulas, hace pasar una corriente de agua a través de la boca, en la que quedan detenidos por los dientes los pequeños insectos y las partículas de sustancias flotantes. El estómago es pequeño y por lo general se lo encuentra conteniendo una masa pastosa de una sustancia verdusca mezclada con diminutas partículas de cuarzo. Sin embargo, con tan escasa ración, esta gran ave no sólo se mantiene sino que se pone excesivamente gorda. Yo pasé medio invierno en Patagonia, en una casa construida al borde de un laguito. Todas las noches, con regularidad, una pequeña bandada de Flamencos iba a alimentarse en el agua a unos doscientos metros de la parte posterior de la casa. Yo acostumbraba abrir la ventana para oírlos, y el ruido hecho por sus picos era continuo y semejaba el sonido que se produce al exprimir una ropa mojada. Se alimentan mucho durante el día, pero yo creo que lo hacen muchísimo más durante la noche. En los sitios en donde nunca se los persigue son dóciles y cuando se hace fuego contra una bandada y se mata a uno de ellos los otros, aunque asombrados en apariencia, no vuelan. Son aves silenciosas, aunque en realidad no sean mudas, pues poseen un grito fuerte y ronco que emiten, a veces, en el momento de alzar vuelo. También poseen otro grito que sólo le oí a un ave herida, y que semeja el del Pavo, pero más penetrante. Siempre se los ve parados en el agua, aun cuando no se alimentan y parecería que durmieran también ahí. En tierra tienen un aspecto muy singular. Su inmensa altura, en proporción con su volumen les da, entre las aves, una apariencia parecida a la de la jirafa entre los mamíferos. En medio del escenario gris de Patagonia, parecen otorgarle una extraña gloria a los lagos y cursos de agua, mientras permanecen parados inmóviles con sus altas formas reflejadas en el líquido oscuro, pero principalmente cuando se elevan en

una larga comitiva o falange carmesí, volando bajo sobre la superficie.

CHAJá Chauna chavaria Gris pizarra más oscuro en la espalda; barba, cuello y mejillas blancusco; anillo pelado alrededor del cuello; nuca con cresta; vientre gris pálido; patas rojas; largo 80, ala 47,5 centímetros. Esta ave majestuosa, llamada Chajá en idioma vernáculo, es común a través del distrito del Plata, de los pantanos y del campo abierto y llano en el que abundan el agua y los pastos suculentos. Hacia el Sud se extiende hasta las inmediaciones de Bahía Blanca. Abunda más en las pampas al Sud de la ciudad de Buenos Aires y en esta vasta extensión de territorio llano y verde, el ave se encuentra a sus anchas. Allí es un rasgo importante del paisaje. Sus hazañas vocales son doblemente imponentes debido al profundo silencio de la naturaleza y su singularidad el contraste entre su hábito aéreo y su pesada estructura resalta con más fuerza en estos lugares en donde la visión es tan despejada y la atmósfera tan pura. El Chajá, como la mayoría de las grandes aves y mamíferos de todas las partes del globo a las cuales es atraída la inmigración europea, está condenada, con probabilidad, a un rápido exterminio. Mis observaciones del ave en esa porción de las pampas en que es más abundante, datan de algunos años atrás; de una época en que los habitantes eran pocos y pertenecían, en su mayoría, a la raza española y no a la destructora de la vida de las aves. Las condiciones se habían vuelto sumamente favorables a esta especie. Sus costumbres son, en parte, acuáticas; en sitios desérticos se lo halla por lo general en pantanos, vadeando el agua poco profunda y, en ocasiones, nadando para alimentarse de las semillas y de las hojas suculentas de las plantas acuáticas. Después que los viejos pastos gigantes de las pampas fueron comidos por el ganado y los reemplazaron los suaves pastos europeos, los Chajás aceptaron favorablemente el nuevo alimento, prefiriendo el trébol y ahora parecen tan terrestres en sus hábitos alimenticios, como las Avutardas de pecho rayado. Su alimento es abundante y los naturales nunca los persiguen. Su carne es muy oscura, tosca y granular, pero es buena para comer, con un gusto que recuerda la del Pato salvaje. En él hay una gran cantidad de carne pues su cuerpo es más grande que el del cisne. Sin embargo, nadie ha pensado nunca en matar o comer un Chajá, de modo 4ue se les ha

permitido reproducirse en grado sumo. Pocos años atrás era una cosa común, en la época de sequía, verlos congregarse de a miles y temían tan poco al hombre que yo he cabalgado a menudo a través de grandes bandadas dispersas sin hacerlas volar. Una cosa curiosa en el Chajá, es que toma una compañera por toda su vida, no obstante ser una de las aves más sociables. Pero si se observa con atención una gran bandada, se ve que siempre están dispuestas en parejas. Otra cosa curiosa es que, no obstante las formidables armas que posee( cada ala está armada con dos grandes espolones), son de un temperamento en extremo pacífico. Nunca he podido descubrir ni aun el más pequeño anuncio de pelea entre ellos. Sin embargo, es difícil creer que no luchen a veces, desde el momento que por lo general las armas de ataque se encuentran en relación con la disposición de usarlas. De cualquier modo, a las aves cautivas se las puede hacer pelear. Yo he conocido gauchos que los tomaban por el placer de presenciar sus batallas. Se los suele domesticar con gran facilidad; en ese estado parecen mostrar mayor docilidad e inteligencia que cualquiera de nuestras aves domésticas y se vuelven tan apegados a sus casas que se los puede, sin ningún peligro, dejar volar a discreción. Se asocian, pero no pelean con las aves de corral. Son rápidos en distinguir a los extraños de los habitantes de la casa, mostrándose con ellos muy suspicaces y elevando, a veces, una fuerte algarabía cuando alguien se acerca. Por lo común no son amigos de los gatos ni de los perros. En la época de la reproducción es peligroso, para cualquier desconocido, aproximarse al nido, pues a veces lo atacan con la mayor furia. El Chajá es un ave muy pesada. Se eleva del suelo con gran trabajo, haciendo con las alas un fuerte ruido, como sucede con el Cisne. No obstante, le encanta volar y se eleva en una inmensa espiral hasta que desaparece por completo de la vista en el cenit, aunque el tiempo esté muy claro. Considerando su gran volumen y su color oscuro, la altura que acaba por alcanzar debe ser muy grande. En los días soleados y sin viento, en especial en invierno y primavera, a menudo pasan horas en estos sublimes ejercicios aéreos, planeando con lentitud en vastos círculos y cantando a intervalos. Aún no ha sido explicado cómo un ave tan pesada y con alas en relación tan cortas, puede sostenerse durante períodos tan largos en la tenue atmósfera hasta la cual se eleva. Su voz es muy potente. Cuando se los molesta o alguien se acerca al nido, ambas

aves emiten, a intervalos, un fuerte grito de alarma semejante, en sonido, al grito de cólera del Pavo real, pero el doble de fuerte. En otros momentos ejercitan su voz en una especie de función de canto en la que macho y hembra se unen, y que produce un efecto armonioso. Comienza el macho, la hembra empieza la suya y luego, con maravillosa fuerza y espíritu, derraman un torrente de sonidos extrañamente contrastantes -algunos parecidos al fagot en su profundidad y volumen; otros, como toques de tambor y otros largos, claros y resonantes-. Es el sonido animal más fuerte de las pampas y su carácter alegre y marcial afecta con fuerza la mente y esta soledad silenciosa y melancólica. Los Chajá cantan durante todo el año, a toda hora, tanto en el suelo como cuando vuelan. Cuando está en pareja, las dos aves siempre cantan juntas y cuando están en bandadas, cantan en conjunto. A la noche, se los oye alrededor de las nueve en el atardecer y de nuevo justo antes del alba. Sin embargo, no es desusado oírlos cantar a otras horas. El nido es una obra grande, ubicada entre los juncos bajos y los lirios del agua. A veces se lo ve flotando en el agua, alejándose de su amarre. Pone cinco huevos punteados en un extremo, de color blanco puro y de tamaño semejante a los del Ganso domestico. Los pichones están vestidos de amarillo, como los gansarones, y siguen a los padres desde que salen del cascarón.

CAPITULO 11 Avutarda de pecho rayado Avutarda de cabeza gris Cisne de cuello negro Ganso blanco Pato silbon Suiriri Pato colorado Pato barcino Pato argentino Pato de collar Pato portugues Pato maicero Pato gargantilla Pato overo Pato pico cuchara

Pato picazo Picazuro o paloma turca Paloma cenicienta Paloma torcaza Torcacita Paloma montaraz Gallineta comun Gallineta rojiza Polla de agua chica

AVUTARDA DE PECHO RAYADO Bernicla dispar Blanca; parte posterior del cuello e inferior del cuerpo rayadas de negro; primarias, grandes cobijas de las alas, terciarias y escapulares cenicientas; rabadilla y plumas de la cola negro ceniza; pico negro, patas plomizas; largo 65, ala 40 centímetros. Hembra: cabeza y cuello marrón canela; abdomen similar con franjas negras; parte superior también rayada; rabadilla y plumas de la cola marrón negruzco. Esta ave es una forma nórdica de la bien conocida Avutarda de las Isas Malvinas y Patagonia austral, de la que difiere por estar el macho completamente rayado de negro en la parte inferior. Fue descripta por primera vez por Philippi y Landbeck, sobre unos ejemplares chilenos. En 1872 fue reconocida por el doctor Burmeister que la encontró cerca de la sierra de Tandil y en el Río Negro. En abril y mayo, esta Avutarda emigra hacia el Norte, a lo largo de la costa Este, hasta llegar a las pampas bonaerenses, terminando la migración alrededor de trescientos kilómetros al Sud de la ciudad de Buenos Aires. Más al Sud, en esta época del año, son muy abundantes en las localidades que les son propicias. Los amplios sitios en que acampan son los valles de los ríos Negro y Colorado, donde a menudo son tan numerosas que despojan los campos bajos de los pastos y tréboles tiernos de invierno, causando serias pérdidas a los criadores de ovejas. También visitan los predios cultivados para devorar el trigo tierno y son lo bastante inteligentes como para distinguir entre un verdadero enemigo humano y el harapiento hombre de paja, llamado impropiamente espantapájaros, puesto por los granjeros para asustarlos. Mientras cometen sus desmanes son en extremo cautas y difíciles de cazar, pero a la noche, cuando se congregan a la

orilla del agua, dan al deportista una oportunidad mejor. He tenido éxito matando hasta cinco de un tiro, acechándolas bajo el manto de la oscuridad. Nunca he probado un ave de caza con sabor más delicioso que esta Avutarda. Son aves sociables. Van siempre en grandes bandadas. Son muy locuaces. La hembra tiene una nota profunda, "honking", mientras que el macho responde con un claro silbido, como la etérea nota del Arenero (Crocethia alba).

AVUTARDA DE CABEZA GRIS Bernicla poliocephala Cabeza, cuello y escapulares gris plomizo; pecho y parte superior de la espalda castaño rayado de negro; abdomen, cobijas inferiores de las alas y curva de las mismas, blanco; primarias negras, secundarias blancas; grandes cobijas de las alas negras ribeteadas con verde y terminadas de blanco; parte baja de la espalda y cola negras; pico negro, patas amarillas; largo 60, ala 34 centímetros. Hembra similar. Esta Avutarda patagónica emigra hacia el Norte en invierno. Aparece en Río Negro y en las pampas bonaerenses en marzo, por lo general en pequeñas bandadas, pero a veces se juntan cien o doscientas. El límites extremo de sus migraciones invernales parece hallarse a unos ciento veinte kilómetros al Sud de la ciudad de Buenos Aires, en las llanuras cercanas al Samhorombón. Es muy probable que, antes de ahora, hayan sido arrojadas de esta localidad por los cazadores de Patos, pero éste era antes, su rendez-vous favorito en donde se reunían en grandes números, aunque más al Norte escasamente se viera una. Durnford dice que esta Avutarda reside en el lago Colguape, territorio de Chupat, y allí se reproduce en abundancia.

CISNE DE CUELLO NEGRO Cygnus nigricollis Blanco; cabeza y cuello negro; raya post-ocular y barba blancos; preorbitales desnudos; pico ceniciento, cera roja; largo 1,20 metro, ala 42,5 centímetros. Hembra similar. Según mi opinión, tal vez parcial, esta especie es, por su belleza, preeminente entre los Cisnes, aunque es considerablemente más pequeña que la del Viejo mundo y, debe admitirse, no se comporta con tanta majestad. En cuestiones de esta clase es natural que todos estén, en cierto modo, predispuestos en favor de las cosas de su propio país; pero será admitido por todos, yo creo que de buena

gana, que el Cisne de cuello negro es una de las tres especies que, en belleza, sobrepasan con facilidad todas las de este género. Las otras dos son, por cierto, el blanco Cisne doméstico europeo y el Cisne negro australiano (el más gracioso de los Cisnes). El Cisne de cuello negro abunda mucho en las pampas de Buenos Aires y en Patagonia y se extiende hacia el Sud, hasta el Estrecho de Magallanes y las Malvinas. Por lo general se los ve en pequeñas bandadas, pero a veces se congregan hasta cien o doscientos. Son aves pesadas que se elevan con dificultad. Vuelan con rapidez y con gran violencia, como todas las especies de cuerpo pesado y alas cortas; pero no he conocido ninguna otra ave grande en la que las alas produzcan un ruido tan fuerte y rápido. En sitios tranquilos, el batir de sus alas puede ser oído con claridad, aunque las aves no estén más a la vista a pesar de que, debido a su gran tamaño, el ojo los puede seguir hasta muy lejos. Los gauchos a veces los capturan cargando súbitamente cuando el viento cae sobre ellos, emitiendo fuertes gritos que asustan mucho a los Cisnes. Cuando éstos intentan elevarse con ayuda del viento, sólo se golpean a lo largo del suelo y se los puede apresar con facilidad. Un gaucho conocido mío cazó un día, de esta manera, tres aves que formaban parte de una bandada de seis individuos; pero fue favorecido por un viento muy fuerte; }as aves estaban a alguna distancia del agua y le permitieron acercarse y hacer la rápida carga De acuerdo con Gibson, que observó sus hábitos reproductores, comienzan a anidar en julio -justo después del solsticio de invierno-. Siempre colocan al nido entre los juncos tupidos que crecen en aguas profundas y el Cisne, invariablemente, nada para ir al nido o para abandonarlo. Este está construido apoyándose en el fondo del pantano, algunas veces a un metro veinte o un metro y medio de profundidad y se eleva cuarenta y cinco centímetros sobre la superficie. La parte superior mide alrededor de sesenta centímetros de través, con un ligero hueco para los huevos, que están coloreados de crema y tienen una cáscara suave y lustrosa. Su número varia de tres a cinco y en una ocasión se encontraron seis. Gibson ha visto a la madre nadando, fuera del nido, con los pequeños en su espalda.

GANSO BLANCO Coscoroba candida Blanco; punta de las primarias negras; pico rojo coral, patas rojas; largo un

metro, ala 44 centímetros Este Cisne es considerablemente más pequeño que la especie de cuello negro y también de belleza inferior debido a su cuello más pequeño. No obstante, es un ave muy hermosa siendo de un total color blanco puro con excepción de los extremos de las primarias, que son negros. El pico y las patas son de un rojo rosado brillante. En sus costumbres, voz y vuelo, también difiere mucho del Cygnus nigricollis, y la gente de campo lo llama Ganso, probablemente por su hábito semejante al del Ganso, de alimentarse, a veces, fuera del agua o, tal vez, porque su carne tiene el sabor de la del Ganso salvaje. Con bastante extrañeza, los ornitólogos científicos están comenzando a encontrar que la gente común tenía razón en describirlo como Ganso. Sin duda están descubriendo que, en su composición, es más Ganso que Cisne. Por lo general va en pequeños grupos de cinco o seis individuos; pero a veces, en la época del frío, se ven bandadas de cien o trescientos ejemplares. Sus migraciones son muy irregulares; a veces abundan con exceso en un distrito durante un año; y están ausentes de él al siguiente. Cuando se los molesta, emiten un fuerte trompeteo musical de tres notas, la última con una caída en la inflexión y, como sus alas son, en proporción, mas largas que en la especie de cuello negro, se elevan con mayor facilidad y tienen un vuelo más libre y menos ruidoso. En lo relativo a sus hábitos reproductores, Gibson observa que el nido está ubicado por lo general en el suelo a alguna distancia del agua. Es de, más o menos, cuarenta y cinco centímetros de altura, está hecho de barro y juncos; el hueco, que es bastante profundo, está revestido de pasto seco. Pone ocho o nueve huevos suaves, blancos y más redondos que los del Cygnus nigricolis.

PATO SILBÓN Dendrocygna fulva Castaño rojizo; tope de la cabeza más oscuro, con una línea negra a lo largo de la nuca; espalda, negra en la parte superior, rayada de castaño; alas y cola negras; cobijas más pequeñas de las alas, castaño oscuro; cobijas superiores de la cola blancas; flancos castaños, rayados con negro y blanco; pico y patas negros; largo 45;, ala 21,5; centímetros. Este Pato, el bien conocido Pato silbón del territorio oriental argentino, se encuentra con abundancia a lo largo del Plata y las grandes corrientes de agua

que a él afluyen y, al Norte, hacia el Paraguay. Es, en cierto modo, una especie migratoria a lo largo de estos grandes cursos de agua, apareciendo en Buenos Aires durante la primavera en grandes números, para anidar en los pantanos litorales y también en las pampas. Emigran principalmente durante la noche pero vuelan en una nube y no en largas filas y falanges como hacen los Patos. Cuando emigran en primavera y otoño, el clamor confuso y penetrante de sus muchas voces, es oído en la oscuridad, por los habitantes de la capital argentina; pues los Patos, siguiendo la costa oriental de ese río que parece un mar, pasan sobre dicha ciudad en su viaje. Hacia el Norte este Pato se extiende hasta el Brasil central; pero no está presente en la mitad Norte del continente Sudamericano ni en Centro América, aunque reaparece en México. Comentando este hecho, los señores Solater y Salvin, escriben: "Esta distribución, con lo singular que es, resulta aún más remarcable cuando consideramos que parecen no existir áreas tangibles que separen el ave americana de aquélla llamada por Jerdon, D. mayor, la cual se extiende a través de la península de la India y también se encuentra en Madagascar".

SUIRIRI Dendrocygna viduata Rostro y mancha en el cuello blancos; nuca, frente del cuello, mitad del abdomen, cola, rabadilla y alas, negros; parte posterior del cuello castaño; mitad de la espalda y escapulares marrones; plumas con el margen leonado; cobijas de las alas negro y oliva; flancos rayados con negro y blanco; pico y patas negros; largo 42,5;, ala 22,5 centímetros. Hembra similar. Este Pato semeja el ya descripto en tamaño, forma y plumaje castaño rojizo, pero es de un tinte más oscuro y puede también ser distinguido con facilidad, aún a una gran distancia, por su rostro blanco que contrasta con el negro aterciopelado de la cabeza y cuello. Uno de sus nombres vernáculos es Pato viuda, por su plumaje oscuro puesto de relieve por el color blanco del frente. Comparado con el Dendrocygna fulva es una especie rara y anda siempre con su pareja, pero yo he visto hasta media docena juntos. Cuando alza el vuelo, él también silba, pero en forma distinta de la de las especies con que está relacionado. Tiene un silbido compuesto de tres notas largas y claras, parecido al grito de tres sílabas del Chorlo, sólo que las notas son más prolongadas. No sé nada sobre sus hábitos de reproducción.

PATO COLORADO Querquedula cyanoptera Plumaje colorado; coronilla negra; cobijas más pequeñas de las alas azules; espejo del ala verde bordeado arriba de blanco; plumas de las alas negras; pico negro, ojos dorados, patas anaranjadas; largo 45, ala 19 centímetros. Hembra: arriba negruzca; plumas bordeadas de blanco; abajo blanco sucio jaspeado con marrón; garganta blanca con pintas negras. Este Pato tiene, en América, una distribución extremadamente amplia, encontrándoselo desde California, en el continente norteamericano, hasta el Estrecho de Magallanes y las islas Malvinas, en el Sud. Es hermoso, y los colores que contrastan fuertemente le dan una magnífica apariencia -las alas son de un azul grisáseo claro; el cuerpo marrón rojizo oscuro; las patas amarillo vivo; el pico negro y el iris dorado. Es común en las pampas y en cualquier época se lo encuentra siempre en pareja. Muchos de los Patos son de temperamento peleador, pero me parece que esta especie excede en belicosidad a todas, y cuando dos parejas se reúnen, los machos casi siempre comienzan riñendo.

PATO BARCINO Querquedula flavirostris Arriba marrón pizarra; cabeza con estrechas rayas negruzcas; mitad de la espalda rojizo con el centro de las plumas negro y estrechamente bordeadas de ocre; ancho espejo del ala, negro, bordeado con ocre arriba y abajo y con una mancha verde bronceada en el centro; plumas del ala pizarra; margen de las secundarias leonado claro; abajo blanquecino punteado de negro; pico amarillo, patas oscuras; largo 37,5, ala 19 centímetros. Hembra similar. En la parte Sud de la República Argentina, es ésta una de las especies más comunes. Casi siempre se la encuentra en cada pantano, arroyo y charco de agua de las pampas. Es sedentaria; por lo general va en bandadas de doce a treinta individuos. Tiene un vuelo rápido. Es inquieto, vivaz y de costumbres muy belicosas. Cuando una bandada está en el agua, las aves se pelean sin cesar. También es muy curioso y yo lo he cazado a menudo, mostrándome primero a la bandada y permaneciendo luego quieto, de pie o sentado, pues enseguida se acercaban girando, volando con un gran orden. Graznan y charlan en una variedad de tonos. El macho tiene también una nota clara y silbante en la época del celo. El nido de este Pato está siempre hecho a cierta distancia del agua, a veces a

dos o tres kilómetros. Consiste en un ligero hoyo en el suelo, bajo una mata de cardos o un montecillo de altos pastos, relleno con pasto seco y gran cantidad de plumón, el que aumenta en cantidad durante la incubación. Los huevos son de color rojo crema. Su número es por lo general de cinco, pero yo he encontrado también nidos con seis o siete.

PATO ARGENTINO Querquedula versicolor Arriba gris con estrechas bandas negras cruzadas; tope de la cabeza marrón negruzca; lados de la cabeza y garganta blancos; abajo blancuzco teñido con ocre y salpicado de negro en el pecho; alas marrón grisáceas, espejo verde purpúreo bordeadas de blanco arriba y abajo y con una banda negra subterminal; flancos rayados de negro y blanco; pico negro con un parche naranja a cada lado, en la base de la mandíbula; patas oscuras; largo 41,5;, ala 19 centímetros. Hembra similar pero con colores menos brillantes. Este Pato azul grisáceo hermosamente jaspeado, con el color negro bien marcado y el pico naranja es, tal vez, el más abundante del género en la República Argentina, en especial en la región Sud. Es sedentario y se une en bandadas más grandes que las de cualquier otra ave de este grupo en el país. Su nota, cuando se lo perturba o mientras vuela, es muy peculiar, semejando su sonido el chillido apagado del topogrillo.

PATO DE COLLAR Querquedula torquata Arriba marrón terroso; parte superior de la cabeza y cuello, extendiéndose en un medio collar, así también como las cobijas más pequeñas de las alas, parte baja de la espalda y cola, negras; escapulares castaño puro; alas marrón negruzcas con un gran parche blanco en las cobijas verde bronceadas de las secundarias; abajo, costados de la cabeza y cuello blanco sucio rayado con marrón; pecho teñido de rojo rosado, apenas salpicado con negro; vientre y flancos blancos con estrechas bandas grises; largo 35;, ala 18 centímetros. Hembra marrón; superciliares, faja a cada lado de la cabeza, garganta y costados del cuello blancos; abajo rayado de marrón; alas y cola negras; secundarias verde bronceadas; un parche blanco como en el macho. Este hermoso Pato, al que conocimos por primera vez por Azara, es bastante escaso en las colecciones. Azara describe los dos sexos, algo diferentes, bajo

nombres distintos, siendo el macho su Pato collar negro y la hembra su Pato ceja blanca. En la vecindad de Buenos Aires, este Pato es estrictamente migratorio. En el mes de octubre aparece, en pequeñas bandadas, en los pantanos a lo largo del río; pero rara vez se lo encuentra en el interior del país. Son aves sumamente activas, vuelan sin cesar de un lado a otro de día y de noche. En la época del celo, cuando descienden en un charco de agua, los machos en seguida se traban en un vivo combate. Mientras vuelan emiten un peculiar sonido discordante y, a veces, un graznido repetido con rapidez y que suena como una extraña risa. Pero en el agua, y en especial al atardecer, el macho emite una nota larga y modulada, triste y de un sonido exquisitamente puro, tanto, que resultaría difícil encontrar, aún entre los pájaros cantores, una nota más melodiosa.

PATO PORTUGUES Querquedula brasiliensis Arriba marrón; cabeza más leonada; parte baja de la espalda, cola y cobijas menores de las alas negras; alas marrón negruzcas; barbas exteriores de las primarias internas y de las secundarias verde bronceado brillante; extremos anchos de las secundarias externas blancos, separados del área verde por una banda negra; abajo más pálido; pecho bañado con un rojo herrumbroso; pico y patas naranja; largo 39, ala 17,5 centímetros. Este Pato ricamente coloreado, que se extiende con amplitud en Sudamérica desde la Guayana hasta el Estrecho de Magallanes, se encuentra por lo general en parejas cerca de Buenos Aires, aunque a veces se ven juntos cinco o seis. Por sus hábitos, es un Pato amante de los árboles. Prefiere los cursos de agua vecinos a los bosques y a menudo se lo ve posado en las ramas horizontales. El vuelo es lento y con las alas muy bajas, como si fuera a descender en el agua. De este modo quedan muy visibles los hermosos colores azul, verde y blanco. La nota del macho en la época del celo es un silbido largo, lastimero, de un sonido singularmente puro y dulce, que se oye por lo general al atardecer. Es una curiosa coincidencia el que, el nombre vernáculo de este Pato en el Plata sea Pato portugués que significa, en esa región, Pato brasileño.

PATO MAICERO Dafila spinicauda Arriba marrón; plumas negras en el centro y ribeteadas de marrón; parte superior

de la cabeza bermejo claro, salpicado de negro; alas marrones con un ancho espejo negro bronceado, distintamente ribeteadas, arriba y abajo, de color ante; abajo, garganta blanco sucio con pocas manchas negras; pecho, flancos y rabadilla teñidos de bermejo, las plumas con centros negros; vientre blanco, ligeramente mezclado con marrón en la porción baja; pico negro, amarillo en la base; patas plomizas; largo 47,5, ala 24,5 centímetros. El Pato maicero es el Pato más común en la República Argentina y se agrupa en las bandadas más grandes. De acuerdo con Philippi y Landbeck, es también la especie más común en Chile. Se extiende desde el Sud del Brasil y Perú hasta el Estrecho de Magallanes y las Malvinas; pero es probable que sea más abundante en el Plata y en el norte de Patagonia. A veces, en el otoño, visita las pampas en grandes números para alimentarse de las semillas del cardo gigante (Cardaus mariana). En estas ocasiones, yo he visto matar hasta sesenta de un tiro. Sin embargo, las aves pronto se vuelven cautas cuando se alimentan en campo abierto en grandes bandadas, y luego resulta imposible aproximárseles sin un caballo entrenado. Los Patos no prestan atención a los caballos y al ganado que pace cerca de ellos; de modo que, el animal adiestrado (con el cazador escondiéndose detrás de él junto con su escopeta), se alimenta tranquilamente y, poco a poco, se acerca a la bandada hasta que queda a tiro. En el valle del río Negro, en Patagonia, los Patos maiceros a veces causan serios daños a los agricultores, llegando desde el río en nubes durante la noche, para devorar el grano maduro. En épocas favorables este Pato es sedentario, pero como las Gaviotas de los pantanos, Palomas, Chorlos y todas las aves que viven y viajan en grandes número, se traslada a menudo lejos, en busca de alimento o agua. Un periodo de escasez los hace desaparecer pronto de las pampas y, a veces, después de una ausencia de varios meses, un día de lluvia termina con el sonido familiar de su grito y la visión de las largas filas abriéndose camino a través del cielo cada vez más oscuro. Hacen su nido en el suelo, bajo el pasto o los cardos, a cierta distancia del agua. Está todo revestido con plumón arrancado del pecho del ave echada. Pone seis u ocho huevos de un profundo color crema.

PATO GARGANTILLA Dafila bahaniensis

Arriba marrón rojizo; centro de las plumas negruzco; cola y cobijas superiores de la cola color ciervo; alas negro pizarra; espejo alar ancho y verde bronceado con el margen, arriba y abajo, color ciervo; ribete de las secundarias externas color ciervo; abajo color ciervo amarronado cubierto con pintas negras desvaídas; garganta, mejillas y frente blancos; pico oscuro con un parche carmesí a cada lado de la base; patas oscuras; largo 45, ala 21 centímetros. Hembra similar. En el siglo XVIII alguien alzó un pato muerto, de una especie desconocida, en la costa marítima de las islas Bahamas. Fue enviado a un naturalista, en Europa, que era el clasificador de todas las criaturas y, lo que es muy natural, lo llamó Bahamensis. Y no obstante saber que el Pato no habita las Bahamas, sino que se encuentra a través de Sudamérica, desde la Guayana inglesa hasta Patagonia, y que es uno de los Patos más comunes en Brasil, hay una sabia regla ornitológica que nos prohibe, mientras dure el mundo, llamarlo otra cosa que no sea Pato de las Bahamas. Yo me vi obligado a darle este nombre en la "Argentine Ornithology", pero creo que los lectores sudamericanos de este libro preferirán, de aquí' en adelante, llamarlo por el nombre que le he dado, de Pato de cara blanca. Sin duda hay otros Patos con el rostro blanco, pero no se le ha dado ese nombre a ninguna especie. El Pato maicero es nuestra especie más abundante en Argentina, y yo he notado que en bandadas numerosas de este Pato (a veces de varios miles), que un solo Pato gargantilla podía ser descubierto en la bandada, a una gran distancia, debido a esta misma blancura de nieve del rostro. En las pampas y en Patagonia no es un Pato común y casi siempre se lo ve en pareja. Sin embargo yo he visto, a veces, tres o cuatro juntos.

PATO OVERO Mareca sibilatrix Arriba negro con el cuello rayado a través con blanco; plumas de la espalda y escapulares ribeteadas de blanco; parte superior de la cabeza y mejillas de un blanco puro; nuca y parte posterior del cuello verde purpúreo brillante; alas marrones, cobijas más pequeñas de las alas blancas; secundarias negro aterciopelado con la base blanca; abajo blanco, garganta y parte anterior del cuello negruzcas; parte superior del pecho negra cruzada con estrechas bandas blancas; flancos teñidos de bermejo herrumbre; pico y patas negros; largo 50, ala 25,5 centímetros. Hembra similar, pero de un color no tan brillante.

El Pato overo salvaje de Chiloe (Chiloe Wigeon), como este Pato ha sido por lo común llamado desde su introducción y aclimatación en Inglaterra como ave acuática ornamental, es la única especie del género encontrada en Sudamérica. Es más abundante en las pampas, en donde la gente de campo lo llama Pato picaso, Pato overo o Chiriví (por su grito). Es un ave muy hermosa. El plumaje de la parte superior, mezclado con negro, blanco y gris; frente, espejo alar y superficie inferior blancas; cabeza y cuello verde lustrado oscuro. Es sedentario. Por lo general se lo ve en pequeñas bandadas de doce a veinte aves; pero a veces se congregan cien o doscientas. Son cautos y locuaces, resistentes en el vuelo y, con frecuencia, se empeñan en una especie de pasatiempo aéreo muy peculiar. Una pequeña bandada se eleva a gran altura, a menudo hasta que parece sólo un lunar en el cielo o desaparece por completo de la vista. A esta gran altura continúan merodeando o volando, manteniéndose muy cerca del mismo sitio a veces por una hora o más y separándose y acercándose alternativamente. Cada vez que se aproximan se golpean uno a Otro en el ala con tanta habilidad, que el ruido puede ser oído con toda nitidez aunque no se vean las aves. Mientras vuelan emiten sin cesar su penetrante grito: tres o cuatro notas largas, claras, silbadas, seguidas por otra emitida con gran énfasis y que termina en una especie de floreo. Hace el nido entre los juncos de los pantanos. Pone ocho o nueve huevos de un blanco puro.

PATO PICO CUCHARA Spatula platalea Arriba y abajo rojizo con manchas negras redondeadas; cabeza y cuello más claros y con las manchas más pequeñas; parte baja de la espalda negruzca rayada de bermejo; rabadilla negra; cobijas menores azules; cobijas medianas blancas; secundarias negro bronceadas; secundarias externas y escapulares con rayas en forma de saetas, blancas; parte posterior del abdomen negro; cola marrón con el borde de las rectrices laterales, blancas; pico oscuro, patas amarillas; largo 50, ala 20 centímetros. Hembra: arriba, marrón negruzco ribeteada de bermejo; cobijas menores de las alas azuladas; abajo, bermejo anteado, mezclado y salpicado con negro excepto en la garganta. Hay sólo un Pato pico cuchara en Sudamérica y ese es la presente especie, que está confinada a la parte austral del continente, desde Paraguay hasta

Patagonia. Los deportistas del Plata lo conocen como Pato colorado o Espátula. Rara vez se lo encuentra en bandadas de más de veinte o treinta individuos. Gran cantidad de aves parece que se apareara por toda la vida, pues por lo general se los ve en parejas en cualquier época del año. En los meses de otoño e invierno yo he observado, a veces, pequeñas bandadas de machos solos, pero tal vez fueran aves venes aún no apareadas. Se alimentan en aguas poco profundas en las que, hundiendo la cabeza, pueden alcanzar el barro del fondo. Cuando se ven muchos de ellos en este empeño, todos con sus cabezas y cuellos sumergidos, semejan Patos descabezados flotando en el agua. Cuando se lo molesta o mientras vuela, el macho emite un sonido bajo y farfullante que constituye su único lenguaje. Son sedentarios y es el menos cauto de los patos. Nunca se empeña, como otras especies, en combates reales o falsos. Su vuelo es rápido y violento y bate las alas con rapidez.

PATO PICAZO Metopiana peposaca Arriba negro; parte posterior de la cabeza y cuello lustrada con púrpura; espalda finamente estriada de blanco; espejo blanco; primarias blanco grisáceas; vientre minuciosamente vermiculado con blanco y gris; pico rojo rosado, abultado en la base; patas amarillas; largo 47,5, ala 28,5 centímetros. Hembra: arriba marrón, comba del ala, espejo y vientre blancos; pico y patas azul sucio. El Pato picazo, llamado por lo general "Pato negro" en el Plata, habita el territorio argentino desde Paraguay hasta Patagonia. También se encuentra en Chile y Uruguay, pero no se extiende hasta el Brasil. Se asigna un interés particular a esta especie debido al hecho de que es el único Pato de agua dulce de la subfamilia Fuligulinae, en la cual está clasificado. Con excepción del Pato vapor (Tachyeres cinereus), que se halla en las Malvinas y en el Estrecho de Magallanes, todos otros Patos marinos de esta división habitan en Norte y Centroamérica. De modo que el Pato picazo parece haberse separado mucho de sus parientes más cercanos, ya sea en el orden geográfico como en los hábitos. Es un ave de hermosa apariencia resaltando, por efecto del blanco y de una manera muy delicada, el negro plumaje de las partes superiores, mientras que el pico rosado, la ancha carúncula carmesí y el iris rojo dorado contrastan con el lustre púrpura de la cabeza y

cuello. El espejo es blanco, las patas amarillo brillante. El plumaje de la hembra es marrón. El Pato picazo es muy abundante en los lugares pantanosos de las pampas. A veces se congrega en grandes bandadas. Obtiene su alimento de las malezas que flotan en el agua. Nunca se lo ve alimentándose en tierra firme como sucede con el Pato maicero y Otros. Se eleva pesadamente por ser las alas pequeñas en comparación con el cuerpo. Su vuelo es rápido, violento y en línea recta. No obstante puede realizar largos viajes y lo hace en largas hileras y a considerable altura. Su único lenguaje es una nota profunda, ronca, prolongada, parecida a la del Cuervo, que emite el macho en la época del celo. Hace el nido en los terrenos pantanosos cerca del agua, utilizando para ello juncos secos y es, por tratarse de un Pato, una construcción profunda y bien hecha. Pone doce huevos crema de forma ovalada. Además de las doce especies aquí descriptas, hay cinco Patos más en Argentina que son: el Pato crestón, Sarcidiornis carunculata; Pato criollo, Cairina moschata; Pato de cabeza negra, Heteroneta melanocephala; Pato zambullidor de pico ancho, Erismatura ferruginea y Pato fierro, Nomonyr dominicus. Con excepción del Pato crestón, yo conocí a todas estas especies, pero eran raras en mi distrito y, con mi propia observación, no pude averiguar nada sobre sus hábitos.

PICAZURÓ O PALOMA TURCA Columba picazuro Arriba marrón pálido; cabeza y cuello vinosos; parte posterior del cuello con bandas blancas cruzadas las cuales están ribeteadas de negro; parte baja de la espalda y cola plomizas; alas plomizas; cobijas más grandes con un ancho ribete blanco; abajo color vino pálido; flancos y rabadilla plomizos; largo 35, ala 20 centímetros. Hembra similar. Esta ave recuerda tan íntimamente a la Paloma de los bosques europea en apariencia, hábitos y lenguaje que prefiero, en este libro, borrar el nombre de Paloma picazuro usado en mi primer trabajo ("Argentine Ornithology") y llamarla Paloma de los bosques argentina -Argentine Wood-Pigeon-. Las principales diferencias son: la ausencia del collar blanco y el sonido extrañamente humano de sus notas.

En verano habita en los bosques en donde se la ve en parejas o en pequeños grupos, pero en invierno se reúne en bandadas de veinte a cien o doscientos individuos y vaga mucho sobre los campos abiertos. Es un ave cautelosa. Cuando se alimenta, camina por el suelo de un modo lento y, en cierto grado, estático. En primavera su canto resuena en los bosques y el que lo escucha por primera vez queda maravillado, tan humanas son sus notas largas y tristes. Las notas son cinco, la última prolongada con una inflexión descendente y muy lastimera. El nido es una plataforma ubicada con frecuencia en una ancha rama horizontal. Pone dos huevos que recuerdan mucho a los de la Paloma de las rocas europea.

PALOMA CENICIENTA Columba maculosa Arriba de ~n marrón vinoso pálido, profusamente salpicada en la espalda y alas con manchas blancas; porción de la espalda y cola plomizas; alas y cola negro pizarra, las primeras con estrechos márgenes blanquecinos; abajo plomiza con un fuerte tinte vinoso; pico negro, patas amarillas; largo 32,5, ala 21,5 centímetros. Hembra similar. Esta Paloma tiene una semejanza general con la Picazuró, pero puede ser distinguida en seguida por su espalda y alas salpicadas de blanco. Se extiende desde el Sud del Perú, a través de Bolivia y Oeste de Argentina, hasta Patagonia, en donde parece ser sedentaria. En invierno visita el valle del río Negro en inmensas bandadas que constituyen una gran plaga para los agricultores, pues descienden en nubes sobre los campos y devoran el trigo antes que éste haya tenido tiempo de germinar. Mientras observaba grupos de estas aves alimentándose en el suelo, noté que su modo está en violento contraste con el de la C. picazuro que tiene movimientos lentos y dignos, pues se apura y arrebata su alimento con tal rapidez, que los movimientos más animados de otras aves que se alimentan en bandadas en el suelo resultan, en comparación lánguidos. Sin duda este hábito, sumamente vivaz, es causado en forma directa por las condiciones de vida. El terreno estéril y la escasa vegetación de la región en que habita requieren, de una especie que vive en grandes comunidades y que subsiste exclusivamente de las semillas caídas, una mayor actividad que la que es necesaria en la rica y fértil zona del Norte. Su canto se compone de notas de igual largo y número que las de la Picazuró, pero su voz es siempre ronca como la de la Paloma de los bosques europea, cuando

su primer canto de primavera tiene un sonido bajo gutural, como si el ave estuviera aún sufriendo los efectos del frío invernal. Con la llegada del verano, la mayor parte de estas aves se retira del valle del río Negro, permaneciendo sólo unas pocas que se reproducen alli. Sus nidos y huevos son como los de la Picazuró.

PALOMA TORCAZA Zenaida maculata Arriba marrón pálido; nuca plomiza; cobijas exteriores de las alas y escapulares con unas pocas manchas negras; alas gris oscuro con finos márgenes blancos; cola plomizo terminada Con una ancha faja blanca y cruzada por una banda subapical negra; rectrices del medio como la espalda; abajo color vino pálido, más claro en el pecho y más blanquecino en la garganta; pico negro, patas amarillas; largo 22,5, ala 14 centímetros. Hembra similar. En el territorio argentino ésta es la especie más común del grupo de las Palomas. Es conocida por todos como "Torcasa", probable corrupción de Tórtola. En otoño se congregan a menudo en grandes bandadas y, a veces, se las ve en sus migraciones, bandada tras bandada, todas viajando en dirección al Norte, continuar pasando por varios días consecutivos. Pero estas migraciones otoñales no se observan todos los años ni tampoco yo las he visto regresar en primavera. Los movimientos usuales de invierno y otoño son muy irregulares y, en apariencia, dependen por completo de la provisión de alimentos. Cuando el cardo gigante cubre los campos en verano, un número increíble de Torcazas aparece, ya avanzada la estación y por lo general pasa todo el invierno en los campos, congregándose cada tarde, en cantidades incontables, en cualquier sitio en donde haya árboles suficientes para ofrecer un lugar de descanso que les convenga. En los días claros y tibios de agosto, el dulce y triste canto parecido a un sollozo de esta Paloma se oye en todas las arboledas. Se compone de cinco notas y es un sonido agradable, suave y susurrante que le hace a uno sentir, con anticipación, el lánguido sentimiento veraniego en las venas. El nido, como e] de otras Palomas, es una simple plataforma de delgadas varillas. Pone dos huevos ovalados y blancos. Las aves parecen anidar, con preferencia, cerca de una habitación humana y es probable que hagan esto debido a la protección que ello significa, pues el Chimango y otras aves destruyen en gran cantidad sus huevos y pichones.

Un verano, una Torcaza puso un huevo en el nido de una de mis Palomas domésticas que estaba construido en la ancha rama horizontal de un árbol, a cierta distancia del palomar. El huevo fue incubado y el pichón criado por sus padres adoptivos. Cuando pudo volar estableció su domicilio con las demás Palomas. A la primavera siguiente comenzó a separarse de sus compañeras, volaba hasta el porche y permanecía allí arrullando todo el día. Al fin voló a la arboleda en donde, según creo, encontró pareja y no la vimos más.

TORCACITA Columbula picul Arriba marrón ceniza; cabeza y cuello gris torcaza; plumas de las alas negras; cobijas y secundarias, como la espalda, blancas en sus bordes externos con una banda azul claro a través de los cobijas más pequeñas; cola blanca con excepción de las dos plumas centrales que son como la espalda; abajo color vino pálido; garganta blanca; cobijas inferiores de las alas negras; pico oscuro, patas amarillas; largo 16, ala 9 centímetros. Hembra similar pero de color más sucio. Esta especie, la más pequeña de nuestras Palomas, abunda por doquier en el distrito del Plata en donde se la llama Tortolita. El nombre que le ha dado Azara, Picui, no es conocido por nuestros hombres de campo. Se la ve por lo general con su compañera, pues muchos individuos parecen aparearse por toda la vida, pero a veces doce o veinte de ellas se reúnen en una bandada. Es sedentaria; se acerca muchísimo a las casas; es familiar al hombre y vivaz en sus hábitos. Canta mucho en verano y aun en los días cálidos de invierno, pero en sus tonos falta el sentimiento salvaje que da encanto a k melodía de alguna de nuestras especies más numerosas. El canto consiste en una sucesión de largas notas un poco fuertes y algo monótonas, agradables al oído como la mayoría de la música de las aves, pero nada más. El nido es la débil construcción de palitos acostumbrada. Pone dos huevos ovalados y blancos. Se reproduce dos y, a veces, tres veces por estación, saliendo la última nidada tarde, en abril y hasta en mayo.

PALOMA MONTARAZ Engyptila chalcauchenia Arriba marrón grisáceo; cabeza y nuca plomizas; parte posterior del cuello con

las plumas que terminan en un verde bronceado irisado; cola negruzca con ancho borde terminal blanco; rectrices centrales, como la espalda; abajo color vino pálido; mitad de la garganta, vientre y rabadilla blancos; superficie inferior de las alas castaño claro; pico negro, patas amarillentas; largo 25, ala 14 centímetros. Hembra similar. Esta Paloma que es una forma meridional de un ampliamente distribuido grupo de especies del género Engyptila, antiguamente llamado Leptoptila, habita los bosques del distrito del Plata y nunca busca, como otras Palomas, el campo abierto para alimentarse. Es solitaria, aunque cuando varias aves viven cerca, se pueden ver tres o cuatro en compañía. Pasa gran parte del tiempo en el suelo, en donde camina bastante aprisa bajo los árboles en busca de semillas y bayas. Su canto es una nota única, sin inflexión y casi musical, que el ave repite a cortos intervalos mas bien al atardecer, en la época de calor. Justo antes de la puesta del sol el monte, en donde estas aves abundan, resuena con sus notas penetrantes. Como este canto crepuscular se oye mientras dura el tiempo agradable, es posible que no esté relacionado con el instinto sexual. El nido es una simple plataforma. Pone dos huevos blancos, pero de forma mas esférica que los de la mayoría de las otras Palomas. En Argentina, además de las cinco especies descriptas acá, hay tres especies más, confinadas a la parte Norte del territorio. Sudamérica es rica en Palomas, llegando las especies a sesenta o setenta.

GALLINETA COMUN Rallus rhytirhynchus Arriba marrón verdoso; abajo plomizo; pico encorvado, verdusco con una mancha rojo sangre en la base; patas rojas; largo 30, ala 13,5 centímetros. Hembra similar. Esta Gallineta difiere de las otras especies por su pico, que es muy largo y curvo como en el Dormilón (Rhynchaea) y tiene tres colores contrastantes -verde oscuro, azul claro y escarlata en la base. Los tintes azul y rojo se vuelven muy vividos en la época del celo. Sin ser en general muy abundante, la Gallineta común se encuentra a través de la región del Plata, en todo Sitio en que crezcan cañas y juncos. En los pantanos a lo largo del Plata se las encuentra con la misma frecuencia en invierno que en verano. Este hecho me sorprendió mucho desde el momento que yo sé que es una especie migratoria, pues en primavera y otoño,

sus gritos inconfundibles se oyen en el cielo todas las noches, al realizar ellas sus largos viajes. Es probable que todas las aves que frecuentan los pantanos mediterráneos de las pampas del Sudoeste emigren hacia el Norte en invierno, mientras que aquellas que habitan los pantanos del Plata y de las costas marítimas del Atlántico en donde hay abundante reparo y una temperatura más elevada, permanezcan allí todo el año. Encontré que la Gallineta común es estacionaría en Río Negro, pero en este distrito el invierno es muy suave. Por otra parte, la ancha extensión de tierra seca que se extiende entre el río Negro y la húmeda región de las pampas dificultaría, a tan débil volador, cualquier migración anual de aquellos sitios. M menos nosotros sabemos de este instinto que es hereditario y se hace difícil creer que de, cada uno de los lechos de cañas distribuidos por el vasto territorio, habitados por esta especie, un pequeño contingente de peregrinos sea alejado todos los años por el invierno, quedando un gran número detrás. Tal diferencia de hábitos no puede existir entre individuos de una misma especie que habitan una misma localidad; pero diferencias en el instinto migratorio (como en otros instintos), tan notables como ésta se encuentran en razas que habitan distritos aislados o muy separados. Es difícil espantar a esta Gallineta. Se eleva con un vuelo débil y aturdido, las patas colgando y, después de volar treinta o cuarenta metros, se posa de nuevo en las cañas. Su lenguaje es curioso: cuando se la asusta repite, a cortos intervalos, una nota casi dolorosa por su excesiva agudeza. La emite parada en una rama baja en otra elevación, bien enmascarada por las cañas y malezas, moviendo la cabeza sin cesar, sacudiendo la cola y meneándose con vivacidad de un lado a otro. Tiene, en estos instantes, una apariencia muy interesante, mientras que el largo pico, brillante con el colorido nupcial, el ojo rojo brillante y las patas color bermellón, que contrastan en forma admirable con el plumaje pizarra oscuro, le dan una considerable belleza. En otras épocas tiene un profundo reclamo con un misterioso ventriloquismo en el sonido, que a veces repite a cortos intervalos, durante una hora. Mientras lo emite el ave está, como de costumbre, en una ligera eminencia pero en actitud indiferente, sin ninguno de sus cabeceos, sacudidas y otros gestos vivaces. Tiene también una clase de canto que suena como el rebuzno de un burro, de aquí el nombre vernáculo. Burrito, por el que se la conoce en el Plata. Este canto se oye día y noche. Es

una ejecución confusa, emitida sin pausas, compuesta de varias notas largas y penetrantes, moduladas y mezcladas con otras profundas y como de bombas. Estas notas pueden oírse a mil metros de distancia, pero, lejanas o cercanas, siempre parecen remotas.

GALLINETA ROJIZA Aramides ypecaha Arriba verde oliva; cuello rojo; frente cenicienta; rabadilla y cola negras; abajo: garganta blanca; pecho y cuello cenicientos; abdomen rojo rosado, parte baja del vientre y muslos, grises; flancos negros; cobijas inferiores de las alas bermejas cruzadas con rayas negras; pico amarillo, patas rojas; largo 47,5, ala 21,5 centímetros. Hembra similar. El nombre guaraní de esta interesante especie, que ha sido conservado por Azara, es el de Ypecahá. Los españoles la llaman Gallineta por su supuesto parecido con una gallina. Sin ningún tinte brillante hay, sin embargo, algo agradable a la vista en la variedad de tonos de su plumaje marrón claro, pardusco, gris, ante y negro. Todos estos colores están dispuestos de una manera tan armoniosa y el conjunto realzado por el pico largo, recto y amarillo, el ojo rojo dorado y las patas bermellón, que yo no conozco un ave acuática más hermosa. Estas Gallinetas se encuentran, hacia el Sud, hasta el paralelo de latitud y abundan a lo largo de las costas pantanosas del Plata, frecuentando los vastos lechos de cañas y montes del amante del agua Erythrina crista galli (ceibo). En donde nunca se las persigue son aves osadas y belicosas, abandonando las cañas durante el día y atacando las aves de corral en las casas y aun en las calles de los pueblos situados en los bordes de sus refugios pantanosos. Pero cuando se ven obligadas a ubicar al hombre en la lista de sus enemigos, es un asunto difícil el ver siquiera una, pues, como todas las aves que se elevan con dificultad, son cautelosas en exceso y se esconden tan bien, que el deportista puede atravesar sus guaridas todos los días del año y a pesar de ello seguir siendo la Ypecahá una "voz errante". Pero aun perseguidas no pierden una cierta e inquisitiva agresividad que las caracteriza. Por lo general vagan solas en busca de alimento, pero tienen reuniones al atardecer, aunque rara vez lo hacen durante el día, en especial en los días nublados. En días brumosos a menudo vagan a cierta distancia de la guarida, y caminan con una gracia fácil, algo majestuosa, sacudiendo la cola a cada tranco y corriendo con una velocidad que

ningún hombre puede igualar. En donde hay montes, por lo general vuelan a un árbol cuando se las molesta y, hablando de este hábito, es a raíz de él que la Ypecahá comete a veces un curioso error en los sitios en donde no ha sido muy perseguida. Un día, mientras me abría camino a través de un macizo de juncos vi, a no más de quince metros de mí, dos Ypecahás en la rama horizontal de un árbol. Yo estaba ansioso por cazarlas, pero al mismo tiempo me encontraba sorprendido por su temeridad, y deseando hallar la causa me aproximé más y me detuve un rato a observarlas. Era fácil ver que se creían a salvo de mí, pues no estaban en el suelo. De la manera más impasible se pavoneaban sin cesar en la rama sacudiendo sus colas, volteándose de una manera y otra como para atormentar a su burlado enemigo, desplegando sus gracias de un modo ostentoso. Cuando se la sorprende en campo abierto se echa muy pegada a la tierra, como un Tinamú, y rehúsa elevarse hasta el momento en que casi se la pisa. Se levanta con un fuerte aleteo, se lanza con violencia a través del aire hasta que, ganando las cañas, se desliza unos pocos metros y luego desciende. Su vuelo es así, exactamente, como el del Tinamú, siendo más sonoro y violento que el de la Perdiz. Al ver un intruso emite en seguida un poderoso grito semejante, en poder y entonación, al del Pavo real. Esta nota de alarma es respondida, a cierta distancia, por otras aves a medida que avanzan con rapidez hacia el sitio en que sonó el aviso. El grito es repetido a intervalos irregulares primero en un sitio, luego en otro, a la vez que las aves cambian de posición para espiar las pisadas del intruso y observarlo desde las cañas. Yo he sorprendido reuniones de ellas en un espacio abierto y maté a una o más aún, pero apenas las sobrevivientes habían alcanzado su refugio, tornaban a vigilarme y seguirme resonando, todo el tiempo su poderosa alarma. Con frecuencia he sido seguido por ellas un kilómetro a través de los juncos y, agachándome e imitando sus gritos, siempre he conseguido atraerlas a mi alrededor. Pero las más fuertes notas de alarma de la Ypecahá son débiles comparadas con las que emite en otros momentos cuando, no perturbada por una presencia extraña, pone su alma en gritos y chillidos que asombran al oyente por su poder sin igual. Estos gritos, en todos sus cambios y modulaciones, tienen una semejanza con la voz humana, pero con la voz humana llevada a su más alto tono y expresando agonía, frenesí y desesperación. El chillido largo y penetrante, que asombra por su fuerza y vehemencia, es seguido por una nota más baja, como si el

animal hubiera quedado exhausto al emitir la primera. El doble grito es repetido varias veces, luego siguen otros sonidos que semejan, a medida que aumentan y decrecen, sorprendidos gritos de pena y gemidos de angustia. De pronto los sobrenaturales chillidos se renuevan en todo su poder. Varias aves gritan en concierto y esto continúa durante algún tiempo. Se reanuda a intervalos durante el día y de nuevo a la puesta del sol, cuando los bosques y pantanos resuenan con la extravagante bulla. He dicho que varias aves se unen en la gritería y esto sucede siempre. He disfrutado del raro placer de observarlas en estos instantes, y los gritos parecen luego un acompañamiento conveniente a sus gestos y movimientos desordenados. Doce o veinte aves tenían su sitio de reunión en un terrenito liso y limpio, rodeado por juncos y totoras. Permaneciendo bien escondido y con alguna paciencia se pueden observar sus procedimientos. Primero un ave emite un sonido fuerte y metálico que repite tres veces, algo parecido al reclamo de una Gallina de Guinea. Brota de las cañas o juncos, y es una nota de invitación que responden con rapidez las otras aves, mientras se apuran a dirigirse al sitio acostumbrado. En pocos momentos y casi en forma simultánea las aves aparecen emergiendo de entre las cañas y corriendo al espacio abierto en donde inmediatamente comienza la exhibición. Mientras gritan se abalanzan de uno a otro lado como si estuvieran poseídas de frenesí, las alas extendidas y agitadas, el pico muy abierto y alzado verticalmente. Nunca las vi pelear o manifestar enojo entre ellas durante estas exhibiciones y, conociendo el espíritu combativo de las Ypecahás y cuán prontas están a buscar pelea con las aves de otras especies, esto en un principio me sorprendió, pues estaba bajo la errónea impresión de que tales reuniones se hallaban, en cierto modo, relacionadas con el instinto sexual. Observándolas, también noté otro detalle. Cuando me escondí entre los juncos me había visto obligado a ubicarme de un modo tan desventajoso, debido al terreno húmedo que, cualquier Gallineta extraviada por accidente en el espacio abierto, hubiera descubierto mi presencia de inmediato. Sin embargo, habían iniciado y terminado su representación sin verme, tan entusiasmadas estaban con la emoción que las posee durante estos momentos. Pero no bien concluyó el coro salvaje que, enteradas de mi presencia, huyeron con precipitación entre las cañas. Con frecuencia hablamos de nuestra familiaridad con los hábitos de las especies que hemos observado larga y cuidadosamente en la naturaleza. Sin embargo, el

conocimiento así adquirido tiene que ser imperfecto, pues con tan tímidas vigías es casi imposible verlas sin ser vistos. Y cualquier ave consciente de ser observada actuará, por fuerza, como lo haría un individuo de oscura reputación que tuviera los ojos de un detective fijos en él. Mientras nosotros vigilamos al ave, ésta nos vigila a nosotros; de modo que cuando estamos fuera de su vista no vemos nada de todos los curiosos actos que realiza. La única manera de averiguar las costumbres de una especie como la Ypecahá -cauta, inteligente y que pasa su vida tras una pantalla de juncos- es domesticarla pues aunque en este estado algunos instintos están embotados y otros permanecen en suspenso, en realidad no han desaparecido. Sorprenderá a algunas personas el que yo hable de la Ypecahá como de un ave inteligente, desde el momento que es un miembro de la "familia estúpida", nombre que el profesor Parker ha dado a las Rallidee. Pero a pesar de la profunda admiración que siento por este ilustre anatomista, creo que está equivocado con respecto a estas aves. Hay, a mi juicio, mucha más estupidez en las familias Anserinae y Limicolinae, mientras que la Ypecahá siempre me ha parecido singularmente inteligente. Por fortuna, Azara pudo dar cuenta de los actos de una de estas aves en estado doméstico, que nos la muestran como una mascota vivaz y entretenida, aunque dañina. Fue tomada muy joven y se le permitió correr en libertad junto con las aves de corral, en la casa de un doctor de pueblo en Paraguay. Ya crecida era muy dominante y se convirtió en la tirana del corral. En una ocasión un gallo tuvo el valor de enfrentarla y se entablar un singular combate. La Ypecahá, moviéndose con asombrosa rapidez y bajando su cabeza, cargó y metiéndola entre las patas del gallo lo arrojó sobre la espalda en un instante, luego le descargó una lluvia de golpes en el pecho antes de que pudiera levantarse. Era loca por los huevos y siempre sabía cuando una gallina iba a poner. La seguía con cautela y luego se escondía a cierta distancia para esperar. Tan pronto como el huevo estaba puesto corría, lo alzaba con su pico, lo llevaba a lugar seguro y luego abriendo un agujero en un extremo de la cáscara, extraía el contenido sin derramar una gota. A veces, cuando la gallina permanecía demasiado en el nido, se impacientaba y, echándola, la perseguía por el campo con gran animosidad, administrándole un correctivo con su agudo pico. No satisfecha con devorar todos los huevos puestos por las aves del doctor, visitaba las casas de todos los vecinos, causando tales daños que al fin el pobre doctor, temiendo tal vez que

su profesión pudiera perjudicarse, mató a la gravosa ave. Esta Ypecahá no permitió nunca que la tocaran, pero iba a la casa y buscaba, por todas las piezas dedales, tijeras y otros pequeños objetos de metal, que llevaba afuera para esconderlos entre las malezas o enterrarlos en el barro. Era también una buena cazadora de ratones y, después de matar un ratón de un picotazo, se lo tragaba entero.

POLLA DE AGUA CHICA Porphyriops melanops Arriba oliváceo; cabeza más oscura; alas marrones; cobijas de las alas teñidas de castaño; secundarias externas más o menos claramente ribeteadas de blanco; abajo cenicienta; mitad del vientre y rabadilla blancos; flancos oliva salpicados de blanco; pico oliva oscuro con la punta amarillenta; patas avellana; largo 22,5, ala 12,5 centímetros. Hembra similar. En la parte Sud del territorio argentino la Polla de agua es una visitante estival y muy abundante en los pantanos a lo largo del Plata. En lenguaje y hábitos es como las Gallaretas; no se la ve a menudo en tierra, y, por lo común se alimenta mientras nada de un modo espasmódico entre las cañas flotantes. Aparece en octubre emigrando, según creo, sólo de noche. Después de la partida otoñal rara vez se encuentra un individuo. Durante el día se las ve tímidas y retiradas, pero se dispersan al atardecer emitiendo, con frecuencia, su grito profundo y misterioso, llamado "risa de bruja" por la gente supersticiosa, que semeja el súbito estallido de una risa histérica y que comienza con notas largas y fuertes que se transforman en breves y rápidas a medida que van muriendo.

CAPITULO 12 Aves del plata Gallareta de escudete amarillo Carao Jacana Teru-teru Chorlo dorado Chorlo de pecho colorado Chorlo de doble collar Chorlo cabezon Chorlo aperdizado menor Tero real Becasina comun Dormilon

Chorlito manchado Chorlo mayor de patas amarillas

GALLARETA DE ESCUDETE AMARILLO Fulica leucoptera Pizarra oscuro; cabeza y cuello negros; rabadilla blanca con un parche negro en el medio; comba de las alas y margen externo de la primaria externa, así como las puntas de algunas secundarias, blancos; pico amarillo; escudete de la cabeza redondeado atrás; patas olivaceas; largo 37,5, ala 19 centímetros. Hembra similar. Esta es, tal vez, la especie de Fulica más abundante en la región del Plata y se congrega, por cierto, en mayor número. El color del pico y del escudete es de un delicado amarillo; las patas, verde oscuras; la cabeza, cuello y parte de la espalda, negro aterciopelado; todo el resto del plumaje color pizarra oscuro, con excepción de las cobijas inferiores de la cola, que son blancas y hacen al ave muy notable cuando se aleja nadando con la cola alzada verticalmente. En las grandes lagunas pantanosas de las pampas se ve, a veces, a esta Gallareta en grandes números; miles de aves reunidas en una bandada esparciéndose sobre las costas bajas para alimentarse; parecen una gran reunión de Cornejas. Pero son extremadamente tímidas y, a la vista de un ave de presa u otro enemigo, todas se apresuran a dirigirse hacia el agua, tumbándose una sobre otra en su apuro por alcanzarla. Se elevan de una manera peculiar golpeando con rapidez la superficie del agua con sus grandes patas lobuladas, a menudo por una distancia de veinte o treinta metros, antes de estar por completo en el aire. Son aves locuaces. Cuando nadan, escondidas entre los espesos juncos, se las oye responderse en una variedad de curiosos tonos, algunos de ellos altos, huecos, y como gritos reiterados que semejan risotadas. El nido es una descuidada construcción de juncos que yace sobre el agua, con una muy ligera depresión para los huevos que se hallan en número de diez o doce. Son largos, puntiagudos en un extremo, color crema sucio, marcados en toda su superficie con pequeñas manchas negruzcas y púrpuras. Hay otras dos especies de Gallaretas en Argentina: la Gallareta de ligas rojas, F. armillata, la especie más grande que, como la anterior, tiene un escudete amarillo pero bordeado de rojo y las porciones desnudas de la libia, carmesí, de aquí su

nombre; y la Gallareta de escudete grande rojizo, F. leucopyga, con pico y escudete escarlata. En conjunto la familia Rallidae comprende trece especies en Argentina: ocho Gallinetas, dos Pollas de agua y tres Galiaretas.

CARAO Aramus scolopaceus Arriba marrón; frente, preorbitales y barba blanco grisáceas; cuello rayado con blanco; abajo similar; pico pardo; patas gris verdosas; largo 60, ala 32,5 centímetros. Hembra similar. Esta curiosa ave tiene un plumaje marrón negruzco, con un lustre bronceado en las partes superiores. Su largo total es de alrededor de setenta y cinco centímetros, y las alas, extendidas, miden cerca de un metro veinte centímetros de punta a punta. Ha sido llamada "a lo sumo, un pariente anormal de los Rallidae", y en su peculiar vuelo y muchos de sus hábitos difiere, por cierto mucho de los Rallidae. Tiene un pariente conocido, el Carao gigante del Norte de Sudamérica, una especie rara sobre cuyos hábitos poco se conoce. El pico de esta ave mide cerca de 12,5 centímetros de largo, es recto y de una dureza de hierro, el extremo está apenas curvado hacia un lado, en la mandíbula inferior algo más que en la superior. La lengua se extiende hasta la extremidad del pico; al final es de una resistencia córnea y raída o hendida en filamentos. Este pico es el instrumento más efectivo para abrir conchas, pues donde abundan moluscos, el Carao se alimenta sólo de ellos. Es así que las márgenes de los arroyos que esta ave frecuenta, están llenos de innumerables valvas abiertas las que han sido despojadas de su contenido. Cada concha tiene una pieza angular, de 1,3 centímetros de largo, quitada del borde de una de las valvas. Los mejillones y las almejas cierran las valvas tan estrechamente que seria imposible para un ave insertar su pico entre ellas para obligarlas a abrirse, por más parecido que fuera a un cuchillo en forma y dureza. Sin embargo, yo creo que el Carao siente primero la concha con su pata, mientras vadea; luego, con gran destreza y rapidez introduce su pico en ella antes de que la cierre, y así la conduce hasta la costa. De otra manera, sería más difícil para el ave sacar la concha cerrada del agua y llevarla a tierra, pero suponiendo que pudiera hacer esto y que luego tuviera éxito en taladrar, a través de ella, un agujero con su pico, el hueco hecho de este modo, tendría

bordes mellados y seria de forma irregular. Pero, como ya he dicho, el borde es nítido y el agujero angular, lo que demuestra que el Carao ha introducido su pico justo uno y medio o dos centímetros y medio entre las valvas; luego las forzó a abrirse rompiendo la pieza durante el acto y manteniendo tal vez la concha firme, con la presión de su pata. Durante el día es un ave apagada, escondiéndose en densos lechos de juncos en arroyos y pantanos. Cuando se lo echa se eleva trabajosamente con las patas colgando, y se alza en línea vertical hasta una considerable altura. Vuela alto, las alas curvadas hacia arriba y golpeándolas, con violencia, a intervalos irregulares. A' descender, se deja caer bruscamente sobre la tierra, las alas quietas, erguidas y el cuerpo balanceándose de un lado a otro de modo que el ave tiene el aspecto de un paracaídas. En el suelo liso camina más rápido que el hombre, golpeando sus patas de una manera majestuosa y sacudiendo la cola, y corre con rapidez diez o doce metros antes de alzar vuelo. Al anochecer se vuelve activo, emitiendo gritos largos, claros y penetrantes que repite muchas veces y que se oyen con toda claridad a tres kilómetros y medio de distancia. Estos gritos son muy melancólicos y, sumados a su fúnebre plumaje y hábitos de reclusión, le han ganado, al Carao, algunos bonitos nombres vernáculos. Se lo llama "Pájaro llorón" y "Viuda loca", pero se lo conoce más familiarmente como Carau. Cerca de la puesta del sol, dejan los lechos de juncos y comienzan a remontar los arroyos para visitar sus sitios de pesca favoritos. Son muy activos durante la noche, retirándose de nuevo al aproximarse la madrugada. A veces pasan el día posados en árboles, pero con más frecuencia se esconden entre los espesos lechos de juncos. Cuando se acerca la época del celo se vuelven muy barullentos, haciendo resonar los pantanos, de día y de noche, con sus gritos largos y quejumbrosos. Construyen el nido entre los juncos y depositan diez o doce huevos grandes como los del Pavo y muy grandes si se tiene en cuenta el tamaño del ave. Son un poco elípticos, aquí y allá manchados con pintas marrón pálido y púrpura sobre un fondo blanco oscuro, teniendo todo el huevo una apariencia empolvada o enharinada. Cuando alguien se acerca al nido, los padres emiten notas duras e indignadas, mientras caminan a cierta distancia. Los pichones y los adultos viven en una bandada hasta la primavera siguiente.

El Carao es mas nocturno que las verdaderas Rallidae, y como tiene un vuelo más poderoso, se eleva con mayor rapidez. Se asemeja a ellas en sus gestos y movimientos en el suelo, pero difiere muchísimo en la costumbre que tiene de volar, cuando se la molesta, a un espacio abierto en donde camina con ostentación, mirando al intruso.

JACANA Parra jacana Cabeza y cuello negro purpúreos; espalda y alas castano claro; primarias y secundarias amarillo verdoso pálidas con extremo marrón; flancos castaño oscuro; pecho negro oscuro; abdomen purpúreo; cola castaña con ápice negro; escudo frontal y base del pico rojos, resto del pico amarillo; patas oliva; largo 26,5, ala 14,5 centímetros. Hembra similar. El hermoso Jacana -a veces pronunciado Yasaná- también llamado Alas amarillas en lengua vernácul, difiere muchísimo de todos los otros miembros del orden Limicolinae, en el cual se halla ubicado, por sus dedos enormemente alargados que le permiten correr sobre las hojas flotantes de las plantas acuáticas. Se lo supone cercano a los Chorlos pero en su apariencia, que es muy singular, se asemeja más a las Gallaretas. El colorido de su plumaje realza lo singular de su apariencia: la cabeza, el cuello y las partes inferiores son negras; los hombros, espalda y cobijas de las alas, castañas; mientras que las plumas, que tienen un vivo lustre satinado, son de color verde manzana y, en ciertos momentos, parecen amarillo doradas. En la parte Sud del distrito del Plata, el Jacana es migratorio. A comienzos de octubre llega a Buenos Aires, proveniente del Norte, solo o en pequeños grupos. En sus migraciones parece seguir el curso del Plata, y aunque se han encontrado algunos anidando tierra adentro, la mayoría están confinados a los pantanos litorales. Los Jacanas viajan haciendo etapas fáciles. Con frecuencia descienden en el camino para descansar, pues son tan incapaces de sostener un largo vuelo que los muchachos de las pampas los cazan, en ocasiones, persiguiéndolos a caballo hasta que caen exhaustos. Yo creo que los Rallidae migratorios viajan de la misma manera -esto no se puede determinar con facilidad pues viajan de noche; pero son seres de alas débiles y

cuando se los obliga a elevarse, se sacuden como si estuvieran heridos. He observado a los Jacanas emigrando de día, pero por esta razón, no afirmaría que no lo hacen de noche pues los Chorlos y otras especies viajan tanto de día como de noche. El Jacana vuela con rapidez, en línea recta y pegado a la tierra. Sacude las alas con velocidad y planea con frecuencia. Cuando se eleva presenta un aspecto nuevo, pues el hermoso verde dorado de las alas está casi escondido mientras el ave descansa. La belleza de su vuelo se ve así muy acrecentada por el súbito despliegue de un tono tan raro y delicado. A cierta distancia del observador y con fuerte luz solar, las alas parecen de un brillante amarillo dorado. No sólo cuando vuela el Jacana hace despliegue de sus hermosas alas; sin elevarse tiene un modo de exhibirías, deleitándose con ellas tanto como la Cacatúa lo hace con su cresta y el Pavo real con su cola. Cuando varias de estas aves viven juntas, a veces todas dejan momentáneamente su comida y con rápidas y excitadas notas se amontonan en un grupo cerrado para realizar una singular y hermosa exhibición, manteniendo todas sus alas extendidas y agitadas, algunas con un sacudimiento rápido, otras con un lento movimiento deliberado, como el de una mariposa asoleándose. Una vez terminada la exhibición, las aves se dispersan de nuevo con tranquilidad. Nunca he visto pelearse a los Jacanas. Poco después de llegar se aparean y construyen un simple nido con pocos materiales, ubicándolo por lo general sobre las hierbas flotantes. Pone cuatro huevos de forma igual a la de las Barcinas, con manchas castañas sobre un fondo marrón amarillento pálido. Durante la incubación el macho monta guardia a cierta distancia del nido y emite un grito de aviso al aproximarse un intruso. La hembra, al instante vuela fuera del nido, pero al elevarse se torna muy visible. Cuando alguien se acerca al nido, los padres revolotean alrededor, sacudiéndose a veces como si estuvieran heridos y alzando, sin cesar, un clamor de notas apresuradas y de enojo, algo semejantes a los gañidos del Tero real.

TERU-TERU Vanellus cayennensis Arriba gris; ancha frente y cresta vertical negra; en las escapulares, parche bronce purpúreo; cobijas superiores de la cola blanca; primarias negro purpúreas; cobijas más grandes blancas; cobijas más pequeñas de las alas verde bronceadas; cola: mitad de la base blanca, la otra mitad negro purpúreo con

extremo blanco; abajo: barba y línea descendente por el medio de la garganta y pecho, negro brillante; costados del cuello grises, pasando a blanco en el rostro; abdomen y cobijas inferiores de las alas blancas; pico, púa de las alas y patas rojas; ojos carmesí; largo 32,5, ala 21 centímetros. Hembra similar. El "Frailecillo" del Plata es mucho más grande que el "Frailecillo" del Viejo Mundo, pero se asemeja a esta ave en el color general del plumaje, en la cresta larga, fina y negra y en su apariencia general. A través del territorio argentino se lo llama Teru-teru, a raíz de su grito de dos sílabas que repite sin cesar. Al Oeste de los Andes el nombre vernáculo es Queltregua, que es también una imitación de sus notas. Tiene patas rojas, iris carmesí, pico rosado con punta terminal negra y púas de las alas rojo coral; estas manchas de color se agregan a su apariencia atrevida y llamativa. En tamaño, belleza y espíritu es un rey entre los Chorlos, mientras que su disposición celosa y agresiva le da un carácter de tirano entre las aves en general. En las pampas herbosas (el distrito del cual han desaparecido los pastos gigantes), el Teru-teru es (o era) muy abundante. Es allí sedentario, aunque algunos individuos emigran, así como ocurre con la mayoría de especies sedentarias de alas fuertes y, a veces, se ven pequeños grupos, en primavera y otoño, volando con constancia a gran altura y realizando, en apariencia, un largo viaje. Por lo general, forman pareja para siempre y permanecen en el sitio en que se reproducen. Pueden ser perseguidos por los cazadores, sus huevos tomados año tras ano, la tierra dada vuelta con el arado y ellos, sin embargo, aún rehusan irse. En regiones que tienen una superficie quebrada -colinas, bosques y huecos abrigados- las aves, es natural, se atan a un sitio pues cada localidad posee su propia fisonomía y los seres que la frecuentan adquieren un conocimiento de sus ventajas. Se ven abrasadas por la sequía e inundadas por las lluvias en forma alternada, barridas por tormentas polvorientas en verano y fríos ventarrones en invierno; lo bastante violentos uno imaginaría, como para arrastrar toda criatura alada y borrar todo rastro de habitación. Repito, el poderoso vuelo de esta especie le permitiría realizar largos viajes, y si bien no se ven afectados por los cambios atmosféricos, la escasez de alimentos y de agua debería ser una tentación para lanzarlos en la búsqueda de nuevas regiones. Pero a pesar de todas las vicisitudes, el Teru4eru se aferra a su pedazo de tierra elegido. En defensa de su territorio sostiene perpetuas guerras contra todas las

criaturas vivientes; siendo los objetos de un aborrecimiento especial: el hombre, los perros, Ñandúes y aves de presa en general. Su ruidoso grito y temperamento irascible son comentados por muchos viajeros y naturalistas, pues nadie que cabalgue a través de las pampas podría pasar por alto al ave con sus chillantes protestas contra los transgresores resonando sin cesar en sus oídos. Pero todos ellos omitieron mencionar el singular hábito que posee esta ave, de asociarse en grupos de tres con el propósito de diversión o juego. Cada pareja, como ya he dicho, vive siempre junta en su sitio de tierra propio, lindo y bien definido, al que guarda con celo de los intrusos. Sin embargo. si se observa una pareja por un rato se verá otra ave -de una pareja vecina- elevarse y volar hacia ellos, dejando a su propia compañera que cuide la casa y, los otros, en lugar de resentirse por esta visita como si se tratara de una intrusión, le dan la bienvenida con notas y signos de manifiesto placer. Avanzando hacia el visitante, se ubican detrás de él. Luego los tres, manteniendo el paso, inician una rápida marcha emitiendo fuertes y tamborileantes notas, rítmicas, de acuerdo con sus movimientos. Las notas de las aves de atrás fluyen en un rápido torrente, mientras que la que dirige lanza notas fuertes y únicas, a intervalos regulares. La marcha cesa; el guía extiende sus alas mientras continúa emitiendo fuertes notas, en tanto que los otros dos, con el plumaje esponjado, parados justo de frente, se agachan hacia adelante hasta que las puntas de sus picos tocan el suelo y, disminuyendo sus voces hasta un murmullo, permanecen, por un instante, en esta singular postura. Luego la función termina; las aves retoman sus actitudes naturales y el visitante se va. No hay ninguna duda de que este despliegue no tiene ninguna relación con el instinto sexual, pues es gustado durante todo el año, a todas horas del día y también durante las noches de luna. Es simplemente el modo que tiene el ave de expresar su espíritu alegre, pues la mayoría de las criaturas vivientes -las aves en especial- tienen métodos de juego más o menos bien definidos; para el Teru-teru, las horas de juego consisten en breves intervalos que tienen lugar todos los días. Sin embargo, su aire grave y pomposo y la precisión militar de sus movimientos, llevarían fácilmente al observador a atribuir todo este despliegue a algún motivo más importante. El juego no lo disfrutan sólo con los vecinos. Hay muchos Teros solitarios que erran sin cesar de un sitio a otro -tal vez son Teros jóvenes que aún no se han establecido y cuando uno de estos vagabundos pasa cerca de una

pareja, se lo invita en seguida a unirse y, cuando se posa, todos inician la exhibición con gran gusto. Sin embargo, en este caso, tan pronto termina, el ave extraña es atacada con gran animosidad y arrojada del lugar. Si por casualidad el intruso se acerca de nuevo, se apresuran a echarlo con aumentada furia. Es bien recibido por cinco o seis minutos, pero no debe prolongar su estada. Mientras observaba sus bailoteos, que los gauchos llaman cuadrillas, se me ocurrió una curiosa pregunta. Me pareció que su manera de jugar había tenido un efecto lo bastante fuerte como para marcar todo su carácter -estando influenciados por ella el lenguaje, porte, hábitos y aun las relaciones domésticas-. Con la atención puesta en el último punto, aunque es la regla general que cada macho tenga sólo una hembra, he conocido varios ejemplos de un macho con dos hembras, las que ponían los huevos en un mismo nido y se turnaban para incubarlos. También encontré casos de dos machos para una hembra y, una vez, mientras los observaba noté que cuando la hembra estaba en el nido, los machos permanecían sobre ella, uno a cada lado. Una vez, una gran reunión de Teru-terus atrajo mi atención, debido a la extraña conducta de dos individuos que se hallaban entre ellos, y decidí permanecer para observar sus procedimientos. Era en el tiempo seco y caluroso y muchas aves se habían congregado para beber en una laguna. Algunos cientos de ellos estaban parados, arreglando con tranquilidad sus plumas. En el medio de la bandada, dos aves marchaban en forma bien visible, tiesas y erguidas como una pareja de soldados entregados a un ejercicio militar, y emitiendo fuertes notas llenas de autoridad. Cada pocos minutos, un recién llegado arribaba y se posaba a alguna distancia del agua, sobre la que los dos barullentos se meneaban. Estos, ubicándose detrás de él, lo corrían hasta la margen con notas fuertes y resonantes. Luego, permaneciendo a su lado esperaban hasta que saciara su sed, después de lo cual lo corrían hasta cierta distancia del agua, de la que parecían ser los dispensadores. Continué observándolos por más de una hora, y a cada ave que llegaba, la acercaban y alejaban del agua de esa manera ceremoniosa. A veces, varias parejas se unían y volaban en una compacta bandada. Se dividían en grupos de a tres, Lego revoloteaban por algún tiempo batiendo todos sus alas al mismo compás y gritando sus notas al unísono. Estos movimientos parecían ser, en el aire, una imitación de las acostumbradas marchas y tamborileos del suelo.

La época de reproducción de los Teru-terus comienza temprano, en el mes de junio, cuando la estación es favorable. Fuertes fríos, sequías u otras causas, a veces la dilatan hasta agosto. El nido es un hoyo circular poco profundo, hecho por el ave en la tierra lisa y tapizado con hierbas quebradas y pequeños fragmentos de tallos de cardos. Pone cuatro huevos casi aguzados en un extremo, color verde oliva (como el del suelo) salpicado de negro. Los huevos de nidos diferentes varían mucho en tamaño, color y en la cantidad de negro con que están salpicados. Dos aves nunca ponen huevos exactamente iguales. Mientras la hembra está en el nido, el macho vigila a una distancia de veinte o treinta metros y, en caso de peligro, emite un potente grito de aviso. La hembra, a veces deja el nido corriendo, pero más a menudo vuela resultando fácil encontrar el nido en la pampa abierta, con sólo marcar el sitio del cual se ha elevado. En el transcurso de una cabalgata matinal levanté sesenta y cuatro huevos. Durante la incubación las aves son extremadamente celosas y vigilantes, acrecentándose su irritabilidad con el aumento del pollo en el cascarón. En esta época atacarán, con gran furia, a cualquier ave de presa que se acerque al nido. Cuando se aproxima algún ser humano, vuelan a su encuentro cuando aún está lejos y, revoloteando sobre él con fuertes gritos, se arrojan a intervalos llegando muy cerca de su cabeza y tratando de golpearlo con las púas de sus alas. Incapaz de intimidar al enemigo con estas muestras de violencia cambia sus tácticas y, posándose a cierta distancia, simula que está buscando su nido. Con bien supuesta precaución y cautela en sus maneras, corre en silencio, agachándose mucho. Cuando encuentra en la superficie, una ligera depresión parecida a un nido, se echa sobre ella, abre un poco las alas y comienza a juntar todas las pajitas y palitos a su alcance, con las que arregla cuidadosamente el hueco, como lo hace la mayoria de las aves que anidan en el suelo, cuando incuban. También a veces, como muchas otras especies, trata de alejarlo a uno del nido fingiéndose cojo. Pero el instinto de buscar y sentarse en un nido imaginario, que no vi en ninguna otra ave, me parece mucho más complejo y admirable. Cuando una majada de ovejas pasa encima del nido, el ave se para sobre él para defender los huevos, y sus fuertes gritos y alas extendidas sirven, a menudo, para atraer las ovejas por simple curiosidad. Aun con una docena de ovejas agrupadas a su alrededor, permanece sin desanimarse golpeándoles la cabeza con las alas. Pero para desgracia suya, si el pastor las sigue, sus fuertes gritos

lo atraerán al lugar y tomará los huevos defendidos con tanta bravura.

CHORLO DORADO Charadrius dominicus Arriba negro amarronado, con numerosos puntos amarillos irregulares; frente, faja superior y costados del cuello, blancos; abajo negro; rabadilla blanquecina; axilares gris humo; pico negro; patas gris oscuro; largo 20,5, ala 17,5 centímetros. Hembra similar Pichones: abajo blanco sucio con pecas grisáceas. Este cercano representante del Avefría dorada europea, de la que se distingue principalmente por su tamaño más grande y axilares gris humo, visita Sudamérica después de la época de la reproducción en el Norte. El Chorlo es abundante y muy conocido por todos por su nombre nativo, Chorlo, a través del Sud argentino. Sus notas salvajes y claras se oyen primero, alrededor de la última semana de agosto; y entre los recién llegados se ven muchos usando todavía su traje nupcial. Después de su largo viaje desde las regiones árticas, están flacos y no valen la pena de ser cazados; dos meses más tarde se ponen muy gordos y son más apreciados por los "gourmets". Pero no obstante ser tan regulares en sus llegadas, no visitan con regularidad las mismas localidades todas las estaciones; pueden abundar en un sitio un año y escasear o estar ausentes al siguiente. Durante la primavera, de septiembre a diciembre, prefieren los campos abiertos con pastos cortos y en la vecindad de suelos húmedos o pantanosos. Al finalizar diciembre, cuando el cardo gigante (Carduus mariana) que a menudo cubre grandes áreas de terreno, ha sido quemado por el sol y tirado al suelo, se diseminan en bandadas de cien a cuatrocientos o quinientos. Sin embargo, al anochecer todos convergen a una laguna o sitio pantanoso que contenga agua, congregándose día tras día en tal número que ennegrecen el suelo en una superficie de varias áreas de extensión y, a una distancia de quinientos metros, el estrépito de sus voces unidas semeja el rugido de una catarata. A medida que la población aumenta en las pampas, estas estupendas reuniones se vuelven más y más raras. Veinticinco años atrás era algo excepcional para un hombre el poseer una escopeta, o el usarla en caso de que la tuviera. Si quería un Chorlo, un gauchito, con una cuerda de un metro de largo y una bola de plomo atada a un extremo, podía voltear todos los que quisiera. Yo también los he matado de esta manera con la "bola perdida": una bola en el extremo de una larga cuerda, tirada

al azar en una nube de aves. Los hábitos, vuelo y lenguaje del Chorlo no necesitan ser descriptos acá, pues de esta ave han hablado muy a menudo, hasta agotar el tema, los ornitólogos americanos. La única peculiaridad que posee y que no la he visto mencionada, es su facultad de producir un fuerte sonido, como de un cuerno, cuando unos pocos, al pasar y ver otros de su clase en el suelo, descienden con violencia y casi verticalmente hacia la tierra, con las alas inmóviles. Sin embargo, este hecho se puede ver rara vez y, en la primera ocasión en que oí el sonido arriba de mi y alcé la vista para ver media docena de Chorlos arremetiendo desde el cielo, la visión me dejó casi sin aliento por el asombro. Los Chorlos parecen abundar más en las pampas, entre los paralelos 340 y 360 de latitud; pero aún no ha sido determinado hasta dónde se extiende hacia el Sud. Las migraciones de retorno comienzan temprano, en marzo y aún Barrows los encontró en la vecindad de Bahía Blanca y en Sierra de la Ventana, desde el 8 de febrero hasta el 19 de marzo. Dice que durante la mayor parte de este tiempo, abundaba en bandadas de veinte a doscientos individuos que parecían moverse uniformemente hacia el Sud o Sudeste.

CHORLO DE PECHO COLORADO Rudromias modesta Arriba marrón ceniciento; banda frontal y faja superciliar blancas; alas y plumas centrales de le cola negruzcas; plumas laterales de la cola blancas, las más internas con una imperfecta banda subterminal negra; abajo: garganta cenicienta; pecho castaño claro con una banda negra abajo; vientre blanco; pico negro con la base de la mandíbula inferior amarillenta; patas marrones; largo 19, ala 13,5 centímetros. Hembra similar. Pichones sin el pecho leonado. Esta especie se asemeja mucho al Chorlo dorado en su porte, vuelo y apariencia general; pero es más pequeño y su sobrio plumaje superior no está realzado con manchas doradas. Anida en Sudamérica y las Malvinas. Emigra al Norte en otoño, apareciendo en abril en las pampas y encontrándoselo allí durante el invierno, de aquí el nombre vernáculo Chorlito de invierno. En su traje de invierno el plumaje superior es gris pardusco; el pecho marrón oscuro; el vientre blanco. Es timido y activo, nene un vuelo muy rápido y se lo ve en bandadas en número variable, de doce a trescientos individuos. Cuando se alimentan se diseminan mucho, corriendo con gran velocidad en todas direcciones. Al volar emite con

frecuencia su grito, que no tiene el mismo tono melodioso del Chorlo dorado, pero que es maravillosamente claro y se oye desde lejos, impresionando al que lo oye por su rusticidad y melancolía. Su migración de retorno tiene lugar en otoño.

CHORLO DE DOBLE COLLAR Aegialitis falklandicus Arriba marrón; frente blanca; banda a través de la frente y costados de la cabeza negros ribeteados de bermejo; alas negras con saetas claras y bordes blancos en la base de algunas de las primarias internas; plumas centrales de la cola negras, laterales, blancas, con una banda subterminal negruzca más o menos clara, excepto en el par más externo; abajo blanco rayado con dos anchas bandas negruzcas en el pecho; pico y patas negras; largo 17,5, ala 12,5 centímetros. Hembra similar El heremoso Chorlito de doble collar habita las Malvinas y el Sud de Patagonia. En invierno emigra hacia el Norte llegando hasta Paraguay, pero no abunda en ninguna parte y rara vez se lo ve en grupos que excedan la media docena. Es sumamente activo. Prefiere siempre los suelos húmedos a los secos, y corre con rapidez sobre el barro en busca de alimento, como una Tringa. Su único lenguaje es una nota baja y seca que emite en el momento de alzar el vuelo. Algunos ejemplares permanecen, para anidar, hacia el Norte, hasta en las pampas de Buenos Aires. Gibson dice que el nido está siempre ubicado cerca del agua, y consiste en una ligera raspadura en el suelo, rellena de pasto seco. Pone tres huevos oliva con manchas negras y de forma semejante a la de los Teros. Durnford también lo encontró anidando en el valle del Chupat (Chubut), en septiembre de 1877. Hay una segunda especie de Chorlo de collar (el Chorlo de collar de Azara, Ae. collaris) que se extiende por toda Sudamérica y al que vi ocasionalmente en una migración en las pampas.

CHORLO CABEZON Oreophilus ruficollis Arriba gris, mezclado con marrón amarillento y rayado con ne gro en la espalda y cobijas de las alas; frente y superciliares marrón amarillentas; faja negruzca a través del ojo; alas negruzcas con saetas blancas y con la superficie interna blanca. Cola gris con una barra subterminal negra en las plumas laterales; abajo

gris; garganta rojo herrumbre; abajo del pecho una banda negra o parche; pico oscuro; patas rojas; largo 25, ala 16,5 centímetros. Este hermoso y singular Chorlo, con el pico como el de un Chorlito, habita el Sud de Patagonia y las Malvinas. Emigra hacia el Norte en otoño y, durante la época fría, se lo ve distribuido aquí y allá, por todo el territorio argentino, pasando a Bolivia y Perú. En las pampas es más abundante en abril, pero la mayoría de las aves que se ven durante este mes, son viajeras que se dirigen a latitudes más templadas. Es un ave tímida y muy activa; de tamaño un poco más grande que el del Chorlo dorado. En el distrito del Plata se lo llama por lo general Chorlo canela, por el rojo canela que prevalece en su plumaje. Se lo distingue, en la familia a la cual pertenece, por la gran longitud de su pico recto, delgado, parecido a una cánula y nada semejante al de ningún otro Chorlo. Tiene también otras peculiaridades en la estructura; los dedos son excepcionalmente cortos y gruesos; el hueso frontal está modificado en una forma curiosa y los ojos son muy grandes, como los de una especie nocturna. Sin embargo, no creo que emigra de noche, pues nunca he oído su peculiar grito de viaje, después del anochecer. Una bandada se compone, por lo general, de doce a treinta individuos. Cuando están en el suelo se dispersan mucho, corriendo con más rapidez que cualquier otro de los Chorlos que conozco. Cuando viajan, el vuelo es rápido y alto y las aves van muy separadas. No poseen notas melodiosas o resonantes como Otros miembros de la familia de los Chorlos. En el suelo son silenciosos, pero cuando alzan el vuelo, siempre emiten una nota larga, trémula y de tono fino y agudo, con una inflexión descendente'. canto que repiten, por lo general, tres o cuatro veces. El sonido puede imitarse golpeando las cuerdas flojas de una guitarra. Este grito lo lanzan con frecuencia cuando emigran. En el Río Negro, Patagonia, sólo observé este Chorlo en la época invernal, pero Durnford lo halló anidando en el valle del Sengel (Senguer), en Chupat (Chubut), en el mes de diciembre.

CHORLO APERDIZADO MENOR Thinocorus rumicivorus Arriba marrón anteado, jaspeado y rayado en forma irregular, de negro; plumas de las alas negras ribeteadas de blanco; secundarias externa como la espalda; cola negra con ancho borde terminal blanco, rectrices centrales como la espalda;

abajo blanco; ancha línea negra a cada lado de la garganta uniéndose en el centro del cuello y expandiéndose en un collar en el pecho; costados del cuello grisáceos; pico marrón oscuro, patas amarillas; largo 16,5, ala 10 centímetros. Hembra similar, pero con sólo trazos ligeros de la barra negra. Esta curiosa ave tiene el plumaje superior gris y las alas estrechas, largas, con el extremo aguzado de las de un Chorlo, con el cuerpo pesado y corto y el pico fuerte y curvo de una Perdiz. Pero el pico gallináceo no está en relación en estas especies, como sucede en las Perdices, con fuertes patas gallináceas. Por el contrario, las patas son en extremo pequeñas y débiles, y apenas pueden sostener el peso del cuerpo. Cuando se posa en el suelo deja caer su cuerpo directamente en la tierra, sobre la que se echa bien pegado, como un Chotocabras. Cuando se eleva en el aire lo hace de pronto con el vuelo salvaje y apurado y el grito de alarma, agudo y discordante de un Chorlo. Se alimenta sólo de vegetales. Yo he abierto la molleja de muchos ejemplares, para asegurarme de que nunca comen insectos, y siempre encontré en ellas nada más que semillas (por lo general semillas de trébol) y brotes tiernos y hojas mezcladas con partículas diminutas de grava. Estas aves habitan Patagonia, emigrando hacia el Norte (las pampas) en invierno y arribando en abril. Por lo común van en bandadas de alrededor de cuarenta o cincuenta individuos y vuelan con mucha rapidez, manteniéndose muy juntas. En el suelo, sin embargo, están siempre muy separadas y son tan lentas para elevarse, que permiten a una persona caminar o cabalgar a través de las bandadas sin que ellas lleguen a volar, arrastrándose cada una a un pequeño hueco en la superficie o detrás de un manojo de pastos, para escapar a la observación. Durante su estada invernal en las pampas, la bandada elige siempre, como lugar para alimentarse, un parche de tierra blanca arcillosa con vegetación escasa y marchita. Aquí, cuando el ave se agacha inmóvil en el suelo, al que su plumaje gris se asimila tanto, es más difícil descubrirla. Si una persona está quieta cerca o en medio de una bandada, las aves revelarán su presencia contestándose con una variedad de extrañas notas, que semejan el arrullo de las Palomas, golpes fuertes en el suelo hueco y otros ruidos misteriosos que parecen venir de bajo tierra. En el valle del río Negro encontré unas pocas de estas aves en verano, pero no puede hallar sus nidos.

Duruford, que los encontró anidando en Chupat (Chubut) a fines de octubre, nos cuenta que su nido es una ligera depresión en el suelo, a veces tapizada con unas pocas briznas de hierbas. "Los huevos tienen un pálido color terroso, salpicado, espesa pero muy finamente, con manchas chocolate claro y oscuro; tienen un aspecto pulido y miden 3,5 por 2 centímetros". (Ibis, 1878, pág. 403.)

TERO REAL Himantopus brasiliensis Blanco; línea detrás de cada ojo, nuca, parte posterior del cuello, interescapulares y alas negras; una estrecha banda blanca separa el cuello negro de la negra parte superior de la espalda; pico negro, patas naranja; largo 35, ala 21,5 centímetros. Hembra similar. Esta ave es sedentaria y común en el distrito del Plata. En lengua vernácula se la llama Teru-real y también Zancudo. Frecuenta pantanos y lagunas. Vadea cerca de la costa, en el agua poco profunda en busca de alimento. Es de movimientos vivaces y, no obstante la gran longitud de sus patas, tiene una apariencia linda y graciosa cuando está en el suelo. Sin embargo, luce más durante el vuelo, que es notablemente ligero y libre, mientras que las alas de extremos aguzados y color negro lustroso, contrastan finamente con el plumaje blanco nieve del cuerpo, y las patas rojas, extendidas en línea recta hacia atrás, tienen la apariencia de una cola larga y delgada. Los Zancudos son locos por los ejercicios aéreos, persiguiéndose uno al otro con maravillosa velocidad por el aire, de modo tal que, pocos minutos después que el espectador casi los ha perdido de vista en el cielo, se hallan de nuevo abajo a pocos metros de la superficie. Mientras se persiguen, emiten sin cesar sus excitados gañidos que recuerdan, en tono, uno de los musicales ladridos de algunos sabuesos. El nido está hecho en el suelo bajo, cerca del agua, y consiste sólo en un ligero revestimiento de pasto seco y hojas, reunidos en una pequeña depresión de la superficie. Pone cuatro huevos piriformes. color oliva oscuro salpicados de negro amarronado, encontrándose las manchas más amontonadas en el extremo más grande. Durante la incubación es el macho que monta guardia y emite un grito de aviso al aparecer un enemigo, con lo cual la hembra abandona el nido. También simulan cojera para alejar a las personas de la vecindad de los huevos o pichones, pero lo hacen de una manera peculiar a esta especie, pues, debido a la gran longitud

de sus patas, no pueden arrastrarse contra el suelo, como hacen los Patos, Avefrías, Perdices y otras aves. Colocándose a una distancia de cuarenta o cincuenta metros del intruso., pero con el pecho hacia él, revolotean a alrededor de treinta centímetros del suelo, con sus largas patas colgando y parece como si pugnaran por elevarse y cayeran repetidamente. Si se les acercan, se retiran con lentitud, revoloteando siempre justo sobre el pasto y sin hacer ningún ruido. Después que los pichones pueden volar, permanecen con los padres hasta la primavera siguiente. A veces dos o tres familias se asocian, elevando el número de aves de la bandada a quince o veinte. Los pichones tienen un grito agudo y quejumbroso de dos notas; el plumaje, marrón y gris pálido; los ojos negros. Después de nueve o diez meses adquieren el plumaje adulto, no por muda sino por un cambio gradual en el color de las plumas. Por ese mismo proceso gradual, el ojo cambia de negro a carmesí; el borde externo del iris asume primero un color rojizo oscuro, que se aclara y ensancha hasta que todo el iris se vuelve de un rojo vivo.

BECASINA COMUN Gallinago paraguaiae Arriba marrón rayado con negro y leonado pálido; alas ceniza oscuro ribeteadas de blanco; cola de dieciseis rectrices, de las cuales, el par externo tiene forma de alfiler; abajo blanco; pecho marmolado con negruzco y marrón; largo 26,5, ala 23 centímetros. Esta ave familiar, llamada Agachona en lengua vernácula por su costumbre de agacharse, pegada al suelo, para no ser vista cuando alguien se acerca, abunda en el distrito del Plata y es sedentaria; no obstante que sus súbitas y totales desapariciones de todos los espacios abiertos y húmedos en los que es común, durante el invierno, dan la impresión de que es migratoria. Sin embargo, sólo se retira para anidar en los extensos y solitarios pantanos. El nido es una ligera depresión en el suelo húmedo, cerca del agua y revestido con pastito seco. Pone cuatro huevos de forma de pera y color oliva con manchas negras. Después que los calores del verano han pasado, las Becasinas aparecen de nuevo de golpe en todo el territorio y, en esta época, se las encuentra con frecuencia en las tierras altas y secas entre los pastos marchitos y los cardos. En épocas secas favorables, a veces se reúnen en grandes bandadas de no menos de quinientas a seiscientas aves. Una bandada de esta clase permanece, en algunas

ocasiones, en un sitio durante varios meses sin deshacerse. Frecuentan, por lo general, un lugar abierto de tierra llana en donde el agua apenas cubre las raíces de los pastos cortos. Aquí se mantienen muy cerca una de otra mientras se alimentan, y son visibles desde larga distancia, pero se vuelven demasiado cautas, elevando todas sus cabezas a la menor alarma, de un modo que no parecen Becasinas, y levantan el vuelo con rapidez de los Patos salvajes. Sin embargo, uno no se encuentra a menudo con estas bandadas. Por lo general, la Becasina común es un ave solitaria, que se agacha cuando se le acercan y salta de golpe cuando casi la han pisado, emitiendo con fuerza su agudo y raspante grito de alarma. Después de elevarse a una considerable altura, volando de una manera salvaje y errática, retorna de súbito a la tierra, cayendo a menudo en el pasto dentro de los veinte metros del sitio de donde se elevó. Es en realidad curioso el ver cómo estos hábitos, característicos de las Becasinas de todo el mundo, se dejan de lado de manera tan completa cuando se asocian en grandes bandadas. Temprano y tarde en el día, muchos individuos están por lo general volando ocupados en sus pasatiempos aéreos, siendo perfectamente audibles, a una distancia de cerca de dos kilómetros, los singulares ruidos de molienda o guadañar causados por sus plumas en el violento descenso desde una gran altura. Se lo oye durante el invierno a todas horas del día durante el tiempo moderado y húmedo y, en las noches de luna, a menudo hasta pasada media noche.

DORMILON flhynchaea semicoliaris Arriba marrón oscuro; cabeza negra con una banda central y dos laterales longitudinales blanco anteado; alas negro cenicientas salpicadas con blanco anteado y rayadas de negro; cobijas con grandes pintas ovaladas blanco claro; abajo: pecho y garganta amarronado oscuro, con un visible collar negro a cada lado del cuello; vientre blanco, flancos teñidos de color ante; pico verdoso con la punta rojiza; patas color carne; largo 20, ala 10,5 centímetros. Hembra similar, pero un poco más grande y de colores más brillantes. En las provincias argentinas a esta ave se la llama Dormilón, en alusión a sus perezosos hábitos semejantes a los de las especies nocturnas. Pasa las horas diurnas escondido entre los densos lechos de cañas, alzándose sólo cuando está a punto de ser pisado. Su vuelo es débil y errático, alternando los rápidos

aleteos con intervalos de planeo y, después de volar una corta distancia, se posa de nuevo como una Gallareta. No tengo ninguna duda de que es de hábitos nocturnos o crepusculares, por su comportamiento en el suelo lo mismo que durante el vuelo cuando parece encandilado por la luz. Es solitario y sedentario y se lo puede encontrar en pequeños números en todo pantano o arroyo del distrito del Plata, en donde sus lechos de cañas favoritos, le proporcionan abrigo. Parece no tener grito o nota de ninguna especie, pues aun en el momento de incubar los huevos o cuando teme por su nido, no emite ningún sonido. Nunca pone más de dos huevos. Los coloca sobre el suelo húmedo, a menudo sin ningún revestimiento, entre los pastos juntos y las hierbas, cerca del agua. Son oblongos y bruscamente puntiagudos en el extremo más pequeño. Tienen un color blanco, pero tan marcado y salpicado de negro que, en algunos casos parecen ser por completo de este color, o bien negros salpicados de blanco.

CHORLITO MANCHADO Tringa maculata Arriba marrón mezclado con negro; superciliares blanquecinas; rabadilla y cobijas superiores del medio de la cola blancas; abajo: blanco, cuello y pecho grisáceos rayado de negro; largo 21,5, ala 13 centímetros. Hembra similar. El Chorlito manchado es una especie norteamericana bien conocida, que visita el Sud durante sus migraciones. Anida en abundancia en Alaska y, en invierno, desciende hasta Chile y Patagonia atravesando Centro y Sud América. Durnford encontró muchos alrededor de las lagunas saladas de Chupat (Chubut). Cerca de fines de agosto comienza a llegar al Plata, por lo general solo o en pequeñas bandadas. Entre estos primeros viajeros hay algunos tan jóvenes, con rastros de plumón amarillo aún adherido a las plumas de la cabeza y en conjunto débiles en apariencia, que uno apenas puede dar crédito al hecho de que tan pronto después de haber salido del cascarón, han realizado el estupendo viaje desde la extremidad boreal del continente Norteamericano hasta las pampas de Buenos Aires. Esta especie difiere de otros Chorlos en ser de costumbres más solitarias y sedentarias, alimentándose durante horas en un mismo sitio y en su hábito, semejante al de las Becasinas, de agacharse mucho cuando alguien se acerca y permanecer inmóvil observando al intruso. También se diferencia en su lenguaje,

pues su trémulo grito, bajo y suave, que emite mientras vuela, es bien distinto de los sonidos agudos y secos de otras especies. Durante los meses de calor, cuando el agua comienza a faltar se reúnen a veces en bandadas, viéndose, en ocasiones, hasta doscientos o trescientos individuos, pero en toda época es más común verlos en grupitos de media docena o solos. Otras dos especies Articas-americanas de Tringa, bien conocidas, son visitantes anuales de la Argentina: el Chorlito unicolor, T. bairdi y el Chorlito de rabadilla blanca, T. luscicollis.

CHORLO MAYOR DE PATAS AMARILLAS Totanus melanoleucus Arriba gris pardusco salpicado de blanco; rabadilla casi blanca; abajo blanco; garganta y cuello con rayas negras; pico negro, patas amarillas; largo 35, ala 19 centímetros. Hembra similar. Esta especie es más conocida como una especie Artica-americana, descendiendo al Sud durante las migraciones y llegando al Plata a fines de septiembre o a principios de octubre, solo o en parejas y, a veces, en pequeñas bandadas. Sin haber sido nunca muy abundante es bastante común y rara vez se puede uno acercar a un charco o pantano en las pampas, sin ver uno o más individuos vadeando cerca de la orilla y emitiendo su poderoso grito de alarma: una nota larga y clara, repetida tres veces. Estos visitantes estivales nos dejan en marzo y luego, lo que es muy extraño, arriban otros, es probable que del Sud, para invernar en las pampas, en las que permanecen de abril a agosto. De este modo, no obstante que el Chorlo real no anida en las pampas, lo tenemos con nosotros durante todo el año. Las observaciones de Durnford están de acuerdo conmigo, pues dice que se lo encuentra durante todo el año cerca de Buenos Aires. Barrows escribe que esta especie "aparece todos los meses del año (en Concepción, Entre Ríos), pero en número mayor durante agosto, septiembre, octubre y noviembre". El Chorlo menor de patas amarillas, Totanus flavipes, es también una especie común. Proveniente de la región ártica de Norte América, visita Argentina de septiembre a abril. Muchos ejemplares que no anidan, se encuentran también durante los otros meses del año. En hábitos, lenguaje, color y -excepto el tamaño- en toda su apariencia, se asemeja muchísimo al Chorlo mayor de patas amarillas, y las dos especies, atraídas o engañadas por esta semejanza, están siempre juntas.

CAPITULO 13 Chorlito solitario Batitu Chorlo rojizo Becasa de mar Chorlo polar Pico tijera Gaviota cocinera Gaviota de capucho negro Maca grande Perdiz del monte Martineta colorada Perdiz chica comun Martineta copetona comun Ñandu

CHORLITO SOLITARIO Rhyacophilus solitarius Dedo del medio casi tan largo como el tarso. Arriba gris oliva oscuro con marcas más negras y ligeramente salpicado de blanco; cobijas superiores de la cola negruzcas, rayadas de blanco; cola blanca con rayas negruzcas; abajo blanco; lados del cuello y pecho veteados y rayados con gris pardusco; cobijas inferiores de las alas negruzcas, rayadas de blanco; largo 21,5, ala 17,5 centímetros. Hembra similar. El bien conocido y bien llamado Chorlo solitario, llega al Plata más tarde que otras aves de su familia. Difiere mucho de ellos en sus hábitos, evitando los llanos húmedos y las márgenes barrosas de pantanos y lagunas, en donde se congrega la mayoría. Hace su casa en el costado de un charco bien protegido por sus orillas o por árboles y hierbas, y con un borde claro en el que pueda correr con libertad. El ave permanecerá solitaria y satisfecha mientras haya un poco de agua en el charco elegido, aun cuando sea solamente un poco de lodo en el fondo de una zanja. Cuando alguien se acerca, corre con rapidez a lo largo de la orilla, parándose a intervalos para mover la cabeza, en lo que se asemeja al Chorlo de patas amarillas, y emitir grititos de alarma, agudos y secos. Al fin, alzando el vuelo, lanza su peculiar y delicioso grito: una nota larga, tres

veces repetida, de un carácter tan claro y penetrante que parece un sonido demasiado fino y brillante aun para un ser tan libre y aéreo como un ave. El vuelo es muy veloz y salvaje. El ave se eleva alto y se lanza a un lado y otro, emitiendo su penetrante grito de tres sílabas todo el tiempo y, al fin, tirándose hacia abajo, cae súbitamente de nuevo en el mismo sitio de donde habla partido. Una vez me agradó y divirtió el descubrir, en un charquito retirado en un monte, bien escondido a la vista por árboles y plantas acuáticas un Chorlito y una Ardea (Garza) azul viviendo juntos. La Ardea vigilaba con paciencia, en busca de pececitos y, cuando no pescaba, dormitaba en una rama baja que sobresalía horizontalmente por encima del agua; mientras su compañero corría con vivacidad a lo largo de la orilla, alzando pequeños insectos del agua. Cuando se los molestaba, alzaban el vuelo juntos, la Ardea con su grito áspero y rechinante, el Chorlito, lanzando con delicadeza sus notas finas y vivas: un maravilloso contraste! Después de esto, cada vez que visité el charco, encontré a estos dos ermitaños (uno de modales tan calmos, el Otro tan vivaces) viviendo juntos en paz.

BATITU Actitura bartramius Arriba negruzca, las plumas ribeteadas con marrón amarillento; rabadilla negra; cobijas de las alas marrón amarillentas rayadas de negro; primarias negruzcas; abajo blanco; pecho y flancos ocre, salpicados y rayados de negro; superficie interna de las alas rayada de blanco y negro; pico amarillento, punta negra; patas amarillas; largo 25, ala 16 centímetros. Hembra similar. El Batitú, un Chorlo con los hábitos de un Avefría, es una especie norteamericana con una distribución muy amplia. Su área de reproducción se extiende sobre una gran porción de los Estados Unidos, en donde se lo conoce como el "Upland Plover". Ultimamente, el pueblo de este país le ha estado prestando mucha atención. Han descubierto que es un ave encantadora y, simultáneamente, que durante las últimas tres o cuatro décadas, sus cazadores lo han exterminado casi por completo. Temen que le esté pasando lo mismo que a la Paloma viajera, la Gallina silvestre, la Cotorra de Carolina, el Carpintero pico de marfil, y creo que ahora debamos agregar el Chorlo polar. El Batitú difiere de sus compañeros de migración de la misma familia, desde el

Norte hasta Argentina, en su amplia y uniforme distribución sobre aquella porción de las pampas en donde los ordinarios pastos nativos que una vez cubrieron el país han desaparecido, comprendiendo un área de no menos de ciento sesenta mil kilómetros cuadrados. Comienzan a llegar en septiembre, arribando solos o en pequeños grupos de tres o cuatro, y aunque nos parezca extraordinario, sobre todo cuando consideramos la larga distancia que recorre y la monótona naturaleza del terreno llano que usa como "área de alimentación", es probable que cada ave retorne al mismo lugar año tras año, pues de ninguna otra manera podría mantenerse tal distribución y aparecer las aves todos los veranos esparcidas de un modo uniforme en una superficie tan inmensa. En las pampas se lo llama "Chorlo solo" debido a su hábito solitario, pero es más general el nombre de Batitú ,abreviación del nombre indígena Mbatuitui. Es de disposición tímida y cuando alguien se le acerca prefiere esconderse antes que volar, escapándose con rapidez entre los altos pastos y cardos, o escondiéndose detrás de un penacho de hierbas hasta que el peligro haya pasado o, a menudo, cuando los pastos son cortos, se aplasta en el suelo como la Agachona. Corre con velocidad y hace pausas frecuentes. Mientras permanece inmóvil, con la cabeza alzada, mueve la cola arriba y abajo de una manera lenta y mesurada. Cuando se lo espanta, se eleva hacia arriba con un vuelo salvaje y súbito, lanzando su grito fuerte y melodioso compuesto de tres notas, acentuadas con mayor intensidad la primera y la última. A veces, cuando está muy alarmado, la primera nota es repetida con rapidez y se convierte en un sonido burbujeante, como el del Cuclillo europeo, pero mucho más musical. Después de volar un corto trecho se deja caer de nuevo en el suelo, agitando las alas de una manera trémula, a medida que va descendiendo. A veces, después de posarse, continúa inmóvil durante varios segundos con las alas extendidas verticalmente. Estos movimientos de las alas y otros hermosos gestos, le dan una apariencia muy atractiva. En sus hábitos remolones y en su desgano para volar, es más parecido a una Gallareta que a una Becasina. Como algunas Gallaretas, también se posa con frecuencia en los árboles y cercas, costumbres que no he observado en ninguna otra especie Limicolinae. Habita las pampas de septiembre a marzo, pero a principios de febrero se inicia la gran migración de retorno. A partir de este momento y durante dos meses, el melodioso grito del Batitú se oye lejos, en el cielo, a todas horas del día y de

la noche, mientras las aves vuelan hacia el Norte. En algunas estaciones, se encuentran rezagados en el mes de abril, pero antes que llegue el invierno no queda ya ninguno.

CHORLO ROJIZO Tryngites rufescens Arriba negro pardusco oscuro, cada pluma con un ancho ribete color ante; alas negruzcas, terminadas con angosto borde blanco, con la mitad interna de las barbas interiores blanquecina reticulada de negro; cola negruzca, rectrices externas más claras, cada una con una media luna subterminal negra y con borde terminal blanco; abajo color ante, más oscuro en la garganta y pecho, ribeteado de blanquecino, más claro en los flancos y vientre; cobijas primarias inferiores rayadas y reticuladas de negro, como las barbas internas de las primarias, y formando un marcado contraste con el resto de la superficie interna del ala, que es de un blanco puro; largo 19,5, ala 13,5 centímetros. Hembra similar. Esta especie es también una visitante anual de las pampas, proveniente de las regiones árticas, en donde se reproduce. A principios de octubre, comienza a llegar por lo general en pequeños grupos. Durante el verano rara vez se la encuentra en bandadas de cualquier tamaño en las pampas, pero se la ve por lo común en suelos secos y abiertos, asociada con el Chorlo dorado, el Chorlo polar y otras especies nórdicas. Sin embargo, yo pienso que es probable que viaje más al Sud que sus compañeros de migración norteamericanos, y que tiene sus principales lugares de alimentación en alguna parte en el interior de Patagonia, y también que su viaje al Norte tiene lugar más tarde que el de otras especies. En algunas estaciones he observado estas aves en abril y mayo, en bandadas de doscientos a quinientos individuos, dirigiéndose hacia el Norte, bandada tras bandada, a intervalos de alrededor de quince minutos, y pasando sin cesar durante vanos días.

BECASA DE MAR Limosa haemastica En verano: arriba negro pardusco oscuro mezclado, en la cabeza, con líneas blanquecinas longitudinales, en el cuello con castaño claro y con muchas de las plumas de la espalda manchadas o ribeteadas con castaño claro; alas y cola negruzcas, la mitad superior de las barbas internas de las primarias y secundarias, la parte basal de las rectrices externas y una ancha banda a través

de las cobijas superiores de la cola, de un blanco puro; abajo: mejillas y garganta blanquecinas que se convierte en castaño claro en el cuello, rayado longitudinalmente de negro; resto de la superficie inferior castaño más oscuro con rayas transversales negruzcas. En invierno: arriba de un uniforme pardusco oscuro; cabeza, cuello y superficie inferior, blanco sucio o color ante pálido; largo 26, ala 21,5 centímetros. La Becasa de mar, según nos cuenta Seebohm, "se reproduce en las tundras de Norte América, al norte de donde se desarrollan los bosques, desde Alaska hasta la bahía de Baffin, pero es rara en la extremidad Oeste de la zona en la cual se extiende". En invierno va lejos al Sud, como la mayoría de los otros Grallae. Durnford la encontró "abundante, de abril a septiembre, en las lagunas y arroyos del Sud de Buenos Aires"; y afirma que, en hábitos, se asemeja mucho a la Becasa europea (Limosa lapponica). El también la encontró en Chupat (Chubut), en donde obtuvo dos ejemplares el 13 de noviembre de 1876. Yo la he encontrado en bandadas durante el verano del hemisferio austral, y estas aves, como aquellas obtenidas por Durnford eran, sin duda, visitantes del Norte. Pero siempre, pequeñas bandadas compuestas de medía docena a treinta aves, comienzan a aparecer en las pampas en abril y permanecen allí, como dice Durnford, hasta septiembre que es cuando los viajeros nórdicos han ya casi cumplido con su visita. Sin embargo, estos individuos deben reproducirse cerca o más allá de la extremidad de Sud América. Es muy curioso que las regiones Artica y Antártica de América posean la misma especie y que, en opuestas estaciones del año dicha especie invernará en el mismo distrito, ¡tan rnqado del lugar de reproducción de un grupo de individuos y tan cercano al otro! El capitán Abbot observó a la Becasa de mar en bandadas, en las islas Malvinas en el mes de mayo (ver "Ibis", 1861, pág. 156). Estas pueden no haber sido aves provenientes de Alaska, pero eran, sin duda, aves que anidan en el Sud en su camino al Norte, pues el hecho de que ellas pudieran invernar tan al Sud parece increíble.

CHORLO POLAR Numenius borealis Arriba pardo oscuro, cada pluma ribeteada o salpicada de color ante pálido o blanco sucio, volviéndose más fuertemente marcado en la rabadilla y cobijas superiores de la cola; alas de un amarronado pardusco uniforme, estrechamente ribeteadas de blanco; cola marrón anteada, con rayas transversales parduscas;

abajo: garganta blanca; resto de la superficie inferior, color ante pálido con manchas parduscas en forma más o menos de V en el pecho; flancos y cobijas internas de la cola, axilares y cobijas internas de las alas castaño pálidas con rayas transversales parduscas; largo 29, cola 21 centímetros. Hembra similar. El Chorlo polar, el que, como dice Seebolum, puede distinguirse de todos sus congéneres por no tener casi trazas de rayas en sus primarias y por estar recubierta la parte posterior del tarso con retículos hexagonales, emigra de las tundras de Norte América. en donde se reproduce, hasta el extremo austral de Sud América. Barrows notó su primera llegada a Concepción, Entre Píos, el 9 de septiembre de 1880, "en grandes bandadas". Después de mediados de octubre no se veía a ninguno. El mismo excelente observador lo vio, casi a diario, en las pampas entre Azul y Bahía Blanca, "en compañía del Chorlo dorado y del Batitú, hasta fines de febrero". Del 8 al 10 de octubre de 1877, Durnford lo vio en grandes bandadas en el valle del Chupat (Chubut), dirigiéndose hacia el Sud y obtuvo dos ejemplares. Los capitanes Packe y Abbot obtuvieron ejemplares en las Malvinas. En mis tiempos, el Chorlo polar era bastante común en las pampas en esta época, apareciendo de septiembre a octubre en pequeñas bandadas de treinta o cuarenta a cien o más aves y asociado, a menudo, con el Chorlo dorado. Pero por lo que ahora oigo decir a las autoridades de la Smithsonian Institution, de Washington, se ha prácticamente extinguido.

PICO TIJERA Rhyrchops melanura Arriba negro pardusco; frente y banda de las alas blancas; cola negra; abajo blanco; pico: mitad terminal negra, mitad basal naranja; patas rojas, largo 25, ala 37,5 centímetros. Hembra similar. Esta ave que es común en las costas del Brasil, emigra hacia el Sud en primavera siguiendo, en su viaje, el curso del Río de la Plata.(250) Durante el mes de octubre aparece en parejas o en pequeñas bandadas en la vecindad de Buenos Aires. Su principal lugar de reproducción se halla en las extensas isletas de barro y bancos de Bahía Blanca, sobre la costa atlántica. La migración de retorno tiene lugar en marzo. Darwin encontró al Pico tijera durante su excursión a lo largo del Paraná, en

octubre de 1833, y dice de él lo siguiente (Nat. Journ., pág. 161): "Yo vi aquí un ave muy extraordinaria, llamada Pico tijera (Rhyncohops nigra). Tiene patas cortas, pies con membrana, alas en extremo puntiagudas y es, más o menos, del tamaño de una Golondrina de mar. El pico está achatado lateralmente, esto es,en un plano que forma ángulo recto con el de la Espátula o el del Pato. Es tan plano y elástico como un cortapapel de marfil, y la mandíbula inferior, distinta a la de cualquier otra ave, es unos cuatro centímetros más larga que la superior. Detallaré acá todo lo que sé de los hábitos del Pico tijera. Se lo encuentra tanto en la costa Este como en la Oeste, entre los 300 y los 450 de latitud y frecuenta sitios de agua dulce o salada. El ejemplar que se encuentra ahora en la Sociedad Zoológica, fue cazado en un lago cerca de Maldonado, que había sido recién desagotado y que, en consecuencia, hervía de pececitos. Ahí vi varias de estas aves, por lo general en pequeñas bandadas, volando atrás y adelante, muy pegadas a la superficie del lago. Mantenían sus picos abiertos, con la mandíbula inferior medio sumergida en el agua. Con este rastreo de la superficie, parecía que iban arando el agua en su camino. El agua estaba casi lisa y constituía un espectáculo muy curioso el mirar a una bandada, pues cada ave dejaba su estrecha estela en la superficie parecida a un espejo. En su vuelo viran con frecuencia con gran rapidez y de un modo tan diestro que, con su saliente mandíbula inferior, alzan pequeños peces que son cogidos por la mitad superior de su pico, parecido a una tijera. Repetidas veces vi este hecho mientras, como las Golondrinas, continuaban volando adelante y atrás, muy cerca de mí. En ocasiones, cuando abandonaban la superficie del agua, su vuelo era salvaje, irregular y rápido y también emitían gritos fuertes y ásperos. Cuando estas aves están pescando, el largo de las primarias de las alas se ve que es muy necesario para mantener secas las demás. Cuando las emplea de esta manera, sus formas semejan el símbolo con el que muchos artistas representan las aves marinas. La cola es más usada para timonear su curso irregular. "Estas aves son comunes lejos, tierra adentro, a lo largo del curso del río Paraná. Se dice que permanecen todo el año y que anidan en los pantanos. Durante el día, descansan en bandadas en las llanuras herbosas, a cierta distancia del agua. Estando el barco en que yo iba, como ya he dicho, anclado en uno de los profundos riachos entre las islas del Paraná, cuando la tarde moría, apareció de pronto una de estas aves. El agua estaba bastante tranquila y los pececitos

ascendían a la superficie. El ave continuó volando durante largo tiempo, espumando la superficie, volando con su modo brusco e irregular arriba y abajo del estrecho canal ahora oscuro con la noche que avanzaba y las sombras de los árboles que sobresalían de las costas. En Montevideo observé algunas grandes bandadas permanecer, durante el día, en los bancos de barro de la cabecera del puerto, de la misma manera que lo hacían en las llanuras herbosas cercanas al Paraná; y todas las noches alzaban el vuelo en dirección al mar. Por todo esto sospecho que el Rhynchops pesca, por lo general, de noche que es el momento en que la mayoría de los animales más inferiores suben en mayor cantidad a la superficie. Lesson dice que él ha visto a estas aves abriendo las conchas de los Mactrae, enterradas en los bancos de arena de la costa de Chile. Es muy poco probable que éste pueda ser un hábito general debido a sus débiles picos, con la mandíbula inferior tan prolongada, sus patas cortas y alas largas."

GAVIOTA COCINERA Larus dominicanus Manto negro amarronado; primarias negras con extremos blancos y un parche subtermlnal en las aves viejas; resto del plumaje blanco; pico amarillo, naranja en el ángulo de la mandíbula inferior; patas oliva; largo 53, ala 45 centímetros. La Gaviota cocinera, que pertenece a la misma sección del grupo de las bien conocidas Gaviotas de espalda negra europeas, y que se asemeja mucho a nuestra Gran gaviota de espalda negra, es común, en invierno (de abril a agosto), a través del distrito del Plata. Durante los meses de verano se confina a la costa atlántica y anida, en grandes números, en la vecindad de Bahía Blanca, en los extensos bancos de arena y llanuras barrosas de allí y en otras localidades convenientes, más al Sud. Durnford la halló anidando en Punta Tombo, a unos ciento quince kilómetros más al Sud del rio Chupat (Chubut). Con la llegada del tiempo frío, la Gaviota abandona la costa del mar y vaga tierra adentro y hacia el Norte. En esta época son, en forma casi exclusiva, comedoras de carne, con preferencia por la carne fresca y cuando el cuero ha sido arrancado de una vaca o caballo muertos, comienzan a aparecer, como los Buitres, anunciando su proximidad con sus largos y roncos gritos marinos y, a veces, mientras giran alrededor en el aire, unen sus voces en un coro parecido a risas y compuesto de notas repetidas con rapidez. Sus movimientos invernales son

muy irregulares; en algunas estaciones son raros y, en otras, tan abundantes, que dejan amontonados fuera de las osamentas, sin permitirles acercarse, a las Gaviotas de capucho y a los Halcones comedores de carroña. Yo he visto de quinientas a seiscientas Gaviotas cocineras amontonadas alrededor de una vaca muerta.

GAVIOTA DE CAPUCHO NEGRO Larus mculipennis Cabeza y nuca negro amarronado (en el traje nupcial); cola y partes inferiores blancas; manto gris pálido; primarias negras o gris oscuro, terminadas en blanco y con grandes parches blancos alargados en las porciones externas de la primera a la quinta, seguidos de una barra subterminal negra (en el L. glaucodes la porción más baja es blanca); parte interna de las alas gris pálido; pico, patas y pies rojo sangre; largo 42,5, ala 29 centímetros. Esta común Gaviota de capucho negro se encuentra a través del territorio argentino hasta Chupat (Chubut), en Patagonia. Es sumamente abundante en las pampas de Buenos Aires, donde se la llama simplemente Gaviota. En el mes de octubre se congregan en sus sitios de reproducción: extensos pantanos de tierra adentro, cubiertos, en parte, por juncos. Los nidos están hechos con malezas y juncos, ubicados justo sobre el agua y uno junto al otro, encontrándose a veces varios cientos en una superficie de menos de diez áreas o sea mil metros cuadrados. Pone cuatro huevos, grandes si se considera el tamaño del ave, de puntas romas, color pizarra pálido y muy salpicado de negro en el extremo grande y con manchas del mismo color esparcidas en las otras partes. Cada mañana, al nacer el día, las Gaviotas se elevan de sus nidos y revolotean en una nube por sobre el pantano, produciendo un ruido tan grande con la mezcla de sus gritos, que puede ser oído con claridad a unos cuatro kilómetros de distancia. Los huevos son considerados como un bocado exquisito, semejando los de las Avefrías en sabor y apariencia y siendo, por tanto, muy buscados; de tal modo que cuando la localidad cerca de la cual se han ubicado varias Gaviotas se puebla, las aves no tienen oportunidad de criar sus pichones, pues los muchachos de la vecindad cabalgan cada mañana por el pantano para juntar los huevos. Las Gaviotas, sin embargo, son muy apegadas a sus sitios de reproducción, y siguen acudiendo a ellos aún después de años de persecución. Los pichones son de un color gris pálido moteado de marrón oscuro y tienen un

grito quejumbroso y plañidero. El plumaje se aclara durante el Otoño y el invierno, pero no es sino hasta el verano siguiente, cuando el capucho nupcial marrón oscuro es adquirido, que los pichones entran en posesión del perfecto plumaje gris azul suave arriba y el pecho blanco con su hermoso sonrosado. Tan pronto como los pichones pueden volar, el sitio de reproducción es abandonado, yéndose todo el conjunto en un solo grupo o diseminándose en todas direcciones sobre las regiones vecinas y, hasta el verano siguiente, sus movimientos dependen, por completo, del alimento y del agua. Si el tiempo es seco, las Gaviotas desaparecen del todo y si la langosta abunda, la gente de campo desea la lluvia para que traiga a las Gaviotas. Cuando llueve aparecen enseguida y, a menudo, en tal número como para librar a la tierra de los devastadores insectos. Es un espectáculo lindo y grato ver establecerse a una blanca nube de aves en los distritos afligidos por la plaga. En estas circunstancias su modo de proceder es tan regular, que bien merece el nombre de ejército. Descienden con un vuelo rápido y gracioso y se ubican en la tierra con fuertes gritos de alegría, pero una vez que el trabajo de devorar ha comenzado, no abandonan el orden de ataque. La bandada presenta, a menudo, un frente de más de trescientos metros por unos veinte metros de fondo. A lo largo de esta línea de batalla, los excitados gritos de las aves producen un ruido fuerte y continuo. Todas se mueven sin cesar, algunas rastreando la superficie con las alas extendidas, otras persiguiendo a las fugitivas en el aire, mientras que las últimas vuelan sin cesar por sobre la bandada para posarse en las posiciones de avanzada de modo que el conjunto avanza de un modo constante devorando, a su paso, todas las langostas. Cuando llegan por primera vez parecen famélicas, pero después de hartarse vuelan hasta el agua en donde, una vez que han bebido, devuelven el alimento y regresan a reanudar la batalla. En primavera, estas Gaviotas se acercan a las granjas para seguir al arado. Llenan los surcos recién abiertos, de punta a punta, revolotean por sobre la cabeza del campesino que está arando y que lleva, pegada a sus talones, una barullenta multitud que se pelea sin cesar. La expresión de Wilson al describir una especie del Norte de que su grito es como la risa excesiva de un negro", sirve también para describir el lenguaje de nuestra ave. Su grito peculiar es alargado a voluntad, modulado de cien maneras distintas y entremezclado con notas cortas que parecen exclamaciones de excitación. Después de comer, vuela

siempre al sitio más cercano en donde haya agua, a fin de beber y mojar sus plumas. Una vez hecho esto se retiran a algún lugar abierto de la vecindad, que posea una alfombra de pastos cortos. Se sientan siempre juntas, con sus picos vueltos hacia el viento y el observador vigilará en vano a la bandada, esperando ver a alguna apartarse de este hermoso orden. No se paran para volar, sino que se elevan directamente de una postura echada. Por lo general baten las alas dos o tres veces antes de alzar el cuerpo del suelo. En algunas estaciones, en agosto y septiembre, después de un periodo de tiempo húmedo y caluroso, las larvas de los grandes escarabajos cornudos salen a la superficie, levantando pequeños montículos de tierra como hacen los topos. A menudo son tan numerosos que dan a las llanuras en donde los pastos han sido cortados muy a ras del suelo, la apariencia de estar cubiertas de barro. Estos insectos constituyen una rica cosecha para los Teros que, en estas épocas de abundancia, se pueden ver corriendo durante todo el día, explorando y desalojándolos de abajo de sus frescos montículos. Las Gaviotas, desprovistas de un pico explorador, se aprovechan de su astucia y violencia superiores, para robar a los Teru-teru. A menudo y con el mayor interés he observado durante horas sus procedimientos. En el instante en que una gran larva, blanca como la nieve, es extraída, la Gaviota hace una embestida para tomarla, el Tero vuela y se inicia una violenta cacería. Tras cien fintas inútiles el Tero suelta su presa y desciende hacia la tierra con un grito de desengaño. El perseguidor frena su vuelo, revolotea un instante mirando la larva caída, luego se deja caer sobre ella, la engulle y se apura tras el Tero para reanudar su vigilancia. Muchas de estas Gaviotas rondan las estancias para alimentarse de los desperdicios que, por lo general, se encuentran en abundancia alrededor de los establecimientos ganaderos. Cuando una vaca es carneada, se reúnen en gran número y pelean con las aves de corral sobre los despojos. Forman también un séquito fiel en la choza del pastor y si, cuando la majada va a pastar, queda en el redil un cordero muerto, se regalan con él en compañía de los Chimangos. Los grandes saladeros que antes estaban cerca de Buenos Aires, también eran frecuentados por gran cantidad de estos limpios y lindos basureros. Aquí se veían muchísimos revoloteando por sobre las cabezas, mezclando sus gritos de excitación con el mugido del ganado medio salvaje y los gritos de los carneadores en su rudo trabajo. A intervalos, cada vez que un resquicio se los

permite, se abalanzan al suelo, que humea de sangre y desperdicios, y alzan con voracidad cualquier pedazo que puedan tomar sin ni siquiera salpicar o manchar su delicado traje blanco lila y azul etéreo. En las pampas abiertas su curiosidad y su ira parecen muy excitadas al aparecer una persona a pie. No bien la Gaviota lo ha espiado, se lanza hacia él con un rápido vuelo, emitiendo gritos fuertes e indignados que atraen siempre a todos los camaradas que los oyen. Todos pasan y repasan, revoloteando sobre la cabeza del paseante, chillando todo el tiempo como si estuvieran muy encolerizados. Al fin se retiran uniendo sus voces en una especie de coro y agitando sus alas hacia arriba de un modo lento y curioso. Pero muy a menudo, cuando casi se han perdido de vista, giran de pronto y retornan apuradas gritando con celo renovado, para repetir de nuevo el espectáculo, hermoso pero molesto.

MACÁ GRANDE Aechmophorus major Arriba negruzco; cresta occipital dividida negro bronceado; barra ancha que atraviesa el ala, blanca; abajo blanco; barba ceniza oscuro; cuello, pecho y costados del vientre (en el adulto), más o menos rojos; pico amarillento, patas oscuras; largo 52,5, ala 20 centímetros. El nombre vernáculo de esta ave es Macá cornudo; siendo la primera palabra el nombre indígena genérico para los Policipédidos, mientras que la segunda es debida a la costumbre que tiene el ave de parar las plumas de la nuca en forma de cuerno cuando se la excita. Esta especie se encuentra a través del Este argentino, partiendo desde el límite Norte con Patagonia central, en donde Durnford encontró que abunda y es sedentaria. Encontré muchas en Río Negro y en un principio era también muy común a lo largo del Río de la Plata, pero debido a su gran tamaño y a la belleza de su lustroso plumaje de la parte inferior, se la busca muchísimo y está desapareciendo. Resulta imposible hacerle abandonar el agua. Cuando se lo descubre en un charquito, se lo puede perseguir hasta agotarlo y tomarlo con la mano. Sin embargo, a veces realiza largos vuelos para pasar de un lago, que está aislado, a otro. Es probable que efectúe sus viajes de noche. Existen pocas diferencias entre los hábitos de los Policipédidos y, sólo una vez vi una de estas aves que actuaba de una manera que parecía muy poco usual. Este Macá estaba nadando y se divertía en un charco profundo y estrecho. No se alarmó

por mi presencia, a pesar de que me senté en la orilla a unos veinticinco metros de él. Lo vi zambullirse y aparecer con un pececito de unos ocho centímetros en el pico. Después de permanecer inmóvil por un corto instante, lo arrojó a considerable distancia con un rápido movimiento de su pico y luego, en el momento en que el pez tocó el agua, se zambulló de nuevo. Al poco rato emergió con el mismo pez, pero sólo para arrojarlo y zambullirse como lo había hecho antes. De este modo lo soltó y capturó unas quince veces hasta que, cansado del juego, lo largó y dejó escapar. Gibson tiene la anotación siguiente relativa al hábito de reproducción del Macá grande, según lo observó en Ajó, cerca de la desembocadura del Pío de la Plata: "P. major anida cerca de fines de agosto, ubicando su nido entre los juncos más espesos del pantano. El nido, hecho de malezas acuáticas frescas, se alza justo sobre el nivel del agua. Dos veces, al acercarme, he visto al ave echada arrojar con rapidez algunas hierbas sobre los huevos, antes de dejarlos. La nidada consiste en tres pichones, que son del color acostumbrado de los Macáes, pero por lo general más salpicados y manchados." En Argentina hay cuatro especies más de Macáes: el Macá plateado del Sud, Podiceps caliparaeus, confinado a la porción austral de Sud América; el Macacito de las Malvinas, Podiceps rollandi confinada también al Sud del continente; el Macá mediano, Tachybaptes dominicus, que habita Centro y Sud América y el Macacito, Podilymbus podiceps, que se encuentra tanto en Norte como en Sud América.

PERDIZ DEL MONTE Crypturus tataupa Arriba castaño; cabeza y cuello ceniciento oscuro; abajo ceniciento; garganta blanca; mitad del vientre blanco; flancos y rabadilla veteados con franjas onduladas negras y blancas; pico amarillento, patas ceniza oscuro; largo 25, ala 13 centímetros. Hembra similar. La Perdiz del monte fue descripta por primera vez por Azara, como habitante del Paraguay, desde donde se extiende a las provincias del Norte de la República Argentina. White obtuvo ejemplares entre las malezas de las densas selvas de Campo Colorado, cerca de Orán, y Durnford también la encontró cerca de Salta. No se ha agregado nada al interesante relato de Azara sobre los hábitos de esta Perdiz. Dice que esta especie habita bosques y espesuras; se aproxima a las

casas en donde encuentra abrigo; de aquí el nombre guaraní Tataupá, que significa ave doméstica o de la casa. Pone cuatro huevos de un delicado color púrpura, y cuando se la echa del nido se agita en el suelo, simulando cojera. Canta durante todo el año y por el poder y el brillo de su voz es preeminente entre esta clase de aves. Después de la primera nota de su curioso canto, hay un intervalo de ocho segundos de silencio; luego la nota es repetida con intervalos más y más cortos hasta que, volviéndose apurada, mana en un trino seguido de un sonido que podría escribirse chororó, repetido tres o cuatro veces. Cuando se agazapa se inclina hacia adelante apretando su pecho contra sus patas, de modo que la rabadilla queda más alta que la espalda y abriendo las plumas terminales del cuerpo, las extiende en semicírculo sobre la espalda como si quisiera esconderse debajo y, si se la mira de atrás, lo único que se ve es este abanico de plumas. Las plumas son cóncavas, con partes que se inclinan hacia arriba y, dispuestas de este modo, tienen un aspecto singular y hermoso.

MARTINETA COLORADA Rhynchotus rufescens Arriba cenicienta; cabeza, alas y espalda cruzadas por barras negras con ribetes ocre pálido; cuello rojizo; primarias castañas; abajo ceniciento pálido fuertemente teñido con bermejo en el pecho y cuello; barba blanca; pico ceniciento con la parte inferior de la base amarillenta; patas color carne oscuro; largo 35, ala 24 centímetros. Hembra similar pero más grande. Esta gran Perdiz conocida en Argentina como Perdiz grande o Martineta colorada, se encuentra por doquier en las pampas donde abundan pastos largos y se extiende, hacia el Sud, hasta el río Colorado, siendo reemplazada en Patagonia, por la Calodromas elegans. Nunca se la encuentra en bosques o espesuras. El único refugio que requiere son los pastos gigantes a través de los cuales se abre camino como una Becasina. En dondequiera que la población se establece y los pastos indígenas vulgares son reemplazados por los europeos, esta Perdiz pronto desaparece, de manera que se ha extinguido en una gran porción de las pampas bonaerenses. Esta especie es de hábitos solitarios, se esconde muy agachada entre el pasto y vuela con gran lentitud. Dudo de que en alguna parte exista un ave con un vuelo tan ruidoso como el de los Tiránidos; el zumbido de sus alas puede sólo compararse al rechinar de un vehículo conducido a gran velocidad por un camino

de piedras. Desde el momento en que se eleva hasta que se posa de nuevo, la rápida vibración de sus alas no cesa. Vuela derecho (como una pelota arrojada con la mano) y con extraordinaria violencia hasta que se gasta la fuerza que la impele, descendiendo luego gradualmente hacia la tierra. La distancia que puede recorrer en uno de estos vuelos es de ochocientos a mil quinientos metros. Cuando se la espanta puede repetir esta hazaña tres veces, después de lo cual no puede alzarse más. Cuando el tiempo es bueno, el reclamo de la Perdiz grande se oye durante todas las épocas del año; en especial, cerca de la puesta del sol. Es emitido mientras el ave permanece escondida entre los pastos, y varios individuos se responden entre sí. El canto o reclamo está compuesto de cinco o seis notas de longitud variable, con un melodioso sonido parecido al de una flauta y, tan expresivo, que es, tal vez, el canto de ave más dulce que se escucha en las pampas. Pone por lo general cinco huevos casi redondos, muy pulidos y de un púrpura rojizo oscuro o color vivo, pero este hermoso tono se transforma, en corto tiempo, en un tinte plomizo oscuro. El nido es un mero raspado en el suelo, revestido, de manera insuficiente, con unas pocas hojas de hierbas. Los pichones parece que abandonan a la madre (o al padre, pues es probable que sea el macho el que incuba los huevos), muy jóvenes aún. Cuando todavía son muy pequeños se los encuentra viviendo, como los adultos, una vida solitaria con todas sus facultades, inclusive la del vuelo y la voz musical, en un alto grado de perfeccionamiento.

PERDIZ CHICA COMUN Nothura maculosa Arriba marrón amarillento pálido, rayado de negro y marrón y veteado de blanco leonado; plumas de las alas negro ceniciento cruzadas, en ambas combas, con fajas amarillo rojizo; abajo de un Vivo marrón amarillento; garganta blanca; pecho y flancos manchados y rayados de un negro amarronado; pico y patas marrón amarillentas; largo 27,5, ala 14 centímetros. Hembra similar pero más grande. La Perdiz común de las pampas, como siempre se la llama -pues el nombre ornitológico de Tinamú es desconocido por completo en la parte austral de Sudamérica- es mucho más pequeña que la Perdiz grande, pero se asemeja en general a ella en su forma, en el pico delgado y curvo, en las patas desnudas y en el manchado plumaje amarillento. Habita también la misma clase de llanuras

herbosas abiertas. Abunda por doquier en las pampas llegando, al Sud, hasta el valle del río Negro, en Patagonia. Es solitaria, pero a veces se encuentran juntas un cierto número de ellas. En los lugares desiertos de las pampas, en donde son muy abundantes, yo he visto encontrarse tres o cuatro y jugar, como lo hacen los gatitos, lanzándose desde un escondite. El ave perseguida escapa siempre girando en ángulos rectos o agachándose de pronto y permitiendo a su perseguidora saltar por encima. Es de carácter muy dócil. Vuela con tanta lentitud que no es necesario disparar tiros para cazarlas en los sitios en que abunda, pues con un largo azote o palo, se pueden matar todas las que se quiera. Se mueve en el suelo de una manera pausada emitiendo, a medida que camina o corre, una sucesión de notas bajas y silbadas. Tiene dos cantos o reclamos distintos, agradables al oído y que se oyen durante todo el año, pero con más frecuencia en primavera. Cuando las aves escasean o se las persigue mucho, el canto es oído sólo en primavera. Uno de ellos es una sucesión de veinte o treinta notas cortas, silbadas y solemnes, de gran alcance, seguidas por media docena de notas emitidas con rapidez y que comienzan con gran fuerza para ir decreciendo en intensidad hasta cesar. El otro reclamo es un suave trino continuado que parece subir misteriosamente en el aire y que el que escucha no puede decir de donde parte; dura varios segundos y luego parece morir en la distancia Resulta rarísimo ver elevarse a esta ave, haciéndolo sólo cuando se la obliga. Yo creo que el vuelo es usado principal, si no exclusivamente, como un medio de escapar al peligro. El ave se alza cuando casi se la ha pisado, lanzándose a través del aire, con ruido y violencia sorprendentes. Continúa volando en ángulo decreciente por cincuenta o sesenta metros, luego se acerca a la tierra hasta que, cuando ha llegado a una distancia de doscientos o trescientos metros, la acción violenta de las alas cesa y el ave planea durante un trecho bien pegada al suelo, después de lo cual se deja caer o reanuda el vuelo. Yo supongo que muchas aves vuelan del mismo modo, pero sólo este Tinámido salta hacia adelante con tan sorprendente energía que, hasta que se gasta y llega el momento de planear, el vuelo es tan ingobernable para la Perdiz como el movimiento de una máquina sin freno lanzada a toda velocidad lo seria para el conductor. El ave conoce tan bien el peligro a que la expone este carácter peculiar de su vuelo, que tiene cuidado de volar sólo hacia el lado en que ve un claro. Sin embargo, a

veces se la obliga a alzar el vuelo de golpe, sin tener tiempo de considerar los obstáculos del camino. A menudo calcula mal la altura de los mismos, de modo que es muy común que los Tinámidos tengan accidentes mientras vuelan. En el curso de una corta cabalgata de cuatro kilómetros, durante la cual varias aves se levantaron delante de mi, vi tres de estas perdices lanzarse a la muerte contra una cerca próxima al camino cuya altura, sin duda, habían calculado mal. También he visto a otra, volar a ciegas contra la pared de una casa, matándose al instante. Un hermano mío me contó un hecho muy curioso que él observó una vez. Iba galopando en las pampas, con un viento muy violento soplándole en la cara, cuando una Perdiz se alzó de adelante de su caballo. Se elevó en el aire verticalmente, batiendo sus alas con violencia y con una velocidad que excedía en mucho a la de su vuelo ordinario. Continuó ascendiendo hasta que llegó a gran altura, luego volvió a descender girando, golpeó la tierra a pocos metros del sitio de donde se había alzado, haciéndose papilla debido a la enorme fuerza de caída. Es muy fácil adivinar la causa de tal accidente: mientras la Perdiz pugnaba ciegamente por ir adelante, el violento viento, tomándola por abajo de las alas, la forzó hacia arriba hasta que, la pobre ave confundida y sin esperanzas, cayó al suelo. A menudo he visto una Golondrina, Gaviota o Halcón volando en un fuerte viento, tornar de súbito hacia él la superficie interna de sus alas y, al instante y en apariencia sin ningún esfuerzo, lanzarse en línea recta a gran altura para luego recobrarse y partir en una nueva dirección. La Perdiz, una vez lanzada a la atmósfera, está a merced del destino. No obstante, de haberme sido relatado este incidente por un extraño yo no lo hubiera creído. Esta Perdiz es corrida y cazada con frecuencia por los gauchitos bien montados. El ave a menudo se introduce en una madriguera en el suelo, pero cuando delante suyo no ve ningún refugio y es perseguida con encarnizamiento, a veces cae muerta. Cuando se las toma en la mano, "parecen muertas" o desmayadas, pero si se las suelta, recobran sus facultades con rapidez. El nido es un ligero hueco arañado en el suelo, debajo de un cardo o en el pasto, revestido con unas pocas hojas secas. El número de los huevos varía de cinco a ocho. Son elípticos, con cáscara pulida y, por regla general, de color vino purpúreo, pero el matiz varia algo teniendo algunos huevos un tinte rojizo y otros un color ladrillo oscuro. En Patagonia, la Perdiz común es reemplazada por la Nothura darwini (Perdiz

chica pálida) de Darwin, que es una pariente muy cercana. Llamada Perdiz chica por los lugareños, es algo más pequeña y de color más pálido que el de la Perdiz de las pampas común, pero se asemeja mucho a los pichones de esta especie. Habita Patagonia, pero no abunda en ninguna parte. Parece estar poco y equitativamente distribuida en las llanuras secas y estériles de esta región, prefiriendo los lugares en que abundan los arbustos. Es de carácter sumamente tímido. Cuando alguien se le acerca, salta hacia adelante y corre con gran rapidez y, en apariencia, muy asustada. A veces, mientras corre de tal manera emite cortos silbidos como los de la especie con la que está emparentada. Se eleva con más rapidez y menos ruido que las aves de las pampas, y tiene un vuelo más intenso. Posee una nota de reclamo que se oye sólo en la época del celo: una sucesión de cortos silbidos, como los de la N. maculosa, pero sin el rápido final. Hacen el nido bajo un pequeño matorral achaparrado. Ponen de cinco a siete huevos de forma y color iguales a los de la N. maculosa, excepto el tinte púrpura rojizo que es más pálido.

MARTINETA COPETONA COMUN Calodrornas elegans Arriba densamente rayada y salpicada de negro y amarillo rojizo pálido; cabeza cenicienta con estrías negras; larga y recurvada cresta vertical de plumas negras, en parte ribeteadas de color ceniciento; dos rayas laterales de la cabeza arriba y abajo del ojo, y garganta, blanco canela; abajo canela pálido; pecho con numerosas bandas negras cruzadas y manchas negras en forma de flechas; vientre, flancos y cobijas inferiores de la cola con anchas fajas negras cruzadas; alas negro ceniza con numerosas bandas canela claro cruzadas; pico negruzco, patas gris azuladas; largo 36,5, ala 21 centímetros. Hembra similar. Esta hermosa ave de caza, por su tamaño y plumaje moteado recuerda a la Rhynchotus rufescens de las pampas, a la que representa en la región patagónica al Sud del río Colorado. Su apariencia externa difiere por el tono más terroso de su plumaje, que le sirve de protección y armoniza, en forma admirable, con el color de los terrenos estériles que la rodean. También se diferencia por tener el pico más corto y estar adornada por una larga y delgada cresta negra que, cuando se excita, lleva hacia adelante, como un cuerno. Hay, sin embargo, una diferencia anatómica que parece mostrar que no son parientes muy cercanos:

la estructura del canal intestinal de la Martineta que es muy peculiar y distinto al de cualquier otra ave que yo haya disecado. El canal se divide, cerca del estómago, en dos grandes conductos que se ensanchan hacia el medio y se extienden por casi la longitud total de la cavidad abdominal y están fijos con filas de grandes protuberancias membranosas en forma de garra. La Martineta habita las elevadas altiplanicies y se encuentra, principalmente, en los sitios en donde existen parches de vegetación enana achaparrada entre malezas espinosas. En la apariencia no necesita agua, pues se la encuentra en los lugares más secos en donde nunca ella se junta. Le encanta empolvarse, y con este propósito forma en el suelo hoyos circulares que parecen nidos. Estos agujeros son profundos y hechos con cuidado y las mismas aves los visitan todos los días durante todo el año. Vive en bandadas de seis a veinte o treinta aves. Cuando se la molesta, por lo general no alza el vuelo de primera intención, sino que saltan una tras otra con sorprendente velocidad emitiendo, mientras corren, penetrantes chillidos como si estuvieran poseídas del más grande terror. Su vuelo, aunque violento, no es tan sonoro como el de la Perdiz grande del que difiere mucho en otro aspecto. Cada veinte o treinta metros, deja de batir las alas, que mantiene inmóviles por un segundo, después del cual reanuda el esfuerzo. De este modo, el vuelo es una serie de acometidas, más que una sola de ellas, como sucede en el de las otras especies. Es acompañado por un dulce gemido que parece morir y volver a expandirse cada vez que bate de nuevo las alas. El reclamo de la Martineta no se oye nunca en invierno, pero en el mes de septiembre comienza a emitir, al atardecer, un silbido largo lastimero y apenas modulado mientras permanece escondida entre los arbustos y se responden unas a otras. A medida que la estación avanza, la bandada se deshace. Su reclamo es oído entonces en cualquier lado y, con frecuencia, durante todo el día desde el amanecer hasta que oscurece. El reclamo varia mucho según las aves, yendo desde un solo silbido hasta una actuación de cinco o seis notas que recuerdan al de la Perdiz grande, aunque es inferior en duración y dulzura. Comienza a anidar en octubre, construyendo el nido en las raíces de un pequeño matorral aislado. Pone de doce a dieciséis huevos elípticos de un hermoso color verde oscuro y cáscaras muy pulidas. Pienso que es probable que esta especie posea algunos curiosos hábitos reproductores y que más de una hembra ponga en cada nido, pero debido a la

excesiva cautela del ave salvaje es casi imposible averiguar nada sobre ello. Sin duda llegará el día en que los naturalistas encontrarán la ventaja de domesticar las aves cuya vida les interesa conocer. ¡Ojalá esto suceda antes que todas las especies más interesantes del globo se hayan extinguido!

ÑANDU Rhea americana Arriba: cabeza negruzca; cuello blanquecino que se vuelve negro en la base y entre los hombros; resto gris pizarra; abajo: garganta y parte superior del cuello blanquecinos que se vuelve negro en la base del cuello en donde aparecen dos medias lunas negras laterales, una a cada lado de la porción superior del pecho; resto de la superficie inferior blancuzca; frente del tarso todo cubierto de anchas placas transversales; largo, mas o menos, de 1,30 metro. Esta ave llamada Ñandú por los guaraníes, Chueké, por los indios Pampas y Avestruz por los europeos, se encuentra a través de la República Argentina hasta el río Negro, en Patagonia y, en número menor, a considerable distancia al Sud de este río. Hasta hace poco tiempo era muy abundante en las pampas y yo puedo recordar la época en que era común a unos ochenta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Pero ahora se está volviendo rara y aquéllos que quieren participar en su exterminio, deben ir de seiscientos a ochocientos kilómetros de distancia de la capital argentina, antes de poderla ver. El Ñandú está muy bien adaptado en tamaño, color, facultades y costumbres, a las condiciones de las llanuras desprovistas de árboles en las cuales vive. Su elevada estatura, que excedía la de cualquiera de sus enemigos antes de la aparición de los cazadores montados europeos, lo capacita para ver lejos. Su plumaje gris oscuro, color de niebla, lo hace casi invisible a cierta distancia, pues el largo cuello es muy delgado y el voluminoso cuerpo está casi al mismo nivel que los pastos altos, mientras que su velocidad excede la de cualquiera de los otros animales que habitan la misma región. Cuando observaba la caza de los Avestruces, me sacudió de pronto la idea de que, ese modo de cazar el ave a caballo, había servido para mostrar una debilidad en el Ñandú: un punto en el cual la relación entre el animal y su medio ambiente no es perfecto. El Ñandú corre con suavidad sobre la superficie y cuando las altas matas de pasto están ligadas con delgadas plantas, lo que sucede a menudo, sus patas a veces se enredan cayendo el ave postrada y antes de que pueda forcejear, el cazador ya

está a tiro y puede lanzar las "bolas": el tiento y las bolas que, golpeándolo con gran fuerza se enrosca en su cuello, alas y patas impidiéndole escapar. Cuando interrogué a cazadores de Ñandú acerca de este punto me dijeron que era verdad que a menudo se cae cuando se lo persigue encarnizadamente a través de los pastos altos, cosa que nunca sucede con el ciervo (Cervus campestris), pues salta por sobre Tas grandes matas y todos los obstáculos semejantes. Sin embargo, esta pequeña incapacidad del Ñándú no habría significado mucho en su contra si se hubiera observado alguna moderación en su caza, o si el gobierno argentino hubiera juzgado conveniente protegerlo; pero en el Plata, como en Norteamérica y Sudáfrica, la licencia de matar, que todos poseen, ha sido ejercida con tal celo y furia que dentro de pocos años más el tipo más noble de la gran ave del continente será tan desconocido en la tierra, como el Moa y el Aepyornis. El Ñandú vive en grupos de tres o cuatro a veinte o treinta individuos. En los sitios en donde no se los persigue no temen al hombre, acercándose a las casas, pues son tan familiares y mansos como los animales domésticos. A veces se vuelven demasiado familiares. Recuerdo un macho viejo que siempre iba a alimentarse cerca del portón de una estancia. Tenía tan gran animosidad contra toda figura humana con faldas, que las mujeres de la casa no podían salir a pie o a caballo sin un hombre que las defendiera de los ataques. Cuando los pichones son separados de sus padres se vuelven, como muy bien dice Azara, "domésticos desde el primer día", y siguen a su dueño como lo haría un perro. Es este natural dócil junto con la majestad y exquisita gracia de su forma arcaica, lo que hace tan penoso pensar en su destrucción. Cuando se lo persigue adquiere pronto un hábito cauto y escapa corriendo aún antes que el enemigo lo haya podido ver, o bien se agazapa para esconderse entre los altos pastos. De este modo resulta difícil encontrarlos, pues se echan muy pegados al suelo y no se levantan sino hasta que casi los pisan. Su velocidad y resistencia son tan grandes que, con una largada regular, es casi imposible para el cazador, tomarlos aunque esté bien montado. Mientras el ave corre, lleva las alas colgando como si estuviera herida, pero por lo general levanta una como una gran vela, resultando imposible decir por qué hace esto. Cuando se lo apremia mucho cambia de dirección, con frecuencia y rapidez, doblando en ángulo recto, y si el caballo del perseguidor no está bien entrenado para seguirla en todos sus

rápidos virajes sin perder terreno, pronto es dejado atrás. La época del celo comienza en el mes de julio. Es entonces que el macho emite los curiosos sonidos parecidos a mugidos, bombardeos y al que produce el viento. Los machos jóvenes de la bandada son atacados y arrojados por los viejos, y cuando hay dos machos, pelean por las hembras. Sus batallas son conducidas de una manera bastante curiosa: los combatientes enroscan sus cuellos, como una pareja de serpientes y luego, con rencor, se golpean mutuamente las cabezas con los picos mientras giran en círculo, golpeando la tierra con las patas, de manera que donde el piso es muelle o húmedo, hacen un surco circular con sus pisadas. Las hembras de una bandada se echan juntas en una depresión natural del suelo, sin nada que las oculte y poniendo, cada una, doce o más huevos. Es común encontrar de treinta a sesenta huevos en un nido, pero a veces el número es mayor y yo he oído contar de uno que contenía ciento veinte. Si las hembras son muchas, el macho por lo general se pone clueco antes que acaben de poner, arrojándolas luego con gran furia para comenzar a incubarlos él. Las hembras dejan entonces sus huevos en las llanuras y, por el gran número de huevos perdidos que se encuentran, parece probable que sean más los que se pongan fuera que dentro del nido. Cuando frescos, los huevos son de un delicado amarillo dorado que va empalideciendo día tras día hasta que al final se pone blanco apergaminado. Una vez que nacen, los pichones son atendidos y vigilados con asiduidad por el macho. Entonces resulta peligroso acercarse al Ñandú a caballo, pues el ave, con el cuello estirado horizontalmente y las alas extendidas, carga de súbito, constituyendo una figura tan enorme y grotesca que el caballo domesticado se aterroriza de modo tal que se torna ingobernable. El Ñandú de Darwin, Rhea darwini, se diferencia un poco en el color del Ñandú común al que reemplaza al Sud del rio Negro. Desde este río se extiende hacia el Sud, hasta el Estrecho de Magallanes. Los indios lo llaman "Molú Chueké": Chueké pequeño o enano. Su nombre español es "Avestruz petizo". Antes abundaba mucho a lo largo del río Negro, pero por desgracia, algunos años atrás sus plumas alcanzaron un alto precio. Los gauchos y los indios encontraron que la caza del Avestruz era un empleo muy lucrativo; en consecuencia, estas nobles aves fueron perseguidas de tal modo, que han sido casi exterminadas dondequiera que la naturaleza del terreno permitiera su caza. Cuando estuve en

el Río Negro me hallaba tan ansioso por obtener ejemplares de este ñandú, que comprometí a varios indígenas con la promesa de una retribución liberal, para que cazaran para mí, pero no pudieron cazar una sola ave adulta. Aquí sólo puedo dejar sentados los hechos más interesantes, relativos a sus costumbres, que pude recoger, siendo sus hábitos conocidos de un modo muy imperfecto. Cuando se lo persigue, con frecuencia trata de eludir la vista agachándose de pronto entre los arbustos que tienen un gran follaje al que se asimila mucho el color de sus plumas. Cuando se lo apura, posee el mismo hábito que el Ñandú común, de alzar las alas alternativamente y mantenerlas verticales. También dobla de súbito como lo hace aquella especie, siendo, en cambio, mayor su velocidad aunque se agota más rápido. Mientras corre lleva la cabeza extendida hacia adelante casi horizontal, lo que lo hace parecer de menor estatura que la de las especies con las que está emparentado, de aquí el nombre vernáculo "Avestruz petizo". Se lo encuentra en bandadas de tres o cuatro a treinta o más individuos. Comienza a poner a fines de julio, esto es, un mes antes que el Rhea americana. Varias hembras ponen en un nido, el que no es más que una ligera depresión revestida con pocas basuras secas. A veces se encuentran hasta cincuenta huevos en un nido, a cierta distancia del cual también se hallan gran cantidad de huevos perdidos o "huachos", como se los llama. Examiné cierto número de ellos traídos por los cazadores y los encontré muy diferentes en forma, tamaño y color. El término medio de los huevos era del tamaño de los del Ñandú común. En forma, eran más o menos elípticos, siendo apenas dos, exactamente iguales. La cáscara está bien pulida y, recién puestos, tienen un vivo color verde oscuro que, sin embargo, pronto se desvanece. El lado expuesto al sol asume primero un color verde oscuro moteado, que luego pasa a amarillento, más tarde a un azul piedra, para terminar siendo casi blanco. La edad de cada huevo, en el nido, puede saberse por el color de la cáscara. El macho incuba y cría a los pichones, y los hábitos procreadores parecen ser los del Rhea americana. Los pichones nacen con las patas cubiertas de plumas hasta los dedos. Estas plumas no se mudan, pero se van gastando gradualmente a medida que el ave crece, por una continua fricción contra la vegetación dura y achaparrada. En los adultos, por lo general permanecen unas pocas plumas diseminadas, a menudo reducidas a meros muñones, pero los cazadores me dijeron que las aves viejas a veces son cazadas con las patas cubiertas de plumas y que estas aves a menudo viven en las regiones en donde hay poca vegetación achaparrada. El plumaje de los pichones es gris oscuro, sin plumas blancas y negras. Al

año de edad adquieren, por muda, el plumaje moteado de los adultos, pero solamente a los tres años adquieren todo su tamaño. FIN