Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer, “La sabiduría de la vida, en torno a la filosofía, el amor, las mujeres, la muerte y otros temas má

Views 119 Downloads 2 File size 290KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Arthur Schopenhauer, “La sabiduría de la vida, en torno a la filosofía, el amor, las mujeres, la muerte y otros temas más”, Porrúa, México 2004. Arthur Schopenhauer nació en Dazing, en febrero de 1788-1860, considerado el intérprete más fiel y el más legítimo heredero de Kant. Conocido como el filósofo del pesimismo. La muerte es el genio inspirador, el Musagetas de la filosofía… Sin ella difícilmente se hubiera filosofado. (VII) “a los diecisiete años, sin ninguna formación intelectual, me sentí tan impresionado por la miseria de la vida como Buda, cuando en su juventud contempló le enfermedad, la vejez, el dolor y la muerte” (X) Nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contrapesan. El uno es la condición de la otra. Forman los dos extremos, los dos polos de las manifestaciones de la vida, esto es lo que la más sabia de las mitologías, la de la India, expresa con un símbolo, dando como atributo a Siva, el dios de la destrucción, al mismo tiempo que su collar de cabeza de muertos, el linga, órgano y símbolo de la generación. El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial; se neutralizan, se suprimen el uno al otro… Si le concediesen al hombre una vida eterna, la rigidez inmutable de su carácter y los estrechos límites de su inteligencia le parecerían a la larga tan monótonos y le inspirarían un disgusto tan grande, que para verse libre de ellos concluiría por preferir la nada… exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito… (344) En el fondo, toda individualidad es un error especial, una equivocación, algo que no debiera existir, y el verdadero objetivo de la vida es librarnos de él. Cuando en otoño se observa el pequeño mundo de los insectos y se ve que uno se prepara un lecho para dormir el pesado y largo sueño del invierno, que otro hace su capullo para pasar el invierno en estado de crisálida y renacer un día de primavera con toda su juventud y en toda su perfección, y en fin, que la mayoría de ellos, al tratar de tomar descanso en brazos de la muerte, se contentan con poner cuidadosamente sus huevecillos en lugar favorable para renacer un día rejuvenecidos en un nuevo ser, ¿qué otra cosa es esto sino la doctrina de la inmortalidad enseñada por la Naturaleza? Esto quiere darnos a entender que entre el sueño y la muerte no hay diferencias radicales, que ni el uno ni la otra ponen en peligro la existencia. El cuidado con que el insecto prepara su celdilla, su agujero, su nido, así como el alimento para la larva que ha de nacer en la primavera próxima, y hecho esto, muere tranquilo, seméjase en todo al cuidado con que un hombre coloca en orden por la noche sus vestidos y dispone su desayuno para la mañana siguiente, y luego se duerme en paz. (345)

Mirad vuestro perro: ¡qué tranquilo y contento está! Millares de perros han muerto antes de que éste viniese a la vida. Pero la desaparición de todos aquellos no ha tocado para nada la idea del perro. Esta idea no se ha obscurecido por su muerte. Por su persistencia absoluta, la materia nos asegura una indestructibilidad, en virtud de la cual quien fuere incapaz de concebir otra idea, podría consolarse con la de cierta inmortalidad. “¡Qué! -se dirá-; la persistencia de un puro polvo, de una materia bruta, ¿puede ser la continuidad de nuestro ser?” ¿Pero conocéis ese polvo, sabéis lo que es y lo que puede? Antes de menospreciarlo, aprended a conocerlo. Esta materia, que no es más que polvo y ceniza, disuelta muy pronto en el agua, se va a convertir en un cristal, a brillar con el brillo de los metales, a producir chispas eléctricas, a manifestar su poder magnético, (...) a modelarse en plantas y animales, y a desarrollar, en fin, en su seno misterioso, esa vida cuya pérdida atormenta tanto a vuestro limitado espíritu. ¿No es nada, pues, el perdurar bajo la forma de esta materia? La naturaleza (…) Dice que nada le importan la vida o la muerte al individuo, y esto lo expresa entregando la vida del animal y también la del hombre a menores azares, sin hacer ningún esfuerzo para salvarlos. Fijaos en el insecto que va por vuestro camino; el menor extravío involuntario de vuestro pie decide de su vida o de su muerte. (346). Lo mismo le sucede al hombre que a lo animales… Por consiguiente, en ti, preguntón insensato, que desconoces tu propia esencia y te pareces a la hoja en el árbol cuando, marchitándose en otoño pensando en que se ha de caer, se lamenta de su caída, y no queriendo consolarse a la vista del fresco verdor con que se engalana el árbol en la primavera, dice gimiendo: “No iré yo, serán otras hojas.” ¡Ah, hoja insensata! ¿Adónde quieres ir, pues, y de dónde podrían venir las otras hojas? ¿Dónde está esa nada, cuyo abismo temes? Reconoce tu mismo ser en esa fuerza intima, oculta, siempre activa, del árbol, que a través de todas sus generaciones de hojas no es atacada ni por el nacimiento ni por la muerte. ¿No sucede con las generaciones humanas como con las de las hojas? (347) ARTURO SCHOPENHAUER, La cuádruple raíz del principio de razón suficiente, el mundo como voluntad y representación, eudemonología. El ateneo, Buenos Aires 1950. 790 pág. (…) y como lo que la voluntad quiere es siempre la vida, precisamente porque la vida no es otra cosa que la manifestación de la voluntad en forma representativa, decir voluntad de vivir es lo mismo que decir lisa y llanamente voluntad y sólo por pleonasmo empleamos aquella frase. Como la voluntad es la cosa en sí, el contenido interior, la esencia del mundo, y el mundo visible, el fenómeno no es más que el espejo de la voluntad, la vida acompañará a la voluntad tan inseparablemente como la sombra a los cuerpos… por consiguiente, a la voluntad de vivir le está

siempre asegurada la vida, y mientras ella aliente en nosotros, no debemos preocuparnos por nuestra existencia, ni aun ante el espectáculo de la muerte. (501) Cfr. El mito indio de Siva el Dios de la muerte nos enseña –la inmortalidad de la vida de la naturaleza, indicando así que la naturaleza no es más que el fenómeno o también la realización de la voluntad de vivir. (…) pero a la voluntad de vivir, de la que el individuo no es más que un ejemplar o specimen, le afecta tan poco la muerte de un individuo como a la Naturaleza entera. Pues no es el individuo, sino la especie, lo que a la naturaleza le importa y a la que trata de guardar con todo su celo y con esa prodigalidad de gérmenes y de poder inmenso del instinto de reproducción. (502) El individuo… de antemano ya está condenado a la desaparición y la misma Naturaleza le empuja a la muerte en cuanto ha cumplido su misión, que es conservar la especie. De este modo la Naturaleza expresa ingenuamente la gran verdad de que sólo las Ideas y no los individuos tienen verdadera realidad, esto es, son la perfecta objetivación de la voluntad. Pero como el hombre es la Naturaleza misma, y por cierto es su más alto grado de conciencia, y la Naturaleza no es más que la voluntad de vivir objetivada, el hombre, que ha llegado a ver las cosas de este modo y se mantienen en este punto de vista, se consolará de su propia muerte y de la de los suyos contemplando la vida inmortal de la Naturaleza, que es él mismo. (503) Y así como en todo tiempo estamos contentos de conservar nuestra forma y no sentimos perder la materia excretada, la misma actitud debemos conservar cuando la muerte viene a cumplir en mayor escala lo que sucede cada día y a cada hora con la excreta: así como permanecemos indiferentes en el primer caso debemos serlo también en el segundo. El sueño suspende totalmente cada noche la conciencia individual ligada al cuerpo material. Muchas veces ni siquiera se siente el paso del sueño a la muerte, como por ejemplo, cuando un hombre muere helado. Un profundo sueño no se diferencia de la muerte en cuanto a su duración actual, sino en cuanto a su duración futura, es decir, al despertar. La muerte es un sueño en el cual la individualidad es olvidada; pero todo lo demás despierta, o, mejor dicho, permanece despierto.1 (505). “Yo soy definitivamente dueño del presente y me acompañará por toda una eternidad como mi sombra; por esto no me asombra ni pregunto de dónde procede este presente y cómo es qué sea ahora mismo”. (506) Y así como a la voluntad le es cierta la vida, su manifestación propia, también le es cierto el presente, única forma de la vida real. Por consiguiente, no tenemos que investigar al pasado anterior a la vida ni el futuro posterior a la muerte, porque sólo podemos conocer el presente, forma única en que la voluntad se manifiesta; es inseparable de ella, pero ella también lo es de él.

1

El individuo no es más que fenómeno.

(…) el miedo a la muerte, porque esta nos puede arrebatar el momento presente, es tan absurdo como si temiéramos deslizarnos hacia lo bajo del globo terrestre desde la altura en que ahora felizmente nos encontramos… de aquí que cuando un hombre teme la muerte como si fuera la destrucción, me parece como si el sol al ponerse gritase: “!Ay¡”, voy a perderme en la eterna noche. (507) Tan solo el hombre lleva en sí el concepto abstracto de la muerte; pero esta sólo le angustia (circunstancia digna de ser meditada) en ciertos momentos, cuando algún hecho se la trae a la imaginación. (508) Ya hemos visto con perfecta claridad que sólo la manifestación individual de la voluntad es lo que comienza y acaba en el tiempo (…). Hemos visto también, por otra parte, que la voluntad de vivir es eterna… (509) (…) cuando la muerte se presenta ante el hombre en realidad o en imaginación y tiene que contemplarla cara a cara, se apodere de él el temor de morir y trata por todos los medio de salvar su vida. (…) cuando la muerte se presenta a de representársela como lo que es, a saber: el fin en el tiempo del individuo temporal. No es el dolor lo que tememos en la muerte, pues el dolor lo soportamos en la vida, y además, con la muerte nos libramos de él, o a la inversa, preferimos los más crueles dolores a una muerte breve y fácil. Lo que nos infunde pavor en la muerte es el aniquilamiento del individuo, por así como la concebimos, y el individuo, que es la voluntad de vivir en su única objetivación, se revela con todo su ser contra la muerte. (510) (…) el fondo de la vida es un dolor perpetuo… Cfr. La muerte llega en las alas del tiempo. (511) La vida es inherente a la voluntad; ni la muerte ni el tiempo se la pueden arrebatar. El horror a la muerte no es más que el apego a la forma individual de la vida. (785) Toda vida es dolor (540). Cada uno de nuestros movimientos respiratorios nos evita el morir; por consiguiente, luchamos contra la muerte a cada segundo, y también el dormir, el comer, el calentarnos al fuego son medios de combatir la muerte inmediata. Pero la muerte ha de triunfar necesariamente de nosotros, porque le pertenecemos por el hecho mismo de haber nacido y no hace en último término sino jugar con su víctima antes de devorarla. Mientras hacemos todo lo posible por conservar la vida, como inflaríamos una burbuja de jabón todo lo que se puede, aunque sabemos que al fin ha de estallar… Pero la base de todo querer es la falta de algo, la privación, el sufrimiento. Por su origen y por su esencia, la voluntad está condenada al dolor. (…) La vida como péndulo, oscila constantemente entre el dolor y el hastío… Habiendo puesto en el infierno todos los dolores y todos los tormentos, no se ha dejado para el cielo más que el aburrimiento.

"Siendo el hombre la objetivación más perfecta de la voluntad de vivir; es al mismo tiempo el ser que tiene más necesidades".541 "La vida de la mayor parte de los hombres no es más que una lucha constante por su existencia misma, con la seguridad de perderla al final. Pero lo que les hace persistir en esta fatigosa lucha, no es tanto el amor a la vida como el temor a la muerte". "La vida misma es un mar sembrado de escollos y arrecifes que el hombre tiene que sortear con el mayor cuidado y destreza, si bien sabe que aunque logre evitarlos, cada paso que da le conduce al total e inevitable naufragio, la muerte". "Pero también es muy digno de atención, por una parte, que los mismos dolores y males de la vida son fáciles de evitar, y que la misma muerte, en huir de la cual empleamos el esfuerzo de nuestra vida, es de desear y a veces corremos hacia ella gustosos, y por otra parte, que tan pronto como la necesidad y el sufrimiento nos conceden una tregua, estamos tan próximos al tedio que deseamos pasen las horas rápidas". 542 "Pero la mayor parte de las veces nos negamos a aceptar esta idea, (...) de que el dolor es esencial a la vida y no proviene del exterior, sino que cada uno de nosotros lo llevamos dentro de nosotros mismos, como un manantial que no se agota." "Somos como el hombre libre que se crea un ídolo para tener un amo." 548 "Toda obra épica o dramática (...) conduce a su héroe a través de mil obstáculos y conflictos hasta el fin que persigue y una vez alcanzado éste hace caer el telón, pues lo único que podría seguir es la demostración de que ese fin glorioso le ha engañado y que después de llegar a él se encuentra lo mismo que antes".550 "La vida de cada individuo (...) es siempre un espectáculo trágico (...) cuyo desenlace es la muerte".552 "El hombre crea a su imagen y semejanza demonios, dioses y santos, a los cuales se complace en ofrecer luego constantes sacrificios, oraciones, ornamentos de iglesia, votos, peregrinaciones, salutaciones, adornos suntuosos, etc... Su culto se confunde con la realidad hasta el punto de que acaba por eclipsarla. (...) Aquí encuentran su expresión y símbolo las dos necesidades del hombre: la de ayuda y protección, y la de ocupación y entretenimiento".552-553 "el suicidio, lejos de negar la voluntad de vivir, la afirma enérgicamente… Pues la negación no consiste en aborrecer el dolor, sino los goces de la vida. El suicidio ama la vida; lo único que le pasa es que no acepta los condiciones en que se le ofrece. Al destruir su cuerpo no renuncia a la voluntad de vivir sino a la vida. Quiere vivir, aceptaría una vida sin sufrimientos y la afirmación de su cuerpo, pero sufre indeciblemente porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida".633

"Lo que queda después de la supresión total de la voluntad no es para todos aquellos a quienes la voluntad misma anima todavía, sino la nada. Pero también es verdad que para aquellos en los cuales la voluntad se ha convertido o suprimido, este mundo tan real, con todos sus soles y nebulosas, no es tampoco otra cosa más que la nada".648