Argumentar y Persuadir

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Taller de análisis y producción de textos 1 Textos argumentativos Los textos argumentativos son aquellos donde el emisor opina sobre un tema importante, fundamentando sus puntos de vista para dar validez a sus razonamientos y de ese modo, lograr que el receptor actúe en consecuencia. Las características generales de los textos argumentativos son: 1. Se plantean diferentes puntos de vista y se toma posición por uno de ellos. 2. La organización textual está compuesta por párrafos que conforman una serie de argumentos que finalizan en una conclusión al presentar explicaciones, fuentes, referencias y ejemplos. 3. El emisor desarrolla un conjunto de estrategias para convencer a los receptores. En relación con el emisor, los textos argumentativos tienen dos propósitos: 1. Que el emisor exprese su postura sobre un tema dado. 2. Que tenga influencia sobre sus interlocutores respecto al tema a abordar (provoca un cambio de pensamiento o de acciones).

Persuadir y argumentar Sabemos que la mayoría de los textos tienen la función de informar o de transmitir un conocimiento, pero cuando el objetivo de éstos es formar, reforzar o modificar actitudes y comportamientos estamos frente a un texto que quiere persuadir al lector. Los actos persuasivos recurren a las emociones, a los intereses personales, a los deseos y a las motivaciones. Pero las argumentaciones recurren a premisas lógicas y argumentos informativos de carácter objetivo. En la persuasión se utilizan recursos estratégicos como los sentimientos y emociones del interlocutor: orgullo, odio, miedo, simpatía, envidia, patriotismo, vanidad, prejuicios. Mientras que en la argumentación se recurre a las evidencias, a los datos objetivos, al razonamiento lógico, a pruebas y comprobaciones. De esta manera, tenemos que algunos recursos del convencimiento que se usan pueden ser las estadísticas, las demostraciones, las investigaciones, testimonios, ejemplos, hechos y datos duros. En la argumentación podemos encontrar recursos como los siguientes:

Presencia del emisor El emisor del mensaje se hace presente a partir de las ideas que desarrolla en el texto mediante las cuales manifiesta su punto de vista e intenta convencer al receptor comunicando. Por ejemplo: Una controvertida medida intenta catalogar al azúcar en Estados Unidos como sustancia tóxica, sobre todo porque su consumo provoca una reacción hormonal en cascada que tiene como consecuencia enfermedades cardiacas, diabetes tipo 2 y embolias, entre otros padecimientos. Y aunque la supuesta toxicidad de dicho endulzante ha sido comprobada en múltiples estudios, vale la pena preguntarse si las alternativas existentes no son peores y más dañinas que eso que se pretende evitar.

En el fragmento anterior el emisor del mensaje se hace presente cuando realiza el cuestionamiento al lector, después de haber mostrado los argumentos para descalificar el consumo del sustituto de azúcar.

Recursos retóricos Los textos argumentativos persuasivos hacen uso de figuras retóricas, las cuáles consisten en la manipulación del lenguaje o su utilización no convencional para darle otro sentido a lo que se dice. Aunque se emplean con sus acepciones habituales, se acompañan de algunas particularidades fónicas, gramaticales o semánticas que las alejan del uso habitual para lograr una mayor expresividad de las ideas. Hay varios ejemplos de figuras retóricas en los anuncios publicitarios. Observa los siguientes ejemplos de la figura retórica llamada “calambur”:

Organización textual Los textos argumentativos tienen cierta organización textual que debemos tener presente tanto para reconocerlos como para poder escribirlos. La estructura general del texto argumentativo es el siguiente:



Tesis: Es la idea que se quiere defender o refutar.



Los argumentos: son los razonamientos que apoyan la tesis y su objetivo es convencer al lector.



Conclusión: Los argumentos presentados derivan en una conclusión acerca del tema expuesto.

Ejemplo: El azúcar es dañina, ¿pero no son peores los sustitutos? [Tesis] La satanización del azúcar como sustancia altamente tóxica nos lleva a preguntarnos si las opciones existentes no son incluso más dañinas que esta y, por otra parte, si dicha campaña no obedece a intereses comerciales de quienes producen los sustitutos del endulzante. [Argumento] Una controvertida medida intenta catalogar al azúcar en Estados Unidos como sustancia tóxica, sobre todo porque su consumo provoca una reacción hormonal en cascada que tiene como consecuencia enfermedades cardiacas, diabetes tipo 2 y embolias, entre otros padecimientos. [Argumento] Y aunque la supuesta toxicidad de dicho endulzante ha sido comprobada en múltiples estudios, vale la pena preguntarse si las alternativas existentes no son peores y más dañinas que eso que se pretende evitar. [Argumento] Un ejemplo: de acuerdo con Susan Swithers, adscrita al Centro de Investigación de Comportamiento Ingestivo de la Universidad Purdue, hay numerosos estudios epidemiológicos que demuestran el riesgo de síndrome metabólico que sobreviene al ingerir refrescos de dieta, ricos en edulcorantes. [Conclusión] Paralelamente hay que prestar atención al hecho de que la industria de los endulzantes artificiales es una de las más prósperas en el mundo, con un crecimiento económico notable en los últimos años. Este, por otra parte, no sería el primer caso en que los intereses de grandes corporaciones se relacionan íntimamente con los hábitos alimenticios de la población y las supuestas alertas en contra de los peligros que implica consumir un alimento en particular. [Conclusión] Quizá en este, como en tantos otros casos, el único consejo válido sea la moderación en el consumo aunada a una preferencia hacia lo natural. Tomado de: Pijama Surf (8 de febrero de 2012) El azúcar es dañina ¿Pero son peores los sustitutos? Recuperado de http://pijamasurf.com/2012/02/el-azucar-es-danina-pero-no-son-peoreslos-sustitutos/ (febrero, 2012).

Se venden piernas Eduardo Galeano (2010). Ser como ellos y otros artículos. México: Siglo XXI. pp. 37-39. Hasta el Papa de Roma ha suspendido sus viajes por un mes. Por un mes, mientras dure el mundial de Italia, estaré yo también cerrado por fútbol, al igual que muchos otros millones de simples mortales. Nada tiene de raro. Como todos los uruguayos, de niño quise ser jugador de fútbol. Por mi absoluta falta de talento, no tuve más remedio que hacerme escritor. Y ojalá pudiera yo, en algún imposible día de gloria, escribir con el coraje de Obdulio, la gracia de Garrincha, la belleza de Pelé y la penetración de Maradona. En mi país, el fútbol es la única religión sin ateos; y me consta que también la profesan, en secreto, a escondidas, cuando nadie los ve, los raros uruguayos que desprecian al fútbol o lo acusan de todo. La furia de los fiscales enmascara un amor inconfesable. El fútbol tiene la culpa, toda la culpa, y si el fútbol no existiera, seguramente los pobres harían la revolución social y todos los analfabetos serían doctores; pero en el fondo de su alma, todo uruguayo que se respete termina sucumbiendo, tarde o temprano, a la irresistible tentación del opio de los pueblos. Y la verdad sea dicha: este hermoso espectáculo, esta fiesta de los ojos, es también un cochino negocio. No hay droga que mueva fortunas tan inmensas en los cuatro puntos cardinales del mundo. Un buen jugador es una muy valiosa mercancía, que se cotiza y se compra y se vende y se presta, según la ley del mercado y la voluntad de los mercaderes. Ley del mercado, ley del éxito. Hay cada vez menos espacio para la improvisación y la espontaneidad creadora. Importa el resultado, cada vez más y cada vez menos el arte, y el resultado es enemigo del riesgo y la aventura. Se juega para ganar, o para no perder y no para gozar la alegría de dar alegría. Año tras año, el fútbol se va enfriando; y el agua de las venas garantiza su eficacia. La pasión de jugar por jugar, la libertad de divertirse y divertir, la diablura inútil y genial se van convirtiendo en temas de avocación nostalgiosa. El fútbol sudamericano, el que más comete todavía estos pecados de esa eficiencia, perece condenado por las reglas universales del cálculo económico. Ley del mercado, ley del más fuerte. En la organización desigual del mundo, el fútbol sudamericano es una industria de exportación: produce para otros. Nuestra región cumple funciones de sirvienta del mercado internacional. En el fútbol, como en todo lo demás, nuestros países han perdido el derecho

de desarrollarse hacia adentro. No hay más que ver los seleccionados de Argentina, Brasil y Uruguay en este mundial del 90. Los jugadores se conocen en el avión. Solamente un tercio juega en el propio país; los dos tercios restantes han emigrado y pertenecen, casi todos, a los equipos europeos. El sur no sólo vende brazos, sino también piernas, piernas de oro, a los grandes centros extranjeros de la sociedad de consumo; y al fin y al cabo, los buenos jugadores son los únicos inmigrantes que Europa acoge sin tormentos burocráticos ni fobias racistas. Parece que muy pronto cambiará la reglamentación internacional. Los clubes europeos podrían, de aquí a poco, contratar a cuatro, o quizá cinco, jugadores extranjeros. En ese caso, me pregunto que será del fútbol sudamericano. No nos van a quedar ni los masajistas. En estos tiempos de tanta duda, uno sigue creyendo que la tierra es redonda por lo mucho que se parece al balón que gira, mágicamente, sobre el césped de los estadios. Pero también el fútbol demuestra que esta tierra no es muy redonda, que digamos.

Ahora responde con tus propias palabras en una hoja de tu cuaderno: 1. Indica cuál es la tesis y la conclusión del texto. 2. Menciona los dos argumentos más importantes que el autor señala. 3. Ejemplifica el uso de la persuasión (sentimientos) para convencer al lector. 4. Menciona cuatro recursos retóricos que usa el autor. 5. Ejemplifica una intervención personal del autor en el texto.

La metamorfosis del vampiro Charles Baudelaire, Las flores del mal La mujer nos decía con su boca de fresa, ondulante, acechante, entre sierpe y tigresa, los senos oprimidos a punto de estallar, estas palabras que ella dejaba resbalar: “Yo tengo el labio húmedo y conozco la ciencia que en el fondo del lecho diluye la conciencia. Enjuga todo llanto la gloria de mis senos que hacen reír a los viejos igual que a niños buenos. ¡Y soy para quien sepa contemplarme sin velos la luna, y soy el sol, las estrellas, los cielos! Tan docta soy amando, queridos sabihondos, cuando un hombre aprisiono en mis brazos redondos o cuando a sus mordiscos abandono mi pecho, frágil y libertina a la vez, que en mi lecho, gustador del deleite que raya en frenesí, hasta los mismos ángeles se perdieron por mí.” Cuando toda la médula succionó de mis huesos, y sobre ella rendido quise darle mis besos, advertí que en sus flancos —todo fue en un momento— resbalaba un humor viscoso, purulento. Cerré entonces los ojos de frío y de terror, y al abrirlos de nuevo al vivo resplandor, junto a mí, y en lugar del maniquí gozado que parecía haberse ya de sangre saciado, temblaba un esqueleto, produciendo un crujido como el de esa veleta que da un agrio chirrido, o el rótulo hecho trizas del umbral del infierno tremolando en el viento de una noche de invierno.