Apuntes Sobre Retrato Del Artista Adolescente

Rasgos modernos en el Retrato del artista adolescente de James Joyce Hariet Quint James Joyce (1882-1941) decide dejar

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Rasgos modernos en el Retrato del artista adolescente de James Joyce Hariet Quint

James Joyce (1882-1941) decide dejar su patria a la temprana edad de veintidós años y se interna en el continente europeo en una época de efervescencia cultural. A principios del siglo XX el ambiente artístico marchaba a plena batuta de las grandes urbes: París, Munich y Viena, en donde los artistas en su búsqueda estética reafirmaban los "ismos" y cambiaban únicamente según su visión la raíz de la palabra: expresion-ismo, modern-ismo, futuri-smo, dada-ísmo o cub-ismo. Hay quienes dicen, como Vintila Horia (cfr. Horia: 1976) que Joyce fue un outsider o marginado de la cultura europea por su condición de irlandés y por lo mismo tuvo una posición más objetiva hacia los acontecimientos que sacudían el continente, y otros como Harry Levin (cfr. Levin: 1959), quienes consideran muy difícil identificar al autor con alguna corriente literaria. Por mi parte coincido con otros críticos quienes ubican a Joyce en la corriente del modernismo europeo. Quizás fue un outsider en cuanto a que no trató directamente en su obra los acontecimientos políticos que anunciaban la época dramática de las dos guerras mundiales, pero abrió con su estilo novedoso caminos hasta entonces inexplorados para la construcción de la novela. Moderno y Modernismo europeo El adjetivo moderno y todos los sustantivos que se derivan de él, como modernismo, modernidad, modernidad tardía o postmodernismo, han dado pie a muchas disputas controvertidas. En el contexto del análisis de la novela Retrato del artista adolescente (Joyce: 1979) se utilizarán los conceptos moderno y modernismo. Para evitar controversias a continuación se explicará en que términos se aplican aquí estas dos nociones. Del latín modernus, o francés moderne la palabra significa reciente, lo que pertenece a la época actual, al presente, lo nuevo que corresponde al estado actual del progreso. En este sentido la palabra tiene usos en las esferas política, social y cultural. Desde el surgimiento del modernismo, moderno se convierte en sinónimo de estar libre de dogmas y normas sociales, ser original y renovar el concepto del arte. Un escritor moderno es aquel, al que sus

contemporáneos aprecian por su capacidad de expresar en su obra el espíritu actual de su época y usa nuevas técnicas de formulación artística. Entonces "moderno" se aplica para una realidad espiritual y una formal. Moderno siempre será visto y entendido en oposición con la tradición, sustituye lo anterior que en su época también fue considerado moderno, e implica de este modo cambio, progreso y movimiento. Para calificar una obra como moderna hay que establecer dos categorías delimitadoras: 1) la histórica, en la que se fija la fecha de un movimiento considerado moderno para su época; 2) la estética e intelectual, en la que se distinguen los rasgos artísticos dominantes y renovadores de una época. Moderno entonces, es un adjetivo calificativo que expresa propiedades vanguardistas de personas que en su trabajo, estilo de vida y pensamiento rompen con la tradición y dan un paso adelante en su tiempo. Los debates en torno al modernismo, la modernidad, sin mencionar la modernidad tardía, o la posmodernidad surgen cuando estos atributos de lo moderno se utilizan para definir actitudes políticas, sociales, económicas, filosóficas o artísticas y sobre todo cuando se trata de ubicar sus características en el espacio y en el tiempo. Si podemos considerar lo moderno, según la definición de la palabra, como un parteaguas entre dos épocas, donde un pensamiento nuevo sustituye a otro, entonces la historia de la humanidad no se presenta de manera plana y lineal, sino como un camino sinuoso en forma de zigzag siempre abierto a la búsqueda de nuevos retos para conquistar. En este sentido fueron ya modernos los primeros filósofos griegos quienes negaron la explicación mitológica del mundo y encontraron respuestas lógicas basadas en el razonamiento; Galileo abrió un tragaluz en la bóveda del Medievo que había sumergido la humanidad en un oscurantismo tedioso, y sembró de nuevo la esperanza del progreso. Y así sucesivamente, cada época se caracteriza como tal por los nuevos conceptos que acuñó, por ser moderna pues en su tiempo. El Modernismo como corriente artística surge en Inglaterra a finales del siglo XIX con el movimiento Arts and Craft y se difunde en el continente europeo adoptando diferentes nombres. Su rasgo más característico es el uso de líneas serpenteadas, asimétricas, basadas en formas vegetales. Fue un arte del ornamento fundamentalmente, y sus manifestaciones típicas se produjeron en la arquitectura, el arte mobiliar, la pintura y escultura. El modernismo se conoce en Francia como Art Noveau, en Alemania como Jugendstil y en Austria como Sezessionstil.

La corriente literaria del Modernismo europeo se sitúa entre las dos guerras mundiales y tiene como característica novedosa el cambio de la voz narrativa objetiva a favor de la percepción subjetiva. Se abren de este modo grandes posibilidades para la escritura experimental. El protagonista de Marcel Proust (1871-1922) en su libro En búsqueda del tiempo perdido, percibe la realidad a través de la experiencia subjetiva del recuerdo; T. S. Eliot (1888-1965) en su poema La tierra baldía (1922) expresa la crisis personal por la decadencia de la cultura europea a través de un estilo fragmentado en el que se entremezclan el lenguaje culto con uno cotidiano; James Joyce presenta los sentimientos y percepciones de sus personajes en su novela Ulises (1922) por medio de imágenes y fragmentos reconstruidos en procesos mentales. Su técnica stream of consciousness influirá muy poco tiempo después de la publicación del Ulises en Virginia Woolf y William Faulkner. El Modernismo acentúa la conciencia de sí de la literatura, de la capacidad reflexiva y crítica de los creadores. La intelectualización progresiva del proceso artístico abre el campo para la experimentación. Los autores no solamente quieren reflejar la realidad de su época sino que buscan nuevas posibilidades estilísticas. El tiempo lineal de la narración se corta, los saltos en el tiempo se complementan con imágenes fragmentarias y le dejan al lector la tarea de construir el collage de la trama y las características del personaje. La narrativa se vuelve cada vez más complicada, la elocuencia retórica contribuye a mayor enredo y enfrenta al lector a ciertos problemas de comprensión, que éste sólo con paciencia, conocimientos teóricos y una lectura concentrada puede resolver. La literatura en pocas palabras se empieza a dirigir a una élite de lectores. Estilo y técnicas narrativas Estas breves definiciones de los conceptos: moderno y modernismo sirven como marco introductorio y puntos de referencia para la comprensión de las ideas que James Joyce maneja en el plano temático y formal de su libro Retrato del artista adolescente. El presente estudio se enfoca en esta novela porque en ella Joyce manifiesta sus primeros pasos rumbo al Modernismo, pasos que después en Ulises y Finnigans Wake lo convierten en autor no solamente moderno sino en un genio de la innovación literaria. Joyce comienza a escribir la novela con el título provisional Esteban héroe en 1904, mismo año en el que decide abandonar Irlanda y establecerse en el continente. Durante diez años trabaja el texto, destruye la primera

versión, de la cual sólo queda un capítulo extenso en la Universidad de Harvard, reescribe toda la novela de manera mucho más concisa, cambia la voz narrativa de primera persona a tercera persona y convierte la forma inicial subjetiva de un diario en una novela didáctica. El libro se publica en 1914 en Trieste bajo el título de Retrato del artista adolescente. El personaje principal, Stephen Dedalus es concebido de manera dinámica, asimila sus experiencias y con su carácter juvenil y apasionado vive las etapas de su vida con un arrebatado crescendo emocional. De ser un alumno obediente, más no sumiso, se vuelve "pecador" lascivo y vicioso, se convierte luego en "devoto" efervescente después de un debate emocional profundo y por fin se deshace de todos los prejuicios religiosos, define su concepto estético del arte y se libera de todo el peso de la educación tradicionalista que recibió en los colegios jesuitas y en su casa. El camino que recorre Stephen es sinuoso pero necesario para adquirir madurez y decidir lo que quiere hacer en el futuro: "descubrir una manera de vida o de arte, en la cual su alma pudiera expresarse a sí misma con ilimitada libertad" (p. 279). Los conceptos morales que le son inculcados por la tradición religiosa católica en Irlanda le provocan luchas emocionales intensas. El fuerte sentido de nacionalidad que amamanta desde la cuna se convierte en peso. Al final de su recorrido en la novela, él decide cortar sus raíces para emprender el vuelo hacia la libertad: No serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria o mi religión. Y trataré de expresarme como me sea posible, tan plenamente como me sea posible, usando para mi defensa las solas armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia (p. 280). El simbolismo entra a la novela de Joyce con el nombre de su personaje principal y anuncia las propiedades que le serán atribuidas. Dédalus lleva como apellido el nombre del mítico constructor del laberinto de Knosos, ciudad real de Creta. El tema principal que maneja Joyce es la búsqueda incesante de su protagonista por encontrar el camino a través de los vericuetos del laberinto, la lucha entre la poderosa influencia del catolicismo, la tradición y el deber nacional que constriñen su mundo con sus conceptos morales y éticos, y el espíritu aventurero que germina en su interior y lo hace encontrar la salida hacia la

libertad. Dédalus construye sus propias alas y se eleva, después de haber recorrido los oscuros pasillos del laberinto, hacia la clara y luminosa esfera del cielo. "Y sintió que el augurio [...] había surgido de su corazón, como un ave que se lanzara al vuelo" (Joyce: 1979, 256). Las profundas raíces que la educación católica ha dejado en el autor se reflejan también en el nombre que le otorga a su protagonista: San Esteban protomártir era el patrón de la planicie donde fue construido el University College. Para describir a su personaje principal desde varios puntos de vista, Joyce escoge diferentes técnicas en su novela. La voz narrativa omnisciente guía el relato en la mayor parte del discurso y es interrumpida con diálogos en los que generalmente los amigos del protagonista: Cranly, Temple y Davin (pp. 226-229) completan el cuadro que el lector se forma de su carácter. De este modo nos enteramos que Stephen es un personaje con una "mentalidad individual", que por su carácter introvertido le gusta apartarse de los demás, que no se involucra en discusiones sobre nacionalismo y cuando lo hace expresa su rechazo con palabras violentas, que quizás no hagan otra cosa que encubrir el dolor tan profundo que su condición de irlandés le causa: Cuando el alma de un hombre nace en este país, se encuentra con unas redes arrojadas para retenerla, para impedirle la huida. Me estas hablando de nacionalidad, de lengua de religión. Estas son las redes de las que yo he de procurar escaparme (p. 229). Joyce utiliza otros medios técnicos en su narración. El tiempo avanza de manera lineal y de pronto se enrolla en un bucle para después seguir adelante. Estas especies de paréntesis que se forman y que muchos críticos han llamado fluir de pensamiento, y que más adelante se convierten en fluir de conciencia, se realizan en esta novela bajo varios mecanismos y cumplen diferentes funciones. En el capítulo I, en el que se describe la infancia de Stephen en el rígido colegio católico de Clongowes Wood el autor introduce el fluir del pensamiento interrumpiendo el hilo narrativo con asociaciones que introduce con la palabra "como". Por ejemplo: "Había en la capilla un frío olor a noche. Pero no era un olor santo. No era como el olor de los aldeanos viejos [...] decía un chico que vivían en Clane ..." (p. 19). El olor frío de la capilla lo remite a los aldeanos que vivían en el poblado más cercano al

colegio. La asociación se alarga por el espacio de un párrafo entero y es interrumpida por la voz del prefecto quien inicia la oración de la noche. Estas asociaciones no contribuyen con información relevante al desarrollo de la trama o a la descripción del personaje, son como dice Nabokov "los pensamientos íntimos que afloran a la superficie movidos por una impresión exterior que llevan a asociaciones significativas de palabras, a nexos verbales" (Nabokov: 1997, 424) En el capítulo II en el que la familia se cambia a Dublín, Stephen se enamora y el padre se encuentra en quiebra, el fluir del pensamiento gira en torno a los recuerdos. Estos se introducen con las palabras: "le vino a la memoria", "se acordó", "le hicieron acordarse", "surgió en el recuerdo" etc. Estos recuerdos tienen la función de reiterar algún acontecimiento conocido, o contribuir con información nueva. Por ejemplo, durante la confesión, Stephen recuerda la clase de inglés en la que presentó un ensayo. Los labios de Stephen eran solamente los que recitaban la confesión, pues mientras pronunciaba las palabras, un repentino recuerdo le había transportado a otra escena, evocada como por magia al notar las arruguillas que se le formaban a Herón en los ángulos de la boca ... (p. 86). Si los recursos utilizados en los primeros dos capítulos, la asociación y el recuerdo se desligan completamente de los sucesos de la trama, como si fueran hoyos en un queso Gruyere con la única finalidad de dejar entrar un poco de aire fresco y aflojar el transcurrir de la narración, en el capítulo III, Joyce introduce el fluir de conciencia, manteniendo siempre la voz narrativa en tercera persona y lo introduce con: "cuando [...] la mente de Stephen se deslizaba..." Mientras algo sucede en la trama su mente divaga en otras cosas, pero reforzando los sucesos. Cuando sentado en un su pupitre contemplaba fijamente la cara astuta del rector, la mente de Stephen se deslizaba sinuosamente a través de aquellas peregrinas dificultades que le eran propuestas. (p. 118) "Las piedras pesadas de la conciencia" como llama Nabokov las digresiones de la mente, o la huida de los pensamientos, discurren en torno a problemas morales y fortalecen la trama. Stephen se encuentra en un retiro que

se organiza en su colegio, en el que los jóvenes tienen la oportunidad de alcanzar la indulgencia plena arrepintiéndose de sus pecados. El alma enllagada de Stephen percibe con el oído, el ojo y la piel todos los sufrimientos que el infierno imaginario descarnadamente derrama sobre él. ¿Era posible que él, Stephen Dédalus, hubiera realizado tales cosas? Su conciencia suspiró por toda respuesta. Sí, las había realizado, en secreto, repugnantemente, una y otra vez, y, endurecido en la impenitencia del pecado, se había atrevido a llevar su máscara de santidad hasta delante del tabernáculo mismo [... ] ¿Pero cómo sujetar los sentidos del alma?; que aunque sus ojos estaban fuertemente cerrados, veía los lugares donde había pecado; y oía, aun con los oídos bien tapados. (p. 153) En el capítulo V, Joyce emplea mucho más seguido sus técnicas con las que interrumpe el hilo de la narración, se intercalan frecuentemente la asociación, el recuerdo y las disertaciones morales. De modo que, en el camino que recorre Stephen desde la casa al colegio, sus pensamientos divagan sobre los siguientes temas: las preocupaciones estéticas lo llevan desde Aristóteles a los escolásticos y terminan en la época isabelina; la campana de un reloj lo remite a Mc Cann, un buen amigo; se imagina la clase de inglés a la que no alcanzó a llegar; piensa en la confesión reciente que le había hecho a su amigo Cranley; recuerda la traducción del latín de Horacio; su amigo Dawin un gran nacionalista y adorador de las leyendas irlandesas, desfila en su mente también; y por fin recuerda que asistió con su padre a la colocación de la placa dedicada a la memoria de Wolfe Tone. Las técnicas que empieza a utilizar Joyce en esta novela son modernas para la época en que escribió. Hasta entonces grandes escritores como Dostoyevski, Tolstoy, Zola e Ibsen en el teatro, habían levantado el Realismo a la cúspide de su expresión artística. Representaron la naturaleza del hombre con sus limitantes y profundos despliegues emocionales. Joyce con su nueva búsqueda experimental lleva a la escritura lo que los pintores ya habían expresado en el lienzo. Gustav Klimt (1862-1918) en algunas de sus pinturas como El Beso o el Retrato de Adele Broch-Bauer, enmarca las figuras con cuadros y círculos, algunos oscuros y otros luminosos, detallados todos con finos arabescos,

que parecen desviar la atención, pero en realidad forman un conjunto armonioso con la idea que resalta brillosa de la combinación de la imagen. Así Joyce, en ningún instante pierde el hilo narrativo, pero lo amplía con pequeñas cápsulas fotográficas que surgen de las asociaciones, recuerdos o divagaciones de la mente. Luz y sombra se intercalan, depresión y esperanza se dan la mano y fluyen inquietos en un vaivén continuo como lo suele hacer la mente. Joyce inicia en esta novela el enorme paso que dará adelante en su Ulises. Las ideas sobre la estructura y la técnica están todavía en su estado embrionario, pero demuestra ya propiedades vanguardistas en su estilo narrativo. Moderno en la concepción que tiene del arte, Joyce abre de un empujón el portal al Modernismo y crea un espacio para las nuevas posibilidades de la literatura.

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VELA, Arqueles, El modernismo, México, Porrúa, Col. "Sepan Cuantos...", no. 217, 1987.

James Joyce, una víctima del lenguaje José María Valverde Hace 50 años moría James Joyce en Zúrich, en la tercera de sus estancias en esa ciudad—aparte de algunas visitas rápidas para intentar remediar sus pobres ojos--: la primera vez en 1904, había llegado de Dublín con su compañera, Nora, en busca de un empleo de profesor de inglés que sólo encontraría en Trieste y acogerse a la neutralidad suiza en Zúrich, teniendo en cuenta que su mala vista y su condición de padre de familia; al fin, en 1940, llegó hasta allí desde París, ante la invasión alemana. Si tras la Primera Guerra Mundial a alguien que le preguntaba cómo le había ido en ese tiempo, Joyce se limitó a contestar: “Ah, sí, he oído decir que ha habido una guerra mundial por ahí, la segunda—según dicen—le pareció una perversa conjuración general para que la gente no leyera su recién publicado Finnegans Wake. Semejante boutade podría tomarse como un sarcasmo contra el mundo: si toda guerra es monstruosa: ésa era especialmente estúpida, porque los auténticos adversarios estaban en el mismo bando. Pero la reacción de James Joyce no iba por ahí, sino que tenía algo de huraño encogimiento de hombros por parte de aquel obseso entregado a experimentos del lenguaje. Hay un proceso a lo largo de la vida y la obra de Joyce en que la conciencia lingüística se va comiendo a la vida personal, a su propia humanidad, en un sacrificio que, sin embargo, no podemos lamentar —en un gran escritor hay que aceptar de buena gana “los defectos de sus virtudes”--. Joyce, después de unas probaturas juveniles que no prometían nada bueno pro lo egolátrico, compuso esa maravilla de sobriedad, a sus 25 años, que es Dublineses—logro que casi nadie pudo conocer entonces, cundo menos valorar--. Después, afortunadamente, abandonado su Stephen el héroe, en tono demasiado personal, supo rehacer como arte esa misma materia en su Autorretrato juvenil (o, como se ha traducido, Retrato del artista adolescente, en pase decisivo hacia la madurez—allí comenzó a saber incrustar palabras vivas, canciones y aun la fotocopia de un sermón jesuítico--. Entonces pudo Joyce acometer su obra magna, Ulises, en buena medida un mosaico de voces imitadas o grabadas, a veces como parodia de estilos ajenos, a veces como chorros de palabra interior de un personaje, con todas la s tonterías y aun indecencias que, en mayor o menor grado, siempre hay en ese cauce que nos arrastra: el lenguaje, invadiéndonos desde fuera, sin hacerse más que muy relativamente nuestro. El darse cuenta de que nuestra vida mental no es otra cosa que bla-bla-bla en una determinada gramática, un léxico, una fonética, etcétera, resulta al principio tan divertido para el escritor como inquietante para el filósofo. Y el mejor testimonio de la modestia del lenguajes la coincidencia, el parecido, el chiste, el juego de palabras

que nos sal al paso de vez en cuando y nos hace reír. De hecho, sabemos que a Joyce le divertían demasiado sus hallazgos verbales y que los añadía a troche y moche a lo ya escrito. Entre la primera versión manuscrita y la publicada hay casi una tercera parte del total que consiste en ocurrencias posteriores, incluidas durante la corrección de pruebas o en algunos capítulos aparecidos en revistas. Pues bien, como se puede ver en la edición de Octagon Books, donde tales adiciones van marcándose sobre un facsímile de la edición normal, toda esa añadidura es contraproducente, es un lastre perjudicial. El día que Ulises sea de dominio público, será urgente editar el Shorter Ulyssses, el “Ulises más corto”, libre de las ocurrencias tardías para que se vea que es mejor que el que conocemos; más compacto y sustancial, de mejor ritmo para su lectura. Después, ese exceso de autocomplacencia en su chistes fue la que llevó a Joyce a su Finnegans Wake, que cabría considerar como un error innecesario, una felix culpa, un escarmiento para enseñanza de la posterior historia literaria. A wholesale safety-pun factory, “una fábrica al por mayor de”—y aquí un juego de palabras joyciano entre safety-pin, “imperdible” y safety-pun, “retruécano de seguridad”: así lo definió la abnegada editora de Joyce, por supuesto que sin decírselo a él--. El crecimiento de la obsesión lingüística había sido unido en Joyce a un creciente desinterés por lo común a todos: así, políticamente, allá por 1906, en Trieste, todavía había sentido cierto aprecio por el socialismo de Antonio Labriola—no del todo desinteresadamente, porque pensaba que un Estado socialista podría subvencionar a los creadores literarios como él mejor que los editores comerciales, según su experiencia--.Pero ese desinterés se había impuesto en él también por desconfianza hacia la capacidad de la especie humana racional: vanitas vanitatum. Quizá entonces, su drogadicción lingüística podía verse alimentada por su escepticismo social y ético. James Joyce “...el lenguaje se perfecciona cuando sabe jugar con la escritura.”

Nancy Hagenbuch El artífice, El creador

James Agustine Joyce, nacido el 2 de febrero de 1882 en las afueras de Dublín, capital de Irlanda, era el hijo mayor de una familia de clase media venida a menos por los desbordes

de su padre John Joyce. Desde pequeño fue confiada su formación religiosa y académica a los padres jesuitas. Llegado a los veinte años, en una carta dirigida a quien será su mujer, Nora Barnacle, se definirá como un exiliado de ese orden que lo precedió. “Mi ánimo rechaza todo el presente orden social y el cristianismo. ¿Cómo podría gustarme la idea de mi hogar? Mi hogar ha sido simplemente un asunto de clase media echado a perder por hábitos de derroche que he heredado. A mi madre la mataron lentamente los malos tratos de mi padre, años de dificultad, y la franqueza cínica de mi conducta. Éramos diecisiete en la familia. Mis hermanos y hermanas no son nada para mí. Sólo un hermano (Estanislaus) es capaz de comprenderme. Hace seis años dejé la Iglesia Católica odiándola con el mayor fervor. Le hice la guerra en secreto cuando estudiaba y rehusé aceptar las posiciones que me ofrecía. Con eso me he hecho un mendigo pero he conservado mi orgullo. Ahora le hago la guerra abiertamente con lo que digo y hago. No puedo entrar en el orden social sino como vagabundo”. Desde su exilio de Dublín, con Nora Barnacle, en 1904 no volverá a Irlanda. Residirá sucesivamente en Roma, en Trieste, donde nacen sus hijos Giorgio y Lucía, en París, y por último en Zurich donde muere en 1941. Durante ese largo exilio se entregará a escribir su obra literaria que consta de dos libros de poemas: “MÚSICA DE CÁMARA” y “POEMAS Y MANZANAS”, una obra de teatro: “EXILIADOS”, un libro de relatos: “DUBLINENSES”, una serie de novelas: “RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE”,

“STEPHEN

EL HÉROE”

y sus dos obras más geniales: “ULISES”

Y

“FINNEGANS WAKE”. James Joyce se concibe fuera del orden que lo precedió. ¿No se trata acaso para todo creador de que un orden sea abandonado para crear otro nuevo? El poeta introduce algo que hasta ese momento jamás había existido. Sin duda su estilo, su forma particular de tratar al lenguaje, no sólo ha dejado su marca en el mundo literario sino que se ha extendido a otros campos de la cultura. No resulta difícil reconocer su marca en el cine, en la música o en la pintura misma. Esto me lleva a interrogarme sobre la creación. Jacques Lacan en su Seminario LA

ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS

coloca en el seno mismo

de la creación la introducción de un significante nuevo en oposición a otro, y su efecto va a venir a producir un nuevo orden en el mundo. La creación emerge alrededor de un vacío, ex nihilo. ¿Qué estatuto tiene la obra joyceana?

Sin duda James Joyce introduce con su arte un nuevo orden. Un orden que viene a establecer un antes y un después de él. Pero el escritor contaba con algo más que su don de creador. Desde muy pequeño su decisión era ser El Artista. En su libro MI

HERMANO

JAMES JOYCE , Stanislaus nos cuenta sobre el artista “... los

elegidos son aquellos pocos espíritus que, conscientes de su valor, se imponen una disciplina a fin de convertirse en artífices de su propio destino, logrando así el ideal de orden y belleza”. Esto nos remite al nombre de una de las novelas más leídas de Joyce: “EL RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE”.

Ahí se propone no como un artista sino como El Artista. Quizás esto

sea lo propio de una idea que el mismo escritor irlandés sentía, que tras de sí y de su obra sólo quedaba una tierra yerma.

Su arte lo valoriza a expensas del Padre.

James Joyce se ha concebido en sus novelas como vagabundo, y al mismo tiempo como héroe, como el artífice por excelencia. Así termina su libro EL ADOLESCENTE:

RETRATO DEL ARTISTA

“No será por más tiempo aquello en lo que naciera, llámese mi hogar, patria, o

mi religión. Salgo a buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza”. Dirige esta plegaria a su padre, quien sin duda se distingue por ser un padre indigno. James Joyce es el artífice, el que sabe lo que tiene que hacer. Con la creencia de tener la misión de forjar la conciencia increada de su raza. James Joyce parte de su padre carente y por quererse un nombre logra con su escritura la compensación de esa carencia. Su nombre, que ha trascendido por cien años y que seguramente trascenderá por muchos más, es aquello que valoriza a expensas del padre. ULISES es el testimonio de cómo sale a la búsqueda de un padre, de todas las formas posibles: carente, en el acta desgarrada, en el nombre que se ha envenenado. En el nombre del autor. Se pone a buscar un padre de tal manera que no lo encuentra por ninguna parte... Podemos leer en un capítulo de ULISES una referencia del padre de Bloom: “Es un judío renegado que viene de Hungría... Obtuvo el cambio de nombre por decreto, no él, el padre”. Él ha cambiado de nombre según una fórmula jurídica que se llama poll, es decir un acto / acta, pero poll define un documento que está recortado, desgarrado... Ha cambiado de nombre por un documento desgarrado ¿No es el nombre el que está desgarrado?

En otra parte del ULISES se da un juego de palabras en inglés entre el padre y el nombre. Suena como si fuera el nombre el que ha sido envenenado. Un nombre envenenado y que envenena. También encontramos esta búsqueda en el capítulo de Circe del ULISES. Aparece el espectro del padre de Bloom con vetas de veneno en su rostro, quien se dirige a su hijo con el siguiente reproche: “¿Qué haces ahí en ese sitio? ¿No tienes alma? ¿No eres mi querido hijo Leopold que dejó la casa de su padre y dejó al Dios de su padre, de Abraham y de Jacob? Bloom contesta: Creo que sí padre. Monsenthal. Es todo lo que queda de él”. Monsenthal está en referencia al nombre del autor de una pieza de teatro. Entonces, ¿qué es lo que queda de un hijo de un padre envenenado? Lo que queda es el nombre del autor. En estos textos se va produciendo un juego de escondite con los nombres de los padres, esos nombres percibidos al pasar como Abraham, Jacob, entre otros. Este juego de escondites con los nombres de los padres de la cultura le permite desplazar cierto agujero de un texto a otro y va armando una escritura en forma de nudo. Eso toma forma de búsqueda y se ve el juego de escondidas entre el nombre del autor y la criatura a nivel del arte. Podemos captar cómo Joyce esta cargado de padre, en la medida en que ese padre, él debe sostenerlo para que subsista. Jacques Lacan plantea en el Seminario “LE

SINTHOME”

que Joyce con su arte hace

subsistir no sólo a su familia, sino que ilustra lo que él llama my country. “El espíritu increado de su raza...”

Es en este sentido que Jacques Lacan se pregunta ¿en qué el artificio, el arte puede burlar lo que se impone del síntoma, La Verdad? ¿No hay con el arte una compensación de esta dimisión paterna? ¿No es acaso el nombre que le es propio lo que se valoriza a expensas del padre?

James Joyce: el escritor enigmático por excelencia.

El lector, al sumergirse en el mundo joyceano, se va encontrando con múltiples encrucijadas que el texto ofrece. El mismo Joyce decía: “lo que yo escribo no dejará de dar

trabajo a los universitarios” ya que en el texto abundan innumerables enigmas. Es el escritor más enigmático de los últimos tiempos. Los universitarios se rompen la cabeza tratando de descifrar los enigmas que la obra contiene, y esto es justamente lo que este astuto poeta se propuso. En ULISES escribe: “Si lo revelara todo perdería mi inmortalidad. He metido tantos enigmas y rompecabezas que tendré atareados a los profesores durante siglos discutiendo lo que quise decir, y ese es mi único modo de asegurarme mi inmortalidad”. Donde más enigmas encontramos es sin duda en sus dos últimas obras: ULISES y FINNEGANS WAKE. En este último, quizás sea, donde las ocurrencias del lector se multipliquen en torno a ese borde, esa juntura que constituyen las letras del FINNEGANS WAKE. Esos sentidos innumerables que se le van otorgando resultan una misión imposible. ¿Qué logra James Joyce con este escribir enigmático? Esta forma de escribir que ocupara a los universitarios es esencial a su ego. Si el ego es llamado narcisista es porque hay algo que soporta el cuerpo como imagen. Su escritura es esencial a su ego y Joyce lo ilustra en EL RETRATO

DEL

ARTISTA ADOLESCENTE,

en la escena en que Stephen se encuentra con un grupo de camaradas, con quienes no comparte sus ideas literarias, por lo cual lo atan a un alambre de púas y le pegan una regia paliza. Después de esta aventura el poeta se interroga, ¿qué ha pasado que no guarda ningún reproche? Él constata que todo el asunto se ha evacuado, el cuerpo le resulta como una mondadura, lo siente como cáscara que cae. ¿Qué nos indica esta escena? Una cierta relación con el cuerpo. Esta forma de dejarse caer nos da la pista que la imagen del cuerpo no está interesada. Lo cual señala que el ego en este caso tiene una relación muy particular. Es por el artificio de su escritura que algo se restituye. Es su escritura, llena de enigmas, que ocupará al mayor número posible de lectores, quien tiene una función reparadora. Esto me remite a uno de los pasajes del ULISES - “Tal como nosotros, o la madre Dana, tejemos y destejemos nuestros cuerpos... así el artista teje y desteje su imagen. Y tal como las verrugas en mi tetilla izquierda están donde estaban cuando nací, aunque mi cuerpo se ha tejido de nuevo material una vez y otra vez, así a través del padre inquieto resplandece la imagen del hijo que no vive. En el instante de la imaginación... eso que era yo es lo que soy y lo que en posibilidad puedo llegar a ser”.

La escritura de James Joyce. La letra en psicoanálisis.

En el psicoanálisis el concepto de escritura tiene una larga teorización que J. Lacan desarrolla a lo largo de su obra como por ejemplo en su artículo LA INSTANCIA DE LA LETRA EN EL INCONSCIENTE hasta en los últimos trabajos como LITURATERRE donde interroga la relación entre psicoanálisis y literatura. Ahí encontramos cómo la escritura, la letra es el apoyo, el referente para el sujeto del inconsciente. La letra es algo trenzado por el accidente de una historia y el inconsciente un saber hacer con lalengua materna. Resumiendo, la letra, lo que se escribe, pertenece al registro de lo real. El significante a lo simbólico. ¿Por qué como psicoanalistas recurrimos a James Joyce? Porque él muestra cómo el lenguaje se perfecciona cuando sabe jugar con la escritura. En su obra encontramos cómo la letra se resiste a ser traducida. Por lo que se nos impone leer a la letra. Que es justo lo que los psicoanalistas tenemos que hacer en nuestra práctica. Así, en la obra joyceana encontramos cómo los significantes encajan unos con otros, se aglomeran, se entrechocan. Tanto en ULISES como en FINNEGANS WAKE se produce algo que como significado puede parecer enigmático. El sentido allí se pierde. Lean las páginas de FINNEGANS WAKE, nos invita Lacan, sin tratar de comprender, eso se lee. Eso se lee porque uno siente el goce de aquél que lo ha escrito. El goce es lo único que podemos atrapar en sus textos. He intentado leer este libro que a James Joyce le llevó 17 años escribir y al que llamó Work in progress, realmente se cae de las manos. Nunca se había hecho literatura así. Su escritura reposa sobre la letra, bordea lo real. Lo real se define como lo opaco, lo imposible, lo que excluye todo sentido. Joyce se desliza de la letter a la litter: de una letra traducida a una indecencia. Él mismo juega con la letra como basura. Joyce juega con la escritura y de esta manera perfecciona el lenguaje. Se sirve de una lengua entre otras que no es la suya, porque la suya es una lengua borrada del mapa, la gaélica, de la cual conocía algunas trazas suficientes como para orientarse, pero no mucho más. Se sirve de la lengua inglesa, de esa lengua que pertenece a

los opresores de Irlanda, al imperio Británico. Se sirve de muchas lenguas. Sólo en el FINNEGANS W AKE utiliza alrededor de doce lenguas distintas. A partir de él la lengua inglesa ya no es la misma. Su escritura marca una fecha. Tiene valor de marca. Hay un antes y un después de Joyce. Con su escritura él se inscribe en la cultura como creador de un estilo absolutamente nuevo. Es el artífice, es quien sabe hacer con su escritura. Con este artificio él se hace un nombre: James Joyce para la posteridad...

JAMES JOYCE-Cuando el juego con la letra hace un nombre para los siglos

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Néstor R. Erlejman

Aumentar / La lectura de los textos de J.Joyce desde la dirección que imprime la enseñanza de Jacques Lacan resulta atrapante,pues permite ubicar cuestiones de la estructura de Sujeto que el Psicoanálisis plantea;

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JAMES JOYCE Cuando el juego con la letra hace un nombre para los siglos Néstor R. Erlejman* ?Es pues entre el significante del nombre propio de un hombre y el que lo cancela metafóricamente donde se produce la chispa poética, aquí tanto más eficaz para realizar la significación de la paternidad cuanto que reproduce el acontecimiento mítico en el que Freud reconstruyó la andadura, en el inconsciente de todo hombre, del misterio paterno.? JACQUES LACAN -La instancia de la letra en el Inconsciente ó la razón de Freud La lectura de los textos de J.Joyce desde la dirección que imprime la enseñanza de Jacques Lacan resulta atrapante,pues permite ubicar cuestiones de la estructura de Sujeto que el Psicoanálisis plantea; y el escrito joyceano, es un testimonio de autobiografía literaria sumida en los juegos de la letra ...que nos lo brinda en un arte con una nueva lógica que brilla por la gramática que inaugura en su especial tratamiento del lenguaje.

Sus textos brindan la posibilidad de ubicar la función del "Nombre-del-Padre" - inscripta en lo Real - en tanto el ordenamiento y ejercicio de goce que ha establecido y autorizado, en lo que J.Lacan llamara la sal del descubrimiento freudiano y la práctica del psicoananálisis, el recurso a la letra, en tanto el sujeto del inconsciente producto del lenguaje, ahí lo leemos... pues ahí habita; y allí eso habla. Escribe James Joyce:"...Mis antecesores arrojaron su propia lengua para aceptar otra. Permitieron ser sometidos por un puñado de extranjeros, ¿ y te imaginas tú que voy a pagar con mi propia vida y persona las deudas que aquellos contrajeron?..." Se trata de una posición en relación al misterio paterno, al nombre propio, y la deuda simbólica con las generaciones, que James Joyce despliega en los enigma de su obra. ® El ego de J.Joyce como enigma Cuando J.Joyce propone su enigma, no es un enigma que provenga del Otro vehiculizado en la pregunta Che voi?.Eso no es para él la cuestión, la función de enigma en J.Joyce es la presentificación en lo escrito del sujeto mismo, instituido por un enigma escrito y propuesto al desciframiento de quienes lo lean, creando personajes que interrogan el enigma de su posición. Enigma como una enunciación tal que no se encuentra el enunciado, que al elevarse , en Joyce, el enigma a la función de la escritura (R.S.I.) determina la función enigmática del ego de Joyce Este ego de función enigmática, su arte decir, su escribir , su costura ?mal hecha? de función reparatoria, esta falta de enunciado, significantes que rellenan como picadillo al significado, son la metonimia del enigma.Un escritor otro no crea enigmas...da amplitud de significaciones. J.Joyce escribe tal que no hay significación, Joyce es el escritor por excelencia del enigma: por eso es ilegible y rechazado,falta un enunciado, no hay significación que venga del Otro, hay una Bedeutung que está forcluída. Este ego es distinto del ego narcisista.Hay una disolución imaginaria.El imaginario de Joyce en tanto ego,en tanto suplencia fálica, ocupa en forma singular-particular el lugar de la metáfora primordial .Lo que en J.Joyce se verifica es que su ego, este escribir del enigma, metaforiza su relación con su cuerpo.Hay una suplencia dada por un ego enigmático.

® Al goce de la letra joyceana; no se lo comprende se lo lee Tanto en J.Joyce como en la practica analítica no se trata de comprender sino de leer Bien ya lo había explicitado en sus inicios, cuando apenas contaba son 16 años de edad, en su ensayo de 1898 , " Los estudios de idiomas" : "En las historia de las palabras se contienen muchos rastros de la historia de los hombres.......Muy a menudo, cuando los hombres se excitan, parecen perder el don del idioma, balbucean con incoherencia, reiteran las palabras, y sus frases antes son sonido que significado" Su obra lo sostiene, constituyéndose en sostén fálico y produce hacerse él mismo un libro (book himself), un hacerse por si mismo, querer ser "el espíritu increado de una raza", y da cuenta del enigma que resulta para J.Joyce la cuestión de la función paterna , que se

despliega en sus escritos persiguiendo algún orden simbólico que lo sustente... y en "su vida-sus obras escritas" es donde la paternidad, el nombre, la mujer, la descendencia, la sexualidad, la vida , la muerte ; son un real no apresable que inunda y se "impone" en la letra escrita, constituyendo en el legado el acto creador que realiza al saber- hacer con ello, inmerso en el mundo que hay entre la palabra y la letra...pues no es con palabras que se escribe lo real. Lo que desde el exterior hace llamado; su carácter de impuesto desde afuera...lo impulsará a escribir, en todo caso a pensarlo como escrito...como pensamientos escritos...como pensamientos revelados; que se pueden ir ubicando en sus obras (Escritos críticos literarios, Esteban el Héroe, Exiliados, Dublineses,Retrato de un joven artista, Ulyses) , ciertas expresiones llegaban a él reclamando ser interpretadas. El se decía :"Debo esperar a que la Eucaristía venga a mí.Luego se dedicaba a transformar la expresión, apartándola del sentido común". En "Esteban el héroe" podemos leer: "Se las repetía a si mismo hasta que perdían toda significación instantánea para convertirse en vocablos maravillosos" Son fragmentos fuera de contexto, lonjas de descripción o conversaciones captadas al vuelo en lugares públicos, trozos entresacados de discursos, que extrayéndolos de su contexto, logra desestimar su significación, pues esta solo se sostiene a condición de que un significante esté referido a otros. En las epifanías desmontan al Otro del sentido común, al Otro del discurso corriente y por este hecho, cargado con el peso de un enigma desconectado del Otro y de los efectos de comunicación. Son un fenómeno tan opaco al que la comprensión llevaría a un callejón sin salida. Es un saber hacer con la lengua que culmina en una forclusión del sentido. James Joyce, no respeta ni al Otro, ni a la lengua. Es por medio de la escritura que James Joyce descompone la palabra resultando una deformación tal donde la interrogación se establece es si se trata de liberarse del parásito palabrero, de esas palabras triviales ó se produce una masiva invasión de lo esencialmente fonémico de la palabra, lo polifónico de la palabra, en un permanente ir y venir de homonimias y homofonías. No por casualidad pudo decir Joyce que a causa de su significación trivial, las palabras "le faltan el respeto". En Finnegans Wake esta destrucción del lenguaje llega más lejos aún. Joyce no solo embiste contra la sintaxis de su lengua sino también contra los elementos de la lenguados deshace, los combina, les inyecta lenguas extrañas. J.Joyce a las palabras las ha descompuesto, enlazado, hachado, anudado y finalmente las entrega como letra escrita. De ahí un imposible a descifrar que impulsa el equívoco hasta lo ininteligible.

En esa perspectiva podemos leer: ?...Bloom enlazaba, desenlazaba, anudaba, desanudaba... Inundación de caliente jaleojalea lámelotodo secreto fluía para fluir afuera en música, en deseo, flujo oscuro para lamer, invasor. Tocarla, toparla, tentarla, tirarla. A tope. Poros a dilatar dilatándose. Top. el gozo de tocar el calor el. Top. Derramar sobre compuertas chorros derramados. Inundación, chorro, flujo, chorro de gozo, latido top-top.? En "Retrato de un artista adolescente" se lee: "Encarnaría altivamente en la libertad, y el poder de su alma, como el gran artífice cuyo nombre llevaba, un ser vivo, nuevo, alado y bello, impalpable, imperecedero...".

Esa es la misión que el se dala esperar tan poco del Otro, sospecha de ser o de que él mismo se hace a si mismo lo que se llama un redeemer, un redentor?..., él ha escrito, y esa es la diferencia: en que cuando se escribe, se puede tocar lo real, pero no lo verdadero (la verdad pasa por la estructura de ficción que es el lenguaje y solo se puede decir a medias) , y James Joyce encuentra un goce en ese ejercicio. Esa imaginación de ser el redentor.... hace considerar a la obra de James Joyce como respuesta, solución a un desanudamiento primordial, que se despliega en sus textos Difícilmente se deba al azar, que en esa búsqueda, en esa interrogación por la función paterna, que aún sin saberlo J.Joyce que en su producción se ubique la "pregnacia" y "llamado" que la obra de Henrik Ibsen tuvieron en sus textos , en particular el último drama ibseniano titulado "El despertar de nuestra muerte" - ubicable en otras traducciones como "Cuando despertemos los muertos" - ; que da lugar a lugar a "El nuevo drama de Ibsen" del año 1900 , y trazas de la estructura de la obra criticada son ubicables "Exiliados" de 1914; ó cuando se dirige a la obra de W. Shakespeare, en especial a ?Hamlet?. En el "Ulises", se puede leer: ?El cadáver de John Shakespeare no anda ahí por la noche. De hora en hora se pudre y se pudre. Descansa, desarmado de paternidad, habiendo transmitido ese estado místico a su hijo.? ?La paternidad;. Es un estado místico, una sucesión apostólica, del único engendrador al único engendrado... Sobre la incertidumbre, sobre la imposibilidad...Amor matri... quizás sea la única cosa verdadera de la vida... La paternidad quizás sea una ficción legal..." ?Así a través el padre inquieto resplandece la imagen del hijo que no vive? ?...Un padre... es un mal necesario." En el ensayo "Epilogo para Espectros de Ibsen" del año 1934, cuando contaba ya 52 años J.Joyce traza la figura del libertino padre, compuesto por el difunto rey shakespireano y el bribón ibseniano.Donde se lee de su relación singular con la mujer y la "fidelidad" , que en las "Cartas a Nora", en el "Ulises" y en este poema insiste : "Paternidad, tu nombre da alegría cuando el prudente señor sabe de quien es quién." Hay una compensación de esta dimisión de la función paterna, en el hecho de que Joyce se haya sentido imperiosamente ?llamado? a que el nombre que le es propio le sea rendido el homenaje y se ocupen del mismo al menos los universitarios durante nada menos que trescientos años. En J.Joyce la significancia en tanto escrita da cuenta de cómo se resuelve en el genio irlandés la función forcluída de la fonación (soporte del significante- vehículo del Nombredel-Padre en tanto pulsión invocante) Es en el Ulyses donde leemos?...Pero el que me hurta mi buen nombre... Ha escondido su propio nombre, un hermoso nombre...??...? O en "Retrato de un artista adolescente" : "...ahora más que nunca le parecía profético aquel extraño nombre que llevaba" (....) "ahora el nombre del fabuloso artífice...." , La cuestión es la siguiente: si lo que él escribe, es la consecuencia de lo que él es, ¿ hasta donde llega eso? lo importante es que eso habla... lo que se hilvana en el texto de Joyce, en sus obras fundamentales da lugar a que no parecen piezas definitivas sino permanentes hilvanes a la espera de un abrochamiento final, un limite del cual no dispone.

Vasta obra que desde la recopilación "Los Escritos Críticos Literarios" hasta el "Finnegans Wake"; produce letra escrita, "significancia escrita", dando lugar a lo que J.Lacan denominara sinthome. Es su arte-decir, su ego enigmático , su obra escrita y publicada, la que le ha brindado un nombre y un lugar en la cultura, que se sostiene en la hipótesis lacaniana formulada en el Seminario 22 : "... quizás podamos precisar que después de todo, no sea sólo lo simbólico lo que tenga el privilegio de los Nombres- del-Padre. No es obligado que la nominación esté conjunta al agujero de lo simbólico ..." En tanto su arte-decir es nombrante, en el ?Ulises? podemos ubicar : ?... En el intenso instante de la imaginación, cuando la mente, es un ascua que se extingue, eso que era yo es lo que soy y lo que en posibilidad puedo llegar a ser", ó en en el ensayo sobre los "Espectros de Ibsen " escribe en el final: "Ni tampoco, si no hubiera sido todo lo que fui, Débil, lujurioso y un perdido, Hubiera habido mundiales aplausos Ni nada sobre lo que escribir, maldita seas." No se trata de establecer que cosa en lo que escribe pertenece a un orden poético antes que a las palabras impuestas; que es meramente fruto de un estilo literario deliberado y que del orden de ese arte-decir que cumple función de suplencia, de todos modos ha sido cubicado para ser leído, ha tenido un lugar de circulación en la cultura; y ésta es la vía por la que con su sínthome, su juego con la letra hizo un nombre para los siglos de los siglos. *Psicoanalista, Miembro de Discurso Freudiano, Escuela de Psicoanálisis