Analisis de Madame Bobary

ANALISIS DE MADAME BOBARY I.- INTRODUCCIÓN Para introducirnos al mundo interior del personaje principal de Madame Bobar

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ANALISIS DE MADAME BOBARY

I.- INTRODUCCIÓN Para introducirnos al mundo interior del personaje principal de Madame Bobary: Emma, se planteará el tema de la histeria desde una mirada psicoanalítica. La histeria considerada como un discurso, es un tipo de neurosis en la que un dolor, conflicto psíquico se simboliza en síntomas corporales, es decir lo psíquico se hace carne a través del cuerpo, se exterioriza por medio de él. Según el psicoanálisis, todo síntoma histérico es un intento de responder a la pregunta de ¿Qué es una mujer?. Esta simple pregunta nos abre espacio para el recorrido a una fascinante historia de una mujer, que si, posiblemente vivió en otra época, pero que cualquier mujer contemporánea podría encontrarse relatada en ella.

II.- ¿QUIEN ERA REALMENTE MADAME BOBARY? Ella, Madame Bovary, a quien el autor la puso de nombre Emma, vivió en un tiempo en que la mujer no tenía derechos de gozar de su sexualidad, época de mucha represión, de hipocresía y silencios (siglo XIX). Como lo dijo alguna vez Vargas Llosa, Emma vivió más intensamente y a plenitud, (a pesar del corto tiempo de su existencia), que cualquiera de esas mujeres de la burguesía de su tiempo: re conservadoras, hipócritas, llenas de prejuicios morales que lo único que hacían es tener un sinnúmero de hijos, dedicadas exclusivamente a los quehaceres domésticos, sin disfrutar de su sexualidad y de otros placeres (intelectuales). A diferencia de la protogonista, que vivía experiencias profundas de placer y goce a nivel intelectual, emocional y sexual, aunque para eso, tuvo que ir en contra de muchas cosas. Mujer infiel, dirían unos; otros caprichosa, en búsqueda de satisfacer todos sus deseos, materialista dirían otros, egoísta y ambiciosa, pero al final una mujer totalmente insatisfecha de su marido, de ser madre, de su hogar, de lo que le tocó vivir, en pocas palabras de su existencia. “Se quejaba de no tener vestido de terciopelo, de la felicidad que le faltaba, de sus sueños demasiado altos, de su casa muy pequeña”(novela pj87)

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Mujer soñadora, inteligente, amante de lecturas y novelas de amor, con una fantasía increíble, fascinante para el que la lee y la mira desde otros ángulos más allá de la censura y la moral. La cotidianidad de su vida matrimonial la exasperaba a tal punto de buscar siempre en otros lo que su ferviente esposo no podía cubrir (la falta), es decir Emma siempre buscaba en sus amantes la falta existencial que cubría su ser, pero al final el hueco era cada vez más y más profundo, hasta el punto de llevarla al suicidio.

III.- LA HISTERIA COMO SINTOMA EN MADAME BOBARY La histérica siempre se cuestionará sobre su feminidad, ¿Qué busca el hombre de una mujer?..... ¿Qué mismo desea el varón de una mujer?.... en definitiva ¿Qué es ser mujer para el hombre?....... Emma constantemente iba en búsqueda de tener respuesta en el deseo del Otro a esta pregunta. Siempre buscaba en la mirada, en el deseo del Otro cubrir su necesidad de dar respuesta a qué ser una mujer y al mismo tiempo cubrir su demanda de amor ante esa falta que la aquejaba. Emma se complacía en buscar en la mirada de otros hombres, más allá de su esposo, el deseo que quería causar en ellos, de “ser sujeto causa de deseo del Otro” como diría Lacán. Refiriéndose a León sobre el amor hacia ella, Emma decía: “ ¡Sí …es encantador, encantador…..! ¿No amará a nadie?...se preguntó. ¿A quién…..? ¡Pues a mí!. (novela pj 83) Preguntas típicas de toda histérica, que según Freud son debido a esa feminidad reprimida desde la misma infancia conocida como el primer trauma en lo Real o represión primaria, feminidad sustituida por una pasividad, y que en Lacan sería la ausencia de un Significante en lo simbólico para la mujer. Esta falta de significante en lo simbólico para la feminidad, es decir que no existe como expresión misma, produce en la mujer una carencia de significado en su ser y en su identidad sexual como tal, haciendo que ella busque ansiosamente siempre en Otro la respuesta ante esta falta, y tratando de ser ella, “la mujer”, la falta que también tiene el otro. Entonces ya podemos elaborar una idea clara de la génesis de la formación histérica “ La histeria comienza con lo Real traumático y puede entenderse como un intento de elaborarlo psíquicamente por medio de lo Imaginario”1) Verhaeghe “¿ Existe la mujer? 1 Verhaeghe “¿ Existe la mujer? 2

Esta elaboración de la imaginario tiene que ver con la elaboración de fantasmas. ¿Pero qué es un fantasma? Al relacionar con la idea del fantasma, y éste según Freud representa “el deseo inconsciente del sujeto” (diccionario de psicoanálisis), por eso Freud decía el síntoma histérico es un fantasma realizado, por eso él consideraba el síntoma histérico como la actividad sexual de la paciente”. 2 Verhaeghe “¿ Existe la mujer?, tomado desde el libro de Freud, pj 192

Estos fantasmas, deseos inconscientes, tratan de un tema específico en la histeria: ¿qué quiere, que desea un hombre de una mujer, cómo se define ella dentro de una relación sexual?3 Al no haber el significante femenino en lo simbólico lleva a la histérica a dejar a un lado la relación genital normal, reprimida por imposible. Por eso la histérica es seductora, le gusta mostrar su cuerpo, mostrarse pero no en una implicación total de su sexualidad, en el sentido ya del acto mismo. Desea ser el objeto de deseo del otro. Ser deseada, que miren su cuerpo, pero nada más. León estaba prendido del amor hacia Emma, le cautivaba todo en ella, pero Emma trataba de fingir no sentir nada por él, esa era su seducción, ser causa del deseo de León, pero no ir más allá de lo que realmente hubiera deseado. León se torturaba intentando encontrar el medio de declararse. Escribía declaraciones que rompía al punto, se fijaba fechas que después aplazaba y luego no cumplía. (81) Emma era una mujer seductora, gustaba de la mirada del Otro, ser deseada por cada uno de sus amantes, “Cuando apareció León fingió hallarse ocupada y distraída en su costura. Cautivado por su silencio, como lo hubiese sido por sus palabras, el joven permanecía callado”(85) Y no sólo eso, ella quería ser “el todo” para su amante, como toda histérica, demandaba mucho de cada uno de ellos, hasta el punto de hostigarlos y ahuyentarlos de su lado. Así sucedió con Rodolfo, uno de sus amantes. Quería ser para ellos, el todo, cubrir el hueco que había dejado la falta de ese objeto perdido, objeto a de Lacan, es decir, Emma quería convertirse en cada relación amorosa que tenía con sus amantes, el objeto a de cada uno de ellos.

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En una de esas tardes cálidas junto a su amante Rodolfo, ella le decía: “Cuando den las doce de la noche- piensa en mí. Y si confesaba que no había pensado en ella, se deshacía en reproches que siempre terminaban con las preguntas eternas: ¿Me amas?.... Y él respondía ¿Claro que sí? y nuevamente ella preguntaba ¿mucho? y él le decía ¡ mucho! y ella nuevamente le preguntaba ¿No has amado a ninguna otra? y él riendo le contestaba ¿Crees que era virgen cuando me encontraste?.. (pj 149) Emma, como muchas histéricas castradoras y a la vez sufridoras, que idealizan y dominan a su pareja le decía a su amante: ¡Oh es que te amo! Proseguía ¡Te amo tanto que no podría sin ti! ¿Comprendes? Y me pregunto ¿Dónde estarás? Quizá con otras mujeres, le sonreían al acercarse….. Pero no, ninguna te agrada ¿verdad? ¡Las hay más hermosas pero yo sé amar mejor! ¡Soy tu esclava, tu concubina! ¡Eres mi rey! ¡Mi ídolo! ¡Tú eres bueno! ¡Tú eres hermoso! ¡Tú eres inteligente! ¡Tú eres fuerte!..... (149) Así era Emma, una mujer seductora, dominante y sufridora a la vez, es decir con toda su histeria a cuestas, a flor de piel. Con todo esto, con tanta palabra hacia Rodolfo, producía en él, el efecto contrario, hizo que Rodolfo se hostigue y se sofoque de ella. Por esto, todos los síntomas histéricos son un intento de encontrar una identidad sexual. Emma era consciente de su necesidad de algo más allá de simples ungüentos y aguas aromáticas para calmar tanta ansiedad, irritabilidad y frustración ante su inexistente vida. Un día cuando su frustración y dolor ante su tan monótona existencia era casi imposible de resistir, y ante la falta de conciencia de su marido Carlos, de qué realmente le ocurría a ella, y eso le exasperaba, dijo al cura en un ataque de desesperación y en búsqueda de ayuda: “No son los remedios terrenos lo que yo necesito”.(pj 90).

IV.- SINTOMAS HISTERICOS EN EMMA- UN GRITO DE AMOR ANTE LA FALTA En Emma podemos ver con claridad la formación de síntomas. Al igual que con sus amantes, se entrega con frenesí a sus síntomas que van dándose a lo largo de su vida, de diversos colores y formas. Cuando supo que su amante Rodolfo la abandonaría, tras recibir una carta de él despidiéndose de ella, y diciéndole que ya no hay tal viaje que iban hacerlo juntos huyendo de todo, y al estar en la mesa del comedor junto a su esposo, mira por la ventana a Rodolfo huyendo literalmente de ella, esto le produjo: 4

Emma le reconoció a la luz de los faroles que cortaban como un relámpago el crepúsculo. Emma lanzó un grito y cayó, rígida de espaldas. Felicidad, con las manos temblorosas, aflojaba las ropas de su señora, cuyo cuerpo era presa de movimientos convulsivos. Después al abrir los ojos, volvió a desmayarse y la llevaron a la cama.(163)

La represión según Freud, es la condición necesaria y previa para la formación de un síntoma. La idea del deseo reprimido está en lo inconsciente, y busca la oportunidad de ser reactivada, enviando una formación sustituta, desfigurada de lo reprimido a lo que se unen sensaciones displacenteras. En otras palabras, el “yo” en este caso, el de nuestra protagonista, en cierto sentido, se sentía amenazado por las exigencias de las pulsiones sexuales, defendiéndose de ellas mediante la represión, teniendo por consecuencia formaciones sustitutas de lo reprimido, en este caso los síntomas de desmayo y convulsiones en Emma. Este tipo de síntomas son de índole conversivos, como los llamaba Freud, ya que son la transformación de un exceso grande y constante de energía, pasando de ser un estado psíquico a ser un estado somático, corporal, como son los síntomas conversivos, producidos en Emma, todos ellos relacionados con su vida psíquica-emocional, que al no poder satisfacerlos de la mejor manera, cobraban vida en su cuerpo. Recordaba con una cierta mezcla de placer y dolor los encuentros fortuitos, exuberantes de ella con León, uno de sus amantes, y al saber que carecía de su presencia misma, Emma sentía una serie de malestares orgánicos. Desde entonces, el recuerdo de León fue el centro de su malestar (pj 99) Recuerdo de su amor de lo que fue a medias tintas, porque ella no se entregó por completo a él como todo su ser anhelaba, siempre quedó el dolor, la frustración de no haberle amado con todo su deseo de mujer…..siempre estuvo ahí por un buen tiempo la sombra de aquel joven que la inquietó tanto pero que nunca pudieron completar su amor. ¡Y se maldijo por no haber amado a León!...... V.- LA BUSQUEDA DEL FALO EN LA HISTÉRICA Deseaba que fuese niño. Sería fuerte y moreno y se llamaría Jorge (novela pj73) En la mujer, el deseo de tener un hijo varón se da según Lacan, ante la posibilidad de llenar ese vacío que dejó la ausencia del falo, en tanto significante de completud, porque para Lacan el falo significa estar completo de la falta, la ilusión de que no falta nada.

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La mujer, al sentirse castrada, según Freud, no posee un significante en lo simbólico para su feminidad, y mediante el hijo varón podrá llenar ese vacío, hacer de su hijo ese falo que ella carece. Emma como toda neurótica pasa por una etapa de “envidia del pene”, según Freud. Esta situación de índole femenina se soluciona de alguna manera, cuando el deseo del pene se sustituye con el deseo del hijo, ya que éste se convierte en el falo de la madre. Emma deseó mucho ser madre, tal vez así, se decía ella, podría cubrir esa insatisfacción en su vida. Su hijo llenaría ese espacio, esa falta existencial, eso pensaba Emma, de pronto así encontraría la completud que tanto ansiaba su alma. Y por eso Emma deseaba un hijo, esperaba algo que cambiaría su vida, la búsqueda de algo que cumpliera la función fálica. Ella al descubrirse castrada, incompleta, busca a través del deseo de tener un hijo varón, eso que le falta. Pero un domingo, a eso de las seis, al salir el sol, Emma dio a luz. Es una niña- dijo Carlos- Ella volvió la cabeza y se desvaneció frustrada.(pj 73) Esa falta que tenía no la encuentra en su hija, ya que deseaba un falo, simbolizado en el varón, en un hijo y no en una hija. La niña al igual que Emma carece de aquello que ella claro está, inconscientemente anhela. “El punto final de la elaboración defensiva por lo Imaginario es la identificación con un hombre. Para la histérica, la respuesta ante la falta de significante para la mujer (feminidad) está en una identificación con el hombre-padre” 4 (Verhaeghe “¿ Existe la mujer? De la histeria de Freud a lo Femenino en Lacan, Paidos.)

Y Lacán dirá en uno de sus seminarios “El dolor de la histeria”: “Sobre la pregunta inicial ¿qué es una mujer? La histérica intenta simbolizar el órgano femenino como tal. Su identificación con el hombre, portador del pene, es para la histérica, un medio de acercarse a esta definición que se le escapa, el de la feminidad, por la ausencia de un significante en lo simbólico. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar”

Aquí entra el tema de la identidad sexual, como conflicto psicosexual en toda histérica, debido a esta falta en lo Simbólico de un significante masculino, por eso la histérica se identifica con el hombre. Emma como toda histérica ignora lo que es el sexo femenino y para saberlo necesita una identificación con el padre. La histérica, como vimos en el caso Dora, y ahora con Emma, se instala en ese deseo del padre, identificándose con él, para saber desde este lugar qué cosa tiene una mujer de deseable para un hombre. 4

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VI.- CONCLUSION Hablar de Emma es hablar de una mujer a la vez fascinante pero también polémica. Creo que Flaubert desde la literatura supo plasmar con magistralidad todas las tonalidades de la histeria encontradas en una sola mujer, Emma. El neurótico, el histérico siempre está en ese ir y venir constante de algo más allá de lo cotidiano, que emerja como salvavidas ante su vacía inexistencia, búsqueda constante de algo que ni el mismo lo sabe, de un algo que cubra ese hueco que lleva a la nada, en este caso a nuestra protagonista, su hueco la llevó al suicidio. En cada página descubrimos a una Emma más que enamorada de un objeto específico, enamorada del amor, una Emma con una fantasía desbordante que la sacaba a plena luz del día, de la espantosa quietud de su monótona vida, que en cualquier otra persona no sufriente de este “padecer de ser lo que no es”, insatisfecha de lo que es y no es, hubiera sido agradable y suficiente para ser feliz. Pero Emma, fue más allá de todo convencimiento social, moral hasta intelectual, ella no se complacía como otras de su época en la satisfacción del arreglo de su hogar y el cuidado de su marido e hija. Mujer fascinante, la cual sumergida en la lectura de sus novelas románticas, quedaba como flotando en el aire en medio de su realidad y de sus imaginarios. Para mí Emma, fue una luchadora en el sentido de no sacrificar su espíritu que no le cabía en el cuerpo, y se dio a la aventura, en medio de torbellinos, encuentros y desecuentros, placeres y displaceres, a la aventura no sólo de vivir, sino de existir, de darle sentido a su existencia a través de la búsqueda constante de experiencias, sensaciones, descubrimientos en su interior, y no dejarse llevar por la comodidad, por la mediocridad de ser igual que todas, mujeres de pronto deseosas de lo mismo pero incapaces de ser auténticas. Creo en la autenticidad de Emma, que a pesar de vivir en una época de mucha rigidez en lo moral, y en relación y qué es una mujer y cómo debe comportarse, ella, tan apasionada de realmente intentar existir y cubrir su falta, rompió muchos esquemas en la época que le tocó vivir. Novela muy rica desde la posibilidad de un análisis completo de la histeria femenina desde sus diversas miradas seductoras, castradoras, sufrientes; sus diversas formas y colores.

VII.- BIBLIOGRAFIA 

Gustave, Flaubert. - “Madame Bobary”.- Editorial Ramón Sopena.- Barcelona.

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