Amante Revelado

De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal y Zynta LM en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Ocurrió

Views 210 Downloads 23 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal y Zynta LM en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Ocurrió lo que tenía que ocurrir.

"Pero primero da unas cuantas vueltas" terminó de escribir John Matthew en su cuaderno para que él lo leyera.

Buch frunció profundamente el ceño. Tras darle aquella dirección, el pequeño pretrans se escurrió en su asiento y clavó la vista en un punto indefinido del paisaje tras la ventanilla. Butch sintió como le ardía la lengua por la necesidad de preguntarle por qué, de todos los jodidos lugares de la ciudad, deseaba que lo llevara a la Calle Siete. Ese lugar no era uno donde alguien pudiera encontrar la paz después de un día difícil. Pero pensándolo bien, él no era el más apto para dar consejos sobre estabilidad emocional. No con toda la mierda que llevaba encima. La Siete era parte de los barrios bajos de Caldwell. Como ex policía había conocido lo peor de Caldie como la palma de su mano, y esa parte de la ciudad se pasaba del negro oscuro. No apta para mentes blandas. Los edificios se caían en pedazos, las farolas había años que no iluminaban el camino. Las fachadas estaban desconchadas por el paso de los años y las calles no habían conocido asfalto nuevo en eones. Toda la calle pedía a voz de grito ser derruida. Las prostitutas y los camellos podían encontrarse en cada esquina y callejón. En fin, un maldito parque de diversiones.

Soltó un largo suspiro, logrando así tragarse las preguntas que se le juntaban en la boca, como porqué demonios quería ir ahí. Le había prometido al chico no hacer preguntas. Ni sobre qué los había llevado esa noche a la consulta de Havers ni sobre por qué quería ir a la Siete. Tal vez no hubiera llevado nunca una vida muy decente, pero, desde luego, era un hombre que cumplía su palabra. Además, el pobre chico tenía la apariencia de alguien que ya había tenido suficientes preguntas por un día. Y seguramente también para algunos cuantos más. A la Calle Siente, entonces. - No hay problema. Así nos tranquilizamos un poco – Con discreción, palpó la culata de la pistola que siempre llevaba consigo, oculta bajo la tela de la chaqueta de su traje. La solidez de la aleación con la que estaba hecha, ligera pero con un peso reconfortante, le hizo sentirse poderoso. Puede que el chico fuese un vampiro, pero hasta que llegara su transición, él era mucho más fuerte que el muchacho, y sobre todo, mucho mejor capacitado para defenderlo. Si se iban a internar en lo que eran los bajos fondos de la ciudad, lo mejor para los dos era que estuviera preparado para cualquier cosa. Mejor prevenir que lamentar. Dio un último vistazo a la mansión de Havers, pensando en quienes la habitaban. ¿Para qué mierda se engañaba como un jodido imbécil? No pensaba en Havers ni en las putas enfermeras. Pensaba en Marissa. "Marissa", repitió el nombre de la vampiresa en su mente. La recordó, tan hermosa y cálida como un amanecer. Pura como un capullo sin abrir. La mujer que toda su vida soñó conocer, la que llenaría todos los vacíos de su vida miserable. Y

por un momento, cuando la conoció en la mansión de Darius la noche en que Beth pasó su transición, pensó que así sería, que, por fin, había encontrado su destino. En ese momento, tan cerca y a la vez tan lejos de ella, estaba nervioso, sí. Confuso y molesto. Marissa había actuado como si estuviera interesada por él y después le dio la espalda. Desechándolo como a un puto pañuelo usado después de haberlo usado para desahogar sus penas. Le dolía algo cuando pensaba en ello, pero no sabía si eran los sentimientos que había cosechado hacia ella o su orgullo de macho herido. A veces se preguntaba si no estaba intentando buscar en ella la imagen idealizada de cómo sería su Janie si hubiera impedido que entrara en aquél coche. Encendió el coche, disfrutando con los ojos cerrados en una muestra de deleite el sonido ronroneante del motor al arrancar. Desde que había entrado al círculo de la Hermandad, Butch había descubierto un lado suyo que no conocía a causa de su educación irlandesa. De haber sido de otra forma, sus hermanos y su padre no solo lo hubieran despreciado como lo habían hecho por las razones que tuvieran aún antes de la muerte de su hermana - Dios sabía que él nunca una mierda su actitud- sino que también lo hubieran hecho por lo que ellos hubieran llamado ser "marica". Él prefería pensar que había sacado a relucir su lado metrosexual. Le encantaba la elegancia y la brutalidad en la que vivían el día a día sus compañeros vampiros. La combinación era verdaderamente seductora. Vestía a diario con ropa de diseñador, y solo conducía coches de más de seis cifras. Cosas que en otro tiempo ni en sueños hubiera podido tocar. Coches que no eran suyos, ropa que no compraba con su dinero. Ni su maldita vida le parecía suya. Pensando en ello sintió ese maldito retorcijón en el

esternón que le recordaba que solo era un parásito sin propósito viviendo de la caridad de la hermandad. Ajustó la palanca de cambios y dio marcha atrás con la vista fija en el espejo retrovisor. Gracias a eso fue que se dio cuenta de que un coche se acercaba hacia la puerta lateral de la mansión. Era un enorme y costoso Bentley. De un rojo intenso como la sangre. Por un segundo se quedó maravillado con el coche, después, se hizo a un lado para dejarlo pasar. Pero el coche se detuvo antes de llegar hasta donde él estaba. Y Butch, por un momento, dejó de respirar. De la puerta lateral de la mansión salió una figura femenina. El largo cabello rubio como los rayos del sol de Marissa voló con la brisa que soplaba esa noche. Estaba tan hermosa como siempre. Quizá con el cabello un poco más largo, pero su piel seguía siendo tan blanca como la nieve, sus labios tan perfectos como los pétalos de la rosa y su figura tan magnífica como la de una diosa. Casi pudo sentir su fresco aroma a océano llenar todos sus sentidos. La vio esconder su cabello bajo la capa negra que llevaba puesta y mirar hacia todas direcciones antes de bajar los dos escalones que había entre la puerta y el del jardín. Su actitud sospechosa despertó su curiosidad, y esperó que no estuviera metida en ningún tipo de problema. Si era así, él no dudaría un segundo en prestarle su brazo para defenderla y su hombro para llorar. Aunque bien sabía que ella no necesitaba a un humano ladrando a su lado como un puto chihuahua. Y, he ahí otra vez, puto retorcijón de los cojones.

Lo extraño del caso, y no se dio cuenta hasta ese momento, era que no sentía la más mínima necesidad de salir y preguntarle si estaba bien. No quería entrometerse en su vida privada como un novio celoso. Únicamente deseaba lo mejor para ella. Tal vez fue por ello que no pudo sentir malestar al ver que ella iba hacia el lujoso coche que se había detenido pocos metros detrás de ellos. Butch observó como la puerta se abría en muestra de cortesía, y cuando la luz del interior se encendió, pudo alcanzar a ver, a pesar de las distancias, que quien conducía era un varón. Seguramente un macho de la raza. Marissa se deslizó dentro del coche, mientras él veía todo desde lejos, y se preguntaba cómo era posible que los sentimientos que había albergado hacía apenas unos meses se hubieran esfumado o diluido hasta convertirse en fraternales. Aún seguía creyendo que ella era la mujer más perfecta del universo. Y así mismo sabía que no era para él. La luz del interior se apagó. Un carraspeo proveniente del asiento continuo lo sacó de la contemplación del vehículo, y al volver los ojos se topó con la mirada curiosa y confundida de John Matthew. Lo vio garabatear rápidamente en su cuaderno, para después mostrarle el mensaje. "¿Por qué seguimos aquí?" leyó sobre el papel. El chico se veía cansado y fastidiado. Poniéndose en su lugar, estaba seguro que él se hubiera sentido igual si a su acompañante, chofer o como quiera que pudieran calificarlo en ese momento, se hubiera perdido en la contemplación de la eternidad.

Totalmente desconcertado por los descubrimientos hechos esa noche, quitó el pie del freno y pisó el acelerador. - No pasa nada, hijo. Vamos a la calle Siete – Antes de marcharse, Butch O´Neal deseó lo mejor a Marissa. Y esperó desde el fondo de su corazón que el macho con el que estuviera supiera valorarla como ella merecía. Cuando Phury se sentó en aquella cama dentro de la Guarida, estaba tan agobiado por el ansia de tener sexo que las manos le temblaban por la necesidad de hacerse una paja. ¡Joder, estaba que se moría por descargarse de una puta vez! Con el vaso igual de tembloroso en su mano, intentó servirse otro trago de Vodka. Alcoholizarse siempre servía para controlar la ansiedad. Después de tres intentos infructuosos, terminó por darse cuenta de que era inútil intentar derramar el contenido de la botella en el vaso. Frustrado, lo lanzó contra una de las paredes en un arranque que en otro momento no se hubiera atrevido a tener y bebió a morro de la botella. Dio un largo trago y suspiró, maldiciendo a la Virgen Escribana por la suerte de su hermano. Miró a Vishous, que estaba recostado contra el cabecero de la cama. La misma cama en la que él estaba sentado, apenas separado del cuerpo del Hermano. Las piernas abiertas y ligeramente flexionadas, como si en cualquier momento fuera a bajarse los pantalones para poder hacer lo que él tanto ansiaba. La polla dura dentro de sus pantalones de cuero, montando una tienda de campaña que de tanto en tanto se sacudía por la potencia de lo que había debajo. El musculoso abdomen tenso, el pecho amplio subiendo y bajando sin un ritmo fijo. El rictus de su cara contorsionado por la tensión que ambos sentían.

Se relamió los labios. Siempre había pensado que el condenado hijo de perra tenía un cierto aire de misterio y de poderío que no tenía ninguno de los otros. Ni siquiera el rey ciego. Según había oído, V era fuego, aunque estuviera terriblemente congelado por dentro en muchos sentidos. Y, como el fuego o el hielo, su mera presencia te advertía que si jugabas con él, saldrías quemado. El aura de peligro que lo rodeaba no aminoraba su atractivo, y si hubiera hecho caso a las acusaciones del Reverendo, habría pensado que todos esos pensamientos encerraban algo más que la mera admiración de la belleza. Sacudió la cabeza mientras repetía en su mente "No me gustan los hombres". Pero ahí, con los estragos que dejaba la necesidad de Bella en ellos, V tenía un aspecto horroroso, así que no tenía muchas esperanzas con respecto al suyo. Ya habían pasado varias horas, tal vez unas cinco, desde que empezó el periodo de fertilidad de Bella y ambos estaban hechos un guiñapo. Envidiaba a Wrath y a Rhage, pues ellos no tenían problema alguno en satisfacer los deseos de apareo que despertaban las feromonas enloquecidas de Bella. La única mujer que en algún momento le había atraído estaba siendo montada por su hermano, y su hermano estaba enamorándose de ella.

“Mecagoen…”, pensó. El celo de Bella los mantenía paralizados dentro de la mansión, en espera de que desechara al macho que en ese momento ocupaba y lo remplazara por uno de ellos. Tenían el cuerpo dominado por sus más bajos instintos animales y la mente totalmente nublada. Gracias a la Virgen, contaban con una abastecida reserva de

humo rojo, cortesía suya, y licores caros, siempre presente en los aposentos de Vishous y su compañero de casa humano. Drogarse y alcoholizarse, como ya había dicho, podía ayudar mucho. Por lo menos les ayudaba a perder capacidad motriz. - ¿Cómo vas? - preguntó V, que dio una larga calada al porro que sostenía entre los dedos. - Más o menos como tú, hermano Coordinados, ambos dieron un nuevo trago al Vodka. Los colmillos, alargados en todo su esplendor igual que sus vergas, hicieron chirriar el cristal, mientras dejaban que sus cuerpos se ahogaran en las sensaciones eróticas que tenían atrapadas bajo la piel. No sabía cuantas veces habían ido cada uno hacia el baño para poder descargar su necesidad. Tampoco tenía idea de si mientras él lo hacía en el baño, V aprovechaba para hacerlo en la cama, cosa que no dudaba que el hermano pudiera hacer. Aquello era primitivo y primario en los instintos de los vampiros. El más antiguo principio de conservación de la especie. Sabiendo que la excitación estaba alcanzando nuevamente su punto álgido, miró la puerta del baño, preguntando en un gesto mudo a su compañero si prefería que se fuera él o quería que esperara a que acabara. Al no recibir respuesta de su parte, se dispuso a levantarse a buscar nuevamente un poco de precaria privacidad, pero las palabras ve V lo detuvieron. - Creo que tengo un problema Phury soltó una carcajada. Como si él no tuviera el mismo barco. - Verás como esto pasa pronto –

- No me refiero al celo. Tengo un problema Repentinamente sobrio y con la mente clara, Phury arrugó el ceño mientras se acomodaba junto al hermano, con la espalda apoyada en el respaldo de la cama. Prestando por primera vez verdadera atención a lo que expresaba su amigo con simples gestos. La cara perfilada del hermano estaba tensa, y en ese momento, ya no le parecía que la causa fuera el celo de la mujer de su hermano. Aparte de eso, parecía igual que siempre. Sus rasgos seguían siendo atractivos, su barbilla tenía el mismo trazo cuadrado, su barba estaba bien cuidada y los intrincados tatuajes alrededor de su sien derecha seguían marcándolo como un demonio para quien supiera leer la lengua antigua. Sus ojos diamantinos resplandecían con inteligencia, sin que el vodka, los porros o el periodo de necesidad le restaran intensidad. - ¿Entonces? – - Yo… - Vishous se aclaró la garganta con un carraspeo - No puedes decírselo a nadie – - Deberías de saber que cuando dices algo así, la persona que lo escucha siente más ganas de contarlo - ante su intento de relajar la tensión, el vampiro soltó un bajo gruñido que le dijo a Phury que no había cabida a juegos - Te lo prometo, hermano Phury se preguntó que mal podría aquejar tanto a su hermano como para ponerlo en ese estado. V cerró los ojos, y dio un hondo trago al licor que sostenía en la mano. Un suspiro abandonó sus labios antes de que comenzara a acariciar con dos dedos su cuidada barba de chivo. - Ya no tengo visiones –

De su boca únicamente salió un jadeo. - ¿Cómo? - exclamó cuando pasó el impacto inicial. - Ya no veo lo que va a pasar, y tampoco escucho los pensamientos de los demás. Lo peor es que ese no es mi mayor problema El suspiro que abandonó los labios del genio de la hermandad resonó contra los techos de piedra de la Guarida, largo y estridente, y de repente, Phury se dio cuenta de todo lo que aquello bebía significar para el hermano. Puede que en ocasiones desdeñara de su don, pero había crecido con él, aprendido a vivir así, sabiendo como morirían todos sus amigos, y sacando provecho de ello. No era frustración lo que perturbaba a V, lo que mantenía lo más tenso que la cuerda de un violín era el miedo. V estaba asustado. Phury encontró aquello más inquietante que el hecho de que su compañero hubiera perdido la capacidad de predecir el futuro. Desde siempre, y de entre todos los hermanos, V era el único de ellos que jamás tenía miedo. Quien nunca perdía los nervios. Era como si no conociera el temor, o el dolor. O más bien, como si le hubieran amaestrado para no sentirlo. Y seguramente, eso era debido a que en su época de Pretrans había sufrido lo que seguramente solo su hermano Z podría comprender. - ¿Crees que Havers podría hacer algo por ti? - su pregunta fue respondida con un resoplido. - No, Phury. Esto no es un asunto fisiológico - alzó la mano enguantada hasta dejarla frente a sus ojos - además, creo que mientras esta cosa siga brillando

las cosas siguen bien. Tan bien como me puede ir a mí. Por eso te digo que ese no es el mayor de mis problemas – - No creo que nada pueda ser peor que descubrir que tu proveedor de droga es un medio Symphath. Proveedor que además parece saber que eres miembro de la hermandad y te acusa de no hacer nada. Y que además insinúa que eres homosexual mientras lo tienes acorralado contra la pared – - Si tu me acorralaras a mi pensaría lo mismo - se burló de buena gana. - Cállate –gruñó. Otro suspiro seguido del sonido de V al tragar. Volvió a concentrarse en las expresiones que formaba el rostro de su amigo. El entrecejo de Vishous se había fruncido en lugar de relajarse y parecía estar dándole vueltas a un tema en concreto. Quizá las declaraciones sobre el reverendo. Quizá alguna nueva confesión. Fuera lo que fuera, estaba para él. Eran amigos. Compañeros. Hermanos. - ¿Tienes algún problema con ello? - murmuró cuando se decidió a hablar. - Es medio Symphath, claro que tengo un problema con ello - alegó. Pero V negó con la cabeza, y en ese momento fue cuando se dio cuenta de a qué se refería No. Sólo digo que… - Creo que estoy enamorado ¡Por la Virgen del Ocaso! ¿Quién lo mandaba a meterse en esos temas? Maldito fuera él y su maldito complejo de jodido superhéroe. ¿Qué no podía solo por una

vez, dejar que cada quién resolviera sus problemas sin meter las narices? Claro que no. Por algo era el jodido hermano célibe. Porque tenía que ser un santo. - Hermano… Dime que no es de mí – La carcajada que lanzó V al aire le dejó más tranquilo, y al mismo tiempo lo enfadó. ¿Qué tenía de gracioso? Él era guapo, las mujeres siempre se le estaban insinuando. Tenía un cabello bien cuidado, un cuerpo entrenado para la batalla y los ojos de un color inusual. Aunque le alegraba no ser el foco de la atención de V, tampoco era como si fuera descabellado que alguien se enamorara de él. - ¡Por favor! Discúlpame, hermano, pero no eres mi tipo - V negó con la cabeza Es de Butch – - Oh… Otra vez. ¿Por qué se metía en donde no lo llamaban? Ahí estaba, junto a uno de sus mejores amigos, sin saber qué decirle porque era célibe porque pasó toda su vida buscando el paradero de su hermano gemelo. Y la única mujer de la que había creído estar enamorado lo había rechazado y ahora estaba satisfaciendo sus necesidades con el cuerpo y la sangre de ese hermano gemelo. Ni siquiera tenía idea de con quién pudiera hablar para que resolviera sus dudas. ¿A quién podía recurrir en busca de respuestas, él, que parecía saberlo todo? - ¡Mierda, V! No sé que decirte – - ¿Sabes? Olvida todo - el hermano agarró tan fuerte el cuello de la botella ahora vacía que Phury creyó que la rompería - En realidad no quiero hablar sobre esto. Olvida todo lo que te he contado -

Observó a V caminar hasta el armario al lado del televisor donde guardaba las botellas. Mientras lo hacía, su cara adquirió una expresión hermética, como si estuviera cerrando el búnker y preparándose para el bombardeo aéreo. - Desee besarlo – En realidad, Phury no tenía idea de por qué lo dijo, pero sus palabras dichas por puro impulso atrajeron nuevamente la atención de Vishous. El vampiro de ojos diamantinos lo veía con expresión confusa y esperaba paciente a que siguiera hablando. Sintiéndose sin escapatoria y encerrado en su propia trampa, se notó repentinamente abochornado y tuvo que desviar su mirada de su amigo hacia la puerta de la habitación. Nunca se había dado cuenta de lo bonitas que eran las molduras talladas. - Cuando acorralé al Reverendo, desee besarlo – - Ah Un tenso silencio se instaló entre ambos vampiros. Minutos en los cuales tanto Phury como su acompañante se detuvieron a observar la velocidad con la que caminaban las manecillas del reloj. Aún faltaban muchas horas para que el celo acabara y no podrían salir de la mansión hasta que eso sucediera.El tic-tac de las manecillas se volvió estruendoso. En esos momentos, Phury se dio cuenta de la veracidad de sus palabras. No lo había notado hasta que lo dijo, o más bien, no había querido notarlo. No había querido aceptar que había encontrado excitante el estar tan cerca de otro macho como para que cada centímetro de su cuerpo sintiera la irradiación del calor ajeno, sentir el sabor de la sangre en su boca. El deseo apremiante de deslizar la lengua entre esos labios para hundirse hasta su garganta y acariciar los largos y afilados colmillos.

¡Joder! Ahora si necesitaba ir al baño para encontrar privacidad. Cerró los ojos dejando salir un siseo. Aún sentía el deseo de atraerlo más cerca, hasta el punto de que no se distinguiera quién era quién y que sus cuerpos estallaran en un fuego salvaje que los consumiera por completo. Si no fuera eso lo suficientemente humillante, sabía que de haber sucedido, él no sería quien llevara el control. Tenía la certeza de que el Reverendo nunca cedería el mando en nada. Y la idea no era tan desagradable como debería de ser. Virgen Santa, la contracción de su vientre solo sirvió para confirmar el hecho de que moría por comprobarlo. Esta vez, la sacudida de su miembro no se debía a las hormonas de Bella. - Es un Symphath - habló V después de un tiempo. - Butch es un humano – - Estamos jodidos Se quedaron en silencio un rato, con las botellas de licor en las manos y las vacías por el suelo. La melancolía les inundaba la mirada y la música de rap sonaba al fondo. - Quisiera saber qué nos depara el futuro - susurró. Al escucharlo, Vishous comenzó a jurar por lo bajo. - Y yo. Pero no lo sé. Sencillamente porque ya no… Ya no puedo verlo

–Se despidió del muchacho desde el coche y después de verlo entrar a casa de Thor, se alejó para ir de regreso a casa. Por mucho que la Guarida fuera una más de las tantas cosas que no le pertenecían, sentía que él pertenecía a la Guarida. No tenía ni zorra idea de porqué, pero desde hacía tiempo sentía la necesidad imperiosa de estar ahí. De esperar ahí. Pisó el acelerador cuando llegó a las carreteras menos transitadas y solo redujo la velocidad al ver las grandes puertas de metal que daban paso a la Tumba. Se quedó viendo la magnífica construcción de la mansión que alguna vez perteneció al padre de Beth. Hacía tan solo unos meses que su vida era monótona, sin sentido. Carecía de una razón para levantarse a diario. Ahora, después de todo el alboroto que se armó cuando su amiga pasó la transición, sabía que lo único que lo motivaba era saber que en algún momento podía ser de utilidad para la Hermandad. Porque entre ellos se sentía bien. Como si en verdad hubiera nacido en la raza equivocada y al fin hubiera llegado a donde pertenecía. Sintiéndose incluso atrapado en su condición humana. Dentro de la Guarida aún se sentía el efecto de la necesidad de Bella. Y él comenzó a notar como su miembro se henchía y el ansia de sexo le nublaba la mente. A pesar de ello, contuvo las ganas de arrancarse la ropa ahí donde estaba y caminó hacia la habitación de V, guiado por un deseo aún mayor que el celo. Se quedó petrificado cuando abrió la puerta. En la cama estaban Vishous y Phury. A su alrededor había cuatro botellas de licor vacías y sobre las mesas de noche que enmarcaban la cama había otras varias. El cenicero rebosaba de todos los porros que habían estado fumando y

ellos parecían haber caído desmayados después de un largo sufrimiento. No, ahora que lo veía, ambos estaban despiertos. - Hola, Policía - logró decir V en un graznido. Y él no logró contestarle. Porque, sin importar el estado general de la habitación, o el grado de embriagues de sus amigos, ellos estaban desnudos. Juntos en la cama. Demasiado cerca para su gusto. Un impulso desgarrador lo invadió, aunque logró contenerse. No sabía como. Deseó terminar con la distancia que había entre él y los dos vampiros y separarlos. Poner su propio cuerpo entre Phury y Vishous y gruñir. Proteger… ¿Proteger qué? Lanzó un gruñido al aire que atronó en las paredes, convirtiéndose en un eco. Tal vez no se hubiera refrenado muy bien. No se dio cuenta hasta ese preciso instante de que había sacado el arma, le había quitado el seguro y estaba farfullando con los dientes apretados. ¡Dios! Eran sus amigos. Lo sabía, pero no lo sentía. Sentía que él era el enemigo, que debía alejarlo de lo que era suyo. ¿Quién demonios era el enemigo y quién el suyo? Phury se removió en su seminconsciencia acercándose más al vampiro de ojos diamantinos, y entonces lo comprendió. - ¡Aléjate de él de una puñetera vez! - gritó. Ambos vampiros parecían estupidizados, pero aun así se volvieron a verlo, sin comprender.

Con un gruñido bajo, cruzó la habitación a zancadas hasta llegar a la cama y en un rápido movimiento que ni él pudo prever, lanzó de un tirón a Phury al suelo. Después, se agazapó al lado de Vishous y le enseñó los dientes al vampiro que supuestamente era célibe. Como un puto gato erizado. Cómo volviera a verlo tan cerca de V lo volvería célibe por obligación y necesidad. Le cortaría las pelotas muy despacio. - ¿Policía? - murmuró Phury con los ojos muy abiertos. - Mío Tanto Phury como Vishous jadearon al escucharlo decir aquello y por el movimiento de la cama, supo que V se estaba revolviendo sobre ella. Quiso sonreír pero su enfado ciego se lo impidió. Revolverse no era un acto de el hermano cometería estando sobrio. Su atención volvió hacia los movimientos de Phury, que seguía mirándolo como si le hubiera salido una tercera cabeza. - Largo – dijo. Más bien gruñó. No recordaba cómo era hablar sin hacerlo. - Hazlo, Phury - escuchó la voz de V a su espalda. Había hablado tan cerca de él que la cálida respiración del vampiro chocó contra su nuca. Tal acto hizo que un largo temblor recorriera su columna. Cambió de posición, dejando de lado la presencia del otro vampiro en el lugar. Cara a cara con el macho que él consideraba suyo. Vishous tenía un extraño brillo en la mirada, probablemente debido al celo de Bella. La cercanía de sus cuerpos

le hizo notar lo erecto que estaba, y su propia erección aumentó de sólo pensarlo. Recordó el tiempo en que frecuentaba a aquellas mujeres que se dedicaban a hacerle mamadas o a darle un polvo rápido. Ya no era él quién estaba en su recuerdo, sino V. Y ella tampoco estaba, sino él, tomando por completo la erección del vampiro en su boca, lamiendo la totalidad de su extensión. Oyéndolo gemir. Gruñó otra vez, pero ahora por la excitación. Todo era demasiado extraño. Tal vez, de no tener la cabeza nublada por las hormonas, hubiera actuado de otra manera. Probablemente se hubiera refrenado y discutido los impulsos de su cuerpo y las conclusiones de su corazón. Pero, he ahí el problema, sí tenía la cabeza nublada, y comenzaba a pensar con el pene. - No deberías estar aquí, Butch - la voz del hermano salía grave y rasposa, como si tuviera la garganta seca y totalmente cerrada. Era sensual, maldito fuera. Jodidamente caliente. - Lo sé. Pero… Necesitaba regresar Bajó la cabeza, hasta que esta quedó justo en la hendidura entre el cuello de V y su hombro. Aspiró. Olía maravillosamente. Su pura esencia de vampiro macho. Mucho mejor que el refrescante aroma a océano de Marissa. Él olía a poder, a dominio. A puro y desenfrenado sexo salvaje. No podía negar que había estado pensando en ello desde que Phury le insinuó que el hermano podría tener gusto por los hombres.

Le dolieron las encías. En su distracción, no pudo oponer resistencia al intento del vampiro por dejarlo bajo su peso. Tampoco era como si de haber estado más atento lo hubiera intentado. Quería que aquello pasara. Tenerlo sobre él… ¡Santo Cielo! Quería sexo. Con él. Con Vishous. 0o0o0o0o0 No tenía idea de por qué Butch actuaba de esa manera. De haber sido un vampiro hubiera podido jurar que intentaba proteger a su pareja. El instinto de macho enamorado funcionaba de la misma manera, ya fuera hombre o mujer el motivo de tal enamoramiento. Pero el Policía no era un vampiro. Era un humano. Y como tal, no era normal que gruñera de aquella manera a Phury, ni que le mostrara los dientes. Mucho menos que oliera de ese modo, pensó cuando el aroma llegó hasta él. Olía a vinculación. Tal vez fuera su propio cuerpo despidiendo el aroma. En ese momento lo tenía tendido bajo su peso, y sus ojos no abandonaban los ajenos. Él ni siquiera intentaba evadir su mirada. Era una conexión. Y así como sabía que en sus ojos se reflejaba el deseo que sentía de arrancarle la ropa al humano, sabía que lo que había dentro de los ojos de él era exactamente la misma necesidad. El mismo deseo apremiante de rozarse por completo.

En un acto involuntario - tal vez todo lo contrario - bajó las caderas para rozar ambas erecciones. Como resultado obtuvo un gruñido bajo y ronco de la garganta de Butch que hizo que toda su renuencia y sus dudas salieran volando por entre las rendijas de la ventana. Más rápido de lo que nunca se había movido, sus labios estaban sobre los de Butch. Con la misma rapidez, esos labios se abrieron y comenzaron a moverse junto con los suyos a un ritmo desenfrenado. Luchando. Ganando territorio y perdiéndolo al segundo siguiente. Ambas lenguas salieron al encuentro de la otra en el espacio que quedó entre sus bocas, se acariciaron y danzaron entrelazadas. Los labios se unieron otra vez, las lenguas siguieron con lo suyo. Pronto los dientes comenzaron a chocar. No se besaban. Se comían el uno al otro. Acariciaban en un momento, al siguiente mordían. No había límites para su pasión. Vishous succionó la lengua de Butch. Butch enterró los uñas en la espalda desnuda del vampiro. Las piernas del ex policía se abrieron para acomodar entre ellas el cuerpo de V y los cuerpos de ambos encajaron completamente, frotándose con intensidad mientras intentaban que las ropas dejaran de estorbar. Incluso la piel les impedía lograr lo que querían.

Ser uno. Phury los vio besarse. No, eso era mucho más que un beso. Era un huracán. La pasión magnificada en un acto físico en el que ambos machos parecían querer devorarse. Los vio restregar sus cuerpos uno contra el otro. Y los oyó gemir.

Estaba duro. Era un puto voyerista. Abrió la puerta sin que ellos lo notaran siquiera pero antes de salir dio un último vistazo. La ropa del Policía había sido desgarrada y ahora únicamente era cubierto por el cuerpo igualmente desnudo de V. Era toda una revelación verlos ahí, intentando fundirse. Nunca había visto aquello de esa manera. La verdad es que nunca lo había visto de ninguna manera. El sexo siempre le había parecido un bajo instinto que llevaba a los animales a satisfacer sus necesidades biológicas. En ese momento, no le parecía así. Lo que Butch y Vishious estaban haciendo era mucho más. Era brutal y despiadado, al mismo tiempo que armonioso y maravillosamente bello. La vida misma siguiendo su curso. El destino uniendo a dos seres predestinados a encontrarse. Cuando cerró la puerta tras de si, se apoyó en ella y cerró los ojos. Ellos no eran los únicos que habían encontrado su destino. Z había encontrado a Bella, y él, aún después de todos los fracasos personales, esperaba que ella lograra sacar a su hermano gemelo del hoyo en el que Z se había hundido sin ninguna intención de salir. En las habitaciones principales, el rey y su reina estarían con los miembros entrelazados, demostrando cuanto necesitaban el uno del otro para seguir viviendo. Rhage adoraría el cuerpo de su mujer mientras daba gracias a la Virgen Escribana por salvarla. Él era el único que aún no había alcanzado la salvación. Tal vez era que no se la merecía.

"Hola, colega", rió el hechicero dentro de su cabeza. "¿Acaso te olvidas que para deprimirte estoy yo?" Hizo caso omiso a esa vocecilla con la que llevaba lidiando desde hacía tanto tiempo que ya no recordaba en qué momento había aparecido. Bajo sus párpados cerrados intentó recrear la escena que acababa de presenciar, pero en su lugar, apareció una imagen desconcertante, pero no inesperada. No contento con estar utilizando la visión de sus hermanos en la intimidad, ahora la estaba editando para su propia fantasía. Nunca había visto el cuerpo desnudo del Reverendo como para que supiera con exactitud si era como lo estaba viendo, si así lucían sus músculos bajo sus manos. Si así olería su deseo. Si así se sentirían sus colmillos al perforar su vena. V era hermoso, pero, para Phury, el Reverendo se llevaba la palma. Tal vez él se vería igual de bien bajo el traficante como Butch bajo el hermano de ojos diamantinos. 0o0o0o0o0

Ardía. Bajo su piel, Vishious sentía como si una hoguera hubiera sido encendida y lo estuviera consumiendo con su sofocante calor. Una capa transparente de su sudor comenzaba a cubrirle la piel y pequeñas gotas resbalaban hasta el cuerpo bajo el suyo. Hacia Butch. Siguió atentamente el camino de una de tantas, que cayó sobre su cuello y bajo hasta la hendidura entre sus clavículas. Sin poder soportar aquella visión sin hacer nada, el vampiro se inclinó sobre el ex policía que lo miraba con ojos atentos y lamió la salada gota y su recorrido. Lamió,

degustando el sabor de la sal junto con el que era puramente suyo, hasta llegar nuevamente a los labios henchidos y enrojecidos de Butch. El ansia con la que se tocaban era apremiante. Y sus labios… Maldito hijo de puta, sus labios eran intoxicantes. Adictivos. Sus dientes chocaron con la misma pasión del primer encuentro y las caderas de Butch volvieron a elevarse para que las erecciones de ambos entraran en contacto. Vishious mordisqueo suavemente la boca hambrienta de Butch, dominándolo con su peso y con sus enfebrecidas caricias. Ese movimiento de su espalda al arquearse era jodidamente sensual, y V sentía la necesidad de tumbar boca abajo al ex policía y mordisquear toda su columna hasta poder separar sus nalgas con las manos y enterrar la boca en el lugar donde su polla quería estar. Como el humano siguiera con ese endemoniado movimiento se correría más rápido que un colegial en su primera vez. ¡Joder! Él era el Lheage, maldición. Algo así no le vendría bien a su reputación. Pero, al parecer, su cerebro no procesaba nada en ese momento que no fuera “Butch, Butch, Butch, y, ¡Oh, sí!, Butch otra

vez”

Dejó los labios de Butch y trazó un lento camino hacia el cuello humano. La piel enrojeció rápidamente en una extensión del sonrojo de sus mejillas, llegando hasta el inicio de sus hombros. Bendita fuera la sangre irlandesa de los O´Neal. Mientras lo besaba con golosa adoración, los alargados colmillos de V cosquillearon al sentir el bombeo de la sangre bajo la piel, corriendo con la rapidez propia de la excitación dentro de la yugular. Abrió la boca y presionó suavemente los colmillos contra su piel. Butch gimió y V dejó volar su imaginación.

Todas las noches desde el día en que el humano había llegado a las vidas de los miembros de la hermandad gracias a Beth, la hija mestiza de Darius, Vishious había sentido su presencia cercana, primero en la cama de al lado en la habitación que ambos ocupaban en la mansión del hermano muerto, y después, tan solo a unos pasos, en la habitación continua en la Guarida. Siempre había sabido que él sería importante para el futuro de la Hermandad. Lo había visto, pero nunca comprendió hasta qué punto sería importante en la suya como en ese momento. Después de aquél primer encuentro, no pasó mucho tiempo antes de que la extraña camaradería que compartían se viera impregnada con pasiones más intensas. Los deseos sexuales lo asaltaban en cualquier momento y lugar, pero fueron fácilmente aplacados con la ayuda de mujeres sin rostro en su ático del centro de la ciudad. Eso cambió poco a poco mientras lo veía intentar algo con la que había sido la mujer del rey. Las mujeres sin rostro ya no servían más que para aliviar una necesidad física. No llenaban el vacío que se le formaba en el pecho, ni lo dejaban satisfecho. No sentía placer alguno al liberar su semilla, solo servía para que se sintiera peor de lo que estaba al llegar. Ya no lograba recordar cuántas veces había soñado con sujetarlo debajo de él, o atarlo a su cama con cuerdas de seda. Tal vez perdió la cuenta tras las primeras veinte veces. La seda no era muy su estilo, pero no podría pensar en otra cosa para su poli. Todas las noches tenía sueños cargados de erotismo donde lo seducía con total desenfreno, tomándolo con posesividad. De una forma que nunca hubiera intentado con el tradicional e inexperto Butch. Porque si de algo estaba seguro el vampiro era que el policía jamás había estado con un hombre. Era demasiado chapado a la antigua para ello. Cada vez que había lo imaginado, el Policía estaba solo, a veces masturbándose en su habitación y la sorpresa era evidente en su rostro cuando lo veía interrumpir su auto complacimiento. O

vestía pantalones de cuero, de esos que usaban todos los hermanos y que aprietan el trasero como si fueran una segunda piel. Pero no importaba lo que le hiciera en sus sueños, a pesar de la violencia y la gloriosamente sexual brutalidad, Butch siempre gritaba su nombre en el momento culminante y luego se abrazaba a él. Vishious quería ser delicado con Butch. Como un Hellren haría con su Shellan. Nunca lo había sido así con nadie. No le había importado en lo más mínimo, pues no había conocido en su vida más que el placer carnal. Se dedicaba a cumplir su fetichismo sadomasoquista con las mujeres que se prestaban a ello, al igual que algunos hombres. A darse placer con ellos hasta correrse sin permitir que lo vieran o que lo tocaran. En cambio con Butch… Con Butch deseaba que lo tocara, deseaba que lo mirara. Que jamás dejara de hacerlo. Marcarlo como suyo y ser marcado a su vez. Nunca había dormido nunca con un amante, ya fuera hembra o varón. Era una posición demasiado vulnerable. Y la vulnerabilidad no era algo que Vishious apreciara. Pero en ese momento, quería compartir eso únicamente con el humano. De por vida. Y sería su privilegio hacerlo. Volvió a raspar con los colmillos la piel palpitante sobre la vena, y por la forma en que Butch echó la cabeza hacia el lado contrario, exponiendo a sus ojos en la extensión de su cuello en su magnífica totalidad, V supo lo que quería decirle. Le estaba dando permiso para entrar en su vena y beber de él, y las manos que

sujetaban fuertemente su cabello y acercaban aún más su boca, se encargarían de que lo hiciera. Así que hizo lo que el policía le pidió. Enterró los colmillos en su vena. Casi ronronea del placer que ese acto le provocó y, por otro lado, Butch no contuvo el ronco jadeo que pugnó por salir de sus labios. El sabor metálico de la sangre inundó su lengua, y aunque sabía que esa sangre no lo sustentaría de ninguna manera, el hermano deseó beberla para siempre. Una sacudida de lujuria bailó en su cuerpo, afilando cada uno de sus instintos, diciéndole que eso era todo lo que necesitaba para subsistir. Su pareja y la sangre de su pareja. Y si no fuera por el hecho de que Butch no era un vampiro, V hubiera jurado que él sentía lo mismo, y que el aroma del emparejamiento no provenía únicamente de su cuerpo. Por un instante creyó escuchar los pensamientos del humano, y entre toda la confusión provocada por la lujuria y el descontrol sexual pudo distinguir una palabra.

“Mío” pensaba una y otra vez. Junto con la urgente necesidad de romper la piel de su cuello con los dientes cuadrados y beber de él. Podía ser que fueran simplemente sus propios deseos de que Butch sintiera la misma posesividad que él. Que le correspondiera con la misma salvaje intensidad con la que ama un macho de la raza. Y vaya que lo hacía. Lo notaba en su aroma y en la forma en que su verga se había sacudido y terminado de elevar. Una erección dice más que mil palabras. Con una sonrisa ladina pintada en la cara, V dio una última succión y cerró las incisiones con su saliva. Repitió el proceso y el

hombre bajo su peso lo tomó por el cabello mientras abría aún más las piernas para dejar espacio para el cuerpo ancho y musculoso del vampiro. Vishious gozó de los sonidos que el humano ni siquiera se esforzaba por contener, necesitado y parcialmente cegado por el periodo de necesidad de la hembra de Z. Nunca había oído habar de un humano que fuera afectado por el celo de una hembra de la raza, pero no es que muchos humanos pudieran estar cerca de una hembra de la raza en un momento como aquél. Ya fuera una rara excepción o la comprobación de que humanos y vampiros no son tan diferentes, a Vishious no le importaba en lo más mínimo. Se limitó a agradecer a la Gran Madre la oportunidad de tener al policía así. Gimiendo por más. Su lengua deseosa se deslizó sobre su cuello, lamiendo y mordiendo hasta llegar a uno de sus oscuros pezones. Lo tomó entre sus dientes mientras que el otro era atendido por su mano enguantada. El frío del cuero chocó contra el calor del cuerpo masculino de Butch, mandando corrientes de electricidad por toda su columna. No tenía idea de cómo lo sabía si su poder para leer la mente de los demás se había ido al cuerno desde hace tiempo. Posiblemente fuera la reacción del cuerpo de Butch, que se retorció formando un perfecto arco sobre las sábanas blancas y que aferró entre sus manos la suave tela mientras apretaba fuertemente los puños en un intento de resistir los embates de esas nuevas y placenteras emociones.

“Pero el océano siempre termina venciendo a quien se ponga frente a él”, pensó

lamiéndose los labios. Y Vishious era consciente de ser malditamente bueno en lo que hacía. Mientras pellizcaba y frotaba un pezón, el otro era mordido, lamido y succionado.

“Que el cielo se vaya a la mierda” , escuchó la voz interior del humano. “Este es el verdadero paraíso” V tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no lanzar una carcajada cargada de presunción y satisfacción. Bajo él, Butch se retorcía y gemía como si fuera una hembra en celo. Y estaba disfrutando de ello. En su boca, la piel oscura de la sensible aureola atizaba su lengua, y cuando lo chupó, succionándolo con rudeza, se puso más rígido aún, endureció como una roca. Atrapó entre sus dientes el pezón que había estado estimulando con su mano y mordiendo suavemente para no lastimarlo con los colmillos, tiró de él. Hizo lo mismo con el otro momentos después, pero tirando más brusquedad. Experimentaba para conocer los puntos débiles de su compañero. Butch se arqueó hacia él y las manos que hasta entonces se habían mantenido quietas en su cabeza como si temiera que de alejarlas pudiera detenerse cobraron vida y comenzaron a recorrer la amplia espalda del guerrero de la hermandad, bajando hasta su trasero y ahuecando las manos en sus nalgas, tan duras como cualquier otra parte de su cuerpo. Vishious sintió las uñas de Butch enterrarse en la piel de sus glúteos, enviando ligeras descargas de placer y dolor entremezclados. — Mierda – masculló con los dientes apretados. Eso le dijo mucho. Le gustaba duro. Jodido humano hecho a su medida. El deseo lo golpeó como si un rayo hubiera caído directamente sobre él. Un millón de voltios de electricidad atravesaron su cuerpo y nublaron su mente, pero al mismo tiempo, la locura del momento le hizo detenerse.

No quería hacerle daño. Nunca. Lo amaba. Pero aun así todas las perspectivas que había ideado en sus sueños atestaban su mente, requiriendo su control, haciéndolo querer hacérselo rápidamente, brutalmente, hacérselo otra vez, saborear le hendidura entre sus nalgas, el miembro entre sus piernas y experimentarlo otra vez. Entrar en él de todas las maneras posibles. Invadir su entrada hasta lo más profundo. Su boca con la lengua y la verga. Sus oídos con cada una de sus palabras. Introducirse bajo su piel con sus caricias, quemar a fuego la marca de su pertenencia. Dejar sobre su cuerpo su aroma de macho enamorado. Ser todo lo que Butch pudiera ver, oler, oír, tocar y saborear. El vampiro enamorado en él deseaba secretamente mantenerlo prisionero y hartarse de él. - Vishious – jadeó su nombre con un erotismo que crispó cada uno de los nervios del vampiro, preparados para entrar verdaderamente en acción. Lo llamaba, desesperado por la falta de atención. - Detenme, Policía – gruñó contra su oreja, apresando el lóbulo con sus colmillos – No quiero ver que cuando acabe el celo te arrepientas – Debió de haberse detenido por completo, pero no podía. Podía culpar al celo de la vampiresa por su falta de autocontrol, pero sabía bien que aunque hubieran estado aislados, libres de aquella explosión de hormonas, él no se hubiera detenido por nada del mundo. Después de todo, se estaban cumpliendo muchas de sus fantasías. - Maldita sea, V – rogó con la voz ronca – Quiero que me jodas – Una carcajada triunfal brotó de la garganta del hermano, completamente dispuesto a darle al humano lo que le pedía.

- Te voy a follar, Butch. Tan duro, tan profundo, tan salvajemente que cada vez que pienses en el placer, pensarás en mí. En mi verga dentro de tu precioso culo, y en ti, pidiéndome más – con satisfacción bebió el sonido de un gemido de anticipación - Eres mío, policía – - Tuyo – La mirada del vampiro se encendió, brillando como un jodido foco. Las profundidades cristalinas refulgieron con posesividad, devorando la imagen del humano que lo había enamorado rendido a sus caricias y promesas de glorioso placer carnal. Así mismo, una oscura y erótica ansia brillaba en los ojos Butch mientras este se pasaba la lengua por los labios hinchados, como si quisiera devorarlo. - Abre más las piernas, Butch – graznó con la garganta cerrada y seca. Evidentemente, Butch no se esperaba esa petición de su parte, o, al menos, eso le dijo su expresión sorprendida. Sin embargo, la curiosidad terminó ganando al poco pudor que pudiera quedarle al humano y casi a cámara lenta, V vio como abría las piernas y llevaba sus rodillas hasta su pecho, dándole un perfecto primer plano de su polla, húmeda en la punta roma, de las pesadas bolsas bajo ella, y su pequeño ano. Con la boda hecha agua, Vishous no sabía por donde comenzar. Lamió con parsimonia el espacio entre sus bolas y el ano, degustando el sabor salado de su piel, aspirando fuertemente el aroma de su necesidad concentrado. Ahí, tan cerca de su sexo era mucho más fuerte, embriagante. Tan atrayente como un licor, bueno y añejo. La cabeza de V comenzó a dar vueltas, borracho de

su aroma, y todo pensamiento coherente voló lejos, dejando su cuerpo solo con sus instintos más básicos. Butch se retorció y gimió tan fuerte que muy seguramente había sido escuchado hasta en la casa principal. Era un sonido delicioso, e iba a conseguir que el humano se quedara afónico tras haber hecho que gritara de placer durante lo que restaba de la necesidad. Y cuando ese efecto hubiera pasado, lo volvería a tomar y le dejaría claro que no lo dejaría escapar de sus brazos nunca más. “Mío”



Cuando la piel estorba. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra

No podía estar quieto. Las caricias de V no le daban tregua. Se retorcía y arqueaba con cada uno de los roces de esa lengua suave y esponjosa sobre su piel; golosa, apasionada. Insaciable. Vishous lo tocaba y lo saboreaba como si fuera su primera comida en años, y la sensación de esos colmillos sobre su cuello había sido más que excitante. Había sido natural. Como si llevara esperando por eso desde el momento en que vino al mundo. Lanzó un grito al aire cuando el vampiro subió y tomó la punta de su miembro en la boca, pasando la lengua por le hendidura de la cabeza y después bajando por toda la palpitante vena que la llenaba de sangre. - ¡Oh, Dios! – jadeó. Sí había creído que el roce de sus colmillos en el cuello había sido bueno, entonces el roce con su polla era celestial. Por impulso, apuntaló los talones sobre la cama, lo más cerca de su trasero que pudo y elevó las caderas para internarse más en las profundidades de la boca que lo alojaba. - ¿Impaciente? – serió el hermano, dando un largo lengüetazo por toda la extensión de su polla. Butch le respondió como mejor pudo. Con un rugido profundo y poderoso que reverberó en las paredes de la habitación, inundando sus oídos. Vishous comenzó a usar las manos junto con su lengua, deslizándolas alrededor de sus testículos mientras seguía utilizando su boca para atormentar su erección palpitante. Sus dedos expertos lo exploraban, delineando los contornos y aplicando una enloquecedora presión que no llegaba a ser dolorosa. El ex policía estaba a punto de explotar. Sentía la presión acumularse ahí, donde sus pelotas estaban desesperadas y listas para ser vaciadas.

Su toque era mágico. Vishous rozó cada vena azul que se traslucía debajo de la piel morena y aterciopelada de su miembro y el orgasmo se acercó, haciéndolo más grande, más rígido. - Córrete para mí, Policía – Obediente, así lo hizo. Finalmente gimió, alto, ronco, masculino. Más bien fue un rugido de gloria absoluta. Después un quejido, largo, bajo y suave. La deliciosa sensación pos orgásmica. Escuchó cómo su semen bajaba por la garganta del genio de la Hermandad, atronando en sus tímpanos. Cada trago como si fuera la culminación de sus más ardientes fantasías. Cansado, sudado y aún excitado, bajó la mirada para clavarla en la de su macho. Sí, maldita sea. Su mancho. El fuego no se había apagado aún en los ojos del hermano, y esa simple visión hizo que las cenizas se avivaran dentro de él y su miembro flácido comenzara una vez más a despertar. O tal vez era la nueva explosión de hormonas que pareció sacudir los cimientos de la casa. No lo sabía. Con un rápido movimiento que lo sorprendió tanto como a V, Butch tiró de él y lo puso una vez más sobre su cuerpo. Sin apartar la mirada de esos ojos casi transparentes, lamió los restos de su corrida de las comisuras de sus labios. - Fóllame. Ahora – le ordenó. - Tu ordenas y yo respondo –

Sin detenerse, volvió a la posición de la cual lo había sacado, enterrando la cabeza entre sus piernas ampliamente abiertas, pero esta ves, no atacó su miembro. La sorpresa hizo que Butch diera un respingo, pero aquello se sentía tan bien como la mamada que le había hecho anteriormente, así que no se quejó mientras el vampiro lamía el contorno de su ano, preparándolo para la penetración. Nunca había tenido sexo con un hombre, pero sabía que dolería. Mucho más que si fuera una mujer virgen. Así que agradeció que su amante vampiro no hubiera decidido irrumpir en él sin darle la estimulación adecuada. - Dios mío, V – gimió, agarrando fuertemente el cabello del vampiro - ¡Joder! – echó la cabeza hacia atrás, maldiciendo entre gemidos e incoherencias varias. Podía sentir la lengua de V dentro de él. Retorciéndose. Empujando para entrar más profundamente. Se mordió los labios. De no haberlo hecho, hubiera lloriqueado como una puta, y por mucho que fuera a ser el pasivo en ese momento, no pensaba comportarse como una mujer barata. Aunque, muy probablemente, el hecho de que se estuviera mordiendo los labios ya le daba ese aspecto. Mierda. Hiciera lo que hiciera parecería una puta. Tensó el cuerpo y liberó por fin el tan temido gimoteo. Acarició la espalda de V, fuerte, tensa. Concentrada. Con todos esos músculos tan bien formados dispuestos a darle placer. - Te necesito – susurró tan bajo que de no saber que él tenía una audición más desarrollada de lo normal, estaría seguro de que no lo habría escuchado. Pero lo hizo, y deslizó dos de sus dedos en él de un solo golpe.

Abrió los ojos desmesuradamente. La sensación era más molesta que dolorosa, pero si dos de sus dedos se sentían así, no quería pensar cómo se sentiría su polla entera. - Alza la cadera – le pidió V. Él comenzó a mover los dedos en su interior, haciendo movimientos de tijera al tiempo en que entraba y salía. Sin dejar de hacerlo, puso una almohada en la parte baja de su espalda para que su pelvis se mantuviera elevada y reptó sobre su pecho para poder mirarlo cara a cara. Sus ojos, diamante y avellana se mezclaron, anudándose tan fuertemente que Butch comenzó a dudar que pudiera vivir sin esos ojos clavados en los suyos. No supo en qué momento comenzó a mover las caderas el ritmo que le imponían esos dedos largos y hábiles, pero jamás podría olvidar el instante en que todo a su alrededor pareció desaparecer y su cuerpo se convirtió en un contenedor de delicioso, puro y concentrado gozo. - ¡Ahí! – gritó. Había dado con su próstata. El tercer dedo se coló en su interior mientras V tomaba su pene entre los dedos de su mano y la cabeza de él se perdía en un mar de confusión y abandono. Lo masturbaba al mismo ritmo de las acometidas de sus dedos. Butch no era consiente de nada aparte de eso, y de que se vendría por segunda vez si él no lo penetraba de una buena vez. - Ahora, ahora – rogo. Su voz era apenas un susurro. Un susurro que sonó como si hubiera sido sacado de una película porno.

Butch se estremeció. Cada uno de los cabellos de su cabeza vibró y su temperatura se elevó a niveles antinaturales. Sería el primer caso humano de combustión espontánea, seguro. Enrolló los dedos en su pelo negro, tan oscuro como el ébano, y con esos reflejos azulados a contraluz. Bajo sus párpados fuertemente cerrados, explosiones de colores estallaron, extendiéndose por todo él en oleadas de electricidad estática. Y lo supo. Como una epifanía. Amaba a V. Se estremeció otra vez y una nueva súplica murió ahogada por los labios del vampiro. Más tarde habría tiempo de discutir consigo mismo. La verga dura y tan anhelada se frotó contra su entrada, lubricada por el preseminal. Sabiendo lo que venía, dobló una de sus rodillas todo lo que pudo hacia su pecho y la otra la enroscó en torno a las caderas de su pareja. Un gruñido gutural nació en el fondo del pecho de Vishous y se apagó al chocar contra la piel amoratada de su cuello, que nuevamente era besado con fervor y devoción. - ¡Por la Virgen, Policía! – exclamó sin dejar de moverse con la gracia de una serpiente – Eres hermoso – - Mentiroso – Se frotaron. Una vez, dos veces. Una tercera. Y cuando intentó presionarse con algo más de fuerza hacia donde estaba su miembro, V hizo un rápido movimiento con el que lo dejó de espaldas a él, mirando hacia la cama. Sus manos grandes, elegantes, le acariciaron los costados desde las caderas hasta el interior de los

muslos, subiendo para abrirle las nalgas. Sentía la rápida y pesada respiración del vampiro contra la nuca, sus labios besándole la columna. - Grita para mí, Nallum . Sus instintos le insistían: Tómalo. Una y otra vez escuchaba la voz fiera que repetía en su mente ese salmo posesivo, urgente. “Tómalo ahora” decía, “Tómalo duro. Hazlo tuyo” Respiró profundamente, tratando de calmar su respiración. Controlar a la bestia en el momento más importante de todo ese acto. Lo iba a follar. ¡Santa Virgen! Iba a estar dentro de su cuerpo. Apretado y caliente como seguramente sería. En esa inhalación se apropió del aroma que el cuerpo del humano milagrosamente despedía. Su mirada se extendió por su cuerpo, colocado ante sus ojos de la misma manera que un banquete. Su cabello castaño revuelto sobre la almohada, apenas ligeramente más largo que cuando llegó a su vida. Sus mejillas sonrojadas al igual que su cuello y sus hombros. El pecho lleno de moretones que subía y bajaba de manera acelerada. Olió la esencia de su excitación que se elevaba como un afrodisíaco de su piel. Escuchó la precipitación de aire por sus pulmones, el sonido apresurado que lo hizo darse cuenta de que él ya estaba anticipando el placer que le proporcionaría. Disfrutó de la certeza de saberse correspondido. Estaba seguro. No era solo él el que liberaba el aroma a la vinculación. El aroma a especias provenía también de Butch. Y eso sólo quería decir una cosa. Él era como Beth, un híbrido, pero no había tenido suficiente sangre vampírica en su cuerpo como para pasar la transición. - ¡V! – gritó Butch y Vishous dejó ese tema para otro momento.

Porque se estaba adentrando en él. Moviendo las caderas lentamente, entrando de a poco. Primero la punta roma, abriéndolo todo lo que él debía abrirse. Butch se quejó débilmente, pero lo instó a seguir con una mirada por sobre su hombro. Gruñó. Él era caliente. Lo apretaba tan deliciosamente que Vishous creía que se desmayaría del placer que sentía. Tomó las caderas del humano con fuerza, marcando sus dedos en su piel. Se introdujo otro poco, sintiendo la carne abrirse mientras lo invadía. El sudor caía y se mezclaba sobre la espalda del ex policía. La oscura esencia del macho enamorado vibró contra las paredes de la habitación. - Eres tan jodidamente estrecho – ronroneó esperando a que él se acostumbrara. - ¿Quién te dijo que podías quedarte quieto, vampiro? – jadeó Butch, arqueando la espalda y moviendo la cadera para hacerlo salir de su interior. Instándolo a arremeter contra él con toda la fuerza de su ser. - ¡Maldición! – Sentirlo moverse en busca de su propio placer fue más de lo que pudo soportar. La bestia había ganado la batalla. Comenzó un vaivén que desde un principio fue salvaje, pero que se fue haciendo más y más intenso con el paso de los segundos. Mientras él se balanceaba para entrara él, Butch echaba hacia atrás su culo, yendo a su encuentro para hacer las penetraciones más profundas. Recostó el pecho contra la espalda del hombre que amaba. Delineó la vena de su cuello con la lengua y sintiendo los colmillos

sobresaliendo de sus labios como si fueran dos navajas afiladas, volvió a enterrarlos en la carne suave, bebiendo de él. - ¡Oh, santa mierda! ¡Sí! – gritó en éxtasis Butch. Sus caderas se movían rítmicamente como si fueran pistones. Cada vez más rápido. Más fuerte. Su verga llegando un poco más profundo en cada penetración. Era maravilloso. Era celestial. Pero fue aún más perfecto cuando volvió a darle la vuelta para poder hacerle el amor cara a cara. - Te quiero, Policía – Tres palabras que fueron susurradas contra el oído del humano antes de besarlo. Empujando la lengua dentro de su boca. Acariciando cada uno de sus rincones como si estuviera follándolo también con la lengua mientras se impulsaba en un nuevo ángulo que hizo chillar al hombre bajo él. - ¡Joder, V! – ese sonido entre gruñido y sollozo solo puso más caliente al vampiro de la hermandad – Yo… ¡Ah! Yo tamb… ¡Cristo, sigue, sigue! - ¿Tú también qué? – inquirió, golpeando sin piedad ese punto que él sabía haría que Butch viera estrellas – Dímelo, Butch Bramó y se retorció de tal manera que Vishous supo que no faltaba mucho para que terminara otra vez. Se agarró a la cabecera de la cama y marcó un nuevo ritmo. Mucho más errático, pero a la vez más y más placentero por su profundidad y por cómo lograba tocar siempre su próstata. Sintió cómo el orgasmo llegaba también a él, invitándolo a

correrse fuertemente en el cálido cuerpo que lo acogía. Cuanto más rápido iba él, cuánto más gemía Butch, más cerca se sentía de esa placentera culminación. Y, finalmente, todo llegó a su fin. Vishous sintió las paredes del interior de Butch palpitar a su alrededor, succionándolo. Cada vibración envió una nueva oleada a su centro. Sólo necesitó dos vaivenes más antes de correrse. Fue glorioso. El orgasmo lo atravesó por completo, y su fuerza fue prolongada por lo que pudieron haber sido minutos enteros. Cuando los estremecimientos del interior de Butch dejaron de aferrarse a la parte de Vishous que los unía, el vampiro se derrumbó sobre el cuerpo desnudo y exhausto de su pareja. Envolviéndolo con sus brazos y gozando de los brazos que lo rodeaban a él. Las manos cansadas del humano se movieron con pereza hasta su cabello húmedo por el sudor y lo peinaron con la delicadeza propia de un amante. El aroma flotando a su alrededor los vinculaba, y V sabía que jamás dejaría ir a ese hombre que lo hacía vivir la ternura y la lujuria como jamás las había conocido. - Quiero que bebas de mí – Butch abrió los ojos desmesuradamente y él no pudo más que sonreír ante su sorpresa. Después de lo que habían hecho le extrañaba que pudiera sorprenderse por una petición tan sencilla. Más cuando sabía cuánto había disfrutado de ser mordido. - Hazlo –

Le llegó el turno de quedar anonadado. Butch – comportándose de una manera que antes no habría creído capaz – lo dejó tendido sobre la cama y reptó sobre su cuerpo hasta quedar entre sus piernas. Cuando los dientes de Butch tocaron la piel de sus muslos y perforaron su carne, V tuvo su primera visión en semanas. 0o0o0o0 Encerrado en la habitación del Policía, Phury agradeció tener a la mano esa gran reserva de humo rojo y de licores varios. De no haber sido así se hubiera vuelto loco mientras escuchaba el golpeteo constante de la cabera de la cama donde Vishous y el humano seguramente estaban follando como si fueran conejos contra la pared de la habitación continua. Cuando finalmente se detuvo, Phury no estuvo más tranquilo. Al contrario. El silencio sólo sirvió para que pudiera imaginarlos, retozando juntos mientras disfrutaban de la agradable sensación que dejaba el orgasmo al marcharse. Diciéndose con caricias furtivas que eso no era solo sexo. Suspiró.

“Oye, camarada. ¿Vas a seguir aguantando o vas a hacer algo por aliviar a esa cosa que tienes entre las piernas?”, inquirió dentro de su cabeza la voz siempre presente del hechicero. Ya lo imaginaba. Esa burda imitación del espectro del anillo de pie en medio de ese páramo gris lleno de huesos y cráneos en el que normalmente lo situaba, con los brazos cruzados y esa mirada de reproche que le decía: “Más te vale que sea lo segundo”. Ya estaba desnudo, así que no era mucho trabajo bajar la mano y comenzar a masturbarse.

“Tienes un bonito cabello, ¿lo sabes? Es como el de las hembras. Todos esos colores diferentes” Ya no era la voz del Hechicero la que resonaba en sus oídos. Era el recuerdo de la voz hipnótica del Reverendo. Sus palabras exactas. No solo eso. La imagen del movimiento de sus labios también había quedado gravada en su memoria, haciendo imposible que volviera a negar el hecho de que se sentía atraído por el medio Symphath. Gimió débilmente, haciendo subir y bajar su mano con más velocidad. Bombeando más aceleradamente mientras se echaba hacia atrás y pensaba en las manos de guerrero que tenía su distribuidor de droga. Eran grandes, más que las de él y su espalda era amplia. De no saber que no era el caso, habría jurado que el Reverendo había nacido para ser un miembro más de la hermandad. Por todos los demonios, se estaba masturbando pensando en un macho. El instinto era tan intenso que casi pudo verse a sí mismo bajo ese pecho musculoso. Sometido placenteramente por el peso de su cuerpo. De frente a él, delineando sus labios con la lengua y después sus colmillos. Pidiendo más. Rogándolo. No detuvo su imaginación. No podía, o mejor dicho, no quería hacerlo. Mientras más allá iba su fantasía, mejor se sentía el roce de sus propios dedos sobre su polla endurecida. Recreó la escena en su mente. Una habitación oscura. No, mejor que fuera la oficina del traficante en el Zero-Sum. Phury estaría sentado sobre el escritorio mientras el Reverendo se empujaba dentro de él con los pies bien anclados en el suelo y la cara contraída de placer. ¡Joder! Estaba a punto de venirse. La cabeza que coronaba sus dos metros de estatura enterrada en su cuello, las manos ahuecadas sobre sus nalgas para ayudarlo a mantener el ritmo

enfebrecido con el que se movían. Su estrecha cresta de pelo le rozaba las mejillas enrojecidas y sus colmillos… Sus colmillos le atravesaron la yugular. Con un largo y poderoso rugido llegó al orgasmo. El cuerpo le hizo una especie de oleada, arqueándose hacia el cuerpo imaginario que estaba sobre él. Abrió la boca en un grito mudo, respirando con agitación, no podía retener el aire en sus pulmones por mucho tiempo. Los latidos de su corazón habían salido disparados hacia el infarto un minuto antes y al siguiente, mientras su aliento volvía a normalizarse, solo fue un “Pum-pum” que regresaba a su ritmo natural. Imaginó esos ojos despiadados e inteligentes del color de las amatistas clavados en los suyos, mirándolo mientras terminaba. Ese violeta profundo brillando con la misma malicia juguetona que recordaba haberle visto alguna vez mientras hacía una broma. Encendidos por la apasionada entrega mutua. ¿Cómo demonios se había guardado todos esos deseos dentro de él mientras aparentaba que no deseaba a ese macho? Le parecía insólito no haberle devorado los labios en un arranque de furia. O de lujuria. Sólo había sido un segundo. Un roce que tenía el fin de probarle al traficante que no estaba interesado en los machos. Lo único que logró fue descubrir que no le gustaban los machos. No le gustaban las hembras. Lo que le gustaba era el Reverendo. Aún podía sentir sus labios, suaves, ligeramente húmedos. No había resistido las ganas de mordisquearlo.Y eso había liberado todas las verdades ocultas. El Reverendo era un devorador de pecados. Phury quería pecar con él.

 

El día del arrepentimiento. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra

En la otra habitación de la Guarida, Phury soñaba… Que se ahogaba. Despertó sobresaltado por la sensación de no poder llenar de aire los pulmones y a los pocos segundos, se dio cuenta de cuan lógico era, teniendo la cara aplastada contra las mantas. Además, parecía como si se hubiera querido comer buena parte de la almohada. Escupió lo que tenía en la boca y retiró el rostro del lío de mantas. Respiró en profundidad e intentó enfocar la visión. Aquella no era su habitación. Oh, sí. Comenzó a recordar. Había sido una larga noche. Y solitaria. Al menos, de no haber regresado Butch, habría podido hablar de tanto en tanto con Vishous. Cuando la maldita testosterona enloquecida les permitiera razonar. En lugar de eso, se había visto expulsado de la habitación de V por el humano, por lo que había estado solo en la habitación de Butch, escuchando como él y el hermano se lo montaban tras la pared, fumando un porro tras otro en un vano intento por desconectar. Había acabado con las reservas de escocés que el policía mantenía en la habitación y se masturbó tantas veces que había perdido la cuenta. Hablando de erecciones, tenía una especialmente dolorosa en ese momento, y, para su desgracia, ya no podía echarle la culpa al periodo de necesidad de Bella ni a los sonidos que hacían en la otra habitación. Cada vez que había acabado había tenido el nombre del Reverendo en los labios. Y eso que no sabía su nombre real. No podía llamarse “Reverendo”, ¿o sí?

Con un suspiro se puso unos pantalones de chándal y una camiseta de Butch y salió de la Guarida por los túneles subterráneos. Ya en la mansión, fue a la cocina, dispuesto a saquear el refrigerador, o, ya que estaba, desconectarlo y llevárselo entero a su habitación, donde podría descargar tranquilamente el deseo reprimido. No llegó a hacer ninguna de las dos cosas, paralizado por completo por el aroma que flotaba en la estancia y que tan familiar se había vuelto últimamente en la mansión. Emparejamiento. Primero había sido Wrath, después Rhage, anoche lo había olido en Vishous y estaba seguro de que esta vez, el aroma no provenía de ninguno de ellos. ¿Había una epidemia de emparejamientos, o qué? Siguió los ruidos que llegaban desde la lavandería. Se acercó y abrió la puerta. Dentro, Zsadist metía un montón de ropa de cama a la lavadora. Eran las mantas sobre las cuales su hermano había montado a Bella, lo sabía por las pequeñas manchas de sangre que vio, seguramente producto de la alimentación. Zsadist nunca haría daño a Bella. Un macho enamorado primero se cortaría el brazo antes que lastimar de cualquier forma a su pareja. Y el aroma que despedía el cuerpo lleno de cicatrices de su hermano lo señalaba como uno enamorado hasta las cejas. Ni eso lo salvaba de tener un aspecto terrible, y teniendo en cuenta que normalmente no era un prospecto para Mister Universo, eso ya era mucho decir. Debía de haber perdido unos ocho kilos por lo menos durante las dieciséis horas que duró la necesidad. Era como si su piel hubiese encogido de repente, por lo que podía ver cada uno de sus huesos marcándose bajo ella. Tenía el cuello y las muñecas llenas de marcas de mordiscos, a juego con las bandas de esclavo y,

para ser sinceros, Phury dudaba que esos fueran los únicos lugares de los que la hembra se hubiera alimentado. Pero, a pesar de que era evidente que durante la noche, Z había vivido cosas que hasta la fecha había estado evitando con vehemencia, a veces de manera violenta, ya que eran la fuente de sus peores pesadillas – y de las de Phury también – en ese instante lo rodeaba un aura de completa paz. Tan profunda que Phury se preguntó si no le habían cambiado su humo rojo por una droga más fuerte y estaría en medio de una alucinación por sobredosis. - ¿Hermano? – jadeó. Z, en lugar de volverse hacia él, le preguntó como funcionaba la lavadora. Le agradeció la ayuda en voz baja y tras poner en marcha la máquina, siguió con lo suyo sin haberlo mirado siquiera. Phury lo siguió, con el corazón latiéndole en la garganta. Deseaba saber si todo había ido bien pero no daba con las palabras adecuadas para preguntarlo. “Oye, hermano, ¿te lo pasaste bien?” parecía muy vulgar estando Bella de por medio. Ella era una hembra de la raza, perteneciente a una familia bien posicionada dentro de la glymera y, sobre todo, era una mujer maravillosa. La indicada para sacar a su hermano gemelo de ese camino de oscuridad que transitaba desde hacía décadas. Aunque, ahora que había aceptado para sí mismo la atracción que lo ataba al Reverendo, no lograba recordar la razón por la que había creído que la quería. Tal vez debía culparse a sí mismo y a su maldito complejo de héroe. Para cuando volvió a la realidad, Z había preparado un plato de comida para Bella y devorado los restos él mismo. ¡Por Dios! Nunca había visto a su hermano comer

nada que no fuera fruta fresca. Jamás carne. Aunque, claro, tampoco había tenido antes una noche de sexo desenfrenado. Ni Zsadist ni él. Sabiendo que Zsadist odiaba que lo vieran comer – otro regalito de la zorra que había sido su ama – fue hacia la nevera, aún abierta, para ver qué podía llevarse a la boca. - ¿Z? – se atrevió a hablar al fin. Su llamado fue contestado por un hosco gruñido. Bueno, Z era Z. - ¿Estás bien, hermano? – - Pensé que primero preguntarías por ella – comentó con sorna. Por mucha paz que lo rodeara, nunca cambiaría. Al menos no en algunos aspectos. - Ella está bien. No le harías daño. Lo que intento saber es si tú te sentías preparado para lo que pasó – rió por lo bajo – he oído muchas historias sobre los periodos de fertilidad pero sabes que sigo tan virgen como un pretrans. No sé que creer, y no quiero que te hagan más daño –

“Porque, si te lo hizo, no duraré en matarla, aunque después me odies por ello”, pensó.

Se hizo un largo silencio entre ellos, en el que Zsadist puso más puré de patatas en el plato que llevaba para Bella y lo puso en el microondas para calentarlo todo. Su hermano miraba como daba vueltas dentro con los ojos fijos en la nada. Phury hubiera podido jurar que en algún momento se olvidó de su presencia y de la pregunta que aún no había contestado. No fue sino hasta que estaba a punto de salir de la cocina cuando respondió:

- Anoche fui bendecido, hermano. Ella… Ella es más hermosa de lo que jamás podré expresar. No sé si la merezco. En realidad, no creo poder merecerla. Pero, milagrosamente, ha sido mía, y atesoraré su recuerdo aun cuando ella se vaya –

“No piensa retenerla” Maldiciendo entre dientes su terquedad, Phury llamó a su hermano nuevamente y Zsadist levantó los ojos hacia él por primera vez. Jadeando por el asombro, estiró la mano hacia él, pero Z ya se había dado la vuelta nuevamente y caminaba de regreso a su habitación. - Zsadist… - Mi nalla necesita comida – dijo a modo de despedida. - ¡Espera un minuto! Tus… Era tan increíble que ni siquiera pudo decirlo, y sus balbuceos no retuvieron a su hermano. Minutos después, y aún sin poder salir de ese estado de estupefacción, olvidó su comida y corrió hacia el salón, en busca del espejo más cercano. Su reflejo lo saludó desde el otro lado. Ahí estaban. Los mismos ojos dorados que había visto en el rostro de Z. Sus ojos. La visión se le nubló por las lágrimas que no se esforzó en contener, llorando con una amalgama extraña de sentimientos clavada en su pecho. Su hermano había vuelto a casa.

El alivio tan intenso que sentía se mezcló con una inesperada oleada de celos. El agradecimiento hacia Bella que sí había esperado sentir se entrelazó con la envidia que lo inundaba. Él siempre había deseado poder rescatar a su hermano. Había gastado la mitad de su vida en ello. Y había fracasado, al igual que había fallado en muchas otras cosas más.

“Admítelo, chico. No sirves para nada. Eres un error de proporciones cósmicas que jamás debió existir”, escuchó la voz del hechicero dentro de su cabeza. Porque, ahora que Z se había encontrado, él no podía sentirse más perdido. Vishous estaba feliz. Más que eso, estaba pletórico. No recordaba un solo momento de su existencia, porque no podría llamar vida al tiempo desde su niñez a la noche pasada, en que hubiera sentido una sensación al menos similar a la de dichosa plenitud que lo embargaba. Estaba completo. Su vida era un rompecabezas caótico que, finalmente, había encontrado la forma de encajar gracias a una pieza que hasta entonces había faltado. No podía creerlo: tenía sus brazos alrededor del cuerpo cálido de su pareja. Butch. Escuchaba su corazón palpitar y sus cuerpos se amoldaban el uno al otro en posición de “cucharita”. ¡Él haciendo cucharita! Y estaban tan apretados que sus pieles parecían fundirse. Y eso era lo que V quería. Los distintos aromas que mezclaban en el aire. Apareamiento y el oscuro aroma a especias que identificaba a un macho enamorado. También estaban el aroma de Butch y el suyo propio en ligeros susurros. Sentía como la mezcla picante se agolpaba en su nariz y le embotaba los demás sentidos. La habitación estaba a oscuras, pero V se sentía como si estuviera debajo de un foco de luz halógena. Bajo la luz del sol.

Tres siglos sin experimentar esa sensación. Cerró los ojos. Todo parecía maravilloso, iluminado con una nueva luz. Una luz que provenía del interior de la persona que dormía a su lado. Butch había dado belleza a cada instante, llenándolo con la efímera hermosura de su presencia. Frunció el ceño. Efímera era la palabra. Butch, aunque a veces lo olvidara, era humano y, como tal, se marcharía de su vida tarde o temprano. De ser tarde, lo vería morir siendo un anciano; temprano… No sabía cuál de las dos opciones era más dolorosa. De cualquier manera, ambas cosas resultarían en lo mismo. Él, convertido en un muerto en vida. Nunca podría regresar a la existencia conformista que llevaba antes de tenerlo. Su corazón y su alegría irían tras él cuando se fuera. Lo miró. Su pecho salpicado por vello oscuro subía y bajaba con cada respiración y su rostro relajado, aún con la imperfección de su nariz torcida, era para él como un amanecer. Sereno y cálido. Pensar en perderlo hacía que sintiera que le enterraban una daga en el pecho. Hasta la empuñadura. Atravesando el corazón y retorciéndola para hacer mayor el sufrimiento. No estaba seguro de poder mantenerse cuerdo. Entonces, recordó su visión.

Dos caminos paralelos, y al final de cada uno, una persona diferente esperaba. En uno estaba Butch, pero distinto al que estaba con él en la realidad. Más grande, más imponente. Y cuando sonrió, quedaron al descubierto un par de colmillos alargados que asomaban sobre su labio inferior. Resplandecía.

En el otro, una mujer vestida con una túnica blanca, dejó al descubierto su rostro. Su cabello, largo y negro, estaba dispuesto en una trenza que le rozaba la cintura. Ella no lo esperaba a él, pero cuando desvió su mirada hacia su dirección, sus ojos, del mismo color que los suyos, resplandecieron en reconocimiento y alegría. Ambos caminos se entrelazaron. Cuando eso ocurrió, sintió la presencia a su lado, que caminaba al mismo tiempo que él. Iba hacia la mujer. “Hermano” pensó, volviéndose hacia él. Pero la visión se había esfumado antes de que pudiera ver su rostro. Vishious simplemente dio por supuesto que aún no era tiempo de que conociera toda la verdad. No entendía del todo el significado de la premonición. ¿Quién era esa mujer? Mirarla había sido como verse en un espejo, pero reflejándose cómo hubiera sido de haber nacido una chica. ¿No le daría por convertirse en travesti, no? Negó con la cabeza, riendo por lo bajo. Que idea tan absurda. Además, mirarla no había sido verse a si mismo. Ella era otra persona, alguien que anhelaba verlo. ¿La madre que nunca conoció? ¡Dios! No había pensado en ella en casi tres siglos y ahora sucedía eso. No le dio más vueltas, Muchas veces había malinterpretado sus visiones sólo para descubrir su error en el momento en que estas se hacían realidad. De esa visión solo tenía algo seguro, y era que no se había equivocado en sus deducciones sobre Butch. Era un mestizo, igual que la reina. Esa certeza hizo que el corazón le martilleara con más fuerza dentro del pecho. Era un mestizo, pero su sangre no había tenido suficiente fuerza para llevarlo a

la transición. Pero eso podía arreglarse. Era arriesgado intentar obligar que su cuerpo cambiara y, de haber otra forma de poder compartir su longeva vida con él, ni siquiera lo platearía. Pero Butch era fuerte, más que cualquier humano común, y saldría adelante. Además, ahora su sangre corría por sus venas también. ¡Santa Madre! Había sido impresionante la forma en la que el humano había mordido su muslo y había bebido de él en una zona tan sensible. La reacción de su cuerpo la ingerirla había sido lo más inesperado. El humano se había retorcido, gimiendo en alto. Gritando más bien, dividido entre el placer y el dolor. Había ganado el primero, llevándolo hasta un clímax monumental. Saber que había sido su sangre lo que lo provocara hacía que se le hinchara el pecho de orgullo masculino. Butch había terminado tan agotado que se había dormido al instante, y no había vuelto a despertar desde entonces. Ni siquiera las explosiones de hormonas que habían continuado llegando lo habían inmutado. V había tenido que ir al baño repetidas veces a descargar. Más frecuentemente de lo que le habría gustado. Siempre pensando en el policía. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, V lo apretó contra él. Deseaba que sus vidas se fundieran, estar cerca y tener un propósito en común. Estar juntos, ambos, durante los setecientos años que probablemente le quedaban por vivir. Saber que tal vez era posible solo servía para que lo deseara con más fuerza. No supo cuanto tiempo pasó con la mente centrada en ese pensamiento. Para cumplirlo, tendría que hacer una visita a la Virgen Escribana. Esa sería la primera vez que tuviera una audiencia con la madre de la raza, y también sería la primera ocasión en que le agradecería haber permitido su existencia. El primer agradecimiento de muchos, esperaba.

Su estómago gruñó. La audiencia podía esperar hasta después de comer. 0o0o0o0 Cuando Butch O’Neal abrió los ojos después de lo que pareció ser el sueño más largo de su vida, las persianas de la Guarida, la casa que compartía con Vishous, el cerebrito de la hermandad, aún no se habían levantado y la habitación estaba sumida en penumbra total. No había reloj cerca que pudiera decirle la hora exacta, pero supo instintivamente que aún faltaba para el anochecer. Unos cuantos metros más allá, se vislumbraba una rendija de luz bajo una puerta. “El baño”, le dijo de inmediato su cabeza. Aun así, pese a la oscuridad y a que la confusión era reinante en su mente adormilada, supo que no estaba en su habitación. El aire que llenaba el lugar olía a humo rojo. También a otras cosas, más intensas que la droga. Especias. Algo picante que hacía que se le tensaran los músculos. Solo quedaba suponer, entonces, que estaba en la de V. Esa no era una novedad, pensó con resignación. En ocasiones, cuando Vishous se iba de caza por Caldwell, Butch se daba el lujo de recaer en un viejo vicio y se emborrachaba en honor a su antigua vida. Había sido una mierda con legras mayúsculas. Lo más cercano a un amigo que había tenido era su compañero, y a una novia, la camarera a la que pagaba por una mamada de vez en cuando. También brindaba por esa nueva vida que se había abierto ante sus ojos sin haberlo esperado siquiera, y pensaba en que en ella se sentía casi completo. Tenía a V, su mejor amigo. También estaban Rhage y Phury. Pero la palabra clave era “casi”.

Nada entre esas paredes era suyo. Vivía como un parásito entre los hermanos. No es que ellos se quejaran, tenían más dinero que Creso y podían derrochar todo lo que les diera la gana, además de que no podían dejarlo ir aunque él así lo quisiera. El único momento en el que se había sentido más o menos útil había sido durante el secuestro de Bella. Había dejado sus días como drogadicto, pero había momento en que toda su frustración lo instaba a recaer. Solo su fuerza de voluntad lo mantenía alejado del humo rojo que Phury fumaba como si tuviera que respirarlo para vivir. Así que se entregaba a la bendita embriaguez causada por el escocés. En cuanto el alcohol saturaba su sangre, lo único que deseaba era poder tumbarse cerca del hermano de cabello negro y ojos claros como diamantes. Sentir su calor sobre su cuerpo, su olor… Su tacto. Instintivamente sabía que entre sus brazos encontraría el lugar al que pertenecía. ¡Oh, Dios Santo! ¿Cómo es que pudo haber sito tan estúpidamente ciego? La noche anterior se había dado cuenta de algo que sería de extrema relevancia en su vida. Amaba a V. Marissa había sido una novedad, el modelo mejorado del producto que había probado toda su vida y estaba acostumbrado a consumir. Vishous, por otro lado, había sido una revelación. La confirmación de que había alguien en el mundo hecho para él. No en la forma que él había estado esperando, desde luego, pero absolutamente perfecto. Él no estaba hecho para completarse con el alma frágil

y delicada de una mujer, sino que necesitaba del coraje, la voluntad y el poder de otro macho. Ese macho. Vampiro. Se revolvió, notando el roce fresco de las sábanas directamente sobre la piel desnuda. Le extrañó no haber notado antes su estado de desnudez, pues solía dormir o con un pantalón de franela o por lo menos, en ropa interior. De lo siguiente que se dio cuenta fue de la singular y, ante todo, placentera forma en la que sentía el cuerpo agotado y dolorido en lugares que nunca antes le habían dolido. Sentía especialmente sensibles los laterales del cuello. Otro dolor, no tan agradable como el anterior, se centraba en la parte baja de su espalda. Mejor dicho, directamente en su ano. Se quedó tumbado. Tenía el presentimiento de que sentarse sería muy doloroso. Como si eso no fuera de por si alarmante, cuando la sábana le rozó los pezones, la sorpresa le impidió retener un ronco gemido. ¿Qué demonios había hecho la noche anterior después de llegar a la Guarida? Se llevó la mano al cuello con mil interrogantes en la cabeza y encontró sendas marcas de perforaciones a ambos lados. Eran pequeñas y circulares, separadas entre sí por tres centímetros. Mordiscos, le aclaró su subconsciente antes de cerrar los ojos. Se sentía bien. Tan, tan bien. Un placentero cosquilleo le recorrió entero, como si, al acariciar esas incisiones, estuviera reviviendo un éxtasis enloquecedor. ¡Joder! Lo habían mordido. El caso era saber quién.

La pregunta apenas y duró unos segundos en su mente. Su sangre, pesada e hirviente, corrió hacia la parte inferior de su cuerpo, encantada de abandonar la rutina de su habitual circulación, para centrarse en inflamarle la polla. Jadeando de anticipación, trasladó la mano hacia su pecho, si dejar de acariciar en ningún momento la piel entre su cuello y sus pezones. Tomó uno con los dedos índice y pulgar y lo pellizcó suavemente. El pequeño y oscuro botón se contrajo y se endureció aún más, e incluso la más ligera caricia provocó en él una miríada de sensaciones. Nunca los había sentido tan sensibles e hinchados. No es que las mujeres que antes solía frecuentar fueran muy dadas a estimular pezones. Él les pagaba para que chuparan y estimularan otras cosas. Cosas que, en ese momento estaban listas para entrar en acción. Estaba tan erecto que dolía. Gimió en alto y retorció el pequeño botón endurecido, mandando así a volar cualquier pensamiento racional. No había espacio en su cabeza para otra cosa que no fuera imaginar que sus manos eran las de V. Seguidamente, abrió las piernas para poder tomar su miembro henchido con más comodidad. Como si alguna divinidad hubiera querido contestar a todas sus preguntas no formuladas, una serie de imágenes comenzaron a pasar bajo sus párpados cerrados. Imágenes sensuales, eróticas. Y no eran fantasías, sino recuerdos. Él y Vishous, haciendo el amor. Apasionada, salvaje y deliciosamente. Su garganta se secó como arrasada por los vientos áridos del desierto y los movimientos de su mano se volvieron más violentos. Erráticos. Pudo ver el rostro del hermano contraído por el placer, sus colmillos desplegados en toda su

extensión y lo sintió embestir con fuerza en su interior, llevándolo a lugares que hasta entonces le eran desconocidos. Con razón le dolía el trasero. Soltó su polla como si esta le quemara, y se levantó de un salto. Su cara, contraída en una mueca de espanto, sus ojos desorbitados. Había tenido sexo con V. Sin entenderse del todo, tomó los primeros pantalones que encontró y salió corriendo de la habitación. Tal vez, si V hubiera estado ahí cuando despertó, todos sus temores hubieran salido volando, pero V no estaba ahí, y lo único que lo había recibido en la conciencia fue el arrepentimiento y el miedo. No se entendía a si mismo. Su corazón le decía que amaba a V, pero su mente aún no estaba lista para aceptarlo. Así que huyó. La cocina de la Guarida estaba prácticamente vacía, a pesar de todo el esfuerzo de Fitz por mantenerlos provistos de comida. Por ello, Vishous tuvo que caminar hasta la mansión en su busca de alimento para él y para Butch. Quería alimentarlo de su mano hasta saciarlo. Quería alimentarlo de su vena también, pero eso no llegaría a suceder hasta que la Virgen diera su consentimiento. Y, aún entonces, el que bebieran uno del otro sería más que nada un símbolo de confianza, porque la sangre solo servía de alimento si venía del sexo opuesto. Su llegada a la mansión fue silenciosa, los corredores, los salones y las habitaciones estaban en calma total, lo cual era extraño por el hecho de que siempre había algún hermano armando alboroto. Casi siempre Rhage. Bo, el gato de la reina, pasó entre sus piernas, acariciándolo con el pelaje de su cuerpo, pero

al ver que sus insinuaciones no surtían el efecto deseado –posiblemente alguna carantoña – levantó la cabeza y el rabo y se marchó rumbo a las escaleras. Aparentemente, su viaje hasta ahí había sido en vano, porque el frigorífico parecía igual de vacío que el suyo. No había ni una pieza de fruta a la vista y lo único que sus doggens compraban enlatado eran conservas. Estaba por rendirse y regresar a la Guarida, dispuesto a esperar a que el poli despertara y a que anocheciera para que pudieran ir a buscar algo que zampar juntos, cuando Fitz entró a la cocina cargado con varias bolsas de papel del mercado. Tras él otras tres doggens le siguieron con cargas parecidas. Al verlo, el mayordomo suspiró y dejó su carga sobre las encimeras de mármol. - Ahora le preparo algo, señor – seguramente, él no era el único al que había tenido que alimentar. - No, Fitz. Ve a hacer otra cosa, quiero… - se aclaró la garganta – Voy a preparar el desayuno para mí y el poli – Los ojos del mayordomo parecieron a punto de salirse de sus cuencas, comprendiendo las implicaciones de su declaración, pero no dijo o hizo ningún gesto aparte de una formal despedida antes de salir de la cocina. De haber sido Rhage quien le hiciera esa petición, Fitz se hubiera quedado a supervisar que el hermano no destrozara la cocina – cosa que a pesar de su presencia, el hermano haría - pero V no era ningún inútil como Holliwood, así que el anciano le dio su espacio. Fue directo a las bolsas del mercado, y sacó varias piezas de fruta fresca, un embace de cinco litros de zumo de naranja y un par – o tres – de bollos. Llenó dos vasos grandes con zumo y puso el galón en el frigorífico. Tomó la fruta que y

comenzó a pelarla para trocearla después. Mientras tanto, tarareaba en voz baja una antigua canción rural que había escuchado en sus años en Europa tras el campamento, y que, a pesar de no haberle prestado mucha atención en aquél momento, se había quedado gravada en su memoria. En aquellos tiempos no había tenido muchos motivos para cantarle al amor. Maldición, debía de dar miedo de tanta alegría. Quién lo viera pensaría que su comportamiento era un signo inequívoco de que se acercaba el Apocalipsis. O de que se le habían perdido unos cuantos tornillos. Él, Vishous, hijo del Sanguinario, tarareaba algo distinto al rap con una sonrisa bobalicona cruzando su rostro de lado a lado. Joder, gracias a la Virgen que estaba solo, tenía una reputación que mantener. Reputación que, dicho sea de paso, en esas circunstancias le importaba menos que la muerte de un Restrictor. En lo único que podía pensar era en regresar a la cama, esperar a que Butch despertara y darle de comer de su mano y volver a enterrarse en su cálido y apretado culo. Aparentemente, de ahora en adelante viviría inmerso en un perpetuo estado de excitación. “Llámenme Priapo”, pensó con una sonrisilla. Que todo el tiempo rememorara la noche anterior no ayudaba a apagar su fuego interno. Había sido tan erótica la forma en que gemía y se retorcía bajo su peso, pidiéndole más mientras se abría paso salvajemente en su carne, golpeando sin parar el punto que lo había gritar de necesidad. No. No había pedido. Se lo había exigido. El sexo entre ellos había superado todas sus expectativas. No había

sido delicado, sino una explosión de sus más bajas pasiones. De todos modos, también había sido armonioso. Ellos se compenetraban. Formaban parte de un todo. Anoche solo habían encontrado una forma más carnal de unirse. Llenó tres cuencos con la fruta en trozos, tomó la bandeja y caminó de regreso a su habitación. Al pasar frente al cuarto de Butch, ya vacía, pensó en Phury y sintió un poco de lástima por el hermano. Antes de que Butch irrumpiera en la habitación, ellos se habían abierto el uno al otro. Por lo menos, él se había abierto a Phury más de lo que había hecho nunca con otro hermano. Bueno, estaba aquella vez con Wrath, pero eso no contaba, porque llevaba encima nueve botellas de alcohol. Con Phury había hablado de sus problemas para desahogarse, no porque el licor le hubiera aflojado la lengua. Y Phury había confiado en él lo suficiente como para con para confesarle que, posiblemente, estaba enamorado. No solo de un macho, un Symphath. Vaya que el hermano tenía mala suerte. Aunque él había pensado que su relación con Butch era algo imposible y solo había que mirar su situación actual para darse cuenta de cuan equivocado había estado. Sinceramente, esperaba que Phury lograra ser feliz. Hizo una mueca al llegar a su destino. Estaba casi seguro de que había cerrado la puerta al salir del cuarto para que la luz del pasillo no despertara Butch, pero estaba entreabierta. Haciendo malabarismos con la bandeja, terminó de abrirla y encendió la luz con el codo de manera automática.

No pudo avanzar más allá del umbral de su habitación, dejando caer en el acto la bandeja que sostenía. Se le fueron las fuerzas al mismo tiempo que algo se rompía en su interior. Se quedó vacío, igual que la habitación. La ropa de cama revuelta, la cama fría, el aire aún repleto del aroma de su unión. Pero sin Butch. Gritó. Con rabia, con dolor, con tristeza. Sintiéndose estúpido, un necio. ¿No le había demostrado la vida que no era bueno hacerse ilusiones? ¿Qué las cosas buenas no eran para él? Había llamado a su madre todas las noches cuando era niño, deseando que apareciera y lo arrancara de las garras tiránicas de su padre, pero, por más esperanza que tuvo, por más que rezó a la Virgen Escribana porque ella llegara, eso jamás ocurrió. Había tenido que entender a base de golpes, de dolor constante que no se podía confiar en nadie. Suponía que había aprendido algo de sus años en el campamento. Creía que era inmune al dolor. Se había equivocado. No se había vuelto inmune, solo lo suficientemente listo como para no volver a confiar. Nunca nadie había atravesado la coraza tras la cual se había pertrechado, no había permitido que se acercaran lo suficiente para ello, ni siquiera sus hermanos. Pero no pudo detener el camino directo que hizo Butch hacia su interior, a su corazón. Estaba pagando las consecuencias de su jodida estupidez. Sentía que le habían arrancado el corazón de cuajo. Butch se lo había llevado, junto con venas, arterias, órganos, glándulas y viseras. Ya no quedaba nada dentro de él además de sus esperanzas rotas.

Sin poder quedarse un segundo más en el lugar donde todo había comenzado y terminado, se desmaterializó. 0o0o0o0 Rehvenge maldijo en voz baja mientras regresaba a su habitación después de ver las grabaciones de seguridad que su doggen le había mostrado. Las había revisado no una vez, ni dos, sino tres veces para asegurarse de que no se equivocaba. Los jodidos Restrictores no solo no se habían conformado con secuestrar a su hermana sino que ahora que estaba libre, o tan libre como podía considerarse siendo “huésped” de la Hermandad, iban a buscarla nuevamente. Eso solo podía obedecer a dos causas. La primera era que quisieran rematar el trabajo, lo cual, dudaba. La teoría más plausible era que quisieran encontrarla por la relación que ella mantenía con la hermandad. Maldita fuera la hora en que Bella se involucró con esas sabandijas. Inmediatamente después había llamado a su madre y la había mandado junto con las doggens que le servían de ayuda de cámara a la casa de seguridad que tenían a las afueras de la ciudad. Ahí estaría fuera de peligro mientras él se encargaba de dar caza al desgraciado que aparecía en las cintas y a todos sus amigos. Pero eso tendría que esperar a más tarde. Ahora le tocaba encargarse del asunto de Bella. Tomó el teléfono y marcó el número de la hermandad. Saltó el contestador, como sabía que sucedería. Iba a dejar un mensaje, pidiendo que retrasaran la petición de Sehclusion y le permitieran quedarse unos cuantos días más, hasta que encontrara un lugar seguro para ella. Pero, por mucho que le molestara que

se viera obligada a estar con esos tipos, ¿en qué lugar estaría más segura que entre las paredes en las que vivían los guerreros de la raza? Tras pensarlo rápidamente, habló. - Hola, Rapunzel- recordó haber escuchado que llamaban así al macho de cabello largo y de muchos colores al que se había enfrentado en su oficina – Necesitamos hablar. Te espero en el ZeroSum esta noche o no habrá más humo rojos para ti – Colgó, preguntándose qué maldito impulso lo había llevado a hacer aquella idiotez. Pero ya estaba hecho, se dijo, y no podía haber nada para cambiarlo. Antes de regresar para ver cómo iba la evacuación de la casa, miró el reloj sobre su mesa de noche. Aún faltaban cuatro horas para que anocheciera y además, se acercaba la hora de inyectarse la dopamina. Deseaba poder cambiar el mensaje, pasar de inyectarse e ir a por la cabeza de aquella basura albina amiga de L'Oreal. Aún así, fue hasta el cajón donde guardaba las jeringuillas y el medicamento y se descubrió el antebrazo, inyectándose rápida e indoloramente. Pensó otra vez en la hermandad, sintiendo un rápido ramalazo de ira. ¿Quién demonios sabía lo que hacía ahora el grupo de guerreros? Él no era el único que desconfiaba de ellos dentro de la sociedad vampírica. Desde que habían pasado a la clandestinidad se protegían más a ellos mismos de lo que protegían a los vampiros civiles. Dudando aún de su decisión, tomó su bastón y subió a despedir a su madre. No confiaba en los hermanos. No sabía si eran amigos o enemigos. Pero, ¿No decían que había que tener cerca de los primeros pero aún más a los segundos?

Si estaba en lo cierto y el niño bonito que le compraba droga era un hermano, tenía pensado mantenerlo muy, muy cerca. Para evitar encontrarse con Vishous, Butch salió directamente a los jardines de la mansión. Sabía que eso era jugar sucio, pues aún faltaban nos pocos minutos para que anocheciera, pero en ese momento, lo único que quería era estar solo. Todo su cuerpo temblaba con cada paso dado, como si le rogase que volviera, pero se obligó a dar uno tras otro, a pesar de que su interior gritaba, poniendo más espacio entre él y su mejor amigo. ¿Era que aún podía llamarlo así? No lo sabía. Simplemente no tenía idea de muchas cosas en ese instante. ¿Cómo alteraría lo pasado la noche anterior a su relación con V? ¿Por qué había pasado? ¿Era culpa suya o de su amigo? ¿De verdad lo amaba? Cada respuesta ausente sólo sumaba un temor a todos los que ya llevaba encima. Eligió el rincón más apartado de la Guarida para detenerse y dejarse caer al suelo, mirando hacia el cielo. Sin saber qué hacer, pensar o creer. Deseaba poder echarle la culpa de todo a V, al celo de Bella, a la puta Virgen por crearlos, a Dios por ponerlo en ese predicamento. Algo dentro de él le impedía hacerlo. No podía buscar culpables, porque no había otro más que si mismo. Él era quien había dado el primer paso, dando así entrada a lo ocurrido. ¡Joder! Prácticamente había saltado sobre Vishous, movido por unos celos que antes hubiera pensado no podía sentir, y, para su vergüenza, había amenazado a Phury con castrarlo en el proceso. Y ni hablar de todo lo que su mente ideó para deshacerse del vampiro.

Se llevó una mano al pecho, donde su corazón latía fuerte y rápidamente. ¡Dios! Quería que se detuviera, que no le hiciera plantearse más incógnitas de las ya existentes. Tenía el presentimiento de que su pudiera volver el tiempo atrás, aun sabiendo lo que sucedería, no hubiera hecho nada para cambiar absolutamente ninguno de sus actos. Sin poder impedirlo, volvió a recordarlo. Una maldita peli erótica que se proyectaba una y otra vez en su cerebro. Casi pudo escucharse a sí mismo gemir del nombre de V, verse envolver las piernas entorno a las estrechas caderas del hermano. Saborear el sudor de su piel y la sangre de sus venas. La cosa que tenía entre las piernas volvió a ponerse en posición de firmes, saludándolo con ironía. Como si su cuerpo le dijera que más le valía irse haciendo a la idea de que Vishous le ponía. Mucho. Maldito hijo de perra traicionero. Se dejó caer de espaldas sobre el césped bien cuidado. El cielo tenía un tono rojizo que cada vez cambiaba más rápidamente a un oscuro violáceo. Faltaban apenas un par de minutos para que anocheciera y él ya no tendría donde esconderse. Tembló de solo pensar en mirarlo, sin estar seguro de cómo reaccionaría a su presencia: si se lanzaría nuevamente sobre él, más que dispuesto a experimentar el éxtasis que ahora sabía que podía proporcionarle, o saldría huyendo como una niñita asustada. Ser consiente de que sería lo primero lo hizo estremecer. No quería que las cosas cambiaran con su amigo. Vishous era la única persona en el mundo que lo hacía sentir como si valiera algo. Como si tuviera un propósito en el mundo, aunque fuera solamente el de ser el único que pudiera soportarlo. No quería perder esa mirada que V reservaba exclusivamente para él, que le decía

que él, Butch O’Neal, era la persona más importante para V. No podía perder sus conversaciones, sus cómodos silencios o sus momentos a solas, cuando podían ser ellos. Sin máscaras, sin disfraces. Porque sabían que él otro no los juzgaría. ¡Cristo! ¿Cómo es que no lo había visto antes? Podía ver una vida sin Marissa, sería exactamente la misma. Podía ver un futuro sin los hermanos, aunque sería terriblemente aburrido. Pero no podía verse sin Vishous. Tan solo pensar en ello le creaba una opresión en el pecho que era difícil de describir. Dios santo. Su corazón dio un brinco. Siempre había sido él. Y se odiaba por haber dado ese paso, por haber atravesado la línea que siempre había estado entre ellos y luego echarse para atrás. Sentía asco de sí mismo por dejar que su religión y educación volvieran algo que había sido especial para ambos, maravilloso desde cualquier ángulo, en algo sucio. Sentía rabia por no poder dejar atrás todas esas mierdas de su pasado que sólo le servían para poner trabas a su nueva vida. Estaba alejándose de Vishous porque su religión le decía que tener sexo con otro hombre estaba mal, y porque todo aquello que había amado le había sido arrebatado. Pero si apartaba a V de él, ¿no sería lo mismo que perderlo? - Mierda¿Cómo podía estar mal algo que se había sentido tan correcto, que, lo había hecho sentirse tan feliz y amado? V lo completaba, y si Dios no veía bien eso,

que se jodiera. Por algo sus caminos se habían cruzado, por algo V era su otra mitad. No podía haber nada malo en ello.

“Te quiero, Policía” Era un malnacido. Vishous se había abierto a él, le había dado lo mejor de sí mismo, y Butch sabía cuánto le costaba a su amigo sincerarse y no entrar en su complejo de “soy-una-puta-isla”. Comprendió que, al partir de la habitación que habían compartido, podía haber destruido cualquier posibilidad de que existiera algo entre ellos. ¿Qué importaba lo que dijera el mundo mientras ellos supieran que era lo correcto? Él no era gay, y no tenía nada en contra de ellos. Ni siquiera era bisexual. Era Visexual y eso no lo hacía menos hombre que el año anterior cuando iba de putas. El aceptarlo incluso lo hizo sentir liberado, en paz. Era más hombre que muchos, porque sabía lo que era y qué quería. Y estaba dispuesto a luchar por ello. Y si lo había arruinado esa noche, lucharía aún más para poder recuperarlo. Como si su decisión fuera el detonante, sintió, más que escuchó, el rugido de dolor de Vishous. Como una onda expansiva, lo hizo estremecer se pies a cabeza, y después, nada. Casi pudo sentir su angustia, su furia. La decepción. Movido por un dolor profundo, saltó del suelo y corrió como nunca había corrido antes. Casi tropieza un par de veces, pero ni eso pudo detener su camino. Necesitaba encontrar a V, reconfortar a su macho. Aliviar el dolor que él mismo le había causado. Maldición, maldición, maldición.

“Por favor, no te vayas de mi vida, nallum”

El trayecto hasta la Guarida se hizo eterno, pero no pudo pasar más allá de la puerta, porque ya sabía que no lo encontraría. Butch cayó de rodillas, sintiendo que su mundo se derrumbaba. 0o0o0o0 Rehvenge supo que había llegado desde antes de que entrara por la puerta del ZeroSum. Siempre sabía lo que sucedía dentro de su club, y era por ello que el negocio había prosperado. No pasó mucho tiempo hasta que iAm llevara al guaperas a su oficina para después marcharse con la misma silenciosa eficiencia con la que llegó. Lo recorrió con la mirada. Esa noche no iba vestido de cuero – su uniforme de combate, suponía- sino con un conjunto bien escogido de Valentino. La idea de que se hubiera arreglado para él le pareció algo tonta, al punto de casi hacerlo reír. Seguramente el macho tenía planes para después, aunque nunca lo había visto con una hembra antes. Rehv casi pudo sentir su nerviosismo, aunque tenía que reconocer que no dejó que este resquebrajara la máscara de ensayado control de su rostro. Con un gesto de cabeza, le indicó que se acercara y tomara asiento. - He estado pensando sobre nuestro último encuentro – comenzó a hablar, sin dejar de mirar el rostro del macho frente a él. No había duda de que podría tener a la hembra – o al macho – que quisiera. Había pocas personas que pudieran ser indiferentes a la armonía de sus rasgos, la elegancia de sus formas. Tenía unos ojos muy poco comunes. Amarillos. No miel o ámbar. Amarillos, casi electrizantes. – Sobre el hecho de que conoces mi pequeño secreto, y yo conozco el tuyo. Debemos llegar a una tregua –

Phury parpadeó sin decir una palabra, cómo procesando lo que le había dicho. Su ceño se frunció, y, para su sorpresa, Rehv encontró su gesto ¿encantador? Apartando esos extraños pensamientos de su cabeza, echó hacia atrás su silla y caminó hasta quedar justo frente al otro macho, haciendo que Phury tuviera que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. - ¿Por qué? – - Porque no me siento seguro, y puedes imaginar cómo me tiene eso – - Prueba con los ansiolíticos, pueden cambiarte la vida – - O encender un montón de humo rojo, ¿no? – comenzando a exasperarse, se pasó una mano por la cresta, y dándole su mejor sonrisa – Creo que eso lo reservamos para ti – Rehvenge casi pudo ver cómo se estremecía y cuando sus miradas volvieron a enlazarse, comprendió porqué. ¡Esto se estaba poniendo interesante! El hermano se sentía atraído hacia él. Casi sentía pena por utilizar eso a su favor, pero el punto era el “casi”. - Estaba pensando que quizá podrías admitir tu secreto – - No tengo ninguno – gruñó, echándose para atrás cuando Rehv puso una mano en cada lado de su cabeza y se inclinó sobre él. Estaban tan cerca que sentían chocar sus respiraciones - Tonterías… Hermano – su boca se curvó al tiempo que se acercó aún más, mordiendo suavemente el labio inferior de Phury – Tu y esos grandes machos que vienen aquí son parte de la Hermandad, o a versión vampírica de los Village People – y lamió con deleite el rastro de sangre que dejaron sus colmillos.

Su sonrisa se amplió, retorcida y complacida. El otro macho estaba tan encendido como una puta hoguera. - ¿Por qué debería de importarte eso? – - ¿Por qué tú no lo admites? ¿Tienes miedo de que la raza a la que le están fallando vaya tras de ustedes? ¿Temen que les reclamen sobre la mierda de trabajo que hacen? – - Cállate – Vio arder un destello de ansiedad en los ojos amarillos, así que siguió presionando. - La Hermandad no es más que un grupo de idiotas que se escondieron porque saben que no pueden hacer su trabajo, que fallan cada día a la raza que supuestamente juraron proteger – y, junto con sus palabras, tal vez usara un poco de sus habilidades, haciendo que sus ojos violetas parpadearan. - Detente – jadeó, pero Rehv no se detuvo, haciendo que siguiera sintiendo justo lo que quería que sintiera. No dio el resultado esperado. El macho de ojos amarillos acortó la distancia que los separaba hasta anularla, juntando sus labios a los suyos. Esta vez, fue él quien sintió una oleada de sensaciones que no deberían de ser suyos, pero que aun así sintió. Rabia, culpa, miedo. Deseo. Sin saber porque, Rehvenge se vio a si mismo devolviendo el beso, con más pasión de la que creía apropiada. Se dijo que todo era por Bella, que estaba tejiendo

una red para conseguir lo que quería, aunque no sabía bien si lo repitió tantas veces en su cabeza para creérselo o para apartar las ideas que comenzaban a formarse en su mente. Como la de tumbarlo sobre su escritorio y llevar más lejos lo que tenían entre manos. - Vivimos y morimos por nuestro pueblo, imbécil – dijo cuando se separó de sus labios – La raza es nuestra principal preocupación. Peleamos cada noche, y entrenamos por el día. Somos pocos, pero eso no nos impide eliminar a todo Restrictor que se cruce en nuestro camino. El aislarnos fue un medio para proteger al pueblo. Si supieran sobre nosotros, serían atrapados también para usarlos para encontrarnos. Somos lo único que se interpone entre los civiles y nuestros cazadores – - Buen discurso, Hermano – Tan pronto como dijo esas palabras, la conexión entre ellos se perdió, y Phury comenzó a maldecir. - Suéltame, comedor de pecados – rechinó los dientes – deja de joderme la cabeza – - Me disculpo si he sido extremista, pero nada me detendrá de proteger a mi hermana – - ¿Hermana? – parpadeó confundido. 

- Marcando distancias. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra

Vishous ni siquiera tuvo que pensarlo, y aunque lo hubiera intentado, no habría podido hacerlo. Se sentía entumecido, sin poder hacer otra cosa que sentir como si dentro de él hubiera un agujero negro que estuviera tragándose todo a su paso, dejándolo sin nada. Se desmaterializó directamente en la terraza de su ático de la parte alta del río, abriendo las puertas de manera mecánica con la mente. Ni siquiera quería estar ahí, pero había sido el primer lugar que había acudido a él en su agonía. Tal vez fuera porque ahí siempre había sido dueño de si mismo. Amo y señor. Podía someter a sus invitados, pero jamás era sometido. Ni la seguridad de esas paredes logró reconfortarlo. Siempre había sido un refugio, como también lo era su fetiche sadomasoquista. El primero lo tranquilizaba, el segundo le permitía sentir algo. Lo que fuera. Pero en ese momento no quería sentir. Se arrancaría el corazón del pecho él mismo si con eso lograba parar el dolor, pero sería infructuoso. Ese órgano palpitante ya no estaba en él, sino sangrante y agonizante en las manos de Butch. ¿En que momento había sido tan estúpido como para permitirse pensar que el Poli podría sentir por él –bestia, anormal, monstruo, abominación – algo parecido al amor? Hasta la noche anterior había creído que lo que sentía por su amigo no era más que simple deseo, pero a medida que lo hacía suyo, se dio cuenta de que nunca se cansaría de él. Se había percatado de que podrían pasar mil años – el resto de su puta vida – y no habría un solo día que no quisiera despertar con él poli a su lado. Solo para mirarlo dormir. Y, ¡oh, sorpresa! La vida volvió a jugársela.

Le mostró lo que era la felicidad, le dio a probar un pedazo del cielo, y después se lo arrebató y le dio con la puerta en las narices. Pensó en las opciones que tenía. Podía emborracharse, regodeándose en su miseria; llamar a alguien dispuesto a sacarle de la cabeza al poli a base de una sesión intensa con sus juguetes; o salir a barrer las calles como una fuerza de la naturaleza. Estuvo tentado a mezclar las dos primeras y consumir todo el Goose que se necesitara para que su puta tolerancia vampírica al alcohol se fuera a tomar por culo, llamar a una o dos de sus sumisas, e intentar alejar los recuerdos de lo ocurrido a base de hacer gozar y sufrir a otro. ¡Puta mierda! Estuvo más que tentado, pero afortunadamente para la sumisa – o sumisas – en cuestión, aún quedaba algo de sensatez en su cabeza. Sabía que si se enfrascaba en una de sus sesiones no lograría ser un buen amo en ese momento, haciendo que sufriera mucho y disfrutara poco o nada y nunca traicionaría la confianza que las hembras que se ofrecían a acudir a su llamado depositaban en él. Por otro lado, dudaba que en ese momento un cuerpo anónimo pudiera hacer que dejara de sentir que se desangraba por dentro. Así que eligió la opción que solo lo lastimaba a él. Tomó una botella de Goose del bar y la abrió de un mordisco, bebiendo a tragos sin siquiera disfrutar. Con ella en la mano, fue hasta la habitación, abrió las puertas del armario igual que había abierto las de la terraza y cogió los primeros pantalones de cuero que encontró, arrojándolos hacia la cama. Entró al baño, desnudándose en el camino. Con los pantalones de chándal que hasta entonces lo habían vestido en la mano, se miró al espejo. Todas las

evidencias de que no había imaginado nada estaban sobre él. Los mordiscos que ya estaban sanando en el interior de su pierna, rasguños en su pecho. El jodido olor a sexo y a Butch que llevaba encima. Deseó poder perpetuarlos, como recuerdo del único momento de su vida que valía la pena, y, al tiempo, quiso arrancarse la piel a tiras para no tener que pensar en que jamás sería lo suficientemente bueno para Butch. Dejando el pantalón sobre el lavamanos de mármol negro, se quitó lentamente el guante de la mano derecha, quedando desnudo en su totalidad. La maldita luz de su mano brilló con más intensidad por unos instantes mientras Vishous se decidía a tocar, casi amorosamente y a modo de despedida, la prenda sobre el lavamanos. Le costó la vida misma no apartar la mirada mientras lo veía arder, pero ni siquiera se permitió parpadear. Fueron un símbolo de que los sentimientos solo lo consumirían, como el fuego consumió la tela. No dejarían nada de él si se los permitía. Saberlo no hizo que dejara de dolerle el hueco donde antes estaba su corazón. Sintió la mordida del agua hirviendo cuando se internó en la ducha, quemándole la piel mientras bañaba su cuerpo. Entre eso y la aspereza con la que restregó su cuerpo una y otra vez, pensó que se despellejaría, pero lo único que logró fue enrojecerse todo el cuerpo y que el agua y el jabón arrastraran consigo los aromas que llevaba impregnados. Butch, sexo y emparejamiento. 0o0o0o0

- Maldición – masculló Phury, caminando de un lado a otro de la oficina del Reverendo. El traficante volvía a estar del otro lado de la mesa, pero aún estaba de pie, como esperando que él se decidiera a hacer algo aparte de ir y venir como león enjaulado. Sus ojos violáceos lo seguían, sin que Phury pudiera leer sus motivos en ellos. ¿Ventajas de ser un symphath? No lo sabía, pero comenzaba a exasperarse. No sabía qué era lo que lo tenía más alterado, si el hecho de que el symphath hubiera utilizado sus poderes sobre él, que él precisamente fuera el hermano de Bella, o que el beso que compartieron aún le supiera a gloria. ¿Qué tan maricón sonaba eso?

"Pronto estarás comprando ropa de marca y cremas para la piel. Oh, perdona. Eso ya lo hacías", se burló el Hechicero. - Voy a pedir que retrasen la petición de sehclusion, necesito que se quede un poco más con ustedes. Ayer por la noche un restrictor estuvo merodeando por la casa – - ¿Qué? – preguntó sobresaltado. El Reverendo buscó algo en su ordenador, y le hizo un gesto con la mano para que se acercara. ¡Mierda! Eso solo le trajo a la cabeza otros contextos en que ese mismo gesto podría entenderse como una invitación al sexo. A pesar de todo, estaba más que dispuesto a darle al macho lo que quisiera de él. Los ojos del traficante se posaron sobre los suyos, como si supiera lo que pensaba, brillando en lujuria.

Sin un solo comentario, puso a reproducir el vídeo de alguna cámara de seguridad. Era él. Phury lo sabía aun cuando el Reverendo no había puesto el detector de calor. Bella lo había descrito de maravilla, junto con esa obsesión por L’Oreal. Por el ángulo de la cámara podía ver cómo ya comenzaban a surgir raíces blancas de su cabeza, contrastando con el castaño del tinte. Sintió la sangre hervir. Ese era el cabrón que había hecho daño a la mujer de su hermano. No quería pensar en lo que haría Zsadist si se enteraba que el mismo hijo de perra que había secuestrado a Bella andaba buscándola de vuelta. Su hermano era un macho enamorado, y como tal, dudaba que la idea le hiciera gracia o que siquiera pudiera retener su impulso de vengarla. No importaba que en ese momento estuviera hecho una mierda por haber satisfecho los deseos de la necesidad de ella. - Z no va a estar contento – al ver la ceja enarcada del traficante, sólo le quedó aclarar – mi hermano gemelo. El de la cicatriz en el rostro – - Y, ¿porqué no va a estar contento se cabrón? Sin ofender, claro está– su tono demitió lo último. - Bella entró en su necesidad estando en el complejo – Todo el cuerpo del Reverendo se envaró, como si le hubieran enchufado a la corriente eléctrica, y al segundo siguiente, pareció que le faltaba la fuerza de las piernas, así que se dejó caer contra su sillón una vez más. Sostuvo la cabeza entre sus manos, tan abatido que Phury sintió pena por él. Debía de amar mucho a Bella como para correr esos riesgos por ella. Phury se sentía identificado con ese amor, y comenzaba a respetarlo por él. - ¿Está… está bien? –

- Puedo asegurarlo – asintió – Mi hermano se ha vinculado con ella – - ¡Ese! ¡Tenía que ser con el jodido lunático que viene y bebe de mis putas! ¿Crees que se vinculara con ella me es consuelo? Olvídalo, no voy a permitir que mi hermana se quede con ese desgraciado – rugió mostrando los dientes. Phury notó que los ojos del Reverendo se habían vuelto rojos. - No va a ser necesario que los separes. Z no tiene pensado retenerla. No quiere… - Maldición, cómo le costaba decir aquellas palabras, porque el mismo cuento se podía aplicar a él – ensuciarla. La ama, pero no la va a retener – - ¡Entonces es menos macho de lo que pensaba! – Sin poder soportarlo más, tomó al symphath por las solapas de su abrigo de visón y lo levantó para encararlo. La distancia entre ellos parecía cargada de electricidad, echando chispas en una mezcla de ira y atracción. Le mostró los colmillos y presionó su daga contra su abdomen. No iba a permitir que nadie, absolutamente nadie hablara así de su hermano. Podía ser un cabrón, pero era su hermano, y después de lo que habían vivido, nadie tenía derecho a juzgarlos. - No tienes ni una puta idea de lo que son nuestras vidas. Mi hermano estuvo cautivo durante gran parte de su vida, y yo no he vivido por intentar salvarlo. Bella lo está sacando de ese lugar oscuro donde se había encerrado. ¿Crees que a mi me gusta que esté tan acomplejado que no pueda ver que la merece, que debe luchar por ella? Tú estás dispuesto a todo por protegerla. Entérate que yo también estoy dispuesto a todo por protegerlo a él – - Ya es grandecito, Rapunzel –

- Lo mismo puede decirse de Bella. Z prácticamente la arrojó a mis brazos, pero ella lo quiere a él – - Joder – Ambos tenían las respiraciones aceleradas y, cuando exhalaban, Phury podía sentirlas chocar entre sus bocas. Los ojos se le fueron a los labios del Reverendo, donde dos colmillos afilados como cuchillos en todo su esplendor descansaban. De solo mirarlos la cosa que tenía entre las piernas comenzó a endurecerse por el deseo que despertaban en él. Los quería en su vena, rasgando la piel de su cuello, sus muñecas, sus muslos… ¡Oh, joder! Los quería en su polla. - Y, dime, Rapunzel, ¿Tú…?- Es Phury. Mi nombre es Phury – - Muy bien, Phury – ronroneó su nombre y el hermano se sintió estremecer, como si lo estuviera acariciando -¿Tú querías montar a mi hermana? Porque ahora parece que quieres montarme a mí – Phury cerró los ojos, así que solo pudo sentir la respiración del symphath bajando por su cuello y de regreso antes de que su lengua –su puta lengua – encontrara su pulso. - O mejor aun, que yo te monte a ti – Odió el gemido que escapó de sus labios. 0o0o0o0 Se desmaterializó en uno de los tantos callejones de la ciudad, dispuesto a buscar y encontrar problemas. Vestía pantalones de cuerpo, una camiseta de

tiras y una chaqueta a juego con los pantalones. Bajo ella estaban ocultas dos dagas afiladas y mortales. Mucho más que la pistola junto a ellas. O al menos lo eran para las presas que buscaba. Iba de caza y con sed de sangre. Tres edificios más adelante, divisó uno de esos bares de mala muerte donde los restrictores solían reunirse para buscar más basura como ellos que quisiera integrarse a sus filas. Exterior desconchado, letras de neón fundidas, un olor rancio saliendo por los resquicios de puertas y ventanas. Yup, el nido perfecto. Antes siquiera de salir del callejón, vio que dos desteñidos entraban al bar. Como si alguna divinidad al fin le estuviera sonriendo. Metió los pulgares en los bolsillos delanteros de su pantalón y caminó siguiendo sus pasos hasta el interior, balanceando las caderas a cada paso como el predador que era. Sus ojos diamantinos brillaban como los de un gato en la oscuridad por la excitación. No le importaba mucho morir esa noche, así que no dudó en entrar a la boca del lobo. Había otros tres restrictores en el local, y los ojos desorbitados de los cinco hijos de perra se posaron sobre él como si fuera una aparición. Aparentemente creían que el estar rodeados de humanos los librarían de una muerte segura y así hubiera sido cualquier otra noche, pero no esa. Esa noche a V le daba jodidamente igual si la pelea involucraba humanos, animales, vegetales o minerales. Mientras pudiera patear algunos traseros…

Se acercó hasta la barra con su mejor cara de póker y pidió el mejor vodka que tuvieran, aunque dudaba que en ese tugurio hubiera algo que mereciera la pena beber. Contempló con ojos recelosos aquella cosa amarillenta que el barman llamaba vodka y que parecía más alcohol de quemar con colorante antes de empinar el codo y tragárselo de una sola vez. Con un movimiento tan rápido que nadie -excepto los restrictores - pareció haberlo visto, sacó del arnés, una de sus dagas y la hizo girar entre sus dedos como si estuviera representando un espectáculo solo para sus próximas víctimas. Cuatro de ellos - cabrones inteligentes - corrieron hacia la puerta trasera del local, intentado escapar de él, mientras que el último, aparentemente confiado, parecía querer comenzar ahí mismo la pelea. . Encogiéndose de hombros, lanzó un puñetazo al primer afortunado que se le puso enfrente, causando que a los pocos minutos todo el local estuviera enfrascado en una de esas peleas sucias que V suponía eran comunes. Su visión periférica captó una silla que volaba directamente hacia él y que no le costó nada esquivar. Los cuerpos ondulantes de esos humanos enardecidos por la batalla hicieron que el ansia de luchar se encendiera bajo su piel y adormeciera el dolor que hasta entonces lo dominaba. ¡Gracias a la Virgen! El restrictor y él se miraron desafiantes antes de lanzarse el uno por el otro. V sintió cómo le asestaba una patada en el plexo solar tras una cuchillada rápida en el brazo. Sentir correr su sangre hasta su muñeca solo lo encendió más, como una de sus mejores sesiones. Esquivó un puñetazo al rostro. Gancho derecho e izquierdo. El imbécil seguramente nunca se había topado con ninguno de sus

hermanos, porque peleaba como una niñita. Dejó que se cansara, lanzando golpes y navajazos, mientras él se dedicaba a estudiarlo. Jugando con él. Para cuando el restrictor se dio cuenta de lo que hacía ya era demasiado tarde. Tomó su brazo, lo torció sobre su espalda e hizo un limpio corte sobre su yugular. La revuelta era tal que ninguno de los presentes se percató del derrame de sangre negra, que manaba como fuente desde el cuello del restrictor. Antes de que eso cambiara, Vishous tomó a su víctima por el cabello, torciendo su cabeza hacia atrás con tal fuerza que los huesos de su cuello crujieron y casi pudo escuchar la carne bajo el corte rasgarse. Arrastrándolo del cabello, salió por la misma puerta por la que los otros habían escapado. Lo empujó contra la pared del edificio contiguo, disfrutando de la mirada de terror que el cabrón desteñido le dedicó. El estrecho callejón apenas y les daba cabida a ambos, pero logró separarse de él lo suficiente como para dejar entre ellos la daga. - Saluda al Omega de mi parte – Enterró el cuchillo hasta la empuñadura y el restrictor se desintegró ante sus ojos. Y, por el tufo a talco de bebé que aún seguía en el aire, sus amigos no habían sido tan listos como creía. Podía olerlos cerca y él aún tenía mucha rabia que sacarse de encima. - Vengan con papá – canturreó.

El primer lugar donde Butch lo buscó fue en la Mansión. Sabía que más que probablemente no estaría ahí, pero no quería pasar ningún lugar por alto. Con cada habitación que revisaba, notaba crecer la desesperación. A cada segundo había más posibilidades de que V nunca lo perdonara y el solo pensarlo lo enloquecía. Encontró a Beth en el salón y a Boo en su regazo. A los doggens haciendo limpieza y preparando la primera comida. Pero no a Vishous. Terminó frente al despacho del Rey, donde resonaban las voces de los hermanos. Casi sintió como si un peso de levantara de su pecho. Había reunión, y V nunca faltaba a una. Llamó a la puerta, aun sabiendo que ellos ya debían de saber que estaba ahí, pero no se molestó en esperar una respuesta. No era como si nunca hubiera estado en una de las reuniones, así que, a menos que lo echaran, sabía que iba ser bien recibido. En cuanto abrió la puerta el peso volvió. Tampoco estaba ahí. Quiso gritar hasta que la garganta se le desgarrara. - ¿Dónde está V, poli? – preguntó Rhage y el rostro de Wrath decía que él también esperaba una respuesta. - No lo sé – murmuró apenas audiblemente, llevándose una de las manos a la cabeza para mesarse el cabello y la otra al pecho, donde sentía que algo faltaba - ¿Han intentado llamarlo? – Él no lo había intentado porque sabía que no le cogería las llamadas y al parecer, por la respuesta del Rey, tampoco había cogido las de los hermanos. - ¿Dónde se habrá metido? –

- Ya lo conoces, Thor. Seguro se fue a pasar el rato al ático con alguna de sus sumisas – bromeó Rhage, sin que la ausencia de Vishous lo preocupara. - Pero nunca apaga su teléfono. Siempre ha puesto a la hermandad por sobre el placer personal. Aunque me extraña más la ausencia de Phury – Ellos siguieron hablando, mientras la sangre de Butch entraba en erupción. La mano le tembló, buscando el peso de su arma, lista para apretar el gatillo. Casi pudo verlo, y parecía tan lógico que V estuviera intentado exorcizarlo de su cuerpo retomando el control de su vida teniendo sexo con una completa desconocida. O desconocido. Pensar en él con otra persona, hembra o macho daba igual, hacían que quisiera arrancarle la cabeza a alguien. Tenía que encontrarlo. ¡Rápido! No iba a permitir que nadie pusiera una mano sobre su macho. Un rugido rabioso escapó de su pecho. - Es mío – logró pronunciar con los dientes apretados – No va a tocar a ninguna de esas perras. ¡Mío! – - Oh, por la Virgen – jadeó Thorment. - ¡Joder! ¿Todos lo huelen o es solo idea mía? – todos asintieron a la pregunta de Rhage con gestos de similar sorpresa - ¿Pero cómo…? – - Tengo que encontrar a mi macho. Tengo que… - se llevó una mano al pecho, sintiendo una vez más esa desesperación que lo enloquecía. Sin mirar a los hermanos, salió del despacho. La siguiente parada era el ático.

0o0o0o0 Había estado a punto de cometer una tontería y Phury lo sabía. De no haber sido por la llamada de Thorment para informarle de la reunión que habían comenzado sin él habría sucumbido a la cercanía del Reverendo. Aún seguía pensando en lo que hubiera sucedido si lo hubiera hecho. Tal vez lo hubiera tomado por el mohicano y poseído sus labios otra vez. Tomando tanto como sabía que el otro macho le daría. El reverendo le habría separado las piernas y lo habría acorralado para hacerle sentir su deseo. ¿Por qué en sus fantasías siempre terminaba acorralado?

“Comienzo a pensar que tienes un fetiche, amigo”. Quiso golpearse. El traficante ya lo había utilizado una vez, valiéndose de sus dones Symphath para conseguir lo que quería. Sí, era para mantener protegida a su hermana pequeña. Sí, se había detenido cuando había conseguido lo que quería y se había disculpado. Pero nada le aseguraba que no planeara seguir utilizándolo para mantenerse informado. Desconfiaba de él tanto como lo deseaba. Y tomando en cuenta cuánto lo deseaba… Tras conseguir salir del hechizo que el Reverendo parecía haber lanzado sobre él, y contestar a la llamada de Thor, se había disculpado y restirado del local sin siquiera volver a mirarlo. Desmaterializándose en el lugar donde había quedado con Rhage para hacer su recorrido. Tampoco confiaba en sí mismo.

“Eso sí que no es novedad”, ironizó el Hechicero.

Su móvil vibró en su bolsillo. Una llamada entrante de Z. - Necesito alimentarme – gruñó desde el otro lado de la línea. - Para eso tienes a Bella, ¿no? – - Cree que soy débil – ¡Mierda! Aquello era lo peor que alguien podía decirle a un macho enamorado, más si las palabras venían de la hembra en cuestión. No quiso pensar en lo impotente que se sentiría su hermano, su furia. No quería pensar en lo que había sentido cuando el Reverendo había insinuado que la hermandad – él – era inútil para la raza. - No hagas una tontería, hermano – - Voy al ZeroSum a buscar un bocado. Te veo ahí – Volvió a maldecir, esta vez en voz alta. El ZeroSum era el último lugar al que quería ir, y al último al que debía ir Z. Había comprobado de primera mano lo sobreprotector que podía ser el Reverendo, y él le había dado la primicia de que Bella había pasado su necesidad con Zsadist. Si lo veía en su negocio, alimentándose de una de sus putas para más inri, no sabía de lo que el macho sería capaz. Y no sabía de lo que Z era capaz con el cabreo que seguramente llevaba encima. Temió por ambos. Volvió al ZeroSum tan pronto como le permitió su capacidad para desmaterializarse, apareciendo en el callejón trasero justo para ver salir a su

hermano por la puerta trasera que daba a la Zona VIP con una rubia de pelo corto. Y al Reverendo temblar de pies a cabeza mientras seguía sus pasos. El tiempo pareció detenerse mientras se miraban unos a otros. Zsadist tenía la vista fija en él, mientras acercaba los afilados colmillos al cuello expuesto de la humana, que parecía más que excitada por la presencia de sus inesperados espectadores. El traficante taladraba con la mirada la nuca de Z, esperando. Phury no sabía a qué. - Detente, por favor – dijo. Al mismo tiempo que Bella aparecía a su costado. Casi pudo ver los pensamientos de Z. Lo haría. Bebería de la vena de la humana mientras Bella miraba. Cortaría de raíz todo lo que pudiera sentir ella para que se marchara. Haría que lo odiara. Sabía que ella quedaría devastada, pero dudaba que lograra odiarlo. Querría hacerlo, pero había visto el amor en sus ojos castaños. - No – dijo ella roncamente – no lo hagas – Bella se puso la mano en la garganta cuando Zsadist sujetó a la humana entre su cuerpo y la pared de ladrillos del edificio y Rehvenge apretó los puños a sus costados mientras sus dientes asomaban por sobre sus labios. Phury sabía que no podía hacer nada para detener a su hermano. Tampoco podría detener a al Reverendo cuando buscara venganza ni podría curar el dolor de Bella. Que impotente se sentía. - Por favor — dijo, extendiendo una mano hacia él - Utilízame. Tómame. No hagas esto —Sollozó.

Pero Z giró a la prostituta hasta que pudo mirar a Bella directamente a los ojos, colocando un brazo a través del pecho de la mujer. La puta rió y se onduló contra él, restregándose contra el cuerpo a su espalda. - Te amo. No tuve la intención de insultarte frente a los Hermanos. Por favor, no hagas esto en represalia. Y era tal el sentimiento que imprimía en cada una de sus palabras, que Phury pudo sentir su angustia. Los ojos de Zsadist miraron los de la mujer que Phury sabía que amaba. No le pasó desapercibido el sufrimiento se proyectaba en ellos, una absoluta desolación, aún cuando dejó al descubierto sus colmillos. Para enterrarlos finalmente en el cuello de la humana. Bella chilló mientras el Reverendo rugía y Z tragaba, la hembra humana reía otra vez con un sonido rítmico y salvaje. Una cacofonía de sonidos que le partieron el corazón a Phury. - Hermana mía – escuchó hablar al Reverendo y fue como si Bella reparara por primera vez en su presencia. Ella corrió hacia él, enterrándose entre sus brazos protectores mientras lloraba y el aroma a sal se mezclaba con el hedor reinante en el callejón. Phury pudo ver la contorción que sufrió el rostro de su hermano. Era como si le estuviera diciendo adiós a su vida. - Llévame a casa, Rehvenge –

“Rehvenge”, repitió el nombre en su mente mientras éste lo miraba una última vez antes de desaparecer con su hermana. Una última mirada cargada de rencor. 0o0o0o0 A veces, Butch odiaba ser humano. En especial en momentos como ese, cuando el tiempo era crucial y él tenía que perder tiempo conduciendo por toda la ciudad hasta el ático de Vishous cuando cualquiera de los hermanos hubiera podido desmaterializarse directamente en el lugar. Golpeó el volante cuando en la radio comenzó a sonar “Still loving you” de Scorpions. Los de arriba parecían estarse riendo de él, agregándole a ese día de mierda su propia banda sonora. Paró el coche como mejor pudo frente a su destino, casi dejándolo a media calle. No es que le importara mucho lo que pasara con el Escalade en ese instante. Por él que se lo robara el primero que pasara. Corrió dentro, sin hacer caso al portero y golpeó varias veces el interior del ascensor cuando tardó más de cinco segundos en llegar al ático. El tiempo parecía correr terriblemente lento, y Butch no sabía si maldecir al reloj o a él mismo por haberlos puesto a V y a él en ese predicamento. La puerta estaba abierta, igual que las del ventanal que daba a la terraza. Una botella de Goose abandonada y vacía se tambaleaba con precario equilibrio al borde de una mesilla de noche junto a la cama y los restos chamuscados de no sé que cosa aún estaban tibios en el lavamanos del baño.

Sintió un alivio casi imperceptible cuando comprendió que había estado ahí, pero solo. Tampoco había traído a ninguna sumisa recientemente, por lo limpia que estaba su “mesa de trabajo” y lo ordenados que estaban sus “juguetes”. Pero faltaban varias de las armas que V mantenía en el armario de su habitación y el dolor que sentía en su pecho le decía que aquello no era nada bueno. Tan rápido como pudo, tomó una de las pistolas cargadas de balas especiales del armario y se la metió en la cinturilla del pantalón para correr de regreso al Escalade. Caldwell no era una ciudad pequeña, y él tenía que encontrar a un vampiro antes de que amanciera. 0o0o0o0 Después de todo lo que Rehvenge estaba haciendo por ella – ofrecerle su vena, darle apoyo en todos los momentos en que lo había necesitado - Marissa sintió que era su deber y responsabilidad acercarse a la casa de su familia a confortar aunque fuera un poco a la madre de este. Madalina no solo era una de las damas más respetadas dentro de la Glymera, sino que era uno de los soportes de la fe de la comunidad y había sido un fuerte golpe que precisamente su hija fuera quien cayera en manos de la sociedad restrictiva. Además, había sido una de las pocas personas dentro de la Glymera que no la había mirado como escoria inservible cuando el rey la había repudiado. Solo por eso Marissa ya sentía un infinito agradecimiento hacia la mujer. Le pareció extraño ver que las luces de la mansión estaban apagadas. A esa hora, Madalina solía tener la casa abierta para las visitas tempranas que iban a buscar su consejo. Tal vez, pensó Marissa, había decidido guardar estricto luto en

honor a su hija y no estaba recibiendo visitas. Aun así, y por no dar la vuelta sin más, hizo sonar el telefonillo de la entrada. No le contestaron. O, más bien, no fue precisamente una voz en el telefonillo. - No hay nadie en casa Se volvió, con los ojos desorbitados al sentir cómo la golpeaba el aroma a talco para bebés del hombre a su espalda. En un nanosegundo o menos, sintió cómo la recorrían la adrenalina y el miedo. A pesar de su cabello oscuro, Marissa sabía que el hombre que le apuntaba en ese momento era un restrictor. También supo que iba a morir. Se sentía paralizada, pero su cuerpo echó a correr. Instintos de supervivencia, pensó. Casi había llegado a la entrada de la casa cuando escuchó el disparo, justo antes de sentir la mordida de la bala en el pecho. La sorpresa la detuvo y la calidez de su sangre deslizándose por su abdomen le hizo bajar la mirada. Ahí, justo sobre su seno izquierdo comenzaba a expandirse una mancha de rojo carmesí. Cada vez más grande y cuanto más grande, más le faltaban las fuerzas. Le fallaron las piernas y cayó secamente contra las baldosas del camino de entrada. Con la mirada nublada, vio como la mancha crecía a su alrededor y unas botas negras se detenían junto a ella. Entonces hubo otro disparo y no vio más. Había peinado prácticamente cada calle de la ciudad a bordo del Escalade y comenzaba a perder la esperanza de encontrar a V esa noche cuando dio vuelta

en una esquina de tantas. Pocos metros por delante, en la entrada de uno de esos bares de mala muerte que los moteros frecuentaban, se había formado un corrillo de matones. Estuvo a poco de pasar de largo y seguir con su búsqueda, pero terminó por detener el coche en la acera opuesta. No supo qué fuerza extraña lo impulsó a detener el coche, pero debía ser un deseo suicida lo que lo llevó a acercarse a la furibunda multitud. Valiéndose de todos sus años como poli, encuadró los hombros, metiendo los pulgares en los bolsillos delanteros del pantalón, mostrando la pistola que llevaba en la cinturilla. - ¿Algún problema, chicos? – - ¡Lo que faltaba! Un poli – bufó con fastidio un tipo a su derecha – Ni intente negarlo. Apesta a madero – Butch se encogió de hombros, sin confirmar o negar nada y clavó su mirada en él. Debía medir al menos unos dos metros, y, entre su estatura y su físico, debería de ser intimidante, pero después de haber estado viviendo todos esos meses entre masas enormes de testosterona en forma de vampiros guerreros, eso había dejado de impactarle. El tipo lo encaró, imitando su posición y alzó una ceja, como retándolo a hablar. Veo que algunos de tus amigos recibieron una paliza. - ¿Hubo redada esta noche o solo decidieron azotarse para ver quién era el imbécil más fuerte? - Joder con los cojones del poli – rió el motero – Hasta podrías caerme bien. Podría haber sido cualquiera de las dos cosas, pero no. Fue un idiota con pintas de gótico. Juro que llevaba las lentillas blancas mejor hechas de la historia –

“Por fin”, pensó. Al menos tenía una pista, un lugar por el qué comenzar a buscar. Fue como si le metieran un chute de energía pero intentó que su emoción no se reflejara en su rostro. - ¿Tenía barba de chivo e iba vestido de cuero? – - Si lo andas buscando, desapareció en medio de la pelea junto con cinco albinos – - Maldición – gruñó. Ahora comprendía porqué sentía que algo iba mal. V no había llamado a sus sumisas porque había encontrado una mejor manera de descargar sus emociones: salir a matar restrictores sin ningún tipo de apoyo. Butch no dudaba que su amigo pudiera cuidarse solo, pero eso no hacía que dejara de temer por él. El muy cabrón podía parecer perfecto y hasta cerca de lo divino, pero seguía siendo un jodido mortal. Vampiro, pero mortal a fin de cuentas. Debido a su gran metida de pata, no tenía idea de hasta donde pudiera llegar la imprudencia de Vishous. Pelear con cinco restrictores estado solo ya era un siete de diez en su escala de estupidez, y eso que aún no lo encontraba. Con lo cerca que estaba el amanecer, sus miedos solo crecían con un aumento exponencial. Ninguno de los presentes había visto hacia donde se habían ido V o los restrictores, pero, por lo menos ahora tenía idea de donde buscar. Los sitios de patrulla habituales de la hermandad y los barrios problemáticos serían un buen comienzo. Tanto la hermandad como la sociedad restrictiva procuraban llevar sus peleas a sitios donde no hubiera testigos humanos o donde nadie se inmiscuyera a pesar de escuchar disparos.

- Oye, poli - lo llamó una vez más el hombretón de dos metros – será mejor que lleves refuerzos. El friki ese tenía pinta de querer acabar con cualquier cosa que se le pusiera enfrente – Butch temía que pudiera acabar incluso consigo mismo. 0o0o0o0 - Ese hijo de perra me las va a pagar – gruñó cuando aparecieron en el jardín de su mansión. Rehvenge sentía que solo la dopamina y la necesidad de llevar a su hermana lejos del causante de su dolor eran lo único que lo detenían de volver a por el cabrón de la cicatriz y barrer el suelo con él. Puede que no fuera un guerrero, pero sus dones Symphath serían una ventaja sobre la fuerza bruta del hermano y no es que le importara morir si era para vengar a Bella. Cada vez que sollozaba, tenía que inhalar profundamente para dominarse. Cada vez que la sentía temblar entre sus brazos, recordaba porqué había querido mantenerla en casa a pesar de sus protestas. Nada podía dolerle más que el sufrimiento de su hermana. - No quiero que busques vengarme, Rehv. No quiero que trates de que se haga cargo de mí. Ni siquiera si mi necesidad da fruto. No voy a imponerle a Zsadist una carga que no quiere ni puede llevar. Yo sabía a qué me arriesgaba cuando me enamoré de él. No es su culpa que no me corresponda – - Pero él se aprovechó de ti –

- No me conviertas en una víctima, hermano – Bella alzó la mirada hacia él, completamente resuelta - Me dio a escoger entre él o ser arrastrada en la inconsciencia, ¿entiendes? Me dio la opción de no ser usada, pero le escogí, porque le amo, y sabía que muy probablemente esa sería la única oportunidad que tendría de estar con él de esa forma y tenía razón. No quiero que volvamos hablar de él o la hermandad. No quiero que me juzgues por amarlo. No quiero que sigas con esa estúpida idea de la petición de Sehclusion. Solo quiero que me apoyes y me lleves a casa - Jamás te juzgaré, hermana mía. Te amo y quisiera protegerte de todo a pesar de que sé que no puedo hacerlo – le acarició el cabello y besó su frente – iremos a casa solo para tomar algunas cosas y después nos iremos a una de las casas de seguridad. No quiero que tu y Mahmen estén en el mismo lugar – - ¿Qué ha sucedido? – - Los restrictores han estado merodeando frente a la casa. Creo que han vuelto a buscarte La sangre Symphath de Rehvenge hirvió al ver la mirada de terror en los ojos de su hermana. No podía dar caza al hermano que la había lastimado, pero no le impediría matar al restrictor que casi se la arrebata. - Vamos dentro. Entre más rápido tengamos tu maleta lista, antes saldremos de aquí y podremos ponerte a salvo – Ella asintió y lo siguió hasta la puerta principal de la casa. Ahora que estaba seguro de poder protegerla, su mente volvió a casi una hora atrás, cuando, por unos instantes, todo lo que había ocupado su mente había sido el sabor de los

labios de Phury. Y la suavidad de su cabello, la fuerza de sus brazos y pecho. La sublime forma en la que se había rendido a su domino. Puede que para él todo hubiera comenzado como una forma de llegar hasta Bella desde dentro de la hermandad, pero sus planes habían terminado volviéndose en su contra. Tras ese breve encuentro en su oficina ya sentía una posesividad insana hacia el guerrero de ojos dorados, pero por mucho que le gustaría comprobar cuan bien sonaría su nombre en los gemidos de Phury, dudaba que pudiera salvar la brecha que se había abierto entre ellos a causa de la fallida relación entre sus hermanos. Fue por pensar en él y en sus jodidos labios que no se percató del aroma a sangre en el aire hasta que escuchó a Bella gritar. Su reacción instintiva fue tomar el bastón como arma y revelar los colmillos hacia una amenaza inexistente, centrando su mirada en el mismo punto que Bella. El bastón cayó de su mano.

"Tahlly" No había amenaza alguna. O, al menos, hacía buen rato que se había marchado. Lo que quedaba de él era el cuerpo marchito de Marissa, tendido sobre las baldosas del camino de entrada. Sus ojos opacos miraban hacia él con un gesto que iba desde el miedo a la resignación de la muerte inminente. Parte de su cabeza estaba abierta, mostrando carne y vísceras. Su diáfano vestido celeste estaba teñido de escarlata por la sangre que se extendía a su alrededor. Su mano, siempre grácil y gentil, estaba extendida hacia él, como si le pidiera ayuda. Pero había llegado muy tarde.

- Vuelve con la hermandad e informales de lo que ha sucedido – Él tenía restrictor que cazar y esta vez nada lo detendría. 0o0o0o0 Dejó el Escalade aparcado frente a un edificio viejo y descascarado pero que aún tenía alumbrado. Puede que la luz fuera una escasa protección para el vehículo en esa parte de la ciudad, pero al menos era algo. Eran las cuatro quince de la mañana y aún no encontraba a V. Apenas habían pasado un par de horas desde que había comenzado a buscar, pero Butch sentía como si hubieran pasado semanas y él hubiera envejecido cinco años. Al menos los había perdido de su esperanza de vida. Su ansiedad parecía haber tomado forma y lo acosaba desde el asiento trasero, susurrando a su oído todo lo que podía y debía salir mal. Que si salía el sol y V no se había refugiado. Que si los restrictores fueran demasiados para el. Habia tantas posibilidades y una no era mejor que las demás. Necesitaba aire pero apenas y podía respirar dentro del coche. Así que caminó. Pensó en las formas que tenía el destino de llevarnos a nuestro sitio. Siempre se había sentido perdido. Y a veces aun se sentía así. Pero, esa noche, había entendido que su lugar no era un qué, ni un donde. Sino un quien. Solo cuando estaba con V se sentía a gusto con su propia piel y estaba en casa. Solo con él sentía que su jodida vida valía para algo. Y de no haber sido por la muerte de Darius, nunca habría descubierto nada de eso. De no haber sido por esa explosión, él probablemente estaría sin empleo por golpear a los sospechosos,

encerrado en su casa con una barriga de alcoholico, con los riñones escurriendo Lag y conformándose con la mamada ocasional de alguna puta. Le debía su felicidad a una tragedia y se sentía como una mierda por alegrarse de que hubiera sucedido. No iba a dejar que todo el trabajo que había hecho el destino para juntarlos se fuera a la mierda por su cabeza dura. Los pasos resonaron al fondo de un callejón como si tuvieran amplificadores, acercándose. Agradeció el haberse vestido de negro mientras se pegaba a una pared, ocultándose entre el cobijo de las sombras. Acercó la mano al arma en su costado, alerta. No tenía ninguna intención de mezclarse en los negocios de alguien más, menos cuando tenía tan poco tiempo para perder, pero no era del tipo que vacilaba si un inocente estaba siendo que aporreado. Las pisadas se detuvieron antes de que tuviera a sus dueños dentro de su campo de visión, pero eso no impidió que pudiera escuchar. - El vampiro hijo de puta casi acaba con nosotros esta noche – gruñó una de las voces, arrastrando las palabras como si le costara hablar. - Se supone que no debería haber atacado. Estábamos en un bar lleno de humanos. O nos dijo que no debíamos atacar si estábamos cerca de humanos – agregó otro. - Y siempre ha sido así, pero parece que hay un renegado en el bando contrario. Tal vez nosotros también deberíamos hacer lo mismo – dijo un tercero.

- Logramos escapar por los pelos – habló el primero – No voy a arriesgar mi pellejo desafiando a O y al Omega esta noche. Suficiente tuve con el rarito de ojos blancos Butch, aún en las sombras, quitó el seguro a su arma y, rogando al cielo que V estuviera bien, salió de su escondite. - ¡Miren, una convensión de albinos! – dijo en voz alta para que se enteraran de su presencia – y creo que tienen la información que necesito – Los restrictores se volvieron y lo miraron. En otro momento, Butch se habría sentido como un siervo asechado por cuatro tigres hambrientos - tigres albinos hambrientos - pero hacía rato que había perdido toda prudencia. Justo en el mismo momento que lo había perdido V. Aquellos bastardos no muertos una peligrosa combinación de poder, fría lógica y por si fuera poco, inmortalidad, y él se enfrentaba a cuatro de esos cabrones. - Esto no es asunto tuyo —dijo el de la izquierda. - Sí que los es – apuntó con la pistola al más cercano – y si no me dan lo que quiero, comenzaré a volarles los sesos de uno por uno – Tenía que dar crédito a los restrictores; ni siquiera pestañearon. Se miraron entre ellos con sonrisas confiadas y se unieron en un único frente, listos para rebanarle el cuello.

"Esto se va a poner feo en cualquier momento", pensó Butch. - ¿Por qué no te largas? —Dijo el bastardo de la derecha—. Es mejor para ti.-

- Probablemente tengas razón, pero no soy bueno aceptando consejos. O un no por respuesta — arrugó la nariz cuando el viento le golpeó el rostro - ¿cómo hacen los restrictores para aguantar oler a viejitas? En serio, es de risa. Luchadores inmortales que huelen a abuelitas – Los ojos de los asesinos se ampliaron y lo recorrieron de arriba abajo como si no pudieran explicar que supiera todos esos detalles. Para ellos debía de ser como haber entrado a la dimensión desconocida. No solo los ataca un vampiro frente a humanos cuando se supone que no debería de hacerlo, sino que también aparece un humano con más información de la que debería. Dos de ellos embistieron contra él, sin embargo, Butch no estaba nervioso. Apuntando como si estuviera en la sala de prácticas del complejo, disparó a un hijo de puta entre los ojos. Nada más penetrar la bala en el cráneo, el cuerpo del restrictor cayó ruidosamente al suelo. Y ahí se quedó, lo que no era algo que los otros tres estuvieran esperando.Butch agradeció por las municiones especiales que le proporcionaba la hermandad. - Qué coño —resolló uno de ellos. - Y tengo más de donde esa vino – Los otros tres parecieron entender que no era un humano cualquiera y que no sería buena idea volver a subestimarlo. El más joven del grupo – lo supo porque sus ojos aún tenían un ligero matiz azulado - sacó de entre sus ropas una navaja y atacó, lanzando cuchilladas hacia su estómago. Logró esquivar la primera, pero la segunda alcanzó a rozar su costado. Dolió como una perra, pero no significó ningún problema para defenderse del desteñido. Un segundo disparo salió de su Glock y su atacante quedó reducido a un estorbo gimiente y sangrante en el suelo del callejón.

Un cañón le apuntó desde las manos del tercero, que no parecía haberse inmutado por la muerte de uno o las heridas de su otro compañero. Supo que aunque había sido relativamente fácil deshacerse de los dos anteriores, éste supondría un mayor reto. Butch logró ocultarse tras un contenedor de basura cuando la primera bala rebotó en el asfalto, pero en el momento en que encontró refugio, supo que se había metido en la boca lobo. Sobre el contendor estaba el cuarto asesino y sus reflejos a duras penas lograron reaccionar a tiempo para evitar que el cuchillo que voló hacia él se clavara en su pecho. El movimiento le supuso dejar su refugio y que una mala le mordiera el muslo.

“Hola, humano”, le dijo el dolor mientras subía desde su pierna y se extendía por todo su cuerpo.

Y los problemas seguían. Las balas especiales estaban bien, pero solo dejaban aturdidos a los restrictores por cierto tiempo antes de que éstos se recuperaran del efecto. Logró meterle una bala en el hombro al que le había lanzado el cuchillo, haciendo que cayera y rodara sobre el suelo antes de detenerse. Escudándose con el contenedor una vez más, sacó su móvil y marcó el número de la hermandad. Logró que el restrictor vaciara su cargador sin resultado alguno mientras escuchaba saltar el contestador. - Puede que esta se convierta en una jodida despedida, así que no me iré con rodeos. Siento haberme ido. Te amo, V – Aferrándose a la Glock, salió una vez más para enfrentarse a lo que venía hacia él. Tal vez por eso no vio lo que venía por detrás.



No todas las torturas son físicas. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Después de una noche cazando, Vishous normalmente hubiera regresado a la mansión, hubiera pasado un rato charlando con su mejor amigo y después se hubiera metido a la cama. Ese día en especial comenzó muy diferente a lo que V estaba acostumbrado. En lugar de regresar a la mansión, fue hacia su ático. En vez de conversar con Butch mientras intentaba ocultar las ganas que tenía de plantarle un beso a la brava, pasó los últimos segundos antes del amanecer

frente a las puertas que daban a la terraza, preguntándose si se atrevería a terminar con su jodida existencia. Sería tan fácil, sólo tenía que correr la puerta, dar un par de pasos hacia adelante y esperar a que la luz del sol hiciera su trabajo. Estuvo verdaderamente tentado. Apretó el cuello de la botella de Goose, tirado en su sofá de cuero. Si tan solo pudiera dormir. Las siguientes horas lo encontraron despierto, viendo hacia la nada. Siempre había tenido sus dudas con respecto a esa leyenda de que un macho emparejado sin su pareja era como un ser muerto. No podía sentir nada, bueno, a acepción de dolor. Le sorprendía estar vivo aún, pues podía jurar que había un agujero en su pecho y que se estaba desangrando lentamente. Quería poder desear que Butch no hubiera entrado a su vida, pero no podía. Eso significaría que jamás lo hubiera tenido entre sus brazos, y aunque lo matara no tenerlo más, esas horas haciéndole el amor habían sido las más importantes de toda su jodida existencia. Ahora tan solo se preguntaba cómo sería capaz de seguir en la guarida, viéndolo todos los días. Antes había podido soportarlo. Nunca había sabido qué era una caricia tierna hasta dos noches atrás. Pero esta vez conocía el sabor de sus labios, de su piel, de su sangre. Su semilla. Había tomado todo de él, y había intentado darle todo de si mismo a cambio. Butch lo había abrazado. Besado. Había bebido de él. Era un alcohólico al que le habían prohibido beber de una botella frente a él. Tic-tac… tic-tac. El segundero siguió caminando. Los minutos se convirtieron en horas, y la sucesión de una tras otra hizo que el día se fuera y llegara la noche.

Vishous solo era consiente de la ausencia de Butch. Dieron las diez cuando acabó con la última botella del bar. Eran las once cuando logró juntar las piezas rotas de su orgullo. Para las once y media se había duchado, cambiado y armado. Antes de las doce se había desmaterializado rumbo a la mansión. 0o0o0o0 - ¡Oye! – Nada más irse Bella, Z empujó a la puta lejos de él, haciendo que terminara en el suelo con las rodillas heridas. Phury lo vio llevarse una mano al pecho, como si intentara buscar el palpitar del corazón bajo la piel y, por poco, tuvo el impulso de hacer lo mismo. Se sentía tan estúpido por haber creado un vínculo tan fuerte con alguien que solo lo había usado y ahora parecía detestarlo. A pesar de que todas las insinuaciones habían sido una retorcida manera de obtener lo que quería, sus instintos las tomaron como cortejo. Como si fuera un maldito animal exhibiendo su poderío a su posible pareja, en este caso él. Una sonrisa torcida y llena de burla hacia sus propios pensamientos se deslizó por sus labios, sacudió su cabeza y miró a su hermano con tristeza. Aunque sus instintos hubieran estado en lo cierto, Z acababa de lapidar con sus actos cualquier posibilidad que tuvieran ambos de ser felices con las parejas a las que se habían vinculado. Porque ese vacio que sentía no podía ser otra cosa que el dolor de un macho al ver su vínculo roto.

- ¿Has acabado, hermano?- logró hablar, a pesar de que tenía la garganta cerrada. - Sí – Phury tuvo que apretar los puños para contener las ganas que tenía de zarandear a Zsadist y darle una buena paliza. Nunca había juzgado a su hermano por su pasado y las secuelas que éste había dejado en su personalidad, ni le había reclamado por todos esos años perdidos que parecían haber sido echados en un saco roto. El bueno de él jamás podría hacer algo como eso, mucho menos a su propia carne.

“¿Vas a reclamarle al fin el haber echado a perder tu vida de principio a fin? Si es así, por lo menos espera a que vaya por palomitas. ¡Esto va a ser la hostia!” - Entonces deberíamos volver a la mansión, por lo menos hasta que recuperes las fuerzas -

“Aguafiestas”, protestó el Hechicero. Zsadist dijo algo que logró registrar como “Ya lo he hecho”, mientras él se agachaba para ayudar a la prostituta a levantarse. La mujer parpadeó varias veces, reconociendo al fin su presencia, para después dedicarle lo que únicamente podría describirse como una revisión de cuerpo completo. Las mejillas de la chica se sonrojaron un poco, pero rápidamente volvió a tomar la postura segura y desvergonzada que caracterizaba a las putas del ZeroSum. Se atusó el cabello con una mano y le acarició el pecho con la otra mientras le dedicaba una sonrisa coqueta. - Mi héroe – ronroneó – ¿qué te parece si como recompensa te doy servicio gratis? ¿Lo hacemos ahora o cuando salga del trabajo, amor? –

- Lo siento, señorita, pero… Phury paró de hablar, colocando rápidamente a la mujer tras él, girando la cabeza hacia la calle Trade al tiempo que Z hacía lo mismo. Tres hombres canosos se acercaban en formación, iban vestidos de negro y miraban lo que fuera que estuvieran mirando como si hubieran encontrado la olla de oro detrás del arcoíris. - Tendrá que ser en otra ocasión. Vuelva dentro si no quiere verse envuelta en más problemas de los que puede manejar – Viendo hacia un grupo y otro, la chica debió pensar que eran problemas entre bandas, así que no dio mucho problema y se alejó después de mandarle un beso desde la puerta trasera del ZeroSum. Sin decir una palabra, Z y él salieron en silenciosa carrera, moviéndose ligeramente sobre la nieve recién caída. Cuando giraron en la calle Trade los restrictores aún no habían encontrado una víctima, pero sí a otro grupo de ellos, varios de sus miembros eran tan nuevos que aún tenían el cabello castaño. O podían teñírselo. Escuchó el rugido de Zsadist y supo que tendría que actuar rápido. Sacó el móvil de su bolsillo y presionó el primer número de sus llamadas rápidas. - Permanece quieto, Z. Estoy pidiendo refuerzos – - Pues llámalos… - gruñó – mientras yo mato – Sintió su sed de sangre mucho antes de que se llevara la mano a la empuñadura de su daga y se lanzara en un ataque tan rápidamente que Phury no pudo dejar

de asombrarse por el hecho de que se acordara de alejar la pelea de los ojos humanos. Los restrictores lo vieron y de inmediato tomaron posición de atasque, las rodillas flexionadas y los brazos en alto. Z corrió a su alrededor para acorralarlos, y ellos formaron un triángulo, moviéndose junto con él mientras se cubrían las espaldas unos a otros. Cuando Z volvió a las sombras, llevando la batalla a un lugar más privado, éstos lo siguieron como una jauría detrás de la caza. Phury llegó a tiempo para ver cómo Zsadist le rebanaba el cuello al primer restrictor, con los colmillos extendidos y la daga negra bailando en su mano con la maestría de un experto asesino. Phury se unió al ataque, deseando que cuando aquél baile acabara, alguno de los castaños tuviera las raíces blancas y la Ahvenge que Z tenía pendiente en nombre de su mujer quedara resuelta. 0o0o0o0 V volvió al complejo de la Hermandad, materializándose justo en le puerta delantera de la Guarida. Había tenido esperanzas que la cantidad industrial de alcohol que había bebido hubiera acabado con su agudeza, pero no, todavía estaba afilada como una de sus dagas. Pasó a través del vestíbulo de la Guarida desarmándose por el camino absolutamente tenso y tan listo para recibir los gritos y reclamos que seguramente Butch tenía listos para él. Para librarse de una vez por todas de esa conversación que tenían pendiente y que terminaría por matar lo poco que quedaba de él. ¡Oh, pero si el poli creía que cargaría con todo el peso del asunto estaba muy equivocado! Él podía cargar con su parte, pero haría que O’Neal se tragara la mierda que le correspondía.

Después de más de 24 horas sin comer debería haber estado hambriento; en vez de ello, todo lo que deseaba era un poco de humo rojo. O más bien, una dosis del tamaño de una bañera. Silencio. Ni gritos, ni reclamos, ni un “Cabrón, hijo de puta, ¿dónde has estado?” V caminó por el corredor hacia la habitación del poli. Abrió la puerta. La cama gigante estaba vacía. ¿Entonces tal vez el poli estuviera en la casa principal? Tenía un muy mal presentimiento. Trotó hasta la puerta una vez más y sacó la cabeza para ver fuera. El Escalade no estaba entre los coches aparcados en el patio, así que Butch no debía de estar en el complejo. ¿Por qué no había regresado aún? ¿Lo odiaba tanto que incluso había escapado de la vida que había iniciado junto con la hermandad? Se negaba a creer que el poli fuera de los que huían con el rabo entre las patas. Su poli lo hubiera molido a golpes por lo ocurrido, no desaparecido. El corazón que no tenía comenzó a tener un movimiento fantasma, palpitando en carrera hacia el infarto. Llegó tan rápido como sus piernas pudieron hasta la sala de ordenadores para buscar el Escalade en su GPS. En lo que sus máquinas tardaron en darle las coordenadas, V ya había inventado veinte formas distintas de darle al cabrón su merecido por preocuparlo. El SUV estaba aparcado en una calle de las afueras. ¿Qué mierda hacía Butch ahí? ¿Qué podía estar buscando una persona en esos barrios?

Drogas, sexo barato y restrictores. Las alarmas se encendieron en su cabeza y vio el registro de llamadas en el teléfono privado de la Hermandad. Dos. V se congeló. Lentamente, presionó el botón para escucharlos, con un horrible presentimiento apoderándose de él, caliente y que picaba como un sarpullido. El primer mensaje del contestador era de un tipo llamado Ormond que pedía – o más bien, exigía – hablar con Z. No mencionó su nombre, pero con que alguien dijera “El tipo de la cicatriz”, hasta un imbécil llegaba a esa conclusión. - Tengo algo importante para ustedes – mencionó al final de la grabación. Poco faltó para que el pánico se apoderara de V. El segundo mensaje apenas tardó unos segundos en comenzar a reproducirse, pero para V fue como si el maldito tiempo estuviera riéndose en su cara, haciendo que cada uno de éstos durara una jodida eternidad. Entonces escuchó la voz firme de su poli en el contestador. - Puede que esta se convierta en una jodida despedida, así que no me iré con rodeos. Siento haberme ido. Te amo, V -

"Te amo, V... Te amo, V... Te amo, V..." se encargó de repetir su mente, sin poder creérselo.

Hubo un ruido de metal moviéndose, un arma siendo cargada. Nuevamente la voz de Butch

- Oh, mierda… Luego se desató el infierno. Disparos, gruñidos, golpes sordos. V saltó de detrás del escritorio tan rápido que tiró la silla. Ahora ya sabía qué era lo que el malnacido de Ormond tenía en su poder. Iba a arrancarle la cabeza con los dientes si esos hijos de la gran perra habían tocado a su macho. 0o0o0o0 Apenas abrió los ojos, todo el cuerpo de Butch comenzó a gritar de dolor. ¿Cuántas horas lo habían estado interrogando? ¿Diez, doce? Tal vez más. ¿Cuántas horas más seguirían haciéndolo antes de darse cuenta de que prefería morir y sufrir el peor de los tormentos antes que soltar la lengua? Jamás diría nada con respecto a la hermandad ni a Bella. No traicionaría la confianza que los hermanos, en especial Vishous, habían puesto en él. Esperaba que se dieran cuenta pronto y así llegara más rápido su final. Los restrictores llamaban a su líder O, un tipo de pelo castaño y ojos descoloridos. La ausencia de color de sus ojos hizo que Butch sospechara que llevaba tinte de pelo, por lo que debía de ser el captor de Bella. El recuerdo de la mujer temblando después de ser rescatada sólo hizo que sellara con más determinación sus labios. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando, después de que se quedaran solos, el restrictor jefe comenzara a farfullar sobre las formas en las que despellejaría vivo al “tipo de la cicatriz” por robarle a su mujer.

No sabía si los hermanos podrían rescatarlo, igual que hicieron con Bella, pero, al menos sabía que los vengarían a ambos. Su sangre corría desde sus heridas hasta comenzar a gotear poco a poco de la mesa de autopsias en la que lo habían amarrado. Probó suerte una vez más tirando de sus ataduras, pero solo consiguió hacerse más daño en las muñecas en carne viva. Estaba desnudo, le habían dado una paliza y perdía sangre. Jodidamente fantástico. Esas últimas 24 horas habían sido infernales. Primero había jodido las cosas con su nallum, al imbécil de V le había dado por jugar a Houdini y desaparecer de la puta faz del planeta, había sido tan estúpido como para creer que podría vencer a cuatro asesinos inmortales con sólo una pistola, y, para cerrar la noche con broche de oro, se había dejado capturar por esos restrictores. El premio mayor a la idiotez: un viaje todo pagado por el mundo del dolor, con demostración personalizada de cómo las torturas medievales podían ser aplicadas en el siglo XXI. Respiró hondo, pero como tenía varias costillas rotas sólo se provocó más dolor. Gracias a la fina hospitalidad de sus captores, por lo menos la herida de bala de su pierna y las de importancia mayor provocadas en el transcurso del día, habían sido cauterizadas. Debía recordar hacerles una tarta de agradecimiento. Lo único bueno de toda aquella pesadilla era que por mucho que habían intentado, no había largado ni una mísera palabra. Le habían arrancado gritos, blasfemias, e

incluso algunas lágrimas, pero no lograrían hacer que traicionara a sus hermanos ni a su macho. Cuando muriera, y esperaba fuera pronto, podría llegar ante San Pedro, la Virgen Escribana, o quien fuera que estuviera del otro lado y decir que había permanecido fiel a las personas que amaba. La puerta de metal se abrió, y la voz del tal O resonó en sus oídos como si estuviera a su lado y no a metros de distancia. - Maestro – Abrió los ojos un poco más, suponiendo que su hora estaba por llegar. Tenía la sensación de que probablemente esos fueran sus últimos momentos, así que mejor era que juntara fuerzas de donde pudiera para soportar hasta el final. Su visión era borrosa. La habitación era oscura y sólo podía ver poco más allá de la mesa donde lo tenían. El olor a tierra y árboles significaba que probablemente estuviera en las afueras, cerca del bosque. Sobre él había una lamparilla pelada. Y, en las paredes a sus costados…si, herramienta de tortura. Estremeciéndose, apartó la vista de las cosas afiladas desparramadas por ahí. Butch comenzó a sudar frío y bajo los párpados. A través de los ojos entrecerrados, espío para ver lo que se le acercaba. Pronto, O entró en su campo de visión, seguido por otro macho, vestido de túnica blanca, con el cuerpo, rostro y manos completamente cubiertos. Parecía un monje, sólo que no había nada humano en ese ser. Lo que fuera que estuviera oculto bajo esa túnica destilaba maldad, de la clase que motivaba a la escoria del planeta a cometer los crímenes más atroces: el odio y la maldad del mundo habían tomado una forma sólida y viviente. Se estremeció. Sus instintos le gritaron que corriera.

Lástima que no podía hacerlo. Comenzó a rezar. Cuando abrió los ojos otra vez, pudo ver frente a él – o más bien sobre él – el rostro bajo la capucha. La cara que lo miraba era oscuridad condensada, una sombra viva. Justo lo contrario a la luz que surgía de las vestimentas negras de la Virgen Escribana. El Omega. Las últimas 20 horas habían sido las peores que Phury había pasado en su vida, y eso, después de todas las putadas que le había deparado el destino, era mucho decir. Parecía que el mal sino lo seguía como una sombra y sus ataques llegaban desde todos los flancos posibles. La pelea con los restrictores en la calle Trade no había servido mas que para sacar un poco de la frustración que tanto Z como él llevaban dentro. Ninguno de los inmortales de cabello castaño era teñido, simplemente demasiado nuevos en la sociedad. Por primera vez en muchos años, Phury se había recreado tanto en matar como su hermano gemelo. Había puesto todo su empeño en hacer sufrir a esos cabrones, deseando que algo de su dolor se fuera a medida que lo hacía. No se fue, pero al menos había seis restrictores menos en el planeta. El único precio fue un agujero en su costado. Z lo llevó de regreso al complejo, directamente a la guarida. No confiaban en Havers, y el único que tenía conocimientos médicos de la hermandad era Vishous. Sangró sobre el sofá del salón hasta que Z le informó que ni el poli ni V estaban en casa. Su costado le dolía como una perra y la cabeza comenzaba a darle

vueltas por la pérdida de sangre. Normalmente la herida hubiera comenzado a sanar para ese entonces, pero llevaba demasiado tiempo sin alimentarse de la vena de una hembra y su cuerpo comenzaba a hacérselo notar. - Bella Tenía un brazo por encima de los hombros de Z y caminaban hacia la casa principal cuando lo sintió tensarse y murmurar el nombre de su hembra. Llegaron lo más rápido que pudieron hasta el despacho del rey. Bella temblaba tanto como el día que la rescataron de los restrictores y sus ojos estaban anegados en lágrimas. Al verlos llegar, Phury casi pudo sentir la avalancha de emociones que se reflejaron en sus gestos. El anhelo con el que miró a su hermano. La forma en que sus hombros se relajaron, suponía por el saberlo a salvo y tenerlo cerca. El autocontrol que tuvo que utilizar para no correr a refugiarse entre los brazos que no sabía si la recibirían. El dolor por el amor supuestamente no correspondido. El asombro al ver la herida en su costado. Y por último la preocupación. - Por la Virgen Bella caminó hasta él, llevando una mano hasta su herida sangrante. - Necesitas ver a un médico, Phury – - No te preocupes por mi. ¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien? ¿Es tu hermano? – Al hacer la última pregunta, Phury sintió como si el alma se le cayera a los pies. Rehvenge. Oh, Virgen. No él. Casi cae de rodillas de alivio cuando Bella negó.

- Es Marissa. La encontramos muerta en la entrada de mi casa. Ha sido él… David – Un oscuro aroma explotó en la habitación. Z rugió como un animal furioso mientras miraba a Bella con toda la determinación que sus ojos eran capaces de mostrar. - Voy a matarlo. Ese malnacido pagará el daño que te ha hecho – - Z… - Tu renunciaste al derecho a vengarme cuando me apartaste de tu lado – Susurró ella antes de volver su atención completamente a su herida de bala. Fue como si le hubieran dado un golpe a su hermano. Muy probablemente si ese hubiera sido el caso Z hubiera sentido menos dolor. Phury lamentó que Bella estuviera tan concentrada en examinar su costado cuando tantas cosas pudieron haberse resuelto con que solo mirara los ojos de Zsadist. La impotencia de no poder proteger a su hembra, no poder consolarla. Ver que podía preocuparse por otro macho al punto de olvidarse de él. - Tenemos que llevarte con Havers. Ya nada se puede hacer por Marissa y Rehvenge está revisando los sistemas de seguridad en casa. Si hay alguna manera de encontrar a David, él la encontrará – - No iré a ver a Havers, Bella. Hay demasiada mierda entre él y nosotros como para confiar en él. Se ve más grave de lo que es porque no me he alimentado por más tiempo del que debería – - Entonces úsame –

Otra explosión, esta vez, del aroma del marcaje. Bella y él se volvieron hacia Z con los ojos desorbitados. Tenía los colmillos desplegados, los puños apretados tan fuerte que sus nudillos amenazaban con saltar de su piel y todo su cuerpo despedía el aroma de su vínculo con Bella. - Mía. Ella es mía – La tomó por los costados y salió de la habitación con Bella sobre su hombro como si fuera un saco de patatas. - Bueno, he de decir que eso fue impresionante – Con todo lo que había sucedido, Phury se había olvidado de la presencia de sus hermanos. 0o0o0o0 Bella lanzó patadas y manotazos durante todo el camino hasta la habitación de Zsadist. Lo insultó en inglés y en lengua antigua. Para cuando la dejó caer sobre la cama, estaba llorando. - ¿Por qué? – lo golpeó de lleno en el pecho - ¿Por qué me haces esto? Ya me dejaste claro que no me amas. Ya me desechaste como si no valiera nada para ti. ¿Por qué no me dejaste ayudar a tu hermano? ¡Quiero sentirme útil! Quiero saber que no solo soy la damisela en apuros que tiene que ser resguardada en la torre La ira que se había juntado en el interior de Z se fue disipando poco a poco. Aún le picaban las manos por las ganas de matar. Al restrictor y a su hermano. Nadie debía de tocar a Bella. Nadie tenía derecho a hacerla sufrir. También quería arrancarse la piel a tiras por ser el primer causante de su dolor. La abrazó

mientras ella lloraba, besó su cabello con una ternura que no sabía que podía llegar a sentir. - ¿Qué quieres de mi, Zsadist? – - Todo – Cuando ella sacó el rostro de su pecho para mirarlo como si le hubiera salido otra cabeza, supo que lo había dicho en voz alta. Sintió la furia hervir en ella, creciendo hasta convertirse en deseo de sexo. Su miembro palpitó, listo para satisfacerla. - No te comprendo. Has aprovechado cada oportunidad para apartarme de ti, ¿y dices que quieres todo de mí? ¿Es que ya no recuerdas lo que ha pasado en el callejón? Bebiste de una puta para deshacerte de mí. Preferiste sangre humana a la mía. ¿Tienes una idea de cómo me hizo sentir eso? Fue como si me dijeras que no valía para ti. Como si no fuera suficientemente buena – - ¡Cállate de una puta vez! – gruñó - ¿Estás escuchando la cantidad de estupideces que estás diciendo? ¡Que no eres suficiente! ¡Yo soy el que no es bueno para ti! ¡Fui un esclavo! ¡Abusaron de mi cuando ya era un adulto! ¿Cómo alguien como yo podría llegar a merecerte? Incluso intenté aceptar que mi hermano sería una mejor opción para ti, así al menos podría verte de vez en cuando. Pero no puedo. Soy un hijo de puta egoísta. No puedo dejarte en manos de otro macho. Ni mi hermano ni ningún otro. Eres mía, joder. – -Entonces demuéstramelo, Zsadist – Bella cerró el espacio que había entre ellos, echándole los brazos por el cuello. Sus labios estaban separados por escasos cinco centímetros y Z podía saborear

el aliento de su mujer, oler el aroma de su piel. Con un gruñido bajo, se lanzó sobre ella, aprisionándola sobre la cama. - Mía – - No lo seré hasta que me lo demuestres – ronroneó ella, enredando las piernas entorno a sus caderas – dime que me amas y seré tuya – - Te amo – - Entonces hazme el amor – 0o0o0o0 Phury no estaba seguro de qué sucedió durante las horas que no supo de Z y Bella, pero se dio una idea con el aroma de sexo y emparejamiento que los rodeaba. Bella sonreía y Z se veía tanto o más relajado que el día después de la necesidad. Phury sintió como si un peso se hubiera levantado de su pecho, aunque no estuvo seguro si fue por su hermano o por él mismo.

“No te hagas el estúpido, bonito. Estás feliz porque ahora que vuelven a estar juntos habrá un pretexto para que pases más tiempo en el despacho del Reverendo además del humo rojo” En ocasiones como esa era cuando odiaba al Hechicero más que nunca. La casa se convirtió en un hervidero de movimiento. Thorment ya había sido avisado de lo ocurrido con Marissa y tanto él como John y Wellsie estarían mudándose a la mansión para su propia seguridad en cuando cayera la noche. La reina tapó el agujero en su costado e improvisó un vendaje mientras su Hellren contactaba con el otro lado para solicitar una donadora de sangre. Bella hablaba

con su hermano por teléfono, sin poderles dar buenas noticias que los llevaran hasta los restrictores y los doggens se encargaban de informar a las casas de los reclutas la suspensión de los entrenamientos hasta nuevo aviso. Una elegida acudió a la llamada de la hermandad tan rápido como el rey se puso en contacto con la directriz. Su cabello rubio como el trigo, sus rasgos finos y sus ojos verdes hicieron que sintiera la necesidad de sacar un cuaderno de dibujo, tomar un lápiz y plasmar para siempre la expresión serena de la mujer con sus manos. Cormia – logró obtener su nombre después de varios intentos en los que solo obtuvo un “Elegida” por respuesta – fue gentil al ofrecerle la vena de su cuello y se mostró sorprendida cuando él negó con la cabeza y tomó su muñeca con una sonrisa. - Agradezco tu generoso regalo, Cormia – Bebió hasta que creyó que era suficiente, cerrando las incisiones de sus colmillos con lentos movimientos de su lengua. Algo – tal vez el nerviosismo con el que parecía estar sacrificándose en lugar de ofreciéndose – le decía a Phury que era la primera vez que ofrecía su vena a un macho, así que fue lo más gentil que sus instintos y su cuerpo hambriento le permitieron. Cormia había hecho una reverencia y se había marchado al otro lado con las mejillas arreboladas. Phury no pudo dejar de sentirse culpable, pues, mientras bebía de la muñeca de Cormia, no dejaba de pensar en el sabor de la sangre de Rehvenge, en el calor de su cuerpo pesado y musculoso aprisionando el suyo. Había tenido que clavarse las

uñas de una mano en el muslo para evitar excitarse y asustar con ello a la Elegida. O peor aún, darle a entender que estaba interesado en ella. Mucho más tarde, poco después de que el viejo reloj de péndulo del despacho de Wrath diera las doce, V abrió la puerta con una fuerza que logró arrancarla de sus goznes. Phury, que estaba sentado en un sofá largo y delgado junto a ella, tuvo un primer plano de sus fosas nasales dilatadas, sus colmillos desplegados y su brillante mirada diamantina enloquecida. Muy parecido al que había tenido de su hermano horas antes. Y ahora les caía encima lo que fuera que le hubiera pasado a V. - ¿Dónde coño estuviste anoche, Vishous? – el gruñido bajo de Wrath no fue tan amenazante como la mera presencia del hermano. - Han capturado a Butch – masculló entre dientes – esos jodidos restrictores tienen a Butch - Mierda… - Phury no supo identificar quién había expresado el pensamiento colectivo. 0o0o0o0 La ira hacía que su sangre burbujeara bajo su piel. ¿Es que no lo habían escuchado? ¿Qué mierda hacían todos aún sentados? Vishous escaneó la estancia con la mirada, esperando que alguien hiciera algo, pero nada sucedió. Sus hermanos se quedaron cayados y completamente inmóviles. V quiso barrer el suelo con ellos.

- ¡¿Están sordos o solo son imbéciles?! Tienen al poli. ¡Y es el mismo cabrón que secuestró a Bella! – El rostro de la mujer junto a Z perdió drásticamente el color y los ojos del macho llamearon con un ansia de venganza igual al que sentía él. - ¿Cómo estás seguro de que lo tienen? – Vishous sacó de su bolsillo su teléfono móvil, donde había gravado los mensajes por si eso sucedía. Esperó impaciente a que los hermanos escucharan ambos mensajes y se cruzó de brazos, golpeando el piso con un pie, como si calentara para entrar en acción. - Me quiere a mí. Lo llamaré y quedaré con él. Rescataremos a Butch pero necesitamos saber donde lo tienen antes. Si me lleva hasta él, Bella puede rastrearme, y desmaterializarse cerca de mi ubicación – - No jugaremos a su juego, Z. Tiene que haber otra solución – intervino Wrath. - Y la hay. Yo puedo llevarnos hasta Butch – - ¿Y cómo es eso posible, V? – Vishous sabía que la respuesta no le iba a gustar a su rey. Ni a ninguno de los presentes. Como si no tuviera suficiente mierda encima como para agregar que el haberle dado su sangre a su macho no era solo mal visto socialmente, sino que estaba prohibido al ser Butch humano. - Te he hecho una pregunta, Vishous, y juro por la Virgen que si no me das una respuesta ahora te la voy a sacar a golpes -

V miró hacia el bar, deseando poder ir hasta él y tomarse un trago – o una botella entera – de Grey Goose. Lo haría si tuviera tiempo, pero no lo tenía. Entre más tiempo pasara, más probabilidades había de que no encontraran a su poli con vida, y eso era algo que no iba a permitir. - Lo alimenté – Un coro de exclamaciones se extendió por toda la habitación. Vishous sintió las miradas sorprendidas clavadas en él. Mientras, Wrath se levantaba mirándolo como si de repente le hubiera dado por vestir de rosa. - ¿Qué hiciste qué? —rugió. - Lo deje beber de mí – - Hijo de puta—Wrath rodeó su escritorio y anduvo hasta quedar cara a cara con él— Es un macho. Más importante aun, es un humano. ¿Que mierda estabas pensando? — Oh, sí. Definitivamente le vendría bien un trago en ese momento. - Estábamos teniendo sexo. Ninguno de los dos pensaba con claridad en ese momento. Mira, es mi macho. Mis instintos me dijeron que lo hiciera. Con mi sangre en él, puedo encontrarlo en cualquier lugar. Siempre voy a saber si está seguro. ¿No hubieras hecho lo mismo tú por Beth aún si fuera humana? Debía hacerlo. Así que lo hice, y lo volvería a hacer. Además, no es tan humano como creíamos Wrath se giro y paseó por la habitación, las manos apretadas en puños. Como si el jefe caminara para aliviar la frustración, el resto de la Hermandad lo miraba con curiosidad.

- Hice lo que tenía que hacer—el aroma a emparejamiento se liberó de su cuerpo en una onda expansiva incontrolable – Es mío y yo soy suyo. Él se emparejó conmigo. Él liberó su aroma mientras estábamos juntos. Es uno de nosotros, no me convencerás de que lo que hice está mal Wrath se detuvo cerca de una de las ventanas. Lo miró y estudio sus movimientos. El rey inhaló profundamente y liberó el aire tan lentamente como le fue posible. Repitió el mecanismo varias veces hasta que se tranquilizó y masajeó el puente de su nariz con sus dedos. - Por lo menos ahora sabemos que no estamos locos – Rhage pareció advertir su mirada extrañada porque se apresuró a aclarar – anoche Butch estuvo aquí buscándote y cuando sugerí que estarías en tu ático, emmh, tú sabes, haciendo las cosas que haces en tu ático, se puso como loco, gritando “Es mío” y que mataría a las “perras” que se atrevieran a ponerte una mano encima. ¡Como si tuvieran oportunidad de tocarte! – Vishous lo fulminó con la mirada. - Lo hecho, hecho está La voz de Wrath retumbó como un golpe en las paredes. - Joder, no lo digas como si cualquier cosa. ¡Violaste la ley! ¡Alimentando a un humano! ¡Cristo! ¿Que se supone que debo hacer acerca de esto?- Si quieres entregarme a la Virgen Escriba, iré con gusto. Me someteré al Rythe, abandonaré la Hermandad. Por mi que extienda la jodida luz de mi mano al brazo entero. Pero aclaremos algo: antes que nada encontraré a Butch y lo traeré a casa -

Wrath volvió a levantarse las gafas de sol y se frotó los ojos. Suspiró. - Puede que lo hayan interrogado. Puede que lo torturaran, V. Incluso puede que esté muerto – - Moriría antes de delatarnos. Lo garantizo. —apretó los dientes y los puños – Aún no ha muerto, puedo sentirlo. Mi macho está vivo, y más les vale que siga así cuando lleguemos o no me importará amigo o enemigo. Acabaré con todo lo que esté a mi paso Sin querer prestar atención a las miradas preocupadas de los hermanos a su alrededor, Vishous concentró todos sus sentidos en intentar sentir la ubicación de Butch. Alguien lo llamó, pero él no se movió ni abrió los ojos. Para él nada era más importante que encontrar a su amigo.

“Te amo, V” No. Su macho. Su mente se desplegó, rebuscando como un radar el pequeño eco de él que había dentro del poli. La ciudad quedó descartada después de una búsqueda rápida. Las montañas, los lagos, el campo… Y siguió aleándose mentalmente, apretando los puños cada vez que no lograba dar con él. Su corazón se saltó un latido cuando al fin lo hizo. Localizó el palpitar vivo de su sangre dentro de las venas de Butch. Tal vez a veinte kilómetros en dirección noreste, dentro del área boscosa. Su macho estaba vivo, pero apenas. Débil y herido. Santa Virgen, en cuanto pudiera tenerlo entre sus brazos… Sus instintos de macho emparejado le gritaban por

desmaterializarse solo, rescatar a Butch a base de violencia cruda y primitiva, y cuidarlo hasta que todos sus apetitos hubieran quedado saciados. Pero era un hermano, un soldado más en la guerra, y por mucho que le gustara la idea de mandar todo a la mierda y tomarse eso como personal – y lo era, desde luego - no sabía cuántos restrictores podía haber con él o si era una trampa, así que, con su autocontrol al límite, se volvió hacia los demás. - Lo tengo. Me voy a desmaterializar a unos cien metros y mandaré un mensaje con mis coordenadas – - No te harás cargo de esos restrictores, Vishous – gruñó Rhage tomándolo del brazo con fuerza – No hagas una estupidez – Y no lo haría, por mucho que lo deseara. No pondría en peligro la vida de su pareja. Pero ya no solo era una guerra para él. Los restrictores se habían metido con lo único que consideraba sagrado y no iba a descansar hasta tener los tarros con los corazones de esos cabrones decorando la pared de su salón. Se deshizo de la mano de Rhage de un tirón. - Los llamaré cuando esté jodidamente listo – La desmaterialización siempre había sido para él un proceso mecánico, eficaz y rápido. Viajando en una corriente de moléculas a su conciencia no le pasó desapercibido lo absurdamente lento que fue esta vez el trayecto. Se materializó tras una arboleda, o más bien, en medio de un centenar de árboles o más. Se agazapó y comenzó a estudiar el terreno. Sentía a los restrictores cerca, no sabía cuántos de ellos, pero sabía que ahí habría peligro. Algo grande. Logró

subir al árbol sin ser detectado y desde una rama alta pudo ver la cabaña de donde provenían el olor a talco para bebés y la presencia del poli. Y del Omega. La garganta se le cerró de la preocupación y los colmillos se le alargaron por la furia. Tenía que sacar a Butch de ahí. ¡Ya! Mandó el mensaje a los hermanos y, a pesar de que todo su cuerpo vibraba por ir hacia Butch, esperó a que aparecieran. Contó cada segundo hasta que lo hicieron. Los cuatro guerreros formaron un círculo a su alrededor como si creyeran que eso lo detendría. Z le puso una mano en el hombro. Por primera vez, V y él tenían algo en común. Intercambiaron miradas de reconocimiento y el saber que no solo él estaba dispuesto a hacer lo que fuera para acabar con esos cabrones logró mantenerlo en calma. - Hay dos centinelas en la puerta y no he visto más en el exterior. No sé cuántos haya dentro. Butch está ahí y está muy débil. ¿Cómo procedemos? – - El Omega está cerca. Todos podemos sentirlo. Z, Phury– Thor comenzó a dar instrucciones – neutralicen y eliminen a los centinelas, procuren que sea rápido y silencioso. Rhage, desmaterialízate cerca de la ventana del costado e intenta espiar dentro, después, regresa y danos detalles – - No puedo quedarme sin hacer nada – logró decir Vishous con los dientes apretados una vez que sus hermanos fueron a cumplir con sus tareas. - Y yo no puedo perder a un hermano por tu terquedad –

Rhage regresó poco antes que los gemelos, quienes confirmaron las muertes de los dos vigilantes con sendos movimientos de cabeza. - Dentro solo están Butch y un restrictor. No hay rastro del Omega – - Tal vez se marchó antes de que llegáramos – dijo Phury, pero negó inmediatamente a sus propias palabras – No. Su presencia se siente con demasiada fuerza. Tendremos que actuar con cuidado, pero hasta ahora nunca ha actuado directamente en una lucha – - Me quiere a mí – intervino Zsadist – entraré y lo distraeré. Mientras tanto, que V intente sacar al poli. Los demás deben cubrirnos las espaldas por si aparece el jefe de los gallitos Thor, llama a Fitz, dale nuestras coordenadas y pide que tenga un coche cerca por si es necesario – Todos asintieron y se desplegaron, listos para entrar en acción. 0o0o0o0 Zsadist abrió la puerta de la entrada sin apenas hacer ruido con el arma en alto, como haría cualquier militar entrenado. No pondría en riesgo la vida de un compañero – porque eso era Butch desde que había ayudado a encontrar a Bella, un compañero – por un simple fallo en el procedimiento. Caminó dando pasos cortos, acercándose hacia la entrada de una estancia iluminada. Oyó el sonido de golpes, y de cadenas en movimiento. Algo o alguien intentaba liberarse y había algo, además de las cadenas, que se lo impedía. Entrar ahí fue como viajar en el tiempo hacia su pasado. A la prisión fría y húmeda donde su ama lo había retenido por tantos años. Butch estaba desnudo y encadenado, igual que en algún momento estuvo él a una cama, sangrando con

heridas en carne viva. Butch levantó el rostro destrozado. La nariz más torcida que de costumbre, los labios ensangrentados y la mirada resignada a la muerte que suplicaba el fin. El psicópata culpable estaba de pie a su lado. - Al fin apareces, hijo de puta – masculló el restrictor. - ¿Me querías aquí, no? Aquí me tienes – O estaba justo frente a Butch, y cualquier error de cálculo supondría atravesar al poli con una bala. El cabrón desteñido estaba utilizando al humano como escudo viviente y la sonrisa sardónica que le regalaba delataba que sabía que no dispararía mientras eso fuera así. Qué equivocado estaba. Bajó el cañón, disparándole a la pierna, haciendo que cayera al suelo gritando de dolor. Z fue a por él, alejando al cabrón de Butch y notando con su visión periférica que V había entrado por una ventana y se acercaba al poli desde atrás. Inmovilizó al restrictor con su cuerpo, clavando una rodilla en el muslo destrozado por la bala. Poco a poco, la sangre negra del líder de los restrictores empapaba el serrín del suelo, casi a la misma velocidad que Z permitía que la satisfacción lo inundara. - ¡Desgraciado! ¡Te llevaste a mi mujer y dejaste que muriera! – rugió furioso el asesino bajo él, escupiéndole a la cara. - Ella no está muerta – - Pero… su retrato… -

- Ella está viva, esperándome desnuda en mi cama. Las cicatrices se han ido, tu aroma en su piel… Ahora lleva mis marcas, mi olor, mi semilla. Porque, ¿sabes? Yo si puedo follarla. Lo he hecho y ha disfrutado. Y cuando haya acabado contigo, voy a regresar a casa, y la haré gemir por mi todo el día – La boca del asesino se abrió y el rugido de furia que abandonó sus labios fue como el primer trueno en una tormenta. Otro disparo se escuchó, esta vez impactando directamente en el hombro de Zsadist. Joder, dolía como una perra y sabía que le había dado uno bueno. Estaban empatados, ambos adoloridos e igualmente cabreados. Forcejearon, intentando hacerse con el arma para acabar de una vez por todas con su adversario. Rodaron por el suelo polvoriento, conectando tantas patadas y puñetazos sin soltar la pistola como pudieron. Se apretaban contra el otro a pesar de que la sangre les hacía resbalar como si fuera aceite. Resollaban como toros en el ruedo. Sabía a lo que se arriesgaba, pero comenzaba a acabarse su paciencia. Zsadist se olvidó de la operación en si. Sabía que V ya había sacado al poli de la cabaña y si el Omega no había aparecido hasta entonces, dudaba que fuera a aparecer más tarde. Lo sentía por Vishous, pero él acabaría con Ormond, y eso tendría que ser suficiente venganza para el hermano. Soltó el arma y afianzó su mano sobre la empuñadura de su daga. Fueron apenas unos segundos, tiempo en el cual O pudo hacerse con el control de la pistola mientras Z dirigía una estocada directo al hueco donde se suponía debería estar su corazón. Era todo cuestión de quien era más rápido, si O en apretar el gatillo o Z en enterrar la daga.

- David – La voz de Bella distrajo a O lo suficiente para que Zsadist ganara el asalto. 0o0o0o0 V esperó todo un minuto antes de ponerse en movimiento, tiempo suficiente para que Zsadist captara por completo la atención del restrictor, los demás hermanos estuvieran en sus puestos, pero, por encima de todo eso, tiempo en el cual se le acabó el autocontrol. Aunque los demás no hubieran estado listos, él hubiera entrado por su macho. Podía sentir aún la horrible esencia del Omega en las cercanías, instándolo a marcharse. Pues a joderse, como si eso fuera a poder ganarle al macho emparejado en su interior. Su nallum estaba ahí y aunque la mismísima Virgen se hubiera puesto en su camino, V hubiera encontrado la forma de hacer que Butch regresara con él a casa. Entró por una de las ventanas, acercándose todo lo despacio que podía a donde Butch estaba encadenado. Como la mesa estaba ligeramente inclinada, no fue hasta que estuvo a dos pasos de él que notó las ratas. - Maldición – Había ratas royendo la piel de los muslos de su macho. Muslos que estaban en carne viva y quemados a partes iguales, heridas que subían directamente hasta sus genitales, tan lastimados como cualquier otra parte de su cuerpo. Casi se queda petrificado, recordando los eventos que lo llevaron a ser la creatura incompleta que era, pero no se lo permitió. Ya en otro momento se lamentaría de lo que su padre le había hecho, no había tiempo.

No cuando la esencia del mal, del Omega, provenía de Butch.

“Dulce Virgen, no” - Vishous – jadeó lastimeramente el poli antes de caer inconsciente. Apartó a las ratas con movimientos rápidos y utilizó su mano maldita para romper las cadenas. Volvió a ponerse el guante antes de cargar el cuerpo laxo e inerte de Butch. Un doloroso aguijonazo subió por sus extremidades, una respuesta natural de su cuerpo que le decía que aquello que tocaba debía ser evitado a toda costa.

El Mal. Otra vez, sus instintos podían irse a la mierda. A sus oídos llegaron los sonidos de disparos y puñetazos. La pelea estaba a la vez tan cerca y tan lejos. En otro momento, hubiera dado lo que fuera por darle su merecido al psicópata que le hizo eso a su macho, pero dejaría que Z se encargara de vengarse por los dos. Primero sacaría a Butch de ahí y le sacaría lo que fuera que le hubieran metido en el cuerpo. En el exterior, Phury corrió a ayudarle, pero se detuvo abruptamente antes de llegar hasta ellos. Sus ojos miraron con horror la figura del humano, jadeando el alma por la boca. - ¿Qué le hicieron? – No lo sabía, y tampoco cómo solucionarlo.

Se arrodilló y dejó que la espalda del poli se acoplara a su pecho, sosteniéndolo contra él. Acarició su cabello y enterró el rostro en el cuello expuesto del humano mientras rogaba, a quien fuera que pudiera responderle, poder ayudarlo.

“Tócalo”, dijo una voz en su cabeza. Parpadeó. Ya antes la había escuchado, pero siempre creyó que era una de esas cosas subconscientes que suceden en momentos extremos. En ocasiones anteriores había sido un eco, un susurro lejano que lo guiaba, como sus visiones. Ahora era una voz clara, fuerte, como un grito ordenándole que tocara al poli. - Lo estoy haciendo – - ¿Qué? – escuchó que decía Phury, confundido. Claro, como era tan normal escuchar voces en tu cabeza, pensó con sarcasmo. Y no los pensamientos ajenos, sino una voz desde el mismo centro de él.

“Tócalo con la luz de tu mano desnuda” - Lo mataré –

“Solo tu luz destruirá la oscuridad que han puesto en él. Tócalo y devuelve el balance, hijo de mi hija” No sabía a qué puñetas se refería la voz, pero en esos momentos de desesperación estaba dispuesto a probar lo que fuera para salvar a su macho. Se arrancó el guante con los dientes y acercó la mano al rostro de Butch, temblando como un flan. - ¡¿Qué haces?! – gritó Thor, tomándolo por la muñeca.

- Salvando a mi pareja – - Lo matarás. Sabes lo que sucede cuando tocas algo con la mano desnuda – - Yo… ¿Cómo coño le explicaba que una voz le había dicho que era lo único que podía salvar a Butch? - Hazlo – Thor y él miraron con los ojos como platos el rostro de Butch, que tenía los ojos tan abiertos como se podía debido a la hinchazón. Sus labios, partidos y entreabiertos, eran los que habían dicho aquella palabra que los había helado. Poco a poco, dolorosamente, Butch giró el rostro hacia él, acariciándole la barbilla con los labios mientras hablaba. - Estoy… infectado. Mátame. Por… Favor. No pueden llevarme con ustedes. No… - jadeó sonoramente y los ojos se le empañaron con lágrimas – Por lo que... siento… por ti, V – - No me pidas eso, poli – gruñó, acercando los labios a la lastimada boca frente a él – Mi mano te ayudará, no te matará – - ¿Cómo...? – tosió un poco, desviando el rostro hacia un costado - ¿Cómo estás seguro? – - No lo estoy – tomó la del poli con su mano buena – creo que es así. Si no… Si esto te mata… Iré por ti al otro lado. Me reuniré contigo – - Te amo, Vishous. No quiero… irme sin habértelo dicho –

- ¿Estás seguro de esto, V? – susurró Rhage, como si no quisiera intervenir en su momento. Vishous negó con la cabeza. Tenía miedo. A equivocarse, a matar a Butch con su mano. A que esa fuera la última vez que escuchara a su poli decir esas palabras. Pero no podía hacer mucho más. La rencilla con Havers era ahora más intensa que nunca por la muerte de Marissa. Ya había dado un comunicado al Rey para informar que no pensaba atender a ninguno de los hermanos en sus instalaciones, aunque eso fuera considerado traición. No podían llevar a Butch con él y no podían llevarlo con ellos a la mansión mientras llevara al Omega en él. - ¿Podrían darnos unos minutos a solas? – susurró. Todos comenzaron a alejarse, rumbo a la cabaña – Espera, Phury. Que alguien vaya por el coche. Si llamo pidiendo ayuda es que todo ha funcionado y deben venir a recogernos. Si no… Regresen a la mansión y no me esperen – - Piensas ver el amanecer, ¿no? – dijo el vampiro de ojos amarillos. - ¿Qué vida me quedaría sin él? – Butch volvía a estar inconsciente, y tal vez era lo mejor para lo que estaba a punto de suceder. Vishous se quedó solo con él, contemplándolo con una mezcla de sensaciones que iban desde la esperanza hasta el desasosiego. Sobre todo, con las palabras de amor que no pudo decirle antes de que se desmayara bailando entre ellos. - Nada, ni la muerte, me separará de ti, nallum – Su mano maldita tocó su mejilla mientras él se inclinaba a besarlo.



De vuelta a su lado. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Butch siempre había creído en la existencia de otra vida después de la muerte, y por tanto, también creía en la existencia del alma. Tal vez por ello no tardó más que unos cuantos segundos en darse cuenta de que lo que estaba viendo era su cuerpo, y que su yo consiente era su espíritu. La sorpresa y el espanto se mezclaron en su interior – o, más bien, en el interior de su alma – mientras sentía lo mismo que su cuerpo pero desde la distancia. Vio como la sangre se escapaba de su cuerpo al mismo tiempo que sentía su vida alejarse. Era consiente de que si no hacían algo pronto iba a morir. Intentó acercarse a su yo material, desesperado por volver en sí y apurar a los hermanos, pero algo le impedía hacerlo. Tuvo que conformarse con tomar la mano de Vishous mientras éste lo sostenía a él, tan delicadamente como si la más ligera presión pudiera romperlo. - Piensas ver el amanecer, ¿no? – La pregunta de Phury lo atravesó como un rayo, haciendo que volviera la mirada hacia él. Era el único de los hermanos que quedaba cerca de ellos y sus ojos amarillos pasaban de V a él. Tenía los puños apretados, los hombros caídos y el rostro contraído por la tristeza. La viva imagen de la derrota y la impotencia. Nunca se había sentido especialmente unido a él en todo el tiempo que llevaba conviviendo con los hermanos. Lo más que había llegado a provocarle había sido compasión, primero por las putadas que veía que Z le hacía y después por cómo

había parecido ilusionarse con Bella para que esta fuera a fijarse en su hermano. Si salía de esa, debía recordar pasar más tiempo intentando conocerlo. Las emociones que sus ojos amarillos reflejaban iban desde la compasión hasta el entendimiento. - ¿Qué vida me quedaría sin él? – Se estremeció y si hubiera estado en su cuerpo, le habría faltado el aire. Las palabras de V habían sido tan… verdaderas. No había duda en su voz, ni en su mirada. No se había movido más que para acercarlo más a su pecho y para acariciar con su mano buena su rostro y su cabello. Sinceramente pensaba dejarse morir como último recurso. Gritó, pero ningún sonido salió de su boca fantasmal. Phury asintió y por poco no escucha el “suerte” que el hermano pronunció en un susurro para después marcharse tras dedicar una última y sentida mirada a Vishous. Butch sintió un infinito agradecimiento por la preocupación y los buenos deseos del macho, la primera era bien recibida, la suerte era necesaria. Él lucharía con uñas y dientes, se aferraría a la vida que le quedaba, porque, si se rendía, lo que quedaría sería desolación para él y para su macho. La misma desolación que mostraba el rostro de Vishous mientras acariciaba el suyo. - Nada, ni la muerte, me separará de ti, Nallum – Primero sintió el beso suave que depositó en su boca. Tan ligero y a la vez tan cargado de sentimientos. Casi pudo saborear el amor que su macho había

imprimido en él, la agonía de no saber que resultaría de lo que tenía que hacer. Deseó poder zarandearlo y decirle que todo estaría bien, que se dejara de cursilerías. Porque, por mucho que sus actos le llegaran al alma, sabía que Vishous se estaba despidiendo. Su beso decía “espérame del otro lado”. Joder, V no creía que pudiera salvarlo, y pensaba morir a su lado, dejando que la luz solar hiciera su trabajo. El muy cabrón se había rendido, pero él no lo haría. Iba a luchar incluso con el pesimismo de Vishous si era necesario. Él tendría fe por los dos. Creería en él y en su macho. En el futuro que ambos tendría cuando eso pasara. En los años, pocos o muchos, que pudieran permanecer juntos, recostados en los sofás de la Guarida mientras miraban un partido de los Red Sox, insultando a voz de grito al otro equipo. Creería que hallaría una forma de luchar con los hermanos para preservar a la raza que lo había acogido. Tenía que creer que tendrían más ocasiones para hacer el amor, para compartir una cama aunque fuera solo para sentir la cercanía del otro. Aún tenía que escuchar a V decirle que lo ama. No, tenía mucho por lo que aferrarse a la vida. Vishous lo tocó con su mano iluminada, posándola contra su mejilla. Su cuerpo se sacudió, y Butch sintió como si lo hubieran conectado a un generador eléctrico. El resplandor de V se extendió, primero sobre su cuerpo, cubriéndolo completamente antes de expandirse para iluminar también a Vishous. La luz brilló más intensamente antes de que una bruma negra comenzara a brotar de su cuerpo, como si cada uno de sus poros la estuviera exudando. V estaba haciendo que la infección que llevaba dentro se alejara de él.

Todo se volvió blanco a su alrededor. Lo último que logró ver fue sus figuras unidas por la luz, el mal alejándose de su cuerpo y la sangre con él. 0o0o0o0 Vishous se vio conduciendo el mercedes tan pronto como los doggens lo acercaron hasta ellos. Iba tan rápido como el motor del coche le permitía, y sólo se acordó de cubrirlo con la Mhis, porque de no haberlo hecho existía la posibilidad de que lo detuvieran por exceso de velocidad y eso habría sido una jodida pérdida de tiempo. Si algo no tenían era eso: tiempo. Su cerebro trazó la ruta más rápido hacia el hospital más cercano. Tal vez si no estuviera tan desesperado hubiera ido a donde Havers, pero no pensaba arriesgarse a que el cabrón dejara morir a su macho solo por joder a la hermandad. Miró hacia el asiento del copiloto, donde la figura inmóvil de Butch parecía inerte. Un cadáver pálido y vacío. Sólo sabía que aún estaba vivo porque la pequeña parte de él que aún estaba en Butch así se lo aseguraba. Esa certeza y el pánico a perderlo lo hicieron pisar con más fuerza el acelerador, ganando velocidad. El macho vinculado en su interior rugió de impotencia, limitado por la potencia del motor. No iba a dejarlo irse. No podía morir ahora que sabía que su mano maldita era una bendición. Después de años de odiar la luz bajo los tatuajes, había una razón para agradecer que estuviera ahí y para reconciliarse consigo mismo: Butch.

Dio un volantazo al entrar al aparcamiento del Centro Médico St. Francis, deteniéndose justo frente a urgencias. Salió del vehículo para trasladar a Butch al asiento trasero y caminó como alma perseguida por el diablo, cruzando las puertas acristaladas y deteniéndose frente a la central de las enfermeras. - Mírame, mujer – los ojos asustados de la enfermera poco a poco se tornaron opacos, signo de que estaba bajo su influencia – Dime, ¿Quién es su mejor cirujano? – - El jefe de cirugía, Manuel Manello – - ¿Aún está en el hospital? – - En su despacho – - Dime cómo llegar ahí, después, cancela todos los compromisos del doctor hasta la próxima semana. Se ha tomado unas vacaciones – 0o0o0o0 Butch sabía que estaba muy cerca de la muerte, lo sabía como sabía que aún vivía. Podía sentir su cuerpo frío, luchando por respirar. Aún así, el pánico comenzó a apoderarse de él. No podía perder la batalla. Morir no era una opción. Joder, que putada que los vampiros no fueran como los de las películas y V no pudiera devolverle la vida convirtiéndolo en uno de ellos.

“Es bueno que te plantees esa opción” La voz que dijo aquello era cálida, suave, aunque al mismo tiempo poderosa, y parecía provenir de todos lados y al mismo tiempo de ninguno, como si se expandiera desde su interior hasta sus oídos.

Sólo supo que no eran imaginaciones suyas cuando una figura enfundada en una túnica blanca apareció frente a él, llenando todo su campo de visión. Tenía un rostro sereno y gentil cubierto por una espesa barba castaña, del mismo color que su cabello y sus ojos. Sus manos abiertas mostraban yagas y sus pies estaban descalzos. Supo que si se acercara y mediera la mano en su costado, encontraría la herida de la que manó agua. - ¿Eres… Jesús? – - Ese es solo uno de los muchos nombres que he tomado. He sido muchos dioses, muchos profetas. Tus iguales me llaman Iahveh, Jehovah, Alá y antes de eso Ra, Cronos, Neptuno… Sabía que esta forma sería la que reconocerías con más facilidad. – - Entonces, ¿estoy muerto? – - Aún no, pero pronto lo estarás si no aceptas lo que he venido a proponerte – - No quiero morir – - Lo sé, así como también sé que no es por ti, sino por él – Sus facciones nunca cambiaron, sus manos nunca dejaron de estar extendidas – Lo amas, y al contrario de lo que tus iguales piensan, me congratulo en el amor sin importar los sexos. Los humanos son los que se empeñan en complicar cosas que son muy sencillas. Siéntete libre de amar a tu vampiro, hijo – - No es que no agradezca que me de su bendición y eso, pero, ¿no iba a proponerme algo para que no la palme? – Una sonrisa se extendió por el rostro del ser frente a él.

- Lo que han hecho mis hijos ha sido cruel, pensaron que sus acciones no tendrían consecuencias. Mi hija desobedeció el propósito con el que la traje a la existencia cuando se hizo mortal para concebir dos hijos. Esos dos hijos no deberían de haber existido según mi plan, pero existen y los amo por ello. Mi hijo debía de ser el balance de la luz de mi hija. La vida y la esterilidad. La creación y la destrucción. Por ello no lo frené de crear una raza que tampoco estaba destinada a existir. Cuando todo esto aconteció, tuve que ver que el equilibro permaneciera y tú llegaste a mi mente – - ¿Yo? – - Sí, tú. El hijo de mi hija, al ser un ser mitad divino, necesitaba de una fuerza igual y opuesta para que el balance fuera restablecido y mi hijo debía ser quien lo trajera al mundo. Has nacido de mi creación, ahora, mi hijo, movido por su ambición de destrucción, te ha dado una parte de él. Esa oscuridad sólo puede ser anulada por la luz del hijo de mi hija. Al mismo tiempo, esa parte de él que llevas en tu interior será capaz de destruir aquello que mi hijo ha creado. Eres el balance. El destructor – Toda aquella palabrería no había hecho más que dejar incógnitas en la cabeza de Butch, aunque muchas de ellas fueron aclaradas a medida que el ser, Dios, o como quiera que se llamara, seguía hablando. Su hija, suponía que debía ser la Virgen Escribana, había concebido dos hijos, uno de ellos, si había seguido bien la historia, era Vishous. Hostia puta. V era un semidiós. Ahora bien, aparte de eso, al parecer él era el modo en que el Dios que le hablaba había ideado para neutralizar el daño que la Virgen Escribana había hecho al traer al mundo a V y a su hermano.

¡Santa mierda! ¿Cómo le iba a decir a su macho que la Diosa de la raza era su madre y que al parecer tenía un hermano perdido? - Ella pronto será liberada, igual que todas aquellas que mi hija ha mantenido encerradas como los pájaros que tanto ama – - ¿Cómo? – El Dios ignoró su interrogante. - Ahora, te doy una elección. Tu padre biológico te heredó suficiente sangre vampírica como para hacerte más fuerte que la media humana, pero no para que pasaras el cambio. Elige, Brian O’Neal, Desthroyer, descendiente de Wrath, muere como humano o vive como vampiro – 0o0o0o0 Manello opuso más resistencia de la que Vishous pudo esperar. Para empezar, no pudo hipnotizarlo para que hiciera lo que quería, así que tuvo que sacarlo a rastras por la ventana de su despacho, obligándolo a caminar hasta el mercedes y a entrar a la parte de atrás, cerrando con su mente las puertas para que el humano no pudiera abrirlas. - Cúralo – exigió, pasándole el instrumental que había cogido de uno de los quirófanos. - ¿Quién coño que crees que eres, Neanderthal con esteroides? – el médico golpeó la puerta, intentado salir a pesar de que el auto ya estaba en movimiento y maldijo en italiano – No puedo operar a una persona en estas condiciones. Cualquier cosa puede salir mal, además de que puede contraer una infección –

- ¡Entonces cósalo, evite que pierda más sangre! – rugió, golpeando el volante y exigiendo al motor toda su capacidad – Si mi macho se muere juro que le abriré la garganta de un mordisco – Por el retrovisor, Vishous vio cómo el humano revisaba las heridas de Butch antes de apartarle el cabello de la cara y quedar paralizado. - ¿Algún problema? – - Lo conozco – murmuró lo suficientemente fuerte como para ser audible incluso aunque no hubiese tenido su privilegiado oído de vampiro - Butch O’Neal… Creímos que estaba muerto – - No lo está y cómo lo esté… - Me abrirás la garganta de un mordisco, ya te escuché – Manello miró dentro de la bolsa con el material quirúrgico y frunció el ceño. - Todo sería más fácil si tuviera un cuchillo y fuego para cauterizar las heridas sangrantes. No puedo hacer más sin saber si tiene heridas internas – Vishous giró para entrar en el camino que llevaba hasta la mansión, llevando su mano enguantada del volante al interior de su chaqueta de cuero para sacar una de sus dagas, la sujetó entre sus piernas y se arrancó el guante con los dientes. No le importo cortarse con el mortífero filo de la daga negra que el mismo había forjado con tal de que su mano dejara la hoja al rojo vivo. Le tendió la daga al humano.

“Hermano”, dijo una voz en su cabeza.

- Hágalo – Tuvo que dale puntos al médico, pues a pesar de que podía haberse quedado acojonado por toda la demostración sobrenatural que había sucedido antes sus ojos, tan solo tomó la daga como si fuera la cosa más extraña del mundo y comenzó a pasar el metal por las heridas sangrantes de Butch. 0o0o0o0 Un grito de furia atronó en la blanca estancia donde la Virgen Escribana había estado deleitándose con sus pájaros hasta pocos segundos atrás. Subiéndose la oscura capucha, caminó hasta donde sus Elegidas habían comenzado a liberar exclamaciones de espanto y de gozo por igual. El blanco inmaculado en el que habían vivido sus hijas hasta ese momento había sido perturbado por una explosión de color. El pasto se había tornado verde, el cielo azul. Las flores amarillas, rojas, violetas…Los edificios donde habitaban las Elegidas variaban con todo el espectro del arcoíris. Las hembras que le habían servido desde su nacimiento comenzaron a salir de sus dependencias para ver el exterior, haciendo ondear sus túnicas, ahora de colores, mientras giraban y alzaban sus brazos, como si quisieran abarcar todo a su alrededor, emocionadas y perplejas al mismo tiempo. Y desde el interior de sus estancias privadas apareció la hija a la que había retenido por siglos. Los ojos diamantinos de Payne, tan parecidos a los de su hermano gemelo se clavaron en los suyos, mientras una sonrisa triunfal hacía relucir los alargados colmillos.

- Hija – llamó la Virgen Escribana. Payne dio un paso adelante. - Jódete – le respondió. Y se desmaterializó. 0o0o0o0 Los hermanos los esperaban en el salón de la Guarida, llenando el lugar con el aroma de la preocupación y el miedo. Se pusieron en pie nada más verlos entrar a él y a Manello con el cuerpo de Butch cargando y comenzaron a hablar todos a la vez creando una cacofonía ininteligible. El grito atronador de Wrath hizo el silencio antes de que el rey se encarara a Vishous. - Has traído a un humano – - Necesitamos un médico – le mostró los dientes - Uno de nuestra propia raza – - Le deseo suerte encontrándolo, mi rey. Mientras tanto, voy a tener a este humano a mano para mi macho – gruñó cada palabra, dejando que su aroma de marcaje inundara el salón para dejar las cosas claras – Ahora, muévase – Wrath se hizo a un lado, apretando los dientes. Nadie, ni él, podía interponerse entre un macho vinculado y el bienestar de su pareja. Vishous no iba a respetar autoridad alguna hasta que Butch estuviera a salvo, en su cama y respirando con normalidad.

- ¡Algo va mal! – gritó Manello. El cuerpo del poli había comenzado a sacudirse, a retorcerse. Sus ojos se abrieron al mismo tiempo que su boca liberaba un grito agónico. Entonces comenzó. Vishous pudo escuchar las pequeñas explosiones, los huesos rompiéndose. Butch siguió retorciéndose, cómo si quisiera escapar de su propio cuerpo. Sus hombros se expandieron, su columna crujió como si le hubieran pasado el coche encima. Los hermanos jadearon de asombro cuando el poli se dio la vuelta sobre su costado y escupió los caninos. - ¡Por la Virgen, está cambiando! – En el interior de su habitación, Vishous sostenía la mano de Butch entre las suyas, deslizando con suavidad el pulgar de su mano desnuda por la piel del dorso. El movimiento circular parecía tener un efecto relajante para él, pues poco a poco perdían la rigidez que las mantenían en garras. También resultaba terapéutico para él mismo. Sentía que mientras continuara acariciándolo podía mantenerlo a su lado. Por si acaso, y tal vez por primera vez en sus más de tres siglos de vida, rezaba. Dulce Virgen en el Fade, el suspenso era desquiciante. Habían transcurrido cerca de cuatro horas desde que el cambio comenzara y el poli aún no daba señales de querer recobrar la conciencia. Permaneció agitando y retorciendo violentamente sus extremidades casi la mitad de ese tiempo, tras lo cual sólo quedaron sus gemidos ocasionales. Como si se tratara de un animal

herido que primero ataca para defenderse y después, demasiado cansado para seguir luchando contra el dolor, se relame las heridas. Vishous estuvo a su lado cada segundo, sufriendo con él. El macho en su cama era proporcionalmente distinto al Butch humano que llegó meses atrás a ellos. Su piel bronceada por el sol que no sería capaz de volver a ver brillaba por el sudor que lo cubría y empapaba las sábanas bajo él. Su enorme pecho subía y bajaba irregularmente con su agitada respiración. Los pies, algunas tallas más grandes, por poco y sobresalían por el borde del colchón. Sólo el hecho de que la cama había sido diseñada a medida para Vishous y ahora eran prácticamente de la misma estatura lo había evitado. Sus brazos, muslos y manos eran del doble del tamaño habitual. Y el bulto entre sus piernas parecía a punto de reventar los calzoncillos. A pesar de todo, Vishous aun podía ver las pequeñas cosas que lo hacían seguir siendo Butch. Su poli. Las imperfecciones que lo hacían perfecto antes sus ojos, por cursi que sonara. La forma en la que su nariz se torcía tras haberse roto, su barbilla desafiante. Los masculinos labios. Cada vez que un quejido escapaba de ellos, V veía su diente astillado además del filo mortal de sus nuevos colmillos. El cuerpo de Butch se agitó y Vishous apretó con fuerza la mano que sostenía. Los hermanos, sus mujeres y dos Elegidas estaban en el salín de la Guarida. Lo suficientemente cerca para acudir en su ayuda con sólo alzar la voz y lo indispensablemente lejos como para darles algo de intimidad. Después de lo sucedido los pasados días, todos actuaban como si ya estuvieran oficialmente emparejados. Como si V fuera un angustiado hellren a los pies del lecho de su moribundo amor.

Lo cual no se alejaba mucho de la realidad. Nunca se había dado una transición así, por lo que no sabían qué esperar. En esos momentos era cuando quedaba claro que no eran hermanos sólo de palabra, sino una verdadera familia. Unida, variada y disfuncional. Cada uno de los machos ahí presentes estaba dispuesto a morir por los otros y ello no sería visto como un sacrificio o una obligación, sino como un honor. Claro que primero se cortarían una pierna a admitirlo. Beth, Wellsey, Bella y Mary se mantenían unidas en un sólido frente de gentil entereza mientras las Elegidas, vestidas con túnicas de alegres colores, dirigían las oraciones. Ninguno se movería de ahí hasta que todo estuviera bien y el corazón de Vishous volviera a latir tranquilo. Mientras tanto, esperaban. Dentro de poco, Butch despertaría a su nueva existencia y lo primero que sentiría sería la sed. Su cuerpo gritaría ante la imperiosa necesidad de sangre que lo dominaría. Las Elegidas serían las encargadas de saciarlo y, en caso extremo, también las hembras de sus hermanos. Fuera de una manera u otra, ellos estarían ahí para detenerlo, porque podía ser que su cerebro comprendiera que Butch necesitaría de una hembra para sobrevivir, pero sus instintos de macho vinculado no serían comprensivos ni aceptarían que Butch bebiera de nadie que no fuera él. Todo él se vería impulsado a apartarlas de su pareja. La biología era una perra desgraciada. 0o0o0o0

Butch llevaba inmerso en un dolor intenso más tiempo del que deseaba recordar. Inicialmente había sentido como si su piel y sus músculos se encogieran sobre sus huesos, únicamente para después estallar en una onda expansiva que le hizo desear estar muerto. Uno a uno, sus huesos reventaron. Lentamente, su piel se desgarró. Se le desencajaron las articulaciones como si estuviera atado a un potro de tortura. Sólo era consiente de la agonía y de la presencia de Vishous a su lado. V había sido lo único que lo mantuvo aferrado a la cordura, luchando para ver el lado positivo en el sufrimiento. Se le habían ofrecido dos opciones. La paz en el Fade o la vida en la noche como uno más de la raza. Sólo una de ellas le hubiera permitido estar con su amigo y recientemente amante. Ni siquiera había tenido que pensarlo.

“Aguanta”, se dijo mentalmente, “Todo vale la pena para volver a él”. Sólo esperaba que todo acabara lo más rápidamente posible. Fue necesario apenas un instante para que todo cambiara. En un momento estaba demasiado cansado para sentir algo aparte del dolor y al siguiente algo salió en carrera para arrebatarle el primer puesto en su lista de prioridades. Tragó saliva repetidamente y se encogió sobre su costado, pero su garganta siguió quemando y sus entrañas siguieron retorciéndose como si una mano invisible se hubiera colado en su interior para jugar al “Operando” con ellas. Joder. Tenía tanta sed. Algo fragante y húmedo se acercó a su boca, colándose hasta tocar su lengua. Fue como si sus papilas gustativas quisieran ponerse a bailar salsa. El líquido era

cálido y espeso, sabroso como un vino añejo. Nunca había probado nada igual. Se aferró a ello con desesperación, ansioso por calmar su sed. Bebió uno, dos… tres tragos abundantes, haciéndolo bajar por su garganta y el ardor pareció menguar. Jadeó de alivio. Solo para darse cuenta de que el hambre no había desaparecido, y de que el malestar volvía con renovado vigor, como un virus que se alimenta del medicamento para hacerse más fuerte. Aquello no lo saciaría, no era lo que él necesitaba. Giró la cabeza, alejándose de la fuente del líquido y abrió los ojos, velados por el hambre. El animal que se había despertado en su interior apenas reconoció a la hembra que nuevamente le ofreció su muñeca o a las personas que jadearon de asombro cuando la apartó de sí para ponerse de pie. Olfateó el aire, dejando que sus instintos lo guiaran. Era un animal hambriento de caza. Estaba cerca, lo sabía. Su fuente de vida. Lo que calmaría su sed. Su Santo Grial. Finalmente, sus ojos se posaron en él, y la bestia pareció calmarse por un segundo. “Nallum”, gruñó una voz en el fondo de su mente antes de que la necesidad pudiera con su razón y se lanzó hacia él. 0o0o0o0 Cuando el momento llegó, tuvieron que sujetarlo entre Rhage y Thorment para que no atacara a Layla desde que comenzó a acercarse a su poli. Cerró los ojos

para no ver cómo mordía su propia muñeca varias veces hasta que la sangre manó con fluidez hasta los labios entreabiertos de Butch. Lástima que aún tenía su olfato y sus oídos funcionando al ciento veinte porciento. Su macho dejó escapar un jadeo y se aferró al instante a la mano que le daba de comer, literalmente. Bebiendo de ella como un recién nacido del pecho materno.

“Coño”, pensó. “Sólo… Coño”. Las fosas nasales de V se dilataron y todo su cuerpo tembló, sintiendo la rabia y la impotencia crecer dentro de él. Mierda, que distinto era conocer algo sólo teóricamente a experimentarlo de primera mano. Por mucho que quisiera ser el único que saciara los apetitos de su macho, jamás podría cambiar el hecho de que un varón sólo podía nutrirse de la sangre de una hembra y él evidentemente no era una. Tenía el armamento equivocado entre las piernas. Y pensar que deberían pasar por eso cada dos meses. Un doloroso rugido se extendió por la habitación junto con la explosión de su aroma de vinculación. Entonces sucedió algo increíble. Butch apartó la boca de la muñeca de la Elegida cuando debería de estar prendado de ella y abrió los ojos. En ellos poco había de Butch y mucho de un animal salvaje, violento y hambriento. Las pupilas dilatadas no mostraron compasión alguna a la hora de empujar lejos de sí a Layla, cosa que hizo que algo dentro suyo se sintiera insanamente satisfecho.

Con los hombros echados hacia adelante en gesto de amenaza, buscaba por la habitación mientras olfateaba el aire desesperadamente. Su mirada se detuvo en él y brilló con lujuria y satisfacción. El tigre había encontrado a su presa y se preparaba para saltar sobre ella. Con un gruñido ronco atravesó el espacio que los separaba tan rápidamente que Rhage y Thor sólo tuvieron unos segundos para liberarlo y apartarse antes de que Butch cerrara los brazos entorno a él como tenazas y lo arrastrara hasta la pared más cercana, encerrándolo entre carne y piedra. No tenía escapatoria y, francamente, V no la quería. El poli enterró el rostro en su cuello, aspirando con fuerza y acariciando con la punta de la nariz la extensión de su vena. El pulso se le enloqueció a medida que la sangre bajaba de su cerebro para concentrarse en su miembro. En cuestión de un parpadeo tenía el pene duro y tenso, apretando contra la cremallera de sus pantalones de cuero. Al momento llegó a él el aroma del deseo de Butch. Junto con su aroma de vinculación.

“Sí, Sí, Sí, Sí, ¡Sí!”, repetía una y otra vez su voz interior. O’Neal rugió, regalándole un primer plano del despliegue de sus colmillos, y se enterró hasta las encías en su vena. Vishous gimió sin control cuando el dolor inicial se unió al inmediato placer que le causaba ser reclamado tan claramente por Butch, creando un cóctel de satisfactorio éxtasis que amenazó con hacerlo explotar en pequeños pedazos de agónico deleite. Se sentía poseído, marcado y, sobre todo, amado.

Contra todo pronóstico ser sometido lo puso a mil.

“Joder, con que así se siente que te reclamen”, pensó, echando la cabeza a un

costado para darle a su pareja un mejor acceso a su cuello al mismo tiempo que se le escapaba una carcajada complacida. Butch bien podía dejarlo seco y él moriría con una sonrisa de cabrón estupidizado en los labios. No entendía cómo podía ser eso posible, pero a medida que su macho tragaba su sangre, gorjeando de alivio como un crío, comprendió que, efectivamente, era su sangre – suya y no de una hembra cualquiera – la que estaba entrando a su cuerpo, saciándolo. El primer mareo lo convenció de que no era una vívida alucinación. - Eso es, Nallum. Bebe más – susurró con una sonrisa en su rostro – Bébetelo todo – Su mano enguantada fue directa al cabello castaño del ex humano, acercando su boca más a él, como si quisiera que sus labios se fundieran con su piel ensangrentada. - Como siga bebiendo así matará a Vishous – No supo quién lo dijo y, en realidad, no le interesaba. Tal vez en otro momento – o de ser otra persona, ya que estaban - le hubiera avergonzado estar haciendo algo tan íntimo frente a sus hermanos, pero eso no era relevante en su cabeza. ¿Cuándo había funcionado de manera convencional esa hija de perra? Nunca y no comenzaría ahora. Lo único que importaba era alimentar a Butch, meter su vida en el interior de su macho.

Dejar que le amara como sólo los machos de la raza sabían hacer. - Mío - gruñó cuando intentaron separar a Butch de él. Cabe decir que, con todos sus instintos a flor de piel, enseñarles los colmillos con un siseo fue moderarse demasiado. Suyo. Jodida e irremediablemente suyo. Sus nuevas y gigantescas manos se cerraron en su trasero, acunando sus nalgas y comenzando un cadencioso vaivén de caderas. El bulto de entre sus piernas era mucho más grande en ese instante que antes, demostrando que V no era el único que estaba cachondo perdido por la situación. Sólo la euforia evitó que el pánico se apoderara de él. Butch no era un recluta del campamento de su padre, no lo follaría sólo para demostrar quién mandaba. Quién era superior a quién. Ahí no había ninguna batalla. Su macho lo estaba reclamando. En su necesidad, sólo lo había buscado a él para alimentarse y para desfogarse y no había mayor honor que ese para un macho. Cuando lo tomara, Butch lo haría con su total consentimiento. En ningún momento sintió la urgencia de recuperar el control, a pesar de que temblaba. Ellos no follarían… Harían el amor. La cálida lengua de Butch repasó las heridas que sus colmillos dejaron en su cuello, haciéndolo gemir. - Será mejor que les demos privacidad – - Mío – masculló apenas el poli antes de estrellar su boca contra la suya. Oh, joder. ¡Sí!

 

Para volver a ti. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Rehvenge golpeó su escritorio con toda su fuerza, haciendo que varios papeles importantes salieran volando. Queriendo sentir algo que lo distrajera del remolino de sentimientos que se apoderaban de él. En vano, pues por su sangre aún corría la dopamina que lo hacía insensible al dolor. La preocupación acentuaba la ira en su interior, retorciéndole las entrañas. No había tenido noticias de Bella desde que fue con los hermanos a informar de la muerte de

Marissa. Había contado las horas minutos y segundos, esperando una llamada. De más era decir que no había sucedido.

Sentía como si el destino estuviera jugando con él.

Bella, la hermana por la que había hecho todo, incluso someterse a la reina de los Symphaths, había sido secuestrada por la sociedad restrictora de su propia casa, y después de meses de desesperación por creerla muerta, había vuelto a él. Con un macho de la hermandad de por medio. No sabía como sentirse al respecto.

Gran parte de sus reservas hacia la hermandad habían sido erradicadas tras el discurso que le diera Phury en su despacho, pero aún conservaba las que sentía hacia el guerrero con el que Bella se había emparejado. Dentro de su club circulaban demasiados rumores acerca de él: que era un mercenario capaz de matar a su propia madre; que se metía todo tipo de drogas y era tan explosivo como una bomba de relojería. Que sus cicatrices eran por heridas que se había hecho él mismo, porque le gustaba sentir dolor.

Que ninguna mujer debía acercarse a él de querer seguir viva.

En el fondo, sabía que no eran más que rumores. Ninguna de sus putas se había quejado de él, y aunque eso se debiera a que les borraba la memoria, ni una sola había resultado herida tras un encuentro con él. Y sobre que se metiera algo... el único hermano que alguna vez había solicitado ese servicio de él había sido Rapunzel.

La escena del callejón era lo que preocupaba a Rehv.

No quería volver a ver sufrir a su hermanita de aquella manera.

Marissa había sido como una brisa fresca en su vida. Inocente a su condición de medio Symphath, lo había tratado como un amigo. Un confidente. Él había deseado poder darle algo más que su amistad. Una unión entre ellos haría aún más poderosas a sus familias dentro de la Glymera, restablecería la posición de Marissa como hembra de valía ante los ojos de su sociedad, y lo convertiría en el siguiente en línea para ser Leahdyre del consejo de Princeps.

Nunca hubiera podido ser.

Rehvenge necesitaba confiar completamente en la persona que se convirtiera en su pareja, poder descargar parte de sus responsabilidades y cargas sabiendo que no lo juzgaría. Poca gente de la raza sabía a lo que se dedicaba fuera de las

clásicas inversiones de la aristocracia, y de ellos, nadie pertenecía al circulo de la Glymera. Marissa tal vez hubiera aceptado que regentara un antro de la ciudad, pero jamás entendería que vendiera drogas, o dejara que las putas trabajaran para él.

Seguro que Phury si que lo entendería.

Gruñó una maldición contra si mismo.

El jodido hermano se le había metido en la cabeza como una infección que se agarraba a su tejido y no quería irse. Tampoco es que Rehvenge supiera como sacarlo de su interior. Mentiría si dijera que quisiera hacerlo. Los ojos desolados con los que lo había mirado antes de desmaterializarse del callejón tras el ZeroSum estaban grabados en su retina. Los recordaba cada vez que cerraba los suyos. Había querido atravesar el espacio que los separaba y llevarlo con ellos. Encerrarlo junto con Bella para que nadie pudiera tocarlos.

¡Era un guerrero, por la Virgen!

Debía dejar de tener esos impulsos posesivos y sobre protectores hacia él. Será más fácil decirlo que hacerlo, pensó, mientras sentía su corazón latiendo desbocado.

0o0o0o0

Sus tradiciones siempre habían sido algo inamovible para ellos. Ningún vampiro, jamás, se había atrevido a cuestionar lo que su creadora y su sociedad les habían impuesto como cierto. Otra cosa habría sido tomada como sacrilegio. Y había tres verdades que cimentaban todas sus creencias. Sus vidas. La primera: las Elegidas eran las hijas predilectas de la Virgen Escribana, y, como tales, debían ser puras. Sin ambiciones personales más allá de servir a la raza. La segunda: subsistían de la sangre del sexo opuesto. Compartir la vena con un vampiro del mismo sexo por mucho tiempo fue visto como algo inmoral, a pesar de que para los miembros homosexuales de la raza representaba la mayor muestra de confianza. La tercera: la transición llegaba a ellos alrededor de su cumpleaños número 25.

Phury, como muchos otros, nunca hubiera podido imaginar que eso cambiara.

Tal vez por ello, cuando las Elegidas acudieron en su ayuda cubiertas con túnicas alegres y coloridas en lugar de sus habituales – blancas y puras – vestimentas la única reacción que pudieron expresar los hermanos fue la sorpresa. Aunque también podía deberse al hecho de que el poli estuviera pasando por su transición a tan avanzada edad cuando ellos no tenían ni idea de que corriera sangre de la raza por sus venas.

Y, ahora, si alguien le hubiera pedido a Phury que escogiera una palabra que describiera la atmósfera que se respiraba entre los hermanos después de todo lo que habían presenciado en el cuarto de Vishous, hubiera dicho sin pensarlo demasiado “shock”. Sin embargo, cuando la puerta se cerró tras Thorment, lo único que abandonó sus labios fue un susurrado “Oh, joder”.

- ¡Legía! ¡Necesito legía! – gritó Rhage mientras enterraba su rostro en el pecho de Mary.

Sin lugar a dudas, su hermano había dado con una forma más elocuente de decir lo que todos estaban pensando.

Suspiró, apoyándose contra la pared.

Los cimientos que sostenían todo en lo que creían parecían desmoronarse ante sus ojos, y Phury casi pudo escuchar el estruendo de las paredes que antes había creído solidas como rocas al estrellarse contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos.

"Te enamoraste de un macho, bonito. Tal vez desataste el apocalipsis”, se rió el hechicero.

Su amigo humano había resultado no ser tan humano como ellos creían y había comenzado su cambio, casi trece años después de lo habitual. Después estaba el hecho de que, al parecer, las elegidas habían sido parcialmente liberadas de su servicio a la Virgen. Las túnicas coloridas que vestían eran solo el primer signo de que tenían poder de elección sobre sus vidas, pero el que hubieran acudido a la llamada de la hermandad era su demostración de lealtad a la única madre que habían conocido en todos esos años de reclusión. Como si eso no fuera poco, Butch acababa de destruir por completo la primera base de la supervivencia de la raza: solo la sangre del sexo opuesto alimenta.

El poli le había enseñado el dedo corazón a la biología.

- ¿Qué, en el santo nombre de la Virgen, fue eso? – gruñó Thor, desplomándose en el sofá más cercano.

- Creo que yo puedo responder a eso – afirmó una voz desde la puerta de la Guarida.

Ahí, de pie ante ellos, estaba una hembra desconocida, pero a la vez, demasiado familiar. Tenía un cabello oscuro y largo. Negro como la misma noche. Su piel era blanca, clara como el alabastro. Sus labios llenos, sus ojos contradictorios. La mirada diamantina era serena y a la vez salvaje. Debería de parecer frágil, pero, extrañamente, era en lo último que Phury pensó. En cambio, trasmitía entereza. Una fuerza digna de una guerrera.

- ¿Cómo llegaste aquí, hembra? – gruñó el rey, alzando sus más de dos metros de oscuro terror.

- Nada puede interponerse entre mi hermano y yo ahora que he sido liberada – ella habló, sin dejar que la imponente presencia de Wrath o los hermanos la amedrentara, lo que confirmó la primera impresión de Phury sobre ella – Me necesitará más que nunca, así como yo lo necesitaré a él –

- ¿Quién eres? – preguntó al reina, avanzando hacia ella tras librarse del agarre de su hellren.

- Mi nombre es Payne, hija de sangre del Sanguinario – un jadeo se extendió por la habitación – mi hermano es el guerrero Vishous y nuestra madre, la Virgen Escribana –

El silencio se hizo a su alrededor. Nadie tenía una puñetera idea de cómo reaccionar ante tal revelación, o como era posible. Phury vio a las Elegidas cubrirse las bocas, ahogando murmullos de sorpresa. Sí, pensó, todo comenzaba a tambalearse en el mundo que habían conocido.

Incluso resultaba que la Virgen Escribana no era Virgen.

- ¿Puedes explicarnos lo que está sucediendo? ¿Por qué hemos sido liberadas? –

Payne miró a Layla, invitándola con un gesto a acercarse. La Ehros sostuvo la mano que la otra hembra le ofrecía y ambas se contemplaron la una a la otra por largos segundos antes de que Payne hablara de nuevo.

- Nuestra madre había creado una raza a la que amaba, la llamaba madre y la alababa, pero no parecía ser suficiente. Se le había concedido el poder de crear vida, con la condición de que mantuviera su pureza, pero crear vida, sin tener la posibilidad de sentirla, no era suficiente para ella. Así que creó un cuerpo mortal y bajó a este plano, eligió al macho que, ante sus ojos, tenía las mejores características, y copuló con él –

- Por lo que he oído, “copular” con el Sanguinario no debió de ser una experiencia agradable – intervino Beth, haciendo comillas con los dedos, recalcando la ironía.

- No lo fue. Madre no contaba con que, además de cruel, El Sanguinario era lo suficientemente astuto para ver a través de su máscara, así que la obligó a hacer un trato con él. Le daría un hijo varón. Durante los primeros tres años de su vida el niño permanecería con ella y después sería propiedad de él los siguientes tres siglos. Madre aceptó, pero le escondió al Sanguinario mi existencia. No trajo al mundo solo a un niño, sino también a una niña –

- Tú –

Payne asintió a las palaras de Phury

- Crecí en reclusión en el otro lado, siendo criada para convertirme en el centro de las Elegidas, pero al igual que Vishous para nuestro padre, fui una decepción para Madre. Ella deseaba que fuera tranquila, maleable, pero nací con la sangre del Sanguinario en mis venas, gritando por la lucha. Soy una guerrera, no una sacerdotisa. Fue un error de mi madre creer que podría contenerme –

- No es que no sea un interesante cuento para dormir, pero no entendiendo que tiene que ver con lo que está sucediendo - habló Zsadist, intentando que la conversación volviera al punto de inicio.

- Ahora voy a eso, guerrero – La voz de la hembra fue suave, pero hizo que Phury temblara. Tras esa templanza había una tormenta que no debía de ser desatada – El Padre de mi Madre vino a mi en un sueño durante mi reclusión y me confió lo que estaba por venir. La llegada del Destructor –

Phury, así como todos los demás, tenía toda su atención puesta en el relato de la hembra. Aún así, no pasó desapercibido para él el modo en que el médico humano la miraba. Era una mezcla de incredulidad y fascinación. Como un niño que acaba de encontrar algo nuevo y brillante.

Los labios del humano se movieron, articulando una sola palabra que no llegó a salir de ellos.

Mía.

Cada vello su cuerpo se crispó. Ya sabía lo que había sucedido al última vez que un humano había tenido esa reacción hacia uno de ellos, y podía ser que en ese momento Vishous no estuviera consiente de que tenía una hermana, pero dudaba

que estuviera contento con el giro que podían dar los acontecimientos con ella y el doctor.

- La Virgen escribana fue bendecida con el don de dar vida, y el Omega, su hermano, con el poder de quitarla. Una es luz, el otro sombra. Tienen que existir ambos para que pueda haber balance. En el momento en que La Virgen nos engendró, ese balance se rompió. Tanto Vishous como yo tenemos poderes semidivinos y no hay una oposición que equilibre nuestra existencia. Por ello, el Padre hizo que Butch y otro humano aparecieran. Los creó de tal manera que dándose las circunstancias, pudiera ser el balance a mi hermano y yo necesitamos. No contaba con que él y mi hermano se enamorarían, pero no todo puede ser controlado – una sonrisa se extendió por el rostro de Payne – Se complementan, son dos caras de la misma moneda. El Omega le dio a Butch parte de si mismo, en un intento de destruir a la Hermandad desde dentro –

- La oscuridad que sentíamos en el bosque – se estremeció Thor – pero… ya no la siento más –

- La mano de mi hermano destruye por una razón. Siempre tuvo un propósito, y es destruir la esencia del Omega que Butch absorbe. Queriendo destruirlos, les ha dado un arma que destruirá de manera definitiva a los restrictores –

0o0o0o0

Pasaron tal vez dos horas, en las cuales Payne les explicó los planes del Padre para la raza. Aclaró las preguntas de las Elegidas, diciéndoles que era su decisión si querían volver al otro lado o no. La base de la fe de la raza debía ser compuesta por verdaderas devotas, dispuestas a renunciar voluntariamente a todas las experiencias que podían vivir en ese plano, no viéndose obligadas a permanecer en el otro lado, ignorantes y recluidas. Deberían permanecer al servicio de la raza y la Virgen hasta que decidieran que camino tomar, mientras tanto, Wrath les dio la bienvenida a todas las que quisieran encontrar refugio con ellos en la Mansión.

Phury volvió su mirada a uno de los rincones de la habitación, donde su hermano estaba sentado, apartado de todos, menos de la mujer que tenía en el regazo. La cabeza de ella estaba apoyada en el hombro de Zsadist y una de sus finas y pequeñas manos dibujaba círculos sobre la banda negra tatuada en su cuello. Z nunca había dejado que nadie tocara las marcas que lo distinguían como esclavo de sangre, y el hecho de que pareciera tan relajado mientras Bella lo hacía, decía mucho sobre los sentimientos de su hermano, tanto como su mirada, suave y dulce, posada en sus manos entrelazadas.

La escena hizo que todo dentro de él pareciera derretirse. Su hermano era feliz, o todo lo feliz que podía llegar a ser. Bella, una hembra a la que admiraba y respetaba, le daba esa felicidad. La amaba por eso, pero el amor que sentía por ella jamás sería como el amor que sentía por el hermano de ella.

Virgen. Como deseaba poder tener algún día lo que su hermano compartía con Bella.

Cerró los ojos, sintiéndose jodidamente solo.

Todos sus hermanos habían encontrado a sus respectivas parejas, todos tenían a alguien por quien vivir, luchar, o incluso morir. Él era el único que, cuando todo acabara, volvería a una habitación vacía, deseando a un macho que no podía tener. Un macho que solo había jugado con él, utilizando sus sentimientos para manipularlo. Un macho que vería constantemente, más ahora que Z y Bella habían resuelto sus problemas.

¿Alguna vez desaparecería la sensación de vacío que tenía en el pecho?

A pesar del poco tiempo que lo había tratado, era doloroso pensar que lo tendría cerca, pero nunca lo poseería. Que lo vería entregar algún día su cuerpo y corazón a una hembra de valía, mientras que el suyo se desangraba. El aire comenzó a faltarle con ese pensamiento. No quería eso. Joder. No.

Ninguna hembra tocaría a su macho.

Su aroma de vinculación inundó el salón de la guarida. Casi de inmediato, pudo sentir los ojos de todos sobre él, pero en especial los de su hermano, que se debatían entre la furia y la tristeza. Tras la explosión de aromas dentro de la habitación de Vishous, el suyo casi pasa desapercibido, pero, desafortunadamente, no tuvo tanta suerte. Los ojos de Z se volvieron negros al momento en que sus fosas nasales se dilataban.

- Ella es mía - dijo aferrándose a la cintura de Bella.

Mierda. Había estado mirándolos mientras reflexionaba, y ahora pensaban que...

¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

- Lo sé. No se trata de eso - susurró, mirándolo con desesperación. Suplicándole que entendiera - Yo... -

Vencido por sus propios sentimientos, se dejó caer sobre el sofá más cercano y casi inmediatamente, el lugar a su lado se hundió bajo el peso de Bella.

- Amo a tu hermano – le aclaró con voz dulce.

“Y yo al tuyo”, pensó él.

- Lo sé – susurró, enterrando el rostro entre sus manos.

- Mirabas hacia nosotros cuando te vinculaste, Phury. ¿Debo entender que…? –

- ¡No! – exclamó, mirándola con pánico – No. Dios, no es como si no hubiera pensado en algún momento que podría llegar a amarte, pero no eres tu la persona con la que estoy vinculado –

- ¡Oh! – ella miró a Z y su hermano se relajó considerablemente - ¿Quieres hablar de ello? –

- Yo… Cuando los vi a ti y a Zsadist hace un momento me di cuenta de que quería lo mismo que ustedes tienen. Amor, compañerismo, apoyo incondicional. Quiero poder decirle aún sin palabras que todo va a estar bien. Pero nuestra situación es tan complicada –

- Mírame, Phury – lo tomó del rostro y lo obligó a hacerlo – ¿Crees que Z me lo ha puesto fácil? ¿Qué va a ser sencillo para nosotros o para V y Butch? Va a ser una lucha constante, pero al final del día sabremos que valió la pena. ¿Ella vale la pena? –

- Sí. Él lo vale –

- ¿Él? Oh, Phury, sabes que eso no nos importaría a ninguno de nosotros –

- Ni siquiera sé si siente lo mismo. Nos odia, ¿sabes? A la Hermandad. Tu hermano ni siquiera pudo verme con algo más que odio después de que me besó en su despacho. ¿Qué debo entender de su comportamiento? Es todo tan frustrante –

- Mi… -

Bella jadeó, abriendo los ojos si fueran dos planetas intentando escapar de su órbita. Pronto, una expresión de horror se instaló en el rostro de Phury, dándose cuenta de lo que había dicho.

- ¿Estás enamorado de Rehv? – susurró ella y lo abrazó con fuerza, tomándolo por sorpresa – No puedo decirte que mi hermano te corresponderá, pero nada me haría más dichosa que tu y él encontraran la felicidad juntos, hermano mío – Phury dejó que sus brazos rodearan el cuerpo de su cuñada, sin llegar a apretar el abrazo. Fue ella la que lo acercó más a su cuerpo y le acarició el largo cabello, consiguiendo que se relajara con un suspiro. Algo oprimía su pecho, al tiempo que le daban ganas de llorar. Sentía la garganta reseca y los ojos acuosos, pero se tragó sus lágrimas mordiéndose la lengua. Nunca se había sentido tan querido, ni tan aceptado. Bella lo estaba acunando contra ella como si fuese un niño, y a pesar de que su orgullo le decía que se apartara, no pudo hacerlo. El pequeño que sufrió el desinterés de sus padres brincaba en su interior, feliz por primera vez en muchos años. - No le he dicho a tu hermano… – dijo ella en voz tan baja que seguramente solo él podía escucharla – pero creo que estoy embarazada –Phury se separó de ella rápidamente, sin saber si sentir terror o felicidad por la noticia – quiero que seas su Whard Sus ojos dorados se ablandaron con el amor que sentía hacia ella, su hermano y el cariño que comenzaba a sentir por esa vida que aún no había llegado. - Ese será mi honor y placer –

0o0o0o0 Manny aún no podía creer lo que estaba sucediendo a su alrededor. Si no fuera porque lo estaba viviendo de primera mano, dudaría seriamente de su cordura.

De hecho, aún lo hacía, sabiendo que muchas alucinaciones podían ser tan vívidas como la realidad misma. Aún así, algo dentro de su cerebro le gritaba que estaba cuerdo, y que la pesadilla que se desataba ante él no era un sueño. Estaba en una habitación repleta de vampiros, y tras una puerta, Butch, el policía humano que hasta hace poco habían dado por muerto, se estaba transformando en otro más de esos seres de cuento de terror.

Lejos de sentir miedo, el científico dentro de Manny estaba deseando saber más de esa nueva raza que lo había secuestrado. Además de que en cuanto la mujer de cabello negro y piel pálida hermana del que lo había llevado ahí había aparecido ante ellos, Manny había perdido todo deseo de ser devuelto a su vida. Si era ella la que se encargara de beber su sangre hasta dejarlo seco, él estaba dispuesto a abrirse el cuello para ello. - ¿Alguien podría decirme qué hago aquí? ¿Qué diablos son ustedes? ¿Qué fue lo que le dieron a O’Neal para que se sufriera una crisis de psicosis de esa magnitud? – Manello se sostenía el rostro entre las manos – Dijeron que estaba cambiando. ¿A qué? – Estaba consiente de lo que eran, así que sus preguntas sonaron terriblemente absurdas a sus oídos. Aún así, necesitaba saber por ellos las respuestas, no sacar conjeturas. - Haces muchas preguntas, humano – masculló el tipo de las cicatrices, Zsadist, creía recordar, plantando toda aterradora estatura delante de él – No tiene caso que conozcas más de lo que ya sabes. Phury –se volvió hacia él – encárgate de borrarle todo recuerdo de nosotros y llevarlo a su casa. Eres mejor en eso que cualquiera de nosotros -

- ¿A qué coño te refieres con borrarme los recuerdos? – Nadie le respondió. Phury tomó asiento junto al médico, viéndolo tensarse con su cercanía.Tampoco es que a él le hiciera mucha gracia tener que hacer aquello. No era tan bueno como V para jugar con las mentes ajenas y aunque no dudaba lograrlo, sabía que terminaría con un horroroso dolor de cabeza. Suspirando con resignación, tomó firmemente los costados del rostro del humano e intentó entrar en su cerebro, buscando los recuerdos que tendrían que ser removidos por su bien. Pero nada ocurrió. - ¿Vas a besarme? Digo, por muy guapo que seas, no me van los tíos – Rhage lanzó una carcajada. - Los escogemos bien. Hasta responde como el poli – - No sucede nada – dijo al fin, recobrándose del asombro. - ¿Qué? – - No puedo entrar a su cabeza. Es como cuando intento entrar en otro vampiro – - Creo que tu amigo intentó hacer algo parecido en la clínica. Se puso a darme órdenes como si esperara que lo obedeciera como un puto robot. Tampoco le funcionó – - Mejor para mi – sonrió Z, haciendo crujir sus nudillos – tendremos que recurrir a lo básico -

- ¡Zsadist! – exclamó Bella.Ante el asombro de los otros hermanos y del mismo Phury, Z pareció sinceramente avergonzado. - Nadie matará a nadie esta noche a menos de que tengan pensado ir a buscar restrictores así como están las cosas – Beth se puso de pie, acercándose hasta donde él y Manello estaban – lamentamos que te hubieras visto mezclado en nuestros asuntos Manny. Si pudiéramos borrar lo que sabes de nosotros, volverías a tu vida hoy mismo y no volveríamos a molestarte, pero como al parecer eso no es posible, me temo que tendrás que quedarte con nosotros – - Esto es secuestro – el humano intentó razonar con ella. - Tal vez, pero te hacemos un favor al dejarte permanecer con nosotros. Si los restrictores supieran que sabes de nosotros, te cazarían, torturarían para intentar sacarte información de nuestro paradero, y después, la muerte sería la opción más piadosa que te darían. Y no suelen ser piadosos – - ¿Qué son los restrictores? ¿Qué son ustedes? - Eres demasiado listo como para no atar tu mismo los hilos – dijo la reina – No es la primera vez que nos vemos, pero dudo que me recuerdes – - Tú – la señaló – hiciste un reportaje de las mejoras del hospital cuando me nombraron jefe de cirugía – - Vaya, me alegra que si lo hagas – sonrió, haciendo relucir sus colmillos.

- Debo estar soñando – como intentando demostrarlo se pellizcó el brazo. Soltó una exclamación y abrió los ojos como platos – Vampiros – jadeó, recorriendo la habitación con la mirada, reparando en cada uno de ellos, especialmente en el vientre redondo de Wellsey – Pero… no existen – - Solo porque algo no sea visible o evidente no quiere decir que sea menos verdadero, curandero – Manny se volvió hacia Payne, que entraba nuevamente a la habitación, seguida de Wrath. - No podrás irte, curandero. Aquí eres necesario por tus habilidades, y ese cerebro tuyo no te dejaría marchar incluso si pudieras. Quédate conmigo, y te mostraré el mundo al que los demás humanos son ciegos – Sabiendo que no se arrepentiría de su decisión, Manny tomó su mano. Ajeno a lo que sucedía fuera de la habitación, Vishous se estaba ahogando con el aroma intoxicante que le aturdía los sentidos y se metía por cada uno de los poros de su cuerpo, marcándolo como propiedad del macho que se empeñaba en robarle el aliento con labios rudos y demandantes. No es como si se estuviera quejando por ello. Su propio aroma de vinculación flotaba en el ambiente, y juntos eran lo más maravilloso que alguna vez su nariz hubiera olido. Prefería una y mil veces morir en ese instante que romper el beso con el que Butch parecía querer devorarlo. El nuevo cuerpo de su pareja lo tenía encajado entre su pecho y la pared, haciéndole sentir cada roce, cada movimiento y

respiración. Las sacudidas frenéticas que daba la polla del poli dentro de los calzoncillos mientras se restregaba contra su muslo. Sintió un súbito mareo cuando la poca sangre que aún circulaba por su cuerpo después de haber sido parcialmente drenado por su amante corrió hacia la región sur de su anatomía, encantada de abandonar la tediosa y habitual rutina, para centrarse en inflamarle aquella parte que lo hacía macho. Jadeó de anticipación, permitiéndose exponer las reacciones y sensaciones que su pareja causaba en él. Una de las manos del ex humano liberó el agarre que mantenía sobre su cabello, tirando de él con la otra para obligarlo a exponer la extensión de su cuello. Deslizó las yemas de sus dedos – “largos y gruesos dedos”, pensó en medio de la bruma del éxtasis – por los pliegues de su cuello, pasando por el ligero hoyuelo entre sus clavículas, hasta llegar a uno de sus oscuros pezones, que se endureció al contacto. Fue como si una bandada de murciélagos hubiera sido liberada dentro de él. Los sentía revolotear en su estómago, en su pecho. Incluso en su cabeza. La sensación aumentó cuando Butch apresó el botón entre sus dedos, apretando suavemente al principio, como si probara su reacción, retorciéndolo como si fuera a arrancárselo del pectoral después. Un estremecimiento recorrió su columna de arriba abajo. Si el primer roce fue enloquecedor, el segundo – más rudo y acorde a sus gustos – estuvo a un paso de llevarlo al punto de no retorno. En otras palabras: casi se corre como un primerizo. El poli balanceó sus caderas contra las suyas, creando una deliciosa fricción que hizo que sus pollas duras y palpitantes chocaran aún bajo la desquiciante prisión que eran las ropas que inconvenientemente aún los cubrían. En respuesta, V dejó

que sus manos resbalaran bajo el algodón de sus calzoncillos y acunaran las nalgas de Butch. El musculo firme y duro se contrajo bajo la piel suave cuando le apretó el trasero, marcando un ritmo para el vaivén que O’Neal había comenzado. Fue recompensado con la visión de su macho echando la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados por el placer y los colmillos íntegramente extendidos para él mientras liberaba un seductor siseo. Vishous tuvo que atravesarse el labio con los colmillos para no correrse ahí mismo. Un segundo más tarde, Butch abrió nuevamente sus ojos castaños, velados por los instintos animales que lo dominaban, los calvó en los diamantinos y se lanzó a por sus labios ensangrentados. Lamió cada pequeña gota carmesí antes de empujar la lengua en la boca dispuesta del guerrero, apoderándose de cada recoveco de su interior. Enterrando sus colmillos en él como un conquistador su bandera. En ningún momento dejaron de mirarse a los ojos. Sus manos arrancaron sus ropas de manera desesperada. Rasgando costuras, haciendo saltar botones, rompiendo cremalleras. Sus lenguas batallaron fuera de sus bocas mientras tomaban aire, luego volvieron a hundirse en el otro. Vishous cedió el control al poli sin protestar. Era la cosa más erótica que alguna vez Vishous hubiese hecho, y eso que el hermano no había pasado esos tres siglos siendo precisamente un santo. Había probado el sexo en sus formas más depravadas y sensuales, pocas eran las cosas que no había probado, entre ellas dejarse dominar.

Nada podía compararse con eso. El beso no tenía ninguna delicadeza, pero no estaba pensado para lastimar. Era hambre y brutalidad en su estado más puro. Sin embargo había tanta necesidad… Como si Butch tuviera que besarlo para seguir viviendo de la misma manera que necesitaba sangre. La sangre corrió pesada y ardiente en sus venas, haciendo que le diera vueltas la cabeza. Se frotaron con más insistencia, rompiendo el beso y jadeando el alma misma. En su cabeza no había espacio para duda, miedo, o cualquier cosa que no fuera imaginar lo que vendría. El recorrido que harían las manos de Butch sobre él. Su boca. Su verga. Comenzó a salivar solo de pensar en tenerla golpeando en su garganta, martilleando en su culo. Cerró la mano entorno al miembro del poli, apretando fuerte y bombeando como si quisiera arrancarle la delicada piel. Nunca el sexo había significado tanto para él como en ese momento. Tomar a Butch había sido especial, sí, pero en su interior aún habían existido límites. Tal vez, si él hubiera intentado follarlo en ese entonces como lo estaba haciendo ahora, Vishous hubiera entrado en pánico, buscando la forma de disimular y conseguir que su irlandés desistiera en su intento. Ahora, era él quien se estaba entregando. Se sintió repentinamente liberado.

Con ese último paso ya no haría cadenas que lo ataran a su pasado o barreras que le impidieran amar completamente a Butch. - Dame todo, nallum – siseó. Seguidamente, abrió las piernas, haciendo espacio para que el ex policía se acomodara entre ellos con más comodidad. Las imágenes lo golpearon, como si una compuerta se hubiera abierto dentro de él, proyectándose bajos sus párpados cerrados y gravándose en su lóbulo frontal. Imágenes sensuales, eróticas. Y no eran fantasías, sino visiones de lo que les deparaba el futuro. Él y su macho. Butch y V. ¿Salvador y destructor? Haciendo el amor en diferentes etapas de sus vidas. Vestidos para la caza, desnudos sobre su cama. Arrancándose las túnicas ceremoniales, revelando la cicatriz en forma de estrella de la hermandad, presente en sendos pechos. Amándose con entrega, pasión y salvajismo.

Juntos. Su garganta se secó como arrasada por los vientos del desierto al tiempo que algo extraño le oprimía el pecho. Felicidad. Eso era lo que sentía. Una alegría que solo un macho emparejado podía sentir al saber que nada lo separará de su pareja. Los ojos le escocían por las lágrimas que se esforzó por reprimir. Pocas o nulas habían sido las ocasiones en que había llorado, pero ciertamente ese era un buen

momento para ello. Tenía muchos motivos para ser feliz y sentirse bendecido. Tenía hermanos que lo apoyaban y que eran felices, tenía un techo sobre sus hombros, comida en su mesa. Vivía rodeado de lujo y comodidad. Podía salir a la calle a patear algunos traseros desteñidos si lo deseaba. Por encima de todo, tenía un futuro con su macho. Las fuertes manos de Butch lo tomaron de los brazos y lo pusieron de cara a la pared, arrancándole una exclamación de sorpresa. - Mi nallum – ronroneó con voz ronca contra su piel – Mío – Los colmillos recién adquiridos del policía juguetearon con las heridas de su cuello, arrancándole bajos gemidos y maldiciones entre gruñidos. Trayendo a su mente la plenitud que lo había invadido cuando sintió el tirón en su vena cuando sorbía, cuando enterró sus dientes en él hasta las encías. Sus manos lo acariciaban ahí donde alcanzaban, tocándolo con delicadeza y posesividad. Venerándolo como si de una piedra preciosa se tratara. Haciéndole el amor suavemente con sus manos, rudo con su boca. Al fin, su lengua se deslizó por toda su columna, lenta y sensualmente. Haciendo que ansiara que fuera más rápido, pero el cabrón parecía querer tomarse su tiempo. Escuchó cuando se dejó caer de rodillas, y volvió la vista sobre su hombro solo para ver como le pegaba un mordisco a su nalga derecha. - ¡Butch! – rugió, echando la cabeza hacia atrás. Su nariz se paseó por el valle entre sus nalgas, inhalando el aroma de su piel, haciéndolo estremecer con su respiración que golpeaba con descaro la sensible piel entre sus pelotas y su ano. Cada vez que el aire escapaba de sus labios, V se

envaraba, alerta. Era obvio lo que el ahora ex humano quería hacerle, movido por los más bajos instintos de la raza, pero no estaba seguro de que fuera a atreverse. Era consiente que dentro de esa fiera hambrienta aún estaba el poli irlandés y buen católico con demasiados complejos y tabúes que había salido corriendo después de haberse entregado a él. Vishous sabía que era probable que se echara atrás en el último momento y lo tomara de la manera convencional. Tan convencional como podía ser el sexo entre dos machos. - Oh. Puta. Virgen. ¡Sí! – Agradeció elocuentemente el haberse equivocado, abandonándose a la dicha que le otorgaba la lengua de su macho tanteando el contorno de su entrada, haciéndolo resollar como un caballo desbocado. Aquello se sentía tan jodidamente bien. Lo sintió tomar cada una de sus glúteos y separarlos, pegando los pulgares en el fruncido y apretado agujero, haciendo sitio para enterrar la lengua. Lubricándolo. Abriéndolo. Saboreándolo. Vishous casi podía sentir su necesitada verga rogar por su liberación, sacudiéndose enloquecida entre sus piernas separadas. Ni siquiera se había enterado en que momento se había puesto de puntillas, alzando el culo para que la esponjosa y atrevida lengua entrara más fácil y profundamente en él. Cerró la mano sobre su pene, maldiciendo entre dientes.

Butch gruñó, enterrándole los afilados colmillos tras las pelotas mientras le apartaba la mano de un manotazo, impidiendo que siguiera masturbándose. - Mío – creyó escucharlo mascullar, aún con los dientes enterrados en su piel. El ramalazo de placer entretejido con el dolor que lo atravesó con la mordida hizo estragos en él. La vista se le nubló, su respiración se hizo aún más errática y su miembro comenzó a gotear. Tenía que haber algo mal con su cabeza si encontraba tan jodidamente caliente que Butch estuviera celoso incluso de su misma mano. Butch sustituyó sus pulgares por sus cuatro dedos más largos – índices y corazones – llenándolo por completo. Poco a poco lo iba abriendo, tirando de las paredes de su agujero hacia los lados. Dolía como si lo estuviera desgarrando, y tal vez eso era lo que estaba haciendo, pero esa tortura de agónico deleite solo conseguía excitar más a Vishous. Suficiente prueba de ello fue que su culo casi atrapó la lengua del mestizo y sus pelotas se endurecieron, listas para vaciarse. - Ya casi – gruñó casi inaudiblemente. No lo suficiente, pues Butch sacó dos dedos de él para cerrarlos entorno a la base de su sexo, apretándolo fuertemente, como uno de esos anillos que tenía en su ático. El hijo de puta no lo dejaba correrse. Maldición. Si no supiera que esa era la segunda vez que tenía sexo con otro macho, Vishous lo hubiera tomado un amo experimentado. Por lo menos a él lo controlaba como si fuera masilla entre sus manos. Nuevamente, su amante le dio la vuelta, tragándose su polla por completo en esa ocasión. Sus dedos hurgaban en su interior, buscando su punto de placer

mientras entraban y salían. Se abrían y se cerraban. Sus caderas se habían vuelto locas, empujándose hacia delante y hacia atrás, empalándose en sus dedos y follándose la boca del poli al mismo tiempo. Con una habilidad que sabía llegaría a amar, Butch no tardó más que un par de vaivenes de cabeza en encontrar su próstata. Los gemidos que soltaba el poli mientras se comía su verga eran dignos del mejor actor porno, y el que pareciera disfrutar tanto como él mientras se la mamaba lo estaba llevando al límite. - ¡Joder! – La visión de los labios de su macho alrededor de él, subiendo y bajando por toda su longitud, era tan malditamente erótica que Vishous apenas fue consiente del momento en el que el clímax lo golpeó. Con el culo lleno y su miembro envistiendo contra la garganta del poli, se corrió gritando su nombre. - Vishous – ronroneó con ese tono grave que amenazaba con derretirlo. Casi tiene otro orgasmo al ver el rostro de su policía manchado con su semen. Más al ver como el cabrón se lamía los restos que habían quedado en sus labios como si fuera una golosina, saboreándolo casi con gula. Debía considerar hacer un monumento a su boca.

¡Fiiiiiiirmes! Vishous sintió su polla volver a la vida. 0o0o0o0

Butch sintió como si saliera de un trance. De a poco sus pensamientos se aclararon, las piezas del rompecabezas que creaban su personalidad fueron encajando en su lugar, desplazando a la bestia, pero dejándola rondar cerca de la superficie. El aroma a sexo y emparejamiento en el aire le hizo cerrar los ojos e inhalar profundamente, llenándose los pulmones hasta que su propio cuerpo lo obligó a exhalar. Se sintió complacido, posesivo. Su pecho se hinchó del más puro orgullo masculino.

Mío, dijo la voz de la bestia en su cabeza. Ni siquiera intentó alejarla de su mente, dejando que fuera tomando más fuerza, hasta que la palabra fue un grito en su interior y un siseo en su boca. Con cada respiración que daba, la única sílaba volvía, llegando hasta su corazón, mezclándose con sus latidos. Volviéndose involuntario, parte de él. Notó el duro y frío suelo bajo sus rodillas desnudas y el sabor almizcleño que se apoderaba de su boca. Frente a él, una larga y gruesa polla le apuntaba como una flecha a la diana. Tenía un color amoratado en el tronco y rojizo en la puntas en forma de hongo. Tal vez porque aún estaba algo atontado, su única reacción fue alzar una mano que no se parecía en nada a la suya y delinear la marcada vena que la recorría.

Mío, le llegó la voz otra vez.

Se pasó la lengua por los labios, sintiendo la humedad que los cubrían, encontrándolos hinchados y maltratados. Impregnados de la salada semilla del macho frente a él. Su sabor no era malo, decidió. Novedoso y algo extraño, sí.

Nunca malo. Podía acabar cogiéndole gusto sin problemas. Retiró el resto de ella de su rostro y la llevó a su boca, gimiendo al paladear y tragar. Ya comenzaba a hacerlo. Con un gemido dolorido elevó la mirada, dejando que sus ojos se entretuvieran grabando las formas y contornos del cuerpo de V en su memoria para futuras pajas y deteniéndose solo cuando sus ojos chocaron. Los ojos diamantinos hablaban de urgencia, de satisfacción. Hablaban de amor. Intentó alzarse, sólo para perder el equilibrio y caer nuevamente sobre sus rodillas. Mientras V bajaba hasta quedar a su altura, se dio cuenta de sus cambios. ¿Qué demonios?, pensó al verse los brazos. Eso… estaba mal. Esos no eran sus brazos, o sus manos. Tampoco eran sus piernas. ¿Le habían hecho un trasplante de cuerpo entero o qué? Y ese nuevo cuerpo era jodidamente giganumental. - Vas a tardar en poder controlar este cuerpo, poli –

Mío. - Soy como tú – la afirmación sonó más como una pregunta, como si quisiera reafirmarlo. - Sí – sonrió Vishous, mostrando sus colmillos aún extendidos. Entonces reparó en la masacre de su cuello.

- Mierda – su gigantesca mano subió hasta tocar las heridas abiertas - ¿Yo te hice esto? – Su compañero lo miró como se mira a un niño que está señalando lo obvio. - Jamás dejaría que alguien más bebiera de mi – Su boca se abrió en una perfecta “o” por la sorpresa, rápidamente reemplazada por una sonrisa amplia y cristalina, dejando escapar un largo, profundo y rítmico ronroneo que terminó en un Mío. - Siempre – afirmó V. Siempre se habían pertenecido. Su corazón latió acelerado, corriendo rápidamente hacia el infarto. Sintió que todo y nada era suyo, él ya no tenía el control sobre su cuerpo. Vishous tenía su corazón en sus manos, junto con su vida. Él era su único dueño. Nada tenía lógica más allá de ello. Vishous era el ancla de su mundo. La fuente de su vida. El aliento de su alma. Fin de la discusión. Miró hacia abajo a sus caderas, donde su miembro – tan grande que tuvo que contener una exclamación – permanecía en el mismo estado que el de V. Erecto, palpitante y morado. Una de dos: o se daba un baño de agua helada hasta que sus testículos se pudieran azules o se cayeran por la congelación, o usaba la polla para algo más divertido y placentero.

“Reclámalo. Márcalo. Tómalo. Es tuyo”, insistía la voz en su cabeza.

Su cuerpo quería aparearse con Vishous. Ahora. - Sé lo que necesitas, nallum – rió Vishous cuando se dio cuenta de su problema – Ya me has preparado – lamió la concha de oreja, provocándolo – ahora tómame – No necesitó decir más. Su cuerpo se convirtió en bala de cañón, directamente apuntado hacia el de su macho. Lo tiró al piso, colocándose sobre él, disfrutando del roce de sus pieles al desnudo y lo besó con fuerza. - Joder… No puedo contenerme – dijo deslizando la lengua por su mandíbula. - No quiero que lo hagas – Un gruñido nació en lo profundo de su pecho y murió contra la boca abierta de su macho. Suyo. Para proteger y amar. La satisfacción que le provocaba sentirlo estremecerse bajo sus atenciones lo embargaba de tal manera que amenazaba con hacerlo salir volando, como un globo de aire caliente. Sus cuerpos desnudos eran el leño, sus aromas mezclados a su alrededor el combustible, y las lascivas palabras que su guerrero había susurrado contra su oído habían sido la chispa. El fuego estaba encendido y ambos estaban más que dispuestos a arder en la hoguera. - Butch –

Por los clavos de Cristo. Esa voz. ¿Cómo era posible que un ser viviente pudiera tener esa jodidamente provocadora voz? Cada vez que el hermano decía su

nombre era como si lo atravesara una descarga de pura energía sexual, que iba directo a su polla y le ponía las baterías a tope. No podía esperar a oírlo rogar por más. Más velocidad. Más profundidad. Más de él. Acercó el rostro al cabello enredado de V, aspirando su fragancia. Ese olor. Debería de ser ilegal oler tan bien. O, ya que estaban, ser tan erótico en tantos niveles diferentes. Le acarició las heridas dejadas por sus colmillos con la lengua y los labios, disculpándose e intentando resarcir el daño. Tenía el cuello hecho una carnicería, y todo por dejar que se alimentara de él. ¿Cómo es que era posible? No lo sabía, tampoco le interesaba averiguarlo. El hecho es que podía hacerlo, podía vivir de la sangre de su pareja, lo cual era una bendición. Ya tenía una gran deuda con la vida por permitirle volver a su lado, deberle un poco más por el milagro no era algo de lo que fuera a quejarse. - Deja… - se interrumpió a mitad de la frase para soltar un jadeo. Vishous estaba raspando la piel expuesta de su cuello con los colmillos. ¿Qué era lo que estaba intentando decirle? Tenía que ver con el sexo… Bueno, todo lo que podía pensar en ese momento tenía que ver con el sexo. Con Vishous envolviéndolo con su cálido interior mientras él golpeaba su próstata una y otra vez y le besaba la espalda. ¡Oh, sí! - ¡Dios! Deja eso o muérdeme de una vez – - Hmm – negó, lamiendo desde sus clavículas hasta detrás de su oreja – Quiero beber de ti cuando esté a punto de correrme –

- ¡Mecagoen…! Eres un calientapollas – - Solo la tuya – Otra vez, ¿qué era lo que iba a decir? Nadie podía culparlo por olvidarlo. Sus neuronas se habían ido de vacaciones mientras pasaba la transición y no habían dado señales de vida desde entonces. - Sería mejor que estuvieras en tus manos y rodillas – logró decir antes de perder el control y abalanzarse nuevamente contra su cuello, bajando de a poco hasta sus duros y maltratados pezones enrojecidos – Será más fácil… para ti – Vishous lo tomó por las mejillas, alejándolo de sí por un instante. Ese simple gesto bastó para calmarlo, como si su cuerpo y sus hormonas se pudieran en estado de espera hasta que él – su dueño, su todo – le diera nuevas directrices a seguir. Tenía un completo control sobre él. En resumen: Amaba a Vishous, luego existía. Los ojos de V resplandecían con una luz erótica, muy distinta a la que iluminaba gran parte de su cuerpo desnudo. El suelo de madera chirrió al contacto de esa luz, pero ninguno estaba lo suficientemente consiente de su entorno como para percatarse de ello. - Quiero mirarte – los labios de su macho se curvaron en una sonrisa torcida que hubiera conseguido empalmar a un muerto – Saber que eres tu quien está follándome –

Apretó sus bocas en un beso sencillo, sin separar los labios. Un simple contacto que dijo demasiado. Separó sus piernas, agarrándose los muslos con las manos para darle todo el acceso que pudiera. Por poco silba al ver el panorama. Butch lo recorrió entero, haciendo un análisis de V desde su nueva visión vampírica. Comiéndoselo con la mirada. Vaya que el condenado era apuesto. Tenía un rostro lleno de esa belleza masculina que solo los guerreros podían tener, y hacía que pareciera sacado de una de esas viejas crónicas griegas. Sus hombros eran anchos, sus brazos poderosos. Su torso marcado y libre de vello, al igual que el resto de él. Un tronco unido a unas piernas tan bellas y bien definidas como el resto de él. Era la encarnación de los sueños húmedos de todas las mujeres y hombres homosexuales del mundo. Se pasó la lengua por los labios al enfocar otra vez el centro del guerrero. Aquello sí que era enorme. Su miembro llegaba más allá de su ombligo en su estado de erección, y en ese momento permanecía muy, pero que muy erecto. El que solo tuviera un testículo no lo hacía menos atractivo. Era imponente. Sí, imponente era una buena palabra para describirlo en su totalidad. Tan grueso, tan largo… Tan V. Tan condenadamente caliente. Hermoso. Y es mío.

Sintió su entrada contraerse mientras recordaba la sensación de tener el grosor de Vishous en su interior. Tal vez más tarde, cuando terminara con él, V podía mostrarle otra vez lo bueno que era utilizando la polla. La disposición de sus tatuajes y la falta de su testículo sumado a las cicatrices que rodeaban el espacio donde éste estaba ausente, hablaban de maltrato, de violencia. No eran marcas de las que Vishous se sintiera orgulloso, habían sido dejadas ahí por la fuerza. Tocó su sien tatuada, obligando a que sus miradas se anudaran. - Eres tan hermoso – Pudo ver una chispa de emoción antes de que Vishous lograra controlarla. - Los machos enamorados son imbéciles – Sabía lo que sentía su macho con respecto al contacto físico. No le gustaba que lo tocaran, aunque él parecía ser la excepción a la regla. Desde el principio de su amistad el contacto había sido tan natural que debió de haber sido un claro indicio de que lo suyo no era ni sería nunca una simple amistad. Tampoco le gustaba que vieran sus tatuajes o que preguntaran por el guante en su mano. Por eso, el que se le ofreciera de aquella manera tan desinhibida era tan especial para él. Ahí estaba su Pyrocant. Gimió en alto al ver su agujero, tan abierto y dispuesto para él, contraerse como si lo buscara. - ¡Ay, mierda! – masculló.

Con un movimiento tan brusco como su lenguaje, agarró su nuca y se inclinó para volver a zambullirlos en un beso tórrido y claramente dominante. Y Vishous se dejó dominar gustoso. Los colmillos de su amante le hirieron los labios mientras saqueaban sus bocas con frenesí, y su afilada lengua pareció adentrarse hasta su garganta, reacomodando sus amígdalas. Contestó a sus demandas con la misma pasión, tomando tanto como le era arrebatado. Sus alientos se entremezclaron, cálidos, entre sus rostros antes de entregarse a la lujuria. - Te deseo. Te deseo – ronroneó Butch contra su oído - ¡Por la Virgen, amor! Cómo te deseo – Llevó su verga hasta su trasero, apuntando hacia su entrada. Tanteó hasta que Vishous le lanzó una mirada desesperada y penetró, abriendo el apretado anillo de carne tanto como la punta de su polla necesitaba. Arremetió con fuerza, haciendo que Vishous siseara con los colmillos en todo su esplendor. A su nariz llegó el aroma de la sangre, y no era el de los restos de su cuello. Lo había desgarrado y, por retorcido que eso fuera, eso lo excitó. Abandonó sus labios, dejando que la boca de su macho emitiera rodos los bochornosos sonidos que hasta entonces había logrado reprimir o ahogar en su garganta. V echó la cabeza hacia atrás al tiempo que se arqueaba en un ángulo que parecía sacado del repertorio de un contorsionista. Se veía taaaaaaan caliente. Comenzó a mordisquearlo. Por todas partes. La mejilla, la barbilla, el cuello. El filo de sus largos y puntiagudos colmillos se deslizó sobre la línea que une el hombro con el oído en el costado sano de su cuello. Justo sobre su vena. Lamiendo las marcas que dejaban después.

- Te sientes tan bien – dijo, aún sin moverse – Estás tan apretado, joder. Tan deliciosamente apretado. Me exprimes como si tu culo quisiera tragarse mi verga – - Cállate y muévete – boqueó Vishous - Demasiado pronto – farfulló. - Butch – Su nombre. Fue todo lo que necesitó para instarlo a seguir. Por otro lado, agarró sus nalgas fuertemente para obligarlo a entrar aún más profundo, alzando las caderas para salir a su encuentro y haciendo chocar sus pelotas contra él. Fue un “fóllame de una puta vez” sin necesidad de palabras. Con uñas enterrándose en su trasero, a cambio. Gruñendo, cumplió con la orden que se le había dado. Sus caderas se movieron de a poco, buscando hacerle el menor daño posible. Quería que cuando Vishous volviera la vista atrás dentro de unos siglos hacia ese momento, pudiera recordar un momento en que no hubiera dolor, solo la alegría de la entrega. No confiaba en que su primera vez juntos tuviera ese efecto después de haber salido corriendo como una niñita asustada. Como Vishous entrara a su mente le diría que se dejara de mariconadas y comenzara a joderlo.

- ¿Qué quieres, cariño? – preguntó Butch, apretando su acarre en las caderas de V.

Estaba seguro de que, de no ser por su condición de vampiro, para la mañana siguiente habría unas bonitas marcas amoratadas en la piel bajo sus dedos. - Date prisa, joder – le espetó su amante con voz fría y ojos llameantes – Eso es lo que quiero – - Pero si me doy prisa no podría hacer esto – posó sus labios sobre las marcas en su sien – O esto – tomó su mano maldita y dejó otro beso en ella – Ni esto – Siguió besándolo. Despacio, concienzudo. No quería dejar un solo lugar a su alcance sin cubrir. Su frente, sus párpados, sus mejillas, sus orejas y labios. Sobre su corazón. Se detuvo sobre su hombro y aspiró. - Amo tu aroma – lo tomó de las caderas y lo forzó a elevarlas, haciendo que se golpeara la cabeza contra el suelo – Demuestra que eres mío – Tanta paciencia, tanto afecto y dedicación, lograron que Vishous se rompiera. Sus musculosos brazos lo atrajeron hacia él en un abrazo apretado. Esa vez, V temblaba por algo muy diferente a la pasión. Lo que sacudía su cuerpo era la necesidad de ese afecto que le había sido negado desde pequeño. - Te necesito – susurró. - Tanto como yo a ti – retiró sus caderas, sacando casi por completo su miembro del interior de su macho, dejando solo la punta roma dentro – Te amo –

Y se clavó en él con la fuerza de un ariete, tan profundamente que Vishous juraría más tarde que lo sintió hasta el cerebro. Encontrando su próstata a la primera. Vishous gritó.

- Te amo – El vaivén siguió, lento pero profundo. Constante. Cada vez que salía, Vishous apretaba más su abrazo, como si temiera que se alejara. En cada entrada, Butch le decía una y otra vez que lo amaba, queriéndole compensar por esas horas de incertidumbre y dolor. Quería que después de ese día no le quedara ninguna duda de lo que sentía por él. Se presionó de nueva cuenta en su interior, y mientras se introducía, llevó su mano hasta el pene inhiesto de su amante. Su amor. Echando hacia atrás el prepucio para estimular directamente el glande y la pequeña abertura que lo coronaba. Vishous gritó, y el sonido fue como un disparo. Seco, estridente y penetrante. Se le metió por los oídos con el filo de una navaja bien lanzada y se le clavó en el cerebro para la historia. Los chorros de semen salieron a pulsaciones abundantes de su polla, manchándoles el pecho a ambos por el ajustado lazo que eran los brazos de su vampiro en su espalda. Los gigantescos muslos del guerrero se aferraron a sus caderas y su interior se cerró sobre su verga, estrangulándola. - ¡Dios! Se siente como si me estuvieras ordeñando la polla, V – Escuchó la risa cansada de Vishous sobre su oído.

Él lo tomó por el rostro, mirándolo a los ojos sin dejar de bombear. Su pelvis era como un pistón que iba y venía de manera mecánica, y a pesar de su aire cansado, V lo recibió con una sonrisa y una nueva semierección. Se rió, embargado con esa satisfacción puramente masculina de saberse bueno en lo que está haciendo.

La fricción entorno a su polla y las contracciones que asaltaban la entrada de V con cada destello de placer eran indescriptibles. Se sentía tan unido a Vishous, y no solo por el hecho de estarle haciendo el amor. Era como si algo dentro de él por fin encajara en su lugar, y como si una pieza suya estuviera haciendo lo mismo en el alma de su macho. Butch tiró hacia atrás, siseando al sentir el hábil apretón de los músculos calientes sobre él, y empujando de nuevo, tomando todo aquello que su instinto le pedía. El cuerpo y corazón de Vishous. Todo se salió de control. El vaivén se hizo frenético, sin ritmo alguno. Entraba más fuerte, más profundo, pero sin constancia. Sin fallar al blanco que hacía al guerrero farfullar maldiciones con los ojos entrecerrados. Lo folló sin piedad, dejándose ir como nunca se lo hubiera permitido de estar con una mujer, por muy de la raza que fuera. Algo en su interior le dijo que ya era hora de demostrarle a su macho que podía darle todo lo que necesitara. Delicadeza y salvajismo a partes iguales. Vishous no era una damisela, podía tomar todo el amor duro que tenía para ofrecer, y seguramente pediría más. Ya nada importó. Ni el sonido chirriante de la madera bajo ellos, o si la Virgen Escribana bajaba a fulminarlos en ese instante. Empujó más duro. No importaba nada aparte de poseer al macho que jadeaba por él, rogándole con esas pupilas dilatadas que se tragaban el iris diamantino que lo llevara al orgasmo. Lo poseyó completamente, para que ninguno de los dos olvidara jamás su polla enterrada en la carne sumisa de Vishous. - Ca…Cabrón – gimió V, justo antes de correrse, su cuerpo cerrándose entorno a él como un guante.

Con un rugido, enterró los colmillos en su cuello, mientras los espasmos del orgasmo lo hacían temblar entre sus brazos. El primer tirón a su vena lo hizo saltar, bombear más fuerte. El segundo le hizo ver luces de colores bajo los párpados. El éxtasis lo hizo estallar en pequeños fragmentos al tercero. Viniéndose también en convulsiones gozosas, empujándose una última vez para que su semilla llegara lo más lejos posible en los recovecos de Vishous. Quería que algo de él se quedara en su interior aparte de su sangre. Nunca el sexo había sido tan intenso, pero claro, nunca antes había amado tan profundamente a su pareja. Enterrando su cabeza bajo la barbilla de V, dejó que el agotamiento lo alcanzara. Vishous le acariciaba distraídamente el cabello, sin apartarlo de su sitio sobre él. - Yo también – - ¿Hmm? – preguntó en medio de un bostezo. - Yo también te amo, poli – No fue hasta que Butch intentó pasar las manos por debajo del cuerpo de V que se percataron de que el piso de madera tenía un hoyo con la forma de la silueta del guerrero, y que estaban acostados sobre una cama de brazas. Despertó, ajeno al entorno que lo cobijaba, pero dolorosamente consiente del cuerpo que se apretaba contra el suyo. Sonrió con pereza. Aún en ese estado de duermevela sabía que lo que retumbaba bajo su mano derecha era el rítmico latir del corazón de Vishous, que eso que escuchaba era su respiración acompasada y el casi imperceptible ronquido que acababa de descubrir que

soltaba de vez en vez y que, seguramente para molestia de V, encontraba adorable. Que lo que se restregaba contra su dolorosamente dura verga era el trasero de V. El ronroneo que emitió sonó extraño a sus oídos, más ronco y rasposo de lo habitual. Más animal. No estaba seguro de si su voz había sufrido algún cambio durante su transformación o solo era que tenía la garganta cerrada. En algún momento entre follar como conejos hasta calcinar literalmente el piso y caer dormidos, habían logrado llegar hasta la cama, donde volvió a hacerle el amor a Vishous larga, concienzuda y cadenciosamente, dejando atrás la feroz urgencia del primer reclamo. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde entonces, pero si tomaba en cuenta lo echo polvo que se sentía cuando dejó caer la cabeza contra la almohada, bien pudieron haber pasado dos años. Se preguntó qué día era. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con la nuca y la espalda de su macho. Apoyó la cabeza en su mano para verlo desde lo alto. Así, con el rostro relajado por el sueño, el cabello revuelto por el sexo y los labios entreabiertos parecía más un ángel en un cuadro que la bestia sensual que lo había acogido en su cuerpo.

Un ángel guerrero, pero un ángel a fin de cuentas. Su mano vaciló mientras se desplazaba desde su pecho hasta su cadera, acariciando su abdomen y su costado en el proceso. Aún dormido, el cuerpo de

de V se retorció, buscándolo, hasta que su culo se presionó perfectamente contra su polla, entregándose a sus avances. La total e inconsciente entrega de Vishous hizo que el corazón de Butch quisiera escapar de su pecho de la felicidad. Después de tantos problemas, malentendidos e inconvenientes, todo comenzaba a ir como debía. Ellos se pertenecían y habían sido tontos y necios por no notarlo antes. Él se merecía el premio de imbécil del año por huir. - Mmm… Butch – Recostado a su lado, viéndolo dormir, centro su atención en su cuerpo atlético. Sus hombros, sus brazos… nunca se cansaría de admirarlo. Respiraba con el compás suave del sueño mientras lo acariciaba, deslizando sus manos sobre su piel. A él, en cambio, le costaba retener el aliento en los pulmones. Era incapaz de dejar de verlo. Y desearlo mientras lo hacía. A la vez que sus ojos lo recorrían, la habitación pareció incendiarse. Rompió a sudar copiosamente, y la boca volvió a secársele. Casi no podía respirar. Su vampiro era tan… tal vez, la mejor manera de describirlo era como una serpiente. Astuto, inteligente. Condenadamente inteligente. Poseía una sensualidad innata que te hacía desear tocarlo a pesar de saber lo peligroso que resultaba hacerlo.

Ese macho era magnífico. Una imagen de poderosa perfección masculina. Otra punzada de deseo lo atravezó.

Tenía hambre. De él. Butch apoyó su mano contra el colchón y, con la otra, pasó su dedo pulgar sobre uno de los pequeños pezones de su macho. Concentró todos sus sentidos en V, tratando de disfrutar cada una de sus reacciones. ¡Cristo! Amaba a ese macho que lo volvía loco de lujuria de una manera que no había creído posible se pudiera amar. Su mano viajó lentamente hacia el sur de su cuerpo, hasta su ingle, trazando los patrones de sus tatuajes con la punta de los dedos. El aroma a especias de Vishous lo hizo darse cuenta de que estaba despierto y lo miraba con sus ojos blanquecinos llameantes de pasión. - Si estás intentando despertarme, vas a tener que darme un poco más que eso – murmuró con el sueño aún presente en su voz enronquecida. El ex policía rozó apenas la longitud semierecta de Vishous. Arriba y abajo. Penetrándolo con la mirada como si quisiera llegar al fondo de su alma y abarcarlo todo. Prometiéndole sin palabras las estrellas. - Haz algo o deja de mirarme así – - ¿Cómo? – - Como si quisieras devorarme –

- Pero, hermano… - una sonrisa predadora se extendió por su rostro, haciendo relucir su nuevo par de cuchillos Ginzu. Seguro parecía el puñetero gato como-

sea-que-se-llame de Alicia en el país de las maravillas – es justo lo que voy a hacer – Se besaron y entrelazaron sus lenguas tan eróticamente que Butch hubiera podido jurar que le inyectaron adamantium en la polla. Era de la única manera que se le ocurría podía ponerse más duro aún. Sin abandonar el apoyo que le proporcionaba su mano derecha, utilizó la otra para enredar aún más su oscuro cabello. Atrapó su lengua entre los dientes y la succionó antes de avanzar. - Date la vuelta – exigió. Por mucho que deseara volver a enterrarse en V, primero debía verificar que el terreno estuviera listo. Sabía que los miembros de la raza curaban rápido, había sido testigo de ello, pero debía estar seguro de que ya se hubiera recuperado del desgarre que le causara anteriormente. Siguiendo un impulso, le dio una palmada en el culo cuando lo tuvo bocabajo. Vishous gimió. Cortó el sonido con un beso, obligándolo a torcer el cuello hacia atrás, con la esperanza de trasmitir su amor y deseo con cada estocada de su lengua. Sus dedos, mientras tanto, imitaban sus movimientos de vaivén. Empezó pasándolos sobre el valle entre sus nalgas, guiándolos después a su agujero. - Estoy bien. Fóllame ya –

- Tal vez quiero escucharte gemir más antes – rió Butch.

- Jódeme ahora, y voy a gemir como perra en celo – Como era costumbre, Butch no pudo negarse. 0o0o0o0 Rehvenge se materializó en una callejuela junto a la clínica de Havers, donde se llevaría a cabo el funeral de Marissa. La ceremonia donde entregaban el cuerpo del fallecido al sol ya había sido celebrada, estrictamente para la familia, como llevaba haciéndose por generaciones entre los miembros de la Glymera. Aún así, los princeps y sus familias, las Elegidas y el Rey acudirían a despedir a la que debió haber sido una reina.

“La que debió de haberse llevado mi corazón”, pensó. Esa noche, los asistentes hablarían de su belleza etérea, su risa tintineante, su porte siempre firme y su gracia casi angelical. Expresarían su pésame a su único hermano, lamentando la pérdida. Dirían que habían sido sus amigas o amigos, que la habían conocido más de lo que verdaderamente hicieron. Esa noche, todos la apreciarían más de lo que nunca lo hicieron en vida. Irónico. Una vida que había sido más que cruel con ella. Despiadada, más bien. De niña seguramente le habían dado el mismo discurso que a cualquier señorita de la sociedad: que llegaría el día en que se casaría con un macho de valía que sería su dueño, y, si tenía suerte, encontraría en él amistad además de estatus y protección. Le dijeron que sería apreciada, respetada, venerada, como la reina que sería cuando el macho al que la habían comprometido la reclamara.

En su lugar, fue humillada por el maco que debería haberla amado y repudiada por la sociedad que debía respetarla como hija de un princeps. Menospreciada por el simple hecho de haber nacido hembra. Él había apreciado la rara joya en bruto que era, visto a la hembra fuerte y tenaz que había bajo la fachada tranquila y que se había mantenido firme aún tras todos los golpes recibidos. Estaba seguro que hubiera podido lograr grandes cosas si hubiera tenido un propósito más allá de complacer a quienes se empeñaban en hacerla a un lado. Si alguien le hubiera dado la oportunidad… Desgraciadamente, nunca sabrían lo que hubiera podido ser. No se dio cuenta de que había detenido sus pasos hasta que alguien le dio un empujón mientras lo adelantaba. Estaba de pie frente al camino de entrada, contemplando la fachada de la casa de la que la había recogido en tantas ocasiones para alimentarla. Habían compartido algo tan íntimo e importante, y, aún así, su mente había estado tan llena de Phury y del mundo de posibilidades que se había abierto y cerrado ante sus ojos, que no notó que se había ido. No supo en qué momento murió. Cerró los ojos mientras la recordaba. Tan bella y frágil. Tan necesitada de afecto. En una ocasión, Marissa le había confesado que se estaba enamorando, pero nunca le dijo de quién. ¿Había sido él quien le robara el corazón? Dios, rogó que al menos alguien la hubiera amado como se merecía en sus últimos días. El motor de un Escalade se detuvo a pocos metros de él. La puerta del conductor se abrió casi al mismo tiempo que la del copiloto. Por poco y maldice al

ver al gigante de las cicatrices rodear el coche con paso rápido para alcanzar a Bella y tomarla por la cintura. - Espérame – cortó él. Bella lo fulminó con una mirada tan fría que hizo que él sintiera escalofríos. - No puedes tratarme como si fuera de cristal, Zsadist – - Puede que estés llevando a mi hijo – gruñó el guerrero – No quiero que resbales, llevas tacones altos – Escuchó a su hermana bufar exasperada. - Voy a volverme loca en los próximos meses, ¿no? – - Y seguramente me pondré peor cuando nos lo confirmen –

“Preñada”, fue lo único que logró pensar Rehvenge. Su niña, su amiga y hermana. La hembra a la que más amaba en el mundo, por la que había matado y volvería a matar, iba a ser madre. La llegada de una nueva vida debía de ser motivo de júbilo, pero Bella era su corazón, su razón de vivir, y la sola posibilidad de perderla por el embarazo hacía que quisiera destrozar todo a su alrededor. O por lo menos gritar hasta quedar afónico.

El temor se instaló en su pecho, alargando sus afiladas garras hacia su corazón para apretarlo. Sin embargo, no permitió que nada de lo que sucedía dentro de él

se reflejara en su rostro mientras ella se acercaba, viéndose más feliz que nunca. - Hermano mío – Su sonrisa fue tan resplandeciente que por un instante sintió que podía ver el sol. Tenía las mejillas arreboladas por el aire frío de la estación y los ojos chispeantes de alegría. - No esperaba verte aquí, Bella – El macho y su hermana parecieron comunicarse con la mirada antes de que ella contestara por ambos, tomando la enorme mano del guerrero con la suya. - Zsadist y yo fuimos a buscarte a casa de Mahmen, pero nos dijo que estarías aquí. Sé cuanto significaba Marissa para ti. No iba a permitir que pasaras por esto tu solo – - Gracias – besó su frente, sintiendo el amor invadirlo. Le acarició el rostro mientras se apartaba y se volvía hacia Zsadist – Así que, ¿vas a emparejarte con mi hermana ahora que pudiste haberla preñado, o solo pasabas a saludar y dar el pésame? – - ¡Rehvenge! – El guerrero lo miró con unos ojos tan negros como el carbón y agresivos como los fuegos del infierno. Las oscuras profundidades hablaban de dolor, desesperación y soledad. Reflejaban los horrores que había visto, la crueldad que había sufrido, la violencia en la que vivía. Agradeció que la dopamina frenaba sus dones, pues dudaba querer sentir lo que el otro macho llevaba dentro. Por un

momento, recordó las palabras de Phury cuando le dijo que no tenía derecho a juzgar a su gemelo. Desvió su mirada hasta las bandas de esclavo de sangre que adornaban su cuello y muñecas. No estaba seguro de querer a ese tipo como cuñado. Zsadist afianzó el agarre al costado de Bella, acercándola más a él y descubrió apenas los colmillos extendidos. Rehvenge tuvo que admirar el autocontrol que demostraba. Para los asistentes al funeral que pasaban a su lado, debía parecer que ellos mantenían una civilizada conversación. Nadie más que ellos sabía de la tensión que flotaba en el ambiente y la agresividad que se agazapaba bajo la piel del guerrero, esperando el momento justo para saltar. - Sí, voy a emparejarme con ella, y tal vez, si no eres un completo imbécil, puede que te invitemos a la ceremonia – Una hembra lo miró mal cuando soltó una carcajada sin poderlo evitar. - Tranquilo, hermano. Sólo me aseguro de que mi hermana está bien protegida – - Lo está – Los ojos del macho se tornaron amarillos como los de su hermano al mirarla, brillando con un sentimiento que solo ella inspiraba. - Siempre –

Ese simple gesto fue suficiente para que las dudas respecto al hermano salieran volando. A Rehvenge no le cupo la menor duda de que planeaba mantenerla a salvo y hacerla feliz. 0o0o0o0 Cuando Butch y Vishous despertaron por segunda vez en la noche, ninguno quiso dar el primer paso y salir de la cama que comenzaban a considerar de ambos. Como siguieran en esa espiral de follar-dormir, terminarían sin salir de ahí, y muriendo tarde o temprano de hambre. Vishous estaba cansado, el trasero le dolía y tenía hambre. Todo apuntaba a un no muy feliz V, pero la alegría que sentía al tener a Butch sobre su pecho, delineando la cicatriz de la hermandad, compensaba con creses todo lo demás. Su estómago gruñó, en desacuerdo con él. - Tengo hambre – - Ya lo escuché, Sherlock. ¿Sabes qué me gustaría? Tocino con chocolate – Alargó su brazo y descolgó el teléfono, pulsó tres botones y esperó. - ¿Me estás pidiendo un poco? – - Sí – sonrió. - ¡Oye, Fritz! ¿Podrías traer algo a la Guarida? Bien, esto es lo que necesito… -

Butch juró cuando lo escuchó enlistar los alimentos al Doggen. Tal vez fuera demasiado, debía admitir, pero uno nunca podía estar lo suficientemente abastecido cuando no sabías cuándo iba a durar la maratón de sexo. - Joder, con eso alimentarías a un pequeño ejército – - No has comido desde… -V se detuvo, sin querer sacar a colación la necesidad y lo sucedido posteriormente. - Está bien – murmuró, apretándose contra él – los dos lo pasamos mal, ¿no? – - Sentí como si hubiera muerto cuando te fuiste – Butch masculló una larga lista de improperios. - Jamás podré dejar de arrepentirme por ello, pero es un poco difícil darte cuenta que amas a un tío, más específicamente tu mejor amigo – - Nah. No te preocupes. Entiendo – Cuando comenzó a hacer sonar sus nudillos, Vishous maldijo en su interior, casi tan floridamente como había hecho antes el poli. Ese sonido solía ser el preludio a una de las “Conversaciones Importantes” de su macho. - Dilo – Butch jugueteó con el borde de la sábana y alisó las arrugas de la almohada, con la vista fija en algún punto de la pared. - Esa noche – comenzó, refiriéndose a la necesidad – Me di cuenta de que Marissa me gustaba porque era todo en lo que deseaba se hubiera convertido mi hermana –

Inhaló profundamente. - También me di cuenta de que siempre te ame. Bueno, tal vez no al principio. Al principio quería partirte la cara – Vishous supuso que no era un buen momento pare decirle a su poli que Marissa había muerto. No cuando había abierto la herida de la muerte de su hermana. - Te amo, pero no soy gay – Tuvo que reírse de lo último. - ¿No me digas? Es una tremenda sorpresa. Yo que pensaba que eso de te-follohasta-que-se-me-caigan-las-pelotas era tu verdadero yo – - Y lo es, capullo. No, a lo que me refiero es a que no me interesan otros machos y nunca podré amar a una hembra como te amo a ti – - Es bueno saberlo – - Así que, ¿qué eres? – - ¿Cómo? – - Gay o bisexual – V exhaló, deseando tener a mano un pitillo. Butch esperó por largo rato su respuesta. - ¿Por qué? – fue todo lo que V dijo al final.

- Sé como te tiras a las hembras, y creo que también lo has hecho con machos, pero imagino que a la larga el sexo es irrelevante para ti, porque no te importan más allá del control que puedes ejercer sobre ellos – Vishous bajó la mirada hacia la nerviosa mano de su macho, odiando esa habilidad suya de ver a través de él como si estuviera hecho de cristal, pero sin sentirse verdaderamente sorprendido por ello. Era una de las cosas que lo hacían amarlo. No había secretos. Él y Butch eran así. - Una vez violé a un macho – confesó. Y apartó la mirada para que Butch no viera el pánico brillando en sus ojos. ¡Virgen! Ni una motosierra hubiera podido cortar el silencio que siguió. - ¿De verdad? – El tono tranquilo en que lo dijo lo sorprendió más que el que no saliera huyendo de él. - Fue en el campamento – explicó – si derrotabas a alguien, te lo follabas frente a los demás. Gané mi primera pelea tras la transición, así que… sí, eso. No quería hacerlo, pero no me detuve. Sabía que estaba mal, a pesar de que el otro macho no se opuso… estaba mal – 0o0o0o0 Butch notó la desesperación en sus palabras, lo mucho que se odiaba por un acto que no había podido controlar. Si V había pasado lo mismo que él había sentido al cambiar, poco después de su transición, con apenas 25 años, no debía de tener gran control de su cuerpo. Debería de haberse sentido como pez fuera del agua. Como un títere sin titiritero que controlara sus movimientos. Lo imaginó, frente

a todos esos machos, solo a pesar de la multitud, con temor hasta de su propio padre. - Tu padre lo consintió – no era una pregunta. Vishous asintió. - Era la forma en la que se hacían las cosas. Si él hubiera ganado, habría estado en su lugar, solo que El Sanguinario hubiera hecho que me follaran con el palo de escoba que me dio para que me defendiera de la masa del otro guerrero - Jesús – Jadeó, sintiendo todo su cuerpo temblar. Una idea horrible se clavó en su mente. - ¿Esa fue tu primera vez? – - Vaya forma de empezar, ¿no? – El aroma de la vinculación y la ira violenta se mezclaron en el aire, antes de que Butch comenzara a gruñir. Un sonido bajo, ronco y amenazante. Quería despedazar, mutilar, desgarrar. Quería… - Quiero matar a ese bastardo – concluyó. Por tocar a su pareja, por haberlo dañado. Por no haberlo amado y protegido como era el deber de un padre. - ¿Mi padre o el tipo al que me follé? – Odió que Vishous hubiera pasado por aquello. No le extrañaba que después de eso su vida sexual se hubiera decantado por el sadomasoquismo, donde podía mantener el control y obtener a cambio una sumisión total, que en su mente era

sinónimo de poder. Ojalá pudiera poner sus manos sobre ese cabrón y torturarlo lentamente. Sería todo un placer. - El Sanguinario – rugió. - Alguien se te adelantó hace muchos años. Y no, no fui yo – Casi pudo escuchar el “desgraciadamente” implícito en la frase. Entonces, pensó, esperaba que el hijo de puta hubiera sufrido. Peor aún, que su muerte hubiera sido motivo de humillación. Para un guerrero como el Sanguinario, eso debía de haber sido peor que cualquier sufrimiento o tortura. Deseaba que lo hubieran matado pretrans. ¡No! Una mujer. Una hembra que le cortara las pelotas, como él había intentado hacer con V, y se riera mientras lo veía exhalar su último aliento. V se revolvió, incómodo en su piel, luego miró fijamente a los ojos de Butch.

“Joder”, pensó él. Había tanta tristeza ahí, y Butch odiaba que su compañero se

sintiera así. Triste y… solitario. Nada debía poner así a su macho, no mientras él pudiera evitarlo. - ¡Hey! Escucha, no voy a ir a ningún lado. Lo que pasó, no puedes cambiarlo, por mucho que quisiera, pero tampoco va a cambiar lo que siento por ti. Tu y yo, compañero, estaremos juntos hasta que vayamos al otro lado – - Mierda, tío – sonrió, casi brillando – deberías de pensar en escribir poesía – Butch le dio un puñetazo amistoso en el hombro mientras reía, feliz del tono pícaro en su voz.

- Ven aquí – le ordenó, abriendo los brazos para que se acomodara contra él. Obedeciendo a la orden, se recostó a su lado, colocándose de costado y frunciendo el seño. Si a él le había costado horrores sentarse tras haberlo hecho solo una vez, no quería ni pensar en lo mucho que debía estar sufriendo Vishous después de hacerlo tres. Dejó que sus extremidades se enredaran cómodamente con las de V, sintiéndolo relajarse con su contacto. Rozó su pecho con la mano abierta, apenas tocando su piel, y le besó el hueco de la clavícula. Todos esos eran gestos más propios de una mujer que de él, pensó Butch, pero poco importaba ese pequeño detalle sintiéndose tan pleno. Seguía felizmente cansado y hambriento. ¿Cuánto más tardaría la comida? - Escucha, Butch – lo llamó en un susurro. Él le indicó que escuchaba con un asentimiento – después de lo que ha pasado quiero dejar en calo una cosa: Ahora sí somos pareja – Butch rió de buena gana, apreciando la variación de la vieja broma, y apretó su boca contra la de V para iniciar un beso tórrido y pasional. La puerta se abrió. - ¡Despierten, rayos de Sol! Tío Rhage trajo comida – Canturreó. Un incómodo silencio se instaló en la habitación unos segundos hasta que Rhage reaccionó. - ¡Joder! ¡Mis ojos! –

0o0o0o0 - ¿Qué coño haces aquí? – gruñó Havers. Todo el escuálido cuerpo del médico de la raza temblaba como hoja al viento mientras apretaba los puños a sus costados, más tenso que la cuerda de un violín y lo fulminaba con la mirada. Su actitud era más graciosa que amenazante, como un caniche ladrando. A su alrededor no se hicieron esperar los jadeos sorprendidos ante el inusual comportamiento del doctor y los murmullos corrieron como la pólvora en la habitación principal de la mansión, llevando las críticas y el cotilleo de boca en boca. - No puedo evitar que el Rey esté aquí – masculló, apretando los dientes, como si la palabra “rey” fuera veneno en su boca – Mi hermana y él habían arreglado sus diferencias y yo le debo gratitud por su benevolencia – Dirigió una mirada a Zsadis, que lo veía como si se tratara de una cucaracha. Rehvenge dejó que hablara. De nada serviría intentar defenderse del ataque si no sabía de antemano el porqué de dicho ataque. - Pero no tengo porqué tolerar tu presencia – bramó, haciendo saltar a algunas damas presentes y llevarse las manos al pecho a otras – Le advertí a Marissa que no se juntara contigo. Le exigí que se alejara de ti, pero siempre fue una necia – Bufó, y gesticuló con exageración, con el rostro rojo por la rabia. - Decía que eras su amigo, que la protegías. Llegué a temer que tuvieras el descaro de cortejarla –

Los murmullos, que habían muerto a favor de escuchar mejor las acusaciones de Havers, volvieron en mayor medida en cuanto el posible emparejamiento fue mencionado. - ¡Mira de lo que le sirvió ser tu amiga! – gritó – Fue a buscarte y murió a manos de lo que iba por tu hermana. ¡Si Bella se hubiera quedado muerta como debería, Marissa estaría viva! – Esta vez, los jadeos y cuchicheos fueron acompañados por el rugido sonoro de Zsadist y la mirada dolida de Bella. Aquello fue más de lo que Rehvenge podía tolerar. Hubiera aceptado que Havers lo culpara por la muerte de Marissa. De hecho, había ido al funeral preparado para ello. Después de todo, había muerto en su casa, donde hubiera estado protegida de haber estado él ahí. Pero nunca permitiría que inculpara a Bella, y jamás perdonaría al médico por desear su muerte. Zsadist, por otro lado, parecía a punto de saltar sobre el escuálido macho y arrancarle la cabeza de un mordisco. - Havers, hijo de Wallen, dejas en ridículo a tu linaje con tu comportamiento, indigno de la sociedad a la que representas, y rebajas la valía y el honor de tu hermana al tratarla de necia. Era mi amiga, y más que nadie lamento su muerte, pero no permitiré que hables así de la mía. Marissa era la única hembra fuera de mi familia que verdaderamente me importaba y me hubiera sentido honrado si me hubiera aceptado como su Hellren – Entre el silencio, Rehvenge escuchó un murmullo de dolor.

Junto con un intenso aroma a tristeza.

“Phury”, pensó. A su espalda, estaba él, con sus ojos amarillos desolados. El hermano lo miró por unos segundos antes de disculparse con su gemelo y Bella y marcharse del lugar.

. Las dos caras de un todo. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra De un mordisco, Butch le quitó el tapón a su segunda botella de agua, vaciando la mitad de su contenido a grandes tragos y en apenas un par de segundos. Se echó el resto encima, dejando que el fresco líquido resbalara por su cara y cuello, mojándole la camiseta y enfriando su piel, caliente por el ejercicio. Llevaba alrededor de dos horas en la sala de entrenamiento, destrozándose el cuerpo con las máquinas y pesas. Intentando sacarse de encima un cabreo monumental. A veces, ni todo el amor del mundo podía impedir que quisiera romperle la cara a V. El muy cabrón le había prohibido salir de la mansión, dejándolo fuera de las patrullas de esa noche. ¡Prohibido, por el amor del cielo! Tan solo recordarlo hacía que el rostro se le enrojeciera por la ira. Lo había dejado en ridículo delante del Rey y los hermanos, aunque el primero intentó que el trago fuera menos amargo al recordarle que llevaba dos semanas aspirando restrictores sin descanso. No había sido un consuelo, la verdad. Los otros guerreros se habían limitado a asentir, acatando la decisión sin abrir la boca. Phury le pidió disculpas con la mirada.

¡Joder! Alguien debía recordarle a Vishous que era su pareja, no su puto sirviente. En ningún momento había firmado nada que lo autorizara a disponer de él cuando le viniera en gana, como si fuera un juguete. Sin embargo, aparentemente podía hacerlo, como se había demostrado. Rugió, golpeando la pared. Estaba furioso. Iracundo. ¡El hijo de la gran puta había tenido el descaro de desmaterializarse antes de que pudiera hacerlo entender razones o meterle sentido común en esa cabeza dura a base de golpes! Así que ahí estaba, fuera de rotación, desquitando su mala leche con la jodida caminadora. La última hora había estado corriendo a ritmo constante y veloz, bañado en sudor, lo que ya de por si no estaba mal, pero completar en ese tiempo los diez kilómetros era jodidamente fantástico. Uno cada seis minutos. Si el médico de la policía pudiera verlo ahora, pensó antes de quitarse la camiseta para secarse con ella el rostro, el pecho y los brazos. Se sentó sobre el banco de pesas, con el codo apoyado en la rodilla y la barbilla en la mano, como si fuera El–puto- pensador. Aún le costaba acostumbrarse a la idea que el cuerpo que se reflejaba en el espejo cada vez que se miraba era el suyo. Ese mes había sido una verdadera locura. a vida solía ser una perra. Más aún SU vida. Daba golpes a traición, y a él ya le habían tocado unos cuantos. Giros inesperados tan bruscos que marearían incluso al más fuerte de los hombres. Humanos o vampiros. Desde que conociera a los hermanos y entrara en “el maravilloso mundo de lo imposible”, Butch sentía que lo habían subido a una noria que giraba rápidamente y en todas

direcciones. Sin control alguno. Y, con las pasadas vueltas había estado a un paso de potar la primera papilla. Solo la estabilidad de Vishous a su lado había impedido que corriera, asustado como una niñita, y buscara la salida fácil. Tenerlo era una bendición, aunque V no lo creyera así y en ese preciso instante él tampoco viera la cosa muy clara. Se complementaban en sus diferencias y apoyaban en las similitudes. Eran como dos caras de la misma moneda. Sacaban lo mejor y lo peor del otro. Magnificando lo primero y empequeñeciendo lo segundo. La mayoría de lo acontecido había sido bueno, como su recientemente descubierta habilidad para eliminar restrictores. Al parecer, el fragmento del Omega que el bastardo había metido en su interior funcionaba como una especie de imán, atrayendo su esencia oscura mientras Butch los aspiraba. Así, se interrumpía el ciclo de creación, impidiendo que volviera al Omega. Lo odiaba. Tener parte de ese engendro dentro no era una experiencia agradable. Lo había sentir sucio, corrompido. No obstante, siempre que Vishous estuviera ahí para limpiarlo con la luz de su mano y después pasara media hora metido en agua caliente, estaba dispuesto a pasar por ello con tal de ayudar a la Hermandad. Luego estaba la presencia de Payne en la mansión. A Vishous le había costado algo de trabajo hacerse a la idea de que tenía una hermana gemela de la que no estaba enterado y sobrellevar el shock de saber al fin quién era la madre de ambos. Cosa que Butch encontraba perfectamente normal. No todos los días se entera uno de que la madre virgen de la raza es en

realidad tu madre no tan virgen. Que, por tanto, eres un semidiós. Y como guinda en el pastel, que la diosa tuvo encerrada a tu hermana tres siglos haber matado al mierda de tu padre.A ver, que ni en un culebrón. Siendo sinceros, tanto él como Payne sabían que llevaría tiempo y esfuerzo que V creara un verdadero vínculo con ella, y se alegraba de ver que tanto ella como Vishous hacían todo lo posible para que el lazo se diera. De cuando en cuando, lo sorprendía mirando a su hermana como si no pudiera creer lo parecidos y completamente distintos que podían llegar a ser. Cuando lo veía gruñir por lo bajo al notar la cercanía entre Payne y Manello, no podía reprimir el impulso de tomarlo por las mejillas y besarlo larga y tiernamente, sin importarle un carajo quién pudiera verlos. Otras cosas, por el contrario, habían abierto heridas que tardarían en sanar la muerte de Marissa, por un lado. Había pasado una semana desde su funeral cuando se enteró de ello. La noticia lo había entristecido profundamente por lo que la hembra había significado para él y había despertado recuerdos de su hermana que había enterrado en lo más profundo de su mente. También lo había enfurecido, pues tuvo que enterarse por accidente, tras escuchar por casualidad una conversación entre Bella y Wellsie. Había entrenado hasta casi caer rendido antes de buscar a Vishous y hablarlo con él. Sabía que no lo había omitido con mala intensión mucho antes de ver su mirada arrepentida. Aún así, terminaron discutiendo a gritos y follando con violencia.

Rápida y rudamente. El remordimiento había llegado después, al mirar el cuello destrozado de su macho, su rostro ceniciento y la sangre seca entre sus piernas. Aún deseaba arrancarse la piel a tiras por haberlo dañado, cuando se suponía que era su deber protegerlo. Le pidió perdón una y mil veces, besando su cuerpo entero al mismo tiempo, limpiando con su lengua el rastro carmesí que manchaba sus muslos. Fue esa misma noche cuando se dieron cuenta de que, si bien él podía alimentarse de Vishous, V no podía hacerlo de Butch. Dejó que su macho le hiciera el amor mientras maldecían, él en inglés y V en legua antigua, por ponerlos en esa situación. Se sentía impotente cada vez que pensaba en los colmillos de su pareja enterrados en una vena que no era suya. Temblaba al pensar que día a día se acercaba más el momento en que tendrían que lidiar con ello. Dos semanas después de su transición, su cuñado había llamado para invitarlo al bautizo de su sobrino. El breve mensaje en la máquina contestadora de la Guarida había dejado en claro que la invitación no era más que una mera formalidad y que su hermana no esperaba verlo en la ceremonia. Decir que no le había dolido hubiera sido mentir, pero no entendía porqué, si era algo que esperaba. Hacía años que no pisaba la casa familiar y nunca había estado unido a sus hermanos, su padre se había encargado de ello. A pesar de todo, el rechazo lo hirió como cuando era un niño y no pudo haber nada para cambiarlo.

Vishous había sostenido el saco de boxeo mientras bailaba a su alrededor, descargando su frustración y su dolor. Más tarde, lo había acompañado a hacer una visita a la residencia donde estaba interna su madre. “Te pareces a él”, había dicho, refiriéndose al vampiro que era su verdadero padre. Tomándolo de la mano, mirándolo a los ojos, ella pidió perdón. “Estoy enamorado”, le dijo él. “Él me hace feliz”. No esperó una respuesta, pues sabía cuál sería. La vio persignarse, antes de partir.Había cerrado al fin el capítulo de su antigua vida. Había muchas cosas nuevas que escribir. Eran una pareja normal como cualquier otra, con sus altas y bajas. Despertaban, luchaban y se metían a la cama, juntos, y Butch adoraba cada segundo de la vida que compartían. Amaba y era amado. Se sentía útil, protegido por los mejores amigos que hubiera podido pedir y tenía más de lo que alguna vez había soñado siquiera. No veía cómo su vida podía mejorar. Entonces la puerta se abrió y su vida volvió a girar, impulsada por las seis figuras encapuchadas que entraron a la sala. La potente voz de Wrath fue como una cuchilla en el silencio que se instaló en la habitación, primero en lenguaje antiguo y después en inglés. - No hay vuelta atrás a la pregunta que se te planteará en esta noche. Solo se te dará una oportunidad y tu respuesta se mantendrá por el resto de tu vida. ¿Estás preparado para que te pregunten? –

“Mecagoenlaputa”

La Hermandad. Le estaban ofreciendo unirse, pensó, sintiendo que su corazón se saltaba un latido. Lo estaban iniciando. - Sí – Para su sorpresa, logró hablar firmemente, a pesar de su nerviosismo. Comenzaba a entender porqué Vishous lo había sacado de circulación. Él lo sabía, así como también sabía que estaría ahí liberando estrés. Hizo nota mental de recordar decirle que lo amaba más tarde, cuando pudiera pensar. - Entonces te digo, Butch O’Neal, descendiente de mi propia sangre y la de mi padre, ¿te unirás a nosotros? –

“Cristo, por favor, no dejes que me desmaye” Miró a cada una de las figuras encapuchadas, buscando a V. - Sí, me uniré a ustedes – Uno de ellos - ¿Rhage, tal vez? – le lanzó una túnica igual a la que vestían. - Tiende esto sobre tu piel, levanta la capucha sobre tu cabeza. Te mantendrás callado a menos que te hablen. Mantendrás la mirada fija en el suelo y las manos a tu espalda. Tu valentía y el honor de la línea de sangre que compartimos será medida en cada acto que realices – Butch se levantó e hizo lo que le pidieron, agradeciendo al cielo cuando se le permitió ir al baño. Sería muy vergonzoso literalmente cagarse de miedo. Todas sus inseguridades se pusieron en marcha, haciéndolo sentir pequeño, insignificante y muy poco digno del honor que se le estaba otorgando.

Se sentía aterrorizado y emocionado al mismo tiempo, si eso tenía sentido. Cuando regresó, asegurándose de tener la cabeza baja y las manos unidas detrás de él, una pesada mano cayó sobre su hombro y supo que era la de V. No necesitó verlo, solo sentir el firme apretón que le decía que todo estaría bien. Que no tenía de qué preocuparse mientras estuvieran juntos. - Ahora ven con nosotros – dijo Wrath. Butch caminó, un paso a la vez, dejando que la mano de Vishous lo guiara. Nadie dijo nada mientras llegaban al Escalade o en el turbulento viaje que vino después. Mientras se alejaban de la mansión, no pudo evitar preguntarse qué harían con él. Fuera lo que fuera, lo haría bien.Tenía que hacerlo. 0o0o0o0 - Es mejor que vayas a arreglarte para la fiesta, cariño – Wellsie le sonrió, amplia y dulcemente. Una imagen que había aprendido a relacionar con el concepto de madre en esos últimos meses viviendo bajo su techo, y que hacía que su corazón hambriento de cariño se hinchara de la emoción. Como acto reflejo, le devolvió la sonrisa. Sus mejillas, ya enrojecidas desde que escuchara el cariñoso sobrenombre, ardieron con un tono brillante cuando la hembra le apartó el cabello que le caía desordenado por la frente para besar la piel descubierta. - Te veo en el vestíbulo –

Dicho esto, caminó pasillo abajo con el andar propio del embarazo.

“Cuanto la quiero”, pensó mientras procuraba mantener la sonrisa en sus labios

hasta que ella cerró tras de sí la puerta de la habitación que compartía con su hellren. “Mírame. Mírame y ámame”. "Madre”, vocalizó con angustia. Pero ella no lo vio. Solo entonces permitió que la fachada cayera. Lo último que deseaba era preocuparla. Mucho menos sabiendo lo que ese tipo de alteración podía causar en su estado. Por ello llevaba semanas ocultando lo que sentía y los cambios que sucedían en su interior. Camuflando su miedo, su desesperación, con muecas de alegría que no eran más que parodias que nunca le llegaban a los ojos. No sabía si reír por ser un condenado buen actor o echarse a llorar porque ellos no pudieran ver a través de él.

“Como lo harían los verdaderos padres”. Mientras caminaba hasta el cuarto que los hermanos le habían asignado cuando Thorment los llevó a vivir a la mansión, contempló con aire ausente las elegantes esculturas, las prodigiosas pinturas y las finas alfombras. Qué distinto era todo aquello a las paredes descascaradas del edificio de la calle siete. Ahí estaba, rodeado de lujo, cuando en su interior no era más que un huérfano que ansiaba una familia que lo amara tal cual era. La repentina muerte de la anterior Shellan del Rey y el secuestro de Butch habían sacudido el mundo de los hermanos, le habían abierto los ojos a la realidad y acrecentando la ya existente paranoia de Thor con respecto a la seguridad de su hembra e hijo.

La realidad era, que por hijo, John se refería al bebé que Wellsie llevaba en su seno. El macho había llegado al punto de no separarse de ella más que para patrullar, dejando sus deberes en el programa de entrenamiento a manos del hermano Zsadist, quién causaba terror entre sus alumnos, más no en él. A él le hacía sentir cosas más inquietantes. Temblaba cuando entro a la habitación, cerrando la puerta y echando el seguro. Sin encender las luces, se quedó mirando la oscuridad, apoyado contra la madera a su espalda. Sentía como si aquel manto negro se ciñera sobre el, acariciándolo, seduciéndolo a entregársele. Se sostuvo los hombros con las manos, intentando controlar las sacudidas esporádicas de su cuerpo. Deseando confortarse a si mismo. El dolor que sentía era… desgarrador. Insoportable. Pero, sobre todo, despreciable.“Si tan solo pudiera hacer que realmente me amaran”, pensó. Pero eso jamás sucedería, no cuando Wellsie y Thor tenían un hijo de verdad y Zsadist una hembra como Bella. Se dio cuenta de que lloraba cuando sintió el sabor salado de las lágrimas en sus labios entreabiertos. No fue hasta entonces que notó el nudo en su garganta y la opresión en su pecho. La bestia extraña que le revolvía las entrañas. Un sollozo silencioso brotó desde su corazón hasta sus labios sin voz. Aquellos sentimientos eran como un cáncer. Malignos. Consumían su cuerpo de a poco, amenazando con matarlo de dolor. Resbaló hasta quedar sentado, las rodillas flexionadas contra su pecho y el rostro enterrado entre éste y sus brazos.

Desesperado por mantenerse junto mientras sentía que se despedazaba. Gimiendo, dejo que sus lágrimas fluyeran. ¡Cristo! Era patético. En ningún momento, presente o pasado, había podido controlar nada en su vida. ¿Por qué creía – iluso de él – que eso cambiaría? ¿Qué podía controlar algo tan irracional como los sentimientos? No era más que un gigantesco caso de caridad.Y se sentía como una alimaña de la peor clase por sentir ese visceral odio hacia un niño que aún no había llegado al mundo pero que día con día se convertía en una mayor amenaza para la poca felicidad que había en su vida. La envidia lo corroía, poco a poco. Lento pero constante. Desgastando todo lo bueno que había en él. No solo por ese niño que nada le había hecho, aparte de existir, sino porque deseaba a quien no le estaba permitido. Alguien que no lo miraría más que con compasión. Zsadist se había convertido en su obsesión. 0o0o0o0 En el camino de regreso a la mansión, Phury y sus hermanos procuraron mantener la voz baja mientras hablaban hasta por los codos. En el asiento trasero iban V y Butch, donde el poli se había rendido al cansancio y dormía apoyado contra el pecho de Vishous. Rhage hacía una cómica mímica de una jovencita enamorada para luego fingir vomitar, a lo que el de ojos diamantinos respondía girando los ojos. En fin, las puyas normales entre hermanos. - Mmmm – murmuró el más joven de los hermanos mientras se estiraba, casi pegándole en la cara a V en el proceso.

- Cuida donde pones las manos, poli – se burló él. - Eso no es lo que decías a noche – sonrió, radiante tras la corta siesta. - En serio, tíos. Como esto se convierta en Queer as folk, me piro – - Primero, Rhage: no nos hagas hablar de “El bichito de Mary”. Coño, que eso fue patético. Segundo: es preocupante que sepas qué es Queer as folk – dijo Thor. Wrath soltó una carcajada.

"Oh, sí”, pensó Phury. “Una gran familia feliz”. Cuando bajaron del Escalade, las puertas de la mansión se abrieron ante ellos, y la comitiva que los esperaba formó dos filas a sus costados mientras que los hermanos rodeaban a Butch y a V. Junto a él, Z comenzó a cantar con esa voz clara y potente con la que había sido bendecido. Casi al mismo tiempo, un aplauso se convirtieron en dos, y, pronto, todos los doggen, las hembras de sus hermanos y John aplaudían para celebrar la llegada de un nuevo miembro a la hermandad. Y aunque estaba feliz por el policía, Phury no deseaba celebrar. No cuando se sentía muerto por dentro desde que se dio cuenta que Rehvenge amaba a Marissa y que, como sospechaba, su acercamiento hacia él no había sido más que una treta para asegurar el bienestar de su hermana. Deseaba odiarlo, pero no podía. Él había hecho lo mismo más de una vez mientras buscaba a Zsadist en el viejo continente.

De repente, Fritz se adelantó, sacándolo de su melancolía. Llevaba con él algo envuelto en un paño rojo, se lo tendió a Vishous y éste desabrió la elegante daga de acero damasquino ennegrecido. Una de las dos que serían entregadas a Butch para cazar. Escuchó al poli jadear, asombrado, y Phury tuvo que reprimirse para no imitarlo. El diseño era idéntico al de los demás, pero supo que esa daga era diferente sin siquiera tocarla. Especial. Había sido hecha por Vishous especialmente para su pareja. Y si V era el macho de valía que Phury creía que era, esa daga seria algo extraordinario. Contrario a lo que creía que sucedería, Vishous no entregó la daga a su dueño, sino que se arrodilló ante Butch, golpeando el suelo de mármol con la punta de la cuchilla. - Guerrero, humildemente me ofrezco a ti. Sería un honor llevar tu nombre en mi espalda, si es eso lo que deseas – Las hembras en la habitación se llevaron las manos a la boca, emocionadas. Wellsie directamente se echó a llorar. Hormonas, supuso. Butch parpadeó varias veces, como si no pudiera creer lo que había escuchado. Abrumado, el ex humano se agachó, poniendo su macho derecha sobre las de su pareja en el mango del arma, imitando su posición. - Por supuesto que te quiero – murmuró – Pero solo si yo puedo llevar el tuyo en la mía –Sus hermanos se miraron, compartiendo uno de esos momentos en los que se olvidaban de ellos, y se besaron; apenas un roce de labios. ¡Noooooooooooooooooooooo!

La palabra resonó en un grito de ultratumba que hizo temblar hasta los cimientos de la mansión. Las ventanas y cristales a su alrededor vibraron, varias copas estallaron, las cortinas ondularon, movidas por un viento que no provenía de ningún lugar. Thor, Wrath y Zsadist corrieron a cubrir a sus hembras con sus cuerpos y se agazaparon, como el resto. Listos para dar batalla. La energía chispeaba alrededor de la Virgen Escribana cuando apareció ante ellos, creando descargas que aterrizaban en los lugares más inesperados. Sus oscuros ropajes revoloteaban contra su pequeño cuerpo, que brillaba con tanta intensidad que era francamente doloroso mirarla. Él, junto con todos los presentes, llevó una rodilla al suelo. - No permito esa unión. No irán contra mis designios esta vez. Pasé por alto el que indujeran al mestizo porque es necesario en la lucha, pero esto… Te he elegido para ser el nuevo Gran Padre, hijo del Sanguinario, y te sentirás honrado por ello – El brillo de la mano de Vishous comenzó a extenderse por su cuerpo, fulgurando con la misma intensidad que el fuego en sus ojos. Los labios enmarcados en la oscura perilla se extendieron en una sonrisa torcida, repleta de ironía. Se levantó al mismo tiempo que lo hacía su hermana y caminó hacia su madre, quedado lado a lado con Payne. - No tienes ningún derecho sobre nosotros – hablaron a unísono. No respondemos ante tus deseos – Alzando una mano, la diosa hizo volar a sus hijos y chocar contra la pared más cercana. No había nada sobre ellos aparte del aire, pero a medida que pasaba el

tiempo, las venas de sus cuellos resaltaron, como si algo enorme estuviera haciendo presión, comprimiéndolos. Payne y Vishous intercambiaron una mirada elocuente, no nos someteremos. Dicho esto, dejaron de respirar. - Oh, Dios – gimió Wellsie, llorando contra el hombro de su hellren. - Aleja tus asquerosas manos de mi macho, perra – gruñó Butch. Y se lanzó hacia ella, con la daga que antes había empuñado V en su mano. - ¡Basta! – Como si las cosas no pudieran ser más bizarras, la Virgen Escribana chilló ¡Chilló! – asustada al escuchar aquello, liberando a V y a su hermana del peso inexistente que los apresaba. -

¿Qué coño…? –

-

¿Se puede saber a qué viene todo esto? –

Un hombre de al menos dos metros flotó hasta ellos, vestido con unos pantalones sueltos y una camisa sin botones blanca. Iba descalzo, y su largo cabello, gris a pesar de su rostro joven, le rosaba los talones. La Virgen retrocedió a medida que él se acercaba. - Esto está mal, Padre. Son mis hijos y deben obedecer - dijo entre dientes. - Oh, hija. Yo soy tu padre y aún así me desobedeciste – - Eso es diferente –

- Claro que lo es – su voz se suavizó, como si estuviera hablando con un niño de cinco años que no entiende a razones – Él ni siquiera sabía que tenías un plan para él hasta ahora, y él lo hace por amor. Tú, hija mía, lo hiciste por capricho. Simple curiosidad. Al ver que la diosa iba a contestarle, el hombre la hizo callar con un movimiento de mano. - Llevo milenios viéndolos pelear a ti y a tu hermano como si fueran dos críos de mil años. Esta vez no te dejaré salirte con la tuya así como no dejaré que tu hermano lo haga. Dejarás que tus creaciones vivan, libres, como deberían de haberlo hecho desde un principio. Ahora, jovencita, regresa al otro lado a menos de que quieras que traiga a tu hermano y sigamos con la charla delante de los guerreros – Con un chillido indignado, la Virgen desapareció. El hombre se volvió hacia Wrath. - No se lo tomen a mal. Es una diosa, está acostumbrada a obtener lo que quiere. El berrinche le va a durar al menos un siglo – Extendió sus brazos y la sala recobró el aspecto impecable que tenía antes de todo el alboroto. Sus ojos plateados se posaron en V, que se había reunido con su pareja y le sostenía el rostro con cuidado. Llegó flotando hasta ellos, tomó sus manos y las unió. - Al fin nos encontramos, Hijo de mi hija – cerró los ojos, apretando el agarre sobre sus manos – Sí. Esta será una buena unión.- suspiró, como si se regodeara en cada palabra - Te cree para que lo complementaras – le dijo a Butch – pero fueron ustedes los que se enamoraron. Ni mi hija ni yo podemos obligarlos a sentir algo que depende únicamente sus corazones.

Los hermanos no daban crédito a lo que sucedía ante ellos, mucho menos Phury. Sin embargo, cuando El Padre hizo un gesto para que se acercaran, todos corrieron a rodearlo a él y a la pareja. - Él es mi regalo para ti, por lo que no te dio mi hija en tres siglos. El amor es un todo, y ahora otro regalo es que lo sean todo. Así como otra sangre no alimentará a tu pareja aparte de la tuya, ninguna te nutrirá si no es la de él. El día en que uno se vaya, lo harán ambos – Su figura comenzó a desvanecerse, pero en ningún momento dejó de sonreírles. - Creo que hay un apareamiento que celebrar –



Hellren mío. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Manny necesitaba que alguien le pegara un pellizco. O un buen tortazo. ¿En serio acababa de ocurrir lo que acababa de ocurrir? Joder, como si ser abducido a esa vida paranormal no fuera suficiente para poner su mundo de cabeza, había visto en primera fila el show “los dioses existen y hacen pataletas”. Todo aquello era simplemente… fascinante. Casi mágico. Al menos lo era desde su particular opinión. “Que maravillosa paradoja”, pensó, y una sonrisa se deslizó lentamente por su rostro mientras observaba con embeleso el ordenado caos que lo rodeaba.

Hombres y mujeres iban y venían llevando comida, bebida y decoración de un lado a otro, apartándose del camino de sus semejantes cuando era necesario sin perder el rumbo o el equilibrio en momento alguno. Sincronizados con la precisión de un elenco de ballet. Y él era de los afortunados que tenían pases para backstage, preguntándose como podían hacer aquello y hacerlo parecer tan sencillo. O un antropólogo al que le habían dado la oportunidad de estudiar el más antiguo y secreto ritual de la humanidad. Una analogía algo imprecisa cuando los sirvientes que formaban aquél presuroso flujo no eran humanos, como tampoco lo eran los guerreros para los cuales se preparaba una boda. La alegría casi podía palparse en el ambiente, como si minutos atrás no hubieran estado en presencia de una diosa iracunda o nunca les hubiera tocado ver el rapapolvo que, a falta de otro nombre, El Padre le había echado como si no fuese más que una adolescente en la edad del pavo. “Una verdadera maravilla” Se sentía renovado, lleno con la curiosidad casi infantil que lo había abandonado muchos años atrás. Antes de ser secuestrado había llegado a un punto en su vida donde estaba cansado, hastiado. Sabía todo lo que podía y quería saber, estaba en lo más alto en cuestión laboral, le había echado el ojo a una bonita, inteligente y eficaz doctora con la que hubiera sido aceptable casarse. Pero eso hubiera sido todo. Nada en aquellas cosas lo había echo temblar de excitación. Nunca se había perdido en la mirada de Jane y deseado no encontrar salida. No era más que un simple siervo en medio de una jauría de leones, pero sus recelos habían quedado atrás desde el momento en que había tomando la mano de la hermosa mujer que plagaba sus pensamientos y sueños durante las últimas

semanas. Sabía que eran más fuertes que él, y que podían eliminarlo en cualquier momento, pero también sabía que, a pesar de su condición humana, ahora era parte de ellos. Ese era su lugar. “Así como su lugar es a mi lado”, se dijo mientras veía acercarse a Payne con pasos casi felinos.Tan hermosa como una aparición, hacía honor a su naturaleza divina. Por unos segundos sus mejillas se colorearon de un rosado pálido. Tan pocos que si no hubiera sido por la forma en la que enarcó una ceja y lo miró fijamente hubiera pensado que eran imaginaciones suyas. Maldijo en voz baja, recordó la habilidad que compartía con su hermano y que le permitía leer sus pensamientos como si fuese un libro abierto. Uno con letras enormes. - Gracias, Curandero – Manny tuvo que refrenar el impulso de cerrar los ojos y disfrutar sin reparo el sonido de su voz. Aún así, no pudo evitar que la vista se le nublara y que su mente fantaseara con esa boca rosada liberando jadeos, su cuerpo retorciéndose de placer bajo el suyo. Esos no eran pensamientos apropiados, se reprendió, mucho menos cuando el objeto de sus fantasías podía ver a través de ti. Sacudió la cabeza y con un movimiento de cabeza la invitó a sentarse a su lado. - ¿No deberías estar con tu hermano? Es su boda – - Ceremonia de emparejamiento – lo corrigió. – Tal vez eso sería lo correcto, pero los guerreros se han llevado a mi hermano y las hembras a Destroyer. No

estoy segura de encajar con ellas, y no tengo un vínculo emocional con Butch. Sé que Vishous me ama, pero aún estamos trabajando en formar un lazo firme entre nosotros. No deseo incomodarlo en un momento tan importante para él Lo cual Manello encontraba perfectamente razonable. No había pasado mucho tiempo desde que el macho se enterara de la existencia de Payne y éste aún parecía reticente a abrirle un espacio en su corazón. Ella comprendía también, pero eso no evitaba el destello de dolor en sus claros ojos, ni que él deseara echar a un lado la solidaridad masculina y partirle la cara al emperillado por hacerla sufrir. Incluso ese dolor no restaba belleza al conjunto de perfecciones que era ella. El médico solo pudo pensar que no le importaría quedarse ahí, no haciendo más que contemplarla por el resto de su vida y, al final, moriría feliz. Ella volvió a dirigirle esa mirada que decía que lo sabía todo, pero comprendía muy poco de su deseo. Aquella sabiduría inocente era lo más sensual de Payne. Manny comprendía a la perfección de donde venía ese instinto violento por mantenerla a salvo, lo que no alcanzaba a entender era porqué Payne se había metido tan profundamente en su ser en tan poco tiempo. - La violencia es innecesaria en este caso, Guerrero, pero lo agradezco –Coño, como odiaba no poder ocultarle nada. - No soy un guerrero, Payne. Como bien has dicho en otras ocasiones, mi función es la de un simple médico –

Ella negó con la cabeza, volviéndose hacia él y clavando sus ojos diamantinos en los suyos. - Al contrario – dijo solemnemente – no hay nada simple en ello. Puede que no empuñes una Daga como los hermanos, ni arrebates vidas con armas de fuego, pero libras batallas constantemente. Batallas que ninguno de ellos puede ganar – Manny escuchó atentamente, pues ella hablaba con ese tono que hablaba de conocimientos inimaginables. Sin embargo, tampoco podía apartar la vista de sus labios rojizos, preguntándose cómo sería besar a una semidiosa. - Los enemigos que las armas pueden vencer son físicos, tangibles. Sabemos y podemos derrotarlos, pero de ello no resulta nada más que muerte. Éstas manos – tomó entre sus pequeñas palmas las suyas encallecidas – luchan contra esa muerte, y cuando vences, traes vida. Nunca digas que no eres un guerrero, porque peleas contra el más temible de los enemigos – Casi hipnotizado, el médico dejó que ella se acercara y deslizara sus manos por sus brazos, hasta sus hombros amplios. De pronto sentía un calor sofocante y unas ganas terribles de quitarse la ropa, aunadas a las que ya tenía de quitárselas a ella.

No podía moverse ni decir nada; ni siquiera pudo respirar por esos largos segundos en que ella lo acarició al mismo tiempo que probaba la potencia de sus músculos. ¡Dios! Jamás había estado más agradecido por las horas en el gimnasio.

- Con este cuerpo y tu fiero corazón pudiste haber escogido el camino del hermano Butch como policía, pero elegiste salvar vidas en lugar de arrebatarlas, y por ello, tienes mi admiración – Para ese momento, sus neuronas se habían consumido completamente en el fuego que su cercanía había iniciado. Su cuerpo reaccionó por si solo, alzándola de su asiento para acomodarla en su regazo y encerrarla en un abrazo. Su corazón se le iba a salir del pecho y ella no había hecho más que hablarle. - No es que no aprecie tu admiración, bella mía, pero preferiría otras cosas de ti – - ¿Cómo qué? – susurró ella, dejándose llevar por su toque. Ella se movió hasta quedar sentada justo sobre la prueba de su deseo e inclinó la cabeza hacia un lado, esperando su respuesta. Una parte de él quería gritarle que ella sabía perfectamente lo que él quería y estaba aprovechándose de ello; otra era consiente de la genuina curiosidad que mostraba. Payne parecía tener todas las respuestas, como una enciclopedia, pero le faltaban anexos sobre el amor.O la pasión. - Para comenzar, un beso –

Despacio, dándole tiempo a retroceder, enmarcó su rostro con las manos y acercó su boca a la suya. Nunca dejaron de mirarse fijamente, agregando leña a una hoguera ya viva. Payne se lamió los labios y dejando entrever sus colmillos desplegados.

- Ese sería un buen comienzo, sí – Sintió su sonrisa más que verla, pues reclamó sus labios como un conquistador reclama tierras inexploradas. Ella se mantuvo inmóvil durante escasos segundos, demostrándole que ese tipo de intimidad era algo nuevo para ella. Finalmente, comenzó a imitar sus movimientos, girando el rostro para darle un mejor acceso a su boca, abriéndose para él. La probó igual que se prueba un manjar: lentamente. Paladeó cada centímetro de su interior abrigando la esperanza de que en algún momento podría hacer lo mismo por todo su cuerpo. - ¡Por el padre, sí! – jadeó ella, enterrando sus manos en el corto cabello de su nuca. Su pasión, inocente y lujuriosa a la vez, detonó algo en su interior. La sangre en sus venas vibró y las encías comenzaron a dolerle. Mordió su labio inferior hasta hacerlo sangrar, lamiendo su sangre, espesa y fragante. Un rugido primario escapó de su garganta. Mía – -Te he esperado por mucho tiempo, Hellren mío – No tenía idea de lo que aquello significaba, pero escucharla lo inundó de un gozo hasta entonces desconocido. Ella era la respuesta a todo, su principio y fin. Dentro de sí, Manny sabía que había sido creado para ella y que solo ella llenaría ese hueco que hasta entonces había sentido. 0o0o0o0

Vishous volvió a mirar el reflejo en el espejo, asombrado, no solo por la felicidad que lo embargaba, sino también por los rostros sonrientes de sus compañeros. La imagen ante él mostraba un sueño que jamás se había atrevido a soñar, pero que, finalmente, se había materializado por si mismo. Todo gracias a Butch. Aún no podía creer que la buena fortuna le hubiera echo un guiño y lo hubiera puesto en su camino. Él era la luz en el sendero oscuro que había sido su vida, mostrándole que no todo era una escala de grises. Ese último mes a su lado, ayudándolo a aceptar su nueva condición y a desarrollar y controlar los poderes que ésta conllevaba, habían sido los más dichosos y aterradores de su vida. Si hubiera sido por él, Butch se hubiera quedado encerrado en una habitación. Seguro y ajeno a la guerra que los hermanos libraban cada noche. La seguridad de su macho era lo más importante para él. Eso, y despertar cada noche para verlo a su lado, sonriendo. Era por eso que no lo había hecho. Butch era un guerrero. La sangre en sus venas cantaba al calor de la batalla. Alejarlo de ella habría sido lo mismo que matar una parte de él. Había terminado por aceptar que toda bendición viene acompañada de un sacrificio. Las gigantescas manos de su rey aterrizaron sobre la tela negra que cubría sus hombros, devolviéndolo al presente. Wrath tenía una sonrisa torcida en sus labios, y aunque sus ojos casi ciegos se escondían tras las gafas de sol, Vishous hubiera podido jurar que sentía sobre él una mirada de orgullo.

- Estoy muy feliz por ti, V. Todos lo estamos – Casi inmediatamente, las manos del Rey fueron sustituidas por el brazo de Rhage. - Y parecía que fue ayer que le tocó a Z – dijo, secándose al mismo tiempo una lágrima imaginaria de la mejilla - ¡Crecen tan rápido! – - Yo sigo pensando que esto es raro de cojones – habló Thor después de darle una colleja a Rhage – No me malinterpretes, me alegro por ti y Butch, pero no negarás que se sale de la escala. Wrath dando la bendición en lugar de la Virgen Escribana, Diosas madres psicópatas, dos guerreros emparejados por primera vez en la historia… ¿Debo seguir? – - ¿Qué puedo decir?- se encogió de hombros – Me gusta hacer las cosas a lo bestia – - Hablando de bestias… Los rápidos movimientos de las cejas de Rhage nunca presagiaban algo bueno, y por los ruidos que hicieron el resto de sus hermanos, coincidían con él. Vishous solo tuvo que fulminarlo con la mirada para que éste cerrara la boca, haciendo un puchero parecido al de un niño regañado. - ¿En serio quieres hablar de su vida sexual después de lo de aquella vez? –

Una vez que Phury dijo aquello, todos hicieron muecas parecidas, recordando los cuatro días que Rhage estuvo exigiendo que alguien le borrara la memoria tras haberlos visto a él y al poli en la cama.

- Tíos, ¿pueden creerlo? – la voz de Thor tenía un cierto tono melancólico Hace unos meses todos se metían conmigo por ser el único emparejado, y ahora todos lo están – su sonrisa socarrona se borró cuando se percató de la mirada triste en el rostro de Phury – Bueno, casi todos – - No te preocupes, hermano – Rhage le dio un codazo - Ya encontraremos a una hembra para ti. ¿Cómo se llama esa Elegida que no dejaba de hacerte ojitos? ¿Claudia? Apuesto a que harían buena pareja, siendo ambos castos, vírgenes y puros… - ¡Cállate, Rhage! – rugió Z. Su gemelo no tardó mucho en recomponer su semblante, pero aquellos escasos momentos le dieron a V una vista perfecta de la desolación que estaba carcomiendo a Phury. Su rostro, sus ojos, hasta su lenguaje corporal hablaban del mismo tipo de desesperanza que él había sentido mientras creía que las cosas con el poli jamás llegarían a ningún lado. Vishous se preguntó desde cuando su amigo se sentía así, y cómo era que no se había percatado de ello hasta ese instante. Era como si Phury no fuera más que un cascarón, una caricatura de lo que solía ser. Hablaba cuando tenía que hablar, luchaba cuando debía hacerlo. Comía, entrenaba, incluso sonreía. En ningún momento esa sonrisa llegaba hasta sus ojos. La pasión se había esfumado.

No era que no creyera que las cosas con el Reverendo no fueran a funcionar. Phury lo sabía.

Deseó poder hacer algo por él, pero cuando se trata de compañeros, el único que podía salvar a Phury era él mismo. - Mi señor – la voz de Fritz se escuchó tras abrirse la puerta – Las Elegidas Layla y Cormia están aquí - Hazlas pasar – habló Wrath, proyectando su sonora voz por toda la habitación. - Su alteza – Ambas hicieron sendas reverencias hacia el líder de la raza, repitiendo el gesto en su dirección, para su sorpresa. Arrugó el entrecejo, deseando que dejaran de hacerlo. No deseaba ningún recordatorio de que La Virgen Escribana era algo más que una Diosa para él y su hermana. - ¿Qué puedo hacer por ustedes, Elegidas? – - Mi señor – comenzó a decir Layla con el mismo tono respetuoso que utilizaba con todos los hermanos- acudimos a ustedes en este momento de desesperación buscando ayuda. Hasta hace poco, aunque habíamos sido liberadas de nuestro juramento de confinamiento, hemos permanecido en el otro lado, pues no conocemos otra vida y no tenemos otro lugar al qué ir – Layla parecía cansada, física y mentalmente. Rhage acercó a ella una silla y la obligó a sentarse. Ella le dio las gracias con la mirada. - No sé como es posible, pero la Virgen Escribana abandonó el otro lado –

Su voz se volvió pequeña y se rompió. Parecía como si estuviera recurriendo a toda su fuerza de voluntad para evitar llorar y afrontar el problema con entereza. La hembra le merecía todo su respeto. - ¿Es que hemos sido unas malas hijas? ¿Por qué se ha ido? Tenemos tantas preguntas. Hemos comenzado a sentir hambre y sed, las gargantas nos duelen por la falta de sangre. Estamos confundidas, y no podemos recurrir a ella en busca de respuestas. Mis hermanas están entrando en pánico y la directriz se ha encerrado en el jardín privado de la Virgen, segura de que si reza lo suficiente, ella regresará. No podía quedarme sin hacer nada – - Por eso – continuó la serena voz de Cormia, viendo que su hermana estaba a punto de romperse – Hemos estado discutiendo las distintas vías de acción. El otro lado ya no es un hogar seguro y abastecido para nosotras. Necesitaremos comida, agua y sangre. Un techo. Pero no podemos quedarnos con ustedes. Sería inapropiado pues la mayoría de ustedes están emparejados y nuestras necesidades un punto de conflicto– Wrath asintió, instándolas a continuar. - Si Su Majestad pudiera asignarnos un lugar para vivir… - Layla se interrumpió y frunció el ceño – Debe entender que no está en nuestra naturaleza pedir y esto es difícil para nosotras. Estamos desesperadas y muchas de nosotras ven como única salida la asignación de un gran Padre - El silencio reinó entre ellos, y Vishous sintió como si aquel fuera el último castigo impuesto por su madre. Los únicos que podían tomar el puesto eran él y Phury, pues el Gran Padre debía ser un hermano que no tuviera compañera además de las Elegidas.

-Tengo una solución – Phury se arrodilló frente a las elegidas, y tomó las manos de Layla para confortarla. - Durante los siglos, he invertido aquí y allá la fortuna que heredé de mis padres. Nunca he tocado un solo centavo, por lo que su manutención no será un problema – inhaló profundamente y siguió - Me ofrezco para ser el apoyo que necesitan. No como un compañero, sino como dice el titulo, un padre. Encontraremos un lugar para que podamos vivir en este lado. Tendremos que reunir al consejo de Princeps para pedir ayuda. Se negarían a ofrecer ayuda monetaria, o cualquier tipo si les informamos de la ausencia de la Virgen. Entrarían en pánico, por lo que eso debe guardarse en secreto. Pero no se negarán a ofrecer a los hijos casaderos de la Glymera como donantes, la sola probabilidad de que alguno de ellos pueda emparejarse con una Elegida los hará vibrar de emoción – Ahí Vishous tenía que darle la razón. Phury había pensado en todo. - No me malentiendan. Nunca se verán obligadas a emparejarse con alguien a cambio de su sangre, pero deberán abrirse a la idea de que allá afuera hay machos que las ven como joyas únicas que querrán poseer. Intentaré enseñarles para que encuentren sus virtudes, su vocación para que logren integrarse a la sociedad y encuentren, con el tiempo, al compañero que cada una de ustedes merece. Se les dio libertad por algo. Cada una de ustedes es especial, y deben ser valoradas como individuos, además de su estatus de Elegidas. ¿Les parece bien? – Layla y Cormia se miraron la una a la otra, comunicándose en silencio. Finalmente, sonrieron y obligaron a Phury a ponerse de pie.

-Será un honor estar a su lado, Padre – 0o0o0o0 Solo habían pasado 20 minutos desde que las hembras de los hermanos lo arrastraran al salón privado de Beth y Butch y ya estaba deseando que la ceremonia comenzara para que las muy sádicas dejaran de tortúralo. Nada más cerrarse la puerta, la Reina y Wellsie habían comenzado a bombardearlo con todos los protocolos que debía seguir durante la boda, recordándole cuando debía inclinarse, cuando hablar y demás formalidades. Estuvo tentado a recordarles que ni esa era una ceremonia habitual, ni el rito sería tan rígido en ausencia de la odiosa perra de la Virgen, pero prefirió callar. No se interpondría entre una mujer y su emoción por las bodas. Le gustaban sus huevos justo donde estaban, gracias. Además, unos minutos de sufrimiento eran preferibles a lo que hubiera tenido que pasar si por casualidad se hubiera casado con una humana siguiendo los ritos religiosos y sociales tradicionales. ¿Meses o incluso un año de preparativos? La pesadilla de cualquier macho que se respete. Por otro lado, ¿Cómo es que había terminado rodeado por ellas? Mientras no lo declararan hembra honorífica… Llamaron a la puerta, lo cual interrumpió la diatriba de las damas. - Espero que esto sea lo que necesitaba, señor – dijo el Doggen que entró cuando Beth le dio paso.

Era una caja de raso azul, y su tamaño fue suficiente para que las hembras soltaran un jadeo colectivo. Al abrirla, las argollas de oro platino relucieron con la luz. Eran elegantes y sencillas. Masculinas y prácticas. Lo suficientemente anchas y resistentes para que fueran de ayuda a la hora de pegar un puñetazo a un restrictor sin torcerse o abollarse. Vishous no había sido el único en pensar que ya era tiempo de dar el siguiente paso. - Son hermosas, Butch – - Pero nosotros no usamos anillos – dijo Wellsie. - ¿Acaso importa? ¿Desde cuando hay un rito para emparejar a dos machos? ¿Desde cuando una unión se lleva a cabo sin la Virgen? Nada en este emparejamiento es normal, ni siquiera yo. No puedo dejar atrás por completo al humano que fui, y es él quien exige ver este anillo en el dedo de V, así como el macho de la raza en mí pide mi nombre en su espalda – - Lo mejor de ambos mundos, ¿eh? – sonrió Mary, luciendo encantada el anillo que Rhage le diera. Beth hizo lo mismo, señalando el suyo. Butch asintió. - Además, tomando en cuenta que su espalda estará casi siempre cubierta, los anillos son una manera más tradicional y socialmente aceptable de decir: “Es mío, perra. Aléjate de él” – - Ahora que lo pienso, no es una mala idea –

Bella embozó una lenta sonrisa, y lo hizo preguntarse si no se había percatado de que, en presencia de Zsadist, la mayoría de las hembras lo que querían era echar a correr, no tirársele encima. El ex policía sabía que Z había cambiado desde que conoció a su compañera, pero ese cambio solo lo había hecho pasar de “loco psicópata” a “sociópata en reposo” para los ajenos a la hermandad. Los reclutas huían despavoridos y mojaban sus pantalones nada más verlo. Según había escuchado, corrían rumores de que comía pretrans crudos como primera comida. Butch negó con la cabeza. El amor tenía un efecto extraño en las personas, haciéndoles creer que todos veían a sus amados de la misma manera en la que lo hacían ellos. El que en el caso de Vishous esto fuera cierto, no hacía nada por calmar sus instintos territoriales. Pasando nerviosamente las manos sobre su túnica negra, buscó alisar hasta la última de las arrugas imaginarias que veía en su mente y darles algo que hacer a sus manos temblorosas. Jesús, estaba nervioso.Tanto que era casi ridículo. Se iba a casar, o el equivalente a hacerlo para la Raza, pero iba a hacerlo con el macho del que estaba enamorado, con el que había vivido ya como amigo y como amante durante una temporada razonable. Después de haber decidido dejar atrás su humanidad para poder estar con él, lo lógico sería que la ceremonia de emparejamiento fuera un juego de niños. Pero no lo era.

- Cuando pensaba en casarme, nunca imaginé nada como esto – dijo, atrayendo la atención de sus emocionadas acompañantes hacia él. - ¿En qué sentido? ¿Nunca imaginaste que estarías rodeado de vampiros o que te unirías a un macho? – se burló Beth, dándole un codazo amistoso. De hecho, ninguna de las dos cosas, tomando en cuenta de que ni en sus más locos sueños hubiera creído que nadie fuera a querer casarse con un fracasado como él. Era casi irreal la forma en la que el destino se las había ingeniado para hacerlo caer justo frente al que querría hacerlo. - Tu sabes a lo que me refiero… - rió, volviendo a alisarse la túnica - ¡Coño! ¿Por qué estoy tan nervioso? – Mary le dio un golpe en las manos antes de que pudiera volver a hacerlo y le señaló una de las sólidas sillas de madera estilo Luis XV, ordenándole silenciosamente que se relajara. “Como si fuera tan fácil”, pensó mientras bufaba, pero haciendo justamente lo que le había indicado. Puede que no fuera a pasar el resto de su existencia con una mujer, pero si algo había aprendido de ellas era que no era recomendable llevarles la contraria, ya fueran vampiras o no. - Es tu boda, Butch. ¿Puedo? – le mostró el peine que tenía en la mano antes de comenzar a deslizarlo por sus cabellos sin siquiera esperar a su respuesta – Lo extraño sería que no estuvieras nervioso. Tal vez para algunas personas no signifique mucho, pero a la mayoría de nosotros nos han inculcado la idea de que el matrimonio es el comienzo de una nueva vida. –Bella asintió.

- Nada va a ser más definitivo que esto – sonrió, recordando su propia ceremonia un par de semanas atrás – Desde que se emparejaron, sus instintos les dicen que ya no son dos personas separadas, sino una entidad. Una pareja. Pero la ceremonia representa también lo inmutable de esa unión. Su nombre jamás saldrá de tu espalda, igual que el tuyo jamás lo hará de la suya – Lo sabía, y el solo imaginar las diez letras de su nombre marcando su piel a través de su espalda lo hacía vibrar de impaciencia. Desear esconder cada camiseta, camisa y chaqueta que V pudiera tener para que no pudiera cubrirse y todos vieran a quién pertenecía las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Desde que despertó a esa nueva vida, Butch sabía que Vishous era suyo, pero por primera vez cayó en la cuenta de que jamás volvería a estar solo. Sintió como si una oleada de amor lo atravesara, dejándolo aletargado y con una de esas sonrisas bobaliconas que las hembras embozan con las películas románticas. Su nerviosismo se convirtió en expectación, luego en temor a que Vishous fuera a arrepentirse. Poco después llegó la nostalgia por no poder compartir ese momento con la única persona que echaba de menos de su vida humana: su compañero José. Finalmente el nerviosismo volvió y el ciclo de emociones comenzó otra vez. - Y eso, amigas mías, es un macho enamorado –El coro de risas que llegó justo después del comentario de la Reina lo hizo gruñir. - ¡Oye! Puede que todo eso de ser la Reina se te haya subido a la cabeza, pero recuerda que tengo toda clase de anécdotas jugosas de tus aventuras periodísticas en la central -

- Mira que miedo te tengo – Beth soltó una carcajada. - ¿Cuento la de aquella vez en que Jonny arrestó a aquél traficante y lo que hiciste para conseguir la mejor información? Jonny nunca fue lo que se dice discreto – ¡- O, por Dios. ¡Cállate! – - ¡Ni se te ocurra hacerlo! – exigió Bella con ojos maliciosos – Estoy segura de que todas queremos saber qué tan sucia es nuestra reina – - Solo voy a decirles que todos vimos sus bragas azules en primer plano – - ¡Lo haces sonar peor de lo que fue! – logró decir sobre las risas a mandíbula batiente de sus amigas – El cabrón no ida a aceptar nada que no fueran unas bragas mías como soborno, y yo estaba segura de que ese reportaje me iba a dar un ascenso, así que… Los labios comenzaron a temblarle por el esfuerzo de partirse a su costa. Para cuando quiso darse cuenta, había sido peinado, perfumado y sus ropas habían sido retocadas más veces de las que podía contar y estaba listo para unirse a Vishous. 0o0o0o0 - ¿Estás listo, hermano? -

Thorment le palmeó el hombro con camaradería… por decimosegunda vez en la noche.

Sí, lo estaba, así como también ansioso. El rito se llevaría a cabo en el salón de la hermandad, en el mismo lugar donde se le había propuesto hora y media antes. Bajó las escaleras, seguido por sus hermanos, buscando con la mirada la figura de su macho. Los Doggen ya formaban una ordenada fila en un extremo de la estancia, sus rostros sonrientes por la felicidad de sus amos. Los vestidos de colores hacían relucir a las hembras que, al notar su presencia, se volvieron a mirarlo con ojos llorosos, y sonrisas orgullosas. Su hermana, enfundada en un vestido plateado que se ceñía a su figura como si hubiera sido pintado sobre su piel, le sostuvo la mirada por lo que fueron apenas unos segundos, pero que parecieron alargarse por una pequeña eternidad. Esos ojos diamantinos idénticos a los suyos le trasmitieron su amor y buenos deseos, haciéndolo sentir aún más afortunado de lo que ya se sentía. Deseó que ella llegara a ser tan feliz como él lo era, y por cómo sostenía su mano ese macho humano que la acompañaba, no dudaba que lo sería. Pero Butch no estaba. Sin dejar que el pánico lo invadiera, atravesó el espacio que lo separaba de la Reina en un par de zancadas. - ¿Dónde está Butch? – - Tranquilo, Vishous. Está listo y no se va a echar atrás. Solo dijo que tenía que hacer algo en el baño antes de bajar – Dicho esto, le dio unas palmaditas conciliadoras en el brazo antes de ir a reunirse con su macho. ¿Qué tenían todos con eso de las palmaditas?

Todos empezaron a tomar sus lugares. Sus hermanos, menos el Rey, formaron una fila, luciendo sus trajes de gala. Las joyas de sus dagas reluciendo junto con el satén negro de sus chaquetas. Beth, Bella, Wellsie, Mary, Payne y John formaron otra paralela a la de ellos, creando una especie de pasillo que culminaba en la figura imponente de Wrath. El aroma de Butch lo advirtió de su llegada mucho antes de que pudiera verlo. Con todos los ojos puestos en él, bajó por la escalera con la chulería característica del poli malo que había sido y que volvía loco a V, haciendo que sus labios se curvaran en una sonrisa que estaba dedicada única y exclusivamente a él. No necesitaba leerle la mente para saber que lo hacía a propósito. No pudo controlar la manera en que lo desnudó con la mirada. A pesar de que llevaban la misma clase de atuendo – túnica negra, fajín y daga – Vishous juraría a quien quisiera escucharlo que el poli estaba mucho más bueno en el que él. La tela le acariciaba la piel de una forma casi pecaminosa, haciendo que deseara quitársela ahí mismo, frente a todos los presentes. Solo tenía ojos para él, y Butch solo tenía ojos para V. - Me casaré contigo – sonrió Butch antes de tomarlo por la nuca para besarlo. - Lo sé – “Bravo, genio”, se reprendió mentalmente. No sabía que otra cosa decir. Su cerebro, conocido por su brillantez, había quedado en blanco al sentir sus labios contra su boca, y su lengua había olvidado la locuacidad a favor de saborearlo. - ¡Se supone que el beso va después de la boda! – les gritó Rhage.

- ¿Por qué no comenzamos? – propuso Wrath – No creo que quieran estar aquí toda la noche – - No – respondieron al unísono – Nuestra habitación es una mejor opción – - Espera – Butch lo tomó del brazo – si está bien contigo, Wrath, quisiera que fuera Payne quien nos uniera – Un silencio pasajero se instaló entre ellos mientras Payne se llevaba las manos a la boca y Wellsie rompía a llorar. - No veo ningún inconveniente – aprobó el Rey. - ¿Estás seguro? – Payne preguntó a pesar de que prácticamente temblaba de emoción. En el poco tiempo que llevaba de conocerla, Vishous nunca la había visto tan contenta. Había sido tan sencillo darle esa alegría, pero había sido su macho y no él quien se la brindara. Lamentó no haber sido él, pero nada podía hacerse ya más que instarla a aceptar. - Eso lo haría perfecto – La besó en la mejilla, sintiendo como si llevara una vida haciéndolo, la tomó del brazo y la llevó hasta el lugar de Wrath para que tomara su lugar. - Te amo, hermana mía – susurró en su oído. - Y yo a ti, Vishous – sonrió. Miró a Butch. Lo contemplaba con deseo. Maravillado. Con ternura. Su poli había sabido incluso antes que él que lo que necesitaba para ser completamente feliz

esa noche era hacer partícipe a Payne y había ideado la manera de lograrlo. Solo entonces comprendió la magnitud del amor que sentía por él. La pasión y el orgullo lo abrasaron y lo hicieron estremecer. - Ahora sí, comencemos – Cuando la ceremonia terminara, le mostraría a Butch cuanto era que él lo amaba. Tomándolo de la mano, se colocaron frente a Payne. Hermana mía, este es Destroyer, descendiente del Rey de la raza, Wrath, hijo de Wrath – A diferencia de otras presentaciones, esa iba a ser relativamente corta a falta de un seguimiento de su árbol genealógico. - Elegida Payne – comenzó Butch, no muy seguro de si esa era la manera correcta de comenzar – este es Vishous, hijo del guerrero de la Daga Negra llamado el Sanguinario, nieto del guerrero… ¿Tiene alguna importancia si no sé de donde provienen tus genes además de los dos cabrones que tienen por padres? – gruñó. Vishous se rió a carcajadas. - Al parecer, a tu macho no le importa, y sinceramente, a mi tampoco – dijo ella – este macho te pide que lo aceptes como hellren, guerrero. ¿Lo aceptarás como tal si muestra ser digno? – - Sí, a pesar de que para mí no tiene que demostrar nada. - Ya lo es.

Payne sonrió y asintió, dándole la razón. - Y tú, hermano mío. ¿Aceptarás a este guerrero como tuyo si demuestra ser digno de ello? – - Lo haré - ¿Darán prueba de valor por el otro? - Lo haremos – respondieron simultáneamente. - ¿Se sacrificarán por el otro? - Lo haremos – - ¿Se defenderán mutuamente de sus enemigos? - Lo haremos – respondieron con firmeza. - Denme sus manos Ella las unió entre las suyas y cerró sus ojos, una luz semejante a la de su madre la envolvió y mandó cosquilleos por todo el cuerpo de Vishous. Payne volvió a mirarlos, con una sonrisa de oreja a oreja atravesando su cara. - Lo he visto – les dijo – esta es una buena unión. El padre ya ha dado su bendición y ahora, hermanos míos, yo doy la mía – Los presentes comenzaron a aplaudir, Rhage incluso se llevó dos dedos a la boca para silbar, pero Vishous no escuchó otra cosa que el jadeo de Butch cuando lo pegó al ras de su cuerpo para devorarlo con un beso.

- Cuando esto acabe, voy a llevarte a casa, y te voy a demostrar a lo que la geste se refiere con clavar a alguien a la cama – El poli le rodeó el cuello con los brazos, enterrando las manos en sus largos cabellos oscuros y le delineó los labios con la lengua. - Lo estaré deseando – - ¿Quién irá primero? – Vishous intercambió una mirada con su macho antes de responder. - Lo haremos juntos – Wrath asintió e hizo un gesto a Fritz para que preparara el agua, la sal y los paños con los que les limpiarían mientras que él y Butch se deshacían de las túnicas y se arrodillaban uno junto al otro. El primero de los hermanos en la fila, Thorment, se acercó hacia ellos. - ¿Cuál es el nombre de tu Hellren? – - Se llama Destroyer – Thor desenfundó la daga negra que él mismo había forjado para él, se inclinó sobre la espalda de V y hundió la hoja en su piel para gravar la primera letra de su nombre en el lenguaje antiguo. Dolía, seguro, pero comparado con algunos castigos del campamento, no era nada que no pudiera soportar. Podía soportar cualquier cosa por Butch.

- ¿Cuál es el nombre de tu Hellren? – preguntó nuevamente Thorment. - Se llama Vishous – Más doloroso fue ver como le hacían daño. Apretando los dientes, se preparó para otras seis letras. Rhage fue el siguiente en acercarse, repitiendo el mismo procedimiento. Pronto, todos sus hermanos habían hecho una primera ronda y a su macho solo le quedaba una letra por grabar. Ninguno había emitido un solo sonido salvo la frase ritual, aguantando con estoicismo el dolor para mostrar su valía. - ¿Cuál es el nombre de tu Hellren? – repitió por cuarta vez Thor. - Se llama Vishous – En segundos eternos, Vishous miró como la última S fue delineada en la espalda de Butch. - No traigan el agua aún – dijo alzando la voz – sangraré hasta que ni nombre esté completo en mi Hellren – Sus hermanos corearon un sonido de aprobación y prosiguieron, haciéndole la misma pregunta dos veces más antes de concluir. No estuvo muy seguro de quién fue el que mezcló el agua y la sal y derramó la mezcla sobre las heridas abiertas en ambos o quién pasó los paños blancos para secarlos, pero fue Payne quien estaba frente a él cuando finalmente pudo ponerse de pie.

Ella le apartó el cabello húmedo por el sudor del rostro y le tendió una caja lacada. - Has demostrado bien tu valía, hermano mío, ahora ve con tu Hellren y llévale este símbolo de tu fuerza para que sepa que eres digno de él Dio media vuelta, quedando cara a cara con él, su Hellren. Más que eso. Su amigo, amante, confidente y su pareja. Un compañero para su existencia. Lo único que jamás había creído que pudiera tener. No al menos los últimos tres siglos. Suyo. Sin importar marcas, cicatrices o manos malditas. Vishous no tardó en notar que en las manos del poli no solo había una caja idéntica a la que él sostenía, sino que, sobre esta, otra más pequeña estaba abierta para que pudiera ver su contenido. Algo en su interior terminó de romperse. - Eres mi luz – dijo antes de poder detener el caudal que se había desatado. Sinceramente, tampoco intentó hacerlo. Conociéndose, podía que nunca volviera a decirle algo como aquello a Butch, por lo que más le valía dejar bien claro su punto para que nunca olvidara lo que significaba para él. La boca se le secó, sintiendo todas las miradas en él. No obstante, se obligó a seguir. – Antes de ti yo no era más que alguien que se limitaba a existir, a cumplir su función. Puede que viera el sol cuando era un pretrans, pero no recuerdo de aquella época más que el dolor y la humillación. No vi verdaderamente lo que

era la luz hasta que te apareciste con Beth en brazos y me plantaste cara como el chulo que eras. -Cayó a sus pies, de rodillas, y le ofreció la caja que contenía su sangre. - ¿Me tomarás? – - Lo haré – Butch se arrodilló, quedando a su altura y mirándolo a los ojos con sus orbes castañas centelleando de emoción contenida – Lo haré si tu me tomas a mi. Dices que soy tu luz, pero tú también fuiste la mía. Tú te limitabas a vivir, pero yo quería morir. Tal vez nunca intenté suicidarme directamente, pero lo hice de todas las formas en las que me atreví. Bebía hasta caer desmayado, follaba sin protección con cada puta que pudiera. No sé ni siquiera porqué dejé las drogas. Si en aquél entonces me hubieran pegado un tiro, no me hubiera importado. Mi vida no valía nada para mí – - Lo vales todo – susurró para que solo él lo escuchara. - Para ti. Para ti valgo, lo veo en la forma en la que me miras y tal vez eso es parte de lo que me hace amarte. Y esa fue la prueba más importante de que te amo. Tuve la oportunidad de morir, pero quise vivir. Para estar contigo. Por y para ti – Mary, Wellsie y Bella estaban llorando a lágrima tendida para el momento en que se envolvieron en los brazos del otro. Sus machos, liderados por la potente voz de tenor de Zsadist, comenzaron a entonar una canción que V llevaría grabada en la mente por el resto de su vida. - Eres mío – dijeron a coro. 0o0o0o0

Butch O’Neal miró a Vishous con una sonrisa orgullosa en el rostro. Seguían en la mansión, recibiendo las felicitaciones y buenos deseos de sus hermanos y hembras, e idiotizado como estaba, poco importaba tener la espalda de la túnica empapaba o la piel tirante y ardiente. Ni siquiera lo sentía. Era como si la dicha se hubiera adueñado de él y no pudiera sentir otra cosa que no fuera un éxtasis absoluto. Distraído, frotó con el pulgar la banda de metal que descansaba en su dedo. Bueno, si había otra cosa que podía sentir, admitió para si mismo mientras se relamía los labios. Vishous se había negado a volver a ponerse su túnica argumentando que él era el que tenía nueve letras en la espalda, pero por la mirada pícara que el cabrón le había regalado después, no le cupo la menor duda de que lo hacía para tentarlo. Y vaya si funcionaba. Estaba para comérselo. Llevaba con la polla en firmes desde que comenzaron la recepción. - Mierda V, ahora estás como nosotros, atrapado por la eternidad se burló Thor. - Mejor cierra el pico, hermano – le aconsejó Wrath con una carcajada – o Wellsie te obligará a buscar otra habitación esta noche – - Nuestro rey es sabio, Hellren mío. Escúchalo – convino ella con una mirada severa – O puede que hagas compañía a nuestro hijo esta noche – Todos se echaron a reír, menos John.

Butch notó que el pretrans, aunque rezagado del grupo, miraba a la embarazada hembra con estupor. Como si no alcanzara a creer sus palabras. Negó con la cabeza, comprendiéndolo a la perfección. Después de haber pasado por una vida como la suya, era difícil hacerse a la idea de que alguien lo quisiera así. Aceptar que uno no solo puede, sino que merece ser feliz. Phury se le adelantó, haciendo un gesto con la cabeza al más joven para que lo siguiera a los jardines. Esperó que la conversación ayudara, y no estaba pensando únicamente en John. - Oye, lamparita – Rhage gritó desde el otro lado de la habitación y a Butch le costó unos minutos comprender que se refería a él – Por la forma en la que Vishous te está mirando o ya es tiempo de que se retiren a disfrutar de la noche de bodas, o ahora lo que resplandece es tu culo – La habitación entera estalló en risas. - Mi señor, ¿estaría muy enfadado conmigo si me cargo a Rhage? – siseó V entre dientes. - Es un mal necesario, V – admitió el aludido. - Oh, ¡vamos! Saben que soy su placer culposo – Ni siquiera se molestaron en responderle, pues sus ojos habían quedado atrapados por los de Vishous. El fuego se extendió por su piel, haciéndola hormiguear. Apuró su copa de vino mientras lo veía acercarse con pasos depredadores, como una fiera a punto de devorar a su presa.Solo le faltaba sacudir la cabellera para ser la viva imagen de un macho alfa en cortejo.

Él estaba más que dispuesto a caer en su juego. -Tienes una promesa que cumplir, Hellren mío – le dijo cuando estuvo a su lado. Vishous cerró los brazos entorno a él a la altura de sus caderas, frotando su pelvis contra su erección. - La noche recién comienza – Con una mirada cómplice que guardaron en secreto, se desmaterializaron directo hasta su habitación de la Guarida. Hubo un tiempo en que una pelea o una follada rápida habían sido su mejor manera de terminar la jornada. Ahora no había nada mejor que hacer el amor con su macho. 0o0o0o0 Phury maldijo. Nuevamente, su complejo de héroe lo había llevado a meterse en una situación de la cual no sabía salir. Solo había que ver como había comenzado la noche. Se había ofrecido a ser el Gran Padre de las Elegidas, y aunque había dejado en claro que no tenía intención de aparearse con ninguna de ellas, sabía que sería difícil explicarles el porqué cuando quisieran respuestas. ¿Cómo les dices a cuarenta mujeres prácticamente perfectas que no puedes estar con ellas porque estás enamorado de otro macho que, como guinda en el pastel, es su Symphath?

Suponía que, llegado el momento, podría manejar la situación o pedirles a sus hermanos que lo ayudaran. Lo que no sabía como manejar era la mirada perdida en los ojos de John. “Me odio”, dijo John de la única forma que podía, con sus manos. Al parecer, su mirada interrogante fue suficiente respuesta, pues continuó. “Los amo. Tanto. Thor y Wellsie han sido tan buenos conmigo. ¿La escuchaste ahí dentro? Me llamó hijo” - Despacio amigo, aún soy principiante en esto del lenguaje de signos, pero hasta ahora comprendo – lo instó a seguir. “Pero no puedo dejar de pensar que solo soy un experimento para ver lo que se siente ser padres antes de que llegue su verdadero hijo. Como esos proyectos se ciencias donde les dan un bebé de plástico a los adolescentes” Phury se mordió la lengua para no reírse. Las dudas de John resultaban ridículas para él, que había conocido a Thor por décadas. Sin embargo, John lo conocía desde hacía apenas unos meses, por lo que estaban completamente justificadas. Le hizo un gesto con la cabeza e hizo nota mental de todo lo que iba comprendiendo para intentar ayudarlo cuando tuviera una mejor idea de lo que lo afligía. “Siento envidia de ese niño. Ni siquiera ha nacido y lo detesto porque va a robarme a los únicos padres que he tenido. Además…” John se mordió los labios, como si no supiera cómo seguir. - ¿Además? –

“Además, creo que me siento atraído por uno de los hermanos” ¿Por qué siempre terminaba en ese tipo de predicamentos? - ¿No será V o Butch, no? – El joven negó con la cabeza. “Siento como si tuviera una conexión con él que no siento con ningún otro hermano. Me siento seguro. También me siento… excitado, cuando estoy con él. Me siento sucio, ¿sabes? Después de lo que me pasó no debería de sentirme así con un macho. Siento como si hubiera sido mi culpa que aquello sucedió. Yo no quería que me violaran, no deseaba que ese hombre me tocara, pero al final, me corrí. Y ahora me pongo cachondo cada vez que Z anda cerca y siento ganas de vomitar” A Phury comenzó a darle vueltas la cabeza. ¿Zsadist? ¿John se sentía atraído por su hermano? - No puedo decirte lo que debes sentir, y no sé si lo que diga servirá de algo, pero no fue tu cumpa. No es culpa tuya que sientas celos. Todos los hermanos mayores los sienten en algún momento cuando van a tener un hermanito. ¿Te das cuenta? Vas a tener un hermanito. Un pequeñín que te mirará y verá a un macho fuerte al que querrá parecerse o una niñita que cuando crezca querrá que su pareja sea alguien parecido a ti. Thor y Wellsie te aman. No eres un juego que botarán cuando se aburran. He visto la mirada de orgullo en los ojos de Thor cuando le cuento de tus progresos en la academia. He escuchado a Wellsie parlotear horas sobre lo maravilloso que eres –

John había comenzado a sollozar, y el caudal de lágrimas se liberó de sus ojos. El corazón del niño estaba roto, igual que el suyo, pero sus ojos brillaban con esperanza nueva. Acercándose otro poco lo envolvió en un abrazo.

- Y yo sé de celos fraternales, créeme. Z fue secuestrado cuando era un recién nacido y mis padres jamás pudieron superarlo. Crecí siendo un recordatorio de lo que habían perdido en una casa que nunca fue un hogar. Eres afortunado de haberlos encontrado, así como yo fui afortunado por haberme reencontrado con mi hermano. Solo debes atesorar en tu corazón a ese niño tanto como los atesoras a ellos. No tienes porqué volver a estar solo. Nunca más – Sintió las manos de Las manos de John se cerraron sobre el satén de su chaqueta en apretados puños mientras sus lágrimas empapaban la tela. Lo escuchó sorber por la nariz y asentir repetidas veces. Aparentemente, algo en sus palabras estaba sirviendo de algo. - No fue tu culpa que un enfermo se aprovechara de ti. Debiste de haber crecido entre nosotros, donde los hijos son atesorados como los preciosos milagros que son, pero en vez de ello, creciste en un mundo que no está diseñado para nosotros. No fue tu cumpla correrte, pues no es más que una reacción del cuerpo al estímulo. No quiere decir que disfrutaras lo que te hicieron, sino que tu cuerpo funciona correctamente. ¿Luchaste hasta el final para intentar detenerlo? – John volvió a asentir frenéticamente.

- Ahí lo tienes. No lo deseabas. Hiciste lo que pudiste y eso es lo que importa – inhaló con fuerza, rogando sabiduría para tratar con lo último - ¿Alguna vez te sentiste atraído por las hembras? – El pretrans se apartó unos centímetros de él, viéndolo a los ojos con el ceño fruncido. - No me refiero a si creías que eran bonitas. Cuando veías a una humana hermosa, ¿la mirabas solo como un objeto hermoso o como algo que desearas poseer y proteger? Piensa en si la atracción era como la que sientes por una pintura o una escultura o era algo completamente diferente – Pasados unos segundos, John respondió. “Como las pinturas”. Ahí lo tenía. -Ahora, piensa en los machos – Los colores que le subieron a la cara al muchacho fueron suficiente respuesta. - Tal vez, tu atracción por Z no tiene tanto que ver con si lo quieres o no. Dices que sientes una conexión, y aunque no es una historia que yo deba contar, creo que necesitas escucharlo. Z pasó por algo similar a lo que te sucedió. Después de su transición –“Violación”, articuló John con los labios, incrédulo. Phury asintió. - Y él tampoco tuvo la culpa de lo que le sucedió. Él tampoco lo deseaba y nunca dejó de luchar. Tal vez es por ello que sientes esa seguridad con él. Aunque le contaras con detalles lo que te sucedió, él te escucharía y no te juzgaría, porque

sabe por lo que pasaste. Y la atracción puede que sea solo el resultado de que es físicamente atractivo para ti. Pero, y esta es una pregunta que quiero que contestes con sinceridad, ¿Tu pulso se vuelve loco cuando lo ves, tu cabeza comienza a gritar “Mío, mío”, y te sientes vacío si no está cerca? – dijo, hablando por experiencia propia. John negó con la cabeza. - Entonces no es para ti. Llegará el momento en el que encontrarás a alguien que si haga que todo esto pase y entonces lo sabrás. Es el único – 0o0o0o0 John estudió por largos minutos el rostro del Phury, quien parecía perdido en sus cavilaciones. No lo había liberado del suave abrazo en el que lo había encerrado, por lo que su cara estaba separada de la suya por apenas unos cuantos centímetros. Ese macho había dicho que no sabía si podía ayudarlo, pero lo había hecho. Sentía como si fuese Atlas y el mundo le hubiese sido quitado de los hombros. No era su culpa. Y por primera vez desde su violación, lo creía. Pero ahora que las sombras se alejaban poco a poco de su corazón, ¿por qué sentía que se estaban adueñando del de él?

“¿Tu pulso se vuelve loco cuando lo ves, tu cabeza comienza a gritar “Mío, mío”, y te sientes vacío si no está cerca?”, le había preguntado, sin la menor duda de que eso era lo que sentiría cuando conociera a la persona indicada para él. John miró en sus ojos añorantes y perdidos y supo que Phury ya lo había sentido en carne propia.

¿Dónde estaba entonces su compañera? La ha perdido, supo sin siquiera preguntar y sintió ganas de llorar. En su lugar, enmarcó su rostro con las manos y pegó sus labios a los suyos sin darle tiempo a apartarse. Fue un beso torpe, sencillo. Sin más intención que la de confortar y agradecer. Más que un beso era un roce de labios cerrados. Phury lo miró a los ojos al apartarse, y el corazón de John dio un vuelco de alivio cuando vio una chispa de luz en ellos. - Gracias –

 

Por siempre. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Aún en los jardines de la mansión de la hermandad, Phury observó la pequeña figura de John Matthew alejarse para entrar de nueva cuenta al salón. Nada más cruzar la puerta acristalada que conectaba la estancia con el exterior, Thormet interceptó al que ya consideraba su hijo para integrarlo a la celebración con uno de sus gigantescos brazos sobre los hombros flacuchos del pretrans. Desde ahí ni siquiera su agudo sentido del oído hizo que pudiera escuchar lo que su hermano dijo al más joven, pero la silenciosa risa de John fue suficiente para arrancarle una sonrisa. Los siguió con la mirada hasta que salieron de su campo de visión. Seguía preocupado por el bienestar emocional de John, pero aquello última escena de pura alegría le dijo que todo estaría bien a corto plazo.

Si de algo no dudaba Phury era del amor que sentían Wellsie y Thor por el hijo de Darius. Poco después de que lo acogieran en su casa, la pareja había solicitado la integración de John a su línea de sangre, el equivalente a la adopción en su sociedad. Lo habían guardado en secreto, pues querían informar a John hasta que los papeles estuvieran listos para ser sellados. En sus corazones y a los ojos de los guerreros de la hermandad, John ya era hijo de Thor, pero solo hasta un par de días atrás los documentos que lo harían oficial habían estado en regla.

Solo él, aparte de los implicados, sabía de las intensiones de la pareja, pues había figurado como testigo cuando fueron nombrados padres del pretrans, dejando a los reyes como sus Whards. No entendía por qué John no había sido informado de ello aún, y aunque faltaba que este diera su consentimiento, Phury estaba seguro de que pronto la mansión volvería a vestirse de fiesta, esta vez para dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia de Thor, como era tradición con la llegada de un hijo. Con respecto a su sexualidad, Phury esperaba que sus palabras sirvieran de algo y le otorgaran guía y consuelo. ¿Cómo había terminado siendo el terapeuta del mundo cuando su vida era una ruina que caía en pedazos? Vaya conversación había tenido con John Matthew y menuda manera de terminarla.

Se llevó una mano al rostro, tocando con las puntas de los dedos el contorno aún cálido de sus labios. Los sintió cosquillear ante el recuerdo del inesperado beso que John le había dado. Estaba sorprendido por su osadía, mas no disgustado. Había tomado el gesto por lo que era, una manera de dar y recibir consuelo. El breve contacto lo había confortado más que ninguna palabra al mismo tiempo que daba un cierre a los sentimientos de John por Zsadist. Un principio y fin a su vez. Ojalá hubiera sentido alguna chispa, pensó con un suspiro resignado. Si tan solo hubiera química… Habría significado que Rehvenge no era en realidad su pareja, que la vida solo le había jugado una mala pasada haciéndole confundir el deseo con amor y aún podía encontrar a alguien que lo hiciera feliz. Tal vez, se dijo en un intento de mantener la esperanza, el problema era que no era un pedófilo, por lo que no era posible que se excitara sexualmente besando un niño. Se engañaba. Su interior sabía la verdad. Sus deseos eran inútiles. Bajo su piel vibraba el aroma del emparejamiento, conteniendo un reclamo que solo se liberaría cuando Rehvenge fuera suyo. Y había perdido la esperanza de que tal cosa fuera posible. Todo lo que había sentido durante el beso había sido la necesidad de que fuera la boca del reverendo la que cubriera la suya. Que lo devorara con esos besos demandantes y devastadores que ya había experimentado y que lo habían dejado ansioso por más. Se había convertido en una peor adicción que el humo rojo. Una que podía matarlo con más eficacia y rapidez.

“Eres una burla para el género masculino, tío”, se burló el Hechicero de él.

Desgraciadamente, no encontró manera de defenderse. Estaba completamente de acuerdo con él. Hugh Hefner estaría considerablemente decepcionado con él. Y Rhage. Y el resto de la raza, ya que estaban. Tenía a las hembras más hermosas, cultas, elegantes y puras de la raza a su disposición. Se había ofrecido a vivir con ellas, por el Padre. Mientras que otros solo pueden tener sueños húmedos sobre estar en una situación parecida a la suya, todo lo que él podía hacer era suspirar y languidecer por un macho que ni siquiera lo deseaba. Era patético. Echando un último vistazo al interior del salón, escuchó las risas profundas de sus compañeros, el runrún de sus voces y la voz de Rhage intentando hacerse oír a gritos por encima de las demás. Con un suspiro, decidió pasear el resto de la noche por el jardín, alejarse de los demás hasta que despuntara el alba y tuviera que refugiarse del sol como el resto. Faltaban cerca de cuatro horas, pero andar solo ahí fuera era mejor opción que volver a entrar. El ambiente en el salón era festivo, y él no tenía fuerza suficiente para aparentar estar bien con el mundo. Ni siquiera quería intentarlo. Claro, estaba feliz por Vishous y el poli y les deseaba lo mejor para su vida en conjunto, pero su alegría se veía empañada por una considerable dosis de amargura y envidia, que seguramente la pareja no apreciaría. Joder, como deseaba poder experimentar aunque fuera una vez la dicha que había visto en sus rostros mientras intercambiaban votos y promesas de amor. Necesitaba tiempo consigo mismo para juntar las piezas de su entereza y rearmar su fachada tranquila y equilibrada. Llegar a un acuerdo entre las partes de sí mismo que estaban en conflicto en su interior: su yo vacío por el amor no

correspondido que deseaba hundirse en la miseria; el que permanecía en un rincón, temeroso de las nuevas responsabilidades que había asumido para el futuro; y el guerrero que quería abrirse paso a base de golpes y seguir con su vida pensando únicamente en sí mismo. Y debía de hacerlo todo dentro de las siguientes dieciocho horas. Para cuando volviera a caer la noche, tendría que hacer frente a lo que debería ser de ahí en adelante, afrontando desafíos para los que no sabía si estaba preparado. Había crecido dentro de una familia de la Glymera, por lo que desenvolverse entre ella no bebería de representar una dificultad, pero había pasado las últimas décadas de su vida como un guerrero, no como un aristócrata, y probablemente cometería más de un error. Por otro lado estaban sus nuevas hijas. Ahora era el Gran Padre de las Elegidas, el soporte espiritual de su sociedad que estaba en peligro de desmoronarse. Debería de ser guía, sustento y apoyo para cuarenta hembras hambrientas, cansadas y asustadas e idear una manera de crear un puente que les permitiera a ellas y a la raza hacer la transición entre las viejas costumbres y la nueva realidad a la que se enfrentaban sin que ninguno de los dos sucumbiera al caos. De solo pensarlo le daban ganas de echar a correr. Tendría que ser fuerte por y para ellas. Un pilar inamovible. Aliento en la victoria y consuelo en la derrota. Si él estaba asustado, no quería ni imaginar el miedo que ellas debían de estar pasando. Su nueva libertad debía de ser algo aterrador para las Elegidas, pues habían sido arrancadas de la única forma de vida que conocían para obtenerla. Más que

la bendición que era, debía de parecerles un castigo para el cual no encontraban una explicación. Se habían visto expulsadas del hogar que las había acogido desde su nacimiento, donde el color no era visto mas que en los matices de sus ojos y cabellos, no tenían permitido expresar deseo alguno por miedo a la censura y un macho no era más que un fenómeno extraño sobre el cual eran consientes, pero que rara vez alguna había podido presenciar.

Su mundo había sido puesto de cabeza de la noche a la mañana. En ese momento, esas hembras eran como animalillos fuera de su hábitat natural y, al igual que los animales, deberían de adaptarse a su nuevo entorno si querían sobrevivir en él. Era su responsabilidad que lo hicieran. Una tarea que, sin pensar, se había auto impuesto. Debía darles un lugar donde se sintieran a salvo, un refugio, pero que las impulsara a aprender a moverse y a desarrollarse en la sociedad. Su recompensa sería la misma que había visto esa misma noche: el respeto y la felicidad brillando en aquellos ojos inocentes. Ellas, por su parte, le darían a él una razón para seguir viviendo una vida sin el macho al que se había emparejado. 0o0o0o0 Después de una primera ronda desesperada y exhaustiva y de una corta pero reparadora siesta, Butch despertó como acostumbraba hacer desde un mes atrás y esperaba seguir haciendo de ahí en adelante por los próximos siglos: apretado contra el cuerpo cálido de Vishous. Y cada noche era él el primero en hacerlo, no importaba lo echo polvo que estuviera. Era como si su subconsciente

creyera que así evitaría que los sucesos de aquel primer despertar a solas se repitieran. Una medida de asegurarse de que Vishous estaría ahí para detenerlo si en algún momento quería escapar. Su macho estaba completamente pegado a él, desde los muslos que se entrelazaban con los suyos, hasta la cabeza, que descansaba en el hueco entre el cuello de Butch y la almohada. Su respiración acompasada le revolvía el cabello con cada exhalación. V lo apretó entre sus brazos inconscientemente buscaba su calor, como si él también creyera que tarde o temprano intentaría huir de su lado. Sintió una punzada en el pecho al notarlo. No solo era él quien aún guardaba temores en su mente, por lo visto. Pero le duró poco aquella sensación de tristeza. Ahora se pertenecían, para siempre, y los dos estaban dispuestos a hacer lo que sea para que aquello fuera cierto. Llevaba su nombre grabado tanto en el cuerpo como en el alma. Se acomodó contra él, notando por primera vez la punta de la polla de Vishous enterrada en el valle de sus nalgas. La sensación de estar completo lo embargó, arrancándole un suspiro. Sonrió. Despertar se había convertido en su parte favorita de la noche. Echó hacia atrás el trasero, buscando meter aún más en él su semierección. La reacción de su macho ni se hizo esperar ni lo defraudó. En el tiempo que dura un suspiro, la verga y la pasión de Vishous terminaron de despertar. Gruñendo contra su nuca, penetró en él. En su cuello y entre sus piernas.

El primer tirón en su vena fue como un chute del mejor afrodisiaco. Su verga fue de cero a cien en nanosegundos, poniéndose tan dura como para cortar diamante y sus pelotas se tensaron como si fuese a vaciarse de una vez. Al mismo tiempo, la pelvis de su macho chocaba contra sus nalgas en fluidos movimientos, lentos y profundos. Pacientes. Indoloros por la anterior dilatación e inmediatos por el semen que hacía las veces de lubricante aún dentro suyo. Casi comienza a rogarle que fuera más rudo, más rápido. Más. Más. Aquella palabra era todo lo que cabía en su cabeza. Pero, al igual que Vishous, estaba dispuesto a soportar aquella agónica y excitante tortura con tal de alargar la unión entre sus cuerpos y retrasar el orgasmo. La espera solo lo había más intenso. Echó la cabeza hacia atrás para mordisquear su cuello tenso empapado por el sudor. Necesitaba besarlo con tanta urgencia que era casi doloroso, pero sus manos estaban demasiado ocupadas, una apretando la base de su polla para evitar correrse en el acto como un colegial y la otra guiando los suaves pero profundos movimientos de las caderas de V hacia él ahuecando la palma contra su culo. Las manos de Vishous, mientras tanto, se dedicaron a recorrerlo con infinita paciencia, como si se encontrara por primera vez con los muchos recovecos de su cuerpo y lo estuviera estudiando detenidamente. Butch era muy consiente de que tenía una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro y que, al terminar, solo sería aún más amplia. Era esa sonrisa propia de los bien follados, y aunque en otro tiempo la hubiera renegado de ella, estaba orgulloso de llevarla de oreja a oreja como si se tratara de un trofeo. Vishous se esmeraba siempre en hacerlo llegar a un orgasmo más glorioso que ningún otro

que hubiera experimentado y, aunque a veces le pareciera imposible, conseguía hacerlo en cada ocasión. Sin embargo, saber que le daba placer, escucharlo perder el control y sentir a su hellren explotar en oleadas en su interior, era aún más satisfactorio que cualquier orgasmo.

Había terminado por comprender que la dicha del sexo no recaía en si el compañero sexual era hombre o mujer, sino en el lazo que se compartía. Y nada podía aportarle más dicha que el que los unía a ellos. Amor. - ¡Joder, poli! – V desenterró los colmillos de su cuello para mascullar en su oído y delinear la concha del mismo con la lengua – aún no puedo creer que hubieras estado usando un dildo durante nuestra ceremonia. Casi me corro al verlo en ti cuando te desnudé – - Quería darte una sorpresa – boqueó en busca de aire entre jadeos – quería estar preparado para sentirte en mi interior en cuanto fuera posible dejar la fiesta – - Me encanta que hagas esas cosas por mi, Butch. Pensar en ti, abriéndote con el consolador me pone tan cachondo – “Esa voz”, pensó con los sentidos nublados. Butch sintió como si su sangre fuera gasolina y de repente le hubieran tirado una cerilla encendida. No tenía nada que ver con las palabras que salían de los labios de V, sino con su tono. Podía asegurar que la voz de Vishous podía llevarlo al éxtasis sin necesidad de que lo estimulara de ninguna otra manera. - Tendremos que averiguar si es cierto en algún momento –

Dicho esto, Vishous dejó escapar una carcajada de puro orgullo masculino. Antes de salir completamente de él para volver con un empuje brutal. Todo Butch se arqueó en un latigazo: su espalda, los dedos de sus pies y manos. Su polla dio un tirón justo al tiempo que sintió sus ojos perder el enfoque. Gimió sin reparos, hundiendo sus uñas en la suave pie que cubría su glúteo firme como el acero e instándolo a profundizar sus embates. - Lo encontré – siseó V al presionar el punto mágico. Como si no lo hubiera sido el primero en notarlo, logró pensar antes de que se cerebro se apagara por completo y se abandonara al goce de los ataques del glande que encontraba su próstata una y otra vez con precisión clínica. Una y otra, y otra vez. Enloquecedoramente. - Sigues tan jodidamente apretado como el primer día, poli – - Será… - un gemido más fuerte que los anteriores interrumpió lo que estaba por decir – Oh, Cristo. Será que casi siempre soy yo quien te folla – masculló una maldición. Y no era porque el se opusiera a ser el receptor, por decirlo de algún modo, sino porque habían descubierto que Vishous disfrutaba más cuando se dejaba ir y le otorgaba el control de la situación. Le había hecho el amor de todas las maneras posibles. Dulce, apasionada y rudamente. Cuando Vishous lo tomaba era para conseguir lo que no había tenido en toda su vida: única y exclusivamente amor. Siempre había ternura y anhelo en su mirada y en sus toques.

Nunca era solo sexo.- Tan bueno. Más. Dame más, Hellren – Butch no estaba pidiéndolo, sino exigiéndolo con un ronroneo. - ¡Los sonidos que haces! Bueno, al parecer no era el único afectado por la voz de su pareja. La lengua de Vishous se deslizaba por la piel a su alcance como si estuviera degustando un helado exquisito, y, como un helado, Butch estaba a punto de derretirse contra él. Abandonando el agarre de su trasero, tomó el cabello de la nuca de V y guió su boca hasta la suya. Sus lenguas se enredaron, intercambiando el aliento a bocanadas debido a lo errático de sus respiraciones. El dolor en su ingle le dijo que estaba llegando a su límite. El deseo desesperado de sentirlo licuarse en sus entrañas fue tan intenso que lo abrumó. Los dos gimieron al unísono cuando, con un certero movimiento, Vishous lo empujó contra la cama, se colocó sobre su cuerpo con una rodilla a cada lado de sus muslos y arremetió con ferocidad, haciendo que todo su cuerpo se regodeara con un estremecimiento de pies a cabeza. Para muchos aquella posición podía parecer impersonal e incluso cruel, pero era una de las favoritas de Butch. Lo sentía en todos lados. Su pecho contra su espalda, sus muslos contra sus caderas, sus pies en sus pantorrillas, su aliento en su nuca y sus manos en sus muñecas, manteniéndole los brazos inmovilizados. En su interior. Era como una manta viviente que lo cubría, protectora y reconfortante.

Sus embates derrochaban pasión y a pesar de ello, Butch podía sentir como derramaba la ternura de su amor sobre él. Tan solo pensarlo lo hacía sentir como una quinceañera enamorada. Dejando un rastro mojado, la boca de Vishous atacó su cuello herido y su hombro, subiendo y bajando con suaves caricias y mordisqueando la piel con sus colmillos, mientras que sus enormes manos delineaban sus costados y se metían entre su pecho y la cama para pellizcarle los sensibles pezones, hasta ahora estimulados únicamente por el roce de la tela. - Estoy cerca, Butch – el aliento de V chocó contra su mejilla. - Córrete conmigo – casi suplicó – en mí – Los movimientos erráticos de su hellren le dijeron que V se había abandonado al fin al deseo que lo gobernaba. Deslizó una mano en una caricia sobre el muslo izquierdo de Butch para tomar su henchido y goteante eje sin dejar de apretar su pezón derecho entre el índice y el pulgar de la otra - Ahora, vente conmigo – Un lloriqueante gemido que se escapó de sus labios y un último empuje precedieron la explosión del orgasmo compartido. Con un último golpe de caderas Vishous cayó al borde sin dejar de ordeñarlo hasta que dejó de vaciarse en pulsaciones, al tiempo que sus paredes internas hicieron lo mismo con la polla de V, que poco a poco fue ablandándose pero que no salió de él. Butch no pudo evitar reír suavemente cuando una ráfaga de besos y mordiscos llegó y regó su nuca, cuello y hombros.

Nunca creyó poder llegar a ser tan feliz. “Eres un tipo muy afortunado, Butch O’Neal”, pensó sintiendo los miembros pesados de Vishous caer desmadejados sobre él y los latidos de un corazón, no sabía si el suyo o el de V, tan rápidos y sonoros que pensó que le taladrarían los oídos. Pasaron varios minutos antes que las reminiscencias del clímax dejaran de sacudir su cuerpo. Vishous se las arregló para girar sus cuerpos para quedar Butch recostado contra su pecho, la posición en que acostumbraban intercambiar caricias después de hacer el amor. - ¿Butch? – - Hmh – murmuró, adormilado - ¿Qué sucede? – - ¿Qué dirías si te dijera que quiero que vayamos juntos al ático? – Sabía que ese momento algún día llegaría, se dijo, pero no creyó que fuera justo después de su boda. No es que fuera una sorpresa, pues ese ámbito de la vida de Vishous no era algo que desconociera ni que censurara. Lo sorprendente, tal vez, fue lo poco alarmado que se sintió. Sin importar si estaba preparado o no, era algo que tarde o temprano terminaría por compartir con él. - No estoy seguro de si estoy preparado para ello, pero… - No me he explicado bien, Butch. Quiero que “tu” vayas a jugar “conmigo” al ático – se apresuró a decir haciendo hincapié en las palabras. - ¿Quieres que…? – no pudo completar la frase al comprender a lo que se refería - ¿Quieres que te someta? – Vishous asintió.

- Quiero hacerlo contigo. Mierda, quiero ir contigo ahí. Sintió el temblor de su cuerpo al admitirlo. - Me has dado tanto, poli, que ni siquiera puedo encontrar palabras para explicarte lo mucho que significas para mi. Y desde ahora serás el único que me acompañe ahí, quiero darte eso, la manera más vulnerable en que me puedo mostrar – - No sé ser un amo – - Irás aprendiendo sobre la marcha. Sé que no me harás daño, Butch. Confío en ti – Hubo un largo silencio en el cual Butch meditó la proposición de Vishous. Parte de él quería saltar a ello sin más, pero sabiendo la cantidad de confianza y fe ciega que su macho estaba por dejar en sus manos, no se dejó llevar por el impulso. Lo miró, y las evidencias de lo mucho que le costaba pedirle aquello saltaron a la vista. Sus puños apretados y su mirada rehuyente. ¿Cómo negarse a semejante visión? - Con una condición – - Lo que quieras – - Quiero que busquemos otro lugar. Iremos a tu ático una sola vez y después encontraremos otro que sea nuestro, donde podamos comenzar a hacer recuerdos que solo sean tuyos y míos. – Los ojos de Vishous fueron incapaces de

ocultarle su emoción, y Butch sintió como si su corazón fuera a escaparse de su pecho. 0o0o0o0

Los seres humanos, pensó Rehvenge apoyado contra una barandilla, eran sin lugar a dudas el mejor negocio en el que pudo invertir el dinero que aquél hijo de puta que se hizo llamar su padre le había dejado. Dentro de cada uno de ellos, existía un latente deseo de autodestrucción. Era inherente a su naturaleza, y los hacía sentirse atraídos a los lados oscuros del mundo y a sus vicios como si se tratara de las polillas y la luz. Seguramente él no era el primero en notarlo o en sacar provecho de ello. Los beneficios por el alcohol, las drogas y las prostitutas habían sido los que hicieron prosperar el ZeroSum. Xhex, su jefa de seguridad, no compartía su particular afición por explotar los vicios humanos. Para ella, no eran más que ganado, fácil de manejar y sacrificar. Él los veía como dinero, y el dinero hacía girar el mundo. Otorgaba poder. Alguien como él, con sus secretos, no podía darse el lujo de frenare por la moral o las normas sociales. Debía usar todo lo que estuviera en sus manos para protegerse. Muchos de sus iguales de la Glymera verían con malos ojos no solo el negocio que había emprendido, también el hecho de que estuviera dirigido a los que consideraban seres inferiores. Casi ríe al pensarlo. Esos estirados arrugarían sus patricias narices ante la idea, pero se relamerían los labios si supieran los ingresos mensuales que el club le había aportado.

Poco le importaba lo que cualquiera de ellos pudiera pensar. Cuando un solo paso en falso podía significar no solo poner su vida en riesgo, sino también la seguridad y reputación de su familia, el poder que el dinero aportaba podía ser la diferencia entre la salvación y la ruina. Con él se podían comprar lealtades, silenciar bocas y meter el miedo bajo la piel de sus enemigos. Por desgracia, ni todo el dinero del mundo o el poder que conllevaba podían liberarlo del único enemigo que deseaba erradicar. Ni hacer que el obstinado guerrero del cual estaba prendado diera la cara. Desde la zona VIP del club miró los cuerpos que se apiñaban en la pista de baile y se retorcían en una danza de cortejo y apareamiento casi animal y la barra del bar general, donde los inseguros e indeseables se hacían los misteriosos con tragos para niñas en las manos. No eran más que dólares con patas. Con aparente desinterés, dio media vuelta mientras analizaba con precisión milimétrica el ambiente en esa zona. Ahí la atmósfera era más tranquila, como de costumbre. Sin sudorosos cuerpos apretujados unos con otros y casi siempre con cosas más interesantes para espiar que el ganado de abajo. Esa noche, por ejemplo, sus arcas estarían repletas por los ingresos de las putas, que habían servido con eficacia y discreción a un grupo de congresistas y a su séquito de lameculos, además de las entregas personales de distintas sustancias adictivas a tres de ellos. Ni eso pudo sacarle de encima el mal humor. No había habido ni rastro de los hermanos hasta el momento. Apretó los dientes y los puños, sintiendo como sus emociones estaban ganando la batalla contra la dopamina. Phury lo había estado evitando desde el funeral y no había hecho nada para disimularlo. Noche tras noche del último mes había visto el desfile constante de los guerreros por el ZeroSum. Verlo fuera de su

oficina de manera recurrente había hecho sospechar a Xhex, pues casi nunca se aventuraba al terreno de los mortales, como decía ella con tono burlón.

Una mirada helada había sido suficiente para que la hembra entendiera que ni apreciaba las preguntas ni pensaba responderlas. La paciencia comenzaba a terminársele. Cuanto más tiempo pasaba menos probabilidades había de recuperar lo que sabía podía haber entre él y el hermano. Tal vez fue su misma desesperación la que lo había hecho actuar, llevándolo casi a interrogar a su recién estrenado cuñado sobre el paradero de su hermano. Zsadist podía no ser un Symphath, pero sabía leer muy bien el lenguaje corporal, había enarcado una ceja y respondido con una sola frase.

“Le he prometido no hablar contigo de él”. Maldición, ni amenazándolo con cortarle el suministro de humo rojo había conseguido sacarlo de su madriguera. La intensidad de sus emociones comenzaba a anular el efecto de la dopamina en su sistema. El acelerado ritmo cardiaco que su corazón había mantenido desde el principio de la noche la había quemado en tiempo récord. Maldijo entre dientes, recordando haber usado su última existencia al comenzar la jornada, y de poco servían las que estaban en casa. La preocupación por Phury lo estaba volviendo imprudente. En vista de la actual situación lo más lógico y sensato sería dejar que Xhex se encargara de cerrar el club y fuera a casa a por otra dosis. Apretó los puños y, en su lugar, siguió observando el flujo de los clientes. Su negativa a marcharse poco tenía que ver con el orgullo propio o la falta de confianza a su jefa de

seguridad. Era un acto puramente instintivo. Si no sabía donde encontrar a Phury debía quedarse donde él pudiera hallarlo cuando estuviera listo para ir a él.

“Tal vez”, se dijo. “Tal vez esta sea la noche”. Su interior le gritaba que algo importante estaba por pasar.

Mantuvo su fachada impasible mientras que en su interior deseaba poder golpearse la cabeza con las paredes. Todo aquél embrollo era culpa suya, pero, ¿cómo hubiera podido imaginar que el hermano llegaría a significar tanto para él en tan poco tiempo? Si lo hubiera sabido no hubiera jugado con él como lo hizo. No, se corrigió a si mismo. Aún así lo hubiera echo, porque, como nunca había experimentado el emparejamiento en aquél momento, hubiera subestimado la intensidad de la posesividad que desencadenaba. Tan intensos que poco le importaba poner en riesgo a los humanos en el club. Poco a poco las dimensiones estaban volviendo a su visión y comenzaba a recuperar el sentido del tacto. Estar dispuesto a llegar tan lejos por un macho… El emparejamiento era algo aterrador. Claro que, como Symphath, las emociones intensas como aquella solo podían seducirlo. Captó, como hacía con cualquier cosa en su club, el cambio en la atmósfera al mismo tiempo que las emociones de los humanos a su alrededor fluctuaban con estrépito. Los machos desviaron la mirada de la entrada de la zona VIP, bajando la mirada o posándola en las mujeres que los acompañaban, esperando a ver sus reacciones. Las damas, si es que se podían llamar así, comenzaron a emitir feromonas como si fueran hembras en su necesidad, retocándose las ropas y los cabellos, sacando el culo y el pecho en un intento desesperado por llamar la atención de los recién llegados.

Por fin, pensó cuando la arrogancia, la profunda autoconfianza y la violencia llegaron hasta él como un canto. Aquella mezcla específica de emociones solo las había sentido cuando los hermanos estaban cerca. No fueron los hermanos lo que sus ojos encontraron. Dos de ellos tenían la estructura corporal de los guerreros, característica que él mismo compartía con ellos, pero instintivamente supo que no eran más que niñatos recién pasados la transición. “Reclutas”, supo sin dudarlo. Demasiado inmaduros para no creerse en la cima de la cadena sexual y alimenticia. Demasiado cachondos para notar algo que no fueran las mujeres semidesnudas que servían las copas. Tal vez por eso el pretrans que los acompañaba llamó su atención. No parecía notarlas mientras miraba en todas direcciones con los ojos abiertos como platos, como si no estuvieran ahí, y cuando encontraron una mesa libre, se perdió en sus pensamientos. Fue como si le hubiera caído del cielo. La dopamina finalmente había dejado de hacer efecto y las emociones a su alrededor comenzaban a aturdirlo, instándolo a controlarlas, alterarlas y aprovecharlas a su favor. Cosas que, de hacer, lo expondrían al peligro de revelar su verdadera naturaleza, por lo que se concentró en lo que sentía y pensaba tan detenidamente el muchacho. Con el paso del tiempo había aprendido que focalizar sus dones en un solo punto ayudaba a controlar los efectos seductores de éstos sobre él. Inhaló bruscamente, sorprendido. La mente del niño no era como ninguna otra con la que se hubiera conectado antes. En lugar de proyectarle palabras o sensaciones como solía suceder, prácticamente lanzó hacia él imágenes nítidas y detalladas de lo que pasaba por su cabeza. Era fascinante.

Frunciendo el ceño, vio su club desde el punto de vista del muchacho. Estudiaba el lugar con la curiosidad propia de la primera experiencia, pero, al mismo tiempo, parecía estarlo comparando con vivencias que aún no había tenido, como si se trataran de hechos ocurridos en un sueño.O en otra vida. Su estudio se detuvo cuando los ojos del pretrans se posaron en una pareja del piso inferior. Dos chicos se besaban lenta y cadenciosamente, y el niño no lograba apartar la mirada de ellos. Cerró los ojos, como si aquella visión lo envolviera y lo mandara a otro sitio, y justamente eso fue lo que vio Rehvenge. Otro lugar, y un beso. Un roce suave, casi inocente. Rehv pudo ver un jardín bañado únicamente por la luz de la luna y oler la fragancia embriagante que envolvían al muchacho. Césped húmedo, colonia de un macho y un suave aroma que él no supo situar pero que Rehv sabía era humo rojo. Los labios que estaba recordando haber besado eran los mismos que el reverendo había anhelado durante las últimas semanas. Phury. Comenzó a verlo todo rojo, y no por causa de sus dones. Los colmillos se le extendieron y tuvo que apretar los labios para no mostrarlos o liberar el rugido que clamaba por escapar de su pecho y que en su cabeza sonaba como un grito de guerra. Poco importaba que el beso que el chiquillo estaba recordando fuera apenas un roce o que no hubiera habido pasión alguna entre él y Phury. Alguien había tocado lo que era suyo y solo suyo. Y ese alguien iba a morir en sus manos. John no quería estar ahí, y ni siquiera se hubiera molestado en ocultarlo de no haber sido él mismo quien invitara a salir a Qhinn y Blay esa noche. Después de la charla con Phury había necesitado alejarse de Thor y Wellsie para poder analizarse y sacar conclusiones de lo que descubriera. Frente a las puertas del

ZeroSum, supuso que ese no era el mejor lugar para lograrlo, pero la impaciencia que sus acompañantes mostraban por experimentar las maravillas del club del que tanto hablaban los hermanos ahora que ambos habían pasado la transición le hizo imposible dar marcha atrás. Ambos se habían vestido para la ocasión, y como resultado, todos los ojos estaban puestos en ellos, atrayendo una atención con la que John no se sentía cómodo. Qhinn se veía impresionante usando negro de pies a cabeza: camisa, pantalones y botas. Chaqueta de cuero con tachuelas incluida. Era como si hubiera nacido para llevar esa imagen de motero macarra. Con su gigantesco cuerpo de guerrero y su mirada dispar estaba destinado a atraer los ojos curiosos. Pero si él se veía bien, Blaylock estaba para darle un bocado. Iba vestido con uno de esos trajes pijos hechos a media que según Qhinn siempre lo habían obsesionado. Todo en él derrochaba clase y elegancia, el tipo de presencia que no puede aprenderse, se nace con ella. Su cabello pelirrojo fijado con laca se elevaba desafiando la gravedad y los gemelos de diamantes que brillaban a juego con el blanco aperadlo de sus dientes al sonreír eran el complemento perfecto. Era la viva imagen de un modelo de alta costura. Se relamió los labios con hambre. Si pudiera ponerse duro, su erección estaría reventando la cremallera de sus pantalones. . Gracias a la virgen, Blaylock estaba distraído mirando como Qhinn coqueteaba con una rubia como para darse cuenta del repaso mental que le había dado. ¡Bendita fuera su suerte!

- ¡Al fin! – exclamó Qhinn cuando el gorila de la puerta los dejó pasar – creía que se me congelarían las pelotas – Bufó. No había sido él a quien trataron como a un adolescente con una identificación falsa. No era la primera vez, pero no dejaba de ser irritante. Tenía casi 25 años, y a pesar de ello seguía teniendo la apariencia de un niño de 17. Fue todo un milagro que lo dejaran entrar tras veinte minutos en los que por poco pusieron su carnet bajo microscopio. No les había quedado más remedio que aceptar la innegable evidencia de que era lo suficientemente mayor como para embriagarse. No fue el único ofendido por las palabras de Qhinn. El gesto de Blay al escucharlo, ese en que arrugaba la nariz solo un poco y parecía que fuera a echarle un rapapolvo por su vocabulario vulgar, le pareció tan jodidamente tierno que logró que parte de su tensión se fuera con una risa silenciosa. Frunció el ceño. ¿Quién coño lo entendía? abía comenzado la noche con la cabeza echa un caos y un coctel explosivo de emociones casi rabiosas en el pecho y ahora, tan solo un par de horas más tarde se sentía ligero como una pluma. Como si le hubieran quitado una loza de piedra de los hombros y lo suficientemente seguro de si mismo como para comerse con los ojos a uno de sus mejores amigos. En público. Menudo cambiazo.

Phury se merecía un premio. O era alguna clase de ser místico y le había arreglado la cabeza mágicamente o era un terapeuta cojonudo. Ya quisiera Freud…

Sí, encontraba Blay más que atractivo con su cuerpo hecho para la batalla, su conducta refinada y su interior cálido. Aquél contraste le parecía excitante y aceptarlo aunque fuera solo para sí era algo casi liberador. No obstante ahora que comprendía mejor sus gustos y sentimientos supo fácilmente que lo que sentía por Blaylock no iba más allá de la amistad y el deseo físico que cualquiera que se sintiera atraído por los hombres sentiría al verlo. Y estaba contento con ello. Casi aliviado. Hasta él que no era el macho más inteligente, ni leía la mente y sin dudas era un poco corto de miras podía darse cuenta de lo que se cocía entre él y Qhinn. Cada gesto del pelirrojo dejaba entrever el trasfondo de sus verdaderos sentimientos hacia su mejor amigo, y a pesar de que Qhinn se esforzaba por ocultarlo incluso de sí mismo, a veces podía ver también lo mucho que Blay significaba para él. John llevaba poco tiempo de conocerlos, pero la forma en la que interactuaban dejaba muy claras las cosas para quien quisiera verlas. En ese mismo momento miró como Qhinn se inclinó hacia Blay para comentarle algo que no alcanzó a escuchar pero que hizo que éste riera con una carcajada ligera y le golpeara el hombro con camaradería. Además de hacer refulgir el amor en sus ojos azules. Suspiró, preguntándose si toda la mierda psicológica que la familia de Qhinn le había metido a la cabeza en contra de él mismo estaría tan arraigada en él como para volverlo ciego y sordo a sus propias emociones, impidiéndole apreciar lo que era evidente para John. Eran el uno para el otro. Dios sabía que su mierda había hecho que él tardara lo suyo en entenderse.

Se sacudió de encima la melancolía y las semillas de envidia que comenzaban a germinar en su interior por lo que ellos podían tener, no, lo que ya tenían, y él no. Como cualquier persona, no había nada que anhelara más que encontrar a alguien que lo amara incondicionalmente. Ser gay no cambiaba nada exceptuando los posibles sujetos de afecto. Alguien le dio un empujón y John empezó a desear poder desmaterializarse. En una noche fría como aquella él hubiera preferido quedarse en la mansión frente al fuero del hogar o acurrucarse en la sala de Tv con una buena película y un bol de palomitas. Sin embargo, había llamado a sus amigos justamente para alejarse de la mansión y de sus habitantes por un rato y lo mínimo que podía hacer tras arrastrarlos con él era atenerse a sus deseos de juerga. Cuando el golpeteo del bajo y los chirridos de la música electrónica resonaron en sus oídos de manera casi ensordecedora, John se prometió hacer el intento de divertirse. A fin de cuentas, solo serían un par de horas. Desgraciadamente, su promesa de fue al carajo casi instantáneamente. El ZeroSum no era como nada que hubiera visto en su vida, pero también resultaba extrañamente familiar. Por todo el lugar parecía flotar una sensación de pecado, vicio y oscuros placeres. Casi podía oler la excitación de las masas ahí reunidas. Había un intenso tufillo que era una mezcla entre lo que fuera que fumaran ahí, sudor y algo almizclado que podía jurar era sexo. Aquél primer vistazo y un par de segundos fueron suficientes para saber que el club no era para él. Demasiadas personas mostrando más piel de la necesaria. Muchas de ellas olvidando la moral, follando en los rincones. Apretó los labios y arrugó la nariz. Le faltaba clase, pensó. Llámenlo anticuado, pero para él el sexo era algo privado y sagrado. Tal vez su única experiencia

sexual, más que desagradable, fuera la causa de que lo viera así. No, se corrigió. Esos sentimientos estaban arraigados en él desde mucho antes de su violación. Siempre sintió pena por las prostitutas que se veían forzadas a utilizar algo tan personal como medio de trabajo. “Oh, Virgen”, pensó al ver a un trío montárselo contra la barra. Contaba los minutos para salir de ahí. Viendo la atestada pista de baile como si fuera un enemigo a vencer temió que la única manera de atravesarla sería a base de empujones pero la sola presencia de sus amigos, en especial de Qhinn bastaron para abrirles un camino a través de ella. Con Qhinn al frente, los tres caminaron hasta una zona cerrada vigilada por tipos del tamaño de casas mientras la muchedumbre, que se había partido en dos como el mar rojo ante Moisés, cerraba el camino que había abierto para ellos. Los tipos de lo que John suponía era la Zona VIP solo les echaron una ojeada antes de hacerles un gesto con la cabeza para que entraran. Había menos gente ahí, pero la atmósfera general no era menos cruda. Asombrado, miró en todas direcciones, analizando el entorno. La mayor parte de los ahí presentes eran hombres vestidos con trajes parecidos al de Blay, pero con menos clase. En su mayoría eran viejos verdes que sobaban con descaro a las putas sentadas en sus regazos, como si fueran el gato del puñetero padrino y mequetrefes que solo estaban ahí para lamerle las botas a los altos cargos. Tamborileó con los dedos sobre la mesa, echando una mirada anhelante a la salida de emergencia justo a su izquierda. A la primera oportunidad que tuviera saldría pitando de ahí.

Suspirando con resignación, escuchó a Qhinn pedir unas coronas para él y para Blay. - ¿Quieres algo, tío? – le preguntó. A lo que respondió negando con la cabeza. Pronto se hizo evidente el motivo por el cual estaban tan entusiasmados, en especial Qhinn: el sexo. Dos chicas de no más de 25 pero a las que el maquillaje hacía parecer mayores se acercaron hasta su mesa balanceando las caderas con contoneos sinuosos y miradas ocultas con parpados caídos. Casi pudo escuchar a Qhinn salivar. Ver a sus amigos pelear por quién follaba primero y su continua lucha contra sus sentimientos hacia el otro no era un espectáculo que John Matthew estuviera dispuesto a presenciar en ese instante en particular, por lo que dirigió su mirada a la Sodoma y Gomorra miniatura del piso inferior. Las luces láser hacían refulgir el sudor en los cuerpos que se retorcían mientras hacían algo que más que “bailar” a John le parecía la definición de “fornicar”. ¿Dónde había quedado la moral de los viejos días?, dijo una voz lejana en su cabeza. Una voz que no era suya y al mismo tiempo, sí. Parpadeó, confundido cuando de repente a su mente llegó la imagen de un salón de baile, donde las mujeres se cubrían los cuerpos de pies a cabeza y los hombres las estudiaban como si se preguntaran qué era lo que las ropas escondían debajo de las capas de seda y tul. Donde el romance comenzaba con roces de mano y miradas discretas.

Donde la insinuación de un tobillo era algo erótico. ¿De donde había salido aquello? La pregunta no le duró mucho tiempo, pues sus ojos quedaron enganchados a una imagen aún más interesante. Probablemente porque estaba sucediendo en vivo y en directo y no en sus fantasías. Cerca de la barra, un hombre parecía estar a la caza. Con movimientos lentos, deslizó sus dedos sobre la mano de su compañero, comenzando así su seducción. Y al otro tipo no parecía molestarle en lo más mínimo ser el objetivo de sus atenciones. La mano subió poco a poco por su brazo, mientras sus cuerpos se acercaban hasta que John estaba seguro ni el aire podía pasar entre ellos. Los dedos del primero se cerraron en las hebras cortas del cabello rubio del segundo instantes antes de que, sin dejar de mirarse a los ojos en ningún momento, sus labios se juntaran en una danza sensual. Las manos del segundo tío apresaron las caderas del primero, acercándolo aún más. Sus labios comenzaron a hormiguear. Cerró los ojos, dejándose llevar por la visión de los hombres besándose hasta los jardines de la hermandad, hasta los labios suaves y la fragancia masculina de Phury. Un calor tibio comenzó a subirle desde las puntas de los pies hasta la raíz del cabello. Su primer beso había sido memorable. De repente, John se quedó estático, cada una de las terminaciones de su cuerpo se paralizaron. Sintió pánico. Intensa e irracionalmente. En su cabeza comenzó a sonar una alarma que le advertía del peligro. No era la primera vez que sus instintos le advertían de una amenaza que solo ellos captaban y la única vez que había hecho oídos sordos a su

alerta todo había concluido dolorosamente en una escalera sucia. “Corre”, dijo esa extraña voz en su interior. “Aléjate antes de que sea tarde”, casi gritó. Pero correr era de cobardes, y no iba permitirse serlo. Como una onda expansiva, el aroma del marcaje se extendió por el ZeroSum, pasando desapercibido para los humanos entre la miríada de aromas ya presentes pero inconfundible para él, Qhinn y Blay. Así que no eran los únicos de la raza ahí, pensó atontado, olvidando que estaban ahí justamente porque el dueño era un vampiro también. Alguien se había metido con la hembra equivocada, desatando la ira de un macho enamorado que ahora estaba dispuesto a cortar cabezas. Había pocas cosas más peligrosas. - Oye, John. ¿Porqué aquél tipo está mirándote como si quisiera matarte? – Con las cejas formando un ángulo sobre el puente de su nariz, John se volvió en la dirección que Qhinn señalaba, donde un macho exudaba el aroma del emparejamiento del mismo modo que un radiador emite calor y apretaba los labios en lo que supuso era un esfuerzo por no mostrar los colmillos completamente desplegados. La viva imagen de un perro rabioso, listo para morder.

Con razón sus sentidos se habían vuelto locos. El tipo medía casi los dos metros y debía pesar más de cien kilos de puro musculo magro. Tenía el cuerpo tan fornido como cualquiera de los hermanos y sus ojos violetas se oscurecieron al entrar en contacto con los suyos hasta que pareció que sus pupilas se tragaban el iris, tan terroríficos como los de Zsadist en sus peores momentos. Una de las

enormes manos del sujeto se cerraba con tanta fuerza sobre la cabeza de un bastón enjoyado que sus nudillos estaban blancos y no le hubiera sorprendido ver que el hueso le rompiera la piel tirante más temprano que tarde. Y, tal como había señalado su amigo, toda aquella hostilidad iba dirigida hacia él. Si no se equivocaba, el macho era el Reverendo, dueño del ZeroSum. Camello y proxeneta. Había escuchado a los hermanos hablar de él en varias ocasiones y su descripción encajaba como anillo al dedo con el vampiro frente a él. Gabardina de piel, bastón, ojos misteriosos y mohicano incluidos. ¿Qué podía haberle hecho para desatar su cólera? Era la primera vez que lo veía, pero si las miradas mataran, John estaba seguro de que él ya se habría desplomado, su cuerpo hubiera estallado en llamas como si lo hubiera alcanzado el sol y sus cenizas aún tibias estarían siendo pisoteadas por las suelas de los carísimos zapatos que el traficante vestía. - Larguémonos de aquí – susurró Blaylock, mirándolo con los ojos teñidos de preocupación.

Comunicándose con las miradas, los tres asintieron y sin decir una palabra más se pusieron de pie. John se recordó una y otra vez mantenerse en calma y centrado, pues entrar en pánico era el primer gran error en una batalla. Aunque nunca había estado en una, podía apostar cualquier cosa a que la tensión en el aire era propia del campo de guerra. Caminaron en formación hasta la salida de emergencia, Blay y Qhinn cuidando sus flancos.

Habían pasado de la sartén al fuego, comprendió demasiado tarde. Dentro del club, el Reverendo se había controlado a si mismo para no delatar su condición no humana ante los clientes, mientras que, ahí fuera, lejos de las miradas curiosos, no había nada que le impidiera echarse sobre ellos. Se habían alejado apenas unos metros de la puerta cuando escucharon un rugido ensordecedor a sus espaldas. El macho había abandonado el bastón en algún lugar mientras los seguía, y su postura, piernas separadas y brazos tensos, parecida a la de un luchador callejero, dejaba en claro que no lo había hecho para charlar y que no los dejaría marchar por las buenas. - No debiste meterte con lo que es mío – gruñó el desconocido, mostrando los largos colmillos en toda su gloria. - ¿Qué? – - Blay y Qhinn intercambiaron una mirada confundida. - Mira, tío – siguió el de ojos dispares – no hemos tocado a ninguna hembra, humana o de la raza, que pudieras conocer. Ni siquiera a tus putas. - No estoy hablando contigo, niñato – escupió las palabras en su dirección. “Creo que habla conmigo”, les dijo con el lenguaje de signos, sin saber si el otro macho comprendía. - Así que por eso no te defendías – la risa oscura llenó el callejón – Comenzaba a creer que simplemente eras un cobarde – Cobarde. Podía que fuera pequeño y no fuera físicamente fuerte, pero con todo lo que había pasado en su vida, cobarde no era una palabra que lo describiera. “No entiendo de qué estás hablando”, agitó las manos con furia.

- John ha dicho… - No necesito un traductor – lo fulminó con la mirada. Blay se revolvió cuando los helados ojos lo abandonaron, inquieto. Era muy consiente de que el Reverendo era peligroso, lo suficiente como para acabar con ellos antes de comenzar a sudar siquiera. Además, viviendo en el mundo en el que vivía – drogas, corrupción y vicio- la palabra “escrúpulos” debía ser algo desconocido para él. “Jamás he tocado a ninguna hembra”, le señaló. El Reverendo se rió. - Pero te atreviste a besarlo. A mi macho – Phury Oh, mierda. Su suerte solo podía ser peor si se hubieran topado con una docena de restrictores. Ahora comprendía la furia del macho. Aunque solo hubiera sido un roce de labios lo compartido entre él y Phury, cualquier macho de valía hubiera reaccionado de la misma manera ante el acercamiento de un completo extraño a su objeto de afecto. Lo que no alcanzaba a entender, sin embargo, era cómo se había enterado del beso. Dudaba seriamente que Phury estuviera en contacto con él por la mirada triste del guerrero cuando habían hablado de sus sentimientos. Si quería salvar el pellejo debía actuar rápido y de manera inteligente. Estaba claro que no podía ganarle en una pelea física, pero tal vez… “Así que eres tú” Mientras hablaba, cuadró los hombros, enderezándose hasta sacar el pecho y sonriendo. Intentando proyectar una actitud confiada. Por un momento, el otro macho pareció sorprendido, dejando ver una pizca de respeto por sus acciones.

- ¿Soy yo? – “El imbécil que dejó ir a Phury” - No te atrevas a meterte en cosas que no te incumben – siseó, dando un paso hacia él. - “Pero es que Phury me importa y por tanto, incumbe” Y era verdad, se dio cuenta. Phury era alguien sumamente importante para él. Si ganándose una paliza hacía que el hermano de cabello largo volviera a sonreír, y sus ojos se llenaban de vida, estaba dispuesto a ofrecerse como sacrificio. Pero no sin antes darle batalla al hijo de perra. “Deberías haber visto sus ojos”, siguió, atacándolo del único modo que podía. Psicológicamente. “Estaban tan apagados, como si estuviera más muerto que vivo. Y, ¿sabes? Todo se debe a ti” El temblor que sacudió el cuerpo del proxeneta le dijo que iba por buen camino. “Tuviste la suerte de conocerlo y la oportunidad de hacerlo tuyo. No conozco la historia, pero por el resultado sé que de algún modo la cagaste y lo perdiste. ¿Ahora tienes el descaro de reclamarme por intentar confortarlo? Porque eso fue, una forma de quitarle al menos un momento la melancolía del rostro. ¿Qué has hecho tú, maldito cabrón? ¿Esperar a que él regrese a ti y todo se solucione mágicamente?” En ese momento, John sintió algo extraño en su interior, como si alguien más tomara el control de su cuerpo y él se convirtiera en nada más que una marioneta. No le gustaba. Intentó luchar contra lo que fuera que lo manipulara, pero fue como plantarle cara al viento. Inútil. Una puerta se desbloqueó en su mente, liberando un conocimiento que él no había adquirido, sino que siempre estuvo ahí, sellado.

Sus piernas se movieron por si solas, acercándolo hasta el otro macho sin importar los intentos de sus amigos por detenerlo. Cuando estuvo a unos palmos de él, echó la cabeza hacia atrás para encararlo y mirarlo a los ojos. Al otro John no pareció afectarle la diferencia de estaturas. “Dime, Symphath” proyectó con su mente hasta la suya. “¿Vas a dejar que tu macho se escape?” Con un movimiento casi indetectable le arrebató la Glock que llevaba en el bolsillo delantero, escondida tras su larga gabardina, le quitó el seguro y la sostuvo con las dos manos. Apuntándole justo entre los ojos. “Anda, atácame.

Hazlo y no me sentiré culpable por apretar el gatillo. Veamos quién es más rápido. Tu muerte o la mía no van a cambiar el hecho de que besé a Phury, ni lo vas a recuperar más rápido. Tal vez deba hacerlo. Matarte, quiero decir. Así Phury podrá olvidarse de ti e intentar ser feliz. En unos meses habré pasado la transición, y puede que me deje seguir confortándolo. Si no, siempre podrá intentarlo con las Elegidas”

- ¿Qué? – - “¿Aún no lo has leído en mi mente, devorador de pecados? Debido a que piensa

que no lo deseas, se ofreció voluntario para convertirse en el Gran Padre de las Elegidas”

Un grito desesperado salió de la boca del Reverendo, helándole la sangre. El maldito cayó de rodillas, como si lo hubiera vencido, y comenzó a golpear el piso hasta que sus nudillos sangraron. Qhinn y Blay, ajenos al intercambio mental, observaron confundidos el cuerpo gigantesco del vampiro a los pies de John. John: uno, idiota: cero. “Y me llamaste cobarde”, soltó una carcajada silenciosa.

“Entonces, ¿qué eres tú, que te has dado por vencido sin haber luchado por él?”

Tan repentinamente como perdió el control de su cuerpo, el titiritero cortó los hilos, liberándolo. Dejándolo física y mentalmente exhausto. El arma resbaló entre sus dedos, golpeando el piso con un ruido sordo. Las piernas comenzaron a fallarle inmediatamente después y la visión se le puso borrosa. El mundo comenzó a girar a su alrededor. Instantes después, fue él quien se derrumbó, cayendo inerte contra el Reverendo. Phury enderezó la espalda e inhaló con fuerza. Su cuerpo tenso agradeció el cambio de posición cuando su metro con noventa y ocho centímetros de estatura se desplegaron al máximo con una audacia y una confianza tambaleantes. Era como un edificio diseñado con elegancia pero con cimientos frágiles. Pura fachada. Había nacido parte de aquella clase social pero la Glymera era algo misterioso para él. Un universo completamente diferente. Tras su transición se había desentendido de sus deberes sociales para buscar a Zsadist y cuando lo encontró no albergaba interés alguno en volver a ellos. Después habían entrado a la hermandad y la supervivencia de la raza se convirtió en su única prioridad. Respiró profundamente para rehacerse, resolviéndose a mirar aquél problema como un campo de guerra. Una muestra de debilidad ante sus adversarios podía significar su perdición. La muerte instantánea. Esos eran conceptos a los que estaba acostumbrado y con los que estaba seguro de poder lidiar. Mentalizándose para utilizar hasta la última gota de su autocontrol, abrió las puertas dobles frente a él. La batalla había comenzado.

“Oh, Virgen. ¿Por qué?”, pensó cuando su corazón se saltó un par de latidos.

Estaba ahí.

Fue como si el aire fuera más denso dentro de aquella habitación cerrada, haciéndole más difícil el respirar. El cuarto era enorme, luminoso y estaba lujosamente decorado con antigüedades pero Phury lo encontró opresivo. Todo lo contrario a acogedor. No supo si era por él o porque ese ambiente le recordaba a su niñez y adolescencia, épocas dolorosas en sus memorias. De cualquier modo, todo lo que quería era que el piso se abriera bajo sus pies y se lo tragara, como en los dibujos animados. O desmaterializarse. Alejarse de él. Dado que las paredes estaban recubiertas con acero, tanto la primera como la segunda opción eran igual de imposibles.

Rehvenge se veía impresionante en un traje negro de raya diplomática que era claro que había sido hecho a medida. “Armani”, le gritó su afilado sentido de la moda. Claro que Phury podía apostar cualquier cosa a que se veía bien incluso con harapos, y no hubiera perdido la apuesta. Con ese mohicano, su rostro severo y elegante parecido al de una escultura y su cuerpo de hombros anchos, cintura estrecha y extremidades firmes y musculosas, era la definición de sexo y poder. Una imagen más acorde a la de los hermanos que a la de un estirado aristócrata. Pero Rehvenge era lo que era y no había nadie que se atreviera a discutir su posición. En ninguno de los mundos en los que se movía. Masculló una maldición entre dientes. El único lugar libre estaba a su lado. ¿Cómo se suponía que soportaría las próximas horas con él ahí? ¿Cómo iba a

conseguir concentrarse? “Mala suerte, compañero”, le dijo el Hechicero. “Mejor

resígnate. Esta más que comprobado que el destino te odia”.

Rehvenge no parecía sorprendido por su presencia repentina en el concilio, pero ya que había demostrado ser un actor consumado, Phury no podía fiarse de lo que su exterior mostraba. Sus ojos, sin embargo, decían que lo había estado esperando. Estaban clavados en él, quemando su piel como brasas hirvientes. Lo atravesaban como dagas. Tuvo que recordarse el respirar. Virgen, se sintió expuesto, como si pudiera ver en su alma. De hecho, sabía que podía hacerlo si liberaba los dones con los que nacía todo miembro de su raza particular y que no podía hacer nada para impedírselo, igual que era inútil luchar contra los poderes mentales de V. Afortunadamente no estaban solos. Estaba seguro de que mientras estuvieran en presencia de terceros sus secretos y sentimientos seguirían siendo privados. Mantuvo su rostro imperturbable a pesar de que sentía como si un pandemonio se hubiera desatado en su pecho. En el momento en el que su penetrante mirada amatista enfrentó la suya sus neuronas murieron y todo pensamiento coherente escapó de su cerebro, dejando que una sola palabra resonara una y otra vez. Rehvenge, hijo primogénito de Rempoon y representante de su linaje en el concilio succionó sus pensamientos y su alma con la misma eficacia de una aspiradora, haciendo todavía más evidente el vacío de su interior. “Mío”, gritaba y pataleaba su yo interno. Como deseaba odiarlo, pero bastó tenerlo frente para saber que lo amaba. Siempre lo haría.

Apartar los ojos de él fue una tortura a la que se sometió de manera voluntaria. El Reverendo era peligroso para Phury en más de un sentido. Como una bestia mortal, era hipnotizante en su belleza y brutalidad a partes iguales. Había jugado con él, dejándolo hueco, dañado y con el corazón sangrando, y aún entonces su piel hormigueaba con su cercanía, ansiando su toque. Caminó ante los rostros desconocidos de los princeps reunidos ahí, causando la misma reacción que un bicho exótico: llamaba su atención unos segundos en los que era analizado para ser descartado casi de manera inmediata. No encontraban utilidad en él para sus propios fines. Los únicos ojos que se mantuvieron sobre él fueron los violáceos de su macho. Mierda. ¿Cuándo entenderían sus instintos que no era suyo? ¿Se podía estar enfadado y triste a la vez? Porque de solo pensarlo quería gritarle y echarse a llorar al mismo tiempo. Se sentó junto a él a pesar de que todo lo que quería era tomar la silla libre e irse al otro extremo de la habitación. Todo lo alejado que se pudiera estar de Rehvenge. Como odiaba las viejas costumbres y tener que conservar unos modales intachables en ese momento. Ahí, cualquier acción, incluso el más mínimo gesto facial, podía ser tomada como una ofensa por la cual sería juzgado con la máxima rudeza. Ya que tendría que convivir de manera frecuente con esos vampiros, más le valía dejar una buena primera impresión en sus prejuiciosas mentes. Abrió el portafolio de piel con el que hasta entonces había pagado su estrés. El asa estaba arrugada por el fuerte apretón que su mano ejercía sobre él cuando había sentido deseos de echar las manos al cuello de Rehvenge para

estrangularlo. Contó los informes que repartiría a los presentes cuando llegara su momento de hablar: uno, dos… Así hasta llegar a seis. El número de familias que tenían voz y voto ahí. En realidad no revisaba nada, más bien era una manera de calmar sus nervios y enfocarse en algo que no fuera el macho a menos de un metro de él.

“Que no me hable, por favor, que no lo haga…” - ¿Qué tal estás hoy, Phury? – susurró para que solo él escuchara. Obviamente, era demasiado pedir hijo de la grandísima puta. ¿En verdad era necesario que ronroneara su nombre de aquella manera tan sexual? En ese tono bien podría haberlo sustituido por tahlly, nallum u otro término semejante y la pregunta hubiera sonado exactamente igual. Como el saludo diario de un amante. El cabrón solo tuvo que decir aquello para mandar al carajo todo su trabajo mental, descontrolando su corazón hasta el punto de la arritmia. Derritiéndolo. Joder, joder, joder… Phury tuvo la sensación de que el Symphath no necesitaba de sus dones para saber en qué medida lo trastornaba.Veía en él como en un libro abierto. - Que te den – siseó sin mirarlo. De hacerlo estaría perdido. El Leahdyre del concilio descargó su mazo sobre la reluciente mesa de madera de cerezo frente a él, llamando al silencio a los reunidos e iniciando así la sesión del día. Los machos y hembras a su alrededor volvieron toda su atención hacia el macho que hacía las veces de presidente del congreso, y Phury lo agradeció en

silencio, pues también había interrumpido lo que fuera que el reverendo iba a responderle. Si tenía que estar ahí, por lo menos esperaba interactuar con él lo mínimo posible. Con Rehvenge como la mayor de sus preocupaciones, los otros vampiros se habían convertido en un cero a la izquierda en su lista de temores. Nada más que un juego de niños. Frunció el ceño, enfadado consigo mismo por sentirse agradecido con él. Su actitud había dado un giro de trescientos sesenta grados al tenerlo cerca. Se sentía confiado, listo para enfrentar lo que estuviera por venir. Su piel estaba ocupada absorbiendo las ondas tranquilizadoras de calor que su macho le trasmitía, como para que lograran intimidarlo. Recostado contra su silla en una pose que copiaba la de Rehvenge, observó a las hembras exquisitamente ataviadas en vestidos que formaban vaporosas ondas a sus pies y a los macos con sus elegantes trajes formales. Tofo lujo y pompa. Crema y nata. No eran más que una sociedad anticuada tan asustada de enfrentar la nueva era que vivía la raza que se cubrían los ojos con vendas de seda color de rosa, aferrándose a las viejas tradiciones con uñas y colmillos para aparentar que todo era como antes y estaba bien. Sacrílega la hembra que se atreviera a usar un traje de pantalón dentro de aquellas paredes. Y él iba a sacudir las bases de su castillo de naipes. Casi sintió lástima por ellos. Casi. Con una pronunciada reverencia, un doggen entregó al líder del concilio un pergamino del que colgaban banderines de colores que representaban a las

familias fundadoras. Tres de cada lado. Los ojos de Phury se clavaron en los colores verde y amarillo, sacudido por la impresión. Había pasado tanto tiempo lejos de esos círculos que había olvidado que sus dos ramas familiares pertenecían a las líneas de sangre más importantes de su mundo. Con eso en mente, repasó lo que sabía de los presentes: edad, parentescos y situación social. Los ojos del leahdyre miraron entorno a la mesa, deteniéndose en él en última instancia al ser el único rostro desconocido. - Ahora que tenemos a los representantes de las familias votantes reunidos, podemos comenzar con esta sesión del concilio. Primeramente, debemos considerar los puntos que nos reclaman. En primera orden del día, tenemos la solicitud de recomendación al Rey de la Sehclusion obligatoria para las hembras no apareadas. Antes de votar… El macho siguió con un monólogo de dos minutos en el que disertó con vehemencia el porqué era necesaria la sehclusion, y enumeró los pros y contras de la misma antes de pasar la palabra a los miembros sin voto del concilio, para que expresaran sus opiniones. Desde el punto de vista de Phury su presencia era inútil y creaba una polémica innecesaria con el sistema actual de toma de decisiones. No eran más que molestos corderos que seguían a un mismo pastor, todos con opiniones clonadas susurradas a los oídos de los que sí podían votar, dejando en claro que cualquiera sufriría su censura de no compartir los mismos ideales. Como una secta religiosa.

- Bien dicho, damas y caballeros – dijo el leahdyre alzando la nariz en un gesto ufano de victoria – Ahora nombraré a los Princeps votantes – Los nombres eran nombrados en el mismo orden que los banderines se ataban al pergamino. Verde, azul oscuro, anaranjado, azul pálido, rojo y amarillo. Rehvenge se puso de pie cuando su nombre y su extensa línea de antecesores fueron mencionados, pero en lugar de dar su consentimiento inmediato y pasar a sella el documento que se entregaría al rey con el anillo familiar en su dedo como los cuatro que le precedieron, se mantuvo en su sitio y sorprendió a todos cuando al fin rompió el silencio que había establecido. - No – Tras esa única palabra, volvió a sentarse y sobrevino el caos.

Las réplicas airadas fueron interrumpidas por la potente voz de su líder, quien fulminó a Rehvenge con una mirada helada y severa. - ¿Quisieras, Rehvenge, hijo de Rempoon, reconsiderar tu posición mientras Claudia, hija consanguínea de Ahngustus, vota? Debo recordarte que fuiste tu quien pidiera la sehclusion de tu hermana Bella meses atrás – Cada palabra que salía de la boca del leahdyre sonaba como la regañina dada a un infante. Era indignante. Phury lo interrumpió con un carraspeo, causando que el macho lo mirara como si deseara descargarle el mazo con fuerza sobre la cabeza. Dado que él mismo quería hundir su daga en el pecho del leahdyre por tratar de aquella manera tan condescendiente a su macho, no lo tomó como algo personal.

- Discrepo con usted, Leahdyre. Estoy seguro de que no se ha percatado de que yo soy el representante más viejo de mi linaje, y al ser varón, según las tradiciones, tengo prioridad por edad y sexo sobre mi prima tercera, Claudia – la hembra cayó en su silla, sin poder decir nada por el shock – Por motivos que no conciernen al concilio, no había podido tomar mi lugar con anterioridad, pero dado que ahora estoy aquí, el voto de nuestro linaje lo decido yo. En este caso, mi voto es no – Rehvenge soltó una carcajada que él acompañó con una sonrisa ladeada. Los rostros perplejos a su alrededor eran hilarantes en su mayoría, pero el del Leahdyre, tan rojo por la furia que parecía a punto de estallar, no tenía precio. - Ahora - dijo en voz lo suficientemente alta como para hacerse oír por todos aún sobre el runrún de los comentarios de fondo y en tono que no dejaba paso a interrupciones – Ya que mi voto y el de Rehvenge, hijo de Rempoon hacen inútil el seguir debatiendo la petición de sehclusion y si al leahdyre no le importa, quisiera tomar la palabra para tratar el segundo punto del orden del día – Con evidente disgusto, el macho consintió, cediéndole el lugar a la cabeza de la mesa a regañadientes. - Hace un par de días, la Virgen Escribana, madre de nuestra raza, otorgó en un acto de infinito amor la libertad a sus hijas predilectas, las Elegidas. Los tiempos están cambiando, y ella en su infinita sabiduría, lo sabe mejor que nadie. Reconoció que para que la raza sobreviva, necesitamos ser más numerosos. Actualmente, las filas de la hermandad solo cuentan con cinco guerreros. ¿Cómo se supone que tan solo cinco de nosotros protejamos a la raza entera de un ejercito de enemigos que crece día a día? –

El silencio se había apoderado de la sala, pues ninguno de los presentes sabía qué decir o hacer al respecto. Sus ojos estaban fijos en Phury, como esperando que les ofreciera una mágica solución al problema que planteaba. - Así pues, nuestra madre ha levantado el requisito de la línea paterna para la aceptación de un recluta a la Hermandad. Las Elegidas seguirán teniendo como prioridad el servicio a la Virgen Escribana, pero lo harán desde este plano. Ahora tienen la oportunidad de aparearse con los machos que ellas elijan, y no tienen porqué ser parte de la Hermandad para que los hijos que procreen juntos sean guerreros o Elegidas –

Los murmullos sorprendidos no se hicieron esperar, justo como Phury sabía que sucedería. Casi podía ver sus mentes maquinando las formas de aprovechar la nueva situación. - ¿Y porqué eres tú, Phury, hijo de Aghony quien nos informa de esto, en lugar de la Virgen? – dijo Havers con los brazos cruzados. - Porque aunque han sido liberadas, las elegidas desconocen en la práctica este mundo y no están preparadas para enfrentarlo solas tan repentinamente. La Virgen no iba a dejar desamparadas a sus hijas favoritas. Desde ayer por la noche, me fue otorgado el honor de ser el Gran Padre. Sin embargo, se me ha encomendado ser para ellas un protector, no un compañero, hasta que encuentren al macho con el que compartir sus vidas – Un coro de gritos y exclamaciones llenó la habitación, creando una cacofonía ensordecedora. Phury estudió los rostros de aquellos machos y hembras,

consiente de que la mayoría de los líderes familiares no habían tardado en calcular las implicaciones de su anuncio y ya planeaban cómo acercarse a él, y por tanto a las Elegidas. En segundos había pasado de ser un bicho descartable a la gallina de los huevos de oro. Rehvenge, por otro lado, tenía el ceño fruncido con disgusto. Phury golpeó la mesa, acallando cualquier sonido. - Si se me permite continuar – hasta en sus oídos aquello sonó a amenaza – El Rey y yo somos consientes de que no podemos pedirles que aporten una contribución monetaria a nuestra causa cuando ya lo hacen con las arcas reales y los fondos que se destinan a la Hermandad de la Daga Negra. Si así lo desean, pueden hacerlo de forma anónima, pero no es una obligación – Habiendo dejado eso en claro, continuó. - Sin embargo, como responsable de las Elegidas, es mi deber y honor proveerles además de un techo y bienes materiales, el sustento necesario para su día a día. Como he dicho antes, se me ha pedido ser para ellas un padre, un hermano, un amigo. Alguien a quien puedan recurrir en los momentos difíciles sea cual sea la situación. Un ex amante no es visto por lo general de esa manera. Por ello, y para evitar conflictos, no seré capaz de alimentar y servir a ninguna de ellas en sus necesidades, por lo que me veo obligado a recurrir a ustedes. A lo que quiero llegar es a que solicitamos que permitan a sus hijos en edad casadera servir a las Elegidas en esas situaciones – Se detuvo para tomar aire, rememorando lo que ya había dicho y lo que aún le faltaba por decir.

- Antes de seguir, debo dejar en claro que no obligaré a ninguna de ellas a aceptar a un macho como compañero. Las Elegidas son joyas preciosas, y soy consiente de que el brillo podría atraer a oportunistas. Su nueva libertad vale más que eso. Deseo para ellas una unión donde sus machos vean en ellas lo mismo que yo, joyas, sí, pero que aún tienen que ser pulidas con amor y paciencia antes de llegar a su máximo esplendor – repentinamente, su tono se volvió duro como el acero – Y si en algún momento llego a enterarme de que no son tratadas de esa manera, mi deber como padre será vengarlas con furia –

Cuando terminó, el silencio persistió. Los nervios se mantuvieron al filo, esperando para invadirlo, pero la mirada orgullosa en los ojos de Rehvenge impedía que llegaran a él. Un suave calor lo recorrió al mismo tiempo que comprendía por fin que desde el momento en que había aceptado convertirse en el Gran Padre, su vida no era solo suya. Tenía cuarenta hijas, a las que amar y proteger. No estaría solo nunca más. Una anciana hembra se puso de pie con gracia e hizo una reverencia en su dirección. - Será un honor ofrecer a nuestros hijos para tan loable tarea, Gran Padre. Mis hijos, Gydehon y Sigryd están a su servicio – Así, de una en una, las hembras de la Glymera se pusieron en pie, ofreciendo su ayuda con poderosa convicción. 0o0o0o0 De pie junto a las puertas dobles de la habitación, Rehvenge esperaba a que todos los peces gordos del concilio dejaran de intentar congraciarse con el

nuevo Gran Padre y salieran de una jodida vez para poder hablar con él a solas. Negándose a perder los nervios, ocupó ese tiempo pensando en lo que quería decirle y vigilando atentamente los movimientos de Phury, que hablaba tranquilamente con un par de hembras que lo miraban con asombrada adoración, como si el sol saliera de su culo. Una de ellas, la rubia tonta estereotipada, reía cada dos palabras que el guerrero decía. La morena a su lado era aún más descarada, tirando de su vestido para hacer más amplio el escote y pasando sus manos por los brazo de Phury sin disimulo alguno.

La rabia hervía en sus venas. El hermano pasó una mano por ese extravagante cabello multicolor que caía por debajo de sus hombros. Las tenues luces de los candelabros arrancaron destellos de las hebras más claras, parecidas al oro entre los tonos castaños y pelirrojos, haciendo que las dos perras aquellas suspiraran embelesadas al tiempo que el hambre se apoderaba de sus ojos. Rehvenge sabía que esa actitud de héroe griego era algo natural para él. Era exasperante. Ni siquiera podía reclamar. Phury era inconsciente de que entre sus modales perfectos y su discurso vehemente en defensa del valor de las hembras a su cargo, se había convertido en el príncipe azul de cada vampiresa presente. Y que estuviera más bueno que cualquier modelo de portada de revista solo era un muy buen bono. Había comenzado la temporada de caza, y él era la principal presa de esas cazadoras.

Phury derrochaba encanto y simpatía ante su cautivado público, lo que no ayudaba a la bestia celosa que habitaba en sus entrañas y que comenzaba a abrirse paso hacia el exterior a base de empujones y manotazos. Apretó los dientes y los puños, conteniendo el creciente deseo de alejarlas de su macho, echárselo al hombro como un hombre de las cavernas y encerrarlo lejos de sus miradas coquetas y roces insinuantes. Todo eso del “Yo macho, tú mío” que resonaba en su cabeza había hecho que las sienes comenzaran a palpitarle.

Esperó más de quince minutos antes de que su paciencia se agotara y los instintos de macho enamorado tomaran el control de su cuerpo. A duras penas tenía éxito en retener el aroma del marcaje bajo su piel. Se aclaró la garganta una vez. Dos. Una tercera de forma exagerada. Fue en esa ocasión que las hembras se vieron en la necesidad de dejar de ignorarlo. Se volvieron hacia él con expresiones ceñudas que nada hacían por ocultar el desagrado que les causaba la interrupción. Casi podía verlas enseñando los colmillos y las uñas afiladas como garras cual gatas erizadas. Les dedicó su mejor mirada helada e inmediatamente sus mejillas perdieron el color, quedando lívidas cual cadáveres. En ocasiones como aquella era cuando más se alegraba de causar esa sensación de pánico en los demás.

Con nerviosismo, miraron en todas direcciones, buscando el apoyo de un tercero que ya se había marchado, y al no encontrar a nadie, entrelazaron los brazos y alzaron sus patricias narices. - Si nos disculpan, caballeros – dijo la rubia con su voz nasal. Ninguna parecía feliz de tener que alejarse del Gran Padre, lanzando miradas anhelantes en dirección de Phury antes de salir. Las puertas se cerraron tras ellas. - Creo que mi presencia aquí ya no es necesaria. Daré sus saludos a Bella – Ni siquiera lo miró. Rehvenge quiso rugir de impotencia.

Virgen, como odiaba ese tono en su voz. El vacío. Odiaba aún más el saber que había sido él quien había hecho que Phury creara esa barrera entorno a él para protegerse de su simple presencia. Aspiró, dilatando sus fosas nasales, llenándose los pulmones con su aroma, absorbiéndolo con cada poro de su cuerpo. Necesitaba pegárselo a la piel. Maldijo nuevamente. También olía a tristeza. Lo tomó por el brazo, arrastrándolo lo más lejos posible de la salida, encerrándolo entre sus brazos. Buscó alguna reacción en sus facciones cinceladas. Lo que fuera. Ira, nerviosismo, el deseo con el que lo había mirado con anterioridad. Odio inclusive. Cualquier cosa era mejor que la fría indiferencia con la que lo estaba tratando.

E incluso con la desolación llenando sus rasgos, Rehvenge lo encontró como la más hermosa de las visiones. Lo tenía tan cerca físicamente, pero sabía que había un abismo imaginario que los separaba. Los opacos ojos amarillos se clavaron en los suyos. - ¿Desea que de algún mensaje a su hermana, señor? – - ¡Deja de llamarme así de una jodida vez! ¡Esto no se trata de Bella, sino de nosotros! – - Oh, discúlpeme, señor – remarcó intencionalmente la palabra – Pensé que el único motivo por el que se acercaba a mi era para el bienestar de ella. Y, si no me equivoco, no existe ningún nosotros del que debamos hablar –

Una cuchilla se le clavó en el pecho, o al menos, eso fue lo que sintió Rehv. Phury estaba utilizando sus propias palabras en su contra, rompiendo su autocontrol y determinación a base de culpabilidad. Cabrón. - No te atrevas – siseó entre dientes – No dejaré que le quites importancia a lo que pasó entre nosotros. Lo que aún pasa - Vuelvo a corregirlo. No pasó nada – - ¡Pasó todo, joder! ¿No lo entiendes? Aquella noche caí en mi propia trampa. Intentaba utilizar tus sentimientos para mi beneficio, pero tan solo hice que los míos se descontrolaran. He necesitado tanto tocarte todo este tiempo… - Solo es deseo –

Al escucharlo murmurar para él mismo, perdió todo su autocontrol. El aroma del marcaje llenó el aire a su alrededor y los ojos de Phury por fin mostraron algo parecido a la esperanza tras su expresión asombrada. - Atrévete… - susurró en su oído, pegando todo su cuerpo al de Phury. Su cálido aliento chocó contra la piel erizada del cuello de su macho, justo donde el pulso palpitaba aceleradamente – Dime que estoy fingiendo. Mi aroma es por ti, solo por ti – - Pero dijiste… - Que hubiera sido feliz de ser el macho de Marissa. Sí. Era mi intensión emparejarme con ella en un principio, antes de conocerte. Ella era mi única amiga, y ya que no había encontrado a alguien que me hiciera reaccionar como un loco enamorado, estaba dispuesto a convertirme en lo que ella necesitara de mí – Phury se estremeció cuando pasó la lengua sobre su yugular. - Pero te conocí – mordisqueó su vena, deseando poder enterrar los colmillos en ella – Soy tuyo, así como tu eres mío. No te dejaré ir. Jamás – Como si agitara una bandera blanca, su macho gimió, rindiéndose a él. Las manos de Phury volaron hasta los cortos cabellos de su mohicano, echando la cabeza a un lado para darle acceso total a su cuello. - Muéstrame - jadeó, respirando con dificultad – Márcame. Métete en mí – El cuerpo que apresaba se arqueó en su contra en el gesto universal de “fóllame hasta el cansancio”, y el agarre de sus manos en su cabeza y cadera le impedía alejarse de él.

Como si le fuera posible negarse, se dijo. Lo mordió. Oh, joder. Lo hizo y fue mejor de lo que jamás había imaginado. El calor de su sangre le llenó la boca, bajando por su garganta y entibiándole el estómago. No lo saciaría, pues la sangre del mismo sexo no alimentaba a los de su raza. Sin embargo, lo calmaba emocionalmente tenerlo en su interior. Saber que de ahora en adelante jamás tendría que pasar por la incertidumbre del último mes de desconocer su paradero. Podría rastrearlo, arreglar cualquier que hubiera sido la cagada que cometió.

Su pecho se hinchó de alegría. Y su polla también. Phury soltó una carcajada satisfecha al sentir su erección contra el muslo, tirando de sus caderas para alienarla con la suya. Estaban en la sala del concilio, donde en cualquier momento podrían ser interrumpidos por una sociedad que no aceptaba la homosexualidad. A él no podía importarle menos, o a Phury, dado que ya había colado una mano entre sus cuerpos, le había abierto la bragueta y sacado su verga del confín de sus bóxers. Rehvenge desenterró los colmillos de su vena, tomó un puñado de su largo cabello y lo atrajo hacia sí para compartir un beso tórrido que era todo labios, dientes, saliva y sangre. Quería robarle el aliento y reemplazarlo con el suyo. Grabarle la piel con su aroma para que cualquiera que estuviera cerca de él supiera que el hermoso guerrero tenía dueño y que si se atrevían a tocarlo él los desmembraría lentamente. Hacer que él hiciera lo mismo. Le mordió el labio, atravesándolo con sus colmillos de lado a lado.

- ¡Muerde! – rugió, obligándolo a enterrar la cabeza en su cuello. Apenas sintió dolor cuando se clavó en su vena, gobernado por el placer de ser penetrado por él al tiempo que su mano utilizaba las perlas de pre seminal que escapaban de la cabeza de su polla para facilitar el vaivén de sus caricias. Tan bueno. No había comparación entre Phury y Marissa al beber de él. Marissa daba tragos delicados, meramente femeninos, y Rehv no sentía nada con ellos. Phury, en cambio, bebía con voracidad, dando profundos tirones con los que se llenaba la boca antes de tragar, como si no pudiera saciarse de él. Para Rehvenge, la satisfacción de alimentarlo era suficiente para ser feliz. Con un gorjeo, el aroma de Phury se unió al suyo, marcándolo como suyo. ¡Al fin! Dejando escapar un largo gemido enloquecido, se vació en la mano de Phury, manchando con su semen los caros trajes que vestían. - Te necesito. En mi boca, en mi polla… Dentro de mí. Por favor, Rehv – suplicó con los ojos nublados de placer. Atrapando sus labios en un nuevo beso, tiró de él rumbo a la salida, ansioso por desmaterializarse directamente en su apartamento y cumplir con cada una de las peticiones que salieran de su boca jadeante.



Contigo. Parte 1. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Cuando John Matthew recuperó la conciencia supo de inmediato que había algo que no iba bien con él. Su piel estaba tensa sobre sus músculos y huesos, como si hubiera encogido como la ropa de lana a causa de la gruesa capa de sudor que le cubría de pies a cabeza. Su sangre corría por sus venas con el calor y el peso de la lava, quemando.En pocas palabras ardía. Y como si eso fuera poco, cada una de sus articulaciones se sentía igual que si las hubieran pasado por una trituradora.

“¿Dónde estoy?”, se preguntó en lo que esperaba poder seguir llamando

cerebro.

En el infierno hubiera sido una muy buena respuesta. Acorde a como se sentía: entre el dolor y las llamas. Por otro lado, se negaba a creer que estuviera

muerto. No había tenido aún su primera batalla con los restrictores, ni se había enamorado perdidamente de la manera que Phury le había descrito. Además, esa noche no había echo nada más peligroso que plantarle cara al Reverendo. Un vampiro proxeneta, camello y Symphath que tenía el cuerpo de un hermano. Mierda. Tal vez si estuviera muerto después de todo. - No te muevas, cariño – el susurro femenino se escuchó lejano en sus oídos – Thor y yo estamos contigo. Estarás bien –

“Mamá”

No estaba muerto, y mucho menos en el infierno, se dijo al sentir la mano de Wellsie apartar el cabello empapado por el sudor de su frente. Una hembra como Wellesandra nunca podría llegar a un lugar así. En comparación con su piel, la de la hembra estaba fría como el hielo, y el contacto le arrancó un suspiro de alivio. Siguió acariciándolo con ternura y preocupación, como si quisiera ahorrarle todo aquél suplicio. Como si fuera su hijo. “Mamá”, vocalizó con sus labios. La shellan de Thor sollozó. - Sí, mi amor. Mahmen está aquí contigo – Se revolvió sobre sí mismo, intentando quitarse de encima la incómoda tala que lo cubría. Era una seda delgada, pero en ese momento se sentía tan pesada como un yunque. Bajo la sábana solo estaba su cuerpo desnudo, quedando totalmente expuesto en cuento ésta estuvo enredada en sus tobillos. Quiso encogerse sobre sí mismo para ocultarse, odiando la idea de que Thor y Wellsie – no, sus padres – lo vieran de aquella manera.

Tan indefenso y expuesto como solo lo había visto el hombre que lo violó. Hizo el esfuerzo de erguirse para taparse nuevamente con la sabana, pero solo logró alzar unos centímetros la cabeza, tensando su abdomen por unos segundos antes de dejarse caer con un gimoteo mientras cada uno de los músculos, huesos y articulaciones de su cuerpo gritaba en una sinfonía de agonía. Los ojos se le llenaron de lágrimas de impotencia que, al cerrarlos, bajaron por sus mejillas. Mezclándose con el sudor. Deslizándose por sus oídos. Muriendo en sus cabellos.

Sollozó cuando Wellsie secó el recorrido de su llanto y depositó un beso en la coronilla de su cabeza. - No tiene de que avergonzarse, excelencia – una voz desconocida llegó hasta él en medio de ese estado de semi conciencia. “Duele”, gesticuló. Sus manos se cerraron en puños sobre el cajón del colchón. Hasta ese simple movimiento de sus dedos fue una pequeña tortura. Cuando comenzaba a creer que no podía sentir más dolor, su cuerpo se movía por reacciones involuntarias como esa y desataba un nuevo ramalazo de suplicio que lo corregía en el acto de su error. “¿Por qué?” - Estás cambiando, hijo mío – el susurro de Thorment estaba teñido de temor y orgullo en igual medida – Serás un adulto – “Si es que no muero en el proceso”, se recordó. Era casi cómica la forma que tenía la vida de darle la vuelta a las cosas. Hasta unos días atrás había creído que, después de la mierda de vida que había llevado,

morir no sería la gran cosa. Que no temía a la muerte. Cara a cara con ella, la cosa era totalmente distinta. Deseaba vivir con cada partícula de su cuerpo. Quería llamar padre y madre a esos dos vampiros, ver los primeros pasos de su hermanito o hermanita. Convertirse en un hermano. Encontrar un compañero para el resto de su vida. No hubiera podido decir quién fue el que acercó a él algo fragante que lo hizo salivar como un hombre frente a un banquete después de ayunar por largo tiempo. La garganta se le cerró con una dolorosa contracción, arrancándole un graznido seco. - Tome mi muñeca, sire – Una gota de lo que fuera aquello que le ofrecieron cayó justo entre sus labios entreabiertos y agrietados por la resequedad, se deslizó por su lengua árida y bajó por su garganta. Se dio cuenta de que estaba famélico, como si no hubiera comido en años, y lo que le daban a beber era sencillamente delicioso. Su sabor no podía compararse con nada que hubiera probado antes. Era casi primitivo, atávico. Vida líquida. Ambrosía. Fuerte, potente, revitalizante. Como el buen vino, era adictivo y hacía difícil el parar. Esa única gota bastó para entender que aquello era su salvación. El antídoto contra el dolor y la amenaza de muerte que se cernía sobre él. Con un gruñido, dejó que sus instintos básicos tomaran el control de sus acciones. Surgieron en forma de una bestia hambrienta.

John entreabrió los ojos, intentando enfocar, al menos, lo que estaba justo sobre él. A su izquierda, Thor tomaba una de las pequeñas manos de Wellsie entre las suyas, como si el contacto con su shellan diera fuerza al guerrero. Lo que había creído hasta entonces que era su almohada, era en realidad el regazo de su madre, acogiéndolo como a un niño pequeño. La hembra pelirroja le devolvió la mirada con tanto amor y tanta desesperación… Sus ojos verdes lo habían querer consolarla, a pesar de que era él quien sufría. Decirle que estaría bien. Una hembra rubia ocupaba el lugar a su derecha. Recordaba haberla visto con anterioridad en la mansión, pero habría sido imposible olvidarse de ella. Era casi una aparición del cielo. Ella era tan bella como una Madonna y sus facciones tranquilas le trasmitieron la misma serenidad de un atardecer de otoño. Claudia. No, Cormia. Cormia se había abierto la muñeca y el maravilloso vino que le habían dado era la sangre que manaba de la herida fresca. “Más”, fue lo único que logró pensar. Una de sus escuálidas manos, antes rígidas, acalambradas y temblorosas, se movió con la velocidad de un rayo para atraer la muñeca de la Elegida hasta su boca famélica. Cormia ni siquiera se inmutó. Permaneció sonriente mientras lo ayudaba a incorporarse para que pudiera beber con facilidad. Y eso hizo, a grandes sorbos. - Así, sire. Tome todo lo que necesite – No debió de haber dicho eso. Por los retorcijones de su estómago bien podía dejarla seca y aún así querer más. Virgen Santa. Retrajo los labios sobre sus dientes y los nuevos colmillos que se desplegaban desde sus encías brillaron antes de que los enterrara brutalmente

en la tierna carne del antebrazo que se le ofrecía. Desgarró la herida a dentelladas y la sangre fluyó de ella a borbotones. John casi podía sentir las pulsaciones del corazón descontrolado de Cormia, que contradecían su fachada tranquila, por la velocidad con la que el líquido manaba. Clavó sus ojos en los de la hembra, dándole las gracias por el don de vida que le obsequiaba al tiempo que pedía perdón por su brusco trato. Ella sonrió. El tiempo se detuvo entorno a ellos. ¿O corrió más rápido? John no lo sabía. La cabeza le daba vueltas y le palpitaba como si le hubieran sacado el cerebro, lo hubieran metido e una centrifugadora y mientras tanto hubieran usado su cráneo vacío como tambor central en un concierto de Heavy Metal. Perdió la noción de la realidad y del tiempo. A veces creía que llevaba alimentándose semanas, eones enteros. Otras que no habían pasado más que unos cuantos segundos desde que comenzara. Sin previo aviso, la muñeca se fue y con ella la sangre. John hizo un sonido de disconformidad y abrió los ojos. En un rincón de la habitación estaban Wrath y Beth. Parecía que su hermana y su pareja habían estado ahí en todo momento, pero hasta entonces, John fue completamente indiferente a su presencia. Fue reconfortante saber que le importaba lo suficiente para acompañarlo en ese precario momento. Wellsie estaba rezando en la lengua antigua, abrazada por Thorment, que completaba sus frases cuando la voz se le quebraba por el llanto. Cormia seguía sentada a su lado con la muñeca cubierta por una improvisada venda ensangrentada. Vaya carnicería le había hecho. “¿Ya ha pasado?”, logró formular con el lenguaje de signos.

Thor negó con la cabeza y lo miró como si le pidiera disculpas por darle las malas noticias. - Esto apenas es el principio, John “Ahora entiendo porqué tantos mueren pasando la transición”, pensó. Rememorando las clases teóricas de los reclutas, Thor ya les había halado de las etapas del proceso. Según recordaba, se dividía en dos faces, y la primera era la parte fácil. La preparación del cuerpo para el cambio. ¿Cómo coño se sentiría lo difícil?

Como no estuviera más bueno que un dios griego cuando todo acabara pensaba buscar a la Virgen Escribana, sacarla del escondite donde se había recluido y darle una paliza por lanzar al mundo una raza con semejante defecto de fábrica. Ni el padre había sido tan cruel con el periodo menstrual de las humanas Pero si Blaylock y Qhinn lo habían logrado, él también podía. Como Beth, viviría.

Mirando la figura de su hermana apretarse contra el pecho de Wrath, lo asaltó una visión borrosa. Estaba en un club gótico con el Rey, pero aunque veía desde sus ojos, no era él mismo. Su cuerpo era más grande. Fuerte y robusto como los hermanos. Además, ese sujeto hablaba.

- No me lo pidas a mí, Darius. No me pidas que lo haga – dijo Wrath en su visión. - Tengo qué pedírtelo, Mi señor. Tu sangre… El Rey ciego dio un manotazo en la mugrienta mesa del bar donde ambos estaban sentados, interrumpiendo sus palabras para amenazarlo. Entre el hedor a sudor, alcohol y sexo del garito, pudo distinguir el regusto amargo de la pena de Darius, y el enojo de Wrath. Al parecer en ese entonces no le agradaba que le recordaran su estatus ni que lo trataran como el miembro de la realeza que era. “Quién lo viera ahora”, se dijo John al margen de la visión.

Esa no era la única diferencia apreciable entre ese Wrath y el que había estado sosteniendo a Beth en su habitación. Tenía el cabello más corto, para empezar, y sus ropas eran las de un hermano listo para salir de caza. Pero lo más significativo era el aura que lo rodeaba. Sí, su rey era atemorizante entre su complexión, su aire de brutalidad contenida y el cargo que ostentaba. Sin embargo el de su visión era aún más perturbador. Era feroz, despiadado y desarraigado. “La falta su corazón”, supo sin más. Wrath comenzó a levantarse, pero su mano lo sujetó por el antebrazo para detenerlo. Los ojos ciegos estaban ocultos tras los cristales oscuros de sus gafas de sol, pero el gesto en su rostro – labios apretados para ocultar los colmillos y ceño fruncido – le dijo que si no lo soltaba de inmediato no lo pensaría dos veces antes de cortarle la mano. - Es medio humana – susurró él.

¿O era Darius? Dios, qué visión más confusa. Si no tuviera la cabeza ya adolorida y retumbante, le hubiera dado una migraña. El John/Darius en su visión suplicó al rey que compartiera su sangre casi pura con su hija medio humana para que tuviera más probabilidades de sobrevivir al cambio. Solo eso pedía. Que la ayudara a sobrevivir, porque, aparentemente, ninguno de sus hijos lo había logrado hasta entonces. La amaba demasiado para perderla a ella también. Pero Wrath lo rechazó rotundamente.

La angustia de Darius los golpeó a la vez, logrando que John jadeara y sollozara y que su rey se tambaleara. - Si en verdad la amas, hazle un favor. Pídeselo a otro “Hijodeperra”, gruñó en su cabeza. “Vete a la mierda. Te pedí que la ayudaras a sobrevivir, no que te la

follaras tan pronto la conociste. Cabrón”

Al menos había tenido la decencia de hacer lo correcto y tomarla como su única Shellan. Viendo lo que había resultado de su unión – un Wrath menos violento y más centrado y una Beth feliz – se dio por satisfecho. John frunció el ceño, preguntándose de donde había salido aquél vistazo de lo que, suponía era parte de los últimos días de la vida de su padre biológico. Había sido tan vívido. Pudo sentir cada una de las intensas emociones que habían sobrecogido a Darius durante los minutos que duró la conversación. Su angustia, su decepción ante la negativa del que consideraba un amigo.

El amor infinito hacia la sangre de su sangre. Según lo que le habían contado los hermanos y Fritz de él, Darius había sido un macho de valía que había permitido que Beth creciera con los humanos no porque no la amara, sino porque lo hacía. La había cuidado desde la distancia para que pudiera tener una vida normal, manteniéndose al tanto de su día a día, hasta estar seguro de si pasaría o no por la transición. Había visto las fotos que tenía de ella. Su infancia, adolescencia y vida adulta. El álbum con los recortes de sus reportajes.

¿De haber sabido Darius de su existencia lo hubiera querido? ¿Habría rogado a alguna hembra de la misma manera que había suplicado a Wrath para que él también viviera? “Sí”, dijo la voz en su cabeza sin el menos titubeo. Un macho que se preocupa de tal forma de la hija con la que nunca tuvo contacto, también se hubiera preocupado, o al menos ocupado, de su hijo. Ojalá lo hubiera conocido… Hubiera sido genial tenerlo en su vida junto con Thor “Siempre estoy contigo” No llegó a analizar ese último pensamiento. Todo rastro de actividad cerebral escapó de su cabeza al mismo tiempo que se sentía estallar en mil pequeños fragmentos. Abriendo la boca, gritó. Ningún sonido brotó de sus labios mudos, pero por un momento, John vio las paredes estremecerse junto con él. El dolor se le quedó grabado en el alma. Se estaba desintegrando lentamente. Su cuerpo estaba preparándose para convertirse en otro. Tal vez Einstein estaba en lo cierto con su teoría de la

energía igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado, y la transición solo era una manera de ponerla en práctica. Sin embargo, el tipo nunca advirtió sobre lo jodidamente doloroso que era el proceso. Claro está que, para ser un genio, tampoco previno las desastrosas consecuencias a largo plazo de la bomba atómica. “Lucha. Sobrevive” Todo se tornó negro a su alrededor mientras perdía la conciencia.

Casi por obra y gracia divina, lograron abandonar las zonas revestidas de acero de la mansión colonial del Leahdyre sin que ninguno de los miembros del concilio los atraparan in flagrante delicto. Revenge agradeció silenciosamente, pues ellos no habían hecho mucho por ser discretos al intentar salir. Más bien todo lo contrario. Cada pocos pasos uno estampaba al otro contra la superficie plana más cercana para devorarse con fogosidad y meterse mano por sobre las ropas manchadas de semen. Paredes, puertas, mesas y columnas. Parecían un par de idiotas recién pasados la transición. A Rehv poco le importaba la dignidad en ese momento. Era suyo al fin. Phury se había entregado a él en el mismo momento en que lo sintió derretirse contra su cuerpo y liberó su aroma de marcaje. Ahora solo le quedaba reclamarlo para que el trato estuviera sellado. Tomarlo, como la bestia en su interior le exigía que hiciera.

- Iremos a mi ático – siseó contra los labios de su macho. Lo encerró entre sus brazos con el miedo inconsciente de que en cuanto se desmaterializaran, Phury se iría. Desaparecieron de la mansión así, enredados uno en el otro, con los ojos amatista clavados en los miel como una promesa de los besos, las caricias, los roces que le robaría más tarde a su cuerpo anhelante. Del éxtasis que se avecinaba. Del amor que esperaba compartir con él durante los próximos siglos. “No vayas tan aprisa, chico”, se dijo a sí mismo. “¿Te has olvidado de la perra de tu media

hermana?”

Espantó ese pensamiento de su mente. Más tarde tendría que sincerarse con Phury y entre los dos tal vez encontrarían la manera de enfrentar la. Hasta entonces, solo quería concentrarse en gozar. Ser todo lo feliz que pudiera en un plazo corto de tiempo por si luego se lo arrebataban. Aterrizaron juntos en una terraza al materializarse. El alto edificio del comodore, con todo su cristal y metal les dio una bienvenida fría. Phury suspiró de alivio y le dirigió una mirada impaciente, tirando de su mano. -Vamos – jadeó con necesidad, echándole los brazos al cuello y apretándose contra su pecho. - Eres una perra mandona, ¿no es así? – se rió.

hury no dijo una palabra, pero Rehv pudo apreciar la sonrisa torcida que le atravesaba el rostro. La noche estaba oscura, helada y tranquila. En esa época del año era normal. A la altura a la que se encontraban, el ruido de los coches quedaba lejos, atenuado. La atmósfera era íntima y acogedora para un par de amantes listos para entregarse. Desbloqueó la puerta con la mente y la abrió. De un empujón metió a su macho dentro del edificio, siguiéndolo casi de inmediato. Phury lo recibió de nuevo entre sus brazos con los labios dispuestos, hambrientos. Se comían las bocas vorazmente mientras lo llevaba hacia el dormitorio sin detenerse siquiera a encender las luces. Conocía su dominio como a la palma de su mano y el camino a su guarida le resultaba mecánico.

Solo que su espalda y su mano no tocaron la puerta y el pomo cuando debieron de hacerlo, sino algo duro y metálico. - ¿Qué… demonios? – Tal vez no conociera tan bien el ático. Tanteó la pared lentamente en busca del apagador. Su mano hizo caer varios objetos colgados a su paso, objetos que no deberían estar ahí en primer lugar. ¿Alguien se había atrevido a meterse en su casa? Finalmente, sus dedos tocaron algo que podía ser lo que buscaba. Cuando la luz se encendió, Rehvenge maldijo.

Phury, por su parte, miró todo entorno a ellos con los ojos abiertos como platos. ¿Quién había convertido su ático en el reino del BDSM? Cuando encontrara al gilipollas… A través de toda la estancia, cientos de velas negras se desperdigaban en diferentes estados de consumo. Las paredes también habían sido pintadas de negro y las cosas que estaban colgadas de ellas eran objetos de tortura. Látigos, mordazas, máscaras. Peras de la angustia. Cuero y metal por doquier. En medio del cuarto habían puesto también un potro de tortura en forma de “X”. No fue hasta que la ira por el allanamiento remitió que se fijo en el rostro de Phury. Maldición. El hermano iba a pensar que era un salido, huyendo de ahí antes de que pudiera explicarle nada. Comenzó a intentar hacerlo, pero la lengua se le enredaba. Coño, si hasta movía sus manos frenéticamente por el pánico. - Esto no es mío. Virgen, lo juro – Habló tan apresuradamente que atropellaba cada una de sus palabras. El rostro de Phury pasó de la conmoción inicial a la hilaridad en segundos antes de romper en carcajadas. - ¿Qué demonios? – dijo por segunda vez, aturdido. Phury parecía no poder parar de reír. Joder, estaba doblado sobre sí mismo, con las manos en su barriga y las mejillas le temblaban por la amplia sonrisa en su boca. Los hombros se le sacudían. Él, por su lado, no entendía qué había de divertido en toda la situación. ¡Habían allanado su departamento!

Esperó a que dejara de reír, mirándolo con los brazos cruzados y la mirada severa enmarcada por sus cejas alzadas. Un rápido vistazo a su rostro hizo que Phury estallara nuevamente en risas. - ¿Me puedes explicar qué es tan gracioso? – En su tono estaba implícito el “qué-coño-ocurre”. Oh, cielos. Lo más divertido es que no te des cuenta. Debería de sentirme alagado, si te distraje tanto . – ¿Cuenta de qué? – frunció el ceño. - Me dijiste que íbamos a tu ático y yo te seguí, pero no te materializaste en él, sino en el de al lado. Resulta que eres vecino de V y estos son sus juguetes – La bestia en su interior clamó por saber quién era V y porqué era que sabía que le iban esas cosas. Su ceño se hizo más pronunciado por el ramalazo de celos que lo atravesó. - ¿V? – - El hermano del guante de cuero, la perilla de chivo y los tatuajes. Se acaba de emparejar con Butch, el de la gorra de los Red Sox que antes era humano – - Pare ser una hermandad de guerreros que representa el epítome de la masculinidad, muchos de ustedes resultan ser gays - Manera de romper el estereotipo, ¿no? – se burló para luego hacer un movimiento desdeñoso con la mano – ¡Nah! Más bien no nos llevamos bien con las etiquetas y las reglas sociales. Vishous antes se follaba a cualquier que estuviera

dispuesto a venir aquí con él, pero apenas y los tocaba. Butch era heterosexual antes de que Vishous lo convirtiera a la bisexualidad y yo… Phury se sonrojó y apartó la mirada, como si le apenara lo que iba a decir. Tras unos minutos de esperar a que continuara, tomó los costados de su rostro y lo obligó a verlo. - ¿Tú? – Lo carcomía la curiosidad. - Yo sigo siendo virgen – Escuchar esas palabras tuvo un efecto inmediato en su mente y en su cuerpo. Su polla pasó de estar semi erecta a estar dura como la piedra en nanosegundos y las encías le dolieron de lo rápido que sus colmillos se extendieron. En su interior, en cambio, se desataron una miríada de emociones que antes solo había sentido por Bella, y nunca tan intensas. El deseo de proteger a Phury, de atesorarlo llegó acompañado de un agradecimiento infinito a quien fuera que los hubiera destinado.

Nunca creyó que sería capaz de encontrar un regalo tan grande como el que Phury daba. Pureza. Su macho era suyo en todos los sentidos. Él le enseñaría lo que era el placer. Riendo de orgullo, volvió a besar al hermoso macho frente a él y apoyó la frente contra la suya. - Salgamos de aquí. Pienso cambiar eso de inmediato – 0o0o0o0 Había sido transportado.

Lo que John suponía que era su alma se encontraba en un espacio completamente blanco donde no se distinguía la distancia o la profundidad. Tan extenso y a la vez tan limitado. Miró a su alrededor, estudiando el terreno. No estaba solo. Justo a su lado, tomándolo de la mano, estaba la figura del guerrero que había visto en su visión. ¿Ahora sí había muerto? No entendía de qué otra manera podía estar viendo a su padre. - No, John. Puede que yo te engendrara, pero quien merece el título de tu padre es quien está a tu lado, rezando para que vuelvas a él para decirte lo orgulloso que está de ti. Tampoco estás muerto, hijo – Los labios de Darius nunca se movieron, como si estuviera proyectando las palabras directamente en su cabeza. ¿Quién lo entendía? Primero le decía que Thor era su padre y luego lo llamaba hijo. - ¿Tú no lo estás? – dijo él, con una voz que jamás podría usar en el plano terrenal. - ¿Orgulloso? Claro que sí, John. Estoy orgulloso de ti por cada día que has enfrentado. Estoy en ti, intentando hacer lo que buenamente puedo por ayudarte – - La voz – jadeó – eres tú – Darius asintió.

- Al morir, la Virgen Escribana me dio la oportunidad de volver a nacer. Pero, ¿sabes? Cuando uno muere se da cuenta d todo lo que deja atrás. Así fue como supe de ti. No sabes la rabia que sentí. Te juro que si hubiera sabido antes… Yo nunca habría permitido que pasaras por lo que tuviste que pasar – Bueno, todos los días se aprende algo nuevo: aparentemente el alma si puede llorar. - Lo único que pude hacer fue pedirle a la Virgen que me diera la oportunidad de estar contigo. Yo esperaba reencarnar en alguien cercano a ti, pero ella fue mucho más allá con su retorcida visión del mundo – Darius frunció el ceño, intentando encontrar las palabras para explicarse. - Debes tener en cuenta que es una diosa, las leyes de la física y del espaciotiempo no aplican con ella. Envió mi alma más de veinte años en el pasado, para hacerme nacer junto con el alma de mi propio hijo. Vivo, literalmente, en ti. Por eso tienes esas repentinas reacciones instintivas cuando estás en peligro. Por eso de vez en vez puedes ver en mis memorias –

- ¡Esto es confuso de cojones! – exclamó John, anonadado – Tú eres yo y yo soy tú. Tengo a mi propio padre metido en el cuerpo. No me digas que no se oye hasta incestuoso –Darius soltó una carcajada. - Y que lo digas – le palmeó la espalda – Mira, hijo, no nos queda mucho tiempo. Solo quería que supieras que siempre estoy contigo. Eres amado aunque no te des cuenta. Thor y Wellsie lo hacen. Beth y yo. No los dejes de lado por miedo a ser una carga para ellos – dijo con seriedad antes de volver a sonreír – Ahora, ¿puedes hacerme un favor cundo vuelvas? Dale a nuestro Rey un puñetazo bien dado y dile: ¿no que no lo harías por ningún motivo? Apuntale con la izquierda

cuando lo hagas. ¡Muero por ver la cara que pone! ¿Qué carajos? Ya estoy muerto – Su padre apretó su mano una última vez antes de desaparecer. 0o0o0o0 Todo había acabado. Ese fue el primer pensamiento que pasó por la cabeza de John Matthew al despertarse. El segundo fue que se moría por comer beicon con helado y chocolate. Sonaba asqueroso, pero hubiera podido comerse una carretilla entera. Lo había logrado. No pudo retener la carcajada triunfal que brotó desde su pecho. Había pasado la transición y seguía con vida. Abrió los ojos para ver los contornos familiares del techo de su habitación. Había ocurrido algo más trascendental que eso. Darius se le había aparecido y había hablado con él. Él lo amaba. La mano que había estado sosteniendo aún se sentía cálida por su apretón y cosquilleaba, echándolo en falta. “Siempre está conmigo” Levantó la mano para apartar las lágrimas de sus ojos, pero la gigantesca cosa que entró en su campo de visión no podía ser su mano. Ordenó a su cerebro moverla de derecha a izquierda frente a sus ojos y esa mole hizo justo eso. Sí, era él quien controlaba lo que estaba unido a un brazo igual de monstruosamente grande, por tanto, era suyo. Si esa era su mano, ¿Cuáles eran las dimensiones del resto de él? Solo había una forma de comprobarlo.

Ese no podía ser él. Ese cuerpo era fuerte, grande. Giganumental. Todo lo contrario a lo que John estaba acostumbrado a ver unido a su cabeza. Pero claro, así se suponía que quedaban los vampiros tras su cambio. Blay y Qhinn habían sido tan pequeños como él antes de pasar por la transición y después nadie hubiera podido conectarlos a esas bestias del tamaño de coches. Solo que él era más grande de lo que ahora eran sus amigos. ¡Y su pene funcionaba!, recordó. - ¿Cómo te sientes, hijo? – Con pereza, movió la cabeza para mirar hacia donde había sonado la voz de Thor. Él, Wellsie, Beth y el rey estaban justo al lado de su cama, formando un frente en el que se apoyaban unos en otros. Sonrió. Casi lucían tan cansados como él se sentía. “Lo logré”, gesticuló sin perder la sonrisa altanera. - Sí, mi amor. Lo hiciste muy bien – sollozó Wellsie, mirándolo con su bello rostro lleno de orgullo. - Felicidades, hermano – sonrió Beth. Wrath asintió, pero por la manera en que su hermana comenzó a acariciarle el antebrazo, supo que no estaba tan calmado como quería aparentar. En verdad les importaba. Su corazón se hinchó de felicidad. - ¿Necesita mi presencia para algo más, excelencia? –

Cormia, siempre correcta y hermosa, estaba sentada en un rincón de la habitación, casi oculta por las sombras. Se frotaba la carne enrojecida de la muñeca, recién cerrada. Olía a miel… El hambre volvió, esta vez nada tenía que ver con la sangre. La cosa entre sus piernas quería demostrarle lo bien que funcionaba. Sonrojado hasta la raíz del cabello, se aseguro de estar cubierto. Ya era suficientemente humillante estar empalmado delante de sus padres, su hermana y cuñado, como para además mostrarles el resultado de su excitación en vivo y en directo. Thor se carcajeó al ver su sonrojo, mientras que Wellsie y Beth intercambiaban una mirada divertida. Incluso Wrath parecía divertirse a su costa, a pesar de que no podía ver su rostro. - Es algo natural, cariño – le dijo su madre. - ¿Estás dispuesta a servirlo, Elegida? – habló Wrath en dirección a ella. Cormia hizo una profunda reverencia. Será un honor para mí – Oh, Mierda. Su verga se sacudió con anticipación. Thor y Wrath rieron entre dientes, como si supieran por lo que estaba pasando. - Los dejaremos solos durante un tiempo. Elegida, recuerda que tu padre estará aquí en unas horas – - Lo tendré en mente, Alteza – Beth se inclinó y posó un rápido beso sobre su mejilla. -Todos estamos muy orgullosos de ti, John –

Al chocar sus miradas, la voz de Darius en su cabeza dijo: y yo de ti. Debía de recordar cumplir con la promesa que hizo a Darius cuando todo acabara. Cormia se acercó a él con recato, subiendo a la cama lentamente, para que él no tuviera que hacer ningún movimiento. La hembra debía de saber lo mucho que le costaba moverse y lo sensible que tenía la piel, porque se movía como si quisiera incomodarlo lo menos posible. - No estoy entrenada como otras de mis hermanas en estas artes, pero haré mi mejor esfuerzo por complacerlo – Dios, necesitaba tanto enterrarse en algo cálido y húmedo. Su erección se lo exigía. Ella se sacó la túnica color verde esmeralda por la cabeza, dejando al descubierto su cuerpo desnudo. Era tan jodidamente bella. Perfecta. Sus senos pequeños se balancearon un poco mientras gateaba para quedar sobre él. ¿Cómo era posible que un hombre pudiera resistirse a semejante visión? Bueno, lo era. Por mucho que necesitara del sexo, su primera vez voluntariamente sería cuando estuviera enamorado. No dejaría que la lujuria le ganara a su deseo de respetarse y de respetar a la hembra que tan generosamente se le ofrecía.

Si el que se comiera con los ojos a Blay no era suficiente, eso terminaba de confirmar que era gay hasta la médula.Tomando la sábana que lo cubría, la puso alrededor se ella. Cormia lo miró con confusión. - ¿He hecho algo mal, excelencia? – John negó, y haciendo un esfuerzo sobrehumano, sacó de su mesita de noche una libreta y un bolígrafo. “Agradezco tu oferta, Elegida. Mi negativa no tiene nada que ver contigo, sino conmigo. Eres una hembra bella, amable y sexy, pero

no puedo estar contigo cuando prefiero a los hombres. Probablemente no lo comprendas, pero espero que sepas que te respeto y te admiro lo suficiente como para no utilizarte como un objeto para aliviar mis necesidades” Mientras Cormia leía, los ojos se le llenaron de lágrimas. Maldición. La había cagado. - Gracias, sire – dijo ella cuando un par de gotas bajaron por sus perfectas mejillas - Es bueno saber que podemos ser vistas como individuos, y no solo como Elegidas con la obligación de cumplir con funciones para las cuales no siempre estamos preparadas. ¿Necesita algo más? ¿Sangre, tal vez? – Los nuevos colmillos de John se desplegaron hasta dolerle. Cormia sonrió. - Eso responde a mi pregunta – John sonrió de vuelta a la hembra, sabiendo que había ganado una leal amiga. Por el sonido aliviado de Rehvenge al materializarse, Phury supo sin necesidad de mirar que esa vez estaban en el departamento correcto, pero no tuvo oportunidad de corroborar sus sospechas. Tampoco lo intentó, a decir verdad. Se encontraba concentrado únicamente en tocarlo, atraer su cuerpo hacia él, saborear la menta de su aliento. Desnudarlo. La boca de Rehv lo besaba como si quisiera extraerle el alma. Su lengua acuchilló la hendidura de sus labios, abriéndose paso en su interior sin pedir permiso. Reclamándolo como si estuviera en su derecho. Brusca pero sensualmente, con la misma paradójica contradicción que caracterizaba al

reverendo. Phury gimió dentro del beso, echándole los brazos alrededor del cuello, acariciando su nuca y el hueso de su columna mientras se entregaba con gusto al asalto al que lo sometía. Los colmillos afilados de su amante crearon un camino descendente por su cuello, arañando la curva que conecta el oído con el hombro, hasta llegar a las hendiduras que le había hecho al morderlo anteriormente. La piel tierna de Phury ardió bajo la lengua y el aliento de Rehvenge, y el calor se extendió por sus hombros y su pecho. No era un macho que se sonrojara con facilidad, pero su cuerpo lo traicionaba, mostrando ante los ojos amatista todas las formas posibles de su excitación. Phury boqueó en busca de aire y el aroma del emparejamiento le quemó los pulmones. No supo en qué momento llegaron a la habitación, ni siquiera notó sus piernas moverse. Fue como si se hubieran materializado ahí sin querer, porque de pronto estaban ahí. Él siendo lanzado contra el colchón y el vampiro que amaba de pie al borde de la cama. Rehv lo miró como quien contempla una obra de arte, con admiración y zozobra. Ambas emociones envueltas en una capa de humildad. Phury le sonrió y abrió las piernas para él. Aquello pareció enloquecerlo. Rugió como un león listo para aparearse, y una fiera era justo lo que parecía. Se reunió con él casi de inmediato, clavándolo contra la firme cama con todo su peso. Su gran cuerpo entre sus muslos, sus ingles frotándose y sus manos inmovilizando las suyas por sobre su cabeza a la vez que sus ojos capturaban su mirada dorada sin dejar de gruñir.

Un sonido bajo, ronco y continuo. Prolongado. Phury se estremeció. No acababa de entender como era que aquello lo ponía tanto. - Estás en mi cama – sonrió con la voz dos tonos más baja – Justo como te he imaginado – Él solo pudo reír. - Entonces resulta que soy el pervertido de la relación, porque te he imaginado follándome en cualquier lugar salvo la cama – - Maldición, Tahlly. No puedes decir esa clase de cosas y esperar que no me corra –Y, con sus entrepiernas tan estrechamente encajadas, fue imposible pasar inadvertida la forma en que la polla ajena dio un violento espasmo. - Tal vez debimos de robarle uno de esos anillos para pene a V – susurró contra su oído – estoy seguro de que no lo hubiera extrañado – -Eres un calientapollas . -El tono de su voz y sus pupilas dilatadas por el deseo fueron suficiente prueba de que el juego de la seducción no se le daba del todo mal a Phury a pesar de ser primerizo. Bien, se dijo. Más que bien. No quería quedarse atrás ni ser una virgen sacrificada que se tendía sobre su espalda y pensaba en Inglaterra mientras la desvirgaban. Era virgen, pero no inocente. Iba a emplear cada uno de los conocimientos que Rhage había compartido con él a lo largo del tiempo para darle tanto placer como el que esperaba recibir.

Rhage había dicho una y otra vez que tarde o temprano agradecería que lo obligara a escuchar sus cochinadas y el mal nacido tenía razón. - Voy a hacerte gritar. A abrirte profundamente para que puedas sentirme dentro de ti incluso cuando estés luchando -Esas palabras lo hicieron ponerse aún más caliente, y dado lo excitado que ya estaba, era algo que había creído imposible. Tragó pesadamente. Saber que lograba descontrolarlo y encenderlo al punto de la locura fue un descubrimiento tan asombroso como peligroso, pues ahora no quería parar. Pensaba practicar su nuevo talento en cada ocasión posible, hasta que Rehvenge no pudiera pensar en las palabras “sexo”, “lujuria” y “sensualidad”, sin imaginar su rostro. Su cuerpo.

Le arrancó la corbata de un tirón, haciendo volar un par de botones. Sentía como si no pudiera desnudarlo con la suficiente rapidez. Sus manos que siempre habían sido herramientas veloces y precisas en combate le estaban fallando. Temblaban de ansiedad. Se convirtieron en masas torpes y burdas al luchar contra los ojales jodidamente diminutos del traje. Que, por si fuera poco, constaba de chaqueta, chaleco, camisa y pantalón. Por lo menos ya se había deshecho de la corbata y los zapatos. Maldijo y dejó de lado toda delicadeza, tomando tela a puñados, desgarrándola. Podía ser que su lado fashionista después lo castigaría por arruinar una pieza de diseñador tan magnifica como aquella. Todo un crimen contra la moca, a su parecer. Salvo cuando se trataba de luchar o tener sexo, claro está. Siempre se podía comprar más ropa y en su situación, el único delito que veía era el mantener ocultos los tonificados músculos de su cuerpo de su vista.

La ropa era un cero a la izquierda en su lista de prioridades. Los labios de Phury estaban curvados en una mueca satisfecha mientras le mordisqueaba el labio inferior, deliciosamente lleno por sus besos. Lo estiró hacia él hasta hacerlo gemir en la dicotomía del dolor y el placer. Gimió sin control o vergüenza cuando Rehv presionó sus caderas contra las suyas. - Eres tan jodidamente sensible, Hermoso – repitió el movimiento y él volvió a gemir – Tan vocal – Desde luego, a Phury no le pareció que se quejara. Rehvenge acababa de quitarle los pantalones cuando Phury invirtió sus posiciones, utilizando su peso y fuerza para incrustarlo entre las mantas y los almohadones. La vista desde ahí era mejor que cualquier que hubiera visto antes, y había recorrido gran parte del viejo continente. Los girones de tela reclamaron por su maltrato desde el pecho expuesto de Rehv. Una imagen inolvidable e imposible de describir o definir con las palabras existentes en la lengua moderna o antigua. Pheurson era un término moderadamente cercano, aunque en esa ocasión lo que presionaba debajo de sus nalgas no fuera a penetrar a una hembra. Sus pollas chocaron en un balanceo, duras y palpitantes. Rogando por un poco de atención. Dulce Virgen del Ocaso, lo necesitaba dentro suyo con urgencia. Sin embargo, también quería disfrutar de su primera experiencia sexual al máximo, por lo que iba a exprimir cada segundo de la excitante tortura de la espera.

Con los ojos anudados a los del otro, deslizó lentamente las manos a través de los músculos duros y los valles lisos recubiertos por la piel suave del pecho y el abdomen del Reverendo, memorizándolo para poder dibujarlo más tarde a precisión con el puro recuerdo. Palpó las heridas que dejó al beber de él, sintiendo su garganta quemar al rememorar y la visión del cuello expuesto para él. - Bebe de mí, Tahlly. Todo lo que quieras – Se enterró en su vena sin esperar a que lo invitara una segunda vez, tirando de ella con la misma urgencia con la que un recién nacido bebe del pecho materno. Necesitaba su sangre a pesar de que no lo nutría por el simple hecho de que era una parte de él que podía meterse dentro. Quería en él su sangre, su aroma y su semilla. Su nombre en su espalda. -Joder… Phury – le dijo sin aliento – Tan bueno – Las caderas de ambos se mecían rítmicamente, frotándose en sex contra la tela estorbosa de sus pantalones, acercándose poco a poco al clímax. Phury sonrió contra su piel sin dejar de tragar el líquido que rebosaba en su boca. La respuesta del macho bajo él lo llenaba de una clase de orgullo que nunca había sentido con anterioridad pero que resultaba instintivo. Arraigado en la naturaleza masculina de cualquier especie sobre la tierra. Conquistar, tener y mantener. Daba a su pareja, al ser que más amaba, aquello que necesitaba. - Me voy a correr – gruñó. - ¿Puedes hacerlo en mi boca? – dijo mientras lamía con gula las incisiones de sus colmillos y recogía el reguero carmesí que manchaba su cuello. – Quiero saborear algo más que tu sangre –

Rehv masculló algo que Phury tomó como una afirmación. Lo miró embelesado cuando comenzó a abrirse el pantalón lentamente, dejando su largo miembro al descubierto sin necesidad de quitárselos. Se recostó contra los almohadones tras él, con las manos bajo su cabeza. A sus anchas.“Maldito sinvergüenza”, pensó con un jadeo. Algo le había aprendido a sus putas, el cabrón. Volvió a recorrerlo con la mirada, desde el rostro de rasgos finos pero masculinos, el cuello ancho conectado a unos hombros aún más amplios, pasando por la “V” de su vientre y los huesos marcados de sus caderas, hasta las puntas de los dedos de los pies. Dios, era hermoso incluso entre las piernas. Ya lo había tenido en su mano y había sentido su forma, las venas que lo recorrían, su calor y tersura. Aún así, verlo era una experiencia completamente diferente. Impresionante. La verga ancha y larga nacía de unos testículos redondos y potentes y terminaba en una elegante curva coronada por un glande en forma de ciruela. Estaba colgado como un puto caballo. Por un momento, se olvidó de respirar. Se relamió. Su mente estaba siendo asaltada por todas las ideas de lo que quería hacer con ese vampiro, especialmente con la parte de su anatomía que se sacudía, clamando por un lugar en el que enterrarse. Para ser un célibe de 230 años, su imaginación estaba demostrando ser todo menos pura. ¿Quién podía culparlo? Tenía siglos de experiencia por compensar. Sin poder retenerse por más tiempo, deslizó su cuerpo cama abajo, rozándose todo el camino contra las formas de Rehvenge con la vista fija en su objetivo final. Ahuecó las manos bajo el firme trasero y cerró los labios sobre la cabeza oscura, atendiendo la hendidura con su lengua. Jugueteó con él hasta que se arqueó pidiendo más antes de tragar con avidez centímetro a centímetro de él, acariciando su culo y el suave interior de sus muslos con la misma lentitud con la que bajaba la cabeza.

Cuando su nariz rozó la piel de su vientre, vació el aire de sus mejillas y alzó la mirada. Un espasmo involuntario envió la verga de Rehv hasta lo profundo de su garganta. ¡Otra cosa aprendida! No tenía reflejo nauseoso. Con un rápido movimiento, lo sacó de su boca con un sonoro “pop”. Paseó la lengua por las marcadas venas y retornó su camino con la nariz, inhalando su aroma. Chupando, lamiendo como si estuviera cubierto de chocolate. Respirando sobre la piel húmeda por su saliva y el líquido preseminal que chorreaba de su punta. Tomando confianza a cada segundo que transcurría. Por la forma en que Rehvenge resollaba con más y más fuerza y elevaba las caderas para clavarse en él, estaba haciéndolo de vicio. - ¿Te gusta esto, niño bonito? – preguntó entre dientes, acariciándole el rostro. Phury gimió entorno a él y la vibración le arrancó un buen par de improperios – Claro que te gusta, joder. Eres como una puta hambrienta de mi polla – El reverendo se carcajeó, tomando los costados del rostro enmarcado por el pelo multicolor, manteniéndolo fijo a centímetros de él para impulsarse libremente dentro de la cálida y húmeda entrada que lo esperaba. Sintió el glande de su macho golpear una y otra vez el fondo de su garganta. La sensación de ser sometido, ser usado de aquella manera, debería de resultar humillante para una persona normal, pero estaba demostrado que en la hermandad nadie lo era. Phury necesitaba tener el control en todo momento. Él necesitaba perderlo completamente, y Rehvenge estaba más que dispuesto a arrebatárselo.

Tal vez no estuviera en eso del BDSM, pero la idea de que su compañero le hiciera aquellas cosas, que le mostrara ese lado de su naturaleza que era oscura, dominante e incluso cruel, no era tan repugnante como era de esperarse. De hecho, era caliente como el infierno mismo. Mientras él corcoveaba en su boca, Phury deslizó su mano hasta las tensas pelotas bajo su boca y las apretó como si quisiera exprimírselas. Su macho respondió justo como quería: follándolo más profundamente y con más fuerza, gimiendo entre el dolor y el placer. Varios golpes de cadera más tarde, se vació en él. El orgasmo de Rehvenge lo tomó por sorpresa. Se quedó sin aliento los primeros segundos en los que todo él se sacudía por las oleadas de placer y los dedos se le encogían. Chorro tras chorro, Phury chupó y aspiró hasta la última gota de su semilla. No quería perder nada. El sabor era algo… particular. Fuerte y salado pero aún así era bueno. Delicioso. Con la mano recogió las pernas que sele habían escapado y manchaban su rostro para una segunda cata. - Eres asombroso – Rehvenge lo miraba sin parpadear mientras chupaba los restos de su corrida de sus dedos. El pecho se le hinchaba una y otra vez rápida y constantemente al jadear en busca de aire. - Me encanta chupártela, nallum – - Tienes talento nato, Tahlly. Es una lástima que sea un hijo de puta egoísta, porque el resto de la raza jamás llegará a conocerlo. La única polla que jamás podrás tener será la mía, los ojos amatista añadieron sin necesidad de palabras un “y se la cortaré a cualquiera que te la acerque siquiera”.

Rehv entrelazó sus dedos y tiró de él, arrastrándolo hasta la cabecera de la cama para besarlo a profundidad. Su lengua le saqueó la boca, saboreándose a sí mismo en el proceso. Phury se dejó hacer, tendido a su lado, y encajó cada una de sus formas contra su cuerpo sudoroso. Podrían haber parado en ese momento, dejándolo con una erección de campeonato entre las piernas, y seguiría sintiéndose el bastardo más afortunado del planeta. Pero, como todo macho de valía, la propia satisfacción no era suficiente para Rehv. - No voy a compartirte con nadie. Eres mío, Phury – - Sí – afirmó, alargando la “S” – Todo tuyo – Su corazón se hinchó de alegría y martilleó contra sus costillas cuando dijo esas palabras. Aquella era la verdad. Cierta e inmutable para él. Antes solo era un Hermano que se debía a la raza. Más tarde se convirtió en el Gran Padre, responsable de las Elegidas. Pero antes que hermano o padre era un macho y el macho enamorado en él sabía que, para él, Rehvenge era el primero en su lista de prioridades. Por siempre. Mataría y moriría por él. Ocultó la sonrisa boba en su cara frotando la nariz contra la garganta de Rehvenge. Sonreía porque ahora sabía que sus sentimientos eran recíprocos y que su macho haría exactamente lo mismo por él. Mordisqueó a lo largo de la vena que bombeaba bajo su piel. - Ahora – besó su pecho hasta llegar a los pezones oscuros - ¿Piensas cumplir tus amenazas? Porque aún estoy esperando a tenerte en mi interior –

Mascullando algo que sonó como un “ya verás”, tomó una de las manos de Phury y la ahuecó sobre su verga, lista nuevamente para la acción. - Nunca hago una promesa que no piense cumplir – - Entonces fóllame – Rehvenge lo encerró entre sus brazos, repartiendo besos en su boca y su cuello, bajando para buscar otras zonas erógenas. Phury jamás creyó que su cuerpo fuera tan sensible. Cualquier caricia lo hacía jadear y retorcerse. No ayudaba que Rehv pareciera haber multiplicado sus manos para darle más placer, porque lo sentía en todas partes a la vez. Acariciaba sus brazos, pellizcaba y retorcía sus pezones henchidos y duros. Ahuecaba la palma sobre su polla, bombeando. Apretando sus nalgas y las separaba para tantear la ranura del valle, pasando los dedos sobre ella, estimulando el firme anillo antes de hacer presión con ambos índices. Tocándolo suave, eróticamente, sin llegar a entrar. Preparándolo para su miembro. Hasta el aire sofocaba a Phury. Todo lo que podía ver, oler, sentir y saborear era a Rehvenge, lo experimentaba como no había hecho con nada antes. Completa y absolutamente entregado a él. Y era toda una experiencia. En sus oídos atronaban sus propios gemidos, jadeos, suspiros. Las maldiciones que soltaba cuando Rehvenge encontraba un lugar especialmente placentero en su piel, como la parte baja de su espalda se grababan en su memoria permanentemente. Por no hablar de la mezcla de aromas. La cabeza le daba vueltas por la sobrecarga sensorial. - Lu… bricante – alcanzó a escuchar.

Cristo Santo, aquello era mejor que cualquier droga. - ¿Qué? – -Tengo lubricante en el baño, deja… -Phury interrumpió las palabras de su pareja estrellando sus labios contra su boca abierta. Como si pudiera esperar, pensó. O dejarlo separarse de él. No, solo tu saliva – El deseo dilató al máximo sus pupilas, eliminando por completo el violeta de sus ojos. Mierda, como le ponía verlos negros, hambrientos de él. Sin dejar de acariciarlo, llevó una mano hasta su boca, chupando sus dedos imitando los movimientos que Phury había hecho sobre su polla hasta empaparlos. Por minutos miró idiotizado cómo la lengua de Rehv se burlaba de los cuatro dedos y, con un sonido estrangulado, terminó por inclinarse sobre él para unírsele con la suya, mirándolo a los ojos en todo momento. No pasó mucho tiempo antes de que Rehvenge comenzara a abrirlo. Lenta, muy lentamente. Con ternura. Primero uno de sus dedos forzó el cuerpo de Phury a rodearlo. A abrirle paso. La sensación fue más extraña que dolorosa al principio y poco a poco comenzó a ser hasta placentera entre más estimulaba Rehv el anillo de su entrada. Cerrando los ojos, dejó ir los residuos de nerviosismo que quedaban en él, relajándose y disfrutando. Movió un poco las caderas hacia abajo, encontrándose con el par de dedos que ahora estaban dentro de él. Rehvenge le sonrió al estirarlo con un movimiento de tijera, abriéndolos y cerrándolos. Entrando y saliendo cuidadosamente. Era dulce, se dijo, y aquella palabra chocaba con la ruda imagen del reverendo un poco. Por no decir mucho.

Phury tuvo que recordarse que su macho no era solo el despiadado dueño del ZeroSum, sino que también era Rehvenge, el hermano dedicado que Bella le había contado jugaba con ella a pesar de ser ya un adulto cuando ella era niña. Era el vampiro que lo amaba. Phury se folló suavemente contra los dedos de su amado, apoyándose en su duro pecho para no perder el equilibrio. Siguieron mirándose a pesar de que, para Phury, era una tarea difícil en medio de las sensaciones que lo abrumaban. Había una fuerza invisible entorno a ellos que les impedía hacerlo. Una atracción tan real e ineludible como la gravedad misma. Y esa misma fuerza era la que finalmente había hecho que todo se arreglara entre ellos. Para él, Rehvenge era el sol entorno al que existía, y al chocar… Fuego, eso eran al unirse. Ardiente y peligroso como las llamas del sol, pero también necesario y purificador. Las falanges de Rehv se curvaron violentamente cuando bajaba en ellos, y las puntas tocaron un punto en su interior que hizo que todo su cuerpo saltara, atravesado de un rayo de exquisito placer. Vio, literalmente, estrellas de colores bajo sus párpados mientras gritaba de gozo. ¿Cómo era que un acto tan increíblemente placentero podía considerarse incorrecto? - Ahora, por favor. No puedo esperar más – -Tan impaciente por mí. Me encanta –

Los índices y corazones que habían estado investigando a fondo sus paredes internas se retiraron bruscamente, dejándolo con una sensación intensa de vacío. Gimoteó lastimeramente en protesta y movió la pelvis buscando algo que volviera a completarlo.Lo quería. Ya - ¿Te gusta, verdad? - Virgen. ¡Sí! – La punta de la verga de Rehvenge le besó el esfínter, tanteándolo y éste se estrechó en anticipación. Todo lo que Phury podía sentir era la desesperación, el ansia. Sabía que Rehvenge era considerablemente más grande que sus dedos, y que la intrusión podía ser medianamente dolorosa, podía que más. Como guerrero, la perspectiva del dolor no lo asustaba, además de que quería sentir su cercanía, la conexión entre sus cuerpos, mucho más que el placer carnal. La unión ya le proporcionaba suficiente alegría por sí misma. Deseaba pertenecerle de todas las maneras existentes y la única que superaba la sexual entre dos miembros de la raza emparejados era grabarse el nombre de su amante. Lo cual haría en cuanto fuera posible. Gritó. Hubo dolor, sí, pero también un gigantesco sentimiento de triunfo. Presionó insistentemente contra su entrada hasta que la cabeza de su polla entró por completo, abriéndolo todo lo que necesitaba ser abierto. Phury recordó respirar lenta y constantemente para relajar los músculos y minimizar el malestar,

lográndolo a duras penas. Fue suave pero constante en su avance, hasta que estuvo dentro de él por entero y su polla erecta chocó contra su vientre. No lo había notado, pero había sido él quien se había empalado, no al revés. Lo supo en el momento en que Rehvenge apretó sobre el hueso de su cadera tan fuertemente que le habría dejado marcas de ser humano. Él se mantuvo quieto, apretando los dientes tan fuertemente que se le remarcaron las encías a pesar de tener los colmillos extendidos sobresaliendo de sus labios. Frotó los costados de Phury, sus muslos y nalgas en círculos ligeros en un amago por aliviar el daño que había ocasionado como si no pudiera soportar el no intentarlo. Ahí estaba la prueba irrefutable de sus sentimientos, brillante como el oro ante él. Casi podía ver la urgencia de arremeter, de poseerlo, en los ojos oscurecidos de Rehv y aún así, se contenía. Manteniendo a raya la parte despiadada que clamaba por saquear aquél terreno inexplorado sin importar el costo físico y emocional que existía en todo Symphath. Porque solo se movería cuando él diera su aprobación. Y él que creía que no era posible amarlo más… Lleno hasta límites que Phury nunca había imaginado, movió su cuerpo hacia arriba, utilizando las piernas, siseando al sentirlo deslizarse fuera de él hasta que solo quedó la punta dentro. Únicamente para volver a bajar, lloriqueando de gusto. - Así, Tahlly – murmuró con la voz tensa por el autocontrol que se veía obligado a emplear – Ve todo lo lento que quieras –

- Se siente tan jodidamente bien, Rehv – jadeo sobre sus labios pero te quiero a ti. Dadas las circunstancias de su emparejamiento y el carácter salvaje que caracterizaba a las castas a las que pertenecían, contenerse era hasta antinatural. - Los quiero a ambos. Al vampiro y al Symphath. Te quiero descontrolado, empujando fuerte, duro y profundo en mí. Puedo con las consecuencias . - ¿Estás seguro? - Los ojos de Rehvenge brillaron peligrosamente al preguntar, y a Phury le recorrió un escalofrío. Como única respuesta, volvió a dejarse caer sobre él, esta vez fuertemente y sin delicadeza alguna. Sus deseos se vieron cumplidos. Rehvenge se incorporó de un impulso, casi tumbándolo en el proceso. Se movió tan rápidamente que, tras una exclamación de sorpresa, ni siquiera notó cuando pasó los brazos bajo sus rodillas para levantarlo a base de fuerza bruta. Se balanceó en él, devastador como un huracán e, inmediatamente, estaba martilleando aquél lugar mágico otra vez. Ondas eléctricas lo recorrieron, haciéndolo temblar, gritar. Dos lágrimas bajaron por sus mejillas. De repente, Phury no tenía control de nada. Rehv marcaba el ritmo, alzándolo y bajándolo como quería, utilizándolo a su antojo. Le robaba el aliento con la boca a base de besos que más que eso eran lenguas enredadas, dientes chocando unos con otros y saliva compartida. El movimiento en su interior era frenético, y no solo el de Rehvenge. Sus paredes se contraían entorno a la verga que lo llenaba como si quisiera evitar que saliera, haciendo más intensa la fricción. Maximizando las sensaciones. Rehvenge le desbocaba el corazón con sus palabras. “Más” y su nombre eran las únicas que

salían de sus labios suplicantes. Phury podía escuchar claramente la necesidad y la sumisión en el tono de su voz, pero no hizo ni el intento por detener el torrente de sus ruegos. Sinceramente, le importaba una mierda parecer una perra en celo durante el coito. Era Rehv, su pareja, quien le hacía el amor y mientras a él le gustara verlo así, desbaratándose desvergonzadamente de placer, ese lado suyo sería bienvenido. En pocas palabras: no le molestaba ser un gritón mientras fuera Rehvenge quien le arrancara los alaridos uno a uno. Mientras siguiera amándolo así. - Joder, joder, joder… - repetía la palabra como un mantra – Deberías verte, niño bonito. Los brazos de Rehvenge se tensaron al elevarlo. La polla de Phury rozaba sin parar su vientre con cada embestida y, por la presión que sentía en sus pelotas, ese estímulo y los golpes constantes a su próstata iban a ser suficientes para darle el orgasmo de su vida. - Tan entregado. Podría seguir follándote toda la noche. –Pero ambos sabían que el fin estaba cerca. Sus palabras calientes, susurradas contra su cuello, a su oído, sobre sus labios, se mezclaban con los sonidos profundos y apremiantes que los rodeaban y que, en su mayoría, provenían de él. - Voy a… - jadeó sin aire. Phury enredó los dedos en el corto cabello de su mohicano y tiró, obligándolo a echar la cabeza hacia atrás. Se miraron intensamente por lo que pareció una eternidad, con el fuego llameando dentro de sus ojos, extendiéndose rápidamente por el resto de ellos. Los embates de Rehvenge se profundizaron al

tiempo que se volvían erráticos y lo apretó contra el hasta que realmente parecían un solo ser. Se fundían. Phury no sabía donde comenzaba él y terminaba Rehvenge y no recordaba tampoco como era saberlo. Ni siquiera sentía su cuerpo más allá de las partes que estaban en contacto con el suyo. Bramaron juntos con el orgasmo compartido atravesándolos, gloriosa y agónicamente al mismo tiempo. Phury sintió como si algo hubiera estallado justo en su pecho y todo su cuerpo se hubiera despedazado en pequeñas partes. También sintió algo clavarse en él. Jadeó. ¿Qué demonios? Era alguna clase de púa o gancho que mantenía la polla de Rehv clavada en él mientras se venía. Todo lo que sabía Phury de sexo hasta ese momento era puramente teórico, pero estaba seguro de que no era normal que le salieran espinas al miembro de un macho. Un trallazo tras otro de su semen le bañaron las entrañas. Al final, le restó importancia, pues supuso que no era más que otra de las muchas diferencias existentes entre el vampiro común y los Symphath. Como los leones. Gimió y sus paredes se cerraron alrededor de la verga palpitante de Rehv. En un minuto todo su cuerpo se movía, desenfrenado e incansable, y al siguiente le faltaba fuerza, como si lo hubieran drenado. Ni siquiera tras la peor batalla contra el enemigo de la raza se sintió tan agotado, pero no podía quejarse de la sensación. ¿Iba a ser siempre así?

Ahora entendía porqué prácticamente necesitaban un martillo neumático para separar a Rhage de Mary. Phury sabía que la imagen de Rehvenge corriéndose lo acompañaría por el resto de sus noches, junto con el recuerdo del sonido de su voz al pronunciar su nombre a duras penas con el aliento entrecortado, en tono bajo y ronco. El momento pasó, y Phury cayó desmadejado sobre el cuerpo exhausto bajo él. Pasaron largos segundos así, sintiendo la paresa post orgásmica, jadeando. Intentando normalizar sus respiraciones. Los brazos de su macho lo envolvieron como un capullo, uno atravesando su cuerpo a la altura de su cintura y el otro en su espalda dejando su mano jugar con las puntas de su largo cabello multicolor. - Te amo, Phury – dijo cuando al fin pudo hacerlo y supo que era cierto – Pero hay cosas que deberías saber de mí antes de que sigamos. He hecho cosas… Aún las hago. Puede que después de escucharlas… - Shh – lo calló, tomando una de sus manos para besarle los nudillos – Esta es nuestra noche. Mañana podemos afrontar la realidad y la mierda que carga el otro. Por ahora… solo abrásame – Rehv le besó la cabeza e hizo justo lo que le pidió. Abrazarlo en silencio.

. El fin. De Lizeth Adriana Bolaños Villarreal en Amante Revelado (+18) Fanfic de la Hermandad de la Daga Negra Las sabanas que cubrían a Phury se deslizaron por su pecho a medida que fue incorporándose hasta quedar sentado en la cama King size de Rehvenge. La tela se enredó en sus caderas, dejando al descubierto los huesos en “v” que la enmarcaban, el vientre marcado y sus pectorales poderosos llenos de arañazos, morados y mordiscos, marcas que su macho había dejado en él y que probaban a quien las viera lo que habían hecho durante la noche. El reloj del buró marcaba las 10:30 de la mañana, no más de un par de horas tras la hora de dormir para la mayoría de la raza. Se preguntó si las Elegidas estarían bien tras pasar la noche entera solas en la mansión de los hermanos. Se estiró y todas sus terminaciones protestaron. Phury sentía el cuerpo pesado por la fatiga. Completamente agotado y bien utilizado, en especial la parte baja de su espalda. Sin embargo había algo que le impedía dormir como hacía Rehv, que suspiraba de tanto en tanto en lugar de roncar.

Intentando hacer el menor ruido posible y controlando sus movimientos para no despertarlo, se acomodó correctamente la prótesis de su pierna, que había comenzado a molestarle. Con las actividades previas al sueño, había olvidado quitársela antes de meterse a la cama. Salió de ella con movimientos cautos, tan desnudo como el día que llegó al mundo para buscar el saco de su traje. O lo que podía quedar de él. Lo encontró en partes, una colgada del posa brazos de una silla sencilla pero elegante, la otra entre las patas de una cómoda de madera oscura y rebuscadas molduras. Ambas piezas de mobiliario hubieran encajado mejor en una mansión victoriana que en aquél apartamento lleno de acero y cristal. Por primera vez tuvo oportunidad de apreciar el interior del hogar de Rehvenge. El suelo era del mismo mármol negro con vetas blancas que había visto en la sala de Vishous, por lo que dedujo que debía de estar en todos los pisos del edificio, o al menos los más caros de ellos. Sin embargo, ahí acababa todo parecido entre ambos áticos. Ahí, por ejemplo, el mármol desnudo se intercalaba con alfombras suaves y cálidas, y mientras que los látigos, mordazas y demás juguetes de su hermano parecían llenar la estancia pintada de negro, empequeñeciendo el apartamento, en ese abundaban las notas de color que destacaban con las paredes de tonos claros que iluminaban la habitación. A pesar de estar uno al lado del otro, los áticos eran como la noche y el día, no obstante, ahora que lo pensaba, sus dueños eran muy similares. Los muebles eran suaves y sencillos, pensados más para la comodidad que para encajar en la pintura y decoración, pero que, aún así formaban un todo agradable a la vista. Como si Rehv escogiera cada pieza por el simple gusto de tenerla o no pasara el suficiente tiempo ahí como para que le importaran esas cosas.

Muy probablemente una mezcla de ambas teorías. No veía a Rehv como el siguiente Antonio Ballatore.

Lo que Phury pudo deducir de su escrutinio fue que Rehvenge era muy parecido a su hogar: tenía una fachada fría e imperturbable que podía resultar tan elegante como intimidatoria pero en la intimidad había lo que le venía en gana sin importarle las opiniones ajenas y que estaba dispuesto a romper cada norma establecida con tal de conseguir las cosas que quería. En algún momento mientras estudiaba el dormitorio había tomado uno de los retazos de su traje y rebuscado en el bolsillo de la ahora inservible prenda hasta encontrar la cigarrera donde llevaba su provisión de humo rojo ya liado. Estaba por encenderlo cuando se dio cuenta de que tenía el encendedor y el canuto en los dedos. Su primera reacción su el shock. Seguida muy de cerca por el horror. Casi pudo escuchar la voz ronca del Hechicero burlarse de él entre carcajadas que resonaban en el desolado páramo que era su reino. El puñetero se regodeaba con el hecho de que a pesar de ser más feliz de lo que nunca había sido y se sentía completo, seguía teniendo el control de él a través de su debilidad. De su adicción. “Tardaste tu tiempo en darte cuenta, socio. Además

de débil eres imbécil”

¿Qué estaba haciendo?, pensó al mirar el cigarro. En ese momento ni el omega mismo hubiera podido asustarlo más. Había sido natural para él despertar y buscarlo. Rutinario. Así comenzaba y terminaba sus noches diariamente. Si les hubieran preguntado a los hermanos

que lo definieran con dos cosas, la gran mayoría hubiera dicho humo rojo y ropa. El único momento en que no lo tenía en los labios era cuando luchaba. Se volvió en dirección a la cama, donde estaba el macho al que había entregado la única parte pura de su ser por primera vez, quien le había dado los momentos más felices de su vida al hacerle el amor de tal forma que pareció que el tiempo se hubiera alargado durante esas horas. Fue como si una luz se encendiera en su cabeza al verlo revolverse y buscar el calor de su cuerpo entre las sabanas vacías, y le mostraba cosas sobre él mismo, rincones oscuros de su mente que aclararon cosas que no había visto antes. Más bien, que había preferido ignorar. Tuvo una epifanía. Mirando hacia atrás, se dio cuenta de cómo había escalado su adicción a lo largo de los años. Había comenzado como una calada de tabaco, lo que era una práctica popular y hasta exigida entre los caballeros, humanos o vampiros, en la época en la que se había convertido en hombre. En aquél entonces hubiera hecho cualquier cosa por encontrar una pista del paradero de su hermano, así que se internó a las reuniones sociales clandestinas, donde se explotaban los vicios humanos casi grotescamente. Probó los opiáceos en ellas, y solo sus efectos evitaron que se enganchara a ellos. La sensación de aletargamiento constante que producía hubiera sido un impedimento a la hora de concentrarse en buscar información. Pero se había sentido tan tentado… Después de todo un desfile de nuevas drogas a lo largo del tiempo, descubrió el humo rojo. Refrescante era la mejor forma de describirlo. Un respiro de las agotadoras cargas de su vida: primero la búsqueda de Z y después sus desesperados e infructuosos intentos por salvarlo de si mismo. Pronto, se convirtió en sinónimo

de alivio para él y como era solo un “tranquilizante suave” no creó en él un sentimiento instantáneo de culpa.

Sin embargo, no fue hasta después de engancharse que el hechicero dejó de ser una simple sensación para convertirse en una figura corpórea en su mente. Una voz constante que se empeñó en exorcizar a base de la droga pero que por mucho que fumara siempre volvía, trayendo de la mano a la paranoia, la aprehensión. Regresaba a su campo de huesos para mermar poco a poco lo que quedaba de su autoestima y moral. Finalmente no era tanto lo bien que lo había sentir sino la esperanza de que así fuera, y la necesidad irracional de sentirse mal. De regodearse en su miseria como creía que tenía el derecho, hasta llegar a un punto donde era como un alcohólico que veía normal tomarse una botella de vodka por desayuno. Fumaba para dejar atrás al hechicero pero hacía mucho tiempo que eso había perdido su efectividad. ¿Cuánto tiempo?, se preguntó. De no ser por Rehv y las Elegidas, ¿Cuánto hubiera pasado antes de que se entregara a algo más fuerte, más letal? Deseaba creer que no lo hubiera hecho, que tenía más fuerza de voluntad, pero no era tan estúpido como para subestimar las sombras que ahora entendía habitaban en él. Llevaba siglos autodestruyéndose lentamente y ya no era el único que se vería afectado por sus acciones.

Cada liado había sido un leño más en la pira que el hechicero había arder para darse fuerza, alimentando su auto desprecio y compasión. Queriendo escapar, había estado corriendo en círculos como en un laberinto. No era muy distinto a su hermano. No era difícil ver que Zsadist se había hundido en la oscuridad, esperando la muerte mientras sufría y hacía sufrir a los que lo rodeaban, pero solo en ese instante de revelaciones se percató de que él había estado haciendo justamente eso, solo que Z lo hacía de frente, dando zarpazos furiosos y descontrolados para llevarse con él a quien estuviera en su paso, y Phury lo hacía indirectamente, aparentando una nobleza que ciertamente no poseía. Como un cobarde. Doble cara. Hipócrita. Corrió hasta el baño, sintiendo la bilis subir por su garganta. El sabor agrio y ardiente le llenó la boca mientras se inclinaba ante el retrete y vaciaba su estómago en él. Se sentía enfermo. Las lágrimas corrieron por sus mejillas, imparables. Necesitaba eso: desahogarse. Enfrentar la realidad por muy dolorosa que fuera. Se sentía pequeño, insignificante. Débil y patético ante ella, pero no permitió que aquellos sentimientos se quedaran mucho tiempo, mandándolos lejos al mismo tiempo que apartaba el llanto a manotazos y en su interior nacía una resolución. Al mirar al espejo, solo vio determinación. Había sido inseguro y estúpido. Un niño perdido por siglos. Se había permitido caer y caer y caer en una espiral autodestructiva pero ya era hora de detenerse. En aquél entonces, lo único que lo mantenía en pie era la esperanza de encontrar a Zsadist, ahora… Ahora su mundo había cambiado. Incluso era diferente al que había visto pocos días atrás. Tenía tanto por lo que luchar: Un hermano que jamás saldría de la escala de grises pero que era igualmente feliz y

estaba en paz consigo mismo desde que tenía a Bella con él. Un macho al que amaba y con quien esperaba tener un próspero futuro. Una familia de guerreros que darían sus vidas por él en un suspiro y un batallón de hijas que lo miraban como al sol tras una larga temporada de nubarrones. Algunos decían que la adicción es una enfermedad, pero él no estaba enfermo. La estupidez y la inmadurez no necesitan medicamentos ni tratamientos, sino un buen par de tortazos. Y ya los había recibido, gracias al cielo. - Soy un adicto – reconoció para sí frente al espejo. Su reflejo sonrió. También se necesitaba sinceridad. Todo en su interior cambió en un parpadeo. Se había asumido, tomado responsabilidad de sus actos. Madurado al fin. Sintió como si unos grilletes imaginarios lo hubieran tenido encadenado y ahora estuvieran abiertos. Se sintió libre por primera vez en toda su vida. Mirando el cigarrillo que aún estaba en su mano, se rió. Había tomado una decisión. “No puedes librarte de mí tan fácilmente. ¡Me

escuchaste! Eres débil, recaerás. ¿De qué te va a servir toda esta cursilada entonces, eh? No me iré…” Poco a poco, las vociferaciones del Hechicero se hicieron más y más lejanas, y la imponente figura en su cabeza pareció desinflarse. Esta vez, fue Phury quien rió al último, viendo a quien había temido durante décadas convertido en nada más que un niño durante una rabieta. “Nunca más”, pensó. Tiró el cigarrillo al retrete y accionó la manilla para abrir la cisterna interna, viéndolo desaparecer junto con su vómito, mandándolo justo donde pertenecía: a las cañerías junto con la mierda y demás desechos.

No sería fácil salir de la adicción y lo sabía pero también sabía que le bastaría con mirar a su macho para renovar su determinación. - Me gusta esa mirada en tus ojos. Phury vio el reflejo de Rehvenge ante él. Estaba recostado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa orgullos que hizo que su pecho se hinchara. Su desnudez, por otro lado, hizo que otras partes de él se tensaran. Ahí estaba, su camello. El que debería de hundirlo más en su adicción, mirándolo como si no importara nada más que él en su mundo. En lugar de darle el golpe final, lo redimía. Que hermosa contradicción. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – - El suficiente – le dijo – podía sentir tus emociones incluso dormido. Me preocupé . Se acercó al lavamanos, abrió un gabinete y llenó un vaso con agua fresca antes de tendérselo. Phury le agradeció el gesto con una sonrisa y se enjuagó el desagradable sabor de la boca, bebiendo lo que quedó en el vaso. Todo su cuerpo se relajó en cuanto Rehvenge lo rodeó con sus brazos, apoyando la barbilla en su hombro y clavó fijamente sus ojos amatistas en los del Phury del espejo. - Por un momento creía que te habías arrepentido, así que salí de la cama dispuesto a persuadirte de cambiar de opinión, pero después de verte… he visto esa clase de mirada pocas veces, pero las suficientes para saber que no volverás a mi oficina - Phury rió, dándose la vuelta para enfrentarlo.

- Al menos no como comprador, afirmó mordisqueándole el cuello, lo único que quiero llevar a casa de ahí es a ti. Ante la cercanía, pudo sentir con claridad que no era el único afectado por la situación, pero si descartaban sus erecciones, no había rastro de tensión entre ellos. Estaban cómodos expuestos uno ante el otro, sin vergüenza ni ansiedad. No había duda de que acabarían en la cama, pero no tenían prisa. Suspiró felizmente. - No volveré a ser esa persona – - Lo sé – contestó – y estaré contigo en cada paso – Tras un corto silencio reconfortante, Phury le dedicó una media sonrisa cargada de significado. - Ahora… tal vez deberías persuadirme un poco . 0o0o0o0 No terminaba de acostumbrarse. Sí, podía ver la inmensidad de sus piernas, las masas que tenía por brazos. Las sentía, las movía. No obstante, su cerebro no lograba asimilar el cambio radical tras veinticinco años de vivir en un cuerpo escuálido. ¡Su mano era tan grande como su cabeza, Santo Dios! Y estaba vivo. Miró a la hermosa hembra recostada a su lado, su pecho subiendo y bajando constantemente al ritmo de su respiración acompasada. Habían hablado durante horas, o ella lo había hecho, al menos. Vieron películas absurdas en la televisión, perdiéndose la mayor parte de las escenas por las preguntas inagotables de que

ella formulaba sin parar. ¿Cómo era posible que existieran edificios tan altos y que no tocaran el cielo? ¿Cómo se llamaban los colores, las texturas, los materiales? ¿Cómo funcionaban los coches, los aviones, elevadores, las cámaras con las que habían filmado la película?

“Tanta curiosidad en un cuerpo tan menudo. Como una niña”, se dijo, sintiendo una extraña nostalgia que ahora sabía provenía del alma de Darius.

Era difícil no encariñarse con un ser tan maravillosamente inocente y a pesar de solo conocerla desde el día anterior, en su interior ya acogía la certeza de amarla. Cormia había sido auténtica y encantadora aún después de haber rechazado su oferta sexual, recibiendo su homosexualidad como algo de lo que aprender y no como algo antinatural o extraño, y por ello atesoraría su amistad por el resto de sus días. Ahora bien, Qhinn lo mataría cuando se enterase de que ella se le había ofrecido y él la había rechazado. Por cuestión de imagen, obviamente, pues para él era innegable la manera en que su amigo miraba a Blay. Aún faltaban unas horas para el anochecer, pero no podría volver a dormir, así que se deslizó fuera de la cama con la gracia de un potrillo recién nacido y se dirigió al baño tambaleándose, olvidando el hecho de que tenía el culo al aire a favor de poner un pie delante del otro cada vez que daba un paso. Agradeció que Cormia estuviera dormida pues sentía que en cualquier instante sus piernas flaquearían y terminaría en el piso como un infante dando sus primeros pasos. No era más que un bebé tamaño mastodonte. Llegar al baño fue para él tal logro que de haber podido hubiera hecho el baile de la victoria.

Se aferró al mármol del lavamanos para encontrar estabilidad, quedando frente al inevitable reflejo del espejo. Todo él resultaba extraño, salvo los ojos familiares. Al estudiarse, tuvo que preguntarse dos cosas. Uno: ¿Cómo había conseguido entrar por la puerta? Dos: ¿Dónde conseguía Fritz ropa que les quedara bien a todos los miembros de la mansión? Sus hombros eran más anchos que la puerta. Su imagen era la encarnación de un psicópata caníbal si excluían los ojos. La boca entreabierta por los colmillos, las fosas nasales dilatadas por el esfuerzo que había requerido llegar hasta ahí y los rastros de sangre en su cuello y pecho. John intentó imaginar cómo se vería después de una ducha. Tal vez sería como Sam Winchester, de la serie Supernatural: enorme pero con aspecto de niño bonachón. Entró a la ducha con pasos inseguros y piernas tembleques, pero dispuesto a recibir el peor de los golpes con tal de quitarse del cuerpo la sensación pegajosa del sudor añejo y la sangre seca. Por no hablar del aroma. Se metió bajo la alcachofa, que liberó una lluvia suave y cálida en cuanto abrió el grifo, pero que se sintió como alfileres al rojo al caer sobre su piel sensible. De haber podido hablar, el baño hubiera estado lleno de maldiciones e improperios para ese entonces. A la mierda, pensó sin intensión de salir. Apretando los dientes y los puños, resistió el doloroso embate del agua durante unos minutos, tras los que el malestar inicial remitió y solo quedó un cosquilleo fácilmente ignorable. Suspiró con alivio. Echó la cabeza hacia atrás, dejando que el agua resbalara por su rostro e hiciera su trabajo, llevándose toda evidencia de lo que había sucedido salvo el

cuerpo con el que tendría que vivir de ahora en más. Tomó el jabón e hizo espuma entre las palmas, inseguro de si su piel resistiría la aspereza de la esponja corporal. Podían llamarlo cobarde, pero tampoco tenía ganas de descubrirlo. Se enjabonó con cuidado, tanteando su cuerpo en busca de zonas delicadas. Primero el cuello, pasando por sus hombros y brazos, viajando de a poco hacia el sur sobre su torso. Explorando sus propios planos, conociéndose de nuevo mediante el tacto como haría un ciego. Un gemido escapó de sus labios antes de que notara cuánto lo habían excitado sus caricias. Excitación que se evidenciaba entre sus muslos. John miró su pene erecto con los ojos llenos de una mezcla de sorpresa y curiosidad. Aunque la noche anterior había tenido su primera erección, seguía siendo algo novedoso para él, pues no había podido verlas ni hacer algo con ella con la presencia del Rey, su familia entera y Cormia. Suficiente humillación había sido que todos supieran que estaba ahí, como para darles una función en vivo y en directo. Se estremeció en anticipación, pensando en las veces en que encontró sin querer a alguien masturbándose en el orfanato o teniendo sexo en las calles donde vivía. También recordó las cosas que Qhinn les había contado a él y a Blay. No le servirían de nada las detalladas descripciones de sus encuentros con al hembra que le había servido, pero algo podría hacerse con los no menos descriptivos relatos del periodo tras irse ella.

Después de la transición, los vampiros eran como chiquillos hiperactivos sobrecargados de azúcar y toda su energía se concentraba en sus partes bajas. Era natural pensar más que nunca con la polla. Dubitativo, giró el jabón una y otra vez entre sus manos, debatiéndose entre hacer o no. ¿Qué se sentiría?, se preguntó. Con el corazón desbocado, bajó las manos por su abdomen otra vez, directo y sin escalas hacia su centro palpitante. No se permitió vacilar al rodear suavemente su verga con la palma jabonosa, ni al dar un tirón experimental que hizo que casi le fallaran las piernas. ¡Oh. Santa. Mierda! Sus testículos se endurecieron en cuestión de segundos y el miembro conectado a ellos dio una violenta sacudida contra su mano, como reclamándole por haberse detenido. Virgen, no podía culpar al resto de la humanidad y de la raza si vivían con las manos dentro de sus pantalones. Más aún, se preguntaba cómo lograban no hacerlo. Se sentía tan jodidamente bien que tuvo que mover otra vez su mano. Y otra. Y otra. Bombeó con ritmo, ejerciendo presión y soltando. Moviendo las caderas como si estuviera montando a alguien. La piel bajo su palma era suave y delicada, pero cubría algo que poco a poco se endurecía más y más a medida que aumentaba el placer. Como terciopelo cubriendo roca o acero. Le resultaba extraño pensar, así que dejó de hacerlo, entregándose a las sensaciones. En la habitación se escuchaba el ruido de la piel contra la piel, el agua que caía contra el suelo de azulejos y los jadeos faltos de aire que dejaba escapar con el éxtasis.

John se arqueó, abriendo la boca y cerrando los ojos desenfocados. Descubrió que imaginar que no era su mano la que lo excitaba aumentaba el placer, por lo que su mente comenzó a jugar con las posibilidades, las fantasías. La figura de su amante imaginario no tenía rostro, solo una cabellera dorada y un cuerpo marcado y delgado pero no delicado. Más parecido al de un modelo bien ejercitado que al suyo de guerrero. Gimió, fantaseando con que el macho se empalaba a él mismo en su cuerpo, balanceándose en su regazo con pericia. Subiendo y bajando en su dureza mientras liberaba sonidos eróticos de su boca ausente. Por mucho que John intentó, no pudo ver su rostro, ni besarlo como deseaba, pero eso no le impidió llegar al clímax enterrado en él. O en su mano, más bien. Con movimientos frenéticos. Abrió la boca en un grito que no produjo sonido alguno mientras se estremecía con su liberación, que llegó a chorros, manchando su mano, su vientre y la pared frente a él con su potencia. Se corrió por largos, largos minutos en orgasmos múltiples que lo dejaron agotado. Su cabeza se desplomó y al abrir los ojos lo primero que vio fueron sus pies a ambos lados de la cloaca por la que se filtraba el agua y su semen. Ok. Eso había sido… Genial. Fabuloso. No había una palabra que abarcara todo lo que había sentido. Y si así se sentía al masturbarse, no podía esperar a encontrar a la persona indicada para hacer el amor. Terminó de ducharse, obligándose a ignorar su pene, que a pesar de hacer tenido tres o cuatro orgasmos seguidos, seguía erecto. De no haberlo hecho, no hubiera salido del bañó en horas y ya había tentado lo suficiente a la suerte masturbándose cuando Cormia dormía del otro lado de la puerta. Envolvió sus

caderas con una toalla al salir y maldijo al darse cuenta que no había llevado un cambio de ropa con él. - ¿Sire? – Escuchó la dulce voz de su amiga llamarlo tras tocar la puerta, haciendo que pegara un brinco y dejara caer la toalla. El color le subió a las mejillas ante la inminente necesidad de abrir para contestarle. Se apresuró a volver a amarrar la toalla, tomó aire y rogó al cielo que el pedazo de tela camuflara lo suficiente la cosa entre sus piernas que parecía tener vida propia para no asustarla. Silencio. Aunque sabía que lo que ella sentía por él no iba más allá de la gratitud y cariño meramente platónico, que él era más gay que un desfile del orgullo y habían dejado ambas cosas claras, no pudo evitar sentirse alagado e hincharse cual pavorreal al ver a Cormia perder las palabras y quedar boquiabierta mientras lo recorría con los ojos encendidos con hambre sin disimulo alguno. Era bueno saber que era atractivo tras años de ser descartado sin una mirada como si fuera un cero a la izquierda. El sonido del tono de llamada de su móvil los sacó a ambos de sus cavilaciones. - ¡Oh, sí! Este aparato lleva tiempo haciendo ruidos – le tendió el teléfono. John le agradeció con una sonrisa antes de contestar. - Buenas noches, hijo – dijo Wrath del otro lado de la línea. El soberano de la raza no era un macho del tipo “soy feliz como una lombriz” como era el hermano Rhage, y sus sonrisas genuinas eran tan extrañas que hasta

llegaban a dar miedo, pero con solo escucharlo John casi pudo ver una media sonrisa en el rostro severo de su cuñado. - ¿Pasaste una buena noche? Hubo una risita de fondo que supo de inmediato era de Beth. ¿Dónde estaba el agujero en la tierra cuando se necesitaba? John negó con la cabeza, sin poder evitar que el buen humor se le contagiara y silbó para afirmar. - Sé que es temprano pero, ¿podrías venir a mi oficina en unos quince minutos? Tenemos ciertas cosas de que hablar – Extrañado, volvió a afirmar. - Entonces nos vemos en un rato – Muuuuuuy bien, pensó John cuando el Rey cortó la llamada, mirando el teléfono con el ceño fruncido. Un “tenemos que hablar” no solía ser algo bueno ni para él ni para nadie. Claro que eso generalmente era aplicable a las relaciones, pero aún así… No podía haberse metido en problemas mientras cambiaba. ¿O sí? Tal vez era algo relativo a Cormia. ¡O Wellsie!, pensó repentinamente alarmado. Los nervios comenzaron a adueñarse de él. - ¿Está bien, excelencia? - Negó, pero le dedicó a su amiga una sonrisa tranquilizadora antes de caminar hacia el armario. Tenía solo un cuarto de hora para estar listo. 0o0o0o0

Salieron de la habitación tiempo después, cuando el hambre los golpeó más o menos a la hora de la primera comida. Habían vuelto a hacer el amor y el ejercicio les estaba pasando factura. Rehvenge no tenía servicio en el ático y aunque solía comer fuera, se las ingenió para improvisar un desayuno simple consistente en pan francés, huevos y una macedonia de frutas mientras que Phury esperaba a que el café estuviera hecho. Casi podía verlo brillar de emoción. Y él no estaba mejor. Lentamente, la estancia quedó repleta con todos los aromas deliciosas en las sartenes y la cafetera, además de las fragancias que ninguno podía evitar exudar. Estaban emparejados. Rehv no podía esperar más para alimentarlo de su propia mano. Se sentaron uno frente al otro en la isla de la cocina, sin saber cómo o quien debía comenzar con uno de los rituales más significativos entre las parejas de la raza. Al final, Phury entreabrió los labios, haciéndose entender sin más. El macho podía ser una máquina de matar en el campo de batalla, pero cuando estaba a su lado, prefería dejar que él lo cuidara, adoptando una actitud más sumisa. El primer bocado arrancó un sonido de satisfacción casi sexual de ambas bocas. Sus ojos estaban inundados de mucho más que deseo al compartir los alimentos, disfrutándolos lenta y sensualmente. - Me alegro de que no fuera demasiado tarde – dijo, ofreciéndole a Phury un pedazo de manzana y conteniendo un gemido al sentir su lengua acariciarle los dedos – Creí que iba a enloquecer sin poder verte y cuando vi en la mente de ese chiquillo… - un sonido peligroso afloró de su pecho ante el recuerdo.

- ¿Quién? . - No sé su nombre. El pretrans mudo. - John Matthew – aclaró e hizo un gesto para que continuara. - En ese momento me importaba un comino su nombre, todo en lo que podía pensar era en matarlo. Arrancarle los miembros por partes. Estaba recordando el beso que te dio. Estábamos en el ZeroSum y por poco y pierdo el control – - Oh, Dios. Dime que no le hiciste nada – Rehvenge negó, sintiéndose un tanto herido por la preocupación que Phury demostraba por el chico. Sabía que era estúpido sentirse así, tener celos de un mocoso que jamás podría ocupar su lugar, pero había estado tan cerca de perder a Phury que no podía evitar ser irracional. - No pude hacerle nada. El niño me enfrentó como si yo no fuera más que basura en su camino. Tiene un buen par, sí. Atacó por todos los flancos, figurativamente. Me dijo cómo te había herido, que no tenía derecho sobre ti. Me comentó lo del Gran Padre… Pero la estocada final la dio cuando sugirió que iría tras de ti en cuanto pasara la transición – - Se parece a su padre. Darius nunca dejó que nada lo amedrentara. Supe que no podía seguir esperando a que aparecieras ante mí por arte de magia. Debía buscarte y reclamarte. No iba a permitir que él o una elegida te tuviera. Eras mío desde el primer beso. - Recuérdame darle las gracias – se rió.

Rehvenge perdió el aliento. No dejaba de maravillarle la belleza de su pareja. Era como una obra de arte esculpida por la mano de la Virgen misma. Era hermoso sin dejar de ser masculino con sus rasgos elegantes y afilados, el cabello multicolor y los ojos amarillos. No veía la hora de poder conocer cada recoveco de su interior. Inclinándose sobre la isla, arrancó un rápido pero profundo beso de sus labios. - Mío. Siempre – dijo con voz ronca al apartarse. La sonrisa en sus labios se fue borrando y una chispa de duda apareció en sus ojos. - ¿Estás seguro de que quieres que así sea? – - ¿De qué hablas? – miró confundido sus rasgos cargados de tristeza. - Estoy… roto. Jodido. No hay otra manera de describirme. Mírame. Soy un adicto que pronto comenzará a afrontar el síndrome de abstinencia. Me falta media pierna, no sé cómo ser feliz, me odio más de lo saludable y tengo una obsesión enferma por ser un héroe. Soy un guerrero, por lo que siempre estará la duda de si regresaré a casa, y ahora además soy una clase de diez madres solteras en uno. Si quieres estar conmigo tendrás que hacerte a la idea de que tengo cuarenta hijas a las que cuidar. Por no hablar de lo que dirá la Glymera de nuestra relación… Phury rehuyó de su mirada mientras su voz moría poco a poco. Estaba jugando con sus manos, esperando a que lo echara de ahí, podía sentirlo. Una parte de Rehvenge encontró su nerviosismo hiriente e innecesario después de lo que habían compartido pero otra sabía que él se sentiría igual o peor de haber expuesto todas sus verdades oscuras ante Phury. Tomó aire y lo obligó a mirarlo.

- ¿Me amas? – - Sabes que sí – - ¿Quieres pasar el resto de tu vida conmigo? – - Más que nada – - Entonces no importa nada más – le dijo con la voz cargada de convicción en un tono que no aceptaba réplicas – Nadie llega sin equipaje a una relación, menos vampiros de nuestra edad. No he prestado atención a lo que opina la Glymera nunca y no voy a comenzar ahora. Te quiero y no voy a dejar que nada me impida estar contigo – Ahora solo faltaba que Phury quisiera seguir con él tras lo que iba a decirle. - Lo único que me alejaría de ti, eres tú. ¿Estás seguro de querer estar conmigo? Soy un Symphath que maneja un club nocturno, vende droga y maneja prostitutas. El cabrón que se hacía llamar mi padre maltrataba a mi madre, por lo que lo saqué de la ecuación antes de que llegara a tocar a mi hermana. Además… - perdió la voz por un momento ante los nervios – Hay algo que nadie sabe de mi además de Xhex, mi jefa de seguridad. Hace tiempo hizo algo que expuso nuestra naturaleza ante la gente equivocada. Más específicamente la Reina Symphath, que también es mi media hermana. Lleva años chantajeándome bajo amenaza de delatarnos. Cada mes debo encontrarme con ella y dejar que ella use mi cuerpo. Odio cada segundo de ello. Me siento sucio y enfermo. Pero no tenía otra opción que doblegarme a ella. Por eso trato tan bien a las chicas que trabajan en el club, porque yo mismo soy una puta más – Rehvenge esperó en silencio a que Phury hiciera o dijera algo con la vista fija en sus manos, apretadas en puños. “Por favor”, pensó. “Por favor, no te vayas”. Su

corazón se detuvo al escuchar moverse el banco donde Phury estaba sentado y sus pasos resonando contra el mármol. Todos sus temores se hacían realidad. “Hasta aquí llegó el sueño. Hora de despertar”, se dijo. Por eso sus ojos se abrieron como platos cuando Phury solo rodeó la isla, tiró de su ropa para alzarlo y se echó encima de él como una enredadera. Devorándolo con su boca ansiosa, agresiva. Arañándolo y marcándolo con el aroma del emparejamiento que brotaba por todos sus poros. - Voy a matar a esa perra – siseó, destilando veneno con cada palabra – No voy a dejar que vuelva a tocarte. Eres mío – Mío. Mío. Mío. Lo repitió una y mil veces mientras lo llevaba de regreso a la habitación.

“¡Coño!”, gritó John en su mente sacudiendo su mano de nudillos enrojecidos. “Eso dolió”. - ¡John! – La exclamación de Beth se unió a los jadeos ahogados de Thor y Wellsie y a las maldiciones que Wrath blasfemaba con dientes apretados mientras tocaba el lugar justo donde John había acertado el golpe sobre su cara sin levantarse del suelo. Sus ojos estaban escondidos como de costumbre tras el escudo de los cristales oscuros de sus gafas de sol y, sin embargo, por el gesto del resto de su rostro a juego con los de los demás, supo que estaban abiertos por el asombro. Desde luego, ni su Rey ni el resto de los presentes hubieran podido adivinar que lo primero que haría John al entrar en su oficina sería golpearlo con todas sus fuerzas.

Había sentido una insana satisfacción al verlo caer. - ¡John Matthew! – chilló Wellsie en ese tono de regaño maternal que las hembras de las dos razas comenzaban a perfeccionar desde que aprendían a hablar, arrasando con cualquier indicio de satisfacción. Ahora quería que la tierra lo tragara -¿A qué vino eso, jovencito? – Aunque ahora la hembra apenas le llegaba al hombro, John se sintió encoger ante su mirada de severa desaprobación. Cuando golpeó a su cuñado no había previsto la presencia de su madre ni el poder que ejercía sobre él. A pesar de todo, su corazón hizo el baile del triunfo dentro de su caja torácica por la demostración de familiaridad y afecto escondido entre sus palabras, especialmente la última. - Darius me pidió que lo hiciera – dijo a Thor en lenguaje de signos. Mientras tanto, regaló a Wellsie su mejor cara de cachorro arrepentido. Bien. Sí. Culpar a los muertos de lo que él había hecho era un truco sucio, pero dado que en esa ocasión era la verdad, John no sintió ninguna culpa a la hora de usar a su padre biológico como carta de salvación. - ¿Darius? – repitió el guerrero. Thorment enarcó una de sus cejas, curioso y un tanto divertido al ver el modo en que su shellan se derretía con la táctica de John - ¿Estás diciendo que Darius, que está muerto, te pidió que golpearas al Rey? – John asintió. Cabe mencionar que Thor lo miró como si estuviera cuestionando su cordura. Wrath gruñó y el ronco sonido causó que todos guardaran silencio al momento mientras Beth lo ayudaba a llegar hasta el “trono” real, el rebuscado sillón de madera tallada que llevaba varias generaciones en su familia. Dejándose caer

sobre él, tomó a su reina por la estrecha cintura y la sentó delicadamente sobre sus musculosos muslos. John vio sonreír a su hermana al acurrucarse contra él, relajada por la presencia protectora de su macho al igual que Wrath perdía tensión al tenerla cerca. John recordó la conversación entre Darius y Wrath y resopló. ¿Quién diría que ese mismo macho había estado totalmente cerrado a la idea de servir a Beth en su cambio? Uno más bien hubiera pensado que había mendigado por ello. Pero nada podía ejemplificar mejor los giros de la vida que él: de ser un huérfano Don Nadie del tamaño de un alfiler con un trabajo con salario mínimo y un deplorable departamento que se caía a pedazos en los barrios bajos de la ciudad, sin una familia y sin quien amar, había pasado a ser el descendiente de un honorable guerrero que tenía más dinero que Creso, a vivir con una pareja a la que adoraba como a los padres que nunca había llegado a conocer, tener a una reina por hermana y a ser del tamaño de una puta casa. Mucho mejor que haber ganado la lotería. Su cuñado se frotó el puente de la nariz y suspiró cansado. - ¿Podrías explicarte, chico? – Las miradas de los cuatro se posaron en su persona en espera. “Sin presión”, pensó con sarcasmo. Asintiendo hacia los reyes, miró a Thorment, que de inmediato entendió que tendría que hacer de interlocutor entre él, incapaz de hablar para hacer lo que se le pedía, y el rey, ciego a los movimientos de manos con los que se comunicaba. Así, comenzó a relatar lo que había visto al perder la conciencia durante su transición.

- John dice que mientras cambiaba tuvo una especie de visión. Él cree que es un recuerdo de Darius. En el, Darius le pedía a usted, mi señor, hacerse cargo de Beth en su transición, y usted se negaba a hacerlo diciendo que si él en verdad la amaba no iba a volver a pedírselo. ¡Espera, hijo! Vas muy rápido – le dijo y John disminuyó la velocidad – Gracias. Ahora, cuando John creyó que había acabado, el espíritu de Darius apareció frente a él. Hablaron durante un rato y… Thor rompió a reír al comprender los signos que John había hecho, haciendo que los demás fruncieran el ceño con frustración ante su media sonrisa y las risas de su traductor. Un carraspeo enfadado de su soberano les indicó que era hora de compartir el chiste y unos segundos después, Thor logró controlarse. - Mi señor – dijo al tiempo que se aclaraba la garganta para contener una risilla – Darius pidió a John que lo golpeara en su nombre, al parecer, como una pequeña venganza post mortem por haber dejado que muriera pensando que la vida de la que él creía su única hija pendía de un hilo – sin poder contenerse más, resopló – también pidió que le dijera, y cito textualmente, “¿No que no lo harías por ningún motivo?” – En ese momento, Wrath era el blanco de esa mirada de desaprobación de la que antes John había sido objeto por parte no solo de Wellsie, sino de su shellan también.Y, por lo que veía, tenía el mismo efecto en el rey. - Ok. Lo merecía – alzó las manos al aire en gesto de rendición – no era más que un tonto antes de conocerte, leelan – Aquellas palabras, dichas en un tono que decía que eran más que eso, bastaron para ser perdonado. John aplaudió la estrategia de su cuñado mentalmente, y tomó nota de ello para el futuro. Claro que primero tendría que encontrar un macho con el cual emparejarse, pero eso era historia para luego.Thor volvió a reír seguido muy de cerca por Wrath.

- Maldición – farfulló Thorment entre risas – después de todo lo que ha ocurrido en estos meses, que Darius venga a dale su merecido utilizando a John, mi señor, ya no resulta tan sorprendente como debería – - Por cierto, buen gancho, chico – Las hembras intercambiaron una mirada de exasperación que decía “Hombres” tan claramente como lo hubieran hecho letreros de luces de neón al verlos chocar los cinco entre ellos. - Y tras esta demostración de que la estupidez masculina no se cura ni con la muerte, ¿no había algo de lo que Thor y Wellsie necesitaban hablar con John? – dijo Beth. Había olvidado ese detalle por completo.

Aunque no creía estar en problemas después de haber salido impune por golpear al gobernante de la raza, cosa que probablemente era castigado con la muerte o con un corte de manos, o alguna cosa parecida e igual de espeluznante, no pudo dejar de sentirse más preocupado que si lo hubieran puesto frente a un tribunal. Centró su atención en la pareja que lo había dejado entrar a su casa y vidas y que él había acogido, a cambio, en su corazón. De pronto ellos parecían estar tan nerviosos como si fueran ellos los que estuvieran bajo juicio real. El silencio no fue nada tranquilizador. Sin embargo, la botella de champan en un rincón, sí. ¿Tenían algo qué celebrar? - Verás, hijo – habló Wrath apiadándose de su amigo a punto de ahogarse con su propia lengua – Cuando Mary te trajo a nosotros, vivir con Thor y Wellsie solo fue una medida temporal mientras averiguábamos si tenías algún familiar vivo que se hiciera cargo de ti. Dado que descubrimos tu lazo con Darius, y por tanto con Beth, comenzamos a hablar de la posibilidad de que vinieras a vivir a la

mansión con nosotros, e incluirte en la línea familiar. Pero, aunque esa sigue siendo una opción, Thorment vino a hablar conmigo. Él y Wellsie quieren darte otra posibilidad – - Queremos que seas nuestro – interrumpió Wellsie con voz presurosa, temblando con nerviosismo. John supo que no eran dudas con respecto a su decisión las que se reflejaban en sus ojos, sino a su posible respuesta – No. Ya eres nuestro en mi corazón. Eres mi hijo tanto como lo es este bebe que llevo dentro. Pero queremos que sea legal. Que seas Therror, hijo de Thorment ante todos – - Queremos adoptarte, John – terminó el macho – sé que no es igual que ser candidato a Rey, pero esperamos que nuestro amor sea suficiente – Todo John se sacudió con la noticia. Metafóricamente, claro, porque por fuera estaba tan inmóvil como una de las esculturas de la casa. Sus ojos querían huir de sus cuencas, su mandíbula estaba caída y su corazón enloqueció. Le faltó el aire. Estaba perplejo, por no haber una palabra que se ajustara mejor. El niño necesitado de una familia que siempre había mantenido escondido para no darles problemas o hacerse ilusiones asomó su inocente rostro con timidez, sin atreverse a creer de verdad que lo quisieran a él. El incompleto. La paria. No era más que el juguete roto que nunca nadie había sacado siquiera del juguetero. ¿Por qué era diferente esa vez? Se pellizcó fuerte. Y dolió. - Pero… - vocalizó sin salir de su sorpresa - ¿En serio? ¿Por qué? – Aún estaba esperando que se echaran a reír y Rhage saliera de algún lado gritando que no había sido más que una broma cruel. Wellsie se arrodilló ante él, tomando su rostro cabizbajo entre sus delicadas manos. Se miraron en silencio

por lo que a John le pareció una eternidad. Él, con los ojos llenos de miedos e inseguridades, mientras que ella lo hacía con anhelo. Mostrándole en sus profundos ojos lo en serio que iban, lo mucho que ella deseaba que dijera que sí. Por las mejillas de ambos comenzaron a deslizarse las lágrimas, sin saber si eran todas de felicidad, y aunque a veces no eran necesarias las palabras para entender, siempre era bueno poder escuchar una confirmación. - Nunca he hablado más en serio en mi vida, cariño. Thor y yo hicimos todos los trámites. Los papeles están listos para ser firmados. Solo falta que tu lo quieras tanto como nosotros – - Decidas lo que decidas, siempre estaremos para ti – afirmó Thorment. Nervioso, emocionado y dichoso a niveles que nunca había creído posibles, John miró a su hermana con ojos brillantes. Beth le sonrió con aprobación, rompiendo la última barrera entre él y el sí. - Solo quiero que seas feliz, hermanito. Siempre te voy a amar – Alentándolo con un gesto de cabeza, Beth esperó al igual que los demás, a pesar de que su sonrisa decía que ya conocía su decisión. En su hermoso rostro vio los ojos de su padre, Darius, que le daba su bendición. - Lo quiero – vocalizó – quiero ser tu hijo – De la boca de Wellesandra escapó un grito de júbilo que los hizo reír. Su madre. John rió con fuerza, abrazándose a ella cuando le echó los brazos al cuello y cubrió sus mejillas y su frente con pequeños besos. - Gracias. Gracias – repitió como un mantra apartando sus lágrimas de felicidad. Su voz se adelgazó poco a poco hasta quebrarse en un sonoro sollozo – mi niño – Y el niño corría, brincaba y bailaba dentro de él, haciéndolo reír y llorar a la vez,

superado por todas las sensaciones que lo embargaban. Ahí, cobijado por los brazos cálidos y amorosos de su madre, con amplias manos de su padre, fuertes y callosas sobre sus hombros y las sonrisas de su hermana y cuñado, acompañado de los suyos, John creyó poder morir contento. Nada, absolutamente nada, hubiera podido hacer mejor ese instante. Todo era perfecto. A la cacofonía de risas, llantos y exclamaciones de júbilo se unió el “pop” de la botella de champan al ser descorchada y su chisporroteo cuando Wrath comenzó a servir el vino espumoso en unas alargadas copas de cristal. - ¡Por la familia! – resonó el vozarrón de Wrath y el resto repitió el brindis a coro - ¡Por Therror, hijo de Thorment! – su grito atronó en las paredes y el corazón gozoso de John. El sonido de sus voces repetirlo al unísono fue absolutamente maravilloso.“Por Therror, afortunado hijo de Thorment y Wellesandra”, pensó sin poder dejar de sonreír. Sí. Todo era… - Asumo que todo ha ido bien, Excelencia – se escuchó una voz desconocida al otro lado de la pesada puerta del despacho - ¿Están listos para firmar la adopción del señor Therror? – - Creo que lo estamos, abogado. Ya puedes pasar – “… Absolutamente maravilloso”, vocalizó. La puerta se había abierto, dejando entrar al macho y una brisa que llevó hasta su nariz el aroma del recién llegado. El más joven tuvo que cerrar los ojos, apreciando los matices, saboreándolo como quien cata el mejor de los vinos. Maldita sea, el abogado olía tan bien y tan tentadoramente como el pecado.

John no podía apartar la mirada del joven. Iba vestido con un elegante traje ajustado a los lugares correctos pero que evitaba que su cuerpo musculoso fuera intimidante en el entorno legal en el que se movía por profesión. Porque, desde luego, tenía el cuerpo de un bandido o de un militar, no el de un abogado. Su cabello brillaba limpio y bien arreglado, ni un mechón fuera de lugar. Sus ojos eran de un azul casi eléctrico y su piel desprendía el aroma amaderado de su perfume combinado con el de tierra mojada que supuso era natural. La mezcla le recordó a las montañas tras la lluvia, calmas y llenas de posibilidades. Sus fosas nasales se expandieron al inhalar tan profundo como pudo. Cuando abrió los ojos de nuevo, tenía las pupilas dilatadas. Cada elemento por si mismo era bello, pero el conjunto era arrobador. Decían que la curiosidad mataba al gato, pero ese gato en particular estaba más que dispuesto a morir a cambio de conocer los misterios tras esa fachada impecable. Aunque había creído imposible ser más feliz, claramente se había equivocado y no le dolía admitirlo. No había esperado que el destino le hiciera un nuevo guiño y le mandara a ese ángel rubio el mismo día que le daba una familia. Todo pareció detenerse al mirar por primera vez al amante de sus fantasías. - Permítanme presentarlos. Saxton, ya conoces al hermano Thorment y a su Shellan, Wellesandra. Éste es John Matthew, también conocido como Therror. John, éste es Saxton, el abogado encargado de la adopción. Si no me equivoco estás relacionado con uno de los amigos de John, muchacho. ¿Qhinn era su nombre? –

Su Ángel – Saxton, repitió en su cabeza – asintió. “Como lo haya tocado voy a cortarle las pelotas, por muy amigo mío que sea”, pensó tenso. Sin embargo, sonrió al rubio y estrechó su mano cuando éste se la ofreció. Pareció tener problemas para encontrar la manera exacta de responder al Rey. - Es mi primo, mi señor – dijo sin dejar de mirar a John. “Eso es. Mírame”. Y vaya que lo hacía. Notaba como sus ojos lo recorrían disimuladamente. Su cuerpo estaba tan tenso como el suyo al hacerlo. Hubiera podido jurar que era físicamente imposible deshacer el nudo entre sus miradas y, tras unos minutos de escrutinio, hasta sus respiraciones se acompasaron. Saxton se lamió los labios inconscientemente y eso fue el detonante para que los nuevos cuchillos en la boca de John palpitaran y se extendieran, igual que hacía la cosa entre sus piernas. Palpitar y extenderse. Y volver a palpitar. Su pulgar dibujó pequeños círculos en el interior de la muñeca de Saxton. Eso fue lo único que John se permitió hacer mientras intentaba calmar el ansia de tocarlo. El instinto primario de arrastrarlo hasta su habitación para demostrarle que podría satisfacerlo en todas las maneras imaginables. Su cuerpo estaba listo para saltar sobre su presa, pero su mente aún estaba lo suficientemente cuerda como para comprender que no era ni el tiempo ni el lugar. Primero debía conocerlo, ver si eran compatibles… Pero, joder, ese macho hermoso era el premio a su espera. El agua que venía a aliviar la única sed que le quedaba por saciar. Su compañero. Que, al parecer, no tenía tanto autocontrol como él. Saxton liberó el más sensual sonido de esos labios suyos, solo para él. John sintió estallar su cabeza. El aroma de las oscuras especias inundó los dominios del soberano de la raza, arrancando sonidos de sorpresa de todas las bocas

salvo la del sujeto de sus atenciones, que tembló con anticipación y ronroneó complacido por la reacción. - Dulce Virgen – susurró Wrath – Aquí vamos de nuevo – 0o0o0o0 Una a una, Vishous encendió con su mente el centenar de velas que tenía desperdigadas aquí y allá alrededor del ático. Las pequeñas llamas parecían ánimas flotantes en la inmensidad y la penumbra hasta que fueron suficientes para iluminar los sombríos rincones con su resplandor dorado, que refulgió chispeante en los diversos instrumentos cromados en las paredes. El lugar era un absoluto desastre. Parecía saqueado, como un reflejo del dolor que había sentido la última vez que estuvo ahí. De lo perdido y destrozado que había estado por dentro hasta que Butch volvió de la muerte para repararlo. Pieza a pieza. Cerca del bar, había botellas vacías, cristales rotos. Los látigos, mordazas y demás estaban en el suelo de mármol y Vishous estaba seguro de que en el baño aún estaban los restos chamuscados de su chándal. Butch no estaba sorprendido por el desorden, y si lo estaba no se permitió demostrarlo. Paseó por ahí, recogiendo una cosa a la vez sin apurarse y admirando los pequeños detalles de su sala de juegos. Vishous esperó. Estaba nervioso como un niño en su primer día de escuela, pero se mantuvo callado, esperando a que dijera algo. Lo que fuera. La incertidumbre era mucho peor que el rechazo con el que estaba acostumbrado a lidiar, pensó deseando poder echarse atrás y volver a las seguras paredes de la Guarida, donde las experiencias eran menos terroríficas.

Aunque el ático había sido su refugio, un lugar donde descargar sus frustraciones, esos habían sido otros tiempos. Había personas nuevas en su vida, nuevas relaciones. Ahora no era más que el recuerdo de una existencia vacía de relaciones sexuales esporádicas sin sentido con desconocidos a la que no quería volver. De hecho, le aterraba la posibilidad. Estaba cagado de miedo, admitió para sí y su orgullo fue lo único que le impidió marcharse. - Quiero estar contigo – tragó duro – Aquí – Al final, fue él quien rompió el silencio. Los pálidos ojos diamantinos de Vishous volaron hasta Butch, que estaba frente a él de otro lado de la habitación. Su cuerpo estaba tenso, como esperando a que le diera permiso de acercarse, y sus ojos intensos lo atravesaban de lado a lado como un cuchillo o un láser. V sintió su corazón acelerarse de cero a cien en dos microsegundos, atorándose en su garganta. - ¿Seguro? – Lo preguntó en un tono suave pero firme. No era la voz con la que se habla a los niños o a los animales asustados, y Vishous se lo agradeció. - Necesito saber si más tarde no te vas a arrepentir, si no vas a querer conservar éste lugar – Vishous se tomó un tiempo para pensarlo antes de contestar, pues sabía que las preocupaciones de su macho eran totalmente válidas.

- Éste lugar – abrió los brazos para hacer más énfasis en los objetos a su alrededor – Representa lo que era. Un ser frío, sin vida más allá de la batalla y el sexo casual. Antes de que llegaras, los hermanos eran mis compañeros de batalla, pero ahora son mis amigos. Somos familia. Antes dominaba, pero jamás

entregaba nada. Ha avanzado y quiero seguir haciéndolo contigo pero para eso necesito decir adiós a este lugar. Demostrarme a mí mismo que lo que hay entre nosotros puede más que todos esos siglos de miedo y mierda mental que iniciaron en el campamento – Aún después de decirlo, seguía sin estar seguro de si podría hacerlo. El poli era la única persona que lo conocía por completo. Había compartido con él partes de sí que jamás dejaría ver a nadie más. Le había abierto su corazón, su mente y su cuerpo en más de una ocasión. Sin embargo ahí todos sus demonios estaban al acecho, amenazando con atacarlo y arrancarle las entrañas por la boca. Sonaba terriblemente melodramático, pero así era. Vishous se frotó la cara con las manos y frunció el ceño. Dioses, ¿porqué todo era tan complicado? “Porque me lo hago complicado”, se dijo resoplando. Alzó la mirada con la determinación y el miedo de un hombre acercándose a la silla eléctrica mientras caminaba hacia la mesa en forma de “X” donde antes había atado a tantas hembras distintas y las había hecho agonizar de placer hasta suplicar con el clímax. No recordaba sus rostros ni sus nombres pero eran como una sombra entre él y Butch. Un paso. Otro. A medida que la distancia disminuía, el pánico incrementaba. Con una función exponencial. Su cuerpo temblaba como la hoja de un árbol en medio de una ventisca para cuando se sentó al filo de la mesa y sentía que si no se sostenía con la suficiente fuerza a ella y a su autocontrol caería justo como la hoja. Se preguntó si así se habían sentido en su momento todas aquellas mujeres y las compadeció. Se le cortó la respiración al verlo aflojar el nudo de su corbata y quitarse el saco del traje que llevaba puesto. El policía se había vestido como un modelo de pasarela, no como un amo, pero por su expresión y su firme postura, nadie se habría atrevido a cuestionar su autoridad.

- Quítate la chaqueta y las dagas – Vishous tragó pesadamente y obedeció. Se obligó a controlar el temblor de sus manos mientras deslizaba la chaqueta de cuero negro lejos de su piel desnuda y desataba las correas que cruzaban su pecho, sosteniendo sus dagas de caza. Tardó la vida en ello, pero lo hizo. Maldición, maldición, maldición. No se echaría atrás. No lo haría.Cuando terminó Butch había llegado hasta él, lo tomó de la nuca y lo besó. Dejó que su boca se abriera, obediente a la orden no expresa, pero no hubo presión por su parte. No fue un beso frenético ni especialmente sensual. Más bien fue un entendimiento entre ellos, donde Vishous aceptaba someterse. Una lengua caliente acarició su interior sin prisa, con ligeros mordiscos y estocadas húmedas. Butch lo rodeó con su cuerpo, quemándolo con su contacto. Deslizando sus manos por sus brazos de ida y vuelta. - Bésame tú

también, amor –

El beso cambió. Despacio, la lengua de Vishous dejó su perplejidad, persiguiendo la que jugueteaba en su interior. Volviendo profundo y húmedo algo que hasta el momento había sido tierno y superficial. - Ahora abrázame y déjate llevar – Vishous asintió, pero sus músculos seguían tirantes por la ansiedad cuando envolvieron el cuello de Butch. - No lo haré así – dijo con un gruñido bajo – Dime que lo quieres. Dime que entiendes que esto es por ti, que jamás te haría daño. Que sabes que si en algún momento es demasiado me detendré de inmediato. Anda, quiero oírte decirlo – Sintió su psique sacudirse al lidear con lo dicho. Sabía que no lo lastimaría, que

el poli lo amaba y que un macho enamorado jamás hacía nada para herir a su pareja. Era la naturaleza de la raza. Pero había una parte de él que seguía sin creerlo. ¿Cómo podría? Su madre lo había abandonado y solo había vuelto a verlo para intentar detener su emparejamiento y quitarle a la única persona que lo había feliz. Y el cabronazo de su padre… Había sido un malnacido hijo de la gran puta con todas las letras. Lo había degradado, torturado y marcado de por vida por ser justo lo que él había pedido. Un varón fuerte. Solo que el Sanguinario no había previsto que fuera más fuerte que él y había tenido miedo de su creación. Si quienes por orden natural debían amarlo y protegerlo lo habían dañado tanto, ¿cómo era posible que alguien llegara a amarlo como Butch decía hacerlo? Era algo que no alcanzaba a entender. - No soy ellos, Nallum – dijo su amante adivinando el rumbo de sus pensamientos. – Para mí eres un tesoro – Con cuidado, Butch acarició los costados de su rostro, desde el mentón con barba de chivo hasta las oscuras cejas sobre sus ojos diamantinos. La suave caricia desvaneció de a poco la tensión de su cuerpo y sus facciones. Vishous sintió una media sonrisa deslizarse sobre sus labios secos, y se inclinó hacia la mano que recorría su mejilla. - Eres mío pero no para castigarte o utilizarte. Eres mío para amarte, cuidarte y atesorarte. No iré más allá de donde necesites que vaya – - Estoy a salvo porque me amas – murmuró. Y lo creía. De verdad entendió que a pesar de estarse poniendo en una situación de sumisión ante Butch, él era quien tenía el control final de hasta donde llegar. Porque su macho nunca lo lastimaría. Sonrió.

Los labios sonaron con fuerza cuando volvieron a unirse, dientes chocando con violencia al besarse, morderse, devorarse. Vishous se dejó guiar por el poli, flexible como arcilla entre las manos. La pasión le nubló los sentidos, haciéndole girar la cabeza. Butch lo mordisqueó, lamió y marcó y V devolvió cada gesto con gusto. El poli se separó para rugir.

“Hermoso”, pensó V. Los colmillos extendidos, las pupilas dilatadas. Entregado al deseo, hubiera sido el título que Vishous hubiera dado al retrato de ese instante en su cabeza. El aroma del emparejamiento flotaba a su alrededor para que su piel la absorbiera. Quiso tocarlo, necesitaba hacerlo, pero no pudo. Mientras se besaban, Butch se las había arreglado para cerrar los grilletes de la mesa alrededor de sus muñecas. El cabrón sonrió triunfal. - Te odio – habló con voz pastosa y los dedos apretados para no echarse a reír. - También te amo, compañero – Lo que hubiera dado por borrarle esa sonrisa ladina con la boca. - Ahora sí, comienza la diversión – amenazó su pareja. Las cejas de Butch se unieron sobre el puente de su nariz y una leve arruga perturbó la piel que se había renovado con su transición en la frente pensativa, pero no hubo vacilación en sus movimientos al caminar por la habitación, tocándose los labios mientras estudiaba su colección de fustas, abrazaderas de pezón y torturadores para el pene. Haciendo frente a su cautiverio, dejó que la sensación de subyugación se combinara con el intenso deseo sexual. Eso era lo que necesitaba y por lo que amaba a Butch: alguien que no tuviera miedo a

internarse en las oscuras profundidades de su alama para salvarlo de él mismo. Para abrazarlo incluso en lo sórdido de sus pecados. Vishous no podía creer lo cachondo que estaba, pero era difícil contenerla necesidad imperiosa de gemir y suplicar que lo tocara de una jodida vez. Que hiciera con él lo que deseara. Acercándose a una esquina, hizo una pausa. V torció el cuello para verlo, encorvado contra una de esas mesillas metálicas para instrumentos de los hospitales pero que él utilizaba para tener sus juguetes a mano. Tras unos segundos, lo vio depositar ahí un par de abrazaderas y otro de anillos metálicos para pollas. Una fusta, un castigador. Un dildo sencillo no más grande que la propia polla de Butch y, por supuesto, lubricante. Su primer impulso fue ponerse a dar coces como un caballo desbocado. Era evidente que el falso pene era muy diferente a un palo de escoba y que nadie lo mantenía inmóvil. Que el único que estaba ahí con él era su macho, pero eso no evitó que las vívidas imágenes de aquella infame noche le pasaran por la cabeza. Comenzó a resollar. El policía recogió algunos instrumentos más, que V no logró identificar en medio de un ataque de pánico. Butch se detuvo a medio camino de regreso al verlo debatirse con furia contra sus ataduras, con las fosas nasales dilatadas y los ojos repletos de angustia. - Shh – volvió a su lado de inmediato, apartando el cabello de su frente – Está bien – le besó los párpados fuertemente cerrados y con cada uno, Vishous se tranquilizó un poco más – Me detendré si me lo pides. ¿Quieres detenerte? – Vishous negó con vehemencia – Ok. Entonces, ¿tienes alguna palabra de seguridad?

Inhaló lentamente y exhaló de igual manera. Hizo lo mismo varias veces hasta que volvió a tener control sobre sus emociones y estuvo seguro de que al abrir la boca no se podría a chillar. Afirmó. - “Amarillo” si necesitas si más lento, y “rojo” si debes parar – logró decir con voz ronca. - Me gustan – se rió Butch y ese sonido terminó por calmarlo. El poli era mágico - ¿Tengo luz verde entonces, colega? – bromeó. - Sí – Butch miró la mesilla que había dejado olvidaba y negó con la cabeza. Finalmente tomó la corbata que se había quitado anteriormente, jugando con ella como si estuviera cavilando sobre sus siguientes movimientos. Vishous se mordió el labio y esperó. - No creo tener que decirte qué haremos con esto, ¿no? – le mostró la corbata. Vishous sintió una gota de sudor bajar desde su cien al hueco bajo su oído. Tuvo que reconocer que aunque no le gustaba la idea de no poder ver lo que su macho estaba haciendo, sería una buena manera de evitar que entrara en pánico cada vez que lo viera tomar algo de las estanterías. - ¿Estás de acuerdo? – Gimió y se revolvió, esperando a que comenzara con una mezcla de ansia y terror. - Sí – silbó – mierda, sí. Comienza de una vez – Lo vio lamerse los labios y no pudo evitar imitarlo.

Las castañas orbes llenas de hambre fueron su última visión antes de que lo cegara. Alzó la cabeza para permitirle anudar la tela. Era más suave que cualquiera de sus máscaras y olía a Butch. Tal vez por eso la ráfaga de miedo que esperaba que lo atacara nunca llegó. “Estoy aquí”, parecía gritar. “Soy yo”. Ya no podía verlo, pero podía sentirlo, olerlo, oírlo. Merodeaba a su alrededor como si evaluara el curso a seguir. Todo un estratega era su policía. Escuchaba sus pasos sobre el mármol, su respiración suave y constante. El perfume de su marcaje concentrado dominaba los demás olores en la habitación. También podía ver lo que estaba pasando por esa cabecilla suya. Efectivamente, pensaba en todas las opciones, todas las formas posibles de darle placer. Butch quería torturarlo lentamente tanto como deseaba abrirle las piernas y follárselo en seco. Por no hablar de otras cosas. La polla se le hinchó dentro de los pantalones pro la excitación tan violentamente como si le hubieran inyectado viagra directamente en el glande. Un travieso dedo le acarició una tetilla hasta endurecérsela y repitió el proceso en su gemela. La carne hipersensible de Vishous se estremeció y la piel de sus brazos se erizó. Una sola caricia lo dejó tembloroso y gimiendo con suavidad, como un primerizo a punto de venirse. V no sabía a qué atribuirle la culpa. Tal vez fuera el amor, pero también podía ser la expectación o los nervios que sentía. O una amalgama de todo. “Tan bello”, lo escuchó pensar. “Y mío. Solo mío”. La sensación de pertenencia el arrancó una sonrisa. - Butch Sus dedos volvieron a jugar con los pezones de V antes de que el frío del metal los mordiera. Primero uno, luego el otro. Butch le había colocado uno de sus

preferidos. Las abrazaderas metálicas unidas por una cadena que tintineaba al moverse él. - ¿Está bien? – volvió a preguntar. - Sí – se le cortó la respiración con un gimoteo cuando Butch retorció las pinzas - ¡Oh, sí! – - Te ves tan bien así, V – rió – deberías considerar perforártelos. Podríamos colocarte una cadena para cuando… ya sabes. ¿Lo imaginas? Tú, clavado en mí y yo tirando de tu correa – Joder, que si lo imaginaba. No podría sacar la puñetera imagen de su cabeza ahora. Su esponjosa y húmeda lengua le acarició las clavículas, el marcado hueco entre sus pectorales y su ombligo hundido. Lamiendo a través de su cuerpo y al mismo tiempo deslizando una mano por su costado y otra por el interior de sus muslos. Rozando de vez en cuando la unión entre sus piernas. Su cuerpo se arqueaba hacia Butch todo lo que las ataduras se lo permitían y él se echó las piernas de Vishous sobre los hombros. La mitad de la espalda del moreno estaba sobre el potro, mientras que el resto era mordido, chupado, estimulado con cuidado por su macho. Casi podía verlo, inclinado sobre su cuerpo, los colmillos extendidos brillando con el mismo reflejo que su rosada lengua húmeda. De repente, la caliente boca bajó hasta el bulto que su verga formaba bajo el cuero, envolviéndola, raspando el material con todos los dientes, pero en especial los colmillos, que se enterraron en él, rasgándolo al alejarse. Sus manos

lo tomaron por los tobillos, abriéndolos sobre la mesa para poder sujetarlo a ella. Un “click” final y tan pronto como habían llegado, sus labios se fueron. Su macho siempre encontraba la mejor forma de distraerlo. Por un momento sintió como si el aire se hubiera espesado y el universo se hubiera sacudido. Apretó los párpados, cerrando los ojos tan fuertemente como pudo pues estaban a punto de salírsele de las orbitas. No sabía si por pánico o excitación. También cerró las manos en puños tensos, esforzándose por no gritar para que lo liberara. O se diera prisa. ¡Jesús… Nunca había estado tan duro en su vida! Así de enferma estaba su mente. Al negársele el sentido de la vista fue como si su tercer ojo se hubiera abierto en alerta. En otras palabras, su antena telepática estaba funcionando a toda marcha. Se conectó casi sin querer a radio Butch FM, a su cerebro y ojos. Se vio a si mismo desde la perspectiva de hellren, rendido a su poder sobre el potro, su piel perlada de sudor reluciendo a la luz de las velas. Y, en la mente de Butch, únicamente había alabanzas y reverencias para su cuerpo postrado. A ese punto llegaban el amor y el deseo del poli por él, y la sola idea casi fue demasiado. Tuvo que atravesarse el labio inferior para no correrse. Lo sintió vacilar. Butch no estaba seguro de lo que estaba haciendo, a pesar de que sus acciones dijeran lo contrario. No sabía si podía llenar las botas de un amo. Dios sabía que su amado santurrón irlandés jamás hubiera puesto un pie en el oscuro mundo del BDSM si no hubiera sido por Vishous y sus necesidades. Hasta ese momento, lo había estado haciendo de puta madre en opinión de V. Al final, pareció llegar a un acuerdo consigo mismo y su ansia por complacerlo, por hacerlo suplicar de placer fue tan intensa que hasta Vishous pudo sentirla,

apretando en su pecho y su ingle. Su verga se sacudió. El mundo de Vishous se basaba en el control, pero en ese momento, estaba haciendo un asco de trabajo para mantenerse controlado. Butch capturó los labios de Vishous, mordisqueándolo al separarse apenas unos milímetros. El cabrón lo tentaba con su aliento, pasando solo su lengua por el contorno de su boca. Vishous suspiró y alzó la cabeza todo lo que pudo para atraparla y succionarla como hubiera hecho con la polla del poli de haberla tenido a mano: vaciando las mejillas y chupando. La respuesta de Butch fue entusiasta, clavándola en su boca una y otra vez, como un pistón. Como si estuviera follándosela. Un quejido rompió su beso cuando el policía le abrió las nalgas con ambas manos y tanteó su agujero con los anulares haciendo apenas presión. Algo cayó al suelo con un ruido sordo y una hoja helada lamió su pecho. ¿Un cuchillo?, se preguntó. La punta afilada que rodeó la pinza en sus pezones confirmó su sospecha. Vishous comenzó a transpirar copiosamente. Él había estado esperando que el poli comenzara con algo más manso, como una vela o una fusta de equitación, por lo que no pudo ocultar a tiempo su jadeo sorprendido. Butch se rió de su reacción y volvió a pasar el filo por el centro de su pecho, marcando una a la vez las líneas que dibujaban sus músculos, trazando en especial un camino invisible que lo dividía en dos. Como si lo fuera a abrir en canal. Pensándolo mejor, Vishous comenzó a ver la lógica de su elección. Su macho no sabía utilizar ninguno de sus juguetes, pero una daga… Utilizaba una cada noche para matar. Sabía cuanta presión ejercer para rasguñar, cuanta para herir. Y aunque la sangre lo hubiera podido amedrentar siendo humano, como vampiro

solo sería un detonante sexual más. Pero, mierda. Nunca podría ver otra vez al mamonazo cazando sin tener una erección de campeonato en el proceso. - ¿Sientes esto? – murmuró ronco – es una de tus dagas. Jesús, aún me maravilla la perfección que puedes crear con tus manos a base de calor y sudor. Es casi mágico. Y cómo las usas. Me pongo duro solo de pensarlo. Confías en ellas para luchar y protegerte. Crees que nadie lo sabe, pero te enorgullece que todos los hermanos tengamos una parte de ti siempre con nosotros. Y ahora tu arma está en mis manos, igual que tú, pero ni ella ni yo podemos lastimarte, porque somos tuyos – El acero le dibujó los planos del pecho otra vez, el cuello, los huesos de la cadera. Descendían. Su frío chocaba contra el calor de su piel, arrancando suspiros y pequeños escalofríos que le recorrían la columna a latigazos. Con un movimiento rápido, imprevisible, desgarró con el filo de la daga las costuras del pantalón de cuero que aún lo cubría y con un tirón más finalmente quedó desnudo para él. A V ni siquiera le pasó por la cabeza reclamar por la pérdida de una de sus prendas favoritas. Butch gruñó como gruñe un carnívoro antes de darse un banquete, satisfecho consigo mismo, antes de dar una espontánea lamida a la cabeza de su pene. También antes de que le pusiera un apretado anillo en la polla. La mordida del metal lo hizo maldecir. - ¡Coño! – exclamó sorprendido. - Bien. Así te quiero, amor. Duro. Sufriendo y rogando porque te toque – Sintió el doloroso tirón de su única pelota, asfixiada por el agarre inclemente del anillo. El sufrimiento y la imposibilidad de liberarse, aunado a las excitantes palabras que Butch se empeñaba en derramar en sus oídos lo llevaron al límite.

Gimió el nombre de su macho, mostrando los colmillos y tirando de los grilletes que lo mantenían atado como un animal acorralado. - Dios – se quejó sin voz. La mano de Butch se cerró con rudeza sobre su cabello revuelto, tirando de su cabeza hacia atrás. La posición era molesta, pero increíblemente sexual. Sintió su aliento contra su manzana de Adán y la daga en la piel sobre su yugular, hinchada por el rápido ritmo cardiaco. La hoja cortó antes que pegara la boca contra la herida, bebiendo del líquido carmesí al ritmo de sus pulsaciones acaloradas. - Butch – Con un lametazo dejó de sangrar, pero su macho no había tenido suficiente aún. Recorrió su cuerpo con los labios y la cuchilla, haciendo cortes superficiales aquí y allá. Sin seguir un patrón. Bebiendo en pequeñas cantidades en cada punto erógeno que encontraba, pero dándose un festín con el flujo de sus muñecas y muslos. La excitación se extendió por Vishous como el fuego en un pajar seco, consumiéndolo hasta convertirlo en un sumiso indefenso, nervioso y necesitado. De no haber sido por el anillo en su verga, se hubiera vaciado tras el primer trago. Más que en el dolor y el placer, el juego se basaba en el control y la confianza y Butch le estaba dando todo en la medida justa. - Deberías verte, V. Eres como un cuadro. Un magnífico desnudo lleno de erotismo y elegancia – Butch ronroneó contra su piel, cerrando el corte de su muslo con su saliva y Vishous apretó los puños y los labios para no suplicar que siguiera, que lo secara

por completo si así quería pero que no dejara de tocarlo. Siempre supo que el poli tenía todo para ser un buen maestro bajo sus intensiones de buen cristiano, y solo estaba dándole la razón con sus acciones y palabras. Apartándose, arrastró los dedos a través de la carne sensible de su entrepierna, jugando con el oscuro glande expuesto. “Más”, pensó sin atreverse a decirlo.

“Dame más”.

Metió un par de dedos en la hendidura de su culo con fuerza. En seco y hasta los nudillos. Acarició el calor aterciopelado de su interior con pereza. El dolor lo apuñaló por un instante antes de apartarse para dar paso a un agónico placer que lo hacía sangrar y regodearse en ello.

Un ronco gemido desde lo profundo de su pecho fue recompensado por la carcajada orgullosa de su poli. - Podría enterrarme en ti ahora, y tu solo gemirías como una sucia perra, ¿no es así? – A pesar de la pregunta final, Butch no esperaba una respuesta. Ambos la conocían a la perfección. Su cuerpo siempre estaba abierto para él, sería un participante dispuesto en cualquiera de las fantasías que tuviera, preparación previa o no, pues sabía que a pesar de las molestias iniciales, fueran cuales fueran las circunstancias, siempre sería más que sexo. Lento y amoroso. Bruto y salvaje. Controlado y subyugante. Nada de eso importaba, solo estar con la persona indicada. Que distinto se sentía todo cuando se hacía con el indicado. Butch lamió la cabeza de su pene, rodeando la hendidura con la punta de la lengua y los colmillos, sacándolo de sus pensamientos románticos. Lo estimulaba con el peligro de su filo, sabiendo que eso lo excitaría. Siseó, disfrutando de la

sensación de escozor más de lo natural o sano. Lamió y pellizcó la piel con sus labios, estirando el saco de su testículo con los dientes. Y se tragó su dureza de parte a parte. - Santa Mierda, poli – jadeó – Tu jodida boca – Las palabras salieron como un lloriqueo de su garganta. El policía se alejó lo suficiente de su verga como para hablar y seguir rozándola con los labios. - ¿Quién te está tocando, V? ¿Lo sabes? – V pudo sentir la humedad que había dejado en él secarse con el ataque de su aliento. - Mi amo – - No – besó su punta antes de bajar al globo en su base y al espacio entre éste y su ano – Bastante cerca, pero no. ¿Quién soy? – Su cerebro se había fundido, así que contestó lo primero que le vino a la mente sin pensarlo. - Mi amor – - Bingo – Como recompensa, le dio una sonora palmada en el costado de la nalga. Vishous maldijo audiblemente, corcoveando con las caderas. Quería eyacular con vehemencia. Terriblemente. Sin embargo, el puñetero anillo se lo impedía. No obstante, varias gotas de su semen escaparon de la hendidura.

La mesa se tambaleó con el peso extra de su pareja. Butch se sentó en su vientre, sin dale el contacto directo que necesitaba tan profundamente pero lo suficientemente cerca como para hacer que lo anhelara con más ganas aún. En algún momento se había desnudado, y el contacto fue caliente y resbaladizo entre sus pieles. Lo cubrió con su cuerpo, como tanto le gustaba hacer, y se frotó contra él desvergonzadamente, como si quisiera impregnarse con el aroma de su sudor. Aquél macho lo había transformado en una cuerda tensa y llena de nudos resbaladizos de lujuria pura y dura. No lo iban a escuchar quejarse de su desempeño. - Una vez me dijiste que cuando traías a alguien aquí para el sexo procurabas no conocerlo con anterioridad – dijo como si estuviera enumerando – no dejabas que te tocaran ni que te besaran. Tú tenías el control de la situación, debías dominar el encuentro y aunque te corrías, nunca penetrabas a tu acompañante. ¿He olvidado algo? - No – - Conmigo has roto todas esas reglas. ¿No te parece una manera genial de despedirte del lugar? – Entonces Butch hizo lo último que Vishous esperaba. Se sentó sobre su miembro erecto, empalándose en él centímetro a centímetro con una lentitud insoportable. Vishous gritó.Y decían que las despedidas debían ser tristes. Su interior estaba apretado y resbaladizo por el lubricante, como si se hubiera preparado lo justo para que la entrada fuera tan ajustada como se pudiera sin ser muy dolorosa. Se sentía como el cielo. - ¿Creías que entraría en ti? No, Nallum. Estás en mí, pero yo sigo siendo quien manda – contoneó su culo contra el regazo de V, dejando claro lo que decía -

¿Ves? Te tengo agarrado de la polla, literalmente. Yo marco el ritmo, la fuerza, la profundidad – Demostró cada una de sus palabras – y decido cuando te corres – Le quitó la corbata de los ojos y lo primero que pudo ver fue a él, los músculos de sus piernas contrayéndose y relajándose con sus movimientos y sus facciones retorcidas por el éxtasis. Butch cerró la mano sobre su propia polla, que lloraba perlas lechosas de esperma sobre el vientre de Vishous. El cabrón sonreía con arrogancia al cabalgarlo como si fuera un toro de rodeo. Parecía que llevara haciéndolo toda la puta vida, haciendo círculos al subir y al bajar. Alzándose lo suficiente para sacarlo de él y volver a caer sobre su falo con un golpe brusco. Sus bellas nalgas prietas resonaban al cachetear contra sus muslos, acompañando al sonido de sus respiraciones erráticas, el tintineo de la cadena que unía las pinzas en su pecho y al chirrido de la mesa de tortura.En conjunto formaban una sinfonía que se le quedaría grabada en el cerebro para siempre. Se iba a volver loco como no se corriera pronto. Un ronco sonido vibró en la garganta de ambos. Vishous estaba fascinado. Su macho le robaba la respiración, el latido del corazón y el pensamiento con solo mirarlo. Tan perfecto como si hubiera sido hecho especialmente para él, y si creía lo que había dicho su querido abuelo, así era. Sus caderas se movieron todo lo que la posición en la que estaba se lo permitía, empujándose poco a poco hacia la cúspide del placer. Con un golpe duro, Butch se corrió, gritando de alivio. Las paredes que lo revestían se apretaron a su alrededor, dándole dolor y gozo a partes iguales. El no poder hacer lo mismo que Butch no impidió a Vishous disfrutar de verlo

liberarse, pero la necesidad de hacerlo lo hizo sentirse mareado y débil, llegados a ese punto. Lloriqueó cuando Butch se levantó y bajó de la mesa. La cabeza de su pene estaba más oscura de lo que nunca la hubiera visto y su pelota estaba dura como un guijarro fosilizado. Compadeciéndolo, Butch abrió el cierre del anillo y Vishous gimoteó lastimeramente por la sensación de libertad. - Por favor, amor – dijo sin poder controlar sus palabras. Estaba más allá de cualquier límite. Todo lo que le importaba era que la erección entre sus piernas se fuera – Tócame. Déjame correrme – Su macho sonrió, cumpliendo su deseo como si en vez de rogarlo lo hubiera ordenado. Lo acarició rápida y rudamente, masturbándolo tan apretado como V lo necesitaba. Hacía minutos que había perdido la vergüenza y el orgullo, ni siquiera intentaba reprimir las palabras y los sonidos que producía más. Pedía que siguiera, una y otra vez. Se retorcía sensualmente, se arqueaba como una ofrenda y empujaba sus caderas en contra de la mano de Butch. Un golpe. Otro. Los gritos de Vishous llenaron la habitación. - Córrete, Nallum. ¡Ahora! – El apretón de su mano se estrechó hasta no pudo hacerlo más y la otra dio un firme tirón al saco de su testículo. Obedeció. Así inició y acabó todo. Al fin. El mundo pareció explotar, desintegrarse a su alrededor. - Sí. Joder. ¡Sí! – V temblaba aún cuando los últimos vestigios del orgasmo se marcharon. También lloraba. Como una nena tras su primera vez, salvo que él no sentía que había perdido algo, sino que lo había ganado. Butch lo conocía mejor que nadie por lo que no dijo ni hizo nada para detener sus lágrimas, dejándolo

desahogarse. Casi estaba seguro de que sabía a qué se debía y lo mucho que necesitaba hacerlo. Vishous se lo agradeció y siguió llorando sin hacer ruido. Sentía una infinita tristeza por el niño que había sido y compasión por el macho que había resultado de la violenta educación del campamento y la traición de las personas que lo habían creado. Estaba feliz. Por mucho tiempo había creído que aferrándose a lo poco que tenía en el presente y evitando mirar atrás lograría hacer un mejor ser de él, que así era como se mantendría satisfecho y estable. Gracias a las experiencias del último año había comprendido que ese niño olvidado y ese muchacho miserable lo habían hecho lo que era y que no tenía porqué avergonzarse de ellos. Estaba bien sentir pena por ellos. Solo deseó poder retroceder en el tiempo y mostrarle a su yo de diez años y al de doscientos que todo, al final, valdría la pena. Lo valía por despertar cada mañana con Butch. Los grilletes se abrieron uno a uno y Butch tiró de él para abrazarlo. - Te amo – le dijo. “Gracias por todo”, agregó en su mente, y como eso sonaba a despedida, añadió un “gracias por lo que vendrá también”.

0o0o0o0

El pasillo por el que caminaban estaba vacío excepto por ellos, apenas iluminado por las luces fluorescentes en el alto techo y silencioso como su mismo nombre.

“La tumba”, le había dicho Phury que se llamaba y ya que estaban a varios metros bajo tierra, no pudieron haber escogido uno mejor. También le había contado de camino ahí algo de su historia. La tumba era la antigua propiedad que el fallecido hermano Darius había construido y preparado para albergar a la hermandad completa en tiempos de necesidad. Ahora pertenecía por herencia a su hija Elizabeth, también conocida como la Reina Mestiza, y servía de centro de entrenamiento para los nuevos reclutas, cuartel general de la Hermandad de la Daga Negra, Mansión Real y durante los últimos días, como posada para las Elegidas. Debía de ser gigantesco. De momento apenas había podido ver las puertas de acero en la entrada de la propiedad y parte de los túneles subterráneos, pero Rehvenge ya tenía sentimientos contradictorios respecto al lugar. Por un lado le agradaba la seguridad. Desde que entraron ya habían pasado por tres puertas de acceso protegidas por claves, había alarmas con baterías de litio, sensores de movimiento y cámaras de vigilancia. Al ser el hogar de los defensores de la raza, seguramente sería uno de los principales blancos de la sociedad restrictiva, por lo que cualquier medida, por exagerada o paranoica que fuera, que garantizara el bienestar de sus habitantes era poca. Tuvo que aplaudir a quien diseñara todo el sistema. Mejor que en Fort Knox.Por otro lado, detestaba ese aire burocrático y gubernamental que parecía revestir cada pared como si fuera pintura.

“Una sociedad secreta de defensores nocturnos sustentados por un gobierno que nadie conoce. Guerreros fuertes viviendo entre el misterio y la violencia. Muerte y Sexo se mezclan en la historia paranormal de “La Hermandad”. Muy pronto en cines”, se burló en su cabeza.

Rehvenge reprimió una risotada. ¿Podían culparlo? El complejo entero parecía haber sido robado de una película de acción al estilo “Misión Imposible” o “James Bond”. Salvo que estos agentes secretos en lugar de trajes de cóctel o látex oscuro, se decantaban por vestir como los Village People. - Llevaremos a nuestras hijas a la casa de las Adirondacks – Rehvenge lo dijo tan repentinamente que hizo saltar a Phury, que se quedó viéndolo, boquiabierto. - ¿Nuestras? – - Te dije que quería todo el paquete – afirmó – No creo que vivir en este ambiente les ayude a adaptarse a este lado fácilmente. Van a necesidad tranquilidad, privacidad y experimentar poco a poco lo que nuestro mundo puede ofrecerles. De otro modo podría ser abrumador, incluso traumático para ellas. Tengo una casa ahí donde sé que estarían cómodas – - Yo tuve la misma idea – le dio la razón – Tenía planeado utilizar parte de mi herencia familiar para comprar o construir algo a las afueras. Podríamos… - Si estás a punto de decir algo acerca de pagarme una renta o sobre esperar a que compres otro lugar, olvídalo, niño bonito. Ya le pedí a uno de mis chicos que preparara suficientes habitaciones para todos. Las nuestras estarán en el ala contraria a la de las chicas, por lo que no dudes que te voy a cobrar una cuota cada noche a cambio del favor - Será todo un placer – rió Phury y le plantó un sonoro beso con rapidez – Gracias Rehv sonrió con arrogancia. Si tan solo su macho dejara de menospreciarse y comprendiera que era él quien tenía mucho que agradecerle. Era él quien le había

dado una razón por la cual revelarse contra las cadenas que la perra de su hermana había puesto en su cuello. Era él quien le había dado una familia. - De nada – Rehvenge recurrió a toda su fuerza de voluntad para no caer en la tentación de pegar a Phury a su pecho y besarlo hasta dejarlo sin aliento. Cada vez que pensaba que podría haberlo perdido le entraba una inmensa necesidad de reafirmar que en verdad estaba ahí, de poseerlo hasta que su cuerpo entendiera que era suyo. El hermano llevaba puestos un par de pantalones oscuros de corte recto y una camisa del morado más oscuro con las mangas arremangadas por encima de los codos. Ambos eran suyos, y aunque Rehv nunca se había puesto la camisa, el simple hecho de saber que Phury llevaba su ropa hacía que quisiera arrancársela a mordiscos. Se veía increíblemente sexy. El guerrero se adelantó unos metros, moviéndose lenta y elegantemente como si fuera a participar en una pasarela. Su apretado culo se lucía de lo lindo en sus pantalones. Su macho era tan bello como un cisne, tan ágil y grácil como una gacela y tan letal como un león. Seguro y sensual. Lo siguió de cerca, apoyando su bastón a cada paso. Sus instintos casi gritaban que estaba en terreno enemigo, acostumbrado como estaba a desconfiar en todo y en todos, pero su mente entendía que si quería quedarse al lado de Phury, esa era una reunión que no podría eludir. Y como bien decían, al mal paso era mejor darle prisa. - Calma, Phury – dijo al alcanzarlo – Estoy tan dopado como para no sentir nada hasta mañana y aún así siento tus nervios. Todo va a salir bien, tenemos a mi

hermana y al tuyo de nuestro lado, y aunque no fuera así y tu rey no quiera ayudarnos, encontraremos otra manera de deshacernos de la puta de mi media hermana – Phury solo asintió. Guardaron silencio a medida que caminaban, acercándose cada vez más a donde se encontrarían con el Rey ciego. Por un momento, Rehvenge cuestionó su propia cordura por creer que el mismo gobernante que expulsaba a los de su clase a la comuna lo ayudaría a acabar con la reina Symphath. Se recordó que solo la mitad de su sangre era la de un comedor de pecados, y que gracias a eso podía controlar el lado oscuro de si mismo. Recordó que su madre era un miembro respetado de la comunidad y que las leyes estaban ahí mucho antes de que Wrath llegara a la corona.

Había habido cambios drásticos últimamente, ¿porqué no era factible que lo aceptaran por lo que era cuando había demostrado que no hacía daño a nadie?. Era extraño, pero ni siquiera estaba un poco nervioso. Y cuando la mano de Phury se cerró sobre la suya en busca de tranquilidad, supo porqué. Tenía una familia y destrozaría a quien se pusiera entre ellos.

0o0o0o0 - ¿Por qué crees que nos necesite Wrath ahora? – preguntó Butch con los brazos tras la cabeza. Acababan de regresar de patrullar. Había sido una noche tranquila, inquietantemente tranquila. Nada bueno podía salir de esa engañosa calma, y todos los hermanos lo sabían. Aún así, Vishous estaba de un humor estupendo.

No podía ser todo risas como Rhage, pero el relajado gesto de su rostro lo delataba. Aceptaría aquella paz temporal, disfrutaría de su macho y después saldría con él a dar unas cuantas hostias. Que maravillosa era su vida. - NPI – respondió a la pregunta de Butch - ¿Crees que tenga que ver con el asunto de las Elegidas? – - Tal vez – tenía los ojos fijos en la nada cuando agregó - ¿Quién diría que nuestro hermano el célibe nos haría tíos de cuarenta de un día para otro? – Aunque era evidente que lo había dicho como una broma, había algo tras sus palabras que hizo que se preocupara. Así que lo detuvo tomándolo por el brazo. - ¿Lamentas no poder tener hijos conmigo? – - ¿Qué? – lo miró perplejo antes de echarse a reír – Por Dios, no. ¿Me ves con madera de papi? – Vishous pestañeó, sin palabras. - Pensé… - Butch enarcó una ceja, divertido – Pensé que eso era lo que querías. Una casa con cerca blanca, un perro y un montón de críos correteando por el jardín – - Si quisiera eso, me hubiera quedado con alguien como Marissa. Hubo un momento en que pensé que esa vida me haría feliz, pero igual que Marissa era un ideal, la casa, el perro y los hijos también lo son. Todo niño sueña con eso en alguna ocasión. Quería ser normal y tener a alguien que me amara, y lo importante es que tengo a alguien que me ama. No soy normal ni quiero serlo

más. Soy feliz, Vishous. Ahora no importa si los demás me quieren o les agrada lo que soy, porque lo que soy me agrada y lo único que importa es que me quieres – - Sabias palabras del poeta Brian O’Neal – - Cállate, mamón – le dio un codazo – Pero sí. Tu y yo, compañero, viviremos durante muchos años, tal vez tengamos un perro, tal vez no y disfrutaremos de los HOP’s – - ¿Los qué? – La sonrisa que Butch tenía en el rostro irradiaba felicidad por lo que V no tuvo dudas acerca de su sinceridad. - Hijos de otras personas – aclaró – Seremos los tíos preferidos de los pequeños chupasangre que los otros traigan a la familia. ¿Ves? Todo el amor, nada de pañales sucios o biberones cada dos horas .No pudo evitar reírse a carcajadas, sin notar que Butch lo miraba con expresión enternecida. - Aún así, gracias por preguntar – Vishous dobló la esquina sin dejar de reír y chocó contra algo que lo hizo tambalearse hacia atrás. O, más bien, contra alguien. - Fíjate por donde caminas, guerrero – espetó el Reverendo. - ¿Qué demonios estás haciendo tu aquí, Symphath? – gruñó. - Acompañándome – dijo Phury, a quien no había visto hasta ese momento.

Su hermano se veía… radiante. No había otra manera de describirlo. Sonreía con todo su rostro, sus ojos brillaban y su cuerpo se movía con soltura, relajado. Sus dedos estaban entrelazados con los del macho a su lado. Ambos compartieron una mirada, felicitándose mutuamente, antes de chocar los puños. Rehv y Butch los miraron sin entender a qué se debía el gesto de camaradería, y ellos no hicieron nada por disipar sus dudas. Simplemente siguieron su camino, esperando que sus parejas fueran tras ellos. Frente al despacho del rey, los cuatro machos se detuvieron. Tras esa puerta los esperaba el futuro, pero lo enfrentarían juntos. Ninguno podría pedir más.

Fin

Este Fic está escrito completamente por Lizeth Adriana Bolaños Villareal. Con todo mi cariño Vaz Amy.