Allouch, J. Letra Por Letra. Cap 10

Jean Allouch letra por letra transcribir, traducir, transliterar Traducción de Marcelo Pastemac, Nora Pastemac y Silvi

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Jean Allouch

letra por letra transcribir, traducir, transliterar

Traducción de Marcelo Pastemac, Nora Pastemac y Silvia Pastemac.

ECOLE IACAN1ENNE DE PSYCHANALYSE

Revisión de la traducción: Elisa Molina Diseño de Tapa: Virginia Nembrini Producción Gráfica: March Ríos Producciones

© Jean Allouch © Editorial Edelp S.A. Cerrito 520. 5° C. Cap. Fed. Versión en español de la obra titulada lettre pour lettre, de Jean Allouch, publicada originalmente en francés por Editions Éres, Toulouse, Francia, 1984. Hecho el depósito que previene la ley 11.723 I.S.B.N. N° 987-99567-0-2

Nieri lo que dice el analizante, ni en lo que dice el analista h ay otra cosa que escritura... J. Lacan, seminario del 20 de diciembre de 1977

En primer lugar, con el pretexto de que he definido el significante como nadie se había atrevido a hacerlo, ¡ que no se imaginen que el signo no es asunto mí> £Aforistnos, p. de la trad. francesa)

Capítulo diez

la discursividad Sobre los tres puntitos del “retom o a... ”

La escritura lacaniana de los cuatro discursos ha sido, en cierto sentido, primero considerada, “ingenuamente”, como capaz de ofrecer un cifrado para la lectura del camino abierto por Freud de la clínica psicoanalítica (cfr. capítulos uno y dos). Pero cuando llega al primer plano la cuestión de la transferencia, de la letra que sufre demora en la transferencia, ya no es posible limitarse a esta escritura como a un dato. Semejante postura sólo vale, en efecto, al precio de dejar de lado, si no es que en suspenso o encubierta, la puesta a la luz de la transferencia como tal e:n Freud. ¿Acaso encuentra, en efecto, la transferencia en el discurso una de sus salidas posibles, o incluso su salida? Aun si admitimos esta solución, no podremos considerar a priori como seguro el hecho de que ella no eternice, en cada psicoanalista, una transferencia a Freud que deja a su letra sufriendo demora. Así como hay, en Kierkegaard, un Caballero de lafe, ¿se reduciría la finalidad del didáctico a transformar al analizante que pasó al analista en un caballero de la discursividad analítica? Es inevitable la cuestión de saber si la discursividad no es el nombre de la letra que sufre demora cuando constituye lazo social. ¿Produciría ella p(at)erversion obliga- como un cortocircuito sobre lo que podemos esperar de una efectuación, de la transferencia? El presente capítulo mostrará que Lacan, por su parte, no se atuvo a una versión discursiva de su lazo con Freud. Hay una separación -productiva- entre una definición del psicoanálisis como discurso y su abordaje como “un delirio del que se espera que traiga una

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ciencia” (Lacan, seminario del 11 de enero de 1977). Lacan no fue freudiano desde'siempre, incluso si a continuación siguió siéndolo para siempre. Pues hubo un día en que, entonces, como esos conquistadores del Reino de España que llegados a nuevos puertos quemaban sus barcos para cortarse toda posibilidad de retomo, él franqueó el umbral de una entrada definitiva en el freudismo. El ‘‘sin retomo posible” está entonces tanto más establecido cuanto que se inaugura, en lugar de él, otro retorno: el 7 de noviembre de 1955, Lacan instaura el movimiento de su retomo a Freud. El presente estudio mostrará cómo éste retomo fue objeto de tres versiones sucesivas: mítica, discursivay topológica. Destacará cómo la conferenciade Michel Foucault titulada ¿Q uées un autor?, del 22 de febrero de 1969, al ligar el movimiento de un “retomo a...” con la discursividad, presentó una especie de interpretación del retomo a Freud, haciendo que se volcara desde un primer apoyo tomado en el mito a otra elaboración, dada por la doctrina de los cuatro discursos. Esta segunda versión está relacionada con la confirmación, realizada por Foucault, del carácter freudiano del retomo a Freud (será necesario decir antes que nada por qué la cosa no esevidente). Sin embargo, esta segunda versión no podría estár situada (y especialmente en lo que concierne a sus aporías y a sus límites) más que en el aprés-coup de lo que aparece, en el trabajo de Lacan, como una tercera versión topológica- de su retomo a Freud. Entonces, no postergaremos ya una presentación de está te re era versión, la única que puede permitir que se otorgue su justo lugar a esta construcción de la discursividad que se produjo a partir de foucault.

¿Freudiano? Poco tiempo después de la aparición del Vocabulario del psicoanálisis (1967), se atribuía a un antiguo alumno de Lacan, y (que, sin embargo, era profesor), la siguiente respuesta, ala pregunta sobresurelación con ély sobre el lugar que ocupaba Lacan dentro del movimiento analítico: “¿Lacan? Es el 5 % del Vocabulario”. No es- completamente un chiste; la frase ni siquiera es, hablando con propiedad, “ingeniosa”,, más bien dinamos que es tontita. Sin embargo, circuló efectivamente como un chiste. Es que se hacía significar ahí lo que 'pretendía ser un punto de desembocadura de una transferencia con Lacan y que, en un asunto “semejante” (¡nos lo imaginamos como tal!), estaba implicado más de uno.

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El hecho de que haya habido transmisión de la respuesta obliga a reconocer que estaba construida sobre un punto de verdad. ¿Cuál? Hay que hacer notar, ante todo, que el Vocabulario se debe, al igual que la respuesta, a antiguos alumnos de Lacan; esta similitud de posición es un elemento importante en relación con la respuesta. Además, después de quince años, todos admitirán -segundo elemento- que ese 5 % no ayudó en nada a la lectura de Lacan, ni a la de Freud, ni tampoco a la de su vínculo. Por eso, esta nulidad en lo útil, ese costado sin píes ni cabeza, vuelve tanto más extraño dicho 5 %. Eliminaremos esta extrañeza haciendo notar que la respuesta misma que la establece (en el sentido de que la enuncia), es la que da la verdad de esto. El conocimiento paranoico de este 5 % (cfr. la similitud citada más arriba) da en el clavo, virtud que comparte con el chiste, cuando sugiere que el Vocabulario del psicoanálisis sólo habría sido producido con el fin de localizar a Lacan, con la malevolencia suplementaria (que afirma el carácter no efectuado de la transferencia con Lacan) de dar a entender lo poco que eso sería y de despreciar el suplemento. Por no responder a nada útil, ese 5 % sería la causa de la empresa, su objeto a minúscula. Este intento de localizar a Lacan sería así la verdad del Vocabulario, la que daría cuenta de que, al menos para cierto público, ella ha sido divulgada. Pero esta localización vale tanto por su intención como por su manera. Procede del emplazamiento de una apariencia: existiría un “vocabulario del psicoanálisis” en el que, aparte de Freud, quien se beneficia (¡pero esto, Dios sabe por qué!) con la prima otorgada a veces al origen, serían recibidos algunos autores que realizaron un descubrimiento el cual se ratificaría por la admisión de un término nuevo en el Vocabulariol. Comprendemos que esta apariencia necesite un jurado tipo Academia Francesa, para admitir o rechazar este o aquel término. Los autores se pusieron ellos mismos las túnicas de los académicos. '¿Pero por qué hablar aquí de apariencia? La cosa se hará notoria con simplemente desarrollar las implicaciones de este procedimiento. El término mismo de “vocabulario” sugiere que se admite que los elementos de la doctrina están, entre sí, en una relación semejante a la que liga a las palabras de una lengua; esto quiere decir en particular que nunca UN agregado vendrá a trastornar la estructura, que ésta es ampliamente independiente de aquéllos, que todo agregado tiene un carácter eminentemente facultativo. La admisión de la palabra “transistor” (en lugar de “resistencia de transferencia”, su traducción), en el vocabulario oficial del español no cambia la estructura de la lengua española. ¿Es esto lo que testimonia Freud cuando se encuentra introducido (ya sea por él o por otra pluma) un término nuevo en la doctrina?'

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' Hay una vacilación en cuanto ai nombre de los componentes de este vocabulario. ¿Conceptos o nociones? La introducción no resuelve esto. ¿Cómo no ver, por otro lado, que la enorme preeminencia que se da allí a Freud es un efecto, una secuela, y por esto un reconocimiento implícito del retomo a Freud de Lacan?

En efecto, si la ecuación que iguala a Lacan a un 5 % de agregado a Freud no se sostiene, debe anotarse que este modo aditivo vale también para el propio Freud; ¿qué porcentaje agrégala pulsión de muerte al “primer Freud”? Esta pregunta va en la misma dirección de una empresa como la del Vocabulario del psicoanálisis, ya que trata a Freud, a Lacan y a otros de la misma manera: sopesando (por lo menos en principio) cada término de ellos para decidir excluirlo o adoptarlo. Este enriscamiento de la lectura de Freud en una problemática del incorpora r/ rechazar permite identificarla como no freudiana en el sentido de que este modo de la lectura no es el que Freud indica como capaz de producir una interpretación. En Freud, leer es descifrar, lo que da un estatus diferente a cada uno de los términos, ya que basta con que uno solo de ellos escape al desciframiento para que éste último, y posiblemente hasta én sus propios principios, sea cuestionado nuevamente (cfr. págs. 141/4 del capítulo seis). Una lectura del desciframiento es una lectura que no tiene otra elección que prohibirse elegir. ¿Qué sería un desciframiento si comenzáramos por arrogamos el derecho de extraer, del texto por leer, algunos pasajes escogidos? Resulta, entonces, que no basta con haber tomado algunos términos de Freud, con haber tomado a Freud como objeto de una lectura, para poder llamar “freudiana” a la elaboración que resulte de ello. Con respecto a esto, De l ’interpretarían (Sobre la interpretación) es también un caso ejemplar2. Si entendemos bien el término -incluso en lo que se indica allí de un no hay elección- diremos que es de la castración de donde proviene una lectura freudiana. En lugar de esto, consideramos, terrible y quizás mortal enfermedad del psicoanálisis contemporáneo, lo que llamaré, con Kierkegaard, la falsa seriedad, de la que el Vocabulario del psicoanálisis es tan solo una figura entre otras. La falsa seriedad es una de las formas más prácticas de disertar (en este ¿aso sobre Freud, e incluso en términos freudianos) manteniendo al mismo tiempo ese discurso fuera del alcance del menor rasguño, pregunta o modificación que podría venirle de su objeto (aquí, de Freud que, de falsa seriedad, “tiene su dosis”). La falsa seriedad hace estragos seguramente en otros lugares además de la ampulosidad del campo freudiano y, para indicar en qué consiste y de qué manera la inteligencia está a su servicio, elegiré una desventura ocurrida, no hace tanto tiempo, según se dice, al filósofo marxista Lucien Séve. Con ocasión de un viaje a Inglaterra, un periodista local, entre toda una serie de asuntos, le preguntó: “¿cómo explica usted que haya tantos trabajos sobre Marx y, en cambio, tan poco sobre Spencer?” Sacrificándose ante la ley de un género que espera que uno tenga una respuesta para todo, L. Séve se lanza en una gran explicación cuyo texto no tiene, en esta ocasión, ninguna 2 P. Ricocur, De V¡nierpretations Seuil ed., París, 1965.

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importancia, ya que sólo cuenta ei hecho de que áquella tomó el lugar de la carcajada que habría sido la respuesta que se hubiera producido si, menos cargado con la falsa seriedad, se hubiera acordado de que existen, en ese país, grandes comercios conocidos por todos bajo el nombre de “Marks and Spencer”, y que la pregunta del periodista, que tomaba esto como fuente, era una broma fundada sobre un juego de palabras. Notaremos que, si la lectura de Freud que propone el Vocabulario del psicoanálisis es no freudiana, eso no pone ninguna objeción a la empresa; en efecto, ese vocabulario no pretende ser freudiano sino “del psicoanálisis”, cosa que es notablemente diferente. Lejos de tener aquí, como en Lacan, "consistencia por los textos de Freud” 3, el psicoanálisis es considerado como pudo serlo para la psiquiatría o la filosofía (por otro lado, el Diccionario Lalande es puesto explícitamente corno modelo), es decir, como una disciplina que vale por encima de cualquier producción de autor. Por eso, dicho trabajo es efectivamente una interpretación de Freud, lo que rio contradice el hecho de que se reconozca, en esta promoción del psicoanálisis en tanto separado -aunque sólo fuera en principio- de la doctrina freudiana, una de las figuras clásicas del rechazo, francés al camino abierto por Freud. “No freudiano” tomado como objeción sólo vale allí donde uno pretende ser freudiano. Reivindicar a Freud tiene como corolario que nos pongamos bajo su dependencia. Así, se puede (no nos hemos privado de ello, por otra parte) contestar a Lacan: “¿Y el afecto? ¿Dónde deja usted al afecto?” contando con el hecho de que Lacan (no se privaba de ello, por otro lado) está obligado a responder. Y su respuesta puede conducirlo a modificar su interpretación freudiana de Freud. Pero si, al dirigirme a los autores de un Vacabtílário del psicoanálisis, les solicito qüe se pronuncien sobre el Umschrift o el Gedankeniibertragung4en Freud, responderán tranquilamente que, dado las pocas 'feces qüe esos términos son mencionados en !a literatura analítica, no creyeron que fuera útil... pero que, si por casualidad... a h o r a q u e esto no les interesa en lo más mínimo. Así, el caso del Vocabulario dél:psfá@mi¡5Msí$ resulta jé r sjsmplaf porque presentifica, y quizás allí donde no lo esperaríamos, una forma no freudiana de tratar a Freud. Basta entonces para establecer el hecho de que estas díMífSas formas fió son todas freúdianas. Tenemos que notar, sin embargo, qüe si no nos apartamos del enunciado que afirma que no todas lasfirmas de tratar a Freud sonjteudianas, argumentando, por ejemplo, su trivialidad, eso conduce a piarsíear la pregunta sobre saber lo que califica cuino freudiana a tal o cual relación con Freud. 3 J. Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela. 4 Sacado a la luz recientem entente, por suerte: cfr. W. Granoff, J.-M . Rey, L'occulte, objet de la penséefreudienne, P.U.F., París, 1983. Se lleva allí, tan lejos com o se puede, una lectura de Freud que se apoya en las cuestiones provocadas por sus traducciones. Este método de. lectura no es freudiano en el sentido en que Freud no lee sus sueños tratando de traducirlos. Esto no quiere decir que esta lectura no dé frutos. Sin embargo, la anulación final de lo que se mostró al inicio deja curiosam ente esos frutos en esa condición.

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¿Por que el completar a Freud (E. Fromra se hizo el chantre de esto), o el extraer de Freud (Laplanche y Pontalis se consagraron a ello), se resisten a que se los ubique como una empresa freudiana, mientras que, a pesar de todo, bajo una forma ciertamente ciega, ciertamente casi muda, ciertamente no crítica, la consigna del retorno a Freud fue recibida (y ratificada de hecho si no de derecho) como inscrita siguiendo el hilo recto del freudismo? Podemos intuir que esta pregunta pone en juego unos homólogos diferentes de los que Lacan mostraba5cuando subrayaba que en el psicoanálisis no se trata tanto de hablar de la palabra como de hablar en el hilo de la palabra. Igualmente, ser freudiano no consistiría solamente en hablar de Freud, sino en hablar en el camino abierto por Freud. Sin embargo, tenemos la sensación de que esta oposición es de un manejo demasiado delicado, de que esta referencia a la palabra no basta para permitir que se despliegue la cuestión. De hecho, su elaboración ha tomado históricamente otros sesgos. Esto ao quiere decir que la cuestión fuera abordada de frente; pero después ele la disolución de lo que se llamó Ecole Freudienne de París, y que oímos nombrar también como “la escuela de Lacan” (todo el problema del presente estudio está ahí, en esta doble denominación), parece que esta cuestión ya no se puede evitar por más tiempo. ¿Qué quiere decir “freudiano” cuando se plantea (o si se plantea, lo que viene a ser lo mismo, ya que “plantear” una operación no es resolverla, ni siquiera validar la forma en que se la plantea) que ese término vale como nomenclatura por la vía de Lacan? No deja de tener consecuencias el hecho de ao detenerse durante un tiempo suficiente en esta lógica particular según la cual “freudiano” vale por Lacan. Veamos dos casos de trabajos recientes que sufren las consecuencias de no haber estudiado, en el propio Lacan, las diversas elaboraciones de esta cuestión. Ciertamente, no permiten que se la resuelva (ya que se ifata de casos negativos y que, según el dicho freudiano “dass negative Falle nichts beweisen")s, pero dan testimonio de la urgente necesidad de su abordaje. Freud et le désir de l ’analyste es un libro cotizado, por lo menos en el sentido ■de que cuenta con el beneficio del imprimatur de la oficina que (según su propio término) “massmediatiza# a Lacan. Pero, por encima de esta precaución, hace falta un gran descaro para atreverse a escribir, en una tesis, y además dedicada a Lacan, una frase como esta, que encontramos ya en la introducción, y que no es otra cosa que un escobazo asestado al trabajo de Lacan sobre Freud: “La problemática del deseo del analista, sin embargo, no extrae su legitimidad de la operación lacaniana y de los cortes que Lacan efectuó sobre el texto freudiano.” ¿Acaso el lector se verá cegado sobre el alcance de semejante aserción, por lo perentorio del tono unido a los galones 5 i. L aca n, Les formations de Vinconscient, sem inario inédito del 13 d e nov iem bre de 1957. ° 3 . F reud, In fo rm a prelim inar, traducido ai francés p o r W , Granof? y R ey en L 'occiilzc, objei de la pensésfreudienne , P.U.F., Psris. 1983, pág. 4 0 y pág. 212 para el com entario quíi dan sobre e^to ios traductores.

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universitarios? Niega, a prioii, todo valor de efectuación del freudismo al retorno a Freud de Lacan. Tomar este retorno seriamente equivale a decir, contrariamente, que Lacan es freudiano porque la problemática del deseo del analista, que él introdujo en el psicoanálisis freudiano, extrae su legitimidad de su operación sobre Freud (de su retomo a Freud) y, por lo tanto, de los cortes que efectuó sobre el texto de Freud. Por otro lado, yendo mucho más lejos, Lacan no vacila en situar su retorno a Freud como una legitimación de Freud (regresaré sobre ese seminario del 8 de enero de 1969 que lo dice explícitamente) y recibe de Foucault (del lazo que Foucaulí pone a la luz entre el “retorno a...” y la instauración de una discursividad) una confirmación de su legitimación de Freud. Es curioso, por eso, comprobar que una tesis que da la espalda a eso se pierde inmediatamente en las arenas movedizas. En efecto, como única justificación de lo que afirma, el autor declara que se puede considerar como equivalente al deseo del analista, lo que él señala en Freud como las rúbricas: “la sugestión, los ideales de! analista, la idea del fin del análisis (¡como si, en Freud, el fin del análisis fuera una idea!), la ética de Freud”. Eso es tanto como decir que todo está en todo y viceversa. Lo vemos: a falta de un 5ondeo (forage) correcto del lazo Freud / Lacan, la diarrea (foirage) no se hace esperar, esto vale quizás como el signo del carácter especialmente bien templado, “remojado”, de este lazo. Michel de Certeau no esquiva el problema de su implantación; se unce a é l7. Pero sin tomarse el tiempo suficiente para desplegar lo que fue ei retomo a Freud de Lacan, da inmediatamente, prematuramente, un sentido a ese retomo interpretándolo como un “retomo de Freud”. Esta fórmula deja ver lo que designa, si imaginamos una escena y un personaje que, después de haber “estado en la escena” y luego haberse sustraído, regresa asi! a de nuevo: como el Zorro, cuyo “retomo” a las pantallas del cinematógrafo era anunciado por una publicidad, que hoy ya pertenece al pasado, o, en negativo, Bjórn Borg que se particularizaba por no lograr hacer realidad su retomo. En esta visión del “retorno de Freud”, Lacan es toreado como una reencarnación de Freud. Esta puede interpretarse de dos maneras diferentes, y las dos se encuentran en el trabajo de Michel de Certeau. Puede valer, mágicamente, como un retomo de Freud en otro cuerpo, y entonces “Lacan” no sería más que un nombre de Freud; o bien, en una perspectiva más hegeliana de la historia, Lacan es acogido como realizando a Freud, como el cristianismo “realiza” al judaismo. Aquellos a los que el psicoanálisis concierne estarían entonces en una posición similar a ia é¿ los cristianos (sabemos que los primeros cristianos esperaban un retomo inmediato del Mesías), para los cuales una primera venida del enviado del Padre basta para dar cuerpo a la 7 M ichel de Certeau, "Lacan; une ethique d e la parole ". Le dib ai, no. 22. Gailim ard e d . noviem bre de 1982.

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esperanza de su retorno. De hecho, el artículo de Michel de Csrteau se cierra con esta espera y presenta así la inestimable virtud de vMiwsr público lo que ciertos analistas dicen en sordinas. ¿El retorno a Freud de Lacan se épcuentra entre estos dos polos posibles: una reencarnación mágica 0 una paróusía? Uno dé tos datos esenfiíalés: de ía cuestión que plantea ©s el hecho de que cierto número de personas ló admitieron como Jteijdiano. Muchos de eilos se apartaron después de este su reconOcámiento suyo. Se hace á$úí Otra ^elección”, la de dar razón de este reconocimiento. Pero, como fue mudo en su propio acto (las retiradas no lo fueron menos), como permaneció casi sin • Ser cuestionado (salvo a la manera silvestre de las retiradas nombradas más arriba), darle larazón exigirá que se produzca su razón. Este reconocimiento ’WhéRD da tazón al “retorno a Freudrfjf admite así que la vía de ese retorno es aquella donde se elabora “la. razón según Freud” (Lacan),' £t# íiltft macera, sitúa ese retomo como el punto bisagra éntre lo que Jó reconofiírj' lo qt» él reconoce. Entonces, interrogando a este retorno, lograremos quizás mostrar la razón de este reconocimiento que ratificaba dé facto su pertenencia al camiñVllÉiÉtíj! por Freud. ApaitíMfcJ instanteen que es pronunciada la “consigna” de un “retorno a...”, wSflM ütia problemática específica. Primer elemento: ella Ig'imcia por un salto. Así, veremos cómo Lacan, desde fü lejis hasta l§55, fue pri^ejó lacaniano y no freudiano (justificaré esto después de esta introducción). Si * tim e un alcance semejante a "freudiano ", solo puede ser en este tiempo anterio%ale0 inpwmis® éilfiCfflt defflM¿íelfreudismo. Mas allá de este compromiso, y por él, estos dos términos cesan de ser susceptibles de ser confrontados. Como “freudiano”, Lacan peauncia y a la vez deja de tener una doctrina persor.-ala (persortaiie). Este ultimo término toma'aquí algo del ala para anotar cómo la paranoia da su marca a la persona haciéndola tener un valor M l P producto, el de una aferaciós de “personación” revelada, en vaciado, por la despersonalización. ¿Acaso nos sorprenderemos del hecho de que «na tesis sobre La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad se presente corno una doctrina person-ala? En efecto, era lo menos que se podía esperar si es cierto que esta tesis fue efectivamente portadora de una apuesta y, entonces, que su enunciación está en el hilo de sus enunciados. Ai consagrarse a un retorno a Freud, ufíi retoma que metamórfósea en “freudiano” a quien se consagra a él, Lacan efectúa un salto, cambia de re gii tro enunciativo: y a '^ & M 't^ ^ p a r a él, a p f M A i t t ’M H É L de sostener su decir propio, sino de decir (en esto consiste desde ese momento

Lo que es un psicoanálisis, especialm ente el fin de un psicoanálisis didác tico e co &ste tipo ífs psicoar.aiistí; que, se^ufil'rwrife, no se torna p or un o.n