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V I C T O R I A

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M O L I N S

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ALEXIA e x p e r i e n c i a d e

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NIHIL OBSTAT

El Censor Francisco Muñoz Alarcón, Pbro. Barcelona, 18 abril 1988

Imprimase Jaime Traserra, Pbro. Vicario General

WWW.EDICIONESSTJ.COM

© M Victoria Molins a

EDICIONES STJ Ganduxer 85 - 08022 Barcelona ISBN: 978-84-85034-47-5 I S B N eBook: 978-84-96588-74-5 Decimo primera edición Depósito legal: B-29.730-2007 Unión Europea Printed by Publidisa

A Moncha, su madre, que es la verdadera autora de este libro. Ella, testigo presencial de esta bellísima experiencia, es quien me la comunicó, con todos los detalles. Sin sus palabras, sin sus escritos, sin sus recuerdos tantas veces evocados en nuestras conversaciones, no hubiera sido posible que viera hoy la luz esta historia de Alexia.

PRÓLOGO A LA 11." EDICIÓN

Cuando nos disponemos a publicar una nueva edición de «ALEXIA: Experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente», han cambiado en algún aspecto las cosas. El pasado 14 de abril de 1993 fue introducida la Causa de Canonización de esta niña ya querida y admirada por infinidad de personas del mundo entero. Desde aquel momento ha entrado en el número de los bienaventurados que los hombres sometemos, en cierto sentido, a un juicio. Se trata de probar algo distinto de lo que tantos otros juicios humanos intentan probar: las virtudes de aquella niña en grado heroico. Este libro, que tiene la ingenuidad de primera mano, puede ayudar a ese juicio. Vero, sobre todo, puede seguir produciendo esos testimonios bellísimos, que año tras año se multiplican, de gente que entra en la dinámica de Dios a partir de una lectura emocionada de sus páginas. Me gusta este apelativo que la Iglesia da a los bienaventurados cuya Causa de canonización se ha introducido ya: «siervos de Dios». Así puede llamarse a Alexia desde el 14 de abril de 1993. Y creo que le sienta de maravilla ese nombre. Sí, ella, como María, también quiso ser la sierva del Señor, y, como Ella, deseó solamente que se cumpliera en su vida la voluntad de Dios. Así lo expresó muchas veces en su conocida oración: «Señor, que yo haga siempre lo que Tú quieres.»

Que la lectura de este librito nos ayude a «vivir con fe y sencillez los acontecimientos de cada día», para que también sepamos seguir al Señor «alegremente por el camino de la Cruz», como lo hizo Alexia. Barcelona, 14 de abril de 1994.

PRÓLOGO Llovían cartas, sonaba continuamente el teléfono... «¿Dónde puedo encontrar ese libro de Alexia del que me han hablado?» La reacción que yo había supuesto cuando se conociera «lo de Alexia» sobrepasó mis cálculos. La gente ha empezado a pronunciar el nombre de esta niña como un signo, un símbolo, un modelo. Y lo ha hecho porque lo necesitaba. Necesitaba que alguien plasmara en una vida sencilla y cotidiana el deseo de Dios que todos llevamos dentro. Necesitaba que le convencieran de que aún hay santidad en la Iglesia y de que él Espíritu se derrama generoso en el alma de los limpios de corazón. «Me lo leí de un tirón», «Empecé y no pude dejarlo», son frases que se repiten continuamente entre adolescentes y jóvenes. Alguno lo sabe expresar con la fuerza de su pluma juvenil y prometedora, como en el caso de este fragmento de una poesía que hace poco recibí, aludiendo a sus últimas meditaciones: «Alexia murió en Belén una mañana de invierno arrullando al Niño Dios, diciendo ¡Jesús, te quiero! ¿Que Alexia murió en Belén? No es verdad, no me lo creo. Alexia sigue en Belén, porque Alexia está en el cielo.» Y los adultos también se sobrecogen ante esta respuesta de una niña que nos ha robado, en el tiempo, lo que tarda-

mos tanto en conquistar con nuestras cobardías... «Acabo de leer un libro-testimonio — es un artículo en un semanario que llega a mis manos — que me ha calado hondo. Resulta que es verdad que siguen dándose casos de auténtica santidad en este mundo pecador... Y emociona más cuando se da en una persona que sabe ofrecerlo con ánimo fuerte y sereno — sin conciencia de que hace algo heroico —, simplemente como quien hace lo que debe hacer, sin pensar siquiera que podría hacer otra cosa, ya que eso iría en contra de la voluntad de Dios Padre y creador... Si además eso se da en una adolescente de 14 años, la admiración sube de grados...» Tal vez uno de los testimonios más conmovedores me llegó de un convento de clausura. Allí, en la cercanía de Dios se captan bien estos detalles de vida entregada: «¡Qué bien nos ha hecho este librito tan pequeño de tamaño y tan grande de heroísmo! No sabemos qué admirar más, si a la hija o a la madre... El libro va de mano en mano y se ha desgastado ya su forro dos veces... Cuánto hemos aprendido de la sonrisa de Alexia, de la paz de su rostro... Queremos que la juventud la contemple y la imite; pero tal vez sean los padres los primeros que tendrán que aprender. ¡Alexia sin sus papas no sería Alexia!» Y yo voy guardando palabras, testimonios, vivencias, porque se me está alegrando el alma día a día al contemplar la grandeza de una sencilla inmolación que va a continuar siendo — estoy segura — una fuerte llamada a la santidad en las familias cristianas. En septiembre —después del forzado paréntesis de agosto — se ponía en venta la primera edición. Hoy, día de Todos los Santos — providencial coincidencia — escribo el prólogo de la tercera edición. M.

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V i c t o r i a M o l i n s , stj

1 introducción A las 11.05 de la mañana del j u e v e s , 5 de d i c i e m b r e de 1985, se dormía en los brazos de la V i r g e n A l e x i a G o n z á l e z - B a r r o s . T e n í a 14 a ñ o s . Yo la c o n o c í d e s d e muy pequeña en el C o l e g i o de « J e s ú s M a e s t r o » de M a d r i d y la recordaba fundamentalmente por d o s c o s a s : porque nunca dejaba de hacer la V i s i t a al S e ñ o r acompañada de su m a d r e y porque fue a hacer su P r i m e r a C o m u n i ó n a Roma y allí le había entregado una c a r t a personal al Papa en propia m a n o . C o nocía y había tratado m u c h o más a su hermana mayor, que fue mi alumna. C u a n d o m e enteré d e l a muerte d e A l e x i a m e p u s e en contacto con s u s padres, uniéndome a su dolor. No podía yo entonces imaginarme que iba a pasar horas del i c i o s a s entregada a e s c r i b i r sobre los ú l t i m o s m e s e s de su vida. Porque la m i s m a noche que hablé durante largo rato por t e l é f o n o con s u madre c o n c e b í esta i d e a : los j ó v e nes de hoy, nuestros j ó v e n e s , tienen que e n t e r a r s e de e s t o , tienen que saber que hay santidad en nuestra Igles i a a c t u a l , que a pesar de las n o t i c i a s desagradables que la prensa se empeña en absolutizar, hay v i d a s extraordinarias a nuestro lado que pasan d e s a p e r c i b i d a s . Y sobre todo, tienen que c o n o c e r los milagros que obra la gracia de Dios en aquellos que s o n d ó c i l e s a su a c c i ó n . La C o m p a ñ í a de S a n t a Teresa de J e s ú s , a la que per-

ten ez c o y amo profundamente, s i e n t e la alegría de c o n tar entre s u s alumnas a e s t a niña q u e en c a t o r c e años c o n q u i s t ó la cumbre de la intimidad c o n J e s ú s y c u m plió hasta el h e r o í s m o su voluntad. C u a n d o su m a d r e , respondiendo a mi p e t i c i ó n , e m p e zó a mandarme p o r e s c r i t o datos de los ú l t i m o s m e s e s de la vida de A l e x i a , de su c o m p o r t a m i e n t o e j e m p l a r , de su heroica r e s i g n a c i ó n , junto c o n la carta q u e e s c r i b i ó a s u s c o m p a ñ e r a s de c u r s o , lo a p r o v e c h é t o d o en m i s charlas d e R e t i r o s c o n j ó v e n e s y a d o l e s c e n t e s . A l acabar l a s reuniones solía preguntar p o r e s c r i t o , entre o t r a s c o s a s : « ¿ q u é es lo que más te ha impresionado d e l R e t i r o ? » La r e s p u e s t a unánime en todas las tandas e r a é s t a : « L o de A l e x i a » . Por esto quiero p r e s e n t a r o s e n e s t e librito « l o d e A l e x i a » , para q u e s u l e c c i ó n d e v i d a o s ayude a s e r m e j o r e s . Para que no se os ocurra d e c i r , c u a n d o alguien os presente altos i d e a l e s « ¡ p e r o e s o y a hoy nadie l o v i v e ! » Enteraos bien. S í , hay q u i e n c r e e en un ideal hasta s u s últimas c o n s e c u e n c i a s y lo v i v e . A l e x i a es uno de e s t o s c a s o s . A u n q u e no los c o n o z c á i s , habrá otros m u c h o s . Porque, gracias a D i o s , ¡el S e ñ o r s i g u e s u s c i t a n d o s a n tos en su Iglesia!

2 una carta a sus amigas del colegio teresiano de Madrid, «Jesús Maestro» Pamplona, 25 de noviembre de 1985 Queridas todas: "Parece mentira, ¿verdad?, hace ya cinco meses que fui al Colegio a despedirme de todas vosotras, con la idea de volver, como mucho, a los dos meses. Pero todo se fue complicando y entre pruebas y operaciones, tratamientos y curas, sigo en Navarra, pero acordándome mucho de vosotras. No sé si estaréis al corriente de todo lo que ha pasado desde junio hasta ahora (aunque supongo que la Madre Isabel os habrá tenido al tanto). Desde que llegué a la Clínica no paré de hacer cosas. La primera impresión que me dio es que era un lugar maravilloso, sin sueros, inyecciones, alcohol, etc., y todo estaba lleno de cuadros y flores, y en donde todas las enfermeras están perfectamente uniformadas y peinadas, con su cofia, y ¡son tan amables, tan cariñosas!, y todos los médicos con sus batas impecablemente blancas, que te sonreían aunque no te conocieran de nada, porque aquí los médicos son amigos tuyos; te sonríen, te acarician y te quieren. En seguida, Carmen, la Supervisora General de la Clínica, muy amable, inmediatamente nos hizo pasar a

la habitación. Una habitación muy grande, con dos ambientes y una terraza que da al famoso Campus de la Universidad y a la Facultad de Medicina, y casi se ve la Capilla de la Virgen. La Facultad de Medicina, aunque ya era final de curso, mantenía bastante movimiento de juventud. Después de ver la habitación, bajé a la Capilla que, aunque no es muy grande, es muy acogedora, muy bonita y está muy bien cuidada. Toda la Clínica tiene las puertas como las de nuestras casas y los ascensores son normales, es decir, que no es la típica Clínica: que te hace sentirte en tu casa. En seguida empezaron a llegar los médicos, todos encantadores, que se preocuparon mucho de qué tal viaje hicimos y se propusieron que, en cuanto pudiese, una vez terminadas las pruebas, saliese a visitar Pamplona. Esto que os cuento, que parece una tontería, da una sensación muy agradable para una persona que acaba de llegar, que te traten como lo que eres: una persona, y no como me trataron en otras Clínicas. La siguiente semana, entre pruebas, análisis y visitas a la ciudad, se me pasó en seguida. Pamplona es una ciudad pequeñita, muy agradable. Toda la gente es majísima, muy amable y que se hace querer; aunque gracias a Dios, carece de grandes almacenes, y por contra está llena de pequeñas tiendas en donde puedes comprar de todo y hace que aquí la gente no vaya uniformada, pues se viste de forma diferente. Así, como digo, se me pasó la primera semana. Pronto empezaron a decir qué iban a hacer conmigo: decidieron volver a operarme para arreglar el injerto que en Madrid me habían dejado mal. Al principio tenía mucho miedo, a pesar de mi experiencia, pero en cuanto empecé a conocer como amigos a todos mis médicos, perdí ese miedo. El Doctor Chamorro, que es un gran cirujano de digestivo, y que adora a todos los niños, se hizo muy amigo mío: él sería el que me pondría el «porta-cats», que consiste en un catéter fijo con un redondel de silicona (en donde se pincha) y un tubito que se introduce directamente en la arteria, queda por debajo de la piel y no se

ve nada, y es un gran invento porque te evita las tremendas flebitis que se producen en los brazos con tanto pinchazo para sacar sangre para análisis o para ponerte el tratamiento. Es un hombre encantador, muy bromista, y que me hizo pasar los días antes de la operación con mucha tranquilidad, sin miedo, y además estuvo en la operación conmigo; si no llega a ser por él, lo hubiera pasado mal; aunque después conocí a los médicos que me iban a operar y cada cual se me mostró más simpático y cariñoso. La operación duró diecisiete horas, me pusieron una escayola que me cogía medio cuerpo y en donde se sujetaban dos hierros que, a su vez, mantenían mi cabeza firme mediante una corona, también de hierro, con cuatro clavos sujetos en los huesos de la cabeza. Estuve un día y medio en la U.C.I. con tubos para poder respirar que, más bien, parecía que eran para ahogarme. Lo pasé mal, pero las enfermeras eran tan cariñosas y tan preocupadas, que lo hicieron más fácil. Había hilo musical. El Doctor Chamorro vino en seguida a verme e hizo que me quitaran el tubo respirador, con lo cual me quedé muy aliviada. En seguida dejaron pasar a mi familia, y mi madre estuvo conmigo todo el tiempo; no como en otras Clínicas, que lo tuve que aguantar yo sola. La U.C.I. está llena de muñequitos. Después de una semana de post-operatorio, ya tenía todos los puntos fuera: los de la cadera (tuvieron que volver a sacarme hueso para el injerto nuevo) y los del cuello, que me lo hicieron sobre la misma cicatriz de la operación de Madrid. Muy pronto recuperé el buen humor y como tuvieron que darme alimentación por vena, entre esto y que se me abrió el apetito, engordé mucho, casi me puse como una vaca, y como la escayola no me dejaba engordar, tuve problemas, que los resolvía gracias a que estábamos en plenas fiestas de San Fermín, y con tan buen ambiente se te pasaba todo. No me perdí un solo encierro televisado, porque en mi habitación tenía televisión. Puse la habitación «sanferminera» con carteles, la faja, el pañue-

lico, etc. La verdad es que fueron unos días que recuerdo como muy agradables pese a la escayola y la pérdida de movimiento que me produjeron las operaciones. Y así se fue pasando todo el mes de julio, hasta el 9 de agosto en que me operaron por segunda vez; en esta ocasión estaba más triste y nerviosa porque no estaba conmigo mi amigo, el Doctor Chamorro, que se encontraba de vacaciones. Esta segunda operación duró ocho horas; también me entubaron y pasé una noche en la U.C.I., con toda mi familia a mi lado. Aunque más corta, fue más traumática al ser por detrás y yo lo pasé peor. También ahora me pusieron injerto y dos plaquitas de metal que mantienen mi cabeza firme. Después de salir de la U.C.I., y de una semana de post-operatorio, me quitaron los redones y los puntos y mi querida e inseparable escayola, que conservo y que os enseñaré cuando regrese a Madrid. Lo malo de tanta operación es que me parece que en vez de ir hacia adelante voy para atrás, pero yo sé que no es así y actualmente ya empiezo a andar un poquito y aguanto bastante andando. No me aburría nada todo el tiempo que estuve esperando al ortopédico que tenía que ponerme el collarín, bastante aparatoso, dicho sea de paso. La planta 2. , que es donde yo estoy, está llena de niños encantadores, porque es la planta de Pediatría. Estaba Miguel, un sabio pequeñajo que era el jefe de toda la planta; a mí me hacía mucha compañía y lo recuerdo con mucho cariño. También estaba Patricia, una chica de Madrid, que me gustaría presentaros a mi regreso. Y sobre todo Carolina y Aída, especialmente esta última, dos renacuajos, de 4 años Carolina y año y medio Aida. Ésta era tan simpática, tan alegre, se iba con todo el mundo, que le cogí un cariño muy grande; tanto es así que, aún hoy, la echo mucho de menos. Lo malo de la tardanza del dichoso ortopédico fue que, al no poder moverme de la cama y el gran calor que hizo en el verano, se me abrieron las heridas y pasé un mes muy doloroso hasta que se cerraron de nuevo con unas curas horribles. En cuanto todo pasó me colocaron un collarín más cómoa

do de lo que pensaba y en seguida pude levantarme, sentarme en un sillón en la terraza, visitar con mi silla de ruedas el nido con los niños chiquitines, es decir, lo que podríamos llamar una vida normal. Y todos los días el capellán me traía la Comunión que tanto me conforta. Pero como nada es eterno y lo bueno acaba pronto, el pobre Doctor Brugarolas, que es el oncólogo que me trata, vino con una cara hasta el suelo, muy disgustado, para decirme que, por prevención, debía seguir con la quimioterapia. Yo me llevé un gran disgusto pero, aunque no lo creáis, Dios da las fuerzas necesarias y todavía te dan ganas de reír un poquito. Desde entonces: adelanto, atraso, adelanto, atraso, pero sigo con la rehabilitación cada día y con la radioterapia que había dejado hace tiempo. Y como todo pasa aunque parece que no es así, es la tercera semana que estoy en casa, yendo y viniendo para el tratamiento de quimioterapia, y todos aquellos días de dolor, aburrimiento, desesperanza, han pasado y ahora sólo queda la recta final que, aunque es muy dura, es la recta final. Tengo muchas ganas de ir a Madrid y, si Dios quiere, podré hacerlo en diciembre, siempre que no me bajen las defensas, me salgan aftas o pasen cosas así, que es lo que me pasa siempre. El caso es que las Navidades pienso pasarlas con vosotras, todas juntas, porque no sabéis cuánto os quiero, cuánto os echo de menos y cuánto deseo veros. ¡Cómo se nota que estáis rezando por mí! Seguid haciéndolo para que pronto estemos juntas, ¡aunque tenga que repetir curso! Decidle a la Madre Isabel que me sigo acordando mucho de ella y dadle besos de mi parte. ¡Le debo tanto! Sabed que no me olvido de ninguna de vosotras y que cada día rezo por cada una de vosotras. Os tengo presentes pese a no estar juntas y, si tengo que repetir curso, estoy segura que vosotras no os olvidaréis de mí. Quiero deciros que vuestras cartas me hacen muy feliz y las espero como el mejor regalo y, si de verdad queréis hacerme uno, no os rompáis la cabeza, escribidme aunque

sólo sea una postal, que eso me hará mucho más feliz que si me regalarais caramelos o libros o lo que sea. Os vuelvo a repetir que noto lo mucho que rezáis por mí y que me tenéis presente. Decidles a las niñas nuevas que, aunque no las conozco, también las tengo presentes y que tengo muchas ganas de conocerlas. No sabría nunca terminar la carta. Me parece que siempre tengo algo más que contaros, pero ya me he alargado demasiado contando mis batallas y ya tengo que poner punto final. MUCHOS BESOS, ABRAZOS Y DE TODO LO QUE SE OS PUEDA OCURRIR, os quiere mucho y no os olvida vuestra amiga, Alexia

3 la larga historia de una vida corta LA P E Q U E Ñ A DE SIETE HERMANOS A l e x i a f u e la p e q u e ñ a de s i e t e hermanos, dos de los c u a l e s la precedieron en su marcha al c i e l o . Cuando A l e x i a e n f e r m ó era la única hija de la c a s a , ya que su hermana mayor es numeraria del O p u s D e i y hace años que v i v e en un centro de la O b r a . Los t r e s hermanos restantes s o n varones. El más p e q u e ñ o le lleva d i e z a ñ o s , pues e l inmediato mayor a A l e x i a — q u e l e llevaba s i e t e a ñ o s — había f a l l e c i d o antes d e que ella naciera. Fue recibida en la f a m i l i a con gran i l u s i ó n . Era para todos un regalo dei c i e l o . Su a l e g r í a , la dulzura de su c a r á c t e r , su natural espontáneo y c a r i ñ o s o , la hacían s e r una criatura encantadora d e s d e muy pequeñita. Su « t a t a » C e l e s la adoraba y en una ocasión c o m e n t ó a su m a d r e : « S e ñ o r i t a , esta niña es un p r e m i o » . A lo que la madre c o n t e s t ó : « N o , C e l e s , es un regalo. Los p r e m i o s se m e r e c e n , pero nosotros no nos m e r e c e m o s tener a A l e x i a . Es un regalo que Dios nos ha hecho. Un regalo d e l c i e l o » . Y así la llamaba muchas v e c e s su m a d r e : « M i regalito del c i e l o » . C e l e s recuerda que en una o c a s i ó n , estando en una tienda con ella, alguien dijo: «Y esta niña tan guapa,

¿quién e s ? » A l e x i a , rápida, c o n t e s t ó : « Y o soy un regalito del c i e l o » . Esto fue para los s u y o s : un regalo d e l c i e l o , que la tuvieron c o m o p r é s t a m o v a l i o s o durante c a t o r c e años. C u a n d o D i o s la q u i s o para s í , le d e v o l v i e r o n c o n paz y s e r e n i d a d , pero c o n g r a n d í s i m o dolor, aquel p r e c i o s o regalo... A los cuatro años e m p e z ó a ir al C o l e g i o de « J e s ú s M a e s t r o » , d e l a C o m p a ñ í a d e Santa T e r e s a d e J e s ú s , e n M a d r i d , donde v i v í a n los G o n z á l e z - B a r r o s . E m p e z ó e l C o l e g i o c o n gran i l u s i ó n . S u uniforme, e l m i s m o que había v i s t o llevar a su hermana mayor, le encantaba. Ésta le llevaba d i e c i s é i s años y hacía d o s que había c o m e n z a d o s u s estudios u n i v e r s i t a r i o s , cuando A l e x i a empezaba p r e e s c o l a r . Esto hizo imposible que coincidieran en el C o l e g i o . D e s d e muy p e q u e ñ a una gran p i e d a d la caracterizaba. Se la v e í a s i e m p r e h a c e r v i s i t a s al Sagrario con su madre. Ella m i s m a c o m e n t a b a q u e le daban pena las niñas que nunca iban a v e r a J e s ú s c o n s u s m a m a s . C o m o dato c u r i o s o : cuando, al recibir la n o t i c i a de su muerte, una r e l i g i o s a t e r e s i a n a q u i s i e r a recordar quién era A l e x i a a la q u e s i n duda había c o n o c i d o durante su estancia en « J e s ú s M a e s t r o » , bastó q u e otra hermana le diera e s t e dato, para recordarla en s e g u i d a : « S í , aquella que desde pequeña iba s i e m p r e a hacer una v i s i t a a J e s ú s con s u m a m á » . La v i d a de A l e x i a al llegar a s u s c a t o r c e años tenía las características propias de su e d a d . Nada en ella llamaba extraordinariamente la a t e n c i ó n . No se hacía notar. Pero su p r e s e n c i a c o m u n i c a b a al ambiente e s a s notas humanas y c r i s t i a n a s que s o l a m e n t e cuando se quieren definir, se matizan m á s . La Hermana Isabel O l m e d o , su última tutora en « J e s ú s M a e s t r o » ,