Adela Cortina Etica de La Razon Cordial

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En las cárceles de Abu Ghraib y de Guantánamo, en el gulag ruso y en las atrocidades del Gran Paso Adelante, en las matanzas de tutsis en Rwanda y de campesinos en Ei Salvador o Guatemala, pero también en los centros de enseñanza, cuando grupos de alumnos golpean a los más débiles, quedan sin respuesta las preguntas: ¿hasta dónde podemos llegar cuando la presión social arropa a los desalmados, a los que desprecian el dolor y el sufrimiento de otros?, ¿por qué esa distancia entre nuestras grandes declaraciones sobre los derechos humanos y las reaJ.izaciones de la vida cotidiana? "No tienen corazón." -dicen las gentes. Yaciertan. No tienen corazón, y por eso es imposible salvar el abismo entre los grandes dichos y los hechos. El presente libro propone unas nuevas bases para una verdadera ética de la ciudadanía, fundamentada no sólo en argumentos, sino en una razón cordial, capaz de aunar inteligencia, sentimientos y c;oraje, de modo que los valores morales arraiguen en los ciudadanos. _ Apartir del principio de que "conocemos la verdad no sólo por la razón, sino también por el corazón", por decirlo con Pascal, es preciso recordar que corazón, en su origen etimológico, significa al mismo tiempo afecto, inteli· gencia, talento y estómago. Educar en una ciudadanra cordial, en la capacidad de estimar los valores, de compadecer y de argumentar, es el propósito del libro.

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'(€: descubrirse mediante el método acuñado por Kant -el trascendental- aplic~d0 ahora al hecho de la argumentación y de la comunicación. Dé ai;lí que sólo pueda llevar adelante esta tarea una Pragmática Trafcendental, capaz de descubrir esos elementos a priori del conocinhiento y la acción'que constituyen la fundamentación Li/tima del saber y el obrar. En este, como en otros puntos, divergen Apel y Habermas: en considerar la pragmática no empírica, respect ivamente, corino una ciencia reconstructiva, capaz de "fundamentaciones débile~" o como una Pragmática trascendental, preparada paraofrecer,nos los elementds últimos, por im~" basables, del conocimiento y la acción. Pragmática Universal y TraiScendental constituyen, en cualqui,=r caso, el núcleo e e Jna potent~ propuesta filosófica, que va desarrollando paulatinamente distintos "radios": la teoría de la acci6n comunicativa, una teoría de lbs tipos de racionalidad, una teoría consensual de lo verdadero y lo c0rrecto, una teoría de la evoluci6n social, una ética de: discurso, ~n su vertiente de fundamentación y aplicación, y una teoría deliberativa de la democcracia. El conjunto arquitectónko de estas teorías constituye un marco desde el ':lue sus defensores toman posiciones en las disputas prácticas más relevantes, refutando el escepticismo moral, señalando la inconsistencia del relativismo y del etnocentrismo, optando por un comunitarismb universalista, terciando en la construccción de sociedades multitulturales, dialogando sobre elest.~176

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tuto de las identidades nacionales y postnacionales, enjwiciando éticamente los procredimientos que se siguen para decidir normas

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en la economía y la empresa, la sanidad, el medioambiente, los medios de información o el deporte. La filosofía de que hablamos

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y sucede que en estos desarrollos la nómina de "constructores" de la filosofía dialógica ha aumentado de forma considerable. Nacida en los años setenta del siglo xx, cuenta ahora con representantes en distintos países de Europa y América, y suscita el interés de los restantes continentes. La razón fundamental de este interés

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luces, comprometida con la realidad presente, teórica

es que esos elementos irrebasab/es a que nos hemos referido permiten orientar y criticar, no sólo el conocimiento, sino sobre todo /a acción.

6. la situación ideal de habla Fue Kant quien introdujo en la filosofía el método trascendental para descubrir qué pertenece de derecho a las facultades humanas. y aunque el término "trascendental" pueda parecer disuasorio por esotérico, lo bien cierto es que su modo de proceder no puede resultar más sencillo ni más natural. Se trata en definitiva de tomar como punto de partida un hecho que resulte innegable y de intentar reconstruir, a partir de él, las condiciones que lo hacen inteligible. Si Kant tomó como punto de partida de su reconstrucción ética el hecho innegable de que los seres humanos tienen conciencia de unos mandatos que extenderían universal y necesariamente, la ética dialógica de Apel y Habermas asume también un indiscutible punto de partida e intenta dilucidar las condiciones de inteligibilidad del mismo, las condiciones de que tenga sentido. En este caso se trata del hecho de que realicemos acciones comunicativas. 177

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Una acción comunicativa es aquella en la que hablante y oyente tienen sus proyectos personales, pero para coordinarlos buscan a través del lenguaje el entendimiento mutuo, como un medio ineludible, mientras que una acción estratégica es aquella en la que hablante y oyente se instrumentalizan mutuamente para lograr sus metas individuales, tratándose, por tanto, como medios y no como fines. La acción comunicativa posee una prioridad en cuanto a su valor, porque el sentido y la meta del lenguaje -el télos- consiste en lograr un entendimiento; el uso estratégico del lenguaje es -por contra- derivado, ya que instrumentaliza el mutuo entendimiento. Si no existe una racionalidad comunicativa además de la estratégica; es imposible tomar en serio la afirmación kantiana de que todo ser racional ha de ser tratado como un fin en sí, ya que a travéOs del lenguaje no podemos sino instrumentalizarnos recíprocamente, de lo que son buena muestra la~ teorías de juegos y de la decisión racional. Ahora bien, si el hecho de que realicemos acciones comunicativas es innegable y lo tomamos como punto de partida de la reflexión, ¿cuáles serán las condiciones que es preciso presuponer para que sean racionales las acciones comunicativas? Para que lo sean es preciso presuponer que el hablante pretende de forma implícita que lo que dice es inteligible, que él mismo es sincero al hablar, que el contenido de lo que dice es verdadero y que se desenvuelve en el marco de normas que son correctas. Inteligibilidad, veracidad, verdad y corrección serán entonces las "cuatro pretensiones de validez del habla" que el hablante eleva implícitamente cori su acción comunicativa y que el oyente acepta, también implícitamente, si la acción tiene éxito. Pero, en el caso de que e.l oyente ponga en cuestión alguna de ellas, el hablante procederá racionalmente sólo si trata de explicarse mejor cuando se pone en cuestión la inteligibilidad, o de aducir las tazones por las que considera que la proposición que emite es verdadera o que

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la norma de acción es correcta. Comprobar la veracidad (la correspondencia entre lo que se dice y lo que se piensa) es realmente difícil, porque exige convivencia, y aún así. En cuanto a los recelos que despiertan la verdad y la corrección, no pueden disiparse sino a través de una argumentación, pero no de cualquier tipo de argumentación, sino de una que se sujete a tres tipos de reglas: las reglas más elementales de una lógica mínima, las que surgen de considerar la argumentación como una búsqueda cooperativa de la verdad y la corrección, y también las que nacen de considerar la argumentación como un proceso de comunicación. En este último caso, se entiende que los participantes en la argumentación deberían participar en las condiciones más próximas posible a la simetría, desprenderse de las presiones de la acción cotidiana, no dejarse convencer sino por la fuerza del mejor argumento. Esta forma de argumentación, sometida a los tres tipos de reglas, recibe el nombre de "discurso", que será teórico cuando se trate de la verdad; y práctico, cuando se trate de la corrección o justicia de las normas. A la situación que describe el tercer tipo de reglas la llamamos "comunidad ideal de comunicación" o "situación ideal de habla", una situación en la que los científicos, en el caso de la verdad, y los afectados, en el caso de las normas, pudieran tomar decisiones a través de un diálogo celebrado en condiciones lo más próximas posible a la simetría, atendiendo únicamOente a la fuerza del mejor argumento. La idea de una comunidad ideal de comunicación ha sido criticada hasta la saciedad por tirios y troyanos, sin embargo, su necesidad no puede ser más comprensible. En principio, se trata de una idea regulativa, en el sentido en que utilizaba Kant esta expresión. Al tratar sobre un proyecto como el de la paz perpetua, decía Kant que nadie puede asegurar, desde un punto de vista teórico, que va a ser una realidad, pero tampoco que no va a tener lugar jamás. 179

y cuando de' una meta atradtiva no podemos asegurar desde el

punto de vista teórico que va a tener realidad, pero tampoco que no va a tenerla, todavía nos queda acogernos al interés de la razón práctica en trabajar por ella. lEs razonable trabajar por la paz, aunque no tengamos seguridad de que vaya a instaurarse. En este sent'do, reconoce la ética del discurso que la situación ideal de habla es una idea regWlativa, porque nadie puede asegurar que tendrá lugar 'ni tampoco !negarlo, pero qUJien' desee averiguar si una norma es Justa, debería' trabajar en el sentido de hacer posible su realidad. Por eso pued~ decirse que esta situación ideal sirve de orientación para la acción t de canon para la crítica de aquellas situaciones en lélS que todavíaino está encarnada. Pero, yendo todavía más ¡allá, esta idea n0 es sólo un objetivo por el que mere,:e la pena trabajar, sino también un presupuesto indispensable para que tengan sentido nuestros debates sobre la justicia de las normas: para que tenga sentido el hecho mismo de discutir sobre ellas. Quien discjute en serio soblie la justicia está presuponiendo qUE en una situadón de simetría sería posible determinar si la norma es justa. De ahí que la id.ea de una situación icleal no sea sólo una idl:!a regulativa, sino que esté también entrañada en las condiciones del habla: es un presupuesto contrafáctico pragmático del habla, que tiene IIa fuerza normativa suficiente como para exigirnos celebrar diálog;os en la comunidad real de comunicación para desentrañar qué es 1m justo, estableciendo las condiciones más simétricas posible. Es, a fin de cuentas, el 'elemento n~rmativo que buscábamos. Pero precisélrnente el hecHo dé que fiemos a un consenso icleal el posible descubrimiento de lo justo es una prueba fehaciente de que no nos encontramos ante ¡un criterio para disce'rnir: los consensos fácticos, alcanzados en las comunidades reales de comunicación, no constituyen un criteri:o de justicia. Los acuerdós son siempre revisables, por falibles, y s