Actividad El Libro de Arena

5to Economía “B” Actividad de escritura: género fantástico Nombre: . Fecha de entrega: 06.09.17 Puedes realizar cons

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5to Economía “B”

Actividad de escritura: género fantástico

Nombre:

.

Fecha de entrega: 06.09.17 Puedes realizar consultas vía mail: [email protected] 1. Lee “El libro de arena” de Jorge Luis Borges. 2. Reescribir el cuento “El libro de Arena” de Borges desde la perspectiva del vendedor de biblias, puedes usar un narrador en primera persona o uno en tercera omnisciente. Debes incluir en el cuento el recurso de elipsis y mantener las características propias del género fantástico. El texto no debe tener precisamente la misma extensión que el cuento original ya que el bibliotecario puede abordar una mirada diferente de ese mismo evento como, también, realizar una retrospección de eventos anteriores al narrado. Elipsis: «Hay hechos de la historia que el relato omite, ya sea porque pueden superponerse a partir de otras acciones, o ya sea porque no se consideran importantes para comprender la historia. Estas omisiones se denominan elipsis. Por lo tanto, la elipsis es una sustitución por cero, es decir, un vacío, una información que debe ser recuperada con el resto del texto. 5to Economía “B”

Actividad de escritura: género fantástico

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Fecha de entrega: 06.09.17 Puedes realizar consultas vía mail: [email protected] 1. Lee “El libro de arena” de Jorge Luis Borges. 2. Reescribir el cuento “El libro de Arena” de Borges desde la perspectiva del vendedor de biblias, puedes usar un narrador en primera persona o uno en tercera omnisciente. Debes incluir en el cuento el recurso de elipsis y mantener las características propias del género fantástico. El texto no debe tener precisamente la misma extensión que el cuento original ya que el bibliotecario puede abordar una mirada diferente de ese mismo evento como, también, realizar una retrospección de eventos anteriores al narrado. Elipsis: «Hay hechos de la historia que el relato omite, ya sea porque pueden superponerse a partir de otras acciones, o ya sea porque no se consideran importantes para comprender la historia. Estas omisiones se denominan elipsis. Por lo tanto, la elipsis es una sustitución por cero, es decir, un vacío, una información que debe ser recuperada con el resto del texto. 5to Economía “B”

Actividad de escritura: género fantástico

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Fecha de entrega: 06.09.17 Puedes realizar consultas vía mail: [email protected] 1. Lee “El libro de arena” de Jorge Luis Borges. 2. Reescribir el cuento “El libro de Arena” de Borges desde la perspectiva del vendedor de biblias, puedes usar un narrador en primera persona o uno en tercera omnisciente. Debes incluir en el cuento el recurso de elipsis y mantener las características propias del género fantástico. El texto no debe tener precisamente la misma extensión que el cuento original ya que el bibliotecario puede abordar una mirada diferente de ese mismo evento como, también, realizar una retrospección de eventos anteriores al narrado. Elipsis: «Hay hechos de la historia que el relato omite, ya sea porque pueden superponerse a partir de otras acciones, o ya sea porque no se consideran importantes para comprender la historia. Estas omisiones se denominan elipsis. Por lo tanto, la elipsis es una sustitución por cero, es decir, un vacío, una información que debe ser recuperada con el resto del texto.

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Ejemplo: El libro de arena ... thy rope of sands... George Herbert (1593-1623) La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico. Yo vivo solo, duermo en estaciones de tren o aeropuertos. Vivo en constante movimiento. Ya he olvidado a mi familia y las frías islas que la cobijaban cuando partí. El libro el me alejó de mi pueblo y solo perderlo en otras manos me dejará volver. Por este motivo mi destierro en busca de esas nuevas manos me pasea por el mundo disfrazado de vendedor de biblias. Siempre buscando a alguien lo suficientemente tonto (curioso) y lo suficientemente ciego como para interesarse por este ejemplar. Buenos Aires envuelta en una mañana otoñal es la atmósfera de mi viaje actual. Otros viajeros me 2

contaron que aquí podría encontrar un lector tan singular cuyo intelecto pueda separar la emoción del espanto, al menos por el tiempo que me tome caminar unas cuadras y perderme en la ciudad. Lo que le pase a él cuando se enfrente al infinito, como debe hacerlo al fin y al cabo todo hombre por lo menos una vez en su vida, corre por su cuenta. He oído una frase por estas pampas sobre la muerte de los felinos que justificaría la situación. Divagué por plazas, bibliotecas y cafés sin encontrar señales del que me salvaría de los accesos de fiebre que sufro por la cercanía de este libro-máquina. Mi intuición fracasaba a cada paso. Logré , eso sí, vender algunas biblias antiguas para solventar mi viaje. El olfato me acercó a una casa, simple, apestaba a libro viejo. Mezcla de polvo, cuero podrido, papel y tintas. No recuerdo haber golpeado la puerta. Como todos aquellos que en cierto momento de su vida cambian de camino, me di vuelta a mirar lo que dejaba a mis espaldas. En aquella atmósfera borrosa de lluvia y de niebla todo parecía irreal. —En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta. Escuché esas palabras sin comprender su motivación. —No sólo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese. Lo adquirí en los confines de Bikanir— mentí. Abrí la valija y lo dejé sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Pero fue extraño para mi desprenderme al fin de ese ejemplar. Lo examinó un instante. Pude ver en sus ojos miopes que el libro era suyo ahora. —Será del siglo diecinueve —observó. —No sé. No lo he sabido nunca —fue la respuesta que se me ocurrió pues cuanto menos diga más germinará en su cabeza la idea de estar descubriendo algo. Lo abrió. Encontró un ancla. —Mírela bien. Ya no la verá nunca más.- afirmé amenazante pero con mi voz suave. Se fijó en el lugar y cerró el volumen. Inmediatamente lo abrió. En vano buscó la figura del ancla, hoja tras hoja. Noté la desesperación que otrora sintieron mis fibras y me divirtió verlo desesperado. —Se trata de una versión de la Escritura en alguna lengua indostánica, ¿no es verdad? - me preguntó. —No, lo adquirí en un pueblo de la llanura, a cambio de unas rupias y de la Biblia. Su poseedor no sabía leer. Sospecho que en el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta más baja; la gente no podía pisar su sombra, sin contaminación- mentí otra vez ocultando que la sangre fue partícipe de la obtención de ese libro. Le dije que se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin. Le pedí que buscara la primera hoja. Apoyó la mano izquierda sobre la portada y abrió con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro. —Ahora busque el final. También fracasó; apenas logró balbucear con una voz que no era más que mi voz que ahora comenzaba a abandonarme. —Esto no puede ser- dijo. —No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número- musité. Después, luego inventé complicadas paradojas para ocultar lo diabólico de la transacción que el mismo me propondría: —Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo. 3

— ¿Usted es religioso, sin duda? —Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico- volví a ocultar que la muerte fue parte del intercambio. Muerte por libro, pensé. El encorvado lector justificó el intercambio y adivinó mi origen escocés. Nombró escritores suponiendo que esto despertaría en mi cierto interés. —¿Usted se propone ofrecer este curioso espécimen al Museo Británico? -Soltó al fin. —No. Se lo ofrezco a usted —repliqué, y le propuse un precio exagerado. —Le propongo un canje —me dijo—. Usted obtuvo este volumen por unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de mi jubilación, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en letra gótica. La heredé de mis padres. —A black letter Wiclif —murmuré fingiendo interés. Fue al dormitorio y me trajo el dinero y el libro. Miré las hojas y estudió la carátula con fingido fervor de bibliófilo. —Trato hecho —dije. No regateé. Pues lo mismo hubiera aceptado alguna novela argentina de época y algo de cambio para seguir viaje. No conté los billetes, y los guardé. Hablamos de la India, de las Orcadas y de los jarls noruegos que las rigieron. Era de noche cuando por fin pude escapar.

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