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El mito de lo Ciudod de los Césorr>:; l¡, r ,i' l, distintos épocos foco de otroccir)r | | , r' r novelistos imoginotivos. A los versic.rr r, .', , l, I nuel Rojos y Hugo Silvc (Pocha Pultttt ,, ,ii o fines de los oños cuorento. este dcr,lr ¡r r rl ,r' reloto de Luis Enrique Délono, 956¡il, '¡ , ¡r ¡' muchos cuentos onteriores hobio otrr ¡1, l, ¡, l, los temos de lo oventuro. Tomondo como punto de oorticl I l, r r , ,r t, rioso desoporición de unos expedicit,r ri r|, t, portieron o ciertos zonos del sur chile¡l r, r | ,, ¡1, ' , ,l mondo de Jorge Lowrence, el ouior nr,'. ll,, ' o trovés del "Diorio" de Armondo C)rl( rr |,,,l todos los peripecios y desvenfuros qu() ('r r{ r'., tro este grupo. "¡Hon muerto! iTodos l)r r r rrrr r, ,r to!", dice Green cuondo lo encuenlror l ( r{ t ,r ri zonte. "¡No los hollorón nuncol ¡Todo ¡-ro| ,.l ,,r,, molditol" Escrito en uno proso omeno, ógil ! oovr ,r lr ,,' En la Ciudod de los Césares seró uñ ()rr./r rr ,1, clovodo en lo imoginoción del lector. (lu{. rr, se le desprenderó hosto que hoyo otribt ¡r l, , , lo último líneo. I
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LUIS ENRIQUE Ninguna partc de esta pr¡blicación. incluido el diseño cle la cutricrta. pucclc ser reproducicla, almacenada o transmitida cn manera alguna ni por ningúrn mcclio. ya sea eléctrico. químico. mecánico. óptico. de grabación o de fotocopizr. sin permi-so previo del editor.
EN LA CITJDAD DE LOS CESARES ILUSTRACIONES DE ANDRÉS TULLIAN
@ Sucesión
Lllis Enrique Délano
I)crechos exclusir.os O EDITORIAL ANDRÉS BELLO Av. Ricardo Lyon !4(r. Santiago dc Cliile Rcgistro de 1)ropiedad Intelectual
Inscripción N" 10ó.281, año 199it Santiago - Chile
tcrminó dc in.rpr-in.rir csta prin.rcn edición dc 8.(Xl0 cjcnrplalcs cn cl tttes de novicmhre dc 199ti Sc
Il\ltl'RESORES: Salcsianos S.A.
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México D.F.
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Santiago de Chile
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A Manuel Rojcts 1t Hugo Silua, que me precedieron en este uiaie. ón crp¿¡
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INTRODUCCION
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Es indudable que en 1917 el servicio cablegráfico no hal>ía alcanzado la perfección que tiene hoy en lo que se refiere a la clistribución de noticias perioclísticas. por otra parte, el mundo estaba, en aquella época. enredado en la más injtrsta. salvaje y (.nrel cle las É{uerras de que se tiene memoria. En medio cle esa trageclia colectiva es mlly posible que nadie detuviera sus ojos en algún diminuto párrafo de prensa que trataba lezc:lmos nuestr()
il.p.ra.,ra
cuartel general en la ciudad cle La LJniírn, descle donde iniciaremos 1¿r rnarcha, gr-riaclos por los mejores baqLleanos de la regiírn. "Deseamos a la Expedicicin Lawrence un viaje fructífero y feliz."
Hsta es, sin qr-ritarle ni agregarle una coma, la cra cle un enorme espacio intercorclillerano, Llna especie de hondo valle, rocleado, apretado estrechamente por un cinturítn de altos cerros. Un pozo, un embr-rdo, qué sé yo cómo se llama esto en términos geográficos. Pcro 1o curioso efa qLle no se divisaba el fondo del valle. Había entre él y rni vista algo así cofiro una espesa cortina horizontal, cle color gris obscuro, ondulante y cerrada. La sensación que a primera vista me dio fue la de Lln m¿lr, Lln mar lejano hacia abajo, Lrn rrar zlgiturdo, como clebe verse clescle r-rn globo navegando en la atmósfera. Después de algún tiempo sin ¡¡ozarla, recuperabayo la sensación del océano, hasta tal punto que exclamé sin darme cLlenta del disparate: -¡El nrerl -Sí -dijo Lawrence-, Lln rlar de nubes. -¡Claro! ¡Qr-ré extraordinario! ¿pero se fija, Lawrence, qué cerracla la capa de nr-lbes? Es fantásticcr el espectáculo. ¿Y cómo puecle proclucirse tal cantidad de nubes-/
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LrJrS t.NrilQtrFl I)EI-AN()
-¿'Cómo? -pre¡¡untó.Jorge, riendo-. Pues lo mistnílr llcgur hrrs tli llr f llrllr clcl llor-lic. clontlt n()s tsl)el'lrlrltn ()r'trgrt. lrcnrrín t' [il N'lurit'o. F]ste últinro sulcit-írt hrlrriu Lrtgr.rn:t [.rrislr , cn l)us(]rt rle los rlcnrlts. irntrctltnto. cl cstLrclirtt'ttr, {)rtaglr V licrnrír-r slrlrirílrlr llt.st¡ ilt c'inrlt. ti'1t1,úttciot'ios 1rr-or"isir ¡trt's. I)ln'ur-ltr llr tlrrclc. cl pcilLrcno ojo, lrlrirlto cn lu trr ti'lrnrr rle l:r nLrlrc, n() sc ct-ls:urchri, ('on gr:rfr pc.srtr 1r.lcst1'(). \,rr llrs nLlcvc rlc Lr lras rnatct'iules, sin otruts clclncnt()s qr-re c-iertos inclicios legenclarios y poéticos, lceptó lo inaccptablc, creyailanclo, lloranclo clc alegría. Me cogici cle l¿r ntano, y mc an'astrci hacia cl ol>servatodo. El estudiantc nos seguí:l, cctrricnclo ¡z.clr'.tclctr lavor! Y r-ne entrefaó el anteojo... En la sab¿rna esférica hebía un¿r lrrech2l, y2l n() an.qosta colno la cle ayer, sint) :unpli:r, rn:rgnífica. Y ¿rltajo se veía... se veía una ciuclacl, sí, una ciuclacl, sin cletalles, qllc n() eru posible c^zLtt con el lente clcsdcr nril novecientos mctros clc altura. Pcrc hrLbía abajo -y csto lo ¿rflrn'lo ponienclo Llna lllno en el fuegr> algr-rnas c¿lsus agnrp:rclas, cc)nto colnrenas o c¡ué sé yo... Yo no he sr,rbiclo nlrnca en globo, per() tcltgo un amigo acr()naLrt¿l qLle me ha explicaclo c('rlnc) sc vc ut-ra ciuclacl clcscle dos rnil lnetr()s cle altura: Llna egn-lpación cle pequeños cubos ol>scnros. Eso cs cxllcrt¿lillente lo cluc r¡i. Antes clc entrcgal el anteoj() :r Sugredo, que mc kr cxigía ton intprcicncirr,
f] I,I,IS I]NRIQI]I I)ILANO
abracé a Lawrence, a quicn nllnca había visto t¿rn clichoso. -¿La Ciuclacl cle los Césares? -pre¡¡unté. -La Cir-rclacl cle los Césares -responcli