6. Las Clases Sociales

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Para comprender

LA SOCIOLOGIA Juan González-Anleo

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EDITORIAL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 31200 ESTELLA (Navarra) - España 1991

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Las clases sociales

l. Igualdad, desigualdad y estratificación social

E

l sociólogo aficionado a los libros de historia, que se dedica a rastrear el hecho y el problema de la igualdad a lo largo del acontecer histórico, acaba descubriendo que aparentemente no hay proporción entre el grado de insatisfacción por el sistema de privilegios y desigualdades de una sociedad y el grado real de desigualdad existente entre los miembros de la misma. Descubre asimismo que, al menos en occidente, las tensiones ideológicas y las luchas sociales en pro de la igualdad se iniciaron y florecieron en movimientos religiosos y milenaristas: los cátaros y pátaros en el medievo cristiano, los husitas y anabaptistas, T. Münzer en la época de Lutero, y los mismos «diggers» y «levellers» de la Inglaterra de la revolución parlamentaria de Cronwell, en el año 1700, partidarios los primeros de la igualdad civil y política, y los segundos, más radicales, del libre acceso a la tierra. El gran impulso hacia la igualdad procede de las doctrinas sociales del liberalismo y de la Ilustración, y de una contradicción latente en sus teorías. J. Locke inició el problema: la sociedad civil depende en gran medida de la institución de la propiedad privada que tienen los hombres sobre sus personas

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PARA COMPRENDER LA SOClOLOCIA

y sobre sus bienes, por lo que limitarla con el principio de una igualdad absoluta equivale a limitar a los individuos en su relación consigo mismos e impedirles desplegar libremente sus dotes naturales. Por encima de estas desigualdades materiales, se encuentra una igualdad civil que se traduce en una garantía igual en relación con la propiedad que cada uno tiene de sí mismo por naturaleza.

DOS GENEROS DE DESIGUALDAD «Se sigue que hay en la especie humana dos géneros de desigualdades: una, a la que llamaré natural o física, por estar establecida por la naturaleza, consiste en la diferencia de edad, estado de salud, fuerzas físicas y cualidades de la mente y del espíritu; otra, que se puede llamar diferencia moral o política, porque depende de cierto tipo de convencionalismos y está establecida o, al menos, autorizada por el consenso de los hombres. Esta última consiste en diferentes privilegios disfrutados por algunos en detrimento de otros, como ser más rico, más honrado, más poderoso que los otros, o, simplemente, disponer de su obediencia». 1. J. Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, 1755.

Rousseau estableció la distinción definitiva entre la desigualdad natural y la desigualdad moral o política, que se traduce en privilegios de unos y detrimento de otros. Tras las revoluciones burguesas del siglo XIX, nutridas espiritualmente por los ideales universalistas de la Revolución francesa -liberté, égalité, fraternité-, las democracias occidentales se establecieron y desarrollaron sobre una base inequívoca, el principio de la igualdad entre los hombres. Pero la estructura social de estas sociedades, marcada por la existencia de clases sociales en situación de desigualdad y de conflicto, se contradice con aquella estructura cultural basada sobre principios de igualdad. Esta contradicción se ahonda durante todo el siglo XIX, y alienta la interminable lista de conflictos sociales que se prolongan bien entrado el siglo XX. En el ojo del huracán se sitúa la desigualdad social, que la mayoría identifica con la existencia de clases sociales, aunque esta identificación haya sido muy discutida, como luego se verá. La teoría de la igualdad se despliega en dos tesis: - Todos los miembros adultos de una sociedad deben tener, en la medida de lo posible, la misma influencia en las decisiones que afectan a aspectos importantes de la vida de la sociedad. - Las desigualdades en riqueza, posición social, educación y acceso a la misma no deben ser tan importantes que se traduzcan en una subordinación permanente de algunos grupos de hombres a otros, o produzcan grandes desigualdades en el ejercicio de los derechos políticos. Estas dos tesis se apoyan en dos argumentos, llamados argumentos igualitarios:

El primer argumento afirma que los seres humanos son notablemente semejantes, pese a sus idiosincrasias individuales. Esta semejanza se refiere a aspectos fundamentales como las necesidades físicas, emocionales e intelectuales. Esta es la razón por la que son posibles la ciencia de la nutrición y, en menor medida, la psicología y la psiquiatría. El ámbito de variación entre los hombres es muy pequeño, y la mayor parte de los hombres se agrupan

en el espacio medio de ese ámbito. El segundo argumento asegura que las diferencias individuales y las separaciones o distancias sociales entre los hombres son dos cosas independientes, es decir, que las segundas no tienen por qué seguir necesariamente a las primeras. Apunta una tercera tesis o, mejor, contratesis: la igualdad y la desigualdad, tanto política como social, no son «productos ideológicos», opciones personales que en ningún caso se apoyan en razones científicas, sino en «razones del corazón que la inteligencia no comprende». Los partidarios de la igualdad basan su proyecto igualitario en la pretensión razonada de que la implantación de la igualdad es la condición inexcusable de una sociedad mejor. ¿Y los partidarios de la desigualdad? Quizá no se puede hablar de defensores serios de esta tesis (Berger, 1989). Pero no han faltado argumentos en pro de la desigualdad. Entwistle nos recuerda los más populares y de mayor éxito: - La desigualdad es funcional para la sociedad, pues actúa como una energía vital que impulsa el crecimiento económico y el bienestar social, ya que la competitividad es el nervio de las sociedades industriales y beneficia realmente a todos a largo plazo, y la competitividad implica que unos ganan y otros pierden, y por tanto genera desigualdad (Perkin, 1973). - La desigualdad es sociológicamente inevitable, pues es requerida por el conjunto de normas de comportamiento que forman la trama moral de toda sociedad. «El origen de la desigualdad se encuentra en la existencia en todas las sociedades humanas de normas de comportamiento con sanciones adjuntas ... Hay desigualdad porque hay ley» (Dahrendorf).

- La desigualdad puede convertirse en instrumento de una ética social radical. Este atrevido argumento de Pawels (1971) hay que entenderlo así: la justicia se satisface si unas recompensas desiguales ayudan y estimulan a incrementar la producción de riqueza, siempre que estos incrementos adicionales se distribuyan entre los desfavorecidos. Pawels continúa: PARA COMPRENDER LA SOCIOLOGIA

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«La injuSticia consiste sencillamente en la existencia de desigualdades que no repercuten en beneficIO de todos».

- La gente no quiere realmente la igualdad (Wilson). Así, los sindicatos, los colegios y asociaciones profesionales luchan por mantener las diferencias salariales, y esta misma presión social en contra de la igualdad es perceptible en fenómenos como el racismo y la hostilidad contra los emigrantes. Y Pedley (1963) añade: los ingleses de los años 60 querían un sistema escolar para crear oportunidades para ser desigual, no para ser igual. - La meritocracia es, en el fondo, una creación de los partidarios más o menos secretos de la desigualdad. Se presenta como igualdad una desigualdad terminal basada en diferencias de talento, habilidad, inteligencia, etc. La meritocracia es, realmente, un concepto-puente entre la igualdad a secas y la igualdad de oportunidades educativas. Más allá de la poJémica entre partidarios de la igualdad y de la desigualdad, de dudosa resolución, parece indiscutible la conclusión de Halsey: «En los países industriales modernos se considera\ generalmente que lo contrario de la igualdad es la estratificación soCi~». .--J

De ahí la centralidad del tema en la literatura sociológica.

2. La «pirámide» y el «mapa» Para comprender la sociología de las clases sociales existen.dos perspectivas recomendables, antes de aventurarse por los vericuetos teóricos explorados por los grandes sociólogos. ,

y I

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- 1. Desde la primera perspeciJ;va, la estratificación ~o~ial es, alnIismü ltempo, el p~-y el resultado de situar a los individuos -y es más lógico y-realista pensar ~ fas famIlias más que en los individuos aislados- en estratos graduales y jerarquizados según ~ados variados de poder, prestigio y pmp:iedaGJmgresos. La estratificación es un caso particular del proceso de diferenciación social, característica universal de las sociedades humanas. ¿Por qué la diferenciación social? Más allá de ideologías y justificacio- nes teóricas, la clave parece ser el hecho de la división del trabajo. - - - - -- - - - - - -

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En los animales interviene mecánicamente el inst!nt~,_en ~l n...9I1!1>re l~o~[a. Toda divisióñ del trao~_en so.ciedad está acompañ~ºª-y_m~ntenida por formas culturales. La sociología funcionaJista coñservadora ñá-mfundido la idea -que se ha convertido en creencia para muchos- de que la razón última de esta clasificación social es la necesidad que experimenta toda sociedad de inducir a sus miembros para que ocupen puestos situados a niveles distintos y para que, previamente, adquieran la preparación imprescindible para desempeñarlos con eficiencia. La fórmula óptima, afirman algunos sociólogos funcionalistas, es asignar distinto valor a las posiciones sociales según su utilidad para la sociedad, disponerlas en una jerarquía piramidal, y remunerar diferencialmente a cada uno de los estratos así constituidos. Luego se volverá sobre esta «creencia» y sobre sus puntos débiles. Di~renciación

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en todas las sociedades. Es-