5. El Cultivo Del Tomate. Generalidades

Antecedentes 2.1. EL CULTIVO DEL TOMATE. GENERALIDADES. “… planta cultivada normalmente como anual, pero su duración ve

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2.1. EL CULTIVO DEL TOMATE. GENERALIDADES. “… planta cultivada normalmente como anual, pero su duración vegetativa en condiciones climáticas favorables puede prolongarse varios años” (Jiménez ,2005). El tomate se ha elegido para la realización de este trabajo, así como para otros muchos trabajos de investigación, no solo por ser uno de los productos más consumidos a nivel mundial, sino también por otras razones tales como (Rodrigo, 2010): -

Fácil cultivo.

-

En nuestras latitudes se trata de un cultivo anual.

-

Es una especie a la que se le pueden realizar injertos sin problemas y con buenos resultados.

2.1.1. SITUACIÓN DEL SECTOR EN EL MERCADO. El tomate es la hortaliza más difundida en todo el mundo y la de mayor valor económico. Su demanda aumenta continuamente y con ella su cultivo, producción y comercio. El incremento anual de la producción en los últimos años se debe principalmente al aumento en el rendimiento y en menor proporción al aumento de la superficie cultivada. Tabla 1: Serie histórica de superficie, rendimiento, producción, precio y valor (MARM, 2010).

Años

Superficie (miles de hectáreas)

Rendimiento (qm./ha)

Producción (miles de toneladas)

Precio medio percibido por los agricultores (euros/100kg)

Valor (miles de euros)

1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009

63,40 62,30 63,00 59,30 63,00 69,90 72,30 56,70 53,30 54,90 63,80

611 605 630 372 627 627 665 670 766 738 752

3.874,70 3.766,30 3.971,70 3.979,70 3.947,30 4.383,20 4.810,30 3.800,60 4.081,50 4.049,80 4.796,10

32,10 43,20 33,60 46,00 49,10 41,20 52,20 37,20 39,80 37,30 32,40

1.243.781 1.628.654 1.334.885 1.829.476 1.937.743 1.806.318 2.510.496 1.415.326 1.622.795 1.508.533 1.556.488

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Según las estimaciones del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino en 2009, la región de España más productora de tomate fue Extremadura, con 1.917.008 toneladas; siendo Badajoz la provincia más productora con 1.661.838 toneladas, seguido de Andalucía con 1.668.192 toneladas producidas, Región de Murcia con 392.206 toneladas, Navarra con 182.297 toneladas, Canarias con 157.026 toneladas y Galicia con 103.331 toneladas. La producción total española de tomate fue de 4.798.053 millones de toneladas. En cuanto al comercio exterior de tomate, con datos relativos al 2009 por el Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino, destacan las exportaciones a países de la Unión Europea con 709.178 toneladas, principalmente a Alemania con 149.911 toneladas, Reino Unido con 139.841 toneladas, Francia con 115.416 toneladas, Holanda con 109.432 toneladas y Polonia con 35.849 toneladas. En total, España exporta 729.358 toneladas de tomate en todo el mundo Por otro lado, la importación de tomate que tiene España es de 186.594 toneladas, de las cuales de la Unión Europea proceden 159.142 toneladas, siendo Portugal el País que más comercio exterior tiene con España con 114.785 toneladas, seguido de Holanda con 16.830 toneladas, Alemania con 8.505 toneladas y Francia con 7.386 toneladas (MARM,2010).

2.1.2. ORIGEN Y TAXONOMÍA DEL CULTIVO. El tomate es una especie de la familia botánica de las solanáceas. Su clasificación taxonómica admite dos denominaciones diferentes, una aportada en 1753 por Linneo (Solanum lycopersicon L.) y otra aportada por Philip Miller en 1754 (Lycopersicon esculentum Mill). Su origen se sitúa en los Andes, donde se encuentra en forma silvestre desde el sur de Ecuador hasta el norte de Chile, aunque parece ser que se inició su domesticación y su posterior dispersión en México, donde era cultivado por el pueblo azteca. La palabra tomate, etimológicamente tiene su origen del vocablo de la lengua Náhuatl “tomatl”, con un significado literal de “agua gorda” (Moreno et al., 2010). La expresión tomatl o tomate se hacía referencia a cualquiera de las especies existentes o bien a la más apreciada en aquella época, el tomate mílpero o de cáscara, denominado jitomate en Méjico (Esquinas- Alcázar y Nuez, 1995).

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Figura 1: Tomate de cáscara o Jitomate (Jan, 2003). Durante la conquista española, fue recolectada y enviada a Europa por medio de la expedición de Hernán Cortés a través del puerto de Sevilla, desde donde se distribuyó hacia las principales plazas de comercio internacional, especialmente las italianas. Los herboristas italiano y holandés, Mattioli y Dodoens, realizaron en 1544 la descripción detallada de la planta y de sus frutos. Aunque en un principio su cultivo se basó en aspectos ornamentales, ya que se consideró una planta venenosa al contener gran cantidad de un alcaloide tóxico en las hojas denominado tomatina, poco a poco se fue incorporando como ingrediente en todas las cocinas europeas, datándose las primeras recetas de salsa de tomate conocidas en 1692 (Moreno et al., 2010). Respecto a los tipos varietales ya en aquella época existía gran diversidad de tamaños, formas, y colores del fruto: tamaños desde los tipos cereza hasta los más grandes posibles; formas redondeadas lisas, lobuladas, aplastadas o acostilladas; colores rojos a amarillos. Algunas introducciones llegadas a Europa debieron ser de frutos amarillos, lo que explica el nombre italiano “pomodoro” (manzana de oro), así como algunas denominaciones francesas (pomme d’or) o alemanas (golden apflen).

2.1.3. MORFOLOGÍA DE LA PLANTA. El tomate es una planta perenne de porte arbustivo que se cultiva como anual en nuestras latitudes debido a su escasa resistencia al frío. La planta puede desarrollarse de forma rastrera, semierecta o erecta (Chamarro, 2001) 

Sistema radicular: El sistema radicular del tomate es muy profundo y puede

alcanzar los dos metros, si bien la mayor parte se sitúa en los primeros 50 cm del suelo. Está constituido por una raíz principal pivotante y numerosas raíces secundarias cuyo primordios aparecen incluso en la parte aérea, favoreciéndose su desarrollo con aporcados

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y consiguiendo con ello una gran capacidad de exploración y de gestión de agua y nutrientes. 

Tallo: Los tallos son ligeramente angulosos, semileñosos y con tricomas

simples y glandulares que confieren a la planta su característico olor. El tallo tiene un grosor de unos 2-4 cm en su base y sobre él se van desarrollando mediante una ramificación simpoidal tallos secundarios, hojas e inflorescencias. El crecimiento o porte de la planta puede ser determinado o indeterminado. Los cultivares determinados tienen un crecimiento limitado que puede extenderse unos 2 m. En este tipo, los tejidos de crecimiento situados en la yema terminal del tallo cambian a floración, terminando en una inflorescencia. Los cultivares indeterminados tienen un crecimiento ilimitado, pudiendo crecer el tallo principal más de 10 m por año, con un porte rastrero o trepador. Estas variedades poseen siempre en el ápice de los tallos un meristemo de crecimiento que produce un alargamiento continuado del tallo principal, originando inflorescencias solamente en posición lateral, normalmente cada tres hojas (Chamarro, 2001; Moreno et al., 2010).

Figura 2: Planta de porte determinado (Derecha) y planta de porte indeterminado (Izquierda) (Nuez, 2001)



Hojas: Las hojas del tomate son compuestas e imparipinnadas, con un

tamaño variable de 10-50 cm de longitud y algo menos de anchura, con un gran foliolo terminal y hasta 8 grandes foliolos laterales, que pueden ser a su vez compuestos. Los foliolos son peciolados y lobulados irregularmente, con bordes dentados. Las hojas

están

confiriendo

recubiertas a

la

planta

de

pelos

glandulares,

un

olor

característico

(Chamarro, 2001) Figura 3: Hoja de una planta de tomate.

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Inflorescencia: Las inflorescencias son de tipo racemoso. Normalmente, el

eje principal se ramifica por debajo de la primera flor formada dando lugar a una inflorescencia compuesta (Martínez, 2005); en cada racimo puede haber de 3 a 10 flores de polinización autógama (Maroto, 2002). La primera flor se forma en la yema

apical

y

las

demás

flores

se

desarrollan

lateralmente por debajo de la primera, alrededor de un eje principal. En una sola Inflorescencia los estadios de desarrollo reproductivo pueden incluir al mismo tiempo pequeños frutos, flores abiertas y yemas florales Figura 4: Inflorescencia del tomate.

cerradas (Varga y Bruinsma, 1986).



Flor: La flor del tomate es perfecta, regular e

hipógina, y consta de cinco o más pétalos dispuestos de forma helicoidal a intervalos de 135º, de un número igual de estambres que se alternan con los pétalos y de un ovario bi o plurilocular. La flor está unida al eje floral por un pedicelo articulado que contiene la zona de abscisión (Martínez, 2005). Figura 5: Flor del tomate. 

Fruto: El fruto del tomate es una baya bi o plurilocular que se desarrolla a

partir de un ovario. El fruto está unido a la planta por un pedicelo con un engrosamiento articulado que contiene la capa de abscisión (Martínez, 2005). El fruto adulto del tomate está constituido por un pericarpio carnoso de dos o más lóculos y una placenta gelatinosa que acoge las semillas. La forma del fruto es muy variable, desde los frutos que son totalmente esféricos hasta una infinidad de formas intermedias (Moreno et al., 2010). Figura 6: Fruto del tomate. 

Semilla: La semilla del tomate tiene forma lenticular con unas dimensiones

aproximadas de 5 x 4 x 2 mm y está constituida por el embrión, el endospermo y la testa o

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cubierta seminal (Nuez, 2001). Las semillas son vellosas, de color grisáceo y tienen una capacidad germinativa de cuatro o cinco años (Moreno et al., 2010).

Figura 7: Partes de una semilla de tomate (Nuez, 2001).

2.1.4. FENOLOGÍA DE LA PLANTA.  Germinación de la semilla: La germinación se realiza en tres etapas. En la primera, de unas 12 h de duración, se produce una rápida absorción de agua por la semilla; la siguiente, es un periodo de reposo de unas 40 h durante la cual no se observa ningún cambio en la anatomía ni en la actividad metabólica de la semilla; en la última etapa, la semilla comienza a absorber agua de nuevo, iniciándose la etapa de crecimiento asociada con la emergencia de la radícula (Bewley y Black, 1982).  Crecimiento vegetativo: El desarrollo de las plantas depende de numerosos factores, entre los que cabe mencionar la variedad, la iluminación, la temperatura, la nutrición, el suministro de agua y la concentración de CO2, todas ellas actuando en un complejo entramado de interacciones (Nuez, 2001).  Floración: La diferenciación floral suele iniciarse dentro de las tres semanas siguientes a la expansión de los cotiledones. La fase desde el momento de iniciación de la primera inflorescencia, como el estadio de crecimiento al cual se produce la primera iniciación, es sensible y dura unos 9 días desde la expansión de los cotiledones. Durante este periodo hay una interacción entre la temperatura y la iluminación. En las últimas fases del inicio de la primera inflorescencia comienza el inicio de la segunda. El número de flores formado en las inflorescencias depende de la temperatura y, probablemente, de otros factores que determinan la velocidad de crecimiento de la planta (Nuez, 2001).

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 Cuajado y formación del fruto: El tiempo necesario para que un ovario fecundado se desarrolle a un fruto es de 7 a 9 semanas, en función del cultivar, la posición en el racimo y las condiciones ambientales. El crecimiento del fruto se ajusta a una curva sigmoide simple que puede dividirse en tres periodos: el primer periodo, de crecimiento lento, dura 2 ó 3 semanas, y cuando termina, el peso del fruto es inferior al 10% del peso final; el segundo periodo, de crecimiento rápido, dura 3-5 semanas y se prolonga hasta el inicio de la maduración; por último, tiene lugar un periodo de crecimiento lento, de unas dos semanas, en el que el aumento de peso del fruto es pequeño pero se producen cambios metabólicos característicos de la maduración (Nuez, 2001). Figura 8: Curva de desarrollo, de actividad respiratoria y de producción de etileno de un fruto de tomate (Nuez, 2001).

 Maduración del fruto y formación de semillas: El tomate se considera un fruto climatérico, al iniciarse la maduración, la respiración aumenta hasta alcanzar un máximo llamado pico climatérico para descender posteriormente, por lo que el tomate se considera un fruto climatérico. A la vez que aumenta la respiración se produce un brusco aumento de la producción del etileno, que tiene una gran influencia en el desarrollo del proceso de maduración. Durante la maduración del tomate se producen cambios importantes en el color, la composición, aroma, sabor y textura que hacen el fruto atractivo para el consumo humano (Nuez, 2001). El tamaño final del fruto está relacionado con el número de semillas y el número de lóculos. El número de semillas varía entre 50200 unidades (Nuez, 2001).

Figura 9: Diferencia entre frutos climatéricos y no climatéricos (Universidad Pablo de Olavide, 2001)

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2.1.5. ECOLOGÍA DEL CULTIVO DE TOMATE. La producción de fruto es el resultado de diversos procesos: asimilación neta, floración, cuajado de fruto y distribución de materia seca, que pueden ser afectados por la mayor o menor adecuación de diversos factores como las exigencias ambientales (temperatura, radiación o iluminación, CO2 y humedad relativa), el aporte de agua y fertilizantes, las técnicas de cultivo y la incidencia de plagas, enfermedades o desórdenes fisiológicos. 2.1.5.1. Exigencias ambientales. 

Luminosidad o radiación: El tomate es un cultivo insensible al fotoperiodo en la

etapa de desarrollo vegetativo, aunque necesita una buena iluminación, ya que una iluminación deficiente en las etapas de floración y fecundación puede afectar de manera negativa a la planta. La intensidad luminosa puede tener efectos importantes en la producción y calidad a lo largo del tiempo. Por lo general, una baja intensidad luminosa provoca un menor contenido de ácido ascórbico. Con baja radiación y temperatura se alcanzan contenidos de azúcares inferiores a los requeridos para que el tomate tenga un buen sabor, al igual que con una baja radiación el tomate no alcanza el color adecuado en su estado de maduración. También se ha observado que la luz influye en la formación de βcaroteno en el fruto (Cruz y Lorenzo, 2005). 

Temperatura: El tomate es una planta termoperiódica, es decir, necesita

fluctuaciones de temperatura entre el día y la noche. Las diferencias térmicas óptimas se estiman en 6 a 7ºC entre la noche y el día. Las temperaturas óptimas del cultivo del tomate están relacionadas con la iluminación, siendo recomendable una mayor temperatura con mayor radiación (Cruz y Lorenzo, 2005). La temperatura óptima para la tasa de asimilación neta de los tomates se sitúa entre 25 y 30ºC (Kinet and Peet, 1997). La temperatura óptima en floración es de 22ºC para un buen cuajado; temperaturas menores a 10ºC en esta etapa plantean problemas de fecundación en cultivares mediterráneos (Cruz y Lorenzo, 2005). 

Humedad relativa: En el cultivo del tomate, se consideran óptimos los valores del

70 al 80% y son deseables humedades relativas del aire inferiores al 90%, porque si son superiores favorecen el desarrollo de enfermedades criptogámicas, especialmente Botrytis cinerea, pueden producir inviabilidad del polen especialmente con baja iluminación y limitan la evapotranspiración, lo que dificulta la absorción de agua y de nutrientes. Esto provoca

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desórdenes fisiológicos (podredumbre apical), viéndose afectada de forma negativa la producción. Por otra parte, si la humedad relativa es baja aumenta la tasa de respiración, lo que puede provocar, especialmente en la fase de fructificación cuando la actividad radicular es menor, un estrés hídrico, cierre estomático y reducción de la fotosíntesis, afectando también la distribución del calcio y el boro y ocasionado por tanto podredumbre apical (Cruz y Lorenzo, 2005). 

Anhídrido carbónico: La concentración de CO2

ambiental es uno de los

principales factores determinantes de la producción. La actual concentración atmosférica (350-360 ppm) es infraóptima para el crecimiento y desarrollo de los cultivos, por lo que responde muy bien a los programas de fertilización carbónica (Cruz y Lorenzo, 2005).

2.1.5.2. Exigencias de suelo y nutrientes. La planta de tomate no es muy exigente en cuanto a suelos, salvo en el aspecto del drenaje. Prefiere suelos sueltos de textura silíceo-arcillosa y ricos en materia orgánica, aunque se desarrolla perfectamente en suelos arcillosos. Conviene evitar los altos contenidos en elementos muy finos que tienen tendencia a compactarse durante el cultivo, dificultando la penetración del agua de riego y provocando la asfixia radicular. La temperatura del suelo influye directamente sobre el crecimiento del sistema radicular, siendo el intervalo más adecuado para su desarrollo el de 13-29ºC y una temperatura óptima de 15ºC. El rango ideal de pH para el cultivo del tomate está entre 6,5 y 7, aunque se cultiva sin dificultades en suelos de cierta acidez y con pH más elevados, observándose una cierta reducción de los rendimientos en las cosechas realizadas en suelos más ácidos. Con respecto a la salinidad, el tomate es una de las especies hortícolas que mejor la tolera, tanto del suelo como del agua de riego, aunque un exceso de sal puede provocar una disminución en el número, tamaño y calidad de los frutos, apareciendo también fisiopatías (Moreno et al., 2010). Las extracciones de nutrientes pueden variar bastante según la variedad cultivada, el rendimiento obtenido e incluso, dentro de una misma variedad, en función de las técnicas de

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cultivo empleadas. A continuación se resumen las características principales de algunos nutrientes en la planta:  Nitrógeno: Importante para el crecimiento y desarrollo. Un exceso puede conducir hacia un desarrollo vegetativo demasiado exuberante, en detrimento de la fructificación.  Fósforo: Juega un papel muy importante en el desarrollo radicular y sobre todo en la floración.  Potasio: Da calidad al fruto y firmeza a su piel. Se suele incrementar la cantidad de potasio cuando comienza la fructificación del cultivo.  Magnesio: Se relaciona con la producción de calibres gruesos de tomate y buena coloración del fruto (Gázquez, 2005). En las siguientes tablas se indican las necesidades nutritivas del cultivo: Tabla 2: Necesidades nutritivas del tomate. Necesidades nutritivas

Cantidad (kg/t)

N

2,1-3,8

P

0,3-0,7

K

4,4-7,0

Ca

1,2-3,2

Mg

0,3-1,1

(Gázquez, 2005). Tabla 3: Necesidades nutritivas del tomate para 120.000 kg/ha de cosecha Necesidades Nutritivas

Cantidad (kg/ha.)

N

400

P

200

K2O

850

(Gázquez, 2005).

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2.1.6. RIEGO Y FERTILIZACIÓN. 2.1.6.1. Riego. El riego es uno de los factores más importantes para la obtención de un tomate de calidad y en cantidades suficientes. Las necesidades hídricas deben quedar cubiertas en su justa medida, ya que un riego en exceso provocará un descenso de la calidad y un aumento de los costes de producción, así como problemas sanitarios en el momento de la recolección, mientras que un déficit hídrico afectará a la producción final (Rodríguez del Rincón, 2001, citado por Rodrigo, 2010). De los tres tipos de riego posibles, el riego localizado es el que más se utiliza respecto del riego convencional de superficie (normalmente por surcos) y del riego por aspersión (poco usado) debido a la posibilidad de fertirrigar y a la mayor eficiencia del uso del agua (especialmente en los lugares donde el agua de riego es cara y escasa). Tras el imprescindible riego de plantación, es aconsejable, incluso con riego por goteo, dejar transcurrir un periodo sin regar (si el perfil del suelo está bien humedecido), que puede prolongarse hasta unos 15 días, dependiendo de las condiciones climáticas, del suelo y del cultivo, a fin de permitir un buen desarrollo del sistema radicular. La idónea programación de los riegos es crucial para conseguir resultados satisfactorios en el cultivo. La programación de riegos implica determinar la frecuencia de riegos y la cantidad de agua a aplicar (Nuez, 2001). Las necesidades de agua en este cultivo se encuentran entre los 4000 y los 6000 m3 por hectárea, dependiendo del ciclo del cultivo [otoño, primavera o ciclo largo (entre 8-9 meses la planta desarrollándose sobre el suelo)]. Las necesidades de agua en época de máximo consumo oscilan entre los 4 y 6 mm al día, lo que lleva a regar, en función de la densidad de goteros y caudal de los mismos, durante periodos diarios de 20 a 45 minutos (Fernández et al., 2004). 2.1.6.2. Fertilización. La fertilización debe entenderse como la aplicación de fertilizantes necesarios para la planta de una manera sostenible, sin un abuso que conllevaría a la contaminación del suelo y de la planta. Para la distribución del abonado se debe tener en cuenta en primer lugar los recursos de los que dispone el propio terreno, como los restos de cosechas anteriores, y

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después tener presente un análisis del suelo y una tabla con las extracciones del cultivo para aplicar la cantidad adecuada de nutrientes. El tomate es un cultivo con alta demanda nutricional debido a su extenso crecimiento vegetativo y a los numerosos frutos que produce; por tanto, una escasa fertilización puede provocar carencias que afecten a la producción y, por el contrario, si la fertilización es excesiva se pueden producir daños por toxicidad o disfunciones en el desarrollo vegetativo que afecten negativamente a la producción (Rodríguez, 1982, citado por Rodrigo, 2010). Lo más frecuente es aplicar el fósforo con el abonado de fondo, al aportar el estiércol (en torno a 30 t/ha), momento en que se añade la mitad del potasio. El resto del potasio y el nitrógeno se aportan en semanas alternas tras el trasplante hasta un mes antes de finalizar el ciclo. Con el riego por goteo se pueden aportar en cobertera todos los abonos por fertirrigación. Los excesos de N afectan negativamente a la calidad del fruto; por el contrario, el mantener una relación N/K en el abonado de ½ (e incluso de 1/3) en la fase de engrosamiento del fruto, con riego por goteo, favorece la calidad. También, es necesario el equilibrio entre otros nutrientes, especialmente entre el calcio y potasio, magnesio y potasio, magnesio y calcio, etc., y entre las formas de nitrógeno (nítrico/amoniacal). Una buena eficiencia del riego es necesaria para una fertirrigación eficiente que contribuya, además, a limitar el impacto medioambiental de los fertilizantes (nitrógeno, sobre todo) lixiviados (Nuez, 2001).

2.1.7. TÉCNICAS DE CULTIVO. A la hora de elegir el terreno en el que se implantará el cultivo se debe prestar atención a algunos aspectos: elegir un terreno que no haya estado cultivado el año anterior por plantas huésped de parásitos que ataquen al tomate, sobre todo los que afectan al sistema radicular (nematodos, enfermedades vasculares o de cuello, etc.), no repetir el cultivo en la misma parcela al menos durante tres años a fin de evitar la multiplicación de parásitos específicos y, por la misma razón, evitar como precedentes culturales otras solanáceas y cucurbitáceas, así como cultivos que sean atacados por Rhizoctonia violácea (alfalfa, espárrago). Por el contrario, son excelentes precedentes culturales para el tomate los cereales de invierno, el maíz, la remolacha o el algodón (Rodrigo, 2010).

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Las labores preparatorias del terreno deben facilitar una buena infiltración del agua y una buena aireación que permita un desarrollo radicular adecuado en extensión y profundidad. Es necesario partir de un terreno bien nivelado. La fertilización de fondo y el estiércol (y si es necesario, algún insecticida contra gusanos del suelo) se incorporan con las labores de preparación, que dependerán de la estructura del suelo, de los restos de cosecha existentes y de los usos locales, siendo usual un pase con fresadora como labor previa al asurcado del suelo para plantar. La densidad de plantación dependerá del desarrollo vegetativo, el cual estará influido principalmente por el cultivar elegido, sus características de crecimiento (determinado o indeterminado), poda y entutorado empleados, tipo y fertilidad de suelo, disposición y tipo de riego, así como por la climatización del ciclo elegido (Nuez, 2001). El injerto es otra técnica de cultivo a realizar, pero en este caso, al ser objeto de estudio de este proyecto, se abordará en el apartado 2.2 con más detalle. Para implantar el cultivo se puede emplear el método de siembra directa de las semillas en el terreno o, más utilizado, el método de trasplante de plántulas producidas en semillero, con cepellón o a raíz desnuda. Cada una de estas técnicas tiene sus peculiaridades y sus ventajas e inconvenientes frente a las otras. La elección de uno u otro sistema de implantación viene condicionada por las características de la zona en que se cultive y por la dimensión y estructura de la que dispongamos. En todo caso, independientemente del sistema de implantación elegido, la densidad es mayor para cultivares destinados a la industrialización del tomate que para los destinados para el consumo en fresco. Respecto a la siembra directa, ésta ofrece un ahorro de los costes y facilita la uniformidad del cultivo y su mecanización, si bien necesita una mayor preparación del terreno. La densidad óptima se sitúa entre 7 y 9 plantas/m2, para lo cual, teniendo en cuenta el poder germinativo de las semillas y las condiciones del suelo para la nascencia, será preciso sembrar entre 10 y 12 semillas/m2. En el caso de semillas de alto coste (como es el caso de los híbridos), esta cantidad se reduce hasta 6-7 semillas/m2. Para alcanzar esta densidad se puede optar por varias disposiciones espaciales: se puede hacer la siembra en líneas sencillas, con una única línea de siembra en el centro del caballón, o bien en líneas pareadas, con dos líneas por caballón separadas entre sí unos 30 cm. La profundidad a la que deben situarse las semillas dependerá del tipo de suelo y de la época de siembra, pero en general se aconseja enterrarla 2-3 cm.

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El cultivo por trasplante es más adecuado para explotaciones de menor tamaño, en suelos con problemas de compactación, etc. El trasplante se realiza cuando las plántulas tienen 4-5 hojas verdaderas y una altura de 15-20 cm. Con respecto a la densidad de plantación, en invernadero debe ser de al menos 2-3 plantas/m2. La distancia entre plantas no será inferior a 30 cm, mientras que la separación entre líneas se ajustará a fin de mantener la densidad. Se recomiendan pasillos holgados, en ningún caso inferiores a 1,10 m, para facilitar la recogida y garantizar la correcta iluminación del cultivo. Independientemente del sistema de implantación elegido, es frecuente acolchar el terreno en la línea de cultivo para evitar el desarrollo de flora espontánea, optimizar el aporte de agua y fertilizantes, aumentar la precocidad del cultivo y mejorar la calidad de la cosecha. El material más extendido es el polietileno de 60 a 100 galgas de espesor y de 60 a 80 cm de ancho (cubrirá únicamente la línea de cultivo), transparente en el caso de siembra directa y negro en el caso de trasplante. En cultivo intensivo, durante el periodo vegetativo de la planta se realizarán las labores de entutorado y poda. El entutorado se realiza colocando una cuerda atada en el extremo inferior de la planta, que se irá enrollando alrededor de ésta para guiarla; es una práctica imprescindible para mantener la planta erguida y evitar que las hojas y sobre todo los frutos toquen el suelo, mejorando así la aireación general de la planta y favoreciendo el aprovechamiento de la radiación y la realización de las labores culturales. La poda consiste en eliminar los brotes axilares para dejar una única guía principal con sus ramas laterales. Se debe realizar antes de que los brotes alcancen el desarrollo necesario para restar energía a la guía principal de la planta; con ello se consigue una mayor aireación del cuello y facilitar la realización del aporcado. Es recomendable realizar esta labor a primera hora de la mañana, coincidiendo con el momento de máxima turgencia de la planta (Gázquez, 2005). Los tipos básicos de poda son dos: a un tallo y a dos tallos. En la poda a un tallo se eliminan todos los brotes axilares del tallo principal, permitiendo el crecimiento indefinido de la guía principal hasta su eventual despunte. En la poda a dos tallos se deja crecer uno de los brotes axilares (a partir de la 2ª ó 3ª hoja tras la primera inflorescencia); con ello se dispone de dos guías o tallos (el principal y el nacido del brote axilar).

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El despunte o pinzado del tallo principal, en cultivares de crecimiento indeterminado, es práctica habitual tras haber conseguido el número de inflorescencias deseado. Con ello se limita el ciclo y se contribuye a mejorar el tamaño del fruto. La recolección es una de las operaciones culturales de mayor importancia, ya que su coste es elevado e influye sobre la calidad final del producto. En tomate destinado a la industria, normalmente se realiza de una sola vez, para lo cual se persigue una agrupación máxima de tomates maduros. Lo ideal es iniciar la recolección cuando se observen en torno al 80% de frutos maduros, ya que si se prolonga 4 ó 5 días, se finalizará con un porcentaje de frutos maduros cercanos al 95% pero una mayor cantidad de destrío por sobremaduración. En tomate de consumo en fresco, la recolección suele ser escalonada, cuando los frutos viran de color (Nuez, 2001).

2.1.8. FISIOPATÍAS, PLAGAS Y ENFERMEDADES. Las técnicas de cultivo tienen una gran importancia a la hora del control de fisiopatías, plagas y enfermedades y en general para la obtención de frutos de buena calidad. A continuación se exponen brevemente los principales factores que pueden dañar el cultivo. 2.1.8.1. Fisiopatías.  Podredumbre o necrosis apical: La sintomatología comienza con un pardeamiento en algún punto de la mitad distal del fruto, el fruto afectado detiene su crecimiento y comienza precozmente el proceso de maduración a la vez que se necrosa el tejido que había pardeado. La causa de la podredumbre apical se debe a una deficiencia local de calcio en el fruto durante el periodo de rápido crecimiento, una pobre absorción de este elemento por la planta debido a estrés hídrico u osmótico, condiciones de salinidad, altas temperaturas y baja humedad relativa y, por supuesto, el cultivar, el cual determina las diferencias en el desarrollo del xilema (haces vasculares que transportan la mayor parte del calcio) y del dosel foliar (Nuez, 2001). Figura 10: Necrosis apical en frutos de tomate.

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 Asolanado o golpe de sol: Esta alteración se manifiesta por la deshidratación de la piel del fruto, pérdida de color (adquiriendo un color blanco-amarillento) y depresión de la zona expuesta. Se produce en los frutos desprotegidos del follaje de la planta y por lo tanto expuestos a una mayor radiación solar.

Figura 11: Tomate con golpe de sol.  Rajado, agrietado o Cracking: Consiste en la formación de grietas longitudinales o concéntricas. Está originado por alteraciones en el régimen hídrico de la planta, que se acentúa ante bajadas bruscas de salinidad (lluvias o riegos sin abono), exceso de abonos nitrogenados, importantes saltos térmicos o cambios bruscos de humedad ambiental, exceso de luz y calor, pH excesivo del suelo, crecimiento demasiado rápido del fruto, etc. A veces estas grietas, si el crecimiento del fruto es lento, llegan a suberificarse. Siendo algunas variedades más propensas a esta alteración. Figura 12: Frutos con rajado, agrietado o Cracking.

 Ahuecado de los frutos: Los frutos toman formas angulares y disminuyen su peso, apreciándose al abrirlos una zona hueca entre las paredes y la placenta y un escaso desarrollo seminal. Esto se produce como consecuencia de fecundaciones defectuosas a causa de bajas temperaturas, excesiva dosis de fitorreguladores para favorecer el cuajado, etc. (Moreno et al., 2010). Figura 13: Fruto de tomate con un ahuecado fuerte.

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2.1.8.2. Plagas. A continuación se resumen las principales plagas que afectan al cultivo de tomate, según Lacasa y Contreras (2001). A. Ácaros:  Ácaro del bronceado: Este ácaro se alimenta absorbiendo el contenido de la célula, provocando un aspecto verde aceitoso en los órganos afectados; después las células vacías, muestran tonos “plateados” que adquieren aspecto “bronceado” antes de acartonarse y desecarse.  Ácaro Blanco: Las larvas y los adultos se alimentan de los tejidos tiernos y extraen el contenido de las células. Las partes afectadas no se desarrollan y el órgano sobre el que se alimentan sufre deformaciones o distorsiones al crecer. El primer signo de daños es la decoloración y el bronceamiento de la superficie del órgano afectado.  Araña roja: Las formas móviles al alimentarse absorben los jugos celulares, adquiriendo éstas una coloración amarillenta, que se torna a marrón con el paso del tiempo. En el haz de la hoja aparecen zonas enrojecidas o amarillentas en áreas lisas o abombadas. Las hojas más viejas llegan a desecarse. Las partes tiernas van reduciendo su desarrollo, llegando a cubrirse la planta, de telas de araña sobre las que caminan los adultos. B. Insectos:  Moscas blancas: Los adultos y las larvas al alimentarse, succionan los contenidos celulares y la savia elaborada.  Pulgones: Los daños son causados por los adultos y las larvas que toman la savia elaborada de forma pasiva para alimentarse. Causan una reducción del desarrollo y amarilleamiento de las hojas.  Chinches: Los adultos y las larvas, al alimentarse, succionan los jugos celulares de capas superficiales y profundas del tejido provocando el vaciado de las células. Causan deformaciones y decoloración en los órganos tiernos, provocando raquitismo en la planta joven. En los frutos pequeños provoca su caída y, si están desarrollados, la parte afectada no crece, originando deformaciones en el fruto.

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 Minadores de hojas o tuta absoluta: Insecto al que vulgarmente se le conoce como “submarino”. La larva es el estado más dañino. Forma galerías que inicialmente pasan desapercibidas, para luego adquirir coloraciones verde aceitosa o verde pálido al trasluz. Con el tiempo la epidermis toma aspecto blanquecino y al final se necrosa el tejido.  Orugas aéreas: Los daños son producidos por las orugas al alimentarse en hojas y brotes o en los frutos. Las heces que deposita en el interior y los restos de alimentación son un sustrato apropiado para que además se desarrollen hongos causantes de podredumbres.  Trips: Estos insectos pican el tejido epidérmico y parenquimático subyacente, inyectan saliva y luego aspiran el contenido de las células. Las células vaciadas toman coloración blanquecina al principio, luego aspecto argéntico y más tarde se oscurecen, necrosándose el tejido afectado. 2.1.8.3. Enfermedades. Las principales enfermedades que afectan al cultivo son las siguientes (Santos et al., 2005): A. Hongos.  Raíz acorchada o “Corky root”: Enfermedad causa por Pyrenochaeta lycopersici (Pl). Esta enfermedad ataca el sistema radicular y, más raramente, la base del tallo (Miguel, 1997). El nombre de la enfermedad proviene del aspecto que toman las raíces principales de la planta, que se suberifican y pueden presentar fisuras en sentido longitudinal (GarcíaJiménez et al., 2007), alternando sobre la raíz tramos acorchados y otros normales (Miguel, 1997). Junto a éstas, las raíces secundarías pueden presentar lesiones lisas de color marrón y las raicillas absorbentes prácticamente llegan a desaparecer. El resultado es que las plantas afectadas muestran un desarrollo raquítico, con flacidez foliar en las horas de más calor, y la producción queda fuertemente reducida (Pohronezny y Volin, 1991).  Fusariosis vascular: Enfermedad causada por Fusarium oxysporum Schlecht f.sp. lycopersici (Fol). Este hongo vascular entra en la planta desde el suelo por las raíces y se extiende rápidamente a través del xilema en el que provoca una coloración parda que puede ser muy extensa, desde la parte baja del tallo hasta los pecíolos de las hojas (GarcíaJiménez et al., 2007). Los síntomas iniciales son el aclareo de nervios y el aspecto caído de los peciolos, con amarilleamiento de las hojas inferiores o la mitad de éstas (Miguel, 1997). Al principio, los

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síntomas pueden presentarse sectorialmente en la planta, pudiendo aparecer ramas afectadas mientras otras no muestran ningún síntoma (Jones, 1991). El crecimiento de la planta se paraliza, los frutos maduran prematuramente y la planta puede llegar a morir (Miguel, 1997).

Figura 14: Fusariosis vascular (Infojardín, 2011).  Verticilosis: Enfermedad causada por Verticillium dahliae (Va). Al igual que Fusarium, produce también marchitamiento en la planta (Miguel, 1997). Tanto la Fusariosis vascular como la Verticilosis son enfermedades que se superponen geográficamente. V. dahliae suele atacar con temperaturas suaves. Se trata de un patógeno muy polífago que puede afectar a centenares de hospedantes, aunque presenta una cierta especialización, siendo algunas cepas más patógenas sobre determinadas especies (Goidanich et Figura 15: Verticilosis (Planttalk Colorado, 2010).

al,. 1988).

Las plantas afectadas suelen presentar, al principio, una marchitez transitoria en las horas centrales del día que posteriormente se torna permanente. Paralelamente se observa el amarilleo y posterior secado de las hojas que suele empezar por el ápice de los foliolos y por las hojas inferiores. Estos síntomas suelen aparecer unilateralmente, en una parte de la planta, aunque posteriormente se extienden a toda ella (García-Jiménez et al., 2007).  Podredumbre radicular: Enfermedad causada por Fusarium oxysporum Schlecht. f.sp. radicis-lycopersici (Forl). Afecta principalmente a cultivos en invernadero y es importante, sobre todo, en cultivos sin suelo. Ocasiona la podredumbre del parénquima cortical de las raíces y progresa, por los vasos conductores de las mismas, hasta la base del tallo. En el cuello de las plantas atacadas aparece un chancro necrótico (Miguel, 1997) que no suele extenderse más allá de los 30-40 cm de altura. Las plantas afectadas detienen su

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desarrollo, presentan amarilleo de hojas y suelen acabar marchitándose (Tello y Lacasa, 1998). Figura 16: Podredumbre radicular (Infojardín, 2011).

 Podredumbre de cuello o raíz de plántulas: Varias especies de Pythium y Rhizoctonia solani son responsables de la muerte de plántulas en los semilleros, causando podredumbre de semillas, podredumbre de la raíz de las plántulas recién emergidas o podredumbre del tallo.  Alternariasis: Enfermedad causada por Alternaria solani, agente que provoca la podredumbre negra del cuello. Este hongo produce pequeñas lesiones hundidas en el tallo de las plántulas, pero que van aumentando de tamaño para formar lesiones circulares o alargadas con anillos concéntricos, con una tonalidad más clara en el interior, las cuales van rodeando el tallo hasta que muere la planta.  Mildiu: El agente causal del mildiu o tizón tardío es Phytophthora infestans, causando primero unas manchas irregulares en las hojas de aspecto aceitoso que se extienden y secan. En el tallo produce manchas pardas que normalmente lo rodean. Frutos con grandes manchas pardas vítreas, de superficie rugosa.  Oidiopsis: Enfermedad conocida como “ceniza”, cuyo agente causal es Leivillula taurica, que provoca manchas amarillas en el haz que se necrosan por el centro, debajo de las cuales puede observarse un fieltro blanquecino en el envés.  Podredumbre gris: La especie causante es Botrytis cinerea. Produce lesiones de aspecto húmedo y coloración más o menos parda, que comportan la maceración de los tejidos, en especial en frutos, donde se producen podredumbres blandas. Normalmente, la lesión se recubre de un fieltro gris característico que le da nombre a la enfermedad.

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B. Bacterias.  Marchitez bacteriana: El agente causante de la enfermedad es Ralstonia (Pseudomonas) solanacearum (Smith). Esta bacteria produce una enfermedad sistémica que afecta a todas las partes de la planta; por tanto, el injerto puede contribuir fácilmente a la diseminación de la misma. Hay que señalar que con frecuencia las plantas del patrón y/o de la variedad podrían estar infectadas y no mostrar síntomas hasta que las bacterias no encuentren condiciones favorables para su multiplicación, que son temperaturas superiores a 20ºC y humedad elevada (Jordá et al., 2007). Figura 17: Efecto de la Ralstonia en tomate (Courtesy of C. Allen, University of Wisconsin, 2009).  Chancro bacteriano: La bacteria causante de esta enfermedad es Clavibacter michiganensis subsp. michiganensis (Smith). Esta bacteria es uno de los principales patógenos del tomate a nivel mundial y por ello está considerado también como un organismo de cuarentena en la Unión Europea. Los síntomas iniciales suelen ser marchitez de las hojas bajas y necrosis marginal de los foliolos, mientras que las hojas superiores no parecen afectadas. Posteriormente el tallo puede mostrar estrías oscuras y pequeños chancros, y con mucha frecuencia quemaduras marginales de las hojas inferiores; finalmente, toda la planta acaba por marchitarse. A veces se observan pequeñas manchas blanquecinas en las hojas y en forma de ojo de pájaro en los frutos. La enfermedad se transmite de un cultivo a otro principalmente a través de semilla contaminada. Este patógeno vascular también puede ser fácilmente diseminado mediante el injerto. Las condiciones más favorables para su desarrollo son temperatura de 15-20ºC y humedad elevada. El análisis de las semillas es necesario, pero un resultado negativo no siempre garantiza la ausencia total de la bacteria. Además la bacteria puede permanecer en el suelo durante cierto tiempo y también en restos vegetales. No están todavía disponibles variedades resistentes de interés comercial (Jordá et al., 2007).

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C. Virus.  Virus del bronceado del tomate (TSWV): Es uno de los patógenos más importantes. Los síntomas de la enfermedad pueden variar, pero generalmente las hojas toman una coloración pardusca y desarrollan posteriormente pequeños puntos necróticos. En ocasiones, pueden aparecer enrolladas hacia el envés a lo largo del eje principal. En los pecíolos de las hojas y en los tallos también pueden observarse manchas necróticas. Los brotes suelen estar afectados y muestran un aspecto achaparrado y clorótico, apareciendo los foliolos doblados hacia el haz a lo largo del nervio principal; es frecuente también observar cómo aparecen curvados hacia abajo. El crecimiento de la planta se ve reducido, produciendo enanismo.  Virus del mosaico del tomate (ToMV): Causa mosaico verde claro-verde oscuro o verde-amarillo y reducción de la lámina foliar; en fruto, mosaico, maduración irregular, áreas de pulpa acorchada y necrosis subepidérmicas conocidas con el nombre de “goma” según las cepas y variedades. Hay posibilidad de infecciones mixtas con otras virosis con efecto sinérgico. Se transmite por semilla, siendo ésta la fuente primaria de inóculo. Tiene también fácil transmisión mecánica y es extraordinariamente estable, resistiendo con facilidad condiciones bastante extremas de temperatura e incluso se mantiene en material vegetal seco. La infección puede ocasionar daños graves en variedades no resistentes al virus injertadas sobre patrones que sí lo son, por reacción de hipersensibilidad (Jordá et al., 2007).

Figura 18: Hoja de tomate afectada por el ToMV (Infojardín, 2011).

 Virus del enanismo ramificado del tomate (TBSV): En tomate causa necrosis en los ápices de los tallos, con desarrollo de necrosis secundarias. Proliferación de tallos laterales (aspecto de matorral). Clorosis apical, necrosis de nervios foliares, peciolos y tallos. Las hojas jóvenes pueden mostrar arabescos y rizado, mientras que las adultas se vuelven de color amarillento o morado. Aborto de flores. Frutos con manchas cloróticas o necróticas, depresiones, anillos y líneas sinuosas en fruto maduro, manchas y deformación.

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Se desconoce bastante su epidemiología y se transmite por inoculación mecánica, injerto, semilla y por el suelo. No se conocen vectores (Jordá et al., 2007).  Virus del moteado de la Parietaria (PMoV): Presenta clorosis brillante o necrosis que puede afectar a toda la hoja, tallo y ápice. Manchas necróticas internerviales en hoja de tomate, manchas necróticas y anillos en fruto. También puede presentarse en forma de moteado suave o ausencia completa de síntomas. Se transmite por inoculación mecánica o injerto (Jordá et al., 2007).  Virus del mosaico del pepino (CMV): El síntoma característico es la malformación de la hoja hasta el filimorfismo, dando aspecto de hilos. Uno de los síntomas más alarmantes que puede presentar este virus es el conocido como necrosis del tomate.  Virus Y de la patata (PVY): Este virus causa un moteado necrótico internervial que puede llegar a ser muy severo, apareciendo áreas de color marrón oscuro más extensas. También puede existir necrosis de los brotes. Es transmitido por pulgones.

D. Nematodos.  Meloidogyne: La especie formadora de nódulos del género Meloidogyne (M) es la más importante, parásitos obligados y sedentarios de plantas vasculares. Son unos minúsculos gusanos que poseen un estilete y atacan prácticamente a todos los cultivos hortícolas, produciendo en las raíces los típicos nódulos o engrosamientos, formando una especie de “rosarios”. Desde el suelo, los nematodos penetran en las raíces y las hembras, al ser fecundadas, toman un aspecto globoso y provocan su engrosamiento y deformación. La acción de los nematodos produce destrucción de los vasos e impide la normal absorción de las raíces, ocasionando una reducción en el desarrollo de las plantas y síntomas de marchitez, clorosis y enanismo (Jordá et al., 2007).

Figura 19: Raíz afectada por nematodos (Sepúlveda, sin referencia sobre el año)

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