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ELLA FRANK 1 Créditos Coordinadores del proyecto TH y Adictos al Tema Traducción NanRebelle Corrección Isolde Port

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ELLA FRANK

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Créditos Coordinadores del proyecto TH y Adictos al Tema

Traducción NanRebelle

Corrección Isolde

Portada y edición Roskyy

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar de tan preciosas historias!

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Serie Confesiones Robbie#1 Julien#2

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SINOPSIS Las personas son complejas. Les encanta un arma de doble filo. Y cuando se trata de un corazón roto, no hay reglas, sólo tiempo.... Durante los últimos ocho años, Julien Thornton ha estado viviendo con un secreto. Uno que sólo un puñado de gente conoce. Para el mundo exterior, lo tiene todo. Una carrera próspera. Un marido cariñoso. Y un rostro del que el público estadounidense se enamoró por millones, en un reality show que inadvertidamente le salvó la vida. Pero detrás del brillo de la celebridad, detrás de la naturaleza fácil, una verdad paralizante llena a Julien de dolor y auto-odio. Es una verdad que lucha diariamente por superar con la ayuda de su marido, Joel Priestley, y ahora con su novio, Robbie Bianchi. Pero a diferencia de Priest, Robbie no sabe que está ayudando a Julien a luchar. No sabe lo que Julien hizo todos esos años atrás. Y con el aniversario de la muerte de su hermana acercándose rápidamente, el tiempo para las explicaciones se está acabando. Y de ahí la pregunta: ¿será capaz la princesse de perdonar al gilipollas como lo hizo una vez con Priest? Sólo el tiempo lo dirá.

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DEDICATORIA Para ma petite poulette1, Tú eras una gaviota, Jacquelyn, fuerte y salvaje, aficionada a la tormenta y el viento, volando lejos hacia el mar... Eras mi mujercita, y siempre serás parte de mí. Tu frère2, Julien

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Ma petite poulette: Mi pequeña chica. Frère: Hermano.

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Capítulo I CONFESIÓN

Aquellos que están destinados a ser tuyos siempre te encontrará.

—NOS ENCONTRAMOS DE NUEVO, Sr. Thornton. Un escalofrío de conciencia corrió por la columna vertebral de Julien Thornton mientras estaba en la celda de una estación de policía en el centro de Los Ángeles donde había sido encerrado hacia una hora por intoxicación pública. No necesitaba girarse para saber quién estaba en el lado opuesto de esas barras de acero. Esa voz era la que había estado esperando escuchar cuando hizo su llamada -una llamada- y dejó un mensaje después de un mensaje de voz genérico. ¿Esa voz? Había estado en su mente desde la última vez que la escuchó, casi dos semanas atrás cuando conoció -y trató de robarle el auto- a un hombre que se hacía llamar Priest. Julien giró sobre sus talones, y cuando lo hizo, se dio cuenta de que había subestimado enormemente el impacto que Joel Priestley había tenido en él la primera vez. Oui3, no había sido capaz de dejar de pensar en él, eso era cierto, y oui, podría haber provocado a propósito al oficial de policía esta noche con la esperanza de que terminará necesitando un abogado. Pero Dios, había olvidado la forma en 3

Oui: Si.

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que Priest hacía que su cuerpo respondiera. Como si un infierno corriera por sus venas. Con cabello castaño, ojos tormentosos y una presencia con la que Julien gravitaba como una fuerza magnética, no creía que nada pudiera preparar a una persona para la poderosa energía exudada por Priest. Sin mencionar esa mirada fría y crítica de él. Pero Julien no tenía a nadie a quien culpar por ese juicio, excepto a sí mismo. Tal vez si no se reunieron siempre al final de una de sus borracheras de una semana, podría tener la ventaja con este hombre por una vez. Y no sería eso délicieux 4, pensó, mientras miraba al abogado que lo había dejado en casa dos semanas antes, en lugar de ir a la comisaría como lo había amenazado originalmente. Priest era como estaba ahora, a las tres de la mañana, como lo había sido aquella tarde en el callejón. Vestido con un traje azul marino que enmarcaba sus anchos hombros y enfatiza el rico color de su cabello, se veía perspicaz, controlado y peligroso para el ya inestable estado de ánimo de Julien mientras se paraba allí y lo miraba con una expresión ilegible. —Tengo curiosidad —dijo Priest finalmente, mientras juntaba sus manos detrás de su espalda y se acercaba un poco más a la celda donde Julien había pasado la mayor parte de la noche sobrio—. ¿No me entendiste la última vez que hablamos? Julien apretaba la mandíbula y se preguntaba si Priest se daba cuenta de lo condescendiente que sonaba cuando hablaba, o cuánto le excitaba a Julien. —Non. Lo entendí muy bien. 4

Délicieux: Delicioso, sabroso, etc.

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—Entonces, ¿qué parte de “No seré tan indulgente la próxima vez” te hizo pensar que llamarme para sacarte de aquí era una buena idea? Julien todavía estaba tratando de averiguarlo, pero pensó que podría tener algo que ver con el hecho de que se sintió atraído por este hombre. Había algo en Priest que lo hacía sentir vivo, cuando todo lo que había sentido durante meses era que estaba muerto por dentro. Cuando Julien no respondió, Priest ladeó la cabeza, estudiándolo de cerca, y la desaprobación lo hizo tambalear. — ¿Estás tan necesitado por una cita que esta era la única forma de conseguir una? Putain5, el hombre era arrogante. Pero por razones que Julien no podía explicar, eso parecía hacerlo aún más atractivo. —Usted fue quien me dio su tarjeta la última vez que nos vimos. Tal vez sea usted el que tiene problemas para conseguir una cita, monsieur6. Dándole su número a... —¿Criminales? —Priest frunció el ceño—. No. Eso se llama perspicacia para los negocios, considerando que soy un abogado criminalista. Julien se burló. —No soy un criminal. —¿En serio? —Preguntó Priest, tomándose su tiempo para examinar el espacio que Julien ocupaba actualmente. Entonces se inclinó hacia adelante y dijo en voz baja: —Su situación actual cuenta una historia diferente. A pesar de su situación actual, y de la razón por la que se había metido en ella, Julien sintió que sus labios sonreían, al darse cuenta exactamente por qué se sentía atraído hacia Priest. Poseía lo único que Julien había estado buscando: la 5 6

Putain: Joder, a la mierda, al carajo... sin se emplea para a una mujer es adj. Pey- vulgar que significa: Puta Monsieur: Señor.

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capacidad de apartar a su mente del pozo negro en que se había convertido su vida. —Tal vez sea le destin. —¿Y qué significa eso? ¿Destino? —Entonces Priest se enderezó para comprobar la hora—. Dudo que el destino tenga algo que ver con esto. Un escenario más probable es que yo fuera tu única opción. —Incluso si eso es cierto —dijo Julien mientras envolvía sus dedos alrededor de las barras— viniste de todos modos. —Como dije antes, es mi trabajo. —¿A las tres de la mañana? —A cualquier hora de la mañana —dijo Priest, mientras miraba por el pasillo que estaba desprovisto de cualquier otra cosa que no fueran los lúgubres azulejos blanquecinos y una luz fluorescente horriblemente brillante—. Voy a ir a ver si puedo sacarte, y después tú y yo vamos a tener una charla. Algo sobre la manera en que Priest dijo tú y yo hizo que el pulso de Julien se acelerara, y mientras Priest se iba, Julien susurró: —J'ai vraiment hâte7 —el abogado, siempre tan serio se detuvo en su camino y miró hacia atrás. Esta vez, cuando esos ojos vagaron sobre Julien, se quedó sin aliento. No había nada genial en esa mirada ahora. Hubo calor, interés y una intensidad que hizo que los dedos de Julien se apretaran alrededor de las barras antes de que Priest cortara la conexión y se alejara. Julien lo vio irse hasta que desapareció al final del pasillo, para después soltar el aliento de prisa. Merde 8. Nunca se había sentido tan atraído por alguien en toda su vida, y mientras 7 8

J'ai vraiment hâte: Estoy realmente ansioso. Merde: Mierda.

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esperaba a que Priest lo salvará una vez más, Julien supo que necesitaba dejar lo que estaba pensando. De ninguna manera se merecía a alguien así. No, de ninguna manera. Sin embargo, eso no le impidió hacer una cuenta regresiva de los minutos hasta que Priest regresó con él....

CUANDO EL COLCHÓN se hundió debajo de él, los ojos de Julien se abrieron lentamente y el hombre de sus sueños tomó forma frente a él. Estaba gloriosamente desnudo, y el resplandor de las luces de la ciudad proyectaba una silueta íntima de Priest mientras tiraba de las mantas y se deslizaba entre las sábanas por segunda vez esa noche. La habitación se quedó en silencio mientras Julien ponía una mano contra el pecho de Priest y estudiaba su cara, queriendo ver por sí mismo si la tensión de la inesperada llamada de esta noche había aliviado algo. —Pensé que te habías vuelto a dormir —dijo Priest, mientras cubría la mano de Julien con la suya, y fue entonces cuando Julien lo vio: el ligero entrecerramiento de los ojos de Priest, como si todavía estuviera preocupado por lo que había sucedido antes. Recorrió la mejilla de Julien con los dedos. —Non. Todavía no. Entraba y salía a la deriva. Pero nunca es malo abrir los ojos y verte, mon amour 9. —Julien giró la cabeza y rozó con sus labios los dedos de Priest—. En realidad estaba pensando en ti. Así que uno podría decir que apareciste justo fuera de mis sueños.

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Mon amour: Amor mío, mi amor, etc.

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—También se podría decir que estás cansado y un poco delirante. —Peut-être10 —dijo Julien, entonces un suave zumbido dejó su garganta mientras Priest besaba su mandíbula, en seguida comenzó a bajar por el cuello de Julien—. Esa es una de las razones por las que me amas, ¿no? Los labios de Priest se deslizaron sobre la clavícula de Julien, entonces él levantó la cabeza y dijo: —Lo es. Julien acunó la cara de Priest entre sus manos, y pudo ver que los ojos de Priest estaban enfocados en él, esperando lo que fuera que Julien fuera a decir, y había mucho. Fue en algún momento de la madrugada del jueves, y menos de una hora había pasado desde que su novio, Robbie Bianchi, había llegado a la puerta de su casa listo para aceptar su oferta de mudarse. Pero sin que su princesse, lo supiera, se había metido en una situación que ninguno de ellos podría haber visto venir. Así que oui, Julien tenía mucho que decir sobre el giro de los acontecimientos de esta noche. Pero también sabía que ahora no era el momento. En vez de eso, miró el haz de luz visible a través de la puerta entreabierta del baño y preguntó: —¿Viene Robbie? —Ya ha venido. Ahora se está duchando, después bajará —dijo Priest, mientras giraba a Julien hacia su espalda y se colocaba sobre él. No le engañaron las tácticas de distracción de Julien—. Pensé que te nos unirías. —Lo sé —dijo Julien, y originalmente también lo pensó después de enviar a Robbie a buscar a Priest. Pero una vez que había llevado las maletas de Robbie adentro y las había 10

Peut-être: Tal vez, quizás.

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guardado, Julien no había podido dejar de lado la llamada sobre el padre de Priest, y sabía que seguir a Robbie al baño no se trataba de darle a Priest lo que necesitaba en ese momento, sino más bien de lo que él mismo hacía, y esas eran las respuestas. —Tenía demasiadas preguntas para ti —dijo Julien—. Todavía las tengo. Priest suspiró y bajó su frente para apoyarla contra la de Julien. —Es tarde. ¿No podemos esperar hasta mañana para arrastrar mi pasado a la luz del día? Julien abrió las piernas para que el Priest pudiera acomodarse entre ellas, y luego pasó sus dedos por encima del rastro de su barba. —Oui, podemos esperar. Priest apoyó sus antebrazos junto a la cabeza de Julien y cerró los ojos. Estaba claro que tenía más control que hacia una hora, pero aún había un aire de agitación en él. —¿Qué tal si me cuentas de tu sueño? Julien dejó que sus ojos se cerraran y, por el momento, permitió que Priest los distrajera a ambos. —Bien, era sobre ti. —Sí... Ya dijiste eso. —Priest le dio un beso a Julien en los labios—. ¿Qué hay de mí? Julien abrió los ojos y sonrió contra la boca de Priest. — Estaba pensando en la noche en que me sacaste de la cárcel. Y cómo... —Una de las manos de Priest se había deslizado hacia abajo para envolver el pene rígido de Julien, dándole un tirón largo y lento—. Refais-le11, Joel. —¿En qué estabas pensando? 11

Peut-être: Tal vez, quizás.

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—No puedo pensar en nada cuando haces eso. Putain. — Julien arqueó la cabeza de nuevo en la almohada, mientras empujaba sus caderas fuera de la cama. —¿Quieres que pare? —Jamais12 —dijo Julien, jadeando. Priest comenzó a mover su mano hacia arriba y hacia abajo por la erección de Julien, y luego chupó el labio inferior de Julien. —¿Por qué estabas pensando en esa noche? Seguramente tenemos algunas más memorables. —Tenemos muchas —dijo Julien, mientras sus ojos encontraban los de Priest—. Pero estaba pensando en lo contento que estaba de haber pateado a ese oficial de policía en las espinillas. La mano de Priest detuvo su movimiento, sus ojos entrecerrados una fracción. —No lo sabía —dijo, y Julien levantó la cabeza para besar la seria boca de Priest. —Oui. Iba a dejarme ir esa noche con una advertencia. Pero yo... Dios, c'est bon13. —¿Pero tú? —Quería volver a verte. —¿Incluso si eso significaba la cárcel? —Incluso si eso significaba la cárcel —confirmó Julien— Quería que vinieras por mí. —Jesús. Siempre olvido lo réprobo que eras cuando nos conocimos. Tantos malditos problemas. 12 13

Jamais: Nunca, Jamás. c'est bon: no pasa nada, está bien, no hay problema.

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Julien envolvió sus brazos alrededor del cuello de Priest. —Como si tu fueras un santo. Dime, ¿hiciste esperar a Robbie hasta después de correrte para chuparle la polla esta noche, o... —¿Cómo puedes estar seguro de que le chupé la polla? —Porque, mon amour —dijo Julien, mientras movía su lengua sobre el labio inferior de Priest: —Puedo saborearlo en ti. Priest tiró la sábana y se movió por el cuerpo de Julien. —Encuentro que estoy de humor para concentrarme en otras cosas aparte de mí esta noche. Chupar a Robert fue una gran distracción, y por mi experiencia, nuestra princesse se mezcla muy bien con algo francés. Una vez que Priest estaba boca abajo entre los muslos de Julien, corrió la lengua por la parte inferior de la flecha de Julien, en camino a bloquear sus problemas con algo más placentero. —Veamos si eso sigue siendo cierto. Y todo lo que Julien logró al hablar mientras Priest bajaba la boca sobre él fue: —Oui... Veamos.

ROBBIE BIANCHI ESTABA en el baño de vapor con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia abajo, mientras el agua tibia se deslizaba sobre sus cansados músculos. Se sentía asombrosa contra su cuello y hombros rígidos, y después de la semana que había tenido, estaba disfrutando de los pocos minutos de soledad que tenía para sí mismo. No es que quisiera estar solo. Oh, claro que no. No cuando la alternativa era pertenecer a los dos hombres de la habitación

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de al lado. Pero cuando esta noche tomó la decisión impulsiva de aceptar la invitación de Julien y Priest para vivir con ellos, Robbie esperaba llamar a su puerta y luego arrastrarse a la cama entre ellos. En vez de eso, se había metido en una situación que no esperaba ni entendía. Todo lo que sabía era que fuera lo que fuera, había dejado a Priest más melancólico de lo normal y Julien visiblemente estresado. Robbie se quitó el agua de los ojos y luego tomó una de las botellas de jabón líquido para el cuerpo y abrió el párpado. Mientras lo traía ante sus narices, respiró hondo, y el olor que lo envolvía era todo de Julien. Mmm.. mm… mmm. Robbie recordaba bien ese olor. Pero considerando lo visual que lo acompañaba, eso no fue sorprendente. La pierna de Julien... Por encima del hombro... Su nariz se hundió en los rizos cortos que rodeaban la polla de su novio francés. Sin mencionar la forma en que Priest había reclamado deliciosamente a su esposo al mismo tiempo que Robbie le había estado chupando a Julien… Fue, sin duda alguna, uno de los momentos más calurosos de la vida de Robbie, y uno que había memorizado y revivido unas cien veces desde entonces, en privado por supuesto. Sonrió ante el recuerdo y se sintió un poco aturdido por el hecho de que ahora podía pensar en Julien y Priest como suyos, luego se echó un poco del gel en la palma de la mano y comenzó a frotarlo por todo su cuerpo. Mientras se enjabona, Robbie se dio cuenta por primera vez desde que había llegado de que estaba completamente relajado. Sabía que mucho de eso tenía que ver con el orgasmo que Priest le acababa de dar antes de volver a la cama. Pero también era consciente de que tenía que ver con este nuevo sentido de propósito que estaba sintiendo.

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Estos dos hombres -sus dos hombres- lo habían invitado a adentrarse más en su mundo esta noche. Estaba claro que Priest había recibido noticias preocupantes esta noche. Pero en lugar de decirle a Robbie que ahora no era el momento de hablar de mudarse, Julien le había abierto las puertas e hizo algo que logró ganarse la admiración y respeto al decirle, con honestidad, que Priest lo estaba necesitando a él -a él, Robbie Bianchi- para después enviarlo a ayudar a su hombre....

ROBBIE ENTRÓ al dormitorio de Julien y Priest, entonces escuchó el débil sonido del agua chocando contra la bañera. Miró por un momento las arrugadas sábanas de la inmensa cama y se preguntó qué era exactamente lo que había sido tan perturbador que había sacado a estos dos hombres de su sueño, ya que ahora sabía que no había sido él. Sabiendo que no obtendría ninguna respuesta con sólo quedarse ahí parado, continuó en dirección al baño donde sabía que estaría Priest. Cuando llegó a la puerta y entró, el gran acuario que una vez había captado su atención y ahora era el segundo violín del hombre que estaba acostado en la bañera de porcelana con la espalda hacia él. El cabello grueso de Priest estaba más oscuro de lo normal, como si hubiera pasado sus manos mojadas a través de él, y sus brazos estaban arriba en el borde, donde estaba golpeando un ritmo constante que no titubeaba, ni una sola vez vacilaba, mientras Robbie caminaba más adentro de la habitación. Cuando llegó al costado de la bañera y se detuvo, Priest inclinó la cabeza y dejó que su mirada deambulara por los vaqueros de Robbie hasta su camiseta Henley de color blanco,

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y cuando sus ojos chocaron, Robbie pudo ver instantáneamente de lo que Julien había estado hablando. Preocupado. Esa era la palabra que Julien había usado. Priest había recibido noticias perturbadoras y estaba justo ahí en sus ojos, mientras se alejaban por encima del hombro de Robbie para no mirar nada en particular. Era evidente que no quería hablar por el momento, y cuando Priest se volvió a mirar a su pez, Robbie se preguntó si esa era su señal para irse. Se quedó allí mirando al silencioso hombre que había empezado a creer que conocía, y se dio cuenta de que quizás se había equivocado. Tal vez se había precipitado en todo esto sin pensar, porque de repente no tenía idea de lo que se suponía que iba a hacer a continuación. Robbie tragó alrededor del bulto que se había alojado en su garganta, y cuando miró por encima de su hombro, listo para volver a salir y encontrar a Julien, sintió el ligero toque de los dedos contra los suyos. Miró hacia abajo para ver que Priest se había acercado a él, y esta vez cuando sus ojos se conectaron, hubo una petición tácita: quédate. Robbie miró alrededor del baño, tratando de decidir qué hacer a continuación, entonces sus ojos aterrizaron en las toallas que estaban bien dobladas sobre una barra de plata adjunta a la pared de azulejos y tuvo una idea. Tanto Priest como Julien habían dicho que lo único que más había cimentado a Priest en su vida era el control. Control de su entorno para no pensar en todo lo demás fuera de su alcance. Así que tal vez si Robbie le diera algo en lo que concentrarse... tal vez si le diera a Priest control total sobre él aquí y ahora, Robbie podría de alguna manera calmar cualquier cosa que estuviera causando estragos detrás de esa expresión inescrutable.

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Robbie cogió una de las toallas de la barra y la dobló, después la dejó caer al suelo junto a la bañera. Los ojos de Priest se entrecerraron un poco al moverse, pero finalmente habló: —Desnúdate. El corazón de Robbie se disparó con la orden. Saber que acababa de leer la situación lo llenó de una sensación de logro que nunca había experimentado antes y, sin otra palabra, se desnudó. Un minuto más tarde, Robbie estaba tan desnudo como el hombre que yacía bajo el agua, y finalmente Priest pasó los ojos por encima de él. La última vez que estuvieron en esta situación, Robbie recordó lo duro que le había estado latiendo el corazón, sin mencionar lo duro que habían estado otras partes de él. Había estado excitado y nervioso, con los nervios de punta por cómo se había sentido y qué iba a pasar más tarde esa noche. Pero esta vez, mientras estaba allí de pie por Priest, junto con la excitación, sintió algo diferente… compasión. Quería ayudar a Priest, a sanarlo, por más tonto que eso pudiera sonar. Pero en ese momento, Robbie supo que podía ofrecerle a Priest algo que nadie más podía… consentimiento total. —Arrodíllate junto a mí —dijo Priest, y Robbie se arrodilló. Cuando estuvo a la altura de los ojos de Priest, tomó a Robbie y le pasó el dedo por la línea de la mandíbula. —¿Estás aquí para quedarte, Robert? Robbie sabía sin duda alguna lo que Priest estaba preguntando. ¿Se estaba mudando? Y Robbie se lamió el labio inferior y dijo sin reservas: —Sí.

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Priest asintió lentamente. —Y aquí y ahora conmigo... ¿Estás cómodo dónde estás? Robbie nunca había experimentado tanto, y ¿no le abrió más los o jos a alguien qu e se enorgullece de ser fabulosamente independiente y de voluntad fuerte? —Sí. —Bien. Me gusta verte aquí. Más de lo que probablemente debería. Un rubor de placer se apoderó de él, y cuando fue a responder, Priest tocó los labios de Robbie con sus dedos. —Shhh —dijo Priest—. No más por ahora. Sólo quédate aquí. Eso es suficiente. —Estar aquí con nosotros es como debe ser.

DESPUÉS DE ESO, ROBBIE había lavado voluntariamente a Priest de la cabeza a los pies y se había quedado completamente conmocionado cuando Priest saltó de la bañera y se arrodilló. Sin embargo, lo que probablemente fue más impactante, pensó Robbie, mientras apagaba el grifo y salía de la ducha, era el hecho de que, en ese momento, estaba tan consumido por lo que su corazón sentía como su cuerpo, y cuando se trataba de estos dos hombres, había un montón de “nunca antes” me pasó. Porque ya sea que estuviera en una habitación con ellos o no, los recuerdos de Robbie de Julien y Priest eran tan vívidos que a veces se imaginaba que podía oír sus voces cuando no estaban allí.

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Habría sido vergonzoso si pudieran leerle la mente para ver lo duro que era ¿qué? ¿Caer por ellos? Sí, eso es lo que está pasando aquí. Me estoy enamorando de ellos. Dios… Robbie terminó de secarse, entonces abrió la puerta del dormitorio, la imagen que lo saludaba lo hizo más que consciente de que tenía que tener cuidado de lo rápido que se permitía mudarse aquí, porque cada segundo que pasaba con ellos, Robbie se metía más profundamente. La luz del baño se derramó en la habitación y rodeó a Julien y a Priest donde yacían sobre el colchón. Las sábanas habían sido arrancadas del extremo de la cama, y Julien estaba estirado desnudo con las piernas abiertas de par en par. Sus manos acariciaban suavemente el cabello de Priest mientras yacía entre los muslos de Julien con la mejilla apoyada en la cadera de Julien y los ojos cerrados. Parecían relajados y tranquilos. Lejos de lo que habían sido cuando Robbie había llegado antes, y cuando Julien lo vio y le ofreció una sonrisa atractiva, Robbie caminó hacia la cama. Mientras Robbie se subía al colchón, Priest se movió ligeramente pero no abrió los ojos mientras Julien continuaba acariciando su cabello. Robbie se acercó con cuidado hasta que yació de costado con sólo unos centímetros de separación, después susurró: — Duerme. Creo que es la primera vez que veo una prueba. Los ojos de Julien se suavizaron al mirar a Priest. —Es raro, pero oui, duerme. —Eso es bueno, ¿verdad? —Eso es muy bueno. No estaba seguro de que lo haría esta noche.

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Robbie bostezó mientras deslizaba sus manos bajo su mejilla en la almohada. —Apenas me dijo nada ahí dentro. Ni siquiera estaba seguro de qué hacer, pero... —Todo lo que hiciste fue parfait 14. Tú, como tú mismo, eres exactamente quien él necesitaba esta noche. Hablará cuando esté listo. Siempre lo hace. —Julien levantó la mano para tocar el mentón de Robbie—. Es hora de que duermas un poco. Robbie asintió con la cabeza y oyó a Julien susurrar: — Cierra los ojos, princesse. Todo va a estar bien. Sí, pensó Robbie, mientras su mente empezaba a desviarse. Esta noche se había acercado a estos hombres -sus hombres- y al dormirse junto a ellos, supo que estaba exactamente donde se suponía que debía estar. Robbie Bianchi finalmente estaba en casa.

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Parfait: Perfecto(a).

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Capítulo II CONFESIÓN

Una relación es más probable que funcione si todos los involucrados están en la misma página y hablan el mismo idioma.

—BONJOUR, PRINCESSE15, JULIEN —dijo cuando Robbie salió de su dormitorio vestido con una bata gris, entrecerrando los ojos contra la luz del sol que se filtraba a través de las puertas del balcón. Todavía era temprano, y a juzgar por el bostezo y la adorable forma en que Robbie se frotaba los ojos, era demasiado temprano para que se levantara. —Buenos días —dijo Robbie, mientras caminaba por la sala de estar y se sentaba en el lado opuesto del mostrador de la cocina—. Café. Por favor, dime que tienes café y no sólo esa cosa verde. Julien sonrió con suficiencia mientras tomaba una taza de uno de los armarios y luego se dirigió a la máquina de café. — Oui, tengo café. ¿Cómo lo tomas? —¿Por vía intravenosa?

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BONJOUR, PRINCESSE: Hola, buen día, princesa.

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Julien miró por encima de su hombro para ver a Robbie sonreírle. —Negro esta mañana, por favor. Necesito despertarme. — Robbie se pasó una mano por el cabello despeinado—. ¿Cómo estás tan despierto? Estuviste despierto hasta tan tarde como nosotros anoche. Julien se acercó al mostrador, besó la mejilla de Robbie y puso la taza humeante frente a él. —Esa cosa verde. —Robbie arrugó la nariz y Julien negó con la cabeza—. Ahh, ¿veo que Priest ahora tiene un aliado en su boicot de mi jugo? Robbie se llevó la taza a los labios y sopló la bebida caliente. —El jurado sigue deliberando sobre eso. ¿Pero después de lo que vi que le pusiste? Sí... creo que me quedaré con la cafeína esta mañana, especialmente si quieres que funcione. —Bueno, definitivamente quiero eso, —dijo Julien, mientras pasaba sus ojos por encima de Robbie—. Por cierto, te ves bien con la bata de Priest. Una expresión de asombro cruzó la cara de Robbie mientras miraba hacia abajo su cuerpo, y luego devolvió esos amplios ojos a Julien. —Pensé que era tuyo. —Non. Prefiero la menor cantidad de ropa posible —dijo Julien, incapaz de detener la risa que salió de su garganta cuando Robbie miró con culpa por encima de su hombro—. Deja de preocuparte, princesse. No le importará. De hecho, tengo la sensación de que le gustará mucho verte vestido con su ropa. Robbie se retorció los labios y luego suspiró. —No sé por qué me preocupo tanto por él.

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—Sí, lo sabes —dijo Julien—. Quieres complacer. —Uf, eso es sólo... sólo... —Robbie balbuceó un poco, pero en vez de inventar algo, cambió de rumbo—. Bueno, yo también quiero complacerte. —Et tu le fais mon cher petit —dijo Julien—. Vraiment beaucoup. —¿Qué significa eso? —¿Qué parte? —preguntó Julien, mientras abría la nevera y sacaba su jugo verde. —Todo ello. Pero sobre todo la última parte. A veces me llamas princesse y a veces eso... ¿mon cher petit? ¿Qué significa eso? Julien puso un vaso en el mostrador y lo llenó hasta el borde. —Significa: mi querido muchacho. Las mejillas de Robbie se sonrojaron, y la sonrisa que iluminó su cara le dijo a Julien que le gustaba mucho. —¿Qué hay del resto? —¿Mmm? Oh, dijiste que querías complacerme. Yo respondí: Y lo haces, mi querido muchacho. Mucho. —Oh mierda —dijo Robbie, y se retorció en su asiento—. Eso es muy sexy. Maldita sea, necesito aprender francés. Julien tomó su vaso y tomó un largo trago de su jugo. —Especialmente si vosotros dos vais a estar hablando por toda la casa. ¿Crees que podría aprender? ¿Me enseñarías? —Oui —dijo Julien, disfrutando de la expresión ansiosa en la cara de Robbie—. Me encantaría. —¿En serio?

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—Vraiment. De verdad. —Vraiment —repitió Robbie perfectamente, y luego juntó sus manos, la cafeína lo había revitalizado—. Esto va a ser muy divertido. —¿El qué? —La voz de Priest llegaba a través de la habitación incluso antes de que él pusiera un pie en ella, y cuando llegó a ambos, Robbie giró sobre su taburete mientras Julien levantaba los ojos para encontrarse con los de su marido. —Mis clases de francés —dijo Robbie, mientras Priest caminaba para detenerse frente a él—. Jules dijo que me enseñaría. —¿Lo hizo? —inquirió Priest, mientras pasaba un dedo por un lado de la bata que Robbie llevaba puesta—. Es muy amable de su parte. —Oui, lo es. ¿No lo es? —Robbie dio una risa descarada cuando Priest arqueó una ceja—. ¿Dije eso bien? Priest inclinó la cabeza. —Lo hiciste. —Bien —dijo Robbie, y apuntó con una sonrisa complacida sobre su hombro a Julien—. Ah, estoy tan emocionado. —Me doy cuenta —dijo Julien, riéndose de la exuberancia de Robbie. —No encontrarás un maestro mejor que Julien —dijo Priest mientras agarraba con los dedos la solapa que estaba tocando, para después inclinarse y decirle a Robbie sobre la boca: —Tu as l'air délicieux dans mon peignoir, mon cœur. Presque autant que lorsque tu ne le portes pas16. 16

Tu as l'air délicieux dans mon peignoir, mon cœur. Presque autant que lorsque tu ne le portes pas: Te ves deliciosa en mi bata, cariño. Casi tanto como cuando no la llevas puesta.

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Los labios de Robbie se abrieron y rápidamente se volvió hacia Julien en busca de una pista sobre lo que acababa de decirle, pero cuando Julien se quedó callado, Priest le dio un beso en la mejilla a Robbie y agregó: —Estoy deseando que llegue el día en que puedas decirme lo que acabo de decirte. Robbie tragó, y a Julien le encantó el rubor que ahora se extendía desde sus mejillas hasta su cuello. Su princesse se veía hermosa en cualquier tono de rosa que usará, y ahora mismo no era diferente. Mientras Priest se dirigía alrededor del mostrador, Julien frunció el ceño al notar el impecable traje y la corbata de cachemir negra y plateada. —No pensé que hoy fueras a salir —dijo Julien, considerando lo que había pasado anoche, Julien había pensado que Priest se tomaría el día libre para que todos pudieran discutir las cosas. Aparentemente, pensó mal. —Es el primer día de Logan —dijo Priest, como si eso lo explicara todo. Pero cuando se dio cuenta de la expresión menos que complacida de Julien, añadió: —Tengo que dejar sus casos. Julien cruzó los brazos, pero por lo demás permaneció en silencio mientras miraba a Priest. No era estúpido. Esa no era la única razón por la que Priest se dirigía a la oficina hoy, y quería dejar muy claro que lo que había sucedido anoche no era un tema dejado de lado entre ellos. —Uh-oh —dijo Robbie, y puso un gesto de asco mientras miraba entre los dos—. Creo que esa mirada significa que estás en problemas, Joel. Priest asintió. —Creo que podrías tener razón. —Después fue a buscar a Julien y le deslizó las manos por los brazos—.

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No estoy evitando lo que pasó. Tienes mi palabra. Sólo necesito averiguar más antes de que todos hablemos de ello. Julien, sabiendo que eso era todo lo que tenía que hacer para hacer llegar su mensaje, liberó los brazos y tomó las manos de Priest. —De acuerdo —dijo—. Pero pronto, Joel. No quiero que te las arregles solo. ¿Comprendes? —Sí. Tienes mi palabra. Julien asintió con la cabeza, y luego ambos se volvieron hacia Robbie, quien los estaba observando en silencio. —Lo siento —dijo Robbie, cuando se dio cuenta de que lo habían atrapado mirando fijamente, entonces se rio un poco—. Me estaba recordando a mí mismo que estoy incluido en el nosotros… todos, porque ahora vivo aquí. —Estás incluido porque aceptaste tener una relación con nosotros. No importa si vives aquí o no —dijo Priest, entonces besó a Julien rápidamente en los labios y caminó alrededor del mostrador para hacer lo mismo con Robbie—. Ahora, voy a comer algo en la oficina. Ya se me hizo tarde. ¿Trabajas esta noche, Robert? Robbie negó con la cabeza, sin palabras, mientras miraba a Priest. —Bien. Entonces los veré a los dos en la cena. —Priest miró a Julien por última vez. —Lo harás, mon amour. Que tengas un buen día. —Será mejor una vez que esté en casa —dijo Priest, para luego recoger sus llaves, su maletín y dirigirse al trabajo.

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CUANDO LA PUERTA se cerró detrás de Priest, Robbie terminó el resto de su café y vio a Julien moverse por la cocina. Vaya, había sido una especie de enfrentamiento del que acababa de ser testigo. Con no más de dos frases, Julien había exigido lo que quería de Priest, y, fiel a la relación que Robbie estaba llegando a reconocer entre ellos, Priest se lo había dado. Eran abiertos y honestos, en una palabra, increíbles. Julien era mucho más de lo que parecía. Con su pelo corto y oscuro, su piel color oliva y sus ojos verdes, a menudo era difícil ver más allá de su hermosa cara. Pero Robbie estaba descubriendo que Julien era todo un enigma. A diferencia de Priest, que ocultaba sus secretos tras una puerta tipo bóveda, Julien ocultaba su sonrisa sensual y esa naturaleza desenfadada. Eso fue hasta que hubo motivo para despojarse de esa piel y dejar que su otro lado se deslizara libremente, el lado que acababa de mirar silenciosamente a Priest y exigió respuestas antes de salir por la puerta esta mañana, y no pudo evitar respetar eso. Ah, sí, Julien Thornton era todo un misterio. Uno que Robbie estaba disfrutando de conocer mucho, mucho mejor —¿Tiene planes para hoy, princesse? —preguntó Julien, mientras regresaba a la isla central y tomaba otro sorbo de su jugo. —Iba a ir a buscar unas últimas cosas con mi nonna, para después ver dónde quieres que las coloque. Pero aparte de eso, —dijo Robbie, mientras se ponía de pie y llevaba su taza al fregadero para enjuagarla— soy todo tuyo. Cuando terminó, y de vuelta a enfrentarse a Julien, Robbie se quedo embobado al verlo apoyado contra el mostrador con las piernas cruzadas en los tobillos. Vestido con un camiseta de

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tirantes blanca y un par de esos sexy pantalones de yoga negros que se ajustaban en la cintura y se ensanchaban en el tobillo, el cuerpo de Julien hacía que los dedos de Robbie picaran con el deseo de tocarlo. —¿Te gustaría venir a pasar el día en el restaurante conmigo? —preguntó Julien, y los ojos de Robbie volaron hacia arriba para encontrar a Julien parpadeando. —¿Estás bromeando? —Non. Con la inauguración a la vuelta de la esquina, voy a estar allí todo el día, y pensé que te gustaría ver la cocina esta vez, y tal vez aprender un poco de cocina de un profesional. — Julien añadió un guiño, y Robbie estuvo a punto de desmayarse a sus pies. —Esa sería literalmente una de mis mayores fantasías. Julien dejó su vaso sobre el mostrador, y luego llevó a Robbie de vuelta hasta que golpeó el fregadero. —¿Sabes cuál es una de mis mayores fantasías? Robbie tragó saliva cuando Julien metió un dedo en el nudo del cinturón de su bata y tiró, aflojando el cinturón. —No, pero espero que me lo digas. Los labios llenos de Julien se curvaron en una sonrisa que hizo que el hoyuelo en su mejilla derecha apareciera, y era tan condenadamente sexy que la polla de Robbie se endureció en un instante. —Voy a hacer algo mejor que eso —dijo Julien mientras separaba la bata para que ahora colgara de los hombros de Robbie, revelando su cuerpo muy desnudo y excitado—. Te lo voy a mostrar.

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El aliento de Robbie salió tembloroso cuando Julien maniobró una de sus piernas entre los muslos de Robbie, y Robbie buscó sus brazos para calmarse. —Joder. Julien movió un poco la pierna y la apretó contra las bolas doloridas de Robbie. —Putain. —¿Eh? —fue todo lo que Robbie logró decir, mientras le decía a su cuerpo que bajara la velocidad y disfrutara de esto, que disfrutara de Julien. —Una de mis mayores fantasías es escuchar el lenguaje que me encanta escuchar de tu dulce lengua —dijo Julien, y luego se inclinó para rozar con sus labios la mandíbula de Robbie—. Y una de mis cosas favoritas para hacer y decir en cualquier idioma es... joder. Putain. —Putain —dijo Robbie, mientras Julien le mordía la oreja—. No voy a sobrevivir a esto, ¿verdad? Julien se rio y dio un paso atrás, luego bajó sus ojos a la erección de Robbie. —Estoy seguro de que lo harás. Pero si no, Priest y yo nos aseguraremos de que disfrutes tus últimos momentos. Después de todo, los franceses no llaman al orgasmo la petite mort -la pequeña muerte- por nada. —¿Lo hacen? Robbie suspiró, pensando en todas las cosas que quería que Julien y Priest le hicieran, y eso lo hizo alcanzar su verga. Mientras se acariciaba en la cocina, Julien gimió. —Dieu, tu es beau. Robbie se mordía el labio inferior mientras se seguía trabajando, sin avergonzarse de su desnudez o de sus acciones. —¿Qué acabas de decir?

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—¿Hmm? —dijo Julien, pero su atención ahora estaba enfocada en lo que Robbie estaba haciendo, no diciendo. —¿Qué acabas de decir? —repitió Robbie—. Se supone que deberías estar enseñándome. Julien volvió a levantar esos ojos verdes y cuando se encontraron con los de Robbie, se quedó sin aliento. Los ojos de Julien estaban ahora oscuros, como piedras preciosas, como él decía. —Dios, eres hermoso. El asombro en la voz de Julien era tan evidente en inglés como en francés, y cuando se acercó a Robbie y tomó su cara entre las manos, susurró: —Tan hermoso. No estoy seguro de merecerte. Mientras Julien se inclinaba para tomar la boca de Robbie, Robbie lo detuvo con una palma en el pecho, confundido por la última frase. ¿Qué quería decir con eso? Esas palabras eran tan tristes, tan inesperadas por lo que estaban haciendo, y cuando Robbie pasó los ojos por la cara a Julien, dijo: —¿Por qué piensas eso? Así de cerca, fue fácil ver el tormento que se reflejó en los ojos de Julien antes de que sonriera negando con la cabeza. — Fue sólo un comentario, eso es todo. Debí haberlo expresado de otra manera, tal vez. Robbie estudió a Julien muy de cerca, sin creerlo ni por un segundo. Pero cuando Julien se alejó y le tendió una mano, Robbie supo que el tema había terminado por ahora, y necesitaba dejarlo pasar. —¿Por qué no vamos a prepararnos, d'accord17? 17

D'accord: De acuerdo, correcto, etc.

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Robbie retiró el cinturón de la bata de Priest, y luego metió su mano en la de Julien. —Muy bien. ¿Pero Jules? —preguntó Robbie, el apodo que había empezado a usar ahora se le salía de la lengua con facilidad—. Cuando estés listo, me gustaría saber qué acaba de pasar aquí. Sé que es más que una mala elección de palabras. Hablas inglés tan bien como yo. Julien se llevó la mano de Robbie a los labios y, al besarla en la palma, asintió. —Bien, entonces —dijo Robbie—. No sé tú, pero yo necesito ir a ducharme. Porque, no voy a poner un pie en tu restaurante -abierto o no- luciendo como un desastre caliente.

PRIEST SOSTUVO SU mano sobre las puertas de uno de los ascensores de Mitchell&Madison cuando comenzaron a cerrarse, deteniéndose a la mitad del camino para volverse abrir, la docena de personas que había dentro lo miraron con ira, sin duda enojadas porque había retrasado su mañana al menos un minuto. Sin ser afectado por su obvia molestia, Priest caminó dentro y en medio de la multitud hacia atrás, donde vio a Logan Mitchell, de pie con un maletín en la mano y un café en la otra. Genial. Logan era la última persona con la que el Priest quería tratar esta mañana, a pesar de que lo había usado como excusa para salir de la casa hoy. La razón principal por la que decidió venir a trabajar era porque quería subir a ver si podía encontrar más información sobre los rumores de la liberación de Jimmy. También quería llamar a Henri, y quería hacerlo en privado para no alarmar a Julien con lo que averiguara. Julien ya estaba lidiando lo suficiente con la proximidad del aniversario de Jacquelyn, y la

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jodida familia de Priest era lo último en lo que necesitaba pensar. En serio, todo esto era tan horriblemente oportuno. —Mitchell —dijo Priest, mientras ocupaba el lugar junto a Logan y las puertas comenzaron a cerrarse. —Priest. —Logan inclinó la cabeza, y luego tomó un sorbo de su café. Cuando el ascensor comenzó su ascenso, la tensión entre los dos era palpable y frustrante. Incluso después de que Robbie había intentado suavizar las cosas el día anterior, las cosas todavía se sentían incómodas, y Priest se dijo a sí mismo una vez más… Esta es la razón por la que mantengo mi vida privada en privado. —Mira —dijo finalmente Logan, cuando el ascensor se detuvo en uno de los pisos y alguien se bajó— sobre ayer.. Mátame ahora, pensó Priest, pero se volvió para mirar a Logan. —Olvídalo. Te disculpaste. Ya está hecho. Lo he olvidado. Los brillantes ojos azules de Logan lo estudiaron desde detrás de sus gafas oscuras marca hípster. —Eso no es lo que iba a decir. —De acuerdo —dijo Priest, decidiendo que si Logan quería continuar, entonces lo haría. —Sé que acordamos dejar todo atrás y ser civilizados —dijo Logan, mientras el ascensor volvía a subir.

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—Lo hicimos, —estuvo de acuerdo Priest mientras silenciosamente deseaba que el viaje hasta su oficina ya hubiera terminado. —Y planeo mantenerme fiel a eso, —dijo Logan en la siguiente parada, ya que todos menos ellos y una dama de adelante se bajaron. —Me alegra oírlo. —Priest entonces se paró allí sin ofrecerle más conversación hasta que el ascensor finalmente llegó a su destino. Salió a la planta gerencial de Mitchell&Madison y dijo: —Bueno, si eso es todo... —y estuvo a punto de correr a su oficina cuando sintió una mano en su brazo y se giró para ver un ceño fruncido en la hermosa cara de Logan. —No he terminado. Cuando Priest se quedó mirándolo fijamente, Logan le soltó el brazo y continuó: —Me mantendré fiel a mis disculpas. Me pasé de la raya y manejé las cosas con mucho menos decoro del que debí. Pero una cosa por la que no me disculparé es por cuidar de Robbie. Priest ladeó la cabeza, estudiando los rasgos de Logan mientras se enfrentaban. Su mirada era directa, su determinación establecida, por lo que Priest no lo podía culpar por sentirse protector sobre Robbie, pero ya era hora de que le aclarara algo, Robbie era ahora su protegido. No de Logan. —Voy a decir esto una vez, y sólo porque te respeto como colega y como amigo, —dijo Priest, y dio el paso que necesitaba para estar lo suficientemente cerca de Logan como para poder bajar la voz y aún ser escuchado—. Julien y yo estamos saliendo con Robert, y es más que consciente de lo que queremos de él. Así como nosotros somos conscientes de lo que él quiere de nosotros. No pienso explicarte nuestra relación más allá de eso. Pero para que no haya error en cómo me siento, te diré esto. ¿Ese chico brillante y hermoso que una

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vez conociste? Se ha convertido en un hombre que encuentro totalmente cautivador, y ahora es nuestro deber protegerlo. El mio y el de Julien. Tienes que retirarte, Logan. Sé su amigo, se nuestro amigo… Pero deja de hacer suposiciones sobre algo de lo que no sabes nada. Logan lo midió, pero luego sus labios se movieron y dijo: — Sabes, creo que eso es lo máximo que has dicho en un momento dado. Robbie claramente se te está pegando. — Logan se detuvo un segundo, y cuando se dio cuenta de lo que había dicho, añadió: —Me refería a hablar sabiamente, no... —Lo sé —dijo Priest, y agitó la cabeza. Señaló al pasillo que llevaba a sus oficinas en la parte de atrás del piso—. Voy a ir a trabajar. Avísame cuando tengas tiempo libre hoy y te pondré al día. —De acuerdo. Lo haré —dijo Logan cuando Priest comenzó a caminar—. ¿Y Priest? Priest se detuvo y miró por encima de su hombro hasta donde Logan permanecía en el centro del vestíbulo mirándolo fijamente. —Mensaje recibido. ¿Amigos? ¿Amigos? Priest no hacía amigos, pero sabía que Robbie querría esto, así que inclinó la cabeza para después dirigirse a su oficina. Se encargaría de Logan más tarde. Ahora mismo, tenía que hacer una llamada.

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Capítulo III CONFESIÓN

A veces la mejor manera de olvidar el pasado es perderse en el presente. Pero incluso entonces, el pasado a menudo tiene una forma de encontrarte.

LA SEGUNDA VEZ que Robbie entró por la puerta giratoria de JULIEN fue una experiencia muy diferente a la primera. Para empezar, era de día, y con las persianas abiertas entrando la luz del sol en el interior, el comedor principal tenía un ambiente muy diferente al de la primera noche. Con el verdor anidado en los recovecos de las columnas interiores, y la hermosa obra de arte en las paredes, el lugar tenía un aire de café muy europeo, por lo que Robbie pensó que era simplemente divino. La siguiente razón fue menos sobre el restaurante y más sobre, bueno, él mismo. Porque vamos, pensó Robbie, el dueño sexy-como-pecado es mi novio. Mío. Así es, perras. Julien Thornton me pertenece de alguna manera. Ni siquiera él pudo haber inventado esa mierda. Pero era real, sí, y eso quedó muy claro cuando Julien tomó su mano y dijo: —Viens avec moi. Ven conmigo. En cualquier momento o en cualquier lugar, guapo. Solo tienes que decir las palabras, pensó Robbie, complacido de que por el momento Julien pareciera feliz una vez más. Lo que

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fuera que lo había estado preocupando esta mañana en el condominio ahora estaba olvidado mientras se preparaba para mostrar su orgullo y alegría. —Viens avec moi, —repitió Robbie, y Julien sonrió y asintió con la cabeza antes de salir a través de las mesas vacías, arrastrando a Robbie detrás de él. —¿Dónde están todos? —preguntó Robbie. Esperaba ver al personal, o por lo menos a los contratistas, ya que Julien se acercaba a la inauguración del restaurante en unas semanas. —Hoy llegan a las diez —dijo Julien cuando se detuvieron frente a las puertas de acero inoxidable que conducían a la cocina, y luego empujó a Robbie casi para morderle el labio inferior—. Pero pensé que tú y yo podríamos calentar las cosas hasta entonces. ¿Calentar las cosas? Robbie estaba bastante seguro de que si las cosas se ponían más calientes, se derretiría en el acto. Julien se veía ardiente como el demonio en su suéter de cuello alto color crema y un par de pantalones gris azulado, mientras maniobraba sus manos entrelazadas detrás de la espalda de Robbie y acercaba sus cuerpos a la altura de la cintura del uno contra el otro. —Embrasse-moi, princesse. Bien, eso sonó súper sexy, pensó Robbie, a medida que su respiración se acelera un poco. —¿Qué significa eso? —Bésame, princesse, —susurró Julien. —Ohhh. —Robbie sonrió—. Veo lo que está pasando aquí. Me estás enseñando todas las cosas traviesas primero. Me gusta tu estilo.

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Julien rio. —Por supuesto que sí, alborotador. Pero non, sólo estoy empezando con las cosas que más quiero oírte decir. —Si piensas por un segundo que me voy a quejar de eso, o de la forma en que me estás restringiendo, estás a punto de decepcionarte. Resulta que me gustan ambos.... mucho. Julien apretó la muñeca de Robbie. —¿Ah, sí? —Uh-huh. Pero déjame ver si lo he entendido bien, —dijo Robbie—. Embrasse-moi... Jules. El sonido que dejó la garganta de Julien fue un sonido que Robbie sintió tanto como oyó. Fue un rugido de puro placer, entonces Julien lo estaba llevando de regreso a la pared opuesta, donde puso sus manos a cada lado de la cabeza de Robbie. Entonces Julien bajó la boca por encima de la de Robbie, y dulce madre de Dios, era el cielo. Julien lo besó con todo su cuerpo. Al menos, así fue como se sintió. Empezó con las manos sosteniendo a Robbie exactamente donde él quería, ya fuera acunando su cara, agarrándole el cabello o como ahora, pensó Robbie, mientras los pulgares de Julien rozaban los puntos de pulso de sus muñecas. Entonces esa boca sensual se unió a la acción. Mordisqueando, lamiendo y chupando hasta que, oh mierda, Julien tomó la cara de Robbie entre sus manos y lo sostuvo firme mientras deslizaba su lengua entre los labios de Robbie y lo devoraba. Robbie rodeó la cintura de Julien con sus brazos y deslizó las palmas de sus manos hasta el culo para acercarlo aún más. Ya lo habían detenido una vez esta mañana cuando trataba de salir con su sexy francés, y estaría condenado si dejaba a Julien fuera de su alcance de nuevo hoy, no hasta que consiguiera lo que quería.

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Con todo el cuerpo musculoso presionándolo contra la pared, Robbie gimió cuando los labios de Julien salieron de los suyos y comenzó a besar un sendero a lo largo de su mandíbula y hacia abajo de su cuello. —Si no paramos pronto... —apuntó Julien, pero no terminó su pensamiento. En vez de eso, levantó la cabeza y una vez más tomó los labios de Robbie en un beso ardiente. Robbie enrolló una pierna alrededor del muslo de Julien y empujó su erección contra la roca dura que podía sentir presionando contra él. —Oh Dios. No te detengas. Por favor, no pares esta vez, Jules. —¿Non? —Julien susurró contra la boca de Robbie, y Robbie agitó la cabeza—. Entonces dime lo que quieres, princesse. Robbie flexionó los dedos, metiéndolos en las curvas redondas del culo de Julien, y cuando Julien movió las caderas hacia adelante, Robbie sabía exactamente lo que quería -quería correrse- y lo quería ahora mismo, con el hombre que estaba lamiendo un camino malvado y caliente en su cuello. —Yo-ahh, —dijo Robbie, pero se distrajo mientras se seguía frotando contra Julien. D… Dios, se siente increíble. Me gusta. Santa mierda increíble. —Entonces Julien levantó la cabeza y Robbie vio esos labios hinchados y llenos con los que había estado fantaseando durante años, y recordó una frase que Julien le había enseñado hacia mucho tiempo, sin que él mismo lo supiera—. Quiero que le hagas sexo a ma queue 18. Julien se detuvo contra él, pero luego esos labios suyos se inclinaron hacia una sonrisa pícara que era tan caliente que Robbie pensó que podría perder su habilidad para funcionar. 18

Ma queue: mi polla.

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Julien se movió un poco y bajó las manos hasta el botón de los vaqueros de Robbie. Mientras los desabrochaba, Julien mantuvo los ojos fijos en los de Robbie y dijo: —¿De quién aprendiste esa frase? Robbie dio un grito ahogado cuando Julien le abrió los vaqueros y el aire fresco golpeó su piel febril. —De ti. Lo dijiste una vez en el programa y yo, bueno, lo busqué en Google. Una provocadora risita dejó la garganta de Julien, y el sonido corrió por la columna vertebral de Robbie hasta sus pelotas. —Me alegro de que lo hicieras, porque estoy a punto de recompensarte por ser tan... estudioso. —Entonces Julien metió su mano dentro de la tanga de Robbie—. Quédate quieta, princesse, y déjame chuparte la polla.

JULIEN DIO A ROBBIE en la boca un beso abrasador mientras envolvía sus dedos alrededor del pene erecto que encontró dentro de los vaqueros de Robbie. Un gemido de necesidad dejó a Robbie mientras empujaba hacia delante, metiendo su pene en el puño de Julien, Dieu19, Julien quería ver lo que tenía en la mano, también quería probarlo. Quitó su boca de la de Robbie, y cuando Robbie lloriqueó, Julien levantó una mano y trazó su pulgar sobre los labios resbaladizos de Robbie. —Me pediste algo. ¿No quieres que te lo dé? Robbie aspiró un poco de aire y asintió cuando Julien se arrodilló y se llevó los vaqueros de Robbie con él. Cuando estaba a la altura de la polla de Robbie, Julien levantó la mirada para encontrar a Robbie recostado contra la pared con los ojos salvajes mirando hacia abajo. 19

Dieu: Dios.

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Robbie debería haberse visto ridículo, considerando todas las cosas. Pero con sus caderas delgadas sobresaliendo hacia adelante en nada más que un frágil trozo de material, y su chaqueta acolchada abierta pero aún sobre su apretada camisa azul, parecía una especie de modelo de moda con su pelo perfectamente peinado, sus ojos ahumados de kohl y esa boca brillante y tentadora. Lo único que lo delataba como el gatito sexual codicioso que es, pensó Julien, es esto. Julien extendió la mano y metió sus dedos en el elástico de la tanga negra de Robbie, y la arrastró hacia abajo hasta que la polla de Robbie se soltó, goteando con impaciencia. Julien se inclinó hacia adelante y pasó la lengua por encima de la cabeza hinchada, y Robbie extendió la mano para agarrarse el cabello. —Joder, Jules. Julien apuntó los ojos hacia Robbie y negó con la cabeza. —Eso no es lo que te enseñé. —El cuerpo de Robbie tembló cuando Julien rodeó la base de su polla, diciendo: —Putain, Jules. —Muy bien. —Julien hizo cosquillas en la parte inferior del pene de Robbie con la punta de su lengua. —Merci beaucoup20. —Presumido —dijo Julien, pero como recompensa le chupó la cabeza de la polla a Robbie entre los labios, haciendo que el hombre por encima de él gimiera. Las manos de Robbie entonces se deslizaron alrededor de la parte posterior de su cabeza, y mientras Julien bajaba su boca más abajo hasta la parte posterior de su garganta, Robbie maldijo. 20

Merci beaucoup: Muchísimas gracias.

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Julien arrastró su boca hasta la punta, al llegar allí, lengüeteo la abertura antes de hacerlo de nuevo, y esta vez realmente comenzó a chupar a Robbie. Jul ien po día e sc u ch ar la r espir aci ón de Robbie aumentando con cada empuje y bombeo de sus caderas, y mientras follaba en la boca de Julien una y otra vez, Julien cerró los ojos y se deleitó con la sensación y el sabor que era único de Robbie. —Estoy cerca, Jules. Tan, tan cerca, —dijo Robbie mientras sus caderas se agitaban más rápido y su pene se deslizaba hacia adentro a lo largo de la lengua de Julien—. Jesús, eres bueno en esto. Son esos labios. Siempre supe que esos labios serían... Mierda. Julien miró a Robbie, que tenía los ojos entrecerrados, cuando finalmente con un grito fuerte Robbie se corrió, mientras Julien se lo tragaba, el sabor en la lengua le explotaba. Y a medida que memorizaba la esencia salada que era todo Robbie, Julien se sentó sobre sus talones y se pasó el pulgar por encima de su labio inferior. —Tu as un goût divin, princesse. Je pourrais te dévorer toute la journée. —Mierda —dijo Robbie, mientras Julien se chupaba el pulgar y se ponía de pie—. Mi cerebro no está funcionando ahora mismo. ¿Qué acabas de decir? Julien besó los labios de Robbie, y cuando el atrevido le metió la lengua para probarse a sí mismo, Julien gimió. —Que sabes a cielo, y que podría comerte todo el día. Robbie guiñó un ojo, su cerebro ahora obviamente bien y funcionando de nuevo. —Lo sé, no lo sé, ¿yo?

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Julien cerró los ojos y apretó los dientes mientras intentaba frenar el impulso que tenía de follarse a Robbie donde estaba parado. Pequeña descarada coqueta. —Guau —dijo Robbie, y empezó a reírse—. Te ves un poco nervioso, Jules. Necesito sacar a mi Sandy 21 más a menudo. Ella es claramente irresistible. Julien abrió los ojos y los clavó en el bribón que se deleitaba con su obvia frustración, mientras intentaba averiguar de qué hablaba Robbie. —Háblame de ello... semental —dijo Robbie en el mismo tono en el que había pedido su beso antes, y tan pronto como la referencia a Grease22 hizo clic, Julien empezó a reírse. Negó con la cabeza y se alejó de Robbie señalándolo con el dedo. —¿Ves? Eres un alborotador. —¿Lo soy? —Los ojos de Robbie se abrieron de par en par, y luego se agachó y volvió a colocar su tanga en su sitio—. Tú eres el que acaba de chupármela en el pasillo de tu restaurante. Julien dirigió sus ojos hacia Robbie, que aún permanecía apoyado contra la pared con sus vaqueros alrededor de los tobillos. —Oui, eso es verdad. Pero es tu culpa por parecer tan comestible. Robbie gimió. —Eso no me ayuda a querer comportarme, sólo para que lo sepas. —Tú eres el que habla. Vuelve a ponerte los vaqueros. Ya estoy duro, y tú estás haciendo las cosas más difíciles cada segundo. 21 22

Sandy: Nombre del personaje de la película Grease Paramount Pictures. Grease: Vaselina. (título en español).

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Robbie se agachó y volvió a colocar sus vaqueros en su sitio mientras Julien caminaba hacia atrás y empujaba una de las puertas de acero inoxidable para abrirla. Cuando Robbie volvió a vestirse, Julien le hizo una seña. —Viens. Ven. Robbie se apartó de la pared y caminó hasta donde estaba Julien ahora. —Acabo de hacerlo. Pero por el bien de mi aprendizaje aquí hoy, creo que tu deberías venirte. Julien golpeó un dedo contra el pecho de Robbie. —Eres un estudiante muy dedicado. Me gusta eso. —Bien. ¿Qué más planeas enseñarme hoy? —Cómo cocinar, para que puedas prepararnos la cena esta no c h e —di jo J u li en , y l ue go señ al ó h acia ade nt ro , encontrándose encantado y completamente bajo el cautivador hechizo de Robbie—. Mete tu tentador culito ahí dentro. Puedes torturarme más tarde, si te las arreglas para no envenenarnos a los tres primero. —Ah, bueno, supongo que puedo estar de acuerdo con eso, —dijo Robbie, antes de que se volteara a mirar la prístina cocina. Entonces puso una mano sobre su corazón y dijo: — Pero ver cómo cocinas va a ser una tortura para mí. Recuérdalo cuando sea mi turno. Julien soltó la puerta, y mientras se cerraba detrás de ellos, golpeó a Robbie en el culo. —J'ai hâte23. Mientras Julien se marchaba escuchó a Robbie gritar: — Espera... ¿qué significa eso?

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J'ai hâte: Lo espero con ansias.

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EN LAS OFICINAS de Mitchell&Madison, Priest entró a su oficina y se dirigió hacia su escritorio, donde dejó su maletín y se sentó. Cerró los ojos por un momento y dejó que la llamada telefónica de Henri de anoche se repitiera en su mente por millonésima vez. Había pasado mucho tiempo desde que supo de ese escurridizo cabrón, y honestamente, Priest no esperaba volver a hacerlo. No con la forma en que habían dejado las cosas. Henri era una de esas personas a las que había etiquetado como el pasado, y lo ponía en el mismo lugar donde guardaba el resto de su equipaje, lejos, lejos del mundo en el que ahora habitaba. Priest frotó una mano a lo largo de la barba que cubría su barbilla y miró el teléfono en su escritorio que se estaba burlando de él. Sólo cógelo y llama, la voz en su cabeza le dijo. No vas a encontrar nada que lo evite. El problema era que Priest no estaba seguro de querer saber más. Lo que Henri había dicho anoche ya había causado un gran cambio en su universo. Le había quitado el viento de las velas, y Priest no estaba seguro de que pudiera soportar otro golpe sin que apareciera algún daño real. Cerró los ojos, intentando calmar el caos que se arremolinaba en su mente. Pero imágenes, destellos y recuerdos distorsionados de una vida que nadie debería tener que vivir parpadeaban en sus párpados mientras invadían su conciencia. Mierda. Se llevó las palmas de las manos hasta los ojos y las apretó allí, intentando librarse de lo que veía, pero no sirvió de nada. Durante años había estado tratando de liberarse de su pasado. Había estado tratando de dejar atrás a su familia y a

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todos los que estaban conectados con ellos. Había hecho todo lo que estaba en su poder para dejar el legado de dolor, sufrimiento y sangre a la que de alguna manera estaba conectado, y reemplazarlo con algo bueno, algo... justo. Pero parecía que no importaba lo lejos que corriera, no importaba lo bien que se escondiera, al final, la familia siempre te alcanzaría, lo quisieras o no. Priest estaba sentado en su silla y tomó el teléfono, entonces sacó su teléfono móvil para encontrar el número desde donde Henri lo había llamado. Marcó y, al recostarse, se dijo a sí mismo que era sólo una llamada telefónica. Pero cuando la línea se conectó y Henri dijo: —No estaba seguro de saber de ti —Priest reconoció su mentira por lo que era. —Casi no lo haces. Pero después del mensaje que dejaste, no tuve muchas opciones, ¿verdad? —Todos tenemos opciones, —dijo Henri, Priest se endureció contra el aluvión de emociones que venían con la familiar voz—. Creí que tú más que nadie sabrías que... Priest. Priest trató de reprimir el impulso que tenía de colocar el teléfono en su base. Joder, Henri. Él no necesitaba esta mierda. No tenía que explicar sus decisiones a nadie más que a los que les preocupaban, y seguro que ya no involucraban al hombre al otro lado del teléfono. Él y Henri se habían separado hacia más de una década cuando se hizo evidente que su relación nunca sería más que un páramo tóxico. Uno que visitó cuando estaba enojado, deprimido, o un paso de ser homicida. Esto no era un ¡Hola! ¿Cómo estás? No llamabas, para ponerte al día con una aventura pasada. Él llamaba por una razón y sólo por una razón. —¿Es verdad? —Acerca de ¿Big Jimmy?

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—No, sobre follar Papá Noel —dijo Priest—. Por supuesto sobre Jimmy. —Es verdad —dijo Henri—. Los federales lo mantienen en secreto por ahora, ya que noticias como esta no terminarían tan bien para el viejo Jim, ¿verdad? Considerando que sólo habría una forma de que tuviera una oportunidad de ser libre. Pero nuestra firma fue contactada en el momento en que se puso sobre la mesa la charla de un acuerdo. Priest se burló. —Como si no fuera suficiente decepción como humano. —Hubo silencio al otro lado del teléfono, y entonces Priest dijo: —¿Qué te hace pensar que no se lo diré a nadie? Era una pregunta legítima. La manera más rápida de deshacerse del monstruo que una vez lo aterrorizó sería ir a la prensa, filtrar esta noticia y dejar que alguien a quien le gustaba aún menos Jimmy que a Priest lo matara. —Porque te conozco, aunque te gusta fingir que no te conozco. Elegiste tu nuevo nombre por una razón —dijo Henri —. Y no importa quién te haya engendrado, no te pareces en nada a él, Joel. Si vas a las noticias, sabes que terminará muerto. —¿Y qué? Eso es lo que se merece. —Tal vez, pero has pasado toda tu vida tratando de expiar y quitarte de sus pecados. Por lo que recuerdo, te castigabas a ti mismo a diario. Dudo que eso haya cambiado. Así que a menos que quieras su muerte en tu conciencia... —Vete a la mierda, Henri. ¿Qué sabes de mi conciencia? —Pero incluso cuando Priest cerró los ojos, sabía que Henri lo entendía casi tan bien como Julien, lo que sólo servía para cabrearlo más—. ¿Por qué me cuentas todo esto?

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—Porque mereces saberlo. Porque me lo habrías dicho si las cosas hubieran sido al revés. Pensé que querrías un aviso. Priest negó con la cabeza. Qué maldita pesadilla estaba resultando esto. —Espero que no esperes un gracias. —¿De ti? —Henri se mofó—. Nunca. ¿Pero Priest? —¿Qué? —dijo Priest, mientras sus dedos se apretaban alrededor del teléfono. —Este número al que llamaste hoy, es privado. Eso es bueno. Pero cambia de número. Odio el dolor tanto como al hombre, y quién sabe quién está escuchando. Priest no tuvo nada que decir en respuesta a eso. Sabía exactamente lo que Henri le estaba diciendo: Cambia tu número en caso de que alguien descubra que hemos hablado e intente sacármelo. —Considéralo cambiado. —Llámame la semana que viene, así sabré más. Nos vemos... Priest, —dijo Henri, y cuando colgó, todo lo que podía pensar era: Espero que no, joder.

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Capítulo IV CONFESIÓN

Es verdad lo que dicen: El amor te hace hacer cosas estúpidas y locas. O, en mi caso, romper algunas leyes.

JULIEN CAMINÓ DENTRO del espacio que se había convertido en su segundo hogar desde que se mudó a Chicago, y absorbió la atmósfera familiar y reconfortante de la cocina que lo recibió. A lo largo de tres de las paredes exteriores había estaciones de preparación de alimentos de acero inoxidable en forma de herradura, y en el extremo más alejado estaba el área de lavado de manos y platos. En el centro de la cocina, donde ocurría la verdadera magia, había cuatro cocinas de gas de tamaño industrial con hornos uno frente al otro, y por encima estaban las enormes campanas de extracción para canalizar el vapor y el calor producido en el transcurso de las horas dedicadas a la preparación y la cocción. Debajo de los mostradores estaban las ollas, sartenes, batidoras y procesadores de alimentos, todo lo que se necesitaba para pasar una noche cocinando en un restaurante de cinco estrellas. Pero Julien llevó a Robbie más allá de todo eso a la unidad de refrigeración donde podían decidir lo que iban a cocinar hoy.

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—¿Has estado alguna vez en la cocina de un restaurante, princesse? —Sólo en mis sueños —dijo Robbie, y cuando Julien lo miró por encima del hombro, Robbie sonrió—. Bien, eso sería un no. Pero siento que prácticamente viví en uno durante meses porque vi este programa en el que ganó un chef francés estadounidense súper caliente. Podrías haber oído hablar de él. Julien puso los ojos en blanco y continuó hacia la nevera. —Puede que quieras ponerte tu abrigo. Hace un poco de frío aquí —dijo, para luego abrir con llave la puerta del almacén y entrar. —Guau —dijo Robbie, y se anudó el cinturón a la cintura mientras caminaba detrás de Julien y miraba las filas de comida frente a ellos. —Ahora mismo sólo tenemos el mínimo de todo, para que la tripulación pueda familiarizarse con el menú que vamos a servir. Pero si tienes una idea de algo que te gustaría cocinar, házmelo saber y veré si tengo lo que necesitamos. Robbie escudriñó los estantes que tenía enfrente, y mientras se adentraba más profundamente en la unidad, Julien lo vio irse, con curiosidad por saber qué elegiría para ellos. —¿Siempre quisiste ser chef? —Preguntó Robbie, mientras pasaba junto a un estante lleno de coloridas frutas y verduras. —Siempre —dijo Julien, mientras Robbie cogía un melón y se lo llevaba a la nariz. —¿En serio? —Mmmm. Casi todos los recuerdos que tengo de niño tienen que ver con la comida. Ya sea cocinándola o comiéndola. Mi papá trabajaba mucho y a mi mamá le encantaba cocinar. Así que ella y nuestra chef, Aurélien, nos enseñaban a

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Jacquelyn y a mí sus recetas favoritas. Parecía una elección natural al final. —Entonces, deben estar muy orgullosos de ti —dijo Robbie mientras volvía a poner la fruta en el estante. Ni siquiera un poquito, pensó Julien, pero no dijo nada mientras Robbie seguía recogiendo diferentes piezas de productos para examinarlas. No iba a poner toda esa historia a los pies de Robbie hoy, no ahora. Quería compartir su pasión por la cocina y la creación, darle a Robbie la oportunidad de respirar después de la pesadez en la que caminó anoche con Priest. Pero mientras Julien estaba allí de pie, le resultaba difícil dejar a un lado los recuerdos que ahora invadían su espacio personal. —Viven en L.A., ¿verdad? ¿Tus padres? —Robbie continuó, sin ser consciente de las emociones que sus preguntas estaban trayendo a la superficie, y Julien se dio cuenta de que no estaba pidiendo ser insistente o entrometido, sino porque realmente quería saber más. —Así es —dijo Julien, y sabía que este sería el momento perfecto para preguntarle a Robbie si quería venir con ellos la próxima semana cuando volaran allí. Pero de nuevo, si hacia eso, entonces tendría que saber por qué se estaban yendo. Y aún no estaba listo para ir allí—. ¿Qué hay de tus padres? —Viven en Oshkosh. Está a un par de horas de Chicago. —Ah, entonces no es tan lejos. Robbie agitó la cabeza. —No, no muy lejos. Mis hermanas también viven allí, lo que me entristece un poco, porque no puedo verlas tanto como me gustaría. Pero como siempre señalan, fui yo quien se mudó, no ellos.

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—¿Por qué? —preguntó Julien, mientras Robbie recogía un montón de espinacas y se dirigía hacia él. —¿Por qué me mudé? —Oui. Parece que tienes una relación maravillosa con tu familia, así que tengo curiosidad. Si no te importa que pregunte. Robbie se detuvo y golpeó las espinacas contra el pecho de Julien. —Los hombres, por supuesto, Sr. Thornton. La selección de hombres gays calientes en Oshkosh es mínima, por decir lo menos, ¿pero Chicago? Eso es otro juego de pelota. —Robbie se rio cuando se dio cuenta de lo que había dicho. —Sí, ese juego de palabras es ciertamente intencionado. Voy a intentar frenar el impulso que tengo de estar celoso en este momento —dijo Julien mientras le quitaba los vegetales a Robbie. —¿Por qué? A mí no me molesta —dijo Robbie con una sonrisa descarada—. Me encanta saber que desearías que yo fuera sólo tuyo. Julien se inclinó y besó los labios de Robbie. —Tú eres sólo mía ahora. Supongo que tendrá que bastar, ¿no? —Bueno, tuya y de Priest. —Lo que es suyo es mío —dijo Julien sin pausa—. Es una de las cosas que más amo de nuestra relación. Robbie sonrió contra la boca de Julien. —Es una de las cosas que más amo también. —Bon. —Eso significa bueno, ¿verdad? —Correcto.

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—Bien. —Robbie se echó hacia atrás para poder mirar a los ojos sonrientes de Julien, y luego frunció los labios—. Ustedes dos, son tan... improbables. —Supongo que lo somos. Pero tuvimos un comienzo insólito, si recuerdas. —Oh, ya recuerdo. ¿Robar el coche de Priest? Nunca voy a olvidar eso. Apuesto a que estaba tan cabreado. —Definitivamente no estaba contento, —dijo Julien—. Pero supongo que tenía una buena razón. Yo era un poco delincuente. Robbie empezó a reírse. —Umm, ¿tú crees? Quiero decir, ¿cómo terminaron juntos después de eso? No es como si pudieras llamar y decir: Oye, ¿me recuerdas? Soy el tipo que trató de robar tu auto. —No es verdad. Lo llamé. —¿Lo hiciste? Dime, —dijo Robbie, y tiró del suéter de Julien—. Me encantaría oír cómo se conocieron. Julien sonrió a Robbie y se preguntó si alguna vez sería capaz de resistirse a esa cara. —¿Lo necesitas? —Lo necesito. Me ayudará a entenderlos a los dos mucho más. Además, me encanta imaginarme a Priest cabreado y a ti metiéndote en sus pantalones. —Los ojos de Robbie se abrieron de par en par—. Ooh, me vas a contar sobre eso, ¿verdad? ¿Tu primer beso? Tu primera... desnudarse juntos. —Estoy seguro de que saldrá a la luz con el tiempo. —Oh, estoy seguro de que me será beneficiosa si me cuentas la historia. Pero para estar seguro, ¿puedes asegurarte

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de emplear las palabras descriptivas en francés cuando lo hagas? Ya sabes, para ampliar mi educación. Julien se rio de la audacia de Robbie. —Te lo prometo. Pero para responder a tu pregunta sobre por qué lo llamé de nuevo, me arrestaron. —¿Qué? Me gusta, ¿a propósito? Julien asintió. —Ajá. Quería volver a verlo. —¿Y esa era la única manera? Julien empezó a reírse de verdad. —La única manera que se me ocurrió en ese momento. Mirando hacia atrás, probablemente no fue el movimiento más inteligente que pude haber hecho, porque después de eso, Priest estaba convencido de que yo era un criminal. Me odiaba. —No —dijo Robbie, moviendo la cabeza—. No hay manera de que te haya mirado de otra manera que no sea como lo hace ahora. —¿Y cómo me mira Priest, Princesse? —Como si fueras todo lo que necesita para sobrevivir otro día. Julien colocó las espinacas en el estante junto a él, y luego cogió las frías manos de Robbie. —No todo —dijo, mientras inclinaba la cabeza y soplaba un cálido aliento sobre sus manos unidas. —Yo no soy tú. Robbie respiró temblorosamente, y Julien levantó los ojos para ver que los de Robbie se habían empañado. —Sin embargo, esa es una conversación totalmente diferente. Creo que todos nos necesitamos unos a los otros

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para sobrevivir. Por eso el destino nos puso en el camino del otro. —Robbie se inclinó un poco hacia él y Julien levantó las manos para besarle los nudillos—. Priest me sacó de la cárcel la segunda vez que nos vimos. Entonces me llevó a casa y me dijo que no lo volviera a llamar. —¿Hablas en serio? —Sí, lo hago. Robbie se burló. —Claramente lo ignoraste. Déjame adivinar, le pediste una cita en su lugar. Julien miró atónito a Robbie. ¿Cómo demonios sabía eso? Era como si Robbie estuviera tan en sintonía con Julien que ya sabía quién era sin más explicaciones. Julien sólo había conocido a otro que lo conocía tan bien y tan rápido, el hombre con el que se había casado. —Lo hice —contestó finalmente Julien—. No me preguntes por qué. Estaba claro que Priest no quería tener nada que ver conmigo. Pero había estado tomando riesgos estúpidos durante meses hasta entonces, y no parecía peor que emborracharme y ser arrestado. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Decir que no? Lo dudo. Sabía que estaba interesado en mí. Una sonrisa curvó lentamente los labios de Robbie. —Tan arrogante. Lo amo. —Priest podría ser bueno negándose a sí mismo lo que quiere. Pero su lenguaje corporal contaba otra historia. —Oh, Dios mío. Lo sé, ¿verdad? Siempre que discutía conmigo, me miraba fijamente a la boca. Sabía que quería besarla o follarla. No estaba engañando a nadie —dijo Robbie, y luego se rio con taimada alegría—. Eh, ¿qué dijo cuándo le pediste salir? Apuesto a que fue algo totalmente burlón, ¿no?

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—Oui —dijo Julien, sorprendido de nuevo por cuan intuitivo era Robbie cuando se trataba de ellos—. Ciertamente lo fue. Pero entonces, no querríamos a Priest de otra manera, ¿verdad, princesse?

— ESTE NO ES EL LUGAR DONDE te dejé la última vez. Julien miró a su chofer, Priest, quien se sentaba al volante de su llamativo importado con el ceño fruncido mientras recorría las calles que lo llevaban a Bel Air Road. Había tenido la misma expresión adusta durante los últimos treinta minutos, desde que el oficial de policía abrió la celda de Julien y lo liberó, le recordó a Julien una estatua, una estatua silenciosa y enfadada. —Lo sé —dijo Julien, y luego señaló a la siguiente calle—. Gira a la izquierda aquí. Priest giró hacia donde le habían dicho y continuó por el camino que dividía las mansiones en dos en este tramo en particular, y Julien sabía que era ahora o nunca encontrar una manera de volver a ver a Priest, o iba a ser echado antes de que se diera cuenta, y eso sería el final de eso. —¿Has estado aquí antes? —Preguntó Julien, mientras pasaban por varios caminos de entrada cerrados. —No. Julien sonrió con una sonrisa de satisfacción ante la respuesta de una sola palabra. —¿Impresionado? Priest se asomó y dijo: —Cada vez menos a cada segundo que pasa.

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Julien se rio y no estaba muy seguro de por qué encontraba a este hombre tan divertido... o intrigante. Era obvio que a Priest no le gustaba, ni siquiera un poquito, pero... —Me gusta usted, Sr. Priest. —Es Sr. Priest-ley. Y el sentimiento no es mutuo, te lo aseguro. Julien miró el perfil de Priest y se detuvo en sus labios severos antes de murmurar: —Ça le sera24. —¿Qué fue eso? —¿Qué? —¿Lo qué acabas de decir? Julien señaló el frente del camino de entrada con puertas de hierro y luces a ambos lados. —Puedes detenerte justo aquí. Priest detuvo el coche en el camino, los faros iluminando el sinuoso camino que conducía a una mansión en la colina. Julien fue a abrir la puerta, pero antes de que pudiera, Priest lo sujetó el brazo y lo detuvo. —Te pregunté qué dijiste allá atrás. Tienes la mala costumbre de cambiar al francés cuando te comportas como un sabelotodo. Julien bajó los ojos hasta la mano de su brazo. Jesús, se sintió como si estuviera conectado a un enchufe eléctrico con la energía corriendo a través de él al toque de Priest. —También cambio al francés cuando me excito. Ce que je suis en ce moment précis25.

24 25

Ça le sera: Lo será. Ce que je suis en ce moment précis: Como lo estoy en estos precisos momentos.

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Priest arqueó una ceja fría y quitó su mano, y luego miró por el parabrisas hacia las puertas que había más adelante. Preguntó, ignorando las palabras de Julien y la obvia tensión sexual que crepitaba y chisporroteaba entre ambos como un cable. Julien negó con la cabeza, más desilusionado de lo que creía, y luego abrió la puerta y salió. Mientras la cerraba detrás de él y se dirigía hacia las puertas, oyó que se abría otra puerta del auto, pero no se detuvo. —Sr. Thornton, le hice una pregunta —dijo Priest, mientras Julien alcanzaba la cerca de hierro, agarraba los barrotes para después escalarla antes de saltar y aterrizar al otro lado. El crujido de grava bajo los pies hizo que Julien se girara para ver a Priest corriendo hacia la puerta, y cuando llegó a ella, Julien se acercó al otro lado frente a él. —¿Estás loco? —preguntó Priest—. Acabo de sacarte de la cárcel. No me gusta la idea de recibir otra llamada en una hora porque te han detenido por allanamiento de morada. Julien se rio y le sorprendió que, de entre toda la gente, fuera este hombre quien le había hecho hacerlo de nuevo. ¿Cómo es que alrededor de Priest recordaba cómo respirar? ¿Cómo dejar de estar tan... triste todo el tiempo? —Cuidado, monsieur. Casi pareces preocupado por mí. —Apenas —dijo Priest, envolviendo sus manos alrededor de los barrotes de la puerta—. Estoy harto de verte a través de barras de hierro. Julien se acercó hasta que lo único que les impidió estar de frente a frente fue la puerta. —Entonces tal vez la próxima vez que nos encontremos, tendremos que hacerlo sin nada entre nosotros.

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La mandíbula de Priest se estremeció mientras escudriñaba la cara de Julien, los faros de su coche iluminando a los dos como si fueran actores en un escenario. —Está poniendo a prueba mi paciencia, Sr. Thornton. ¿De quién es esta casa? Julien quería preguntar qué pasaba cuando la paciencia de Priest se agotaba, pero en vez de eso dijo: —Si te digo eso, mi mística se desvanecerá y la probabilidad de que quieras volver a verme se reducirá enormemente. —Confía en mí, —dijo Priest— eso no depende de la respuesta a esta pregunta. Julien dejó que sus ojos se movieran hacia la boca de Priest, y se preguntó cómo se sentiría al tenerlo dominando a los suyos. Se imaginó que Priest besaría de la forma en que hablaba, con arrogancia. Que tomaría lo que quisiera. Metería su lengua profundamente en la boca de Julien y exigiría una respuesta. De hecho, Julien apostaría a que Priest le exigiría mucho a cualquiera que se follara, y aunque eso nunca le había atraído en el pasado, la idea de ser tomado por este hombre puso la polla a Julien dura como una roca. También explicaba por qué hizo lo que hizo a continuación. —Si te digo de quién es esta casa, ¿almorzarás conmigo mañana? Priest soltó los barrotes y dio un paso atrás, metiéndose las manos en los bolsillos como si no confiara en ellos a la intemperie. —¿Disculpa? —¿Almuerzo? ¿Cómo en la comida? ¿Comerás conmigo mañana? —¿Por qué?

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Julien ahora envolvió sus manos alrededor de las barras donde Priest había estado sosteniéndose y se inclinó para decir, —Porque o es eso o rompo otra ley para verte de nuevo. Los ojos de Priest se entrecerraron en rendijas, y entonces regresó a la puerta y cubrió las manos de Julien con las suyas. Putain, pensó Julien mientras aspiraba su aliento. ¿Qué me pasa con este hombre? Lo quería de una forma que Julien nunca antes había experimentado. —No sé qué le pasa por la cabeza en este momento, Sr. Thornton, —dijo Priest, y su voz era tan baja y directa que le hizo doler la polla a Julien—. Pero no salgo con criminales. Así que, si eso es lo que quieres, una cita, tienes que cambiar tu vida. Encuentra algo que te guste, o al menos que te guste más que a ti mismo ahora mismo, y arregla tus cosas. Una vez que lo hagas, ven a verme y te daré exactamente lo que me pides. La respiración de Julien se estaba acelerando ahora, y no estaba seguro si era por excitación o irritación. Probablemente un poco de ambos. —¿Y qué es eso? Priest pasó su mirada por la cara de Julien diciendo: —Un polvo que te hará olvidar de lo que sea que estés huyendo. Una noche que te recordará que estás vivo. Eso es lo que quieres, ¿no? ¿Por eso haces todo esto? ¿para sentirte vivo de nuevo? Julien miró fijamente a los ojos de Priest y de repente se le hizo difícil tragar. ¿Cómo le había dado la vuelta a la tortilla tan rápido? ¿Cómo podía Priest saber exactamente lo que estaba pensando a través de esta breve conversación? —Es usted increíblemente arrogante, monsieur. ¿Alguien te lo ha dicho alguna vez?

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—Oui —dijo Priest, despistando completamente a Julien—. Y tú eres increíblemente temerario, perdido y temerario. Es una combinación peligrosa. Una que normalmente hace que una persona muera. Julien fue a quitar sus manos hacia atrás, pero Priest apretó las suyas por arriba, manteniéndolo cautivo. —¿De quién es este lugar? Esta vez, Julien no dudó en responder. —De mis padres. Los ojos de Priest fueron más allá del hombro de Julien a la casa, y luego quitó las manos y dijo: —No se meta en problemas, Mr. Thornton. —¿Y si no lo hago? —Entonces no me llames. —Priest se dio la vuelta y se dirigió a su coche—. Conoces mi trato. Si me quieres, haz un esfuerzo, y quizá me consigas...

—DIOS —DIJO ROBBIE, con la boca abierta—. Nunca he conocido a nadie con pelotas tan grandes como las de Priest. Él es tan... tan... —Todo lo que estás pensando, oui —estuvo de acuerdo Julien—. Pero te gusta tanto como a mí. ¿No es así? —Bueno, sí —dijo Robbie, y puso los ojos en blanco—. Pero a veces es tan exasperante. —Oh, estoy de acuerdo con eso. Después de que me dijo eso, recuerdo que pensé: Algún día haré que ese hombre suplique tener una cita conmigo.

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—¿Y lo hiciste? —¿Recuerdas cuando te dije que Priest sólo había trabajado duro por la atención de otro antes que tú? —Sí. —Créeme, eventualmente rogó por una cita. Pero hablaremos de eso en otro momento. —Oh, me gusta como suena eso. Julien sonrió al tono descarado de Robbie. —Quizá deberías preguntárselo a Priest alguna vez. —Tal vez lo haga. —Asegúrate de que yo esté ahí cuando lo hagas —dijo Julien mientras rozaba sus labios sobre los de Robbie, sellando su retorcido plan con un beso. Luego señaló a las espinacas en el estante y dijo: —Me sorprende que hayas escogido esto, considerando tu reciente aversión a los verdes. Robbie examinó la verdura de hoja que claramente había olvidado, y luego, como si se le hubiera fundido una bombilla en la cabeza, levantó la mano y dijo: —No, espera un momento. Sé lo que quiero hacer. —¿Y qué es eso? Dime. Robbie caminó por el pasillo donde estaban todos los quesos, y cuando regresó sosteniendo un bloque de Gruyere, dijo: —Quiero cocinar tu comida más 'significativa'. Con las palabras de Robbie, Julien se congeló, y como un tren de carga que pasaba justo encima de él, el recuerdo de lo que Robbie estaba hablando golpeó a Julien de la nada, drenándole toda la alegría.

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—¿Julien? La voz de Robbie sonó a kilómetros de distancia cuando Julien se acercó y agarró uno de los estantes de la nevera, y de repente la voz de Graham Boyd, el anfitrión del Chef Master, estaba en sus oídos.... Esta noche en Chef Master vas a cocinar un plato que te recuerda a la persona que más amas. Quiero verte derramar tu corazón y tu alma en todo lo que haces, y quiero saborear el amor. Tienes sesenta minutos para hacer tu comida más significativa y sorprenderme, y tu tiempo empieza ahora...

—¡JULIEN! —DIJO ROBBIE, y con una suave mano en el brazo de Julien lo devolvió a la realidad—. Julien. La voz de Robbie era ahora más aguda, y Julien apretó los ojos con fuerza, intentando borrar la imagen que tenía en la cabeza antes de volver a centrarse en el hombre que tenía delante. —Pardon. Lo siento. Me pillaste con la guardia baja. Los ojos preocupados de Robbie revisaron la cara de Julien. —No te disculpes —dijo—. Lo siento. No debí de haberlo pedido... —Non —interrumpió Julien—. No hay nada que no puedas pedirme. Estoy bien. Robbie se mordió el labio cuando Julien intentó desterrar la ansiedad que amenazaba con aplastarlo como si fuera un bicho, pero aún así sintió que se movía dentro de él como si no estuviera del todo muerto. Luego forzó una sonrisa en su cara, esperando que pareciera más convincente de lo que parecía.

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—Está bien, —dijo Julien—. Mi comida más significativa, ¿eh? ¿Y recuerdas lo que era? La sonrisa que le tiró de los labios a Robbie fue casi tímida cuando le dio un poco de risa y dijo…: —Hola, ¿cuándo vas a entender que probablemente deberías tener miedo de estar en una habitación cerrada conmigo en estos momentos? Los labios de Julien se movieron. La dramaturgia de Robbie era exactamente lo que necesitaba para despejar su mente de los pensamientos que trataban de tragárselo todo. —Creo que me arriesgaré. —Valiente, valiente hombre —dijo Robbie, pero luego se puso serio—. Por supuesto que recuerdo esa comida. Era el soufflé de queso. Conseguiste tu primera victoria con esa comida. Hiciste el tuyo con cheddar, pepper jack y Gruyere, y parecía delicioso. Eso es lo que me gustaría aprender a cocinar contigo hoy. Si me enseñas. Julien sabía que Robbie era un fan de Chef Master, pero estaba más que impresionado de que recordaba las comidas que había cocinado hasta el último detalle. —Por supuesto que te enseñaré —dijo Julien, aunque no había cocinado esta comida en particular desde el mismo día al que Robbie se refería. —Gracias —dijo Robbie, y sus ojos se suavizaron al entender que Julien no estaba listo para reconocerlo. Uno, sabía podría ahogarse si lo permitía. —Correcto. Encontremos el resto de los ingredientes y empecemos a enseñarte cómo hacer mi famoso soufflé de queso, ¿de acuerdo?

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Capítulo V CONFESIÓN

No hay mejor sensación que saber a quien perteneces, y confiar al cien por cien.

—¡JULIEN! ¡JULIEN! Despierta. La voz suave tenía los ojos de Julien abriéndose de par en par para ver a su hermana arrodillada en el suelo al lado de su cama. Apenas había luz en su habitación mientras Julien se movía hacia su lado para poder asomarse a las puertas abiertas de su balcón. El sol aún no había salido. Dieu, ¿qué hora era? —¿Qué haces levantada tan temprano, ma petite poulette? Una sonrisa lo suficientemente brillante como para iluminar todo su dormitorio curvó los labios de Jacquelyn. —Cocinar. ¿Cocinando? Julien bostezó y se sentó, y cuando sus pies golpearon el suelo frío a su lado, maldijo y miró el reloj en su cómoda de las cinco y media. Merde, estaba loca. Preguntó: —¿Por qué cocinas tan temprano? —su tono expresaba claramente lo contrariado que estaba por ser despertado—. ¿Y por qué me despiertas? —Porque, tonto... es tu decimocuarto cumpleaños.

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Julien se acercó para tirar de la gruesa trenza que colgaba sobre su hombro derecho. —El tuyo también, petite sœur 26. Todavía no explica por qué te has vuelto loca repentinamente y estás corriendo por ahí antes del amanecer. Jacquelyn se puso de pie, con su vestido de verano alrededor de sus rodillas mientras caminaba de regreso hacia la puerta de su habitación y dijo por encima de su hombro: — Sí, así es. Porque finalmente lo hice. Julien ladeó la cabeza y ella se rio con puro deleite, esa sonrisa que se volvió engreída. —Finalmente cociné el soufflé de queso parfait. — Jacquelyn sonrió como una loca—. Y tú, mamá, y Aurélien dijeron que nunca lo conseguiría. ¡Psh! Sólo espera, Julien Thornton. Nunca probarás otro igual. Ni siquiera los tuyos son tan buenos...

EL SONIDO DE LAS LLAVES en la puerta principal del condominio hizo que la sonrisa de Jacquelyn se desvaneciera de la mente de Julien, y se encontró de nuevo en la cocina mirando los tazones de queso que había estado preparando para Robbie, que en estos momentos estaba ordenando la ropa que habían recogido de la casa de su Nonna de camino a casa esta noche. Las manos de Julien estaban apoyadas en el mostrador, y sus nudillos estaban blancos por lo fuerte que estaba aferrado al granito, anunciando la llegada de Priest, Julien trató de sacudirse de la memoria lo que le acababa de llegar. 26

Petite sœur: Hermanita.

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Se concentró en la suave música de Sinatra llenando la habitación mientras miraba fijamente el cuenco de cerámica blanca del pimentero, y se recordó a sí mismo: Era sólo un recuerdo. Ella no está realmente aquí. Nunca volverá a estarlo. Pero incluso mientras se decía eso, Julien podía ver la sonrisa de Jacquelyn, podía oír su risa, y podía sentir los suaves mechones de su cabello como si todo hubiera ocurrido ayer en lugar de los dieciséis años trascurridos. A medida que el sonido de los zapatos de Priest resonaban en la dura madera, Julien tomó el Gruyere y un cuchillo, y se concentró en cortarlo en cubos en un esfuerzo por parecer normal cuando su marido finalmente llegara junto a él. Dieu, como si Priest no tuviera suficiente con lo que lidiar ahora mismo, no necesitaba que Julien tuviera una de sus infames crisis. Así que olvídalo, Julien se ordenó a sí mismo. Pero cuando oyó a Priest dejar el maletín y las llaves, Julien se quedó como estaba, de espaldas al hombre que siempre podía ver a través de él, y decidió darse unos segundos más para intentar controlarlo.

CUANDO PRIEST ABRIÓ la puerta del condominio, no estaba seguro de qué esperar. Cuando se marchó esta mañana, había un aire de expectativa de que lo que había sucedido anoche se discutiría más tarde, cuando regresara, pero todavía no sabía más de la situación de lo que sabía cuando se marchó. No, para averiguarlo, iba a tener que investigar por su cuenta. Unas indagaciones muy cuidadosas. Y hasta entonces, no veía mucho sentido arrastrarlos por todo este lío, no cuando tenían algo mucho más inmediato en sus vidas, y se acercaba

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rápidamente: su viaje de regreso a L.A., sobre el que todavía tenían que preguntarle a Robbie. Priest cerró la puerta tras él, y al subir por el pasillo, oyó la música de Sinatra llenando la sala. Julien. Siempre asegurándose de que todos a su alrededor estén bien, pensó Priest, pero se olvida de cuidarse a sí mismo. Dejó sus pertenencias y entró en la sala de estar para buscar a su marido, y no se sorprendió en lo más mínimo al encontrarlo parado en la cocina frente a una tabla de cortar. Priest entonces escudriñó el resto del espacio pero no vio a Robbie en ninguna parte mientras caminaba a través del suelo de dura madera hacia la cocina, y mientras estaba allí de pie, se tomó un momento para disfrutar de la vista de Julien haciendo lo que más amaba en el mundo. Los anchos hombros de Julien llenaban la camiseta blanca que llevaba sobre un par de pantalones azul grisáceo, mientras tanto Priest caminaba por el centro de la isla, se fijó en los pies descalzos de Julien y sonrió. —Buenas noches —dijo Priest, y Julien lo miró con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Inmediatamente las campanas de alarma de Priest sonaron. Algo no estaba bien allí. —Bonsoir, mon amour27 —dijo Julien mientras dejaba el cuchillo que estaba usando, para luego acercarse saludar a Priest con un beso en los labios. Mientras se alejaba, Priest dejó que sus ojos se movieran más allá del hombro de Julien hacia la preparación de la comida que estaba sucediendo detrás de él, los ingredientes instantáneamente captaron su atención. —¿Qué hay en el menú esta noche? 27

Bonsoir, mon amour: Buenas noches, mi amor.

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Julien levantó su cuchillo y señaló hacia la puerta del dormitorio. —Vas a tener que preguntarle a tu chef de esta noche si quieres detalles. Y esta noche, ese no soy yo. Priest se acercó por detrás de Julien y le pasó los dedos por la parte baja de la espalda. —¿Es eso cierto? —Oui —fue todo lo que dijo Julien, antes de volver a cortar y llenar los cuencos con queso, obviamente evitando cualquier otra conversación. Una vez que terminó, y había dejado el cuchillo, Priest dijo: —¿Está todo bien? Julien no se volvió hacia él, no miró por encima de su hombro, simplemente bajó la cabeza, y Priest colocó la palma de su mano en su espalda. No. Por lo que parece, todo estaba lejos de estar bien. —¿Julien? —dijo suavemente, y llevó su mano hasta donde el hombro de Julien se encontraba con su cuello y comenzó a masajearlo—. ¿Qué está pasando? —No es nada. Estoy bien. —Julien se echó hacia atrás para palmear la mano de Priest, y Priest giró la suya para poder entrelazar sus dedos. —Date la vuelta —dijo Priest, y Julien se volvió hacia él—. ¿Robert nos hará suflés de queso para cenar? Julien abrió la boca para responder, pero Priest se adelantó. —¿Fue idea tuya o de él? Sé que ya no haces este plato. No lo has hecho desde...

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—Lo sé —dijo Julien, y luego se encogió de hombros—. Pero es lo que Robbie quería aprender a cocinar hoy. No podía decir que no. Ah, bien. Ahora las cosas estaban empezando a tener un poco más de sentido. Priest asintió lentamente mientras estudiaba las líneas en la tensa cara de Julien. Mi hermoso y problemático hombre, ni siquiera sabes lo que estás haciendo, pensó Priest. Pero Robert seguro que sí. —¿Qué? —preguntó Julien, cuando Priest permaneció en silencio. —Estaba pensando que Robert es un hombre muy inteligente. La mirada de confusión que llegó a los ojos de Julien no nació del desacuerdo sino del cambio en la conversación, así que Priest lo iluminó. —Él sabe lo que este plato significa para ti, Julien. Esta comida. No fue un accidente que te pidiera que lo hicieras con él. Julien negó con la cabeza. —No. No lo creo. Dijo que quería aprender la comida que me hizo ganar mi primer desafío. Nunca dijo nada más que eso. Además, nunca mencioné por qué lo elegí en el programa. De hecho, fui muy claro sobre no decir nada. Así es como conseguí mi apodo. Priest llevó sus manos unidas hasta los labios y apretó un beso en la palma de la mano de Julien. —Lo sé. Y también Robert. No es estúpido. Te está esperando. No olvides que vio todos los episodios. Te vio perder tu mierda en la televisión por haber sido interrogado sobre esta comida. Y ahora que sabe lo de Jacquelyn... Está esperando que te abras a él, Julien. Te está haciendo saber que está listo cuando tú lo estés.

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Los ojos de Julien se nublaron, y mientras miraba más allá del hombro de Priest hacia el dormitorio, Priest tomó la cara de Julien entre sus manos. —Si viene a L.A. con nosotros la semana que viene, tienes que hablar con él. —Lo sé —dijo Julien, sus ojos volviendo y fijándose en los de Priest—. Casi lo hice esta mañana después de que te fuiste, pero pasaron muchas cosas y cambié de opinión. —Lo entiendo, pero lo que está pasando conmigo no va a cambiar pronto. Así son las cosas —dijo Priest—. Y creo que esta noche podría ser un buen momento para hablar de ello, ¿no crees? —Oui, lo hago. —Bien —dijo Priest, y se sintió aliviado al ver que, como de costumbre, él y Julien estaban en la misma página—. Ahora, ¿dónde está nuestro chef de esta noche? Julien indicó su dormitorio con un levantamiento de su barbilla. —Entró allí para ducharse y organizar el espacio para su ropa. Priest miró hacia el suave resplandor que salía de su dormitorio. —¿Debería preocuparme? —Probablemente —dijo Julien, y una sonrisa finalmente curvó sus labios—. No ha salido desde hace casi una hora. —Que el Señor nos ayude a todos —dijo Priest mientras soltaba a Julien y se dirigía a la sala de estar—. ¿Qué tal si veo si puedo acelerarlo? No vayas a ninguna parte.

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—Promis28 —dijo Julien, y Priest se detuvo y miró hacia atrás para ver a Julien observándolo con expresión seria—. Ma place est juste là, auprès de toi. Mi lugar está aquí contigo. Las palabras de Julien tocaron a Priest más de lo que podría haber imaginado, especialmente con el recordatorio de anoche de que Julien merecía mucho más que un hombre asociado con aquellos que le habían dado la vida. Priest inclinó la cabeza y dijo en voz baja: —Bien. Je t'aime, Julien. —Je t'aime aussi29 —dijo Julien sin pausa—. Ahora ve a buscar a nuestro chef, ¿oui?

ROBBIE COLOCÓ SU chaqueta de color ciruela favorita junto a las otras chaquetas que había organizado cuidadosamente en el espacio que Julien le había enseñado, y cuando se conformó con que no se cayera de la percha ni se arrugara de alguna manera horrible, se alejó para admirar su trabajo. Ya, casi había terminado, pensó, mientras miraba los pantalones cuidadosamente doblados que iban desde vaqueros hasta cuero, y la brillante gama de camisas, Henleys, y suéteres doblados en los estantes que corrían alrededor de la parte superior del vestidor. Sin mencionar su fabulosa colección de zapatos forrando el perímetro del suelo. Mientras dejaba que sus ojos se movieran hacia las secciones del armario de Julien y Priest, Robbie sonrió para sí mismo. Realmente había añadido un toque de color a sus vidas, ¿no? Aun así, pensó que habría sido gracioso si su 28 29

Promis: Prometido. Je t'aime aussi: Yo también te amo.

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guardarropa hubiera estado en el medio. Todo su color en medio de los negros, cremas, grises y blancos. Oh, y estos trajes... Robbie pasó sus dedos por la cara lana de lo que sabía que tenían que ser los trajes perfectamente planchados de Priest. Luego tomó una de las mangas y se frotó la mejilla contra ella. Mmm, ¿hay algo más sexy que un hombre usando un traje? —¿Debería preocuparme que estés en el armario tocando una de mis chaquetas? ¿O debería achacarlo al comportamiento normal y esperar que lo hagas todos los días? Robbie se asustó con la voz de Priest, con un aire de culpabilidad dejó caer el material y se dio la vuelta. Priest estaba de pie junto a la puerta del armario con el hombro contra el marco y los tobillos cruzados, mientras recorría con la mirada a Robbie. —Yo... Yo sólo me estaba familiarizando con... —Robbie dejó de hablar cuando captó la sonrisa en los labios de Priest—. Te estás burlando de mí, ¿verdad? Priest se quitó del marco de la puerta y caminó hacia adelante hasta estar parado directamente frente a Robbie, y luego se inclinó y dijo contra sus labios: —Estoy jugando contigo. Pero si quieres que uno de mis trajes te envuelva desnudo, con mucho gusto te daré uno. Mientras yo pueda ver. Robbie abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera, Priest envolvió un brazo alrededor de su cintura y tomó los labios de Robbie en un beso que lo tenía aferrado a los brazos de Priest, para no desmayarse a sus pies. El cuerpo entero de Robbie respondió a la forma en que lo quería tomar Priest, y definitivamente tomó este beso. Deslizó su lengua entre los labios de Robbie y la enredó con la suya,

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gimiendo Robbie se colocó contra el frente de Priest y lo dejo hacer lo que quisiera. Manos fuertes acariciaron la espalda de Robbie, y cuando Priest agarró su culo y lo jaló aún más cerca, provocó que Robbie machacara sus caderas contra la polla gruesa que podía sentir que golpeaba contra él, entonces apartó la boca. —Dios —se las arregló Robbie, mientras Priest seguía amasando su culo—. ¿Me extrañaste hoy o algo así? Sí, era una pregunta descarada, pero a Robbie no le importaba. Quería que Priest lo echara de menos. Quería que Julien también. Demonios, los extrañaba cuando no estaban allí. Así que era lo justo, ¿no? —¿Qué te hace pensar eso? —Priest preguntó, pero la luz en sus ojos era un indicador claro para Robbie de que su serio abogado estaba jugando con él. —Oh, no lo sé, —dijo Robbie, mientras pasaba una de sus manos por las solapas de Priest y recogía alguna pelusa imaginaria—. Tal vez el hecho de que no puedas quitarme las manos de encima. O esa polla grande y encantadora que está probando la resistencia de la cremallera de tus pantalones. —Y yo que pensaba que escondía tan bien mis sentimientos. —Tus sentimientos, sí —dijo Robbie, para luego mover las caderas hacia adelante, haciendo que los dedos de Priest se apretaran contra su culo—. ¿Tu polla? No tanto. No es que me esté quejando. Resulta que me gusta mucho ese sentimiento tuyo. —Ya lo veo —dijo Priest al soltar a Robbie, y después le palmeó en el culo—. También veo que te las arreglaste para poner toda tu ropa aquí. Tengo que decir que tenía mis dudas.

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Robbie se giró de modo que estaba de nuevo frente a la ropa que había pasado la última hora arreglando. —Yo también las tenía. Pero parece que encajo perfectamente con vosotros dos. Entonces Priest puso sus labios junto a la oreja de Robbie y dijo: —No podría estar más de acuerdo. Robbie se estremeció cuando Priest lo rodeó y se aflojó la corbata, y mientras se quitaba la chaqueta, a Robbie no se le ocurrió nada que decir. Solo quería estar allí y mirar mientras Priest se desvestía para el resto del día, para relajarse. Bueno, tanto como Priest alguna vez se relajaba. —¿Te divertiste con Julien en el restaurante hoy? —Lo hice, —dijo Robbie, y tomó una percha vacía del estante y se la dio a Priest—. Me enseñó la comida que voy a cocinar para ti esta noche. —Eso dijo. Robbie asintió con la cabeza, mientras Priest devolvía el gancho que ahora sujetaba su chaqueta. Luego tomó su hebilla del cinturón, y Robbie dio un paso adelante, incapaz, y no deseoso de sofocar el repentino impulso que tenía de ayudar a Priest a desvestirse. Cuando las manos de Priest se detuvieron, Robbie lo miró y dijo: —¿Puedo? —Puedes. —Priest mantuvo los ojos cerrados, mientras Robbie tiraba de la lengüeta de piel del cinturón a través del broche de metal, luego la desabrochaba para así libérarla de los pantalones de Priest. Cuando finalmente el cinto estaba en la mano de Robbie, Priest dijo: —Aquí dentro —y abrió el cajón superior de uno de

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los cajones, donde varios otros cinturones estaban bien enrollados y sentados en el estante superior. Una vez que Robbie lo colocó en el lugar vacío, Priest cerró el cajón y bajó el brazo a su lado. —Ahora el resto, princesse. Y como si Robbie hubiera hecho esto un millón de veces antes en vez de, bueno, nunca, empezó a desnudar a Priest. Se agachó y desató los zapatos de Priest. Robbie se puso de pie y buscó el botón de los pantalones de Priest. —¿Esto está bien? —preguntó Robbie, pero se dio cuenta por la ferviente manera en que Priest lo estaba observando de que ciertamente estaba haciendo algo bien. —Está mucho más que bien. Las mejillas de Robbie se acaloraron por el placer que escuchó en la voz de Priest, y no podía creer cuánta satisfacción obtuvo al saber que él era el responsable de ello. Le desabrochó los pantalones a Priest, cuando se los quitó de las caderas rápidamente se arrodillo para ayudarle a salir de ellos, Robbie se encontró cara a cara con la erección muy obvia de Priest. Miró a Priest, quien le indicó la gran cesta de mimbre en el rincón, y después de que Robbie metió los pantalones adentro, se mojó los labios y se levantó sobre sus rodillas. Sabía que estaban a punto de prepararse para ir a hacer la cena, pero antes de que se fueran, necesitaba... Robbie se inclinó hacia adelante y frotó su mejilla sobre la suave moldura de algodón sobre la gruesa polla de Priest. El estruendo bajo que vino de arriba lo hizo hacerlo de nuevo, y las manos en su cabello hicieron que la boca de Robbie se abriera para que pudiera hablar suavemente hacia arriba de la polla contra la que se había estado moliendo antes.

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—Cristo, Robert. —Priest apretó las manos contra el cabello de Robbie e inclinó la cara hacia arriba—. Ten cuidado. Podría acostumbrarme a esto. Robbie se puso de pie y comenzó a desabrochar la camisa de Priest. —¿Qué parte? —Todo —dijo Priest sin pausa—. Me esperas aquí listo y duchado. Me saludas. Me estás desnudando. Todo ello. Robbie asintió, amando el sonido de eso, más de lo que nunca supo que lo haría. —Sí. —¿Sí? —preguntó Priest, mientras Robbie llegaba al último botón y deslizaba sus manos bajo la camisa para empujarla de los hombros de Priest. Mientras caía por los brazos de Priest, Robbie inclinó la cabeza y puso sus labios sobre el pezón izquierdo de Priest y dijo: —Sí. Una vez que la camisa de Priest estaba libre y él se quedó parado sólo en sus calzoncillos de boxeador, tomó las muñecas de Robbie y lo tiró hacia adelante para decir contra su boca: — ¿Te gusta la idea de eso? ¿de desnudarme? —Sí. Yo... —Robbie se mojó los labios, nervioso por lo que sentía y decía—. Me gusta hacer cosas por ti. Para Julien. Me hace sentir... Cuando Robbie se calló, Priest dijo: —¿Te hace sentir qué, Robert? —Necesario —confesó Robbie—. Querido. Me gusta saber que os satisfago a los dos. —Sí, mucho, mucho. Con o sin hacer esto.

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—Lo sé —dijo Robbie, mordiéndose el labio—. Pero nunca supe lo bien que me haría sentir hacer esto por alguien. Qué vital me hace sentir. Qué especial... Cuando Priest puso un dedo debajo de la barbilla de Robbie para levantarle la cara hacia arriba, todo el cuerpo de Robbie tembló de emoción ante el tacto. Esto fue poderoso. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Qué estaba sintiendo? Fue a un nivel que Robbie nunca antes había experimentado, uno que nunca había explorado, y nunca había estado más aterrorizado de lo que estaba ahora mismo al entregarle esta verdad a Priest. —Eres muy especial. Todos lo sabemos. Y cada día descubrimos otra razón. Así que, de ahora en adelante, si estás en casa cuando llegue aquí, me encantaría encontrarte esperando para desvestirme, sin que yo tenga que preguntar. ¿Lo entiendes? —Joder —dijo Robbie. —Esa no es una respuesta, Robert. —Sí. —Robbie asintió con entusiasmo—. Te estaré esperando. —Bien —dijo Priest, y bajó la mano—. Ahora, creo que Julien mencionó que nos vas a preparar la cena esta noche. Robbie intentó recordar cómo encadenar una frase mientras Priest cogía una sudadera gris y una camiseta negra de un cajón, y cuando se las puso, Robbie finalmente consiguió decir: —Sí. Así es. —¿Y qué vas a cocinar? —Sus famosos soufflés de queso.

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—¿Es eso cierto? —preguntó Priest mientras recogía su camisa y la tiraba en la cesta de la ropa sucia, y luego salió del armario con Robbie a su lado. —Lo es. Dijo que podía elegir cualquier cosa, y como soy un acosador total, quería aprender el plato con que ganó su primer desafío y… —¿Le ganó el apodo de 'el gilipollas'? —Sí. Exactamente. —Mmm. Eso podría haber sido parte de ello. Pero creo que lo pediste por otra razón, —dijo Priest, y cuando Robbie fue a negarlo, Priest arqueó una ceja. —Está bien ... sí —dijo Robbie, y se miró las manos, que se retorció, preguntándose si Priest estaría enojado por haber empujado a Julien hoy—. Esta mañana, cuando te fuiste, estábamos jugando en la cocina, y.… —cuando esas palabras salieron de su boca, los ojos de Robbie volaron hacia Priest. De repente sintió vergüenza de admitirlo. —Continúa, —dijo Priest, su expresión insinuando nada más que preocupación y curiosidad por lo que Robbie le estaba diciendo. No había ira ni celos en ningún lugar a la vista. —Bueno, me dijo algo que... —Robbie se detuvo y luego se encogió de hombros—. Tocó una cuerda. Intentó olvidarlo, pero fue muy triste, y sé que no sé qué pasó con su hermana y no quiero presionarlo ni nada. Pero hoy, cuando me pidió que escogiera algo para cocinar, ¿me di cuenta de que esta comida que hizo en el programa? Tiene algún tipo de conexión con ella, ¿no? ‘Muy significativo’. Tiene que hacerlo. ¿Y el hecho de que se puso a trabajar cuando presionaron para conseguir información sobre para quién la hizo? De todos modos, pensé

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que, si lo hacíamos juntos, él querría compartirlo conmigo. Desahogarse de las cosas que lleva dentro. Priest acunó la mejilla de Robbie y lo miró directamente a los ojos. —Eres muy inteligente, Robert Bianchi. Y muy dulce. Robbie puso sus manos sobre el pecho de Priest y le susurró —Estaba sufriendo, Joel. Quería ayudarlo. Pensé que esto podría. El beso que el Priest apretó contra los labios de Robbie fue casto comparado con el que acababan de compartir en el armario, y cuando levantó la cabeza, dijo: —Creo que podrías tener razón. Así que, ¿qué tal si vas a buscar a nuestro Gilipollas y nos cocinas un soufflé de queso?

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Capítulo VI CONFESIÓN

A veces los mejores recuerdos son los que ni siquiera te das cuenta de que los estás haciendo.

—PUAJ... NO CREO QUE YO hubiera pasado la primera prueba del Chef Master con este trabajo, —dijo Robbie, e hizo pucheros mientras miraba el suflé desinflado sentado frente a él. Durante los últimos cuarenta minutos, Julien había estado cuidando a su joven protegido y llevándolo a través de una de las recetas más difíciles que un chef podría intentar. De vuelta en su cocina en JULIEN, le había demostrado el proceso a Robbie y lo había ayudado en el camino. Pero esta noche, Julien había retrocedido y dejado que Robbie tomara la delantera. Julien se mordió el interior de la mejilla mientras examinaba los otros dos moldes en el mostrador y dijo: —Estos dos salieron... mejor. —Y no era una mentira. Se habían levantado un poco más alto que el que Robbie miraba con tristeza. Pero cuando Robbie miró a los dos delante de Julien, se colapsaron en el momento justo, como si hubieran estado esperando su atención. —Oh, mi Dios —dijo Robbie, y luego miró rápidamente a Priest, que acababa de sentarse a la mesa—. No puedo servirle eso.

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La mirada horrorizada en la cara de Robbie tenía una imagen repentina de Jacquelyn la primera vez que hicieron este plato con su mamá pasando por la mente de Julien -el soufflé de Julien había subido y el de ella había caído espectacularmente. —Sí, puedes, princesse. No le va a importar lo que parezca. Todavía sabe bien. Robbie se puso una mano en la cadera y apuntó con la cabeza hacia Julien como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. —¿Disculpa? Tú, el gilipollas, no me acabas de decir eso. Eres uno de los bastardos más quisquillosos cuando se trata de comida. Tiene que verse y saber bien. Ese es tu lema en la cocina y el mío para la vida en general. No voy a dejar que se meta esto en la boca. Julien señaló al molde de cerámica delante de Robbie. — Pongamos esto en un plato con unos bonitos aderezos, ¿oui? Y entonces se verá bien. No seas tan duro contigo mismo, mon cher petit30. Un soufflé, aunque básico en sus ingredientes, es increíblemente difícil de dominar. Hay chefs en todo el mundo que son los mejores en su campo que no pueden hacer uno. De hecho, uno de mis ídolos, Jacques Pepin, dijo una vez: La simplicidad es lo más difícil de lograr. Eso nunca es más evidente que con el soufflé. Robbie suspiró, y luego volvió a mirar los tres platos en el mostrador. —¿Lo conseguiste la primera vez que hiciste uno? —Oui, lo hice. —Por supuesto que lo hiciste.

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Mon cher Petit: Mi querida niña.

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—Por supuesto, —dijo Julien—. ¿Pero mi hermana? El de ella fue un desastre. Mucho peor que el tuyo. —Caramba, gracias. —Robbie frunció el ceño, haciendo reír a Julien, y de repente se encontró queriendo compartir esto con Robbie. —Uno de los suyos explotó en el horno de nuestra madre. —¿En serio? —dijo Robbie, mientras ponía un par de hojas de lechuga lavadas en el plato. —Oh, sí. Era un desastre. —Julien rio, y se permitió disfrutar del recuerdo cuando los labios de Robbie se inclinaron hacia arriba en una sonrisa. —Déjame adivinar: nunca dejas que ella escuche el final de esto. Julien sonrió mientras agregaba un poco de tomate cortado encima de la lechuga. —Puede que haya sido expresivo en mi superioridad, oui. Robbie puso los ojos en blanco y siguió a Julien hasta el plato. —¿Por qué no me sorprende? Julien se limpió las manos con el trapo de la cocina que había enganchado en los pantalones. —¿Porque eres mi acosador número uno? La cara de Robbie se sonrojó, pero luego levantó el hombro sin avergonzarse. —No es mi culpa que seas súper sexy. Sé un poco menos... bueno, todo, y la gente podría dejar de obsesionarse contigo. Oh, princesse, nunca querría eso, pensó Julien, ya que la tristeza que había estado sintiendo antes se había disipado, y

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le dio un beso a Robbie en la mejilla. —No quiero que dejes de obsesionarte conmigo. Robbie giró la cabeza y guiñó el ojo. —No hay señales de que eso suceda. —Bien. Eres único, y ahora que te hemos encontrado, no te vamos a dejar ir. —Los ojos de Robbie brillaron y Julien le dio un golpecito en la nariz—. ¿Algo que tú también deberías saber? El soufflé de Jacquelyn pudo haber explotado la primera vez. Pero lo practicó durante semanas después de eso, y en nuestro decimocuarto cumpleaños, lo perfeccionó y... Julien se quedó callado, y al no continuar, Robbie dijo en voz baja: —¿Y qué? Julien sonrió. —Fue, y sigue siendo hasta hoy, el mejor soufflé de queso que he probado. —¿Mejor que el tuyo? —Incluso mejor que el mío. Ahora, llévale esto a Priest. — Cuando Robbie fue a protestar, Julien dijo: —No tienes de qué preocuparte. Disfrutará de cualquier cosa que le hayas preparado, ya sea el mejor soufflé que hayas hecho o... —¿El peor? Julien cogió uno de los platos y se lo dio a Robbie. —Iba a decir que son tuyos. Robbie se burló. —Creo que podrían ser la misma cosa. —Y creo que sólo significa que practicaremos hacerlos juntos una y otra vez hasta que lo hagas bien. Robbie se quedó sin aliento, pero se llevó el plato. —De acuerdo, eso lo hace un poco mejor.

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—Estoy tan contento de oírlo —dijo Julien, y descubrió que realmente lo estaba—. Ahora vete. Traeré el vino.

JULIEN TENÍA RAZÓN. Priest no se quejó de su comida ni una sola vez. De hecho, con cada bocado que daba, elogiaba algo nuevo sobre el plato. El sabor, la textura, la elección del queso, por el amor de Dios, y finalmente Robbie dijo: —Está bien, puedes parar —mientras colocaba su servilleta sobre la mesa —. Sé que estaba horrible. Priest tomó un último sorbo de su vino y negó con la cabeza. —No. No lo esta. Robbie le echó sí, la correcta mirada. —¿Cómo puedes decir eso? Jules es uno de los mejores cocineros del mundo. —Lo es, —dijo Priest, y dirigió una orgullosa sonrisa en la dirección de Julien antes de volver a prestar atención a Robbie —. Por eso esto sabe tan bien como la primera vez. Julien terminó de comer y se sentó en la silla mientras Priest se alejaba de la mesa y se ponía de pie. —¿Fue un poco plano? Sí, —dijo Priest, mientras se acercaba al lado de Robbie y recogía su plato vacío—. Pero lo intentaste, y te lo agradezco. —Puso un beso en la mejilla de Robbie—. Gracias por la cena, cariño. Lo disfruté muchísimo. Robbie se conmovió bajo los elogios que sabía que no merecía y sintió que su corazón latía un poco más rápido. —Creo que es mi trabajo limpiar la cocina, —dijo Priest, mientras tomaba el plato que Julien le estaba ofreciendo.

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Mientras Priest los llevaba al fregadero, Robbie se puso de pie y recogió las copas de vino para seguirlo, mientras Julien se dirigía al sofá. Una vez que estaba en la cocina, Robbie se acercó al lugar donde Priest estaba lavando los platos, y colocó las copas en el mostrador a su lado. —Entonces, ¿vosotros dos siempre coméis en la mesa? Priest colocó uno de los platos en el fregadero de enfrente, preparándolos para el lavaplatos, y después miró a Robbie. — La mayor parte del tiempo, sí. ¿Por qué lo preguntas? Robbie apoyó la cadera contra el mostrador y miró a Julien, que estaba sentado frente a ellos, escuchando la conversación. —Sólo trato de aprender sus hábitos, supongo. Mi madre siempre insistía en que la cena se comiera en la mesa, y también mi Nonna. Era tiempo de familia, también conocido como tiempo de chismes, en la casa de los Bianchi. Me gusta que vosotros dos también hagáis tiempo para comer juntos. Cuando Priest terminó de enjuagar el último plato, cerró el grifo y abrió el lavaplatos para comenzar a apilarlo. —Nunca tuve una mesa para cenar o el tipo de familia que se sentaba alrededor de una cuando era niño. Pero cuando conocí a Julien, y empezamos a salir, siempre ponía la mesa y comía allí, y me encontré queriendo su compañía, así que me uní a él. Robbie quería derretirse en un charco ante el amor obvio en la voz de Priest, y cuando miró a Julien para verlo mirando a su marido, Priest añadió: —Y ahora queremos la tuya. Cuando Robbie lo miró, Priest se enderezó y buscó los utensilios en el fregadero. —Me gusta la mesa —dijo Priest—. La idea de ello. Que al final del día te reúnas con aquellos que te importan para compartir una comida y compartir tus éxitos o fracasos. Es el momento en que te conectas y disfrutas de la buena fortuna del otro o te ayudas mutuamente en lo malo. Es

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un lugar seguro. Y si estamos en la misma casa a la misma hora para una comida, siempre haremos un esfuerzo para sentarnos juntos sin interrupción. Una sonrisa apareció en los labios de Robbie mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. —¿Es esa tu sutil forma de decir que los teléfonos móviles están prohibidos? Priest finalmente cerró la puerta del lavaplatos y presionó el botón de encendido, después se lavó las manos y se las secó. —No. No hay nada sutil al respecto. En esta casa, hay dos reglas con respecto a los teléfonos móviles. —¿Reglas? —preguntó Robbie, y se rio. Lo que interrumpió abruptamente cuando Priest tomó su barbilla en su mano y dijo: —Sí, reglas. La primera es que se van durante la cena. Si estás comiendo en esta casa con Julien y conmigo, por favor asegúrate de mostrarnos la cortesía de querer estar aquí. Es realmente muy simple. Cuando Priest lo dejó ir y caminó junto a él, el olor de su colonia se metió en la nariz de Robbie y cerró los ojos por un segundo para disfrutarlo. Demonios, el hombre olía increíble. —¿Y la segunda? —preguntó Robbie, mientras se dirigía a la sala de estar. —Sexo —dijo Julien, y cuando los pies de Robbie se detuvieron, Julien se rio—. La segunda regla, Princesse, es mejor que tu teléfono esté apagado durante el sexo. Robbie volvió los ojos hacia Priest, que ahora estaba de pie junto al sofá.

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—No debería tener que explicar eso —dijo Priest—. Pero si te tengo desnudo, o estoy a punto de poner mi polla dentro de ti y tu teléfono suena... No voy a estar muy contento. —Eh, noticias de última hora —dijo Robbie— yo tampoco. —Bien —dijo Priest—. Entonces todos nos entendemos. Robbie caminó alrededor al sofá vacío mientras Priest se sentaba al lado de Julien, y cuando fue a sentarse frente a ellos, Priest hizo un gesto con el dedo. Robbie miró a Julien, quien le sonrió con malicia, pero entonces caminó alrededor de la mesa de café hacia los dos. Priest cruzó una de sus piernas sobre la otra, y cuando Julien hizo lo mismo, Priest dijo: —¿Qué te parecería sentarte aquí esta noche, entre nosotros en la alfombra? Robbie miró la suave angora bajo sus pies y movió los dedos de los pies en ella, y luego levantó los ojos a los de Priest. —Me sentiría como en casa —susurró Robbie. —Entonces deberías sentarte, princesse, —dijo Julien, capturando la atención de Robbie, quien al mirar a Julien, vio una luz posesiva en sus ojos que nunca antes había visto—. Porque es precisamente donde te encuentras.

CUANDO ROBBIE LENTAMENTE se arrodilló, Priest tomó de la mano a Julien antes de prestar toda su atención al hombre que ahora lo observaba con una expresión tranquila en su rostro. —Robert, nos gustaría hablar contigo sobre el próximo fin de semana.

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Un ceño fruncido apareció entre las cejas de Robbie, y Priest automáticamente extendió la mano y deslizó las puntas de sus dedos sobre el ceño. —No te preocupes tanto. No es nada malo. Pero Julien y yo tenemos que irnos por un par de días. —¿Los dos? —preguntó Robbie, y Priest no pudo detener el tic de sus labios al sonido de la decepción en la voz de Robbie. Fue muy satisfactorio saber que Robbie quería a los dos alrededor. —Oui, los dos, —dijo Julien, y entonces dibujó con sus dedos la línea de la mandíbula de Robbie para suavizar el golpe. —¿Adónde van? —preguntó Robbie—. ¿Cuándo? ¿Es por una noche o dos? Priest no pudo evitar la sonrisa que apareció en sus labios. —Volaremos a Los Ángeles el viernes y nos quedaremos hasta el domingo. —Entonces, ¿dos noches? —Sí. Estaríamos fuera dos noches. Los labios de Robbie se tensaron en una línea infeliz, pero luego se encogió de hombros como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de que estaba bien con todo. —De acuerdo. —¿De acuerdo? —preguntó Priest, y negó con la cabeza. —¿Qué? Está bien. Estaré bien por un fin de semana. Soy un adulto, sabes. Priest soltó la mano de Julien y descruzó sus piernas para poder sentarse hacia adelante, sus brazos descansando ahora

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sobre sus muslos. —Sé que eres un adulto, créeme. Pero también sé que estás mintiendo ahora mismo. ¿Y qué dije sobre eso? Robbie puso los ojos en blanco, pero se balanceó un poco en sus rodillas. —Dijiste que no lo hiciera. —Correcto. Entonces, ¿por qué estás mintiendo? —No lo hago. —Sí. Lo haces. ¿Y sabes cómo lo sé? —¿Cómo? Priest extendió la mano y le pasó un dedo por el labio enfurruñado de Robbie. —Porque la idea de dejarte atrás nos hace sentir cualquier cosa menos bien. Robbie se quedó sin aliento y sus ojos se fijaron en Julien. —¿Vraiment? Una luz complacida apareció en los ojos de Julien por el uso del francés por parte de Robbie, pero luego se desvaneció. — Vraiment. Tengo que volver a L.A. para el aniversario de mi hermana. Es un momento horrible. No mentiré sobre eso. Pero tener a Priest allí siempre ayuda, y yo… —Julien dejó de hablar, y mientras tragaba un trago de aire, Priest soltó a Robbie y pasó una mano sobre el muslo de su esposo, ofreciéndole su apoyo silencioso—. Realmente me gustaría que estuvieras allí con nosotros. Sé que es mucho pedir, pero…. —Estaré allí —dijo Robbie, mientras agarraba la mano de Julien y le entrelazaba los dedos—. Quiero ir contigo. Sólo dime a qué hora vuelas y me compraré un billete. —Robert —dijo Priest, y Robbie se volvió en su dirección—. Ya tenemos un billete para ti. —¿En serio?

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—Sí, —dijo Julien— pero honestamente, no estaba de que quisieras venir con nosotros. Como dije, es pedirle a alguien al principio de una nueva relación, circunstancias que rodearon lo que pasó? No son favorables para mí.

seguro mucho ¿y las muy...

—Julien —dijo Priest, odiando que Julien se culpara a sí mismo. Julien se volvió hacia él, y sus ojos tenían ese aire embrujado que siempre tenían cuando hablaban de su hermana. —Sabes que es verdad, mon amour. Él también necesita saberlo. —¿Necesito saber qué? —demandó Robbie. —Todo. —Julien se enfrentó a Robbie otra vez—. Lo bueno y lo malo, princesse. Mereces saberlo todo si vas a compartir tu vida con nosotros. Incluso si eso significa que al final dejes de mirarme como lo estás haciendo ahora. Robbie negó con la cabeza mientras se ponía de rodillas. — Eso no cambiará. Pero quiero entender. Quiero saber qué pasó con tu hermana. Cuando estés listo para decírmelo. El pecho de Priest se apretó contra la honestidad detrás de las palabras de ambos hombres, y cuando Julien tomó la boca de Robbie en un tierno beso, deslizando sus dedos a través de ese pelo que era suave como la seda, Priest vio a los dos hombres que ahora consideraba suyos convertirse en uno. Robbie se acercó a Julien, alzando la cabeza para permitir un deslizamiento más profundo de esa lengua francesa dentro de su boca, y el gemido que brotó de Julien hizo que la polla de Priest se endureciera en sus pantalones. ¿Sus hombres? Eran hermosos juntos.

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—Robbie... —Julien suspiró, e inmediatamente se alejó. —No. No te asustes —dijo Robbie—. No te alejes de mí como lo hiciste esta mañana. Déjame conocerte. Muéstrame tu verdadero yo. Confía en mí con eso. —Sí, —dijo Julien, y luego miró a Priest—. Ambos lo hacemos. Cuando Robbie también miró a su alrededor, Priest inclinó su cabeza, y la sonrisa que le dio forma a los labios de Robbie era dulce, el rubor que cubría sus mejillas tan entrañables, que Priest contuvo el aliento. Robert Bianchi se estaba metiendo debajo la piel de maneras que no había esperado, y eso nunca fue más evidente de lo que era en ese momento. Le encantaba la forma en que Robbie trataba a Julien con amabilidad y paciencia. Cómo tocó a Julien, cómo se preocupó por él, de la misma manera que él mismo lo hizo. Y tal vez, más que nada, a Priest le encantaba la forma sencilla con la que Robbie se había adentrado esta noche en su bien protegida fortaleza. Había sido sutil y dulce, y no sólo había derribado las paredes de Julien, sino que había empezado a astillar en casa de Priest. —Viens ici —dijo Julien, y Robbie se dio la vuelta y apoyó la espalda en el sofá para poder recostar su cabeza contra el muslo de Priest e inclinar su cara hacia Julien—. Empecemos con lo bueno esta noche, ¿oui? Déjame contarte un poco más sobre mi Jacquelyn, porque ella te hubiera amado, princesse, mucho...

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Capítulo VII CONFESIÓN

La mitad de mi corazón y la mitad de mi alma siempre serás tú, ma petite poulette.

—¿JACQUELYN? —LLAMÓ JULIEN, mientras subía las escaleras hasta donde estaban las habitaciones. Era viernes por la tarde y la escuela acababa de terminar para las vacaciones de primavera, y si él conocía a su hermana, ella ya estaba en el teléfono planeando sus próximas dos semanas de socialización. —¿Jacquelyn? ¿Jacquelyn? ¿Dónde estás...? Jacquelyn siempre fue el alma de la fiesta. Él, por otro lado, era más reservado que extrovertido. Prefería ser reservado, lo cual era difícil cuando tu hermana era una de las personas más conocidas de la escuela, ¿y después de lo que había pasado la semana pasada? Julien deseaba que fuera más como la... menos conocida. En los últimos meses, las cosas se habían vuelto más intensas para él en la escuela. En un abrir y cerrar de ojos, su vida había cambiado completamente, y todo gracias a una cosa: finalmente había salido como gay. Su familia y amigos habían estado asombrados -nada más que apoyo- pero a su vez, había ganado la libertad de explorar todo lo que venía con “estar fuera”. Cosas que creía que

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siempre había querido. Como citas, novios y, por supuesto, Timothée Martin. Timothée Martin, que había roto su corazón para que todo el instituto lo viera, y si no hubiera sido por Jacquelyn diciéndole a cualquiera y a todo el mundo que retrocedan y se metan en sus malditos asuntos, o van a tener que tratar conmigo, probablemente se sentiría mucho peor de lo que se sentía actualmente.

—MUY BIEN, SÓLO PARA que conste, ya la amo —dijo Robbie mientras apuntaba hacia Julien—. Iba a patear el trasero de todos porque hablaban mal de ti. Eso es lo que se llama una perra malvada. Mis hermanas también son así. Priest se rio por detrás de Robbie en el sofá, y Robbie rápidamente giró la cabeza para mirarlo. —¿Y por qué eso te hace reír? Los labios de Priest se curvaban a un lado, su despeine le daba un atractivo pícaro. —Porque no puedo imaginar que necesites que alguien te defienda. Perdiendo algo de su actitud, Robbie dijo: —Oh, bueno, no siempre fui tan fabuloso, ya sabes. He tenido mi parte de desamores. Tuve uno el año pasado. —Nathan, ¿verdad? —dijo Julien, y Robbie miró hacia él y asintió. —Sí. Pero no estamos hablando de él en este momento. De hecho, probablemente sea mejor que nunca hablemos de él. —No estoy de acuerdo —dijo Priest, y luego miró a Julien.

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—Como yo. Nuestro pasado nos moldea, princesse. Lo queramos o no. Especialmente ese imbécil de Nathan. Robbie resopló y comenzó a retorcer el dobladillo de su camisa entre sus dedos. —Vale, te hablaré de él, algún día. Pero no esta noche. Esta noche, estamos hablando de Jacquelyn, y quiero oír más, si eso está bien. Priest extendió la mano y tomó la mano libre de Julien, y mientras todos se sentaban allí, de una u otra manera conectados, Julien asintió. —Por supuesto que está bien. Ahora, ¿dónde estaba? —Estabas tratando de encontrarla —dijo Robbie con una sonrisa—. Eran las vacaciones de primavera. —Oh, oui, tienes razón...

CUANDO JULIÉN LLEGÓ a la puerta de Jacquelyn, llamó a la puerta y dijo: —¿Estás aquí arriba, ma petite poulette? Mamá y papá quieren hablar con nosotros...

—ESPERA UN SEGUNDO —dijo Robbie, y luego hizo un gesto de tristeza—. Lamento interrumpir. —Sí, podemos decirlo por la forma en que sigues haciéndolo, —dijo Priest, pero Robbie simplemente puso los ojos en blanco.

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—Lo siento. Pero eso sonó como algo importante, y no quiero perderme nada. Estoy aprendiendo, ¿recuerdas? ¿Qué significa ‘ma petite poulette’? Julien asintió. —‘Ma petite poulette’ es como yo llamo a Jac… pardon. Es como solía llamar a Jacquelyn. Mi pequeña chica. Robbie apretó la rodilla a Julien y le susurró: —Lo siento, no quise... —Non, está bien. Usaré el inglés de ahora en adelante, para que no te pierdas nada importante. —Julien apoyó su mano sobre la de Robbie y continuó.

EMPUJÓ la puerta de Jacquelyn y la vio sentada en el asiento del banco de la ventana con una hoja de la ventana abierta, el teléfono apretado contra su oreja y un cigarrillo largo y delgado entre sus labios. Miró con culpa por encima de su hombro, su largo y oscuro pelo ondeando hacia la mitad de su espalda, y cuando vio que sólo era él, le hizo un gesto para que se apresurase y entrase. Julien negó con la cabeza, pero entró en su habitación y cerró la puerta tras él. —Tengo que irme, Léa, Julien está aquí. —Jacquelyn se detuvo, y luego se rio de algo que su amiga le había dicho—. Ya quisieras. Pero no eres su tipo. Julien puso los ojos en blanco y cogió el libro que yacía abierto en la silla de lectura de mimbre en la esquina de su

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habitación -Little Women31 de Louisa May Alcott. Le había dado eso para su cumpleaños hacia años. —Ahora que está soltero, —Jacquelyn dijo riendo— tu hermano Clément podría tener una oportunidad. Julien sacó el cojín, que estaba también sobre la silla, y se lo tiró a la cabeza, mientras que Jacquelyn le sacaba la lengua. —Sí, sí, lo sé. Adiós. —Terminó la llamada, luego apagó el largo cigarrillo y buscó una vieja vela. Dejó caer la colilla y después volvió a poner la tapa.. —¿Estás leyendo Mujercitas otra vez? —dijo Julien mientras caminaba por la habitación—. ¿Qué es esto? ¿La millonésima vez? —Probablemente, pero sabes lo mucho que me gusta, — dijo Jacquelyn y luego citó: —Algunos libros son tan familiares que leerlos es como estar en casa otra vez. —Lo sé. —Julien no podía contar cuántas veces había tenido que escuchar a su madre leer ese libro una y otra vez a Jacquelyn cuando era niña. Inspeccionó la columna vertebral deshilachada y los bordes desgastados de la tapa dura—. Esta copia está casi gastada. —Esta copia —dijo, mientras se la quitaba— es mi favorita, y no dejaré que hables mal de ella. —No me atrevería. Aunque cuestiono el hecho de que tu libro favorito sea sobre tener hermanas... Jacquelyn se rio. —Por supuesto que sí. Pero no deberías. Cada vez que lo leo, siempre pienso en cómo cada uno de ellos es de alguna manera como nosotros. Y sin embargo hay cuatro de ellos y sólo dos de nosotros. ¿Qué tan afortunados somos? 31

Little Women: Mujercitas.

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—Siempre he dicho el más afortunado. —Exactamente. Este libro simplemente prueba eso. Además, me veo como Jo y tú como Meg, así que no te preocupes, me las arreglo para ponerte ahí, incluso como hermana. —¿Meg? No era ella la... —Cuando Jacquelyn saltó desde la ventana, Julien vio el paquete de cigarrillos en el alféizar y los recogió—. ¿Cuándo empezaste a fumar esto? —Ahh ... Meg era la bella pero siempre responsable —dijo, y negando con la cabeza añadió: —Suenas igual que papá. No a mi hermano a quien adoro y adoro. —Ajá —dijo, pero la miró de cerca, haciéndole saber que no estaba libre de culpa sólo porque, en este caso en particular, tenía razón. Él era el responsable, mientras que ella era la impulsiva e imprudente de los dos—. Puedes dejar de besarme el culo. No voy a delatarte. —Oh, bien —dijo con una sonrisa, y luego besó su mejilla —. Sólo quería probar uno, eso es todo. —¿Uno? —preguntó Julien, y miró el paquete rectangular que tenía en la mano. —Sí. Un... paquete. —Se dirigió a su tocador, donde recogió un frasco de perfume y lo roció por todo el lugar y luego caminó a través de él. Julien tosió y agitó la mano frente a su cara. —Mierda, rocía un poco más la próxima vez, —dijo, y cuando ella se volvió hacia él y lo sostuvo con un destello taimado en su ojo, Julien la miró con ira—. Ni lo pienses o le diré a mamá dónde puede encontrar evidencia de esta nueva moda por la que estás pasando.

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—No es una moda. Es... sofisticado. Chic. —Claro que sí, —dijo Julien mientras caminaba hacia la puerta de su habitación—. Hasta que tengas cáncer. Tal vez quieras rociar un poco más de eso. Mamá y papá quieren hablar con nosotros. Sonaba importante. —¿En serio? Julien asintió. —Espero que no hayan cambiado de opinión sobre Niza. Realmente quiero irme por un par de semanas. —¿Por Timothée? —Mientras los dos se dirigían por el pasillo hacia las escaleras, Jacquelyn deslizó su mano a través de la curvatura de su brazo y apoyó su cabeza en su hombro—. Deja de preocuparte por él. Si deciden quedarse aquí durante las vacaciones, te presentaré a Clément. Realmente es tu tipo, mucho más que Timothée. Clément es alto, deportista... algo así como un idiota a veces. Pero creo que os llevaríais muy bien. —Creo que paso. No se parece en nada a mi tipo, —dijo Julien, moviendo la cabeza. —Es el tipo de todos. Y de todos modos, te haría bien salir con alguien con más confianza, en lugar de una cosita tranquila como Timothée. —Eres tan inteligente y sexy. —La fastidió Julien. —Como si no fuera a añadir eso, —dijo Jacquelyn—. Somos gemelos. Julien suspiró. —Mira, me gusta... la gente tranquila. Soy reservado. —No, no lo eres. Sólo crees que lo eres.

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—Bueno, ¿no crees al menos que podrías ayudarme a salir con alguien que fuera gay? —¿Olvidé mencionar que Clément está al cien por ciento interesado en la polla? Pues bien, lo está. ¡Sorpresa! —Ella le guiñó un ojo. —No me vas a preparar una cita, Jacquelyn. Por favor, dime que no lo has hecho ya. —Oh, vamos. Léa cumple diecisiete años la semana que viene y Clément tiene diecinueve. De nuevo, perfecto. No hay nada más sexy que un tipo mayor. Ellos saben qué hacer, o eso me han dicho. Mientras caminaban hacia la cocina, donde esperaban sus padres, Julien se frotó una mano sobre su cara, la idea de una cita a ciegas le hacía sentir náuseas. —Recuérdame otra vez por qué te amo. —Porque... —dijo ella, y besó su mejilla— somos gemelos. Obvio, tienes que hacerlo. O es como no amar la mitad de ti mismo Julien se rio y le apretó en el brazo. —Bien, iré a la fiesta. Pero eso es todo. No prometo nada más. —Está bien, está bien —dijo Jacquelyn, entonces ambos se dirigieron a la pequeña isla de la cocina donde había un plato de macarrones recién hechos. Sin duda de Aurélien, de esa mañana. —Ahí están los dos —dijo su mamá mientras ella y su papá entraban a la cocina. Se acercó a Julien y le puso un brazo alrededor de los hombros—. Tenemos que hablar con vosotros.

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—Sí, —dijo su padre, y asintió—. En realidad, sí. Es sobre mi trabajo. Verán, a principios de mes, recibí una oferta de sociedad en Bartlett&Latham. Julien miró a su padre, sorprendido por lo que acababa de oír. —¿No es esa... la firma en América? —Sí. Para la que trabajé cuando eran pequeños, y he seguido trabajando por correspondencia en los últimos años. He pensado en ello y lo he discutido largamente con tu madre... —Pero... —interrumpió Jacquelyn, y luego se detuvo como si su cerebro estuviera tratando de ponerse al día con lo que él estaba diciendo—. Pero, ¿qué significa ser socio allí? Viviendo aquí. Pero Julien no necesitaba que su padre se lo explicara. Él ya sabía la respuesta. Iban a mudarse a América. De eso querían hablar. Y todo lo que podía pensar era cómo todo en su vida estaba a punto de cambiar... otra vez. —De eso es de lo que tenemos que hablarles —dijo su mamá como si estuviera en el momento justo, y apretó el brazo de Julien—. En vez de ir a Niza para las vacaciones de primavera, ¿qué os parecería ir a Los Ángeles?

—Y ASÍ ES COMO YO terminé aquí —dijo Julien en la sala, por lo demás silenciosa. Priest lo miraba con una expresión atenta pero cautelosa, y Robbie parecía como si estuviera esperando que dijera algo más. Sin embargo, eso fue todo de lo que Julien estaba en condiciones de hablar en ese momento, porque todo lo que

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vino después le llevó a un final sobre el que preferiría no entrar en detalles esta noche. —Vosotros dos sonabais como mis hermanas y yo —dijo Robbie, una expresión de nostalgia cruzando su rostro— y aunque no lo creas, yo también he tenido que pasar por Mujercitas. Creo que es un rito de iniciación para que las madres se lo lean a sus hijas. Sólo éramos los espectadores desafortunados. —Creo que tienes razón —dijo Julien, y luego se oyó a sí mismo añadir: —Me gustaría conocerlas algún día. A tus hermanas. Robbie arrugó la nariz y luego comenzó a reírse. —Uh, revelación completa. Están un poco locas, igual que lo estaba Jacquelyn. Tan pronto como lo dijo, Robbie se congeló. El uso del tiempo pasado fue un destructor de todas las cosas ligeras y juguetonas, ya que la realidad de por qué Julien había estado hablando de Jacquelyn en primer lugar regresó. —Nooo... —Priest se sobresaltó, haciendo que ambos hombres salieran de su momento y se volvieran para mirarlo—. No creo que eso sea posible. ¿Tienes hermanas locas? Pero eres tan sensato y reservado. Entonces, la tensión en la habitación se filtró como el aire de un pinchazo en un globo, mientras Robbie se ponía de rodillas y empujaba a Priest en el brazo. —Estás tan gracioso esta noche. Priest cogió la muñeca de Robbie y tiró de ella hasta que cayó en el sofá entre ellos. —Ese soy yo —dijo Priest inexpresivo—. Un absoluto alborotador.

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Julien captó la seriedad en los ojos de su esposo cuando llevó a Robbie a su regazo, y supo que Priest los estaba alejando casualmente de un tema que estaba comenzando a aumentar la ansiedad de Julien. Robbie excavó en el brazo de Priest, y Julien subió sus piernas por encima de sus muslos y pasó una mano arriba y abajo por el material que los cubría. Esto es agradable, estar aquí así, pensó Julien, mientras Robbie agarraba su mano y entrelazaba sus dedos. —Gracias —dijo Robbie, cuando Julien miró a su alrededor. —¿Por qué? —Por compartir un poco de ella conmigo esta noche. Julien se inclinó mientras Robbie se sentaba, y luego tomó su cara entre las manos y besó sus labios. —Gracias por escuchar. —Cuando quieras —susurró Robbie, y mientras Julien se alejaba, Robbie añadió: —Lo digo en serio. Cuando quieras, Jules. No voy a ir a ninguna parte. Mientras Julien asentía con la cabeza se sentó, y sintió los ojos de Priest sobre él y levantó la vista para ver cómo le daba un beso en la cabeza a Robbie. Había perdido esa expresión cautelosa que tenía antes y ahora llevaba una llena de adoración y asombro, y Julien sabía que era tanto para él como para el hombre que ahora estaba bostezando. —En realidad eso es mentira —dijo Priest finalmente, con lo que Robbie se alejó para mirarlo—. Tú te vas a la cama. Todos lo haremos. Anoche fue duro. Hoy ha sido un día largo. Y creo que todos necesitamos una buena noche de sueño.

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Robbie resopló. —Dice el hombre que no duerme. —Sabes a lo que me refiero. No seas insolente. —¿O? —O, —dijo Priest mientras se movía hacia adelante en el sofá— te daré vuelta sobre mi regazo y será tan difícil para ti dormir esta noche como lo será para mí. Pero por razones muy diferentes. —Bien. Estoy un poco cansado. Así que me comportaré, — dijo Robbie, y luego miró a Julien—. ¿Cuándo va a entender que una nalgada no es una amenaza? Pero antes de que Julien pudiera responder, un chillido de alegría dejó a Robbie, cuando Priest se puso de pie con él en brazos. —Vaya, Sr. Priestley, —dijo Robbie, y puso el dorso de su mano en su frente, imitando un desvanecimiento— primero la amenaza de una nalgada y ahora este comportamiento prepotente. Exijo que me bajes ahora mismo, bruto. Una de las cejas de Priest se levantó mientras miraba a Robbie. —¿Bruto? Cuando Robbie empezó a reírse, Julien se puso a su lado. —Sí, ¿sabes? Salvaje, bestial, pícaro. Ohhh —dijo Robbie, y miró a Julien—. Con esta barba, se parece totalmente a un Highlander escocés que arroja troncos en su tiempo libre. ¿No es así? Julien se acercó para pararse frente a Priest, así que Robbie estaba siendo sostenido entre ellos, estudió la hermosa cara de Priest, y asintió. —Estaba pensando antes que se veía muy pícaro esta noche con esta iluminación.

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Robbie puso una sonrisa en sus labios y apuntó al hombre del que estaban hablando. —Se supone que debes desanimarlo, Julien —dijo Priest—. No animar. Julien pasó sus ojos sobre los ángulos audaces y los rasgos fuertes que formaban la cara que amaba, y luego se inclinó sobre Robbie para besar los labios de Priest. —Cuando tiene razón, tiene razón. —Julien besó a Robbie y apretó el bíceps musculado de Priest—. Voy a darme una ducha rápida antes de acostarme. Los veré a ambos ahí. Priest asintió con la cabeza, y Robbie también, ambos entendiendo que Julien necesitaba un momento para recuperarse después de los sucesos de hoy. Y mientras se dirigía a la ducha, Julien oyó a Robbie susurrar: —¿Se pondrá bien? Priest, honesto como siempre, respondió: — Eventualmente.

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Capítulo VIII CONFESIÓN

Sostenme, s'il te plaît32. Me estoy cayendo.

ALREDEDOR DE CUARENTA MINUTOS más tarde, Julien se estremeció mientras dormía y agarró las sábanas para quedarse enganchado en contra de la caída en espiral. El sueño se había llevado a los tres que estaban ahora duchados y entrelazados bajo las sábanas. Pero mientras dos de ellos se adormecían sin sentido, los pensamientos de Julien se habían alejado de él. Lejos de la habitación, y los hombres, que lo habían distraído esta noche, y en la oscuridad, donde los viejos fantasmas lo habían encontrado una vez más. —Has pintado un bonito cuadro esta noche, Julien. Pero no muy preciso. ¿Realmente pensaste que me había ido? Julien sacudió la cabeza contra la almohada y cerró los ojos, intentando desterrar la voz de ella de su mente, pero no sirvió de nada. Mientras su pulso se aceleraba, su cuerpo temblaba, y el sudor le brotaba en la frente. No eres real, pensó, y enrolló sus dedos alrededor de la sábana como si fuera un salvavidas. —Tú no eres real.

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s'il te plaît: Por favor.

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—¿No lo soy? —se burló la voz familiar—. ¿Entonces por qué sigo aquí? Ante la voz familiar, los ojos de Julien se abrieron de par en par y se llevó una mano hasta el pecho. No podía respirar. Mierda. Estaba perdiendo la cabeza. Parpadeó varias veces, intentando concentrarse en la habitación en la que sabía que estaba, pero todo lo que vio fueron sombras bailando por el techo. Sombras tomando forma en la forma de quien ahora lo perseguía. —Nunca te librarás de mí. ¿Comprendes? Soy el crimen que cometiste. Esta cara, no la chica de ojos brillantes, pero esto. El que quieres olvidar. Siempre estará aquí. Siempre... La frente de Julien estaba empapada ahora, su corazón latiendo a una milla por segundo. Pero aparte de la sangre que corría alrededor de su cabeza, el único otro sonido en la habitación era el de los dos que estaban a su lado, respirando uniformemente mientras dormían. Oui, concéntrate en ellos, se dijo, y cerró los ojos otra vez. Esto es solo una pesadilla. Ella no es real. Ella no está aquí. Pero cuando rodó hacia un lado, el rostro pálido y los ojos sin vida de Jacquelyn estaban allí, mirándolo fijamente. —Pero lo soy, ¿verdad? Yo soy la culpa dentro de tu cabeza. La mente de Julien gritó en negación, y él llevó sus rodillas a su pecho y cubrió su rostro con sus manos. —Estas muerta. —¿Y de quién es la culpa? Un escalofrío recorrió su cuerpo, y cuando las lágrimas escaparon a los ojos de Julien y rodaron por sus mejillas,

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susurró: —mía ... —y luego oró para que la culpa, el sueño o lo que fuera que se mereciera, finalmente viniera y lo reclamara.

ROBBIE DESPERTÓ CUANDO Julien gritó y se estremeció en el colchón junto a él. Abrió los ojos y parpadeó hasta que pudo ver la forma de Julien, y vio que estaba acostado de lado, mirando hacia otro lado. Estaba más lejos que nunca, y por el aspecto de la sábana, Julien estaba enroscado sobre sí mismo, como protegiendo su cuerpo de alguien o algo. ¿Una pesadilla? Pensó Robbie. ¿O tal vez... Jacquelyn? Ese era el nombre que había gritado. Por lo general, Julien dormía tan bien en comparación con Priest, y Robbie no estaba seguro de lo que debía hacer a continuación. ¿Dejarlo o despertarlo? Miró atentamente, buscando más signos de angustia. Pero cuando la habitación se quedó en silencio, Robbie pensó que lo que había asustado a Julien ya había pasado, y extendió una mano por el espacio que había entre ellos. Cuando sus dedos no llegaron al hombre dormido, el corazón de Robbie le dolió. Nunca se había sentido tan indefenso como entonces. Julien estaba sufriendo. Robbie podía ver eso más y más con cada hora que pasaba, y deseaba que hubiera algo que pudiera hacer para ayudar, para aliviar de alguna manera su dolor. Pero todo lo que podía hacer era ver cómo Julien luchaba contra todo lo que le perseguía mientras dormía, y eso le dolía más de lo que Robbie sabía que debía. Dándose cuenta de que no sabía todo sobre Julien. Que Robbie era incapaz de darle a Julien lo que realmente necesitaba porque aún no era consciente de todos sus secretos.

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Robbie suspiró y se giró para buscar al que sabía que podía ayudar, pero, por supuesto, el lado de la cama de Priest estaba vacío. Miró hacia la puerta del dormitorio donde estaba entornada, vio una astilla de luz asomarse a través de ella, y suavemente empujó las cubiertas hacia atrás. Mientras balanceaba las piernas sobre la cama, Robbie tomó la bata de Priest y se encogió de hombros. Luego cruzó de puntillas la habitación, y cuando llegó a la puerta, miró hacia atrás por última vez para ver si Julien mantenía las piernas estiradas y ahora parecía más relajado de lo que estaba hacia unos minutos. Satisfecho de que Julien pareciera estar en paz por ahora, Robbie abrió la puerta y entró, cerrándola a una rendija, tal como lo había hecho Priest. Mientras caminaba por la sala de estar, Robbie vio a Priest en la cocina con las manos apoyadas en el mostrador y la cabeza inclinada hacia abajo. Se había puesto sus pantalones de estar por casa, pero nada más, y cuando Robbie caminó alrededor de la isla y se acercó lo suficiente como para tocarlo, puso una mano sobre la espalda desnuda de Priest. Robbie no habló, pero cuando Priest giró la cabeza y se miraron a los ojos, la preocupación en esas profundidades de acero era evidente. La preocupación de Priest por Julien estaba escrita en toda su cara, y Robbie tuvo que preguntarse si coincidía con la suya. —¡Ey! —Hola. —Priest recorrió sus ojos por la bata, y sus labios se curvaron unos centímetros—. ¿Estás bien? Robbie asintió y señaló por encima de su hombro a su dormitorio. —Julien, él...

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—Lo sé. Está inquieto esta noche. —Sí —dijo Robbie—. Él, eh... él gritó su nombre, pero luego se volvió a dormir. Priest asintió lentamente y suspiró antes de alcanzar un armario y sacar una botella de whisky de él. Robbie se recostó contra el mostrador y observó cómo servía dos vasos, y luego le acercó uno. Robbie lo tomó y se lo bebió de un trago. —Gracias. —De nada —dijo Priest, e hizo lo mismo. Después de colocar el vaso sobre el mostrador, frunció el ceño—. Las cosas se van a poner feas por aquí la próxima semana más o menos. Robbie asintió y se frotó los brazos. —Me lo imaginaba. Odio esto por él. Odio verlo sufrir. Esta noche parecía feliz de hablar de ella. No creerás que lo presioné demasiado, ¿verdad? —No. —La voz de Priest era más solemne que nunca, lo que le dijo a Robbie lo serio que era esto—. Me di cuenta de que le gustaba hablar de ella contigo. Pero también ha despertado algunos de los recuerdos más dolorosos. Sé que es difícil verlo así, y sólo va a empeorar, pero es su proceso. —¿Proceso? —Sí. Así es como es capaz de funcionar el resto del tiempo. —Priest se frotó una mano en la frente, entonces caminó alrededor de la isla para ir y mirar por las puertas del balcón—. Esta es la única época del año en la que realmente se permite sentir lo que pasó. Para recordarlo y reconocerlo. El resto del tiempo, es muy bueno separando por compartimentos. Cerrando con llave. Robbie quería preguntarle a Priest qué le había pasado exactamente a Jacquelyn, pero sabía que, como Julien había dicho una vez sobre Priest, la historia de Julien era para que él

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la contara, y Robbie sólo tenía que estar allí cuando estuviera listo para contarla. —Estoy preocupado por él —dijo Robbie, y se acercó al lado de Priest. Las luces parpadeantes de la ciudad eran hermosas, y aunque se podían ver los coches de abajo, no se oía ni un sonido, lo que hacía que la noche fuera tranquila—. Ojalá hubiera algo que pudiera hacer para ayudarlo. Priest se giró y puso sus manos sobre los hombros de Robbie. —La hay. Va a estar lleno de actividades esta semana para ahogar todo lo demás. Tiene esa entrevista con el Instituto Culinario, y el restaurante para organizar la noche del estreno. Usará todo eso para llegar al próximo fin de semana, y tenemos que dejarlo ir. Dejar que lo haga a su manera y estar ahí cuando se detenga, cuando finalmente busque a alguien en quien apoyarse. Confía en mí, estás haciendo algo sólo por estar aquí. Estando dispuesto a venir con nosotros y ayudarlo a superar la semana que viene. Robbie se mordió el labio. —Supongo. —Es verdad. Ahora vuelve a la cama y duerme. Esa es la otra forma de ayudarlo. Le das en quien apoyarse cuando lo necesita. —Tú también Priest. —¿Te olvidas dónde me encontraste esta noche? —No, pero... Está bien, entonces. ¿Qué le das? —preguntó Robbie, preguntándose si Priest respondería. Pero debería haberlo sabido mejor. La transparencia era la clave para Julien y Priest, y para la relación que se nutría entre los tres. Si quieres saber algo, pregunta. Robbie no recordaba cuántas veces se lo habían dicho.

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—Le doy a alguien que entiende que la vida es todo menos justa, y alguien que lo ama sin importar su pasado. Tal vez incluso por eso. Porque eso es lo que lo hizo el hombre que es hoy. Priest rozó un beso en la frente de Robbie, y el movimiento fue tan dulce, y tan diferente que hizo una carrera de escalofríos por la columna vertebral de Robbie. —Todos tenemos un papel aquí, Robert. Nadie es más grande o más importante que el otro. Sólo que es diferente. Es por eso que trabajamos, y continuaremos trabajando, si somos honestos el uno con el otro. Ahora vete a dormir. —¿Tu qué vas a hacer? —Voy a sentarme ahí y vigilarlos a los dos. El corazón de Robbie prácticamente se saltó un latido ante esa respuesta, mientras caminaba hacia el dormitorio con Priest a su lado. —Sabes, Julien me dijo algo hoy que no creo. Ni por un segundo. —¿Y qué es eso? —Que lo odiaste la segunda vez que lo viste. La noche que te invitó a salir. Pero eso no es verdad, ¿verdad? Priest se detuvo en la puerta del dormitorio. —No, no lo es. Robbie asintió con la cabeza y miró hacia la cama, donde Julien ahora yacía de costado con las sábanas envueltas a su alrededor. —Lo quise desde el momento en que se dio la vuelta y me dijo que me estaba robando el auto. Como te quise a ti ese día en el ascensor.

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La cabeza de Robbie dio la vuelta y vio la expresión seria en la cara de Priest. Priest quería decir exactamente lo que había dicho. —Fue instantáneo y poderoso. Y así es como supe que estaba bien. —Yo... eh —dijo Robbie, entonces se forzó a tomar una bocanada de aire por su garganta—. Nunca sé qué decir cuando me hablas así. —Lo sé —dijo Priest—. Métete en la cama, princesse. Duerme un poco. Y cuando pienses en algo que quieras decir, no dudes en decírmelo… en cualquier momento. Te prometo que siempre querré oírlo. Las mejillas de Robbie se sonrojaron al ser rozado por Priest al pasar y subirse a un lado de la cama donde no molestaría a Julien. Cuando se acercó más, Robbie pasó un brazo por la cintura de Julien, e inmediatamente Julien le agarró la mano. Robbie entonces levantó los ojos para encontrar a Priest exactamente donde dijo que estaría -sentado en una silla cuidando de ellos dos- y mientras se alejaba de nuevo, Robbie se preguntaba si alguna vez sería lo suficientemente valiente para decirles a estos dos hombres lo mucho que se estaba enamorando de ellos.

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Capítulo IX CONFESIÓN

Saber cuándo dejar ir a alguien es una de las cosas más difíciles de hacer. Pregúntale a cualquiera que haya tenido que hacerlo.

LA MAÑANA SIGUIENTE, Priest ya estaba listo para trabajar a las siete y media, y se sorprendió al encontrar a Julien vestido y saliendo por la puerta a correr. Le aseguró a Priest que estaba bien, pero Julien no engañaba a nadie. Algo o alguien lo perseguía esta mañana, y si Priest tenía que adivinar, era un fantasma de pelo largo y oscuro. Con el tiempo alejándose de él, Priest se dirigió al dormitorio para ver cómo estaba Robbie antes de salir a pasar el día. Anoche había sido mucho para asimilar, y si Robbie estaba incómodo de alguna manera, entonces Priest quería saberlo. Mientras abría la puerta, encontró a Robbie desnudo y tumbado en medio del colchón con la sábana arrancada y la cara anidada en las almohadas. Era todo un espectáculo, su princesse. Uno que Priest se tomó un momento para admirar mientras se acercaba y decía: —¿Robert? El sonido de su voz debió haberse deslizado en el subconsciente de Robbie, porque esas piernas largas se

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movieron e hicieron que Priest quisiera gatear entre ellas y besar su camino hacia la columna de Robbie. Cuando los ojos de Robbie se abrieron y se enfocaron en él, la imagen que hizo tenía la polla de Priest latiendo. Tenía el pelo revuelto, los ojos todavía soñolientos, y cuando Robbie los pasó por el traje de Priest, un hermoso rubor matutino floreció en sus mejillas. —Buenos días —dijo Priest—. Parece que dormiste bien cuando volviste a la cama anoche. Robbie se puso de espaldas, ya no se avergonzaba de su desnudez mientras se estiraba bajo la mirada admirativa de Priest. —Lo hice. Creo que fue la última copa. Me siento deslumbrante. Priest dejó que sus ojos barrieran a Robbie hasta donde su erección matutina proclamaba que sus palabras eran verdaderas. —También te ves increíble. Me estás haciendo difícil querer irme esta mañana. —Entonces no lo hagas —dijo Robbie, su timidez de la noche lejos de desvanecerse mientras envolvía una mano a lo largo de su endurecida longitud—. Quítate ese traje y vuelve a la cama conmigo. Sin duda, unos cuantos minutos más no pueden hacer daño. Las fosas nasales de Priest ardían ante la excitación que podía oler debido a que el coqueto hacía todo lo que estaba a su alcance para seducirlo. —Quiero hacerlo. Pero si vuelvo a la cama contigo, llegaré horas tarde, no minutos, y hoy tengo juicio. En realidad, te desperté por una razón, para asegurarme de que estás bien esta mañana.

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—¿No me veo bien? —preguntó Robbie, pestañeando. —Robert, mira... —¿Demasiado difícil de resistir? —sugirió Robbie, mientras que ensanchaba sus piernas y ofrecía un puchero adorable—. Eso espero. Priest se frotó los dedos sobre su barbilla y trató de aplastar la lujuria que ahora le arañaba como una bestia, lo cual no fue una hazaña fácil cuando Robbie parecía decidido a volverlo loco. —Julien salió a correr esta mañana y no estaba seguro de si se dirigía a algún lugar antes del trabajo. Quería que te dijera que para la noche del estreno tiene dos mesas reservadas para ti. —Oh, eso está bien, —dijo Robbie—. Tengo que invitar a algunas personas para que alardeen. Yo puedo hacer eso. Soy muy bueno en eso. De hecho, estoy presumiendo ahora mismo. Vuelve a la cama, Joel. Priest negó con la cabeza. —No. Y será mejor que nunca te exhibas así ante nadie más que las dos personas que comparten esta cama contigo. Ahora, tengo que irme. Así que puedes dejar de mirarme así. No tengo tiempo para lo que quieres. —¿Qué hay de lo que tú quieres? —Robbie entonces bajó sus ojos a la erección que Priest no tenía esperanza de esconder—. No dormiste mucho anoche. Déjame relajarte antes de que te vayas a trabajar. Te concentrarás mejor. —Lo que tienes en mente no es relajante. —Lo será, si hago todo el trabajo. Todo lo que tienes que hacer es quedarte ahí y mirar —dijo Robbie—. En realidad, eso es mentira. Primero, tienes que quitarte esa chaqueta y

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dármela, después bajarte la cremallera, y entonces tú, sólo tienes que quedarte ahí parado y mirar. Sólo tomará unos minutos después de eso. Te lo prometo. Intrigado, e intensamente excitado en esta etapa, Priest bajó su mirada a la mano que Robbie estaba usando para acariciar tranquilamente su erección, y luego comenzó a desabrocharse la chaqueta de su traje. —Síííí —dijo Robbie tan pronto como se dio cuenta de que había ganado—. Mierda. Estas tan caliente con este traje. Priest sonrió, y una vez que se deshizo la chaqueta, se encogió de hombros y se la arrojó a Robbie, cuyas caderas se arquearon desde la cama cuando se la llevó a la nariz, inhaló y comenzó a bombear su polla con más fuerza. —Oh Dios. Huele igual que tú. La polla de Priest palpitó cuando la mano de Robbie se movió más rápido y rodó a su lado. Enterró su nariz en el cuello rígido y se puso sobre su estómago, y sus nalgas se apretaron mientras se frotaba contra las sábanas. Entonces Robbie arrastró la chaqueta por su cuerpo, y sus caderas comenzaron a moverse mientras comenzaba a follar el caro material y el colchón debajo de él. —Jesucristo, eres una maldita cosa traviesa. —Priest gruñó y bajó la mano para desabrocharse el cinturón y bajarse la cremallera, su conversación de ayer corriendo hacia él con toda su fuerza. Sacándose la ropa de las caderas Priest envolvió sus dedos alrededor de su dolorida polla mientras el pequeño y apretado culo de Robbie se movía hacia arriba y hacia abajo en la cama y él continuaba excitando.

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Un gemido dejó a Robbie mientras se retorcía en la cama, y cuando Priest puso una rodilla en el colchón y se hundió, haciendo que el cuerpo de Robbie se moviera en su dirección, eso sólo pareció estimularlo. Robbie hundió su cara en la almohada, mordiéndola mientras levantaba un poco las rodillas y su culo orientándolo en posición hacía Priest, y fue una de las cosas más sexys que Priest había visto. El cuerpo de Robbie era impecable, su piel cremosa y suave. Y eso hizo que Priest quisiera agacharse y lamerlo todo, pero carajo, no tenía tiempo. Y mientras los suaves gemidos de Robbie se convertían en gemidos de éxtasis, Priest escupió en la palma de su mano y se acarició a sí mismo con más fuerza, deseando poder entrar en ese cuerpo caliente y darle a Robbie exactamente lo que estaba pidiendo. —Joder, princesse —dijo Priest, y Robbie giró la cabeza sobre la almohada para enfrentarse a él, se movió sobre sus manos y rodillas, y luego hizo un lento y sensual movimiento corporal, arrastrando su pene a través de la chaqueta de Priest. —Deseando estar en la cama conmigo ahora, ¿no? La engreída descarada se burló mientras empezaba a follar la superficie bajo él, y Priest apretó los dientes. —No —dijo Priest, y luego se movió para plantar una mano junto a la cabeza de Robbie y susurrarle al oído: —Pero estoy seguro de que me gustaría estar en ese bonito culo rosado que sigue destellando mi camino. —Oh mierda —dijo Robbie cuando Priest lo mordió la oreja, y un sonido de total satisfacción subió por su garganta. Era uno de los sonidos más eróticos que Priest había escuchado, y cuando el cuerpo de Robbie se puso tenso y se

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sacudió cerca de donde Priest estaba febrilmente acariciando su polla, eso fue todo. Priest se vino sobre la piel lisa de Robbie con un rugido estruendoso, y estaría condenado si no le gustaba ver su semen por todo ese culo apretado. Unos segundos más tarde, Priest murmuró: — Troublemaker33 —y mientras Robbie se ponía de espaldas con los ojos cerrados y una expresión relajada en la cara, era más que obvio que acababa de caer sobre la chaqueta de Priest. —¿Feliz ahora? —Le preguntó Priest al bribón que tenía una expresión de bienaventuranza en la cara. Robbie abrió los ojos y asintió. —Mmmm. Me siento como si estuviera flotando en una nube grande y esponjosa. ¿Qué hay de ti? —Me siento... relajado —dijo Priest. Robbie se rio, sonando cien por cien contento. —Te lo dije. Priest se inclinó para besar los labios sonrientes de Robbie, y luego cogió su chaqueta, que yacía arrugada en el regazo de Robbie. Robbie giró la cabeza sobre la almohada y guiñó el ojo. — Lo siento por tu chaqueta —dijo, mirando cualquier cosa menos a la prenda—. Dijiste que podía rodar desnudo en uno si te lo pedía. Yo te pregunté. —Así que lo hiciste, y no lo siento en absoluto. Acabas de hacer de esta chaqueta la única cosa en la que podré pensar hoy, —dijo Priest, mientras se la acercaba a la nariz y la inhalaba—. Incluso si no puedo usarla.

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Troublemaker: Si lo quieres leer literalmente significa ‘Alborotadora’. O bien se está refiriendo a la canción (que por cierto les recomiendo escuchar. Troublemaker (canción de Olly Murs)

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Priest entonces caminó al armario, la colgó en una percha, y la colocó al lado de todos los otros abrigos de Robbie. Cuando se giró y encontró que los ojos de Robbie estaban fijos en él, Priest dijo: —Esto ahora te pertenece. Después de lavarlo, avísame y me aseguraré de usarlo de nuevo para que huela como yo. Entonces te lo puedes follar cuando quieras. Los labios de Robbie se abrieron conmocionados, y Priest se preguntó si estaba más escandalizado o excitado por el pensamiento mientras se retorcía en su cama. —¿Y qué hay de ti? —preguntó Robbie, su voz sin aliento y sexy—. ¿Quieres algo mío? Priest tomó una chaqueta limpia del armario y entonces caminó hasta que se detuvo al pie de la cama. Pasó sus ojos por las piernas desnudas de Robbie hasta su polla y sus bolas agotadas y le dio una mirada arrogante. —No. Ya te tengo a ti para follar en mi tiempo libre. A mí me parece una buena compensación. —Robbie se mojó los labios hinchados y Priest se dirigió a la puerta del dormitorio. Era eso o terminar en esa cama, dentro de ese hombre, y ahora realmente no tenía tiempo—. Una última cosa, no sé cuánto tiempo va a estar Julien fuera, pero se cuidadoso. Está lidiando esta mañana con todo lo que está en su cabeza. Robbie asintió con la cabeza, y Priest no pudo evitar sentir una sensación de culpa al dejarlo a él y a Julien hoy, pero con una mirada final sobre su hombro, dijo: —Que tengas un buen día, Robert, —y salió por la puerta.

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DESPUÉS DE LA DESPEDIDA DE PRIEST, Robbie pasó un poco más de tiempo en la ducha repitiendo lo que acababa de pasar, y cuando temió que se le acabara el agua caliente, decidió que probablemente sería una buena idea salir y vestirse. Rápidamente hizo la cama y se preguntó si Julien ya estaba en casa, y cuando salió de su habitación en busca de desayuno y café, fue recibido por el sol que ahora se derramaba a través de las cortinas abiertas y una vista que lo llevó a un punto muerto con la boca abierta. Allí, en el centro de la habitación donde solía estar la mesa de café, se encontraba Julien. Estaba de pie, supuso Robbie, pero estaba completamente doblado por la mitad, de modo que su nariz tocaba sus espinillas, sus brazos rodeaban sus tobillos y sus ojos estaban cerrados. Mierda. Apenas puedo tocarme los dedos de los pies, pensó Robbie. Al menos, pensó que lo había pensado, hasta que la cabeza de Julien se volvió hacia él y sus ojos chocaron. —Oh, lo siento —murmuró Robbie, mientras Julien volvía a ponerse de pie—. No quería que te detuvieras. No quería que me escucharas. —Está bien, princesse. Había terminado de todos modos. Robbie caminó hacia él, sus ojos moviéndose hacia arriba y hacia abajo por el estado de forma de Julien, y luego soltó lo primero que se le ocurrió. —¿Qué tan flexible eres? Prácticamente estabas besando el suelo en ese momento. Julien agarró la toalla del gimnasio que colgaba sobre la parte trasera de uno de los taburetes y se la pasó por la cara. —Bueno, probablemente es más fácil mostrártelo que decírtelo.

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Los ojos de Robbie se abrieron de par en par y asintió con entusiasmo, recordando lo que Priest había dicho sobre Julien y el yoga: —Es muy... erótico mirar. Lo recomiendo. —Luego se sentó en el sofá, cruzando las piernas por debajo de sí mismo mientras Julien volvía al centro de la alfombra. Sin decir palabra, Julien se inclinó por la mitad a la posición en la que se encontraba hacia un minuto, pero luego levantó lentamente su pierna izquierda a un ángulo de 180 grados, con los dedos de los pies apuntando hacia el techo. —Maldita sea —dijo Robbie, sus ojos abriéndose de par en par mientras los pantalones de Julien se extendían sobre su perfecto trasero. Luego, sin cruzar las piernas, se puso en pie, caminando más cerca de Julien, sin creer en lo que veía—. Esa pose es... Julien giró la cabeza y apuntó con los ojos hacia Robbie, quien abrió la boca para hablar, pero en vez de eso inclinó la cabeza para ver mejor, sus palabras se le escapaban. Entonces Julien bajó la pierna y la enderezó. —Es una división de pie —explicó. —Es una maldita inspiración de fantasía, eso es lo que es. Siento como si de repente fuera a convertirme en un sí puedo ver eso. Julien asintió con la cabeza, pero no dijo nada mientras se agachaba para enrollar la esterilla de yoga para luego llevarla a una canasta que estaba en el rincón más alejado de la habitación. Estaba más callado que de costumbre esta mañana, tal como Priest había advertido, y por primera vez desde que conoció a Julien, Robbie podía sentir como la tensión se le desbordaba a él. —Así que... —comenzó Robbie, pensando que, si hablaba, tal vez podría ayudar a aclarar un poco la mente de Julien—

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Priest me habló de la inauguración y que podía invitar algunos amigos. ¿Estás seguro de eso? No necesito dos mesas. Una estaría bien. —Non. Asigné dos —dijo Julien, y luego se dirigió a la cocina—. ¿A menos que creas que sólo puedes llenar una? —¿Estás bromeando? —dijo Robbie, y tomó un lugar en uno de los taburetes de la barra—. Todos los que conozco van a estar luchando por estar. —Bien. Entonces serán dos. —Julien anduvo por ahí llenando un vaso de agua y tragándolo, y luego se consiguió un segundo. —Y cada una tiene cuatro asientos, ¿verdad? —Oui. —Está bien —dijo Robbie, y golpeó el mostrador con los dedos. Quería mantener a Julien hablando un rato para ver si estaba de humor para compartir el sueño que había tenido anoche. Pero al mismo tiempo, Robbie no quería presionar demasiado fuerte y demasiado rápido y parecer entrometido. Por suerte, Julien decidió hablar primero. —También quiero hablar contigo sobre el próximo fin de semana, si te parece bien. —Por supuesto —dijo Robbie. —¿Quieres un café primero? —preguntó Julien—. Priest dejó algo en la cafetera. —Oh, claro, déjame servirme uno. —Robbie saltó de su taburete y se acercó al armario del que había visto a Priest sacar sus tazas. Una vez que llenó una, fue a caminar de

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regreso a su asiento, pero Julien lo detuvo con una mano en el brazo. —Tú tomas crema y azúcar en el tuyo, ¿verdad? —Oui, merci —dijo Robbie automáticamente, y los ojos de Julien se arrugaron por los lados, una sonrisa iluminando las comisuras de sus labios por primera vez esa mañana. —Eres bueno aprendiendo idiomas. No todo el mundo tiene oído para eso. —Bueno, tú dices ciertas cosas todo el tiempo, así que son fáciles de recordar. ¿Las frases? Son un poco más difíciles. —Aun así, algunas personas nunca se sienten cómodas con un nuevo idioma saliendo de su lengua. Robbie le dio un beso a Julien en la mejilla y le dijo: —Te lo dije, me gustan las cosas francesas en la boca. Julien se rio suavemente y asintió. —Sí, que lo hiciste. —Sí. Entonces, está bien —dijo Robbie, y se puso serio al regresar a su asiento—. ¿De qué tenemos que hablar? —Cierto. Trabajas esta noche, ¿no? —Julien sacó una manzana de la canasta de frutas al lado de la cafetera, la lavó y luego regresó a la isla. —Oui —dijo Robbie con una sonrisa. —Muy bien, sólo quería que supieras las fechas y horas de la próxima semana para que puedas hablar con tu jefe y asegurarte de que no va a ser un problema. Robbie cruzó el mostrador para coger la mano de Julien y la apretó. —Estará bien. Tate es un jefe increíble, y mientras pueda conseguir a alguien que me cubra, o mueva las cosas, no le importará.

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—¿Tate es... el marido de Logan? —Sí —dijo Robbie, y se rio un poco—. Eso suena tan extraño. Pero sí, lo es. Y no lo he visto desde que volvieron de su luna de miel. Julien frunció el ceño y Robbie ladeó la cabeza. —¿Jules? ¿Pasa algo malo? —Non. Non. Estaba pensando que sería mejor si yo no fuera la razón por la que tienes que cambiar tu horario en su primer día de regreso. —Confía en mí, a Tate no le importará. Él es... ¿cómo digo esto? Es un buen tipo. —Robbie negó con la cabeza—. Eso suena muy simple y poco convincente. Pero lo digo en un sentido mucho más amplio de lo que parece. A él le importa. Todo lo que le importa es la familia y cuidar a sus seres queridos. Es lo que le hace imposible odiar. ¡Uf! créeme, lo intenté. —Hablas muy bien de él —dijo Julien—. Lo respetas. —Sí, —dijo Robbie, un poco sorprendido por la admisión—. Le di un montón de mierda cuando nos conocimos, y tenía todas las razones para ser un gilipollas cuando me encontré con ellos años después. Pero no lo fue. Fue muy amable. Me dio un trabajo, por el amor de Dios, confió en mí para dirigir The Popped Cherry34, es un tipo genial. Julien asintió. —Mientras estés seguro de que no te meterás en problemas. No quiero eso. —No lo haré. Te lo prometo. Tan pronto como le diga que es importante, me dejará ir.

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The Popped Cherry: Nombre del bar, se deja como en el original.

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—¿Sin preguntas? —dijo Julien, claramente no emocionado por la idea de que su vida personal fuera discutida con alguien que no conocía. Pero no tenía de qué preocuparse. Robbie nunca haría eso. —Sin preguntas. Julien miró fijamente a sus manos y luego ensanchó los dedos para que Robbie se deslizara entre las suyas, entonces suspiró. —De acuerdo. El vuelo a L.A. está reservado para el viernes por la noche. Llegaremos alrededor de las nueve y media para después ir a casa de mis padres. —Espera —dijo Robbie—. ¿La casa de tus padres? ¿Estarán allí? —Desafortunadamente —dijo Julien mientras se frotaba una mano sobre su frente como si le doliera la cabeza, lo que probablemente fuera cierto. —Pero... ¿cómo vas a explicar...? Quiero decir, estás casado. ¿Asumo que conocen a Priest? —Oui, ellos conocen a Priest —dijo Julien, y sus labios se convirtieron en una mueca. —¿Entonces no van a preguntarse quién soy yo? Julien respiró hondo y soltó la mano de Robbie. Empezó a caminar de un lado a otro, su ansiedad comenzaba a crecer hasta un punto en el que ya no podía ocultarlo. Luego, finalmente, se detuvo y miró a Robbie, quien lo estaba observando de cerca. —Non —dijo Julien, su voz más fría de lo que Robbie la había oído antes—. Mis padres dejaron de preocuparse por mi vida el día en que Jacquelyn murió. No les importa que esté casado. No les importa que sea uno de los mejores chefs del mundo. Y no les importaría que trajera a casa a diez hombres y

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tuviera sexo con ellos en la cabaña junto a la piscina, porque para ellos, yo no existo. Es la forma en que ellos lo quieren. El pecho de Julien se levantó y cayó con su agitación, y Robbie se sintió mal por haber hecho su pregunta. —Lo siento —susurró Robbie. —No lo sientas. —Julien miró fijamente a los ojos de Robbie, y estaban totalmente desprovistos de cualquier emoción. ¿Y esa mirada? A la vez asustó y entristeció a Robbie. —Me lo merezco. Robbie negó con la cabeza, queriendo decir más, pero no tenía ni idea de qué. No es que importara de todos modos, ya que Julien parecía haber terminado con la conversación. Mientras caminaba hacia el dormitorio, su manzana ahora olvidada en el mostrador, Robbie resistió el impulso de llamarlo. Quería que Julien se detuviera, que explicara lo que había sucedido todos esos años atrás para poder ayudarlo a superarlo ahora. Pero su frustración era egoísta, y Robbie recordó las palabras de Priest de la noche anterior y las repitió en una secuencia en su mente: Déjalo ir. Déjalo que lo haga a su manera y estate ahí cuando pare, cuando finalmente busque a alguien en quien apoyarse. Así que eso fue lo que hizo Robbie. Dejó ir a Julien. Se sentó allí en ese mostrador y se comió su desayuno en silencio, y fue una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida.

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Capítulo X CONFESIÓN

Rostros familiares y lugares familiares puede ser tanto una bendición como una maldición a veces.

LA MAYORÍA DE LOS DÍAS, PRIEST amaba su trabajo. Lo mantenía tan ocupado que no tenía tiempo para pensar en nada más a menos que se lo ordenara. Pero hoy, estaba resentido. Odiaba que eso lo hubiera alejado de sus hombres, cuando todo lo que quería era pasarlo cerca y asegurarse de que estuvieran bien. Estaba partiendo de la base de que sí, ya que no sabía nada de ninguno de los dos. Pero eso todavía no lo hizo sentir mejor, porque mientras Robbie había estado de buen humor cuando se había ido, Priest sabía que se habría encontrado con Julien después, y eso iba a ser algo nuevo para el Sr. Bianchi. Julien era lo suficientemente difícil para que Priest lo reconociera cuando se ponía así, ¿pero para Robbie? Iba a ser revelador en las próximas dos semanas, eso seguro. Nosotros lo advertimos, se dijo Priest, cuando entró en su oficina y se dirigió directamente a su escritorio. Pero eso no le quitaba la sensación que había tenido todo el día de que de alguna manera habían engañado a Robbie al no revelar lo jodidos que estaban antes de que se involucrara con ellos, pero ya era demasiado tarde.

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Todo el día había estado atado en la corte, y cada vez que salía, Priest esperaba ver un texto diciendo que su nueva relación había terminado y que Robbie se estaba mudando. Pero de nuevo, no hubo llamadas perdidas ni mensajes de texto. Así que tal vez había subestimado a Robbie. No sería la primera vez. Robert Bianchi lo sorprendió en todo momento. Incluyendo su actuación improvisada de esta mañana. Eso, y todo el intercambio de ayer en el armario después del trabajo, había estado en la mente de Priest hoy. ¿Quién lo hubiera pensado? A su princesa amaba servir. ¿Y ver a Robbie tan en casa en la cocina con Julien anoche, y luego dejar que Robbie lo desnudara a petición de Robbie? Era más de lo que cualquiera de ellos podría haber esperado, y Priest se estaba dejando seducir más y más por Robbie cuanto más tiempo estaba a su alrededor. Priest miró el reloj para ver que se estaba acercando a las cuatro, y se dio cuenta de que todo lo que había conseguido hoy era una rápida taza de café en el juzgado, se estaba muriendo de hambre. Colocando su maletín en el suelo, sacó su silla y se sentó. En su escritorio había un montón de sobres y una pequeña caja rectangular esperando ser abierta, y Priest sabía exactamente lo que era sin ni siquiera cogerlo, su nuevo teléfono móvil. Sacó el viejo de su bolsillo y rápidamente buscó entre varias llamadas, correos electrónicos y mensajes de texto perdidos -ninguno de los cuales era de Julien o Robbie- y una vez que decidió que se trataba de problemas que podían esperar una hora más o menos, buscó la caja y comenzó a abrir el paquete.

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Maldito Jimmy, pensó Priest, mientras rompía el plástico para llegar a la caja de abajo. Él es el regalo que siempre continúa dándome mierda. Una vez que tenía la caja abierta y el teléfono nuevo en la mano, tomó el cable y lo enchufó. Tendría que llamar al nuevo número cuando estuviera listo para cambiar, pero eso no debería ser mucho problema. Colocó el teléfono en su escritorio para que se cargara, y luego encendió su computadora portátil, y una vez que estuvo encendida y en línea, escribió una búsqueda que no se había permitido mirar en años. Al aparecer los resultados, Priest escudriñó los títulos inundando su página y se sintió mal del estómago. Dios, esto era lo último con lo que tenían que estar lidiando ahora mismo. Miró página tras página de las transgresiones de Jimmy como si estuviera mirando por el cañón de un arma, y no pudo evitar preguntarse quién y qué iba a ser responsable de apretar el gatillo. Recorrió la primera página, más allá de los artículos que detallaban el arresto, juicio y encarcelamiento de Jimmy, hasta que llegó a las razones por las que todo eso había sucedido. Fueron cuatro historias en la primera página: El notorio e infame y asesino de 19 víctimas confiesa sus crímenes. Qué hermosa manera de expresarlo, pensó Priest, mientras cerraba los ojos y se acercaba las manos a la cara para presionarse los dedos contra la frente. Eran tiempos como estos -los tiempos de quietud- en los que odiaba más que a cualquier otra cosa, porque era entonces cuando su mente se dirigía hacia allí. A los lugares a los que ningún hombre debería ir. Nueva Orleans. El calor. La humedad.

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La cabaña destartalada junto al pantano. Y la sangre. Todos. Eso. Sangre. Detente, Priest se ordenó a sí mismo cuando abrió los ojos y encontró una huella en el artículo. Detente, carajo. Pero mientras intentaba volver a meter los recuerdos en las grietas de las que habían salido como cucarachas, podía oír la voz de su padre en su cabeza como si estuviera parado frente a él: Chico, sólo hay dos cosas en la vida que deberías temer: a mí y a Dios. Y no importa lo lejos que corras o lo bien que te escondas, siempre te encontraremos, y cuando lo hagamos, será mejor que esperes que uno de nosotros esté de humor para perdonar. —¿Priest? —La voz de Logan en su puerta, era como un látigo crujiendo e hizo que Priest se sacudiera en su silla—. ¿Estás aquí? Priest miró hacia donde Logan ahora llenaba la puerta y no se perdió el destello de confusión que cruzó su rostro. —¡Eh! —dijo Logan mientras entraba—. ¿Estás bien? Priest se sentó hacia adelante en su silla y agarró con sus manos el escritorio para evitar golpearlo con los puños. Mantén la calma, se dijo a sí mismo. No actúes de forma jodidamente rara. Mitchell es demasiado listo para no darse cuenta. —Sí —dijo Priest, cuando Logan se detuvo frente a él y miró el nuevo teléfono que se estaba cargando en su escritorio —. Todo está bien. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? Logan volvió a levantar la mirada para encontrarse con la de Priest. —No. De hecho, iba a avisarte que el juez Walsh canceló su agenda para mañana. ¿Algo sobre una intoxicación

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alimentaria? Se le enviará por correo electrónico su nueva fecha y hora para la audiencia de Bateman. —Bien —dijo Priest, y cuando Logan se quedó ahí parado, agregó: —¿Hay algo más? —¿Teléfono nuevo? Priest miró el envoltorio de su escritorio. —Sí. Te daré mi nuevo número en cuanto lo tenga. —De acuerdo. —Los ojos de Logan entonces cambiaron al artículo ahora sobre la impresora, entonces se acercó para tomarlo y entregárselo a Priest—. Este es un caso interesante para leer. ¿Te estás enfrentando a un jefe del crimen que yo desconozco? Priest tomó el papel y lo colocó sobre el escritorio boca abajo. —No. Sólo lo encuentro... fascinante. —Eso es, —dijo Logan mientras se desabrochaba la chaqueta y se sentaba, Priest tuvo que luchar contra cada instinto que tenía para no pedirle que se fuera al infierno—. Recuerdo haber repasado su juicio en la facultad de derecho. Mierda. Eso era lo último que Priest quería oír, y definitivamente lo último de lo que quería hablar. Después de todo, no era como que podía decir, recuerdo haberlo vivido. Cuando Priest se quedó callado y no ofreció nada a modo de respuesta verbal o física, Logan frunció el ceño y dijo la única cosa que Priest hubiese querido que no hiciera. —¿No tuvo hijos? Diablos, no puedo recordar todos los detalles ahora, pero estoy seguro de que tenía hijos. Qué desperdicio de ser humano, para salir y hacer sus cosas, y luego volver a casa a cenar como si todo fuera normal. —Logan negó con la cabeza—. Lo juro, algunas personas no deberían

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estar encerradas, sólo deberían ser sacrificadas. Él es una de esas personas. —De acuerdo, —dijo finalmente Priest, sus ojos se fijaron firmemente en Logan, buscando cualquier señal que pudiera aparecer de cualquier tipo de reconocimiento, pero todo lo que vio fue un acuerdo mientras Logan asintió. Porque lo único en lo que el mundo entero y Priest estaban de acuerdo era en que su padre era un monstruo. —¿Por qué estás leyendo sobre el horripilante inframundo de Nueva Orleans? ¿Aburrido? ¿Robbie no es suficiente para mantenerte ocupado? —No aburrido, no, —dijo Priest, y se devanó los sesos por una razón factible para estar revisando los viejos archivos de Jimmy. Luego, retomando la investigación original de Logan, dijo: —Este caso fue lo que me hizo querer entrar en el derecho penal. Vi un documental sobre él recientemente y quería echarle otro vistazo. —Eso no era una completa mentira. Jimmy era la razón por la que dedicó su vida a encerrar a los malos, pero no por las razones que Logan pensaba. Sin embargo, para estar seguro de que los alejó de ese tema en particular, Priest también tomó el otro comentario de Logan y corrió con él. —En cuanto a Robert, nos mantiene a Julien y a mí muy ocupados. Especialmente ahora que se ha mudado. —Y funcionó a las mil maravillas. —¿Mudarse? —preguntó Logan, sus cejas prácticamente alcanzaban el nacimiento del cabello, entonces se contuvo—. Yo, ah, no sabía que las cosas eran tan serias. —Lo son, —dijo Priest, y se dio cuenta por el tic en la mandíbula de Logan que su respuesta de dos palabras irritaba al otro abogado. Pero no era como si su evasión de lo personal

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fuera algo nuevo, y su vida personal que ahora involucraba a Robbie no significaba que eso fuera a cambiar. —Eso es... —cuando Logan no continuó, Priest se puso las manos sobre el pecho y esperó, dejando que el cerebro de Logan se pusiera al día con lo que acababa de descubrir— eso es genial. Priest inclinó la cabeza. —Lo es. Se está adaptando muy bien. —Tengo que decir que ya me has dado dos veces un susto de muerte. Y eso no es fácil. —Lo sé —dijo Priest. —¿Estás orgulloso de ti mismo? —Lo estoy, sí. Algunos dirán que es igual de chocante que tú, el soltero empedernido, terminaras casado. —Touché —dijo Logan, y luego se rio—. El destino lo tiene todo resuelto, supongo. —Tal vez sea así. —Y mientras Robbie esté feliz... —Es feliz. Logan resopló. —Confianza espantosa. —La tengo. —Claro, —dijo Logan, y miró los papeles en el escritorio de Priest—. Entonces te dejaré volver a tu lectura. —Lo aprecio —dijo Priest, pero lo que más apreciaba era que Logan se fuera y cerrara la puerta.

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Cuando estuvo seguro de que estaba solo, Priest recogió el artículo de su escritorio y volvió a leer el título. Pero sus ojos seguían volviendo a lo mismo: Asesino de 19... Asesino de 19... Su corazón empezó a latir aceleradamente. Mientras le brotaba sudor de la frente, arrugó el papel hasta convertirlo en una bola y lo tiró a la basura detrás de él. Que te jodan, Jimmy, pensó, mientras cerraba los ojos, más decidido que nunca a desterrar a su padre de su mente. Logan tenía razón: algunas personas deberían ser sacrificadas, y el monstruo que era el padre de Priest era uno de ellos. Si fuera inteligente, iría a las noticias y les diría lo que sabía y dejaría que alguien más se ocupara de ello. Después de todo, Jimmy nunca había tenido ningún reparo en terminar con la vida de uno o usar a Priest como lo hacía en e l p a s a d o . ¿En qué se diferenciaba ahora de ser el intermediario?

MÁS TARDE, Robbie abrió la puerta trasera de The Popped Cherry y entró en el pequeño vestíbulo que conectaba el bar con el loft de Logan y Tate. Miró hacia arriba y se preguntó si Logan se dirigiría allí esta noche después de su día de trabajo, y no pudo evitar sonreír ante la idea de que estaba a punto de pasar la tarde trabajando con la pareja de Logan, mientras Logan estaba al otro lado de la ciudad trabajando con su hombre, uno de ellos. Julien estaba en su restaurante. Robbie no había hecho mucho hoy después de asegurarse de que Julien estaba bien. Pero se había puesto en contacto

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con su madre para ver cómo estaba su Nonna. Por todo lo que le había dicho, parecía que Nonna estaba de buen humor, pero algo frustrada por su estado actual. Eso sonó igual que ella. Siempre había sido una mujer independiente y de voluntad fuerte. Fue una de las razones por las que Robbie terminó como estaba. Robbie sabía que toda esa sangre italiana que corría por las venas de su familia ayudaría a la recuperación de su cadera. También había hecho algo de lo que se arrepentía. Había invitado a su madre y hermanas a la inauguración de JULIEN. No estaba seguro de cómo había surgido exactamente. Pero a los cinco minutos de la conversación había estado hablando de lo mucho que extrañaba la comida de Nonna, y entonces las palabras empezaron a salir de su boca. Mi nuevo compañero de cuarto es un cocinero increíble. ¿Pudiste haber oído hablar de él, Julien Thornton? Él es famoso. Va a abrir un nuevo restaurante el mes que viene. ¿Te gustaría venir? Mátame. A mí. Ahora, pensó Robbie. En el lado positivo, no había soltado el hecho de que estaba enamorado de Julien -y de su marido. Con un suspiro, abrió la puerta de The Popped Cherry y entró. Escudriñó las cabinas vacías, buscando a su jefe, y cuando no lo vio inmediatamente, Robbie se giró en dirección al bar. Una sonrisa completa apareció en sus labios cuando vio la familiar cabeza de rizos en el uniforme de The Popped Cherry, mientras Tate Morrison escribía algo en el portapapeles frente a él.

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—Bien, bien, bien. Si no es el Sr. Morr… lo siento, Sr. Mitchell —dijo Robbie, mientras se acercaba al mostrador frente a Tate, que ahora se había enderezado a toda su altura —. Oh, eso es raro. ¿Verdad? Tate se rio mientras se apoyaba contra la barra y giraba el bolígrafo entre sus dedos. —Es raro, eso seguro. Pero en el buen sentido. —Obvio —dijo Robbie, y puso los ojos en blanco—. Por supuesto que es en el buen sentido. Te casaste con Logan. ¿Cómo podría ser malo? —Cierto, —dijo Tate, y sonrió, sus dientes bonitos y brillantes contra la tez extra-bronceada que estaba luciendo actualmente. Tenía el mismo tono aceituna que Julien, y eso hizo que de repente Robbie se preguntara si era el mismo tono que la piel de Julien obtendría si pasaban una o dos semanas en una isla. —Pero no le digamos eso. Su ego ya es lo suficientemente grande. —No lo sé —dijo Robbie, y se desabrochó el abrigo—. ¿Te dijo que lo vi el otro día? —Tate estaba a punto de responder cuando Robbie hizo una pausa para encogerse de hombros y sacar un brazo de una de sus mangas y añadió: —¿De qué estoy hablando? Por supuesto que te lo dijo. ¿Pero también te dijo que era un imbécil gigante? Tate frotó una mano sobre el oscuro rastrojo que cubría su barbilla y se rio. —No lo dijo así. Pero mencionó que tuvistéis una charla interesante. —Interesante mi trasero. Fue un imbécil. —Robbie agitó la cabeza y puso su abrigo sobre la parte superior de la barra

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mientras se sentaba en uno de los taburetes—. Nunca lo he visto perder su cerebro tan espectacularmente. Tate se encogió de hombros. —¿Quizás deberías tomártelo como un cumplido? Logan sólo pierde su cabeza si le importa. —Sí, bueno, lo resolví después. Pero vaya, pensé que iba a golpear a Priest en la cara. Tate cruzó los brazos sobre su pecho y miró a Robbie con una mirada que no juzgaba de ninguna manera, más bien curiosa, y antes de que pudiera hablar, Robbie dijo: —Sé lo que estás pensando. —Apuesto a que no, —dijo Tate—. Pero antes de entrar en eso, ¿quieres algo de beber? —¿Asumo que te refieres a algo sin alcohol? —Muy gracioso. —De acuerdo. ¿Una Coca-Cola? Y mientras charlamos, ¿crees que podría cambiar mi turno el próximo fin de semana? Tengo que salir de la ciudad por algo importante y estoy intentando estar libre esa fecha —dijo Robbie, y mantuvo la vista en Tate mientras se movía detrás de la barra, agarró un vaso con hielo y lo llenó con una de las pistolas de refrescos. Después de deslizarlo sobre el mostrador, Robbie puso una pajita en la bebida efervescente y tomó un sorbo. El dulce sabor golpeó su lengua y se la tragó, y luego apartó el vaso para mirar a Tate, que ahora estaba de pie en silencio, mirándolo. —Sí, podemos cambiar tus turnos. Tal vez Bianca pueda sustitirte, o Alex. ¿Está todo bien?

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—Sí. Quiero decir, no. Yo estoy bien, pero alguien que conozco no lo está, y quiero estar con ellos el próximo fin de semana. Los ojos de Tate se entrecerraron en la palabra ellos y Robbie quiso patearse el trasero. Bien hecho, Bianchi, por meter la pata. Primero preguntando por una persona y luego diciéndola. Tengo que mejorar en esto. Pero tal como Robbie sospechaba, Tate no presionó para obtener detalles. Robbie hizo girar la pajita en su vaso, haciendo que el hielo chocara contra los costados, y luego soltó un suspiro exasperado. —Oh, lo que sea que estés pensando, sólo dilo. El silencio es casi peor que la charla de Logan. Tate cogió el bolígrafo que había puesto en el portapapeles y le dio a cerrar la mina. Una vez. Entonces dos veces. Y luego dijo algo que tuvo a Robbie a punto de caerse de su taburete. —Me alegro por ti. Robbie estaba convencido de que su mandíbula debía haber golpeado el mostrador, porque era, lo último que esperaba que saliera de la boca de Tate. —Espera... ¿qué? —Me alegro por ti —dijo Tate de nuevo, y esta vez con una sonrisa engreída en sus labios, añadió: —Yo también me alegro por mí. Finalmente estás obsesionado con alguien que no es Logan. Robbie sacó la lengua y automáticamente volteó a Tate, haciéndolo reír, y el sonido retumbante resonó en las paredes mientras la sonrisa de Tate iluminaba la habitación. —En serio, —dijo Tate, una vez que se puso bajo control— Me alegro mucho por ti. Todo el mundo sabía que tenías algo

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malo con Priest y Julien, y aunque no estoy en ese estilo... ya sabes... —¿Tres vías? —dijo Robbie mareado—. Sí, lo sé. —Perfecto —dijo Tate—. Sé que no te molesta. Así que, me alegro por ti. Es obvio que realmente te preocupas por ellos. Bueno, miren eso, pensó Robbie, mientras se sentaba allí completamente y totalmente estupefacto. ¿Quién hubiera pensado que Tate sería el que le entendería y ofrecería un punto de vista sin prejuicios? Ciertamente yo no. —Umm, ¿gracias? —¿Sorprendido? —Malditamente impresionado es un término más preciso, —admitió Robbie—. ¿No me vas a dar un sermón sobre cómo están casados y bla, bla, bla, bla? —No. —¿Eso es todo? —preguntó Robbie—. ¿Simplemente no? Tate se encogió de hombros y luego se metió las manos en los bolsillos. —¿Quieres que te dé un sermón? —Claro que no. —Entonces no lo haré. Mira, —dijo Tate mientras se pasaba una mano por su cabello— cuando empecé a salir con Logan, todos mis conocidos tenían una opinión. Y no muy agradable. Todos trataron de convencerme de que lo que sentía estaba mal. Excepto tu. —Eso es un poco diferente —señaló Robbie, y Tate asintió. —En algunos aspectos, pero en otros, no tanto. Ser gay era tan horripilante para la gente que conocía como una relación abierta o el matrimonio podría serlo para otros. Pero pronto

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aprendí que no importa lo que piensen los demás. Importa lo que tú y la persona -o las personas, en este caso- con la que estés involucrado piense. ¿Eres feliz? Guau, pensó Robbie, mientras miraba a Tate y se daba cuenta de que su cara estaba empezando a nublarse. —Sí. Soy muy feliz. —¿Y no hay celos extraños? Logan dijo que parecías muy firme en eso. Por supuesto que sí, pensó Robbie, pero asintió, encontrando difícil hablar. —Entonces me alegro por ti. Tan simple como eso. Mereces ser feliz, Robbie. Bueno, mierda. No había manera de que Robbie fuera capaz de detener ahora las lágrimas, y cuando una se escapó y cayó por su mejilla, se la secó y abanicó su cara. —Oh, Dios mío. Me estás haciendo arruinar mi delineador. Tate cogió una de las servilletas de la barra y se la entregó, y mientras Robbie se frotaba las mejillas, dijo: —Sabes, puede que me haya llevado un rato, pero puedo ver por qué Logan te quiere. —Vaya, gracias. Pero para que conste, no tiendo a hacerle llorar. —No —dijo Robbie, moviendo la cabeza—. Eso no. Eres un buen hombre, Tate Mitchell. Me lo dijo una vez. —¿Lo hizo? Robbie tomó un sorbo de su bebida y asintió. —La noche que me estabas entrenando aquí, dijo: Tate es un buen tipo. El mejor que he conocido. Es justo y honesto, y si alguna vez lo

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jodes, tendrás que responder ante mí. —Los ojos de Tate se abrieron de par en par, y Robbie se rio—. Oye, tienes razón. Pierde el cerebro cuando le importa. —Supongo que lo hace. —Pero tiene razón —dijo Robbie mientras saltaba del taburete—. Le dije lo mismo a Julien esta mañana. Eres uno de los buenos. —Si no lo supiera mejor, pensaría que me extrañaste —dijo Tate mientras Robbie recogía su abrigo de la barra. —Nah. —Robbie le guiñó el ojo—. Estoy feliz de que me hayas dado el próximo fin de semana libre. —Claro. Pero mueve el culo a la parte de atrás y entra. No tienes esta noche libre. Logan va a llegar más tarde, y quiero irme un poco antes. —Bien, bien —dijo Robbie, y se dirigió bajo el pase del bar —. Dame cinco. —Te daré diez. —Es bueno tenerte de vuelta, jefe, —dijo Robbie mientras empujaba a través de la puerta trasera y escuchaba a Tate gritar detrás de él: —Es bueno estar de vuelta.

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Capítulo XI CONFESIÓN

Guardar secretos es la única forma en que he sido capaz de mantenerme libre y... vivo.

JULIEN APAGÓ EL vestíbulo de su restaurante mientras esperaba la llegada de Gail Knight, la reportera del Instituto Culinario. Había estado corriendo sin parar desde que llegó allí esta mañana, asegurándose de que el restaurante se viera lo mejor posible para los fotógrafos que sabía que iban a acompañar a Gail, y mientras echaba otro vistazo a su reloj, sintió que su presión arterial subía. Cinco minutos más. Cinco minutos más y ella estaría allí, harían la entrevista, y eso sería el final. Entonces todo podría volver a la normalidad. Bueno, tan normal como eran las cosas ahora mismo. Julien respiró hondo, tratando de centrarse, y esperaba que sus ejercicios de respiración habituales lo ayudaran. Pero al cerrar los ojos e inhalar... luego exhaló, supo que la probabilidad de que lo hiciera era mínima o nula. Estaba luchando ahora mismo, tratando de mantener la calma para lo que iba a pasar. Pero eso era más fácil decirlo que hacerlo cuando tu mente estaba en otra parte, y la suya ciertamente lo estaba.

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Todo el día, había estado en su equipo. Ladraba órdenes, se quejaba de todo lo que veía y probaba, y era más temperamental de lo habitual, todo bajo el pretexto de prepararse para el foco de atención de esta tarde. Pero él lo sabía mejor, y así, sospechó, lo hizo Lise. Estaba corriendo. O, al menos, intentaba huir de los recuerdos que parecían inundarlo cada vez que se detenía. Cada vez que cerraba los ojos. Cada vez que había un segundo de silencio. Y él sabía por qué -la dejaría volver a entrar. Julien se ahogaba por el nudo en la garganta y puso una mano temblorosa en la pared. Respira, se dijo a sí mismo. En voz baja. Inhalar y exhalar. Respirar… Esto era exactamente por lo que Julien había estado preocupado cuando Robbie empezó a hacer preguntas sobre Jacquelyn. Esta metamorfosis paralizante y aplastante que se apoderó de su cuerpo sin poder decir nada. Pensó que tal vez, sólo tal vez, las cosas serían diferentes esta vez sí se abriera sobre ella de una manera positiva. Que si empezaba con lo bueno con Robbie, las cosas serían más fáciles para ambos cuando llegara a lo malo, pero no. Anoche fue la prueba de ello, y si tuviera que trabajar hasta los huesos para mantener la imagen sin vida de Jacquelyn fuera de su cabeza, entonces lo convertiría en polvo. Julien revisó la hora de nuevo, y vio que estaba justo en las cinco. Gail debería estar allí en cualquier momento. Oui, piensa en eso. Piensa en lo que le vas a decir y en las preguntas que podría hacerte. Esta fue la parte que pensó que eventualmente se haría más fácil cuando llegó al estrellato con Chef Master. El lado de la celebridad de estar en la televisión, de ganar un concurso que fue el lanzamiento de su carrera. Pensaba que cuanto más entrevistas hiciera, más fácil le resultaría, pero non.

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No importa a cuántas accediera, por escrito o por televisión, nunca fue más fácil hablar de sí mismo y, sin embargo, guardar silencio sobre una de las partes más importantes, su familia. Estaban, y siempre habían estado, fuera de los límites desde el principio. Se había asegurado de ello después de la primera victoria que tuvo en Chef Master con el infame soufflé de queso. Ese fue el día en que se aseguró de que sus secretos permanecieran en secreto.

—JULIEN. Al registrar su nombre, Julien levantó la vista del molde blanco que estaba asentado en el mostrador de acero inoxidable y miró por encima de las cabezas de los otros concursantes hasta donde se encontraba Graham Boyd, el anfitrión del Chef Master. —Si pudieras bajar tu plato al frente, me gustaría echarle un vistazo más de cerca. El corazón de Julien dio un salto de un latido, y luego se puso en marcha e hizo que su pulso se acelerara al tomar el plato en el que había exhibido su comida y caminó cuidadosamente con él hasta la parte delantera del escenario. Su espacio de trabajo era el tercero desde atrás, y al pasar por delante del que tenía enfrente, escuchó a otro concursante -Brady Johnson- murmurar algo. Julien se detuvo y miró al mariscal de campo rubio de Crosby, Texas, que no había sido más que un gilipollas bocazas

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desde el primer día, y quiso decirle que si tenía algo que decir entonces debería hablar más alto. Pero entonces Julien recordó por qué estaba allí, y las palabras que un cierto abogado le había dicho hacia un par de meses: Encuentra algo que te guste, o al menos te guste más que a ti mismo ahora mismo, y recupera la compostura. Una vez que lo hagas, ven a verme y te daré exactamente lo que me pides. Y Julien decidió que Brady Johnson no valía la pena perder la promesa pecaminosa que Priest había hecho. Cuando Julien llegó a la parte delantera del escenario, los camarógrafos se movieron a su alrededor y a Graham, asegurándose de que estaban en la primera posición para exactamente el tiro correcto, Julien dejó su plato sobre el mantel negro y dio un paso atrás. —Muy bien, Julien —dijo Graham mientras extendía la mano y lo giraba primero a la izquierda y luego a la derecha—. Lo has mantenido simple pero con estilo. Estoy impresionado. —Je vous remercie35 —dijo Julien, su francés se le escapaba automáticamente de la lengua, y Graham lo miró y sonrió. —Bien, veamos si sabe tan bien como se ve. —Graham cogió un tenedor, pero antes de hundirlo en la parte superior del soufflé, se detuvo, todo dramático, e hizo la pregunta que inadvertidamente llevaría a Julien, un competidor silencioso en el programa hasta ahora, al radar de todos en Estados Unidos —. ¿Y para quién hiciste tu comida más 'significativa' esta noche? A medida que las palabras le llegaban a Julien y las procesó, simplemente se dijo a sí mismo que mintiera.

35

Je vous remercie: Muchísimas gracias.

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Abre la boca y miente que es por tu madre u otra mierda así. Pero, por supuesto, no se trataba de hacer su vida más fácil en estos días. De hecho, no le importaba mucho su vida. —Prefiero no decirlo. Graham levantó los ojos desde la cima dorada de lo que Julien sabía que era el mejor soufflé que este hombre había comido jamás, y lo inmovilizó con una mirada incrédula. — ¿Disculpa? Julien se agarró las manos por la espalda y repitió: — Prefiero no decirlo. Se escuchó un fuerte bufido detrás de él, donde esperaban los otros dieciocho chefs, y Julien no necesitó darse la vuelta para saber quién era, Brady, la zorra de la atención. Graham se enderezó y bajó el brazo, el soufflé aún intacto. —¿Y cuál es tu razonamiento para eso? Julien aclaró la garganta cuando uno de los camarógrafos se movió a su izquierda, y supo que ese imbécil estaba ahora acercándose. Respira, se dijo a si mismo mientras sentía como se le apretaba el pecho. No te vas a desmayar ante la puta televisión. Entonces, manteniendo los ojos en Graham, Julien dijo: — Prefiero no decirlo. —Oh, por el amor de Dios, —dijo Brady desde atrás, Julien apretó las manos en un puño—. Por supuesto que el francés es un grano en el culo. Déjalo ir, se ordenó Julien, mientras se concentraba en mantenerse erguido. Ignóralo.

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Graham entrecerró los ojos sobre Julien, para luego cruzar los brazos sobre su fornido pecho. Su cabeza calva parecía lustrosa y brillante, y la chaqueta de chef apenas atravesaba su impresionante pecho de barril mientras miraba a Julien hacia abajo. Julien pensó que Graham pensaba que la postura intimidatoria funcionaría, pero estaba equivocado. A Julien le importaba un carajo lo que le pasara. Estaba haciendo esto por una razón y sólo una razón, y tenía el pecho ardiente y un ceño fruncido mucho más intimidante que este tipo. —Thornton, —dijo Graham—. Necesito algo más que eso. —¿Por qué? —demandó Julien—. La competencia me pidió que cocinara mi comida más significativa, no que compartiera toda mi triste historia con un montón de gente que no conozco. Aquí está mi comida: soufflé de queso. El mejor soufflé de queso que hayas probado, cuando decidas probarlo. Si eso no es suficiente, entonces mándame a casa. Julien sabía que la sala de edición se volvería loca con lo escandaloso de sus palabras, pero no iba a hablar de cosas que no quería porque fueran buenas para las audiencias. De ninguna manera. Al carajo con eso. —¿Alguien quiere decirle a la reina del drama? —dijo Brady, entonces Julien finalmente giró la cabeza para mirar fijamente al imbécil que hablaba detrás de él. Brady era una herramienta de proporciones épicas y amenazada por cualquiera que supiera hervir un huevo. Había estado persiguiendo a Julien desde las audiciones, y Julien estaría condenado si dejaba que el cabrón lo provocara a hacer algo que no quería hacer y hablar de Jacquelyn era una de esas cosas.

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—Cree que es mejor que los demás. Desde que llegó aquí —dijo Brady a sus compañeros antes de mirar hacia atrás, mientras que Julien inclinaba la cabeza hacia un lado para que sus ojos se deslizaran hacia arriba y hacia abajo en el atleta, menos su polla. —Mejor que tú, eso es seguro. —Sólo di para quién es la comida, Thornton. Deja todo lo dramático. —¿Qué tal, no es de su jodida incumbencia? Esto es para quién es. —Eh , —gr it ó Gr ah am desd e e nf re nt e d e J u lie n , recapturando su atención—. Lo último que recuerdo es que este es mi programa y tú estás aquí porque quieres ganar Chef Master. Así que ese sigue siendo el caso, ¿o quieres irte, Thornton? La mandíbula de Julien se estremeció cuando miró fijamente al anfitrión -y a uno de los chefs más respetados del mundo- y cuando vio un parpadeo de compasión en los ojos de Graham, el temperamento de Julien salió a la superficie con toda su fuerza. Al carajo con eso. No había forma de que fuera conocido como el caso de caridad en este programa. No estaba allí por eso. Estaba allí para probarse a sí mismo y conseguir una maldita cita con Priest, para joderse mejor. —Eso depende de ti, ¿no? —preguntó Julien—. Pero no te diré nada más que ese soufflé será lo mejor que saborees aquí esta noche. Así que tómalo o déjalo. —Y sin decir nada más, Julien se volvió sobre sus talones y se alejó furioso de Graham.

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Necesitaba salir de allí. Necesitaba un poco de aire. No le importó una mierda que Graham estuviera gritando su nombre, y justo antes de abrir las puertas de la salida, escuchó a Brady decir: —Jesús. Su nombre le sienta muy bien. Thornton. Qué gilipollas. Cinco segundos después, Graham Boyd recogió su tenedor, lo hundió en el esponjoso soufflé y Julien fue coronado como el ganador del desafío de esa noche por poder. Después de eso, lo apodaron para siempre “el gilipollas”, un nombre mucho menos triste y patético que el hombre escondido dentro del espinoso exterior, y un nombre que encontró que no tenía ningún problema para vivir a la altura de todos....

MERDE, NO HABÍA sido uno de sus momentos más brillantes, como el de esta mañana, cuando se puso furioso y distante con Robbie. Pero fue el momento que lo puso en el radar de los espectadores y, lo que es más importante, en el de Priest. Después de ese episodio, había buscado a su hosco abogado, y en un momento bastante espectacular de estupidez, pensó que sería una gran idea pedirle ayuda. Julien negó con la cabeza, recordando bien la noche. Había sido un desastre. Pero Priest lo ayudó. Escribió una cláusula de privacidad que hasta el día de hoy estaba acorazada, y todavía se usaba, con cualquier persona con la que Julien tuviera contacto. No importaba el entrevistador, el tema, o la razón para ello, se entendía que nunca se le preguntaría sobre su vida personal o privada. Su familia, que ahora incluía a Priest y Robbie, estaba fuera de los límites.

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La puerta giratoria alertó a Julien de la llegada de Gail y su tripulación, y mientras el equipo de la revista se amontonaba en su restaurante, las palmas de las manos de Julien comenzaron a sudar. Dieu. Bien, puedo hacerlo. Sólo tengo que mantener la calma un poco más. Entonces todo habrá terminado y podré volver a casa con mis hombres. Una mujer alta, aun más alta por un par de tacones de color rojo cereza, entró primero por la puerta. Llevaba una falda de lápiz negra y una blusa del mismo color que sus tacones metida en la cintura, y Julien le sonrió a Gail Knight. Caminó hacia él con un paso seguro que venía de años con tacones tan altos, y el swing que añadió a sus caderas hablaba mucho de su confianza en sí misma y de su conocimiento de lo bien que su falda mostraba sus voluptuosas curvas. Su cabello de ébano estaba perfectamente liso y estaba asentado a una pulgada por encima de sus hombros, y sus ojos en forma de almendra añadían una cualidad exótica a sus impresionantes rasgos. Gail Knight era preciosa. —Julien Thornton —dijo ella, y extendió la mano. Julien la tomó y bajó la boca para darle un beso en los nudillos. —Bonjour, Miss Knight. —Oh, ese acento nunca pasa de moda. Es simplemente divino —dijo con una pequeña carcajada cuando Julien soltó su mano. —Merci. Aprecio que hayas venido a JULIEN esta tarde. —¿Estás bromeando? Es un placer para nosotros. Hace años que no abrimos un restaurante tan importante aquí en Chicago.

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Julien llevó a Gail a la sala de estar y a una de las cabinas más privadas donde pensó que podían hacer la entrevista, y luego llevó a su equipo a tomar fotos del lugar. —Estoy encantado de estar aquí. Me encanta Chicago, — dijo Julien, mientras esperaba a que se sentara y luego se sentó frente a ella—. Aunque, debo confesar, estoy emocionado por la llegada de las temperaturas más cálidas. Gail se rio, y el sonido era casi musical mientras dejaba que sus ojos vagaran por el espacio. —Entiendo eso. Nuestros inviernos pueden ser duros, y para alguien acostumbrado a las temperaturas de L.A., debe ser extra duro. —Ha sido una forma de aprender, eso es seguro. Pero alguien muy sabio me dijo que se trata de capas, capas y más capas. —Julien sonrió al pensar en Robbie esa primera noche después de CRUSH36. Oui, si pudiera concentrarse en cosas como esa, cosas que le hicieran feliz, entonces tal vez podría superar esto sin hiperventilar. —Este lugar es exquisito —dijo Gail mientras sus ojos finalmente volvían a los suyos—. ¿Entiendo que todos tus restaurantes son diferentes? Así que no son temáticos de ninguna manera. —El único tema, en realidad, es el sentimiento europeo para ellos, pero más allá de eso, no. Cada restaurante es distinto y creado para encajar en cualquier ambiente que me haga sentir el edificio. Gail puso su bolso en el asiento y sacó una delgada grabadora para colocarla en la mesa. Los ojos de Julien se posaron en ella, la facilidad que había sentido hacia unos segundos deslizándose entre sus dedos ante la idea de que 36

CRUSH: Nombre del Salón de fiesta.

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cualquier cosa que dijera, incluso por accidente, quedaría registrada de alguna forma para siempre. —¿Esto está bien? —preguntó Gail, haciendo un gesto a la grabadora, y Julien se mojó los labios y volvió a poner los ojos en los de ella. Estaba preocupado por nada. Por supuesto que estaba bien. Había hecho cientos de entrevistas y ni una vez cometió un error. Ahora no sería diferente. —Está bien —dijo Julien, y sonrió mientras ella la deslizaba hacia el centro de la mesa—. Genial. Lo encuentro útil. Mi memoria no siempre es precisa, y al escribir me doy cuenta de que echo de menos algunos de los mejores comentarios o información. —Eso tiene sentido —dijo Julien, mientras se recostaba en su asiento, Lise salió con una jarra de agua helada—. ¿Les gustaría algo de beber? Gail miró a su gerente y asintió. —Sí, gracias. Lise volteó el vaso de Gail y lo llenó, y luego hizo lo mismo a él, y antes de que ella se alejara, ella le preguntó gesticulando: ¿Estás bien? A lo que Julien inclinó la cabeza diciéndole gracias, haciéndole saber que, en este momento, lo estaba. —¿Estás listo para empezar? —preguntó Gail—. Pensé que podíamos hacer primero la entrevista y después echaré un vistazo al lugar . —Oui, eso es lo que yo también pensaba. —Fantástico. Entonces comencemos. Durante los treinta minutos siguientes, Gail le hizo todas las preguntas habituales.

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—¿Por qué eligió Chicago como tercer destino de JULIEN? —Esto fue fácilmente respondido de manera simple pero vaga: —Quería un cambio y decidí mudarme aquí. Fue obvio abrir un nuevo local de JULIEN cuando me di cuenta de que me quedaría. —¿Ahora estaría permanentemente establecido en Chicago y no en Los Ángeles, donde su carrera despegó? Una vez más, bastante simple. —Sí. No me gusta volar, así que, por el momento, tengo a un caballero muy talentoso, Louis, como mi chef ejecutivo, que es más que capaz de dirigir el espectáculo por mí en Los Ángeles. —¿Atribuía el éxito de sus restaurantes a su fama o a la calidad de las comidas servidas allí? —Bien, esta tomó todas las lecciones de relaciones públicas que le habían dado en su día para morderse la lengua porque... qué insultante. Sin embargo, no era el mismo hombre que había sido hacia años cuando soltó todo lo que quería, y no lo haría esta noche. —Creo que los restaurantes hablan por sí mismos. comida es excelente y nuestros chefs sólo cocinan lo mejor la refinada cocina europea. Contamos con una despensa clase mundial en cada una de nuestras ubicaciones, y encontrará una hospitalidad más amable que la del personal cualquiera de las ubicaciones de JULIEN.

La de de no en

—Si se parecen en algo al dueño, te creo, —dijo Gail, enviándole una sonrisa encantadora. El coqueteo no iba a funcionar con él, sin embargo, no cuando ella acababa de implicar que sus restaurantes eran principalmente populares debido a su estatus de celebridad. Julien rechinó los dientes. —Merci.

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—Tengo que confesar, —continuó Gail— que el acento francés hace que sea muy difícil concentrarse cada vez que se escabulle. Sé que no soy la única que piensa eso, tampoco. Sería negligente de mi parte no hablarte de tu carrera en Chef Master, donde ganaste un gran número de seguidores. Y si no me equivoco, el noventa por ciento eran mujeres, ¿no? —No estoy muy seguro —dijo Julien, y se aseguró de añadir una sonrisa, a pesar de que realmente no podría haberle importado menos, considerando que hubiera preferido que sus seguidores fueran cien por ciento mâle37. —Bueno, si soy sincera, puedo ver por qué. No sólo eres un chef de clase mundial que ha ejercido en todo el mundo con algunos de los grandes, sino que también eres guapo, inteligente y tienes un acento delicioso. Julien se movió un poco en su asiento, sintiéndose más incómodo con esta línea de interrogatorio que los que tenía con respecto al restaurante. Cada vez que los reporteros comenzaban a trabajar en Chef Master, y en consecuencia su estatus como símbolo sexual, las cosas se volvían personales. Querían saber cosas como: ¿era soltero? O inevitablemente sacaban a relucir…. —Tu familia. Hablemos de ellos por un minuto —dijo Gail, y Julien sintió que su estómago se le caía de los pies. ¿Qué estaba haciendo? Le habían enviado el acuerdo de privacidad. Ella conocía las reglas. ¿Por qué estaba sacando el tema? Pero mientras se sentaba allí mudo, Gail seguía hablando: —Deben estar muy orgullosos de ti y de todo lo que has logrado desde ese primer episodio, que salió al aire, ¿qué es, hace casi ocho años?

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Mâle: Hombre.

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Julien miró a Gail al otro lado de la mesa y juró que podía haber contado cada una de sus pestañas, la miraba tan fijamente, y cuando todavía no respondía, ella intentó una táctica diferente. —¿Qué hay de los hermanos? —preguntó Gail cuándo se hizo evidente que no iba a contestar, o que era incapaz de contestarle porque ahora mismo, Julien sentía como si su garganta se estuviera cerrando sobre sí misma—. ¿Eres hijo único? ¿O tienes hermanos y hermanas con los que alardeas o con los que compites? Soy famosa por restregar mis logros en la cara de mi hermano. Y eso fue todo. Eso fue todo lo que Julien pudo soportar. —Basta de parloteo, —dijo con una voz que apenas se oía, ¿pero Gail? Debió sentir que había cruzado una línea o pisado una mina terrestre, porque cerró la boca rápidamente—. Esta entrevista, se terminó. —¿Disculpa? —dijo Gail, pero Julien ya se estaba deslizando de su asiento y agarrando el borde de la mesa mientras se ponía de pie. Una vez erguido, se aseguró de agarrarse a la parte trasera de la mesa porque sentía que sus rodillas estaban a punto de ceder ante él en cualquier momento. —La entrevista. La estoy cancelando. Ya puede retirarse. Julien sabía que estaba siendo insoportablemente grosero, pero no le importaba un carajo. Necesitaba que ella saliera antes de que se volviera loco y se desmayara a sus pies, lo cual estaba en peligro de hacer. —Pero —dijo mientras salía de la mesa y se ponía de pie— no hemos terminado.

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—Oui —dijo Julien—. La estoy terminando. Puedes irte por donde viniste. Si tiene más preguntas, puede ponerse en contacto con Lise a través de nuestro correo electrónico. Adiós. Antes de que a Gail se le ocurriera algo más que decir, Julien se dio la vuelta y salió del salón para dirigirse a la cocina, donde empujó las puertas con la mano, al entrar apoyó las manos en el mostrador de acero inoxidable que tenía frente a él. Mierda. Joder, joder, joder. Así no era como se suponía que iba a ser hoy. La mala prensa era lo último que necesitaba semanas antes de una apertura, pero mientras estaba en la cocina, Julien sintió que sus piernas se desplomaban y tropezaba contra la pared. Mientras se deslizaba por ella, su culo golpeó la fría baldosa, y levantó las rodillas y bajó la cabeza entre ellas. Roto. Estaba tan jodidamente destrozado. Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente, y mientras estaba sentado en el silencio de la cocina, todo lo que podía oír en su cabeza eran las palabras de Gail: Deben estar muy orgullosos de ti. ¿Qué hay de los hermanos? Julien cerró los ojos y trató de concentrarse en su respiración, y para cuando se controló, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Podrían haber sido minutos. Podrían haber sido horas. Y con una mano inestable, buscó en su bolsillo su teléfono móvil y llamó a la única persona que sabía que lo alejaría de todo esto. Que lo ayudaría a escapar de sí mismo.

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—¿Julien? —dijo Priest a modo de saludo, y como Julien no podía encontrar su voz para hablar, se sentó allí—. ¿Julien? ¿Dónde estás? ¿En el restaurante? Julien cerró los ojos y se concentró en la voz de Priest. Enfocado en una imagen de su cara y luego... la de Robbie. Si pudiera salir de allí, estar en algún otro lugar por un tiempo, en algún lugar donde pudiera dejar de pensar en cada cosa jodida por un maldito minuto y tal vez concentrarse en lo bueno, entonces tal vez, sólo tal vez, podría pasar la noche sin tener otro ataque. —Oui. —Voy a por ti. No te muevas. —Non, mon a38…. —¡No te muevas! Es una maldita orden, Julien. Estaré allí en.… mierda, en diez minutos. Entonces la línea se cortó. Julien colocó el teléfono sobre la baldosa a su lado y esperó a que Priest lo encontrara y lo volviera a armar.

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Non, mon a….: No, mi a….

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Capítulo XII CONFESIÓN

No quiero ir a casa. Quiero olvidar.

PRIEST MIRÓ A TRAVÉS de la consola central de su Range Rover hasta donde Julien estaba sentado mirando el tráfico que pasaba. No había dicho dos palabras desde que Priest llegó al restaurante, le pidió disculpas a Lise y después llevó a Julien al auto. Mientras estaban sentados en los oscuros confines del SUV, Priest se acercó para tomar la mano de Julien en la suya. Julien empezó a girar ligeramente la cabeza en dirección a Priest y dijo: —Je suis désolé39. Priest negó con la cabeza mientras deslizaba sus dedos entre los de Julien y los apretaba. —No te disculpes conmigo. Sabes que no lo necesito. Julien miró hacia sus manos y luego asintió. —¿Vas a decirme qué pasó esta tarde, mon cœur40? Julien apoyó la cabeza contra el asiento. Sus labios estaban apretados, y el costado de su mandíbula se movía, su cara una máscara de tormento mientras pensaba en lo que había pasado antes. —¿Julien?

39 40

Je suis désolé: Lo siento mucho. Mon cœur: Corazón mío.

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—Oui. Fue... Gail, ese era el nombre de la reportera. Empezó bastante bien. Me sentí bien, cómodo. Repasamos las preguntas y respuestas habituales, pero luego empezó a hacer preguntas que yo no quería responder. Preguntas que ella sabía que no debía hacer. Nunca entenderé por qué los reporteros creen que pueden salirse con la suya cuando el contrato que firmo dice que no hablaré de mi vida privada. —Así que le dijiste que se largara. Julien giró la cabeza, a modo de quedar de frente a Priest, y cuando vio la sonrisa apareciendo en los labios de Priest, Julien movió la cabeza. —Lo hice —admitió, y luego levantó las manos para cubrirse la cara—. Me perdí, Joel. Yo… —¿Julien? —Siguió presionando y presionando, y haciendo todas esas preguntas sobre mis padres y Jacquelyn, y después de lo de anoche, yo…. —Julien, —dijo Priest, su voz firme ahora, queriendo cortar a través de las palabras incoherentes y el pánico que podía ver formarse detrás de los ojos de Julien—. ¿Qué es lo que sucedió anoche? Julien fue a alejarse, pero antes de que pudiera, Priest extendió la mano y le agarró la barbilla, manteniendo la cara inclinada hacia él. Clavó a Julien con una mirada que exigía que dijera la verdad, y finalmente Julien dijo: —Nada. Fue solo…. —¿En serio? —interrumpió Priest. Julien abrió la boca, y Priest se inclinó sobre el centro del coche hasta que sólo unos centímetros los separaron. —No me mientas —dijo Priest—. ¿Qué pasó anoche?

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Julien levantó una mano para rodear la muñeca de Priest, y luego él acarició con su pulgar el punto del pulso, cerrando los ojos susurró: —Ella me encontró. No era necesario decir otras palabras. Esas tres contaron toda la historia y confirmaron lo que Priest sospechaba. —Las pesadillas empezaron de nuevo. Julien no abrió los ojos, simplemente asintió, y Priest liberó su cara para poder deslizar sus dedos alrededor de la nuca de Julien y tirar de él a través de la consola, apoyando sus frentes una contra la otra. —Estoy aquí —dijo Priest, mientras un escalofrío sacudía el cuerpo de Julien—. Te tengo. Una de las manos de Julien se curvó alrededor de la solapa de la chaqueta de Priest, y mientras se sostenía, Priest se movió y le puso los labios en la mejilla. —Salgamos de aquí —dijo, queriendo llevar a Julien a un lugar donde pudieran hablar un poco más—. Necesitas descansar, un poco y... —Non. Yo…. —Julien se detuvo y, cuando Priest intentó ir a su asiento, apretó más su chaqueta—. No quiero dormir. No quiero verla. No otra vez. Aún no. Quiero olvidar... —Está bien —dijo Priest, y alcanzó el agarre mortal que Julien tenía sobre él, haciendo palanca suavemente para soltar sus dedos—. Está bien. No nos iremos a casa. Iremos a otro lugar. Priest cruzó a Julien para coger su cinturón para después abrochárselo, y una vez que volvió a su lado del coche, dijo: — De hecho, tengo el lugar perfecto al que podemos ir.

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—¿THE POPPED CHERRY? —dijo Julien alrededor de quince minutos más tarde, mientras él y Priest caminaban por una estrecha calle lateral donde habían logrado encontrar un lugar para estacionar. El viento estaba azotando como una tormenta esta noche, y mientras las nubes se movían a toda prisa por el cielo, aceleraron su paso en dirección a la puerta principal. Priest extendió la mano y Julien la tomó automáticamente, moviéndose a su lado. —Sí. Me he dado cuenta de que no hemos estado aquí juntos. Julien asintió cuando llegaron a la entrada, y notaron la concurrida multitud del viernes por la noche dentro. —Tienes razón. Priest abrió la puerta y se paró a un lado mientras el sonido amortiguado de la música y la charla se dirigía hacia la acera. —¿Y qué mejor manera de olvidar que distraerte viendo a nuestra princesa en acción? —Sabes —dijo Julien, mientras se detenía frente a Priest, para después inclinarse y besarlo— no se me ocurre ninguno. Merci. Esto es parfait. Exactamente lo que necesitaba. Tú, él y un trago. Priest soltó la puerta y besó a Julien un poco más fuerte. — Te lo dije. Ahora vamos a buscarlo. Cuando Priest añadió un guiño, Julien sintió que sus rodillas se debilitaban con el movimiento coqueto. Era raro que Priest se pusiera así, pero cuando lo hacía, era -si era posible- aún más difícil de ignorar.

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La pesada puerta de la barra se cerró tras ellos, bloqueando el aire frío, y mientras se paraban en la entrada, Julien miró el concurrido piso de abajo. Había gente por todas partes. De pie en las mesas, sentados en las cabinas y apiñados alrededor del bar. La música era un ritmo agradable y constante que distorsionaba una conversación de la siguiente, y mientras Julien se desabrochaba el abrigo, Priest le ayudó a quitárselo y luego se inclinó para decir en el oído: —Está detrás de la barra. Los ojos de Julien pasaron por delante de la gente sentada en los taburetes del bar, y los que estaban en medio para ordenar, y cuando se concentraron en la sexy cantinera agitando una batidora de cócteles, Julien se tomó un momento para disfrutar del hombre que habían venido a ver. Robbie llevaba puesta una camisa borgoña abotonada con las mangas arremangadas y un chaleco ajustado que resaltaba su cintura esbelta, y estaba todo pulcramente vestido y con aspecto profesional. Pero, ¿si también unías a eso sus ojos delineados con kohl, labios y la banda de cuero que estaba enrollada alrededor de su muñeca derecha un par de veces? Se veía delicioso, y Julien decidió que Robbie era la distracción pe rf e c ta p ar a c ua lq u ie r n och e de la se man a, pe r o especialmente esta noche. Felizmente se perdería entre sus hombres y el alcohol, el serio y adecuado a su lado y la pequeña descarada seductora detrás de esa barra. —Llévame con él —dijo Julien, mientras le quitaba el abrigo a Priest. Mientras Priest los guiaba entre la multitud, Julien mantuvo sus ojos en Robbie mientras se movía de cliente en cliente. Sus

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ojos azules brillaban, sus labios sonreían, y su pura alegría por la vida irradiaba de él. Con la facilidad de alguien que sabía que era carismático, Robbie se abrió paso por la barra entre las mujeres y los hombres, y la sonrisa que dirigió a todos hizo que Julien quisiera agarrar a Robbie y besarlo hasta que él gimiera. Priest los alejó de Robbie hacia el final del bar para no distraerlo, y luego se volvió hacia Julien y dijo: —Déjame ver si puedo conseguir un par de asientos. Julien asintió con la cabeza, y Priest levantó un dedo, indicando que le daba un minuto, así que Julien volvió a mirar a su chico, quedando totalmente fascinado y su mente ahora a un millón de millas de distancia de sus problemas. Robbie se estaba riendo de algo que una mujer acababa de decirle mientras ponía una copa de vino en el mostrador y la llenaba con un tinto, y una vez servida se la deslizó hacia ella, entonces se puso una mano presuntuosamente en la cadera para poner los ojos en blanco, haciéndola reír alegremente con lo que acababa de decir. Chico descarado, pensó Julien, preguntándose qué había sido exactamente eso. Pero fuera lo que fuera, Robbie ciertamente había hecho la noche de la dama, y eso era lo especial de Robert Bianchi. Esa sonrisa brillante y energía vibrante que poseía. Simplemente tenía que mostrarlo en la dirección de una persona y ésta se sentiría infinitamente mejor por haber estado cerca de él. —¿Julien? Su nombre, hizo que, Julien se girara para ver a Priest parado en el extremo más alejado de la barra, en la esquina; donde dos taburetes estaban ahora libres, y el hombre en el lado opuesto del mostrador de él era alguien que Julien había visto dos veces hasta ahora, pero, que con el que solo había

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coincidido una vez, en la fiesta de Navidad de Priest el año pasado -Tate Morrison, el jefe de Robbie. Con la cabeza llena de rizos, ojos sonrientes y una sonrisa que era tan atractiva como engreída, Julien pudo ver por qué el bar era tan popular. Su dueño era carismático como el infierno. Caminó hasta donde Priest estaba tomando asiento, y mientras Julien se movía para tomar el suyo, Tate puso sus manos sobre el mostrador y dijo: —Sean bienvenidos de nuevo al Popped Cherry. —Gracias, —dijo Priest, mientras Julien ponía su abrigo sobre el mostrador a su lado—. Ocupado esta noche, tenéis mucha clientela. Tate miró a la multitud y asintió. —Sí. Siempre es así de jueves a domingo. —Entonces dirigió su mirada hacia Priest—. No está mal estarlo. —Para nada —dijo Priest, y luego se volvió hacia Julien—. ¿Recuerdas a mi marido, Julien? —Sí, —dijo Tate, y Julien se preguntó si habría alguna incomodidad entre ellos. No sólo porque el tipo había arrastrado a Robbie lejos de ellos la segunda vez que se conocieron, sino también porque Julien no estaba seguro de si Robbie había hablado con Tate sobre el próximo fin de semana. Pero cuando Tate extendió la mano para que Julien la estrechara, la cogió. —Encantado de volver a verte. He oído hablar mucho de ti, —dijo Tate mientras dirigía una mirada por encima de su hombro hacia donde estaba Robbie, aún ajeno a su presencia —. Tengo que decir, esta es la segunda vez en mi vida que he tenido gente que conozco obsesionada contigo.

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Atónito, Julien miró a Priest, quien se encogió de hombros, y Tate empezó a reírse. —Él no —dijo Tate—. Mi exesposa veía Chef Master religiosamente. Yo diría que era tu fan número uno, pero creo que todos conocemos a alguien que no está de acuerdo con eso. —Como si Robbie tuviera un radar interno que lo alertara de que la gente estaba hablando de él, finalmente giró la cabeza en su dirección, y cuando sus ojos se fijaron en Julien y Priest, prácticamente brilló de placer. —Creo que tienes razón —dijo Priest, y Tate asintió con la cabeza mientras Robbie volvía con su cliente y deslizaba un cóctel rosa por la barra a una joven que le dio un beso—. Felicidades, por cierto. ¿Cómo te trata la vida de casado? —Bastante bien hasta ahora —dijo Tate—. En realidad, se suponía que Logan pasaría por aquí esta noche, pero se retrasó. —Es una lástima —dijo Priest, con descaro, pero estaba claro para Julien que estaba contento de que el otro hombre no estuviera allí esta noche por una razón u otra. —Bueno, tal vez la próxima vez —dijo Tate—. Creo que estaría bien si todos pudiéramos ponernos al día. Tal vez podrías venir a cenar a la casa nueva, ya que el condominio es un poco más pequeño. Priest apuntó sus ojos hacia Robbie, quien le estaba diciendo algo al hombre que estaba al otro lado del bar sirviendo con él, y luego dijo: —Si puedes hacer que tu esposo se comporte cuando estemos cerca, entonces creo que a Robert le gustaría eso. ¿Qué opinas, Julien? ¿Qué le pareció? Julien no podía creer lo agradable que era Tate. Esperaba que fuera crítico y distante. Sin embargo, la vibración que recibía de Tate era cualquier cosa menos eso.

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Estaba sinceramente interesado en que todos ellos se hicieran... amigos. —Creo que estaría muy bien, y sé que a Robbie le encantaría. En realidad —dijo Julien, recordando esta mañana y lo bien que Robbie había hablado de este hombre— definitivamente podemos planear una cena, pero ¿cómo os sentiríais tú y Logan al venir a la inauguración de mi restaurante el próximo mes? Los ojos de Tate se abrieron de par en par. Claramente no se lo esperaba, y cuando Priest se volvió para mirar en su dirección, Julien sonrió y asintió. —Es perfecto. Robbie tiene dos mesas que llenar, y sé que le encantaría tenerte allí. Tate miró a Priest, claramente asegurándose de que estaba de acuerdo con ello, y luego se rio. —De acuerdo. Nos encantaría. —Fantástico —dijo Julien—. Es el día de San Valentín. —Oh, aún mejor —dijo Tate—. Le diré a Logan que lo llevaré a un lugar especial. —¿Y no le importará que sea la casa de Julien? —preguntó Priest, al tiempo que Tate lo miró y negaba con la cabeza. —Después de la encantadora... charla que tuvisteis en su primer día de vuelta, ha tenido algo de tiempo para recuperarse. Está feliz por Robbie, sólo estaba siendo... —¿Logan? —dijo Priest—. Sí, bueno, puede que haya cambiado de opinión desde que se enteró hoy de que Robbie se ha mudado a vivir con nosotros.

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Julien miró de cerca la cara de Tate ante esa información, esperando que algún tipo de conmoción cruzara su cara. Pero en vez de eso, les sonrió y dijo: —No sé si felicitaros o desearos suerte. Robbie es un travieso. —Lo es —estuvo de acuerdo Priest. Julien dejó que sus ojos se dirigieran al bello hombre que ahora se dirigía en su dirección y dijo: —Por suerte para nosotros, tenemos cuatro manos entre los dos. —Lo que hizo reír a Tate. —No lo retendremos esta noche, tienes nuestra palabra, — dijo Priest, mientras Robbie se acercaba—. Acabamos de darnos cuenta de que no habíamos estado aquí juntos y decidimos venir a comprobarlo. —Claro que sí, —dijo Tate—. Y estoy seguro de que el bar es lo último que vinieron a ver. Confía en mí, no tengo ningún problema con que estén aquí. Logan solía venir al bar en el que trabajaba todas las noches. Mientras él pagara, no me importaba. Lo mismo ocurre aquí. Mientras pagues, puedes sentarte aquí y coquetear con él todo el tiempo que quieras. —Es bueno saberlos —dijo Priest—. Podríamos hacer eso. —¿Podrías hacer qué? —preguntó Robbie, mientras finalmente colocaba su silla junto a Tate y dejaba que sus ojos se movieran de Julien a Priest. —Sentarnos aquí y coquetear contigo toda la noche, —dijo Priest con los ojos fijos en los de Robbie, y cuando Tate se volvió para mirarlo, la cara de Robbie se ruborizó. —¿Te estás sonrojando? —preguntó Tate. —No. —Robbie miró a Priest, quien tenía una expresión de suficiencia en su cara, haciendo que el color se extendiera más

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abajo en su cuello—. Deja de mirarme así. Estoy en el trabajo, Sr. Priestley. —Como si eso te hubiera molestado en el pasado —dijo Tate, y luego miró a Priest—. Estoy impresionado. —Lo volviste tímido. Tiene que ser la primera vez. —Yo… —dijo Robbie, y luego se agarró y apoyó las manos en sus caderas—. No soy tímido. —A mí me lo parece —dijo Tate con una sonrisa comemierda—. Creo que nunca te he visto sonrojarte. Robbie entonces pasó de tener las mejillas sonrosadas a tener la cara escarlata, y de repente Julien quiso que esa cara se volviera en su dirección. —Eso es una pena. Estas tan guapo cuando lo haces. ¿No os parece? —preguntó Julien, y tal como él esperaba, Robbie inclinó su cabeza en su dirección—. Mignon comme une, Princesse. Linda como una princesa. Una impresionante sonrisa abarcó los labios de Robbie, y mientras Julien pasaba sus ojos por encima de él, Robbie olvidó su momento de vergüenza y se pavoneó bajo la atención. —Continúa… —dijo Robbie. En lugar de eso, Julien se tocó los labios y dijo: — Embrasse-moi —y se alegró cuando Robbie no se lo pensó dos veces. Se inclinó hacia el otro lado de la barra y lo besó, justo enfrente de Priest, Tate y cualquier otra persona que quisiera ver, y eso hizo que el lado posesivo de Julien se sentara y tomara atención inmediata.

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Cuando Robbie se echó hacia atrás, miró a Tate, que negó con la cabeza. —Tiene cierto brillo a su alrededor esta noche, más allá del brillo y el brillo de labios habituales —dijo Tate, entonces Robbie le sacó la lengua, con lo que hizo reír a Tate—. Bueno. Bueno. Os dejo a los tres. Espero que paséis una buena noche. Avísame si necesitas algo. Con un último apretón de manos, Tate se marchó y Robbie se puso de pie entre los dos hombres y puso sus manos sobre el mostrador, dirigió una de las miradas más descaradas que Julien había visto en dirección a Priest y le dijo: — ¿Y bien, tú no quieres besarme también? Priest abrió la boca, pero antes de que pudiera hablar, Robbie levantó la mano y puso un dedo a los labios de Priest de la misma manera que Priest lo hacía normalmente. —Sólo hay una respuesta correcta aquí —dijo Robbie, chupando su brillante labio—. Y debo advertirte, si no lo oigo, haré pucheros. Priest tomó la muñeca de Robbie, lo empujó sobre su taburete y luego lo tiró hacia adelante hasta que se encontraron a mitad de camino a través de la barra. Entonces dijo contra la boca de Robbie: —No podemos permitirlo ahora, ¿verdad? Robbie dio un suspiro de ensueño cuando Priest lo dejó ir, y luego abanicó su cara con su mano. —No, ciertamente no podemos. —Mientras se enderezaba, Robbie miró entre los dos y dijo: —Sabes, un chico seguro podría acostumbrarse a esto. Dos hombres sexys apareciendo en su trabajo para... ¿qué dijiste? ¿Flirtear conmigo? —Lo hice —dijo Priest—. Queríamos verte.

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—Bueno —dijo Robbie, y bateó las pestañas— siéntete libre de mirar. Los labios de Priest se retorcieron en los costados mientras buscaba el delgado menú en el mostrador y comenzó a estudiarlo. —Eres incorregible. —Lo que te gusta, si no recuerdo mal. —Tienes razón —dijo Priest, mirándolo en el menú—. Así que, mantén tu actitud descarada. Nos pone muy duros. —Mmm, —dijo Robbie, y tocó la punta de su lengua en su labio superior—. Me gusta eso. Julien se mojó los labios, queriendo la lengua de Robbie en su boca. —Descarada, descarada, coqueta. —Eres exactamente lo que le faltaba a nuestra noche, princesse. Estás parfait. —¿Así que no estabas bromeando? ¿De verdad te vas a sentar aquí y coquetear conmigo toda la noche? Los ojos de Robbie mostraban excitación ante la perspectiva, y Julien nunca pensó que lo había visto tan hermoso. —Ese es el plan —dijo Priest—. Al menos hasta que podamos llevarte a casa y desnudarte. —Jesús —dijo Robbie—. No puedes decirme esas mierdas cuando aún me quedan horas aquí. Ahora eso es todo en lo que voy a ser capaz de pensar. —Es en lo único en lo que vamos a pensar también —dijo Julien, y se movió en su asiento, con la polla endurecida ante la excitación que se arremolinaba en los ojos de Robbie—. Dónde, cuándo, quién primero...

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Robbie se tragó un soplo de aire y luego miró a su alrededor para asegurarse de que nadie escuchaba, y por suerte para ellos, estaban bastante aislados en la esquina al final del bar. —Mmm... eso es súper sexy. —Tú también —dijo Priest—. Ahora déjame leer este menú y pedir algo de comida. Dudo que Julien haya comido en todo el día, y tenemos que alimentarlo para que no se caiga del taburete con su primer trago. Como si una bombilla se hubiera apagado, los ojos de Robbie se abrieron de par en par y giró hacia Julien. —Oh, Dios mío. No puedo creer que no te lo preguntara tan pronto como te vi. ¿Cómo te fue en la entrevista? —Julien hizo una mueca de dolor, y Robbie arrugó la nariz—. Así de bueno, ¿eh? ¿Estás bien? —Estoy bien, princesse. —Julien le guiñó el ojo, tratando de asegurarle a Robbie que estaba diciendo la verdad—. Estoy bien. Robbie frunció los labios, sus ojos entrecerrados en Julien. No se lo creyó ni por un segundo. —¿Me estás mintiendo? Julien se rio, y Priest dijo: —Sí, lo está. Por eso estamos bebiendo. —Priest entonces puso una mano en el muslo de Julien y apretó—. Pero esta noche quiere fingir que está bien, así que tú y yo... Vamos a dejarle. —Así es. Lo único que quiero hacer esta noche es pensar en ti, —le dijo Julien a Robbie. Los labios de Robbie se abrieron, y un suave oh dejó sus labios. —¿Quieres ayudarme con eso? Robbie no habló, simplemente asintió lentamente.

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—Bien. Entonces creo que me gustaría un trago —dijo Julien, encontrando este desvío muy efectivo, porque en este momento todo lo que quería era arrancarle la ropa a Robbie y hundir su verga profundamente dentro del cuerpo dispuesto que sabía que encontraría bajo ese uniforme. —Mm, —dijo Robbie, y cuando Priest se rio, Robbie aclaró su garganta—. Deja de reírte de mí. Yo... Mierda. Dame un minuto. No puedo pensar cuando se pone francés y me mira como si estuviera desnudo. —¿Quieres que me detenga? —preguntó Julien. —Claro que no. ¿Me veo estúpido? —dijo Robbie, dando un paso atrás e indicando su cuerpo. —No —dijo Priest, y miró a Robbie—. Parece como si estuvieras —Priest se aclaró la garganta— en el trabajo y por lo tanto fuera de los límites. Robbie suspiró profundamente, y mientras ponía los ojos en blanco, dijo en su tono más profesional: —Está bien, aguafiestas, bien. Buenas noches, Sr. Priestley y Sr. Thornton, bienvenidos a The Popped Cherry. ¿Qué puedo hacer por ustedes esta noche, hasta que, por supuesto, puedan tenerme? Y, fue en ese momento, cuando Julien se dio cuenta de que había pasado a estar enamorado al cien por cien del hombre que estaba detrás de la barra, con los ojos brillantes y una disposición encantadora.

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Capítulo XIII CONFESIÓN

No hay nada más tentador que una princesse atrevida pidiendo lo que quiere.

POCAS HORAS más tarde, el bar no estaba menos abarrotado, pero el piso y las mesas habían empezado a desocuparece a medida que la gente que quería pasar toda la noche en la ciudad se movía, y los que habían terminado se iban a casa. Robbie echó un vistazo al reloj para ver que estaba a unos treinta minutos de cerrar, y no podía recordar la última vez que había mirado la hora con tanta atención. Pero entonces sus ojos buscaron a los dos responsables de su repentina obsesión por desear que esta noche se fuera, y cuando vio a Julien y Priest ahora sentados en una de las cabinas al otro lado del bar, Robbie se tomó un momento para estudiar a los hombres que ahora consideraba suyos. No podía creer lo que veían sus ojos cuando aparecieron esta noche. Un minuto había sido una noche normal de viernes en el trabajo, y al siguiente había estado cara a cara con los dos hombres que ocupaban lo que sentía como cada pensamiento en su mente a cada hora del día. Mierda. Estaba tan metido en esto. Como... más profundo. Estaba en el fondo del maldito océano cuando se dio cuenta de hasta dónde había llegado para estos dos. Pero mientras estaba allí de pie observándolos, Robbie sintió como si hubiera encontrado un tesoro escondido en el fondo de ese océano.

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Primero fue Priest, con su seria disposición de hacerse cargo y cuidar de todos los que lo rodean que hizo que Robbie se sintiera seguro cuando estaba cerca. Hizo que Robbie sintiera que podía dejarse llevar y finalmente ser él mismo, su verdadero yo, y Priest podía ayudarle a descubrir exactamente quién era. Robbie confió en él para que lo guiara en la dirección correcta. Era liberador, dejar que alguien más tomara el control. Era... gratificante. Y el placer que sintió cuando hizo algo que complació a Priest hizo que Robbie se sintiera más aceptado y completo de lo que jamás había pensado que fuera posible. Luego estaba Julien, un hombre lleno de contradicciones. Un hombre por el que Robbie se encontraba cayendo más fuerte cada vez que abría la boca o miraba en la dirección de Robbie. A veces Julien tenía tanto control, como lo tenía Priest. Era arrogante, guapo y totalmente capaz de hacer creer que tenía todo lo que necesitaba en el mundo. Pero bajo esa exitosa fachada, detrás de esa famosa sonrisa, había un alma torturada. Y esa parte de él llamó a Robbie de una forma que nunca supo que lo haría. Quería ayudar a Julien. Quería entender qué hacía funcionar a este hombre complejo. Él quería que Julien le confiara sus secretos. Como si el hombre en el que estaba pensando sintiera que Robbie lo observaba, Julien miró en su dirección, y una sonrisa perezosa -cortesía del alcohol de Tate- curvó esa pecaminosa boca. Dulce madre de todo lo sagrado, Julien era muy fácil de ver. Llevaba un suéter de cuello en V verde bosque esta noche, que le daba vida a sus ojos, como piedras preciosas, ¿o tal vez era el alcohol que le daba un brillo extra? Robbie no estaba seguro, pero estaba más que consciente de cuántas bebidas le

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había preparado a Julien, y con cada una de ellas, esa sonrisa se hizo más floja y su expresión más diabólica. Julien estaba claramente de humor para olvidar sus problemas esta noche, y parecía que Priest iba a cuidar de él como lo hizo, porque se había cambiado al club soda después de su primer Old Fashioned41. —Así que... ¿vas a decirme qué está pasando ahí? — preguntó Bianca, mientras se acercaba a Robbie y limpiaba el bar—. ¿O me vas a dejar colgada? Robbie apartó los ojos de la mirada hipnótica de Julien y se enfrentó a Bianca, que le estaba dando su mejor mirada. —No sé de qué estás hablando. Bianca puso los ojos en blanco. —No intente decirme que no pasa nada, señor. No soy estúpida —dijo Bianca, y volvió a poner los ojos en la cabina, donde Julien estaba mirando a Priest como si fuera algo particularmente sabroso, y Robbie estaría de acuerdo, tampoco le importaría comerse a Priest. —Joder, ¿ya es hora de irnos? —Lo que estoy tratando de saber, —continuó Bianca— es con cuál te metes, y por qué sigues haciéndote esto a ti mismo. ¿Cuál... de ellos? Pensó Robbie, mientras estudiaba la expresión preocupadade Bianca. Espera, ella cree... Bueno, claro que cree que esto es como Logan y Tate. Hola, Bianchi, eso es exactamente lo que parece. Pero no....

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Old Fashioned: en un vaso corto y ancho, ponemos un terrón de azúcar o una cucharada sopera al ras, añadimos dos o tres gotas de Angostura y un chorro de soda. Con ayuda de un mortero o de una cuchara mezclamos hasta que el azúcar se disuelva para así mojar por dentro todo el vaso con esta mezcla. Seguidamente añadimos 1/2 rodaja de naranja y la apretamos un poco con el mortero para que suelte un poquito de jugo, añadimos dos o tres cubitos de hielo y 40 ml (4 cl) de whisky Bourbon, removemos de nuevo un poquito y decoramos con la cascara del limón y una o dos cerezas.

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—Espera un segundo —dijo Robbie, y la agarró del brazo, alejándola de los clientes que se mezclaban alrededor de la barra—. No estoy con uno de ellos. —Robbie se rio cuando un ceño fruncido estropeó la frente de Bianca—. Estoy con los dos. Mientras que sus palabras parecían computar, sus ojos se abrieron de par en par y su boca se abrió, la mirada escandalizada hizo reír aún más a Robbie. —Pero... —Bianca volteó la cabeza para mirar hacia atrás a los dos en la mesa, y cuando Robbie también lo hizo, fue para ver que Julien se había movido al lado de Priest y estaba sentado muy cerca de su esposo. Maldita sea. Realmente quería ir allí y participar en lo que sea que estuviera pasando, pero el reloj no había pasado más rápido. —Ellos son... Tú eres... —dijo Bianca, y Robbie asintió. —Exactamente. —¿Pero los tres? —preguntó ella, su última palabra terminando con una nota alta—. ¿No es complicado? —No —dijo Robbie, y se preguntó por qué todos asumían automáticamente que ese era el caso. Nunca había estado en una relación que se sintiera tan fácil o natural como ésta—. No es nada complicado. Ahora mismo es frustrante porque realmente quiero ir allí, pero... Bianca miró a los dos hombres y vio a Julien besando el cuello de Priest. Robbie se preguntaba qué pensaría de todo eso. Pero cuando dijo: —Demonios, a mí tampoco me importaría ir allí ahora mismo —Robbie no pudo contener su fuerte y un poco tensa carcajada haciendo que los que estaban

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en el bar y los dos causantes de su reacción pararan lo que estaban haciendo y dirigieran su atención en su dirección. Cuando los párpados pesados de Julien encontraron los suyos, el corazón de Robbie golpeó y la expresión petulante en la cara de Priest le dijo lo que Robbie ya sospechaba, ellos sabían exactamente lo que le estaban haciendo. —Oh mierda —susurró Bianca—. Eso es un montón de hombres mirándote ahora mismo. Claro que sí, pensó Robbie mientras su polla reaccionaba a la atención como si acabara de ser chupada. —¿Por qué no te vas a casa? —dijo Bianca—. Puedo manejar el cierre. Oh Dios, Robbie la habría besado si hubiera tenido la capacidad de apartar la mirada de los hombres que aún lo vigilaban. En realidad, no era tan fuerte, y en vez de eso, vio como Priest se inclinaba hacia adelante para morder la oreja a Julien. —¿Tú... eh, estás segura? —Segurísima —dijo Bianca—. Alex y yo nos encargamos de esto. Robbie miró de nuevo por encima de su hombro, llamó la atención de Priest y luego indicó el cuarto trasero con una inclinación de su cabeza. Entonces le dijo a Bianca: —Te debo una. —Sí, lo sabes. No sólo por ofrecerte irte temprano, sino porque tienes dos hombres cuando ni siquiera puedo encontrar uno. Eso es codicia. Robbie sonrió, incapaz de contener el placer que sentía con esas palabras, porque el infierno si no fuera verdad. Tenía dos hombres.

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Dos hombres increíbles que lo esperaban para llevárselo a casa y hacerle toda clase de travesuras, a juzgar por las promesas que tenían en sus ojos, y no estaba dispuesto a esperar ni un minuto más para salir de allí.

PRIEST OBSERVÓ A ROBBIE desaparecer por la puerta trasera del bar, y su polla palpitaba ante la idea de finalmente llevarlo a casa y quitarle ese uniforme. Julien estaba bien y alegre, sus problemas se habían ido hacía mucho tiempo, y en su lugar había un deseo de desnudarse y distraerse, y esta noche Priest lo dejaría salirse con la suya. Priest puso sus labios en la oreja de Julien, como lo había hecho hacia un segundo, y dijo: —¿Estás listo? —Oui —dijo Julien, y Priest miró a sus relajados ojos y sonrió con suficiencia—. ¿Qué, mon amour? —Sólo me preguntaba si serás capaz de levantarte. —No estoy borracho —dijo Julien, mientras salía de la cabina—. Me siento... Mientras sus palabras se desviaban, Priest se puso de pie y envolvió un brazo alrededor de los hombros de Julien. —Mmm. Te siento... —dijo Julien mientras ponía una mano en el pecho de Priest y se acurrucaba en su cuello—. Hueles délicieusement bon42.

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Délicieusement bon: Deliciosamente sabroso.

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—Julien... salgamos del bar antes de que las cosas se pongan embarazosas —dijo Priest, amenazando con anunciar lo bien que se sentía Julien en sus brazos. La risita gutural que dejó a Julien no ayudó en nada, ni tampoco la lengua que pasó por encima del lóbulo de la oreja de Priest. —Auch, ¿te estoy haciendo difícil caminar? —Ciertamente no lo estás haciendo fácil, —dijo Priest mientras agarraba el abrigo de Julien y lo ayudaba a ponerselo —. Vamos, vayamos a buscar a Robert. —Oui. Encontrémoslo y desnudémoslo. Que quiero entrar en nuestra princesse… Priest gruñó en respuesta, tomó la mano de Julien, y lo guio a través de la barra, y una vez que estaban en la acera, tiró de Julien cerca. Priest lo había estado vigilando toda la noche para asegurarse de que Julien no entrara en espiral, en la dirección equivocada, pero parecía que esto era exactamente lo que necesitaba. Unas copas y la distracción de su sexy novio, a quien ahora buscaban, y a juzgar por esa mirada final que Robbie había puesto en su camino antes de su acto de desaparición, sabía exactamente lo que le esperaba esta noche, y estaba ansioso de que empezara. Mientras Priest los guiaba a donde estaba la entrada trasera del bar, llegaron justo a tiempo para ver a Robbie salir con su abrigo negro y esponjoso y su bolsa de mensajería colgada sobre su cuerpo. Cuando la puerta se cerró detrás de él, Robbie se giró en su dirección, y cuando los vio, rastrilló los dientes sobre su labio. Se metió las manos en los bolsillos y se dirigió hacia ellos, y el reflector que iluminaba el pequeño estacionamiento lo destacaba en todos los lugares correctos.

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Los mechones de luz en su pelo. Los ángulos agudos de sus pómulos malvados y altos. Y cuando Robbie se acercó lo suficiente para que Priest pudiera ver sus ojos, se dio cuenta de que estaban más oscuros de lo normal. Su princesa estaba excitada, y a la mierda si no lo iban a llevar a casa y hacer algo al respecto. —¡Ey! —saludó Robbie cuando todos se detuvieron uno frente al otro, y sus ojos se movieron de Priest a Julien, y luego de regreso a Priest—. ¿Está todo bien? Me imaginé que los vería a los dos en... Las palabras de Robbie se detuvieron abruptamente mientras Julien caminaba hacia adelante, empujando a Robbie hasta la pared detrás de él y fuera del reflector que se esparcía sobre el pequeño estacionamiento. Cuando lo tuvo donde él quería, Julien tomó los labios de Robbie en un beso feroz, haciéndolo gemir. Priest mantuvo sus ojos en ellos dos, disfrutando del saludo que estaban compartiendo como un hombre hambriento podría hacer con una comida, y cuando las manos de Robbie automáticamente se acercaron para agarrar el trasero de Julien, Priest tuvo que reajustar la erección que ahora tenía. —Maldita sea, Jules, —dijo Robbie mientras Julien apoyaba sus caderas contra él, y Priest vio los dedos largos de Robbie doblarse contra el trasero de Julien—. Eso se siente... Ah. Julien aplastó los labios de nuevo, cortando cualquier otra palabra que Robbie pudiera decir, y Priest sabía que, si se quedaban en este estacionamiento mucho más tiempo, Robbie estaba a punto de ser desnudado y follado, dos veces. —Julien —dijo Priest, su voz era un gruñido de orden hasta para sus propios oídos, y Julien levantó la cabeza y miró hacia Priest, que hizo una señal con el dedo—. Viens ici.

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Julien estaba lo suficientemente ebrio como para ser obediente, pero bien consciente de por qué Priest lo había detenido, si la sonrisa en su cara era alguna indicación. Dejó ir a Robbie, pero dijo: —Pronto, princesse... Voy a entrar en ti y perderme muy pronto. Y no puedo esperar. Julien se alejó de Robbie, haciéndole gimotear y tocarse con la palma de la mano. —Sí. Demonios, sí, quiero eso. Realmente, realmente quiero eso. —Robbie se mordió el labio superior, con los ojos lleno de lujuria y excitación, y en ese momento, parecía una tentadora ninfa sexual enviada allí para hacerlos perder la cabeza, porque todo lo que Priest quería era desnudarlo y llevarlo justo donde estaba. Sin embargo, conociendo a Logan y a Tate, habrían puesto cámaras aquí por la seguridad de sus empleados, y por mucho que Priest quisiera a Robbie, no estaba a punto de ser capturado por la maldita cámara. —Estamos estacionados a la vuelta de la esquina —dijo Priest, señalando la calle—. ¿Por qué no te subes a tu auto y te vemos salir y luego te seguimos a casa? Robbie asintió con la cabeza, pero no se movió. En vez de eso, siguió buscando entre ellos y frotándose más fuerte. —Robert —dijo Priest advirtiendo, y dio un paso adelante hasta que pudo tomar la barbilla de Robbie entre sus dedos—. Ve y súbete a tu auto y vete a casa, a salvo. Cuando llegues puedes quitarse este abrigo, pero eso es todo. Quiero verte en nuestra sala esperándonos cuando lleguemos. ¿Lo entiendes? Los ojos de Robbie se movieron sobre el hombro de Priest hasta donde estaba Julien, y luego regresaron a Priest. —Sí. Entiendo.

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Priest puso sus labios sobre los de Robbie y dijo: —Bien. Te prometo que valdrá la pena esperar. No hemos pensado en otra cosa que en meternos dentro de ti desde que entramos en el bar, y ahí es donde planeamos pasar el resto de la noche. Dentro. De ti. Robbie respiró temblorosamente, a medida que Priest se alejaba, Robbie extendió la mano y le agarró el brazo, haciendo que Priest se detuviera. —¿Juntos? —Preguntó Robbie, sus ojos se posaron con ansiosa anticipación—. ¿Al mismo tiempo? La implicación detrás de las palabras de Robbie era tan carnal y tan jodidamente erótica, que un gruñido escapó de la garganta de Priest y agarró la chaqueta de Robbie y lo apretó contra su cuerpo. —¿Quieres eso? Los labios de Robbie se curvaron, lentos y agradables contra los labios de Priest, y era obvio que sabía que acababa de tropezar con una mina de oro. —Oui. Lo quiero. Las fosas nasales de Priest se ensancharon y soltó a Robbie como si estuviera ardiendo, sin poder controlarse más con las imágenes que parpadeaban en su mente. —Ve y métete en tu coche. Y por el amor de Dios, ten cuidado al conducir a casa. Fue el turno de Robbie de sonreír, haciendo que Priest quisiera arrojarlo sobre su hombro como un hombre de las cavernas. En cambio, apretó los puños a los costados y se obligó a alejarse. Pero Julien no era una mejor opción para enfrentarse en el estado actual de Priest. Sus ojos vidriosos y sus labios hinchados hicieron que Priest apretara su mandíbula con tanta fuerza que estuvo a punto de romperse una muela, y sabía que si los tres no llegaban a un lugar privado lo antes posible, todo sería un esfuerzo desperdiciado, y él estaría maldito si se corriera en un jodido estacionamiento.

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—Auto. Ahora, —dijo Priest, y señaló por encima del hombro de Julien, y podría haber jurado que escuchó la risa de Robbie desde algún lugar detrás de él. Priest se prometió a sí mismo que haría pagar a su princesa por eso... más tarde.

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Capítulo XIV CONFESIÓN

Lo que quiero hacer a nuestra princesse definitivamente requiere a Priest.

ROBBIE LLEGÓ al condominio antes que Julien y Priest principalmente porque él pisó a fondo la mayor parte del camino a casa. Pero, ¿alguien podría culparlo? Entre Julien tocándolo en el estacionamiento y Priest diciéndole que se fuera a casa y los esperara para que pudieran pasar el resto de la noche dentro de él, Robbie se sorprendió de que hubiera podido conducir hasta su casa. Necesitaba calmarse. Se lo había estado diciendo a sí mismo todo el camino de vuelta al condominio. Necesitaba calmarse y relajarse, si quería tener alguna esperanza de sobrevivir a lo que iba a ser una noche inimaginable, bueno, a todo. Cuando el ascensor sonó en su piso, prácticamente corrió por el pasillo y entró. Tiró su bolsa al suelo, inmediatamente desató su abrigo y se encogió de hombros. Allí, había hecho lo que Priest le había pedido, y mientras movía la mesa de café para poder estar de pie en la alfombra y esperar, Robbie tomó una decisión rápida y corrió al baño. Unos minutos más tarde, estaba de vuelta en el dormitorio después de haberse refrescado, metiendo su camisa y

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abrochando de nuevo sus pantalones. Fue entonces cuando escuchó las llaves en la puerta y se apresuró a volver a la sala de estar para tomar su lugar. Cuando la puerta principal se abrió y luego se cerró, oyó pasos que bajaban por el pasillo y miró por encima de su hombro para ver a sus hombres entrar en su apartamento. Se sentía el tipo más afortunado del mundo. Julien estaba enfrente de Priest y caminando con un tipo relajado de fanfarroneo que hizo saber a Robbie que el alcohol definitivamente todavía estaba girando a través de su sistema, y cuando entró en la sala de estar y lo vio, los labios de Julien se curvaron y ese sexy hoyuelo apareció. Oh, mierda, pensó Robbie, mientras Julien caminaba por el sofá hacia él. Realmente quiero besarlo allí y tal vez... lamerlo. Los ojos de Priest se fijaron en él en el momento en que Julien estaba fuera de alcance, y Robbie lo observó mientras se desabrochaba la chaqueta del traje y caminaba hacia la isla de la cocina para tirar sus llaves sobre ella. Aún no se había dicho nada, y Robbie tuvo la sensación de que no debía hablar hasta que se lo dijeran. Así que se detuvo y dejó que este baile silencioso continuara. Luego, Julien se acercó para pararse frente a él, y a medida que se acercaba, se despojó de su suéter y lo tiró al sofá. La polla de Robbie se sacudió en respuesta a la apretada piel de aceituna y los tatuajes que cubrían el hombro de Julien, y no pudo evitar llevar la mano a su erección. Dios, Julien era sexy, y también lo era su tinta. Los patrones eran todos tan intrincados que se enroscaban sobre su brazo y bajaban por su bíceps, y ¿la Amorè 43 sobre su

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Amorè: Amor.

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pecho? Maldita sea... Los ojos de Robbie no pudieron evitar ir allí, lo que sólo llevó a lo que estaba más abajo. Con mucha lentitud, la mirada de Robbie deambulaba por los músculos ondulantes perfectamente tonificados gracias a la dedicación de Julien a su yoga. Y Robbie recordó, con una claridad impresionante, la división de pie que Julien había hecho por él a primera hora de la mañana, y soltó un suspiro mientras trabajaba un poco más duro. El único sonido en la habitación que no era ese era la sangre saliendo de su cabeza directamente hacia el sur. Entonces Julien dio un paso atrás y se sentó en el sofá, extendiendo sus piernas bien abiertas en una clara invitación. Los ojos de Robbie se centraron automáticamente en la erección que podía ver delineada en los pantalones de Julien, y justo cuando estaba a punto de decir algo como: Por favor, déjame verlo, escuchó… —¿Robert? La cabeza de Robbie dio un latigazo como si hubiera sido atrapado con la mano en el frasco de galletas, mientras miraba por encima de su hombro a Priest. —¿Sí? — preguntó, su voz mucho más normal.

jadeante

de lo

Priest caminó hacia él, enganchó su dedo bajo la barbilla de Robbie, y suavemente inclinó su cara hacia arriba. Cuando sus ojos chocaron, Robbie casi se queja del hambre que vio allí. Priest parecía querer devorarlo, y Robbie ni siquiera se había quitado la ropa todavía. —¿Sabes en qué he estado pensando todo el día?

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Robbie se mojó los labios y negó con la cabeza, encontrando difícil hablar. —He estado pensando en la forma en que te cogiste mi chaqueta esta mañana y, que tú… —Priest le pasó el pulgar por el labio a Robbie—… me lo debes. La boca de Robbie se abrió, y chupó ese pulgar hasta que Priest lo soltó con una sonrisa que rayaba lo salvaje. —Voy a quitarte la ropa para que Julien y yo podamos mirarte. —Robbie asintió, mudo probablemente por primera vez en su vida—. Pero antes de hacerlo —Priest tomó la boca de Robbie en un beso duro y feroz que lo tenía agarrando la camisa de Priest mientras envolvía un brazo alrededor de la cintura de Robbie y lo acercaba, haciéndolo gemir. Robbie empujó sus caderas hacia adelante, moliendo su erección contra Priest, tratando de aliviar algo del dolor, algo de la frustración que sentía, pero no sirvió de nada. Priest no iba a concederle alivio hasta que estuviera bien y listo. —Muy bonito —dijo Priest una vez que levantó la cabeza, y luego pasó sus dedos por la costura media de los pantalones de Robbie, atormentando su trasero—. Pero vamos a ponerte desnudo y lleno para que tengas una buena razón para retorcerte así. Date la vuelta y mira a Julien. Que quiere mirarte. Sin decir una palabra más, Robbie giró hacia Julien, que aún estaba sentado en el sofá con las piernas abiertas y los ojos fijos en ambos, y luego Priest se puso en posición detrás de Robbie y comenzó a desvestirlo para su esposo.

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JULIEN FUE TRASLADADO a la escena mientras Robbie se paraba frente a él, y Priest se movió detrás de él. Los labios de Robbie estaban hinchados donde Priest lo acababa de besar, y sus ojos azules se habían oscurecido con su deseo. Sus mejillas eran escarlatas, su respiración venía más rápido, y la polla larga y rígida visible debajo de los pantalones de trabajo de Robbie hacía más que obvio que estaba entusiasmado con lo que iba a pasar aquí esta noche. —Manos arriba de la cabeza, Robert. —La voz del Priest era áspera cuando dio la orden, y la polla de Julien latía con el timbre familiar. Su esposo estaba muy excitado, al igual que él y Robbie, y Julien no podía esperar a ver a dónde los llevaría Priest esta noche. Robbie levantó las manos sobre su cabeza, y al hacerlo, el dobladillo de su cómodo chaleco se deslizó hacia arriba, quitando la camisa de los pantalones y dejando al descubierto una tira de piel pálida. Priest pasó las yemas de sus dedos sobre la extensión cremosa que había revelado, y cuando Robbie tembló, bajó la boca hasta la oreja y la besó. —Hueles delicioso, princesa. —Priest se acurrucó detrás de la oreja de Robbie—. Como... nuestro jabón. —Oh Dios. —Robbie suspiró e inclinó la cabeza, ofreciendo más de su cuello a Priest. Pero no iba a ir a donde Robbie lo llevó. Non, pensó Julien mientras agarraba el botón de sus pantalones, su mente relajada por el momento pero su cuerpo en alerta total. Priest fue donde quiso. Cuando quiso. Y estaba claro que no iba a ser apresurado esta noche. Priest comenzó a desabrochar el chaleco de Robbie, y una vez que estuvo libre y en el suelo, se acercó directamente a la camisa. Robbie chupó un aliento que luego quitó y descartó, y

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Julien no podía esperar a tener su boca en toda esa piel suave y sedosa. —¿Robert? ¿Te duchaste cuando llegaste a casa? —Priest miró a Julien por encima del hombro de Robbie con una expresión incendiaria al alcanzar la cintura de Robbie y abrir el botón de sus pantalones de trabajo. —¿O hiciste trampa, y sólo hiciste los lugares importantes? Tal vez debería averiguarlo, y besarte de pies a cabeza y en todos los lugares intermedios. Robbie estaba recostado contra el pecho de Priest ahora, y cuando separó los pantalones de trabajo de Robbie y metió la mano dentro para encontrar su polla, un grito sin aliento dejó a su hombre. Putain, estaban impresionantes juntos. —Mon Dieu, princesse. Pareces una invitación al pecado, —dijo Julien, mientras reflejaba el movimiento de Priest y metió una mano dentro de sus pantalones para envolver sus dedos alrededor de su dolorido cuerpo. —Mierda... Oh mierda, —dijo Robbie gimiendo mientras Priest movía su mano hacia arriba y hacia abajo, y ni un segundo más tarde, Robbie comenzó a rodar sus caderas a tiempo con el ritmo establecido por Priest, bombeando su vara dentro y fuera de lo que Julien sabía que era un puño visceral. Priest gruñó, y el áspero sonido vibraba alrededor de la habitación y las caderas de Julien se elevaban en respuesta. —Creo que Julien debería quitarse esos pantalones y mostrarnos con qué está trabajando. ¿Verdad, Robert? La mente de Julien giraba en espiral ante el brillo salvaje de los ojos de su marido. Quería un Priest así esta noche para poder dejarse llevar y perderse. Quería escapar. Y quería ver cómo Robbie se soltaba y venía con él.

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—Sí —dijo Robbie, y luego asintió para darle más énfasis—. Sí, quiero ver. La risita que dejó Priest estaba llena de las promesas, mientras lamía un sendero a lo largo de la mejilla de Robbie y luego frotaba su incipiente barba sobre el mismo lugar. —Ah... Priest. —Robbie cerró los ojos—. Eso... Eso se siente... Aparentemente demasiado bueno para las palabras, ya que Robbie perdió las suyas, y luego Julien decidió que había terminado con la ropa y se quitó los pantalones y los calzoncillos de las caderas hasta que se le cayeron alrededor de los tobillos. Entonces Priest dijo al oído de Robbie: —Abre los ojos. —Y cuando los párpados de Robbie se abrieron y se concentró en el pene grueso que Julien estaba acariciando, su princesse se mojó los labios. —¿Quieres eso? —preguntó Priest mientras seguía trabajando a Robbie, y Julien ensanchó las piernas para darle a su hombre una mejor vista. Cuando Robbie asintió sin decir nada, Priest detuvo la mano y dijo: —Te hice una pregunta, Robert. La manzana de Adán de Robbie se movió, y luego sus ojos se fijaron en los de Julien, y la expresión en ellos era de éxtasis torturado. —Oui, lo quiero, definitivamente. —¿Quieres que Julien te meta la polla en tu culito apretado? —Sí —dijo Robbie, mientras se follaba con el puño de Priest y ante el descarado ojo de Julien—. Quiero subirme a su regazo y montarlo hasta que se corra.

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Esas palabras de la boca de Robbie tenían a Julien apretando el puño en la base de su polla. —Pensé que lo harías —dijo Priest—. Pero antes de que lo hagas, creo que deberíamos deshacernos de esto. —Y con un rápido movimiento, Priest tenía los pantalones y calzoncillos de Robbie en las piernas, y le ayudó a quitárselos. Una vez que se quitó toda la ropa, y Robbie se interpuso entre ellos desnudo y duro, Julien dobló un dedo, más que listo para tocar cada centímetro de Robbie que podía ver. —Viens ici. Robbie no dudó, ni por un segundo. Dio un paso hacia Julien y se subió a su regazo hasta que estuvo a horcajadas sobre sus muslos y sus pollas estaban en posición vertical y frotándose una contra la otra. Julien estiró la mano hacia la cintura de Robbie, tirando de él más cerca, y cuando las rodillas de Robbie flanqueaban ambos lados de él, Julien levantó sus caderas hacia adelante. —Mmm, —ronroneó Robbie, y rodeó con sus brazos el cuello de Julien. Julien gruñó en respuesta, y mientras sus manos masajeaban las curvas redondas del culo de Robbie, vio a Priest voltearse y salir de la habitación. Sabiendo que volvería muy pronto, Julien empezó a balancear a Robbie, machacando sus erecciones hasta que el hombre sexy de su regazo se hizo cargo. Robbie bajó la cabeza y lo besó de una manera que le dijo a Julien que estaba listo y dispuesto para la polla que podía sentir dentro de él, y Julien pasó una de sus manos por la columna vertebral de Robbie hasta que estaba agarrando la parte posterior de su cuello. Entonces Julien cambió el ritmo del beso que estaban compartiendo.

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Se arqueó del sofá y metió la lengua en el interior de la boca de Robbie, que pasó de dulce a salvaje en un abrir y cerrar de ojos, y cuanto más tiempo pasaba, más rápido y más duro Robbie se empezaba a mover. —Oh Dios. Dios. Dios... —Robbie jadeó, y los sonidos que siguieron fueron nada menos que pecaminosos. Él estaba maldiciendo, jadeando y gimiendo, y de vez en cuando este pequeño y sexy gemido escapaba de sus labios, y luego todo su cuerpo temblaba al soltar el sonido. Era todo lo que Julien podía hacer en su estado de alcohol y lujuria para no dejar a Robbie tirado en el sofá y golpearle. Pero no, él esperaría a que Priest regresara, porque sabía lo explosivo que serían los tres esta noche, y quería que lo necesitara. Pensaba que Robbie ni siquiera sabía que Priest se había ido, pero cuando su marido volvió a la sala, las bolas de Julien se apretaron y amenazaron con explotar, como si alguien acabara de encontrar, y golpear, su punto dulce. Priest se había desnudado, y su polla estaba dura, proclamando su deseo de follar, y dulce Jesús, Julien quería verlo cuando lo hiciera. Cuando Priest se acercó por detrás de Robbie -que claramente era ajeno a cualquier otra cosa que no fuera lo bien que se sentía retorciéndose por todo el regazo de Julien-, sonrió con suficiencia. Julien soltó el cuello de Robbie y usó ambas manos para agarrar el trasero de Robbie y abrirlo, y Priest hizo un bajo sonido de aprobación en la parte posterior de su garganta. El ruido fue finalmente registrado por Robbie, porque miró por encima de su hombro justo a tiempo para ver a Priest dejar

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caer una botella de lubricante y condones en el sofá y luego bajar hasta las rodillas. Putain de merde, pensó Julien, Priest de rodillas era un evento raro. Así que verlo ahí abajo hizo que la polla de Julien goteara de emoción, y cuando sus grandes palmas cubrieron el culo de Julien sobre el de Robbie ¿para extenderlo más? Julien sabía que estaba en peligro de venirse antes de entrar en el culo de Robbie. —Oh, princesse. Priest está a punto de devorarte —dijo Julien, mientras Priest lo miraba por última vez, y luego bajó la cabeza para lamer un cálido y húmedo sendero por el estrecho canal de Robbie, y el grito de placer que dejó los labios de Robbie dejó muy claro que no podía esperar.

AL TOQUE DE la lengua de Priest a su carne sensible, Robbie retrocedió y sus dedos se clavaron en el hombro de Julien, mientras una intensa ola de placer lo recorría el cuerpo. Gimió y cerró de golpe sus ojos mientras cuatro grandes manos mantenían su trasero abierto, y Priest -oh Dios- empezó a mover su lengua de un lado a otro sobre la arruga de Robbie. Julien gimió ante lo que estaba presenciando, y Robbie abrió los ojos y encontró los de jade llenos de deseo carnal. —Te ves tan bien, princesse. Tan jodidamente bueno. Robbie apretó los dientes y se balanceó hacia delante, frotando todo su frente contra el de Julien, y cuando maldijo en francés, Robbie lo hizo de nuevo. Luego bajó su boca hasta los labios llenos de Julien y movió su lengua a lo largo de la parte superior, y Priest decidió en ese momento burlarse del culo de Robbie empujando su lengua dentro de él.

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—Priest, —jadeó Robbie, y se soltó la boca para mirar hacia abajo—. Voy a morir si sigues haciendo eso. Los ojos de Priest subieron para fijarse en los suyos, y cuando lo hicieron, la arrogancia que se arremolinaba en ellos hizo que el culo de Robbie se apretara. Oh demonios, hablando de provocar a la bestia. Porque Priest simplemente bajó la cabeza y... lo hizo de nuevo. Mierda, pensó Robbie. Quiero... no, necesito a alguien que me llene. Quería a alguien dentro de él, llenándolo, estirándolo, y cuando Priest cogió el lubricante y lo abrió, Robbie empezó a retorcerse en el regazo de Julien. —Dios —dijo Julien, recuperando la atención de Robbie—. Ponte de rodillas por Priest. Deja que te prepare para nosotros. ¿Nosotros? El corazón de Robbie tronó al pedirlo, pero rápidamente se puso de rodillas. ¿Se refiere a lo que creo que se refiere? ¿De verdad me van a llenar... al mismo tiempo? El pensamiento tenía a Robbie agarrado a los hombros de Julien para no desmayarse antes de que pudiera experimentarlo, porque si había una remota posibilidad de que sucediera, él lo quería. Julien inclinó la cabeza de modo que estaba mirando a Robbie, y metió los dedos por la espalda hasta el culo y abrió las mejillas de Robbie. Priest hizo un sonido bajo y salvaje que hizo que Robbie frotara su polla contra el pecho sólido como una roca de Julien, y cuando un dedo deslizante se arrastró por su hendidura, Robbie empujó hacia atrás, tratando de metérselo.

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—Priest, —dijo Robbie a través de apretados dientes, y esta vez el nombre de Priest era una cruz entre un susurro y una oración—. Por favor. Yo... quiero... —¿Qué es lo que quieres? —demandó Priest en un tono que hizo que todo el cuerpo de Robbie se sintiera como si hubiera sido acariciado. —Quiero algo en mí. Priest se movió detrás de él hasta que Robbie sintió unos labios calientes en su coxis y un dedo presionando contra la piel caliente y arrugada de su entrada. —Suerte para ti —dijo Priest mientras empujaba un poco más fuerte, y Robbie se agarró a los hombros de Julien mientras perdía el equilibrio por un momento—. Vas a tener dos cosas dentro de ti esta noche. Al mismo tiempo. —Oh Dios, —gritó Robbie, mientras Priest finalmente deslizaba su dedo hacia adentro y Julien se sentaba hacia adelante para pasar su lengua sobre el pezón de Robbie. Robbie clavó sus dedos en el cabello de Julien y se agarró mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. Se sintió necesitado, desesperado y tan jodidamente excitado en ese momento que supo que estaba a sólo dos segundos de estallar sobre el pecho de Julien. —La chambre44 —dijo Julien, y luego rascó con los dientes a lo largo de la clavícula de Robbie—. Quiero llevarte a nuestro dormitorio, acostarte y verte montar mi polla, princesse. —Sí. Oh, joder, sí. Todo lo que quieras —dijo Robbie mientras se frotaba más fuerte contra Julien, dejando un desastre por todo el pecho.

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La chambre: La habitación.

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Pero no dijo nada más después de eso, porque Priest eligió ese momento para deslizar un segundo y luego un tercero dedo dentro de él, y comenzó a moverlos hacia adentro y hacia afuera mientras besaba y chupaba una de las nalgas de Robbie, preparándolo para lo que acababan de prometerle -y Robbie no podía esperar.

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Capítulo XV CONFESIÓN

Dos siempre es mejor que uno. ¿Y tres? Tres es aún mejor.

LA POLLA DE JULIEN se estremeció mientras los labios húmedos de Robbie se abrían en un gemido. Priest lo estaba trabajando ferozmente por detrás mientras Julien lo mantenía abierto, y con la forma en que Robbie se frotaba la polla arriba y abajo en el centro de sus pectorales, estaba claro que estaba disfrutando cada segundo de ello. Totalmente desinhibido en su placer, Robbie sabía exactamente lo que le gustaba y quería, y cuando se movió hacia atrás hacia los dedos que Priest había metido dentro de él, estaba claro que Robbie quería más. —Jules... Priest... Por favor, —dijo Robbie—. Llévarme al dormitorio. Julien mordió la barbilla de Robbie mientras Priest retiraba la mano y se ponía de pie, entonces Julien también se puso de pie y tomando a Robbie por el trasero, subiéndole por todo el cuerpo hasta que sus largas piernas se envolvieron alrededor de la cintura de Julien. —Eso es, princesse. Aguanta. Julien siguió a Priest a su habitación y vio como su marido colocaba una silla junto a la cama y se sentaba. Con las piernas extendidas frente a él, Priest envolvió su mano alrededor de su

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gruesa longitud y luego señaló a su cama con una inclinación de cabeza. Mon Dieu, nada calentó más a Julien que actuar bajo la mirada del Priest. Con las manos en el culo de Robbie, Julien se volvió hacia la cama y luego puso una rodilla en el colchón y lo bajó sobre él. Cuando la espalda de Robbie se encontró con el suave edredón, respiró temblorosamente y subió a la cama hasta que su cabeza estaba en una de las almohadas y sus piernas estaban estiradas, mostrando su impresionante forma. —Tu es magnifique45, —dijo Julien mientras movía el colchón entre las piernas de Robbie, y a medida que se acercaba, Robbie envolvió una mano alrededor de su polla y empujó sus caderas fuera de la cama. —¿Robert? —llamó Priest, y cuando Robbie giró la cabeza, Julien puso un beso en el interior de su rodilla y sintió temblar a Robbie—. Pon los pies en el suelo y muéstrale a Julien lo bonita y estirada que estás, cariño. Julien agradeció en silencio a Priest mientras Robbie se movía a la posición que él había sugerido, y cuando las bolas apretadas de Robbie, la polla erguida, y el culo bien estirado surgió a la vista, Julien no pudo evitar de moler su erección hacia abajo en el colchón. —Es parfait, princesse, —se las arregló Julien para decir mientras tomaba uno de los tobillos de Robbie y se lo ponía sobre el hombro—. Esperando a que lo llenara —dijo mientras se acercaba y agarraba la otra pierna de Robbie, moviéndola hacia arriba y por encima de su hombro opuesto. —Mierda —dijo Robbie mientras presionaba la cabeza contra la almohada e inclinaba su cuerpo, ofreciéndose a Julien 45

Tu es magnifique: Tú eres preciosa.

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como un festín—. Tócame, Jules. Por favor... Dios. Pon tu boca sobre mí. O tu dedo en mí. Sólo haz algo. Julien besó el interior del muslo de Robbie, y cuando sus labios se encontraron con la lisa piel, un gemido dejó a Robbie y un gruñido vino de Priest. Los ojos de Julien se elevaron sobre la cremosa extensión del muslo de Robbie para encontrarse los de Priest, y cuando las fosas nasales de Priest se abrieron y él bombeó su polla, Julien se movió para chupar una de las bolas de Robbie entre sus labios. —Oh, joder, sí —dijo Robbie, y estiró la mano para meterle el puño en el cabello a Julien mientras se lo metía en la cara. Julien lamió, chupó, y se burló de la piel sensible arrugada contra el cuerpo de Robbie, y luego sopló un aliento caliente sobre sus bolas. Luego movió su boca más arriba en el cuerpo de Robbie para poder correr su lengua a lo largo de su polla, haciendo que Robbie apretara sus muslos alrededor de las orejas de Julien. —Eso es —dijo Priest, mientras Julien chupaba la cabeza de la polla de Robbie—. Quiero verte follarte la boca de Julien. —Y a juzgar por la forma en que los dedos de Robbie se retorcieron en el cabello de Julien, él también quería eso. Julien se arremolinó con la lengua alrededor de la punta salada de su boca, y cuando ensanchó los labios, Robbie dio un empujón hacia delante y se deslizó a lo largo de la lengua de Julien con un gemido. —Diablos —dijo Priest, y Julien lo vio ponerse de pie por el rabillo del ojo y acercarse—. Eso es, cariño. Métete en lo bueno y en lo profundo. Robbie cruzó sus tobillos entre los omóplatos de Julien, y mientras sus talones se clavaban en la espalda de Julien y se

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arqueaba de nuevo, empujó hacia adentro hasta la parte posterior de la garganta de Julien. —Ahh, —gimió Robbie, mientras Julien agarraba un puñado de cada nalga que lo mantenía en su lugar—. Dios. Se siente como si estuviera a mitad de tu puta garganta. Julien abrió los ojos y sacó la boca de la polla de Robbie, y cuando bajó a Robbie hasta el colchón, levantó los ojos para ver a Priest abriendo un condón con los dientes. —Ven aquí —le dijo Priest a Julien, y su tono era áspero. Julien se puso de rodillas, donde estaba situado entre las piernas abiertas de Robbie, y cuando estaba frente a Priest, tomó la polla de Julien. —Tu boca se ve bien usada —dijo Priest, sus ojos hambrientos acercándose a los labios separados de Julien—. Creo que Robbie debería follartela más a menudo. Entonces Priest enrolló el condón en la polla dolorida de Julien, dándole una buena y sólida paja a medida que avanzaba. Julien gruñó y miró a Robbie, que los miraba con una mano moviéndose contra su propia carne, y una malvada sonrisa rizó los labios del Priest. —¿Estás listo, Robert? Robbie asintió ansioso mientras miraba entre ellos, y cuando Priest se inclinó y mordió la oreja de Julien, dijo: —Haz que dure. Quiero ver a nuestra princesse desmoronarse. Los ojos de Julien se cerraron de golpe cuando Priest le dio una última paja y subió a la cama para que pudiera inclinarse y cepillar un beso bajo la oreja de Robbie.

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—Y tú... Trata de no correrte. No querrás perderte el doble de placer, ¿verdad? —Doble el… No —decidió rápidamente Robbie, mientras Priest se enderezaba, y Julien se acostó a su lado. —Bien. ¿Ahora por qué no llenas este pequeño culo vacío tuyo? Julien está esperando.

El CULO DE ROBBIE SE APRETÓ ante las palabras de Priest y la imagen que evocaron cuando se alejó de la cama y volvió a ocupar su lugar en la silla, mientras Robbie se mojaba los labios y giraba la cabeza para mirar al hombre sexy como un pecado que estaba a su lado. Julien tenía una mano alrededor de su polla y la estaba acariciando mientras veía a Robbie ponerse de rodillas y moverse a horcajadas sobre sus muslos. Cuando estaba en su lugar, Robbie se dio cuenta de la mandíbula apretada de Julien, y el ligero tic de su mandíbula, lo que hacía más que obvio que estaba haciendo todo lo posible por mantenerse bajo control, pero Robbie no quería eso. Quería que estos dos se sintieran tan fuera de control como él. Quería que temblaran con lo mucho que lo deseaban, y con ese pensamiento en mente, Robbie comenzó a jugar con uno de sus pezones mientras agarraba su polla y comenzaba a acariciarla. Cerró los ojos y empezó a girar las caderas como si lo estuviera haciendo al ritmo de un palpitante golpe de palo. Se metió la polla en el puño y dejó caer la cabeza hacia atrás, y mientras continuaba bajando, sus labios se abrieron y un suave gemido lo dejó.

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No pasó mucho tiempo hasta que una mano firme estuvo en su muslo, y los ojos de Robbie se abrieron para enfocarse en el que estaba debajo de él. Entonces Julien inclinó su pene hacia arriba y dijo: —Mierda. Tu me fais trop bander 46. Siéntate. Quiero sentir tu culo envuelto a mi alrededor. Maldita sea. Robbie no entendió la primera mitad de eso, pero no había forma de que pudiera rechazar la segunda parte. Así que Robbie se agachó y dirigió la polla de Julien hacia donde lo necesitaba. Muy lentamente, Robbie se burló de sí mismo con la punta, y cuando Julien maldijo y apretó los dientes, Robbie sonrió y lo hizo de nuevo. —Niño descarado —dijo Julien, y Robbie tocó su lengua en su labio superior mientras sentía que la cabeza de la polla de Julien se deslizaba dentro de él. —Mmmm, —dijo Robbie, y luego movió sus caderas hacia adelante y hacia atrás, llevando esa polla más adentro—. Tu chico descarado. A sus palabras, Julien agarró el trasero de Robbie y lo empujó hacia adentro, haciéndolo gritar. Mierda, Julien sintió... se sintió irreal extendiéndolo, llenándolo. Robbie sabía cuando se involucró con estos dos que el sexo iba a estar muy arriba en la escala de Richter. ¿Pero cada vez? Esto se ponía cada vez mejor. Cuando Julien comenzó a moverse debajo de él, Robbie puso sus manos sobre su pecho y comenzó a agacharse, moviendo su cuerpo hasta que estaba golpeando todos los puntos correctos, y entonces escuchó a Priest moviéndose hacia un lado y giró su cabeza para verlo con las piernas abiertas y esa polla monstruosa suya en la mano. 46 

Me fais trop bander: Me pones muy duro.

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Robbie se concentró en ella y sintió como se le apretaba el culo en respuesta. Esa polla es mía, pensó, para volver a prestar atención a Julien a medida que se levantaba y se penetraba en lo profundo, al igual que la tuya. La posesividad que sentía por ambos hombres tenía a Robbie deslizando su lengua sobre sus labios, y cuando Julien le puso las manos en la espalda y lo instó a bajar para que pudiera besarlo, se le puso la piel de gallina sobre la piel de Robbie. Envolvió los brazos alrededor del cuello de Julien y se abrió para su lengua, y cuando Julien se deslizó dentro de él a lo largo de la suya, se burlaron y atormentaron uno a otro hasta que Robbie estaba retorciéndose sobre él. Mientras su erección goteaba por todo el estómago de Julien, Robbie separó la boca y dijo: —Más profundo —y Julien se arqueó de la cama y tiró de Robbie aún más fuerte, si esto era posible. —Dios. El cuerpo de Julien vibró contra el suyo, y Robbie lo besó en el oído y le susurró: —Embrasse-moi, Jules. —Y Julien gimió mientras Robbie tomaba su boca en un beso fiero y chupaba el labio inferior con el que soñaba. Robbie entonces puso sus manos en el pecho de Julien y se movió hacia arriba a una posición sentada para que pudiera disfrutar de la sensación de esa polla gruesa pulsando dentro de él, porque… Eso se sentía increíble... La respiración de Julien se aceleró mientras ponía sus manos alrededor del culo de Robbie, y Robbie envolvió una mano alrededor de su polla y empezó a masturbarse. —Bordel, c'est trop bon. Demonios, esto es tan maravilloso.

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—Sí, —estuvo de acuerdo Robbie, y dirigió una mirada sensual hacia él, y a Julien debió gustarle eso, porque golpeó sus caderas hacia arriba, haciendo que Robbie gritara y cerrara los ojos. —Estás hecho para esto —dijo Julien—. Hecho para mí y hecho para Priest. Robbie no podía estar más de acuerdo ya que Julien hizo un túnel dentro de él, y tuvo que soltar su polla para prepararse. Mientras lo hacía, Robbie giró la cabeza para ver los ojos de Priest fijos en ambos donde estaban íntimamente fusionados, y luego esa mirada se elevó para fijarse en la suya, y Robbie tembló ante la mirada indomable de lujuria en esos ojos grises. —Mierda —dijo Robbie, y cerró los ojos de golpe. ¿Esa mirada y la polla de Julien? Era demasiado si quería esperar. Así que metió sus labios en el cuello de Julien mientras lo besaba y chupaba hasta la oreja, y Robbie se movió en su contra, el pene en él llenándolo de la manera más deliciosa imaginable. —Tan profundo —dijo Robbie, jadeando ahora—. Esta tan profundo, Jules. Luego envolvió sus brazos alrededor del cuello de Julien, y cuando se enfrentó a otra mirada en dirección a Priest, lo vio de pie rodando un condón a lo largo de su cuerpo, y los labios de Robbie se abrieron. Oh, mierda ... Joder. Parecía que Priest había terminado de vigilar por esta noche, y eso estaba bien con Robbie, porque estaba más que listo para duplicar su placer.

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PRIEST NO ESTABA SEGURO cómo se las arregló para esperar tanto tiempo como lo había hecho, pero después de ver a Robbie montar a Julien como si hubiera nacido para ello, no había manera de que pudiera esperar más. Caminó hasta el final de la cama para poder ver a Julien entrando y saliendo de su hombre, y cuando llegó allí, Priest se tomó un segundo para ver cómo el precioso culo de Robbie se tragaba la polla de Julien, y qué espectáculo. Se había asegurado de que Robbie estuviera cómodo y bien estirado antes de que se trasladaran aquí esta noche, pero tenía la sensación de que Robbie iba a disfrutar de la quemadura que acompañaría lo que le iban a hacer a continuación. Nunca había estado tan claro como ahora que Robbie era un verdadero culito en todo el sentido de la palabra, y era tan acertado, ya que tenía un culo tan espectacular. Era suave, cremoso, y ahora mismo estaba abierto por las manos y el pene de Julien, rogando que Priest viniera a jugar con él. Puso su rodilla en el colchón, y cuando se movió, Robbie miró por encima de su hombro y Priest sonrió con suficiencia. Sí, pensó, mientras Robbie se mojaba los labios con un borde nervioso pero excitado en los ojos. Tú sabes lo que va a pasar aquí, ¿verdad, princesa? Priest se movió hacia arriba de la cama hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para tocarla, entonces deslizó su dedo sobre la polla de Julien cuando desapareció dentro de Robbie y luego sobre el borde estirado de Robbie.

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—Ahh —dijo Robbie, y todo su cuerpo se sacudió en respuesta. —Joder —dijo Priest mientras destapaba el lubricante y echaba un poco en la rajadura del culo de Robbie y sobre la polla de Julien, lo que le seguía haciendo trabajar, seguía follando con él—.Vosotros dos juntos, me hacen querer cerrar la puerta y nunca dejarlos salir de esta cama. Julien gimió, y Priest vio sus dedos clavarse en la pálida piel de Robbie y extenderlo un poco más. —Eso es, Julien, presúmelo por mí. Muéstrame lo bonito que es. Qué apretado. Qué lleno... Robbie gimoteó y empujó hacia atrás, llevando a Julien tan profundo como pudo, y nunca había estado más convencido de que Robbie estaba hecho para ellos. —Tan necesitado. Tan ansioso —dijo Priest, y luego se paró en el colchón y puso un pie a cada lado de las piernas de Julien, así que estaba flotando sobre la espalda de Robbie. Robbie lo miró, sus ojos salvajes y dilatados con lo lejos que estaba con su propio placer, y cuando Priest tomó su polla en la mano y se agachó para burlarse del culo lleno de Robbie con la cabeza de su polla, Robbie dejó caer su cabeza hacia adelante y gimió. —Esto es lo que quieres, ¿no? Todas nuestras pollas. Eres codicioso, ¿verdad, cariño? Priest encontró los ojos de Julien entonces, mientras empujaba lentamente la cabeza de su polla contra Julien donde se movía dentro y fuera de Robbie en excavaciones poco profundas. Julien agarró las nalgas de Robbie y lo separó

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suavemente, mientras que Priest descendía un poco, Robbie gritó. Priest se quedó helado, esperando a que Robbie les dijera que pararan o continuaran, y cuando se volvió hacia él y asintió, Priest se movió de nuevo, adentrándose un poco más. —Oh Jesús... Joder, —dijo Robbie mientras enterraba su cara en el cuello de Julien, y Julien le metió una mano en el cabello, tranquilizándolo. —Eso es, Princesse, déjalo entrar —dijo Julien—. Su polla se siente incroyable47 frotándose contra la mía dentro de ti. Deja que nos lleve. Priest se abalanzó sobre Robbie y metió su pene por la parte inferior de la de Julien, haciendo gemir a Julien. —Ahh. Dios. Me encanta, —dijo Robbie—. Me encanta tenerlos a los dos ahí... dentro de mí... llevándome... juntos. — El aliento de Robbie lo dejó en jadeos mientras Priest agregaba un ligero balanceo a sus caderas, el ímpetu le ayudaba a entrar en un ajuste tan apretado—. Estamos tan cerca... Priest cerró los ojos, el placer que obtuvo de las palabras de Robbie llenando sus bolas y haciendo temblar sus piernas. Luego puso sus labios en la espalda de Robbie, lo besó allí y dijo: —Si eso cambia, avísanos. —Entonces Priest comenzó a moverse. Con las manos en la cintura de Robbie, Priest sacó un poco su polla y luego la empujó hacia adentro, deslizándose a lo largo de la de Julien, haciendo que ambos hombres maldijeran. Lo hizo de nuevo, lento al principio a medida que Robbie se acostumbraba a la intrusión, y con cada empuje, Robbie se volvía más y más activo entre los dos.

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Incroyable: Indescriptible, increíble.

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Sus caderas comenzaron a moverse, y entonces ese dulce y ansioso culito comenzó a tragarse los dos penes como si estuviera hecho para eso y sólo para eso. Los sonidos de los tres entonces eran una cacofonía de gemidos, y gruñidos, mientras se movían uno contra el otro, persiguiendo ese cierto punto de placer. Entonces Robbie apoyó sus manos en cada lado de la cabeza de Julien y tomó su boca en un beso con magulladuras mientras comenzaba a joder a los dos. Priest se detuvo encima de él, hipnotizado por lo que estaba viendo y sintiendo, y dejó que Robbie los usara en su desesperada carrera hacia la meta. Sus dedos agarraban la almohada, su boca destruía la de Julien, y ese culo fenomenal estrangulaba sus penes como si quisiera matarlos a los dos. Fue la cosa más erótica de la que Priest había sido parte, y cuando Robbie finalmente se separó de la boca de Julien y gritó, Julien se estrelló contra ese hoyo bien usado y Priest hizo un túnel a su casa, ambos metiendo sus pollas tan adentro de Robbie como pudieron. —Ahora eres nuestra, princesa —dijo Priest—. Cada. Maldita sea. Centímetro. De. Ti. Robbie gritó mientras Priest puntuaba cada palabra con un empujón de sus caderas, y cuando Julien pasó sus dedos por el cabello de Robbie, Priest acarició con una mano la columna vertebral de Robbie y cubrió la de Julien. Cuando sus ojos se encontraron, Priest giró sus caderas, rechinando su polla sobre la de Julien y golpeando ese punto dulce dentro de Robbie que lo tenía fuera de sí. —Ah, ah, ah... —gritó Robbie—. Es tan bueno. Los dos... tan bien...

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—Como el cielo, princesse —dijo Julien, y Priest añadió: — Como el puto cielo. El cuerpo de Robbie se endureció entre ellos entonces, y cuando un grito de puro placer se le escapó, se le echó encima a Julien. Priest entonces clavó sus dedos en las caderas de Robbie mientras la polla de Julien pulsaba contra la suya, provocando el orgasmo de Priest, y sólo unos segundos más tarde, ambos llegaron apurados, muy dentro del único hombre que alguna vez había sentido que pertenecía a donde estaba actualmente. Entre ellos. Unirse a ellos. Complementarlos. Y eso era exactamente lo que Robert Bianchi acababa de hacer. Se había unido a ellos, Priest besó la nuca de Robbie mientras Julien le besaba la mejilla, se había convertido para ellos en suya.

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Capítulo XVI CONFESIÓN

La unión hace la fuerza. Los de afuera protegiendo a los de adentro. Esos somos nosotros. Uno. Dos. Tres.

UNA SEMANA MÁS TARDE —Bien, chicos, esta es nuestra nueva casa. Memoricen la dirección. 2405 Bel Air Road, Los Ángeles, California. Julien miraba por la ventana trasera del elegante Mercedes-Benz de su mamá, mientras los llevaba por un camino sinuoso que los llevaba cada vez más alto. A cada lado del camino, las casas parecían brotar del suelo en torres que miraban hacia la ladera de la montaña a la que estaban subiendo, y Julien nunca había visto nada igual. En el asiento del pasajero delantero, su hermana miró por el parabrisas a las mansiones que se extendían delante de ella, y cuando aparecieron en una carretera en particular y vieron una enorme casa blanca con techo de terracota, miró a Julien con los ojos tan abiertos como platos. Esto no se parecía en nada a su hogar en Francia. Esto era... revelador. Todo era tan nuevo, tan caro y más que un

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poco intimidatorio. Julien había sabido que su padre ganaba mucho dinero debido a sus circunstancias en su país de origen -bueno, Francia- pero cuando miró las casas y los autos estacionados en los caminos de entrada, de repente se dio cuenta de por qué a sus padres no les importaba desarraigar a sus hijos y mudarse al otro lado del océano. Esta sociedad que su padre había tomado había sido obviamente muy lucrativa. —Estas casas son increíbles —dijo Jacquelyn, el asombro en su voz coincidiendo con lo que Julien sintió mientras miraba los brillantes autos -contó cinco- que estaban aparacados en la entrada que acababan de pasar—. No puedo creer que vayamos a vivir aquí. —Créelo, niñita —dijo su madre, mientras miraba a Jacquelyn y le pasaba una mano por su brillante cabello—. Porque esto de aquí es nuestro. Su madre dirigió el auto hacia una entrada de grava con dos pesadas puertas de hierro que bloqueaban la entrada.... —Mon Dieu —dijo Julien mientras se colocaba en medio del asiento entre su madre y su hermana, mirando hacia la enorme casa blanca que habían visto desde una de las curvas de la carretera. —Ese es el embalse de Stone Canyon —dijo su madre. —Es precioso —susurró Jacquelyn, y luego miró a Julien, sus caras lo suficientemente cerca como para que ella agarrara sus mejillas entre sus manos y chillara—. ¡Aaah! ¿Puedes creer que vayamos a vivir aquí? Es como... como un castillo. — Entonces bajó la voz y susurró: —¿Te imaginas las fiestas que podríamos hacer aquí? Cuando su mamá introdujo un código en la cajita junto a la puerta, las barras de hierro se abrieron lentamente y ella dijo: —Excuse-moi ¿Fiestas?

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Jacquelyn puso los ojos en blanco cuando se echó hacia atrás en su asiento. —Vamos, mamá. Este lugar es parfaite para fiestas. Ayudará totalmente con las primeras impresiones, ya que somos los novatos este año. Ella no estaba equivocada, pensó Julien mientras su mamá los conducía lentamente por el camino. Él no esperaba exactamente la idea de comenzar su último año en una escuela y un país completamente nuevos. Ya era bastante difícil terminar la secundaria sin ser los novatos con acento, los gemelos y también gays. Así que sí, le estaba empezando a gustar la idea de Jacquelyn de dar una fiesta para ganarse cada vez más a los nativos. —Hablaremos de todo eso más tarde, —dijo su mamá cuando detuvo el auto en un enorme patio circular hecho de mármol de… merde—. Pero por ahora, ¿qué tal si entramos y buscamos una habitación para cada uno? —¿Buscar una? —preguntó Jacquelyn, y luego se rio—. ¿Cuántas hay? —Ocho. —¿Ocho? —Oui —dijo su mamá, y movió sus cejas perfectamente depiladas mientras abría la puerta del auto—. Así que no huyas o te perderemos. Todos salieron del coche y Julien corrió con su hermana hasta las enormes puertas de doble cristal de la entrada trasera, y ambos miraron dentro. —Guau —susurró, y luego se rio—. ¿Alguna vez has visto algo así?

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—Non —dijo Julien, y chocó los hombros con ella—. Apuesto a que tienen una biblioteca aquí. —Oh oui... —dijo Jacquelyn con un tono de tristeza en su voz—. E imagina cómo será la cocina. —Al menos hasta que la tengas en tus manos. —Ajá —dijo, y cuando su mamá se interpuso entre ellos e insertó la llave, les dijo a ambos: —Tu papá se reunirá con nosotros aquí a las seis. Pero hasta entonces, vamos a buscaros una habitación. No tuvo que decírselo dos veces. Ni un segundo después de que las palabras salieron de su boca, él y Jacquelyn salieron corriendo a la enorme casa en busca de sus nuevas habitaciones....

—¿JULIEN? EL LEJANO sonido de su nombre hizo que Julien se moviera de donde estaba sentado, su mente despejándose del pasado mientras una mano en su brazo lo sacudía hacia el presente. —¿Jules? Estamos a punto de descender. Tienes que poner tu silla en alto. Los ojos de Julien se abrieron completamente y encontró la cara encantadora de Robbie donde estaba sentado junto a la ventana. —¿Ya estamos aquí? —preguntó Julien empezando a mover su cuerpo rígido, y cuando Robbie asintió, Julien levantó una mano para frotarse la cara—. Dieu, ¿dormí todo el camino? —Estabas cansado —dijo Robbie, preocupado por estropear su voz normalmente despreocupada.

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—Supongo que sí —dijo Julien, y tocó con sus dedos la mejilla de Robbie—. Recuérdame que no vuelva a trabajar tan duro, princesse. —Como si eso fuera a ayudar —dijo Priest desde el otro lado del pasillo, y Julien giró la cabeza sobre el reposacabezas para mirarlo—. No has parado en toda la semana, usando el restaurante como excusa. No intentes negarlo. Julien abrió la boca para hacer precisamente eso, pero en vez de eso suspiró. —Tienes razón, mon amour. Tienes toda la razón. —Ah... no le digas eso, —dijo Robbie, mientras miraba a Priest, quien levantó una ceja de color cobre—. Él ya cree que lo sabe todo. No hay necesidad de darle más municiones. Julien frunció los labios y asintió. —Esto es verdad. —Por supuesto que lo es —dijo Robbie, sus ojos parpadeando de malicia—. Por eso está sentado allí con un asiento libre. Uno para él y otro para su gigantesco... ego. —¿Robert? —dijo Priest con una voz que nunca dejaba de captar la atención de Julien y Robbie. —¿Sí, Joel? Los ojos de Priest se entrecerraron en su novio, pero el tic de sus labios dejó claro que estaba divertido. —Compórtate. —¿Y si no lo hago? —preguntó Robbie, mientras cruzaba una de sus piernas vestida de mezclilla sobre la otra—. ¿Qué vas a hacer al respecto? Estamos en un avión rodeados de un centenar de ciudadanos honrados. —Lo estamos. Pero no estaremos en un avión dentro de quince minutos, ¿verdad?

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Robbie se movió en su asiento y Julien se preguntó si era la oscura promesa de sexo en la voz de Priest o la amenaza subyacente de una paliza bien merecida lo que convirtió a Robbie en más… conociendo a su Princesse, era probable que ambos. —¿Qué tal si usas este tiempo para asegurarte de que los dos estén bien abrochados? —sugirió Priest, y luego bajó los ojos a la manta que cubría el regazo de Julien—. Me gustaría que ambos llegaran sanos y salvos. ¿Crees que puedes manejar eso? Julien siguió la punta rosa de la lengua de Robbie mientras la deslizaba a lo largo de su labio inferior brillante y luego apuntó a Julien y le guiñó un ojo. —Oh, me encantaría manejar eso. ROBBIE ESTABA BASTANTE seguro de que la seguridad era la última cosa en la mente de Priest mientras miraba fijamente a él y a Julien. Pero no había manera de que Robbie estuviera a punto de debatir el tema cuando le habían dicho que manejara a Julien. No en esta vida. No señor. Durante las últimas cuatro horas, Priest había estado trabajando en su computadora portátil mientras Robbie escuchaba su música e intentaba ignorar el hecho de que Julien había dormido con la cabeza apoyada en su hombro durante todo el viaje. No fue exactamente una hazaña fácil cuando los labios del hombre eran suaves y carnosos e hicieron que Robbie quisiera chuparlos hasta que esos impresionantes ojos de jade encontraran los suyos y rogaran por más, pero... ese no era el punto.

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El punto era que el vuelo de Chicago a Los Ángeles había sido bastante tranquilo. No hubo turbulencias de ningún tipo. Hasta hacia cinco minutos, cuando Julien por fin se había despertado y Priest había cerrado el trabajo, y una vez más eran conscientes del hecho de que estaban en estrechos confines y eran incapaces de tocarse unos a otros, al menos no de la manera que querían. Los ojos del Priest estaban fijos en los dos con esa seria expresión que Robbie había llegado a desear, y mientras deslizaba su mano bajo la manta en el regazo de Julien, Robbie apretó sus labios contra la mejilla de Julien y dijo: —¿Todos se abrocharon el cinturón, Jules? Julien sonrió, pero rápidamente se convirtió en un zumbido en la parte posterior de su garganta cuando Robbie pudo -o no pudo haberlo hecho- frotar accidentalmente su mano sobre su ingle. —Será mejor que lo verifique. Por las dudas —dijo, mientras los ojos de Julien se cerraban—. Mmm, no creo que este sea tu cinturón de seguridad ... Mientras Robbie masajeaba la creciente erección de Julien, Julien levantaba las caderas del asiento. —Yo tampoco lo creo. —¿No? —preguntó Robbie, fingiendo ser inocente. —Non. —Julien movió una mano para sujetarla sobre la de Robbie y dejar salir una ráfaga de aire—. Ahh, princesse. Estás probando mi autocontrol. —Sólo estoy siendo minucioso. Priest quiere que me asegure de que estés a salvo. Estoy siguiendo una orden directa. —Ya veo —dijo Julien, y rozó sus labios sobre los de Robbie —. ¿Así que es culpa de Priest que ahora esté sentado aquí con una erección?

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—Oui. Así que embrasse-moi. Vamos a molestarlo un poco. Es justo, —susurró Robbie, y Julien gimió. —Te estás volviendo bueno en eso. Robbie aumentó la presión de su mano y sonrió contra los labios de Julien. —Entonces recompénsame. Y cuando Julien hizo exactamente eso, y deslizó su lengua dentro de la boca de Robbie, Robbie se aseguró de apuntar sus ojos al otro lado del pasillo hacia Priest. Maldita sea. La mirada del hombre era como una cosa tangible. Robbie juró que podía sentirlo en todo momento, y sabía que Julien también. Priest no tenía que hablar. No tuvo que mudarse. Sólo tenía que estar en las mismas cercanías que ellos y ellos se daban cuenta instantáneamente de su presencia. Cuando las comisuras de los labios de Priest sonrieron arrogantemente, Robbie deseó que estuvieran todos en algún lugar donde pudieran desnudarse. Había sido una semana larga, y con la forma en que Julien había estado trabajando horas extras, apenas habían tenido un momento en el que todos hubieran estado en la misma habitación al mismo tiempo. Y ahora que lo estaban, estaban en un vuelo que Robbie sabía que iba a llevar a Julien a un lugar de dolor. —Arrêtez48 —dijo Julien, y le mordió el labio inferior a Robbie—. Tienes que parar o esto se te va a ir de las manos. Robbie hizo pucheros. —¿Podemos terminar más tarde? Julien lo agarró de la cara y lo besó rápidamente. —Me decepcionaría si no lo hiciéramos.

48

Arrêtez: Para.

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—Está bien... supongo que puedo esperar, —dijo Robbie, y pasó su lengua a través de su labio superior, tomando un último sorbo de Julien antes de mirar a Priest—. Se ha abrochado el cinturón. Bonito y seguro. Priest arqueó una ceja. —¿De la turbulencia o de ti? Robbie sacó la lengua ante el comentario, y cuando Julien se rio, Robbie se encontró de nuevo en su asiento con una sonrisa en la cara. Por un momento, le había quitado a Julien de la cabeza lo que tenía por delante este fin de semana, y eso era lo que más importaba: que él y Priest consiguieran que Julien pasara los dos días siguientes de una pieza, porque por lo que Robbie entendía, eso no era tan fácil como parecía.

PRIEST ESTUDIÓ el perfil de Julien mientras se sentaba frente a los dos hombres que ahora consideraba suyos. Una leve sonrisa permaneció después del estallido de risa que se le había escapado a su esposo, y Priest se preguntó cuánto tiempo duraría eso. Este fin de semana nunca fue fácil. El aniversario de la muerte de Jacquelyn, y las circunstancias detrás de su fallecimiento, por lo general culminaban en un follón total que tenían a Julien luchando duro para evitar que se asentara en una base diaria. Era la única época del año en que Priest observaba a Julien muy de cerca, y esta vez no sería diferente. Mientras la azafata anunciaba la hora y el clima en su destino final, Priest revisó una vez más a los dos que estaban frente a él. Los ojos de Julien estaban ahora cerrados, pero los

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de Robbie estaban fijos en los suyos, preocupados por haber reemplazado la luz que había estado allí hacía un par de minutos. Priest lo había dicho antes y lo volvería a decir: Robert Bianchi era inteligente. Más listo de lo que creía, pensó Priest. Fue la profunda comprensión que llenó sus ojos azules ahora mismo. En la habilidad que Robbie tenía de tomar juguetonamente la mente de Julien de lo que estaba por venir, pero al mismo tiempo guardarse sus preocupaciones hasta un momento como este en el que compartían la carga y Priest tuvo que admitir que estaba agradecido de tener a Robbie con ellos esta vez. En lo que estaban a punto de entrar era algo que nadie podía imaginar. Era como ir a la guerra. No importa cuán preparado pensabas que estabas, hasta que llegabas allí, nunca sabias a lo que te enfrentabas. A donde iban era un lugar donde años de culpa, años de dolor, se habían manifestado en algo feo, y ocho años atrás, Priest se había dado cuenta de que no todos los demonios eran iguales. No siempre eran obvios y no siempre se escondían en la oscuridad como los suyos. A veces, se apagaban en la luz para que todos los vieran. En un rostro, en una fotografía, en la forma en que una madre y un padre miraban a su hijo con desdén en sus ojos. Pero lo único acerca de los demonios que nunca diferían era que nunca perdían la oportunidad de arrastrar a una persona a la oscuridad, cada vez que encontraban una debilidad. Observaron y esperaron. Buscaron el momento adecuado. Y cuando vieron una ruptura en la línea de defensa por la que podían pasar, lo único por lo que podían rezar era por un parpadeo de luz, un parpadeo de esperanza, para que

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volvieran al otro lado. Por suerte para ellos, había fuerza en el número. Este fin de semana, Priest era la línea de defensa de Julien y Robbie era su luz y su esperanza, y nunca había sido más evidente que la conexión que habían forjado era una que todos habían estado buscando, y una que necesitaban desesperadamente.

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Capítulo XVII CONFESIÓN

Nunca llegas a ningún lugar sin moverte. Pero entonces, tampoco llegarás más lejos en la 405.

—¿ÉL ESTÁ BIEN? —preguntó Robbie, mientras él y Priest se paraban a reclamar el equipaje unos treinta minutos después. Al igual que él, Priest no estaba prestando atención a las bolsas que giraban sobre la cinta transportadora negra. En lugar de eso, se centraron en Julien, que estaba parado junto a una de las salidas, mirando los autobuses, los coches y los taxis que pasaban. Julien no había dicho una palabra desde que llegaron, y la sonrisa de antes en el avión había desaparecido en el momento en que pusieron un pie en la terminal de Los Ángeles, haciendo que Robbie empezara a preocuparse. —No, —dijo Priest, su boca en una línea sombría, su enfoque enfocado en su esposo—. No lo está. Mierda, pensó Robbie, pero sabía que había poco o nada que pudiera hacer. No había una solución rápida para todo esto. No había arreglo... en realidad. Cuando Robbie suspiró, Priest se volvió hacia él. —¿Estás seguro de que quieres estar aquí para esto? No es demasiado tarde para que te reservemos un vuelo de regreso...

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—No —dijo Robbie, y agitó la cabeza. Había muchas cosas que quería hacer en ese momento, desde consolar a Julien hasta estar allí si Priest lo necesitaba. ¿Pero marcharse? Eso no era una de ellas—. No voy a ir a ninguna parte más que con vosotros. Así que si intentas deshacerte de mí, tendrás que hacerlo mejor que eso. Priest pasó sus dedos sobre el ceño fruncido de la frente de Robbie, y mientras miraba esos ojos grises, Robbie deseó poder leer la mente de Priest. —Eso es lo último que intento hacer, —dijo Priest—. Sólo quiero ser consciente de cómo estás lidiando con todo esto. Lo que sientes es igual de importante aquí. Robbie miró a Julien y sólo sabía una cosa. Si quería estar allí, y cuando Julien lo necesitara. Quería estar disponible para escuchar cuando Julien estuviera listo para compartir. Y eso no podría pasar si estaba de vuelta en Chicago. —¿Robert? —dijo Priest, y tomó la barbilla de Robbie en sus manos—. Puedes irte. No pensaremos menos... Robbie agarró la muñeca de Priest y la alejó. —No me voy a ir. Él no. Tú no. Él me pidió que estuviera aquí y tú no rechazaste la idea, así que déjame estar aquí. Déjame ayudarte a cuidarlo este fin de semana. Priest pasó la yema de su pulgar por encima de los labios de Robbie, luego se inclinó hacia él y lo besó suavemente, haciendo que Robbie se riera cuando le hizo cosquillas la incipiente barba de Priest. Priest levantó la cabeza, con los ojos serios mientras deslizaba la lengua sobre su labio inferior y decía: —¿Cuál es el sabor de hoy?

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La boca de Robbie se curvó en una amplia sonrisa. Desde que se había mudado, le había encantado presentarles a Julien y Priest su amplia gama de brillos labiales con sabor, su adicción favorita. —Sugar Plum49. Pero me gusta llamarlo Sugar Plum Fairy 50. —Robbie añadió un guiño pícaro que sacó esa sonrisa evasiva de Priest—. ¿Te gusta? —Mucho —dijo Priest—. Tú y tus dulces labios. —¿Intentas distraerme apelando a mi vanidad? —Lo hago. —Bueno... está funcionando, —dijo Robbie, y levantó el pulgar y el índice a unos centímetros de distancia—. Un poquito. —Bien. Entonces tomemos nuestras maletas y vayamos con Julien a ver si podemos distraerlo. Robbie asintió con la cabeza y se volvió hacia las maletas que los rodeaban en el cinturón, pero no pudo evitar mirar una vez más a Julien, que se quedó mirando por la ventana como un animal enjaulado. Uno que desesperadamente quería estar en cualquier lugar menos donde estaba.

PARA CUANDO recogieron sus maletas y se detuvieron detrás de Julien, tenía las manos metidas en los bolsillos y los hombros rígidos. Priest miró a Robbie y levantó un dedo, mientras daba un paso alrededor de su maleta y caminaba para detenerse junto a su esposo. Julien no se dio la vuelta para mirar, pero cuando 49 50

Sugar Plum: Ciruela de azúcar. Sugar Plum Fairy: Hada del ciruelo del azúcar.

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Priest le tocó el brazo con los dedos, Julien automáticamente sacó una mano de su bolsillo para cubrir la que ahora descansaba sobre su chaqueta suelta de color crema. —Estoy bien, mon amour —dijo Julien en voz baja, y no sorprendió a Priest que Julien supiera lo que estaba pensando sin que él tuviera que hablar. Siempre fue así con ellos. —Sólo estoy pensando, —continuó Julien—. Me pregunto por qué me hago pasar por esto cada año. —Te pones a ti mismo en esto porque aquí es donde ella está, y ellos son tu familia. Porque tú eres de ellos, —dijo Priest. —Han dejado muy claro que desearían que no fuera así. Pero es lo que es —dijo Julien—. Supongo que debería estar agradecido de que no me cierren las puertas. Malditos, les reto a que lo intenten, pensó Priest, y negó con la cabeza con asco. Pero la verdad es que también le sorprendió que no hubieran recurrido a encerrar a su único hijo vivo en su casa. Por otra parte, Priest tuvo la impresión de que disfrutaban tener a alguien a quien culpar por su miseria. Alguien a quien hacer responsable de toda su ira y tristeza. —¿No has sido castigado lo suficiente? —susurró Priest, mientras movía su mano hacia arriba para ahuecar la nuca de Julien. Julien volteó la cabeza y sus ojos tristes le dijeron a Priest que nunca habría suficiente castigo por lo que había pasado todos esos años atrás, entonces dijo: —Non. Priest quería discutir, discrepar vehementemente, y aunque el área de equipaje parecía un lugar apropiado para que ellos

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hablaran de todo esto, sabía que no era el momento ni el lugar correcto para ahondar en los detalles. Después de que pasaron varios segundos en silencio, los dos miraron hacia donde Robbie estaba observándolos con una expresión pensativa, y Priest decidió que era hora de salir. No llegarían a ningún lado quedándose donde estaban. —Bueno, Sr. Bianchi, ¿está listo para ver Los Ángeles? — dijo Priest. —Sí, Sr. Priestley, creo que sí. —Y la sonrisa que cruzó la cara de Robbie fue suficiente para sacar a Julien fuera de su mente. —¿Entonces a qué estamos esperando? —dijo Julien, y le tendió una mano a Robbie—. Vamos, princesse.

—¿ES EL TRÁFICO siempre así? —preguntó Robbie, mientras recorrían la distancia con un automóvil hasta la 405 y de nuevo se detuvieron. —Oui. Lo es, siempre. Es aún peor durante la hora punta, —dijo Julien desde donde estaba sentado al volante de su camioneta negra de alquiler, con Robbie sentado a su lado y Priest en la parte de atrás. Se movían por la autopista 405 y Julien estaba tocando suavemente con el dedo la música a través de los altavoces, tratando de no pensar en lo que iba a pasar en las próximas cuarenta y ocho horas. —¿Robert? —dijo Priest, mientras Robbie miraba hacia el mar de luces de frenos, en lo que ahora se sentía más como un estacionamiento que como una autopista.

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—¿Mmm? Priest había estado haciendo todo lo posible para mantener a todos ocupados desde que salieron del aeropuerto, y si hubiera sido en otro momento o lugar, hubiera sido muy divertido verlo tan conversador. Julien estaba agradecido por la distracción. —¿Cómo es que alguien tan llamativo como tú nunca ha estado en L.A.? Habría asumido que este era tu tipo de ciudad. —¿Verdad? —dijo Robbie, su atención ahora redirigida mientras se movía en su asiento, por lo que estaba inclinado hacia el centro del vehículo—. Realmente se siente como mi tipo de lugar, ¿verdad? ¿Todo el brillo y el glamour? Mmm, tal vez debería pensar en mudarme. Mi madre siempre decía que nunca debía esconder mi luz bajo un cajón. —Nadie podría acusarte de hacer eso, —dijo Priest, mientras pasaba sus ojos por encima de la camisa gris de cuello en V de Robbie que tenía torres Eiffel negras y besos rojos brillantes por todas partes. Les dijo que tenía que tenerla cuando la vio la semana pasada porque le hizo pensar en besar a Julien. —Quiero decir, ¿quién no querría vivir aquí? Apuesto a que hay miles de hombres solteros y sexys esperando ser descubiertos, ¿no? —Robbie dio un suspiro de ensueño y luego se encogió de hombros—. No es que me importe eso ahora, por supuesto. Pero eso habría sido una gran atracción antes. —¿Antes? —preguntó Priest. —Sí. Antes de esto. Antes que nosotros. Ahora, estoy cien por ciento feliz. —Qué tranquilizador.

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—Oh, por favor. —Robbie puso los ojos en blanco—. Ni siquiera intentes actuar como si no supieras que estoy totalmente loca por vosotros dos. Por el rabillo del ojo, Julien vio a Priest inclinarse entre los asientos para decir: —No hay nada loco en ti, cariño. No digas eso, nunca. —Sabes a lo que me refiero —dijo Robbie. —¿Lo sé? —Eh, sí. Cuando están en una habitación, apenas puedo encontrar mi lengua para hablar. A.k.a: estúpido por los dos. Julien pasó la mano por encima del tablero y colocó una mano en el muslo de Robbie, decidiendo que esta conversación era el tipo de distracción que le vendría bien. —No te preocupes, princesse. Cuando estés en una habitación con nosotros, siempre estaremos encantados de ayudarte a localizar tu lengua. Robbie se rio y puso una mano sobre la de Julien para deslizarla más arriba de su pierna. —¿Lo prometes? —Prometido. —Robert —dijo Priest, y Robbie tembló al oír su nombre—. Devuélvele la mano a Julien. Necesita concentrarse en conducir, no en tu cuerpecito caliente. —Uf, eres un aguafiestas —dijo Robbie—. Aquí, en el avión, pero estoy encantado de que pienses que tengo un cuerpecito caliente. Eso es prácticamente una declaración de amor viniendo de ti. Cuando la palabra amor salió de sus labios, los ojos de Robbie se abrieron de par en par y se tapó la boca con una

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mano en señal de mortificación, y Julien empezó a reír a carcajadas. Cuando Priest se unió y se sentó en su asiento, Robbie se pasó una mano por el cabello y luego expiró. —Vosotros dos, ya está bien —dijo—. Si ya terminasteis de reíros de mí y de mi boca floja, ¿podemos seguir adelante? Y desde que me quitaste la diversión, Joel, dime, ¿has conocido a alguien famoso? —Depende —dijo Priest—. ¿De qué nivel de fama estamos hablando? Porque si recuerdas, estoy casado y tú estás involucrado con alguien muy famoso. Julien negó con la cabeza mientras miraba a Priest por el espejo. —Oh, nunca lo olvido —dijo Robbie, y movió las cejas—. Pero bueno, digamos que una estrella de cine. ¿Alguna vez has conocido a una estrella de cine en la vida real? —Lo he hecho, en realidad. Uno de los más grandes en el negocio. —Cuando Priest no explicó nada, Robbie se volvió hacia él, su vergüenza de hace un minuto claramente era cosa del pasado. —¿A quién? ¿A quién has conocido? No puedes dejarlo así. ¿Los conozco? ¿He oído hablar de ellos? ¿Hombre o mujer? —¿Vas a tomarte un respiro pronto o debo esperar a que te quedes sin fuerzas? Robbie cerró la boca, pero miró a Priest para hacerle saber que no estaba contento. —Ace Locke. El nombre no requería más explicaciones. Ace Locke era una de las más grandes estrellas de cine de Hollywood.

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Julien echó un rápido vistazo a la dirección de Robbie y lo vio completamente desconcertado. —¿Estás bien, Princesse? Robbie parpadeó un par de veces, y luego se las arregló para decir: —¿Acaba de decir Ace Locke? —Oui, lo hizo. Robbie pareció recuperar el control de su función cerebral en ese momento, cuando sus ojos volaron de regreso a Priest. —Cierra la boca. —¿Impresionado? —preguntó Priest. —¿Estoy... impresionado? Ace Locke es, como... — Mientras Robbie balbuceaba tratando de encontrar sus palabras, Priest le proporcionó algunas. —¿Una de las mayores estrellas de cine de nuestra generación? Sin mencionar abiertamente gay y casado con… —Dylan Prescott —intervino Robbie—. Hola. Modelo masculino caliente se casa con superestrella de Hollywood. ¿De verdad crees que no sé quiénes son esos dos? Vamos, ¿no me conoces bien? Seguí sus planes de boda desde el anuncio hasta el sí, quiero. Santo cielo. Mi mente está totalmente alucinada ahora mismo. Totalmente. Delirante. ¿Cómo es que lo conoces? —Robbie se detuvo, y luego miró entre ellos—. Dios mío, vosotros dos no se acostaron con Ace Locke, ¿verdad? — Cuando Priest no contestó inmediatamente, Robbie exigió en una octava mucho más alta: —¿Lo hicieron? —No —dijo Priest, y no pudo contener su risa—. No es exactamente nuestro tipo. Robbie pareció pensarlo bien. —Está bien, sí, eso tiene sentido, pero... pero ¿cómo, entonces? Esto es una locura.

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Priest se encogió de hombros, pero la sonrisa en sus labios le dijo a Julien que estaba disfrutando tanto como él de este desvío de los temas más serios. —Lo conozco a través de Logan. —Espera... ¿Logan conoce al maldito Ace Locke y nunca me lo dijo? —Tengo qu e dec ir —dijo Pr iest— no e stoy mu y decepcionado por eso, considerando tu reacción ahora mismo. Mientras las palabras de Priest penetraban la excitación de Robbie, una sonrisa traviesa se deslizó sobre sus labios y se pavoneó un poco. —Nosotros-él-bien. Si no lo supiera, pensaría que está celoso, Sr. Priestley. Julien tomó la salida que necesitaban y dijo: —yo diría que tu lo conoces muy bien, princesse. Está celoso. —¿De verdad? —dijo Robbie, y recorrió con la mirada los vaqueros y el botón negro que llevaba Priest—. Eso es súper caliente. —¿Por qué siento que eso te agrada demasiado? —dijo Priest. —Porque lo hace. Estás totalmente celoso —dijo Robbie, y luego sonrió como el mismísimo diablo—. ¿Es la idea de que Ace me tire contra una pared lo que te molesta, o…? —Robert —gruñó Priest, y Robbie soltó una risa complacida. —Bien, bien. Lo siento, me desvié un poco. ¿Dónde estaba? Oh, recuerdo, ¿cómo sabe Logan de Ace Locke? No es que me sorprenda. Juro por Dios que se acostó con todos antes de establecerse con Tate.

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—A través de la escuela, creo —dijo Priest—. ¿O la universidad? No puedo recordar, y en este momento realmente no me importa. —Vaya, estas poco irritable, ¿no? —dijo Robbie, y se dejó caer en su asiento—. Bueno, de cualquier manera, estoy oficialmente impresionado. —Bien, porque oficialmente estoy terminando esta conversación. Tu emoción me está haciendo sentir…. —¿`Inadecuado’? —dijo Robbie . —Irritado era más bien la palabra que tenía en mente — dijo Priest. Se dirigían a la calle de los padres de Julien y pasaron por varias de las mansiones que se sentaban a lo largo de Bel Air Road—. Ahora por qué no te das la vuelta y disfrutas de tu vista actual. Robbie puso los ojos en blanco y luego se giró justo cuando Julien llevó la camioneta a la entrada de sus padres. —Estamos aquí —dijo Julien, mientras abría su ventana y golpeaba el código de las puertas de hierro. Mientras que se abrian, Julien se sintió como si un abismo tan ancho como el Gran Cañón hubiera aparecido ante él, mientras conducía el auto hacia el patio. Robbie miró por el parabrisas a la enorme casa que estaba iluminada frente a ellos, entonces murmuró: —Mierda. Julien detuvo el coche y miró los escalones de piedra que conducían a las puertas de doble vidrio que eran la entrada trasera, y su estómago se apretó justo cuando sus manos giraban alrededor del volante. Por unos minutos en el camino, había olvidado por qué estaban todos de vuelta en L.A. Pero mientras se sentaba allí,

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con el motor apagado, y el silencio era lo único que había en el coche, todo volvió a rugir. La mano de Priest sobre su hombro hizo que Julien se estremeciera en su asiento. —¿Estás listo? Julien lo miró por el espejo retrovisor y dijo: —No. —Luego sintió los dedos de Robbie envolverse en los suyos y apretarlos —. Pero quiero que esto termine. Priest asintió con la cabeza. —¿Princesa? —¿Sí? —contestó Robbie, su cara ahora una máscara de seriedad, su comprensión del estado de ánimo en el coche un testimonio de su floreciente relación. —No importa lo que pase esta noche con sus padres, no importa lo que se diga, recuerda que estás aquí porque Julien te pidió que vinieras. Él te quiere aquí. Quiere que entiendas esta parte de él. ¿De acuerdo? Julien sabía lo que estaba haciendo Priest. Estaba advirtiendo a Robbie. Estaba tratando de prepararlo para lo que estaba por venir. Era algo que Julien debería haber estado haciendo él mismo, pero no pudo encontrar su voz. —De acuerdo —dijo Robbie—. Entiendo. Julien tragó, deseando que eso fuera verdad. Pero en realidad, no había manera de preparar a alguien para el asco que tenían sus padres por un hijo que había matado a su única hija.

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Capítulo XVIII CONFESIÓN

Estás en todas partes. Pero en realidad no estas.

—VEN. VAMOS. Será mejor que vayas con ella —le dijo su mamá a Julien, mientras Jacquelyn se adelantaba—. Asegúrate de que no se meta en problemas. —Como si eso fuera posible. —Tienes razón —dijo ella riendo—. Pero al menos contigo sé que está a salvo, mon cher petit. Y en un nuevo país, eso nos tranquilizara a tu padre y a mí. Julien sonrió y se dirigió hacia Jacquelyn, que acababa de desaparecer por un pasillo a la izquierda, su cabello oscuro era lo único que había captado mientras ella corría en busca de su nuevo dormitorio. Mientras la seguía, los ojos de Julien se posaron sobre la enorme habitación, que parecía ser una especie de sala de estar, pero luego siguió adelante, pensando que volvería a ella después de haber reclamado una habitación propia. A la vuelta de la esquina había visto a Jacquelyn correr hacia abajo, y cuando todo lo que vio fue un pasillo vacío, gritó: —¿Jacquelyn? ¿Adónde huiste, pequeña poulette? Cuando todo lo que obtuvo en respuesta fue silencio, Julien suspiró y se dirigió al pasillo. Miró en varias habitaciones vacías

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a ambos lados, y cuando finalmente llegó al final del largo pasillo, la vio dentro de la última habitación, a la derecha. Ella había empujado un juego de puertas francesas y estaba de pie en un balcón grande que daba a una piscina y al embalse del que su madre les había hablado. El sol de la tarde apenas comenzaba a ponerse, y mientras Julien salía al balcón, Jacquelyn se giró para mirarlo con una brillante sonrisa. —Sean cuales sean las fantasías que tengas sobre Romeo y Romeo, Julien Thornton, detente ahora mismo. Yo vi esta habitación primero. Julien puso los ojos en blanco y caminó hacia donde ella estaba, y mientras ellos se inclinaban y apoyaban sus brazos en el pasamanos de piedra, dijo: —¿Crees que te gustará estar aquí? —¿En esta casa? Mmm, ¿la has visto? —Non, la casa no. ¿América? Abruti51. ¿L.A.? Jacquelyn miró hacia delante y se encogió de hombros. — Supongo. Quiero decir, es totalmente diferente a Francia. —Oui, lo es, —dijo Julien—. Es muy... no sé, ¿demasiado? No pensé que echaría de menos la casa vieja tanto como lo hago. —Bueno, a ti siempre te gustó, la villa también, ya que estaba más apartada y podías esconderte. Te lo sigo diciendo, tienes que salir más, deja de ser tan tímido. Vive un poco. — Jacquelyn golpeó el brazo contra el de él y le dijo en voz baja: —Esto es Los Ángeles, Jules, no un pueblo atrasado en el campo. A nadie le va a importar que te gusten los chicos tanto como a mí. De hecho, probablemente pelearé contigo por ellos. 51 

Abruti: ¡Idiota!

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Julien la miró callado y negó con la cabeza, haciéndola reír. Pero luego se puso seria y deslizó su mano por el hueco de su brazo. —Hablo en serio, —dijo ella, y puso su cabeza sobre su hombro—. Relájate un poco. Deja de preocuparte por mí y diviértete en tu último año. Todos te van a querer tanto como yo. Je te le promets.52 Pero preocuparse era parte de su ADN. Jacquelyn nació como una niña salvaje. Era despreocupada, el alma de todas las fiestas a las que iba. Tenía cero inhibiciones y siempre estaba dispuesta a pasar un buen rato. Mientras que su madre siempre bromeaba con que Julien era el cuidador, el protector, porque fue el primero en salir del útero. De naturaleza más tranquila pero siempre dispuesto a luchar contra el mundo para protegerse a sí mismo y a todos los que lo rodean. La desventaja de esto, sin embargo, fue el estrés que vino con la preocupación. —Lo digo en serio, Jules —dijo Jacquelyn mientras se enderezaba—. Tendremos el mejor último año de la historia, y luego le patearemos el trasero a la universidad. Tú te convertirás en un chef famoso y yo me convertiré en —ella frunció los labios como si pensara en ello, y luego sonrió como el mismo diablo—…. un chef famoso de clase mundial. Eso finalmente hizo reír a Julien. —Oh, así que crees que serás mejor que yo, ¿verdad? —No hay que pensar en ello —dijo mientras caminaba hacia atrás, hacia las puertas francesas. —Tú lo sabes y yo también. Sólo que no quieres admitirlo.

52

Je te le promets: Te lo prometo.

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Julien se mofó y la siguió dentro. —Cuidado, pequeña poulette. Va a doler mucho más cuando sea mejor que tú. —Lo que sea, —dijo encogiéndose de hombros—. Pero ninguno de los dos saldrá de aquí si no encontramos la cocina en este lugar. ¿Quieres ir a ver? —¿Qué hay de tu biblioteca? Pensé que te morirías por encontrarla. —Encontraremos eso después. Quiero decir, todos tenemos que comer, ¿verdad? Julien asintió con la cabeza, y cuando salieron a buscar la cocina, decidió que haría un esfuerzo consciente para hacer exactamente lo que ella había dicho. Disfrutaría su último año y no se preocuparía tanto. Se adaptaría a este nuevo estilo de vida y abrazaría la cultura que lo rodeaba. Y lo aceptó. Ella también lo hizo en los próximos años. Demasiado bien, dirían algunos...

JULIEN ESTABA EN EL pasillo que una vez había recorrido en busca de su hermana y había mirado el túnel vacío que ahora lo saludaba. No se escuchaba ningún sonido dentro de la casa, y mientras se movía, descubrió que era todo lo que podía hacer. Supuso que probablemente debería gritar, anunciar su desagradable presencia a aquellos que sabía que estarían en algún lugar adentro. Pero a medida que llegaba al final del pasillo, todo lo que podía hacer era poner un pie delante del otro.

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No había cambiado mucho a lo largo de los años la mansión. Las paredes eran del mismo color, un crema que complementaba la sensación de villa toscana, aunque la casa en sí misma no se parecía en nada a las pintorescas casas que poblaban el campo italiano. Los muebles estaban exactamente como los recordaba. Una larga mesa corría por el pasillo y contenía varios recuerdos que sus padres habían recogido a lo largo de los años en sus viajes, y luego, a la derecha, un precioso sofá estilo Luis XV se frente a la pintoresca vista de la Reserva del Cañón de Piedra, que ahora mismo tenía luces de otras casas parpadeando a su alrededor. Estaba tan tranquilo allí arriba esta noche, y mientras Julien continuaba bajando a la cocina, se dio cuenta de que estaba... demasiado tranquilo. Se dirigió a través del laberinto de pasillos en la dirección del lugar al que siempre se sentía atraído, y cuando lo alcanzó y entró, lo primero que notó fue lo inmaculado que estaba, como si nadie hubiera puesto un pie en él durante días. Non, pensó Julien, mientras se acercaba a la nevera y la abría para encontrarla vacía. No días, meses. Nadie había estado allí en... meses. La mano de Julien se apretó alrededor de la manija y lentamente cerró la puerta y miró el acero inoxidable que estaba tan limpio que podía ver un borroso reflejo de sí mismo en él. No están aquí, pensó, mientras dejaba la puerta y volvía a la isla detrás de él. No están aquí, carajo. Mientras la fría y dura realidad lo golpeaba, Julien levantó una mano y apoyó la palma de su mano contra su pecho mientras éste se apretaba.

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Mierda. ¿Cómo pudieron hacer esto? ¿Cómo es posible que sus padres no estuvieran allí? ¿Sin decir una palabra? ¿Sin avisar? Sabían que volvería. Siempre volvía, incluso cuando le decían que no lo hiciera. Oui, y esta vez se aseguraron de no tener que verlo. Mientras ese pensamiento resonaba alrededor de su mente, Julien apretó sus dedos contra su frente como si pudiera introducirse en él y liberarlo. Pero era inútil, estaba ahí, sin parar en un círculo que estaba decidido a hacer salir la verdad, por muy fea que fuera, en su cabeza. No tendrían que verte... No tendría que reconocer que existes. Julien se llevó la mano a la boca y se la cubrió mientras corría hacia el fregadero, con náuseas que le retorcían el estómago, el dolor dentro de él ahora queriendo expulsarse de su cuerpo por la ruta más rápida posible. Pero con la forma en que se había estado sintiendo últimamente, Julien había pensado que era mejor no comer antes de subir al avión, así que no había nada de lo que deshacerse. Bueno, era hora de rectificar eso, ¿no? Sus padres podrían haber limpiado la nevera, pero él sabía de un lugar que habrían dejado tal como estaba, un lugar en el que ya no se metían, y con las piernas tambaleantes Julien se las arregló para salir de lo que una vez fue su habitación favorita e ir en busca de la que más odiaba, la habitación que tenía un montón de jodido alcohol.

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—MMM, PRIEST? —DIJO ROBBIE, mientras rodeaba la parte trasera del automóvil, y cuando Priest lo miró, notó que Robbie tenía los ojos fijos en la casa que se alzaba delante de ellos. —¿Sí? —Yo, ah ... no sé cómo actuar en una casa como esa. Priest abrió el maletero y tomó el bolso de Robbie, y una vez que se lo dio, levantó el suyo y el de Julien y lo cerró. — Tampoco la gente que vive en ella, así que estarás en buena compañía. —Hablo en serio —dijo Robbie, mientras apuntó sus ojos hacia las puertas de las que Julien acababa de desaparecer—. Sé que esto puede sorprenderte, considerando lo excepcionalmente preparado que estoy, pero vengo de un origen muy humilde. Priest no había pensado que era posible que él sintiera algo más que estrés por lo que estaban a punto de hacer. Pero se encontró sonriendo ante la expresión sincera de la cara de Robbie. —¿Es eso cierto? —Sí —dijo Robbie, y luego golpeó a Priest en el brazo—. Deja de reírte de mí. Priest se adelantó hasta que hizo que Robbie retrocediera contra la camioneta. —No me estoy riendo de ti. —Lo estabas. Vi tu boca realmente sonriendo. —Vigilando mi boca, ¿verdad? —¿Quizás?

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Priest se inclinó y dijo al oído de Robbie: —No tienes nada de qué preocuparte ahí dentro. Pero si sigues mirándome la boca, quizá tengas algo de qué preocuparte aquí. Mientras Priest se enderezaba, Robbie bajó la mano y presionó la palma de su mano sobre la cremallera de sus ajustados vaqueros. —Eso fue mezquino. —No, esa era una forma de evitar que tuvieras una crisis. La mano de Robbie se detuvo en su sitio, y una de sus cejas perfectamente depiladas se levantó. —No tengo una crisis. —Sí, así es —dijo Priest mientras recogía las maletas—. Espectaculares. ¿En cuanto a cómo comportarse ahí dentro? Sólo sé tú mismo. Créeme, conozco a los padres de Julien desde hace años, y ni una sola vez han demostrado que son conscientes de lo buenos que son los buenos modales. De hecho, la mayoría de las veces, apenas sabrás que están ahí. Robbie se encogió de hombros y frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? Es su casa. —Sí, lo es —dijo Priest mientras cruzaban el camino hacia las puertas—. Esa es la única razón por la que les muestro respeto, especialmente por cómo tratan a Julien. Pero lo que quiero decir es que son fantasmas virtuales. Apenas hablan. Al menos no con Julien, y ciertamente no conmigo, y tampoco hablarán contigo. Insiste en volver todos los años para hablar con ellos. Pero la razón principal por la que regresa aquí es para castigarse a sí mismo. —¿Por qué haría eso? —preguntó Robbie, sus pies deteniéndose a mitad del camino.

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—Porque cree que se lo merece. —Priest miró hacia la puerta abierta que tenían delante—. Es su historia para contar, y no es fácil. ¿Pero hay algo que deberías saber? Julien quería mucho a su hermana y a sus padres. Su familia era tan perfecta como una podía serlo hasta la noche en que murió. Y esa noche, Julien los perdió a todos. Le tomó mucho tiempo decidir que su vida valía la pena vivir de nuevo después de eso. Mucho tiempo y algunas decisiones realmente malas. —¿Cómo robar un auto? —susurró Robbie, y cuando Priest lo miró, notó que los ojos de Robbie estaban un poco vidriosos. —Como robar un coche... Robbie se mordió el labio inferior. —No puedo imaginarlo así. —Lo sé. Y verle así también va a ser difícil. Pero esto es parte de él. Una parte muy grande de él. Robbie asintió, y Priest señaló a la puerta con una inclinación de cabeza. —¿Estás listo? —Sí. Vamos a encontrarlo —dijo Robbie, y Priest los llevó adentro para que fueran a buscar a su hombre.

JULIEN ROMPIÓ EL sello de la tapa del Grey Goose 53 que acababa de sacar del bar de su padre y lo desenroscó mientras miraba fijamente a la puerta cerrada de la sala de juegos. El bar estaba ubicado a poca distancia de la cocina, pero justo como sospechaba, había conseguido encontrar algo para 53

Grey Goose: es considerado el vodka con el mejor sabor del mundo.

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aliviar el dolor que ahora se había extendido de su corazón a todo su cuerpo. Cuando sacó la tapa azul del vodka y fue a ponerla en el mostrador, su mano golpeó uno de los vasos en la superficie brillante y se cayó, rebotó en la madera dura, se rompió, y luego aterrizó en la alfombra de mil dólares. Julien lo miró fijamente. Sabía que debía recogerlo; siempre se le había enseñado a respetar las pertenencias de los demás, y esta casa, ese vaso y esa alfombra no eran de él. Pero como no había nadie a quien le importara, lo dejó exactamente donde estaba. Levantó la botella hasta los labios y dio un largo trago, y mientras tragaba el líquido claro, se agarró a la barra para apoyarse. No porque estuviera borracho, era su primer trago desde el viernes pasado en The Popped Cherry. Se agarró porque sus piernas parecían de goma, como si una ligera brisa pudiera sacarlas de debajo de él. Eso tenía todo que ver con la falta de oxígeno en sus músculos en este momento, y eso tenía todo que ver con el hecho de que estaba de vuelta en esta habitación, mirando esa puerta, y le costaba respirar. Necesitaba salir de allí. Necesitaba coger la botella y salir de esa habitación... ahora. Mientras la sujetaba en su puño, caminó alrededor del mostrador, su ira enconándose dentro de él como una fea enfermedad mientras se dirigía hacia la puerta y hacia el final de la casa en la que estaba su habitación. Todavía no podía creer que sus padres no estuvieran allí. No había ninguna nota, ningún mensaje de dónde diablos se

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habían ido. Sólo una mansión vacía en la cima de una colina sobrevaluada. Jodidamente brillante, pensó, y tomó otro trago. ¿Realmente pensaron que le gustaba ir allí? ¿A una casa donde pudiera oírla y verla en todas partes? Ya era bastante malo ser él mismo la mayoría de los días, y mucho menos visitar este lugar y esa habitación, y ni siquiera podían molestarse en aparecer por ella. A medida que avanzaba, tomó otro trago del ardiente líquido y disfrutó de la quemadura mientras se deslizaba y calentaba su intestino, y al pasar por una de las muchas habitaciones de huéspedes, se acercó a la pared que una vez no había mostrado nada más que fotos familiares. De los malos cortes de pelo a lo peor, y todo lo demás, él y Jacquelyn siempre habían odiado llevar a sus amigos más allá de este muro en particular porque era lo que ellos llamaban el muro de la vergüenza. Eso, sin embargo, había cambiado. No la pared de fotos, sino las fotos que ahora colgaban allí. Julien se paró frente a las imágenes que se mostraban en una variedad de marcos diferentes en todos los niveles diferentes, y mientras miraba la hermosa cara sonriendo y riéndose en todas ellas, levantó la botella de vodka hasta los labios y tomó otro largo trago. Jacquelyn. Cada fotografía que ahora colgaba de esa pared era de Jacquelyn. Al igual que la propia casa, se había convertido en un santuario para aquel que ya no podía entrar en ella. Julien pasó sus dedos sobre el más cercano a él. Era de Jacquelyn de pie junto a su viejo árbol de Navidad en Francia, y llevaba un abrigo rojo brillante con una capucha a juego. Había nieve por todas partes desde que ellos habían estado

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corriendo afuera, y ella estaba riendo, sus ojos brillando de alegría. Ella tenía trece años en esa foto. Él lo sabía porque había estado parado justo al lado de ella cuando se lo llevaron, a pesar de que ya no estaba en ninguna parte. Cuando sus ojos comenzaron a nublarse, Julien tocó las largas hebras de su cabello que caían sobre su abrigo. —Estás en todas partes, ma petite poulette 54. En todas partes pero en realidad no estas.... —Julien cerró los ojos cuando una lágrima escapó y bajó por su mejilla, su cuerpo ya no podía contener su dolor. Estaba atrapado aquí. Consagrado para siempre en un castillo que ahora se sentía más como una tumba, una tumba vacía y triste. Se acercó la botella a los labios y tomó otro sorbo, y cuando la bajó a su lado, una suave y cantarina risa llenó su mente y se giró, medio esperando verla allí, en el lugar donde su risa había llenado una vez los pasillos. Pero non, ahora sólo los perseguía. Pasó por el resto de las imágenes sin volver a mirar. Incapaz de mirarla a los ojos. Incapaz de verse cortado de su vida. Cortado de los suyos. Luego siguió su camino por el pasillo hasta llegar a una puerta que conocía bien. Esta era su casa. Una habitación que había hecho suya. Y cuando abrió la puerta, Julien miró hacia adentro para ver las pesadas cortinas cerradas, haciendo que las paredes de caoba y los estantes de los libros parecieran más un ataúd que la tradicional biblioteca victoriana que su madre había modelado.

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ma petite poulette: Mi pequeña chica.

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Entró y pasó los dedos por encima de los libros de las estanterías. La mayoría eran ficción. Algunos romances, algunos thrillers, algunos paranormales, y cuando llegó al lugar que estaba buscando, Julien sacó una vieja tapa dura y miró la portada desgastada. Mujercitas. Era la copia que él le había dado todos esos años atrás, y dentro había un marcador de libros de donde ella había estado leyendo de nuevo. Nunca había sido capaz de ver dónde había dejado de leer, y esta noche no fue diferente. No se molestó en abrir las cortinas, no se molestó en encender la luz. En vez de eso, Julien se sentó en el suelo con la espalda contra el estante, cerró los ojos y abrazó el libro con fuerza contra el pecho. Cada año luchaba contra esto. Luchó contra volver a esta casa donde sabía que ella estaba. Luchó contra ello, y al mismo tiempo sabía que nunca dejaría de venir. No mientras fuera físicamente capaz de llegar allí. Recostó la cabeza sobre sus rodillas, y mientras envolvía sus brazos alrededor de sus piernas, la sintió sentada justo a su lado. —Lo siento mucho, ma petite poulette —susurró, y dejó que cada pedazo de su corazón se rompiera de nuevo—. Ojalá pudiera decirte cuánto lo siento. Y aunque sabía que era probable que fuera el alcohol, Julien podría jurar que escuchó: Lo sé, Jules. Pero es demasiado tarde...

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Capítulo XIX CONFESIÓN

Fue todo lo que un primer beso no debería ser. Sin embargo, me impactó directamente en mi corazón. y me recordó que estoy vivo.

—EL SE FUE hace tiempo —dijo Robbie desde su lugar en el lujoso sofá donde se había instalado hacia unos veinte minutos. Después de llevar sus maletas adentro y cerrar con llave, rápidamente se dieron cuenta de que eran los únicos que estaban allí, y los padres de Julien debían de haber salido. Así que Priest los dirigió a un enorme espacio vital que albergaba algunas de las vistas más espectaculares que Robbie había visto jamás. El embalse de Stone Canyon, le había dicho Priest, y Robbie no podía evitar preguntarse hasta qué punto un lugar como éste gobernaría a una persona. Era, en una palabra, alucinante. Robbie no sólo se sentía como si estuviera en la cima del mundo. Pero también miraban con desprecio a todo el mundo desde lo que parecía un salón francés de los viejos tiempos. —Tienes razón, lo ha hecho —dijo finalmente Priest mientras se ponía de pie y empezaba a caminar de un lado a otro frente a la pared de las ventanas. Era obvio que había estado tratando de darle a Julien un poco de espacio cuando

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llegaron, ¿tal vez para tratar con sus padres por su cuenta? Pero como no estaban allí, Robbie se dio cuenta de que Priest se estaba poniendo ansioso por dejar a Julien fuera de su vista durante tanto tiempo—. Voy a ir a revisar la cocina. Ahí es donde suele acabar. Cuando Priest cruzó la sala de estar, Robbie se puso de pie para seguirlo, y Priest se detuvo y miró hacia atrás. —No tardaré más de unos minutos. Puedes esperar aquí si quieres. —Lo que me gustaría —dijo Robbie, y metió su mano en la de Priest, sintiendo su necesidad de consuelo, aunque no lo dijera en voz alta— es ir contigo a buscar a Julien. Priest bajó la mirada hacia sus manos unidas, y luego volvió a mirar a Robbie, quien le dirigió una mirada penetrante, desafiándolo a decirle que no podía. —Muy bien. Vamos. Priest los entretejió por varios pasillos y a través de demasiadas puertas para contar, y a medida que avanzaban, Robbie trató de resistir el impulso de mirarlo todo. El lugar era como un museo con baratijas y recuerdos por todas las paredes, desde costosas obras de arte hasta impresionantes muebles en cada habitación, y cuando finalmente entraron a la cocina y la encontraron vacía, Priest puso sus manos en la isla y sacudió su cabeza. —¡Ey! —dijo Robbie, y se puso a su lado—. Estoy seguro de que está cerca. En términos relativos, porque honestamente, no tenía idea de lo grande que era esta casa. Un ceño fruncido fiero entre las cejas de Priest apareció mientras escaneaba la cocina gourmet. —Algo no se siente bien.

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Robbie puso su mano sobre la de Priest, donde descansaba sobre el mostrador de granito. —Bueno, tú eres el que dijo que este fin de semana era difícil. Así que probablemente es sólo... —No. No es eso —dijo Priest, mientras continuaba mirando a su alrededor—. Está demasiado tranquilo. Se siente... vacío. Robbie levantó la nariz mientras miraba a su alrededor, y no podía negarlo. Lo comparó con un museo. Estaba tranquilo y vacío. Se sentía… —Sin vida —dijo Priest, luego caminó alrededor del mostrador y se dirigió hacia el refrigerador de acero inoxidable de doble ancho, el cual abrió, revelando absolutamente nada. —Joder. —La maldición de Priest resonó en los pisos de pizarra y en las paredes de azulejos, mientras miraba fijamente a la limpia nevera—. No están aquí —dijo en voz baja, y luego más fuerte—: Esos jodidos imbéciles no están aquí. Oh mierda, pensó Robbie, mientras Priest cerraba la puerta de golpe. Nunca lo había visto tan furioso La ira se extendía sobre Priest en oleadas cuando regresó a la isla central y plantó sus manos allí. Robbie asumió que Priest se refería a los padres de Julien, y considerando la razón por la que ellos estaban allí, el hecho de que los padres de Julien se habían ido era una puta mierda. —Tenemos que encontrarlo —dijo Priest, una lúgubre línea en los labios y una dura expresión en su cara—. Si nos separamos tendremos una mejor oportunidad. Cierto. Robbie estuvo de acuerdo. Pero entonces recordó lo grande que era este lugar y se preguntó si encontrar a Julien sería tan fácil como decidir ir y hacerlo. ¿Quién sabe cuántos rincones tiene este lugar? —Mmm —dijo, y jugueteó con sus

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manos—. Yo... podría perderme aquí. ¿Cuántas habitaciones hay exactamente? Priest se acercó a Robbie y le puso una mano en el hombro. —Muchas. Hay tres niveles. —¿Qué? —dijo Robbie, sus ojos cerca de salirse de su cabeza—. ¿Tres? —Sí. Las escaleras y el ascensor los conectan a todos. Voy a comprobar los otros dos. —Está bien —dijo Robbie, y no estaba seguro de que eso lo hiciera sentir mejor. Había una alta posibilidad de que desapareciera solo en este nivel. ¿Quién vive así? Priest asintió con la cabeza, y cuando fue a caminar junto a él, Robbie extendió la mano y le agarró el brazo. —Qué... —Robbie se detuvo y pensó cuidadosamente sus siguientes palabras—. ¿Qué digo si lo encuentro? Priest volteó hasta que prácticamente estaban tocándose y tomando la cara de Robbie entre sus manos dijo: —Lo sabrás. Lo que nos asombra a ambos es lo perceptivo que eres cuando se trata de nosotros. Como si supieras instintivamente lo que necesitamos el uno del otro. Lo que necesitamos de ti. —Priest besó suavemente a Robbie en los labios y le añadió: —Confía en ti mismo. No te ha ido mal, ¿verdad? Robbie negó con la cabeza. —No quiero empeorar las cosas. —Eso no es posible. Envíame un mensaje si lo encuentras o... —¿Me pierdo y necesito comida?

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—O eso —dijo Priest, girando sobre sus talones se fue, entonces, ambos se dispusieron a encontrar al hombre que estaba más perdido de los tres.

PRIEST SE DIRIGIÓ hacia la sala de estar, donde sabía que estaba el ascensor, y con cada paso que daba, aumentaba su ira. ¿Dónde coño estaban los padres de Julien? Priest no tenía ni idea, pero tuvieron suerte de que no estuvieran en ningún lugar donde pudiera ponerles las manos encima, porque se sentía asesino. Dios, ni siquiera podía imaginar lo que Julien debía estar sintiendo. Ya era bastante malo cuando estaba allí y actuaron como si no existiera. ¿Pero desaparecer sin dejar que tu hijo sepa que te has ido? Eso fue una estupidez. Cuando el Priest irrumpió en el pasillo, pasó junto al estudio del padre de Julien y se detuvo. Miró hacia adentro y escudriñó la estantería y el escritorio, la lámpara de la esquina y la silla de gran tamaño junto a la ventana. El lugar estaba impecable, como si la casa fuera un escaparate. No había ni ordenador portátil ni de sobremesa, ni papeles ni bolígrafos. No había nada, en ninguna parte. No había objetos personales a la vista, y el aire se sentía rancio. Nadie había estado allí en meses, y eso se hacía cada vez más obvio con cada paso que daba. Julien no se merecía esto. Nadie se merecía esto. Lo que había ocurrido todos esos años atrás había sido trágico. Había sido un momento de estupidez de hermanos que había

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terminado horriblemente. Julien lidió con las consecuencias de esa noche todos los días de su vida, y aunque Priest odiaba la necesidad que Julien tenía de regresar aquí cada año, lo entendió. Comprendió que aquí era donde Julien la sentía más, que aquí era donde la conexión era más fuerte para él, y que cada vez que trataba de evitarlo, el estado mental de Julien se deterioraba lentamente hasta que volvía a lo que conocía, adormeciendo el dolor, las cantidades más copiosas de alcohol y semanas de auto-odio. Era un ciclo en el que el Priest nunca se acostumbraba a ser testigo y que no podía ayudar a arreglar, porque ¿cómo se podía arreglar lo que había sucedido en el pasado? La respuesta era simple: no se podía. Priest apuñaló el botón, y cuando la puerta del ascensor se abrió y entró, apretó el botón del tercer piso para luego apoyarse contra la pared. ¿Dónde estás, mon cœur? pensó, mientras el ascensor empezaba a moverse, y luego cerró los ojos, recordando la primera vez que Julien se descompuso delante de él, y sólo esperaba que él o Robbie llegaran a él antes de que eso ocurriera.

ESTABA CERCA del final de una semana de trabajo extenuante cuando Priest se sentó en su silla y movió el cuello de lado a lado. Estaba en medio de la adición de sus notas finales al caso Miller que finalmente había terminado después de meses en la corte, cuando hubo un golpe en la puerta de su oficina. —Entra —gritó, y levantó la vista de su ordenador.

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Helena, su asistente personal, abrió la puerta y metió la cabeza dentro. —Siento molestarte. Sé que te estás preparando para salir esta semana. —Está bien. ¿Hay algún problema? —Uf, bueno, hay alguien preguntando por ti, pero... Mientras sus palabras se calmaban, y ella empezó a parecer incómoda, Priest se sentó en su silla y dijo: —Pero ¿qué, Helena? Entró en la oficina, cerró la puerta y dijo en voz baja: — Creo que está borracho. —¿Borracho? —Priest se puso de pie—. ¿Quién es? —Mmm, ¿dijo que era tu amistoso ladrón de autos del vecindario? Ese maldito francés. —Correcto, —dijo Priest, y caminó alrededor de su escritorio—. Puede hacerlo pasar. Los ojos de Helena se abrieron un poco. —¿Estás seguro? Puedo tener escolta de seguridad... —¿Helena? —dijo Priest. —¿Sí? —Puedes hacerlo pasar. Lo conozco. —Está bien, —dijo ella, y se giró para volver a la puerta. Cuando llegó allí y lo abrió, se detuvo y miró hacia atrás—. Si me equivoqué, estoy... —No lo hiciste. No lo esperaba, pero parece que ya ha tenido un día difícil, así que será mejor que vea qué necesita. Pero puedes irte a casa.

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—¿Estás... estás seguro? Puedo esperarte, —dijo ella, sonando menos que convencida de que irse era una buena idea. —Sí. Adelante. Me iré después de ocuparme de esto. —Muy bien. Le diré que pase. Priest le hizo un saludo con la cabeza y la vio irse, y mientras la puerta se cerraba detrás de ella, se abotonó la chaqueta y se tomó un momento para preguntarse cómo lo había encontrado Julien, y por qué estaba borracho a las cinco de la tarde de un viernes. Un golpe vino primero, y cuando Priest levantó la cabeza y Julien dio un paso -o más bien, tropezó... a la oficina, Priest hizo un breve resumen. Julien se veía terrible. Tenía los ojos enrojecidos, la ropa arrugada como si hubiera dormido con ella toda la semana, y cuando Priest miró los ojos a los vidriados que estaban pegados a él, dijo: —Hola. —Bonjour, Sr. Priest, —dijo Julien mientras caminaba más adentro de la oficina, y Priest pensó que esto decía que incluso un borracho con cara de mierda… este hombre hacía que su cuerpo reaccionara en formas que nunca antes había experimentado. Habían pasado un par de meses desde la última vez que vio al hermoso Sr. Thornton, pero eso de ninguna manera disminuyó su impacto. Borracho o no, Julien era innegablemente sexy e hizo que la polla de Priest se diera cuenta de que no había visto ninguna acción en exactamente... un par de meses. —Es el Sr. Priest-ley. Pero creo que ya lo sabes. ¿Verdad, Sr. Thornton? —Priest caminó alrededor de su escritorio y tomó su asiento, decidido a mantener algo entre él y el hombre que ahora cayó en la silla frente a él.

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—Oui, sí, —dijo Julien, y aunque le sonrió a Priest, la expresión no llegó a sus ojos. Julien no había sido nada más que bocazas las dos veces que se habían encontrado anteriormente, pero ahora mismo, parecía… apagado. —¿Está bien, Sr. Thornton? No has quebrantado más leyes, ¿verdad? —Non. No hay leyes, pero... —Mientras Julien se calmaba y miraba alrededor de su oficina, Priest se recostó en su silla y estudió su perfil. Julien tenía una nariz romana perfecta, una clásica y fuerte línea de la mandíbula y, como recordaba Priest de cuando sonreía, un hoyuelo en su mejilla derecha. —Necesito su ayuda, monsieur. Priest se dijo a sí mismo que dijera que no mientras se sentaba allí mirando fijamente al hombre que no había sido capaz de quitárselo de la cabeza desde que se conocieron. No podría ser el caballero de una armadura brillante. El ir a donde sea que Julien haya quebrantado una ley. Pero en vez de hacer eso, Priest se oyó decir: —¿Por qué? ¿Qué hiciste? —Merde. Por supuesto que asumes que es mi culpa —dijo Julien, su tono transmitiendo lo impresionado que estaba por esa suposición—. Je suis vraiment trop con d'être venu ici. Cristo. Siempre que Julien hablaba francés -incluso para insultarlo- Priest quería agarrarlo y besarlo hasta que gimiera contra sus labios, y esa reacción lo molestaba muchísimo. No conocía a este tipo. Aparte de su afición por los delitos menores. Sin embargo, desde el primer momento, Priest había querido a Julien con un hambre obstinada que no sólo lo había vuelto célibe, sino también, aparentemente, loco.

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Cerró los ojos y se recordó a sí mismo que involucrarse con Julien sería un error monumental. Ética, moral y mentalmente, ya que Julien era claramente inestable. Pero tampoco había nada equilibrado en Priest. —¿Qué acabas de decir? —dijo Priest, y cuando Julien se quedó mirándole fijamente, negó con la cabeza. Jesús, esto no los estaba llevando a ninguna parte—. Bien, no respondas a eso. ¿Por qué no probamos otra cosa? ¿Cómo llegaste aquí? —Tomé un taxi. ¿Pourquoi? —preguntó Julien, la beligerancia goteando de él al ser interrogado. —Supongo que me preguntaste ¿por qué? Y aquí está tu respuesta. Hueles como si hubieras pasado el día en un bar. —Lo hice —dijo Julien, sin avergonzarse. Priest entrecerró los ojos, buscando alguna pista de lo que estaba pasando, pero no encontró nada. Tal vez este era el comportamiento habitual de Julien. No sería tan grande la imaginación, considerando lo que Priest sabía de él. Había visto este tipo de comportamiento destructivo la primera vez que se conocieron, y lo había confirmado la noche que sacó a Julien de la cárcel. Mientras Julien se frotaba los dedos sobre la frente y cerraba los ojos, Priest pensó que se parecía a alguien que intentaba desterrar algo de su mente, y no pudo evitar preguntarse si ese era el caso o si estaba teniendo un dolor de cabeza inducido por el alcohol. —¿Sr. Thornton? —dijo Priest, y esperó a que Julien abriera los ojos—. Por encantado que esté de verle aquí esta tarde, ¿quiere decirme qué le pasa? —¿Incorrecto?

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—Sí, —dijo Priest, su voz suavizándose ahora mientras su irritación e impaciencia lo drenaban—. Claramente algo está pasando contigo. ¿Por qué estás aquí? Los ojos vidriosos de Julien trataron de concentrarse, pero cuando era obvio que estaba luchando, Priest se encontró a sí mismo poniéndose de pie y volviendo a donde Julien estaba sentado. Se agachó frente al hombre que una vez le había dicho audazmente que estaba robando su coche, y miró a la pálida cara de un extraño, que ahora mismo parecía asustado de su propia sombra. —¿Julien? —dijo Priest, y rodeó con sus manos la cara de Julien—. ¿Por qué estás aquí? Julien levantó sus manos para cubrir las de Priest, y luego se inclinó hacia adelante en su asiento hasta que estaban prácticamente nariz con nariz. —Porque merezco sufrir, monsieur. Por eso sigo aquí. —Priest no se atrevía a moverse, esa respuesta no era en absoluto lo que esperaba. Mientras los ojos de Julien se cerraban, él susurró: —Pero no dejaré que se la lleven. —¿Quién? —preguntó Priest con una voz que apenas reconoció—. No entiendo... —Jacquelyn —dijo Julien, y luego parpadeó. Una lágrima se le escapó del ojo y corrió hasta donde descansaba la mano de Priest—. Quieren saber... pero no lo diré... Puedes ayudar. Puedes hacerlo para que no puedan tenerla. —Muy bien —dijo Priest, aceptando sin entender nada sobre lo que estaba aceptando. Todo lo que sabía era que habría dicho o hecho cualquier cosa para detener el dolor que Julien estaba sintiendo tan obviamente—. Te ayudaré. Lo que necesites.

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—Merci, Mr. Priest, —susurró Julien, y cuando sus labios se curvaron en una media sonrisa, ese hoyuelo apareció en su mejilla, y Priest no pudo evitar acariciarlo—. Me gusta el color de tu cabello. El comentario estaba tan alejado de lo que habían estado discutiendo que hizo reír a Priest, y luego Julien se inclinó hacia adelante y se deslizó los labios sobre la parte superior de la boca de Priest en uno de los besos más dulces, pero más tristes, que jamás había recibido. —Lo logré —dijo Julien cuando levantó la cabeza, Priest estaba lo suficientemente cerca como para ver el anillo más oscuro de jade alrededor de los iris de Julien; eran extraordinarios, pero también lo era toda su cara. —¿Qué hiciste qué? —Encontré algo que me gustaba más que yo ahora mismo —dijo, recordándole a Priest la última conversación que habían tenido. —¿Y qué es eso? —dijo Priest, y sintió que su corazón casi se detiene cuando Julien se llevó los dedos a los labios y dijo: —Tú.

PRIEST SALIÓ DEL ascensor en el tercer piso y colocó una mano en la pared para mantener el equilibrio. No había pensado en ese día en años. Julien había sido un desastre, tanto física como emocionalmente. Había sido el día después de que se había marchado del set de Chef Master, habiéndose negado a hablar sobre su hermana, y también había sido su primer beso.

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Priest todavía recordaba la forma en que su corazón se había detenido ante ese simple toque. Había sido triste y corto, y todo lo que un primer beso no debería ser. Pero para él, había sido mágico. Un s ho c k d ir ec to a su cor az ón. U n deste ll o de reconocimiento de que estaba mirando a la cara del destino, y a partir de ese día, nada podría haberle impedido cazar a Julien Thornton con el enfoque obstinado de un perro con hueso, justo como lo estaba ahora.

DESPUÉS DE SEPARARSE DE PRIEST, Robbie salió de la cocina y decidió dirigirse en la dirección opuesta a la que habían llegado. La casa estaba, como había dicho Priest, demasiado tranquila mientras caminaba por el pasillo, y Robbie no podía ni empezar a imaginar lo que debió haber sido crecer en un lugar como éste. Había una habitación tras otra, y cada una era perfecta. Robbie estaba seguro de que los muebles de una sola habitación probablemente costaban más que todos los muebles de la casa de su madre. Era una locura. Al doblar una esquina, notó algunas fotografías colgadas en la pared. Allí, así está mejor, pensó, acercándose, queriendo ver cómo se veía Julien de niño. Pero a medida que se acercaba al collage de marcos e imágenes, se hizo evidente que no se trataba de una muestra de padres orgullosos, ni de una muestra de una familia a lo largo de los años, como lo había hecho su madre.

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No, esto era un memorial. Era una pared llena de imágenes de una niña, luego una adolescente, y finalmente una mujer joven. Todas los cuales, Robbie sabía, eran Jacquelyn. Con el corazón en la garganta, Robbie dio un paso adelante para examinar la cara que lo miraba fijamente. y se sorprendió por los ojos que lo miraban. Tenía una hermana. Una hermana gemela. Su nombre era Jacquelyn. Murió hace ocho años. Las palabras de Julien volvieron a él mientras Robbie estaba allí de pie estudiando el hermoso rostro de cada imagen. Pero lo que Julien no le había dicho era la extraña semejanza que compartían incluso cuando eran gemelos. D e s d e l a s o n r i s a , e s o s l a b i o s l l e n o s, h a s t a l o s impresionantes ojos verdes, los rasgos de Jacquelyn eran una réplica exacta de los de Julien. Su piel era del mismo tono, su cabello del mismo color, e incluso tenía ese hoyuelo en el lado derecho de la mejilla. Era surrealista, y Robbie no podía imaginar cómo era para Julien verla tan claramente cada vez que se miraba al espejo. Nunca podría escapar. Nunca sería capaz de no verla. No a menos que cerrase su mente. No a menos que haya dormido o meditado. Mierda, ahora tiene más sentido, pensó Robbie. La mayoría de las pesadillas, la mayoría de los demonios o fantasmas, perseguían a la gente por la noche mientras dormían. ¿Pero el de Julien? Normalmente venía durante el día, cuando estaba despierto y podía ver. Los ojos de Robbie cambiaron de foto a foto, y al mirar más de cerca, se dio cuenta de que la mayoría de ellas estaban... ¿desgarradas?

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No. No, tenía que estar equivocado. No había forma de que sus padres fueran tan crueles. Pero mientras Robbie extendía la mano y bajaba los dedos por una de las imágenes -Jacquelyn riendo, de pie junto a un árbol de Navidad, envuelta en un abrigo rojo- lo vio. El fondo de un abrigo negro rozando contra el suyo, como si alguien más hubiera estado en la imagen. Alguien que la había hecho reír de esa manera, alguien a quien ella estaba mirando, y alguien que había sido cortado y borrado para siempre de ese recuerdo. Robbie sacudió la mano como si se hubiera quemado. Dios, ¿cómo pudieron hacer eso? Pero a medida que los ojos de Robbie se movían de imagen en imagen, supo que lo que estaba viendo era cierto. Julien había sido removido de todas y cada una de estas fotos, y como si eso no fuera lo suficientemente desgarrador, en cada imagen, Jacquelyn estaba tan claramente sonriendo a la persona que más amaba, la que ya no estaba allí. Robbie se llevó los dedos a la boca y no estaba seguro si estaba reteniendo un sollozo o un grito. Pero luego se secó una lágrima de la mejilla y descubrió que estaba más decidido que nunca a encontrar a Julien. Quería encontrar a su Julien, y asegurarle que tenía un lugar, que pertenecía a algún lugar. Y ese lugar era con Robbie y Priest.

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Capítulo XX CONFESIÓN

Todo lo que eres ahora, ma petite poulette, es el amor que te tengo. ROBBIE CAMINÓ POR varios pasillos más, y cuando llegó a una puerta que estaba casi totalmente cerrada, se detuvo en su camino. Todas las demás habitaciones habían estado abiertas de par en par, lo que lo hizo tomar la manija. Mientras la envolvía con los dedos y lentamente abría, lo primero que notó fue lo oscuro que estaba su interior. En todas las demás habitaciones había ventanas de pared a pared, y las luces del exterior se habían derramado a través de ellas. Pero esta habitación fue absorbida por las sombras. Robbie dio un cuidadoso paso adentro, apenas capaz de ver, y mientras escaneaba el espacio, vio un fragmento de luz que pasaba a través de la parte superior de un pesado conjunto de cortinas, y lo siguió hasta una pared de... libros. Es una biblioteca, pensó Robbie, y dio otro paso adelante, sus ojos bajando por los estantes hasta que vio la silueta de alguien sentado en el suelo de la esquina. —¿Jules? —dijo con prisa, mientras corría en esa dirección, sin importarle ahora si se encontraba con algo en el camino—. Jules... Sin dudarlo, Robbie se arrodilló al lado de Julien, que estaba sentado en el suelo con la espalda contra la estantería,

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las piernas apoyadas contra el pecho y los brazos bien apretados. Estaba mirando fijamente a la nada, y a su lado había una botella de alcohol. Robbie envió un mensaje de texto rápido a Priest y luego extendió la mano y puso una mano en el brazo de Julien. — Julien —dijo de nuevo, y esta vez Julien se sobresaltó al tocarlo, como si ni siquiera se hubiera dado cuenta de que alguien se había sentado a su lado. Pero cuando giró la cara, Robbie vio sus mejillas, estaban manchadas de lágrimas. —Oh, Julien, —dijo Robbie, mientras se acercaba a su costado y envolvía sus manos alrededor del brazo de Julien. —Ella está aquí, —susurró Julien, y Robbie asintió. —Lo sé. —Se detuvo un momento—. La vi. Tu Jacquelyn. Julien parpadeó una vez, esos ojos verdes por sus brillantes lágrimas y vidriados por el alcohol, antes de apartar lentamente la mirada de Robbie. —Era hermosa —dijo Robbie—. Los dos sois hermosos. Julien permaneció en silencio mientras se sentaba allí sin mirar nada en particular. Pero Robbie tenía la clara impresión de que Julien estaba viendo algo que no podía ver. —Esta era su habitación favorita de la casa. Robbie miró a su alrededor, deseando poder ver más para comentar. Pero antes de que pudiera preguntar algo, Julien ya estaba hablando de nuevo. —Su biblioteca. La mía era la cocina, y la suya estaba aquí con sus libros. —Julien cogió la botella a su lado y dio un trago.

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Robbie hizo una mueca de dolor, sabiendo que si Julien había estado bebiendo así desde que lo había dejado a él y a Priest, tenía que estar cerca de estar borracho. —Se fueron —dijo Julien, mientras volvía a poner la botella en el suelo, el resto del contenido revoloteando dentro de ella —. Sabían que venía... y se fueron. Robbie apretó el bíceps de Julien. —Lo siento. No te lo mereces... —Oui. Sí, —dijo Julien, inclinando su cara hacia Robbie—. Merezco ser olvidado por lo que hice. Robbie agitó la cabeza y levantó la otra mano para acunar la mejilla de Julien. —No creo eso. Ni por un segundo. Nadie merece ser olvidado, nunca. Julien sacó su cara de las manos de Robbie. —No lo entiendes. —Entonces ayúdame —dijo Robbie, porque Julien tenía razón, no entendía. No todas las piezas, y sabía que la única forma en que lo haría sería si Julien le confiaba esta parte de sí mismo—. Ayúdame a entender...

—¿QUIÉN PUSO TU NOMBRE en esta lista otra vez? —preguntó Julien, mientras Jacquelyn y su novio Ezra, los guiaba a través de la larga fila de gente esperando afuera de un edificio indescriptible para entrar a la apertura del club gay más popular de Los Ángeles. Jacquelyn lo miró por encima del hombro, sus rizos rebotando en sus hombros desnudos mientras giraba sus brillantes ojos. —Ya te lo dije, un amigo de Ezra. Dijo que le

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dijera al tipo de la puerta quiénes éramos y nos dejarían entrar. Julien le dio la vuelta a su mano y detuvo a Jacquelyn, y Ezra se detuvo con ella, sabiendo que no debía tratar de interponerse entre ellos cuando estaban hablando. Un hombre inteligente, ese Ezra, en su mayor parte. Su padre era uno de los mejores cirujanos plásticos de Los Ángeles, por lo que decir que estaba bien informado sobre las idas y venidas por la ciudad sería el eufemismo del siglo. Pero Ezra también era heterosexual. —¿Estás seguro? Quiero decir, no es que no quiera pasar la noche con mi hermana y su novio, —dijo Julien, y le hizo un guiño—. Pero tenía planes de ir a un club que era algo seguro, y... Jacquelyn miró a Ezra , quien asintió con la cabeza y dijo: —Sí, es legítimo, hombre. Este cliente de mi padre conoce al DJ aquí esta noche, y aparentemente estuvo en Avalon la semana pasada hablando de ello. Julien dejó que sus ojos volvieran a subir por el costado del edificio, aún escéptico. Pero conociendo a Ezra, no los conduciría mal. —¿Cómo se llama, de todos modos? —Shhh... —dijo Jacquelyn, y Julien se volvió para mirarla. —Sólo preguntaba qué... Jacquelyn empezó a reírse de él y le dijo: —Non, non. Ponte al día, Jules. Así es como se llama. Club Shh... Es exclusivo. Sólo miembros. Julien hizo otro barrido de la larga línea fila. —¿Y Ezra es miembro?

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—Non, lo eres tú. A partir de esta noche. —¿Qué? ¿Estás loca? —Según tú, sí, lo estoy. Pero después de tu ruptura con Brian, estabas tan triste. Pensé que esto podría animarte. Jacquelyn se pasó una mano por el pelo mientras un grupo de hombres, todos hermosos, todos de veintitantos años, y todos ricos como Midas, a juzgar por su atuendo, caminaban junto a ellos y se detenían frente al gorila. Mientras un par de ellos hablaban con el musculoso gigante, un tipo rubio con vaqueros ajustados y una camisa roja aún más ajustada, miró a los tres. Le echó una ojeada a Julien, y cuando sus ojos se fijaron en él, el pene de Julien se endureció. De repente, el pequeño regalo de Jacquelyn se veía cada vez mejor. —¿Ves? —dijo Jacquelyn, mientras el gorila agarraba la cuerda, la desenganchaba, y dejaba entrar al grupo—. Es sexy y te estaba mirando. Julien le quitó los ojos de encima a la chica y la miró sospechosamente. —¿Planeaste eso? —¿Qué? ¿Un tipo sexy para pasar y mirarte como si se estuviera muriendo de hambre y tú fueras un pedazo de costilla de primera? —Sacudió la cabeza y no pudo detener la burbuja de risa que se desparramó cuando se dio cuenta de que la victoria estaba a su alcance—. Non. Pero funcionó totalmente a mi favor, ¿no? Julien miró a Ezra . —Odio ser tan débil. Pero era guapo. —A mí también me gustan las caras bonitas —dijo Ezra—. No voy a ganar nada con ella con ese vestido esta noche.

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Mientras Jacquelyn se dirigía hacia el gorila, se rio alegremente y dijo: —No, no lo harás. —Luego ella le sonrió al Sr. Grande y fornido, A Julien no le sorprendió nada cuando perdió su expresión severa y le devolvió la sonrisa. Jacquelyn tenía ese efecto en la gente—. Ezra Hamon y Jacquelyn y Julien Thornton. Mientras el gorila revisaba su portapapeles, Julien extendió la mano y pasó uno de sus rizos por encima de sus hombros. —Gracias por el regalo, pequeña poulette. ¿Ahora vas a dejarme emborracharme lo suficiente como para perseguir a ese tipo rubio? Jacquelyn asintió con la cabeza y dibujó una cruz en la parte superior de su corazón. —Sí, sí. Me portaré bien. Promis. —Estás listo para irte —dijo el portero. Jacquelyn extendió su mano para que la sellaran y Ezra hizo lo mismo, y una vez que Julien terminó y les dejó pasar la cuerda, las puertas se abrieron y Julien miró hacia su mano. Shh.... estaba escrito en un dedo que cubría un par de labios, y tenía que preguntarse qué tipo de secretos se escondían detrás de esa puerta.

JULIEN LEVANTÓ LA cabeza, y cuando la habitación empezó a girar, puso una mano en el suelo para estabilizarse. —¿Jules? Robbie... pensó Julien, reconociendo su voz en un instante, y entonces abrió un poco la cortina y se volvió a buscarlo. Pero

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cuando se concentró en la cara a su lado, todo lo que vio era Jacquelyn mirándole fijamente. —¿Recuerdas la canción que sonaba esa noche, Jules? ¿La última canción que oí antes de que me hicieras marchar? La recuerdo. Julien parpadeó, tratando de aclarar su mente, tratando de concentrarse en Robbie. Pero no sirvió de nada. Ahora estaba muy lejos. En otro momento. Otro lugar. Y nada lo iba a liberar. No el alcohol. No dormir. Y ciertamente no a sí mismo.

DOS HORAS Y demasiadas copas después, Julien estaba en la pista de baile con la música y el alcohol zumbando a través de él. Adam… espera, ¿no, Aaron? Oh, no podía recordar… había abrazado la cintura de Julien y agarrado su trasero, y Julien estaba feliz de descubrir que el cuerpo debajo de esa camisa roja tan apretada que había sacado antes era aún mejor de cerca. Jacquelyn y Ezra estaban en algún lugar cerca, asegurándose de vigilarlo mientras lanzaba otro tiro, y mientras el alcohol quemaba un agradable y cálido sendero a través de su garganta, Julien inclinó su cabeza hacia atrás y molió su polla contra Aaron-oui, definitivamente es Aaron. —Eres tan jodidamente sexy, —dijo Aarón mientras la canción cambiaba, y cuando movió el lóbulo de la oreja de Julien con la punta de su lengua, Julien cerró los ojos y gimió.

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Merde, hacía tiempo que no se acostaba con nadie. Bueno, al menos dos semanas. Su último novio Brian había terminado las cosas, decidiendo que no quería salir con alguien que todavía vivía en casa y trabajaba hasta tarde todos los fines de semana. Pero esa era la vida de un aprendiz de chef, especialmente uno recién salido de la escuela culinaria con la esperanza de hacerse un nombre, así que Julien había decidido que al diablo con las relaciones; era hora de echar un vistazo a la vida de soltero. Julien puso sus labios contra el cuello de Aarón, y mientras lo besaba hacia arriba, Aaron inclinó su cabeza hacia un lado y Julien usó su lengua para saborear el ligero brillo del sudor en su piel. —Mmm —tarareó Aarón, mientras Julien lo acercaba aún más, moviendo sus caderas contra él. —Dieu, te sientes jodidamente bien. —Mierda —dijo Aarón mientras se echaba hacia atrás y miraba la cara de Julien, sus labios mojados e hinchados—. ¿Eso era francés? —Oui, —dijo Julien, y fue a traerlo de vuelta contra él. Pero Aaron puso una mano en su pecho y la pasó por delante hasta que le dio un masaje en la polla a Julien—. Putain. Aaron se acercó hasta que su mano quedó atrapada entre sus cuerpos, y luego puso sus labios en la mejilla de Julien. — ¿Me llevarás a casa? ¿A casa...? Julien parpadeó, el alcohol empañando su mente. Supuso que podía llevar a Aaron a su casa. Sus padres estaban en Francia de vacaciones, pero...

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—Llévame a tu casa —dijo Aarón en su oído—. Quiero sentir esto dentro de mí. —Y joder, Julien quería ponerlo dentro de él. Miró a su alrededor, buscando a Jacquelyn, y cuando la vio al lado de la pista de baile, volvió a mirar a Aaron y tomó su mano en la suya. —Está bien, vámonos.

—ELLA NO QUERÍA irse. La voz de Julien era plana y aunque miraba a Robbie directamente a los ojos, y sólo había centímetros que los separaban, Robbie sabía en ese momento que estaban separados por años. Apenas había respirado mientras Julien hablaba, atrapado en una historia de la que claramente raramente hablaba, y mientras Robbie se sentaba allí queriendo tomar su mano o abrazarlo, tenía la impresión de que si lo hacía, tendría el mismo efecto que una grieta en un cristal. Una pequeña fractura y todo podría romperse en un millón de pedazos. —Me di cuenta por la mirada en su cara. Ella no quería irse. Se estaba divirtiendo. También Ezra. —Los ojos de Julien se movieron hasta que miró por encima del hombro de Robbie, y una pequeña sonrisa curvó sus labios—. No estaba borracha, pero se estaba divirtiendo... Robbie tragó, su garganta de repente sintiendo como si tuviera un bulto alojado en la parte de atrás. No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo detrás de la expresión vidriosa que ahora entraba en los ojos de Julien, pero estaba desprovisto de

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toda emoción cuando su cara se volvió borrosa, como un dibujo de Etch A Sketch55 que había sido sacudido. —Pero la convencí —dijo Julien con la voz quebrada—. Le dije que esto era lo que ella quería para mí. ¿Verdad?

Robbie agarró a Julien y envolvió un brazo alrededor de los hombros, y mientras se deslizaba de lado y ponía su cabeza en el regazo de Robbie, Julien susurró: —Ella no quería irse. Pero lo hizo... por mí.

—TE DIJE que era sexy, —susurró Jacquelyn, y chocó contra el lado de Julien mientras los dos se paraban con Ezra a las afueras de Shh... y esperaban a que Aaron llamara un taxi. —Oui, lo hiciste. —Y esa es la única razón por la que estoy de acuerdo en irme ahora mismo. Para tu pobre y patética vida sexual. —Claro. ¿Entonces no tiene nada que ver con la forma en que trepabas a Ezra en la pista de baile? —Bueno... tal vez un poco. Julien se rio, el alcohol lo hacía sentir bien y relajado. — Eres tan caritativa, petite poulette. Merci. —Je t'en prie56 —dijo ella, y le guiñó un ojo justo cuando Aaron levantó la mano y un taxi amarillo brillante se detuvo en la acera.

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Etch A Sketch: es un juguete inventado en 1959 por el francés André Cassagnes, también conocida como la tabla mágica. En ella puedes dibujar y solo tienes que inclinarla hacía arriba y hacia abajo y se borra lo que haya dibujado. 56 Je t'en prie: Por favor, te lo ruego.

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Miró a los tres y les hizo un gesto para que se unieran a él, y Jacquelyn miró sensualmente a Ezra , quien la envolvió con un brazo alrededor de los hombros y la dirigió al taxi, y Julien la siguió. Cuando llegaron a Aaron, abrió la puerta del taxi y dijo: — Después de ti, —y Jacquelyn miró a Julien y dijo: —Modales... Es un conservador, —antes de volver a Aarón y decir: —Merci beaucoup. Le dirigió una sonrisa que le paró el corazón mientras ella se deslizaba en el primer asiento y Ezra se movió a su lado, su mano aterrizando en algún lugar que la hacía reír. Julien entonces se movió hacia atrás, donde Aaron se sentó a su lado. —Oo-la-la57. Finjan que no estamos aquí, muchachos, — dijo Jacquelyn, sutil como un mazo—. Acurrúcate todo lo que quieras. —Ferme-la58 —dijo Julien, pero se rio, lo que sólo la hizo reír más fuerte. —Vamos, —dijo Aarón, mientras Ezra cerraba la puerta deslizándola—. No hablar francés cerca de los americanos ignorantes. —Promesa —dijo Julien mientras la luz interior se atenuaba y Jacquelyn le dio su dirección al conductor. Aaron se inclinó y besó la oreja de Julien, y mientras el taxi se dirigía a su destino, Julien se sentó y dejó que el alcohol y la excitación se arremolinaran por sus venas hasta que llegaron a la entrada de su casa y Jacquelyn estaba abriendo las puertas traseras de la casa.

57 58

Oo-la-la: Oh, dios mio. Ferme-la: Cierra la boca.

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—Mierda, este lugar es muy grande —dijo Aaron, mientras sus ojos recorrían las habitaciones por las que lo guiaban. —Totalmente nuestros pensamientos la primera vez que lo vimos —dijo Jacquelyn, conduciéndolos a todos al área del bar. —¿De tus padres? —Por supuesto —dijo Julien, riéndose de la idea de que cualquiera de ellos pudiera tener algo así a su edad. —Muy bien —dijo Aaron—. Estoy en Stone Canyon Road. Todavía con mis padres también. Ahh, un vecino.... Julien probablemente debería haber adivinado que por la ropa de diseño que llevaba Aaron. —Oh, mira eso. Estás tan cerca —dijo Jacquelyn cuando finalmente llegaron al bar, y Ezra le dio una botella de agua del refrigerador—. Eso está bien. ¿No es bonito, Jules? Por una vez, Julien estuvo de acuerdo. Fue agradable, y no le importaría ver más de Aaron, ahora, preferiblemente sin ropa. —Lo es —dijo, y se acercó a Aaron, que estaba de pie en medio de la habitación—. ¿Quieres algo más para beber, o... Aaron le dio una sonrisa coqueta que hizo que Julien quisiera llevarlo directamente a su habitación y entrar en él. Pero mientras Julien se acercaba, Aaron sacó un pequeño ziploc de plástico de su bolsillo y dijo: —¿Qué tal uno de estos? Julien miró las pastillas en la bolsa transparente y estaba a punto de preguntar qué eran cuando Ezra dijo: —¿Es E? Aaron asintió. —Algo de lo mejor que el dinero puede comprar —dijo, y luego se inclinó para morder el labio inferior de Julien—. Hace que el sexo sea jodidamente irreal.

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En lo que a Julien respecta, el sexo siempre fue jodidamente irreal. En los últimos años había abrazado su nueva vida americana, y la situación que les ofrecía el dinero de su padre, y él y Jacquelyn se habían convertido en habituales de la mayoría de los clubes. Eso significaba que no le había faltado un novio o pareja si hubiera querido uno o dos, y el sexo nunca había sido un problema. Una cosa que siempre había evitado en el pasado, sin embargo, era la escena de la droga. Nunca había sido algo en lo que estuviera metido. Pero Aaron estaba haciendo un caso convincente, mientras deslizaba un brazo alrededor de la cintura de Julien y palmeaba su trasero. —Oh... quiero intentarlo, —dijo Jacquelyn en un tono que Julien estaba seguro de que Ezra no podría negarse—. ¿Qué te parece, chéri59? Nunca lo hemos hecho juntos. Y es sólo esta vez. Julien no escuchó la respuesta de Ezra; estaba demasiado ocupado estudiando la hermosa cara de Aaron, y cuando se lamió los labios, Julien le dijo a su cerebro que callara la boca y se dejara llevar. ¿Qué daño podría hacer si sólo era una vez? —Estoy dentro —dijo Ezra. Luego rodeó a Jacquelyn con un brazo y la besó en la cabeza, agregando: —Estaremos bien, — obviamente sintiendo la vacilación de Julien. Jacquelyn asintió con la cabeza, con una sonrisa en la cara, mientras Julien se encogía de hombros y le extendía la mano a Aaron. Aaron sacó tres píldoras de la bolsa y las entregó, y luego se metió una en la boca y se la tragó, pero antes de que Julien hiciera lo mismo, dijo: —¿Quieres otra copa? 59

Chéri: Querido

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Aaron negó con la cabeza y señaló hacia la sala de juegos. —Voy a entrar ahí y esperarte. Pero no tardes mucho. Esto hará efecto rápido, y te quiero cerca... muy cerca de mí cuando lo haga. Cuando Aarón se fue, Julien mantuvo sus ojos en el culo apretado que planeaba entrar muy pronto, y luego se giró y se dirigió a Jacquelyn y a Ezra. Él le dio la suya a Ezra, y entonces Jacquelyn le extendió la mano y le dijo: —Vamos. Entrégamelo. Julien dejó caer la pequeña píldora en su mano, y cuando se la llevó a la boca y la tragó con un poco de agua, dijo: — Ahora, tuya. No te eches atrás ahora. —Creo que me voy a ceñir al whisky. Quiero recordar todo lo que le haga mañana. —Biennn. TMI60 —dijo mientras tomaba la mano de Ezra, y mientras lo arrastraba, Julien se rio y los hizo señas para que se fueran. Al final tuvo que buscar una botella nueva en el almacén, y cuando Julien se sirvió un vaso, pudo escuchar el palpitante bajo de la música que Jacquelyn había encendido. Julien recogió el vaso de alcohol, y justo cuando estaba a punto de entrar a buscar a los demás, Ezra gritó: —¿Julien? Mierda. ¡Entra aquí, hombre! Es Jacquelyn. El vaso que Julien sostenía se le escapó de la mano, rompiéndose en el suelo del bar. Pero nada de eso quedó registrado cuando salió corriendo al final del mostrador y entró corriendo en la sala de juegos para encontrar a Jacquelyn sosteniendo su cabeza y balanceándose hacia adelante y hacia atrás, murmurando para sí misma. 60

TMI: Son las siglas de Too much information. Su traducción literal es Demasiada información.

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—¿Qué pasó? —Julien no le preguntó a nadie en particular —. ¿Qué le pasa a ella? —Tan caliente... —dijo mientras tiraba de su vestido, que apenas tenía tela, y Julien se agarró de sus hombros y la detuvo—. Tengo tanto calor. —¿Jacquelyn? Jacquelyn —dijo con más fuerza, con señales de advertencia parpadeando en su cabeza—. Mírame. —Me siento... extraña, Jules —dijo mientras se balanceaba sobre sus pies, y luego su respiración comenzó a acelerarse hasta que fue errática y entrecortada, y volvió a agitar la cabeza como si tratara de sacudir algo libremente. Esto no era normal. Algo estaba mal. Había estado rodeado de gente drogada con E y por lo general se volvían súper enérgicos, extremadamente alerta, y a veces excesivamente sexuales, pero no esto. Nunca esto. Julien se giró para mirar fijamente a Aaron y Ezra , que estaban detrás de él con ojos muy abiertos y maníacos, ambos tan altos como cometas. —Llama a una ambulancia —le gritó Julien a Ezra, y cuando se quedó allí parado, Julien soltó a Jacquelyn, agarró la camiseta de Ezra y le tiró tan de cerca que se le tocaron las narices—. Llama a una maldita ambulancia. Está teniendo algún tipo de reacción. Cuando las palabras de Julien finalmente parecieron llegar, Ezra metió una mano en su bolsillo y sacó su teléfono. Julien se aseguró de verlo llegar al 911, y luego miró a Aarón y le dijo: —Quédate con él y diles lo que necesiten saber. Diles lo que se tomó. Julien se volvió para ver a Jacquelyn sentada en uno de los sofás de la habitación, agarrándose a la cabeza. Corrió hacia

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ella y se agachó, su zumbido de alcohol de alguna manera se hizo a un lado mientras miraba su cara sonrojada. Joder, no sabía qué hacer. No sabía cómo ayudarla. — ¿Jacquelyn? —Tan caliente —dijo de nuevo, mientras intentaba concentrarse. Ella parpadeó erráticamente y lo alcanzó, y cuando falló y cayó hacia adelante, Julien la agarró—. Tengo tanto calor, Jules. Julien le puso una mano en la frente y tenía razón, estaba ardiendo. La recostó en la silla, a punto de ir a buscar hielo. Pero cuando él se puso de pie, su mano se apretó alrededor de su muñeca y sus ojos confundidos encontraron su mirada. —No —dijo ella, moviendo la cabeza, y Julien giró la mano para poder agarrar la de ella—. No te vayas. Julien miró por encima de su hombro, en conflicto. Ezra estaba paseando por el piso con el teléfono en la oreja, y Aaron-Aaron no estaba en ninguna parte. Julien se volvió hacia Jacquelyn, y una lágrima corrió por su mejilla. —Tengo miedo, Jules... no me dejes. Julien cayó de rodillas frente a ella y miró la cara que se parecía tanto a la suya. Jesús, ¿cómo pudo haberle dado esa maldita píldora? —No tengas miedo —dijo, y Julien no estaba seguro de si estaba tratando de convencerse a sí mismo mientras acariciaba una mano sobre su cabello, empujándolo detrás de la oreja—. Ezra llamó a una ambulancia. Estarán aquí en sólo un...

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Sin embargo, nunca llegó a terminar sus palabras, porque la cabeza de Jacquelyn se movió hacia la izquierda, y luego todo su cuerpo se torció y se congeló en un ángulo antinatural. Ni un segundo después, se inclinó hacia delante. —¿Jacquelyn...? Jacquelyn —gritó, y apenas se las arregló para atraparla cuando empezó a agarrarla. Su cuerpo comenzó a temblar y a convulsionar incontrolablemente, y todo lo que Julien podía hacer era mirar con horror, indefenso, mientras él la tumbaba en el suelo y la giraba de lado. Lágrimas caían por su cara mientras se echaba a su lado, cogiendo una de sus manos en la suya, y fue entonces cuando empezó a orar. En inglés. En francés. En una combinación de ambos. Intentó todo lo que pudo, desde disculparse por Aaron y el E, hasta ofrecerse a sí mismo, y lo hizo una y otra vez, decidido a que alguien lo escuchara. Alguien lo ayudaría. No estaba seguro de cuánto tardó la ambulancia en llegar. No estaba seguro de cómo llegó de la casa de sus padres al hospital. Pero lo siguiente que Julien recordó después de acostarse al lado de Jacquelyn e intercambiar su alma con Dios fue llegar a una habitación del hospital y darse cuenta de que Dios había escuchado. Porque Jacquelyn se había ido. A un lugar mejor, le decían. ¿Y él? Lo dejaron allí para que sufriera en un infierno de su propia creación.

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LOS DIENTES DE ROBBIE se clavaron en su labio inferior mientras trataba de luchar contra las emociones abrumadoras que estaba experimentando. El cuerpo de Julien temblaba contra el suyo, donde se había acurrucado y enterrado su cara a la cadera de Robbie, y la agonía de su voz mientras hablaba de los últimos momentos de Jacquelyn era desgarradora. Después de que la tormenta se estrelló sobre él, Julien volvió esos ojos atormentados hacia Robbie, y fue entonces cuando finalmente perdió la batalla. Robbie dejó caer sus lágrimas mientras levantaba una mano temblorosa para pasarla por la línea de la mandíbula de Julien. Era tan increíblemente hermoso, este hombre tendido en sus brazos. Tan increíblemente hermoso y tan increíblemente roto. —Julien —susurró Robbie en el pesado silencio que ahora los rodeaba, y quiso decirle a Julien que lo que había sucedido esa noche no era su culpa. Que Jacquelyn era la que quería tomar la droga. Que Aaron fue quien se la dio. Pero Robbie sabía que Julien nunca lo vería de esa manera. Lo miraba como si fuera su hermano mayor. Él era el protector. Y al final él fue el que le puso la droga en la mano. Esa línea de pensamiento era muy Julien. ¿No fue Robbie siempre el que pensó en él como el cuidador? ¿El que cuida de todos los que lo rodean? Una tragedia como esta era algo que Julien nunca se perdonaría a sí mismo. Pero tal vez un día podría ver las cosas

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de otra manera, tal vez, pensó Robbie, y bajó la cabeza para presionar los labios contra los de Julien. Mientras los ojos aturdidos y cansados de Julien se cerraban, un suspiro lo dejó, y Robbie se preguntó si se sentiría mejor por la mañana por haberse desahogado esta noche. Esa era una pregunta para la que tendría que esperar para obtener una respuesta, sin embargo, la respiración de Julien ahora era uniforme y constante mientras estaba tendido en el suelo en la postura protectora del niño. Robbie se dio cuenta de que Julien estaba agarrado a algo, y giró la cabeza hacia un lado para ver un libro en las manos de Julien: Little Women by Louisa May Alcott. Dios, pensó Robbie, mientras pasaba sus dedos por el pelo de Julien. La tristeza que debes sentir... Cerró los ojos, y mientras pensaba en la pérdida con la que Julien vivía diariamente, abrió completamente su corazón al hombre que dormía en su regazo. —Te echaré de menos, incluso en el cielo —dijo Robbie, citando el libro que Julien se había agarrado al pecho. No estaba seguro de por qué, pero Robbie recordó que desde que su madre se lo leyó a sus hermanas, y mientras él miraba la habitación silenciosa, sintió como si realmente entendiera a Jacquelyn en ese momento y por qué ella era tan inflexible sobre quedarse atrás, porque ¿quién no extrañaría a Julien, incluso cuando estaba en el cielo?

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Capítulo XXI CONFESIÓN

Incluso en mi peor momento, me amas. Pero, ¿cómo, él lo haría?

PRIEST CAMINÓ POR el pasillo que conducía a la biblioteca y se preguntó qué encontraría cuando entrara. Después de recibir el texto de Robbie diciendo que había encontrado a Julien, Priest había decidido darles un momento para conectarse, para ver si Julien se abriría a Robbie. Así que llevó sus maletas a uno de los cuartos de huéspedes y se tomó su tiempo para ir a la biblioteca. Cuando llegó a la puerta, Priest dudó por un momento antes de empujarla lentamente para abrirla, y nada pudo haberlo preparado para lo que vio después o cómo reaccionaría su corazón. Al otro lado de la habitación, junto a la ventana, Robbie estaba sentado en el suelo con la espalda contra las estanterías. Sus piernas estaban estiradas frente a él, y en el suelo, acurrucado con la cabeza en el regazo de Robbie, estaba Julien. Había una botella casi vacía de Grey Goose a su lado, y Robbie pasaba suavemente sus dedos por el pelo de Julien. Priest empujó lentamente la puerta para no despertar a su marido, y el movimiento debió haber captado la atención de Robbie, porque él inclinó su cabeza en la dirección de Priest.

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No había sonrisa, ni saludo, sólo una expresión de desamparo que inmediatamente le dio a Priest una instantánea de lo que había ocurrido mientras registraba el resto de la casa. Robbie parecía exhausto. También parecía devastado. Pero mientras miraba a los ojos de Priest, estaba claro que ahora entendía. Priest entró en la habitación y caminó hacia el sillón reclinable en la esquina opuesta a ellos. La cortina estaba lo suficientemente abierta como para proyectar una tenue luz a través de la habitación cuando llegó a la silla y se sentó, y todo el tiempo, Robbie mantuvo los ojos fijos en él. En algún momento de este viaje, o tal vez en Chicago, Robbie se había metido bajo la piel de Priest y parecía decidido a entrar en su corazón. Era compasivo, inteligente y comprensivo, por lo que Priest se preguntaba si Robbie sabía cuánto él y Julien querían cuidar de él. —Eres tan bueno con él —dijo Priest en voz baja, rompiendo finalmente el silencio. Robbie miró los dedos que estaba corriendo por el pelo de Julien. —No es difícil. Él es fácil de … Robbie detuvo sus palabras, pero Priest sabía lo que iba a decir. —¿Para amar? Robbie levantó una mirada culpable a Priest. Parecía estar en conflicto con su respuesta, preocupado porque estaban a punto de decirle que saliera y se fuera. Pero eso era lo último que sentía Priest, y ya era hora de que Robbie lo entendiera. —Estoy de acuerdo contigo. Es fácil amarlo —dijo Priest, mientras miraba al hombre del que estaban hablando, y luego levantó los ojos hacia el de Robbie—. ¿Te habló de Jacquelyn?

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—Lo hizo. —Robbie se mordió el labio mientras pasaba la mano por el brazo de Julien—. La angustia con la que vive... es demasiado para una persona. No sé cómo lo hace. —Yo tampoco. Un corazón de oro roto, eso es lo que tiene nuestro Julien. La manzana de Adán de Robbie se sacudió al tragar, y luego susurró: —Nuestro Julien. Me gusta eso. Priest mantuvo los ojos fijos en Robbie y dijo: —Él es nuestro. Lo sabes, ¿verdad? Robbie miró casi tímido a esas palabras mientras asentía. —Sí. ¿Puedo ser honesto? —Siempre. —Siempre soñé que sería mío. Desde que lo vi en la tele. ¿Pero ahora? Ahora sé que él siente lo mismo. Él confía en mí. —Lo hace. Puedo verlo cuando estáis juntos. Él te necesita. Tu calor, tu dulzura... —Y tu fuerza, —interrumpió Robbie, y cuando Priest no respondió inmediatamente, añadió: —Tú eres su roca. Julien adora el suelo que pisas. —Lo sé, como yo lo hago con él. —Priest se detuvo y se oyó decir: —No sé si puedo darle lo que necesita ahora mismo. La habitación se quedó en silencio mientras sus palabras permanecían en el aire, y Priest no podía creer que salieran de su boca. Pero desde que Jimmy reapareció, Priest se sintió fuera de juego. Inestable. Distraído. Y odiaba no sentirse tan en control como solía sentirse. —¿Joel?

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Priest se volvió a enfocar, y el ceño fruncido de la frente generalmente lisa de Robbie estaba en contradicción directa con la expresión suave de sus ojos. —No siempre tienes que ser el fuerte, sabes. Soy más duro de lo que parezco. Priest no lo dudó ni por un segundo. Si había algo que sabía de Robbie era que no tenía ningún problema en luchar por lo que creía. Había estado en el extremo receptor de su ira varias veces, y Priest sólo podía imaginar lo espectacular que sería en modo de protección total. —Además —dijo Robbie— seas fuerte o no, no hay nadie a quien Julien ame más. —Tienes razón —dijo Priest, mientras se ponía de pie y se dirigía a sus hombres. Cuando él se agachó frente a ellos, pasó sus dedos por la mandíbula de Robbie y luego acunó su mejilla en la palma de su mano—. Pero hay alguien a quien está empezando a amar igual de bien. Ambos. Los labios de Robbie se abrieron con un suave jadeo, el choque entrando en sus ojos mientras se miraban el uno al otro y Priest dijo: —No estoy seguro de que entiendas lo mucho que significas para nosotros, Robert. Lo mucho que significa para él tenerte aquí este fin de semana. No creo que te lo haya dicho antes, pero me encanta cómo eres con él. Tú entiendes lo que él necesita cuando lo necesita, y cada vez que se lo das, me encuentro tratando de averiguar exactamente lo que necesitamos hacer para que esto te convierta en algo permanente en nuestras vidas. Priest pasó su pulgar por encima de los labios de Robbie, memorizando su forma y textura, entonces se inclinó y los besó. —En algún lugar de estos últimos meses, perdí la cabeza por ti, Robert Bianchi. Es sólo ahora que mi corazón está empezando a ponerse al día.

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ROBBIE NO ESTABA SEGURO cuánto más su corazón podría tomar esta noche. Nunca podría haberse imaginado a Priest diciendo lo que acababa de decir, pero mientras se sentaba allí con la cabeza de Julien en su regazo y la boca de Priest a centímetros de la suya, Robbie se encontró moviéndose hacia adelante para pasar sus dedos por encima del despeinado que amaba. Un ronroneo dejó la garganta de Priest, mientras Robbie devolvía el beso, e inmediatamente después dibujó su labio inferior con la punta de la lengua. —Cariño... —dijo Priest, pero Robbie simplemente cerró los ojos y se deleitó con los sentimientos que lo recorrían mientras Priest tomaba su rostro con ambas manos e inclinaba su cabeza para profundizar la conexión. Robbie suspiró y lo dejó entrar. Dios, ¿era posible sentir tanto en una noche y que tu corazón no se separara? Pero cuando se hundió en el beso, Robbie se soltó. Y voló hasta las malditas nubes. Ya había perdido la batalla con Julien, y cuando Priest levantó la cabeza, Robbie supo que también la había perdido allí. Su corazón ya no le pertenecía. Cada uno de estos hombres tenía ahora un pedazo. —Si estamos siendo honestos... —dijo Robbie, y mordisqueó el interior de su mejilla. —¿Sí?

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—Perdí la cabeza la primera vez que me llamaste cariño en la oficina de Logan. Una sonrisa pícara inclinó la esquina de los labios de Priest, haciendo que el corazón de Robbie golpeara un poco más fuerte. —Me odiabas. —Bueno, sí —dijo Robbie—. Pero tampoco podía dejar de pensar en ti. Aparentemente tienes ese efecto en la gente. —Sólo los que cuentan, —dijo Priest, mientras sus ojos se dirigían hacia Julien y se deslizaba la parte posterior de sus dedos por la mejilla—. Esta puede parecer una pregunta extraña con todo lo que ha pasado hoy, pero ¿estás contento, Robert? —¿Feliz? —preguntó Robbie, y cuando Priest levantó la cabeza, estaba claro que hablaba en serio. Esta pregunta y respuesta era importante para él, y Robbie respondió de la misma manera que Priest una vez lo hizo con una pregunta suya: —Sé más específico. —¿Eres feliz con nosotros? Con esta relación nuestra. Robbie estaba sorprendido por la vulnerabilidad en esa pregunta, por la duda detrás de esas palabras. Siempre asumió que él era el que constantemente se asustaba de que no era lo que ellos estaban buscando. Pero mientras que Priest permanecía agachado frente a él, sus ojos pegados a los de Robbie, estaba claro que esto era algo que pesaba mucho en su mente. Robbie se lamió sus labios repentinamente secos. —Sí, soy feliz con nosotros. En realidad, —dijo Robbie, y sintió una sonrisa tonta en sus labios— yo como que los amo. —¿Oh?

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Robbie asintió con la cabeza y sintió al diablo sobre su hombro mientras decía: —¿Qué es lo que no hay que amar? Julien cocina, tú te preocupas por lo importante, y yo hago que todo brille. —Esa sonrisa evasiva de Priest iluminó su cara, y Robbie añadió: —También me encanta que pueda hacer eso. —¿Qué? —Hacerte sonreír. Es tan raro que se sienta como un gran logro cuando sucede. Robbie observó como la sonrisa abandonaba inmediatamente la cara de Priest y su habitual expresión estoica retornaba. —Supongo que tienes razón —dijo Priest, mientras se enderezaba a su altura—. No es algo que haya hecho mucho los últimos ocho años. Robbie levantó la cabeza y vio como Priest se metía las manos en los bolsillos, quitándose de cualquier tipo de consuelo, de cualquier momento de debilidad. —¿Por qué? Priest miró hacia las pesadas cortinas que flanqueaban el ventanal y dijo: —Tuve una infancia difícil. Robbie esperó a que Priest continuara, pero cuando no lo hizo, Robbie decidió que tal vez esta noche no era el momento adecuado. Ya estaban tratando bastante con Julien, y estaba claro que Priest no estaba de humor para divulgar. Así que Robbie siguió el consejo de Priest de la semana pasada y lo dejó pasar. Priest hablaría cuando estuviera listo, ¿no lo había comprobado esta noche? Robbie nunca podría haber imaginado que escucharía la mitad de las palabras que Priest le había

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dicho antes, así que esperaría. Esperaría a Priest, como había esperado a Julien, porque sabía que ambos valían la pena. —¿Crees que deberíamos intentar llevarlo a una cama? — preguntó Robbie. —Sí. Va a tener una terrible resaca. Lo menos que podemos hacer es asegurarnos de que no tenga otros dolores que lo acompañen. Robbie asintió, mientras Priest se agachaba y sacudía suavemente el hombro de Julien. —¿Julien? Julien... vamos a llevarte a la cama. Cuando Julien no se movió ni hizo ruido, Robbie dijo: — ¿Tienes alguna otra idea? —Levanta la parte superior de su cuerpo para que pueda meterle el brazo por debajo de los hombros. Robbie se movió y puso sus manos debajo de Julien, y a la cuenta de tres, lo alzaron para que Priest pudiera poner el brazo izquierdo de Julien sobre su hombro y deslizar su derecha alrededor del torso de Julien. Una vez que tuvo un firme agarre sobre él, Priest hizo una mueca de dolor y levantó a Julien de sus pies con más fuerza de la que Robbie tenía alguna esperanza de poseer. Robbie se movió hacia el lado derecho de Julien y le puso un brazo alrededor de la cintura, y cuando la cabeza de Julien se inclinó sobre los hombros de Priest y sus ojos llorosos se abrieron, una triste y derrotada sonrisa transformó sus labios. —Je suis désolé, mon amour —susurró—. Lo siento mucho. Priest le frunció el ceño mientras todos empezaban a andar. —Sabes que no hay necesidad de eso.

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—Pero tú... —Julien se detuvo, mientras tropezaba con sus pies y se ponía al lado de Priest—. Te gusto de esta manera. Pero, ¿ y él, lo hara? Priest le dio un beso en la frente a Julien y le dijo: — Tienes razón. Te amo, pase lo que pase. Y tengo el presentimiento de que él también lo hará. Robbie aspiró un respiro, cuando Julien suspiró y sus ojos se cerraron, y cuando se desplomó completamente en el costado de Priest, Robbie lo dejó salir apresuradamente. ¿Realmente acababa de escuchar lo que creía que tenía? Pero antes de que pudiera preguntar, Priest hizo un gesto a la puerta con su barbilla. —Hay un dormitorio un par de puertas más abajo. Ya puse nuestras maletas ahí. Es una habitación de huéspedes estilo suite con cama king y baño. Todos encajaremos allí. El corazón de Robbie se hinchaba con la inclusión automática, lo cual era una tontería, pero no podía evitar las mariposas que tenía cada vez que pensaba que pertenecía a estos dos hombres. Y ellos le pertenecían, después de esta noche, no había ninguna duda en su mente. Su cuerpo se había convertido en el de ellos la primera noche en Chicago. ¿Pero esta noche? Esta noche, había entregado su corazón. Cuando llegaron a la habitación y bajaron a Julien sobre el colchón, Priest dijo: —¿Por qué no vas a ducharte? Prepárate para ir a la cama. Debes estar exhausto. Lo estaba, pero entonces Robbie miró a Julien, preocupado, haciéndole dudar. —Está bien —dijo Priest, y tocó el brazo de Robbie—. Lo tengo. Ve y relájate.

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Robbie sonrió suavemente a Priest, y luego se dirigió a la puerta que asumió que conducía al baño. Cuando vio sus bolsas alineadas una al lado de la otra, abrió la suya para agarrar su bolsa de artículos de tocador y sus pantalones cortos de pijama, y mientras lo hacía, Priest encendió la lámpara del dormitorio y luego se acercó para apagar la luz principal. Robbie se enderezó y observó cómo Priest quitaba los zapatos y calcetines de Julien y luego lo cubría con una manta, y cuando se sentó junto a la cama y le pasó una mano por el pelo a Julien, Robbie se retiró al baño, dándoles un poco de privacidad. Mientras cerraba la puerta, Robbie se quitó la ropa y se dirigió a la enorme ducha que había en el otro lado de la habitación. Corría a lo largo de una pared de ventanas, y aunque no había nada directamente afuera frente a los claros cristales, era algo desconcertante estar mirando hacia afuera mientras se quedaba completamente desnudo en un baño. Sin embargo, Robbie pronto superó eso, la ducha llamando a sus tensos músculos. Agarró su esponja exfoliante y jabón corporal favoritos, caminó hasta el enorme baño y miró los grifos y chorros de lujo en cada extremo, y lo que parecía un panel de una nave espacial. Localizó el botón de encendido con facilidad, pero tan pronto como lo golpeó, los controles se encendieron y el agua helada salió por todos lados, lo que le hizo gritar y alcanzar el botón rojo más cercano, y Dios esperaba que le diera el agua caliente. La apretó varias veces, y a medida que la temperatura pasaba de frígida a tostada cálida, Robbie suspiró y se dirigió al centro del inmenso plato de la ducha. Levantó los brazos hasta

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que se extendieron a ambos lados de sí mismo para que el agua pudiera hacer explotar su entusiasmo. Ahh.... Podría quedarme aquí toda la noche, pensó Robbie mientras disfrutaba del agua que se deslizaba por su cuerpo desde todos los ángulos posibles. Así es como vive la otra mitad, o, ya sabes, con una pecera en el baño. Al pensar en eso, Robbie imaginó a Priest y la forma en que había cuidado pacientemente de Julien, y Robbie se dio cuenta de que no quería quedarse allí solo, sin importar lo cansado que estuviera o lo bien que se sintieran estos grifos y aerosoles de masaje. Él quería estar allí con ellos, y por todo lo que Priest había dicho esta noche, ahí es donde también querría a Robbie. Así que, con ese pensamiento en mente, Robbie buscó el jabón y comenzó a enjabonarse, sabiendo que mientras más pronto terminara, más pronto podría estar con sus hombres, porque ahí era exactamente donde se suponía que tenía que estar.

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Capítulo XXII CONFESIÓN

El desahogarse ayuda a despejar la mente y a limpiar el alma.

PRIEST COLOCÓ un vaso con agua en la mesita de noche al lado de Julien, y luego se enderezó para poder ver al hombre dormido. Por primera vez en semanas, Julien se veía en paz, y Priest no estaba seguro si era por el alcohol o por lo que le había pasado con Robbie antes de que los hubiera localizado en la biblioteca. Todo lo que sabía era que el agotamiento mental escrito en la cara de Robbie era un claro indicador de que la barrera de emociones que Julien había estado detrás se había roto esta noche, y que finalmente dejaría que Robbie y él se hundieran. —Es hora de volver —dijo Priest, mientras apretaba sus labios contra la mejilla de Julien—. Duerme, y luego vuelve a nosotros, mon beau voleur de cœurs 61, porque esta noche, creo que has robado otro corazón. Satisfecho de que Julien estaba a salvo, Priest se dirigió a la puerta del baño, queriendo comprobar y asegurarse de que Robbie no se había quedado dormido de pie, y mientras abría la puerta y entraba, la vista que lo saludaba hizo que Priest se detuviera.

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mon beau voleur de cœurs: mi hermoso ladrón de corazones.

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Robbie estaba de pie en medio de la enorme ducha y de espaldas a la puerta. Estaba mirando por la ventana al espacio que tenía delante, y tenía los brazos extendidos a ambos lados de sí mismo, dejando que los chorros de agua lo golpearan por todos lados. La polla de Priest respondió inmediatamente. Robbie era impresionante. Todavía no había oído la entrada de Priest, y cuando bajó sus brazos a un lado y se inclinó para recoger su botella de jabón líquido, Priest caminó hacia el lavabo que corría a lo largo de la pared opuesta y se recostó contra el lavamanos para ver el espectáculo. Robbie buscó una esponja de color púrpura brillante, y Priest no pudo evitar la sonrisa que le llegó a los labios, porque por supuesto Robbie había traído una esponja púrpura con él. Vertió un poco de jabón en la superficie y comenzó a enjabonarse los brazos, el pecho, el estómago y la ingle. Fue rápido y eficiente en sus movimientos, sin demorarse en absoluto antes de inclinarse por la cintura y comenzar la sensual tarea de pasar la esponja por sus piernas. Priest se pasó la palma de la mano por la polla que ahora le dolía, y luego vio el neceser de Robbie en el mostrador junto a él, y los varios condones que había dentro. No había entrado ahí con la intención de desnudarse. Pero mientras más tiempo se quedaba allí viendo a Robbie correr por sus pantorrillas, Priest más quería apagar su cerebro y perderse dentro del espectacular cuerpo de Robbie. Se desabrochó los vaqueros y metió la mano dentro para envolver su polla y apretarla, esperando el momento en que Robbie se diera cuenta de que no estaba solo y que alguien

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más estaba disfrutando del espectáculo. Por suerte para Priest, no tuvo que esperar demasiado. Una vez que Robbie terminó con su pierna derecha, fue a empezar por la izquierda, y cuando se apartó del agua para que no le lavara todo el jabón de su esponja, sus ojos debieron haber captado algo en el reflejo, o su sexto sentido debió haberse puesto en marcha. Su mano se congeló en su muslo, y mientras giraba su cabeza en la dirección de Priest y sus ojos se encontraron a través del cristal humeante, los labios de Robbie se abrieron. Priest se había dejado los calzoncillos y los vaqueros por debajo del culo, de modo que su polla rígida se mostraba en su puño, y mientras corría lentamente su mirada sobre el cuerpo desnudo de Robbie, se acarició un poco más rápido. Parecía que las piernas de Robbie duraran días. No era más alto que Priest o Julien, pero era la línea delgada de ellas lo que las hacía sentir y parecer más largas. La cremosidad suave hizo que Priest quisiera lamer a Robbie desde su tobillo hasta el interior de su muslo. Mientras Priest arrastraba sus ojos de vuelta a la exquisita cara de Robbie, Robbie se mojó los labios y se enderezó para mostrarse completamente como Priest. Dejó caer la esponja, y luego, sin ningún tipo de timidez, envolvió una mano alrededor de lo que ahora era una erección muy impresionante. Al igual que Priest, Robbie no hablaba, sino que dejaba que sus ojos hicieran un recorrido por lo que ahora tenía delante. Priest se movió de su lugar de descanso, así que ahora estaba de pie, y cuando Robbie aspiró un suspiro, Priest comenzó a desabrocharse la camisa. Robbie mordisqueó su labio inferior, su atención se fijó en los dedos de Priest al presionar cada botón hasta que llegó a la parte superior, y cuando Priest se encogió de hombros y la

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arrojó al lavabo, un suave sonido -un pequeño y sexy gemidodejó los labios de Robbie. Priest llevó la palma de la mano hacia abajo por el estómago hasta su dolorida erección, y una vez que llegó allí, envolvió los dedos alrededor de su polla y le dio un apretón. Robbie dio un paso más cerca del vidrio, sus ojos bajando a la mano de Priest, y cuando Priest comenzó a bombear su polla, Robbie se la tragó. Codicioso, pensó Priest. Siempre codiciosos en cuanto su princesa, y nada les agradaba más a él y a Julien que darle a Robbie lo que quería. Hecho con el tiempo perdido, Priest se soltó y se despojó de todo, y al patear su ropa a un lado, Robbie puso una mano plana en la pared de cristal de la ducha y ensanchó sus piernas. Priest maldijo, deseando estar detrás de Robbie para ver su culo apretado y redondo, pero se dijo a sí mismo que tuviera paciencia. Llegaría tarde o temprano, pero por ahora necesitaba concentrarse en no correrse antes de meterse en la ducha con ese delicioso hombre. Priest metió la mano en el neceser de Robbie y sacó uno de los condones. Mientras lo enrollaba en su lugar, sacó la pequeña botella de lubricante que también estaba dentro, y luego volvió a prestar atención a Robbie. Cuando empezó a caminar por el baño, Robbie se folló con el puño un poco más fuerte. Priest tiró la botella al aire, y cuando bajó y aterrizó en la palma de su mano, estaba parado justo enfrente de Robbie con sólo el cristal que los separaba. Puso una mano donde la de Robbie todavía estaba plantada en la pared, y luego bajó sus ojos a Robbie donde febrilmente bombeaba su erección.

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Mientras Priest veía a Robbie deleitarse a sí mismo, apretó los dientes y levantó los ojos de nuevo a Robbie, que estaban oscuros de deseo, y luego arrastró las puntas de sus dedos a través del cristal mientras caminaba hacia la abertura de la ducha. Al entrar, Priest se hizo una promesa a sí mismo. Lo siguiente que iba a besar, tocar o acariciar iba a ser el hermoso hombre que ahora se volteaba para enfrentarlo en la ducha.

ROBBIE ESTABA TRATANDO de recordar cómo respirar cuando Priest se metió en la ducha y colocó la botella de lubricante en la repisa pegada a la pared. Tan desnudo y duro como estaba, Priest exudaba sexo y fuerza de cada fibra de su ser mientras dirigía toda su atención hacia Robbie y comenzaba a acecharlo a través del baño de vapor -y eso era exactamente lo que estaba haciendo, acechándolo. Los ojos de Robbie se comieron los muslos musculosos, la polla hinchada y el cuerpo poderoso que ahora se movía, y cuando Priest finalmente hizo contacto con él, fue como ser atropellado por un camión Mack62. Tomó la barbilla de Robbie en sus manos y, sin decir una palabra, le dio un tremendo beso en la boca. Robbie gimió bajo la fuerza del beso, abriéndose a la lengua exigiendo la entrada, pero Priest no se detuvo ahí. Apoyó a Robbie hasta que su trasero quedó contra la pared de azulejos de la ducha y sus brazos estaban sobre su cabeza.

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Camión Marck:

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Priest los inmovilizó en su lugar mientras moldeaba su cuerpo a lo largo del de Robbie, y cuando sus pollas chocaron una contra otra, Robbie gimió y se abalanzó hacia adelante. Priest trazó su lengua a lo largo de los labios hinchados de Robbie, y luego comenzó a morderlos y a chuparlos mientras movía sus caderas una y otra vez, al parecer guiadas por el infierno, para sacar a Robbie de su mente. Robbie trató de besarlo, queriendo que la lengua de Priest se enredara con la suya. Pero Priest se echó hacia atrás y se rio de él, y maldición, ese movimiento coqueto de Priest fue tan sexy que hizo que Robbie luchara contra las manos que lo sujetaban, sólo para que pudiera morder el labio inferior rodeado por el oscuro pelaje castaño rojizo. En vez de resistirse a él esta vez, Priest gruñó y frotó su polla contra la de Robbie, y Robbie le envolvió una de sus piernas alrededor del muslo y comenzó a retorcerse. Mierda. Esto era tan caliente como el infierno, y tan inesperado que no se le ocurrió a Robbie hasta que Priest le puso un brazo alrededor de la cintura y le pasó los dedos por el coxis, que esta era la primera vez que estaban juntos así, solos. Cuando el pensamiento entró en la mente de Robbie, Priest inclinó su cabeza y puso sus labios en el cuello de Robbie. Deslizó las yemas de sus dedos por la raja del culo de Robbie, y cuando pasaron por encima de su entrada trasera, Robbie finalmente habló. —Ah, mierda. minuto.

¿Priest? Priest. Para. Tienes que parar un

Priest se detuvo inmediatamente, y Robbie puso sus palmas sobre el musculoso pecho del Priest. Cuando levantó la

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cabeza, la confusión y la excitación oscurecieron los ojos de Priest y todo lo que Robbie podía pensar era: ¿Por qué lo hice parar, otra vez? —¿Pasa algo malo? —preguntó Priest, su voz grave y tan jodidamente sexy—. Te hice daño... —No, —dijo Robbie, apretando su pierna resbaladiza alrededor del muslo de Priest mientras negaba con la cabeza—. No. Pero… Mierda, ¿cómo puedo siquiera preguntar esto? Priest quitó las manos del trasero de Robbie y las colocó en la pared, y Robbie quería llorar. Bien, sólo pregunta o nunca lo sabrás, y él podría irse y eso apestaría... o no apestaría, por así decirlo. —¿Puedo... puedo preguntarte algo? —Genial. Ahora sueno como un idiota nervioso, Robbie. Piensa. Bianchi. —Por supuesto —dijo Priest, mientras miraba de cerca de Robbie, probablemente preguntándose cuándo había perdido la maldita cabeza. Pero esto era importante, además Priest y Julien siempre le decían que si tenía preguntas, que las hiciera. Sin embargo, probablemente no se referían a tener sexo a mitad de camino. —Es sólo que... ¿Estamos...? ¿Podemos...? —Robbie suspiró, frustrado consigo mismo, y luego dijo: —¿Se nos permite tener sexo mientras Julien no esta aquí? Robbie esperó a que Priest empezara a reírse, o a que le dijera que tenía razón y que debían esperar. Pero en vez de eso, tomó una de las manos que Robbie tenía descansando sobre su pecho y lentamente la llevó de regreso a la pared, y luego hizo lo mismo con la otra, y una vez que las tuvo allí, giró sus caderas hacia adelante y rozó sus labios.

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Robbie gimoteó y pensó que podría morir si no podían continuar, y entonces Priest dijo: —Se nos permite hacer lo que queramos con quien queramos dentro de nosotros tres. No hay lugar ni causa para los celos. Tiene que haber confianza, honestidad y total transparencia. No hay nada más miserable que cuestionar cada movimiento que haces. Y eso tiene que ser claro y aceptable para todos los involucrados, o este tipo de relación no funcionará. Oh, gracias a Dios. Robbie rápidamente asintió con la cabeza y se mordió el labio cuando Priest bajó la parte posterior de sus dedos por el costado de uno de sus brazos. —¿Eso es aceptable para ti, Robert? ¿Estás...? —Sí —dijo Robbie, sin necesidad de más aclaraciones—. No estoy celoso. Es sólo que, hasta ahora, el sexo real sólo ha ocurrido con nosotros tres. —Sí —dijo Priest, y se agachó y conectó una mano detrás de la rodilla de Robbie, subiendo su pierna alrededor de su cintura. Luego apoyó todo su peso en Robbie y dijo en su oído: —Hay una razón para eso. El pecho de Robbie se levantó y cayó con lo pesado que estaba respirando, y su polla palpitaba donde estaba atrapada entre sus cuerpos. Mierda, estaba tan excitado, y cuando inclinó la cabeza para que estuvieran nariz con nariz, dijo: — ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? —No estaba seguro de que estuvieras listo sólo para mí, y tampoco lo estaba Julien. Robbie dio un grito ahogado mientras Priest raspaba sus dientes sobre la línea de la mandíbula, haciendo que la polla de Robbie goteara sobre la de Priest.

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—¿Y? ¿Estás listo, Robert? —Sí —dijo Robbie—. Sí, estoy listo. Para quien sea. Cuando sea. —Ciertamente espero que no —dijo Priest contra su boca. —Sabes a lo que me refiero. Para ti, para Julien, para ti y para Julien. Los quiero a los dos. Lo quiero todo, —dijo Robbie, sin importar cuán desesperado sonaba ahora mientras arqueaba sus caderas, necesitando más, queriendo la fricción, y cuando la longitud cubierta de Priest se frotaba a lo largo de la suya, Robbie agregó: —Yo también quiero sentirlo todo. Cuando creas que estamos listos. El significado de Robbie no se perdió en Priest, a juzgar por el fuego que iluminaba sus ojos. Pero antes de que Robbie pudiera decir algo más, su boca fue tomada en un beso abrasador que lo tenía agarrado a los hombros de Priest, mientras Priest envolvía sus brazos alrededor de la cintura de Robbie y acariciaba con sus dedos hasta la raja de su trasero. —Ah, —se quejó Robbie—. En mí —dijo contra los labios de Priest—. Ponlas en mí, Priest. Cuando Priest mordió el labio de Robbie, hizo lo que se le pidió y empujó primero uno, y luego dos dedos dentro del cuerpo de Robbie. Robbie apretó sus ojos contra la sensación y casi se vuelve loco mientras Priest lamía y chupaba la mandíbula de Robbie, todo el tiempo estirándolo con un buen y minucioso dedo. Robbie se puso tenso y luego todo su cuerpo vibró, mientras Priest encontraba y masajeaba los nervios apretados dentro de él, y luego Robbie se separó de la boca de Priest y dijo: —Más. Necesito más de ti en mí. Priest le dio un beso que dejaría marcas y le dijo: —Bien, porque estás a punto de conseguirlo todo de mí. —Soltó la

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boca y los dedos, dio un paso atrás, y giró a Robbie de cara a la pared.

CUANDO PRIEST SE MOVIÓ detrás de Robbie, dio un paso bajo el agua tibia por un momento y se dejó caer sobre él. Se envolvió la mano alrededor de la polla, y mientras dejaba que sus ojos se movieran a lo largo de la espalda de Robbie hasta llegar a su trasero alto y redondo, Priest comenzó a masturbarse. Mierda. Robbie había plantado esa visión de ellos viniendo por todas partes, y en él, y mientras Priest estaba allí acariciando su polla cubierta, no pudo quitársela de la cabeza. Él quería eso. Para que él y Julien se vinieran mientras estaban en lo profundo del hombre que actualmente estaba de pie con sus manos apoyadas en la pared y sus piernas extendidas esperándolo. Para marcar a Robbie y hacer que les pertenezca de la manera más primitiva. Lo deseaba tanto que tenía que tomarse un segundo para calmarse, porque Priest sabía que si su polla se acercaba al culo apretado de Robbie en este momento, se iba a correr como un adolescente cachondo. Una vez que se controló un poco, Priest se echó hacia atrás el cabello mojado y agarró el frasco de lubricante del borde de la ducha. Salió del rociador y se dirigió al lugar donde Robbie permanecía preparado, y luego se arrodilló detrás de él.

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Priest puso la botella en el suelo de baldosas, y luego se levantó para agarrar una nalga firme en cada mano y masajearlo. Robbie gimió, y mientras ese bonito culo suyo salía a la vista, Priest arrastró su pulgar sobre él y Robbie se flexionó, apretando el pliegue en invitación y haciendo que Priest gimiera y se inclinara hacia adelante para besar lo que acababa de acariciar. Un grito vino de Robbie mientras empujaba hacia atrás, y Priest se acercó, lo extendió más, y lo hizo de nuevo. Él besó, chupó, y pasó su lengua a lo largo de la piel sensible de Robbie, y luego soltó su trasero con una mano para alcanzar entre las piernas de Robbie y agarrar su polla. Priest lo acarició mientras continuaba besando y chupando la carne caliente de Robbie, y los ruidos que venían de él eran torturados y eróticos mientras perseguía el placer que Priest estaba decidido a darle. —Priest, oh, joder —dijo Robbie mientras miraba hacia abajo, y cuando Priest se sentó sobre sus talones y miró el borde estirado de Robbie, tomó el lubricante y, con los ojos en los de Robbie, echó una cantidad saludable en su mano y lo deslizó sobre su polla. Este momento entre ellos había sido muy largo, y cuando Priest se puso de pie y Robbie se echó hacia atrás con una mano y se separó, Priest gimió y levantó la botella, dejando que el líquido frío golpeara su grieta y se deslizara dentro de su culo. Todo el cuerpo de Robbie temblaba. ¿Nervios o excitación? se preguntó Priest, pero entonces Robbie dirigió sus ojos hacia él y Priest tuvo su respuesta, excitación. Robbie estaba nervioso y Priest estaba a punto de empujarlo. Dejó caer la botella al suelo, sin importarle a dónde iba, y luego se acercó a Robbie, puso una mano en su cintura y usó la

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otra para dirigir su verga a lo largo del canal resbaladizo de su trasero, haciendo temblar a Robbie. Cuando Priest empujó hacia adelante, la regordeta cabeza de su polla rompió la entrada de Robbie con facilidad, y una vez que pasó ese estrecho umbral, deslizó una palma alrededor de la cintura de Robbie, aplanó la cabeza de Robbie, la mano en sus abdominales, y lo arrastró hacia atrás en su cuerpo, haciendo un túnel a lo largo de todo su cuerpo dentro de Robbie en un empuje sólido. Robbie gritó y puso una mano sobre la de Priest, y mientras sus dedos se entrelazaban, Priest levantó sus brazos y los puso sobre la cabeza de Robbie hasta que los inmovilizó en la pared de la ducha y se apretujó detrás de Robbie, donde ahora estaba alojado agradable y profundamente. Priest acarició el cuello de Robbie mientras Robbie usaba su otra mano para acariciar febrilmente su polla, y luego Priest plantó una mano en la cintura de Robbie y comenzó a moverse. Se retiró y luego se deslizó hacia adentro, despacio, para empezar un ritmo que hacía que Robbie gimiera con cada empuje, y a medida que aumentaba el placer, Priest clavó sus dedos en la cadera de Robbie. —Oh Dios —dijo Robbie, mientras Priest chupaba su cuello —. Te he querido así desde hace mucho tiempo. Priest balanceaba sus caderas hacia adelante y hacia arriba, acelerando su ritmo a medida que Robbie comenzaba a retroceder sobre él, y el ritmo era jodidamente perfecto. —Yo también, cariño —dijo Priest al oído de Robbie, y luego besó su sien—. Ahora muéstrame cómo se mueve este pequeño y apretado cuerpo tuyo.

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Robbie gimoteó, pero luego se empujó hacia atrás, a Priest una y otra vez, su trasero tragándose todo el cuerpo ahora con facilidad mientras usaba a Priest para perseguir su orgasmo. Priest apretó los dientes cuando su propio clímax amenazaba con llegar, y luego tiró del hombro de Robbie hasta que se recostó contra el pecho de Priest y trabajó frenéticamente su longitud. Priest liberó la mano que había atrapado en la pared y puso su brazo a través de la clavícula de Robbie, y como se deslizó dentro y fuera de Robbie más y más rápido, Robbie gritó y mordió el brazo de Priest cuando su semen salió y golpeó la pared de la ducha. Robbie jadeó, tratando de recuperar el aliento, mientras Priest lo llevaba hacia adelante hasta que estaba contra las baldosas. Luego salió y se quitó el condón, se metió entre las nalgas de Robbie y comenzó a frotarse. Robbie gimoteaba y se retorcía debajo de él como si se estuviera excitando de nuevo, y Priest lo agarró de la cintura, metió los dedos y, ni un segundo más tarde, pasó por el culo y la espalda de Robbie, y luego se corrió hasta que todo su frente fue presionado contra la piel de Robbie. Mientras el cuerpo de Robbie se agolpaba contra el suyo, giró la cabeza para que sus ojos se encontraran, y la excitación de antes se había ido y fue reemplazada por algo reflexivo, algo abierto y honesto, que hizo que el corazón de Priest se estremeciera. Quería saber lo que Robbie estaba pensando en ese momento, quería exigirle que se lo dijera, pero mientras estaba allí parado mirando fijamente a los ojos sin culpa de Robbie, se encontró retrocediendo. Hoy había sido un torbellino de emociones, y Priest no quería que Robbie dijera nada de lo que pudiera lamentar más

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tarde, así que dio un paso atrás y dejó que su conexión se cortara. —Vamos. Déjame limpiarte, —dijo Priest, y besó la mejilla de Robbie—. Ha sido una semana larga para todos nosotros y nos vendría bien dormir. Los ojos de Robbie se entrecerraron, pero no protestó, ni dijo nada más. Simplemente hizo lo que se le dijo, mientras observaba a Priest de una manera que lo hacía sentir como si Robert Bianchi pudiera ver dentro de su alma, ¿y quién lo iba a saber? Tal vez podría.

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Capítulo XXIII CONFESIÓN

A veces todo lo que se necesita es una nueva perspectiva para ver la luz donde alguna vez vivieron las tinieblas. UN PAR DE labios calientes en su sien despertó a Julien a la mañana siguiente, y cuando sus ojos se abrieron y un rayo de sol lo encontró donde su cabeza descansaba sobre una almohada, un constante golpeteo comenzó en su cabeza. —Bonjour, dormilón. —La voz baja de Priest sonaba como si estuviera sonando a través de un megáfono mientras Julien se acercaba una mano a la frente y entrecerraba los ojos ante la cara que flotaba sobre la suya. —Bonjour —se las arregló Julien para decir mientras se sentaba, y mientras lo hacía, la habitación giró un poco y cerró los ojos. —Tranquilo —dijo Priest, mientras se sentaba en el costado del colchón y extendía una mano firme hacia el brazo de Julien —. Tuviste una noche dura. Ve despacio. —Oui —murmuró Julien, intentando recordarlo. Pero todo después de llegar a la casa estaba borroso. Priest hizo un gesto a la mesita de noche y pasó una mano por el brazo a Julien. —Hay un par de aspirinas ahí. Te ayudarán con la cabeza. Julien asintió y fue a por ellas y al vaso de agua. Cuando se las tragó, miró alrededor del cuarto de huéspedes en el que él

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y Priest se habían quedado varias veces antes, y cuando no vio a Robbie, Julien empezó a entrar en pánico. —Está organizando el desayuno —dijo Priest—. No pude dormir y salí temprano esta mañana para conseguirnos algunas cosas. Ah, oui. Eso sonó como Priest. Y justo cuando Julien estaba a punto de decir eso, el golpeteo en su cráneo lo hizo cerrar los ojos. Dieu, ¿cuánto había bebido anoche? —¿Joel? —¿Sí? —dijo Priest mientras tomaba la mano de Julien en la suya—. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? Julien dejó el vaso sobre la mesa auxiliar y se frotó la sien. Odiaba tener que preguntar esto, pero como no podía recordar, era la única manera. —Oui, estoy bien. Tengo un dolor de cabeza horrible, pero supongo que es autoinfligido y bien merecido. Cuando Priest no dijo nada para estar en desacuerdo con eso, Julien puso una mueca de dolor. Dios sólo sabía lo que había dicho y hecho anoche, pero cuando se sentó allí y la niebla comenzó a levantarse de su cerebro, recordó lo que lo había provocado. Sus padres lo habían abandonado, y luego… luego, el Grey Goose. Sabiendo cómo estaba cuando se puso así, Julien se frotó una mano en la nuca y dijo: —¿Hice algo estúpido anoche? No puedo recordarlo, y yo… ¿Está bien Robbie? ¿Arruiné esto para nosotros? Priest agitó la cabeza y se acercó a la cama. —En primer lugar, nunca eres estúpido.

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Julien arqueó una ceja. —Sabes a lo que me refiero, Joel. Esta casa más el alcohol nunca termina bien para mí. —Lo sé. Pero nunca eres estúpido, Julien. Eras un poco menos perfecto de lo que normalmente eres. Julien negó con la cabeza, pero se dio cuenta demasiado tarde de que eso no era lo correcto y hizo una mueca de dolor. —Estoy lejos de ser perfecto, mon amour. —Perfecto para mí, y perfecto para el hombre que espera para venir a ver cómo estás esta mañana. Mon Dieu. Julien no estaba seguro de que pudiera enfrentarse a Robbie ahora mismo. No podía recordar ni la mitad de anoche, y eso estaba empezando a asustarlo. —¿Quieres dejar de preocuparte? —dijo Priest, y pasó sus dedos por la mejilla de Julien. —Lo haría si pudiera recordar lo que pasó. Lo último que recuerdo es... —Julien dejó de hablar entonces, el amargo recuerdo de la deserción de sus padres no era algo en lo que realmente quisiera pensar. —Julien... —No puedo creer que no estén aquí. —Lo sé. —Mierda —dijo Julien, su ira burbujeando una vez más. —¿Asumo que no sabes a dónde fueron? —Non. Eso significaría que tendrían que hablar conmigo. — Julien se frotó una mano por la cara—. No puedo creer que hicieran esto. Por qué? ¿Soy tan...?

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Priest puso un dedo en los labios de Julien. —Para. No termines esa frase. Y no te culpes por su falta de visión. ¿Me oyes? —Julien cerró los ojos, y cuando Priest quitó el dedo, se inclinó y dijo contra los labios de Julien: —Se necesita fuerza para perdonar. Irse y olvidar es el camino más fácil. El camino del cobarde. Julien envolvió sus manos alrededor de las de Priest y cerró los ojos, aferrándose al hombre que siempre había estado allí. Se aferraron al hombre que lo rescató cuando sus propios padres decidieron que no valía la pena salvarlo. —Pero Robbie. ¿Qué debe pensar? —Está bien. —Merde —dijo Julien, sorprendido de que Robbie no hubiera llamado a un taxi y se dirigiera al aeropuerto—. Dime qué pasó anoche. —Estabas molesto —dijo Priest—. Pero nada de lo que hiciste o dijiste fue algo que no necesitara oír. Sabía que algo te preocupaba. Que tienes fantasmas con los que lidiar. —Joel —dijo Julien, y miró a los ojos llenos de compasión. Como siempre, trató de entender lo que Joel Priestley vio en él —. Je suis désolé. —Tienes que dejar de decir que lo sientes. Si algo salió de anoche, es que ahora lo entiende. Julien lentamente levantó las manos y apartó la mirada de Priest, incapaz de aceptar el perdón que veía allí, especialmente cuando sabía que no se lo merecía. —Julien….

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—Non. —Julien no quería oír las excusas que Priest daría por él. Las había oído un millón de veces antes—. No intentes decirme que no debería sentirme así, que no es mi culpa. Necesito sentir esto. —No iba a decirte eso —dijo Priest—. Iba a decirte que desde que te conozco, nunca has tomado el camino fácil. Vienes aquí, al lugar donde pasó la peor noche de tu vida, y te castigas por algo que no fue más culpa tuya que de ella, ¿y Julien? —Entonces, Priest cogió su barbilla y puso a Julien frente a él—. Es hora de que te perdones. Mientras las palabras de Priest permanecían entre ellos, Julien se dio cuenta de que su rostro se estaba volviendo borroso. —No sé cómo. —Puede que sí. —La voz de Robbie desde la puerta del dormitorio tenía a Julien y a Priest mirando—. ¿Puedo entrar? —Por supuesto, Princesse, —dijo Julien, cuando Priest lo liberó y Robbie se acercó. Julien secó una lágrima que acababa de rodar por su mejilla, y cuando sus ojos se aclararon, se quedó atónito al ver una comprensión profunda en las profundidades azules de Robbie. —Quería preguntarte algo, —dijo Robbie, con voz suave y ligeramente vacilante. Pero cuando Priest tomó su mano y asintió, animándole a seguir, continuó: —Se trata de Jacquelyn. Julien quedó atónito hasta la médula por el tono no crítico de la voz de Robbie -en todo su comportamiento, en realidady se encontró sin palabras. ¿Cómo podría Robbie seguir ahí con ellos después de todo lo que sabía? ¿Cómo podría no estar disgustado con Julien? ¿No odiarlo por lo que permitió que le pasara a su propia hermana?

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Pero no, todo lo que veía en los ojos de Robbie era aceptación, y una luz brillando después de la noche más oscura, mostrándole a Julien el camino hacia el otro lado de su desesperación. Robbie extendió su otra mano, y cuando Julien la tomó, Robbie entrelazó sus dedos, y así de fácil, los tres estaban conectados. —¿Cómo crees que querría ser recordada? —Robbie preguntó, y Julien se quedó sin palabras. No tenía ni idea de qué decir. Nadie se lo había preguntado nunca, y mientras miraba fijamente a Robbie, le dio a Julien una pequeña y vacilante sonrisa. —Es sólo que... —Robbie se detuvo como si hubiese elegido cuidadosamente sus palabras—. Esto te destruye. Volviendo a entrar en esta casa. Es como si la vieras... —Morir una y otra vez, —susurró Julien. Cuando Robbie asintió, Julien cerró los ojos y permitió que anoche lo encontrara. El momento en que finalmente le contó a Robbie lo que había pasado. Todo lo inundó, doloroso y real, y cuando Julien lo dejó entrar, recordó el brazo de Robbie alrededor de su hombro. Robbie tirando de él hacia su lado. Él poniendo su cabeza en el regazo de Robbie. Y los dedos de Robbie en su pelo. Escuchándolo. Calmante. Sanándolo mientras yacía allí, total y completamente destruido. Robbie tenía razón, y también Priest, este ciclo tenía que terminar. —Feliz, —dijo finalmente Julien, y cuando su voz se quebró, la aclaró y volvió a intentarlo—. Ella querría ser

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recordada siendo feliz. Eso es lo que era, todo el tiempo. Sonriendo. Riendo. Heureuse63. Robbie sonrió, y fue tan brillante, tan contagioso, que Julien sintió que le devolvía la sonrisa. —¿Qué la hizo más feliz? —Robbie preguntó, y cuando Julien negó con la cabeza, Robbie asintió—. Por favor, dime. Si estuviera aquí y pudiera pasar el día contigo, ¿qué crees que querría hacer? ¿Qué la haría sonreír? —Cocinar —dijo Julien, la palabra se le salía de la lengua automáticamente—. Y leyendo, por supuesto. Estaba a mitad de una relectura. —¿De mujercitas? —Robbie levantó la nariz mientras miraba a Priest, y luego se volvió hacia Julien—. Quizá no sea eso. ¿Te imaginas a Priest recitando Mujercitas? —Cuando Julien se rio, los ojos de Robbie se llenaron de malicia y soltó la mano de Julien para golpearse el mentón con un dedo—. En realidad... —Cuidado —dijo Priest, y tiró de la mano de Robbie hasta que cayó en el regazo de Priest. —Non. No —dijo Julien, negando con la cabeza—. Nada de recitar Mujercitas. —Oh, bien. Pero eso pudo haber sido divertido. —Robbie hizo una mueca exagerada, y luego se inclinó hacia Julien y acunó su cara entre sus manos, su expresión ahora una máscara de seriedad—. Dijiste que este fin de semana es uno que temes. Que recordarla es demasiado doloroso, demasiado triste. ¿Pero y si no lo es? ¿Y si pudiera ser algo hermoso? Mientras Julien miraba la cara seria de Robbie, sus ojos volvieron a nublarse.

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Heureuse: Feliz.

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—Amabas a tu hermana —dijo Robbie—. Deberías celebrar eso. Celébrala. Recuerda lo que la hizo feliz y el sonido de su risa. Y déjate ver cuando te mires en el espejo, porque ¿Julien? Ella está allí. Y es hermosa. Mientras Robbie se acomodaba en los brazos de Priest, Julien no pudo evitar pensar en la suerte que tenía de que estos dos hombres fueran suyos. Priest: tan firme, tan paciente y controlado, protegiéndolo en todo momento. Y Robbie: la luz al final de un túnel muy largo, ofreciendo una perspectiva que ni Julien ni Priest habían visto porque no poseían la iluminación que irradiaba Robbie. —Si me preguntas, tus padres te hicieron un favor este fin de semana —dijo Robbie, recapturando la atención de Julien—. Porque ahora puedes recordarla a tu manera. Tienes que cocinar para ella. Julien luchó contra la avalancha de emociones que amenazaban con abrumarlo y asintió. —A ella le gustaría eso. —Por supuesto que sí. Es una chica inteligente. —Robbie se puso de pie, puso los labios en la sien de Julien y susurró: — Merci beaucoup. Julien volvió la cara hasta que los dos estaban tan cerca que se tocaron la nariz. —¿Para qué? ¿Arrastrándote a mi desastre? Ni siquiera puedo empezar a imaginar lo que debes pensar... Robbie tocó un dedo en los labios de Julien, silenciándolo, tal como lo había hecho Priest, y luego colocó un suave beso allí. —Por confiar en mí. Con ella y contigo. Julien quería decirle a Robbie que era bienvenido, que no había necesidad de darle las gracias; en realidad, debería ser al

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revés. Pero antes de que pudiera decir las palabras, Robbie se volvió hacia Priest y le dijo: —Tu café y tu bagel están listos. ¿Y Jules? Lo siento, vas a tener que saltarte la cosa verde hoy y comerte algunos carbohidratos y cafeína. Julien no podía creerlo, pero mientras estaba sentado allí, sus labios se curvaron y una risa se le escapó, y se preguntó si Robbie sabía qué clase de magia poseía, porque en cuestión de minutos, él y Priest habían recogido los pedazos rotos de Julien y lo habían vuelto a juntar, lo suficiente como para saber que sobreviviría otro día. —Ahora, —dijo Robbie— ve a ducharte y cámbiate. Tenemos que hacer algunas compras.

AL ABRIR LA PUERTA TRASERA, la risa de Robbie resonando por los pasillos sobre las suaves sonidos de la música que tenía Priest, le alertó que Julien y Robbie habían regresado de su viaje. Había optado por quedarse atrás y terminar un trabajo de última hora que necesitaba hacer. No se había hablado de la situación de Jimmy, que se iba a tomar como si no hubiera habido noticias, y no tenía tiempo de lidiar con ello de todos modos, aunque las hubiera habido. Hizo lo que Henri le había ordenado y cambió su teléfono la semana pasada, dando su número sólo a aquellos que lo necesitaban. Por lo que a él respecta, esa cuestión estaba ahora en segundo plano, y ya le había dado más importancia de lo merecía. Sacó ese pensamiento de su mente, justo cuando Robbie llegó a la esquina con un montón de comestibles, Julien siguiéndolo. Priest se levantó de su silla en la mesa de la cocina y se acercó a la isla para ayudarlos.

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Cuando tomó un par de bolsas reutilizables, miró hacia adentro y luego hacia Robbie, que acababa de caminar hacia el mostrador principal. —Vosotros dos os fuisteis un tiempo. ¿Qué hicisteis? ¿Compraste todo el supermercado? —No —dijo Robbie mientras levantaba las bolsas que quedaban sobre el mostrador. Julien hizo lo mismo—. Estábamos tratando de decidir qué hacer para Jacquelyn y su alteza real. Priest se acercó a donde Julien estaba vaciando una de las bolsas. —Creo que tú eres la que está en este trío con el título, princesse —dijo, pero luego tomó la barbilla de Julien en sus manos, giró su cara para encontrarse con la suya, y lo miró a los ojos—. ¿Comment vas-tu? Julien se veía mejor de lo que se veía en días. Sus ojos habían perdido la mayor parte de la tristeza que lo había acosado, y cuando le sonrió a Priest, realmente llegó a sus ojos. —Je vais bien, mon amour. —Priest lo miró hasta que Julien se rio y puso una mano sobre su pecho—. Je promets. —Ooh, lo entendí, —dijo Robbie, una sonrisa curvando sus labios brillantes, y cuando ambos se giraron en su dirección, hizo un gesto y agregó: —Creo. Feliz de ser desviado, Julien dijo: —¿Oui? Robbie asintió. —Mmmm. Tú le respondiste a Priest: — Estoy bien, mi amor. Te lo juro. Lo que sólo puede significar que preguntó cómo estabas. El rápido estudio de Robbie no debería haber sorprendido a Priest, pero lo hizo, y cuando Julien asintió, Robbie dio un pequeño grito y le repitió a Priest: —¿Comment vas-tu?

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Priest se rio. —C'est bon de savoir que mes hommes sont à la maison, sains et saufs. Robbie frunció el ceño y dijo: —¿Qué significa eso? Julien besó a Priest en la mejilla, luego miró a Robbie y dijo: —Es bueno ahora que mis hombres están en casa sanos y salvos. —Oh, —dijo Robbie, mientras Julien envolvía la cintura de Priest con un brazo y se clavaba en su costado—. Eres un blandengue, ¿lo sabías? —¿Lo soy? —dijo Priest, sus labios temblando mientras Robbie volvía a desempacar. —Sí. Te haces el duro, pero en el fondo eres blando y… Olvidé por completo que tenemos esto. —La emoción de Robbie y la risa de Julien inmediatamente preocuparon a Priest, y cuando Robbie crujió con el fondo de una de sus bolsas y sacó una tela de colores, Priest frunció el ceño. —¿Y qué son exactamente? Robbie lo miró como si fuera un completo imbécil, y luego sostuvo el número rosado contra su pecho. —Delantales. Hola, no podemos pasar el día en la cocina sin delantales. Priest se acercó a Robbie para ver una corona negra en el cuello del delantal que sostenía, y debajo de ella, en letra de fantasía, decía: Reina de la cocina. Priest levantó los ojos hacia el bribón. —¿Todos dicen eso? —De ninguna manera. Este es mío. El tuyo es... —Robbie se movió a su alrededor para mirar en su bolsa, y luego frunció los labios—. No veo a los otros dos. Jules, ¿están en la tuya? Julien miró en la bolsa que aún no había desempacado y asintió, metiendo la mano dentro. —Oui, los tengo.

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Priest nunca lo admitiría, pero cuando surgió un delantal blanco y negro, se sintió un poco decepcionado. Pensaba que Robbie se sentiría más cómodo bromeando y jugando con él ahora, pero…. Julien levantó el delantal negro y lo giró para enfrentarse a Priest, y al ver las palabras, aplastó su decepción como un insecto. —Este es el tuyo —dijo Robbie desde su lado. Al otro lado de la parte superior del delantal estaba escrito en blanco: Mientras tenga puesto este delantal. Y directamente debajo de él: YO SOY EL JEFE. Eso fue seguido por una de las cosas favoritas de Priest para preguntar: ¿Entiendes lo que digo? —Apropiado, ¿no crees? —se burló Robbie. Así es, pensó Priest, mientras se lo quitaba a Julien, que estaba sonriendo. Cuando Priest se lo puso y se lo ató a la espalda, Robbie hizo lo mismo con el suyo, y luego tomó un lado y ejecutó un giro coqueto, riendo. —Ah ja ja. Me encanta. El entusiasmo de Robbie era contagioso, y tenía a Priest sonriendo mientras miraba a Julien y decía: —¿Y dónde está el suyo, Mr. Thornton? Julien cogió el otro delantal, y cuando se lo puso sobre su cabeza, Priest leyó lo que estaba impreso en su pecho y se rio. —Le queda bien, ¿no crees? —dijo Robbie mientras ambos miraban a Julien, y Priest asintió. El delantal de Julien decía, ¿Cómo crees que puedes ayudarme? ¡FUERA DEMONIOS DE MI COCINA! —No soy tan malo —dijo Julien, y probando lo lejos que había llegado desde ayer, bromeó: — Ya no más.

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—Mmmm. Lo que sea, Sr. Gilipollas. Ya veremos, —dijo Robbie, y guiñó el ojo a Julien antes de mirar todos los ingredientes en el mostrador y aplaudir—. Bien, por dónde empezamos. Cuando la conversación se detuvo por primera vez desde que llegaron a casa, Robbie arrugó la nariz y miró a Priest. — ¿Qué música es esa? —Es Miles Davis —dijo Priest—. Encuentro que me relaja mientras trabajo. —¿Te relaja? Me sorprende que no estés catatónico. Priest negó con la cabeza. —Quiero que sepas que era un compositor y trompetista muy talentoso. Tal vez deberías expandir tus horizontes. Robbie puso una mano en su cadera y dijo: —Tal vez lo haga la próxima vez que haga frío y llueva y tenga una botella de brandy a mano. Pero ya que no estoy en Chicago, y estamos todos aquí para tener un día de celebración, ¿podemos al menos poner algo un poco más...mmm no sé, optimista? —¿Cómo qué? —dijo Priest, y cuando Robbie puso los ojos en blanco, Julien se acercó a Priest y le puso la mano en el brazo. —Dame tu teléfono, mon amour. Haré una lista de reproducción que nos convenga a todos. Priest caminó hacia la mesa, cerró su portatil, y cuando regresó, le ofreció su teléfono a Julien. Al alcanzarlo, Priest lo agarró, lo acercó y le dijo: —Embrasse-moi —y, Julien lo hizo. —Je t'aime. —Je t'aime aussi.

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Al separarse, Priest miró por encima del hombro de Julien para ver a Robbie observándolos con una expresión en sus ojos que coincidía con sus palabras, y sospechó que Robbie sabía exactamente lo que se acababan de decir el uno al otro pero esta vez, eligió permanecer en silencio. Entonces, como si sintiera la mirada de Priest sobre él, Robbie le puso la mano en el corazón antes de coger varios objetos del mostrador y darse la vuelta. Después de eso, los tres comenzaron a moverse por la cocina, Priest se dio cuenta de que el amor estaba en esa habitación mientras trabajaban uno al lado del otro. Con cada toque, cada mirada y cada sonrisa que compartían, mientras ayudaban a Julien a celebrar a una mujer que amaba con todo su corazón, el vínculo que los tres estaban forjando cuidadosamente se hizo mucho más fuerte.

ALREDEDOR DE TREINTA MINUTOS más tarde, Robbie levantó la tapa de la parte superior de la olla en la cocina y removió el contenido a fuego lento en el interior. Mmm huele delicioso, pensó, mientras cogía un poco de la salsa de su Nonna y se la llevaba a los labios para probar su trabajo. Maldito calor, Nonna estaría orgullosa. Sabía tan bien como olía. Cuando había estado antes en la tienda con Julien y habían estado hablando de lo que le gustaría cocinar, Julien le preguntó a Robbie si compartiría una comida que a su familia le había encantado cocinar juntos, algo que hizo que Robbie pensara en su casa. Mientras que ésta era probablemente una de las comidas más comunes encontradas en un hogar italiano

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-y probablemente nada impresionante para un chef de renombre mundial- Robbie se había decidido por los espaguetis de su Nonna. Recordó que pasaba los fines de semana con sus hermanas y primos en la cocina de su Nonna mezclando y amasando la masa de la pasta, y luego discutiendo sobre quién podía usar la máquina para extenderla en tiras finas. Hoy, sin embargo, Robbie había dejado la fabricación de la pasta al profesional, y ver a Julien moverse por la cocina era otra cosa. Estaba totalmente en su elemento. Era como si todas sus preocupaciones lo hubieran abandonado en el momento en que se puso el delantal y se puso en marcha esa parte de su cerebro. Era maravilloso verlo. Había vertido harina en una gran tabla de cortar, cavado un pozo y roto los huevos en el centro con la facilidad de alguien que lo hacía todos los días. Luego agregó un poco de aceite de oliva y sal y lo mezcló todo. Después de eso, le había dado una buena amasada. Robbie recordaba a Julien diciendo que aplastar cosas le ayudaba a aclarar la cabeza, y Robbie pensó que estrangular masa sería un buen reemplazo para sus padres si quería mantener a Julien fuera de la cárcel. Robbie colocó la cuchara de madera sobre el soporte de cerámica junto a la cocina y se volvió para ver a Priest en el fregadero, terminando de enjuagar las tablas de cortar, sartenes y utensilios de cocina mientras los colocaba en el lavaplatos. Julien estaba ahora sentado en la isla con una copa de vino, esperando el visto bueno de Robbie para empezar a cocinar la pasta, y justo cuando Robbie estaba a punto de decirle que podía empezar, la música cambió de canción y el hombre de Priest, Sinatra, flotó por la habitación.

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—Eh, es tu hombre —dijo Robbie mientras empezaba a sonar I've Got You Under My Skin. —Así es —dijo Priest, mientras tiraba el trapo de cocina en el banco y caminaba hacia Robbie—. ¿Te gustaría bailar? —¿A… esto? —dijo Robbie, y Priest asintió—. Eh, no sé cómo. —¿En serio? Robbie se rio. —Sí, de verdad. A los labios de Priest asomó una sonrisa, y luego se acercó a Julien, tomó un sorbo de su vino, y, galante como siempre, le extendió la mano a su esposo. —¿Julien? Julien tomó la mano de Priest y se deslizó de su taburete como si lo hubieran hecho cientos de veces antes, y mientras Robbie miraba con asombro, Julien sonrió y dijo: —Me encantaría. Priest empujó a Julien a sus brazos, y Robbie sintió que se quedó sin aliento cuando los dos comenzaron a bailar un suave vals en la cocina. Fue un momento hermoso, tan tierno e íntimo, cuando se dirigieron a Robbie, y entonces Priest lo miró y le dijo: — ¿Quieres que te enseñemos? El corazón de Robbie golpeó con el pensamiento y, de repente, comprendió el atractivo de la música, la magia del estado de ánimo que creaba, y se dio cuenta de que no quería otra cosa que estar bailando alrededor de la cocina con uno o dos de estos hombres.

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Asintió con la cabeza, y cuando Priest soltó a Julien, Priest le tendió una mano a Robbie. Deslizó la palma de su mano a lo largo de la parte superior de la de Priest, y cuando Priest envolvió su otro brazo alrededor de la cintura de Robbie y lo acercó, Robbie se recordó a sí mismo respirar. Anoche estabas más cerca de él, se dijo Robbie, sintiéndose un poco tonto por lo desequilibrado que esto le hacía sentir. Pero de alguna manera, aquí en la cocina, con los olores caseros, risas y recuerdos que se estaban creando, este momento se sintió igual de íntimo. —Empezaremos con calma —dijo Priest, mientras empezaba a balancearse con Robbie de lado a lado—. Familiarízate con nosotros abrazándote. Oh, Jesús, ¿habla en serio? Este lado encantador de Priest era letal. Robbie miró por encima de su hombro a Julien como si fuera a ayudarlo a mantenerse de pie. Pero no sirvió de ayuda, porque Priest giró un poco a Robbie, y luego soltó su asidero alrededor de su cintura y lo giró hacia el guapo chef. Robbie se apoderó de Julien, quien lo acercó y continuó el suave balanceo de lado a lado, con una mano alrededor de la cintura de Robbie. La lenta y sensual sonrisa que a Robbie le encantaba curvó los labios de Julien, haciendo que aparecieran sus hoyuelos, y estaba tan relajado y tan alejado del hombre dolorido que había visto anoche que Robbie no pudo evitar extender la mano y trazar sus dedos sobre ella. Julien giró la cabeza y besó las yemas de los dedos de Robbie. —De vuelta a Priest. Giró a Robbie, y esta vez cuando Priest lo atrapó, puso a Robbie contra él y movió su pierna izquierda hacia adelante, haciendo que Robbie retrocediera.

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—Muy bien. Ahora a un lado. Paso simple —dijo Priest en voz baja que hizo temblar la columna vertebral de Robbie, y Robbie se concentró en sus movimientos y los igualó. Sólo una vez se equivocó y pisó los pies a Priest, haciéndolo reír, y Robbie hizo una mueca de dolor. —No creo que sea muy bueno en esto. —Lo estás haciendo muy bien —dijo Priest, y luego besó la sien de Robbie—. Y esta canción te queda como un sueño. Robbie escuchó la letra, amando todas y cada una de las palabras, esperando estar en el corazón de estos dos hombres, y luego inclinó su cara hacia Priest, quien besó su nariz y dijo: —Es el turno de Julien. Entregó a Robbie, y mientras Julien lo agarraba, Robbie tropezó con sus propios pies y se rio. —Lo siento. Cielos. Soy un poco torpe. —Non —dijo Julien, y mientras la canción llegaba a su fin, levantó sus manos unidas para cubrir su corazón y colocó su mejilla junto a la de Robbie—. Eres absolutamente perfecto, y hoy también lo eres —susurró—. Merci beaucoup, mon cher petit. A Robbie le resultó difícil responder con todo lo que sentía, y en su lugar apoyó su barbilla en el hombro de Julien. Cuando sus ojos encontraron a Priest, que ahora se apoyaba contra el mostrador, él también pronunció gracias, y Robbie asintió y sonrió, encontrando que su corazón estaba tan lleno como nunca lo había estado, justo allí en esa cocina con dos hombres que ciertamente se habían metido bajo su piel.

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Capítulo XXIV CONFESIÓN

El hogar es donde está tu corazón. Hasta ahora, parte del mío había desaparecido. Ahora está lleno una vez más.

CUANDO LLEGARON DE Chicago el domingo por la noche, estaban exhaustos. Exhausto, pero mejor por haber ido. Julien finalmente había podido ganar una apariencia de paz. Pero probablemente nunca se perdonaría a sí mismo por completo por lo que sucedió esa noche, incluso si prometió hacer del aniversario de Jacquelyn uno que celebrara en lugar de lamentar. Robbie ahora entendía de qué se trataba exactamente su hombre, ¿y Priest? Se sintió más contento de lo que se había sentido en años mientras miraba a los dos hombres sentados en su barra de desayuno hablando de sus días por delante. —Tengo que trabajar esta noche —dijo Robbie—. Y pensé en preguntarle a Tate si a él y a Logan les gustaría venir a la inauguración de JULIEN. Si os parece bien. —En realidad... —dijo Priest mientras miraba a Julien, esperando a que respondiera—. Ya le pregunté a Tate si quería venir —terminó Julien. Robbie ladeó la cabeza. —¿Lo hiciste?

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Julien asintió con la cabeza mientras recogía su habitual vaso de verduras y tomaba un sorbo. —Lo hice. Pensé que te gustaría que estuvieran allí. Pero pensé que podrías dudar debido a tu encuentro con Logan. Sé lo importantes que son para ti. Robbie sonrió y puso sus brazos alrededor del cuello de Julien, besándolo en la mejilla. —Eres lo más dulce. Lo sabes, ¿verdad? Julien metió una mano por la espalda a Robbie y luego le hizo cosquillas en el costado, haciéndole reír y retorcerse. — Estoy bastante seguro de que la persona más dulce de esta habitación es la que tiene las mejillas más sonrosadas, princesse. Robbie levantó las manos para cubrir cada lado de su cara, y luego puso los ojos en blanco. —Es culpa de mi madre. También se sonroja así. —Creo que es encantador —dijo Priest desde el otro lado del mostrador mientras se llevaba la taza de café a los labios. —Es vergonzoso. Nunca podré ocultar mis sentimientos con vosotros. —Bien —dijo Priest, y Julien añadió: —No queremos que te escondas de nosotros. —Oh, no me estoy escondiendo. Pero, ¿cómo, Priest? Podría decirle que tiene la polla más grande que he tenido dentro de mí y no se sonrojaría, sólo diría... —Gracias —dijo Priest. —Ves —se quejó Robbie—. Es muy molesto lo arrogante que eres, pero funciona. Y tú —dijo Robbie, mirando a Julien—. Eres sexy, sensual y francés. ¿Cómo no voy a ruborizarme

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cada vez que me dices algo? Esto va a ser muy malo cuando conozcas a mi familia. La mano de Priest se congeló con su taza de café en los labios, y repitió las palabras de Robbie en su cabeza. —¿Será pronto? Robbie le frunció el ceño y dijo: —¿Eh? —Acabas de decir: ‘Esto va a ser muy malo cuando conozcas a mi familia'. Me preguntaba si eso sería pronto. Los labios de Robbie se separaron en un suave oh. Obviamente, sin darse cuenta de lo que había dicho, miró a Julien. —Mm, bueno... —puso una mueca de dolor y miró hacia atrás a Priest—. Podría haberlos invitado accidentalmente a la inauguración también. —¿Accidentalmente? —preguntó Julien mientras Robbie saltaba del taburete y empezaba a caminar, pasando una mano por su pelo. —Sí. Fue la primera vez que me lo contaste. Estaba hablando con mi mamá acerca de mi Nonna, y luego ella mencionó su cocina, y lo siguiente que supe, fue que la estaba invitando a ella y a mis hermanas. Mierda. No sé qué pasó. — Robbie se detuvo y se giró para enfrentarse a ellos dos, sus ojos un poco enloquecidos—. ¿Qué voy a hacer? No pueden venir. Una mirada sobre mi con los dos y sabrán lo que está pasando aquí. Priest no quiso hacerlo, pero una risita se le escapó, y Robbie lo inmovilizó con una mirada feroz. —¿Te estás riendo? Priest estaba a punto de negarlo, pero la expresión horrorizada de Robbie hizo que la risa se convirtiera en una risa total.

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—Te estás riendo. ¿Has perdido la cabeza? Esto no es gracioso. Priest se encogió de hombros, encontrando este giro de los acontecimientos muy divertido, al igual que Julien, a juzgar por la sonrisa en su rostro. —Tú eres el que los invitó. —Y acabo de admitir que no sabía en qué demonios estaba pensando. Priest terminó su café. —Creo que lo hiciste. —¿Qué? —dijo Robbie, sus ojos casi se le salen de la cabeza—. ¿Crees que lo hice a propósito? Has perdido la cabeza. Priest fue y enjuagó su taza y la puso en el fregadero, luego caminó alrededor de la isla, se detuvo frente a Robbie y dijo: —Creo que estás muy orgulloso de Julien, igual que yo. Y tú querías presumir de él. Robbie abrió la boca como para discutir, pero luego frunció los labios. —Eso no viene al caso. Esto no es bueno. Lo van a saber —dijo, y miró a Julien—. Una mirada sobre mi con los dos y lo sabrán. No puedo ocultarlo. Priest se inclinó para besarle la mejilla y dijo: —¿Cuándo te lo pedimos? —Oh...mmm. —Robbie se tambaleó un poco, y luego retorció las manos—. ¿Así que no te molesta que los haya invitado? Julien se puso de pie y se acercó. —Me alegra que los hayas invitado, princesse. Será agradable conocer a la gente que te ayudó a moldearte en el hombre que eres hoy.

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—Y luego, mira, si dices algo así... —Robbie tocó sus mejillas con los dedos. —Te volverás sonrosado y querremos comerte. —Robbie negó con la cabeza y se volvió hacia Priest, que lo besó con fuerza y le dijo: —Deja de preocuparte. A menos que confirmes algo, tu familia sólo puede especular. Robbie suspiró. —Supongo. Y no es como si fuera a ser una gran conmoción. No soy exactamente la persona más convencional del mundo. —Justo como nos gustas —dijo Priest, y luego lo rodeó para recoger su maletín. Una vez que tuvo eso y sus llaves en la mano, se volvió hacia Julien—. ¿Todavía planeas llamar a Gail hoy? Julien hizo una mueca de dolor, pero asintió. —Sí. Voy a ver si lo reprograma. Con un poco de suerte, no guardará rencor. Priest frunció el ceño. —Si es inteligente, se dará cuenta de que tiene suerte de que le pidas que vuelva, aunque haya roto tu contrato. Julien puso una mano en el pecho de Priest y lo besó. — Bien. —Correcto —dijo Priest—. Ella estaba equivocada, Julien. No lo olvides. —No lo haré. Ahora vete. O llegarás tarde. Priest entrecerró los ojos, pero cuando Julien sonrió, se sintió relajado. Este era el Julien que esperaba ver. El Julien que reconoció. —Los veré a los dos más tarde.

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Robbie caminó al lado de Julien y tomó su mano en la suya, y con una última mirada a los dos, Priest se giró y se fue por el día, sabiendo en su corazón que los dos estarían bien.

ERA INCREIBLE LO QUE hizo la diferencia unos días después, pensó Julien, mientras entraba por las puertas del restaurante y se adentraba en su entorno. Cuando se marchó el viernes había sido con el corazón apesadumbrado, sabiendo exactamente hacia dónde se dirigía, y hoy... Hoy entraba con una nueva visión de lo que quería para este lugar. Tampoco le dolió tener a Robbie a su lado hablando de cualquier cosa y de todo, tratando de distraerlo, y Julien sabía que eso era lo que Robbie estaba haciendo, no lo que necesitaba. Por primera vez, Julien había podido sentir una sensación de felicidad este fin de semana por el aniversario de Jacquelyn, y fue increíble la diferencia que supuso celebrar su vida en lugar de castigarse a sí mismo por ello. —Entonces, ¿qué se supone que voy a ponerme para la inauguración? —preguntó Robbie mientras deambulaban por el pasillo que conducía al ascensor hasta el palco. El resto del personal aún no había llegado, pero lo haría en cualquier momento—. ¿Es una elegante fiesta de etiqueta? ¿O es más bien una fiesta de trajes de negocios inteligentes?

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Julien apretó el botón del ascensor, y cuando la puerta se abrió, hizo entrar a Robbie. —Más elegante corbata negra. Habrá reporteros y fotógrafos, así que... —Quiero lucir lo mejor posible, por supuesto. Quiero decir, Siempre quiero lucir así, pero si va a ser filmado, definitivamente necesito ir de compras y encontrar algo adecuado. Cuando llegaron al palco y se dirigieron hacia el interior, algo que Robbie acaba de decir hizo que Julien le alcanzara el brazo. —¿Adecuado? —Bueno, sí —dijo Robbie mientras se giraba para mirarlo —. No quiero avergonzaros a ti y a Priest, y la mayoría de mi ropa está…. —Preciosa, —terminó Julien por él, mientras miraba a Robbie directamente a los ojos—. Puedes usar lo que tú quieras. Nunca podrías avergonzarnos. —No tienes que decir eso, Jules —dijo Robbie, y luego agitó la cabeza—. Sé que soy un poco escandalosa. Brillantes Colores... —Te sientan bien. Eres una de las personas más brillantes y felices que he conocido, princesse. Y ya sea que lleves un traje negro o rosa brillante, serás la persona más brillante y encantadora que asista. Una extraordinaria sonrisa curvó los labios de Robbie, y Julien puso una mano a cada lado de su cara y dijo: —No sé de dónde sacaste la idea de que Priest y yo alguna vez nos avergonzaríamos de ti, pero necesitas desecharla. Si no fuera por nuestra inusual relación, y cómo se sentiría si se lo dijera a la gente, no tendríamos ningún problema en anunciar al mundo que eres es nuestro.

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Robbie besó el centro de una de las manos de Julien, y luego se acercó para rodearle la muñeca. —¿Sí? —Oui. Estamos bastante... encantados con nuestra princesse. —Estoy encantado con vosotros dos también —dijo Robbie, y Julien se rio y tomó su mano, llevándolo a la mesa. Cuando llegaron, Robbie miró las fotos que estaban en los estantes. Había uno de Julien de Chef Master y con Priest en París, y otro con su ídolo Jacques Pepin, y Julien puso una mano en la espalda de Robbie y le dijo en la oreja: —Faltan un par de fotos de ahí arriba. Julien abrió la solapa superior de su bolsa de mensajería y sacó un pequeño marco negro. Dentro estaba la imagen de Jacquelyn de pie junto al árbol de Navidad, y mientras la colocaba en el estante, Julien pasó sus dedos por encima y susurró, —Ahora estás de vuelta conmigo, ma petite poulette. Cuando Julien se enderezó, dijo: —Ella debería haber estado siempre aquí conmigo. Ahí es donde debe estar. No atrapada ahí atrás donde hace frío y es triste. Donde soy más feliz, porque eso es lo que ella solía hacerme, y eso es lo que toda esta gente ha hecho. Han dado forma a mi vida y me han hecho feliz, y ahora sólo falta una persona. Robbie se limpió la mejilla por donde se le había escapado una lágrima, y Julien apretó los labios en un suave beso. — Necesito una tuya. —¿Mia? —preguntó Robbie, y parpadeó un par de veces. —Oui. Tú —dijo Julien, entonces guiñó el ojo—. Sólo que tal vez no de ti con ese mono rojo. —¿Ah, sí? —dijo Robbie mientras se sentaba.

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—Mmmm. Así que si quieres, tal vez podamos convencer a Priest de que baraje algunas cosas de su agenda esta semana y podamos ir todos a comprar algo para ponernos. Los ojos de Robbie se abrieron de par en par y su cara se iluminó de alegría. —¿Hablas en serio? Por favor, di que hablas en serio. Julien se rio mientras sacaba su laptop y su teléfono de su bolsa. —Hablo bastante en serio. Soy una celebridad, ¿recuerdas? Tengo que verme sexy en la noche del estreno. Robbie recorrió el cuerpo de Julien con los ojos hacia arriba y hacia abajo. —Noticia de última hora. Te verías sexy en una bolsa de papel. Pero… —Robbie se lamió los labios— no hay manera de que vaya a dejar pasar la oportunidad de ir de compras de etiqueta contigo y Priest. —Oui... Escuché que reclamaste cierta prenda de vestir perteneciente a nuestro abogado. La sonrisa de Robbie estaba llena de travesuras cuando dijo: —Bueno, ¿puedes culparme? Ese material se siente divino contra la piel desnuda. —No te culpo en absoluto. Ojalá no me lo hubiera perdido. —Sabes, —dijo Robbie mientras sacaba su teléfono— me lo dio para que lo guardara para la próxima vez que me sintiera... inspirado. Julien empezó a reírse. —Haz tus llamadas, princesse. Tengo una gran humillación para hacer. Pero una vez que haya terminado, hablemos más sobre esto. Especialmente porque ya estoy de rodillas. Robbie se inclinó, puso sus labios junto a la oreja de Julien y dijo: —Oui s'il te plaît64. 64

Oui s'il te plaît: Si, por favor.

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Julien sonrió y no pudo evitar llevarse una vez más esa dulce boca que hablaba francés antes de llamar a Gail Knight para ver si podía salvar la apertura de su restaurante de ser arrastrado por el barro.

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Capítulo XXV CONFESIÓN

Solía tener miedo de las tormentas. Hasta que me di cuenta de que con una tormenta tienes una advertencia. Ahora es la calma lo que temo.

—DE ACUERDO, QUIERO que ambos sean honestos. —La voz de Robbie se filtró por detrás de la puerta del vestuario, donde había estado encerrado durante los últimos cinco minutos, transformándose en lo que debía ser su traje número cien del día. Priest y Julien habían encontrado el suyo bastante rápido y luego tomaron asiento para discutir adónde debían ir a almorzar mientras esperaban a Robbie, al oír Priest que la cerradura se desenganchaba, se volvieron para ver que la puerta se abría lentamente. Al ver a Robbie, Priest dejó de hablar y se dio cuenta de que todas sus palabras se habían ido de su mente. Robbie llevaba un traje azul marino que se adaptaba a cada línea de su cuerpo, y como si eso no fuera lo suficientemente llamativo, cuando las luces golpeaban el material de cierta manera, diminutos destellos plateados brillaban en él, haciendo que el material brillara. Era deslumbrante y tan descaradamente Robbie que tenía la polla de Priest reaccionando como si hubiera salido desnudo de ese probador.

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Robbie pasó una mano sobre su solapa y miró su chaqueta, y Priest no podía haber imaginado un traje que le quedara mejor o que lo hiciera lucir más radiante. Julien también parecía tener un problema similar, a juzgar por la forma en que también había dejado de hablar para mirar a Robbie. Pero primero se recuperó, descruzó las piernas y se puso de pie. —Mon Dieu. Te ves hermosa, princesse. Robbie levantó la cabeza para mirarlos, y cuando captó sus expresiones, pareció darse cuenta del impacto que acababa de hacer. —¿Te gusta? Julien asintió mientras caminaba más cerca, y Robbie dio un paso adelante para poder caminar detrás de él. —Definitivamente sí. Priest se puso de pie, y mientras caminaba y se detenía frente a Robbie, deslizó sus dedos bajo la solapa y lo acarició. —Este es el único. Robbie frunció el ceño. —Pero tengo tres más... —¿Robert? —¿Sí? —Este es el primero que tiene a Julien detrás de ti, y a mí delante de ti, deseando tenerte en algún lugar privado para poder disfrutar de este traje tuyo. Ahora veo tu fascinación por ellos. Robbie abrió la boca para decir algo en respuesta. Pero entonces Julien se mudó, deslizó sus manos alrededor de la cintura de Robbie y dijo: —Este traje... me da ganas de frotarme sobre ti, princesse. Apenas puedo quitarte las manos de encima.

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Robbie se mordió el labio y se inclinó hacia Julien, una sonrisa de ensueño curvando su boca. —Mmm —dijo, y giró la cabeza para mirar a Julien—. Odio tener que decírtelo, pero tus manos están sobre mí. Julien lo besó en la nariz, y luego deslizó la palma de su mano sobre la erección que Priest estaba mirando en los pantalones de Robbie. —Non, están en el traje, no en ti. Robbie inhala con dificultad. —No creo que así sea como funciona. Priest se rio, llamando la atención de Robbie sobre él. — Este traje saca a relucir tus ojos, —dijo Priest, y luego trazó un dedo sobre el labio inferior de Robbie—. Déjanos comprártelo. —¿Qu... qué? No. No tienes que hacer eso. Puedo... —Nos gustaría —dijo Julien en su oído. —Así que déjanos. Robbie se tragó y arqueó la frente ante Priest. —Sabes que no es justo hacerme un doble equipo así. La imagen que esas palabras trajeron a la mente era exactamente la que Robbie quería, a juzgar por la diabólica sonrisa que curvó sus labios. Bribón. —Y nosotros que pensamos que te gustaba cuando hacíamos eso. —Priest y Julien lo soltaron, ambos sabiendo que si continuaban por este camino iban a terminar haciendo algo que probablemente los echaría de la tienda y posiblemente a la cárcel. —Sí, —dijo Robbie mientras volvía al probador, y cuando entró y cerró la puerta detrás de él, gritó por encima de su hombro: —Pero prefiero no usar nada para esas ocasiones.

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Julien se rio mientras caminaba hacia donde Priest estaba mirando el probador, y luego preguntó: —¿Cómo está su corazón, Sr. Priestley? Priest rodeó la cintura de Julien con su brazo, y mientras se dirigían a sus asientos, dijo: —Más o menos igual que el tuyo, me atrevería a adivinar. —Completo y totalmente hundido, ¿entonces? Priest agarró la barbilla de Julien y lo besó profundamente hasta que finalmente levantó la cabeza y respondió: —Oui, como un ancla en el océano más profundo, Sr. Thornton. Completo y totalmente hundido.

—UNA ORDEN DE palitos de mozzarella y una de cáscara de patata asada, —dijo la camarera, mientras se detenía al borde de la mesa y los tres hombres sentados en ella se volvieron para mirarla. Julien frunció el ceño, nada entusiasmada por lo que tenía en las manos, pero Robbie, que estaba sentado a su lado, asintió con entusiasmo. —Sí, esos son nuestros. Ella los deslizó sobre la mesa, sonrió y dijo: —Pronto saldrá el plato principal. ¡Buen provecho! Mientras se alejaba, Julien cogió uno de los palitos de queso frito y lo levantó para inspeccionarlo, luego lo bajó al plato y dijo: —¿Por qué estamos comiendo aquí otra vez?

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Robbie tomó dos cáscaras de patata del plato principal y puso encima una cucharada de crema agria. —Porque fue mi elección y me gusta estar aquí. Julien miró alrededor del restaurante -o sala de cocimiento, como lo llamaban- y miró al bar en el centro con deportes en la televisión detrás de él, y las cabinas que se alineaban en las paredes e inclinaban a sus clientes hacia los televisores en cada esquina. No había mucha gente durante la semana, y Julien no pudo evitar preguntar: —¿Por qué? Robbie acababa de tragar un bocado de comida cuando lo miró y sonrió. —Porque la comida es estupenda y el ambiente es relajado. Bueno, la mayor parte del tiempo. Es usted un esnob, Sr. Thornton. Priest sonrió, agarró uno de los palitos de queso y lo sumergió en la salsa marinara. —¿Sólo ahora lo estás resolviendo? Robbie agitó la cabeza. —No, supongo que no. Pero nunca he visto a alguien tan ofendido por un palito de mozzarella. —Perdón —dijo Julien, mientras se sentaba en su asiento y miraba arrogantemente a los dos riéndose de él—. Sólo pregunté por qué te gustaba este lugar, eso es todo. Robbie se lamió los dedos. —Porque está lleno de grasa y deliciosa bondad. —Cuando Julien arrugó la nariz, Robbie se rio aún más—. Deberías probar un poco. —Creo que esperaré a mi comida principal. —Guau —dijo Robbie—. Si levantas esa nariz francesa mucho más alto, te vas a provocar una hemorragia nasal. —Sólo porque me importe lo que me meto en la boca...

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—Por lo cual ambos estamos extremadamente agradecidos —dijo Priest, y guiñó el ojo a Robbie, quien parecía que se derretiría bajo ese inesperado y coqueto movimiento de su parte. —No significa que sea un esnob. —Tienes razón —dijo Priest, mientras cogía otro palito de mozzarella, claramente disfrutando—. El hecho de que cogiste el palito de queso y lo inspeccionaste como un cirujano, y luego lo dejaste y te negaste a probarlo... Eso te hace un esnob, mon cœur. Robbie se rio, mientras tomaba su vaso de Coca-Cola para tomar un sorbo. —Priest tiene razón. —Bebo un jugo verde todas las mañanas para desayunar. No lo hago porque me guste —dijo Julien, y miró a Priest, que era un bastardo sonriente en este momento—. Lo hago porque es saludable. No voy a poner eso en mí. Priest mordió uno de los palitos de queso y mostró dientes con una sonrisa maliciosa, antes de hacer espectáculo masticando y tragándolo. —Mientras consideres saludable y sigas poniéndome dentro de ti, no importa si te gustan los palitos de queso o...

sus un me me

Las palabras de Priest se detuvieron abruptamente, y cuando sus ojos salieron de los de Julien y se elevaron sobre sus cabezas y las de Robbie, bajó su palito de queso medio comido al plato frente a él. —¿Priest? —dijo Robbie, cuando todo el humor y el color desaparecieron de la cara de Priest—. ¿Priest? ¿Estás...?

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Priest levantó un dedo, y Julien giró en su asiento para ver lo que había llamado la atención de Priest. Tan pronto como vio la noticia en una de las televisiones, lo supo. Julien se dio la vuelta a tiempo para ver a Priest deslizándose de su lado de la cabina para ponerse de pie, y Robbie lo miraba con confusión por toda su cara. —¿Priest? —dijo Robbie, y cogió su mano. Cuando puso sus dedos a su alrededor, Priest finalmente miró hacia abajo, y Julien pudo ver ese mismo miedo de hacia unas semanas arrastrándose de vuelta a sus ojos. —¿Qué pasa? —preguntó Robbie, y miró por encima de su hombro a la televisión, y fue entonces cuando vio lo que ambos estaban mirando. La noticia más importante del día: Jimmy Donovan, uno de los jefes del crimen más notorios de Nueva Orleans, estaba en libertad condicional después de aceptar cooperar con los federales. Julien maldijo en voz baja y luego miró a su marido, y todo lo que podía pensar era: No ahora, no cuando finalmente estábamos teniendo un momento de normalidad. Cuando estábamos encontrando nuestro camino de vuelta a la felicidad. No le hagas esto. Entonces dijo: —¿Joel? Los ojos de Priest se volvieron hacia él, y Julien pudo ver que su cerebro ya estaba en otra parte. Ya estaba pensando en lo que todo esto significaba para él, para ellos, para uno de los criminales más conocidos de América, del que se hablaba actualmente en la televisión. —¿Necesitas ir a casa? ¿A la oficina? Háblame Joel, —dijo Julien, sabiendo que Priest probablemente necesitaría llamar a Henri, y cuando Priest no contestó, Robbie habló.

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—¿Qué está pasando? —cuando se dirigió a Julien en busca de respuestas que no estaba recibiendo de Priest, Julien miró a su esposo en busca de algún tipo de dirección. Esta era su última pieza de equipaje, y era pesada. Parecía apropiado que le siguiera los pasos. Pero ya no había más que esconderlo de Robbie. No cuando esto tenía el potencial de volar el mundo de Priest y el de ellos. Esto estaba a punto de convertirse en una de las noticias más grandes de la nación, y dejaría un impacto indeleble en las tres. —¿Priest? —Robbie preguntó de nuevo, y luego miró de nuevo a la pantalla—. Jimmy Donovan. He visto documentales sobre él, creo. Es un horror que lo vayan a dejar salir. Mató a un montón de gente, ¿verdad? La mandíbula del Priest se marcó, pero finalmente asintió. —Diecinueve. Robbie frunció el ceño, pero luego, como si lo hubiera resuelto todo, dijo: —Oh, mierda. ¿Es cliente suyo? —No —contestó Priest, pero no lo explicó. Julien cruzó la parte trasera de la cabina y puso una mano sobre el hombro de Robbie. Lo apretó, tratando de ofrecer algún tipo de consuelo tanto a Robbie como a sí mismo, porque ver a Priest as í, tan paralizado, tan afectado, era estremecedor. Cuando la historia de las noticias terminó, Priest finalmente arrancó sus ojos de la pantalla y miró a los dos que lo miraban fijamente. —¿Julien? ¿Puedes llevar a Robert a casa? Cuando llegues, llámame. Julien asintió. —Por supuesto. Joel….

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—Necesito ir a la oficina, pero no tardaré. Prométeme que irás directo a casa. —Lo haremos —dijo Julien, su corazón latiendo horas extras. Priest estaba asustado. No sólo por él, sino también por Julien y Robbie, y eso hizo que Julien quisiera consolar al niño que podía ver en los ojos de Priest. El niño que Jimmy había aterrorizado y dejado atrás. Pero la voz de Priest, que no dejaba lugar a dudas, transmitía la gravedad de la situación, y la mirada directa que había dirigido a Julien, como para asegurarse de que entendía y no se desviaba de lo que le estaba diciendo, era aterradora. Robbie estrechó la mano de Priest. —¿Podrías decirme, por favor, qué demonios está pasando? Priest volvió su impenetrable mirada hacia Robbie y dijo: — Jimmy Donovan no es cliente mío, Robert. Es mi padre. Al tiempo que las palabras salieron de la boca de Priest, la camarera llegó con sus comidas en una bandeja y una sonrisa exagerada en su rostro. —Está bien, amigos. Tengo un hongo portabella y una hamburguesa suiza, a…. —No los necesitaremos —dijo Julien mientras veía cómo se le quitaba todo el color a Robbie de la cara. —Eh... Está bien. ¿Quieres que lo prepare para llevar...? —No —dijo Julien—. Puedes dárselo a otra persona. Lo pagaré en caja. Tenemos que irnos. Mientras la camarera iba a decir otra cosa, Priest miró por encima de su hombro, y una mirada a su rostro la hizo cerrar la boca y alejarse a toda prisa.

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Robbie aún no había dicho nada en respuesta a la revelación de Priest. Era como si estuviera congelado en su asiento, incapaz de mover un solo músculo, así que Julien miró a su marido y le dijo en voz baja: —Ve. Yo lo cuidaré. Priest dirigió sus ojos hacia Robbie y asintió con la cabeza. —Recuerda. Directo a casa, Julien. —Entendido —dijo Julien, y cuando Priest se fue, Julien miró a Robbie para ver cómo se quedaba mirando la misma dirección que había tomado desde que Priest había estado de pie. Su expresión era de confusión, miedo y... traición, pensó Julien, mientras su corazón sufría por el hombre que acababa de dejarlos. Cualquiera que fuera la confianza, cualquiera que fuera el progreso, Priest había hecho con Robbie, parecía que todo se había esfumado, ya que Robbie se dio cuenta de que el hombre que creía conocer era alguien completamente distinto.

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Capítulo XXVI CONFESIÓN No sé qué significa esto para él o para nosotros. Y me da demasiado miedo preguntar...

PRIEST SALIÓ DISPARADO del ascensor en Mitchell&Madison y fue directo a su oficina. Afortunadamente, Cole y Logan estaban fuera ahora mismo, y era poco probable que Priest fuera molestado. Considerando lo que tenía que hacer, era algo personal. Cerró la puerta y se dirigió directamente a su archivador, donde abrió el cajón de abajo y agarró el trozo de papel en el que había garabateado el número de Henri. Mientras cerraba el cajón, Priest cerró los ojos e inmediatamente vio una imagen de la cara de Robbie tal como había sido justo antes de dejarlos a él y a Julien en el restaurante. Con asombroso detalle, recordó las mejillas sonrosadas que se habían vuelto cenicientas y ojos azules, usualmente tan llenos de alegría, llenos de incertidumbre y.… traición. Mentiras. Eran la única cosa que Priest no podía soportar, y él había sido inflexible desde el principio de que Robbie fuera honesto con ellos y que ellos harían lo mismo y la mirada en los ojos de Robbie hoy, cuando la verdad sobre la paternidad de Priest salió a la luz, dejó claro que Robbie sentía que Priest no había cumplido con su parte del trato.

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Mientras Priest se sentaba allí, se dijo a sí mismo por enésima vez que no había mentido sobre Jimmy -simplemente no se lo había dicho a Robbie todavía debido a las circunstancias que rodeaban al maldito. Si Jimmy se hubiera estado pudriendo en una celda por el resto de su vida como se suponía que debía ser, Priest le habría contado a Robbie todo sobre su miserable infancia al principio de todo esto. Pero con la noticia de la posible libertad condicional de Jimmy, y el fin de semana en L.A. el tiempo para hablar de esto no se había presentado exactamente. No de ninguna manera adecuada. Priest maldijo y tomó el teléfono, haciendo lo que Henri le había ordenado y llamándolo por una línea privada. Necesitaba averiguar cómo carajo se filtró la audiencia de Jimmy a la prensa. Ciertamente lo había pensado, pero al final decidió en contra, sabiendo que eso no lo haría mejor que el hombre detrás de las rejas, porque esto ciertamente pondría un blanco en la espalda de Jimmy, no es que a Priest le importara eso. Le preocupaba más el hecho de que toda su puta vida, desde el nacimiento hasta los siete años, estaba a punto de volver a ser consumida por el público. Justo cuando ese pensamiento entró en su mente, el teléfono se conectó, y antes de que Henri pudiera conseguir más que su nombre, dijo Priest: —¿Qué coño está pasando ahí abajo, Henri? —También me alegra saber de ti, Priest. Priest se negó a sentirse mal por su saludo mientras giraba su silla y miraba por la ventana. —Estaba pensando exactamente lo contrario de ti. Henri suspiró, y Priest pudo imaginarlo pasando una mano sobre su cabeza afeitada. —Asumo que escuchaste o...

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—Lo vi en las malditas noticias de la tarde. —Sí, mis oficinas están trabajando para averiguar quién filtró la información. Espera, no lo hiciste ... —Que te jodan, —dijo Priest con los dientes apretados. —Oye, no te culparía si lo hicieras. Me sorprendería, ya que ambos sabemos cómo terminará esto ahora. Pero no te culparía. Creo que alguien a quien no le gusta Jimmy tiene la primicia. Enfrentémoslo, no le faltan enemigos. Pero puedes apostar a que Jimmy no está descansando muy cómodamente esta noche. Bien, pensó Priest, y agitó la cabeza. —Esto está totalmente jodido. Lo sabes, ¿verdad? —Sí, —dijo Henri—. ¿Estás bien? Priest se puso una mano en la nuca y la apretó hasta que le dolió. No quería que este hombre le preguntara eso. —Estoy bien. —¿Está Julien ahí? —No. Está en casa. Pero me dijiste que llamara desde aquí. Así que aquí estoy. —Es bueno saber que al menos puedes seguir una orden si es para mantener a salvo a tus seres queridos. Aquellos a los que amaba... Priest cerró los ojos y dejó que la cara de Julien viniera a la mente. Su expresión de preocupación, la preocupación que se había escrito en toda su hermosa cara. Y luego una imagen de Robbie lo reemplazó, sentado en la biblioteca de Los Ángeles, acunando a Julien en sus brazos. —No empieces conmigo, Henri. No estoy de humor.

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—Entonces vete a casa —dijo Henri—. Ve a casa y hazle saber a Julien el trato. Ten cuidado, vigila, y todo eso. Y déjame ver qué puedo encontrar de mi parte. —No estás encontrando nada. —Y tú estás siendo un imbécil. Sólo recuerda, yo soy el que se quedó aquí y lidió con esta mierda. Te fuiste, Joel. Y como tenía razón, y Priest no quería oírlo, colgó y miró al teléfono. Lo último en lo que quería pensar era en que Jimmy fuera libre y volviera a caminar entre la población en general. El hecho de que eso fuera incluso una opción era ridículo. Pero al parecer alguien de alto rango tenía una carrera que hacer, y poner tras las rejas al nuevo jefe de la banda criminal de Nueva Orleans era más importante que mantener a un viejo asesino fuera de las calles. Debe ser agradable no preocuparse por eso por la noche, pensó Priest. Para poder dormir y no ver habitaciones ensangrentadas en el suelo, para escuchar los gritos de hombres que nunca te imaginarías gritando mientras suplicaban por sus vidas. Debe ser bueno poder descansar tranquilo. No es que él lo supiera. Hacía años que no dormía tranquilo. No desde que tenía siete años. Fue entonces cuando su infancia había terminado, cuando lo habían quitado la inocencia, e incluso con Jimmy tras las rejas, Priest nunca había podido escapar de él. Ahora Jimmy estaba a punto de ser liberado. El monstruo que verdaderamente era el mal encarnado estaba a punto de salir a la luz del día, y Priest no pudo evitar recordar sus palabras, recordar la mirada de enojo y traición en su rostro el día que lo arrastraron lejos.

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Tal vez esta filtración fue lo mejor después de todo, porque si Jimmy realmente estaba muerto y enterrado, Priest podría finalmente cerrar la puerta a su desdichado pasado de una vez por todas.

ROBBIE MIRABA FIJAMENTE por la ventana del Range Rover mientras Julien los conducía a casa en silencio, y mientras observaba los coches que pasaban, intentó concentrarse en ellos y no en el nudo retorcido de su estómago, que le hacía sentir como si quisiera vomitar. Su mente todavía estaba tambaleándose por la bomba que Priest acababa de lanzar en la sala de cocimiento, y Robbie aún no había descubierto cómo hablar para preguntar algo de importancia. ¿Jimmy Donovan es el padre de Priest? ¿Cómo es eso posible? No tenía ningún sentido. El hombre era un asesino. No sólo un asesino, sino uno de los más infames de la nación. Cuando ese pensamiento lo golpeó, Robbie se agarró a su estómago y oyó a Julien decir: —¿Necesita que me detenga, princesse? Dios, esto se sintió como un déjà vu 65. ¿No había dicho Julien exactamente lo mismo cuando llevó a Robbie a casa después de la caída de su Nonna? Sí, lo hizo, y luego llevó a Robbie a casa con Priest, y los dos hicieron que Robbie se sintiera seguro, lo hicieron sentir especial, y ahora resultó que uno de esos hombres era el hijo de… Dios mío. Priest es el hijo de Jimmy Donovan.

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déjà vu: Haberlo vivido antes.

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Mientras los documentales que había visto esparcidos por cable a lo largo de los años pasaban por su mente, un hecho muy importante y devastador se reflejó en él en toda su gloria pelirroja. El niño que había sido testigo -mierda, era demasiado horrible incluso para pensar- que había sido ... ¿Priest? Pero no Priest, porque ese no era su nombre, ¿verdad? —¿Robbie? —La voz de Julien cortó los pensamientos confusos de Robbie—. ¿Necesitas que me detenga? Pero Robbie recordó las palabras de Priest: Vete directo a casa, y negó con la cabeza. —¿Has... —dijo Robbie, y luego se mojó los labios repentinamente secos—. ¿Has...? Quiero decir, ¿siempre has sabido de...? —¿Su padre? —Sí —dijo Robbie, mientras todo su cuerpo se rebelaba ante la idea de que alguien como Priest provenía de un monstruo así. —Oui, me dijo cuando las cosas se pusieron serias entre nosotros. El comentario era inocente, considerando todas las cosas, pero era más profundo de lo que Robbie esperaba, y su aguijón hizo que se diera la vuelta. No quería que Julien viera cuánto le dolía que Priest no lo considerara serio. —¿Princesse? —dijo Julien, pero Robbie agitó la cabeza. No quería mostrar su mano todavía, o sentirse más vulnerable o estúpido de lo que ya se sentía.

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Pero entonces Julien dijo: —Robert, —y el tono serio era tan diferente a él que Robbie se encontró a sí mismo respondiendo a pesar de sí mismo. Miró para ver a Julien entrando en su estacionamiento y dijo: —¿Qué? —Iba a decírtelo. Robbie rechinó los dientes, pero permaneció en silencio mientras Julien se dirigia a su sitio y aparcaba. El aire del coche estaba tenso, y Robbie lo odiaba. Quería ser comprensivo sobre esto, y sabía que probablemente debería serlo, pero esta revelación fue demasiado. Era... insondable. —Priest se enteró de la libertad condicional de Jimmy la noche que te mudaste. La mente de Robbie se remontó a esa noche. A la preocupación en la cara de Julien cuando abrió la puerta, y a la luz distraída en los ojos de Priest cuando Robbie había ido hacia él en el baño. Pero nunca podría haber imaginado que esto había sido ese caos que se agitaba a través de él. —Esperaba oír más detalles antes de decírtelo. Si la situación hubiera sido diferente, ya te habría hablado de ello. Robbie se lo tragó, tratando de darle sentido a todo lo que oía, y luego Julien dijo: —Sigue siendo el mismo hombre de siempre, princesse. Robbie lo sabía. En su mente, sabía que Priest era exactamente la misma persona que había llegado a conocer y en la que había confiado implícitamente en las últimas semanas, pero... —Siento que no sé nada de él. Y todo lo que creía saber se siente como una mentira. Incluso su apellido. El nombre con el que lo llamo. Eso es mentira.

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—No, no lo es. Eligió ese nombre por una razón muy particular, ¿y Jimmy? Ha estado fuera de la vida de Priest durante mucho tiempo. Desde que era un niño pequeño. —Pero no lo es, ¿verdad? En realidad no, —dijo Robbie, mientras miraba al otro lado del auto a los ojos interrogativos de Julien—. Él es la razón por la que Priest no duerme. Él es la razón por la que nunca frena, nunca se detiene, nunca tiene paz. Jimmy arruinó a ese niño. Julien se llevó las manos a los labios y besó los nudillos de Robbie. —O le hizo luchar para ser el hombre que es ahora — dijo Julien—. Esto es un shock, lo entiendo. Robbie negó con la cabeza mientras las palabras de Priest desde ese momento íntimo que los dos habían compartido en Los Ángeles volvían corriendo a él: Tiene que haber confianza, honestidad y transparencia total... o este tipo de relación no funcionará. —Necesito hacerlo —Robbie apartó la mano y abrió la puerta del coche—. Necesito pensar en esto. No es una conversación que pueda tener ahora mismo. Julien asintió con la cabeza y también se bajó, y mientras caminaba alrededor de la parte delantera del vehículo, Robbie se dio cuenta de que estaba mirando a su alrededor y sintió que su pulso se disparaba. ¿Qué está buscando? —Vamos arriba —dijo Julien, y extendió la mano—. Priest debería estar en casa pronto, y puedes preguntarle lo que quieras. Robbie cruzó los brazos por encima de su pecho y siguió a Julien mientras caminaban y entraban en el ascensor, y mientras miraba cómo se cerraban las puertas, no pudo evitar preguntarse qué otros secretos los dos hombres de los que se

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había enamorado lo estaban ocultando ¿y estaba listo para escucharlos?

Fin

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PRÓXIMAMENTE

El tercer libro de la serie Confesiones de Robbie, Julien & Priest.

CONFESIONES: PRIEST

¿Estás listo?

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