1973 I Borges Puig

BORGES Y PUIG: EL CASO Buenos Aires. Nathalie Forero Perdomo Cultura Idiomática. Universidad de Antioquia. Cuestión del

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BORGES Y PUIG: EL CASO Buenos Aires.

Nathalie Forero Perdomo Cultura Idiomática. Universidad de Antioquia. Cuestión del arte: irrealidad o realismo. Luego de las Guerras Mundiales, el auge de las vanguardias emprendió la tarea de retrotraerse de las vivencias cotidianas y alejarse de esos espacios terribles que dejaba la guerra. La función del arte debía cumplir otros derroteros encaminados a llenar los vacíos que dejaba la Guerra y contribuir al cambio que pedía y que necesitaba la sociedad. El arte tuvo una crisis de sentido en la que se centró la discusión estética del siglo XX. El caso Latinoamericano fue un reflejo –sino un eco- de las situaciones europeas, entrada la década de los setenta en Argentina, echa raíces la polémica política mundial, gracias a los intelectuales sureños latinoamericanos. Rio de La Plata fue eco del debate europeo, el Yrigoyenismo, luego el peronismo para terminar en la década del 70 con la dictadura del Coronel Videla. Fueron “unos largos setenta” para los países del sur de Latinoamérica, que se

van

desarrollando desde la revolución cubana en 1959, y luego durante un periodo que va, desde 1973 cuando se instaura la dictadura del militar Pinochet en Chile, hasta 1976 la dictadura de Videla en Argentina, este periodo es atravesado por las misma problemática, la valoración de la política y la expectativa revolucionaria.

Los intelectuales orgánicos, en el sentido Gramsciano, que alimentaron el debate estético defendieron el dogma para asegurarse una plataforma para su propio proyecto estético, apoyados en las instituciones que aseguraron una ampliación del público lector activo. De estas polémicas literarias, no puede olvidarse a Borges como uno de los principales motores de la actividad intelectual de esta época y en lo sucesivo a Manuel Puig. Borges en su revista Sur encontró su voz y su reconocimiento, hubo eco entre sus pares. Para los años 70, Borges prescindía de la revista Sur, él mismo era su representante. Y el arte para este tiempo había declarado su autonomía y la incapacidad del llamado realismo para representar lo real. Durante esta década, las discusiones de la postura literaria quedan al costado, sin olvidar la figura borgeana, como mentora insoslayable de una de las partes en disputa. Las discusiones están centradas en “la congruencia de una arte vanguardista que se halle a la vanguardia de la línea de fuego de las luchas políticas.” (Amícola, 2004: 9), así se impone la autonomía del arte frente al fracaso del realismo. Durante esta década, Manuel Puig empieza a ser reconocido en las esferas literarias, ya se ha independizado de Borges, y frente al fracaso del realismo, da una respuesta a la relación entre literatura y política, opacando las ideas borgeanas. América Latina estalló: apareció el reconocido Boom y con él uno de sus participantes tardíos, más polémicos: Manuel Puig. Vemos en estos dos autores -Borges y Puig- un lugar común que puso en cuestión la realidad. Una complicidad con el autor –el lector cómplice de Cortázar- y a la misma vez un darse cuenta que éste es partícipe de un engaño inminente. El caso del fin del cuento El Hombre de la esquina rosada al descubrir que el personaje que menos se esperaba que fuera el culpable y casi el personaje de la obra, fuera quien hubiera cometido el asesinato, o en la Novela El

beso de la mujer araña, poder identificar lo que insospechadamente ocurre en la cárcel Villa Devoto entre Valentín y Molina. El Hombre de la esquina rosada: Como dice Sarlo, leer a Borges es ubicarlo en la literatura universal, por su gran herencia Occidental, y por justicia estética. En poco tiempo Borges inventó una nueva relación de la literatura en la Argentina, poniendo de un lado la tradición gauchesca y de otro, la teoría del intertexto. “Por eso, Borges fue un lugar común de los lectores y escritores argentinos, y sus huellas se evidencian en una suerte de lingua franca literaria donde las peripecias de sus cuentos se mezclan con las anécdotas que inventó maliciosamente (…)” (2007: 4). El Hombre de la esquina rosada es un cuento sobre cuchilleros argentinos, incluido en el libro más vanguardista suyo, Historia universal de la infamia. Borges allí, trabaja con libros de segunda mano, traducciones europeas de relatos orientales, vidas de bandidos, episodios insignificantes de grandes historias; todos estos materiales los somete a un proceso de acriollamiento verbal, que es precisamente lo que se constata en el cuento El hombre de la esquina rosada. “¿Qué iba a salir de esa basura sino nosotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropellada no más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao, más obligación de ser guapo. ¿Basura? La milonga déle loquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvas el viento.” (Borges, 2004: 119)

En este cuento violento, de aventura policial, enfrenta las visiones del mundo, la literatura “alta” con la que es considerada “baja” en ese momento, y los límites de la ilusión, “Entonces Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no quedaba ni un rastrito de sangre.” (Borges, 2004: 124).

Con la misma originalidad y desorden Borgeano, es con la que la crítica lo ha catalogado como autor culto y emblema nacional argentino, y es en esta paradoja en la que Sarlo nos hace tener conciencia, al estimar que es Borges un escritor desprovisto de nacionalidad, un escritor en las orillas, pero a la vez “No existe un escritor más argentino que Borges: él se interrogó, como nadie sobre la forma de la literatura en una de las orillas de Occidente (…)” (2004: 5) El beso de la mujer araña. En la novela “El beso de la mujer araña” Puig cuenta la relación entre dos presidiarios en la cárcel de Villa Devoto, un homosexual: Molina y un militante marxista: Valentín, en plena dictadura argentina. Es una obra que políticamente fue censurada por el gobierno de su tiempo –Videla-, ya que exponía temas arraigados dentro del quehacer político y social, por un lado la dictadura y por otro el enorme ocultamiento de la sexualidad otra. La obra de Puig nos muestra una manera nueva de contar, es una película en el papel, y desde allí ya podemos empezar a recrear la historia. Como Puig califica el cine, también se entiende la pérdida del aura Benjamiano: “El cine, aparte de su valor estético, va a tener una vigencia enorme en la medida que es, justamente tiempo enlatado” (Torres, 1975: 515). Es esta posibilidad de vanguardia, que llega a un público enorme (masas), que recurre a nuevas técnicas narrativas, que seculariza la obra de arte, la que hace que esas condiciones que van a enmarcar la obra dentro del campo estético, adviertan su función estética, y a su vez, le otorguen su valor sígnico en tanto función comunicativa, que quiere denunciar, y poner en contraste dos niveles de arte, “el gran arte” y lo kitsch, por lo que Puig fue tan criticado.

El carácter no inmutable que le conferimos a la obra de Puig, se debe ciertamente a que de acuerdo al sistema de valores con que cada sociedad enmarca sus producciones estéticas, le confiere su rasgo dinamizador, cambiante, Mukarovsky señala: “Una obra calculada para producir una concordancia apacible con los valores vitales reconocidos, es percibida como un hecho tal vez no falto de cualidades estéticas, pero no artístico, sino simplemente ameno (Kitsch).”(2000: 201). De hecho, fue así como primero se le consideró a esta novela; Puig ponía en riesgo la norma estética del momento1, y de acuerdo a la antinomia dialéctica que le confiere Mukarovsky a la norma estética de validez incondicional y potencia reguladora, implica la posibilidad de una transgresión (Mukarovsky, 2000: 148). Para Amícola la transgresión era: “(…) el problema que ponía la obra de Puig sobre el tapete era justamente el cuestionamiento de las fronteras de jerarquías en el arte y la noción de protesta frente a un poder que sentaba el canon. La aparición del Kitsch (o pretendido buen gusto artístico) en su obra, vendría a surgir como una búsqueda experimental para detectar la relatividad de las jerarquizaciones acerca del lugar desde donde se había enunciado el mensaje artístico y cómo éste había sido recibido.” (Amícola, 2000: 26 -27 “Manuel Puig y la narración infinita,).

Ya que se entiende que de esta manera –habiendo transgresión- hay evolución en la norma estética, que está sujeta a fluctuaciones del gusto, varía, cambia, es dinámica (Mukarovsky, 2000: 177) y es consciente que la institución cultural está presente creando una interferencia, un puente entre el lector y la obra de arte. Puig pensaba: “Yo sentía que eso que yo escribía iba dirigido a un lector especial. Que mi palabra llegaría directamente, sin transferencias, a la gente. Pero luego, al intentar publicar, y al publicar, descubrí todo ese mundo de interferencias que existe en la literatura. –No sé a qué se refiere, ¿tal vez a la crítica? –Sí, a la crítica, a la prensa mal intencionada, al lector mal predispuesto. (Gillio.)

Boom Latinoamericano: entre Borges y Puig. 1

Un Borges Universal. Una historia lineal, contada en tercera persona.

El fenómeno del Boom Latinoamericano se ha considerado como un furor comercial de lanzamiento de libros. Algunos le confieren un matiz de injusticia al considerar que hubo otros grandes autores latinoamericanos que no figuraron en la gran lista de sus escritores; aunque sin duda alguna, fueron grandes escritores los que figuraron en la lista, durante los años de este fenómeno literario. En 1940 el tema de la literatura latinoamericana era el paisaje sobre el hombre, los grandes llanos, las novelas románticas, realista y criollistas, como María de Isaacs o Amalia de Mármol, “Los escritores hispanoamericanos tenían a sus lectores acostumbrados a estructurar narrativas lineales, a personajes monolíticos y a narraciones en primera o tercera persona, especialmente a la figura del narrador omnisciente.” (Ayala, 79), la entrada del siglo XX con la Modernidad, hizo que las pampas y los paisajes se consideraran casi peligrosos. “Buenos Aires, aldea mínima. Lo otro era el desierto que rodeaba a la ciudad no como paisaje encantador o sublime sino como amenaza anticultural que era necesario exorcizar” (Sarlo, 2007: 11) aparece entonces el fenómeno de la ciudad, “(…) la sociedad campesina es integrada; en cambio, la ciudad incita al torbellino de la explosión individualista mercantil, materialista, en una palabra, todo lo que es interesante para la literatura moderna.” (Sarlo, 2007: 12). La nueva tarea de la Literatura será, como lo mencionamos al principio, la concepción de la Obra de Arte como artificio, que no pretende moralizar, enseñar, -el texto político lo haría un ensayo-, solo quiere hacer literatura. “Para lograr el carácter de artificio, la obra contemporánea utiliza varias técnicas que alejan la atención del lector de la anécdota que se cuenta y de la psicología de los personajes para concentrarla en la construcción misma del texto. (…). Así, la trama se vuelve a-causal, azarosa y a veces hasta el absurdo. Y se escriben obras que carecen de una trabazón lógica e incluso obras que son un verdadero collage. No busque el lector

en las novelas contemporáneas las relaciones sistemáticas que caracterizaron a la novela tradicional: el absurdo, lo azaroso, la sin - razón, predominan en el acontecer narrativo.” (Herrera, 1990: 15)

Luego del Boom, sus escritores y seguidores tratan de exponenciar lo alcanzado por sus predecesores. Datos imprecisos, personajes menores, como Puig en su novela: dos presidiarios en una noche imprevista en una celda, volviéndolos sorprendentes e insólitos. Este fenómeno abrió las posibilidades de leer y pensar literatura distinta, además que es indudable que fue el resultado de un proceso histórico de nuevos artistas acompañados de la mano de los fenómenos de inmigración, interculturalidad, expansión territorial de la ciudad, la superpoblación dando paso al hombre urbano, la coyuntura y reposición de las poblaciones a la Segunda Guerra Mundial. “¿No es significativo, por ejemplo, que una novela del argentino Manuel Puig, quien por cierto no figuró en las listas en los años de furor, no solo haya sido convertida en película, sino además esta película haya sido propuesta a la Academia de Artes y Ciencias cinematográficas en 1985 para varios premios?” (Herrera, 1990: 10).

Aunque las categorizaciones a veces caigan en lo equívoco, por no poder abarcar de lleno todas las manifestaciones que se quieren determinar en dicha clasificación, el Boom latinoamericano tuvo de las dos cosas. Evidentemente fue un auge en la empresa editorial de escritores latinoamericanos, y fue la relevancia y promesa por las que aquellas editoriales creyeron en el valor artístico de sus escritores. Es claro comprender, que la relevancia que dieron las editoriales a los escritores latinoamericanos estuvo basada en la herencia histórico - literaria de los artistas. Había un Borges detrás de Cortázar, y detrás incluso de Puig. Las empresas culturales del libro manifestaron un detrimento económico, llevándolas a publicar, pero la calidad artística de los

escritores, les hacía correr el riesgo. Triunfaron económicamente por períodos cortos, obligados a la crisis y a vender acciones a laboratorios multinacionales del libro. La Casa de las Américas en Cuba fortaleció la producción y los encuentros literarios. Hubo concursos y premios que fortalecieron la literatura en nuestro continente, y de paso se fortalecieron las editoriales; haciendo no solo enaltecer el trabajo del artista que quizá no se pueda comprender sin el editor. Conclusiones: Borges y Puig tienen sus puntos de encuentro en El Hombre de la esquina rosada y El beso de la mujer araña, respectivamente, en tanto son historias que ponen en relación lo que tradicionalmente se conoce como cultura alta y baja. Además, en sus títulos ya suponen una subversión del orden, un hombre no es asociado comúnmente con un color como el rosado, máxime si estamos hablando del gaucho de la pampa, y una mujer que “atrapa a los hombre con su tela” no es con la “mujer” que nos encontramos al final de esta novela. Estos autores se distancian particularmente en estos dos relatos, en la manera en como tratan de relacionar la cultura alta con la baja. Borges hace de esos episodios insignificantes de historias mayores, cuestiones filosóficas y metalingüísticas, habla de la misma literatura, mientras que Puig transgrede la norma de hacer literatura desde presupuestos “cultos”, y pone dialogar historias kitsch, con asuntos triviales, historias románticas en un lugar totalmente impensable para lo que se creía que era literatura. Como repercusión al Boom de estos dos autores, Borges al comienzo y Puig al final, como resultado de la transformación específicamente Argentina, y que responde a las represiones y censura de la libertad de pensamiento de los años 70 con la dictadura de Videla en 1976, año

en el que Borges vuelve a ser leído y Puig deja la Argentina por un “autoexilio”. Borges ha dado toda su herencia literaria a los escritores del Boom; la literatura sobre ella misma, posteriormente Puig la recibe, la literatura entre ficción y realidad.

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