16) El Poder, El Sujeto, La Verdad (Foucault Lector de Foucault) - Roger Chartier

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El poder, el sujeto, la verdad (Foucault lector de Foucault) Roger Chartier

En las entrevistas, los prefacios, las conferencias y los cursos hoy reunidos en Dits et écrits [Dichos y escritos], Michel Foucault manifiesta una preocupación constante: inscribir en una coherencia de conjunto el trabajo ya hecho y las investigaciones en curso. A través de múltiples retornos retrospectivos, Foucault demuestra así ser el primer lector de Foucault. Estas múltiples lecturas que propuso de su "obra" serán el objeto de este ensayo.

Miradas retrospectivas De esas miradas retrospectivas, las primeras apuntan a señalar proximidades intelectuales. Ellas se enuncian de una manera a menudo banal y clásicamente biográfica cuando Foucault, en una situación de entrevista, es cuestionado acerca de los autores y las lecturas que lo marcaron. Sin embargo, pueden ser más "foucaultianas" cuando Foucault se esfuerza en aplicar a su propio trabajo un enfoque genealógico, entendido como"una forma de historia que da cuenta de la constitución de los saberes, de los discursos, de los dominios de objetos, etcétera, sin tener que referirse a un sujeto, ya sea éste trascendente respecto del campo de acontecimientos o se deslice en su identidad vacía, a lo largo de toda la historia"(1). Hay aquí una advertencia fundamental contra todas las lecturas que ponen en obra, espontáneamente, para comprender su trabajo, las categorías clásicas de la historia de las ideas "ese viejo suelo gastado hasta la miseria"(2), a la que pensaba condenar definitivamente al abandono. Una tensión extrema atraviesa de esta manera el discurso de Foucault sobre sí mismo, siempre capturado entre las exigencias y las trampas de los enunciados en primera persona y el esfuerzo realizado para desprenderse de ellos. Esbozó, varias veces, para desarticularla, el borramiento posible y deseable de la "función-autor". Así, en la conferencia pronunciada ante la Sociedad Francesa de Filosofía, ¿Qué es un autor?, en 1969: "Al ver las modificaciones históricas que se han producido, no parece indispensable, lejos de ello, que la función-autor permanezca constante en su forma, en su complejidad e incluso en su existencia. Puede imaginarse una cultura en que los discursos circulasen y fuesen recibidos sin que la función-autor apareciese nunca"(3). De igual modo, en las primeras palabras de la lección inaugural en el Collége de France, El orden del discurso: "En el discurso que hoy debo sostener y en aquellos que deberé sostener aquí, durante años quizás, hubiera querido poder deslizarme subrepticiamente. Más que tomar la palabra, hubiese querido ser envuelto por ella, y llevado mucho más allá de todo comienzo posible. Me hubiese gustado percatarme de que en el momento de hablar una voz sin nombre me precedía desde hacía mucho: me hubiese bastado entonces concatenar, proseguir la frase, alojarme, sin que se percibiese demasiado, en sus intersticios, como si ella me hubiese dado una señal manteniéndose un instante en suspenso. No habría pues comienzo, y en

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lugar de ser aquel del que surge el discurso, estaría más bien en el azar de su despliegue, como una delgada laguna, el punto de su posible desaparición" (4). Recusar las antiguas nociones asociadas a la "función-autor" (originalidad de la obra, singularidad del discurso, subjetividad del autor) permitía desplegar un enfoque crítico y genealógico de los discursos que podía legítimamente ser aplicado al suyo. El prefacio a la traducción inglesa de Las palabras y las cosas inscribe, por ejemplo, al libro en una serie de discursos que lo engloba y lo unifica en una misma situación de enunciación y en una misma red teórica: "Me sentaría mal -a mí más que a cualquier otro- pretender que mi discurso es independiente de condiciones y reglas de las que soy, en gran medida, inconsciente, y que determinan los otros trabajos hoy realizados" (5). La segunda forma de la relación que Foucault mantiene con su propia "obra" es clasificatoria o "arquitectónica": se trata de inscribir los libros ya escritos y los que están en preparación en una organización sistemática, una arquitectura cuya función es a la vez dar cuenta de la lógica de una trayectoria de investigación y de la coherencia de un proceder. El modelo de estas reorganizaciones retrospectivas está dado, desde 1969, en La arqueología del saber. Foucault ya ha publicado Historia de la locura (1961), El nacimiento de la clínica (1963) y Las palabras y las cosas (1966). Cada uno de estos libros le parece pues la exploración de uno de los rasgos constitutivos de toda formación discursiva y la aplicación de una de las modalidades del análisis arqueológico. En el vocabulario de La arqueología del saber, algo abandonado posteriormente, esas diferentes modalidades conciernen a la constitución de un "referencial", entendida como la formación del particular dominio de objetos al que apunta el discurso; la formación de un "desfasaje enunciativo", es decir, de un régimen de enunciación específico de la producción de ese discurso, y la presencia de una "red conceptual" definida por las reglas de formación de los conceptos propios de la formación discursiva considerada. Las tres obras del decenio del '60 encuentran muy naturalmente su lugar en esa arquitectura sistemática: "En 'Historia de la locura' me enfrentaba con una formación discursiva cuyos puntos de elección teóricos eran bastante fáciles de delimitar, cuyos sistemas conceptuales eran relativamente poco numerosos y sin complejidad, cuyo régimen enunciativo finalmente era bastante homogéneo y monótono; era un problema, en cambio, la emergencia de todo un conjunto de objetos muy enmarañados y complejos; se trataba de describir, ante todo, para precisar en su especificidad el conjunto del discurso psiquiátrico, la formación de esos objetos. En 'El nacimiento de la clínica', el punto esencial de la investigación era la manera como se modificaron, a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, las formas de enunciación del discurso médico; el análisis recayó, más que sobre la formación de los sistemas conceptuales o las elecciones teóricas, sobre el estatuto, el emplazamiento institucional, la situación y los modos de inserción del sujeto que discurre. Por último, en 'Las palabras y las cosas', el estudio recaía, en su parte principal, sobre las redes de conceptos y sus reglas de formación (idénticos o diferentes), tal como se los podía delimitar en la gramática general, la historia natural y el análisis de las riquezas"(6). Foucault concluye que falta todavía estudiar la cuarta característica de las formaciones discursivas, a saber, "el campo de posibilidades estratégicas" que dibuja elecciones teóricas similares tras las diferencias de opiniones o, a la inversa, marca distancias teóricas irreductibles más allá de una temática común. La operación intelectual efectuada en La arqueología del saber será reiterada muchas veces por Foucault a lo largo de todo su trabajo. Ella marca la importancia que otorgaba a las exigencias de ordenamiento que debían tornar visibles la lógica de la obra. Al mismo tiempo, siempre estaba presente el riesgo

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de retornar a las categorías clásicas de la historia de las ideas, rechazadas sin embargo porque un proyecto tal postula, contrariamente a lo que muestra el análisis arqueológico de las formaciones discursivas que la obra debe necesariamente tener unidad y coherencia. Foucault lector de sí mismo no estaba pues en una situación mejor que sus comentadores, siempre tironeados entre la evidencia engañosa de las nociones que permiten hablar de las obras y la radicalidad de las rupturas que impone la empresa "foucaultiana" misma.

Parentescos intelectuales En la gran entrevista que dio a D. Trombadori a fines de 1978, Foucault inscribe su trabajo en tres linajes (7). El primero es una familia de escritores: Blanchot, Bataille, Klossowski a los que pueden agregarse, en otros textos, otros nombres, como Artaud, Bréton, Léris. El punto común de estos autores fue"arrancar al sujeto de sí mismo, hacer de modo tal que no sea él mismo o que se vea llevado a su aniquilamiento o a su disolución" (8). En la experiencia del límite, a la vez literaria y existencial, Blanchot, Bataille y Klossowski operan una "desubjetivación" fundamental. Un recordatorio como éste remite a la presencia recurrente, obsesiva, de esos tres autores, en los textos de Foucault de los años '60. En 1963, en un artículo de Critique, Foucault caracteriza la obra de Bataille como una prueba del límite que es ruptura con la "soberanía del sujeto filosofante", "fractura del sujeto filosófico"(9). Con Bataille, "el filósofo sabe que 'no somos todo'; pero aprende que él mismo no habita la totalidad de su lenguaje como un dios secreto y omniparlante; descubre que hay, a su lado, un lenguaje que habla y del cual no es amo"(10). Un año más tarde el ensayo sobre Klossowski publicado en la Nouvelle Revue Française, (11)delimita en las figuras del simulacro propuestas por el escritor el desdoblamiento o la dispersión del sujeto, hablando en voces que se susurran, se sugieren, se apagan, se reemplazan las unas a las otras -dispersando al acto de escribir y al escritor en la distancia del simulacro donde se pierde, respira y vive- (12). Al sujeto único y unificado de la filosofía idealista se le sustituye así "la multiplicación teatral y demente del Yo"(13). Un poco más tardío el texto sobre Blanchot aparecido en Critique en 1966, (14) hace de la experiencia del lenguaje una experiencia desde afuera: "Era harto sabido, después de Mallarmé, que la palabra es la inexistencia manifiesta de lo que designa; se sabe ahora que el ser del lenguaje es el borramiento visible de quien habla" (15). La obra no expresa una individualidad singular; "existe de cierta manera por sí misma, como el fluir desnudo y anónimo del lenguaje" (16). La disolución del sujeto en una experiencia límite, de naturaleza sexual en Bataille o lenguajera en Blanchot, se sitúa en total discordancia con la exigencia del nombre propio que gobierna el estatuto de la literatura desde el Renacimiento. Esta contradicción mayor será el centro de la reflexión en "¿Qué es un autor?" y conducirá a Foucault a identificar los diferentes dispositivos (apropiación penal de los discursos en primer término, definición jurídica del derecho de autor, posteriormente) que culminaron en la "función-autor", entendida como la asignación de la obra literaria a un nombre propio. La segunda genealogía en la que Foucault inscribe su propio trabajo es la de la historia de las ciencias. En la entrevista con D.Trombadori, sólo menciona el nombre de Koyré, pero en la introducción a la traducción inglesa del libro de Canguilhem, Lo normal y lo patológico, publicada en 1978 (17) y revisada en 1984 para el número de la Revue de Métaphysique et de Morale, (18) consagrado a la obra de Canguilhem, el linaje de los 'historiadores de la ciencia' comprende cuatro nombres: Koyré, Bachelard, Cavaillés y al mismo Canguilhem.

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Su trabajo tiene un primer punto común: "Obras como las de Koyré, Bachelard, Cavaillès y Canguilhem pueden tener efectivamente como centro de referencia dominios precisos, 'regionales', cronológicamente bien determinados de la historia de las ciencias; ellos funcionaron sin embargo como focos de elaboración filosófica importantes, en la medida en que revelaban, bajo diferentes facetas, esa cuestión de la Aufklärung, esencial para la filosofía contemporánea"(19). En los historiadores de las ciencias esa "cuestión de la Aufklärung" está planteada en "una filosofía del saber, de la racionalidad y del concepto" -y éste es un segundo punto común, más fundamental todavía, que opone, término a término, sus obras a la filosofía de la experiencia, del sentido y del sujeto, que es la de Sartre y Merleau-Ponty. Para Foucault este clivaje es antiguo y de carácter estructurante en la filosofía francesa, desde la oposición entre Comte y Maine de Biran hasta la oposición entre Poincaré y Bergson. Encontró su formulación más reciente en la doble lectura de las Meditaciones cartesianas de Husserl, la lectura epistemológica de Cavaillés y la lectura fenomenológica de Sartre. La historia de las ciencias, en su definición filosófica francesa, entraña una primera apuesta: poner en evidencia la historicidad del pensamiento de lo universal, oponer a la razón entendida como una invariante antropológica, la discontinuidad de las formas de racionalidad. Se trata pues de interrogar "una racionalidad que pretende a lo universal mientras que se desarrolla en la contingencia, que afirma su unidad y no procede, empero, más que por modificaciones parciales, que valida por sí misma su propia soberanía, aunque no puede ser disociada en su historia de las inercias, las lentitudes o las coerciones que la sujetan"(20). Un segundo desplazamiento operado por la historia de las ciencias a la francesa sustituye, a una concepción de la verdad considerada como presente en las cosas mismas, las modalidades móviles de la separación entre lo verdadero y lo falso. Foucault analiza de este modo el trabajo de la epistemología histórica: "La historia de la ciencia no es la historia de lo verdadero, de su lenta epifanía, no podría pretender relatar el descubrimiento progresivo de una verdad inscrita desde siempre en las cosas o en el intelecto, salvo si imagina que el saber de hoy la posee de manera tan completa y definitiva, que puede medir el pasado a partir de dicho saber. Y, sin embargo, la historia de las ciencias no es una mera y simple historia de las ideas y de las condiciones de su aparición antes de ser borradas. No se puede, en la historia de las ciencias, darse por adquirida la verdad, pero tampoco se puede hacer la economía de una relación con lo verdadero y con la oposición entre lo verdadero y lo falso. Esta referencia al orden de lo verdadero y lo falso brinda su especificidad y su importancia a esta historia. ¿Bajo qué forma? Concibiendo que ha de hacerse la historia de los 'discursos verídicos', es decir, la historia de los discursos que se rectifican, se corrigen, y que operan sobre sí mismos todo un trabajo de elaboración que culmina en la tarea del 'decir verdadero' " (21). Finalmente, ña historia de las ciencias opone, al sujeto soberano fundador del sentido, a la centralidad del cogito, la constitución recíproca del objeto del saber por el sujeto cognoscente y la del sujeto cognoscente por los saberes que lo objetivan. Foucault se reconoce en una tercera familia, más desunida: la formada por "los estructuralistas que no lo eran"(22) con excepción, sin duda, del primero de ellos Lévi-Strauss, Lacan, Althusser. Entre sus trabajos y el suyo, Foucault reconoce un punto común, que no es la utilización de los conceptos o de los métodos del análisis estructural, frecuente y vigorosamente rechazada, sino un común recuestionamiento de la teoría del sujeto. En las reglas de parentesco o en la producción de los relatos mitológicos, en el funcionamiento del inconsciente, en la articulación entre modos de producción y formaciones sociales, sus obras identificaron el juego automático de las estructuras, allí

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donde los pensamientos idealistas ubicaban la invención creadora, la transparencia de la conciencia o el resultado del actuar humano. Lo que une estos tres linajes en los que Foucault mismo se inscribe es, entonces, una formulación radicalmente original de la cuestión del sujeto, de un sujeto despojado de los poderes y atributos tradicionales que le permitían dar sentido al mundo, fundar la experiencia y el conocimiento, producir la significación. En el lugar de la soberanía absoluta de la subjetividad cartesiana o fenomenológica, los escritores del límite, los historiadores de las ciencias y los "estructuralistas" instalaron los discursos negativos" sobre el sujeto. Su trabajo remite a una misma obra, la de Nietzsche. A Foucault le gusta recordar la importancia decisiva que ella tuvo en su trayectoria intelectual, incluso la sitúa en el origen de cada genealogía. Nietzsche fue el primero de los escritores de la "desubjetivación". De ello se deduce el recorrido a contrapelo que condujo Foucault de los escritores del límite a esa obra matriz: "Leí a Nietzsche a causa de Bataille, y leí a Bataille a causa de Blanchot" (23). Aunque menos evidente, la proximidad entre Nietzsche y Canguilhem no es menos cierta: "Nietzsche decía de la verdad que era la mentira más profunda. Canguilhem diría quizás -él, que está muy lejano y muy próximo de Nietzsche al mismo tiempo-, que ella es, en el enorme calendario de la vida, el error más reciente; o, más exactamente, diría que la separación entre lo verdadero y lo falso, al igual que el valor otorgado a la verdad, constituyen la manera más singular de vivir que haya podido inventar una vida que, desde el fondo de su origen, llevaba en sí misma la eventualidad del error"(24). Por último, como lo señala con vehemencia uno de los pocos textos que Foucault consagró exclusivamente a Nietzsche (25), el concepto de acontecimiento tal como lo maneja la "Wirkliche Historie", "la historia efectiva" nietzscheana, es la palanca fundamental que permite desgajar de la soberanía del sujeto significante, todo trabajo de comprensión, estructuralista o no. Entendido como "una relación de fuerzas que se invierte, un poder confiscado, un vocabulario retomado y vuelto contra sus usuarios, una dominación que se debilita, se distiende, se envenena a sí misma, y otra que entra, enmascarada"(26) considerado en su surgimiento radical el acontecimiento obliga a romper con "el juego consolador de los reconocimientos" y a realizar "el sacrificio del sujeto del conocimiento" (27).

Arquitecturas de la obra: el poder, el sujeto, la verdad En la entrevista de 1978 con D. Trombadori, Foucault propone una clasificación de los libros ya publicados a partir de la forma de trabajo intelectual que los produjo: "Cada uno de mis libros es una manera de delimitar un objeto y de forjar un método de análisis. Una vez terminado mi trabajo, puedo, por una suerte de mirada retrospectiva, extraer de la experiencia que acabo de hacer una reflexión metodológica que despeja el método que el libro hubiera debido seguir. De tal suerte que escribo, algo alternativamente, libros que llamaría de exploración y libros de método" (28). Foucault ubica entre los "libros de exploración" a Historia de la locura, y El nacimiento de la clínica, y entre ellos "libros de método", a La arqueología del saber. Las palabras y las cosas, "libro marginal", "ejercicio formal", no encuentra lugar en esta taxonomía ni, por otra parte, las obras más recientes, evocadas del siguiente modo: "Luego, escribí cosas como Vigilar y castigar y La voluntad de saber". Inscribir en una coherencia de conjunto y en una trayectoria razonada esas "cosas" será el objeto mismo de las otras clasificaciones. En una entrevista otorgada un año antes (29), Foucault había hecho del

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desplazamiento de la categoría de poder el principio de organización de su trabajo. Se distinguen así los libros fundados en una grilla de lectura "jurídica y negativa" del poder, donde el poder prohibe, oculta, excluye, y aquellos que operan con una grilla diferente, "técnica y estratégica". En los segundos, los "efectos de poder" no remiten ya a una instancia única y central, sino que resultan de las relaciones impersonales tejidas entre los individuos o los grupos. Lejos de reprimir una subjetividad que les sería anterior y exterior, estos efectos de poder reparten, definen papeles, modelan a los individuos. Son, por ende, a su manera, productores de los sujetos mismos. Historia de la locura y, más bizarramente, El orden del discurso, son citados como inspirados por la primera concepción -negativa- del poder; Vigilar y castigar y La voluntad de saber como construidos a partir de la segunda. Aquí disociados, opuestos incluso, Historia de la locura y Vigilar y castigar serán luego reubicados en una misma serie, cuando el criterio primero de organización de la obra sean los modos de constitución del sujeto; lo cual, a su vez, alejará a Vigilar y castigar de La voluntad de saber, primer volumen de Historia de la sexualidad. En el resumen del curso que dio en el College de France durante el año universitario 1980-1981 (30), Foucault propone un nuevo recorte retrospectivo, organizado según los desplazamientos temáticos de su trabajo tal como se le presentan en ese entonces. En un primer tiempo, estuvo consagrado a la "historia de la subjetividad", entendida como la historia de las modalidades de constitución del sujeto. Estas modalidades son de dos tipos: por un lado, las separaciones que instituyeron el sujeto normal en oposición al loco (Historia de la locura), al enfermo (El nacimiento de la clínica), al delincuente (Vigilar y castigar); por otro, los saberes que lo objetivaron en tanto que ser hablante, trabajador y viviente (Las palabras y las cosas). Una segunda etapa colocó en el centro de las interrogaciones a la "historia de gubernamentalidad". El término aparece por primera vez en el curso del Collége de France de 1977-1978. Designa entonces el conjunto de los aparatos, de los procedimientos, de los cálculos y de las técnicas que definen una forma específica de poder, cuya mira es la población, el saber de referencia, la economía política y el instrumento técnico, los dispositivos de seguridad. A ello se debe el título mismo del curso: "Seguridad, territorio y poblaciones" (31). En 1981, Foucault reúne como formas de exploración de la "gubernamentalidad" los libros que conciernen al encierro y a la disciplina (Historia de la locura y Vigilar y castigar, ya citados, y que, obviamente, no usan la noción), los cursos consagrados al arte de gobernar y a la razón de Estado (a saber, los de 1977-1978, "Seguridad, territorio y poblaciones"; de 1978-1979, "Nacimiento de la biopolítica", y de 1979-1980, "Del gobierno de los vivos") y el estudio realizado con Arlette Farge sobre las Lettres de cachet, que será publicado en 1982 (32). El resumen del curso de 1979-1980 indica una reorganización del concepto de "gubernamentalidad" que se separa del mero ejercicio del poder del Estado. Subsume, desde entonces, todas "Ias técnicas y procedimientos destinados a dirigir la conducta de los hombres", amplía sus objetos (el Estado, sin duda, pero también la casa o el individuo mismo) y sus metas (los cuerpos, pero también las almas o las conciencias) (33). El curso de 1980-1981 inaugura una nueva investigación que, bajo el título "Subjetividad y verdad", se da como objeto la historia de la preocupación por el sí-mismo y de la técnicas vinculadas a él. Los desplazamientos propuestos son de dos órdenes: de la objetivación del sujeto por las separaciones y los saberes a las relaciones del sujeto consigo mismo; del ejercicio del gobierno sobre las poblaciones a las formas y los modelos del gobierno de sí mismo por sí mismo. En un proyecto como éste, como lo indicaba ya una conferencia dada en Brasil en 1976 (34), la sexualidad desempeña un papel central, dado que en ella se

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articulan la regulación de las poblaciones y las disciplinas individuales de los cuerpos. En la entrevista con Dreyfus y Rabinow, aparecida en 1982 con el título "El sujeto y el poder", Foucault formula de manera un poco diferente la trama cronológica de su trabajo (35). La cuestión central que lo ha producido es formulada con claridad, recusando explícitamente otra lectura: "No es el poder, sino el sujeto lo que constituye el tema general de mis investigaciones"(36). A ello se debe un trabajo siempre preocupado por los "diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra cultura" (37). El concepto de "subjetivación" entra así en el vocabulario "foucaultiano", tardía, pero decisivamente. La trayectoria dibujada retoma la que fue presentada en el resumen del curso de 1980-1981, pero con algunas variantes. Se abre con los estudios consagrados a la objetivación del sujeto por los saberes: objetivación del sujeto hablante por la gramática, la filología, la lingüística; objetivación del sujeto trabajador por la economía política; objetivación del sujeto viviente por la historia natural y la biología. Estos son los objetos mismos de Las palabras y las cosas, dotados aquí de un estatuto inaugural. Luego Foucault indica que "en la segunda parte de [su] trabajo" la atención recayó sobre la objetivación del sujeto por "prácticas que lo dividen" es decir, prácticas que lo separan de los otros o bien que lo dividen en su propio interior. Así la división entre el loco y el hombre sano de espíritu; entre el enfermo y el individuo sano, o entre el delincuente y el "buen muchacho". La preocupación lógica desordena aquí la sucesión cronológica, dado que las dos primeras divisiones son objeto de libros (Historia de la locura, El nacimiento de la clínica), evidentemente anteriores a la publicación de Las palabras y las cosas. El "trabajo en curso", abierto en 1978 por La voluntad de saber, tiene otro propósito: estudiar cómo, por sí mismo, el ser humano se transforma en sujeto. El avance de este "trabajo en curso", marcado por la redacción de El uso de los placeres y de La magnitud de sí mismo, conduce a Foucault a una nueva reorganización de su trabajo. La enuncia en el texto, que debía ser la introducción general a Historia de la sexualidad, a saber, las dos obras citadas y la que debía completarlas, Confesiones de la carne. Publicada en Le Débat en noviembre de 1983 -algunos meses antes de la publicación de El uso de los placeres- (38) esta presentación general articula la nueva reconstrucción retrospectiva a partir de la relación entre las "problematizaciones y prácticas". Siguiendo el índice de Dits et écrits la noción de problematización es de uso tardío: todas las apariciones del tema (salvo una en 1976) se encuentran en textos de los tres últimos años, entre 1982 y 1984. En una entrevista publicada en mayo de 1984, el concepto, que se ha transformado en central, es definido del siguiente modo: "Problematización no quiere decir representación de un objeto preexistente ni tampoco creación por el discurso de un objeto que no existe. Es el conjunto de las prácticas, discursivas o no, que hace que algo entre en el juego de lo verdadero y de lo falso, constituyéndolo como objeto para el pensamiento (ya sea bajo la forma de la reflexión moral, del conocimiento científico, del análisis político, etcétera)" (39). Una problematización se caracteriza pues por dos rasgos: la construcción en una radical discontinuidad de categorías y preguntas -la locura, la sexuafidad- que no deben ser consideradas ni como invariantes antropológicas ni como modalidades históricas particulares de nociones universales; la sumisión a los criterios del discurso verídico de los enunciados que forman los dominios de pensamiento así constituidos. La relaciones del pensamiento con la verdad le presentan a Foucault, por ende, como siendo verdaderamente el hilo conductor de la obra:"Me parece percibir mejor ahora de qué manera, un poco a ciegas, y a través de fragmentos

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sucesivos y diferentes, me vi envuelto en esta empresa de una historia de la verdad: analizar, no los comportamientos ni las ideas, no las sociedades ni las ideologías, sino las 'problematizaciones' a través de las cuales el ser se da como pudiendo y debiendo ser pensado, y las 'prácticas' a partir de las que se forman. La dimensión arqueológica del análisis permite analizar las formas mismas de la problematización; su dimensión genealógica, su formación a partir de las prácticas y de sus modificaciones"(40). Cada libro o conjunto de libros encuentra de esta manera su singularidad y su razón en el registro particular de las prácticas que entraña la "problematización" que es su objeto: prácticas sociales y médicas en Historia de la locura y en El nacimiento de la clínica, prácticas discursivas en Las palabras y las cosas, prácticas punitivas en Vigilar y castigar, prácticas de sí en Historia de la sexualidad. La problematización retenida en cada oportunidad como objeto de análisis (problematización de la vida, del lenguaje y del trabajo; problematización de las conductas criminales; problematización de las actividades y de los placeres sexuales) encuentra su fundamento en un régimen específico de prácticas. Dicho régimen es gobernado por reglas y criterios propios, que definen según los casos los dispositivos de normalización, las reglas de producción de los discursos, las técnicas disciplinarias o la estética de la existencia. Una última lectura de Foucault por Foucault aparece en el artículo "Foucault" del Diccionario de los filósofos, publicado en 1984. En parte, este artículo -firmado Maurice Florence (M.F.)- retorna el texto que Foucault mismo había redactado corno introducción al segundo volumen de Historia de la sexualidad(41). La clasificación retrospectiva del trabajo ya no opera de acuerdo con el tipo de prácticas que ha sostenido la formación de las problematizaciones que interesaron a Foucault, sino a partir del tipo de sujeto construido por las prácticas (discursivas o no) que plantean al sujeto como objeto de un saber posible y que someten ese saber al criterio de lo verdadero y lo falso, al principio de veridicción entendido corno "Ias formas según las cuales se articulan sobre un dominio de cosas, algunos discursos que pueden ser considerados verdaderos o falsos"(42). De allí, las tres modalidades del sujeto exploradas por la obra. Por una parte, el sujeto hablante, el sujeto que trabaja, el sujeto viviente, tal como los constituyó el discurso, dotado de estatuto científico, de las "ciencias humanas". Tal era el objeto de Las palabras y las cosas. Por otra, el sujeto desviado, designado como loco, enfermo o delincuente, tal como fue construido por las prácticas de la psiquiatría, la medicina clínica o la penalidad. Historia de la locura, El nacimiento de la clínica y Vigilar y castigar son libros que situaron como eje de su búsqueda estas separaciones normativas operadas por las prácticas mismas. Finalmente, "la constitución del sujeto como objeto para sí mismo" que entrañan el conocimiento y las técnicas de sí. A la objetivación del sujeto por los discursos de conocimiento o por las prácticas que dividen y separan, este tercer modo de formación del sujeto opone historia de la subjetividad si se entiende por dicha palabra la manera en que el sujeto hace la experiencia de sí mismo en un juego de verdad en el que se relaciona consigo mismo (43). En esta última etapa, su trabajo se le presenta a Foucault como guiado, desde siempre, no por la cuestión del poder o por la del sujeto, sino por la historia de los "juegos de verdad". En el texto publicado en 1983, que abrirá El uso de los placeres, se diferencian tres tipos de "juegos de verdad" que corresponden a tres momentos del trabajo (Las palabras y las cosas, Vigilar y castigar e Historia de la sexualidad): "Luego del estudio de los juegos de verdad en su relación mutua -a partir del ejemplo de cierta cantidad de ciencias empíricas en los siglos XVII y XVIII-; luego del estudio de los juegos de verdad respecto de las relaciones de poder, tomando como ejemplo las prácticas punitivas, otro

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trabajo parecía imponerse: estudiar los juegos de verdad en la relación del sí mismo consigo mismo y la constitución del sí mismo como sujeto, tomando como ámbito de referencia y campo de investigación lo que podría llamarse la 'historia del hombre de deseo' "(44). De este modo, el cuestionamiento que recaía sobre la constitución del sujeto, en el doble proceso de su objetivación y de su subjetivación, que era considerado como el principio fundamental de organización de la obra a partir de los años '80, se borra ante otro interrogante que habría proporcionado la trama continua del trabajo: la cuestión de la verdad o, mejor dicho, la de los dominios de pertinencia, de las modalidades de empleos, de las reglas de constitución de esa partición esencial según la cual "respecto de ciertas cosas, lo que un sujeto puede decir depende de la cuestión de lo verdadero y lo falso" (45). La originalidad del "último Foucault" yace esencialmente en el carácter central que le otorga retrospectivamente a la cuestión de lo verdadero y de lo falso. Ella habita las últimas entrevistas. En la publicada por Telos en la primavera de 1983, organiza toda la arquitectura de la empresa intelectual llevada a cabo desde Historia de la locura: "Mientras que los historiadores de las ciencias, en Francia, se interesaban esencialmente en el problema de la constitución de un objeto científico, la pregunta que me hice fue la siguiente: ¿cómo el sujeto humano llega a ofrecerse a sí mismo como objeto de saber posible, a través de qué formas de racionalidad, a través de qué condiciones históricas y, finalmente, a qué precio? Mi pregunta es la siguiente: ¿a qué precio puede el sujeto decir la verdad acerca de sí mismo? (46). Cada libro o cada conjunto de libros es pensado, desde entonces, como habiendo explorado los discursos verdaderos que el sujeto puede sostener sobre sí mismo, ya se trate de un sujeto loco (Historia de la locura); un sujeto enfermo (El nacimiento de la clínica); un sujeto hablante, que trabaja y que vive (Las palabras y las cosas); un sujeto criminal (Vigilar y castigar), o un sujeto de placer sexual (Historia de la sexualidad). La obra entera, con excepción de La arqueología del saber, encuentra de este modo una nueva coherencia, en el despliegue de una sola y única pregunta, presente de libro en libro. Una reconstrucción tal parece coexistir con una clasificación más clásica de la obra como, por ejemplo, la que aparece en la entrevista de abril de 1983 con H. Dreyfus y P. Rabinow. En ese texto Foucault retorna a su trabajo distribuyéndolo según los tres ejes posibles de una genealogía de nuestro presente: "Primero, una ontología histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con la verdad, que nos permite constituirnos como sujetos de conocimiento; luego, una ontología histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con un campo de poder en el que nos constituimos como sujetos que actúan sobre los otros; finalmente, una ontología histórica de nosotros mismos en nuestras relaciones con la moral que nos permite constituirnos en agentes éticos"(47). El nacimiento de la clínica y La arqueología del saber exploraron el primer eje, el de la verdad; Vigilar y castigar, el segundo, el del poder; Historia de la sexualidad el tercero, el de la moral; estando presentes los tres "aunque de una manera algo confusa", en Historia de la locura (48). Confinando, aparentemente, la cuestión de la verdad en un único dominio, la grilla de clasificación así propuesta puede entenderse, empero, de otra manera. Las tres ontologías históricas que distingue se definen, en efecto, por aquello con lo que la verdad mantiene una relación: el conocimiento, el poder, la ética. Cada uno de estos dominios de discurso y de prácticas pone en juego, a su manera, las formas del "decir verdadero", las reglas de producción y de validación de los "discursos verídicos". De esta manera, en lo que debía ser la etapa última de su investigación, el entrelazamiento entre la cuestión de la historia de la verdad y la de la

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subjetivación se había transformado para Foucault en la trama fundamental de su recorrido intelectual. La cuestión de los juegos de verdad proporcionaba la clave que permitía leer su obra de manera más abarcativa, más coherente, a la espera de otras reconstrucciones que sin duda habrían de ser sugeridas por las búsquedas futuras. Esta clave indicaba, más agudamente que las precedentes, la tensión irreductible y fundamental que había acompañado todo el trabajo -un trabajo necesariamente sometido a las inestables particiones entre lo verdadero y lo falso que eran su objeto mismo, y cuya verdad no obstante debía enunciar.

Esquema [R. Campopiano] : Proponer un esquema no tiene como intención simplificar o abarcar la totalidad de la obra del autor. Sino por el contrario plantear las categorías más importantes, a mi criterio, de su recorrido por la filosofía y prestarnos a jugar el juego de pensamiento que Foucault realiza durante su vida académica. A diferencia de lo que realiza el autor que nos convoca en todas sus obras, este esquema no está contextualizado ni en tiempo ni en historia, con el propósito de que el mismo sirva para vislumbrar problemas actuales de toda índole: política, psicológica, sociológica, etc. Se verá que uno puede comenzar a leer el esquema desde cualquier punto y siempre volver al inicio. No porque sea circular, sino para que el esquema nos permita pensar las relaciones propuestas por el autor y generar otras nuevas.

Notas: (1) "Entretien avec M. Foucault", Dits et écrits, 1954-1958, Edición establecida bajo la dirección de Daniel Defert y Frangois Ewald, con la colaboración de Jacques Lagrange, París, Gallimard, 1994, t. III, 1976-1979, págs. 140-160 (cita, pág. 147). (2) L'archéologie du savoir, París, Gallimard, 1969, pág. 179. [Trad. cast. La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1972.] (3)"Qu' est-ce qu' un auteur", Dit et écrits, t. I, 1954-1969, págs. 789-821 (cita pág. 811). (4) El orden del discurso, Barcelona, Tusquets (ed.francesa: págs. 7-8). (5) "Préface á l' édition anglaise", Dits et écrits, t. II, 1970-1975, págs. 7-13 (cita, pág. 13). (6) L' archéologie du savoir, ob. cit., pág. 86. (7) "Entretien avec Michel Foucault", Dits et écrits, t. IV, 1980-1988, págs. 41-95. (8) Ibíd., pág. 43. (9) "Préface á la transgression", Dits et écrits, t. I, págs. 233. (10) Ibíd., pág. 242. (11) "La prose d' Actéon", Dits et écrits, t. I, págs. 326-3 37. (12) Ibíd., pág. 337. (13) "La pensée du dehors", Dits et écrits, t. I, págs. 518-539 (cita, pág. 522). (14) "La pensée du dehors", art. cit. (15) Ibíd., pág. 537. (16) Interview avec Michel Foucault", Dits et écrits, t. I, págs. 651-662 (cita, pág. 660). (17) "Introduction par Michel Foucault", Dits et écrits, t. III, págs. 429-442.

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(18) "La vie: l' expérience et la science", Dits et écrits, t. IV, págs.763-776. (19) Ibíd., pág. 767. (20) Idem. (21) Ibíd., pág. 769. (22) "Entretien avec Michel Foucault", Dits et écrits, t. IV, (23) "Structuralisme et poststructuralisme", Dits et écrits, t. IV, págs. 431-457 (cita, pág. 437). (24) "La vie: l' expérience et la science", Dits et écrits, t. IV, pág. 775. (25) "Nietzsche, la généalogie, l'histoire", Dits et écrits, t. II, págs.136-156. (26) Ibíd., pág. 148. (27) Ibíd., pág. 147 y 154. (28) "Entretien avec Michel Foucault" Dits et écrits, T. IV, pág. 42. (29) "Les rapports de pouvoir passent á l' intérieur des corps", Dits et écrits, t. III, págs. 228-236. (30) "Subjectivité et vérité", Dits et écrits, t. IV, págs. 213-218. (31) "La 'gouvernementalité' et "Sécurité, territoire et population", Dits et écrits, t. III, págs. 635-657 y 719-723. (32) "Le Désordre des familles. Lettres de cachet des archives de la Bastille au XVIIIe siècle, París, Gallimard-Julliard, "Archives", 1982 (con Arlette Farge). (33) "Du gouvernement des vivants", Dits et écrits, t. IV, págs. 125-129 (cita, pág. 125) "Les mailles du pouvoir", Dits et écrits, t. IV, págs. 182201. (35) "Le sujet et le pouvoir", Dits et écrits, t. IV, págs. 222-243. (36) Ibíd., pág. 223. (37) ídem. (38) "Usages des plaisirs et techniques de soi", Dits et écrits, t.IV, págs. 539-561. (39) "Le souci de la vérité", Dits et écrits, t. IV, págs. 668-678 (cita, pág. 670). (40) "Usages des plaisirs et techniques de soi", Dits et écrits, t. IV, pág. 545. (41) "FoucauIt", Dits et écrits, t. ly, Págs. 631-636. (42) Ibíd., pág. 632. (43) Ibíd., pág. 633. (44) "Usages des plaisirs et techniques de soi", Dits et écrits, t. IV, pág. 541. (45) "Foucault", Dits et écrits, t. IV, pág. 632. (46) "Structuralisme et poststructuralisme", Dits et écrits, t.IV, pág. 442. (47) "Á propos de la généalogie de l'éthique: un aperçu du travail en cours", Dits et écrits, t. IV, págs. 383-411 y 609-631. (48) Ibíd., págs. 393 y 618.

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"El poder, el sujeto, la verdad. Foucault lector de Foucault " fue publicado con el titulo "Généalogie et architecture de l' oeuvre: Foucault lecteur de Foucault", en Les Cahiers de la Villa Gillet, Nro 3, noviembre de 1995, págs. 188-203. Texto extraído de "Escribir las prácticas", Roger Chartier, págs. 101/127, editorial Manantial, Buenos Aires, Argentina, 1996. Selección y destacados: Sergio Rocchietti Nota y Esquema: Romina Campopiano

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