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EPISODIOS HISTORICOS TALQUINOS Jorge Valderrama Gutiérrez 1 PLANO DE TALCA 1904 2 3 Contestación del maulino a

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EPISODIOS HISTORICOS

TALQUINOS Jorge Valderrama Gutiérrez

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PLANO DE TALCA 1904

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Contestación del maulino a las amenazas de un minero de Lota De todos soi respetado cuando me bato a puñal y nunca la he sacado mal con más de mil que he peleado. La vez que topo un minero que quiera ser un terror, entonces con más valor desnudo el cortante acero; le salgo al frente, lijero, yo con mi puñal marcado con letras por cada lado en que está mi nombre escrito, el cual dice mui clarito: de todos soi respetado. Si vienes con tono altivo buscando la sin razón, yo del primer estrellón capaz que te coma vivo; en la daga te recibo como que sois mi rival; para mí no hai otro igual, tu insolencia no la abono, i parece que me entono cuando me bato a puñal. Fíjate, hombre profano, de que yo eznuco no soi: conmigo quiero verte hoy en un campo mano a mano, si te muestras mui tirano, decírtelo es natural, que poniéndo-

me formal i ya entrando en la batalla, con un zaino de tu laya nunca la he sacado mal. Si alguien me dice te pego, me da tentación de risa: sacándome la camisa, sin temor más me le allego; a ninguno se las niego aunque venga encorazado; el cuerpo tengo encallado de recibir tanto tajo, y nunca me han dado el bajo con más de mil que he peleado. Al fin, no me atemorizo por más que usted se pondere: póngase el hilo si quiere, que le tostaré macizo; también aquí se lo aviso, claro le hablo y le repito: si se está haciendo maldito as fe de hombre se lo juro, que me encuentro mui seguro de pegarle cantadito. (De "Ayes i Lamentos" - Lira Popular, siglo XIX, Colección Alamiro de Avila, Archivo Literatura Oral y Tradiciones Populares, Biblioteca Nacional) Campesino chileno. Grabado de Charles Joseph Mettais.

PORTADA: Palacio Consistorial de Talca, aproximadamente 1900. Archivo Universidad de Talca. DISEÑO Y DIAGRAMACION: Leonardo Canales Quijada DIGITALIZACION DE IMAGENES: Wilfredo González Herrera REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL: N° 148.345

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico,por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor del copyright.

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EPISODIOS HISTÓRICOS

TALQUINOS

Palacio de Cruz año 1905, Uno Oriente Uno y Dos Norte, con Alameda al fondo. Archivo Universidad de Talca.

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Huamachuco. Obra atribuida a Luis Rogers.

AGRADECIMIENTOS Escena de un asalto a un fortín peruano. Acuarela de Luis Rogers.

La materialización de esta obra sólo fue posible gracias a las siguientes personas: Pedro Emilio Zamorano Pérez, Vicerrector de Extensión y Comunicaciones Universidad de Talca; Francisco Javier Pinedo, Director Instituto de Estudios Humanísticos Abate Juan Ignacio Molina, Universidad de Talca; Francisca Burgos Valderra ma, Estudiante de Licenciatura en Arte, Valparaíso; Coronel Carlos O'Ryan Burotto, Comandante Regimiento Talca; Marco Salazar Pardo, Periodista y Director Diario El Centro; Patricio Moraga Vallejos, Periodista y Jefe de Informaciones Diario el Centro; Rodrigo Contreras, Periodista y Editor Diario El Centro; Eduardo Bravo Pezoa, Periodista y Editor Diario El Centro; Leonardo Canales Quijada, Técnico en Artes y Gráficas; Wilfredo González Herrera, Técnico en Fotografía de Reproducción; Alejandro Morales Yamal, Director Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca; Jorge Belmar, antiMuseo Bomberil

cuario y librero; Iván García, fotógrafo profesional; Raúl Ramírez González, Corredor de Propiedades y Claudio Hernández Cáceres, pintor; César Aldana Norambuena, Presidente del Directorio de Diario El Centro S.A.; Hugo Saavedra Oteíza, Gerente General de Diario El Centro S.A.

Uno Sur con Uno y Dos Oriente. Década del cincuenta.

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Cuartel de Bomberos. Enero de 1954.

Palabras preliminares

E

n rigor, este no es un libro histórico, sino una recopilación de algunos de mis escritos que yacían esparc idos en diarios y revistas a los que fui anexando estudios inéditos. Así, consciente de que todo lo doblega el tiempo, aún las obras humanas más “colosales” y extraordinarias, estos “Episodios históricos talquinos” pretenden ser un efímero destello que inspire a las generaciones venideras a erigir otros mejores o distintos, en un contínuom escénico donde la presencia de nuestra propia especie es pasajera y limitada, viajando en nuestro majestuoso hogar a una velocidad de 225 kilómetros por segundo hacia las explosiones de supernovas en veloz carrusel hacia el exterminio total: en pos del triunfo de la entropía. Un poco para pausarla rasgueé al implacable vendaval del tiempo hasta cristalizar estas gotas estrujadas de historia. Los temas abarcan desde los aborígenes que hollaron la zona de Talca hasta entelequias, cuya compilación es el producto de ocho a nueve años de investigación artesanal perseverante. Asimismo, durante ellos frecuentemente requerí a bibliotecas públicas y privadas, tanto de anticuarios y coleccionistas, como de académicos e intelectuales generosos y poseedores de grandeza espiritual. Y armado con tales panoplias fui tras las huellas y senderos que tantos otros crearon o recorrieron antes que yo y cual argonauta hurgueteé y los desempolvé de esotéricos estantes para violentar adscritos un tanto herméticos, teniendo siempre presente la sabia predicción de Diderot: “Si, desde sus primeros tiempos, la historia hubiese tomado por sus cabellos y arrastrado a los tiranos civiles y religiosos, no creo que éstos hubiesen aprendido a ser mejores, pero habrían sido más detestados, y sus desdichados súbditos habrían aprendido tal vez a ser menos pacientes”. En tal premisa, Talca posee un destacado pasado histórico-cultural, efluvio de nuestra propia his-

toria patria, parte del cual se evidencia a través de estas páginas, porque en ellas mora el espíritu de una ciudad que contempla viviendas y construcciones con tradición, destellos de un pretérito en que cobijaron a célebres o anónimos moradores. Por ello, si queremos que nuestras raíces no se evaporen junto a una arquitectura que lentamente va enmudeciendo, conversemos con nuestros hijos del pasado. Mostrémosles sus raíces, construyámosles con la imaginación una máquina que los traslade en el tiempo para que amen el suyo e imaginen uno mejor, porque el conocimiento de nuestro pasado no debe ser propiedad de algunos "iluminados" eruditos. He aquí estos “Episodios históricos talquinos” que, cual alma en pena, nos refieren parte de una época que ya se marchó. A través de su mirada espectral, pléyades de insignes personalidades van surgiendo desde sus muros: la solemne imagen de la madre del escritor Manuel Rojas; la silueta rebozada en un chal negro de Carmen Arriagada cruzar presurosa la plaza; los pies descalzos del niño Manuel Soto Morales corriendo por las calles polvorientas de su barrio (quien con el pseudónimo de Lautaro Yankas escribió entre otros “El último toqui”, “El cazador de pumas”); al músico Oscar Gacitúa Weston aplanando la Alameda y los recuerdos; el ensimismamiento adolescente de José Donoso (autor de “Coronación”); los sueños espolvoreados de Guillermo Blanco (creador de “Gracia y el forastero”); la timidez infantil de la poetisa Stella Corvalán; el mirar reflexivo de la romántica Maité Allamand; las risotadas de clarinete de Mario Kreutzberger (Don Francisco); las penurias de un Juan Cualquiera; en fin, capítulos concatenados de una obra llamada Talca que aún continúa escribiéndose, aunque haya desaparecido su terco orgullo filtrado de egoísmo colonial al saber que algo de un eslabónico puelche mora en los ojos de sus descendientes.

Prmer cuartel Cuerpo de Bomberos de Talca, 2 Oriente entre 1 Sur y 1 Norte. Año 1870. Oleo de Fortunato Rojas Labarca. Museo Bomberil.

Oleo de Miguel Venegas que pertenece al Instituto de Investigaciones Históricas General José Miguel Carrera Verdugo.

DEDICATORIA Con un pedazo de mi alma a Bernardita Muñoz, mi esposa, amiga, amante y compañera, un ángel en la travesía de la vida; a nuestros tesoros: Paz Natalia, Nicolás Eduardo y Josefina Valeria, nuestras más fuertes cadenas con el tiempo; a mi madre Aída del Carmen, espejo de energía y amor infinitos que regala con generosidad

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M Capítulo I

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Página 10

Nacimiento de una ciudad • Los hijos del sol en el Maule • Un espacio para culturas extraviadas • Malones en el Maule • Emplazamiento de una ciudad • Talca: ¿Efluvio de una ciudad romana? • Abnegados Corregidores • Trajes y cosas de época Capítulo II

Página 28

Un recorrido por nuestro pasado amnésico • Plaza de Armas y de Abastos • José Miguel en Talca • El día que tronaron los cañones • Un escenario para dos batallas • Proscenio de “aguas aconchadas” • El sistema federal • Revoluciones de 1851 y 1891

Aviador talquino Luis Alberto Acevedo llegando a Iquique, 1911.

Capítulo III Página 44 Presencia vernacular • La batalla más sangrienta • La sangría de Chorrillos y Miraflores • Äguilas inmortales • El torbellino de la guerra • Incidentes relegados • La Victoria • Talquinas en la guerra • Estatua Ecuestre de O’Higgins • Monumento a la Legión Talquina • Talca Sub-terra Capítulo IV Página 62

Capítulo V

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Página 78

Cultura protagónica • Casa de la Independencia • Museo O´Higginiano • Casona de Albano • Construcciones piadosas • Crisol de talentos talquinos • Alucinante Surrealismo • Caballeros del fuego • Ecos que el tiempo se llevó

e Belmar

Moneda del Banco de Talca 1935.

Gentileza Jorg

Devenir histórico • El Pehuenche • Plataformas de El Enladrillado • El puerto de Nueva Bilbao • Instituciones señeras • Estampas de una haraganería que nunca fue tal • ¡Esos viejos talquinos! • Repartimiento de Huenchullamí • El tesoro del “Oriflama”

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• Huilquilemu: una villa nuestra incrustada en el tiempo • Esos efervescentes recuerdos olvidados Capítulo VI

Página 98

Legados del pasado • En el último patio de la casa de Albano • Sinopsis de una gran mujer • Dialogo de amor • Auge y caída del Teatro Oriente • Volutas de un pasado colonial • Desaparecido Seminario San Pelayo • Templos de Talca: vértices neurálgicos de religiosidad • Dedos de Dios Capítulo VII

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Gentileza Jorge Belmar

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Página 114

Para contar y saber • Entre Talca y Londres • Legado cultural amnésico • Grandeza de dos barrios • ¿Y dónde están las estatuas? • Por la senda equivocada • Cuando el tren llegó a Talca • Caballo de hierro • Periodismo de vieja guardia • Sara Bernhardt en Talca Capítulo VIII

Página 134

Protagonismo social • Fantasmas en la cordillera • Lujoso palacio talquino • Imágenes de otro tiempo • Materializaciones de Euterpe • Bullentes empresas talquinas • Grandeza perdida • El dilema de los cementerios • Coordenadas Trueno • Vertientes y aromas en el corazón • Talca y los talquinos Capítulo IX

Moneda del Banco de Talca 1935.

Página 160

Proyecciones piducanas • El Chivato • ¡Misericordia, Señor! • Entelequias • Cartografía urbana piducana • Románticos tranvías • Captura de fenómenos estéticos • Desarrollo urbano • “Naranjazo” curicano Bibliografía referencial Guiños del pasado Reseña biográfica del autor

Página 175 Página 176 Página 185

"Primer directorio de la Compañía de Fósforos". Oleo sobre tela de Miguel Venegas -1963.

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Calle Uno Sur de Talca - 1912. Archivo Universidad de Talca.

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CAPITULO I

NACIMIENTO DE UNA CIUDAD “Evocaciones de una ciudad erigida piedra sobre piedra; remembranzas de efímeros escenarios que han dado paso a otros igualmente breves, pero por cuyos entornos carcomidos y succionados reflotan los proyectos humanos que van modificando, una y otra vez, sus estructuras, a la par que vamos olvidando los cimientos de la primigenia ciudad invisible al igual como ignoramos que lo valioso de la vida es lo que hacemos con ella” Jorge Valderrama

Los hijos del sol en el Maule Un espacio para culturas extraviadas Malones en el Maule Emplazamiento de una ciudad Talca: ¿Efluvio de una ciudad romana? Abnegados corregidores Trajes y cosas de época 11

Los hijos del sol en el Maule U

na vez que Pachacuti Inca Yupanqui consolidó sus conquistas hasta Quito por el norte -aproximadamente en 1460- miró hacia las desconocidas tierras del sur. Poco se sabía de los habitantes de ese territorio que aislaba un gigantesco desierto. A partir de 1463 Huayna Capac, junto a su hijo y sucesor Topa o Túpac Inca Yupanqui, inició la expansión de su imperio hacia esas latitudes. Primero Lipes, luego Atacama: el avance de los guerreros incásicos no encontró mayores dificultades, aplastando los pequeños poblados costeros del Norte Grande. Así, bajo su reinado el pueblo incaico incorporó el territorio de los atacameños y alcanzó el valle de Coquimbo. En una segunda oleada siguió su avance hasta el río Maipo, penetrando al territorio de Copiapó donde encontró una tenaz resistencia por parte de los feroces promaucaes (en quechua: “indios alzados”), la que tras algunos días de combates y parlamentos termina con una nueva anexión al imperio. En este punto los incas establecieron la frontera meridional de su imperio: Tahuantinsuyo. Paso a paso, pueblo tras pueblo, tribu a tribu, los estandartes incas cruzan Coquimbo, Melipilla, Cachapoal y finalmente se asientan en las riberas del Maule. Resistencia y sometimiento son los actos diarios de esta gigantesca aventura. En unos veinticinco años habían ocupado la parte chilena más desarrollada. Más allá del Bío-Bío existían pueblos reunidos en pequeñas comunidades, renuentes al trabajo agrícola sistematizado y sin jerarquías, con los cuales se estrellan sus huestes ante la primera resistencia total y la primera victoria de los indígenas de Chile. La terrible oposición de los indómitos araucanos hace trastabillar a los guerreros del sol y después de cuatro días de enconados combates los incas retroceden hasta el Maule y allí se fortifican. En 1498 Huayna Cápac extiende sus conquistas más allá de Quito, hacia el interior de Colombia. Termina la construcción de la calzada andina desde Quito hasta lo que hoy es Talca (Chile) de cinco mil 230 kilómetros. Vestigios de su presencia en el Maule aún perviven. En este contexto, la región Altos de Vilches -en la precordillera talquina- ha sido asentamiento milenario del hombre: los vestigios que guardan sus faldeos cordilleranos, sus hondonadas y los aleros rocosos que conforman su suelo así lo testi-

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ENCUENTRO SANGRIENTO El historiador Carvallo y Goyeneche nos cuenta: “Puestos a la vista los dos ejércitos, convidaron los peruanos a los chilenos con la paz sin más condición que prestar adoración al sol y a la luna y reconocer a sus emperadores como hijos de estos planetas. Mas, aquellos racionales, que jamás hincaron la rodilla y siempre les fue desconocida la sujeción, finos amantes de la libertad, conocieron por instinto natural que estas eran proposiciones de conquistadores. Se remitieron a las armas y contestaron que serían verdaderos hijos del sol y de la luna los que con mejor y con más fortuna peleasen, protestando que el sol mismo sería testigo de su valor, y la verdad salieron con ello, y después de un sangriento combate, tuvieron que retirarse los peruanos”, derrotados, desbaratados y temerosos de tal pueblo indómito.

monian. Y es que dicha zona aún es un lugar de misterios, de presuntas “apariciones” OVNIS, vértice de esotéricos tanto como de estudiosos arqueólogos y antropólogos. En la década del sesenta el arqueólogo e historiador talquino Alberto Medina -conjuntamente con Ciro Vergara y Ruperto Vargas- exploró la zona, y sus investigaciones fueron profusa y ampliamente divulgadas a través de artículos y textos sintetizados. Asimismo, la existencia de una amplia diversidad de libros respecto al Imperio Inca establece que éste se instaló en Vilches Alto en 1492. Así, el libro “Los aborígenes de Chile” (José Toribio Medina) cita la existencia de varias de estas defensas de los hijos del sol en territorio chileno: río Cachapoal, Coquimbo, Marga-Marga, Talagante, Aconcagua; además, Vicuña Mackenna informa que en el cerro Mauco, cerca de Quintero, existiría en la cumbre un malal o fortaleza de indios; que se agrega a los antecedentes recopilados por el padre Rosales (Siglo XVII) acerca de ruinas en Itata, en el Cerro de Río Claro, en Maule y la Angostura; y el precedente sentado por Bollaert relativo al cerro llamado de los Incas cerca de Tagua-Tagua. Dichas fortale-

Escena recreada que era habitual en la cultura inca y que también la practicaron en Vilches Altos, cerca de Talca. Codex 1960.

zas están siempre a orillas de ríos. Además, hay que destacar que los caminos incas estaban destinados sólo para el tránsito de personas o llamas, ya que su civilización nunca conoció la rueda. PURURAUCAS Estas fortalezas de los hijos del sol se denominan purumaucas, derivación fonética de pururaucas: piedras que los indios sitiados lanzaban como proyectiles desde lo alto de las murallas a sus sitiadores. Para ello, escogían las pururaucas más redondeadas por los torrentes. En el libro “Los reinos Americanos del Sol: Aztecas, Mayas, Incas” (Víctor Wolfgang Von Hagen -Ed. Babor S.A. 1964- Página 201) se afirma que “cuando el Imperio de los Incas se encontraba en su apogeo, hacia el año 1500 de nuestra era, las construcciones incas hallábanse, difundidas a una enorme distancia, desde los templos del sol y la Fortaleza Purumauca, en la ribera septentrional del Río Maule (35 grados de latitud sur)”. Es decir, hasta la parte meridional de Chile, y hacia el norte hasta el río Ancasmayo, en lo que ahora es Colombia, o sea, una extensión de aproximadamente 5.229 kilómetros. En la página 302 se lee: “La ruta de la costa, que comenzaba en Tumbes, la ciudad fronteriza que señalaba el extremo litoral del reino de los incas, corría hacia el sur a través el desierto, siguiendo toda la longitud del Perú; de aquí descendía hasta llegar al interior de Chile, conectando en Copiapó con la carretera que venía de la Argentina, y continuaba descendiendo hasta el río Maule, en Chile, donde terminaba”. En toda la extensión de esta ruta había grandes centros, llenos de edificios administrativos y templos del sol; había palacios de piedra, templos de las Vírgenes del Sol, almacenes oficiales y fortalezas. A lo largo de toda la red de carreteras aparecían tampus o paradores, a trechos de cinco a quince kilómetros, de forma que el gran conjunto de construcciones del Imperio de los Incas igualaba casi al de los romanos. Famosos por la cantidad y variedad de sus construcciones de piedra, su arquitectura nos dice que no había ciudades amuralladas. Cada ciudad de cierta importancia

poseía, si estaba edificada cerca de una colina -y generalmente era asíuna fortaleza, y dentro de ésta había una miniatura de la misma ciudad que defendía la fortaleza. Cuando la ciudad era atacada, esperábase de sus habitantes que se subieran a la fortaleza con sus armas y desde allí se defendieran. La administración de tan ambicioso imperio dependía de sus comunicaciones, donde la plaza de Cuzco y capital, constituía el punto de partida de sus carreteras, la red que unía al reino y que llegaba hasta Chile, donde terminaba junto al río Maule. Allí los incas construyeron una fortaleza, y su estación más meridional, en Purumauca. La carretera andina tenía 5.180 km. de longitud -más larga que la más larga carretera romana, desde el Muro de Adriano, en Escocia, hasta Jerusalén-. La carretera de la costa medía 4.050 km. de longitud (“Los reinos americanos del sol”). En 1492 los incas descubren El Enladrillado, fenómeno geológico a dos mil 200 metros snm y su nombre se transforma en: Fortaleza Purumauca, último refugio al sur de Chile, los pies de su territorio. Su asentamiento se ubica en el sector de Las Tacitas o “Piedra de los Platos”, que eran treinta y siete piedras con ciento ochenta y cinco morteros del asentamiento inca esparcidos en setecientos cincuenta metros de longitud. Quien fuera secretario de la Sociedad Arqueológica de Talca, Luis Ramírez, ha investigado el tema y concluido que “Las Tacitas son morteros manufacturados por las avanzadas incásicas, Ejército adiestrado como una milicia agraria. Asimismo, el mortero era el artefacto vital para preparar la dieta alimenticia, basada en la molienda de maíz tostado, seco, tierno, charqui, papa seca o chuño, ají, calabazos y otros”. También y en 1979, después de un viaje al Cuzco, Raúl Ramírez González confirma que la roca mirador del Enladrillado, aprovechando la altura, equivale a un comunicador visual en Machu Picchu. Los restos de esta Fortaleza Purumauca se basan en un estudio arqueológico de petroglifos de Piedras de las Marcas efectuado en 1970 en los que se estudió una roca mirador, tres bloques de mil 500 metros aproximadamente, así como una gran cantera con piezas elaboradas, de aproximadamente dos mil 500 metros cada una.

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Casonas en el camino hacia Talca. Oleo de Claudio Hernández.

Según Pérez García (citado por José Toribio Medina en su libro “Los aborígenes de Chile”) el asentamiento se comunicaba, aprovechando la cima del cerro El Morrillo, para enviar mensajes por medio de señales de humo, conectándose así con la Fortaleza, en donde existe, aún, una roca mirador que apunta en forma precisa a dicho cerro. VILCHES ALTOS El Enladrillado es una curiosa formación geológica, en cuyas cumbres dejó sus restos prendidos una o más culturas. Al respecto, arqueólogos y antropólogos han encontrado material lítico abundante: husos, cuchillos, raspadores, cuentas (que podrían corresponder a hechiceros) y piedras circulares con perforaciones en su centro. Este paraje natural aún guarda sus secretos y enigmas, cuyas laderas han visto desarrollar la flora y cambiar la fauna, como también han sido espectadoras silenciosas del tránsito del hombre y las modificaciones al entorno. Existe allí un conglomerado adyacente que exhibe el resto fósil de un tronco petrificado. El lugar denominado Piedra de los Platos consiste en un grupo de grandes rocas graníticas en cuya superficie se hicieron en época precolombina oquedades a las que se dio forma de una cavidad elipsoidal, semejante a las llamadas Piedras Tacitas

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existentes en diferentes lugares de nuestro país. Sintetizando: durante 50 años el fenómeno geológico El Enladrillado fue una fortaleza inca llamada Purumauca, Las Tacitas son 105 morteros, su alrededor un asentamiento y la cima del cerro El Morrillo habría sido un punto de comunicación por señales de humo. Un tema apasionante que de seguro depara aún más conclusiones.

Camino a Vilches. Oleo de Claudio Hernández.

Un espacio para culturas extraviadas A

lbergada en el seno de la flora talquina, la hermosa palmera chilena es un testigo de otros tiempos, de una geografía y fauna diferentes a la actual. Análogamente, el suelo que nos sostiene esconde aún secretos no hollados, que numerosas excavaciones efectuadas en localidades colindantes a Talca han hecho aflorar, materializados en trozos de la prehistoria y del período prehispánicos del territorio en el que hoy se levanta la ciudad. Así, Alberto Medina -arqueólogo, historiador y docente talquino- exploró Altos de Vilches en los años sesenta. Posteriormente -década del ochenta- se llevó a cabo una investigación sistemática en el sector Parque Inglés, y en los años noventa se excavó -de 1991 a 1997- el periplo costero de Cauquenes, en que surgió una edad cronológica cultural de más de seis mil años de historia. Asimismo, se investigó la desembocadura del río Maule que dio paso a un trabajo arqueológico más extenso que abarcó todo el curso meándrico hasta las nacientes (El Pehuenche), investigaciones generadas por proyectos FONDECYT (Fondo Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológico). Partes del material descubierto en estas excavaciones fueron donados al Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca (excepto dos momias que, para su adecuada conservación, se entregaron al Museo Regional de Antofagasta). INVESTIGACIONES

Los estudios arqueológicos en la Región del Maule son de antigua data, variados y de una riqueza poco conocidos, quizás por inadecuada difusión popular de los mismos. El arqueólogo y Visitador Especial del Consejo de Monumentos Nacionales y miembro de la Sociedad Chilena de Arqueología, Nelson Gaete, afirma que ellos han “permitido aplicar diferentes enfoques teórico-metodológicos a lo largo de más de cien años de investigación, lo que se traduce en resultados de gran importancia para el conocimiento de nuestra prehistoria regional, los cuales se encuentran en gran parte publicados en revistas y textos nacionales e internacionales”. El experto señala que a comienzos del siglo XIX el vértice desde el cual se impulsan tales estudios se inicia con el arqueólogo alemán Max Uhle en la costa de Constitución. Empero, es en la década del sesenta del siglo XX cuando una serie de investigaciones en las comunas de Constitución, Chanco y Pelluhue y otras en ambientes cordilleranos genera un renovado impulso a la arqueología prehistórica, a la cabeza del arqueólogo talquino Alberto Medina y de su colega Hans Niemeyer (en las provincias de Talca y Linares, respectivamente). Piedra Las Tacitas en Vilches Altos, vestigio de la culcura incaica en la Región del Maule. Fotografía de Darío Zúñiga.

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Ingreso poniente al desaparecido Hotel de Vilches, en donde se realizó el VII Congreso Nacional de Arqueología Chilena en 1977. Oleo del pintor Claudio Hernández.

SOCIEDAD ARQUEOLÓGICA

Creada en 1964, la Sociedad Arqueológica de Talca -dependiente de la Sociedad de Historia- desplegó durante más de catorce años vastas actividades, las que finalizaron abruptamente a consecuencia del fallecimiento, en un accidente automovilístico, de su presidente y socio fundador Ciro Vergara Duplaquet, acaecido el doce de diciembre de 1978. Durante este período se efectuaron importantes hallazgos en el sector El Enladrillado, formación natural ubicada a unos 80 kilómetros al oriente de Talca y adyacente al cerro Torrecillas (dos mil 200 msnm). Dichas plataformas de origen volcánico poseen una edad que oscila entre lo 700 mil a un millón 200 mil años. La casi totalidad de las piezas encontradas fue donada al Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca. Además, esta entidad trajo a Talca, del tres al cinco de octubre de 1967, al padre jesuita Gustavo le Paige -nacido en Lieja, Bélgica, 1903, quien escoltado desde y hacia Santiago por patrullas policiales fue todo un acontecimiento en aquella época. Este prestigioso filósofo cultivó la arqueología (después de salir del Congo Belga) en San Pedro de Atacama, dejando como legado un imponente museo y una lista impresionante de publicaciones científicas. En la ciudad del Piduco dictó una charla en Padre francés Gustavo Le Paige en Talca, invitado por el ex secretario de la Sociedad Arqueológica del Maule, Raúl Ramírez.

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el teatro de la Universidad de Chile, viajó a Altos de Vilches donde tomó notas de las piedras tacitas y expertizó una momia traída del Alto Perú por Ciro Vergara. Asimismo, la sociedad auspició en 1977 el VII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, efectuado en el Hotel de Vilches y al que asistieron -del 27 de octubre al primero de noviembrecientíficos e investigadores de Estados Unidos, Brasil, Argentina, Perú y otros países. En una de sus sesiones se rindió un homenaje a la doctora y antropóloga de origen austríaco Grete Mostny Glasner, por su destacada labor científica y hondo significado de sus obras. COLECCIONES ENCLAUSTRADAS

Hasta avanzada la década del 90 el Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca exhibía una muestra de Prehistoria Chilena, la que hoy día -junto a otros tesoros culturales- yace embalada. Entre estas colecciones resaltan: armería, materiales y objetos de Isla de Pascua, textiles aborígenes, platería mapuche y muebles. También, donaciones de las Monjas Carmelitas como crucifijos y tallas policromadas. La lista es extensa: fósiles, colección mineralógica, caracolas; uniformes, documentos y reliquias de la Guerra del Pacífico; una variada reunión de arte sacro, ornamentos e instrumentos musicales; imágenes religiosas, casuyas y capas pluviales provenientes del antiguo templo San Agustín y objetos varios del ex Seminario San Pelayo. Cuchillos, raspadores, instrumentos líticos, puntas de flechas, arpones, cacharros de greda y alfarería indígena; arcos, estólidas para lanzar dardos y otras. Todo es parte de un patrimonio histórico-cultural brumoso, en

el que también cabe la posibilidad de que hayan implementos coloniales en fundos y añosas casonas de campo que se están perdiendo, porque en la actualidad los museos tienden a ser interactivos y multidisciplinarios como una forma de atraer y documentar a un público que parece inmune al asombro y motivación “intelectual”. Pareciera que más que destinar fondos para rescatar estos retazos de nuestro pasado (el CORE dispone de un dos por ciento para cultura), se hace imprescindible el surgimiento de una institución que genere una alternativa al Museo O’Higginiano, para que cuando nuestros hijos claven sus ojos en estos “testigos” del pasado, paralelamente a su través oteen el cielo de sus mentes y perciban algo de un universo inquietante, soberbio y perpetuo… el mismo que pendió sobre estas culturas ancestrales.

Elaboración de “Mudai”, grabado de Smith.

CULTURAS ABORIGENES

Zaguán de ingreso al Museo O'Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

Según el arqueólogo talquino Nelson Gaete, “durante el período paleoindio -de 122 mil a 10 mil añosAC- la zona de Talca y sus alrededores era recorrida por cazadores de megafauna (mamut, megaterio, milodón) y de su cultura no existen precedentes. Sin embargo, en el período arcaico -10 mil a 8 mil años AC- existían grupos de cazadores nómadas y recolectores de los que sí se tienen referentes. Por último, del período alfarero y sociedades cultígenas poseedoras de chacras y una economía de caza-recolección, es del cual se tienen mayores antecedentes”. En esta zona y dispersos por la región estaban los aborígenes promaucaes -feroces y temidos-, y Gerónimo de Vivar -presumiblemente poseedor de algún parentesco con Rodrigo Díaz de Vivar el Cid Campeador y quien acompañaba a Pedro de Valdivia, al pasar por lo que hoy es Talca y sus alrededores- describió a los Maule y a los Cauquenes. Asimismo, el ya citado investigador Alberto Medina acentuó el hecho de que “siempre se pensó que los indios pehuenches (hombres del pehuén) habitaban en la zona de Chillán y no aquí en Talca. Empero, se ha establecido que estuvieron frente a este lugar, y un reflejo de ello sería el paso El Pehuenche, aspecto en el que pocos han reparado”. De igual forma, el historiador talquino Francisco Antonio Encina (Historia de Chile, tomo I) asegura que habitaba desde la zona central hasta el canal de Chacao un pueblo conocido como la “gente de los túmulos”, quien colocaba sus muertos tendidos en pequeñas cámaras formadas por lajas o simples pircas, maestros en la confección de alfarería negra lisa y admirablemente pulimentada, mientras que entre el Aconcagua y el Bío-Bío deambulaban los picunches (hombres del norte; huilliches, hombres del sur) en un número aproximado de 290 mil. También, dispersos por este territorio, estaban los indómitos araucanos y desde San Fernando hasta el seno del Reloncaví chuquillanes, puelches y poyas cazaban y recorrían la región.

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Malones en el Maule H

asta mediados del siglo XVII la lucha contra los araucanos palabra inventada por Ercilla al hablar de los habitantes del Aillarehue Arauco y sus colindantes- fue difícil y sangrienta. El río Bío Bío fue una frontera traspasada continuamente por ambos combatientes. Un ejército profesional y una línea de fuertes resguardaba aquella frontera. Hacia 1600, estas tierras de Talca estuvieron ocupadas por los indios del pueblo de Duao (en mapuche: “Asunto por tratar”), en cuyo seno construyó en 1584 el fuerte del mismo nombre el gobernador don Alonso de Sotomayor. Putagán, Catentoa -entre los ríos Achibueno y Longaví- y Fuerte Viejo eran los otros baluartes que amparaban el desarrollo agrícola e industrial, administrativo y político del Corregimiento del Maule o Talca (creado en 1595), cuyas ciudades -Talca, Cauquenes, San Javier de Loncomilla, Curicó, La Huerta, Linares y Constitución- estaban bajo la autoridad de un corregidor. Aun cuando no se encontraba en el epicentro de la GueAraucanos. Dibujo de rra de Arauco, tanto el interior Luis Roger Rojas. como la frontera del Partido del Colección Museo Maule soportaron Histórico Nacional. las vicisitudes del conflicto. SENSIBLE CONQUISTA

La llegada de los frailes Agustinos a la ribera del Maule, de los jesuitas a Longaví, los

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destacamentos de los bastiones, el establecimiento de estancieros, el desarrollo de las encomiendas y el acentuado cultivo del suelo cimentaron nuevos bríos de crecimiento en la región. Por ello, frente a las permanentes incursiones indígenas a los territorios conquistados los habitantes requerían de protección. Así, a petición del entonces corregidor talquino Martín Muñoz -de 1605 a 1606- el Cabildo de Santiago envió veinte soldados, “todos bien provistos de armas y caballos, pólvora, mecha y balas”. También el general Cristóbal Amaya y Platas -dos veces corregidor-, con experiencia en la Guerra de Arauco, organizó milicias a partir de 1649 en el Corregimiento, la que con el tiempo llegaría a ser la más numerosa y disciplinada del reino. ALZAMIENTO ARAUCANO

Un acuerdo de paz logrado en enero de 1641 se rompió a causa del asesinato de los sobrevivientes de un bergantín español a manos araucanas ocurrido en Punta Calera (cerca de Corral). Como expiación y por órdenes del gobernador Manuel de Amat y Junyent, el capitán Ignacio Carrera hizo ajusticiar a tres caciques. La indomable ferocidad araucana detonó en la reducción de Tomeco (“agua de totora”), en febrero de 1655, expandiéndose centellante a todos los indios y sembrando pánico, muerte y destrucción. Entre los ríos Maule y Bío Bío atacaron cuchitriles, establecimientos y plazas interiores, capturando más de 300 españoles, saqueando 396 estancias, robando más de 400 mil cabezas de ganado vacuno, caballar y cabrío. Irrumpiendo intempestivamente, la invasión encontró sumidos en sus tareas cotidianas a los habitantes del Maule, incursión sobre la cual el capitán Francisco de Gaete relata: “Hallándose mis padres, abuelos y tíos en la frontera y Plaza de Armas de Concepción, por entonces entró el enemigo sin ser sentido hasta la ribera del Maule y maloquió todas las estancias de la cordillera al mar, entre ellas la de mi padre, que quemó y abrazó; yo tenía entonces ocho años, y dos hermanos menores estaban conmigo, a uno lo mató con crueldad el indio; yo y mi otro hermano fuimos cautivos con toda la gente que tenía la estancia… Padecimos un cautiverio de

CAUTIVAS ESPAÑOLAS

La indomable ferocidad araucana generó sangrientos enfrentamientos entre “huincas” e indígenas. Acuarela de Luis Rogers. Club de Oficiales de la FACH.

dos años…” Los fuertes de Putagán, Unihue, Quella, Catentoa y Peteroa fueron briznas devastadas por un tifón. En marzo 15 de 1657 se dejaron caer los pehuenches (que transitaban desde los pasos cordilleranos El Planchón hasta Antuco, alimentándose de piñones, carne de sus caballos y vacunos) y puelches sobre “Tralca” (Talca), robando mujeres y ganado y abarcando su rebelión hasta Cauquenes y Putagán. Maloquiaron las estancias y cautivaron trescientas personas. En mayo del mismo año realizaron una nueva invasión, maloquiando todas las estancias hasta el Maule, matando y llevándose más de doscientos cautivos. El mestizo Alejo sembró pavor al sur del Bío Bío. Fue un soldado que sirvió en el Ejército español y que desertó de sus filas por haber sido postergado su ascenso a oficial en razón a su origen. Inició sus actividades en 1656 y las mismas terminaron en agosto de 1660, cuando fue asesinado por dos de sus mujeres celosas de una española cautiva que el mestizo privilegiaba. Uno de sus tenientes, el toqui Inaqueupu “llevó todo el horror de las hostilidades sobre ambas riberas del río Maule”. Ulteriormente “entró en el partido de Cauquenes hasta el territorio de Chanco”, retirándose victorioso hacia la cordillera con despojos, prisioneros y caballos. Después de cinco años de lucha, entre 1660 y 1725 hubo un período de paz sólo adulterado por las actitudes perjudiciales de Manuel de Salamanca hacia los indios.

Si bien no abunda información relativa a las matanzas y crueldades cometidas por los “cristianos”, algo ocultas en la neblina de los escenarios, las familias coloniales de esta zona experimentaron el terror que se manifestó en sus viudas, huérfanos, cautivos y deshonra por la barbarie aborigen.

Relata el capitán Alonso González de Nájara: “De ser apacibles huéspedes o señores, quedaron esclavos, sujetos a mil miserias y desventuras, viviendo en pajizas barracas, donde aún allegarse a calentar al fuego no les era permitido. Las que en su tierra y casa gozaban de mil regalos, servidas de rodillas en los compuestos estrados de sus tapizadas salas, en esta dura esclavitud les sirve el duro y desnudo suelo de cama, porque la más regalada que usan los indios, consiste en una sencilla piel de cabra o cordero… Las cosas en que comúnmente se ocupan, son las más abatidas y bajas en que suelen ocupar a los más viles y despreciados esclavos, maltratándolas los indios con rigurosos castigos y con títulos y nombres injuriosos… Tráenlas descalzas y tan pobremente vestidas que mucho más muestran de su cuerpo desnudo que vestido… Las obligan a ir a guardar el ganado… asimismo a traer haces de leña sobre los desnudos hombros”. García Ramón: “Están tan aquerenciadas, poseídas y preñadas, que se verifica pudieron algunas haberse venido a nosotros y no han querido” (“El toqui Pelantaru, guerrero de la Conquista”, Estado Mayor del ejército, 1979).

Hasta mediados del siglo XVII la lucha contra los araucanos fue difícil y sangrienta. “El Malón”, obra del pintor teutón Juan Mauricio Rugendas (Colección Eugenio Yrarrázabal).

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Litografía del Cabildo de Talca en 1794 realizada por Joaquín Toesca. Museo O'Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

Emplazamiento de una ciudad M

ucho antes de los intentos de refundar la ciudad de Talca y que culminarían en 1742, la corona venía se desgastando social, económica y políticamente -así como también en el plano espiritual- en una guerra sangrienta y sin cuartel contra los altivos y belicosos araucanos. Así, desde 1541 hasta 1664 estos permanentes enfrentamientos habían costado a España una fortuna y la utilización de más de 25 mil hombres… y el problema persistía sin solución. Si bien el proceso conquistador en América estaba consolidado en el siglo XVII, hacia 1723 los indómitos araucanos estaban lejos de ser “pacificados” y eran los amos desde el Maule al sur, de cordillera a mar, hostigando y constituyendo una amenaza inclaudicable para los conquistadores ibéricos.

nó fundar una ciudad en la confluencia de los esteros Piduco (en araucano “agua sin fuerza”) y Baeza, tomando como punto central la actual convergencia de las calles Dos Sur con Ocho Oriente, en el lugar denominado Placilla (hoy Plaza La Victoria). Tampoco esta iniciativa prosperó, debido a la renuencia de los lugareños a vivir alejados de sus haciendas y quehaceres domésticos. En esa época -siglo XVII- existían cuatro haciendas importantes en la zona maulina: la de Bernardo Arroyo, junto al río Lircay; la de Isabel de Mendoza, junto al río Claro; la de Antonio Méndez, también besando este afluente; y la de Luis Núñez de Silva, en la desembocadura del Maule. SAN AGUSTIN DE TALCA

FUNDACIONES FRUSTRADAS

Inspirados en su sed de conquista territorial y orgullo hispano, los de ultramar no cejaron en su objetivo de dominar a los aborígenes. Para lo cual, en una zona eminentemente conflictiva y ante la situación desesperada de los emigrados del sur del Maule después del alzamiento de 1655 se llevó a efecto lo que puede ser considerada la primera idea de fundar una población en Talca, ese mismo año, y que buscaba la consolidación de un centro urbano en los solares del Repartimiento de Duao, tierras del hidalgo don Juan de Ahumada, concreción que tuvo un eco pasajero. El segundo intento correspondió al del gobernador Tomás Marín de Poveda, quien en 1692, haciéndose eco de la instrucción que mandaba agrupar la población dispersa como protección frente a los ataques indígenas, orde-

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En un contexto de hostilidad con los araucanos, el ya gobernador y capitán general del reino, José Manso de Velasco, redactó un proyecto en el que proponía al monarca celtibérico fundar ciudades “a proporcionadas distancias unas de otras para que puedan sostenerse en mutuo socorro, y que el arraigo de su vecindad les haga subsistir con permanencia…” para afianzar lo conquistado y frenar los sorpresivos malones y ataques de las huestes indomables de Arauco. El rey aprobó el plan y Manso de Velasco, con la celeridad y eficacia que lo caracterizaron, se apresuró a ponerlo en práctica. En aquel entonces, el emprendedor representante del rey de España en el reino de Chile consideró dos grandes factores para materializar su programa refundacional de la villa: el que ya alrededor de 1700 Talca era muy próspera en el ámbito agrícola y había desarrollado un boyante comercio

de cereales con Nueva Bilbao (Constitución) a través del río abarcaba desde la alameda hacia el norte, mientras que el Maule, y el de constituir un sitio estratégico de avanzada hacia barrio bajo comprendía desde la alameda hacia el sur. el territorio de los fieros indígenas. Cuando en octubre de 1743 Manso de Velasco realizó Casi un siglo antes -1651- la orden religiosa de los una inspección a la villa, constató su prosperidad y deliErmitaños de Nuestro Padre San Agustín se había insneamiento depurado, pero enquistada de casas potalado en la comarca del Maule gracias a los terrenos bres al negarse los criollos nobles a construir las legados por doña Isabel de Mendoza, quien mandó propias. Por tal razón, el gobernador redactó un fundar un convento. Viuda de don Gil de Vilches y bando el doce de octubre del mismo año, en el Aragón, capitán y corregidor desde 1632-1634, que señalaba que los señores que no construtal herencia -actual sitio en el que se encuentra yeran sus hogares en la villa serían multados. la cárcel- provenía de dos títulos otorgados en Así, en productivos terrenos situados en el 1601 y 1613, la que permitió que la Villa San área central de una depresión intermedia en Agustín de Talca fuese fundada en la parte alta cuyo norte estaba el río Lircay, con un clima suade la hacienda de Talcamo mediante una cláuve y estaciones marcadas, nacía una villa, un enlasula testamentaria que obligaba a éstos a dar ce con España, una extensión entre Andalucía y Amé“los terrenos necesarios para cuando S.M. deseara funrica, con poco más de 83 familias originales de las que se dar una ciudad, villa, aldea o lugar”, de más de mil cuadistinguirían en 1774 los Donoso, Silva, Opazo y Vergara, tanto dras de extensión. En dicha hacienda se eligió el popor su poder económico como social. En aquel “campo Tomás Marín de Poveda. Colección trero de Los Perales como lugar en el que se asentaría crial y monte espeso”, según Nicolás de la Cruz, se eriMuseo Histórico Nacional. la Plaza de Armas. El corregidor del partido del Maule, gió la que en 1796 poseería título de ciudad. El ilustre Juan Cornelio de Baeza del Valderrama, delineó las calles y repartió los diplomático, historiador y modelador del cerro Santa Lucía de Santiago, solares (comisionado por Manso de Velasco). El doce de mayo de Benjamín Vicuña Mackenna, el siete de diciembre de 1874 obsequió a la 1742 Manso de Velasco tomó posesión de las tierras donadas, Municipalidad de Talca un retrato del fundador de la Villa San Agustín: en el tercer intento después de los fracasados en 1655 y Tomás Marín de Poveda. Asimismo, una gigantesca pintura ecuestre del 1692. El plan urbano abarcó cuatro cuadras en cuyo cen- gobernador sobresalía al lado derecho del escenario del desapatro estaba la Plaza Mayor y trazó seis manza- recido Teatro Palet. La misma en la cual en un remolino del nas cuadradas. Inicialmente las calles toma- tiempo aún giran su calle de Comercio (hoy Uno Ponienron nombres de iglesias y familias: Cienfue- te); los numerosos puentes sobre el estero Baeza; el oro gos, calle de La Merced, Gamero, Baeza y otros. de la mina del Chivato; sus valerosos araucanos y los Asimismo, y respetando la tradición, las casonas más pregones y diálogos de quienes están entronizapróximas a la Plaza de Armas se dejaron para la parro- dos en los ladrillos y vegetación de la ciudad quia, Cabildo, cárcel y autoridades militares. Existía una de Talca. división en dos barrios: uno era el barrio alto que

Acarreo de mercaderías. Grabado de Schmidtmeyer.

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Plaza de Armas y Palacio Consistorial a comienzos del siglo XIX. Tarjeta postal del editor Enrique Prieto. Colección del Museo Histórico Nacional.

Talca: ¿Efluvio de una ciudad romana? H

PRIMER ANTECEDENTE El capitán godo Gil de Vilches y Aragón se estableció en estas tierras, bautizando Talca a su hacienda en remembranza de los Campos de Talca existentes allende el mar, cercanos a la localidad de Baeza (Sevilla) donde nació en 1581, en su Andalucía natal… y que trajo a estas tierras

Francisca Burgos Valderrama

istóricamente está registrado el nombre Thalca o Pillán como “erupción volcánica, trueno”, de preclaro origen araucano. Empero, existe un testimonio escrito en el siglo XII que tiene una acepción… ¿asombrosa? En 1976, a través del periódico La Mañana de Talca, el hoy ex presidente de FITAL y ex secretario de la Sociedad Arqueológica de Talca, Raúl Ramírez, publicó un artículo que pese a su trascendencia no generó mayores comentarios. Hace algunos años me regaló su investigación, la cual yo sintetizo, anexo e interpreto de la manera que sigue.

retenidos en su retina y memoria. Fue él quien encargó fundar la ciudad y bautizarla. Este personaje era hijo de Juan de Vilches y Collados y María de Aragón, entrando al real servicio a la edad de diecisiete años -1598- llegando a Chile con las tropas de Alonso de Ribera en 1602. En Arauco se distinguió en las refriegas contra los indómitos araucanos. Existe esta cita del historiador Diego de Rosales: “… siendo ayudante mayor del ejército, mandóle el Mariscal de Campo Pedro Cortés, a averiguar el autor de ciertos robos hechos a un auxiliar de Arauco, sobre un bando publicado con la pena de la vida al que robase en la plaza, y que descubierto el autor, le ahorcase. Se practicó la diligencia. Negada la verdad por el cómplice, presumiendo lo fuese el soldado Alonso Ranquel, que no se excusaba en forma, lo mandó ahorcar, pero la Virgen Santísima Nuestra Señora lo sostuvo libre de la soga y al descolgarlo lo hallaron sano, y entrando de jesuita fue un santo, en cuya opinión murió”. Pareciera haber sido piadoso don Gil, puesto Estatuas en segundo patio del Museo O´Higginiano.

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que a expensas de su fe se fundó el convento de los Agustinos en Talca. Ya en 1608 se encontraba radicado en las márgenes del Maule, dueño de las tierras de Talca o Talcamo. También es probable que don Gil de Vilches haya leído La Araucana, que ya a fines del siglo XVI era comentada en Europa. SEGUNDO VERTICE En Sevilla, Andalucía, se encuentran las ruinas de Itálica, ciudad romana fundada por Escipión en la conquistada región de Hispania, la que tuvo su esplendor sociocultural entre los siglos III y IV después de Cristo, para luego decaer. Su total abandono, J. M. Luzón lo dibuja como “…ya en el siglo VI (año 583) Leovogildo, en las luchas con su hijo Hermenegildo, tuvo que restaurar las murallas que comenzaban a desmoronarse. Los últimos testimonios históricos sobre Itálica los tenemos en las Actas de los Concilios de Toledo, en los que figuran sus obispos hasta el año 693. A partir de entonces, se puede decir que la ciudad fundada por Escipión, patria de dos hombres que llegaron a dominar el orbe, no es más que un pueblecillo sin importancia al que quedaban poco más de dos siglos de existencia. Se habla de Talikah en el siglo XII durante el período de dominación musulmana, pero de la ciudad no debía quedar más que las ruinas impresionantes de sus edificios públicos, y el recuerdo de su nombre, convertido en Campos de Talca, que otros menos informados llaman Sevilla la Vieja”. Sabemos que casi todos los guerreros profesionales españoles llegados al reino de Chile eran de ascendencia visigoda o goda y por formación étnica tenían dificultad fonoarticulatoria para emitir los sonidos “r”, “dr” y “tr” (morfografemas o dífonos), pronunciando -y escribiendo- Talca en vez de Tralca, Talcahuano en vez de Tralcahuano. Además, tenían el vicio -presente hasta hoy en los pueblos de América- de contraer las palabras (m’ijo por “mi hijo”).

Hispania fue una provincia romana cuyo vértice administrativo era la ciudad de Itálica, palabra que con la corrupción o desvanecimiento del latín produjo el cambio de nombre de innumerables localidades y la transformación de la palabra Itálica -poseedora de dos vocales débiles “i”- en Talca, al omitirse los fonemas suaves “i”. Así, ya en el siglo XII Talikah era conocida por musulmanes que le habían “sustraído” una “i”, perdiendo la otra los andaluces y quedando la originaria Itálica hasta la actualidad como Campos de Talca. TRALCA MAPUCHE La palabra mapuche Tralca, originada en Chile, varió a Talca gracias a la interpretación de los españoles. Basta recordar que ya en la primera parte de La Araucana, canto segundo, don Alonso de Ercilla menciona a los caciques Talcahuano, Talca, Talcamávida y otros. Algunas modalidades de su “interpretación” son: Talcán, Thalcan, Tralcan: sonar, tronar; Thalca: ruido sordo, trueno; Tralcan: tronador. Thalcamávida: monte de truenos; Talcaguano: trueno del cielo. Sin embargo, el diccionario trasandino de Esteban Erize nos documenta lo siguiente: “Chr: este sonido es el más difícil de transcribir. Extraño al español, era denominado T particular por algunos autores y T especial por otros. En la bibliografía se han utilizado cuatro formas de grafías para representarlo: primero t, con sus variantes t y t’; segundo: th, con sus variantes thr, th ® y th (rr); tercero: tr, con sus variantes trr, t ® y t (rr): y cuarto: ch, en contados casos”. Continúa en su página 19 afirmando que la forma de t fue la “de los iniciadores de la filología mapuche que encabezó Valdivia a principios del siglo XVII”, en tanto que la “segunda forma, la th, iniciada con Febrés, fue usada por los autores del siglo XVIII”, mientras que la tr “representa la reacción de los autores” de los siglos XIX y XX. Una variación metamorfoseada por algunos estudiosos dio nacimiento a la thr, una transición consensuada entre todas la anteriores. Así, la th sonaba en labios de los últimos indígenas sobrevivientes como chr: chres por tres, chradición por tradición, cuachro por cuatro, chrenza por trenza. En este contexto medió el prestigioso padre Ernesto Wilhelm de Moesbach, quien en 1951 falló lo siguiente: “En su lugar, cortaría de una vez el nudo gordiano y escribiría chr”, que posteriormente -1953consolidaría al escribir: “El sonido áfano y explosivo, propio del mapuche, transcrito en tr, th, t, ch, no tiene equivalente en castellano. Suena aproximadamente como la ch chilena seguida de una suave r” y para pronunciar la chr se toca el paladar con la punta de la lengua. Esta inadecuada interpretación de un sutil sonido nativo podría ser la diferencia de que el origen de la palabra Talca sea araucano o hispano.

“Confidencias”. Oleo sobre tela de Ernesto Molina, 1897. Museo O´Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

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Abnegados corregidores

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nviado por Almagro para reconocer el sur de Chile, el admirado capitán Gómez de Alvarado pasó por las tierras de la actual Talca en 1536 deteniéndose en las riberas del Maule, donde contempló una población indígena semidesnuda, hambrienta y viviendo en miserables chozas de paja que no sometió a despojos, misma que recibiría a Diego Rojas como primer magistrado del Corregimiento de Maule, creado en 1593, y que le escucharía prestar juramento el 30 de julio de ese año. Ya entonces en todos los títulos de nombramiento de los corregidores se sentencia “que hayáis y llevéis salario en cada un año, otra tanta cantidad como hasta ahora hubiere llevado

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y gozado los demás corregidores que han sido del partido… y que se os pague según y de la manera que se les ha pagado a ellos, sin diferencia alguna” (Real Cédula 13 febrero. AGI Chile 181. Informe de los oficiales reales José de Cañas y Adrián Bavilvaso. 1713, Chile, 436). Injusto procedimiento para compensar la autoridad y obligaciones de tan alto funcionario, en un Corregimiento de Maule que comprendía territorios que formaban parte de los términos de la ciudad de Santiago por el norte (desde el estero Nilahue y su desembocadura en la laguna de Los Choros, o de Cáhuil) extendiéndose hasta tocar con los de Concepción hacia el sur (río Pequilauquén) e incorporado espiritualmente al obispado de Santiago.

FICTICIA VENECIA MAPUCHE Reconociendo aciertos y errores, el académico de la Universidad de Chile, Francis Goicovich Videla, examina minuciosamente el libro “Historia de los antiguos mapuches del sur. Desde antes de la llegada de los españoles hasta las paces de Quilín” (Editorial Catalonia, Santiago, 2003), dado a luz por la pluma del antropólogo José Bengoa. Goicovich nos conduce por esta recopilación investigativa -cronológicamente agrupada en tres grandes secciones- que escarba vicisitudes enroscadas durante el primer siglo de enfrentamientos entre españoles y los dispersos nativos del ultra Bío Bío, en la cual el autor concluye en la primera de ellas -”La sociedad ribereña”, esbozo de los orígenes y formas de vida aborigen- que los mapuches del período de Conquista basaron sus sistemas disuasivo-ofensivos en diferentes vías fluviales de su hábitat. Es decir: existió una Venecia prehispánica en el centro-sur chileno que el autor retrata, cual acuarela histórica, mediante los variados niveles de integración sociopolítica que relacionaban a grupos de parientes y amigos mapuches a partir de “un mundo acuático”, como las reglas matrimoniales que regían el intercambio de mujeres (efectivos “goznes” articuladores de una red de alianzas en el ámbito bélico o cooperativo), su organización al momento de enfrentar una amenaza extranjera y sus recursos económicos (pesca, caza, recolección, actividad ganadera y agrícola). Todo ello amparado por las aguas del Bío Bío y el seno del Reloncaví. Así, Bengoa asevera que el mundo nativo de ese entonces estuvo estrechamente ligado a los sistemas lacustres y cursos fluviales que se deslizaban por los faldeos cordilleranos hasta penetrar la vastedad del Pacífico: los ríos. Éstos, de ortodoxos hitos fronterizos se reconocerían ahora como vías de comunicación expeditas por las cuales navegaron aerodinámicas piraguas o wampu (bote hecho de tronco). Así, previo y posterior al contacto con los peninsulares el pueblo mapuche tuvo como principal eje latitudinal integrativo una orientación este-oeste, según el curso de las vías fluviales, concepción revolucionaria que asemejó esta región chilena a una gigan-

HIMNO A TALCA

tesca Venecia con rutas de integración mapuches entre unidades parentales complementadas en la intrincada red intraétnica (festividades, matrimonios, asistencia económica y militar, otras), que sólo con la adopción del caballo a finales del siglo XVI crearán una rearticulación longitudinal de las alianzas que en los siglos venideros se denominarán vutanmapus. Empero, tal “propuesta” según Goicovich- es una exageración indocumentada del autor, ya que está demostrado que la estructuración de un sistema mapuche defensivo tuvo su eje rector en la alianza sempiterna de vutanmapus costinos, llanistas y precordilleranos, que ya en el “Estado Indómito” inserto en los versos literarios de “La Araucana”, de Alonso de Ercilla, había alcanzado renombre y fue el responsable del primer alzamiento indígena en 1553, apenas muerto Pedro de Valdivia. Estas alianzas apegadas al molde geográfico en donde se materializaron tuvo prioridad por sobre las alianzas que estructuraron las agrupaciones mapuches que vivieron apegadas en torno al curso de los ríos, lagunas y deltas. Por tanto jamás, históricamente, los ríos y lagos del sur – especialmente entre el Bío Bío y el Toltén- fueron una segunda Venecia en pro de una defensa imaginativa pero sin fundamentos. Finalmente y en otro ámbito, José Bengoa asevera que en la desecada laguna de San Vicente de Tagua Tagua estuvieron “los más antiguos pobladores de estas tierras (Chile)”, página 31, bordeando una antigüedad de 11 mil años. Otro error, pues las investigaciones de Tom Dillehay demostraron que el asentamiento humano más antiguo de Chile corresponde al sitio paleoindio de Monteverde en las cercanías de Puerto Montt, con una data basal de aproximadamente 13 mil años. “La guerra del sur” es la segunda sección, centrada en las transformaciones del mundo mapuche al contacto con la cruz y el acero españoles y la tercera, “De la liberación a la paz”, habla del alzamiento general de 1598 y las bases del mundo fronterizo. La estrecha relación de los mapuches diseminados en la zona cercana a Talca no obedeció exclusivamente a la existencia de cursos fluviales, sino a su espíritu invasor.

NEPOTISMO Y GENEROSIDAD Algunos corregidores maulinos -a diferencia de sus colegas de otros lares de América hispánica que percibían riquezas y elevadas gratificaciones-, ante la carencia de remuneración se inclinaron por el nepotismo, el favoritismo y en convertir las mercedes de minas en un comercio: obrajes de paños, cría de cerdos, molinos, astilleros, curtiembres, vacunos, ganado menor, viñas, lagares, compra de esclavos negros e indios. Empero, también existieron otras personas e instituciones que monopolizaron privilegios, como “prestamistas particulares, órdenes religiosas, cajas de indios, instituciones tales como cabildos,

Coro Paladín de tus áureos blasones cada hijo se jura al nacer, y el baluarte de tus tradiciones él, por siempre, sabrá defender. Desde el Claro, plateado y azul hasta el Maule, de reales memorias, resplandecen ¡Oh Talca!, tus glorias, con dos siglos que exaltan su luz. Acunada en tu lecho, al fragor de un volcán que denota su arrullo, das al mundo tu ejemplo de orgullo y de fuerza encendida de amor. En las gestas del Orbe, grabó el abate Molina tu nombre, dando a Chile el más caro renombre y a su historia el más vivo esplendor. Tus montañas, vestales del sol, y tus ríos, lebreles sin pares, son las galas que adornan tus lares y el sitial que algún rey ensoñó.

Uno Sur esquina Cuatro Oriente. Archivo Universidad de Talca.

hospitales y cofradías que preferían gozar de una renta fija y segura, o sus administradores determinaban destinarlas a este fin” (Juan Guillermo Muñoz, “Cajas de indios del Corregimiento de Maule”, revista Universum de la Universidad de Talca, segundo semestre 1987, p69). El historiador talquino Gustavo Opazo Maturana tilda a los corregidores de los períodos de la Conquista y de la Colonia de “ambiciosos e insaciables” (“Historia de Talca, 1742-1942”, Santiago, 1942, 69) sin probar con documentos tal afirmación. Fernando Campos Harriet, en cambio, tiene la impresión, tras revisar algunos juicios de residencia incoados a corregidores chilenos, de que los corregidores no sólo tuvie-

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ron un rol relevante en el desarrollo de las áreas rurales chilenas en el período indiano, sino que no les son imputables los cargos de “servicia, prevaricación y abusó” (“La institución del Corregidor en el Reino de Chile”, en III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Madrid, 1973, 676), tal cual ocurrió en otras provincias de la monarquía (Perú, Panamá). En este tenor, los repartimientos de Huenchullamí, Vichuquén y Lora pertenecieron al conquistador Juan de las Cuevas por merced del 17 de noviembre de 1552; los de Peteroa, Mataquito y Pocoa al conquistador -primer corregidor- Juan Jofré y Monteza y a la vez primer industrial de la Colonia al establecer un obraje de paños y en Pocoa un astillero (Gustavo Opazo Maturana, “Historia de Talca”, pp.24-27). Así, con tales limitaciones monetarias, en junio de 1775, cuando la Villa San Agustín de Talca contaba tres mil habitantes, llegó el Corregidor de Maule -por mandato de Su Majestad Carlos III- Fernando García de Padilla y Nieto y Espinoza de los Monteros, el “Loco Padilla”, acompañado de su esposa Tomasa, sus tres hijas (Antonia, María y Juana Norberta), además de su hermano Juan y su sobrino Manuel, a quien abril de 1776 se le sometió a juicio por ser causa “de ira y escarnio”, destituyéndosele y obligándosele a salir de la población con lo puesto. FUNCIONES VERSUS LIMTACIONES Las funciones de un corregidor al administrar justicia -labor más importante- les proveían de ejecuciones, embargos, comisiones, inventarios y decretos provinciales, por lo cual el año 1746 evacuaron una cláusula prohibiendo al Gobierno enviar jueces comisionarios a ventilar causas judiciales propias de su competencia para no mermar sus exiguos ingresos. Asimismo, monótonamente se reiteran las disputas por los emolumentos entre el corregidor y otros personeros judiciales, que hizo que los primeros a mediados del siglo XVIII monopolizaran temporalmente la administración de justicia en las áreas rurales al suspender el funcionamiento de los cabildos y restableciéndolos muy lentamente. Conocidísimos por lo anterior se hicieron los corregidores Isidro Pineda, en Puchacay; Antonio Ugarte, en San Fernando; Gerónimo Hurtado de Mendoza, en Quillota; Cortés y Cartavío, en Copiapó; Andrés de Toro y Ureta, en Coquimbo; y Martín Vega, en Melipilla. Es en el comercio el comercio de villas y asientos mineros donde estos personeros cometerían los mayores abusos, puesto que no existía ninguna “Una trilla”, grabado de Claudio Gay.

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disposición legal que se los impidiera, como Dimas Echaurren, de Coquimbo, quien prohíbe que en Melipilla el pescado “lo callegeen de puerta en puerta” y que el ganado se venda en sus calles, obligando la transacción de los productos en la recova, recinto donde él impone reglas y productos. Antonio de Aguirre por Real Cédula de 16 de noviembre de 1719 fue nombrado corregidor de Maule. Aguirre viajó desde España a Chile para asumir tal cargo, regresando decepcionado a la península sin haber tomado posesión de su cargo al enterarse que el mismo no era rentado. Posteriormente se le destinará -a petición suya- al corregimiento de Guamalíes, en Perú, que sí ofrecía expectativas económicas. En Chile, a diferencia de los corregidores peruanos que sí eran pagados generosamente con terrenos y oro, estos gobernantes no percibían remuneración alguna. El corregidor Francisco Iglesias, al asumir su investidura del corregimiento de Chillán, también solicita a la corona se le cambie de destino, porque en sus palabras “no sufraga para su subsistencia y pagar los empeños precisos que ha contraído para ir desde estos reinos” (Real Cédula 12 febrero 1780, pp 234-239). Ante estas bochornosas experiencias el Consejo de Indias recomienda en 1782 que se deberán nombrar como corregidores a “sujetos que están allá, pues la experiencia ha acreditado que los pocos que han ido provistos de aquí han tenido que dejarlos, pues de ningún modo podrían subsistir sobre los precisos empeños que llevaban, y así lo ha practicado V.E. en las últimas previsiones” (“Acuerdo del Consejo de Indias, 16 junio 1782, AGI Chile, 331), con lo cual se legaliza la designación de criollos en este cargo que hizo que la mayoría de los corregidores chilenos eran naturales del Reino. Existieron quienes llegaron a un corregimiento con la pretensión de mantener el sueldo que percibían como oficiales del Ejército o monopolizaando áreas productivas, por lo cual el Consejo de Indias les recuerda que tal oficio no tiene sueldo por su brevedad, pero ante el clamor de peticiones de sueldo en 1779 la entidad pide que los propios corregidores sugieran la forma de remunerarlos. En tal situación, el corregidor de Colchagua, Antonio Ugarte, propuso estancar el aguardiente producido en su zona y lo que rentaran los baldíos para sueldo de los corregidores, en tanto sus colegas opinan que la única manera de remunerarlos es con cargo a la Real Hacienda (“Noticias territoriales de los partidos del Reino”, 1779, MB. Manuscritos 17.599). Sin sueldo, las expectativas económicas se restringen a los emolumentos, tales como: ingresos por visitas a minas, visita a indios encomendados y los que pudieran obtenerse de “las diligencias jurídicas verbales que tienen de administración de justicia” (“Relación del Obispado de Santiago hecha por los oficiales reales Francisco de la Sota y José Fernándes Campino”, Santiago,

DEPOSITARIO DEL REAL ESTANDARTE

“Casa y Carretas”, óleo de Juan Mauricio Rugendas, 1835 (Colección Carlos Cardoen)

14 junio 1744). En realidad, durante el siglo XVIII lo único rentable eran las visitas a minas y excepcionalmente, el corregidor de Maule testimonia haber percibido dinero en 1769 por visitar a indios encomendados amén de las minas Chivato y Loma Blanca, ya que muchos antes, durante la administración del vizcaíno José Manso de Velasco en 1737 a 1744, se dictaron bandos e instrucciones destinados a ejercer tuición respecto del cometido de alcaldes de minas como El Chivato.. En el corregimiento del Maule los cabildos de las villas recién fundadas permanecieron suspendidos -excepción del juicio al “Loco” Padilla- como una forma de acaparar la administración de justicia en las áreas rurales, para beneficiarse en exclusividad de los emolumentos que esa labor reportaba, logrando los corregidores que desde mediados del siglo XVIII hasta 1772 los cabildos de estas villas restablecieran su funcionamiento muy lentamente. En Aconcagua es costumbre que de cada catorce a dieciséis viajes que cada arriero efectuaba a Valparaíso, debía ineludiblemente reservar uno al corregidor, práctica que Ambrosio O’Higgins exterminó con el decreto del nueve de mayo de 1791, como una forma de hacer aflorar la abnegación y entrega desinteresada que, cual verdaderos y perennes jardines, los futuros corregidores deberían llevar siempre consigo en su interior.

Cuando en diciembre 17 de 1744 Manso de Velasco estableció el Cabildo en la recién erigida villa, “eligió y nombró por Alcaldes ordinarios a don Francisco de Silva y oídor Josef de Aguirre, para que lo sean en virtud de este nombramiento todo el año de 1745 y cumplido pase la facultad de elegir a los capitulares del Ayuntamiento, en cuya conformidad, el día primero de enero, anualmente, harán elección de Alcaldes ordinarios en personas idóneas de honor y calidad correspondiente al mencionado oficio, y por Alférez real a don Joaquín de Orostegui, y por Regidores a don Josef de Besoaín y don Mario de Velasco”. Nombró, además, a don Bernardo de Azócar Alcalde provincial para la administración de justicia en lugares despoblados, reafirmando el cargo de Escribano. De la misma forma, comisionaba al primer corregidor de la villa Juan Cornelio Baeza para que les entregara las varas de Justicia Real, el Real Estandarte y libro del Cabildo, como así también les hiciera entrega de los cargos mencionadas y de las tierras, aguas, usos y costumbres que pertenecían a Talca para cumplir con sus roles. Junto con ello, ordenó que se eligiera de ahí en adelante al Procurador General, síndico mayordomo y demás personalidades que conformaban un Cabildo, en tanto que Baeza como magistrado de la villa era la máxima autoridad y sólo estaba supeditado directamente al Gobernador del Reino. A él le correspondía -de acuerdo a instrucciones de Manso de Velasco- recepcionar los procesos criminales y civiles de todos los lugartenientes y alcaldes de la Santa Hermandad que existían en el partido. El corregidor mantenía en cada doctrina -territorio- uno o dos comisarios que tenían el deber de detener a ociosos, ladrones y vagabundos. El emplazamiento y alzado de la villa estuvo a su cargo. Juan Cornelio hubo de delinear la cuadrícula original y característica de la fundación de poblados a la usanza española, además de repartir los solares, dirigir la edificación de otros nuevos, estimular y supervisar nuevas edificaciones, redactar edictos y ordenanzas y sobre todo apremiar con medidas severas a aquellos vecinos reticentes o recalcitrantes que no quisieran habitar la aldea. Ortiz de Valderrama aplicaba las leyes y encabezaba el Cabildo caracterizándose por ser un esforzado y progresista regente y leal representante de la autoridad de Manso de Velasco.

Costinos en la Alameda de Talca.

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Trajes y cosas de época E

n el siglo XVIII los nobles eran la antítesis de los plebeyos. En aquel tiempo, ser noble no implicaba un origen alto, sino ser una persona con riquezas que ocupaba cargos políticos y militares hasta la generación de sus abuelos; ellos se anteponían el DON (De Origen Noble). Hacia 1822 el traje de las talquinas era muy similar al de las damas inglesas, que no usaban sombrero, sino un pañuelo que les cubría la cabeza. Se tomaban todo el tiempo del mundo para arreglarse sus rizos, así como para adornar y trenzar su cabello. El chal es una prenda de vestir insustituible y su uso atraviesa todas las clases sociales: tela basta como rebozo para las aldeanas, de seda o gasa para las mujeres bien. Se sienten literalmente desnudas cuando andan sin él y hasta los pordioseros reservan una mantilla negra para asistir a misa. Los talquinos usan zapatos más bien zapatillas- y sombreros, aunque también adquieren trajes de Europa a través de tiendas existentes en el puerto de Valparaíso. Aún se conserva la costumbre de hilar, tejer, teñir y hacerse las vestimentas donde la rueca y el huso, la devanadera, el telar groseramente confeccionados fabrican desde unos calzones a una alfombra. Las tinturas las proveen las yerbas y raíces locales así como medicinales. La corteza del quillay limpia y restaura colores. El traje de los talquinos se asemeja al de los campesinos del sur de Europa y aunque en Valparaíso y alrededores priman los pantalones largos, acá se usan los calzones cortos de paño y la clase alta adimentos de medias blancas de algodón o lana y los más pobres ojotas. El pelo es largo, terminando en una gruesa trenza y altos bonetes o sombreros de fieltro negro. (Extractado de “Imágenes de Chile” pp193-196). Las boticas exhiben paquetes de hierbas secas, sucias vasijas de greda, cabezas de pescado y cueros de serpientes rodeados de dibujos cabalísticos de bestias con películas de polvo y mugre espeluznantes. El agua se vende a través de barriles en mulas que salen de la Plaza de los Burros (actual Trece y Catorce Oriente con Siete y Ocho Sur), terminal cuadrúpedo al que arriban y se disgregan toda clase de personajes y productos patéticos de una época ida procedentes de Colín, Maule, Constitución, Linares, San Javier, Villa Alegre, San Clemente y otros. Los talquinos son buenos para la siesta: a las cuatro de la tarde sólo sombras transitan las calles y cuando el sol comienza a ponerse en el poniente aparece el velero con sus velas de sebo y el hojalatero para acompañar con sus estentóreos gritos el paseo de las damas y caballeros por la Plaza y Alameda “Todo debía ser importado… y lo mejor. ¿Carruajes? Sólo Million, Guieto o Binder. ¿Mobiliario? Unicamente Krieger. ¿Plaqués?

Damas chilenas según dibujo de John Constance Davie.

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Cristoffe, y los cristales. Por supuesto, Baccarat” (Historia de Chile, Gonzalo Vial Correa, 1984- P 24). Hacia 1850 Talca era invadida, como las principales ciudades del país, por la penetración de ideas liberales con un espíritu de fonda y resistencia a la autoridad gobernante. Véliz señala: “Vestían a sus huasos con ponchos de bayeta inglesa, montaban en sillas fabricadas por los mejores talabarteros de Londres, consumían champaña de verdad e iluminaban sus mansiones con lámparas florentinas. Por la noche se acostaban en camas hechas por excelentes ebanistas ingleses, entre sábanas de hilo irlandés y abrigados con frazadas de lana inglesa. Sus camisas de seda venían de Italia y las joyas y adornos de sus mujeres de Londres, París y Roma. Para estos hacendados, pagados en libras esterlinas, la idea de gravar la importación de trigo o de imponer derechos proteccionistas sobre las imposiciones era sencillamente digna de un manicomio. Si Chile quería industria propia para producir bayeta, muy bien, que las tuviera, pero que produjera paño de tan buena calidad y tan bajo precio como el inglés”. (Adaptado del libro de Hernán Godoy, “Estructura Social de Chile”, 1976, pp. 233-234). Entre 1850 y 1882 la provincia de Talca estaba dividida en dos departamentos: Talca y Lontué, subdividios el primero en 19 subdelegaciones y 86 distritos, y el segundo en cuatro subdelegaciones y 15 distritos. Según el doctor Francisco Hederra Concha manifestaciones literarias regionales recogen acertadamente esta situación de negación a los cambios (“Así se vive”, novela, 1919 p22). Hacia 1900, en la sociedad talquina, abolengo y posesión de riqueza son fundamentos de relevancia para determinar el estatus. Acerca del buen gusto, “era de buen tono pertenecer al Club Talca, que reunía a la ‘sociedad’; participar de las veladas del Teatro Municipal, no por satisfacción estética o intelectual, sino porque este lugar estaba consignado como de moda; o bien caminar por la calle de Cruz al atardecer”. “El rol de la mujer en este ambiente era de un ‘figurín’, pues la fortuna de su familia se reflejaba en su vestuario” (Talca: Medio Siglo de Oligarquía, Raúl Sanchez Andaúr - Universum Año 7 -1992, Universidad de Talca). Según Benjamín Vicuña Mackenna en “Historia de Santiago”, página 451:

ESCLAVOS EN TALCA

Damas talquinas de finales del siglo XIX. Archivo Universidad de Talca.

“Mucha hebilla, poquísimo zapato, media blanca bruñida, y sin calceta, Calzón que con rigor el muslo aprieta, Vestido verde inglés, más no barato. Magníficos botones de retrato,/ Chupa blanca bordada a cadeneta,/ bien rizado erizón, poca coleta,/ talla estrecho, a las corvas inmediato. / Con esto y vuelta de Antolas muy finas,/ felpudo sombrerón, y una corbata/ que cubra el cuello; mucha muselina, / Aguas de olor, rapé, capa de grana,/ trampa adelante, y bolsa no mezquina,/ es petimetre quien le da la gana”.

En consideración a una Real Cédula sobre administración de esclavos en América, despachada en Aranjuez el 31 de mayo de 1769, los integrantes del Cabildo de Talca determinan cómo deberían tratarse a los esclavos del Corregimiento de Maule, para lo cual acordó: “Que el vestido de los esclavos sea el mismo de los gañanes de campo: cotón y calzoncillos de balleta, calzones de jerga, zapatos i medias; que el alimento sea una libra de charqui cocido, con frangollo de trigo i pan i medio por día, i en caso de no darles charqui, los frejoles correspondientes a la comida regular de un hombre. En cuanto a las tareas, se asigne media tarea de siembra por cada día de trabajo o el beneficio de una rés de matar i en los demas trabajos se arreglen las tareas por lo que jeneralmente trabajan los peones asalariados por meses o por año”. Además, hacia 1780 los talquinos que habitaban en la parte urbana tenían como hábito el notariar sus contratos, incluso aquéllos en que vendían sus esclavos. He aquí un acápite de una de aquellas peculiares ventas: “Sepan cuantos esta carta de venta real vieren, como yo don Antonio Bravo de Naveda, residente en la ciudad de nuestro señor San Agustín (Talca), otorgo por esta carta de venta real a Frai Pedro Bravo, del órden (sic) de ermitaños de nuestro padre San Agustín de la Buena Muerte, que está presente, una negra, mi esclava, llamada María, de casta angola, de edad 16 años, poco más o menos, por bozal recién venida de la Guinea, alma en boca, queso en costal, con seguros de tachas de borracha, ladrona, cimarrona mi de otras que tuviere o pareciere tener, escepto de enfermedad pública ni secreta, si la tuviere, por cobro de derechos reales el peso que por dicha negra me ha dado i pagado en reales de contado, de los cuales me doi por bien contento, entregado i pagado. En consecuencia, le cedo el dominio de lo enajenado, en la mejor forma de derecho” (“Cosas de Viejas: Tradiciones talquinas” de Pantaleón Aravena Azócar, 1905, pp 49-50).

Traje de la elite talquina 1850-1890. Museo O‘Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

Acuarela de Giast: “De compras en una tienda”.

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Calle de Cruz de Talca (actual Uno Sur). Recaredo Santos Tornero.

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CAPÍTULO II

UN RECORRIDO POR NUESTRO PASADO AMNÉSICO “En tanto algunos antepasados nos susurran que debemos dejar una huella en las movedizas arenas del tiempo, la historia nos recuerda que encontrar 'un camino' para entenderla es complejo, por lo cual sólo podemos capturar brotes de reminicencias atesorados herméticamente en la memoria para que nuestro origen permanezca goteando en el tiempo” Jorge Valderrama

Plaza de Armas y de Abasto José Miguel en Talca El día que tronaron los cañones Un escenario para dos batallas Proscenio de “aguas aconchadas” El Sistema Federal Revoluciones de 1851 y 1891

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Plaza de Armas y de Abastos

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dos sectores: uno para los tipos o siúticos y otro para la gente bien. n rigor histórico la primera Plaza de Armas de Talca se ubicó en la confluencia de los esteros Piduco y Baeza, en el lugar denomina- Los sábado, domingo y festivos amenizaban bandas musicales, estado Placilla (actual Dos Sur Siete y Ocho Oriente), centro de una ban las distracciones como kermés de Pascua y Año Nuevo y las infaltables caminatas después de comer -a las siete de la tarde- que con el ciudad ideada en 1692 por el gobernador Tomás Marín de Poveda que tiempo disminuyó en la gente bien o “linda” para evitar su roce con fracasó por la renuencia de los paisanos a abandonar sus haciendas. Así, la actual Plaza de Armas data de enero 17 -aunque formalmente es mayo los siúticos (rotos). En su lado poniente (actual Plaza Hotel) estaba el prestigioso Hotel Colón (1873). doce y por José Manso de Velasco- de 1742 que posteriormente fue transA finales del siglo XIX y comienzos del XX eran caminatas obligadas el formada en un verdadero fortín. Ya en 1832 contaba con cuarenta faroles de alumbrado público que en 1855 fueron reemplazados por cincuenta recorrer las dos primeras cuadras de la calle de Comercio -Uno Sur-, una cuadra de la Plaza lámparas a parafina de Armas, parte de y en 1874 por ilumila Alameda y la Ganación a gas. Ordelería del Portal (Uno nanzas municipales Sur Tres y Cuatro de 1834 y 1857 proOriente). En 1912 hibían botar basuras cuando ya los habien la calzada y oblitantes contaban gaban a los dueños con teléfono, se a blanquear sus caasombraban con sas. En 1858 las calas acrobacias de lles perimetrales se los precursores de adoquinan, se asfalla aviación nacional tan sus veredas y se y ya habían debutadiseñan sus jardines do por las calles talcentrales trasplanquinas los tranvías tando árboles traíde tracción eléctridos desde los viveros ca, fue levantado el de la Quinta Normal actual kiosko, de de Santiago; tres sobria y firme armaaños después zón. Centro social y 1861- se instaló una gravitacional de la pileta de agua de inciudad ha sido tesfluencia barroca imtigo de aconteciperante en la época. Mercado Municipal, 1931. Archivo Universidad de Talca. mientos relevantes: Asimismo, el regidor presentaciones de visitas ilustres, celebraciones populares (como los festetalquino, arquitecto y literato destacado, Daniel Barros Grez, logró materialijos por la llegada del tren a la ciudad en 1875), despedida del Batallón zar su anhelo de que las casas y calles fueran numeradas teniendo como punto de partida la Plaza de Armas en 1869. En 1874 se construyó el primer Talca cuando partió al norte durante la Guerra del Pacífico, recibimiento y kiosko de fierro -un tabladillo- para retretas municipales en el cual tocaba la homenajes a los héroes talquinos que participaron en este conflicto, probanda municipal. También y en 1877 se prohibieron los baños en el estero clamaciones políticas así como muda testigo del sacrificio de los patriotas Carlos Guido Spano y Marcos Gamero y Toro, quienes ofrendaron sus viPiduco, entre las calles Cruz y Baeza (Uno Sur y Dos Norte). A inicios del siglo XX fue centro de burla por parte de algunos gracio- das el cuatro de marzo de 1814 por defender la plaza ante fuerzas realissos o malintencionados que aseguraban que en alguna parte de ella se tas muy superiores durante la Batalla de Talca. Actualmente, hacia Uno había enterrado una canilla perteneciente a don Quijote de la Mancha, Sur, existe un monolito conmemorativo erigido por la Sociedad de Historia chuscada satírica -narrada por el doctor Francisco Hederra- que regocijaba y Geografía en 1971, en un escenario que desde siempre se ha tratado que luzca atractivo y acogedor, pues el mismo es una carta de presentaa quienes se mofaban del orgullo piducano. Única en Chile -que se sepa- que estuvo profundamente dividida en ción que heredamos de nuestros ancestros ibéricos.

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LA PLAZA DE ABASTOS

“Calle Uno Norte”, Talca. Oleo de Fortunato Rojas Labarca, 1927. Museo O'Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

En sus inicios sólo escuálidos locales comerciales sin conformar una agrupación fueron dando origen a la Plaza de Abastos, en el sitio que se asentó inicialmente la Plaza José Ignacio Cienfuegos con anterioridad al emplazamiento del Liceo Literario. Fue la sumatoria de ideas arquitectónicas acumuladas a través del tiempo. Ya entre 1835 y 1840 el intendente de la época, Miguel Concha, ordenó la adquisición del solar comprendido entre las calles Uno Norte, Uno Sur, Cuatro y Cinco Oriente, entonces Molina, Comercio o Gamero, El Carmen y San Luis, para erigir la construcción de una Plaza de Abastos más acorde al crecimiento y necesidades de la urbe. Este es considerado el primer período del mercado que antes fue conocido como Feria Municipal y en su alzamiento se superpusieron las influencias neoclásicas, arte industrial y art noveau. De la obra del Presidente José Manuel Balmaceda sólo quedó el galpón central, ya que un incendio en septiembre de 1910 consumió los antiguos locales de estilo Neoclásico. Entre 1886 y 1928 está inserto el que es considerado como descollante segundo período histórico del Mercado Central, ensalzado por expertos como el de “mejor factura arquitectónica”. Y desde 1939 hasta la actualidad se extiende el tercer período. Así, hasta antes del funesto incendio que destruyera a este Monumento Histórico, la imagen de su mole evidenció los efectos de los sismos de 1928 y 1939 (Extractado de Martín Domínguez Vial, Revista Universum, 1987).

TESTIGO DEL TIEMPO

Los vecinos de la Villa de San Agustín de Talca, siempre han tratado de que ésta luzca atractiva y acogedora. En 1742 fue el punto del cual partieron sus calles y con la determinación de Spano y Gamero fue epicentro de heroísmo y sacrificio durante la Batalla de Talca en 1814. La Plaza de Armas constituyó el principal núcleo de encuentro desde 1860 hasta la actualidad. En 1874 un tabladillo de fierro fue instalado con el propósito de que sobre él tocara la banda municipal. Y algo que no debe quedar en el tintero: siempre fue el centro de acontecimientos sociales memorables, como presentaciones de visitas ilustres, celebraciones populares, inauguraciones de eventos y edificaciones. Aníbal Jara recuerda que “la tertulia se llevaba a cabo durante los meses de verano; cuando aparecían los primeros fríos nos instalábamos en un rincón del café Palet, que pertenecía a don Esteban Calaf”. Con fama de que “su aristocracia no toleraba mezclas ni quería jamás compenetrarse con los elementos de clase media” (Domingo Melfi, italiano avecindado en la urbe), ostentó la peculiar segregación social -única en Chile- de dividir su Plaza de Armas en dos sectores. Hoy, con modernas luminarias, el ruido habitual de murmullos, risotadas, bocinazos, taconeos, sordos rugidos de motores y pésima conservación, espera un remozamiento que la haga sentirse respetada y querida… porque en ella se atesora gran parte de la memoria de esta ciudad.

Kiosko hacia 1920. Archivo Universidad de Talca.

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Este grabado de Claudio Gay inmortaliza una chingana.

José Miguel en Talca O

positor a la invasión francesa, valeroso combatiente en trece batallas, herido en el desastre de Ocaña, el aristocrático e impetuoso José Miguel Carrera -con 25 años a la espalda- desembarcó en Valparaíso de la fragata inglesa “Standart” a fines de junio de 1811 y días después escribió a su atemorizado padre Ignacio de la Carrera: “Las obras, cuando empiezan, es menester concluirlas… Con un buen Gobierno, hay armas, dinero y cuanto se necesita para el logro de nuestra libertad. Ha llegado la época de la Independencia americana; nadie puede evitarla”. Así, el cuatro de Septiembre José Miguel apoyó el golpe de los Larraín, que dejó como amos del país al grupo de los llamados “ochocientos” que presidían Juan Enrique Rosales, Juan Mackenna y el impulsivo sacerdote Joaquín Larraín Salas. Al amanecer del 14 de noviembre de ese año, ansioso por un mayor protagonismo y liderazgo, el paladín rebelde asestó su ya segundo golpe militar en menos de dos meses, asumiendo el poder y reemplazando la Junta de Gobierno por otra, constituida por Juan Martínez de Rozas -por Concepción-, Gaspar Marín -por Coquimbo- y JM Carrera, por Santiago. El 15 de noviembre 1811 lo llevó al poder y el dos de diciembre clausuró el Congreso acaudillando una revolución que lo empujaría por audaces atajos. (extractado de “Historia de Chile” de Jaime Eyzaguirre pp.361-366). BRISAS REVOLUCIONARIAS

El otrora inteligente y resuelto Juan Martínez de Rozas, dueño absoluto de la provincia de Concepción en abril de 1811, un año después flaqueaba ante un inminente choque con José Miguel y una ineludible guerra civil que podría restablecer el viejo régimen. Empero, el audaz revolucionario criollo era además un patriota. Así, José Miguel Carrera suavizó las medidas aplicadas a quienes en diciembre de 1811 fueron considerados agita-

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dores y se mostraba favorable a los sarracenos otorgándoles diversos puestos públicos. Tal conducta alarmó a los patriotas que creyeron ver materializado el régimen pasado, que sólo las obras del líder–publicación de un periódico- probarían su patriotismo. Era una época en que los celos y rivalidades entre provincias estaban exacerbados y Santiago no quería que Concepción ocupara un plano preponderante a través de las armas. Ya en 1812 un proyecto revolucionario fraguado en el cuartel de artillería rompió la tranquilidad capitalina y originó la prisión por algunos días de algunos oficiales involucrados. Los corsarios enviados por el Virrey del Perú inquietaban el comercio. VIAJE A TALCA

Las cuestiones pendientes en el sur de Chile -Concepción no se sometería al Gobierno de no existir un tratado u otro arreglo- hicieron que Carrera resolviera -investido de amplios poderes- viajar a Talca el 18 de abril de 1812 con una escolta de tropas de caballería y con su amigo abogado y líder de los Húsares de la Muerte, Manuel Rodríguez, a su vera, como secretario. La tradición oral refiere que pernoctó en los salones de la casona del portugués Juan Albano Pereira. Una vez en ella, el día 25 despachaba a un ayudante con documentos para Rozas, en los que anunciaba que todo se zanjaría si ambos celebraban una conferencia. La junta provincial de Concepción se trasladó a Linares avanzando Rozas hasta las márgenes del Maule, premunido de plenos poderes para negociar, formando unos mil hombres de caballería entre Dragones de la Frontera y milicianos. Pasó el río Maule Rozas con un reducido séquito y en la orilla opuesta le esperaba Carrera, en la casa de un hacendado maulino apellidado Alvarez. Ambos caudillos, que no se conocían en persona, se mostraron reconciliados y comieron en la misma mesa. Estaban de acuerdo en las

ventajas de la unión de todas las provincias, pero llegadas a la palestra las bases del arreglo, Carrera evitó respuestas explícitas y se limitó a invitar a su rival a otra conferencia a celebrarse en Talca, lo que Rozas aceptó. José Miguel Carrera narra en su Diario Militar estas conferencias: “A fines de abril del mismo año fui comisionado a Talca por el Gobierno con plenos poderes para transar con Rozas, jefe de las tropas enemigas, todas las desavenencias amistosamente. Muy pronto llegué a aquel destino. Rozas estaba al otro lado del Maule y lo provoqué a una entrevista que se verificó al sur del mismo río. Retiré a Talca todas mis guardias, y lo esperé en las orillas del río con cuatro oficiales y tres ordenanzas. Rozas llegó con gran acompañamiento, y pasó el último brazo del río con la música de sus dragones. Comimos aquel día juntos, y en la tarde se despidió, quedando de ir a Talca al día siguiente”. Narración que adolece de inexactitudes: Carrera estaba acompañado de muchos más hombres y tropa y la entrevista se realizó en la ribera norte, Duao, cercano a un vado del río por donde pasaba entonces el camino público más frecuentado entre Talca y Linares. Poco satisfecho de tal encuentro, Rozas comunicó a sus oficiales su intención de ir a Talca a celebrar una nueva conferencia, los que se opusieron enérgicamente, pues estaban convencidos de que Carrera les estaba tendiendo una celada con el propósito de “descabezar” la revolución, matándole. Así, Rozas envió una bien intencionada misiva a través del comandante Bernardo O’Higgins, quien partió rumbo a Talca en la madrugada del 27 de abril. Si bien estas tratativas no fueron exitosas, sí eclosionaron un efecto práctico, ya que los rumores que circulaban en Santiago referían que Carrera estaba prisionero -en Talca- de Rozas al haber sido abatido y su tropa dispersada, lo que apresuró su regreso. “Durante mi permanencia en Talca quisieron los facciosos introducir el desorden. Corrieron la voz de que estábamos prisioneros de Rozas, y que ya era todo acabado” (Diario Militar de JM Carrera). Finalmente, JM Carrera propuso –ocultando su real intención- a su rival que las tropas acantonadas a orillas del Maule regresaran a sus cuarteles respectivos, lo que fue aceptado. Al respecto, Rozas consignó: “… don José Miguel Carrera y yo hemos quedado en Talca y Linares para seguir la negociación que reponga la tranquilidad, el orden y la unión”. Empero, el descontento quebraría la fidelidad hacia Juan Martínez de Rozas. Un Ejército sin sueldo que se pagaba desde Santiago generó un motín que culminó con la entrega de Rozas a Carrera, quien lo desterró a su ciudad natal de Mendoza, donde falleció en 1813. Fue el epílogo para Juan Martínez de Rozas, nombrado por el mismo Carrera representante de Concepción en 1811, y el pináculo del capitán de húsares, quien obtuvo en Talca su hegemonía y quedó dueño del país. El 13 de abril de 1813 la Junta de Gobierno estaba compuesta por Después de su regreso a la capital, Carrera vuelve a salir rumbo a Talca en abril de 1813, llevando consigo al Batallón de Granaderos, formado por 600 hombres al mando del sargento mayor Carlos Spano, y a sus primos hermanos Nicolás y José María Carrera, acusados de asesinato, con el fin de preparar la defensa en el río Maule y reunir las milicias de Cauquenes, Linares y Parral, investido con el grado de brigadier otorgado por un temeroso Senado ante el desembarco del almirante Antonio Pareja en San Vicente y la adhesión de Concepción a la causa realista. En su camino a Talca encuentra en Curicó al tesorero de Concepción, José Jiménez Tendillo, conduciendo 36 mil pesos. El día cinco Carrera llega a Talca con 50 hombres a los que se adicionan otros 20 más provenientes de Concepción. Carrera encuentra una población desalentada y poco cooperadora. Ese mismo día destacamentos realistas se encuentran a 40 kilómetros al sur del río Maule patrullando la zona de Cauquenes, Linares y Parral, al mando del comandante Melchor Carvajal, con el fin de impedir la retirada de tropas desde el sur hacia Talca. El

Agustín Eyzaguirre, José Miguel Infante (espíritu del Gobierno) y el sacerdote maulino José Ignacio Cienfuegos (reemplazó a Francisco Antonio Pérez, quien se retiró en octubre). Desde el 21 de octubre de 1813 y hasta finales del mes de febrero de 1814 la Junta de Gobierno de Chile asentó sus reales en la ciudad de Talca, siendo presidida por José Miguel Infante y Agustín de Eyzaguirre, regresando el uno de marzo de 1814 a la capital. Posteriormente, el once de febrero de 1817 el comandante patriota Ramón Freire ocupó la villa San Agustín de Talca con sus fuerzas. Don José Manuel Borgoño fue elegido alcalde y al día siguiente se desencadenaba la Batalla de Chacabuco que libertaría a la patria de la opresión goda. Reacia a distanciarse del soberano español, las familias acaudaladas de la ciudad no otorgaron ningún tipo de ayuda a Carrera y sus hombres armas, soldados ni apoyo- cuando éste va al encuentro del brigadier español Pareja en 1813. Para 1814 las últimas desgracias de la campaña habían empañado el prestigio de JM Carrera, quien se dibujaba prístino en esta composición: “Saeta que voladora/ cruza arrojada al azar,/ sin adivinarse dónde/ temblando se clavará;/ hoja que del árbol seca/ arrebata el vendaval,/ sin que nadie acierte el surco/ donde a caer volverá;/ gigante ola que el viento/ riza y empuja en el mar,/ y rueda y pasa, y no sabe/ qué playa buscando va” ( tres primeras estrofas de Rima II, Gustavo Adolfo Bécquer).

Recreación artística de Francisca Burgos Valderrama.

nueve el coronel Luis de la Cruz es nombrado comandante de la plaza de Talca, mientras José Miguel distribuye su ejército a lo largo del río Maule para vigilar más de 30 vados. Asimismo, el día 13 ordena que las milicias de Talca sean relevadas de sus puntos de guardia por milicias de Curicó y San Fernando y dos días después al teniente coronel Bernardo O’Higgins ocupar el cerro Bobadilla y construir un fortín. Tras el combate de Yerbas Buenas Carrera dispone retirar las tropas desde Talca hacia el norte, lo que provoca un desbande del ejército que es controlado en Cancha Rayada. El nueve de mayo José Miguel Carrera ocupa nuevamente Talca y concentra 9 mil hombres, de los cuales 7 mil eran de caballería. Finalmente, el 26 llega a Talca procedente de Concepción, reuniéndose con el coronel Juan de Dios Vial, quien junto a sus tropas se hallaba al sur de Talca y posteriormente inicia la persecución de la población realista, e incluso la neutral, acciones que lo apartan de la Junta Gubernativa por la expropiación de inmuebles, robo de animales y violación de mujeres.

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El día que tronaron los cañones

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as primeras campañas de la Independencia tuvieron como escenario el territorio comprendido entre Concepción y Talca, en el cual la defensa y dominio del río Maule fue importante hito. Por ello, al desembarcar el almirante Antonio Pareja en la bahía San Carlos de Ancud en enero 18 de 1813, centra su objetivo en ocupar sus orillas para luego atacar Santiago. Eran tiempos inestables en los que se alzaba como paradigma de libertad y espejo de audacia el general José Miguel Carrera, que alejó al país de su marasmo. Las primeras escaramuzas contra los godos fueron favorables a los patriotas, lo que contribuyó a levantar el ánimo de las personas. Pero al poco tiempo se sucederían acontecimientos desafortunados, como el sitio de Chillán, la lentitud de las operaciones ofensivas y el desmembramiento de las tropas, todos hechos que convulsionaron al país y obligaron a la Junta Gubernativa -residente en Santiago- a tomar medidas enérgicas que confluyeran en cambios radicales en la dirección de la guerra. En este marco referencial, el Gobierno se trasladó a Talca el 21 de agosto de 1813, quitándole el mando del Ejército al osado caudillo José Miguel Carrera y colocando en su lugar a un hombre tan valiente y abnegado como generoso y modesto: el coronel Bernardo O’Higgins. Ese mismo día la Junta Gubernativa designó al coronel Carlos Spano en la dirección del cuerpo de granaderos. Spano era un militar de brillantes antecedentes, español de nacimiento, pero chileno de espíritu y a quien mucho debía la causa americana. OPERACIONES MILITARES Restableciéndose de heridas sufridas en batalla -en Santiago-, ya el nueve de diciembre Spano se posesionaba de su cargo, reorganizando a la tropa y adiestrando a nuevos reclutas. Era un hecho que los realistas estaban concentrados en Concepción a las órdenes del recién llegado general Gabino Gaínza, por lo que el gobierno patriota se aprestó para retornar a Santiago, considerando que O’Higgins, con el grueso de las fuerzas se encontraba en Concepción y que Juan Mackenna observaba al enemigo en Membrillar, al mando de una división auxiliar. La situación era crítica. Ante el avance enemigo Talca estaba indefensa, considerando el poderío español. Solo la protegía una guarnición de 390 hombres: 170 fusileros, 60 granaderos, 70 artilleros, 90 lanceros milicianos y tres cañones. Así, ante la inminencia de un ataque, la Junta Gubernativa regresó a Santiago el uno de marzo de 1814, dejando como gobernador y comandante general de la ciudad al coronel Carlos Spano con sólo 300 hombres, 230 de los cuales debieron partir al sur. Contaba sólo con 70 artilleros y 30 milicianos. El coronel escribió a la junta explicando sus aprensiones ante un ataque. No obtuvo ayuda. La ciudad estaba plagada de traidores que se oponían al sistema de libertad y que propiciaron el ataque enemigo ocurrido el cuatro de marzo de 1814. A las nueve de la mañana comenzó el ardoroso combate y al mediodía los realistas eran los vencedores (Dibujo según Luis Fernando Rojas).

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PRESAGIOS DE UNA BATALLA Al día siguiente de haber partido el Gobierno hacia la capital, Spano recibió informaciones del sur, en las que Juan Mackenna instaba el pronto envío de auxilio so pena de perder toda la división a su mando. Paralelamente, tomaba conocimiento de que partidas guerrilleras enemigas amenazaban la ciudad, y de que un espía español -José Miguel Ojeda- advertía a los talquinos del inevitable ataque. La noche del 3 Elorreaga atravesó el Maule desobedeciendo órdenes de Gaínza. El día tres, nuevamente el jefe talquino dirigió otra comunicación a la junta. Sin embargo, no recibiría contestación, pues los enemigos no le dieron tiempo a esperar refuerzo alguno. Spano, para evitar que 200 fusiles enviados por O’Higgins cayeran en manos ibéricas, ordenó a los arrieros que los transportaban proseguir de inmediato su camino hacia Santiago. Talca, por otra parte, contaba con muchos traidores y fieles a la monarquía y, salvo excepciones honrosas, a la poca fuerza para la defensa, se

unía la mala fe de los habitantes del pueblo, los que informaron al enemigo acerca de las debilidades defensivas.

les cayó el enemigo por las calles de Cruz y del Comercio (Uno Oriente con Uno Sur). Eran las nueve de la mañana. Entonces se alza la grandeza de Spano. Dando coDEFENSA DE raje a sus hombres, con serenidad desenLA CIUDAD vaina su espada y les espeta: “¡De ellos La madrugada del cuatro de marzo es el número, de nosotros el valor. Recorde 1814, una fresca brisa mecía las hodad que si somos vencidos la patria nos jas de los árboles de la plaza y al destomará cuentas de nuestras acciones!”. puntar los primeros rayos de sol desteComenzaba un desigual combate con llaban los sables, bayonetas y adornos meardor y valentía. Al tronar de los cañotálicos de los patriotas que protegían la nes, el choque de sables, el relampagueo ciudad. Spano... aguardaba. de las bayonetas y los gemidos de los heriA eso de las siete de la mañana, el oficial dos, la figura de Spano se multiplicaba por los español y vecino talquino Angel Calvo penetracuatro puntos cruciales, atrayendo voluntarios ba como parlamentario por la Calle de Comercio para la defensa patriota. (Uno Sur) y le entregaba un escrito intimidatorio de De igual forma, Marcos Gamero, el muchacho héroe, parte de Ildefonso Elorreaga -quien contaba con 400 arrojaba un mar de fuego contra los enemigos, cuyo guerrilleros-, jefe de las fuerzas enemigas, mediante ímpetu inicial dio paso a la impotencia. Al sentir el Marcos Gamero y Toro. Gentileza el cual le conminaba rendirse y entregar la plaza. denuedo de aquellos valientes que mantenían en alto Eduardo Russo. Hay que mencionar que las fuerzas realistas contael pabellón nacional al centro de la plaza, los oficiaban con más de mil soldados bien armados y experimentados en el com- les Guzmán y Silva no daban pie atrás, y Cienfuegos empujaba al enemigo bate. La misiva resaltaba “que si me da lugar al disparo de un fusilazo, comandado por el oficial español Angel Calvo, los que huían precipitadapasaré la guarnición a cuchillo”. mente por la Calle de Molina (Uno Norte). Sin acobardarse por el ultimátum, pero con mucho sentido común, Dos horas duraba ya el combate y uno a uno iban cayendo los valeroSpano explicó la situación al Cabildo y a sus oficiales, entre los que esta- sos defensores, cuando don Vicente de la Cruz y Burgos, influyente vecino ba el teniente de artillería Marcos Gamero y Toro, de 17 años. Este joven de la ciudad, introdujo en la casa de su padre -Cruz Polloni- a un piquete oficial afirmó que la defensa debería hacerse hasde fusileros realistas que dieron muerte a Marcos ta morir por la bandera. Gamero. La traición segaba vidas patriotas, ya que Aún así, se determinó intentar dilatar la situaElorreaga auxiliado por vecinos traidores penetración con Eliorraga en espera de la llegada de las ba con un grupo de soldados cubriendo de herifuerzas patriotas, que venían en camino a las órdedas a Spano que al ser instado por un oficial a nes de Rafael Bascuñán. salvarse, respondió: "Aún no hemos hecho lo basEl comandante realista Ildefonso Elorreaga hatante; yo no debo sobrevivir a la patria". Así, en el bía pasado por el camino que desde el paso del Maule instanteque corre a proteger el tricolor patrio una por Duao conduce a esta ciudad. Enseguida, avanbala le hiere mortalmente y a las doce del día exzando por las calles de Talca con 150 hombres bien pira con estas palabras: "Muero por mi patria, por armados hizo un alto en los suburbios y envió otra el país que me adoptó por hijo". nota de intimidación, a la que Spano respondió: “... Sólo Guzmán pudo escapar disfrazado para Sólo después de mi muerte podrá ocupar la ciudad servir más tarde a la olvidadiza patria en Chacaque está encargada a mi cuidado”. Luego erigió babuco y en Maipo. Y Talca vio morir al valiente rricadas en los cuatros vértices de la Plaza de Armas, Spano y al digno hermano de Joaquín Gamero y ubicando en tres de las esquinas los únicos cañones nieto del Conde de la Conquista, don Mateo de que poseía: en la esquina surponiente a cargo del Toro y Zambrano: el teniente de artillería Marmayor Guzmán, en la suroriente del teniente Gamecos Gamero y Toro. Después de 190 años esta ro y en la norponiente del teniente Cienfuegos. ciudad aún está en deuda con estos dos héroes, Aún no construían la última trinchera cuando plenos de amor por el suelo que pisamos. Monolito que se encuentra en la Plaza de Armas de Talca.

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Un escenario para dos batallas

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de el norte. 40 fusileros, al mando del Alférez Florentino Palacios se apoderan del Convento de San Agustín, situado a 3 cuadras de la plaza, atacando desde ahí la trinchera norte con gran éxito y replegando a los ibéricos hasta la Plaza de Armas de Talca, provocando el que numerosos vecinos se dirigieran hacia las fuerzas patriotas. Informado que fuerzas realistas del comandante Ildefonso Elorreaga han cruzado el río Maule -alertadas por el vecino talquino Juan Crisóstomo Zapata- ordena la retirada a Cancha Rayada, produciéndose desorden en los patriotas, donde toma posiciones para contrarrestar la arremetida de las fuerzas enemigas. El choque formidable de las huestes hispanas y su superioridad militar liderados por quien abrazó la causa española -Calvo- pudo más que las órdenes de enfrentar al enemigo de Blanco Encalada y la falta de entrenamiento de sus hombres (o indisciplina) que sólo BATALLA DE CANCHA RAYADA pensaron en salvar la vida, obligó una retirada hacia La toma de Talca por las tropas de su majestad Santiago, dejando a la urbe en poder de los espaFernando VII, en marzo 4 de 1814, caló hondo en ñoles y 300 prisioneros, amén de artillería, armas, el espíritu de los patriotas, fundamentalmente por animales, municiones y víveres. Fue la primera Batael temor existente en Santiago que quedaba expueslla de Cancha Rayada, librada entre la actual calle Dos to a los realistas. La respuesta no se hizo esperar y Norte y la Alameda a orillas del estero Piduco. días después el Director Supremo Interino, Antonio Las tropas del brigadier español Gabino Gaínza, reJosé de Irisarri, mandó una división compuesta por mil forzadas por 800 soldados enviados por el Virrey del Perú 370 soldados, dividida en 600 infantes, 70 artilleros, 700 y desembarcadas en la costa de Arauco, asestaban derrota milicianos y 4 cañones a recuperar Talca -e impedir el avantras derrota a los patriotas que con la caída de Talca vio ce de las fuerzas realistas- al mando del teniente coronel MaFrancisco de la Lastra. abierto el camino a la capital, en circunstancias que las nuel Blanco Encalada. En la tarde del 29 de marzo, desobeDibujo de Desmadryl. divisiones de O’Higgins y Juan Mackenna se encontraban deciendo órdenes de O’Higgins (quien el 28 le había ordenado distraer al enemigo, mientras él cruzaría el río Maule en una semana en el sur y aisladas una de otra. En esos momentos, el porvenir de la causa más y no enfrentarlo directamente), colocó la artillería en la periferia tal- americana era sombrío. En todas partes los ejércitos del rey obtenían granquina, batiendo las trincheras enemigas. Defendida por 400 realistas, des- des victorias: los patriotas argentinos eran derrotados en el Alto Perú e uando las guerrillas realistas de Ildefonso Eleorraga se posesionaban de la ciudad, el cuadro que presenciaron nos lo describe el cronista y médico talquino Francisco Hederra Concha: “Allí tendidos al sol, quedaron los cadáveres de los patriotas. El de Gamero, despojado de la casaca, los pantalones y las botas, descansaba sobre el dorso; la cara al cielo, abiertos los ojos, las manos caídas a los costados, los pies cubiertos con las medias, tenía una extraña expresión de serenidad en el rostro. Por la camisa abierta se veía la ancha herida que había hecho el proyectil entrando por la espalda y saliendo a la altura del corazón”. Estaba por cumplir 17 años y pocos días antes -en el sitio de Chillán- había visto morir a su hermano Joaquín.

1813 Acontecimientos locales: Nuestros corresponsales nos comunican que el cuatro de abril llega a Talca el teniente coronel Bernardo O’Higgins, proveniente de Los Angeles y Chillán a través de caminos cordilleranos. En tanto, el desembarco del almirante Antonio Pareja en San Carlos de Ancud el 18 de enero y la adhesión de Concepción a la causa realista, provocan que el Senado otorgue el grado de brigadier a José Miguel Carrera y el mando del Ejército Restaurador. Entonces, Carrera sale desde Santiago -una vez más- rumbo a Talca, llevando consigo al Batallón de Granaderos, formado por 600 hombres al mando del sargento mayor Carlos Spano, y a sus primos hermanos Nicolás y José María Carrera, acusados de asesinato, con el fin de preparar la defensa en el río Maule y reunir las milicias de Cauquenes, Linares y Parral. En su camino a Talca, el caudillo encuentra en Curicó al tesorero de Concepción, José Jiménez Tendillo, conduciendo 36 mil pesos. El 9 de diciembre la Junta quita su confianza a Carrera entregándole a O’Higgins la jefatura del Ejército. Cuando a las 20 horas del cinco de abril José Miguel Carrera arriba a Talca, junto con 50 hombres, encuentra una población desalentada y poco coopera-

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dora. De igual forma, al intentar una avanzada realista el 26 de abril un reconocimiento, al mando del comandante Ildefonso Elorreaga, se traba en una lucha en la ribera sur del río Maule con el Regimiento de San Fernando, matando a dos milicianos patriotas. Las fuerzas de Elorreaga se trasladan después desde Bobadilla a Yerbas Buenas. Un despacho de última hora reseña que en persecución de la escolta realista de Ildefonso Elorreaga (300 soldados), a las tres de la mañana del 27 de abril 600 patriotas enviados por Carrera llegan a Yerbas Buenas y desconociendo que el grueso del ejército realista -seis veces superior al patriota- se hallaba acampando en dicho lugar atacan en completo desorden, al mando de los capitanes José María Benavente y Enrique Ross, más el teniente Santiago Bueras, los cuales embisten la artillería realista y toman prisionero al capitán José María Berganza, además de capturar algunos cañones. Al amanecer, las fuerzas patriotas se retiran de Yerbas Buenas con armas, prisioneros y artillería, pero son perseguidas por las fuerzas enemigas que tornan su retirada en un desastre al no proteger la caballería patriota la retirada de la infantería, la cual fue diezmada por los godos.

Batalla de Chacabuco, 11 de febrero de 1817. Dibujo de Gericault. Biblioteca Nacional, Santiago.

en Cancha Rayada, mientras Osorio se refugiaba en la ciudad. Al oscurecer del día 19 de marzo -cuatro años más tarde de la batalla entre Blanco Encalada y Calvo en el mismo sitio- San Martín, previendo una sorpresa, ordenó cambiar posiciones a sus hombres para evitar cualquier ataque nocturno. No obstante esta precaución, los realistas y como una forma de compensar su inferioridad numérica, ejecutaron un desesperado asalto envueltos por las sombras de la noche. Así, dirigidos por DESASTRE DE CANCHA RAYADA Cuatro años después e informado José de San Martín del desembarco Ordóñez cayeron sobre la vanguardia patriota que estaba presta a mode Mariano Osorio -oficial español- en Talcahuano y llegado a Linares, verse. O?Higgins, alertado por un extenuado vecino que llegó a prevenirmovió su Ejército de cuatro mil hombres desde las Tablas hacia el sur, con le desde Talca, no tuvo ocasión de reaccionar, pues de inmediato vino el ataque. La confusión fue total. Unicamente el ejército de Chile, a el propósito de unirlo con el de O'Higgins -quien el 27 llegaba a cuya cabeza estaba el Director Supremo, resistió solo todo el Curicó donde descansó ocho días- en Talca. El prócer chileno, peso del ataque, mientras la caballería y artillería argentia su vez, recibió una orden del general en jefe de marchar na y toda la reserva se dispersaron desordenadamente. hacia San Fernando para encontrarse con el grueso de Santiago Bueras -“El Huaso”- y Viel defendieron fieralas fuerzas patriotas. En Santiago las familias oraban mente el campo para proteger la retirada de O'Higgins en los templos por el triunfo de la patria y el gobierno -herido en un brazo e imposibilitados sus esfuerzos subrogante reunió con la ayuda del clero las donapor organizar alguna resistencia- hacia el Cuartel ciones que se guardaron como sagrado depósito. General ubicado al pie del cerro Baeza. DesesperaEl día 10 de marzo de 1818 se concentran las do, San Martín huyó con O'Higgins al norte del río fuerzas de ambos caudillos en Chimbarongo, con Lircay y de ahí a Santiago. En el campo de la Sorpreun total de 6 mil efectivos. Asimismo, y después sa de Cancha Rayada quedaron 300 patriotas, entre de muchas dificultades por falta de transporte, muertos y prisioneros. Empero, el Ejército no fue aniOsorio y sus 5 mil hombres se movió al norte, atraquilado, ya que el oficial argentino Juan Gregorio Las vesó el Maule y ocupó Talca, acampando en CaHeras, con un total de mil 500 hombres, no fue atacamarico el 14 de marzo. do y tampoco pudo atacar dada la oscuridad reinante Mientras, en Santiago las familias oraban en las que no permitía distinguir a amigos de enemigos. iglesias por el triunfo de la patria, entregando a la cauEsta batalla acaecida en lo que hoy es el barrio norsa sus últimas alhajas y monedas. San Martín marchó con te de Talca, habría significado, de tener éxito, la derrota su ejército desde San Fernando al sur y después de un endefinitiva de los españoles, lo que ocurriría pocos cuentro a orillas del río Lontué, otro en Quecheredías después (5 de abril) en los llanos de Maipú. guas, en Lircay y en el perímetro de Talca, acampó General Juan Gregorio Las Heras. igual suerte corrían mexicanos y venezolanos. Análogamente, la situación de los patriotas chilenos no era nada favorable, y a la caída de todo el sur en poder de los soldados del rey de España se anexaba el agotamiento financiero y el desaliento generalizado, pero los ibéricos no estaban en mejores condiciones. Era el período de la Patria Vieja.

Dibujo de Desmadryl.

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Proscenio de “aguas aconchadas”

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iniendo por la Panamericana o en tren hacia Talca desde el norte, es posible apreciar una añosa casona en el punto más elevado de Lircay -en araucano “irse al fondo la impureza de un líquido”, “aconcharse”, que en alguna magnitud refleja la secuela de un fugitivo tratado- hacia el este, testigo material de un acontecimiento histórico. Este caserón ha sido muy descuidado como patrimonio cultural y quizás- depauperado por algunos entroncados personajes talquinos cuyas viviendas ostentarían tapices, cuadros, portales, biombos y diversas piezas originarias de esta mansión. Si bien añorar el pasado sólo sirve para revolcarse, deplorarlo es una pérdida de identidad. TRATADO DE LIRCAY En marzo siete de 1814 una Junta Gubernamental otorgaba el cargo de Director Supremo al coronel Francisco de la Lastra. En ese entonces tanto patriotas como realistas estaban en una difícil situación. Gaínza, hombre acoquinado e indeciso, estableció sus cuarteles de invierno en Talca y la inactividad de la tropa produjo deserciones. Los patriotas enfrentaban una guerra civil entre conciudadanos, una economía en decadencia y contaba con un único militar experto: Mackenna. En estas circunstancias llegó a Valparaíso el comodoro inglés Hillyar, para mediar en un tratado con los insurgentes chilenos con la venia del virrey del Perú. Francisco de la Lastra envió a O’Higgins con instrucciones de obtener una tregua honrosa. Al revelar Hillyar a Gaínza el objeto de su misión, este último escrutó la posibilidad de salir de una situación muy difícil. Así, el tres de mayo -dos meses después de la Batalla de Talca- se realizó un conferencia de plenipotenciarios a orillas del río Lircay: O’Higgins y Mackenna por los patriotas, con la asesoría del doctor boliviano Jaime Zudáñez; y Gabino Gaínza acompañado por el diestro jurista José Rodríguez Aldea, por los ibéricos. Después de redactado el tratado por el Chuquisaqueño Zudáñez éste se firmó a las once de la noche, a unas cuadras al oriente del actual puente del ferrocarril en una ramada situada en un islote frente a la casona donde pernoctaron los pactantes. Empero, más que un tratado fue una imposición dictada por los generales chilenos que tuvo la fugacidad que las circunstancias impusieron, puesto que la fuga de los hermanos Carrera, presos en Chillán, fraguada por el patriota Rodríguez Aldea en connivencia con el coronel español Luis Urrejola, reavivó antiguas discrepancias patriotas y José Miguel derrocó a de La Lastra y asumió el poder de una Junta, lo que estuvo a punto de enfrentar a éste y a O’Higgins, impidiendo este combate la notificación del desembarco del brigadier Mariano Osorio con órdenes de rechazar el Tratado de Lircay y someter a Chile. BATALLA DE LIRCAY Durante el período de anarquía (1823-1830) el Ejército del Sur al mando del general Joaquín

Guillermo de Vic Tupper. Dibujo de Desma Desmadryl.

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Prieto avanzó hacia la capital y chocó con las tropas del Gobierno al mando del general Francisco de la Lastra en el Combate de Ochagavía diciembre de 1829-, que conllevó a ambos jefes a concertar un pacto, relegando el mando al general Ramón Freire, hombre irresoluto y que pronto se dejó dominar por los pipiolos. Así, la Junta confió el mando militar a Joaquín Prieto y difundió a través del territorio nacional que un general rebelde (Freire) se alzaba para sumir a Chile en la confusión. Quedando José Tomás Ovalle como Presidente provisional y Diego Portales como Ministro del Interior, Relaciones, Guerra y Marina, las tropas de Freire desembarcaron en la hoy Región del Maule. La guerra civil se decidiría en las márgenes del río Lircay, específicamente en el sitio que hoy ocupa la Universidad de Talca. Prieto contaba con dos mil 200 hombres y doce cañones contra los mil 750 de Freire y cuatro cañones. Sin embargo, este último poseía una infantería mejor preparada y los servicios de valerosos jefes extranjeros: Benjamín Viel (francés, veterano en las campañas napoleónicas), José Rondizzoni (italiano que actuó junto a Napoleón y que Waterloo lo obligó a emigrar a América) y Guillermo de Vic Tupper (comerciante inglés que participó en la conquista de Chiloé). En plena batalla, las tropas de Freire fueron obligadas a replegarse hacia el río Lircay y el combate cobró inusitada violencia: las milicias de la caballería de Prieto fueron destrozadas por la caballería del galo Viel, la que a su vez y por su afán de perseguir a sus enemigos abandonó la línea de batalla, siendo rechazados y perseguidos por Bulnes que los forzó a buscar salvación a orillas del río. La lucha duró dos horas más, ya que los hombres de Freire al no poder escapar presentaron la más enconada y sangrienta resistencia a todo el Ejército de Prieto que los avasallaba, pereciendo la mayor parte de hombres y oficiales. Tupper y Bell fueron asesinados a lanzadas y sablazos. Disimuladas oficialmente las bajas de la Batalla de Lircay para no horrorizar a la población, esta lid puso fin a una época anárquica e instauró los cimientos de un Gobierno estable y poderoso. Dibujo de Luis Fernando Rojas. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.

“Rodeo de huasos maulinos”. Oleo sobre madera de Juan Mauricio Rugendas.

RUGIDOS DE LIBERTAD A fines de septiembre de 1810 el vecino talquino Anselmo de la Cruz viajó desde Santiago a Talca con el fin de obtener el reconocimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno por parte de los vecinos. Además, en abril de 1811 el coronel de Ingenieros, Manuel Olaguer Feliú, es confinado en Cauquenes, tras su participación en el motín realista encabezado por el coronel Tomás Figueroa. Con posterioridad José Miguel Carrera le encargará un plan de defensa del río Maule en su enfrentamiento con la Junta de Concepción. Asimismo, el cuatro de septiembre del mismo año Manuel Rodríguez Erdoiza es elegido diputado por Talca. El día 24 de septiembre el Congreso Nacional suprime los derechos parroquiales, iniciativa del cura párroco de Talca José Ignacio Cienfuegos y el 18 de diciembre el coronel José Miguel Carrera refuerza la plaza de Talca con tropas de Santiago -200 hombres y 4 cañones- y designa a su padre, Ignacio de la Carrera, jefe de las fuerzas de Talca. En abril 6 de 1813 un destacamento patriota compuesto por 29 soldados y 36 milicianos al mando del teniente coronel Bernardo O'Higgins cruza el río Maule por el vado de Bobadilla marchando posteriormente a Parral, donde toman prisionero al cura José Urrutia, partidario de la causa realista y disuelven las milicias locales. Otro fechado el 13 de abril da a conocer que asumió la recién instaurada nueva Junta de Gobierno, compuesta por Agustín Eyzaguirre, José Miguel Infante (espíritu del Gobierno) y el sacerdote maulino José Ignacio Cienfuegos (quien reemplazó a Francisco Antonio Pérez que se retiró en octubre). El 15 de octubre la Junta Gubernativa sale desde Santiago rumbo a Talca, escoltada por 200 hombres al mando del teniente coronel Santiago Carrera, provenientes desde Argentina. Asimismo, en la víspera una fuerza realista compuesta por 200 hombres, al mando del comandante Juan Antonio Olate, se dirige a Cauquenes, con el fin de interceptar un convoy con municiones y dinero proveniente de Talca, al mando del capitán patriota Joaquín Prieto. El 21 de octubre la Junta Gubernativa llega a Talca a asentar sus reales, donde están acantonados 200 hombres provenientes de Argentina leales al rey, al mando del coronel Andrés de Alcázar, y poco más de 100 hombres a cargo del teniente coronel Enrique Larenas. La Junta Gubernativa propone los términos de paz al jefe de las fuerzas realistas, coronel Juan Francisco Sánchez, comprometiendo su perdón general a todos los que se han alzado contra la patria, trasladar a las fuerzas

chilotas a su isla y a pagar indemnizaciones a los realistas que hayan sido víctimas de despojos. Finalmente, comunicamos que el capitán Pedro Valenzuela salió desde Talca, al mando de un convoy con víveres, junto a 100 granaderos de la II División, siendo atacado en octubre 29 en Santa Rosa de Trancoyán por tropas realistas del comandante Juan Antonio Olate. La Junta de Gobierno regresó el uno de marzo de 1814 a la capital. Finalmente, el cuatro de abril llega a Talca el teniente coronel Bernardo O’Higgins, proveniente de Los Angeles y Chillán a través de caminos cordilleranos. 1814 Lircay: El 23 de abril el comodoro británico y Zudáñez llegan a Quechereguas para informar sobre su misión. La inactividad beneficia al ejército patriota, el cual ve aumentar su número, alcanzando los dos mil 300 hombres. El 26 llegan a Talca a negociar con el General Gabino Gaínza, cuando el ejército realista se encontraba en malas condiciones producto del desbande de tropas que se produjo tras la reconquista de Concepción, la falta de recursos en Talca para abastecer un ejército de más de mil 500 hombres y por carecer de elementos de movilización y dinero para pagar a las tropas. 1816 El día once de mayo a través de un decreto, se ordena erigir un monumento en la Plaza de Armas de Talca en honor al coronel Carlos Spano, además de concederle una pensión a su viuda, Nieves de Ceballos. En este contexto y en pleno otoño, Manuel Rodríguez inicia la hostilización de fuerzas realistas reclutando -entre otros- a José Miguel Neira, ex ovejero de la hacienda de Cumpeo y salteador, el cual asola los territorios comprendidos entre los ríos Cachapoal y Maule. Neira asesina al mayordomo de la hacienda de Cumpeo y estuvo a punto de fusilar a José Manuel Borgoño para robarle una chaqueta militar, cuando iba a reunirse con Ramón Freire en el Paso del Planchón. También en septiembre Fray Melchor Martínez, ferviente realista, despacha desde Curicó agentes de confianza a los territorios indígenas trasandinos con el fin de conocer el pacto entre José de San Martín y las tribus pehuenches, en tanto que el dos de diciembre el comandante Antonio Quintanilla intenta capturar al guerrillero Neira en las serranías de Cumpeo, pero tras su fracaso fusiló a 4 guerrilleros patriotas que le acompañaban. Finalmente, los agentes enviados por Fray Melchor Martínez vuelven a Curicó, informando de la efectividad del pacto, pero no tienen noticias de preparativos en la zona por lo que suponen que el paso del ejército patriota se hará por Antuco, frente a Concepción.

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El Sistema Federal E

xtinguido el federalismo en Chile -agosto de 1827- se mantuvieron las Asambleas Provinciales; se continuó con la elección popular de los cabildos y la división administrativa del territorio prevaleció sin alteraciones. Así, la villa de Curicó permaneció como capital de la Provincia de Colchagua, residiendo los intendentes en esta urbe o en San Fernando. Obviamente, Talca no toleró pasar a segundo plano y dejar que Curicó le “pasara a llevar”. Indignados los talquinos por esta división administrativa hecha en 1826 no aceptaron a Curicó como capital de la provincia. Esgrimían que tal rango era exclusivo de Talca: más antigua, con más relevancia histórica, más importante comercialmente, con mayor número de habitantes y con inestimables servicios a la patria. De esta manera, volvía a emerger una vieja rivalidad latente desde la Colonia, cuando Curicó formaba parte del territorio del Partido de Maule cuya capital era Talca. Posteriormente, al crearse el Partido de Curicó e independizándose ésta de Talca, los piducanos se opusieron tenazmente, lo que originó diversas incidencias. Y que ahora Talca dependería de Curicó significaba que la primera no podría entenderse directamente con el Gobierno, sino que debería recurrir para cubrir sus necesidades y solucionar problemas a las autoridades de Aguas Negras. De los variados versos populares que comparaban a Talca con curicó el siguiente es el más decoroso: “¿Por qué diablos Curicó/ quiere a Talca gobernar/ siendo Curicó una aldea/ y Talca una gran ciudad?”. Ello hizo que en febrero de 1826 el Cabildo de Talca designara al canónigo de la Catedral de Santiago, Casimiro Albano, para que lo representara ante el Gobierno y lograse la reconsideración de la medida, “por el derecho que tiene Talca para ser capital del cuarto departamento”, que sólo obtuvo una diplomática respuesta indirecta de las autoridades. En mayo explicitaron que Talca cuatruplicaba en población a Curicó, era más fácil encontrar auxilio, poseía más personas capacitadas y tanto los ríos Maule y Claro eran navegables por embarcaciones pequeñas que podían transitar hasta Nueva Bilbao (Constitución), comparando la grandeza alcanzada por EE.UU. y Holanda al disponer de este sistema. Ya en flagrante rebelión, el 19 de mayo inicia sus sesiones la Asamblea Departamental de Talca con diputados de Pelarco, Lontué, Talca, Curepto, Pencahue y Talpén, siendo elegido presidente don Miguel Opazo y Artigas. Informaron al Ministro del Interior esta proclamación iso facto. El gobernador asumió como intendente y esta actitud rebelde se mantuvo “sin que

Expulsión de los jesuitas en 1767. Archivo del Museo Histórico Nacional.

se encontrara medio alguno para que se ajustara a la legalidad”. Ello era un reflejo del estado de anarquía imperante en el país. Hasta Diego Portales fue sobrepasado por la audacia talquina. Finalmente, el exponente principal del régimen portaliano, la Constitución de 1833, otorgó una luz al problema talquino: la división administrativa seguiría tal cual, con Curicó como capital de la Provincia de Colchagua y Talca parte de la misma… mas, ante la persistente actitud de Talca, don Diego Portales ofreció crear la Provincia de Talca si ésta juraba la Constitución. Solución salomónica: por ley del 30 de agosto de 1833 se creó la Provincia de Talca y sus habitantes ya no tendrían a Curicó por capital.

FLASHES PRELIMINARES En julio de 1817 Anselmo de la Cruz asumió el cargo de Jefe Militar y Político de los partidos de Curicó, Linares, Maule y Talca, reemplazando a Luis de la Cruz quien obtuvo un cargo dentro de una nueva Junta de Gobierno, integrada además por Francisco Antonio Pérez, presidente del Tribunal de Justicia; y José Manuel Astorga, jefe de la Aduana. El once de febrero el comandante patriota Ramón Freire ocupó la Villa San Agustín de Talca con sus fuerzas, previo al triunfo de Chacabuco acontecido en

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febrero doce. Asimismo, José Manuel Borgoño fue elegido alcalde y al día siguiente se desencadenó la Batalla de Chacabuco que liberó a la patria de la opresión goda. El día 26 y ante la amenaza de las guerrillas realistas de Pincheira, el capitán José Antonio Fernandois y el Gobernador de Cauquenes, Juan de Dios Urrutia, reunieron algunos destacamentos y atacaron la montonera, dejando 43 muertos, 64 prisioneros, y tomando 110 caballos, armas y monturas, aunque Pincheira logró escapar.

Revoluciones de 1851 y 1891 B

ajo la Presidencia de Manuel Bulnes, en 1845, renunció como intendente de Talca Miguel Concha, episodio que el tabloide Talquino “El Alfa” en su edición de abril doce de ese año informó: “Sabemos que el intendente de la provincia ha dirigido por el presente correo su renuncia al Supremo Gobierno”. Sólo uno de la concanetación de acontecimientos que se proyectarían en Talca hasta desembocar en la Revolución de 1851. Así, don Antonio Varas, oriundo de Cauquenes y quien vivió durante su niñez en Talca, asumió como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Antonio tenía fuertes lazos con la ciudad del Piduco, ya que su familia había fundado un colegio de primeras letras que en 1836 estuvo bajo la adminstración de su hermano Vicente Varas. Estos vientos de cambio trajeron como nuevo intendente de Talca a José Miguel Bascuñán, que no había nacido en Talca y por tal hecho “no era de fiar” según algunos criticones de la época, el uno de septiembre de 1845. También, la opinión pública talquina frente a las elecciones presidenciales estaba polarizada dicotómicamente respecto a la muerte de Juan Zapata el nueve de agosto de ese mismo año -1845-prócer en el ambiente piducano que había presidido el Cabildo en octubre cuatro de 1810. Por un lado, el doctor de origen británico Henrique O‘Hea aseveraba que su deceso lo había provocado un cólico agudo. Del otro, el también médico Joaquín Noguera, español residente, diagnosticaba que el mismo se debió a “una inflamación interna del pulmón”. En torno a este deceso se prolongó una enconada querella ventilada por “El Alfa”. O‘Hea “dio de guascazos” al doctor Noguera. El médico británico fue tomado preso y procesado. El juez ni bajo fianza le quiso liberar. Tras Noguera habían connotados personajes, al igual que a las espaldas de O‘Hea. Vino a apaciguar los caldeados ánimos provincianos la muerte del obispo José Ignacio Cienfuegos, el cuatro de noviembre de 1845 a las ocho de la mañana, vocal de la Junta de Gobierno en 1813 y 1814, desterrado a la Isla de Juan Fernández durante la Reconquista española; senador entre 1818 y 1820 y Ministro Plenipotenciario de la República de Chile -nombrado por O‘Higgins- en agosto de 1821; diputado por Talca en 1826 y senador interino por Coquimbo. Senador por Concepción en 1831, cargo que no ejerció por consagrarse al Obispado de Concepción. Algunas de sus obras en Talca: la Casa de Ejercicios, la iglesia parroquial y el Instituto Literario (el abate Juan Ignacio Molina le entregó su fortuna para este efecto) fundado el cinco de julio de 1827. Su funeral fue un acontecimiento sin precedentes en Talca. Así, en 1848 Chile gozaba de tranquilidad, aunque las elecciones parlamentarias de 1849 enturbiarían el ambiente. Como materia prima en manos de un alfarero, las reformas francesas de 1848 comenzarían a germinar en los circunspectos espíritus criollos que en el invierno de 1851 elegirían Presidente.

Sanhueza, Pedro Ruz y Mateo Donoso, comunicándose con la Junta Opositora de Santiago mediante mensajeros que se desplazaban por el lado argentino de la cordillera. Así, cuando los líderes de la oposición balmacedista zarparon desde Valparaíso hacia las provincias de norte, el Gobierno estableció Estado de Sitio el 10 de enero. El oficial del Regimiento Coraceros, Virginio Sanhueza -de quien se creía que era leal al Presidente-, fisuró al régimen entregando valiosos informes a los revolucionarios piducanos. Entonces, el oficial superior del Coraceros, Manuel Tomás Vargas, fue imán de odiosidades para los sublevados, quienes le endilgaron lanzar una carga de caballería contra ciudadanos indefensos en la Plaza de Armas y perseguir a jóvenes que gritaban consignas contrarias al régimen, todas arbitriariedades cometidas por subordinados. Por ello se le expulsó del Club de la Unión. Al tomar conocimiento el Comité Revolucionario que tropas gubernamentales desembarcarían en Talcahuano, dispuso volar los puentes ferroviarios Lircay, Putagán y Achibueno -a la medianoche-, y al unísono los sones de las campanas del Cuerpo de Bomberos anunciarían a los rebeldes que debían apresar a las autoridades y adueñarse de la ciudad. Empero, los intentos dinamiteros fracasaron por la vigilancia de estos puntos estratégicos y sólo fue destruido un puente secundario del estero Paso de Moya. Un grupo opositor escapó hacia el fundo Las Lomas y hacia Talca,

REVOLUCIÓN DE 1891 En las turbulentas aguas de 1891, el Comité Revolucionario de Talca estaba encabezado por Vicente Rojas, Manuel Chaparro, José Astorquiza, José Vergara, Crisólogo Molina, Ricardo Ahumada, Clodomiro Silva, Virginio Acuarela de Giast que muestra a “Gente de Chile”.

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en tanto que los encargados de volar el puente Achibueno se retiraron a mata caballos, siendo los sirvientes rezagados apresados y fusilados días más tarde en el mismo sitio. El desenlace de las batallas de Concón y Placilla hizo que las fuerzas "leales" huyeran dejando a Talca sin resguardo, lo que propició caos y saqueos. Agustín Solar tomó las riendas de la situación y a la cabeza de la Guardia Cívica, una compañía del Séptimo de Línea, voluntarios del Cuerpo de Bomberos y otros ciudadanos pudo contener el desbande popular. En la Bola Dorada los soldados del Séptimo de Línea hicieron frente a una turba enloquecida que, desafiando las balas, huyó sin abandonar el fruto de su rapiña. Ya aquietadas las aguas sociales, CONSPIRACION EN TALCA La llama de la rebelión se encendió en el espíritu de los vecinos talquinos con la candidatura a la Presidencia de Manuel Montt. La conspiración estaba encabezada por tres personajes: Roberto Souper, caballero de origen inglés casado con la talquina María Guzmán y Cruz; Nemesio Antúnez, rico hacendado dueño de la hacienda Quechereguas; y el presbítero Domingo Méndez, "viejo sacerdote de rancia vinculación pipiola" según Opazo Maturana. Mas, estaban perfectamente identificados por las autoridades locales de la época, ya que sus reuniones "secretas" habían sido denunciadas por traidores. El cura Méndez fue aprehendido por el intendente Pedro Nolasco Cruzat cuando el primero vino desde Molina a Talca a agitar aguas sociales, siendo encarcelado junto a sus compinches de asonada. En tanto, en Concepción el general CONTEXTO Con la proclama en febrero de 1851 como candidato a la Presidencia de la República del otrora héroe de la Independencia, general José María de la Cruz y Prieto, intendente de Concepción desde el 14 de noviembre de 1846, general en jefe del Ejército del sur, sobrino en segundo grado del ex Presidente José Joaquín Prieto y primo de Manuel Bulnes, arreciarían

Abdón Silva asumió el mando de la provincia el 29 de agosto de 1891, siendo reemplazado por José Bonifacio Correa, quien hizo salir de Talca a los oficiales que habían sido fieles a la dictadura. Finalmente, el 4 de septiembre la Intendencia dictaminó la prisión de los siguientes vecinos leales a Balmaceda: Agustín del Solar, Florencio Gana, Fidel Urrutia, Juan Alemparte, Juan Bianchi Tupper, Ramón Cousiño, Manuel Veillón B., Pedro Tomás Bustos, José Antonio Fernández Rufat, Emilio Vergara y Vergara, Constantino Cruz, Jorge Cruz Concha, Nicolás Lois Vargas, Saladino Rodríguez, Carlos A. Prieto, José Manuel Donoso Fantóbal, Segundo Gana, Custodio Vargas Clark y José Bernardo Mandiola. José María de la Cruz detonó la revolución y los insignes presos tomaron el Camino Real hacia la capital para mayor seguridad. Los inquilinos de Antúnez atacaron la caravana y liberaron a su patrón, quien se pasó a las filas de Cruz para servir en la Caballería de Milicias o de las provincias libres. El vecindario talquino simpatizaba con los revolucionarios y se mantuvo expectante hasta la llegada del general Bulnes el 25 de septiembre de 1851. Santiago Urzúa, culto y distinguido talquino educado en Santiago, condiscípulo de Antonio Varas y comandante del Regimiento Talca desde 1849, se puso -junto a sus 300 hombresa las órdenes de Bulnes encabezando el asalto al monte Urra y mostrando la fiereza de su batallón en Loncomilla -campos de la Hacienda de Reyes, su propiedad- al cargar a la bayoneta, lo que fue reconocido por el intendente interino Bernardo Letelier. huracanes revolucionarios. No simpatizaba con Manuel Montt Torres. “Dejaría que me ahorcasen antes que acaudillar una revuelta o una guerra civil”, era su cita reincidente. Ya entonces la tensión política acumulada auguraba una explosión súbita. Esta sería abanderada por el coronel Urriola, “experto” profesional en golpes militares que en diciembre había abortado un golpe en Valparaíso y envuelto en otro fracasado organizado por

Costado sur de la Plaza de Armas circa - 1872. Recaredo Santos Tornero.

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Plaza de Armas hacia 1890. Gentileza Jorge Belmar.

Carrera y Bilbao. La fecha de los conspiradores para el golpe era 20 de abril, así que el coronel arrebujado en su capa, la medianoche del 19 encabezó el Batallón Valdivia y la rebelión, que finalizó con su vida al ser alcanzado por una bala perdida disparada por un policía fugitivo. El 26 de julio de 1851 lo cómputos de las elecciones arrojaron lo resultados siguientes: “De los 162 sufragios emitidos en los comicios electorales, recayeron 132 en don Manuel Montt, 29 en don José María de la Cruz y 1 en don Ramón Errázuriz”. El sufragio -delegando su derecho por mandato- fue manipulado: vulgar circo (las picas de gallos) disfrazado de progreso (arbolado de la alameda talquina, dotar de agua el cementerio, el empedrado de los cuatro costados de la Plaza de Armas y la construcción de una pila en su centro) que consiguió desviar la atención. Así, el Gobierno obtuvo un amplio triunfo en todo el país y en Talca la elección municipal se volcó directa e indirectamente a la familia Cruz, con todos sus candidatos triunfantes, a excepción de José Anacleto Valenzuela, rector del Instituto Literario. La familia Cruz se transformó en base de sustentación del Gobierno en Talca y en us soporte principal. Como amo y señor del Gobierno se alzó Manuel Camilo Vial, ministro del Presidente Manuel Bulnes, poseedor de una actitud cambiante y contradictoria que permitió el acceso al poder de un clan familiar (clan de Bulnes), cuyos vínculos tocaban a Talca en la persona del intendente, hechos que repercutirían en el acto electoral. En Curicó el Jefe de Estado, Manuel Bulnes, descalificaba al líder opositor Antonio Varas, quien como se ha mencionado precedentemente vivió en Talca su infancia. Existía un estado de “brutal opresión” (“Guillermo Donoso Vergara en la Historia de Talca”, Ediciones Universidad de Talca). Guillermo Donoso Vergara retrata: “En medio de este mar embraveci-

do, desafiando con su tajante quilla el golpe incesante de las olas, la candidatura Montt era como el barco que sabe sortear los temporales, por la pericia de sus pilotos y la acción acompasada de sus remeros”, misma que viviría su prueba de fuego en los vados del río Loncomilla, cuando cerca de Talca y pocos días antes que don Manuel Montt ocupara la Presidencia se produciría una revolución en las provincias de Concepción y Coquimbo. Después de haber entregado el Gobierno (18 de septiembre), el general Manuel Bulnes se hizo cargo del Ejército y fue en busca del general Cruz.

El ataque por la alameda, abril 20 de 1851. Revista Zig Zag de 1910.

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“Plaza Cienfuegos”, cuadro de Leonardo Galetti que se encuentra en dependencias de diario “El Centro”.

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CAPITULO III

PRESENCIA VERNACULAR “Este rincón nativo borboteante de historia nos abre horizontes hacia un mapa más amplio, uno pleno de remolinos y cascadas, mas donde el agua jamás deja de fluir; uno enfocado a aquel tiempo en que la vida olía a aromas y naranjales, a podredumbre y tierra mojada, mas en la cual siempre era posible escuchar el susurro de arroyos y manantiales como gregorianos cánticos regurgitados desde muy dentro” Jorge Valderrama Gutiérrez

La batalla más sangrienta La sangría de Chorrillos y Miraflores Aguilas inmortales El torbellino de la guerra Incidentes relegados Estatua La Victoria Talquinas en la guerra Estatua Ecuestre de O’Higgins Monumento a la Legión Talquina Talca Sub-terra 47

La batalla más sangrienta D

urante la Revolución de 1851 hubo un hecho de armas que tiñó de sangre una página de nuestra historia patria. Este y otros acontecimientos de la Revolución de 1851 fue informado en parte por el diario “El Talquino” simpatizante de Cruz, siendo Ministro de Guerra y Marina el coronel piducano José Francisco Gana. El siete de diciembre de ese año los revolucionarios contrarios a la causa de Manuel Montt y antes que éste ocupara la Presidencia, se encontraban en las riberas del río Maule, cercanos a Talca, comandados por el general e intendente de Concepción, José María de la Cruz (de ancestros españoles y sin ningún parentezco con la familia Croce talquina originaria de Génova). Ese día el Ejército del Gobierno al mando del también general Manuel Bulnes ocupaba sólidas posiciones en las riberas opuestas del mismo afluente. Relatos orales refieren que Bulnes estaba atribulado y sombrío, presintiendo quizá el horror de un choque cruento y que parecía encumbrarse por sobre el silencio que envolvía su campamento. SIGILOSOS MOVIMIENTOS

Bajo los toldos y carpas del vívac el ejército revolucionario descansaba, a excepción de Cruz y algunos de sus oficiales que comentaban el poderío adversario. De improviso el general opositor es informado que las tropas enemigas han comenzado a moverse e interpreta este hecho como un gesto evidente que intentan cruzar el Maule. Ordena que catorce lanchas sean sumergidas inmediatamente como obstáculos y ordena a Fernando Baquedano recorrer las avanzadas. Este y José Antonio Alemparte le insinúan la posibilidad de un ataque sorpresivo, empero Cruz está convencido que la batalla será al otro lado del Maule. Paralelamente, Bulnes se pone en movimiento a las tres de la mañana amparado en la oscuridad, sigilosamente, dirigiendo sus columnas hacia la Hacienda de Reyes que hasta hoy se llama Barros Negros, en la fértil comarca de Loncomilla que se

Típica vivienda campesina de la época. “Casa de campo”. Oleo de Claudio Hernández.

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corporiza entre los ríos Maule y Loncomilla, formando un delta. Aquel ya ocho de diciembre el campo estaba reverdecido y los trigales fulguraban con su tinte oro pálido de las espigas que pronto lucirían salpicadas de sangre vomitada por una extraña guerra entre connacionales que no contemplaba primaveras. Benjamín Vicuña Mackenna nos ilustra: “Solemne y casi tan terrible como la batalla misma era aquel momento en que los soldados despertaban a la voz de sus cabos e iban a formar en silencio sus columnas de marcha. ¿Para cuántos aquel sueño era el último de la vida? La luna llena iluminaba con su resplandor el callado movimiento de las armas”. De este modo, en brazos de Morfeo unos, semidespiertos otros, los oposicionistas se reponían de largas caminatas por entre el verdusco paisaje. Los caballares pastando en alfalfales vecinos y la aurora asomándose por entre las cerrazones cordilleranas no presagiaban el desenlance. Al alba, Pedro Cid gritaba la presencia del enemigo y todo es confusión y desorden por el entrechocar de fusiles, gritos, temor. Deshacen los pabellones y forman. Cruz desde una loma observa con sus catalejos a las tropas de Bulnes quien había entregado el Gobierno el 18 de septiembre- serpentear cautelosamente en busca de su “presa”. EL COMBATE

Los reflejos de las bayonetas caladas buscaban cuerpos revolucionarios y en el momento inicial los dos ejércitos -que se espiaban recíprocamente a diez cuadras de distancia- chocan con alaridos como si temieran por sus vidas. Alemparte solicita al general Cruz sacar más tropas a la línea de combate para distraer al enemigo y no presentarlas compactadas como un haz cerrado, pero con vehemencia éste le contesta: -”¿Y para qué somos los soldados sino para morir?”. Así, informado Bulnes por un guerrillero de que algunos revolucionarios huían, atacó. Fue en busca de los enemigos a la Hacienda de Reyes, para lo cual sus hombres atravesaron un callejón que era barrido por la metralla, siendo uno de los primeros en caer el general Peña y Lillo que llevaba una manta terciada junto al corazón para evitar las balas. En pleno fragor del combate ambos lados se baten con ímpetu ardoroso. Las tropas de Gobierno merman las filas enemigas concentrando sus fuegos. Cruz ordena cargar a la caballería al presentir una derrota inminente. La orden fue funesta: no existía el terreno suficiente para que maniobraran los escuadrones en columnas y además éste era arenoso. A las diez y cuarto horas la caballería rebelde -muy superior- estaba completamente derrotada. Así, los jinetes al sentirse rodeados se lanzan al río en sus cabalgaduras desde alturas considerables como única salvación, siendo perseguidos furiosamente por un fuego nutrido de fusilería mientras alcanzaban la orilla opuesta. El silencio se va imponiendo sobre los gritos guerreros y los ayes de los heridos que eran rematados en la ribera “salvadora”, en la que sólo existía un paso estrecho donde apenas cabía un caballo y las balas van acallando las imprecaciones y lamentos, a la par que las aguas del Loncomilla se tiñen de un rojo fuego y arrastran con su corriente los cadáveres como guiñapos. Cuatro horas duraba la contienda y los rebeldes se mantenían firmes en sus posiciones de las casonas de la Hacienda de Reyes. El comandante Solva Chávez ordena a sus tiradores encerrarlas y comienza una lucha cuerpo a cuerpo horrorosa. El fusil, sable y bayoneta eran suplidos por las culatas de los rifles. En un cauce cercano a la hacienda se amontonaban cadáveres y al

Batalla de Loncomilla. Revista Zig Zag 1910.

día siguiente se recogieron 700 fusiles con sus culatas despedazadas y sangrientas. A las 13:30 horas se incendiarion y cañonearon las casas y una vez despejado el humo se reinició el combate, cuando ya los batallones rebeldes tenían sus jefes fuera de combate y los hombres estaban casi rendidos. En estas circunstancias acuden en su ayuda los capitanes revolucionarios Gaspar y Contreras, disparando un cañón que mata a varios estrellándole los sesos en la cara a Rondizzoni. El pánico se apodera de los soldados de Bulnes quien mandó a la caballería a impedir el desbande, infructuosamente, y tuvo que retirarse con el Ejército que le quedaba. Cruz fue a refugiarse a las casas de la Hacienda de Reyes, propiedad del general

talquino Santiago Urzúa. Es el hecho de armas más sangriento: más de dos mil muertos y mil 500 heridos. Bulnes, de dos mil 300 hombres de infantería no alcanzó a salvar a 900, participando a su lado el Batallón Cívico de Talca al mando de Santiago Urzúa. Este baldón infame y fratricida que enfrentó a padres e hijos finalizó con el Tratado de Purapel -popularmente conocido como Capitulación de Santa Rosa- firmado el 17 de diciembre entre Antonio García en nombre de Bulnes y José Alemparte en nombre de Cruz. Entre los heridos estaba Fernando Baquedano, coronel jefe del estado mayor de Cruz, traído a Talca por su hijo: capitán Manuel Baquedano, ayudante de Bulnes.

Después del Tratado de Purapel, la rutinaria calma volvió a la ciudad. “La Cueca”, en Album Recuerdos de Chile.

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La sangría de Chorrillos y Miraflores

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revia a la declaración de guerra a Bolivia y Perú, el periódico talquino “La Opinión” expresaba premonitoriamente en enero de 1879: “Los acontecimientos se precipitan en el norte de manera sorprendente y es el Gobierno de Bolivia quien los impulsa con el ostensible propósito de no dejar a la controversia otro desenlace que la guerra”. Deshenbrados los acontecimientos y una vez inmerso nuestro país en la magnitud del conflicto, en Chorrillos y Miraflores volverían a tronar las gargantas araucanas con su Horrísono: ¡Viva Chile! Para el día 13 de enero de 1880 el Departamento de Talca había enviado a Perú seis mil 640 hombres. Si bien muchos y destacados talquinos ya habían tenido su bautismo de fuego en Pisagua, Tarapacá, Dolores y otras batallas, el Regimiento Talca aún no había -como unidad “provinciana”- entrado en combate, pero el día “D” para los piducanos estaba ad portas. La primera defensa peruana que debía atacar el Ejército de Chile comprendía una línea de fortificaciones enemigas en altura que, desde la costa, formaban un semicírculo saliente hacia las posiciones chilenas, compuestas de trincheras y obstáculos en dirección al Portezuelo de San Juan. El plan de Manuel Baquedano era simple: atacar de frente y efectuar con el arrojo chileno un dispositivo de rompimiento en las posiciones peruanas de tal forma que no se descubriera el sitio de la fisura. En vísperas del ataque el general dictó en Turín la siguiente proclama: “Esta tarde a las 6 PM marchará todo el Ejército para caer sobre el enemigo antes de aclarar. La primera división (Lynch) atacará a la derecha del enemigo; la segunda división (Sotomayor), el centro, por San Juan; y la tercera (Lagos), el ala izquierda. Yo espero que todos cumplirán con su deber. Somos chilenos y el amor a Chile nos señala el camino de la victoria. ¡Adiós, compañeros! ¡Hasta mañana después de la batalla!, Manuel Baquedano, general”. BALNEARIO DE CHORRILLOS Una carta del general talquino José Francisco Gana -miembro del Estado Mayor de Baquedano- enviada a su familia, consigna que un oficial chileno

Carga de Granaderos en la Batalla de Chorrillos, al mando del comandante Tomás Yávar, muerto en combate (Oleo de Juan Mochi - Museo Histórico Nacional).

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preguntó que cuántos estarían aún vivos al día siguiente, a lo que el comandante -talquino también- Holley respondió: “Qué importa si la victoria de Chile está más allá de la muerte”. En el balneario de Chorrillos, entre 25 a 30 mil hombres encabezados por el dictador Piérola tenían a su cargo la defensa de Lima, distante sólo 30 kilómetros. Fuertes reductos esparcidos por morros, cerros y gargantas desde la costa hacia el este, baterías abiertas, trincheras y minas automáticas, defendían el balneario, además de 80 cañones en un frente de 16 kilómetros. La decisión de Baquedano de romper la línea adversaria comenzó al amanecer del trece de enero de 1881, en un ambiente inundado por la brisa marina, pues cerca estaba el Océano Pacífico. A la derecha estaba el Morro (con tres fuertes y tres baterías), al centro Santa Teresa y San Juan y a la izquierda las cerrilladas de Pamplona hasta Monterrico Chico. Los hechos sobrepasarían los planes del estratega, mismos que desencadenarían una serie de errores logísticos retrasando a la primera división a la que pertenecía el Regimiento Talca. Iniciados los fuegos, 23 mil 129 oficiales y soldados chilenos y 26 mil soldados de línea peruanos no se daban cuartel y cuando una hora después tambaleaba el Ejército patriota se escuchó el detonar vivísimo del general José Francisco Gana comandando al Buin, que adelantó a la brigada del general Barbosa. El sargento del Buin, Daniel Rebolledo, fue el primero en clavar la bandera chilena en el cerro Viva el Perú gracias al ímpetu del piducano. Esta primera fase del combate se desarrolló hasta las 07:30 horas y rompió las defensas en Santa Teresa y San Juan dejando casi expedito el camino hacia Chorrillos. Una segunda consistió en romper la resistencia del formidable bastión Morro Solar a las 09:00 horas, donde se habían apertrechado los defensores de Lima. El teniente talquino Tadeo Rivera Barceló tenía a su mando una brigada. En una osada carga de caballería una bala le atravesó el cuello, dando con él en tierra. El Regimiento Talca cerraba la retaguardia y luego se desplegó hacia la izquierda del enemigo. Unas seis mil bajas tuvo Perú entre muertos y heridos, siendo arrasados los batallones Huánuco, Paucarpata, Manco Cápac y Ancash. El ataque «a la chilena» significó la pérdida de 88 oficiales y mil 873 soldados debido a la porfía de Baquedano de atacar de frente, no

Homenaje al Batallón Talca en la Plaza de Armas frente al Edificio Morisco, después de su regreso de tierras enemigas.

aceptar enmiendas a sus órdenes ni cambiar de estrategia. Ya en Chorrillos de más de 45 años, quienes generarían lamentables fracasos, puesto que las se trabó combate casa a casa, ventana a ventana, de azotea a azotea, que lecciones por inexperiencia costarían muchas vidas. hicieron del balneario construido de madera ligera un montón de escomPLANICIE DE MIRAFLORES bros, en una sangrienta acción que culminó a las 15:00 horas, cuando fue Miraflores -situada a seis y medio kilómetros de la capital- era una completamente derrotado Piérola y su Ejército de Línea. Descerrajadas a culatazos las puertas de los pocos departamentos en pie, las tropas chilenas planicie con pequeñas ondulaciones saturadas de fortines peruanos, se embriagaron y en grupos comenzaron a dispararse entre sí, resultando amén de fosos, pircas de piedra y adobes, cierros y pequeñas quebradas. Después de una tregua de dos días y de muerto por una bala perdida el comandante Baldomero Dublé Almeida, quien intentó detener la De 955 combatientes en 1880, el Batallón fracasadas negociaciones en las que intervino el cuerpo diplomático de Lima intercediendo batahola. El comando chileno no hizo nada -si es Talca tuvo 528 bajas en total en toda la ante el dictador peruano para que concediera que se hubiese podido hacer algo- y el baleo conGuerra del Pacífico, entre muertos en un armisticio, en el Cuartel General de éste se tinuó. Al final, se concluye que cada jefe desarrocombate (322) y heridos, mutilados y celebró una reunión -según Benjamín Vicuña lló una iniciativa propia para enfrentar la contindesertores (206). Sin embargo, otro Mackenna- el día 14 en forma secreta para plagencia más que ceñirse al plan de Baquedano. El documento reconoce 158 bajas en total nificar una nueva batalla, por estimar que los Ejército chileno tuvo tres mil 416 bajas en total (85 por Fiebre Amarilla) y 340 heridos. chilenos fueron muy castigados. A las 14:00 quince por ciento de sus efectivos- contra cuatro horas del 15 de enero de 1881 comenzó la a seis mil bajas peruanas. En Lima, en tanto, el terror hacía presa de sus habitantes por las expectativas de saqueo por parte batalla al romperse la tregua por el fuego de fusilería descargado sode los soldados vencidos y anhelaban que llegaran las tropas regulares chi- bre los chilenos. Los peruanos hicieron estallar las poderosas minas lenas a poner orden al caos reinante. Los jóvenes oficiales chilenos aprende- colocadas debajo del fuerte de La Merced, haciéndolo volar, y a las rían rápido las exigencias de la guerra moderna, pero no los generales y jefes 16:00 horas los chilenos hacían huir por sus vidas

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a los peruanos con gritos como: “¡Aquí está el Talca! ¡Agarrarse y atrás cholos maricones! ¡No hay cuartel, mierda!”. Y la audaz furia talquina -como preludio de Huamachucose llevó por delante pechos y vidas, asaltando los reductos enemigos que tras cuatro horas de lucha huían desbandados y perseguidos, dejando abierto el camino a Lima. El costo fue de dos mil 124 bajas chilenas -de diez mil combatientes- entre muertos y heridos. En “el otro lado” cinco mil peruanos entre muertos, heridos y prisioneros, de un total de trece mil. Dos días después de tomarse Chorrillos los chilenos habían asaltado a la bayoneta la línea fortificada de Miraflores defendida por 14 mil soldados peruanos y en sólo cuatro horas destrozaron a los regimientos del Rímac. En ambas acciones épicas destacó el arrojo del Regi- Teniente RomilioPamplona. miento Talca, reconocido por el almirante Pa- Archivo Regimiento Talca. tricio Lynch, jefe de la primera división, quien le otorgó dos medallas por heroismo en combate. BAJAS PIDUCANAS El laureado Regimiento Talca vio morir en Chorrillos a su segundo comandante, teniente coronel Carlos Silva Renard, el 17 de enero producto de graves heridas; al joven subteniente Francisco Wormald Valenzuela; subteniente Ruperto Donoso Cruz; y al teniente Waldo Baeza. Asimismo, perdieron la vida en Miraflores el subteniente Carlos Manuel Fernández Letelier; su hermano y capitán Eneas Fernández Letelier. De esta manera, los héroes de Chorrillos y Miraflores no fueron los únicos hijos de Talca que dejaron su sangre en tierras peruanas. Un centenar de oficiales talquinos servía en diferentes regimientos: Emilio Letelier (gravemente herido en Cho-

rrillos); José Dionisio Cienfuegos, muerto; el sexagenario gringo Ruperto Souper, inglés avecindado en Talca, inmolado delante de Chorrillos; Angel Custodio Corales destacó por su heroísmo en el Cuarto de Línea, muerto. En el Combate de Chipana (abril doce de 1879) el teniente Cenobio Molina sobresalió por su coraje a bordo de la “Magallanes” por lo cual había recibido un tributo del municipio consistente en un reloj de oro con una inscripción. En síntesis, el diario “La Libertad” dada la larga lista de heridos y bajas prefirió publicar: “Se hallan completamente buenos el mayor Cruz, los capitanes Vergara, San Cristóbal, Chaparro, Parot, Urzúa y Villalobos; los tenientes R. Concha, A. Donoso Concha, L. Novoa, R. Azócar y C. Rojas y los subtenientes Pamplona, Salcedo, A. Rojas, White, Pozo, Armas, Letelier y F. A. San Cristóbal. Los demás oficiales talquinos están heridos” (tomado de “Guillermo Donoso Vergara en la Historia de Talca”, pp.309-329). Entre todos estos héroes el teniente coronel Carlos Silva Renard recibió un especial homenaje en Talca otorgado por el intendente José Ignacio Vergara Urzúa a su viuda, Enriqueta Saldívar: “No alcanzó a gozar de la alegría del triunfo, ni pudo percibir la porción que le correspondía de los laureles adquiridos por su Regimiento, pero mientras viva el recuerdo de esta grandiosa jornada en la memoria de los chilenos, se mencionará el nombre del segundo comandante del Talca unido con lujo a las proezas admirables ejecutadas por las huestes talquinas”. No obstante, la autoridad no consideró la fragilidad de la memoria ni la superficialidad de algunas autoridades. Teniente Carlos Rojas Arancibia. Archivo Regimiento Talca.

SOBRE HEROES Y TUMBAS La verdad en torno al triunfo chileno en la Guerra del Pacífico pasa necesariamente por el reconocimiento a muchos que cayeron en la contienda, entre los cuales existieron talquinos cuyos restos descansan eternamente en tierras desconocidas o, con suerte, como anónimas carcasas en un cementerio. Hoy, una nebulosa de olvido les cubre, a la par que la frágil memoria de sus compatriotas encuentra un aliado en los sismos y terremotos que han hecho las de San Vito en Chile, desparramando osamentas, jirones de uniformes, preseas e identidades. El Decreto Nº 37 de marzo 6 de 1880 creó el Batallón Cívico Talca con el objetivo de optimizar la situación militar en el contexto de la Guerra del Pacífico. En sus inicios lo integró una selección de 600 hombres, en su gran mayoría estudiantes y profesores del Liceo de Hombres de esta ciudad -situado entonces en Dos Sur, entre Uno y Dos Poniente-, y ulteriormente, el 31 de agosto de 1880, el Decreto 4467 lo elevó a la categoría de Regimiento. Contando con mil 272 soldados y oficiales divididos en tres grupos se embarcó en septiembre 8 de 1880 en uno de los tres buques destinados al entonces comandante en Iquique, Patricio Lynch, quien se dirigía al norte del Callao, Chimbote o Santa, para después caer sobre Trujillo y Huaraz, de acuerdo a los planes del Estado Mayor chileno. Dicha unidad estaba compuesta por 602 hombres al mando del teniente coronel Silvestre Urízar Garfias, 350 a cargo del teniente coronel Carlos Silva Renard y 320 a las órdenes del sargento mayor Alejandro Cruz. Allegados los barcos a la inestable protección costera, las tropas son desembarcadas en Lurín, yendo siempre a la vanguardia el Regimiento Talca. Una vez allí y hasta el 25 de diciembre de ese año, sus hombres -como todas las divisiones involucradas- sufrieron las permanentes emboscadas de fuerzas peruanas

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comandadas por el coronel Sevilla, en una caminata de más de 300 kilómetros que finalmente causó una víctima talquina: el soldado Olegario Reyes. Después de Chorrillos y Miraflores, en todo un simbolismo se transformaron los funerales del teniente coronel Carlos Silva Renard, en Talca, cuando el intendente José Ignacio Vergara envió a su viuda, Enriqueta Saldívar, la siguiente nota: “No alcanzó a gozar de la alegría del triunfo, ni pudo percibir la porción que le correspondía de los laureles adquiridos por su Regimiento, pero mientras viva el recuerdo de esa grandiosa jornada en la memoria de los chilenos, se mencionará el nombre del Segundo Comandante del Talca unido con lujo glorioso a las proezas admirables ejecutadas por las huestes talquinas”. El 10 de febrero ella respondió: “La patria exige cruentos sacrificios de sus hijos. Y al sacrificarse gustosos por ella el ángel de mi hogar, me siento orgullosa que mis hijos lleven el nombre del chileno que al caer en las filas de su Regimiento, cuando lo guiaba a la victoria, le transmitió, como Ud. dice, su aliento de bravura y de coraje que hizo invariable el empuje de los arriesgados talquinos”. Con el Tratado de Ancón -22 de octubre de 1883se puso término a la guerra y a las ocho horas del 23 de ese mes las tropas forman en la Plaza de la Independencia de Lima, a las órdenes del coronel Enrique Baeza, para bajar la bandera del Palacio de los Reyes abandonando la capital del Rímac en último lugar los 714 soldados del Regimiento Talca, que llegaron a su ciudad natal -que les esperaba embanderada y con arcos de triunfo- el 23 de mayo de 1884, de la cual estuvieron alejados cuatro años y un mes. De 955 combatientes en 1880, el Batallón Talca tuvo 528 bajas en total en toda la Guerra del Pacífico, entre muertos en combate (322), heridos, mutilados y desertores (206).

Teniente Egidio Gómez. Archivo Regimiento Talca.

Aguilas inmortales 1

883. Era otra época, tiempos de guerra. Y en la sierra peruana el escurridizo general peruano Andrés Abelino Cáceres, era aún un enemigo que frenaba las posibilidades de una rendición peruana y el advenimiento de la paz. El coronel chileno Gorostiaga, de la División del Norte, comandaba la campaña de la sierra y a comienzos de julio estaba acantonado en el asiento minero de Huamachuco, ciudad con ocho a diez mil habitantes que se extiende en una planicie plena de pastizales y vegas circundada por cerros horadados por minas y ventisqueros. El Batallón Talca, aguerrido en Chorrillos y Miraflores e inconfundible por un signo masón bordado en la parte superior derecha de su guerrera -único en el Ejército de entonces- constaba de 620 hombres y se encontraba apostado en la iglesia a modo de cuartel. Al despuntar el ocho de julio los montoneros, indiada y tropas de elite de los veteranos batallones peruanos Zepita y el glorioso Tarapacá, entre otros, mandados por Cáceres, comenzaron a descender de los cerros colindantes, descolgándose protegidos por trece cañones de su bien parapetrada artillería. Un craso error del jefe chileno les hacía vulnerables a un desastre y posterior derrota: no haber ocupado las protectoras alturas y encontrarse en el llano de Huamachuco completamente descuidados y a merced del enemigo. A las tres de la tarde comienzan a explotar las primeras cargas enemigas. El Batallón Talca era inconfundible por un signo masón bordado en la parte superior de su guerrera, único en el Ejército de entonces

Capitán Manuel Fernando Parot Silva. Archivo Regimiento Talca.

Capitán Gabriel Armas. Archivo Regimiento Talca.

Capitán Luis Chaparro. Archivo Regimiento Talca.

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Teniente Tadeo Rivera Barceló. Archivo Regimiento Talca.

Oficiales del Batallón Talca después de la Batalla de Huamachuco. Gentileza Regimiento Talca.

Las fuerzas chilenas las componían mil 775 hombres. Las peruanas seis mil 500 efectivos -cuatro mil soldados de línea, indios y montonerosy la ventaja de la sorpresa y conocimiento del escabroso terreno. Como se mencionó, a las tres de la tarde del domingo ocho de julio estalló el primer disparo de cañón en la plaza de Huamachuco como preludio del combate, a pasos de los talquinos y destruyendo la ambulancia patriota. Era el preludio de la enérgica carga enemiga. El primero en reaccionar a la ofensiva fue el comandante del Talca, Alejandro Cruz, quien forma a sus "niños"y al correteo asciende en busca de parapetos. Su grupo desfila completo, sin que le falte un hombre y su jefe y ayudantes recorren incesantemente las diversas compañías de su avezado batallón que una vez -día 9- en la cima del cerro Cuyulga forma la extrema defensa chilena, casi frente al pueblo. Asimismo, los jefes chilenos iniciaron una retirada ascendente y ordenada hacia las cumbres del cerro Sazón. Sin abrigo ni comida, atrinchera-

Teniente Agustín Donoso Concha. Archivo Regimiento Talca.

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dos en las ruinas existentes en dicho cerro, transcurrió el lunes con esporádicas escaramuzas... a un año exacto en que el caudillo de la sierra exterminara al Chacabuco en el épico combate de la Concepción. BATALLON TALCA A las siete de la mañana del martes diez de julio, dos compañías del Regimiento Zapadores son rodeadas y baleadas a quemarropa por los peruanos: no había más alternativa que vencer o morir. Comenzaba un cruento combate. Enseguida comenzaron a descolgarse de los cerros colindantes las fuerzas de Cáceres. La oportuna intervención de dos compañías del Concepción salvó del desastre. A las diez y media el combate era generalizado, sangriento, sin cuartel. Y aunque el dios de la guerra estaba indeciso, los jefes peruanos y sus tropas celebraban su inminente triunfo sobre “los invasores” chilenos. De derrotarlos, nadie habría escapado para “contar el cuento”. Así, seguros de su victoria, los enemigos comenzaron

Teniente Ricardo Torres. Archivo Regimiento Talca.

Teniente Luis Novoa. Archivo Regimiento Talca.

a descender su artillería -hasta entonces inexpugnable y letal- al llano, abandonando sus magníficas posiciones. El comandante Alejandro Cruz, quien se mantiene sereno, frío, ordena a todos sus cornetas tocar calacuerda, esto es: carga a la bayoneta. Se enfrentan al fogueado Zepita y al célebre Tarapacá. El aciago y penetrante sonido, conocido por los veteranos soldados peruanos, causaba pavor. Carga el Batallón Talca, al frente de sus decididos oficiales y junto con ellos se bate con bravura. La sangre mana e inunda los peñascos, corriendo cerro abajo, misma dirección que siguen los aterrorizados peruanos a la desbandada. El capitán ayudante Julio Zacarías Meza acaudillaba a sus hombres: oficiales Alberto Parot Silva, Carlos Yávar, Ramón Muñoz, Luis Alberto Silva, teniente Luis Chaparro, Luis Labra, Carlos Rojas Arancibia reciben su bautismo de fuego. Cargan los “señoriales” piducanos y sus líneas ondulan como los campos de trigo maulinos en época de cosecha, a la par que se escuchan alaridos de muerte y de venganza con el pavoroso y horrísono tronar de los cañones. ¡Viva Chile mierda! Al son de caramayola (ataque) y el guerrero vozarrón “manos al sable y a degüello” dejó laderas, cimas y quebradas inundadas de cuerpos peruanos bayoneteados, sableados y acribillados a tiros. El subteniente talquino Manuel Jesús Poblete encontró a dos connotados oficiales peruanos sobrevivientes, que fueron fusilados iso facto. Los ágiles legionarios talquinos fueron apodados “águilas invencibles, inmortales”, por la velocidad y fiereza con que combatieron. El capitán Whitting manda a los granaderos del Talca. También destaca Tadeo Riveros o Rivera Barceló, de 17 años; así como el mayor curicano Francisco Merino Feliú, entre tantos. Cinco horas duró la gesta, que de derrota volcó espectacularmente en victoria gracias a la carga de bayoneta iniciada por el Concepción y seguida por el Talca. No hay misericordia para los batidos: no hubo prisioneros. Más de mil 200 cadáveres peruanos yacen tendidos para siempre. Sesenta y seis chilenos dejaron sus vidas en tan yermo paisaje, lejos de sus hogares. De ellos, cinco eran talquinos. El 14 de ese mes caía prisionero el estoico coronel peruano Leoncio Prado -Pradito-, siendo fusilado en la mañana del día siguiente. Abelino Cáceres con un grupo de oficiales pudo huir gracias a que las cabalgaduras chilenas estaban exhaustas. Huamachuco -hoy La Libertad- fue el último hecho de armas de la Guerra del Pacífico, que llevó a Perú a firmar la paz en octubre de ese año.

Cuando silbaban las balas en Huamachuco y la sangre hervía en las venas chilenas, el subteniente talquino Manuel Jesús Poblete tomó prisioneros en el campo de batalla al mayor Cáceres Osma y al coronel Miguel Emilio Luna (comandante del Jauja). Posterior a un breve interrogatorio, dos soldados de cazadores montados reciben orden de matarlos a una señal del coronel Gorostiaga; avanzan donde se encuentran, los toman por la espalda y los sacan hacia un zanjón que estaba cerca,

Capitán Gregorio Salgado. Archivo Regimiento Talca.

les dan un caballazo y al caer de bruces les disparan sus carabinas, matándolos después de varios tiros (episodio narrado por el general Alejandro Binemelis, del Batallón Concepción, al historiador Ricardo Molinari A.). Corrieron la suerte de todo oficial y soldado capturado, fusilados en el mismo sitio. Antes y por órdenes terminantes del Cuartel General de Lima se había pasado por las armas al coronel peruano Leoncio Prado. ("La Batalla de Huamachuco", Nicanor Molinari).

Teniente Alberto Parot Silva. Archivo Familia Parot.

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El torbellino de la guerra D

urante la Guerra del Pacífico muchas fueron las familias tal- tán Eneas Fernández Letelier pareció transformarse en furia en medio de quinas que lloraron a sus hijos o esposos, pero ninguna pagó las balas. Su compañía no perdonaba la vida a nadie. Las balas le hicieron tan alto precio como el matrimonio de José María Fernández y pedazos parte de sus ropas y siguió con la espada en alto y, a pesar de su señora Carmen Letelier, quienes ofrendaron a sus hijos Milcíades, Eneas estar ronco, gritando siempre. En Chorrillos no sufrió nada. En Miraflores y Carlos Manuel. peleó hasta el fin y cuando ya su batallón estaba cubierto de gloria, una Milcíades fue quien primero abandonó la bala le penetró por el cuello y le salió por la calidez del hogar para volver al Ejército de espalda. Su herida es grave (…) Subteniente Con el heroico Batallón Talca sucedió algo Línea al cual pertenecía, enrolándose como Carlos Manuel Fernández Letelier. Salvó como similar a la trama de la película de Steven teniente del Regimiento Buin y combatiendo los demás en Chorrillos. En Miraflores una bala Spielberg, “Rescatando al soldado Ryan”. La en Calama, desmostrando su temeridad en familia Fernández Letelier perdió a tres de sus le atravesó la pierna izquierda y fue a enteel sangriento asalto y toma de Pisagua ocurrarse en el hueso de la derecha”. hijos durante la sangrienta campaña del rrido el dos de noviembre de 1879. En plena Pacífico. Aunque nadie fue en su rescate, lejos MAR TIRES DE TALCA marcha a Tacna reprendió a un soldado ebrio de amilanar a los padres, estas muertes fueron El siete de febrero el mismo periódico inquien lo mató de un tiro. Hasta la fecha, sus un incentivo para la juventud de la época formaba: “En el tren de hoy llega el cadáver restos descansan en las bóvedas de la iglesia de don Carlos Manuel Fernández, subteniende Locumba, Perú. te del Regimiento Talca, que falleció ayer en Santiago como resultado de Asimismo, Eneas y Carlos Manuel seguirían su ejemplo. Buscaban colocación en las ya apretadas filas del Batallón Talca, liderado por el coman- sus heridas (…) Sus restos fueron recibidos por sus hermanos, autoridades y otros connotados talquinos”. El día de sus funerales llegó la noticia dante José Silvestre Urizar Garfias. Eneas fue un alumno distinguido en el Liceo de Talca, donde después del fallecimiento de su hermano, capitán Eneas Fernández. Ambos sepede finalizar sus humanidades ocupó un puesto en las oficinas de la Inten- lios tuvieron la emotiva solemnidad que estos hijos talquinos merecían. Al dencia, destacando por su profesionalismo e inteligencia. Ingresó al bata- día siguiente “La Libertad” destacaba: “Milcíades Fernández Letelier, tellón con el grado de capitán. Carlos Manuel, el menor de los tres herma- niente del Buin, perdió su vida en Locumba; Carlos Manuel, su hermano, nos, acababa de terminar en forma sobresaliente sus estudios de humani- subteniente del Talca, dio su último suspiro el seis de este mes; Eneas, su dades en el mismo prestigioso liceo. Con sus 18 años a cuestas, su sueño otro hermano, tal vez se sentía demasiado solo y por eso fue a acompañarera irse a Santiago a estudiar Derecho y ser abogado, pero al comenzar la los”. Los tres hermanos fueron en busca de sus destino. La muerte los salió a encontrar a todos en el norte. tormenta de la guerra ingresó al batallón con jinetas de subteniente. El En agosto de 1879, la organización de cuerpos regionales produjo cierdiario talquino “La Libertad” relató el siete de febrero de 1881: “El capi-

APORTE MILITAR Estando acantonados los regimientos de línea del Ejército al sur del Bío Bío y una vez encendido el fervor patriótico con la gesta heroica de Prat, el veterano Batallón Talca de Guardias Nacionales dio paso al Batallón Talca estipulado en el Decreto Nº 37 de marzo 6 de 1880. Así, tomando como base la organización del Batallón Cívico, el intendente José Ignacio Vergara inició el reclutamiento de quienes irían a luchar al norte en el Liceo de Hombres, entonces situado en Dos Sur Uno y Dos Poniente. De 900 hombres que se presentaron se seleccionaron 600 que fueron destinados al Batallón Talca, en su mayoría alumnos y profesores que conformaron los primeros la mayoría de los soldados y oficiales sus maestros. Asimismo, se adicionaron algunos jóvenes agricultores de la zona. El 15 de abril de 1880 arriban a Quillota, sede de su primera instrucción de guerra, hasta que el 2 de mayo de ese año abordan el vapor "Copiapó" rumbo a Iquique donde completan su formación durante cuatro meses. (Extractado de "Actuación del Regimiento Talca en la guerra de 1879", Ladislao Bravo Valenzuela, pp. 13-25).

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Teniente Ricardo Canales. Archivo Regimiento Talca.

Subteniente Manuel Jesús Poblete. Archivo Regimiento Talca.

Teniente Felipe S. Granifo. Archivo Regimiento Talca.

Sargento Santiago Herrera. Archivo Regimiento Talca.

ta rivalidad en las provincias, las que contribuyeron complacidas tanto con sus hijos como con los gastos originados por el vestuario y equipo que el Gobierno no podía sufragar agobiado por los desembolsos originados por la guerra. Así, se formaron comités en las cabeceras de provincias y departamentos encargados de recibir erogaciones para la adquisición de telas para el uniforme y la confección de prendas interiores para la tropa, en tanto las señoras formaron talleres en sus casas a los cuales acudían niñas de toda condición social a trabajar en la costura. Es así que frente a la guerra hubo aportes numerosos, como el de la Policía de Talca -con 150 hombres dispuestos en dos compañías- que, encabezada por su bandas, se incorporó al Batallón de Infantería que se estaba organizando. Inicida la organización del Batallón Cívico Movilizado Talca, todas sus plazas fueron prontamente copadas por la flor y nata de la juventud talquina, especialmente la “clase alta” y del prestigioso Liceo de Hombres, quien consideraba un honor el pertenecer a sus filas y marchar al combate. Así, el domingo 21 de marzo de 1880 el intendente Vergara le dirigió una perorata finalizando su intervención con una solicitud: quien quisiera dejar las filas podía dar un paso atrás… y aquí no ha pasado nada. Todos permanecieron clavados al suelo mientras una nube de quepis volaba por los aires acompañada de un atronador viva Chile. Entre otros, estaban presentes Ramón Villalobos, Eleodoro Vergara, Domingo Urzúa, Manuel Fernando Parot, Alejandro Concha, Alberto Chaparro y muchos más.

Teniente Daniel Rocha. Archivo Regimiento Talca

ALEJANDRO CRUZ Las vicisitudes de la guerra encontraron a un apacible Alejandro Cruz entregado de lleno a las labores del campo. Aunque bajo ese exterior afable y cariñoso, con esas maneras distinguidas y corteses que hacían tan agradable su trato, se ocultaba un corazón ardiente, apasionado, fácilmente impresionable por todo sentimiento noble y generoso. Por esto, a nadie extrañó que apenas nacida la idea de formar un batallón talquino, que llevara al norte el nombre de la ciudad y provincia, Alejandro Cruz fuera uno de los primeros en alistarse abandonando todo por cumplir lo que él llamaba el más sagrado de sus deberes como ciudadano chileno. Con el cargo de capitán ayudante condujo al Batallón Talca hacia su acción en la Guerra del Pacífico. Hijo de Diego Miguel de la Cruz -prestigioso vecino piducano- y de Dolores Vergara, Alejandro nació en Talca el 24 de febrero de 1839. Realizó su enseñanza formal en el Liceo de Talca, en donde terminó sus estudios de humanidades, siendo inmediatamente llamado por Antonio Varas -que admiraba su honorabilidad y talento- para ejercer como su secretario privado, cargo que posteriormente dejó para dedicarse a la enseñanza de la juventud. Mas, su carácter audaz y emprendedor lo llevaría a correr aventuras en tierra extranjera, puesto que de 1874 a 1875 reside en las serranía de Oruro, Bolivia, mezclado con los animosos exploradores de aquel rico mineral. Poderosas aflicciones y lazos familiares lo impulsaron al fin a regresar a su pueblo natal, en donde había dedicado toda su actividad y energía a las pesadas labores agrícolas, hasta cuando “se encontró” con la guerra.

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Incidentes relegados E

n plena Guerra del Pacífico, casi todos en Talca se preguntaban si eran dos o tres los enemigos de Chi-le, puesto que el uno de enero de 1881 “El Telégrafo Marítimo”, diario de Montevideo, reproducía textualmente: “El doctor Coyena irá a Lima antes que se decida la suerte de aquella capital por las armas. Se abriga la convicción que el Ejército peruano sucumbirá a la larga y de que los chilenos victoriosos se apropiarán de los territorios de Tarapacá y de Cobija, sea como imposición, sea por medio de un tratado. El doctor Coyena irá en tal caso a levantar una protesta enérgica en la cual se desconozca el derecho de conquista invocado por Chile, protesta que sería aprobada por el Gobierno argentino que no puede abandonar al Perú, al ser éste vencido por las armas”. Al parecer, los “hermanos” argentinos eran muy “solidarios” y ésta una de sus tantas materializaciones que finalizarían con la cesión chilena del territorio de la Patagonia. PRIMEROS RELATOS Estas y otras publicaciones más ofensivas de allende los Andes, eran citadas por “La Libertad”, periódico talquino, en tanto en la mayoría de los hogares de la época reinaba la angustia más que el júbilo por victorias parciales, ya que no se conocía el desenlace de los acontecimientos. Una

carta escrita por el teniente Cenobio Molina -tripulante talquino de la Corbeta “Magallanes”- narraba el Combate de Chipana; y en otra fechada en enero 18 de 1881 el piducano Emeterio Letelier, comandante general de la caballería, relató: “El trece nos batimos en Chorrillos desde el amanecer y duró el combate nueve horas. Las pérdidas son muy grandes. El Regimiento Talca se batió tan bien, tan bravamente, que llamó la atención de todo el Ejército. En este combate fue herido el Comandante Silva Renard (Carlos), que murió ayer”. Una tercera misiva del oficial de estado mayor y quien actuaba al lado de Baquedano, José Francisco Gana –talquino-, decía: “Entramos en batalla con dos mil 980 hombres y perdimos en el ataque 710… El 14 lo pasamos recogiendo heridos, enterrando muertos y juntando dispersos”.Asimismo, una esquela anónima informaba sobre la Batalla de Miraflores: “Los peruanos rompieron el fuego sobre el Talca, que iba adelante… Las balas pasaban por sobre nuestras cabezas… Tuvimos que subir la pendiente del cerro en medio de una lluvia de balas. Unos caían, pero los demás seguían extenuados subiendo. Como a las doce teníamos tomadas todas las trincheras, exceptuando un cerro muy elevado de donde se nos hacía nutrido fuego de artillería, ametralladoras y fusilería. Eran tan alto el cerro y estaba tan bien defendido que nos hizo por un momento desanimar…El pueblo de Talca puede estar orgulloso de sus hijos…

Batallón Talca. Gentileza Regimiento de Artillería de Talca.

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Archivo Regimiento Talca.

Archivo Regimiento Talca.

Teniente coronel Alejandro Cruz. Archivo Regimiento Talca.

Teniente Coronel Carlos Silva Renard.

Capitán Víctor Manuel Pamplona.

Capitán ayudante Julio Zacarías Meza.

A no ser que la noche se nos venía encima, ese mismo día entramos a Lima”. Finalmente, en julio 26 de 1882 el periódico talquino “La Libertad” daba cuenta de que “una muy pequeña guarnición chilena en Tambo de Mora compuesta de doce soldados y comandada por el teniente don Elías Cruz Cañas, fue atacada por 400 montoneros, pareciendo toda esta guarnición, incluso este teniente que supo vender bien cara su vida”. Elías Cruz era talquino y su actuación en el conflicto bélico, junto a muchos otros, dejó regada de sangre las tierras del norte. EL VIAJE El aporte militar de Talca al conflicto de la Guerra del Pacífico fue destacado y ello tuvo un precio: muchas vidas en plenitud cercenadas por la guerra y otras tantas mutiladas. El primer contingente de mutilados por efecto de la lucha arribó a Talca el nueve de febrero de 1881. El talquino Camilo Donoso -jefe del Ferrocarril Urbano- gestionó en Santiago el primer traslado de estos inválidos desde los hospitales a la estación. Posteriormente arribaría un contingente de cuarenta heridos más, todos del Regimiento Talca, perteneciendo otros en Santiago -veintidós- y Lima -treinta y dos- y el 24 de abril diez soldados piducanos llegaban a Valparaíso. La locomotora con los carros que traían de regreso a su ciudad natal a los heridos del Talca pitió al abandonar la estación santiaguina. Un telegrama dirigido al dueño del hotel de Rancagua, rezaba: “Necesitamos almuerzo y refresco para los heridos”, el que no tuvo respuesta. Sin embargo, ya en la estación de este pueblo la concurrencia era

extraordinaria: casi toda la ciudad vitoreaba a los defensores de la patria y una comitiva encabezada por el gobernador, Tristán Matta Ugarte, abordó los carros llevando platos de caldo, copas de helados, limonadas, vino, cigarros y todo cuanto necesitaran. El silbido de la locomotora apagó las estruendosas manifestaciones de los rancagüinos y el convoy continuó su viaje. En San Fernando los jóvenes treparon a los vagones para distribuir entre los heridos paquetes de cigarros y un heladero repartió cien copas del refrescante producto, negándose a recibir el pago afirmando: “¡No, señor! ¡Yo festejo sin condición a los grandes defensores de la patria!”. En Teno don Víctor Carrasco hizo subir tres grandes canastos con variada fruta y ya en Curicó aguardaba a los heridos talquinos una banda de música en un marco de concurrencia tan numeroso como entusiasta. En Molina, el doctor Madariaga auxilió gratuitamente a los más graves. En Panguilemo el coterráneo Pastor Cerda hizo repartir “cigarros de papel i de hoja”, dos atados por persona. Aproximadamente a las 14:00 horas arribó el tren a Talca, donde en la actual estación de Ferrocarriles diez mil personas le aguardaban y fuera de ella otras tantas. La ciudad estaba atiborrada: en sus calles, tejados, balcones en coches, en las rejas. Aquella marea humana que cantaba, silbaba y rugía era el abrazo talquino a sus combatientes, que dicho sea de paso, no tienen ni un monumento en esta olvidadiza ciudad. El intendente José Ignacio Vergara, exteriorizó su anhelo de construir Coronel Silvestre “una tumba capaz de contener todas las preciosas reliquias de Urizar Garfias. estos talquinos que habían rendido su vida en los campos de batalla”, mismo que el tiempo sepultó en el olvido colectivo.

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Estatua La Victoria E

l obelisco que se yergue en Alameda con Uno Oriente fue edificado durante la segunda mitad del siglo XIX en conmemoración a la Independencia Nacional y en un comienzo se denominó Monumento a la Legión Talquina. Este histórico pedestal construido con la singular piedra verde de Rauquén, sostuvo en su cima el Monumento del Dos de Mayo o Estatua de la Victoria, que el coronel José Francisco Gana retiró de la aduana desde el puerto peruano del Callao para enviarlo a Talca, su ciudad natal, como valioso trofeo de guerra, dada la destacada participación del Batallón Talca en la Guerra del Pacífico y encomendando tal misión a don Julio Zenteno, Auditor de Guerra. MONUMENTO DEL DOS DE MAYO El Monumento del Dos de Mayo -o estatua a la Victoria- fue construido por orden del Gobierno del Perú en conmemoración del Combate del Callao, el dos de mayo de 1864, en el cual las fuerzas peruanas derrotaron a la escuadra española del almirante don Luis Pinzón, al parecer descendiente de uno de los hermanos Pinzón que vinieron a América en el primer viaje de Cristóbal Colón. Diseñado por el escultor francés León Cugnot lo

Plaza Serrano en 1978. Martín Domínguez Vial.

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La Placilla en 1904. Plano del Museo O'Higginiano.

construyeron ingenieros galos en 1870, siendo exhibido en París en la Avenida Des Champs Elysées, frente a la gran puerta del Palacio de la Industria. Posteriormente el buque de bandera francesa Decrés al mando del contralmirante Du Petir Touars lo llevó al Perú. Durante la Guerra del Pacífico, en 1879, el Regimiento Talca tuvo una participación determinante en la tercera campaña de Lima, en las batallas de Chorrillos y Miraflores -el 13 y 15 de enero de 1881-; y posteriormente en la Campaña de la Sierra, en Huamachuco, el diez de julio de 1883. En mérito a lo anterior, el jefe político y militar del Callao, coronel José Francisco Gana -general talquino del estado mayor de Baquedano-, retiró de la aduana de ese puerto dos enormes cajones que contenían la Estatua del Dos de Mayo para ser enviados a Talca (según la tradición oral, don José Francisco Gana, originario de Talca, encomendó a don Julio Zenteno, Auditor de Guerra, solicitar al almirante don Patricio Lynch algún presente para la ciudad. Este sugirió, entonces, revisar dos cajones ubicados en la aduana del Callao). En sesiones municipales de esa época se dejaba constancia del envío, recepción y ubicación de lo que se podría denominar un “trofeo de guerra”. LA VICTORIA EN ALAMEDA Y SITIO ACTUAL Una vez en Talca, la imagen fue ubicada sobre el obelisco de los Héroes de nuestra Independencia, en el mismo sitio actual y en las proximidades del antiguo Teatro Municipal construido en 1875, iniciando su vida ciudadana emplazada en la intersección de la calle Uno Oriente con Alameda Bernardo O’Higgins. La estatua se cayó del cipo que la elevaba durante el terremoto de 1906, permaneciendo largo tiempo en el suelo. Después, ésta fue trasladada a un predio eriazo vecino al Teatro Municipal por calle Uno Oriente, siendo protegida por una empalizada de roble. Actualmente ese terreno es parte del Teatro Municipal ya casi terminado. Después de interminables peripecias y trámites burocráticos, de sesiones corporativas, la escultura fue trasladada a la Plaza Ignacio Serrano en 1935, previas sesiones alcaldicias presididas por seis alcaldes: Andrés Vaccaro, Pedro Valdés, Isidoro del Solar, Gabriel Pando Ocampo, Luis Barros Fernández y Roberto de la Cerda. Esta placilla en 1872, en sus comienzos, tenía una forma cuadrada. Su centro se encontraba en la intersección de los ejes de las calles Ocho Oriente y Dos sur, cuyo trazado interrumpe. Así, en 1904 una hilera de árboles le imponía un límite virtual a sus contornos, una reja ornamental de diseño helicoidal protegía la vegeta-

Plaza La Victoria a inicios de la década del sesenta. Jorge Belmar.

ción interior y existía un kiosko ubicado en su esquina surponiente. La reja fue utilizada posteriormente para cerrar el recinto del Estadio Fiscal, por su costado sur frente a la Alameda. Asimismo, después del terremoto de 1928 la Estatua de la Victoria se emplazó definitivamente el año 1935 en la Avenida Monseñor Larraín (Dos Sur) en la Plaza Ignacio Serrano, hoy Plaza de la Victoria. Desde 1921 las líneas de tranvías “San Luis-Matadero” y “Plaza-Estación”, de la Compañía Eléctrica de Talca y luego Compañía General de Electricidad Industrial, transitaban por el eje central de la calle Dos Sur, dividiendo la placilla en dos. En 1939 un nuevo sismo destruyó parte del monumento de la Victoria, el día 24 de enero. Entre 1929 y 1977 se realizaron varias obras urbanísticas que modificaron el entorno, como asimismo, se situó a la escultura sobre un pedestal diseñado por el arquitecto Fernando Astorquiza, director de Obras en 1935. En 1978 se le incorporaron los prados, los jardines y espejos de agua.Asimismo, en octubre de 1986 se produjo un desprendimiento del ala derecha y cierta inestabilidad en la estatua, lo que fue constatado incluso por vecinos. Debido a ello, en 1987, veintisiete de febrero, se otorgó la cotización para restaurar la efigie al Centro Nacional de Restauración, por cuanto fue el único que habría presentado un diagnóstico señalando el cómo y por qué del deterioro, así como por poseer mayor experiencia (las otras cotizaciones fueron de las escultoras Roxana Gutiérez Gyllen y Rosa Cea Mora). Finalmente, y después de arduas gestiones administrativas, legales, urbanísticas y económicas, el día tres de Noviembre de 1987 se inauguró oficialmente la Plaza de la Victoria con un gran desfile cívicomilitar y la presencia de Su Excelencia el Presidente de la República cargo discutido en la actualidad- en aquel entonces don Augusto Pinochet Ugarte. El costo total de la obra fue de 14 millones 072 mil pesos. (Extractado de la investigación de Martín Domínguez Vial - Revista Universum segundo semestre 1987 - Universidad de Talca).

La Victoria en los Campos Elíseos. Martín Domínguez Vial.

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ESTATUA ECUESTRE DE O’HIGGINS

E

n 1959, siendo alcalde de la ciudad de Talca don Bernardo Mandiola Cruz, como primera autoridad comunal quiso perpe tuar en dicha urbe la memoria del Director Supremo Bernardo O’Higgins Riquelme, considerando que fue en aquí y en la casona de uno de los mejores amigos de su padre, el ex comerciante portugués avecindado en la villa San Agustín de Talca, don Juan Albano Pereira, donde el niño Bernardo vivió desde el primer mes de vida y hasta aproximadamente los diez años, alternando su despaternalizada niñez con estadías en el Fundo Quepo-Quepo y Potreros de Lircay -propiedades de la familia Cruz Bahamonde-. Además, en esta ciudad O‘Higgins recibió su nombre por el bautismo cuando contaba cinco años (en 1783), fue nombrado y juró como General en Jefe del Ejército de Chile, fijó el estilo y los conceptos de la Declaración de Independencia y juró esa declaración en febrero 12 de 1818 -ya como adalid emancipador- junto a su Ejército, siendo también herido la noche aciaga de Cancha Rayada. Así, con el apoyo del Ejército de Chile se mandó hacer dicha escultura en hierro forjado, para lo cual se enviaron a Santiago los materiales para ser fundidos, en tanto que toda la base se trabajó con la hermosa piedra verde de Rauquén, hasta ver finalmente coronados sus esfuerzos con la materialización -en el corazón de la Alameda Bernardo O’Higgins con Seis Oriente- de este simbólico monumento. Cuando se dudaba hacia dónde debería mirar el monumento, el alcalde Mandiola dijo: “Hacia la cordillera, a la espera de San Martín y el Ejército Libertador”. No hubo dudas al respecto y aún sigue allí en majestuosa ubicación, aunque existe otra versión oral que sustenta que la posición

hacia el oriente del Padre de la Patria fue elegida por la Logia Masónica talquina, ya que el este es un simbolismo superlativo: por ahí sale el sol. Desde esa data se yergue majestuosa e imponente la estatua ecuestre del Libertador, que lo eterniza en una congelada imagen iconográfica triunfal, lejano ya el Sitio de Rancagua. Finalmente, un soleado 14 de noviembre de 1959 Talca se desperezó de su malintencionada y manida reputación de apática volcándose entera hacia una solemne ceremonia cívica en la que participaron las más altas autoridades de la región y del país. En su posición de re-

suelta acometida, el Padre de la Patria quedó perpetuado asaltando los fortines y piezas españolas, testificando con su perennidad estática que en la transitoriedad humana hay tiempo para todo, e incluso hay tiempo para que los tiempos se junten.

MONUMENTO A LA LEGIÓN TALQUINA En 1884 Víctor Nicanor Silva y Cienfuegos descolló como presidente de la comisión encargada de la construcción de un Monumento a la Legión Talquina que se situaría en calle Uno Oriente con Alameda, el que se materializó en un hermoso obelisco de piedra verde de Rauquén que horadaba el cielo. El escultor florentino radicado en Talca, Pietro Baldi Manella, fue artífice de su base y de la obra en general y fue inaugurado en 1887, tres años después del regreso del Batallón Talca a su ciudad natal, cubierto de gloria en Chorrillos, Miraflores y Huamachuco. En su construcción también participó Enrique Osorio. Esta histórica columna se yergue sobre un pedestal también construido con la singular piedra verde para sostener en su cenit el Monumento del Dos de Mayo, que desde entonces se rebautizó como Estatua de la Victoria, efigie que el coronel talquino José Francisco Gana Castro retiró de la Aduana del puerto peruano del Callao para enviarla a Talca, su ciudad natal, como valioso trofeo de guerra, encomendando tal misión a don Julio Zenteno, auditor de Guerra. Así, en 1904 una hilera de árboles le imponía un límite virtual a sus contornos, en tanto que una decorativa reja de diseño helicoidal protegía la vegetación interior y

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en su esquina surponiente existía un incrustado kiosko. La reja fue utilizada posteriormente para cerrar el recinto del Estadio Fiscal por su costado frente a la Alameda y poco a poco comenzó a ser conocido como Monumento a la Bandera por izarse en su truncado alto el tricolor patrio durante la conmemoración de todas las efemérides y acontecimientos relevantes de Talca y el país. Situado en las proximidades del antiguo Teatro Municipal, el terremoto de 1906 y el de 1928 causaron graves destrozos que el profesor de dibujo y escultura Miguel Cruz reparó. A partir del Centenario el obelisco comenzó a ser conocido como Monumento a la Independencia. El citado profesor de dibujo y escultura Miguel Cruz -primer conservador del Museo O’Higginiano, estampó en sobrerrelieve las imágenes de Bernardo O’Higgins, Juan Gregorio de Las Heras, las fundaciones de la ciudad de Talca y un texto sobre el chileno ante la bandera, como también las leyendas sobre planchas de mármol impresas en cada uno de sus lados.

Talca sub-terra Hurgando en recuerdos de ancianos, mapas y libros -como “Cosas de trias, silbatos de trenes, traqueteos de una carga de caballería, sones y Viejas: Tradiciones talquinas” de Pantaleón Aravena Azócar, 1905-, surge un compases que denotaban alegría y pena, hasta que años después -julio de Talca casi no hollado, enrarecido aún para quienes contemplaron sus silue- 1915- el Biógrafo Comercial canjearía entradas por etiquetas de cigarrillo tas. Así, cuando en la década del cincuenta se sacó la piedra huevillo en de la marca “Corneta” que pertenecía a Figari y Compañía, de Talca. En Cuatro Oriente con Dos Norte, para pavimentar la vía, bajo la calle aparecie- aquellos años ya evolucionaban sobre la ciudad audaces pilotos aéreos ron los túmulos inconfundibles de las tumbas que pertenecieron al antiguo talquinos que causaban estupor y admiración y en junio de 1915 en el cementerio de las Monjas Carmelitas que tenían su congregación en esa vía Teatro Fénix se efectuó una multitudinaria velada a favor de Emma Galloy que en su época fue su “patio trasero”. Además, Talca se distingue de otras rio, primera aviadora chilena y esposa del también aviador ligado a Talca, ciudades chilenas por la cantidad de canales y napas subterráneos que la Emilio Castro Ramírez. En la ocasión se proyectó una película e intervino el humedecían naturalmente en sus primeros años de fundación, vestigios de piloto nacional dando a conocer las vidas tronchadas por esta creciente los cuales aún perviven en su subsuelo. Bajo Siete Oriente con Nueve Norte actividad. Ambos habían hecho estudios en la academia parisina Sánchez -contiguo al retén Cancha Rayada- aún es distinguible un antiquísimo canal Bessa y obtenido su brevet con brillante examen final. La velada del Teatro sellado en la década del sesenta. También en esta ciudad, el arquitecto Joa- Fénix fue amenizada por la Banda del Chorrillos y luego brindaron un quín Toesca y Ricci introdujo nuevos métodos de construcción con adobes, espectáculo aéreo en un biplano Farmen de 50 HP, según la escritora Amcomo el desaparecido Cabildo, que los terremotos se encargaron de desplo- paro Pozo. E igual tierra de la necrópolis aún recita algunos nombres sin mar; y en Uno Oriente esquina Dos Norte existió un hermoso puente de arco sentido para nosotros: Pastor Avaria Vial, Epaminondas Donoso, Fortunato hecho de cal y piedra que servía para vadear el canal Baeza que entonces Silva, Amelia Munita… torcía en ese lugar hacia el oriente de la ciudad. Don Julio Cárdenas Hall lo Hacia 1844 existió un foso que dividió a la población con las hijuevio y asevera que una amiga, hoy en el extranjero, tomó fotos del mismo las del Guapi, y poco después ya existían los Campos de Marte en el cuando surgió tras una excavación para ensanchar la calle. Igualmente, sebarrio norte, empotrados entre la Dos y Seis Oriente y entre la Ocho y pultada se encuentra una carta firmada por ilustres familias talquinas, junto Diez Norte, ocupando aproximadamente ocho manzanas, donde se efecal edicto del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso y cuatro monedas de cinco tuaban espectáculos públicos, ventas de beneficencia, desfiles militacentavos y otra de diez, los que fueron colocados en una botella lacrada que res que se engalanaban con carpas y banderas. El convento San Agusse depositó en un hueco abierto en el corazón de la piedra el 10 de mayo de tín ya estaba situado en Alameda con Dos Oriente y según Opazo Ma1868, del que emergería el Seminario San Pelayo. En más de una ocasión se turana unos años después (1850) se extendieron terraplenes para niha citado a monseñor Ernesto Rivera, quien recordaba que en este arcaico velar la Alameda y efectuar plantaciones de álamos que años después instituto existió un cementerio del período de la Colonia que muchos pudiefueron reemplazados por olmos y acacias. Increíble que justo aquí, bajo ron conocer. Numerosos ductos para el agua, acequias entubadas, acueducel suelo, yacen juntas una desaparecida arquitectura palaciega de notos y tajamares en los sectores comprendidos entre Cuatro Poniente y hasta table estilo gótico veneciano, roídas monedas, trozos de mármol, boTres Oriente entre Uno y Seis Sur, así como piedras, fierros, tones, llaveros, dedales, osamentas y la extinta Geladrillos, cal, maderas y osamentas aún permanecen bajo neración del Centenario, que junto a la mano del Tumbados en movedizo el suelo del Talca antiguo que habitaron nuestros ancescantero que trabajó la piedra hasta descascararla, suelo yacen numerosos tros. sustentan nuestra flora de todos los días. conductos para el agua, FANTASMAS Y LÉMURES Hacia 1890 decorativos carros alegóricos daban vida acequias, tajamares, piedras, fierros, ladrillos, cal, a la consuetudinaria monotonía pueblerina y en las posmaderas, una desaparecida trimerías de 1898 una Shand Mason -bomba a vapor arquitectura palaciega de adquirida por Bomberos de Talca- llegaba a la ciudad notable estilo gótico proveniente de Londres. Entonces, en la ciudad de calles veneciano y osamentas del empedradas y patios polvorientos predominaban una Talca que habitaron nuestros arquitectura Barroca Romana, el estilo Neoclásico y art ancestros, aquél que al rodó en la década del veinte. Después, cuando el 2 de obscurecerse se llevó noviembre de 1902 nació el club de deportes Rangers, también a quienes lo los teatros -como el Municipal- refulgían poderosamentransitaron te y con ellos singulares personajes. Aunque hoy tierra, mucha tierra, oculta para siempre -cual a nosotros un día- a Emilio del Llano, la quimera del tiempo aún parece desperdigar sus melodías, porque este destacado maestro español titulado en Barcelona acompañaba al piano aquellas películas mudas de antaño proyectadas en el desaparecido Teatro Variedades que se alzaba en Uno Sur entre Uno y Dos Oriente lado sur, en el mismo lugar donde en 1915 se erigiría el Palet. El compositor seleccionaba piezas de distinguidos autores o bien improvisaba con la pericia del que sabe. De su ingenio brotaron pitazos de indus-

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Talquinas en la guerra L

a imagen que el diario talquino “La Libertad” -del 7 de febrero de 1881- proyecta a la posteridad describiendo cómo “las señoritas Letelier y Donoso colocaron sobre el féretro varias grandes coronas de siemprevivas y una cantidad considerable de flores todas de color blanco” durante el traslado al camposanto de los restos del subteniente del Regimiento Talca, Carlos Manuel Fernández, muerto heroicamente en Chorrillos, puede inducir a error si se cree que las damas talquinas sólo se resignaron a llorar la partida de sus guerreros. En esta hazaña casi desconocida de nuestra historia, anónimas talquinas fueron parte de ella no sólo confeccionando uniformes, ropa interior, pañuelos, bordando banderas, estandartes, colaborando anónimamente desde sus hogares, desempeñando trabajos hospitalarios o cooperando en sociedades de beneficencia en pro de viudas y huérfanos de la guerra, sino que acompañando a sus hombres al combate como cantineras, enfermeras, vivanderas o tomando las armas en casos puntuales.

dista del mismo diario en Rancagua también le llamó la atención el alto número de mujeres que acompañaba al batallón, porque también lo reseñó: “En Rancagua se preparó comida en el hotel a los oficiales y a la tropa en las diversas fondas. Vienen como cien mujeres de los soldados. (“El Ferrocarril”, Santiago, 16 de Febrero de 1879, 2). Sin embargo, el diario talquino “La Opinión” informaba, en su edición del 23 de ese mes, dos días después del primer contacto de los talquinos con el tren que llevaba a los soldados que se dirigían al norte: “El embarque de las tropas que llegaron anteayer a Talca fue un gran acontecimiento para las gentes del pueblo. A la hora de salida del tren, la estación se veía llena de curiosos de todos los sexos y edades. Al tiempo de la partida la banda de músicos rompió con la Canción Nacional, en medio de estrepitosos y entusiastas vivas a Chile de soldados y oficiales y de todos los concurrentes. La locomotora iba lejos ya y aún se dejaban oír en la estación esos gritos de verdadero patriotismo” (“Guillermo Donoso Vergara en la Historia de Talca”, p 315). En esta instancia, un periodista talquino le pregunta RUMBO AL NORTE a la compañera de un soldado presto a embarcarse: “Y Durante el desarrollo de la Guerra del Pacífico qué vas a hacer tú a la guerra”. La mujer, sin vacilar, le la mujer chilena tuvo un rol preponderante y bascontestó: “A pelear, pues, patrón”. El periodista insistante ignorado, que hizo que desde el comienzo tió manifestándole: “¿Pero de qué servirán Uds.?”. del conflicto comenzara a llegar a Valparaíso desde diY ella con indignación le replicó: “¿Cómo? ¿De qué versos puntos del país para embarcarse rumbo a Antofaserviremos? Mire, señor, cuando se acaben las gragasta. Un ejemplo del denuedo -y ansias- femenino por denadas echaremos a nuestros chiquillos a los cañofender a la patria se vislumbró cuando el Batallón Tercero nes como balas. Nosotras agarraremos las ropas de los de Línea, que viajaba en tren procedente de Angol hacia muertos, y, ¡zas!, a pelear con esos maricones de los boValparaíso, detuvo su trayecto en Talca y en Rancagua. Los livianos” (“Guillermo Donoso Vergara en la Historia de reporteros del noticiero santiaguino “El Ferrocarril” coTalca”, p 315). También regresaban del campo de batamunicaron a Santiago: “Talca, 13 de Febrero. Desde las lla: “El Paquete del Maule llegó anoche de Iquique traprimeras horas de la mañana una gran concurrencia inyendo a su bordo tres soldados enfermos en comisión vadía toda la estación ansiosa de presenciar el embary 163 soldados enfermos y licenciados. De Antofagasque de las tres compañías del Tercero de Línea que iba ta trajo también siete oficiales, 20 soldados y mujea Valparaíso. Esa fuerza compuesta de 11 oficiales, res”, informó “El Mercurio“ de Valparaíso el 30 de 280 hombres de tropa y como 100 mujeres, ocupaba Abril de 1880, 2. un tren especial” (Telégrafo de “El Ferrocarril” entre Asimismo, “El Mercurio” de Valparaíso del 20 de Santiago y Talca, Santiago, 16 de febrero de 1879). IgualFebrero de 1879 en su página dos, respecto al embarmente, el enviado especial del periódico “El Ferrocarril” que de contingente femenino hacia el norte precisa: “Las apostado en la ciudad de Talca describió la partida de los mujeres de la tropa fueron alojadas en el piso superior del que iban a Santiago a enrolarse en el Regimiento de Artivapor, en cubierta, bajo una gran carpa. Tuvimos la curiosillería de Línea de la capital, entregando antecedentes vadad de visitar ese alojamiento; una visita de esta naturaleza liosos sobre la participación de mujeres talquinas en el y a tal local no carece de curiosidad, por de pronto, la primeconflicto bélico desatado por Perú y Bolivia: “Durante el ra impresión de tal museo ambulante es de una novedad tiempo que duró la despedida, fuimos testigos de escenas encantadora. Ahí estaban ochenta y tantas mujeres, revuelbastante tristes y conmovedoras que desgarraban el coratas con tortillas, barrilitos, tremendas pañoladas de humitas, zón: en una parte padres despidiéndose de sus hijos, herarrollados y otras municiones de guerra; todo esto amenimanas de sus hermanos, esposas de sus esposos, etc. Tamzado con chiquillos que gritan, párvulos que riñen y mubién iban dos carros completamente llenos de mujeres chachos que devoran. ¿Van ustedes contentas?, le preen número como de 200” (“El Mercurio” de Valparaíso, guntamos a estas Cornelias a la rústica, ¡pues noría! 3 de octubre de 1879, 3). Hay que agregar que al perio(sic) nos respondió una amazona de rompe y rasga, Cantinera de 1879. Historia del Ejército de Chile. Nuestros uniformes, Santiago, 1986, Tomo XI, p. 169.

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nosotras somos soldados y a la guerra vamos. Y ustedes agregó una (in)oportuna interruptora, ustedes que no vienen más que a curiosear, ¿porqué no nos dejan un vientecito? Pero chica, ¿qué papel haría un pobre 2º entre doscientas interesadas? (noría significa cualquier cosa). Sabemos que se habían puesto en lista los nombres de 120 camaradas, pero como a última hora se les dijera que sus compañeros podrían dejarles mesada, algunas desistieron del viaje, y sólo partieron unas 80 y tantas” (“Las rabonas en el Rimac”, “El Mercurio”, Valparaíso, 20 de Febrero de 1879, 3). A caballo o a pie seguían a los soldados a plenos rayos del sol como atestigua el inglés William Acland al afirmar que “un considerable grupo de mujeres marchaba detrás del ejército, para cocinar y lavar, pero los oficiales me dijeron que su presencia causaba disputas y disturbios, y que no las hubieran aceptado de ser posible su exclusión” (“Descripción sobre el ejército chileno del Norte”, 1986, 52). La incomodidad entre las autoridades gubernamentales por el alto número de mujeres instaladas en Antofagasta, entre ellas varias talquinas, llevó al Gobierno a publicar oficialmente el decreto del 14 de junio de 1879 que explicitó la primera prohibición para que no fuesen mujeres acompañando al Ejército de campaña. AMANTE, CONFIDENTE Y GUERRERA En la novela de Jorge Inostroza “Adiós al Séptimo de Línea”, Leonora Latorre es una amante ficticia del general peruano Juan Buendía, comandante en jefe de los Ejércitos Aliados de la Campaña de Tarapacá, a quien en la vida real y basado en informaciones fidedignas se le atribuía haber tenido una amante chilena (que efectivamente la tuvo y se llamó Anita, hermosa portaestandarte de 18 años, “linda, picaresca, vivaracha y provocativa, hubiera sido capaz de trastornarle los cascos al mismísimo ejército de Godofredo de Bouillón, con toda la austeridad de su destino”, según Alberto del Solar en “Diario de Campaña”). Un periódico boliviano que dio a conocer este hecho como una de las razones de la derrota sufrida en la Batalla de Dolores o del Cerro San Francisco, enfatizó irónicamente que se sabía “que había un general Buendía, célebre por su constancia en hacer la corte a una chilena de 13 a 14 años, en Iquique, y de la cual se decía que al general le arrancaba hábilmente todos los secretos de la campaña” (Pascual Ahumada. Versión boliviana del combate de San Francisco y causas que originaron la derrota de los aliados. Artículo publicado en “La Democracia”, periódico oficial de Bolivia, Diciembre 12 de 1879). Por otra parte, Pedro Sienna consigna la trágica muerte en Ite, zona de enormes dunas y extensos arenales, de una patrulla completa junto a sus infelices –pero leales- “camaradas”, como se las llamaba. La fidelidad de talquinas y otras chilenas no ostentaba límites, como lo comprueba “El Mercurio” de Valparaíso de abril 15 de 1880: “Dos mujeres más, disfrazadas de soldados, se embarcaron con los Zapadores. Una de ellas, joven de 14 o 15 años a lo sumo y no mal parecida, se quitó el vestido en el malecón y se metió los pantalones que le pasaron los soldados, luego las demás prendas militares y por último se le iba a cortar el pelo, operación que no se hizo por falta de cuchillo. Creemos más bien que nadie se atrevió a facilitarlo por escrúpulo de conciencia. Pero ella estaba resuelta a todo, porque allí mismo dijo, y parecía decirlo de corazón, que quería ir a padecer por su patria. Otra debe ser sin duda la madre del cordero, o el padre de la cordera, por lo que habría sido más propio dijese como

Plaza de Armas en 1900. Propiedad de la Municipalidad de Talca.

dice Rouget en situación idéntica la cantinera de la “Marsellesa”: ‘Hasta el fin del mundo iré si hasta el fin del mundo vais’. Sea como quiera, es lo cierto que aquella varonil muchacha, una vez convertida en ‘soldada’, ya no pensó ni en su madre que quedó en el malecón hecha una Magdalena y dando cada grito que partía el alma. - Y ustedes, ¿por qué lloran también? Preguntamos a otras camaradas que estaban cargadas de chiquillos. - Por qué ha de ser, porque no nos dejan ir con ellos, y sabe Dios si los volvamos a ver! Mientras tanto los soldados no se preocupaban más que de echar vivas a Chile” (idéntica noticia transcribió “El Constituyente” de Copiapó el 19 de abril de 1880). La participación de mujeres talquinas fue algo común tanto en los campamentos como en los campos de batalla.Al respecto, el observador francés Charles Varigny apuntó en víspera de la batalla de Chorrillos: “Antes de levantar el campo los soldados prendieron fuego a las chozas de follaje que por varias semanas les habían dado abrigo. Las mujeres que seguían al ejército, los enfermos y los equipajes, quedaron reunidos en la ribera custodiados por dos compañías” (“La Guerra del Pacífico”, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, Santiago, 1971, 168). Otro tanto acontece con Daniel Riquelme, quien en su libro “Bajo la tienda. Recuerdos de la campaña al Perú y Bolivia, 1879-1884”, relata que durante la Batalla de Chorrillos y al estallar una mina “un muchacho lloraba a gritos y un coro de mujeres demandaba socorro para él: otra mina le había despedazado horriblemente una pierna. El General (se refiere a Manuel Baquedano) mientras cambiaba de caballo, ordenó despejar esas alturas, que estaban como el cerro del Parque en una parada de septiembre. Todas las mujeres de la división, sus chiquillos y muchos paisanos, habían tomado allí balcón para contemplar la fiesta, habiéndose venido de Lurín tras las pisadas del ejército en cuanto retiraron la guardia puesta expresamente para contenerlos”. Y finalmente, esta narración de Raimundo Valenzuela sobre un hecho ocurrido en el campamento de Locumba en Abril 16 de 1880. “La compañía del Talca continuó avanzando, pero una peruana llamada Juanita Ramírez que había sido fiel admiradora de nuestros triunfos y que desde el 81 acompañaba al Talca en un puesto parecido al de cantinera, se separó de la compañía, avanzó hacia el bajo, entre una granizada de proyectiles, quitó su ropa al soldado muerto, se la presentó al jefe de la compañía y le dijo: ‘vea mi capitán, si ese valiente lleva algún papel de importancia que sea una reliquia para su esposa, madre o hermana’. Juanita, la fiel compañera del Talca, se encuentra hoy en ese pueblo y lo menos desea es volver al Perú”. ¿Dónde vivirán actualmente los descendientes de esta homérica y atalquinada peruana?

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Kiosko de la Plaza de Armas de Talca, construido en 1912. Archivo Universidad de Talca.

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CAPÍTULO IV

DEVENIR HISTÓRICO “La ciudad de Talca es un afluente reciente de historia y cultura en que se reconcilian el hombre con su pasado, naturaleza y creencias, tal cual la uncida yunta del labrador arañando la tierra o la chuscada irónica que le atribuyó la enterradura en plena Plaza de Armas de una canilla del personaje de Cervantes, hidalgo manchego de ingenua bondad y buscador de ideales… pero profundo en su semichifladura de buscar un sentido a la vida.” Jorge Valderrama

El Pehuenche Plataformas de El Enladrillado El puerto de Nueva Bilbao Instituciones señeras Estampas de una haraganería que nunca fue tal ¡Esos viejos talquinos! Repartimiento de huenchullamí El tesoro del "Oriflama"

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El Pehuenche U

n reducido número de terratenientes establecidos en la región a fines del siglo XVI y XVII fueron la simiente fecunda que daría origen a las familias posteriores, como los descendientes de la estirpe Aravena que en 1650 se reducía sólo a “un hijo del conquistador Esteban de Aravena y a mediados del siglo XVIII era tan extensa, que sus descendientes eran lo suficientemente numerosos como para formar una compañía de las milicias del Maule”, afirma Opazo Maturana. Finalizando el siglo XVI, la jurisdicción que hoy se conoce como Región del Maule dependía administrativamente de Santiago. Así, antes de la creación del partido del Maule existía un Protector General de los Indígenas que tutelaba este territorio y que sentaba sus reales en Santiago, lo que impedía ejercer algún tipo de función de regencia en la práctica. Por ello, el tres de marzo de 1593, el entonces Gobernador del Reino, García Oñez de Loyola, creó el cargo de Corregidor del Maule y nombró al capitán Diego de Rojas corregidor y alcalde de minas de la ribera del Maule. De Rojas era un militar de antigua raigambre y había servido durante veinticuatro años en la guerra de Arauco y era reconocido por su “hidalguía notoria”. Aunque no fue en esa fecha cuando se inició la vida admnistrativa de la hoy Séptima Región del Maule, sino que el momento exacto de su creación quedó estampado como el 30 de julio de 1593, fecha en que el corregidor designado por la legislación hispánica, el precedentemente citado Diego de Rojas, aceptó el cargo, prestó juramento ante el Cabildo de Santiago, rindió fianza y finalmente recepcionó la vara de la justicia que le hacía tomar posesión de su territorio. La jurisdicción del Corregimiento del Maule -narrada por Gustavo Opazo Maturana en su “Historia de Talca” página 69- “comprendía los

Durante la Colonia ésta era una escena clásica en esta zona. “Paisaje chileno”. Elías Mella (Museo O´Higginiano).

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pueblos indígenas de Cauquenes, Chanco, Pungal, Purales, Pocoa, Vichuquén, Loncomilla, Putagán, Duao, Lora, Huenchullamí, Gualemos, Lontué, Peteroa, Peuquén, Mataquito y Gonza”. Por lo extenso del territorio en la práctica no fue posible ejercer una administración efectiva, sino hasta mediados del siglo XVIII, cuando ya se habían fundado varias ciudades y se proyectó una división más práctica. En relación al paso El Pehuenche, existen algunos indicios arqueológicos en Vilches Altos que evidenciarían el conocimiento de este pasadizo transcordillerano por parte de los incas hacia 1500, aunque los primeros antecedentes sobre este paso fronterizo que comunica con Argentina datan desde antes de 1658, cuando los indios Pehuenches ya conocían y utilizaban este boquete montañés con frecuencia, manteniendo en estricto hermetismo su existencia. El año 1805 y en forma casi circunstancial, el científico francés Sourryere de Souillac extravió su itinerario que formaba parte de una de expedición, lo que le llevó a que expedicionara por su cuenta y riesgo este paso por el sector de la laguna del Maule, redescubriéndolo para los chilenos en una época en que se preferían los rastros del Atuel y el Planchón. Asimismo, El Pehuenche fue conocido además porque era común el fruto del pehuén, base alimenticia de pueblos aborígenes, especialmente pehuenches, poyas y promaucaes. Posteriormente, en la década de 1920, el chileno Arturo Cortés Lozada elaboró una propuesta para la construcción de un camino que uniera ambos países, lo que generó burlas irónicas que se hicieron escuchar fuerte. Finalmente, el historiador, parlamentario y diplomático talquino, Guillermo Donoso Vergara, es considerado el constructor del camino El Pehuenche y el de laguna del Maule.

“Casa de campo” a comienzos del Siglo XIX, óleo de Camilo Mori.

“Robles con frío”. Oleo de Claudio Hernández.

Plataformas de El Enladrillado

U

n estudio geológico efectuado por Hugo Moreno Roa en 1977 reveló que las denominadas Plataformas de El Enladrillado, ubicadas en el cerro Torrecillas, tienen un origen natural y no artificial. Se trata de estratos volcánicos de disposición horizontal desgastados por la acción glacial pleistocena y pertenecen a una capa ignimbrítica con fracturamiento en bloques de contornos poligonales. La erupción que dio origen a esta formación se produjo entre hace 700 mil a un millón 200 mil años, en el Pleistoceno Medio. UBICACION

El Enladrillado está situado en la Región del Maule, provincia de Talca, a unos 80 kilómetros al oriente de la ciudad en la precordillera andina. Se puede acceder al área utilizando el camino carretero Talca-Altos de Vilches (66 kilómetros). Las plataformas se encuentran adyacentes al cerro Torrecillas que está a dos mil 200 metros sobre el nivel del mar. Respecto a su origen, durante mucho tiempo una minoría pensó que serían construcciones realizadas por el hombre durante la Prehistoria. Incluso, algunos más audaces sugieren hipótesis descabelladas al atribuirles un origen extraterrestre, como canchas de aterrizajes para vehículos alienígenas. Esta última teoría fue muy bien recibida por los artífices de la ciencia ficción europea durante más de dos décadas, entre los que se encuentra el escritor de Realismo Fantástico de origen germano Erich Von Daniken, lo cual fue muy difundido y aceptado por la prensa sensacionalista. Empero, este y otros estudios concluyen que: son estructuras naturales de origen volcánico, corresponden a remanentes por erosión, están formadas por bloques de contornos poligonales que se han originado por enfriamiento y solidificación del depósito de piroclásticos incandescentes y el centro de emisión del flujo se sitúa en los alrededores del volcán Rajaderas

-a unos diez kilómetros al noreste del volcán Descabezado Grande-; y hacia el este, en el borde del escarpe glacial que cae al río Claro, aún existen dos remanentes de este antiquísimo flujo. En síntesis: hermosas y envueltas en un velo de misterio durante decenas de años, los estudios -y éste en especial- exterminan las leyendas de místicos sobre estas curiosas formaciones naturales, aunque las creencias en un origen de otra inteligencia de El Enladrillado permanecerán junto con la humanidad, y si bien traspasó las fronteras dando a conocer parte de nuestra geografía, no poseen sustento científico y caen en el área de las “ensoñaciones” románticas.

Camino a Vilches. Oleo de Claudio Hernández.

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El puerto de Nueva Bilbao E

n la edición del trece de julio de 1849 el diario piducano a cargo de Juan de la Cruz Donoso Cienfuegos, "El Alfa", destacaba: “Hoy está de vuelta en ésta el señor Intendente don Antonio Jacobo Vial, después de haber dejado establecido los trabajos para mejorar el puerto. Cada día crece la seguridad que el señor Lambert forme el establecimiento que se propone” (refiriéndose al comerciante e ingeniero de origen alsaciano educado en la Escuela Politécnica de París). Desde siempre los visionarios chilenos proyectaron en sus inquietos espíritus un puerto en la cercana Nueva Bilbao o Constitución, lo que se materializaría en 1828 al ser declarado Puerto Mayor. Los veraneos en Constitución hacia 1840 eran los habitué comunes y centros neurálgicos de familiaridad de la ciudad de Talca y sus alrededores cuando arreciaba el calor. “Apenas se aproxima el carnaval, todo el mundo

El vapor “Chillán” visto de frente. Revista Zig Zag 1906.

se pone en movimiento y sacude el sopor a que lo obliga la fuerza de la estación. Esta familia se retira al campo; aquélla proyecta viajes; el puerto de Constitución ha hecho furor este año; muchos bailes y muchas diversiones de todo género a la sombra de su delicioso temperamento” (El Alfa 17 de febrero 1849). Y es que ‘Conti’ ya gozaba de ser imán irresistible para las familias maulinas y fundamentalmente de Talca, que acudían pletórica de ansias de descanso y gozo arrulladas por la brisa del Pacífico. En “Navegando por el Maule” página 73 se retrata: “De esta norma habitual de los talquinos se hacía eco, en su carta de 13 de febrero de 1849, don Juan de la Cruz Donoso Cienfuegos, al informar a su hijo que él estaba en su fundo de Chocoa, colindante del Loncomilla, y que su familia se encontraba en el Potrero del Maule, hacienda ubicada al norte de este río, de propiedad de su primo y concuñado don Manuel

Barcos en Constitución. Gentileza historiador Jaime González Colville.

Paseo a los Calabocillos. Zig Zag 11 de marzo de 1906. Constitución hacia 1900. Archivo Universidad de Talca.

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Barco entrando al puerto de Constitución. Archivo Javier Pinedo.

Los inicios de Constitución se remontan al año 1578, cuando se asientan en las riberas del río Maule algunos españoles intentando levantar en este sector un astillero que construyera embarcaciones para la corona española. El primero de éstos perteneció al capitán de navío Juan Jufré, quien se dio a la tarea de construir pequeñas embarcaciones que prestaban auxilio a otros asentamientos ibéricos. En 1618 una merced de tierras hecha por el Gobernador de la época le otorga al Alguacil Mayor, Pedro de Recalde, extensos territorios para el establecimiento de otros astilleros, escogiendo éste la zona de la desembocadura del Maule conocida hoy como “La Barra”. Los primeros años de Nueva Bilbao fueron duros y difíciles por el hecho de que no convenía instalar allí un puerto tan lejos de las capitales provinciales -el Maule marcaba el límite de la provincia de Santiago con la de Concepción-, que significaba destruir el orden tradicional de la Colonia; y también porque si Nueva Bilbao llegaba a convertirse en puerto -con vías fluviales expeditas desde el interior- le restaría fuerza comercial a Valparaíso y Talcahuano. Después de arduas luchas la villa fue creciendo hasta tomar forma de ciudad con una incipiente industria naval, que en 1817 hizo pensar en la formación de una fuerza marítima, para lo cual se contaba con los bergantines “Carmelo” español del Río de La Plata- y “El Rambler” -norteamericano- más una goleta recién construida en sus astilleros, formándose así la primera Armada Nacional. En 1828 su nombre de Nueva Bilbao, evocador de resabios realistas, fue cambiado por el de Constitución en rememoración de la Carta Fundamental promulgada ese año.

Donoso Vergara y que, como era tiempo de carnaval, él en los próximos días iría a Constitución”. Ciclo normal en esos años para el común de los talquinos o no tan común. Asimismo, no sólo de puerto vivía Talca. Existía desde mucho antes el anhelo frustrado del prócer Bernardo O’Higgins de hacer navegables algunos ríos de la región, entre ellos el de sus sueños: Maule. UN SUEÑO, UNA ESPERANZA

Llegar a la atractiva Nueva Bilbao remontando el río Maule

1900: Dama y Piedra de la Iglesia. Archivo Javier Pinedo.

era absolutamente factible. Es más: el viaje al puerto de Constitución sólo se llevaba a cabo navegando este afluente y tenía su embarcadero en Perales, localidad empotrada cerca de la convergencia de los torrentes Claro y Maule. Quienes conducían a remo batiente las aparentemente frágiles embarcaciones eran los guayanes, legendarios bogadores que entre todos el que más edificó muchos de sus versos fue el poeta Jorge González Bastías (el que invitó a apearse y pernoctar en su hogar una fría noche invernal al jefe de una cuadrilla de abigeos y cuatreros:

“Calle de Constitución”, Nicanor González Méndez. Museo O´Higginiano y de Bellas Artes.

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Paseo a caballo por una playa de Constitución - 1906. Archivo Javier Pinedo, Doctor en Literatura.

“El Tordo”). “Tu torso se inclinaba puntero de los cables y tu pecho crujía ardoroso y potente”. El vate recordaría “el remanso, la arena acogedora y el pan que se amasaba y en la arena se cocía y el odre palpitante, con una mano abierta, estilando el licor” que aseveraba era “el mejor de la vida”. Así, la travesía partía desde el Claro hasta entroncar con el Maule y proseguía sin escalas hasta Constitución a través de un servicio de lanchas que le había sido concedido por seis años a Miguel Barazarte nada menos que por el Presidente Manuel Prieto y su ministro Joaquín Tocornal.

Caminata por la playa del puerto de constitución. Gentileza Javier Pinedo.

A la postre este atípico empresario de hace más de 150 años quebró, pese a trasladar cecinas, trigo, harina y otros productos. Hoy, pocos o nadie siquiera piensa en circunscribir un viaje a través del río Maule hasta la misma ciudad de Constitución, no sólo con fines turísticos, sino además de desarrollo a escala humana. Después, estudios de ingeniería iniciados en 1888 finalizarían en 1915, cuando la colosal estructura del puente “Banco de Arena” que se alzaba 25 metros sobre el agua permitió el paso al primer caballo de hierro. El sueño de Bernardo O’Higgins, que aún en su casa de Perú recordaba, iría desapareciendo lentamente, al igual que los guayanes que un día estibaban y navegaban por nuestros ríos hoy tan abandonados.

“Nueva Bilbao de Gardoqui”. Album de Claudio Gay.

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Instituciones señeras L

a escritora talquina Amparo Pozo, en una de sus publicaciones rememora las desaparecidas bandas militares que iluminaban rostros de niños y ensanchaban los pechos de todos quienes disfrutaban sus variados acordes desde marciales a primaverales. En su libro “Desde mis ojos” -1995- nos cuenta que “me acuerdo de mis cuatro o cinco años de edad; de mis zapatos negros de charol, que me llevaban, como raudos Mercurios, hacia la esquina de Uno Oriente con Uno Norte, cuando oía desde lejos el estruendo de los platillos, la voz ronca de la tuba y el ritmo juguetón del clarinete… De niña, no supe ponerle nombre a lo que sentía, marchando junto a la banda. Era un regocijo interior mezclado con una suerte de importante seriedad. Quizás fueron los primeros valores de patriotismo que recibí en la vida: el orgullo de ser chilena… También nos unía en la paz pueblerina y en el regocijo familiar a través de la música, ese perfecto idioma que nos hace a todos los hombres hermanos”. Las bandas -como toda obra humana- abandonaron para siempre el escenario, mas aún quedan sus notas flotando en muchos espíritus. El primer Cabildo talquino se construyó en 1744 y se ubicaba en el costado suroriente de la Plaza de Armas: actual edificio del ex Banco de Talca, Uno Sur Uno Oriente. Este albergaba a la Intendencia y la cárcel. En 1852 el antes Cuerpo de Vigilantes -encargado de velar por el orden en Talca- pasó a llamarse Guardia Municipal y el número de integrantes fue aumentado a 16, “mitad a pie y mitad montados” cuenta Gustavo Opazo en “Historia de Talca” p 23. Asimismo, era típica su costumbre conservada desde la Colonia de cantar las horas y el estado del tiempo. “Las nueve han dado y sereno”, parecemos oír a través de las murallas impenetrables del tiempo. Sólo en 1870 pudieron tener uniformes. En 1874 se estableció el servicio de agua potable y en 1915 se instala la electricidad, según contrato celebrado con la Compañía Eléctrica de la ciudad. EL HOSPITAL

Desde su refundación en 1742, los vecinos de la Villa San Agustín de Talca anhelaron poseer un hospital, puesto que los poblados más importantes en esos días -Santiago y Concepción- estaban a una distancia considerable en caso de necesitar trasladar a alguno de sus habitantes.

RETAZOS TALQUINOS En la Colonia no hubo agua potabe, cuyo servicio se estableció en 1874 por el empresario Santiago Laugthon, quien también dotó a la ciudad de faroles de gas en 1875 (en 1832 en las calles de Talca habían cuarenta faroles). En 1915 un contrato establece que este servicio se realizará a través de electricidad con la Compañía Eléctrica de Talca. El servicio de Correos, Telégrafos y Teléfonos se instaló en 1853, 1857 y 1888, respectivamente. La idea de poseer un Hospicio talquino nació en el Convento de los Agustinos y fue creado en septiembre 18 de 1857, siendo intendente Adriano Borgoño. Hacia 1847 el sector Cancha Rayada tenía sobre doscientas personas en posesión de sitios municipales. En 1850 se hicieron terraplenes en la Alameda y ésta se extendió en 1870 hasta el río Claro al donar el sacerdote Miguel Rafael Prado, en nombre del Seminario San Pelayo recién fundado, los terrenos para tal efecto. El origen colonial de la ciudad estaba evidenciado en sus construcciones hasta finalizado el siglo XIX, dándole a la urbe un aspecto inconfundible y su sello particular. (Extractos de "Historia de Talca", Gustavo Opazo Maturana)

Calle Dos Sur con Tres Oriente. Terremoto de 1928. Gentileza Javier Pinedo, director Instituto de Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina, Universidad de Talca.

Entonces, la escasa producción de oro de El Chivato y una incipiente y franciscana agricultura no permitían la creación y sostenimiento de un hospital propio. Talca fue la tercera ciudad en poseer un hospital, después de Santiago y Concepción, en virtud de donaciones e iniciativas de los hermanos Juan Manuel, Vicente (y su esposa Josefa Burgos) y Nicolás de la Cruz y Bahamonde, en 1796, quienes gravaron sus bienes a fin de conseguir el dinero para construirlo, todo lo cual fue aprobado por el rey a través de Real Cédula del ocho de julio de 1803, dándole parte del diezmo del Partido para su dotación. Cuando el ayuntamiento contaba con siete mil habitantes -amén del desarrollo de la agricultura y ganadería- los hermanos De la Cruz plasmaron su ideal fundando el primer hospital de Talca al que se denominó “San Juan de Dios” por situarse al lado de la iglesia de ese nombre, en Dos Sur con Cuatro y Cinco Oriente, uno de los más antiguos del país. El sacerdote Augusto Rencoret fue el primer administrador y su capacidad alcanzaba alrededor de 40 camas repartidas en Medicina y Cirugía. El caos y desorden económico de la guerra de la Independencia generó un retroceso en el naciente hospital. Por ello, cuando Bernardo O’Higgins pasó por Talca en abril de 1817, después de la Batalla de Chacabuco que liberó a la patria de la opresión ibérica, ordenó su reorganización, imponiendo por decreto la obligación de los habitantes de la ciudad de abastecerlo con camas y otras vituallas menesteres para su funcionamiento y al prominente vecino Vicente de la Cruz y Bahamonde la responsabilidad de continuar otorgando los dineros necesarios para su mantenimiento.

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La primera Escuela de Medicina en Chile fue creada en 1833 y una vez consolidada la Independencia de la patria pudo permitirse la llegada de extranjeros vedada por España, llegando a Talca los primeros médicos ingleses: Guillermo Cripe y Jorge Burton; Nicolás Pedro Meller, dinamarqués; Joaquín Noguera, catalán; P. Casijal, italiano; Pedro Fisher, alemán; Jorge Burton, francés, entre muchos otros. En 1820 mediante decreto supremo se creó la Junta Nacional de Beneficencia que tomó a su cargo la administración del dispensario y en 1854 el Presidente Manuel Montt promulgó el “Reglamento para la administración y régimen de los hospitales” con la rúbrica de uno de sus ministros, Antonio Varas, quien tenía raíces en Talca pues vivió durante su infancia en esta ciudad y administró, con su familia, una escuela. Llegado 1873 el hospital colapsó debido a una epidemia de viruela, y se construyó uno nuevo inaugurado en 1886 en su actual ubicación. Así, sintetizando, tenemos que el nuevo Hospital San Juan de Dios fue donado por la familia De la Cruz y Bahamonde entre 1796 y 1804, funcionando en calle Dos Sur hasta 1835, fecha en que el terremoto de esta data lo destruyó, erigiéndose otro en 1886 que pasó a ocupar su actual sitio con el nombre de “El Salvador”. El terremoto de 1928 lo lanzó nuevamente al suelo, debiendo sus pacientes ser trasladados a barracas y carpas del Ejército instaladas en Uno Norte con Trece Oriente hasta que fue nuevamente completamente reconstruido en el mismo sitio. Nueve años más tarde, mayo 16 de 1937, se inauguró el hoy Hospital Regional de Talca. El doctor Sótero del Río en parte de su discurso al hacer entrega del hospital a la ciudadanía, resaltó: “… el hospital no debe limitarse sólo a tratar de mejorar y curar al que a sus puertas llega agobiado por el dolor, causado por una enfermedad, sino que debe desarrollar por intermedio de los policlínicos una amplia labor externa, correspondiendo a éstos constituir las antenas para infiltrarse en nuestras clases necesitadas…”.

Hospital de Talca en 1910. Revista Médica Maule, 1999.

julio, se fundó la Corte de Apelaciones de Talca, instalándose el cinco de septiembre del mismo año 1888, a cuya cabeza estaba su primer presidente: José Manuel Fernández Carvallo. El 16 de octubre de 1968, en los lujosos salones del acogedor Club Talca (Uno Oriente Uno y Dos Sur) se formó el directorio de la Sociedad de Historia y Geografía de Talca, inspirada tanto en el estudio y difusión de los acontecimientos y personajes relevantes de nuestra patria, como en la búsqueda de valores axiológicos del pasado de la identidad talquina. “El coronel don Carlos Spano y Padilla” publicado en mayo tres de ese año y “El convento de San Agustín de Talca” editado en mayo 31 del mismo año, son las dos primeras publicaciones de carácter histórico. Contribuyeron, entre otros, a su renombre allende las fronteras de la Región del Maule monseñor Ernesto Rivera -Camarero del santo Padre- y Guillermo Donoso Vergara (De Revista Médica Maule, año 1999; e Historia de Talca, Gustavo Opazo Maturana, p 207).

Jorge Belmar

Universidad de Talca

LA CARCEL Y El CEMENTERIO

La primera cárcel de la ciudad estaba dotada en sus inicios “de vigilantes a sueldo, sin ninguna instrucción, ni conciencia de su oficio. Muchos, como el tiempo de Parrao, en 1768, eran verdaderos verdugos, que no tenían compasión alguna de los presos. Pero, llegada la República esto fue cambiando, hasta que se formó el Cuerpo de Gendarmería de Prisiones”, según narra Opazo Maturana. El cementerio fue creado en 1847 cuando era intendente don José Miguel Bascuñán. Al parecer, una de las tumbas más antiguas es la de Pedro Urzúa y Opazo, fallecido en 1849. El Club Talca fue fundado el 18 de septiembre de 1868 y su edificio se levantaba en Uno Oriente entre Uno Sur y Uno Norte, local que fue sacado de sus cimientos por el terremoto de 1928. Veinte años después, el 28 de

Cárcel a comienzos del siglo XX.

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Aspecto de la Plaza de Armas, década del treinta.

1940. Uno Oriente Uno Sur. A la izquierda: Adolfo Concha Guerra. A la derecha: Luciano Muñoz. Gentileza Fotos Chévere.

Estampas de una haraganería que nunca fue tal

E

n 1745 poblaban la recién fundada villa 124 vecinos; quince años después se incrementaba a 143 familias y en 1780 bordeaba los cinco mil habitantes. Un siglo después, las 17 mil seiscientas diecisiete personas que se asentaban en la urbe la colocaban como la tercera ciudad del país, superada sólo por Santiago y Valparaíso. La ciudad se expandía cual tsunami, evidenciando cambios que modificaban su faz: árboles transplantados desde los viveros de la Quinta Normal de Santiago a la Plaza de Armas (1858) y la instalación -tres años después- de una pileta de agua en este mismo sitio y que se originaba en la influencia barroca del modelo francés imperante en la época. El devenir del tiempo engullía vertiginosamente las huellas en las piedras de aquellos que un día atesoraron entresijos desentrañables. Llegó 1869 y los primitivos nombres de las calles fueron redenominados según los puntos cardinales a petición del regidor, escritor, ingeniero, arquitecto y pintor Daniel Barros Grez. Así, el trazado urbano de Talca en 1870 alcanzaba a 120 manzanas que albergaban 770 casas de teja y 220 con techo de paja; la ciudad ya tenía 14 calles en sentido norte-sur y trece de oriente a poniente. AMBIENTE SOCIAL

En ese entonces, las primeras distracciones sociales eran los paseos, el teatro y otros espectáculos emergentes de breve periodicidad. Sin embargo, en 1886 la haraganería de la ciudad se convulsionaba con la llegada de una diva de fama mundial: Sara Bernhardt, una de las más notables artistas de la farándula y el teatro francés, quien se presentó en el tablado del famoso (en América y Europa) Teatro Municipal. Hija de israelíes, la presencia de esta intérprete del género clásico y romántico sería equivalente (guardando proporciones históricas) a una estadía de Elvis Presley -

Pasatiempos y recreaciones donde las primeras ”rendez vous” sociales, las temerarias maniobras de los aviadores en 1912 y la canilla de Don Quijote aún se presienten en el subsuelo de una ciudad que atesora entresijos desentrañables

por ejemplo- durante la década del sesenta. Como ya ha sido mencionado, en el ambiente social de aquel entonces pasear era casi un condicionamiento. Y eran caminatas obligadas el recorrer las dos primeras cuadras de la calle del Comercio (Uno Sur), una cuadra de la Plazas de Armas, parte de la Alameda y la Galería del Portal Las Heras (Uno Sur Tres y Cuatro Oriente). La mayoría de estos paseos se realizaban tanto en las mañanas de los días domingo o festivos, como en las noches después de comer -a las siete de la tarde-, costumbre que se acentuó en 1911. Asimismo, poco antes de esta data la urbe ya contaba con servicio telefónico y el mismo año -1911- hacían su debut por las calles piducanas los modernos y atípicos tranvías de tracción eléctrica. De igual modo, hay que resaltar que la gente siútica se fue absteniendo paulatinamente de asistir a estos paseos por su reticencia a mezclarse con la ”chusma”. La gente paliaba su ocio caminando, amenizada por retretas de algunas bandas de músicos existentes, y además con distracciones públicas como las kermés de Pascua y Año Nuevo, las carreras del Club Deportivo y el patinaje, y se realizaban las primeras rendez vous con fines de beneficencia. Un punto aparte merece el tema de los aeroplanos. Entre 1912 y 1913 los precursores de la aviación nacional asombraban a los asistentes con sus arriesgadas maniobras, efectuadas con temeridad e intrepidez: el capitán Eduardo Molina Lavín, Clodomiro Figueroa y Emilio Castro Ramírez.

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Aviador talquino Luis Alberto Acevedo (derecha) acompañado por su mecánico Pierre Coemme, junto a su Blériot. Primer mártir de la aeronáutica chilena. “Historia de Chile en el siglo XX”, Gonzalo Vial correa, p 26.

Estos efectuaban piruetas y acrobacias en lugares espaciosos (Prosperidad, Club Deportivo y Escuela Agrícola, respectivamente). El aviador Clodomiro Figueroa realizó la hazaña de sobrevolar Talca varias veces (“Talca y su muy Noble Historia”, Universidad de Talca), provocando expectación en sus habitantes y convulsionando a alumnos y profesores del Seminario San Pelayo, quienes salieron en masa a recibirlo. Figueroa había llevado a cabo tan memorable hazaña antes que ningún otro. RECREACIONES Y DISTRACCIONES

En las proximidades de las fiestas centenarias de la Independencia Nacional, se construyeron dos nuevos teatros que se sumaron al rutilante Municipal: el Fénix (ubicado en Uno Sur esquina sureste de Dos Oriente) y el Variedades (Uno Sur entre Uno y Dos Oriente, lado sur), en el sitio donde se levantaría después el Teatro Palet. Estos presentaban generalmente espectáculos cinematográficos y ocasionalmente representaciones teatrales. Antes de la proyección de las películas y durante ellas se tocaba el piano, puesto que éstas eran mudas en aquellos tiempos. La asiduad en la exhibición de filmaciones –casi todas francesas e italianas- se debía a su gran calidad, ya que los productores privilegiaban los temas de obras literarias famosas como, asimismo, por la categoría de los intérpretes, entre los cuales el público tenía a sus ídolos top: Gabriela Robinne, Susan Grandais, Lina Cavallieri, Francisca Bertini y otros. En el teatro Variedades el maestro español Emilio del Llano –titulado en Barcelona- introdujo la novedad de acompañar las películas tocando el piano y echando a rodar melodías de autores seleccionados… o improvisando. Ya conocido, don Emilio del Llano del Variedaes pasó al Fénix, hasta que fue reemplazado por don Fernando Navarrete, español también y concertista de piano. Así, por estos tres escenarios talquinos desfilaron grandes compañías de fama internacional, fulgentes actrices, grandiosos espectáculos y obras clásicas que el devenir inexorable de Cronos -y la complicidad de los hombres- centrifugaría hacia un irreversible abandono. LA CANILLA DE DON QUIJOTE

En revista “En Viaje” -1942-, el doctor y literato don Francisco Hederra Concha narra que en calle Uno Sur cercana a la Plaza de Armas existió una tienda que se distinguía de las demás por su novedosa exhibición de mercaderías y aspecto elegante. En el telón tras los vidrios de la ventana, escrito en grandes letras, se leía: “Sombrerería de lujo de F. Bedineau – artículos para caballeros” y más abajo “Talca, París y Londres”. El llamativo foco de luz,

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cual llamarada deslumbrante, opacaba a las otras pobres tiendas y atraía las curiosas miradas de los pasajeros del ferrocarril que estaban obligados a pernoctar en la ciudad. Y fueron estos “turistas” circunstanciales quienes leyeron con sonrisa irónica “Talca, París y Londres”. Con su fama de orgullosa y altiva, este eslogan talquino escrito por un “petulante e ingenuo” francés quedó grabado en la retina de los vaijeros, asociándolo a la fanfarronería talquina el parangonar estas capitales. De esta manera, Talca era sinónimo de París y Londres, hasta que una pluma, posiblemente talquina, escribió el enroquete en un diario capitalino, lo que provocó molestia en los piducanos y placer en sus detractores. Después, y ya mellado el “Talca, París y Londres”, algunos “graciosos” o malintencionados agregaban la antiquísima chuscada del entierro de una canilla de Don Quijote en plena Plaza de Armas. Y fue una dama de esta urbe quien durante la celebración de un baile en un 18 de septiembre, al requerimiento de un señorito santiaguino: "¿Es verdad, señorita, que en la plaza de aquí hay enterrada una canilla de don Quijote?”, respondió al instante: “Sí, señor, es verdad, y no hay tonto ni siútico que venga que no tropiece con ella”. Mordaz y severa lección para un chiste satírico y picante que provocaba regocijo en sus ingeniosos creadores al atribuir a Talca la posesión de una canilla del personaje de Cervantes de ingenua bondad y buscador de ideales… pero profundo en su semichifladura de buscar un sentido a la vida.

¡Esos viejos talquinos! P

ara nuestros ancestros talquinos la modorra de la Colonia se convulsionaba con la algarabía de los payasos que deambulaban por las calles de la villa. Luego asomarían innumerables compañías de títeres con chillones vestuarios, riñas de gallos y más adelante en el tiempo el café Santo Domingo, desde donde partían los coches hacia Santiago hasta antes de la llegada del ferrocarril. Hacia 1881 Talca experimentaba una apacible vida provinciana. Por aquellos años, si bien aún no terminaba el conflicto de la Guerra del Pacífico y el Batallón Talca continuaba su campaña en tierras enemigas, don José Ignacio Vergara, intendente de Talca, ordenaba con estrictez el blanqueo de las viviendas, el riego de las veredas y la nivelación de las acequias, dada su profesión de ingeniero. La Librería y Mercería de don Andrés Vaccaro -que tenía su lujosa casa en la actual Cinco Oriente entre Uno y Dos Norte- era el más importante establecimiento mercantil de entonces e insinuaba a los lectores talquinos "Las cartas de Santa Teresa de Jesús", "Don Quijote de la Mancha", "Don Juan Tenorio" y "Un drama en el campo", este último de Alberto Blest Gana, a valores que oscilaban entre ocho pesos y un peso ochenta centavos, así como horquetas de acero, lámparas, tazas de té, grasa de pino, sacos para trigo, fierro, juegos de lavatorio, servicios para agua, petate de la India y plumeros. Igualmente, las boticas de Gutiérrez, de Alcaíno y Compañía, la de Azócar Hermanos y la de Wagenan cumplían rigurosamente sus correspondientes turnos, mientras la Fundición Inglesa de Brown y Trewhela anunciaba que tenía para la venta siete segadoras americanas con muy poco uso, recién compradas. Don Fernando Smits ofrecía miel muy buena y se anunciaba que don Pedro Grez Letelier había instalado una curtiembre en la Avenida Oriente del Ferrocarril -actual Doce Oriente- y que se había abierto la nueva Panadería Francesa de don Clemente Bonnet. Del mismo modo, y unos años antes, como no pocos piducanos tenían familiares en Europa, especialmente en París, el lujoso Teatro Municipal -el segundo que se había construido en Chile- exhibía óperas y zarzuelas francesas de nivel internacional, constituyéndose en un centro social obligado para la elite de la época.

pues otras ciudades como Copiapó y Concepción mantienen compañías todo el año". Y los talquinos reaccionaron a esta arenga inaugurando esta obra arquitectónica el 15 de agosto de 1875 con la presencia de BenjamínVicuña Mackenna (que había sido compañero de celda del Buffalo Bill talquino:Guillermo Souper, casado con la hermosa Manuelita Guzmán y Cruz) en representación oficial del Gobierno. Aquel día Talca se vació a la calle uno Oriente con Alameda y los principales hoteles como "El Colón" y "El Comercio" no daban abasto para alojar a sus huéspedes actores/as. Sus aposentadurías (con capacidad para mil 400 personas) de los palcos y platea se habían mandado a confeccionar a Europa y era motivo de envidia para Chillán, Concepción,Valparaíso y hasta Santiago. El talquino José Luis Borgoño regaló el telón de boca,obra del pintor galo Boudet. Epaminondas Donoso formó cuadrillas de milicianos para resguardar la integridad de los artistas expuestos a los bandidos de Teno y les procuró bienestar. El "gringo" Laughton colgó en el centro de la platea una lámpara con ciento treinta y tres luces con tulipas de fino cristal que se extendían al estilo de la Opera de París como racimos dentro de los palcos… y anónimos brazos talquinos, sudados y sucios por el trajín, lo encaramaron. En aquella época -1875/1881- Talca se volcaba a los Baños de Catillo que, situados a medialones de francos, informaba que había nombrado como su agente en la ciudad Trueno a don José Escobar, a la par que don Pedro Urzúa ofrecía yeguas trilladoras en su fundo Lagunillas y… breves huellas de una Talca que junto a sus antiguos moradores se tragó el tiempo.

Previo a su inauguración, el director del diario “La Opinión” escribió en su Editorial: “¿Acaso la rica Talca, la populosa Talca, la orgullosa Talca, la tercera ciudad de Chile, la que tiene el segundo coliseo de la República, se cree incapaz de sostener una compañía y dar vida a su hermoso teatro? Que el gasto es enorme para un conjunto artístico porque pasan los ocho mil pesos mensuales, y ¿qué diría la prensa de Santiago y Valparaíso de nosotros?

Esto es una vergüenza “Vendedores en una Estación de Ferrocarriles”. Durch Sud America.

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Luis Casanova.

Iglesia de Huenchullamí.

Repartimiento de Huenchullamí E

n plena Conquista -hacia 1560- había tres capillas en Santiago del Nuevo Extremo. Nuestra Señora del Socorro, fundada por Pedro de Valdivia en acción de gracias por su expedición, quien trajo en el arzón de la montura la Virgen del Socorro, que todavía se venera; la Ermita de Santa Lucía al pie del cerro Huelén, edificada por Juan Fernández de Alderete en recuerdo del día de la llegada a Santiago, 13 de diciembre de 1540; e Inés de Suárez construyó en las faldas del cerro Blanco la de Monserrat. HUENCHULLAMI

Gustavo Opazo Maturana en “Historia de Talca” narra que “los indios de Huenchullamí, junto con otros ricos repartimientos, fueron cedidos al conquistador don Juan de las Cuevas, por merced de 17 de noviembre de 1552. Le sucedió, como en todos los otros repartimientos, su hijo Luis de las Cuevas y Mendoza, que los gozó hasta 1630, fecha de su muerte”. Ya el aniquilamiento de los asentamientos autóctonos en el primer cuarto de siglo XVII era sistemático, quedando como mudos testigos de esta devoración pueblos completamente abandonados, como Mataquito y otros.

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El rico estanciero nacido en Santiago alrededor de 1580, Luis Núñez de Silva, emprendedor hijo del portugués Antonio Núñez de Fonseca y de la criolla Juana de Silva, obtuvo pingües utilidades. Hizo construir una barca de madera al otro lado del Maule que prestaba servicios irremplazables a todos sus vecinos y a las autoridades de la época, ya que era frecuente que muchos perecieran al remontarlo en frágiles balsas de paja. Cuenta Maturana que “agradecido el Gobernador don Francisco Lazo de la Vega de los servcios de Núñez de Silva, no trepidó en darle por merced los indios de Huenchullamí”, “obsequio” que tuvo que aumentarse con indios de Chanco, Loanco y Lora: 250 en total recibió. Durante más de 30 años mantuvo su barca del Maule y encomiendas, con desmedro de su fortuna, dejando herencia a su muerte en 1663 a Juana de Loyola, Jerónimo de Loyola, Pedro Núñez Sedeño y Josefa como hijos legítimos. Elvira de Neira Loyola -hija- prosiguió con Huenchullamí y uno de sus hijos, Pedro de Elguea y Neira, heredó la estancia de Libún, obteniendo fama de despótico y soberbio con los indios a su “cuidado”. Convertido en poderoso industrial poseía una gran curtiduría. Doña Elvira de Elguea y Neira heredó el feudo y casó en 1688 con Juan Donoso y Manrique del

Águila. En 1742 al fundarse Talca, Huenchullamí tenía 17 tributarios y una población de 49 almas. En 1793 había 183 personas. Actualmente es propiedad de la familia Donoso. ¿LA IGLESIA MAS ANTIGUA?

Visitamos la capilla de Huenchullamí (vocablo araucano que se traduce como “hermana” o “hermano”), la que planificada por capellanes y religiosos católicos se levantó con el sudor de indígenas y fervor godo en el año 1580. ¡Y aún está en pie! Inserta en la provincia de Talca, la comuna de Curepto está ubicada a 74 kilómetros de la capital regional y se eleva diez metros por sobre el nivel del mar. Pueblo-cuna de poetas como Abel González, Pedro Antonio González, Matías Rafide y Pedro Armengol Valenzuela, situado 25 kilómetros al suroeste atesora un vestigio casi desconocido: como si estuviera descolgándose de improviso se yergue, cual vestigio fantasmal de un pasado amnésico, la capilla de Huenchullamí. Sólo culebreando por laderas que besa el Pacífico, con paciencia y tesón, se arriba al caserío de Huenchullamí. Iglesia colonial de paredes de grueso adobe, vigas de roble maulino, cobija en su interior voces y letanías de una religiosidad para nosotros los ciber-hombres del siglo XXI, incomprensible. Tapizada de excrementos de murciélagos hiede a pudredumbres indescriptibles. Oscura, fría, al ir bañándose de luz se va haciendo más “cómoda”, menos desconoci-

POLIGAMIA IBÉRICA El godo que llegó a estas latitudes traía sólo su cabalgadura -muchas veces prestada o cedida a crédito-, sus armas, ambiciones personales, una que otra enfermedad y un irrefrenable apetito carnal, que se asomaba en febriles sueños de contorneadas formas femeninas enquistadas allende el océano. A partir de 1547, con la llegada de los primeros españoles a la hoy Región del Maule, poyas, puelches, araucanos, promaucaes, pehuenches y otras etnias aborígenes fueron el centro de la poligamia ibérica con la anuencia de gobernadores y capellanes, la que rebasó el sanctasanctórum del celibato de los más castos, pudiendo un ibérico tener tantas indias como pudiese mantener. Así, la lasciva voluptuosidad invasora se ensañó con la mujer nativa. El español no eliminó al indio para hacer prevalecer su raza: se refundió con la mujer aborigen -al contrario del anglosajón inglés que las consideraban seres inaccesibles a la verdadera naturaleza humana- y se cruzó con ella engendrando una nueva raza. Por ello, desde los primeros días de la Conquista, la unión del peninsular con las jóvenes indias del valle del Mapocho tomó una forma regular, consentida por autoridades civiles y religiosas. La mujer chinchachilena, a su vez, buscó ansiosamente al hombre blanco, al macho de la raza superior y vencedora. En tal contexto, el toqui Michimalonco prestó al capitán extremeño Pedro de Valdivia -además de mil doscientos mancebos de veinticuatro a treinta años- quinientas mujeres solteras y doncellas… todas de quince a veinte años. Los conquistadores se apoderaban de cuanta india joven se ponía a su alcance. De esta forma, en 1580 cien soldados del maestre de campo Juan Álvarez de Luna reunieron en el campamento de Arauco tal cantidad de mujeres mapuches que “hubo semanas que parieron sesenta indias de las que estaban en su servicio, aunque no era el de Dios” (“Colección Historiadores de Chile”, tomo VI, página 396). Posteriormente, la mujer aborigen despreció al indio hasta dentro del matrimonio. Tal apetito sibarita fue poco a poco aplacado por los sermones de una Iglesia que veía tambalear su autoridad establecida ante los embates de gozadores que descomponían a las doncellas. Las aras de las capillas exculparon conciencias (Extractado de “Historia de Chile”, Encina y Castedo, p 122)..

da. Tras el altar hay una virgen (de inspiración claramente bizantina y probablemente de madera policromada) de indecible data. Sólo ha estado ahí. Su piso de ladrillo, rústicas bancas y el descuido generalizado de su imaginería religiosa la exhiben en toda su desnudez de abandono y despreocupación. Sólo tenemos algunas certezas: los restos de una escalera que va hacia un invisible púlpito es original, al igual que la obra gruesa de la iglesia, sus portones, vigas y el cementerio indígena que duerme al amparo de su popa. La campana -¿colonial, quizás?- hace años que fue descolgada y llevada a Curepto, al igual que varias imágenes. CEMENTERIO INDIO

Del que fuera cementerio de indios sólo es posible apreciar túmulos ondulantes en un suelo tapizado de maleza y arbustos. De este modo, este ícono de devoción con más de 420 años embutidos en sus muros es uno de los más provectos de nuestro país y tal mérito le hizo merecedor de ser reconocido como Monumento Histórico Nacional por Decreto Supremo 814 de noviembre 30 de 1992. Pero el deterioro, abandono y estado precario de conservación en el que se encuentra hacen que cualquiera se pregunte si una golondrina puede hacer verano... o si es real el respeto hacia nuestras tradiciones y memoria secular o el mismo constituye un paradigma de contradicciones. Así y todo, terremotos incluidos, “está”. Asimismo, los lugareños afirman que hace seis años atrás se excavó el interior de la iglesia, a unos dos metros del altar, y a consecuencia de ello encontraron cuatro cráneos y osamentas humanas, de religiosos o indios. Los vestigios de tal aseveración son ostensibles al observar el suelo terroso pisoteado, sin ladrillos. Aunque físicamente ha sido tocada por un grado de abulia, aún en su interior se celebra misa: cada tres domingo un sacerdote de la iglesia de Curepto, como el fallecido padre Roberto, recorre la sinuosidad costina y oficia un servicio religioso. Finalmente, a sólo dos kilómetros al oeste se encuentra la playa La Trinchera, hermoso balneario que cuenta con un clima privilegiado y atracciones turísticas e históricas: aquí, en sus dunas, se atrincheró el toqui Lautaro para neutralizar la caballería española. Al introducirse en Huenchullamí se puede intuir que aquello que atesoramos en la memoria es un legado al alma que llevamos incrustado en nuestros genes.

Interior de la añosa iglesia en cuyo altar hay sepulados indígenas. Fotografía de Luis Casanova.

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El tesoro del “Oriflama” D

desde el puerto de Cádiz al mando de uno de los capitanes navales más competentes que poseía la corona española: José Antonio Alzaga; y el no menos experimentado piloto Manuel de Buenechea, quien había participado en varios descubrimientos. Lo hizo junto a otro navío llamado “San Joseph”, alias “El Gallardo”, gobernado por el capitán Juan Esteban Ezpeleta, un lobo de mar y amigo íntimo de Alzaga. Lo más probable es que ambos navíos se separaran al cruzar el temido Cabo de Hornos para reencontrarse posteriormente en infortunadas circunstancias, porque desde que levó anclas el “Oriflama” ráfagas aciagas se cernieron sobre sus escarpados mástiles y ya en altamar, pleno Pacífico, hincharon sus velas céfiros que presagiaban horripilante desastre. Una epidemia misteriosa (¿escorbuto, malaria, hanta, tifus…?) y el hambre diezmarían a la tripulación y pasajeros. Su destino era al Puerto de El Callao, en Lima, Perú, transportando un cargamento indeterminado de diferentes bienes y objetos, tales como vajillas, lozas, vidrios, ropas, papelería, relojes, cuchillería, relicarios, centenares de barriles, cofres con anillos, gargantillas y aretes de oro amonedado e instrumentos de navegación, fierro, telas, herramientas y mercadería en general, destacando una invaluable cristalería fina manufacturada en La Fábrica Real de España. Los destinatarios de las mercancías eran las más ilustres familias de la nobleza limeña y quiteña. Al atardecer del 23 de junio de 1770 -cuatro meses después del zarpe en Europa-, el “Oriflama” fue avistado a unos 150 kilómetros al sudoeste de Valparaíso -al parecer rumbo al puerto de Talcahuano después PODEROSO NAVIO DE GUERRA de haber recalado en Valparaíso para dejar mercaConstruido por el ingeniero y arquitecto Pierre dería- por el velero español “San Joseph”, al mando Coulomb en los astilleros de Toulón en 1743, el del avezado capitán Ezpeleta, quien ordenó identifi“Oriflama” era un poderoso navío perteneciencar al otro navío disparando un par de cañonazos al te a la Armada Francesa dotado de una artilleaire e izando una bandera como aviso.. Sin embargo, ría de 56 cañones de fierro y bronce. En 1756 el “Oriflama” no dio seales de vida y continuó silenFrancia e Inglaterra se declararon la guerra y tras ciosamente su marcha, lo que provocó natural extrasucesivos enfrentamientos que duraron más de ñeza en la tripulación de «El Gallardo». Entonces, seis años, el “Oriflama” terminó siendo captucomo no respondió a las señales, el oficial ordenó rado por los ingleses, quienes optaron por no darle alcance. Sobrevino la tarde y se puso el sol. utilizarlo en su armada y lo transformaron en Vino la noche y con ella una calma que impidió alLa nave venía hacia América al mando un navío mercante. Misteriosamente, en 1762 canzar al sigiloso barco. Mientras desesperaban los del capitán José Antonio Alzaga y del piloto la embarcación pasó a manos de España, que tripulantes de «El Gallardo» por la imposibilidad de Manuel de Buenechea. “Historia del lo rebautizó como “Nuestra Señora del Buen saber lo que le acontecía, sucedió lo increíble e imMundo”, José Pijoan. Consejo y San Leopoldo”, conservando siempre presionante, erupción de un suceso fulminante: vieel apodo de “Oriflama”. Posteriormente la nave ron que izaba con gran rapidez sus velas, encendía mercante reaparece, esta vez en manos de un connotado comerciante histodas sus luces, la de los mástiles, incluso la del tope del palo mayor, y se alejaba pano que la transfirió a la poderosa Casa Uztariz de Cádiz, la que a su vez lo destinó a la Carrera de Indias como Navío de Registro. Al pasar de buque de velozmente. El día 24 y a una distancia de dos leguas, «El Gallardo» por fin arrió un guerra a navío mercante sufrió importantes modificaciones -no en su es- bote que se acercó al «Oriflama» para inspeccionarlo, no tardando en informar los tructura, sino en su equipamiento-, eliminándosele gran parte de su artille- marineros el silencio impresionante reinante en su cubierta y el desastroso estado de la tripulación. Se había declarado la peste al interior del “Oriflama”. Ezpeleta lo ría, que entre 1763 y 1768 lo llevarona realizar varios viajes a Nueva Espaabordó acompañado por un grupo de marinos, dándose cuenta de la magnitud del ña. Asimismo, diversos documentos dan fe que en esa data frecuentaba la travesía desde Cádiz hacia Veracruz, desde allí a La Habana para retornar desastre. Así, los hombres presenciaron un cuadro macabro: de los 300 tripulantes y pasajeros, sólo quedaban con vida 106. Todos moribundos. Sólo 30 podían sosfinalmente a España cargado con los caudales de México. tenerse en pie maniobrando con dificultad las velas inferiores. Estos, debilitados en grado supremo, eran incapaces de articular la menor palabra ni de hacer la más NAVE DE LOS AGONIZANTES leve maniobra. El frío, el hambre y el escorbuto habían diezmado a la tripulación y El “Oriflama” -sinónimo de emblema y pendón- zarpó el 19 de febrero de 1770 desde su partida habían echado al mar 78 cadáveres. Esa era la razón del silencio

urante el Renacimiento, ya estaban implementadas las institu ciones españolas encargadas de organizar y controlar la cons trucción de barcos, su dotación y carga: la Casa de Contratación y el Consulado de Cargadores a Indias, fundados en Sevilla en 1503 y 1543 -respectivamente-, las que en 1717 se trasladaron a Cádiz. Este régimen comercial y de protección de la flota constituía un monopolio establecido por España -en su relación con el mercado americano- como réplica a los numerosos ataques de piratas, bucaneros y corsarios de potencias rivales que provocaban importantes pérdidas. Así, las travesías por el Atlántico desde y hacia la península ibérica aumentaron los riesgos a los barcos de su nacionalidad que transportaban productos en uno y otro sentido. Pero existía un peligro que era igual para amigos y enemigos: el impredecible océano. Los barcos de la corona al llevar oro desde Chile viajaban en convoyes como protección contra piratas, corsarios y filibusteros. Uno de estos navíos bautizado como el estandarte de la abadía de San Dionisio que usaban los antiguos reyes de Francia, “Oriflama”, naufragó en costas cureptanas y es uno de los diez barcos más buscados por la corona española, pero jamás encontrado, reposando sus diseminados restos en el mar, entre la desembocadura de los ríos Maule y Mataquito, en la Región del Maule.

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“Naufragio de la Aretusa”. Carlos Wood. Museo Nacional de Bellas Artes.

y de que la nave llevara solamente una de las velas izadas y ninguna luz indicadora. terrible tempestad de viento y agua, amén de la fuerza del oleaje, impidieron brindar ayuda a los escasos sobrevivientes. Entrada la noche y al cabo de unas El día antes un marinero del «Oriflama» había tratado de trepar a un palo para encender una luz, mas la debilidad lo había arrojado al mar al no poder horas fue evaporándose en las aguas: el barco de matrícula de Cádiz y sus tripulantes desaparecieron para siempre en las prosujetarse. Constatando tal catástrofe y el que aún fundidades oceánicas, muy probablemente frente quedaban supervivientes, Ezpeleta determinó rea la playa La Trinchera. gresar a su nave en busca de alimentos, sin desSus restos son la pasión de aventureros, echar del todo la posibilidad de un remoto intento buscadores de riquezas y científicos. Discovery de rescate. Regresó el bote de «El Gallardo» para Channel y National Geographic lo buscan intenexplicar su asombroso descubrimiento y buscar samente con Equipos de Posicionamiento Satelital auxilio. El comandante Ezpeleta ordenó bajar cua(GPS), centrados todos en Huenchullamí («lugar tro botes con 40 hombres para ayudar a las víctide hermana/o»), donde finalmente recaló este mismas del «Oriflama». terioso buque. Existe algo de inexplicable que Pero en los instantes en que se cumplía esta manioapasiona en este naufragio acontecido frente a bra, a las deplorables condiciones descritas se sumó las costas de lo que es hoy la comuna de Curepto, un violento viento sur -normal en esta costa- que entregándose versiones de que el «Oriflama» es mutó en tormenta. La suerte del barco estaba irreun barco fantasma que recorre los puertos del limediablemente sellada al quedar a la deriva. Era el toral chileno desde Valparaíso hasta Arauco con mediodía del 26 de julio de 1770 y desde la costa Pistolas del siglo XVIII. Gentileza Museo los nombres de Nave de los Agonizantes, Nave de del Maule lugareños avistaron a la distancia el “OriO´Higginiano y de Bellas Artes de Talca. los Muertos y El Cementerio Flotante, yaciendo flama”, observando con asombro y pavor cómo el más de 230 años sepultado en el lúgubre lecho salobre, allí donde los secretos gran navío era empujado por tan inusual temporal hasta terminar azotándolo contra las rocas costeras en una rompiente, tras lo cual se partió en dos. La de mar desnudan y desencajan las miradas. Según cuentan las crónicas de la época, el desastre del naufragio causó gran alarma en Talca, Santiago y particularmente en Lima, puesto que se vieron afectados los más importantes comerciantes y oficiales reales del Perú, por las enormes pérdidas materiales y los impensados decesos de vidas humanas. Desde Lima nombraron en carácter de suma emergencia como comisionado al propio corregidor del Maule, quien recibió la orden de encontrar el máximo del cargamento perdido en el naufragio del “Oriflama”, ayudado por una veintena de tropas, sin importar vidas ni gastos, para enviar directamente al Perú todos los bultos que fueran recolectados. Si bien numerosas mercancías fueron saqueadas des-

de que se produjo el desastre marítimo, el comisionado logró recuperar desde la orilla de la playa una variada mercancía y llenó más de cien cajones, equivalentes a 2 toneladas aproximadamente, aunque la carga total del barco superaba las mil toneladas. Las pérdidas del “Oriflama” fueron avaluadas en 1770 en cuatro millones de pesos. El volumen total de la carga era de 108 mil palmos, de los cuales 30 mil correspondían a vidrios y cristalería de la Fábrica del Rey en Madrid. Los 78 mil palmos restantes correspondían a mercadería surtida. Según relata Mario Gisande, “el variado cargamento del ‘Oriflama’ destaca dentro de los registros de inventario la siguiente carga: 4 mil cajones de cristalería de la fábrica real de San Ildefonso, platería, fardos de telas en general, hebillas de zapato, herrería, ador-

nos, ropas, relojes, cuchillería, papelería, herramientas coloniales, relicarios, centenares de barriles, cofres con anillos, gargantillas y aretes de oro, botones con incrustaciones de piedras preciosas, oro amonedado e instrumentos de navegación”. Dentro del cargamento también cuentan todos los efectos muebles y fijos del navío de guerra habilitado como mercante, vale decir, sextantes, octantes y astrolabios, ampolletas para medir el tiempo, cañones de bronce labrados, picas, hachas de abordaje, culebrinas, ballestas, sables, puñales y pistolas. Finalmente, las primeras pistas sobre el “Oriflama” aparecen en crónicas narradas por Enrique Bunster, Benjamín Vicuña Mackenna, LeDantec, Luis Risopatrón y Francisco Vidal Gormaz, entre otros destacados investigadores.

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Calle del Comercio (actual Uno sur). Grabado de Recaredo Santos Tornero. Museo O´Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

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CAPITULO V

CULTURA PROTAGÓNICA “Mucho aún yace debajo de la piel de la historia. Porque aún no se escribe el libro que perfore el alma como un estilete, el viaje más trascendente que podemos realizar en la vida es el de conocer el que emprendieron otros y compartirlo en el camino, pues aquello que atesoramos en la memoria es un legado al alma que titila como estrellas de una constelación remota” Jorge Valderrama

Casa de la Independencia Museo O´Higginiano Casona de Albano Construcciones piadosas Crisol de talentos talquinos Alucinante Surrealismo Caballeros del fuego Ecos que el tiempo se llevó Huilquilemu: villa incrustada en el tiempo Esos efervescentes recuerdos olvidados 83

Casa de la Independencia O

riundo de la Colonia de Sacramento, extendida en las márgenes del Río de la Plata, Juan Albano Pereira y Márquez siendo un adolescente emigró -en 1752- a Chile, prosiguiendo a Lima para establecerse como comerciante, extendiendo sus actividades a Potosí, Paraguay y Tucumán. Después de interminables altibajos regresó a la urbe en 1771 (había estado en 1765), comprando a doña Francisca Zambrano 27 de junio de 1772- un sitio en el cual edificaría su casa, proyecto que se vio frustrado al morir su segunda esposa impidiéndole heredar la propiedad. Una vez avecindado en Talca y estando la hija de su primer matrimonio, Ana Policarpa, en el Convento de las Monjas Clarisas, el mercader portugués no tenía casa en qué vivir. La que estaba construyendo debería venderla en noviembre de 1773 para completar la dote que se había visto obligado a entregar a su infanta al ingresar al claustro. Y ello le implicaba liquidar todos sus bienes. En abril de 1776 se casó por tercera vez, en esta ocasión con la hermana de su primera mujer: Bartolina de la Cruz. Esposado con su casi adolescente cuñada el hermano de ésta, Faustino de la Cruz, le entregó más de ocho mil pesos en plata, dinero con el cual Albano compró una vivienda a doña Rita Gaete, la que se componía de “media cuadra de frente de 65 varas a la Plaza Pública, toda edificada por la parte del sur, con esquina en calle Real que sale a la cárcel y con 95 varas en el otro frente a la otra calle que mira al oriente, con el correspondiente fondo de media cuadra, según la forma en que fueron delineadas las demarcaciones en la ejecución y formación de esta villa”, hecho que consta en el Archivo Nacional Notarial de Talca, volúmenes XI y XIX y Judicial de Talca. La escritura fue suscrita ante el corregidor del Partido del Maule el seis de junio de 1774. La transfirió a su tercera mujer el 18 de marzo de 1775. En síntesis: la vivienda de Albano se situaría entre las antiguas calle de Molina (actual Uno Norte) y Real (cercana a la que es hoy Tres Norte), con deslinde en la calle del Rey (Uno Oriente) y frente a calle Cienfuegos (Uno Sur). Es decir, aproximadamente en el sitio que ocupa la actual municipalidad y cuando Talca contaba -según censo de 1780- con dos mil 664 habitantes. MUSEO O’HIGGINIANO

En los antecedentes históricos de la

Pila que se encuentra en el primer patio.

casona recopilados por Mauricio Mezzano y Sergio Ulloa al editar una Guía del Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca, impresa en 1991, éstos dan entender en forma explícita sus razonables dudas acerca de la autenticidad de que perteneciera al negociante portugués. No existen informes fidedignos del origen de esta edificación reafirmada como Monumento Histórico Nacional mediante Decreto Supremo 1749 del 26 de julio de 1971. Asimismo, y digno de Ripley, la casa colindante a la de la Independencia -donde funciona la sede de un partido político- también ostenta la “justipreciación” de Monumento Histórico otorgado por ídem decreto y cronología. La versión de que en ella recibiera Albano Pereira al niño Bernardo O’Higgins, quien habría permanecido entre 1782 y 1788, se fundamenta en una tradición verbal. Se atribuye también que en ella se estableció la Junta Gubernativa de Chile en 1813, que otorgó la potestad del Ejército al joven Bernardo O’Higgins. Así, el postular además que en esta vieja casona colonial de Dos Norte esquina Dos Oriente se efectuó la revisión del borrador manuscrito del Acta de la Independencia (1818) es más que dudoso. Además, los autores citan una recopilación de fuentes documentales descubiertas por el investigador José Urzúa Prieto, en el sentido “que dicho solar no habría pertenecido al comerciante portugués Albano Pereira, siendo, de tal modo, improbable que los hechos descritos se desarrollaran en esta casa”. INVESTIGACIONES TRUNCADAS

El origen de la casa, hoy museo y Monumento Histórico Nacional, o bien no ha concluido o, simplemente,

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no se ha emprendido. Existen documentos en que consta que los primeros propietarios del blasón talquino fueron don Luis de Aliaga y su cónyuge, Petronila de Torres, hacia mediados del siglo XVIII, hasta que en 1791 don Juan Francisco Prieto inició la construcción de esta suntuosa mansión. Asimismo -según Omar Retamal, ex conservador del museo-, a comienzos del siglo XX perteneció a las hijas de don Domingo Opazo Retamal. Cuando en septiembre de 1925 se fundó el Museo de Bellas Artes fue puesto bajo la tuición de la municipalidad y entregada su dirección al pintor y escultor José Miguel Cruz, ocupando una dependencia del Liceo de Hombres. el actual Museo O’Higginiano se fundó el 31 de diciembre de 1928, en sus inicios unas pocas estatuas y 88 obras pictóricas -en su mayoría de talquinos- constituían todo su patrimonio, el que con el paso de los años fue in crescendo hasta alcanzar su período de auge entre 1932-1935. Es en 1964 cuando el talquino Guillermo Feliú Cruz formó un museo histórico y de bellas artes, eligiendo la actual casona como sitio expositor. Sometido el inmueble a una completa restauración por el deterioro sufrido por sismos y el paso del tiempo, se erigió un par de metros más al interior, perdiendo el tercer patio “de los temblores” y se le anexó el pilar clásico que originalmente la casa nunca tuvo. En rigor, nuestro Museo O’Higginiano y de Bellas Artes posee un historial mucho más rico y complejo que la inmensa telaraña que encubre sus orígenes, y que constituye sólo una nota al pie de página de un ícono nuestra “pequeñísima”historia.

Gentileza Jorge Belmar

Frontis de la casona talquina durante la década del setenta.

Al igual que la Catedral, el Museo O'Higginiano es un icono de Talca.

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Francisca Burgos Valderrama

Museo O´Higginiano R

especto a las circunstancias históricas de esta vivienda del siglo XVIII, es necesario aclarar que hasta antes de 1964 sólo existe una versión oral respecto a su primer propietario, la que transmitida por generaciones dice que esta casa habría pertenecido a don Juan Albano Pereira, amigo íntimo de don Ambrosio O’Higgins, general irlandés del Real Ejército de Su Majestad de España y de las Tierras del Nuevo Mundo y quien sería designado gobernador del reino de Chile. Según Francisco Urzúa Prieto esta casa colonial habría sido construida hacia 1791 por Juan Francisco Prieto Espiella, casado con Mercedes Vargas. Posteriormente tuvo otros propietarios, como Domingo de Opazo y Artigas y sus hijos, siendo el último habitante de la misma don Andrés Mazorriaga. Mediante Ley Nº 8.167 en 1945 se estableció la expropiación de casa y sitio y la creación de Museo, y a don Jorge Alessandri Rodríguez le correspondió otorgar el título y carácter de Monumento Nacional a la casona, inaugurada en agosto 20 de 1964 por el Ministro del Interior, Sótero del

“Los gansos”: Rafael Correa Muñoz. Oleo sobre tela. Pinacoteca del Museo O´Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

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Río Gundián. En la ceremonia El desaparecido diario “La Mañana” -que fue televisada- se enconpublicó en su edición del viernes 21 de traban presentes el director de agosto de 1964 el nombre de las persoBibliotecas, Archivos y Museo, nalidades públicas -además de las citaGuillermo Feliú Cruz, su pridas anteriormente- que estuvieron premer conservador; el intendensentes en la majestuosa inauguración: te de la época, José Escobar diputado por Talca, Guillermo Donoso Puccio; y el obispo Manuel Vergara; subsecretario de Agricultura, Larraín. Con ello se materialiCiro Iturriaga Garcés; el visitador de inzó un anhelo talquino en que tendencias y subsecretario (s) del Minissobresalieron el tesón de Uliterio del Interior, Luis Octavio Reyes ses Correa -senador- y Jaime Ugarte; los generales Máximo Errázuriz Silva Silva -Ministro del InteWard, Manuel Montt Martínez y el alrior- impulsores de tal iniciamirante Oscar Manzano Villablanca. tiva. En este museo resalta la “Sala Carmen Arriagada”, connotada dama de la aristocracia criolla talquina quien fuera el gran amor del afamado pintor germano Juan Mauricio Rugendas, considerado uno de los artistas más representativos de la pintura clásica chilena. En ella se exhiben parte de la intimidad, de los sentimientos de ambos personajes a través de un epistolario muy hermoso: cartas, escritos, joyas literarias. En dicha sala se recrea el ambiente que rodeó a Carmen Arriagada durante la parte del siglo pasado. Estando O’Higgins replegado con sus fuerzas aquí en Talca, y ante el inminente desembarco de Mariano Osorio en Talcahuano, además de la presión ejercida por el libertador argentino José de San Martín para que declarase la independencia de Chile lo más pronto posible, le solicita a don Luis de la Cruz y Goyeneche, en ese entonces Director Supremo Delegado que se encontraba en el Palacio Directorial de Concepción, que formara una comisión para redactar el borrador del manuscrito del acta de independencia. Después de algunas correcciones a este primer escrito, finalmente le da su aprobación en Talca, firmando dicho documento de autorización el día dos de febrero de 1818, proclamándose posteriormente la independencia de Chile el doce de febrero de 1818 simultáneamente en Santiago, Concepción y Talca. Los documentos que se encuentran en el museo son fotocopias. Los originales están en el archivo del Senado de la República.

Casona de Albano E

n marzo de 2002 la entonces directora del Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca, María Soledad Parra, encargó una investigación acerca de la casa que ocupa esta entidad al Doctor en Historia y profesor del Instituto de Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina, de la Universidad de Talca, Andy Daistman. Básicamente son tres las controversias respecto a la casa que alberga al museo: Bernardo O’Higgins niño fue mantenido por su tutor Juan Albano Pereira en una residencia campestre y no en Talca como una forma de cautelar su existencia; la casa de Albano Pereira estuvo situada en la Plaza de Armas y jamás en su ubicación actual que se le reconoce; el cuartel del prócer nunca estuvo en esta casona, sino en un punto no identificado de Talca que fue donde efectivamente firmó el Acta de la Independencia. Transcribo textualmente las conclusiones del Doctor en Historia, Universidad de Wisconsin, publicadas en Revista Universum Nª 15 pp.6171 del año 2000. “Las evidencias que hemos considerado en el presente artículo nos permiten afirmar con el más alto grado de confianza las siguientes conclusiones: 1) que Bernardo O’Higgins vivió varios años de su juventud dentro de la ciudad de Talca, y es probable que allí recibió su primera educación; 2) que la casa donde residió Bernardo O’Higgins era la de Juan Albano Pereira, el comerciante de origen portugués naturalizado español; 3) que Albano adquirió el sitio de su casa a Rita Gaete, viuda del fundador de Talca Francisco de Silva, y que el sitio referido era el mismo en la Plaza de Armas que le había tocado a Silva en el primer reparto de solares realizado en 1742, donde actualmente se erige el edificio de la Municipalidad de Talca; 4)que la casa del Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca, en la calle Uno Norte con Dos Oriente perteneció por más de un siglo a miembros de la familia Opazo Vargas, una familia que disfrutaba buenas relaciones sociales con la familia Albano Cruz; y 5) que Domingo Opazo, patriarca de la familia referida, adquirió la casa en 1832 a la señora Mercedes Vargas, viuda de Juan Francisco Prieto, y este último era el dueño original de la casa. No hemos tocado el tema de la firma del Acta de la Independencia de Chile, acto que Bernardo O’Higgins realizaría en la ciudad de Talca en febrero de 1818. Las evidencias que hemos visto al respecto son inconclusas, y no permiten una declaración clara a favor o en contra. Bernardo O’Higgins vivió en Talca, pero no en la casa del Museo O’Higginiano.

Ésta, sin embargo, es ciertamente un edificio colonial, uno de los pocos que quedan en la ciudad de Talca. Su construcción data, probablemente, del año 1790 (Urzúa, “Hacia la verdadera historia...”, pp. 23-27 sic), una época de prosperidad en la vida de la antigua Villa de San Agustín de Talca, el momento justo cuando los vecinos del pueblo levantaron al rey de España la solicitud que pidió el título de ciudad. Poco tiempo después, en 1796, el rey no sólo confirió se título, sino agregó los honoríficos “muy noble y muy leal”, en reconocimiento al adelanto que había alcanzado el pueblo y a los dineros que pudo recaudar para costear los gastos del trámite (Nicolás de la Cruz , quien representaba la petición de Talca en España, canceló 153.600 maravedises para el título de ciudad, y 12.800 para el de “muy noble y muy leal”. Opazo, Historia de Talca, pp. 217-19). La casa es testigo de la mayor parte de los momentos más mportantes en la historia de esta ciudad, y tiene la dignidad demás para albergar su museo histórico”. VIDA OCULTA

En el suplemento Segundo Cuerpo de diario El Centro, domingo 12 de mayo de 2002, Jaime González Colville, miembro de la Academia Chilena de la Historia, publicó una investigación con el título "Vida oculta del Museo O´Higginiano". Un trabajo que se inició en Talca, archivos del notario Sergio Mendoza Aylwin y que finalizó en el Archivo Nacional de Santiago. “Así, establecimos que el 30 de junio de 1870, las hermanas Úrsula, Carlota, Mercedes, Mariana y Leonor Opazo inscriben este edificio en herencia de su madre, doña Dolores Opazo, viuda de don Domingo Opazo de Artigas. Don Domingo Opazo de Artigas, a su vez, lo había heredado de su padre, don Domingo Brisio de Opazo y Castro, nacido en Talca en 1754 y fallecido en esta misma ciudad en 1817. Como se observa, don Juan Albano Pereira no aparece en esta sucesiva relación de propietarios. Ahora bien, don Gustavo Opazo Maturana, en su libro Familias del antiguo Obispado de Concepción (edición de 1957, pág. 186) señala que en casa de don Domingo Opazo 'firmó O’Higgins, en 1818, la Declaración de la Independencia de Chile'. Opazo Maturana no cita fuente de este aserto”.

“Crudo invierno”. Escultura de Rebeca Matte Bello. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.

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Construcciones piadosas M

onjas del Sagrado Corazón de Jesús: El Colegio de las Monjas del Sagrado Corazón de Jesús, conocido también como Sagrados Corazones (SS.CC.) fue levantado en 1858 gracias al tesón de Justo Pastor Tapia, sacerdote oriundo de la ciudad de Talca, quien siempre se esmeró por dotarlo de las comodidades propias de esos tiempos y de un establecimiento de tal naturaleza. Prestigiosa escuela para señoritas, las monjas del Sagrado Corazón entregaron su vida y esmero anónimos para siempre a la difícil labor encomendada: ser maestras. Ellas, durante décadas, se encargaron de forjar los espíritus de las entonces niñas que estaban llamadas a ser las mujeres del porvenir. Aunque a nuestros ojos “modernos” dicha formación exudaba imperfecciones, era lo que la sociedad de entonces les demandaba a través de deberes contextualizados y adscritos. Su triste sino lo llevaría a un vértice insalvable: a las once de la mañana del 27 de febrero de 1907 la campana del Cuerpo de Bomberos tañía un trágico crujido de impotencia ante un voraz incendio iniciado en la iglesia El Carmen -Uno Norte Cuatro Oriente- y que dejó el otrora prestigioso establecimiento educacional católico reducido a humeantes ruinas. Casa de Ejercicios: El que en su génesis fuera un vasto inmueble destinado a brindar inapreciables servicios espirituales, fue fundado gracias a la infatigable tenacidad del presbítero talquino Manuel Pío Silva en 1848, demorándose su construcción más de ocho años. Don Manuel hubo de echar mano a su propio bolsillo y poner más de 20 mil pesos para terminar dicha obra, que albergó con toda comodidad a 600 hombres. Hasta 1861, data en que falleció su impulsor, esta casa fue atendida personalmente por él y entre sus muros hay acontecimientos relevantes. En la Revolución de 1851 y después de la sangrienta Batalla de Loncomilla, sirvió de hospital para los heridos (entre ellos el general Fernando Baquedano, coronel jefe del Estado Mayor del disidente José María de la Cruz, malherido y traído a Talca por su hijo, en aquel tiempo capitán Manuel Baquedano, quien militaba en las filas gubernamentales como ayudante de Bulnes) y posteriormente de abrigo a los soldados del Batallón Talca que regresaban del norte cubiertos de gloria y heridas. Monjas del Buen Pastor: Al proactivo sacerdote ya conectado como adalid del Seminario San Pelayo, Miguel Rafael Prado, no se le escapó que el establecimiento de la Congregación del Buen Pastor en su parroquia le provocaría beneficios y puso manos la obra. Con aportes del Ismael Urzúa -10 mil pesos- el 19 de mayo de 1870 sus propósitos comenzaron a tomar forma Interior de la casa del historiador talquino Alfonso Fernández Barros hacia 1890. Archivo Javier Pinedo.

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Paseo campestre en el auto nuevo inicios siglo XX. Archivo Universidad de Talca.

al comprar el terreno sobre el que en 1872 las religiosas del Buen Pastor pondrían sus firmes pies para dar vida a este nuevo monasterio (Cuatro Poniente con Dos Norte). Asimismo, no es menor la participación en este acontecimiento del también religioso Agustín Vargas, quien colocó su pasión personal y aproximadamente seis mil pesos de su pecunio. Sobre esta corporación religiosa, otro olvidado talquino de estirpe luchadora y sobresalientes dotes intelectuales, el sacerdote José Fortunato Berríos aporta un meritorio testimonio en 1884: “Ella es como la suave i eficaz medicina que cicatriza y cura las heridas, abiertas en el corazón de la mujer en un momento de extravío”. Un decreto de noviembre 14 de 1881 emitido por el Gobierno confió la custodia de las presas de la ciudad a las religiosas del Buen Pastor. Sociedad de San Luis Gonzaga: Fundada en 1859 por el sacerdote José Fortunato Berríos -entonces seglar y quien además fuera rector del Seminario San Pelayo- tuvo como norte el regalar caridad y hoy son sus herederos los Traperos de Emaús. La capilla es una espaciosa iglesia de tres naves de ladrillo con paredes a la altura de los arcos. Albergó a numerosas escuelas y generaciones de personas del barrio norte fueron blanco de su socorro desinteresado. A estos niños pobres brindaba “médico, botica i alimento”. En la actualidad, en el altar de la iglesia de Cinco Oriente con Ocho Norte descansan los restos de su creador: José Berríos, insigne y desconocido personaje talquino. Casa de Huérfanos: Esta obra fue parida por el sacrificio y entrega del mismo infatigable cura José Fortunato Berríos, quien la erigió en 1883. Esta entidad católica se inició gracias al primer recurso económico con el que contó el eclesiástico Berríos: una casa y sitio de doña Luz Cruz de Antúnez, situado en la parte norte de la urbe. De igual forma, las señoras Domitila y Magdalena Leal cedieron una casa y sitio situados al costado oriente de la Casa de Ejercicios. y en agosto 18 de 1882 se compró a doña Juana Arenas una parte de su propiedad, cediendo la señora Nieves Concha de Sancristóbal la parte que faltaba para concretar esta misión que abrió sus puertas en abril de 1883. Congregación de las Hijas de María: Esta sociedad de la que formaron parte “casi todas las principales señoritas de Talca” -reuniéndose el primer sábado de cada mes en la capilla de las monjas del Sagrado Corazón-. sustentó sus propósitos en otorgar consuelo y caridad a los más necesitados con los recursos que ellas aportaban. Fue fundada en 1869 y durante más de una década tuvo como presidenta a la señora Eduvijes Letelier.

Edificio donde funcionó el Liceo de Hombres de Talca desde el 4 de octubre de 1843 hasta el 8 de abril de 1925. Propiedad del Liceo Abate Molina de Talca.

Crisol de talentos talquinos E

l período 1820-1830 se caracterizó por una gran inestabilidad una senda transitable al liceo. política y desorganización del recientemente independiente EsEl violento sismo de 1835 destruyó aquel local, inaugurándose un nuetado de Chile. Seis presidentes de la República se suceden en el vo edificio el nueve de octubre de 1843 en la calle Liceo (actual Tres Orienlapso de cuatro años. En 1826 existían en nuestro país te con Uno Sur, Escuelas Concentradas) e iniciando "El 31 de junio de 1923 pide permiso sus labores pedagógicas con 51 alumnos. Dos cajoel Instituto Nacional de Santiago, el Instituto Literario de La Serena y el Liceo de Hombres de Concepción, el Obispo Cienfuegos al gobierno para nes con libros donados por el obispo Cienfuegos conbastiones educacionales en aquella época. En Talca fundar en Talca un Instituto Literario, ex- formaron su primera e incipiente biblioteca. Llegado con sus casas de adobe y sus calles transformadas en presa la solicitud que se hará con el auxi- 1926 se hubo de abandonar el vetusto edificio para lodazales en los ciclos de lluvias, no existía ni una sola lio de Juan Ignacio Molina y señala los ocupar su actual ubicación y en una infraestructura ramos: gramática castellana, latín, filoescuela. Es entonces cuando el obispo José Ignacio más apropiada de Alameda con Cinco y Seis Oriente, sofía y teología. El permiso fue dado el 5 Cienfuegos concretó el deseo del Abate Juan Ignacio de julio de 1827", Walter Hanisch en gracias a las inclaudicables gestiones desplegadas por Molina de fundar, con la donación de la fortuna de "Juan Ignacio Molina y sus obras", 1999. su ex rector Enrique Molina. éste, una casa de educación. Así, el cinco de julio de HEREDEROS DE UN SABER 1827 se funda el Instituto Literario de Talca, que con el tiempo sería el El aporte de este liceo señero a la cultura chilena es parte de un legado Liceo de Hombres. Abrió las puertas a sus alumnos en 1829, funcionando en un comienzo en el Convento Santo Domingo, que se ubicaba en las casi arcano a nuestra historia. A su alero se desarrollaron talleres literarios actuales calles Dos y Tres Sur Uno y Dos Poniente. Su primer rector habría que germinaron en el florecimiento de connotados escritores cuyas obras sido Manuel Guerrero Prado, aunque fue su sucesor Aniceto Valenzuela, traspasaron fronteras e idiomas, encumbró su floresta el movimiento suhombre joven y dinámico, Licenciado en Leyes, quien abrió con su esfuerzo rrealista Mandrágora y se forjaron los talentos de un Volodia Teitelboim,

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Fundado en 1827, el Liceo de Hombres de Talca ha sido cuna de grandes pensadores, artistas y escritores, ocupando un sitial de privilegio en la historia de la educación chilena. Liceo de Hombres antes de 1928. Archivo Universidad de Talca.

Mariano Latorre, Jorge González Bastías, Max Jara, Jerónimo Lagos Lisboa, José Fortunato Rojas Labarca, Fernando Rojas Labarca, Pablo de Rockha, Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas, Teófilo Cid, Eduardo Anguita, Ricardo Donoso, Francisco Antonio Encina, Domingo Melfi Demarco, Homero Gutiérrez, Servando Jordán, Jaime Lavados... y tantos otros.

había dado que hablar hasta en el Congreso Nacional. De esta forma, el ideólogo confiado y abierto Molina se complementaba con un intuitivo, analítico y perspicaz Venegas para combatir con reflexión humanista el deterioro, sordidez y pena de la construcción física y los denigrantes castigos e indisciplinas de los alumnos: Mariano Latorre ostentaba 150 horas de detención por una falta nimial. Remozó el inmueble, suprimió los castigos por un estado de orden, comMAGISTERIO DE ENRIQUE MOLINA prensión y clima afectuoso, afirmando que la primera regla, Marcado fuertemente por la influencia de sus profesores pedagógica eficaz es educar comprendiendo y amando. Sepaalemanes del Instituto Pedagógico, el estudioso de idiomas ró la cizaña del grano y todo lo que ocurría tras los muros del extranjeros que incursionaba en los escabrosos terrenos de liceo era la comidilla de las familias citadinas. Empero, y a la filosofía, Enrique Molina Garmendia –de 34 años de edadpesar de la editorial de los domingos del procaz diario La Li, llegó en 1905 a posesionarse del cargo de rector del Liceo bertad que centraba sus ataques al rector y antojadizamente de Hombres de Talca. Con la experiencia de diez años de algún acontecimiento ocurrido en el liceo -que Molina consimagisterio en Chillán y dos como profesor del Liceo de Homderaba “un refinamiento de crueldad”-, los talquinos Francisbres de Concepción, llegó a un establecimiento que se enco Hederra Concha (doctor) y Agustín Barros (ministro de la contraba en un estado de desorganización y decadencia Corte de Apelaciones) comprendieron la labor pedagógica de extremos. La indisciplina de los alumnos era un tema de Molina y Venegas. Y las charlas literarias creadas por Venegas común ocurrencia en el mentidero talquino. “Si usted sale y la perseverancia de Molina comenzaron a fructificar. Ya en bien de esta prueba se pone las botas para lo que sea”, le 1907 dictó su primera conferencia de filosofía en la Universiadvirtió Valentín Letelier, uno de los mentores espirituales dad de Chile, en 1910 fue demostrada su proposición visionade Enrique. Había llegado a “un avispero”. Asimismo, Leteria de que el Gobierno dictara la Ley de Instrucción Primaria y Enrique Molina lier le confidenció una pesimista advertencia: “No toque a corrió el albur de incorporar a unas 30 niñas al liceo, en 1911 Garmendia, nadie, hombre, porque en esta ciudad, si remueve un porte- Rector del liceo 1905. el Gobierno lo comisiona a Francia y Alemania, visita dos vero, se lo comen vivo”. Pero tanto los alumnos, personal del ces Estados Unidos, en octubre de 1915 asume la rectoría del liceo y la comunidad encontrarían en este educador al zapato de su Liceo de Hombres de Concepción y en 1927 vuelve al viejo continente. Fue horma: siempre adoptó sus decisiones con firmeza. el principal gestor de la fundación y consolidación de la Universidad de En un gesto de lealtad, Molina invita a sumarse a su gestión a su amigo Concepción. Nacido en 1871 en La Serena, fallece en Santiago en 1956. Alejandro Venegas, con el cargo de vicerrector y profesor de castellano. En el actual ingreso al Liceo Abate Molina de Talca sólo un busto recuerda Juntos rector y amigo formaron una extraordinaria dupla que ya en Chillán a este insigne filósofo y educador.

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Alucinante surrealismo ¿

Dónde yacen la lucidez y el “libro secreto” de la legendaria Mandrágora? La esencia de los años veinte marcó en Talca una compulsión espiritual extraordinaria, simbolizada alegóricamente por un templo dedicado al arte pictórico y por otro que albergó a la Logia Teosófica “Talca” y que anhelaba el desarrollo personal a través de los arcanos de Dios, el universo y el alma, quimera que el tiempo se encargó de modificar y a la vez desnudar la inconsistencia de las ambiciones humanas, transformando estos iniciales sitios sagrados en recintos absolutamente ajenos a sus representaciones iniciales. Ese manido sueño histórico se evaporó cual aroma de flores desahuciadas que buscaban los aleteos de efímeras mariposas.

POSICION DE HUIDOBRO “Cuando el movimiento había dejado de ser una llama, pero todavía era una brasa que podía encender la imaginación y calentar el espíritu” (Octavio Paz), fue aceptado que el Surrealismo -pese a creerse artísticamente original y despreciar el pasado- tuvo predecesores: el médico vienés Sigmund Freud; y los poetas franceses del siglo XIX posteriores a Víctor Hugo: Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y otros. El brillante poeta chileno Vicente Huidobro, estando en Francia en 1916 –plena Primera Guerra Mundial- conoce (además de los ya nombrados) a Joan Miró, Picasso, Hans Harp, Delauney, Reverd y Juan Gris. Traba amistad con ellos y con ellos se pelea. Rechaza el futurismo de Marinetti y también el Surrealismo. Los cuestionamientos de Vicente son de fondo, relevantes y sugestivos, que podrían sintetizarse en esta afirmación del vate: “el poeta no tiene en su vida ningún otro placer comparable al estado de clarividencia de las horas de producción”.

ESCENARIO DE REMISION En Europa, entretanto, Guillermo Apollinaire daba a luz su obra de teatro “Los pechos de Tiresías”; al poco tiempo, Tristán Tzara imponía su original dadísmo -mero juego fónico- para hacer de la poesía un desafío. Estaba eclosionando LEGENDARIA el Surrealismo. Y André Breton –tercero y definiMANDRAGORA tivo en este parto- da a conocer (1924) el Primer Eran tres. Y Winett de Rokha les llamaba “Los Manifiesto en que define al Surrealismo como Tres Mosqueteros”: Braulio Arenas, Jorge Cáceres “automatismo psíquico puro, en virtud del cual y Enrique Gómez-Correa, principales representanuno se propone expresar el funcionamiento real tes del grupo surrealista chileno Mandrágora, surdel pensamiento. Dictado de pensamiento con gido en el Liceo de Hombres de Talca en la década ausencia de todo control ejercido por la razón y del treinta. El talquino Enrique Gómez-Correa conal margen de toda preocupación estética y mofesó a Stefan Baciu (autor de “Surrealismo Latinoral. El Surrealismo reposa sobre la creencia en la americano. Preguntas y respuestas”, 1979) que en realidad superior de ciertas formas de asociaciola década del treinta “Talca presentaba un marcanes desdeñadas hasta la fecha, en la omnipodo estilo medieval, feudal, en cuanto se refiere a tencia del sueño y en el juego desinteresado del sus costumbres y a su estructura social”. Braulio pensamiento”. Este galo, estudiante de mediciArenas provenía del Norte Chico, región caracterina nacido en París en 1896 (murió en 1966), zada por sus minas y buscadores de metales. Teópronto fue reconocido como padre y líder del filo Cid era oriundo de Temuco, de las tierras frías movimiento. Escritor y teorizador, prospectivo y del sur, que se destaca por sus movimientos telúride estirpe romántica, sintió siempre antipatía por cos y abundantes viñedos. Así, Arenas aportaba el clasicismo grecorromano y hostilidad por el los metales, Cid el elemento vegetal y Enrique GóDios de los cristianos. Se definió como un hommez-Correa el alcohol y la violencia sísmica. ¡Arbre de las brumas del norte y llevaba en el ojal canos alquimistas de cuyos “calderos” emergería de su solapa –como Chateaubriand- la flor ausla Mandrágora! Nombre que alude a una planta tera y ardiente de las Landas (tradición hermétiEnrique Gómez-Correa. Revista Río Arriba herbácea de las regiones cálidas, cuya raíz, tuberica). Breton fue la niebla y el relámpago, la oculN° 1. Eduardo Klein, Talca 2001. zada y bifurcada, recuerda la forma de un cuerpo tación y la revelación. humano, a la que antaño se le atribuían numeroY en diciembre de 1929 elabora el Segundo Manifiesto, que en lo medular revela que “existe cierto punto del espíri- sas virtudes y se usaba en las prácticas de hechicería. Gómez-Correa recuerda que desde su fundación el azar jugó en la vida tu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario… dejan de ser percibidos contradictoriamente y no debe buscarse en la actitud surrea- del grupo Mandrágora un rol cardinal, puesto que fue el albur quien juntó lista otro móvil que la esperanza de determinar este punto”. En 1942 – a sus tres fundadores durante 1932-1933, y en el Liceo de Hombres de teniendo como escenario la Segunda Guerra Mundial- surge de sus en- Talca. Posteriormente se les unirían otros literatos y creadores, como Eduardo trañas el tercer y último Manifiesto, clarificando que el Surrealismo ha- Anguita. Así, a sus primeros encuentros fortuitos en Talca les seguirían bía cumplido su labor y de ahí en adelante sería objeto de estudio de los otros en Santiago, lugar -afirma Gómez-Correa- “en donde estudiamos historiadores del arte. mucho, convirtiéndonos en devoradores de bibliotecas públicas y privadas

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El Liceo antes del terremoto de 1928. Archivo Universidad de Talca.

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manifestaban su simpatía. También tomamos contacto con el grupo surrealista belga”. Más tarde -1948- Jorge Cáceres viajaría a París y colaboraría con el grupo de Breton y al siguiente año lo haría Gómez-Correa hasta 1951. “Frecuenté a Breton, a Péret y a todos los poetas y pintores que por aquellos años se reunían a diario en el Café de la Place Blanche. Mantuve amistad con ellos. El pintor Jacques Hérold desde entonces es mi gran amigo. También lo fue el genial pintor belga René Magritte hasta su muerte”. En relación a los llamados “cuatro grandes de la poesía chilena (la Mistral, Huidobro, De Rokha y Neruda), para Gabriela Mistral pasaron inadvertidos. Con Huidobro compartieron una amistad por largos años y jamás fueron sus acólitos como los tildaban sus adversarios. Existía un abismo entre él y Mandrágora. Vicente era un racionalista “a outrance”. Asimismo, los integrantes de Mandrágora llamaban jocosamente “Los Tres Chiflados” a Huidobro, Neruda y a De Rokha. Con este último igualmente mantuvieron una gran amistad, como asimismo con su esposa: la poetisa Winett de Rokha. Mención aparte es el “caso Neruda” (a quien también alcanzó el Surrealismo, lo mismo que a María Luisa Bombal y a los runnunistas). El y su “coro de aduladores” fueron sus mayores adversarios. “Le atacamos duramente… Para mí, su poesía era fácil, comercial, oportunista, superficial, interesada, incondiJorge Belmar

y en donde también terminamos por adoptar una posición común frente a los fenómenos políticos, sociales y culturales que se desarrollaban entonces en Chile y en el mundo entero”. Eran tiempos de convulsiones y estertores socioculturales y proselitistas. Había estallado la Guerra Civil Española y triunfado el Frente Popular en Francia, España y Chile; Vicente Huidobro editaba la revista “Total”, en la cual los integrantes de Mandrágora colaboraron. El trío surrealista realizó un recital poético -como primera expresión pública- en el auditórium de la Universidad de Chile, el 18 de julio de 1938, mismo año en que apareció el primer número de la revista Mandrágora. Braulio Arenas edita el libro “Actas Surrealistas” y el poeta talquino (vanguardista de cepa) publica “Poesía Explosiva”, piedra angular de la poesía latinoamericana y una de las principales voces de la “América mandragórica”. En Buenos Aires, Enrique Gómez-Correa se encontró con el escritor francés Roger Callois (1939), intercambiando extensas conversaciones sobre poesía. Posteriormente, Callois vino a Santiago a dictar unas conferencias en la Universidad de Chile, ciudad en la que tuvo oportunidad de conocer a Braulio Arenas y Teófilo Cid. El vate talquino recuerda que “seguimos hablando de poesía. La Segunda Guerra Mundial acababa de estallar. Después recibimos cartas de Benjamín Péret y de André Breton, quienes nos

Jorge Belmar

PINCELADAS

cional hasta el servilismo… Asfixiado por su vanidad, sufría el día que no recibía un homenaje público o leía un comentario adulándole…” Mandrágora mantuvo contactos con intelectuales latinos como el peruano César Moro, el argentino Aldo Pellegrini, el mexicano Octavios y muchos otros, y en Caracas el Teatro Municipal exhibió la obra teatral de Gómez-Correa “Mandrágora, rey de gitanos”. Enrique Gómez-Correa nació en Talca en 1915 y expiró en Santiago en 1993. Y con la partida de quien fuera fundador y líder del grupo fue implosionando la estrella refulgente del Surrealismo criollo, quedando como legado el “libro secreto” y la alucinante leyenda de la Mandrágora: que hechizó por décadas a América y Europa.

Claudio Hernández

Ejemplar de diario “El Alfa”, marzo de 1848.

Cuando llega 1783, Vicente de la Cruz pretendió crear un puerto en el astillero del Maule y Joaquín Toesca -constructor del palacio La Moneda y otras grandes obras- realizó los planos del Ayuntamiento y la cárcel de San Agustín de Talca, por encargo del emprendedor Vicente. Asimismo, ya en 1786 el Cabildo exteriorizó su deseo de que Talca fuese sede de una Gobernación y de un Obispado. Poco después la Villa San Agustín de Talca tenía su propio Conde de Maule: Nicolás de la Cruz Bahamonde, que en agosto 16 de 1803 adquirió su título nobiliario rematado en Castilla, a través de su representante José Alano Valverde y Luxan. Don Nicolás, mecenas del abate ilustre, de su propio bolsillo canceló 153 mil 600 maravedises para el título de ciudad (1796), y 12 mil 800 para el de “muy noble y muy leal”. Su generoso legado eclosionó el cuatro de junio de 1846, fecha en que el regidor Juan de Mata de la Cruz presentó al Cabildo una caja de plata con el sello real de España, cuyo interior atesoraba un documento que constaba de once hojas con la reproducción del Escudo de Armas de la Villa San Agustín de Talca, concedido el año 1760 por el gobernador catalán y capitán general del Reyno de Chile, Antonio de Amat y Junyent, conjuntamente con el título de ciudad enviado por el aludido Conde de Maule. Su hijo Juan de Mata Cruz lo puso en manos de la municipalidad. Asimismo, el talquino Juan Nepumoceno Cruz y Burgos, gobernadorintendente en los días de rebelión del período de Independencia, guardó sagradamente el título de ciudad otorgado a la villa el seis de junio de 1796 por real Gobierno de las Españas que regentaba el soberano Carlos IV. Entonces, los hacendados talquinos son abiertamente partidarios de la monarquía, no quieren a Bernardo O’Higgins ni ayudan a José Miguel Carrera cuando éste estuvo en la ciudad en 1813, al no concederle hombres ni armas. Liberado Talca del dominio godo el once de febrero de 1817, el guerrillero José Manuel Borgoño -casado con Mercedes Vergara Donoso- fue electo alcalde y posteriormente al ser nombrado Ministro de Guerra y Marina, sus gestiones diplomáticas lograrían que España reconociera la independencia chilena en abril 25 de 1844. Asimismo, las crónicas de la época testimonian que en 1835 un terremoto echó por los suelos construcciones y vidas talquinas y hacia 1855 pocos piducanos se enteraron que el profesor, periodista y ex regidor Juan de la Cruz Donoso Cienfuegos -pobre y con once hijos-, tenía problemas de salud. Sin mediar sacudida alguna, el esforzado profesional se precipitó a la ruina, pues desde una perspectiva económica su periódico El Alfa -creado en 1845- había sido un mal negocio, además que tres querellas consecutivas entre médicos residentes repercutió en su espíritu de modo negativo. Cabe señalarl que Juan de la Cruz era sobrino del obispo José Ignacio Cienfuegos, amigo de Eduardo Gutike y de su mujer, Carmen Arriagada. Igualmente, que Gutike luchó en tiempos de la guerra de la independencia alemana, vino a Chile a ayudar en el proceso emancipador, distinguiéndose en combate contra los indios y fue despedido del Ejército por estar “implicado en un conato revolucionario a favor de Freire”.

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Caballeros del fuego D

1907: Colegio de los SS.CC. después del incendio. 1 Norte 4 y 5 Oriente.

EL INCENDIO DEL COLEGIO DE LOS SAGRADOS CORAZONES A las once de la mañana del 27 de Febrero de 1907, la campana del Cuerpo de Bomberos tañía en angustioso llamado a sus voluntarios. Un voraz incendio se había iniciado en la iglesia El Carmen, situada entonces en la esquina nororiente de las calles Uno Norte y Cuatro Oriente. Según los diarios de la época, el incendio se originó por un descuido en la manipulación de una fragua destinada a forjar estructuras de fierro para reforzar los muros de la iglesia, seriamente dañados por el terremoto ocurrido algunos meses atrás. Todo se confabuló para hacer de ese siniestro una catástrofe; el calor y viento reinantes, propios del verano; los cielos, altares y pisos de madera del templo, fácilmente combustibles; la falta de agua en las acequias, no existían grifos; y la pobreza material del Cuerpo de Bomberos que solamente tenía dos bombas a vapor, de lento accionar, que debieron extraer el agua desde el estero Baeza, perdiendo presión en sus mangueras por la distancia del lugar amagado. Por tal motivo, el fuego con violencia incontrolable y por falta de muros cortafuegos, se propagó al edificio contiguo, de dos pisos, ocupado por el Colegio de los Sagrados Corazones de las monjas francesas, cuyo frontis ocupaba toda la cuadra de la calle Uno Norte entre la Cuatro y la Cinco Oriente. Al cabo de algunas horas de estériles esfuerzos, solamente ruinas humeantes quedaron del que fuera un prestigioso establecimiento educacional, orgullo de la ciudad. Relato de Julio Cárdenas Hall, director del Museo Bomberil “Benito Riquelme”

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urante más de un siglo desde su segunda fundación por Manso de Velasco, la fructífera ciudad de Talca hubo de resistir, impotente, aciagos y frecuentes siniestros sólo con la ayuda de precarios elementos y la voluntad noble de algunos de sus habitantes. Estos siniestros causaban estragos, dejando una secuela de ruinas y víctimas, lo que inspiró a un selecto grupo de lugareños la creación de un cuerpo capaz de luchar organizadamente y con recursos más adecuados contra la destructiva acción del fuego y en la prevención del mismo. La primitiva idea de constituir un cuerpo de bomberos nace en 1850, fecha en que se propuso a la Municipalidad su creación, rechazada por falta de fondos. En 1860 el municipio autorizó a don Nicolás Lois a comprar hachas, escaleras, baldes y ganchos que contribuyeran a sofocar incendios, que dada la ligereza de las construcciones no eran nada infrecuentes. Esta idea de crear una institución con tales características ya tenía su propia historia en el mundo, por lo cual los gestores de los caballeros del fuego materializaron su ideal fundando el Cuerpo de Bomberos de Talca el uno de octubre de 1870. La primavera de este año fue nombrado director capitán don Vicente Rojas Labarca. En sus ya más de 130 años de existencia el Cuerpo de Bomberos de Talca es dueño de una tradición histórica que ha corrido paralela a los grandes acontecimientos que han tocado a la ciudad. Su labor no sólo se ha centrado en especificidades circunscritas, como la extinción de patibularios incendios, sino que además a una labor social reconocida, llegando a asumir delicadas funciones cuando la seguridad interna de la nación así lo ha requerido. En tres ocasiones, durante su trayectoria institucional, debió aceptar la difícil labor de resguardar el orden público: durante la Guerra del Pacífico y posteriormente en los enfrentamientos revolucionarios de 1891 y 1931. Su vocación de servicio quedó evidenciada cuando la epidemia del cólera atacó a la ciudad de Talca en 1886. Entonces, con sacrificio y riesgo de sus vidas, los voluntarios colaboraron con las autoridades de la época para auxiliar y sepultar a los millares de víctimas que consumió el flagelo. Cada temporal, cada sismo, cada tragedia con que habitualmente nos demuestra su indómita furia la naturaleza en nuestro siempre vapuleado territorio, Bomberos se ha hecho presente para ayudar y auxiliar a quienes lo requieren. De este modo, en 1939 llegó con sus hombres a Chillán, después que el terremoto de ese año echó por tierra a la ciudad y a otras de la zona. Mencionar la larga lista de hombres ilustres de la ciudad que fueron bomberos sería largo. Sólo basta mencionar a don Salustio Sánchez Carmona; los hermanos José Fortunato y Vicente Rojas Labarca; Benito Riquelme González, fundador del Museo Bomberil y tantos, tantos otros. Durante más de un siglo esta señera entidad piducana ha sido generosa en ofrendar vidas en forma silenciosa e inadvertida para muchos. Así lo testimonia la bitácora institucional que consigna millares de servicios prestados a la ciudadanía en misiones de alto riesgo, que tuvieron consecuencias fatales para algunos de sus hombres, provocando irreemplazables mermas en sus filas y dejando a sus mártires suspendidos en la flama eterna que arde en conmemoración a los caídos en actos de servicio. El soporte de Bomberos en el progreso y logros ciudadanos es lo que al cuerpo el espíritu, reflejo de filantropía real y pura que pervive en las sempiternas tradiciones de entrega desinteresada que son la razón de ser de los caballeros del fuego.

Recepción a la Tercera Compañía de Bomberos en casa de don Nicanor Garcés. Año 1895. Archivo fotográfico Museo Bomberil.

EL INCENDIO DEL MERCADO CENTRAL El 22 de Septiembre de 1910, la ciudad de Talca aún permanecía engalanada tras la entusiasta celebración del primer centenario de la Independencia Nacional. El Mercado Central, único centro de abstecimientos, lucía embanderado y guirnaldas tricolores adornaban su frontis por la calle Uno Sur, lugar en que estaban establecidas las mejores tiendas, por lo que se le conocía como el principal centro comercial de la ciudad. El 22 fue un día apacible. Sentíase un relajamiento en el ambiente después de la agitada fiesta popular. Al término de la jornada laboral, la mayoría de los talquinos habíanse retirado a sus hogares en busca de un reparador descanso. Faltando minutos para las ocho, la campana del Cuartel de Bombas interrumpió la quietud de la noche: una inmensa hoguera surgía en una de las principales tiendas del lugar. Pronto el fuego fue amagando a otros locales, hasta comprometer a todos los negocios de la cuadra, a pesar de los denodados esfuerzos del Cuerpo de Bomberos para contener el avance de las llamas con su efecto destructor. La causa de tan violento incendio se atribuyó al hecho de que el edificio estaba cubierto por un solo techo, sin cortafuegos entre cada local, haciendo un efecto de chimenea, lo que hizo imposible controlarlo. Ese siniestro de tan graves conse-

cuencias, tuvo la virtud de motivar a las autoridades locales para su reconstrucción y modernización. El primitivo estilo neoclásico con muros de ladrillos a la vista que lucía en sus tres fachadas, fue sustituido por el concepto arquitectónico acorde con la época, que se ha conservado sin cambios hasta el presente. Esta es la razón por la cual la edificación -también destruida por otro incendio- poseyó tal estilo arquitectónico y no como consecuencia del terremoto de 1928 (nota del autor). Relato de Julio Cárdenas Hall, director del Museo Bomberil “Benito Riquelme”

Formación Segunda Compañìa Cuerpo de Bomberos de Talca, 19 de septiembre de 1928. Archivo Museo Bomberil.

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Intendencia y Palacio Consistorial en Plaza de Armas, 1900. Archivo Universidad de Talca.

Ecos que el tiempo se llevó E

les de la época... como ocurre hoy ¿y siempre? Los dueños de las tierras y n los inicios de la segunda mitad del siglo XIX Talca era una ciudad tranquila, plácida, con calles solitarias, plazas ornadas de descendientes de los antaño comerciantes, constituían la casta dominante verde, claras noches de luna y en el que un hálito romántico y un linaje patriarcal que encarnaban el espíritu aristocrático que acendraenvolvía su arquitectura casi consolidada. La urbe eviba el distanciamiento entre las generaciones más Estrenado la noche del 15 de agosto de jóvenes y orgullosas de aquéllas “inferiores”. El denciaba sesgos modernizadores: la consagración de la Catedral en 1864; fundación del Seminario San Pe- 1875, en el palco se encontraba el inten- background escollo de los dominantes y dominados layo, del Club Musical y el Club de Talca en 1868; dente de Santiago, Benjamín Vicuña Mac- no era, empero, marca registrada de los talquinos prolongación de la Alameda hasta el río Claro y la kenna. En sus tablas se lucieron la actriz de entonces ni sus exacerbamientos una rúbrica viscreación del Club Hípico (actual terreno de Rangers), dramática francesa Sara Bernhardt, la incom- ceral de estos: en casi todas las ciudades -chilenas en 1870; en 1873 emerge la mole del lujoso Hotel parable Pavlova y la compañía Pantanelli. o de América- era una ley social implícita. Y esta Colón y en 1874 se dota a la Plaza de Armas del acimpronta coyuntural eclosionó el espíritu de una ciutual quiosco de fierro. dad condensada en su pasado, y con terquedad Talca fue considerada por Era el período en que llegaba el ferrocarril (1875) y, con él, la expansión tradición como una ciudad de abolengo y un poco soberbia. de sus vértices y la aparición de la movilización colectiva de carros de EL TEATRO sangre. Época -1870 a 1890- en que sus vías y casonas eran dotadas con Ya en la era de la Colonia se realizaron a la vera de sus árboles y teagua potable y reemplazada la iluminación pública a parafina por faroles chumbres de paja o teja, representaciones histriónicas. Basta recordar a gas. Sin embargo... parecía carecer de”algo”. que en el año 1760, a solo dieciocho años de su fundación, fueron repreCIUDAD CON ESPIRITU sentadas dos comedias para honrar la subida al trono de heredero de la La ciudad del trueno no estaba exenta de los condicionamientos socia- corona de España. De igual forma, en el devenir republicano talquino

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existió en el patio del Cabildo un tablado construido en 1796 y como una forma de conmemorar y celebrar los títulos obtenidos por ésta de parte del Rey de España de “Ciudad” y de “Muy Noble”, y de “Muy Leal”. Existe constancia escrita que se exhibieron tres comedias, con sus entremeses, sainetes y loas, en dicho patio del Cabido, a cargo de don Nicolás Cienfuegos y Arteaga. Con tales antecedentes históricos y retrotrayéndonos a este contexto didáctico, varias fueron las personas que visualizaron e hicieron el intento de plasmar materialmente un espacio que proyectara las ansias de representar un escenario de la vida. A la monotonía colonial sacudida por payasos callejeros que provocaban curiosidad pública, las compañías de títeres con sus personajes ataviados con colores chillones estamparon evocaciones memorables a través de sátiras y comedias regocijantes. Tal desafío compensatorio de una sociedad enclaustrada en sus propias limitaciones, estimuló a Francisco Navarro a organizar un grupo dramático de aficionados que representaron la obra de Francisco de Quevedo “El médico a palos” y la “Escuela de maridos” en un local provisorio que funcionaba frente al templo de la Merced (1 Oriente con 3 Sur) y don Genaro Silva continuó dicha iniciativa erigiendo un teatro de construcción precaria en el año 1860. Después de doce años de funcionamiento fue demolido en 1872. Posterior a estas incipientes iniciativas, así como el fallido intento municipal de 1861, el liderazgo y gestiones del intendente Ursicinio Opazo Silva logró recolectar dinero -colectas y empréstitos- para hacer realidad la obra de construir un teatro. Utilizando planos del teatro de Quillota, el arquitecto Ricardo Brown levantó -por finuna infraestructura de cal y ladrillo, teniendo en su centro una lámpara de gas y aposentadurías adquiridas en Europa. Era el año 1875. ESTRENO Y GRANDEZA La inauguración del teatro Municipal de Talca tuvo una relevancia social y artística con ribetes de una revolución trascendental para la ciudad y tal efervescencia era legítima, considerando que era el segundo que existía en el país (el otro estaba en Santiago) y el orgullo de los talquinos fue “bombardeado” por las afirmaciones mordaces y descalificatorias de otras ciudades del país: Valparaíso exigía que dicho coliseo lo entregasen a los ratones para que “den cuenta de sus decoraciones” (europeas, por cierto), y Chillán y Concepción nos motejaban -a través de la prensa- de ignorantes en materia artística. Arbitro de también otra álgida polémica -la de inaugurarlo con una ópera o zarzuela -en la que no pocos talquinos tenían familiares en París y deseaban darle ribetes de “la belle epoque” y de aquellos que pensaban que no satisfacía la comprensión del público-, don Benjamín Vicuña Mackenna que fue compañero de celda de un gringo similar a un Buffallo Bill made in Talca, llamado Souper, zanjó las diferencias optando por el género ligero, más accesible a todo público y a la raigambre hispana de las piezas teatrales. No hay que olvidar que la noche del estreno -además de entregar pergaminos y medallas recordatorias- Benjamín Vicuña Mackenna pronunció un discurso con su peculiaridad típica: “Era muy lengüetilla, pero no entibiaba”, según Benito Riquelme. Como tampoco a José Luis Borgoño regaló el telón de boca- quien siendo talquino residió en Valparaíso; a don Epaminondas Donoso -trajo a la compañía Jacques y Mateos-; y a don

Diego de la Cruz y varios más. La prensa exhortaba a talquinos y habitantes de pueblos vecinos a colaborar al magno evento de su inauguración y la editorial del diario La Opinión destacaba: “¿Acaso la rica Talca, la populosa Talca, la orgullosa Talca, la tercer ciudad de Chile, la que tiene el segundo coliseo de la República se cree capaz de sostener una compañía y dar vida a su hermoso teatro?”. Talca se vació a la calle el día de su inauguración. La Intendencia y la Municipalidad tenían su palco a la manera francesa, es decir, a ambos lados del escenario. La noche del 15 de agosto de 1875, el Teatro Municipal, con una lámpara instalada por el “gringo” Augthon al centro de la platea (poseía ciento treinta y tres luces a gas de fino cristal al estilo de la ópera de París), 700 personas en los palcos, 400 en la platea y 700 en la galería colmaron sus aposentadurías. Cómodamente arrellanado en el palco se encontraba el intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna. Así nació a la vida el Teatro Municipal de Talca con el estreno de la obra “Conquista de Madrid”. Con posterioridad se harían presentes la Compañía de Dramas y Comedias de Velasco y la famosa Compañía Pantanelli. Los flirteos en sus pasillos y las miradas insinuantes fueron parte del glamour de la época. En sus tablas se lucieron la actriz dramática -y diva de aquel entonces- francesa Sara Bernhardt, 1886; la incomparable Pavlova y la española Marcelina Cuarenta y tantos otros personajes célebres. En sus estertores agónicos quedó abandonado como cine de barrio, dando su última función en 1963. Y seis años después el desquiciamiento de los hombres no dejó piedra sobre piedra. La orgullosa Talca perdió un preciado eslabón con su pasado glorioso y el majestuoso teatro bajó para siempre su telón.

Ejercicios del Cuerpo de Bomberos en Uno Oriente Cuatro Norte, 1895. Museo Bomberil.

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Huilquilemu: villa incrustada en el tiempo

E

s un remanso de paz y a la vez una especie de imagen holográfica que traslada al pasado. Un vértice de encuentro con ángulos de nuestra historia. Ubicada a nueve kilómetros de Talca por el camino a San Clemente, se encuentra el “bosque con zorzales” (“Huilqui”, zorzales, y “lemu”, bosque, en lengua mapuche). Es la Villa Cultural Huilquilemu “Hernán Correa de la Cerda” perteneciente a la Universidad Católica del Maule, casona con más de 140 años de historia, construida en adobe tendido, tejas, gruesas maderas y rodeada de un parque dotado de exóticos vegetales. Sus enormes ventanas proporcionan iluminación y ventilación a sus extensas piezas. Posee un parque contiguo dotado de gigantescas y longevas secoyas, típicas araucarias, frondosos cedros, aromáticos magnolios y espigadas palmeras, creando un minibiotopo espléndido, frondoso e inspirador.

EXHIBICIÓN De entre la variada gama de atracciones que brinda la hacienda, resaltan el restaurante “Mesón de Rugendas”, rincón en el que se pueden degustar platos típicos en un ambiente que recuerda la figura del pintor. El Patio de España, formado por naranjos regados a canal abierto, en cuyo centro hay una pila con surtidor de agua, resaltan una colección de tinajas, un antiguo alambique para destilar alcohol y perfumados naranjos. También destaca un busto confeccionado en cemento del segundo fundador de Talca y Conde de Superunda, José An tonioManso de Velasco. El Patio de América, símbolo de las raíces aborígenes, en donde hay instalado un texto del historiador Jaime Eyzaguirre sobre Isabel la Católica. El Patio de la Ciencia, en homenaje al Abate Molina –tan desconocido por la mayoría- y en una de cuyas salas se muestra un antiguo laboratorio para la enseñanza de la química y física, que perteneciera al ex Seminario San Pelayo. La Sala Mayor del Museo “Obispo Manuel Larraín”, la que ostenta el documento que contiene una bendición especial para los visitantes de parte de Su Santidad Pablo VI. En su centro está la pila bautismal donde fue bautizado el prócer Bernardo O’Higgins. Mención especial merecen las cabezas talladas en made-

Juan Carlos Romo

HISTORIA La primera merced de Huilquilemu fue otorgada en 1630 al capitán Diego de León.Tras una sucesión de propietarios la merced fue adquirida por el rico minero Bruno González Julio, quien erigió la casona en 1870. Poseedor de minas de oro y plata en el norte, este acaudalado empresario materializó una vivienda que no es sino muestra generosa de la clásica casa chilena de campo. Personaje notable en la sociedad del siglo XIX, Bruno adquirió estas tierras como lugar de solaz y descanso, para “parar” cuando se dirigía a la hacienda de Mariposas. El parque centenario maravilla con sus vegetales exóticos: cedros del Líbano, sequioas, palmeras, magnolios. La casa, de amplios corredores, permaneció en el olvido durante mucho tiempo. En 1967 fue expropiada por la Corporación de Reforma Agraria, hasta que Hernán Correa de la Cerda (fundador de la villa y entonces

director de la sede Maule de la Pontificia Universidad Católica), visionariamente oteó la posibilidad de hacer de ella un museo. En 1975 se iniciaron las gestiones para comprar la casa, que en aquel entonces albergaba a un colegio, lográndose tal objetivo, en cuya remodelación y acicalamiento restaurador participaron personas, instituciones y el Gobierno a través de la Intendencia y Gobernación, proyecto que integra armónicamente las tradiciones, la naturaleza y las expresiones humanas.

Diez kilómetros al oriente de Talca se levanta la antigua casa patronal de Huilquilemu.

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De principios de siglo: carruaje victoria que en una época ya ida se desplazó por calles y caminos de esta región.

ra y complementa con vestimentas que les dan un aspecto natural, en una recreación de la Ultima Cena, espectáculo que presenciado a la débil luz de una vela -montaje escénico- acústico en semipenumbras-, estremece al espectador (la voz solemne paraliza: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos..) Y hay libros, muebles, artesanía, objetos mapuches, pascuenses, escritores, poetas; en síntesis: historia, arte, redención espiritual, piezas desmembranadas del puzzle de nuestra propia situacionalidad proyectadas desde una “actualización hipnóticos para la mente y el cuerpo, un viaje al pasado…tan cerca nuestro”. Suspendidos, haciendo gala de una colosal explosión de colores y formas, existen los llamados murales de Sevilla. Pintados en 1928 para la exposición de Sevilla, España. Cuatro murales en óleo sobre tela del pintor molinense Laureano Guevara y dos de Arturo Gordon, los que fueron exhibidos en España representando a Chile y que posteriormente fueron destinados al Museo de Talca, el que por razones de espacio los pasó en comodato -1977-, a la villa, pero que aún son de propiedad de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile. REFLEXIONES Apacible, de otro tiempo, relajadora, sencilla, fresca, oxigenadota es la

Villa Cultural Huilquilemu “Hernán Correa de la Cerda”. En nuestras pupilas quedaron adheridas, incrustadas, las imágenes del palio o baldaquino con el sillón episcopal que perteneció al obispo Manuel Larraín, sobrenatural “aparición” de la Ultima Cena, el taller de bordados, la enorme Araucaria en el Patio de la Ciencia, las tinajas, los murales, y la galería de poetas maulinos: Januario Espinoza, Jorge González Bastías, Pablo de Rokha, Mariano Latorre, Pablo Neruda, Lautaro Yankas, Eduardo Anguita, Carlos Acuña, Raimundo Echevarría y Larrazabal, Manuel Francisco Mesa Seco, Augusto Santelices, Jerónimo Lagos Lisboa y Max Jara. Asimismo, destaca una interesante colección de libros históricos y religiosos, la mayoría de los cuales pudieron ser donados gracias a las gestiones del historiador y arzobispo de Talca, Ernesto Rivera. También se exhiben los murales pintados por Arturo Gordon y Laureano Ladrón de Guevara para el pabellón de Chile en la exposición de Sevilla en 1930. Al traspasar el portón de fierro de la villa se abandona un mundo y se penetra en otro, bullicioso y acelerado, que contrasta con la apacibilidad y silencio de este "Bosque de zorzales", un patrimonio cultural de Talca y la región, que no sin razón ha sido denominado "fuerte de cultura", en que se hace realidad la aventura de reconciliar al hombre con su historia, la naturaleza y la religión.

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Esos efervescentes recuerdos olvidados E

n el arcón de los recuerdos de los más viejos yacen calesas, berlinas, rechinantes tranvías, tertulias, trompos, palitroques, fiestas primaverales y pregoneros extintos. Así, perdidos en la noche de los tiempos se encuentran partes de nuestro idioma, una vasta diversidad de carromatos, pasatiempos, costumbres y personajes, algunos de los cuales sólo eventualmente emergen como curiosidades un tanto excéntricas. Y es que el hoy, el ahora, semeja una sumatoria sinérgica cuya evidencia es más que cada una de las partes que lo han conformado. Así, en la erupción de acontecimientos que enfilan hacia el infinito apenas percibimos diminutas oquedades en las que se filtran algunos de sus incompletos trazos: una fecha, un rostro, una palabra, un escenario, llovizna de sensaciones hápticas, gustos y olores. Porque aunque privilegiemos nuestras personales proyecciones, ¡qué agradable es subir al ático de los recuerdos en ocasiones, empinarse y curiosear¡ Para que en la travesía vayan eclosionando grandioso, nimiales, presentidos, arrellanados, imprevistos, en cuclillas, desmembranados, sudorosos y dislocados todas aquellas imágenes, recuerdos y vivencias que cual improntas, nos han moldeado. CARRUAJES Era frecuente que hacia 1880 los campesinos que llegaban a Talca con sus animales de carga, carretas y caballos pernoctaran en la posada “La Higuera”, emplazada en Cinco Oriente Uno y Dos Norte. De igual forma y casi colindante a ésta, en Cinco Oriente esquina Dos Norte (actual Gimnasio Municipal) existió otro hospedaje de renombre: “La Posada del Parrón”, donde se brindaba una atención similar a la de un hotel de hoy en día. Entonces, la Peluquería Mascaró -que en sus inicios fue también almacén y donde se efectuaban extracciones dentales- publicitaba con viveza a través de un letrero este curioso eslogan: “¡Alto! El chileno se afeita y se corta el pelo y se lo lleva en burro a su casa”. Así, a finales del siglo XIX

1900: Carreta transitando por San Juan de Dios (Dos Sur). Archivo Javier Pinedo.

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también era muy conocida la Plaza de los Burros, situada en 14 y 15 Oriente con Ocho Sur, donde actualmente hay un liceo, lugar al que arribaban comerciantes provenientes de la zona precordillerana -como San Clemente-, del sur y de la costa -Constitución, Iloca- en mulas y burros. Alrededor de esta plazoleta bullían los negocios y locales comerciales que brindaban alojamiento, así como chicha y vino en recipientes, a sus sedientos y cansados huéspedes. Finalmente, la Alameda talquina cobijaba con sus frondosos árboles, fondas y albergues a los viajeros provenientes de Curepto y del litoral norte de la región. Luego que la Posada y Café Santo Domingo emplazado al surponiente de Talca- vino a menos la gente acomodada sintió la necesidad de reunirse en un sitio exclusivo. Así nació el Club Talca, en 1868, en la calle Cruz (ocupando el mismo lugar donde se sitúa hoy), en la casa que para estos efectos se compró a Juan Antonio de Armas. Fue el gran suceso del año y en 1872, fecha de aprobación definitiva de los estatutos, los socios llegaban a 270" (Óscar Pinochet de la Barra, Revista Universum Nº 17 -2002, pp 200-201). En la avenida Beaucheff, frente al Parque Cousiño, practicaba el talquino Luis Alberto Acevedo, entusiasta integrante del club ciclista “Estrella de Chile”. Atraído por la aviación que por ese entonces daba sus primeros pasos, sus ilusiones se estrellaron por la falta de dinero para viajar y realizar estudios en Francia, por lo cual vendió su bar ubicado en los bajos del antiguo Teatro Santiago para pagar el viaje a la Escuela Bleriot de Etampes. Recibió su brevet y adquirió un aeroplano con ayuda de amigos hasta llegar a Chile en 1912 y tender sus alas sin cansancio, primero en el Parque Cousiño, luego en el Club Hípico y en Batuco, hasta efectuar vuelos por todo el país. Un día se supo que el aviador argentino Macías se había elevado a 3.000 metros y se prometió superarlo elevándose a 3.680, con lo cual batió el récord sudamericano de altura. Era el top ten de la aviación chilena. Anunció un raid Concepción-Santiago y temiendo una falta de bencina agregó otro depósito al aeroplano. Frente a San Pedro, una multitud alborozada lo vio elevarse el 13 de abril de 1913 hasta perderse sobre el ancho Bíobío. Su Bleriot cayó al agua, quizá por una falla de motor o por el peso del estanque de bencina agregado. Su muerte repercutió en el corazón de Chile. Sólo fantasmas deambulando por tendones de mi intelecto que no quedarán sepultados en un cúmulo de oscurantismo por haber sido proscritos de todo apunte secular. A la actual ciudad de Talca, los primeros carruajes históricamente mencionados en antiguas crónicas o conocidos por relatos orales arribaron durante la Colonia desde Santiago y del viejo continente, para formar parte del “glamour” de las familias más aristocráticas de la segunda mitad del siglo XVIII y gran parte del XIX: del Solar, Donoso, Parot, Cruz, Meza, González y otros. En las otroras gramíneas calles talquinas se desplazaron imponentes, y como reflejo de estatus social, diligencias, calesas, victorias, berlinas, carrozas, coches y tranvías tirados por caballos, hoy silenciados por los escapes y ruidos de miles de vehículos motorizados. JUEGOS En el Talca del ochocientos y primera mitad del novecientos, los lugares de interacción social eran una necesidad fundamental, como lo son hoy la luz o la televisión, en los que brotaban y se expandían diversos juegos, diver-