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D EM Ó STEN ES DISCURSOS POLÍTICOS I INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE A. LÓPEZ EIRE EDITORIAL GREDOS Asesor p

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D EM Ó STEN ES

DISCURSOS POLÍTICOS I

INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

A. LÓPEZ EIRE

EDITORIAL GREDOS

Asesor para la sección griega: Carlos García G ual. Según las normas de la B. C. G., la traducción de esta obra ha sido revisada por J uan Antonio López F érez.

©

EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España, 1980.

Depósito Legal: M. 39242 - 1980.

ISBN 84-249-0028-6. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1980.—5199.

INTRODUCCIÓN GENERAL

La figura de D em óstenes com o o ra d o r y h o m b re de estad o descuella poderosam ente en el p an o ram a polí­ tico y literario de la Atenas del siglo iv a. C. Su vida, que tuvo u n a d uración de sesen ta y dos años —del 384 a. C., fecha de su nacim iento en el dem o ateniense de Peania, al año 322, año en que se suicida ingiriendo veneno p a ra no caer vivo en m anos de A ntípatro , fue un continuo testim onio de p atrio tism o y apasionada defensa de la independencia ciudadana en u n m om en­ to en que las ciudades griegas sintieron seriam ente am enazadas sus libertades ancestrales. S us discursos políticos vienen a ser el canto del cisne de la dem o­ cracia ateniense y de la autonom ía de las póleis helé­ nicas. Todo en D em óstenes —su vida y su o b ra— resp ira sobreh u m an o esfuerzo y revela u n a v o lu n tad indom a­ b le en la lucha y u n tem ple de ánim o inasequible al desfallecim iento. Pensem os en el acervo d e anécdotas que nos refieren las dificultades de n u estro o ra d o r p a ra vencer las tra b a s que la n atu raleza im p u sie ra a su anhelo vocacional de llegar a ser experto en el a rte de la elocuencia. E l pobre aprendiz de o ra d o r, d erro ch an ­ do tesón encom iable, superó sus defectos a b ase e penosos ejercicios propios del m ás acen d rad o asee-

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t i s m o Y no p a ra ro n aquí las penalidades que el des­ tino le obligó a padecer: hu érfan o de padre a los siete a ñ o s 12, sus tu to re s Áfobo, D em ofonte y Terípides dila­ p id aro n deslealm ente la herencia que en derecho le correspondía, y p o r ello hizo sus prim eras arm as en la o ra to ria fo ren se siendo aún m uy joven, en el 363 a. C., recién alcanzada la m ayoría de edad y re ­ conocidos sus derechos ciudadanos. Poco después, al no h ab e r podido re cu p erar m ás que una ínfim a p a rte de los bienes q ue su p ad re le legara, se vio obligado a g anarse la vida com o logógrafo y abogado, activida­ des a las que se volvió a dedicar u n a vez com enzó a d esem peñar las tareas de estad ista en el año 345 a. C. E n to m o a e s ta fecha n u estro o ra d o r ejerce tam bién en Atenas m agisterio de abogacía y elocuencia3. T anto estu d io y dedicación a la o rato ria hicieron de él u n cu erp o físicam ente débil que albergaba u n e sp íritu de colosal energía, si bien u n pu n to tím ido y vergonzoso. S u enem igo E squines nos inform a de su in d u m en taria a fe m in a d a 4 y refiere que en su juv en tu d se dedicó con m ayor afán al aprendizaje de la re tó ­ rica que a la caza. En cuanto a su tim idez, b aste re ­ co rd ar su rep u g n ancia a dirigirse al pueblo con im pro­ visado discurso o cóm o se acobardaba y re tra ía en la 1 P lutarco, Vida de Demóstenes 7, 11, 18. L ibanio , Argu­ mentos de los discursos de Demóstenes 18. 2 P lutarco, Vida de Demóstenes 4. Éste y todos los demás avatares biográficos, en G. Mathieu , Démosthéne, t homme et l'oeuvre, París, 1948; A. W. P ickard-Cambridge, Demosthenes and the Last Days of Greek Freedom, Londres, 1914; A. S chaefer , Demosthenes und seine Zeit, I-IV, Leipzig, 1885-, reimpr. Hildesheim, 1966-67; F. B lass, Die attische Beredsamkeit, III, 1, Leip­ zig, 18933, reimpr. Hildesheim, 1962; A. López E ire , «Demóstenes: estado de la cuestión», EClás. 20 (1976), 207-240. 3 E squines, I 117, 170, 171, 173, 175; A. Schaefer, II, p ági­ nas 102 y sigs. ♦ E squines, I 131.

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trib u n a de la Asam blea ante el griterío y alboroto que provocaban sus en em ig o s5. Como h o m b re público tuvo que h ac er fren te con denuedo a u n sinnúm ero d e problem as y conflictos que le ocasionaron no pocos tra b a jo s y aflicciones. En efecto: cuando D em óstenes interviene directam ente p o r vez p rim era en la política ex terio r de Atenas, en el 354 a. C., la capital del Atica vive plenam ente la crisis de la dem ocracia pro d u cid a p o r la acum ulación de u n a serie de inconvenientes derivados del desequi­ lib rio económ ico, social y político que se venía a rra s­ tran d o a p a rtir de la g u erra del Peloponeso. La devas­ tación de las tierra s, la destrucción de viñedos y oli­ vares, las revueltas de las ciudades aliadas que se entrevaban a los h arm o stas lacedem onios, la desapa­ rición b ru sc a del trib u to (phóros) de la Liga ÁticoDélica que pagaban las ciudades confederadas, la dem olición de los M uros Largos de Atenas y la desin­ tegración de su flota, que le aseguraba el dom inio del m ar, provocaron el desinterés de los ciudadanos p o r la política y su ta ja n te negativa a co n trib u ir en la m edida de sus posibilidades a su frag ar los gastos de la guerra. T ucídides v A ristófanes nos proporcionan inform ación acerca de los graves problem as financie­ ros y m ilitares que aqu ejab an a la ciudad de Atenea en los ú ltim o s años de su confrontación arm ad a con los lacedem onios: Atenas estab a p o r esas fechas su­ m ida en u n lam en table estad o de an arq u ía y desorga­ nización, de las que eran responsables los sucesores de Pericles en la m a g istra tu ra su p rem a del estado: el im lgar Cleón, el am bicioso Alcibíades, el ch arlatán Cleofonte. E sta falta de au to rid a d de los dirigentes

5 P lutarco, Vida de Dem. 8; Demóstenes, Sobre la embaja­ da fraudulenta 23, Sobre la corona 143.

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políticos favoreció los dos intentos que realizaron los p artid ario s de la oligarquía p a ra hacerse con el p o d er . A plastada en el 404 a. C. por los lacedem onios y sus aliados, Atenas pudo, sin em bargo, rehacerse de sus abatim ientos gracias sobre todo a la hostilidad surgida en tre Lacedem onia y Tebas, que, com o es bien sabido, hizo p erd er a los esp a rtia tas su hegem onía m ilitai en Grecia. Y así nos en contram os con que en el 357 a. C. Atenas es una ciudad-estado im p o rtan te en la Hélade. Bien es verdad que ya no m antiene la suprem acía entre los griegos ni dom ina el m ar Egeo y los E strechos, pero sí cu en ta con recu rso s financieros e in d u striales esti­ m ables, num erosos aliados y cleruquías y, especialm en­ te, u na serie de hábiles políticos y excelentes e stra ­ tegos. E n el 378 a. C. se había constituido la Segunda Liga m arítim a, en la q ue Atenas no recibía ya la p a rte del león com o en la C onfederación Ático-Délica, pero de la que surge un fondo m onetario procedente de las «con­ tribuciones» (syn tá xe is) —ya no phóros «tributo» de la an terio r Liga— que a p o rta b an sus m iem bros. El p ro ­ pósito de esta nueva Liga, tra s la que se escondía la sutil inteligencia de C alístrato, el o rad o r y estad ista m ás hábil de la época, era el de obligar a los lacede­ m onios a re sp e ta r el derecho de los dem ás griegos a vivir en paz, lib e rta d e independencia; y esta política de oposición a E sp arta , de la que C alístrato no p a rti­ cipaba plenam ente, pero en la que inteligentem ente vio el resu rg im ien to del p o d er de Atenas, agrupó b a jo la m ism a b a n d e ra a Atenas, Quíos, Bizancio, M itilene, M etim na, R odas, la m ayor p a rte de las ciudades de Eubea, Tebas, las ciudades tracias, la Liga Calcídica, 6 6 c. MossÉ, Aspects sociaux et politiques du déclin de la cité grecque au IV siécle avant J.-C. La fin de la démocratie athénienne, París, 1962.

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C orcira, a Jasón de Feras, fu tu ro caudillo de Tesalia, y a Alcetas, p rin cipe del E piro. A p a rtir de este m om ento com ienza u n período caracterizad o p o r el decrecim iento progresivo del p res­ tigio de E sp arta , la extensión p au latin a del área de dom inio de Tebas, que se im pone en Beocia, y los p rim eros éxitos navales de A tenas fren te a los lacedem onios. E n el 376 a. C., C abrias, al fren te de ochenta trirrem es, d e rro ta a la flota de los lacedem onios en ■ aguas de Naxos, y Tim oteo, hijo de Conón, circunna­ vega el Peloponeso. En 372 a. C., Ifíc rates ca p tu ra las naves que Dionisio de S iracusa había enviado en apoyo de los esp artan o s, que con su flota bloqueban el p u erto de Corcira. Un año m ás tard e (371 a. C.) triu n fa la política de C alístrato, m ás receloso del creciente poder de Tebas q ue h ostil a E sp arta; y así, Atenas y sus aliados, los lacedem onios y Tebas concluyen la «paz de Calías» so b re el com ún acuerdo del resp eto a las autonom ías de to d as y cada u n a de las ciudades griegas. P ero no ta rd a E sp a rta en violar esta paz atacando Tebas. Es precisam en te entonces (371 a. C.) cuando tiene lugar un acontecim iento inesperado que dio al tra ste con la hegem onía esp artan a: la novedosa táctica m ilita r de E pam inondas, el excepcional estad ista y general tebano, deshizo al ejército lacedem onio com andado p o r el rey esp artan o Cleóm broto. Al año siguiente m uere Jasó n de Feras, personaje de singular relieve histórico no sólo p o r h a b e r conse­ guido la unificación de Tesalia, sino adem ás porque p ro yectaba llevar a cabo en G recia la ta re a que po ste­ rio rm en te el D estino concederá a Filipo de M acedonia. Con el triu n fo de Tebas en L euctra (371 a. C.) se inicia la hegem onía tebaina en Grecia, que acab ará en M antinea en el 362 a. C., a raíz de la m u erte de su artífice, E pam inondas. E sta efím era suprem acía tebana

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—d u ró nueve añ o s— fue aprovechada p o r Atenas, que con vistas a en g ran decer su im perio se alió con E s­ p arta . Del 366 al 364 a. C. se re g istra n im p o rtan tes éxi­ tos atenienses: T im oteo c a p tu ra Sam os, obliga a va­ rias ciudades de la^C alcídica a fo rm a r p a rte de la C onfederación A teniense y gana Atenas la ciudad de Sesto, de im p o rtan cia decisiva, p o r su privilegiada si­ tuación en el H elesponto, p a ra el tra n sp o rte m arítim o de grano desde las costas del P onto Euxino. Si h asta este m om ento se observa cierta recu p era­ ción en Atenas, q ue al finalizar la g u erra del Peloponeso h abía q u edado sum ida en u n espantoso m arasm o, m uy p ro n to —en to rn o al 360 a. C.— se cierne sobre la p a tria de D em óstenes u n a nube de funestos presa­ gios: Filipo II de M acedonia tom a las ciudades de Anfípolis, Pidna, P otidea, M etone y el asentam iento de C renides —desde entonces llam ado p o r él Filipos , situado ju n to al m onte Pangeo, fam oso p o r sus yaci­ m ientos au rífero s, que llegaron a p ro d u cirle unos in­ gresos anuales de m ás de m il talentos. Los «filipos» de o ro m acedonios term in arán p o r desplazar a la m o­ neda de p lata ateniense. Al m ism o tiem po, tracios, ilirios y peonios, a n terio rm en te aliados de los atenien­ ses, se en c u en tran ah o ra fu ertem en te atenazados, p rác­ ticam ente red u cid o s a la im potencia p o r o b ra de Filipo. E n el 357 a. C., ju stam en te el año q u e señala el com ienzo del catastrófico declive de Atenas, cu atro de e n tre sus ciudades aliadas, Bizancio, Quíos, R odas y Cos, que figuraban en tre las m ás ricas y m e jo r dotadas p a ra la gu erra naval, instigadas p o r M ausolo, el am ­ bicioso sá tra p a de Caria, se declaran en rebeldía, y tras la llam ada «G uerra de los aliados» (357-55 a. C.) se sep aran de la Confederación. Atenas fu e d erro tad a en E m b ata (356 a. C.) y, a n te la am enaza de interven­ ción persa, e n tró en negociaciones con los rebeldes y firm ó la paz (355 a. C.).

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E n el 356 a. C., a ra íz de u n conflicto surgido e n tre la A nfictionía, m an ejad a p o r Tebas, y los focidios, que se n egaban a p ag ar las m u lta s que les im p u siera el C onsejo p o r cultiv ar la lla n u ra de C ósa, consagrada a Apolo, estalla e n tre tebanos y focidios la llam ad a «Ter­ c e ra G u erra Sagrada». Al lado de los p rim ero s se ali­ n e a ro n los tesalios y locóos, m ien tras que a Fócide la apoyaban Atenas, E sp arto y varias ciudades del Peloponeso. Los focidios, capitaneados p o r Filom elo, se ap o d eraro n de Delfos. Más ta rd e d e rro ta n a los tesa­ lios, q ue se vieron obligados a ab a n d o n ar la guerra. E n el 354 a. C. m u ere Filom elo en el cam po de b atalla y le sucede O nom arco, que invadió Beocia, som etió D óride, L ócride y p a rte de Tesalia, donde d e rro tó u n p a r de veces a Filipo de M acedonia. E stos éxitos de Fócide, sin em bargo, p ro n to se esfum aron p a ra d e ja r p aso a los fracasos, de los q u e se ap ro v ech ará al m á­ xim o el m o n arca m acedonio, ansioso de llevar a cabo u n am bicioso p lan expansionista. E n efecto, no tard ó éste en im p onerse a los focidios, q u e fu ero n d esarm a­ dos y obligados a p ag a r rescate; y los votos q u e les co rresp o n d ían com o m iem bros del C onsejo anfictiónico p asa ro n a m anos de Filipo. A estas dificultades que afectan a la política exte­ rio r aten ien se hay que a ñ a d ir u n a serie de escollos en los que tropieza la gestión de los asuntos públicos en la p ro p ia A tenas: los ciudadanos ricos se re sisten a p ag a r la eisphorá (im puesto so b re la pro p ied ad ), ocul­ ta n sus capitales (al m enos los «bienes no patentes», ousía aphanés), se niegan a p ro c u ra r ocupaciones re­ m u n erad as a los ciudadanos pobres, p o r los que sien­ ten el m ayor de los desprecios. E n cuanto a la organi­ zación de la trierarquía (p restació n que h acen los ciudadanos m ás ricos pagando la construcción de tri­ rrem es y gastos de sus dotaciones), si bien de u n a m an era general, la refo rm a de P eriandro significaba

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realm en te u n avance al h ab e r aum entado el num ero de los co n trib u yentes; sin em bargo, la sustitución del trierarca o sintrierarca p o r el grupo de trie ra rc a s o sinm oría (gr. sym m oría) tenía el inconveniente de di­ lu ir en exceso las responsabilidades individuales. Lo m ism o p o d ría decirse respecto de la re fo rm a de la eisphorá llevada a cabo p o r C alístrato de Afidnas, se­ gún la cual los contribuyentes estab an divididos p a ra el pago de sus im puestos en cien sinm orías. P or o tro lado, la explotación de las m inas de Laurio n ya no era en el siglo iv a. C. lo que h ab ía sido un siglo an tes. Igualm ente, la ag ricu ltu ra, la in d u stria y el com ercio sufren u n apreciable retro ceso y las exportaciones experim entan fu e rte reducción. La hege­ m onía com ercial de la Atenas del siglo v a. C. ya no existe; las finanzas de la ciudad se ven seriam ente am enazadas y u n a inestabilidad social y política, con­ secuencia del d eterioro del com ercio exterior, nace a raíz del au m en to del núm ero de indigentes y de la co n centración del capital en pocas m anos. E ste des­ equilibrio socio-económ ico desencadena el desfase e n tre el ciudadano y el soldado. Si en la A tenas im perialista del siglo v a. C. existe u n a equivalencia e n tre ciuda­ dano y soldado, en la crisis general del m undo griego del siglo iv a. C. el dinero de los ricos m overá los ejército s in teg rad o s p o r los desposeídos, que se p re s­ tan a d efen d er cualquier b an d e ra a cam bio de soldada. E stas m esn ad as de m ercenarios que com baten p a ra ganarse el pan, cuando los salarios escasean, se e n tre ­ gan a b á rb a ro s desm anes allí donde se en cuentren sin re sp etar los intereses de la ciudad a la que sirven. E stas tro p as m ercenarias eran continuam ente envia­ das p o r A tenas en esta época a Asia M enor, donde el secular im perio p ersa estab a a punto de desintegrarse en varios estad o s independientes h a sta que A rtajerjes Oco logró el control de la situación.

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Se en cu en tra, pues, A tenas, a m ediados del si­ glo iv a. C., en u n a situación d e decadencia m ag istral­ m en te d esc rita p o r Isó crates e n el Areopagítico; deci­ d id am en te ya no es la Atenas del Panegírico que ju n to con E sp a rta —herm o so sueño— p re sid iría to d a la Hélade y tra sla d a ría las guerras locales e n tre helenos a u n fren te com ún en Asia M enor, donde los griegos lu ch arían c o n tra los persas fo rja n d o al tiem po la un i­ d ad de Grecia. E s la Atenas a la que u n experto en econom ía política, el a u to r del opúsculo Ingresos, Je­ no fo n te seguram ente, aconseja que tru eq u e el ava­ sallad o r im perialism o de an tañ o p o r u n a a c titu d m ás hum ilde, lib erad a de am biciones y aspiraciones de po­ d er, y solícita, en cam bio, de saneam iento económ ico y pro g reso com ercial. E n este folleto su a u to r nos ex­ po n e que la población ateniense h a ido dism inuyendo, la in d u stria y el com ercio se h a n paralizado, y que no a tra c a n en el Pireo naves ex tra n jeras; insiste en la necesidad que tiene el estado de p ro c u rarse los im ­ p u esto s que ya no p agan los ricos m etecos, que, obli­ gados a cu m p lir el servicio m ilita r d u ra n te la g u erra pese a carecer de derechos ciudadanos, ab andonaron Atenas; pide p a ra estos m etecos ciertos beneficios, fa­ cilidades y m ejo ras, y finalm ente hace una relación de los yacim ientos m ineros m etalíferos del Ática acom pa­ ñ ad a de p ro p u estas p a ra in cre m en tar la producción de p la ta en las m inas de L aurion. A p ro p o n e r tales con­ sejos le m ueve el ver a su ciudad víctim a de tan to tra sto rn o y desarreglo. A todo este co n junto de adversas circunstancias e n fre n ta D em óstenes u n a política instigada p o r el deseo de ver re to ñ a r las glorias del pasado, convertidas a la sazón en m eros recu erdos históricos. P ero este anhelo de re stau ració n del p o d er de A tenas lo som ete n u estro o ra d o r al co n tro l del m ás cauteloso realism o, siguiendo en ello el m odelo de los em inentes estad istas y e stra ­

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tegos de la Segunda Liga m arítim a, en especial el ejem plo de C alistrato de Afidnas. Unas cu a n ta s anécdotas nos ilu stra n sobre es e p articu lar: se nos tra n sm ite que D em óstenes leyó y releyó la o b ra de Tucídides. L u cian o 78re ñ e re que nues­ tro o rad o r escribió ocho veces la o b ra del histo riad o r, m an u scrito s que Sila h a b ría tra n sp o rta d o luego a Ita ­ lia. Z ó sim o s re la ta u n a inverosím il h isto ria cuya su s­ tan cia viene a ser, poco m ás o m enos, ésta: el exim io o ra d o r p u d o re c o n stru ir íntegram ente, m erced al es­ fuerzo de su po d ero sa m em oria, el ejem p lar d e la «H istoria d e la G u erra del Peloponeso» q u e h ab ía pe­ recido v íctim a de u n incendio que su frie ra la B iblio­ teca de A tenas. E n el siglo v i de n u e stra era, el h is­ to riad o r b izan tin o A g atias9 todavía in siste en q u e De­ m óstenes se h ab ía em papado en la o b ra tucididea. E sto p o r lo que se refiere al sentim iento de adm iración que en n u estro o ra d o r desp ertó el conocim iento del poder, riqueza y p restig io de la A tenas de antaño. E n cu an to a la m esu ra y realism o de su política, q ue fu e ro n tam b ién señaladas ca racterísticas del in te­ ligente e sta d ista y o ra d o r C alístrato d e Afidnas, P lu ta r­ co 10 n a rra la siguiente anécdota: Siendo jo v en todavía D em óstenes, aú n no llegado a la m ayoría de edad, acom pañado de su p recep to r, se in tro d u jo c o n tra la prescrip ció n legal, en la Asam blea del pueblo, donde a la sazón C alístrato de Afidnas, fam oso p o r su sagaci­ d ad en la política y el vigor de su elocuencia, hacia fren te a la acusación de a lta traició n que c o n tra el dirigía el p artid o pro teb an o de A tenas, inculpándole de la p é rd id a de la ciudad de Oropo, situ ad a en la fro n te ra e n tre el Ática y Beocia, y haciendo responsable ^ Luciano, Contra el indocto 4 . 8 ZÓSIMO, Vida de Demóstenes 147.

H. G. M. II 2 , 28 . ío P lutarco , Vida de Demóstenes 5 .

9 Agatias,

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de tal q u eb ran tab a su a c titu d hostil hacia Tebas. El acusado se defendió con tal elegancia y gallardía, que no sólo convenció a los jueces, sino que adem ás en tu ­ siasm ó a los asisten tes al proceso, e n tre ios que se co n tab a el fu tu ro m aestro de o rato ria. Los tres p rim ero s discursos políticos de n u estro o ra d o r son piezas o ra to ria s esc rita s p a ra otros, en las q ue D em óstenes (al m enos en dos de ellas, Contra A ndroción [X X II] y Contra T im ócrates [X X IV ]) no h ab la en no m b re propio, sino com o m ilitan te del p a r­ tido de la oposición, presidido p o r Eubulo. E n el C ontra L eptines (XX), D em óstenes se nos p re sen ta com o abogado de Ctesipo, el h ijo de C abrias. De todos m odos, los tre s discursos van dirigidos c o n tra p erso ­ nalidades del p artid o p o r entonces en el poder, a cuyo fren te se en co n trab a A ristofonte. El p ro p ó sito que en ellos alien ta es el de poner de m anifiesto el m al go­ bierno y la lam en table gestión económ ica que llevan a cabo unos políticos que, no contentos con h a b e r p er­ m itido que el estad o perdiese a los m ás im p o rtan tes m iem bros de la C onfederación, se em peñaban en to m ar m edidas de recu p eración aú n m ás desastrosas. E n esta p rim era etap a de su c a rre ra política n u estro o ra d o r p ertenece al p artid o de E ubulo, insigne hacendista, defensor a u ltran za de una política fundam entalm ente a ten ta a los asu n to s económ icos y financieros del estado. Con estos tres discursos, q u e corresponden a tres procesos de política fiscal, ganó D em óstenes el acceso a la trib u n a de los o radores en la Asam blea. E stam os en el año 355 a. C. A p a rtir de este m om ento, n u estro o ra d o r se dirige al pueblo p a ra aconsejarle en m ateria de política exterior. Com ienza esta nueva lab o r en el 354 a. C., fecha en que p ro n u n cia el discurso titu lad o Sobre las sinm o­ rías (XIV). C orrían p o r entonces rum ores en Atenas, 3 5 .-2

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según los cuales A rtajerjes I I I Oco estab a realizando im p resio n an tes p rep arativ o s con el p ro p ó sito de em ­ p re n d er u n a cam paña m ilitar en gran escala. P or o tro lado, en las relaciones no siem pre am istosas en tre Atenas y P ersia h ab ía u n hecho reciente que alim en­ tab a ferozm ente el resen tim ien to de los atenienses: el G ran Rey h abía am enazado a A tenas obligándola a firm ar la p az que puso fin a la G uerra de los aliados. E n estas circu n stancias, el proyecto que Isó crates había expuesto en el Panegírico cobró so rp re n d en te vigencia al tiem po q u e los p a rtid a rio s de C ares y A ristofonte soñaban con re em p ren d e r la g u erra c o n tra P ersia. E stos afanes belicosos hacen p re sa en el pueblo y Demostenes, re alista y p ru d e n te , decide fre n a r esos ím petus gu errero s p ro p o niendo u n nuevo im puesto p a ra aten ­ d er a los gastos de la escu ad ra naval. Coincide con sus conciudadanos al d ec la rar tam bién él que el G ran Rey es el co m ú n enem igo de los griegos, pero expone que p a ra h acerle fre n te hacen falta b arco s y dm ero. Propone, p u es, u n plan de refo rm a de las agrupaciones de co n trib u y en tes encargadas de a p re s ta r u n a nave (sinm orías). De nuevo aparece en este discurso el fiel seguidor del p ro g ram a político de Eubulo, u n Demostenes pacifista y especialm ente dedicado al saneam iento de la h acien d a pública. Pero dos años m ás ta rd e (352 a. C.) n u estro o ra d o r pone en p rá c tic a su personal aspiración a u n a política m ás activa, con lo que se desvincula de la de Eubulo, excesivam ente p ru d e n te y ta n sólo a te n ta a los asuntos internos. Así, abogando p o r los m egalopolitas, tra ta de restab lecer la línea de actuación política an terio rm en te seguida p o r C alístrato, a saber, el principio del equili­ b rio de fu erzas, ta n adm irado en D em óstenes p o r L ord B rougham . P ronuncia, pues, n u estro o ra d o r el discurso que lleva p o r títu lo E n defensa de los Megalopolitas (XVI).

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P ara e n ten d e r este discurso hay que ten er bign presen te que en el en fren tam ien to e n tre E sp a rta y Tebas, esta ú ltim a se había convertido en p ro te c to ra de la Liga A rcadia y del E stado m esenio, que hab ían su r­ gido com o tra b a s im puestas p o r la nueva po ten cia al poder de los lacedem onios en el Peloponeso. Pero, al ser d erro tad a Tebas p o r los focidios com andados p o r O nom arco en el 352 a. C., A rcadia quedó d esam p arad a fren te a E sp arta , que iniciaba c o n tra ella prep arativ o s m ilitares. Acude, entonces, a A tenas, que a la sazón, y a raíz de la política in sp irad a p o r C alístrato, era aliada de los lacedem onios y al lado d e ellos se h ab ía alineado en M antinea (362 a. C.) y seguía alineándose en la T er­ cera g u erra sagrada, en la que atenienses y esp artan o s apoyaban a los focidios. Pues bien, Dem óstenes, sin d ejarse influenciar p o r el bando p ro arcad io ni por el p ro e sp artan o , se pregun­ ta qué p o stu ra le conviene a d o p ta r a Atenas. Y form u­ lada la cuestión en estos térm inos, la re sp u esta es clara —así lo entendió n u estro o ra d o r— : si se p reten d e p ra cticar la política de equilibrio de fuerzas, a Atenas le re su lta rá m ás beneficioso apoyar a Arcadia. Los hechos que sucedieron con p o sterio rid a d m o straro n que n u estro orad o r, pese a no h ab er sido aceptado el consejo que pro p u so en este discurso, ten ía to d a la razón. E n efecto, los arcadios, desechados p o r Atenas, acudieron a Filipo, de quien fueron desde entonces eficaces aliados y colaboradores. N uevam ente n u estro o ra d o r se en fren ta a la opi­ nión p re p o n d eran te y a la política de E ubulo en el discurso titu lad o Por la libertad de los rodios (XV), en el que pro p o n e al pueblo ateniense la intervención en Rodas —tal com o la solicitaba u n a diputación de exiliados dem ó cratas rodios— p a ra defender la dem o­ cracia co n tra la tira n ía de M ausolo, p ríncipe de Caria, a quien acababa de sucedér en el tro n o su viuda Ar-

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DISCURSOS POLÍTICOS

tem isia. E ste d in asta cario, vasallo del G ran Rey, a tu erz a de ap o y ar al p artid o oligárquico en R odas h ab ía acabado con la dem ocracia en la isla. E l pueblo a te ­ niense —incluidos estrategos y p ro hom bres de la polí­ tica— se reg o cija al ver hum illados y suplicantes a los que poco a n tes fu eran rebeldes altivos. E ubulo se m an­ tiene firm em ente apegado a su política de no interven­ ción, atem o rizado a n te Persia. D em óstenes, p o r el con­ trario , sabe ya a estas altu ra s que el verdadero enem igo de Atenas n o es el G ran Rey, sino Filipo II de Macedonia. Por e s ta razón, en contradicción con la conducta recom endada en Sobre las sinm orías, cuando todavía era u n secuaz de E ubulo, ah o ra exhorta a sus conciu­ dadanos a la acción. E n vano, pues no se le hizo caso. P ero una vez m ás la h isto ria de los acontecim ientos subsiguientes d em ostró lo acertado del asesoram iento, ya que R odas y Quíos, rechazadas p o r A tenas, term in a­ ro n p actan d o con Filipo. E n esto s tres discursos pronunciados e n tre el 354 y el 351 a. C. se d esarro llan claram ente las ideas y tesis de n u e stro o ra d o r sobre tres im p o rtan tes áreas q ue afectan a la política exterior de A tenas: Asia M enor y el im perio persa, el Peloponeso y el poder esp artan o , y el Egeo y las islas que h ab ían sido m iem ­ bros de la Segunda Liga m arítim a. O tra zo n a geográfica, a juicio de D em óstenes, de enorm e in teré s p a ra Atenas, era la que configuraba el n o rte de G recia, T racia y los D ardanelos. A ella dedica su atención en el discurso titulado C ontra Aristocrates (X X III), escrito p o r n u estro o ra d o r p a ra u n tal E uticles de T ría y pronunciado pro b ab lem en te en el 352 a. C. E n él expone u n a línea de actuación política, c o n tra ria a la pacifista de Eubulo, cuyos objetivos principales son im pedir que C ersobleptes se haga con el co n tro l de Q uersoneso y tra ta r de desviar a Filipo de u n a zona ta n vital p a ra Atenas.

INTRODUCCIÓN GENERAL

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En la m ism a línea de atención hay que situ a r los sucesivos discursos dedicados a co m b atir la indolencia de Atenas an te la am enazadora propagación del poderío de Filipo, que h a lanzado ataq u e s c o n tra las T erm o­ pilas, el H elesponto y Olinto: el Prim er discurso con­ tra Filipo (IV) v los Olintíacos (I-III). Con los cu atro discursos C ontra Filipo (IV, VI, IX, X) y los tres O lintíacos (I, II, II), D em óstenes se p ro ­ pone va decididam ente tra n sfo rm a r la voluntad del pueblo, educándolo de form a que no se deje convencer p o r las lisonjas de los o rad o res adulones, que son la m ayoría. Así lo afirm a expresam ente en el ú ltim o pá­ rrafo (36) de la pieza o ra to ria titu lad a Sobre la orga­ nización financiera (X III), cuya a u te n tic id a d 11, fren te a las reservas p lan teadas p o r B lass en el siglo pasado, apenas se pone en du da actualm ente. E n los Olintíacos y los discursos Contra Filipo (Olintíacas y Filípicas, tradicionalm ente) n u estro o ra d o r invoca el recuerdo de la Atenas floreciente y p u ja n te de antaño, explica al pueblo la gravedad de la am enaza que, p a ra Grecia v Atenas, supone Filipo y ofrece p ro p u estas endereza­ das a lo g rar la salvación de la ciudad: in g resar el fondo destinado p a ra los espectáculos en un arca es­ pecialm ente reserv ad a p ara su fra g ar gastos de guerra, atacar p o r dos fren tes sim ultáneam ente; en sum a, des­ p e rta r del largo letargo y e n tra r en acción sacrificando, p o r bien de la p atria , vidas y haciendas. N atu ralm en te, este proyecto chocaba dem asiado vio­ lentam ente con los intereses de los ricos p ro p ietario s atenienses, que se apiñaban en to rn o a Eubulo. Así se explica que u n secuaz de este político, u n acaudalado ateniense llam ado M idias, a rro g an te y b ru ta l, antiguo enemigo p ersonal de D em óstenes, abofetease a n u estro orad o r cuando desem peñaba en las fiestas D ionisias el n F. Levy, De Demosthenis FIe p I lín, 1919.

oovtcí^ ecoc;

oratione, Ber­

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cargo de corego de su trib u . E ste ataq u e dio lugar al Contra M idias (X X I). . El pueblo ateniense se negó a a c ep tar los sacrificios que D em óstcnes recom endara, y en el 348 a. C. cayo Olinto v fu e ro n d estru id as todas las ciudades de la C onfederación Olintíaca. Atenas, tras este desastre, se sintió n ecesitad a de paz; tam bién la recom endó el o ra­ d o r de P ean ia en Sobre la paz (V); y, curiosam ente, él m ism o v su encarnizado enemigo E squines fueron elegidos m iem b ros de la delegación que p a ra tr a ta r de ella se envió a M acedonia, a la corte d e Filipo. La paz an siad a se hizo realidad en el 346 a. C. _«Paz de F ilócrates»—, fecha tope en que hav que situ a r la redacción de la colección de los cincuenta y seis Proem ios (LVI) (cincuenta y ocho a juzgar p o r la p resen tació n que ofrecen de ellos los m anuscritos) que h an llegado h asta nosotros en el acervo de las o b ras de D em óstenes 12. Cuando n u estro o ra d o r pronunció el discurso Sobre la paz (V) estab a plenam ente convencido co n tra ria­ m ente a Isó c rates en su o b ra Filipo— de que el con­ flicto final y decisivo con el M acedonio sería inevita­ ble. Si se resignó a acep tar la paz, fue p orque veía el estado de aislam iento en que se h allab a Atenas, lo que anulaba to d a posibilidad de en c o n trar en la guerra una opción p o lítica m ás realista y oportuna. Dos años después de la paz, en el Segundo discurso Contra Filipo (VI), del 344 a. C„ justifica con los h e ­ chos realm en te ocurridos las advertencias p o r él ex­ p resad as y desoídas p o r sus conciudadanos, hace ver a sus co m p atrio tas que el objetivo ú ltim o de Filipo es la p ro p ia A tenas y term in a la alocución con u n a fu erte 12

A R upprecht , « D ie d e m o s th e n is c h e Prooem iensam m lung», 82 (1927), 365432; F . F ocke, Demosthenesstudien,

P h ilo lo g u s

S tu ttg a r t, 1929.

INTRODUCCIÓN GENERAL

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invectiva c o n tra E squines, a quien la política exterior de Atenas debe tan to s fracasos y d esafo rtu n ad as de­ term inaciones. Da la im presión de que D em óstenes sabe ya q ue próxim am ente te n d rá lugar el proceso co n tra su odiado enemigo. De la em b ajad a enviada p o r Atenas p a ra tr a ta r de la paz con Filipo su rgirá en el 343 a. C. el discurso Sobre la em bajada fraudulenta (X IX ), en que el de Peania acusa a su aborrecido adversario E squines de h ab e r desem peñado su m isión diplom ática de form a poco leal. E l acusado, en cuya defensa abogan E ubulo v Foción, p o r escaso m argen de votos resu ltó absuelto. E ste m ism o año, u n poco an tes del proceso co n tra E squines, H iperides, secundado p o r D em óstenes, lo­ gró que el trib u n al condenase a F ilócrates, colabora­ d o r de E squines, que había dado nom bre a la m encio­ n ad a paz. Dos años m ás tard e, en el 341 a. C., se fecha el dis­ curso Sobre los asuntos de Q uersoneso (V III), en de­ fensa de Diopites, a quien a tac ab a el p artid o prom acedonio de Atenas porque, al fren te de u n ejército, utilizando el Q uersoneso com o base de operaciones, se h abía in tern ad o en zonas de T racia que p erte n e­ cían a M acedonia. Poco después n u estro o ra d o r p ro ­ nuncia el Tercer discurso contra Filipo (IX), la m ás vigorosa, ap asionada y panhelénica de las F ilíp ica s13, im buida, bien es verdad, de un panhelenism o que no es favorable a Filipo, como el de Isócrates, sino, p o r el co n trario , fu rio sam ente antim acedonio. D em óstenes es en la Tercera Filípica el cam peón de la lib ertad que con el irre sistib le a rd o r de su p alab ra evoca el senti­ m iento de so lidaridad panhelénica y proclam a la ne-

13 W. Alexander, «Conclusión o f Demosthenes 'Philippica' 3», Cl. Bull. 36 (1960), 43-44.

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cesidad de q u e el p atrio tism o y el h o n o r inspiren y alienten to d a acción política. A p a rtir de este m om ento —estam os en el ano 342 a. C.— , la elocuencia enardecedora del de Peania reco rre las ciudades, ganando aliados p a ra Atenas en previsión del inm inente enfrentam iento con el Maccdonio. En el Cuarto discurso contra Filipo (X), o Cuar­ ta Filípica, cav a autenticidad, co n trariam en te a la opi­ nión vigente en el siglo pasado, hoy es plenam ente reconocida, el o ra d o r insinúa que incluso los persas po d rían llegar a u n irse a Atenas en la g u erra co n tra el m onarca d e M acedonia. Lo cierto es que m uchos estad o s de G recia (Corinlo, Acaya, Argos, Mesenia, Ar­ cadia, incluso Tcbas) se adhirieron a la Liga antim acedónica que capitanea la ciudad de Atenea, razón p o r la que, en tre o tras, los ciudadanos atenienses recom ­ pensaron a su bienhechor otorgándole u n a corona de oro en las fiestas Dionisias. Al m ism o tiem po, n u estro o ra d o r a ten d ía tam bién con gran celo a aspectos de nolítica in terio r, com o el rearm e de Atenas y la re o r­ ganización de las sinmorías. P ero cuando el M acedonio, aprovechando una o p o r­ tu n id ad de p e n e tra r en Grecia central que le b rin d o el Consejo Anfictiónico, cayó sobre la ciudad beocia de E latea —hech o que, al ser conocido, p ro d u jo en Atenas un trem en d o estu p o r m agníficam ente descrito en el discurso S obre la corona (X V III) 8 P lutarco, Vida de Demóstenes 11. 19 P s .-Plutarco, Vidas de los diez oradores 847 a-b; P ausa­ rías , I 8, 2.

INTRODUCCIÓN GENERAL

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La adm iración suscitada p o r D em óstenes e n tre los antiguos llega a su p u n to culm inante con H erm ógenes de Tarso, que le llam a «el o rador» p o r antonom asia; un siglo m ás tard e (s. iv), Libanio convierte al peanieo en o b jeto de estudio y m odelo de im itación. B ien es verdad, no o b stan te, que ya desde p ro n to contó nues­ tro o ra d o r con encarnizados enem igos. La re tó ric a del siglo II I a. C. le fue adversa en consonancia con la an tip atía que A ristóteles, p a rtid a rio de la causa macedonia, debía se n tir hacia el p atrió tico m aestro de o ra­ dores. Sin em bargo, su o b ra fue m uy apreciada por filólogos de la talla de Calim aco y Cleócares. E sta división de opiniones que m antuvieron defen­ sores y ad m irad o res p o r u n lado y d etra cto res p o r o tro se ha extendido a los tiem pos m odernos. De en tre los p artid a rio s y encom iastas del insigne peanieo en los siglos xix y xx cabe citar a B rédif, Pickard-Cambridge, Adams, C hrist, H artel, Pokorny, Clém enceau, etcétera; e n tre los d etracto res descuellan D ro y sen 20, a quien re m o n ta el aborrecim iento de los m odernos es­ tudiosos hacia D em óstenes, Spengel, Beloch, Meyer, W eidner, W endland, K essler, K a h rsted t, D rerup, a u to r de un tra b a jo que rezum a odio contra n u estro orador, un «libro de guerra», K riegsbuch, excesivam ente in­ fluido p o r las circunstancias políticas en que fue es­ crito 212*. El p u n to de p a rtid a de la constitución del corpus de n u estro o ra d o r se sitúa en la época del propio De­ m óstenes, que probablem ente publicó p a rte de sus discursos. Muy p ro n to p en e traro n en esta colección algunos —especialm ente forenses, aunque no de form a exclusiva— que no habían salido del cálam o de nues20 G. Droysen, Geschichte Alexanders des Grossen, Berlín, 1833; Geschichte des Hellenismus, Berlín, 1836. 22 E. D rerup , A us einer alten Advokatenrepublik, Paderborn, 1916.

discursos po lític o s

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tro orad o r. Así se explica que ya Dionisio de Halicarnaso re d u je ra el núm ero de discursos d en ó stem e o s reg istrad o s p o r Calimaco en los pinakes a veintidós políticos y veinte privados. S chaefer acepto únicam ente v « m i n J e d iscu rsos del to ta l de los tran sm itid o s S tílass tre in ta y tres. Hay que ten er en cu e n ta q u e^ p o r muy sob recarg ad a que nos parezca hoy la colección, nos faltan cinco o seis discursos que se leían en tiem po de Dionisio de H alicarnaso y de P lutarco. El orden de num eración de obras q u e se sigu las ediciones es el del m an u scrito F (M arcianas 416), de Venecia, acogido p o r D re ru p 22 en su estudio sobr las ediciones an tiguas de D em óstenes. Se estab lecen cu a tro fam ilias de e n tre los m an crito s que tra n sm ite n la o b ra de n u estro o rad o r. 1 p rim era incluye el Parisinus 2934 (S), del sig o x, e Laurenüanus, LVI, 9, 136 (L), de los siglos x iii -xiv , y el V indobonensis 70 (V in d . 1), del siglo xy E n la gunda fam ilia descuella el Augustanus, I W o w c e n s is 485, A), del siglo x; en la tercera, el Pa^ inus f ^ de los siglos x-xi, y el Laurentianus, LIX, 9, de la m 1 época; en la cu a rta, los m ás im p o rtan tes son el M arcianas 416 (F) y el B avancus (M onacensis 85 B) Contam os tam b ién p a ra la edición de n u estro orado con p apiros d escubiertos en Egipto, aunque de escaso valor en co n fro n tación con los m anuscritos, pues tra n s­ m iten en g eneral unas pocas líneas, m as o m enos mud iad as, de frag m entos de unos doce discursos ap ro ­ xim adam ente. E n las b ib lio tecas e sp a ñ o la s23 hay varios m anuscri­ tos que tra n sm ite n o b ras de D em óstenes: uno del si­ glo xiv (E sco rial 20), otro del xiv o del xv (S alam anca 22 E. D rerup , Antike Demosthenesausgaben, Supplem entBand VII, Philologus (1899), 533-588. 23 M. F ernández-Gauano , Demóstenes, Barcelona, , P

gina 295.

INTRODUCCIÓN GENERAL

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224), cinco del xv (S alam anca 231 y 243; E scorial 73 y 115; M adrid 4647) y dos del xvi (S alam anca 71; Esco­ rial 111). E n tre las ediciones m ás im p o rtan tes de D em óstenes a p a rtir del R enacim iento hay que c ita r las Aldinas (1504), las venecianas (1543), la de W olf (1572), la de Taylor (1748-1757), los Oratores A ttici de R eiske (Leip­ zig, 1770-1775) con la adición de un Apparatus criticas debido a S chaefer (Londres, 1822-1827); los O ratores A ttici de B ekker (B erlín, 1824); los O ratores A ttic i de B raiter-Sauppe (Zurich, 1838-1845); las ediciones de D indorf (Oxford, 1846-1851), p ro v istas de escolios; la de Voemel (1843, Didot); la d e B lass-Fuhr-Sykutris (T eubneriana, 1885-1914-1937); la de W esterm ann-M üller-Rosenberg (W eidm ann, B erlín, 1850 y sigs.); la de Rehdantz-Blass (T eubner, Leipzig, 1865 y sigs.); la de Weil (H achette, P arís, 1873, Harangues; 1877-1886: Plaidoyers P olitiques); la de B utcher-Rennie-PickardCam bridge (Oxford, 1903 y sigs.); la de W eil-Dalmeyda (París, 1912); la de C roiset-G ernet (Budé, P arís, 1924). De las trad u ccio n es al e s p a ñ o l24 de discursos de Dem óstenes podem os c ita r las siguientes: la de Arcadio de Roda (M adrid, 1872; la de J. F. V. J. D. M. (M adrid, 1820); la de la B iblioteca U niversal, anónim a (M adrid, 1902); la de Ju lián S autu, S .I. (s. 1, s. a.); la de M. Corom inas-E. M olist Pol, D em óstenes, D iscursos políticos, Barcelona, 1969; la de F. de P. S am aranch-J. Pallí B onet, Elocuencia griega, D em óstenes y E squines. Discursos com pletos, M adrid, 1969. E stan d o ya este volum en en prensa, apareció la excelente trad u cció n de algunos discursos de D em óstenes realizada p o r Em ilio Fernández-Galiano: D em óstenes, Discursos escogidos, M adrid, 1978.

24 M. F ernánbez-Galjano, op. cit., pág. 323. 3 5 .- 3

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DISCURSOS POLÍTICOS

P ara la p re se n te trad u cció n nos hem os atenido a d e Butcher-Rennie-Pickard-Cambridge, Dela edición Opera, Oxford C lassical Texts, 1903 y sigs. m osthenis

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ARGUMENTOS DE LOS DISCURSOS DE DEM ÓSTENES, POR L IB A N IO 1

Dado que, tú, M ontio, el n u s d estacad o de los procó n su les, a la m anera del hom érico A s te r o p e o a m b i d e x tr o en lo que i Libanio fue un o ra d o r y h o m b re de le tra s que nació en A ntioquía en el 314 d. C. C om pletó su educación en A tenas d u ran te cu atro años a p a rtir del 336 d. C. P o sterio rm en te ex­ plicó retó ric a en C onstan tin o p la y en N icom edia (340-46 d. C.). En esta ú ltim a localidad e n tró en co n ta c to con el fu tu ro san to Basilio y con el fu tu ro a p ó sta ta Ju lian o . D igam os de p aso que Libanio fue pagano de convicción y p o r los c u a tro c o sta d o s, y, adem ás, hipocondríaco y hechizado p o r las glorias del irre ­ petible p asado com o las heroicas figuras de la S egunda So­ fística. De él h an llegado h a sta n o so tro s sesen ta y c u a tro discursos que tra ta n de asu n to s cu ltu rales, p olíticos o m unicipales. Algu­ nos van dirigidos a em peradores o alto s cargos del G obierno. No todos fueron realm en te p ro n u n ciad o s. Se fechan estos dis­ cursos e n tre el 349 y el 392 d. € . E l estilo de ellos v aría m ucho de unos a o tr o s ; oscila e n tre el típ ico de los ejercicios sofís­ ticos y el p ropio de los p anegíricos oficiales. E videntem ente, el de tono m ás p erso n al es el q u e co ntiene su au to b io g rafía ( O r a d o 1), com puesto en el año 374 d. C. Y los m ás cargados de recursos retó rico s son el «encom io de A ntioquía» ( O r a tio 11) y la «m onodia sobre Juliano» ( O r a tio 17), que, resp ectiv am en te, com puso en el 360 y 364 d. C. T am bién nos legó Libanio u n a copiosísim a colección de c a r­ tas, cincuenta y u n a declam aciones escolares y n u m ero sas o b ra s m enores de m arcad o c o rte retó ric o . E n el año 352, prab ab lem en te, re d a c tó los A r g u m e n t o s d e lo s d i s c u r s o s d e D e m ó s te n e s , en los q u e h a sta h ace m uy poco tiem-

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concierne a los discursos, ocupas el p rim e r rango en la lengua de los rom anos y en su c u ltu ra reconocidam ente h a s alcanzado la preem inencia, v, por curo lado, de la cu ltu ra griega tam poco andas d espreocupado (com o que eres capaz de so b re sa lir en ella p o r la talla de tu n aturaleza), an tes bien, te dedicas en general a sus o rad o res v en p a rtic u la r al m ás p erfecto de ellos, Demersiones, y adem ás qu isiste que yo te escrib iera los ai a u ­ m entos de sus discurso s, aceptam os gustosos la orden (pues sabem os que p ro p o rcio n a m ás h o n ra que labor), y em pezarem os la com posición p o r la vida del o rad o r, no n a rrá n d o la de cabo a rab o (que eso es vano), sino haciendo mención de todos aq u e­ llos p u n to s que parecen c o n trib u ir a tina com prensión m ás exacta de los discursos. Así que, de D em óstenes, el o rad o r, el p adre fue D em óstenes, inatacab le por su linaje, al parecer, com o b asta E squines, que *i

po se basaba casi exclusivamente la fama del maestro de re­ tórica antioqueno. Ocupan los Argumentos de los discursos de Demóstenes en la edición teubneriana de R, Foerster (Libanii Opera, Leipzig, 1915) ochenta y una páginas. Van estos Argumentos precedidos de una dedicatoria al procónsul Montio, a la que siguen u n a sucinta Vida de Demóstenes y unas breves consideraciones sobre las especies de la retórica que conducen a la conclusión de que Demóstenes ejercitó la oratoria judicial y la exhortatoria, p e ro no la declamatoria o de aparato. i Era Asteropeo, el guerrero de talla descomunal que sobre­ salía entre aqueos y troyanos, hijo de Pelegón (y nieto de Axio, divinidad fluvial) y Peribea. Aparece como comandante de los peonios, aliados de los troyanos. Su yelmo lo obtuvo Esténelo en calidad de botín de guerra. Murió a manos de Aquiles. La presencia en Troya de este héroe al mando de los peonios aparece en litada XII 102-4; XVII 217, 352-55; su muerte a manos de Aquiles, en II. XXI 139-204; en torno a su coraza, cf. II. XXIII 560-62. La clave para entender nuestro texto está en un verso de la Ilíada en que se dice que Asteropeo manejaba con igual destreza el brazo izquierdo y el derecho blandiendo y arrojando la jabalina: II. XXI 163. La referencia al yelmo de Asteropeo, que pasa a poder de Esténelo, se encuentra en Quinto de E sm irna , Posthoméricos IV 587 y sigs. Mencionan también a este héroe, F ilóstrato (Heroico XIX 8) y Luciano (Contra el indocto 7).

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era su enemigo, testimonia; al menos, así lo ha dejado dicho con sus propias palabras: «su padre era Demóstenes de Peania, hombre libre, que no vale mentir»3. Como poseía un taller de esclavos fabricantes de armas, de ahí había adquirido el apodo de «espadero». Sin embargo, el linaje materno del orador no era, según dicen, puramente ático, pues Gilón, el abuelo de Demóstenes, desterrado de Atenas a consecuencia de una acu­ sación de traición, vivió por el Ponto, y allí se casó con una mujer de linaje escita, de la cual era hija la madre de Demós­ tenes, Cleobule. Por ello, algunos le han insultado en sus obras y, particularmente, Esquines, quien dijo que en ese caso era un escita, un bárbaro comportándose como griego por su lengua. Acerca de su linaje, pues, baste cuanto se ha dicho. Cuando su 3 padre le dejó huérfano era muy joven4, según afirman, de cons­ titución débil y enfermiza, de forma que ni frecuentaba la pa­ lestra, como todos los niños atenienses solían hacer. De aquí también le viene que, cuando se hizo hombre, fuese objeto de burlas por parte de sus enemigos a raíz de su blandura y que recibiera el sobrenombre de Bátalo. Pues se cuenta que hubo un tal Bátalo de Éfeso, flautista, el cual fue c! primero que usó en escena sandalias de mujer v cantó afeminadas canciones y de una manera general emblandeció el arte; por eso, a los re­ lajados y afeminados los llamaban Bátalos. Se dice que Demóstenes derivó de aquí su profuso y vehe- 4 mente impulso hacia los discursos: Calístrato5 era un famoso orador ateniense; éste iba a defenderse en un juicio por delito contra el estado, cuentan (imagino que era el del asunto de Oropo). Entonces, Demóstenes, que era un niño, pidió al criado encargado de su tutela que le permitiese asistir al juicio; y él se lo permitió. Y tras haber oído !a causa, en tal disposi­ ción entró, que a partir de aquel momento todas sus horas libres las dedicó a los discursos. Se valió del magisterio de Ise o 6, orador muy inteligente, y cuando fue inscrito en la lista de los 3 Cf. E squines, III 171. P lutarco, Demóstenes 4. 4 Cf. P lutarco, Demóstenes 4. 5 Cf. Plutarco, Demóstenes 5. Calístrato, a ra íz del a su n to de Oropo, había sido acusado de traición. Cf. Demóstenes, Contra Midias 62. Estaba también implicado Cabrias en este proceso. « D io n isio de H alicarnaso, Iseo 20.

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varones mayores de edad, al punto entabló litigio contra sus tutores por haber administrado mal su hacienda. Y pudo con ellos pero no le fue posible recuperar todos los bienes que 5 había perdido. En cuanto a los discursos dirigidos contra sus tutores, hav quienes dicen que son de Iseo y no de Demostenes, basando su desconfianza en la edad del orador (pues tema ieciocho años cuando pleiteaba contra ellos) y porque, de alguna manera, los discursos en cuestión revelan el estilo de Iseo. Otros opinan que fueron compuestos por Demostenes, aunque corregidos por Iseo. Pero nada de extraño tiene que Demostenes pudiera va a esa edad componer discursos de esa cate­ goría (pues su posterior primacía es otra confirmación e c o v que, a partir del eiercicio que a tan temprana edad realizo bajo el control de su maestro, hnva imitado en muchos luga­ res de su obra los rasaos característicos de aquél. Como quiera que sea, desnués de esos pleitos, avanzando un poco en eda , se dio a la sofística y, luego, apartándose de ese menester, se dedicó a la actividad de abogado defensor ante los tribunales. Y sirviéndose de esas funciones como si fueran ejercicios gim­ násticos, terminó entregándose a dirigir el partido popular y a la política. Aún hav que recordar también aquellos otros detalles, a saber, que era tartamudo, defecto natural de su lengua, y un tanto débil de aliento; por uno y otro motivo resulto que a ofrecer al público sus flojísima actuación no alcanzase fama, al principio, por sus discursos. Por ello también, al que le pre­ guntó qué era la retórica, le respondió que una representación, enfadado porque a causa de ella parecía él inferior a los bas­ tante malos. Pero también esos defectos a fuerza de pr etica los corrigió, al igual que todas las demás menguas que le obs­ taculizaban para el ejercicio de la oratoria publica. Pues bien, era, al principio, timorato y asustadizo ante los alborotos del público, hasta el punto de que inmediatamente cedía ante e os. Por eso cuentan que él observaba cuándo se producía un viento furioso y la mar se encrespaba con fuerza y entonces, paseando a lo largo de las playas, pronunciaba sus discursos y con el bramido del mar se acostumbraba a soportar los abu7 ebeos del público. Se recuerdan de él, también, su aposenta­ miento en habitáculos subterráneos y las desusadas afeitaduras

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que se hacía con el fin de no dar un paso fuera de la habita­ ción de su casa por miedo a la vergüenza. Y que ni por las noches dormía, sino que se las pasaba trabajando en sus dis­ cursos a la luz del candil. Por eso, precisamente, Piteas en son de burla dijo que los discursos de Demostenes olían a candiles, y a él le respondió Demostenes con finura y, a la vez, con mor­ dacidad: «sé que te entristezco encendiendo candiles», pues a Piteas se le había acusado de robar túnicas por las noches. Y, además —como todos reconocen—, se aplicaba a beber agua para hacer gala de un raciocinio más despierto. También se nos ha transmitido la noticia de que en cierta ocasión colgó del techo la espada y que, en pie, debajo de ella peroraba. Y hacía tal por la causa siguiente: al pronunciar los discursos solía mover el hombro de forma inconveniente; así que suspendió la espada de modo que quedase encima de su hombro, rozán­ dole la piel, y de esta manera, por miedo a que le hiciese un tajo, fue capaz de mantenerse en la postura adecuada. Es necesario referir también cómo marchaba la política de 8 Grecia y Atenas cuando Demostenes se consagró a dirigir el partido popular. Los tebanos, tras vencer a los lacedemonios, que eran los gobernantes de Grecia y que poseían el mayor poder, en Leuctra, pueblo de Bcocia, ellos mismos avanzaron hasta conseguir fuerza, y poco después entablaron una guerra contra los forenses. Eran los focenses una nación limítrofe con Beocia, que Unía veintidós ciudades. Éstos atacaron y saquea­ ron el templo de Apolo Pitio, que se encontraba cerca; por esa razón precisamente los ■ébanos rompieron las hostilidades contra ellos. Luchaban también los atenienses en la guerra llamada «de los aliados»: pues los quiotas, los rodios y bizantinos, que antaño fueran súbditos de Atenas, en esta ocasión se coliga­ ron, hicieron una alianza y luchaban contra ellos. Y de este modo Grecia quedó dividida en muchas fracciones: los ate­ nienses luchando contra los antedichos, los tebanos contra los focenses, y los lacedemonios contra los peloponesios. Fue en 9 esa coyuntura cuando Filipo, hijo de Amintas, llegó a ser rey de Macedonia. Pues Amintas, rey de Macedonia, tuvo tres hijos de la iliria Eurídice: Alejandro, Perdicas y Filipo. El mayor de ellos, Alejandro, murió asesinado a traición, y Perdicas, lu­ chando contra los ilirios; Filipo, el más joven, estaba casual-

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mente como rehén en Tebas, y cuando se enteró de la muerte de Perdicas, escapó a escondidas, llegó a toda prisa a Macedonia y allí se hizo con el poder. Los atenienses, por su parte, entonces, intentaban poner en el trono, valiéndose de un gran contingente de soldados, a otro personaje, que era de la fa­ milia real y había sido desterrado de Macedonia. Filipo les atacó y les venció en una batalla. Y a cuantos atenienses cogio prisioneros, los soltó sin pago de rescates, no por benevolencia hacia la ciudad ni por moderación de carácter...

SOBRE LAS PARTES DE LA RETÓRICA

Son tres las partes de la retórica: declamatoria, judicial y deliberativa; pues bien, en las dos últimas fue supremo lucha­ dor, la judicial y la deliberativa; en cambio no tenemos de él discursos de aparato. Pues los que se presentan como tales no hay que creer que sean de Demóstenes. el «fúnebre» y el «amoroso», ya que distan mucho de tener la fuerza propia del orador. Y no exponemos nuestra opinión, sino que ése también es el parecer de Dionisio de Halicarnaso. Porque se reconoce que Demóstenes pronunció un discurso fúnebre; pero no es lógico que el que se conserva sea el pronunciado por él, pues es muy mediano y flojo. Y de sus discursos deliberativos, unos tienen este título precisamente, «deliberativos»; otros, por el contrario, sin serlo menos, se titulan «filípicos», denomina­ ción adquirida por el hecho de que han sido pronunciados sobre el tema de los asuntos de Filipo; y cada uno de los filí­ picos tiene su propio título de acuerdo con la peculiaridad de cada uno de los asuntos en ellos tratados.

I-II-III

LOS «OLINT1ACOS» *

INTRODUCCIÓN

Olinto, antigua colonia griega situada en el istm o de Palene, en la Calcídica, en tró a fo rm a r p a rte de la Liga Ático-Délica en el 475 a. C. Pero p ro n to se rebeló co n tra el im perialism o ateniense y no sólo rechazó el yugo de la hegem onía de Atenas, sino que, adem ás, en plena g u erra del Peloponeso ayudo decididam ente a los enem igos de sus antiguos aliados y contribuyó en gran m edida al éxito de la expedición que en el 424 a. C. em p ren d iero n los espartanos, com andados p o r B rásidas, y que iba dirigida c o n tra las colonias y pose­ siones de Atenas en Tracia. P ero unos años m ás tarde, O linto com probó que si la alianza con Atenas era una carga onerosa, no lo era m enos la aceptación de la soberanía de E sp arta . F ru to de esta experiencia fue que desde el año 395 a. C. la ciudad calcídica fuese gestando su pro p ia autonom ía y acrecen tan d o poco a poco su poder. Así se decidió Olinto a co n vertirse en cabeza de la confederación de ciudades griegas situ adas en la Calcídica. P ero dos de * Bibliografía en Lustrum 14 (1969), Gotinga, 1971.

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estas ciudades, A canto y Apolonia, se negaron a re n u n ­ ciar a su p ro p ia independencia y pidieron a E sp arta que interviniese en su favor. Del 383 al 379 los esp ar­ tanos, a instan cias de A m intas, que antaño fu e ra rey de M acedonia, atacan la ciudad de Olinto y term in an p o r obligarla a p ed ir la paz y a c ep tar la suprem acía de E sp arta. Pero la b a ta lla de L euctra (371 a. C.) dio fin a la hegem onía e sp a rta n a en Grecia. De nuevo Olinto se sintió lib re y volvió a sus viejos planes de fo rm a r y encabezar una confederación de ciudades calcídicas. Surge entonces u n nuevo enem igo que se opone a tal em presa: A tenas, que en esta época está em peñada en fo rm ar una nueva confederación m arítim a, rem edo nostálgico de la ático-délica. En el año 364 a. C., Tim o­ teo conquistó veinte ciudades de la zona en que la liga calcídica iba a te n e r su n a tu ra l asentam iento, p ero no pudo ap o d e rarse de Olinto. É ste es el m om ento (año 379 a. C.) en que aparece en escena Filipo II de Ma­ cedonia; ya estam o s tra ta n d o el am biente histórico que reflejan los tres D iscursos Olintíacos de Demóstenes. R establece Olinto u n a vez m ás la confederación de ciudades calcídicas y de nuevo com ienza a engran­ decerse, dos m otivos de preocupación p a ra el rey macedonio. El año 358 a. C. regresa Filipo victorioso de la cam ­ p añ a c o n tra ilirios y peonios e inesperadam ente pone sitio a Anfípolis, ciudad que tom a a traición un año m ás ta rd e (357). Los olintios com prenden que el rey m acedonio no ta rd a rá en atac arle s y envían em bajadores a Atenas p a ra solicitar u n a alianza. Pero en la capital del Ática el oro de Filipo h a em pezado a su rtir efectos y los atenienses d espiden a los em bajadores olintios sin ni siquiera escucharles. Se le ocurre, entonces, a Filipo em p ren d er u n a hábil política con los olintios, indig­

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nados con los atenienses. M aquiavélicam ente finge el joven m o n arca deseos de e n tra r en alianza con ellos, les cede el estrech o de A ntem unte y les p ro m ete Potidea, ciudad que conquista (los atenienses llegaron ta rd e en su ayuda) y entrega a Olinto (año 356 a. C.). A m parándose Filipo en la falaz alianza recién con­ cluida con la im p o rtan te ciudad de la Calcídica, inicia u n a cam paña c o n tra los tracios, de la que volvió, una vez m ás, vencedor. Luego a tac a de nuevo a ilirios y peonios (355 a. C.), los venció, y dos años m ás tard e ocupa A bdera y M aronea, dos ciudades griegas em pla­ zadas en Tracia, y destruyó M etone, ciudad griega alia­ da de A tenas. De este m odo, p o r o b ra de Filipo los atenienses se vieron despojados de todas las ciudades de T racia y M acedonia que e ra n sus aliadas. P ero, a p esa r de todo, aú n siguen considerándose defensores de la lib ertad de Grecia, razón p o r la cual en el año 352 a. C. o cu paron las T erm opilas e im pidieron a Fi­ lipo, que acab ab a de d e rro ta r a los focenses, e n tra ra en Grecia. La h o stilid ad m u tu a e n tre M acedonia y Ate­ nas es ya, a p a rtir de este m om ento, n o to ria y decla­ rada. Fue entonces cuando Olinto cayó en la cuenta de la infiabilidad de la política del m onarca m acedonio, y a raíz de este convencim iento re cu rrió a A tenas, con la que firm ó en el 352 a. C. u n trata d o de paz. Un año m ás ta rd e (351 a. C.) la resp u esta de Filipo fue, com o era de esp erar, cau ta pero firm e: puso en m arc h a su segunda expedición a Tracia y, de paso, dejó que su ejército se exhibiera ante las ciudades de la confede­ ració n calcídica, lo que no e ra m ás que u n a am enaza velada. Ese m ism o año el p ad re de A lejandro Magno p en etró en Iliria, invadió el E p iro y atacó al rey de los m olosos. E n el 350 a. C. los olintios piden a los ate­ nienses que les proporcionen caballería capaz de h acer fren te a los ataq u es m acedonios que ya esperan. Pero

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en la p ro p ia ciu d ad de Olinto el oro de Filipo causa estragos: Apolónides, irreconciliable enem igo de la po­ lítica ex p ansionista de M acedonia y dirigente del p a r­ tido p atriótico, su fre el exilio. Sólo faltaba ya el casus belli, la chispa q u e desencadenara las ya previsibles hostilidades. Y, n atu ra lm e n te , no tard ó en p re sen tarse la ocasión: A rrideo, h erm a n astro del rey de M acedo­ nia, perseguido p o r éste, se refugió en Olinto, donde se le otorgó la sacro san ta protección debida a los huéspedes suplicantes. La reacción no se hizo esp e rar. Filipo, al m ando de u n ejército, llegó al p u n to a los m u ro s de Olinto. Los h ab itan tes de esta ciu d ad se n e­ garon a traic io n a r al huésped religiosam ente acogido y se decidieron a re sistir los ataques del M acedonio. Y en el año 349 a. C. enviaron u n a em b ajad a a A tenas p ara p a c ta r con este estado u n a firm e alianza. P ero Atenas e s tá exhausta y sus ciudadanos sum idos en el m ás com pleto desánim o. La ciudad que antaño fu e ra defensora de la lib ertad de Grecia h ab ía pasado p o r dos g u erras co ntem poráneas que la h u n d iero n en el m ás d esastro so letargo: la g u erra c o n tra Filipo, su r­ gida a raíz de la tom a de Anfípolis p o r p a rte del Ma­ cedonio, y la G u erra Social, prom ovida p o r la defección de Quíos, Cos, R odas y Bizancio, guerras que acab arían fatalm en te p a ra los atenienses. T ras la p rim era, perdió la ciudad de A tenea sus posesiones en la costa tracia; con la segunda, que d u ró dos años, se disolvió la liga m arítim a. Am bos desastres rep ercu tiero n n ecesaria­ m en te en el ru m b o de la política futura. El pueblo, h a rto de g u erras, reducido a precarias condiciones eco­ nóm icas, aceptó con gusto la dirección del p artid o p a­ cifista encabezado p o r Eubulo. La paz e ra el único in terés en estos m om entos y la política económ ica iba dirigida a h alag a r a los apáticos ciudadanos m ediante la creación de fondos especiales p ara espectáculos y fiestas. A d u ras penas se p ro d u jero n algunas acciones

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co n trarias, com o la presencia de los atenienses en las Term opilas p a ra c o rta r el paso a Filipo, y, cuando tuvieron lugar, la m ayoría de las veces re su lta ro n va­ nas, así, p o r ejem plo, la fam osa em p resa del ataq u e a E u b ea en el 350 a. C. Se com prenderá, pues, fácilm ente que en el 349 a. C. el pueblo a c ep tara la alianza p ro p u e sta p o r O linto, pero, al m ism o tiem po, no estu v iera dispuesto a sacri­ ficar ni su paz, n i su tran q u ilid ad , ni su com odidad, valores que estab a decidido a d efen d er a u ltran za. Se adm itía en ta b la r u n a alianza con Olinto, p ero sin re­ n u n ciar p o r ello al dinero público, y con la condición de no tu rb a r la sag rada m olicie del ciudadano ate­ niense a base de cam pañas m ilitares en el exterior. Q uienquiera p lan tease la cu estió n de disponer, p a ra em presas bélicas, del dinero d estin ad o a m ás placen­ teras ocupaciones, com o las fiestas y los espectáculos, sería castigado con la pena de m uerte. P o r tan to , es fácil colegir la ru in a de la econom ía pública ateniense, si, p a ra h acer fren te a las cam pañas, A tenas se veía obligada a valerse de tro p as m ercen arias. E n efecto, las arcas del estado iban sintiendo día a día los re su l­ tados de tan d eseq u ilibrada política. Y, p o r o tro lado, la ineficacia de las tro p as m ercen arias que su p lan ta­ ban a los indolentes ciudadanos es cosa que huelga com entar. P ero como, adem ás, el pueblo ateniense exigía al estad o el sagrado d eb e r de pag ar a los p obres sus diversiones y festejos, la situación no podía se r ni m ás catastró fica ni m ás desesperada. E n estas circu n stancias sale a la p ale stra de la ac­ tividad p ú blica la figura del joven D em óstenes. Pese al d esastre de E ubea y la condena de Apolodoro p o r h ab e r p ro p u esto p atrió ticam e n te en el año 350 a. C. u n a cesión de fondos públicos d estinada a re m e d iar el m encionado fracaso, todavía el p artid o de la oposi­ ción a la política de E ubulo no h abía sido reducido al 3 5 .-4

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silencio. Y el m ás joven y ard ie n te defensor de este n artid o era a la sazón n u estro orador. Con los D iscursos O lintíacos O em ostenes no se limita b a a en ard ecer a los atenienses p a ra que re lanzasen con denuedo a u n a seria ofensiva c o n tra Filip , fendía adem ás, la alianza con Olinto, y tra ta b a de m os­ trar a sus c o n d u d a d an o s la gravedad de las am enazas a u e sobre ellos p en d ían y los rem edios de que debet L valerse p a ra c o n ju ra r tales o re n d e r u n a acción ca ra al exterior —e sta es la tesis del o rad o r— se hace necesaria u n a inm ediata re fo rm a de b u en n ú m ero de asuntos in tern o s. . E l Olintíaco prim ero fue pronunciado p P de la llegada de los em b ajadores de O linto con el enc L g o d 7 so licitar alianza y ayuda p a ra defenderse de Filino E l pu eb lo ateniense h ab ía aceptado ya a za en v irtu d de lo cual D em óstenes da este hecho p o r establecido y lo considera favor de los dioses. T endrá M enas p o r ta n to , la posibilidad de co m b atir con ra el rey contando con el apoyo de u n im p o rtan te ab ad sin q ue el te rrito rio del Ática sea escenario de las b a ­ tallas É sta es la razón p o r la que n u estro o ra propone que se envíen dos ejércitos form ados p o r ciu­ dadanos, un o a defender Olinto y las dem as ciudades de la Calcídica, el o tro a saquear el te rrito rio e rey m acedonio con el fin de h o stig ar continuam ente a F Upo e t a p e d i r de este m odo que d irija u n a cam pana c o n tra O hnto. De esta guisa in ten ta D em óstenes salva a Atenas ap ro vechando u n a in esp erad a ocasión que p o r si m ism a se ha ofrecido. N uestro o ra d o r in siste en la n ecesidad de ac tu a r inm ediatam ente p a ra d esaprovechar las circunstancias favorables que se h an p resen tad o d e fo rm a espontánea. No hay opcion: o se contiene a Filipo en la Calcídica o, en - - ^ t r a n o , los atenienses te n d rá n que habérselas pro p io te rre n o del Ática.

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Pero p a ra llevar a cabo los planes p ro p u esto s se requieren fondos económ icos. Si no se acep ta em plear las sum as destin ad as a los espectáculos públicos p a ra el noble fin de d efender a la p a tria , no h a b rá m ás re ­ m edio que re c u rrir a fuertes contribuciones. P or lo dem ás, el rey de M acedonia, según sugiere D em óstenes, es vulnerable y la situación general de su política no está en el m ejo r m om ento: de los tesalios no puede fiarse y los príncipes b á rb a ro s cuyos reinos lindan con M acedonia no h an dejado de c o n stitu ir u n a am enaza seria y u n peligro siem p re inm inente. Pese a la bu en a fe y optim ism o del orad o r, los atenienses, com o cabía esp erar, se co n ten ta ro n con enviar en socorro de sus aliados dos m il p eltastas m er­ cenarios y tre in ta trirrem es. Así que, a n te sem ejante fracaso, D em óstenes se vio obligado a to m a r la p alab ra no m ucho después. E n esencia rep ite en su Olintíaco segundo los ya m encionados argum entos de la o p o rtu ­ nidad que h a sido enviada p o r los dioses y la necesi­ dad de co m b atir a Filipo. H ace hincapié, sin em bargo, en la debilidad del m onarca m acedonio, la urgencia de so co rrer a Olinto y la conveniencia de an im ar a los tesalios p a ra que se rebelen c o n tra Filipo. E n sum a, es­ tam os an te una arenga, u n a invitación a cum plir los planes ya suficientem ente explicitados. E n treta n to , el rey de M acedonia interviene en Te­ salia expulsando de Feras al tiran o Pitolao. E n esta ocasión las tro p as m ercenarias enviadas p o r Atenas y los olintios se im pusieron a los soldados de Filipo, lo que constituyó, en opinión de los atenienses, u n im ­ p o rtan te y definitivo triunfo. Pero d istaba ello m ucho de ser así. A su regreso de Tesalia, invadió Filipo de nuevo la Calcídica con un num eroso ejército y bien pro n to tom ó tre in ta y dos ciudades, venció en dos batallas a los olintios coligados con los m ercenarios

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enviados p o r A tenas y com andados p o r C aridem o, y, p o r ú ltim o, se p lan tó fren te a Olinto. Los olintios deciden re sistir y envían, u n a vez m as, em b ajad o res a A tenas en petición de ayuda y con el encarecido ruego d e que en ta n decisivo m om ento no les abandonen. Y añ aden la recom endación d e que las tro p a s expedicionarias que sean enviadas e n su so­ co rro estén fo rm ad as p o r ciudadanos atenienses y no, com o h a sta entonces, p o r m ercenarios. D em óstenes, a la vista de estos hechos, pro n u n cia su Olintíaco tercero y en él expone de nuevo, p ero en esta ocasión con m ayor insistencia, las dos condicio­ nes necesarias p a ra que el estad o p u ed a reh acerse y a fro n ta r la situ ació n con posibilidad de éxito. Se tra ta de llevar a cabo dos reform as, u n a política y o tra m i­ lita r, a saber, e c h ar m ano de los fondos p a ra espec­ táculos y obligar a todos los ciudadanos a cu m p lir el servicio m ilitar. E s ta ú ltim a p ro p u e sta se cum plió; al m enos, se reclu tó u n ejército de e n tre los ciudadanos, p ero no así la p rim era; p o r el contrario, h a sta tres años m ás tard e no hubo form a de em plear p a ra usos m ás ap rem ian tes el dinero destinado a los espectácu­ los. E l propio o ra d o r en este discurso no anuncia ab iertam en te la m edida consistente en u tiliz a r tales fondos p a ra g astos m ilitares, sino que se co n ten ta con su g erir la creación de u n com ité legislativo que se en­ cargue de a b ro g ar la ley que im pide h a b la r librem ente so b re ta n im p o p u la r tem a. E l año 348 a. C. cayó Olinto en p o d er de los macedonios. N u estro o ra d o r h ab ía predicado en el de­ sierto.

0LIN T1A C0 PRIM ERO

ARGUMENTO DE L IB A N IO

Olinto era una ciudad de Tracia; de linaje griego eran sus 1 habitantes, procedentes de Caléis, en Eubea; Calcis era colonia de los atenienses. Muchas y famosas fueron las guerras de Olinto. Pues luchó contra los atenienses en tiempos antiguos, cuando éstos eran los gobernadores de Grecia, y luego con los lacedemonios; con el tiempo alcanzó gran poder e impuso su autoridad sobre las ciudades congéneres, pues en Tracia había mucha población de estirpe calcídica. Con Filipo, rey de los 2 macedonios, hicieron los olintios una alianza; y luchando en colaboración con él contra los atenienses al principio (después de haber recibido del Macedonio Antemunte, ciudad que se disputaron macedonios y olintios, y Potidea, que, en posesión de los atenienses, fue reducida por Filipo y entregada a los olintios), luego empezaron a sospechar del rey, al ver que su engrandecimiento era rápido y considerable, pero sus planes no eran de fiar. Esperando, pues, a que se ausentara, enviaron embajadores a los atenienses y disolvieron la guerra que contra ellos habían emprendido, cosa que hacían burlando los acuer­ dos convenidos con Filipo; pues habían acordado que lucha­ rían en común contra los atenienses y que si decidían otra cosa, en común lo pactarían. Y Filipo, que hacía tiempo que 3 necesitaba un pretexto para atacarlos, echó mano de ése, y llevó la guerra contra ellos por haber trasgredido los acuerdos y haber concertado amistad con sus propios enemigos. Ellos, entonces, enviaron embajadores a Atenas en petición de ayuda, a éstos les apoya Demóstenes con su discurso, exhortando a

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sus conciudadanos a so co rrer a los olintios. Y afirm a que la salvación de O linto es la seguridad de A tenas; pu es si los olintios se salvan, Filipo n unca llegará al Á tica; a n te s bien, los atenienses te n d rá n la posibilidad de enviar u n a flo ta co n tra M acedonia y allí h a c e r la g u e rra ; p ero si e sta ciu d ad cayera en m anos de Filipo, queda expedito p a ra el rey el cam ino p a ra a ta c a r Atenas. Y añ ad e que ni Filipo es tan difícil enemigo com o se le ha supuesto, infundiendo así valor a los atenienses p a ra atacarle. H abla tam bién, m edian te discusión, de las finanzas públicas, y aconseja co n v ertirlas en fondos del e jé te ito en vez de asigna d o n e s p a ra los espectáculos. Y com o la co stu m b re p o r la que se regían los atenienses no e stá clara de antem ano, es necesario explicarla. Como antig u am en te no ten ían te a tro de p ied ra, sino co n stru id o a base d e bancos de m ad era ensam blados, y todos se ap resu rab an a coger sitio en él, se p ro d u cían b o fetad as y h asta, a veces, h eridos. Con el pro p ó sito de im p ed ir eso, los m ag istrad o s de! p ueblo ateniense hicieron que la s plazas se vendieran, y era necesario que cada uno ap o rtase dos óbolos y tra s h a b e r hecho este dep ó sito asistiese al espectáculo. Pero p a ra que no p areciera que los p o b res su frían u n a carga p o r este gasto, se m an d ó que cada uno to m ase del h erald o público los dos óbolos. Así que, de esta p ráctica, com enzó la c o stu m ­ b re ; y se avanzó en ella b a sta u n grado tal, que n o sólo co b ra b a n p a ra los asien to s del te a tro , sino que, p u ra y simple5 m ente, se re p a rtía n los fondos del estad o en su to talid ad . De ello resu ltó ta m b ién que se hicieron m orosos en cuestión de servicio m ilita r; pues a n tañ o , cuan d o estab an en servicio de arm as, recibían u n sueldo que les su m in istra b a la ciudad, p ero en el tiem po de este discurso, perm aneciendo en la p a tria en m edio de espectáculos y fiestas, se re p a rtía n los fondos; pues ya no q u erían sa lir ni exponerse, sino que incluso legislaron acerca de esos fo n d o s p a ra in v e rtir en espectáculos, am enazando con la pen a de m u e rte a q uien p ro p u sie ra restab lecerlo s p a ra la an tig u a función y así se convirtiesen en dinero p a ra la guerra. P o r esa razón, D em óstenes precav id am en te toca el consejo acer­ ca de ese p u n to , y preg u n tán d o se a sí m ism o: «¿Tú propones que ese dinero pase al cap ítu lo de los gastos bélicos?», responde;

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«Por Zeus, al m enos yo, no.» H a sta a q u í lo del a su n to del din ero p a ra espectáculos. D iscute el o rad o r tam b ién el a su n to de un ejército de ciudadanos, y pide que ellos en perso n a em p ren d an la cam p a ñ a y no p resten la ayuda valiéndose de e x tra n je ro s, com o estab an aco stu m b rad o s a h a cer; pu es eso dice que es la causa del desas­

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tre de sus em presas.

M ucho dinero daríais gustosam ente a cam bio, a i m i m odo de ver, varones atenienses, si os re su lta ra clara la política fu tu ra conveniente a la ciudad en los asu n to s que ah o ra m ism o estáis considerando. Y dado que ello es así, in tere sa que q u eráis p re s ta r diligente oído a quienes desean aconsejaros. Pues no sólo si alguien se p re sen ta con un proyecto bien p rep arad o , lo acep taríais tra s hab erlo oído, sino que, adem ás, es­ tim o que fo rm a p a rte de v u estra b u en a su erte que a algunos en el m om ento se les o cu rra p la n te a r ab u n ­ dan tes sugerencias de las que se necesitan, de m odo que de e n tre to d as os resulte fácil la elección de lo a u e conviene. E n cuanto a la p resen te ocasión, ate- 2 nienses, sólo le falta p ro d u cir sonido articu lad o p a ra d ecir que de los asuntos de allí vosotros m ism os tenéis que h aceros cargo, si es que pensáis en su salvaguar­ da. P ero nosotros, no sé qué tipo de ap titu d a d o p ta­ m os con resp ecto a ellos. Mi opinión personal, al m e­ nos, es que votem os al pu n to u n a expedición de auxilio y que nos p rep arem o s lo m ás rá p id a m en te posible p a ra ay u d ar desde aquí (y no os o c u rra ju stam en te lo que ya antes os h a o currido) y enviem os u n a em b ajad a q ue se encargue de com unicar esos propósitos y atien ­ da a los acontecim ientos; que eso es, sobre todo, lo 3 que infunde m iedo, que h o m b re sin escrúpulo com o es y hábil p a ra aprovecharse de las circunstancias, unas veces cediendo, cuando se tercia, o tra s am enazando (y

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con razón en sus am enazas puede re su lta r convincen­ te), en o tra s ocasiones desacreditándonos a nosotros y a n u e stra no intervención, llegue a encauzar y en tre sa­ c a r p a ra su p ro p io provecho algo de la situación ge 4 neral. Pese a todo, pensando con p erfec ta lógica el p u n tó m ás d u ro de com batir de la posición de Fi ipo es tam bién el m ás favorable p ara nosotros; pues, p o r el hecho de que él, una sola persona, sea responsable de todo, lo decible y lo secreto, y, al m ism o tiem po, general, dueño y ad m in istrad o r, y en todo lu g ar este al fren te de su ejército, en lo que se refiere a la ges­ tió n rá p id a y o p o rtu n a de la g u erra nos lleva m uc a v en taja; pero en relación con los arreglos que de buen grado estab lecería con los olintios, su situación es la 5 co n traria. Pues p a ra los olintios es claro que ah o ra no están luchando p o r gloria ni por u n a porción de te rri­ torio, sino p a ra ev itar la destrucción y esclavitud de su p atria ; y saben lo que hizo con aquellos anfipohtas que a traición le en treg aro n la ciudad y con aquellos pidneos que a h u rta d illa s le ab riero n las p u e rta s , y en general, p a ra los gobiernos dem ocráticos el p o d er ab soluto es o b je to de desconfianza, en p a rtic u la r 6 cuando se tra ta de u n a región vecina. Así que, enten­ diendo bien esos hechos, varones atenienses, y an a­ diendo todas las dem ás reflexiones al caso convenien­ tes, os digo que es necesario h acer esfuerzo de voluntad y exaltarse m ovidos p o r el enojo y aten d e r a la g u erra ah o ra m ás que nunca, ap o rta n d o dinero anim osam en­ te, saliendo p erso n alm en te al cam po de b a ta lla y no dejan d o n ad a en el aire. Que ya no os queda razón m 7 p retex to p a ra no q u erer realizar lo debido. Pues en i i Refiere el escoliasta que Filipo no era partidario de re­ compensar a los traidores, pese a haber recibido beneficio de su traición. Así lo demostró mandando ajusticiar a quienes le abrieron las puertas de Anfípolis y de Pidna.

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esta ocasión precisam ente, lo que todos an d ab an di­ ciendo h a sta estas fechas, que e ra necesario que los olintios h icieran estallar la g u erra co n tra Filipo, se h a pro d u cid o esp o n tán eam ente y, adem ás, de la m an era que m ás favorable os podría re su lta r. P orque si h u ­ b iera n em prendido la g u erra p o r haceros caso a vos­ otro s, escurridizos aliados h u b iera n sido y tal vez esa decisión la h ab ría n tom ado h a sta cierto punto; m as u n a vez que su odio procede de sus personales m oti­ vos de queja, es n a tu ra l que m antengan firm e su hos­ tilid ad en pro p o rción a sus tem o res y sufrim ientos. Así que, varones atenienses, no hay que d e ja r p a sa r 8 u n a o p o rtu n id ad de tal calibre que se os h a p re sen ­ tado p o r sí m ism a ni su frir el m ism o fracaso que ya antes m uchas veces habéis sufrido. Pues si cuando re ­ gresam os de llevar ayuda a los e u b e o s2 y se llegaron a esta trib u n a los anfipolitas H iérax y E s tra to c le s 3, que nos ex h ortaban a h acem o s a la m a r y encargam os 2 El año 357 a. C„ Eubea se vio sometida a fuertes discor­ dias internas que, por intervención de Tebas, se convirtieron en guerra abierta. Eretria, ciudad de esta isla, pidió ayuda a Atenas, y, a instancias de Timoteo, los atenienses enviaron rá­ pidamente un ejército de socorro a las órdenes de Diocles. Tenía, por entonces, el orador veinticuatro años y contribuyó a la mencionada expedición compartiendo con otro ciudadano los gastos de una nave trirreme. La enérgica intervención de Atenas en la isla vecina no tardó en dar su apetecido fruto, al cabo de treinta días se restableció el orden, Eubea volvió a entrar en la liga ateniense y los tebanos fueron expulsados de allí. 3 En el 357 a. C., Anfípolis, ciudad de Macedonia oriental, situada junto al confín de Tracia, al borde de la desemboca­ dura del Estrimón, ante la seria amenaza de Filipo, envió a Atenas a Hiérax y Estratocles con el encargo de solicitar ayuda. Pero los atenienses no hicieron caso a esta embajada. En cuanto a Estratocles, sabemos que Filipo lo desterró inmedia­ tamente después de haber tomado Anfípolis. Cf. M. N. T od, Greek historical Inscriptions, II, Oxford, 1948, pág. 150.

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de su ciudad, h u b iéram os puesto en juego no sotros p o r no so tro s m ism os el m ism o celo m o strad o p o r a salvación de E u bea, hab ríais en tra d o en P osesl° " Anfípolis entonces y os h ab ríais liberado de todos los o problem as subsiguientes. Y, de nuevo, cuan o se daba la noticia de que eran asediadas Pidna, P M etone, Págasas ♦, etc. (p o r no p e rd e r tiem po en enu­ m erarlas una tra s otra), si entonces nosotros hubié­ sem os p restad o ayuda personalm ente, con entusiasm v com o convenía, a u n a sola de en tre ellas, a l a P rim e^ que fuese, ah o ra nos las veríam os con un Filipo m as tra ta b le v m ucho m ás hum ilde. P ero es el caso que, negligentes con resp ecto al p resen te y en la idea ae que el fu tu ro p o r sí solo se arreglaría, hicim os crecer n o sotros a Filipo, varones atenienses, lo leim os poderoso como ningún rev de M acedom a lo e ca. Ahora, pues, p recisam ente llega a la erada fo rm a esp o n tán ea esa curiosa o p o rtu n id ad que p p e rd o n a n los olintios, que no es in ferio r a ninguna de io las de antes. Y a m í al m enos, varones^ atenienses, m e parece, que si u n o se co nstituyera en ju sto eva u a de los beneficios que los dioses nos han p roporciona do, aunque m u ch as cosas no van com o es e * em bargo, grande sería su gratitu d ; con razón, p 4 4 Pidna era una ciudad de Macedonia situada al S. del Haliacmón, frente al golfo Termaico en el t.er” Ale;andro Había sido capital de Macedoma desde e r e lT 1 , 4 , 3 3 9 9 1 quien Filheleno (498454 a. C.) hasta el de Arque ao f413499), ^ trasladó la capital a Pela, que el mismo tu n d o . I £ £ Conel 364 a. C„ obligó a Metone y Pidna a formar pa federación ateniense. En el 357 a. C Filipo se * f en Metone estaba situada al N. de PKlna. Fm el ^ a C ^ F .^ o la destruyó. Potidea era una ciudad situada en el i t ó une la península de Palene con tierra t o e Filipo la tomó en el 356 a. C. y la cedió a los olmtios, que e r a n p o r e n sus aliados. Págasas era una ciudad marftima_ de: Tesaba que fue sometida por Filipo en la primavera del ano 35Z a. o.

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im p u tan d o con ju stic ia a n u estro desinterés el hecho de h ab er sufrido grandes pérd id as en la guerra, com o com pensación de ello, el no h ab e rlas sufrido desde hace tiem po y que se nos haya p resen tad o u n a opor­ tu n id ad de alianza, p o r si querem os valernos de ella, yo p erso n alm en te estim aría q u e es u n beneficio que procede de la benevolencia de ellos. P or lo dem ás ^ opino, es sim ilar lo que acontece en la adquisición de las riquezas: si lo que uno adquiere, lo conserva, guar­ da gran agradecim iento hacia la fortuna, pero si lo consum e sin darse cuenta, consum e al m ism o tiem po el recuerdo de su gratitud. Así tam bién en los asuntos de estado, quienes no se aprovechan correctam en te de las op o rtu n id ad es, aunque les sobrevenga algún p ro ­ vecho de p a rte de los dioses, no lo recuerdan, pues según su re su ltad o final se juzga cada u n a de las po­ sibilidades de antaño. P or lo cual es m uy necesario, varones atenienses, que m editéis sobre el fu tu ro , p ara que, enderezándolo, b orrem os el descrédito que nos h an valido n u estra s acciones ya realizadas. Que si 12 abandonam os, varones atenienses, tam bién a esos hom ­ b re s y luego aquél som ete Olinto, que m e diga alguien qué será lo que le im pida d irigirse adonde le venga en gana. ¿Alguno de vosotros, varones atenienses, se hace cargo v observa la m anera m ediante la cual, siendo débil en sus com ienzos, se h a hecho grande Filipo? P rim ero, tom ando Anfípolis, después de eso, Pidna, de nuevo, Potidea, o tra vez, M etone, luego pisó el suelo de T e sa lia 5; después de eso, tra s h a b e r re- 13 5 En el 353 a. C., Filipo, llamado por dos príncipes de fa familia de los Alévadas de Larisa, penetró con su ejercito en Tesalia para combatir contra los tiranos de Feras. Fue derro­ tado en dos batallas por el fócense Onomarco, quien a base del oro de Delfos se había comprado la alianza con los suso­ dichos tiranos. Sin embargo, un año más tarde, en el 352 a. C., con un ejército de veinte mil infantes y tres mil hombres de

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guiado a su gusto los asuntos de F eras, Págasas, Mag­ nesia y to d as las regiones, se m archó a T ra c ia 6, luego allí a unos reyes destronó, a otros in stau ró , h a sta que cayó enferm o; de nuevo, en cuanto em pezó a m ejo­ ra r, no declinó hacia la m olicie, sino que al pu n to atacó a los olintios. Y paso p o r alto sus cam panas co n tra los ilirios, los peonios, c o n tra A rib a s7 y co n tra cu alq u ier o tra p a rte que podría citarse.

a caballo, entró el Maccdonio de nuevo en Tesalia e hizo frente a las tropas de Onomarco y de su protegido, el j ir.an° ¿ í C. Este tipo de danza era particularmente indecente y obsceno. 16 Uno de estos «aduladores», Trasideo, fue impuesto por Filipo en Tesalia como tirano; otro, que llegó a ser represen­ tante del monarca macedonio en Perrebia (Tesalia), era un sim­ ple esclavo. 17 Los «volatineros», titiriteros, saltimbanquis, equilibristas y prestidigitadores eran considerados personas viles. i* «Esclavos públicos» eran, en Atenas, los que se encarga­ ban de funciones tan inaceptables por parte de los hombres libres como las de carcelero, ujier, escribano y guardia muni­ cipal. Algunos eran extranjeros, especialmente, escitas, bien conocidos por los textos de la comedia aristofánica. 19 Filipo envió la suma de un talento para conseguir las composiciones jocosas de un club denominado «los sesenta bur­ ladores», que en Atenas se reunían en el templo de Heracles Diomeyo con el fin de disfrutar de las chistosas canciones por ellos compuestas.

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varones atenienses, que si los dioses quieren y vosotros estáis dispuestos a ello, esa revelación n ° ; te rd a ra ea 21 p ro d u c irse., P o rq u e de la m anera que ^ n t r a s uno está sano no siente nada en su cuerpo, p ero cuando le sobreviene u n a enferm edad, todo se conm uev , u n a fractu ra, u n a luxación o cualquier o tro ac q de los posibles, así tam bién los m orbos de las cm dade y de los gobiernos despóticos están ocultos p a ra la m ayoría en ta n to que los estados llevan a cabe. u n a g u erra en el ex terio r, pero en cuanto se les entrelaza u n a g u erra al b o rd e de sus fro n teras, esta los expo todos a la luz del día. . , 22 P ero si alguno de vosotros, varones atenienses, a co n tem p lar la gran su erte de Filipo est.m a que b a o ese aspecto es tem ible enem igo, em plea, sin duda, u razonam iento de ho m bre sensato; pues gran peso es la fo rtu n a, o m ejo r, la fo rtu n a lo es todo a lo larg cu alq u ier em p resa h u m an a 22. Aun así, p o r lo que a m i resp ecta, si se m e diese posibilidad de elección p re ­ fe riría la su erte de n u estra ciudad a la de FlhP ’ tal de que v o sotros personalm ente estéis decididos a cu m p lir con v u estro deb er aunque sólo sea en peque­ ñas p roporciones; pues veo que hay en vosotros m as razones que en él p a ra o b ten er la benevolencia de 23 dioses Sin em bargo, en m i opinión, estam os senta dos ? sin h acer n ada. Y uo es licito que u n o m .sm o 20 Este término «entrelaza», en griego es

Qde

“ I f ^ T t e x t o griego dice, en realidad, «expuso», pero entende­ mos que se trata de un aoristo gnómico. 22 El mismo pensamiento se encuentra en . H 8verbo griego «estar sentado», lo mismo que el latino

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esté inactivo y m an de a sus am igos h ac er algo en su nom bre, cu an to m ás a los dioses. No es, pues, de ex­ tra ñ a r que aquél, p articip an d o p ersonalm ente en las cam pañas y sus penalidades, p re se n te en todas las ac­ ciones sin d e ja r de lado ninguna o p o rtu n id ad ni esta­ ción del año, nos lleve la d elan te ra a n o so tro s que nos dedicam os a vacilar, a v otar d ecreto s y a o b ten er in­ form aciones 24. Ni a m í m e ex tra ñ a eso; que lo adm i­ ra b le sería lo co n trario, que nosotros, sin h a c e r n ad a de lo que co nstituye el deber d e u n com batiente, supe­ rásem o s a q u ien lo hace todo. P ero hay o tra cosa que 24 m e so rp ren d e: que an tañ o os le v an ta seis25 c o n tra los lacedem onios en defensa de los derechos de los grie­ gos y que en m uchas ocasiones, au n q u e os fu e ra po­ sible o b ten er g ran núm ero de p a rtic u la re s ventajas, no estuvieseis dispuestos a ello, sino que, p a ra q ue los dem ás p u d ieran alcanzar sus derechos, gastarais el sedere, equivale a nuestra expresión «estar mano sobre mano» para denotar la inactividad total ante una empresa. Vuelve a aparecer en 24. Y cabe oportunamente recordar que éste es, precisamente, el verbo que usó Calino de Éfeso en una famosa elegía en Ia Que exhortaba a sus conciudadanos a combatir contra los cimerios ya en pleno siglo vil a. C. (fr. 1 W). Este mismo significado está ya presente en los poemas homéricos; cf. Ilíada 24, 403, etc. 24 En más de una ocasión, Demóstenes echa en cara a los atenienses su desmedido afán por recoger informaciones acerca de Filipo, perder el tiempo en indecisiones y vanas discusiones políticas, desaprovechando, de este modo, los momentos más oportunos para la acción. 25 En el 383 a. C. los espartanos ocuparon la acrópolis de Tebas, con lo que rompían los pactos establecidos en la paz de Antálcidas (387 a. C.). Ello originó la reacción ateniense en favor de los derechos comunes de los griegos; así, no sola­ mente acogieron a los demócratas tebanos desterrados en aquella ocasión, sino que, además, en el 378 a. C. enviaron, bajo la comandancia de Cabrias, un ejército de socorro a Tebas, a la sazón atacada por los espartanos bajo la dirección del rey Agesilao.

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d in e ro e n c o n tr ib u c io n e s y

r ie s g o s

c o rrie s e is

e n la s

b a ta lla s , y q u e a h o r a , e n c a m b io , d u d e is S* y o s d e m o r é is e n p a g a r c o n tr ib u c io n e s en p r o d e v u e tr a s p r o p ia s p o s e s io n e s ; y q u e q u ie n e s m u c h a s v e c e s h a b é is s a lv a d o a lo s d é m a s, a to d o s y a u n o p o r u n o s e p a ra d a m e n te , tr a s h a b e r p e r d id o lo q u e e s v u e s t 25 o s q u e d é is s e n ta d o s . E s o es lo q u e m e a s o m b r a y , a d e m á s d e e so , q u e n in g u n o d e e s o t r o s v a r o n a a te ­ n ie n se s sea c a p a z d e c a lc u la r c u a n to tie m p o lle v á is lu c h a n d o co n F ilip o y q u é e s lo q u e b a d a » v o s o tr o s m ie n tr a s e se tie m p o h a id o t r a n s c u r r i d o J u e s ' d u d a e s o lo s a b é is , q u e to d o e l tie m p o h a tr a n s c u r r id o m ie n tr a s v o s o tr o s m is m o s v a c ila b a is , e s p e r a b a is q u e Z o s lle v a r a n a c a b o la s a c c io n e s , o s a c u s a b a is lo s u n o s a lo s o t r o s - , ju z g a b a is , v o lv ía is a e s p e r a r caS¿ 26 h a c ía is lo m is m o q u e a h o r a . D e sp u é s d e e so , c so is ta n d e s a tin a d o s c o m o p a r a e s p e r a r q u e la m is m a c o n d u c ta q u e h a tr a n s fo r m a d o la p r o s p e r id a d de l a . ^ u d a d d e b ilid a d , tr u e q u e s u d e b ilid a d en p r o sp e s o s í q u e n o e s r a z o n a b le n i c o s a n a tu r a , p

P---

n a tu r a le z a es m u c h o m á s f á c il g u a r d a r * * * “ £ £ q u e a d q u ir ir lo to d o . P e r o en e l m o m e n to P á s e n t e , ñ o r c a u s a d e la g u e rr a , p a r a g u a r d a r n o n o s q u e d a n a d a d e lo q u e a n te s te n ía m o s , y e s n e c e s a r io ad q m 27

r i r a s í q u e é s a e s y a n u e s tr a p r o p ia ta r e a . E n c o n s e ­ c u e n c ia d ig o q u e e s n e c e s a r io c o n tr ib u ir c o n d in e ro , q u e p e r s o n a lm e n te s a lg á is a la s c a m p a n a s c o n uen 2 n im o - q u e n o a c u s é is a n a d ie a n te s d e d o m in a r la s itu a c ió n y q u e e n to n c e s lo h a g á is ju z g a n d o p o r lo p r o p io s h e c h o s , y h o n r é is a lo s m e r e c e d o r e s d e e lo g io ^ T r a d i c i o n a l h ab ilid ad de los profesionales) y el endém ico m

f,

procesos c o n tra

Ifícrates, T im oteo, etc. n iin t 1 2 v 6 27 Cf. la m ism a idea ex p resad a en O h n t. 1 ¿ y o .

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y castiguéis a los culpables, que elim inéis las excusas y v u estras p ro p ias negligencias. Pues no es posible in­ d agar con severidad qué h an hecho los dem ás si p ri­ m eram en te p o r v u estra p arte no están los deberes cum ­ plidos. Pues, ¿p o r qué creéis, varones atenienses, que huyen de esta g u erra todos los generales que despa­ cháis a ella y se buscan g u erras personales —si es que hay que h a b la r u n poco de lo que o cu rre tam bién en relación con los generales— ? P orque en esa g u erra los galardones p o r los que se lleva a cabo son vuestros (si, p o r ejem plo, se tom a Anfípolis, al p u n to vosotros la recu p eraréis), m ien tras que los peligros son propios de los m andos del ejército, y no tienen sueldo; en cam bio, allí donde hacen sus gu erras personales, los peligros son m enores y el b o tín pasa a m anos de los oficiales y de los soldados, p o r ejem plo, Lám psaco y Sigeo y los b ajeles que sa q u e a n 28. Cada uno, p o r con­ siguiente, va tra s de lo que le interesa. P ero vosotros cuando dirigís la m irad a a vu estro s asu n to s y los veis en m al estado, juzgáis a los jefes que están al cargo de ellos; sin em bargo, cuando, al re n d ir cuentas ellos, oís esas sus necesidades, les liberáis de los cargos. E n consecuencia, lo que os re su lta de ese sistem a es la d isp u ta y la división m u tu a (convencidos los unos de 28 Cares, general aten ien se a q u ien ib a dirigido el discu rso isocrateo S o b r e la p a z , o p erab a fu n d a m e n ta lm e n te con tro p a s m ercenarias, cuyas soldadas no d ep en d ía n de nadie m ás q u e de él m ism o. P or esta razón, d u ra n te la «G uerra Social» se vio obligado, tra s la d e rro ta aten ien se a n te Q uíos (357 a. C.), a ponerse al servicio de u n s á tra p a rebelde, que se h a b ía al­ zado co n tra el G ran Rey, llam ado A rtábazo. Asi, p o r su c u en ta y riesgo, en el 356 a. C. cap tu ró las ciudades de L ám psaco y Sigeo, am b as situ ad as en el H elesponto, sobre la co sta asiá­ tica, en la p a rte sep ten trio n al la p rim e ra y en la m erid io n al la segunda. Las tro p as de m ercen ario s que e sta b a n a su s ó rd e­ nes se dedicaban a to d o tipo de p illaje p a ra o b te n e r b o tín , incluida, p o r supuesto, la p ira te ría naval.

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esto, los o tro s d e aquello), y que los intereses com nes estén en m al estado. Y es que antes, varones ate­ nienses, pagabais vuestros im puestos p o r sin m o n as , ah o ra, en cam bio, hacéis política p o r sinm ° ^ n V o ra d o r p resid e ca d a grupo, a sus ordenes e stá u trate g o y cada p a rtid o tiene sus colaboradores encargados de g r t a r , e n núm ero de trescientos; ¡los dem as estáis divididos, ag rupados unos en u n bando, o tro s 30 en el o tro . Así pues, hay que ac ab ar con eso, es nece­ sario que seáis tam b ién ah o ra dueños de vosotros m ism os y que consideréis la deliberación el consejo y la acción com o derechos com unes a todos. ÍPero si a unos les aco rd áis el derecho de que os d en ordenes com o si de tira n o s se tra ta ra , y a los o tro s concedéis 29 Bajo el arcontado de Nausínico (378 a. C.) se las siguientes medidas para el pago de la ^ h u ^ e r a n elede guerra (eisphorá): de cada una de las die , ridos ciento veinte de entre los más ricos ciudadanos los cuales eran divididos en dos sinmorías de sesenta individuos. En total, pues, había veinte sinmorías y mil doscientos ciuda­ danos acogidos a ellas. Luego, de cada n n m o n a s e d e g ia a lo s quince miembros de mayores recursos económicos, de forma que en conjunto resultaban escogidos trescientos sinm ontas (o Sem “ r o ™ e les r— W . gaban previamente los impuestos decretados, en una p adelanto al estado que, a continuación, ellos mismos se encar­ gaban de recuperar cobrando la cantidad anticipada a los ciudadanos de sus sinmorías, según evaluación previa de sus mríunas y en proporción con ellas. Así pues, todo ciudadano estaba adscrito a una sinmoría. Cada sinm ona tenia su je (hégemon) su procurador (epimelétés). La comparación estable­ cida en el texto es posible porque cada partido político en la C . M . , t i e n e » orador ,„ e d e.em p .n . (héeemón) un general favorito equivalente al procurador U p íZ m ls ) y trescientos miembros, como los e n m o n ta s, que se S C a n a gritar. Demóstenes hace ver con esta comparación a v S í o ' o s a situación de la política ateniense: un orador y un general presiden cada uno de los dos partidos quc forman los trescientos sinm oritas encargados de gritar. La inmen mayoría del pueblo ha de unirse a una facción o a la o .

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en fo rm a inexcusable el deber de las trie ra rq u ía s, las contribuciones y el servicio m ilitar, y a u n te rc e r grupo les o torgáis la función exclusiva de v o tar c o n tra los an terio res sin co lab o rar en ninguna o tra carga, n ad a de lo q u e necesitáis re su lta rá realizado en su m om ento oportuno; p o rq u e la p a rte de los ciudadanos en cada ocasión in ju sta m e n te tra ta d a os fallará, con lo que os será posible castigarles a ellos en vez de a vu estro s enemigos. E n resum en, pues, digo que cada uno debe contrib u ir según sus recursos, proporcionalm ente; que cada uno debe h acer su servicio m ilita r según u n tu m o , h asta que todos hayan tom ado p a rte en u n a cam paña; que a todos los que suban a la trib u n a hay que darles la p a la b ra y elegir, luego, el m e jo r de los consejos que hayáis escuchado, y no lo que diga fulanito o citanito. Y si hacéis eso que os digo, no sólo felicitaréis al o ra­ d o r n ad a m ás ac ab ar su discurso, sino que, m ás tard e , os felicitaréis tam bién a vosotros m ism os p o r causa de la creciente p ro sp erid ad de todos vuestros asuntos.

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argum ento

Enviaron los atenienses ayuda a los olintios y obtenían cierto éxito con ella; eso era lo que se les transmitía. El pueblo estaba jubiloso; los oradores hacen para que se tome venganza de Filipo. Demostenes, entonces, tóme que por exceso de confianza, las gentes, como si la vic S í hubiera sido completa y el socorro enviadc> a los olmtios suficiente se despreocupen de los restantes asuntos Por es sube a lá tribuna, les censura la presunción y transforma los planes de ellos en previsora precaución, diciendoles que asunto en ese momento no es el tomar venganza de Filipo, sino s X a r a los aliados. Pues sabe que tanto los atenienses como sin duda, otros se preocupan de no perder lo que les Perten“ _ ñero en lo que atañe a tomar venganza de sus enemigos actúa con menor empeño. En este discurso también toca de mane más 'conspicua^el tema de la deliberación acema * los fondos destinados a los espectáculos, y con el fin q aconsejar sin miedo lo más útil, pide la abolición de las leyes que imponen una multa a quienes propongan que dichos fondo se conviertan en recursos del ejército. Y de una exhorta a que los atenienses se yergan como emuladores d entusiasmo de sus predecesores y presten sonalmente; y dirige una fuerte censura al pueblo por su re ]

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No se m e o cu rre idéntico juicio, varones atenienses, i cuando echo u n a m irad a a la re alid ad y cuando d irijo la atención a los discursos que oigo; pues creo que los discursos versan sobre el castigo que h arem o s caer sobre Filipo, m ien tras que n u e stro s asu n to s h an lle­ gado a u n a situación en que es necesario reflexionar p a ra que no so tro s m ism os no sufram os daño previa­ m ente. Así que quienes tales tem as ab o rd an en sus discursos m e p arece que no h ac en o tra cosa sino en­ g añarse p roponiéndoos un te m a de debate que cierta­ m ente no es el real. Yo, en cam bio, sé, y m uy cabal- 2 m ente, que an tañ o a la ciudad le era dado conservar con plena seguridad sus pertenencias y castigar a Fi­ lipo; pues esas dos posibilidades h an estad o a n u estro alcance en m is tiem pos, no en el rem oto pasado; aho­ ra, sin em bargo, estoy convencido de que nos es sufi­ ciente an ticip arn o s a aseg u rar la p rim era, la de salvar a n u estro s aliados. Que si eso se logra con seguridad, entonces será posible exam inar a quién hay que casti­ gar y de qué m anera; pero an tes de p ro p o n e r con exac­ titu d el principio, considero vano e n sa rta r cualquier discurso so b re el final. Conque el m om ento p re sen te requiere, m ás que 3 ningún o tro, m ucha m editación y consejo. P ero yo no tengo p o r la cosa m ás difícil el aconsejaros lo que es m en ester en relación con las circu n stan cias p resen tes; an tes bien, lo que m e produce irresolución, varones a te ­ nienses, es cóm o debo d irigirm e a vosotros sobre estas cuestiones. Pues a juzgar p o r lo que, al igual que otros, sé p o rq u e lo veo y lo escucho, estoy convencido de que hem os dejado escapar la m ayor p a rte de las actividades m ás p o r no q u e re r h acer lo debido que p o r no com prenderlo. Y os pido que, si os voy a h a b la r francam ente, tengáis paciencia y exam inéis si es v erd ad lo que digo y si lo digo p ara q u e lo p o rv en ir sea m ejor; p o rq u e veis que, p o r el hecho de que algunos h ab lan

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en público con p ro p ó sito de halagar, el p re sen te h a llegado al m ás alto grado de m iseria. P ero considero necesario haceros re c o rd a r p rim e ra ­ m en te unos pocos acontecim ientos del pasado. Os acor­ dáis, varones atenienses, de cuando se os anunció que Filipo estab a en T racia sitiando H ereontico hace dos o tres años. Pues bien, e ra entonces el m es de Memacte r ió n 12, y en m edio de m uchos discursos y gran tu ­ m u lto q ue se p ro d u c ía e n tre nosotros, votasteis final­ m en te ech ar al m a r c u a ren ta trirre m es, que se e m b ar­ c a ran los ciudadanos que no re b a sa ra n los c u a re n ta y cinco años de ed ad y que se a p o rta ra u n a co n trib u ció n de sesen ta talen to s. Y después de eso, u n a vez hubo pasad o ese año, llegó H ecatom beón, M etagitm ón, Boed ro m ió n 3; en ese m es, a d u ras penas, después de los m isterio s, enviasteis a C arid em o 4 al fre n te de iez 1 Era un plaza fuerte situada al NO. de la Propontide, cerca de Perinto. El asedio de esta fortaleza por parte de Ft 1po al que se refiere el texto, tuvo lugar en el 352 a. . 2 El mes de Memacterión era el quinto del calendario a eniense; más o menos, equivalente a nuestro noviembre. 3 Hecatombeón, Metagitnión, Boedromión son los tres pri­ meros meses del calendario ateniense; estos tres primeros meses abarcan un período que, en nuestro sistema, sería el compren­ dido entre mediados de julio y la segunda mitad de octubre, estos tres mencionados meses seguían los nueve siguientes. Pianopsión, Memacterión (ya conocido, cf, n. 2), Posideon, amelión, Antesterión, Elafebolión, Muniquión, Targehon, Escirotorión. Estos nombres de los meses del calendario ático derivan en cada caso de la denominación de las fiestas que en cada uno de ellos se celebraban. 4 Caridemo era un comandante de tropas mercenarias qu había nacido en Eubea. Cuando el general ateniense Ificrates combatía contra Anfípolis (368-365 a. C.), luchó a su lado como mercenario en defensa de los intereses de Atenas. Pero en esa misma ocasión traicionó a los atenienses. Luego, olvidada esta traición, fue contratado para la guerra por otro general de Ate­ nas Timoteo; obtuvo la ciudadanía ateniense en recompensa a sus’ servicios. Más adelante brindó su ayuda a Cersobleptes,

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naves sin dotación m ilita r y p ro v isto de cinco talentos de plata. Pues cuando se anunció que Filipo estab a enferm o o h ab ía m u erto —q u e am bas noticias llega­ ro n —, considerando que ya n o era en m odo alguno ocasión p a ra llevar ayuda, dejasteis de lado la expe­ dición, y ésa era p recisam en te la ocasión propicia; que si entonces hubiésem os ap o rta d o ayuda allí con entusiasm o, tal com o votam os, no nos m o lestaría ah o ra Filipo recu p erad o de su enferm edad. Bien; lo que entonces se hizo no p o d ría ah o ra se r 6 de o tra m anera; p ero en este m om ento se p re se n ta u n a o p o rtu n id ad de o tra guerra, p o r lo cual p recisam en te hice m ención de esos acontecim ientos, p a ra que no os vuelva a o c u rrir lo m ism o. E ntonces, ¿cóm o nos val­ drem os, varones atenienses, de esta o p o rtu n id ad ? Pues si no enviáis ayuda con toda v u estra fuerza en la m e­ dida de lo posible, ved de qué m an era vosotros éeréis dirigidos m ilitarm en te en fav o r de los intereses de Filipo. Acontecía que los olintios poseían cierto p o d e r 7 y la disposición de los asuntos era de este m odo: ni Filipo confiaba en ellos, ni ellos en Filipo. Llevam os a cabo no so tro s con ellos y ellos con n o so tro s u n acuerdo de paz. E ra eso com o u n a especie de tra b a rey de Tracia, enemigo de Atenas, y derrotó en el Helesponto al comandante ateniense Cefisódoto. A partir del 351 a. C. vuelve a estar al servicio de Atenas, ahora ya como general. Luchó contra Filipo de Macedonia. En el 335 a. C. Alejandro insistió en que se le entregase a Caridemo, que se había dis­ tinguido por su furibunda oposición a Macedonia. Logró huir, no obstante, y se puso a las órdenes del rey persa Darlo, por quien, al parecer, fue ejecutado. La azarosa vida de este jefe de tropas mercenarias discurrió, pues, entre infidelidades y servicios leales, sin el menor escrúpulo ante las posibilidades de apoyar a estados entre sí hostiles. Alternativamente luchó Caridemo a favor de Atenas y en defensa de Tracia, enemiga de la primera. Sólo a su espíritu antimacedonio fue definitiva­ mente fiel.

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e im pedim ento p a ra Filipo, el que u n a gran ciudad reconciliada con n o so tro s estuviese al acecho de sus ocasiones vulnerables. Pensábam os que era necesario a cu alq u ier p recio m over a esos hom bres a la guerra y lo que todos an d aban rum oreando, eso^ se h a cum8 plido ah o ra de u n a m anera u otra. ¿Qué nos que a, pues, p o r hacer, varones atenienses, como no sea ayu­ darles con to d as n u estra s fuerzas y n u estro em peño? Yo realm en te n o veo o tra cosa. Pues ap a rte de la des­ h o n ra que nos envolvería si abandonásem os alguna e n u estra s obligaciones, veo que ni el m iedo que tra s ello su rg iría h a b ría de ser poco, estando con noso ros los tebanos en esa actitu d en que están, reducidos os fo c e n se s567 a situación extrem a p o r falta de dinero, y sin aue nadie im pida a Filipo desviarse hacia los asun­ tos de este p aís, u n a vez que se haya enseñoreado de 9 la situación p o r la que actualm ente com bate. P ero alguno de v o sotros pospone h asta ese m om ento la re a­ lización de lo q ue es m enester, es que^ q uiere ver de cerca las calam idades cuando le es posible conocerlas de oídas p o r n o ticias que las sitúen en o tro lugar , y q u iere b u sca r valedores p a ra sí m ism o, cuando ahora le es posible se r valedor de otros; pues que a tal punto llegará la situación, si dejam os p asa r las circu n stan ­ cias p resentes, casi todos m e im agino que lo sabem os.

5 Como D em óstenes se está refiriendo a u n a p ro y ectad a ex­ pedición naval p o r p a rte de ios atenienses c o n tra ^ ' P 0 ^ 0 6 5 ex trañ o que ap arezca en el tex to u n verbo ,empleado m etafó ricam ente, cuyo significado p rim a rio es «anclar u n a nave p a M oquear ausaP ^

^

grandes co sto s originados p o r la segunda

g u erra fócense, lo s generales Filom elo, O nom arco y Faleco n tuvieron m ás rem ed io que ech ar m an o al sag rad o teso ro d tem p lo de D elfos, que. pese a ser riquísim o, com o to d o lo m ano tam b ién tu v o su fin. 7 E s decir, en O linto.

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«No obstante», p o d ría decirse, «todos realm ente sabem os que es necesario p re s ta r ayuda y estam os dis­ puesto s a p re sta rla; p ero el cóm o hacerlo... háblanos de eso». No os adm iréis, en ese caso, de que diga algo que parezca extraño a la m ayoría. N om brad u n a co­ m isión de leg islad o re s8. Y a n te estos legisladores no propongáis ley ninguna (que ya tenéis suficientes), abrogad, m ás bien, las que nos p erju d ican p o r lo que al p resen te se refiere. Me refiero a las de los fondos p ara los esp e ctácu lo s9, así de claro, y a algunas de las que atañ en al servicio m ilitar, de las cuales unas dis­ tribuyen los fondos p ara la m ilicia, com o si fuera dinero p ara el teatro , en tre los que se quedan en la ciudad, o tras confieren im punidad a quienes se niegan a p re s ta r servicio m ilitar y, p o r ende, vuelven m enos dispuestos a los que quieren cu m p lir con su deber. Y una vez que las hayáis abrogado y hayáis p roporciona­ do cam ino seguro p ara daros los m ejores consejos, entonces b uscad a quien prom ulgue lo que todos sa­ béis que conviene. Pero antes de h ac er eso, no andéis 8 E sto s legisladores era n elegidos cad a año en la te rc e ra asam blea del pueblo en tre los «heliastas»; la com isión q u e fo r­ m ab an se encargaba de p ro p o n er nuevas leyes o m odificaciones a las ya existentes. 9 E ra n éstos unos fondos obten id o s del e ra rio p ú b lico que se d istrib u ían e n tre los po b res con el fin de que tam b ié n ellos p articip asen en las fiestas públicas. Fue Pericles el que in tro ­ d u jo ta l p ráctica en la fo rm a den o m in ad a d io b e lía , que, com o es sabido, se lim itab a a u n a ay u d a p a ra la asisten cia a los espectáculos teatrales. E l político pacifista E ubulo fu e quien p uso m ay o r in te ré s en co n stitu ir la reserv a de fondos destin ad o s a las fiestas p u ­ blicas. E n el año 350 a. C„ A polodoro p ro p u so que se echase m ano de esos fondos con el fin d e h a c e r fre n te a los gastos ocasionados a raíz de la expedición m ilita r aten ien se a E u b e a ; pero al p u n to u n ta l E stéfano, m ovido p o r E ubulo, p la n te ó a A polodoro un pleito p o r h a c e r p ro p u e sta s c o n tra ria s a la s leyes apro b ad as (g r a p h i p a r a n ó m o n ) .

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b uscando que alguien, tra s aconsejaros de la m ejo r m an era en beneficio vuestro, esté dispuesto a encon t r a r su ru in a com o víctim a vuestra; pues no lo encon traréis, sobre todo cuando el único resultado de ello h a b ría de ser q u e quien aconseje en tal m odo o p ro ­ ponga u n d ecreto de ese tipo sufra in ju sta m e n te u n castigo sin que en nada m ejore la situación, sino que h asta logre que el p ro p o n er el m ejo r consejo sea p a ra el fu tu ro m ás tem ible de lo que lo es ahora. Y en cuanto a ab ro g ar esas leyes, varones atenienses, es n e­ cesario exigirlo incluso de aquellos que precisam ente 13 las h an prom ulgado; pues no es ju sto que la pop u lari­ dad, que ha estad o dañando a la com unidad p o r entero, se m antenga en m anos de los que entonces pro m u l­ garon esas leyes, y la odiosidad, p o r el co n trario , m e dian te la cual a todos nos iría m ejor, sea el castigo p a ra quien ah o ra exponga el m ás beneficioso proyecto. Antes de h ab e r regulado eso, varones atenienses, de ningún m odo esperéis que alguien de e n tre vosotros tenga suficiente p o d er com o p a ra tran sg red ir esas le­ yes sin d ar satisfacción p o r ello, ni que sea ta n insen­ sato com o p a ra a rro ja rse a un daño previsto. 14 Pero tam poco debéis desconocer esto o tro : que u n d ecreto no sirve p a ra n ad a si no le acom paña vuestro deseo de llevar a cabo enérgicam ente lo que se decrete. P orque si los d ecreto s fuesen p o r sí m ism os capaces de forzaros a cu m p lir vuestro deber o de realizar en te­ ra m e n te los p ro p ó sito s p o r los que se venían red ac­ tando, ni vosotros, pese a los m uchos que votáis, h a ­ b ríais realizado tan poca cosa, o m ás bien, nada, ni d u ra n te tan to tiem po Filipo h a b ría m antenido su in­ solente conducta; pues tiem po a trá s ya, al m enos p o r lo que hace a los decretos, h ab ría pagado p o r sus 15 culpas. Pero eso no es así; pues aunque la acción es p o sterio r a los d iscursos y votaciones en el orden tem ­ p o ral, les es a n te rio r en im portancia y los aventaja en

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preem inencia. E sto es lo que hay que añadir; lo dem ás ya está dispuesto: tenéis, en efecto, varones atenien­ ses, e n tre vosotros hom bres com petentes p a ra decir lo que hace falta, vosotros sois los m ás agudos de todos p ara co m p ren d er lo que se os dice, y, adem ás, ah ora podréis llevarlo a la acción, si obráis co rrec ta­ m ente. ¿Pues qué tiem po o qué ocasión m ejo r que la i - n . * ,0 m enudo de e s . n atu ral. Así que. varones exam inad esas cuestiones com o la realidad de latt eos lo p erm ite v de form a que podáis salir en P r a t S I S sueldo p o r e, servicio Sin duda no es propio de h o m b res sensatos y nobles d ejar pendiente p o r es casez " e d in ero algún recu rso de las operacions m i­ lita res y so p o rta r de este m odo a la u reproches, n i m a rc h a r c o n tra corintios y m egarens em puñando las arm as tom adas al vuelo y, en cam bio, p e rm itir que Filipo esclavice ciudades griega P ,o El orador está recordando las campañas de los ate“ enS®S contra Corinto en el 460 a. C. v contra t o r a « ' Pese a todo, corintios y megarenses son g g_ u n P " o tro s v que v o sotros personalm ente tom abais p a rte en r a m p l a ; v sé de oídas que esos - r c e n a n o s ^ dose con v o sotros fueron venciendo a los lacedem van una”-cuarta parte de este cuerpo de tropas que ahora propone. ,r,„erra corintia» C.), u Durante la llamada «Guer,ra conm v(395-386 ^ a. (39Q Ifícrates venció a un regimiento ataques y saqueos c .) y d i,u n o m uy b ien

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nios y vosotros con ellos. E n cam bio, desde que los ejército s m ercen ario s p o r sí solos hacen cam pañas en lu g ar vuestro, vencen a los am igos y aliados, m ien­ tra s que los enem igos se h an hecho m ás fu ertes de lo debido. Y echando u n vistazo a la g u erra de la ciudad, se van navegando a com batir a A rtábazo 14 o a cual­ q u ier o tro lugar, y el general los sigue, n atu ralm en te: que no es posible que m ande q uien no paga soldadas. ¿Qué solicito, pues? E lim inar los p retex to s al general 25 y a los soldados p ro curándoles u n a paga y poniendo a su lado soldados de n u e stra p ro p ia p a tria a m odo de in sp ecto res de las operaciones bélicas. Dado que, al m enos ah o ra, p ro d u ce risa la m an era en que nos ap ro ­ vecham os de las circunstancias. Pues si alguien os p re g u n ta ra: «¿E stáis en paz, atenienses?», diríais: «No, p o r Zeus, al m enos nosotros no, sino que guerream os con Filipo.» ¿No andabais votando de e n tre vosotros 26 m ism os diez taxiarcos, diez estrategos, diez filarcos y dos hiparcos? ¿Qué hacen, pues, ésos? Salvo u n solo hom bre, al que enviáis a la g u erra, los dem ás condu­ cen vu estras procesiones en com pañía de los in ten ­ d en tes de los sacrificio s15, pues al m odo de los que m odelan figuritas de b arro , votáis a los taxiarcos y a 14 Artábazo, hijo de Farnábazo, fue nombrado sátrapa de Dascilio por Artajerjes II. Luego se rebeló y pudo mantener su rebeldía gracias a Cares y tropas mercenarias, hasta que en el año 352 a. C. se vio obligado a refugiarse en Macedonia. Más tarde, Alejandro le haría sátrapa de Bactria. 15 «Taxiarco» era el comandante que estaba al frente de cada uno de los diez regimientos de infantes que correspondían a los diez distritos de la ciudad. El «hiparco» era el general de caballería; se votaban dos en Atenas cada año. El «filarco» mandaba un escuadrón de caballería compuesto por cien ji­ netes, reclutado de una de las diez tribus; de modo que viene a ser una especie de «taxiarco», pero con mando sobre soldados de a caballo, no hoplitas. Los «estrategos» eran como nuestros generales, pero no sólo tenían poder desde el punto de vista militar, sino, además, en la esfera política

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los íilarcos p a ra el ágora, no p a ra la g u erra. ¿Y no sería necesario, varones atenienses, que los taxiarcos iu esen elegidos de e n tre vosotros, el h iparco saliese de e n tre vosotros y los com andantes fuesen de casa, p a ra que el ejército fu e ra realm en te de la ciudad? P or el co n trario , es m en este r que el hiparco elegido de e n tre vosotros navegue rum bo a Lem nos lo*16 y que M enelao 1718 ejerza la función de hiparco sobre la cab allería que lucha p o r las posesiones de la ciudad. Y esto no lo digo en p lan de rep ro ch e hacia ese hom bre, sino que sería necesario que éste h u b iera sido votado p o r vos­ otro s, fu e ra q u ien fuera. 28 Tal vez p en sáis que estas p ro p u estas e stán bien, p ero deseáis so b re todo escuchar el asu n to del dinero, cu án to va a se r y de dónde va a obtenerse. Ya voy tam b ién a eso. E n cuanto al dinero, pues: asciende la m an utención de ese ejército, sólo la sum a p a ra alim en­ tación, a no v en ta talentos y un poco m ás 1S, la de diez

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lo La isla de Lemnos era una posesión ateniense y estaba ocupada por colonos (kléroüchoi) áticos. Allí acampaba regular­ mente un regimiento de caballería bajo las órdenes de un «hi­ parco». 17 En un decreto honorífico ateniense del 362 a. C., arcon­ tado de Cariclides, se reconocen y exaltan los servicios pres­ tados por Menelao, príncipe de Pelagonia (Macedonia) en la guerra con los calcidios y Anfípolis. 18 A doscientos hombres por navio de guerra, recibiendo 1 cada hombre dos óbolos al día, o sea, sesenta óbolos por mes, o lo que es lo mismo, diez dracmas mensuales, resulta que para dos mil hombres habrá que disponer de veinte mil drac­ mas al mes, es decir, doscientas minas mensuales. Como cada talento equivale a sesenta minas, para mantener el equipo de los diez bajeles al año harán falta dos mil cuatrocientas minas (resultado de multiplicar doscientas minas mensuales por doce meses que tiene el año), que reducidas a talentos (dividiendo dos mil cuatrocientas minas entre sesenta) resultan ser cua­ renta talentos anuales. Para la infantería se requiere el mismo gasto, por lo que tenemos que contar ya con ochenta talentos. A éstos hay que añadir la cantidad de dinero necesaria para

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naves ráp id as, a cu a ren ta talentos, veinte m inas al m es p o r nave; p a ra dos m ii soldados, la sum a asciende a o tro tan to , con el ñ n de q u e cada soldado percib a diez d racm as al m es en concepto de alim entación; y p a ra los soldados de caballería, que son doscientos, si cada uno co b ra tre in ta d racm as al m es, llega el to tal a doce talentos. Y si alguien cree que ta l ca n tid ad 29 constituye u n escaso p u n to d e p a rtid a p a ra el aprovi­ sionam iento del ejército en cam paña, no p ien sa co­ rrectam en te; pues yo sé con clarid ad que si esa sum a llega a ser real, el propio ejército se p ro c u ra rá el re sto valiéndose de la gu erra, sin d a ñ a r in ju sta m e n te a nin ­ gún griego ni aliado, de fo rm a que obtenga la soldada com pleta. Yo estoy dispuesto a em b arcarm e con ellos com o v o luntario y a padecer lo que sea, si ello no es así. E n cu an to a de dónde sa ld rá la recaudación de los d ineros que os p ido se alcancen, eso es lo que ya ah o ra os diré. Proyecto de la recaudación Los recu rso s, varones atenienses, que n o s o tro s 19 30 hem os podido en co ntrar, ésos son; u n a vez que pon­ gáis a votación las p ro p u estas, las votaréis si os agra­ dan, con el ñ n de que no hagáis la g u erra a Filipo mantener al cuerpo de caballería: a razón de una dracma por día y hombre, doscientos caballeros consumirán doscientas dracmas al día, que al mes se convertirán en seis mil dracmas. equivalentes a sesenta minas mensuales, o, lo que es lo mismo, un talento al mes. Al año, por tanto, se alcanzarán los doce talentos, que, sumados a los ochenta anteriores, arrojan el re­ sultado de noventa y dos talentos, cantidad propuesta por Demóstenes para hacer frente a la manutención del cuerpo de ejército que se sugiere. 19 El plural no es verecundiae ni auctoris, sino propio, ya que «nosotros» se refiere a él mismo (es decir, Demóstenes en persona) y sus colaboradores.

d is c u r s o s

p o l ít ic o s

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1 decretos Y las cartas, sino ta solam ente con y d eliberaríais m ucho 3i con los hechos. Me P .un to de los preparatim ejo r sobre la g u erra 5 -d cióri) varones atenienses, vos si to m arais en co cqs’ de la región co n tra los condicionam ientos g g Filipo logra la que lucháis y si t u v i e r a - ^ c u e n t a 9 ^ ^ ^

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sus propósitos y “ 11 y en las estacio­ n e veces amparándose en l o a ™ » « lQS v¡entos nes del año y Maca tr“ ^ nosotros no podríamos e te s io s 20 o el m vier , ^ien p re sente, no de„ llegar allL Así con expediciones d e socorro hem os h acer la gu todo)j sino con p re p a ra ­ r e s llegarem os al fina y ¿ s es p o sible usar, tivos y e jército p erm an • Lem nos, eom o cu arteles * " , „ „ J , aona= . en Tasos, E sciato s y las isl ,ir? e n to s a y todo lo que p a ra las cuales hay p u ertos, a estación del año en u n ejército s e y el soplo de los que es fácil e st fáciim ente ju n to a su país y vientos es seguro, esta t ^ tráfico de m ercados. ju n to a las desem o . este ejército, lo deci33

CÓm° y r o t s i ó : e H ^ e S S a d i p o r vosotros; d irá según la ocasión i vQSOtros a p o rteis, eso p ero lo q ue es menes, J l escrito en m i pro-

---------------- a i NE de c a rá c te r suave, q u e so p lan p en ó 20 Vientos del NE do con la canícula, cucamente so b re el Egeo coin 21 Cf. Contra Füipo, I 22 P ep areto s y E sciros. a el e sta cionam iento de 23 E ra importantísimo re q u > Pta de p u e rto y m ercad o ; tropas contar con u n a / ^ F U i p o P ° r la ciudad de Págasas, así se explica el ínteres de F üip P ¡ 22 tal com o lo expone Demostenes en

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t r e ñ ís 24 al ejército en tero y com pleto, m ediante u n a ley, a p erm an ecer en el cam po de acción de la g u erra, con­ virtiéndoos vosotros m ism os en ad m in istrad o res y p ro ­ veedores del dinero, y poniéndoos en condiciones de reclam ar al general la razón de las acciones, dejaréis de d elib erar siem pre sobre lo m ism o sin realizar p ro ­ greso alguno. Y todavía, adem ás de eso, p rim era m en te, varones atenienses, l e 25 q u itaré is el m ás im p o rta n te de sus ingresos. ¿Y cuál es ése? Que lucha con vosotros a co sta de v uestros aliados, ra p ta n d o y despojando a los que navegan p o r el m ar. ¿Y luego qué, adem ás de eso? V osotros m ism os os veréis libres de padecim ien­ to, no com o en el tiem po pasad o cuando se lanzó co n tra Lem nos e Im b ro s y se m archó de allí lleván­ dose prisio n ero s a ciudadanos vuestros, y cuando a p re ­ só las naves cerca del G e re sto 26 y sacó a cu e n ta de ello incalculables sum as de dinero, y cuando finalm en­ te desem barcó en M aratón y se m archó llevándose de la región el trirre m e sa g ra d o 27, y vosotros ni podéis im pedir esos hechos ni enviar expediciones de auxi­ lio en las fechas que de antem ano fijéis. Sin em bargo, ¿por qué creéis, varones atenienses, que la fiesta de las P anateneas y la de las Dionisias siem pre se cele­ b ra n en las fechas correspondientes, ya sean expertos, ya gentes sencillas los que p o r designación de la su erte La m ism a expresión en Andócides, I I I 7. 25 Es decir: con lo que Filipo o b te n ía d esp o jan d o a los alia­ dos de los atenienses, se e n fre n ta b a luego a éstos. 26 N om bre del cabo y p u e rto situ a d o s en el ex trem o su d ­ occidental de la isla de E ubea. 22 Según H arpocración , se tr a ta de la nave P áralo. «Tri­ rrem es sagrados» eran b ajeles públicos que tra n sp o rta b a n a los em bajadores sagrados ( th e ó r o í ) a Délos. O tra nave pública, com o la P áralo, e ra la bien conocida S alam inia. H arp o cració n afirm a que D em óstenes se refiere a la P áralo, citan d o com o apoyo de su aserción testim onios de los an alista s (o e scrito res de anales de la h isto ria ática) F ilócoro y A ndroción. 24

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34

35

discursos políticos

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se encargan de u n a u o tra de ellas; fiestas en

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o for khoréeoí) eran ciudadanos que a expen28 Los coregos (.gr. líricos o dramáticos. Los gimsas propias ü[ gan^ “ dos de organizar los juegos gimnásnasiarcos estaban ei g coros y juegos atléticos se ticos, com o en los >a l^ n a s t a r c o vencer ^ o T a m ^ n 011: £ tribu a . e p —

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greso de fondos; después ele eso decidim os em b arcar a los m etecos y a los lib e rto s 30, luego, p o r el co n trario , em b arcar noso tro s m ism os, luego, cam b iar las tri­ pulaciones, luego, m ien tras se an d a en esas dilacio- 37 nes, p erd id o está ya lo que e ra el o b jeto de n u e stra expedición naval; pues el tiem po de a c tu a r lo g asta­ rnos en h acer n u estro s preparativos, m ien tras que las opo rtu n id ad es de los sucesos n o a g u a rd a n 31 ni a n u es­ tra len titu d n i a n u estro s pretextos. Y las fuerzas que creíam os poseer en el en tre tan to , en las ocasiones precisas se revelan incapaces de h ac er nada. P o r su p arte, él h a llegado a tal grado de insolencia, que a los eubeos les está enviando ya ca rtas com o ésta. L ectura de la c a r ta 32 De lo que se h a leído, varones atenienses, la m ayor 38 p arte es verdad —tal com o no debiera—, p o r m ás que, tal vez, no sea agradable de escuchar. A hora bien, si cuanto uno p asa p o r alto en el discurso con el fin de que no cause aflicción, tam b ién los acontecim ientos lo van a p asa r p o r alto, entonces es m en ester h ab lar en público con p ro p ósito de com placencia; pero si el halago de las p alab ras, cuando no corresponde a la * Los metecos eran los extranjeros residentes en Atenas. En cuanto a los «libertos», nuestro texto dice literalmente «los que viven aparte», es decir, «fuera de la casa de sus anti­ guos amos», o sea, «los libertos». Harpocración, bajo el epí­ grafe «los que viven aparte» (toüs choñs oikoüntas) dice: «Son los libertos que vivían por sí mismos, aparte de quienes les habían concedido la libertad; mientras eran esclavos, vivían to­ davía junto con sus dueños.» Cf, Contra Evergo y Mnesibulo 72. 31 Cf. T ucídides, I 142. 32 He aquí, según el escoliasta, el contenido de la carta en cuestión: «Filipo envió una carta a los eubeos diciéndoles, en plan de consejo, que no había necesidad de esperar la alianza con los atenienses, ya que ni a sí mismos eran capaces de salvarse.»

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realid ad , se co n v ierte en castigo, es vergonzoso enga ftarse a sí m ism os y, dem orando lo que sea 39

s a r ta r d e a to d a s la s e m p re s a s ; y n o p o d e r a p r e n d n i esto - q u e n e c e s a r ia m e n te lo s q u e d ir ig e n b ie n u n a o hh aan n de g u erra nno a e seguir según aa los ac o n te cim ie n to s33, sino

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p o r d elante de ellos, y que del m ism o m odo que se n o d ría exigir al general guiar a sus ejércitos, asi tam S T a los políticos d irig ir los acontecim ientos, p a ra a u e se haga lo q u e aquéllos decidan y no se vean obli­ gados a c o rre r en pos de las circunstancias fortuitos. 40 P ero vosotros, varones atenienses, que poseen m fu erza su p erio r a cualquier o tra , trirre m es, hoplitas caballería, ingresos, de esos recu rso s h a sta e a hoy no os h ab éis servido de ninguno p a ra cosa de p ro ­ vecho y n ad a os fa lta p a ra lu ch ar con Filipo al m odo en que los b á rb a ro s boxean. E n efecto, el que de aq u e­ llos h a recibido u n golpe, se a g a rra siem pre la p a rte golpeada y si se le sacude en o tro lugar, allí están ya á m a n o s ; p e to cu b rirse o m irar de frente,-

4,

n i q u ie re . I g u a l v o s o tr o s : si o s e n te r á is de que:FÜP e s tá en el Q u e r s o n e s o , v o tá is q u e se e n v íe a llí u n a e x p e d ic ió n d e a u x ilio ; si en la s T e r m o p ila s , a lia la m a n ­ d á is; si e n c u a lq u ie r o tr o lu g a r, a n d a is c o r r ie n d o d e a r r ib a p a r a a b a jo y o s d e já is m a n io b r a r p o r el, p e ro te n é is d e c id id o p o r v u e s tr a p a r te n a d a q u e se a d e in te ­ r é s c o n r e s p e c t o a la g u e rr a , n i n a d a p r e v e is c o n a n te ­ r io r id a d a lo s a c o n te c im ie n to s , a n te s d e q u e o s e n er é is d e q u e a lg o h a su c e d id o o e s tá su c e d ie n d o . E s o ta l i t e s e r a p o s ib le ; p e r o a h o r a se h a lle g a d o a l m om e n tó c u lm in a n te , de fo r m a q u e y a n o c a b e s e g u ir a .

42

Me parece, v arones atenienses, que algún dios, s tiendo vergüenza p o r la ciudad a causa de lo que es a 33 Cf Trio L iv io , IX 18: Reges non liberi solum «npe*mentís ómnibus, sed domini rerum temporumque trahunt consiliis cuneta, non sequuntur.

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sucediendo, infundió a Filipo ese afán de actividad, pues si con la posesión de lo que h a som etido y con­ qu istado an ticip ad am ente q u isiera m an ten erse en calm a y ya no realizase nada, a algunos de vosotros m e p a­ rece que les re su lta ría suficiente la situación en v irtu d de la cual, com o estado, hub iéram o s sido m ultados con los oprobios que dan lugar a deshonor, cobardía y to d as las vergüenzas; pero com o la realid ad es que anda siem pre in ten tan d o algo nuevo y buscando el in­ crem ento, tal vez puede llegar a desafiaros, si es que no habéis renunciado definitivam ente a ello. Yo, perso- 43 nalm ente, m e so rp ren do de que ninguno de vosotros reflexione o se irrite al ver, varones atenienses, que la iniciación de esta guerra haya tenido lu g ar p a ra cas­ tig ar a F ilip o 34 y que su final sea ya p a ra no su frir daño a m anos de Filipo. Pues que no se d eten d rá, es evidente, si alguien no le pone im pedim ento. E n to n ­ ces, ¿vam os a e sta r soportando eso? ¿Creéis que todo irá bien si enviáis trirre m es vacíos y las esperanzas que haya su g e rid o 35 fulano o m engano? ¿No nos em- 44 barcarem os? ¿No saldrem os no so tro s m ism os en cam ­ paña con u n a p a rte de nu estro s propios soldados ahora, ya que no lo hicim os antes? ¿No navegarem os con rum bo al te rrito rio de aquél p a ra atacarlo? ¿Dónde, pues, echarem os el ancla?, m e p reg u n tab a alguien. La propia guerra, si es que la em prendem os, varones ate­ nienses, d escu b rirá los puntos flacos de la situación en que aquél se encuentra; si, p o r el contrario, nos quedam os sentados en casa oyendo las m u tu as in ju rias 34 En efecto, como señala el escoliasta, la guerra comenzó con la toma de Anfípolis por parte de Filipo, plaza que los atenienses reivindicaban junto con otras ciudades que perte­ necían a Atenas. 35 Cf. 45: «Dondequiera que enviéis un estratego y un de­ creto vano y las esperanzas difundidas desde la tribuna ora­ toria...».

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y acusaciones que se dirigen los oradores, nunca sera posible que nos sobrevenga nada de lo que es necesa45 rio. Pues, en m i opinión, dondequiera que sea enviada u n a p a rte de la ciudad, aunque no sea to talm en te a eniense, allí siguen colaborando en los esfuerzos la enevolencia de los dioses y la de la fortuna; en cambio, d o n d eau iera q ue enviéis u n estratego y u n ecre o vano v las esperanzas difundidas desde la trib u n a o ra­ toria, allí n a d a de lo necesario se os cum ple, sino que los enem igos se bu rlan y los aliados se m u eren de m ie d o 36 an te las tro p as expedicionarias de esa laya. 46 P o rq u e no es posible, no es posible que u n so o om b r e 37 sea capaz algún día de realizar p ara voso ros todo eso q u e queréis; p ro m eter, sin em bargo, y acer afirm aciones y acu sar a fulano y a m engano, eso que es posible, pero a raíz de esas prácticas núes política se m alogra; pues cuando el general m anda en m iserables m ercen ario s 33 sin paga, y o tro s aquí hay que con facilidad os e n g a ñ a n 39 a propósito de las realiza­ ciones de aquél, y vosotros, a p a rtir de las noticias que recibáis, votáis lo que se os ocurra, ¿qué m as hay que 47

esperar? E ntonces, ¿cómo cesará eso? Cuando vosotros, va­ rones atenienses, designéis a los m ism os hom bres sol­ dados, testigos de las operaciones m ilitares y jueces

56 Cf„ p o r lo que resp ecta a e sta expresión u n tex to en que tam b ién aparece: Dem ., S o b r e la e m b a j a d a í r a u d u l e n t a j ^ 37 ES decir, el general, to ta lm e n te d esprovisto de tro p a s atenienses, secundad o ún icam en te p o r u n ejérc ito de m ercenan °38 Cf C o n t r a A r i s t ó c r a te s 154, donde el té rm in o aqui em ­ plead o a p ó m i s t h o s significa «m ercenarios licenciados», m ien­ tr a s que en el p resen te tex to equivale a «m ercenarios sin paga , es decir, m ercen ario s que no reciben su soldada. 39 Según el escoliasta, alude D em ostenes a C eñsódoto, que fue ad v ersario de Cares (cf. Aristóteles, R e t ó r i c a I I I 10).

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de las rendiciones de c u e n ta s 40, una vez hayan vuelto a su p atria , de m odo que vosotros no solam ente escu­ chéis vuestros propios intereses, sino que, adem ás, es­ téis presen tes p a ra verlos. A hora las cosas han llegado a tal grado de desvergüenza, que cada g e n e ra l41 es juzgado dos o tres veces a n te vosotros en causas de pena capital; en cam bio, co n tra los enem igos ninguno de ellos ni p o r u n a sola vez se atreve a lu c h a r ju g án ­ dose la vida; an tes bien, prefieren la m u erte de los p iratas y b andoleros a la que les cuadra; pues es p ro ­ pio del m alhechor m o rir sentenciado; de un general, m o rir com batiendo con los enemigos. Y en tre nos- 48 otros, unos van p o r ahí diciendo que Filino en cola­ boración con los lacedem onios p re p a ra la ru in a de Tebas v el d esm em bram iento de su confederación po­ lític a 42; otros, que h a enviado m ensajeros al Rey; otros, que fortifica ciudades en Iliria; otros, finalm ente, an­ dam os de un lado p ara otro m odelando cada uno sus propias histo rias. Yo. ñ o r m i p arte, creo, varones ate- 49 nienses (sí que lo creo, por los dioses), que aquél está em briagado p o r la grandeza de sus realizaciones y en su im aginación da vueltas a m uchos sueños de simi-

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40 C uando un m ag istrad o cesab a en u n cargo, e sta b a obli­ gado a re n d ir cuentas de su gestión en la susodicha m a g istra ­ tu ra an te u n a especie de trib u n a l de cu en tas (J o g ts ta í), al que ayudaba el cuerpo de los e á th y n o i , encarg ad o s de c o m p ro b a r la exactitud de las declaraciones del exam inado. Si surgía algún problem a, la indagación p a sa b a a los trib u n a le s del

pueblo. 41 Se refiere a Autocles, Cefisódoto, L eóstenes, C alístenes y

Cares. 42 Filipo, que h ab ía sido aliado de Tebas d u ra n te la «G uerra Sagrada», no veía con buenos o jo s ni la hegem onía de Tebas sobre las dem ás ciudades beocias, ni la p o lítica e x te rio r que este estado unificado d esa rro lla b a en A rcadia. B aste re c o rd a r que A rcadia, así com o o tras ciudades-estados del Peloponeso, hab ía aprovechado la efím era g randeza de T ebas p a ra conso­ lid ar su p o d er fre n te a la trad ic io n a l hegem onía de E sp a rta .

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DISCURSOS POLÍTICOS

lares éxitos, al ver la inexistencia de quienes se los im pidan y en cu m b rad o p o r las em presas realizadas, sin em bargo, en lo que no creo, p o r Zeus, es en que elija ac tu a r de tal form a, que los m ás insensatos de ’ e n tre n o sotros sepan qué es lo que va a h ac er aquel; pues los m ás in sensatos son los forjadores de histo50 rias. Pero si d ejan d o eso ap a rte nos hacem os cargo de que este h o m b re es enem igo, de que nos esta des­ p o jan d o de lo n u estro, de que d u ran te m ucho tiem po nos está in su ltan d o, de que todo cuanto en cualquier ocasión esp eram o s que hiciera p o r no so tro s re su lta que se h a v u elto en c o n tra nu estra, de que el fu tu r está en n u e stra s propias m anos, y de que si ah o ra no querem os c o m b atir allí con él, tal vez nos verem os fo r­ zados a h acerlo aquí, si nos hacem os cargo e eso, h ab rem o s decidido lo que hace falta, y nos habrem os lib rad o de vanos discursos; pues no hay que consi er a r lo que lleg ará a suceder, sino sab e r a ciencia cierta que será desastroso, si no aplicáis a ello vuestro en ten d im ien to y no queréis h acer lo que os conviene. 51 Yo, p o r m i p arte, nunca en o tra ocasión m e resolví a deciros en p lan de halago algo de lo que no estu ­ viera convencido que os iba a ser ú til, y ah o ra to o lo que pienso sencillam ente, sin d isim ular nada, os o he confesado con franqueza. Y quisiera que asi com o sé que a v o so tro s os conviene escuchar los m ejores consejos, del m ism o m odo supiera q u e será prove­ choso tam b ién p a ra el que los enuncia; pues m e sen­ tiría m ucho m ás a gusto. P ero ahora, aunque lo que m e re su lta rá de la p ro p u e sta está en te rre n o incierto, sin em bargo, m e resuelvo a exponerla en el convenci­ m iento de q u e si la lleváis a efecto, os re su lta ra con­ veniente. Y q u e triu n fe lo que a todos convenga.

V

SOBRE LA PAZ*

INTRODUCCIÓN

Según Dionisio de H alicarnaso, este discurso fue pronunciado bajo el arcontado de A rquias (346 a. C.). La pérd id a de Olinto en el 348 a. C. p ro d u jo u n a inm e­ diata alarm a en Atenas, p erp le ja an te el am enazador avance de Filipo. Los atenienses, en tal situación, b u s­ can apoyo en tre las dem ás ciudades griegas, con el fin de fo rm ar una coalición antim acedónica capaz de poner u n a b a rre ra a la im parable y am biciosa c a rre ra de Filipo. Pero el intento resu ltó infructuoso. Así pues, tuvieron que co n ten tarse con enviar u n a flota a las órdenes de Cares, cuyo único logro efectivo fue establecer plazas fu ertes en determ inados p u n to s de la costa de Tracia. Consiguientem ente, cunde en Atenas cierto desáni­ mo ante la im posiblidad de conseguir fo rm a r u n fren te panhelénico que ofreciera las m ínim as g arantías de éxito en u na confrontación con el enem igo com ún. Pero, p o r o tra p arte, en el cam po político adversario, Filipo necesita u n a tregua p a ra consolidar sus victoBibliografía reciente en Lustrum 14 (1969), Gotinga, 1971.

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discursos políticos

rías, re cu p erarse de su actividad incansable y poder re p la n tear con nuevos b río s sus aspiraciones rus r das de p en etració n en Grecia central. E n esta atm ó sfera com ún cargada de deseos de gua, se entiende la aprobación de u n a m ocion presen­ tad a p o r F ilócrates en el año 346 a. C„ según la cual debía n o m b rarse un colegio de em bajadores que acu­ diera a tra ta r con el M acedonio las condiciones paz. P ara esta em bajada fueron d esu ñ ad o s, «mtrc otros, D em óstenes y E squines. A raíz de esta m isión diplom ática, q ue tuvo dos fases, y en a que i nieron los dos irreconciliables enem igos, surgió el asu n to de la «em bajada», que generó sendos discurso de am bos ad v ersarios, en los que cada uno e aprovecha la o p o rtu n id ad p ara a tac ar al otro. Pero 10 m ás extraño de todo este proceso es que E squines no respondiese a las acusaciones de D em óstenes, quien con to d a clarid ad v en form a directísim a censura a su enem igo p o r h ab e rse puesto descaradam ente a favor de los pro p ó sito s de Filipo. É sa es la razón p o r la que Libanio opina q ue el discurso Sobre la paz lo dejo es­ crito su au to r, p ero no lo pronunció nunca. E n la p rim e ra fase de la em bajada se sanciono a «paz de Filócrates»; era el m es de Elafebolion de año 346 a. C. , , Casi no h ace falta decir que las condiciones d tra ta d o eran n etam e n te favorables al soberano de Macedonia, y, p o r tan to , ruinosas p a ra Atenas. E n efecto, se reconocía el sta tu quo p o r am bas p arte s, pero no se co n tem p lab an en el tra ta d o ni la alianza ateniense con los focidios, ni los vínculos de Atenas con el y de T racia C ersobleptes ni con el pueblecito tesalio de H alos, a la sazón asediado p o r Filipo. A p ro b a d a l a « p az d e F iló c r a te s » , c o m e n z ó la se g u n ­ d a fa s e de la e m b a ja d a , c u y a fin a lid a d e r a a d m in is ­ t r a r lo s ju r a m e n to s a l m o n a r c a m a c e d o n io , m u y o c u ­

SOBRE LA PAZ

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pado p o r el m om ento en la cam paña de Tracia. De esta segunda em b ajad a regresó D em óstenes p ro fu n d a­ m en te encolerizado y denunció a sus colegas em b aja­ dores an te el Consejo. Pero ya no h ab ía rem edio. Ate­ nas estab a atad a de pies y m anos. Filipo se lim itó a h acer lo que le interesaba: p en e tró en G recia central, puso en poder de Tebas las ciudades de Beocia, so­ m etió al caudillo de los focidios, Faleco, y dispersó la población de la Fócide. Los atenienses, que en el tra ta d o de paz habían renunciado a im pedir la e n tra d a del M acedonio en G recia central, se reconocían ahora engañados p o r un «bárbaro», que, tra s ocupar u n a vacante de los focidios en el Consejo anfictiónico, celebró su triu n fo p resi­ diendo los Juegos Pídeos. Quedó claro en Atenas, colm ada de indignación ante tales hechos, que D em óstenes era un p atrio ta, m ien­ tra s que F ilócrates y E squines habían aconsejado al pueblo favoreciendo los intereses de Filipo. Pero, pese a ello, n u estro o ra d o r reconoce —y así lo aconseja— que la m ejo r ac titu d en la situación a la que se había llegado era la de reconocer la paz.

ARGUMENTO DE LIBANIO

Como la guerra en torno a Anfípolis se alargaba, Filipo y 1 los atenienses desearon la paz; los atenienses, porque en la guerra les iba mal; Filipo, porque quería cumplir lo que pro­ metiera a tesalios y tebanos. Había prometido a los tebanos entregarles Orcómeno y Coronea, ciudades beocias, y a ambos poner fin a la guerra focidia. Y esto le era imposible con los atenienses en guerra; pues también antes, cuando quiso pene­ trar en Fócide, los atenienses con sus naves hicieron una na­ vegación envolvente hasta llegar al lugar llamado Pilas, por algunos Termópilas, y se vio defraudado en su intento de inva­ sión. Así que, volviendo al caso, una vez que llevó a término 2

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DISCURSOS POLÍTICOS

la paz con los atenienses, sin im pedim ento de nadte p aso a in te rio r de Pilas, hizo evacuar al pueblo focidto y tom o de lo dem ás griegos el lu g ar que los focidios o cupaban e n tre los anfictíoncs v los votos que les co rrespondían en el consejm envió m en sajero s tam bién a los atenienses, pidiendo que ta ^ bien ellos a c ep taran esos hechos; y D em ostenes c o n s e j a que los acepten, no p o rq u e se adhiriese a esta fuese correcta, ni afirm ase que era ju sto que ^ p articip ase en un consejo griego, sino p o rq u e tem ía, s e g ú n J u n a v o tra vez, no se vieran forzados a em p ren d er u n a guerra co n tra todos los griegos en co n ju n to . Pues afirm a que, cada uno p o r u n a causa d istin ta, han chocado con los atenienses y que unidos van a lu ch ar co n tra ellos. «Daremos» d m e ^ e s m otivo com ún co n tra nosotros, a saber, que som os los « n ^ s que nos oponem os a los decretos de los anfictiones, que m ás vale o bservar la paz, sobre todo habien d o p e n etrad o Filipo en Pilas y podiendo atac ar el Atica, que a rr a s tr a r tan gran peligro p o r tan poca cosa». E ste discu rso m e parece que fue p rep arad o pero no p ro ­ nunciado. Pues al acu sar el o ra d o r a E squines, e n tre o tra s le rep ro ch a tam b ién esto, que hubiese aconsejado que se con­ cediese por votación a Filipo títu lo de anfiction, cuan d o n m e o tro ni Filócrates, el m ás desvergonzado de los h o m b res, se atrevía a in tro d u c ir esa p ro p u esta. Así que, si él perso n alm en te hubiese aconsejado en estas cuestiones, no h a b ría a ta c a o p o r ello a E squines, sino que evidentem ente h a b ría tem í o su la sospecha de ser favorable a Filipo y h ab er m an ifestad o u n a p ro p u esta de tal estilo debido al hecho de h a b erse dejado convencer p o r el Rey a tuerza de d in ero ; ya que h a sta en este discurso parece que se alza c o n tra una sospechtt :s im ilar p re ­ sentándose com o bien d isp u esto p a ra la ciudad e in co rru p tib le.

i

Veo, v arones atenienses, que la situación p resen te ofrece m u ch a dificultad e inquietud, no sólo p o r lo m ucho que se h a abandonado y porque de ninguna u tilid ad es h a b la r con elegancia de ello, sm o tam bién p o rq u e acerca de lo que nos queda ni en u n solo punto se está de acu erd o al co n sid erar lo que conviene, antes

SOBRE LA PAZ

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bien, a unos les parece de u n a m anera, a o tro s de o tra. Y si bien delib erar es cosa ard u a y difícil p o r naturaleza, vosotros, varones atenienses, la habéis hecho m ucho m ás difícil todavía; p u es todos los dem ás hom ­ b res suelen u sar de la deliberación an tes de los acon­ tecim ientos, vosotros, en cam bio, después de los acon­ tecim ientos ‘. Como consecuencia de eso sucede que, a lo largo de todo el tiem po del que tengo conciencia, el que critica los e rro res com etidos gana b u en a fam a y tiene visos de p e ro ra r bien, p ero los hechos, incluso aquellos sobre los que deliberáis, se os escapan p o r com pleto. Pese a todo, aunque eso es así, opino —y convencido de ello m e levanté— que si estáis dispues­ tos a d ar de lado al alboroto y las rivalidades y que­ réis escuchar, com o co rresponde a quienes d eliberan en provecho de la ciudad y de asu n to s de sim ilar in­ terés, p o d ré expresar y ac o n sejar m edidas p o r las cuales la p resen te situación m e jo ra rá y se re cu p erará lo abandonado. Aunque sé m uy bien, varones atenienses, que h ab lar acerca de lo que uno m ism o h a hablado y acerca de sí m ism o an te vosotros es siem pre de las cosas que m ás aprovechan a quienes se atre v en a hacerlo, lo consi­ dero tan m olesto y pesado, que pese a ver la necesi­ dad de ello, vacilo sin em bargo. Pero estim o que os form aréis m ejo r u n juicio acerca de lo que ah o ra voy a decir, si recordáis unos pequeños detalles de los dis­ cursos an terio rm en te pronunciados p o r mí. Yo, varo­ nes atenienses, en p rim er lugar, cuando algunos tra ­ taban de convenceros a raíz de la conm oción política de Eubea, p a ra que ayudarais a P lu ta rc o 2 y a rrastra - *i i Cf. Contra Filipo, 1 40-1. i Plutarco fue tirano de Eretria, ciudad de Eubea. Contra él se levantaron los ciudadanos capitaneados por Clitarco. Fue entonces cuando el tirano envió una embajada a Atenas en so­ licitud de ayuda, petición a la que Demóstenes se opuso ta-

discursos políticos

126

rais u n a g u erra sin gloria y costosa, fui el p rim ero y r ú n i c o ¿ e pase a la trib u n a y m e opuse, y poco m faltó u a ra se r d escuartizado a m anos de quienes o aco n sejaro n co m eter num erosos > bio de escasas ganancias; y cu and° hrf v°

Ab r e v e l a ver.

ser del género h um ano h a sufrido nunca p o r p a rte de

y que yo h ab ia sido el que habra expuesto las m ejores X L o e re n c ia s O tra vez, varones atenienses, cuando m di^cu en ta de que N eoptólem o < el actor alcanzaba m1 S S S g ra d a s a, paren tesco de •» que cau sab a a la ciudad los m ayores danos í * m aba y g o b ernaba lo vuestro en beneñeto de Fibpo su b í a la trib u n a y os lo com uniqué, no PUJ t a u “ ninguna en em istad p riv ad a ni por a a n d ^ déla com o quedó de^ m a n i a t o a ^ voy „ 7 2 S T T £ s“ tre n ”

1- “ “ 2 " a

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m a .ro deS Dioniso hubieseis contem plado ira-

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C o n tr a C t e s i f o n t e 36 y sigs.

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p a re c e r’ d e

tro p a c a p lta n e r ia .p o r F ^ ,

a Atenas por d io ,

y d í p ro le sió n a c to r d ra m á d e o .

o L Í ^ T S S . l a,g a n a m an era ligado a , c u b o de D i»

niso, gozaba de cierta indem nidad.

SOBRE LA PAZ

127

gedias y no h u b iera versado la deliberación sobre la salvación de la ciudad y los intereses com unes, no le habríais escuchado a él con ta n ta benevolencia ni a mí con ta n ta h o stilidad. Aunque de esto, al m enos, 8 creo que todos vosotros estáis enterados: hizo u n a escapada entonces a te rrito rio enem igo p a ra recu p erar, según dijo, e in v ertir aquí en servicios públicos las sum as de dinero que allí se le debían; y tra s h ab e r hecho ab u n d a n te uso de ese argum ento, diciendo que era terrib le re p re n d e r a quienes estab a n tra n sp o rta n ­ do sus fo rtu n a s de allí a aquí, u n a vez que alcanzó inm unidad gracias a la paz, las p ropiedades q u e aquí había ad q u irido, las convirtió en d in ero y llevándoselo consigo se va ju n to a Filipo. Esas dos advertencias que os hice yo dan testim onio 9 del valor de m is pasados discursos y fueron expuestas p or mí con ex actitud y ecuanim idad, en conform idad con los hechos. E n terc er lugar, varones atenienses _y u na vez diga solam ente esto, h ab laré ya so bre lo que he venido a exponer—, cuando regresam os los ío em bajadores después de h a b e r recibido los ju ra m e n ­ tos relativos a la paz, y entonces algunos p ro m etían que Tespias y P la te a 5 serían reco n stru id as y que Fi­ lipo, en cuanto ganase el dom inio, salvaría a los focidios y que d esm em braría la ciudad de Tebas y que Oropo sería v u estra y que se d aría E ubea a cam bio de Anfípolis y o tras esperanzas y em bustes sim ilares, a rra s­ trados p o r los cuales vosotros abandonasteis a los fo-

5 Tespias y Platea era n ciudades beocias. No q u ería n e sta r bajo el dom inio de los tebanos. P ero éstos, ap rovechando u n a tregua, las atacaro n , y e n tre m atan zas y d estierro s re d u je ro n considerablem ente el núm ero de sus h a b ita n te s. De las tie rra s y los bienes con que se to p aro n , hicieron los teb an o s lotes y se los rep artiero n .

discursos políticos

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C id io s* c o n t r a v u e s tr o s in te r e s e s , c o n tr a e l h o n o r , r e s u lta r á c la r o q u e e n n in g u n o d e e so s e n g a ñ o s n i g u a r d e s ile n c io a n te e llo s sin o q u e o s a d v e r tí, c o m o se q u e o s a c o r d á is , q u e d e e so n i te n ía c o n o c im ie n to s n i e s p e r a n z a s y q u e o p in a b a q u e q u ie n ta le s p r o p ó s ito s e x p o n ía d e c ía ba-

11

S a t p u e s b ie n , to d o s e s o s c a s o s en q u e p a r e c e q u e p r e v e o la s co^ as m e jo r q u e lo s d e m á s, n o tos r e t e n » , v a r o n e s a te n ie n s e s , n i a u n a s o la e s p e c ia l h a b ilid a d fa n fa r r o n e r ía , n i p r e te n d e r é q u e m i c o n o c im ie n o y m is p r e v is io n e s se d e b e n a n in g u n a o tr a c a u s a , s a lv o

a la s d o s r a z o n e s q u e o s v o y a d e c ir: u n a , v a r o a te n ie n s e s la b u e n a s u e r te , fa c t o r q u e, se g ú n y o v e o , d o m in a t o d a la h a b ilid a d y s a b id u r ía q u e h a y e n la ia v i d T d el h o m b r e ; o tr a : h a g o g r a tis la s e s tim a c io n e s y C á lcu lo s d e lo s a s u n to s p ú b lic o s y n a d ie p o d r ía m o s ­ t r a r n in g u n a g a n a n c ia p r iv a d a c o n e c ta d a a m i a c e ­ d a d p o lít ic a u o r a to r ia . A s í q u e ju s ta m e n te se o fr e c e a m i in tu ic ió n lo c o n v e n ie n te a ju z g a r p o r la s c ir c u n s ­ ta n c ia s m is m a s . P e ro c u a n d o se e c h a d in e ro a l o r la d o c o m o en u n p la tillo d e la b a la n z a , se v a e s te liev á n ío s e c o n s ig o y a r r a s t r a n d o c o n él a l r a z i e n y e l q u e ta l h a h e c h o y a n o p o d r ía h a c e r c a lc u lo d e n a d a en fo r m a c o r r e c t a y san a. A h o ra b ie n , y o , a l m e n o s, p r o p o n g o q u e u n a so la 13 c o s a d e b e o c u p a r el p r im e r lu g a r: si se q u ie r e P r o p o r ­ c io n a r a la c iu d a d b ie n a lia d o s, b ie n u n a c o n tr ib u ­ c ió n b ie n c u a lq u ie r o tr a c o sa , e so se h a r á sin r o m p e r la p a z e x is te n te , n o p o r q u e s e a a d m ir a b le m d ig n a de l o s o t r o s , s in o q u e , c o m o q u ie r a q u e e lla sea , h a b r ía s id o m á s o p o r tu n o p a r a n u e s tr a s itu a c ió n q u e n o hu b ie r a lle g a d o a p r o d u c ir s e q u e el q u e p o r c a u s a n u 6

6

Sobre esas fallidas p rom esas, cf. CoMj



S o b r e la c o r o n a 35; S o b r e la e m b a ja d a f r a u d u l e n t a 19-2 .

^

sobre: la paz

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tra se ro m p a ah o ra que ya está realizada; pues h e­ mos ab andonado m uchas v en tajas que, contand o con e lla s 7, h ab ría n hecho la g u e rra m ás segura y m ás fácil p a ra n o so tro s entonces que ahora. E n segundo 14 lugar, varones atenienses, hay q u e ver de no a r ra s tra r a la necesidad o al pretexto de u n a g u erra c o n ju n ta co ntra n o so tro s a esos que e stán reunidos y an d an diciendo que ah o ra son a n ñ c tío n e s8. Pues yo opino que si de nuevo nos sobreviniera u n a g u erra c o n tra Filipo a causa de Anfípolis o de algún o tro sim ilar m otivo de querella privada, en la que no in terv in ieran tesalios ni argivos n i tebanos, ninguno de ellos lucha­ ría co n tra n o so tro s y m enos q u e ningún o tro ( y que 15 nadie m e alb o ro te an tes de o ír) los tebanos, no p o rq u e se en cu en tren a gusto con n o so tro s ni p o rq u e no es­ tuvieran dispuestos a com placer a Filipo, sino p o rq u e saben con exactitud, aunque se les tache de obtusos, que en el caso de u n a g u erra e n tre ellos y nosotros, ellos recib irán todos los m ales, m ien tras que o tro es­ tará sentado al acecho de los beneficios. De m odo que no se lanzarían a sem ejante em p resa a no ser que fue­ sen com unes a varios el origen y la causa de la guerra. 16 Ni tam poco en el caso de que com batiéram os con los tebanos p o r O ropo 9 o por algún interés p a rtic u la r nos p asaría nada, en m i opinión; pues creo que quienes p restasen ayuda, la p ro p o rcio n arían a nosotros y a aquéllos en el caso de que alguien invadiese n u estro territo rio o el de ellos, pero no se aliarían a ninguno 7 En efecto, habrían contado con Anfípolis y otras fortale­ zas a lo largo de la costa tracia, con la guerra focidia, etc. 8 Demóstenes no reconocía este título, ni a Filipo ni a los tesalios. 9 Oropo estaba al lado de la frontera tebana, y podría con­ vertirse en objeto de disensión y discordia entre tebanos y ate­ nienses. Pero en ese caso, piensa Demóstenes, el conflicto sólo afectaría a las dos regiones y estados vecinos, Beocia y Ática.

3 5 .- 9

DISCURSOS POLÍTICOS

130

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h asta el m ism o i m i j ^ p a ra con n o so tro s n p se refiere a ^ m as, smo q u e el h 4ue todos d ^ P - ^

los tebanos, p o r lo que dom inem os a los dé­ estem os a salvo es cosa m ism os, m ien tras * £ £ de .

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sobre; la paz

131

que Filipo pasase y se apoderase de los accesos ni que, pese a h ab er llegado el últim o, se apropiase de la fam a debida a lo que con tan to tra b a jo ellos m ism os h abían realizado; pues ahora, p o r lo que se refiere al hecho 21 de h ab er recu p erad o su te rrito rio 10, es verdad que los tebanos han hecho algo, pero e n relación con el h o n o r y la rep u tació n h an obrado de la fo rm a m ás vergon­ zosa; p o rq u e si Filipo no hubiese pasado, parece que ningún provecho h ab ría n obtenido. P ero eso no era lo que querían, an tes bien, so p o rta ro n todo eso p o rq u e deseaban to m ar O rcóm eno y C oronea y eran incapaces de hacerlo. A hora bien, algunos ciertam en te se atre- 22 ven a afirm ar que Filipo ni siq u iera q uería en tre g ar a los tebanos O rcóm eno y Coronea, sino que se vio fo r­ zado a hacerlo; p ero yo a ésos les digo que lo pasen bien, y lo que sé es esto: q u e no le im p o rtab a eso más que deseos ten ía de co n q u istar los accesos y la fam a de la guerra, la de a p a re n ta r que gracias a él había alcanzado la resolución, y de ce le b rar los Juegos Píticos p o r m ediación suya; eso era lo que con m ás afán ansiaba. Pero los tesalios no q u erían ninguna de 23 esas dos cosas, ni que se engrandeciesen los tebanos ni que se hiciera grande Filipo, pues tan to u n a alte r­ nativa com o la o tra consideraban que iba en c o n tra de ellos m ism os; pero estaban deseosos de convertirse en dueños del consejo de las T erm opilas y de Delfos n, dos claras ganancias; y p o r tener estas am biciones colabo­ raro n en estos hechos. Así pues, en contraréis que cada uno p o r razón de sus propios intereses h a sido a rra s ­ trad o a h acer m uchas cosas d e las que no q u ería reali­ zar ninguna. E sto es, sin em bargo, esto es lo que de­ bem os vigilar. *1 i° Orcómeno y Coronea; cf. 22. 11 El Consejo anfictiónico se reunía en otoño en el templo de Deméter, cerca de las Termopilas, y en primavera, en Delfos.

DISCURSOS POLÍTICOS

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« ¿ E n to n c e s es n e c e s a rio q u e h a g a m o s lo q u e se n o s m a n d e , m o v id o s p o r e s o s te m o re s ? ¿ Y e r e s t q u e a eso n o s in d u c e s? » N i m u c h o m e n o s. A n te s b ie n q u e n i r e a lic e m o s n a d a in d ig n o d e n o so tro s^ m ism o h a v a g u e r r a y q u e d e m o s la im p r e s ió n a to d o s d e s e r S a f o s y « p o n e r a r g u m e n to s ju s to s , e s o e s lo q u e c r e o q u e h a y q u e h a c e r . Y c o n r e la c ió n a lo s q u e p .en 2 Í q u e e s n e c e s a r io s o p o r ta r c o n v a lo r lo q u e s e a y n o p r e v é n la g u e r r a , q u ie r o h a c e r las s ig u ie n te s c o n s i­ d e r a c io n e s . N o s o tr o s p e r m itim o s q u e lo s te b a n o s poí e T o r o p o . y si a lg u ie n n o s p r e g u n ta r a , d o n o s d e c ir la v e r d a d , .¿ p o r q u e?» , « p a r a ev iu m la g u e rra » , r e s p o n d e r ía m o s . Y a h o r a m is m o a F ilip o e n v ir t u d d e l tr a t a d o le h e m o s c e d id o A n fip o h s y p e r m i­ tim o s q u e C a r d i a 12 q u e d e f u e r a d e l r e s to d e l Q u ers o n e so y q u e e l C a r io 13 o c u p e la s is la s d e Q u io s, C o s y R o d a s , y q u e lo s b iz a n tin o s o b lig u e n a n u e s tr o s b ar12 C ardia e ra u n a colonia griega situ a d a en la zona occi­ d e n tal del Q uersoneso tra c io que h ab ía sido tan a^ a por ^ leto y C lazóm enas en el siglo v il a. C' P " * ™

incrementada por colonos atenienses conducidos por Milcmdes^ Desde entonces y durante todo el siglo v a. C. puede aecirse ííue se mantuvo bajo control de Atenas. Pero en el 362 a. C.. S S d £ s u p u s o al lado de Filipo y. como aliada de este monarca, figuró en el t r a t a d o *

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de M ausolo (b a jo cuyo

13 Idneo, f ^ d o ^ n t e n s a m e n t e helenizado), había ayureinado el Palf c os y Rodas a separarse de la confe­ s o . ’1 las isla Quios, C * y ^ ^ Ua. deracion presidida por ciudades aliadas de la capital de Rodas, Cos y Quíos, se rebelaron

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menes y exacciones mercenarios atemens

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„ ucrra sufrió Atenas una deC v Un ado más tarde

( I s s V c f M te ’ einpeligro de una intervención por parte de Persia,' las dos partes del conflicto entablaron negociaciones y concluyeron la paz.

SOBRE LA PAZ

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eos m ercantes a a rrib a r 14, evidentem ente p o rq u e con­ sideram os que la tran q u ilid ad que proporciona la paz es causa de m ayores bienes que e n tra r en conflicto y rivalidad p o r esos asuntos. P o r tanto, es estúpido y com pletam ente desafortunado que, tras h abernos com ­ portado así con cada uno de los pueblos p o r separado en asuntos pro p iam ente n u estro s y de vital im p o rtan ­ cia, ah ora luchem os contra todos p o r la som bra de Delfos. M Los barcos que transportaban trigo procedente del Ponto Euxino eran obligados por Bizancio a pagar peaje. Era ésta una importante fuente de ingresos para la ciudad ya desde antiguo. Baste pensar que cuando formaba parte del Imperio ateniense, pagaba a Atenas como tributo la impresionante suma de quince talentos, y a veces aún más.

VI CONTRA FILIPO, SEGUNDO DISCURSO

INTRODUCCION

El segundo discurso Contra Filipo fue pronunciado p or D em óstenes en el 344 a. C., dos años después del discurso Sobre la paz. Que la paz no iba a ser d u ra­ dera era cosa que no pocos atenienses se tem ían; la creciente am enaza de Filipo iba en aum ento m erced a la alianza del m onarca m acedonio con Tebas, su do­ minio sobre Tesalia y la in tere sa d a defensa que p re s­ taba a enem igos históricos de E sp a rta com o Mesenia, Arcadia y Argos, que, a p a r tir de este m om ento, p o r hostilidad hacia los lacedem onios, depositan en Filipo la m áxim a confianza. E n treta n to , la política del rey de M acedonia con Atenas es extrem adam ente hábil: de p alab ra y p o r ca rtas ju ra la paz, defiende ard o ro ­ sam ente la b u en a intención que in sp ira sus acciones, pone en claro que nunca se h a com prom etido la con­ ducta su p u esta p o r las vanas esperanzas y la incon­ m ovible b u en a fe de los atenienses. De hecho, sigue actuando según sus intereses, de acuerdo con las im ­ precisas obligaciones co ntraídas p o r el tra ta d o de paz. De este m odo cabía e sp e rar la airad a p ro te sta de De­ m óstenes al co m p ro b ar que sus com patriotas se habían

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DISCURSOS POLÍTICOS

d ejado en g añ ar p o r los traid o res atenienses res a u ltran z a de la causa m acedonia, es irro ^ de Filipo. E ra n éstos, y no el propio rey 1qs que lu c ía n concebir a la ciudadanía ateniense la idea d e una P< abso lu ta y sin condiciones, no aceptada en m inos p o r p a rte del Macedonio. Ellos hab ían hec creer al pueblo de Atenas que Filipo salvaría a los focidios, a rru in a ría a los tebanos y no se aPr ° ^ cht de la vía expedita que se le b n n d o en las Term op . p a ra co n tin u ar sin tra b a s su expansión p o r Grec a. A su vez, el m o n arca se lam entaba de las, según el, in­ ju sta s recrim inaciones que le dirigían los ora ores a nienses no sólo en la p ro p ia Atenas, sm o incluso o tras ciudades griegas. N uestro orador en ^ t m aca b ab a de p ro n u n c ia r discursos en el Peloponeso co n tra la engañosa política de Filipo. Así pues, en este segundo d i s c u r s o C ontra ^ P , D e m ó s te n e s d e ja se n ta d a la fa ls e d a d e m fia b ú id a d d e n e m ig o d e A te n a s p o r a n to n o m a s ia y el in fo r tu n io q u e r e p r e s e n ta la c o n s ta n te tr a ic ió n d e d e te r m in a d o s c iu d a d a n o s d is p u e s to s a e n g a ñ a r al p u e b lo p a r a h a c e r le

caer en m anos de su m ás terrib le adversario.

ARGUMENTO DE LIBANIO

Mediante este discurso el orador exhorta a los aten^n e a que sospechen de Filipo, como enemigo que es, y no con en del todo en la paz, sino que se mantengan despiertos atención a los asuntos y se preparen para la gue ^ acusa a Filipo de andar tendiendo asechanzas c o n tr tío s ate nienses y todos los griegos y afirma que eso es lo que te T o n L L s acciones, Y promete que dará respuestas a cierto embajadores llegados allí, al no saber los atenienses que debía responder. De dónde habían venido c ' d asuntos, en el discurso no se aclara, pero es posible saberlo merced a las «Historias filípicas». Por esas fechas, en e e ,

CONTRA FTLTPO, SEGUNDO DISCURSO

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envió Filipo embajadores a los atenienses, acusándoles de que le calumniaban sin razón ante los griegos diciendo que les había hecho muchas y grandes promesas y les había engañado; porque decía que no había prometido nada ni en nada les había engañado y reclamaba pruebas en torno a estas cuestio­ nes. Y al mismo tiempo que Filipo, enviaron también embaja­ dores a Atenas los argivos y los mesenios. acusando también éstos al pueblo de ser condescendientes y aplaudir a los lacedemonios, que estaban esclavizando el Peloponeso, y oponerse a ellos mismos, que estaban luchando por la libertad. Así pues, 3 los atenienses no encuentran respuesta que dar a Filipo y a las ciudades; a las ciudades, porque están en buenas disposiciones con los lacedcmonios y odian la coalición de argivos y mesenios con Filipo y recelan de ella, pero, pese a todo, no pueden de­ clarar que la conducta de los lacedemonios es justa. A Filipo, porque fracasaron en sus esperanzas, pero, sin embargo, parece que no fueron engañados por él personalmente, pues ni en sus cartas escribió Filipo promesa ninguna, ni a través de sus pro­ pios embajadores ofreció ningún compromiso, sino que eran algunos atenienses los que habían hecho concebir al pueblo la esperanza de que Filipo salvaría a los focidios y acabaría con la insolencia de los tebanos. Por eso Demóstenes, haciendo 4 mención de las respuestas, promete que las dará, pero declara que sería justo que a quienes han causado la dificultad, a ésos también reclamaran las respuestas; «ellos —dice— engañaron al pueblo y abrieron a Filipo las Termopilas». Con estas pala­ bras alude a Esquines, preparando, como dicen, la acusación contra él por embajada fraudulenta, que más tarde le interpuso, y desacreditándole ya de antemano ante el pueblo.

Cuando tienen lugar discursos, varones atenienses, i sobre lo que hace Filipo y sus violaciones de la paz, siem pre veo que los discursos en n u e stra defensa son m anifiestam ente ju sto s y h u m a n o s 1 y que todos los i Son j u s t o s los d iscursos que atac an a Filipo —co m enta el escoliasta—, po rq u e Filipo com ete in ju sticia; son h u m a n o s , porque c e n su ra r al m o n a rc a m acedonio significa com padecerse de Grecia.

DISCURSOS POLÍTICOS

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q u e a cu sa n a F ilip o p a r e c e n d ecir sie m p r e 1° c o n v ie n e , p e r o q u e, ;v a lg a , d e c .r lo as, J O ! ^ r e a ta n n ad a de lo q u e co n v ie n e n i d e lo s p > d e lo s c u a le s m e r e c e r ía la p en a escuchar e s o s d iscu r 2

sos; a n te s b ie n , re su lta q u e lo s ” ™ * * f * ^ en su to ta lid a d , h an lle g a d o a u n p u n to ^ 1 , q u e cu

d ifíc il se h a c e a c o n se ja r q u é e s lo q u e h a , q u e h a cer . T n ca n sa d e e llo , v a ro n es a te n ie n se s, e s q u , * “ o p o n e r b arrera s d e h e c h o y a ^ h a se d e d id a s p r á c tic a s, y n o con p ala b ra s, b u sc a n lle v a r sie m p re v en ta ja , en p rim e o tr o s, lo s q u e a c c e d e m o s a la trib un a,

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_ n o s. ^

d e h a cer p r o p u e sta s y d e ^ a o o n “ 3 " ae n e m ista d con c u e s tio n e s p or te m o i a in cu rrir v o so tr o s, y, en ca m b io , d iscu rr im o s so b r e c o sa s q u e h a c e y lo te r r ib le s q u e so n y * ^ t o * * ^ ™ en se c u n d o lu gar, v o so tr o s, lo s q ue e s tá is ah í se n ta •, e s tá is m e jo r p rep a ra d o s q ue F ilip o p ara p o d e r p ro n u n ­ cia r d isc u r s o s ju sto s y en te n d e r a o tr o q u e o s ^ p e r o p ara p o d e r im p e d irle a q u e llo en '1° q u e ah,ora a está , o s e n c o n tr á is to ta lm e n te m a c t.v o s^ R esu U a. « tu n ee s, en m i o p in ió n , u n a c o sa 'n e v ,ta “ ' yo c u „ á is ' n atu ral: en a q u e llo en lo q u e ca a u n e sfo r z á is e s en lo q u e cad a p a rte su p e ra a la o tra , el e fT s T c c T o n e s , v o so tr o s, en lo s d isc u r so s. A si p u e s , , ta m b ié n ah ora o s b a sta c o n e l d isc u ” ° ’ c o s a f á c il e s y n in g ú n tra b a jo a co m p a ñ a a^ esa ■ 5 p ero , si h a y q u e ex a m in a r la m a n era d e en d ereza r 2

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t o s P a r isin o , L a u r e n c ia n o v A u g u sta n o : p á n t e s .

CONTRA FILIPO, SEGUNDO DISCURSO

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situación p resen te y de evitar que vaya aún a m ás sin que noso tro s nos enterem os de nada, y que se nos plante en fren te u na gran fuerza a la que ni podam os oponernos, no vale la m ism a form a de d elib erar que servía antes, sino que es necesario que todos los que . hablan, y los que escuchan, com o vosotros, prefieran ¡ lo m ás ú til y saludable a lo m ás fácil y agradable. En p rim e r lugar, varones atenienses, si alguien al 6 ver el p o d er que ha alcanzado Filipo y la gran canti­ dad de sus dom inios, no se inquieta y no cree que eso ap o rta peligro a la ciudad ni que todo eso lo está p rep aran d o co n tra vosotros, expreso mi adm iración, y quiero pediros a todos por igual que m e escuchéis las consideraciones que expondré en form a breve p o r las cuales se m e o cu rre e sp e rar lo co n trario y considero a Filipo enem igo; con el fin de que, si parece que yo soy m ejo r previsor, m e hagáis caso a mí, y si parecen serlo los que no se inquietan y han depositado en él su confianza, os sum éis a ellos. Así pues, yo hago m is 7 cálculos: ¿de qué se hizo dueño Filipo inm ediatam ente después de la paz? De las T erm opilas y de los asuntos de Fócide. ¿Y cóm o se sirvió de ellos? Prefirió h acer lo que convenía a los te b a n o s 3, no lo que interesaba a la ciudad. ¿Por qué? Porque, haciendo exam en de sus cálculos, en m i opinión, con vistas a la v entajosa ga­ nancia y a som eterlo todo a su persona y no a la paz, ni a la tran q u ilid ad ni a n ad a justo, vio correctam en te 8 esto: que a n u e stra ciudad y a n u e stra m anera de ser nada p o d ría o frecer ni hacer p o r lo que vosotros os d ejarais convencer de en treg arle algunos de los dem ás griegos p o r u tilid ad personal vuestra, sino que hacién­ doos cu en ta de lo ju sto y tra ta n d o de ev itar la infam ia envuelta en tal transacción y previendo todo lo que 3 Filipo aplastó a los focidios y destruyó varias ciudades beocias.

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DISCURSOS POLÍTICOS

conviene, si in te n ta ra h ac er algo sim ilar, os opon­ dríais* de igual m anera que si estuvierais en guerra. 9 E n cam bio, en cuanto a los tebanos, creía cosa p recisam en te s u c e d ió - que a cam bio de 08 que les fuesen sobreviniendo, por lo dem as le d e ja r an o b ra r com o quisiera, y no va que no se e ° P° o le cau sarían im pedim entos, sino que h a sta c o m p a tiría n cam pañas con él si así se ^ m a n d a b a . Y ahora, p o r h ab er in tu id o las m ism as posibilidades, anda tan d o bien a los m esenios y los argivos. Lo. c u a l v a­ rones atenienses, es adem ás el m ayor elogio p a ra ío vosotros; pu es, a iuzgar p o r esos hec os es ais siderados com o los únicos de en tre o o q ab an d o n aríais los derechos com unes de los griegos p o r ninguna ganancia, ni cam biaríais v u estra de voc hacia los griegos p o r ningún favor m ínteres. Y con razón se h a form ado esa opinión de vosotros, y los argivos y tebanos la co n traria, pues m ira no solo al p resen te, sino que tam bién hace sus cuentas so re i i el pasado. Y descubre, m e im agino, y oye c o n tar que vuestros antep asados, aunque les era posi e ™ sobre los dem ás griegos a condición de obedecer ellos al Rey, no solam ente no so portaron tal p ro p u es­ ta cuando A leian d ro 5, el antepasado de esos, com o h erald o de ella, sino que prefirieron ab an d o n ar el país v se resignaron a su frir lo que fuese, y e pués realizaro n esos hechos que todo el m undo ansia 4 El verbo griego correspondiente está en ^ tU™, ^ J ^ a tivo, con el fin de dar mayor realismo y fuerza a la C1Ós' Alude a un episodio bien conocido, ° rgul'° !^vnMW O de Atenas, relatado por el historiador Herodoto^ v siesV El rey Alejandro de Macedoma fue a Atenas como negociador del ^rey persa, cuyas tropas escogidas pisaban suelo griego comandadas por Mardomo. La propuesta del Z consistía en ofrecer una alianza a los atenienses a cambio de muy interesantes provechos para ellos.

CONTRA FILIPO, SEGUNDO DISCURSO

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referir, p ero que nadie h a podido n a r ra r con digni­ dad, razón p o r la cual tam bién yo h a ré bien en d ejar de lado el tem a (p orque las acciones de aquéllos son dem asiado grandes com o p a ra que uno p u ed a expo­ nerlas de palab ra); p o r el co n trario , oye re fe rir Filipo que de los an tep asados de los tebanos y los argivos, los prim ero s com batieron al lado de los b á rb a ro s y los otro s no se en fren taro n a ellos. Así pues, sabe que am bos pueblos se c o n ten ta rán con lo que p a rtic u ­ larm ente les in teresa, sin co n sid erar lo que sea com ún ventaja p a ra los griegos. P or tan to , él p en sab a que si os elegía a vosotros, elegiría am igos sobre la b ase de la justicia, m ien tras que si se unía a aquéllos, ten d ría colaboradores de su p ro p ia am bición. P or esa razón, tanto entonces com o ahora, prefiere aquéllos a vos­ otros; pues, a no dudarlo, no ve que tengan ellos m ás trirrem es que vosotros, ni tam poco se tra ta de que, p or h ab er descu b ierto un im perio en el in terio r, haya renunciado al dom inio sobre el m ar y los p u e rto s co­ m erciales; n i de que no recu erd e sus discursos ni sus prom esas, p o r las cuales obtuvo la paz. Pero, p o r Zeus, podría decir alguien que p re te n d a saberlo to d o 6, que en esa o c a sió n 7 actuó m ovido por 6 Alusión a Filócrates y Esquines, que dos años antes habían engañado al pueblo fingiendo conocer cuál iba a ser la política del Macedonio. 7 Evidentemente, la política de Filipo era incongruente en los asuntos exteriores; tan sólo era coherente desde el punto de vista de sus ambiciosas intenciones; pues, respecto del Peloponeso, estaba interesado en enfrentar a Esparta con Mesenia —obviamente para debilitar el poder de los lacedemonios—; sin embargo, en cuanto a Beocia, se mostraba partidario de la hegemonía de Tebas sobre las demás ciudades beocias, lo que le abría el camino para su penetración en el resto de Grecia. En el discurso titulado En defensa de los megalopolitas (cf. 25 y sigs.), nuestro orador recomienda a los atenienses no incurrir en una inconsecuencia del mismo orden.

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DISCURSOS POLITICOS

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am bición n i p o r los m otivos q u e le im puto iiinci p o rq u e las reclam aciones de los tóbanos eran roa i ju sta s que las v u estras. A hora bien, de en tre todos los argum en fo s ése es el ú n ic o que no puede ah o ra a plegar, pues el que o rd en é a los ‘r

t

ó

r - o n í a “ s á b a n o s , b /b e r.o beebo

POr p s e “v ^ S Ó . , p o r Zeus - s ó i o q u ed a esta e x c u s a - , y c o n tra sus planes hizo e s a s j ^ n a ^ nes al verse cogido e n tre la caballería tesab a y los hoplitas tebanos. Bien. P or eso dicen q u e esta a p u n to f e c h a r de los tebanos y hacen c o rrer 15 por ahí el ru m o r de que fortificara E latea . É l esper h acer eso y seguirá esperándolo, en ,m l 0{31^ ’i cam bio p a ra co laborar con los m esem os y los argivos en su ataq u e c o n tra los lacedem onios no «ene^ q u e esn e ra r sino que les m an d a m ercenarios, les envía ai ñ ero y se le espera en persona al fre n te de u n gran ejército. ¿A los lacedem onios, que, a u n en pie, son enem igos de los tebanos, está trata n d o de h e strm r y, p o r el co n tra rio , a los locidios, a quienes el en pe 16 sona an tes arru in ó , ah o ra los salva? ¿Y quien p o d ría creer eso? Pues yo, p o r mi p arte, no creo que Fil p , ni au n q u e al principio h u b iera obrado a la fuerza co n tra su voluntad, ni aunque ahora diese de lado a los tebanos, se opusiera constantem ente a los ene

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s Ésta era la excusa de los partidarios de Filipo en Atenas; CS S m a te Í em 'una ciudad de Fócide situada en un lugar sumamente^estratégico, próxima a £ ^ £ “ .* ,£ 1 obligado de la ruta que ^ f ^ t d l L v T e dcl río Cefiso, Protegida por las emplazamiento ideal en que shu'aTum fortificación con el fin de defenderse de cualquier ataque por parte de los tebanos.

CONTRA 11LIPO, SEGUNDO DISCURSO

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gos de aquéllos; an tes bien, a ju zg ar p o r lo que ah o ra hace, es evidente que en aquella ocasión tam bién obró deliberada y librem ente, y si se observa bien, todo d em uestra que coordina la to talid ad de su acción po­ lítica c o n tra n u e stra ciudad. Y esta circu n stan cia se 17 le im pone ah o ra ya necesariam ente, en cierta m anera. Pues reflexionad: q uiere do m in ar y h a com prendido que vosotros sois sus únicos rivales p a ra ello. H ace ya m ucho tiem po que os viene perju d ican d o y es él en persona quien m ejo r que nadie tiene conciencia de ello; pues con todas las posesiones vuestras que tiene ocupadas se h a asegurado la tenencia de todas las dem ás; p o rq u e si h u b iera abandonado Anfípolis y Potidea, no se co n sid eraría seguro ni perm aneciendo en su casa. Sabe, p o r tanto, estas dos cosas: que él i8 conspira c o n tra vosotros y que vosotros os dais cuen­ ta; y com o os tiene p o r inteligentes, estim a que con toda ju sticia le odiáis, y está irrita d o porque espera sufrir un castigo si en contráis ocasión, siem pre que no se adelante él en la acción. P or eso está despierto, 1 9 al acecho, y en detrim ento de n u e stra ciudad halaga a algunos (tebanos, y peloponesios que co m p arten los propósitos de éstos), los cuales cree que p o r su am ­ bición se c o n ten ta rán con la situación p re sen te y p o r la rudeza de sus caracteres nada p rev erán de lo que su cederá después. Sin em bargo, incluso a los que son m edianam ente inteligentes les es dado ver los evi­ dentes ejem plos que tuve ocasión de e x p o n e r101 a los m esenios y argivos y que tal vez es m ejo r que os que­ den dichos tam b ién a v o s o tro s n. «¿Cómo os imagi- 20 10 Estos discursos, Demóstenes los pronunció actuando como embajador. 11 La figura consistente en dirigir aparentemente una alocu­ ción a un auditorio ausente, cuando en realidad, el orador la di­ rige en su intención a los presentes, se llama apostrofe. En este caso concreto, en apariencia, Demóstenes instruye a los mese-

d is c u r s o s p o l ít ic o s

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n á ts q u e s e r ia , m e s e n ,o s , q u e lo s » ^ “ » % ^ ; ^ s " d e F ilip o e n a q u e llo s d ía s en q u c iu d a d q u e reivindicaban to d o s

s » d la A n ,e m u m e , eg s de e x p u ls a b a

M a c e d o n ia , y le s d a b a P o i e a de e lla a lo s c o lo n o s a t e n t e ^ O ^ c a r g a d o c o n n u e s tr a e n e m is ta d

31

p e r s o n a h a b ía ^ e llo s le s

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ge hecha, el parlamento va destinado . los atenienses. . n e s cmdadarms^ f.inr1adanas» (politeíai) son ya, lisa 12 Las co n stitu c io ^ ap a r w ^ t p n e s de p o r E squines, F orm ó p a rte ju n to con D em óstenes a delegación enviada al Peloponeso en el 343 a. c . S u e s t e el m ism o año, los atenienses habm n recibido u n a em b alad a de Filipo. al fren te de la cual figuraba P itó n de Bizancio. E ste personaje, político sum am ente hábil, acusó a los oradores ateniense a b a b a n a Filipo de hacerlo por resentim iento, debtdo " o de que el m onarca se h abía negado a o » p ra r sus favores. No eran, pues, p a trio ta s sug P i t ó n - sino gente vil y de la peor especie. P o r otro lado com o el p rim o rd ial objeto de las q u ejas de esos m ad o re s atenienses era el tra ta d o de P - , F tton b rm d d a los aten ien ses en nom bre de su p a tró n la posibilidad de a lte ra r el m encionado convenio. É stos, lógicam ente, m o p ÍsS o Ó u n a nueva redacción del tra ta d o en la que im plícitam ente, al m enos, reclam aban las antiguas p -

SOBRE E!. HAT.ONESO

153

sesiones de Atenas y en especial Anfípolis, m odificando, de este m odo, el antiguo texto del convenio que esta­ blecía que cada u n a de las p a rte s p actan tes conservara los territo rio s que en aquel m om ento ocupaba. Una em bajada ateniense fue enviada a la corte de Filipo en el 343 a. C. p ara que el m onarca aceptase la m odifi­ cación in tro d u cid a en el pacto, y al frente de ella se encontraba Hegesipo. E sta em b ajad a fue mal acogida p or el M acedonio. Un año m ás tard e, em bajadores procedentes de la capital del reino de Filipo y de todas sus ciudades alia­ das acuden a Atenas como p o rtad o res de concesiones, propuestas de conciliación y ap aren tes buenos deseos de zan jar las cuestiones en litigio. El rey de M acedonia garantizaba la independencia de los griegos y estab a dis­ puesto a so m eter a la decisión de un a rb itra je neutral las diferencias surgidas e n tre sus intereses y los de Atenas. E n tre éstas se co n tab a la provocada p o r la islita de H aloneso, situada en la costa de Tesalia, que pertenecía de antiguo a Atenas. E sta insignificante isla había sido ca p tu rad a p o r el p ira ta S ó strato u n a vez concluida la paz de Filócrates. Desde entonces se había convertido en guarida de depredadores de bajeles h asta el m om ento en que Filipo se decidió a intervenir, acabó con los p irata s y se apoderó de la isla. Pues bien, a través de la em b ajad a capitaneada p o r Hegesipo a la que ya hem os aludido, Atenas exigía al Macedonio la devolución (apodidónai) de la isla. P ero Filipo respondió p o r ca rta diciendo que H aloneso le pertenecía, no o b stan te lo cual estab a dispuesto a re ­ galárselo (didónai) al pueblo ateniense. D em óstenes, Hegesipo (quien en el discurso que nos ocupa con­ testa p u n to p o r p u n to a la c a rta del m onarca) y otros p atrio tas se m o straro n hostiles a la idea de a c ep tar como regalo lo que en toda ju sticia les pertenecía, p o r lo que con to d as sus fuerzas se opusieron a la espe-

254

discursos políticos

C „ s, generosidad de, m a n a r e el incuestionable derecho de Atenas a com a



islita en tre sus posesiones. de la referida in rm ip rh a h a el m onarca la ocasión ue Aprovecharía ei tra ta d o de com ercio ‘l P - V e c o de acab ar con ,a p i r , " t i discurso Sobre W vés de las resp u estas c

.j

del contenido Pegado

h a sta n o sotros.

argumento

de

libanto

Este discurso se titula Sobre et más correcto titularlo Respuesta efecto, había enviado una carta a los muchos asuntos, de los cuales uno e < P

trataba de el del Ha^ y cn tiempo

loneso; ésta era una antl^ “J 0^ ° Filip„ los expulsó, y de Filipo estaba ocupada por P ; J no está discuando los atenienses 1c rcc aman promete que, puesto a devolverla, pues alega que es suya, pero

dóm muy alejado del modo d e m o s » P » e » « r e t a d o ^ , d »

es ilegítimo; r e » «H -Si vosotros Detndssienes y no pisoteado entre os non ^ insolencia lenes suele em plea, un 1 ' " ^ ' / ” “ ° ^ ” ' ” eontenido. 1» y grosería eme no tiene j ' Y ade„ á , , también es cosa

s: ™ r r —r „- p " 'x s ■>»- *sz

3

SOBRE EL HALONESO

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sipo, tanto por el estilo, que es similar al que ha usado este autor, como por los hechos referidos. Pues el que escribió este discurso afirma haber presentado una acusación de ilegalidad contra Calipo de Peania; ahora bien, es claro que no fue Deinóstenes, sino Hegesipo el que emprendió la acusación contra Calipo. Sí, por Zeus; pero el discurso aconseja a los atenienses 4 acerca de la isla Haloneso que no la «reciban, sino que la re­ cuperen», v hace un distingo a propósito de estas palabras; y eso dice Esquines que Demóstenes había aconsejado a los ate­ nienses. Y a pesar de ello, ¿qué prueba eso? Pues pudo Demostenes haber dado el mismo consejo que Hegesipo, puesto que, incluso respecto de las demás cuestiones eran del mismo par­ tido en política y con sus discursos se oponían a los oradores filipizantes; y hasta Demóstenes recuerda que Hegesipo participo con él en una embajada y que hizo frente al Macedonio. Así 5 pues, es evidente que el discurso pronunciado por Demóstenes Sobre el Haloneso no se conserva y, por no existir aquél, le atribuyeron el que se ha encontrado, basándose en que el dis­ curso sobre el Haloneso había sido pronunciado por el orador, pero sin pararse a examinar si era verosímil que este fuera el suyo.

Varones atenienses, no es posible que las acusaciones que dirige Filipo 1 co n tra los que hablan en favor de vuestros derechos im pidan que nosotros nos con­ virtam os en consejeros defensores de vuestros in te re ­ ses; pues sería m on struoso que las ca rtas que de p arte de él os son enviadas aboliesen la lib ertad de p alab ra sobre la trib u n a. E n cuanto a mí, varones atenienses, quiero en p rim e r lu g ar d isc u rrir en v u estra presencia

1

i Filipo acusaba a los oradores patriotas, como Demóstenes o Hegesipo, de inducir al pueblo a adoptar posturas de recelo con relación a la política de Macedonia. Insinuaba, además, que la conducta de estos oradores se explicaba por resentimiento hacia él, ya que se sentían despechados al no haber intentado el monarca sobornarlos.

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DISCURSOS POLÍTICOS

sobre determ in ad os puntos de la c a rta que os h a re m itido; y luego, acerca de lo que dicen los em bajado­ res, tam b ién n o s o tro s 2 hablarem os. . u , Filipo com ienza diciendo, respecto de la isla de Halon e s o 3 que os la da com o suya que es, pero asegura que vosotros no tenéis derecho a reclam arla, pues no era v u estra ni cuando se apoderó de ella m ah o ra que la retien e en su poder. Tam bién a no so tro s nos expo­ nía tales razones, cuando le visitam os en calidad de em b ajad o res, en el sentido de que, al h a b e r adquirido esta isla quitán d osela a los p n a ta s, tam b ién J 5 que le p erten eciera. Como este argum ento no es justo, es fácil elim inárselo. P orque todos los p irata s se apo­ deran de los te rrito rio s ajenos y c o rm rí í d o l o s fortaleza, h acen daño a los dem as desde ellos. P or consiguiente, el que los castiga y los vence no d in a , p o r cierto, cosa razonable si declarase que las tierra s que aquéllos co n tra derecho retenían tra s habérselas 4 q u itad o a o tro s pasau a se r posesión suya. P orque s. adm itís ese principio, incluso si unos p .ra ta s se a p e , derasen de u n a p arte del Atica, o de Lem pos, o de Im b ro s, o de E sciros 4 y ciertos individuos los expul saran, ¿qué razón im pediría que, al punto, h a sta ese te rrito rio en que estaban los p iratas y que era n u estro no se co n v ierta en propiedad de quienes los casti5 garon? Filipo no desconoce que lo que dice no es justo; an tes bien, sabiéndolo m ejo r que nadie, piensa 2 «Nosotros» equivale aquí a «los oradores 3 La islita de Haloneso estaba situada al N. de Eub“ * J a la costa de Tesalia; formaba parte de un grupo de islas en clavadas en el mar como una especie de contmuación de la ^ S m n í .t o b r o t y Esciros er.n M» isl*. *“ * « * “ “ * ? a Atenas v eran consideradas posesiones indiscutibles. La P L r a estaba situada al N. del Egeo (cf. Contra Fütpo 1 W . Imbros se encontraba al NE. del Egeo (cf. Contra Fütpo, I 34), y Esciros se hallaba al E. de Eubea.

SOBRE EL HALONESO

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que vosotros pod ríais ser engañados p o r los que han prom etido d irigir los asuntos de aquí com o él q u iera y ya están ah o ra poniendo en p rá ctica su prom esa. Pero t ampoco se le oculta aquello, a saber: que, cualquiera que sea de estas dos p alab ras la que em pleéis, vos­ otros ten d réis la isla, bien sea que la tom éis, bien que la recuperéis. E n ese caso, ¿qué puede im p o rtarle no t devolvérosla —usando el ju sto no m b re—, sino haberos hecho donación de ella —em pleando el térm ino con­ trario al derecho— ? No es p a r a ad ju d icarse un tan to en vuestro cóm puto con su generoso acto (pues sería ridicula esa generosidad), sino p a ra m o stra r a todos los griegos que los atenienses se consideran felices de re ­ cibir de m anos del M acedonio te rrito rio s m arítim os. Y eso, varones atenienses, no lo habéis de hacer. Y cuando dice que acerca de esos asuntos está dis- 7 puesto a so m eterse a u n a rb itra je , no hace m ás que burlarse de vosotros; en p rim e r lugar, al p ed ir que vos­ otros que sois atenienses, en litigio con uno que p ro ­ cede de P e la 5, os som etáis a a rb itra je sobre si las islas son v u estras o de él. Pues cuando vuestro poder, que liberó a los griegos, no es capaz de conservar vuestras posesiones m arítim as, y son, en cam bio, los árb itro s a quienes acudís, dueños del veredicto, los que os las conservarán, siem pre que Filipo no com pre sus votos, ¿cóm o no va a im plicar eso ab iertam en te 8 que vosotros, cuando adoptáis esta política, lo habéis abandonado todo en el continente y m anifestáis al m undo en tero que ni p o r u n sólo palm o de tie rra firme os en fren taréis a él, pu esto que ni siquiera estáis dispuestos a hacerle frente p o r vu estras posesiones en el m ar, donde decís que e strib a v u estra fuerza, sino que vais a som eteros a un a rb itra je ?

5

Cf. S o b re la coron a 68.

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DISCURSOS POLÍTICOS

L u e g o , a c e r c a d e ú n tr a t a d o de a c u e r d o s m u tu o s a firm a h a b e r e n v ia d o d e le g a d o s p a r a e s tip u la r lo s , y q u e h a n d e s e r v á lid o s , n o u n a v e z q u e h a y a n s id o r a ­ tific a d o s e n v u e s tr o tr ib u n a l, c o m o m a n d a la le y , sin o c u a n d o s e le h a y a n r e m itid o a e l, h a c ie n d o a si q u e las d e c is io n e s d e v u e s tr a ju r is d ic c ió n s e a n a p e la b le s a n te la s u y a p r o p ia . P u e s q u ie r e a n tic ip á r s e o s y e s ta b le c e r com o cosa c o n v e n id a en ei tr a t a d o q u e n o le h a c e .s

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c a r g o a lg u n o , e n c a lid a d d e in ju r ia d o s , d e n in g u n o d e ío s d a ñ o s c a u s a d o s e n F o n d e a ? , sin o q u e c o n fir m á is q u e a q u é l le g a lm e n te la c a p tu r o y la p o se e . S in em ­ b a r g o lo s a te n ie n s e s q u e h a b ita b a n P o tid e a u eron d e s p o ja d o s p o r é l d e su s p r o p ie d a d e s , a u n q u e e llo s no e s ta b a n e n g u e r r a c o n F ilip o , sin o m a s b ie n e r a n a lia ­ d o s s u y o s , y a p e s a r d e lo s ju r a m e n to s q u e F ilip o h a b ía p r e s ta d o a lo s h a b ita n te s d e P o tid e a . É s ta s s o n las a c c io n e s ile g a le s q u e q u ie r e se a n c o n fir m a d a s p o r v u e s­ t r a p a r te m u c h a s v e c e s y d e to d a s la s m a n e r a s , en el se n tid o d e q u e n i se la s e c h á is en c a r a m q u e o s conn s id e r á is , e n c u a n to a e lla s , in ju s ta m e n te tr a ta d o s p u e s d e l h e c h o d e q u e lo s m a c e d o n io s n o n e c e s ita n d e mno ú n tr a t a d o d e a c u e r d o s m u tu o s c o n lo s a te n ie n s e s, s ír v a o s c o m o p r u e b a e l tie m p o p a s a d o : en e fe c to , m A m in ta s , e l p a d r e d e F ilip o , n i lo s d e m á s r e y e s n u n c a 1 2 h ic ie r o n tr a t a d o s b ila te r a le s co n n u e s tr a c iu d a d ; eso q u e la s r e la c io n e s e n tr e lo s u n o s y lo s o tr o s e r a n m as fr e c u e n t e s d e lo q u e lo so n e n la a c tu a lid a d ; p o rq u e M a c e d o n ia e s ta b a e n to n c e s a n u e s tr o c a r g o y n o s apor- 6 7

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6 S v m b ü la eran llamados los tratados de acuerdos mutuos (e n tre o ío s que iban incluidos los relativos al comercio! que establecían y aceptaban plenamente dos p o té is. En ejlos se forma e„ oue serian ju agad ,, las surgieran entre lo, ciudadano, de las ' ‘“ laWtab¡m en 7 Cuando Filipo tomo Potidea en el 356 a. C., üaoita esta ciudad colonos atenienses; sus propiedades fueron confis­ cadas por el monarca macedomo.

SOBRE EL HALONESO

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taba trib u to y n o so tro s nos servíam os de sus pu erto s com erciales y ellos de los n u estro s en m ayor m edida que actualm ente, y no había, com o ahora, juicios m er­ cantiles reg u larm en te celebrados cada m es, los cuales son causa de que p a ra nada necesiten de tra ta d o s bi­ laterales quienes viven tan alejados e n tre sí. Y sin 13 em bargo, aunque no existía n ad a sem ejante, ninguna ventaja re p o rta b a establecer acuerdos m utuos ni em ­ pren d er viaje p o r m a r de M acedonia a A tenas p a ra obtener ju stic ia ni de Atenas a M acedonia en n u estro caso; en vez de eso, n o so tro s arreglábam os ju d icial­ m ente n u estro s asu n to s p o r m edio de las leyes de aquel país y ellos m ediante las nuestras. Así pues, sabed que ese tra ta d o se pro d u ce con la esperanza de que vos­ otros ni siq u iera planteéis ya reivindicaciones razona­ bles sobre Potidea. Acerca de los p iratas, afirm a que es ju sto que en 14 com ún vigilemos a quienes en el m ar p roducen daños a vosotros y a él m ism o; con lo cual ninguna o tra cosa preten d e sino esto: que vosotros lo instaléis en el m a r y que confeséis que sin Filipo vosotros no sois capaces ni de d esem peñar la vigilancia del m ar, y, adem ás, que 15 se le conceda plena libertad p a ra su rc ar el m a r de un lado a o tro e ir fondeando en las distin tas islas, y, con el p retexto de vigilar a los p irata s, so b o rn a r a los is­ leños y ap a rtarlo s de vosotros; y no contento con h ab e r tran sp o rta d o a Tasos, por o b ra de vuestros generales, a los exiliados que p artie ro n de su m ism a c o r te 8, quie­ re tam bién ap ro p iarse de las dem ás islas, p a ra lo cual envía agentes que acom pañen a vuestros generales, 8 Según el escoliasta, Filipo convenció al general Cares para que reintegrase a Tasos a los ciudadanos de esa isla que habían sido desterrados de ella por favorecer la política del Macedonio. Éstos, en su exilio, se habían establecido en Macedonia. Tasos era una isla del N. del Egeo. Cf. Contra Filipo, I 32; Carta de Filipo 2; 17.

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discursos políticos

com o si fu esen a p a rtic ip a r en la ta re a de la vigilancia 16 del m ar. Sin em bargo, algunos aseguran que el no tiene n ecesidad del m ar. ¡Pero él, que p a ra n ad a nece­ sita el m ar, se construye trirre m es y edifica d ársenas y está d isp u esto a enviar expediciones y h acer consi­ derables gastos p a ra a rro s tra r los peligros de la m ar, y todo eso, p o r objetivos que en nada estim a. Os creéis, varones atenienses, que Filipo os h ab ría 17 pedido q u e le hicierais esas concesiones si no os des­ p re ciara y si no tuviera plena confianza en los indiviL o s q u e h a escogido aquí p a ra ten er como. am igos los cuales no se avergüenzan de vivir p a ra Filipo y no p a ra su p ro p ia p a t r i a 910, y que, al re cib ir os presentes de aquél se creen que los tom an p a ra lle v a r lo s ^ su p atria, cuando lo de la p a tria lo están vendiendo. 18 E n cu an to a la enm ienda del tra ta d o de paz que los em b ajad o res enviados p o r él d ejaro n a n u estro a edrío p o rq u e hicim os efectivam ente la corrección de que «cada u n a de las dos p artes tenga lo suyo», lo que um v ersalm en te se reconoce ju sto , el lo discute negando h ab er dado posibilidad de enm ienda y que sus em ­ b ajad o res os hayan dicho tal cosa; y eso es n ad a m as que está persu adido, p o r o b ra de ésos que re p u ta sus am igos, de que vosotros no os acordáis » de lo que 19 quedó dicho en la asam blea. Pero eso es lo único que no es posible que hayáis olvidado; pues en la m ism a asam blea en que los em bajadores llegados de la corte de Filipo os expusieron el caso, se re d acto tam b ién el decreto, de m odo que, al releerse el decreto inm ediata­ m ente desp u és de h ab e r sido pronunciados los discur­ sos no es posible que vosotros votarais la falseada re­ solución de los em bajadores. De form a que esa ca rta no va c o n tra mí, sino co n tra vosotros, al im plicar que 9 Cf. Sobre la corona 205. 10 Cf. Sobre la embajada fraudulenta 136.

SOBRE EL HALONESO

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vosotros habéis enviado v u estra decisión en resp u esta a preguntas que no se os p lan tearo n . Y los p ropios 20 em bajadores, cuyas intenciones falseaba vuestro decre­ to, cuando les respondíais con la lectu ra del texto de éste y les invitabais a recib ir ho sp italid ad u, no se a tre ­ vieron a acercarse a la trib u n a y decir: «Falseáis nues­ tros propósitos, varones atenienses, y sostenéis que nos­ otros hem os dicho lo que no hem os dicho.» No, no lo hicieron, sino que se m arc h aro n en silencio. P ero quie­ ro reco rd aro s a vosotros, varones atenienses (dado que Pitón, em b ajad o r entonces, alcanzó gran éxito en tre vosotros con su alocución), las p ro p ias p alab ras que éste pronunció; pues estoy seguro de que os acordáis de ellas. E ran sem ejantes a las que ah o ra h a consig- 21 nado Filipo en su ca rta; porque, acusándonos a nos­ otros, los que difam ábam os a Filipo, tam bién a vos­ otros os rep ro ch ab a que, cuando él estab a dispuesto a beneficiaros y os h abía escogido com o am igos en tre todos los griegos, vosotros se lo im pidierais p re sta n d o oído a los profesionales de la calum nia y a los que le reclam aban dinero 12 y a la vez le desacreditaban; p o r­ que relaciones de esta suerte, cuando las oía de los que se las su m in istraban, quienes le in fo rm ab an de que se h ab lab a m al de él y vosotros dabais acogida a lo que de él se decía, hacían cam b iar sus intenciones, al co m p ro b ar que era objeto de desconfianza p o r p arte de aquellos a los que h ab ía escogido p a ra ser su bienhechor. Así pues, pedía a los o radores públi- 22 eos que no a tac ara n la paz; pues no m erecía la pena rescindirla; y si algún punto no estaba bien redactado en el trata d o , se corrigiera, en la idea de que Filipo h ab ría de acep tar todas las decisiones que sugirieseis. 11 Es decir: a acudir, como invitados, al banquete ofrecido en el Pritaneo a cargo de la ciudad. 12 Cf. Carta de Filipo 20. 35. — 11

DISCURSOS POLÍTICOS

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P ero Si los o rad o res lo d if a m a b a n p e r o no p r o p o ^ a a

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ay, os pedia Fiiipo d e ja ra de s J g Y esos arg u m entos que no hicierais cas cirios v declarabais que lo los ap ro b ab ais vosotros al oírlos y^ decdar y q u e decía P itó n e ra

u s to .J ^

se deroga-

eSaS d ^ t r a t a d o ^ a q u e l ^ s ^ á u s u la s ^ q u e le in teresab an sen del tra ta d o a q d mUcho dinero p a ra a él J p o r las que t o b * sido pr& q u e se h icieran sirio ^ de aquí, los viam ente aleccionad P , • fu e ra a p ro p o n er cuales n o se j u r a b a n ' J u e a ^ e n l u « a ^ d ecretos co n tra rio s al de "

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a p ro p o n e r n ad a q u e luese ilegal,

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típ r r d e\ los o cuales ~ ™ ^ ad*, m erece la p e n a »

minar lo que os dice en su carta y, ademas, averigu 24

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La~paz fue concertada por el pueblo de Atenas

df c s s , »

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calidad de cónsul en Atenas. discurso, 26 Heeesipo, o quienquiera que sea el autor a trata de mostkr, apoyándose en una antigua inscripción c SscuüblT d recho de Atenas a mantener el domm.o sobre ei Quersoneso tracio, antigua posesión p ie n s e que aserraba a la ciudad de Atenas la ruta del Helespon o. Por el tratado del 357 a C los atenienses renunciaban a la ciudad Caí. pero reafirmaban sus derechos sobre el resto de la península,

de

SOBRE EL HALONESO

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también lo que está haciendo. Pues todo el territorio que está del otro lado de Agora, como si fuese suyo y a vosotros nada os tocara, lo ha dado en usufructo a Apolónides de Cardia27. Eso a pesar de que el límite del Quersoneso no es Agora, sino el altar de Zeus Li­ mítrofe, que está situado entre Ptéleo y Leuké Akté por donde iba a excavarse el canal 28 del Quersoneso, como, por lo menos, muestra la inscripción grabada 40 sobre el altar de Zeus; ésta es: E ste m u y bello altar al dios edificaron, en él po­ niendo el lím ite entre L euké y Ptéleo, com o señal de su región, los que aquí habitan, y el propio hijo de Crono, señor de los bienaventurados, ocupa el punto m edio de la tierra de nadie

Pues bien: esta región, cuva extensión la mayoría de vosotros conoce, como si fuese propiedad suya, una cf. C o n tra A ris tó c ra te s 173, 181. La ciudad de Agora figuraba entre las posesiones irrenunciables de Atenas en el Quersoneso; este dominio ateniense se extendía, incluso, sobre el territorio situado más allá de esta ciudad, el comprendido entre Agora y el continente. 27 Sobre la hostilidad hacia Atenas de este personaje, cf. C on tra A ris tó c ra te s 183. 28 Cf. C o n tra F ilipo, I I 30. 29 La inscripción es métrica, consta de dos dísticos, cada uno de los cuales está formado por un hexámetro y un pentá­ metro en este orden. A juzgar por su contenido, el altar de Zeus, por decisión de los habitantes de la región, ha sido eri­ gido como límite. Supone el orador, forzando un poco el texto, que alude al límite del Quersoneso. Nosotros entendemos — y así lo hemos traducido— que el lím ite en cuestión es simple­ mente el que separa los territorios de Ptéleo y Leuké Akté. En cuanto a la palabra a m m o ríe s, le hemos dado una inter­ pretación, que, si no es absolutamente segura, es, por lo me­ nos, la más satisfactoria etimológicamente y la que más encaja en el contenido general del pasaje, tal como lo presenta el orador.

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parte la explota personalmente, y la restante se la ha dado como regalo a otros; y todas vuestras posesiones las somete a su control y no sólo se apropia del terri­ torio de más allá del Agora, sino que ademas os par­ ticipa en la presente carta que es necesario que vos otros sometáis a arbitraje vuestras reivindicaciones contra los cardianos que habitan del lado de aca del Agora —¡contra los cardianos que habitan en vuestro propio territorio!- si en algún punto estáis en des­ acuerdo con ellos. 42 Ellos están en desacuerdo con vosotros, ved a propósito de un asunto de poca monta. Sostienen que el país en que habitan es suyo y no vuestro, y que vuestras posesiones parece como si estuvieran en ierra extranjera, mientras que las suyas se hallan en su p pió territorio; y que esto lo hizo constar en un decreto un ciudadano vuestro, Calipo, del demo de Peama. 43 Y en eso, al menos, dicen la verdad; pues e propuso, efectivamente, ese decreto, y cuando yo mismo le de­ nuncié por propuesta ilegal, vosotros lo absolvisteis así pues, él ha hecho discutible vuestro derecho sobre esta región. Pero en el caso de que admitáis acerca de esta cuestión un arbitraje entre vosotros y los cardó­ nos, sobre si ese territorio es vuestro o es de e os, ;por qué no ha de extenderse este mismo derecho tam44 bién a los demás habitantes del Quersoneso? Y la inso­ lencia con que os trata Filipo es tal que declara qu si los cardianos no están dispuestos a someterse a arbitraje, él personalmente los obligara como si vos­ otros ni siquiera fuerais capaces de obligar a los car dianos a obrar en vuestro beneficio; y ya que vosotros no podéis, asegura que él en persona les obligará a hacerlo. ¿No es evidente que os dispensa grandes be 45 ficios? Y esa carta, algunos decían que estaba bien escrita, gente que merecería vuestro odio con mucha mayor razón que Filipo. Al menos aquel actúa en contra

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v u e stra tr a ta n d o de c o n se g u ir g lo ria y g ra n d e s b en efi­ cio s ; e n c a m b i o , t o d o s a q u e l l o s q u e , s i e n d o a t e n i e n s e s , m u e s t r a n d e v o c i ó n n o h a c i a s l i p a t r i a , s i n o h a c i a Filip o , m e r e c e n q u e , c o m o m i s e r a b l e s q u e s o n , l o s h a g á i s p e r e c e r m i s e r a b l e m e n t e , si e s q u e v o s o t r o s t e n é i s el c e r e b r o e n las s ie n e s y n o p i s o t e a d o e n t r e lo s ta lo n e s . M e q u e d a y a p r o p o n e r p o r e s c r i t o u n a r e s p u e s t a 4

" no

__________ , ípvírn de la medicina, sekataboli, que pertenecen al tercianas y cuartanas; y ñala como ejemplos del primero Jas^ fiebres periódicas se en cuanto al segundo mundo de las tasas los con­ dan ‘accesos’ (fcafaboím), y o ‘depósitos’ ( katabolal) tribuyentes hacen sus w ortac.on e^ ^ ^ entender la rela­ jos días de los vencimien , •coti/ación’ y ‘acceso . ción de los significados de~.k ■ ban de ser descendien36 Los monarcas « « « d o m ¿os por este titulo fue-37

37

Cf. Sobre la corona U i.

CONTRA FILIPO, TERCKR DISCURSO

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está organizando los Juegos P íticos 38, com ún concurso de los griegos? Y si él no asiste en persona, ¿no envía a sus esclavos com o organizadores de los certám enes? [¿Acaso no es dueño de las T erm opilas y de los acce­ sos a Grecia, ni ocupa esos lugares con guarniciones y m ercenarios? ¿No posee tam bién el privilegio de prelación en las consultas al oráculo del dios, que con­ siguió tras hab ern o s p ostergado 39 a nosotros, a los tesalios, a los dorios y a los dem ás anfictíones, ya que de él ni siquiera todos los griegos p articip an ?] ¿No escribe a los tesalios indicándoles el m odo en que deben gobernarse? ¿No envía m ercenarios a P ortm o para expulsar a lo dem ócratas de E re tria, y a Oreo para in stalar allí a Filístides en calidad de tirano? Sin em bargo, aunque los griegos ven esto, lo soportan, y del m ism o m odo, m e da a m í al m enos la im presión, que si contem plasen el granizo, suplicando cada uno que no les suceda a ellos, p ero sin in te n ta r nadie im ­ pedirlo. Y no sólo p o r los u ltra je s que de él recibe 38 Cf. Sobre la paz 22. Filipo presidió personalmente los Juegos Píticos en el 346 a. C. Cuatro años más tarde, 342 a. C., como el Macedonio estaba ocupado en una campaña que diri­ gía por Tracia, no pudo asistir personalmente a presidir los mencionados juegos, razón por la cual envió como represen­ tante suyo, a tal efecto, a uno de sus generales o lugartenien­ tes, Antípatro, a quien Demóstenes considera esclavo por estar sometido a un monarca y no a la ley o al pueblo soberano. Para los griegos, en los reinos bárbaros no hay más que una persona que goce de libertad: el rey (cf. E urípides, Helena 276: J enofonte, Helénicas VI 1, 2); Los Juegos Píticos tenían lugar cada cuatro años, en Delfos, para conmemorar la victoria de Apolo sobre la serpiente Pitón. Anteriormente, hasta el 582 a. C., se celebraban cada ocho años. La reorganización de este festi­ val tuvo lugar, precisamente, bajo el control del Consejo anfictiónico. A partir de ese momento, estos juegos estaban ínti­ mamente ligados a los olímpicos y se celebraban regularmente en el tercer año de cada olimpíada. 39 Cf. Sobre la embajada fraudulenta 327.

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DISCURSOS POLÍTICOS

Grecia no hay nadie que le haga cara, sino ni siquiera p o r los desm anes que cada uno sufre en p artic u la r, pues eso ya es lo últim o. ¿No h a m archado c o n tra Am bracia y Léucade, posesiones de los corintios? ¿No ha ju ra d o q ue en treg aría N aupacto, perten ecien te a los aqueos, a los e to lio s? 40 ¿No les h a quitad o a los tebanos E quino? ¿No está ahora en cam ino p ara ata35 car a los bizantinos, que son sus aliados? De n u estra s posesiones, dejo ap a rte las dem ás, ¿no tiene en su po­ der C a rd ia 41, la ciudad m ás im p o rtan te del Quersoneso? Así pues, pese a que todos sufrim os esos des­ afueros, vacilam os y nos em blandecem os, y m iram os al vecino desconfiando los unos de los otros, no rece­ lando, en cam bio, del que a todos nosotros nos tra ta in ju stam en te. Sin em bargo, ¿qué pensáis que h a rá quien con v o sotros se com porta de fo rm a tan b ru ta l u n a vez q ue se adueñe de cada uno de nosotros p o r separado? 36 ¿Cuál es, pues, la causa de esto? Pues no sin razón ni causa ju s ta eran los griegos antaño ta n propensos a la lib e rta d y hoy lo son a la esclavitud. H abía en aquel entonces, varones atenienses, h ab ía algo en las conciencias de la m ayoría que ahora no hay, algo que venció a la riqueza de los persas, m an ten ía la inde­ pendencia de G recia y no cedía ante ninguna b a ta lla entab lad a p o r m a r o p o r tierra; algo que al h a b e r des40 La ciu d ad de A m bracia, p ró sp e ra colonia c o rin tia en el E piro, lo m ism o que o tro s asen tam ien to s localizados alred ed o r del golfo de A m bracia, fu ero n fu n d ad o s en tiem p o del tira n o Cipselo. L éucade e ra u n a isla situ a d a fren te a A m bracia. N au­ p acto estab a situ ad a en la co sta de E to lia; co rresp o n d e a la actu al L epanto. E stab a, entonces, N aupacto o c u p ad a p o r aqueos y la reclam ab an los etolios (cf. J enofonte , H e lé n ic a s IV 6 , 14: D io d o r o , X V 75). E qu in o era u n a ciu d ad situ ad a fre n te a ía Lócride, en la co sta sep ten trio n al del golfo M alíaco, colonia te b a n a próxim a a Tesalia. 41 Cf. S o b r e e l H a l o n e s o 41.

CONTRA FIL1PÜ, TERCER DISCURSO

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aparecid o ah o ra h a estropeado todo y h a trasto cad o todos n u estro s asuntos. ¿Qué era, pues, eso? [No e ra n ad a com plicado ni sutil, sino el hecho de que] todos od iab an a los que aceptaban sobornos de quienes de­ seab an reg ir o d e stru ir G recia, y e ra gravísim o ser convicto de h ab e r recibido dádivas, y al que lo h u b iera sido se le castigaba con la m áxim a penalidad, [y no h ab ía súplica alguna posible n i p e rd ó n ]. Y así, la ocasión p ro p icia de cada una de las acciones, que la fo r­ tu n a m uchas veces p ro c u ra incluso a los negligentes en d etrim en to de los solícitos y a los que n ad a están dispuestos a h acer en perju icio de los que hacen lo que es m en ester, no era posible co m p rársela a los o rad o res n i a los generales, n i tam poco la concordia m utua, n i la desconfianza resp ecto de los tiran o s y los b árb aro s ni, en u n a palab ra, nada s e m e ja n te 42. E n cam bio, ah o ra todo eso se h a vendido com o en u n m ercado y en lu gar de ello se h a im portado lo que ha p erd id o e infectado a Grecia. ¿Y eso qué e s ? 43. La envidia, si alguien h a recibido alguna dádiva; la son­ risa, si lo reconoce; [el p erd ó n p a ra los convictos]; el odio, si alguien se lo recrim in a a los tales, y todo lo dem ás que depende de la venalidad. P uesto que trirrem es, g ran n úm ero de hom bres, ingresos de dinero y ab u ndancia de los dem ás recu rso s de equipo y todo aquello p o r lo que uno p o d ría ver el grado de poder de las ciudades, son cosas q u e ah o ra todos tenem os incluso en m ucho m ayor núm ero y can tid ad que antes. Pero esas cosas se vuelven inútiles, inefectivas y sin provecho p o r efecto de quienes venden sus traiciones. Que eso es así, p o r lo que al p resen te se refiere sin duda lo estáis viendo y p ara n ad a necesitáis de m i tes­ tim onio; que en los tiem pos de antaño la situación era « Cf. Sobre la embajada fraudulenta 6 y sigs. 43 Cf. Sobre la embajada fraudulenta 259.

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discursos políticos

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la co n traria, yo os lo pro b are, no recitando m : p pias p alab ras, sino docum entos escritos ^ vucst an tep asad o s que aquellos h ic ie ro c .g ra b a r ® u n a eS tela de bro n ce y colocaron en la Acrópolis [no p a ra que les fu e ran útiles (pues incluso sin esos docum entos cen sab an en sus deberes), sino p ara que vosotros tu42

tia rs e se n o s c

__ «hijo de P itonacte,

Z ¿ l e a sea o b jeto de deshonor y considerado enemrno i e ! pueblo de los atenienses y de los aliados, tan to S m ism o com o su descendencia.» A reg istrad a la causa p o r la que le sucedió eso. < 6sito.

*or ebU’ defensores v sus atacantes, al discurso ha tenido sus defensores y

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

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cosido de ab ig arrad o s retazos, salidos —eso sí— del cálam o de Dem óstenes. Tal vez los p rim ero s editores del C orpus se encon­ traro n con u n a serie de bosquejos o bocetos de dis­ cursos con los que se em peñaron en d a r form a a una obra com pleta. r e su m e n : de

l t b a n io

Éste tiene el mismo argumento que el precedente y nada añade o dice de particular, salvo la medida política sobre la concordia. Pues estando los ricos en desacuerdo con los po­ bres, Demóstenes intenta hacer cesar esa disensión aconsejando al pueblo no confiscar los bienes de los ricos y a los ricos no mirar con malos ojos a los pobres por cobrar del erario pú­ blico. Y trata de convencer a los atenienses de que envíen una embajada al Rey de los persas para tratar de una alianza.

Por considerar, atenienses, que son im p o rtan tes i los asuntos sobre los que deliberáis e indispensables para la ciudad, tra ta ré de exponer acerca de ellos lo que considero conveniente. A unque no son pocos los errores, ni acum ulados desde breve tiem po, los cau­ santes de que esta situación vaya m al, ninguno es, va­ rones atenienses, de en tre todos m ás difícil de corregir, con vistas al presen te, que el hecho de que vosotros en vuestros pensam ientos os habéis distanciado de las em presas y sólo m o stráis in teré s en tan to estáis sen­ tados escuchando o se os anuncia alguna novedad; luego, cuando cada uno de vosotros se re tira , no sólo no m edita sobre ellas p ara nada, sino que ni siquiera las recuerda. Pues bien, la insolencia y la am bición 2 de que se vale Filipo con to d o el m undo son de tan gran cuantía com o indican las referencias que escu­ cháis; y que no es posible detenerlo en esa c a rre ra ni

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DISCURSOS POLÍTICOS

con d iscu rso s ni declaraciones, nadie lo ignora sin duda. Pues, realm ente, si alguien no puede aprenderlo a p a rtir de u n a sola de las dem ás consideraciones, que se h ag a las reflexiones siguientes: nosotros nunca ni en n inguna p arte, cuando h a sido necesario h ab lar en defensa de n u estro s derechos, fuim os d erro tad o s o dim os la im presión de o b ra r inju stam en te, sino que en toda ocasión vencem os a todos n u estro s oponentes v estam os p o r encim a de ellos en el uso de la palabra^ 3 Ahora bien, ¿acaso p o r esa razón a Filipo los asuntos le van m al y a n u estra ciudad bien? M ucho d ista eso de ser. Pues u na vez que él, después del debate, to­ m ando las arm as, se pone en m archa dispuesto a ex­ p o n er sin vacilación todos sus bienes, m ien tras nos­ otro s perm anecem os sentados, habiendo expuesto os unos los arg u m entos ju sto s y habiéndolos e s c u d a d o los otro s, n atu ra lm e n te —en mi opm ion— los hechos tom an la d elan tera a las p alab ras y todos atienden no a los razonam ientos ju sto s que dijim os o podríam os ah ora decir, sino a lo que hacem os. Y esos argum en­ tos no son capaces de salvar a ninguna de las victim as de la in justicia, pues ya no es m en ester h a b la r más 4 en to rn o a ellos. E n consecuencia, divididos los de las ciudades en estos dos p artidos: unos que no qu ieren m g o b ern ar p o r la fuerza a nadie ni ser esclavos de o tro sino g o b ernarse equitativam ente en lib e rta d y con le­ ves- o tro s, en cam bio, que desean m a n d a r sobre sus conciudadanos y obedecer a u n a te rc e ra persona, me­ dian te la cual piensan que p o d rán llevar a cabo su jetivo, los que p ertenecen al p artid o de aquel, los que am bicionan tiran ías y caudillajes, h an vencido p o r do­ quier, y ciudad con régim en de dem ocracia estable, no sé si de e n tre todas queda alguna o tra m as que la nues5 tra Y h an vencido los que gracias a aquél se hacen sus p ro p ias constituciones, valiéndose de todos los m edios con los que se alcanza el éxito; el p rim ero y

CONTRA ITLiPO, CUARTO DISCURSO

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m ás im p o rtan te de todos: el hecho de te n e r a alguien dispuesto a d a r p o r ellos d in ero a quienes desean cobrar; el segundo y en n ad a m enos efectivo que el anterior: el d isp o n er de una fuerza, capaz de d e rri­ bar 1 a sus oponentes, p re sen te en todas las ocasiones en que la soliciten. N osotros en cam bio, varones ate- 6 nienses, no sólo vam os a la zaga a ese respecto, sino que ni siq u iera som os capaces de d esp ertarn o s; antes bien, nos parecem os a h om bres que h a n bebido m an­ dragora 2 o alguna o tra pócim a del m ism o estilo; luego, en mi opinión (pues hay que decir la verdad, tal cual yo enjuicio la situación), hem os sido tan d esacred ita­ dos y despreciados a consecuencia de éstos, q u e de entre aquellos que se en c u en tran en pleno peligro, unos se oponen a no so tro s p o r cuestión del lid era zg o 3, o tro s en relación con el lugar en q u e h a b rá de re u n irse el C onsejo4, y algunos h an decidido defenderse p o r sí m ism os an tes que en alianza con nosotros. ¿Con q ué objeto, pues, m e expreso y d iscu rro sobre 7 estos asu n to s? No es porque m e decida a re su lta r o d io so 5, p o r Zeus y todos los dioses. Lo hago p a ra que cada uno de vosotros, varones atenienses, com ­ prenda y sepa que la m olicie y la indolencia de cada 1 Cf. Sobre los asuntos del Quersoneso 46. 2 Sobre este narcótico, cf. J enofonte, B a n q u e t e II 42; Pla­ tón, R e p ú b l i c a VI 488 C. Alude a este pasaje Luciano (L uciano , E lo g io d e D e m ó s te n e s 36). Por otro lado, la comparación que se establece en este pasaje suscitó en los rétores serias dudas sobre la autenticidad del discurso. 2 Los comentaristas que no aceptan la paternidad demosténica de este discurso ven aquí una alusión a la división de la hegemonía entre atenienses y tebanos que establecieron al concertar la alianza que precedió a la batalla de Queronea. Cf. E squines, C o n tr a C t e s i f o n t e 142. 4 Se alude a las pretensiones de la ciudad eubea de Cálcide, que no quería formar parte de un consejo federal que tuviese por sede a Atenas. Cf. E squines, C o n tr a C t e s i f o n t e 91. 5 Cf. O lin t. III 21.

d is c u r s o s

p o l ít ic o s

238

1 o en las vidas privadas, así tam b ién en día, al igual q ue en £ de inm ediato en cada las ciudades, no se h X e negligencia, sino que salen ocasión en q ue se p ® los acontecim ientos, a re lu c í, e n la sum a to ta l de^ ^ ^ ^ 8 Mirad a Sarna Do m eras posiciones qu de la paz, las cualeb n i siq u iera s ° n c ° n

daron descuidadas después J ra m uchos d e vosotros das S m em bargo, h ab e r abangs esas plazas ocasionó la

d° nH d° ded Tmcia y de Cersobleptes, que era vuestro perdida de Tracia y . do que estaban desatendíaliado. De nuevo ¿ corro alguno de vuesdas y que no lograban Portm o7 y enfrente del tra P - t e , « cont ra vosotros el bastión * de Atica, en Eubea. en g ^ descuidada, por poco 9 u n a tiran ía. Y co“ ° No reflexionasteis en absono fue c a p tu ra d a Meg^ -^ n ad a a esos acontelu to m Pref prueba de que no le p e r m itiría s cim ientos, no d i s t a P , A ntrones y no mucho seguir actu an d o as , P ^ ^ situación en Oreo. Y 10 tiem po desp u és era FeraSf la m arch a contra dejo de lado m uc • u innum erables A m bracia 11, las m atanzas ^ o tro s; p u es no m e puse víctim as de la violencia p a ra h a c e r u n c o m p u ra m o straros que Filipo e in ju sticia de Fi P > ^odos los hum anos m de no d e ja rá de atro p lo im p id e 13, subyugar te rrito rio s, si alguien ~ ^ C tS o b r e

el H d m e s o 5f

s o b r e la c o r o n a

: s ^« ^ " Cf. C o n t r a 2F ilip o , I U

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localid ad eubea

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Antrón (litada II 697). ;;

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la embajada fraudulenta 260.

13 Cf. C o n tr a F ilip o , I 43.

71.

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

239

Pero hay quienes 14 antes de escuchar los discursos n referentes a la situación, de inm ediato, tienen la cos­ tum bre de p reg u n ta r: «¿Qué hay, pues, que hacer?»; no p a ra realizarlo u n a vez que lo h an oído (pues en ­ tonces serían los m ás útiles de todos los ciudadanos), sino p a ra d esem barazarse del o rad o r. Pese a todo, es m enester que os exponga lo q u e hay que hacer. En p rim er lu g a r 15, varones atenienses, fijad en v u estra m ente con firm eza esto: que Filipo está en g u erra con n u e stra ciudad y h a ro to la paz y es m alévolo y hostil p a ra con la ciu d ad en tera y el suelo de la ciudad, y añ ad iré que incluso p a ra con los dioses de la ciu¿nd _los cuales o jalá le causen la perdición ; sin em bargo, co n tra n ada lucha ni in trig a m ás que co n tra n u estra constitución, y a n ad a en absoluto dirige sus m iras con m ayor in terés que al m odo de d estru irla. Y es h asta cierto p u n to in e v ita b le 16 que obre así al 12 m enos ahora. Pues considerad: quiere m an d ar y a vosotros os concibe com o sus únicos rivales p a ra ello. Hace ya m ucho tiem po que os viene atropellando y de eso él m ism o es consciente m e jo r que nadie. P orque con las posesiones que, siendo vuestras, él retiene, se asegura firm em ente todas las dem ás conquistas; que si h u b iera ab andonado Anfípolis y Potidea, ni siquiera en M acedonia p o d ría perm anecer seguro. Así pues, 13 sabe am bas cosas, que él m ism o conspira c o n tra nos­ otros y que vosotros os dais cuenta. Y com o os consi­ dera sensatos, tiene p o r cierto que le odiáis. Y adem ás de todo esto, que es b astan te, sabe ce rtera m e n te que, aunque se haga dueño de todo lo dem ás, n ad a le será posible po seer con firmeza, en tan to que vosotros os Comienzan aquí los pasajes extraídos del discurso S o b r e 38 y sigs. 15 Cf. S o b r e l o s a s u n t o s d e l Q u e r s o n e s o 39 y 40. 16 Comienza aquí una serie de consideraciones virtualmente idénticas a las de C o n t r a F i l i p o , I I 17 y 18. 14

lo s a s u n t o s d e l Q u e r s o n e s o

240

DISCURSOS POLÍTICOS

gobernéis d em ocráticam ente; p o r el co n trario , si le acontece algún fracaso, lo que en gran nú m ero de oca­ siones puede o c u rrir a u n hom bre, v en d rán y se re­ fug iarán a v u estro lado todos los pueblos que ahora 14 están som etidos p or la fuerza. Pues vosotros 17 perso­ n alm ente no estáis bien dispuestos p o r n atu ra leza p ara o b ten er provecho y m an ten er un im perio, p ero p a ra im pedir que o tro lo consiga o arran cárselo a quien lo tenga, o, en u n a p alab ra, p a ra im p o rtu n a r a quienes q u ieran m an d ar y re sc a ta r a todos los h o m b res p a ra la lib ertad , sois hábiles. E n consecuencia, él no quiere que la lib e rta d que de vosotros se expande esté al acecho de sus b uenas oportunidades, y en eso se hace 15 unos cálculos que no son incorrectos ni vanos. E nton­ ces, en p rim e r lugar, es m en ester que lo consideréis irreconciliable enem igo de la constitución y de la de­ m ocracia; y en segundo lugar, que sepáis con claridad que toda su actividad y todo lo que p re p a ra ahora, lo adereza c o n tra n u e stra ciudad. Pues nadie de en tre vosotros es ta n tonto com o p a ra suponer que Filipo codicia las sordideces de T racia (pues, ¿qué o tro nom ­ bre p o d ría d arse a Dróngilo, Cábile, M astira y las plazas que afirm an que ah o ra va ocupando?) y que p a ra c a p tu ra rla s so p o rta fatigas, crudezas del invierno 16 v los m ás extrem os peligros, y, en cam bio, no codicia los p u erto s de Atenas, sus astilleros, sus trirre m es, su em plazam iento y su fam a —ventajas de las que ojala ni a él n i a ningún o tro sea dado enseñorearse tras h ab e r som etido n u e stra ciudad—, sino que os dejara poseer esos bienes m ien tras él p o r los m ijos y espeltas alm acenados en los silos tracios pasa el invierno en 17 u n b á ra tro . No es así; al contrario, p o r llegar a ser 17 A partir de este punto y hasta el fin del párrafo 16 nos encontramos con un texto tomado con ligeros retoques de Sobr los asuntos del Quersoneso 4145.

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

241

dueño de estos vu estros bienes, dedica su actividad tam bién a todos aquellos objetivos. Así pues, si cada uno p a ra sí sabe y conoce estos hechos, no se debe, p o r Zeus, in v itar al que en todo lo ju sto os p ro p o r­ ciona los m ejo res consejos, a q u e red acte u n decreto declarando la g u e r r a i8, pues esto significa que queréis echar m ano de alguien con quien luchar, y no realizar lo que conviene a la ciudad. E n efecto, observad, si 18 la p rim era vez que Filipo violó u n pacto, o la segunda, o la te rc e ra (pues hay m uchas y en serie), alguien h u b iera red actad o la p ro p u e sta de declararle la gue­ rra y él, del m ism o m odo que ahora, cuando ninguno de vosotros h a p ro p u esto declaración de guerra, hubie­ se acudido en ayuda de los cardianos, ¿no h a b ría sido arreb atad o de aq u í el a u to r de la p ro p u e sta y todos le inculparían de h ab er prestad o ayuda Filipo a los ca r­ dianos p o r causa de ella? P or tan to , no busquéis a 19 quien, com o com pensación p o r las ofensas de Filipo, podáis o d iar y en tre g ar a sus asalariados p a ra que lo descuarticen, ni vosotros m ism os estéis dispuestos, tras h ab e r votado la declaración de guerra, a d isp u tar unos co n tra otro s acerca de si e ra necesario haberlo hecho o no; p or el contrario, im itadle la m an era de hacer la guerra, entregando a los que ya se defienden dinero y todo cu anto adem ás necesitan, y vosotros m ism os, varones atenienses, a p o rta n d o trib u to s y p re ­ parándoos u n ejército, trirre m e s rápidos, caballos, naves de tra n sp o rte caballar y todo lo dem ás que sirve p a ra la guerra. Pues ahora, al m enos, es de risa 20 n u estro com p o rtam iento en esta s itu a c ió n 19, y creo que el propio Filipo, p o r los dioses, h aría v o to s 20 p o r que n Ésa era la pretensión de los adversarios de Demóstenes; cf. Sobre tos asuntos del Quersoneso 4, 68. 19 Locución tomada de Contra Filipo, I 25. 20 Cf. Sobre los asuntos del Quersoneso 20. 35.— 16

discursos políticos

242

ninguna o tra cosa haga la ciudad sino lo que ahora e s t S haciendo: actuáis con retraso , gastáis el dinero, andáis b uscando a quien en tre g ar los asuntos, os irn S T -



is

„ “ ^ r j a r o n ” ' atenienses, habéis establecido desde el Nunca, v ar correctam ente ningún p lan de

2i

S f í L e L ^ r e vais .ta s los aco n tecim ien to s* V luego cuando llegáis tarde, os in terru m p ís; y s. de L e v o acontece o tro suceso, os prepárate y os albo„ r 0 t peSio eso no es a s i» ; no es posible que quienes se , „ de expediciones de socorro cum plan n u n ca mnL n o í e L o t ñ d a m e n t a i ; antes bien, es m enester o rganizar u n a fuerza y p ro c u ra r p a ra ella m anutend i n teso rero s y funcionarios públicos, y que la vigilancía^de los fondos em pleados sea rigurosísim a dentro , , nrisible v u n a vez hecho esto, p ed ir cuentas del

¿e ; r S “ a F ilip í a

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24

L L s o , en e, caso de q u e no T S L s f S ^ . i f S r ó d u c e n e s , exactamente los 47-5, dd S o b r e lo s a s u n to s

d el Q uerson eso.

CONTRA FILTRO, CUARTO DISCURSO

243

esté disp u esta a hacerlo, h allará lo ventajoso que es realizar de buen grado lo indispensable. Pues si os ga­ ran tizase algún dios (que de tam año asu n to ningún hom bre p o d ría ser satisfactorio fiador) que si vosotros os m antenéis tran q u ilos y lo abandonáis todo, aquél no term in ará viniendo co n tra vosotros m ism os, ver- 25 gonzoso sería, p o r Zeus y todos los dioses, e indigno de vosotros, de las posibilidades de v u estra ciudad y de las hazañas de vuestros antepasados, d e ja r caer en esclavitud a todos los dem ás griegos p o r bien de vues­ tra p a rtic u la r m olicie, y al m enos yo p ersonalm ente p referiría e sta r m u erto antes que h ab e r p ro p u esto ese proceder; no obstan te, si algún o tro os lo sugiere y os 26 convence, sea, no os defendáis, abandonadlo todo. Pero si a ninguno le p arece eso bien, y, p o r el contrario, todos sabem os de antem ano que cuanto m ás le deje­ mos que extienda su poder, ta n to m ás duro y fu erte será el enem igo al que habrem os de en fren tarn o s, ¿a dónde nos escaparem os? ¿Qué esperam os? O, ¿cuándo nos decidirem os, varones atenienses, a cum plir con nu estro deber? «Cuando sea necesario, p o r Zeus.» Pero 27 la que se p o d ría llam ar necesidad de los hom bres li­ bres, no sólo está presente ya, sino que incluso hace b astan te tiem po que ha pasado; y en cuanto a la de los esclavos, sin du d a es necesario h acer votos p a ra que no se nos p resente. ¿E n qué se diferencian? E n que la m ayor necesidad p a ra el hom bre libre es la vergüen­ za p or lo que le está pasando, y m ás fu e rte que ésta no sé yo cuál podríam os invocar; p a ra un esclavo, en cambio, consiste en los golpes y castigos corporales, cosas de las que los dioses nos guarden y de las que ni es propio h ablar. Así pues, varones atenienses, m o strarse rem iso 28 hacia tales req u erim ientos, a los que es m en este r que cada uno contribuya con su p ersona y propiedad, no es cosa correcta, ni m ucho m enos, pero, no obstante,

DISCURSOS POLÍTICOS

244

aú n tien e alguna disculpa; pero no que se d ebe o ír n i los asu n to s so re

q

°nr r r : r í í " - r —

los pro p io s acontecim ientos, p o r el conLra ' t que aquél se p re p ara , despreocupandoos de h acer o tan to y em p re n d er a v u estra vez prep arativ o s os dais

indolencia, y si 2 la t r ib u n a 23, pero, cuando os e n tera J i. p erd id o u n a plaza o está siendo asediada en to n 30 p re stá is o ído y em prendéis los preparativos. Mas era 30 S S S . la ocasión de escuchar y v o sotros n o queríais; la de actu ar, e n nu e réis h acer uso de lo p rep arad o , es ahora cuan ^ ^ escuchar. E n consecuencia, com o re su lt co stu m b res, sois los ú n ic o s 23 de en tre todos los hom b re s que hacéis lo co n trario que los dem as. pues lo o tro s a c o stu m b ra n servirse de la deliberación te rio rid a d a los acontecim ientos, vosotros, a rio, d esp u és de los acontecim ientos. , , 31 Lo q u e a ú n q u ed a p o r hacer y tiem po h a d e ^ a b erse hecho, p ero ni siquiera en el p re s e n * ^ la ^ n id ad d e h acerlo h a pasado, eso es lo que J exponer De e n tre todo lo que se requiere, de n a d a ne cesita ta n to la ciudad p a ra los inm ediatos tos com o de dinero. Y acontece que se h an V ^ d n c iá e sp o n tá n e a m e n te 26 afo rtu n ad as los em p leam o s rectam en te, ta l vez p o d rían p re su lta d o s debidos. Pues, en p rim e r lugar, aquellos " T t o i se hace abandonar d e s c e ñ a a ^ u n ^ ctor a fuerza Í 7 ó J a m

¡ o ! ai t 7

o

bar e rZ

” * » !La misma conclusión aparece en 26

Cf. Olint. I 9.

a su n to s

¿el

S o b r e la p a z

2.

Q u ersc,

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

245

quienes el Rey confía y considera que son sus bienhe­ chores, odian y están en g u erra con Filipo. Luego, el 32 agente y cóm plice de todos los preparativos que Filipo lleva a cabo co n tra el Rey, h a sido d e p o rta d o 27, y el Rey oirá todas esas acciones no a través de acusacio­ nes que hagáis vosotros, de quienes p o d rían p en sa r que hablaseis en defensa de v u estro p a rtic u la r interés, sino de labios del m ism o h o m b re que las planeaba y realizó, de form a que le re su lta rá n creíbles y sólo fal­ ta rá a n u estro s em b ajadores el discurso que de m ejo r grado oiría el Rey: que es m en ester castigar de com ún 33 acuerdo al que a unos y otros causa perjuicios y que m ucho m ás tem ible es Filipo p a ra el Rey, si nos ataca a nosotros los prim eros; pues si, quedando desasisti­ dos, nos p asa algo a nosotros, sin m iedo ya m arc h ará contra aquél. P or todas esas razones, pues, opino que es m en ester que vosotros despachéis una em b ajad a que converse con él, y que vosotros os desprendáis de ese necio p rejuicio que tan tas veces os h a costado la de­ rro ta: «Es realm en te un bárb aro » y «el com ún ene­ migo de todos» y todas las frases de esta suerte. Por- 34 que yo, cuando veo a alguien que tem e al que reside en Susa o E cb atana, y anda afirm ando rep etid as veces que el tal es m alintencionado p a ra con la ciudad, él que p recisam ente con an terio rid ad contribuyó a ende­ rezar la situación de e lla 28 y ah o ra os hacía prom esas (si vosotros no las aceptasteis, sino que las rechazas27 Se trata de Hermias de Atarneo, agente de Filipo y amigo de Aristóteles. El sátrapa Mentor, que se había distin­ guido ante el Gran Rey Oco por sus servicios en la campaña contra Egipto y gozaba a la sazón de toda su confianza (DlOdoro S ículo, X VI 50, 52), engaña con habilidad a Hermias y lo envía a Persia, donde fue ejecutado. a En el 393 a. C., Conón, dirigiendo como almirante la flota persa, derrota a los lacedemonios en aguas de Cnido, y con el oro suministrado por el Rey reedificó los muros de Atenas.

DISCURSOS POLÍTICOS

246

, __ ai m enos, suva la culpa), ,eis con ™ e s ,r ° d¡st'inta m anera del salteador y, en cam bio, h ab ^ in crem cntando su poder de los griegos que en el c e n tro m ism o de a n u estra s p u erta s, bie m'enoSi te n go m iedo de él, Grecia, m e aso m bro \ > > ,, t a Filipo.

quienquiera

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q u e sea, d a ^ o ^ q u e ^ c ^ i

29 q u e

daña

Ahora b ien, h _. ‘ Ohieto de calum nia por a la ciudad en cuanto que es objeto de efecto de “ “ ^ " “ " J ^ e r c n h acer nada ju sto en la y, encim a, a los que q proporciona u n 8eSr . o ? ev 10de Z

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36 lo haré; pu es pienso que po r meTiesterosos co n tra los

t e n d e r la tu s ta ricos y la de los qu

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co n tra los necesicalum nias

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• ■ . j . i «teórico» o «fondo para los espectácu29 La institución del teor c ^ carentes de reios», creada con el fin de óu festivales públicos. En principio cursos pudieran asistí destinaba a tal propósito; el sólo una parte de dich o fon d ^ gast0s de las operacioresto se empleaba en h a c e r * ^ Eubulo se vota una ley por iT a íT c S tE

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total acu m u lad a en ^

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er = ú r S * « S n d “ e“ o de reform ar., (cf. < » « « » ) •

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

247

ciento tre in ta talentos; y ninguno de los capacitados para las trie ra rq u ía s o el pago de im puestos se negaba a cum plir con el d eb er que le correspondía alegando que no so b rab a dinero, antes bien, se hacían a la m ar trirrem es, se sacaba dinero y hacíam os todo lo debido. Más adelante, la fo rtu na, haciéndonos beneficios, muí- 3 8 tiplicó los ingresos p ú b lico s30, y en lugar de los cien talentos ingresan cuatrocientos, sin que ninguno de los propietarios de los bienes su friera m enoscabo alguno, sino que incluso experim entaba increm ento; pues todos los ricos acuden a p artic ip a r de ello y hacen bien. Así 39 pues, ¿qué nueva idea hem os concebido p a ra que nos reprochem os eso m u tu am ente y lo usem os de p retex to para no h acer n ada [de lo que es m en este r]? A no ser que envidiem os la ayuda sobrevenida a los m enestero­ sos de m anos de la fortuna. A éstos yo al m enos ni podría hacerles reproches ni considero ju sto que se les haga. P orque tam poco en las casas p artic u la res veo 40 que quien está en la flor de la edad 31 adopte tal ac titu d hacia sus m ayores, ni que ningún ser hum ano sea tan ingrato ni tan irracio nal com o p a ra sostener que, si todos no hacen cuanto hace él, tam poco él h a rá nada; realm ente en ese caso in cu rriría en las leyes c o n tra los m alos t r a t o s 32; pues es preciso a p o rta r a los p a ­ dres con esp íritu de ju sticia y pagarles en concepto de devolución, de buen grado, la am istosa co n trib u ­ ció n 33 delim itada a la vez p o r la n atu raleza y la ley. 30 Esta óptima situación de las finanzas en Atenas fue re­ sultado de la inteligente administración de Eubulo; cf. Contra Filipo, III 40. si Esta diferenciación en el cómputo de la edad se establece con relación a la prestación del servicio militar; cf. Olint. I 28; III 34. 32 In cu rrían en estas leyes los h ijo s Que m a ltra ta b a n a sus padres o les negaban el su sten to en la vejez; cf. Lisias , Contra

Agórato91.

33 La p alab ra griega éranos significa, en p rincipio, «com ida

248

DISCURSOS POLÍTICOS

Y así com o cada uno de nosotros tiene u n p ad re, así es n ecesario co n sid erar al to tal de los ciudadanos com o p ad res com unes de toda la c iu d a d 34, y conviene no sólo no p riv arlos de nada de lo que les da la ciudad, sino que, si incluso ninguna de estas subvenciones existiese, m ira r a o tra p a rte en busca de m edios p a ra 42 que no se vean privados de nada. Así pues, si los ricos hacen uso de esta norm a, considero que no sólo h arán lo que es ju sto , sino tam bién lo que les aprovecha; p o rque p riv a r a algunos de lo necesario m ediante de­ creto público equivale a m alq u istar a m uchos hom bres con la s itu a c ió n 35. A los que están en necesidad, p o r o tra p arte, les aconsejaría que elim inasen el m otivo p o r el que los que poseen los bienes se irrita n con el 43 sistem a y con ju stic ia lo acusan. T rataré, com o acabo de h acer con los necesitados, del m ism o m odo tam bién de la d efensa de los ricos, sin vacilar en decir la ver­ dad. Pues a m í nadie m e parece ser ta n m iserable y cruel de esp íritu —p o r lo m enos ningún ateniense—, com o p a ra dolerse al ver que los q u e son pobres y 44 carecen de lo necesario reciben estos subsidios. Pero, ¿dónde se p ro d u cen la colisión del sistem a y la irrita ­ ción que provoca? Cuando los ricos ven que ciertos

41

a escote», es decir, comida a la ciue cada comensal contribuye aportando una vianda o porción de alimento para su consumo en común. Más tarde —como la palabra española «yantar» pasa a significar «cuota» y «colecta» (este último significado es el que pervive en griego moderno). En este pasaje se emplea la palabra con el significado de «contribución amistosa» o «prés­ tamo informal» que los padres facilitan a los hijos y éstos a su vez deben restituir a sus prestadores en justa reciprocidad. En una carta de Demóstenes (III 41) se expresa la idea de que el hombre de estado ha de tener para con el pueblo los mismos sentimientos del hijo para con el padre. 35 Decía el demagogo orador Démades que el «teórico» era «el cimiento de la democracia».

CONTRA F1LIPO, CUARTO DISCURSO

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individuos transfieren al dinero p riv a d o 36 el uso que se ejerce sobre el dinero público y que el que tal cosa propone al p u n to se engrandece an te vosotros y se hace inm o rtal a causa de su seguridad; y cuando ven que el voto secreto es bien d istin to del m anifiesto al­ b oroto ap ro b ato rio . Eso es lo que lleva im plícito desconfianza y resentim ientos. Ya que es m enester, varo­ nes atenienses, co m p artir m u tu am en te con equidad los beneficios de la ciudadanía, los ricos considerando seguros sus propios bienes p a ra el norm al curso de la vida sin m iedo a p erderlos y poniendo a disposición de la p a tria y en defensa de su salvación sus propios bienes com o fondo com ún p a ra a fro n ta r los peligros; los dem ás, estim ando bienes com unes los que son tales y p articip an d o de ellos en la p a rte que les co­ rresponda, p ero teniendo los que son p articu lares por propios de sus poseedores 37. De esta form a incluso una ciudad pequeña se hace grande y u n a grande se salva. E sto es, tal vez, lo que uno po d ría decir en cu anto a los deberes de cada una de las dos partes; p o r lo que se refiere al m odo en que ello tam bién se pueda poner en p ráctica, es necesario h a c e r correcciones p o r vía legal. De la situación actual y de la confusión rein an te m uchas y rem o tas son las causas; estoy dispuesto a exponerlas si queréis escucharlas. Os habéis apartado, varones atenienses, del principio fu n d a m e n ta l38 sobre el que os d ejaro n asentados vu estro s antepasados y os habéis dejado convencer, p o r o b ra de quienes propug­ naban tal tipo de política, de que e sta r a la cabeza de 36 Repartido el dinero del erario, el pueblo desea que se proceda de igual manera con las fortunas particulares. 37 Cf. Cicerón, De officiis I 7: «Iustitiae... munus est... u t communibus pro communibus utatur, privatis autem ut suis». 38 Cf. Olint. III 28. Los §§ 46-48, por un lado, y el 49, por otro, son sendos proemios.

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los griegos y ten er un ejército en pie de g u e r ra 39 con el que d efen d er a todos los que sufren atropellos era tare a su p erflu a y gasto inútil; en cam bio, p asa r la vida en m edio de tran q u ilid ad y no hacer n ad a de lo debido, antes bien, ir abandonándolo todo, una cosa tra s o tra 40, dejando que o tro s se apoderen de ellas, considerabais que p ro p o rcio n aba m aravillosa pro sp erid ad y seg u n d ad 47 en abundancia. A consecuencia de ello, otro, adelan­ tándose al pu esto que a vosotros os corresp ondía ocu­ par, se h a hecho próspero, g ra n d e 41, señor de u n vasto dom inio. O bviam ente: pues u n a situación prestigiosa, en cu m b rad a y brillante, p o r la que co n tin u am en te las m ás p o d erosas ciudades andaban enzarzadas en dispu­ tas 42, al e s ta r los lacedem onios desvalidos de la fo rtu ­ na, los teb an o s ocupados p o r causa de la g u erra focid i a 43 y n o so tro s despreocupados, Filipo la encontró 48 ab an d o n ad a y la tom ó. Y así, com o re su ltad o le h a co­ rresp o n d id o in fu n d ir m iedo a los dem ás, co n tar con m uchos aliados y u n gran ejército; y ta n ta s y ta n gran­ des dificultades asedian ya a todos los griegos, que no es fácil ni siq u iera aconsejar lo que se debe hacer. 49 Aunque la actual situación, varones atenienses, es, a mi juicio, h o rro ro sa p a ra todos, nadie de ellos todos está en m ay o r peligro que vosotros, no sólo p orque Filipo dirige sus asechanzas fundam entalm ente c o n tra vosotros, sino adem ás p orque vosotros m ism os os en­ contráis en estado de m áxim a inactividad. Asi pues, si co n tem p lan d o el acopio de m ercancías y la abun­ dancia q u e rein a en la plaza, estáis encantados por ello con la ilusión de que en ningún peligro se encuen­ tra la ciudad, no enjuiciáis la situación m com o co39 40 41 42 43

Cf. Cf. Cf. Cf. Cf.

Sobre los asuntos del Quersoneso 11. Olint. I 14. Sobre los asuntos del Quersoneso 67. Contra Filipo, III 22. Olint. III 27.

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rresponde ni co rrectam ente. Pues una plaza de mer- so cado, una feria, p o r estos detalles se p o d ría ju zg ar si está deficiente o p rim orosam ente provista; pero una ciudad, a la que todo aquel que asp ira en cada oca­ sión a m an d ar en los griegos ha considerado la única que p o d ría oponérsele y ser b alu arte de la libertad de todos, p o r Zeus, no es p o r las m ercancías p o r lo que hay que p ro b arla para v er si va bien, sino o bser­ vando si confía en la buena voluntad de los aliados y es fuerte con sus propias arm as; esto es lo que hay que exam inar respecto a n u e stra ciudad; y eso todo es precisam ente lo que en vuestro caso se en cu en tra en situación inestable y de ningún m odo buena. Podréis 5 1 daros cuenta de ello, si lo consideráis de la siguiente m anera: ¿cuándo estuvieron los asuntos de los griegos en m áxim a confusión? Nadie podrá designar ningún otro tiem po m ás que el p resen te de hoy día. Pues du­ rante todo el tiem po a n te rio r los asuntos de los grie­ gos estab an divididos en estos dos cam pos: los lacedemonios y nosotros, y, de los dem ás griegos, unos nos obedecían a nosotros, otros a aquéllos. El Rey, de p o r sí, era p or igual o b jeto de desconfianza p ara todos; pero, sum ándose a la causa de los d erro tad o s en la guerra, reten ía su confianza h a sta que los colocaba en plano de igualdad con el o tro bando; luego no le odiaban m enos aquellos a quienes salvaba que los que desde el principio eran sus enem igos. Ahora, em pero, 52 en p rim er lugar el Rey está en relaciones de fam ilia­ ridad con todos los griegos; con nosotros, de en tre todos, es con quienes en p eo r disposición está, si no rectificam os ah ora en algo los erro res com etidos; des­ pués, p o r todos lados surgen p ro tec to rad o s y p re te n ­ den todos, en rivalidad m utua, la hegem onía; pero, en realidad, se m antienen ap a rte y se envidian y descontan unos de otros, no de quien sería m en ester des­ confiar, y han quedado todos aislados, cada uno p o r

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su p arte, argivos, tebanos, lacedem om os, corintios, arcadios y noso tro s. Pero, sin em bargo, aunque la polí­ tica griega está dividida en tantos p artid o s y ta n n u ­ m erosas dom inaciones, si hay que decir la v erd ad con franqueza, en ningún otro estado podría uno ver salas de audiencia o consistorios m enos dedicados al tra ta ­ m iento de los asuntos griegos que los n uestros; con razón, pues nadie conversa con nosotros p o r am istad, 54 ni p o r confianza ni p o r tem or. Y la causa de esto no es u na sola, varones atenienses (pues fácil os h u b iera sido rem ed iarla), sino m uchos e r ro re s 44 de toda espe­ cie com etidos en todo tiem po desde antiguo, de los cuales, d ejan d o de lado el detalle, m e re ferire a aquel en el que confluyen todos, rogándoos que, si os refiero con fran q u eza la verdad, no os irritéis conm igo para nada. H an sido vendidos nu estro s in tereses en cada u n a de las ocasiones propias que se nos p re sen taro n , y vosotros habéis obtenido a cam bio la inactividad y la tran q u ilid ad ; encantados p o r ellas no estáis irritad o s con los que os dañan, pero otros obtienen las recom55 pensas. Lo que concierne a los dem ás asuntos no m erece la p ena investigarlo ahora; p ero en cu an to se desp ren d e en u n discurso algún asunto de los re feren ­ tes a Filipo, al p u n to se levanta uno p a ra decir que no hay que h a b la r neciam ente ni hacer p ro p u estas de de­ clarar la guerra, presen tan d o al punto, u n a tra s otra, consideraciones com o lo agradable que es vivir en paz y qué m olesto es aten d e r a la m anutención de u n gran ejército , y «algunos quieren a rre b a ta ro s el dinero», y 36 o tro s ase rto s hacen en m áxim o grado verdaderos. Pero, sin duda, no es a vosotros a quienes hay que persu a­ d ir de q ue m antengáis la paz, ya que, p ersuadidos e

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44 Cf. Contra Filipo, III 2. 45 De nuevo estamos ante párrafos tomados del discurso Sobre los asuntos del Quersoneso.

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ello, estáis sentados aquí, sino al que continuam ente lleva a cabo las operaciones de la g uerra; pues si aquél se d ejara p ersu ad ir, lo que de vosotros depende está ya a m ano; y es m enester co n sid erar que lo terrib le no es cu an to gastem os p a ra n u e stra salvación, sino lo que vam os a su frir si no estam os dispuestos a hacerlo; y en cuanto al dicho de que «el dinero público será arrebatado», hay que im pedirlo encontrando u n siste­ m a de vigilancia m ed iante el cual se conserve, no aban­ donando n u estro s intereses. A unque yo al m enos m e 57 irrito tam bién p o r esto m ism o: p o rq u e a algunos de vosotros en tristece que se llegue a a rre b a ta r el dinero público, cuya vigilancia así com o la posibilidad de cas­ tigar a quienes lo a rre b a ta n e stán en vuestras m anos, y, en cam bio, no os en tristece que así, u n a ciudad tras otra, Filipo \a y a a rreb a ta n d o toda Grecia, y eso que lo hace con la intención de atacaro s a vosotros. ¿Por que, p u e s 46*, varones atenienses, aunque tan a 58 las claras com ete atropellos y tom a ciudades, nunca ninguno de éstos h a dicho de él que está obrando contra derecho y provocando la guerra, y, en cam bio, afirm an que la provocan los que os aconsejan no p e r­ m itírselo ni d ejarle eso a su m erced? P orque la re s­ ponsabilidad de los padecim ientos que re su lta rá n de la guerra (pues es forzoso, sí, forzoso que de la g u erra surjan m uchos sufrim ientos) q u ieren achacarla a quie­ nes creen que p o r v u estro bien proporcionan los m e­ jores consejos. Pues consideran que si vosotros hacéis 59 frente a Filipo unánim em ente y guiados p o r u n solo criterio, le venceréis y a ellos no les q u ed ará posibili­ dad de g anar su paga, m ientras que, si a p a r tir de los prim eros rum ores de alarm a acusáis a algunos indi­ viduos y os dedicáis a llevarlos ante los tribunales. 46 Exposición más sencilla del contenido de los §§ 56 v sie de Sobre los asuntos del Quersoneso.

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discursos políticos

acusándoles conseguirán ellos m ism os dos cosas llegar a gozar de b u en a rep u tació n a n te vosotros y a ob ten er dinero lib rad o p o r Filipo, y que vosotros im pongáis a los que h an hablado en favor vuestro las penas que debíais im ponerles a éstos p o r sus faltas É stas son sus esperanzas y eso im plica la m an io b ra de las acu­ saciones que p re sen tan afirm ando que «algunos quieren p ro vocar la guerra». P ero yo sé a ciencia c ie rta que, aunque nin g ú n ateniense h a p ro p u esto d ec la rar la gue­ rr a Filipo tiene en su p o d er m uchos territo rio s de la ciudad y acaba de enviar ah o ra u n a expedición de socorro a C ardia. Si, no obstante, n o so tro s a h o ra pre­ tendem os h acer com o que ignoram os que aquel está en g u erra con nosotros, sería el m as tonto de todos los h o m b res si tra ta se de contradecirlo; porque, si los que recib en el daño lo niegan, ¿que co rresponde hacer al m a lh e c h o r? 47- P ero el día que se d irija c o n tra nos“ I r m S m l . ¿qué direm os entonces? Pues él sos.em d rá q ue no nos hace la guerra, com o tam poco se la hacía a los h ab itan tes de Oreo, au n cuando sus tropas estab a n en aquel te rrito rio , ni an terio rm en te a los de Peras, a p esar de que atacándoles llegó h asta sus mu­ ros n i a los olintios al principio, h a sta que se presentó en el p ro p io país de ellos al m ando de u n ejercito. ¿0 tam b ién entonces vam os a decir que los que nos ex­ h o rta n a defendernos están declarando la guerra? En ese caso sólo nos queda so p o rtar la esclavitud, pues 62 no hay ninguna o tra posibilidad. Y, sin em bargo el peligro q ue vosotros corréis no es el m ism o que el de t e dem és hom bres; pues lo que Filipo quiere no « poner v u e stra ciudad bajo su dom inio, no sino des­ m uirla p o r com pleto. Pues él sabe a la perfección que 47 Esta pregunta final no se encuentra en el § 58 de SobP

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mente trasladado a este pasaje.

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vosotros ni vais a e sta r dispuestos a ser esclavos, ni, aunque lo estuvierais, sabríais serlo, acostum brados como estáis a m an d ar, y que, en cam bio, si encontráis ocasión propicia, seríais capaces de crearle m ayor n ú ­ m ero de dificultades que todos los dem ás hom bres juntos. P o r esta razón no os h a rá concesiones, si llega a teneros bajo su poder. Así pues, os conviene reco- 63 nocer que la pugna s e r á 48 a vida o m uerte, y a los que se h an vendido a ese hom bre apalearlos públicam ente* p o rque no es posible, no es posible vencer a los ene­ migos de fu era de la ciudad, si antes no castigáis a los enem igos que tenéis en la p ro p ia ciudad; p o r el contrario, es forzoso que, al chocar con éstos, com o con un escollo, lleguéis a aquéllos dem asiado tarde. ¿De 64 dónde im agináis que procede que él ah o ra os u ltra je (que a m í al m enos m e parece que no hace o tra cosa sino eso) y que, m ientras a los dem ás los engaña h a­ ciéndoles favores, cuando m enos, a vosotros os am e­ naza ya de en trad a? Por ejem plo, a los tesalios, des­ pués de h aberles proporcionado m uchos beneficios, los red u jo al estado de esclavitud en que ah o ra se en­ cuentran; nadie p o d ría decir tam poco cuánto engañó a los desdichados olintios, habiéndoles dado prim ero Potidea y m uchas o tras plazas; y ah o ra tra ta de se­ ducir a los tebanos entregándoles Beocia y a p a rtá n ­ dolos de u n a g u erra larga y penosa; de m odo que cada 65 uno de ésos, después de h a b e r obtenido alguna ga­ nancia com o fru to , los unos h an sufrido ya lo que les ha tocado p ag ar en sufrim iento y los o tro s su frirán lo que les corresponda. En cuanto a vosotros, guardo en silencio todo aquello de lo que habéis sido desposeí­ dos; ah ora bien, en el m ism o acto de concluir la paz, ¡cuántos engaños habéis sufrido, de cuántos bienes 48 En Sobre los asuntos del Quersoneso 61, en vez de «será» se lee «es».

d is c u r s o s

POLITICOS

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., , OSeídos' Los focidios, las Term opilas, habéis sido despo D orisco, S errio, el propio los posesiones de > ah o ra la ciud ad de C ardia C ersobleptes, ¿y no tien e’ ;P o r qué razón, » en su p o d er y fo r ^ c0 n ‘L dem ás y de pues, se co m p o rta ? P o rau e de e n tre todas las eS td ¿ " T a n CsóloVen°iar0v u estra hay in m unidad garanciudades ta n solo de vuestros enem igos y tizad a p a ra h ab la ^ aceptado dinero de soborno puede u n h o m b q alm ente e n tre vosotros con to m a r a p a l a b r P ^ despojados de vuestras im p u n id ad au n q u y ^ podido h ab l con 67 p ro p ias posesión no h a b e r ob. g aran tías en O ^ ' 1» a beneficio d e d is fra ta r las tenido el ¿ m no se h u b iera podido en T esalia v en tajas de P otidea pueblo de ™ ^ s í p a rte el favor los tesalios n . tiranos y re sta u rad o los de h ab erles e x p u s o * “ b“ a sido posible haprivilegios an h cti . les h u b iera cerlo sin peligro en Tebas antes « * P ero en 68 devuelto jqhpQ1^ 1h a °tornado Anfípolis y el teAtenas, airnque F P ^ co n v irtiendo E ubea

611 m a deh a b u e n l e S u d o 'h a b la r en favor de Filipo. Y, S

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están e ¡tastres; m ien tras vososcuros p asan _ de h o n o rables os convertís en o tro s, p o r el co n tr , p yo ai m enos, 69 viles y de a? sus d ia d o s, a la considero riq ueza sim patía que despierta, de confianza que inspira, a la^ sim pa q ^ y todo lo cual vosotros que

de eso y d ejar

°ios° asu n tos vayan m archando de e s . m anera, él

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es próspero, poderoso y terrib le p a ra todos los griegos y b árb aro s; vosotros, en cam bio, estáis aislados y h u ­ m illados, insignes p o r la ab u n d an cia de víveres en el m ercado, p ero ridículos p o r lo que se refiere a la prep aración de lo que h ab ría is m e n e s te r4950. P ero ob- 70 servo que algunos de nu estro s o radores no aconsejan de la m ism a m an era cuando se tra ta de vosotros que cuando tra ta n de sus propios intereses; pues dicen que vosotros debéis m an ten er la calm a au n q u e alguien os cause daño, m ien tras que ellos m ism os no pueden m an ten erla e n tre vosotros, p ese a que nadie les daña. Y en verdad, si alguien, in ju rias ap a rte, p re g u n ta ra: «Dime, A ristom edes 5U, sabiendo p erfectam en te com o sabes (que n adie tales cosas desconoce) que la vida de los p articu lares es segura, rep o sad a y d esprovista de riesgos, en tan to que la de los h om bres públicos es rica en querellas, insegura y colm ada de procesos y calam idades día a día, ¿porqué, pues, no eliges la des­ cansada, en vez de la que d iscu rre en m edio de peli­ gros?» ¿Qué p o d rías responder? Pues en el caso de 71 que diésem os p o r cierto lo m ejo r que p o d rías respon­ der, a saber, que p o r deseo de h o n o r y p o r m o r de tu reputación haces todo esto, m e p regunto con extrañeza po r qué razón piensas que p a ra tal p ropósito tú debes hacerlo todo, su frir todos los trab a jo s y a fro n ta r todos los peligros, y, en cam bio, aconsejas a la ciudad que abandone estos esfuerzos cóm odam ente. P orque 49 Termina aquí la segunda serie de párrafos tomados casi literalmente del discurso Sobre los asuntos del Quersoneso. 50 Personaje desconocido, de quien proporcionó breves in­ formes Dídimo; por él sabemos que el tal Aristomedes era co­ nocido en Atenas con los apodos de «hombre de bronce» y «ladrón». Este último («ladrón», griego kléptes) lo aplica el orador, como calificativo, al padre de este individuo, en una frase que es ejemplo típico de la figura que en retórica se denomina k$klos y que consiste en que una frase o período comienza y acaba por la misma palabra. 3 5 .-1 7

DISCURSOS POLÍTICOS

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rpsDonder al m enos no vas a r e s p parezcas alguien en la ciud goce de predicamento^ alguno cierto, tam p o co seguro o cu p arse d

yajen» as» m as que

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que es m en ester q u e tú q la ciu d ad no , P jl eriegos. Y p o r e n tre £

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V6u qL£dP v tu n rom eüm iento, p a ra la ciudad, en activ id ad y tu e td cuentas „ cam bio, d e su p a d íe , q u e seria co n el t í , m ien tras q u e la vergonzoso que s 8 innom inados e insignificiu d ad cu en ta con los hechos, m asi: can tes d e sus a n te p a s a d o . K » r o b e c o > ^ ^ “ Pt red r ~ “ ¿ d fu ero n aquellos p o r quienes M Í l o f í t e g o s se saben salvados de los m ayores t° d ° s los g 8 n te sin em barg0) hay quienes no go74

P fllgr " i eq u itativ a ni co nstitucionalm ente sus asunb iern a n n i equiw uvo . p,.„c ■róm o va

75

p o r lo que, ni sino que esto oc ^ y habiendo reconocido en Oído todo 1 q a instado de la exposición, seguís M T 'M M a X o r “ » igual favor a los ,u e £ £ ■ - £ £ £ • disforsionarlo. V no es que no 7 ¡T § § 75 y 76 son, probablemente, dos epílogos distintos

CONTRA FILIPO, CUARTO DISCURSO

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conozcáis a esos oradores, pues n ad a m ás verlos sabéis exactam ente quién habla p o r un sueldo y dirige su actuación pública en favor de Filipo y quién lo hace verdaderam ente p o r vuestro m ayor bien, sino que vuestro pro p ó sito es ac u sar a estos últim os y echar el asu n to a chacota y escarnio p a ra no h ac er vosotros personalm ente n ada de lo que debierais. H e aquí la verdad, con toda franqueza, lo que m ás os in tere sa ex­ presado sin fingim iento y con buen deseo, no un dis­ curso, en plan de adulación, reb o san te de daño y de m entira, enderezado a h ac er dinero p a ra el o ra d o r y a p o n er los intereses de la ciudad en m anos de sus enemigos. Así pues, o h ab rá que ab an d o n ar estas cos­ tum bres o no se h ab rá de ac u sar de que todo vaya mal a nadie sino a vosotros m ismos.

XI RESPUESTA A LA CARTA DE FILIPO

INTRODUCCIÓN

Hacia el año 340 a . C., Filipo, que a la sazón se en­ co n trab a poniendo sitio a P erinto, envió u n a c a rta a Atenas en la que, después de exponer sus q u ejas p o r el h ostil co m p o rtam iento de esta ciudad p a ra con él desde el 346 a. C., declaraba, p rácticam en te en defini­ tiva, la g u erra al pueblo ateniense. El discurso S obre la corona p roporciona u n a ver­ sión de esta carta, que, com o todos los dem ás docu­ m entos de esta pieza o rato ria, no es m ás que u n a falsificación. Tam poco es a u tén tica la llam ada Carta de Filipo, que aparece com o la o b ra nú m ero X II d en tro del corpus de los discursos dem osténicos, aunque, como es sabido, no la tran sm iten los tre s m ejores m a­ nuscrito s (S, L, A). P or el exam en del contenido, se aprecia que Filipo aú n no se h abía visto obligado a aplazar el sitio de P erinto a n te la ayuda facilitada a los asediados p o r p a rte de Bizancio, A tenas y Persia; tam poco h ab ía em prendido el ataq u e de Bizancio, que cronológicam ente sucedió a la iniciación del asedio de Perinto.

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DISCURSOS POLÍTICOS

P o r eso, aunque Dionisio de H alicarnaso aceptaba la au ten ticid ad de la R espuesta a la carta de Filipo y la den o m in ab a «la ú ltim a de las arengas co n tra Fi ipo», es difícil hoy día m an ten er tal opinión. Taylor, Valcken ae r L arch er, Boeckh, S chaefer y B lass la considera­ ro n con razón apócrifa. En ella no se responde a las acusaciones de la Carta de Filipo, y, desde luego le es p o sterio r, pues se alude va al levantam iento del sitio de P erin to y al com ienzo del de Bizancio. Desde el p u n to de vista de la form a, la R espuesta a la carta de Filipo está llena de expresiones, frases, giros que han sido to m ados de discursos de D em óstenes o reelabo­ rados a p a r tir de determ inados pasajes de ellos. A veces se p o d ría afirm ar que el au to r fuera, tal vez, un discípulo de Isó crates que quiso su p erar en elegan­ cia y corrección a D em óstenes rem odelando fragm en­ tos de sus fam osos discursos. Hay, p o r otro lado, un indicio de que el a u to r de la R espuesta no fue contem ­ p oráneo de n u estro orad o r: se desliza en esta o b rita u n a frase, ex traíd a sin duda del Sobre el Haloneso, que aparece de este m odo considerado com o discurso de D em óstenes. Se h a atribuido la R espuesta, al igual que el C ontra Filipo, IV , al h isto riad o r Anaxím enes. C iertam ente, uno tiene la im presión, al leer la Res­ puesta, de e s ta r ante la o b ra de un rétor. P o r ú ltim o, hay u n hecho significativo que se opone a la au ten ticid ad de la Carta y la R espuesta a un tiem po: según el De corona, la ru p tu ra e n tre Atenas y Filipo, q u e provocó la c a rta de este últim o, se debió al hecho de que el m onarca m acedonio apresó barcos de tra n s p o rte de trigo ateniense que hacían la travesía del B ósforo. Sin em bargo, este incidente no aparece m encionado en ninguna de las dos obras.

RESPUESTA A LA CARTA DE FILIPO

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ARGUMENTO DE LIBANIO

Filipo envió a los atenienses una carta acusándoles y decla­ rándoles la guerra abiertamente. Así que el orador ya no in­ tenta convencer a los atenienses de que luchen (pues es obliga­ ción), sino que les da ánimos para hacer frente al peligro, refiriéndose al Macedonio como fácil de liquidar.

El hecho de que Filipo, varones atenienses, no con- i certó la paz con nosotros, sino que dio largas a la guerra, ha re su ltad o claro p a ra todos vosotros *; pues toda vez que entregó H a lo 12 a los farsalios y adm inis­ tró el asu n to relativo a los focidios y som etió toda T ra c ia 3, fingiendo razones que no lo son e inventando pretextos carentes de justificación, de hecho hace tiem po que viene luchando c o n tra la ciudad, de pala­ b ra ah ora lo confiesa a través de la c a r t a 4 que envió; ahora bien, la necesidad de que vosotros no os acó- i bardéis an te la fuerza de aquél ni le hagáis fren te sin coraje, an tes bien, el deber ineludible de que os lan1 Por la lectura de la Carta, al ser confrontado su conte­ nido con la anterior conducta de Filipo, han quedado claras las aviesas intenciones del Macedonio. 2 En la paz del 346 a. C„ los habitantes de Halo no apare­ cían incluidos como aliados de Atenas, porque Filipo no lo con­ sintió; por el contrario, propuso a los embajadores atenienses que le acompañaran a Tesalia, donde trataría de restablecer la paz entre Halo y Fársalo. Lo hizo tomando la ciudad de Halo y entregándola a los farsalios. Cf. E strabón, IV, pág. 433. El propio Demóstenes cuenta, en Sobre la embajada fraudu­ lenta (39), que los habitantes de Halo fueron diseminados y, en parte, obligados a integrarse en Fársalo. 3 Cf. Sobre el Háloneso 37. 4 En efecto, al final de la Carta, Filipo anuncia la guerra a los atenienses.

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céis a la g u erra con vuestras propias personas, d in e ro 5, naves y, en u n a palabra, todos vuestros recu rso s sin escatim ar nada, eso vo in ten taré m o s tra ro s 6. Pues, en p rim e r lu gar, es razonable, varones atenienses, que sean vu estro s m ás grandes aliados y valedores los dio­ ses, cuyas g aran tías de lealtad b a despreciado y cuyos , ju ram e n to s ha violado al h ab e r ro to la paz; luego, aquellos p ro cedim ientos gracias a los cuales a n te rio r­ m ente se a c re c e n tó 7, a base de enganar en cada oca­ sión a ciertas p ersonas y de p rom eterles grandes favo­ res todo eso ya son cosas pasadas, y los p erm tio s y lo s ’b izantinos y sus aliados saben que desea com por­ tarse con ellos de la m ism a m anera que antes lo hizo * con los olintios; y los tesalios no ignoran que prefiere ser a u to rita rio a ser el presidente de u n a confedera­ ción; y es o b jeto de sospechas p o r p a rte de los tebanos p o r m an ten e r en su poder N ice a8 b ajo el control de u n a guarnición y p orque se ha intro d u cid o en la Anfictionía y se a tra e las em bajadas del Peloponeso y a ellos les q u ita los a lia d o s9 desviándolos h acia si m ism o; de m odo que de los am igos que antes tem a, los unos 10 le hacen la guerra sin perspectivas de recon­ ciliación, los o tro s » ya no son sus ardientes colabora­ dores en las cam pañas y todos le son sospechosos y

5 Cf. Contra Filipo, III 40. nJ .. 6 Todo este pasaje parece imitación de Contra Fihpo, III

y T ’ c h 1Olint. II 5, pasaje del que el presente texto no es más que una ampliación. 8 Cf. Contra Filipo, II 22. 9 En tiempos de Epaminondas, Mesema, Megalópolis y otras ciudades-estados del Peloponeso, temerosas de la remstauración de la supremacía de Esparta, se habían acogido en alianza bajo el patronato de Tebas. 10 Perinto y Bizancio. 11 Los tesalios. Cf. Sobre los asuntos del Quersoneso 14.

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le han sido o b jeto de calum nias. Todavía m ás, que 5 tam poco esto es insignificante: los sátra p as estable­ cidos en Asia que hace poco enviaron m ercenarios, con los que im pidieron que P erinto fuese reducida por asedio, ah o ra que la hostilidad está im plantada entre ellos v el peligro cerca, si Bizancio llega a se r som e­ tida, no sólo en persona p artic ip a rán anim osam ente en la guerra, sino que, adem ás, m overán al rey de los 6 persas a que nos p roporcione recursos 12 m onetarios; y él posee ta n ta riqueza cu a n ta no tienen todos los dem ás ju n to s y una fuerza tal p a ra los asuntos de aquí, que incluso ya antes, cu an to estábam os en guerra con los lacedem onios, a aquel de los dos bandos al que él se sum aba, le hacía im ponerse sobre el otro, y ahora, ju n tán d o se con nosotros, fácilm ente d e rro ta rá al poder de Filipo. Así pues 13, adem ás de esas razones que tan to peso 7 tienen, no diré que no haya él cap tu rad o an ticip ad a­ m ente, d u ra n te la paz, m uchas fortalezas n u estra s y puertos y o tras posiciones valiosas p ara la guerra; lo que no pierdo de vista es q u e cuando p o r buena vo­ luntad se m antienen consistentes los objetivos políti­ cos y tienen los m ism os intereses todos los que p a rti­ cipan en las guerras, los pactos resisten con solidez; en cambio, cuando la política, nacida de la asechanza y la codicia, está trab a d a p o r el engaño y la violencia, como hace ah o ra ése, un leve p re te x to v el p rim e r revés rápidam ente la conm ueve y destruve. Y m uchas veces, 8 varones atenienses, a base de reflexiones encuentro que no sólo los aliados de Filipo vienen a d a r en sos­ pecha y h o stilidad hacia él, sino que incluso las p artes 12 Cf. Contra Filipo, III 60, donde se dice «teniendo a Filipo por corego». Estamos en ambos casos ante un uso traslaticio de palabras que aluden a la función pública denominada coregia. 13 Todo este párrafo es imitación de Olint. II 9.

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de su propio reino no están bien ensam bladas ni ín ti­ m am ente ni com o uno se im agina •«. Pues de u n a m ane­ ra general, el p o d er m acedonio, a título de añ ad id u ra posee cierto peso y validez, pero, por si m ism o es de il 9 v despreciable ante tam año cúm ulo de em presas^ Y el aún lo h a hecho m ás caedizo con sus guerras sus expediciones y todas las acciones por las que seipo n a co n sid erar grande. Pues no os im aginéis, varones ate nienses que p o r las m ism as cosas se alegran Fi p y sus súbditos; p o r el contrario, daos cu en ta de que el apetece gloria, ellos seguridad, y de que a el no le es p S b íe L a n z a d a sin peligro, m ien tras que ebos p a ra n ad a necesitan, dejando a trá s en sus casas a h i j o s p dres v esposas, ir consum iéndose y c o rre r r 'es8°" 10 ñ á m en te en beneficio de él. De m anera q u e . a. p* de estas consideraciones, puede verse en q P ción se en c u en tra la m ayoría de los m acedom respecto a Filipo; v en cuanto a los íntim os que están I su a lre d ed o r y a los capitanes de s u , m ercen an o s hallaréis que tienen reputación de v a le n tía P ^ ° «l viven con m ás m iedo que los que no la tienen que los u n o s cuentan sólo con el peligro ante os enem isos m ien tras aquéllos tienen m as m iedo de los adu u ladores y calum niadores que de las batallas; y los o tro s lu chan con el apoyo de todos c o n tra las fo rm a­ ciones q u e les hacen frente, m ien tras que aquellos, a d e m á s ^ e p a rtic ip a r de los m ales de las guerrasj en no m ín im a m edida, re su lta que, ap a rte de eso p m dam ente, tem en el tem peram ento del rey. Y au n m si uno de los soldados del m onton com ete J en recibe su castigo en ju sta proporción con su fa lta en cam bio aquéllos, cuando logran los m ayores éxitos, u Cf. Olint. II 13.

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entonces cuando sobre todo son objeto de m aldicio­ nes 16 y u ltrajes al m argen de toda conveniencia. Y de esto nadie en su sano juicio d esc o n fiaría17, pues los que le h an tra ta d o dicen que es tan grande su am or propio, que, p o r q u erer hacer parecer suyas las m ás bellas em presas, m ás se m olesta con los generales o capitanes que han llevado a cabo alguna acción digna de elogio que con los que en teram en te fracasan. Así pues, si eso es así, ¿cómo es que se le m antienen fieles tan to tiem po ya? P orque su éxito, varones ate­ nienses, ensom brece todos los defectos de ese cariz; pues las p ro sp erid ad es son especialm ente eficaces p ara en cu b rir y enso m b recer los fallos de los hom bres; pero si sufre algún fracaso, entonces se revelarán con claridad todas esas debilidades. Y es que acontece como en n u estro s cuerpos: cuando uno está en pleni­ tud de vigor, no siente ninguna de las afecciones loca­ les; pero u na vez que cae enferm o, todo se pone en m ovim iento, bien sea una ru p tu ra , una luxación o algún o tro órgano que no esté com pletam ente sano; así tam bién o cu rre con todas las m onarquías y poderes absolutos: m ien tras les va bien en las guerras, ocultos perm anecen sus p u ntos débiles p ara la m ayoría; pero en cuanto incurren en algún fracaso —lo que es n a­ tu ral que ah ora le o cu rra a él p o r lev an tar u n peso superior a sus p ro p ias posibilidades—, todos los incon­ venientes se hacen p atentes a los ojos de todos. Ahora bien 18, si alguno de vosotros, varones aten ien ­ ses, viendo a Filipo gozar de b u en a fortuna, considera 16 En el texto griego se lee el verbo skorakízdo, «mandar a alguien a los cuervos (es kórakas)». Lo curioso es que este verbo no aparece en la obra de Demóstenes. 17 Esta frase es amplificación de la de Demóstenes en Olint. II 19: «Es evidente que esto es verdad.» 18 Los párrafos incluidos entre el 15 y el 19, ambos inclu­ sive, son reelaboración más o menos libre de Olint. II 22-26.

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que es tem ib le y difícil adversario, esta em pleando u n a previsión p ro p ia de un hom bre P e d e n te , grande es el peso de la fortu n a, o, m as bien, la fo rtu n a fo es todo en cu alquier em presa hum ana; sin ern^ r g o en m uchos aspectos se p re feriría n u e stra b u en a su erte 16 a la de a q u é l19. Pues de n u estro s antepasados hem os recibido en leaado n u estra p ro sp erid ad no sólo de un tiem po a n te rio r al suyo, sino, incluso, p o r decirte en " n a p a l a b r a , a. d« .ocios los que en “ acedom a « .n a ron- y aquéllos pagaron trib u to a los atenienses , m ien tras que n u e stra ciudad todavía no )o h z hecho z nadie en absoluto. Y aún m ás: tenem os tan to m ayo res m otivos que él p a ra m erecer la benevolencia de los dioses, cuanto que n u estra conducta “ n tin " * “ 17 m ás niadosa y m ás insta. ¿Por qué razón, pues, obtuvo aquél en la g u erra a n te rio r m ayores exltoS Tj® ^ otros? P o rq u e, varones atenienses (os voy a ^ b l a r franqueza), él personalm ente p articip a en las cam pa ñ as v su fre su dureza y está p resen te en los peligros sfn d e ia r escap ar ocasión o estación del año ninguna; n o sotros, en cam bio (la verdad será dicha), estam os aquí sen tad o s sin h ac er nada, siem pre v a c lla n ®®J ocupados en v otar y tra ta r de averiguar p o r la plaza p ú b lica si se cuenta algo n u e v o 21. Ahora bien, t qué m ayor n o v e d a d 2223po d ría darse que el hecho de que un h o m b re m acedonio desprecie a los atenienses y atreva a enviar cartas de la ín d o le * de la que acabáis 18 de oír poco antes? Y él cuenta en tre sus asalariados 19

El tracto imitado del Olint. II (22) añade una restricción

^

2 2

21 Este párrafo es una refección de Olint. II ¿i. 22 Imitación de Contra Filipo, I 10. 23 Cf. Contra Filipo, I 37.

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con soldados, y, p o r Zeus, adem ás de ésos, con algunos de los o rad o res que viven e n tre nosotros, quienes, p o r co n sid erar que se llevan a casa sus so b o rn o s24, no se avergüenzan de vivir p a ra Filipo, ni se d an cuenta de que p o r u na peq u eñ a ganancia que obtienen están ven­ diendo todos los intereses de la ciudad y los suyos p ro ­ pios. N osotros, p o r el contrario, ni nos ap restam o s a fo m en tar ningún levantam iento en su gobierno, ni es­ tam os dispuestos a d a r su sten to a m ercenarios, ni nos atrevem os a salir en cam paña personalm ente. N ada 19 tiene de extraño, entonces, que haya obtenido ventajas a n u estras expensas en la g u e rra an terio r, sino que, m ás bien, lo ra ro es que nosotros, sin h a c e r n ad a de lo que conviene que hagan los que están en guerra, p en ­ semos d o m in ar a q u ien hace todo lo que es m en ester que hagan los que están dispuestos a o b ten er ven­ tajas 25. Tom ando consideración de ello, varones atenienses, 20 y haciéndonos cu en ta de que ni siquiera está en nues­ tro p o d er d ec la rar que estam os en situación de paz (pues ya él h a declarado la g u erra y la h a exteriori­ zado con sus a c tiv id a d e s)26, es m en ester no h acer nin ­ gún ah o rro ni de los fondos públicos ni de los priva­ dos, sino h acer la cam paña cuando q uiera que se presente la o p o rtu n id ad , todos, con ard o r, y valerse de generales m ejores que los de antaño. Pues que nin- 21 guno de v o s o tro s 27 se im agine que p o r las causas p o r las que em peoró la situación de la ciudad, p o r ésas la situación va a recu p erarse de nuevo y a hacerse m ejor; ni creáis que, si vosotros os dais a la molicie, 24 Este pasaje es imitación del § 17 de Sobre el Haloneso, que el imitador ha considerado obra de Demóstenes y ha reto­ cado muy ligeramente. 25 Ampliación retórica de Olint. II 23. 26 Cf. Contra Filipo, III 8. 27 Cf. Olint. II 24, 25, 26.

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com o an tes, o tro s lu ch arán con afán en defensa de v uestros in tereses; antes bien, haceos cargo de lo ver­ gonzoso q u e es el que n u estro s pad res a fro n ta ra n m u­ chos tra b a jo s y grandes peligros en su lucha co n tra los lacedem onios, y vosotros, en cam bio, no estéis d e ­ puestos a d efender con vigor ni siquiera lo que aquellos con ju stic ia ad q u iriero n y os legaron, sino que, al con­ 22 trario , el q ue se lanza al ataque desde M acedom a sea tan a m an te del peligro que p o r engrandecer su do­ m inio h ay a recibido h erid as en todo su cuerpo luchan­ do con los enem igos, m ien tras que los atenienses, p a ra quienes es an cestral no e star a las ordenes de nadie y vencer a todos en las guerras, sean quienes p o r indolencia o b lan d u ra abandonan las em presas de sus an tep asad o s y los intereses de su p a t r i a 2829. P ara no alargarm e en el discurso, afirm o q u e es 23 necesario e sta r prep arad o s p a ra la g u erra y ex h o rtar a los griegos, no con p alab ras, sino con hechos, a que se un an a n u e stra alianza; que todo discurso es vano, si no p a rtic ip a de acciones, y tanto m ás el que proceda de n u e s tra ciudad, p o r cuanto que dam os la im presión de e sta r m ucho m ás dispuestos que los dem ás griegos a h acer uso de la palabra. 28 Esta expresión es imitación de la del Sobre el Haloneso 7: «el que ataca desde Pela». , 29 Todo este párrafo es imitación de Olint. U iz.

XII

CARTA DE FILIPO

INTRODUCCIÓN

A través del C om entario a D em óstenes de Dídimo, que recoge inform ación de Filócoro, sabem os que la guerra en tre Atenas y Filipo fue declarada bajo el a r­ contado de T eofrasto (340 a. C.). En efecto, se cita en el m encionado Com entario (I 68) el siguiente texto del h isto riad o r del siglo iv a. C.: «Y el pueblo, después de oír la carta, exhortándole D em óstenes a la g u erra y proponiendo un decreto, votó d e stru ir la estela erigida p ara con m em o rar la paz y la alianza con Filipo, equi­ p ar naves y activ ar los p rep arativ o s de la guerra.» Dionisio de H alicarnaso en la P rim era carta a A m m eo (11) añade que, en el 340 a. C„ Filipo atacó P erinto, en la Propóntide, y que, rechazado allí, puso sitio a Bizancio. E sta operación lesionaba los intereses de los atenienses, al cerrarles el cam ino hacia el P onto a través de los estrechos, com o expone D em óstenes en Sobre la corona (87 y sigs.). E n este m ism o discurso se refiere su a u to r a la existencia de u n a c a rta de Fi­ lipo en la que atacab a a varios oradores, pero no a él (Sobre la corona 79). Sin em bargo, la c a rta que h a llegado a n o sotros contiene, efectivam ente, una queja

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del m o n arca m acedonio acerca de la política de los o rad o res atenienses (18, 19), p ero sin n o m b ra r en p a r­ ticu lar a ninguno. Y com o Dídimo asegura que en la referid a c a rta se m encionaba a un tal A ristom edes de Feres g en eral al servicio de Persia, y D em óstenes nos hace p e n sa r que Filipo en su epístola daba nom bres de o rad o res concretos, y, p o r últim o, las lineas finales del fam oso docum ento las cita Dídim o y no coinciden con las del texto que h a venido a caer en n u estras m anos, es fácil ded u cir que este últim o no es, desde luego, el original. De la ca rta au tén tica probablem ente se h iciero n dos redacciones, u n a m ás am plia que la o tra y ésta, la abreviada, es la que h a llegado h asta n o sotros. No o b stan te, responde a lo que uno espe­ ra ría que expusiese Filipo a juzgar p o r n u estro conoci­ m iento de los hechos h istóricos del m om ento. No hay en ella n i u n solo detalle que, en desacuerdo con algún aspecto de la situación política de A tenas y M acedom a y, en general, del m undo griego, pueda llevarnos a con­ sid era rla in aceptable históricam ente. Quien la redactó —probablem ente u n secretario del m o n arca m acedonio— era ducho en los procedim ientos retó rico s a la sazón en boga, lo que se percibe en la ex trem ad a precaución p o r evitar el hiato y o tro s re­ cursos que recu erd an p artic u la rm en te el estilo isocrateo.

Filipo al C onsejo y al Pueblo de los atenienses, ^ T o d a vez que, pese a que m uchas veces he enviado em b ajad o res 1 p ara que perm anezcam os fieles a los ju ­ ram en to s y los trata d o s, no concedíais a ello ninguna i C o n tra Filipo, II 28; S o b r e el H aloneso 18 y sigs. del Quersoneso 16; C ontra Filipo, I I I 16. los a s u n to s

S o b re

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atención, pensé que era necesario enviaros m is quejas sobre los hechos en que estim o ser agraviado. No os so rp ren d áis p o r la extensión de la carta, pues, dado que son m uchos los reproches de que dispongo, es ne­ cesario en to rn o a ellos h ac er la m anifestación con claridad. E n p rim e r lugar, cuando Nicias el heraldo fue rap- 2 tado de m i territo rio , lejos de infligir el ju sto castigo a los violadores de la ley, al agraviado lo encerrasteis d u ran te diez m eses; y ltis ca rta s que llevaba de p a rte mía, las leisteis desde la trib u n a. Luego, p a ra n ad a os preocupabais de que los tasios 2 estuviesen dando aco­ gida en sus p u erto s a los trirre m es de los bizantinos y a los p irata s que así lo deseasen, aunque expresa­ m ente los acuerdos d eclaraban enem igos a los que tal hiciesen. Aún m ás; p o r las m ism as fechas, D iopites pe- 3 netró en el país, red u jo a esclavitud a Cróbile y Tirítasis 3 y devastó la p a rte colindante de Tracia, y, p o r últim o, llegó a tal grado de m enosprecio p o r la ley, que apresó a Anfíloco, quien se le había p resen tad o com o em b ajad o r p a ra el rescate de los cautivos, y le im puso extrem as to rtu ra s y exigió p o r su liberación el pago de nueve talentos; y eso lo hizo con el refren d o del pueblo. Y, sin em bargo, d a r tra to ilegal a un herald o 4 o a unos em b ajad o res parece im piedad a todos los dem as y de m an era especial a vosotros; al m enos cuando los m egarenses liquidaron a A ntem ócrito 4, el pueblo llegó h asta excluirlos de los m isterios y a erigir 2 Sobre la alianza de los tasios con los atenienses, cf. Con­ tra Filipo, I 32. 3 Según el escoliasta, se trata de Perístasis, puerto del Quersoneso en la zona de la Propóntide. 4 Según P lutarco, en Vida de Pericles 30, Antemócrito fue un heraldo de los atenienses que fue degollado por los mega­ renses porque éste les prohibía que cultivasen la tierra sagrada de la diosa Deméter y Core-Perséfone. Cf. T ucIdides, I 139. 3 5 .-1 8

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delan te de las p u erta s de la ciudad u n a e s ta tu a 56 en conm em oración de la injusticia. Y realm ente, ¿cóm o no va a se r te rrib le que aquello que, cuando lo su­ fristeis, os hizo o diar de tal m an era a los autores, , ah o ra lo estéis haciendo vosotros a las claras. Calías, p o r o tra p a rte , vuestro general, tom o todas las ciu­ dades asen tad as en el golfo Pagasítico, que os estab an ju ra m e n ta d a s y e ra n m is aliadas, y a los que navega­ ban h acia M acedonia, los vendía a todos p o r conside­ ra rlo s enem igos. Y p o r eso vosotros lo ensalzabais en los d ecreto s oñciales. De m odo que yo m ism o no se q ué d iferen cia p o d rá h ab er si adm itís que estáis en g u erra conm igo; pues tam bién, cuando ab iertam en te teníam os n u estra s diferencias, enviabais expediciones de p irata s, vendíais a quienes navegaban con ru m b o a n u e stra s costas, p restab ais ayuda a n u estro s adversa­ rios y cau sabais daño a m is territo rio s. 6 A parte de eso, habéis llegado a u n desprecio del derecho y a u n a h ostilidad tales, que h a sta habéis m an­ dado em b ajad o res al rey de P ersia p a ra que le con­ venzan de que m e haga la guerra; lo cual no podría d e ja r de cau sar el m ayor asom bro. Pues antes de que él h u b iera tom ado Egipto y Fenicia, vosotros estable­ cisteis m ed ian te decreto que, si aquél in te n ta b a algún p lan novedoso, se m e convocase a m í lo m ism o que a 7 todos los dem ás griegos p a ra ir c o n tra él. E n cam bio, ah o ra so b reab u n d a tan to vuestro odio c o n tra mi, que negociáis con él u n a alianza defensiva. P or m as que de antiguo vuestros padres, según m is noticias, dirigían rep ro ch es a los P isistrátid as por in d u c ir5 a los persas c o n tra los griegos; pero vosotros no os avergonzáis de h ac er lo que continuam ente estáis echando en ca ra a los tiran o s. 5 Cf. 6 Cf.

PAUSARIAS, H er ó d o to ,

I 36, 3. V 96; VI 94.

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Pero, sobre todo lo dem ás, aú n m e intim áis p o r 8 escrito en v uestros decretos a que deje a Teres 7 y Cersobleptes g o b ern ar Tracia, ya que son atenienses. Pero yo de ésos no sé ni que hayan p articip ad o con vos­ otros en los acuerdos referen tes a la paz, ni que estén inscritos en las estelas, ni que sean atenienses; p o r el contrario, sé que Teres luchaba a m i lado c o n tra vos­ otros y que C ersobleptes estab a perso n alm en te bien dispuesto a p re s ta r ju ra m e n to a m is em bajadores, pero le fue im pedido p o r vuestros generales, que lo decla­ raban en e m ig o 8 de los atenienses. Sin em bargo, ¿cóm o 9 puede ser equitativo o ju sto que, cuando a vosotros os convenga, sostengáis que él es enem igo de la ciu­ dad, y, en cam bio, cuando q u eráis calum niarm e a m í el m ism o ho m b re sea declarado p o r vosotros conciu­ dadano? Y que tras la m u erte de Sitalces, a quien habíais hecho p artíc ip e de vu estra ciudadanía, hayáis entablado, de inm ediato, am istad con su a se sin o 9, y que p o r d efender a C ersobleptes nos declaréis * la guerra, ¿puede eso ser ju sto ? Y eso, a p e sa r de que sabéis p erfectam en te bien q u e ninguno de los que re ­ ciben tales favores se preo cu p a p a ra nada de vuestras leyes ni de vuestros decretos. Y no ob stan te, si he de 10 hacer una breve m ención dejan d o de lado todos los demás casos, vosotros concedisteis la ciudadanía a Evágoras de Chipre y a Dionisio de S iracusa y a sus .t 7 e ra u n rey tra c i° cuyos dom inios se ex ten d ían al del, ! Ie™ °’. Sobre el delta d d D anubio; lo m enciona J eno ­ fonte (Anabasis VII 5, 1). 8 No es cierto, pues cuando se concluyó la p az

C ares

al

F i ^ o ° de t r ° PaS atenÍenSeS’ apoyaba a C ersobleptes c o n tra

9 Sitalces, contemporáneo de Pericles, ni fue nunca ciudadano ateniense m murió asesinado, sino en el campo de batallacf. T ucidides, II 29; IV 101. El que sí fue asesinado fue Cotis y también es cierto que a sus asesinos les brindaron protección los atenienses; cf. Demóstenes, Contra Aristócrates 119.

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d e sc e n d ie n te s10. Así pues, si lográis c o n v o c a - a los que ex pulsaron a uno y o tro de ^ u e les “ los p o d eres a los que se en cu en tran depuestos , rerih id tam b ién de m i p a rte to d a aquella po rció n de T rácia s o te e la que m andaban Teres y C ersoblep.es. P ero si a los que se im pusieron a aquellos m siq u iera consideráis o p o rtuno hacerles algún reproche, m ien­ t a s q ue a mí me seguís im portunando, ¿cóm o no voy a te n e r yo p erfecto derecho a defenderm e haciéndoos 11

12

fr£ A unque acerca de todo eso, ciertam ente, es m ucho lo que a ú n puedo decir con toda justicia, prefiero p a­ sarlo p o r a í o ; afirm o que a los cardianos * les envío refuerzos p o rq u e ya era yo aliado an tes de la paz y v o sotros no queríais acudir a u n a rb itra je , pese a que m uchas veces yo os lo pedí y no pocas aquellos, d e f o r m a q ue ¿cóm o no iba yo a ser el m ás desprecia­ b le de to d o s los hom bres, si abandonando a m is a ía dos m e p re o cu p ara de vosotros, que de todas las m a­ n eras posibles m e estáis m olestando, m as que de ellos, que p o r i m p r e siguen siendo invariablem ente am igos l í pues, si tam poco lo que voy a decir hay que d e ia r lo d e lado, habéis llegado a tal grado de am bición, au e an tes ta n sólo m e hacíais los reproches antedichos, en cam bio últim am ente, p o r decir co n tin u am en te los _ ,

i . phinrp le concedieron los atenienses la

c iu d a d a n ía ^ ^ o tro s honores,iPor^^ber^da^o^cogida^a^CMión^y

E ,w r « s 54. 57. También . D i c t e . «1

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Q u e rso n e so 58.

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CARTA DE FILTRO

277

peparetios 13 h ab e r sufrido terrib le s u ltra je s, ord en as­ teis a v u estro general que tom ase venganza en m í p o r cuenta de ellos; cuando yo realm ente les castigué de modo m ás insuficiente de lo que convenía y ellos, p o r su parte, en plena paz se ap o d eraro n de H aloneso y no querían devolver ni la fortaleza ni la guarnición, pese a que yo les envié en num erosas ocasiones recla­ m aciones de ellas. Pero vosotros, de los in ju sto s tra to s 13 que recibí de los peparetios, ninguno som etisteis a examen, aunque los conocíais perfectam ente, y sólo considerasteis el castigo. Aunque la isla, ni a aquéllos se la qu ité ni a vosotros, sino al p ira ta S óstrato. Pues, si vosotros afirm áis que la habíais entregado a Sós­ trato, confesáis que dabais cobijo a p irata s; si, p o r el contrario, aquél se adueñaba de ella c o n tra v u estra voluntad, ¿qué terrib le golpe habéis sufrido p o r h a ­ berla tom ado yo y p ro c u rar que el lugar sea seguro p ara los navegantes? Y aunque yo m e preocupaba tan to 14 po r v u estra ciudad y estaba dispuesto a donarle la isla, vuestros o rad o res no p erm itían que la tom aseis, sino que os aconsejaban que la re c u p e ra se is14, p a ra que, en el caso de que yo so portase lo que se m e im ponía, confesara e s ta r en posesión de plaza ajena, y, en caso de que no ab an d o n ara el lugar, m e hiciese sospechoso a la m uchedum bre. C onsciente de ello, tra ­ taba de desafiaros a som eternos a un a rb itra je acerca de esa cuestión 15, p a ra que, si se reconocía com o mía, os la p u d iera d ar a vosotros, y si se os ad ju d icab a a vosotros, entonces la devolviera yo al pueblo. Y au n q u e 15 yo m uchas veces os lo dem andaba, vosotros no m e 13 La isla de Peparetos está próxima a la de Haloneso. Ambas islas estuvieron encartadas en el mismo conflicto, el detallado en Sobre el Haloneso. Sobre la devastación de Peparetos, cf. Sobre la corona 70. 14 Cf. Sobre el Haloneso 5. 15 Cf. Sobre el Haloneso 7.

278

DISCURSOS POLÍTICOS

hacíais caso, y los peparetios ocuparon la isla. ¿Qué había, pues, de h acer yo? ¿No debía exigir reparación a los que h ab ían infringido los ju ram en to s? ¿No debía to m ar venganza de quienes de form a tan insolente y u ltra ja n te se com portaban? Pues, efectivam ente, si la isla era de los peparetios, ¿a qué tenían que recla­ m arla los atenienses? Y si era vuestra, ¿como no os enojáis con aquellos que se ap o d eraro n del te rrito rio a je Y hem os llegado a tal extrem o de enem istad, que, q u eriendo e n tra r con m is naves en el H elesponto, me vi obligado a escoltarlas 16 con mi ejército a través del Q uersoneso, p orque vuestros colonos estaban en son de g u erra resp ecto a nosotros en v irtu d de la proposi­ ción de P olícrates, que vosotros respaldabais con sim i­ lares decretos; v porque, por otro lado, vuestro gene­ ra l 17 in citab a a los bizantinos y tran sm itía p o r doquier que v o sotros le ordenabais luchar c o n tra mí, si se le p re se n ta b a la ocasión. Y aunque tal era el tra to que yo recibía, sin em bargo m e abstuve de v u estra ciudad, vuestro s trirre m e s y vuestro territo rio , no o b stan te ser capaz de ap o d erarm e de la m avor p arte , si no de todo él y he co n tinuado desafiándoos a so m eter a u n a r ítra je las diferencias p o r las que m u tu am en te nos m17 culpam os. Y, sin em bargo, considerad qué es m as hon­ roso, si resolver u n a disp u ta por las arm as o m ediante razones; si ser vosotros m ism os los jueces o te n e r que

16

w F ilip o q u e r ía a ta c a r c o n su flo ta P e r in to y B iz a n c io P er o p a r a e llo d e b ía a tr a v e sa r e l H e le s p o n to y p r o te g e r s e d e lo s a ta q u e s d e D io p ite s y lo s c o lo n o s a te n ie n s e s in s t a la d o s e n Q u e r s o n e s o tr a c io . P o r ta l m o tiv o s e v io o b lig a d o a b u s c a r a p o y o p a r a s u f lo t a e n u n d e s ta c a m e n to q u e b o r d e ó la c o s ta . E U o s u p u s o u n a o c u p a c ió n d e te r r ito r io a te n ie n s e P o r p a r t® d e l m o n a r c a m a c e d o n io , lo q u e d e s p e r tó la a n im a d v e r sió n d e l o s c iu d a d a n o s d e A te n a s c o n tr a F ilip o . n E l g e n e r a l e ra D io p ite s .

CARTA DE FILIPO

279

convencer a otros; y daos cu en ta de que es absurdo que los atenienses obliguen a los tasios y a los m aronitas a so m eterse a un a rb itra je basado en la expo­ sición de razones acerca de la posesión de E s trim e 18 y ellos m ism os no dirim an conm igo p o r el m ism o p ro ­ cedim iento las discrepancias p o r las que discutim os; sobre todo cuando sois conscientes de que, si resultáis d errotados, no vais a p e rd e r nada; en cam bio, si ga­ náis, o b tendréis el territo rio que ah o ra está en nues­ tras m anos. Pero lo m ás ab surdo de todo m e parece se r que, 18 habiendo enviado yo em bajadores desde todas las ciu­ dades ligadas a m í p o r alianza 19, p a ra que fuesen tes­ tigos, y queriendo concluir con vosotros acuerdos equi­ tativos en in terés de los griegos, ni siquiera disteis acogida a las p ro p u estas que sobre esos tem as p artía n de los com isionados para la em bajada, cuando os era perfectam en te posible o bien a p a rta r de los peligros a los que sospechaban algo sin iestro respecto de nos­ otros, o bien h acerm e aparecer ab iertam en te com o el m ayor m alvado de todos los hom bres. Al pueblo le 19 in teresab a eso, p ero no aprovechaba a v u estro s o ra­ dores. Pues sostienen n u estro s expertos en cuestiones de v u estra constitución que la paz es p a ra ellos g u erra y la guerra, p a z 20; pues sea respaldando en las lides políticas a los generales, sea calum niándolos, siem pre 18 Estrime era una colonia de Tasos situada en la costa Tracia, cerca de Maronea (cf. H eródoto, VII 108 y sigs.). Se la disputaron en el 361 a. C. tasios y maronitas (cf. Contra Policles 14, 20 y sigs.). 19 Cf. Sobre el Haloneso 18 y sigs., pasajes en que se men­ ciona la embajada de Pitón, que tuvo lugar en el 343 a. C. En Sobre la corona 136, Demóstenes se refiere a un discurso que improvisó con ocasión de la presencia en Atenas de Pitón de Bizancio, en calidad de enviado especial de Filipo, y de los embajadores de otras ciudades aliadas del Macedonio. 20 Cf. I Sócrates, Filipo 73.

DISCURSOS POLÍTICOS

280

sacan algo de ellos, y adem ás, u ltra ja n d o en la b u n a a los m ás distinguidos de entre los ciudadanos y a los m ás fam osos de vuestros residentes ex tranjeros, se gran jean de la m uchedum bre reputación de p a rti­ darios del pueblo. Fácil, pues, me re su ltaría hacerles cesar en sus m aledicencias a expensas de m uy poco dinero y cerles p ro n u n c ia r discursos de alabanza en loor persona. P ero m e avergonzaría si fu e ra descubi com prando el afecto hacia vosotros a esas gentes que, ap a rte lo dem ás, han llegado a tal pu n to de audac a, que h asta en to rn o a A nfípolis* in ten tan d iscu tir conmigo, plaza sobre la que estim o alegar yo perso­ n alm ente m uy superiores derechos a los de ql" en “ 21 la reclam an. Pues si viene a ser de quienes desde un principio la co n quistaron, ¿cómo es que nosotros no la poseem os legítim am ente, cuando fue A lejandro, antepasado, el p rim ero que ocupó el lu 8a r adem ás, com o prim icia de los cautivos m edos envío a Delfos u n a e statu a de oro que allí erigió, guien m e d iscu tiera eso y p retende que pase a se r de sus ú ltim o s señores, tam bién me corresponde ese de­ recho; pu es asedié y ca p tu ré la fortaleza y a s u s h *h tantes, q u ienes os hab ían expulsado de ella y h abían 22 sido establecidos allí p o r los lacedem om os * Y en realidad todos habitam os n u estras ciudades o p orque

20

21

Cf. Contra Filipo, III 54.

»3 : i SSS5 a».»"¡« frido en fa batalla de Platea; cf. Sobre la organización finanCÍe™ S¿gún T ucídides (V 11), los anfipolitas, después del 422 a C fecha de la muerte de Brásidas, le otorgaron los honores de héroe y fundador de la ciudad, que hasta entonces p necían por derecho al ateniense Hagnon.

CARTA DE FT1.IP0

281

las recibim os en herencia de nuestros antepasados, o p o rq u e nos hicim os dueños de ellas p o r la guerra. Vos­ otros, en cam bio, sin hab er sido los prim eros en ocu­ p arla y sin e star ah ora en posesión de ella, sólo p o r h ab e r perm anecido en esos lugares un brevísim o tiempoo, reivindicáis la ciudad, y eso que vosotros m ism os garantizasteis la m ás inquebrantable seguridad en mi favor; pues m uchas veces os escribía en las cartas acerca de ella, y habéis reconocido que la poseía yo a ju sto título, entonces, al hacer la paz conmigo, pose­ yendo yo la ciudad, y luego, cuando firm asteis la alianza en los m ism os térm inos. Y realm ente, ¿cómo 23 podría ex istir o tra propiedad m ás firme que ésta, que, en p rim er lugar, o riginariam ente nos ha sido dejada en herencia p or nuestros antepasados, de nuevo ha pasado a ser mía p o r la guerra, v, en te rc e r lugar, me ha sido reconocida p or vosotros, acostum brados como estáis a d isp u tar incluso lo que en nada os co rres­ ponde. Ésas son, pues, m is quejas. Y com o los prim eros que sois en a ta c a r y dado que os estáis lanzando va más y m ás a las em presas debido a m is precauciones y que me hacéis todo el mal que podéis, me defen­ deré con la ju sticia de mi p a rte y, declarando a los dioses testigos, to m aré mis m edidas sobre los asun­ tos que os conciernen.

XIII SOBRE LA ORGANIZACIÓN FINANCIERA

INTRODUCCIÓN

Excepción hecha del curioso detalle de que el p re­ sente discurso no aparezca citado ni fechado p o r Dio­ nisio de H alicarnaso, puede, p o r lo dem ás, afirm arse que los antiguos lo aceptaban com o o b ra genuina de D em óstenes. P ara Dídimo, H arpocración y Libanio, la p atern id ad dem osténica de esta pieza o ra to ria no ofre­ cía dudas. El escoliasta opina que este discurso fue pronunciado p o r D em óstenes con an terio rid ad a los discursos co n tra Filipo. Pero hay una serie de hechos que hacen difícil la atribución de esta o b rita al o ra d o r de Peania: en p ri­ m er lugar, el d iscurso no es m ás que un continuo ensam blaje de consideraciones generales que no de­ sem bocan en ninguna p ro p u e sta concreta; el p u n to de p a rtid a es, ciertam ente, un objetivo claro y preciso: que los fondos públicos sean percibidos p o r los ciuda­ danos siem pre que éstos se com prom etan a servir a la ciudad y estén dispuestos a e m p re n d er personalm ente las cam pañas m ilitares. Hace hincapié el o ra d o r en la necesidad de u n a organización que regule la p ercep ­ ción de salarios a cuenta del estado p o r servicios pú-

DISCURSOS POLÍTICOS

284 b lic o s

p r e sta d o s,

n ie n s e ,

qu e,

m e n te

por

m e n to , id e a s su

a

y

la

de

tr o p a s

el

a u to r

g e n e r a le s :

fu n esta

una

sa zó n ,

r efo r m a

e sta b a

m e r c e n a r ia s .

del

d is c u r s o

que

el

o r g a n iz a c ió n cargos

m ilita r ;

p ir a n

a lo s

d eseo

d e lo g r a r p e r s o n a le s

m o v id o s

A

nos

p e lig r o por

del

e jé r c ito

c o m p u e sto p a r tir

de

b r in d a

real

de

que su

v e n ta ja s;

lo s

e ste

m o­

ú n ic a m e n te la

c iu d a d

p o lític o s

v a n id a d que

a te ­

e x c lu s iv a ­

o

por

lo s o r a

es as­ el

ores

s e c o n fa b u la n c o n lo s g e n e r a le s p a r a d e fe n d e r s u s p a r ­ tic u la r e s

in te r e s e s ;

que

lo s

tie m p o s

a c tu a le s

l o s d e a n t a ñ o , e n lo s q u e la c iu d a d e r a e s p e j o p e ta b ilid a d g ia

v

el

y a u té n tic a v id a d e m o c r á tic a y

h a la g o

del

p u e b lo

b r illa b a n

en

no

so n

de res­

a dem ago­ e

a

por

su

Además, no debem os p erd er de vista un detalle que difícilm ente p o d ría p asa r inadvertido: en el presente discurso ap arecen p asajes de obras de Dem ostenes rep ro d u cid o s casi literalm ente, tom ados fu n d a m e n ta m ente del Olintíaco I I I y del Contra A ristó cra ta . Se nos b rin d an dos hipótesis p a ra explicar este hecho v d ar, de este m odo, un veredicto sobre la de­ b atid a cuestión de si D em ostenes es o no el a u to r de esta pieza o rato ria: o bien el discurso es au tén tica­ m ente dem osténico, en cuyo caso h a b ra que suponer que se sitú a cronológicam ente entre el Contra A n s o crates v los O lintíacos y que se n u trió de p asajes del p rim ero v, a su vez, fue fuente de los últim os, lo que a la p o stre aco n sejaría sospechar que el discurso Sobre la organización no haya sido pronunciado nunca; o bien - v esta segunda hipótesis es m ás p l a u s i b l e - el discurso en cuestión no es o b ra de D em ostenes, sino de un háb il recopilador que con fragm entos de la o b ra de n u estro o ra d o r se esforzó p o r lo g rar la com posi­ ción, al estilo dem osténico, de una especie de ideario político al m odo oratorio, que contuviera las lineas

SOBRE LA ORGANIZACIÓN FINANCIERA

285

generales que in sp iraro n la política del gran o rad o r ateniense.

ARGUMENTO DE LIBANIO E ste d is c u r s o y a n o e s f ilíp ic o , s in o s im p le m e n te d e lib e r a ­ tiv o . P u e s c e le b r a n d o lo s a te n ie n s e s u n a a s a m b le a a c e r c a d e lo s fo n d o s d e s tin a d o s a lo s e s p e c tá c u lo s , D e m ó s te n e s s e a c er ca a la tr ib u n a y tr a ta d e c o n v e n c e r le s p a ra q u e s e o r g a n ic e n y r ec u p er en s u a n tig u a c o n s id e r a c ió n , s a lie n d o a l c a m p o d e b a ­ ta lla y a fr o n ta n d o p e lig r o s en b e n e fic io d e lo s g r ie g o s ; y c o m ­ p a ra la s itu a c ió n a c tu a l c o n la d e lo s a n te p a s a d o s y m u e str a que es m u ch o tie m p o s.

m ás

in c o n s is te n te

y

pob re

que

la

de

o tr o s

Acerca del dinero disponible y los m otivos p o r los i que celebráis esta asam blea, m e parece, varones ate­ nienses, que ninguna de estas dos actitudes es de las que en cierran dificultad: ni a ta c a r a los que d istri­ buyen y hacen donación de los fondos públicos, lo que e n tra ñ a g anar crédito e n tre los que consideran que con ese sistem a la ciudad sufre daño; ni a p ro b ar y recom endar la necesidad de recibir las donaciones, lo que significa d a r gusto a los que se en cu en tran en gran necesidad de p ercibirlas; pues ni los unos ni los otros m iran al in terés de la ciudad p a ra elogiar o des­ ap ro b ar el asunto, sino que ello depende en cada caso de su m en esterosidad o su opulencia. Yo, p o r m i p arte, ni p ro p o n d ría tal d istribución ni 2 la atacaría sosteniendo la necesidad de que no se p er­ ciba nada, sin em bargo, os exhorto a que consideréis y reflexionéis vosotros m ism os sobre el hecho de que el dinero ese, acerca del cual tom áis consejo, es insig­ nificante, m ien tras que el hábito que con ello se engen-

DISCURSOS POLÍTICOS

286

d ra es asu n to serio *. Así que, si ju n ta m e n te con la realización de lo que conviene, organizáis tam b ién la p ercepción de donaciones, no sólo no causaréis p er­ juicio, sino que incluso p ro cu raréis los m ayores be­ neficios a la ciu dad y a vosotros m ism os; en cam bio, si p a ra p e rc ib ir dinero, u n a fiesta o cu alq u ier pretexto va a ser suficiente, y, p o r el contrario, p a ra lo que ade­ m ás de eso hay que hacer, ni siquiera vais a e sta r dis­ p u e s to s 12 a o ír h acer m ención de ello, m irad no vaya a o cu rrir algún día que lo que ah o ra consideráis una conducta co rrecta, lo estim éis u n grave e rro r com etido. 3 Yo sostengo que es m enester —y no m e alborotéis p o r lo que voy a decir, sino juzgadlo después de h aberlo 0ído__ q u e así com o hem os dedicado u n a asam blea al asunto de p ercib ir dinero, del m ism o m odo fijem os tam bién u n a asam blea dedicada al tem a de n u estra organización y equipam iento p a ra la guerra; y que se disponga cad a uno en p a rtic u la r no sólo a escuchar con b u en a volu ntad lo que se tra te en ella, sino tam ­ bién a a c tu a r de buen grado, con el fin de que se basen en vosotros m ism os, varones atenienses, vu estras es­ peranzas de éxito, y no andéis averiguando lo que está 4 llevando a cabo fulano o m engano. Y las ren tas todas que rev ierten a la ciudad, las p a rtic u la re s 3 que ahora gastáis in ú tilm en te en lo que no hace ninguna falta, y todas aquellas de que disponéis procedentes de las co n tribuciones de los aliados, afirm o que de ellas es m en este r que cada uno de vosotros obtenga una p a rte pro p o rcional, los que están en edad m ilitar, a títu lo de soldada, los que h an pasado la edad ap ropiada p a ra la leva, com o paga p o r vigilancia, o com o uno

1 C f. C o n t r a A n d r o c i ó n 51. Cf. C o n t r a F i l i p o , I V 28. 3 E s d e c ir , la s q u e p r o c e d e n d e lo s p r o p io s a te n ie n s e s , n o

2

d e su s a lia d o s .

SOBRE LA ORGANIZACIÓN FINANCIERA

287

quiera llam arlo; y que p ersonalm ente vosotros hagáis el servicio y no lo cedáis a nadie; antes bien, que el 5 ejército de la ciudad sea p ro p io de ella, organizado a base de estos recursos, con el ñn de que estéis bien provistos y hagáis lo que es necesario, y que lo m ande el e s tra te g o 4, p a ra que no os o cu rra algo idéntico a lo que ah o ra m ism o os o curre: juzgáis a los genera­ le s 5 y de ello os re su lta la denuncia «fulano, h ijo de zutano, h a acusado a m engano», y n ad a m ás. E n lu g ar 6 de eso, ¿que es lo que debe sucederos? E n p rim e r lu­ gar, que los aliados os sean leales, no p o r vuestras guarniciones, sino p o r la com unidad de in tereses en tre ellos y vosotros; luego, que los generales, al m ando de tro p as m ercenarias, no sa q u e e n 6 a n u estro s aliados m ientras que a los enem igos n i siquiera los ven, de lo cual los beneficios que re su ltan son propios de ellos y los odios y recrim inaciones van dirigidos co n tra la ciudad en tera; p o r el contrario, tengan a su cargo tro ­ pas de ciudadanos que les sigan y den a los enem igos el tra to que están dando ah o ra a n u estro s am igos. A parte de eso, m uchas de las operaciones reclam an 7 vuestra presencia; ya sin ten er en cuenta la convenien­ cia de em plear una fuerza p ro p ia en las gu erras p ro ­ pias, tam bién p a ra los dem ás asuntos re su lta necesaria. Pues si os b a sta ra con vivir tran q u ilo s sin preocupa­ ros p ara n ad a de la situación de los asuntos griegos, o tra cosa sería; p ero es el caso que vosotros aspiráis 8 a la p rim acía y a d eterm in ar los derechos a los dem ás sin em bargo, la fuerza encargada de vigilar y g u ard ar esas aspiraciones ni la habéis p re p ara d o ni la p re p a­ ráis, p o r el co n trario , en m edio de vuestra tran q u ilid ad e indiferencia ha sucum bido la dem ocracia de Mitile4 Cf. 5 Cf. 6 Cf.

C o n tr a F ilip o , I C o n tr a F ilip o , I C o n tr a F ilip o , I

26. 47. 24.

DISCURSOS POLÍTICOS

288

n e 7 ha sucum bido la dem ocracia de R o d a s 8; alguien p o d ría decir: «el pueblo rodio, al m enos, era enem igo nuestro». Sí, p ero es m enester co n sid erar m as grande n u estro odio hacia las oligarquías, p o r el m ism o hecho de sus prin cip io s políticos, que hacia las dem ocracias , cu alesq u iera que sean los m o tiv o s , v o lv e r^ punto de que p artí, sostengo la necesidad de q u e esS s organizados y que la organización sea la m ism a p a ra re cib ir dinero público y p a ra h ac er lo que con­ viene » Y a an tes tra té an te vosotros de eso y expuse el m odo en que podríais organizaros, los hoplitas, los caballeros y cu antos estáis fu era de estos ordenes, y la fo rm a en que cierta abundancia de m edios p o d ría lle10 gar a ser com ún p ara todos. Pero lo que de en tre todas fas cosas m e causó el m ayor desanim o - o s lo d ire sin o cu ltároslo— fue que, aun siendo todos estos proyectos num erosos, im p o rtan tes y honorables, nadie se acuer­ da de ningún o tro, p ero del de los dos obolos , todos. Aunque esto s dos óbolos no es posible que valgan m as que dos óbolos, m ientras que los dem as proyectos jun to con los que pro p u se valen tan to com o las rique­ zas del G ran Rey, pues asp iran a que u n a ciudad que posee ta n to s hoplitas, trirrem es, caballerías e ingresos, esté organizada y bien equipada. •Por qué, pues— p o d ría alguien p re g u n ta r— hago 11 ah o ra estas consideraciones? P orque afirm o que es ne­ cesario que vosotros, toda vez que algunos ven con m alos ojo s el que todos los ciudadanos cobren una 7 Cf. 8 Qf. 9 cf. 10 nf

Por la libertad de por la libertad de Por la libertad de Cilint I 20: Olint.

los rodios 19. los rodios 14. los rodios 175. II 35.

n Los dos óbolos eran el precio de la entrada al teatro. , , , • es decir del dinero destinado a los

S i S S . "

fiestas.

S

S

e'„S M e n a s P „ a





-

SOBRE LA ORGANIZACIÓN FINANCIERA

289

soldada n, m ien tras que el som eterse a organización y equipam iento es ap robado p o r todos com o m edida útil, abordéis el asu n to com enzando p o r ese lado y propongáis al que lo desee la posibilidad de exponer su plan sobre estos tem as. Pues ésta es la situación: si vosotros ah o ra os convencéis de que es el m om ento o p o rtu n o p a ra estas reform as, cuando lleguéis a e sta r en necesidad de ellas, estarán a v u estra disposición; p ero si consideráis que la ocasión es in o p o rtu n a y, p o r ello, las d ejáis de lado, cuando llegue el m om ento os veréis forzados a llevar a cabo los p rep arativ o s 213. Ya en cierta ocasión, varones atenienses, dijo al- 12 guien y no era uno de vosotros, la m ayoría de los ciudadanos, sino de los que re v en tarían de ra b ia si estas refo rm as se llevasen a la p rá ctica— : «¿Y qué bene­ ficio nos h a resu ltad o de los discursos de D em óstenes? Se p resen ta an te n o sotros cuando le parece, nos llena los oídos de palab ras, hace trizas la situación presente, exalta a n u estro s an tepasados, nos tra n sp o rta a un m undo de esperanzas, hace q u e nos hinchem os de o r­ gullo y luego desciende de la tribuna.» A hora bien, yo, 13 si pud iera p ersu ad iro s de algo de lo que propongo,’ tales beneficios estim o que conferiría a la ciudad, q u e’ si ah ora in ten tase exponerlos, m uchos desconfiarían dé ellos com o si excediesen los lím ites de lo posible; pese a todo, ni siquiera esto lo considero pequeño servicio, a saber, aco stu m b raro s a escuchar los m ejores conse­ jos. Pues es m enester, varones atenienses, que el que quiera h acer algún bien a la ciudad cure prim eram en te vuestros oídos, pues están infectos; h a sta tal p u n to estáis aco stu m b rad o s a oír m en tiras innúm eras y cual­ quier cosa que no sea el m ás beneficioso consejo. P or 14 ejem plo y que nadie m e cause alboroto antes de que 12 Cf. Olint. III 33. 13 Cf. Contra Filipo, IV 29, 30. 35.-19

discursos políticos

290

lo diga t o d o - , ab riero n hace poco algunos las p u erta s del opistódom o 14. Pues bien, todos los que se llegaban a esta trib u n a decían que la dem ocracia c^tab a ^ s u e lta que ya no existían las leyes, cosas p o r el estüo. Y s n em bargo, v arones atenienses —y ved si es verdad lo au e d i g o - los que tal hacían com etían u n crim en m e­ reced o r de pena de m uerte, pero la dem ocracia no e n tra en tran c e de disolución p o r causa de ellos O tro caso- hubo su stracción de rem os-L «¡Azotes, to rtu ra!» g ritab an to d o s los oradores, «¡la dem ocracia va p o r cam ino de la disolución!». Y yo, ¿que digo? Que el que los ro b ab a com etía un delito digno de la pena de m u er­ te tal cual dicen ellos, pero que la dem ocracia no en ra 15 p ó r causa de eso en proceso de disolución. E n to n a s , ¿de qué m an era se produce la disolución de la dem o­ cracia? N adie lo dice ni se atreve a com unicarlo con franqueza- p ero yo lo voy a aclarar: ello o cu rre cuando vosotros, varones atenienses, in correctam ente dirigidos lleguéis a e s ta r desprovistos de recursos y arm am ento a p esa r de v u estro núm ero, sin organización y sin adop^ com unes acuerdos, y cuando ni el general m quien­ q u iera o tro que sea se preocupe de lo que vosotros votéis y nadie esté dispuesto a denunciar esos hechos ni los c o rrija ni actúe de m anera que tal situación cese Y eso es lo que continuam ente está pasando ahora. 16 Y p o r Zeus, varones atenienses, tam bién o tras frases engañosas y m uy dañinas p a ra la constitución se han 14 L lám ase así «opistódom o» o «edificio posterior», la parte

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tes 138).

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infiltrado h asta llegar a vosotros, com o «en los trib u ­ nales rad ica v u estra salvación» y «es m en ester p ro te­ ger la constitución con el voto» l617. Pero yo sé que esos tribunales son soberanos del derecho vuestro en las relaciones privadas, sin em bargo es con las arm as con lo que hay que vencer a los enem igos y en ellas está la salvación de la constitución. Pues no es el voto lo que 17 d ará a los com batientes arm ados la victoria, sino que los que con las arm as vencen a los enem igos son quie­ nes os p ro p o rcio n arán la facultad y la seguridad p a ra v o tar y h acer lo que queráis; pues hay que ser tem ibles con las arm as y hum anos en los tribunales. Mas si a alguien parece que m is discursos son ía un tan to encum brados con relación a m i, eso p recisa­ m ente es lo que está bien en ellos; pues el discurso que vaya a ser p ro nunciado acerca de ciudad ta n glo­ riosa y tan im p o rtan tes asuntos, es m en ester que p a­ rezca siem pre de su p erior categoría a la del individuo que lo pronuncia, q u ienquiera que sea; y que esté p ró ­ ximo a v u estra dignidad, no a la del orador. Ahora bien, de p o r qué nadie de los que son honrados p o r vosotros h ab la de esta guisa, yo os voy a exponer las excusas. Los unos, apegándose a las elecciones de car- 19 gos y a la dignidad que éstos confieren, van de un lado p ara o tro esclavos del favor que p reten d en con vistas a las designaciones p o r venación í7, ansiando cada uno de ellos ser iniciado com o estratego 18, no llevar a cabo 16 Según el escoliasta, ése era el p u n to de v ista de los ciu­ dadanos que tra ta b a n p o r todos los m edios de que fuesen con­ fiscados los bienes de los ricos. Cf. S o b r e lo s a s u n t o s d e l Q u ers o n e s o 69; C o n tr a F ilip o , I V 44 y sigs. 17 A unque la m ayor p a rte de las funciones públicas eran conferidas p o r sorteo, qu ed ab an algunos cargos que se enco­ m endaban a ciudadanos elegidos p o r votación. 18 Es decir: llegar al g eneralato (o cargo de e s tr a te g o ) com o si de lo g rar el grado de iniciados en los m isterio s se tra ta se .

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d is c u r s o s

POLÍTICOS

o b ra alguna p ro p ia de alguna lab o r, incluso llega a ser capaz de em p r dl iendo en las actuales c o n d ic ro n - c o n s id e r a ^ ^ Py ^ ^ com o re cu rso inicial d g d de oponentes, ren om bre, d isfru tan d o ^ m^ u a a S t se h a rá heofreciéndoos n a d a m as q vuestros bienes, lo que red ero , él p e r s o n a ^ 19. ’en cam bio, si vosotros realip recisam en te acontec mismoSj o b ten d ra u n a záis cad a accio P tanlü en las p ro p ias reafip a rte igual a la de ios beneficios que de zaciones de los tr a a jo s ^ ^ políticos> q u e an d an en 20 ellos resu lten . ’ , e de la consideración de esos asu n to s, desentendiéndose de la^ a ^ 10 m áSnPo r ;y CantS e0s :.P^ , „réis DOiítica p o r sPin«m o^ n a s 20, a aquellos, an teS rías, ah o ra, en a sus órdenes, U „ o ra d o r come, d ^ 1m encarE¡ldos d e g rita r, y con cada un o d e ^ P , dem 4s ciliJS a t r i b u i d o s trescien to s e n n um ero Cf. Olint. 11 28.

npm ó sten es co m p ara la organización Con esta s p ala b ra s D a n ^ que e ra n g rupos de los p a rtid o s poh tico s a &^ expensas ia prestade ciud ad an o s encarg a u d u i e r a rq u ía ; adem as, adeción del s e r v tc io p u b U c o d c n o m ^ ^ ^ d educible p o r el la n ta b a n al era rio Pub ¿ M ientras que a la irteim puesto so b re los bienes (e is p > ^ b a rc o de g u a r a ) r a r q u ía (función co m étem e e ^ ciudad an o s m ás n e o s estab an obligados los m il Da" l im puesto so b re los bienes incluidos en las s t "™ o r l ’ ra to dos los ciudadanos, salvo de fo rtu n a e ra ob ligatorio p a r a t o a ^ ^ los declarad am en te po re ■ ' figuraba u n dirig en te (h é g e 21 Al fre n te be cad a ^ f u n c i o n a r i o { e p im e l é t é s ) , m»*■ nicas V 3, 25; D iodoro S ículo, XV 40).

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cretáis. Yo os aconsejaría (y no os enojéis conm igo bajo ningún p retex to ) que am inoraseis vuestro orgullo y os co n ten tarais con realizar vuestros propios asuntos, o bien os p ro cu réis una fuerza m ayor. En efecto, si yo fuese consciente 47 de que sois sifnios o citnios o gente sim ilar, os aco n sejaría am in o rar el orgullo; ahora bien, dado que sois atenienses, os exhorto a que os procuréis la m encionada fuerza; pues sería vergonzoso, varones atenienses, sí, vergonzoso, que abandonaseis el rango de orgullo que vuestros an tep asad o s os legaron. Adem ás, ni siquiera está en vuestro poder desentenderos de los asuntos de Grecia aunque queráis; pues m uchas son las em presas que habéis realizado desde los m ás rem otos tiem pos, y sería deshonroso ab a n d o n ar a los am igos con los que contáis, y en los que son enem igos no es posible confiar ni p erm itirles que se engrandez­ can. En una p alabra, lo que les ocurre a los políticos con respecto de vosotros —no les es posible cesar cuando les venga en gana—, eso m ism o os ha venido a acaecer tam bién a vosotros: pues habéis hecho política en Grecia. Elay un punto esencial de todo lo dicho: en ningún m om ento los o rad o res os hacen o perversos u hom ­ bres de provecho, sino vosotros los hacéis ser de un extrem o o del otro, según queráis; pues no sois vos­ otros los que asp iráis a lo que ellos desean, sino que son ellos los que asp iran a lo que estim en que vosotros deseáis. Así pues, es necesario que seáis vosotros los prim eros en fo m en tar nobles deseos, y todo irá bien; pues, en ese caso, o nadie p ro p o n d rá ningún m al con­ sejo, o bien ningún interés le re p o rta rá el proponerlo p o r no disponer de quienes le hagan caso. Sifnos y Citnos son dos islitas de poca monta pertenecien­ tes al grupo de las Cicladas.

X IV

SOBRE LAS SINMORÍAS

INTRODUCCIÓN E ste d iscurso fue pronunciado, según el cóm puto cronológico de Dionisio de H alicarnaso, en el 354 a. C. A lrededor de esa fecha, el rey p ersa A rtajerjes I I I Oco se dedicaba a u ltim ar sus p re p ara tiv o s p a ra recon­ q u istar las provincias que h ab ían hecho defección del im perio. Cuando las noticias de sem ejante proyecto llegaron a Atenas, los atenienses no las acogieron sin cierto recelo. Sin d esc artar la posibilidad de que efec­ tivam ente A rtajerjes quisiera re c u p e ra r Fenicia, Chi­ pre y E gipto, no se desechaba del todo la alarm an te idea de que tal vez intentase re p e tir la av en tu ra de sus predecesores Darío y Jerjes. M otivos de enem istad co n tra los atenienses no le fa ltab an al soberano persa: en efecto, aquéllos habían intervenido recientem ente a favor del sá tra p a rebelde F arnábazo y ah o ra se le presen tab a al G ran Rey o p o rtu n id ad de vengarse. Con­ tab a el m o n arca con num eroso contingente de tropas, y en Atenas se pensaba, recordando el ataq u e p ersa anterior, que los tebanos, u n a vez m ás, se p o n d rían del lado de los an cestrales enem igos de la H élade. Se h a­ blaba tam bién de convocar a los griegos y h acer u n

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fren te com ún co n tra el b árb aro , em ulando las antiguas proezas de M aratón y Salam ina. E n tal grado de excitación estaban los ánim os en Atenas. Así pues, D em óstenes, a la vista de la situación, decide in terv en ir p ara evitar a su ciudad u n d esastre e in tro d u cir u n a saludable dosis de realism o en la po­ lítica del m om ento: Atenas ya no es la que era; h a te­ nido que reconocer la independencia de Quios, Cos, R odas y Bizancio; El erario público está m enguadisim o a fuerza de aten d e r a tan to gasto de g u e rra con el di­ nero pro p o rcio nado p o r un defectuoso sistem a trib u ­ tario; tam b ién h a cam biado Grecia, donde la «G uerra Sagrada» h a hecho su rg ir odios no disim ulados entre u n a ciu d ad y otra. De m odo que —concluye n u estro o ra d o r— no es m om ento de arriesg arse vanam ente de­ claran d o la g u erra al Rey. P ero sí aprovecha la ocasión p a ra ex h o rtar a sus conciudadanos a p re p ara rse p a ra una próxim a guerra, que tal vez no sea c o n tra los persas de A rtajerjes, sino co n tra enem igos declarados de Atenas. Aunque el o ra­ d or no m enciona a ningún enem igo en especial, es evi­ d ente que p ensaba en Filipo de M acedonia. P or eso, no anduvo m uy lejos de la verdad Dionisio de Halicarnaso al definir esta pieza o ra to ria com o u n a especie de d iscurso filípico disim ulado. E n cu an to al tem a de los preparativos a realizar, expone u n proyecto, fundam ental en la política de n u estro o rad o r: organizar las prestaciones destinadas a la a rm a d a naval (trierarquía), p a ra conseguir que se hagan con p resteza y eficacia. M ientras que las litur­ gias p a ra la celebración de fiestas funcionaban a sa­ tisfacción, las destinadas a sufragar los preparativos p ara la g u erra estaban sum idas en la m ás absoluta desorganización: todo era en ellas falta de orden, de reglas, de elem ental previsión.

SOBRE LAS SINMORÍAS

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Así pues, D em óstenes p ropone una serie de re fo r­ m as p a ra m e jo ra r el funcionam iento de las m enciona­ das prestaciones: que el núm ero de contribuyentes aum ente h asta llegar a se r de m il doscientos; que todos los servicios estén coordinados; que cada una de las veinte sinm orías (o grupos de contribuyentes) se divida en cinco partes, a cada una de las cuales corresp o n d a hacerse cargo de una fracción de la flota y de una zona d eterm inada de los diques; que a cada grupo se le asigne una división de ciudadanos según sus fo rtu n as, o tra de deudores de ap arejo s y una úl­ tim a ob ten id a de en tre las diez tribus. Es éste uno de los p rim ero s discursos de Demós­ tenes an te la Asam blea, y, desde luego, el p rim ero que dispuso p a ra la publicación. Piénsese que en el año 351 a. C., cuando pronuncia el p rim e r filípico, todavía n u estro o ra d o r no figura e n tre los fam osos políticos que con frecuencia se dirigían al pueblo desde la tri­ buna. P or tanto, con el discurso Sobre las sinm orías Dem óstenes está haciendo sus prim eros ensayos de o ra to ria deliberativa. Así se explica que en este dis­ curso no aparezca el D em óstenes de arro lla d o ra elo­ cuencia, sino un o ra d o r que, p o r tim idez, aún no se atreve a d ar rienda suelta a ese arreb a ta d o caudal de palab ras sin freno que caracteriza al estilo dem osténico en su m adurez: en efecto, falta am p litu d al des­ arrollo de determ in ados pensam ientos, y, o tra s veces, quedan éstos en suspenso, cortados de u n a form a brusca e inh ab itu al en los discursos de n u estro orador. En cu an to a si el consejo de D em óstenes fue tenido o no en cuenta p o r el pueblo ateniense, direm os que tres años después de la fecha de este discurso, to­ davía reconoce el propio o ra d o r que la trierarquía sigue estando m uy m al organizada. Más tarde, sin em ­ bargo, logró D em óstenes que se ap ro b ara y se llevase a la p ráctica u na m uy juiciosa p ro p u esta suya en que

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co n tem p lab a la radical refo rm a de esa im p o rtan te ins­ titu ció n aten ien se que era la trierarquía.

a rg u m en to de lib a n io

Habiéndose propagado el rum or de que el rey de los persas se preparaba para iniciar una campaña contra los gnegos, el pueblo de los atenienses experimenta una conmoción y se lanza a convocar a los griegos y a trasladar ya la guerra fuera de sus fronteras- pero Demóstenes aconseja no anticiparse a d ar el prim er paso, sino esperar a que el Rey provoque la nueva si­ tuación. Pues en estos momentos - a f i r m a - no convenceremos a los griegos de que luchen a nuestro lado, ya que creen estar cambio, en esa ocasión, el propio peligro hará

tam bién de qué m anera bién que el discurso se moría» entre los áticos a prestaciones públicas.

Los que se dedican a elogiar, varones atenienses, a vuestros antepasados, m e parece que eligen p ro n u n ­ ciar un discurso halagüeño, y no, ciertam ente, o b ra r según convendría a aquellos a quienes alaban; pues, al tra ta r de h ab lar de realizaciones cuya a ltu ra nin­ guno p o d ría alcanzar dignam ente con palabras, ellos p erso n alm en te obtienen reputación de capacidad p ara la o ra to ria , p ero son causantes de que el m érito de aquéllos resu lte m anifiestam ente, en estim ación de los oyentes, in ferio r al que les h a quedado reg istrad o p o r la fam a l. Yo, em pero, estim o que el tiem po es el m ás

i Cf. Contra Leptines 76.

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alto elogio de aquéllos, dado que, pese a que m ucho h a tran scu rrid o , no h a habido o tro s que hayan podido exhibir em presas m ayores que las p o r ellos realizadas. P o r m i p arte , sin em bargo, voy a tra ta r de deciros la 2 m an era en que, a m i parecer, m ejo r p o d ríais p re p a­ raros. E n efecto, ello es así. A unque nosotros, todos los que vam os a to m ar la palab ra, nos m o strásem os excelentes oradores, en n ad a p o r eso, bien lo sé, vues­ tro s asu n to s m arc h arían m ejor; si, p o r el contrario, subiese a la trib u n a uno cualquiera que fuese capaz de explicar y convencer sobre cuáles deben se r nues­ tro s p rep arativ o s, cuántos y de dónde se h an de p ro ­ c u ra r p a ra que re su lten ú tiles a la ciudad, todo el m iedo del p resen te q u edará disuelto. Y yo tra ta ré de h acer eso, si soy capaz, después de haberos expuesto previam ente en pocas p alab ras cuáles son m is p untos de vista en to rn o a los asuntos relativos al Rey. Yo entiendo que el Rey es enem igo com ún de todos 3 los griegos; sin em bargo, yo no os ex h o rtaría p o r eso a que em prendieseis vosotros solos, sin los dem ás, u n a guerra co n tra él; pues ni siq u iera los propios griegos observo que sean com unes am igos en tre sí, sino que algunos tienen m ás confianza en el Rey que en d eter­ m inados países congéneres. A p a rtir, pues, de tales circunstancias, estim o que os conviene b u sca r la form a de que el desencadenam iento de la g u erra sea equili­ brado y ju sto , y que os p rep aréis en todo lo que co­ rresponde, y que eso sea vuestro básico supuesto. Por- 4 que pienso, varones atenienses, que los griegos, si resultase persp icu o y term in an te que el Rey se dispone a atacarles, se aliarían y gran agradecim iento ten d rían p ara quienes delante de ellos y al lado de ellos se ap restaran a rechazarlo; si p o r el contrario, cuando eso todavía perm anece incierto, vam os a ser nosotros los p rim ero s en ro m p er las hostilidades, tem o, varo­ nes atenienses, no nos veam os forzados a luchar, ade35. — 20

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m ás de co n tra él, co n tra aquellos p o r quienes tom ába-

5 m os providencia. Pues él, deteniendo sus designios, en caso de que haya decidido a tac ar a los griegos, les d a rá dinero a algunos de ellos y les b rin d a rá su am is­ tad, m ien tras ellos dispuestos a enderezar sus propias g u erras y m anteniendo esta m anera de p en sar, m ira rá n de lado la com ún salvación de todos. Y en esa tu r­ bación y testaru d ez os exhorto a que no precipitéis 6 a n u estra ciudad. Es que, realm ente, veo que p o r lo que se refiere al Rey la decisión no está sobre el m ism o plano p a ra vosotros y p a ra los dem ás griegos, sino que a m uchos de ellos, m e parece, les es suficiente a d m in istra r lo que p artic u la rm en te les in te re sa algo y d esp reocuparse de los dem ás griegos; p a ra vosotros, co n trariam en te, no sería honorable ni siq u iera que, p erjudicados, os cobraseis de los causantes del p er­ juicio la venganza de d ejar que algunos de ellos ca7 yesen en m anos del b árb aro . Pero cuando eso está así, hay q ue co n siderar la m an era de que n o so tro s no nos vayam os a e n c o n trar en la g u erra en situación de in ferioridad, ni el Rey, de quien nosotros pensam os que m aquina co n tra los griegos, vaya a gan ar el crédito de p arecerles ser su amigo. Y ¿cómo p o d rá se r eso? S erá si a todos aparece claro que las fuerzas de la ciudad están rev istadas y equipadas y re su lta evi­ d en te que so b re la base de ellas la ciudad tom a p artid o 8 p o r los sentim ientos de justicia. Y a los que os infun­ den co raje y m uy p re sta m e n te os exh o rtan a luchar, aquello les digo: que no es difícil, ni, cuando es m e­ n e ste r d elib erar, ganar fam a de valentía, ni, cuando está cerca el peligro, d ar la im presión de ser h áb il en h ab lar; p ero eso sí que es difícil y, adem ás, conve­ niente: en los peligros h acer gala de la h o m b ría y en la deliberación p o d er exponer sugerencias m ás razo9 nables q ue los dem ás. Yo creo, varones atenienses, que la g u erra co n tra el Rey es difícil p a ra la ciudad,

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m ien tras que la confrontación re su ltan te de la g u erra p o d ría re su lta r fá c il2. ¿Por qué? P orque considero que to d as las g u erras n ecesariam ente requieren trirrem es, d in ero y posiciones, y en cuentro que todo eso lo posee aq u él en m ayor abundancia que nosotros; en cam bio, veo que las confrontaciones de nada tienen ta n ta nece­ sid ad com o de bravos com batientes y opino que de ésos tenem os m ayor núm ero n o so tro s y los que a nues­ tro lado afro n tan el peligro. Así pues, p o r eso recom iendo que no seam os por ningún m otivo los prim e­ ro s en em p ren d er la guerra; pero p a ra el conflicto afirm o que es necesario que estem os co rrectam ente p rep arad o s. P orque si hubiese u n tipo de fuerza a r­ m ad a con la que fuese posible defenderse c o n tra los b árb aro s y o tra co n tra la que cupiese defenderse con­ tra los griegos, tal vez razonablem ente re su lta ría p ers­ picuo que tratem o s de alinearnos p a ra h acer fren te al Rey; pero, puesto que de to d a prep aració n el m odo es el m ism o y es necesario que sean los m ism os los objetivos capitales de la fuerza arm ada, a saber: ten er capacidad p a ra rech azar a los enemigos, ay u d ar a los que son aliados y salvaguardar los bienes propios, ¿por qué razón, si contam os con declarados en e m ig o s3*, an­ dam os buscando otros? Más bien preparém onos p a ra hacerles fren te, y nos defenderem os tam bién de aquél, si in ten ta agredirnos. Y ah o ra convocáis a los griegos p a ra que se os unan; pero si no hacéis lo que ésos os solicitan, teniendo en cu e n ta que algunos de ellos no m an tien en con vosotros relaciones cordiales, ¿cómo cabe e sp e rar que se os haga caso? «Sí, p o r Zeus, porque o irán de vosotros que el Rey les tiende insidias.» ¿E 2 En cuanto a la oposición de los términos pólemos y agón, cf., igualmente, Contra Filipo, III 52. 3 Aunque Demóstenes no nombra a Filipo, los oyentes, con seguridad, no podían dejar de pensar en el rey de Macedonia al escuchar estas palabras.

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im agináis, p o r Zeus, que ellos no lo prevén p o r sí m ism os? P ues yo creo que sí. Pero el m iedo todavía no es m ás fu e rte que las diferencias q u e les en frenten a vosotros y e n tre ellos a u n determ inado grupo. Por tan to n u estro s em bajadores, yendo de u n lado a otro, no h a rá n m ás que de rapsodos*. Pero en el caso de q ue se realice lo que ahora nosotros suponem os, en­ tonces sin d u d a ninguno de en tre todos los griegos será tan pagado de sí m ism o, que viendo que vosotros contáis con m il caballeros, infantes cuantos se quiera, y trescien tas naves, no acuda y suplique, al d arse cuen­ ta de que con esos contingentes p o d ría salvarse con m áxim a seguridad. P or consiguiente convocarlos y a en este m om ento significa que suplicáis y, si no obtenéis re sp u esta airosa, que fracasasteis; en cam bio, hacer v uestros pro p io s prep arativ o s y e sp e ra r equivale a sal­ varlos p o rq u e lo piden y saber a ciencia cierta que

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todos v en d rán . . Así pues, varones atenienses, yo, reflexionando so­ b re eso y p u n tos a ése sim ilares, no estab a dispuesto a co m p o n er u n discurso áspero ni vanam ente p ro ­ lijo- sin em bargo, en cuanto a los prep arativ o s, cual será la m e jo r y m ás rá p id a m anera en que se realicen, al co nsiderarlo, topé con m uchísim os problem as. Creo, núes q ue es necesario que vosotros, escuchéis el p ro ­ vecto, y, si os place, lo votéis. El p rim e r punto, consi­ guientem ente, y el m ás im portante, p o r lo que se re­ fiere a los p reparativos, es, varones atenienses, qu vosotros os halléis dispuestos, p o r lo que atañ e a vues­ tra s resoluciones, a llevar a cabo cada uno, con b u en a volu n tad y entusiasm o, lo que sea m enester. Pues veis, v arones atenienses, que cuanto alguna vez quisis­ te is 'to d o s y a continuación cada uno personalm ente consideró que llevarlo a cabo era su deber, jam ás n ad a 4 4 Una expresión similar en Contra Aristogitón I 2.

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de eso se os escapó de las m anos; en cam bio, cuanto realm ente quisisteis, pero después de eso lo desechas­ teis, en la idea de no hacerlo cada uno en p artic u la r, sino de que lo hiciese el prójim o, nada de eso nunca os dio resu ltad o 5. Y estando vosotros tan entusiásticam ente dispuestos, sostengo que hace falta com pletar el re ­ gistro de m il doscientos contribuyentes y convertirlos en dos mil, añadiéndoles ochocientos; pues, si fijáis esa can­ tidad, en m i opinión, elim inados herederas, huérfanos, colonos, co p ropietarios y algún otro caso no som etible a tasa, serán ésos en total m il doscientos contribuyen­ t e s 6. Pues bien; de ésos opino que hay que fo rm a r veinte sinm orías, com o hay ahora, que agrupe cada una de ellas a sesenta contribuyentes. Y propongo di­ vidir a cada u na de esas sim norías en cinco porciones de doce ho m b res cada una, com pletándolas, a m odo de com pensación, colocando siem pre a los m ás pobres al lado del ciudadano m ás rico. Y en cuanto a estos contribuyentes, afirm o que deben e sta r coordinados así; y, p o r qué razón, la sabréis u n a vez que hayáis oído la fo rm a entera de la coordinación. Y los trirre mes, ¿cóm o? Dispongo que fijem os el núm ero to tal en 5 Esta idea reaparece en Contra Filipo, I 7. 6 Los mil doscientos ciudadanos más ricos estaban obliga­ dos a la trierarquía. Ahora bien, a esta cifra nunca se llegaba, porque de inmediato se ponían en juego exenciones legales de todo tipo: si un ciudadano, por ejemplo, inscrito en las listas de contribuyentes, moría dejando como heredera (epíkléros) a una hija sin casar, ésta era eximida de pagar impuesto; y lo mismo cabe decir respecto de los niños huérfanos, los inca­ paces de pagar y los kléroükhoi (estos últimos eran atenienses a quienes la ciudad enviaba a las colonias). Por eso, Demóstenes propone añadir, a los mil doscientos contribuyentes que marcaba la ley, ochocientos más, calculando que tal sería el número de fortunas que resultarían exentas de la mencionada contribución. Con ello, resultarían, una vez eliminados los casos de exención, mil doscientos contribuyentes reales y no sólo sobre el papel.

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trescien to s y que hagam os veinte grupos de quince na­ vios cada uno, asignando a cada grupo cinco de los cien prim eros, cinco de los cien segundos y cinco de los cien tercero s; y que luego, p o r sorteo, se d esu n e un grupo de q u iñ i, navios a cada sinm oría de con m b u y en tes y ,a sinm orí» en cuestión dé a cada u n a de sus sub, , divisiones d e cinco navios tres trirre m es . Y cuando esas disposiciones se encuentren realizadas en tal sen tido propongo que - c o m o el censo de n u e stra región es d e ^ e is m il talen to s— , con el fin de que tengáis orga­ nizados los fondos, se divida esa sum a y se hagan de ella cien p a rte s de sesenta talentos cada una;_ y que luego se asignen p o r sorteo a cada u n a de las grandes sinm orías, que son veinte, cinco de esas p a r t e s ^ sen ta talen to s, y que la sm m o n a , a su vez' ap ° cada u n a de sus subdivisiones una p a rte de sesenta 20 ta le n to s 8, de m odo que, si necesitáis cien trirrem es, com pleten el gasto sesenta talentos, y haya doc trier a rc o s- y si necesitáis doscientos, haya tre in ta talentos que c u b ra n las expensas, y seis p erso n as que actúen 7 De “ total de trescientas naves -q u e es el número que alcanzaba la flota al w j e j - s« *^ J ^ t e S o por

n arT a cada una de sus cinco subdivisiones una quinta parte d e 8laL qS a q u T a i ° g " t ; correspondiente a la parte del equh po naval que cstaba a c^ ° ^ l te d ia n te ' ei impuesto sobre r lógicamente, a las cuantías £ 2 T £ ^ A tic e n . Phal S e f ^

d tirSel t r c v ^ T í n r r L , primeramente, y

de sinmoría le corresponderán sesenta talentos.

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de trierarco s; y, si necesitáis trescientos, haya veinte talentos que sufraguen los gastos y cu atro personas que hagan de trie ra rc o s 9. Y de la m ism a m anera, varones atenienses, tam bién las sum as que ahora se deben en cargo a los aderezos de los trirre m es 10, haciendo evaluación de los totales según el inventario, propongo que se d istrib u y an en veinte p arte s y que luego se asigne m ediante sorteo una p a rte de deudores 1112a cada una de las grandes sinm orías y que cada u n a de las sinm orías re p a rta igual participación a cada uno de sus grupos y que los doce m iem bros de cada grupo, obteniendo ese dinero, proporcionen, p erfectam ente equipados, los trirre m es que a cada grupo le hayan to­ cado en s u e r te ,2. Pienso que así se podrían proveer y organizar de la m ejo r m anera los expendios, los cas­ cos de los navios, los trierarco s y la adquisición de los aparejos; de la m an era de p ro c u ra r la dotación, que ha de ser tran sp a re n te y fácil, hablo a continuación. Propongo la necesidad de que los generales dividan los astilleros en diez zonas, teniendo en consideración que 9 Es decir, al aumentar el número de naves solicitadas por el estado, como el capital imponible y el número de ciudadanos asociados en la trierarquía no varían, disminuirán la cantidad del gasto y el número de trierarcos. 10 Se ve que los anteriores trierarcos no habían devuelto los aparejos que el estado había puesto a su disposición y que —como se deduce del texto— quedaban consignados en inven­ tario. 11 Una parte de los anteriores trierarcos, que habían con­ traído deuda de estado. Esto había tenido lugar tres años antes de la fecha en que este discurso Sobre las sinmorías fue pro­ nunciado. Cf. Contra Evergo y Mnesibulo 20. 12 En efecto, podían ser tres trirremes, o dos, o uno, según las necesidades. Se ha dicho anteriormente en el discurso que se podían solicitar trescientos trirremes, o doscientos, o sola­ mente cien. En cada uno de estos casos, respectivamente, cada fracción de sinmoría tendría que contribuir con tres, dos o un solo trirreme.

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en cada u n a de ellas haya tre in ta diques de am arre en tre sí lo m ás próxim os posible; y u n a vez hayan d ispuesto eso, ad ju d iq u en a cada u n a de las zonas dos 2 norias y tre in ta trirre m es y procedan luego a sor, , teaiT las trib u s. Y que cada taxiarco divida en tres p a rte s la zona que en el sorteo haya obtenido su tri­ b u -3 v o tro tan to haga con las naves, y luego sortee los tercios, con el fin de que u n a sola p a rte con­ ju n to de los astilleros corresponda a cada trib u y el tercio de la trib u tenga la terc era p a rte de dicha sec­ ción y sepáis, si fu e ra m enester, en p rim e r lugar, dónde^se en c u en tra estacionada la t n t a y h j j d » » de la trib u ; a continuación, quienes son los triera rco s v cuále sOT los trirre m e s (y que cada trib u puede L T .r e i n t a trirre m e s y cada tercio de si este pro ced im iento se pone en m archa en la f establecida, aunque algo hayam os ah o ra e]a vido (que ta l vez no es fácil preverlo todo), la m ism a realización del plan lo h a rá n o ta r y h a b ra ^ a C° ° * nación ú n ica de toda la flota v de su subdivisión E n cu an to al dinero y alguna fuente clara ya de su 24 provisión, sé que voy a exponer u n a p ro p u e sta s p ré n d e n te 15 p ero se h a b rá de exponer, pese a todo £ £ “ “fío en que, si se considera rec,Ornente, resub ta rá evidente que sólo vo he dicho la verdad y lo que va a o cu rrir. Yo sostengo que no es necesario h a b la r

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píos ya ahora, creem os que ni siquiera en el fu tu ro estará a n u e stra disposición: ¡tan lejos vam os a e sta r de p ro c u rarla ahora! Pero, si la dejam os estar, la ha brá. ¿Cuál es, pues, esa fuente de recu rso s que ahora no existe, p ero que estará disponible en su m om ento? Que eso, p o r lo m enos, se p arece a u n a adivinanza. Yo lo explicaré. C o n tem p la d 16*, varones atenienses, esta 25 ciudad en su conjunto. Hay en ella riquezas casi, me atrevería a decir, com o p ara co m p ararse con las de todas las dem ás ciudades. Pero los que las poseen tie­ nen tal m en talid ad que, si todos los o radores tra ta ra n de atem orizarlos diciendo que está al llegar el Rey, que ya h a llegado, que no es posible que eso sea de o tra m anera, y adem ás de los o radores u n núm ero igual de agoreros les recitasen oráculos, no sólo no ap o rtarían contribuciones m onetarias, sino que ni si­ quiera d eclararían o reconocerían que tienen posesio­ nes. Sin em bargo, si se diesen cu e n ta de que los térro- 20 res que ah o ra les llegan m ed ian te la p alab ra están tom ando cuerpo realm ente, nadie es tan to n to com o p ara no h acer aportaciones y no ser el p rim ero en pagar su contribución. ¿Pues quién p re fe rirá sucum ­ b ir él m ism o con sus propias p ertenencias a p agar u n a p arte de sus bienes p o r su p ro p ia supervivencia y sus restan tes posesiones? Dinero, pues, afirm o que lo h ab rá entonces, cuando de verdad sea necesario, y no antes. Por ello, os exhorto a que ni lo busquéis; pues cuanto pudierais p ro c u ra r ah ora, si decidierais h ac er diligen­ cias p a ra conseguirlo, es m ás cosa de risa que si no obtuvierais nada. Ea, pues: ¿p ro p o n d rá ah o ra alguien 27 una tasa del uno p o r ciento? E so serían sesenta talen ­ tos. ¿ 0 p ro p o n d rá alguien el dos p o r ciento, o sea, el 16 La Asamblea se celebraba en la Pnix, situada en un pro­ montorio desde el que se ofrecía la vista panorámica de la ciudad.

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doble? E so d aría ciento veinte talentos. ¿Y qué es eso en com paración con los m il doscientos cam ellos que según ésos afirm an, tra n sp o rta n las riquezas del Rey. E s m ás, ¿q u eréis que suponga q u e ra m o s a c o n .n b m r con u n a doceava p a rte de nu estro s bienes o sea, qui­ nientos talen to s? Pues ni soportaríais esa tasa, m aun­ que la pagaseis, sería suficiente ese dinero p a ra la 28 guerra. E s pues, m enester que vosotros realicéis el re sto de los prep arativos, p ero dejeis que e dinero lo sigan ten ien d o sus poseedores, pues en ningún otro lu g ar e sta ría m ás seguro en beneficio del estado, m as si ^alguna vez llegase ese m om ento, entonces h a b ra que — de sus m anos, al ap o rtarlo ellos d e b u e n ^ . E stas p ro p u estas, varones atenienses, son factibles, herm osas de realización, ventajosas, y apropiadas para que le sean referid as al Rey a propósito de vosotros; y 29 a raíz de ellas no escaso m iedo le sobrevendría. Sabe al m enos, que p o r o b ra de doscientos t r ™ eS . ^ los cuales no so tros proporcionam os cien, sus antepain d o s p erd iero n mil nav es» , y o irá ^ m ism os a h o ra hem os ap restad o trescien to s trirre m es, de m odo que, ni aunque estuviese to talm en te loco p o d ría co n sid erarse en serio ser cosa ’ntrascen en in c u rrir en la hostilid ad de n u estra ciudad P ero aun m ás; si se le o cu rre ufan arse p o r sus riquezas, se 17 según Heródoto (H eródoto, VIII 44, 48), el to ta l de naves , io firv+o errieea era de trescientas setenta y

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A - J tc s r r s r s 'd a t a d a s »ie.« nave., par. « r j. • „ iAC sesun el cómputo nerocloteo 89, 184). Cf., igualmente, E squilo , Persas 229.

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en contrará con que tam bién ese recurso es m ás débil que el vuestro. R ealm ente él, p o r lo que dicen, transp o rta oro en cantidad. Pero, si lo distribuye, no ten d rá otro rem edio que in te n ta r conseguir m ás; pues h asta las fuentes y los pozos, es ley de n atu raleza que que­ den desabastecidos a fuerza de desaguarlos con fre­ cuencia y en cantidad. En cam bio, él oirá decir que a nosotros la valoración de n u estro país nos proporciona seis mil talen to s com o recursos, en favor de los cuales, sus an tepasados que reposan en M aratón p o d rían saber m ejo r que nadie que rechazarem os a quienes, de su país, nos ataquen; y m ientras m antengam os nuestro dominio, no es posible, sin duda, que nos falte dinero. Y realm ente, tam poco m e parece cierto lo que algunos tem en: que, al ten er dinero, concentre u n gran ejército de m ercenarios. Pues yo estim o que p a ra ir contra Egipto, O rontas 19 y algunos otros de e n tre los bárbaros, m uchos griegos estaría n dispuestos a servir a su lado a cam bio de soldada, no con el fin de que aquél som eta a ninguno de esos enem igos, sino p ara conseguir cada uno en p a rtic u la r cierta abundancia de bienes y ap a rta rse de su propia in d ig en cia20; p ero con­ tra Grecia creo que ningún griego m archaría, pues, luego, ¿a dónde se re tira ría ? ¿ Iría a Frigia p a ra ser esclavo? Pues la g u erra contra el b á rb a ro no tiene o tro objeto m ás que la región, la vida, las costum bres, la libertad y todo lo de este género de cosas. ¿Q uién es, pues, tan desgraciado com o p a ra e sta r dispuesto, p o r la v en taja de u n insignificante provecho, a ab an d o n ar­ se a sí m ism o, a sus antepasados, sus sepulcros y su 19 En el 362 a. C., Orontas, sátrapa de Misia, se había re­ belado contra el Gran Rey. Al mismo tiempo se sublevó Egipto, levantamiento que el Rey, Artajerjes III Oco, aún no había reducido (cf. D iodoro S ículo, XV 90 y sigs.; XVI 40). 20 Sobre la indigencia com o co m p añ e ra co n sta n te d e los griegos, cf. H eródoto, VII 102.

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p atria ? Yo creo que nadie. Ni, adem ás de eso, tam poco le conviene al Rey que m ercenarios im pongan dom inio sobre los griegos; pues, los que a nosotros nos dom i­ nen, tiem po hace que son m ás poderosos que él; lo que él q u iere no es elim inarnos a nosotros p a ra estar luego en m anos de otros, sino, a p o d er ser, m andar sobre los h o m b res todos, y si no, al m enos sobre los que son y a sus esclavos. 33 Ahora bien, si alguien piensa que los tebanos van a e sta r a su lado, es cosa difícil hablaros de ellos a vos­ o tro s; pues, p o r el hecho de que los odiáis, n ad a bueno oiríais con gusto acerca de ellos, ni au n q u e fuese ver­ dadero; sin em bargo, es m enester que quienes consi­ d eran graves cuestiones no dejen de lado p o r ningún p retexto n inguna consideración provechosa. Así pues, yo creo q u e los tebanos están tan lejos de ir a alinearse 34 ju n to al Rey p a ra a ta c a r a los griegos, que pagarían grandes sum as de dinero, si pudiesen ap o rta rlas para co m p ra r el que les sobreviniese u n a ocasión a través de la cual cancelaran sus an terio res fa lta s 21 com etidas co n tra los griegos. P ero si alguien p iensa que absoluta­ m ente son así de desventurados p o r n atu raleza los tebanos, lo que voy a decir, al m enos, todos lo sabéis sin duda: que si los tebanos están de p a rte del Rey, necesariam en te los enem igos de ellos e sta ría n de p arte 33

de los g rie g o s22. . E stim o yo, p o r tan to , que esta posición de ju sticia y los que estén de su p a rte han de prevalecer sobre n Los tebanos, en las Guerras Médicas, se habían puesto al lado de Jerjes. En este pasaje, Demóstenes acierta plenamente al sugerir que la política tebana ya no puede ser filopersa. En efecto, poco tiempo después lo pondrán de manifiesto apoyando al sátrapa rebelde Artábazo en contra del Gran Rey (cf. DioD0 R0 SfcUT.0, XVI 34). , .. . , 22 Alusión a la «Guerra Sagrada», que ha estallado en el 355 a. C„ o sea, un año antes de que se pronunciase este discurso.

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los traid o res y el b árb aro a todos los respectos. De modo que sugiero que no hay que ten er m iedo p o r en­ cima de lo razonable ni dejarse llevar a provocar la guerra los prim ero s. E n efecto, ni e n tre los dem ás grie­ gos veo a nadie que con razó n p u d iera tem er esta guerra. ¿Pues quién de ellos no sabe que m ien tras es- 36 taban de acuerdo los unos con los o tro s en la conside­ ración de que el Rey era su com ún enem igo, era n due­ ños de m uchas ventajas, m ien tras que cuando p en saro n que era su am igo y se d istanciaron p o r sus recíprocas divergencias, h an su frido tan g ra n can tid ad de m ales cuantos n adie h a b ría excogitado c o n tra ellos ni siquie­ ra al lanzarles una m aldición? Y luego, a quien la fo r­ tuna y la divinidad revelan, com o am igo, infructuoso, pero, com o enem igo, conveniente, ¿a ése vam os a te­ m er? De ningún m odo. Pero tam poco vayam os a agra­ viarle no so tro s p o r m o r de n o so tro s m ism os y de la inquietud y desconñanza que rein an en tre los dem ás griegos; p u esto que si fu e ra posible atac arle a él 37 solo, contando no so tros con el respaldo de todos y procediendo de consuno, ni siq u iera co n sid eraría yo como agravio el hecho de agraviarle. Pero, toda vez que las cosas no están así, sostengo que debem os g u ar­ darnos de p ro p o rcio n ar al Rey u n pretexto p a ra tra ta r de hacer ju stic ia en defensa de los dem ás griegos; pues, m ien tras vosotros os m antengáis en paz, u n a iniciativa de ese tipo le h a ría re su lta r sospechoso, m ientras que si vosotros habéis ro to las hostilidades los p rim ero s, con razón p arecería que debido a ene­ m istad hacia vosotros quiere se r am igo de los dem ás. Así pues, no pongáis de m anifiesto lo m al que m ar- 38 chan los asu n to s de los griegos, convocándolos cuando no os h arán caso y afro n tan d o u n a g u erra cuando no vais a p o d er com batir; p o r el co n trario , m anteneos en calma confiados y aten to s a vuestros p reparativos; y sea vuestro deseo que acerca de vosotros se refiera al

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Rey, no, p o r Zeus, que todos los griegos y lós atem e*. ¡e s e stán perplejos, a te rra d o s y tu rb ad o s, m mucho 39 m enos, sino que, si no fu e ran igualm ente vergonzosos p a ra los griegos el engaño y el p e rju rio com o para ^ son herm o sos, hace tiem po que vosotros hubiera* m arch ad o c o n tra él; que ta l com o e stán las co«u¡, p o r lo q u e a vosotros m ism os respecta, no estáis dispuestos^a hacerlo, pero rogáis a todos los dioses que h Rey co n traig a la m ism a locura que co n tra jero n sus an cestros. Y si se le o cu rre reflexionar sobre eso, se d a rá cu e n ta de que vosotros no tom áis decisiones a 40 la ligera Sabe, al m enos, que, a p a r tir de las guerras co n tra su s antepasados, la ciudad se ha hecho pró» p era y p o d ero sa, m ien tras que con la política de paz que tut tañ o m an ten ía no h a conseBuid o descollar sobre n inguna de las dem ás ciudades griegas tan to come sobresale ah ora. Y, adem ás, ve que los griegos necesita n de u n reconciliador, voluntario o involuntario,^ y le co n sta q ue ese tal sería él m ism o a los ojos d e los griegos, si m oviera la g u e r ra 23. De m odo que le será 5adS escuchar, de quienes le refieran los acontece m ientas, cosas conocidas y fiables. . 41 Y con el fin de no im p o rtu n aro s, varones atenien­ ses con u n a excesivam ente larga p arrafa d a, u n a vez os h aya aclarado m is sugerencias en resum en, m e r * U raré R ecom iendo que os p rep aréis c o n tra vuestros actuales enem igos, pero a la vez afirm o que con esas 23

En”efecto si el rey p e rsa ataca G recia, se convertiría, de t »n reconciliador involuntario de los griegos todos,

"e“ =l5m. « « d a n • « ■ * * * “W Í“ " eJ“ Has y íorim r una em0i Dentó,teñe, haya «con Es posible que, en estem o m e ¿ de Tucídides, dad° “ S S 1 en afirma que estos

S m o s s Í n ’ Necesariamente mejores reconciliadores que lapropias palabras que el pronuncie.

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mismas fuerzas debéis defenderos del Rey y de cual­ quier otro, si intentan agrediros; si bien no debéis dar vosotros el primer paso ni en palabra ni en obra in­ justa, y sí tener en cuenta, por el contrario, que nues­ tras obras, y no los discursos que se pronuncian desde esta tribuna, sean dignas de nuestros antepasados. Y si hacéis así, obraréis no sólo en vuestro propio pro­ vecho, sino también en el de quienes tratan de persua­ diros en sentido contrario; pues no os habréis de irri­ tar con ellos luego por errores que hayáis cometido ahora.

XV POR LA LIBERTAD DE LOS RODIOS

INTRODUCCIÓN Dionisio de Halicarnaso fecha este discurso hacia el 350 a. C., poco después, por tanto, del C on tra Filipo, I y del titulado E n defensa de los m eg a lopolitas. Unos siete años antes (357 a. C.), Rodas había roto su alianza con Atenas, y en unión con Cos, Quíos y Bizancio se había enfrentado a su antigua aliada en una guerra denominada «Guerra Social». Esta guerra desencadenó una violenta reacción oli­ gárquica en el seno de las ciudades aliadas que se habían levantado contra Atenas, de la que sólo se li­ bró Bizancio. En Rodas el sátrapa de Caria, Mausolo, que había prestado ayuda a las democracias insurrectas, estable­ ció después de la paz del 355 a. C., una oligarquía apo­ yada por una guarnición caria. Pero, algún tiempo después de la muerte de Mausolo, en 353 a. C., los de­ mócratas rodios exiliados piden ayuda a Atenas. Ahora bien, los atenienses no han olvidado todavía viejas heridas, y, llenos de resentimiento hacia sus desleales aliados de antaño, son partidarios de no prestar aten­ ción a ninguna súplica o petición de auxilio que pro35.-21

d iscu rso s po lítico s

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~ c «.¡m«t í«'< con ceda de quienes anos “ n su su rebeldía,^ se ^hubnm la política ate-

esforzado en am engua éSa r

e n ^ e l vengativo gozo que les

rúense. Para m j

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R(jdas> acudían diplomatica-

p ro d u cia el m a

Atenas no podía intervenir tra ta d o con ei que se habla en R odas si Social» y en el que se reconocía puesto im a la a G u u .a S o u a J a n te , aliala independencia de las ciuüau ^ ^ ^ a das. No se p o día in c u rrir en J g df m oles_ señor ta r a Ar em i

H alicanraso m uerte de su m arido, M ausolo,

,

queden éT fondo contaba con la p rotección del Gran ^ P e r o en realidad, la negativa de Atenas a m terve• b asa b a en la conducta previa de R odas, que le b a b J su p u esto u n sinnñm ero de calam idades y de su^ ^ o n t S ' e s t a línea de actuación política, se alza geC ontra esta stenes> solicitando ayuda p a ra "oT rodio" y exhortando a sus conciudadanos a olvidar v°=jls in ju riu s en nom bre del glorioso pasado de Ateñas y del in terés del presente.

a rg u m en to de l ib a n io

do inc aliados» la emprendieron contra La llamada «guerra rodios v ios bizantinos, que antes los atenienses los ^ mom ento habían concertado habían sido sus subditos \ . y como ios rodios

— - .“ eran vecinos de Cana,

relaciones am istosas con t ,r c

I que estaban » de ese país, Mausolo; pero P

no „ ° J T pueblo P eliminó

organ¡zó un plan de

d e m o r a d . de R o d - >

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323

esclavizó la ciudad som etiéndola al a rb itrio de u nos pocos, los m ás poderosos. Así pues, aco n seja D em óstenes no d esen ten d erse de esos acontecim ientos, sino p re s ta r ayuda al p ueblo de los rodios, arg u m en tan d o que es del in terés de A tenas el hecho de que las ciudades tengan co n stitu ció n dem ocrática. Si a n o so tro s —afirm a— los rodios nos han tra ta d o in ju sta m e n te , pese a ello es decoroso p a ra n o so tro s y h a b itu a l el hecho de lib e rta r in ­ cluso a quienes de e n tre los gr.egos nos h a n d ep arad o pesares asi com o no g u ard ar rencor a los que com eten y erro s c o n tra

la ciudad.

Opino, varones atenienses, que es m enester que i vosotros, al deliberar sobre tan serios asuntos, deis libertad de palabra a todos y cada uno de vuestros consejeros *. Yo, por mi parte, nunca consideré difícil informaros de cual era la m ejor política (pues, por decirlo con sencillez, me parece que todos estáis per­ fectamente enterados de eso), sino el induciros a que la llevéis a la práctica; pues una vez que se resuelve y se decreta una medida, en ese momento dista tanto de ser ejecutada como antes de ser aprobada. Sin duda 2 es uno de los favores por los que estim o yo que vos­ otros debéis gratitud a los dioses el hecho de que los que por su propia insolencia no hace mucho os ata­ caron, pongan hoy en vosotros solos sus esperanzas de salvación. Y es justo que os gocéis en la ocasión que se presenta; pues vais a tener la oportunidad, si deli­ beráis sobre ella como es debido, de liberaros por vía de los hechos y con hermoso honor de las calumnias de quienes desacreditan a vuestra ciudad. En efecto, 3 los quiotas, bizantinos y rodios nos acusaron de ten1 Con estas p alab ras, anuncia c laram en te D em óstenes su propósito de m an ife sta r u n a opinión c o n tra ria a la de los o ra ­ dores que le h ab ían precedido en el uso de la p a la b ra y a la del pueblo ateniense en general.

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derles asechanzas, y por tal motivo concitaron contra nosotros esta últim a guerra; ahora bien, aparecerá cto o oue M ausolo fue el promotor e instigador de esas que iviaus darse el título de amigo de hostilidades, y q ^ . privado de su libertad; y que los quiotas y'bizantin os, que se declararon sus aliados, , h L avudado en sus desventuras; y vosotros, 4 l l A rabio a qufemis ellos temian, sois, de entre todos, £ £ £ . los que deben ellos su salvación. Y como los únicos u vislo por todos, conseguiC r° nsS“ n atodasq ias ciudades el partido popular haga de la a m S a d con vosotros la garantía de su salvación; n L ¿ n “ eneficio mayor que éste podría resultaros, obtener de parte de todos, bien dispuestos para con vosotros un benévolo afecto exento de desconfianza. a Me extraña ver que los m ismos que aconsejaban a la ciudad apoyar los intereses de Iqs egipcios en oposictón al rey de Persia, en defensa de los del pueblo de Rodas üenen miedo al hombre ese. No obstante, mdos saben que los unos son griegos, mientras que 6 los otros son una división del imperio de aquel. Y creo que algunos de vosotros recordáis ^ e cuando deliberabais sobre asuntos concernientes al Gran Rey o fui el primero que me adelanté a aconsejaros, y creo que fui el único (o tal vez defensor de la I m ­ puesta de otro), que os dijo que m e Parece™ J a tra conducta prudente si en vez de hacer de vuestra hosüÍidad h a d a el Rey el pretexto de vuestro aimamento os preparaseis contra vuestros auténticos ene­ m igos’ y os defendierais también de el si mtentaba haceros daño contra derecho Y no es que yo dijera eso y a vosotros no os pareciese consejo recto smo 7 que tam bién a vosotros os agradó esa propuesta. As pues, m i discurso de este momento es continuador del2 2

A lusión al discu rso S o b re las sin m o ría s, cf. 11, 41.

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de entonces. Porque yo, si el Rey me hiciera su conse­ jero y me convocase a su presencia, le brindaría los mismos consejos que os estoy brindando: luchar en defensa de lo suyo si algún griego le hiciera frente, y de lo que en nada le toca, ni siquiera intentar reivin­ dicaciones. De modo que, por un lado, si habéis deci­ dido plenamente, varones atenienses, ceder al Rey todas aquellas ciudades de las que se haya adueñado a base de adelantarse y engañar a algunos de sus habitantes, no habéis decidido acertadamente, según yo estimo. Por otro lado, empero, si opináis que en defensa del derecho es m enester hasta emprender una guerra, si fuera necesario, y sufrir lo que sea, en primer lugar, cuanto más firmemente hayáis decidido esos extremos, menos necesidad tendréis de ellos, y, en segundo lugar, haréis gala del espíritu que os conviene. En cuanto a que nada nuevo es ni lo que yo pro­ pongo ahora aconsejándoos liberar a los rodios, ni lo que vosotros haréis si me hacéis caso, os recordaré alguno de los hechos ya acontecidos y de provechoso resultado. Vosotros, varones atenienses, enviasteis al cargo de una expedición a Timoteo en cierta ocasión, para que prestase ayuda a Ariobárzanes, haciendo cons­ tar en el decreto esta cláusula suplementaria: «a con­ dición de que no viole el tratado concertado con el Rey»3. Y viendo él que Ariobárzanes estaba a todas luces en situación de rebeldía respecto del Rey, que Samos estaba bajo la vigilancia de una guarnición co­ mandada por Ciprótemis, a quien había establecido allí Tígranes, gobernador a las órdenes del Rey, desis­ tió de prestar ayuda a Ariobárzanes, y socorrió, en cambio, a la isla y, sometiéndola a ased io4, la liberó. 3 Es decir: sin violar la paz de Antálcidas. 4 Sobre este asedio, que duró diez meses, cf. ISócrates, Anti­ dosis 111.

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_ Y h a s ta e l d ía d e h o y n o o s h a b é is v is t o e n v u e lto s en Y h a s ta e i o ía P u e s n a d ie se a r r ie s g a r ía a u n a g u erra p o r a • in c r e m e n to d e ig u a l ma-

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„ „ a gu erra po r ñ e r a q u e si se tr a t a

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que la admitiera en las relacione ridad; pero, dado que los asuntos le ván tal e , 12 refiere v que h a fracasado en cuanto ^ n t o ^ e ü a c o n s id e r a q u e e s a is ia pi n r e s e n te — lo q u e n o d e ja de s e r c i e n o — ,

m ie n to in c o n tr o la d o . De m o d o q u e

p o d erj

fe r ir ía q u e v o s o tr o s tu v ie s e is la i S n h a b e r la c e d id o e lla a b ie r ta m e n te , a q u e el R e y la -----------------■ • M aU “

rs. lfl esposa V h e rm a n a del d in a sta de m muerto c n ¿ ® a. C.. hahia sucedido.

:

estruendoso fracaso. Cf.

Caria,

ecos con U , Egipto acahd en I só c r a te s , F ü t p o

101.

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tomara. Así pues, pienso que ni siquiera enviará so­ corro a la isla, y, si lo hace, lo hará sin interés y de mala gana. Ya que, por lo que se refiere al Rey, yo al 13 menos no podría decir que sé lo que va a hacer; sin embargo, que a la ciudad le conviene que el Rey ponga en claro ya si va a reivindicar la ciudad de Rodas o no, eso es algo que podría afirmar con certeza; pues no habrá que deliberar únicamente en interés de los ro­ dios, cuando la reivindique, sino en defensa de nos­ otros m ismos y de todos los griegos. Es más, aunque los rodios que están actualmente 14 en el país fueran por sí m ism os los dueños de la ciu­ dad, ni aun así os hubiera aconsejado preferir la alianza de ellos, ni siquiera en el caso de que os hi­ cieran todo tipo de promesas 8. Pues veo que ellos, en primer lugar, para derribar la democracia, captaron para su partido a algunos ciudadanos, y una vez que llevaron a cabo su propósito, de nuevo los enviaron al destierro; así pues, los que no se han comportado lealmente con ninguno de los dos partidos, tampoco considero que pueden llegar a ser firmes aliados para vosotros. Y eso nunca lo hubiera yo sugerido, si sólo 15 lo considerase beneficioso para la democracia del pue­ blo rodio; pues ni soy próxen o9 de esos hombres, ni ninguno de ellos privadamente está unido a mí por re­ laciones de hospitalidad. Y ni aun en el caso de que estas dos circunstancias se hubieran dado, os lo hu­ biera propuesto, de no haber considerado que os era útil; toda vez que, por lo que a los rodios afecta —si cabe decir esto al que actúa como defensor de ellos 8 Demóstenes se declara partidario no de prestar ayuda a los rodios oligarcas, sino a los demócratas exiliados de la isla. 9 El «próxeno» (gr. próxenos) era un ciudadano que, en la pólis a la que pertenecía, representaba a otra ciudad como una especie de cónsul y defendía los intereses de los miembros de la comunidad cuya representación diplomática asumía.

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p a ra salvarles—, com parto v u estra alegría p o r lo que fes h a s u c e d id o 10. Pues m iran d o con m alos ojos la fo rm a en q ue vosotros recuperasteis lo v u e s tro 11, han p erdido su p ro p ia lib ertad , y aunque les e ra posible f e r en pie de igualdad aliados vuestros, que sois grie­ gos y su p erio res a ellos, son esclavos de b a rb a ro s y ffervos, a los cuales h an dado vía lib re p a ra p en e trar 16 en sus ciudadelas. Y casi estoy a p u n to de decir, si vosotros vais a e sta r dispuestos a p re sta rle s ayuda, Z e eso les h a venido bien; pues si gozaran de prosperid ad no sé si algún día se h ab ría n decidido a mostra rs e razonables, siendo, com o son, rodios, en cam ­ bio al h a b e r experim entado de hecho y ap ren i o que la insensatez se convierte p a ra la m ayoría en causa de m uchos m ales, tal vez, con u n poco de suerte, p o ^ a n hacerse m ás p ru d e n te s p a ra el fu tu ro ; y eso es g J u e considero no insignificante provecho p a ra e llo . Sostengo, pues, que es necesario in te n ta r salvar a esos h o m b res no g u ard ar rencor, teniendo p re sen te en el ánim o q u e m uchas veces tam bién vosotros habéis sido engañados p o r quienes os tendieron asechanzas, p o r ninguna de las cuales adm itiríais que seria ju sto que vosotros m ism os pagarais la pena. O bservad tam bién, varones atenienses, que vosotros 17 habéis co m b atido en m uchas guerras, unas' ^ tra dem ocracias y o tras co n tra oligarquías. Y eso sabéis tam b ién vosotros m ism os; p ero los m otivos p „ Í q u e en trá is «n g u erra bien con las unas, b ,e n con as o tra s, ta l v er ninguno de vosotros los « e n e en cuenta. ¿Cuáles, pues, son esos m otivos? Con las de m ocracias, o b ien reclam aciones privadas, cuando

to S e ñ a la el e sc o lia s ta q u e e s ta d e c la ra c ió n la h a c e

J „S»

p i n o d e re c h o . e n c a b e z a , 1 . c o n f e d .r a c .6 n m a n t u n a .

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han sido capaces los p articu lares de za n ja r sus dife­ rencias p o r el p rocedim iento público, o p o r u n a p o r­ ción de territo rio , o p o r cuestión de lím ites, de riva­ lidad o suprem acía; con las oligarquías, p o r ninguno de estos m otivos, sino en defensa de la constitución y la libertad; de m odo que, yo, al m enos, no vacilaría is en decir que, a m i juicio, os conviene m ás e sta r en guerra con todos los griegos, organizados éstos en regí­ menes dem ocráticos, que ser sus am igos, som etidos ellos a form as de gobierno oligárquicas. Pues con hom ­ bres libres estim o que no os re su lta ría difícil a vos­ otros co n certar la paz cuando quisierais; en cam bio, con hom bres sujeto s al regim en oligárquico, ni siquie­ ra las relaciones de am istad las considero estables; pues no es posible que los oligarcas sean benévolos para con el pueblo, ni que los que buscan el m ando estén bien dispuestos hacia los que h an elegido vivir sobre la base de la igualdad de derechos. Me ad m iro de que, cuando los qu io tas están siendo 19 gobernados p o r u n a oligarquía, lo m ism o que los mitileneos, y ah o ra los rodios, y, casi po d ría decir, todas las gentes, están siendo inducidos a ese tipo de escla­ vitud, nadie de en tre vosotros considere que n u e stra constitución peligra igualm ente, ni estim e que, si todas las ciudades llegan a organizarse en u n a coalición oli­ gárquica, no h an de p e rm itir v u estra dem ocracia. En efecto, saben que ningún otro, salvo vosotros, re sta b le­ cerá u n a vez m ás a los gobiernos en su situación de libertad; así que la fuente de donde esperan que les venga algún m al, es la que van a q u e re r elim inar. De 20 m odo q ue a todos los dem ás dañadores hay que consi­ derarles enem igos de los que h an sufrido el daño; en cambio, a los que disuelven las constituciones libres y las tran sfo rm an en oligarquías, os exhorto a que los tengáis p o r enem igos com unes de todos los que aspi­ ran a la lib ertad . Luego, tam bién es ju sto , varones 2 1

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discursos políticos

atenienses, que vosotros m ism os, que os regís p o r la dem ocracia, dejéis ver que con relación a los pueblos oue su fren d esventuras tenéis los m ism os sentim ien­ tos que esp eraríais que los dem ás tuviesen p a ra con vosotros si alguna vez, lo que ojalá no o cu rra, os su­ cediera algo sim ilar. Pues efectivam ente, si alguien está dispuesto a decir que los rodios padecen su ju sto cas­ tigo, no es ésta la ocasión propicia p a ra regocijarse en ello;’ p o rq u e es m enester que los afo rtu n ad o s se m ues­ tre n siem p re dispuestos a ten er en cu en ta en sus deli­ beraciones lo m ás beneficioso p a ra los d esafo rtu n a os, dado q ue el fu tu ro es incierto p ara todos los hom bres. 22 Oigo yo decir aquí en tre vosotros m uchas veces, a algunos, que cuando v u estra dem ocracia se m alo­ gró 12 h u b o quienes se pusieron de acuerdo p a ra salv aria’; de en tre ellos yo sólo voy a h ac er aquí breve m ención de los argivos. Pues no q u isiera que vosotros, que ten éis la fam a de salvar siem pre a los desventu­ rados « os revelarais en este caso inferiores a los ar­ givos, quienes, aunque hab itab an u n a región vecina a la de los lacedem onios y veían que aquellos m an d p o r tie rra y m ar, no dudaron ni tem ieron m o stra r su b u en a v o lu n tad hacia vosotros, sino que incluso, según cuentan, a unos m ensajeros que allí llegaron proce­ dentes de L acedem onia, encargados de reclam arles al­ gunos de vuestros refugiados'*, resp o n d iero n m edian­ te d ecreto que, si no abandonaban el te rrito rio antes de la p u e sta del sol, los co n sid erarían com o enemigos. 23 ¿Y luego no va a ser vergonzoso, varones at eniens®*> que el pu eblo de Argos no haya tenido m iedo al im­ perio de los lacedem onios en aquellas circunstanci ,2 Se refiere al fin de la g u erra del Peloponeso, cuan d o Ateñas fue c a p tu ra d a p o r L isandro. n Cf. I sócrates, Panegírico 52. 14 Cf. D iodoro S ículo, XIV 6.

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ni a su poder, y vosotros, en cam bio, que sois atenien­ ses, fuerais a te m e r a u n b árb aro , que adem ás es una m ujer? Y, p o r cierto, aquéllos podrían alegar que en num erosas ocasiones habían sido d erro tad o s p o r los lacedem onios, m ien tras que vosotros habéis vencido m uchas veces al Rey y no habéis sido ni una sola vez derrotados ni p o r los esclavos del R e y 15 ni p o r él mismo; pues si de alguna m an era el Rey se ha im­ puesto parcialm en te a n u e stra ciudad, o bien lo ha hecho sobornando con dinero a los m ás m alvados de los griegos y traid o re s a ellos, o de ninguna o tra m a­ nera ha im puesto su poder. Y ni siquiera esa fo rm a de 24 actu ar le ha aprovechado, sino que podréis ver que al m ism o tiem po que debilitó n u e stra ciudad p o r m e­ dio de los lacedem onios, se vio en peligro respecto a su propio reino a causa de Clearco y Ciro 16. Así que ni ha dom inado en guerra a b ie rta ni le h an aprove­ chado sus m aquinaciones. Sin em bargo, veo que algu­ nos de en tre vosotros se despreocupan con frecuencia de Filipo com o indigno de consideración, v, en cam bio, tem en al Rey com o form idable enem igo p a ra aquellos a quienes declare su hostilidad. Y si al uno p o r insig­ nificante no le vam os a h a c e r fren te y al o tro p o r ser tem ible le vam os a ceder en todo, ¿contra quiénes nos dispondrem os en línea de com bate? Hay algunos e n tre vosotros, varones atenienses, ha- 25 bilísim os a la h o ra de abogar an te vosotros p o r los derechos de los dem ás l7, a los cuales yo ta n sólo les 15 Los griegos consideraban esclavos a todos los súbditos del rey de Persia; cf. J enofonte, Helénicas IV 1, 35. 16 Después de la guerra del Peloponeso, el rey persa Darío II

apoyó con ayuda económica a los lacedemonios. Pero éstos, a su vez, a la muerte de Darío, prestaron su apoyo al joven Ciro, que, ayudado por Clearco, trató de destronar al legítimo su­ cesor de Darío, Artajerjes II, lo que supuso una situación crítica para el imperio persa. 17 Estos oradores políticos eran, sin duda, partidarios de

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discursos políticos

h a ría esta recom endación: que tra te n de abogar p o r vuestros d erechos an te los dem ás, p a ra que ellos m is­ m os sean visiblem ente los prim eros en cum plir con su deber; q u e es extraño daros lecciones de justicia cuando u n o m ism o no la p ractica; pues no es ju sto que, siendo uno ciudadano, tenga b ien considerados los arg u m en to s que ap u n tan co n tra vosotros y no los 26 que están a v uestro favor. Ea, pues, p o r los dioses, co n sid erad este punto: ¿por qué razón en Bizancio no hay nadie q ue enseñe a los bizantinos a no apropiarse de C alced ó n 18, que pertenece al Rey y tuvisteis vos­ o tro s en v u estro p o d er y que a ellos p o r ningún m otivo les perten ecía, y a no h acer de S elim bna, ciudad que o tro ra e ra v u estra aliada, u n a p a rte de su pro p ia ciu­ dad, incluyéndola en el te rrito rio de Bizancio, en con­ tr a de los ju ram e n to s y trata d o s 19 en los que p o r es­ crito se establece que sean independientes las ciudades? 2 7 Ni nadie indicó a M ausolo m ien tras vivía, o, m uerto aquél n ad ie está dispuesto a indicar a A rtem isia que no se ap o d ere de Cos, R odas ni de o tra s varias ciuda­ des griegas que el Rey, señor de ellas, cedió, en v irtu d de un tra ta d o , a los griegos, y p o r las cuales los griegos de aquel entonces afro n taro n m uchos peligros y reali­ zaron gloriosas confrontaciones. Y si acaso alguien lo expone a los unos y a los otros, no hay, sin em bargo, al parecer, quienes estén dispuestos a h acerles caso. 28 P o r m i p a rte , yo considero que es ju sto re sta b le cer la no intervenir en Rodas, alegando que la intervención supon­ dría violar el tratado concluido tras la «Guerra Social», por el cual Atenas se comprometía a respetar la independencia de Rodas y las demás ciudades separadas de la alianza. « Calcedón estaba situada frente a Bizancio, en la ribera asiática del Bósforo. Calcedón y Selimbria habían pertenecido w Entre otros, el tratado de Antálcidas garantizaba la independencia de todas las ciudades griegas.

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dem ocracia en R odas; es m ás, au n q u e no fu e ra ju sto , cuando observo lo que ésos hacen, pienso que conviene exhortaros a re sta u rarla . ¿P or qué? P orque, cuando todos están dispuestos, varones atenienses, a o b ra r justam ente, es u n a vergüenza que ta n sólo nosotros rehusem os a ello; p ero si todos los dem ás se están p reparando p a ra se r capaces d e com eter desafueros, el que únicam ente nosotros hagam os profesión de o b rar según ju stic ia sin in te n ta r ninguna em presa, no lo considero honradez, sino fa lta de hom bría; p u es veo que todos reclam an sus derechos en relación con la fuerza de que disponen. Y puedo exponer u n ejem plo 29 de ello conocido de todos vosotros. Tienen los griegos concertados dos trata d o s con el Rey, el que concluyó n u estra ciudad y que todos elogian, y el que m ás ta rd e después de eso co n certaron los lacedem onios y es ob­ jeto de reprobación; y en esos dos tra ta d o s no se de­ finen igualm ente los derechos. Pues de los derechos privados de las ciudades, las leyes garantizan com ún y ecuánim e p articip ación tan to a los débiles com o a los fuertes, m ien tras que de los derechos e n tre com uni­ dades griegas, los poderosos vienen a se r á rb itro s de los que les son in fe rio re s 20. Así pues, to d a vez que os en co n tráis en situación 30 de decidiros a o b ra r con justicia, hay que co n sid erar la m anera en que esté en vuestro p o d er llevar a cabo ese propósito. Y lo h aréis si se os concibe com o defenso­ res generales de la lib ertad de todos los griegos. Pero, razonablem ente, considero que lo m ás difícil p a ra vos­ otros es o b ra r com o es debido. Pues todos los dem ás hom bres se ven im plicados en u n solo tipo de com ­ bate: el que les en fren ta a sus declarados enem igos, y 20 Es decir: mientras que el derecho civil se basa en la justicia, el derecho de gentes se fundamenta en el poder del más fuerte.

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Si los dom inan, n ad a les Im pide en señ o rearse d e sus 3l veníalas; vosotros, en cam bio, varones atenienses, te^ i s ¿ .te vosotros dos tipos de confrontación: esa que i m b i é n tien en los dem ás, y a ésa se anade o tra, a n te rio r y m ás im p o rtan te; pues es necesario que vosotros en v u estro s d eb ates dom inéis a la taccion que entre vosotros h a elegido la política de a c tu a r en c o n tra de los in tereses de la ciudad. Así pues, to d a vez q u e a causa de ésos es im posible que n ad a de lo que es me­ n ester acontezca sin lev an tar u n a polvareda, sucede T e com o es n atu ra l, falláis vosotros m uchos objeüvos Pese a todo, de que m uchos esco jan sin m iedo esa Itaea de política, ta l vez son sobre todo culpables los beneficios que reciben de p a rte de quienes pagan sus servicios; no o b stan te, tam b ién a vosotros se os podría acu sar en ju sticia. Pues sería necesario que vosotros, " P i e n s e s , tuvieseis acerca del puesto que se ocupa e n política la m ism a consideración quei te n é ^ acerca del q ue se m antiene en las cam panas. Y c es esta consideración? V osotros, al que ab an d o n a el pu esto que le h a sido ordenado p o r el estratego, opináis que conviene que se le prive de los derechos de ciu­ d ad an ía y no tenga participación en ninguno de los 33 derechos y actos com unes. P or consiguiente, s e n a me­ n ester q ue tam b ién a los que abandonan el pu esto que en p o lítica nos h a sido tran sm itid o p o r n u estro s a . pasados y ad o p tan principios oligárquicos, se les p ri vase del ^derecho de aconsejaros a vosotros m ism os, ah o ra e n cam bio, m ien tras que de vuestros aliados consideráis que los que h an ju ra d o te n e r el m ism o enem igo y el m ism o am igo que vosotros son los que m ás afecto os m u estran , de en tre los políticos a aque­ t a de quienes sabéis con certeza que h a n tom ado p a rtid o p o r los enem igos de la ciudad, a esos los sideráis los m ás dignos de confianza.

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Pero lo difícil no es e n c o n tra r algún cargo de que acusar a estos políticos o algún reproche que haceros al resto de vosotros, sino d esc u b rir con qué argum en­ tos y con qué tipo de actuación será posible enderezar lo que ah o ra no está derecho; ésa es la tarea. Tal vez, sin em bargo, ni siq uiera co rresponde a la p resen te ocasión tr a ta r de todo ello; p ero si pudierais sancio­ n ar con una acción conveniente vuestras resoluciones, quizás tam bién lo dem ás, paso a paso, p o d ría m ejorar. Yo personalm ente, en sum a, opino que es necesario que vosotros tom éis en tre m anos vigorosam ente estos asuntos y que obréis en consonancia con la dignidad de la ciudad, teniendo p resen te en vuestro ánim o la alegría que experim entáis cuando se hacen elogios de vuestros antepasados, se describen sus em presas y se enum eran sus trofeos. C onsiderad, pues, que éstos los erigieron v uestros an tepasados no p a ra que os colm a­ seis de adm iración al contem plarlos, sino p a ra que adem ás im itaseis las virtudes de quienes los erigieron.

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XVI

EN DEFENSA DE LOS MEGALOPOLITAS

Después de la b atalla de L eu ctra (371 a. C.), p o r consejo de E pam inondas, varias com unidades ru rales arcadlas se co n cen traro n (sinecism o), dando lug a r h a sta

p rocedentes en que decidíais que vosotros n botar]as in m ediatam ente entoneq u ip ar cien trirre m y d la s en caiidad de geces, y establecisteis a no va a ser extraño 21 neral a M enesteo. violaciones com etidas que ta n ta s y tan serias ~ gin embargo, no p o r otros, y que sus; amigc’ ’sino que os aconin ten ten a p a rta r a los ^ térm inos de los que ta n sejen m an ten ero Como si hubiese en el trapoco caso se esta ac’ . e p erm itiese a alguta d o u n a c lá u su la s u p le m e n ta ria q u p

^

les

nos h acer caso ° ™ so de ' “ Pero, ¿cómo negar 22 negase la posibilidad ^ ^ e ran esque aquéllos, al m ism o tie m p o ! ' iolación de los juratúpidos, cuando com etieron despojarles m entos ta n enorm e que a p u n to e s tu v o cte J ? ? Jy ^ con to d o derecho de la hegem onía gl derecho davía en estos m o m en to s.n o ^ cuando queram os de o b ra r así sin in c u rrir P ’ delitos, h an

actuar; pues no por 23 dejado un tanto de m rm£ abusar de vuestra indotienen suerte, porque p u e e n nl de los lencia, que se obstina en ^ ^ ^ resulta ser la cosa É

s < S : que mientras

5

r / r o V

^ T s r r d ^ T q u f Í ^ a n a d e ,9

9 E sto s b arc o s m e rc a n te s .J ^ e T ^ r i e g a s

La^ruta*1m a rítim a

com prendida^ e n tre L ° í £ £ del Ponto y G recia era im portantísim a com ercialm ente.

SOBRE EL TRATADO CON ALEJANDRO

363

preciaros a vosotros m ism os, unas veces m ediante la persuasión, o tras p o r la coacción, com o si realizasen funciones públicas en tre gentes de A bdera o M aronea 10 y no atenienses. Y al m ism o tiem po que debilitan vues- 24 tras fuerzas y robustecen las de vuestros enem igos, ad ­ miten, sin darse cuenta de ello, que n u estra ciudad es irresistible, al ex h o rtarla a o bservar la legalidad a des­ pecho de la legalidad, com o si p u d iera vencer fácil­ m ente a sus enem igos si se decidiera a o b ra r según sus intereses. Y es n a tu ra l que ésta sea su actitu d ; pues 25 m ientras sea posible ser señores indiscutibles del m ar, incluso solos, será posible e n c o n tra r o tras defensas m ás solidas en tie rra adem as de las fuerzas ya existentes, especialm ente cuando, p o r un lance favorable de la for­ tuna, han sido suprim idos los que recibían protección personal p o r p a rte de los ejércitos del tiran o y algunos de ellos h an perecido y otros se h an m anifestado como gente de ningún precio. Tal fue, pues, p o r lo que se refiere a los navios, 26 además de los o tro s delitos antes enum erados, la viola­ ción del tra ta d o com etida p o r el M acedonio. Pero el acto mas u ltra ja n te y despreciativo de los m acedonios es el que ha tenido lugar poco ha: haberse atrevido a pene­ tra r en el Píreo al m argen de los acuerdos m utuos que concertam os con ellos. Y ello no h a de ser considerado asunto insignificante, varones atenienses, p o r el hecho de que se tra ta b a de una sola trirre m e, sino u n expe­ rim ento p a ra v er si nos desentendíam os del asu n to y en ese caso les fu era posible h a c e r lo m ism o con m ayor núm ero de navios, y una p ru eb a de que no se preocupa­ ron de las resoluciones com unes, com o tam poco de las anteriorm ente m encionadas. Pues, que eso era u n a pau- 27 latina in tru sió n y u n a m aniobra encam inada a acostum 10 ra so s.

C iu d ad e s s itu a d a s e n la c o s ta tra c ia , f r e n te a la is la d e

d is c u r s o s

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p o l ít ic o s

b ra m o s a so p o rtar sem ejantes incursiones es evidente tam bién a p a r tir de las siguientes consideraciones, pues p o r el hecho de que el hom bre que navegaba e n el — que h ab ría debido ser elim inado p o r con trirre m e y todo— os p id iera que se le perm i co n stru ir pequeñas em barcaciones en nuestros. puertos, ■cómo no va a re su lta r totalm ente claro que los m ace donTos tra m a b a n no tan to e n tra r en el puerto, com o e sta r d en tro de él desde el principio? Y si nosotros tolerásem os las pequeñas em barcaciones,poco es^ nués serían tam bién los trirrem es; y si al principio 28 pocos luego serían num erosos. P orque no cabe alegar que en A tenas abundan las m aderas p a ra la co n stru c­ ción de naves, cuando las im portam os con grandes dificultades y de .ajan es bagares, m ien tras que e n ^ cedonia son escasas, región que las Pro cu ™ * ^ 1 precio incluso a todos los que las quieran. Lo que ellos p en sab an era, a la vez, co n stru ir aquí e m b r i o n e s y eq u ip arlas en n u estro pu erto , pese a que en el tra L o co n ju n to está estipulado explícitam ente. que= nada de ese estilo se p erm ita y se im aginaban que reali 29 eso cad a vez iba a e sta r m ás en su p o d e r " . Con tal m enosprecio tra ta n ellos a la ciudad en todos los as, o ins rme desde aquí son sus m aestros,

¡r.sr£ v ?

30

a í , h a n , adv ertid o con la ayuda de esos un m d escrip ti e re ajo V m olicie en n u e stra ciudad y que en ella no hay p re visión n inguna del fu tu ro ni a sid era r en qué fo rm a el tiran o se vale de los acuerdos com unes. A estos acuerdos yo os m antengáis fieles, varones atenienses, en las condicim nes q ue h e expuesto, y podría aseguraros, com o m e consiente la edad que tengo, que ejercerem os nues'

« YaFilipo deseaba adueñarse de

los

astilleros de AtenM.

(Cf. Sobre los asuntos del Quersoneso 45; Contra Füipo,

•)

SOBRE EL TRATADO CON ALEJANDRO

365

tros derechos sin que se nos reproche n ad a y a la vez nos valdrem os, con la m áxim a seguridad, de las cir­ cunstancias p ropicias que nos aprem ian a ir en pos de n uestros intereses. Pues, en efecto, en el tra ta d o hay una cláusula añadida com o apéndice, que reza: «si querem os ten er p a rte en la paz com ún»; ah o ra bien, ese «si querem os» indica tam bién lo co n trario al m ism o tiem po, si acaso nos vemos obligados a d e ja r de ser vergonzosam ente seguidores de otros o a no re co rd a r tan siquiera ninguno de esos títulos de gloria que desde muy antiguo, en m uy gran núm ero, su p erio r al de cualquier o tro pueblo, nos corresponden. Así pues, va­ rones atenienses, si lo m andáis, h aré la p ro p u e sta de em prender la guerra, según p rescrib e el tratad o , con­ tra sus transgresores.

X V IU SOBRE LA CORONA. EN DEFENSA DE CTESIFONTE

INTRODUCCIÓN

E ste discurso de D em óstenes — Sobre la corona. E n defensa de C tesifonte— es u n a m agistral pieza o ra to ­ ria, de perfección no igualada p o r o b ra alguna del m ism o género desde el año en que fue p ronunciada (330 a. C.) h asta n u estro s días. El año 330 a. C. señala, pues, un hito im p o rtan te en la o ra to ria de todos los tiem pos, pues fue en esa fecha cuando un ju ra d o com puesto p o r m ás de qui­ nientos ciudadanos atenienses escuchó de boca del gran orad o r tan so rp ren d en te alocución. Unos seis años antes, C tesifonte había conseguido en el C onsejo que, a p ro p u e sta suya, éste aprobase un decreto provisional (necesitado, p o r tanto, de la ratifi­ cación de la A sam blea) en v irtu d del cual se recono­ cían y p rem iab an debidam ente los servicios públicos de Dem óstenes con la concesión de una corona de oro, recom pensa que no se le otorgaba en esta ocasión p o r vez p rim era. Pero la enem istad de E squines hacia n u estro o ra­ dor no tard ó en d ejarse sentir; antes bien, de inm e­ diato p resen tó co n tra C tesifonte una acusación de ile-

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d is c u r s o s

p o l ít ic o s

galidad. E ra ilegal la p ro p u e sta de gratificar a Demóstenes con u n a corona de oro - a r g ü í a E s q u m e s - p o r tres razones principales: en p rim er lugar, p o rq u e p re­ ten d ía reco m p en sar con u n a corona a u n ciudadano cu e todavía o cupaba u n cargo de responsabilidad pu­ blica y a ú n no había rendido cuentas de su gestión al pueblo. E n segundo térm ino, porque en la pro p u esta se solicitaba que el galardón otorgado se proclam ase en el T eatro d u ra n te las fiestas D iom sias y no en la Asam blea del pueblo, donde, según las leyes, debían p S a m a r s e las coronas decretadas. P or ultim o, porque fos decreto s y docum entos oficiales no debían contener falsedades, y era falso, a juicio del acusador, que nues­ tro o ra d o r hubiese beneficiado de p a la b ra u o b ra a a ciudad de los atenienses. De los dos p rim ero s cargos hizo D em ostenes poco caso en su defensa (§§ 110-121 del Sobre la corona); m uy h áb ilm ente, en cam bio, centró su discurso “ nobleza y el p atrio tism o de su actuación com o hom bre ^ La^ v erd ad es que toda la actividad política de nues­ tro o ra d o r no fue sino un valeroso y h o n rad o esfuerzo p ersonal p o r re cu p erar las glorias p erd id as de la Atenas de an tañ o , que él encontró sum ida en penoso abatir m Í E n °efecto, con la política de A ristofonte y Eubulo Atenas h a b ía llegado a p erd er toda ^ 'e T l a v h a s ta la confianza en si m ism a. Se pensaba, en la ciudad,3 de Atenas, que el enemigo de esa pohs era e rey p e rsa A rtajerjes II I Oco, m ien tras, a expensas de ese e rro r de visión política, Filipo de M acedom a iba in crem en tan do día a día su poder en Grecia. 1 F u" D em ostenes quien con su p alab ra elocuente se encargó de aclarar las ideas al pueblo ateniense^ “ e n t é j e n te , desde la oposición, trazó las ta re a sd tre c trices d e su actuación fu tu ra en el discurso Sobre la.

SOBRE LA CORONA

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sinmorías, del 354 a. C., fecha de su p rim era aparición en la liza política. Más tard e, p re stó grandes servicios a su p atria apoyando a los m egalopolitas, am enazados por E sp arta {En defensa de los megalopolitas)-, a ta ­ cando la p ro p u e sta de A ristócrates en la que éste soli­ citaba conceder protección especial a Caridem o {Contra A ristócrates); afro n tan d o con visión de fu tu ro la cues­ tión m acedónica (Contra Filipo, I) y exhortando a sus conciudadanos a p re s ta r ayuda a los rodios {Por la li­ bertad de los rodios), m ovido p o r el p ropósito de ado p tar u n a política nacional em ula de la vigente en la gloriosa Atenas del pasado. Pero sus buenos consejos chocaron con la ap a tía e indolencia de sus d estinatarios, quienes, con tal actitu d p erm itiero n a Filipo to m ar Olinto en el 348 a. C. y condenaron a Atenas a una serie de irrecu p erab les des­ calabros. Dos años m ás tard e, el 346 a. C., tuvo lugar la «paz de Filócrates». En esta m ism a fecha acuden a Pela —capital del reino m acedónico— Dem óstenes y E squines form ando p arte de u n a em bajada p a ra la paz, y de allí reg resaron el uno m ás hostil al rey que nunca y el o tro convertido en am igo y colaborador del Macedonio. Una vez votada la «paz de Filócrates», se decidió en Atenas que Filipo la ratificase, lo que dio lugar a la segunda em bajada ateniense enviada al m o­ narca de M acedonia; y de nuevo coincidieron en ella nuestro o ra d o r y su irreconciliable enemigo. Pero cuan­ do volvieron los em bajadores, en una sesión de la Asamblea tom ó la p alab ra E squines p a ra com unicar que Filipo había llegado a los Term opilas. No sólo esto era cierto, sino que, adem ás, tal y com o había previsto D em óstenes, no tard ó m ucho el m onarca macedomo en o cu p ar Fócide. En Atenas, al conocerse estas noticias, el pueblo se alarm ó y se conm ovió fu e rte ­ mente. Una vez m ás n u estro o ra d o r hizo gala de sen35.-24

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discursos políticos

• + cmn sincero recom endando a los atesate2 y p a t r ó n » y saivaguardar la paz. nienses m an ten , cavendo poco a poco en M ás .a rd e , » y £ £ j> s ^ descréd ito como la P u e b a n ^ P ^ ^ ^ F il6crates, el asu n to de Délos y traición. B ien es verdad acusado eso que, a propósito de la que lú e ab su eltu P vió D em ostenes, segunda embajada a F ü tp o ^ ^ ^ ^ p ero salió de el i m erced al infatigable E l m ism o M acedom o encuentra, m erced a ^ j

esfuerzo de DeiTiosicnc^ s c ic o r e f^ T r c e d e ^ m p o

lcl6n en Atenas.

a ^ d e

Lnsoely32 .á dispuesto a someterse i

regalo. el Halo-

-



^

n“ d d e r t r a c ll T r o i rOa“ “ nes0- Como es conocido, ciudades trac ias y Hegesipo _y

toí.Qrnn con éxito esos mten-

™ e“ ro orador deíiende a Dio-

t0 tesU q u ^ d S e m p e ñ a n d o el cargo de com andante mipxtes, que des,: P había saqUeado dos ciudades lita r en e Q vendido com o esclavos a sus habide los m acedom os y ,• titu lad o Sobre los tant£S- ^ a u e t Z : se enfrentó D e m ó s te n e s a las asuntos de Q“ coreadas en Atenas p o r el p artido p ro te sta s ^e Fil p ta rd e , ex h o rta a sus ñlom acedom o. Unas sem an independencia conciudadanos a sa^vagua^ ^ dg FiUpo {Contra oponiéndose a Füipo, IID ' e™ ° p o r p a rte del Pue^ ° y E ubulo q u ien ce prom ovio y llevo coneso, el Q u e r s o n e s o dió c o m o e m b a ja d o r c o n tra b a Filipo a^ e

encontró b u en a acogida provocó la caída del p artid o de P Q al gran o rad o r. É ste qP diciones m ilitares a Proalm ente acuy g a la sa z ó n se ene u e r r a , y al H e le s p o n to ; Bizancio y Abido; c o n Calias

c o n c lu y ó u n a a lia n e l p elo p o n e s o en de Cálcide r e c o m o p o r te r c e r a v e z r

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371

busca de alianzas y envió por doquier m ensajeros en solicitud de ayuda. De este m odo logró co n stitu ir u n a liga antim acedónica in tegrada p o r m uchos estados griegos. S obre esta base previa se lanzó a la acción. E u b ea fue liberada, libró del asedio a que estab an so­ m etidas, a P erin to y Bizancio, y declaró form alm ente la g u e rra a Filipo. Se com prende, pues, que, a p ro ­ p u esta de Aristónico, D em óstenes fu e ra coronado. S eguidam ente p asa n uestro o ra d o r a ocu p ar im p or­ tan tes cargos en la política de A tenas y en ellos obtiene espectaculares éxitos: realiza notables m ejo ras en la m arin a ateniense, p re sen ta y hace triu n fa r la ley trierá rq u ica y, en el 339 a. C„ im pone la refo rm a financiera acom pañada de la abolición de la ley de E ubulo res­ pecto del th eorikón o «fondos p a ra los espectáculos». P ero E squines tam poco p ierde el tiem po; p o r el contrario , re c u rre ya ab iertam en te a la traición, nom ­ b rad o pilágoro de la Anfictionía délfica, a fuerza de intrig as y conspiraciones, en las que fue secundado p o r los dem ás m iem bros del p artid o prom acedonio, consigue que Filipo sea nom brado com andante en jefe de la federación anfictiónica. O cupando tal cargo, debía el M acedonio p o n er fin a la g u erra decretada c o n lra los lo có o s de Anfisa, que habían violado el sagrado te rri­ torio de C irra. E sa m isión proporcionaba al am bicioso m on arca la o p o rtu n id ad de in terv en ir de lleno en los asun to s de G recia y de dirigirlos a su gusto. E n efecto, así o cu rrió : a la cabeza de un num eroso ejército, hace h u ir a los tebanos, que in ten tab an c e rra rle el paso; destruye Anfisa y ocupa Elatea. Conocida en Atenas la noticia de esta ocupación, cundió el pánico y a duras penas logró D em óstenes restab lecer la calm a. Lo con­ siguió, no o b stan te, y fue entonces cuando propuso la alianza con Tebas, pro p u esta que, co n tra todo p ro ­ nóstico, los atenienses aceptaron entusiásticam ente. Así pues, los ejércitos de las dos ciudades aliadas ocuparon

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discursos políticos

Fócide y consiguieron e la p o y o y ^

y

E1 c o i” a lo fm ac ed o n io s, por u „ p a r de “ ^ d o p o r segunda vez. lo que n u e stro o ra d o r t ^ decepción: p P ero no ta rd o días después de 1 b atalla de

8^

iniciales tuvo lugar la c \ en la que atenienses d erro tad o s Se habla al-

L d ? c o n 5lá Uv S o r l a el M acedonio , D em os,enes h ab la ^ S i i f em bargo, Atenas no habla perdido la confianza d e s f o r z a d o valedor. Antes bien, le fu ero n confiados en su esforzado no E sq u m es, quien importantes enea g ■J ^ ^ ,os caldos e„ Que^ e n T u s conciudadanos le absolvieron en los num eronea, sus con en tab laro n sus enemigos. rosos Pro - r % r er congreso de C orinto (338 a. C.), D espués de P q re sta u ra r los m u ros de A te p ro p u so el o ra d ^ ^ invasión del A tica. SemenaSt a n b ra d e b t ser realizada a expensas de los fondos ja n te o b ra debía ser fracciones - u n a p o r tnf - C°aSlay cabeza de cada u n a de ellas figuraba u n co­ m isario encargado de la ^ la m uraba.

ParaCT ( l ad d e aia SzÓna0nd e fP im o ), sino que, adem ás, asignado (la de una fo sa. Y com o el gasto hizo excavar ante sobrepasaba la sum a de los de esta su esm erada labor- sobre?* ^ su p ro . diez talen to s asigna os

¿j dicó graciosam ente al

PÍ° f n H U T a r w r 'd o n a c t ó n generosa de dinero a estado. Hiz presidente. la caia d 1 “ dádivas desinteresadam ente otorgadas y

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sentó an te el Consejo, el año 336 a. C., la pro p u esta de p re m ia r a D em óstenes con u n a corona de oro. Bajo esta m oción de C tesifonte se ocultaba, obvia­ m ente, un claro propósito: el de p ro p a la r p o r toda G re­ cia que la política del gran orador, pese a la d erro ta final, h abía sido la acertada, razón p o r la que los ciu­ dadanos de Atenas le otorgaban m erecida recom pensa. E ste m ism o año, E squines arrem etió c o n tra Ctesi­ fonte acusándole de haber form ulado una pro p u esta ilegal. La proposición del uno y la acusación del o tro fueron presen tad as, pues, d u ra n te el arcontado de Frínico, casi dos años después de la infausta b atalla de Q ueronea y poco antes de la m uerte de Filipo, que aconteció en el 336 a. C. Pero el enfrentam iento no se resolvió judicialm ente, sino seis años m ás tarde, en el 330 a. C., b ajo el arco ntado de A ristofonte. La causa de esta dilación fue, tal vez, el pánico de Atenas an te la trem en d a represión llevada a cabo por el joven m onarca sucesor de Filipo, A lejandro, que había ap lastad o b ru talm en te la sublevación de los tebanos destruyendo Tebas (335 a. C.). En el proceso acerca de la corona, p o r consiguiente, se en fren tan dos grandes oradores, pero tam bién dos partidos y dos políticas irreconciliables. El pueblo de Atenas decidió que triunfase D em óstenes, haciendo con ello h o n o r a la ju sticia.

ARGUMENTO DE LIBANIO

Nuestro orador erigió una muralla, para protección de los i atenienses, más infrangibie y mejor que las usuales y cons­ truidas con las manos: la buena voluntad hacia la ciudad y su destreza en los discursos, como él mismo ha dicho: «no con piedras y ladrillos fortifiqué Aitenas, sino con grandes contin­ gentes de tropas y muchas alianzas, unas por tierra y otras

d is c u r s o s p o lít ico s

374 n m b ié n co ntribuyó en no p o r m a r , Y no sólo e j o real escasa m edida ayudando a , a "det eri orada la m u ra lla de de su contorno am u ra a ^ _ u n a vez q u e se decidió resAtenas en m uchas de - h o m b res, u n o de fueron elegidos l’« > “ ” ^ „ d l , „ „ , e de 1. » cada trib u , quienes debía 8 ^ fondos públicos. 2 permisión; pues el desem o o ra d o r, quien no sólo Pues bien, uno de ellos ¡a _ al igual que los dem ás, contribuyó al servicio con^su^ ^ fQrma irre p r0 chable y dio el sino que concluyo ‘ su propio peculio. Elogio el dinero a la ciudad tom an o ^ ^ voKmtad y corresp o n d ió a su Consejo ese gesto suyo atenienses estab an b ien Celo con u n a coron a de o r o . p u e ^ & les concedían dispuestos a d e m o stra r agí Pyr>resó la L ’ d d o , V fue se debía co ro n ar a Demo. ^ D¡oniso nisias, en un lugar com o el te a t r o ^ ^ todos los griegos a quien s ^

3

an te ellos el h ™ M° f ^ ¿ “ a DemOstenes m ,o de Demo

4

opinión de que fas d e s,a s D i . y a la lis ta de re u n id o ; y que ciudad co ro n ab a

nes. del dem o de Peonía, p o r ^ ^ E ra , por

todos sus m érito s y su desde to d o s ios p u n to s de tan to , u n a adm irab le reco n te ]a cnvidia puso su m ano v ista; razón p o r la cual, p r acusac¡ón de ¡legalidad. Pues en ella y del decreto res D em óstenes, p resen tó u n a de­ s p u m e s , que . e r a e n e m ^ j e ^ alegando que m an d a de juicio poi i % com o D em óstenes h a ia si taba obligado a resp o n d er ■ de iú los sujetos a tal responsabilidad invocaba u n a ley que o rd en a b lo de lo s atenienses " s e

te y no rin d ió cu en tas, es­ s la ]ey o rd e n a b a que a ^ ^ cQronase; y , adem as, ^ ^ ^ qqe d pue. Q COro n a fuese p ro a ^ n e n ,^ ^ ^ Con.

clam ada en la A samblea, y cn s e je „ s«dn de h . 5 lugar, em pero, n o fuese recaídos sobre D em óstenes s o llevado a cabo u n a b u en a & antes b ien, es ^

SÜ -- —

, . n

»

C onsejo; en algún o tro C ad J , que lo . e l» ,* * pUes el o ra d o r n o h a ^ Plos asu n to s púb lico s; , v caUsan te d e m uchos P recisam ente se h a

“““ “

SOBRE LA CORONA

375

de la ley de los m agistrad o s som etidos a rendición de cuen­ tas; en segundo term ino, acerca de la ley de las p roclam acio­ nes, y en te rc e r lugar, sobre su actuación en el go b iern o ; y pidió que tam bién D em óstenes o b serv ara el m ism o o rd en . P ero el o ra d o r no sólo com enzó p o r la cuestión de su gestión de los asuntos públicos, sino que, adem ás, volviendo a ella acabó su discurso, obrando así de acu erd o con las reglas del arte: pues hay que com enzar p o r los m ás fu ertes arg u m en to s y te r­ m in ar en e llo s; y en el m edio ha colocado los asu n to s refe­ rentes a las leyes, y a la que concierne a los m ag istrad o s obli­ gados a re n d ir cuentas opone in terp re tacio n es, y a la que versa sobre las proclam aciones en fren ta o tra ley o, com o él m ism o dice, p arte de una ley, en la cual e stá p erm itid o que incluso en el teatro se haga u na proclam ación si el p u eblo o la Asam­ blea así lo d ecretaran .

6

OTRO ARGUMENTO

Los atenienses y los tebanos. lu ch an d o c o n tra Filipo en i Q ueronea, ciudad de Beocia, fueron d erro tad o s. Así pues, el Macedonio, tra s h ab er vencido, estableció u n a g u arnición en Tebas y m antenía esclavizada, b a jo su co n tro l, la ciudad. Y esperando los atenienses su frir el m ism o tr a to V sospechando que el tira n o no ta rd a ría ya en lleg ar p a ra atacarles, p en saro n en re s ta u ra r las p a rte s de la m u ra lla d añ ad as p o r el p aso del tiem po y, así, de cada trib u fu ero n p ro p u esto s com isarios de fortificaciones. De tal m an era, tam b ién la trib u P andiónide eli­ gió de en tre sus propios m iem bros a n u e stro o ra d o r p a ra ese servicio. Pues bien; estan d o ya el tra b a jo en m arch a, necesi­ tando el o ra d o r todavía m ás dinero, adem ás del que h a b ía sido consignado p o r la ciudad, lo gastó extrayéndolo de sus propios fondos y no se lo com putó a la ciu d ad , sino que se lo donó. Tom ando esa acción com o fu n d am en to , C tesifonte, u n o de los 2 ciudadanos p artícip es en la gestión pública, p ro p u so acerca de él en el C onsejo la m oción siguiente: «Toda vez que Dem ós­ tenes, h ijo de D em óstenes, viene m o stra n d o a lo largo de to d a su vida devoción hacia la ciudad, y actu alm en te, en calidad de com isario de fortificaciones, como q u ie ra que necesitase dinero,

d is c u r s o s

376 - , lo p roporciono

p o l ít ic o s

T-wa/'iilin p hizo de él donación, p o r ello ^ ^ ^ ^ atenienses CQro.

tengan a b ien narlo con corona de oro, c " el te a t

^

sentacion de las nuevas r " ducida, p

ocasión de la repre^ ^

as Db ra s te a tra le s]. Intro-

— - ^ e b l o esa m oción, s e b e e n cte sifo n te E squines, que era enem igo de el a raíz

T L gestión de los asu n to s públicos, arguyendo que el decreto era ü e S resp ecto de tre s leves: una, la que o rd en a que quien está l e t i d o a rendición de cu en tas no sea coronado antes Te hab erlas ren d id o ; todavía no lo había afirm a, en su calidad £ — s tr ^ ^ “ te r T g u a rd a r táculos v com isario de to rtm cacioncs, > tacuio t r oc pi exam en, se le viese v rpipner la recom pensa h a sta que, tra s e y re te n e r ia i c w ^ lp~ ia iev que ordena , ,1MC do .o d a « O » . J A s i ó t e » d e a .c o .d i. „ haea la coronación en la rn ix , en tando, así, a los ciudadanos que a c e p t á r o n l e ^ c o r ^ a & D em óstenes fuese p ro clam ad a en el teatro . La te rc e ra ley con r í a l a

com pleta indagación £

^

n ^ se e n c u e n t r a ^

docum entos públicos. ^ t 6 Stb ie n ^ s e ^ e e n r a c i m é m alévolo y h ostil a su p a tria . r Stam fütim a 1 v a tercera, que re su lta b a ú til, asiéndose el o rad o r a un ’ ancla, d errib ó al ad versario, valiéndose p a ra ello de un proced im ien to h abilísim o y trem en d o p a ra su « u 1 , núes p o r ahí p u d o hacer p re sa en su enem igo y ab atirlo , sadoi pues no P de lQS so m etidos a rendición

31

,

5

Í

2=í i » ; T a c u e r d o a su conveniencia y no hace a lard e de su a rte en fo rm a desvergonzada ~

^

^

^

p u n to

d i m a n a r a ; p u es, en efecto, Esqui-

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377

nes había leído leí ley referen te ti los Que in tro d u cen docum en­ tos falsos; y respondiendo a ella n u e stro o ra d o r en co n tró oca­ sión de sacar a colación sus logros en el ejercicio de la gestión pública, com o si se las h u b iera con el a su n to de la legalidad. Y tal es la disposición del d iscu rso ; m ie n tra s que el fu n d a­ m ento m ás fu erte p a ra E squines es la legalidad, p a ra n u estro orad o r lo es la justicia, y p ara am bos, en pie de igualdad, la conveniencia, objetivo que no es susceptible de dem ostración evidente. La disensión versa sobre una cuestión de hecho re ­ cogida en d ocum ento; pues el d ecreto se refiere a u n p u n to especificado. La acusación había sido d ep o sitad a cuan d o Filipo 7 aún vivía, pero el discurso y el ju icio d a ta n de la época en que A lejandro le había sucedido en el poder. Pues cuando m urió Filipo y los tebanos, tra s re c o b ra r el valor, expulsaron la g u a r­ nición, A lejandro, sintiéndose despreciado, asoló Tebas; luego, arrepintiéndose de su acción y avergonzado, ab andonó Grecia Y em prendió cam paña co n tra los b árb aro s. Y los atenienses pensaron que era ocasión propicia p a ra so m eter a juicio a los traidores que hab ían perju d icad o a G recia, y así se dispuso el tribunal.

En p rim e r lugar, varones atenienses, ruego a los dioses todos y a todas las diosas que cu an ta buena voluntad vengo yo teniendo p a ra con la ciudad y todos vosotros, la obtenga yo de v u estra p a rte en igual m edida p a ra este proceso; luego, que lo que en m ayor grado os beneficia, a vosotros y a v u estra piedad y reputación, eso os in spiren los dioses, a saber: que no hagáis a mi adversario vuestro consejero acerca de cómo debéis vosotros oírm e (que eso sí que sería re­ probable), sino a las leyes y al ju ram e n to en cuya redacción, adem ás de todas las o tras ju sta s p re scrip ­ ciones, consta el p recepto que os obliga a p re sta r aten1 Se refiere al juramento de los heliastas, que había sido jurado por cada juez.

1

2

discursos políticos

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, „ m r t e s con im parcialidad. Ello significa cion a am bas p iuicio condenatorio previo y no sólo ca rec er _ tam bién p erm itir m o strar a los do:s j u a l favor, ^ ^ ^

que cada un o de 1

-

E

a p robado y preferido *.

Ci6p uye f b l „ ™ c h o s p u l s e e hallo en desvenPues 016 ’ ~ 0 n -n ,iin e s p o r lo que a este pleito ta ja con resp ecto q to d o . varones atenienses, se refierC'aK » á de ¡".portancia: uno, el hecho que son, ad em a , J= iguales a los de m i adver­ de que no litigo p o r í no alcanzar vuestro sario, pues no es lo m ism o p ino que p a ra

m i...3 no quiero bi m e acusa con venay nn d is c u r s o - , de todos taja. El o tro , co. q acusaciones se escuchan los h o m b res, que las J ' erim en ta disgusto con con placer, m ien tras qu ' P ^ dos circuns4 los que se elogian a si m is • dada tancias, pues, la que a d e r e z a al agrado te ^ a ése; p o r el c o n trn n p b pu« n ^ ^ ^ P ^ m olesta, m e queda a

/

.

dar¿ j a im presión

--------------r „ m v t r n Ctesifonte 202 , había pedido a los jue2 Esquines, en C ontra*Item & Demóstenes, o que ces que o bien no escuchase P ^ ^ exp0sición el orden si lo hacían, le obhgasen ^ Responde, así, nuestro ora.-

Z f taÍÍSn'Je

.o adversario. Cf. E soOIKES. Conlr» Creso

fonte 202-205 .

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denominada aposiope -

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constar la inferioridad “

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l a circunstancia de que

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res públicos; y si paso a lo que he llevado a cabo y a las gestiones públicas por m i realizadas, me veré for­ zado a h ab lar m uchas veces de m i propia persona. Así que tra ta ré de hacerlo con el m ayor com edim iento; y en cuanto a lo que el caso en sí m e obligue a decir, ju sto es que la responsabilidad de ello la tenga ése, el que suscitó un pleito de tal índole. Creo que vosotros todos, varones atenienses, reco- 5 nocereis que este pleito m e afecta tanto a m í com o a Ctesifonte y que en n ada m erece m en o r diligencia p o r mi p arte, pues su frir cualquier tipo de pérd id a es pe­ noso y duro, especialm ente si ello acontece p o r causa de un enem igo; p ero en el m ayor grado lo es p erd er vuestra benevolencia y afectuosidad, p o r cuanto tam ­ bién el conseguirlas es señaladísim o logro. Y dado que 6 este debate versa sobre ese punto, os pido y suplico a todos p o r igual que me p restéis oído m ientras me defiendo de las acusaciones que se m e han hecho, con esp íritu de justicia, com o m andan las leyes, cuvo p ri­ m er legislador, S o ló n 5, bien dispuesto hacia vosotros y amigo del p u e b lo 6, pensó que e ra m en ester fuesen soberanas no sólo p o r el hecho de su prom ulgación, sino tam bién p o r hab erlas ju rad o los jueces; y no por- 7 que desconfiara de vosotros, al m enos según a m í me parece, sino p o rq u e veía que no era posible al acusado pasar de largo p o r las acusaciones y calum nias en que, p o r h a b la r el p rim e ro 7, reside la fuerza del acusador, 5 Evoca Demóstenes el recuerdo de Solón, legislador de Atenas por antonomasia e instaurador del régimen democrá­ tico, porque Esquines había hecho otro tanto (Contra Ctesifon­ te 257) en la acusación. Por lo demás, es tradicional en la ora­ tona ática la alusión al codificador de las leyes escritas y precursor de la democracia instituida por Clístenes 6 Aristófanes, en Las Nubes (1187), califica a Solón de philodemos, es decir: «amigo del pueblo». En causas públicas, ante el tribunal de los «heliastas» las partes en litigio estaban autorizadas a hablar una vez cada

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a no ser q u e cada uno de vosotros, los jueces, obser­ vando la p ied ad debida a los dioses acoja benévola­ m ente tam b ién los ju sto s alegatos del que h ab la en segundo lu g ar y, ofreciéndose a am bas p arte s en ca“ dad de ecuánim e e im parcial auditor, elabore de este m odo su v ered icto sobre el conjunto de la causa. , A p u n to de d ar cuenta hoy de toda u n vlda pnv ad a, a lo que p arece, y de m is gestiones publicas, quiero de nuevo invocar a los d io se s8, y ante vosotros les ruego, en p rim e r lugar, que cu an ta buena v o luntad vengo yo teniendo p a ra con la ciudad y con voso,™. a este a m i disposición p o r p a rte vu estra p a ra este proceso, y luego, que lo que os vaya a aprovechar a vu estra b u en a re p u ta ció n en general y a la pied ad de cada uno, eso os otorguen juzgar a todos vosotros a propo­ sito de la p re sen te acusación. , 9 Si E sq u in es h u b iera lim itado su acusación a cargos q u e alegaba en este pleito, tam bién yo m e fendería al p u n to ciñéndom e a la resolución previa Consejo*; pero, dado que h a consum ido - a p a r e no m enor de su discurso en la exposición d e lo^ e m s, y al h acerla dirigió contra mi acusaciones su m ayor p arte , considero que es necesario y ju sto al m ism o tiem po, varones atenienses, decir unas breves p alab ras acerca d . esos puntos, a fin de que m nguno de vosotros, a rra stra d o p o r esos argum entos extem po-

la%Pt S a! r r o S SprevS d T S i e ™

(proboúleuma), que

S S S 1 E T una^ resolución previa» porque aún no ha refrendada por el pueblo en la Asamblea.

sido

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rá n eo s, p r e s t e o íd o c o n c ie r to d e sa p e g o a m is ju s t if i­ c a c io n e s r e s p e c to d e la a c u s a c ió n . P u e s b ie n , p o r lo q u e se r e fie r e a c u a n ta s in ju r ia s e in fa m ia s h a p r o fe r id o a c e r c a d e m i v id a p r iv a d a , c o n te m p la d d e q u é fo r m a ta n s e n c illa y j u s t a m e e x ­ p re so : S i s a b é is — p u e s no h e v iv id o en o tr o lu g a r sin o e n tr e v o s o tr o s — q u e s o y ta l c u a l é s te a le g a b a en su a c u s a c ió n c o n tr a m í, n o s o p o r té is n i m i v o z, n i a u n cu an d o to d a m i g e s tió n de lo s a s u n to s p ú b lic o s h a y a sid o e x c e le n te ; a n te s b ie n , le v a n ta o s y c o n d e n a d m e ya; p e ro , si m e te n é is p o r m u c h o m e jo r q u e é s te y en m u y m a y o r g r a d o b ie n n a c id o , y o p in á is y r e c o n o c é is q u e ta n to y o c o m o lo s m ío s n o so m o s d e c o n d ic ió n in fe r io r a la d e n in g ú n c iu d a d a n o m e d io , p o r n o d e c ir n a d a m o le s to , n o c r e á is ai e s e in d iv id u o ta m p o c o en lo s d em á s a r g u m e n to s (p u e s e s m a n ifie s to q u e to d o s lo s fr a g u a b a ig u a lm e n te ), y a m í, en c a m b io , o to r g a d ­ m e ta m b ié n a h o r a la b u e n a v o lu n ta d q u e m e h a b é is te stim o n ia d o c o n tin u a m e n te en ta n to s p r o c e s o s a n te ­ rio re s. T a n m a lic io s o c o m o e r e s , E s q u in e s , im a g in a s te con to ta l s im p le z a 101 q u e y o ib a a d e ja r d e la d o lo s a r ­ g u m e n to s r e la tiv o s a m is a c t o s y g e s tio n e s p ú b lic a s p a r a d ir ig ir m i a te n c ió n a tu s in v e c tiv a s . P u e s n o , no h a ré e so , n o e s to y ta n to c a d o u ; p o r e l c o n tr a r io , p a ­ sa ré r e v is ta a la s m e n tira s y c a lu m n ia s q u e la n z a s te con r e s p e c to a m is a c tu a c io n e s p ú b lic a s y, m á s ta rd e , si e llo r e s u lta d el a g r a d o de é s to s , h a r é m e n c ió n d e e se c a r n a v a l12 q u e h a te n id o lu g a r con ta n to d e se n fre n o . 10 H a y e n e l te x to g r ie g o u n a p a r o n o m a s ia m u y d if íc il d e m a n te n e r e n la tr a d u c c ió n . La p a r o n o m a s ia e s u n a fig u ra d e la qu e se sir v e D e m ó s te n e s e n m u y c o n ta d a s o c a s io n e s . 11 H a r p o c r a c ió n (s. v .) e s ta b le c e e q u iv a le n c ia s e m á n tic a e n ­ tre e l v e r b o t y p h ó ó y b r o n t é ó « fu lm in a r » y c o n e c ta e tim o ló g ic a ­ m e n te la v o z t y p h ó ó c o n e l n o m b r e p r o p io T y p h ó n . 12 S e g ú n H a r p o c r a c ió n (s . v . p ó m p e l a s ) , e s t a p a la b r a e v o c a las in v e c tiv a s y p u lla s m u tu a s a q u e se lib r a b a n q u ie n e s p a r ­ ticip a b a n e n la s fie s ta s d io n is ía c a s.

10

11

discursos políticos

382 ,2

L a s a c u s a c io n e s , r e a lm e n te , son m u c h a s , y a lg u n a s h a v a la s q u e la s le y e s a s ig n a n g r a n d e s e in c lu s o e x ­ tr e m o s c a s tig o s ; p e r o e l p r o p ó s ito d e l p r e s e n te p r o c e s o es el sig u ie n te : c o n tie n e m a lic ia d e e n e m ig o , in so len ­ c ia , in s u lto y u lt r a je a la v e z , y to d o lo s im ila r ; sin e m b a rg o d e to d a s la s a c u s a c io n e s y c a r g o s fo r m u la d o s , a u n q u e fu e r a n v e r d a d e r o s , a la c iu d a d n o le es p o s ib le im p o n e r le s u n c a s tig o a d e c u a d o n i a p ro x im a d a m e n te .

13

P u e s n o h a y q u e p r iv a r a n a d ie d e p r e s e n ta r s e a n te e l p u e b lo y h a c e r u s o d e la p a la b r a y m e n o s p o r v ía d e a g r a v io y e n v id ia ; e so , p o r lo s d io s e s , n i e s ta b ie n n i es p r o p io d e c o n d u c ta c iu d a d a n a n i ju s to , v a ro n e s a te n ie n s e s . A n te s b ie n , si m e v e ía c o m e te r c o n t r a la c iu d a d ta le s d e s a fu e r o s c o m o lo s q u e a h o r a m is m o ex­ p o n ía y r e la t a b a c o n tr á g ic o e s tilo 13, lo ju s t o h u b ie r a sid o q u e s e s ir v ie s e , a l tie m p o d e la c o m is ió n d e lo s m is m o s d e lito s , d e lo s c a s tig o s q u e d e la s le y e s e m a ­ n an d e n u n c iá n d o m e y, d e e s a fo r m a , h a c ié n d o m e co m ­ p a r e c e r e n ju ic io a n te v o s o tr o s , s i v e ía q u e m is a cto s e r a n m e r e c e d o r e s d e d e n u n c ia « o a c u s á n d o m e d e p ro ­ p o n e r m e d id a s ile g a le s , s i v e ía q u e lo e r a n la s q u e yo p ro p o n ía . P o rq u e , sin lu g a r a d u d a s , n o e s p o s ib le q u e p u e d a p e r s e g u ir e n ju s t ic ia a C te s ifo n te a c a u s a m ía, v a m í e n p e rs o n a , si p e n s a b a lle g a r a d e m o s tr a r m i 14 c u lp a b ilid a d , q u e n o m e h u b ie s e d e n u n c ia d o . Y p o r c ie r to q u e si v e ía q u e y o c o m e tía c o n tr a v o s o tr o s a l­ gu n o d e lo s d e m á s d e lito s 15 q u e a h o r a e x p o n ía c a lu m ­ n iá n d o m e , o c u a lq u ie r o tr o q u e fu e s e , h a y le y e s qu e tr a ta n d e to d o s e llo s y c a s tig o s y p r o c e s o s y se n te n c ia s

o Comenta el escoliasta:

«Desacredita su (de Esquines)

artw Esta denunda’se presentaba ante el Consejo y el pueblo; , „ L f . e t r » X de e l£ • » « U asamblea « ” >“ • ‘ a la e i s a g g e lía o a la

de,,,os diferentes de ,o . d„e dan W

grapht

pam nóm on.

SOBRE LA CORONA

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que c o n lle v a n p e n a s s e v e r a s y fu e r te s y p o d ía h a c e r u so d e to d o s e so s r e c u r s o s ; y c u a n d o se le h u b ie s e v is to o b r a r a s í y e m p le a r d e e s e m o d o lo s p r o c e d i­ m ie n to s a p lic a b le s a m i c a s o , la a c u s a c ió n e s ta r ía d e a c u e rd o c o n su c o n d u c ta . P e ro la r e a lid a d e s q u e ha- 15 b ie n d o se d e s v ia d o d e l r e c to y j u s t o c a m in o y tr a s h a b e i e v ita d o p r e s e n ta r la s p r u e b a s d u ra n te la r e a li­ za ció n m is m a d e lo s h e c h o s, d e s p u é s d e ta n to tie m p o a cu m u lo a c u s a c io n e s , b u r la s e in s u lto s y c o n e llo s re p r e s e n ta s u p a p e l *; lu e g o m e a c u s a a m í, p e r o e l ju ic io lo d irig e c o n t r a é ste ; y a l f r e n t e d e to d o e l p r o c e s o c o lo c a su e n e m is ta d c o n tr a m í, p e s e a q u e n u n c a m e h a s a lid o a l e n c u e n tr o p a r a z a n ja r e sa c u e s tió n , b u s ­ can d o a to d a s lu c e s s u p r im ir la p le n a c iu d a d a n ía de a lg ú n o tr o Y en v e rd a d , v a r o n e s a te n ie n s e s , q u e ap a r- i 6 te d e to d o s lo s d e m a s a rg u m e n to s q u e en f a v o r de C te s ifo n te se p o d r ía n a d u c ir , ta m b ié n é ste , p o r lo m en o s a m í, m e p a r e c e m u y r a z o n a b le e x p o n e rlo a sa b e r: q u e s e n a j u s t o q u e d e n u e s tr a e n e m is ta d n o s ­ o tro s h ic ié r a m o s la in d a g a c ió n p o r n u e s tr a p r o p ia c u e n ta y n o d e já s e m o s d e la d o n u e s tr o c o n flic to m u tu o p a ra b u s c a r u n a te r c e r a p e r s o n a en la q u e h a c e r r e c a e r a lg ú n d a ñ o ; p u e s e so sí q u e e s el c o lm o d e la in iq u id a d . A si p u e s, a p a r t ir d e eso s p r e s u p u e s to s u n o p o d r ía v e r q u e to d a s su s a c u s a c io n e s p o r ig u a l n o h a n sid o e x p u e sta s m c o n ju s t ic ia n i co n r e s p e to n in g u n o a la ve rd a d . N o o b s ta n te , q u ie ro e x a m in a r la s en p a r tic u la r 16 De nuevo alude Demóstenes a la habilidad de su adver

tro 10 C s o bs re nS7 la yco6ngañar tro. Cf.fa S ro n a 13. QUe le procuró su dedicación al tea­ " .S i Ctesifonte perdía el pleito, se vería obligado a pasar una fuerte suma de dinero en concepto de muha cincuenta talentos, según el texto de la acusación, S o b re la co ro n a l 5 -au n q u e este texto es esp ú reo-. Como Ctesifonte s e ^ decla rado en ese caso deudor público al no poder satisfacer la S hosa suma que Esquines le condenaba a pagar quedaría pri' vado, por insolvente, de sus derechos como ciudadano (a tim ía ).

17

discursos políticos

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u n a a u n a , y m u y e s p e c ia lm e n te c u a n ta s m e n tir a s a p r o p ó s ito d e la p a z y la e m b a ja d a d ir ig ió c o n t r a m i a tr ib u y é n d o m e » lo q u e h a sid o r e a liz a d o p o r e l m ism o s e c u n d a d o p o r F iló c r a te s . P e ro es n e c e s a r io , v a ro n e s a te n ie n s e s , y c o n v e n ie n te en ig u a l m e d id a r e c o r d a r o s c ó m o e s ta b a n la s c o s a s p o r a q u e llo s tie m p o s , c o n el fin de q u e c o n s id e r é is c a d a a su n to c o n r e la c ió n a su s « a r tic u la r e s c ir c u n s ta n c ia s . i P P u e s c u a n d o e s ta lló la g u e r r a f o c i d i a 20, n o p o r c u lp a m ía (p u e s p o r e n to n c e s y o , a l m e n o s, n o in te r v e n ía to­ d a v ía e n la a d m in is tr a c ió n p ú b lic a ), e n p r im e r lu g a r v o s o tr o s e s ta b a is e n u n a d is p o s ic ió n d e a n im o p o r la q u e d e s e a b a is q u e lo s fo c id io s r e s u lta r a n in c ó lu m e s , a u n q u e v e ía is q u e n o e s ta b a n o b ra n d o d e a c u e r d o a d e r e c h o y p o r la q u e o s a le g r a r ía is , e n c a m b io , d e q u e f lo s t'eb an os le s o c u r r ie r a lo q u e fu e s e ir r ita d o s c o n tr a e llo s n o sin r a z ó n m in ju s ta m e n te , p u e s n o *17

ü EstoT'hechos, la paz de Filócrates y la embajada a que linde son el tema principal del discurso de Demostenes titulado S o b r e la e m b a j a d a f r a u d u l e n t a . La paz de Filócrates tuvo Ligar en el 346 a. C. A raíz de ella, envió Atenas una embajada §a Filipo, de la que formaban parte los dos oradores J , enfrentan en este proceso sobre la corona. La narraciór^de estos hechos desde el punto de vista de Esquines aparecen en su discurso de acusación C o n t r a C t e s i f o n t e , del cual es réplica este discurso demosténico que comentamos. Cf. EsmiTNFS C o n t r a C t e s i f o n l e 54 y sigs. » E fectivam ente, en p rincipio E squines se ja c ta b a d e h a b er 19 E lecu v am ei , ^ ^ ]a gestación de la p az conocida colabora o c ^ últim o. Cf. E squines, C o n t r a T i m a r c o m M ás °tard e en cam bio, rep ro ch a a D em ostenes h a b e r sido 17' ' plice v H o b r e la e mobra ad j aodra hfr com dep ^F ilócrates o c m t e s ^(cf c L ^E squines ^ ^ , S& a ba uer-

• medida con su elocuencia a que se hiciese ren d a d el mencionado tratado de paz. Cf. E squines, C o n t r a

d u le n a

Cít f° i T J i L r a S agrada estalló en el 355 a. C Un año más . a C inicia D em ostenes su c a rre ra política. ’

f x S . r f . i » .ébanos no so h.bian alineado ¡unto a los

nienses enQ ueronea (338 • C.l ni Tobas había s.do destruid.

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h a b ía n h e c h o m o d e r a d o u so d e su s é x ito s e n L e u c t r a *22. A d e m á s, el P e lo p o n e s o e n te r o se e n c o n tr a b a su m id o en d ise n sió n y n i lo s q u e o d i a b a n 23 a lo s la c e d e m o n io s ten ía n fu e r z a s u fic ie n te c o m o p a r a e lim in a r lo s , n i q u ie n e s a n te r io r m e n te p o r m e d ia c ió n d e e llo s g o b e r ­ n ab an 24 e r a n d u e ñ o s d e la s c iu d a d e s , sin o q u e ta n to e n tre é s to s c o m o e n tr e to d o s lo s d e m á s r e in a b a u n a in s o lu b le r iv a lid a d y c o n f u s i ó n 25. Y F ilip o , a l v e r e s to 19 (q u e n o e s ta b a o c u lto ) , g a s ta n d o d in e ro en p a g a r a lo s

por Alejandro (335 a. C.). Los intereses de Atenas en aquel mo­ mento abogaban por conceder a los focidios alianza y apoyo pese al sacrilego despojo de Delfos que habían llevado a cabo! 22 La batalla de Leuctra tuvo lugar en el 371 a. C. En ella los tebanos, comandados por Epaminondas, derrotaron a los espartanos. En I Sócrates, Filipo 53, se refiere el efecto que pro­ dujo este éxito en los tebanos. La «arrogancia tebana», como la denomina Diodoro Sículo (Diodoro S ículo, XVI 58) los im­ pulsó a conquistar Platea, Orcómeno y el resto de las ciudades beocias, así como a implantar su hegemonía sobre Grecia Ésta sólo duró nueve años, del 371 al 362 a. C. Cf. Demóstenes Contra Leptines 109.

23 1x35 mesemos y arcadios, apoyados por Epaminondas quien había hecho surgir para los unos y los otros, respecti­ vamente, las nuevas ciudades Mesenia y Megalópolis, A éstos hay que añadir a los argivos, que odiaban a Esparta desde n i ^ T l Cf DEMÓSTENES’ Sobre la paz 18; J enofonte, Helénicas 24 Se refiere Demóstenes a los oligarcas que, con el apoyo de Esparta, mandaban en las ciudades del Peloponeso antes de la batalla de Leuctra. Por ejemplo, en Fliunte, que había sido conquistada por Agesilao en el 380 a. C., ejercía el poder el Consejo de los Cien en interés de los espartanos. Algo si­ milar ocurría en Mantinea, tomada por Agesípolis en el 385 a. C. Más tarde, estas ciudades se fueron independizando del poder de Esparta. Cf. J enofonte, Helénicas V 3, 25; VII 4 10* V 2, 1-7; VI 5, 3-5. Lo mismo hizo Tegea; cf. J e n o f o n t e ’ H e ­ lé n i c a s VII 5, 6-9.

23 ^asi con los mismos términos describe Jenofonte, al final de las Helénicas, la situación en que quedó Grecia después de la batalla de Mantmea. Cf. J enofonte, Helénicas VII 5, 27. 3 5 .-2 5

d is c u r s o s

386

p o l ít ic o s

traid o res de cada u n a de las ciudades iba prom oviendo conflictos e n tre todas ellas y em brollos m utuos; luego, en m edio d e los e rro res y faltas que o tro s com etían, él se iba p re p ara n d o y crecía p o r encim a de todas sus cabezas Y cuando era evidente que los te b a n o s* agrey d e s v e n a d o s ah o ra =>, llegando a, agotam iento p o r la larga duración de la guerra, se iban a f o r z a d o s a b u sca r refugio en vosotros, p a ra que eso no o c u rrie ra ni en tra sen a fo rm ar coalición las dos ciudades Filipo os p rom etió a vosotros paz y a ellos 20 ayuda ¿Y qué fue lo que le favoreció p a ra que os cogfera casi v o lu n tariam en te engañados? La disposición de los dem ás griegos (llám esela bajeza, estupidez o am bas cosas a u n tiem po), que m ien tras vosotros lu­ chabais en u n a incesante y larga g u e rra * y lo p e í a i s en defensa de los intereses com unes, com o h a quedado claro p o r los hechos, no os p re sta b an colaboración ni con dinero, ni con hom bres ni con ningún o tro m edio, irritad o s c o n tra ello ju stam en te y com o correspondía, aten d isteis a Filipo con presteza. P or tanto, la paz en­ tonces c o n v e n id a - se realizó por esas circunstancias y no p o r intervención m ía, como m aliciosam ente de26

,

Lo^hechos aquí aludidos se relatan con más detalle en enhro

pmbaiada fraudulenta 141, 148.

- c“ « " S 'S e r T ^ A r f i P O l i í 30»»» sostuvieron los ateniense.

cía en solicitud ae y hiriera frente a Filipo, no una liga de ciudades griegas que hiciera trente a i~, obtuvieron el desea^ ialmente deseosa de firmar esa W Atenr Que « ' ? S i ^ S S d p « l que se adujo para que paz, pese a que en ei m _ saber en Atenas, la concluyera^ había s i d o que estaba dispuesto a ^ a r la paz Ahora bien, si Filipo la deseaba, Atenas la necesitaba.

SOBRE LA CORONA

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claraba ése; en cam bio, los desm anes y corrupciones de esa gente en el período en que fue concluida, si alguien los exam ina honradam ente, en c o n trará que h an sido las causas de la actual situación 31. Y eso todo lo 21 examino m inuciosam ente y expongo en h o n o r a la ver­ dad. Pues si os p areciera claro en m áxim o grado que hay en ello alguna falta, nada, p o r cierto, tiene que ver conm igo, sino que el p rim ero que habló e hizo alu­ siones respecto de la paz fue A risto d em o 32 el ac to r y el que le sucedió en la labor, re d actó el decreto y ju n ­ tam ente con aquél alquiló sus servicios p a ra alcanzar esos objetivos fue F ilócrates de H a g n u n te 33, tu com ­ pinche, E squines, no el m ío ni au n q u e revientes p o r tus m en tiras, y los que hab laro n en su favor, p o r la razón que haya sido (que eso, al m enos, lo om ito ahora), fueron E ubulo y C efisofonte34. P ero yo no hice 22 31 Gracias a la paz, Filipo consiguió una sólida base desde la cual operar en Grecia. Consiguió influencia en el Consejo Anfictionico y resultó, finalmente, vencedor en Queronea. 32 Aristodemo era un actor dramático que gozaba de buena reputación y formaba parte de la compañía en que figuraba también Esquines. En el 348 a. C„ en misión informal Trató con Fihpo del rescate de algunos atenienses que habían sido hechos prisioneros en la guerra de Olinto. Cf. S o b r e la e m b a la d a

f r a u d u le n ta 12, 18, 97, 315.

e rn o a ja a a

H ) T T Ster FÍ!ÓCrateS' QUe intervino en la embajada a Filipo del 348 a. C fue quien propuso en el 346 a. C. que se eligiesen diez embajadores (entre los que fueron nombrados Demóstenes y Esquines) para que se entrevistasen con el Macedonio v tra­ taran de la paz y le rogasen que enviara a Atenas embajadores Í u U m a l '5.ClanO S P a r a n eg O C iarla' CL S ° h re la b a j a d a

34

fra u -

Ctesifonte de Peania es un personaje mencionado por

E sq u in es , S o b r e la e m b a ja d a f r a u d u le n ta 73, y D em ó sten es , S o b r e la e m b a ja d a f r a u d u le n ta 293. En cuanto a Eubulo, fue como

es sabido, el famoso político partidario de «paz a cualquier precio», que controló los votos de la Asamblea del 355 al 342 a. C. Fue nombrado administrador del tesoro público y elevó la prosperidad privada y pública a un nivel no alcanzado por

discursos políticos

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n ad a en n ingún m om ento. Y, sin em bargo pese a ser los hechos tales y com o son m o strados sobre la base de la v erd ad m ism a, h a llegado a tal grado de desver­ güenza q ue se atrev ía a decir que yo, adem as de h aber sido responsable de la paz, había im pedido que la ciu­ d ad la concertase ju n tam en te con u n C onsejo com ún ü a a ia cu j tú 36 —¿qué se te p o d ría de los griegos 3\ Y entonces, iu ch g1pn n , llam ar p a ra n o m b rarte con exactitud. , t Y S1111 ocasión en la que estando tú p resen te y viendo que yo tra ta b a de p riv ar a la ciudad de tam añ a gestión y alianza com o la que poco h a referías, te indignaras, o, accediendo a la trib u n a, explicaras y expusieras el con­ tenido de las acusaciones que ahora dirigías c o n tra 23 m P E n efecto, si yo había vendido a FiUpo la m isión d e ‘im p ed ir la coalición de los griegos, lo que te res­ tab a a ti e ra no callar, sino gritar, p ro te s ta r publica­ m ente e in fo rm ar a éstos. Así pues, no hiciste eso en ningún m om ento, ni nadie te oyó em itir la voz en ese

Atenas desde el siglo v a. C. fondo para

l a u d a r fondos para actividades

p ” i6 » S Éubiilo y ad u eta, “ “ ‘ la h iz o » E h ^ 'a i“ r,o J . ° !í a í . 1 . m a n o , P i e ™ c u a n d o s e encon-

traba entre los escitas.

u aloneso 7 . Pela era una

minúscula f o c S “ acedonia. Léi en^andecié Pilipo p o r.u e S nacido en ella; cf. E strabók, V II, fr. 23 .

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decir tal cosa. El recurso, pues, que quedaba y era a 69 la vez obligado consistía en oponeros con ju stic ia a todo cuanto él llevaba a cabo p o r vía de la injusticia. Eso hacíais vosotros desde el p rin c ip io 107* de form a apropiada y conveniente y yo proponía y aconsejaba, po r mi parte, de acuerdo con las oportunidades con que con tab a en mi vida pública. Lo reconozco. Pero, ¿qué debía hacer? Pues ya te estoy preguntando a ti, Esquines: dejando todo lo restan te, Anfípolis 10s, Pidna, Potidea, H aloneso —de ninguna de estas plazas me acuerdo , S errio, Dorisco I09lio*, el saqueo de P eparetos 110 70 y todos los dem ás atropellos que sufrió la ciudad, ni siquiera sé si han ocurrido. A hora bien, tú, p o r cierto, decías 1,1 que yo al m encionar esas plazas a rro jé a estos mis conciudadanos a una situación de odio, aunque los decretos referen tes a esos asuntos son de Eubulo, A ristofonte 112 y D iopites m, no m íos, ¡tú, que a la ligera '•j Es decir> cuando fueron capturadas Anñ'polis, Pidna y Potidea; Demóstenes no era responsable del desinterés e inac­ tividad de Atenas. ios Aunque cedida por el tratado que dio lugar a la «paz de Filocrates», esta ciudad, al igual que Potidea, no dejaba de ser reclamada por los atenienses patriotas, que la consideraban posesión de Atenas. Cf. Contra Filipo, II 17; Sobre el Haloneso y, ¿5 y sigs., Sobre los asuntos del Quersoneso 66. 'e r * r a £ general mencionado en los discursos Contra Fütpo, o al ora or del Esfeto de quien h ab la elogiosam ente Hipendes en su dis­ curso titulado En favor de Eujempo XXX1A ¿y. m La voz griega epiteíchisma significa, Prop.ament^ .for­ taleza establecida en suelo enemigo que es empleada p o ^ su

p L T T M e n c io n a d o propOsito, * L e o . C o n sta » . c i n t o s Tet el

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Decelia. So»“ £

™ Z 7 o 63; Sobre ¡a corona 87; Contra Filipo,

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a. C., Filipo intentó apoderarse de M é g a ra

¡ S e a . d . su proximidad .1 A lie , ^ ciones» (epiteíchisma) que amenazara a Atenas. H6 Exponiendo desordenadamente -a r d id de la oratona vuelve Demóstenes a referirse a la situación de Eubea. m s ' t e ' l í s operaciones de Filipo en L 't,H, Í SP“ ’° y “ Bizancio, cf. D emóstenes , Sobre la corona 87-89, 244. H9 Es decir, a sus partidarios.

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lla m a 120, existiendo y viviendo atenienses, yo h e hecho un tra b a jo en balde hablando de estos asu n to s y la ciudad h a o b rad o en vano p o r h ab erm e hecho caso; y co rran de m i cu en ta todos los crím enes y yerros que h a com etido. P ero si era necesario que apareciese quien im p id iera esos hechos, ¿a qué o tro pueblo le correspondería h acerlo sino al ateniense? Pues bien, así era com o yo ac tu ab a en función de hom bre de es­ tado, y viendo que aquél iba esclavizando a toda la hum anidad, le hacía fren te y continuam ente advertía y sugería que no entregaseis nada. Y p o r cierto, la paz fue aquél quien la rom pió al c a p tu ra r 121 las naves, no la ciudad, Esquines. Pero tra e los decretos en cuestión y la c a rta de Filipo y léelos en su p ropio orden; pues a p a r tir de ellos aparecerá claro quién es responsable de cada actuación.

DECRETO 122 [En el arcontado de Neocles, en el mes de Boedromión, en la asamblea convocada por los estrategos, Eubulo m hijo de *20 Dice el escoliasta que el refrán «botín misio» se aplica a «los que en vano y sin causa perecen». Misia, en ausencia del rey Télefo —que, disfrazado de mendigo, anduvo errante en busca de Aquiles, para que le curase la herida que le había infligido—, fue objeto de innumerables incursiones por parte de vecinos y piratas. m El hecho de que la escuadra de Filipo apresara unos barcos mercantes atenienses, dio pie a Atenas para considerar la acción como una violación formal e intencionada del tratado de paz, y, consiguientemente, sin dilación declarar la guerra al Macedonio. 122 Este decreto, al igual que los documentos que le siguen a continuación, no son, evidentemente, originales, sino obra de un comentarista interpolador y falsificador de textos que ni si­ quiera ha comprendido bien el contenido del pasaje en que los inserta. El error fundamental en que ha caído consiste en que

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Mnesíteo, de Copro, propuso: Toda vez que los estrategos anunciaron en la Asamblea que al almirante Leodamante y las veinte naves enviadas bajo su mando al Helesponto para el transporte de trigo, Amintas, el general de Filipo, las ha conducido a Macedonia y las sigue teniendo allí bajo custodia, que se preocupen los pritanes y los estrategos de que el Con­ sejo se reúna y se elijan embajadores para que vayan a presencia de Filipo, los cuales, a su llegada, tratarán con él de la liberación del almirante, las naves y los soldados; y si Amintas ha obrado así por ignorancia, dirán que el pueblo no le hace ningún reproche; pero si Filipo ha descubierto que lo hizo des­ cuidando las instrucciones recibidas, dirán que los atenienses investigarán el asunto y le castigarán como merece su negli­ gencia. Y si no se da ninguna de estas dos posibilidades, sino que particularmente se comportan con desconsideración o bien el que dio la orden de marcha o el que la recibió, comunicar también eso, para que enterándose el pueblo decida qué debe hacer».]

Así pues, ese decreto lo propuso Eubulo, no yo, y el que viene seguidamente Aristofonte, el otro Hegesipo, refirió los decretos y la carta de Filipo exclusivamente al apre­ samiento de los barcos. Hay otras muchas razones que nos obligan a considerar apócrifos todos estos documentos, por ejemplo, que en un decreto redactado en ático se hable de náuarchos (nosotros hemos traducido «almirante») cuando, en realidad, en pleno siglo iv a. C., se esperaría el término straíégós. Sólo Jenofonte en las Helénicas (Jenofonte, V 1, 5) em­ plea la voz náuarchos para referirse a un «almirante». Pero Jenofonte, «la abeja ática», no descuella precisamente entre los prosistas que escriben en ático por destilar una prosa castiza y pura como la miel del Himeto; antes bien, en éste, como en otros casos, emplea voces de cuño helénico, pero no propia­ mente ático. Jenofonte escribe en koiné y se le escapan fre­ cuentes laconismos, por ejemplo, náuarchos, error en que ha caído nuestro falsificador. 123 Eubulo, el estadista famoso, era del demo de Anaflisto. Otra prueba más del carácter apócrifo de este decreto.

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luego o tra vez A ristofonte, después Filócrates, luego C eñsofonte, y luego todos. Yo, en cam bio, no propuse ninguno sobre esos asuntos m . Lee.

DECRETO [En el arcontado de Neocles, el día treinta del mes Beodromion, por decisión del Consejo, los prítanes y los estrategos trataron los asuntos tramitados por la Asamblea que previamen­ te refirieron: que pareció bien al pueblo elegir embajadores que fuesen junto a Filipo para tratar del recobro de las naves y que se les diera instrucciones de acuerdo con los decretos de la Asamblea. Y eligieron a los siguientes: Cefisofonte, hijo de Cleón, de Anaflisto; Dcmócrito, hijo de Demofonte, de Anágiro; Polícrito, hijo de Apemanto, de Cotócidas. En la pritania de la tribu Hipotóntide. Lo propuso Aristofonte de Cólito, pre­ sidente.]

Pues bien, de la m ism a m an era que yo m u estro estos 76 decretos, m u estra tú tam bién, E squines, cuál fue aquel que yo pro p u se p o r el que soy responsable de la guerra. P ero no p o drás hacerlo; que, si pudieras, ninguno h u ­ bieras p resen tad o ahora antes que ése. Y realm ente ni Filipo m e acusa p a ra nada respecto de la guerra, au n q u e sí inculpa a otros. Lee la pro p ia c a rta de Fi­ lipo. CARTA [El rey de los macedonios, Filipo, al Consejo y al pueblo 7 7 de los atenienses, salud. Se presentaron ante mí los embajado-124 124 Esquines, en el discurso de acusación (Contra Ctesifonte 55), había afirmado que el decreto que declaraba la guerra había sido propuesto por Demóstenes.

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res enviados por vosotros, Cefisofonte, Demócnto y Policnto y L r o n sobre la liberación de las naves que tenía bajo su mando Leodamante. En general, ciertamente, lo que es a mi me da la Leodamante ■ „ ser muy tontos si imagináis que se impresión de que vais a y nretexto de me oculta que esos barcos fueron enviados con el pretexto de transportar trigo del Helesponto a Lemnos, pero en realidad lo fueron para que llevaran ayuda a los selimbnanos, que están L d o asediados por mí y no estdn in clu í*» en o - ^ - r d o s a de amistad establecidos mutuamente entre nosotros Y esas fuero. ..d a s a, :fin cou.ar c o . «^ rtm loe atenienses por ciertos magistrados y por otros que ahora son simples particulares, quienes quieren a cualquier a m Í a d T a c Í ^ e l p t n d l i T g t r m , yT on en m ucho mayor

las naves que ahora tuero « 2

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^ I r U r ^ ^ o ^ m m b r e s de estado que gobiernen ^

1

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procurare fambrén yo

conservar la paz. Que os vaya bien.]

Aquí en ningún sitio h a escrito el nom bre^ de Dem óstenes ni acusación ninguna co n tra mi. ¿Por q razón pues, inculpando a los dem ás no h a hecho m en­ ción de los hechos realizados por m í? P orque re co r­ d aría sus tran sgresiones, si algo escribiera sobre m i, au e a ellas m e aferra b a yo y a ellas m e oponía Y en n rim e r lugar, p ropuse p o r escrito la em b ajad a al Pelo p o n e s o 125, cuando p o r vez p rim era aquel tra ta b a de 125 Se” refiere a la embajada del 344 a. C. en que Demóstenes pronunció un discurso ante los mesemos y argi que cita en Contra Fihpo, II 20-25.

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in tro d u cirse su b rep ticiam ente allí; luego, la que fue a E ubea cuando an d ab a tentando a Eubea, a continua­ ción, la expedición a Oreo —ya no em bajada—, y la dirigida a E r e tr i a 126, u n a vez que aquél estableció ti­ ranos en estas ciudades. D espués de eso, despaché so todas las expediciones navales, p o r las cuales se sal­ varon Q uersoneso, tíizancio y todos los a lia d o s 127. A raíz de ellas os resu ltab an por p a rle de los beneficia­ dos las m ás herm o sas recom pensas: elogios, gloria, distinciones, coronas, m u estras de g ratitu d ; y de en tre los que su fría n agresión, a quienes entonces os hicie­ ron caso les sobrevino la salvación, m ien tras que a quienes se desp reo cu p aron 128 de v u estra advertencia les tocó aco rd arse en m uchas ocasiones de vu estras p re ­ dicciones y reconocer que vosotros no sólo erais bien­ intencionados p a ra con ellos m ism os, sino adem ás hom bres sagaces y adivinos; pues se h a cum plido todo cuanto p ro n o sticasteis. Y, en verdad, nadie desconoce, si y tú m enos que nadie, que Filístides h a b ría pagado buena sum a de dinero p o r ten er en su p o d er Oreo, y C litarco p o r poseer E retria, y el propio Filipo p o r con­ ta r con esas plazas p a ra em plearlas c o n tra vosotros y p o r no re su lta r convicto en relación con ninguna de sus re sta n te s em presas, así com o p a ra que nadie en ningún lugar hiciese indagación de las injusticias que iba com etiendo. Pues los em bajadores que de p a rte de 82 U6 Estas expediciones tuvieron lugar en el 341 a. C. y, a raíz de ellas, fueron eliminadas las tiranías de Oreo y Eretria, ejecutados los tiranos Filístides y Clitarco, y toda la isla quedó libre del dominio de Filipo. 127 Cf. Demóstenes, Sobre la corona 87-89, 240, 241. El Proconeso y Ténedos aparecen mencionados en el § 302. 128 Se refiere a los peloponesios, que no hicieron caso del consejo de Demóstenes en el 344 a. C.; ni más tarde (cf. De­ móstenes, Contra Filipo, III 27, 34); y también a los de Oreo y Eritrea, que se negaron a escuchar a Atenas (D emóstenes, Contra Filipo, III 57, 66, 68). 35. — 27

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Clitarco y de Filístides aquí iban llegando se alojaban casa. Esquines, y tú eras el representante o t a a l de ellos; aquellos hombres a q u ie n e s la cuidad « d w o como enem igos y gentes que nada ju st,> m acéptabte nroDonían eran tus amigos. Bien, nada de eso se hizo S Ú T óh tú que m e calumnias y dices de mi que cadlo cuando cobro , vocifero cuando m e lo he * s . S Ú Ú » Pero no haces tú eso; por el contrario, andas continuam ente vociferando y nunca cesaras g estos

STú

° 0 dtV aC-n A?iSpueí?uÚqúe°TO Sotros m e coronasteis 83 entonces p o r esos merecim ientos y Aristonico redactó el decreto”en los m ism os términos que Ctesifonte aM presente ha empleado ahora, y pese a que la corona ?ÚÚ proclamada en el teatro - y era ésta ya para mt h, segunda vez que se me hacía tal p ro cla m a -, Esquines que estaba presente, ni se opuso m entablo demanda contra el autor de la propuesta. Toma también ese de­ creto y léem elo.

DECRETO 130

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[En el arco n ta d o de Q uerondas, h ijo d e Hegen“ ^ ^ l dl¿

de su, V r e t o s ha

nueblo de los atenienses y de palaD ra .

*

P i fnvnr de los m ism os atenienses y de los b ien que p u ede en fav o r de los m Hr 1os dem ás griegos, ten g an a b ten el Consejo y el pueb

129 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 218. aprócrifo. 130 De nuevo estamos ante un documento

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atenienses elogiar a Demóstenes, hijo de Demóstenes, de Peania, y coronarle con corona de oro y proclamar la corona en el teatro en las íiestas Dionisias, en la representación de las tragedias nuevas, y de la proclamación de la corona se cuiden la tribu que ocupa la pritama y el ordenador de los certáme­ nes. Hizo la propuesta Aristonico de Fréarros.j

¿Hay, pues, alguno de e n tre vosotros que sepa si 85 sobrevino a la ciudad algún oprobio, escarnio o m ofa a raíz de ese decreto, como dijo ése 131 que ah o ra ocu­ rriría si yo soy coronado? Y bien es verdad que cuando Jos hechos son recientes y conocidos de todos, si son buenos, alcanzan g ratitu d , si son de o tra suerte, cas­ tigo. Pues bien, es claro que yo entonces alcancé gra­ titu d y no cen su ra ni castigo. P or tanto, h asta aquel m om ento en que tuvieron 86 lugar esos hechos, es cosa p o r todos reconocida que yo actu ab a de la m ejo r m anera en beneficio de la ciu­ dad, p o r el hecho de que con m is discursos y p ropues­ tas triu n fab a cada vez que deliberabais, y se llevaban a la p ráctica m is propuestas y de ellas resu ltab an co­ ronas p ara la ciudad, p ara m í y p a ra todos, y vosotros habéis hecho sacrificios y procesiones en agradecim ien­ to a los dioses en la idea de que tales resultados eran buenos. Así pues, una vez que Filipo fue expulsado de 87 E ubea p o r vosotros, con las arm as, y p o r m í (aunque algunos de éstos revienten) m ediante mi gestión públi­ ca y m is decretos, b uscaba él o tro b alu arte c o n tra la c iu d a d 132. Y viendo que de e n tre todos los hom bres 131 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 231: «Vosotros mismos, cuando coronéis a un hombre de esta especie, ¿no pensáis que en el concepto de los griegos recibís una silba?». 132 Bizancio.

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som os los q ue en m ayor m edida consum im os trigo im p o rta d o 133, queriendo hacerse dueño de la im p o rta­ ción de grano, avanzó hacia T ra c ia 1* y en principio reclam aba de los bizantinos, que eran sus aliados , la colaboración en la g u erra co n tra vosotros; pero com o no q u erían y afirm aban que no h ab ían hecho la alianza en esos térm inos (diciendo en eso la verdad), Filipo levantó u n a em palizada fren te a la ciudad, y em88 plazando m áq u in as de guerra, la asediaba. Ante ta l si­ tuación, lo q u e debíais vosotros hacer, no os lo p re­ guntaré, p u es es p a ra todos evidente Pero, ¿quien fue el que p re stó ayuda a los bizantinos y los salvo? ¿Q uién el que im pidió que el H elesponto p a sa ra a m anos aje­ n as por aquellas fechas? V osotros, varones atenienses, y cuando digo vosotros, digo la ciudad. Y ¿quien era el que p a ra bien de la ciudad hacía uso de la palabra, p ro p o n ía p o r escrito decretos, actu ab a y, p o r decirlo de u n a vez p o r todas, se entregó sin reservas a esos a9 asu n to s’ Yo. Pero, realm ente, cuánto beneficio ello a todos es co sa que ya no es m enester ap ren d áis de m i discurso, p u es lo habéis experim entado con los hechos. B3 Para la política exterior de Atenas era vital evitar que el Helesponto y el Bosforo estuviesen bajo “ ^ ^ de poderes enemigos (cf. Demóstenes, Sobre la corona 241, 301). Ello Hehido al hecho de que el suelo del Ática, «de escaso espesor», como señalara acertadamente Tucídides (T ucídides, Historia de 2 ° gUerra del Peloponeso I 2), ni en las mejores cosechas pronordonaba grano suficiente para alimentar a la población a la nue brindaba asiento. Necesitaba, pues, Atenas importar trigo de las fértiles costas del Ponto Euxino. Cf. Demóstenes, Contra ^ m " íilip o se acercó a Tracia en el 340 a. C. para asediar Perinto Un ejército macedonio que marchaba a través del Quersoneso protegía a la flota de Filipo que en ese momento se abría paso por el Helesponto. 135 Bizancio se alió con Filipo después de abandonar su alianza con Atenas a raíz de la Guerra Social (cf. Demóstenes,

Contra Filipo, III 35; Sobre la libertad de los rodtos 3).

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En efecto, la g u erra que entonces tuvo lugar, sin con­ ta r el hecho de que ap o rtó herm osa gloria, os hacía vivir en todo lo to cante al su sten to con m ayor abun­ dancia y b a ra tu ra que la paz a c tu a l136, la que esa buena gente observa en d etrim en to de su p a t r i a 1371389 y con vistas a fu tu ra s esperanzas, ¡de las que ojalá se vean fru strad o s y com partan los bienes que vosotros, los que albergáis los m ejores deseos, pedís a los dio­ ses; que nunca os hagan partícip es de los que ellos p ersonalm ente han escogido! Léeles las coronas de los bizantinos y las de los perintios, con las que coronaban entonces a la ciudad a raíz de esos acontecim ientos.

DECRETO DE I OS BIZ A N TIN O S

FSiendo hieromnamon 138 Bosporico, Damageto en la Asamblea, tomando un decreto previo fiel Consejo, presentó esta propuesta: toda vez que el pueblo de los atenienses en las pa­ sadas ocasiones ha venido siendo constantemente bienintencio­ nado hacia los bizantinos v sus aliados y parientes los perin­ tios ,39, y les han prestado muchos y grandes servicios y, recientemente, cuando Filipo el macedonio atacó la región y la ciudad con el fin de liquidar Bizancio v Perinto y quemaba el campo y talaba sus arboles, acudió en su ayuda con ciento veinte bajeles, trigo, proyectiles v hoplitas y nos libró de esos 136 La «paz de Démades», que protegía a Atenas a partir de la derrota de Queronea. 137 El partido filomacedonio de Atenas había impedido que los atenienses decidiesen prestar ayuda a Tebas en su revuelta del 335 a. C. y a los lacedemonios que hicieran lo mismo en el reinado de Agis, el 330 a. C. 138 En Bizancio, el hieromnámdn, sacerdote de Posidón, era el magistrado epónimo, como el arconte en Atenas; cf. P olib io ,

IV 52.

139 Los bizantinos eran colonos de los megarenses, dorios, por tanto; los perintios, en cambio, lo eran de los jonios de Samos, pero a éstos se les habían unido megarenses.

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grandes peligros y restableció la constitución patria las leyes 91 * los sepulcros, ha parecido bien al pueblo de los bizantinos v de los perintios conceder a los atenienses derecho de matamonio, de ciudadanía, de posesión de tierras y casas, presiden­ cia en los certámenes, acceso inmediato al Consejo y a la Asamblea después de los sacrificios, y exención de toda prestación de servicios públicos para quienes deseen habitar la ciudad- y erigir en el Bosporeo tres estatuas de dieciseis codos que representen al pueblo los atenienses en actitud de ser coronado por el de los bizantinos y perintios, y enviar delega­ ciones a las grandes concentraciones griegas, los Juegos Istmicos, Ñemeos, Olímpicos y Píticos, y proclamar las coronas con las que ha sido coronado el pueblo de los atenienses por nosotros, para que conozcan los griegos los méritos de los atenienses y la gratitud de los bizantinos y perintios.]

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Lee tam b ién las coronas decretadas p o r los h ab itan ­ tes del Q uersoneso.

DECRETO DF. LOS Q U ERSONESIOS

[Los quersonesios que habitan Sesto, Eleunte, Mádito y Alopeconeso coronan al Consejo y al pueblo de los atenienses con una corona de oro de sesenta talentos y erigen un altar a Gra­ titud y al pueblo de los atenienses por haber sido causante de todos los mayores bienes para los quersonesios, al haberlos arrancado de las manos de Filipo y haberles devuelto sus pa­ trias, sus leyes, su libertad y sus templos. Y en todo el tiempo por venir no cesarán de dar gracias y de hacer todo el bien que puedan. Estos acuerdos fueron votados en el Consejo con­ federado.]93

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Así pues, m is principios y mi actividad en el go­ b iern o no sólo lograron salvar el Q uersoneso y Bizan-

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ció, im pedir que el H elesponto llegase a e sta r algún día som etido a Filipo, y que n u estra ciudad alcanzara p o r ello alta consideración, sino que, adem ás, revela­ ron a todos los hom bres la nobleza de n u estra ciudad y la ru in d ad de Filipo. Pues él, siendo, com o era, aliado de los de Bizancio, era visto p o r todos asediando esa ciudad; y «, no os desentendisteis de ello n i reco rd asteis los agravios sufridos p o r Tem is ó n 150 y T eodoro a propósito de Oropo, antes bien, incluso a ellos les p re sta ste is socorro, ocasión aquella en que p o r p rim era vez se pusieron al servicio de la lónolis cuya función era la de tener a Esparta bajo control Fue entonces cuando los lacedemonios so b ra r o n a C A te n ! sus antiguos enemigos, los atenienses. En el 369 a. C., Atenas envía al Peloponeso a Ifícrates al mando d e “ ! se Íib ró tropa que llegaba a los doce m il hombres. Así, Esparta se libro de la invasión tebana que la amenazaba. Se fraguó, de este m odo, una alianza entre Atenas y E s p a r t a d e s t m a d a a e s t a r “t o en vigor con posterioridad al 362 a. C - . ^ h a d e l a b a t a l l a de Mantinea, en la que las dos ciudades abadas lucharon uni­ damente contra el enemigo común, los tebanos. 149 Los tebanos mantenían en sujeción a Eubea desde el ano T71 a C fecha de la batalla de Leuctra. Pero, el 357 a. C., un ejército tebano fue enviado a la isla con el fin de acallar algunos S S b i o ° q u e se producían en ella. Los eretrios pidieron avuda a Atenas para hacer frente a sus enemigos de la localidad, que eran apoyados por fuerzas tebanas. Los atenienses e n t ­ rón a Eubea un ejército que en treinta días expulsó de la

3 í T i r a ^ E r e t r i a que, en el 366 a. C„ juntamente con otro eubeo, Teodoro (citado en el texto a continuación), ata­ caron Oropo, localidad ateniense situada en la frontera con Beoda, la tomaron y se la entregaron a los tebanos.

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ciudad los triera rco s voluntarios, de los cuales uno era yo. P ero aún no hablaré de ello. Y bella acción too realizasteis ya al salvar la isla, pero m ucho m ás bella todavía cuando, co n stituidos en dueños de sus cuerpos y ciudades, se los devolvisteis, en concierto con la justicia, a quienes personalm ente os habían hecho perjuicio, sin que p a ra nada tom aseis en consideración vuestras ofensas en m edio de aquella confianza que se os otorgó. Pues bien, aunque puedo c ita r m iles de otro s ejem plos, los paso por alto: batallas navales, ex­ pediciones (p o r tierra, cam pañas) tan to realizadas otro tiem po com o ah o ra en n u estro s propios días, todas las cuales la ciudad las h a llevado a cabo p o r la lib ertad y salvación de los dem ás griegos. E ntonces, yo, tra s h a b e r 101 visto que la ciudad en tra b a en liza de buen grado en tan tas y tan grandes em presas p o r defender los in te­ reses de los dem ás, cuando la deliberación concernía de alguna m an era a ella m ism a, ¿qué órdenes debía d a r o qué actuación aconsejarle? ¿G uardar rencor, p o r Zeus, c o n tra los que querían salvarse y b u sca r excu­ sas p o r las que abandonásem os todo? ¿Y quién no me h u b iera m atad o con toda justicia, si h u b iera intentado desh o n rar, aun sólo de palabra, alguna de las glorias con que cuenta la ciudad? Puesto que, de todos m odos, la acción en sí vosotros no la h u bierais realizado, perfec­ tam en te lo sé yo; pues si hubieseis querido, ¿qué im ­ pedim ento h ab ría ? ¿No estaba ello a vuestro albedrío? ¿No se en co n trab an aquí éstos p ara aconsejaros esas m edidas? Pues bien, quiero v o lv e r151 a la gestión pública que 102 iba yo d esarro llan d o inm ediatam ente después de esos sucesos. Y considerad de nuevo en ella qué era lo m ejo r isi Tras la digresión comprendida entre los §§ 95 y 101, ambos inclusive, reemprende Demóstenes la exposición de su política defendiendo su famosa Ley trierárquica (340 a. C.) de los ataques de Esquines (102-109).

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d is c u r s o s

p o l ít ic o s

p a ra la ciudad. Pues viendo, varones atenienses, que v u estra flo ta 152 se iba descom poniendo y que los ricos re su ltab a n exentos de im puestos a b ase de pequeños desem bolsos, m ien tras que los ciudadanos poseedores de m oderados o insignificantes recursos iban perdiendo sus h ab eres y que, adem ás, a consecuencia de ello la ciudad p erd ía sus oportunidades p o r llegar ta rd e a ellas, p ro p u se u n a ley en v irtu d de la cual a los unos, los ricos, los obligué a cum plir sus ju sta s obligaciones, puse fin a las in justicias sufridas p o r los pobres, y p a ra b ien de la ciudad logré —lo que precisam ente era lo m ás ú til— que los preparativos se dispusieran 103 a su debido tiem po. Y denunciado p o r ello m e presen­ té a juicio an te vosotros y salí de él absuelto y el acu­ sador no obtuvo la porción de votos req u erid a. Ahora bien, ¿cuánto dinero im agináis que m e ofrecían los jefes de la prim era, segunda y te rc era clase de co n tri­ b u y entes de las sinm orías 15? a cam bio de que, prefe­ ren tem en te, no p ro p u siera esa ley, o si no, en todo caso, la echase abajo dejándola en suspenso b a jo de­ claración ju rada? 154. Tanto, varones atenienses, que ten-

«2 Y a e n el m is m o c o m ie n zo de s u c a r r e r a p o lític a , Dem ó s te n e s h a b ía p ro p u e s to m o d ific a r la c u e s tió n d e l se rv icio d e la flo ta y d e la s p re s ta c io n e s d e los tr ie r a r c o s (a n o 354 a. E n e l 340 a . C., c u a n d o e m p e z a b a la « se g u n d a g u e rra c o n tr a F ilipo», lo g ró n u e s tr o o ra d o r, p e se a to d a s la s r e s is te n c ia s y o b s tá c u lo s q u e le sa lie ro n a l p a so , im p o n e r u n a r e fo rm a r a d i­ c a l e n la o rg a n iz a c ió n de la s t r ie r a r q u ía s , se g ú n la c u a l, to d o s lo s c iu d a d a n o s q u e te n ía n p o sib le s c o n trib u ía n , c a d a c u a l se ­ g ú n s u f o r tu n a , a la s c a rg a s im p u e s ta s p o r el se rv icio p ú b lic o . 153 Cf. Demóstenes, Sobre las sinmorías. 154 C u a n d o se p r e s e n ta b a u n a a c u s a c ió n d e ile g a lid a d c o n ­ t r a u n a ley o u n d e c re to , e ra m e n e s te r q u e el a c u s a d o r ju r a s e s u in te n c ió n d e p ro s e g u ir c o n la d e n u n c ia . D e e s te m o d o la lev o el d e c re to in c u lp a d o s e ra n in m e d ia ta m e n te a n u la d o s , o d e te n id o s (e n el c a so d e q u e su a p ro b a c ió n e stu v ie se a u n e n p ro c e so d e trá m ite ).

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go rep aro s en decíroslo. Y eso con razón in ten tab an ellos hacerlo. Pues en conform idad con las leyes an te­ riores po d ían realizar el servicio público en grupos de dieciséis, gastando ellos m ism os poco o nada, pero abru m an d o a los ciudadanos necesitados, m ien tras que, de acuerdo con m i ley, cada cual debía pag ar la cuota co rrespondiente a sus haberes, y el que antes era el contribuyente decim osexto de una sola nave (pues ya ni se llam aban a sí m ism os trierarco s, sino co n trib u ­ yentes) apareció convertido en triera rco de dos. Por consiguiente, con tal de que se ab ro g aran esas leyes y no se vieran forzados a cu m p lir sus ju sto s deberes, no hay cosa que no estuviesen dispuestos a dar. Y léeme, en p rim e r lugar, el decreto en v irtu d del cual com parecí en el proceso a raíz de la acusación pública, y, seguidam ente, las listas, la re su ltan te de la ley an­ terio r y la ob ten id a en conform idad con la m ía. Lee.

decreto

155

[En el arcontado de Policles, el día decimosexto del mes Boedromión, ocupando la presidencia la tribu Hipotóntide, Demóstenes, hijo de Demóstenes, de Peania, introdujo una ley sobre la trierarquía en sustitución de la anterior, en virtud de la cual se establecían los sindicatos de los trierarcos; v el Consejo y el pueblo la aprobaron por votación; y Patroclo, de Flía, presentó denuncia de ilegalidad contra Demóstenes, v, como no obtuvo la mínima parte de votos requeridos, pagó la multa de quinientas dracinas.]

P resenta ah ora tam bién la herm osa lista. 155 No es un decreto, sino un memorándum, lleno, por lo demás, de indicios que denuncian su carácter apócrifo.

discursos políticos

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LISTA 156 [Que los trierarcos sean llamados para la dotación de cada trirreme, en número de dieciséis, de las agrupaciones de las compañías, desde los veinticinco años hasta los cuarenta, y participen del servicio público en términos de igualdad.]

P resen ta ahora, fren te a ésta, la lista que resu lta de mi ley. LISTA [Que los trierarcos sean elegidos para cada trirreme por su hacienda, según evaluación, a partir de diez talentos; y si la hacienda resultara estimada en más elevadas sumas, sea fija a su contribución proporcionalmente hasta tres bajeles y un barco auxiliar. Y apliqúese la misma proporcionalidad también a aquellos cuyas haciendas sean inferiores a los diez talentos, reuniéndose éstos en una agrupación que alcance los diez ta­ lentos.]

107

¿Acaso os parece que p re sté escasa ayuda a los po­ bres de e n tre vosotros o que los ricos h u b ieran des­ em bolsado pequeñas sum as de dinero con tal de no cu m plir sus ju sta s obligaciones? Pues bien, no solo me enorgullezco de no h ab e r desistido de ello, ni de h ab e r sido ab su elto tra s h ab e r sido acusado, sm o tam bién de h a b e r legislado la ley que convenía y de h ab e r 156 Está claro que estas listas ni son listas m cosa que se les parezca. En las listas verdaderas y autenticas debieran fi­ gurar nombres de ciudadanos, especificación de la magnitud de su riqueza y sus contribuciones a la trierarquia antes (pn mera lista) y después (segunda lista) de que entrara en g la ley de Demóstenes.

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dado prueba de ello con los hechos. Porque a lo largo de toda la guerra, mientras las expediciones tenían lugar de acuerdo con mi ley, nunca ningún trierarco depositó ante vosotros un ramo de suplicante consi­ derándose agraviado, no se sentó en Muniquia 157, no fue prendido por los comisarios de las expediciones 158, no perdió la ciudad ninguna trirreme, ora abandonada en alta mar, ora retenida aquí mism o por no poder zarpar. Sin embargo, cuando regían las leyes prece- tos dentes, todos esos incidentes ocurrían. Y ésta era la causa: que los servicios públicos recaían sobre los po­ bres; se daban, pues, casos de imposibilidad. Pero yo transfei í las contribuciones navales de los m eneste­ rosos a los opulentos; así pues, iba resultando todo lo que era menester. Y, realmente, también por eso mismo soy merecedor de alcanzar elogio, porque adop­ taba yo todas las medidas de ese tenor, a raíz de las cuales resultaban para la ciudad especies varias de gloria, honor y poder. Nada hay de malicioso, cruel o maligno en mi actuación pública, ni de rastrero o in­ digno para la ciudad. Resultará, pues, evidente que he 1 0 9 mantenido los m ism os principios tanto en los asuntos concernientes a nuestra ciudad como en los relativos a las ciudades griegas; porque ni en nuestra ciudad preferí la gratitud de los ricos a los derechos de la mayoría, ni en los asuntos griegos acogí con afecto

787 El trierarco Que se sentía agraviado o perjudicado en sus intereses y derechos depositaba un ramo de suplicante sobre un altar (tal vez el situado en la Pnix), o bien se sentaba junto al altar de Ártemis Muniquia, en el puerto de este mismo nombre; cf. L isias, Contra Agorato 24, 52. 158 Eran diez en número. Se les elegía en cada ocasión en que se preparaban expediciones navales; estaban encargados de proveer a las trirremes de jarcias y aparejos, y de com­ probar si después de su navegación se encontraban en perfecto estado.

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las dádivas de Filipo o su h ospitalidad en vez de los com unes in tereses de todos los griegos. Considero, p o r tanto, que m e re sta tra ta r de la p ro ­ clam ación y de la rendición de cuentas, pues, que iba yo actu an d o de la m ejo r m anera y que continuam ente estoy bien dispuesto y deseoso de beneficiaros, estim o haberlo m o strad o suficientem ente con lo antedicho. No obstan te, dejo de lado lo m ás im p o rtan te de m i gestión y actuación públicas p o r entender, en p rim e r lugar, que debo d a r cu en ta en su debido orden de los argum en­ tos referen tes a la cuestión m ism a de la ilegalidad, y en segundo térm ino, porque, aunque n a d a diga del resto de m i gestión pública, de igual m odo cuento con el apoyo de la conciencia que cada uno de vosotros tiene de ella. C iertam ente, p o r lo que atañe a los argum entos que ése iba exponiendo, m ezclándolos en desorden total, acerca de las leyes presen tad as en parangón con la m ía, m e im agino, p o r los dioses, que ni vosotros los entendéis n i yo m ism o pude com prender la m ayor parte. P ero, sim plem ente y a derechas voy a tr a ta r de los aspectos legales del caso. Pues estoy tan lejos de p ro clam ar que no estoy sujeto a rendición de cuentas (cosa que ése ah o ra precisaba y falsam ente m e a tri­ buía), q ue a lo largo de toda mi vida m e reconozco som etido a daros razón del dinero que he m anejado o 12 de mi gestión com o hom bre público. Sin em bargo, al m enos de las donaciones que de mi hacienda p a rtic u ­ lar p ro m etí e hice al pueblo, afirm o que ni p o r u n solo día estoy yo som etido a rendición de cuentas (¿oyes, E squines?) ni ningún otro, ni aunque se tra ta ra de uno de los nueve arcontes. Porque, ¿qué ley hay ta n llena de in ju sticia y aversión a los seres hum anos, que a quien h a dado algo de lo suyo propio y llevado a cabo un acto de hum anidad y generosidad, le priva de la g ratitu d , lo a rra s tra ante los sicofantas y a ésos les i

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encarga de tom arle cuenta del dinero que dio? N ingu­ na. Y si él dice que sí, que la m u estre y yo m e d aré por contento y m e callaré. P ero no existe, varones ate­ 113 nienses, sino que es este ho m b re quien m e calum nia, porque cuando estab a al cargo del fondo p a ra espec­ táculos añadí dinero de mi propio caudal, y sostiene: «Le acordó un elogio pese a e sta r som etido a rendición de cuentas.» Al m enos, no p o r n ad a de eso p o r lo que estaba su jeto a d ar cuentas, sino p o r m is propias do­ naciones, sicofanta. «Pero tam bién eras com isario de fortificaciones.» Y p o r eso p recisam en te se m e otorga­ ba coherentem ente u n elogio, p o rq u e hice donación de los gastos y no los cargaba en la cuenta pública. Pues las cuentas req u ieren explicaciones e inspectores, en cambio los donativos ju sto es que obtengan agradeci­ m iento y aplauso. P o r esta razón Ctesifonte, aquí p re­ sente, p resen tó esa m oción acerca de m i persona. Y 114 que esta definición está así establecida no sólo en las leyes, sino tam bién en vuestros sentim ientos m orales, os lo m o straré fácilm ente con ejem plos de varia suerte! En p rim er lugar, N ausicies '-9 siendo general h a sido coronado en m últiples ocasiones p o r vosotros en razón de las aportaciones que hizo de su propio bolsillo. Luego, cuando D iótim o 15960 y en o tra ocasión C arid em o 161 159 Nausicies fue el general que estuvo al frente de la expe­ dición militar que detuvo a Filipo en las Termópilas el año 352 a. C. Cf. D iodoro S ículo, XVI 37. 160 Es uno de los patriotas cuya extradición pidió Alejandro después de la destrucción de Tebas y a punto ya de partir hacia Asia. Cf. Arriano , Anábasis de Alejandro I 10, 4. 161 Caridemo de Oreo, cuya extradición pidió también Ale­ jandro en el 335 a. C., fue objeto de un duro ataque, por parte de nuestro orador, en su discurso Contra Aristócrates (XXIII en el Corpus). Fue, en principio, jefe de tropas mercenarias; luego, sus servicios fueron en Atenas altamente considerados, sobre todo por sus campañas en el Quersoneso. Llegó a ser general ateniense y luchó contra Filipo de Macedonia, de quien fue enemigo acérrimo. 35. — 28

discursos políticos

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donaron los escudos, era n coronados. D espués Neoptólem o 162, que ahí está, cuando estaba al c a r g M * ^ m erosas obras, p o r las donaciones que ^ zü haJ ^ honrado. P o rq u e eso sí que s e n a lam entable, que a quien ejerza u n a m a g istra tu ra no le sea licito donar a la ciudad sus bienes p o r m or de su cargo o q u e por sus donaciones en vez de g ranjearse agradecimiento, lia se vea som etido a re n d ir cuentas. En efecto, para mostr a r que es cierto lo que digo, tom a y leem e los decre­ tos m ism os que h an sido propuestos en honor de ellos. Lee. decreto

[En el arcontado de Demonico de Fila, el día vemUséis de mes Boedromión, determinación del Consejo y del pueblo Calías de Fréarros propuso: parece bien al Consejo y al pueblo coroñar ^ N au sk d es, comandante al trente de los hophtas porque encontrándose dos mil hoplitas atenienses en Imbros pre tando, además, ayuda a los atenienses que habl¡a^a“ ^ ¡ nada isla no pudiendo Filón, elegido para estar al frente d la administración financiera, hacerse a la mar por causa de empe ade ni pagar las soldadas a esos hoplitas, hizo d o n a T n del requerido dinero aportándolo de su propia hacienda Clon uet q la corona sea proclamada en

2

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representación de ta s n u e v a s trape-

dias.] OTRO DECRETO 116

, . - Palias de Fréarros, haciendo los [Propuesta que presento Pnnseio- Toda L . .. , n_ determinación del Consejo. íoua C” eó— 'a. trente de ios hopitt.s, V » d i “

mandante »' f " » « de I » eabatteros. „ ,u ,d o . a S *

conocido en A .« n ~ *^ ^ T igual que Diotimo, colmado de honores, c . oradores 843 y sigs.

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i Í

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lam ina, después que algunos soldados fu ero n desp o jad o s de sus a rm a s p o r el enem igo en la b a ta lla que tuvo lu g ar en las m árgenes del río, a sus p ro p ias expensas a rm a ro n a los jóve­ nes con ochocientos escudos, ten g an a bien el C onsejo y el p ueblo co ro n ar a C aridem o y D iótim o con sendas coronas de o ro y p ro clam ar la coronación en las g randes P anateneas con ocasión del certam en gim nástico, y en las tiestas D ionisias, en la rep resen tació n de las nuevas trag ed ias; y se encarguen de la proclam ación los tesm otetas, los p ríta n e s y los agonótetas.]

Cada uno de ésos, Esquines, estaba som etido a rendición de cuentas respecto de la m ag istratu ra que eje r­ cía, pero no lo estab a en cu an to a los servicios p o r los que se le coronaba. Así pues, tam poco yo; porque, sin duda, en las m ism as circunstancias m e asisten los m ism os derechos que a los dem ás. Hice u n a donación: recibo elogio p o r ello sin e star obligado a re n d ir cuen­ tas de lo que di. D esem peñaba yo un cargo: y he dado cuenta, p o r cierto, de mi gestión, no de las donaciones que hice. ¡Por Zeus!, pero lo desem peñé a tu erto . Y entonces, estan d o tú presente, cuando los m iem bros del trib u n al de cu en tas me citaban a exam en, ¿no m e acusabas? Pues bien, para que veáis que él m ism o me confirm a con su testim onio que yo he sido coronado p o r hechos de los que no estaba obligado a re n d ir cuentas, tom a y lee todo el decreto redactado en mi favor. Y es que p o r los p u n to s del proyecto de decreto que no incri­ m inó, re su lta rá claro que en su acusación actúa como sicofanta. Lee. DECRETO 163 [E n el arco n tad o de Euticles, a día veintidós del m es Pianepsión, o sten tan d o la presidencia la trib u Eneide, C tesifonte

163 Fue b a jo el arco n tad o de Frínico. A parte de la fecha

117

118

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de Anañisto, hijo de Leóstenes, expuso: Toda vez que Demostenes hijo de Demóstenes, de Peania, encargado de la repara­ ción de las murallas, de sus propios ingresos hizo gasto adicio­ nal de tres talentos para sufragar las obras y los entrego como donativo al pueblo; y, puesto al líente del Teórico regalo cien minas para sacrificios a los delegados de todas las tribus, tengan a bien el Consejo y el pueblo de Atenas elogiar a Demóstenes, hijo de Demóstenes, de Peania, por sus méritos y hombría de bien que en toda ocasión viene mostrando hacia el pueblo de los atenienses, y coronarle con corona de oro, y proclamar la corona en el teatro, en las fiestas Diomsias, en la representa­ ción de las tragedias nuevas, y que se ocupe de la proclama­ ción el agonóteta.]

no

Así pues, ésas son m is donaciones, ninguna de las cuales has m encionado tú en tu acusación; en cam bio, las recom pensas que en com pensación de ellas dice el Consejo se m e deben otorgar, ésas sí que las p ersi­ gues en ju sticia. R econociendo, pues, q u e re cib ir lo que se regala es legal, denuncias p o r ilegalidad el hecho de que se co rresp o n d a con g ra titu d a esos favores. Y el ho m b re m ás m alvado y enemigo de los dioses y maldicente de verdad, ¡por los dioses!, ¿cóm o te n d ría que ser? ¿No v en d ría a ser m ás o m enos com o éste. 120 Y, en realid ad , a propósito de la proclam ación en el teatro , dejo de lado el que m il veces m iles de ciu­ dadanos hay an sido proclam ados y que yo m ism o m u­ chas veces haya sido coronado antes. Pero, p o r los dioses, E squines, ¿eres tan to rp e y ta n cerrado, que no puedas d arte cuenta de que p ara el que es coronado la corona tien e el m ism o interés, sea cual sea el lugar de la proclam ación, y de que es p o r conveniencia de quienes la o torgan p o r lo que el pregón tiene lugar hay, en este decreto, omisiones y determinados detalles del texto que lo declaran apócrifo.

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en el teatro ? Pues los que lo oyen, todos, se sienten im pulsados a serv ir a la ciudad y m ás alaban a los que dan p ru eb as de su g ra titu d que al que recibe la corona, por lo cual, precisam ente, la ciudad ha redactado esa ley. Tom a y léem e esa ley m ism a.

LEY

[En cuantos casos los demos otorguen coronas, háganse las proclamaciones de éstas en los respectivos demos, a no ser que otorgue las coronas e! pueblo de los atenienses o el Consejo; en tal caso, sea lícito hacerlas en el teatro, en las fiestas Dionisias...]

(•'Oyes, E squines? La ley dice claram ente: «excepto si a algunos se las d ecreta el pueblo o el Consejo; a esos tales, que los proclam e el heraldo» ,64. ¿Por qué forjas em bustes? ¿Por qué no u sas eléboro p a ra com ­ b a tir esos tus m ales? Pero, ¿ni siquiera te avergüenzas de iniciar un proceso basado en envidia y no en delito alguno, ni de m odificar leyes y de elim inar sus p artes, cuando deberían ser leídas por en tero al m enos a quie­ nes han ju ra d o em itir su voto de acuerdo con ellas? Y luego, o b ran d o así, enum eras cu an tas cualidades deben aco m p añ ar a un hom bre p a rtid a rio del pueblo, al m odo del que ha encargado u n a e sta tu ía según u n c o n tra to y después se la lleva sin que tenga las cuali­ dades que debiera po seer en v irtu d del docum ento, o com o si a los p a rtid a rio s del pueblo se los conociera po r sus p alab ras y no p o r sus actos y su gestión p ú ­ blica. Y a gritos, com o desde un carro 16465, pronuncias 164 c f. E squines, Contra Ctesifonte 35-48.

165 Alusión a las invectivas y palabras torpes que se lanza-

121

122

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d is c u r s o s

p o l ít ic o s

palab ras decibles e indecibles, que son propias de ti y de tu linaje, no de mí. Aunque aún hay o tra cuestión, 123 varones atenienses: Yo considero que el vituperio se diferencia de la acusación en esto: en que la acusación co m p o rta faltas cuyos castigos se contem plan en las leyes, m ien tras que el vituperio conlleva calum nias que suelen dirigirse recíprocam ente los enem igos en v irtud de su pro p io natural. Y sospecho que n u estro s an tep a­ sados edificaron estos tribunales, no p a ra que, tras h ab er logrado reuniros en ellos, nos denostem os m u­ tuam en te sacando a relucir lo indecible de n u estras vidas p rivadas, sino p a ra que convenciéram os a quien­ quiera h u b iere com etido algún delito co n tra la ciudad. 124 Pues bien, aunque E squines sabe eso no m enos que yo, eligió, en vez de acusarm e, co m p o rtarse com o en un carnaval. Sin em bargo, ni siquiera en este caso m erece lib rarse sin su frir m engua. Ya p asaré a ese tem a, tra s h aberle preguntado tan sólo: ¿Se h a de declarar, E squines, que eres enem igo de la ciudad, o . m ío? Mío, evidentem ente. En tal caso, cuando te era posible alcanzar en justicia venganza de m í en favor de éstos y de acuerdo con las leyes, si es que yo com etía injusticia, en la rendición de cuentas, en los procesos públicos, en los dem ás procedim ientos legales, cejabas 125 en el em peño; en cam bio, donde yo soy invulnerable a cu alq u ier sanción, p o r toda suerte de razones, p o r las leyes, p o r el tiem po tran scu rrid o , p o r la prescripción, p o r h ab er sido juzgado con an terio rid ad m uchas veces, a p ro p ó sito de todos los cargos, p o rq u e jam ás resu lté convicto de com eter ninguna injusticia c o n tra vosotros, y cuando es obligado que la ciudad p articip e en m ayor b a n desde sus c a rro s los p a rtic ip a n te s en procesiones festivas en h o n o r de D ioniso (en los Coes y las L eneas) o en conm em o­ ración de los grandes m isterio s eleusinios (en este caso era n m u jeres las p articip an tes).

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o m en o r grado de la gloria de los actos llevados a cabo oficialm ente, ¿en este m om ento has salido a mi en cuentro? M ira a ver no seas enem igo de éstos m ien­ tra s finges serlo mío. Pues bien, dado que se h a m o strad o a todos cuál es 126 el voto req u erid o p o r vuestra piedad y justicia, es m e­ n ester, a lo que parece, que yo, aunque no soy am igo de vituperios, a causa de las blasfem ias p o r ese indi­ viduo difundidas exponga, lo m ás m eram ente im pres­ cindible acerca de su persona en com pensación de sus m uchos em bustes y señale quién es y de quiénes p ro ­ cede el que con ta n ta facilidad da com ienzo a las in ju ­ rias y ridiculiza ciertas frases m ías, cuando él perso­ nalm ente ha dicho lo que cualquier hom bre m oderado no se atrev ería a p ro n u n ciar... P orque si m is acusado- 127 res fueran Éaco, R adam aritis o Minos 166 y no u n ch ar­ latán, un h arag án de m ercado, u n a ru in a de escribano, no creo que h u b iera hablado así ni se h u b iera pro cu ­ rad o expresiones tan pesadas, gritando com o en las tragedias: «oh tierra , sol y virtud» y sim ilares, y en o tra ocasión haciendo una invocación a «la inteligencia v la educación», «por las que se distingue lo decoroso de lo infam ante»; porque, sin duda, eso es lo que le oíais decir. ¿Qué p a rte tenéis tú, basura, y los tuyos en 128 la v irtu d ? O, ¿cuál es p a ra ti la distinción e n tre lo ho­ nesto y lo que no es tal? ¿De dónde te viene esa ca­ pacidad o cóm o se te juzgó digno de ella? ¿D ónde se te p erm ite m encionar la educación? N adie de los que de verdad la h an alcanzado se atrev ería a ex p resar de sí m ism o n ad a sem ejante, a n tes bien, incluso en ro je­ cería de oírlo decir a otro; p ero a los que, com o tú, privados de ella, tra ta n p o r estupidez de fingir que la poseen, Ies queda com o rem an en te no el p a sa r p o r lw Los tres jueces de los muertos en el Gorgias platónico; cf. Platón, Gorgias 523 E.

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tales, sino m o lestar a los oyentes cada vez que hablan. Y au n q u e no tengo dudas sobre lo que es m enester decir acerca de ti y los tuyos, sí que las tengo a propó­ sito del p u n to que he de m encionar en p rim e r térm ino. ¿Acaso diré que tu padre Trom es 167 era esclavo en casa de Elpias, el que enseñaba las letras al lado del tem plo de Teseo. y que andaba provisto de gruesos grilletes y palo de h o rca al cuello? ¿O que tu m adre: haciendo uso de las nupcias de m ediodía en la cabana situada al pie del h éroe calam ita 16S, te crió a ti, herm osa escul­ tu ra y exim io acto r secundario? 169. Pero esas cosas las saben todos aunque yo no las diga. P ero ¿y si digo que el cóm itre Form ión, el esclavo de Dión el frearrio, la arran có de esa honrosa actividad? Mas, por Zeus y los dioses, no m e decido, no vaya a ser que yo m ism o, diciendo de ti lo que bien te cuadra, dé la im presión de h ab e r seleccionado expresiones que no se acomo1 3 0 dan a mi p ro p ia persona. Así que, eso lo dejaré de lado y em pezaré p o r las actuaciones de su p ro p ia vida. Pues ni era h ijo de p adres corrientes v norm ales, sino de los que m aldice el pueblo. Ya que recien tem en te..., ¿re­ cientem ente digo? Ayer o anteayer h a llegado a ser a un tiem po ateniense v orador, y, con la adición de u n p ar de sílabas, a su p adre le trocó de T rom es en Atro-

12 9

167 Cuando pronunció Demóstenes el discurso Sobre la em­ bajada fraudulenta (cf. 249), se contentó con presentar al padre de Esquines como maestro de escuela llamado Atrometo. o a, en cambio, le rebaja de categoría, pues nos lo muestra como es­ clavo de un maestro, y le desfigura el nombre, que de Atrometo («impávido») pasa a ser Tromes («tembloroso»). 168 De difícil interpretación. Se ha propuesto identificar este héroe con el hérós iatrós que aparece mencionado por Demostenes en u n tex to en que sitúa la escuela de Atrometo ju n to al sa n tu a rio de este héroe. Cf. Demóstenes, Sobre la embajada

^ 167 Cf. Demóstenes, Sobre la corona 262, 265; Sobre la emba­ jada fraudulenta 246, 247, 337.

441 SOBRE EA CORONA

^PTitf1 en Glaucom e to , y a su m f

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“ u e , n o m b re

tea, a quien todos sa gané, sin duda, por de E m pusa, sobrenom bre qu 8 otro origen hacerlo y e x p e r im e n ta r t e » ^ 1P ta n desagradec,- 131 podría ten er? Pero, s .n em ba g h ab ié„ dote tro cad o do y m alvado p o r 'í,,,. v de p o b re en n eo , gracias a éstos de esc g ra titu d , sino que te p u ­ no es ya que no les m u " ti6n pública en contra siste a sueldo V ac£ aS¿ lla® actuaciones en que cabe de ellos. Y en cuanto a aquel ^ de la ciudad, la du d a de que haJ a hn

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aquellas en que se ma5 * * . >—

4

de ios enem l' 132

que fue b o rrad o de h ab e r p ro m etido a Filipo cual vino a la ciuda A éste a quien yo babia que qu em aría los arse' dite del P íreo y becho com ­ echado m ano en su esc t^ 1q1„ ese envidioparecer an te la Asa Uar sin treg u a que yo so, a fu erza de vocifera y la r estaba cometienen un régim en de g°b iern ¡ J J ciu d adanos desventudo desm anes al u ltra i req u erim ien to aprorados y p e n e tra r en las cas ^ de1ase en libertad. hado p o r votación, logro qu - £ q del Areópago, 133 y de no h a b e r sido por « que vuestro e rro r que al percatarse del ai.unto inoportuno, ordenó había ocu rrid o en un m om - ^ T

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143

ano 346 a. C„ —

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teahan dudas respecto de un n hech0 de eliminar a un proceso se llamaba d m ; su notnbre figuraba se denoIndividuo del demo en cuya

minaba a p o p s í p h t s t s . m En ese momento (3« ade la flota». Cf. E squines, C o n t r a

era Demóstenes «encarga r te s ifo n te L ie s *

222.

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u n a nueva b ú sq ueda de ese individuo y, habiéndolo arrestad o , lo p resen tó de nuevo ante vosotros, el tal h ab ría sido arreb a ta d o de vuestro alcance y, tra s elu­ d ir d ar satisfacción de su culpa, h ab ría sido despedido p o r este altilo cu ente personaje; la realidad, en cam bio, fue que v o sotros le disteis to rtu ra y lo m atasteis, com o deberíais h acer tam bién con ése. Por tan to , el Consejo 134 del Areópago, conocedor de su actuación de entonces, cuando vosotros lo elegisteis com o abogado p a ra defen­ d er el asu n to del san tu ario de Délos 172 dejándoos llevar de la m ism a torpeza p o r la que vais sacrificando vues­ tro s in tereses com unes, dado que tam bién al C onsejo lo habíais elegido p a ra co laborar y le h abíais conferido au to rid ad sobre el asunto, excluyó in m ed iatam en te a ese individuo com o tra id o r y ordenó a H iperides que se encargase de p ro n u n c ia r el discurso; y así obró el Consejo votando con guijarros tom ados del altar, y nin­ 135 gún voto se depositó a favor de ese canalla. Y en p ru e ­ b a de que esto que digo es verdad, llam a a los testigos de estos hechos. TESTIGOS [D an testim o n io en favor de D em óstenes, en no m b re de to d o s, ios siguientes: Calías de Sunio, Zenón de Flía, Cleón de F alero, D emonico de M aratón: Que cuando en c ie rta ocasión el pueblo eligió a E squines com o abogado an te los anfictíones, en el asu n to del tem p lo de Délos, no so tro s, reu n id o s en consejo, resolvim os que H iperides era m ás digno p a ra h a b la r en de­ fensa de la ciudad, y fue enviado H iperides.] 172 H acia el 343 a. C. los delios se n eg aro n a reco n o cer el antiguo derecho de A tenas a a d m in istra r el tem p lo de Apolo en la isla. El caso fue p rese n ta d o a n te el C onsejo Anfictiómco. La A sam blea escogió a E squines com o co n sejero delegado, p ero el A reópago, a quien el pueblo h ab ía concedido a u to rid a d p a ra rev isar la elección, rechazó al can d id a to de la A sam blea y n o m bró en su lu g ar a H iperides.

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Así pues, cuando el C onsejo le excluyó a ése de la 136 función de o ra d o r público y se la encom endó a otro, entonces declaró m anifiestam ente que era un tra id o r y un individuo m alintencionado p ara con vosotros. He aquí, pues, un ejem plo —tam año caso— de la actuación pública de ese jovenzuelo, bien sim ilar, ¿cóm o no?, a los que esgrim e co n tra m í en su acusa­ ción. Pero, reco rd ad otro. Cuando Filipo envió a Pitón de Bizancio 173 y ju n tam en te con él despachó em b aja­ dores a todos sus aliados con el propósito de d e ja r en m al lu g ar a v u estra ciudad y h ac er ver que su com por­ tam ien to era injusto, entonces yo no cedí ante Pitón, pese a que d ab a rien da suelta a su audacia y con to­ rre n te caudaloso de p alab ras se derram ab a sobre vos­ otro s, sino que, levantándom e, le repliqué y no tra i­ cioné en absoluto los derechos de la ciudad, antes bien, p ro b é tan a las claras que Filipo o b rab a injustam ente, que, los propios aliados de aquél, levantándose, lo re ­ conocían. Ése en cam bio, le p re sta b a apoyo y daba testim onio en co n tra de su p atria , y, adem ás, falso tes­ tim onio. Y no le b astab a eso, sino que u n a vez m ás, con 137 p o sterio rid a d a esos acontecim ientos, se le sorprendió confabulándose con Anaxino 174 el espía en casa de Trasón. Ahora bien, aquel que a solas con u n individuo solo, el enviado p o r los enem igos, se confabulaba y consultaba, ese tal p o r n atu raleza era de hecho u n espía 03 Famoso orador, discípulo de Isócrates, que fue enviado a Atenas por Filipo, el año 343 a. C., para tranquilizar a los atenienses, que recelaban de las verdaderas intenciones del Macedonio, y darles garantías de los deseos de paz del monarca. 04 Esquines acusó a Dcmóstenes de haber sido responsa­ ble de la detención y muerte de Anaxino, e, incluso, de haberle torturado dos veces con sus propias manos, pese al hecho de haber recibido hospitalidad por parte de aquél en Oreo. Cf. E s­ quines, Contra Ctesifonte 223, 224.

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v enemigo de la p atria. Y p a ra p ro b a r que lo que digo es cierto, llám am e a los testigos de esos hechos.

TESTIGOS [Telcdemo, hijo de Cleón, Hiperides, hijo de Calesero, Nicómaco, hijo de Diofanto, prestan testimonio a favor de Demóstenes y juraron en presencia de los estrategos sabei que Es­ quines, hijo de Atrometo, de Cotócidas, concurría por la noche a casa de Trasón y consultaban con Anaxino, de quien se comprobó que era espía comisionado por Filipo. Esos testi­ monios fueron entregados en tiempo de Nicias, el día tres del mes de Hecatombcón.]

Pues bien, aunque puedo decir o tras m il cosas acer­ ca de él, las dejo de lado. En efecto, así está, poco m ás o m enos, el asunto. M uchos casos adem ás de ésos p o d ría vo c ita r en los que se puso de m anifiesto que ése p o r aquel tiem po p re sta b a servicios a los enem i­ gos y a m í, en cam bio, m e vejaba. Pero no se guardan esos sucesos en tre vosotros con exacta m em oria y la indignación que correspondería; antes bien, p o r no sé qué h áb ito frívolo tenéis concedida am plia licencia a quien q u iera desee zancadillear y calu m n iar a quien p ro ­ pone algo de lo que os conviene, entregando el in terés de la ciu d ad a cam bio de vuestro placer y agrado en las in ju rias; p o r lo cual es m ás fácil y m ás seguro en todo m om ento p ercib ir un salario sirviendo a vuestros enem igos q ue asu m ir el cargo de defender vuestros intereses en la adm inistración pública. Y, realm ente, co o p erar con Filipo, ya antes de la lucha ab ie rta era cosa terrib le, tie rra y dioses, ¿cóm o no?, c o n tra la p atria; m as condonadlo, si queréis, con­ donádselo. Pero, u n a vez que ya ab iertam en te las naves

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h ab ían sido cap tu rad as, se devastaba el Q uersoneso 175 y el ho m b re m arch ab a contra el Á tic a 176 y ya no es­ ta b a n los hechos en fase am bigua, sino que se había en tab lad o la gu erra, lo que ese m alicioso comeyambos 177 hizo alguna vez p o r vosotros, no p o d ría m os­ trarlo , ni hay ningún decreto, ni grande ni pequeño, debido a E squines, acerca de los intereses de la ciudad. Y si dice que sí, que lo m u estre ah o ra en el tiem po a m í concedido; p ero no hay ninguno. Ahora bien, h u ­ b iera sido m en ester, u n a de dos: o que él, p o r no p o d er re p ro c h a r ninguna de las gestiones llevadas a cabo p o r m í, no p ro p u siera p o r escrito o tra s contrarias, o que, p o r b u sca r la v en taja de los enem igos, no plantease las que fu eran m ejo res que aquéllas. ¿Acaso, pues, ni siquiera h ab lab a —del m ism o m odo q ue tam poco p re sen tab a p ro p u estas— cuando le era m en ester p o n er en o b ra algún m al? Como que no p o d ría h ab lar ningún otro. Y en los dem ás asuntos h asta la ciudad podía soportarlo, a lo que parece, y ése p a sa r desapercibido m ien tras actuaba; p ero una acción llevó a cabo en añ adidura, varones atenienses, de tal calibre, que puso rem ate a todas las anteriores; en to rn o a ella gastó sus m uchas p alab ras 178 exponien1?5 Para que la flota de Filipo pasase por el Helesponto rumbo a Perinto, ciudad que el monarca se disponía a asediar, sin ser molestada por los atenienses, un ejército m acedonio iba atravesando el territorio ateniense del Quersoneso. 176 £)e no haber sido detenido en el Helesponto, Filipo ha­ bría atacado de inmediato el Ática y toda Grecia. Así de claro lo expuso n u e stro o ra d o r ya en el 351 a. C.; cf. Dbmóstenes, Contra Filipo, I 50, y en el 344 a. C., cf. Contra Filipo, 11 35. 177 Se refiere a poemas compuestos por Esquines en su ju­ ventud, a los que él mismo alude; cf. E squines, Contra Timarco 136. 178 Se refiere al largo pasaje del discurso de la acusación, en el que Esquines refirió su actuación en Delfos cuando sus­ citó la guerra de Anfisa. Cf. E squines, Contra Ctesifonte 107-129.

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do p o rm en o rizadam ente los decretos relativos a los lo có o s de Anfisa con ánim o de d isto rsio n ar la verdad. Pero eso no se p re sta a tal intento. ¡Cómo va a p re s­ tarse! N unca te purificarás tú de las acciones p o r ti m ism o allí realizadas; no h ab larás tan to com o p ara eso. Invoco en vuestra presencia, varones atenienses, a todos los dioses y diosas que tienen b ajo su p o d er la región del Ática, y a Apolo Pitio, que es dios ances­ t r a l 179180 d e la ciudad, y a todos ellos ruego que en el caso de que os d ije ra la verdad ah o ra y si os la dije tam bién entonces sin dilación en la asam blea del pue­ blo, cuando p o r p rim e ra vez vi a ese m alvado p o n er m ano en este asunto (pues lo conocí, lo conocí al ins­ tante), m e concedan buena ven tu ra y seguridad, pero si, p o r en em istad o a causa de rivalidad personal im pu­ to a ése u n a culpa falsa, m e d ejen desposeído del dis­ fru te de todo bien. A hora bien, ¿por qué he lanzado esta im precación y p o r qué m e expresé de form a tan vehem ente? Porque, aunque cu en to con docum entos depositados en el a r­ chivo p ú b lic o l8u, con los cuales m o straré claram ente esos hechos, y sé que vosotros conserváis el recuerdo de los acontecim ientos, tem o que se le considere a ése dem asiado insignificante con respecto de los m ales p o r él ejecutados. Cosa que, por cierto, aconteció a n te rio r­ m ente cuando fue causa de la destrucción de los 179 A polo es dios p a trio , a n cestral de A tenas, p o rq u e fue p a d re de Ió n . Cf. E urípides, I ó n ; H arpocración, s . v. A p o ll o n ; escolio a Aristófanes, A v e s 1527: «como p a trio estim an a Apolo los atenienses, to d a vez que Ión, polem arco de los atenienses, fue h ijo de Apolo y C reúsa, la h ija de Juto». 180 Es decir, en el M e tr ó y o n . Cf. E squines, C o n tr a C t e s if o n t e 187; P ausanias, I 3, 5. 181 E n el 346 a C., cuando volvieron a A tenas los m iem bros de la segunda em b a ja d a enviada ju n to a Filipo.

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desgraciados focenses p o r h a b e r referido aquí falsas noticias. Pues la guerra de Anfisa, a raíz de la cual 143 p en etró Filipo en E latea y fue elegido jefe de los anñctíones quien tran sfo rm ó to d a Grecia, ése fue el que contribuyó a p lan earla y el único responsable de todos los m ayores m ales. Y pese a que entonces, de inm e­ diato, yo p ro te sta b a y g ritab a en la A sam blea diciendo: «una g u erra intro d uces en el Ática 182, E squines, una g u erra anfictiónica», los que estab an aquí sentados p re ­ via convocatoria de ése no m e d ejaro n hablar, m ien tras que los o tro s se ex trañ ab an y suponían que yo p o r odio p ersonal le im p u tab a un cargo sin fundam ento. Y cuál 144 fue la v erd ad era n atu raleza de estos hechos, varones atenienses, y p o r qué m otivo se tra m a ro n y cóm o fue­ ron ejecutados, oídlo ahora, dado que entonces se os im pidió hacerlo. Y, en efecto, vais a ver u n asu n to bien u rd id o y o b tendréis gran provecho de ello p a ra el conocim iento de los asuntos públicos y contem plaréis cuán grande h ab ilid ad h abía en Filipo. No h abía p a ra Filipo posibilidad de p o n er fin o re­ 145 tirarse de la g u erra que sostenía co n tra nosotros, a no ser que co n v irtiera a los tebanos y tesalios en enem i­ gos de la ciudad. Ahora bien, aunque vuestros generales luchaban con él desdichada y penosam ente 183, no obs­ tante, p o r efecto del m ism o estado de g u erra y de los p irata s iba sufriendo perju icio s a m illares; pues ni exportaba ninguno de los p ro d u cto s que se daban en su país ni im p o rtab a p ara sí los que necesitaba; ni 146 p o r m a r era entonces su p erio r a vosotros ni sería capaz de llegar al Ática si los tesalios no le siguieran y los tebanos no le fran q u earan el paso. Y acontecía que él, 182 Demóstenes comprendió de inmediato que la «Guerra An­ fictiónica» iba a terminar con la penetración de Filipo en Grecia. 183 Se refiere Demóstenes a los generales Cares y Foción, que estaban al frente de las tropas atenienses al comienzo de la guerra, mientras Filipo asediaba Bizancio.

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aunque en las operaciones dom inaba a los generales que enviabais, cualesquiera que fuesen que esta cues­ tión la dejo de lado—, lo pasaba m al p o r la m ism a natu raleza del terreno y de los recursos propios de cada uno de los dos bandos. Y en efecto, si, poi satis­ facer su en em istad personal, in ten tab a ayudar a p e r­ su ad ir bien a ios tesalios, bien a los tebanos, p ara que m arc h ara n contra vosotros, pensaba que nadie le h aría caso; en cam bio, si recogía los p retextos com u­ nes de aquéllos y era elegido caudillo, esperaba que sería m ás fácil hacer efectivos unas veces sus engaños, o tra s su persuasión. ¿Qué hace, pues? In te n ta (obser­ vad con cu á n ta habilidad) su scitar u n a g u erra en tre los anfictíones y sem b ra r confusión en el C onsejo de las T erm opilas 1S4; pues sospechaba que p a ra esas contingencias ellos le necesitarían inm ediatam ente. Cier­ tam ente, si esa cuestión la in tro d u je ra alguno de los hierom ném ones ' enviados por él m ism o o alguno de sus aliados, p ensaba que los tebanos y los tesalios m i­ ra ría n con desconfianza el asunto y todos e sta ría n en guardia, m ien tras que si fuese un ateniense y delegado p o r vosotros, sus contrarios, el que tal cosa hacía, fá­ cilm ente p asaría desapercibido; lo que, precisam ente, 1845 184 El texto dice «la Pilea», es decir, la asamblea del Con­ sejo anfictiónico, que dos veces por año (en primavera y otoño) se reunía primeramente en las Termopilas, en el san­ tuario de Deméter, situado en Antela, y. luego, ya celebraba las sesiones regulares en Delfos. Cf. H iferides, Epitafio 18; H eródoto, VII 200; E squines, Contra Ctesifonte 126; E strujón, Geografía 429; H arpocración, s . v . Pylai. 185 Se llamaba hieromnémón cada uno de los miembros del Consejo anfictiónico. Veinticuatro hieromnémones lo compo­ nían, dos por cada una de las doce tribus. Los pilágoros eran delegados que las distintas ciudades enviaban al Consejo. Éstos tenían facultad para hablar en público ante los miembros del Consejo anfictiónico, pero no derecho a voto. Atenas, en la primavera del 339 a. C„ envió al Consejo anfictiónico un hie­ romnémón y tres pilágoros.

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ocurrió. Y ¿cóm o lo logró? Tom ando a sueldo a ése que veis ahí. Y toda vez que, en m i opinión, nadie co- 149 nocía de an tem an o la intriga ni se g u ard ab a de ella, tal cual suelen aco n tecer las cosas de este jaez e n tre vos­ otros, p ro p u esto ése como piláguro y luego que le votaron tres o cu atro individuos a m ano alzada, fue proclam ado. Y en cuanto llegó a la asam blea de los anliclíones 186*189 tras h ab e r tom ado investidura de la dig­ n idad de la ciudad, dejando de lado y m iran d o con despreocupación todo lo dem ás, tra ta b a de llevar a té r­ m ino los planes p o r los que h ab ía sido asalariado; y a fuerza de tra b a r y com poner discursos de herm oso cariz y leyendas >87, rem o n tán d o se a los tiem pos en que el te rrito rio de C irra íue consagrado, p ersu ad e a los hierom ném ones, ho m bres inexpertos en discursos y ca­ ren tes de visión del fu tu ro im, p a ra que voten u n a ins- iso pección de la r e g i ó n q u e los anfiseos decían que

186 En la p rim av era del 339 a. C. Cí. E squines, Contra Ctesiionte 113-124.

“ 7 A1“de a la narracion Que hace Esquines de la primera «Guerra Sagrada» que tuvo lugar en época de Solón. Cf. Es­ quines, Contra Ctesifonte 107-112. 188 Esquines, en efecto, narró la historia de los Anfictíones comenzando por la consagración de la llanura de Cirra, que tuvo 1Ug~r jf; ®nal de la primera “Guerra Sagrada», en torno al 586 a. C. Cf. E squines, Contra Ctesifonte III 61 y sigs. 189 Ciertamente, los estados que enviaban representantes al Consejo anfictiónico no sobresalían, precisamente, por su alto nivel cultural y, consiguientemente, sus hieromnémones tam­ poco eran individuos de muchas luces. Fue precisamente en esta época cuando el Consejo, que no venía siendo más que una antigualla, se revitalizó de modo sorprendente en beneficio de Filipo. i» Una inscripción del 380 a. C. contiene una orden de los anfictíones, por la que se han de realizar visitas de inspección a lo largo del territorio consagrado. Se da a conocer en ella también la imposición de una multa a todo aquel que sea sor­ prendido usurpando el territorio consagrado; y si esa multa 3 5 .- 2 9

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cultivaban p o rq u e les pertenecía, m ien tras que ése alegaba en su acusación que form aba p a rte de la región consagrada, sin que los locrios in ten tasen en tab la r c o n tra n o so tro s ningún proceso ni n a d a de lo que ahora, diciendo m entiras, alega com o p re te x to 191. Y vais a saberlo p o r lo siguiente: no estaba, evidente­ m ente, en p o d er de los locrios llevar a térm in o un proceso c o n tra la ciudad sin h aber hecho citación pre­ via. Así pues, ¿quién nos citó? ¿En qué m ag istratu ra? N om b ra al que lo sabe, m uéstralo. P ero no podrías, sino que ab u sabas de ese huero y falso pretexto. 151 Pues, bien, m ien tras los anfictíones hacían su inspec­ ción p o r aq u el te rrito rio en v irtu d de la sugerencia de ése, cayeron sobre ellos los locrios y a pu n to estu­ vieron de m a ta r a todos a flechazos, e incluso se lle­ varo n p reso s a algunos hierom ném ones. Y com o a raíz de eso su rg iero n de golpe alborotadas incrim inaciones y estalló u n a g u erra co n tra los anñseos, al principio C ó tifo 192 condujo un ejército de los propios anfictío­ nes; p ero com o los unos no fueron y los otros, aun yendo, n ad a hacían, aquellos con quienes se h ab ía u r­ dido el plan y gentes, ya de antiguo perversas, tesalias y de las dem ás ciudades, al punto to m aro n m edidas de cara al próxim o congreso, p ara in te n ta r p o n er los 1 5 2 asu n to s en m anos de Filipo com o com andante. Y h a­ bían echado m ano a razonables pretextos; pues decían que o b ien ten ían que pagar contribuciones ellos no llegase a ser pagada, se amenaza con la exclusión del tem­ plo e, incluso, con la guerra. Cf. C. I. A. II 545, 15-18. 191 Para entender este pasaje, viene bien confrontarlo con el de Contra Ctesifonte 116, donde Esquines dice que los anfiseos trataban de proponer un decreto al Consejo, en virtud del cual se imponía a Atenas una multa de cincuenta talentos, por haber colgado de los muros del templo viejos escudos ofren­ dados como exvotos tras la batalla de Platea. m El presidente del Consejo, un tesalio de Fársalo; cr. e s ­ quines, Contra Ctesifonte 128.

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m ism os y m an ten er a los m ercenarios y castigar a los que tal no hicieran, o bien elegir a aquél. ¿Qué falta hace descender a detalles? Pues a raíz de eso fue elegido com andante. E inm ediatam ente después con­ gregó sus fuerzas, avanzó com o si se dirigiese hacia Cirrea, dijo adiós m uy buenas a cirreos y locrios y tom a E latea |l'!. Pues bien; si al punto, nada m ás ver eso, los tebanos no hubieran cam biado de opinión y se hubiesen p uesto de nuestro lado, com o un invernal to rre n te to d a esta situación se h ab ría desplom ado sobre la ciudad. Tal com o ocurrió, en cam bio, aquéllos aguan­ taro n p o r el m om ento, sobre todo, varones atenienses, gracias a la benevolencia de algún dios p a ra con vos­ otros; en segundo térm ino, no obstante, y en cuanto de un solo h om bre pudo depender, tam bién p o r m edia­ ción mía. Dame esos decretos y las fechas en que cada uno de ellos fue confeccionado, p ara que sepáis qué trem en d as conm ociones provocó la m aldita cabeza esa sin h ab er dado ju sta satisfacción de ellas. Léem e los decretos. DECRETO DE LOS ANFICTlONES 193194

[En el sacerdocio de Clinágoras, en la sesión de primavera, pareció bien a los pilágoros y a los consejeros de los anfictíones y al común de los antictíones que, toda vez que los 193 Filipo, una vez hubo pasado a través de las Termopilas, olvidó la empresa para la que había sido designado general de las tropas anfictiónicas, a saber, la de entrar en guerra con Anfisa, y se presentó en la localidad focidia de Elatea, desde donde era fácil penetrar en Beocia y emprender la ruta hacia Atenas. Filipo fue nombrado general por los anfictíones en el 339 a. C., y, al final de este mismo año o comienzos del si­ guiente, irrumpió en Elatea. Pocos meses después tuvo lugar la batalla de Queronea. 194 Este decreto, al igual que el que le sigue y la carta que va a continuación, son documentos espurios. El falsificador

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aniiseos p e n e tra n en el sag rad o te rrito rio y lo siem b ian y a p a ­ cientan sus rebaño s, acu d an los pilágoros y los consejeros y con estelas sep aren las lindes y p ro h íb an a los anfiseos pene­ tr a r en él en lo sucesivo.!

OTRO DECRETO

[E n el sacerdocio de C linágoras, en la sesión de prim avera, pareció b ien a los pilágoros y a los consejeros de los anñctíones y al com ún de los aniietíones que, to d a vez que los de Anfisa, h ab ien d o ocupado el te rrito rio sag rad o , lo cu ltiv an y p asto rean en él sus ganados, y cuando se les tra ta b a de im pe­ d ir que o b rasen de esa su erte, se p re se n ta ro n p ro v isto s de arm as y h an p u esto tra b a s p o r la fuerza al Consejo com ún de los griegos, y a algunos de sus m iem bros h a sta los h an h erido, vaya com o e m b a ja d o r an te Filipo el m acedonio el general electo de los aniietíones, C otilo el arcadio •*> y le ruegue que acu d a en socorro de Apolo y los aniietíones, p a ra que no p erm ita que el dios sea o b jeto de tra to insolente p o r p a rte de los im píos anfiseos; y que le eligen a el general con plenos pode­ res los griegos que form an p a rte del consejo de los anfictíones.]

L e e y a t a m b i é n la s f e c h a s e n q u e t e n í a n l u g a r e s a s g e s t io n e s ; p u e s s o n a q u e l l a s en la s q u e é s e e s t u v o d e p il á g o r o . L e e .

ignora el re la to que E squines hace de los hechos que aquí in ­ te n ta n reflejarse, no sabe a ciencia cierta quiénes era n los p ilá ­ g o r o s e ig n o ra a los h i e r o m n é m o n e s . 195 O tro e rr o r del falsificador: Cótifo no era arcadio, sino tesalio, de F ársalo concretam ente.

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FEC H AS 156

[Siendo arconte M nesílidcs, el día dieciséis del m es de Antesterión.]

D a m e a h o r a la c a r t a q u e , a l n o o b e d e c e r l e lo s te - use b a ñ o s , e n v ía F ilip o a lo s a l i a d o s d e l P e lo p o n e s o 197 * 198, p a r a q u e v e á is ta m b i é n p o r e lla c l a r a m e n t e q u e e l v e r d a ­ d e r o m o t iv o d e s u s e m p r e s a s , a s a b e r , el d e r e a l i z a r e s a s a c c i o n e s c o n t r a G re c ia , lo s t e b a n o s y v o s o t r o s , lo o c u l t a b a , y fin g ía , e n c a m b i o , a c t u a r d e a c u e r d o c o n lo s i n t e r e s e s c o m u n e s y d e c is io n e s d e lo s a n f i c tí o n e s ; y e l q u e le p r o p o r c i o n a b a e s o s p u n i o s d e p a r t i d a y e s o s p re te x to s e ra ése. L ee.

CARTA

[El rey m acedonio Filipo a los d e m iu rg o s198 y los conse- 157 ieros de sus aliados peloponesios y a to d o s los dem ás aliados, salud. Toda vez que los locrios llam ados ozolas, que h a b ita n en Anfisa, tra ía n con insolencia el tem plo de Apolo en Delfos y, p enetrando con arm as en el te rrito rio sagrado, lo saquean, quiero con vosotros acu d ir en socorro del dios y re ch azar a los que violan alguno de los principios de p ied ad establecidos entre los h o m b res: de form a que salidnos al en cu en tro a rm a ­ dos en la Fócide, con provisiones p a ra cu a re n ta días, el p re ­ sente m es de Loo según n u e stro calendario de celebraciones, de B ocdrom ión según los atenienses, de Panem o según los com D eberían ap arecer consignadas dos dataciones, p u esto que de dos decretos se tra ta . 197 Es decir, los arcadios, eleos y argivos. 198 E ste nom bre, d e m iu r g o , era el que recib ían cierto s m a ­ gistrados de varias ciudades del Peloponeso.

d is c u r s o s

454

p o l ít ic o s

rintios. Y a los que no se nos unan con lóelas sus fuerzas, les aplicarem os las sanciones establecidas por no so tro s + conseje­ r o s + . Que os vaya bien.]

V é is q u e r e h ú v c lo s m o t iv o s p e r s o n a l e s y se r e f u g ia , e n c a m b i o , e n lo s d e lo s a n f i c tí o n c s . ¿ Q u ié n , p u e s , fu e e l q u e le p r e s t ó s u c o la b o r a c ió n p a r a p r e p a r a r eso.-1 ¿ Q u ié n e l q u e le p r o p o r c i o n ó e s a s e x c u s a s ? ¿ Q u ié n el p r i n c i p a l c a u s a n t e d e lo s m a l e s a c a e c i d o s ? ¿ N o f u e é s e ? N o v a y á is , p u e s , p o r a h í d ic i e n d o , v a r o n e s a t e ­ n ie n s e s , q u e t a n g r a n d e s m a le s h a s u f r i d o G r e c ia p o r c u l p a d e u n s o lo h o m b r e w . N o p o r c u l p a d e u n o s o lo , s i n o d e m u c h o s m a l v a d o s q u e h a y e n c a d a c iu d a d , ¡o ti t i e r r a y d io s e s ! D e lo s c u a le s é s e e s u n o , a Q u ie n , si h u b i e s e Q ue d e c i r la v e r d a d s in r e c a t o a l g u n o , y o a l m e n o s n o d u d a r í a e n l l a m a r l o p l a g a 200 c o m ú n d e to d o lo q u e d e s p u é s h a p e r e c i d o , h o m b r e s , l u g a r e s , c i u ­ d a d e s ; p u e s el q u e p r o p o r c i o n ó la s e m il la , é s e e s e l r e s ­ p o n s a b l e d e la s p l a n t a s . É l. a q u ie n m e a d m i r a n o v o l­ v ie r a is la c a r a n a d a m á s v e r lo . A n o s e r q u e h a y a , e n t r e v o s o t r o s , c o m o p a r e c e , e s p e s a s t i n i e b l a s d e l a n t e d e la i

v e rd a d . A sí p u e s , a c o n t e c e q u e , a l t o c a r y o e l t e m a d e lo s a c t o s c o n t r a l a p a t r i a ll e v a d o s a c a b o p o r é s e , h e v e ­ n i d o a d a r e n e l d e lo s q u e h e r e a l i z a d o c o m o h o m b r e p ú b li c o t r a t a n d o d e o p o n e r m e a a q u é l l o s ; a s u n t o q u e p o r m u c h a s r a z o n e s h a r ía is b ie n e n e s c u c h a r p r e s tá n ­ d o m e o íd o , p e r o s o b r e t o d o p o r q u e e s v e r g o n z o s o , v a E s decir, Filipo. Cf. Demóstenes, S o b r e la e m b a j a d a f r a u ­ d u l e n t a 64.

. L a p a la b ra griega que ap arece en este lu g ar es a lite r io s , voz que sirve p a ra desig n ar al h o m b re q u e h a ofendido a los dioses y, en consecuencia, p esa sobre él u n a m aldición que tra n sm ite p o r contagio a to d o individuo con el que tra ta . Cf. Andócides, S o b r e lo s m i s t e r i o s 130, 131. 200

SOBRE LA CORONA

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r o ñ e s a t e n i e n s e s , q u e y o s o p o r t a r a la r e a l i d a d d e lo s tr a b a jo s p a d e c id o s p o r v u e s tr o b ie n y v o s o tro s , p o r el c o n t r a r i o , n i s i q u i e r a la r e l a c i ó n d e e llo s s o p o r t é i s . P u e s a l v e r y o q u e lo s t e b a n o s y c a s i in c l u s o v o s o t r o s , 161 p o r e f e c t o d e lo s p a r t i d a r i o s d e F il ip o y d e q u i e n e s p o r é l h a b í a n s i d o c o r r o m p i d o s e n c a d a u n a d e la s d o s c iu d a d e s , e s t a b a i s h a c ie n d o c a s o o m i s o y n o o s g u a r ­ d a b a i s n i e n u n s o lo p u n t o d e lo q u e e r a p a r a a m b o s te m ib l e c o s a y n e c e s i t a d a d e m u c h a v ig ila n c ia , a s a b e r , el p e r m i t i r q u e F il ip o se e n g r a n d e c i e r a , y , e n c a m b i o , e s ta b a is p r e s to s a in c u r r ir e n e n e m is ta d y m u tu o c h o ­ q u e , n o c e s a b a yo d e e s ta r a le r ta p a r a q u e e so n o s u ­ c e d ie r a , n o s ó lo p o r q u e s u p o n í a e n v i r t u d d e m i p r o ­ p ia o p in i ó n q u e e s a s m e d i d a s e r a n c o n v e n i e n t e s , s i n o 162 p o r q u e s a b í a q u e A r i s t o f o n t e 201 y lu e g o E u b u l o e n to d o ti e m p o d e s e a b a n h a c e r e f e c t iv a e s a a m i s t a d 202 y q u e , a p e s a r d e q u e e n lo d e m á s m u c h a s v e c e s e s t a b a n e n d e s a c u e r d o , e n e s o e r a n s i e m p r e e n t r e s í d e o p in i o n e s c o n f o r m e s . A lo s c u a le s , m i e n t r a s v iv ía n , t ú , z o r r o , lo s a d u l a b a s p e g a d o a e llo s , p e r o u n a v e z m u e r t o s lo s e s t á s a c u s a n d o s in d a r t e c u e n t a ; p u e s c o n lo s r e p r o ­ c h e s q u e a m í m e h a c e s 203 r e s p e c t o d e lo s te b a n o s , m u c h o m á s q u e a m í a c u s a s a a q u é ll o s , lo s q u e a n t e s

201 E ste hom bre de estado (cf. Demóstenes, C o n tr a L e p t in e s 148; S o b r e la c o r o n a 70) fue p artid ario de c o n c e rta r u n a alianza con T ebas p a ra h acer fre n te a E sp a rta . Según E squines, d u ra n te m uchísim o tiem po tuvo que so p o rta r la acusación de se r defen­ sor de los intereses beocios. Cf. E squines, C o n tr a C t e s if o n t e 139. 202 E n tiem pos en que aún e ra clara la su p rem acía e sp a r­ tana, Atenas envió ayuda a Tebas p a ra d esa lo ja r de la C adm ea a la guarnición de soldados lacedem onios que la ocu p ab an (379 a. C.). D espués de la b a ta lla de L eu ctra (371 a. C.), estos ofrecim ientos am istosos desaparecieron del todo. 203 E n realidad, E squines dice que la alianza que A tenas h a establecido con Tebas h a re su lta d o o n ero sa p a ra aqu ella ciu­ dad p o r culpa de D em óstenes. Cf. E squines, C o n tr a C t e s if o n t e 137 y sigs.

456 163

DISCURSOS POLÍTICOS

q u e y o a p r o b a r o n e s t a a li a n z a . P e r o v u e lv o a a q u e l p u n t o a n t e r i o r ; d ig o q u e , h a b i e n d o é s e p r o v o c a d o la g u e r r a e n A n fis a v c o n s e g u i d o s u s d e m á s c o l a b o r a d o ­ r e s c o n c i t a r e l o d io a lo s t e b a n o s , a c a e c i ó q u e F il ip o m a r c h ó c o n t r a n o s o t r o s , r a z ó n p o r la c u a l é s o s h a c í a n q u e la s c i u d a d e s c h o c a s e n e n t r e sí, y si n o n o s h u b i é ­ s e m o s le v a n ta d o u n p o c o a n te s , ni r e c u p e r a r n o s h u b ié ­ r a m o s p o d i d o ; t a n I c io s l l e v a r o n é s t o s la s c o s a s . Y e n q u é s i t u a c i ó n o s e n c o n t r a b a i s lo s u n o s r e s p e c t o a lo s o t r o s , o y e n d o e s t o s d e c r e t o s y s u s r e s p u e s t a s 204 lo h a ­ b é i s d e s a b e r . C ó g e lo s y lé e m e lo s .

DECRETO

[B ajo el arco n tad o de H em pilo. el día vigésim o q u in to del m es de E lafebolión, ejerciendo la p ritan ía la trib u E recteide, opinión del C onsejo y de los estrategos: T oda vez que Filipo, unas ciudades de n u estro s vecinos las ha c a p tu ra d o y algunas o tra s asóla y, en sum a, se p re p a ra p a ra p re se n ta rse en el Ática, no re p u tan d o en nada n u estro s pactos, y se p ro p o n e ro m ­ p er los ju ra m e n to s y la paz tran sg red ien d o los m u tu o s com-

204 P o r poco que se d isc u rra sobre el contenido de este p asaje, ap arece a to d as luces claro que los «decretos» aten ien ­ ses y las «respuestas» que a ellos debieron d a r los tebanos, deben referirse a verd ad ero s decretos y resp u estas, a trav és de de los cuales p o d ría m o stra rse la gran en em istad ex istente e n tre am bas ciudades. Sin em bargo, u n in te rp o la d o r nos h a obse­ quiado con absu rd o s d ecretos co n tra Filipo y sendas c a rta s del M acedonio que n a d a tienen que v er con el contexto concreto en que se in serta n . Los e rro re s que estos docum entos contie­ n en son ta n craso s y p a te n te s, que no m erece la p en a exten­ derse so b re ellos. Nos co n ten tam o s con d ecir que las fechas que se leen en ellos n o c u ad ran con los hechos a que se refie­ ren, y que, en la A tenas de la época a que se refiere el p rim e r docum ento, los estrate g o s no colaboraban con el C onsejo en la elaboración de decretos previos, com o p arece d educirse del en­ cabezam iento del aludido texto.

SOBRE T.A CORONA

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prom isos, tengan a bien el C onsejo y el pueblo enviar em ba­ jad o res ju n to a aquel p a ra que conversen con él v le exhorten a o bservar sobre todo la concordia y Jos pactos con nosotros y si no, d a r tiem po a la ciudad p ara d e lib erar v concluir un arm isticio h asta el mes de Targclión. Del Consejo fu ero n ele­ gidos Simo de Anagiro, E u tidem o de File, B ulágoras de Alópece.j “

OTRO DECRETO

[ a j o el arco n tad o de H erópito, el día veintinueve del m es 16 de M um quion, opinión del polem arco: toda vez que Filipo ansia en em istar a los tebanos con n o so tro s y está p re p a ra d o adem ás p ara p resen tarse con todo su e jército en los lugares m ás cerca­ nos al Atica, transgredien d o los pactos existentes e n tre él y nosotros, tengan a bien el C onsejo y el pueblo enviar ¡unto a aquel un heraldo y em b ajad o res que le pidan y exhorten a concluir un arm isticio con el fin de que el pueblo delibere aceptablem ente; pues incluso a h o ra no ha decidido enviar so­ corro en caso de que m edie m oderación. F ueron elegidos del Consejo N earco, h ijo de S osínom o; Polícrates, h ijo de Epifón v com o heraldo, escogido del pueblo, E unom o, de A naflisto.]

L e e a h o r a , t a m b i é n , la s r e s p u e s t a s .

RESPUESTA A LOS ATENIENSES

[El rey de los m acedonios Filipo, al Consejo y al p ueblo de los atenienses, salud. La a ctitu d que desde un prin cip io manem ais resp ecto a mí, no la ignoro, ni tam poco qué em peño poníais en vuestro deseo de lla m a r a v u estro lado a tesalios, e anos y tam bién a los beocios; pero com o ellos d iscu rren m e ,o r que vosotros y no quieren d e p o sita r su a c titu d en vues­ tra s m anos, sino que se m an tien en firm es de acuerdo con sus m ereses,^ a h o ra vosotros, dando m a rc h a a trá s, enviáis ju n to a mi em bajadores y heraldo, m e reco rd áis los p acto s y m e pedís

166

458

DISCURSOS POLÍTICOS

u na tregua, pese a que no h abéis sido ofendidos en n ad a p o r p arte nuestra. Yo, no o b stan te, después de h a b e r escuchado a los em bajadores, accedo a v u estras dem andas y estoy d ispuesto a concluir u n a tregu a, si a los que no os aco n sejan rectam en te los despedís v castigáis con la privación de derechos de ciuda­ danía com o les corresponde. Que os vaya bien.]

RESPUESTA A LOS TEBANOS

1ft7

rE l rev de los m acedonios, Filipo, al C onsejo y al pueblo de los tebanos, salud. Recibí v u estra carta en la que m e reno­ váis la concordia y la paz. Me entero, sin em bargo, de que los atenienses os aplican todo su afán con el deseo de que v o so tro s seáis sancionadores de las p ro p u estas a que os exhortan. Así pues, antes os rep ro ch ab a el e sta r a p u n to de con a r en sus esperanzas e ir en pos de sus preferencias. A hora, en cam bio, al descu b rir que vosotros, p o r lo que atañ e a las relaciones conmigo, habéis buscado m as e sta r en paz q u e seguir opiniones de otros, m e alegré y os elogio m ás p or m u ch as razones, pero, sobre todo, p o r delib erar de form a bien seg u ra acerca de esos asuntos v e sta r en b uena disposición por lo que a m i se refiere, cosa que a vosotros os p ro p o rcio n ará no p eq u eñ a v e n ta ja si perseveráis en este p ro pósito. Que os vaya bien.]

i 6S

U n a v e z q u e F ilip o d i s p u s o d e e s t e m o d o l a s m u tu a s r e la c io n e s e n tr e la s c iu d a d e s p o r m e d io e é so s , e n a lte c id o p o r e s to s d e c re to s y la s r e s p u e s ta s , lle g ó c o n s u s t r o p a s y t o m ó E l a t e a , e n l a i d e a d e q u e , p o r m á s em e a c o n t e c i e s e , y a n o n o s p o n d r í a m o s d e a c u e r d o n o s o t r o s y lo s te b a n o s . P e r o , p o r c i e r t o , t o d o s s a b é i s l a c o n f u s i ó n q u e e n t o n c e s s e p r o d u j o e n la c i u d a d ; e s c u c h a d , n o o b s t a n t e , b r e v e m e n t e lo s r a s g o s m á s e s e n c ia le s e im p re s c in d ib le s d e a q u é lla .

SOBRE I.A CORONA

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E r a 2to y a p le n a t a r d e y lle g ó a lg u i e n j u n t o a lo s 1 6 9 p r íta n e s a n u n c ia n d o q u e E la te a h a b ía sid o to m a d a . Y t r a s e s o , u n o s , l e v a n t á n d o s e , a l p u n t o , a m i t a d d e la c e n a , e c h a b a n a lo s d e la s t i e n d a s d e la p la z a y p r e n ­ d ía n f u e g o a lo s z a r z o s d e m i m b r e s 205206, o t r o s m a n d a ­ b a n b u s c a r a lo s e s t r a t e g o s y l l a m a b a n a l t r o m p e t a ; y lle n a e s t a b a d e c o n f u s ió n la c iu d a d . Y a l d ía s i g u ie n t e , c o n el d ía , lo s p r í t a n e s c o n v o c a b a n al C o n s e jo e n s u l u g a r d e r e u n i ó n y v o s o t r o s m a r c h a b a i s a la a s a m b le a , y a n t e s d e q u e a q u é l h u b ie s e t r a t a d o a s u n t o s y a d o p ­ ta d o re s o lu c io n e s p re v ia s , to d o el p u e b lo e s ta b a s e n ta d o a r r i b a 207. Y d e s p u é s , c u a n d o lle g ó el C o n s e io v c o m u - i~o n ic a r o n lo s p r í t a n e s lo q u e s e le s h a b í a a n u n c i a d o v p r e s e n t a r o n a l r e c i é n lle g a d o y a q u é l h a b ló , p r e g u n t a b a el h e r a l d o : « ¿ q u ié n q u i e r e t o m a r la p a l a b r a ? » P e r o n a ­ d ie s e p r e s e n t a b a , Y a u n q u e m u c h a s v e c e s e l h e r a l d o r e p e t í a la p r e g u n t a , n o m á s p o r e llo s e l e v a n t a b a n a ­ d ie , p e s e a q u e e s t a b a n p r e s e n t e s t o d o s lo s e s t r a t e g o s

205 Comienza aquí un p asaje m odélico de la p ro sa ática. Un com entario puede verse en A. L ópez E ire , « O ratoria griega: D em óstenes, D e C o r o n a 169-170», en E l c o m e n t a r io d e t e x t o s g r ie g o s y la tin o s , M adrid, 1979, págs, 263-277. E sta n arració n pictórica de la alarm a con que en Atenas se acogió la noticia de la tom a de E latea p o r Filipo, p areció espléndida e inim itable ya a los antiguos. La elogia calu ro sam en te el Pseudo-Longino p o r la sabia elección de detalles que acertó a h acer el a u to r Y su h ab ilidad al com binarlos de m odo que del c o n ju n to re ­ su ltase un todo arm ónico. Cf. P seupo -L onicino, S o b r e lo s u b lime X . ' H iperides, en su d iscurso p ro n u n ciad o en d efensa de A ristogitón, describió el estado de p o stració n y desaliento en que se en co n trab a A tenas tra s la b a ta lla de Q ueronea. Pero tal n arració n , según Teón (R h . G r. 167 Walz), no logró la calidad de é sta en que D em óstenes n a rra cóm o el pánico cundió en su ciudad al conocerse la m ala nueva de la c a p tu ra de E latea p o r las tro p a s del M acedonio. 206 E stos zarzos de m im b re servían de techo a los ten d ere­ tes instalados en el Agora. 207 Es decir, el pueblo, im paciente, se había in stalad o ya en la Pnix.

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d is c u r s o s

p o l ít ic o s

y to d o s lo s o ra d o re s y a p esa r d e q u e la p a tria lla m a b a a q u ien q u isie r a h ab lar en d efen sa d e su salvación ; p u es la v o z q u e em ite el h era ld o d e a cu erd o a la s le y e s, 171 ju sto es co n sid e r a r la v o z co m ú n de la p a tr ia . ien es verd ad q u e si h u b ier a sid o m e n e ste r q u e se Pr e s^n taran los q u e q u erían la sa lv a ció n de la ciu d a d , to d o s v o so tr o s v lo s d em á s a te n ie n se s, p u e sto s en p ie o s h a b ría is en c a m in a d o a la trib un a; p u e s se q u e to d o s v o so tr o s q u e r ía is q ue la p atria se sa lv a se; y si esa o b lig a ció n h u b iera a fe c ta d o a lo s m á s rico s, h a b ría n a cu d id o lo s tr e sc ie n to s 2*; v si h u b iera co r re sp o n d id o a q u ie n e s so n a la vez am b a s co sa s, b ie n d isp u e s to s para co n la ciu d a d v rico s, se h ab rían p r e se n ta d o lo s q u e d e sp u é s d e a q u e llo ap ortaron tan g en er o sa s d o ­ n a cio n es 21°. P u es e sa s d o n a c io n e s la s h ic ie r o n ta n to 1 7 2 p o r su b u e n a v o lu n tad c o m o por su riq u eza . P ero , a lo q u e p a rec e, a q u ella o ca sió n y el d ía aq u el re cla m a ­ b a n a u n h o m b re n o só lo b ie n in te n c io n a d o y rico sin o tam b ién a u n o q u e h u b iera se g u id o d e ce rca ^el d e s­ a rro llo d e lo s a c o n te c im ie n to s d esd e el p rin cip io y h u ­ b ie s e r e fle x io n a d o r e c ta m e n te p reg u n tá n d o se p o r q u e a ctu a b a F ilip o de esa m a n era V q ué p reten d ía ; p u e s el q u e n o c o n o c ie r a e s o s e x tr e m o s n i lo s h u b ier a ex a ­ m in a d o co n e sm e r o d e sd e tiem p o a trá s, n i, a u n q u e fu e se b ie n in te n c io n a d o y rico, ib a a sa b er m e.ior lo q u e 208*

208 Este último período, que ha parecido sosp chos críticos V editores, nos parece a nosotros hermoso lemne v demosténico en esencia. Cumple, ademas, una impor­ tante función dentro del contexto: la de prolongar la tensión e incertidumbre descritas, retrasando la aparición del salvado

dC a» L o s ' trescientos ciudadanos que estaban al frente de las

SIM27 rDe;Pués de la batalla de Queronea se recaudaron con­ tribuciones voluntarias. Cf. D emóstenes, Sobre la corona 312, D inarco, Contra Demóstenes 80.

SOBRE LA CORONA

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e r a n e c e s a r i o h a c e r n i i b a a p o d e r a c o n s e j a r o s . P u e s 173 b ie n , e s e h o m b r e q u e a p a r e c i ó a q u e l d í a f u i y o y p r e ­ s e n t á n d o m e o s d ir ig í u n a a l o c u c i ó n q u e q u i e r o m e e s c u c h é is p r e s ta n d o a te n c ió n , p o r d o s ra z o n e s : u n a , p a r a q u e s e p á i s q u e y o f u i el ú n i c o d e e n t r e lo s o r a d o ­ r e s y h o m b r e s d e e s t a d o q u e n o a b a n d o n é e n lo s p e ­ l i g r o s m i p u e s t o 211 d e b u e n a i n t e n c i ó n , s i n o q u e e n é l se m e e n c o n tr a b a , a l p a s a r re v is ta , h a b la n d o y p r o p o ­ n i e n d o la s m e d i d a s q u e c o n v e n ía n p a r a v u e s t r o b ie n e n m e d io m is m o d e a q u e lla s te r r ib le s c ir c u n s ta n c ia s ; y l a o t r a r a z ó n , p a r a q u e g a s t a n d o p o c o ti e m p o s e á is m u c h o m á s d u c h o s p a r a e l f u t u r o e n la t o t a l i d a d d e l a a d m i n i s t r a c i ó n p ú b l i c a . A sí p u e s , d i j e : « L o s q u e s e 174 a l b o r o t a n e x a g e r a d a m e n t e a n t e la i d e a d e q u e lo s te b a n o s e s t á n d e l l a d o d e F ilip o 2I2, o p in o q u e d e s c o n o ­ c e n la s itu a c ió n a c tu a l; p u e s s é b ie n q u e , si e s o p o r a c a s o f u e r a a s í, n o o i r í a m o s d e c i r q u e a q u é l s e e n ­ c u e n tr a e n E la te a , sin o e n n u e s tr o s p r o p io s lím ite s . N o o b s t a n t e , q u e é l h a v e n id o p a r a d i s p o n e r e n s u f a v o r lo s a s u n t o s d e T e b a s , lo s é c o n c l a r i d a d . Y c ó m o e s t á n e ll o s , d e c ía y o , o íd l o d e m í. A q u é l, a c u a n t o s t e b a n o s 175 p o d í a c o n v e n c e r a f u e r z a d e d i n e r o o e n g a ñ a r , lo s ti e n e b i e n d i s p u e s t o s a to d o s , p e r o a lo s q u e d e s d e e l p r i n c i p i o s e le h a n e n c a r a d o y a h o r a s e le e n f r e n t a n , e n m o d o a lg u n o p u e d e c o n v e n c e r l o s . ¿ Q u é q u i e r e , p u e s , y p o r q u é h a t o m a d o E l a t e a ? F ía c ie n d o e n la s c e r c a ­ n í a s u n a e x h ib i c ió n d e s u f u e r z a y m o s t r a n d o s u s a r m a s e n p a r a d a , s o l i v i a n t a r y v o lv e r a u d a c e s a s u s a m i g o s y c o n s t e r n a r a lo s q u e s e le o p o n e n , c o n e l fin d e q u e o , p r e s o s p o r e l m ie d o , c o n c e d a n lo q u e a h o r a

211 E sta m etáfo ra del lenguaje m ilitar es una de las favoritas de D em óstenes, m uy frecuente en sus discu rso s; cf., p o r ejem ­ plo, Demóstenes, O lin t. I I 36; P o r la l ib e r ta d d e lo s r o d io s 32, 33; S o b r e la e m b a ja d a f r a u d u l e n t a 9, 29; C o n tr a M id ia s 120, etcétera. 212 Cf. Demóstenes, S o b r e la e m b a j a d a f r a u d u l e n t a 54, 118.

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te

DISCURSOS POLÍTICOS

n o e s t á n d i s p u e s t o s a o t o r g a r , o s e a n o b j e t o d e v io le n ­ c ia . P o r t a n t o , d e c ía y o , s i n o s o t r o s e n la s c i r c u n s t a n ­ c ia s p r e s e n t e s v a m o s a t o m a r p a r t i d o p o r r e c o r d a r to d o lo q u e d e d e s a g r a d a b l e h a y a n l l e v a d o a c a b o lo s t e b a n o s c o n t r a n o s o t r o s , y p o r d e s c o n f i a r d e e llo s , d a n d o p o r s u p u e s t o q u e e s t á n d e p a r t e d e l e n e m ig o , e n p r i m e r l u g a r e s t a r e m o s h a c i e n d o lo q u e F il ip o p e ­

d i r í a e n s u s p l e g a r i a s , y, lu e g o , m e te m o q u e , a c e p t á n ­ d o le lo s q u e a h o r a le h a c e n f r e n t e y c o n v e r t i d o s to d o s p o r a c u e r d o u n á n i m e e n p a r t i d a r i o s d e F ilip o , lo s u n o s y lo s o t r o s i n v a d a n e l Á tic a . E n c a m b i o , si m e h a c é i s c a s o y o s d a is a r e f l e x i o n a r , n o a r i v a l i z a r , s o b r e lo q u e y o d ig a , c o n s i d e r o q u e o s p a r e c e r á q u e p r o p o n g o la s p r e c i s a s m e d i d a s y q u e d i s p e r s a r é e l p e l i g r o q u e se 177 c i e r n e s o b r e la c i u d a d . ¿ Q u é d ig o , p u e s , q u e e s p r e ­ c is o ^ E n p r i m e r lu g a r , a b a n d o n a r v u e s t r o a c t u a l t e m o r , lu e g o , c a m b i a r d e m e n t a l i d a d y t e m e r t o d o s p o r lo s t e b a n o s ; p u e s e s t á n m u c h o m á s c e r c a d e lo s p e li g r o s q u e n o s o t r o s y e l r i e s g o lo c o r r e n e llo s p r i m e r o . D e s ­ p u é s , q u e , h a c i e n d o u n a s a l i d a h a c i a E le u s i s lo s q u e e s t é n e n e d a d m i l i t a r y lo s j i n e t e s , h a g á i s v e r a t o d o s q u e v o s o t r o s p e r s o n a l m e n t e e s t á i s e n a r m a s , c o n e l fin d e q u e lo s q u e e s t á n d e v u e s t r a p a r t e e n T e b a s c u e n ­ te n , e n s i t u a c i ó n d e i g u a l d a d , c o n l a p o s i b i l i d a d d e h a ­ b l a r a b i e r t a m e n t e e n t o r n o a s u s le g í ti m o s d e r e c h o s , a l v e r q u e a s í c o m o lo s q u e i n t e n t a n v e n d e r s u p a t r i a a F ilip o d i s p o n e n d e u n a f u e r z a , p i e s e n t e e n E la t e a , p r e s ta a a y u d a rle s , del m is m o m o d o e s tá is v o s o tro s p r e p a r a d o s e n c a l i d a d d e r e s e r v a p a r a lo s q u e q u i e r e n c o m b a t i r p o r la l i b e r t a d y le s s o c o r r e r é i s , s i a lg u i e n 178 m a r c h a c o n t r a e llo s . A d e m á s d e e s t o , r e c o m i e n d o v i­ v a m e n t e e le g i r d ie z e m b a j a d o r e s y d a r l e s p le n o s p o ­ d e r e s , p a r a q u e , j u n t a m e n t e c o n lo s g e n e r a l e s , d e c i d a n c u á n d o s e h a d e m a r c h a r a llí y lo r e l a t i v o a la e x p e ­ d ic i ó n m i l i t a r . T u n a v e z q u e lle g u e n lo s e m b a j a d o r e s a T e b a s , ¿ c ó m o le s a c o n s e j o q u e t r a t e n e l a s u n t o ? A

SOBRE LA CORONA

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este p u n to p re sta d m e toda vuestra atención. No pi­ dáis n ad a a los tebanos (pues la ocasión es oprobiosa), sino p ro m etedles que irem os en su ayuda, si lo solici­ tan, p o r en ten d e r que ellos se en cuentran en las ú lti­ m as y no so tro s som os m ás previsores que ellos; esto con el fin de que, si acep tan esas p ro p u estas y nos hacen caso, hayam os m an ejad o a n u estro gusto los asuntos que deseam os y lo hagam os con p o rte digno de la ciudad; y si no nos es dado tener éxito, ellos se hagan a sí m ism os los reproches, si en algo ah o ra se equivocan, y, en cam bio, p o r p a rte n u e stra nada se haya hecho de vergonzoso ni hum illante.» T ras hab er 1 7 9 expuesto éstas y sim ilares razones, bajé de la tribuna. Y com o todos dieron su aprobación co n ju n tam en te y nadie dijo n ada en contra, no me lim ité 213214 a exponer esas m edidas sin p ro p o n erlas p o r escrito, ni a p ro p o ­ nerlas p o r escrito, p ero sin ejercer de em bajador, ni a ejercer de em b ajad o r pero sin lograr convencer a los tebanos, sino que lo llevé todo a cabo desde el p rin ­ cipio h asta el fin y m e entregué a vosotros sin reserva introduciéndom e en m edio de los peligros que se h a­ bían in stalad o en d erred o r de la ciudad. Léeme el decreto que se pasó entonces. Aunque, ¿con quién quie- iso res que te identifique a ti, E squines, y con quién a mí p o r lo que fuim os aquel día? ¿Q uieres que yo sea Bá­ talo -14, com o m e llam arías en plan de in ju ria y zaheri213 C o m ien za a q u í u n fam osísim o p e río d o q u e fu e e je m p lo arquetípico d e la fig u ra re tó ric a d e n o m in a d a e n g rieg o klímax y e n la tín gradatio. Q u in tilia n o tr a d u j o e ste p a s a je d el sig u ien te

m odo (cf. Q uintiliano , Institutio oratoria IX 3, 55: non enim

dixi quidem sed non scripsi, nec scripsi quidem sed non obii legationem, nec obii quidem sed non persuasi Thebanis. 214 E s te m o t e q u e, se g ú n e l o r a d o r , le im p u s o su p r o p ia n o ­ d riza (cf. E squines, C o n t r a T i m a r c o 126), e n m a n o s lu e g o de E sq u in e s p a s ó a te n e r c o n n o ta c io n e s de a fe m in a m le n to y fa lta d e v irilid a d . E n b o c a d e s u n o d r iz a , e ste a p o d o d e D e m ó s te n e s h a cia r e fe r e n c ia , en p r in c ip io , se g u ra m e n te , al a s p e c to d e p o ca

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DISCURSOS POLITICOS

m iento, y tú, en cam bio, no un héroe cualquiera, sino uno de ésos del teatro, C resionte, o C re o n te 2I5216, o Enóm ao, a q u ien en cierta ocasión en Colito degollaste de m ala m anera? Pues bien, entonces en aquella oca­ sión, yo, B átalo el peaneo, m e m ostré m ás m eritorio que tú, E nóm ao de C o tó cid as2I7218, p a ra con la p atria. Pues tú en ningún m om ento serviste p ara n ad a útil, yo en cam bio iba cum pliendo todo cuanto incum bía al buen ciudadano. Léeme el decreto.

DECRETO DE DEMÓSTENES 2IS

181

[En el arcontado de Nausicles, ejerciendo la pritanía la tribu Ayántide, el día dieciséis del mes de Esciroforión, De­ salud y la desmirriada figura del orador en su niñez y primera juventud. . Es curioso que este insulto no aparezca en el Contra Ltesifonte de Esquines, y sí, en cambio, en sus otros dos discursos: E squines, Contra Timarco 126, 131, 164; Sobre la embajada frau­ dulenta 99. Sobre las connotaciones del apodo entre los anti­ guos, cf. P lutarco, Vida de Demóstenes 4. 215 Esquines desempeñó el papel de Creonte (papel franca­ mente secundario o —casi mejor— terciario [tritagonistés] en importancia) en representaciones de la Antígona de Sófocles. Hizo también de Creslontes en la pieza de este mismo nombre, obra de Eurípides, desempeñando igualmente un papel secun­ dario, pues el principal correspondía a otro personaje de la trama dramática: Mérope. Encarnó, asimismo, a Enómao en la obra del mismo título compuesta por Sófocles. El núcleo argumental de este drama debía de ser la famosa carrera de carros en que se enfrentaron Enómao y Pélope, y de la que resultó vencedor este último, victoria que le confirió la mano de Hipodamía. Cf. Demóstenes, Sobre la embajada fraudulenta 247. 216 Demo de Atenas. tu Esquines era del demo de Cotócidas. 218 Este «decreto de Demóstenes», como los demás decretos que anteriormente hemos estudiado, es espurio. La fecha de dieciséis del mes de Esciroforión es una confusión clarísima. Si la toma de Elatea por parte de Filipo hubiera tenido lugar

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móstenes, hijo de Demóstenes, de Peania, propuso: Toda vez que Filipo el Macedón en el pasado inmediato aparece como transgresor de ios términos de la paz concluidos por él con el pueblo ateniense, despreciando los juramentos y los principios de justicia reconocidos por todos los griegos, y se apodera de ciudades que no le pertenecen en absoluto, e incluso, a algu­ nas que son de los atenienses, las ha capturado en guerra sin haber sido provocado por agravio alguno debido al pueblo de ios atenienses, y en el presente progresa más y más en vio­ lencia y crueldad; pues en efecto, hay ciudades griegas en que 1 8 2 establece guarniciones y deroga sus constituciones, otras las arrasa y teduce a esclavitud a sus habitantes, en algunas in­ cluso, asienta, en vez de griegos, a bárbaros, induciéndolos contra los santuarios y las tumbas, sin hacer con ello nada ajeno a su propia patria ni a su carácter y usando inmoderada­ mente de su presente y actual íortuna, olvidado de sí mismo de que de insignificante y ordinario que era, se ha convertido inesperadamente en grande; y mientras el pueblo de los ate- 1 8 3 nienses veía que él iba arrebatando ciudades bárbaras y de su peí tenencia, suponía que era cosa de menor importancia la falta de consideración de que era objeto; pero ahora, al ver que de entre las ciudades griegas, unas son ultrajadas y otras aso­ ladas, considera que es escandaloso e indigno de la reputación de sus antepasados el desentenderse del hecho de que los griegos vayan siendo esclavizados; por lo cual, tengan a bien i 8 4 el Consejo y el pueblo de los atenienses, una vez se hayan ofre­ cido plegadas y sacrilicios a los dioses y a los héroes que dominan la ciudad y la región de los atenienses, y se hayan hecho cargo de los méritos de los antepasados, porque en más valoraban conservar la libertad de los griegos que su propia patria, botar doscientas naves y que el navarco zarpe hacia la parte de aquí de las Termopilas y el estratego y el hiparco saquen en dirección a Eleusis las tropas de infantería y caba­ llería, y se envíen también embajadores a los demás griegos y, lo primero de todo, a los tebanos por el hecho de que Filipo se encuentra cerquísima del territorio de aquéllos; y exhortar- 1 8 5 a mediados del mes de Esciroforión (fecha de este decreto), entonces esa captura no habría precedido a la batalla de Queronea. 3 5 .-3 0

d is c u r s o s

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p o l ít ic o s

l e s a q u e n o s e e s p a n te n p a ra n a d a a n te F ilip o y s e

a d h ie ­

r a n f u e r te m e n t e a

dem ás

su

p r o p ia

lib e r ta d

y

a la

de

lo s

g r ie g o s- y s e le s d ig a q u e e l p u e b lo d e lo s a te n ie n s e s , q u e ya no

guarda

n in g ú n

h a y a p o d id o

ren cor

e x is tir

por

e n tr e la s

d ife r e n c ia

a lg u n a

d o s c iu d a d e s , le s

que

a n ta n o

ayud ara con

tr o p a s , d in e r o , m u n ic io n e s y a r m a s, c o n o c e d o r c o m o e s d e q u e d is c u tir m u tu a m e n te e n tr e e llo s , q u e s o n g r ie g o s , e n to r n o a la p r im a c ía e s

c o s a h o n r o s a , m ie n tr a s

q u e se r

h o m b r e d e o tr a e s tir p e y v e r s e d e s p o ja d o s

r e g id o s

por un

d e la h e g e m o n ía

e s in d ig n o d e la fa m a d e lo s g r ie g o s y d e lo s m é r ito s d e lo s 1 86 a n te p a s a d o s . A d em á s, e l p u e b lo d e lo s a te n ie n s e s n i s iq u ie r a c o n s id e r a e x tr a ñ o a l p u e b lo

d e lo s

te b a n o s n i e n r a z ó n d e l

p a r e n te s c o fa m ilia r n i d e l tr ib a l. R e c u e r d a ta m b ié n l o s se r v i­ c io s p r e s ta d o s p o r su s a n te p a s a d o s a lo s d e lo s te b a n o s ;

pues,

e n e f e c t o , a lo s h ij o s d e H e r a c le s, a q u ie n e s lo s p e lo p o n e s io s in te n ta b a n d e s p o ja r d e l im p e r io p a te r n o , lo s r e s titu y e r o n

a su

p a ís , d e s p u é s d e h a b e r v e n c id o c o n la s a r m a s a lo s q u e rntenta b a n sa lir a l p a s o a lo s d e s c e n d ie n te s d e H e r a c le s ; y a E d ip o y a lo s q u e c o n é l f u e r o n d e ste r r a d o s , l e s d im o s a c o g id a , y m u c h a s o tr a s

a c c io n e s h u m a n ita r ia s

e in s ig n e s

h e c h a s a lo s

187 te b a n o s c u e n ta n e n n u e s tr o h a b er , p o r lo c u a l, t a m p o c o a h o ra e l p u e b lo d e lo s a te n ie n s e s h a r á d e fe c c ió n d e lo s in t e r e s e s d e lo s te b a n o s

y

d e lo s d e m á s g r ie g o s. Y q u e s e c o n c ie r te c o n

e llo s u n a a lia n z a m o n io

y

se

m o s t e a s , h ij o O lea n d ro rro s;

de

y

se e s ta b le z c a d e r e c h o r e c íp r o c o d e m a tr i­

p r e s te n

y

to m e n

ju r a m e n to s .

d e D e m ó s te n e s , d e P ea n ia ; E fe s to ;

M n e sítid e s , h ijo

D e m ó c r a te s , h ij o

de

S ó filo ,

E m b a ja d o r e s:

De-

H ip e r id e s , h ijo d e

d e A n tífa n e s , d e F réa-

d e F lía ;

C a le se ro , h ij o

de

D io tim o , d e C o tó c id a s.]

188

Ése e ra el principio y p rim er afianzam iento de nues­ tra s relaciones con Tebas, siendo así que antes las dos ciudades h ab ían sido a rra stra d a s p o r esos individuos a la en em istad, el odio y la desconfianza. El decreto ese hizo que el peligro que entonces asediaba a la

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ciudad p asa ra de largo com o una n u b e 21920. E ra, pues, deber del ciudadano ju sto señ alar entonces pública­ m ente u n plan, si lo tenía y era m ejo r que m is m edidas, y no ah o ra censurarlo. Pues el consejero y el sicofan- 189 ta 22°, que ya en n ad a de lo dem ás se parecen, en esto difieren m u tu am en te en m áxim o grado: el p rim ero m a­ nifiesta su opinión an tes de los acontecim ientos y se ofrece com o responsable ante los que siguen su con­ sejo, an te la fo rtu n a, an te los eventos, an te quienquiera que sea; el o tro, en cam bio, g u ardando silencio cuando debería h ablar, si algo desfavorable sucede, lo con­ vierte en blanco de sus m aliciosos reproches. E ra, en 19 0 efecto, com o dije, aquella ocasión la ap ro p iad a p a ra el hom bre p reocupado p o r su ciudad y p a ra los buenos consejos; p ero yo voy m ucho m ás lejos, h a sta el p u n to que si ah o ra alguien puede m o stra r algo m ejo r o, senci­ llam ente, si alguna o tra solución cabía al m argen de lo que yo propuse, confieso m i equivocación. P orque si hay alguna m edida que alguien ha visto ah o ra y que convenía que entonces se h u b iera adoptado, yo sos­ tengo que no tenía que h aberm e pasado desapercibida. Pero si no la hay, ni la había, ni nadie po d ría indicarla ni aun en el día de hoy, ¿qué debía h acer el consejero? ¿No debía elegir el m ejor p lan en tre los que se le ofrecían y eran hacederos?. Pues bien, eso fue lo que 191 hice. E squines, cuando el heraldo preguntaba: «¿Quién quiere hablar?» y no «¿Quién q uiere h acer acusaciones respecto de los acontecim ientos pasados?», ni: «¿Quién 219 E s te sím il fu e m u y del g u sto d e los a n tig u o s ; lo s ré to re s lo c ita n c o n g ra n fre c u e n c ia . Cf. P s .-Longino, Sobre lo subli­

me 39. 220 C u e n ta P lu ta rc o q u e , en c ie r ta o c a sió n e n q u e e l p u e b lo e n c a rg ó a D e m ó sten e s d e u n a a c u sa c ió n , é ste re p lic ó c o n e s ta s p a la b ra s : « v o so tro s os se rv iré is d e m í c o m o c o n se je ro , a u n q u e n o q u e rá is , p e ro n o c o m o sic o fa n ta , a u n q u e q u e ráis» . Cf. Plu ­ tarco,

Vida de Demóstenes 14,

d is c u r s o s

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p o l ít ic o s

quiere g aran tizar el porvenir?» Y m ien tras tú p o r aque­ llos días te quedabas sentado en las asam bleas sin decir p alab ra, yo p asab a p a ra adelante y hablaba. Pero ya que no entonces, m uéstranos ahora, di; ¿qué pala­ b ra s o m ití q u e debiera h ab e r poseído en abundancia o qué ocasión v entajosa p a ra la ciudad deje de lado? ¿Qué alianza, qué em p resa a la que m ás bien tenia yo que h ab e r conducido a éstos? 192 Pero realm en te los hechos pasados siem pre son dejados de lado p o r todos y nadie nunca acerca de ellos p ro p o n e deliberación alguna; en cam bio, el fu tu ro o el p re sen te reclam an al consejero en su p u e s to m . Pues bien: en aquel entonces algunos peligros eran inm inentes, según parecía, y otros estab a n ya presen­ t e s 21222; en esas circunstancias considera cuál fue la ac­ tuación que yo elegí y no te dediques a p re se n ta r ca­ lu m niosam ente los acontecim ientos re su ltan tes. Porque el cum plim iento de todas las em presas se produce com o la divinidad quiera; pero la elección m ism a de las gestiones pone de m anifiesto la inteligencia del 193 consejero. No consideres, pues, fa lta m ía la circuns­ tan cia de que Filipo venciera en la b atalla 223; porque en m anos de la divinidad estaba el resu ltad o de ésta, no en las m ías. P ero que no to m ara yo todas las m e­ didas que eran posible d en tro de los lím ites de hu­ m ano razonam iento, o que no las p u siera en p ráctica con re ctitu d , diligencia y un afán su p erio r a m is fu e r­ zas, o no em p ren d iera acciones honrosas, dignas de la ciudad o necesarias, eso dem uéstram elo y entonces 194 ya acúsam e. P ero si el huracán que sobrevino no sólo h a sob rep asado n u estro poder, sino tam bién el de 221 D e n u e v o e s ta m o s a n te la m e tá fo r a d e r iv a d a d e la le n g u a m ilita r . C f. D emóstenes, S o b r e la c o r o n a 173. 222 E l p e lig r o in m in e n te e s e l d e la b a t a lla d e Q u e r o n e a ; e l y a p r e s e n te e s la o c u p a c ió n d e E la te a p o r F ilip o . 223 Q u e ro n ea .

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todos los dem ás griegos, ¿qué había que hacer? Es como si a un arm a d o r que todo lo ha hecho con vistas a la seguridad de la nave y la ha provisto de los m e­ dios con los que creía que po d ría salvarse, pero luego, sorprendido p o r una torm enta, se le averian o, senci­ llam ente, se le hacen polvo los aparejos, se le incrim i­ nase el naufragio. «Pero —p o d ría decir— ni siquiera pilotaba 224 yo la nave (como tam poco m andaba yo el ejército) ni era dueño de la fortu n a, sino ella de todo.» Reflexiona y considera tam bién esto otro: si au n luchando n o sotros con el apoyo de los tebanos, era de­ cisión del destino que nos fuese así, ¿qué h ab ría sido de esp erar si ni siquiera a ésos los hubiéram os tenido de aliados, sino que se hubiesen sum ado a Filipo, situa­ ción p ara cuyo logro tocó aquél p o r aquellas fechas todos los reg istro s? Y si ah o ra que la b atalla tuvo lu­ gar a tres días de jo rn ad a del Ática 225, u n peligro y un pánico tan grandes asediaron la ciudad, ¿qué sería de esp erar que h u b iera ocurrido si este m ism o desas­ tre se hubiese p roducido en algún p u n to de n u estro territo rio ? ¿Acaso no te has percatad o de que, tal com o ha ocurrido, un solo día, dos, tres días dieron ocasión de levantarse, co n cen trarse, co b rar aliento, to m a r m u­ chas m edidas p ara salvación de la ciudad, m ien tras que en caso c o n tra rio ...? No vale la pena h a b la r de lo que ni siquiera h a dado pru eb a de existencia gracias a la benevolencia de algún dios y al hecho de que e sta ciu­ dad se escudó en esta alianza que tú censuras en tono acusador. 224 C f. E squines, C o n t r a C t e s i f o n t e 158. D e sd e Q u e ro n ea , p a s a n d o p o r T e b a s, h a s ta la fr o n te r a á tica c o n B e o c ia e n E Ié u te r a s h a b ía a lr e d e d o r d e c u a tr o c ie n to s c in c u e n ta e s ta d io s : d e s d e E Ié u te r a s a A te n a s, u n o s d o s c ie n t o s c in cu en ta ; d e m o d o q u e la d is ta n c ia d e Q u e ro n ea & A te n a s e ra d e s e te c ie n to s e s t a d io s p o c o m á s o m e n o s , q u e p o d ía n , p o r ta n to , se r r e c o r r id o s e n t r e s d ía s. 225

195

DISCURSOS POLÍTICOS

470 Todo

196

e sto

que

d ig o ,

en

su

m ayor

p a r te

lo

d ir ijo ,

ju e c e s , a v o s o tr o s y a lo s e s p e c ta d o r e s y o y e n te s d e a h í f u e r a 226, p o r q u e , l o q u e e s p a r a e s t e d e s p r e c i a b l e i n d i ­ v i d u o , b a s t a b a n u n a s b r e v e s y c l a r a s p a l a b r a s 227. P u e s si

para

fie s to

ti

s o lo ,

E s q u in e s ,

de

e n tr e

e l f u t u r o c u a n d o la c iu d a d

to d o s,

era

m a n i­

d e lib e r a b a a c e r c a d e

e s a s c u e s t io n e s , e r a e n to n c e s c u a n d o h a b ía q u e p r e d e ­ c ir lo ; p e r o s i n o l o c o n o c ía s d e a n t e m a n o , e s t a s s u j e t o ig u a l

q u e lo s

dem ás

al cargo

d e ig n o r a n c ia , d e m o d o

q u e , f'p o r q u é m e a c u s a s d e e llo c o n m á s d e r e c h o q u e 197

yo a

ti?

En

e fe c to , r e sp e c to

de e sto s

tic u la r d e lo s q u e e s t o y h a b la n d o d e la s

d e m á s c u e s tio n e s )

m e jo r

q u e tú

r e c ía

c o n v e n ir

c u a n to a

he

s id o

a su n to s

(y t o d a v ía un

s in

v a c ila r

par­ tr a to

c iu d a d a n o

ta n to

q u e m e o fr e c ía

to d o s

en no

p ara lo

a n te

que pa­

n in g ú n

r ie s g o

p e r s o n a l n i te n e r lo e n c u e n ta , m ie n tr a s q u e tú n i p r o ­ p u s is te

o tr a s

m e d id a s

m e jo r e s

que

ésa s

(p u es

no

s e h a b r ía n e m p le a d o é s a s ) n i p a ro s u e je c u c ió n te m o s ­ tr a s te ú til e n n a d a ; y h a q u e d a d o c o m p r o b a d o c o n p o s­ te r io r id a d hom b re

a lo s

m ás

h a s r e a liz a d o

su cesos

p erv erso

que

lo

y h o s til

q u e h u b ie r a para

la

tú ; y a l m is m o t ie m p o

hecho

el

c iu d a d , e s o

lo

q u e A r ís tr a to e n

N a x o s y A r i s t o l a o e n T a s o s 228, e n e m i g o s p o r e n t e r o d e la 198

c iu d a d ,

p rocesan

a

lo s

a m ig o s

de

lo s

a te n ie n s e s ,

ta m b ié n e n A te n a s E s q u in e s a c u sa a D e m ó s te n e s . A u n ­ que

aqu el

para

q u ie n

la s

d e sv e n tu ra s

de

lo s

g r ie g o s

ib a n a c u m u lá n d o s e c o m o r e s e r v a s e n q u e b a s a r s u b u e -

226 c f . E squines, Contra Ctesifonte 56. 227 C o m ien za, e n e ste p u n to , u n fa m o s o dilema b ie n c o n o ­ cid o p o r lo s r é to re s , q u e c o n fre c u e n c ia a lu d e n a él. 228 N a d a sa b e m o s d e e sto s p e rs o n a je s n i d e la situ a c ió n e n q u e s e e n c o n tra b a n N axos y T aso s, salv o lo q u e d e e s te p a s a je c o n c re to p u e d e d e d u c irse . U n a y o tr a isla , a lo q u e p a re c e , es­ ta b a n e n p o d e r d e A le ja n d ro , y el g ra n é x ito q u e el m o n a rc a ib a lo g ra n d o , a la sa z ó n , e n su c a m p a ñ a d e A sia e n v a le n to n a b a al p a r ti d o filo m a ce d o n io , cu y o s m ie m b ro s se d e d ic a b a n a p e r ­ s e g u ir c o n sa ñ a a su s a d v e rsa rio s.

SOBRE LA CORONA

471

na reputación, ése es m ás m erecedor de perecer que de ac u sar a otro; y aquel a quien h an venido bien las m ism as ocasiones que los enem igos de la ciudad han encontrado ventajosas, no es posible que ése sea leal a la p atria. Y lo pones de m anifiesto con tu fo rm a de vida y de ac tu a r y con las gestiones que haces en la adm inistración pública, y, al revés, con las que no haces. Se lleva a cabo alguna cosa de las que parecen que os convienen; E squines 229 está m udo. H ubo algún contratiem po y sucede algo que, p o r ser tal, no debe­ ría; E squines está p resente. O curre com o con las ro ­ tu ras y los desgarros m usculares, que se estim ulan cuando el cuerpo recibe algún daño. Y toda vez que insiste m ucho en lo sucedido, quiero 199 decir algo, p o r cierto, chocante 230. Y, p o r Zeus y los dioses, que nadie se extrañe de mi exageración, antes bien, considere con benevolencia lo que voy a decir. Aun en el caso de que p ara todos hubiese sido de an te­ m ano m anifiesto lo que iba o p asa r y todos lo h u b ieran sabido y tú, E squines, que ni artic u la ste palabra, lo h u ­ bieras p redicho a voces y gritos, ni siquiera así debía haberse a p a rtad o la ciudad de esos proyectos, si es que tenía en cu enta el honor, los antepasados y los tiem pos futuros. Ahora, de cierto, parece h ab e r fracasado en 200 la em presa, vicisitud com ún a todos los hom bres cuan­ do así place a la divinidad. Pero, en caso contrario, si aspirando a la p rim acía sobre los dem ás, luego h u ­ biera desistido de ella en beneficio de Filipo, ten d ría la responsabilidad de h a b e r traicionado a todos. Pues si h u b iera abandonado sin lucha la causa p o r la que ningún riesgo h ab ría n d ejado de a fro n ta r n u estro s an­ tepasados, ¿quién no te h a b ría escupido con desprecio? 220 A e s t a fig u ra la d e n o m in a n lo s r é to r e s g r ie g o s a n t l s t r o f a . 230 Cf. O l i n t . I I I 10; C o n t r a F i l i p o , I I I 5; S o b r e la s s i n m o r ía s

24.

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DISCURSOS POLÍTICOS

201 A ti, que no a la ciudad, ni a mí. ¿Con qué ojos, por Zeus, miraríamos a los hombres que llegasen a la ciu­ dad, si, habiendo abocado los acontecimientos a la si­ tuación actual, y elegido Filipo jefe y señor de todos, hubieran llevado a cabo otros, sin nosotros, el combate destinado a evitar que tal sucediera, y eso cuando nunca la ciudad en los anteriores tiempos ha preferido la seguridad sin gloria a los peligros en defensa de las 202 causas nobles? Porque ¿quién de entre los griegos, quién de entre los bárbaros 2,1 no sabe que tanto por parte de los tebanos 23:, como de los que aun antes que ellos llegaron a ser poderosos, los lacedemonios, in­ cluso por parte del rey de los persas 2 133, con mucha gra­ 3 titud y gusto se habría concedido a la ciudad, a cam­ bio de tomar lo que quisiera y conservar lo suyo propio, obedecer lo que se le ordenase y dejar a otro 203 la preeminencia sobre los griegos? Pero no era esa actitud, según parece, para los atenienses, ni acorde con las tradiciones de sus antepasados, ni tolerable ni conforme a su manera de ser, m pudo jamás nadie, desde los más remotos tiempos, persuadir a la ciudad para que, uniéndose a los pueblos poderosos, pero de injusto proceder, fuese esclava gozando de seguridad, antes bien, luchando, ha pasado toda la vida afrontan204 do riesgos por la preeminencia, el honor y la gloria. Y ese modo de proceder vosotros lo consideráis tan respetable y tan ajustado a vuestros sentimientos mo­ rales, que incluso de vuestros antepasados, a los que así obraron, en grado máximo los alabáis. Y es natu­ ral; pues, ¿quién no admiraría el valor de aquellos 231 C. Demóstenes, Sobre la embajada fraudulenta 312. 232 En tiempos de Epaminondas. 233 Se refiere a Jerjes y a la orden que dio a Mardomo antes de la batalla de Platea, transmitida a Atenas por Alejandro, r e y de Macedonia. Cf. H er ó d o to , Historia VIII 140; IX 4, 5; Demóstenes, Contra Filipo, II 11.

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varones 234 que so portaron ab a n d o n ar su tie rra y su ciudad y em b arcarse en las trirre m e s p ara no h acer lo que se les m andaba, que eligieron estratego al que así les aconsejó, Tem ístocles, y, en cam bio, al que se de­ claró p artid a rio de obedecer las órdenes, Círsilo, lo la­ pidaron, y no sólo a él, sino que tam bién vuestras m u­ jeres lap id aro n a la suya? Y es que los atenienses de entonces no buscaban ni o ra d o r ni estratego que les p ro cu rase una servidum bre feliz, antes bien, ni vivir tenían p o r digno si no les fuese posible hacerlo con lib ertad . Pues cada uno de ellos pensaba que no sólo h abía nacido p ara su padre y p ara su m adre, sino tam bién p ara su p atria. ¿Y cuál es la diferencia? Que el que piensa que ha nacido sólo p ara sus padres aguar­ da su m u erte n atu ral fijada p o r el destino, m ientras que el que considera que ha nacido tam bién p a ra la p a tria esta rá dispuesto a m o rir p o r no verla esclavizada Y te n d rá p o r m ás tem ibles que la m u erte los u ltra je s y desh o n ras que es m en ester so p o rta r en u n a ciudad su jeta a esclavitud. Pues bien, si eso in ten tara vo decir, a saber, que fui yo quien os in duje a ten er sentim ientos dignos de vuestros antepasados, no h ab ría quien no m e lo re p ro ­ chase con razón. Pero, en cam bio, yo declaro que tales resoluciones son vuestras, e indico que ya antes de mí la ciudad tenía esos ideales; ahora bien, afirm o que en la intendencia de cada uno de los hechos hay tam ­ bién particip ació n m ía. Pero ése, al denunciar la tota234 Con anterioridad a la batalla de Salamina, los atenien­ ses, siguiendo el consejo de Temístocles, abandonaron Atenas. Respecto de la lapidación de Círsilo, Heródoto narra una his­ toria similar a ésta, pero adobada con detalles diferentes: en primer lugar, el lapidado, según el historiador, era un buleuta («miembro del Consejo») llamado Lícidas; el apedreamiento lo compartió con su mujer y sus hijos; y, por último, el suceso lo sitúa Heródoto cuando los persas, guiados por Mardonio, inva­ dieron el Atica por segunda vez, Cf. Heródoto, Historia IX 4.

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lidad de la gestión y al exhortaros a que seáis severos conm igo com o causante de tem ores y peligros p a ra la ciudad, desea vivam ente privarm e de la gloria del p re­ sente, pero, p o r o tro lado, os d etrae elogios p a ra todo el tiem po fu tu ro . Pues, si, p o r considerar que m i p ro ­ ceder en el gobierno no ha sido el m ejor, condenáis a Ctesifonte, d aréis la im presión de que os habéis equi­ vocado, no de h ab e r sufrido lo que os tocó padecer 2 0 8 p o r la aspereza de la fortuna. Pero no es posible, no es posible que os equivocarais, varones atenienses, quie­ nes afro n tasteis el peligro por la lib ertad y la salvación de todos; no 235, p o r aquellos de n u estro s antepasados que se expusieron los prim eros al peligro en M aratón, y los que se alinearon en Platea, y los que intervinie­ ro n en com bates navales en Salam ina y ju n to al Artem isio, y m uchos otros que, bravos hom bres, yacen en los m onum entos públicos, a todos los cuales ente­ rró la ciudad considerándolos dignos p o r igual del m ism o h o nor, E squines, no solam ente a los que tuvieron éxito y prevalecieron. Con toda justicia; pues lo que era p ropio de h om bres valientes, h a sido llevado a cabo p or todos; de la suerte, en cam bio, cada uno se 2 0 9 h a valido de aquella que le asignó la divinidad. Luego, m aldito ch u p a tin tas encorvado, tú, queriendo p riv a r­ m e de la estim ación y benevolencia con que éstos m e h onran, h ab lab as de trofeos 236, batallas y antiguas h a­ zañas, de e n tre lo cual, ¿qué era lo que el p re sen te proceso req u ería? Pero yo, que m e ad elan tab a a h a b la r com o consejero de la ciudad acerca de su preem inen235 Comienza aquí el famoso y solemne «juramento por los héroes de Maratón, Platea, Salamina y Artem isio» Estamos ante un emocionante pasaje muy admirado por el (Sobre lo sublime XVI), Hermógenes (Rh. Gr 246, 247 Walz), Arístides (Arte Retórica I 1, 7), Clemente de Alejandría (Sírdmata VI 2, 20) y Quintiliano (Institutio oratoria XI 3, loo). 236 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 181-88.

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cia, dime, ¡actor de tercer orden!, ¿en los sentimientos de quién debía yo inspirarme y subir luego a la tri­ buna? ¿En los de uno que va a hablar de manera in­ digna de estos éxitos? En ese caso hubiera merecido justamente la muerte. Puesto que tampoco vosotros, 210 varones atenienses, debéis juzgar las causas privadas y las públicas con la misma consideración, sino que los contratos de la vida cotidiana debéis considerarlos en los casos de leyes y actos de la vida privada; en cambio, las decisiones públicas es menester que las juzguéis volviendo los ojos a los títulos de gloria de nuestros antepasados. Y es necesario que, cada uno de nosotros, si sois de la opinión de que hay que obrar de manera digna de nuestros antepasados, piense, cuando entréis a juzgar procesos públicos, que, al mismo tiempo que el bastón y la tésera, recibe en depósito el orgullo de la ciudad. Pero, por haber ido a dar en las hazañas de vues- 211 tros antepasados, hay decretos y hechos que pasé por alto. Así pues, quiero volver al punto en que me aparté del relato. Pues cuando llegamos a Tebas, encontramos, allí presentes, embajadores de Filipo, de los tesalios y de los demás aliados, y vimos a nuestros amigos atemori­ zados y a los de aquél por el contrario llenos de auda­ cia. Y en prueba de que no estoy hablando ahora en mi provecho por interés, léeme la carta que entonces de inmediato enviamos los embajadores. Aunque ése 212 hace uso con tanto exceso de su índole de sicofanta, que si algo se hizo de lo que había que hacer, declara que la causa no fui yo, sino las circunstanciasa7; en cambio, de todos los acontecimientos que resultaron 2 7 3 237 Cf. E s q u in e s , Contra Ctesifonte 137-141, 237-239. Teopompo, aunque no sentía absolutamente simpatía alguna hacia Demóstenes, no está, sin embargo, de acuerdo con esta aprecia­ ción de Esquines. Cf. Plutarco, Vida de D e m ó s te n e s 19.

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discursos políticos

de form a co n tra ria, afirm a que yo y m i fo rtu n a 238 so­ m os culpables; y, a lo que parece, yo, el consejero y orad o r, en su opinión no soy para n ad a copartícipe de los éxitos logrados p o r los discursos y deliberacio­ nes, y, en cam bio, soy el único responsable de los infor­ tunios habidos en las arm as y respecto de las opera­ ciones m ilitares. ¿Cómo podría hab er sicofanta m as cruel o m ás m aldito? Lee la carta.

CARTA 213

214

Pues bien, una vez que celebraron la asam blea, in­ tro d u jero n p rim ero a aquéllos por tener rango de alia­ dos. Y ad elan tán dose a la tribuna, iban pronunciando an te el pueblo sus discursos colm ando de alabanzas a Filipo y a vosotros de acusaciones, reco rd an d o todo cuanto vosotros alguna vez llevasteis a cabo en co n tra de los tebanos. Y, en resum en, les pedían que pagasen con su g ra titu d los beneficios recibidos de Filipo y to­ m aran venganza de los agravios que p o r o b ra vuestra h ab ían sufrido, de cualquiera de estas dos m aneras: o bien dejándoles paso franco en su m arch a c o n tra vos­ otros, o p articip an d o con ellos en la invasión del Ática; y les m anifestaron que, según creían, com o consecuen­ cia de seguir su consejo, los ganados, esclavos y dem ás bienes del Ática p asa rían a Beocia, m ien tras que, p o r seguir las p ro p u estas que aseguraban íbam os nosotros a hacer, B eocia sería a rrasad a p o r la guerra. Y otros m uchos argum entos, adem ás de éstos, aducían, tendentes todos a la m ism a conclusión. Y lo que nosotros replicam os a eso, daría toda mi vida 239 p o r relatáro slo «8 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 157. 239 Después de la batalla de Queronea y de la destrucción de Tebas, el contenido e intención de esos discursos quedaría

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en detalle, p ero tem o que vosotros, pasadas ya las circunstancias, y pensando que sobre los acontecim ien­ tos ha sobrevenido u n diluvio, consideréis vano enojo las p alab ras referentes a esos asuntos; pero, así y todo, aquello de lo que nosotros les convencim os y !o que nos co n testaro n , oídlo. Tom a esto y léelo.

respu esta

de l o s

tebanos

Así pues, tra s esto, los tebanos os llam aban y m an­ 215 dab an buscar. V osotros salíais del Ática, ibais en su ayuda; dejando de lado lo que ocurrió en tre tan to , con tan g ran fam iliaridad os acogían, que estan do acam ­ pados fu era de Tebas sus hoplitas y sus jinetes, daban recibim iento al ejército en sus casas y en la ciudad, ju n to a sus hijos, m ujeres y sus m ás preciosas pose­ siones. Y p o r cierto que aquel día tres elogios, los m ás bellos, pro clam aron sobre vosotros los tebanos ante todos los hom bres: uno por vu estra hom bría, o tro por v u estra ju stic ia y el tercero p o r vuestra m odestia. P or­ que, en efecto, al p re fe rir a fro n ta r el com bate a vuestro lado m ás que co n tra vosotros, juzgaron que erais m e­ jo res que Filipo y que vuestras reclam aciones eran m ás ju stas; y al p o n er en vuestras m anos lo que en tre ellos y en tre todos en m ás estricta vigilancia se m antiene, los niños y las m ujeres, revelaron que tenían confianza en v u estra tem planza. En todo lo cual, varones ate- 216 fuera de lugar. En la Vida de Demóstenes, de Plutarco, puede verse un bosquejo del gran esfuerzo que puso en juego nuestro orador para ganarse a la Asamblea tebana. Citando a Teopompo, el de Queronea nos informa de que, en aquella ocasión, la ora­ toria de Demóstenes, arrebatadora y sumamente suasoria, causó verdaderos estragos entre los oyentes, a quienes entusiasmó y arrastró al seguimiento de la noble empresa antimacedónica. Cf. P lutarco, Vida de Demóstenes 18.

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nienses, resu ltó evidente que os habían juzgado bien. Pues ni siq u iera u n a vez que en tró el cam pam ento en la ciudad n ad ie os hizo reproche alguno, ni au n in ju s­ tam ente; h asta tal pu n to os com portasteis sobriam ente, y después de h aberos alineado ju n to a ellos en las dos p rim eras batallas, la de ju n to al río 240 y la de in­ vierno, os m o strasteis no sólo irreprochables, sino tam ­ bién ad m irab les p o r vuestro orden, vuestros equipos, v u estro celo. P or lo cual recibisteis vosotros elogios de los dem ás, y los dioses sacrificios y procesiones de 217 v u estra p arte . Y yo, al m enos, p re g u n ta ría con gusto a E squines si, cuando se prod u cían esos acontecim ien­ tos y la ciu d ad estab a llena de em ulación, alegría y alabanzas, él tom aba p a rte en los sacrificios y se re­ gocijaba a la vez que la m ayoría, o si apesadum brado, gim iendo y descontento p o r los éxitos colectivos, se q uedaba en casa. Pues si estaba p resen te y se encon­ tra b a en tre los dem ás, ¿cómo que no está llevando a cabo una acción escandalosa o, incluso, im pía, si aque­ llas m edidas de cuya excelencia él personalm ente puso p o r testigos a los dioses, ah o ra os pide a vosotros, que habéis ju ra d o p or los dioses, que votéis que no eran óptim as? Y si no estaba presente, ¿no es ju sto que m u era m uchas veces si, por lo que los dem ás se alegra­ ban, él se en tristec ía al verlo? Léeme ya esos decretos.

DECRETOS SOBRE LOS SA C R IF IC IO S

218

Así pues, n o sotros estábam os entonces celebrando sacrificios y los tebanos en la creencia de que se habían salvado p o r m ediación n uestra; las circunstancias ha-

240 Se refiere al río Cefiso en su curso alto. Este río atr viesa Fócide y entra luego en Beoda, por donde discurre; pasa cerca de Queronea.

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bían cam biado p a ra los que parecía que, a raíz de las m an io b ras de esos individuos, iban a verse necesitados de ayuda, de tal m odo, que ellos precisam ente la p re s­ tab an a o tro s gracias a los consejos que aceptasteis de m í. Sin em bargo, v erdaderam ente, qué tono de voz em ­ p leab a entonces Filipo y en qué desconciertos andaba a raíz de estos acontecim ientos, lo sabréis p o r las car­ tas que aquél enviaba al Peloponeso. Cógelas y léem e, p a ra que sepáis lo que consiguieron mi constancia, m is idas y venidas, m is agobios y los m uchos decretos que él ah o ra rid ic u liz a b a 241. Bien es verdad, varones atenienses, que m uchos oradores fam osos y grandes h a habido en tre vosotros an tes que yo: aquel C alístrato 242, A ristofonte, 243, Céfalo 244, T rasibulo 245 y m il otros; pero, sin em bargo, nin­ guno de ellos jam ás se entregó a la ciudad p o r entero p a ra ninguna tarea, antes bien, el que hacía p ro p u es­ tas p o r escrito no form aba p a rte de em bajadas, y el que actu ab a de em b ajad o r no hacía pro p u estas p o r escrito. P orque cada uno de ellos se reservaba cierta holganza y al m ism o tiem po alguna escapatoria en caso de que surgiera un incidente. «Entonces, ¿qué?» —pod ría alguien decir— «¿Tú tan to les av entajaste en fu er­ za y audacia que todo lo hacías solo?» No digo eso, sino que h asta tal pu n to estab a convencido de que e ra grande el peligro que se había apoderado de la ciudad que no m e parecía bien conceder lugar ni preocupación ninguna respecto de mi propia seguridad, 241 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 100. 242 Calístrato de Afidnas fue el famoso orador, cuya elocuen­ cia despertó la vocación oratoria del joven Demóstenes. 243 Cf. Demóstenes, Sobre la corona, 70 y n ota. 244 Cf. Demóstenes, Sobre la corona 251 y n ota. 245 Trasibulo de Cólito fue el famoso restaurador de la de­ mocracia en la Atenas del 403 a. C., una vez que derrotó al gobierno de los Treinta Tiranos.

219

220

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sino que h ab ía que co n ten tarse con que al m enos al­ guien cu m p liera con su deber sin d ejar n ad a de lado. 221 Y estab a convencido, respecto de mí m ism o, quizás ton tam en te, pero, aun así, convencido, de que ni p ro ­ poniendo d ecretos ni poniéndolos por o b ra ni desem ­ peñando em b ajad as nadie los p ro p o n d ría ni ejecu taría ni actu a ría de em b ajad o r con m ás celo ni m ayor ju s­ ticia que yo. Por eso m e colocaba a m í m ism o en todos los p u esto s. Lee las cartas de Filipo.

CARTAS 222

E n esa co y u n tu ra puso a Filipo m i gestión de los asuntos públicos, Esquines; ése fue el tono que em pleó, él que an tes de esos sucesos lanzaba elevando la voz m uchas y arro g an tes p alab ras co n tra la ciudad. En razón de lo cual era yo coronado por éstos con ju sticia y tú, que estab as presente, no te oponías, y Diondas 246, que puso u n a denuncia, no alcanzó la porción de votos requerida. Y léem e los decretos que han resu ltad o ab­ sueltos y que ni siquiera lu ero n objeto de acusación p o r p arte de ése. DECRETOS

223

Esos decretos, varones atenienses, contienen las m ism as sílabas y las m ism as palabras que los que han p ropuesto p rim ero A ristonico y ahora C tesifonte aquí presente. Y esos decretos ni E squines los denunció p e r­ sonalm ente ni se unió a la acusación del denunciante. Bien es verdad que, si su acusación de ah o ra contra

246 A parece de nuevo, m ás adelante, este no m b re, citad con desprecio p o r D ém ostenos e n tre sus ad v ersario s políticos. Cf. Demóstenes, Sobre la corona 249.

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m í fuese verdadera, con m ayor razón que a C tesifonte h a b ría dem andado entonces a Demóm eles 247, que era el a u to r de esta propuesta, y a H iperides. ¿P or qué? P orque a éste le era posible re m itir a aquéllos y a las decisiones de los tribunales y al hecho de que el propio E squines no haya denunciado a aquellos individuos que h icieron las m ism as p ropuestas que él ahora, y a que las leyes no p erm iten ya p re se n ta r acusaciones acerca de asu n to s ya así zanjados, y a o tro s m uchos argum en­ tos; en cam bio, entonces el propio caso h u b iera sido juzgado en sí m ism o, antes de h a b e r adquirido ninguno de esos precedentes. Pero no era, creo yo, posible entonces h acer lo de ahora, seleccionar de e n tre m uchas fechas antiguas y decretos 248 lo que nadie ni conocía de an tem an o ni se im aginaría que iba a decirse hoy, y calum niar, y, haciendo alteraciones en las fechas y cam biando p o r falsos los m otivos verdaderos de los hechos, d ar la im presión de d ecir algo de peso. No era posible eso entonces, sino que sobre la base de la verdad, cerca de los hechos, acordándoos vosotros to­ davía de ellos y teniéndolos, com o quien dice, al alcan­ ce de la m ano, se habrían pronunciado todos los dis­ cursos. Por ello es p o r lo que, tras h ab e r escapado de las dem ostraciones contem poráneas de los hechos m ism os, se p re sen ta ah o ra considerando (p o r lo m enos a m í así me lo parece) que vosotros vais a hacer una co n frontación de oradores y no una indagación de las 247 Demómeles era hijo de Demón y primo de Demóstenes; cf. Demóstenes, Contra Afobo I, 11. Probablemente él fue quien propuso el decreto al que se alude en el § 222 con la palabra «decretos» y, luego, Hiperides lo modificó o, simplemente, le añadió alguna cláusula. Por esa razón, utiliza nuestro orador el plural («decretos»), en vez clel singular. 248 Cf. E squines, Contra Ctesifonte 58-78. En este pasaje, Esquines introduce decretos referentes a las negociaciones de la «Paz de Filócrates», del 346 a. C., que incidían de manera muy leve sobre el argumento principal de su discurso.

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g e s tio n e s p ú b lic a s , y q u e e l v e r e d ic to v a a v e r s a r s o b r e 227

e l in te r é s d e la c iu d a d . 249 L u e g o e m p le a a rg u m e n to s s u tile s y a r c o n v ie n e h a g á is c a s o o m is o d e la o p im o n q u e s o b r e n o s o tr o s tr a é is d e c a sa , y q u e a sí co m o , c u a n d o h a c é is c u e n ta s en la id e a d e q u e a a lg u ie n le q u e d a e x c e d e n te d e d in e ro , le d a is el v is to b u e n o si las c if r a s s o n c la r a s y n a d a s o b r a , a s í ta m b ié n a h o r a o s r in d á is a la ev d e n c ia de lo s r a z o n a m ie n to s . P u e s b ie n , y e d q u e en ­ d e b le es p o r n a tu r a le z a to d o lo q u e n o e s t a h e c h o se-

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g ú n ju s t ic ia . P o r q u e a p a r t ir d e e se s u til e je m p lo r e c o n o c id o q u e a h o r a , a l m e n o s, es c o s a e s t a b le c id a p o r la o p in ió n p ú b lic a r e s p e c to d e n o s o tr o s , q u e y h a b lo e n f a v o r d e la p a tr ia y é l en f a v o r d e F ih p o ; p u e s n o t r a t a r ía d e h a c e r o s c a m b ia r d e o p im o n s i n o

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frie se ta l la im p r e s ió n q u e te n é is a c e r c a d e c a d a d e n o s o tr o s . A d e m á s, q u e n o h a b la ju s ta m e n te c u a n d o o s p id e q u e c a m b ié is e sa o p in ió n , y o o s lo d e m o s tr a r e fá c ilm e n te , n o a c u m u la n d o g u ija r r o s (p u e s n o s e h a c e a s í e l c ó m p u to d e la s g e s tio n e s p ú b lic a s ) , sin o r e c o r ­ d á n d o o s lo s u n o p o r u n o en p o c a s p a la b r a s , uU ll^ andooS a v o s o tr o s q u e m e e s c u c h á is c o m o in s p e c to r e s d e c u e n ­ ta s y a la v e z c o m o te s tig o s . P o rq u e m i p r o c e d e r en la c o s a p ú b lic a , o b je to d e las a c u s a c io n e s d e ese , lo g ro q u e lo s te b a n o s en v e z d e in v a d ir c o n F ilip o n u e s tr o 2« E squines in te n ta h ac e r cre e r a los jueces aue Demóstej pn T d eterm in ad o m om ento de su c a rre ra p o lítica fue nes, en un d eterm & que {ue activo p ro m o to r de la

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m o r , te , , que ayudd el Macedón» a conseguir una»

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Peania fue partidario del monarca macedomo.

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territo rio , lo que todos creían, se alineasen a n u estro lado y tra ta ra n de im pedírselo; y que en lugar de que 230 la g u erra se d esa rro llara en el Ática, haya tenido lugar a setecientos estadios de la ciudad y en los lím ites de Beocia; y que en lu g ar de que los p iratas nos saqueasen desde Eubea, estu v iera el Ática en paz p o r m a r a lo largo de toda la guerra; y que en vez de que el Helespo n to lo tu v iera Filipo en sus m anos p o r h ab e r tom ado Bizancio, que los bizantinos com batieran a n u estro lado co n tra aquél. ¿Acaso te parece sim ilar a tus cuen- 231 tas este balance de los hechos? ¿O es m en ester cance­ larlos en vez de co n siderar la m an era de que sean re ­ cordados p o r siem pre? Y ya no añado que la crueldad que es posible ver allí donde Filipo se constituyó en dueño de gentes de una vez p o r todas, a o tro s les tocó p ro b arla, m ien tras que de la hum an id ad que aquél fin­ gía tra ta n d o de hacerse con el subsiguiente desarrollo de los acontecim ientos, vosotros habéis recibido los fru to s 250 y eso está bien. Pero d ejo eso. Y, por otra parte, tampoco vacilaré en decir que 232

quien desee investigar con justicia la actuación de un orador sin emplear mala fe, nunca haría acusaciones como las que tú acabas de hacer, forjando ejemplos e imitando palabras y gestos 251 (pues totalmente de eso ha dependido la suerte de los griegos, ¿no lo ves?, de si yo dije tal palabra y no tal otra, o de si yo alargué el brazo hacia aquí y no hacia acá), antes bien, exami- 233 naría sobre la base de los hechos mismos con qué recursos y con qué fuerzas contaba la ciudad cuando 25° Después de la batalla de Queronea, Filipo mantuvo con Atenas una actitud comprensiva y generosa ante la firme y digna postura de Demóstenes y sus correligionarios. 251 Esquines ridiculiza expresiones de Demóstenes y critica su inmoderada gesticulación, a la vez que, para mayor burla, remeda sus exagerados gestos. Cf. E squines, Contra Ctesifonte 166 y sigs.

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ingresé en la gestión de los asuntos públicos, y cuáles congregué yo en su beneficio después de eso, estando al fren te de los m ism os, y cuál era la situación de n u estro s adversarios. Y seguidam ente, si yo hice dis­ m in u ir n u estra s fuerzas, dem o straría que la culpa era m ía, p ero si las hice m ucho m ayores, no calum niaría. Pero toda vez que tú has esquivado ese proceder, yo lo haré; y ver si hago uso de mi argum entación con im parcialidad. Pues bien, en cuanto a fuerzas 252, sólo co ntaba la ciudad con algunos isleños, los m ás débiles; pues ni Quíos, n i R odas, ni C orcira estaban con no so tro s 253, en cuanto a recaudación de dinero, ascendía a cu a ren ta y cinco talen to s 254, y ésos recaudados p o r adelantado; 252 E l im p e r io m a r ítim o a te n ie n se , q u e n a c ió , a l fin a l d e la s G u erra s M é d ic a s, y q u e d ó d e s h e c h o tr a s la G u erra d e l P e lo p o n e s o , r e v iv ió e n e l 378 a. C. so b r e la b a s e d e u n a s c o n d i­ c io n e s p o lít ic a s a b s o lu ta m e n te n u e v a s q u e n a d a te n ía n y a q u e v e r c o n la s d e la L iga á tic o -d é lic a . P ero e s t a r e v ita h z a c ió n fu e e fím e r a y y a e n el 355 a. C„ a ra íz d e l in f e liz d e s e n la c e d e la G u erra S o c ia l, q u e e n fr e n tó a A te n a s c o n a q u e llo s d e e n tr e s u s a lia d o s q u e s e a lza r o n e n r e b e ld ía (Q u íos, R o d a s, C os y Biz a n c io ), p u e d e d e c ir s e q u e la h e r m o s a e m p r e s a p a r a A te n a s, c o n s is t e n t e e n r e m e d a r e l p a s a d o c o n u n a se g u n d a L iga m a r í­

tim a , to c a a s u fin . „ . 253 S e e s t á r e fir ie n d o D e m ó s te n e s al a n o 340 a . C., m o m e n to e n Que Q u ío s y R o d a s eran in d e p e n d ie n te s d e A te n a s c o m o c o n ­ s e c u e n c ia d e la G u erra S o c ia l (357-355 a. C .), p e r o B iz a n c io , q u e h a b ía in te r v e n id o ta m b ié n e n e s ta gu erra, c o m b a tie n d o c o n tr a A te n a s a l la d o d e Q u ío s y R o d a s, h a b ía h e c h o y a r e n o v a c ió n d e s u a n tig u a a lia n z a . C o rcira, a n tig u a a lia d a d e A te n a s, s e h a b ía v u e lt o h o s t il a e lla p o c o a n te s d e l 353 a. C. Cf. D emóstenes, C o n t r a T i m ó c r a t e s 202; D iodoro SIculo, X V 95. 254 E s t a s u m a e s u n a r id ic u le z , p a lp a b le m u e s tr a d e h a s ta q u é p u n to h a b ía d e s c e n d id o e l p o d e r d e A te n a s d e s p u é s d e la G u erra S o c ia l. E l tr ib u to a sc e n d ía e n tie m p o s d e A n s t id e s a c u a tr o c ie n to s s e s e n t a t a le n to s , y e n tie m p o d e P e r ic le s lle g ó a s e is c ie n t o s (c f. T ucídides, H i s t o r i a d e la G u e r r a d e l P e l o p o n e s o I I 13). S e g ú n E s q u in e s y P lu ta rc o , A ten a s lle g ó a r e c a u d a r d e s ­ p u é s d e la P a z d e N ic ia s s u m a s c e r c a n a s a lo s m il d o s c ie n to s

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ho p litas y jin etes, no había ninguno excepto los nues­ tro s. Pero lo m ás alarm ante y lo m ás a favor de nues­ tro s enem igos era que ésos, E squines y los suyos, h ab ían p ro cu rad o que todos n u estro s vecinos, los megarenses, los tebanos, los eubeos, estuvieran m ás p ró ­ xim os a la enem istad que a la am istad. Tal era la si­ tuación de la ciudad, y nadie p o d ría decir ninguna o tra cosa fu era de eso; en cambio, la situación de Filipo *255, co n tra quien teníam os nosotros fijada la contienda, ved cuál era. En p rim er lugar, él personalm ente, con plenos poderes, m andaba en los que le seguían, lo que es la m ayor ven taja de todas p ara la guerra; luego, ésos tenían siem pre las arm as en las m anos; en se­ gundo térm ino, ab u n d ab a en dinero y llevaba a cabo lo que le parecía bien sin p roponerlo en decretos ni d iscu tirlo en público, sin ser denunciado p o r calum ­ niadores ni acusado por p re se n ta r m ociones ilegales, sin e sta r som etido a re n d ir cuentas an te nadie, sino que, sencillam ente, era dueño, caudillo y señor de todo. Yo, em pero, que había sido colocado fren te a él (pues ju sto es tam bién exam inar esto), ¿de qué era dueño? De nada. Porque, p a ra em pezar, el derecho m ism o de h ab lar al pueblo, único del que yo p a rtic i­ paba, se lo acordabais vosotros a los asalariados de Filipo tan to com o a mí, y en todas aquellas ocasiones en que ellos prevalecían sobre mí (y eran ésas m u­ chas, p o r el p retex to que fuere en cada caso), o tra s tan tas os m archabais después de hab er deliberado en favor de los enem igos. Pero, pese a todo, aun p artien d o de tales desventajas, yo os conseguí com o aliados 256 a los eubeos, aqueos, corintios, tebanos, m egarenses, leuo m il trescien to s talentos; cf. E squines, S o b r e 175; P lutarco, V i d a d e A r i s t i d e s 24.

la e m b a j a d a f r a u ­

d u le n ta

255 Cf. D em ó sten es , O l i n t . I 4 ; C o n t r a F i l i p o , I I I 48 y sig s . 256 S e r efiere D e m ó s te n e s a la L iga c o n tr a F ilip o fo r m a d a en el 340 a. C. p o r él m is m o y C alías d e C álcid e.

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cadios y corcireos, de cuyos efectivos se reunieron quince m il m ercenarios y dos mil jinetes, sin c o n tar las fuerzas form adas por ciudadanos; y de dinero, logré yo u n a con trib u ción co n ju n ta de las m ayores cantidades que pude. Y si hablas 257, Esquines, de nu estro s de­ rechos con relación a los tebanos o bizantinos, o eubeos, o tra ta s ah ora de la igualdad en las cargas, en p rim e r lugar, desconoces que, ya antes, de aquellas trirre m es q ue com batieron por los griegos, trescien­ tas 258 que eran en total, doscientas proporcionó la ciudad, y n o se la veía considerarse m enoscabada ni 257 E n s u d is c u r s o Contra Ctesifonte, E s q u in e s e c h a e n c a ra a D e m ó s te n e s h a b e r o b lig a d o a A te n a s a p e c h a r c o n la s d o s te r c e r a s p a r te s d e lo s c o s t e s d e la gu erra , m ie n tr a s e l te r c io r e s ta n te c o r r ía p o r c u e n ta d e T e b a s, q u e, n o o b s ta n te , c o m p a r tía c o n A te n a s e l m a n d o so b r e la s tr o p a s p o r m a r y te n ía m á s p o d e r q u e A te n a s so b r e lo s e jé r c ito s c o n ju n to s si c o m b a tía n p o r tierra . C f. E squines, Contra Ctesifonte 143. T a m b ié n l e a c u s a d e h a b e r p r e s e n ta d o u n a m o c ió n p a r a c o n c lu ir c o n C á lc id e u n a a lia n z a e n tr e e s t a c iu d a d y A ten a s, m o v id o p o r e l o r o d e C alías. C f. E squines, Contra Ctesifonte 91. A a m b a s a c u s a c io n e s r e s p o n d e D e m ó s te n e s b r illa n te m e n te en e s t e p a s a je . 258 L as c if r a s q u e s e b a r a ja n en el c ó m p u to d e la s n a v e s q u e in te r v in ie r o n e n S a la m in a v a r ía n n o ta b le m e n te s e g ú n la s d is tin ta s f u e n t e s d e in fo r m a c ió n . N o o b s ta n te , to d a s e lla s e s tá n d e a c u e r d o en q u e el c o n tin g e n te d e la f lo t a a te n ie n s e c o n s ­ titu ía la s d o s te r c e r a s p a r te s d e l to ta l. La d ife r e n c ia , p u e s , d e u n a u to r a o tr o a fe c ta ú n ic a m e n te al n ú m e r o d e n a v e s g r ie g a s, e n g en era l, y n o a te n ie n s e s , p a r tic u la r m e n te . D e m ó s te n e s c o n ­ c u e r d a c o n E s q u ilo , te s t ig o p r e s e n c ia l d e la b a ta lla , q u ie n e n L o s P e r s a s h a b la d e tr e s c ie n ta s d ie z ( P e r s a s 339); H e r ó d o to d ic e q u e f u e r o n t r e s c ie n ta s se te n ta y o c h o (a u n q u e s i s e su m a n lo s c o n t in g e n t e s p a r c ia le s q u e v a p r e se n ta n d o , e l t o t a l s ó lo lle g a h a s ta tr e s c ie n ta s s e s e n ta y s e is ) ; H eródoto, H i s t o r i a V III 1, 44 y 48; e n la o b r a d e T u c íd id e s se n o s h a b la d e c u a tr o c ie n ­ ta s (c f. T ucídides, H i s t o r i a d e la G u e r r a d e l P e lo p o n e s o I 74). E s s u m a m e n te d e s c o n c e r ta n te , p o r lo q u e v a m o s v ie n d o , q u e e l p r o p io D e m ó s t e n e s e n e l d isc u r so S o b r e la s s i n m o r ía s se refiera a la s « d o s c ie n ta s » n a v e s g r ie g a s q u e s e e n fr e n ta r o n a la s m il p e r s a s ; c f. D emóstenes, S o b r e las s i n m o r ía s 29.

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p ro c esar a los que habían aconsejado en ese sentido ni indignarse p o r ello (que h u b iera sido vergonzoso), sino d ar gracias a los dioses de que, cuando u n peligro com ún cercó a los griegos, ella m ism a proporcionó doble n úm ero de efectivos que los dem ás p a ra la sal­ vación de todos. En segundo lugar, in ten tas en vano ag rad ar a estos calum niándom e a mí. Pues ¿por qué dices ah o ra que había que h ab e r hecho tales y cuales cosas, y, en cam bio, no lo proponías p o r escrito cuando estab as en la ciudad y asistías a las asam bleas, si es que cabía en aquellas circunstancias p o r las que pasá­ bam os, en las que h abía que a c ep tar no todo lo que queríam os, sino lo que daba de sí la situación en cada m om ento? P orque había quien estab a dispuesto a p u ja r v a recib ir en seguida a los que nosotros expulsásem os y d arles encim a dinero. P ero si ah o ra p o r lo realizado soy objeto de acusaciones, ¿qué os im agináis que harían o dirían esos ho m b res im píos, si, p o r h ab e r tra ta d o entonces yo m inuciosam ente esos asuntos, se h u bieran re tira d o las ciudades y se hubiesen unido a Filipo y éste se h u b iera hecho dueño a la vez de E ubea y de Tebas y de Bizancio? ¿No d irían que fueron entregados? ¿Que fueron rechazados aunque querían e star a n u estro lado? Y a continuación esto: «a través de los bizantinos se ha hecho dueño del H elesponto y señor de la ru ta del trig o de los griegos, y se ha tra n sp o rta d o al Ática a trav és de los tebanos una g u erra fro n teriza y pesada, y el m ar está innavegable por efecto de los p ira ta s que se h acen a la m a r desde su base de operaciones situ a­ da en Eubea». ¿No dirían esas cosas y o tras m uchas adem ás? Malvado, varones atenienses, m alvado es siemp re el calum niador y p o r do q u ier m aldicente y buscapleitos; p ero este hom brecillo es tam bién un z o r ro 259 259 A m b o s o r a d o r e s s e z a h ier en m u tu a m e n te s u lto ; c f. E squines, C o n t r a C t e s i f o n t e 167.

con

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este in­

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p o r n atu raleza, que desde antiguo nada sano ni liberal ha hecho, un m ono de im itación en las tragedias 260 p o r su propio n atu ral, un Enóm ao rú s tic o 2*1, u n o ra d o r de cuño falso. Pues, ¿de qué le ha venido a servir a la 243 p a tria esa tu h ab ilidad orato ria? ¿Ahora nos hablas del pasado? Es com o si un m édico en tra en casa de sus pacientes enferm os y no les dice ni m u estra los rem e­ dios p ara lib erarse de la enferm edad, pero, después que alguno de ellos ha m uerto y se le ap o rta n las acos­ tu m b rad a s ofren d as funerarias, yendo en procesión al sepulcro prescrib e: «si tal cosa y tal o tra h u b iera hecho el h om bre, no h ab ría m uerto». ¡Pasm ón!, ¿y lo 244 dices ahora? Pues bien, tam poco la derrota, ya que te ufanas de ella cuando debías, m aldito, llorarla, reco­ noceréis que no la ha sufrido la ciudad p o r ninguna falta de la que yo fuera responsable. R eflexionad de este m odo: nun ca de ningún lugar al que h u b iera sido yo enviado 262 p o r vosotros com o em b ajad o r regresé 260 S e g ú n lo s g r a m á tic o s a n tig u o s , « m o n o tr á g ic o » era u n a lo c u c ió n p r o v e r b ia l e n g r ie g o ciue s e a p lic a b a a q u ie n a fe c ta b a u n a s e r ie d a d q u e n o le c o r r e s p o n d ía p o r su n a tu r a le z a , p r o c e ­ d ie n d o c o m o si im ita s e a lo s a c to r e s tr á g ic o s. N o h a y q u e o l­ v id a r q u e E s q u in e s fu e a c to r tr á g ic o , p r o fe s ió n e n la q u e n o a lc a n z ó g r a n d e s é x ito s . 261 E s d e c ir : u n E n ó m a o a b u c h e a d o e n lo s d e m o s d e l A tic a d u r a n te la s fie s ta s D io n is ia s r ú s tic a s . E n ó m a o e ra e l t ít u lo d e u n d ra m a d e S ó fo c le s , e n e l c u a l s e tr a ta b a d e la c a r r e r a d e c a r r o s e n q u e c o m p itie r o n E n ó m a o y P é lo p e , y d e c o m o e s t e ú ltim o r e s u ltó g a n a d o r y o b tu v o , d e e s t e m o d o , la m a n o d e H ip o d a m ía . P u e s b ie n , e l a n ó n im o a u to r d e la V i d a d e E s ­ g u i n e s n o s t r a n s m it e u n a a n é c d o ta c o n ta d a p o r D e m ó c a r e s s o b r in o d e D e m ó s te n e s , se g ú n la c u a l E s q u in e s , h a c ie n d o e l p a p e l d e E n ó m a o , e n u n m o m e n to en q u e p e r s e g u ía a P e lo p e e n la e s c e n a , c a y ó al s u e lo e n fo r m a r id ic u la . 262 N a d a s a b e m o s d e e s t a s e m b a ja d a s e n q u e fu e e n v ia d o D e m ó s te n e s , e x c e p to d e la d e B iz a n c io ( S o b r e la c o r o n a 87-89) y T e b a s ( S o b r e la c o r o n a 211 y sig s.) E n C o n t r a F i l t p o , I I I 72, s e a lu d e a q u e fu e , c o m o e m b a ja d o r , a v a r ia s c iu d a d e s d el P e lo p o n e s o y a q u e , c o m o c o n se c u e n c ia d e e s t a s e m b a ja d a s ,

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d erro tad o p o r los legados de Filipo, ni de Tesalia, ni de A m bracia, ni de Iliria, ni de cerca de los reyes de Tracia, ni de Bizancio, ni de ningún o tro sitio, ni ú lti­ m am ente, de Tebas, sino que a aquellos lugares en que sus em b ajad ores resultaban vencidos p o r la pala­ b ra, acudiendo él con sus arm as los som etía. ¿Eso, 245 pues, reclam as de mí y no te avergüenzas de b u rla rte p o r su b lan d u ra del m ism o individuo de quien exiges que, aun siendo uno solo, llegue a ser superior a la fuerza de Filipo? ¿Y que eso suceda a base de pala­ b ra s? Pues, ¿de qué o tra cosa era yo dueño? Porque no lo era del alm a de cada uno, ni de la fo rtu n a de los com batientes, ni del m ando m ilitar, del que me exiges rendición de cuentas. ¡Así de torpe eres! No obstante, 246 p o r cierto, haced todo tipo de indagación sobre aque­ llos m enesteres de los que un o ra d o r podría e sta r so­ m etido a re n d ir cuentas; no me opongo. ¿Y cuáles son éstos? V er los acontecim ientos en sus com ienzos y darse cuenta de ellos previam ente y a d v e rtir a los dem ás. Eso lo he hecho yo. Y, adem ás, re d u cir al m ínim o las len titudes en todo lugar, las vacilaciones, ignorancias, rivalidades, que son vicios inevitables de las constituciones populares e inherentes a todas las ciudades; y, al contrario, in citar a la concordia, a la am istad y al em peño p o r cum plir con el deber. Tam ­ bién todo eso lo he hecho yo y no hay m iedo de que nadie jam ás pueda encontrar, p o r lo que a m í atañe, algún p u n to que haya dejado al descuido. En efecto, 2 4 7 si se p re g u n ta ra a cualquiera con qué m edios se adm i­ n istró Filipo p ara d ar cum plido fin a sus em presas, todos d irían que con su ejército v con sus intentos de dadivar y de so b o rnar a los encargados de los asuntos públicos. Pues bien, de las fuerzas ni era yo dueño ni F ilip o s e a b s tu v o de c o n q u is ta r A m b ra c ia ; c f. D emóstenes, C o n ­ tr a F i l i p o , I I I 27 y 34.

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iefe de fo rm a que ni d ar cuenta siquiera de lo que se hizo en este asp ecto m e corresponde. Y, realm ente, por lo que toca a ser corrom pido o no por dinero, he ven­ cido a Filipo; pues así com o el que intenta co m p ra r es vencedor del que recibió dinero, si es que com pra, m ism o modo quien no lo recibió [m se dejo co rro m ­ p er] es vencedor del que intentaba sobornarlo. De form a que la ciudad, por lo que a mi respecta, es in248

V1C Así pues, los m éritos que yo aporté p a ra que este re d actara ju stificadam ente decreto tal acerca de mi, son adem ás de m uchos otros, ésos y sim ilares a esos, pero los que me proporcionasteis todos vosotros, los vov a decir va. Pues, inm ediatam ente después de la b atalla, el pueblo, que conocía y había visto cuanto yo h a d a , m etido en m edio de los peligros y tem ores, cuando no h u b iera sido extraño que la m ayoría m o frase cierta desconsideración p ara conmigo, en p rim er lugar votaba m is p ro p u estas en torno a la salvación de la ciudad v to d as las m edidas que se tom aban p o r m or de la vigilancia; la distribución de las ^ ia rd ia s- ^ trin ch eras, los dineros p ara las fortificaciones , o ello pasaba p o r m is decretos; lueeo, a’ elegir de en tre todos un com isario de abastecim ientos el pueblo m e M In m e d ia ta m e n te d e sp u é s d e la b a ta lla d e Q u e ro n ea , lo s t e n i e n s ^ t e m e m s o s d e la in v a s ió n d e F ilip o . ^ r e f e m n a r e p a r a c ió n d e s u s m u r o s y fo r tific a c io n e s. E s t a la b o r > m e s e r efiere D e m ó s te n e s e n e s t e p a s a je c o n c r e to , n o i Jada q u e v e r c o n la m á s c o n c ie n z u d a fo r tific a c ió n d e la s m u •alias d e la q u e n u e s tr o o r a d o r fu e c o m is a r io in s p e c to r y q u u v o lu g a r u n a ñ o m á s ta r d e ; c f. D cm ósthn f .s , S ó b r e l a c o r o n a 111 L icu rg o h a b la d e l e n tu s ia s m o g en eral q u e r e m a b a e n A te aas tr a s la b a ta lla d e Q u e ro n ea , t o d o s lo s c iu d a d a n o sin d is tin c ió n d e e d a d s e e n tr e g a r o n a la ta r e a d e r e p a

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p e n o s o s por la escasez d e «rano. Normalmente el control

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votó a mí a m ano alzada. Y después se confabularon 249 los que se preo cu paban de hacerm e daño y me prom o­ vían toda su erte de pleitos, denuncias de ilegalidad, rendiciones de cuentas, acusaciones de alta traición, no p o r sí m ism os al principio, sino a través de individuos p o r m edio de los que se im aginaban iban a qu ed ar m ás ignorados (pues sin duda sabéis y os acordáis de que en los p rim ero s tiem pos era yo juzgado día a día, y ni la insensatez de Sosicles, ni la calum nia de Filócrates, ni la locura de Diondas y M elanto *265 ni ningún otro recu rso d ejaro n ellos de p ro b a r co n tra m í) y en todos estos procesos, en p rim e r lugar gracias a los dioses y en segundo térm ino gracias a vosotros y a los dem ás atenienses, iba siendo absuelto. Con justicia, pues eso es conform e a la verdad y para crédito de los jueces que h an p restad o ju ram e n to y d ictam in aro n de acuerdo con lo que ju raro n . Pues bien, en el m om ento en que, 2 5 0 cuando era juzgado de alta traición, vosotros m e ab ­ solvíais y a m is acusadores no les asignabais el m ínim o legal de votos, entonces votabais que mi conducta era la m ejo r; y cuando salía airoso de las acusaciones de ilegalidad, entonces se d em o strab a la legalidad de m is p ro p u estas p o r escrito y de m is palabras. Y cuando corro b o rab ais mis cuentas sellándolas, entonces reco­ nocíais que todo lo había llevado a cabo en ju stic ia y sin a c ep tar sobornos. Así las cosas, pues, ¿qué nom bre convenía a m is actos o debía aplicarles en ju sticia Ctetrigo lo ejercían unos magistrados llamados «vigilantes del trigo» (sitoph$lakes), treinta y cinco en número, veinte para la ciudad y quince para el Pireo. 265 Sosicles y Melanto nos son desconocidos. Acerca de Dion­ das, cf. Sobre la corona 222. Filócrates no es el de Hagnunte, el que dio nombre a la paz del 346 a. C., quien, a la sazón, debía estar seguramente en el exilio, condenado a raíz de la acusación pública presentada por Hiperides (cf. Demóstenes, Sobre la embajada fraudulenta 116), sino un eleusino que reapa­ rece nombrado en Demóstenes, Contra Aristogitón I 44.

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sifonte? ¿No sería el que veía que m e iban aplicando el pueblo, los jueces ju ram en tad o s y la verdad que se iba afirm ando an te todos? 251 Sí, afirm a, pero herm oso es aquello de Cefalo : no h ab er sido o b jeto de ninguna acusación. Y, p o r Zeus, que es una felicidad. Mas, ¿por qué razón el que ha sido m uchas veces acusado, pero nunca convicto de delito, h ab ría de e sta r por ello en ju sticia m ás sujeto a inculpación? Bien es verdad que, al m enos p o r lo que a ese individuo se refiere, h asta aquel rasgo h er­ m oso de Céfalo me es dado expresarlo a mí. P orque nunca me p resen tó ninguna acusación ni m e intentó proceso alguno, de m odo que p o r tu p a rte al m enos se m e reconoce ser no peor ciudadano que Céfalo en 252

nada. Pues bien, en todas las p artes de su discurso pue­ den verse su desconsideración y envidia, p ero no en el m enor grado en lo que dijo acerca de la fortu n a. Yo, de una m an era general, a quien, siendo hombre, a otro 26 266 Este Céfalo no puede ser, de ninguna manera, el padre de Lisias, Polemarco y Eutidemo que aparece, al comienzo de la República de Platón, dialogando con Sócrates y de quien s nos dice, en este diálogo, que se encontraba ya entonces en «el umbral de la vejez». El Céfalo al que este pasaje alude es el mismo que aparece mencionado en el § 2 1 9 de este discurso junto con Calístrato, Aristofonte y Trasibulo de Colito. Dinarco (I 76), hablando del pueblo ateniense, afirma que tu la gran suerte de dar con buenos generales (Conon, Iñcrates, Cabrias y Timoteo) y buenos consejeros (como Arqmno, que juntamente con Trasibulo, en el 403 a. C„ restauro la democra­ cia en Atenas, v Céfalo de Colito). Fue, pues, un famoso esta­ dista que, junto con Trasibulo de Colito, estaba a la cabeza del partido pro tebano en Atenas, Según Esquines, Cef^ °pasaba por ser, en alto grado, amigo del pueblo, se gloriaba diciendo que, aunque había redactado muchísimos más decre­ tos que nadie, sin embargo nunca se había visto obligado a pre­ sentarse ante los tribunales acusado de haber propuesto en ellos medidas ilegales; cf. E squines, Contra Ctesifonte 194

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ho m b re echa en cara su fo rtu n a, lo tengo p o r insen­ sato; porque, si el que considera que le va m uy bien y piensa que tiene la m ejo r suerte, no sabe si ésta p er­ m an ecerá tal h asta la tarde, ¿cóm o va a ser m enester h a b la r de ella o echársela en ca ra a o tro? Pero, toda vez que ése se expresa con arrogancia en este punto com o en m uchos otros, reflexionad, varones atenienses, y observad bien cuánto m ás verdadero y hum ano que el de éste va a ser el trata m ien to que h aré yo de la fo rtu n a. Yo considero buena la su erte de la ciudad y 253 veo que eso tam bién os lo profetizaba el Zeus de Dodona 267; sin em bargo, la que ah o ra dom ina a la h um a­ n id ad en general, la tengo por d u ra y trem enda. Pues, ¿quién de los griegos o de los b á rb a ro s no h a experi­ m en tad o en estos tiem pos m uchas calam idades? Así 254 pues, el h ab e r elegido el p artid o m ás honorable y el ir viviendo m ejo r que los griegos que creyeron que iban a p a sa r la vida en p ro sp e rid ad si nos abandona­ ban, lo atrib u y o a la buena fo rtu n a de la ciudad; en cam bio, el h ab e r sufrido reveses y que no nos haya salido todo com o queríam os, creo que en eso la ciudad ha p articip ad o de la porción que nos correspondía en la su erte del resto de la hum anidad. Y en lo que se 255 refiere a mi su erte p a rtic u la r y a la de cada uno de nosotros, estim o que es ju sto que se exam ine a la luz de n u estra s circu n stancias personales. Yo juzgo de este m odo acerca de la fortuna, de m an era co rrecta y ju sta, a lo que m e parece a mí mismo, y opino que tam bién 267 El Zeus de Dodona es invocado por Aquiles en la Itíada (cf. Iliada XVI 233). El propio Demóstenes recoge oráculos en­ viados a Atenas por Dodona (cf. Demóstenes, Contra Midias 53; Sobre la embajada fraudulenta 299). En esta época, el oráculo de Dodona estaba en alza seguramente porque el de Delfos se hallaba sometido a influencia macedonia. Demóstenes estaba convencido de que la Pitia era partidaria de Filipo; cf. E squi­ nes, Contra Ctesifonte 130.

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a vosotros; p ero él sostiene que m i su erte p a rtic u la r es m ás podero sa que la com ún de la p atria , m i insig­ nificante y endeble fo rtu n a p o r encim a de la gloriosa y grande de la p atria, y ¿cóm o es posible que esto aconteciera? 256 Pues bien, Esquines, si estás decidido a exam inar en teram en te m i su erte, com párala con la tuya, y si des­ cubres que la m ía es m ejo r que la tuya, d eja de insul­ tarm e con ella. Exam ínalas, pues, al p u n to desde el principio. Y q ue nadie, p o r Zeus, m e acuse de indeli­ cadeza alguna. Y es que yo considero que no tiene sentido ni quien in ju ria a la pobreza n i q uien p o r hab erse criad o en la opulencia se m u estra jactancioso, p ero p o r la m aledicencia y calum nia de este m alvado m e veo obligado a re c u rrir a argum entos que em plearé con la m ayor m oderación que m e p erm ita el caso. 257 A mí, pues, E squines, m e cupo la su erte de, siendo niño, frecu e n ta r la escuela adecuada y poseer cuanto uno p recisa p a ra no com eter ninguna vileza p o r nece­ sidad, y, al salir de la niñez, llevar a cabo acciones conform es a esta situación: ser corego, trie ra rc o 268, contribuyente, no verm e privado de ninguna noble am bición ni p a rtic u la r ni pública, antes bien, ser ú til a la ciudad y a m is amigos; y u n a vez que m e pareció bien dedicarm e a los asuntos públicos, m e fue dado elegir tal m odalidad de gestión, que he sido coronado m uchas veces tan to p o r la p a tria com o p o r o tro s m u­ chos griegos y ni siquiera vosotros, mis enem igos, inten­ tabais d ecir que la elección que yo hice no era hono258 rabie. Así que yo he convivido con tal destino y, au n ­ que p o d ría decir m ucho m ás acerca de él, lo dejo de lado guardándom e de m olestar a alguien con esas cosas 268 T estim onio de estos servicios públicos se ofrecen en el s 267. D em óstenes fue corego en el 350 a. C., cuando su frió m al tra ta m ie n to y atrop ello p o r p a rte de Midias (cf. Demóstenes, Contra Midias 30 y sigs.).

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de las que m e enorgullezco. Tú, en cam bio, el ja c ta n ­ cioso y que desprecia a los dem ás, considera, com pa­ rándolo con éste, cuál h a sido tu destino; p o r el que, siendo niño, te criaste en gran indigencia, en com pañía de tu p ad re atendiendo a la escuela, m oliendo la tinta, fregando los bancos y b arrien d o la sala de esp era de los pedagogos, ocupando un rango de criado y no de u n niño libre. Y cuando te hiciste hom bre, m ien tras tu m ad re p ra cticab a sus iniciaciones, tú le leías los li­ b ro s 269 y colaborabas con ella en la prep aració n de lo dem ás, revistiendo p o r la noche con piel de c e rv a to 270 a los que se iniciaban, escanciándoles vino de las crá­ teras, purificándolos, frotándolos con arcilla y salvado, haciéndoles le v a n ta r271 tras la purificación y m an d án ­ doles decir: «Huí del mal, en co n tré el bien» 272; te ja c ­ tab as de que nadie había lanzado nunca alaridos se­ m ejan tes (y yo, al m enos, así lo creo: pues no os im aginéis que éste, que con tan fuerte voz 273 habla, no au llara de form a b rillantísim a). Y, d u ra n te el día, conducías p o r las calles las herm osas com itivas, a los co­ ronados con hinojo y álam o blanco 274, ap retan d o con 269 Esto mismo había dicho Demóstenes en Sobre la emba­ jada fraudulenta 199. Nuestro orador nos ofrece una caricatura de ceremonias de ritos de iniciación asiáticos en que se entre­ cruzan rasgos de culto bacanal con, misterios órficos. 270 Tal era el atuendo de quienes integraban el cortejo de Baco; cf. E urípides, Las Bacantes 23. 271 Al igual que a Estrepsíades, en Las Nubes de Aristófa­ n es; cf. Aristófanes, Las Nubes 256. 272 Fórmula típica de los rituales de iniciación. Con ella el iniciado proclamaba el comienzo de su nueva vida. 273 También en otros lugares alude Demóstenes a la fuerte voz de Esquines. Cf. Demóstenes, Sobre la corona 280, 285, 291, 313; Sobre la embajada fraudulenta 206-208, 216, 337-340. En el § 216 de este último discurso contrapone Demóstenes su propia voz débil a la fuerte de su adversario. 274 Según Focio, el hinojo era planta muy usada en las cere­ monias mistéricas, porque servía para atraer a las serpientes,

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tu s m anos las serpientes carrilludas y elevándolas por encim a de tu cabeza, y gritando «euoí saboí» 275 y dan­ zando el «hyés áttes, á ltes hyés» 276; eras saludado por las viejecillas con los títulos de d irecto r del coro, jefe del cortejo, p o rta d o r de la y e d r a 2'' y de la crib a sa­ g rada 278 y o tro s nom bres del m ism o cariz; recibías en pago a estos servicios p a s te le s 2,9 em papados en vino, rosquillas y ta rta s, por los que ¿quién no se considera ría v erd ad eram en te feliz tanto a sí m ism o com o a su 2 6 i su erte? Y u n a vez que fuiste inscrito en el censo de los ciudadanos p or el procedim iento que fu e ra (que eso lo dejo), u n a vez que, de todos m odos, fuiste ins­ crito, al p u n to escogiste el m ás herm oso de los trabalas cuales sobre ella mudaban la piel. Cf. Focio, Léxico, s. v. márathos. Eliano confirma el hecho de que el hinojo ejerce atracción sobre las serpientes; cf. E liano, Historia de los anima­ les IX 16. Estrabón explica que la localidad de Maratón había recibido este nombre por ser lugar apetecido por las serpien­ tes; cf. E strabón, Geografía, pág. 160 K ramer. Del álamo blanco dice Harpocración que lo empleaban los iniciados para coro­ narse con sus hojas en los ritos báquicos, por ser planta que, según Homero, crece en las riberas del Aqueronte; cf. H arpo­ cración, s. v. leúké. 275 «Euoí» era el grito que se empleaba regularmente en el culto báquico. «Saboí», el que se usaba para invocar a Sabacio, una especie de Baco traco-frigio. 276 Palabras ligadas a los ritos mistéricos. Cf. C. A. L obeck, Aglaophamus. Drei Biicher über die Grundlagen der Mysterienreligion der Griechen m it einer Sam m hm g der Fragmente der orphischen Dichter, rcimpr., Darmstadt, 1961, pags. 652 y 1041-6. 277 La hiedra era planta consagrada a Baco. 278 La mystica vannns Iacchi. Cf. V irgilio , Geórgicas I 166, y el comentario que hace Servio citando a Varrón: ideo ait quod Liberi patris sacra ad purgationem animae pertinebant; et sic homines eiits m ysteriis purgabantur sicut vannis frum enta purgantur. 279 Sobre estas especies de pasteles, cf. C. A. L obeck, op. cit., págs. 1072 y sigs.

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jos, el de escribano y ay udante de m agistradillos. Y cuando al fin ab andonaste tam b ién ese em pleo, des­ pu és de h ab e r realizado tú m ism o todo aquello de lo que acusas a los dem ás, con tu vida p o ste rio r no des­ h o n ra ste ninguno de tus antecedentes, sino que te pu- 202 siste a sueldo de los actores llam ados «gim ientes», Sím icas y S ócrates, y re p resen ta b as terceros papeles, con los que hacías acopio de higos, uvas y aceitunas com o un fru te ro que los cosecha de los cam pos aje­ nos, y sacabas m ás de ello que de los concursos tea­ trales, en los que interveníais vosotros jugándoos la vida; pues h ab ía u n a g u erra sin tregua y sin proclam a e n tre vosotros y los espectadores, de los q u e tienes recibidas tan tas h erid as que, razonablem ente, a los que no h an p ro b ad o peligros tales, los ridiculizas tach án ­ dolos de cobardes. Pero, p o r o tro lado, dejan d o a p a rte 263 lo que p o d ría atrib u irse a la pobreza, voy a p a s a r a re le rirm e a las acusaciones que atañ e n p ro p ia y exclu­ sivam ente a tu m odo de ser. Tal línea de actuación elegiste, cuando al fin se te o cu rrió in terv en ir en la gestión de los asu ntos públicos, que p o r ella, cuando la p a tria p ro sp erab a, vivías la vida de una liebre 280, tem iendo y tem blando y esperando siem pre re cib ir gol­ pes p o r aquello en que te reconocías culpable; en cam bio, cuando los dem ás in cu rrie ro n en desventura, apareces arro g an te ante los ojos de todos. A hora bien, 264 quien, pese a la m u erte de m il co n ciu d ad an o s281*, se m o stró anim oso, ¿qué es ju sto que su fra a m anos de 280 Es una frase proverbial o convertida en proverbial; sig­ nifica vivir cobardemente; en un fragmento de tragedia de autor desconocido se lee este verso: «vives la vida de una lie­ bre, habiendo sido antes intrépido león» (cf. A. N auck, Tragicorum Graecorum Fragmenta, reimp., Hildesheim, 1964, pági­ na 373). Cf., igualmente, D ión Crisóstomo , LXVI 24 (pág. 357 R.). 281 Cf. Licurgo, Contra Leócrates 142; D iodoro S ículo, XVI 88. 3 5 .-3 2

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los que a ú n viven? E n fin, aunque puedo decir m uchas o tras cosas acerca de él, las d ejaré de lado; pues no son to d as las desvergüenzas y oprobios que p o d ría m o straro s ín sitas en él, lo que opino deba yo e sta r p re sto a exponer, sino sólo aquello cuya m ención no signifique p a ra m í desdoro alguno. 265 Exam ina, p o r tan to , u n a ju n to a o tra, tran q u ilam en ­ te, y sin a c ritu d , E squines, las vidas que am bos hem os vivido; luego, p re g u n ta a éstos cuál de los dos destinos h u b iera p re ferid o cada uno de ellos. T ú enseñabas las letras, yo ib a a la escuela. Tú iniciabas en los m iste­ rios, yo e ra iniciado. Tú eras escribano, yo m iem bro de la A sam blea. Tú acto r de te rc e r orden, yo especta­ dor. Tú eras rechazado, yo silbaba. Tú h as actuado siem pre, en la gestión de los asuntos públicos, a favor 266 de los enem igos, yo a favor de la p atria . Dejo o tras consideraciones; lo cierto es que hoy m ism o yo soy som etido a exam en acerca de si se m e otorga u n a co­ ro n a y se m e h a reconocido que no he com etido el m enor delito; en cam bio, tú cuentas en tu h a b e r con la re p u tació n de sicofanta y corres el riesgo de si se decide q u e debes seguir ejerciendo tal oficio o si tienes que ser cesado de ah o ra en adelante al no conseguir la q u in ta p a rte de los votos. Buena, ¿no ves?, es la su erte q u e te h a acom pañado en la vida. ¡Y acusas a 267

la mía! Ea, pues, voy a leeros los testim onios de los servi­ cios públicos que he prestado. En confrontación con ellos, lee tam b ién tú las tirad a s de versos que d estro ­ zabas 282:

282 Con los versos que siguen a continuación comenzaba la Hécuba de Eurípides. La primera palabra del verso segundo —no citado en este pasaje— era lipón, es decir, «habiendo aban­ donado», pieza clave para entender el primer verso.

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L le g o a q u í, lo s a n tr o s d e lo s m u e r to s y la s p u e r ta s d e la tin ie b la ...

y S a b e q u e n o q u ie r o y o d a r te m a la s n o t i c i a s 2*3

y Q ue, p o r m a lo , m a la m e n te a t i m ,

h agan p erecer an te todo los dioses, y luego todos éstos, p o r ser m al ciudadano y m al tritag o n ista. Lee los tes­ tim onios.

TESTIMONIOS E n efecto, tal he sido yo en relación con la ciudad; y en las relaciones privadas, si no sabéis todos Que soy servicial, h u m an itario y valedor de los necesitados, m e callo y m ás bien no diría n ad a ni p re se n ta ría nin ­ gún testim onio sobre esos servicios, ni sobre los prisio­ nero s que rescaté 283485 de los enem igos ni sobre aquellos a cuyas h ijas ayudé a d o tar ni sobre ningún asu n to del m ism o género. Pues m i opinión viene a ser ésta: yo creo que el que h a recibido un beneficio debe re­ co rd arlo d u ra n te toda su vida y el que lo h a hecho debe olvidarse de él inm ediatam ente, si es m en ester que aquél se p o rte com o hom bre h onrado y éste com o 283 No se sabe a ciencia cierta de qué tragedia ha sido ex­ traído este verso. Sin embargo, el contenido que encierra no sólo no es extraño a la tragedia en general, sino, por el con­ trario, muy adaptado a la situación especial en que suele en­ contrarse un personaje familiar en ese género literario: el men­ sajero portador de malas nuevas. Cf., por ejemplo, las palabras de Taltibio en E urípides, Las Troyanas 705. 284 Comienzo de otro trímetro yámbico citado por Linceo en Ateneo, Deipnosofistas IV 150 C. 285 En efecto, eso hizo Demóstenes después de la primera guerra contra Filipo; cf. Dem Ostenes, Sobre la embajada frau­ dulenta 169 y sigs.

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individuo n o m ezquino. Y an d a r recordando y contan­ do los favores p artic u la res es casi igual a n ac er reproches. No h aré, pues, n ad a de eso, ni m e d ejaré a r ra s tra r a ello, sino que m e b a sta con la opm ion que se h ay a podido fo rm a r de m í al respecto. 270 D ejando de lado m is asuntos p articu lares, quiero deciros aú n u n p a r de cosas acerca de los públicos. P o rq u e si tú , E squines, puedes citarm e a alguien, b á r­ b aro o griego, de e n tre los hom bres que viven b a jo este sol que h aya salido indem ne de la dom inación de Fdipo an tes, y de la de A lejandro ahora, sea, concedo q u e m i fo rtu n a o in fo rtu n io , com o quieras llam arlo, h a sido 2 7 1 resp o n sab le de todo. P ero si m uchos de los que jam as m e vieron n i h an oído m i voz h an sufrido m uchos y te­ rrib les m ales, no sólo individualm ente, sino incluso ciu­ dades y p u eblos enteros, ¡cuánto m ás ju sto y verda­ d ero es co n sid erar que la causa de esos sucesos h a estad o en la su erte com ún, según parece, de todos los hom bres, y en u n a precipitación de acontecim ientos 272 cru el y no com o debiera h ab e r sido! A hora bien, tu, haciendo caso om iso de eso, m e acusas a m i que ju n to a éstos he intervenido en la gestión de los asu n to s p ú ­ blicos, y eso haces au n sabiendo que, au n q u e n o en su to talidad, tu acusación calum niosa sí recae en p a rte so b re todos y especialm ente sobre ti. Pues si yo hubiese tom ado m is decisiones sobre los asuntos ciudadanos p o r m í m ism o y com o gobernante investido de plenos poderes, p o d ríais vosotros, los dem ás o rad o res, acusar273 m e. Pero si estabais p resen tes en todas las asam bleas y siem pre la ciudad p re sen tab a a exam en sus intereses p a ra co n siderarlos públicam ente, y a todos les p a re ­ cían entonces las m ejores esas m is p ropuestas, y sobre to do a ti (p u es no sería p o r afecto, digo yo, p o r lo que m e cedías las esperanzas, orgullo y gloria, todo lo cua aco m pañaba m i actuación de entonces, sm o, evidente­ m ente, p o rq u e te veías d erro tad o p o r la v erd ad y no

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tenías n ad a m ejo r que decir), ¿cóm o no va a ser in­ ju sto y escandaloso lo que haces al dirigir ah o ra re ­ proches a esas p ro p uestas que entonces no podías m e­ jo ra r plan tean d o o tras? En efecto, en todos los dem ás 2 7 4 pueblos yo, al m enos, he visto definidas y establecidas de alguna m an era las siguientes norm as: ¿Com ete al­ guien delito v o lu ntariam ente? Indignación y castigo co n tra él. ¿Com etió falta sin q u erer? P erdón, en vez de castigo, p ara él. ¿Que alguien, sin com eter delito ni falta, se entregó a lo que parecía a todos conveniente y, en com ún con todos no tuvo éxito? No es ju sto dirig ir a tal individuo reproches ni in ju rias, sino com ­ p a rtir su pesadum bre. Todas estas norm as ap arecerán 2 7 5 disp u estas en este sentido no sólo en las leyes, sino que tam bién la m ism a n atu raleza las h a deslindado p o r m edio de los usos no escritos 286 y los háb ito s m o­ rales de los hom bres. Por tan to , Esquines sobrepasa a todos los ho m b res en crueldad y calum nia de tal m anera, que h asta de aquellos hechos que él m encionó com o infortunios, m e acusa a mí. Y adem ás, com o si él m ism o hubiese pronunciado 276 todos sus discursos con sencillez y b u en a voluntad, os exhortaba a vigilarm e y observarm e p a ra ev itar que os ex trav iara y engañase 287, llam ándom e m añoso, em ­ b au cador, sofista y cosas sem ejantes, com o si, p o r el hecho de que alguien se adelante a decir de o tro lo 286 Las leyes no escritas, es decir, las leyes naturales, mo­ rales o divinas, se diferencian de las leyes hechas por los hom­ bres, las leyes escritas; cf. Demóstenes, Contra Aristócrates 70.

Cf., sobre esta distinción, Platón, Las leyes 793 A, y Aristóte­ Retórica I 13; este último distingue dentro de la ley no escrita dos variedades: general y particular.

les,

287 Desde el mismo comienzo de su discurso, Esquines pre­ venía a los jueces contra los efectos de la elocuencia de Demóstenes; cf. E squines, Contra Ctesifonte 16. Más adelante ta­ chaba a nuestro orador de embaucador y farsante; cf. E squines,

Contra Ctesifonte 207.

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que de sí m ism o es propio, fuese ya a ser así la reali­ d ad tam bién y los oyentes no estuvieran en adelante dispuestos a exam inar quién es el que habla de esa m anera. P ero yo sé que todos le conocéis y pensáis que esos calificativos le cu ad ran m ucho m ejo r a él que a 277 mí. T am bién sé p erfectam ente eso otro, que en cuanto a m i h ab ilid ad (sea, pues, la tengo)... Aunque yo, al m enos, veo que de la fuerza de los oradores son las m ás de las veces soberanos los oyentes; pues tal com o vosotros le aco jáis y según la benevolencia que tengáis con cada un o , así parece la sensatez del orador. De m odo que, si tam bién yo tengo una cierta experiencia de ese género, todos reconoceréis que ésta, al p asarse revista, figura en los asuntos públicos siem pre a vues­ tro favor y n u n ca co n tra vosotros ni en in terés m ío personal; la de ése, p o r el contrario, no sólo hablando en favor de los enem igos, sino en perjuicio de todo aquel que le hubiese enojado u ofendido. Pues no se 278 sirve de ella con ju sticia ni en interés de la ciudad. P or­ que el ciudadano bueno no debe p edir a los jueces, que h an ingresado en la corte de ju stic ia p a ra servi­ cio público, que le confirm en p ara su p a rtic u la r bene­ ficio ni la có lera ni la enem istad ni ninguna o tra pasión sem ejante, ni p re sen tarse ante vosotros p a ra esos fi­ nes, sino, so b re todo, no ten er esas pasiones en su natu raleza y, si es inevitable, que las tenga dispuestas con suavidad y m esura. ¿E n qué casos, pues, debe ser vehem ente el h o m b re público y el orad o r? E n aquellos en que alguno de los intereses generales de la ciudad co rre peligro y en los que el pueblo tiene que vérselas con sus ad v ersarios, en esos casos; esto es, pues, lo 279 propio del ciudadano noble y bueno. P ero cuando no se h a juzgado digno to m ar ju sticia de m í p o r ningún delito público (y añ ad iré que ni privado) ni p o r bien de la ciu d ad n i en in terés propio, venir ahora tra s h a­ b erse p re p a ra d o u n a acusación contra la corona y u n

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elogio, y h ab e r derrochado tantos discursos, es señal de en em istad p ersonal y de odio y de m ezquindad de alm a, de ningún sentim iento noble. Y el hecho de incluso h ab e r dejado p asa r todos los procesos co n tra m í y h ab er venido ah o ra a p leitear c o n tra éste, eso es el colm o de la m aldad. Y, por eso, m e da la im pre- 2 S0 sión. E squines, de que elegiste este proceso p orque querías h acer u n a exhibición y p rácticas declam atorias, no p o r to m ar enm ienda de ningún delito. P ero no es la p alab ra del orador, E squines, lo que vale, ni la al­ tu ra de su voz, sino el p re ferir los m ism os propósitos que la m ayoría y odiar y am ar a los m ism os que la p atria. P orque quien tiene tal disposición de ánim o, 28 i ése h ab lará siem pre con buena voluntad; m ien tras que quien sirve a aquellos en los que la p a tria prevé algún peligro, no fondea sobre la m ism a ancla 288 que la m a­ yoría ni ag u ard a la seguridad con idéntica expectación. Sin em bargo vo, ¿no ves?, elegí los m ism os in tereses que éstos y nunca he obrado, p o r consiguiente, de fo rm a excepcional o p articu lar. ¿Acaso tú tam poco? 282 ¿Y cóm o? T ú que, inm ediatam ente después de la b a ta ­ lla, m arch aste com o em bajador an te Filipo 289, que era culpable de las desgracias de n u e stra p a tria acaecidas en aquellos tiem pos, y eso que antes, com o todos sa­ ben, siem pre te negabas a esta m isión? Aunque, ¿quién es el que engaña a la ciudad? ¿N o es el que no dice lo q ue piensa? ¿Para quién pro n u n cia el h erald o ju sta s 288 Había un refrán antiguo aludido por Solón al referirse a Atenas como si fuese un barco fondeado con dos anclas (cf. P lutarco , Vida de Solón), que recoge ahora Demóstenes. Cf. H arpocración , s. v. ouk epí, etc.; Ap o s t o l io , XIII 55 (en E. L. A L eutsch , Corpus Paroemiographorum Graecorum, reimpr., Hildesheim, 1958, II, pág. 591). 289 Esquines, Démades (quien dio nombre a la paz) y, pro­ bablemente, Foción acudieron junto a Filipo para concretar la paz después de Queronea. Cf., acerca de la intervención de Dé­ mades, D emóstenes , Sobre la corona 185.

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m aldiciones? 290. ¿No p a ra quien es como éste? ¿Qué m ayor delito p o d ría im p u tarse a un o ra d o r que no d ecir y p en sa r las m ism as cosas? Pues bien, se descu283 b rió que tú eras tal cual. ¿Y encim a chillas y te atreves a m ira r a los ro stro s de éstos? ¿Acaso no crees que ellos saben quién eres? ¿O que tan to sueño y olvido tienen todos, que no se acuerdan de los d iscursos que p ro n u n ciab as en público d u ra n te la guerra ju ran d o en m edio de m aldiciones que en tre tú y Filipo no había negociación ninguna, sino que yo te im p u tab a ese cargo p o r en em istad personal, pero que no era verdadero?. 2 R4 P ero en cu an to llegó la noticia de la batalla, sin pen sar en n ad a de eso, de inm ediato confesabas y te jactab as de te n e r con él relaciones de am istad y hospitalidad, su stituyendo p o r estos nom bres tu venalidad, pues, ¿p o r qué m otivo equitativo o justo era F ilipo huésped, am igo o conocido de E squines, el hijo de G laucótea la ta m b o rile ra ? 291. Yo no lo veo; pero te vendiste p a ra a rru in a r los intereses de éstos. Y, sin em bargo, pese a h a b e r sido so rp ren d id o en flagrante delito de traición y h a b e rte denunciado a ti m ism o después de los he­ c h o s 292, me in ju ria s y m e reprochas unos sucesos de los que en c o n trará s responsables a todos m ás que a mí. 2 rs M uchas, h o n ro sas y grandes em presas, E squines, em prendió y llevó a feliz térm ino la ciudad gracias a mí, de las cuales no se olvidó; dem ostración; cuando 290 Estas maldiciones integraban el ceremonial religioso que se oficiaba antes de celebrar una reunión del Consejo o la Asam­ blea. Cf. Demóstenes, C o n tra A ristó c ra te s 97; S o b re la e m b a ja d a fra u d u le n ta 70.

291 Tambores y címbalos eran instrumentos que no podían faltar en las ceremonias de cultos orgiásticos asiáticos (más concretamente, frigios). Cf. E urípides, B a ca n tes 58; H elen a 1346 y sig.; Aristófanes, L isistra ta 388. 292 Esquines dejó dicho, en C o n tra C te sifo n te 227, que había desempeñado el oficio de embajador en defensa y para salvación de la ciudad.

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el pueblo tra ta b a de elegir, p o r votación a m ano al­ zada, u n o ra d o r 293 que hablase en h onor de los m u er­ tos ju sta m e n te al tiem po en que se d esarro llaro n los acontecim ientos, no te votó a ti, que habías sido p ro ­ p uesto, aunque tienes buena voz, ni a Dém ades, que acababa de co n certar la paz, ni a Hegem ón 294, ni a ningún o tro de los vuestros, sino a mí. Y cuando su­ b isteis a la trib u n a tú y Pitocles 295 y de form a cruel y desvergonzada me acusabais, Zeus y dioses, de los cargos que tú ah ora de nuevo m e im putas, y m e insul­ tabais, aún m ás decididam ente m e votó. Y el m otivo, 2 P