01. the Room Mate - Kendall Ryan

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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro, por lo cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans para fans. Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.

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Esperamos disfruten la historia.

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ÍNDICE Sinopsis

Capítulo 18

Prólogo

Capítulo 19

Capítulo 1

Capítulo 20

Capítulo 2

Capítulo 21

Capítulo 3

Capítulo 22

Capítulo 4

Capítulo 23

Capítulo 5

Capítulo 24

Capítulo 6

Capítulo 25

Capítulo 7

Capítulo 26

Capítulo 8

Capítulo 27

Capítulo 9

Capítulo 28

Capítulo 10

Capítulo 29

Capítulo 11

Capítulo 30

Capítulo 12

Capítulo 31

Capítulo 13

Capítulo 32

Capítulo 14

Capítulo 33

Capítulo 15

Capítulo 34

Capítulo 16

Capítulo 35

Capítulo 17

Epílogo

SINOPSIS La última vez que vi al hermano menor de mi mejor amiga, era un nerd usando frenos dentales. Pero cuando Cannon aparece para dormir en mi cuarto de huéspedes, obtengo un ligero chequeo de la realidad. Ahora a los veinticuatro años, es masculino y con hombros anchos, y tan pecaminosamente sexy, quiero treparlo como los pasamanos que solíamos disfrutar. Con más de metro ochenta y músculos debajo de su playera, una voz profunda y labios carnosos que sonríen cuando me estudia, es pura tentación. Salido de una ruptura desastrosa reciente, él no quiere nada de ataduras. Pero me puedo resistir ¿verdad? Me estoy manteniendo fuerte hasta la tercera noche de nuestro nuevo convenio cuando nos embriagamos y confiesa su mayor secreto: está maldito cuando se trata de sexo. Aparentemente es un dios en la cama y las mujeres instantáneamente se enamoran de él. No lo creo. De hecho, le voy a probar lo contrario y si consigo unos cuantos orgasmos muy necesitados en el proceso, mucho mejor.

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No hay manera que vaya a enamorarme de Cannon. Pero una vez que comenzamos… me doy cuenta que apostar en su contra puede haber sido el mayor error de mi vida.

PRÓLOGO En retrospectiva, sobre los dos últimos meses, solo podía preguntarme cómo llegué a estar sobre su cuerpo sosteniendo una lata de gasolina y cerillas. Esta no era yo, no era el camino que se suponía que mi vida debía tomar, y sin embargo, aquí estaba con un hombre que nunca será mío, enfrentando lo que seguramente era un gran delito. El amor te hace hacer cosas locas e irracionales. Y aun así, incluso sabiendo dónde estaríamos al final, dudaba que hubiera tenido la fuerza para evitar enamorarme. Había algo en él que me llamaba. Algo magnético y primitivo. Mirando hacia abajo a su forma inmóvil, lo anhelaba incluso ahora. Estoy segura de que elegí un momento extraño para decidir que lo amaba.

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El fuerte hedor a gasolina me golpeó la nariz y me sacó de mi ensoñación. Manos a la obra.

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E

l corazón era un músculo extraño y asombroso. No podrías vivir o amar sin él, pero la mayoría de la gente no pensó en ello a menudo. Yo no pensaba en este constante y fiel órgano que latía cien mil veces al día. La mayoría de la gente probablemente no sabía que el latido de una mujer era más rápido que el de un hombre por unos ocho latidos por minuto, o que sus cuatro cámaras bombeaban sangre a todas las células del cuerpo excepto las córneas. Sin embargo, podría ser un poco molesto a veces. Haciéndonos sentir cosas que no queríamos, decir y hacer cosas que nunca habíamos planeado. Y últimamente, era la fuente de todos mis problemas. Pero en este preciso momento, el corazón no era lo que me preocupaba. Era una parte del cuerpo más al sur, mucho más al sur. Me gustaban las vaginas. Realmente me gustaban. Pero mirar fijamente una de alguien lo suficientemente mayor para pertenecer a mi abuela no era mi idea de una noche emocionante. No, maldita sea, gracias. —Todo se ve bien, señora Thurston. —Arranqué mis guantes de látex, levantándome, los tiré en la basura, después la ayudé a sentarse en la mesa de examinación. Ella ajustó sus bifocales y me ofreció una sonrisa tímida. —Gracias por hacerlo tan agradable. Debe haber una nueva regla para que todos los ginecólogos tengan que parecerse a usted.

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Me reí. —Gracias. Pero no soy ginecólogo. Soy estudiante de medicina en mi rotación OB-GYN1.

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OB-GYN: obstetrician-gynecologist, en español Obstetricia y Ginecología.

Eso termina mañana, gracias a Dios. He estado dentro de más vaginas estas últimas cuatro semanas que en los cuatro años de pregrado combinados. Y eso es decir algo, créeme. Pero esta rotación sería lo más cerca que llegaría a cualquier coño por un buen tiempo. Juré una prohibición temporal hace tres días, después de que mi última aventura se convirtiera en una psicópata. Su racha salvaje en la cama la había hecho una excelente folla-amiga, pero al parecer esa dosis extra de locura corría más profundo de lo que pensaba. Ella juró que éramos almas gemelas, pero ni siquiera sabía su apellido o a cual equipo deportivo animaba. Le dije que lo que habíamos compartido las últimas semanas fue divertido, pero que había terminado. Dos días después, irrumpió en mi casa y destruyó casi todo lo que poseía. Derramó lejía sobre mi sofá, cama y ropa, y mi ordenador portátil y la televisión fueron destrozados. Ella estaba recientemente bajo custodia policial, y yo me había estado quedando en el sofá de un amigo mientras trataba de averiguar mi próximo movimiento. Mi casero decidió que yo era demasiado problema y me envió un aviso de desalojo. Trabajar en turnos de doce horas no permitía mucho tiempo para la búsqueda de casas.

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Polla, buena polla, volvía loca a las mujeres. Convertía el corazón de las mujeres en un caos frenético, causando que declararan su amor eterno y se aferraran. No podía seguir desatando ese tipo de caos. Necesitaba abrocharme el cinturón y centrarme en mi educación y en mi futuro. Tenía que declarar mi especialidad y solicitar residencias para el año que viene, y ya estaba presionando la fecha limite como estaba. Mi madre y mi hermana mayor contaban conmigo. Ellas eran lo que realmente importaba, no perseguir mujeres. Era pan comido. Mis noches dentro de la cálida y sedosa perfección del lugar más tierno de una mujer estaban acabadas. Hasta que me graduara y consiguiera un trabajo, de todos modos. Mamá y Allie habían sacrificado mucho. Trabajé muy duro, ganando becas escolares y manteniendo mis calificaciones elevadas. No podía perder todo eso ahora... y tenía la sensación hundiéndose en mí de que eso era exactamente lo que sucedería. Mi nariz había pasado mucho tiempo olfateando coños y no lo suficiente en el trabajo. Seguro, pensar con mi pene había sido divertido mientras duró, pero no valía la pena perder todo. Ahora tenía que abrocharme el cinturón, poner mi educación en la Liga Ivy a buen uso, y esperar que todavía no fuera demasiado tarde. Síp... el nuevo Cannon Roth iba a ser equilibrado, controlado, y lo más importante: célibe. Solo tendría que conformarme con limpiar con hisopos gigantes

el interior de las de 70 años como la señora Thurston. No es tan satisfactorio, pero estaba a punto de convertirse en mi forma de vida. Sentado en el taburete frente a mi paciente, escribí algunas notas en el portátil. —Si tan solo todos los pacientes pudieran ser tan fáciles como usted, señora Thurston. —¿Acabas de llamarme fácil? —Me guiñó un ojo. —Tenía mi mano subiendo su falda después de apenas un saludo. —Me le di un guiño en repuesta. Los ojos del médico tratante se ampliaron, pero la señora Thurston se limitó a reír, un sonido profundo y gutural que me hizo sonreír. —Gracias por eso. —Ella extendió una mano arrugada y con manchas de edad hacia mí, y cuando puse mi mano en la suya, ella apretó—. No he tenido un doctor tomándose el tiempo para tratarme como una persona normal en mucho tiempo. Serás un gran doctor algún día. Acepté su cumplido con una sonrisa. No era la primera vez que me decían que mis bromas de cama tranquilizaban a la gente. Y si no podía divertirme con mis pacientes, no había manera de sobrevivir los turnos de doce horas y la falta de sueño. Podía ser brutal a veces.

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Cuando seguí al Dr. Haslett por el pasillo, él dijo algo sobre el trabajar culturas para una investigación preventiva y yo asentí. Entonces una linda enfermera me guiñó un ojo, su mirada cayendo a la parte delantera de mi ropa médica, donde estaba seguro que el contorno de mi polla tenía su boca hecha agua. Estaba a dos segundos de llevarla a la sala de almacenamiento para una follada rápida cuando mi cerebro se puso en acción. Mierda. Hice mi voto de celibato hace apenas cinco minutos y ya estaba tentado a romperlo. ¿Qué había estado pensando? Claramente esta idea estaba condenada al fracaso... lo que significaba que necesitaba un sustituto. Algo a lo pudiera realmente apegarme. Sonreí y pasé más allá de la enfermera mientras comenzaba a preparar un nuevo plan en mi cabeza. Habría tres sencillas reglas que seguir si necesitaba tener sexo. Solo podría durar una noche, no se intercambiaría ningún nombre, y tampoco números de teléfono.

Siguiendo esas reglas me aseguraría que sea una cosa de una sola vez, y la mujer no podría enamorarse de mí después. Eso significaba no follar a las enfermeras bonitas en el hospital donde trabajaba. Sintiendo un poco más bajo control, rodé los hombros y revisé mi reloj. Todavía dos horas más hasta que mi turno de doce horas terminara. En ese momento, mi teléfono vibró. Alcancé mi bolsillo y revisé la pantalla mientras continuaba siguiendo al Dr. Haslett a nuestra próxima cita. Era un mensaje de Allie, diciéndome que me había encontrado un lugar para vivir. Sonreí con alivio. Gracias a Dios, al menos uno de mis problemas se resolvió... Luego terminé de leer su mensaje. Mi sonrisa se estrelló contra el suelo. Allie quería que compartiera una casa con Paige, su más antigua y cercana amiga. Su caliente-como-infierno y totalmente fuera de los límites mejor amiga que yo había deseado desde el momento en que llegué a la pubertad. Los dioses acababan de reírse de mi plan y arrojaron su propia bola curva.

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Algo me decía que estaba a punto de volverme muy cercano a mi mano.

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A

los veintiocho años, una mujer empieza a cuestionarse cosas. Cosas grandes y complejas como el destino y lo que se suponía iba a estar haciendo con mi vida. Estaba bastante segura que mi gran propósito no incluía trabajar cincuenta horas a la semana y nunca experimentando algo más emocionante que el esplendor de la comida tailandesa picante cada viernes por la noche. Seguramente tenía que haber algo más en la vida que eso. Pero últimamente la vida había sido como un par de calzoncillos barato, sorprendiéndote con incomodidad en los peores momentos. No sabía que el destino estaba a punto de golpearme en la cara con su ironía. Sonó mi teléfono y lo cogí del mostrador. —¿Hola? —Necesito tu ayuda, Paige —dijo tan pronto como respondí, mi mejor amiga. Abandonando la pila de correo basura que había estado hojeando, me apoyé en la mesa del comedor. Enchilada estaba roncando debajo de ella, soñando con lo que sea con los que sueñan los perros pequeños.

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—Claro, Allie. ¿Qué pasa? Dudó, haciéndome preguntarme qué clase de favor tenía en mente. Allie era como una hermana para mí; tenía que saber que no había nada que yo no haría por ella. —Cannon necesita un lugar donde quedarse —dijo finalmente. Excepto por eso.

Suprimiendo un repentino temblor en mi mandíbula, me resbalé de mis talones y tomé un sorbo de mi botella de agua. ¿Cannon? ¿Compartir mi diminuta casa con su hermanito geeky a quien no había visto o hablado en años? ¿Muy incómodo? Era una persona privada, y valoraba mi tiempo a solas. Fue por eso que elegí no tener compañeros de cuarto y sin drama. Esta no era la noticia que quería un jueves por la noche después de un día agitado en el trabajo. Mientras crecíamos Allie, Cannon y yo habíamos sido inseparables, pero después de que nos mudamos y fuimos a la universidad, no me había mantenido en contacto con él en absoluto. —No lo sé, Allie. Mi casa es bastante estrecha como es. —Vivía en un edificio de ciento ochenta metros cuadrados y aunque técnicamente tenía una habitación libre, los únicos muebles eran un futón abultado y un escritorio. Pensar en compartir mi lata de sardinas con otra persona me hizo sentirme congestionada, así que entré en la sala para abrir la ventana—. ¿Por qué no puede quedarse contigo y con James? Allie dudó un poco y sabía que no me gustaría su respuesta. —James no cree que sea una buena idea. Acabamos de empezar a vivir juntos. Es un gran paso, ¿sabes? Es curioso cómo tus decisiones como pareja parecen alinearse más a menudo con los deseos de él que con los de ella. Era otra razón más de la creciente lista de razones por las que no me gustaba su nuevo prometido. Pero no quería volver a entrar en esa conversación pantanosa otra vez, así que simplemente le ofrecí un gruñido sin compromiso.

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Mientras intentaba persuadirme, miré a un hombre que se acercaba a lo largo de la acera que conduce a mi casa. Vivía en la mitad de una vieja casa victoriana a unas pocas cuadras del campus de la Universidad de Michigan, así que estaba segura de que su destino no era mi casa, pero una chica podía soñar. Usaba un suéter V negro, jeans oscuros, botas y era alto y musculoso. Su cabello desordenado estaba recortado limpiamente en los lados, pero lo suficientemente largo en la parte superior para agarrar durante el sexo áspero y para lo que seguramente sería el viaje de mi vida. Sacudí la cabeza, conmocionada por mi repentina y sucia mente. ¿Qué demonios...? ¿De dónde viene ese pensamiento? Falta de sexo y exceso de trabajo, lo más probable. Empujé esa idea y traté de prestar atención. —Su apartamento fue saqueado, y él es básicamente un vagabundo —me explicaba Allie, con un tono de súplica. —Lo pensaré —dije, tratando de mantenerme firme.

El tipo de afuera se detuvo enfrente y estudió los números de la casa. En mi lugar en la ventana del segundo piso, me quedé mayormente escondida, espiando detrás de las pesadas cortinas. Ahora que estaba más cerca, podía ver ojos verdes floreciendo en un negro espeso de pestañas, y una sombra de las cinco en punto en su mandíbula cuadrada. Era la perfección. Su boca estaba grabada en una línea firme, su expresión impasible. Si fueras ir a leer sobre este hombre, primero ibas a tener que trabajar para llegar abajo a su reserva de acero. —Está en su último año de medicina, y en poco más de dos meses, estará mudándose para una residencia. Sería estúpido que firmara un nuevo contrato de alquiler. Por favor, ¿Paige? Ugh. Muy bien, de acuerdo. Juré que podía oír sus ojos de cachorrito por teléfono. —Bien. Dos meses. Allie me dio las gracias, pero ya no la escuchaba. Esas piernas largas empezaron a llevar al hombre hacia adelante de nuevo, y esta vez, justo en mis escalones delanteros. ¡Mierda! Se dirigía a mi puerta. Mi corazón latía más rápido, y mi boca se secó totalmente. —Tengo que irme, Allie. —¡Gracias, Paigey! Te debo una —cantó.

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Tiré mi teléfono sobre la mesa de café y corrí hacia la puerta. A medida que fui, me miré en el espejo del pasillo, y me sentí aliviada al ver que todavía vestía el conjunto del trabajo. Falda lápiz negra, blusa de seda blanca, mi rubio cabello atado en una larga cola de caballo. La confiada serie de golpes en mi puerta principal hizo que mi estómago revoloteara. Mis dedos se enroscaron alrededor del pomo de la puerta y cuando lo abrí, mi aliento se me atascó a lo que vi. Si yo pensaba que antes era meramente atractivo, nada me podría haber preparado para tenerlo tan cerca. Se elevó sobre mí, por lo menos un metro ochenta.

Apostaría, y tenía una musculatura que anunciaba horas de dedicación en el gimnasio. Su olor era enloquecedor. No era colonia. Fue más sutil que eso, quizás pero era crujiente y masculino, y a pesar de todo, irritante. —¿Paige? —preguntó él. Mierda, incluso su voz era caliente, profunda, suave y rica. Y lo que es más importante, el Sr. Sexo en las piernas sabía mi nombre. Le entrecerré los ojos, abriendo mi boca y cerrándola sin hacer ruido. El reconocimiento me arañó en los bordes del cerebro. —¿C-Cannon? —dije, mi voz sin aliento y gruesa. Su boca se convirtió en una feliz sonrisa, y extendió una mano. —Dios, han pasado años. —Al menos cinco —dije, poniendo mi mano en la suya. Su mano era cálida y sólida, y el tacto de su piel me hizo cosquillas. Mis pezones endurecidos debajo de mi sostén, y mis ovarios hicieron un pequeño baile feliz. Habían pasado meses y todo mi cuerpo estaba preparado y listo. —Te ves bien —me dijo, aun sonriéndome. Y todavía agarrando mi mano. —Has crecido. —Fue todo lo que logré decir. Demonios, lo hizo.

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Se había ido a la universidad de Yale, donde había terminado temprano, y luego se mudó a Pensilvania para la facultad de medicina. Se había transferido a Michigan en algún momento el año pasado, aunque no estaba claro por qué. De vez en cuando Allie me daba noticias de su vida, pero él y yo ya no éramos amigos, no como cuando éramos niños. Era su hermano; no tenía ninguna razón para saber sus detalles íntimos. Pero estar de pie antes que él ahora en el umbral de mi pequeño hogar, algo se sentía muy íntimo sobre este momento. —Tú también. —Su mirada me recorrió, deteniéndose brevemente en mis senos, que nunca antes habían estado más doloridos y llenos. Suprimí un destello de desilusión cuando finalmente dejó caer mi mano. Carajo... este era Cannon. Y aquí estaba él mirándome los pechos. Mi cerebro luchó por ponerse al día con lo que estaba pasando.

Siempre había sido algo serio. En el instituto, él prefería la ciencia, ser el capitán del equipo de debate, en lugar del capitán del equipo de fútbol. Era inteligente y curioso, y no se disculpó por sus intereses. No es que ser un poco diferente hubiera herido en su departamento de popularidad. Era del tipo que se movía fácilmente entre los círculos sociales, pasando el rato con los nerds y los atletas por igual. Pero él claramente se convirtió en su propio hombre desde la última vez que lo vi. Puede que sea joven, veinticuatro años para mis veintiocho, pero sus ojos hablaban de sabiduría y madurez. Este nuevo Cannon era civilizado y agudo. Cultivado y elegantemente guapo. No podía poner mi dedo en lo que había cambiado, aunque su presencia física fue una gran parte de ello. Estar cerca de él hizo que mi corazón acelerara su ritmo. Las yemas de los dedos me cosquillearon con el deseo de alcanzarlo y tocarlo. En serio, ¿qué demonios está pasándome? Este era el maldito Cannon Roth. Pronto será el Dr. Cannon Roth, que tenía un cuerpo delicioso. Sacudiendo mi cabeza contra la prisa del deseo de jugar al doctor con él, me regañé a mí misma. Era el hermano de Allie, lo que significaba que era prácticamente de la familia. Y Allie me patearía el culo si algo pasara entre nosotros. Siempre había sido mamá gallina, y aunque ella era ferozmente sobreprotectora de todos los que le importaban, su precioso hermanito tuvo la peor parte. —Sé que hablaste con Allie, pero quería venir solo y asegurarme que estabas cómoda con esto. El hecho de estar junto a él me hizo pensar en cosas como la sábana, arañando, sexo, el olor del látex, y el lamento de la mañana siguiente. El hermano pequeño de mi mejor amiga ya no era tan pequeño. Y acababa de poner en marcha mi vida, convirtiendo mis partes femeninas en cálidas y excitadas papillas.

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¡Mierda! —Por supuesto —mentí.

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P

aige estaba mintiendo.

Había algo sobre tenerme aquí que la hizo sentir incómodo. Tal vez fue la fuerte atracción física que podía sentir radiando entre nosotros. Su aroma era embriagador, ligero, femenino y delicado. No tenía tiempo para distracciones, y acababa de prometerme que no habría más folladas. Pero todo eso salió por la ventana al segundo en que puse los ojos en Paige. El vistazo robado de sus tetas cuando tenía catorce años había inspirado una historia de amor de toda la vida con pechos. Su cabello de color miel era la razón por la que siempre había preferido rubias. Y mientras que la había visto en los medios sociales de mi hermana a lo largo de los años, en persona ella era... guau. —Entra —dijo, abriendo más la puerta. Obedecí y la seguí dentro. Ahora que estaba aquí en su espacio, observando su sutil reacción a mí y sintiendo su incomodidad, yo quería huir.

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No había visto a Paige en años, y joder si no se había vuelvo una mujer hermosa. Piernas tonificadas debajo de una falda ajustada, la curva tentadora de un culo redondo, la suave protuberancia de pechos ocultos detrás de una sedosa blusa. Había tenido más fantasías sucias sobre ella mientras crecía de lo que jamás hubiera admitido. Ella era la mejor amiga de mi hermana, lo que significaba que había dormido en nuestra casa cientos de veces, ido a nadar con nosotros docenas. De niño, las había perseguido a ella y a mi hermana en mi bicicleta, y lloré cuando se negaron a pasar el rato conmigo. Cuando era adolescente, aunque pasaba menos tiempo detrás de mi hermana y más alrededor de mis propios amigos, Paige nunca estuvo lejos de mi mente.

Todas mis furiosas hormonas se desbordaron directamente sobre ella. La oía reírse a través de la pared de la habitación de Allie mientras hablaban de chicos, y deseaba poder hacerla reír así, ser uno de los chicos que ella deseaba. Verla en un traje de baño o un top sin mangas o incluso un par de jeans apretados nunca había dejado de provocarme una erección instantánea. Viendo películas juntos en el sofá, había deseado tocar su rodilla o apretar mi muslo contra el suyo, pero solo podía sentarme paralizado con necesidad nerviosa, y prevenir los ataques de Allie cuando ella inevitablemente me molestaba por ser tan tranquilo. Cuando Allie me sugirió quedarme aquí el resto del semestre, mi polla se había retorcido con interés. Claramente esas viejas fantasías secretas solo habían dormido, nunca murieron. Pero nada podría haberme preparado para estar aquí, viendo el pulso de Paige latir en su garganta, oliendo su cálido y femenino aroma, sintiendo su reacción hacia mí. Ahora como un hombre maduro, sabía el efecto que tenía sobre las mujeres. Yo era alto, bien arreglado, y nunca fallaba haciendo girar algunas cabezas. Pero esta era Paige... No debería querer eso, ¿verdad? —¿Quién es este? —pregunté, sonriendo hacia el pequeño cachorro en sus tobillos. Paige miró hacia abajo como si no se hubiera dado cuenta de la rata de gran tamaño corriendo hacia nosotros. —Este es la Enchilada —dijo casi a la defensiva. Un nombre raro para un perro, pero, ¿quién era yo para juzgar? Tal vez era una fanática de la comida mexicana. Ella se inclinó y levantó al perro con una mano debajo de su vientre y lo sostuvo a su lado, acariciando su pelaje con la otra mano. —¿Así que Allie solo te lanzo esto, o estabas bien con la idea? —pregunté, cuestionándome qué tan honesta sería.

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—En realidad me llamó cuando estabas llegando. —Paige se ruborizó un poco con la admisión, pero no tenía ni idea de por qué ella debería sentirse avergonzada por eso. Maldita sea, Allie. Mi hermana mayor podría ser tan distraída a veces. Pero supongo que Paige sabía eso tan bien como yo, y la amábamos de todos modos. —¿Así que estás entre apartamentos? —preguntó Paige, poniendo al perro a nuestro lado, donde se sentó con una rabieta.

Asentí, no queriendo anunciar el hecho de que mi ex había destruido mi apartamento. Una larga historia de ex amantes inestables probablemente no era un rasgo deseado en un compañero de apartamento. —Es solo que, bueno, mi apartamento es bastante pequeño... —Se va apagando mientras lo dice, entrelazando sus manos. Tenía las uñas cuidadosamente arregladas, pintadas de azul claro. De hecho, toda ella estaba cuidadosamente arreglada, desde su largo y brillante cabello que quería envolver alrededor de mi puño a sus llenos labios rosas que quería ver alrededor de mi polla, tomándome profundamente en su cálida boca. Sabía que se suponía que iba a tomar un descanso del sexo, pero ella me hizo querer desechar todas mis reglas y decir a la mierda. —Lo entiendo. —Metí las manos en mis bolsillos y me mecí hacia atrás en mis talones—. No nos hemos visto en mucho tiempo. Vivir juntos sería incómodo. Ella mordió su labio inferior, pareciendo insegura y totalmente deliciosa. Tenía la intención de darle una salida si quería una, pero en su lugar Paige negó con la cabeza, la resolución intermitente en sus rasgos. —Lo siento. Estoy siendo grosera. Si necesitas un lugar en el que quedarte, por supuesto que eres bienvenido. —Solo si estás segura de que no es un problema. Paige se aclaró la garganta. —No es ningún problema. Déjame mostrártelo.

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Asentí y la seguí hasta la combinación de sala/comedor. Ella tenía un sofá y un sillón, ambos tapizados en microfibra marrón, y dos mesas laterales. Un montón de cojines en colores cremas y azules yacía amontonados en el sofá, y enmarcados por una fotografías de la naturaleza en blanco y negro que se alineaba en la pared opuesta a las ventanas. El otro extremo de la habitación tenía una mesa de comedor redonda de vidrio y dos sillas. En general, era pequeño pero acogedor. La estrecha cocina no era nada lujosa, pero estaba limpia y organizada. Ella abrió la puerta de la despensa y dijo que despejaría algo de espacio de la estantería para cualquier comestible que yo quisiera. A lo largo de un corto pasillo, solo había un cuarto de baño con un vidrio separador para la ducha, y luego dos dormitorios. La habitación de Paige era la más grande de las dos, y cuando entré, el suelo de madera crujió bajo mis pies. Su cama estaba impecablemente hecha con un edredón gris y sabanas color rosa pálido

con una impresión geométrica, pequeñas almohadas apiladas a juego en la parte superior. Una mesita de noche tenía una pila de libros y una lámpara de lectura. La puerta de su armario estaba abierta, revelando filas y filas de ropa de trabajo colgado perfectamente en el interior. —Buen lugar —comenté, la seguí hacia al pasillo una vez más. —Esta es la habitación de huéspedes. —Paige abrió una puerta para revelar un espacio apenas lo suficientemente grande para una cama. Actualmente contenía un futón y un escritorio empujado en la esquina. —Lo siento, sé que no es mucho… —comenzó. —Esto es perfecto. Estoy haciendo mi rotación, así que prácticamente vivo en United Methodist. Todo lo que realmente necesito en casa es una cama. —Apenas y había comido en mi último apartamento, conseguía la mayoría de mis comidas en la cafetería del hospital. Volví la mirada desde la habitación a Paige—. Probablemente no me verás mucho. Ella asintió. —Generalmente llego a casa del trabajo alrededor de las cinco y media, y a veces camino a casa para almorzar. Enchilada, quien nos había seguido, estornudó y se sacudió con un tintineo de la placa plateada para perro. Ella se acercó para levantar la bola de pelos color marrón claro y gris en sus brazos de nuevo. Me detuve junto a la puerta delantera, mirando un par de zapatillas deportivas de mujer rosa con cordones naranjas. —Tengo una llave de repuesto que puedo dejarte. Cuando estabas pensando... —Paige se movió a mi lado, luciendo incómoda de nuevo. —¿Mudarme?

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Ella asintió. —Esta noche, si no te importa. He estado surfeando entre sofás por las últimas noches, quedándome con amigos alrededor del campus. Un silencioso y estrangulado ruido se escapó de ella, pero asintió. —Seguro.

—Perdí casi todo, así que realmente necesito ir a la tienda esta noche y conseguir algunos elementos esenciales. Podría llevarme unas horas. ¿Estás bien dejando la puerta abierta si prometo estar de vuelta alrededor de las diez? Ella asintió. —Por supuesto. Te veré más tarde.

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Algo me dijo que este nuevo arreglo iba a poner a prueba todos mis límites y algunos más.

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espués de que acompañé a la puerta, puse mi mano contra mi corazón martilleante, preguntándome qué diablos acaba de pasar. Cómo pasé de pasar un rato tranquilo de una noche sola para prepararme para un nuevo compañero de habitación estaba más allá de mí. Y no cualquier compañero de cuarto, sino el hermano sexy y fuera de límites de mi mejor amiga... Cannon jodido Roth. Tomando una respiración profunda en mis pulmones, sacudí los pensamientos. Podría estar atraída por él, pero no había manera de que me permitiera actuar en consecuencia. Por lo que no importaba lo guapo que fuera, lo dominante y sexy. Yo solo tendría que mantener una cabeza calmada, fría y razonable y sacar lo mejor de estos próximos dos meses. Bueno, eso y comprar algunas baterías adicionales para mi fiel BOB. Me encontré caminando por el pasillo hacia la habitación de invitados que le había mostrado a Cannon solo minutos antes. Todo lo que separaba esta habitación de la mía era una pared delgada. Me preguntaba si podría escucharlo cuando él se masturbara. ¿Traería chicas a casa y las follaría mientras me obligaban a escuchar, sola en mi cama? Podría instituir una regla de ―no sexo‖ para asegurar que no haya conexiones difíciles de soportar. Si yo sí hiciera eso, él encontraría la manera virarlo hacia mí, diciendo que era porque yo estaba celosa.

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Tal vez no había pensado bien sobre este compañero de cuarto. Dirigiéndome hacia la cocina, agarré la botella medio llena de Chardonnay de la puerta de mi nevera y me serví un vaso. Llevándolo a mis labios con dedos temblorosos, tomé un pequeño sorbo. Luego otro. Me moría de hambre cuando llegué a casa, pero ahora mi apetito se había desvanecido. Tomando mi vino en la sala de estar, encendí el televisor y me instalé en el sofá.

Cannon ni siquiera me había preguntado por el alquiler. Si él pensó que se estaba quedando aquí gratis, simplemente porque era el hermano de mi mejor amiga, estaba completamente equivocado. Yo debería al menos ser compensada por la inconveniencia de tener que compartir mi espacio. Varios sorbos más de vino y mis músculos comenzaron a relajarse. Enchilada saltó a mi lado y acariciándose contra mi brazo. Lo recogí y puse los tres kilos de él en mi regazo.

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—Lo siento amigo. Parece que ya no vas a ser el hombre de la casa — murmuré, acariciando su pelaje suave como una pluma. Si bien esa afirmación era cierta, yo no tenía idea de lo complicada que iba a ser mi vida.

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E

n el centro comercial, me había abastecido con calcetines, ropa interior, jeans, y algunos suéteres de manga larga. También tomé un segundo par de zapatos. Cuando mi lugar fue saqueado yo estaba en clase, lo que significaba que mis únicas posesiones sobrevivientes habían sido la ropa que llevaba puesta, además de mi mochila y computadora portátil. Mis amigos me habían prestado cosas, y aunque el cheque del seguro no había llegado todavía, era tiempo de reabastecerme con lo esencial.

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Fui a un mega-centro, uno de esos lugares abiertos las veinticuatro horas, y conseguí almohadas, sábanas, toallas, champú, jabón corporal, un par de afeitadoras desechables, y un nuevo cepillo de dientes eléctrico. Mientras caminaba por una exhibición de flores frescas, una idea me impactó. Recogí un gran ramo de flores silvestres, y luego fui en busca del pasillo de mascotas. Lanzando un paquete de golosinas de perro en mi carrito, sonreí irónicamente. Tal vez todo esto era parte de ser un buen compañero de piso. Por otra parte, quizá quería follarla más de lo que quería admitirlo para mí mismo. Alejando los pensamientos, me dirigí a la salida. No estaba acostumbrado a que las mujeres rechazaran mis avances, pero incluso yo sabía que la reticencia de Paige a caer en la cama conmigo era realmente algo bueno. Me metí en un jodido montón de problemas con las mujeres en el pasado, y si había una cosa que mi vida necesitaba, era menos complicaciones. Paige era tentadora y hermosa, pero era un hombre lo suficientemente fuerte como para acatar la regla de ―mira, pero no toques‖. Entre las rotaciones clínicas y la preparación para mis exámenes de la junta, lo último que necesitaba era que las cosas se tornaran raras entre mi nueva compañera de cuarto y yo. Y aunque un voto de total celibato había sido una idea estúpida, lo menos que podía hacer era apegarme a mis nuevas reglas, una noche solamente, sin nombres ni números. Y eso definitivamente incluía no follarme a mi nueva compañera de cuarto. Era un poco antes de las diez cuando llegué a casa de Paige. Fiel a su palabra, la puerta se quedó sin cerrojo, y una vez que logré meter todas mis bolsas de compras dentro, cerré por la noche. Después de llevar todo por el pasillo, me paré

en la entrada de la habitación de huéspedes que sería mi casa temporal por los próximos dos meses. La puerta de la habitación de Paige estaba cerrada, y aunque no sabía con certeza si ella estaba durmiendo o no, sabía que ella estaba en cama en la noche. Agarrando mi champú y jabón de baño de la bolsa de plástico, me dirigí al otro lado del pasillo para una muy necesaria ducha. Estando profundamente metido en vaginas todo el día necesitaba eso, no que me importara demasiado. Aunque no era un campo que quisiera seguir, incluso tuve que admitir que fue una experiencia bastante genial llegar a entregar bebés. Abrí el agua y me desnudé mientras espera a que se calentara. Pero cuando entré en la ducha, me golpeó el delicioso aroma del champú floral de Paige y jabón de baño. Maldita sea... Mi pene saltó al instante con atención. No pude resistirme a agarrar mi erección ya dura-como-roca. Arrojando algo del acondicionador de Paige en mi palma, dejé que su olor me rodeara mientras bombeaba arriba y abajo en tirones desiguales, la resbaladiza crema dejaba que mi puño se deslizara sobre la carne de acero, trayendo una onda del placer con cada estocada. De pie bajo el rocío caliente, pensé en Paige y sus tetas deliciosas y mejillas rosadas mientras ella me examinaba con la primera vista de mí en cinco años. Quería hacerle cosas perversas. Quería ver si ella chillaba ante la sorpresa cuando mi lengua lamiera entre sus muslos. Quería averiguar qué tan rápido podía hacer que se viniera. ¿Tendría que trabajar para ello, aprendiendo a cómo complacerla siguiendo los sonidos que hiciera, o explotaría rápidamente? Ella lucía bastante reprimida...

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Apreté los dientes con fuerza mientras mi orgasmo se acercaba. Joder, ya estaba a punto de explotar. Normalmente duraría mucho más, pero todo sobre esta mujer iba directamente a mi pene. Momentos más tarde, mi liberación se estrelló a través de mí mientras me vaciaba en mi mano, agotado y respirando con dificultad. Después de enjuagarme una última vez, cerré el agua. Con agua deslizándose por mi cuerpo, me estiré por mi toalla y me di cuenta de que había olvidado una. Mierda. Había dejado mis nuevas toallas todavía dobladas en la bolsa de compras. Al otro lado del pasillo en mi cuarto. No importaba. Estaba noventa y nueve por ciento seguro de que Paige estaba dormida en su habitación. Agarrando mi ropa sucia del suelo, abrí la puerta del baño, moviéndome con propósito hacia mi habitación… Cuando me topé con algo sólido. El impacto golpeó la pila de ropa que había estado sosteniendo frente a mi ingle fuera de mis manos.

Un borrón gris y marrón brilló por mis pies con un tintineo de placas metálicas. Paige jadeó en la sorpresa y tropezó un paso atrás. Instintivamente, me extendí para estabilizarla, agarrando sus hombros. —Lo siento —murmuré, dándome cuenta de que ella dormía en nada más que una camiseta que apenas cubría su culo. El delgado material abrazaba sus curvas y dejaba mostrándose su delicioso culo. Después de enderezarse por su cuenta, la mirada de Paige vagó bajando por la longitud de mi torso desnudo, deteniéndose en mi entrepierna. Sus ojos se ensancharon y sus labios llenos se separaron, sus pómulos volviéndose de un bonito tono rosa. Mi erección no había muerto completamente todavía; mi agotado pene todavía colgaba largo y pesado entre mis muslos. Y bajo su mirada ardiente, se retorció con interés, engrosando y comenzando a levantarse de nuevo. —Se puede tocar si quieres —murmuré, divertido por su respuesta. Había algo más que asombro en esos ojos amplios y bonitos. Estaba bastante seguro de que había interés, y tal vez incluso el deseo. Un ruido de sorpresa estrangulado se escapó de sus labios. Eso fue simplemente demasiado divertido. No tenía prisa por ir a ningún lado, pero aclaré mi garganta y su mirada saltó de nuevo a la mía. —¿Estás bien? —pregunté. —Enchilada tuvo que orinar —murmuró, sin aliento. Cierto, el perro. Así que eso fue lo que había pasado corriendo junto a nosotros hacia dormitorio de Paige. Asentí una vez, una sonrisa tirando de mi boca. Tendría que comprarle a la mota de pelo un par de golosinas de agradecimiento en la mañana. Esto fue lo más divertido que había pasado en todo el día.

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—Buenas noches —chilló ella, y luego se precipitó a mi alrededor hacia su dormitorio, donde rápidamente cerró la puerta. Podía imaginarla detrás de ella, sus piernas aflojándose mientras ella se apoyaba en la pared, su pecho agitando a medida que trataba de recuperarse. Tomando un profundo respiro en mis propios pulmones, recuperé mi ropa del suelo, riéndome. Luego me dirigí a mi habitación. Vestido con un par de bóxer, hice mi cama y le dije firmemente a mi polla que se calmara. Paige podría ser hermosa y tentadora; y basado en su reacción al verme desnudo, tenía un largo tiempo que había visto un buen eje, pero no importaba. No iría allí. Tan dulce como esa miel podría ser, no tendría una probada.

Establecí mi alarma para las cinco de la madrugada y traté como infierno de relajarme para poder dormir un poco. Pronto comenzaría una rotación de cuatro semanas para cardiología, y sabía que necesitaría toda mi concentración. Pero a pesar de que estaba agotado, aún estaba demasiado duro y grueso para que el sueño viniera fácilmente. Solté un suspiro molesto. Seguro que sería bueno liberar un poco de vapor con un revolcón entre las sábanas… Maldita sea, no. Ni siquiera lo pienses. Eso no estaba en las cartas para Paige y para mí.

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Tendría que ser más cuidadoso. Sentir su mirada hambrienta en mi pene no era algo que sería capaz de resistir si volvía a sucederme.

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—P

aige, tu entrevista de las diez y media está aquí —llamó mi asistente Tabitha a mi oficina.

—Voy. —Me levanté de mi escritorio y agarré el currículum vitae y la guía de entrevistas para el candidato a gerente de oficina que esperaba fuera un buen partido. Como gerente de recursos humanos para una pequeña empresa sin fines de lucro, nuestra falta de un gerente de oficina real significaba que la carga de trabajo adicional recayó sobre mí. Estaba más que lista para contratar a alguien para el puesto. Diciendo una oración silenciosa de que esta persona funcionara, me dirigí a la sala de conferencias donde Ben Stevens estaba esperando. —Buenos días —saludé, extendiendo mi mano para estrechar la suya. Parecía un poco joven, pero la edad no importaba. Mientras él tuviera las calificaciones y la profesionalidad para respaldarlo, estaríamos bien.

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Cuando me senté y comencé la entrevista, mi mente vagó hacia Cannon. Se había ido esta mañana cuando me levanté. Por un momento, pensé que había soñado todo lo que había sucedido ayer por la tarde. Pero la evidencia de sus rituales de madrugada había estado allí: una toalla húmeda colgando junto a la mía en el baño, una taza de café en el fregadero. Pero aún más intrigante había sido un gran ramo de flores silvestres fucsia y carmesí que habían estado asentado en un vaso de agua en la mesa de la cocina, junto con un paquete de galletas para perros. Fue un gesto agradable; le daría eso. Solo que una vez cuando yo estaba en la ducha, el recuerdo de nuestro encuentro de la noche regresó rápidamente. Mis ojos se habían abierto de golpe, pompas de jabón mientras parpadeaba y jadeaba bajo el fuerte rocío. No había olvidado lo de anoche. Ahora eso no habría parecido fuera de lugar en un sueño, lo negaría por la mañana y reproduciría mi BOB por la noche. Su cuerpo desnudo rivalizaba con esas esculturas de mármol en el museo de arte. Me había sentido abrumada por su

tamaño y masculinidad dura. Hombros anchos, pectorales tonificados descendiendo a seis abdominales completamente definidos, y una cintura cónica, de la talla de la que solo había visto en modelos masculinos. Los delicados cabellos me decían que él los depilaba a fondo y con frecuencia. Y la forma en que se había quedado allí, todavía húmedo y enrojecido por la ducha, su sonrisa sin arrepentimiento, su gran pene medio erecto colgando entre sus piernas como una anaconda que escapó del zoológico... un escalofrío me recorrió con el recuerdo. —Uh... ¿señora? ¿Le pasa algo? —preguntó Ben, interrumpiendo su respuesta a la pregunta que había hecho treinta segundos atrás y que ahora no podía recordar. Mierda. Asentí rápidamente. —Estoy bien gracias. Solo un poco cansada. Por favor, continúa. —Yo estaba exactamente lo opuesto bien. Cada detalle del cuerpo desnudo de Cannon se negó a abandonar mi cabeza, y esas cosas simplemente no eran algo que yo debería saber sobre el hermano pequeño de mi mejor amiga. Pero fue demasiado tarde. Mi cerebro fue alterado permanentemente. De aquí en adelante, no podría pensar en él como algo más que un ser sexual. ¿Y lo que realmente me ha llegado? La voz de Cannon había permanecido calmada y segura, como si no estuviera avergonzado de estar de pie ante mí. Él había permanecido enraizado allí, descaradamente confiado, permitiéndome examinarlo en toda su gloria. Y me vio mirarlo, levantó su ceja coquetamente, casi como si estuviera desafiándome a reaccionar. Atreviéndome a mirarlo, acercarme, tocarlo, satisfacer mi... curiosidad. Aclarándome la garganta, recogí el currículum de Ben Stevens.

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—¿Puedes entrar en más detalles sobre tu papel anterior y cómo encaja eso en tu carrera profesional planificada? —Espero poder juntar mi mierda lo suficiente como para prestar atención y evaluar su experiencia esta vez. Ben se lanzó diligentemente a una aburrida y larga descripción de cada tarea que se le exigía en su antigua compañía. Anoté notas mientras hablaba, tratando de concentrarme en él y no lo palpitante y sin aliento de mi cuerpo ante el recuerdo de Cannon. Veinte minutos después, todavía no tenía idea de si Ben era la persona adecuada para el trabajo. Mi cerebro estaba tan revuelto que me costaba concentrarme. —¿Puede decirme por qué está interesado en el puesto de gerente de oficina? — pregunté.

Ben frunció el ceño. —Ya me preguntó eso. —Correcto. —Asentí, sonriendo mientras gritaba internamente. Mi teléfono vibró en la mesa de conferencias a mi lado. Lo agarré, agradecida por el breve indulto, hasta que vi que era un mensaje de texto de Cannon. Volteando el teléfono sobre la mesa sin leerlo, tomé una respiración profunda. No quería ser grosera con mi candidato. Pero sabiendo que había un texto esperándome de Cannon, significaba que estaba aún menos concentrado en lo que Ben estaba diciendo que antes. Unos minutos más tarde terminé la entrevista, dándole las gracias por su tiempo, y le dije que estaría en contacto. Una vez que se dirigía hacia el vestíbulo, donde la recepcionista le mostraría la salida, me abalancé sobre mi teléfono y tecleé incorrectamente mi contraseña antes de hacerlo bien. CANNON: Siento lo de anoche. Espero que no estés demasiado traumatizada. Mi mandíbula se abrió. Dios, el hombre era agresivo. Yo le daría eso. La mayoría de la gente querría olvidar que todo sucedió. Sin embargo, aquí estaba, llamando la atención sobre eso, tratando de presionarme para obtener una respuesta. O tal vez solo estaba tratando de avergonzarme. Bueno, a la mierda eso. Si él quería que yo me asustara o colapsara en su pene en rendición, él estaba jugando con la chica equivocada. PAIGE: La próxima vez que quieras que te vea desnudo, pregunta primero. CANNON: Anotado.

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Me reí entre dientes antes de darme cuenta de que había insinuado que iba a haber una próxima vez. Mi risa murió en mis labios. Sin querer, le di la mano ganadora. CANNON: Tengo un raro fin de semana libre, así que solo quería verificar y ver si tenías algún plan de fin de semana. No quiero obstaculizar tu tiempo. PAIGE: No tengo planes hasta el momento. Esperé que no pareciera demasiado tonto escribir eso. CANNON: Entonces creo que te veré en casa.

Guardé mi teléfono en el bolsillo de mis jeans, tratando de ignorar las campanas de advertencia que sonaban en mi cabeza. Regresé a mi oficina en el otro extremo del edificio, mi corazón latía con la noticia de que estaría sujeta a cuarenta y ocho horas de sensualidad de Cannon. Por un lado, no podía negar que estaba deseando ver la dulce imagen. Y sería refrescante tener un compañero de conversación que respondiera con palabras en lugar de ladrar y mover la cola. Pero me gustaba mi rutina; estaba acostumbrada a una cierta cantidad de tiempo a solas. Si Cannon era tan molesto cuando ni siquiera estaba físicamente presente, ¿cómo podría esperar estar con él todo el fin de semana sin perder la cabeza? —Bueno, ¿cómo estuvo? —preguntó Tabitha desde su posición en el escritorio frente a mi oficina. —¿Quién? —pregunté, irracionalmente temerosa de que de alguna manera hubiera dejado escapar algo sobre mi nuevo compañero de cuarto. —El candidato, Ben —dijo. —Oh, correcto. —Asentí—. Estuvo... bien. Ella entornó los ojos. —¿Te sientes bien? Te ves un poco ruborizada. Me aclaré la garganta. —Sí bien. Hoy almorzare temprano con una amiga. Te veré más tarde. — Descarté el currículum vitae de Ben y la carpeta de entrevistas en mi escritorio, agarré mi bolso y salí de la oficina. Una vez que Allie y yo estuvimos sentadas en nuestro restaurante favorito de sopa y ensalada, ella me sonrió como ella supiera un secreto que yo no.

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—Bueno... —incitó ella, levantando sus cejas—. ¿Cómo fue tu primera noche con tu nuevo compañero de cuarto? —Allie se rio, mientras me miraba. ¿Le contó acerca de nuestro encuentro nocturno? ¿En el que estaba completamente desnudo? Mis axilas comenzaron a sudar. Fingí una sonrisa despreocupada mientras mi cerebro me gritaba que mintiera. Así que lo hice. —Sin acontecimientos importantes. —Bien, entonces debería funcionar bien entre ustedes dos.

—Ajá. —Eso es un alivio. Sé que Cannon es un hombre maduro, pero todavía me preocupo por él, ¿sabes? Ha trabajado muy duro para llegar a donde está, y después de todo lo que ha pasado, se merece un descanso. Asentí. —Eh. —Aparentemente incapaz de unir más de dos sílabas incoherentes, agarré mi menú y comencé a leer las especialidades del almuerzo. —James obtuvo boletos para una gala benéfica este fin de semana. ¿Crees que a ti y a Cannon les gustaría ir? —¿Yo y Cannon? —casi chillo. ¿Qué significa eso? Me gusta, ¿cómo una cita? ¿Pensaba que había algo entre nosotros? —Seguro. ¿Por qué no? Los tres deberíamos hacer algo divertido: volver a unir al equipo soñado, ¿sabes? Ahora que ha sido transferido aquí a Michigan, siento que necesito recuperar algo de tiempo perdido con él. Oh, ella quiso decir ir como un grupo. Me sentí aliviada y muy estúpida. Contrólate, Paige... Entonces mi cerebro se encontró con el resto de lo que ella había dicho. —Espera, ¿solo nosotros tres? ¿Qué hay de James? —pregunté. ¿No era él quien había ganado las entradas en primer lugar? Ella negó con la cabeza, frunciendo el ceño. —Tiene que trabajar este fin de semana.

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Su prometido era agente de bienes raíces y pasó muchas noches y fines de semana trabajando. Estaba bien para mí, porque significaba que Allie y yo pasábamos mucho tiempo juntas. —Claro, estoy libre. —Volví a leer mi menú, pero interiormente todavía estaba enloqueciendo. ¿Sospecharía Allie de mi atracción por su hermano? ¿Podría leerlo en mi cara tan pronto como mirara a Cannon? En ese caso, ¿Cannon podría arreglar el juego? Él no había sido exactamente sutil en querer follarme... Llegó el camarero y ordenamos, y luego me tomó un momento darme cuenta de que Allie me estaba hablando. —¿Ya te registraste? —preguntó ella.

—¿Para? —Mordí mi labio, preguntándome exactamente cuánto de esta conversación me había perdido al tener pensamientos sucios sobre su hermano. Soy una amiga terrible. —La nueva aplicación de citas de la que te hablé. Gruñí. Esa aplicación no era para citas, sino para conexiones sin ataduras. Pero no creo que Allie haya recibido ese memorando junto con el resto de América. Antes de conocer a James, Allie había tenido éxito y había salido con cuatro tipos diferentes en varias semanas, y había revelado todos los detalles jugosos de cada encuentro. A pesar de que ella estaba en una relación seria ahora, eso no la detuvo de querer vivir a través de mí. —Sé que últimamente quieres encontrar el amor verdadero algún día... todos lo hacemos. Pero esto es solo práctica. Mientras esperas al señor correcto, eso no significa que no puedas disfrutar de un buen sexo. —No lo sé, Allie. No estoy realmente cómoda con la idea de follar a un perfecto desconocido. —Él no sería un desconocido. Primero enviaría un correo electrónico, un mensaje de texto y un chat. No pasaría nada hasta que estuvieras cómoda. Jugueteé con mi servilleta mientras sentía la mirada de Allie sobre mí. Mi última relación terminó hace más de un año, y no había estado con nadie desde mi ex. Sabía que estaba tratando de ayudarme, y Dios sabía lo mucho que anhelaba el sexo a veces, pero todavía era irritante sentirme sometida a una intervención de emergencia. ¿Pensaba ella que todos mis problemas desaparecerían si saltaba sobre una polla de curación mágica? Una estadía de una noche no sería útil o incluso divertida para mí; simplemente no estaba en mí. Sería un desastre nervioso, convencido de que iba a terminar en las noticias de la noche porque mi cita era un asesino en serie, o peor, que vería los hoyuelos en mi trasero y se asustaría.

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Ella se inclinó más cerca y colocó su mano sobre la mía. —Es solo para volver a subir al caballo. Me preocupo por ti a veces, Paigey. Todo lo que haces es trabajar estos días. También fui al gimnasio algunas veces, pero dudaba que eso la fuera a quitarla de encima de mí. —Lo pensaré —le dije mientras nos entregaban dos ensaladas masivas.

En serio, ¿quién podría comer tanta ensalada? Sentí que mi lista de tareas crecía. No solo tenía que resistirme a los encantos de Cannon, sino que necesitaba encontrar una manera de mantener a Allie fuera de mi espalda sobre las citas, ir a una gala benéfica con ella y mi nuevo enamoramiento secreto sin que ella descubriera nada, y elegir un nuevo gerente de oficina en el trabajo. Mi estómago se tensó, y empujé la ensalada sin comer en mi plato.

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Mi almuerzo con Allie debía calmarme, pero me sentía más ansiosa que nunca.

7 —¿Y

a encontraste un lugar para vivir? —preguntó Peter. Peter era anestesista de enfermería en el hospital donde trabajo. Era unos años mayor que yo, y de alguna manera, me trataba como a un hermano pequeño. Nos encontramos en mi primera semana en el hospital y simplemente hicimos clic. Cuando se casó el año pasado con su novio de una década, yo fui uno de los padrinos de boda. Y cuando necesitaba un lugar donde dormir después de ser desalojado de mi apartamento esta semana, se ofreció a dejarme quedar en su lugar. Pero sabía que esa no era una solución a largo plazo. No quería importunar a los recién casados. Asentí. —Me he estado quedando con la amiga de mi hermana, Paige. —La amiga muy ardiente de mi hermana a la que quería follar. Estaba bastante seguro de haber estado caminando todo el día medio duro. Supongo que fue algo bueno que no se haya dado cuenta. —Entiendo. —Él asintió—. ¿Cómo va eso?

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—Es bueno. Solo está tomando algunos ajustes. Me acabo de mudar ayer, y he vivido solo por un tiempo, ¿sabes? —Y ahora tenía que lidiar con el suave aroma femenino de su champú en el baño, y verla desfilar en pantalones de yoga y hablarle a su perro. Era enloquecedoramente caliente y ni siquiera lo sabía. —Todavía no lo entiendo —dijo Peter, inclinándose para atar su zapato deportivo púrpura brillante—. ¿Cómo pudieron sacarte de tu casa? Él estaba en lo correcto. Mi cheque de alquiler siempre llegaba a tiempo, y estaba tranquilo y ordenado. Pero el drama personal que me etiquetaron fue aparentemente más de lo que mi casero quería manejar. Me encogí de hombros. Tener su lugar vandalizado cuatro veces en seis meses y allanado en dos ocasiones fue un poco excesivo.

—No importa —murmuré. De hecho, me gustaba estar cerca de Paige. Tal vez demasiado. —Entonces cuéntame sobre tu nueva compañera de cuarto. ¿Nos gusta ella? — Peter sonrió. —Retrocede —murmuré, alejándome de Peter y su risa hacía eco en los pasillos del hospital.

●●● Fiel a su palabra, Paige regresó a casa del trabajo unos minutos después de las cinco. —Aquí —la llamé desde la cocina. Enchilada flotaba alrededor de mis pies, preparado para arrebatar cualquier trozo caído. Dejó el bolso de una computadora portátil sobre la mesa del comedor, su mirada a regañadientes arrastrándose hacia la mía. —Hola. Preguntándome si estaba recordando cómo me veía desnudo, reprimí una sonrisa. —¿Cómo estuvo el trabajo? —Arrojé un puñado de pimientos en un wok, luego agregué un poco de cebolla. —Bien —dijo, acercándose un par de pasos—. ¿Qué es todo esto? Enchilada deambuló, el deseo de saludar a su maestro ganando momentáneamente por el hambre, y Paige se inclinó para acariciar su cabeza esponjosa.

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—Pase a la tienda y compré los ingredientes para hacer fajitas. —Oh. —Miró hacia las tiras de pollo que ya se estaban dorando en la sartén. —Espero que te gusten. Nombraste a tu perro Enchilada, así que asumí que te gusta la comida mexicana. —Por supuesto. Es solo que... no esperaba que cocinaras para mí. Me encogí de hombros.

—Tengo mi primer par de días libres en lo que parece una eternidad. Y además, tenía un antojo. ¿Te importaría remover ese pollo? Sacó una espátula de plástico de la olla que sostenía sus utensilios sobre el mostrador y le dio la vuelta a cada trozo de pollo, concentrándose en su tarea cuidadosamente. —Tengo tequila y margarita también —dije. Ella me miró con atención, su expresión seria, pero todavía de alguna manera juguetona. —¿Tequila? ¿De verdad crees que es una buena idea para nosotros? —Me reí de su honestidad. —Oye, sobrevivimos a la primera noche, ¿no es así? —Sí, y fue un pequeño milagro ya que estabas desnudo. Sonreí. —Lo siento por eso. Fue un error honesto. Paige siguió caminando, ocupada llenando la licuadora con hielo, y no pude evitar notar el tinte rosado en sus mejillas. Mientras ella mezclaba las bebidas, salteé las verduras y las combiné con el pollo. El zumbido de la licuadora ahogó el silencio que nos rodeaba, y luego Paige sirvió dos margaritas en vasos festivos. —Gracias por las flores, por cierto. Y los premios para Enchilada. Eso fue considerado de tu parte. Asentí.

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—No fue nada. Me alegra tener un lugar donde quedarme. No le diría nada a Paige, pero me sentí un poco traumatizado después de quedarme con Peter y su esposo. Estaba bien con lo que sea que sucediera en su habitación, pero me aparté del límite al ser obligado a escucharlo. Nadie debería escuchar a su amigo gritarle a su esposo que lo lleve más profundo. —Nunca llegamos a discutir el alquiler. ¿Cuánto te gustaría que pague? — pregunté. —Yo... no estoy segura. —Los dientes de Paige se hundieron en su labio inferior.

Maldita sea, eso fue una distracción. —Pagaré la mitad del alquiler y los servicios públicos. Solo dime cuánto es. —Está bien. —Ella asintió—. Supongo que es justo. Tu mitad será setecientos, y vence el primer día del mes. Te informaré sobre los servicios públicos. —Perfecto. Apagué los quemadores y agarré un par de platos. —¿Necesitas cambiarte antes de la cena? Tengo esto. Negando con la cabeza, tomó un sorbo de su bebida helada. —Está bien. Los viernes son de ropa casual. Recordé que ayer, ella llevaba una falda y una blusa de seda. Hoy se veía tan tentadora con un par de jeans oscuros que abrazaban sus curvas, y una ajustada camiseta de borgoña de manga larga. Un largo collar de oro colgaba alrededor de su cuello, un colgante chispeante se balanceaba mientras se movía. Después de preparar nuestros platos, los llevamos al comedor en medio de la sala principal. Afortunadamente, el silencio vacío pronto se llenó con las preguntas de Paige sobre la escuela de medicina, un tema del que podía hablar durante horas. —¿Tienes clases durante el día y luego pasantías por la noche? Eso parece mucho. —Miró hacia su plato—. Lo siento, no sé cómo funciona esto. La corregí.

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—No te preocupes. Terminé mi tiempo de clases durante mis primeros dos años. Los próximos dos años de la escuela de medicina se gastan en rotaciones. Básicamente, soy como un doctor sin la licencia médica. He dado a luz bebés, asistido con cirugía, atendido víctimas de disparos en la sala de emergencias. Es un poco de todo. —Guau. Eso suena intenso. Me encogí de hombros. —Mi padrastro dijo una vez que no eres un verdadero médico a menos que puedas manejar los traumas. Una especie de afirmación extraña, pero algo al respecto resonó en mí. Me alegro de haberlo experimentado de primera mano en

mi rotación de medicina de emergencia. Básicamente, si alguna vez te apuñalan o tienes un virus carnívoro, soy tu hombre. Ella rio mientras tomaba otro bocado de su fajita. Salsa aterrizó en su mejilla, y ella rápidamente la limpió. —Es inteligente la forma en que lo estructuran —le dije—, porque estás obligado a aprender todo antes de que puedas declarar tu especialidad. Y luego de eso, solicitas la residencia. —Cierto... tu residencia. Allie dijo que te mudarías en unos dos meses. Asentí. —Esa es la idea. —Solo tenía que averiguar a dónde diablos quería ir. Una parte de mí quería emprender una aventura, tal vez irse a vivir al extranjero, hacer ayuda humanitaria en la India o África durante unos años. Pero sabía que mamá y Allie se volverían locas si yo hiciera eso, así que estaba descartado. —¿Entonces te gustaba trabajar con pacientes de trauma? ¿Es eso en lo que te quieres especializar? —Paige puso su servilleta en su regazo y me miró expectante. Dejé escapar un profundo suspiro. —¿Honestamente? No tengo ni una puta pista. La medicina de emergencia es lo que les he estado diciendo a todos durante los últimos dos años, pero la verdad es que no lo sé. Retrasé la decisión, y la fecha límite final se acerca en un par de semanas. Necesito solo elegir algo, pero hasta ahora no he podido reducirlo. —Ah, ya veo. —Se frotó la barbilla—. Eres un tipo de miedo al compromiso. Ante eso, me reí entre dientes. Ella ni siquiera sabía la mitad de eso. —Algo como eso.

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—¿Cuál es tu rotación actual? ¿Te gusta? Oh, esto iba a ser divertido. No podía esperar a ver el rubor en sus mejillas cuando le dijese. —Obstetricia y Ginecología. Y sí, ha sido... esclarecedor. Pero si voy a poner mi mano dentro del pote de miel de una mujer, preferiría que fuera más por placer que por trabajo. Ella se atragantó con su margarita, tosiendo para despejar su vía respiratoria.

—Mierda. —Tosiendo ruidosamente varias veces más en su servilleta, ella me sonrió—. Eso no fue justo. Me limité a encogerme de hombros. —Nunca dije que juego limpio, princesa. —No deberías enojar a la mujer que tan graciosamente te ofreció un techo sobre tu cabeza. Le diré a Allie que has estado creando problemas. —Paige agitó su tenedor hacia mí. La amenaza fue arruinada por la pequeña sonrisa que tiró de la esquina de su boca—. Entonces solo disfrutas las vaginas recreativamente. Lo tengo. ¿Qué rotaciones te gustó? ¿Alguna favorita? Mastiqué lentamente mientras meditaba. —Hmm... ¿tal vez cardiología? —¿Qué te atrae de eso? —No lo sé. Lo sabía, pero sonaría estúpido si lo explicara en voz alta. Después de que papá se fue, mamá estaba tan triste y lloraba todo el tiempo. Cuando le pregunté qué pasaba, ella me dijo que su corazón estaba roto... y me dio un susto de muerte. Había sido demasiado joven para comprender que el corazón físico y literal no era lo mismo que lo que la gente quería decir cuando hablaban sobre las emociones. Entonces pensé que ella iba a morir.

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Para mí, tenía sentido que el corazón bombeara emociones junto con la sangre. Yo también había sentido cosas en el pecho, un doloroso apretón cada vez que pensaba en papá, un calor sólido cuando resolví proteger a mamá y Allie sin importar nada más. Pero incluso después de haber aprendido lo contrario, me quedé fascinado con el corazón, tanto su simbolismo como su realidad. Era el único órgano en el cuerpo que nunca se cansaba o tomaba un descanso. Firme y fiel. Irónico, dado que parecía estar maldito cuando se trataba de las relaciones, estaba más interesado en los asuntos del corazón que en la fisiología del mismo. Después de unos pocos bocados más de su comida, Paige levantó la vista. —¿Por qué decidiste entrar en medicina? Me froté la nuca. —Ya sabes que a mi hermana y a mí nos dieron una mala pasada.

Ella miró hacia abajo en su margarita. —Sí, lo sé... Estuve allí. No siempre fue fácil. Ser criado por una madre soltera con solo una educación secundaria no fue glamoroso. Nos mudamos más veces que me importó recordar. Parecía que cada vez que mi madre perdía su trabajo o rompía con su último novio, nos desarraigábamos. Ella se aseguró de que permaneciéramos en el mismo distrito escolar, pero encontrar un lugar con un alquiler que pudiera pagar no fue fácil. Sin una figura paterna en nuestras vidas, la responsabilidad de ser el hombre de la casa recayó sobre mí. —Al crecer como lo hice, creo que le dio forma a mis objetivos. Ahora solo estoy perfeccionando el arte de hacer limonada. Ella me sonrió como si le gustara esa respuesta. —Haciendo limonada. Me gusta eso. Entonces, ¿cuáles son tus objetivos? —Ser de bajos ingresos significaba que calificaba para tutoría gratuita y un montón de becas. Gané muchas de ellas, basadas tanto en el mérito como en la necesidad, lo suficiente para cubrir el costo de mi matrícula en Yale. Y luego, la escuela de medicina. —Así que convertiste una mala situación en una buena. —Ciertamente lo intenté muchísimo. Tuve suerte en algunos aspectos. La mayoría de mis compañeros se graduarían con una deuda de préstamos estudiantiles hasta sus ojos. Trabajar más duro que todos los demás me había dado becas que probablemente me salvaron el culo.

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—Pero eso todavía no me dice por qué la medicina. —Paige colocó sus codos sobre la mesa, inclinándose más cerca. —Sabía desde muy joven que un día cuidaría de mi madre. Era de lo único que estaba seguro. Ha sacrificado tanto por nosotros, haciendo lo mejor que pudo desde antes que puedo recordar, me he sentido como su único hijo, tengo una responsabilidad. Supongo que subconscientemente elegí un campo en el que cuidar de los demás era el enfoque. Sonriéndome cariñosamente, Paige giró un pedazo de su rubio y brillante cabello entre sus dedos. —Siempre fuiste un buen chico, un estudiante serio.

—No seas condescendiente conmigo. Yo era un nerd. —Puse mi servilleta junto a mi plato vacío. Se rio, y no pude evitar sonreír. —Yo no dije eso. —Eso es solo porque intentabas ser amable. Se encogió de hombros. —Es raro ser tan disciplinado acerca de estudiar y fijarse metas siendo tan joven. En realidad eres increíble, Cannon. Y ahora estás a unos meses. Su cumplido irradiaba a través de mí. Rara vez me tomaba el tiempo para examinar mi camino de la vida. Hice el trabajo que estaba delante de mí y seguí adelante. Por supuesto, las cosas habían cambiado en los últimos años. Mi madre se volvió a casar y ahora mi padrastro la proveyó, así que técnicamente no me necesitaba para mantenerla más. Pero estaba inmensamente orgulloso de lo que yo había logrado, así que seguí haciendo limonada, viviendo de la única manera que sabía hacerlo. Terminamos la cena y llevamos nuestros platos a la cocina. De pie uno al lado del otro, ella enjuagó mientras yo cargaba el lavavajillas. Hicimos un buen equipo. Nuestra nueva tensión sexual se desbordaba entre nosotros, pero me sentía natural de una manera que no esperaba. —¿Planes para esta noche? —preguntó Paige, pasándome el último plato. Sacudí la cabeza.

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—En realidad no. Puedo salir con unos amigos más tarde, tomar una cerveza. Eres bienvenida a venir conmigo. —Me preguntaba qué pensaría de Peter y de su esposo, Azan. —No, está bien. Traje mi portátil a casa. Hay un par de cosas de trabajo que tenemos que terminar. —¿Trabajar un viernes por la noche? Hice un bajo sonido de desaprobación en mi garganta, pero la verdad es que parecía como si fuera a recoger a alguien. Y algo me dijo que el alcohol más Paige era una mala combinación. Todas nuestras inhibiciones se irían abajo. No es que

iba a caer en la cama con ella, tenía suficiente autocontrol para prevenir eso. Bueno, probablemente. ¿Pero quién sabía lo que podría decir? No podía ir admitiendo por ahí que mi yo de 15 años solía masturbarse con su foto del anuario cada noche. Me revocarían la tarjeta de hombre. —¿Te mencionó Allie ese evento de caridad mañana? —preguntó ella, masticando su labio inferior. Me limpié las manos con una toalla de cocina. —Le dije que iría. ¿Tú? Ella asintió. —Supongo que te veré mañana, entonces. Diviértete esta noche. —Ella agarró su bolso de portátil del suelo del comedor y desapareció, desesperada por alejarse de mí. Pero, ¿qué esperaba? ¿Beber tequila y recordar el pasado? En realidad, sí, esperaba que lo hiciéramos. Aunque siempre hay un mañana Después de una agradable cena juntos y una conversación fácil, me alegré de ver que tal vez nuestro nuevo arreglo de vivienda funciona. Sí, me atraía sexualmente pero eso no significaba que yo actuaría. Me dirigí a mi cuarto porque todavía tenía una hora antes de encontrarme con los otros internos de mi programa y algunos amigos del hospital. Colapsando en mi horriblemente incómoda cama futón, acomodé una almohada bajo mi cabeza y suelto un fuerte suspiro.

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Paige había sido una sorpresa esta noche. Estaba en la tierra y era fácil hablar con ella. Optimista y dulce. Sabía que estaba obstaculizando su estilo estando aquí, pero ella se las arregló con tanta gracia. Por supuesto, desearía que no hubiera sentido la necesidad de escabullirse a su dormitorio bajo el disfraz de tener que trabajar, pero lo que sea. Todos necesitaban estar a solas de vez en cuando. Yo era igual. Después de un turno muy ocupado en el hospital, anhelaba el silencio. Pescando mi teléfono del bolsillo de mis jeans, abrí una aplicación social media que rara vez usaba. Por alguna razón, me encontré escribiendo el nombre de Paige en la barra de búsqueda, haciendo clic en ENTRAR y, a continuación, esperando mientras se muestra su foto.

Hice clic en las pocas fotos que había compartido, notando que la mayoría de ellas eran o selfies o fotos de ella y mi hermana. No parecía haber un novio en ninguno de las fotos, lo que fue extraño. Era preciosa, y sobre todo normal, no sabía por qué no podía atraer a una chica normal y agradable. Después de tirar el teléfono al colchón a mi lado, presioné las palmas de mis manos contra mis ojos y respiré profundamente. Solo mirarla tenía mi polla subiendo. Sabiendo que estaba en la habitación de al lado y que no había nada que pudiera hacer sobre mi atracción por ella era una combinación perra. No estaba acostumbrado a tener que ejercitar tal autocontrol. Mi mano se movió bajo mis jeans, ajustándome donde estaba mí ahora dura polla presionando en mi cremallera. Mordiéndome el labio, tomé el peso de mi polla en mi mano y comencé a acariciarme. Me dije a mí mismo que era simplemente limpiar las tuberías antes de salir para la noche. No es como si pudiera llevar a una chica a casa de Paige. Desabrochando mis jeans, me liberé de la prisión de mezclilla. Accidente cerebrovascular por estar duro por Paige, me imaginé que la mano pequeña y suave de Paige se sentiría moviéndose hacia arriba y hacia abajo, sus delicados dedos masajeando mis bolas. Con un gruñido de placer tragado, me bombeé más rápido, corriendo hacia mi liberación. Un ruido de sorpresa llamó mi atención, y abro los ojos para ver a Paige de pie en mi puerta. ¡Mierda! Incapaz de meter mi verga hinchada en mis jeans, puse una almohada en mi polla y la miro fijamente. —¿Estás aquí para echarme una mano, princesa?

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Su cara se puso roja como un tomate y tartamudeó una disculpa antes de correr al final del pasillo. Después de unas cuantas respiraciones profundas para controlarme, salí de la cama muy infeliz y fui a buscarla. Paige estaba en la sala de estar, parada frente a la ventana, sus hombros tensos. Cuando me oyó acercarme, se volvió hacia mí. —Oh Dios mío, soy tan… lo siento. —Su expresión estaba dolorida, y me di cuenta de que se sentía realmente terrible—. No quería irrumpir así como así.

—¿Entonces por qué lo hiciste? —Creí haberte oído decir mi nombre. Mierda. ¿Lo había hecho? Soplé un aliento frustrado y empujé mis manos en mi cabello. Paige cruzó la habitación y se sentó en el borde del sofá. —Lo siento, pero no creo que esto no vaya a funcionar. Aun tambaleándome y al borde, respiré hondo otra vez. Poniendo mis dedos detrás mi cuello, me paré ante ella. Sus mejillas seguían manchadas de rosa, y sus ojos estaban vidriosos. —Lo entiendo. No crees que podemos estar juntos bajo un mismo techo sin estar enloqueciendo el uno con el otro. Hizo un ruido de sorpresa en su garganta. —Yo no dije eso. —No tenías que hacerlo, princesa. Tus reacciones me dijeron todo lo que necesitaba para saberlo. Los ojos azules de Paige se abrieron de par en par, fijándose en los míos. Le había dado un buen susto. Pero la mirada en sus ojos dictaba mucho de estar disgustada o enfadada.

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Mierda. Jugar con ella fue casi demasiado fácil. Y divertido. Aparte de su respuesta física a mí, sabía que estaba recordando la primera vez que la llamé princesa hace tantos años. Yo era un niño de diez años enojado, y ella con Allie estaban entrando en su primer año de preparatoria. Las cosas habían cambiado entre nosotros. Yo ya no era su lindo compañero. Yo era una enfermedad que ellas no podían parecen terminar. No me querían cerca de ellas, y desde que era demasiado joven para entenderlo, y mucho menos comunicativo con mis sentimientos, arremetería. Paige era la cosa más alejada de una princesa mimada. Era amable, considerada, y humilde. Pero su familia era de clase media, y la nuestra... bueno, no. Ese era un apodo para molestarla cuando se lo arrojé. Solo que no la había molestado en absoluto. Me sonrió su boca levantando una sonrisa torcida, y sus

dedos revolotearon a través de mi cabello. Después de eso, continué usándolo porque era el apodo que a menudo se ganaba una sonrisa. —No puedes decirme que no estás interesada. La forma en que tus pequeños y apretados pezones se asomaron, suplicando por ser lamidos se mueven con el martilleo de tu pulso en tu garganta, el sonrojo de tus mejillas, la codicia de tus ojos cayendo en mi regazo cuando entraste. Masticó su labio inferior, su mirada alejándose de la mía. —No es nada de lo que avergonzarse. Tenemos química. Simple y llanamente —continúo, mi tono suave, seductor. —Yo no... —Ancló sus manos a las caderas, lo que presionó sus senos, sus pezones todavía están duros y tensos. Suprimí una risa. Podía negarlo todo lo que quisiera, pero yo estaba en cuarto año de medicina. He estado estudiando biología y anatomía durante años. Tenía todos los letreros clásicos. Estaba excitada. —Somos prácticamente familia, Cannon. Lo que Allie haría... —No somos familia. Pero sí, Allie se volvería loca, por eso es que nunca se lo dirás. —No va a suceder. Nunca. —Su voz vaciló. Fue leve, pero estaba allí. Me encogí de hombros. —Lo que tú digas. Era solo una idea. —Y obviamente una mala idea. Una parte de mí se sintió aliviada porque rechazó mi sugerencia. Si le rompiera el corazón a Paige, no me lo perdonaría, el jugar con lo que no pude resistirme.

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Respirando hondo en sus pulmones, Paige luchó para recuperar el control. —Escucha, si no me quieres aquí, si crees que no podemos comportarnos... — Levanté mis cejas sugestivamente—. Puedo encontrar otro lugar donde estar hasta el final del semestre. Después de un gruñido burlado, enderezó la columna vertebral. —Puedo comportarme como un adulto si puedes. Son solo dos meses. Así que admite que el mal comportamiento le atrae.

—Suena razonable —murmuré. En realidad sonaba jodidamente deprimente, pero no la presionaría. Si ella quería negar que estaba interesada, no había mucho que pudiera hacer. Y dada mi pista con las mujeres, era una maldita buena idea mantenerlo en mis pantalones. Mi carrera era lo único que tenía bajo mi control. Me sentí bien al establecer metas y trabajar hacia ellas. Al crecer, nos mudamos de un apartamento en ruinas al siguiente hasta que mamá se volvió a casar cuando yo tenía dieciocho años, y se mudó con mi padrastro cuando fui a la universidad. Las cosas se estabilizaron después de eso, pero para entonces el deseo de más estaba tan profundamente arraigado en mí que nada podía detenerme ahora. Quería hacer algo mejor, para demostrarle a mi madre que podría hacer algo de mí mismo. Sí, la necesidad de coño a menudo me forzó en los clubes que buscan una liberación rápida con una compañera dispuesta. Una noche de pie y la relación ocasional a corto plazo me ayudó a aplastar la necesidad ardiente en mi ingle. Pero eso nunca ha quitado valor a mi misión. Y después de esta última ruptura particularmente dolorosa, terminé con las relaciones, incluso a corto plazo. De ahora en adelante, me limitaré a la clínica de los asuntos del corazón, y evitar los metafóricos que a menudo te aterrizaron en una desordenada ruptura. —Realmente no quise interrumpir —dijo Paige, su voz se suavizó—. ¿Estás enojado? Negué con la cabeza y me senté junto a ella. —No estoy enojado. ¿Excitado? Sí. Enojado, no.

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Me sonrió con una dulce sonrisa, sus ojos azules arrugándose en las esquinas. No había nada con lo que podría estar enojado con ella. Solo necesitaba averiguar cómo sobrevivir a los próximos dos meses.

8 Cannon llegó a casa después de medianoche. Me odiaba a mí misma por haberlo esperado, escuchando a través de las paredes por él, aun así, lo había hecho. Llegó solo, usó el baño (había oído su cepillo de dientes eléctrico zumbando a través de la delgada pared y el agua corriendo). Luego, cerró la puerta de su habitación. Nuestro encuentro de esa noche había jugado en mi mente durante horas. Con solo verlo dos veces desnudo, ya sabía que jamás podría borrar esas imágenes de mi cerebro. No podía creer en el hombre que se había convertido. ¿Y esa boca sucia? Tus pequeños y apretados pezones se asomaron, suplicando por ser lamidos. . . Recordar la forma en que su oscura y seductora voz rodó sobre las palabras, me hizo erizar de nuevo por toda mi columna vertebral.

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Afortunadamente, la mañana pasó rápidamente. Cannon fue al gimnasio y se duchó mientras me dirigía al centro de estética para cortar y retocar el color de mi cabello antes de la gala benéfica. Funcionó perfectamente que tuviera las citas periódicas programadas el día del evento. Salí del salón de belleza sintiéndome renovada y optimista. Al menos mi peinado no se desperdiciaría. Allie prometió que estaría a las cuatro para recogernos. Cuando llegué a casa, retoqué mi maquillaje y escogí la ropa. Me puse un vestido de cóctel de color champán de cuello alto con escote en la espalda, el cual compré el año pasado en una venta de muestras de diseñador pero nunca había tenido una excusa para ponérmelo. El corte del vestido no permitía un sujetador, pero estaba tan bien ajustado que no creo que alguien lo notará. Mi largo cabello caía en suaves ondas por mi espalda. Pude oír a Cannon moverse por la casa, y por alguna extraña razón, me sentí nerviosa por verlo. Deslicé mis pies dentro de unos tacones altos y negros de los que me arrepentiría en una hora. Estaba lista. Cuando agregué los hermosos aretes de

diamantes vintage de mi abuela, revisé mi apariencia en el espejo de cuerpo entero en la parte posterior de la puerta de mi armario. Los tacones alargaban mis piernas, y el vestido brillaba en la luz. Mi mente vagó de regreso a la noche anterior. Hacer la cena para ambos había sido un gesto tan inesperadamente dulce que nuestra conversación fluyó tan fácilmente. Pensé que ya lo conocía bastante bien, pero había aún más por descubrir. He visto partes de su pasado mientras hablábamos, la forma en que había tensado la boca y las cejas fruncidas cuando hablaba de su modesta educación, una que lo había inspirado a esforzarse por obtener más. La esperanza en sus ojos cuando me habló de practicar medicina. Me gustó esta nueva versión adulta de Cannon. Fue extraño, por mucho que detestara la idea de tener un compañero de habitación al principio, encontré que la compañía era agradablemente refrescante. Incluso me sentí más segura, dormí mejor con él bajo el mismo techo. Tal vez fue porque somos más parecidos de lo que recordaba. Entendí su filosofía sobre... (¿Cómo fue que dijo? oh, sí) el arte de hacer limonada. Lo entendí probablemente mejor que nadie.

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Mi madre siempre me había dicho que era una niña cuidadosa y demasiado cautelosa. Desde el momento en que pude caminar, hablaba en serio y con frecuencia me preocupaba. Siempre fui la responsable, alguien con quien los amigos podían contar. Luego, perdí a mis padres un año después de graduarme de la preparatoria. Mi mundo se volvió oscuro y solitario. Pasaron varios meses antes de que me diera cuenta de que dependía de mí mejorarlo, y no mancillaría su memoria desmoronándome. Nunca había hecho nada salvaje, imprudente o tonto. Cuidaba de la gente. Supongo que, a mi manera, estaba haciendo limonada. Disfrutaba mi trabajo como gerente de recursos humanos para una organización sin fines de lucro. Cuidé a Enchilada cuando lo encontré deambulando por la calle sin collar, Allie y yo nos aferramos la una a la otra contra viento y marea. Simplemente continué. Un día después de otro. Por supuesto que quería más, encontrar a alguien con quien compartir mi vida, pero eso sucedería a su tiempo. Sin embargo, la conversación y la comida de anoche con un hombre que había sido atento y dulce solo cultivaron ese sentimiento aún más dentro de mí. Decidiendo que no podía posponer las cosas por más tiempo, fui a ver si Cannon también estaba listo. Lo encontré de pie en la cocina, cargando un plato y un vaso en el lavavajillas. Estaba doblado por la cintura. Mis ojos se centraron en su culo firme. Mierda santa. El hombre tenía el cuerpo de un dios griego. El aire abandonó mis pulmones

mientras me sumergía en la vista. Sí, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuve sexo. Cuando se levantó para mirarme, una lenta sonrisa se extendió por sus labios. He sido atrapada. Rápidamente aparté la vista, pero el daño ya estaba hecho. —¿Listo? —pregunté sin aliento. Cannon se veía delicioso con su traje negro, una impecable camisa blanca que estaba lo suficientemente ajustada como para insinuar sus músculos debajo, y una corbata de color vino. Su cabello estaba desordenado y su mandíbula ocultaba una sombra. Su cuerpo era tan masculino, tan intenso con la promesa del sexo, que atraía el mío como un imán. En lugar de responder, la sonrisa de Cannon se desvaneció y su mirada se deslizó sobre mí. Mi cuerpo se calentó bajo su escrutinio mientras sus ojos se desplazaban sobre la curva de mis senos y caderas. Estaba a punto de descubrir si era posible quemarse espontáneamente bajo el peso de su mirada. —¿Has echado un buen vistazo? —Logré decir finalmente, regañándolo. —¿Y tú? —me preguntó, con su voz demasiado controlada—. ¿Debo dar vueltas para ti? ¿Quizás desnudarme otra vez? —Se rio entre dientes después de esa última parte. Sentí que me ardía la cara. Sí, desafortunadamente, ya había visto lo que había debajo de su ropa: un paquete de seis abdominales y un gran follón entre sus piernas. Como si fuera algo que pudiese olvidar… Colocando una mano en mi cadera, luché por controlar la reacción de mi cuerpo ante su masculinidad. —No se supone que los doctores tengan más… —Mis labios se crisparon, buscando la palabra correcta.

—Tacto —dije inexpresiva antes de que mi cerebro pudiera fijarse demasiado en la forma en que decía cama2.

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—¿Trato con los pacientes? —ofreció después de un momento.

Un golpe en la puerta llamó nuestra atención. Allie estaba aquí.

2

En ingles Cannon dice ―Bedside manner‖: lo cual significa ―actitud ante el paciente‖ por lo cual Paige dice en el original la palabra Cama- BEDside.

¡Gracias a Dios! Arrebaté mi bolso del tamaño de una estampilla del mostrador camino a la puerta de entrada. —¿Están listos, chicos? —preguntó Allie, luciendo adorable con un corto vestido negro. Cannon se puso unos zapatos negros y guardó su celular en su bolsillo. El movimiento atrajo mi mirada hacia la parte delantera de sus pantalones y mi rostro se calentó. ¡Demonios! Allie condujo, ya que ella fue quien nos invitó. Cuando llegamos, el ayudante se llevó su automóvil mientras subíamos los escalones hacia el impresionante museo donde se estaba celebrando el evento. Solo había estado aquí una vez, en una excursión de clase hace casi dos décadas. Los camareros de gala se abrían paso entre la multitud, balanceando copas de champaña rosa en bandejas de servir, y bandejas de comida tentadora alineadas en las largas mesas de banquetes al otro lado de la sala. Una banda de siete músicos tocaba jazz suave, creando una atmósfera rica y culta. Gente guapa se mezclaba y reía en medio de pequeñas charlas. Reconocí la canción de Dean Martin que sonaba, y sonreí cuando Allie llamó a un camarero cercano, tomando copas de champán para los tres. —¿Cómo lo llevan hasta ahora, compañeros de cuarto? —Allie sonrió, mirándome a mí y a su hermano. Me tragué un nudo repentino en la garganta. —Bien —mentí. Estaba aterrorizada ante la idea de que mi rostro delatará mi creciente atracción por el hombre que estaba parado demasiado cerca de mí. —Paige ha sido genial —dijo Cannon sin problemas—. Muy acogedora.

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—No hay muchas personas en las que confíe para alojar a mi hermanito — comentó Allie. —¿Te has dado cuenta que soy un hombre adulto? —preguntó Cannon deliberadamente. Allie simplemente se encogió de hombros. Ella siempre había sido así con él, una madre sobreprotectora. En cierto modo, me sentí un poco mal por él, aunque sus intenciones fueran buenas.

—¿Ya te registraste? —Allie me dio un codazo, lanzándome una mirada de soslayo. No ésta mierda de nuevo. Gemí internamente. Si ella estaba tan feliz con su vida amorosa, ¿por qué sintió la necesidad de tratar de orquestar la mía? —Todavía no —murmuré, tomando otro sorbo de mi bebida. Mi mirada se dirigió al escenario mientras trataba de perderme en la música. —¿De qué estás hablando? —preguntó Cannon. —Una aplicación de citas increíble. Estoy tratando traer de vuelta a Paige al juego. Cannon se puso rígido, sus ojos entrecerrados encontraron los míos en medio de una mirada de evaluación, como si hubiera algo que no le gustara sobre la idea de que yo saliera con alguien. —Quiero decir, ella es hermosa ¿verdad, Cannon? —preguntó Allie. —Impresionante —dijo, sin dejar de mirarme directamente a los ojos. Esa conexión sofocante que había experimentado antes regresó con toda su fuerza, haciendo picar mi nuca. Su atención era demasiado, tuve que mirar hacia otro lado. —En serio, Paige —continuó Allie—. Tus días de monja se terminaron. No voy a parar hasta que te hayas registrado. —Nunca me has molestado con eso —dijo Cannon. —Eso es porque si empiezas a salir en serio con alguien, tendría algo que decir al respecto. Estás tan cerca de completar la escuela de medicina, Cannon. Has llegado hasta aquí; cualquier distracción ahora sería estúpida. Especialmente teniendo en cuenta tu historial.

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Miré hacia el escenario, la sangre bombeaba tan fuerte en mis oídos, apenas podía escuchar la música. Quizás haber salido con ellos esta noche había sido una mala idea. —Voy a tomar un poco de aire. —Cannon se alejó. Allie lanzó un suspiro. —Ha pasado por muchas cosas en las últimas semanas. Estallará. Siempre lo hace.

Tuve la sensación de que había sucedido algo de lo que no estaba al tanto. Algo que hizo que Allie fuera aún más protectora con Cannon de lo que solía ser. La forma en que se había marchado me hizo simpatizar. Eso, y no quería que Allie me presionara sobre su estúpido sitio de citas otra vez. Agradecería cualquier ruta de escape de esa conversación. —¿Pasó algo? ¿Con Cannon? —pregunté. —¿A qué te refieres? —Es un hombre de veinticuatro años, Al. Seguramente puede manejar el hecho de tener citas, seguir en el cuadro de honor de la escuela de medicina y trabajar, si así lo quiere. La mirada de Allie pasó del escenario al mío. Luego, se mordió el labio. —No debería decir nada, pero ha tenido una racha de mala suerte. Atrae a verdaderas psicópatas. No estaba segura de qué decir. ¿Allie estaba dimensionando las cosas? Su creencia de que nadie era lo suficientemente bueno para su asombroso hermano menor no era exactamente un secreto. Pero, ¿y si estaba diciendo la verdad? ¿Qué se suponía que debía hacer con esa información? En cualquier caso, no quería revolver la mierda en medio de una fiesta elegante. Si Allie se encontraba administrando la vida de Cannon era su asunto familiar; podrían discutir sobre eso más adelante si quisieran. Así que, solo dije: —¿En serio? Eso apesta. Allie parecía querer decir algo más pero se limitó a asentir, con los labios fruncidos.

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Tomamos nuestras bebidas por unos minutos más. Cannon regresó al rato. La tensión en su frente se había ido. Ahora parecía relajado, como si fuese el mismo otra vez. Con las torpes conversaciones detrás de nosotros, escuchamos a la banda en silencio. Allie se balanceaba con la música mientras Cannon y yo nos quedamos rígidos, a escasos centímetros de distancia, tratando de no tocarnos. El escenario debió haber sido un bombardeo casi abrumador a mis sentidos; era ruidoso, estaba abarrotado y proporcionaba una excelente vista de la gente. Sin embargo, todo en lo que podía concentrarme era en una cosa: el hombre parado a mi lado. El picante aroma masculino de Cannon y el calor irradiando entre

nosotros. La forma en que él parecía distraído por mi presencia también me hizo más consciente, más curiosa de esta cosa misteriosa que se estaba desarrollando entre nosotros. Una cosa era cierta: Allie nunca podría saber acerca de mi creciente atracción hacia su querido hermano. Acabé de ver cómo reaccionó ante cualquier distracción potencial de su carrera. ¿Y cuál era el punto de todos modos, si se mudaba en dos meses? Solo terminaría durmiendo en otra cama vacía de nuevo, pero aún más esta vez, porque mi mejor amiga estaría enojada conmigo. —¿Quieres bailar? —preguntó Cannon, volviéndose hacia mí y ofreciéndome su mano. ¿Qué carajos estaba haciendo? Lo miré con incredulidad. ¿Quería mandar a volar nuestra coartada? Pero antes de que pudiera responder, la mano de Allie ya se encontraba en la parte baja de mi espalda, empujándome hacia adelante. —Vamos Paige. ¡Necesitas toda la práctica que puedes obtener con el sexo opuesto, y ¡no es como si te fueras a enamorar de Cannon! —Se río, dándome otro empujón. Puse mi mano en la de Cannon, forzando una sonrisa. Dejé que me guiara a la pista de baile, donde otras parejas se balanceaban ante el suave jazz que flotaba a nuestro alrededor. —Pensé que podría salvarte —dijo Cannon, con su voz rica y sedosa cerca de mi oreja. Mi postura se relajó casi de inmediato. Entonces de eso se trataba todo esto. —Gracias. —Ella tiene buenas intenciones, ya sabes.

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Asentí. Es cierto. Mientras bailábamos, Cannon tarareaba las palabras de la canción de Frank Sinatra, moviéndome y guiándome en sincronía con la música. Estaba empezando a darme cuenta de que había tantas pequeñas cosas que no sabía sobre este hombre. Sosteniendo mi mano en su gran palma, Cannon me agarró la cadera con su otra mano mientras me guiaba por la pista de baile. Miré de vez en cuando para ver

si Allie nos estaba mirando, pero no. Estaba hablando con un hombre mayor en el bar. —¿Por qué sigues soltera? —preguntó Levanté la vista, inhalando el delicioso aroma de la loción para después del afeitado sobre su mandíbula raspada. —Siempre has sido dulce y amable. Me imaginé que ya te habrías casado. Me encogí de hombros. —No estoy casada, ni siquiera estoy cerca. —Pronto seré una mujer de treinta años que vive con su perro. —Ya lo veo. Pero has crecido hasta convertirte en una belleza, princesa. No tiene sentido. ¿Estás segura de que no hay una razón por la que estés soltera? —Ninguna, solo estoy esperando al amor —le dije, sorprendida por la honestidad de mis palabras—. Y parece que se está tomando su buen tiempo. Cannon asintió. —Ya veo. Cuando la canción terminó y se mezcló con la otra, él continuó sosteniéndome, meciéndose con la música. Hablamos de nuevo sobre el arte de hacer limonada, y fue entonces cuando decidí que no solo me atraía su físico o su atractivo masculino. Me atraía el hombre que estaba dentro, la persona en la que se había convertido. Sus palabras golpearon algo dentro de mí. Me había cerrado ante la idea de una relación, y ni siquiera podía explicar el porqué.

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Cuando la canción terminó, fuimos al bar, lo cual fue genial. Descubrí que de repente necesitaba algo más fuerte que el champán. Bebiendo un cóctel de vodka de arándano, contemplé lo que estaba haciendo con mi vida. Tal vez Allie y Cannon tenían razón. Necesitaba exponerme más. Tenía un buen trabajo que disfrutaba, un hogar agradable, una vida cómoda, pero no tenía nada real. No tenía una conexión amorosa, alguien con quien volver a casa, a menos que contara Enchilada. Solo que hasta ahora empezaba a molestarme aquello. Tal vez fue porque Allie estaba constantemente señalando mi soltería, la razón por la cual este asunto había sido llevado a primer plano en mi mente.

Una pequeña parte de mí se preguntó si mi deseo de compañía fue provocado por el hombre cálido y físicamente capacitado con el que estaba compartiendo mi espacio. . .

●●● Un par de horas más tarde, ya nos habíamos cansado de la gala. Allie nos llevó de regreso a casa, hablando de sus aventuras con la planificación de la boda. Era obvio que Cannon no era más fan de James que yo. Rodó sus ojos ante la mención de una fiesta de soltero. Eso me hizo reír. De repente, Allie se detuvo en la acera, luciendo preocupada dentro del oscuro interior del carro. —Ustedes dos pueden permanecer bajo el mismo techo y comportarse como adultos ¿verdad? La mirada de Cannon se encontró con la mía por el espejo retrovisor. —¿Tu qué crees Paige? —La insinuación de una sonrisa en sus labios llenos y sensuales se abrió paso debajo de mi piel, tomando residencia permanente. —N-no seas idiota. —Me forcé a decir. Mi voz sonaba antinaturalmente alta y sin aliento. —Simplemente no quiero encender la tv un día y descubrir en las noticias que se asesinaron mutuamente —dijo Allie. Dejé escapar un suspiro tembloroso. No tenía idea de mi atracción hacia él, al menos no por el momento.

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—Cannon, deberías tal vez conseguir algunos tapones para oídos. Ella roncaba como loca cuando compartíamos el dormitorio de la universidad —continuó Allie—. Y Paigey, no permitas que Cannon te deje todos los quehaceres. Rompe el látigo en su culo. —Un látigo. Es una idea interesante. —Cannon se rio entre dientes, y resistí el impulso de patear el respaldo de su asiento. Satisfecha, Allie se volvió hacia el frente. —¡Buenas noches chicos! Con la incertidumbre moviéndose en mis venas, me bajé del auto y seguí a Cannon dentro.

La noche aún era joven, estaba demasiado temprano para fingir estar cansada e ir a la cama, así que lo único que podía hacer era aceptar la invitación de Cannon para tomar una copa de vino. Fui a cambiarme, intercambiando el elegante vestido y los tacones por unos pantalones de yoga y una camiseta. Luego, me reuní con Cannon en la sala de estar. Él se había quitado la chaqueta, que ahora colgaba en el respaldo de una silla de comedor. Su camisa de vestir blanca estaba desabotonada en la garganta, y las mangas se habían enrollado en sus antebrazos. —Esta noche fue divertida, ¿eh? —preguntó, estirando su delgado cuerpo sobre mi pequeño sofá y aflojando su corbata. Acepté la copa de vino que me ofreció y me senté en el sillón junto a él. En general, las galas lujosas no eran lo mío, pero era agradable cambiar de vez en cuando. —No había estado en ese museo desde mi viaje de campo en sexto grado. Es tan bonito ahí. —El edificio de piedra con sus macizos pilares al frente se alzaba como un hermoso recordatorio de la historia de la ciudad. —Allie realmente quiere que te registres para esa cosa de citas —dijo, evaluándome—. ¿Lo harás? Estaba segura de que estaba leyendo más sobre su repentino interés de lo que realmente estaba allí. Aun así, la pregunta provocó un enjambre de mariposas dentro de mí. Tomé otro sorbo de vino para comprarme unos segundos más.

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La verdad, quería encontrar un buen hombre. Y las probabilidades de hallar al ‗Señor indicado‘ en una aplicación de citas eran pocas. Pero tal vez eso estaba bien. Quizás un ‗Señor diversión momentánea‘ también sería bueno. Unos orgasmos decentes no serían lo peor del mundo. No había tenido relaciones sexuales en más de un año, y según Allie, eso no era normal para una mujer de veintitantos años. Tal vez simplemente no era tan audaz y liberal como ella. ¿Pero por qué no podría ser? ¿Qué me estaba frenando? ¿Por qué no podría agarrarme la vida por las pelotas y vivir, tomar el placer como mejor me pareciera? Empujé todo eso a un lado, me encontraba mucho más interesada en averiguar sobre Cannon. —No sé, probablemente no. ¿Y qué contigo? ¿Tiene algún interés en tener citas?

Su expresión se volvió seria, y me pregunté si había tocado un punto delicado. No podía dejar de advertirle a Allie, ¿o sí? Era un hombre maduro y podía salir con quien quisiera. Después de una pausa, dijo: —Mi pasado me ha dictado que debo vivir bajo un estricto conjunto de reglas cuando se trata de sexo: que sea de una sola vez y sin intercambio de nombres o teléfonos. Rodé los ojos. —Que romántico de tu parte. —¿No lo apruebas? —Hablas como un verdadero mujeriego. —No soy nada parecido a un mujeriego, te lo puedo prometer. Mi teléfono actualmente está muy silencioso. A salvo, pero silencioso. —¿Cuál es el punto, entonces? —Tomé otro sorbo de vino, cautivada por su profundo y bajo tono. —En mi experiencia, las mujeres se convierten en criaturas enloquecidas después del sexo. Solté un bufido. —¿Enloquecidas? ¿Qué demonios se supone que significa eso? —Lo hizo sonar como si no fuéramos más que delicados desórdenes hormonales que perdían la cabeza ante la idea de aparearse. —Tengo un largo historial al respecto. Créeme.

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—¿Empezando con? —¿Quieres saber sobre mi primera vez? —Él sonrió y yo asentí. Negando con la cabeza, dejó su vaso sobre la mesa—. Tenía dieciséis años cuando perdí mi virginidad. Amanda tenía dos años más, pero la conocía desde hacía años. ¿Estaba hablando de Amanda McDuff? Ella había vivido en la calle de Allie y Cannon mientras crecía. Solo podía suponer que a quien se refería era a la porrista rubia y de ojos azules.

—Era agradable, normal y amigable. Ninguna preocupación en el mundo. Sabía que había follado a Tommy Lester después del regreso a casa la semana anterior. Entonces casualmente le pregunté si le gustaría ser mi primera vez. Realmente suave. Sonreí. —Dijo que sí y lo hicimos. —¿Luego? Él miró sus manos. —Intentó suicidarse dos días después. Jesús. Hice una mueca. —Sí. Y aunque las situaciones no han sido tan severas, se han acercado. Desde casi extrañas que profesan su amor después de un rapidito, acosadoras, hasta una que se esposó a mi cama, digamos que no he sido suertudo después de tener suerte. —¿Tu pene está maldito con magia negra o algo así? Él se encogió de hombros, arrastrando los ojos para encontrarse con los míos. —No, solo con veinte centímetros de largo. También tengo una resistencia maléfica... y una comprensión avanzada de la anatomía femenina. Mi interior se apretó violentamente. Mierda. Ahora, era su turno de sonreír. —¿Tienes un problema ahí?

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Extendí mis manos en un gesto de ¿quién, yo? mi vino chapoteaba un poco en el vaso. —Por Dios, Cannon. Lo siento, estoy un poco confundida. Eres el hermano pequeño de Allie. Su sonrisa era diabólica. —Ahora somos adultos, Paige. No hay ninguna razón por la que no podamos hablar de sexo sin que se vuelva extraño. Además, tú eres quien lo mencionó. Refunfuñé, pero no pude discutir, era cierto.

—Entonces, ¿qué pasó después? —Probé con otra táctica. Durante el último año, evitaré temporalmente el sexo. ―¿Todo el año? —Bueno, no soy santo. El oral todavía seguía en el menú. Pero el acto de penetración no. Hice un ruido de sorpresa. ¿Hablaba en serio o solo trataba de liberarse de mí? —Resulta que las mujeres se enojan mucho cuando te niegas a follar cualquier parte de ellas, excepto sus bocas. Incluso si les ofrecía devolverles el favor, lo tomaban como un insulto personal. —¿Eso crees? Dios, ¿te oyes? Suenas como un ególatra idiota. Se encogió de hombros mientras una sonrisa sexy se levantaba sobre sus labios. —Solo estoy protegiendo mis intereses. —¿Cuáles? —Sabía que tenía unos objetivos precisos que lo impulsaban, pero no cuáles eran. No realmente, de todos modos. —Mi mamá y mi hermana han pasado por muchas cosas. Han hecho mucho para asegurarse de llegará donde estoy hoy. Me encuentro tan cerca de graduarme de la escuela de medicina y obtener una residencia. No dejaré que un coño, o una mujer que piense que de repente nos enamoramos porque la folle mejor que su novio, arruinen mi futuro. La una respuesta que mejor pude manejar fue un:

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—Bien dicho. Durante toda la conversación, mi corazón había estado martilleando en mi pecho. Este hombre sexy y prohibido me estaba dando una idea sobre su vida sexual. Solo podía imaginar a las mujeres arrojándose sobre él. No solo era hermoso, sino también médico. Y si estaba diciendo la verdad sobre lo grande que era su polla... —¿Por qué me miras así? —preguntó Mi corazón latía rápido, fuerte y caliente. —¿De verdad crees que después de dormir contigo una vez, las mujeres se enamoran de ti?

Él asintió. —Desearía que no fuera cierto, pero sí, eso es lo que te estoy diciendo. Algo se rompió dentro de mí. Tal vez fue el vino o el brillo en sus traviesos ojos. Demonios, podría haber sido el bulto ansioso en sus pantalones, pero la reparadora que existía en mí quería ayudar, demostrar que estaba equivocado. Por supuesto que quería experimentar el amor verdadero algún día, pero mientras tanto, estaba malditamente cerca de la idea de tener una cita caliente. —¿Y si pudiera probar que estás equivocado? —Mi voz era sorprendentemente estable para lo nerviosa que me estaba sintiendo de repente. —¿Qué estás diciendo? —Su postura era rígida, como si su cuerpo estuviera enrollado, con todos sus músculos en alerta. Pensamientos malvados pasaron por mi cerebro. Intenté con todas mis fuerzas sacarlos de mi mente, pero joder, había visto a este hombre desnudo, y ahora estábamos viviendo bajo el mismo techo. —¿Estás listo para tener que tragarte tus palabras? —¿Y tener sexo contigo? —Sus labios se crisparon, distrayéndome. Mis ojos se encontraron con los suyos y se sostuvieron. Ni siquiera necesito decir que sí en voz alta. —¿Y tú que ganas? —preguntó —¿Además de unos cuantos orgasmos? la oportunidad de probarte que tu teoría es una mierda. Empujó sus manos por su cabello y miró hacia el techo.

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—Mierda. —Su voz era espesa y se escuchaba llena de necesidad. La Paige aburrida había desaparecido, y en su lugar, la nueva Paige era descarada, sexual y audaz. Me sentí viva, atrevida y perversa. No había sentido nada como esto en un largo tiempo. Además, solo tendríamos que vivir juntos durante dos meses. ¿Qué es lo peor que podría pasar? —¿Cuándo empezamos? —murmuré. El alcohol debe haberme afectado aún más de lo que pensaba, santa mierda, ¿qué?

Se sentó hacia adelante otra vez. Su sonrisa empapada de pecado envió una sensación de victoria a través de mí. Había ganado; iba a obtener todo lo que anhelaba. Extendió la mano para acariciarme la mejilla con el pulgar, y no podría haber detenido su toque aunque quisiera. —No te voy a follar borracha. —Su voz era demasiado ronca como para decir algo así—. Ve a dormir. Si aún quieres hacer esto mañana, estoy adentro. —Luego, se puso de pie y desapareció por el pasillo. Una parte de mí estaba tan cabreada (sin mencionar lo cachonda) que podía gritar. Pero la mayoría de mí se sintió aliviada. Me puse en pie de forma insegura y me dirigí hacia mi habitación. Esa sugerencia había pasado de ―audaz‖ a ―completamente loca‖. Cannon había sido un caballero, dándome una salida. Probablemente fue lo mejor. Estaba segura de que a la mañana siguiente, recobraría el sentido.

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Al menos, eso esperaba.

9

C

uando desperté, estaba segura de que anoche había sido un mal sueño. Luego cambié mis piernas sobre el lado de la cama y vi el vestido de cóctel de color champán arrugado en mi piso, frunciendo el ceño mientras los recuerdos de la noche anterior arañaban los bordes de mi cerebro. Pero la nariz húmeda de cierta bola de pelusa me dio un nuevo empujón. Enchilada tenía que orinar. Me armé de valor y entré de puntillas en el pasillo. La casa estaba totalmente silenciosa. La puerta del dormitorio de Cannon estaba casi cerrada, y pasé rápidamente. Agarré la correa de la encimera, y fue entonces cuando lo vi. Una nota Post—it estaba pegada a mi cafetera, la desordenada manuscrita de Cannon garabateado en el papel. Necesitamos hablar. Dos pequeñas palabras no deberían haber tenido la capacidad de hacerme estallar en colmenas, pero cuando la realidad de la noche anterior se vino abajo, tuve que sujetar el mostrador. De hecho, le había propuesto seriamente a Cannon tener sexo. Esta fue la realidad con la que tenía que lidiar ahora. Colgando mi cabeza entre mis manos, inhalé profundamente.

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Si pudiera quedarme en mi habitación y esconderme todo el día, lo haría. Pero luego Enchilada dejó escapar otro gemido. —Bueno. Vamos, amigo. —Agarré su correa y puse mis pies en mis zapatos, y luego Enchilada y yo estuvimos a salvo afuera haciendo una escena. Solté un suspiro de alivio cuando cruzamos la calle hacia nuestro parche habitual de hierba... y fue entonces cuando noté que el auto de Cannon había desaparecido. La sensación de hundimiento en mi estómago rápidamente se convirtió en pánico completo.

Oh Dios, ¿lo había echado con mi loca insinuación anoche? Tal vez él había ido directo a Allie esta mañana, le había dicho que ya no se sentía cómodo con quedarse aquí. Yo había acosado sexualmente a su hermanito. Mierda, ella nunca volverá a hablarme otra vez. Miré al distante Río Huron mientras Enchilada hacia su negocio, y fantaseaba con arrojarse a mí mismo. Cuando Enchilada terminó, lo tomé en mis brazos, abrazándolo fuerte a mi pecho cuando volví corriendo adentro. La puerta de la habitación de Cannon había quedado entreabierta, y yo empuje ligeramente unos centímetros más para mirar dentro. El futón volvió a su posición de sofá, y las mantas estaban dobladas encima del escritorio. Su bolsa de lona y un par de bolsas de compras estaban en la esquina. Así que sus cosas todavía estaban aquí, pero no me consoló en lo más mínimo. Su nota era clara y directa, pero ¿qué diablos iba a decirle? Seguro que cometí un error colosal anoche, me puse a hacer café y desayuno. Luego tomé una ducha, como si lavarme el cabello y afeitarme y secarme con secador mejoraría todo. No podía esperar a que este fin de semana terminara. Nunca quise que fuera la mañana del lunes tanto antes en toda mi vida. Pensé que si podía desaparecer en la oficina, podría perderme en mis rutinas y obligaciones semanales, luego todo volvería a la normalidad. Oh, qué equivocada estaba. Oí un camión grande que se detenía afuera y se estacionaba, con el motor al ralentí. Entonces, hubo un golpe en la puerta. Un hombre que llevaba una placa que decía HANK me sonrió y me tendió un portapapeles. —Buenos días, señora. Firme aquí. Cogí el bolígrafo y miré la página que tenía delante.

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—¿Para qué es esto? Hank volvió a tocar la página. —Es un reconocimiento de recogida y entrega. Otros dos hombres pasaron junto a mí a la casa y al dormitorio de Cannon. ¿Qué diablos está pasando? Salieron con el futón.

Mi estómago se revolvió. Oh mierda, realmente se estaba mudando. Eso era... y solo sería cuestión de tiempo antes de que Allie me sacara de su vida para siempre. Mi corazón amenazó con dejar de latir. Sonó mi teléfono y lo agarré del mostrador, respondiendo sin molestarme para verificar la identificación de la persona que llama. —¿Hola? —Oye, Paige. Es Cannon. Nunca había estado tan mortificada en toda mi vida. Yo quería meterme en un agujero y morir. La necesidad de corregir esta situación antes de que se descontrolara aún más fuera de control estalló dentro de mí. —Lo siento mucho por lo de anoche. Nunca quise hacerte sentir incómodo. — Solté un aliento lento y tembloroso, esperando que dijera algo. —Entonces, ¿no quieres follarme? Me estremecí ante sus palabras. Físicamente, por supuesto que sí. Pero no valió la pena agitación emocional que vino con eso. Incluso ahora, en lo profundo de la agitación emocional, mi cuerpo todavía reaccionó a él. Pero él claramente no quería eso. Le fue repulsivo, de hecho. Dios, era una maldita idiota. Mi voz tembló mientras trataba de salvar cualquier orgullo personal que pudiera. —Lo siento mucho. Nunca quise causar ningún problema. No quiero que pienses que tienes que mudarte.

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—¿Mudarme? —Su tono era inseguro—. ¿Quién dijo algo sobre mudarse? —Aquí hay hombres sacando el futón de tu dormitorio. —Cruzando la habitación a la ventana delantera, eché un vistazo. Tenían un enorme colchón blanco envuelto en plástico y lo estaban arrastrando desde la parte trasera del camión. —¿Qué? Mierda, lo siento. —Suspiró—. Déjame comenzar de nuevo. Me llamaron al hospital en un corto plazo y olvide decirle que hoy me entregan una cama. Ya no podía dormir en ese futón. Pero se suponía que no debían tomar la maldita cosa. Es tuyo.

Los hombres metieron el colchón a través de la puerta y se dirigieron a la habitación de Cannon. De repente, todo tuvo sentido. Cannon no estaba enojado. Él no se iba. De hecho, se estaba acomodando mejor en casa. —¿Paige? ¿Estás allí? —Estoy aquí —dije después de unos momentos de silencio—. No te preocupes por el futón. De todos modos, no habría encajado con la cama allí. —¿Estás bien? —preguntó—. Si cambiaste de opinión sobre nosotros... —¿Lo hiciste? —pregunté, mi corazón reanudó su galope por razones muy diferentes a las de antes. El equipo de entrega pasó junto con el armazón de la cama mientras esperaba que Cannon respondiera. —He estado duro desde anoche pensando en ello. Te he deseado por diez años, Paige. Su admisión envió una nueva ola de deseo corriendo a través de mí. —No cambié de opinión. —Mi voz era inusualmente suave. —Estaré en casa a las siete y media —dijo. —¿Cena? —pregunté. —Me tomo mi descanso a las cinco y normalmente como.

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—Bueno. Siete treinta —repetí. Probablemente estaría demasiado nerviosa para comer de todos modos—. Hasta entonces. Una vez que cerré la puerta detrás del equipo de entregas, volví al dormitorio de Cannon, casi aturdida. La enorme cama tamaño king ocupaba la mayor parte de la habitación, un signo imponente y ominoso. ¿Realmente voy a seguir con esto?

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—¿Y

a decidiste? —preguntó el Dr. Stinson, de pie a mi lado.

Volví a mirar las opciones y fruncí el ceño. Pan de carne de pavo o lasaña. Si iba a rockear el mundo de Paige esta noche, quería comer ligero. No quería un estómago lleno de comida pesada para impactar mi actuación. —Puede que solo golpee la barra de ensaladas —dije, volviéndome para ver si las ofrendas parecían apetitosas. El Dr. Stinson se rio entre dientes. —No te preguntaba que habías decidido cenar. Me refería a tu especialidad. Tienes un claro talento para poner al sexo opuesto a gusto. Harías un gran profesional de la salud de las mujeres. Cogiendo una bandeja de la pila, lo seguí hasta la barra de ensaladas. —He estado pensando más en, uh...

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Lo primero que se me metió en la cabeza fue la cardiología. Eso es lo que yo había dicho cuando Paige preguntó. Pero esa era la especialidad del Dr. Stinson, y sabía que si decía eso, él empezaría a hablarme de mi oreja. Y realmente quería un descanso de mi intensa carrera de discusiones ahora mismo. —Cirugía plástica —solté por fin. —Hmm. Un hombre de tetas, ¿eh? —Se rio entre dientes mientras amontonaba su plato con espinaca. No estaba seguro de cómo tomar su reacción, pero realmente no importaba. Era mi decisión que tomar.

En realidad, tal vez la cirugía plástica no fuera tan mala idea. Con la gran cantidad de población envejeciendo y la obsesión de Hollywood con la apariencia, la cirugía plástica era un campo en crecimiento. El dinero sería muy bueno. Podría construir un fondo de ahorros para mamá, y luego cambiar el enfoque a algo como cirugía craneofacial pediátrica. Que me daría la oportunidad de viajar al extranjero; me involucraría en uno de esas misiones caritativas internacionales que ayudan a los niños nacidos con paladar hendido y otras deformidades faciales, proporcionando cirugías reconstructivas menores que de otra forma no tendrían acceso. Pero la posibilidad de viajar a través de los años entre aumentos mamarios y cambios físicas en mamás sonaban como ver pintura seca. Si no era algo que yo fuera apasionado, algo que me interesaba, sabía que me quemaría y mi trabajo sufriría. Y casi cualquier tipo de medicina podría ser puesta en buen uso ayudando a los necesitados. Podría elegir otra cosa. Cuando el Dr. Stinson aclaró su garganta, me di cuenta de que había estado bloqueando los tomates durante casi treinta segundos. Maldición... este era exactamente mi problema. Había demasiadas opciones, y tenía demasiados factores que considerar. Quería una especialidad que no me aburriría, ganaría suficiente dinero para mantener a mamá, así como que me diera una excusa para viajar, y dejarme ayudar a los necesitados. ¿Había una forma de tenerlo todo? ¿O tendría que sacrificar algunas de mis prioridades? Apiñé la mezcla de primavera en mi plato mientras mi mente vagaba por el montón de papeleo que necesitaba terminar antes de poder irme esta noche. No me había permitido pensar sobre esta noche porque no podía caminar por el hospital dura erección todo el día. Me concentré en el trabajo que tenía delante de mí, nunca permití que mi mente vagara al placer que me espera en casa. Aparte de esa llamada telefónica, chequear a Paige y hacerle saber lo de la entrega, lo había sacado todo de mi mente por necesidad.

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Pero ahora, con solo un par de horas por delante, prácticamente me moría de ganas de tener mis manos sobre ella. Si hubiera cambiado de opinión, podría explotar. Muerte por pelotas azules. Si no era ya una condición médica, estaba a punto de convertirse en una.

●●● Después de salir del hospital, decidí hacer una parada rápida en la tienda. Aunque yo quería llegar a casa lo antes posible, había algunas cosas que necesitaba. Cogí una caja de condones y un juego de sábanas para mi nueva cama.

La cajera de Target probablemente pensó que estaba loco. Por lo menos, ella pensó que estaba teniendo sexo esta noche, y ella tenía razón. Una parte de mí quería realmente tirarla por el borde añadiendo una lata de crema batida y un paquete de corbatas a mi cesta, pero no quería darle un infarto a la anciana. Estaba fuera y no necesitaba otra emergencia médica en mis manos. Estaba oscuro afuera cuando me detuve frente a la casa de Paige. Una pequeña lámpara brilló a través de la ventana de la sala. Me preguntaba si había pasado el día tan ansiosa como yo. Por mucho que traté que esta noche fuera diferente de un encuentro al azar. Esta era Paige, una mujer con la que había crecido y que secretamente deseé por más de una década. Esperaba que lo que pasara no pusiera en peligro nuestra amistad o su relación con mi hermana. Pero mientras recordáramos el ―solo una vez‖ y Allie definitivamente no necesitaba saber nada de esto. Aunque estaba maldito cuando se trataba de sexo, y yo había pasado por un infierno con incontables otras mujeres, no me preocupaba de eso con Paige. Era madura y responsable, y le creí cuando dijo que no había manera de que ella se enamorara de mí. Entrando, encontré a Paige en el comedor. Ella cerró su portátil cuando me vio. —Hola. —Me ofreció, su voz callada. No pude evitar preguntarme qué estaba pensando. ¿Estaba esperando esto ansiosa? ¿Estaba nerviosa? ¿O estaba a punto de cancelarlo todo? Actúa con calma, por el amor de Dios... —¿Todo bien? —pregunté, me quité los zapatos. Su mirada se movió hacia arriba y hacia abajo delante de mí, y me di cuenta de que ésta era la primera cuando me veía en mi uniforme. Los pantalones suaves color azul marino estaban atados bajo mi cintura, y sus ojos vieron el relleno.

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—Bien —dijo ella, aún sumisa. Ella levantó sus rodillas hasta el pecho, mirándome pero no pude leer la expresión en sus ojos. —Voy a darme una ducha. Hablaremos cuando salga. —Y por hablar, quise decir follar. Un hombre podría esperar, al menos. Después de poner mis bolsas de compra abajo en el mostrador, me dirigí al baño. Necesitaba quitarme el olor estéril del hospital de mi cuerpo antes de que entrara en función.

Parado bajo el rocío del agua, dejé que el vapor y el calor me rodearan, trabajando la tensión de mis músculos. Debí haberme cansado después de estar diez horas en el hospital, la mayor parte de ella la pasé de pie. En vez de eso, me di prisa, como un animal enjaulado listo para saltar. Había deseado a Paige por demasiado tiempo, y casi me mareé con la expectativa. Aunque, médicamente hablando, el mareo podría haber sido debido a la falta de flujo sanguíneo hacia mi cerebro, ya que en ese momento todo estaba bombeando en mi ingle, congestionando mi polla. Después de secarme con la toalla, hice la cama con las sábanas nuevas. Supongo que podría lucir mejor con un edredón mullido y almohadas a juego y todas esas cosas que yo era terrible en las compras, pero al menos sería cómodo. Yo no estaría apretado en ese futón angosto con mis pies colgando del extremo por más tiempo, ni siquiera quería pensar en lo horrible que era intentar acostarse con alguien por primera vez en la maldita cosa. Y no solo a cualquiera, sino a Paige. Quería hacer de esta noche lo mejor que había tenido.

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Vestido solo con unos jeans, salí de mi habitación para reclamarla.

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M

ientras estaba allí sentada escuchando el rocío de la ducha, mi nerviosismo se multiplicó. Cannon estaba a apenas tres metros de mí, preparándose para nuestro encuentro sexual acordado, pero ahora me sentía más insegura que nunca. Anoche, cuando lo desafié, saqué a relucir su engreída opinión de que, después de una sola noche, las mujeres se enamoraban irremediablemente de él, me había sentido sexy, descarada, envalentonada por el alcohol, espoleada por los trasfondos ilícitos de nuestra conversación a altas horas de la noche. Ahora, sobria como una piedra y sin nada que hacer todo el día, pensándolo bien, ya no me sentía divertida y coqueta. Todas las posibles consecuencias negativas se reprodujeron en mi cerebro durante horas.

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Allie probablemente nunca me volvería a hablar si sedujera a su hermano. ¿Estaba realmente dispuesta a arruinar mi amistad por un par de buenos orgasmos? Y además de eso, Cannon era demasiado joven para mí. O más bien, yo era demasiado vieja para él. Probablemente lo decepcionaría en el dormitorio con una actuación mediocre. ¿Y si lo que decía era cierto, que era tan increíble en la cama, que me enamoraría de él y terminaría con un corazón roto? Era una idea absurda, solo su tonta superstición en el mejor de los casos, pero no podía sacarla de mi cabeza. Incapaz de permanecer quieta por más tiempo, me puse de pie y me dirigí a mi habitación. Cuando me miré al espejo, me alarmó ver que mis mejillas estaban rosadas, mi cuello estaba lleno de manchas y mis ojos estaban salvajes. Mierda... estaba increíblemente excitada e increíblemente asustada al mismo tiempo, y ambas emociones estaban escritas en mi rostro. Exhalé una respiración frustrada. Eso no era parte del plan. Traté de darme una charla de ánimo. Soy una mujer adulta que puede disfrutar de una velada de sexo primitivo, como un adulto responsable. No es gran cosa. Mierda. ¿A quién estaba engañando? Era una gran cosa. Estaba nerviosa, mi corazón latía un

millón de veces por minuto. La mayoría de mí quería esto, pero mis razones eran completamente egoístas. Nunca había estado con un amante increíble antes. Quería ver si los hombres así realmente existían, quería arrojar la precaución al viento por una vez. Pero nada de eso valía la angustia que seguramente le seguiría. El agua se cerró, y escuché a Cannon moverse. Mi estómago cayó como una piedra. No podría hacer esto. ¿Dónde estaba esa chica valiente que le había hecho una propuesta a Cannon después de enterarse de su oscuro secreto? Ido. Robada por la noche, junto con mi valor. Caminé por el piso. Mi casa había sido una vez un espacio sagrado, pero ahora olía a él, llevaba las marcas distintivas de su presencia en todas partes que miraba. Sus zapatos de gran tamaño en la puerta de entrada. Sus llaves descansando en un plato en el mostrador. Un cuenco lleno de manzanas en el mostrador que tomaba todas las mañanas, hundiendo sus dientes blancos y perfectamente rectos en la carne tierna con un ruido de placer. Conocía sus hábitos, conocía su olor, pero no sabía qué clase de amante sería, no sabía los sonidos que hacía cuando se venía. ¿Gritaría con deleite, gruñiría algo inteligiblemente, o susurraría mi nombre mientras se vaciaba? Me estremecí de curiosidad. Estaba harta de ser el adulto bueno, maduro y responsable que sabía que debía ser. No me importaba que dormir con Cannon estuviera mal; quería pecar. Quería empujarme más allá de la pequeña y segura burbuja en la que vivía día tras día.

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Cannon apareció en mi puerta, su piel aún húmeda y enrojecida por el agua caliente, su cabello húmedo. Su pecho estaba desnudo y sus jeans oscuros estaban tentadoramente bajos sobre sus caderas. Tomé una respiración profunda, preparándome para contarle todas las razones por las cuales esto era un gran error. Dio un paso detrás de mí, tan cerca que pude oler el jabón que había usado. Nuestros reflejos en el espejo eran un experimento de contrastes. De pie él era una cabeza más alto que yo, su expresión tranquila y serena. Mi cara todavía estaba roja como un tomate, y parecía casi una miniatura junto a él, una sensación a la que no estaba acostumbrada. No estaba acostumbrada a nada de esto; había pasado mucho tiempo desde que tuve un hombre en mi vida, y mucho menos en mi habitación. —Vamos. —Su mano tomó la mía y entrelazó nuestros dedos, alejándome del espejo y la batalla interna que había estado librándose dentro de mí—. Vamos a tomar una copa de vino.

Su voz envió una ola de calma sobre mí. Me habían apretado más fuerte que una bobina todo el día, y su sugerencia era exactamente lo que necesitaba. ¿Por qué me estaba volviendo loca? Esto no era de vida o muerte. Eran dos amigos pasando el rato, al menos por el momento, y eso podía hacerlo. Pequeños pasos de bebé, Paige. Lo seguí hasta la cocina, donde sacó una botella de vino blanco de la nevera. Cuando me hizo señas hacia el sofá y me dio un vaso de vino, acepté su invitación a ambos. Me sentí como una marioneta, pero hacer lo que decía realmente me tranquilizó. Descubrí que la conversación fluyó más fácilmente entre nosotros de lo que hubiera pensado. Viajes, negocios, pasatiempos, temas seguros que insinuaban las cosas que teníamos en común. Resultó que ambos estábamos interesados en el trabajo humanitario. Respiré profundamente, disfrutando de la conversación y el vino. Se había vuelto un hombre generoso y amable. Tal vez tuvo algo que ver con ser criado por dos mujeres. Su madre y su hermana no solo lo habían adulado: lo habían forjado, nunca lo habían dejado complacerse, sino que se aseguraban de que él sabía que era inteligente y capaz, infundiéndole una confianza que lo ayudó a convertirse en el hombre que era hoy. Mientras nos sentamos y hablábamos, bebiendo vino, no pude evitar recordar algunos de los recuerdos que compartimos a lo largo de los años. Mientras Cannon volvía a llenar mi copa de vino, una sonrisa cruzó por mis labios ante un recuerdo particularmente dulce...

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—¡Oye! ¡Devuélveme mi mochila, Cannon! —Poniendo una mano en mi delgada cadera, sostuve la otra hacia él, tratando de reunir tanta autoridad como pude. Tenía doce años y recientemente había comenzado mi primer período. Mi mochila rosa de Hello Kitty tenía mi alijo de toallas en un compartimiento secreto dentro. Lo último que quería era que el hermano menor de Allie las encontrara. ¡Qué asco! Estaría mortificada. —Mi madre dijo que soy el hombre de la casa. Es mi responsabilidad llevar todas las mochilas, abrir todas las puertas y tratar a las mujeres con respeto. —Se enderezó, levantando mi mochila en su hombro. Ugh. Cannon podría ser un verdadero dolor en el trasero a veces. Estábamos esperando afuera de la escuela para que mi mamá nos recogiera, y él no solo estaba cargado con su mochila de Capitán América, sino también con la bolsa y la lonchera de Allie. Parecía una mula de carga.

—Dámela —dije de nuevo—. Puedo llevar mi propia mochila. —Mi abuela dijo que no necesitaba un hombre para hacer nada por mí, y además, Cannon aún no era un hombre. Tenía solo ocho años. Su mirada se desvió hacia Allie, y ella asintió una vez. —Bien —dijo, entregándome la mochila con renuencia—. Aquí tienes. Aliviada, agarré la mochila contra mi pecho, un poco sorprendida de que no estuviese realmente enojada con Cannon. En cuanto a los chicos, no era tan malo...

●●● —¿Estás mejor? —preguntó Cannon, su mirada moviéndose sobre mí. Me mordí el labio y asentí. —Supongo que era obvio que me estaba volviendo loca, ¿eh? —No tenemos que hacer esto. —¿Qué? —murmuré. —Esto. Podemos volver a pretender que este zumbido de la química entre nosotros no existe. No te presionaré. Sus palabras deberían haberme calmado, pero en cambio se irritaron, rozando contra mi piel. No quería fingir más. Estaba harta de ser una cobarde y llámalo cautela, prudencia o moderación. Esa era la vieja Paige. Miedo de probar algo nuevo, viviendo dentro de una burbuja. En el lado de los treinta y todavía soltera, con un perro callejero en lugar del gato estereotípico, pero aun así, igual protegida y patética. La nueva Paige era aventurera y audaz. Al menos, quería serlo.

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—No. —Sacudí la cabeza—. Esta fue mi idea. No me estás presionando. —Me incliné hacia adelante y puse mi copa de vino sobre la mesa frente a nosotros—. No estoy segura de cómo... comenzar. —Ese es mi trabajo, princesa. ¿Princesa? No odié ese apodo tanto como debería haberlo hecho. No había sido la princesa de nadie en mucho tiempo. O nunca, como me recordó la pequeña voz dentro de mi cabeza. Cannon me había llamado así mientras crecía, pero se suponía que era por diversión, por burlarse. Esta nueva versión adulta del niño que recordaba estaba llena de sorpresas.

Sus ojos estaban oscuros y llenos de pasión tácita. Y su boca completa y perfecta estaba inclinada en una leve sonrisa. Era tan ridículamente sexy que mi estómago se hacía nudos cada vez que lo miraba. Todavía estaba nerviosa. Pero vamos... era Cannon. Lo conocía desde hace más de veinte años. No me iba a lastimar, o desaparecería por la mañana y nunca volvería a llamar. Compartiríamos esta casa durante los próximos meses, probablemente haremos panqueques los sábados por la mañana y nos reiremos de esto. Sacaremos la atracción de nuestros sistemas y seguimos adelante. Simplemente estábamos rascándonos un poco. Colocó su copa de vino junto a la mía, luego se inclinó más cerca, deslizando suavemente las yemas de sus dedos sobre mi mandíbula antes de atraer mi rostro hacia él. Esto era todo. Iba a besarme. Era hora de mostrarle que era más que capaz de pasar una noche sin enamorarme, eso o regresar a mi habitación, sola y asustada. Esas eran mis dos opciones. A menos que la alarma de incendios decidiera sonar en los siguientes cuatro segundos, sus labios carnosos estarían sobre los míos. Tomar la decisión en una fracción de segundo de poner mi dinero donde estaba mi boca, me incliné.

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Cannon sonrió contra mis labios, sin apresurarse por reclamar su premio. Tal vez porque sabía que ya era suyo. Quizás porque, a diferencia de la mayoría de los hombres, él entendía las virtudes de ir despacio. Ambos queríamos esto, pero demorar la gratificación lo haría mucho mejor cuando finalmente llegáramos allí. Lentamente, sus labios se movieron contra los míos, separándose para que nuestras lenguas pudieran tocarse tentativamente. Fue eléctrico. Profundizando el beso, su boca se fundió con la mía, tomando todo lo que tenía para dar. Su mano acunó mi mandíbula, su lengua sabía a vino, y me di cuenta de que nunca me habían besado así. Tan posesivamente. Tan completamente. No tenía mucha experiencia… pero lo que sea que haya estado haciendo antes, ya no podría llamarlo besos. Con cuidadosos lametones contra mi lengua, Cannon me enseñó a besar de nuevo. ¡Santa mierda! Me estoy besando con Cannon Roth. Esto debería haberse sentido extraño. Mi cerebro debería haber estado gritando ¡Abortar! ¡Abortar! En cambio, era lo más natural del mundo. Nuestras lenguas se movieron juntas como si hubieran

pasado años entrenándose para este momento. Lujuria mezclada con placer rodó por mis venas. Retrocediendo unos centímetros, me sonrió de nuevo. —¿Todavía estás conmigo? Con impaciencia, asentí, drogada del deseo por él. Si podía hacerme sentir tan fuera de control por un beso, casi tenía miedo de descubrir lo que el resto de la noche me deparaba. Puso mi mano contra el bulto en sus pantalones. Estaba caliente y duro, y me hizo apretar las entrañas. —¿Sientes eso, Paige? Me tragué un gemido. Se sentía tan cálido y sólido debajo de mi palma. —S-sí. —¿Me quieres dentro de ti? —murmuró, arrastrando besos por mi cuello mientras continuaba frotando su erección a través de sus jeans. —Dios, sí. Su risa cálida y sedosa vibró contra mi piel. —Bien, porque quería follarte desde que tenía dieciséis años. Pero esta noche no se trata de mí. Voy a asegurarme de que esto sea bueno para ti. ¿Quieres eso? —Sí. Por supuesto. —Entonces necesitas confiar en mí.

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Por un segundo, me pregunté si podría hacer eso. ¿Totalmente ceder el control? Yo era una mujer independiente, y… ¿y si él estaba metido en cosas pervertidas? Aparté esos pensamientos. Yo suspendería el juicio... por ahora. —Confío en ti. —Buena chica. —Sus labios se encontraron con los míos una vez más, besándome hasta que mi cuerpo latió en un frenesí lleno de lujuria. Después de unos momentos, se separó. A regañadientes, aparté mi mano de su pene y abrí los ojos.

—¿Estás absolutamente segura de que quieres hacer esto? Si mi historial es una indicación, esto no terminará bien. Para mi cerebro zumbante por el vino y lleno de lujuria, su advertencia de mantenerme alejada era casi tan efectiva como uno de esos avisos de ―ingresa solo si tienes dieciocho‖ en un sitio porno. —Quiero esto. Te quiero. —Miré directamente a sus ojos de color esmeralda mientras hablaba, con la esperanza de que pudiera sentir el puro deseo en mi voz. —Entonces llevemos esto a la habitación. Levantándome del sofá, lo seguí por el pasillo. —¿Es por eso que tienes la cama? —Sí. Eso, y que no encajé exactamente en el futón. Mi corazón latía con fuerza cuando entramos a su habitación. Había hecho la enorme cama tamaño king con sábanas nuevas, y su aroma masculino flotaba en el aire a nuestro alrededor. —Date la vuelta —murmuró. Me enfrenté al espejo de cuerpo completo que estaba en la pared mientras Cannon se paraba detrás de mí. La habitación estaba oscura, pero había suficiente luz para ver sus grandes manos moverse por mis costados, caderas, cintura y todo el camino hasta que levantó mi cabello de mi hombro, y luego depositó un tierno beso en la base de mi cuello. Pequeños escalofríos estallaron, bailando por mi columna. Transfigurada, vi sus manos moverse desde mi cuello a mis hombros, hacia abajo para ahuecar mis senos adoloridos. Mi respiración se volvió superficial cuando sus dedos trazaron mis pezones.

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—Tienes hermosos pechos, Paige. Sus pulgares rozaron los firmes picos de mis pezones, y contuve el aliento. —¿Te gustan tus pezones duros? Arqueé mi espalda en respuesta, apoyando mi cabeza contra su pecho, empujando mis pechos hacia sus manos.

—Es bueno saberlo, princesa. —Me besó el cuello—. Me encantaría follar estas bonitas tetas en algún momento. Me quitó la camiseta por encima de la cabeza y la dejó caer al suelo. Mi pecho se sacudió cuando desabrochó mi sujetador y lo dejó caer al lado de mi camiseta. Frente al espejo, en topless, estaba de pie contra el telón de fondo del cuerpo ancho y musculoso de Cannon. Sus dedos, fuertes y seguros, remontaron mi caja torácica mientras yo miraba. Si hubiera pensado que se sentía bien antes, sus grandes y cálidas palmas contra la carne desnuda de mis pechos era casi demasiado. Mi respiración se estremeció, y chispas golpearon directo de mis pezones a entre mis piernas. Pero Cannon no me torturó por mucho tiempo. Sus ojos estaban oscuros mientras sus manos se movían más abajo, deslizándose dentro de mis pantalones, en mi ropa interior. Me quedé sin aliento ante la muy bienvenida invasión. Sus dedos hicieron contacto con mi carne resbaladiza, y reprimí un gemido. —No —dijo—. No te contengas. Déjame escucharte. Me acarició de nuevo, haciendo círculos suaves como plumas contra mi clítoris, y gimoteé de placer, ambos aliviados de que la espera hubiera terminado e impaciente por más. —Está bien —dijo, animándome—. ¿Te gusta ver cómo te toco, princesa?

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Lo hacía, pero no pude reunir las palabras para decirlo, no podría formar un pensamiento coherente en este momento si mi vida dependiera de ello. Sus diestras manos conocían todos los puntos, y la presión y velocidad adecuadas para brindar el máximo placer. Recostándome en su forma sólida, sucumbí y dejé que el placer me envolviera, empujando mis caderas hacia delante para darle aún más acceso. Me recompensó deslizando un dedo grueso dentro de mí. Otro llanto necesitado se escapó de mí. No era del tipo para llegar al clímax rápido, los pocos amantes con los que había estado habían tenido que trabajar en ello, pero de alguna manera, después de unos pocos minutos, Cannon me tenía justo al borde. Ese lugar peligroso donde me dividiría en un millón de fragmentos y me rompería. Rodeado por sus cálidos músculos y su rico y masculino aroma, perdí todo sentido de la modestia, gimiendo en voz alta mientras deslizaba su dedo dentro y fuera, mirándolo mirarme. Fue increíblemente erótico. —Eres hermosa. Es un privilegio tocarte.

Podría haberme derretido en su tono oscuro y seductor. Estaba claro que lo decía en serio; su respiración era desigual y su erección presionaba tan duro como el acero en mi espalda baja. Con una mano entre mis piernas, acarició mis pechos con la otra. Su boca ardió contra mi cuello. —¿Te vas a venir para mí, hermosa chica? —susurró contra mi piel. Me estremecí en sus brazos, deshaciéndome cuando mi liberación me atravesó. La luz blanca estalló más allá de mi visión, la sangre resonó en mis oídos mientras mi cuerpo se cerraba con violencia alrededor de sus dedos. Cegada por el placer, no existía nada más para mí, solo sus toques suaves, suaves besos y susurros sucios. Bajando a mi altura, me dejé caer contra él, agradecida cuando sus fuertes brazos me envolvieron. Cannon me giró para enfrentarlo y me levantó, sosteniéndome con fuerza contra su pecho mientras nos acercaba a la cama, donde me quitó los pantalones y ropa interior. —Te tengo —dijo, colocándome en el centro del colchón. Relajada, le sonreí tímidamente, mirando cómo empujaba sus pantalones y sus calzoncillos, liberando esa gruesa y hermosa polla con la que había soñado desde la noche en que lo encontré desnudo en el pasillo. Casi gemí ante la hermosa vista. Él era exquisito. Quería tocarlo, probarlo, escucharlo gemir de placer. Su mano encontró su pene y se acarició lentamente una vez, dos veces, mi núcleo se tensó nuevamente mientras lo observaba. —¿Estás lista para más? Asentí.

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—Ven aquí. Tomó un condón de la parte superior del escritorio y se lo puso con facilidad. Uniéndose a mí en la cama, Cannon se colocó entre mis muslos separados. Pero en lugar de penetrarme con un empuje poderoso como esperaba, se tomó un momento, besándome profundamente y frotando su longitud sobre mi centro resbaladizo, tomándose su tiempo, dejando que el deseo aumentara aún más. Era la forma más dulce de tortura que jamás haya experimentado. Mi cuerpo aún temblaba por el primer orgasmo, mi núcleo estaba hipersensible y palpitante

con necesidad renovada. Su gruesa polla moliéndose contra mi centro húmedo y listo. Se estaba tomando su tiempo. No estaba segura de por qué eso me sorprendió. Cuando acordamos una aventura de una noche, nos imaginaba entre las sábanas y poniéndonos manos a la obra. Pensé que sería poco más que una follada sin sentido, pero estaba equivocada. Deliciosamente equivocada. No había contado con los besos y los juegos previos y los sucios susurros contra mi piel desnuda. Agarré sus caderas, mostrándole una sonrisa juguetona. —Fóllame, niño grande. —Con mucho gusto, hermosa. —Se echó hacia atrás, encontrando el ángulo correcto, luego presionó hacia delante lentamente para que su amplia punta entrara en mí. Hice una mueca ante la intrusión y Cannon se detuvo, permitiéndome ajustarme. Aparentemente había pasado más tiempo de lo que pensaba, y mi cuerpo era todo WTF. Preocupación formó su ceño mientras me miraba. —Estás bastante apretada —dijo en voz baja. —Lo siento. —Alcancé a decir. —No. Eres perfecta como eres. Me tragué el nudo en la garganta. No recuerdo la última vez que alguien me dijo eso. Estoy segura de que no me sentí perfecta. Me sentía confundida y tan llena de emoción, de él, que podía desmoronarme tanto que nunca más volvería a estar unido de la misma manera.

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—¿Necesitas un minuto? —susurró. Enterrando mi rostro en la cálida curva de su cuello, asentí. ¡Qué embarazoso! Respiré profundamente e intenté relajarme. Sabía que Cannon estaba listo para esto, sabía que necesitaba relajarme y dejarlo entrar. Esta era mi idea, después de todo. Otra inhalación profunda, y separé aún más mis rodillas. En ese momento, una serie de fuertes golpes resonaron contra la puerta principal. ¿Qué demonios? Nadie venía sin previo aviso. Una ola de frustración se apoderó de mí. ¿En serio, universo? ¿Justo ahora, maldita sea?

Cannon parecía tan sorprendido como yo. —¿Estás esperando a alguien? Encontré sus ojos y sacudí la cabeza. —Por supuesto no. Todo estuvo en silencio por un segundo, y pensé que quienquiera que fuese estaba la casa equivocada y habían seguido adelante. —Necesito follarte. —Cannon gimió, agarrando mi culo bruscamente en una palma. Sabía que su contención pendía de un hilo, y eso hizo que mi corazón se acelerara. —Sí —gemí. Empujó un poco más y ambos aguantamos la respiración, esperando a que me adaptara. El dolor pronto pasó, dándome un estiramiento dulce y satisfactorio, y separé mis muslos para que fuera más profundo... El silencio se evaporó cuando los golpes comenzaron de nuevo, más fuertes esta vez. Y no se detuvieron. Alguien golpeaba mi puerta como un lunático. Mis ojos se abrieron y encontraron los de Cannon. Qué jodidamente incómodo. Con solo la amplia cabeza de su polla dentro de mí, allí estábamos, nuestras extremidades entrelazadas, nuestros corazones latiendo, como un porno en pausa. De todas las situaciones absurdas en las que me encontraba, siendo interrumpida por golpes en la puerta, cuando todo lo que quería era que él me follara. Él gimió de frustración, colocando sus labios contra mi garganta.

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—Ni siquiera pienses en eso. —Tengo que. Solo déjame ver quién es y los echaré. Lo prometo. Simplemente no quiero que mis vecinos llamen a la policía. Se apartó de mí, dolorosamente lentamente, dejando escapar un siseo. —Mierda. Le di unas palmaditas en el pecho y le sonreí.

Agarrando mi muñeca, me sostuvo firme y miró a mis ojos. —Rápido. Su polla se erguía dura, orgullosa y tentadora contra su estómago, y le di una última mirada de añoranza mientras me ponía mi camiseta sobre mi cabeza y me metía en mis jeans descartados. ¡Mierda! Dejando mis bragas húmedas en el suelo, corrí desde el dormitorio hacia la puerta de entrada. El maldito apocalipsis zombie estará aquí por todo el alboroto que pasa en mi puerta.

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Echando un vistazo por la mirilla, vi que era Allie.

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—M

ás vale que estés muerta o muriendo. —Abrí la puerta con un arranque de furia.

Allie estaba parada en mi puerta, su puño aún posicionado para tocar. Si ella tan solo hubiera sabido lo que había interrumpido, lo que estaba pasando en el interior de la habitación a solo seis metros de distancia... ¿Qué diablos? La vergüenza ardió a través de mí con la vista de la cara rojo brillante de Allie, surcada de lágrimas y los restos de su rímel. —Oh Dios, Al. ¿Qué pasó? —La halé dentro, y ella prácticamente se lanzó a mis brazos con un sollozo roto. Me tomó varios minutos de persuasión para lograr sacar las palabras de ella, esperando pacientemente mientras ella tragaba e hipaba, para entender que había tenido una pelea con James.

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La llevé al sofá y le dije que se sentara mientras buscaba una caja de pañuelos. No era una mentira, pero tampoco era toda la verdad. Me apresuré hacia la habitación de Cannon para decirle que pusiera vestido y presentable su culo lo antes posible. —¡Cannon! —susurré, mirando a través de la puerta abierta. Él todavía estaba tendido en el centro de la cama, desnudo, con su dura polla sobresaliendo en su vientre—. Allie está aquí —le medio susurré medio grité. —¡Joder! —Saltó de la cama, agarrando sus pantalones del suelo y metiéndose en ellos a la velocidad del relámpago. Hice una mueca ante la idea de cómo se debe sentir esa enorme erección aprisionada dentro de sus apretados jeans. Eeee. No puede ser bueno, imaginé.

Pero no tuve tiempo de quedarme. Me apresuré a agarrar los pañuelos y me reuní de nuevo con Allie en la sala de estar. Afortunadamente, ella no mostró ningún indicio de sospechar que su hermano estaba justo dentro de mí hace solo treinta segundos. ¡Jodido infierno! Era una terrible amiga. Le entregué un puñado de pañuelos, me senté a su lado para esperar mientras ella sonaba su nariz y se tranquilizaba. Eso tomó varios minutos de respiración profunda. Sujeté su mano. —¿Qué rayos pasó? —Aunque no fuera una fan de James, Allie lo amaba. Lo que sea que fuera seguramente se les pasaría en un día o dos, una vez que ambos tuvieran la oportunidad de calmarse. —Él me ha estado engañando durante meses. O tal vez no. —¿De qué estás hablando? —pregunté. Cannon salió de la habitación luciendo recogido y tranquilo. Gracias a Dios. Él encontró mis ojos rápidamente mientras le daba un abrazo a Allie. —¿Estás bien, hermana? Ella tomó una respiración y asintió una vez.

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—Lo estaré una vez que logre sacar a ese mentiroso infiel saco de mierda de mi vida. —¿Qué pasó? —pregunté, tratando de ignorar la respuesta de mi cuerpo a la proximidad de Cannon. Molestas feromonas. Había pasado demasiado tiempo desde que tuve algo de atención del sexo opuesto. Tendría que rectificarlo; de lo contrario, estaría saltando sobre los huesos de Cannon cada vez que tuviera la oportunidad. Hice una nota mental para inscribirme a la primera oportunidad que tuviera en esa estúpida aplicación de citas sobre la que Allie me había estado acosando. Allie tomó una respiración profunda. —James estaba teniendo una aventura. —Ella hablaba con calma, pero su expresión era de dolor y sus manos eran puños en su regazo—. Todo fue una mentira… todas las veces que dijo que tenía que trabajar hasta tarde, o ir a la

oficina un domingo. Había estado con otra mujer por meses. Una divorciada con dos niños... no es que eso importe. Todo el airé salió de mis pulmones. Esa fue la última cosa que hubiera esperado oír. —Vi algunos mensajes en su teléfono. No estaba husmeando; estaba puesto justo ahí en el mostrador. Y cuando lo confronté, lo admitió todo. —Joder. —Cannon se elevó a sus pies, dirigiéndose hacia la puerta. —¿A dónde vas? —gimió Allie. Él se puso sus zapatos y agarró las llaves de su auto en el mostrador. —Voy para allá a patearle el culo. Allie se levantó de un salto y agarró el brazo de su hermano. —Detente y piensa por dos segundos. Por mucho que me encantaría que le dieras esa paliza, no vale la pena meterte en problemas o estropearte tus manos. Algún día vas a ser un cirujano de renombre mundial. Y eso me hace mucho más feliz de lo que lo hará que le patees el culo. Los ojos de Cannon se estrecharon en los suyos y soltó una respiración profunda, con las fosas nasales flameando. Nunca lo había visto tan enojado. Claro, había visto su lado protector un millón de veces mientras crecíamos, pero no con tanta ferocidad. Era jodidamente caliente.

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Después de unos tensos momentos, Allie logró convencerlo de abandonar su plan, y Cannon se sentó a mi lado una vez más. El humor divertido y coqueto que habíamos compartido antes se había ido, expulsado por la tensión rabiosa que llenaba la habitación. En la siguiente hora, Cannon y yo nos turnamos para consolar a Allie, diciéndole que estaba mejor sin James, y reforzando su confianza en sí misma. No estaba segura de que estuviera funcionando, pero al menos Allie ya no lloraba, y estaba asintiendo a lo que le decíamos. Tuve cuidado de no admitir que nunca me había gustado James. Una parte de mí sabía; con mucho desagrado, pero aun así sabía que era posible que él volviera arrastrándose, diciendo todas las cosas correctas, y que ellos arreglarían las cosas. Si eso ocurría, revelar mi disgusto por él abriría una brecha entre Allie y yo.

Cannon no tenía reparos, diciéndole repetidamente a Allie que podía hacerlo mejor y que James no era más que un pedazo de basura. Yo lo vitoreaba silenciosamente. Pronto estuvimos bebiendo vino, comiendo palomitas y viendo la última película de terror que habíamos alquilado. Aunque Allie todavía estaba emocionalmente devastada, se había recuperado lo suficiente como para poner una cara valiente. Ella ya le había escrito a James y le dijo que se asegurara de que él y sus cosas se hubieran ido para la mañana. Estaba inmensamente orgullosa de ella. —Te quiero, Al —dije, dándole a su mano un apretón. En algún momento más tarde, me desperté con una gran mano empujando mi hombro. Mis ojos revolotearon al abrirse, y encontré a Cannon de pie frente a mí. A través de mi bruma soñolienta, noté que la televisión estaba apagada, todos los aperitivos y bebidas habían sido limpiados, y Allie dormía en el sofá con una manta envuelta a su alrededor. —Vamos —susurró, ofreciéndome su mano. Acepté, dejándolo halarme hasta ponerme de pie. —Creo que me quedé dormida durante la última película. —Tú y Allie. —Colocando un brazo alrededor de mi cintura, él sonrió—. Te tengo. Me condujo hasta mi habitación pero se detuvo en el umbral, como si no quisiera invadir mi espacio. Un nudo de preocupación se formó en mi interior. Antes él había estado tan ansioso, ambos lo estábamos. Pero ahora las cosas se sentían turbias. —Entonces, ¿qué pasa ahora? —pregunté. —Allie es dura. Estoy seguro de que va a estar bien.

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—No estaba hablando de Allie y James. Me refiero a nosotros. —Oh, claro. Te refieres a... —Sus cejas se levantó coquetamente. —Sí. —Ese fue probablemente el peor caso de bolas azules que he tenido jamás, pero lo entiendo. Mi hermana te necesitaba. Eres una buena amiga.

Oh sí, una grandiosa amiga. Prácticamente estaba montando a su hermanito hace unas horas. Sin embargo, asentí y solté un pesado suspiro. —¿Tal vez un vale3? —Si eso es lo que quieres —murmuró él, inclinándose para presionar un suave beso en mi mejilla—. Pero voy a trabajar en las noches de los próximos días. Puede que no me veas mucho. —Bien. Buenas noches —susurré, entrando a mi dormitorio.

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No tenía idea de cómo nuestro encuentro medio, terminado cambiaría la atmósfera alrededor de la casa, o cuando este vale podría ser cobrado. Pero lo que pasó después fue totalmente inesperado.

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O Rain Check es un término usado en el inglés para hacer referencia a una promesa u oferta que no fue cumplida o se vio interrumpida en su momento y que podrá ser renovada en el futuro.

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C

annon no mintió cuando dijo que no lo vería mucho esta semana. Era jueves y nuestros caminos solo se habían cruzado dos veces mientras él iba y venía. Trabajó toda la noche en el hospital y luego durmió todo el día. De vez en cuando nos dejábamos notas de Post-it alrededor de la casa, pequeñas cosas tontas como las estrictas órdenes que le daba para mantenerme alejado de mis sobras chinas, o la que me había dejado haciéndome saber que no teníamos leche de almendras, pero él traería más. El estar ocupada y no ver a Cannon, me dio tiempo para ahogar mi decisión de acostarme con él. Mi estómago se encontró atado en nudos durante toda la semana cuando pensaba que hacer. Claramente, nuestro intento fallido de sexo fue una señal del universo. Dormir con el hermanito de Allie era una idea terrible, después de todo. Mi lujuria me había nublado el juicio. Solo necesitaba echar un polvo, y tenía un plan para encargarme de eso. Una que no arruinaría mi amistad más antigua, ni convertiría las cosas extrañas con mi nuevo compañero de habitación decididamente masculino.

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Estaba oscuro afuera, y Cannon se había ido por la noche. Mientras me sentaba con una copa de vino en una mano y mi teléfono en la otra, me desplacé a través de las fotos de chicos con los que la aplicación de citas me había emparejado. Allie me había cansado; así que, finalmente me registré. Había sido fiel a su palabra echando a James y toda su mierda fuera de su apartamento, así que permitirle esta pequeña victoria era lo correcto. Pasar toda esta semana a solas, sintiéndome solitaria y arrepentida, solo me había empujado más duro en esa dirección. Tomando otro sorbo de Chardonnay, hice clic en el icono de sobre en la esquina superior derecha de la pantalla. Tenía dos mensajes no leídos: el primero era un mensaje automático que me daba la bienvenida al sitio, pero el otro era de alguien llamado Daniel. Su mensaje fue breve y juguetón. Daniel: Luces como un problema. ;)

Sonreí e hice clic sobre su foto para agrandarla. El hombre de cabello castaño y ojos marrones de la foto parecía decente, supongo. Cannon estaba mucho más caliente con su desordenado cabello de color arena, enormes bíceps y sonrisa magnética. Pero no está aquí ahora, y se encuentra fuera de los límites de todos modos. Hice clic en Responder y escribí un mensaje de vuelta. Después de otra copa de vino y varios mensajes de ida y vuelta, en realidad estaba pasando un buen rato hablando con Daniel. Vivía en una ciudad cercana y trabajaba como analista financiero. Tenía treinta y dos años y nunca se había casado. Además, sus mensajes me hicieron reír. Luego, me invitó a cenar mañana por la noche, y aunque no tenía nada que hacer, dudé. Una parte de mí se sentía extraña saliendo con alguien más cuando la polla de Cannon había estado tan cerca de penetrarme hace tan solo unos pocos días. Le dije a Daniel que lo pensaría y se lo haría saber mañana. Después, fui a cargar la batería de mi móvil a la cocina. No esperaba que me invitaran a salir en una cita tan rápido. Allie tenía razón sobre una cosa, ese sitio funcionaba rápido. Pero en serio, ¿qué se suponía que debía hacer cuando un hombre de aspecto decente que parecía agradable y normal sugirió cenar? ¿Decir: no, gracias? ¿Tengo que dejar de salir con otros por mi nuevo compañero de cuarto? Eso sería una locura. Dudaba que Cannon hubiese rechazado atención femenina simplemente existía la posibilidad de reprogramar nuestra sesión fallida de sexo. Después de llenar un vaso con agua, me puse de pie en el fregadero, tomando pequeños sorbos. No era como si Cannon siquiera supiera sobre la cita. Estaba trabajando por las noches, y probablemente me iría y regresaría antes de que supiera algo. No es que tuviera que esconder a Daniel de él; estaba perfectamente en mi derecho de salir con alguien. ¿O no?

Mientras me preparaba para irme a la cama, esperaba que este fin de semana me aclarase qué hacer con Cannon. Tenía una fascinación malsana con él, y no vi que eso terminará en cualquier momento con nosotros viviendo bajo el mismo techo.

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Dejé el resto del vaso en el fregadero, luego agarré mi teléfono y le respondí a Daniel, haciéndole saber que saldríamos mañana en la noche. Tener eso resuelto debería haberse sentido bien, pero en cambio solo me hizo sentir más confundida.

Daniel fue un desastre. Está bien, eso no fue del todo justo. La cena fue buena y la conversación también, pero no teníamos nada de química. Fue como hablar con mi primo o con

un compañero de trabajo. No hubo chispa ni electricidad entre nosotros. Al menos no, como pasaba con Cannon. Saqué la servilleta de mi regazo, me limpié la boca una vez más y la puse sobre la mesa a mi lado. —¿Terminaste? —preguntó Daniel. Asentí y le indiqué al mesero que trajera la cuenta. Había revisado discretamente mi teléfono debajo de la mesa. Mientras más vino bebí en la cena, mejor fue la idea de intentar llegar a casa a tiempo para ver a Cannon. Y si nos fuéramos ahora, tendría veintitrés minutos antes de que se fuera a su turno nocturno en el hospital. Daniel atrapó la cuenta tan pronto como el mesero la dejó. —Yo me encargo. Gracias por acompañarme a cenar. —¿Estás seguro? No me importa dividirla —le ofrecí. Él asintió. —Fue un placer. Le sonreí. Realmente era un buen tipo. Mientras saldaba la cuenta, utilicé el baño, comprobando mi apariencia en el espejo. Satisfecha de que mi cabello y mi maquillaje aún estuviesen en su lugar. Revisando no tener comida en los dientes, me encontré con Daniel en la parte delantera del restaurante. Él me llevó a casa, hablándome una vez más sobre su trabajo como analista financiero.

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Reprimí un bostezo. Seguramente dos personas podrían encontrar más de qué hablar que de hojas de cálculo e inversiones. Pero no me importó lo suficiente como para intentarlo, así que asentí con la cabeza. —Gracias por esta noche —le dije cuando se detuvo en la acera frente a mi casa. Detuvo su coche y saltó, abriendo mi puerta. Estaba un poco pasado de moda e insistía en recogerme, pagar la cena y abrir puertas. Pero me gustó eso en un hombre.

—Te acompañaré hasta tu puerta —sugirió. Asentí con la cabeza, lo seguí por las escaleras hasta mi pequeño porche, y puse una sonrisa educada en mis labios mientras él terminaba su historia sobre las declaraciones de ganancias del último trimestre. ¡Vamos! El automóvil de Cannon seguía estacionado al frente, lo que significaba que estaba adentro. Pero entonces, Daniel se inclinó, su aliento de ajo se abanicó sobre mi mejilla, e hice lo único que se me ocurrió. Levanté mi rodilla rápidamente, encajándola entre las piernas de Daniel. —¡Uff! —Se dobló, su frente se estrelló contra mi nariz. —Auch. —Me picaba la nariz donde me había golpeado. —¿Por qué diablos hiciste eso? —ladró Daniel. No tenía ninguna respuesta. Presa del pánico, lo supuse. Cuando pellizqué el puente de mi nariz, mi mano se volvió roja. Mierda. Mi nariz sangraba y Daniel todavía estaba doblado por la mitad, agarrándose la entrepierna. —Lo… lo siento tanto —tartamudeé. La puerta se abrió y la mirada de Cannon se posó sobre mí, luego sobre Daniel, y de nuevo hacia mí. Específicamente, en la sangre corriendo por mi nariz. Sus ojos se volvieron asesinos mientras lo miraba. —¿Qué diablos le hiciste? —gruñó, acercándose más. Agarrando el firme bíceps de Cannon, di un paso entre ellos. —Fue solo un malentendido. Él no me golpeó. Nos topamos con la cabeza.

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Los ojos furiosos de Cannon sobre Daniel, no se apagaron. Me costaba culpar a Cannon por no creer en una situación increíble. ¿Quién diablos falla tan duro al besarse que termina con la nariz ensangrentada? Dios, yo era un gran desastre. —Vamos, Paige. Entremos. —Cannon me ofreció su mano y la tomé, dejándolo alejarme del hombre en mi porche.

—Puedes tenerla, amigo. ¡Buena puta suerte! —ladró Daniel, bajando los escalones y volviendo a su auto. Una vez adentro, Cannon encendió la luz en el vestíbulo, inclinando mi barbilla e inspeccionándome cuidadosamente. —Cristo —juró en voz baja. Pude ver el tic en su mandíbula mientras mordía, su mirada todavía trazaba mi forma—. ¿Duele esto? —Presionó un punto sobre mi frente. Negué con la cabeza, quitando su mano. —No realmente, estoy bien. Es solo un poco de sangre en la nariz. —Ven, siéntate. —Tomando mi mano, me llevó a la sala de estar y se paró sobre mí mientras yo me sentaba en el sofá. —¿No tienes que ir a trabajar? —pregunté. Él estaba vestido con su uniforme, azul claro esta vez. Maldición, el hombre hacia que incluso unos pantalones con cordón se viesen sexys. La camisa de algodón tenía un ligero cuello en V, era un simple corte en realidad, pero la piel suave y bronceada y el hueco de su garganta visible lo era todo. Esa pequeña mirada, esa provocación de la piel desnuda, era un millón de veces más sexy que todo el insulso flirteo de Daniel combinado. Quería lamerlo, chuparlo, olerlo... Santa mierda, Paige, cálmate. No me había sentido tan fuera de control desde que era un adolescente. Realmente necesitaba liarme, y no, no en la polla de Cannon. Pero mis hormonas me mantuvieron como rehén. No pude evitar ver su trasero flexionarse mientras se retiraba al baño. Segundos después, regresó con una caja de pañuelos, retiró varios y me los dio. —Sí, pero primero necesito estar seguro de que estás bien. No me iré cuando podrías tener una conmoción cerebral.

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Bufé, sosteniendo un fajo de pañuelos contra mi nariz. —No tengo ninguna conmoción cerebral. No fue nada. Solo Torpeza combinada con vino y una pizca de autopreservación. Se sentó a mi lado, acariciando mi mejilla suavemente. —¿Me estás diciendo la verdad? ¿Solo te golpeaste la cabeza? ¿Él no...?

Traté de asentir y negar con la cabeza al mismo tiempo. —Trató de besarme y entré en pánico. —¿Por qué entraste en pánico? —La mirada de Cannon era dura y estaba fija en la mía. Su atención se sintió increíble, los ásperos dedos, la preocupación en sus ojos. Quería quedarme en este momento para siempre. Mi corazón latía constantemente bajo su mirada preocupada. Si esto era lo que se sentía ser un paciente del Dr. Cannon Roth, mierda, anótame ahí. Tragué saliva. —No quería besarlo. Solo salí en esa estúpida cita porque… —¿Por qué? —Su postura estaba tensa, pero sus palabras eran suaves. Porque él no eras tú. Porque estoy más pendiente de ti de lo que tengo derecho. Tragué saliva de nuevo. —Porque nunca pudimos terminar lo que comenzamos. —No pudimos follar, así que pasaste a otro y ahora estás saliendo. Su contacto visual directo fue demasiado, y encontré mi mirada derivando al piso entre mis pies. Dios, cuando lo dijo así, soné como una idiota.

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—Esquivamos una bala, ¿verdad? —Quería parecer tranquila y segura, pero mi voz salió más temblorosa de lo que esperaba. Aclarándome la garganta, comencé de nuevo—. Nos interrumpieron. Ni siquiera tuvimos sexo oficialmente, y ahora ambos podemos seguir adelante. Hubiese sido un gran error. Además, de acuerdo contigo, me habría enamorado irremediablemente y todo habría terminado en desastre. —Si eres demasiado cobarde para terminar lo que comenzamos, bien por mí, pero me incluyas en tu suposición. Hubiese sido divertido, y lo sabes. Mis mejillas se calentaron. Oh, lo hice alguna vez. No podía dejar de pensar en él desde entonces. La forma en que se había sentido su musculoso cuerpo encima de mí, la fuerza contenida en sus caderas cuando presionó un poco hacia adelante, la forma en que siseó cuando sintió lo apretada que estaba… Me estremecí solo de pensar en eso.

—¿Es esto lo que realmente quieres? ¿Salir con algún idiota que conociste en línea? —preguntó. —Sí, Es lo que realmente quiero. —Era una mentira. Una total puta mentira que se sentía amarga en mi lengua. Por mucho que anhelaba los beneficios que venían en una relación: afecto, intimidad, apoyo, sexo, estaba aún más aterrorizada de dar mi corazón a alguien. ¿Qué pasaría si resultaran ser como James, y terminará destruida al final? Pero no le diría eso a Cannon. Había sido una aventura divertida, una distracción, pero no podía ser nada más. Tenía grandes planes en los que necesitaba concentrarse, y Allie nunca lo toleraría. Además, estaba casi un noventa y nueve por ciento segura de que a Cannon no le interesaba en absoluto una novia estable. Su mano se apartó de mi mejilla, y sus labios carnosos se separaron mientras me evaluaba. —No puedo dejar que salgas con un hombre que no sabe cómo besar a una mujer sin que termine en una nariz ensangrentada. Debería haber dicho algo rápido como: Tú no decides con quién salgo. Pero lo que salió fue: —Eso es cierto. El rubor en mis mejillas se extendió. No solo me sentía como un idiota, sino que ahora Cannon sabía cuánto lo ansiaba, si no lo sabía ya. Para ser una mujer jodidamente crecida, me sentía totalmente infantil e inmadura. —Llegaré tarde al trabajo. Lo solucionaremos mañana.

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Asentí y lo vi ponerse de pie, mi corazón aún latía fuerte. ¿Resolver esto? Su polla enorme y mi muy apretado ya-sabes-qué juntos eran como una especie de ecuación matemática. Se inclinó y pasó una mano por mi mejilla. —¿Segura que estás bien? —Lo estaré —Tan pronto como la vergüenza y autocompasión desaparezcan. Con una última mirada de preocupación en mi dirección, asintió y se dirigió hacia la puerta.

—Llámame si necesitas algo, y no te olvides de cerrar. Colocando mi cabeza entre mis manos, dejé escapar un largo suspiro. Había arruinado la única cita que había tenido en más de un año y corrí a casa por nada. Todavía no sabía a dónde iba esto con Cannon, y no iba a averiguarlo ahora. La adultez era tan mala como todos decían. Excepto si fueras Cannon Roth. Todavía tenía esa esperanza brillante y radiante, la cual irradiaba en sus ojos esmeraldas. La creencia de que algo grande estaba en el horizonte esperándolo, y tal vez, así era.

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Quería deleitarme con ese sentimiento, sumergirme en su presencia con la esperanza de que algo de su optimismo y pasión se desvanecieran en mí. Porque en este momento, mi vida era un completo espectáculo de mierda.

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N

o debería haberlo hecho, pero que Paige tuviera una cita realmente me molestó. Sabía que tenía poco derecho a estar enojado; no me debía nada, y apenas la vi en la semana desde nuestro casi suceso.

Pero no pude evitar la rabia celosa que hervía en mis venas cuando la encontré en el porche con ese tipo. ¿Y cuándo pensé que la lastimaría? Quise golpear su rostro. Todavía no sabía si pasó como lo contó, que solo habían chocado sus cabezas cuando él trató de besarla, pero Paige nunca me había mentido, por lo que yo sabía. En mi camino al hospital, llamé para ver cómo estaba Allie, contento de que hubiera echado a James en la acera. Mi vida en estos días consistía en obligaciones. Trabajé, dormí, fui al gimnasio, estudié, revise a mi mamá y mi hermana, trabajé un poco más. Enjabona. Enjuaga. Repite. Sabía que había un propósito, sabía que había una razón por la que hacía esto, pero joder, algunos días era difícil recordar cuál era esa razón.

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Esta noche, el impulso de quedarme en casa y asegurarme de que Paige estaba bien era más fuerte que nunca. Mandar a la mierda mis responsabilidades sin fin y pasar el rato con alguien que me hiciera sentir cómodo, a gusto, y mucho más encendido. No presionaría a Paige por más, no la presionaría sobre el sexo que se suponía que debíamos tener. ¿Quería terminar lo que comenzamos? Yo sí por supuesto. Ser interrumpido esa noche casi me mató. Paige estaba tan caliente, tan apretada, tan receptiva. La deseaba. Mucho. No ayudaba que hubiera fantaseado con tenerla durante la última década. Salir antes de estar realmente dentro de ella había sido la peor forma de tortura imaginable. Todo dentro de mí estaba gritando no desde el momento en que escuché el golpeteo en la puerta. Luego, menos de una semana después de que la tuve en mi cama, mojada y ansiosa, ella salía con otro chico.

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Pero tuve que aguantarlo e ir a trabajar. Aunque sabía que el turno de esta noche pasaría lentamente, ya que estaría contando las horas hasta que pudiera verla este fin de semana.

15 Una voz al borde de mi cama me despertó. —¿Paige? —¿Sí? —gruñí, parpadeando en la oscuridad. La única luz venía del pasillo, proyectando sombras en la habitación. La sombra de Cannon estaba a unos pasos de donde dormía. No dijo nada, mientras cruzaba la habitación y se sentaba a mi lado en la cama. Aturdida y confundida, levanté la cabeza. —¿Qué hora es? —Cerca de la una de la mañana. Estábamos excedidos de personal, así que me enviaron a casa temprano. Eso no explica lo que estaba haciendo en mi habitación. Parpadeé lentamente. —Solo quería asegurarme de que estabas bien —continuó. Tardé un segundo en recordar lo que había pasado antes. Había ido a una cita con Daniel el Idiota y terminé con una nariz ensangrentada. No había dolido mucho, aunque la sangre me había sorprendido.

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—Estoy bien —dije. La cálida palma de Cannon toco mi mejilla, y él apartó el cabello de mi cara. —No pude dormir hasta asegurarme de que estabas bien. Tragué, inclinándome en su toque, disfrutando de la manera en que sus dedos fuertes se sentían moviéndose por mi cabello, acariciando mi cuero cabelludo.

Dejando que mis ojos se cierren, murmuró algo ininteligible, y Cannon se rio entre dientes. —Solo descansa, princesa. Lamento haberte despertado. Sentí sus labios en mi frente, y luego el colchón se movió cuando se levantó de la cama. Perdiendo su toque cálido y masculino casi de inmediato, extendí la mano hacia él. —No te vayas. Todavía no —susurré. Normalmente, me habría avergonzado mucho decir eso. Me habría forzado en dejarlo ir y ser una adulta. Pero en lo profundo de la noche, en el tono negro oscuridad, podría pedir lo que quería. No tuve que mirarle la cara o preocuparme sobre lo que vio en el mía. Nada que sucedió entre la medianoche y el amanecer contado; podría esconderme detrás de la extraña oscuridad que cubría el mundo cuando todos los que conocíamos estaban dormidos. Y a la luz del día, podría cancelar este deslizamiento como un sueño. Vaciló por un brevísimo momento, y me moví, haciendo sitio en el cama.

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Luego subió a mi lado, acostado sobre las sábanas, y en su presencia tranquilizadora, me dormí casi al instante.

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M

e desperté con la cara llena de cabello y una erección masiva. ¿El infierno?

Peinando con mis dedos los mechones de color miel, abrí uno ojo parpadeando, y vi que aún estaba en la cama con Paige. Me quedé dormido escuchando sus respiraciones profundas y constantes, disfrutando de la cercanía mucho después de que debí haberme ido a mi propia habitación. Normalmente me tomaba mucho tiempo relajarme lo suficiente para dormir después de un turno, pero tumbado en la oscuridad y escuchando su respiración, fui capaz de romper por la tensión del día y relajarme. Pero lo que había empezado inocentemente, conmigo encima de las mantas, de alguna manera terminé desnudándome a mi bóxer y bajo las mantas con Paige. No tenía ni idea de qué hora era, solo que apenas era de día. La camiseta que llevaba se había subido exponiendo sus bragas de algodón rosadas impresas por todas partes con pequeñas rosquillas, coloridas y espolvoreadas.

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Una sonrisa irónica tiró de mi boca. Era sexy sin siquiera intentarlo. La mayoría de las mujeres no eran sexys a primera hora de la mañana, pero no había maquillaje negro embadurnado bajo sus ojos, no hay aliento de muerte emanando de ella en una desagradable ola. No había nada más que una dulce y suave hembra para adorar y complacer. Ella estiró sus largas y tonificadas piernas bajo las mantas, dejando salir un chillido, luego abrió sus ojos. —Buenos días, Cannon. —Hola, princesa. —Te quedaste. —Ella sonrió tímidamente.

No era mi intención, honestamente, pero de ninguna manera se lo iba a decir. Todavía no podía soportar ver esa sonrisa desvanecerse. —Sí, me quedé dormido. ¿Está bien? —Me froté una mano sobre mi cabello y le sonreí. —No te tomé por el tipo mimoso. —Puedo serlo. —Nunca había sido de los que se acurrucan antes en mi vida. Pero no quería pensar en eso ahora mismo—. Ven aquí. —Abrí mis brazos, urgiendo y Paige levantó la esquina de la sábana para deslizarse. Luego se sacudió de vuelta. —Mierda. —¿Qué pasa? Seguí su mirada hasta mi entrepierna. ¡Cristo! Mi polla estaba tan dura y ansiosa, parada tan alto, que la miraba desde lo alto de mis calzoncillos. Su tímida sonrisa desapareció, y se mordió el labio. —Ignóralo. Ven aquí —le dije otra vez, animándola. Obedeció, y con cautela se acercó hasta que su cuerpo estaba contra el mío. —¿Es eso solo una cosa biológica normal, o estás excitado ahora mismo? — preguntó, su voz vacilante. —¿Un poco de ambos? Estaba tan excitado como una mierda, pero no quería asustarla o hacerla pensar mal.

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Iba a llenarla con todos mis veinte centímetros... al menos estaría muy seguro de que era lo que ella quería. Y después de anoche, no tenía ni idea de si lo era. Risas incómodas fueron seguidas por una palmadita en mi pecho. —Bien, Cannon. Se acurrucó más cerca, colocando su cabeza junto a la mía sobre la almohada, su cuerpo, tocando el mío de hombro a cadera. La sostuve allí, disfrutando de su cálida suavidad. Perfección.

Me preguntaba si ella estaba pensando lo mismo que yo. Esta fue la primera vez que habíamos estado juntos desde nuestro intento fallido de sexo. —En realidad tengo un poco de hambre —admito, agarrándola de la cadera y tirándola del culo hasta que mi pene estaba entre esas suaves y gordas mejillas. Deja salir un ruido estrangulado. —Por rosquillas —continué disfrutándolo demasiado. —¿Rosquillas? —tartamudeó. No sabía si ella estaba pensando en el hecho de que yo recordaba las bragas que llevaba puestas. La mano que yo había descansado sobre su cadera se movió más abajo, y froté el pulgar sobre su cadera y el tejido de sus bragas. Miró hacia abajo y la entendió. —¿Puedo probarlo, princesa? No haría nada sin su consentimiento. Si ella quería esto tanto como yo, tenía que decírmelo. Necesitaba sus palabras. Necesitaba saber que ella estaba muriendo por esto como yo. Solo entonces cruzaría la línea que nunca podríamos descruzar. —Yo... no me he duchado. El significado detrás de sus palabras me golpeó como un puñetazo en el estómago, y por unos breves momentos, me enfadé. No estaba seguro de con qué clase de hombres había estado antes, o si la habían hecho sentir cohibida por su olor o sabor. Pero el sentimiento era extraño para mí. Ningún hombre impediría que su chica se lo chupara porque pensó que su verga no era digna de su boca. No, lo empujaría hacia abajo a su ansiosa garganta, disfrutando de la forma en que su almizcle la marcaba. Si ella lo quería a él sucio, por Dios, ella lo tendría.

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¿Tenía Paige realmente cuerdas tan profundas sobre su cuerpo... o era porque tenía miedo de disgustarme específicamente a mí? Respiré profundamente por las fosas nasales, forzándome a calmarme. No lo hizo realmente pero importaba qué se hubiese alejado. Era mi deber tranquilizarla. Para mostrarle que no tenía motivos para estar avergonzada. Paige podría ser unos cuantos años mayor, pero era el que tenía más experiencia de nosotros dos. —Eso me importa una mierda. —Giré su rostro al mío y le di un beso a sus labios. Sus ojos estaban borrachos de lujuria. Me moví por la cama, tirando de la sábana a la altura de mis ojos con esas bragas juguetonas. Presioné mi nariz contra la unión entre sus muslos y la inhalé bruscamente.

Su olor me hizo la boca agua y el pene palpitar. —Carajo, hueles bien, princesa. Dejó salir un gruñido suave. Sus caderas temblaban, buscando más reflexivamente. Decidí que necesitaba mucho más que sus gemidos, me senté y puse una mano en la columna de su garganta, acariciando el hueco y encontrándose con su amplia mirada. Necesitaba saber lo que estaba pensando. —Cuando te folle con mi lengua, no habrá ningún impedimento para ninguno de nosotros. Sus pupilas estaban dilatadas y sus labios separados. Se veía hermosa así, vulnerable y muy excitada, y ni siquiera había hecho nada más que accidentalmente enseñarle la punta de mi verga. —Quiero que me digas todo lo que piensas, todo lo que quieres hacer ¿entiendes? Me hizo un rápido asentimiento de cabeza. Agité la cabeza. —Usa tus palabras, hermosa. —Sí. Entiendo. —Buena chica. Volví a bajar la cabeza y puse mi boca sobre sus bragas en un beso firme. Probando esas donas, como había prometido.

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—Jesús, Cannon. —Se retorció. Plantando firmemente mis manos en sus caderas, la sostuve en su lugar. —No vas a ir a ninguna parte, no hasta que me llene. Se levantó con un codo, sus ojos muy abiertos, casi asustada. Le puse la boca en sus bragas, dejándola sentir el calor de mi aliento, pero nada más. No era lo que necesitaba, y me lo hizo saber gimoteando de frustración.

—Levanta —murmuré. Levantó las caderas. Deslicé lentamente sus bragas por las caderas, sus muslos, dejando la punta de mis dedos sobre la curva de sus pantorrillas mientras avancé. Cuando mis ojos encontraron carne rosada y tierna, aspiré. —Tienes una vagina hermosa. —La separé con mi pulgar, acariciándola suavemente. Sus labios ya estaban rellenos y sonrosados, brillando húmedos y excitados. Mi boca se hizo agua por el deseo. Tenía tanta hambre de probarla, pero tuve que ser paciente. Tuve que hacerle decirme lo que quería. Puso las palmas de las manos sobre los ojos. —Dios mío, ¿acabas de decir eso? Rocé mis labios contra su centro, dejando un beso casto. En mi línea de trabajo, había visto a muchas mujeres que no se sentían seguras con sus propias partes del cuerpo. Pero no deberían serlo. Especialmente Paige. —Sí, y lo dije en serio. Un pequeño clítoris perfectamente redondo, labio rosa, delicioso. La besé de nuevo, esta vez dejando que mi lengua se deslizara sobre su hinchado brote. Ella aspiró un aliento agudo y se retorció ante mi atención. —Dime lo que sientes —dije, apenas deteniéndome lo suficiente para sacar las palabras. Entonces volví a lamerla. —Tan bueno. Increíble —dijo en un lamento.

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—¿Te gusta mi lengua contra tu clítoris? —le ofrecí, disfrutando de su incomodidad en tener que decir las palabras. —¡Sí! —gritó mientras chupaba el manojo de carne entre mis labios. Alterné mis movimientos, descubriendo lo que le gustaba. Impulsado por sus gritos y gemidos, mordisqueé, lamí y chupé, chupé hasta que se sacudía contra mi cara. Susurré palabras sucias contra su carne sedosa, dejé marcas de mordeduras en ella, de lo que sospechaba que había sido empujada antes. —Dime lo que te gusta —dije.

—Tu boca... se siente tan bien. Justo ahí. Usando grandes trazos, aplané mi lengua contra ella, moviéndome en un ritmo de placer que mareaba mientras ella gritó más fuerte. Y luego se estaba desmoronando, empujando sus manos en mi cabello y montándome la cara. Fue un momento hermoso que parecía durar y durar; cada vez que pensaba que había terminado, otro lamento bajo del éxtasis pasó por sus labios y su cuerpo volvió a temblar. Varios momentos más tarde, cuando me deslicé junto a ella, Paige aún estaba jadeando para respirar, cubriéndose la cara con una mano. —No te escondas de mí. —Yo tomé su mano y besé la parte de atrás de ella antes de colocarla en mi polla. —Cannon... —gimió, enrollando su mano alrededor de mí. Toda la lujuria reprimida y la atracción de la semana pasada se estrellaron a través de mí en una vez. —Te necesito —siseé mientras ella seguía acariciándome en largos tirones. —Sí. —Ella se puso de rodillas, alcanzando el cajón de la cabecera. Con temblor en sus dedos, ella sacó una caja sin abrir ningún condón. —Eso no encaja, princesa. Volveré enseguida. —En diez segundos, estaba de vuelta, envuelto en látex, y me uní a ella en la cama. Se había quitado la camiseta, y durante varios momentos, la miré fijamente, me llené de lo que estaba seguro que iba a hacer de juicio por su parte. Todavía no podía creer que fuera a ir para dejarme follarla. Me recosté en las almohadas, urgiendo a Paige para que se subiera a mi regazo. Yo sostuve la base de mi pene con una mano y la guie más cerca de ella con la otra. Y entonces sucedió… sus músculos a mí alrededor, un suspiro de placer empujando sus labios, y felizmente, nadie que nos interrumpa.

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—Eso es, lindo y despacio. —Mordí su mandíbula mientras ella lentamente, dolorosamente bajó sobre mi polla. Parecía decidida a llevarme a la empuñadura. Finalmente, con un gemido bajo, toqué fondo dentro de ella. Mierda. —Cristo, Paige. —Su cuerpo me quedaba como un guante apretado, y no estaba preparado para cómo de correcto y perfecto se sentía. Su cabello cayó en una cortina sedosa alrededor de nosotros mientras yo acercaba su boca a la mía otra vez. Estaba tan necesitada y receptiva, combinando mis impulsos y creando un ritmo por si misma. Mirarla era como ver mi propio espectáculo erótico privado. Su

cabeza se cayó de nuevo hacia atrás, empujando sus pechos hacia afuera a mis manos expectantes. Cuando Paige sugirió que nos acostáramos juntos para probar su punto de vista. Por supuesto que yo había estado jugando. Pero no tenía ni idea de que sería así. Pensé que lo que sería como poner una marca de verificación en una caja, una oportunidad de vivir mi fantasía adolescente. Pero con su cuerpo cálido y flexible retorciéndose sobre el mío, empujando sus caderas hacia abajo más fuerte y más rápido, sus dedos agarrando mi piel, su voz suave y quebrantada suplicándome que fuera mucho más que eso. Fue como si cada una de sus respuestas a mí fuera magnificado, y lo estaba viendo a través de una lente. Mi corazón latía fuerte y firme, bombeando sangre caliente y rápida. Nunca quise que esto parara. Y iba a terminar demasiado pronto si no nos retrasaba. Recordé que había dicho que había pasado un tiempo, y quería asegurarme de que esto era bueno para ella. Poniendo mis manos en sus caderas, le facilité el paso. —Ven aquí, hermosa. Ella bajó con un puchero, como una princesa botada de su trono, pero se acostó en la cama donde yo la dirigí. —Acabamos de empezar —la tranquilicé, presionando un beso completo en su boca. Por un momento me preocupé si besarla era demasiado, demasiado íntimo. Pero en ese momento, no me importó.

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Paige cerró los ojos y me besó, un dulce suspiro en sus labios.

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C

annon me estaba besando. Besos profundos y apasionados que me hicieron doblar los dedos de los pies. Pero luego presionó dentro de mí otra vez, empujando mis muslos, agarrándome de las caderas y lanzándose hacia adelante, y me olvidé de todo lo demás. La sensación de que él entrara en mí era diferente a cualquier otra cosa. ¿Y la mirada de concentración en su rostro, como si casi le doliera lo bien que se sentía? Lo entendía exactamente. Fue casi demasiado para soportar. Todos sus movimientos fueron controlados, cada uno diseñado para brindarme el máximo placer. Nunca quise que esto terminara. —¿Alguien te ha follado alguna vez así? —No. Nunca. —Esa fue la verdad. Era tan profundo y tan posesivo, tan vocal, al mando de mi atención y exigente para mi sumisión. Fue como colocar una llave en una caja cerrada. Ver su gruesa longitud empujarse, separarme, sumergirse en mi interior y luego retirarse, mojándome con nuestros jugos, fue casi obsceno. Cuando tocó fondo, hundí mis caderas contra su pelvis, me perdí en la sensación. El hermanito de Allie follaba como una estrella porno. Ese no era un conocimiento del que me recuperaría alguna vez. ¡Mierda!

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—Este coño es mío ahora mismo. ¿No es así, princesa? —Sí, es tuyo. La forma en que me había empujado fuera de mi zona de confort, haciéndose cargo y haciéndole contar cada pensamiento, sentimiento y emoción que corría por mi cerebro mientras me daba placer... era demasiado y, sin embargo, quería más. —Di mi nombre cuando respondas. —Es tuyo, Cannon.

Gruñó algo así como alabanzas contra mi cuello y comenzó a empujar más fuerte, más rápido, hasta que ambos estábamos corriendo hacia el clímax. Bastante segura de que dejaría moretones en mis caderas, empujé más fuerte y más rápido contra él, deseando ver esas marcas en mi piel más tarde. Quería el recordatorio físico de lo que habíamos hecho, aunque solo fuera para asegurarme de que no había soñado con esto. Y entonces estaba llegando, apretándolo a su alrededor, ordeñándolo con un grito. Cannon emitió un gruñido cerca de mi garganta, sus músculos se tensaron bajo mis manos mientras se hundía más profundo que nunca. Sentí cada palpitación dura de su polla mientras latía dentro de mí. Parecía continuar para siempre mientras oleadas de éxtasis se precipitaban a través de mí. Me besó en el cuello, tomándose su tiempo para retirarse lentamente y luego darse la vuelta para tumbarse a mi lado. —Joder, princesa. —Estaba respirando con dificultad, su pecho subía y bajaba rápidamente. Una sonrisa se desató en mis labios, y una sensación de orgullo me invadió. En el momento en que terminó, supe que había ganado. ¿Orgasmo increíble? Comprobado. ¿Pero mis sentimientos por Cannon? Ellos fueron en gran parte sin cambios. Esto no fue amor Gracias a Dios. Esa era la última complicación que necesitaba en mi vida. Él me acercó, nuestros cuerpos desnudos a gusto juntos. Cannon tiró de la sábana a nuestro alrededor, y descansé mi cabeza contra su pecho. —No estás enamorada de mí todavía, ¿o sí? —preguntó con una sonrisa. —Ni siquiera cerca. —Me apoyé en un codo, mirándolo—. Aunque tenías razón en dos cosas.

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Él se encontró con mi mirada con una sonrisa suave. —¿Y en cuales cosas? —No estabas bromeando sobre tu tamaño o tu resistencia. Pero no, esto no es amor. Esa fue la lujuria carnal. —Concuerdo contigo. Ahora, ven aquí.

—Pero dijiste una vez. Ese fue el acuerdo. —Algo más que eso podría ser peligroso para mi corazón. —Todavía no estás enamorada. —La mano de Cannon se movió debajo de la sábana, deslizándose por mi vientre para acariciar suavemente entre mis piernas—. Y este coño todavía está suave y húmedo para mí. —No lo sé —gemí. —Eso fue tan jodidamente bueno —dijo, volviéndose hacia mí y besando mi cuello de nuevo—. Quiero más. —¿Solo bueno? —bromeé. Él deslizó un dedo largo dentro de mí. —Perdóname. Bueno fue la palabra incorrecta. Increíble. Asombroso. —Retiró su dedo y presionó lentamente otra vez—. Tan cálido y cómodo. Quiero vivir allí. Cannon se quitó el condón usado y se envainó en otro mientras yo yacía allí, con los muslos separados, lista para todo lo que podía darme.

●●● Habían pasado dos días desde que tuvimos relaciones sexuales, y la vida había cambiado. Volví a trabajar, y también Cannon, y actuamos como si todo fuera normal. No dio ninguna indicación de que su mundo había sido desviado de su eje, así que por supuesto que había hecho lo que tenía que hacer para convencerlo de que éramos geniales. Pero hoy, las cosas de abajo habían tomado un giro drástico, y ya no podía fingir que estaba bien.

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Mis partes de mujer estaban ardiendo. Estaban hinchados, heridos y enrojecidos. Sabía exactamente lo que estaba pasando. Dios me estaba castigando por haberme acostado con el hermano de mi mejor amigo. —¿Paige? —preguntó Cannon, doblando la esquina hacia mi habitación. Después del trabajo, me desplomé en la cama y no me había movido desde entonces. Cannon estaba en mi puerta con su uniforme, azul marino y descolorido. Se veía tan delicioso así; no pensé que alguna vez me cansaría de verlo vestido para el trabajo. —Hola —ofrecí débilmente. Una mirada de preocupación cruzó sus rasgos.

—¿Que está pasando? Respirando profundamente, se intensificaron mis nervios. Esta no era una conversación que quería tener. Nunca. Pero tenía que hacerse. Solté un profundo suspiro y lo miré a los ojos. —Creo que me pegaste una infección. Sus cejas se juntaron, y dio varios pasos más cerca. —Eso no es posible. Estoy limpio; lo prometo. Y además, usamos un condón. Habíamos usado un condón. Ambas veces en esa mañana que habíamos hecho el amor. No, tuvimos sexo. La palabra con A no entró en esta ecuación. Cannon se acercó más. —¿Cuáles son tus síntomas? Aunque sabía que su opinión médica me ayudaría, miré hacia otro lado, tartamudeando: —Esta es una invasión total de la privacidad. —Escogiendo mi miniatura, me miré las manos. Recé silenciosamente para que el piso se abriera y me tragara entero. —Dime, Paige. Puedo ayudar. Mi cara estaba en llamas. —Esta rojo allí, y sensible y me duele. Y pica. Creo que tengo sarpullido. —Déjame ver.

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Mi mirada se volvió hacia la de él. —De ninguna manera. No estás mirando mi hoo-ha. —Ya lo he visto, te das cuenta. Tuve toda la cara allí abajo. Si echo un vistazo, puedo determinar si es algo de qué preocuparse. Pero no puedo ayudar a menos que yo te revise. Tragué. ¡Mierda! De todas las situaciones jodidas en las que me encontraba, no podía imaginar un escenario más embarazoso. Después de sentarme paralizada por unos momentos, asentí y de mala gana me puse de pie para quitarme mis jeans.

Cannon fue al baño y oí el agua correr. Él se estaba lavando las manos. Cuando regresó, estaba parado al lado de la cama. —Las bragas también —murmuró. —¿No puedes echar un rápido vistazo debajo de ellos? Sacudió la cabeza. —Quítatelas, y luego recuéstate con las rodillas abiertas. Mátenme. Ahora. Mientras obedecía, los ojos de Cannon trazaron mis movimientos. Esto fue simplemente extraño. Me recosté, apoyado en almohadas, y cerré los ojos con fuerza. —Solo relájate, princesa —dijo, sentándose en mi cama entre mis piernas separadas. Segura de que iba a morir de vergüenza, miré al techo sin expresión. —Respira profundamente y abre las rodillas. —Tomando una respiración profunda para estabilizarme, hice lo que me pidió. —Interesante... —murmuro, usando un dedo para tocar suavemente mi carne hinchada. Su toque fue tan cuidadoso, tan reverente, hizo que mi corazón se hinchara a pesar de mi vergüenza. —¿Qué quieres decir, con interesante? ¿Qué demonios pasa? —Él se encontró con mis ojos—. ¿Cuánto tiempo después del sexo comenzaron los síntomas? —Lo noté cuando me desperté a la mañana siguiente. El asintió.

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—Eso es lo que me imaginé. Es una alergia al látex. Me senté para poder mirarlo incrédulo. —No soy alérgica al látex. —Tu vagina dice algo distinto. Podemos desarrollar nuevas alergias con el tiempo. Estarás bien... solo debes abstenerte de tener sexo hasta que se cure, probablemente de tres a cinco días, y luego encontrar una alternativa de condón sin látex en el futuro.

—Entendido. Bueno, gracias. —Me levanté y me puse nuevamente la ropa interior. Supuse que tener un compañero de cuarto que también era médico tenía sus ventajas. —¿Estás seguro de que estás bien? Me siento mal. Básicamente fui la razón por la que te sucedió esto. Su sentimiento era dulce, y sí, de una manera extraña, su polla cubierta de látex era la culpable, pero no podía culparlo. Todos pasamos un buen momento. —Estaré bien. —Me moví, haciendo una mueca de incomodidad. Cannon frunció el ceño. —Eso es lo que pensé—. Él amontonó algunas almohadas detrás de mí. —Recuéstate. Cuando me resistí, frunciéndome el ceño, Cannon simplemente se rio. —No eres un muy buen paciente. Solo relájate por un minuto y déjame hacer una llamada telefónica. Todavía no puedo recetar medicamentos, pero apuesto a que cuando llame al Dr. Haslett... —¿Quién? —El médico tratante con quien trabajé en ginecología. Estoy seguro de que te escribirá una receta. Un esteroide oral aclarará esto rápidamente. Te sentirás mejor muy pronto, princesa. A su voz profunda y sedosa que no solo prometía hacerme mejor, sino que me llamaba con ese sobrenombre tan entrañable, no pude evitar sonreírle como un tonta enamorada. Me relajé contra las almohadas mientras Cannon sacaba su teléfono de su bolsillo y salía al pasillo para hacer su llamada.

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Unos minutos más tarde estaba de regreso, luciendo molesto. —¿Qué dijo él? —le pregunté—. ¿Puedo obtener el esteroide? Cannon gruñó algo que sonaba muy parecido a sí y se sentó en el borde de mi cama. —Entonces, ¿qué sucede? Él negó con la cabeza.

—El bastardo quería que le tomara una foto y se la enviara por mensaje de texto. —¿De mi vagina? —grité. Las fosas nasales de Cannon se encendieron y él asintió una vez. —Ew. Eso no puede ser ético. —Le pedí que te tratara sin verte, pero sí, eso es escalofriante. Ético o no, le dije que se fuera a la mierda. —Apretó los labios, todavía enojado. —Vio la luz bastante rápido. Una oleada de orgullo, sabiendo que Cannon había defendido el honor de mi vagina herida, corrió a través de mí. Su expresión se suavizó para devolverle mi sonrisa. —¿Qué quieres hacer esta noche? Parpadeé, segura de que no estaba insinuando que lo pasáramos juntos. Había estado tratando con la impresión de que estábamos haciendo lo posible de mantener nuestra distancia cortés, asegurándonos de que, aparte de nuestra aventura de una sola vez, los sentimientos reales no se desarrollaran. —Estoy pensando en pijamas, comida para llevar y películas. ¿Te unes? —Solo si prometes llevar pijamas esta vez. —Recordé la noche en que se arrastró a la cama conmigo; solo había dormido en su bóxer. Y luego, por supuesto, lo que siguió cuando nos despertamos fue la razón por la que estaba acostada aquí adolorida y exhausta. —¿Dónde está la diversión en eso? —Él sonrió.

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Le moví mi dedo hacia él. —Oh no, no lo haces. No seas lindo y coqueto cuando mi vagina está fuera de servicio. —Tú piensas que soy lindo. No era una pregunta, y no respondí. Era más que lindo, era malditamente sexy, y lo sabía. En vez de eso, solo resoplé. —Tengo que elegir la comida.

—De acuerdo. Escoge lo que quieras, saldré y te lo consigo. Tomaré tu receta de la farmacia del hospital por el camino. —Me ofreció su mano y yo la tomé, levantándome de la cama para seguirlo a la sala de estar. Comimos comida tailandesa juntos en el sofá. Descargamos una película de Vince Vaughn que nos hizo reír a carcajadas. —Entonces, en serio, ¿debería ofenderme si todavía no estás enamorada de mí? Tal vez perdí mi tacto —dijo Cannon, mirándome con una sonrisa desafiante. Me reí entre dientes, casi nerviosa, y sacudí la cabeza. —Me parece que está pescando cumplidos, señor. Él se encogió de hombros. —De ningún modo. Solo quiero saber, tu opinión profesional, cuando un día encuentre a la chica adecuada y desate todo esto, no haya ninguna desilusión. Su elección de redacción fue perfecta. Desatar fue correcto. Cannon era una fuerza a tener en cuenta. Podía elegir a cualquier mujer que quisiera, pero eso no era lo que estaba preguntando. Obviamente estaba tratando de obtener una respuesta de mí. —Estoy seguro de que serías un novio de mierda —dije con un bocado de tarta Thai. —Oye, me ofende eso. Le di una sonrisa de complicidad. —Yo sería el tipo de novio que retiene tu cabello mientras me haces una mamada. —Su voz era sincera, pero sus palabras eran groseras.

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—Que cariñoso de tu parte. Alcanzando hacia mí, Cannon pellizcó mi cintura, haciéndome cosquillas. —¡Oye! —Me escabullí más lejos. —Entonces, ¿realmente no puedes pensar en ninguna cualidad asombrosa que pueda interesar al sexo más justo? —preguntó. Ya no sabía si estábamos jugando o si realmente quería saber cómo me sentía con él. Como no podía admitirlo todavía, ni siquiera a mí misma, me mantuve lúdica, rodando los ojos.

—Como si Allie te dejara salir. —Allie no tiene voz en esto. Suponiendo que quisiera una relación. Mi mundo se inclinó hacia los lados. —No estoy lista para tener esta conversación —dije, mi voz temblaba. Cannon me miró durante varios latidos, y pensé que me iba a presionar para que respondiera. Pero no lo hizo. Me puse de pie para limpiar nuestros platos y tomar un minuto para simplemente respirar en la privacidad de mi cocina. Cuando volví a la sala de estar, Cannon sostenía a Enchilada y estaba tomando fotos. —¿Te acabas de tomar una selfie con mi perro? —Yo era una fanática de un hombre que era dulce con mi perro.

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—Tal vez. ¿Es eso un problema? —Él me sonrió, y solo así, nuestro humor lúdico de antes había regresado.

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P

refiero estar en el gimnasio, sacando algunas de mis frustraciones sexuales, pero en vez de eso iría a ver a mi madre. —Mamá, ¿estás segura de que es una buena idea?

Me quedé mirando el armario que mi madre estaba pintando de púrpura. Su sala de estar era una mezcla de colores, como si un arcoíris hubiera cagado allí. No sabía cómo su esposo, Bob, lo soportaba, pero Dios lo bendiga, lo hacía. Él asentía y sonreía a todas las locas ideas de mamá, sacudiendo la cabeza y acordando que parecía un gran plan. Bob era diez años mayor que mi madre, y después de que mi padre se fuera, estaba seguro de que mi madre nunca volvería a amar. Y luego conoció a Bob, el dueño de la tienda de autos donde llevó su auto a que lo repararan. Se había divorciado hace muchos años y no tenía hijos. Mamá parecía llenar el vacío en su vida, igual que él el de ella.

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—Me encanta el púrpura; por supuesto es una buena idea Todos merecen ser felices en su espacio vital, Cannon. Mi mirada se desvió de la de ella hacia la ventana y al cielo sin nubes más allá. Mi espacio habitable era actualmente el espacio vital de Paige. La cercanía significaba que estaba enterándose de mi enamoramiento de la infancia de una forma que nunca había imaginado. Sabía a qué sabía, cómo gemía cuando la besaba en el cuello y que prefería leche de almendras en su café. Sabía eso antes de aparecerme, la mayoría del afecto que ella recibía era abrazar a su pequeño perro. Sabía que ella era una amiga leal y de toda la vida de mi hermana, y que estaba totalmente fuera de los límites. Había pasado una semana desde que habíamos dormido juntos. Cinco días desde que le diagnostiqué alergia al látex. Esa noche pasamos el rato en la sala de estar, compartiendo comida de cartones de papel y platicando sobre recuerdos de la infancia que habíamos olvidado durante mucho tiempo, riéndonos del ridículo reality show de TV que estaban pasando.

Afortunadamente, ella no estaba enojada conmigo por su situación. No es que fuera realmente mi culpa. Intenté mantenernos a salvo usando un condón, y ciertamente nunca quise hacerle daño. Mi madre cruzó la habitación hacia donde yo estaba, secándose las manos en su mono mientras se acercaba. —Te amo, Cannon-ball4. —Se puso de puntillas y me dio un rápido beso en la mejilla. —Yo también te amo, mamá. Puede que no parezca mucho desde una perspectiva externa, pero incluso detenerme por quince minutos para ver cómo estaba, significaba mucho. Bob trabajaba largas horas como dueño de un negocio, y yo sabía que mamá se sentía sola. Ella y yo siempre habíamos compartido una conexión especial. A pesar de mi humilde educación y las dificultades que habíamos pasado, ella nunca dejó de presionarme, nunca dejó de creer que yo podría ser más. En algún momento, comencé a creerlo. Le debía todo. Revisando mi reloj, vi que mi hora del almuerzo casi había terminado. —Tengo que volver al hospital. —Ella asintió y luego me dio una palmadita en el hombro—. Ven a cenar el domingo. Haré tu favorito. No estaba en mí decirle que el pastel de carne no había sido mi favorito desde que tenía doce, o que su versión era como un ataque al corazón esperando a suceder. Simplemente asentí. —Hasta entonces.

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Poniéndome la chaqueta, salí de la ordenada y excéntrica casa que compartía con Bob, y hacia el fresco aire otoñal.

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Juego de palabras: Cannon significa Cañón, y ball bola; seria bola de cañón.

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ebería haberme sentido avergonzada de estar cerca de Cannon ahora. Él me había visto en mi peor momento, y aunque había sido una mierda, lo había manejado tan profesionalmente que apenas lo pensé un segundo. Y él tenía razón. Una vez que tomé el medicamento, las cosas se aclararon rápidamente, y ahora estaba como nuevo. Cannon había sido tan dulce y atento durante toda la semana que casi no quise estallar su ilusión de que todavía estaba bajo el clima. No habíamos hablado de eso, lo cual estuvo bien para mí. No pensé que hubiera una forma no incómoda de decir: ―Mi vagina está mejor ahora‖. Por lo tanto, era mejor no decir nada en absoluto. Cenamos juntos todas las noches, cada uno de nosotros nos turnábamos en la cocina, y la limpiaba mientras caminaba hacia Enchilada. Caímos en un ritmo fácil, mirando televisión juntos por la noche hasta la hora de acostarnos, cuando nos abrazamos y nos separamos.

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Pero esta noche, no estaba cansada. Eran las diez y media cuando nos habíamos acostado, y había estado despierta allí durante una hora. Sabía que una taza de leche tibia me ayudaría a dormir, pero no quería leche. Yo quería a Cannon. Quería sentir de la manera que solo él podía hacerme sentir. Siendo valiente, me levanté de mi cama y caminé de puntillas por el pasillo. Enchilada me siguió. Obviamente, Cannon estaba dormido debajo de las mantas, tumbado de costado. Su respiración era profunda y pareja. Levanté la manta, gateando detrás de él. —¿Paige? —preguntó, su profunda voz entrecortada por el sueño. Rodó sobre su espalda y me miró. —Tuve un mal sueño. —Era una mentira. Estaba cachonda Y esperaba que él también. Abrió sus brazos y yo me acomodé a su lado, poniendo mi cabeza sobre su pecho y enganchando una pierna sobre su cintura. Su corazón latía constante y fuerte bajo mi oreja, y su olor masculino me rodeaba.

Cannon dejó escapar un profundo suspiro, acariciando mi cabello hacia atrás de mi cara. —Te tengo ahora. Estás segura. —Gracias —susurré en la oscuridad. Dejé pasar una mano por debajo de las mantas para descansar sobre su estómago, y sentí sus abdominales tensarse bajo mi toque. Con mi propio corazón latiendo salvajemente, la sangre tronó en mis oídos. Sabía lo que quería, sabía que necesitaba dar el primer paso, pero el miedo al rechazo era algo grande y real. Cannon podría decir que no, y si lo hiciera, me aplastaría. Y no solo porque estaba cachonda, sino porque anhelaba el tipo de intimidad física que habíamos compartido el fin de semana pasado. Tomando una respiración profunda para estabilizar mis nervios, dejo que mi mano se vaya más abajo. Podía sentir la pretina de sus pantalones cortos, y mis dedos se deslizaron debajo de ella antes de detenerse. Los pulmones de Cannon se expandieron bajo mi cabeza, y un aliento forzado empujó más allá de sus labios. Ninguno de los dos dijo una palabra, y mis dedos bajaron hasta que encontré su polla, que ya estaba a media asta. —¿Estás segura de esto? —preguntó. —Solo si tú también me deseas. —Tendría que estar jodidamente loco por no desearte. Eres perfecta, princesa. —Bien, entonces estamos de acuerdo. —Me arrastré sobre él, a horcajadas sobre él, y vi sus labios formar una sonrisa. —¿Y te sientes mejor? —preguntó con un gruñido cuando mi suave centro hizo contacto con su polla, que ahora era firme.

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—Cien por ciento. Balanceé mis caderas sobre la firme cresta de sus pantalones cortos, tragando un gemido. Esto le ganó otro gruñido delicioso, y sus manos encontraron mi cintura. —Cristo, Paige. Sus manos se movieron debajo de mi camiseta, palmeando el peso de mis pechos. Su rostro era una máscara de concentración en la oscuridad, y me sentí

audaz y malvado y oh-tan-tentador. Me quité la camiseta, la arrojé al lado de la cama y observé cómo su mirada caía sobre mis pechos como si los hubiera atraído un imán. Él acarició y apretó mientras me retorcía sobre él. Ni siquiera necesité los juegos preliminares esta noche. Llegué aquí lista, pero por supuesto Cannon no lo sabía. E incluso si lo sospechaba, no iba a escatimar en tratarme bien. Trabajé mis caderas sobre su erección, una cálida fricción vertiginosa por lo bien que se sentía. Cannon se levantó sobre sus codos para tomar uno de mis pechos en su boca, sacando un grito de mis labios. —¿Qué pasa con la protección? No me estoy poniendo otro condón — murmuró contra mi garganta entre besos. La idea de tenerlo desnudo, sus veinte centímetros deliciosos latiendo dentro de mí sin ninguna barrera entre nosotros, me hizo apretar. —Estoy a salvo. Tomo la píldora. —Me las arreglé para respirar entrecortadamente. —Creo que acabas de convertirte en mi mujer soñada. Nunca he hecho eso antes. ¿En serio? ¿Nunca lo había hecho sin condón? Supuse que tenía sentido. El Cannon ultra responsable siempre había tomado decisiones seguras. Estaba feliz de ser la primera en ese sentido. Incapaz de esperar ni un segundo más, me puse de rodillas, lo suficiente para tirar mis bragas de encaje a un lado. Cannon hizo lo mismo, empujando el par de pantalones cortos deportivos que llevaba puestos en las caderas. Su gran y hermosa polla se liberó. Sabía que llamarlo una polla era extraño, pero realmente lo era. Veteado y pesado, y brillante en la punta.

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Lo tomé en mi mano, guiándolo mientras bajé mis caderas. —¿Estás segura de esto, Paige? —Él gimió cuando la amplia cabeza de él se encontró con mi carne resbaladiza. —Mucho. —Bajé otro centímetro. —Entonces monta esa gran verga, princesa. Bajándome todo el camino, separé mis labios en un gemido silencioso. Él me había llenado hasta el borde y algo más. No podía moverme, no podía hablar, no

podía pensar. La sensación más intensa me invadió, y nunca antes me había sentido más conectada con otra persona. Puede que no me enamorara de Cannon después de la primera vez que tuvimos sexo, pero los sentimientos reales se estaban desarrollando, y la sensación de aprensión dentro de mi pecho cuando sus ojos oscuros de color esmeralda se fijaron en los míos no era algo que pudiera explicar. Él no esperó a que yo comenzara; simplemente plantó sus manos en mis caderas y comenzó a levantarme y bajarme, bombeándome como si fuera su juguete sexual. Viendo sus bíceps flexionarse a la luz de la luna, viendo el brillo del sudor en su frente, sus abdominales tensos, todo era tan erótico. La sensación de él dentro de mí era alucinante. Cada dura cresta suya me estaba acariciando en todos los lugares correctos, y en cuestión de minutos nuestro ritmo me había acelerado hacia la liberación. —Cannon, espera. —Planté una mano firmemente en sus abdominales. Quería que esto durara, no quería que terminara. —Déjalo ser. Quiero verte venir. —Él gimió, el sonido fue torturado, roto. No había forma de detenerlo de todos modos. Mi clímax me atravesó como una bomba detonó dentro de mi útero, mis músculos se contrajeron y espasmos a la vez en una cacofonía de dicha bien orquestada. Una luz cegadora brilló ante mis ojos... tan intensa, un segundo allí pensé que podría desmayarme. —Justo así, nena. —Las puntas de los dedos de Cannon presionaron mi piel, ralentizando mis movimientos, haciéndome sentir todo. Fue el cielo. —Joder —maldijo Cannon en voz baja—. Me estás apretando tan fuerte. No voy a durar...

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Su agarre en mis caderas se tensó y sus empujes se hicieron más profundos. Lo vi como un fanático mira una actuación en vivo, fascinada y cautivada, incapaz de mirar hacia otro lado, ni por un segundo. Él era bello. —Si no quieres que me venga dentro, es mejor que te retires ahora, princesa — dijo roncamente. No iba a ir a ningún lado. Colocando ambas palmas planas contra su estómago, balanceé mis caderas de un lado a otro, mi culo rebotando sobre él duro y rápido. Todo en este momento sería marcado en mi cerebro para siempre. El tic en su mandíbula; el tono profundo y ronco de su voz; la forma en que se sintió moverse dentro de mí.

Continuó bombeando dentro de mí por mucho tiempo, brotes perezosos surgieron de él como lava caliente, marcándome desde adentro hacia afuera. Cuando llegó Cannon, no fue con un grito o un gemido, sin embargo, nunca olvidaría el sonido que hizo cuando llegó al clímax. Su aliento empujó más allá de sus labios en la exhalación más suave y satisfecha que puedas imaginar. Tan controlado, tan masculino. Fue lo más sexy que había escuchado. Su liberación pareció durar para siempre mientras los calientes chorros de semen me penetraban. —Jesús, princesa. —Él me levantó de él, presionando un suave beso en mis labios. Todavía respiraba con dificultad, y yo también. Después de que utilicé el baño, porque, santo diablos, el sexo sin condón era desordenado, me arrastré de nuevo a su lado. Cannon enterró su cara contra mi cuello, haciéndome sonreír. Nos acostamos juntos durante varios minutos perfectamente en cucharita, mi espalda contra su frente. Pasé los dedos sobre cualquier piel que pudiera encontrar, por su grueso antebrazo, a lo largo de su mano grande, ligeramente callosa, manos que un día salvarían vidas. No podía creer lo natural y cómodo que me sentía en sus brazos. Cannon se movió y soltó un suspiro. —Esta debería ser la última vez, ya sabes, para que las cosas no se vuelvan borrosas entre nosotros. Eres la amiga de mi hermana. No podemos seguir así sin ser descubiertos. —Su mano alisó mi cabello hacia atrás de mi cara—. Y odiaría complicar las cosas entre tú y Allie. Me quedé quieta, mi corazón latía débilmente. Pensé que íbamos a abrazarnos y quedarnos dormidos juntos. Qué equivocada había estado.

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—Claro. Por supuesto. —Limpié una lágrima con el dorso de mi mano, mi garganta se tensó. Sus palabras tenían sentido; por supuesto que sí. Pero en ese momento, él era la cosa más real, mejor y más brillante de mi mundo, y odiaba que nunca seríamos más. Pero, ¿qué había esperado? Él me había dicho desde el principio que nunca podríamos tener nada más que una aventura de una noche, y yo había estado de acuerdo. Demonios, incluso había sido el agresor, la que lo engatusó, queriendo demostrarle que podía tener una relación fácil e informal con una mujer sin que ella se enamorara de él. Ni siquiera estaba dispuesta a pensar en la palabra con A, y mucho menos decirla en voz alta. Cannon y yo habíamos vivido juntos un par de semanas, habíamos tenido sexo un total de tres veces. La gente no se enamoró tan rápido, ¿verdad?

Me levanté de su cama, arreglando mi rostro con una sonrisa neutral. —Buenas noches. Su mirada se detuvo en mis pechos desnudos, y por un momento pensé que podría invitarme a volver a la cama, tal vez para otra ronda, o tal vez simplemente para dormir junto a él. En cambio, gimió, su mirada saltó a la mía por fin. —Buena noche, princesa. Pensé que podría hacer un comentario sensual como: ―Será mejor que te vayas antes de que cambie de opinión‖. O pon su mano entre mis piernas para persuadirme a repetir. Pero no lo hizo. Tiró de las mantas que lo rodeaban y se recostó contra las almohadas, con una sonrisa satisfecha en sus labios carnosos. Tragué saliva profundamente y agarré mi ropa desechada del piso antes de hacer mi camino de regreso a mi propia habitación. Después de ponerme la camiseta, me derrumbé sobre mi cama. Si no fuera tan brutalmente perfecto: masculino, divertido, inteligente, genial para hacer fajitas, increíble en la cama... la lista continuaba. Pero, sobre todo, él tenía razón. Tenía razón en que no podríamos seguir una relación. Su hermana estaría muerta en contra de que estuviéramos juntos, y ningún hombre valía la pena sacrificar mi amistad más antigua. Por no mencionar el hecho de que las citas con nosotros no eran realistas: se mudaría pronto, se instalaría en un hospital que sabe dónde. Estaba segura de que no quería que la amiga de su hermana lo siguiera por todo el país simplemente porque había probado su pene y se había enamorado de él, como dijo que lo haría. No, tenía que ser más fuerte que eso.

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Y todavía… Cuando él estaba fuera, no pensaba en nada más que en él. ¿Y cuando estaba en casa? Mi enfoque fue involuntariamente pegado a él, rastreando sus movimientos a través de la casa. Escuchando cualquier sonido de su habitación. Casi había memorizado la suave lista de reproducción de blues que él prefería en su computadora portátil, sabía que sus duchas duraban exactamente seis minutos. Anticipé su rutina como uno de los perros babeantes de Pavlov anticipando el sonido de esa campana. Los días en que no trabajaba, se levantaba temprano y se iba al gimnasio, luego volvía a casa, se duchaba, estudiaba y preparaba algo para comer. A veces visitaba a su mamá o a su hermana, y le gustaba ver las noticias de la noche, ocasionalmente con una copa de vino tinto.

Supe que estaba interesado en la política estadounidense y siguió de cerca el mercado de acciones. Sabía que estaba estresado por elegir su especialidad y postularse a programas de residencia. Sabía todas estas cosas, y sin embargo, no sabía lo más importante de todo, cómo se sentía por mí. Anhelaba saber dónde estábamos. ¿Dormir juntos significa tanto para él como para mí? Me hice un ovillo debajo de las mantas, mis ojos abiertos y mirando fijamente a la oscuridad.

●●● —No pasa nada contigo y con Cannon, ¿verdad? —preguntó Allie, y me evaluó al otro lado de la mesa. Estábamos disfrutando de un desayuno tardío en uno de nuestros lugares locales favoritos. Y aunque puede haber que he estado un poco nerviosa con Allie, sabiendo que estaba escondiendo algo tan importante de ella, nunca pensé que en un millón de años me llamaría. Decidido a actuar de manera casual, tomé un sorbo de mi café. Adentro, mi corazón se estaba revolcando. —No. ¿Por qué? —Porque si lo hubiera, tendría que repudiarlos a los dos. —Allie tomó un bocado de su taco de desayuno mientras esperaba desesperadamente que ella continuara—. Sabes mejor que nadie lo mucho que siento que mi hermano se mantenga en el camino hacia el éxito que está teniendo —dijo, limpiándose la boca con su servilleta—. Venimos de la nada, Paige. Nada. Y ahora va a ser doctor. Puse mi taza en la mesa y tomé aliento.

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—Entiendo eso, Allie, realmente lo hago. Pero debes darte cuenta de que Cannon es una persona madura y responsable. Vivir con él me lo ha demostrado. No va a desperdiciar su oportunidad de éxito por una relación. Allie se sentó más derecha en su asiento. —No lo descartaría, no, pero si hubiera alguien que lo atara, podría tomar decisiones diferentes, podría no aceptar una residencia fuera del estado en un programa prestigioso. La comida en mi estómago bien podría haber sido ácida, teniendo en cuenta lo enferma que de repente me sentí. Debo aclararme en este instante. Confiesa mis

pecados y pide perdón. En cambio, desgarré mi servilleta de papel en pequeñas tiras, incapaz de mantenerme quieta. ¿Importaba que le ocultara esto? Anoche me había dicho que sería nuestra última vez. No, espera. Él sugirió que probablemente debería ser nuestra última vez... había una gran diferencia.

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Algo dentro de mí sabía, a pesar de lo que había dicho, que este no era el final.

20

M

i turno del lunes llegó antes de lo esperado. Después de que Paige se había colado en mi habitación en la mitad de la noche, el resto del fin de semana palideció en comparación. Fue tan inesperada, generosa y receptiva. Además, era una mujer centrada, con una gran carrera, su propio lugar, con un plan de vida racional. Fue refrescante estar con una mujer que se cuida a sí misma. La mayoría de las chicas de mi edad todavía estaban tratando de resolver sus vidas, dependían de sus padres, o buscaban a un chico para llenar ese vacío. Paige no lo era, y eso era sexy como el infierno. Corrí por el pasillo iluminado con fluorescentes camino a la sala de operaciones, listo para el ajetreado día que tenía delante. Tuvimos una cirugía a corazón abierto esta mañana. Sería la tercera cirugía de bypass a la que asistía, y había un ambiente serio, muestra lo consiente de nuestra tarea. Por supuesto, los médicos y las enfermeras estaban bien entrenados y habían pasado años preparándose para estos momentos, pero eso no significaba que lo tomaran con la seriedad que merecían. Me encontraba orgulloso de ser parte del equipo, emocionado de entrenarme para hacer estas cirugías y salvar vidas por mi cuenta algún día. —Entonces, ¿cómo está lo tuyo con Paige? —preguntó Peter, frotándose hasta el codo.

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Habíamos trabajado en turnos diferentes, por lo que no lo había visto en días. Su sonrisa fácil y brillante y me hizo sentir más a gusto al instante. Me acerqué al fregadero de acero inoxidable a su lado y abrí el grifo de agua tibia. —¿De verdad necesito explicarte esto, amigo? Peter me hizo un gesto con la mano, aún húmedo y con jabón. —Por favor hazlo. Ha de ser divertido.

—Cuando un hombre y una mujer se quieren, a veces les gusta quitarse los pantalones y frotarse las partes íntimas. Peter rodó los ojos. —Estás buscando problemas, hombre. Ella es la mejor amiga de tu hermana. Estoy bastante seguro de que hay una regla en contra de eso. Terminé de fregarme las manos y las sequé con una toalla de papel. —Lo que sea. Esta buena. Y es genial. Y cuando estamos en la cama… es jodidamente mágico. Peter frunció los labios, entrecerrando los ojos. —¿Realmente ves un futuro con ella? Mi pecho se apretó cuando una sensación extraña me invadió. —Por supuesto no. Él me sonrió a sabiendas. —Exactamente. Entonces necesitas dejar de joder con ella. Déjala avanzar para que encuentre Sr. Correcto. Sabes que incluso si dicen que no están buscando algo serio, siempre lo están haciendo. Incluso si no me gustaban las palabras de Peter, reconocí que él tenía un punto. Paige se inscribió para esa aplicación de citas después de todo, incluso salió en una cita. El tipo fue un completo patético, pero aun así. Claramente, estaba buscando más de lo que yo podría darle. Quizás me interponía en su camino a la felicidad.

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—Lo que sea, se acabó. No importa de todos modos. Hemos terminado. Esa fue la última vez. —No quería hablar sobre Paige esta mañana; sino centrarme en la cirugía que estaba a punto de llevarse a cabo. Peter me lanzó una mirada astuta que decía: sí, claro. El Dr. Ramírez pasó junto a nosotros con un despreocupado buenos días. Él dirigía la cirugía esta mañana y siempre aprecié su estilo sensato y práctico. —Andando, vamos a trabajar. —Seguí al doctor hacía el quirófano, con las manos en alto y los brazos extendidos frente a mí, como si hubiera sido entrenado.

●●●

Cuatro horas más tarde, mi mundo entero se puso patas arriba. Cada vez que entramos en el quirófano veníamos con el riesgo, por supuesto. Pero estaba tan seguro de que David Hancock, Dave; como nos dijo que lo llamáramos, varón caucásico, de cincuenta y cinco años, casado y padre de tres, que pronto sería abuelo de uno, se iría a casa. Por supuesto que lo haría. Íbamos a dejarlo como nuevo. Mejor que nuevo. En un momento, las cosas fueron según el plan. Al siguiente, fue un completo caos. Nunca olvidaré el silencio ensordecedor en la habitación después de que todas las máquinas se apagaran y los tubos se quitaran. No me olvidaría de la forma en que el Dr. Ramírez me miró y me dijo: ―Ve a comer algo. Ha sido un largo día‖. Como si pudiera hacerlo en ese momento. En lugar de eso, me tambaleé, con los ojos muy abiertos y conmocionados, en la sala de guardia y llamé a Paige. Tenía la intención de enviarle un mensaje de texto, pero mis manos temblaban tanto que no podía escribir. Ella debe haberlo escuchado en mi voz, porque cuando le pedí que fuera al hospital, ella estuvo de acuerdo sin cuestionarlo. Afortunadamente, no había nadie más en la habitación que contenía un grupo de literas, así que me colapsé en una inferior. A veces los pacientes morían, y sabía que como médico, tendría que vivir con ese hecho. Fui entrenado en la facultad de medicina para deshumanizar a la persona a la que estaba tratando y observar únicamente la afección. También sabía por mi entrenamiento que nunca había mucho tiempo para llorar; había muchos pacientes más que también estaban enfermos y necesitaban un médico sensato al timón.

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Pero en este momento, nada de eso importaba. No me importaba mi entrenamiento o los otros pacientes que podrían necesitarme. Solo podía pensar en la quietud paralizante en esa habitación, y si había algo diferente que podríamos haber hecho. Quince minutos después, Paige me envió un mensaje de texto diciendo ya estaba aquí. La encontré en el pasillo y la guie a la sala de guardia, donde la llevé a la cama conmigo. Todavía estaba cálido cuando nos acostamos. —Cannon ¿Estás bien? Cerré los ojos y sentí sus dedos rozar mi cabello. Encerrado en los brazos de Paige, dejé escapar el aliento que sentía como si hubiera estado conteniendo desde que nuestro paciente tomó el último. Si pensé

que era difícil ver pasar a un paciente, nada podría haberme preparado para el momento en que el Dr. Ramírez y yo trajimos a su esposa e hija a la sala de conferencias y les dijimos que Dave había sufrido un derrame cerebral en la mesa y había dejado de respirar. Su agonía me destripó, y los espeluznantes gritos de su esposa mientras caía al suelo eran desgarradores. —No sé si puedo hacer esto —murmuré. —¿Paso algo? —Su voz era suave y tímida, como si ya supiera la respuesta. —Sí —dije, mi voz se quebró—. Perdimos un paciente hoy. —Incluso decirlo en voz alta fue difícil. Paige estuvo callada por un largo tiempo. Luego se movió en mis brazos, y sentí su aliento en mi cuello. —Por supuesto que puedes —susurró—. Volverás mañana, y al día siguiente, y al día siguiente. Salvarás muchas, muchas más vidas de las que nunca perderás. Eres un gran hombre, Cannon Roth. El mundo necesita más hombres como tú. Me recordó lo que el Dr. Ramírez había dicho al salir del quirófano. —¿Qué hacemos ahora? —le había preguntado. —Vete a casa. Mañana, volveremos como mejores médicos. Exhalé y apreté mi agarre alrededor de Paige. Quizás ella tenía razón; tal vez podría volver mañana e intentarlo de nuevo. Pero por ahora, tenerla aquí, cálida y sólida en mis brazos, era lo único en lo que mi cerebro fragmentado podía concentrarse. Fue suficiente.

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Demonios, lo era todo.

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V

er sufrir a Cannon hoy ha sido una agonía. Mirándolo acostarse en la angosta cama, su cuerpo agarrándose al mío como si fuera lo único que pudiera aliviar el dolor, me hizo algo.

Le acaricié el pelo y murmuré cosas alentadoras, pero no tenía idea de si ayudaba. No tenía miedo de ser vulnerable, ni tampoco de admitir que me necesitó. Fue todo. Pero una hora más tarde, su buscapersonas sonó y él se apresuró a atender a un paciente, diciendo que me vería en casa. Se fue sin siquiera una mirada hacia atrás. No podría imaginar un trabajo como el suyo. Trabajé en una oficina donde lo peor que sucedió en mi día fue si la impresora se quedó sin tóner. Él había visto a un hombre morir hoy, y peor que eso, se sintió responsable. Él tenía sangre en sus manos, literalmente. No sabía lo que pasaría después, no sabía cómo rebotaba de regreso de algo así. Sabía a lo largo de la carrera de Cannon, que por supuesto se enfrentaría la muerte. ¿Pero el primero? Tal vez te cambió para siempre.

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Tal vez nunca sería el hombre que era antes. No estaba segura, y me asustó. Comprobando el reloj en la estufa de nuevo, me pregunté a qué hora estaría en casa del trabajo. Sin duda, el trauma que experimentó hoy le permitió un pase para salir temprano. Aunque si conociera a Cannon, él no tomaría ventaja de esa manera. Trabajo duro y la lealtad corría por sus venas. Después de revolver la olla de sopa de fideos con pollo casero por última vez, puse el cucharón en un platillo y vertí dos cortos vasos de whisky. No tenía idea de lo que podría pasar entre nosotros esta noche, y una parte de mí esperaba para algo más profundo que solo sexo. Tan grande como eso fue entre nosotros, anhelaba más de una conexión. Nunca había tenido en cuenta lo difícil que sería tener una relación secreta y no poder decirle a mi mejor amiga al respecto. Necesitaba un consejo, necesitaba alguien con quien hablar, para desahogarme, pero no había forma de que Allie fuera esa persona.

La sensación hueca y vacía que se instalaba en mi pecho era extraña. Yo había vivido tantos años sola y estuvo bien. Entonces, tener a alguien aquí, y no solo alguien, sino a Cannon, que era grande y masculino e inteligente y sexy y ¿tentador? Fue un poco enloquecedor. La puerta de entrada se abrió con un clic y Enchilada corrió hacia ella. —Hola —ofreció Cannon cuando entré en la sala de estar. Él se encogió de hombros de su bolso de la computadora portátil y se quitó los zapatos. Su expresión era neutral, y cualquier otra persona nunca adivinaría el día traumático que acababa de vivir. —Hola. —Le entregué uno de los vasos de whisky—. Pensé que podrías necesitar uno de estos. Su boca se alzó en una leve sonrisa y aceptó el vaso, tintineandolo contra el mío. —Gracias. Joder, sí, podría. Bebió un pequeño sorbo mientras lo miraba, buscando signos persistentes de trauma. Su garganta se movió mientras tragaba un pequeño sorbo, luego otro. Externamente, no parecía que se hubiera derrumbado hoy. Era tan alto y dominante como siempre. Precioso y perfecto. Tomé un sorbo del mío, dejando que el licor caliente un camino en mi pecho, y luego dije: —Hice sopa de fideos con pollo. La receta de mi abuela. Él me sonrió cálidamente.

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—Gracias. Había una razón por la que se llamaba comida de confort. Esperaba que estuviera a la altura del nombre esta noche y tranquilizar la mente de Cannon. —Está casi listo —le dije, guiando el camino hacia la cocina. —Voy a tomar una ducha primero. ¿Está bien? —Por supuesto. Voy a calentar una barra de pan en el horno. Toma tu tiempo.

Sabía que no debería haberme girado y haber visto el apretado culo de Cannon mientras se movía por el pasillo, pero maldición, cada vez era más difícil vivir con un hombre del que me sentía tan atraída. Después de que se duchó, nos sentamos a la mesa y comimos. Cuando le pregunté a Cannon si él quería hablar hoy, sacudió la cabeza. Así que lo aburrí con historias de mi trabajo, y le mostré fotos de Enchilada en mi teléfono. Después de eso, las cosas cayeron de regreso a nuestro ritmo normal y fácil. Limpiamos los platos, miramos la televisión y luego nos fuimos por nuestros caminos separados para la cama. La desesperación floreció en mi pecho mientras me arrastraba a la cama sola. La necesidad de consolar a Cannon, de estar cerca de él, para asegurarme de que estaba bien, era inaguantable. Pero no iría a él, no esta noche. No, a menos que dejara en claro que él me necesitaba. La última vez que me había deslizado en su habitación, él me había dado lo que vine buscando, el sexo caliente que ansiaba, pero también me había advertido que no deberíamos hacerlo de nuevo. Yo no sería esa chica, del tipo que no tenía autocontrol, ni autoestima, alguien que dejaría sus principios en la puerta y abriría sus piernas. No gracias. Tenía que ser capaz de vivir conmigo misma cuando esto se acabara. El movimiento en mi puerta me sobresaltó momentáneamente. —Oye —dijo Cannon, deteniéndose en el marco de la puerta. —¿Está todo bien? —Me senté en la cama, estudiándolo con sus pantalones cortos de dormir grises que colgaba inventivamente bajo en sus caderas. —Sí. —Se frotó la nuca, mirando inseguro como nunca lo he visto—. ¿Estás de acuerdo con algo de compañía? Y porque no podía decir no a una de las solicitudes de Cannon, incluso si quisiera, asentí. Era la primera señal de que tal vez aún no habíamos terminado, a pesar de lo que él dijo.

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Pronto nos pusimos en cuchara bajo las mantas. —Gracias por hoy, Paige, dijo, con la voz baja y somnolienta. —Por supuesto. —No hice mucho más que escabullirme del trabajo temprano para consolar a un amigo, pero me alegré de haber ayudado de alguna manera pequeña. —Es una locura, pero hoy me abrió los ojos a lo que quiero hacer, lo que siempre he hecho estado interesado, pero no confió en mí mismo.

—¿Qué es eso? —Quiero ser un cardiólogo. Sé que es competitivo; sé que va a ser difícil. Sé a lo largo de mi carrera, tendré días como hoy que harán preguntarme por qué elegí esto en absoluto, pero algo que dijiste hoy realmente se quedó conmigo. —¿Qué dije? —Que salvaría muchas más vidas de las que perdería. —Es cierto, ya lo sabes —le susurré. —Lo sé —dijo, colocando un beso tierno en mi frente. Me tiró de manera que me acarició su pecho desnudo, oliendo su intoxicante aroma gel de ducha y Cannon. Él se estaba abriendo a mí, en más de una forma, y me gustaba estar ahí para él cuando me necesitaba. Cannon susurró buenas noches y me apretó una vez más.

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Sabía que esto no podría durar. Jugar a fingir con el hermano menor de mi mejor amiga era una cosa, pero realmente tener una relación real con él era otra muy diferente. Pero yo también sabía que no quería fingir más.

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L

a llamada telefónica que llegó en medio de la noche nos sorprendió a los dos. Ya sabía que Cannon dormía con su móvil junto a la cama, y que lo usaba como despertador, en todo caso, el volumen seguía siendo

elevado.

Cuando desperté, estaba gritando algo en el teléfono. —No. Joder, ¡no! —rugió antes de golpear el colchón con un puño—. Solo respira. Llegaré en un momento. —¿Cannon? —Me senté en la cama, mi corazón latía a un millón por minuto— . ¿Quién era? —Mi madre —graznó, con una voz todavía ronca por el sueño—. Mi padrastro está muerto.

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●●● La muerte de Bob impactó a toda la familia. Como se esperaba, la madre de Cannon estaba casi inconsolable, pero él y Allie no se encontraban mucho mejor. En los años en que su madre estuvo casada con él, Bob había sido su piedra. Se había ocupado de todo por Susanne, proporcionándole un hogar agradable, una vida cómoda y, sobre todo, amor y estabilidad. Ahora que todo eso había sido arrancado, no era fácil ver a Cannon y Allie enfrentar la nueva realidad de su madre. Bob era judío, así que después del funeral formal en la sinagoga, estábamos de vuelta en la casa para el shivah, lo que significaba que los espejos de la casa estaban cubiertos y las luces apagadas, con velas encendidas en su lugar. La hermana de Bob había venido a instruir a Susanne ya que ninguno de los miembros de la familia Roth era judío, y no sabían los procedimientos correctos.

Me senté en la isla de la cocina, bebiendo una botella de cerveza. Ni siquiera me gustaba, pero Allie y yo estábamos escondidas en la cocina, y eso era todo lo que estaba disponible. Canapes y un par de botellas de vino se colocaron en la sala de estar, pero no quería abandonarla, y definitivamente no quería entablar otra larga conversación con uno de los parientes de Bob. Bob tuvo un ataque al corazón mientras dormía. Aunque siempre había sido roncador, Susanne había notado que estaba inusualmente silencioso esa noche. Y en lugar de deleitarse en el silencio y dormir bien, supo inmediatamente que algo andaba mal. Fue justo después de la medianoche cuando descubrió que su esposo no estaba respirando. Llamó al 911 y mientras esperaba a que llegara la ambulancia, llamó a su hijo, que pronto sería médico. Él se apresuró a llegar. Después de tomar otro trago largo de mi botella, di una palmada alentadora al hombro de Allie. —Todo estará bien, de alguna manera, Allie. Tiene que estarlo, ¿verdad? Ella esnifó y me dio un leve asentimiento. —Sí. Así será. Solo estoy preocupada por Cannon. ¿Cannon? ¿Qué tuvo que ver él con esto? —¿Qué quieres decir? —Esperaba que estuviera preocupada por su madre. O que se sintiera mal por Bob. Allie se puso detrás de su oreja un mechón de cabello castaño.

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—Cannon ha estado cuidando a nuestra madre desde que era un niño pequeño. Pero cuando conoció a Bob y se casó, Cannon finalmente podría ser Cannon, un chico normal de la universidad, centrándose en sus propios objetivos y aspiraciones. Fruncí el ceño, sabiendo que eso nunca fue cierto. Estaba bastante segura de que el plan maestro de Cannon en la vida era cuidar a su madre, independientemente de si Bob estaba en la película o no. Fue una de las razones por las que eligió una carrera que lo prepararía financieramente para poder ayudar; era solo lo que era. Pero no iba a discutir con Allie. Toda su familia había tenido suficiente con lo sucedido en las últimas cuarenta y ocho horas. Cannon eligió ese momento exacto para entrar a la cocina. Se le veía cansado. Había círculos oscuros bajo sus ojos, y su expresión estaba grabada en un ceño fruncido. Sin embargo, todavía se las arregló para parecer áspero, masculino y bello.

Desde que salió de mi cama en medio de la noche, se había quedado en casa de su madre y de Bob. Bueno, supongo que ahora era solo la casa de su madre. Una parte de mí no pudo evitar preguntarse si ahora decidiría mudarse con ella. Era un viaje de cuarenta y cinco minutos al hospital, en lugar de los diez minutos en coche desde mi casa, pero sabía que si ella lo necesitaba, Cannon no lo dudaría. Haría las maletas y me desearía buena suerte, y ese sería el final de mis días con mi compañero de habitación y la cita prohibida que habíamos compartido. Me mataría si se fuera, aún no estaba preparada para enfrentarlo. Tenía curiosidad acerca de cómo estaba aguantando, y aunque lo había visto durante los últimos dos días, no había pasado tiempo a solas con él, ni le había hablado más de una docena de palabras. No sabía cómo estaba o en que andaba pensando. —Toma una cerveza con nosotros, Cannon —dijo Allie, dando palmaditas en el taburete junto al suyo. Cannon tomó una botella de cerveza de la nevera y retiró la tapa antes de hundirse en el taburete. Nos sentamos en silencio por unos momentos, cada uno de nosotros cuidando nuestras bebidas y sin saber qué decir para llenar el vacío. La vida podría cambiar en un instante, y esa dura realidad se estaba hundiendo con fuerza para todos nosotros. Susanne asomó la cabeza por la cocina. Tenía la cara y los ojos hinchados, pero por ahora, al menos, no había lágrimas. Se encontraba sosteniendo todo junto por el momento. —Oigan chicos, ¿pueden ayudarme con el tío de Bob, Fritz? Su auto está atascado en el jardín delantero.

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Mis cejas saltaron. Conocí al tío Fritz antes. Tenía noventa y siete años, y estaba bastante segura de que no tenía ningún asunto con la conducción. Cannon se levantó de su asiento pero Allie le dio una palmada en el hombro, obligándolo a retroceder. —Siéntate. Toma un trago. Yo me encargo. Le di a Allie una sonrisa comprensiva y la vi seguir a su madre desde la cocina. Miré hacia Cannon, buscando algo que decir. Sin Allie sentada entre nosotros, de repente nos sentimos demasiado cerca, demasiado expuestos. Como si alguien entrara y nos echara un vistazo y supiera que hemos estado durmiendo juntos estas últimas semanas. Así de real y palpable se sintió nuestra conexión. Una mirada y

alguien leería cada sentimiento intenso, cada deseo secreto que albergué para este hombre. Cannon se volvió hacia mí, abandonando su cerveza en el mostrador. Su mirada vagó sobre mí, hambriento y sin vergüenza. Un cálido cosquilleo se extendió por mi piel mientras humedecía su labio inferior con su lengua, tan breve que apenas lo noté. —Ven conmigo —dijo. Su mano se apretó alrededor de la mía, tirando de mí. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, me encontraba siguiéndolo por la puerta trasera y hacia el garaje con poca luz. Todo se volvió silencioso cuando todas las voces dentro de la casa se desvanecieron. Partículas de polvo flotaban en el aire en la franja de luz de la tarde que entraba por la ventana solitaria. Estábamos solos por primera vez en días, y Cannon no perdió un minuto. Me besó bruscamente, empujando sus manos en mi cabello y fusionando su boca con la mía. Me tambaleé un paso atrás, confundida por su repentino ataque, pero Cannon no se detuvo, apoyándome hasta que mi trasero presionó contra un viejo automóvil cubierto de lona. Sabía que Bob era dueño de un taller de reparación de automóviles, segura de que este era uno de sus proyectos. Debería haberse sentido mal estar aquí, usándolo como un apoyo en nuestro acto depravado, pero extrañamente, no fue así. Bob era extrovertido y sociable. Amaba los autos, pero amaba a su esposa aún más. Tenía una extraña sensación de paz sabiendo que tal vez estaría contento de que este coche viejo todavía fuera útil. Extraño, lo sé, pero así fue como me justifiqué a mí misma lo que estaba sucediendo. Cuando las manos de Cannon rozaron mis muslos, debajo de mi falda, jadeé en su boca.

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—¿Qué estamos haciendo? —Te voy a follar en el capó de este auto, princesa. —Su tono no dejaba lugar a la negociación. Santa mierda. Sus dedos se arrastraron por mi piel, evocando escalofríos cuando se movieron hacia el norte, enganchándose en los costados de mis bragas. Hoy me puse un vestido de suéter negro de manga larga hasta la rodilla. Parecía modesto cuando lo había puesto esta mañana, pero ahora podía ver que le daba a Cannon el fácil acceso que estaba deseando.

Cannon tiró de mis bragas por mis muslos hasta que cayeron libremente sobre mis rodillas, deteniéndose en mis botas tobilleras. Mi cerebro todavía estaba luchando por alcanzarlo. ¿Qué había cambiado desde que Cannon me dijo que habíamos terminado? ¿En qué podría estar pensando cuando su madre y su hermana estaban del otro lado de una puerta a menos de seis metros de donde estábamos? ¿Qué demonios estaba pasando? Inhalé profundamente. —¿Paige? —preguntó Cannon, deteniéndose de repente. —No así —murmuré—. Ahora no. Aquí no. Su frente hecha trizas traicionó su confusión. —¿No quieres esto? Extraño, considerando que él había sido quien había dicho que no podíamos hacer más esto. En ese momento se abrió la puerta de la casa y Allie asomó la cabeza, su mirada aterrizó sobre nosotros. Gracias a Dios mis piernas estaban escondidas detrás del auto, y no podía ver las bragas descansando a mis pies. Gracias a Dios que no nos estábamos besando cuando se abrió la puerta. —¿Qué sucede? —preguntó, dando un paso hacia el garaje, entrecerrando los ojos mientras nos apreciaba. La mano de Cannon se posó sobre mi espalda baja, como si sintiera mi creciente nivel de pánico. El pequeño gesto tenía la intención de calmarme, mantenerme en su lugar y evitar que me volviera loca.

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—Simplemente estábamos tomando algo de aire. Estaremos listo en un momento. —Su tono era seguro y constante. Siguió un momento de silencio tenso, y mi corazón tronó en mi pecho. Entonces la boca de Allie se alzó en una sonrisa comprensiva. —Bueno. Te veo en un minuto. En el momento en que la puerta se cerró, respiré hondo. Cannon se arrodilló frente a mí, deslizando mis bragas por mis piernas y asegurándolas en su lugar.

—Lo siento —dijo simplemente mientras se levantaba para pararse frente a mí. Negué con la cabeza. —Dije que no aquí; no dije nunca. —Una parte de mí se odiaba por especificarlo, pero la otra, estaba mareada con la promesa de tener a Cannon en mi cama una vez más. Él asintió una vez, parecía casi aliviado. —¿Estás bien? —pregunté. Habían sido un par de días difíciles, perdiendo a su primer paciente y luego a su padrastro, todo en cuestión de veinticuatro horas. Cannon acarició mi mejilla con su pulgar. —Lo estaré. —Será mejor que regresemos adentro. Él asintió y se dirigió hacia la puerta.

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Eso estuvo cerca. Pero nada podría haberme preparado para lo que sucedió después.

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T

ras ayudar a Allie y Susanne viendo a todos los invitados irse y limpiar, ordenamos una pizza, incapaces de digerir otro guisado. La nevera estaba llena de bien intencionado de amigos y familiares, pero habíamos comido nada más que el guisado de arroz con brócoli y fideos con atún durante dos días en orden. Necesitábamos un descanso, y cuando nos sentamos a charlar en la pequeña mesa redonda de la cocina, con un grande pie frente a nosotras, un momento de calma instalado alrededor de nosotras. —¿Estás bien, mamá? —pregunto Allie, limpiando sus manos en una toalla de papel. Susanne asintió con la cabeza. —Sí, mi amor. Llegaremos a salir adelante de alguna manera, ¿verdad? — Aprieta la mano de su hija. —Siempre lo hacemos —coincide Allie. —¿Dónde está Cannon? —pregunta Susanne—. Debería de comer mientras la comida está caliente.

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No lo he visto en horas; no desde nuestro encuentro en el garaje, para todo lo que sabía él me estaba evitando. Tal vez lamentaba cómo había actuado, no estaba segura. Me enfoqué en el caliento pedazo de pizza frente a mí y trató de olvidarse del resto. Allie asintió con la cabeza. —Voy a buscarlo. Ella marchó escaleras arriba mientras que Susanne y yo seguimos comiendo en silencio. El médico de Susanne, un viejo amigo de la familia, había parado antes con un paquete de medicamentos ansiolíticos. Era un paquete de muestra con solo unas pocas dosis y Susanne había tomado una antes con un vaso de agua. Sabía que no

era la respuesta a largo plazo, pero estaba feliz de ver que ahora parecía un poco más tranquila. Ella era fuerte y resistente. Creí que encontraría, sin duda, una manera de superar esta pesadilla. Cuando Allie regresó, ella anunció que Cannon estaba borracho y que bajaría para comer más adelante. No era como él de beber en exceso y la pizza que acababa de comer se sentía como una piedra en el estómago. En cuanto a que él viene a la planta baja, nunca llegué a ver qué sucediera. Limpiando la cocina y saliendo unos treinta minutos más tarde de la casa.

●●● Fue solo después de la medianoche cuando escuché la llave girar en la cerradura. El sueño me había eludido. A pesar de que mi cuerpo estaba cansado, mi mente había seguido corriendo. Me senté erguida en la cama. Cannon estaba en casa. El ritmo de mi corazón aumento de velocidad mientras él se movió alrededor de la casa. Cuando pateó sus zapatos en la puerta principal y se movió hacia el pasillo, he seguido menos que elegantes sonidos de sus pasos. Luego hubo un ruidoso thunk, seguido por su maldición bajo su aliento. ¿Tal vez él había golpeado su dedo del pie? Yo casi me rio, pero luego la sombra de su forma alta llenaba mi marco de la puerta. —¿Paige? —No estaba tranquilo, claramente no tenía miedo de despertarme. Hubo un áspero borde de necesidad en su voz y llama algo dentro de mí. Mi pecho se apretó violentamente.

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Cannon parpadeó como si sus ojos fueron adaptándose a la oscuridad, caminó dentro de mi habitación. Esperaba preguntarle que me acompañara como la otra noche, cuando nos habíamos dormido, buscando consuelo en los brazos del otro. Mi primera pista de que esto no iba a parecerse fue cuando Cannon cruzó la habitación y se inclinó a los pies de mi cama, sujetándome los tobillos para tirarlos hacia debajo de mi cama. —Paige —dijo mi nombre otra vez, su voz rompiéndose. —¿Sí? –susurré.

—Te necesito. —La plegaría fue tan simple y sin embargo tan visceral. —Sí —gemí mientras sus manos se deslizaron por mis piernas desnudas. Había ido a la cama vestida con una camiseta de gran tamaño y un par de bragas. Y en unos tres segundos exactamente, él me había despojado de aquellos. Luego su caliente boca fundida sobre la mía, besándome profundamente. Degustó whisky y deseo. —¿Estás borracho? —le pregunté, jadeando mientras me alejé. —Tal vez. Solo un poco. Pero no tanto que no pueda hacerte sentir bien. Frotándome su nariz contra mi cuello, dejando besos húmedos en mi garganta y el deseo aumentando a través de mí. —¿Está bien, princesa? —Sí —jadeo, dispuesta a aceptar cualquier cosa en este momento. No queriendo que él pare. Cannon, se despoja de su ropa, dejándola a lado de mi cama, y entonces se movió sobre mí, entando en mí con un suave suspiro en sus labios, murmurando como de perfecta me sentía. Sentimientos encontrados compitieron dentro de mí. Yo quería esto, lo quería, pero quería que esto significará más que una rápida follada de medianoche para aliviar la tensión. Quería despertar junto a él, tomar el desayuno juntos, besar sus labios perfectos antes de salir para el trabajo y compartir una copa de vino juntos en la noche.

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Un pequeño pedazo de mí todavía tenía esperanza, pero sobre todo había renunciado al hecho de que yo me había metido en esta situación, la secreta compañera de follada de Cannon. Quería ser más que un agujero cálido y húmedo y con ese pensamiento, empecé a enojarme. Enojada de que él había aparecido borracho, buscando sexo, enojada por la falta de juegos previos. Cannon levanta mi rodilla doblada, metiendo mi pierna al lado de mis costillas, así que él podría llegar aún más cerca, empujando más profundo que nunca antes. Este lado de Cannon era nueva; no era el amante suave, atento, juguetón susurrando cosas sucias mientras observaba mis reacciones. Él estaba tomando, empujándome más, fallándome más duro.

—¿Te vas a venir por mí? —susurró contra mi cuello, sus caderas golpeando las mías. Enterré mi cara contra su garganta y asentí. —Te amo, princesa. Siempre. Siempre lo haré. He luchado durante tanto tiempo. Pero ahora que tuve así, no puedo volver atrás. No lo haré. Lloré contra su garganta mientras sus caderas continuaron en contra de las mías. —Cannon… —Mi llanto fue desigual y quebrado. Cada pedacito de enojo se desvaneció. Fue substituido por un amor tan brillante que me cegó a todo lo demás. Teníamos que resolver esto. Teníamos que hacerlo.

●●● Me despertó un ruido en la sala de estar, y ya podía sentir el peso de la mano de Cannon que descansa en mi cintura, yo sabía que él no era el que estaba agitando. Parpadeando mis ojos soñolientos abiertos contra la inclemente luz fuera, me estiré a empujar el hombro de Cannon y le susurré. —Creo que Enchilada necesita salir.

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Gruñó algo incomprensible y yo solo pude sonreír. Me sentía exactamente del mismo modo, exhausta y totalmente saciada. Nos despertamos a mitad de la noche haciendo el amor y no quería moverme. La primera vez fue rápido y rudo, y nunca olvidaré Cannon susurrándome su amor por mí mientras me tomaba. La segunda vez fue más lento, más suave y tan significativo. No tenía ni idea de lo que hoy se celebró para nosotros, pero sabía que tendríamos que hablar de lo que iba a pasare entre nosotros. Me estire y había notado que Enchilada estaba tumbado al lado de la cama, aún dormida. Entonces una voz en mi sala de estar llama el nombre de Cannon y me erguí rápido de la cama. Pasos se acercaron más cerca. Alguien estaba en mi casa y se dirigía hacia el pasillo. Tiré la sábana hasta mis pechos mientras Allie apareció en la entrada.

—¿Qué mierda es esto? —gritó. Los ojos de Cannon se abrieron de golpe y se sentó en la cama junto a mí, tirando la sábana hasta alrededor de sus caderas para ocultarse. Habíamos literalmente sido pillados in fraganti. Estábamos desnudos y en la cama juntos, no se puede conseguir mucho peor que eso. Las manos de Allie temblaban mientras llevó sus dedos a sus labios. —No. —Sacudió la cabeza como si quisiera limpiar la imagen que estaba viendo en su cerebro. Su mirada se trabó en la mía, y el dolor en sus ojos salvajes era diferente de cualquiera que quisiera alguna vez haber visto. Su expresión era más conmocionada y devastada que cuando descubrió que su prometido la estaba engañando. —¿Estás follando a mi hermano? —Logró, su voz en palabras. Mi corazón se desplomó y me sentí enferma de mí estómago. Nunca quise engañar a mi muy mejor amiga, pero aquí estaba en la cama con su hermano. Se sentía de la peor traición. —Al, danos un minuto —dijo Cannon después de algunos minutos de tenso silencio. Su voz era carente de emoción, que a diferencia de cómo había sido la noche anterior y mi corazón se hundió más.

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Allie giró y pisoteaba fuera del pasillo. Estaba segura que tenía unos treinta segundos para vestirme antes de que ella comenzará a tirar cosas en la sala de estar. El Señor sabía, que merecía cada pedacito de su ira. No era solo que empecé viendo a Cannon; fue el hecho de que lo había hecho a sus espaldas. Tal vez si hubiera sido honesta con ella desde un principio, admitido mis sentimientos por él y buscar su bendición… Tiré mis bragas por mis piernas y me puse mis jeans. Deslizando mi camisa desechada de anoche en mi cabeza, alisando mi cabello recién follado en una cola de caballo baja. Cannon se pone sus jeans, yendo sin ropa interior debajo de ellos. Sin ser lo suficiente atrevida para encontrarme con los ojos de Cannon, sostengo mi respiración, no lista para hacerle frente a Allie, pero incapaz de esconderme aquí con su silencio pétreo. —Oye. —Cannon se apoderó de mi codo, me detiene en la puerta—. Porque no me dejas hablar con ella. Le das la oportunidad para enfriarse.

Sacudo mi cabeza. —No, está todo bien. Me metí yo en este lío, y es mi responsabilidad para hacer frente a las consecuencias. Él asintió con la cabeza, su expresión oscureciéndose. Había una especie de muro entre nosotros, sino más bien de intentar averiguar lo que estaba pasando entre nosotros, salí a encontrar a Allie. Ella estaba sentada en el centro de mi sofá con los brazos apretados en puños en su regazo. Mi primer pensamiento fue que estaba enojada, pero cuando observé su cara y vi las lágrimas humedeciendo sus mejillas, no estaba segura. Estaba obviamente lastimada también. —¿Por qué, Paige? No entiendo. Tragué y me bajé en el asiento al lado de ella. —Lo siento mucho Allie. Solo sucedió. Allie limpió sus mejillas con el dorso de su mano. —Así que anoche, que fue la ¿primera vez? Aclaré mi garganta. —No. empezó antes… —Casi inmediatamente después de que se mudó, lo que significa que habíamos estado durmiendo juntos por mucho más tiempo del que quería admitir a Allie. —Pero no estabas interesada en las citas. He intentado muchas veces para que salgas más. —Allie resolló otra vez.

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Dios mío, esto fue doloroso. No podía decirle que me había enamorado de su hermano. No podía incluso admitirme eso a mí misma, porque estaba el 99% segura de que las cosas entre nosotros estaban ahora terminadas. —Lo siento mucho Allie —ofrecí otra vez, mi pequeña voz mientras la vergüenza surgía a través de mí. Ella no había salido furiosa todavía, sin embargo, por lo menos estaba dispuesta a escuchar lo que tenía que decir. Suponiendo que después de veinte años de amistad, ella no solo iba a darse por vencida conmigo, tan loca como ella era, y había un poco de consuelo en eso.

—¿Podemos por favor, hablar acerca de esto? —le pregunte—. ¿Tal vez ir a tomar una taza de café? Al menos eso nos dejaría el incómodo momento cuando finalmente Cannon se vista y salga a unirse a nosotras. Allie no lo sabía, pero la incertidumbre se arremolinaba dentro de mí sobre la declaración en medio de la noche de Cannon. La inclemente luz del día reveló la verdad. Cannon estaba borracho. Era la única explicación que tiene sentido. Él había pasado por dos tragedias en dos días, perdiendo su primer paciente y entonces su padrastro. Él estaba fuera de su mente por el dolor y estaba intoxicado. La gente decía cosas como esas cuando habían estado bebiendo. El te amo, comentario de un hombre compartiendo entre amigos de juerga fue casi un cliché. Esto es lo que era. Quería creer que era algo más, pero si realmente estaba enamorado de mí, él estaría aquí tratando con los efectos colaterales, diciéndole a Allie que éramos una pareja y no solo un error. Él no me ama. Estaba allí para Cannon en su tiempo de necesidad y fue elogioso. No es como si no lo hubiera mencionado hoy en día, especialmente no de la manera en que me miró cuando Allie gritaba. Parecía que quería escapar de mí tan rápido como podía. Allie pensando en mi oferta de café por un momento más. Necesitaba salir de la casa, si ella venía conmigo o no. Finalmente, asintió con la cabeza y cogí mis llaves y celular antes de que nos dirigiéramos hacia fuera.

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Una vez que estábamos sentadas con dos tazas humeantes de café delante de nosotras, Allie me veía expectante, esperándome para decirle algo. Solo no tenía idea que decir. ¿Admitir que me preocupaba por él? ¿En que me metería? Tal vez era mejor dejarla pensar que fue un momento de debilidad, puramente físico entre nosotros. Infierno, quizás lo había sido. La verdad era, no tenía idea de lo que pasaba dentro de la cabeza de Cannon ahora mismo. Solo sabía que no había intentado venir tras de mí, no le dijo a Allie que se largara de ahí y que se metiera en sus propios asuntos. —No te puedo decirte como lo siento —le dije, disculpándome otra vez. Allie cambió de puesto en su asiento, cruzando las piernas mientras me estudiaba. —¿Cuánto tiempo exactamente has estado durmiendo con mi hermano? —Comenzó hace un tiempo. Somos amigos, y luego viviendo juntos, se convirtió en algo más.

—Más como en… ¿te preocupas por él? ¿Deseas que haga sacrificios y ahora quieres que se quede? Sacudí mi cabeza. —Me preocupo por él, sí, pero nunca le pediría nada como eso. Allie dejó escapar una exhalación profunda, su agarre apretándose alrededor de su taza. —No tengo ni idea que decir, Paige. Nunca imaginé el escenario donde te enrollabas con mi hermanito a mis espaldas. Vergüenza inunda sobre mí como una ola. Insegura de cómo responder, tomé un sorbo de café caliente, quemando la punta de mi lengua. Estaba bastante segura de que fue el karma. Puse abajo la taza delante de mí. —¿Qué pasa ahora? La mirada de Allie divaga afuera por la ventana dela cafetería donde los peatones y universitarios estaban navegando en nuestra todavía ciudad soñolienta. —¿Honestamente? No estoy segura, Paige. Verlos a los dos en la cama juntos no es una cosa que pueda borrar. Asentí. Esto no era como la vez que derramé salsa marinara en su blusa de seda blanca favorita. Que se arregló con una visita a la tintorería y luego estábamos bien otra vez. Tenía una sensación de que esto tomaría un poco de tiempo. Había roto su confianza. No puedo solo chaquear mis dedos y hacer todo mejor. —Necesito algo de tiempo —dijo—. Y todavía tengo que hablar con Cannon. Averiguar que mierda el pequeño idiota estaba pensando.

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Eso hizo dos de nosotros.

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L

as lágrimas brotaron de mis ojos, y me hundí en el sofá cuando mis piernas se rindieron. Cannon me había quitado la comodidad física en un momento de estrés. Quería demostrar que su teoría estaba equivocada y acumular algunos orgasmos en el proceso. Ambos nos usamos el uno al otro. Y ahora todo había terminado. Pero él había cruzado la línea cuando me dijo que me amaba, me hizo creer que quería estar conmigo. Era una persona rápida, y eso era todo. Entonces, ¿por qué decir todas esas cosas que nunca podría recuperar? ¿Por qué decirme que me amaba? Esas palabras en sus labios habían sido lo más hermoso que había escuchado, todo lo que soñé, pero que nunca había esperado. Mi corazón duele. Mi cuerpo estaba dolorido por sus embestidas ásperas y punzantes. Era como si no hubiese escapatoria, sin olvidar incluso el más pequeño de los detalles sobre la noche anterior. Excepto que había olvidado todo el asunto. Se encontraba borracho, lo sabía, pero nunca imaginé que olvidaría un detalle tan crucial.

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Perder a Cannon antes de que realmente lo tuviera era lo más doloroso de mi pequeño mundo.

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H

abían pasado solo veinticuatro horas desde que Allie me había atrapado con Paige. Esa noche había sido perfecta. Después de un par de días agotadores, me fui a Paige necesitando su dulce consuelo. Y se había sentido tan bien, tan increíble, que no pude mantener mis sentimientos dentro por más tiempo. Le dije que la amaba. No era algo que había planeado decirle, mierda, ni siquiera era algo que había planeado admitirme, pero allí estaba. Y ella simplemente se aferró a mí, disfrutando del placer que le di, pero ni una vez expresó sus propios sentimientos. Pero, ¿qué había esperado? Esto nunca debería ser sobre amor. Ella había montado el placer, ordeñándome, amándome con su cuerpo pero nunca con sus palabras. Cristo, tomarla sin barreras fue una experiencia que nunca olvidaré. La forma en que ella suspiro y gimió suavemente mi nombre cuando entré, el fuerte apretón de su cuerpo estrangulando mi polla, la forma en que sus inquietas caderas habían empujado hacia la mía cada vez que se deslizó hacia atrás... ella era la perfección. Y luego Allie nos encontró juntos y todo se había convertido en mierda.

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Allie estaba más que enfadada, y tal vez debería haberme sentido culpable por eso, pero Paige y yo éramos adultos. Sabíamos el puntaje cuando comenzamos esto. Mierda, Paige fue prácticamente quien me sedujo. Me dijo que no había forma de que se enamorara de mí. Creo que ella tenía razón. La verdad es que la quería desde que la vi cuando respondió la puerta ese primer día. Sin embargo, nunca hubiera actuado sobre eso, si ella no hubiera sugerido que nos conectáramos Y si nunca hubiéramos ido allí, si nunca hubiera tenido que abrazarla en lo oscuro, nunca entrar en su cuerpo apretado y cálido, no estaría tan mal ahora. Ella me había destrozado.

Fue fácil decirme que me estaba quedando con mi madre porque me necesitaba. Pero la verdad era que mi decisión estaba motivada por la necesidad de darle un poco de espacio a Paige. —De la Tierra a Cannon. —Peter agitó su mano frente a mi cara. Parpadeando, lo miré. Estábamos a mitad de un brutal turno de doce horas nocturno. Disfrutar del almuerzo a las dos de la mañana nunca me parecería natural. Pero al menos yo estaba sentado con Peter, quien a menudo traía frivolidad a mi vida. —¿Estás bien, amigo? Me desconectaste por unos minutos allí. Asentí con la cabeza y levanté mi tenedor. —Bien. Peter sabía que había perdido a mi padrastro la semana pasada. Bob nunca se había sentido como un padre para mí, pero él era un buen hombre y él había amado a mi madre, y eso fue lo suficientemente bueno para mí. Su pérdida fue devastadora. Mamá estaba recorriendo las etapas normales del duelo, y me había quedado con ella todas las noches solo para que no estuviera sola. En realidad había sido bonito. Comimos juntos cuando estaba en casa, y ella lavaba la ropa como en los viejo días. Creo que le dio un sentido de propósito. Peter se rio y apartó su bandeja. —Mierda. No estás bien. Y no estoy hablando de perder a Bob. Eso fue horrible y duro para toda la familia, te doy eso, pero esto es otra cosa.

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Obligando a otro bocado de enchilada, fruncí el ceño. Las enchiladas solo me hicieron pensar en Paige y su extraño perrito. No estaba listo para admitir a nadie cómo la extrañaba. —¿Por qué no me instruyes? Entonces, ya que pareces pensar que sabes algo que yo no —le digo. —Estás colgado por Paige. Puedo verlo. Levanté las cejas. Esta no fue la conversación que esperaba tener. —Ni siquiera cerca.

—Te estás enamorado de ella. Hablas con cariño de ella a menudo, y eres espacial cuando estás aquí. Está sucediendo. El gran Cannon Roth se ha enamorado. Tal mierda... Las mujeres se arrojaban a mí todos los días. El amor nunca estuvo en mi radar, y yo no tenía planes de cambiar eso. Mi corazón era como una trampa de acero, fuerte y seguro. Claro, podrían rebotar en mi pene durante una hora, pero decir adiós fue fácil porque mi corazón nunca estuvo sobre la mesa. Mis objetivos eran singulares, y nunca imaginé a una mujer a mi lado mientras los perseguía. Punto final. Fin de la historia. Hasta Paige... Podría haberle dicho que estaba maldita cuando se trataba de sexo, que las mujeres se enamoraron de mí y luego me persiguió implacablemente, pero ella me había demostrado que estaba equivocado. Paige no estaba enamorada, no me estaba persiguiendo. Mierda, ella no había dicho nada cuando yo admití que la amaba. Ni siquiera un agradecimiento. Era una verdad dura enfrentar que Peter tenía razón. Yo fui quien se había enamorado. Terminando en silencio, Peter y yo agarramos nuestras bandejas de la mesa, guardando nuestros platos en los contenedores apropiados y tirando nuestra basura. —No importa. —Exhalé un suspiro—. He enviado mi solicitud para una residencia.

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—Esas son grandes noticias. —Peter me sonrió—. Justo a tiempo. Cuando el Dr. Ramirez me ofreció referirme a un hospital en Denver con un programa de cardiología de renombre, no pude decir que no a esa oportunidad. Tener la guía y saber que él creía en mí era todo. Y con las cosas el camino estaban con Paige y mi hermana, salir de la ciudad sonaba bastante jodidamente increíble. Cuando nos dirigíamos desde la cafetería del hospital, una pesadez se apoderó de mi pecho. Después de haber seleccionado mi camino, me habría sentido más ligero y cómodo después de tanto tiempo. Meses de incertidumbre.

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En cambio, la realidad de mi situación estaba golpeando duro. Me había enamorado de alguien que no podría haberlo hecho, y ahora estaba haciendo lo único que podía: huir.

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e sorprendió el sonido de alguien tocando a la puerta. Por un instante, tuve la esperanza que fuera Cannon. Recordé entonces que, aparte de la primera vez que lo hizo, él nunca tocaba la puerta. Tenía llave y no la había usado en más de una semana. Cuando abrí la puerta me encontré frente a una universitaria de aspecto tímido, rubio cabello rizado y ojos color miel que rezumaban tristeza. Era bajita y vestía unos leggins y una camiseta de la Universidad de Michigan que le quedaba grande y que la hacía lucir aún más pequeña. Se encontró con mi mirada. Parecía preguntarse quién era yo. Luego dirigió la mirada hacia el interior de la sala, a mis espaldas. —¿Puedo ayudarte? —le pregunté. —¿Se encuentra C-Cannon? —respondió en un murmullo. —No está. —¿Pero vive aquí? Trague saliva, de pronto sintiéndome inquieta. Por no hablar de que no sabía cómo responder a su pregunta.

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—Disculpa, ¿quién eres? —Lo siento. Soy Michelle, la novia de Cannon —dijo. Sonrío con timidez y la expresión de su rostro cambio. —Su ¿qué? Mis ojos estuvieron a punto de salírseme de las orbitas.

—Bueno, lo era. No sé bien lo que somos en estos momentos. No he hablado con él —respondió. Su sonrisa decayó. Todo encajo en su lugar de golpe. Ella fue la razón del porqué de repente necesito un lugar donde quedarse. Cortó con su novia y necesitaba un lugar donde esconderse. Fui una fácil salida de su realidad. Se me hizo un nudo en la garganta y agarré el marco de la puerta en busca de apoyo. —Nunca te mencionó —señalé. —No me sorprende —afirmó. Se le borró la sonrisa del rostro—. Así es Cannon. Nuestra historia es… complicada. Me contó sobre su complicado pasado con una mujer. Pero ahora me pregunto si habrá omitido algo. Aparentemente así es porque no tengo ni idea de quién es la mujer parada frente a mí. Nunca escuché que mencionara a ninguna Michelle. —Y tú eres su… —dijo Michelle, intentando obtener información a las claras. —Soy la mejor amiga de su hermana —aclaré. Dios, eso sonó tan lamentable. —Oh, eso tiene sentido. Es decir, no creí… olvídalo —dijo. Me ofreció una sonrisa aturdida que revelaba la edad que tenía. —La próxima vez que lo vea le diré que viniste. Asintió con la cabeza. —Por favor hazlo. Y de paso dile que me llame.

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—Lo haré. Michelle deshizo el camino de vuelta donde su pequeño sedan rojo estaba aparcado y la observe subirse al coche. Me echó un último vistazo antes de alejarse por la calle. Todavía desconcertada por la visita de Michelle me dirigí a la pequeña cocina hacia una deprimente cena para uno.

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e había estado quedando con mi madre durante la última semana y media. Aunque Paige no lo dijo, ya no me sentía bienvenido en su casa. Me sentí aún peor, porque era básicamente mi culpa que Allie nos encontrara esa mañana. Dejé a mi madre en medio de la noche sin despedirme de nadie, aparecí borracho en la casa de Paige, y aparentemente olvidé cerrar la puerta cuando llegué a casa. Y estaba con resaca, así que no oí a Allie entrar hasta que estuvo prácticamente en la puerta, mirándonos con mirada juzgadora. Allie todavía estaba enojada conmigo, pero sabía que con el tiempo lo superaría. Si pensaba que Paige iba a ser una distracción para mi carrera, estaba equivocada. Paige no quería un futuro conmigo. Al menos, eso es lo que me había dejado creer. —¿Hola? ¿Mamá? —dije mientras entraba. La encontré en la cocina horneando. Mamá horneada cuando estaba estresada; era algo de ella. Un plato de barras de calabaza congeladas se encontraba en el mostrador, y una bandeja de brownies se estaba enfriando en la parte superior de la estufa. Mamá estaba metida hasta el codo en un tazón, amasando lo que parecía una masa de galleta. Miré todo con aprensión.

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—Cannon. —Sonrió cuando me vio—. Me alegra que estés aquí. Pásame ese frasco de harina. Hice lo que me dijo, luego me senté en el taburete de la barra en el mostrador para verla trabajar. —¿Cómo lo estás llevando? —Levanté las cejas hacia los contenedores, que ahora estaban apilados. —¿Qué? Son para el almuerzo de la iglesia este fin de semana.

Rodé los ojos. Hornear era una alternativa mucho mejor que acostarse en la cama a llorar, pero aun así era mi madre y se me permitía burlarme de sus idiosincrasias. —Así que, háblame sobre Denver —dijo, espolvoreando la encimera con más harina. La llamé en el momento en que la oportunidad me fue presentada, queriendo su opinión, aunque en última instancia la decisión era mía. Pero todo eso fue antes de que Bob falleciera. Las cosas eran diferentes ahora. —Mamá, no puedo dejarte ahora. No después de todo lo que ha pasado. No le había contado lo de Paige y yo, le hice prometer a Allie que tampoco lo haría. Mamá tenía bastante de qué preocuparse. Ella no necesitaba saber sobre el drama aún cocinándose entre nosotros. Allie aceptó a regañadientes a través del mensaje de texto, todavía negándose a hablar mucho conmigo. —Por supuesto que puedes, y lo harás. Siempre he sabido que este día llegaría, y me he estado preparando para él durante mucho tiempo, Cannon. Sopesaba sus palabras, dándoles vuelta en mi cabeza. Nunca me había puesto

en sus zapatos, nunca consideré lo que era ser un padre, saber que tus hijos crecerían y te dejarían un día. Pero tenía razón; es algo que siempre sabes que llegará. —Estaba bien cuando te fuiste a Yale y voy a estar bien ahora. Abrí la boca para argumentar, pero el fuerte pliegue entre sus cejas demostró su punto. Mi madre había vivido sola la mayor parte de su vida adulta. Mi padre no estuvo en la foto desde mucho antes de tomarla, y ella lo hizo muy bien. Todos esos años, se forjó una vida para sí misma, tirando de dos niños pequeños detrás de ella.

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Mamá volcó la bola de masa en la encimera enharinada y comenzó a aplanarla con un gran rodillo de madera. Estaba agradecido cuando conoció a Bob y se enamoró. No fue justo que solo hubiera conseguido tenerlo en su vida un puñado de años. Pero de nuevo, sabía que la vida no era justa. Fue de ella que aprendí a tomar las partes más amargas y desagradables de la vida, y convertirlas en algo productivo. Era hora de que mi mamá hiciera limonada. —Cannon, hay algo más que quiero preguntarte —dijo mamá.

—¿Qué? —Tu compañera de cuarto, Paige. —Vaciló, pasando las manos sobre la parte delantera de su delantal. Mi corazón latió lentamente en mi pecho. ¿Allie dijo algo? Ver a Allie enloqueciendo esa mañana no fue fácil. Pero la respuesta indiferente de Paige hacia mí después había sido mucho peor. —¿Qué pasa con ella? —Vi cómo fuiste con ella durante el funeral. Fuiste atento, y dulce y acompañado con el hecho de que sé que albergaste un flechazo secreto con ella cuando eras joven... —Mamá metió sus manos en la bola de masa una vez más—. Llámalo intuición de madre, pero tengo la sensación de que tal vez había algo pasando entre ustedes dos. Y luego de repente te fuiste y regresaste rápidamente de nuevo aquí. —Mamá, te amo, pero no voy a hablar de mi vida sexual contigo. Ella hizo un ruido en acuerdo. —Eso lo confirma entonces. Rodé los ojos. —¿Es meramente físico, Cannon? Parte de mí siempre se preguntaba si ustedes dos cruzarían la línea hacia algo más que el territorio de amigo. —No creo que Paige esté interesada en eso, mamá. Y, además, Allie nunca estaría de acuerdo con ello.

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—Nunca se sabe, Cannon-ball. Muchas cosas se pueden resolver con una taza de café y un poco de conversación. Apreté el talón de mi mano contra mi sien, sintiendo las agitaciones de un dolor de cabeza. —No importa ahora, de todos modos. Tienes razón sobre Denver. Siempre y cuando estés bien, no hay razón para que me quede. Era una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar. Y si mamá insistía en que no me necesitaba, no había nada que me retuviera aquí. A menos que cuentes una hermana que no me hablaba, y la mujer que siempre había deseado

quien fue honesta desde el principio sobre lo que quería de mí, unos cuantos orgasmos alucinantes y nada más. Mamá asintió con una pequeña sonrisa en sus labios. —Sé qué harás lo correcto. Siempre lo haces.

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No estaba tan seguro de eso.

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A

gradecida por la segunda oportunidad de Allie, aproveché la oportunidad de unirme a ella para una copa de vino esta noche en un bar local. Su amistad era prácticamente lo único que había dejado.

Hablamos sobre su deseo de empezar a salir nuevamente después del desastre que fue James, pero cuando el tema se dirigió a su hermano, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Quería simular un leve desinterés por el bien de nuestra amistad remendada, pero solo escuchar su nombre era como si alguien hubiera golpeado una cerilla dentro de mi pecho. Me sentía caliente y ansiosa, desesperada por más información, por noticias sobre cómo le estaba yendo. —Creo que va a terminar pronto en el hospital —dijo, jugando con su servilleta de cóctel. —¿Qué estás diciendo? ¿Cannon ya tiene una oferta? La boca de Allie se levantó en una sonrisa. —La tiene. Él va a ser residente en uno de los mejores programas de cardiología en el país. Agarrándome del borde de la silla para no caerme, contuve la respiración mientras espero a que continuara.

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—Se mudará a Denver. ¿No te lo dijo? Allí mismo me dijo exactamente dónde clasifiqué en la lista de prioridades de Cannon. —No lo ha mencionado. —Porque no habíamos hablado en dos semanas. Los ojos de Allie se agrandaron. Lo sabe hace un par de semanas. Estaba segura de que lo sabías.

Dejé mi vaso con manos temblorosas, el fondo tintineó contra la mesa. Las noticias se sintieron como si un cuchillo hubiera sido atravesado por mi corazón, perforando el más sensible lugar que había mantenido escondido. Allie sabía que habíamos estado durmiendo juntos, pero no tenía ni idea de cuán profundos corrían mis sentimientos, cuán aplastado estaba cuando el simplemente se alejó. Allie se concentró en su cóctel, sin dejar de ver si veía mi reacción. —Él ha estado ocupado. Estoy segura de que iba a decírtelo. —No ha estado allí para sus cosas ni nada. Se ha estado quedando con tu madre. Admitir que sentía que había perdido la última parte de él. Allie sonrió. —Eso es probablemente lo mejor, ¿no crees? De repente, mi mundo se sintió pequeño y oscuro. Ha sido agradable tener a alguien para vivir, incluso mejor de lo que esperaba. Cannon y yo nos llevábamos muy bien, y una vez que se agregó un gran sexo en la mezcla, había comenzado a sentirse como el paquete total. Luego él arruinó todo y me dijo que me amaba. Y ahora se estaba yendo. Durante semanas, el dilema que pensé que enfrentaba era elegir entre mi amistad con Allie o seguir más con Cannon. Pero ahora parecía que la decisión había sido quitada de mis manos.

●●● No me había dado cuenta de cuánto había echado de menos las dulces notas Post-it de Cannon hasta que apareció en mi puerta una semana después. Lo arranque de la puerta desteñida por el sol con lágrimas en mis ojos.

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Necesito hablar contigo. ¿Estás libre el viernes? Eso todavía estaba a dos días de distancia. ¿Por qué se sentía como una eternidad? Estaba segura de que me iba a contar acerca de Denver. Después de entrar, saqué mi teléfono y le envié un mensaje de texto. PAIGE: Sí, soy libre el viernes. ¿Quieres venir a cenar? Él respondió unos segundos más tarde. CANNON: Tengo el día libre. Traeré víveres y nos encontraremos allí.

Fue acordado; tenía una cita para cenar con Cannon en cuarenta y ocho horas. Ahora solo necesitaba averiguar qué iba a decirle.

●●● Habría pensado que tenía todo el tiempo del mundo para planear qué decirle a Cannon cuando lo vi, pero estarías completamente equivocada. De alguna manera pasaron dos días en un borrón, y ahora era el viernes para afrontar las consecuencias. Cannon había enviado mensajes de texto cuando estaba dejando el trabajo para decir que había llegado a mi casa temprano y se había dejado entrar. Cuando llegué, me sorprendió ver que la puerta de entrada estaba abierta, no abierta, pero en realidad está entreabierta. Me apresuré a entrar, mirando a mi alrededor para ver si había algo fuera de lugar. La puerta de la habitación de Cannon estaba cerrada. Me lo imaginaba, dado sus largas horas en el hospital, que podría estar durmiendo la siesta. Mientras avanzaba por el pasillo, olí a humo e hice una pausa. No estando segura de qué estaba pasando, llamé a la puerta de Cannon. Sin respuesta después de unos segundos, la abrí. Una lata de gasolina estaba a mis pies, bloqueando la entrada, así que me inclinó y la levantó, poniéndolo fuera del camino mientras mi cerebro se apresuraba a dar sentido a lo que estaba pasando. Una vela ardía a pocos centímetros de distancia. El borde de la manta de Cannon humeaba mientras la llama de la vela lamía. Estaba acostado allí dormido, inconsciente de su entorno traicionero. Confundida, me incliné y agarré un empaque de fósforos tirados en el piso, luego la vela con la intención de apagarla, pero ya era demasiado tarde. Llamas habían cogido el borde de su manta, que ahora ardía, y la claridad me golpeó enseguida. Michelle había regresado.

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Grité el nombre de Cannon, mi voz hizo eco en la pequeña habitación.

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D

espués de dar nuestras declaraciones a la policía, Paige y yo estábamos exhaustos, mental y emocionalmente agotados. Ella se mantuvo cerca de mí durante toda la prueba, y mi naturaleza protectora, la necesidad de mantenerla cerca, estalló dentro de mí. Con ella a mi costado, examinamos su lugar. Afortunadamente, el daño fue mínimo. El fuego apenas había sido grande, arruinando las mantas en mi cama antes de que Paige llegara a casa y me encontrara desmayado por la falta de sueño. Caminó por la sala de estar, levantando sus manos. Sentí que su casa era el último lugar donde quería estar ahora. —¿Quieres salir? ¿Buscar algo para comer? —pregunté, pasando mis manos arriba y abajo por sus brazos. Odiaba que hubiera pasado por esto. Odiaba mi historia y la larga lista de exes inestables. Paige asintió. Ninguno de nosotros tenía ganas de cocinar, pero al parecer, ambos estábamos hambrientos. Nos llevé a una pizzería cercana, donde nos sentamos en un puesto con platos de papel de pepperoni grasoso. Era lo más lejos posible a una primera cita romántica.

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—¿Estás bien? —pregunté. Apenas habíamos hablado en las horas transcurridas desde que ella había regresado a casa. El impacto y las consecuencias potencialmente devastadoras de lo que podría haber sucedido pesaban en ambos. Si no me hubiera despertado y el fuego se hubiera extendido, esa gasolina podría haber asegurado mi muerte. Aunque no quería pensar en eso. Cuando la policía preguntó si había sucedido algo inusual últimamente, Paige mencionó que Michelle había estado buscándome hace unos días. Sabiendo eso supe exactamente cuál de mis ex debió haber hecho esto. Le di a la policía una descripción detallada de Michelle, incluido su auto, dónde vivía, dónde le gustaba

pasar el rato, todo. Allie tenía razón: debería haber solicitado una orden de restricción cuando Michelle irrumpió en mi apartamento. Nunca imaginé que llegaría a esto. —Supongo que estabas en lo cierto —dijo Paige, dejando su porción medio comida y limpiándose las manos con una servilleta de papel. —¿Sobre? —Ser un dios en la cama y que las mujeres se enamoran de ti. —Bajó la mirada mientras decía eso, y yo quería más que nada ver sus ojos en ese momento. Quería creer que estaba hablando de sí misma, pero sabía que estaba hablando de Michelle. —Rompiste la maldición. Creo que debería decir gracias por eso. Esta vez levantó la vista y sus ojos se encontraron con los míos, pero odié lo que vi en sus ojos. Se veía tan infeliz. Quería más que nada hacer que esa tristeza desapareciera, pero todo lo que podía ofrecerle era una sonrisa. Paige me devolvió el gesto, pero su propia sonrisa era triste y no llegó a sus ojos. —No quiero dejar las cosas raras e inacabadas entre nosotros —dije. —¿Cómo se supone que sean las cosas ahora, Cannon? No te veo por dos semanas, y luego tu psicópata ex aparece de la nada. Allie todavía sigue molesta conmigo, y… Cuando hizo una pausa y dejó escapar un suspiro tembloroso, extendí la mano y apreté la suya. Había sido un día traumático y no quería presionarla. —Estoy cansada, Cannon. Asentí.

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—Vamos, te llevaré a casa.

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L

os días pasaron y caí en la desesperación. El momento en que vi a Cannon acostado en la cama con las llamas bailando tan cerca, fue cuando supe con certeza que lo amaba. Un profundo, doloroso amor que no se iba a ir. Desee haber sido lo suficientemente valiente para decirle acerca de esa noche que había profesado su amor por mí. Pero ¿qué había cambiado entre nosotros? Sí, lo amaba también con todo mi corazón, pero yo no sería quien lo retuviera. Me odié por no confrontarlo en el segundo en el que tuve la oportunidad. Me odié incluso más por buscar una vacante de trabajo en Denver en mi descanso para comer en el trabajo. Sabía que las cosas entre nosotros habían terminado, pero eso no detuvo a mi cerebro de fantasear sobre cómo sería volver a empezar, o mudarnos a una nueva ciudad, para explorar las cosas de verdad con Cannon.

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Por otro lado, mi vida había vuelto a la normalidad. Trabajé, comí, dormí, y fui al gimnasio, pero noche tras noche, sola en mi casa, lloré hasta dormirme. Mientras que todavía tenía una relación algo tensa con Allie, me sentí segura de que después de un tiempo nuestra amistad se recobraría. Era la noche del viernes, y Allie estaba lista para una bebida de adultos y un maratón de nuestro programa favorito de Netflix sobre un grupo de mujeres solteras viviendo en la ciudad. Era casi cómico cuán lejos estaba de ese escenario de nuestras vidas, pero tal vez era por eso que nos gustaba, era una oportunidad de escapar de la realidad por una noche. Coloqué un cóctel de arándanos y vodka enfrente de Allie en la mesa de centro, y luego me senté enseguida de ella con mi propia versión más rígida. Salud. Ella levantó la copa a sus labios. —Rico. Gracias.

Apunto el control remoto a la televisión, le doy REPRODUCIR al programa, nuestro tercer episodio de la noche y probablemente no nuestro último. —Quiero decirte algo, pero no quiero que lo tomes a mal. —Ella hace una pausa para ajustar su falda mientras intenté averiguar que estaba en su mente. Bajé mi cóctel enfrente de mí. —Solo dilo, Al. Ella colocó una mano en mi hombro y me dio una ligera sonrisa. —No mires atrás. Si Cenicienta hubiera regresado por su zapatilla, ella no sería una princesa hoy. Era su manera de decirme que necesitaba aceptar esto y seguir adelante. Supongo que ella sabía, o al menos sospechaba, que había sentimientos más profundos entre Cannon y yo de los que le estaba dejando saber. Y la cosa era, tanto como dolió, tenía razón. Necesitaba aceptar la forma en como las cosas habían pasado. No dije nada, no estaba segura si lo esperaba, pero le regresé la sonrisa. —¿Cuándo se muda? —le pregunté después de unos pocos minutos de silencio entre nosotras. No estaba segura si ella estaba viendo el programa o meramente viendo un punto en blanco en el espacio como yo. —Se va mañana —dijo ella, apretando el limón en la orilla de su bebida y lamiendo sus dedos. Ella levantó su copa hacia la mía nuevamente—. A lo más grande y lo mejor.

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Mis ojos deberían haber estado en la pantalla, pero no vi nada. Mi ser entero estaba enfocado en el hecho de que el hombre que robó mi corazón se lo estaba llevando con él cuando se mudase mañana a medio camino al otro lado del país. Y no había una maldita cosa que pudiera hacer el respecto.

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C

ANNON: Vuelo esta tarde. No estaba seguro si querías verme antes de irme.

El mensaje de Cannon esa mañana llegó sorpresivamente. Yo estaba acostada en mi cama pensando en él y mi plática de anoche con Allie cuando el teléfono chirrió, avisando de un nuevo mensaje. Lo único que podía preguntarme si él estaba acostado en cama al otro lado de la ciudad pensando también en mí. Después de no escuchar nada de él desde el incendio la semana pasada, esperé que se fuera sin una mirada atrás. Por supuesto que quería verlo, pero cuando pensé como iría esa reunión, las dudas comenzaron a arrastrarse. Qué diríamos; ¿Te extrañaré? ¿Ten una buena vida? Eso era demasiado doloroso para pensar en ello. Llegué al acuerdo con el hecho de que ocasionalmente escucharía actualizaciones de Allie. Estoy segura de que él será un doctor brillante y tendrá una vida hermosa. Y sabía que un día conocería a alguien y se casaría. PAIGE: Es probablemente mejor si no lo hacemos.

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No hubo respuesta después de eso. Pero dos horas después, me encontré buscando en Google los horarios de vuelos a Denver. Salí rápidamente al aeropuerto, con la esperanza de verlo antes de que se fuera con una parte de mí que nunca recuperaré. No me importa cuánto dolería, cuan incómodo o forzada la conversación sería, no iba a perder mi última oportunidad de verlo. Cuando llegué al aeropuerto, me dirigí a la terminal que había investigado. Había un vuelo a Denver yéndose en dos horas. Si él no estaba en este vuelo, había otro saliendo cerca de cuatro horas. Tenía todo el día, y sería paciente. Estuve ahí solamente cinco minutos cuando el pequeño sedan plateado de su mamá me pasó

en el tráfico. Agachando mi cabeza, me deslicé mis lentes oscuros, esperando que nadie me haya visto. Esperé varios coches de distancia y observé mientras Allie y su mamá lo dejaron en la orilla de la banqueta, abrazándolo y dándole besos como si lo estuvieran enviando a la guerra. Cannon estaba quieto, pensativo, pero no parecía demasiado molesto. Sabía que estaba probablemente emocionado por la siguiente fase de su vida. Cuando el coche de su mamá se alejó, puse mi palanca de cambios en detenerse y salté fuera, apretando la nota adhesiva que escribí antes de irme. Levantando su bolsa de lona sobre su hombro, tiró de la masiva maleta negra rodando detrás de él. Supuse que él estaba teniendo sus otras cosas enviadas a su nueva casa. Y nuevamente, realmente no tenía mucho. La cama tamaño King que él había comprado estaba todavía puesta sin usar en la recamara de invitados. Era loco como tu vida entera puede ser reducida a dos maletas. Mientras mis pies me llevaron a la acera y más cerca de él, mi corazón comenzó a golpetear. Él llegó al mostrador para revisión de maletas y levantó su bolsa de lona sobre la cinta transportadora con facilidad. Yo inhalé profundamente, ahora a solo cuatro metros y medio detrás de él. Algunas veces no hay segundas oportunidades. Algunas veces es ahora o nunca. La señorita del mostrador, una linda mujer joven con una larga cola de caballo rubia, le sonrió a Cannon, y él le devolvió la sonrisa. Ella hizo alguna broma que no pude escuchar y Cannon se carcajeó.

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Me detuve abruptamente, el hombre detrás de mí casi chocó conmigo. Mis pies no pudieron avanzar. Cannon no estaba destrozado; no tenía el corazón roto o inquieto. Él estaba sonriendo y riéndose mientras platicó con la señorita de las maletas. Él obviamente nunca quiso decir ese Te amo. No sería la tonta, atrapándolo como una pequeña chica enamorada. Arrugando la nota en mi mano, giré y me dirigí a la seguridad de mi coche. El dolor de perderlo doliendo nuevamente. Mientras conduje lejos, lágrimas cayeron por mis mejillas, supe que no había suficiente chocolate o alcohol en el mundo para hacer que el dolor de este momento se fuera. Y la peor parte era, ni siquiera tengo a mi mejor amiga para ayudarme a pasar a través de esto.

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H

e estado en Denver por dos semanas, y cada día me digo que hoy era el día en el que comenzaría a sentirme mejor. Hoy era el día que superaría a Paige y finalmente estaría bien. La única gracia salvadora es que me encerré en el trabajo. Mis días fueron ocupados y estresantes, y no tuve tiempo para quedarme en el pasado. Pero el dolor persistente en mi pecho me hizo difícil olvidarla completamente. Era un poco demasiado irónico para mí que mi primera semana como cardiólogo lo pasara con el corazón roto. Después de un turno agotador de doce horas, estaba listo para ir a casa. Me quité la bata de laboratorio y la metí en mi maletín. Juntando mis cosas, cerré mi casillero y me dirigí afuera. Todavía no me acostumbro a caminar fuera a la luz brillante del día después de un largo turno de noche. Las oscuras cortinas en mi nuevo departamento me aseguran poder dormir mientras el resto del mundo está ocupado. Agarré mi celular de mi bolsillo y le marqué a mi mamá. Era a media mañana en Michigan, sabía que ella estaría en casa. —Buenos días —cantó cuando contestó la llamada. —Hola, mamá. —¿Acabas de salir del trabajo? —preguntó.

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Retuve un bostezo. —Sí. ¿Cómo estás? ¿Algún plan para hoy? —Pensé que sabía que ella estaba bien, no me detuvo de revisarla algunas veces a la semana. —No en realidad. Allie y yo debemos ir de compras esta noche. ¿Decidiste unirte a esa liga de softball? —preguntó ella, haciendo referencia a la liga de softball de doctores al que me han invitado a unirme. —Sí, creo que lo haré. —Al menos tendría mi culo fuera después del trabajo.

—Bien —suspiró Mamá—. No me gusta la idea de que estés solo. —Estaré bien, mamá. No te preocupes por mí. —Me metí en mi auto y lo encendí, saliendo del estacionamiento de empleados debajo del hospital. —Lo sé… —Mamá dudó por unos minutos, y estaba tan cansado de que me olvidé de que estábamos hablando—. Hay algo que te quiero decir. —¿Qué? —Si hay algo que aprendí ante el fallecimiento de Bob, es que la vida es demasiado corta para pasarla infeliz, Cannon-ball.

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En mi mente, vi a Paige. Ver sus azules ojos somnolientos, imaginé su suave cuerpo acurrucado enseguida de mí. El dolor familiar en mi pecho volvió. No estaba seguro de que el mensaje fuera o no sobre Paige, pero fue lo que saltó de inmediato en mi mente. Era momento de tomar una oportunidad. De otra forma, viviré con arrepentimiento por el resto de mi vida.

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H

e hecho algo tonto y riesgoso, y regresó a morderme el culo. Cuando recién me enteré que Cannon se estaba mudando a Denver, envié mi currículo en el calor del momento a una compañía buscando contratar a un gerente de recursos humanos. Era una gran empresa en el centro de Denver, y la paga era mejor de lo que ganaba en la actualidad. Al mismo tiempo, me dije que era una gran oportunidad, entonces ¿por qué no solo aplicar y ver que sucedía? Bueno, el reclutador me llamó dos veces la semana pasada, dejando mensajes de voz en mi teléfono, yo era tan cobarde como para regresarle la llamada. Odié la idea de no ser profesional y esquivar sus llamadas, especialmente cuando la oportunidad era tan genial, pero ¿qué se suponía debía hacer? Cannon pudo haber tomado mi corazón, pero no le iba a dar también mi dignidad. Mientras estaba intentando resolverlo, algo incluso mayor sucedió. Fue martes en la noche después del trabajo, y como algo raro, tomé Enchilada afuera y revisé el correo. Había una carta sin dirección de retorno, pero la escritura a mano me pareció tan familiar, la piel en mi nuca comenzó a hormiguear. Sin molestarme a entrar, desgarré el sobre abriéndolo justo en la banqueta. Dentro estaba un boleto de avión a Denver Colorado, y una nota adhesiva en la que se leía:

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Sí no lo intentamos, nunca lo sabremos. No fue exactamente una declaración de amor, pero quise saltar de alegría. Cannon me quería allí. Quiso intentarlo. Era algo. Con mi corazón galopando en mi pecho, lo primero que hice cuando entre fue llamar a Cannon. —¿Estás seguro de esto? —pregunté cuándo él contestó. Cannon se rio.

—Hola, Paige. El rico tono masculino de su voz dispara a través de mí como una flecha. Dios, lo había extrañado. —Hola. —Yo estaba si aliento y no estaba segura de porqué. —¿Entiendo que te llegó tu boleto? —Sí, pero no entiendo. Pensé que estabas siguiendo adelante. Sin mirar atrás. —Me senté en la orilla del sofá, acariciando el suave pelaje de Enchilada. —Escucha, creo que podría haber jodido las cosas. Después de que Bob murió, y cuando Allie nos atrapó juntos y enloquecí… —Él hizo una pausa, dejando salir una pesada exhalación—. Creo que es mejor si tenemos esta conversación en persona. —¿Quieres que vuele tres horas para así poder hablar? —Estoy esperando que hagamos más que eso. —Su voz cayó más profunda, y un pequeño escalofrío lleno sobre mi cuerpo entero. No dije nada porque, santo infierno, ¿qué se suponía que dijera? Mi mundo se estaba inclinando de un lado a otro. —¿Vendrás? —preguntó, su voz tentativa y esperanzada. De repente me di cuenta cuán lejos había ido él al enviarme este boleto. —Sí —dije al final, mi estómago apretándose en nudos. —Gracias joder. Te extrañé, princesa. Limpiándome una lágrima extraviada, bajé mi mirada al boleto en mi mano.

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—Me voy mañana. —Sí. Te recogeré en el aeropuerto a las ocho. —Te veo entonces.

●●● —¿Estás segura de que estás bien con esto? —le pregunté a Allie mientras le entregué la correa de Enchilada.

—Es solamente por el fin de semana. Ella me dio una sonrisa conocedora. —Está bien. Cuando le conté sobre mi viaje sorpresa a Colorado, pensé que Allie enloquecería. En lugar de eso, me ofreció a cuidar a mi perro. Me hizo preguntarme si tal vez Cannon le dijo sobre el boleto antes de enviarlo. Ella no parecía ni un poco sorprendida. —Gracias nuevamente. Estaré en casa el domingo en la noche. —Le entregué la bolsa que contenía el plato de Enchilada, su manta favorita y un bote de comida para perro. —No te preocupes por nosotros. Estaremos bien. Se bueno con Allie —murmuré, flexionándome para acariciar el suave pelaje gris una última vez. —¿Estás bien? —me preguntó cuándo me levanté a mis pies. Los ojos marrones

de Allie estaban llenos con emoción, y el significado más profundo de su preocupación me golpeo directamente en el pecho. Ella no me estaba preguntando si estaba bien dejando a mi perro dos noches. Ella me estaba haciendo la pregunta que ninguna de las dos éramos lo suficientemente valientes para hablar de ello. —Me diste una advertencia muy mala —digo suavemente. —Lo sé. —Agachó la cabeza mirando hacia abajo a sus zapatos brevemente antes de que sus miraras se encontraran nuevamente—. Debí haberte dicho que siguieras tu corazón. Debí haberte dicho que corrieras, no que caminaras.

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Lágrimas inundaron mis ojos. Allie tiró de mí para un abrazo, sus brazos apretados alrededor de mí. Tuve la bendición de mi mejor amiga al final. Lo único que quedaba por hacer es llegar a mi hombre y esperar que nada haya cambiado entre nosotros en todas estas semanas separados.

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F

inalmente, era viernes, y Paige estará aquí en una hora. Me sentí asustado como un adolescente nuevamente, mi estómago torcido en un nudo, nervioso por a donde nos llevará la noche e imaginándolo una y otra vez. Era un poco ridículo cuanto la extrañé. Desde que llamó ayer para decir que venía, he estado atado fuertemente, incapaz de pensar en nada más. Pasé el día aspirando y limpiando mi nuevo departamento. Vivía en un lujoso edificio no lejos del centro con un vestíbulo de mármol y seis pisos. Mi departamento no estaba en la cima, pero era una unidad en la esquina, lo que quiere decir que tiene dos paredes de ventanales que permite que el sol de la tarde entre y un lindo balcón. Después de terminar de poner en orden, me dirigí a la tienda de abarrotes para abastecernos para el fin de semana, puesto que mi objetivo era que rara vez dejemos la cama. Recogí vino, queso y fruta para esta noche, ingredientes para unos french toast que quería hacer para ella en la mañana. Cuarenta y ocho horas con mi princesa no serían suficientes. Solo esperé que pudiera convencerla de quedarse para un largo plazo.

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He estado con muchas mujeres a lo largo de los años, pero ni una como Paige. Ella era preciosa para mí. Creciendo con ella, la vi convertirse en una belleza que te noquea, ni en sueños pensé llegar a tener algo más con ella. Fue casi surrealista pensar en que ella estaba a punto de visitarme aquí. Después de ducharme, afeitarme y aplicarme un poco de colonia, no había nada más que hacer excepto esperar.

●●● Finalmente, era hora de ir al aeropuerto y esperar a que su vuelo aterrizara. Llegué ahí muy temprano, por supuesto, y el agente de seguridad del aeropuerto marcó el inicio de la fila a partir de mí, no dejándome estacionarme en la acera y

esperar por mucho. Circule el aeropuerto tres veces antes de que ella finalmente me mandara un mensaje de texto para decirme que había aterrizado. Paige se veía incluso mejor de lo que recordaba, usando un vestido azul pálido de punto, mallas y botas altas. Su cabello color miel cayendo en cascada sobre sus hombros, y ella nerviosamente lo metió detrás de sus orejas mientras miró alrededor. Me di cuenta de que ella ni siquiera sabe qué tipo de vehículo conduzco ahora, y en mi emoción, me olvide de decirle. Vendí el viejo sedan que había usado a través de la universidad, no pensando que pudiera viajar un largo camino, y ahora conduzco una camioneta deportiva negra. Detengo mi camioneta, saliendo y dije su nombre. Ella se giró al sonido de mi voz, y una sonrisa en sus labios. Dejando caer su maleta en la acera, corrió a mis brazos esperándola.

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Alzándola del suelo, la sostengo cerca y aspiro su esencia, tan agradecido de que ella estuviera aquí. No conozco una sola alma en este estado, excepto por las personas con las que trabaje y la presencia de Paige se siente como todo.

35 —¿C

ómo te está yendo? ¿Te gusta aquí? ¿Tu nueva casa? ¿El hospital? —Quería saber todo a la vez y estaba desvariando como lunática.

Cannon soltó una carcajada y se estiró a través de la consola del coche para colocar la palma de su mano en mi rodilla. Me dio un ligero apretón. —Sí, me gusta mucho. Vivo en un complejo de apartamentos cerca del hospital donde viven varios residentes. El hospital era el único edificio hace algunos años, así que es nuevo y realmente agradable. Y han sido muy acogedores en el equipo de cardiología. Él hizo un sonido como si todo fuera maravilloso. Yo casi apenas lo he mantenido junto, casi incapaz de salir de la cama algunas mañanas, y él claramente ha progresado en su nueva ciudad. —Es bueno escucharlo. —Logré decir.

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Tal vez no quiera lo mismo que yo. Tal vez ese viaje de fin de semana se suponía que fuera diversión sin expectativas. No podía permitirme poner mis esperanzas en alto. Colocando mi pared acerada, le pregunté sobre el paisaje por el que condujimos, y Cannon estaba todo feliz de decirme todo sobre su nuevo hogar, señalando paisajes mientras pasamos. Asentí mientras habló, segura de que, si abría mi boca, podría decir algo de lo que me arrepentiría. Quise decirle que lo extrañé, que estaba tan feliz de estar aquí, pero en lugar de eso me quedé callada. Cuando llegamos a su nuevo lugar, me dio una gran visita guiada. Era un gran apartamento de un dormitorio con ventanales de cristal donde se pueden ver las luces tintineantes de la ciudad. Dentro, estaba amueblado con muebles finos, pero aun sencillos, un sillón seccional de piel, una gran mesa del comedor de roble flanqueada con dos bancas, y un dormitorio con una cama de cuatro postes y dos mesas laterales redondas. Era agradable.

Después de la visita guiada, nos detuvimos en la cocina donde Cannon nos sirvió una copa de vino a cada uno. No pude evitarlo, pero note la botella, era la misma marca que siempre compre en casa. —La última noche que estuvimos juntos… —comenzó, luego se detuvo para aclarar su garganta. Él no tuvo que aclarar a cuál noche se estaba refiriendo. La noche que vino a mí borracho en medio de la noche y me dijo que me amaba. Mi pecho se apretó ante el recuerdo. Tomando un sorbo de mi vino, asentí nuevamente. Cannon tomó mi copa y la colocó en la encimera junto a la suya. —No sé qué es esto que está sucediendo entre nosotros; solo sé que me gusta. Y no quiero que se detenga. —Me dijiste que me amabas esa noche. —Aliviada de ser lo suficientemente valiente de finalmente sacarlo de mi pecho, inhalé profundamente, esperando a que su conmoción apareciera. Solo que no lo hizo. —Lo sé. Y no respondiste nada. Y luego esa mañana cuando Allie nos encontró, saliste corriendo sin mirar atrás. Espera, ¿qué? —¿Siempre supiste que lo dijiste? Él asintió. —Me imaginé que fue un error borracho. —Paige —dijo él, acariciando mi mano—. Nada sobre nosotros fue un error.

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Lamí mis labios, reuniendo mis pensamientos. No pude encontrar las palabras justo entonces para decirle que lo amaba también. —No tengo idea de que estoy haciendo —admití. Sin una pista; con mi vida, con este hermoso hombre más joven quien debería estar fuera de mi liga, no con nada de esto. No he estado en una relación real en mucho tiempo. Las puntas de sus dedos presionaron mis labios. —Es mi primera vez también. Él me ofreció una pequeña sonrisa, y alivio inundó mi pecho.

—Ven conmigo. —Cannon tomó mi mano y me condujo a su sala de estar. Nos sentamos juntos en el sofá, mi cabeza en su hombro y su mano en mi cabello. Había extrañado esta cercanía física con él tanto que quise empaparme en cada momento, sin embargo, sabía que nuestra conversación estaba lejos de terminar. Levantando mi mano a su boca, Cannon colocó un casto beso contra la palma de mi mano. —Pensé que debí haber sido capaz de sobrepasar esto, dejarlo en el pasado. Con el tiempo, mis recuerdos de ti se desvanecerían. Pensé que seguiría adelante y hacer justo como lo que he hecho mi vida entera… —Haciendo limonada —dije, terminando la oración por él. Él tomó mis manos en las suyas. —Sí. Solo que eso no sucedió. Te extrañé Paige. Más cada día que pasó. —También te extrañé. —Juntando mi valor, me encontré con sus ojos—. Estoy enamorada de ti Cannon. —Dios, he estado esperando escuchar esas palabras por tanto tiempo, princesa. Él trajo su boca a la mía, presionando un dulce beso en mis labios. —¿Entonces porque me dejaste ir tan fácilmente? —preguntó, recargándome en su toque. —No quise que comprometieras tu amistad con Allie por mí. Y eres una mujer adulta, Paige. Me imaginé que podías decidir que querías. Asentí. Su respuesta teniendo sentido.

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—¿Y qué es lo que tú quieres? —¿Quieres saber qué es lo que yo quiero, princesa? Tragué, asintiendo. De repente me sostuvo manteniéndome fija debajo de él en el sofá, nuestras copas de vino olvidadas en la mesa de café, la dura longitud de su cuerpo presionando en mí. Dejé salir un gemido estrangulado cuando sentí su dura protuberancia de su hombría entre mis piernas.

—Te quiero así, cada día por el resto de mi vida. Sus palabras eran tan brutalmente honestas que solo pude dejar salir una respiración temblorosa antes de presionar mis labios en los suyos. Reclamando mi boca con sus besos abrazadores, Cannon se movió sobre mí, ambos de nosotros respirando entrecortadamente. —Cristo, eres tan perfecta para mí, Paige. Di sí a esto. A nosotros. Alejándome solo una fracción, me encontré con su mirada llena de sentimiento. Vi todo el amor, devoción y compromiso del que nunca he soñado. —¿Qué hay dentro para mí? —digo juguetonamente. La mirada de Cannon se volvió pecaminosa y se inclinó para besarme, mostrándome exactamente que hay para mí. Él me tuvo desnuda y retorciéndome debajo de él en solo tres segundos, pero a partir de ahí, se tomó su tiempo para amarme; en el sofá, en la encimera de la cocina, y luego en la cama hasta que fui un montón sin huesos. Enamorarse no era como si pensara que sería, como si me estuviera perdiendo una parte de mí por un hombre. No, me sentí como si estuviera ganando algo en su lugar. Algo más grande que solo yo. Pero sabía que este algo era tan grande e impredecible que tenía el poder de destruirme completamente si se volvía por los lados.

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Por ahora, parecía ser nuestro primer obstáculo. Simplemente no sabía lo que sucedería después.

EPÍLOGO

M

ientras me enjabonaba, afeitaba y exfoliaba, no pensé en nada más que en Cannon. Inconscientemente realizaba movimientos, frotándome cada centímetro de piel bajo el chorro de agua caliente hasta que quedaba pálida e irritada. Él se encontraba en un turno de doce horas en el hospital, y lo extrañaba como loca. Hoy fue mi segunda semana aniversario de mudarme a Denver. Comenzaría mi nuevo trabajo el lunes y, aunque estaba un poco asustada, también me encontraba lista para dejar gorronear a Cannon. Siempre trabajé, y esto me pareció extraño. Pasé dos semanas casi rebotando en las paredes, preparada para ser productiva. Cannon me dijo que me relajara y disfrutara de mi tiempo libre, pero había luchado con ese concepto y me alegré de que casi se terminaba. También echaba de menos a Enchilada con algo de fuerza, pero estaba viviendo con Susanne, y sabía que ella lo necesitaba a él y a su dulce compañía más que yo.

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Vivir con Cannon fue un ajuste fácil ya que ya estábamos acostumbrados a compartir espacios. Sin embargo, esta vez fue aún mejor. En lugar de dos habitaciones separadas, teníamos una habitación. Nos habíamos unido más en las últimas semanas, incluso haciendo planes para viajar al extranjero y realizar trabajo humanitario, cosa que a los dos nos interesaba. Anoche, Cannon incluso mencionó el tema de las bodas, preguntando qué tipo preferiría, pequeña e íntima o una celebración total. Solo podía imaginar que era su manera de insinuar que una propuesta podría llegar pronto, una idea con la que estaba totalmente de acuerdo. Al salir de la ducha, vi su toalla colgando prolijamente junto a la mía. Anoche habíamos cocinado juntos, y luego se había ido a un turno de toda la noche, besándome suavemente en la boca antes de irse. Envuelta en una toalla con un turbante en la cabeza, agarré una botella de agua de la cocina, luego me senté en el borde de la cama.

Después de secarme el cabello y aplicarme un poco de maquillaje, arreglé el apartamento solo con mi bata. Todavía tenía unos veinte minutos antes de que Cannon llegara a casa. Mientras me frotaba loción con aroma de coco en mi piel, se me ocurrió de repente, una idea. Hurgué rápidamente en la parte trasera del armario hasta que lo encontré, el sexy disfraz de enfermera que había usado dos años atrás cuando Allie me convenció para ir a un bar en Halloween. La noche había sido un desastre. Ella se topó con un ex romance de la secundaria, por lo que nos escondimos en un callejón para evitarlo. Eso fue todo lo bueno que este disfraz había hecho por mí, escapando a la oscuridad para que nadie lo viera. Habíamos bebido nuestros cócteles de pequeñas tazas de plástico, maldiciendo el nombre de su ex, y luego salimos poco tiempo después. Ni siquiera estaba segura de por qué había empacado esto en la mudanza. Deslicé las medias blancas altas hasta las piernas, la satisfacción floreció en mi pecho. Tal vez esto me daría el impulso de confianza que necesitaba para salir de mi bajón. Recé para que Cannon siguiera el juego. Agregué la falda blanca inapropiadamente corta que apenas rozó la parte superior de mis muslos y la parte superior a juego, que era tan apretada y de corte bajo, que se abrazó a cada curva de mi cintura, obligando a mis pechos a derramarse por la parte superior. Luego, me miré en el espejo de cuerpo entero y sonreí ante mi reflejo. ¿Luzco tonta o sexy? No podría decirlo. El clic de la abertura de la puerta delantera me golpeó como un maremoto y el pánico se elevó en mi pecho. —¿Paige? —llamó Cannon desde el pasillo delantero. El rico timbre de su voz me envió en espiral hacia el deseo cuando entré por la puerta y me detuve. Se quedó en el pasillo, y su boca se abrió cuando me vio.

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—¿Quieres jugar al doctor? —pregunté, usando mi tono más sensual. Cannon no respondió, solamente continuó deleitando sus ojos sobre mi piel, su expresión se ponía cada vez más oscura. El fino uniforme de algodón que vestía, dejaban muy poco a la imaginación, y

cuando se excitó con lo que vio, su erección cubrió el frente de sus pantalones. La situación era tan juguetona, tan tonta, que, con cualquier otra persona, me habría reído. Pero no con este hombre. Cannon me acechó como un guepardo hacía una gacela. Era toda energía masculina e intensa, con una mirada penetrante y posesiva.

Me tomó en sus brazos, besándome profundamente. —Joder, te ves caliente gimió cuando finalmente se alejó. —¿Pasaste un buen día en el trabajo, guapo? —le sonreí, amando la forma en que se veía con su uniforme, amando como sus fuertes manos se posaban en mi cintura. Amaba todo en él. —Digamos que estoy feliz de estar en casa. Sonreí de nuevo. Casa. Realmente lo era. Construimos un hogar juntos, y todo había sucedido muy rápido. Pero todas nuestras rutinas encajaron en su lugar, todas nuestras esperanzas y sueños se alinearon. Todo lo que quedaba por hacer era disfrutarlo.

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No podía imaginar que llegaría un día en el que no quisiera a este hombre con cada fibra de mí ser. Y sin importar lo que la vida nos arrojara, sabía sin lugar a dudas que juntos, siempre haríamos limonada.

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