Zubieta Interior

2 4 Rodrigo Arriagada Zubieta ZUBIETA, Buenos Aires Poetry, 2019. 64p. ; 15x21 cm. ISBN 9789874197603 1. Poesía Chile

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Rodrigo Arriagada Zubieta ZUBIETA, Buenos Aires Poetry, 2019. 64p. ; 15x21 cm. ISBN 9789874197603 1. Poesía Chilena.

©Rodrigo Arriagada Zubieta. Reservados todos los derechos. Primera edición, 2019. Editorial ©Buenos Aires Poetry. Director: Juan Arabia. Diseño editorial: Camila Evia.

BUENOS AIRES POETRY Salta 350 5º F / C1074AAH / Ciudad de Buenos Aires [email protected] www.buenosairespoetry.com

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Índice 13

COSTANERA TOWER

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FORMAS DE DESAPARICIÓN

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SPLEEN DE SANTIAGO

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El CIERVO QUE SE FUGÓ DE LA SELVA

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DESAPARECIMOS AÑOS ATRÁS

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PLAZA DE ARMAS

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NIGHTS

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DARK BUILDINGS

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ERASER HEAD, 1977.

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LAS OLAS

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CLARISSE (VIVRE DANGEREUSEMENT… JUSQ ´AU BOUT!)

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RELACIONES CON LA REALIDAD

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SEÑALES DE VIDA

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PIEDRAS, SAN TELMO

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BAUDELAIRE, 1845: HOMO DUPLEX

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MERSAULT, PLATJA DE SAN SEBASTIÁ

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PLAZA YUNGAY

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TROVAR

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Rodrigo Arriagada-Zubieta

ZUBIETA

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A mi esposa, Alejandra Escobar Delmás VIVRE DANGEREUSEMENT… JUSQ ´AU BOUT!

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COSTANERA TOWER We built a tower… I mean, construimos una torre. Nos rompimos la cara para falsificar un ídolo de piedra que recordara el triunfo ante las tribus vecinas. No usamos mezcla de cal y barro ni fue necesario verter cráneos sobre un altar. Apenas el semen rancio de una raza de hombres mal constituida. Esos que sentaron la belleza en sus rodillas y dijeron cada chileno será exitoso cada exitoso será chileno. Ahora miramos al cielo sin ninguna creencia, hablamos distintas lenguas que cambian de frecuencia los mensajes de la resaca

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y por las noches la sed malsana oscurece las venas. No recordamos pasión litúrgica, adoramos el orgasmo la fiesta. Desde Wall Street la mañana se filtra por las vigas hasta las grandes avenidas y vemos caer desde lo alto de la torre hogueras pálidas, el hombre libre revolviéndose en charcos membranosos a plena luz del vidrio.

Se suponía que debíamos quebrar el cuello de los enemigos a la vista del Dios Sol que fortalecería la musculatura, pero el ascensor más alto del fin del mundo deja caer hombres debilitados como el zumbido tenue de las moscas sucias.

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Así logramos todo, Señor inmolamos nuestra estirpe a fuerza de azotar la cabeza contra el piso. Era más fácil de lo que decías, y este es sólo el comienzo de las obras. El sacrificio de los anestesiados suicidas garantiza el orden con mayor seguridad que un despertador. ¡Créenos¡ apenas manchas de sangre sobre el asfalto y ninguno de nosotros se dispersará sobre otra tierra.

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FORMAS DE DESAPARICIÓN “¿Dónde termina el espacio?” preguntaba el niño cuando era niño y la vida bajo el cielo parecía un sueño. Todo era un mar sin hombres sobreviviendo su naufragio ni charco ni orilla ni fondo del río cosas que cambian de rumbo, peces de sangre fría que no sobreviven la dispersión de la luz. “Chubascos aislados, focos tormentosos de evolución diurna”. La chica de la T.V. arroja al vacío un aquí y un allá impreciso y esa duda se parece al vapor químico, espantosamente fuera del alcance de la vista. El cansancio el paraguas el rumor de adoquines formas de una misma constelación de aguas negras, predicciones que ilustran un desencuentro que tendrá lugar

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bajo un cielo cubierto de cenizas. Una sola certeza: Miraflores con Huérfanos. Ella olvidó decir lo único definitivo: “va a ser un día un día”. El tiempo está ideal para desaparecer –a quién le importa– si desde 1973 alguien habla por todos sin ninguno de nosotros como un actor que vuelve a casa y se estira con los pies descalzos vomitando un soliloquio en boca de nadie.

Pero hoy eres adulto y estás aquí solo en los techos el aire es espantoso y los hombres de negocios a diferencia de ti se ganan la vida porque están hechos para la derrota. Nadie habla contigo y no se te oye incluso ahora que estás en lo más alto ausente como un extraño sonido de los campanarios en el fondo de los seres rotos.

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Va a ser un día un día en que no entrarás en contacto y observarás el polvo rodando a tierra con tu soledad agravada por el paseo impúdico de las mujeres a las 9 A.M. después del primer orgasmo. Otros indolentes sobrevivirán un tumulto de cal adiestrados en el gesto de despreciarse.

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SPLEEN DE SANTIAGO El éxtasis universal se posterga en domingo. Por fin dentro las cosas ensayan formas de desaparición. Esta orgía tan ausente de los rostros humanos como si hubiera que arrastrarse para seguir viviendo. Es extraño. No siento nada. Nada que se parezca al cansancio. Sólo hoy es la misma hora a todo instante y alguien en el techo se inicia en el arte del trapecio ensayando nuevas formas de muerte. Los que nos quitaron varios trozos de horizonte pueden estar tranquilos, torres curvas como la miopía nublan la vista y la luz no alcanza a sugerir el sol, los periódicos se sirven en la mesa para que el hombre crea que es aún parte del mundo y su mujer de un tiempo a esta parte rompe platos contra el piso, canta la musa al pobre mortal que ha perdido su voz. Yo apenas puedo pensar de un día para otro

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en esta ciudad casi sin espacio adelgazada hasta la soledad por sus torturadas raíces detenidas desaparecidas parece que en una mano mía ya no cabe el gesto de empuñar los dedos. Si alguien quiere un trozo de eternidad tendrá que saltar las calles, sus líneas divisorias, los extramuros del inaccesible mecánico y seguir de largo en lo remoto de un cruce de trenes que de seguro ya no existe. Única propiedad privada al fin de todos la extranjería de este no viento Mugre en la bandera chilena izada en blanco y negro en los paseos peatonales Frenesí en el vapor enarbolado como en una película de Scorsesse en el centro mismo del Sudamerican experiment

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Premio Óscar para la mejor borradura en escena en este extremo en que se expolian los ojos de los ávidos de color. Se hace una voluntad oscura aquí sin tierra como sin cielo.

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El CIERVO QUE SE FUGÓ DE LA SELVA Se quema el viejo Santiago y de las cenizas rezuma un licor más fuerte que el veneno cuando todo lo oteas desde un balcón que bien podría ser un precipicio si las memorias del agua no desaparecen y te hunden como una roca que arrastra marineros pescadores arenas despojos lastimosos derrotados, golondrinas de plata de pronto acabadas en el tardío oficio de la lluvia que se abren a la desaparecida caricia del espacio. Estoy mirando abajo muy lejos una urbe llena de terror, fuera unos hombres de traje se chocan en ritmos regulares semejante a un invierno que no se recobra nunca, nunca en los delgados hilos que simulan los pasos de las marionetas. Pero ¡escucha! Soy el ciervo que se fugó de la selva

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y una imagen me asalta: no andes el camino con desconocidos, aparta tus pies de las calles, quédate en las alturas y observa la ciudad por entero: hospital asfalto prostíbulos las hormigas deben registrarse eternamente ahora que colonizaron la totalidad del espacio. Tus lugares ya no son las plazas y los cines, los escarnecedores crujieron sus dientes frente a ti y alguien prepara azotes en las espaldas para los necios. No pidas un hijo ni plantar un árbol, pide que el color del día sea puesto en duda, examinarlo a la luz de la inmovilidad amenazado por el silencio que restablece el perfecto caos, pide dejar de cargar por las calles ese abismo portátil que eres en cada lunes que te falta el aire. Tu generación no es la que desapareció como se arrumban bultos indeseables,

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son seis millones de habitantes a los que los usureros dieron la espalda, les ofrecieron edificios, puntos de fuga al infinito como distracción ante la ausencia de hierba que era lo único que debía volver a enderezar, crecer sobre los restos de los cuerpos salvajes que algunas madres -Príamo sin coronano alcanzaron a gemir, besar las manos terribles de los hijos sin dejar de escupir un incienso con aroma a sangre. ¡Escucha! Soy el ciervo que se fugó de la selva y una imagen me asalta: debe haber otras estrellas además de las del cielo con olor a sótano, debe haber otro lugar donde la hormiga se convierta en zarabanda ignorando el sol que alguien preparó mezquinamente para nosotros, una forma menos resignada de esperar para siempre. Yo comencé por coger la luz del pescuezo, poner candado al cielo borracho y desvelado, beber café hasta el cansancio, orinar en vez de eyacular.

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Ya no deseo que algo recomience, aquí el mundo es un charco que tiembla detrás del Santa Lucía, cenagoso nada en micciones y se ahoga de un espasmo nocturno.

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DESAPARECIMOS AÑOS ATRÁS Siempre que hemos participado ha sido sólo en apariencia, mucho antes que ese pensamiento de muerte velara los cuartos como un atmósfera de sol en un teatro. Y toda esa luz incierta decía amarás lo que se parezca al contacto. el lugar donde no estás, la mirada de los otros como a una vitrina o un acuario, las liturgias en las que nadie precisa estar iniciado en las palabras y sobre todo los espejos el momento feliz, esa desatención de la materia en que todo se empieza a tratar de ti. Ahora que tu reflejo comienza a morder su fantasma y el de todos los vivos ya desaparecidos, tu corazón es un rojo coágulo que odia la nada inmensa como un ahogado que muere en la orilla

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y se pregunta para qué girar en la abismal espiral de nosotros mismos si puedes dejar atrás al hombre traspasado, la hermosura blanqueada por fuera llena de osamentas sumergidas en el sol, comer pan y beber agua, juntar piedras en las playas sin visitas, profundizando el tiempo de placer triste y oscuro hasta que alguien te diga de un soplo ¿de dónde vienes, bebedor, sucio sin rostro y con las manos quemadas? Nunca encontrarás rastro de tu imagen creyendo que el día se levanta contigo. Mi insomnio lo atestigua. Por eso llena tu cama de recuerdos venenosos siguiendo el arte de los perfumistas y ocupa tus días en tallar tu nombre con sangre sobre una lápida, realiza las cosas que la noche deja sin hacer y simplemente piensa ¿quién removerá la piedra del sepulcro?

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PLAZA DE ARMAS Olvidado de primer orden, cesante embalsamado en tu camisa de fuerza, funcionario que debiste hace tiempo enrollar una corbata de hierro alrededor de tu garganta, poeta seducido por el resplandor de lo desaparecido: has comido sin hambre, bebido sin sed en las plazas y en venganza los negociantes se echarán por tu camino sin que nadie te salve. Es la hora negra de los comercios de lujo, de la circulación de un orden posterior a la sangre, del jardín del norte aplastando todas tus flores sin consentimiento ORINES DEL GRINGO sueños de la mañana de un forajido en el asfixiante viento del sur destapando aromas de abismo y de lechos clínicos, el prohibido frasco que esparce el sabor de lo descompuesto

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como si el mundo revelase el perfume de su muerte en una fuga de la oscuridad ligera que susurra “sigues siendo acá, a nuestro pesar, entre los vivos” Es cierto. He aquí una sombra, pero nuca tuviste luz propia descascarado, pálido, liso el cadáver y la carne terminal sustraídos a la curiosidad humana, el abatimiento de cada hora que no trasluce desesperación alguna y como tal nadie se atrevería a demolerte como a un monumento arquitectónico en el centro mismo del poder que ya no precisa la horca para romper a sus muertos. Te has conformado con tomar asiento en una partida de cartas, con ser saludado apenas con un gesto, sueñas con ser parte de la historia y es tan difícil recordar el mundo ¿No estuviste ahí? En apariencia, quizás.

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Entre reminiscencias de artefactos rotos en el solar de una fábrica, entre ruidos de sirenas y pálidos silbidos de un tren extraviado, polvos en grietas y olores a vino barato en el barrio de los marineros. ¿Por qué no dejar esta plaza hundida a su espectro? Si los españoles supieron desaparecer a tiempo, volar como pájaros del árbol del que fueron hojas finitas estremecidas al contacto de la derrota. Entonces llévate lejos esa especie de abismo, muerde una manzana con olor acre, dile a la mujer que nunca tocarás ¡qué bella te ves hoy! sube a los autobuses y contempla el paisaje muerto, la multitud de cosas retorcidas, la humedad que se añade a la forma en que ruedan las colillas.

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La atmósfera se restituirá sin ti mezquina y portátil como una bocanada de Dios si éste nos hubiese dado alguna vez el soplo, pero sólo hay barro en todas partes, mugre en el fin del orbe y ahora un imperio de autómatas que eternizan la sagrada robótica del Padre de hacer personas y luego borrarlas, la íntima mecánica del cielo industrial huesos de acero dispersos en el aire. NO NO SEÑOR No queremos más este vacío. Esta ausencia residual. Hemos sido los últimos en vernos a través de tu espejo y despreciamos tu semejanza.

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NIGHTS Todo el aire furiosamente desordenado de tu vida arrastra toneles alquitranados como si el amanecer fuera una plaza sitiada. Advierto que no vives en la calle pero el sol que hiere en la cara se mezcla con tus fermentaciones abriendo abanicos de fuego. Algo se va a quemar: la ciudad, los comercios, las ventanas de los clubes nocturnos que ocultan muslos y vulvas inmortales en los que hace una hora te ejercitabas con tus miembros acendrados ofreciendo alabanzas a esa mujer que ya no es la misma que fornicaste y espera un taxi en que se perderá para siempre en una acera entre tu mundo y otro. Ya no te devuelven la mirada sus ojos de fuego oscurecidos como los sorbos finitos de un veneno derramado. Esa virgen y hada que quizás nunca duerme

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ahuyenta el miedo de los edificios pétreos rodeados de espanto y en las poblaciones- en las que no puedes entrardespierta los odios y las rosas, evapora la injustica hacia el cielo, derrama inocencia en cada uno de sus senos saturados de miel como el sabor de la venganza. Es ella la Virgen María que al volver a los suburbios torna festivo a un borracho cesante, borra los años de su madre que agoniza entre aromas de lechos clínicos, y a sus niños ordena plantar en las entrañas del polvo y las piedras un florido altar de juegos que los usureros ordenarían demoler con odio. Ella es una máquina ciega fecunda en crueldades como un dispensador de riquezas y utiliza, como tú, con arrogancia el poder que le concede el dinero sin conocer jamás las leyes de la Belleza. El día de hoy es ruina y ayer un mero espasmo. Levántate y anda Lázaro, tú que viniste por un torrente de orgías y te niegas a ir a casa con los bolsillos vacíos y desvencijados.

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Este es el destino de la ciencia de la locura, volver como un Ulises ardiendo en la multitud de sus harapos, penetrar cual rey sin séquito ni pompa susurrando encantamientos lunares como un loco agita lirios muertos que una esposa fiel no tomaría nunca como la fría y dolorosa dádiva de una primavera estéril. La cama está abierta y todos los olores nocturnos cruzan por tu cabeza en habitaciones de ventanas cerradas. Sácate la ropa, duerme, prepárate para el nuevo día, ya has pagado de sobra el pecado original de tu clase con los últimos estertores de un corazón enfermo, seco y acuchillado por una desigualdad milenaria. Tú eres el desorden de las familias, la secreción de las basuras en las alfombras de hogares de perfectas fachadas. Entre el espasmo y la sombra tuyo es el reino de Santiago

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y esta es la forma en que acaba una noche cualquiera, con el silencio de una caída mortal y el perfume florido de las estrellas de un cuerpo femenino en cuartos ajenos, con tus monedas de oro amarillo fundidas en fríos esteros de magma. Has visto tu riqueza vacilar y en pocas palabras tienes miedo.

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DARK BUILDINGS Con el paso del día se borra la memoria de la tarde helada y la soledad se extiende como un descanso de copas vacías o de sábanas, la lujuria es la presa que huye a través de los balcones y los techos, más allá del deseo, e ignoramos si libremente una pareja se ama si otra se mata. Nos han quitado el derecho de ver a lo lejos. El soñador desconoce si los mirlos se han establecido en la luna y no puede ver la noche que supone real figuras que se desvanecen recién formadas, un hombre y una mujer que comienzan a tocarse como |cuchillos que dan estocadas hasta llover de frío, la caída de los edificios como torrentes en la opacidad de algún eriazo inicial, los hospitales y los órganos de los enfermos rompiendo los vidrios, y finalmente el trabajador rodeado de utensilios inútiles

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colgando de las camas de apartamentos que aparentemente odio. Ese soñador es fanático de las estrellas y sólo puede observar ventanas que dan a otras ventanas en los que se celebra con profundidad la apoteosis de lo mismo. Habita moles geométricas, pero no tiene ningún poder sobrenatural y yace envenenado por la basura eléctrica acumulada en sus ojos donde algo deforme se filtra, visiones de serpientes apocalípticas que se amontonan en el zaguán de una necrópolis fluvial. Vivimos como arañas en exilio, oímos trozos de conversaciones íntimas condenados a ser vecinos idénticos, pero desconocemos la voluntad del creador de encogernos, separarnos porque el barro siempre estuvo a la par del divorcio. Sepan todos, entonces, la ley inicial: este lugar se construyó en altura para entrever en las cortinas formas de contacto. El precio de los techos se estableció por consenso, el empuje vertical de los balcones constituye un factor de plusvalía absoluta,

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la posibilidad cierta de imaginar la cercanía de la vida de los otros aunque sólo lo estamos de todos nuestros muertos que sobrevuelan en círculos luctuosos garabateando en el cielo la única verdad: “la ciudad ya descansa en paz por habernos matado tanto”. Se ha tornado irreconocible el lugar fúnebre de los homicidios neuróticos sin que el diluvio universal de la barbarie se haya limpiado con el deslizamiento purificador del suelo, porque la conciencia nos pesa también en la memoria de los cadáveres en el fondo del mar.

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ERASER HEAD, 1977. Él quiere ser otra fuga de sí mismo como un baile de los astros dispersos un túnel sin ventanas donde asomar hacia lo más hondo del frío una noche de insomnio en la cabeza. Quizás él duerme a medias su vacío, se cansa de ayunar en un mundo tan fácilmente repleto, lo perturba el ruido del metal, el aroma a cámaras cerradas y cada día esplende inconmovible la ciudad de la que se oye hablar, que se presiente a lo lejos, donde nunca habita el hombre. La terrible criatura es él como un día sin frutos y sin espigas y sin preguntar por la cosecha. Aplasta con el pie los espermios que no deben volver a florecer como sangre en los jardines. Finalmente el gran arquitecto de los sueños le regala ese abrazo de la Mujer del Radiador: una fracción de segundos para que entre algo de luz

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y arda se consuma se ciegue sediento de tragar su ser baldío por arte de una boca lejana. No es verdad – como quisiera el autor– que el espíritu lo alcance. El deseo hecho irrealidad corta la escena sin llegar a iluminar lo oscuro, un cierre de plano que tributa al instante que sin memoria lo humilla y el amor se aleja.

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LAS OLAS El cigarrillo toma vuelo cae desde el piso 16 al menor contacto con el aire plomo arsénico cadmio sustancias se injertan en las aguas subterráneas una atmósfera que ralentiza el desenlace como un suicida que quiere morir en el asfalto y manchar esta ciudad a la que ella me trajo para oír el rodar de los buses demorados y exhaustos en la hora exacta del amor para hacerme olvidar las olas encubrir así el sexo mudo apenas espuma en sus piernas reducido el grito a su mínima expresión fotogramático el orgasmo sin lograr una verdadera sensación de movimiento bajo una luz de luna menguada en su claro del miedo A PARIR. Quizás la falta de seguridad

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el gesto –por ella entrevisto– de quitarme la corbata en cámara lenta como si pesara más que el traje de Lawrence Olivier en Hamlet el desprecio por los signos de riqueza que se agravan al sacar mi libreta de poemas: papeles sin valor de cambio cheques nulos afasia lengua muerta arameo esperanto. No sé.

O quizás el vivir en habitáculos donde los pasos se confunden en la oscuridad cada vez más cerca uno del otro en ausencia de adornos palaciegos con que ella sueña en su encandilado desvelo fuma su ansiedad y añora edificios más altos bloques andamios horizontes basuras cuidadosamente anunciadas en los periódicos

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ENGELS y VOLKERS sus dos estrepitosos amantes. Me hago eco de tu vicio. Aprendo años después en tu ausencia el arte de consumirme a solas aspirando la asfixia de la belleza que se marchita. Nada puede alegrar al príncipe joven pero decrépito ni un vaso de ginebra ni de vodka ni el prostíbulo que muere al pie del balcón y las bocanadas en el aire mujer son lo único que pierde valor a mayor altura Cigarrillos aventados como pájaros idiotas que se desploman a la espera de nada bajo este cielo más triste que la noche.

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CLARISSE (VIVRE DANGEREUSEMENT… JUSQ ´AU BOUT!) Mientras nos besamos aún desconocidos en la antesala de un cine pienso que horas más tarde ensayaré el regreso a otra soledad y sin embargo tú ya has escrito en la pared –VIVRE DANGEREUSEMENT...JUSQ ‘ AU BOUT!– Como en la película, el rayado anuncia de antemano el desenlace de la historia: primera vez que actuamos juntos para siempre. “Sólo para mí” se lee en tu neón como arte del diseño de una distinta paciencia, un juego de tus delicadas manos que desharían sutilmente el texto mismo que es la piel hasta lo más íntimo de su fibra, en el fondo sin aliento. Clarisse, un desmayo de los ángeles en el instante exacto de la Anunciación, el arder de la mañana entera en una capital de fin de mundo

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por obra de tus ojos de francesa trasplantada, la primera actriz cuyo rol agrega un personaje a la estrechez de mi reparto en que suelo representar oníricamente todos los papeles. Escribo este poema para que tu nombre no se diga en lugares comunes y la pintura femenina sea la muda discreción tan llena de ningún artificio. Un silencio visual que preanuncia el éxtasis en la vejez la infinita complacencia de ver a la protagonista como si fueras variaciones sobre Anna Karina, el sueño donde a la vista de la misma mujer Yo –Godard– a través de un cristal en que se rompería la luna oigo sin secuencias la belleza delirar.

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RELACIONES CON LA REALIDAD Despierto. La voz de Clarisse mientras abre las cortinas “Un poco de luz para que te relaciones con la realidad”. Un vidrio repleto de hombres que se abalanzan hacia fuera. Es un pequeño apartamento en calle Huérfanos construido bajo la norma de que la ciudad debe evocar un cuartel y las habitaciones – les digo- son así para frustrar la reunión de las familias como si éstas fueran clandestinas, porque el desarrollo exige contabilizarnos a puñados, numerarnos en series tatuados en sangre, ocultarnos en el rincón donde llega la luz y el pan. Mi memoria trabaja en este piso. Mi mujer suelta palabras lentas como el caminar de los sacerdotes. Hay dulzura bajo las grúas edificios taladros

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y todo se hace espuma en mi oído. Trabajo para resucitar por un instante la lejana vigilancia del mar de Viña o de playa Sant Sebastiá. Porque hemos vuelto, Clarisse, al mundo de la historia que conserva bestias en ámbar y árboles cristales de superficies podridas para asombrarnos. Dijeron que teníamos que regresar a la ciudad, que aquí es donde pasan las cosas. Y yo te digo que este es sólo el sitio de los desafectos un periscopio donde alguien vigila qué penas y alegrías pueden corresponder nuestras miradas. Aquí el amor es peligroso como un desempleado mugriento, en este punto la única compañía imaginable es la muerte o la locura, tinieblas que vacían el erotismo mediante la privación. Yo ya entregué mis ropas, mi nombre al médico de turno

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antes de volver a casa, y tú en cierto modo estás sola en las sombras, desnuda sobre las sábanas. El ruido de los vecinos ha dejado a Jorge González en silencio y a mi apatía tumefacta sin concentración. Pero a pesar de que los hombres y los trozos de papel sean arrastrados por el viento frío, mi cuerpo es un guijarro que tú cuidas como el agua, alisándolo suavemente, reprimiendo esas ganas que tiene el hombre de gritar. Advierto que hoy saldré de casa para relacionarme con eso que llaman vida, te haré caso en lo posible. Llevaré gafas oscuras, bombas de tiempo sin prisa en los bolsillos y las babas de un niño entre las barbas. Ábranme paso ya Sin saludarme, por favor Sin hablarme. Échense a un lado Si me ven.

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SEÑALES DE VIDA De vez en cuando soy tu visita inesperada en nuestra tierra abandonada por todos el viejo cantinero reconoce el desolado recuerdo de dos sombras entrecortadas por el tiempo y nos sirve los últimos tragos de cerveza para tediosos borrachos de provincia que lloran a las 6 a.m. con los ojos clavados en las playas sin arena. Nosotros sabemos que el mundo desaparecerá mucho más pronto que lo que imaginan los amantes de ciudad. ¿Sabías, Madeleine, que ellos encienden la luz a medianoche, se ponen trajes de otra época futura y se excitan con algunos retorcimientos del cuerpo entrevistos en la velocidad? Tú, en cambio, insistes en arrancarle su alrededor a las lámparas obscenas para que en la anciana oscuridad encontremos el camino que extraviamos juntos en la sumergida espesura de tu habitación preñada por la lentitud. “¿Qué esperas para entrar en la cama?” mientras se oye un disco de Bryan Ferry

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afuera tiene lugar un holocausto de sardinas que vuelan de noche y se desploman asfixiadas por la sal. Los años pasan, te sorprende que yo siga con vida cada vez más lleno de este ser que me es ajeno, tan lejos de las olas de aguas verdes, de tu desnudo imperfectamente femenino como un retrato de Courbet: confuso, obsceno, angelical. “¿Por qué no das señales de vida?” me preguntas a mí que apenas puedo dejarme caer muerto sobre tu cuerpo, hacer el amor a medias sintiéndome exterior y frío por dentro, escribir diez poemas al año en estaciones sin trenes a la orilla de los rieles oxidados donde fumo me arrugo voy muriendo a años sombra de mí mismo en medio de resacas- flujos-latidos que se parecen a la vida y su espantosa discontinuidad, idéntica al amor que te profeso como mi último sacramento

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antes de que vuelva a desaparecer y vivas otro año recordando el momento en que amanezco junto a las gaviotas Yo soy el reflujo donde comienza a envenenarse el océano. No te dejo flores ni un poema, Madeleine, te dejo llena de un aire totalmente nuevo mi destino es- donde vaya- dejar de estar.

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PIEDRAS, SAN TELMO El aire resignado a siempre esperar cancela las imágenes en este lado de la ciudad en la que quiero desaparecer junto a todos sus muertos vagos ebrios casas fantasmas irreparables monumentos a las palomas que ya no extienden sus alas. Porque se está bien aquí entre búhos a los que no serena el atardecer falsamente silente de Buenos Aires, oculta necrópolis en vela de sus noches que no acaban para nadie. Afuera llora el desamparo, la fría melodía de una apenas entrevista felicidad como un llanto sordo amargamente injusto en ausencia de la risa que desborda en la boca de los jóvenes en Junín, frente al cementerio de la Recoleta.

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Ellos no miran, no ven a la encapuchada, chocan sus cristales de cerveza, ofrecen sorbos a la vida cuyo reverso los espera en breve a dos pasos. La confunden con el amor de una buena samaritana que les clava la mirada con deseo y se retira en el momento exacto del desdoblamiento de Venus empapada en una lluvia de flores sangrientas.

Ellos no saben cuánto tiempo hace que desapareció la belleza, la confunden con la ternura de una adolescente, la confunden con el amor de una puta barata. No a la luna blanca de los idiotas Sí a la luna siniestra Suspendida Fúnebre Rebelde de los verdaderos muertos en vida

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de Calle Piedras últimos en lanzar una carcajada eterna congelada por las brasas de la pobreza. La locura incendia el fuego en masa la soledad reducida a su humo y los ojos errantes se velan sin su propio cerebro, mi mudo pueblo de extranjeras arañas.

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BAUDELAIRE, 1845: HOMO DUPLEX El papel está en blanco y yo estoy irritado contra la ciudad entera. La página carcomida por la falta de escritura es el reflejo del agua bendita, el confesionario donde me eximo de pagar mis obligaciones de conciencia. Soy un aparador repleto de facturas; mi cerebro, un cementerio como orgía de gusanos que se arrastran hasta oler el aroma corrompido del frasco y la tinta es un borracho en el fondo de una taberna que multiplica con el licor su sed. Cuando al fin alcanzo en algo las palabras lo indecible conforma un panorama lleno de amenazas porque nada hay más peligroso que estar dividido como dos amantes que no logran acomodarse hasta convertirse en la escultural inercia de la carne. Poeta-persona, mi doble naturaleza una espada de los ciervos en el bosque, animales salvajes que se ejercitan en la esgrima solitariamente acorralados.

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Bestia y hombre no forman más que un solo ser mi dolor son las sentencias de un otro delator; el verso, un cadáver sin descanso de un muerto que nunca termino de matar. Detestable evidencia de mis malas artes.

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MERSAULT, PLATJA DE SAN SEBASTIÁ Todos estamos condenados al patíbulo. No se mata ni muere por exceso de pasión, sólo se interrumpe el equilibrio del día junto al mar del que me hago espuma absorbiendo su mareo. El testigo ocular son las piedras y ellas sudan su silencio. El verdadero asesino siempre fue el sol.

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PLAZA YUNGAY Es una pareja joven, nietos de Sara y Abraham. Bajaron del Barrio Alto para ver una plaza a escala humana. Volverán como los libertinos, rotos por su labor. No cometerán pecado y los días les serán ligeros. Es de noche, los tambores imitan los embates del día. Hay sudor de verano y la orina lava el vómito en el piso. A veinte pasos está San Saturnino tallado más de cien años, vieja fábrica de Dios a punto de derrumbarse. Siguen de largo. Reposan boquiabiertos donde diez polillas en el techo y aromas de incienso mezclados con el humo secundario de cigarrillos baratos. Echan atrás las sábanas. Sienten el calor de los cuerpos reducidos a un condón que siempre se enfría. Él mira el líquido espeso y piensa en la vida encapsulada a la que no dará vida. Ella se mira vacía de él, disuelta por un rayo blanco. Es una hermosa estación y de vuelta en la calle sobran los desperdicios. Antes de salir ella dijo “arroja los restos de amor a la basura, nuestros hijos muertos no son trofeos que exhibir al sol”.

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TROVAR A Juan Arabia He tomado sitio en la habitación junto a las gardenias largas que crecen en la mesa de luz. Todo está roto por la noche, abierta de piernas desde el balcón. Ustedes no ensayan nuevas formas de vida. Abusan de la mezquindad. Finalmente lograron encerrarme de tanto viajar por los ojos de los idiotas, ese circo ambulante que invoca a las plagas. Ha desaparecido mi cabeza en un barroco jardín narcótico, píldoras pinochetistamente eficaces en la toma del poder mientras unos pocos luchan contra un mundo de ciegas velocidades, amargo como un metal fundido en la boca. Me creen fuera de combate, pero lo que nunca verán es la otra sombra acumulada que se detiene

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en ciertos libros que leo a sus espaldas, palabras llenas de inexactitud que pueden hacer confundir la poesía con la mentira. La vida ha muerto y sin embargo viva la vida les grito enarbolando un verso de Cocteau en una época en que vivido intensamente, contra toda mi voluntad. Mi riqueza está en la espera, mi margen de interés en la venganza. Libertinos y usureros merecen ser hervidos para destilar Sangre Avaricia y Mal. Cuando aparezca mi tropa de trovadores construiremos una fortaleza hecha de insomnio y torbellinos donde anidará el colibrí inadaptable junto a una verja en que un unicornio brama. Porque no hay que seguir el orden que el día preparó para nosotros. Ahí la niñez perdió su rumbo en un invernadero lleno de vidrios gélidos con toda la sombra del bosque a su pesar. Por eso escuchen mujeres del último hastío:

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preparen los vientres de hilos de sangre como una cosecha de espíritus agresivos y que sea descubierto el misterio de este siglo en la abertura exigua de cada poro. Antes las seduciremos con flores inversas: Nieve Hielo y Escarcha. No habremos comprendido sus leyes ni su idioma, pero imitaremos a los pájaros. Todo será canción en riscos y colinas; los edificios, repugnantes malezas, jaulas estacionarias en las cuales defecar. Entonces esplenderá el pan en las tabernas en el fondo de un licor sin precio, remojado en la fábrica de Satán. Será de noche sobre un camino de tierra y junto al fuego temblaremos de frío. En nuestra patria seremos extranjeros a la vez bienvenidos y rechazados Ciudadanos de una nueva oscuridad.

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Sobre el autor

– Rodrigo Arriagada Zubieta (Viña del Mar, Chile, 1982) es un poeta, crítico literario y académico chileno. Ha cursado estudios de letras en las universidades Adolfo Ibáñez (CL), Del Desarrollo (CL), De Barcelona (ESP) y Complutense (ESP). Su actividad artística se centra en temáticas propias de la modernidad estética: la ciudad, el paseante, la mirada, la memoria, el extrañamiento y la crisis de la experiencia. Es miembro del Comité Editorial de la revista y editorial Buenos Aires Poetry (ARG) donde ejerce crítica literaria. Como poeta ha publicado Extrañeza (Buenos Aires Poetry, ARG, 2017)), Hotel Sitges (Buenos Aires Poetry, ARG, 2018) y Una temporada en la cabeza (Santiago Inédito, CL, 2019). Sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés, y publicados en medios de Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados Unidos, Italia y España.

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Noviembre, 2019 Impreso en Buenos Aires, Buenos Aires Poetr y w w w. b u e n o s a i r e s p o e t r y. c o m

buenosaires poetry