Viene Fin de Siglo - Carl Schorske

Viene fin de siglo - Carl Schorske Capítulo III: “Política en un nuevo tono: un trío austríaco” El nuevo movimiento de

Views 59 Downloads 5 File size 54KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Viene fin de siglo - Carl Schorske Capítulo III: “Política en un nuevo tono: un trío austríaco”

El nuevo movimiento de masas antiliberales, el nacionalismo checo, el pangermanismo, el socialismo cristiano, la democracia social y el sionismo, surgió desde abajo, para desafiar el poder de la clase media culta, paralizar su sistema político y socavar su confianza en estructura racional de la historia. En todos los aspectos de su programa, los liberales austríacos sabían que combatían contra lo socialmente superior y lo históricamente anterior: se veían a sí mismos como conductores de lo que estaba debajo y avanzaba en contra de lo que estaba arriba y retrocedía. Si bien aún no podía confiarse en el pueblo -puesto que éste no siempre comprendía-, la expansión de la cultura nacional contendría algún día las condiciones previas para un sistema ampliamente democrático. El poder popular sólo aumentaría como una función de la responsabilidad racional. La sociedad austríaca no respetó estas coordenadas de orden y progreso. Durante el último cuarto del siglo XIX, el programa que los liberales habían elaborado contra las clases altas provocó el estallido de los de abajo. Los liberales lograron liberar las energías políticas de las masas, pero contra sí mismos y no contra sus antiguos enemigos. Entonces, lejos de unir a las masas contra la antigua clase dominante de arriba, inconscientemente los liberales extrajeron de las profundidades sociales las fuerzas de una desintegración general. No nos corresponde remontarnos a la compleja historia de la expulsión de los liberales austríacos del poder político, ni de la parálisis del parlamentarismo por el conflicto nacional y social. Nos centraremos más bien en la naturaleza de los líderes que, rompiendo con su origen liberal, organizaron y representaron las aspiraciones de los grupos que los liberales no habían logrado captar. Nuestro trío de los líderes de los nuevos movimientos de masas pone en evidencia, a pesar de sus diferentes objetivos políticos, un nuevo estilo común, heraldo de una nueva cultura política en la que el poder y la responsabilidad se integraban diferente que en la cultura del liberalismo racional. Los tres iniciaron sus carreras como políticos liberales, luego renegaron para organizar a las masas abandonadas o rechazadas por el liberalismo en ascenso. Cada uno de ellos expresó en política una rebelión contra la razón y la ley, que pronto se extendió. Pangermanismo: von Schönerer Social-cristiano: Lueger Sionismo: Herzl

Georg von Schönerer (1842-1821) Organizó a los nacionalistas germanos radicales y los condujo a una política antisemita extrema. Aunque nunca logro plasmar un partido poderoso, elevó el antisemitismo a una importante fuerza desintegradora en la vida política austríaca. Su pretensión aristocrática da una clave de las fuentes psicológicas de su propia rebelión rencorosa contra la cultura liberal y de las sensibilidades de los estratos sociales que él organizó. Georg von Schönerer adquirió su título por honesta herencia, pero estaba lejos de ser un aristócrata de sangre. Es el único de nuestros tres líderes que provenía de la nueva clase industrial. Su padre había recibido el título de nobleza de manos de un emperador

agradecido por sus servicios como ingeniero y administrador ferroviario. Así, Georg era hijo de un selfmade man, “un hombre con cualidades”. Pasó la vida oscilando entre reivindicar o refutar su legado. En tanto la mayoría de los hijos de los miembros de la exitosa clase media austríaca abrazaban una profesión urbana, el cometido de Schönerer consistió en convertirse en una modesta réplica del príncipe Schwartzenberg, llevando la ciencia y el espíritu empresarial a la agricultura, como un moderno señor del feudo. Se preparó para rebelarse contra todo lo que su padre había construido durante su vida: lealtad a los Habsburgo, capitalismo, tolerancia interracial y especulación financiera. Como frustrado pseudoaristócrata, Georg se preparó casi inconscientemente para dirigir a los estratos sociales que bullían a fuego lento bajo el dominio de la burguesía industrial de la que él mismo había surgido. A su debido tiempo se encontrarían las masas rebeldes y el hijo sublevado. Después que los liberales divididos cayeron del poder en 1879, Schönerer y un importante grupo de estudiantes universitarios que lo habían adoptado como representante parlamentario, se rebelaron abiertamente contra la línea de su partido. Antepusieron los principios de la democracia y el nacionalismo alemán a la estabilidad imperial y de la oligarquía de clase media. Orientando la lucha popular contra los banqueros y bolsistas por canales antisemitas, Schönerer, confirió a la cuestión la explosiva energía de su tardía rebelión edípica. No sólo acusó a liberales y ministros, sino indirectamente a la corte misma de “inclinarse ante el poder de los Rothschild y sus camaradas”, y amenazó a todos con “colosales vuelcos contundentes” en manos del pueblo si no se quebraba este poder. El retorno de lo reprimido en la sociedad capitalista tuvo su analogía en el retorno de lo reprimido en la psique de Schönerer. Los liberales, ante este estallido de crudo rencor, se encontraron entre la espada y la pared. Schönerer fue el primer cabecilla de la fuerza centrífuga à outrance que surgió en la era del dominio liberal. Jamás nadie abrazó tan a fondo toda potencialidad desintegradora de la sociedad: clase, ideología, nacionalidad y religión. El nacionalismo fue el centro positivo del credo de Schönerer, pero dado que el nacionalismo podía satisfacerse sin la desintegración social, necesitó de un elemento negativo para dar coherencia a su sistema. Ese elemento fue el antisemitismo, que le permitió simultáneamente ser antisocialista, anticapitalista, anticatólico, antiliberal y anti-Habsburgo.

Karl Lueger (1844-1910) Tenía mucho en común con Schönerer. Ambos empezaron como liberales, ambos criticaron inicialmente al liberalismo desde un punto de vista social y democrático, y ambos concluyeron como apóstatas, exponiendo en forma explícita doctrinas antiliberales. Los dos emplearon el antisemitismo para movilizar a los mismos elementos inestables de la población: artesanos y estudiantes. Y -decisivo para nuestra exposición- ambos desarrollaron las técnicas de la política extraparlamentaria, la política de la camorra y la turba. El principal logro de Schönerer consistió en metamorfosear una tradición de la vieja izquierda en una ideología de la Nueva Derecha: transformó el nacionalismo groosdeutsch y democrático en pangermanismo racista. Lueger hizo lo contrario: transformó una ideología de la Vieja Derecha -el catolicismo político austríaco- en una ideología de la Nueva Izquierda, el socialismo cristiano. Lueger era un político vienés, es decir, un representante de los intereses de la ciudad en tanto capital imperial. Conservó una lealtad fundamental con la monarquía de los Habsburgo y por lo tanto no se

sintió atraído por el nacionalismo germano, la positiva esencia variable de los innumerables odios de Schönerer. El catolicismo ofreció a Lueger una ideología que podía integrar los dispares elemento antiliberales que se habían movido en direcciones contradictorias a medida que su carrera evolucionaba: democracia, reforma social, antisemitismo y lealtad a los Habsburgo.

Theodor Herzl (1860-1904) Intentó proporcionar una utopía liberal a su pueblo (el judío), no sobre la base de una premisa racionalista, sino en base a la fantasía creativa: “el deseo nos hace libres”. Consideraba que la intolerancia exterior y la endogamia judía habían “limitado a los judíos física y mentalmente. Así se habían visto impedidos de mejorar su raza”. “El cruce de las razas occidentales con la así llamada oriental, en base a una religión estatal común es la solución más deseable”, escribió Herzl en 1882. El hecho de adherir a una asimilación racial y religiosa tan abarcadora volvió su extrusión como judío, conmovedora y a la vez insustancial. En tanto partidario de la asimilación, al principio consideraba que el problema judío era adyacente a la cuestión social. Siendo el problema judío un aspecto de los problemas de la sociedad moderna, sólo podía resolverse dentro de los más amplios. Hacia 1893, Herzl había llegado a abjurar de toda posibilidad de resolver el problema judío por medio de la persuasión racional. El mejor paliativo contra los síntomas del antisemitismo consistía en recurrir a la “fuerza bruta” en forma de duelos personales con los detractores de los judíos. Herzl comenzó así a reunir los elementos de la política de nuevo tono para los judíos: postura aristocrática, rechazo profético del liberalismo, gesto dramático y compromiso con la voluntad como clave de la transformación de la realidad social.