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Aguilera Merlo, María Luján PSICOLOGÍA JURÍDICA UNIDAD IV UNIDAD IV: MODELOS EXPLICATIVOS DE LA CRIMINALIDAD 1. El po

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Aguilera Merlo, María Luján

PSICOLOGÍA JURÍDICA

UNIDAD IV

UNIDAD IV: MODELOS EXPLICATIVOS DE LA CRIMINALIDAD 1. El positivismo y la etiología criminal. Explicaciones derivadas de los enfoques basados en la biología. 2. El punto de vista del psicoanálisis respecto del problema criminal en sus principales referentes: Freud, Alexander y Staub, Reik. Autores post-freudianos: Adler, Fromm. Winnicott y la relación entre deprivación y delincuencia. 3. Las explicaciones derivadas de los enfoques conductuales y cognitivos acerca de la criminalidad. Modelos socio-conductuales o del aprendizaje social (Bandura). Modelos de condicionamiento del proceso de socialización (Eysenck). 4. Ferri y la vertiente social del positivismo criminológico. La cifra negra de la criminalidad. 5. Las teorías de cuño estructural -funcionalista: anomia y delito en sus representantes principales Durkheim y Merton. 6. El delito como producto del aprendizaje mediante asociación diferencial. La delincuencia de cuello blanco. Las subculturas criminales. 7. La reacción social ante el delito y el etiquetamiento como reforzadores de la desviación primaria. Las técnicas de neutralización en el proceso de desviación. 8. Los modelos críticos y los procesos de selección y criminalización. La perspectiva abolicionista

Se perfilaron en el panorama criminológico tres orientaciones relativamente definidas: biológicas, psicológicas y sociales. 1. BIOLÓGICAS: observan al hombre delincuente tratando de delimitar en alguna parte de su cuerpo, de su funcionamiento a nivel de órganos y/o sistemas el factor diferencial que explique la conducta delictiva, la que se supone como consecuencia de alguna patología, disfunción o trastorno orgánico. Cuentan con un elevado nivel de empirismo, déficit inevitable de muchas construcciones teóricas psicológicas y sociales ad hoc. Sus hipótesis son tan variadas como disciplinas y especialidades existen en su ámbito: a) Antropológicas b) Biotipológicas c) Endocrinológicas d) Genéticas e) Neurofisiológicas f)

bioquímicas

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2. PSICOLÓGICAS: buscan la explicación del comportamiento delictivo en el mundo anímico del hombre, en procesos psíquicos anormales (psicopatología) o en pulsiones o vivencias subconscientes que tienen su origen en el pasado remoto del individuo y sólo pueden llegar a ser captadas a través de introspección o psicoanálisis; se estima que la conducta criminal en su génesis, aprendizaje, estructura y dinámica tiene idénticas características y se rige por las mismas pautas que el comportamiento no criminal (lo aprendido, desde un punto de vista conductista). 3. SOCIOLÓGICAS: contemplan el hecho delictivo como un fenómeno social aplicando al análisis del mismo diversos marcos teóricos: a) Ecológico b) Estructuralista c) Funcionalista d) Subcultural e) Conflictual f)

Interaccionista

En el momento actual la polémica discurre por el cauce del método empírico, científico, a aplicarse. La Criminología es una ciencia interdisciplinaria, cualquier intención monopolizadora o excluyente queda automáticamente descalificada, como cualquier hipótesis no susceptible de verificación.

1. El Positivismo y la Etiología criminal. La Criminología en sus orígenes históricos se hallaba estrechamente unida a la Antropología y ésta con la Antropometría. El modelo del Positivismo y la Etiología Criminal miran hacia el hombre delincuente tratando de localizar en alguna parte de su cuerpo el factor diferencial que explique la conducta delictiva; parten de la premisa que el hombre delincuente es “distinto” al no delincuente, y es en dicho factor diferencial donde reside la explicación última de tal conducta. 1

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La búsqueda de un trastorno, patología o disfunción es la característica común a todos los enfoques biológicos atribuyéndole a todo factor diferencial una “no comprobada” relevancia criminógena. La Criminología en sus orígenes se halla muy vinculada a la Antropología que intentaba justificar una supuesta correlación entre ciertas características como medidas corporales y la delincuencia.

ESCUELA POSITIVISTA EN ITALIA (POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO). La aparición del positivismo fue consecuencia del auge alcanzado por las ciencias naturales en los estudios filosóficos del siglo XIX, y se hizo sentir en todas las disciplinas incluyendo al derecho, la psiquiatría, la criminología y la psicología. El positivismo es una postura filosófica que tuvo un impacto y por tanto una influencia enorme en el campo de lo científico y por supuesto la búsqueda del conocimiento comprobable y válido también hizo eco, como se señaló anteriormente, en la criminología, el derecho penal y la política criminal. El positivismo se expandió exitosamente, como un pensamiento progresista, revolucionario, capaz de sacar al mundo del atraso y del oscurantismo religioso o supersticioso de los siglos precedentes. El hombre y la ciencia serían artífices de todas las explicaciones y los descubrimientos, capaces de superar todas las enfermedades, los obstáculos sociales y hasta la propia naturaleza (Elbert; 2001). El Positivismo no niega la existencia de lo absoluto o metafísico, pero tampoco se ocupa del problema, limitándose al estudio de lo real. Por ello los positivistas negaron carácter científico a las disciplinas filosóficas propiamente dichas. Augusto Comte (1798-1857) es considerado como el padre del positivismo, a partir de él justamente se inicia el interés por clasificar las ciencias. El postulado de esta escuela se basa en el culto a los hechos, a los fenómenos, a lo dado; toman patrones de las ciencias naturales y pretenden trasladarlos al derecho penal. Tres fueron los personajes más representativos dentro de la escuela positiva: Lombroso, Ferri y Garófalo. El positivismo criminológico, destronaría al hombre, privándole de su centro y de su reinado, al negar el libérrimo control del mismo sobre sus actos y su protagonismo en el mundo natural, en el universo y en la historia. El hombre, según Ferri no es el rey de la creación, como tampoco la tierra es el centro del universo, sino una combinación transitoria. El positivismo criminológico inserta el 3

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comportamiento del individuo en la dinámica de causas y efectos que rige el mundo natural o el mundo social: en una cadena de estímulos y respuestas, determinantes internos (biológicos) o externos (sociales). Para el Positivismo Criminológico, el infractor es un animal salvaje y peligroso, inmerso en su propia herencia patología (determinismo biológico) o receptor de procesos causales ajenos al mismo (determinismo social). En materia penal, la Escuela Positiva se presenta igualmente como la negación radical de la Clásica, pues pretende cambiar el criterio represivo, suprimiendo su fundamentación objetiva al dar preponderante estimación a la personalidad del delincuente. La escuela positiva se inicia como una reacción a la escuela clásica. De origen italiana, acusa a los clásicos de descuidar a la figura del delincuente por realizar solo una conceptuación dogmática y lógica, puramente basada en el derecho. Esta nueva visión provocó un cambio de método en el estudio del delincuente, el medio, el delito y de las posibles soluciones que podían aportar los avances científicos del momento, que tenían como base las ideas evolucionistas. La primera pregunta que se hacen los positivistas es cómo poder controlar el fenómeno (criminalidad) y prevenirlo; la prevención no es nada diferente de la preparación y disposición que anticipadamente se haga para evitar que algo acontezca. ¿Cómo podemos prevenir la muerte por inundación, o la fiebre, o el contagio? Pues teniendo un previo conocimiento, experiencias que nos vayan suministrando datos, factores que nos permitan facilitar la acción o decisión oportuna y correcta. Así podemos pronosticar las causas de por qué delinque, con tal conocimiento aplicaremos el correctivo y como consecuencia lógica podremos controlar el problema. Con base en las anteriores premisas, la escuela positivista propone la necesidad de profundizar en el estudio natural del delito y sus causas, lo que permitirá descubrir las medidas correctivas para combatir el fenómeno, pretendiendo incluso que un día se podría llegar a predecir quién y en qué forma delinquirá; más aún, el número de delitos que se darían en cada época o región. Los excesos de la escuela clásica provocan la siguiente reacción, dando lugar a la aparición de una orientación nueva, que abunda precisamente en los puntos descuidados por los clásicos y parte de presupuestos contrarios a los que han servido de base a estos. Se dan, pues, una serie de factores históricos y condiciones de naturaleza muy variada que justifican la aparición de la escuela positiva y, en gran parte, sirven para explicar el éxito que pronto alcanzó. 4

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Cesare Lombroso

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(1835-1909). Profesor de

Psiquiatría y Antropología de Turín, médico y experto en Medicina Legal y Forense. Su teoría está emparentada con la de Charles Darwin2, y sigue los patrones de la selección natural: “si no fuera la naturaleza habría al menos una selección social”. Se basó en el concepto de Darwin de atavismo 3por el cual en algunos animales surge un detenimiento en el desarrollo filogenético de su especie; esta noción impacta en el campo criminológico. Se diversificó sumando a las investigaciones antropológicas otros ámbitos como los estudios fisonómicos, biográficos, étnicos, genéticos, etc.; predominando el enfoque antropométrico que implica la búsqueda de ciertas medidas que faciliten la identificación del delincuente; así el estudio de costumbres, hábitos y factores físicos de los criminales pueden asociarse a su conducta delictiva. Lombroso representa a la Orientación Antropo-Biológica; sus estudios acentúan la presencia y relevancia de los factores individuales biológicos investigando los cuerpos de criminales, en ellos encuentra “huellas” somáticas y las considera “signos diferenciales” al resto de las personas, ergo: las personas que delinquen son diferentes de las que no. Concepción del delincuente nato. Lombroso llega a afirmar que algunas personas nacen delincuentes, trata de demostrar que los criminales tienen signos “rasgos atávicos” (por ejemplo: los brazos más largos) que evidencian que se quedaron detenidos en la evolución de la especie, por lo cual los entiende como una sub-especie humana considerando a estos rasgos como “estigmas degenerativos” que implican una no evolución. Se entiende pues a la criminalidad como una cuestión genética,

Cesare Lombroso fue un médico y criminólogo italiano, representante del positivismo criminológico, llamado en su tiempo la nueva escuela (Nuova Scuola), teoría sostenida también por Enrico Ferri y Raffaele Garofalo. 1

Charles Robert Darwin (12 de febrero de 1809, Shrewsbury, Inglaterra - 19 de abril de 1882, Kent, Inglaterra), biólogo británico. Sentó las bases de la moderna teoría de la evolución, al plantear el concepto de evolución de las especies a través de un lento proceso de selección natural. La selección natural se convirtió en la explicación general del proceso de evolución desde 1930, formando en la actualidad la base del pensamiento evolucionista contemporáneo. Una versión adaptada de su pensamiento constituye la base de la biología, por constituir la explicación lógica unificadora de la biodiversidad. 2

ATAVISMO: se trata de la aparición de características propias de etapas evolutivas anteriores, tanto en los seres humanos como en animales. 3

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ya que estos seres no pueden evolucionar igual que el resto de las demás personas, lo único que se puede llegar a esperar de ellos es que atenten contra su propia especie. Lombroso propone un determinismo biológico que focaliza la responsabilidad criminal en algo totalmente ajeno a lo político o social y a la ineptitud de la burguesía como clase históricamente avanzada, tal es la particularidad biológica-moral del individuo, que propicia un cambio radical en el enfoque ideológico y político del problema delictivo y su resonancia social. La interioridad racial es la única interioridad que la ideología dominante podía aceptar para “justificar” las diferencias que origina la explotación. Defiende una realidad política-social donde la crisis social desaparece como tal, de modo que ni el criminal puede ser relacionado con ella, porque al ser él el propio instrumento de su patología se convierte en un “alienado social”. Tipología de criminales. 1. DELINCUENTE NATO: surge de la relación entre atavismo, locura moral y epilepsia. Sus características principales:  Frente ancha  Orejas grandes y puntiagudas  Asimetría craneal  Inestabilidad emocional  Falta de sentimientos  Ausencia congénita de sentido moral e imprevisión (categoría común al Loco Moral y al Criminal epiléptico)  Falta de remordimientos  Mayor desarrollo de pómulos  Impulsividad – Agresividad  Es inferior al Homo Sapiens: es un ser salvaje  Reaparición de rasgos ancestrales desaparecidos en el curso de la evolución de la especie humana: atavismo, que se manifiesta por una serie de estigmas presentes en todo criminal nato y se exteriorizan tanto en los factores craneales como en los fisiológicos, anatómicos y mentales  Aparición de 15 factores degenerativos delimitando la presencia de degeneración a la aparición de al menos 5 factores en una persona

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 Hábitos y costumbres: a)

Cinismo

b)

Vanidad

c)

Ociosidad

d)

Agilidad

e)

Agudeza visual

f)

Insensibilidad al dolor

g)

Uso de tatuajes

2. LOCO MORAL: o idiota moral, lo es porque no puede comprender el sentimiento moral. Características: 

Personalidad impulsiva - agresiva



Sexualidad precoz



Holgazanería



Inteligencia intacta (para nosotros hoy es el Antisocial) 3. CRIMINAL EPILÉPTICO: las principales características son:

 Personalidad violenta y agresiva  No se le detecta ninguna enfermedad mental  Cometen delitos gravísimos sin experimentar remordimientos  Son destructivos  Sexualidad precoz  Sonambulismo  Canibalismo  Amnesia (no cuentan con mucha conciencia del hecho cometido) 4. DELINCUENTE PASIONAL: no hay presencia de estigmas degenerativos. Características más salientes: 

Los delitos cometidos tienen una base afectiva de algún tipo de pasión: sentimental,

religiosa, política, etc. 

Son generalmente jóvenes de entre 15 a 20 años, y predominantemente de sexo

femenino. 

Cuentan con una afectividad desmesurada.



Honestidad. 7

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Presentan remordimientos por tendencia suicida. 5. DELINCUENTE OCASIONAL: llamado pseudo-criminal. Se refiere a aquellos que

cometen infracciones o delitos por descuido o torpeza. Esta tipología se completa con dos especies criminales autónomas: 

MUJERES DELINCUENTES: la mujer opta más por la prostitución que por el crimen;



DELINCUENCIA POLÍTICA: como ser: a)

Ocasional común: por incentivos económicos: robos o fraudes;

b)

Ocasional por necesidad: comete hurtos y apropiaciones indebidas;

c)

Ocasional pasional

d)

Ocasional por extravío: por venganzas.

Lombroso dijo que las causas de la criminalidad son de acuerdo con la forma, causas físicas y biológicas. Un aspecto particularmente difundido de la obra de Lombroso es la concepción del delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, observables en ciertos rasgos físicos o fisonómicos de los delincuentes habituales (asimetrías craneales, determinadas formas de mandíbula, orejas, arcos superciliares, etc.). Sin embargo, en sus obras se mencionan también como factores criminógenos el clima, la orografía, el grado de civilización, la densidad de población, la alimentación, el alcoholismo, la instrucción, la posición económica y hasta la religión. Un rasgo llamativo en su obra es la crudeza con que expone algunas de sus conclusiones, que resulta aún más chocante a la luz de las ideas que predominan en la criminología luego del ocaso de la escuela positiva. Esta crudeza puede deberse a la tendencia positivista a despojar el discurso científico de toda otra consideración aparte de la mera descripción de la realidad, eludiendo juicios morales o sentimentales. Por ejemplo, refiriéndose a lo que él llama la terapia del delito, dice: "En realidad, para los criminales natos adultos no hay muchos remedios: es necesario o bien secuestrarlos para siempre, en los casos de los incorregibles, o suprimirlos, cuando su incorregibilidad los torna demasiado peligrosos”. Otro rasgo característico de la obra de Lombroso es la precariedad de su método científico, frecuentemente de la observación empírica, a veces sobre la población, y de relaciones de causalidad escasamente fundadas. Por ejemplo, de la comparación entre la

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temperatura anual media en las distintas provincias de Italia y el índice de homicidios en cada una de ellas concluye Lombroso que el calor favorece este tipo de delitos.3 La posición según la cual los delitos son producto de estos diversos factores determinantes, lleva lógicamente a bregar por un código penal que los prevea y ajuste las condenas a la existencia de esos mismos factores, dejando de lado las preocupaciones de la llamada dogmática penal. La pena tiene como objetivo según Lombroso la defensa social, entendida como neutralización del peligro que para la sociedad representan ciertos individuos que no pueden dominar sus tendencias criminales. Al mismo tiempo, tiene el fin de intentar una readaptación en los casos en que fuera posible. La concepción de Lombroso torna irrelevante el estudio de la imputabilidad del sujeto, puesto que –según se deriva lógicamente de sus postulados– todos los criminales son inimputables, y cuanto menor sea su responsabilidad, mayor es su peligrosidad. Esta idea se opone agudamente a las concepciones más frecuentes entre abogados y juristas, a quienes Lombroso criticó, sosteniendo que pretendían aminorar la pena precisamente para los individuos más peligrosos.

Raffaele Garófalo

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(1851-1934) es jurista, criminólogo,

positivista. Intentó dar ropajes jurídicos a las nuevas teorías criminales. A partir de su obra surgen las primeras críticas de las conclusiones demasiado absolutistas de Lombroso. El primer concepto que pretende determinar es el de “Delito Natural” como un hecho psicológico inconfundible. Entendiendo al “delito natural o social” como la violación de los sentimientos altruistas fundamentales de piedad (respeto por el otro) y probidad (respeto por la propiedad del otro) en la medida en que se encuentran en la comunidad, por medio de acciones nocivas a la colectividad. Dichos sentimientos deben verse perjudicados no en sus manifestaciones más puras o ideales sino en el promedio en que existan en una comunidad, promedio que es indispensable para la adaptación del individuo a la misma. El delito natural está dado por la falta de uno o dos sentimientos altruistas.

Raffaele Garofalo (Nápoles, 18 de noviembre de 1851 - ib., 18 de abril de 1934) fue un jurista y criminólogo italiano, representante del positivismo criminológico, llamado en su tiempo la nueva escuela (Nuova Scuola). Fue profesor en la Universidad de Nápoles y senador. Acuñó, en 1885, el término criminología, en su obra "Criminología: estudio sobre el delito, sobre sus causas y la teoría de la represión". 4

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Tipología del delito 1) VIOLENTOS: en este grupo falta la piedad; 2) ASESINOS: ausencia de ambos sentimientos. Para que exista un delincuente nato establece cuatro tipos: EL ASESINO. Criminal nato que no tiene sentimientos de altruismo y de probidad, por lo que puede cometer delito cuando se le presente la oportunidad. EL DELNCUENTE VIOLENTO. Le falta sentimiento de piedad, por lo que comete delitos violentos. EL LADRÓN. Son los que atentan contra la probidad. Este sentimiento no tiene raíces profundas en estos individuos. Le falta el sentimiento altruista y está influenciado por el medio ambiente. EL DELINCUENTE LASCIVO. No encaja en las anteriores, podría ser delincuente sensual. La pena debe estar de acuerdo a la personalidad del delincuente y no del delito. Defiende la pena de muerte. La cárcel no intimida a los asesinos, quizá allí cuenten con mayores facilidades que en la vida libre, pero sí los intimida la pena de muerte, a la cual debe serles aplicada. A la pena de muerte, lo llama “darwinismo natural”, es decir propugna la aplicación de las leyes naturales de selección de la especie humana. Afirma que si un hombre no puede vivir en sociedad, en una sociedad que le da normas y por lo tanto las viola, entonces el hombre debe ser muerto. Los asesinos deben ser castigados con la pena de muerte. La pena tiene por objeto de defender a la sociedad de los inadaptados y los socialmente peligrosos, en casos graves, a los primeros se les debe aplicar la pena capital y a los segundos abandonarlos en una isla. La Teoría Criminal de Garófalo dice que es fundamental la herencia endógena psíquica (instintos) ya que la mayoría de los delincuentes tienen una variación psíquica. También habla de la anomalía moral, que hace que el delincuente sea un ser inferior, no un ser normal. Esta anomalía es congénita, no es adquirido. Garófalo toma el atavismo de Lombroso como una variación psíquica y endógena. Fundamentalmente, aunque su criminal también puede tener rasgos atávicos de características faciales. Considera al delincuente como un anormal psíquico. Garófalo reconoce poca influencia a los factores ambientales y centra su atención en los instintos personales. Por eso la eliminación de las causas sociales sólo les va a traer beneficios limitados. No acepta el determinismo - 10 -

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Enrico Ferri (1856-1929) es sociólogo, dio a la escuela positiva la sistematización más completa corrigiendo la orientación prevalentemente antropológica de Lombroso y la abstracción psicológica-jurídica que le imprimiera Garófalo. Ferri considera el delito como expresión de un aspecto necesario del mundo, en el que todo ese mundo converge en su negatividad. Para lo cual parte de dos criterios fundamentales: 1- ANTROPOLOGÍA CRIMINAL: demuestra la anormalidad del delincuente como proveniente de factores orgánicos y psíquicos tanto hereditarios como adquiridos; 2- ESTADÍSTICA: demuestra que el aumento o disminución del delito depende de diversas razones. Hay tres factores fundamentales del delito: a) ANTROPOLÓGICOS: son inherentes a la persona del delincuente; como ser:  A su constitución orgánica, sus anomalías;  A su constitución psíquica, lo que alude a la anormalidad de la inteligencia y sentimientos;  A sus características personales como sus condiciones biológicas, raza, edad, sexo, estado civil lugar de residencia, etc. b) FÍSICOS O COSMOTELÚRICOS: corresponden al ambiente físico como ser: el clima, la naturaleza del suelo, la alternancia diurna y nocturna, las estaciones, la temperatura, etc. c) SOCIALES: el ambiente social como: la densidad de población, costumbres, religión, opinión pública, familia, historia personal, alcoholismo, etc.; además de las leyes civiles y penales, la administración pública. Ferri elabora los llamados “Sustitutivos Penales” que no suponen la responsabilidad del individuo culpable de la comisión de un delito, sino que se basan en las propias características de su autor, sus tendencias patológicas, y ambas van a determinar el grado de culpabilidad individual.

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Las penas establecidas no sirven, se los trata a todos por igual, ya que el aumento o disminución de los delitos depende en su mayor parte de razones distintas a las penas establecidas por los Códigos establecidos y aplicadas por los Magistrados. Las Penas establecidas niegan la libertad de las personas que delinquen debido a diferentes factores, por lo tanto la sanción social es una reacción natural. Ferri afirma que el delito es imputable al delincuente, pero no deseado libremente por éste; en realidad, actúa por causas que física o psíquicamente condicionan su voluntad. Por tanto, la sociedad no puede castigar, sino tan sólo defenderse contra el desorden que el individuo produce en una convivencia humana organizada; la sociedad debe asimismo prevenir el delito, evitando los motivos del mal y acrecentando en diversas formas los del bien. El sistema penal se sustenta, según la concepción de la escuela positivista, no tanto sobre el delito y sobre la clasificación de las acciones delictuosas, consideradas abstractamente y fuera de la personalidad del delincuente, sino más bien sobre el autor del delito, y sobre la clasificación tipológica de los autores. Para el inicio así como para la formación de la Criminología, no sólo como tal, sino como ciencia, fue trascendental la existencia y las aportaciones de estos tres hombres: Lombroso, a la cabeza de todo este movimiento; Ferri, como alumno y cercano colaborador de su maestro Lombroso; Garófalo el cual le da título a nuestra ciencia como Criminología. Son estos tres hombres ilustres los formadores y precursores de la escuela positiva que es uno los antecedentes más importantes de la Criminología como ciencia.

Explicaciones derivadas de los enfoques basados en Biología. I. Antropología Criminal. Los estudios de la Escuela Positivista dieron lugar a los aportes de la “Antropología Criminal”, disciplina que se ocupa de la investigación y desenvolvimiento de los factores primordiales biológicos que intervienen en la génesis de la personalidad antisocial y de la delincuencia como factores predisponentes y potencialmente activables en la interacción sociocultural, sean hereditarios, constitucionales o adquiridos. - 12 -

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Desde los orígenes, la Criminología ha mantenido una estrecha relación con el mundo de la Antropología, inicialmente denominada Antropometría. La rama de esta ciencia relacionada con el mundo del crimen, vertía sus energías en lograr una correlación entre la medida de ciertas características corporales y la propia delincuencia, de forma similar a lo pretendido por Lombroso con los rasgos faciales. Sin embargo, el personaje protagonista de esta entrada,

Alphonse Bertillon (1853-1914), lo que confeccionó fue un estructurado sistema de mediciones corporales (estatura, longitud de la cabeza, tamaño y forma del dedo medio, máximo del brazo, entre otras) que, acompañadas de la reseña fotográfica y el retrato hablado, servirían para filiar a un individuo con su identidad. De este modo se conseguiría evitar que muchos criminales escaparan del antiguo sistema de Justicia. Por lo tanto, el bertillonage -nombre que recibe el sistema de prácticas de Bertillon- se enmarcó históricamente dentro de la Criminalística a pesar de que, es un método de identificación del delincuente, pero nada aporta a la explicación del hecho criminal. La Tesis fundamental de la Antropología es la existencia de un tipo humano inferior, degenerado, hipo-evolutivo, de características singulares, distinto de los demás individuos no delincuentes y con una herencia que lo lleva a la conducta delictiva. Las tres figuras de la Antropología Criminal son:

Charles Goring (1870-1919), médico de prisiones, publicó en su obra “El Interno Inglés: Un Estudio Estadístico” en 1913, un método riguroso para verificar las hipótesis de Lombroso: El Método Biométrico. Este autor hizo un estudio comparativo entre delincuentes encarcelados y ciudadanos respetuosos de las leyes, llegando a la conclusión de que no existen los llamados ‘tipos criminales’ con disposición innata para el crimen. Trabajó desde un punto de vista estadístico con 3000 reclusos, realizando mediciones anatómicas del cráneo, distancia de los ojos, etc... Después de ocho años, llegó a la conclusión devastadora para las tesis de Lombroso, de que no existen diferencias anatómicas entre los reclusos, Goring no encuentra estigmas degenerativos ni diferencias sensibles entre criminales y no criminales. Sin embargo sí observó diferencias entre delincuentes y no delincuentes en los respectivos niveles mentales (nivel intelectual disminuido), físicos (factores físicos constitucionales) y morales (pobre o nula interioridad e integridad moral), por lo que postula un sustrato empírico para mantener su teoría de la inferioridad del delincuente, de base - 13 -

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hereditaria, la cual no debía ser interpretada en sentido patológico como expresión de anormalidad. Los factores sociales son escasamente relevantes. Además Charles Goring establece: La diátesis. Proclividad o inclinación que tiene determinadas personas hacia ciertos estados anímicos. Por ejemplo inclinación hacia la depresión, hacia el delito, etc. Existe una tendencia delictiva presente en todo ser humano capaz de determinar, en el caso de algunos, la comisión del delito. El biotipo. La estatura y el peso es menor en los delincuentes que las personas normales. Esto permite asegurar que existe una inferioridad hereditaria del delincuente, ya que Goring piensa que estos caracteres de los grupos criminales se transmiten a través de la herencia. Fundamento del delito. El hecho delictivo no tiene como fundamento el libre albedrío, por voluntad ni tampoco existen criminales natos sino que establece que existe una inclinación de determinados individuos hacia el delito.

Benigno Di Tullio: criminólogo italiano, presenta una nueva fase en la evolución de la doctrina de Lombroso y de la Antropología Criminal. Acentúa el examen clínico y psicofisiológico del delincuente (Criminología Clínica), es indispensable para captar la dinámica motivacional de la conducta delictiva y para el diseño de programas terapéuticos. Su método “Biotipológico constitucionalista” se centra en el proceso dinámico de la formación de la personalidad (en franca oposición al enfoque estático de Lombroso). Todos los individuos, en circunstancias especiales, pueden llegar a un estado de alteración, pues somos individuos que tenemos una particular tendencia al desarrollo y a diversos procesos de desintegración de la personalidad, con las consiguientes perturbaciones graves en su conducta. Hay que realizar el estudio del delincuente en su personalidad total; es decir, que no se puede estudiar aisladamente los factores psicológicos, biológicos o sociológicos sino en su totalidad

Según Di Tullio la herencia no transmite la criminalidad sino la predisposición, que requiere además de otros factores criminógenos. Definió a la predisposición biológica como la expresión de un conjunto de condiciones orgánicas y psíquicas, congénitas o adquiridas que disminuyen la resistencia habitual a las instigaciones criminógenas, llevando con mayor facilidad al sujeto a la conducta delictiva. Además explica que las glándulas endócrinas intervienen en la génesis criminal por la misma constitución del individuo; adelanta la hipótesis de que la constitución de los criminales está bajo dependencia de su sistema endócrino. - 14 -

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Para Di Tullio, el tratamiento debe estar basado en el conocimiento de la personalidad del delincuente, reconoce que el modificar la personalidad antisocial es difícil, pero conforme el progreso de las ciencias esto se logrará. Tomar en cuenta un tratamiento médico, psicológico, pedagógico y sociológico, implican tener un conocimiento profundo del sujeto.

Earnest Albert Hotton (1887-1954), antropólogo norteamericano, revisó la obra de Goring criticando fuertemente su metodología y el alegato que ella contiene contra los postulados lombrosianos. Su tesis fundamental es que “el criminal es un ser orgánicamente inferior, y el delito es resultado del impacto del medio en un organismo humano de casta inferior, de modo que la conducta delictiva sólo puede ser suprimida extirpando el sustrato físico, psíquico o moral de dicha inferioridad, o bien, mediante su total segregación en un medio totalmente aséptico”. Hooton dice que el delincuente es inferior orgánicamente y que estos tienen hombros caídos, labios finos, orejas pequeñas, rostros tensos. Muestra la inclinación según el biotipo: Altos y delgados >>> inclinados a cometer Asesinatos y Atracos. Altos y corpulentos >>> inclinados a cometer Homicidios, Falsificaciones y Estafas. Bajos y delgados >>> inclinados a cometer Hurtos, Robos y Desvalijamientos. Bajos y obesos >>> inclinados a cometer violaciones y abusos sexuales. Así entendido, el delincuente es un ser inferior a los no delincuentes para casi todas las medidas corporales. La inferioridad física es relevante porque aparece asociada a la inferioridad mental, entendiendo que es causa de ella la herencia y no los factores circunstanciales o situacionales. Una crítica importante a este autor es que no logró demostrar la característica de hereditario de la inferioridad física; además, fue muy cuestionada su metodología ya que partió de una falsa clasificación de los delincuentes examinados, ya que muchos de ellos habían sido condenados con anterioridad por delitos de muy distinta índole, lo cual no tuvo en cuenta.

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II. Biotipología Criminal.

La biotipología criminal es la ciencia del tipo humano, el cual es concebido como una

unidad vital (biotipo), con varias facetas: morfología, fisiología y psicología. Esta es una disciplina científica cuyos precursores fueron la fisonomía y la psicología. El biotipo es el resultado de la combinación de distintos factores morfológicos, fisiológicos y psicológicos que varían de individuo a individuo por las propiedades inherentes a cada organismo, sobre todo las propiedades celulares y humorales. Se trata de una disciplina científica sobre el tipo humano, atendiendo al predominio de un órgano o función. Su premisa es que existe una correlación entre los características físicas del sujeto y sus rasgos psicológicos, entre el tipo somático o corporal y el tipo mental o temperamento. La biotipología busca establecer correlaciones entre las formas corporales y el temperamento, considerando que a determinada constitución somática corresponden ciertos rasgos temperamentales y conductuales. Existen numerosas tipologías según las distintas escuelas y criterios clasificatorios utilizados:

# Escuela Italiana, sobresalen tres autores:

Viola señala que la constitución humana descansa en dos sistemas: el visceral y el de la vida de relación (nervioso y muscular), de donde se extraen dos tipos: a) BREVILÍNEO: el desarrollo del cuerpo es horizontal con predominio del sistema

vegetativo, todo lo cual produce individuos enérgicos y vitales. b) LONGILÍNEO: significa la prioridad la vida de relación, por ello, son personas de

mayor estatura, tórax alargado y miembros largos, con tendencias abúlicas y depresivas, con tendencia a la introversión y a la fantasía.

Bárbara entiende que el tronco expresa la vida vegetativa y las extremidades la vida de relación, de donde resultarían dos tipos extremos y un tercero intermedio, con sus correspondientes subtipos: a) BRAQUITIPO: excedente, antagónico y deficiente; b) LONGITIPO: ídem modalidades al anterior; c) NORMOTIPO: macrosómico y microsómico.

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Pende elabora su tipología considerando además factores endocrinológicos, distinguiendo diferentes tipos: a) LONGILÍNEO-ESTÉNICO: individuos fuertes, delgados, con hiperfunción de tiroides y

suprarrenales; b) LONGILÍNEO-ASTÉNICO: débiles, delgados, con escaso desarrollo muscular,

hipofunción de las suprarrenales c) BREVILÍNEO-ASTÉNICO: gordos, débiles, lentos de reacciones, y con hipofunción de

pituitaria y tiroides.

# Escuela Alemana

Ernest Krestchmer (1888-1964), es el máximo representante de esta escuela, en su obra se propuso hallar las correlaciones entre la estructura somática y la estructura psíquica, es decir, comprobar si a determinados tipos somáticos corresponden determinados tipos psíquicos, y viceversa. Decía que la afinidad entre la forma corporal y el carácter sólo puede demostrarse estadísticamente, y que si es demostrable de esta manera, basta para que tenga importancia biológico criminal. Krestchmer elabora una doble clasificación tipológica, distingue por una parte los tipos (constitucionales) leptosomático, el atlético, pícnico y displástico, y de otra, caracterológicos: el tipo esquizotímico, el ciclotímico y el viscoso, estableciendo las oportunas correlaciones e interdependencias. A.

TIPOS CONSTITUCIONALES 1) LEPTOSOMÁTICO: de cuerpo alargado y delgado, cabeza pequeña, nariz puntiaguda (su representación gráfica es una línea vertical). 2) ATLÉTICO: gran desarrollo del esqueleto y musculatura, tórax y cabeza grande (su representación geométrica es una pirámide invertida). 3) PÍCNICO: gran desarrollo de las cavidades viscerales, abdomen prominente, cabeza redondeada y ancha, extremidades cortas, tendencia a la obesidad (representación circular). 4) DISPLÁSTICO: cuenta con características muy exageradas, son individuos que no encajan en los tipos anteriores. Esta clasificación cuenta con tres subtipos: Gigantismo – Obeso – Infantilismo. - 17 -

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5) TIPO MIXTO: es el más frecuente, resulta de una combinación de los anteriores y el tipo se transmite por vía hereditaria. Relacionando los tipos constitucionales anteriores con las correspondientes características psicológicas, formula una segunda tipología: B.

TIPOS CARACTEROLÓGICOS 1) ESQUIZOTÍMICO: individuos de constitución lepto-somática y de temperamento introvertido. Se subdivide en: I.

HIPERESTÉSICOS: son nerviosos, irritables e idealistas;

II.

INTERMEDIOS: son fríos, enérgicos y serenos;

III.

ANESTÉSICOS: son apáticos, indolentes y solitarios.

2) CICLOTÍMICO: son personas extrovertidas, de constitución pícnica, aunque pueden oscilar de un extremo al otro, de la alegría a la tristeza. Se subtipifican en: I.

HIPOMANÍACOS: en continuo movimiento y alegría;

II.

SINTÓNICOS: realistas, prácticos y humoristas;

III.

FLEMÁTICOS: tranquilos, silenciosos, tristes.

3) VISCOSO: son individuos de constitución atlética cuya categorización oscila entre el leptosomático y el pícnico, por lo general son personas tranquilas, pasivas. En cuanto a las relaciones entre tipo y criminalidad, Kretschmer llega a esta conclusión: “Los pícnicos arrojan los índices más bajos de delincuencia siendo pocos habituales; los leptosomáticos son de difícil tratamiento y proclives a reincidir, es usual en ellos la estafa; los atléticos son violentos y representan al grupo de mayor cantidad de actos de delincuencia”; además se supone un basamento humoral, endócrino, en el accionar de cada uno de los tipos presentados. A Kretschmer le corresponde el mérito histórico de haber iniciado las teorías somatotípicas; pero su tesis se limita a resaltar la afinidad estadísticamente comprobable entre constitución somática o corporal y rasgos caracterológicos-temperamentales, sin pretensiones causales o etiológicas. Kretschmer rechazó la hipótesis de un tipo somático delincuente. A esta clasificación se le critica fundamentalmente, porque aun cuando pueda demostrarse una - 18 -

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limitada proporción en que se da una correspondencia biológico-temperamental, los tipos no son útiles para describir a la mayoría de la población normal, por lo que no es aceptable la existencia de una predestinación constitucional.

# Escuela Americana:

William Sheldon es el más destacado; su enfoque tiene connotaciones embriológicas que implica una caracterización homogénea a partir del blastodermo: unidad celular conformada por tres capas: endodermo, mesodermo y ectodermo. Reconoce que hay organismos humanos estructuralmente superiores e inferiores y que por ello debe existir una relación entre la inferioridad estructural y conductual. De acuerdo a los datos aportados por la Embriología y la Fisiología, elabora dos tipologías: Física, en función de rasgos corporales, y Mental, acorde a características temperamentales, según el predominio del estrato en cuestión de los órganos o funciones que representa: 1. ENDODERMO (vísceras digestivas): posee vísceras digestivas pesadas y muy desarrolladas, con estructura somática realmente débil, bajo peso específico, tendencia a la gordura, formas redondeadas, miembros cortos, piel suave y con vello. 2. MESODERMO (huesos, músculos, tendones, etc., del sistema motor): tiene un gran desarrollo de estructuras somáticas (huesos, músculos, tejido conjuntivo), alto peso específico, dureza, erecto, fuerte, resistente, tronco grande, pecho consistente, de manos grandes (predomina en el criminal). 3. ECTODERMO (el tejido nervioso, la piel): presentaría un cuerpo frágil, alargado, delicado, huesos finos y poco consistentes, con extremidades largas, delgadas, músculos pobres, tórax chato, hombros caídos, cara pequeña, nariz afilada y pelo fino. A cada tipo físico o corporal le corresponderían unos rasgos caracterológicos y temperamentales propios, confeccionando tres tipos definitivos: a) VISCERO-TÓNICO: es endomorfo; cómodo, lento, glotón, sociable, cortés, amable, tolerante, hogareño, extravertido. b) SOMATO-TÓNICO: es mesomorfo; firme, aventurero, enérgico, atlético, ambicioso, osado, valiente, agresivo, inestable, escrupuloso, estridente, dinámico.

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c) CEREBRO-TÓNICO: es ectomorfo; rígido, rápido, controlado, asocial, desordenado, hipersensible, solitario, pleno de problemas de carácter funcional, alérgico, tiene insomnio, es sensible a los ruidos, introvertido, etc. Para Sheldon los tipos no son entidades unitarias sino “grados” de tendencia e interrelación en el que predomina uno u otro estrato. De todos modos, concluye que en los criminales hay un predominio del componente mesomorfo, validado por estudios longitudinales de más de 30 años con su equipo de colaboradores. El matrimonio

Sheldon Glueck & Eleanor Glueck comprobó en dos

investigaciones realizadas en 1950 y 1956, comparando dos grupos de 500 jóvenes cada uno (grupo control y grupo criminal), manteniendo estables variables como edad, nivel intelectual, factor racial, área de residencia, que los sujetos mesomórficos exhiben rasgos idóneos para la comisión de actos delictivos y/o violentos, como ser: 1) Energía. 2) Fortaleza física. 3) Insensibilidad. 4) Tendencia a expresar en sus actos sus tensiones y frustraciones 5) Liberación de ciertos frenos que le permiten desarrollar conductas antisociales como: sentimientos de inadecuación, sometimiento a la autoridad, inestabilidad emocional. Tres factores socioculturales se hallarían asociados con la delincuencia en estos individuos mesomórficos: a) Desatención de las tareas domésticas ordinarias. b) Ausencia de diversiones y recreo en familia. c) Falta de oportunidades de esparcimiento en el propio hogar.

Enfoque Bio-Social de

Juan B. Cortés. Psicólogo de la Universidad de

Georgetown, a quien se le debe un importante aporte a la moderna teoría constitucionalista a través de su análisis plural e integrador. Para Cortés, el factor físico-constitucional que subyace a la conducta delictiva no es inalterable ni un producto definitivamente acabado sino más bien “… es el resultado de un proceso dinámico y continuo de interacción en el que - 20 -

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intervienen tanto la dotación genética como las influencias ambientales que inciden en un sujeto de manera distinta en los diversos momentos de su vida”. Examinó la correlación existente entre tipo físico-constitucional y temperamento encontrando que la Mesomorfia se halla asociada a las necesidades de éxito y poder, extraversión, impulsividad y agresividad. Un aporte interesante es el socio-familiar: cuantos más elementos mesomórficos cuente un individuo delincuente parece, haber recibido menos disciplina y control en el ámbito familiar. La Tesis de Cortés es muy concluyente: en lo físico los delincuentes son más bien mesomórficos y dotados de mayor energía, potencialmente más agresivos desde un punto de vista temperamental y motivacionalmente exhiben una necesidad más elevada de éxito y poder que los no delincuentes. De todo lo expuesto puede inferirse le necesidad de adoptar una postura cautelosa al momento de evaluar y adherir a las teorías analizadas, ya que muchas de ellas incurren en muchos vicios metodológicos que las invalidan. Sin embargo, como afirma Vold, en el momento actual no hay evidencia de que el tipo constitucional tenga relación etiológica consistente con el concepto sociológico y legal de la criminalidad; los actuales modelos biosociales, dinámicos, plurales e integradores que reemplazan a los primitivos esquemas somatotípicos son de indiscutible interés. Los enfoques sociológicos acentúan al máximo la relevancia de los procesos de selección social, ignorando la que corresponde a los factores físico-somáticos, caracterológicos y temperamentales. Esto por su simplismo tampoco convence 100% ya que no puede desconocerse el sustrato biológico de la conducta que “orienta” determinados procesos de selección social.

III. Endrocrinología Criminal. Desde el pasado siglo XIX diversas investigaciones han tratado de reducir el

comportamiento humano en general, y en particular el criminal, a procesos hormonales o endocrinos patológicos, a determinadas hiper o hipo funciones de las glándulas de secreción interna, dada la conexión de éstas con el sistema neurovegetativo y de éste con la vida instintivo-afectiva. El proceso se inicia con la obra del químico alemán

Wohler, quien en 1828

demostró la posibilidad de sintetizar en un laboratorio el componente orgánico de la urea. - 21 -

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El auge de estas teorías corre en paralelo a la evolución y desarrollo de la moderna endocrinología. El primer libro que responde a este enfoque es “La nueva Criminología” de

Schlapp y Smith para quienes el crimen es consecuencia de una perturbación emocional derivada del desajuste hormonal. También tuvo gran eco la obra de

Berman en los Estados Unidos, quien aportó

datos valiosos sobre la correlación existente entre la actividad glandular, la personalidad y los problemas del comportamiento, sobre todo puso de relieve los éxitos clínicos obtenidos en ciertos casos a través del tratamiento hormonal. Todas estas explicaciones endocrinológicas difieren de las Tesis de Lombroso según

Mottran en tres aspectos: 1)

No suelen mantener el carácter hereditario de tales trastornos glandulares salvo

algunos casos de delitos sexuales; 2)

Consideran viable y posible la curación de quienes padecen tales disfunciones

mediante el debido tratamiento hormonal; 3)

La influencia eventualmente criminógena de las disfunciones no es directa sino

indirecta: es el sentimiento de anormalidad y no la disfunción misma la que provoca la agresividad y otras reacciones emocionales. En los últimos años han proliferado investigaciones en el marco de la delincuencia agresiva y sexual sobre la posible relación de los elevados niveles de testosterona como elemento de agresividad en la conducta delictiva masculina, o bien la mujer en momentos de menstruación o elevado índice de progesterona; así como ha sido objeto de debates el éxito de tratamientos de naturaleza hormonal a delincuentes sexuales (hombres o mujeres). El factor hormonal no sería el elemento único sino uno más, que en unión con otros contribuye a su aparición y explicación. El tratamiento con hormonas sintéticas parece abrir nuevas expectativas a largo plazo a la penosa lucha contra la enfermedad mental. El complejo problema de la actividad glandular y hormonal en el comportamiento humano requiere de más exámenes rigurosos.

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Investigaciones procedentes de la Genética: la Herencia Criminal. Las investigaciones de Genética, inicialmente orientadas a la comprensión de las enfermedades somáticas hereditarias, encontraron un fecundo campo de interés en el ámbito de la Criminología durante los años de 1930 a raíz de la obra de

J. Lange -fisiólogo alemán-

autor de “El delito como destino” (1929) que se remozó y recapitalizó después de los ’60. Los estudios realizados por medio de la Genética Criminal abarcan estudios sobre genealogía de delincuentes, de gemelos, de adopción, malformaciones cromosómicas; se examinan también estudios de la Neurofisiología, observando disfunciones cerebrales mínimas (DCM) y anomalías que aparecen de EEG (electroencefalografía), se contemplan investigaciones del Sistema Nervioso Autónomo en psicópatas. No todos los defectos ni componentes biológicos pueden atribuirse a la herencia, ya que existen mutaciones que se producen en el momento de la concepción o durante el embarazo, en el instante del nacimiento o a lo largo de la vida del hombre.

La Herencia Criminal. El significativo porcentaje de personas unidas por un parentesco consanguíneo entre los enfermos mentales, y la presencia de un componente hereditario morboso degenerativo superior en individuos criminales que en no criminales es la llamada “Herencia Peyorativa”, por la cual se estudian familias de criminales (Genealogías de delincuentes), tratándose más de tablas de descendencia que de árboles genealógicos completos. Y si bien se encontró que existía una mayor tasa de criminalidad en una misma familia, el índice era insuficiente como para atribuirse a todos los casos, no pudiéndose generalizar sólo a factores genéticos o de la herencia ni exclusivamente a variables externas o ambientales en los que la herencia había estado sometida (no ocurría así en otros casos y con familias bajo la influencia de los mismos factores) Muchos autores reconocieron la relevancia del medio social en la génesis de la criminalidad, de modo que la causa hereditaria no sería un elemento unívoco y excluyente sino un componente más en el proceso dinámico de interacción personalidad-medio. Otros postulan que existe interacción continua entre el organismo y el entorno, de modo que no se puede aislar artificialmente del medio el componente biológico, como tampoco identificarlo con la carga hereditaria (Shah y Zoth). - 23 -

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No puede comprenderse ni definirse el delito como un hecho biológico sin más, ya que se trata de un suceso jurídico, histórico y cultural, ya que el hombre -como decía García Andrade- no es sólo herencia sino historia. El análisis del comportamiento delictivo no debe pasar por alto el proceso dinámico de interacción de los componentes de la personalidad, orgánicos y ambientales. Los estudios de gemelos operan con dos datos: la mayor o menor semejanza de la carga genética (gemelos univitelinos -producto de la fertilización de un mismo óvulo y con idéntico genotipo- o bivitelinos -fertilización simultánea de 2 óvulos-) y los índices de coincidencia criminal apreciados en los respectivos casos. Lange examinó gemelos univitelinos nacidos de padre delincuente, tratando de comprobar si uno de los hermanos demostraba predicción delictiva y qué sucedía con el otro. Tanto Lange como otros hallaron una llamativa coincidencia en la trayectoria de los gemelos: ambos serían delincuentes (coincidencia que en un principio parecía fundamentar empíricamente la naturaleza hereditaria de la inclinación criminal, pero habría que hacer notar la común influencia del entorno). Entre gemelos bivitelinos los índices de delincuencia eran menores. Una valoración final de los estudios sobre gemelos debe ser prudente y crítica. Otra de las técnicas empleadas para ponderar la influencia genética o hereditaria en la conducta delictiva son los estudios de adopción en criminales y no criminales adoptados, y en su relación con los padres biológicos y adoptivos según sean estos últimos delincuentes, o no. Una de las primeras investigaciones al respecto fue la de Kuttner (1938) que concluyó que los hijos de criminales delinquen con mayor frecuencia que los hijastros de los mismos, siendo en este caso el factor genético y no el ambiental el único elemento explicativo de dicho hallazgo. El trabajo más reciente en esta línea de debe a Hutchings y Mednik, quienes analizaron 1145 varones adoptados en Dinamarca (1924-1947), de los cuales se comprobaron antecedentes penales en 185 de ellos, pudiendo localizar a 143 padres biológicos. El resultado que obtuvieron puede resumirse en tres ideas generales: 1) El comportamiento criminal es más verosímil y posible en el individuo adoptado que tiene un padre biológico con antecedentes penales; 2) Los índices de criminalidad en jóvenes adoptados aumentan selectivamente en función de los antecedentes criminales de los padres, más de los naturales que de los biológicos;

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3) Si ninguno de los padres del adoptado es criminal, el individuo sólo se convierte en criminal en el 10,4% de los casos; si ambos tienen antecedentes penales este índice se eleva al 36,2% A juicio de ambos autores, no puede desprenderse de sus investigaciones un alegato irrefutable a favor de un modelo genético de la criminalidad, sólo consideran lícito especular con la posibilidad de referir la conducta criminal a una “desventaja genética acumulativa”, que en algunos individuos los hace más proclives para sucumbir al crimen. Malformaciones cromosómicas: trata sobre los estudios del genoma humano. A la vista de las primeras investigaciones llevadas a cabo en internos y en personas mentalmente enfermas, se generó la hipótesis de que un desajuste o disfunción cromosómica condicionaría el comportamiento humano, y por lo tanto el criminal. El criterio básico para diagnosticar dichas disfunciones o defectos es el número de cromosomas, su exceso o defecto. Cada célula contiene 23 pares de cromosomas, en la mujer XX y en el varón XY. Las principales malformaciones observadas fueron: por defecto (el Síndrome de Turner “XO” afecta a una mujer de cada 5000), y por exceso (en la mujer se han observado a través del cariotipo malformaciones que responden a las fórmulas: XXX , XXXX y XXXXX) En el varón el síndrome de Klinefelter (puede afectar a dos sujetos de 100 en una población reclusa) cuya composición cariotípica puede ser: XXY , XXXY , XXXXY o XXXYY , puede presentar atrofia testicular y anomalías mentales; parece asociarse a bajos coeficientes intelectuales, alcoholismo, esterilidad y homosexualidad; La Trisomía XYY fue descubierta por Sanberg en 1961. Es más frecuente en la población reclusa que en la población no criminal, en varones que en mujeres, y ausente en la raza negra. Carece de una sintomatología específica aunque se señala como características más comunes la elevada estatura, defectos de conducta y de adaptación al medio, déficit de coeficiente intelectual y trastornes mentales, escasa afectividad y sobre todo agresividad) En 1965 fueron Gourt y Jacobs en un hospital escocés para enfermos mentales de alta seguridad, quienes llamaron la atención sobre las particularidades de esta trisomía y su relación con la delincuencia: 12 de 196 internos lo portaban, lo cual fue altamente significativo, dado que la prevalencia de XYY en la población normal se estima inferior al 1,5 por 1000. Ambos autores definieron a los varones XYY como “peligrosos, violentos y con propensión al crimen”. El noruego Nielsen sugirió la conveniencia de adoptar previsiones legales al objeto de exculpar de toda pena al portador de la malformación XYY, invocando la inclinación al delito del mismo, supuestamente demostrada por la empiria. - 25 -

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Trabajos más recientes parecen relativizar la incidencia del cariotipo XYY en el comportamiento criminal; así Price y Whatmore concluyen que los internos poseedores del cariotipo XYY eran considerados menos violentos que los demás internos. En resumen, siguiendo la síntesis de López Rey, pueden aceptarse como conclusiones provisionales en esta materia a las siguientes:  Los trabajos científicos realizados en torno al cariotipo XYY versan sobre varones con frecuentes características somato-psíquicas y circunstancias ambientales adversas.  El cariotipo XYY no es el único elemento endógeno actuante en la persona, por lo cual sólo le cabe imputar al mismo una “cierta direccionalidad” a configurarse en función de los demás factores endógenos y exógenos, pero no una disposición o constitución unilateral hacia la conducta delictiva.  Las investigaciones realizadas se han llevado a cabo casi exclusivamente en poblaciones reclusas, teniendo en cuenta que internos y delincuentes no son conceptos sinónimos.  El cariotipo XYY no es hereditario.  Es tan difícil como inviable sugerir y articular programas de prevención respecto a personas portadoras del cariotipo con personas portadoras del cariotipo XYY.  La valoración Jurídico-Penal de las malformaciones cariotípicas hay que tomarlas con cautela. El estado actual de las investigaciones genéticas no permite aventurar un juicio seguro y definitivo sobre el impacto real de determinadas anomalías cariotípicas en el comportamiento del hombre; hasta el momento ningún trabajo científico ha podido sostener que el portador del cromosoma XYY deba convertirse sí o sí en un criminal.

Investigaciones en el ámbito de la moderna neurofisiología. El descubrimiento del EEG (electroencefalograma) ha permitido el registro gráfico de la actividad eléctrica del cerebro y su interpretación, lo cual ha potenciado investigaciones para demostrar una clara correlación entre determinadas irregularidades o disfunciones cerebrales y la conducta humana, especialmente la criminal o desviada en función de patologías cerebrales como DCM (disfunción cerebral mínima), anomalía electroencefalográfica.

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Monroe (1970) publica un trabajo que llevó a cabo con casi 100 delincuentes, cuya sentencia fue conmutada por un tratamiento de duración indeterminada. Obtuvo dos conclusiones fundamentales: 1) La evidencia de disfunciones neurológicas en sujetos no considerados anteriormente como afectados a las mismas. 2) Sólo el 5% de los analizados acusaron anormalidades en el lóbulo temporal convencionalmente considerado como el centro de la agresividad. No obstante, las críticas coincidieron en que los elevados índices de anomalías EEG observadas pueden ser producto del régimen de prisionalización y no anteriores, que se entenderían como la causa de la conducta que motivó el internamiento. En esta línea,

Silverman encontró semejanzas entre esquizofrénicos

hospitalizados por corto tiempo, y reos condenados a penas privativas de libertad de corta duración. En el Reino Unido, los estudios EEG han pretendido verificar que muchos de los denominados “crímenes sin motivo aparente” responden a anomalías cerebrales graves que detecta el EEG. Otra posibilidad de relacionar anomalías EEG con el crimen, es cuando Hodge y G. Walters tratan de conectar el ritmo delta observado en el EEG con manifestaciones propias de una personalidad inmadura y dependiente, lo que a juicio de los mismos podría explicar muchos delitos juveniles. La Disfunción Cerebral Mínima (DCM) es conocida como una anomalía de la estructura cerebral, como consecuencia de desajustes en los mecanismos cerebrales de estímulo y control, dislexia, problemas de percepción visual, hiperactividad, agresividad, etc.; y suele asociarse a casos extremos de comportamientos antisociales, aquellas reacciones explosivas vinculadas a comportamientos potencialmente delictivos como malos tratos a cónyuge, hijos, abusos sexuales a niños, homicidio sin motivos aparentes, etc.

R. Robin examinó a adolescentes suicidas y encontró que en el 60% de los casos padecían disfunciones cerebrales.

D. Williams investigó a un grupo de 335 delincuentes agresivos, y los dividió en habituales y ocasionales, observando que en un 65% de los primeros presentaban anomalías EEG, y en el segundo grupo sólo un 24%. - 27 -

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La hipótesis de que las dolencias cerebrales pueden explicar muchos crímenes violentos ha tratado de verificarse a propósito de concretas patologías, como los tumores, ya que incluso personas pacíficas, afectadas por procesos tumorales cerebrales, se tornan violentas y causan graves daños a familiares y seres queridos por los cambios profundos de personalidad como consecuencia de esta enfermedad a través de episodios psicóticos, alucinaciones, irritabilidad, depresión e inclusive ataques homicidas.

Estudios sobre el sistema Nervioso Autónomo. Eysenck y sus investigaciones se dedicaron a comprender el funcionamiento del Sistema Nervioso Autónomo en cuanto que puede predisponer a las personas a un comportamiento antisocial y/o delictivo. El SNA o vegetativo juega un papel primordial porque de él dependen diversas reacciones del organismo que escapan a su voluntad, especialmente en situaciones de lucha o huida. Las Psicopatías son el ámbito preferido de los estudios científicos para verificar esta hipótesis dado que se supone que este grupo reacciona de manera distinta a como lo hacen los no psicópatas. Parece existir evidencia de que en los psicópatas la respuesta de su SNA a determinados estímulos, arroja medidas sui géneris de pulso cardíaco, presión sanguínea, tensión muscular, midriasis (dilatación de pupilas) y actividad eléctrica de la piel (resistencia galvánica) en comparación con las de las personas no psicópatas. Otras investigaciones han demostrado el incremento del nivel de respuesta de algunos psicópatas mediante inyecciones de hormona adrenalina que potencia su actividad neurológica. Además se ha investigado si los psicópatas experimentan de otro modo los estados de ansiedad cuando anticipan mentalmente la posibilidad de castigo, y si consecuentemente son sensibles a las amenazas de la pena. Este es un factor primario de socialización en el niño, y como el estado de ansiedad depende involuntariamente del SNA, el niño puede depender de él para una mejor o pobre socialización, sobre todo frente a las posibilidades de castigo. Uno de los primeros en examinar este mecanismo fue Eysenck, partiendo de los conceptos de introversión–extroversión, excitación-inhibición. “El extrovertido presenta bajos niveles de estimulación (activación cerebral), por lo cual experimenta una necesidad de estímulo, mientras el introvertido por estar sometido a una estimulación más intensa y prolongada reacciona en el sentido inverso: tiende a evadirse de los estímulos. Por esto, la - 28 -

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eficacia intimidatoria del castigo es más eficaz, potencialmente, en el introvertido, quien muestra en tales casos elevados niveles de ansiedad.

Mednick plantea que el tiempo de recuperación de conductancia de la piel (SCR) puede tomarse como medida de la respuesta del SNC, de modo tal que se podría mensurar cuál es el nivel de ansiedad de una persona frente a la amenaza de un posible castigo.

Siddle plantea que la conexión entre tiempo de recuperación de la conductancia y comportamiento antisocial sería evidente. Los sujetos que manifiestan conducta antisocial (psicópatas, criminales adultos, jóvenes delincuentes) exhiben tiempos de recuperación de la conductancia de la piel significativamente lentos en comparación con los de grupo control. A pesar de que el funcionamiento del SNA sin duda condiciona cierta cantidad de respuestas corporales en determinadas situaciones, que predisponga al comportamiento delictivo no es concluyente, no queda verificada la conexión causal de modo inequívoco, ya que dicho sistema no escapa totalmente al control de la voluntad. Cabe deducir entonces que el funcionamiento del SNA no es causa sino consecuencia de determinados tipos de personalidades. Otras aportaciones de la moderna biología criminal y sociobiologia: bioquímica. Para la moderna sociobiologia, el hombre es un organismo influenciado por condiciones físicas-ambientales y cuyo comportamiento es aprendido. La sociobiologia parece haber llegado a la conclusión de que un déficit o dependencia de ciertas vitaminas y minerales que el desarrollo cerebral requiere, sobre todo en los primeros años de la vida, puede provocar en la persona graves problemas físicos, mentales e incluso de comportamiento. Por ejemplo, Hippchen ha mantenido la hipótesis de que una insuficiencia de vitamina B guarda estrecha relación con el comportamiento antisocial. Por otro lado, para el enfoque bioquímico de Linus Pauling, un significativo desajuste de la balanza bioquímica especialmente en la juventud, por una dieta errónea, defectuosa metabolización de ciertas sustancias o inadecuada concentración de otras en el organismo, puede determinar importantes trastornos conductuales. También se postula que la hipoglucemia puede producir alteraciones en el funcionamiento cerebral, o que las alergias pueden llegar a desembocar en conductas hostiles. El modelo sociobiológico de

Jeffery se basa tanto en la psicología ambiental, como

en la del aprendizaje y la psicofisiología. Una teoría estrictamente social no le parece - 29 -

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convincente. Así, de la teoría del aprendizaje social advierte que olvida el rol del refuerzo primario y de los mecanismos biológicos, exacerbando los principios del aprendizaje más allá de los datos de la conducta manifiesta. Perspectiva igualmente crítica mantiene respecto a los enfoques conflictuales. Ningún acto puede ser considerado en sí mismo criminal prescindiendo de la reacción social, pero es el acto desviado el que crea la etiqueta y no lo contrario, como pretende la teoría del etiquetamiento.

2. El punto de vista del Psicoanálisis respecto del problema criminal en sus principales referentes: Freud, Alexander y Staub, Reik. Explicaciones Psicopatológicas (Psiquiátricas) del delito. No siendo posible absolutizar, conviene poner de relieve los presupuestos, metas y condicionamientos de los tres enfoques principales: el psiquiátrico, el psicoanalítico y el psicológico. PSIQUIATRÍA: rama de la medicina que se ocupa del hecho psíquico morboso del hombre psíquicamente enfermo. Adopta una perspectiva clínica. Contempla el comportamiento delictivo como producto de trastornos de la personalidad o de patologías de diverso orden. PSICOLOGÍA: estudia el comportamiento humano, la conducta. El comportamiento criminal se analiza como cualquier otro comportamiento. Le interesa explicar el proceso de adquisición de ciertos patrones de conducta, destacando los factores que refuerzan la adquisición y mantenimiento de la conducta delictiva. PSICOANÁLISIS: Observa el crimen como un comportamiento simbólico y funcional, como expresión de conflictos profundos y pasados abandonados en el inconsciente que generan desequilibrios de personalidad; sólo de forma introspectiva, a través del psicoanálisis, pueden develarse; en sus orígenes examinaba patologías concretas como la histeria y la neurosis, dado lo cual generó un entramado teórico capaz de explicar el comportamiento - 30 -

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delictivo en términos semejantes a los de enfermedades mentales; a raíz de lo anterior se lo entiende como un puente entre la Psiquiatría y la Psicología.

Fundamentos psicopatológicos de la conducta delictiva: enfermedad mental, trastornos mentales y criminalidad. LA ANORMALIDAD DEL CRIMEN. En general, las sociedades atribuyen el delito o el crimen a anomalías mentales de sus autores. Algunas veces por la influencia de concepciones primitivas que hacen del criminal un endemoniado o poseído; otras, generalizando de forma indebida patologías que sólo se hallan en personas reclusas; se agrega aquellos que suponen que sólo el individuo anormal puede transgredir el orden social establecido. En cualquier caso es inevitable equiparar conceptos como “conducta acorde con la norma ídem a normalidad y salud mental”, ergo “conducta desviada ídem a anomalía y enfermedad mental”. Recién a partir del Siglo XIX se comienza a distinguir al delincuente del enfermo mental. La teoría de la locura entenderá la naturaleza hereditaria de la enfermedad mental y el sustrato genético como expresión de la inferioridad del infractor. El Positivismo Criminológico sustituirá la Teoría de la Locura por el de Personalidad Criminal: conjunto de rasgos que entraman la estructura psicológica delictiva. Sin embargo, actualmente la Teoría de la Personalidad Criminal se halla abandonada. De todos modos, tanto las viejas concepciones demoniales, como la Teoría de la Locura mental o la Personalidad Criminal, tienen como premisa el rechazo de la normalidad del crimen y de su autor. La Psiquiatría, en cuanto ciencia, se ocupa de lo psíquicamente anormal, por lo cual su metié es explicar el comportamiento delictivo como producto de patologías del psiquismo humano. Es erróneo afirmar que todo comportamiento criminal tenga una base psicopatológica, ya que no se ha podido demostrar una correlación inequívoca entre trastorno o enfermedad mental y delito. Hoy no se acepta que el delincuente sea “loco” o que la locura genere criminalidad ni la normalidad o salud mental del delincuente. Se analiza cada caso en particular.

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A la Psiquiatría y Psicopatología le cabe:  delimitar con precisión las diversas entidades nosológicas como psicopatía, neurosis,

etc. que presuponen una definición de anormalidad, de enfermedad mental, de trastorno y de salud psíquica;  analizar con instrumentos fiables y en términos comparativos la etiología de la

patología de las poblaciones reclusas y en la población no penalizada;  especificar las correlaciones constatadas entre cada una de las diversas entidades

psiquiátricas y las correspondientes conductas delictivas. Los conceptos de salud mental y enfermedad mental suscitan problemas de definición ya que las fronteras entre salud y enfermedad, normalidad y anormalidad son circunstanciales, relativas y cambiantes. Esto se debe a que la noción de “Normalidad Psíquica” cuenta con diversas acepciones:  La Médica: ausencia de síntomas;  La Estadística: salud promedio;  La Psicodinámica: equilibrio entre pulsiones e instancias del aparato intrapsíquico;  La Subjetiva: valoración y percepción de la propia salud;  La Forense: valoración judicial.

Cabe destacar que el etiquetamiento de una persona como “Enferma mental” es inseparable de ciertos procesos sociales de interacción dados en un contexto determinado.

Psicopatía, Psicopatología, Antisocialidad. En 1896 Kraepelin define la personalidad psicopática, por lo cual la doctrina psiquiátrica trata de verificar la relación entre ciertas anomalías o trastornos psíquicos y el comportamiento delictivo. Así la psicopatía ha polarizado la discusión científica siendo el eje de la polémica. Pero tampoco hay en la actualidad un consenso sobre el concepto nosológico de psicopatía ni a su eventual capacidad criminógena ya que con mucha razón se ha dicho que no existe “el Psicópata” porque no hay dos psicópatas iguales. Psicopatía, sociopatía y personalidad antisocial se emplean como sinónimos, mereciendo amplio reconocimiento la definición del DSM: “individuos que están básicamente sin socializar… con patrones de conducta que los llevan a continuos conflictos con la sociedad…” - 32 -

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UNIDAD IV

Presentan características como:  Egoístas  Insensibles  Irresponsables  Impulsivos  Incapaces de sentirse culpables y de aprender de la experiencia y el castigo  Bajo nivel de tolerancia a la frustración  Culpabilizan a terceros o racionalizan su conducta Luego de revisar estos conceptos, Craft define dos rasgos distintivos y primarios de la personalidad psicopática: 

Incapacidad de responder emocionalmente en situaciones que se espera un

tipo de respuesta; 

Irresistible tendencia a actuar impulsivamente

Rasgos secundarios como:  Ausencia de sentimiento de culpa  Agresividad  Imposibilidad de ser influido por el castigo  Falta de motivaciones positivas En los últimos tiempos se tiende a comprobar empíricamente el correlato fisiológico de las psicopatías. Algunas hipótesis creen hallar el sustrato de ésta en el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), en el nivel de activación cortical (arousal), o incluso en disfunciones neurofisiológicas. Es importante mencionar las definiciones logradas por

Eysenck aportadas desde

el modelo biológico-conductual o de condicionamiento del proceso de socialización. Plantea que la conciencia es un reflejo condicionado, el niño aprende a apartarse de lo que es malo -el delito- a través del castigo que le aplican sus padres, reprimiendo la tendencia hedonista y amoral que son innatas. Cada vez que es castigado, el niño asocia la sanción (estímulo incondicionado) a la conducta prohibida (estímulo condicionado), y de este modo aprende (condicionamiento clásico), forma y desarrolla una conciencia de miedo y ansiedad ante comportamientos futuros semejantes. - 33 -

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UNIDAD IV

Los psicópatas exhiben una peculiar incapacidad para condicionarse, derivada de su muy limitada actividad cortical. Generalmente son sujetos extrovertidos. Eysenck propone cuatro fases para la dinámica criminal: 1. Defecto congénito de condicionamiento en las personalidades psicopáticas por una insuficiente activación cortical. 2. Comportamiento criminal instintivo, natural. 3. Falta de conciencia por ausencia del desarrollo de un reflejo condicionado que le permita asociar conducta delictiva y castigo. 4. Ausencia de todo resorte personal inhibitorio del comportamiento criminal (a causa de su pésima capacidad de condicionamiento). En general, el concepto de Psicopatía ha sido objeto de todo tipo de investigaciones y críticas, ambas contempladas con cierto escepticismo, ya que ni la mayoría de los psicópatas son delincuentes ni la inversa.

El modelo Psicodinámico: Explicaciones psicoanalíticas del crimen. El Psicoanálisis representa un instrumento puente de comunicación entre el enfoque psiquiátrico y el psicológico, ya que dio a luz en el seno de la clínica y como terapia para ciertas dolencias psíquicas concretas como histeria y neurosis, importantes enfermedades mentales de su época. Pronto se convirtió en una teoría general, e incluso más que ello, en una cosmovisión de la realidad. El análisis imaginativo de la estructura y dinámica de la personalidad, del proceso de desarrollo de ésta a través de sus conflictos, frustraciones y motivos, permitió a los psicoanalistas elaborar un profuso vocabulario e instrumental para la comunicación entre psicólogos y psiquiatras. Los psicólogos trataron de verificar experimentalmente procesos como neurosis, psicosis, etc., pero sobre todo a través del paralelismo establecido por el psicoanálisis entre neurosis y crimen, se pudo construir un entramado teórico capaz de explicar el comportamiento antisocial, a pesar que el crimen no ocupara la atención de Freud (18561939); lo cierto es que las concepciones psicoanalíticas han ejercido una poderosa influencia en la criminología.

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UNIDAD IV

La Criminología contempló y contempla con sumo interés las sugestivas hipótesis del Psicoanálisis, tanto en el plano de lo etiológico-explicativo como en el terapéutico, teniendo en cuenta que este corpus teórico y praxiológico no es ni pretendió ser una teoría de la criminalidad.

Postulados del modelo psicoanalítico.

Este modelo se caracteriza frente a otros modelos (orgánico o biofísico, conductista,

sociológico) por poseer postulados propios tales como: 1) Se trata de un modelo psicodinámico por el cual se analiza la estructura y dinámica de la personalidad, sus conflictos, frustraciones, motivos profundos y el nivel de su desarrollo. 2) Responde al determinismo biologicista. 3) Concede una gran importancia al instinto (pulsión) sexual en cuanto motor del comportamiento de todo individuo (pansexualismo). 4) Su Teoría Psicosexual distingue cinco etapas en el desarrollo de la libido que corresponden a zonas erógenas del cuerpo: oral, anal, fálica, latencia y genital; el cual determinará el psiquismo y la personalidad del individuo. 5) La división topográfica del psiquismo en tres partes: consciente, preconsciente e inconsciente. Acentúa la trascendencia etiológica e interpretativa de esta división: la conducta humana consciente tiene un significado simbólico y profundo como reflejo y expresión del inconsciente. 6) Distingue tres instancias mentales: Yo, Ello y Superyó, que actúan en y conforman el aparato intrapsíquico. El correcto equilibrio de las mismas asegura la estabilidad psíquica del individuo o sus diversas patologías. 7) El único método que permite captar el significado real de la acción humana es la introspección. 8) El marco psicopatológico queda supeditado a los conflictos infantiles (traumas) que, situados como fijación en algunas de las etapas del desarrollo de la libido, se manifiestan durante la edad adulta a partir de procesos inconscientes. 9) Conflicto mental-represión-neurosis y delito como respuesta simbólica o comportamiento sustitutivo: son los tres eslabones del proceso dinámico que tratan de aflorar al mundo consciente, venciendo el obstáculo del censor, de modo que todos los actos incluidos los delictivos son respuestas sustitutivas o comportamientos simbólicos que directa o indirectamente expresan “la realidad” del inconsciente: ideas, tendencias y sentimientos reprimidos.

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10) Particular interés criminológico tiene el Complejo de Edipo, ya que su no superación genera un “complejo de culpabilidad”, cuyo componente auto punitivo “explica” la comisión de muchos delitos. El sujeto delinque para aliviar el complejo de culpabilidad a través de ser castigado; este sentimiento de culpa no subsigue al crimen sino más bien le precede y motiva. 11) Desde un punto de vista terapéutico, el psicoanálisis pretende hacer consciente lo inconsciente de modo progresivo; hay diversas formas en que éste puede develarse a través de actos fallidos, sueños, chistes, lapsus, etc.; además se utilizan clínicamente los tests proyectivos, interpretación y análisis de sueños y la técnica de la asociación libre. 12) La acción curativa exige que el paciente traslade al analista sentimientos y reacciones acordes a su vida pasada (proceso de transferencia).

En el propio seno del Psicoanálisis conviven y discrepan diversas posturas: 1) El pensamiento originario de Freud es tomado como el psicoanálisis ortodoxo. 2) Las doctrinas neo freudianas: I.

Teóricos sociales: Erich Fromm, Karen Horney y Harry Sullivan. Fromm enfatiza las

influencias de la actual estructuración de la sociedad en el individuo, con un particular enfoque antropológico, sociológico y cultural. Horney y Sullivan analizan las relaciones interpersonales y su traducción psicopatológica. II.

Otros neo freudianos como Anna Freud (relevancia del Yo y los mecanismos de

defensa) o Erickson (conocido por su teoría del desarrollo psicosocial), Hartman, Rapaport, contemplan al yo con preeminencia al Ello y al Superyó. III. Otros psicoanalistas ortodoxos contrarios a la hegemonía de la libido sexual (pansexualismo freudiano). Jung subrayó la importancia de un inconsciente colectivo. Adler plantea que el complejo de inferioridad desencadena esfuerzos inconscientes de compensación y superación. IV. Modelo Humanista: parte de un optimismo antropológico sin rechazar las aportaciones del conductismo. Se ocupa más bien del desarrollo humano en función de su potencialidad y creatividad enfatizando el sí mismo (Self), la autoestimación, autorrealización, la libertad intrínseca del ser humano y los valores. Sus principales referentes son: Maslow, Rogers, Perls, Rollo May. V.

Melanie Klein: centra su análisis en los estadios más tempranos del desarrollo del

individuo, y atribuye gran relevancia al manejo que hace el niño de su agresividad durante el - 36 -

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primer año de vida, y su vinculación frente a objetos buenos y malos que le rodean y los que habitan su mundo interno. VI. Jacques Lacan: el discurso de lo inconsciente está estructurado como un lenguaje. Las cadenas de significantes que lo estructuran tienen faltas que “aparecen” en las distintas manifestaciones del individuo.

El pensamiento de Sigmund Freud (1856-1939) Médico, neurólogo y psiquiatra nacido en Freiburg (actual Moravia). Figura genial y controvertida. Guarda por muchas razones un paralelismo con Lombroso por su capacidad de investigación. “Bestia negra” de la Universidad de Viena, ésta siempre le negó el uso de sus laboratorios; siempre fue el profesor más extraordinario de los ordinarios. Padeció el rechazo de la sociedad médica de su época y la incomprensión de muchos de sus colegas. Freud apenas se ocupó del crimen, la referencia más cercana es un conocido pasaje donde relaciona ciertos comportamientos delictivos con un poderoso sentimiento de culpa, que es un afecto inconsciente derivado del complejo de Edipo, que precedería y explicaría la comisión del hecho criminal, entendiéndose como causa más que como resultado. Para Freud, todo acto humano (por amplitud incluye también el delictivo) tiene un sustrato sexual profundo, ya que la libido constituye la energía vital primaria de todo ser humano, motor obligado de su comportamiento (teoría pansexual). Pugnan en el individuo dos tendencias pulsionales contrapuestas que polarizan su existencia: una fuerza positiva sexual (Eros) y una fuerza negativa de destrucción y muerte (Tánatos -instinto primario de agresión-), la cual ofrece una sugestiva hipótesis explicativa de determinadas manifestaciones violentas y delictivas. El desarrollo de la personalidad sigue una evolución paralela a la del instinto sexual, a tal punto que la libido se va localizando progresivamente en distintas partes del cuerpo (zonas erógenas). Problemas o disfunciones en el curso natural de las cinco etapas del desarrollo de la libido, determinarían la fijación del individuo en una fase anterior, bien por frustración, o por exceso de gratificación, con la consiguiente traducción psicopatológica en su vida adulta. Tales fijaciones y regresiones explicarían algunos comportamientos delictivos:

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Etapa Oral >>> Propensos a delitos de expresión verbal, tales como: injurias, difamación, alcoholismo (la boca se constituye en el centro de placer en esta fase). Etapa Anal >>> Propensos a delitos contra el patrimonio (el ladrón suele gastar fácilmente lo que consiguió). Etapa Fálica >>> Propensos a cometer delitos sexuales como violación, abuso, incesto, porque no son capaces de orientar su capacidad sexual a la reproducción de la etapa genital. El complejo de Edipo tiene estrecha relación con la neurosis y el sentimiento de culpa. El individuo que no ha sido capaz de elaborarlo de modo positivo experimenta una necesidad de castigo con la que persigue de modo inconsciente un alivio psíquico de este complejo no resuelto por el odio a la figura paterna; el sentimiento de culpa induce al individuo a la comisión del delito porque éste conlleva un requerimiento auto punitivo: el sujeto busca la pena, necesita el castigo. Quién ha cometido un delito se siente antes, durante y después de éste culpable, busca el castigo de modo inconsciente, y por ello comete errores en la ejecución del crimen: deja pistas a la autoridad para que puedan descubrirlo, o siente la necesidad de regresar al lugar dónde llevó a cabo su delito, o bien termina confesando su culpa. El aporte del psicoanálisis a la criminología “parece resolver” el problema de los crímenes absurdos, sin motivo e irracionales. El aparato intrapsíquico o división psicodinámica de la personalidad, merece una especial consideración:  El ELLO es la estructura básica y primaria, integra todos los componentes naturales e involuntarios de la vida del individuo: impulsos innatos, instintos sexuales y agresivos. Se rige por el principio del placer y constituye la estructura originaria ya que al momento de nacer somos puro “Ello”. Para la doctrina psicoanalítica el hombre es por naturaleza un ser antisocial, egoísta y no solidario.  El YO se desarrolla por diferenciación del aparato psíquico en su contacto con la realidad externa. Se sitúa entre las demandas del Ello y la realidad exterior; trata de asegurar la estabilidad en el individuo, debido a su función mediadora entre las exigencias del Ello y del ambiente. Se rige por el principio de realidad, y su actividad puede ser consciente (percepción, atención, memoria, etc.) e inconsciente (mecanismos de defensa).  El SÚPERYO es un desprendimiento del Yo, que emerge como resultado del sepultamiento y elaboración del complejo de Edipo, al introyectar la figura paterna que representa la ley. Capitaliza los valores morales socialmente inducidos a través de la - 38 -

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identificación con los padres. Es la sede de la represión que genera autocríticas y culpabilidad; es el censor que actúa sobre el Yo para que éste inhiba los deseos intolerables del Ello. Se rige por el principio del deber. Para Freud el equilibrio de estas tres instancias asegura la estabilidad psíquica del individuo (lo normal, la salud); sus disfunciones, desajustes o falta de armonía deviene en procesos patológicos. La doctrina psicoanalítica utiliza como hipótesis explicativa del delito la ineficacia o ausencia del superyó; o bien concede una gran importancia al concepto de neurosis, siendo el crimen una consecuencia del fracaso en interiorización de normas y valores convencionales triunfo del Ello, del principio del placer -, una deficiente estructuración del Yo que ha sido ineficaz para manejar las demandas instintivas del Ello y las exigencias sociales del Superyó (neurosis). Freud estableció un claro paralelismo entre neurosis y criminalidad, entendiendo que el comportamiento del individuo neurótico como el del delincuente responden a procesos similares. En ambos casos existe un conflicto mental profundo; la actuación defensiva del Yo que reprime en el inconsciente ciertas tendencias del Ello, y las respuestas simbólicas a modo de síntoma neurótico o conducta delictiva, son expresión del fracaso de la función mediadora del Yo. Dos diferencias separan al neurótico del criminal en cuanto al nivel de consciencia y desencadenamiento de la agresividad: en el neurótico hay algo que es secreto para su propia consciencia, en el criminal su hecho delictivo es secreto para los demás.

Aportación a la criminología de otros psicoanalistas.

Hay algunos psicoanalistas cuyas tesis se aplicaron especialmente al ámbito

criminológico, como ser:

F. Alexander y H. Staub, quienes asumieron la teoría freudiana del complejo de Edipo (el individuo sano consigue elaborar el complejo de Edipo sublimando impulsos antisociales, el criminal sucumbe a éste) entendiendo que no hay diferencias congénitas entre el individuo delincuente y el no delincuente, sino factores educacionales, sociales. La tipología de Alexander y Staub distingue dos grandes grupos de delincuentes: 1. CRÓNICOS 2. SITUACIONALES. Se subdividen en: a)

DELINCUENTE NEURÓTICO: opta por el delito como salida a su conflicto intrapsíquico entre tendencias sociales y antisociales de su personalidad; - 39 -

Aguilera Merlo, M. Luján b)

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DELINCUENTE NORMAL: se identifica con modelos criminales llevados a cabo por motivos sociales, pedagógicos, educacionales; la etiología de éste tipo se califica como sociológica.

c)

DELINCUENTE ENFERMO: padece algún tipo de condicionamiento orgánico o patológico.

En cuento a esta tipología, estos autores sugieren una “política criminal diferenciada”. Para el delincuente neurótico proponen la abolición de todo resorte expiatorio, punitivo y en su lugar el sometimiento del mismo a la terapia psicoanalítica. La pena sólo se justifica en los otros casos.

Theodor Reik, estrecho colaborador de Freud, se dedicó especialmente al tema delictivo, siendo sus dos obras de psicoanálisis aplicado: “Psicoanálisis del crimen” y “El impulso a confesar”. Para Reik, la importancia del sentimiento de culpa es radical; interpreta dicho complejo de culpa al modo que lo hiciera Freud: como causa y no como consecuencia del delito. El individuo delinquiría para ser castigado, aliviando así su vivencia inconsciente emanada del complejo de Edipo; a esta reacción auto punitiva le corresponde un hecho común: el delincuente no lleva a cabo una ejecución criminal perfecta, y que con el tiempo se ve impelido a confesar su autoría. Concurren dos impulsos de signos contrarios: uno consciente dirigido a borrar todo rastro del delito, y otro inconsciente que le induce a delatarse para expiar su culpa.

Autores post-freudianos: Adler, Fromm, Winnicott y la relación entre deprivación y delincuencia. - 40 -

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Alfred Adler (1870-1937), médico vienés prestigioso; durante diez años colaborador cercano a Freud. Su psicología gira en torno a tres principios que determinan la conducta humana: 1) El sentimiento de inferioridad condicionado por

razones genéticas, orgánicas o sociales. El delincuente es un individuo débil, que ha padecido un déficit primario de cooperación con los demás. 2) La ambición de poder que trata de compensar el complejo anterior. Guarda un

cierto correlato con los mecanismos de sublimación freudianos, aunque desprovistos de las connotaciones sexuales que le otorgó Freud; es el motor del hombre y no lo sexual. 3) El sentimiento de comunidad que es el moderador del sentimiento de

inferioridad y de la ambición de poder. Es un concepto paralelo al superyó freudiano: su ausencia o debilidad explicaría la personalidad criminal. Tres elementos diferencian a Adler del psicoanálisis ortodoxo: 

su rechazo del pansexualismo freudiano;



la adopción de un método finalista frente a la actitud determinista de Freud;



la relevancia atribuida al ambiente social en el desarrollo psíquico del individuo. Aunque Adler asume construcciones freudianas (la neurosis, Edipo, fases del desarrollo

de la personalidad) libera a éstos de su carga sexual originaria reinterpretándolos. Adopta una actitud teleológica tratando de comprender la conducta del individuo no sólo en función de sus causas sino de sus objetivos, centrando su análisis en el aspecto racional de los fenómenos psicológicos. Concede a los factores sociales una importancia decisiva en el desarrollo psíquico del individuo, pues éste depende más de su entorno social que de su organización psíquica. Desde un punto de vista criminológico, Adler atribuye al complejo de inferioridad reacciones neuróticas, las que generan conductas delictivas a través de mecanismos compensatorios: el delincuente es un ser acomplejado de su inferioridad y el crimen le permite llamar la atención de los demás, afirmar su imagen de sí mismo ante los otros. La actitud arrogante de muchos criminales expresa su complejo de inferioridad inconsciente que los lleva a demostrar que son superiores a sus víctimas y aún a las autoridades, e incluso atribuirse hechos delictivos de los que no participaron.

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Su punto de vista político-criminal contiene un mensaje corrosivo contra el sistema penal: la sanción no protege a la sociedad sino que ensalza al delincuente con el honor de la retribución y le incita a más delito. Al estimar que la causa del crimen reside en el desaliento social, lógico es que Adler sugiera la total sustitución del mecanismo represivo clásico (la pena) por terapias psicológicas, sociales y/o pedagógicas que no desalienten al individuo y refuercen su hostilidad hacia los demás.

Erich Fromm (1900 - 1980), teórico social del pensamiento psicoanalítico, ha abordado problemas directamente relacionados con la conducta anómala y antisocial. Dos de sus obras “El miedo a la libertad” (1941) y “El psicoanálisis de la sociedad contemporánea” (1955) merecen una especial consideración, ya que a través de ellas se plantea el problema de la crisis de la civilización occidental, cuyas manifestaciones: sumisión, anonimato, estandarización, serán formas colectivas de evasión, de huida de la libertad. La libertad alcanzada por el hombre de occidente tiene ataduras tradicionales, es una “libertad de” y no “libertad para”. El hombre de la sociedad industrial se halla inmerso en una profunda paradoja: se ha liberado de cadenas históricas que lo esclavizaban, pero ha tomado ahora clara conciencia de sus limitaciones como persona, subordinando su propia vida a poderes exteriores y superiores a él. El miedo a la libertad indica que el hombre de hoy se evade, huye, se siente inseguro, angustiado y dependiente de la aprobación ajena; es incapaz de amar y de tomar decisiones, y así está pronto a destruirse y a destruir “gustosamente” todo su entorno. Otro tema que le preocupa a Fromm es el de la salud mental de la sociedad contemporánea: ¿puede estar enferma una sociedad? ¿Cuáles son las bases de una sociedad sana? Fromm se refiere a la “patología de la normalidad”, a la patología de la sociedad contemporánea, analizando sus síntomas y manifestaciones, empleando el concepto de salud mental como sinónimo de razón. Fromm se aparta de Freud cuando propone un “psicoanálisis humanístico” para diagnosticar las causas de la crisis y sugerir vías de solución. En su obra “Man for Himself” (1947) sustituye el sistema freudiano del desarrollo de la libido por otro en el que la evolución del carácter se realiza a través de las relaciones interpersonales. En el psicoanálisis de la sociedad contemporánea propone que las pasiones básicas del hombre no están enraizadas en sus necesidades instintivas, sino en las condiciones específicas - 42 -

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de la existencia humana particular y social, en la necesidad de hallar nuevos vínculos entre el hombre y la naturaleza.

Donald Winnicott5. Su obra fue original. Centró sus estudios en la relación madre-lactante y la evolución posterior del sujeto a partir de tal relación. A partir del nacimiento no se puede decir que el bebé es una unidad psíquica. Durante el primer año de vida, la díada madreinfante constituye una unidad. La madre es el primer entorno del infante. Si todo recién nacido sano tiene una tendencia innata a desarrollarse como una persona total y creadora, ha de poseer sin embargo un entorno inicial como base para tal desarrollo. Un exceso de apego entre la madre y el hijo es patológico; la preocupación maternal primaria suele ser espontánea, lo que importa es que en ella se dé un equilibrio entre una “madre suficientemente buena” y una "madre banalmente dedicada" al niño. Una madre suficientemente buena es aquella que es capaz de dar cabida al desarrollo del verdadero yo del niño, es decir, acoger su gesto espontáneo en el sentido de lo que el niño quiere expresar, e interpretar su necesidad y devolvérsela como gratificación. La madre en un principio debe “ilusionar” al bebe para “desilusionarlo” gradualmente. Esto quiere decir que el bebé, ante su necesidad de comer, es acogido por la madre y ésta le ofrece su pecho para alimentarlo, de tal modo que se dispone una situación donde el lactante tiene la ilusión de que el pecho fue creado por él y que es parte de él. Pero a medida que la madre lo desilusiona o lo desgratifica, el bebé va percibiendo que no es uno con la madre, disponiéndose a entrar en contacto gradualmente con la realidad y su subjetividad.

D. Winnicott inició sus estudios de medicina cuando aún cursaba en la Leys School, y los continuó en el Jesus College ya casi al mismo tiempo que comenzaba sus estudios en la universidad de Cambridge. Debió hacer una pausa en tales estudios al servir como cirujano en un navío destructor durante la Primera Guerra Mundial. Pudo graduarse con el título de doctor médico especializado en pediatría en 1920. En ese mismo año contrajo matrimonio con Alice Taylor, de la cual se divorciaría en 1951 para casarse con Elsie Clare Nimmo Britton (una psiquiatra social y psicoanalista). También en 1923 comienza su análisis con James Strachey, siendo luego Joan Riviere su segunda analista. Durante más de cuarenta años se dedicó a la pediatría. Casi paralelamente a la pediatría, se desempeñó como psicoanalista haciendo una productiva síntesis de ambas profesiones. En 1927 ingresa a la Sociedad Psicoanalítica Británica. Supervisa con Melanie Klein y atiende a uno de sus hijos. En 1940, Winnicott fue uno de los pocos que se opuso (apoyándose en la ciencia) al uso del llamado electroshock. Fue presidente de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, entre 1956-1959 y nuevamente entre 1965 a 1968. Muere de un ataque cardíaco en 1971. 5

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De lo que Winnicott observa en la relación primera madre-niño obtiene conclusiones para sus métodos de práctica psicoanalítica: por ejemplo el llamado setting analítico (disposición) y la relación soñar-soñado. En el setting se busca que el paciente logre -tras una "regresión" momentánea a los cruciales años de su infancia- demostrar su "modo de soñarse". En tanto que en el psicoanálisis se produce una momentánea regresión (para lograr una eficaz anámnesis), también es menester tener en cuenta la noción de holding (tenencia, pertenencia) ya que la relación analista-paciente crea de un modo espontáneo (particularmente en el segundo) una fuerte relación emocional de dependencia. El buen analista debe ayudar al paciente a liberarse de la misma y la plena liberación de tal dependencia (que evoca a las dependencias que el sujeto ha tenido en su infancia) será un signo de la curación. En lo criminológico Winnicott plantea una correlación entre la tendencia antisocial y la deprivación emocional, la cual no es una simple privación. El niño pierde algo bueno que alguna vez ejerció un efecto político sobre su experiencia y que le ha sido quitado. El despojo ha persistido por un lapso de tiempo tan prolongado que el niño no puede mantener vivo el recuerdo de la experiencia vivida. Una definición completa de deprivación incluye los sucesos tempranos y tardíos, el trauma en sí y el estado traumático sostenido en el tiempo. La mayoría de los delincuentes son en cierta medida enfermos por el hecho de que en algunos casos el sentimiento de seguridad no se estableció de modo suficiente en los primeros años de la vida. Winnicott enfatiza la necesidad que tienen los niños de una familia propia y de un ambiente físico en condiciones higiénicas. El estado de deprivación emocional se entiende entonces como causante del delito; hay una falta de vínculos emocionales tempranos (apoya esta noción en la influencia de la Teoría de Bowlby “Attachment”). La tendencia antisocial. La naturaleza de lo antisocial se puede encontrar tanto en el individuo normal como en la persona neurótica o psicótica y aparecer en cualquier edad, la cual puede expresarse tanto en la casa, en la escuela o en cualquier otro ámbito.

“Deprivación y Delincuencia” (1954); D. Winnicott.

Un niño normal, si tiene confianza en su padre y en la madre, actúa sin ningún freno.

Con el correr del tiempo, pone a prueba su poder para desintegrar, destruir, agotar, desperdiciar, trampear y apoderarse de lo que le interesa.

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Todo lo que lleva a la gente a los tribunales tiene su equivalente normal en la infancia. Si el hogar es capaz de soportar todo lo que el niño hace por desbaratarlo, éste puede ponerse a jugar, no sin haber hecho toda suerte de verificaciones, sobre todo si tiene alguna duda en cuanto a la estabilidad de la relación entre los padres del hogar. Cuando el hogar no proporciona esto: al ver destruido el marco de su vida, ya no se siente libre. Se torna ansioso y, si tiene esperanzas, comienza a buscar un marco fuera del hogar. El niño cuyo hogar no logra darle un sentimiento de seguridad busca las cuatro paredes fuera del hogar, todavía abriga esperanzas y apela a los abuelos, tíos, amigos, etc. Busca una estabilidad externa sin la cual puede perder la razón. Si alguien se la proporciona en el momento adecuado, esa estabilidad puede crecer en el niño como los huesos de su cuerpo, de modo que gradualmente en el curso de los primeros meses y años de su vida, pueda pasar de la dependencia y de la necesidad de ser manejado a la independencia. El niño antisocial simplemente busca un poco más lejos, apela a la sociedad en lugar de recurrir a su familia o a la escuela, para que le proporcione la estabilidad que necesita a fin de superar las primeras y muy esenciales etapas de su crecimiento emocional. Cuando el niño roba fuera de su hogar, también busca a su madre, pero entonces con un mayor sentimiento de frustración y con una necesidad cada vez mayor de encontrar al mismo tiempo, la autoridad paterna que ponga limite al efecto concreto de su conducta impulsiva y a la situación de las ideas que surgen en su mente cuando está necesitado. La delincuencia indica que todavía queda alguna esperanza, no es necesariamente una enfermedad que el niño se comporte en forma antisocial, y a veces no es otra cosa que una forma de pedir ayuda en busca del control ejercido por personas fuertes, cariñosas y seguras. Una criatura se convierte en niño deprivado cuando se lo depriva de ciertas características esenciales de la vida hogareña. Emerge hasta cierto punto lo que podría llamarse el complejo de deprivación. El niño manifiesta entonces una conducta antisocial en el hogar o en un ámbito más amplio. La tendencia antisocial del niño puede imponer con el tiempo, la necesidad de considerarlo un inadaptado o llevarlo ante la justicia como un menor ingobernable. Cuando existe una tendencia antisocial ha habido una verdadera deprivación y no una simple deprivación, el niño ha perdido algo bueno que hasta una fecha determinado ejerció un efecto positivo sobre su experiencia. La tendencia antisocial presenta dos orientaciones: 1. EL ROBO. Mediante el robo el niño busca algo en alguna parte y al no encontrarlo, lo busca por otro lado, si aún tiene esperanzas de hallarlo. El niño que roba un objeto no busca el objeto robado sino a la madre, sobre la que tiene ciertos derechos, derivados de que la madre fue creada por él. - 45 -

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2. LA DESTRUCTIVIDAD. Mediante la destructividad, el niño busca el grado de estabilidad ambiental capaz de resistir la tensión provocada por su conducta impulsiva, busca un suministro ambiental perdido, una actitud humana en la que el individuo puede confiar y que por ende, lo deje en libertad para moverse, actuar y entusiasmarse. El niño provoca reacciones ambientales totales valiéndose en particular de la destructividad, como si buscara un marco en constante expansión, un círculo cuyo ejemplo inicial fue el cuerpo o los brazos de la madre. La capacidad de causar fastidio observada en el niño antisocial es una característica esencial y en el mejor de los casos, favorable, por cuanto indica una vez más la posibilidad de recobrar la perdida fusión de las mociones libidinales y motilidad. Críticas y aportes del psicoanálisis.  El determinismo del psicoanálisis coloca a la razón del acto delictivo en el interior del sujeto, por lo cual plantea un tratamiento terapéutico individual;  Su metodología confunde inferencias con observación, hay mucha carga especulativa en sus postulados y praxis;  El sentimiento de culpa es una generalización desmedida ya que no todo criminal lo sufre;  El carácter antisocial del criminal es contradictorio con ciertos actos criminales que requieren destrezas finas del actor (delitos de cuello blanco);  Permite explicar casos de asesinos seriales o casos en donde la explicación racional no cabe.

3. Las explicaciones derivadas de los enfoques conductuales y cognitivos acerca de la criminalidad. Para el

Conductismo Radical, el comportamiento humano, y el criminal

también, se explican por una mera concatenación de estímulos, de acuerdo con el ícono del - 46 -

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hombre como una máquina de reflejos y hábitos. Empero, todo parece presuponer que la conducta humana se rige por claves más complejas y organizadas. Supone un rotundo desplazamiento del análisis causal de la respuesta humana del ámbito de la motivación interna al de la influencia externa: estímulos y refuerzos. Busca la clave del comportamiento con notorio rigor científico-experimental en las fuerzas del medio ambiente despojando de su soberanía a los rasgos de personalidad, a los motivos del infractor y a los determinantes internos de la conducta, la cual se analiza en función de los estímulos que la provocan y los refuerzos que la mantienen. Ha empleado como modelo a la concepción skineriana del aprendizaje operante (la conducta se controla por sus consecuencias inmediatas) y sólo en menor medida la del aprendizaje pavloviano o clásico (por asociación de estímulos). El

Modelo Biológico-Conductual es un conjunto de construcciones

teóricas que no explican el comportamiento criminal sino más bien por qué ciertas personas (los delincuentes) fracasan en la inhibición eficaz de las conductas socialmente establecidas como prohibidas cuando el resto de los ciudadanos ha aprendido a evitarlas (Eysenck). La

Teoría Cognitiva: Teorías del Desarrollo Moral y del

Proceso Cognitivo. Se atribuye el comportamiento criminal a ciertos procesos cognitivos, entiende que la conducta humana se rige por claves más complejas y organizadas. Enfatiza la percepción del delincuente sobre el mundo que lo rodea, en el contexto subjetivo del criminal, en el desarrollo de ciertos procesos cognitivos y variables de esta naturaleza (normas y valores morales del delincuente, autoestima, umbral de tolerancia a la frustración, su desarrollo moral, etc. La

Teoría Social-Cultural del Aprendizaje Social, pone el

acento en al Aprendizaje Observacional o Vicario (aprendizaje por observación de modelos) para explicar cómo se aprende el comportamiento criminal. El individuo no comete el delito por impulsos de fuerzas internas (explicación psicoanalítica), ni de estímulos externos (hipótesis conductista radical) sino por una compleja y recíproca interacción continua de determinantes personales y ambientales, en la que ciertos procesos simbólicos y vicarios juegan un papel predominante, ya que funcionan merced a un refuerzo positivo directo (A. Bandura).

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Paul Ernest (1991) resume los principios del constructivismo social de la siguiente manera:  El conocimiento no se recibe pasivamente sino que es construido activamente por el sujeto cognitivo.  La función de la cognición es adaptable y sirve a la organización del mundo de la experiencia, no el descubrimiento de una realidad ontológica.  Las teorías personales que resultan de la organización experimental del mundo, deben calzar las restricciones impuestas por la realidad física y social.  Esto se logra a través de un ciclo de Teoría - Predicción -Prueba - Error - Rectificación Teoría.  Esto da paso a las teorías socialmente aceptadas del mundo y los patrones sociales, así como las reglas de uso del lenguaje.  El constructivismo social es la reflexión que hacen aquellos que están en la posición de enseñar a los demás, como ellos enseñan, y la información que muestran a los otros.

Modelos socio-conductuales o del aprendizaje social (Bandura). La Teoría del Aprendizaje Social es la variante del conductismo más cercana a las teorías sociológicas del aprendizaje por transmisión cultural. Para A. Bandura el mecanismo del modelado, observación o aprendizaje vicario es indispensable para la supervivencia humana ya que por imitación de los otros aprendemos cómo se llevan a cabo conductas nuevas, información que nos sirve de guía, al menos de modo aproximado, antes de hacerlo por primera vez por nosotros mismos. Centra su interés en el proceso de adquisición de los comportamientos delictivos ya que entiende que el delito se aprende como cualquier otro comportamiento social, y no en la posibilidad de cada individuo de condicionarse o en los déficits del proceso de socialización. Su premisa nuclear es que la adquisición de pautas criminales se lleva a cabo a través de un proceso de aprendizaje onto-evolutivo en función de la observación e imitación del

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comportamiento criminal de otros (por aprendizaje vicario, observacional o proceso de modelado). El aprendizaje vicario acentúa el rol de la observación de las consecuencias del comportamiento de los demás; el individuo puede comprobar a menudo en la vida diaria las acciones ajenas observando cómo son recompensadas, castigadas e ignoradas a través de los éxitos y equivocaciones de los otros, va adquiriendo una “experiencia propia” y aprende. En función de los éxitos observados va a tender a actuar en ese sentido (refuerzo vicario) mientras el comportamiento que se castiga producirá el efecto opuesto (castigo vicario que llevará a inhibir ciertas conductas por la observación de consecuencias negativas de los demás). La observación de transgresiones que no se castigan tienden a aumentar la aparición de conductas prohibidas en los observadores. Atendiendo a éxitos y fracasos de los demás, el individuo modifica sus propios pensamientos, sentimientos y acciones. Este modelo es sumamente útil para explicar la génesis de la criminalidad violenta. El crimen es aprendido por el individuo y representa una conducta normal a las situaciones y experiencias vitales del mismo; no nace como sujeto violento sino que “aprende a ser violento”, a actuar así a través de sus vivencias diarias, en su interacción con los demás, sobre todo en su niñez. El niño observa cómo los demás emplean la violencia para conseguir sus propósitos y son recompensados por ello (como en el cine, la televisión, e incluso muchas veces en la vida real), de este modo los comportamientos agresivos de los adultos van modelando su conducta por lo cual aprende a actuar de manera violenta. Los factores biológicos y psicológicos pueden predisponer al individuo: factores genéticos y hormonales afectan el desarrollo físico y por ello su comportamiento; pero la actuación definitiva de las tendencias criminales y violentas se debe más al entorno social y ambiental. La actividad simbólica es una pieza clave del modelo, ya que hace posible el pensamiento reflexivo por medio de símbolos verbales o icónicos; el individuo expresa sus experiencias y las preserva en forma de representaciones que le servirán de guía para su futuro comportamiento. La capacidad de accionar de modo intencional se basa en esta actividad. Los conceptos de auto refuerzo y autorregulación completan el modelo de Bandura. Por medio de estos mecanismos, los individuos mejoran y mantienen su propia conducta, aplicándose a sí mismos recompensas, siempre que sus conductas se ajusten a ciertas normas autoprescriptas, lo que implica autorregulación de la propia conducta. Para analizar el comportamiento social violento, Bandura pone especial énfasis en: - 49 -

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1) La forma que adopta 2) La frecuencia con que se expresa 3) La situación en que tiene lugar 4) Los objetivos específicos. El modelo teórico del aprendizaje social trasciende la comprensión de la criminalidad violenta para tratar de explicar además el proceso de adquisición de normas de conducta en general, de juicios, de valores y el desarrollo del autocontrol, que implica el aprendizaje de la capacidad de tolerar la demora de una recompensa a favor de metas y objetivos a medio y largo plazo.

Modelos de condicionamiento del proceso de socialización (Eysenck). Se explica el comportamiento criminal en función de las características de socialización del individuo delincuente, y dicha socialización en virtud de sus procesos personales de adquisición. La mayor parte de los hechos delictivos constituyen conductas para las que no se requieren técnicas o habilidades especiales. No importa conocer cómo se aprendieron los hábitos criminales sino porqué algunas personas no han inhibido ciertas conductas prohibidas socialmente. El modelo de condicionamiento de Eysenck reconoce que la conducta criminal se halla fuertemente influenciada por factores genéticos, como también lo están otras variables de la personalidad. Para este modelo el comportamiento social se adquiere a través de procesos de condicionamiento, cuyo resultado final depende de tres variables:

1) La condicionabilidad de cada individuo: la rapidez o lentitud de cada individuo en la adquisición de una conducta y la resistencia a la adquisición de las respuestas condicionadas.

2) El grado de condicionamiento. 3) El modelo de condicionamiento.

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La condicionabilidad guarda una estrecha relación con la introversión: a mayor introversión, mayor condicionabilidad, por esta cualidad los delincuentes serían mayormente personas más extrovertidas que el resto de la población. Para Eysenck el neuroticismo potencia la condicionabilidad en los introvertidos. El proceso de socialización desempeña un papel decisivo en la génesis de la conducta delictiva: la calidad de los condicionamientos, el grado de condicionabilidad personal y las técnicas de educación empleadas (por ej.: permisividad versus rigidez), explican que algunos individuos inhiban los comportamientos delictivos y otros no. Según Eysenck el niño va asociando el castigo (Estímulo Incondicionado) a las conductas prohibidas (Estímulo Condicionado) y de este modo lentamente va formando su “Conciencia” o “Reacción Condicionada” de miedo y ansiedad ante comportamientos semejantes en el futuro, así surge al modo de un recurso interno y autónomo que actuará como disuasorio y controlador, sirviéndose para desempeñar su labor de implacables agentes autopunitivos: sentimientos de ansiedad y culpa. La conducta delictiva guarda estrecha relación con la personalidad y el mayor o menor grado de arousal (activación cortical), que es más elevado en las personas introvertidas que extrovertidas. Feldman explica la relación entre extraversión, neuroticismo y criminalidad:  Los individuos que puntúan alto en Neuroticismo y bajos en Extraversión tienen una fuerte capacidad para adquirir reacciones condicionadas de miedo;  Personas que puntúan alto en Neuroticismo y Extraversión muestran reacciones débiles pero fracasan en adquirir respuestas de miedo a causa de su pobre condicionabilidad;  Para cualquier nivel de Extraversión, cuanto más alto sea Neuroticismo mayor será el grado de delincuencia esperado;  El sujeto estable introvertido o extravertido será el más socializado, ya que puede condicionar bien y el exceso de ansiedad no lo interfiere en esta adquisición;  El extravertido neurótico será el menos efectivamente socializado, es un pobre condicionador en cualquier situación y su alto nivel de Neuroticismo le interfiere aún más;  El introvertido neurótico y los extravertidos estables ocuparán una posición intermedia en el proceso de socialización y en el nivel esperable de delincuencia. Una tercera dimensión: Psicoticismo. Sujetos que puntúan para esta dimensión cuentan con perfiles similares a los del psicópata. Son sujetos solitarios, insensibles, hostiles hacia los demás, crueles, y siempre necesitados de nuevas y más fuertes sensaciones.

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Por lo visto hasta el momento, para Eysenck existe una relación inequívoca entre comportamiento delictivo y puntuaciones elevadas en extraversión, neuroticismo y psicoticismo, prescindiendo de las diferencias de cada ambiente y contexto particular. De todos modos, no descarta la incidencia de los factores situacionales que determinan el grado y tipo de condicionamiento de cada individuo. En este modelo se presta especial interés al sistema educativo que desempeña un rol decisivo en la prevención del delito. Un descuidado y desmedido culto a la permisividad perjudica la efectividad del proceso de socialización al dejar de castigar las conductas negativas del niño. Sería lo óptimo un sistema que mantenga una disciplina adecuada, equilibrada, en cuanto sea suficiente para asegurar el condicionamiento necesario, y no tan severa como para generar procesos neuróticos en los educandos. En cuanto al tratamiento del delincuente, Eysenck sugiere tres criterios: 1) Incidir de modo directo mediante drogas en el sistema nervioso del penado ante disfunciones endocrinas. 2) Implementar técnicas de modificación de conducta a través del condicionamiento operante (por ej.: economía de fichas). 3) Situar los programas de tratamiento rehabilitador en el contexto de los regímenes abiertos donde deben ser más operativos y eficaces.

4. Ferri y la vertiente social del positivismo criminológico. Enrico Ferri –afamado abogado adherido al fascismo, militante en un principio del Partido Socialista Popular- desde su época de estudiante se pronunció completamente en contra de la Escuela Clásica y del pensamiento del derecho penal liberal. Para él, el hombre es una máquina que no posee autodeterminación con respecto a su conducta, sino que ésta era completamente predeterminada por distintos factores que en cierto momento invariablemente terminarían en la comisión de un delito. Al respecto y en la búsqueda de la formulación de los fenómenos determinantes de la conducta, Ferri elaboró la ley de saturación, de acuerdo con ésta; Elbert (2001:54): así como en un volumen de agua a igual temperatura se disuelve una cantidad determinada de sustancia química, ni un átomo más, ni

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un átono menos, en un medio socialmente determinado con condiciones individuales y psíquicas dadas, se comete un número determinado de delitos, ni uno más ni uno menos. De acuerdo con esta afirmación, cada año el nivel de criminalidad estaría determinado por diversas condiciones físicas y sociales en combinación con factores congénitos y de impulsos del individuo, sin embargo resultaba importante cuestionar qué medio social exactamente era al que se refería, a qué condiciones y de qué cantidad de delitos se estaba hablando; porque ciertamente la ley de saturación era más bien un supuesto formulado de una manera muy ambigua. Entre algunas de las ideas radicales que manejaba Ferri, en las cuales establecía que las penas y/o castigos eran ineficaces, proponiendo entonces una gran cantidad de medidas de reforma social encaminadas a la prevención; Elbert (2001:55): A la peligrosidad –otro hallazgo positivista- Ferri la llamó “temibilidad de autor” y dedujo de ella que era necesario establecer penas indeterminadas, guiadas por el tratamiento necesario para que el sujeto supere su propensión delictiva, lo que imponía también un individualización de la pena, aspectos que han llegado hasta nuestros códigos penales de hoy. A continuación tomaremos dos párrafos en los cuales Ferri caracteriza el enfoque de la escuela positivista: Ferri (1887), dice que “La escuela positiva consiste en lo siguiente: estudiar al delito, primero en su génesis natural, y después en sus efectos jurídicos, para adaptar jurídicamente diversos remedios a las varias causas que lo producen los que, en consecuencia serán eficaces”. En otro momento Ferri (1933) nos explica: “La escuela criminal positiva no consiste únicamente, en el estudio antropológico del criminal, pues constituye una renovación completa, un cambio radical de método científico en el estudio de la patología sociocriminal, y de los que hay de más eficaz entre los remedios sociales y jurídico que nos ofrece. La ciencia de los delitos y de las penas era una exposición doctrinal de silogismos, dados a luz por la fuerza exclusiva de la fantasía lógica; la escuela ha hecho de ello una ciencia de observación positiva, que, fundándose en la antropología, la psicología y la estadística criminal, el derecho penal y los estudios penitenciarios, llega a ser la ciencia sintética, que él mismo, la llamo sociología criminal, y así esta ciencia, aplicando el método positivo al estudio del delito, del delincuente y del medio, no hace otra cosa que llevar a la ciencia criminal clásica el soplo vivificador de las últimas e irrefragables conquistas hechas por la ciencia del hombre y de la sociedad, renovada por las doctrinas evolucionistas”. Para Lombroso, el criminal es un ser atávico, con regresión al salvaje; el delincuente es un loco, un epiléptico. Ferri modifica la doctrina de Lombroso al estimar que si bien la - 53 -

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conducta humana se encuentra determinada por instintos heredados, también debe tomarse en consideración el empleo de dichos instintos y ese uso está condicionado por el medio ambiente; en el delito: concurren, pues, igualmente causas sociológicas. La sociología criminal es la ciencia que estudia el delito como fenómeno social, es decir, la criminalidad en toda su complejidad y la pena en cuanto reacción social, en sus orígenes, evolución y significación y en sus relaciones con los demás fenómenos sociales relacionados con una y otra. Su máximo representante fue Enrico Ferri quien trató sobre esta tendencia en su libro “Los nuevos horizontes del Derecho penal y el procedimiento criminal”; Ferri fue seguido por A. Lacassagne (1834-1924), quien en 1885 señaló que “las sociedades tienen los delincuentes que se merecen”. Toda creación o manifestación humana es siempre fenoménica, aun en el campo jurídico, de allí que tenga niveles de observación y teoría psicológicos, biopsicológicos, psicosociales, sociológicos, etc. La introducción de elementos sociológicos al discurso de la criminología se debe sobretodo, en su faz inaugural, a los estudios funcionalistas de Emile Durkheim, pero fueron los ulteriores desarrollos de la sociología de la desviación de matriz estadounidense las que lograron y consolidaron el predominio de una perspectiva sustancialmente opuesta. El punto de vista sociológico se manifestó desde el principio en la criminología. En Italia, el discípulo de Lombroso, Enrico Ferri, y en Francia Gabriel Tarde, destacaban la importancia del medio y del aprendizaje o de la imitación en la definición de la criminalidad. En el medio ambiente sociocultural, el sociólogo considera el acto criminal como una respuesta de ciertos individuos a los estímulos modulados por la organización social. Ya sea la familia, el habitat urbano o rural, el género de vida industrial, pastoral o postindustrial, o el origen étnico, siempre se trata de influencias que se ejercen de un modo selectivo sobre las personas que componen una colectividad. No todos los desempleados son delincuentes, pero buen número de ellos lo fueron, principalmente al iniciarse la industrialización; algunos distritos urbanos contienen más delincuentes, ciertas profesiones también, y así sucesivamente.

La relación entre sociedad y sistema legal: los modelos de consenso y los modelos de conflicto. ¿Dónde, por qué y cómo se origina el sistema legal? Es una pregunta crucial, atravesada por dos paradigmas: el consensualista y el conflictivista, que apunta a determinar si el sistema legal es producto del consenso o del conflicto social. En la actualidad, coexisten ambos modelos. Lo interesante es saber cuál de estos ha encajado en el pensamiento cotidiano de las personas. - 54 -

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En el modelo de Rousseau/Hobbes, la Sociedad se da a partir de la ruptura del eje monárquico (Revolución Francesa). Vivir en un Estado implica una “normativa común” que regule la convivencia social. Así, consensuamos en aceptar un sistema normativo igual para todos, que garantice nuestras libertades y nos permita convivir en la mayor armonía posible. Desde la perspectiva del conflicto, el planteo es diferente: los teóricos del conflicto (marxistas y no marxistas) parten de la desigualdad, no de la armonía, frente a las diferencias de clase (que van a producir conflictos de intereses). El sistema legal va a ser producto de los sectores de poder que lo ejercen y lo crean (legitiman) hacia abajo.

Modelos del Consenso (Positivismo)

Enrico Ferri es uno de los representantes más importantes del consenso (junto

con Garófalo y Lombroso). Ellos hablan de una voluntad común de la norma, del valor que crea y sustenta la norma. Se parte de un espacio de significados compartidos y de acuerdos, en lo concreto. Se logra un orden relativamente armónico, lo que permite la relación de respeto por los otros: además, esto se basa en el bien común. Un individuo que no acata las normas del grupo, lo pone en peligro. La infracción es la vulneración de los intereses del conjunto. En 1840/50 aparecen los herederos de Comte, con una necesidad de volver científicas a las disciplinas especulativas (hay una influencia de las ideas anarquistas). De esta tipología es el pensador más profundamente sociologista del fenómeno de la criminalidad (Ferri). Lombroso hablo del “delincuente nato”. Garófalo diría que el delito es igual en todas las culturas, lugares y tiempos. Ferri va a proponer hasta la subordinación del Derecho Penal a la Sociología Criminal. Ferri toma tres elementos sociológicos importantes: 1)

El concepto antropológico de la anormalidad del delincuente, desde el punto de

vista de Lombroso, que decía que era anormal porque poseía estigmas degenerativos que iban en contra de la evolución de la especie. El delincuente era una ser distinto, inferior al ser no delincuente. Ferri coincide, y después va a ir situando, más que en el cuerpo (constituciones físicas), en lo psicológico: la personalidad criminal (comportamiento antisocial). 2)

Dimensión Social

3)

Elementos físicos o “cosmofelúricos”. Se sitúa en el orden de la naturaleza (clima,

altura, movimientos sísmicos, sequedad del ambiente, cambios de estaciones) que ejercen una influencia en el campo de la criminalidad. - 55 -

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Ferri parte del consenso. Utilizó la estadística: medición de los hechos delictivos. Sostuvo que hay más posibilidad de delinquir en verano que en invierno (elementos relacionados con el hábitat). El propósito está vinculado con el “Control Social”, que a nivel del Estado eso se traduce en políticas, y constituyen un espacio: el de la Política Criminal. Esto hace al Control del Crimen >>> “Conflictividad Social” traducida en “Hechos Criminales”. Rescatamos dos cosas: 1) Parten del consenso (para los positivistas, las normas son producto del consenso). No cuestionan el Sistema Legal de la época. 2) La Anormalidad del delincuente y por ende, del hecho criminal.

La cifra negra de la criminalidad. Término introducido en la Criminología por el fiscal japonés Oba, en 1908, para significar la zona de la delincuencia que es ignorada por completo y que por ello no aparece reflejada en las estadísticas, pudiendo ser sólo el objeto de cálculos más o menos aproximados. Para Seeling, por ejemplo, es el número que indica el múltiplo de la criminalidad verdadera frente a la recogida estadísticamente. Ricco comenta que importantes y recientes trabajos dedicados a este muestran: 1) la cifra negra crece o decrece en función de la gravedad de los delitos cometidos; 2) incluso, si nos limitamos a los delitos más serios, la criminalidad registrada sólo representa una pequeña parte del conjunto de las infracciones denunciadas o conocidas. http://lopezmarcano.blogspot.com.ar/2012/03/cifra-negra-de-la-criminalidad.html Estudiosos del tema de la criminalidad afirman que ésta no es una consecuencia intrínseca de su “autor”, sino que depende de la interacción existente entre quien realiza el hecho y la sociedad, y que son los procesos para su detención y señalamiento, más la aplicación de la etiqueta delictiva a quien resulte seleccionado, lo que hace surgir un delincuente, y lo que influye en la imagen y la aparición de la delincuencia a nivel general. - 56 -

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Esta tendencia maneja conceptos operativos fundamentales como la “estigmatización social” y la “esterotipia delincuencial”; la “cifra negra de la criminalidad” es la expresión que guarda relación con el problema de la extensión de la criminalidad. Dicho problema se refiere al hecho de que el delito puede ser descubierto y denunciado o acusado; puede permanecer oculto, o puede ser descubierto pero permanecer sin denunciar. La expresión “cifra negra” fue ideada para designar la parte desconocida de la “criminalidad real”. La criminalidad real la pudiéramos definir como el conjunto de delitos cometidos y descubiertos de los cuales ha tenido conocimiento la autoridad policial y ha quedado constancia estadística de ellos; hay también lo que conocemos como “la criminalidad aparente” que la integran los hechos aún no juzgados por tribunales y la criminalidad legal que está referida a todos en su conjunto, con decisiones condenatorias, generalmente la última suele ser cuatro veces inferior a las dos precedentes. La cifra negra de la criminalidad es entonces, la diferencia numérica existente entre la criminalidad real y la criminalidad aparente. Es la zona de sombra en la que se encuentran los llamados “crímenes perfectos”, por ser realizados hábilmente o en circunstancias relativamente ventajosas para sus autores; los crímenes ocultados por las víctimas por venganza, piedad o temor a represalias, los que no son denunciados por desconfianza hacia los órganos de seguridad o por considerar los hechos de poca importancia o cuantía, etc. El conocimiento de la criminalidad real es una aspiración sujeta al conocimiento de su cifra negra, pero esta es una tarea difícil por las complejas características que presenta. Sin embargo, se ha intentado una aproximación a ese conocimiento mediante la aplicación de las técnicas de “auto-denuncia” y de las “encuestas de victimización”.

5. Las teorías de cuño estructural-funcionalista: anomia y delito en sus representantes principales Durkheim y Merton. - 57 -

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Tanto Durkheim como Merton contemplan el crimen como fenómeno social, normal y funcional, cuya génesis guarda estrecha relación con la estructura y el grado de desarrollo del sistema social. “Teorías de la Anomia”: este término suele utilizarse para ciertos estados de vacío o carencia de normas en una sociedad, que producen entre otros efectos, el de generar conductas desviadas en sus miembros.

Émile Durkheim (1858-1917) y su concepción del delito como un “hecho normal de la vida social”. Padre del funcionalismo. Psicodinámico. También parte del consenso y no cuestiona el sistema legal. Va a hablar de la normalidad del delito, frente a la anormalidad planteada por el positivismo. Para él, no existe ninguna sociedad en la cual no se produzcan conductas de estas características (se vale de datos estadísticos). El delito es normal en cuanto a su “ocurrencia”. Durkheim plantea que hay que tomar los hechos de la vida social y abordarlos en cuanto a los fenómenos de: criminalidad y delincuencia; lo cual nos va a marcar situaciones de mayor o menor “crisis social” (momentos de anomia, que no implica ausencia de normas). Hay una gran separación entre los modelos habituales de convivencia que se van construyendo y unos nuevos que pretenden instalarse. Coexisten normas contradictorias, entonces se pierde el rumbo de qué norma seguir y adoptar. Cuando Durkheim habla de reaccionar contra la criminalidad, lo hace en términos “sentimientos de solidaridad orgánicas” para restituir la cohesión. Da por sentada la ley, parte del supuesto de que la ley es el resultado del consenso social, no cuestiona si es justa o no. Durkheim no cuestiona: a) El origen de la ley, b) ni si es justa para unos y no para otros. La sociedad es igual a la suma de individuos, pero que es más que eso, ya que el producto no es igual a la suma de las partes. Considera que el cambio social hay que analizarlo a la luz de las diferentes formas históricas de organización social y de la división del trabajo: de la estructura social, su evolución y desarrollo.

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Existirían dos formas de sociedad: 1. SOCIEDAD MECÁNICA: perteneciente y observada en las sociedades más sencillas, carentes de industrialización y por ende menos especializadas, su cohesión se mantenía por medio de una conciencia colectiva basada en los intereses de las personas que se encontraban bajo el “poder” de ella, lo cual generaba cierto grado de igualdad y de sentimientos comunes entre todos sus integrantes. Es una sociedad autosuficiente, monolítica (de una pieza, sin fisuras), uniforme. La división del trabajo es mínima, y los valores son compartidos por todos sus miembros. Aquí la ley preserva la solidaridad social, reforzando la uniformidad de sus miembros en torno al grupo. La función del Derecho se agota en la represión de toda conducta que se desvíe de las normas vigentes en un momento determinado. 2. SOCIEDAD ORGÁNICA: característica de las sociedades más avanzadas, industrializadas, y con una gran diferencia entre los individuos causada por la especialización de funciones laborales, esto repercutía en la conciencia colectiva disminuyendo su “poder” cohesionador y acentuando las diferencias individuales, convirtiéndolos en seres más propensos a caer en el estado de anomia. Así la anomia surge porque la división del trabajo no produce las relaciones necesarias entre los individuos para mantenerse regulados entre sí, o sea una falta de solidaridad social. Es una sociedad más compleja, dinámica, con notoria división del trabajo. La solidaridad social se obtiene de la diversidad de funciones que desempeñan sus miembros. El rol del Derecho es regular la necesidad de interacción de los grupos, arbitrando los mecanismos restitutorios ante eventuales sucesos intolerables. La sociedad es una entidad propia, capaz de influir positiva o negativamente en los individuos. En una sociedad que permanece bajo una forma mecánica, el crimen puede considerarse normal, ya que su ausencia significaría súper control, pero cuando alcanza el estadio orgánico, la etiología y significado del crimen requiere un análisis diferente, ya que guarda una relación directa con una situación de crisis que genera disfunciones sociales, entre ellas, el delito Proposiciones de su teoría de la Normalidad del delito 1. La posibilidad de que se produzcan conductas desviadas es inevitable desde el momento en que la convivencia social se concibe como reglada. 2. Las formas de conducta anómica están predeterminadas por el tipo social dominante y su estado de desarrollo.

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Toda sociedad mantiene su cohesión interna mediante la presión que ejerce la conciencia colectiva (uniformidad) sobre sus individuos (diversidad). Dicha presión va desde la reprobación moral de la conducta, hasta la imposición de una pena. Siempre existirá un grupo que no satisfará las exigencias de uniformidad. Para Durkheim la criminalidad cumple un importante rol en el mantenimiento de la solidaridad social. De modo que el propio castigo del delito se justifica no ya por razones de retribución o de prevención, como por evitar la desmoralización del ciudadano honesto. La pena hace ver a éste la utilidad de sus sacrificios, mantiene su confianza y lealtad en el sistema, identifica como inferiores al grupo criminal y refuerza el sentimiento de superioridad del grupo, funciones trascendentales todas ellas que explican la necesidad de la pena. Pero además, el crimen es normal en cuanto manifestación de la diversidad inevitable, incluso en una sociedad mecánica y uniforme. No es imaginable ninguna sociedad sin delito. La distinción entre conductas criminales y conductas inmorales o de mal gusto es relativa, circunstancial, no existen unos límites fijos preestablecidos sino variables en función de las exigencias históricas de la conciencia colectiva. El crimen es normal en cuanto a su manifestación (ocurrencia) de la diversidad. Para que en una sociedad dejaran de cometerse delitos, sería necesario que los sentimientos que se ofenden estuvieran anticipados en todas las conciencias individuales y con el grado de fuerza necesario para contener los sentimientos contrarios. Aun así, el crimen no desaparecería, cambiaría de forma, ya que la misma causa que cegaría las fuentes de la criminalidad, haría surgir de inmediato otras nuevas. Una ausencia total de crimen sería patológica. Cuando la presión de la conciencia colectiva asfixia la diversidad individual, crea un marco de sociedad uniforme que hace imposible el progreso y el cambio social. Durkheim plantea que la Sociología debe ocuparse de los hechos sociales tomados como hechos, cosas. Para Durkheim, el fenómeno delictivo: a) es una situación de corte individual, b) es un hecho de la vida social y c) le atribuye normalidad (se da en toda sociedad). ¿Cómo opera la sociedad impactando en los sujetos para que el delito ocurra? Durkheim considera que el estado de los individuos va a tener que ver con la solidaridad social. (Crítica: no dar las cosas como “naturalizadas” porque ocurren, porque tienen que ocurrir).

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Acuña el concepto de anomia, que no tiene que ver con la ausencia de normas, sino con que el conjunto de normas que se han incorporado no son eficaces para los individuos en ese momento actual de crisis. En su teoría del suicidio, Durkheim plantea como una de las maneras de suicidio: el anómico. Éste no se origina en la pobreza sino en una situación de crisis o de desorganización colectiva, cuando la sociedad no está en condiciones de ejercer el necesario poder regulador que sirve de límite y moderación a las pasiones y expectativas individuales. El suicidio anómico sucede entonces por una falta de regulación o de normas sociales. Así en la sociedad moderna, los poderes morales han experimentado una profunda crisis, desmoronándose el entramado de reglamentaciones que aportaban coherencia y equilibrio a sus miembros. Durkheim señala varios ejemplos de esta clase de suicidio, como lo es cuando hay un cambio abrupto en la economía -sea de crisis o de aumento del bienestar- si este cambio se produce repentinamente y el individuo no es capaz de adaptarse a las nuevas normas sociales (1893:245-247), entra en estado de anomia. El suicidio se da tanto en la clase alta como en la baja, sin embargo los divorciados, los casados y los protestantes por bastantes argumentos y diferentes datos estadísticos son más propensos a suicidarse, así se llega a la conclusión de que una sociedad unida y bien regulada donde exista un alto grado de solidaridad, daría según Durkheim una sociedad donde la conciencia colectiva es fuerte y por lo tanto el estado anómico sería prácticamente inexistente.

Robert King Merton (1910-2003). Consensualista. Reformula el concepto de anomia de Durkheim. Le da una impronta diferente a partir de lo que sucede en Estados Unidos: el aumento de inmigrantes (desde distintos países europeos). La conducta desviada es una reacción normal, esperada, a las contradicciones de las estructuras sociales. Estas ejercen una presión sobre los miembros de la sociedad que los induce a adoptar comportamientos disconformes, no dependiendo de las tendencias biológicas individuales, sino del impacto diferencial de dicha presión. Las necesidades del sujeto que la sociedad no es capaz de satisfacer, no son naturales, sino culturales: creadas e impuestas por la estructura social.

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A partir de esto analiza críticamente el “sueño americano” (éxito económico) y la falsa afirmación de que cualquiera puede llegar a ser presidente, ya que se trata de una sociedad fuertemente estructurada. Merton considera que existen en la sociedad objetivos a ser logrados por todos sus habitantes, de los que las personas se hacen cargo desde que nacen. Estos objetivos impulsados por la sociedad norteamericana tienen que ver con el “buen vivir” (buen pasar); es decir, el éxito económico, ya que para vivir bien necesitan dinero. Pero Merton dice que, el medio (el dinero), se ha transformado en un fin en sí mismo, y está por encima de cualquier otro objetivo, y es promocionado. Lo que importa es el resultado, el éxito económico no tiene un fin, mientras más tengo, más quiero. Va a decir que la misma sociedad es un “fetiche”. ¿Cuál es la vía (el medio) para alcanzar este éxito económico por el que tengo un buen vivir? Debería ser el medio legal. La teoría de la anomia de Merton tiene dos proposiciones básicas: 1.

Las contradicciones de la estructura cultural y social producen una tendencia a la

anomia en la sociedad, que afecta particularmente a las clases bajas. La enfatización cultural del éxito económico induce a los hombres a retirar todo su apoyo emocional a las normas institucionales. Importa conseguir el éxito, no interesa cómo (Maquiavelo). La cultura norteamericana exalta como valor supremo la acumulación de riqueza, símbolo de éxito y prestigio, de status. 2.

La presión de la estructura social sobre el sujeto da lugar a cinco tipos de respuesta

de adaptación que, excepto la primera (conformismo), representan modalidades de conducta desviada (aunque no necesariamente criminales). Tipología de la adaptación que los individuos hacen a los objetivos y al medio: 1) CONFORMISTAS. Aceptan los objetivos y los medios legales. 2) INNOVADORES. Aceptan los objetivos, pero no los medios legales. Usan los medios ilegales para alcanzar el éxito económico. (Ej. Al Capone). No siempre tienen que ser delincuentes. Implica el uso de medios institucionalmente proscritos pero eficaces para alcanzar, por lo menos, el simulacro del éxito. Habrían interiorizado la importancia cultural atribuida a este objetivo sin interiorizar con la misma intensidad las normas institucionales que regulan los medios de alcanzarlo. 3) RITUALISTAS. Aceptan los medios, pero no los objetivos (Ej. Empleados bancarios, burócratas), que hace que no logren éxito económico. Consciente de la imposibilidad de - 62 -

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acceder al éxito y de los riesgos de frustración por las altas aspiraciones, el individuo neutraliza la intensa ansiedad por el status rebajando el nivel de sus propias aspiraciones. 4) REBELDES. No aceptan los medios ni los objetivos (Ej. Revolucionarios, hippies), pero no se quedan sólo en el rechazo, proponen alternativas. Reemplazan los objetivos y medios por otros (es crítico). 5) RETRAÍDOS. Rechazan los medios y objetivos, sin plantear cambio o alternativas. Es una conducta evasiva de quietismo, derrotismo, resignación. (Ej. Drogadictos, vagabundos). La relevancia penal de los cinco modos de adaptación es diversa. La respuesta conformista no plantea problemas, tampoco la ritualista, por su rígido apego a las normas institucionalizadas. La opción del retraimiento puede adquirir connotaciones criminales en la medida en que la ley penal contemple y prohíba la drogadicción, vagancia y demás manifestaciones evasivas del individuo. La trascendencia criminal del tipo rebelión, será más frecuente, sobre todo cuando se matice políticamente e implique la ejecución de actos en sí mismos delictivos. Por último, la reacción innovadora no debe reputarse por fuerza criminal, aunque lo será si los procedimientos eficaces que escoge el desviado en lugar de los institucionalizados tienen tal carácter.

Generalidades del funcionalismo Objeto: El funcionalismo desplaza el centro de gravedad de la persona del delincuente como unidad biopsíquica, al sistema y subsistemas sociales. Examina la conducta desviada como un fenómeno normal, inseparable del sistema. Análisis sistémico: Le interesa el sistema desde un punto de vista dinámico y operativo, como una estructura de funcionamiento. El sujeto y el Derecho son subsistemas subordinados a aquel. El diagnóstico funcionalista sobre la criminalidad: relaciona las tasas y movimientos con la estructura social, prescindiendo de las características psicológicas del sujeto. Etiología: Los funcionalistas no atribuyen el delito a una patología individual, a los componentes biopsicológicos de un sujeto distinto al resto de los ciudadanos, tampoco a patologías sociales. Se estima el normal funcionamiento de un sistema que produce delincuentes, como también ciudadanos honrados. Como resaltan las teorías de la anomia, el crimen es una conducta desviada más, que surge de la propia estructura social, de su inadecuación o contradicciones internas para

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satisfacer las demandas y expectativas del individuo, esto es, de una crisis, desajuste o déficit estructural derivado de la forma de organización o del estado de desarrollo del tipo social. Para el funcionalismo, y la teoría de la anomia, el delito es parte integrante de una sociedad sana y el delincuente un factor del funcionamiento regular de la vida social. La pena, no se justifica por razón de supuestos fines ideales sino por las funciones que efectivamente cumple en orden a la conservación del sistema y a la confianza de los individuos en el buen funcionamiento de este.

6. El delito como producto del aprendizaje mediante asociación diferencial. La delincuencia de cuello blanco. Las Teorías del Aprendizaje Social están dentro de las Teorías del Proceso Social, que considera que toda persona tiene el potencial necesario para convertirse, en algún momento de su vida, en delincuente. Para la Teoría del Aprendizaje Social, el crimen es producto del aprendizaje social normal. Se aprenden conductas delictivas, los valores criminales, las técnicas comitivas y los mecanismos de racionalización o autojustificación del comportamiento desviado. Los teóricos del “Proceso Social” coinciden en que toda persona tiene el potencial necesario para convertirse en algún momento de su vida en delincuente. Las chances son mayores en el caso de los miembros de las clases bajas debido a una serie de déficits y carencias, pero sin duda también los individuos de la clase media y alta pueden devenir delincuentes si sus procesos de interacción con las instituciones sociales resultan pobres o destructivos. Las teorías del aprendizaje social parten de la hipótesis de que las claves de la conducta humana hay que buscarlas no en determinados rasgos inconscientes de la personalidad, ni en el desarrollo cognitivo de patrones o modelos de comportamiento sino en el aprendizaje que la experiencia vital diaria le depara. El hombre actuaría de acuerdo con las reacciones que su propia conducta recibe de los demás, de modo que el comportamiento individual se halla permanentemente modelado por las experiencias de la vida cotidiana. - 64 -

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Edwin Sutherland (1883-1950), sociólogo estadounidense, es muy conocido por la definición de "asociación diferencial", que es una teoría general del delito y la delincuencia que explica cómo los marginados han llegado a aprender las motivaciones y los conocimientos técnicos para cometer actividades criminales. La Asociación Diferencial es una teoría que propone que a través de la interacción con los demás, las personas aprenden los valores, actitudes, técnicas y motivos para el comportamiento criminal. La conducta criminal forma parte de ese proceso de aprendizaje continuo, donde el infractor aprende estrategias de supervivencia, códigos, y tácticas para desarrollar sus cometidos. Este aprendizaje, en una sociedad plural y diversa, se produce de manera concomitante al aprendizaje que otros individuos hacen y que los define en favor del debido cumplimiento de las normas o de su indiferencia con relación a las mismas. Todas las conductas se aprenden. Para Edwin Sutherland (en “Principios de criminología”, 1939 y “Criminalidad de cuello blanco” en 1940), el individuo lejos de nacer delincuente, o heredar o imitar comportamientos socialmente reprochables, aprende a ser criminal. Sutherland, en sus investigaciones sobre la criminalidad de cuello blanco, llega a la conclusión de que no puede referirse la conducta desviada a disfunciones o inadaptación de los individuos de la “lower class”, sino al aprendizaje efectivo de valores criminales, hecho que podría acontecer en cualquier cultura. Rescata la importancia de la organización social diferencial, que a su vez se contacta con las concepciones de conflicto social. Esta organización social significa que en la comunidad existen diversas estructuras en torno a diversos intereses y metas que se comunican a través de proyectos comunes de uno a otro. Dada la divergencia que existe en la sociedad, es inevitable que algunos de sus grupos suscriban y respalden conductas delictivas, que otros adopten una posición neutral (indiferente), y otros se enfrenten a los valores criminales. Resumió su teoría en las siguientes proposiciones: 1. La conducta criminal se aprende, tal como se aprende el comportamiento virtuoso o como el hombre aprende cualquier otra actividad. 2. La conducta criminal se aprende, en interacción con otras personas, mediante un proceso de comunicación. Se requiere un aprendizaje activo por parte del individuo. No basta - 65 -

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solo vivir en un ambiente criminógeno. La adquisición por el individuo de un determinado comportamiento es un proceso de aprendizaje social, no político-legal. 3. El proceso de aprendizaje tiene lugar en el seno de las relaciones más íntimas del sujeto con sus familiares y allegados. La influencia criminógena depende del grado de intimidad del contacto personal. 4. El aprendizaje del comportamiento criminal incluye el de las técnicas de comisión de delitos, el de la orientación de los móviles, impulsos, actitudes, y de la racionalización de la conducta delictiva. 5. La dirección específica de motivos e impulsos se aprende de las diferentes definiciones de los códigos legales como favorables o desfavorables. La reacción o respuestas a los mandatos legales no es uniforme a lo largo del cuerpo social, por lo que el individuo se halla en permanente contacto con personas que tienen diversos puntos de vista en cuanto a la conveniencia o inconveniencia de acatarlas. En determinadas sociedades (pluralistas), dicho conflicto de valoraciones es inherente al propio sistema, constituyendo la base misma y fundamento de la “asociación diferencial”. 6. Una persona se convierte en delincuente cuando las definiciones favorables a la violación de la ley superan a las desfavorables, es decir, cuando por sus contactos diferenciales ha aprendido más modelos criminales que respetuosos del derecho. 7. Las asociaciones y contactos diferenciales del individuo pueden ser distintos según la frecuencia, duración, prioridad e intensidad de los mismos. 8. El proceso de aprendizaje del comportamiento criminal a través del contacto o asociación diferencial del individuo con modelos delictivos y no delictivos, implica u conlleva todos los mecanismos inherentes a cualquier proceso de aprendizaje. 9. Mientras que el comportamiento criminal es una expresión de necesidades y valores generales, no puede explicarse como concreción de los mismos, ya que también el comportamiento no criminal responde a las mismas necesidades y valores. Sutherland dice que la conducta delictiva es aprendida (no se imita, tampoco es algo irracional, fortuito o innato), se aprende por “asociación diferencial”: si alguien quiere ser ladrón profesional, debe aprender la profesionalización del crimen.

La delincuencia de cuello blanco.

Sutherland acuñó la expresión "cuello blanco" en un discurso ante la Asociación

Americana de Sociología el 27 de diciembre de 1939. En su monografía de 1949, los delitos de

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cuello blanco se definen como "un crimen cometido por una persona de respetabilidad y de alto estatus social en el curso de su ocupación". El delincuente profesional es aquella persona que entra en un circuito de aprendizaje de especificidad de la profesión criminal, hasta que logra en la teoría y práctica, desempeñarse como tal. Se reúnen individuos iguales, en el sentido de que hay algo que saben enseñar y los une la criminalidad. Buscan espacios y personas para aprender la cuestión instrumental del delito. La delincuencia atraviesa todas las clases sociales, pero la de “cuello blanco” necesita de un particular tipo de aprendizaje (Ej. Los que se dedican al robo de obras de arte). Tienen en cuenta otro factor importante: “las vinculaciones” para que la delincuencia sea exitosa. Otro ejemplo de delito de cuello blanco es el hacker (robos bancarios por la red). No se debe confundir el ladrón de “cuello blanco” con el “delincuente profesional”, ya que son dos entidades diferentes y pertenecen a clases sociales distintas. El delincuente convencional o clásico es un individuo como nosotros, con la diferencia que hace de la delincuencia (robo), su estilo de vida. El “delincuente de cuello blanco” es el empresario reconocido. El gran mérito de Sutherland es: a) quitarle el carácter patológico al delito ( b) señalar que el delito no es privativo de las clases sociales menos favorecidas. La mayor debilidad de esta teoría es la pretensión generalizadora, porque no todo crimen es producto de un aprendizaje social normal.

Daniel Glaser (1956) propuso una revisión de la Teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland, haciendo énfasis en los factores individuales que intervienen entre los contactos del medio ambiente y el comportamiento criminal. Glaser establece su

Teoría de la Identificación Diferencial de la

siguiente manera: una persona sigue el camino del crimen en la medida en que se identifica con personas reales o ficticias, desde cuya perspectiva su conducta criminal parece aceptable. Glaser argumenta que esta formulación mejora la imagen mecanicista de Sutherland de los individuos que están empujados hacia el comportamiento criminal o no criminal,

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oponiendo fuerzas ambientales sobre él. La teoría de la identificación diferencial ve al individuo como un participante más activo y voluntario en el proceso de aprendizaje criminal. La pregunta clave en la explicación de la conducta delictiva, según Glaser, es ¿con quién subjetivamente el individuo elige para identificarse, con delincuentes o con no criminales? La criminalidad no se produce por interacción directa o comunicación con grupos sociales y subculturas, es decir por aceptación de sus correspondientes modelos de conducta, sino a través de sutiles mecanismos de identificación con determinadas personas que proporciona al individuo sus propias pautas de comportamiento. Identificación, para Glaser equivale a elección de otra persona, desde cuya perspectiva observamos nuestra propia conducta. Si bien la explicación de Glaser puede ser menos determinista que Sutherland, también es menos sociológica. En contraste con el enfoque de Sutherland en las variaciones de las relaciones sociales y los significados culturales a los que una persona está expuesta en realidad, la explicación de Glaser desplaza la atención a las variaciones en los fenómenos psicológicos de la identificación interna del individuo con otras personas para ver si estas personas son reales o imaginarios.

Burgess y Akness (1966) plantean su Teoría del Refuerzo Diferencial, en la cual plantean que el crimen sería un comportamiento aprendido, pero el mecanismo de adquisición se precisa mejor con ayuda del denominado condicionamiento operante, bien a través de situaciones sociales que refuerzan o implican discriminación a favor de la conducta delictiva, o bien en el marco de la interacción social, cuando la conducta de los otros produce tal impacto. Lógicamente, unos contactos duraderos y frecuentes deben tener mayor influencia pedagógica que otros fugaces u ocasionales; del mismo modo que el impacto que ejerce cualquier modelo en los primeros años de vida del hombre, suele ser más significativo que el que tiene lugar en etapas posteriores; y que el modelo es tanto más convincente para el individuo cuanto mayor sea el prestigio que este atribuya a la persona o grupo cuyas definiciones y ejemplos aprende.

Cressey, colaborador de Sutherland, considera que la teoría de la asociación diferencial no establece una correlación directa entre el número de contactos personales del individuo con los modelos delictivos y el aprendizaje de estos. De lo contrario, habría que - 68 -

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admitir que los policías están más expuestos a las pautas criminales. Lo importante no es la mera conexión de estos, sino que prevalezca la definición favorable de criminalidad.

Sykes y Matza (1988) plantean su Teoría de la Neutralización, dentro de la Teoría del Proceso Social. Pertenece al Interaccionismo simbólico (relacionado con Bandura y los enfoque cognitivo-conductuales). Constituye una variante más del modelo del Aprendizaje Social, aunque está estrechamente relacionada con la temática de las subculturas. Como Sutherland, estos autores piensan que el proceso en virtud del cual una persona se convierte en delincuente responde a un aprendizaje basado en la experiencia. Pero mientras Sutherland considera que dicho aprendizaje aporta al individuo los valores, actitudes y técnicas necesarias para la actividad criminal (modelos delictivos), para Sykes y Matza, por el contrario, consideran que la mayor parte de los delincuentes comparten los valores convencionales de toda la sociedad, de modo que lo que aprenden son técnicas capaces de neutralizarlos, racionalizando y autojustificando así la conducta desviada de los patrones de las clases medias, mediante las cuales disminuyen la gravedad del delito, la responsabilidad frente al mismo. Parten de una imagen diferente del “desviado”, de la “desviación”, de la estructura de las clases sociales y de la propia subcultura criminal. Dentro de esta teoría, Matza habla del “Proceso de desviación”. Explica cómo se llega a ser desviado en un proceso, deja de lado la anormalidad, la cualidad inherente a la persona. Para Matza, la “subcultura criminal” es relativamente amorfa, carece de roles formales y de valores rígidos. No representa un todo uniforme, monolítico, autónomo e independiente. Para estos autores, la subcultura criminal se inserta en un Modelo de cultura plural que es a la vez ética y desviada. Plantean una crítica: dicen que han partido de una visión demasiado simplificada del sistema de valores de los individuos que respetan la ley al reducir el sistema de valores de toda la sociedad al de la clase media, desconociendo que la sociedad no se compone sólo de clases medias, y que la clase media dista mucho de ser homogénea; hemos supuesto que el desviado profesa unos valores propios rebelándose contra la sociedad, cuando en realidad no hace sino participar en valores subterráneos de amplia aceptación, y en buena medida, es más un reflejo de la sociedad. Sykes y Matza fundamentan que no existe una contradicción entre los valores del delincuente y los del resto de la sociedad. Ello significaría que, compartiendo los mismos - 69 -

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valores de la clase media, el delincuente juvenil desarrolla una variada gama de mecanismos de autojustificación de su conducta criminal que le permiten apartarse temporalmente de aquellos y participar de los valores subterráneos de esa sociedad. La conducta delictiva procede de la neutralización de los valores y modelos socialmente aceptados, que tiene lugar mediante el empleo de un conjunto de racionalizaciones estereotipadas del comportamiento legal. Las cinco técnicas de neutralización fundamentales: 1.

EXCLUSIÓN DE LA PROPIA RESPONASBILIDAD. El delincuente se presenta a sí mismo

como “impulsado” irremediablemente al delito por las circunstancias que lo rodean, con lo que justifica la desviación y la conducta criminal, evitando así el choque frontal con la norma jurídica. 2.

NEGACIÓN DE LA ILICITUD DE LA CONDUCTA. Pretende restar importancia o

trascendencia al comportamiento desviado, atenúa el ilícito. 3.

IDENTIFICACIÓN DE QUIENES HAN DE REPROBAR EL HECHO CRIMINAL. Consiste en

desviar la atención inicialmente centrada en la conducta criminal, hacia las motivaciones y conductas de los ciudadanos respetuosos para con la ley. Son presentados como hipócritas, injustos, corruptos, etc., a fin de restar legitimidad y relevancia al reproche de la conducta delictiva. 4.

NEGACIÓN DE LA VÍCTIMA. Trata de representar el hecho criminal como un “acto de

justicia” a través de una descalificación del sujeto pasivo que “merecía” tal castigo. Este es justo, deseado por la humanidad: un castigo merecido y no un acto criminal. 5.

RECLAMO A INSTANCIAS SUPERIORES. Apela a valores éticos superiores (solidaridad,

patriotismo, etc.); trata de justificar un comportamiento criminal. El hecho criminal se presenta como un “sacrificio” (incluso heroico) debido a los lazos de lealtad más poderosos que la propia ley. Esta teoría explica por qué muchos jóvenes infractores no culminan sus carreras criminales al alcanzar la madurez.

Las subculturas criminales. El concepto de subcultura nace en la sociología criminal para explicar la conducta desviada de ciertas minorías, concretamente la criminalidad de jóvenes y adolescentes de las clases bajas, organizados en bandas.

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Cuestionan el planteo de Merton, dicen que no son todos modos individuales de adaptación a la realidad, sino grupales. Teniendo en cuenta los objetivos y medios, se sitúan en el grupo de los “jóvenes de clase trabajadora”. Dicen que están inmersos en una clase social que en términos de estatus social, carecen de las posiciones y los medios para alcanzar dichos objetivos. Esta situación genera en estos jóvenes, dice Cohen, resentimiento, y no son jóvenes aislados, sino en su conjunto. Este reconocimiento del estatus inferior comienza a generarse en la escuela. Desde allí, la incapacidad de poder acceder, se traduce a una “descalificación” de los mismos. Si un espacio educativo no es capaz de contenerlos, van a desacreditar el resultado: ser un buen estudiante no tiene valor social. Aparece entonces la posibilidad de “medios ilegales” para el logro de los objetivos. En la subcultura criminal se generan valores, normas y conductas estimadas y sostenidas por el grupo. Generan una cultura propia al interior de una cultura mayor. Es decir, una cultura “continente” como manera de adquirir “identidad” (poseen símbolos). El concepto de subcultura nace en la Sociología criminal, para explicar la conducta desviada de ciertas minorías, concretamente la criminalidad de los jóvenes y adolescentes de clases bajas, organizadas en “bandas”. Este concepto presupone la existencia de una sociedad plural con diferentes sistemas de valores “divergentes” en torno a los cuales se organizan los grupos desviados. Implica la necesidad de explorar desde adentro el mundo de estas minorías, desde la óptica de los propios desviados, contemplando el delito como una “opción colectiva” de “grupo”, y (en caso de delincuencia juvenil) como una decisión simbólica de rebeldía contra los valores oficiales de las clases medias, muy distinta de la actitud “racional” y “utilitaria” de la criminalidad adulta. Las teorías de la subcultura discrepan de las Teorías de la Anomia y del análisis ecológico de la Escuela de Chicago. No les interesa tanto la estructura interna de las bandas, sino su origen, muy vinculado al problema de la estratificación social; representan enfoques de “clase social”, no ecológicos ni espaciales o ambientales. Para los teóricos de la subcultura, no son determinadas áreas deterioradas las que generan la criminalidad de las clases sociales bajas que habitan las mismas, sino todo lo contrario, las subculturas criminales son el producto de un limitado acceso de las clases bajas a los objetivos y metas culturales de las clases medias.

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El delito no es consecuencia de la organización social, de la carencia o vacío normativo, sino de una organización social distinta, de unos códigos de valores propios o ambivalentes respecto de los de la sociedad oficial. Características de la subcultura: (según la opinión mayoritaria) a) es un grupo de rasgos diferenciales respecto de la sociedad oficial, porque institucionaliza particulares formas de ver el mundo o cosmovisiones. b) Su sistema de valores cuenta con una cierta autonomía, si bien no llega a independizarse por completo de la cultura dominante. c) Tiene una organización interna que regula las relaciones de sus miembros. d) Surgen en un modelo de sociedad plural y heterogénea. El proceso de interacción con otras personas que padecen semejantes problemas de adaptación social genera un sentimiento de solidaridad y determinados estándares comunes. Participar en ellos les otorga el estatus que la sociedad mayoritaria les niega. Por otra parte, la subcultura criminal prepara al joven para una carrera criminal adulta.

La Teoría de la Subcultura de Albert Cohen. El comportamiento delictivo del joven (de clases bajas y barrios pobres) refleja una protesta contra las normas y valores de las clases medias de la subcultura norteamericana, ya que la estructura social de las clases bajas impide al joven el acceso al bienestar por vías legales, experimentan un “conflicto cultural” o estado de frustración que determina la integración del mismo a una subcultura separada de la sociedad y que posee un sistema de valores directamente enfrentados a los de aquella; una subcultura “no utilitaria, maliciosa y negativa”, que toma sus normas de la sociedad convencional para darles inmediatamente la vuelta. Esto explica que para los miembros de la subcultura sea un comportamiento correcto, solo porque lo prohíbe la cultura oficial. LA SUBCULTURA CRIMINAL ES 

GRATUITA (NO LUCRATIVA) [los propios hechos criminales no persiguen la obtención

de un beneficio económico, sino otros (robar por el placer de robar)] 

MALICIOSA [la satisfacción deriva de la disconformidad de los otros.]

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DESTRUCTIVA [se enorgullece de hacer aquello que es incorrecto según los estándares

de las clases medias]. 

Conlleva una actitud valorativa ambivalente: polaridad negativa respecto a las normas

de la cultura oficial. 

Hedonismo inmediato: propugna una satisfacción inmediata.



Espíritu de grupo: intolerancia de toda restricción que trate de ejercerse desde el

exterior. (Autonomía). 

Es una cultura de grupo y no una solución individual como dice Merton. Para Cohen el conflicto se produce cuando el joven de las clases sociales bajas da

importancia a la “estima social”, y se identifica con las clases medias, y al mismo tiempo interioriza los valores de su propia clase, puesto que encontrándose en inferioridad y desventaja, no podrá satisfacer las demandas del grupo de referencia (clase media) y se enfrentará con un problema de adaptación. La asimilación de los estándares de la clase media lo llevará a tomar conciencia de sus limitaciones en el juego competitivo y a desarrollar actitudes ambivalentes respecto de una y otra clase. El problema es cómo, y por qué surgen las subculturas y cómo se relacionan con la sociedad oficial. Estratificación social, dualismo normativo, conflicto y actitud ambivalente del joven de las clases bajas y frustración son los conceptos más destacados del modelo de Cohen. Una y otra clase social entonces tiene sus respectivos códigos y valores, por ejemplo la clase media con énfasis en la movilidad social y eficiencia, etc. La clase social baja por otro lado, mayor significación de la fuerza física y a la colectividad. Pero las familias de clases bajas que intentan seguir los modelos y valores de las clases medias, carecen de las técnica socializadoras necesarias para que satisfagan las demandas de esa clase. Este conflicto admite tres opciones: 1.

ADAPTACIÓN (college boy): trata de asumir los valores culturales y sociales de las

clases medias, a pesar de las carencias escolares, sociales e incluso lingüísticas, para adaptarse al estilo de vida de aquella. 2.

TRANSACCIÓN O PACTO (corner boy): es la respuesta más común. No rompe

frontalmente con la sociedad oficial, convive con ella. Acepta sus limitaciones de clase y trata de aprovechar las oportunidades del medio. Es fiel a los valores de su grupo, pero no opta de modo manifiesto por la vía del delito. 3.

REBELIÓN (delincuent boy): frente a los valores de las clases medias, resuelve su

frustración de estatus enfrentándose abiertamente a los valores convencionales (joven - 73 -

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delincuente) de las clases medias. Como dice Cohen, la Subcultura Criminal no acepta pactar, no tolera ninguna ambigüedad. En la opción criminal se da una “formación reactiva”, un mecanismo dirigido a compensar la angustia del joven de las clases bajas, que para conseguir la estima social se alza ante los valores de las clases medias. Estos, al haber sido interiorizados, siguen actuando en su subconsciente y le producen un sentimiento de angustia. Para neutralizarla, se pone en marcha el mecanismo psicológico que explica estas características de la delincuencia subcultural: la violencia y algunas formas de la misma, como los delitos contra la propiedad.

Teoría de la oportunidad diferencial de Cloward y Ohlin. Para estos autores, la subcultura criminal es aquella en la que ciertas formas de “actividad delictiva” son un requisito indispensable para el desempeño de sus roles dominantes. Como Cohen, consideran que tiene su origen en la frustración que experimenta el joven de las clases sociales bajas al tratar de conseguir, sin éxito, el estatus económico deseado. Como el fracaso en el intento de mejorar la propia posición social es atribuido por el adolescente al tipo de organización social más que a sí mismo, se verifica un sentimiento de privación injusta referido a las normas sociales oficiales. Entonces, al ver pocas esperanzas de progresar por vías legítimas, se unirá a otros con semejantes ideas, integrando la subcultura criminal. La aportación de estos autores reside en la noción de “oportunidad diferencial”, que integra el pensamiento de Merton en el Enfoque Ecológico de la Escuela de Chicago y la Teoría de la Asociación Diferencial. Para explicar la conducta desviada, acuden a la Teoría Anómica, y concretamente al concepto de Oportunidad Diferencial, de procedencia ecológica. El origen de la conducta desviada y la modalidad o forma que adopte, depende no de variables como la edad, el sexo, sino del tipo de ambiente social en que tiene lugar: de la efectiva organización social y del mayor o menor número de oportunidades (legítimas o no) que este deja a sus miembros. Si el área ecológica en la que reside el individuo proporciona a éste la oportunidad de un éxito personal a través de actividades relacionadas con el crimen, sin duda alguna hará uso de tales oportunidades ilegítimas para obtener provecho económico. Se asociará con otros jóvenes del entorno y formará una “banda”.

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No existe la polaridad de valores y actitudes de las clases sociales bajas frente a las medias, ya que muchos jóvenes delincuentes comparten los valores y metas de la sociedad oficial, siendo la “ausencia de vías legítimas” el factor que explica la desviación criminal. Cloward y Ohlin, distinguen tres tipos de subculturas: 1) SUBCULTURA CRIMINAL, nace de los grupos integrados donde existe una criminalidad adulta estratificada según la edad. La subcultura cumple tres funciones: A)

hace posible el necesario aprendizaje del joven con los adultos como maestros,

B)

crea un marco efectivo de oportunidades ofreciendo vías alternativas para conseguir sus objetivos con éxito y

C)

articula un mecanismo de control de comportamiento del joven para limitar el empleo de medios ilegales que podrían poner en peligro su propio beneficio.

2) SUBCULTURA DE CONFLICTO, se une a un grupo social bajo desorganizado, donde la movilidad social y geográfica es muy elevada y existe una alta tasa de precariedad en todos los componentes de la vida social. 3) SUBCULTURA EVASIVA incluye a los jóvenes que no han conseguido el éxito incluso mediante medios ilícitos.

Los aportes de la Escuela de Chicago En cuanto Teoría de la Criminalidad, resaltó la importancia del factor ambiental y su estrecha relación con los índices de delincuencia. También, que las características físicas y sociales de determinados espacios urbanos de la moderna sociedad industrial generan la criminalidad y explica la distribución geográfica del delito por áreas o zonas. La Escuela de Chicago es más que una Teoría de la criminalidad; constituye el germen de la más relevante concepción de la sociología criminal. Atenta al impacto del cambio social e interesada por los grupos y culturas minoritarias y conflictivas, supo conocer y comprender “desde adentro” el mundo de los desviados, sus formas de vida y cosmovisiones, y trató de analizar las necesidades de aprendizaje y transmisión de dichas culturas asociales. Así esboza y prepara el camino a las posteriores teorías del aprendizaje, subcultura y del conflicto. Desde 1860, numerosos grupos de emigrantes de Europa llegan a Norteamérica y se asientan en ciudades del medio oeste. La inmigración masiva y el proceso de industrialización crean un nuevo tipo de hábitat, de organización. La gran ciudad se convierte en un crisol de

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etnias, religiones, culturas y cosmovisiones. Pero también en un foco preocupante de problemas sociales, derivados del cambio social y del conflicto cultural (pobreza, marginación, suicidios, alcoholismo, prostitución, criminalidad). Este trasfondo explica el énfasis que la Escuela de Chicago puso en el cambio de entorno espacial y sus manifestaciones en la sociología urbana. La Escuela de Chicago generalizaría el empleo de los métodos empíricos, de investigación “de campo” y de técnicas estadísticas “desde adentro”. Así, no se limita a describir, sino que pretende comprender y explicar los problemas sociales en su correlación con la nueva estructura urbana, partiendo de diversos esquemas conceptuales y modelos de crecimiento y organización metropolitanas. La primera teoría que surge en el ámbito de esta escuela es la

Teoría

Ecológica, con representantes como Park, Shaw, etc. Explica el efecto criminógeno en la gran ciudad, acudiendo a los conceptos de desorganización y contagio, inherentes a los núcleos urbanos. Los medios desorganizados y criminógenos se caracterizan por:  Deterioro de los grupos primarios (familia).  Modificación de las relaciones interpersonales, se tornan superficiales.  Mayor movilidad, pérdida del arraigo al lugar de residencia.  Crisis de los valores tradicionales y familiares.  Superpoblación.  Debilitamiento del control social.

Park consideró que la ciudad no es un mero ámbito geográfico, sino un “organismo” en el que se aprecian “áreas naturales” habitadas por tipos diferentes de personas y diferentes modos de vida, que encuentran en la gran urbe un ambiente favorable para desarrollar sus disposiciones particulares (ética, racial, ocupacional, etc.). En tales áreas pueden constatarse los procesos simbióticos de la vida vegetal y animal: invasión, dominación, sucesión. Este autor sostiene que el crimen es producto de la desorganización propia de la ciudad. Se debilita el control y se deterioran las relaciones sociales.

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Burgess traza el Modelo Teórico Representativo de la Escuela de Chicago, dividiendo la metrópolis en cinco áreas concéntricas para ilustrar el proceso de crecimiento y expansión de la misma. 

Zona I: el “loop” es el distrito central, área de los negocios e intensa actividad

comercial, política y social, dominada por profesionales y corporaciones. 

Zona II: área de transición, invadida por la fuerza expansiva de la zona I, habitada por

clases más pobres y por emigrantes (rentas bajas, aumento de deterioro residencial, tasa alta de criminalidad, tasa alta de criminalidad). 

Zona III: área de los trabajadores que consiguieron escapar de la deteriorada zona de

transición al mejorar sus ingresos. 

Zona IV: distrito residencial de la clase media, integrada por viviendas familiares y

costosos departamentos. 

Zona V: comprende las áreas suburbanas de las afueras de la gran ciudad, las

“ciudades satélites” que ocupan las clases más adineradas. Este modelo radial de crecimiento de la gran ciudad guarda una estrecha relación con la distribución geográfica de la criminalidad por áreas o zonas. Existiría en todo núcleo urbano industrializado un determinado espacio geográfico y socialmente delimitado, donde se conectarían las tasas más altas de criminalidad. Áreas a la sombra de grandes edificios de oficinas y almacenes que constituyen el emplazamiento y base de operaciones propicio de las bandas criminales. El descubrimiento de estas zonas de tránsito altamente deterioradas y con pésimas condiciones de vida e infraestructura, residencia forzosa de las clases sociales más conflictivas, explicaría el debilitamiento del control social y los índices alarmantes de delincuencia apreciados allí. En un área metropolitana el crimen aumentaría a medida que nos acercamos a la zona de transición donde se encuentran las peores viviendas de emigrantes y clases bajas, que no llegan a adaptarse al hábitat urbano e industrial, y carecen de medios económicos para escapar a otras zonas menos deterioradas.

Shaw (1929) demuestra que las tasas de criminalidad aumentan en función del centro de la ciudad y el área a industrializada. Los delincuentes no difieren -en términos significativos- del resto de la población en cuanto a inteligencia, condiciones físicas y trazos de la personalidad.

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UNIDAD IV

En las áreas criminales, las tradiciones convencionales e institucionales, la opinión pública y demás mecanismos que permiten el control sobre la conducta del niño, se hallan desintegradas. Los barrios ofrecen numerosas oportunidades e incentivos para la actividad delictiva, en contraste con las escasas perspectivas de empleo en la industria privada. El comportamiento delictivo se aprende y transmite. Los jóvenes enseñan a los más jóvenes, y cada barrio hace gala de su peculiar idiosincrasia criminal, que conserva durante largos períodos de tiempo. Los mecanismos de control social son incapaces de frenar este proceso. Las carreras criminales se consolidan cuando el individuo se identifica con su mundo delictivo, y se interioriza la filosofía de vida de este y sus valores del grupo criminal del entorno. Las tasas de delincuencia más altas son las de las zonas de transición, porque la mayor movilidad social de las mismas genera una desorganización tal, que hace imposible el aprendizaje de otros valores y de disciplina. Estas áreas carecen de una población estable y homogénea. Están sometidas a una permanente amenaza de invasión que procede de la zona de los negocios, habitándolas solo quienes no pueden trasladarse a otras menos deterioradas. Existirá entonces un vacío normativo. Llegaron a diferentes conclusiones: 

Status físico. Los barrios con índices más elevados de delincuencia se hallan en las

zonas de la industria pesada y el comercio. 

Status económico. Los índices más altos de delincuencia se encuentran en las áreas de

inferiores niveles adquisitivos, áreas que acusan también las tasas más elevadas de mortalidad, de todos modos las condiciones económicas no son causa directa de criminalidad. 

Composición de la población. Las mayores tasas de criminalidad se dan en zonas con

personas en su mayoría negras, extranjeras o emigrantes.

Críticas 

Descansa en una falsa analogía de las comunidades humanas (fuerzas culturales y

legales) y las formaciones de animales y plantas (supervivencia). 

La Teoría Ecológica es una manifestación de la Sociología Urbana que circunscribe

su análisis a la gran ciudad y desatiende las problemáticas sociales de las comunidades rurales.

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Aguilera Merlo, M. Luján 

PSICOLOGÍA JURÍDICA

UNIDAD IV

Se le reprocha que opere como un sistema espacial excesivamente generalizador y

que opere con las cifras oficiales (policía y justicia), dado que la actuación de las agencias de control social-formal es discriminatoria.

Teorías ambientales y prevención del delito. El análisis estrictamente ecológico tiende a ser sustituido desde los años 50 por el de área social, que pretende relacionar la estructura interna de las ciudades con los cambios acaecidos en el seno de la sociedad global, operando con tres postulados:  Rango social.  Urbanización.  Segregación.

Newman plantea un análisis ecológico y prevención del delito, defensible space. Desde la obra de este autor, las investigaciones se han orientado hacia la prevención del delito, a través del diseño arquitectónico del espacio urbano, buscando una correlación entre determinados lugares de la ciudad y sendas manifestaciones delictivas. Define al “defensive space” como un modelo para ambientes residenciales que inhibe el delito, creando la expresión física de una fábrica social que se defiende a sí misma. Según Newman, el diseño urbano y arquitectónico favorece el crimen, porque se permite el fácil acceso de extraños, porque los propios residentes o policía cuentan con limitadas posibilidades de vigilancia y observación de las obras públicas adyacentes. Ciertos elementos físicos alrededor de las áreas públicas pueden infundir en sus residentes un sentimiento de comunidad y territorialidad que los auto-responsabilizará en la defensa de su hábitat frente al delito. Propone cuatro medidas: 1. Subdividir las áreas públicas en zonas más pequeñas. 2. Adecuada ubicación de las ventanas. 3. Emplazar zonas concurridas frente a actividades públicas que no sean fuente de peligros. 4. Construir áreas públicas, de modo tal que sus eventuales visitantes se sientan observados.

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PSICOLOGÍA JURÍDICA

UNIDAD IV

Se debe configurar el espacio físico de acuerdo con una concepción prevencionista, atenta a la selectividad del crimen y al carácter altamente criminógeno o victimario de ciertos lugares y situaciones, así como de dificultar al máximo la ejecución de los designios criminales mediante la interposición de obstáculos y barreras que incrementen el riesgo para el infractor potencia. Newman parte de la convicción de que existe un claro nexo entre el comportamiento del hombre y su entorno próximo. Por ello, el desarrollo de un sentido de comunidad en el individuo sería un presupuesto indispensable para el funcionamiento de los controles sociales informales y para la deseable eficacia del propio control social formal.

Psicología Comunitaria Es un enfoque ambientalista. Surge en los años ‘60 como reacción a los modelos psicológicos clínicos y como expresión de un cambio social-político. Tiene como punto de partida, la crítica a las instituciones de control social formal en la solución del “problema criminal”, proponiendo instituciones sociales mediadoras intermedias. Postulados: 

La intervención tendría un impacto preventivo, si no de prevención primaria

(actúa sobre la sociedad) al menos secundaria (actúa sobre sectores específicos de la población). 

Se desarrollará en aquellos lugares donde se presenta el problema.



No se conforma con una adaptación personal del individuo, sino que pretende

producir cambios institucionales. 

La intervención debe diseñarse teniendo en cuenta variables de tipo legal,

sociológico, político, económico y organizacional.

7. La reacción social ante el delito y el etiquetamiento como reforzadores de la - 80 -

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UNIDAD IV

desviación primaria. Las técnicas de neutralización en el proceso de desviación. Para el

modelo interaccionista, no se puede comprender el crimen

prescindiendo de la “reacción social”, del proceso social de definición y selección de ciertas conductas y personas etiquetadas como criminales. Delito y reacción social son términos interdependientes, inseparables. La desviación no es una cualidad intrínseca de la conducta, sino atribuidas a la misma a través de complejos procesos de interacción social. Los que rompen con el abordaje de búsqueda de la etiología, de las causas del crimen en el autor del delito, son los

Teóricos del Etiquetamiento o de la

Reacción Social. Son constructivistas. Los hechos dependen de la “construcción social” que se hace de ellos. Interaccionismo simbólico. Cambian el punto de análisis, ya no se focalizan en la persona que actúa el delito, y lo ubican en la reacción social que produce, el “etiquetamiento”. Afirman que el delito existe porque hay una definición que así lo establece (desviación). La desviación es la resultante de un proceso de definición social, pero no tiene una entidad ontológica propia. Por ejemplo: Código penal y su tipificación. Decía Becker: “Poder, es el poder de definir”. Surgen en el contexto de los años 60/70, época que se caracteriza en general el mundo por:  Los movimientos juveniles  Los derechos civiles de las etnias minoritarias (negros)  Años de militancia de la política de izquierda  Represión social fuerte  Guerra de Vietnam  Primeros consumos visibles de marihuana  Los gay se dejan ver

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UNIDAD IV

Lo más importante era la militancia social. Todo esto surge en Estados Unidos, razón por lo cual muchos militantes eran considerados “desviados”. Estos hechos permiten la aparición de estas explicaciones en el campo de la criminalidad. Por ej. La Teoría del etiquetamiento. ¿Quién otorga y en función de qué procesos el estado de desviado? ¿Sobre qué criterios? Así aparecen los valores establecidos y sostenidos, sobre todo por el grupo de poder dominante. Para que el proceso de desviación suceda, esa desviación “tiene que ser visible”, sino no se podría otorgar esa categoría, y se toma como ejemplo la conducta homosexual (el valor instalado socialmente era la heterogeneidad). El proceso de desviación recae en el individuo por medio del etiquetamiento. El estatus de desviado es un emergente social, que me coloca una etiqueta que hace que pierda mi individualidad. Por eso es un producto de la reacción social. Van a plantear que el otorgamiento de la etiqueta es consecuencia de la reacción social, pero no hay conductas buenas o malas, eso va a depender de la definición social. Cambian el foco de análisis, se centran en los procesos de definición social que establecen criterios de normalidad y anormalidad, y por ende van a producir la desviación (anormalidad). Es dialéctico. Resultante social: la “calificación” de la conducta. Estos procesos tienen mucho que ver con la ley nº 24660 de Ejecución Penal (art. 1). “El objetivo de la pena privativa de libertad es: a) comprensión, b) ser capaz de respetar la ley y c) la Sociedad solidaria con la “reinserción”. Reforzamiento Reacción social ¿Dónde cortamos el círculo para que se cumpla la solidaridad social (reinserción)? El Labeling Aproach problematiza la propia definición de criminalidad. Para la teoría del etiquetamiento, el delito o el ser criminal como atributos de una persona o comportamiento tienen naturaleza social y definitorial, no ontológica. Integran una realidad social que se “constituye” a partir de definiciones. No interesan las causas de la desviación (primarias) sino los “procesos de definición”, porque una persona deviene delincuente cuando otras personas significativas la etiquetan con éxito como tal. El control social crea la criminalidad. El interés se desplaza desde el desviado y su medio hacia aquellos que lo definen como desviado, y se analizan los mecanismos y funcionamientos del control social o la génesis de la norma, más que los déficit de socialización - 82 -

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UNIDAD IV

del individuo. Las carencias no se buscan en el controlado, sino en quienes ejercen el control, y el desviado pasa a ser víctima de los procesos de definición y selección. El Interaccionismo Simbólico pone énfasis en el significado que tiene el delito para su autor, en los efectos de etiquetamiento del mismo como desviado (estigmatización), y en su posterior asunción del estatus criminal (desviación secundaria), más aún que en la etiología del propio comportamiento delictivo. Becker (concepto de carrera criminal) – Lemmert (concepto de desviación secundaria) – Kitson

Becker habla de “empresarios morales”, los que toman la bandera de un bando que es necesario imponer. Ejemplo: la ley seca (abstención de bebidas alcohólicas). Así el fenómeno se hunde, ya que se toma a escondidas y se facilita el contrabando de alcohol. Sobre esta base teórica norteamericana, los teóricos ingleses (enrolados en la nueva izquierda) van a profundizar el tema de la desviación y lo llevan al orden jurídico. Del mismo modo en que se construyen las desviaciones, se construyen las conductas delictivas (C. Penal). Principales postulados del Labelling Aproach: 1. INTERACCIONISMO SIMBÓLICO Y CONSTRUCTIVISMO SOCIAL como esquema explicativo del comportamiento humano. La realidad social se construye sobre la base de ciertas definiciones, y el significado atribuido a las mismas a través de complejos procesos sociales de interacción. El comportamiento del hombre es, por lo tanto, inseparable de la interacción social, y su interpretación no puede prescindir de dicha mediación “simbólica”. El concepto que tiene el individuo de sí mismo, de su sociedad y de la posición que éste ostenta en ella, son claves del significado genuino de la conducta criminal: desviación y reacción social son recíprocamente interdependientes. 2. INTROSPECCIÓN SIMPATÉTICA como técnica de aproximación a la realidad criminal para comprenderla desde el mundo del desviado y captar el verdadero sentido que este atribuye a su conducta. 3. NATURALEZA DEFINITORIAL DEL DELITO. El delito carece de sustrato material y ontológico. Una conducta no es delictiva en sí o por sí misma, ni su autor es un criminal por merecimientos objetivos. El carácter delictivo de una conducta y del autor dependen de procesos sociales de definición que atribuyen a la misma tal carácter, y de selección, que etiquetan al autor como delincuente. En efecto, la criminalidad es creada por el control social.

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UNIDAD IV

Las instancias o agencias del control social no detectan o declaran el carácter delictivo de un comportamiento sino que lo generan o producen al etiquetarlos así. 4. SELECTIVIDAD Y DISCRIMINATORIEDAD DEL CONTROL SOCIAL. El control social es altamente discriminatorio y selectivo. La etiqueta de “criminal” es un “bien negativo” que los mecanismos de control social reparten con el mismo criterio de distribución de otros bienes positivos (fama, riquezas, etc.), el estatus y el rol de las personas. De modo que las chances de ser etiquetados no dependen de la conducta ejecutada (delito), sino de la posición del individuo en la pirámide social (estatus). Los procesos de criminalización se guían más por la sintomatología del conflicto que por la etiología del mismo (visibilidad versus latencia). 5. EFECTO CRIMINÓGENO DE LA PENA. La reacción social no sólo es injusta (discriminatoria), sino intrínsecamente irracional y criminógena. Lejos de hacer justicia, prevenir la criminalidad y reinsertar al desviado, “su impacto real” convierte a la pena en una respuesta irracional y criminógena (intrínseca a ella), porque exacerba el conflicto en lugar de resolverlo, potencia y perpetúa la desviación, consolida al desviado en su estatus criminal y genera los estereotipos e ideologías que se supone pretende evitar, cerrándose de otro modo un lamentable “círculo vicioso”. La pena culmina una escalada dramática y un ritual de “ceremonias de degradación del condenado”, estigmatizándolo con el sello de “incurable e irreversible”. El penado asume una nueva imagen de sí mismo y redefine su personalidad en torno al rol de desviado, desencadenándose la “desviación secundaria”. 6. PARADIGMA DE CONTROL. La naturaleza definitorial de la criminalidad impone la sustitución del paradigma etiológico por el de control. Dado que la criminalidad no preexiste a la ley ni a los procesos de criminalización, sino que estos son los que la crean, lo decisivo será el análisis de los procesos de definición (génesis de la ley o criminalización primaria) y de selección (actuación criminalizadora de las instancias de control social) que pone el acento en los procesos de criminalización (definición y selección). Principales tesis interaccionistas: Los seres humanos actúan sobre la base del significado que tienen para ellos las cosas que los rodean. Atender al componente simbólico del comportamiento humano. La significación simbólica que le atribuye a los factores psicológicos y sociológicos según sus circunstancias y experiencias. El comportamiento humano debe ser comprendido siempre en el contexto del proceso interactivo en el que está inmerso. Tres definiciones condicionan el comportamiento humano:  la de sí mismo, - 84 -

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UNIDAD IV

 la de la sociedad en que vive, y  la de la situación en el seno de dicha sociedad. El significado de tales cosas deriva de la interacción social que cada uno tiene con los otros. Es decir, no reside en las cosas mismas ni en el individuo que las observa o conoce, sino en el proceso de comunicación recíproca de este con los demás y con la sociedad. El carácter criminal de un acto no es una cualidad del acto mismo ni un subproducto de la mente humana, sino que se trata del significado o atributo que confieren a dichos comportamientos el contexto social o cultural del sujeto. El proceso de interacción social es abierto, dinámico, en el que los significados atribuidos a las cosas se acuñan y modifican permanentemente a través de la interpretación y redefinición que hace la persona de los mismos en su continuo contacto y comunicación social. El individuo es al mismo tiempo creador y receptor de significados. Determina los símbolos y es determinado por ellos.

La técnica de la introspección simpatética

Permite captar el sentido que para el delincuente tienen las definiciones de sí mismo,

de su situación y de su sociedad. El interaccionismo concede especial relevancia a la definición de uno mismo, que cada persona construye en el proceso de interacción y comunicación con los demás. La imagen de uno mismo ilustra que el comportamiento delictivo se ejecuta por personas que no se definen a sí mismas como delincuentes. Dicha idea se sostuvo por Matza, para quien el delincuente no profesa valores propios y diferentes de los de la sociedad oficial, sino que comparte los valores convencionales de las clases medias. Es más, no se considera a sí mismo como delincuente y, dado que el comportamiento que lleva a cabo pugna con su propia autoimagen, para conservar esta se ve obligado a tratar de justificar su conducta, refiriéndola como no delictiva. Tal es el contenido de las

técnicas de neutralización o

justificación, que la doctrina ha constatado. En definitiva, se trata de un sutil mecanismo de autodefensa frente a la reacción social. El crimen desencadena una reacción negativa en los demás y a menudo también la persona del autor (aunque no siempre lo reconozca). El modo más simple de defenderse frente a tal reacción consiste en "redefinir" el comportamiento delictivo" razonando por qué no se trata de un verdadero acto criminal. De

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UNIDAD IV

este modo, el individuo puede conservar su autoimagen de "no delincuente" mientras realiza conductas delictivas. Para los teóricos del Labelling Aproach, la etiología de la desviación primaria carece de especial interés. La razón es obvia, para ellos el delito tiene una naturaleza definitoria, no ontológica: Es una cualidad atribuida a ciertas conductas, un estatus asignado a su autor. El análisis se desplaza desde la persona de autor o del hecho mismo a los "procesos de criminalización”; esto es, a los procesos de definición (criminalización primaria) y de selección (atribución del estatus criminal) y al impacto que en la identidad del desviado produce el etiquetamiento como tal (desviación secundaria).

Impacto de la atribución del estatus de criminal en la identidad del desviado. Dos efectos concretos del etiquetamiento: 1- LA MERA ETIQUETA DE DESVIADO YA PRODUCE ESTIGMAS. El individuo se convierte en un "proscripto" que recibe pública condena, y que culmina con una "ceremonia de degradación", aislándolo de los demás ciudadanos "honorables", y privándolo de cualquier beneficio social. Por otra parte, tiende a consolidarse a través de un sutil mecanismo psicológico de redefinición de la personalidad, de interpretación biográfica retrospectiva basada en estereotipos y en la "profecía auto cumplida". El mero etiquetamiento no sólo aísla al desviado, lo margina y proscribe, sino que además provoca una reconstrucción biográfica o interpretación retrospectiva de su personalidad. El pasado y presente del individuo se analizan desde la perspectiva del nuevo estatus de delincuente, ratificando y convalidando su condición actual de proscripto. La sociedad no contempla al desviado tal y como es, sino según espera que sea. Operan una serie de prejuicios o estereotipos convencionales respecto a él y a sus conductas previsibles, que limitan sus posibilidades reales y lo consolidan en el estatus de desviado. Efecto criminógeno de la pena. Las instancias oficiales de control social le imprimen un sello (asumiendo los clichés sociales) que lejos de contrarrestar el impacto en el desviado, lo convertirá cada vez más en objeto, deteriorando progresivamente la imagen de sí mismo. Su internación en una institución penitenciaria representa el punto más crítico de dicho proceso, porque al estigma público se unen los traumas y privaciones de todo orden, características del actual régimen de las penas privativas de la libertad (círculo vicioso).

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UNIDAD IV

2- CONSECUENCIA EN SU PROPIA IDENTIDAD O CONCEPTO DE SÍ MISMO, cuando asume dicha imagen de proscripto, se identifica profundamente con ella, y define o reestructura su personalidad de acuerdo con el nuevo estatus adquirido. Llega un punto (desviación secundaria) en que acepta la etiqueta de desviado como parte de su personalidad, organizando un estilo de vida en torno a la desviación. Dicho estatus tiende a eclipsar cualquier otro y, por lo general, sin retorno.

Proceso de atribución del estatus criminal (proceso de selección). Para los teóricos del Labelling Aproach, la definición de la conducta criminal no se

resuelve definitivamente en el momento normativo. Ni la aplicación de las definiciones legales a la realidad es un problema secundario. Todo lo contrario, la ley configura tan sólo un "marco abstracto de decisión", en cuyo seno los agentes del control social formal llevan a cabo la función "creadora", propiciada por el carácter definitorial de la criminalidad y la inaccesibilidad a la esfera interna del delito. Los agentes del CSF disfrutan de un amplio margen de discrecionalidad en la selección que efectúan, produciéndose toda suerte de forcejeos, pactos y transacciones. En los últimos años, se hicieron investigaciones con el propósito de identificar los factores que influyen la decisión de los agentes del CSF: policía, proceso, fiscales, jueces, etc. Nos interesan particularmente aquellas que intentan explicar por qué y cómo hace uso la policía del margen de discrecionalidad que ostenta en el momento de adoptar sus "decisiones", definiendo una situación como delictiva o no delictiva: se desprende que existe una pluralidad de factores relativos a la persona del infractor, a la estructura organizacional y operativa de la policía y a circunstancias externas a la misma. Hay una clara incidencia selectiva en perjuicio de las clases sociales bajas (razzias). Otro factor relevante es quién es la víctima y cómo presenta su denuncia a la policía, también el modo en que la policía concibe su trabajo, los estereotipos convencionales sobre el delito y el delincuente, así como también ciertos factores políticos y ambientales. Criminalización de la pobreza: la selectividad o discriminatoriedad del control social constituye una de las premisas fundamentales del Labelling Aproach. El crimen, según Sack, es un comportamiento "ubicuo", que se distribuye de igual manera por todos los grupos sociales. Sin embargo, la población penitenciaria se nutre principalmente de las clases sociales bajas. La criminalidad es como un "bien negativo" que la sociedad repare a través de ciertos mecanismos y procesos con arreglo a los mismos criterios con que reparte los bienes "positivos": rol, estatus social, etc., pero en relación inversa y en perjuicio de las clases menos favorecidas. En consecuencia, tanto el marco general de definición (leyes establecidas) como el - 87 -

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UNIDAD IV

proceso de selección dirigido por las instancias de CSF (aplicación de las leyes), tienden a asegurar la distribución del estatus criminal de acuerdo con imágenes y estereotipos que, de este modo, se perpetúan (Modelo del Círculo vicioso).

El proceso de “criminalización primaria”: labelling aproach y los modelos del conflicto. El proceso de creación, modificación o derogación de leyes, poco tiene de natural,

espontáneo y altruista. Sería ingenuo suponer que las normas jurídicas proceden de un amplio consenso social, y que se orientan hacia la efectiva y necesaria tutela de los bienes generales. En una sociedad plural y democrática, las verdaderas variables de todo "proceso de definición" deben situarse en las relaciones de poder entre los distintos grupos. Como afirma Ruhter: una sociedad caracterizada por obvias estructuras de dominio y poder, no admite ninguna definición general de criminalidad aceptada por todos, sino que impone la "imagen" de criminalidad necesaria para el mantenimiento de tales estructuras. La ley "define" una conducta como delictiva porque interesa tal definición a ciertos grupos. Es la sociedad la que crea los delitos al aprobar las leyes, de igual modo que es la sociedad también la que crea o suprime la desviación al definir en cada momento qué conductas deben estimarse normales o desviadas. El proceso de definición o selección opera de idéntica manera, tanto si quienes ostentan el poder utilizan como criterio las características objetivas de la conducta, como si optan interesadamente por otras (Vold, del sector más radical del Labelling Aproach).

8. Los modelos críticos y los procesos de selección y criminalización. Conflicto vs. Consenso: un nuevo enfoque de la cuestión criminal. La criminología positivista cimentaba el orden social en el Consenso, atribuyendo a la desviación un carácter patológico y disfuncional.

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UNIDAD IV

Como afirma William Chambliss, el pensamiento positivista se resume en cuatro proposiciones: a) El orden social se fundamenta en el consenso b) El Derecho representa y tutela los valores básicos del sistema c) El Estado garantiza en una sociedad pluralista la aplicación neutra de las leyes anteponiendo los intereses generales de la sociedad a los particulares de los diferentes grupos. d) La Criminología examina las causas del comportamiento criminal que apartan a dichas personas del consenso. Las Teorías del Conflicto, por el contrario, parten de que no es la integración normativa lo que garantiza el mantenimiento del sistema, y promueve los cambios necesarios, sino el conflicto, aunque parezca paradójico. Consideran que el crimen es una función de los conflictos existentes en toda la sociedad, sin que por ello tales conflictos deban repuntarse necesariamente nocivos o disfuncionales. Los postulados básicos son: a) El orden social de una sociedad plural no descansa en un supuesto consenso, sino en el disenso. El conflicto es inherente a aquella, porque la sociedad moderna es antagónica y conflictiva. b) El conflicto es funcional cuando contribuye a un cambio social positivo. NO expresa una realidad patológica, sino la propia estructura y dinámica del proceso social. c) El Derecho representa los intereses y valores de las clases dominantes, no los intereses generales de la sociedad. d) La justicia penal integra el mecanismo de CSF, y gestiona la aplicación de las leyes de acuerdo a los intereses de las clases dominantes. e) El comportamiento desviado es una reacción al desigual e injusto reparto de poder y riquezas en la sociedad. Las diversas teorías del conflicto pueden clasificarse en tres grupos: 1) Teorías del conflicto cultural: atribuyen la criminalidad bien a contradicciones internas de la cultura de una sociedad, es decir al cambio social, o bien a conflictos entre los diferentes grupos culturales de una sociedad. 2) Teorías del conflicto social: mantienen que el crimen es producto de los conflictos históricos existentes en toda sociedad. 3) Teorías del conflicto de corte marxista: conflicto criminógeno en la estructura de la sociedad capitalista. - 89 -

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UNIDAD IV

Teoría del Conflicto Social Dahrendorf postula que no hay que preguntarse por el origen del conflicto ya que este es normal, lo anormal es la ausencia de conflicto y hay que sospechar de la sociedad que no presente conflicto.

Vold postula una teoría criminológica del conflicto, y se circunscribe a

ciertas

situaciones en que los hechos delictivos surgen de la confrontación de grupos que pugnan por mantener sus estatus. El Conflicto es inherente a la dinámica social, es uno de los procesos sociales básicos de los que depende el continuo devenir social. La orientación psicosocial de su teoría descansa en la concepción interaccionista de la formación de la personalidad y en la del comportamiento colectivo, este último concepto muy unido al de proceso social. Asume la tesis de que el hombre es un ser grupal, parte y producto a su vez del grupo, y la sociedad, el resultado de un tenso equilibrio entre grupos con intereses contrapuestos, que rivalizan entre sí para mantener o mejorar su estatus. El conflicto entre los diferentes grupos se produce cuando son competitivos y operan en un mismo campo de interacción, es decir, al solaparse sus respectivos intereses. No es necesariamente negativo o disfuncional, desarrolla un sentido de lealtad e identificación entre sus miembros, que aflora en momentos críticos. Buena parte de los delitos tienen una explicación conflictual. Son resultado de confrontaciones entre diferentes grupos. La realidad del crimen parece inseparable del proceso social y su dinámica.

Coser considera que el delito no es siempre disfuncional para el grupo, sino que promueve una mayor cohesión social y ética en torno a la norma violada, y contribuye a la redefinición de las mismas. El acto desviado señala con más claridad los límites de la conducta ilícita, y el rechazo colectivo del infractor consolida la unidad del grupo. Concibe al conflicto como un proceso operante hacia la integración del grupo, como la forma de socialización. Es una válvula de seguridad del orden social, mantiene las divisiones sociales y los sistemas de estratificación y estimula el cambio necesario normativo, siempre que la hostilidad y el antagonismo se mantengan dentro de ciertos límites bien definidos y no cuestionen la legitimación del sistema. El conflicto disfuncional (no realista) surge en situaciones de represión del conflicto realista, por falta de tolerancia, de permisividad social, de cauces institucionalizados que lo resuelvan.

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UNIDAD IV

El punto de partida de la teoría de la desviación de Coser, es la distinción entre desviación social innovadora y desviación social criminal, el innovador actúa en bien de toda la colectividad, mientras el delincuente busca la consecución de sus intereses particulares. La categoría de innovación implica cierto tipo de cambio sistemático entendida como comportamiento orientado a una mejor adaptación del sistema al mundo exterior y a la solución de algunos conflictos internos, ocupa un lugar fundamental en el pensamiento de Coser. El conflicto canaliza a agresividad y las frustraciones reprimidas impidiendo que dicha carga pasional alcance un nivel peligroso, pero también es un mecanismo para mantener la estratificación social ya que establece y conserva la identidad y los límites de sociedades y grupos.

Teorías del conflicto y administración de la justicia penal; análisis crítico de Chambliss y Siedman.

Desde los años 70, diversos autores aludieron al "Enfoque Conflictual" para analizar el

funcionamiento de la justicia penal, concluyendo que es una función de las relaciones de poder. La tesis es que el Poder-Estado (que encarna la justicia penal), no es un mecanismo neutro, capaz de resolver pacíficamente los conflictos sociales (Teoría del Consenso), sino la expresión misma del conflicto permanentemente característica de nuestra sociedad, cuya estructura y funcionamiento responde a los intereses de los grupos de poder (T. del Conflicto). Para estos autores, el proceso real de creación de las leyes dista mucho de la imagen que patrocina el modelo del consenso. El supuesto "bien general", los "intereses públicos", no explican en términos realistas la génesis del Derecho, inseparables de las actividades de ciertos grupos de interés. Incluso, cuando la ley refleja unos valores "morales", estos son los valores morales de determinados grupos que se imponen a los valores morales de otros: El ordenamiento jurídico no expresa un (inexistente) código de valores mayoritario, producto del consenso social, sino los intereses particulares y concepciones de grupos concretos. Guarda una estrecha relación con la posición política y económica de los mismos, con las estructuras de poder. En cuanto a la aplicación del derecho, estos autores llegan a idénticas conclusiones: la jurisprudencia tampoco es neutral. Los jueces "crean" el Derecho, en último término, fundamentando sus fallos en criterios valorativos, pero tales referencias axiológicas no proceden del Derecho Natural, sino ante todo, de sus propias concepciones personales. Además, diversos factores sociológicos (extracción social del juez, rol de la magistratura, tipo

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de formación, etc.) contribuyen a que los valores y criterios de las decisiones judiciales, beneficien de antemano más a las clases privilegiadas que a las deprimidas. En definitiva, concluyen que, tanto en su estructura como en su funcionamiento, las "agencias oficiales" actúan en servicio de los intereses de los grupos de poder cuando crean o aplican el Derecho. La naturaleza "burocrática" de tales "agencias" y la conexión de las mismas con la estructura política de la que forman parte, hace posible el comportamiento sesgado, discriminatorio y mediatizado del control penal.

Realidad social del crimen. Quinney.

Su teoría se puede resumir en seis postulados.



Naturaleza definitorial del delito. El delito es una definición de la conducta humana

que procede, en las sociedades organizadas políticamente, de determinados agentes e instancias autorizados. Así es que es una definición, carece de sustrato ontológico. 

Formulación de las definiciones del delito. Las definiciones de delito describen

comportamientos que entran en colisión con los intereses de aquellos segmentos de la sociedad que detienen el poder de control sobre la policía. 

Aplicación de las definiciones de delito. Se aplican por aquellos segmentos de la

sociedad que posee el poder de configurar la administración de la ley penal velando por su cumplimiento. 

Desarrollo de los modelos de comportamiento en relación a las definiciones de

delito. Los modelos de comportamiento se estructuran en función de las definiciones de delito. 

Construcción de las concepciones de delito. Las concepciones se construyen y

difunden en los segmentos sociales a través de los medios de comunicación. 

La realidad social del crimen. Se construye a través de la formulación y aplicación de

las definiciones de delito, el posterior desarrollo de los modelos de conducta referidos a las mismas y la construcción de las concepciones del crimen.

Conflicto y Criminalización; Austin Turk.

Propugna un modelo de conflicto radical, totalizado, no marxista, basado en las

"relaciones de poder" existentes en cualquier sistema económico (no solo capitalista) que a su juicio, explica el fenómeno de la desviación y el de la criminalización desde una perspectiva neutra, objetiva y libre de valores.

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UNIDAD IV

Según Turk, los individuos no perciben y comprenden los fenómenos sociales de la misma manera, y dichas divergencias los llevan al conflicto. Cada persona o parte en conflicto, trata de llevar a la práctica su modo de pensar y actuar, lo que ocasiona una lucha deliberada sobre la distribución de los recursos disponibles y el acceso definitivo a las metas perseguidas. De este modo, los conflictos se institucionalizan y adoptan la forma de sistemas de estratificación: los diversos grupos de conflicto se convierten en una parte fija, independiente de la estructura social. Tales sistemas se caracterizan por la explotación económica sostenida por la dominación política en sus variadas formas, desde la violencia física a las más sutiles formas de persuasión política. El poder es el atributo básico que determina la posición de un grupo en la estructura social. Por eso el conflicto representa el proceso social básico. La concepción del orden social de Turk se distancia del modelo de Consenso, que planteaba que el orden social surge de la internalización por los individuos de normas y valores que encarna y expresa la ley. Turk, por el contrario, mantiene que el orden social descansa en un equilibrio Consenso-Coerción, sostenido por las autoridades. Estas han de procurar que las relaciones de poder no sean ni excesivamente coercitivas, ni excesivamente consensuales e igualitarias; y solo en la medida en que lo consigan, los ciudadanos asumirán como inevitables, sin cuestionamientos, los roles sociales de la autoridad. Según Turk, todo orden social descansa en este mecanismo de "condicionamiento". Las relaciones de autoridad se consolidan, no porque los individuos crean en la justicia y legitimación del orden oficial establecido, sino en tanto han sido condicionados para aceptar como un hecho más de la vida que dicho orden es el que existe y con el que cuenta la autoridad. Para Turk no se deben dictar o ejecutar normas sin que antes surjan diferencias culturales o sociales entre autoridades e individuos. La probabilidad de conflicto depende del grado de organización y nivel de sofisticación de unos y otros. El conflicto es más probable cuando los individuos están organizados y cuando autoridades e individuos actúan con bajos niveles de sofisticación. Factores que determinan la mayor o menor probabilidad de que un conflicto produzca o conduzca a la criminalización de los individuos: 1.

La evaluación de la conducta prohibida por la policía y el grado de coincidencia de la misma con la que efectúen los tribunales. - 93 -

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UNIDAD IV

2.

El poder relativo que detenten quienes aplican la ley y quienes se resistan a ella, y

3.

El realismo del conflicto: Las consecuencias derivadas de este en el orden del incremento o reducción de las expectativas de éxito de uno y otro grupo.

El análisis conflictual de Turk asume el enfoque del Labelling Aproach (Teoría de la criminalización), con dos consecuencias fundamentales: 

Problematiza el propio problema de la "conducta desviada", instrumento, a su

juicio, de quienes detentan el poder en el marco conflictual para criminalizar a quienes carecen del mismo. 

Establece una estrecha relación entre tres factores que desvinculaba la

criminología clásica: Posición de las partes en conflicto, tipo de conducta discriminada y sanción efectiva que aplica la autoridad legítima. Según Turk, hacerse criminal es diferente de llevar a cabo una conducta delictiva. Una persona es valorada no por su comportamiento, sino por concretas reacciones de los demás que lo perciben como infractor o no infractor. En consecuencia, lo decisivo no es la conducta misma y sus cualidades, sino los procesos sociales de valoración y asignación de estatus que tienen lugar en un contexto de conflicto, procesos que constituyen la criminalización (si cuentan con el apoyo de las autoridades públicas) y cuando carecen de tal respaldo oficial, la estigmatización.

Teoría del conflicto social de inspiración marxista. Las teorías del Conflicto Social asumen los postulados del Marxismo Ortodoxo (de Marx y Engels), contemplando "el crimen como función de las relaciones de producción" de la sociedad capitalista. La moderna criminología recibe un impulso desde un enfoque interaccionista (Labelling Aproach), que sostiene que el control social no constituye una mera respuesta al delito, sino un factor generador de desviación criminal. Para la teoría marxista, la causa primordial del crimen reside en la naturaleza competitiva de la sociedad capitalista. Los individuos de las clases oprimidas cometerían el delito por frustración resentimiento o necesidad. La riqueza fomenta el crimen porque este es un "instrumento de la lucha social "que afianza y perpetúa las respectivas posiciones de las clases enfrentadas en dicho conflicto. El Derecho y la justicia operan como mecanismos de control de las clases oprimidas al servicio de quienes detentan el poder y la riqueza. Sólo una

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sociedad basada en los "postulados socialistas" sería capaz de dar respuesta y solución al problema del crimen. Postulados del Modelo Radical  El conflicto fundamental se produce en la sociedad capitalista, entre la clase dominante y la trabajadora. Mediante la criminalización se mantienen la estructura clasista y el sometimiento de la clase trabajadora.  La criminalidad proviene de las contradicciones del sistema capitalista, por ello las estructuras del poder, clasista, de aquel se hacen sentir las definiciones del delito. Los delitos de los poderosos no se criminalizan porque tienen la fuerza suficiente para impedirlo.  La criminología tradicional ha sido una ciencia legitimadora y conservadora del status quo porque en lugar de censurar y desmitificar las relaciones de dominación no ha hecho sino justificarlas.  El ordenamiento jurídico dinámicamente considerado, esto es, el proceso de creación de leyes y el de aplicación de estas a la realidad, es un artificio de la clase capitalista dominante para asegurar sus intereses, un instrumento para someter y explotar a los obreros y a las minorías reforzando y perpetuando las estructuras de poder.  Las instancias de control social, sin instituciones que reclutan la población desviada, administradores de la criminalidad.

Criminología crítica, nueva o radical. No hay una fecha precisa para su nacimiento. Hay fechas significativas. En 1949, Sutherland presenta ante la Asociación Americana su concepto de “Delito de cuello blanco”. A partir de ahí, se insiste en la importancia de la cifra negra (delitos no registrados) que atentan contra la certeza del fenómeno criminal representado por las estadísticas. Se va conformando una nueva disciplina que tendrá un nuevo objeto de estudio: no ya al delincuente y la delincuencia tal como aparece escrita en los Códigos Penales, sino los mecanismos Socio-Políticos y los intereses que promueven la creación de normas penales. La criminología sale de las cárceles y se va a investigar a las oficinas públicas, al despacho de los grandes empresarios, los decretos y las leyes, la policía y los tribunales, y analiza todo lo que se hace para el sometimiento indigno de grupos o de pueblos.

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La Nueva Criminología proclama que el Derecho es una súper-estructura determinada por el modo de producción subyacente. Analiza los orígenes estructurales del “acto desviado” y las interacciones que conducen a criminalizar a un individuo en lugar de otro. Puntos fundamentales de la criminología crítica (según Sandoval Huertas): 1. La criminología, antes de buscar el origen de la criminalidad, ha de concentrarse en el análisis del Proceso de Criminalización, es decir, examinar cómo y por qué ciertas personas llegan a ser delincuentes y otras no. 2. Los procesos de criminalización, tanto cuando se realizan por reacción formal (instituciones de carácter penal) o por reacción social informal (medios de comunicación, educación, familia, religión, etc.) constituyen parte de un fenómeno mucho mayor: El Contrato Social, entendido como la totalidad de instituciones y sistemas normativos que procuran lograr la aceptación y el mantenimiento del orden social vigente y sus valores. 3. La criminología crítica se esfuerza por identificar y analizar las conductas socialmente dañinas o negativas, es decir, las que afectan los intereses sociales mayoritarios. 4. A partir del análisis de los Procesos de Criminalización, trata de elaborar e implantar una política criminal alternativa al sistema penal. La sustitución del sistema penal constituye la actual aspiración de la Criminología Crítica. La creación de las normas penales. La Reacción Social Formal comienza con la creación de las normas penales. El análisis criminológico no puede restringirse a las disposiciones legales que han llegado a regir, sino también a:  Preguntarse no sólo por qué se han dictado ciertas leyes, sino también por qué otras no se han dictado.  La abolición de normas.  Afrontar el difícil e importante tema de la distinción (por decisión de los legisladores) entre disposiciones penales y normas de otra índole jurídicas (civil, laboral, comercial). Las normas penales han sido creadas por el Poder Legislativo, aunque esta tarea ha sido asumida a veces por el Poder Ejecutivo. Este fenómeno ha tenido características violentas, como Dictaduras, Supresión de elecciones, etc. Las normas penales efectúan selecciones básicamente clasistas para que ciertos individuos sean incluidos y otros excluidos.

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Criterios de selección: tratan de ver ¿este hecho me perjudica o no? 1.

Posibilidad de autoría: el legislador examina el riesgo de que él o su grupo cometa

ese comportamiento que deberá ser llevado a la normatividad penal. Si existe una mayor posibilidad, la conducta no será descripta como delictiva. 2.

Riesgo de victimización: se examina el riesgo de que él o su grupo puedan ser

víctimas del hecho a criminalizar. A mayor riesgo de victimización, mayor será la posibilidad de que la conducta sea llevada a la ley penal y mayor será la sanción. 3.

Riesgo de aplicación de la ley penal: estudia la posibilidad concreta de que la ley

penal sea aplicada. Ante un mayor riesgo de que la ley sea aplicada al legislador, la descripción del delito será oscura y ambigua. 4.

Posibilidad de protección de la ley penal: se examina, en el caso de que aquellos

que estén en el poder hayan cometido una conducta delictiva, como hacer para que se les proporcione un trato adecuado durante el procesamiento y la aplicación de la pena, llegado el caso.

La perspectiva abolicionista “La Perspectiva abolicionista”; Pérez Pinzón. ABOLIR: es anular, dejar sin efecto, suprimir. El abolicionismo es una toma de posición crítica (negativa) sobre los problemas del Control Social, que busca la “extinción del sistema penal”, y sustituirlo por medidas basadas en la solidaridad, el diálogo. En el marco de la Política criminal, es una disciplina o perspectiva que quiere ayudar a resolver conflictos y no es un instrumento que pretende solucionar la criminalidad. Para la política criminal, la criminalidad es un conflicto, inconveniente, disturbio o situación problemática. Se utiliza el término “abolir” frente a cualquier planteamiento que propone la disminución o desaparición del Sistema Penal o CSF. Por ejemplo:  El abolicionismo de Mathlesen, que se orienta a la eliminación de la cárcel, lo que otorgaría trascendencia a los mecanismos sustitutivos: libertad vigilada bajo palabra, condicional, etc.

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 El abolicionismo de Christie, que busca un cambio estructural de las sociedades posindustriales, en la reducción del Derecho Penal y el mantenimiento de las Teorías Absolutas de la Pena, para garantizar los Derechos Humanos.  El abolicionismo como tendencia a suprimir todo el sistema penal. Postula que puede ser reconocida como abolicionista, ya que las otras dos sólo son “reformadoras” Máximo Pavarini distingue tres movimientos abolicionistas: 1. Abolicionismo Penal Radical: orientado a la desaparición del sistema de justicia penal. 2. Abolicionismo Institucional: circunscribe su objetivo a las cárceles, hospitales psiquiátricos judiciales, etc. 3. Reduccionismo Penal: tiende a limitar esta área del Derecho, o restringir su alcance. Presupuestos del abolicionismo 1. Es una forma de pensar: incluye en sus fundamentos al Cristianismo, al Neoliberalismo, al Anarquismo y a algunas nociones funcionalistas de Durkheim. 2. No es una teoría. Es una postura definida frente al control, un movimiento social. 3. Es una crítica del Derecho y de la Justicia Penal, porque parte de su inutilidad y de sus características violentas. 4. No busca extirpar los problemas constituidos y generados por el sistema penal. 5. Su argumento: las condiciones de y en las cárceles. 6. Su finalidad no es evitar conflictos sino concienciar a las personas para que hagan frente a los problemas, entendiéndolos como parte integral de sus vidas. 7. La abolición del sistema penal no tiene por fin hallar solución a todos los inconvenientes de la sociedad. 8. El punto de mira más importante es el poder centralizado que decide o interpreta lo justo y lo correcto. Otros presupuestos:  El delito no existe antológicamente. No es objeto, sino producto de la Política Criminal.  Muchos comportamientos delictivos revisten menor gravedad que conductas no tipificadas como tales.  Los delitos no siempre han permanecido como tales en las legislaciones, son relativos, lo que hoy es sancionable puede no serlo mañana.  Es la ley la que dice donde hay un crimen, es la ley la que crea al criminal. - 98 -

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 El abolicionismo no persigue la desaparición de todas las formas de control social, sino a “las represivas” que actúan sobre el psiquismo “deteniéndolo”.  Todos los seres humanos somos iguales, y la igualdad incluye la diversidad, que suele ser excluida por la práctica y el discurso institucional.  El Aparato Oficial de Justicia puede entrar en juego para solucionar los conflictos sólo cuando los instrumentos o medios naturales sean impotentes. Críticas relacionadas al Sistema Penal en general:  No funciona como lo quisieran los principios que quieren legitimarlo.  Degrada al género humano, lo coloca en situación de inferioridad.  Se apoya en un pretendido consenso enteramente irreal.  Juega religiosamente con la culpabilidad.  Fabrica culpables, porque siempre se pone en marcha contra alguien.  Crea y refuerza las desigualdades sociales.  La víctima pierde el control del suceso una vez iniciada la acción pública.  Es un mal social, daña y no resuelve problemas. Criticas relacionadas con la creación de la ley  Los políticos que hacen las leyes obran normalmente en un plano abstracto.  El centro de atención debe ser aquel lugar en el que es definido el delito. Principios relacionados con la aplicación de la ley  La inhumanidad del Sistema penal proviene de la situación recíproca de inculpado o agentes que tienen que ver con él.  Es necesario desmitificar la figura del policía, el juez y el carcelero, como representantes del bien y del orden.  Dentro del sistema penal no se escucha verdaderamente a las personas implicadas.  El sistema penal estigmatiza.  El castigo corporal no ha desaparecido.  El sistema penal tiene efectos contrarios a los que debería tener.  Quienes van a la cárcel son siempre los mismos: los débiles y desamparados.  A pesar de que las legislaciones hablan de la “reinserción social” del condenado, el sistema penal en la práctica “es enteramente represivo”.

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“La cuestión Criminal”; Zaffaroni La academia, los medios y los muertos. Si nos quedamos en el plano del análisis local perdemos lo más profundo de la cuestión, porque miramos a las piezas sin comprender las jugadas del tablero de un ajedrez macabro. Vivimos un momento de poder planetario que es la globalización. Cada momento en este curso planetario fue marcado por una revolución, la mercantil en el siglo XIV, la industrial en el siglo XVIII y la tecnológica ahora en el siglo XX. Nos hallamos con la publicidad mediática de las corporaciones mundiales y su discurso único de represión indiscriminada hacia los sectores más pobres o excluidos, y por otro lado, con el discurso de los académicos, aislados en sus ghettos y hablando en dialecto. Se dice también que la única verdad es la realidad y en el caso de la cuestión criminal, la única realidad son los muertos, aquellos que quedan mudos, porque suele afirmarse que los muertos no hablan, pero los cadáveres dicen muchas cosas que se ocultan. A lo largo de la explicación se verán tres etapas, lo que se fue diciendo a lo largo de la historia y lo que nos dice ahora la academia, lo que dicen los medios masivos de comunicación y lo que dicen los muertos. ¿Quién sabe de esto? ¿Quién se ocupa de la cuestión criminal? La primera reacción es ver hacia la facultad de derecho. La idea de que el penalista es el más autorizado para proporcionar los conocimientos científicos acerca de la cuestión criminal es una opinión popular pero no científica. Es necesario distinguir dos ámbitos del conocimiento que son muy diferentes, aunque suelen confundirse: el del penalista y el criminológico, o sea, el derecho penal y la criminología. ¿Qué hacen los penalistas? Ante todo son juristas, abogados. El derecho se divide en ramas: civil, comercial, laboral, administrativo, constitucional, etc., y cada día se especializa más y más. Hoy no hay nadie que maneje todo el derecho en profundidad, como no hay ningún médico que domine todas las especialidades. El derecho penal es una de esas ramas que se ocupa de trabajar la legislación penal, para proyectar lo que llamamos doctrina jurídico-penal, es decir para proyectar la forma en que los tribunales deben resolver los casos de manera ordenada, no contradictoria. La fuente principal de la ciencia jurídico-penal de hoy, es decir, de la dogmática jurídica aplicada a la ley penal, es la doctrina de los penalistas alemanes.

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El delito es una conducta típica, antijurídica y culpable. O sea, ante todo debe ser una acción humana, es decir, dotada de voluntad. En segundo lugar, debe estar prohibida por la ley, o sea, que cada tipo es la descripción que la ley hace de un delito: matar a otro, apoderarse de una cosa mueble ajena, etc. En tercer lugar, no debe estar permitida, como sucede en caso de legítima defensa o de estado de necesidad. Por último, debe ser culpable, o sea, reprochable al autor: no lo es cuando éste no sabía lo que hacía, estaba loco (inimputable), etc. La legalidad, por ejemplo, que impide que se imponga pena por algo que no está estrictamente descripto en una ley anterior al hecho, o como la lesividad, que requiere que en todo delito haya un bien jurídico lesionado o puesto en peligro. Pero, el penalista se ocupa de estudiar la ley, no la realidad. De esto se ocupa la Criminología precisamente, donde convergen muchos datos que provienen de diferentes fuentes: sociología, economía, antropología, disciplinas psi, historia, etc., que tratan de respondernos qué es y qué pasa con el poder punitivo, con la violencia productora de cadáveres, etc. El poder punitivo y la verticalización social. Todo grupo humano conoció siempre dos formas de coerción. Una es la coerción que detiene un proceso lesivo en curso o inminente, y el otro es la coerción que se practica para reparar o restituir cuando alguien causó un daño. Estas dos formas de coerción resuelven los conflictos: una porque evita el daño, otra porque lo repara. Pero cuando en la coerción reparadora alguien que manda dice “el lesionado soy yo”, y aparta al que realmente sufrió la lesión, allí es cuando surge el poder punitivo, o sea, cuando el cacique, rey, señor, autoridad o quien sea, reemplaza a la víctima, la confisca. La característica del poder punitivo es, pues, la confiscación de la víctima, o sea, que es un modelo que no resuelve el conflicto, porque una de las partes (el lesionado) está, por definición, excluida de la decisión. Lo punitivo no resuelve el conflicto sino que lo cuelga, como una prenda que se saca del lavarropas y se tiende en la soga hasta que se seque. Encerramos al agresor un tiempo y lo soltamos cuando el conflicto se secó. Es cierto que podemos matarlo, pero en ese caso no haríamos otra cosa que dejar el conflicto colgado para siempre. A la víctima no le reponemos nada, no le pagamos el tratamiento, el tiempo laboral perdido, nada. Lo punitivo se comporta de modo excluyente, porque no sólo no lo resuelve sino que también impide o dificulta su combinación con otros modelos que lo resuelven. El modelo punitivo no es un modelo de solución de conflictos, sino de decisión vertical de poder.

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El modelo reparador es de solución horizontal y el punitivo de decisión vertical. Hubo una sociedad que se verticalizó con mucha fuerza, la romana. Había un único crimen al que aplicaban el modelo punitivo, la tracción, colgando al traidor de un árbol. ¿Pero por qué hay que darle importancia a Roma? Precisamente porque la historia sigue, el poder punitivo desapareció casi por completo, hasta que un día a los señores se les ocurrió que era buen negocio confiscar a la víctima, y que también servía para reforzarles el poder, y volvieron a las andadas haciendo renacer al poder punitivo en los siglos XII y XIII europeos, y lleva ya casi mil años, verticalizó a las sociedades europeas, les dio estructura corporativa, en forma de ejército y se lanzaron a colonizar a todo el planeta. La verticalización europea había comenzado un poco antes de los siglos XII y XIII, o sea, alrededor del año 1000 cuando todas las leyes locales que iban surgiendo tímidamente regularon las relaciones familiares y sexuales de manera detalladísima, más que la propiedad. Así nació la ciencia jurídico-penal, con supuestos comentarios al Digesto. ¿Y qué era el famoso Digesto? Nada menos que una colección de antiguas leyes romanas, recolectadas por encargo del emperador Justiniano, que nunca fue emperador en Roma sino en Constantinopla, cuando ya el imperio de Occidente –o sea, Roma– había caído en poder de los germanos. La ciencia jurídico-penal nació, pues, importando de Constantinopla los llamados libris terribilis del Digesto. Por supuesto que quienes debían legitimar esas leyes atroces no podían confesar que el poder punitivo sirve para verticalizar y colonizar, por lo que siempre se trató de encontrar alguna justificación para cada ley penal, basada en una necesidad fundada en hechos del mundo real. El poder punitivo ya no desapareció, pero quedó limitado a su función interior, apuntalando una sociedad inmóvil. Todo lo que se diga en criminología es político, porque siempre será funcional o disfuncional al poder, lo que no cambia, aunque quien lo diga lo ignore o lo niegue. ¿Pero qué quiero decir con que la Edad Media no ha terminado? Por un lado que somos hoy un producto de aquel poder punitivo que renació en la Edad Media y permitió a los colonizadores europeos ocupar América, África y Oceanía, esclavizar, diezmar y hasta extinguir a los pueblos originarios, transportar a millones de africanos, avanzar sobre el mundo con masacres y depredación colonialista y neocolonialista. Pero, por otro lado, quiero decir que los discursos legitimantes del poder punitivo de la Edad Media están plenamente vigentes, hasta el punto de que la criminología nació como saber autónomo en las postrimerías del Medioevo, y fijó una estructura que permanece casi inalterada y reaparece cada vez que el poder punitivo quiere liberarse de todo límite y desembocar en una masacre.

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La reaparición del poder punitivo y el surgimiento de la inquisición cambiaron todo. Según Foucault todo el saber adoptó el método del interrogatorio violento. En ese mundo macizo pero perfectamente definido no había posibilidad de neutralidad, o se estaba con Dios, o con Satán. Pero el poder de Satán y sus muchachos fue muy estudiado y teorizado por los encargados de la Inquisición, que fueron los dominicos, orden fundada por Santo Domingo de Guzmán, pero también conocidos como perros del Señor (canes del Dominus). Estos fueron los primeros criminólogos, como estudiosos de la etiología u origen del mal. Es claro que no se llamaron criminólogos sino demonólogos. Casi ningún criminólogo acepta ese origen, porque no es una buena partida de nacimiento; prefieren considerarse herederos del Iluminismo o incluso del siglo XIX, y olvidar el nombre de los viejos demonólogos, a los que nadie menciona. Los juristas pretendían que la pena hacía pagar la deuda del delito. Si el crimen resultaba de una elección libre, había que retribuir el mal con el mal. La idea de culpa dominaba sus lucubraciones. Les recuerdo que culpa y deuda son sinónimos. La estructura inquisitorial. Lo que permanece del discurso inquisitorial o demonológico no es el contenido, sino justamente el programa, la estructura. Por supuesto que el poder punitivo no se dedica a eliminar el peligro de la emergencia, sino a verticalizar más el poder social, la emergencia es sólo el elemento discursivo legitimante de su desenfreno. Esto se verifica a lo largo de unos ochocientos años de sucesivas emergencias, algunas de las cuales implicaban cierto peligro real, pero nunca el poder punitivo eliminó ninguno de eso peligros. El instrumento discursivo que proporciona la base para crear un estado de paranoia colectiva sirve para que quien opera el poder punitivo, lo ejerza sin ningún límite y contra quienes molestan. La inquisición romana tuvo su esplendor en los tiempos feudales, pero cuando los estados nacionales se organizaron como fuertes monarquías, éstas reclamaron para sí sus poderes punitivos y se los fueron quitando al Papa, de modo que la tarea de quemar mujeres pasó a ser desempeñada por jueces estatales dependientes de los monarcas y príncipes, algunos de los cuales no menguaron en su entusiasmo por la combustión. Se siguieron quemando mujeres hasta el siglo XVIII, pero por los estados, en tanto el Papa ya no se ocupaba de las mujeres sino de los luteranos y reformados. Desde el siglo XV, o sea, con la llamada contrarreforma, la inquisición romana se dedicaba a estos últimos y no ponía ningún énfasis en las mujeres. - 103 -

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El delirio estaba muy bien sistematizado, y es la primera vez en la historia que se construyó una obra que integró en un sistema armónico la criminología con el derecho penal, con el procesal penal, y con la criminalística. Algunos datos sobre el crimen, principalmente relacionados a los tiempos inquisidores:  El crimen que provoca la emergencia es el más grave de todos.  La emergencia sólo puede combatirse mediante una guerra, o sea que el lenguaje no puede menos que ser bélico.  Su frecuencia es alarmante, en nuestro país hay más crímenes que en cualquier otro.  El peor criminal es quien duda de la emergencia. Cuando alguien pide números y duda de la gravedad y frecuencia corre serios riesgos, porque se erige en enemigo, no de la sociedad ni de la humanidad, sino del que ejerce el poder punitivo.  Debe neutralizarse cualquier fuente de autoridad que diga lo contrario. Y se puede dar tres tipos de respuestas para cumplirlo: a) la fuente es falsa, b) la fuente es verdadera pero se refiere a otra cosa, c) o se la interpreta mal.  La valoración de los hechos se invierte por completo. (Alquimia moral)  El delirio sirve de coartada para encubrir muchos delitos.  Las imágenes rectoras son inmaculadas: esto lo llevaban al extremo de sostener que los ángeles y Jesús no completaban el proceso alimenticio o sea, que no defecaban, sino que disolvían el alimento en el estómago. La pureza de los líderes es algo que se cuida con singular esmero.  Los enemigos son inferiores. La misoginia del malleus, la mujer es inferior biológica y genéticamente.  La inferioridad puede extenderse: las hijas de las brujas tenían predisposición a la brujería.  Las víctimas no deben colocarse en situación de vulnerabilidad, porque los vicios favorecen la acción de Satán. Es necesario vivir en orden para cuidarse del enemigo.  Es una regla invertebrada que el poder punitivo descontrolado quiere un mundo regular y gris, aburrido, que pueda controlar sin problemas.  Los inquisidores niegan los daños colaterales afirmando que no hay terceros inocentes sino que siempre el castigo es merecido, aunque se fundan en un dogma: por algo será.  Los inquisidores son infalibles y más si son puros.  Los inquisidores no admiten errores, quien es condenado es culpable, y la condena es prueba suficiente, nunca hubo un error y todas las mujeres quemadas eran brujas.  Se eximen de toda ética frente al infractor: pueden prometer de todo y después no cumplirlo. La inferioridad de la bruja les autoriza eso. - 104 -

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 Los inquisidores son inmunes al mal que combaten: Satán no puede engañarlos a ellos porque Dios no lo permitiría.  El mal tiende a prolongarse. Las parteras eliminaban a niños no bautizados para que no se complete el número de elegidos y se postergue el juicio final.  La creencia en el poder de las brujas era un prejuicio de la época.  El malleus garantiza la reproducción de clientela: a la mujer no se la torturaba para que confesara, sino para que revelara el nombre de sus cómplices, y la mera mención de un nombre bajo tortura autorizaba a torturar también a la persona nombrada. Wier postuló que las brujas eran melancólicas y Satán se aprovechaba de su vulnerabilidad. Esta novedad que introdujo Wier es muy interesante, porque da lugar a lo que hoy subsiste, se llaman medidas de seguridad. El poder punitivo puede liberarse de límites argumentando de varias maneras, y en esto nunca se queda corto, pues el ingenio perverso que caracteriza a sus discursos legitimantes es inusitadamente fértil. Uno de ellos consiste en ocultar o disimular su propio carácter punitivo, lo que se sigue haciendo mediante el expeditivo recurso de dejar de llamar penas a las penas. Wier propuso una variante consistente en que a las bujas se las sacase del campo de los juristas y de los inquisidores y se las dejase en manos de los médicos, de modo que estos las pudiesen meter en los manicomios, que eran en su tiempo asilos infectos, peores que las cárceles, donde no sobrevivirían mucho tiempo. Es interesante observar que hasta hoy en el derecho penal se discute si la pena se fija por la culpabilidad o por la peligrosidad, aunque se disimule la terminología tratando de combinar parches contradictorios. Siempre hubo rebeldes y transgresores. En el siglo XVI ya no se ocupaban tanto de las brujas sino que la inquisición se utilizaba para garantizar la verticalización al servicio del rey, luego el cardenal español que fue elegido Papa, utilizó los mismos métodos para combatir a los reformados y sus herejías. Sin embargo, no todos estaban tan locos, pues algunos escribían contra esta práctica. El gran rebelde fue Friedrich Spee, que en 1631 publicó un libro destinado a destruir al Malleus y a los doctrinarios que legitimaban la combustión de mujeres por brujería. Su libro fue el Cautio Criminalis, o sea, cautela o prudencia criminal. Spee no anduvo con vueltas y no se enredó en discusiones sobre el poder de Satán ni de las brujas, y dice que no discute su existencia, pero afirmando que nunca conoció a - 105 -

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ninguna, y que no había bruja alguna entre las mujeres que había confesado antes de ser quemadas. Por el contrario, afirma que con el procedimiento inquisitorial cualquiera podía ser condenado por brujería. En las discusiones sobre las actuales andanzas de Satán, no tiene sentido discutir si la cocaína es dañina, porque no cabe duda de que lo es, lo importante es mostrar que la pretendida guerra a la cocaína provocó cuarenta mil muertos en México en los últimos cuatro años. Spee se preguntaba cómo era posible que sucediesen las aberraciones, en primer lugar lo atribuye a la ignorancia de la población, es decir, a la desinformación, a la criminología mediática de su tiempo, cargada de prejuicios que se reforzaban desde las plazas y los pulpitos. Seguía atribuyendo culpas a los príncipes, que de ese modo podían cargarles todos los males a Satán y a sus muchachas, pero porque no contralaban a sus subordinados, a quienes dejaban hacer a gusto. Esto hoy lo llamamos autonomización policial, o sea permitir que la corporación policial actúe fuera de todo control político, para lo cual se le asignan ámbitos de recaudación autónoma, también señalados por Spee. Lo que cabe destacar como más significativo de este texto es que, así como el Malleus fijó la estructura del discurso inquisitorial, la Cautio Criminalis (cautela o prudencia criminal) lo hizo con el discurso crítico. En efecto, cualquier discurso crítico del poder inquisitorial y punitivo desde 1631 hasta la fecha, destaca: 1. El incumplimiento de sus fines manifiestos por el poder punitivo, 2. La función de los medios de comunicación, 3. La de los teóricos convencionales legitimantes, 4. Su conveniencia para el poder político o económico, 5. La autonomización policial, y 6. La corrupción o recaudación autónoma. El libro de Spee se publicó sin nombre, pero molestaba a muchos príncipes, domínicos, policías y jueces, y hasta los mismos jesuitas que, si bien no quemaban mujeres, utilizaban los mismos procedimientos contra los luteranos. En 1701, Thomasius defendió públicamente su tesis Dissertatio de Crimine Magiae, en la que desbarata los disparates del Malleus. Esta tesis fue traducida al alemán, y así alcanzo gran difusión, y fue con Thomasius que se anunció el Iluminismo y, como si fuese poco, sentó las bases para una adecuada distinción entre moral y derecho (pecado y delito), aunque hasta hoy pululan muchos que se niegan a comprenderla y que, sin duda, si bien nuestra civilización muestra cada día más defectos, es una de sus mejores conquistas. - 106 -

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Las corporaciones y sus luchas. Pero en los años transcurridos entre la Cautio y la Dissertatio (1631 y 1701) se estaba profundizando otro fenómeno que se acentuaría en el curso del siglo XVIII, que fue el surgimiento del sujeto público. En el Estado Absoluto, el Señor ejercía el poder de vida y muerte, que en realidad era sólo poder de muerte, pues la vida no podía dar. Par matar o dejar vivir no se necesitaba mucha especialización, porque por lo general matar es una operación bastante sencilla para el poder estatal, para ello no ha menester más que de un cuerpo de asesinos disimulados, elevados a funcionarios. Se formaron las corporaciones de sabios especialistas, cada una con un saber propio expresado en un dialecto sólo comprensible para los iniciados, es decir, para los que pertenecen a la respectiva corporación y por ende, inaccesible al vulgo de extraños a ésta. Siempre hay discursos sobre este poder, pero sólo algunos se vuelven hegemónicos o dominantes, porque algún sector social al que le resulta funcional lo adopta y lo impulsa. Esto tiene lugar cuando hay una dinámica social más o menos acelerada, o sea, cuando surge un conflicto interno en la sociedad y un sector de cierta importancia quiere deslegitimar el discurso del poder del sector al que tiende a desplazar o frente al cual quiere abrirse un espacio. Como no existe poder sin discurso, resultaba funcional a las nuevas clases en ascenso asumir otro discurso acerca del poder punitivo, y por ende debían procurarlo en otras corporaciones diferentes de las que lo habían monopolizado hasta se momento. Así nació el Iluminismo, el siglo de las luces o de la razón, y el llamado derecho penal liberal a su amparo. El utilitarismo disciplinante. En general, el Iluminismo penal se nutrió de dos variantes opuestas, aunque muchas veces coincidentes en sus resultados proactivos: el Empirismo y el Idealismo. Con el permiso de los más finos historiadores de la filosofía, se puede decir que hubo en el Iluminismo una convergencia de vías de conocimiento o acceso a la verdad, unos la buscaban mediante la verificación en la realidad material, y otros a través de la deducción de una idea dominante. En el campo criminológico esta doble corriente dio lugar a dos órdenes teóricas: el Utilitarismo Disciplinante y el Contractualismo. Los utilitaristas se basaban en que era necesario gobernar deparando la mayor felicidad al mayor número de personas. La cabeza más visible de esta corriente fue el inglés Bentham, quien concebía la sociedad como una gran escuela, en la que debía imponerse el orden, o sea que la clave era la disciplina, para lo cual el gobierno debía repartir premios y - 107 -

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castigos; como es obvio, los premios deparaban felicidad y los castigos el dolor, y como también es obvio, el ser humano sano debía preferir los premios y no los castigos con su dolor. Por eso, se abstendría de cometer delitos. Sin embargo se cometían delitos, lo que indicaba que el infractor no estaba bien, o sea que no era suficientemente ordenado, dado que elegía el dolor. Para Bentham, el delito pone de manifiesto un desequilibrio, producto del desorden personal del infractor, que debe ser corregido. Para eso proyectó la prisión llamada panóptico, con su estructura radial, para que el preso sepa que será observado desde el centro y por mirillas en cualquier momento. De este modo, se le introduciría el orden, y al final resultaría su propio vigilante, es decir, que se comería al guardián (introyectaria). El disciplinamiento debía llevarse a cabo en la medida del talión, o sea, de un dolor equivalente al provocado con el delito. La obsesión por la retribución exacta llevó a Bentham a proyectar una máquina de azotar, para que la intensidad del dolor fuese pareja y no quedase librada al arbitrio del verdugo. Pero a comienzos del siglo XIX las leyes eran proyectadas por penalistas, y cuando estos tomaron la idea de Bentham, acabaron haciendo códigos penales con penas fijas y largas tablas de agravantes y atenuantes. Los panópticos nunca funcionaron como era esperado, pues pronto los presos se las ingeniaron y la superpoblación permitió que la vista se interrumpiese. Los utilitaristas no admitían que existiese ningún derecho natural anterior a la sociedad, y sobre el que ésta no pudiese avanzar. Los derechos debían ser respetados únicamente porque su lesión hubiese provocado más dolor que felicidad. Los Contractualismos. Los discursos acerca de la cuestión criminal provenían de las corporaciones de filósofos de primera línea, se apoyaban en una criminología, partían de cierta concepción del delito y del delincuente y, por lo tanto, atribuían el origen del delito a algunas razones y propugnaban penas dirigidas a eliminarlo o reducirlo. Como buen positivista, Ferri se consideraba el abanderado de los dueños de la ciencia, afirmando que antes de él y sus muchachos no había habido más que metafísica y charlantismo. En conjunto implicaron una fuerte corriente crítica al ejercicio arbitrario del poder punitivo, fundada en la experiencia de las arbitrariedades y crueldades de su tiempo, dominado por las noblezas. El contrato era para ellos una metáfora, una figura de la imaginación para representar gráficamente la esencia o naturaleza de la sociedad. Para ellos la sociedad era un organismo - 108 -

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natural, con un reparto de funciones que no podía alterarse ni decidir su destino por elección de la mayoría de sus células. Todo organicismo social, incluso los que renacen en el presente, es por esencia antidemocrático: las células que mandan son las del cerebro, y las de las uñas deben conformarse con su función. Para el racionalismo contractualista la sociedad no era nada natural, sino producto de un artificio, de una creación humana, o sea de un contrato que como tal podía modificarse e incluso rescindirse, como sucede con cualquier contrato cuando la voluntad soberana de las partes lo decide. En función de las ideas iluministas comenzaron a sancionarse códigos, es decir, que se derogaron las recopilaciones caóticas de leyes, y se trató de concentrar toda la materia en una única ley, redactada en forma sistemática y clara, conforme a un plan o programa racional. De este modo se procuraba poner claridad, y que todos supiesen en base a la ley previa qué era lo prohibido y lo no prohibido, sustrayéndolo a la arbitrariedad de los jueces. Los revolucionarios franceses quisieron llevar esto hasta el extremo de reemplazar las oraciones en las escuelas por el código penal, para que todos lo supiesen de memoria. En cuanto al proceso, los juicios se volvieron públicos. Foucault resalta el cambio: en el antiguo régimen los juicios eran secretos y las ejecuciones públicas, desde fines del siglo XVIII los juicios pasaron a ser públicos y las ejecuciones secretas. Pero no deja de ser importante la reducción de la pena de muerte y supresión de las penas corporales. Hasta ese momento se hablaba de las penas naturales, o sea que, además de los azotes, había una supervivencia de la pena en el órgano que se había usado en el hecho: la lengua del perjuro, la mano del ladrón, y en la violación, a deducir. A partir del siglo de la razón, la columna vertebral de las penas pasó a ser la privación de la libertad. Contra lo que usualmente se cree, la prisión es un invento europeo bastante reciente y difundido sólo por el neocolonialismo, pues con anterioridad al siglo XVIII se la usaba para deudores morosos y como prisión preventiva. También la unificación de las penas facilitaba su medida, superaba el caos, precio de las penas naturales, y permitía medirlas a todas en tiempo. Quien viola un contrato debe indemnizar, si no cumplo con el contrato social y cometo un delito, debo indemnizar, pero con lo que puedo ofrecer en el mercado, o sea, con mi capacidad de trabajo, de ahí que la pena me impida ofrecer mi fuerza de trabajo.

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Los contractualismos se vuelven problemáticos. Los contractualistas se ocupaban de imaginar y programar al Estado, y la cuestión criminal les resultaba central, porque lo que planificaban conforme a sus concepciones era el poder mismo. Allí se enfrentaron el contractualismo de Hobbes con el de Locke. Para Hobbes el origen de la sociedad se hallaba en un contrato celebrado entre unos sujetos que tenían las manos ocupadas con garrotes para matarse. En cierto momento, se habrían dado cuenta de que no era buen negocio lo que estaban haciendo y se pusieron de acuerdo en darle todo el poder a uno de ellos, para que terminara la guerra de todos contra todos. Hobbes no aceptaba ningún derecho de resistencia a la opresión, aunque no explicaba qué pasaría cuando el depositario del poder se moviese, ejerciéndolo conforme a la natural tendencia a la ambición de poder y gloria, y desconociese cualquier límite legal impuesto por el contrato. Para Locke el contrato era diferente, pues antes de su celebración había un estado de naturaleza en que los humanos tenían derechos, pero no estaban asegurados, por lo que decidieron celebrar el contrato como garantía. Para esto entregaron el poder a alguien, pero lo dejaron sometido al contrato. A este lo deben obedecer aunque no les guste que lo haga, pero cuando viola el contrato y niega esos derechos anteriores reintroduciendo el estado de incerteza previo, allí tienen el derecho de resistencia al opresor. Para conservar el contrato y no volver al estado de guerra, Kant sostenía la necesidad de la pena talional, con lo cual tenía por curiosa vía a coincidir con la medida de la pena de los utilitaristas. Entre las cosas que hizo Feuerbach en su vida, se destaca su código para Baviera de 1813, el cual Carlos Tejedor tomó como modelo al crear el código penal argentino. ¿Contractualismo o socialista? Marat escribió un plan de legislación criminal, antes de la revolución, cuando andaba necesitado de dinero. Su plan parte de la base de que el talión es la pena más justa, pero afirma que fue establecida en el contrato social cuando se repartió equitativamente entre todos, pero que luego unos se fueron apropiando de las partes de otros, y unos pocos se quedaron con la mayoría. Así para Marat, el talión dejaba de ser una pena justa, pues sólo lo era en una sociedad justa, que había desaparecido. Volviendo al contractualismo, lo cierto es que era muy funcional a la clase de los industriales en ascenso, pero sus posibilidades eran demasiado amplias. Por debajo de esa clase, quedaba la mano de obra industrial que se iba concentrando en las ciudades - 110 -

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No todos son gente como la gente. El contractualismo también podía convertirse en algo peligroso para la propia clase que lo impulsaba, que defendía la igualdad, pero que también empezaba a distinguir entre los más y los menos iguales, a medida que no sólo se iban considerando a sí misma la mejor y más brillante de Europa, sino de todo el planeta. En esta tarea académica pueden distinguirse dos momentos, que fueron 1) el hegelianismo penal y criminológico 2) el positivismo racista. El primero fue un máximo esfuerzo –altamente sofisticado– del pensamiento idealista, en tanto que el segundo rompió con todo y se desprendió de toda racionalidad. El avance se daba en la historia dialécticamente, o sea, “tríadicamente”, por tesis, antítesis y síntesis. En esta última las dos anteriores desaparecían y se conservaban. Había, pues, un momento de “espíritu subjetivo” (tesis) en que el ser humano alcanzaba la autoconsciencia y con ella la libertad, contrapuesto a otro del “espíritu objetivo” (antítesis) en que dos libertades se relacionaban. Y, finalmente, ambos se sintetizaban en el “espíritu absoluto”. Pero, lo cierto es que su consecuencia práctica es que quien no tiene autoconsciencia no es libre y no puede pasar al momento objetivo, o sea, que su conducta no es “jurídica”. Más aún: los hegelianos sostenían que la conducta “no libre” no era conducta para el derecho. Por ende, los criminólogos y penalistas concluían fácilmente que los seres humanos se dividen en “no libres” y “libres”, y el derecho era patrimonio de estos últimos. Pues bien: cuando un “no libre” lesionaba a otro no cometía un delito, sino que operaba sin ninguna relevancia jurídica, porque no realizaba propiamente una conducta. El efecto práctico era que a los “libres” se les retribuía con penas proporcionadas a la libertad con que habían decidido el hecho, o sea, con límites; en tanto, a los “no libres” que causaban daños sólo se los podía someter a “medidas” de seguridad, que no eran penas y, por lo tanto, no admitían la medida máxima de su culpabilidad o libertad, sino únicamente la del peligro que implicaban para los libres. ¿Quiénes eran los “no libres” para los penalistas hegelianos? Ante todo los locos, pero también los delincuentes reincidentes, multi-reincidentes, profesionales y habituales, porque con su comportamiento demostraban que no pertenecían a la “comunidad jurídica”, o sea, que no compartían los valores de los sectores hegemónicos. Los “no libres”, en definitiva, eran los que no podían considerarse “gente como uno” o “gente como la gente”, sino sólo tipos peligrosos. La pena con límites quedaba reservaba a los de esa clase o a quienes se les - 111 -

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parecían; a los “diferentes” (locos, patibularios y “molestos”) que no eran libres, como no realizaban conductas humanas, se los sometía a penas sin límites a las que se rebautizaba como “medidas”. En cuanto a los territorios extra europeos poblados por salvajes, podían ser ocupados porque eran peligrosos para el “espíritu” y, además, colonizarlos era el modo de introducirlos en la historia, de llevarles el “espíritu”. Para Hegel el poder punitivo se explicaba por una vía deductiva, que no admitía ninguna verificación en el plano de la realidad. Al igual que el meticuloso Kant, su legitimación no se contaminaba con ningún dato del mundo real. Para Hegel el delito era la negación del derecho; la pena era la negación del delito; como la negación de la negación es la afirmación, la pena era la afirmación del derecho. Y punto. El salto del contrato a la biología. En el orden planetario, las relaciones del centro con la periferia exigían la eliminación del sistema esclavócrata, porque la integración demandaba mayor nivel tecnológico en la periferia y, además, Gran Bretaña (que disponía de mano de obra gratuita en la India) se erigió en campeona del anti-esclavismo y ejercía la policía de los mares. La “ciencia” era la nueva “ideología” dominante. La clase otrora en ascenso había pasado a detentar en Europa la posición dominante y la consideraba “natural”, de modo que el artificio del contrato no sólo le resultaba inútil sino peligroso. El nuevo paradigma que convenía a esas clases era el del organismo, aunque no el anticuado (basado en la “mano de Dios”), sino uno nuevo, fundado en la “naturaleza” y revelado por la “ciencia”. La policía era institución relativamente nueva en el continente europeo, aunque no tan nueva fuera, porque era la misma fuerza de ocupación territorial usada para colonizar. Esto suena raro, porque no se tiene en cuenta que, en definitiva, nunca hubo verdaderas guerras coloniales, sino operaciones de ocupación policial de territorio. Ni siquiera en el colonialismo del siglo XV hubo tales guerras. Tampoco las hubo con el neocolonialismo del siglo XIX, pues la enorme superioridad técnica de los colonizadores impedía hablar propiamente de guerras. Los poderes de las policías europeas aumentaban en paralelo con los reclamos de los sumergidos urbanos, pero carecían de un discurso legitimante. Desde los tiempos de Wier, los médicos estaban ansiosos por manotear la hegemonía del discurso de la cuestión criminal, en particular los psiquiatras, pero carecían de prestigio social, pues trabajaban en lugares infectos y en contacto con seres indeseables y sucios. El cambio señalado por Foucault (con la publicidad del juicio) determinó que despertasen interés, pues comenzaron a ser llamados a los grandes procesos públicos como

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peritos, lo que los proyectó a la fama mediática y la “gente bien” dejó de pasarse de acera al verlos venir. Como la policía tenía poder sin discurso y los médicos discurso sin poder, era inevitable una alianza, que es lo que se conoce como “positivismo criminológico”, o sea, el poder policial urbano legitimado con discurso médico. Pero el discurso médico no se agotaba en los malévolos y molestos, sino que era un mero capítulo dentro del gran paradigma que empezaba a instalarse: el del reduccionismo biologicista racista. Hubo dos principales versiones del racismo, que podemos denominar “pesimista” y “optimista”. La versión pesimista es la que afirma que hubo una raza superior que luego se fue degradando por mezclarse con una suerte de monas que encontraron en el camino, y dieron por resultado una decadencia de la especie. Esta es la fábula de la raza “aria” superior. Pero este racismo pesimista no servía para el nuevo momento de poder mundial, que necesitaba deslegitimar la esclavitud pero justificar el neocolonialismo, predicar el liberalismo económico pero controlar policialmente a los excluidos en el centro. El pobre Darwin carga hasta hoy con el peso del llamado “darwinismo social”, cuando en realidad fue Spencer quien lo concibió. Partiendo de que en la geología y en la biología todo avanza con propulsión a catástrofes, afirma que lo mismo sucede en la sociedad, y que los seres humanos que sobreviven son los más fuertes y de ese modo todo va evolucionando, incluso el ser humano en la historia. El control de los insubordinados por medio de la policía parecía ser la principal función del estado para nuestro amigo ferroviario. En cuanto al neocolonialismo, afirmaba Spencer, que los ocupados son seres humanos inferiores pero, a diferencia de los “pesimistas”, no se debe a que hayan decaído, sino a que aún no evolucionaron. Por eso no tienen moral, no conocen la propiedad, andan medio desnudos y son sexualmente muy “frecuentes”. La conclusión práctica era que se podía dominar pero no esclavizar a los colonizados. Pero con el neocolonialismo también se lanzaron a la empresa incluso quienes nunca lo habían hecho con las más funestas consecuencias humanas. El spencerianismo fue el reduccionismo biologicista llevado a lo social, que sirvió de marco ideológico común al neocolianismo y al saber médico que legitimó el poder policial con el nombre de positivismo criminológico, que bien podría llamarse apartheid criminológico. Comienza el apartheid criminológico. Los positivistas llamaron “criminalidad” al conjunto de presos, que era a lo único a que tenían acceso, porque los muchos más que cometían delitos y quedaban impunes les eran desconocidos, o sea que su “laboratorio” (por así llamarlo) se limitaba al estudio de quienes se encontraban enjaulados. - 113 -

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Lombroso era un investigador serio que, en definitiva, tuvo muy poco que ver con el origen y las consecuencias de este capítulo trágico. De familia judía e hijo de un rabino, Lombroso no imaginó nunca las consecuencias de la corriente en que se movía, pero en realidad no inventó el reduccionismo biologicista y se limitó a encuadrar sus observaciones en el marco spenceriano, o sea, en el paradigma de su tiempo. El llamado “positivismo criminológico” se fue armando en todo el hemisferio norte y se extendió al sur del planeta, como parte de una ideología racista generalizada en la segunda mitad del siglo XIX. Empezó décadas antes de Lombroso, con los médicos que lanzaron las primeras teorías que pretendían exponer una etiología orgánica del delito –y, al mismo tiempo, la inferioridad de los colonizados– y terminó en los campos de exterminio nazistas. Bénedict Augustin Morel expuso en 1857 su “teoría de la degeneración”, según la cual, en razón de que la mezcla de razas humanas combinaba filos genéticos muy lejanos, daba por resultado seres inteligentes pero moralmente degenerados, desequilibrados, molestos. La “degeneración” de Morel fue un mito que siguió vigente incluso en la escuela psiquiátrica francesa de Argelia hasta la guerra de liberación. Antes de Morel, el inglés James Pritchard había expuesto su teoría de la “locura moral” en la línea que señalaba la inferioridad de los criminales y de los colonizados, afirmando que Adán había sido negro, y luego sus descendientes se habían ido blanqueando. Joseph Gall, consideraba que su cráneo era el normal y todos los otros anormales (frenología). Feré en 1888 afirmaba que la sociedad era biológicamente justa, pues provocaba una “sedimentación social de los degenerados”, que caían “naturalmente” hasta las clases más subalternas, y que la falta de protección a los no degenerados representaba una omisión de defensa social, es decir, que la defensa social debía ser contra los pobres. Alexandre Lacassagne atribuía el delito a modificaciones cerebrales del occipital, del parietal O del frontal: las del occipital eran las responsables de los crímenes primitivos de las clases bajas, las del parietal de los ocasionales e impulsivos de las clases medias, y las del frontal de los delincuentes alienados de las clases altas. José Ingenieros, profesaba una cerrada convicción racista, que puso de manifiesto en un horripilante artículo publicado en 1906 con el título “Las razas inferiores”, donde habla de “harapos de carne humana”, justifica la esclavitud, etc.; realmente, parece escrito en pleno brote psicótico de racismo agudo.

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La síntesis lombrosiana: bicho diferente. El ser humano les atribuyó a los animales virtudes y defectos humanos, y conforme a estos los clasificó y jerarquizó: el perro fiel, el burro torpe. Una vez establecidas estas clasificaciones humanas de los animales, hubo quienes pensaron que por la semejanza de algunos humanos con ciertos animales se los podía caracterizar psicológicamente. En el siglo siguiente, en 1876, Lombroso dio a luz la primera edición de “L’uomo delincuente”, en la que afirmaba que por los caracteres físicos se podía reconocer al “criminal nato” como una especie particular del género humano. ¿Cómo explicaba al “criminal nato”? Por su semejanza con el salvaje colonizado, aduciendo que las razas salvajes eran menos evolucionadas que la raza blanca europea. El “criminal nato” era producto accidental de una interrupción de este proceso, que hacía que en medio de la raza superior europea naciese un sujeto diferente y semejante al colonizado. Al igual que los salvajes, no tenían moral, pudor y demás, eran hiposensibles al dolor. Es bastante claro que Lombroso estaba infiltrado de claros elementos estetizantes. Hoy sabemos que la policía selecciona por estereotipos, y que éstos se forman a través de la comunicación, en base a prejuicios, en los que juegan un rol fundamental los valores estéticos, siguiendo la regla de asociar lo feo a lo malo. En definitiva, se reproduce el mecanismo de la “fisiognómica”: se define lo “feo”, se le asocia lo “malo” y se acaba seleccionando lo “malo” mediante lo “feo”. El error de Lombroso consistió en creer que esa fealdad era causa del delito, cuando en realidad lo era de la prisionalizacion. Pero no solo se ocupó de los criminales, sino también de los que avanzaban, o sea de los genios. Lombroso se ocupó también de los disidentes y escribió sobre los delincuentes políticos y sobre los anarquistas. Y para completar, tampoco dejó en paz a la mujer. Al igual que los inquisidores, la consideraba de menor inteligencia que el hombre. La estela del positivismo biologicista. El positivismo criminológico con su atavio de ciencia, chocaba frontalmente con el neotomismo fosilizado de los discursos confesionales, y así obtenía patente de pensamiento progresista, pero sus consecuencias prácticas eran mínimas. Ferri como penalista sostenía que la pena debía tener la medida de la peligrosidad que, lógicamente a falta de un peligrosimetro, median a ojímetro. El delincuente era para Ferri un agente infeccioso del cuerpo social al que era menester separar, con lo que convertía a los jueces en leucocitos sociales.

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Los criminólogos positivistas se dedicaron a recorrer prostíbulos y otros antros de la época y concibieron el concepto de mala vida. Como resultado de estas andanzas nada santas, los positivistas proponían leyes de “estado peligroso pre delictual”, o sea, que si se sabía que quien andaba en la “mala vida” habría de desembocar en el delito, lo más natural era detectarlo antes y meterlo preso. Si extremamos el planteo, el mismo delito no era más que un “síntoma” de la peligrosidad y, por lo tanto, tampoco tendría mucho sentido tener una parte especial del código penal como catálogo cerrado, porque siempre podían aparecer nuevos “síntomas”. No podía negar que se criminalizaba la decisión política, y que lo prohibido cambia de tiempo en tiempo y de sociedad en sociedad. Garófalo, inventor del delito natural, entre otras cosas, dice que el delincuente es el enemigo interno en la paz, como el soldado enemigo lo es en la guerra; prefiere la pena de muerte a la perpetua, porque es más piadosa y elimina el riesgo de fuga; afirma que hay pueblos degenerados que cumplen en lo internacional el mismo papel que los criminales natos en lo nacional, y otras muchas que no tienen desperdicio. ¿Cómo construía su delito natural? Afirmaba que, con la civilización avanzaba en refinamiento de los sentimientos de piedad y justicia, alcanzando su más alto grado en Europa, por supuesto, que se expresaba en la protección a los animales. Escribía esto mientras los sicarios de Leopoldo II mutilaban negros porque no les traían suficiente caucho. Pues bien, para Garófalo el “delito natural” sería la lesión al sentimiento medio de piedad o de justicia imperante en cada tiempo y sociedad. Así construía un cuadro de valores y subvalores lesionados en el que colocaba a los distintos delitos. Montero, rechazó la tesis de Garófalo, afirmando que no había ningún delito natural, sino que el Estado definía arbitrariamente los delitos, pero como había hombres determinados a realizar esas conductas, lo que el Estado debía hacer era protegerlos en instituciones a las que estos pudiesen acudir pidiendo ayuda. Para Le Bon, en multitud se neutralizaban las funciones superiores del cerebro y dominaba la paleo-psiquis, en otras palabras, la multitud hacía surgir en cada uno al criminal nato, regresivo. Un positivista dedicado a las multitudes, Scipio Sighele, aportó a que en varios códigos se incluyesen los delitos en masa y responsabilizan al líder. El positivismo restauró claramente la estructura del discurso inquisitorial: la criminología reemplazó a la demonología, y explicaba la “etiología” del crimen. El derecho penal mostraba sus “síntomas” o “manifestaciones” al igual que las antiguas “brujerías”. El derecho procesal explicaba la forma de perseguirlo sin muchas trabas a la actuación policial - 116 -

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(incluso sin delito). La pena neutralizaba la peligrosidad (sin mención de la culpabilidad), y la criminalística permitía reconocer las marcas del mal (los caracteres del “criminal nato”). Todo esto volvía a ser un discurso con estructura compacta, alimentado con los disparates del Nuevo tiempo histórico. Los crímenes de la criminología racista: campos de exterminio y eugenesia. En tiempos del viejo colonialismo también hubo racismo, aunque no con discurso científico. El racismo del neocolonialismo con su reduccionismo biologicista no podía menos que terminar muy mal. Mientras se lo usó para legitimar el poder del dominio colonialista y controlar a las clases molestas de los países centrales, fue funcional; pero estalló cuando se lo usó para legitimar un poder punitivo sin limitaciones dentro de la misma Europa, y por una potencia a la que se consideraba en la punta de la civilización. Los nuevos conductores nazistas que tomaron en su mano el poder punitivo, lo usaron para homogeneizar el frente interno, inventando un nuevo Satán (enemigo), y elevar al máximo el verticalismo social, con el objeto de preparar a la sociedad para la colonización de todo el planeta, siguiendo la lógica de que la verticalización siempre anuncia una colonización. Cuando se parte de que el ser humano es un ente puramente biológico, que estando mejor construido está destinado a usar a los otros humanos que salen defectuosos o pertenecen a series con menor sofisticación, no es nada difícil concluir que estos últimos pueden ser destruidos si obstaculizan a los más perfeccionados en su tarea de construir a otros aún mejores. El aniquilamiento de todas las razas inferiores y molestas es casi un corolario necesario de ese punto de partida. También lo es que no vale la pena mantener presos a los fallados internos que causan problemas a los aparatos más perfeccionados. No menos coherente resulta la eliminación de los que cuestan muchísimo dinero en los manicomios y asilos. Más aún, se explican estas consecuencias cuando esos recursos se consideran necesarios para sostener a los perfectos que ofrecen su vida en las trincheras en pos de la conquista del planeta. Por ende, resulta claro que los campos de concentración, de trabajo forzado y de exterminio, han sido legitimados con racionalizaciones provenientes del racismo positivista. Hay una historia que corresponde a la criminología del apartheid, pero que pocas veces se recuerda, ampliamente demostrativa de que el nazismo no inventó nada en el plano ideológico, que fue Inmensamente perverso, pero al mismo tiempo ínfimamente creativo; sólo quizás un poco ingenioso. Cuando se menciona la esterilización forzada de delincuentes y de deficientes real o supuestamente hereditarios, la contaminación de la sangre con razas inferiores, la prohibición - 117 -

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de matrimonios interraciales o mixtos, y otras aberraciones semejantes, inmediatamente se evoca al nazismo. Los médicos norteamericanos habían rechazado la tesis lombrosiana del criminal nato pero, al estudiar su población penal, encontraron lo que era obvio que hallarían: personas más débiles que la media y con menor cociente intelectual. Defectos de la alimentación en la primera edad, una generación mejor alimentada es más fuerte y, además, más linda, el resto es más torpe, y por ende presos por tontos. La conclusión es que no había criminales natos, pero que la criminalidad era resultado de fallas físicas y mentales, en su mayoría hereditarias. Pero Galton era, con todo, un tipo prudente. Su ciencia era una especie de religión que aconsejaba o desaconsejaba matrimonios, pero no pretendía hacer nada por la fuerza sino convencer acerca de las bondades de seguir sus consejos. Por eso su eugenesia se considera positiva. La pretendida verificación de los médicos acerca de fallas hereditarias causantes del delito; por otro con una sociedad muy compleja en que los habitantes originarios se hallaban rodeados de extraños con los que no se mezclaban. Estos extraños eran en primer lugar los afroamericanos liberados hacía pocas décadas y que no habían logrado mandar a Liberia ni establecer en México. A ellos se le sumaban los grupos de inmigrantes europeos que pretendían obtener mejoras sociales y predicaban el socialismo y el anarquismo, y al sur los mexicanos. Madison Grang sostenía que era necesario evitar la reproducción de los criminales, enfermos y locos, y esperar a que murieran. La popularidad de estos racistas y sus vínculos políticos con algunos presidentes decidieron la política migratoria de esos años, que rechazaba a los de razas inferiores. La criminología del rincón de la facultad de derecho. No se quejaban del potencial genocida del positivismo biologista sino que no soportaban estar subordinados a los médicos. Decidieron que lo que era delito lo definían los penalistas, y los criminólogos debían limitarse a explicarles las causas de las conductas que precisamente los penalistas identificaban como delitos. Había algunas dificultades, como que la criminalización –que era una decisión política– fijaba los límites de una ciencia natural, pero los penalistas lo resolvieron rápidamente, afirmando que no existía ninguna ciencia natural llamada criminología sino un conjunto de conocimientos auxiliares del derecho penal que eran convocados cuando éste lo consideraba conveniente y nada más. La criminología positivista biologista pasaba a ser un orden de conocimientos serviles al derecho penal. - 118 -

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Los criminólogos del rincón continuaron postulando la esterilización, investigando a los mellizos univitelinos, y proponiendo medidas de segregación radicales, como Franz Exner, quien hizo un proyecto para mandar a toda la mala vida a los campos de concentración en 1944. El libro decía que la abundancia de afroamericanos en las prisiones era resultado de que la sociedad norteamericana les exigía un esfuerzo que no estaban en condiciones biológicas de afrontar. Aparición de la Endocrinología, lo que motivó nuevos entretenimientos, en particular en el área de la conducta sexual, donde quisieron curar todas las desviaciones con inyecciones, al tiempo que explicaban el avance de la civilización por una supuesta contención de la hiperfunción de la hipófisis. Lo que más impactó a la criminología del rincón fueron las clasificaciones según los biotipos, o sea que volvieron a correlacionarse caracteres físicos y psicológicos, al estilo de los fisionomistas. Hubo varias clasificaciones biotipológicas, pero la más difundida fue la alemana de Ernst Kretschmer, que en su libro “Körperbau und Charakter” establecía cinco biotipos: leptosomático, atlético, pícnico, displásico y mixto. En cualquier esquina de Buenos Aires se conocen con otro nombre: flaco, marcado, gordo, urso y yeti. Las profundas consecuencias criminológicas indican que los flacos suelen ser ladrones; los atléticos, homicidas por ejemplo. La endocrinología, además, daba nueva base al propio racismo, verificando que los nórdicos son flacos y por tanto pensadores, en tanto que los alpinos son gorditos ciclotímicos y por tanto artistas. Por un lado se encontraba la posición genética, asumida por el nazismo, y por otro lado estaba la tesis de la transmisión de los caracteres adquiridos del viejo Lamark, cuya consecuencia era que los niños debían ponerse al cuidado de familias sanas. La agonía de la criminología del rincón. Esta criminología entró en crisis después de la guerra. Hasta el final de la guerra la criminología del rincón conservaba un objeto señalado por la biología, sea por sus debilidades, por sus fallas, por su conformación, etcétera. Pero desde la posguerra, al rechazar el racismo y el reduccionismo biologista, si bien la criminología seguía siendo etiológica, el delincuente dejaba de ser una variable del ser humano y, por ende, la criminología perdía su objeto diferenciado y natural, su bicho diferente. Todos estos autores de la posguerra cultivaban una criminología que se hallaba en un corredor sin salida, y tampoco tenían el entrenamiento sociológico previo para vislumbrar metodológicamente otros horizontes, pero desde su impronta política no pueden ser considerados al mismo nivel que los reduccionistas. - 119 -

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El parto sociológico. Se ignoraban criminales que nunca pasarían por una cárcel y habían frecuentado muy buenas escuelas. La delincuencia seguía siendo para ellos la que veían en la prisión o en la crónica policial, aunque de vez en cuando se les escapaba la contradicción en que caían. El gran mérito de Comte es haber dado impulso a una ciencia de la sociedad libre de lastre religioso, pero desde el punto de vista ideológico hubiese podido tomar unos vinos con los reaccionarios sin mucho problema en el plano práctico. El organismo social tenía sus leyes, por ende debía ser gobernado por quien las conociera, es decir, los sociólogos, y esto lo explicaba por la ley de los tres estados por los que habría pasado la humanidad (teológico, metafísico y científico). Otro detalle, es que humanidad se entendía como la raza blanca, pero no a todos sino sólo a los hombres porque las mujeres había que mantenerlas para sostener a la familia. Los verdaderos padres fundadores. Esta prehistoria de la sociología moderna muestra cómo ésta y la criminología nacieron del trenzo entre el poder y la cuestión criminal, pero en tanto que la criminología quedó atada a Spencer, la sociología posterior a Comte se desprendió del contenido reaccionario de sus ideas, y adquirió vuelo propio en Europa continental hasta la primera guerra mundial o Gran Guerra (1914-1918). En rigor, la criminología y la sociología habían nacido mellizas, sólo que la criminología permaneció presa del racismo y reduccionismo biologista del spencerianismo, desintegrándose paulatinamente a partir de la crisis de esas lamentables bases ideológicas, en tanto que en la sociología, las ideas de Comte, quizá por reaccionarias e insólitas, abrieron un amplio espacio de discusión y análisis a dos diferentes aspectos de lo social: uno privilegiaba la búsqueda de un sistema dentro del que todo cumpliría alguna función, y otro no pensaba tan en grande y se detenía en las relaciones más micro, tratando de establecer sus reglas. Desde lo macro, Durkheim pensaba que el delito cumplía la función social positiva de provocar un rechazo, y con eso reforzar la cohesión de la sociedad. Entendámonos: para Durkheim no era positivo que alguien descuartizase a la abuela, sino la reacción social de cohesión que ese crimen provocaba. De esta forma despatologizaba al delito, lo consideraba normal en la sociedad. Max Weber en Alemania también pensaba en lo macro y acentuaba la importancia de las ideas para avanzar a través de los sistemas de autoridad, que pasaban del ancestral al carismático y de éste al legal-racional, que sería el de las grandes burocracias que regían en los países centrales y que se extenderían a todo el mundo. En tal sentido sostenía que el protestantismo había facilitado el desarrollo del capitalismo. - 120 -

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Tarde se fijaba en la imitación con clave de las conductas, impresionado por el poder que adquiría la prensa. Simmel, por su parte, puso el acento en la observación de que la esencia de lo social es la interacción de las personas, y en que cada día tenían menos valor las capacidades individuales en la sociedad industrial, lo que también parecía contradecir algunas ideas de Durkheim. En el pensamiento de Marx y Engels llama la atención el total desprecio por el subproletariado, que es el nombre marxista de la mala vida positivista. Lo consideraban una clase peligrosa, inútil, incapaz de cualquier potencial dinamizante y siempre dispuesta a darse con la burguesía. La criminología sociológica de los EEUU Toda prohibición que reduce la oferta y deja en pie una demanda rígida hace que la porquería prohibida adquiera una plusvalía que la convierte en oro, y desata competencia por su producción y distribución en el mercado ilícito. La contención de la oferta era necesaria para mantener el efecto alquímico de la prohibición, pero desató una violencia competitiva con altísimo grado de corrupción del aparato punitivo y político, provocando una letal simbiosis de criminalidad astuta y violenta nunca antes vista. La criminología arrastrará durante décadas una falla fundamental: seguirá preguntándose por el delito y dejará de lado el funcionamiento del poder punitivo. El aparato penal del Estado no entraba en el campo de investigación de esta criminología. No se puede explicar el delito sin analizar el aparato de poder qué decide, qué define y qué reprime como delito. Debido a esta omisión, los planteos de la primera etapa de la criminología sociológica son un tanto ingenuos y hasta simplistas, pero crearon todo un arsenal conceptual sin el cual no se hubiese posibilitado la etapa posterior. Estos sociólogos norteamericanos desde 1920 hasta fines de los años sesenta se seguían preguntando por la etiología del crimen, dicho más simplemente, por las causas del delito. Aclaro que lo de causas no debe entenderse en sentido literal, porque la sociología no es la física –pese a Quetelet–, pero valga la expresión sólo por gráfica. En esta búsqueda de causas, factores, correlaciones o como se lo quiera llamar, se dividieron fijando su atención en cinco diferentes fuentes: 1) en la desorganización social, 2) en la asociación diferencial, 3) en el control, - 121 -

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4) en la tensión y 5) en el conflicto. De este modo, se abrieron cinco grandes corrientes en esta etapa de la criminología sociológica. ¿Quién no ha oído a alguien afirmando que el delito juvenil obedece a la falla de la familia, de la escuela, etc., a la consabida falta de educación? Estas son las teorías del control. Otros hay que en la sobremesa sostienen que se crían en la villa, donde hay narcos y delincuentes. Un poco más sofisticadamente, es cierto, pero en el fondo eso se respira en la teoría de la asociación diferencial. No falta el que denuncia que la televisión muestra riquezas fáciles, éxitos súbitos, ídolos surgidos de la noche a la mañana y sin mayor esfuerzo adorados por mujeres hermosas, ofertas de autos lustrosos, cuando estos objetos no están al alcance de la generalidad de las personas. Esencia de las teorías de la tensión. Por último, habrá alguno que observe que reina un individualismo en el que cada uno tira para su lado, que todos son grupos de intereses que chocan y se matan entre ellos. No es muy diferente la base sobre la que se elaboraron las teorías del conflicto. Desorganización, asociación diferencial y control. Para atribuir los problemas a que algo se desorganiza, debe presuponerse que antes algo estaba organizado. Pues bien, para Cooley lo organizado era la vida provinciana. Así, se ha dicho que el sello de la escuela era nostálgico de la sociedad de pequeño contorno. Cooley aportó algunos conceptos que tienen vigencia hasta el presente, como la distinción entre grupos primarios y secundarios. Los grupos primarios eran para este autor los de crianza y formación, la familia, los viejos del pueblo, etc., en tanto que los secundarios eran las instituciones. Otro concepto aportado por Cooley fue el de roles maestros. En la sociedad hay ciertos roles que condicionan todos los demás, como el del médico, el del sacerdote, etc. El albañil o el carpintero son bastante libres para ir de copas o travestirse si les gusta, pero no sucede lo mismo con el cura o el intendente. El propio criminalizado y la estigmatización consiguiente a la criminalización, le obliga en buena medida a asumir su rol desviado. Se trata de algo parecido a un gran teatro en que algunos personajes tienen su papel muy marcado, en tanto que otros pueden apartarse más creativamente del libreto.

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El teorema de Thomas postula que si los hombres definen las situaciones como reales, sus consecuencias son reales, como por ejemplo la criminalidad: poco importa su frecuencia o gravedad, pero si se da por cierto que son altas, se reclamara más represión, los políticos accederán a eso, y la realidad represiva será como si la gravedad fuese real. En Alemania, fue quien aplicó a la ciudad los conceptos tomados de la ecología (simbiosis, invasión, dominio, sucesión) para explicar los conflictos y la coexistencia de diferentes grupos humanos en un limitado territorio, por lo que también se conoce a este grupo como escuela ecológica de Chicago. Burgess dividió la ciudad en cinco zonas concéntricas: I (la central, con actividad comercial intensa), II (el círculo siguiente tiende a ser invadido por el anterior, por lo que las viviendas son precarias y ocupadas por los recién llegados), III (la zona ocupada por los obreros que huyen de la anterior), IV (la residencial) y V (la de los suburbios o conmutación). Señalaba que la zona de desorganización permanente era la II, por la continua invasión de los inmigrantes que luego pasaban a la III. En general la escuela de Chicago representó un notorio progreso, en particular por su antirracismo y por inaugurar una sociología criminal urbana mucho más razonable. Por supuesto que tuvo limitaciones importantes, pues la criminalidad que observaba era sólo la de los pobres, y la zonificación de Burgess es propia de una sociedad muy dinámica, en crecimiento permanente, pero no podría explicar los fenómenos de zonas precarias de las grandes concentraciones urbanas actuales. Por otra parte, la mayor criminalización de los jóvenes de su zona II no toma en cuenta que ésta se hallaba bajo mayor control policial, y la precariedad habitacional expone más a la criminalización. Erwin Sutherland, se opuso a la tesis chicaguiana de la desorganización, afirmando que no era tal sino que se trataba de una organización diferente. La idea central de Sutherland era que el delito es una conducta aprendida y que se reproduce –como cualquier enseñanza– por efecto de contactos con definiciones favorables y del aprendizaje de los métodos. Aunque Sutherland no se refiere a los crímenes de estado, lo cierto es que cuando nos preguntamos cómo es posible que cometan atrocidades las personas entrenadas precisamente para evitarlas, caemos en la cuenta de que eso responde a un proceso de aprendizaje en una agencia que, por autonomizarse del control político, abunda en definiciones favorables al delito. Sutherland introdujo su principio de la asociación diferencial, una persona se vuelve delincuente por efecto de un exceso de definiciones favorables a la violación de la ley, que predominan sobre las definiciones desfavorables a esa violación.

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La Escuela de Chicago no explicaba más que los delitos de los pobres, en tanto que Sutherland dejó en claro que la criminalidad atraviesa toda la escala social, y que hay tanto delitos de pobres como de ricos. La asociación diferencial llevó de inmediato a otros sociólogos a pensar que no eran el barrio y el club, sino que había otros agrupamientos que entrenaban y, estudiando los gangs o bandas, Cloward y Ohlin sostuvieron en los años siguientes que se debían a la formación de subculturas. Según ellos, los que tienen menos chances sociales se agrupan y se someten a un aprendizaje diferencial. Dicho más claramente: las condiciones sociales desfavorables llevarían a la marginación, y ésta favorecería los agrupamientos de semejantes con definiciones favorables al delito, o sea, una variable cultural o subcultura. Esta teoría subcultural presupone la existencia de una cultura dominante, lo que no es sencillo en sociedades plurales y menos aun cuando las condiciones sociales desfavorables son las de la mayoría, como en muchísimos países periféricos. En 1955 Albert K. Cohen expuso una nueva teoría de la subcultura criminal sosteniendo que, como los niños y jóvenes de los estratos desfavorecidos no podían ajustar su conducta a la cultura de clase media que se les enseñaba en las escuelas, reaccionaban rechazándola e invirtiendo los valores de la clase media. Cabe observar que esta tesis negaba toda creatividad valorativa a las clases más desfavorecidas, pues se limitaba a invertir los valores de la clase media. La tesis central de Sykes y Matza es que los jóvenes delincuentes no niegan ni invierten los valores dominantes, sino que aprenden a neutralizarlos. Sería el efecto de recibir un exceso de definiciones que amplían de modo inadmisible las causas de justificación y exculpación. No se trata de que racionalizan actos perversos, porque la racionalización es posterior al hecho, tiene lugar cuando me mando una macana y después trato de justificarme. No, las técnicas de neutralización son anteriores al acto, es algo que se aprende antes y permite realizarlo en la convicción de que está justificado o no es culpable. Sykes y Matza descubren los siguientes cinco tipos de técnicas de neutralización: 1) Negación de la propia responsabilidad (Son las circunstancias que me hacen así, yo no lo elegí, es mi madre castradora, es mi viejo rígido, la sociedad me hace así). 2) Negación del daño (No lastimo a nadie, tienen mucha más guita, no es tan grave, había ofendido a mi vieja). 3) Negación de la víctima (Es él que me agrede, yo sólo me defiendo, son unos negros, unos maricones, unos villeros, etc.). 4) Condenación de los condenadores (La cana es corrupta, en la escuela me tratan mal, mi viejo es intolerante, los jueces son unos hipócritas). - 124 -

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5) Apelación a lealtades superiores (No puedo dejar solos a los compañeros, no puedo abrirme ahora de ellos, no les puedo fallar a los amigos, tengo que hacerles gamba). Sistémicos y conflictivistas. Las tesis sistémicas conciben a la delincuencia como resultado de tensiones provocadas dentro de un sistema, las conflictivistas la explican como resultado del permanente conflicto entre grupos sociales. Aquí yace el enfrentamiento entre dos diferentes ideas de la sociedad: para unos la sociedad es un sistema que abarca todas sus partes, las relaciones entre éstas y las relaciones del conjunto con el medio externo, en tanto que para otros es un conjunto de grupos en conflicto que establecen en ocasiones reglas de juego para resolverlos, que le otorgan una aparente estabilidad pero nunca configuran un sistema. La elección no es indiferente, pues los sistémicos tienen problemas para explicar cómo cambian las sociedades, y los conflictivistas para explicar sus componentes estables. Merton explica el delito como resultado de una desproporción entre las metas sociales y los medios para alcanzarlas. Por ejemplo, si la meta social es la riqueza, los medios para alcanzarla son pocos y se genera una tensión porque no todos pueden llegar a ella, esta desproporción se llama anomia. Por supuesto, no todos los que quedan fuera de concurso delinquen, por lo cual Merton afirma la existencia de cinco distintos tipos de adaptación individual, según la aceptación o el rechazo de las metas o de los medios institucionales: (1) Se aceptan las metas y los medios (conformismo). (2) Se aceptan las metas y se rechazan los medios (innovación). (3) Se rechazan las metas y se aceptan los medios (ritualismo). (4) Se rechazan las metas y los medios (retraimiento). (5) Se rechazan las metas y los medios, pero se proponen nuevas metas y medios (rebelión). Conforme a este esquema, el conformista es el socialmente adaptado, el ritualista se identifica con el burócrata, el retraído es el vago, mendigo, alcohólico, etc., y el rebelde es el renovador social que quiere cambiar la estructura. El innovador es la categoría mertoniana que abarca varios personajes, como el inventor, pero a la que también corresponden los llamados delincuentes, o sea, los que eligen caminos que no son los institucionales para acceder a la meta. También muestra cómo la adhesión a las reglas termina convirtiendo un medio en un fin y desplaza las metas, con lo cual deja de importar el resultado con tal de que se observen - 125 -

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las formas que alcanza límites insólitos en el sistema penal, o la idea de grupo de referencia, que es adoptado como modelo, como cuando la policía adopta el modelo militar y termina en que alguno asume el rol de Rambo, o cuando la clase media adopta como modelo a la clase alta. Estas posiciones sistémicas extremas reconducen al organicismo, porque en definitiva lo único importante para ellas es el sistema y su equilibrio. Pero a diferencia del viejo organicismo criminológico positivista racista, ya no les preocupa la etiología del crimen, sino únicamente lo que el sistema debe hacer para no desequilibrarse o para reequilibrarse. La teorización sistémica acaba en una criminología que no responde al paradigma etiológico legitimante ni al de la reacción social, sino al de la pura represión como necesidad del sistema, en la medida en que sea necesario para producir consenso, lo que para Wilson sería equivalente a satisfacer las exigencias de la publicidad vindicativa de la demagogia mediática: si la opinión pública pide encerrar a todos los negros, debemos invertir 200.000 millones de dólares anuales para hacerlo. Desde una perspectiva marxista afirmaba que el sistema capitalista generaba miseria por imponer egoísmo en todas las relaciones y por ello era el único creador del delito, tanto en las clases desprovistas como en la burguesía. Afirmaba que el delito resulta de las condiciones de supervivencia de los trabajadores obligados a competir entre sí, resaltando algo que suele ser pasado por algo incluso por criminólogos progresistas: la pobreza no genera mecánicamente el delito callejero, sino cuando se combina con el individualismo, el racismo, las necesidades artificiales y el machismo. En los años ‘50, Vold sostuvo la teoría del conflicto grupal, concibiendo a la sociedad como configurada por grupos de intereses que compiten entre sí, y en la medida en que esa competencia se acentúa, se refuerza la solidaridad del grupo, pero también esas pugnas determinan la dinámica social. ¡Se cayó la estantería! Hacia los 50, nadie había analizado el ejercicio del poder represivo. El delito podía atribuirse a muchos factores, incluso al poder mismo, pero del sistema penal en particular nadie se ocupaba. La caída de la estantería es algo que en términos científicos fue bautizado por Kuhn como cambio de paradigma. Significa que se cayeron todas las tazas y se mezclaron con otras y por ende, se deben reponer en un nuevo orden.

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La discusión acerca de la policía, los jueces, etc., fue tomada por la criminología en los años sesenta. La llamada criminología de la reacción social, o criminología critica. Pueden distinguirse dos corrientes que se han dado en llamar liberal y radical respectivamente. Toda la criminología de la reacción social, por el mero hecho de introducir en su campo al sistema penal y al poder punitivo, no puede menos que criticarlo (por eso también la llamamos crítica). Pues bien: la crítica al sistema penal es una crítica al poder y, por ende, puede quedarse en el nivel del sistema penal (o sea, del aparato represivo) o elevarse hasta diferentes niveles del poder social. Puede analizar y criticar lo que hace la policía, los jueces, los penitenciarios, los medios, etc., o ir más arriba y analizar su funcionalidad para todo el poder social, económico, político, etc., y llegar a una crítica del poder en general. Se ha dicho que hay una criminología crítica que se queda en el nivel de los perros de abajo (under dogs), como máximo llega a los perros del medio (middle dogs), pero que no alcanza a los perros de arriba (top dogs). Pues bien: a la que no llega a los de arriba se la llamó –por cierto que con algún tono peyorativo- criminología liberal, y a la que los alcanza criminología radical. La criminología radical sostenía que los liberales eran reformistas, se quedaban a medio camino y que debía llegarse a la transformación las profunda de la sociedad. La criminología liberal, bastaba para deslegitimar al poder punitivo en forma irreversible. Esa criminología mostró que el poder punitivo es altamente selectivo, que no respeta la igualdad, que se funda en el prejuicio de unidad valorativa social, que no persigue actos sino personas, que selecciona conforme a estereotipos. La llamada criminología liberal se anunció desde los años cincuenta, en particular con un trabajo de Edwin Lemert, en que destacaba que la desviación primaria por la que se impone una pena, es por lo general seguida por una desviación secundaria, peor que la anterior, causada por la misma intervención punitiva y que condiciona las llamadas carreras criminales. Textualmente escribió Lemert “La desviación secundaria constituye conducta desviada o roles sociales basados sobre ella que llegan a ser medios de defensa, ataque o adaptación a los problemas manifiestos u ocultos creados por la reacción de la sociedad a la desviación primaria. En efecto, las “causas” originales de la desviación desaparecen y ceden el lugar a la importancia central de las reacciones de desaprobación, degradación y aislamiento de parte de la sociedad”. El Interaccionismo simbólico se fundaba en las ideas de Mead, según el cual todos tenemos un mí que se va formando por las exigencias de roles de los demás, y un yo que es lo que aportamos nosotros.

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Para Goffman, la sociedad funciona como un teatro, en el que hay actores, público y organizadores. Se espera que el público se comporte como tal, los actores como actores, etc. Entonces, si todas las demandas de rol se cumplen, todos contentos. Esos episodios que generan agresividad cuando no se responde a las demandas de rol se llaman disrupciones, y nos enojamos porque cuando adviene una disrupción no sabemos cómo seguir. Los roles pueden ser socialmente positivos o negativos, lo que no importa en cuanto a su funcionamiento, pues operan de la misma manera. Por lo general solemos responder a las demandas de rol, para que los otros no se enojen y evitemos las disrupciones. Esto es lo que va configurando nuestro mí, o sea, que en buena medida somos como los otros nos demandan que seamos. Cuando al que se asigna un rol negativo (ladrón, por ejemplo) se le formulan las demandas de rol correspondientes al asignado porque se espera que se comporte como tal, también nos enojamos cuando no las responde en la forma adecuada al rol. Le impide continuar su vida normal: desde el “no te juntes” hasta la descalificación en cualquier actividad competitiva de la vida corriente. Se le condiciona una carrera conforme a la etiqueta que se le adosó. Hay etiquetas que se colocan en material más etiquetable que otro; sin duda que en el caso de los asesinos seriales hay mucho material bien etiquetable, así como que en los fumadores de marihuana hay poco, y en los homosexuales no hay nada, pero lo cierto es que eso no interesa al etiquetamiento, que lo hace en unos pocos casos y de modo arbitrario, pues no siempre se etiqueta como homicidas a los que matan: sin detenerme en las ejecuciones sin proceso, en los escuadrones de la muerte, en los asesinatos masivos genocidas y en otros horribles crímenes impunes, lo cierto es que tampoco se etiqueta como homicidio la guerra, las muertes por polución ambiental, las penas de muerte por error, el cierre de hospitales, de puestos sanitarios, la desidia en el cuidado de las rutas, ni los fabricantes y vendedores de armas, son etiquetados como cómplices de homicidios, aunque sean sus cooperadores necesarios, ni siquiera cuando las venden a los dos bandos en guerra o a los narcotraficantes en lucha. Lo que Becker prueba es la arbitrariedad del etiquetamiento, y esto pone en crisis todos los argumentos con que el derecho penal trata de darle racionalidad al poder punitivo. El concepto de estereotipo es hoy indispensable para explicar cómo funciona la selección criminalizante policial o judicial. En el barrio lo suelen llamar “pinta de chorro”, y es una suerte de uniforme del outsider, pero por efecto de las demandas de rol no es algo sólo externo, sino que el portador lo va incorporando, se le va obligando a tragarse el personaje, lo asume a medida que responde a las demandas de los otros, su mi va siendo como los otros lo - 128 -

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ven, es como el estereotipo respectivo y, por ende, carga con un estigma que condiciona la prohibición de coalición de sentido común sin los cuales no podríamos actuar en sociedad, pues la realidad con que nos manejamos es en definitiva una interpretación aceptada por todos de los significados subjetivos, vale decir, que vivimos en un mundo de interpretaciones compartidas, intersubjetivo. El mundo es el conjunto de significados que comparto con los otros y que hace que el chofer no me atropelle ni los pasajeros protesten porque el ómnibus se detiene para que yo ascienda. El material del mundo es sólo su base física, pero el mundo mismo resulta del conjunto de significados (los para qué) que forman el sentido común del conocimiento objetivado. El más importante instrumento de legitimación es el lenguaje, con una lógica que se da por establecida. De este modo, los conocimientos del sentido común se objetivan y devienen cosas, se produce la reificación. En ocasiones se producen importantes transformaciones en las personas, que llaman “alternaciones”, y que provocan redefiniciones o procesos de re-socialización semejantes a la socialización infantil. Según lo hemos visto, el etiquetamiento desata un proceso de resocialización forzado. La persona es forzada a cambiar, a auto percibirse de otro modo. No en vano una prisión impacta como una suerte de internado para adultos infantilizados, por lo que lo importante sería proporcionar un trato que neutralice hasta donde sea posible ese proceso de re-socialización. En esta terminología, el tratamiento penitenciario debiera evitar la resocialización. La vertiente marxista de la criminología radical. Llamamos criminología radical a la que proviene de este encuentro con los marcos ideológicos que reclaman cambios sociales y civilizatorios profundos o generales. En la escuela de Frankfurt, la investigación de la cuestión penal fue encargada a Rusche, quien en su libro postula que existe una relación entre el mercado de trabajo y la pena, o sea, que con la pena se quita a una cantidad de personas del mercado laboral, al tiempo que demanda trabajo para el propio sistema y por eso, reduce la oferta e impide que bajen mucho los salarios, inversamente aumenta la oferta cuando hay una demanda de mano de obra, evitando una suba de salario. Por otra parte, sostenían que el mercado determina las penas conforme a la ley de menor exigibilidad, según la cual, para tener efecto disuasivo, las condiciones de la vida carcelaria deben ser inferiores a las peores de la sociedad libre.

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La escuela de Bologna no niega la importancia del mercado de trabajo, pero no creen que opere en forma tan mecánica, sino a través del disciplinamiento en el momento del surgimiento del capitalismo y la acumulación originaria de capital. La similitud entre la cárcel y la fábrica en esta época (recordemos a Bentham y su panóptico) respondía a un programa de disciplinamiento que procuraba la oferta de mano de obra capacitada. La idea del disciplinamiento fue desarrollada al máximo dentro de la criminología radical pero fuera de las corrientes marxistas por Michel Foucault en “Vigilar y castigar” (1975), en lo que podría señalarse un camino hacia el abolicionismo, sobre lo que volveremos. Para Foucault el poder punitivo no es tanto el negativo de la prisionización, como el positivo, en que el modelo panóptico se extiende a toda la sociedad en forma de vigilancia. En esto lleva toda la razón, porque el mero poder de encerrar a un número siempre muy reducido –en relación con la población total– de personas de los estratos más subordinados de la sociedad no importa el ejercicio de un poder políticamente muy significativo: lo importante es que con ese pretexto se nos vigila a todos los que estamos sueltos. Quinney sostuvo que los delincuentes son rebeldes inconscientes contra el capitalismo, y el poder punitivo es el instrumento de represión al servicio de las clases hegemónicas. Este marxismo criminológico norteamericano sostiene una racionalidad del delito, como respuesta a las contradicciones del capitalismo. Quien nos asalta en la calle o nos arrebata la cartera, sin saberlo estaría obrando racionalmente frente a las contradicciones del sistema. Hacia el abolicionismo y el minimalismo. Todo movimiento antipsiquiatrico fue una crítica radical al control social represivo ejercido al margen del sistema penal formal. El poder punitivo se resiste de muchas formas, ya vimos el efecto del acuerdo entre médicos y policías que acabó en los campos de concentración nazis, y otros no tan notorios pero no menos letales. La idea de varios de estos anti psiquiatras era que la enfermedad mental es una respuesta política, o sea, que el ser humano ante las contradicciones del poder se encamina hacia la locura o hacia la revolución y que, por lo tanto, no debe matarse el potencial subversivo de la locura, sino politizarla para convertir al loco en un agente de cambio social. En paralelo a la abolición del manicomio y la anti psiquiatría, y con referencia al sistema penal formal se fue abriendo camino un complejo movimiento de abolicismo penal. El nuevo abolicismo surgió casi enteramente de movimientos y organizaciones que se ocupaban de los derechos de los presos, y por las que se interesaron criminológicos y otros académicos. - 130 -

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Christie, cuya tesis central es que hasta el presente el poder punitivo inflige intencionalmente dolor, por lo que postula alternativas y no meras limitaciones. El marco ideológico de Christie es más bien antropología cultural. La caracterización del poder punitivo como fagocitario respecto de todos los movimientos que lo enfrentan, a los que procura comprometer e incluir en su discurso y acción. De allí que advierta que éstos deben mantener una estricta posición de confrontación no contaminante. En este sentido, construye un concepto que tiene plena vigencia: el de “unfinished”, lo nunca finalizado. La pregunta inevitable cuando se plantea el abolicionismo es: ¿Qué en lugar del sistema penal? Los nuevos abolicionistas proponen soluciones conforme a todos los otros modelos de solución de conflictos a los que hemos hecho referencia: reparador, terapéutico, conciliador, etc. Por mi parte no creo que sus propuestas sean de política criminal, sino de política en general, pero en el sentido de un profundo cambio cultural y civilizatorio. El abolicismo tuvo una virtud, que comparte con otras corrientes a las que nos referiremos a continuación, pero que llega a su máximo extremo estos autores. En otros lados hay críticas menos radicales contra el abolicismo, que tienden más hacia la reducción (minimalismo penal). Con diferencias, estos autores señalan que el poder punitivo debería limitarse a conflictos muy graves y que comprometan masivamente bienes básicos (como la vida o el medio ambiente), y resolver los conflictos de menor entidad por otras vías. Es incuestionable que si bien nuestra cultura no admitiría la decisión no punitiva de algunos conflictos, esto no sucede con todo el inmenso campo abarcado por la proyección de criminalización secundaria ni mucho menos ¿De la criminología crítica se pasó al desbande? Lo que ha cambiado es el cuadro de poder planetario. Los criminólogos críticos de los setenta en los países centrales se las veían con un poder punitivo propio de los estados de bienestar y sus sociedades de consumo, con la sociología sistémica de Parsons y la economía de Keynes. La crítica criminológica central no correspondía a nuestros sistemas penales, pues en nuestro margen se montaba un poder punitivo que sólo buscaba contener a los excluidos. Se nos imponían estados gendarmes con dictaduras o con políticos corruptos posmodernos. No tenía sentido poner en crisis aquí la idea de resocialización, porque nuestras cárceles tendían a ser –o eran ya– campos de concentración, nuestras policías eran fuerzas de ocupación territorial con frecuencia reemplazadas por militares, el número de presos a disposición del poder ejecutivo competía con él, de presos por orden judicial y, además, el 70 u 80 por ciento de los últimos estaban presos por las dudas, porque eran procesados y no condenados. - 131 -

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Spencer considera que hay razas inferiores, que somos los habitantes de los países periféricos, y los inmigrantes y excluidos de los países centrales. Las razas superiores, que son los incluidos de los países centrales y sus procónsules designados en los periféricos, deben defenderse de los inferiores. El estado debe limitarse a mantener la supremacía de las razas superiores y no privar a los inferiores de su derecho a la lucha que los haga fuertes y que permita que de vez en cuando alguno salte el cerco, participando de Gran Hermano o haciéndole un espacio en algún negociado. Insistimos en que lo más astuto de este spencerianismo actual es hacer que se maten entre los pobres, que la victimización cunda entre los propios excluidos, a lo que se agrega que entre ellos también se selecciona a la policía. Los criminólogos se hallan ahora frente a una realidad del poder punitivo por completo diferente a los años setenta. No podrían seguir criticando a un poder punitivo que ya no se ejerce en la misma forma. La brutal regresión de los derechos humanos por obra del avance del estado gendarme –no ya en el margen, sino en el centro mismo del poder planetario– los coloca en la necesidad de ser más realistas. ¿Por qué prende la criminología mediática entre los pobres? Porque hay un daño real del delito, del que nos hemos ocupado poco. Pues bien, vamos a estudiar a las víctimas. ¿Qué es lo que la criminología mediática se empeña en ocultarle al público con el pánico moral a la agresión del adolescente de barrio precario? Pues vamos a estudiar los daños sociales que no se muestran. ¿Qué es este neopunitivismo brutal? Es claro que se trata de una cuestión exclusivamente política; pues bien, es menester analizarla y estudiarla. El daño real del delito: realismo de izquierda y victimología. Kinsey y Roger Matthews sorprendieron a comienzos de los noventa con un replanteo que llamaron “Realismo de izquierda”, y cuya consigna es tomar en serio el delito a partir de verificar que causa graves daños a víctimas de las clases populares urbanas, en especial a las mujeres, que son las más vulnerables. Es bastante claro que los puros planteos de la criminología crítica radical elaborados desde la academia, sin contacto con las vivencias cotidianas y sin investigación de campo, son útiles como marco de crítica, pero que al quedarse en ese nivel allanan el camino para una supuesta criminología administrativa, que es la propia del estado gendarme, con la aprobación –cuando no el decidido apoyo– de los propios sectores contra los que políticamente se dirige ese modelo de estado. Puede menos que repararse en la victimología, que no es una ciencia ni un saber autónomo, sino una línea de investigación que tuvo como antecedente la obra de - 132 -

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Hans von Hentig (que fue un criminólogo alemán antinazi y muy creativo), y de la que se considera fundador a Benjamin Mendelsohn, criminólogo rumano radicado en Israel. En un principio la victimología se dedicaba a las víctimas de delitos comunes, y en especial a su comportamiento como determinante o facilitador de éstos, pero hoy ha ampliado su campo de observación hasta llegar casi a abarcar todo lo que toman en consideración los que postulan ir más allá de la criminología y ocuparse de todo el daño social. Los daños que oculta la criminología mediática. El feminismo ha aportado dos conceptos que hoy son de uso corriente y sin los cuales nos faltarían letras claves en el abecedario que usamos para describir la jerarquización naturalizada que nos vende el poder planetario: son el de patriarcado y el de género. Por patriarcado se entiende, por decirlo claro, el dominio machista y todas sus implicancias. El género destapa la principal trampa del patriarcado: la confusión de sexo con la de rol asignado. El sexo es algo anatómico, pero el género no tiene nada que ver con la anatomía. El feminismo impuso correcciones a la crítica criminológica al destacar que si bien la mujer tenía menor incidencia en la criminalización, no sucedía lo mismo en la victimización, lo que no sólo tiene lugar en la delincuencia callejera, sino en victimizaciones que son consecuencia directa de la discriminación de género, desde la violencia familiar homicida hasta la trata de personas. Un grupo de ingleses organizaron un libro en el año 2004 en el que proponen ir más allá de la criminología y abarcar todos los daños sociales del poder: pobreza masiva, hambre, violaciones masivas de derechos humanos, masacres estatales, muertes por condiciones de trabajo, por privilegio de la heterosexualidad, por preferencias en los nacimientos, por guerra a los migrantes, etc. De cualquier manera, si la criminología afrontase todos estos daños se perdería en un enorme campo todológico de conocimientos inabarcables. Todas estas muertes son resultado de violaciones a los derechos humanos y éstos, como campo de estudio jurídico, deben ser sostenidos por datos reales a los que contribuyen todos los conocimientos humanos, lo que por definición no puede tener unidad. Pero hay un campo que indudablemente pertenece a la criminología y sobre el que hubo un singular silencio, que es el del homicidio doloso, intencional. La criminología académica se detuvo en los homicidios seriales sensacionales y en todos los cometidos por iniciativa privada, pero nunca en los públicos o estatales, es decir, en los genocidios y masacres, en los crímenes de masa cometidos por acción de agencias estatales.

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Los homicidios estatales o crímenes de masas. Morrison recuerda que Hobbes separaba el espacio civilizado del no civilizado (de guerra de todos contra todos), cuya presencia constituía una amenaza, y afirma que esta línea hobbesiana se quebró cuando el mundo incivilizado irrumpió en el corazón del civilizado el 11 de septiembre de 2001, destruyendo el símbolo de ese mundo funcional y utilitarista de la globalización. Bush agito el nacionalismo, tomó de la tolerancia cero la idea de prevención, y la llevó a la guerra, y manipuló la tecnología de la comunicación para declarar la guerra a Irak sobre la base de una mentira. Morrison afirma que el presente se caracteriza por una vuelta de la emocionalidad, un nuevo popularismo, politización, un sentido de crisis, un sentido de normalidad de altas tasas de criminalidad, una nueva relación del crimen con los medios masivos, una pérdida de confianza en la experticia del estado de bienestar. Morrison reconoce que la criminología es el producto de un sector del planeta, cuyos estados se construyeron sobre la violencia y el genocidio, con cita de Bauman: “El triunfo de unas pocas etnias sobre otras llevó a la destrucción de los vencidos y la historia la escribieron los vencedores, mostrando su civilización como un camino de progreso hacia la pacificación de la vida cotidiana”. Para la estadística criminal sólo cuentan los homicidios normales. Señala que la criminología no reparó en Nürenberg ni en Tokio, por considerarlos crímenes de guerra, violatorios de las reglas que las mismas potencias colonialistas no respetaban en sus colonias. Afirma que la criminología consideró que los grandes crímenes del pasado siglo son excepciones de las que la criminología –como ciencia de operaciones normales de control llevadas a cabo por el estado– no necesita ocuparse. En el caso del Holocausto, la imagen de los campos de concentración reafirma esta distancia, asegurando que se trata de lugares verdaderamente excepcionales que no volverán a existir nunca. Observa que al asignársele al terrorismo el status de acto de guerra se lo excluye de las garantías penales. El neopunitivismo. Garland afirma que en la sociedad posmoderna reina una suerte de esquizofrenia, que por un lado da lugar a una criminología de la vida cotidiana, que apela a todos los recursos preventivos mecánicos, electrónicos, etc., pero por otro a una criminología del otro, que resucita en definitiva las versiones más tenebrosas del viejo positivismo. La criminología de la vida cotidiana incorpora al delito como riesgo normal y nos llena de ingenios humanos preventivos, o sea que la prevención del delito no depende de valores - 134 -

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morales, sino de obstáculos físicos que privan de oportunidad. En este sentido contrasta con la tradición conservadora que entiende que la prevención depende de los valores morales y del respeto a la autoridad. Pero por otro lado aparece la criminología del otro, basada en la venganza, que se expresa como exclusión, defensa social, neutralización del sujeto peligroso, o sea, que usa el discurso del viejo positivismo pero en un sentido bien vindicativo. Para Wacquant la tensión señalada por Garland responde a un sistema pos fordista que precariza el trabajo, profundiza las discriminaciones y segregaciones de clase y raciales, relega a los sectores más golpeados por la política llamada neoliberal a los barrios más pobres, marginales y alejados, y monta un aparato punitivo de contención que configura lo que llama un estado penal. Afirma también que este estado penal continúa el racismo del apartheid que nunca desapareció de las prácticas burocráticas norteamericanas, por lo que lo considera también un estado racial. Expulsión del mercado laboral, que hace económicamente innecesaria o subempleada y mal paga a una parte de la población, que soporta el trabajo como una obligación ciudadana, siendo funcional mantener esa posición subordinada la criminalización de la pobreza. Simon atribuye esta explosión represiva a la lenta pero incesante deslegitimación del Estado de Bienestar, fijando su comienzo en la agresiva campaña del conservador Barry Goldwater en 1964, basada casi por completo en la consigna de ley y orden. A ella siguieron las guerras contra la droga de Nixon, Reagan y Bush padre, para culminar con la guerra al terrorismo de su inolvidable hijo después del 11 de septiembre de 2001. Para Simon todo esto configura una governance o sea, una técnica de gobierno, que caracteriza como un gobierno mediante el crimen, y que es por completo opuesta a la tradición liberal. La clave de su interpretación se halla en que cuando se gobierna mediante el crimen, el modelo punitivo se vuelve una técnica general de gobierno, o sea que se extiende a todas las formas sociales: va desde el estado nacional hasta la escuela, invade el ámbito privado y las relaciones familiares, amenaza la democracia en todas las instituciones. Creemos que Simon no percibe la dimensión total del giro autoritario, porque no enfoca la cuestión con una visión histórica más amplia. Gobernar mediante el miedo importa la fabricación de enemigos y la consiguiente neutralización de cualquier obstáculo al poder punitivo ilimitado, supuestamente usado para destruir al enemigo, aunque todos sabemos que es materialmente utilizado para lo que el poder quiera. Siempre el fenómeno es en el fondo

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una inmensa estafa para distraer la atención de otros riesgos y obtener el consenso para ejercer un poder policial sin control. Otras palabras: las ciencias psi El Interaccionismo y la Fenomenología pusieron de manifiesto los caracteres estructurales del poder punitivo; la criminología etiológica del rincón de la facultad de derecho terminó de derretirse, y con ella se desprestigió la llamada clínica criminológica, o sea, el estudio de la persona criminalizada por los especialistas psi. Suponemos que a un operador psi que informase que la policía, los jueces y los penitenciarios estaban condicionando una carrera criminal, por lo menos en nuestro medio, lo hubiesen echado a la calle por vía rápida. Cuando nos hallamos con un fenómeno que es necesario controlar, como puede ser el uso de un veneno como el llamado paco, el sociólogo nos puede informar acerca de las medidas grupales, pero no nos puede decir qué hacer con el sujeto concreto. La criminología crítica bien entendida, en lugar de limitar el campo psi en su materia, lo amplía. El etiquetamiento no es algo que opera en forma mecánica ni afecta a todos por igual, pues el ser humano no es una marioneta. Hay personas que asumen la etiqueta del estereotipo y otras que no lo hacen. Por otro lado es inocultable que el delito y el poder punitivo producen víctimas, o sea, que ejercen violencias que afectan a muchas personas y, si bien la criminología sociológica aporta información para políticas reductoras de los daños, no es menos cierto que, frente a los sujetos concretos afectados, son las disciplinas psi las que pueden indicar cómo actuar. Sólo el especialista psi puede decirnos cómo tratar a quien sobrevive a un atentado criminal o a quien pasa por la tortura. Ignorar desde la criminología el campo psi es un gravísimo error prejuicioso que hace perder de vista al sujeto concreto, tan negativo como pretender transpolar las observaciones sobre éste del campo psi a las políticas sociales: son dos perspectivas que deben encontrarse sin pretender ignorarse ni neutralizarse, sino, simplemente, reconociendo que aportan visiones diferentes sobre la conducta humana, que es un objeto configurador de un extremo de complejidad. ¿Somos todos neuróticos? Sin duda que los daños sociales que señalan los ingleses que postulan ir más allá de la criminología existen y están en curso, que millones de personas mueren ante la indiferencia del resto y que las masacres se han cargado a muchos millones, sin contar con los otros millones de muertos por las guerras y, además, que nada de eso pertenece al pasado remoto. - 136 -

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Admitiendo que las formas despiadadas de la explotación capitalista y de la búsqueda de acumulación indefinida de lucro sean las que aprietan el acelerador, algo parece haber antes, porque hubo masacres antes del capitalismo, incluso antes de las formas modernas de estado, como el genocidio de los cartagineses por los romanos o las campañas de Gengis Khan. Además, en esto mismo de acelerar, cabe preguntarse a qué responde el afán por acumular poder o lucro en forma indefinida, cuando la existencia es finita. En el siglo pasado muchos se preguntaron por esto, en particular en la psicología y más a partir de Sigmund Freud, que fue un personaje bastante molesto para sus contemporáneos. No en vano se lo compara con Copérnico y con Darwin: como si no fuera suficiente que uno dijera que no éramos tan centrales y el otro que teníamos al mono como primo, vino Freud a decir que ni siquiera somos racionales. Además de su teoría del padre terrible de la horda, del parricidio originario y de las limitaciones que los hermanos se impusieron para consolidar el nuevo sistema, la consecuencia antropológica que sostuvo en 1930 en “El malestar en la cultura” es muy penetrante. Afirma allí que la cultura reprime las pulsiones agresivas generando un control interno mediante el súper-yo que no las elimina, sino que las mantiene en el inconsciente, donde pugnan por aflorar, produciendo culpa, lo que impulsa a procurar la punición como compensación. Para decirlo más claramente: las ganas de hacer bolsa a otro no desaparecen al contenerse, sino que se meten para adentro en el súper-yo, inconscientemente cargan la conciencia (el súper-yo dice "Qué tal por cual fuiste por querer eso”) y se traducen en una búsqueda inconsciente de castigo (y a continuación agrega: Por ser un tal por cual te mereces un castigo). El delito sería, pues, una de las vías para satisfacer este reclamo inconsciente de punición, aunque puede ser otro autocastigo que nada tenga que ver con el sistema penal del estado. La reacción social punitiva no cumpliría para Freud la función de eliminar ni prevenir la criminalidad, sino que proporcionaría satisfacción a la demanda de punición inconsciente del propio infractor. Este no sería quien introyectó mal las pautas, sino justamente quien internalizó la autoridad de manera tal que las pulsiones reprimidas en su inconsciente lo mueven a procurarse la punición mediante la infracción. Freud criticaba la pena de muerte, pues según una encuesta respondida por Theodor Reik –al parecer por encargo de Freud– lejos de constituir un elemento disuasorio, la pena de muerte sería una ocasión de máxima expiación, una suerte de suicidio con complicidad de la justicia estatal. - 137 -

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La idea que Freud tenía del ser humano no era muy positiva, porque estaría filogenéticamente condenado a una agresividad que al reprimirse lo carga de culpa, y ésta a su vez lo impulsa inconscientemente a la infracción en busca de castigo, aunque no necesariamente en sentido penal. El destino de la especie humana dependerá del grado en que la cultura logre hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y autodestrucción. En síntesis, todo dependerá de la forma en que nos arreglemos con nuestras pulsiones de vida y de muerte. ¿Podemos dejar de ser neuróticos? Marcuse aceptaba la hipótesis freudiana, pero sostenía que podíamos ser menos neuróticos y de ese modo ir para adelante. Brown también la aceptaba, pero como la civilización era la causa de la neurosis, proponía suprimir esta civilización y así dejar de ser neuróticos. Por desmedida que parezca la respuesta, no puede negarse que incursiona por un camino atrevido y ante la magnitud de la cuestión no hay camino que no deba explorarse. ¿Qué proponía Marcuse? Seguía a Freud y admitía que el ello regido por el principio del placer y sin contención destruiría todo. La represión que impone el orden biológico con la condicionada social o históricamente, que en la actualidad demanda una sobre-represión, innecesaria para el sostenimiento de la civilización, es decir, para sostener la civilización no se necesita tanta represión. Esta sobre-represión innecesaria no respondería al principio de realidad (a lo necesario para no hacernos bolsa), sino a lo que llama principio del rendimiento, que en la civilización actual privilegia la competencia, el crecimiento, la expansión, que hace que todo lo que no se considere útil se proclame como perverso. Brown en su tesis central plantea que no es que existe un exceso represivo –como veía Marcuse–, sino que la fuente de la neurosis civilizatoria radica directamente en hacerle perder al niño su polimorfismo: lo que Freud consideraba necesario, Brown lo considera neurótico. Brown dio el salto de lo individual a lo social y concluye en que la sociedad misma es neurótica, que la historia humana es la de una neurosis masiva, y que el psicoanálisis jamás podrá curar a los individuos, salvo que haga cambiar radicalmente la sociedad. El capitalismo, estimulador de la acumulación indefinida, sería la expresión de esta neurosis civilizatoria, que al señalar como meta la acumulación de riqueza lleva a la negación del Eros mediante la sublimación del cuerpo: la riqueza no es un medio sino un fin en sí mismo, con lo que avanza el triunfo de la pulsión de muerte sobre Eros.

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Algo de etnología. Girard coincide en seguir a Freud hasta el paraje de la etnología, pero considera que lo del padre terrible no es antropológicamente verificable y, además, es una tesis estática, que deja fundada la sociedad para siempre, y no se explica bien cómo puede mantenerse hasta el presente. La sociedad va generando una tensión que en cierto momento se traduce en una violencia difusa, porque todos van queriendo las mismas cosas, en función de una rivalidad mimética. ¿Qué significa esto? Sería lo que se produce cuando se toma a otro como modelo. Si Fulano tiene un auto nuevo, yo también quiero tenerlo, de la misma marca o mejor. ¿Por qué? Porque tomo a Fulano como modelo y, por lo tanto, quiero parecerme o superarlo y, por lógica, tener lo que él tiene o tener algo incluso mejor. Esto es la mímesis de Girard. Girard explica que los grupos comienzan mirándose y terminan imitándose y deseando lo mismo, pero a medida que la violencia aumenta, los objetos deseados pueden pasar a segundo plano e incluso olvidarse, momento en que se pasa de la mímesis de apropiación a la pura mímesis de antagonismo. De esta manera se llega a la violencia colectiva: se vierte sangre que reclama más sangre –venganza– en una escalada de violencia esencial que sólo cesa cuando se canaliza en una víctima expiatoria, cuyo sacrificio resulta milagroso, pues hace cesar de inmediato la violencia destructora. Estas reflexiones son un golpe de gracia a casi todo el derecho penal, porque explican su dificultad para darle racionalidad a la pena. Como la venganza no es racional, no puede incorporarse a un discurso racional; sólo consigue racionalizarla, darle apariencia de racionalidad ante el hecho consumado. El concepto de pena no es un concepto jurídico, sino un concepto político. Este punto es capital. El defecto de las teorías corrientes en tal materia consiste justamente en el error de considerar la pena como una consecuencia de derecho lógicamente fundada. Y unos párrafos más adelante, concluía: “quien procure el fundamento jurídico de la pena debe también procurar, si es que ya no lo encontró, el fundamento jurídico de la guerra”. La criminología mediática. Las personas que todos los días caminan por las calles y toman el ómnibus y el subte junto a nosotros tienen la visión de la cuestión criminal que construyen los medios de comunicación, o sea, que se nutren –o padecen– de una criminología mediática.

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René Girard lo explica claramente: si el sistema penal tiene por función real canalizar la venganza y la violencia difusa de la sociedad, es menester que las personas crean que el poder punitivo está neutralizando al causante de todos sus males. Siempre ha existido la criminología mediática, y siempre apela a una creación de la realidad a través de información, subinformación y desinformación en convergencia con prejuicios y creencias, basada en una etiología criminal simplista asentada en causalidad mágica. Tarde afirmaba que en el presente, el arte de gobernar se ha convertido en gran medida en la habilidad de servirse de los diarios. Para Bourdieu la televisión es lo opuesto a la capacidad de pensar, en tanto que Sartori desarrolla la tesis de que el homo sapiens se está degradando a un homo videns, por efecto de una cultura de puras imágenes. Una comunicación por imágenes necesariamente se refiere siempre a cosas concretas, pues eso es lo único que pueden mostrar las imágenes y, en consecuencia, el receptor de esa comunicación es instado en forma permanente al pensamiento concreto, lo que debilita su entrenamiento para el pensamiento abstracto. La criminología mediática crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a una masa de criminales identificada a través de estereotipos, que configuran un ellos separado del resto de la sociedad, por ser un conjunto de diferentes y malos. Los ellos de la criminología mediática molestan, impiden dormir con puertas y ventanas abiertas, perturban las vacaciones, amenazan a los niños, ensucian en todos lados y por eso deben ser separados de la sociedad, para dejarnos vivir tranquilos, sin miedos, para resolver todos nuestros problemas. Para eso es necesario que la policía nos proteja de sus acechanzas perversas sin ningún obstáculo ni límite, porque nosotros somos limpios, puros, inmaculados. El homicidio de la mujer a golpes dentro del santo hogar familiar no produce pánico moral, se ignora y si alguno de estos homicidios tiene amplia cobertura periodística, es por sus ribetes de morbosidad sexual. Esto se debe a que la introyección de la criminología mediática es muy temprana y potente, sin contar con que se la confirma todos los días en la interacción social: su construcción se ha vuelto una obviedad. No es contra los asesinos, violadores y psicópatas que la emprende la criminología mediática, pues estos siempre fueron y serán condenados a penas largas en todo el mundo, sino contra un ellos porosos de parecidos que abarca a todo un grupo social joven y adolescente y, en el caso de New York, negros. Pues todos los efectos letales del sistema penal son para ella un producto natural (inevitable) de la violencia propia de ellos, llegando al - 140 -

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máximo encubrimiento en los casos de fusilamientos, disfrazados de muertes en enfrentamientos, presentadas como episodios de la guerra contra el crimen, en que se muestra el cadáver del fusilado como signo de eficacia preventiva, como el soldado enemigo muerto en la guerra. La criminología mediática asume el discurso de la higiene social, ellos son para la criminología mediática las heces del cuerpo social. La criminología mediática entra en conflicto cuando el poder punitivo comete un error y victimiza a alguien que no puede identificar con ellos y que como víctima no puede negarle espacio mediático. Es el daño colateral de la guerra al crimen. Por supuesto que reclama una respuesta imposible, porque nadie puede hacer que lo que sucedió no haya sucedido. Frente al pasado, la urgencia de una respuesta imposible sólo puede ser la venganza. Lleva a dos grandes contradicciones etiológicas, pues por un lado atribuye la criminalidad a una decisión individual y, por otro, estigmatiza a un conjunto con caracteres sociales parecidos; además proclama una confianza absoluta en la función preventiva disuasoria de la pena, pero al mismo tiempo promueve la compra de todos los medios físicos de impedimento y defensa. El interés mediático en ocasiones se centra en algunos delitos sexuales, porque son hechos cuyas imágenes provocan mucha indignación, y también despiertan gran interés morboso, aunque no en todos los delitos sexuales, sino en los que les sirven. Insistimos en que la gran paradoja de la criminología mediática es que no busca nada contra los criminales violentos, porque en ningún país se deja sueltos a los homicidas y violadores, sino que son sometidos a penas largas, salvo coberturas oficiales. No se necesita conocimiento técnico para darse cuenta de que si un homicida es penado con veinticinco años en lugar de veinte, es algo que no tiene nada que ver con el riesgo de que me hurten la billetera en el subterráneo. Los políticos atemorizados u oportunistas que se suman o someten a la criminología mediática aprueban esas leyes disparatadas y afirman que de ese modo envían mensajes a la sociedad, confundiendo la ley penal con internet. Es tan obvio que estas leyes no tienen ninguna incidencia sobre la frecuencia criminal en la sociedad, que no estoy para nada seguro de que entre quienes las promueven haya alguien que lo crea en serio. La criminología mediática y la victima-héroe. Lo que la criminología mediática oculta al público es la potenciación del control reductor de nuestra libertad. Al crear la necesidad de protegernos de ellos, justifica todos los controles estatales para proveer seguridad. En otras palabras el nosotros le pide al estado que

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vigile más al ellos, pero también al nosotros que necesitamos ser monitoreados para ser protegidos. Para infundir el miedo necesario para que las personas dejen de valorar la intimidad y la libertad, cada homicidio cometido por alguno de ellos es recibido, celebrado y expuesto con verdadero entusiasmo; cuando no tiene ningún homicidio mostrable en el día, repite las noticias de los días previos; cuando no lo tiene en el lugar, muestra el de otra ciudad, minimizando la referencia geográfica. Este miedo anormal deja de cumplir su función de servir a la supervivencia, pues cuando no les asigno importancia a los otros riesgos me comporto temerariamente frente a ellos. Así, me cuido del robo y no me percato de que en mi propio hogar aumenta la violencia; con el pretexto del temor al robo nadie se detiene en el semáforo de la esquina y todos pasan con la luz roja, y, lo que es más grave, por temor al robo pido más vigilancia al Estado, y cuando quiero darme cuenta los que me vigilan me secuestran. En el show se presupone un Estado que si no evitó la desgracia fue por negligencia, lo que fija en el imaginario colectivo la peligrosa idea de que el Estado debe ser omnipotente, capaz de prevenir hasta los delitos y accidentes más patológicos e imprevisibles, que en ningún país del mundo pueden evitarse. La criminología mediática da con la víctima ideal para su propósito, capaz de provocar identificación en un amplio sector social y, en tal caso, la convierte en vocera de su política criminológica, consagrándola como víctima héroe. Cuando la criminología mediática instala una víctima héroe explota algunas características particulares de ésta, como histrionismo y quizá rasgos histéricos, las refuerza brindándole un escenario gigantesco para su desarrollo, pero, por sobre todo, la fija en el momento de extroversión de la culpa, le refuerza al máximo esa etapa, inmoviliza a la persona en ella y le interrumpe brutalmente el camino de elaboración del duelo, o sea, de restablecimiento de su equilibrio emocional. La persona redefine su autopercepción como víctima y queda fijada en ese rol. La criminología mediática como reproductora. El poder punitivo no selecciona sin sentido, sino que lo hace conforme se lo marcan los reclamos de la criminología mediática. El empresario moral de nuestros días no es por cierto ningún Savonarola, sino la política mediática, los comunicadores, los formadores de opinión, los intérpretes de las noticias que acaban de comentar la disputa entre muchachas en bikini para pasar a reclamar la reforma del código.

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También la publicidad de los delitos difunde métodos criminales e instiga a una criminalidad amateur muy peligrosa. Un buen ejemplo de reproducción criminal fue la enorme publicidad de secuestros extorsivos que tuvo lugar hace pocos años en la Argentina, donde estos delitos no son comunes. La criminología mediática y los políticos. La criminología mediática se vale del mismo medio que el político actual necesita: la televisión. El político actual suele ser algo así como el actor o actriz de telenovela, pasa a ser un telepolítico. Además, no puede cambiar el personaje, a diferencia del actor profesional, queda preso de su papel. Como los políticos no conocen otra criminología que la mediática, responden conforme a su discurso de causalidad mágica y, para demostrar que están preocupados por la seguridad, caen en la trampa de plegarse a sus exigencias. Los políticos desconcertados suelen creer que con concesiones a la criminología mediática contienen su embate, y cuando se percatan de que eso no lo detiene sino que lo potencia, aumenta su desconcierto. Ignoran que la criminología mediática no tiene límites, va en un crescendo infinito y acaba reclamando lo inadmisible: pena de muerte, expulsión de inmigrantes, demolición de barrios precarios, desplazamientos de población, castración de violadores, legalización de tortura, reducción de obra pública a la construcción de cárceles, supresión de todas garantías penales y procesales, destitución de jueces, etc. Es la mayor arma con que cuentan los demoledores del modelo de Estado de Bienestar en el mundo, que no son otros que los beneficiarios del caos que produjo su destrucción. Cabe observar que si bien la criminología mediática actual se globaliza desde los Estados Unidos, lo cierto es que la creación mediática de una realidad caótica para desprestigiar a los gobiernos populares es muy vieja en Latinoamérica, y desde siempre fue preparatoria de los golpes de Estado. Su discurso fue el prólogo infaltable de todas las dictaduras militares. ¿Cómo puede triunfar el pensamiento mágico? La criminología mediática es a la académica más o menos lo mismo que el curanderismo a la medicina. El criminal sádico de la serie televisiva, es un infeliz que pierde quizás los mejores años de su vida por una conducta absolutamente insensata, y que jamás podría haber tenido éxito sin contar con que ningún éxito patrimonial valdría la pena para poner en juego ese precio en libertad, autoestima, salud y vida. Cuando la sociedad quiere motivar conductas menos violentas y desmotivar las más violentas, la ciencia social no tiene espacio, y cada uno opina según el pensamiento mágico. - 143 -

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Los simplismos más groseros y las hipótesis más descabelladas se retroalimentan entre la televisión, la mesa del café y las decisiones políticas. Pero lo cierto es que el pensamiento mágico reemplaza a estos saberes. La criminología mediática no puede eludir la necesidad de vestirse de científica y, para eso, convoca a sus expertos. En esto hay considerable diferencia entre el norte y el sur, por lo que comenzamos por describir lo que pasa entre nosotros. Y con la criminología mediática sucede eso: el experto habla de lo que sabe: organización policial, dificultades de investigación, mejora del proceso, diagnóstico de algún caso particular, etc. En un momento el conductor lo interroga sobre el aumento del delito, de la criminalidad, las causas del delito, los factores sociales, si la droga tiene mucho que ver, si la liberación sexual tiene incidencia, si la desintegración de la familia pesa, si “esto” se arregla con planes sociales, con mayores penas, con el valor simbólico de la pena, con la restauración de los valores, etc., le formula preguntas que sólo podría responder un criminólogo, sólo después de investigaciones de campo que, por supuesto, en el país no se realizan, porque no se destina un mísero peso a esto. Decir que concurren cuatro actitudes diferentes: (a) la estafa científica de algunos escribidores; (b) la ingenuidad de algunos científicos serios, que no son capaces de reconocer los límites de sus propios conocimientos, o sea, que saltan de la biología a la filosofía sin escalas; (c) la ideología burdamente racista de algunos científicos (d) el horrible guiso que cocinan los comunicadores o formadores de opinión mezclando todo lo anterior para reforzar la imagen puramente individual del crimen que proyectan como el único riesgo social. Se pretende que la genética ocupe el lugar que en los años treinta tuvo la endocrinología criminal, pero ésta tampoco murió del todo, porque la tesis de la constitución criminal reapareció en 1989, cuando el psiquiatra inglés Hans Eysenck, en colaboración con Gisli H. Gudjonsson, resucitaron las teorías biotipológicas, en un libro que, por cierto, lleva el sugestivo título de “Las causas y la cura de la criminalidad”. Cromosoma atípico o adicional. Inmediatamente los científicos apresurados se lanzaron a medir, y hallaron que había una pequeña frecuencia mayor de sujetos con cromosoma adicional en la población penal. Así, la pretendida correlación entre el cociente intelectual bajo y el delito no indica una causa, porque no se toma en cuenta la frustración escolar de la persona, su estigmatización familiar, la lesión sufrida en su autoestima y el efecto interactuante de otras frustraciones y, lo que es más significativo, tampoco se considera la mayor vulnerabilidad al poder punitivo: si

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tenemos más tontos en las cárceles, no es porque los menos inteligentes cometen más delitos, sino porque es más fácil apresarlos. El fin de la criminología negacionista: qué, cómo y dónde. Si la única verdad es la realidad, en criminología la única realidad son los cadáveres, debemos escucharlos allí donde hay cadáveres en masa, crímenes cometidos por los estados. La criminología negacioncista llega a su fin, una criminología en serio debe empezar por escuchar que estos muertos están muertos. Lo curioso es que en casi todos estos casos la indiferencia del resto del mundo fue la que permitió la masacre. Los homicidios de masa siempre se cometieron y se siguen cometiendo porque la política de un Estado lo decide, su poder punitivo lo ejecuta, y el resto de los Estados lo mira con indiferencia o complacencia. En cada masacre no son sólo responsables los Estados que la cometen sino también los que no actúan, los que omiten y dominan la política internacional. En cuanto a prevención del genocidio, la convención de 1948 fue casi una manifestación de buena voluntad, porque las masacres del siglo pasado han cesado sólo porque obtuvieron sus objetivos, porque intervino algún Estado extranjero o porque los masacradores perdieron una guerra (como los nazis). Como todo esto demuestra que la definición legal de genocidio es producto de un ejercicio de poder (de una decisión política de criminalización primaria) que no pierde su carácter selectivo por provenir del campo internacional, se nos hace necesario reemplazarla por un concepto criminológico. A ese efecto usaremos el más amplio de masacre, entendiendo por tal: “toda práctica de homicidio de un número considerable de personas por parte de agentes de un Estado o de un grupo organizado con control territorial, en forma directa o con clara complacencia de éstos, llevada a cabo en forma conjunta o continuada, fuera de situaciones reales de guerra que importen fuerzas más o menos simétricas”. Las masacres y las guerras. Numerosas masacres quisieron confundirse con guerras. Si bien la guerra es también un crimen, la guerra exige que haya dos fuerzas armadas regulares o irregulares pero más o menos simétricas. Estas masacres para bélicas se vieron favorecidas porque desde la Primera Guerra, esta dejó de ser protagonizada sólo contra ejércitos para pasar a involucrar a la población, apelando a su sustanciación como enemigo y como inferior, por lo que los muertos no sólo eran efectos colaterales, sino que también comenzaron a ser producto de represalias sobre la población civil. - 145 -

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¿Cuándo se cometen las masacres? Las masacres pretendieron un control territorial para limpiar y homogeneizar, higienizar, desinfectar, que comenzó dentro de la propia Europa y que ésta expelió hacia el resto del mundo mediante el colonialismo y el neocolonialismo, hasta que rebotó y volvió brutalmente a Europa, dejando múltiples estelas pos colonialistas en su camino. Cuando se practican en el propio territorio requieren estados de policía, y cuando se cometen fuera del propio territorio del estado genocida, pueden ser practicadas por estados más o menos liberales. Girard lanza la hipótesis de que las masacres se llevan a cabo por estados débiles, que procuran salir de su crisis reafirmando su poder mediante la construcción del chivo expiatorio, mostrándolo como responsable de todos los males. Todo parece indicar que el chivo expiatorio aparece cuando un grupo hegemónico débil opta por crearlo como forma de acumular poder. Esto no significa que sea un medio eficaz para conseguir ese objetivo, pues en la mayoría de los casos, en el mediano y no muy largo plazo no dio el resultado esperado. La identificación de los criminales con los salvajes no fue un invento de Lombroso, sino un estereotipo que tendía a unificar a dos chivos expiatorios, es decir, al marginado interno y al colonizado externo, lo que justificaba la importación a la metrópoli de la policía de ocupación territorial de las colonias. La masacre no puede llevarse a cabo si no cuenta con el apoyo o la indiferencia de la población y con la convicción de las agencias ejecutoras. Este presupuesto depende de la creación previa de realidad mediática que instale el pánico moral. Sykes y Matza plantean diferentes técnicas de neutralización: (1) Negación de la propia responsabilidad; (2) del daño; (3) de la víctima; (4) condenación de los condenadores; y (5) apelación a lealtades superiores. Veamos cómo operan estas categorías en el discurso de los masacradores. La negación de la propia responsabilidad en las masacres se caracteriza por definir situaciones como de extrema necesidad y creadas por el grupo al que se pretende aniquilar. Por ende, el chivo expiatorio en toda masacre debe ser alguien que haga creíble la atribución de un enorme poder capaz de generar el pánico moral. Más bien parece que cada uno de esos hechos fue sólo una condición, porque de no haber existido hubiese costado un poco más de - 146 -

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esfuerzo, pero se lo hubiese inventado o creado. Es obvio que si de cada peligro, conflicto o riesgo real, derivase una masacre, ninguno de nosotros estaría vivo. Hay hechos muy graves que desencadenan incluso guerras civiles, pero no masacres. Estos hechos dan lugar a la tesis de la provocación suficiente, mediante la cual el masacrador se presenta como alguien al que las circunstancias históricas colocaron en la triste función masacradora, y que para salvar a la comunidad, a la civilización, a la raza, a la república o al proletariado (o a su santa madre, suelen agregar en el café) no tiene más remedio que sacrificar algunas vidas como único medio de preservar al resto. Esta es la nada novedosa fórmula de Caifaz. En la Argentina se la ha llamado la teoría de los dos demonios. La negación del daño es una técnica de comunicación, resultante de que ningún masacrador quiere espantar a su población mostrando sus atrocidades, sino asustarla mostrando las que según él comete el chivo expiatorio. Con eso busca la participación activa de la población, aunque la forma más frecuente de ésta son las delaciones, que abren el espacio para múltiples crímenes triangulares originados en cualquier odio o frustración. La negación de la víctima es otra técnica de neutralización indispensable en la preparación de la masacre. El chivo expiatorio se construye siempre sobre un prejuicio previo, que es una discriminación que jerarquiza seres humanos: negros, indios, judíos, islámicos, gays, burgueses, comunistas, degenerados, asociales, inmigrantes, discapacitados, pobres, ricos, habitantes urbanos, todo lo que sustancializado permite considerarlos subhumanos o menos humanos, y atribuirles los peores crímenes, construyendo un ellos de malvados y dañinos que deben ser eliminados para poder sobrevivir. La condenación de los condenadores, pues los masacradores pretenden identificar a todos los que condenan sus crímenes como traidores, idiotas útiles que no ven el peligro del enemigo, obstáculos, o encubridores de los crímenes que se imputan a ellos. La neutralización es un componente ideológico presente en todas las masacres que es la invocación de lealtades superiores, donde encontramos todas las construcciones megalómanas que hacen que el nosotros adquiera dimensiones míticas. Con qué y con quiénes Sobre los ejecutores materiales, a diferencia de los masacradores de escritorio, ejerce una atracción fascinante el sentimiento de omnipotencia que provoca disponer de la vida de un semejante, tenerlo a disposición, sentir su miedo. De allí que el reclutamiento de los ejecutores materiales seleccione de preferencia a jóvenes y adolescentes o a adultos con trastornos de personalidad, pues es sabido que la omnipotencia es signo de inmadurez emocional y el masacrador explota esta falencia, así como el psicólogo industrial malvado - 147 -

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aconseja al empresario acerca de cómo explotar la patología del empleado, pues no cualquiera está dispuesto a masacrar. Por qué. ¿Por qué un grupo de poder monta un estado de policía, elimina las limitaciones a su poder punitivo y aniquila a una masa humana que señala y sustancializa como enemiga? Es cierto que señalar a un enemigo es un modo de canalizar malestar y venganza, pues poner todo el mal en cabeza de un grupo es un fortísimo recurso político, todo lo amoral que se quiera, pero siempre muy eficaz, hasta el punto de que un teórico psicópata como Carl Schmitt lo consideró la esencia de la política. Resulta que la sociedad moderna presenta características morbosas respecto de los esquemas que rigen la búsqueda del conocimiento, que tienen por meta la dominación de los entes. El capitalismo salvaje –estimulador de la acumulación indefinida– sería la expresión de esta neurosis civilizatoria, que al señalar como meta dominante la acumulación de riqueza llevaría a la negación de Eros, a la sublimación del cuerpo: la riqueza se vuelve un fin en sí mismo, el cuerpo se neutraliza y triunfa la pulsión de muerte. La neurosis civilizatoria tanto como la acumulación señorial de saber, apoyadas ambas al igual que la venganza sobre la idea lineal del tiempo, si bien explican mucho en forma convincente, parecen quedarse en hechos del último milenio, pero las masacres no se limitan a nuestra civilización dominante, moderna y pre moderna. Las masacres suelen encubrirse con visiones religiosas y son tan antiguas como la religión y, al igual que ella, son pre-estatales, pues aparecen en sociedades con organizaciones muy diferentes a las modernas y también muy distintas entre sí. La naturalización de masacres: según esta tesis, la persistencia y antigüedad del fenómeno respondería a razones biológicas, o sea, a algo no mutable de la biología humana. La lógica naturalizante es impecable: si venimos fallados genéticamente y el gen perverso nos lleva a la violencia, adelante, sigamos por ese camino que vamos bien, al estilo de Carl Schmitt. Esta lógica masacradora podía sostenerse en el siglo pasado con cierto gesto de indiferencia y hasta de soberbia, porque las masacres mataron a un habitante del planeta por cada cincuenta, pero quedaron cuarenta y nueve. ¿Qué puede hacer la criminología? Las masacres son un crimen y cuando de prevenir delito se trata, desde siempre se sabe que hay dos niveles de prevención, la primaria es la que va a la raíz social del conflicto.

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El poder punitivo internacionalizado cumple funciones útiles, tanto prácticas como teóricas. En lo práctico sirve para evitar un posible caos por descontrol del principio universal, según el cual cualquier Estado puede juzgar un crimen contra la humanidad, aunque no se haya producido en su territorio. El principio es muy lindo, pero si no se pone un poco de orden, se corre el riesgo de que cada uno quiera juzgar al vecino. El derecho que no juzga al criminal contra la humanidad pierde fuerza ética, y aunque ninguna sentencia lo diga y las pocas que hubo lo disimulen con inventos, debe reconocer que la impunidad lo dejo en condición de no persona. Es duro aceptar que nunca se había reconocido que el agente de las masacres es el mismo al que supuestamente se le encarga la prevención de los homicidios, pese a que siempre estuvo muy a la vista. Al enemigo que en ocasiones deviene chivo expiatorio, lo construye una agencia empresaria moral que hegemoniza el discurso punitivo y el poder masacrador, hasta que otra agencia se lo disputa, comenzando por negar el riesgo y la peligrosidad del enemigo construido por la anterior, pero para construir otro, como verdadero o nuevo peligro generador de otra emergencia y de otro posible chivo expiatorio. Pese a que el poder punitivo descontrolado renueva siempre la misma estructura discursiva (que es la originaria del Malleus maleficarum), su contenido varía por entero según el enemigo elegido, aunque invariablemente reduce todo el poder jurídico a coerción directa (derecho administrativo), pues supuestamente se bate contra un proceso lesivo en curso, y sus penas son todas formas de coerción directa o ejercicio de poder de policía administrativo. El derecho penal de contención, por su parte, también tiene desde sus orígenes la misma estructura discursiva, que es la de la Cautio criminalis de Spee, sólo que (a diferencia del inquisitorial) sus contenidos no cambian, sino que aumentan y se perfeccionan con las sucesivas experiencias de crítica a las pulsiones policiales y de capitalización de la experiencia de las masacres pasadas. Las garantías no son inventos para encubrir criminales (como pretende la criminología mediática), sino resultado de las anteriores experiencias masacradoras de los estados policiales. Creemos que la contribución de la criminología a la prevención de las masacres debe consistir en: (a) análisis crítico de los textos sospechados de ocultar técnicas de neutralización. (b) estudiar los efectos de la habilitación irresponsable del poder punitivo, y advertir sobre sus riesgos a los juristas y a los políticos.

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(c) investigar la realidad violenta aplicando las técnicas propias de la investigación social de campo (d) neutralizar con los datos reales a la criminología mediática (e) adquirir práctica comunicacional mediática para desnudar públicamente su causalidad mágica. (f) analizar las conflictividades violentas en todas sus particularidades locales, para señalar la vía más adecuada para desmotivar los comportamientos violentos. Frente a las masacres la criminología pasó por dos etapas: la primera fue de legitimación de las masacres, con el reduccionismo biológico y los disimulos posteriores, en la que vio los cadáveres y los consideró normales. Luego pasó por la negacionista por omisión, en la que no se ocupó del tema; en ésta los cadáveres fueron enmudecidos. Esta etapa llega a su fin, pues ya es insostenible en el mundo contemporáneo. Está comenzando una tercera etapa, que es la que llamo de la criminología cautelar. Designamos así a la criminología que proporcione la información necesaria, y alerte acerca del riesgo de desborde del poder punitivo, susceptible de derivar en una masacre. No se trata de una criminología abolicionista, pues como hemos dicho, eso implica un proyecto de nueva sociedad que los criminólogos no estamos en condiciones de formular, al menos en el rol de tales. Se trata sólo de una criminología de la prudencia, de la cautela, como lo indicaba el jesuita Spee. En definitiva, tampoco hoy sabemos a ciencia cierta si las brujas existen, pero por lo menos podemos asegurar –al igual que Spee– que no conocemos ninguna. La criminología cautelar demandará un nuevo marco teórico, pues para superar el negacionismo y llegar a la cautela, es necesario que reconozca que el poder masacrador y el punitivo tienen la misma esencia –la venganza– y, más aún, que la masacre es el resultado del funcionamiento del mismo poder punitivo cuando logra hacer saltar por los aires la contención jurídica. El aparato canalizador de venganza. Pese a la experiencia milenaria del poder punitivo y de las reiteradas masacres como una sucesión de pulsiones entre la venganza y el poder de contención jurídica, cuesta esfuerzo tomar conciencia de que la sustancia del poder masacrador es la misma que contenemos jurídicamente en el sistema penal, porque nos han colonizado mentalmente mostrándonos al sistema penal como un instrumento de la justicia, cuando en verdad a la pobre justicia el sistema penal le rompe la balanza y, aprovechando que es ciega, le hace dar sablazos hacia donde quiere. - 150 -

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Las agencias del sistema penal son específicas o inespecíficas, según se ocupen sólo o predominantemente del ejercicio de este poder, o bien incidan en él en el marco de una incumbencia más amplia. (a) agencias del sistema penal específicas son las ejecutoras o policiales (incluyendo todas las policías y, por supuesto, a los servicios de inteligencia de los estados), las judiciales penales (incluyendo a jueces, Fiscales, defensores, abogados y funcionarios administrativos), las penitenciarias, las de reproducción ideológica (universidades, institutos de investigación especializados), las organizaciones no gubernamentales (dedicadas al tema), las internacionales (especializadas en los niveles mundial o regional) y las transnacionales (que influyen específicamente sobre los gobiernos desde otros gobiernos). (b) agencias del sistema penal inespecíficas son los poderes legislativos y ejecutivos, los partidos políticos y, sobre todo, los medios masivos de comunicación social (o aparato de publicidad del sistema penal). Todos los sistemas penales presentan dos características estructurales: sus agencias son compartimentalizadas y cada una de ellas tiene un doble discurso. La compartimentalización hace que carezcan de una dirección común, incluso cada una depende de una autoridad diferente. El conjunto es algo así como una orquesta sin director. El poder punitivo lo ejercen las agencias ejecutivas. Todas las agencias del sistema penal inciden sobre el poder punitivo, pero no todas lo ejercen. Las que realmente ejercen el poder punitivo son las policiales, en el amplio sentido de la expresión. Las otras agencias influyen sobre éstas, las limitan o las impulsan, pero no ejercen directamente el poder punitivo. Los jueces y fiscales no salen a la calle a buscar delincuentes, sino que las policías les seleccionan los candidatos a condenados. Lo políticamente importante del poder punitivo es la vigilancia que las agencias ejecutivas ejercen sobre todos los que andamos sueltos. Hoy el Estado sabe más de cada uno de nosotros que nosotros mismos. La capacidad de almacenamiento y cruce de datos es inmensa y, por tanto, yo no sé cuántos m3 de gas consumo, pero el Estado puede tocar un botón y saberlo. En comparación con los controles a que estaban sometidos nuestros abuelos, nos van quedando cada vez menos espacios sin vigilancia. Compartimos la vida con personas que se sienten seguras con más controles, sin caer en la cuenta de que van camino a la inseguridad más absoluta en manos de un Estado gendarme neo-stalinista, al que le son indispensables los ladrones bobos y algunos psicópatas asesinos; si no los hubiese, tendrían que inventarlos y sin duda lo harían, pues su máquina burocrática no se dejaría morir de inanición. - 151 -

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La desconfianza de la población repercute en el esclarecimiento de los delitos, pues da lugar a la resistencia a denunciar, a proporcionar información y a testimoniar. Es un modelo suicida, que sirvió para una sociedad estratificada y oligárquica, pero que hoy destruye una institución necesaria, porque va anulando su función manifiesta, pierde eficacia preventiva, se le descontrolan mandos medios, no es posible el control interno. La criminología mediática oscila: en ocasiones se hace eco del discurso policial que atribuye el fracaso a las garantías penales, y otras lo atribuye a la corrupción o ineficacia policial, según los momentos políticos. Además de la precariedad salarial y el escaso entrenamiento, se lo somete a un régimen disciplinario militarizado que en la práctica no es más que un verticalismo autoritario y arbitrario. Cuando un hecho violento repercute sobre la imagen pública policial se lo entrega a la justicia penal. Para colmo de males, se ha profundizado la llamada privatización de la seguridad, con empresas que superan la capacidad de la policía estatal. Cuando los controles no son rígidos, éstas pueden derivar en actividades cercanas al pago de protección. No es raro que las epidemias de ciertos delitos o de su frecuencia en ciertas zonas, convenientemente publicitados por la criminología mediática, obedezcan a la creación de una demanda de servicios privados de seguridad. Existe otra funcionalidad preocupante de este modelo policial suicida, que es la que se le asigna en el control de la exclusión social. El excluido urbano es un producto potenciado por el irresponsable festival de mercado de las últimas décadas del siglo pasado. Se diferencia del explotado porque éste es parte de un sistema, en tanto que el excluido es un humano descartable que se agolpa en las periferias urbanas y que de alguna manera es necesario controlar. Cuando observamos atentamente la composición del personal policial, vemos que en particular el de menor nivel es seleccionado de las capas sociales más humildes, y entrenado en un proceso de miedos, que es en parte bastante análogo al deterioro por criminalización. El estereotipo dominante del policía no es nada positivo, en particular en las clases medias. Estas lo perciben como alguien no confiable, vivo, astuto, personificando un poder no limpio, con caracteres machistas, violentos y en nuestra región, por añadidura, corrupto. Sinceramente, me resulta muy difícil determinar si este modelo conduce a una violación de derechos humanos más grave en los criminalizados que en los policizados, no sé de qué lado opera con mayor crueldad el modelo. El resultado es que criminalizados, victimizados y policizados se seleccionan de los mismos sectores sociales. En definitiva, las

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muertes entre personas de ese sector son la forma de controlarlo, lo que es más fácil y barato que someterlo a vigilancia y reprimirlo de continuo. La dinámica real del poder punitivo es exactamente inversa: los legisladores habilitan ámbitos de arbitrio selectivo al poder punitivo sin saber sobre quien ni cuándo habrá de recaer, en tanto que los jueces no pueden hacer más que limitarse a decidir en los procesos de criminalización secundaria que ponen en funcionamiento los policías. El resultado: la prisionización reproductora. El resultado más espectacular del sistema penal es la prisionizacion, pues desde el siglo XIX la privación de la libertad es en todo el mundo la columna vertebral del sistema de penas. En los países ricos las cárceles tienden a convertirse en instituciones de tortura blanca (sin predominio de violencia física), y en los pobres en campos de concentración, con muertes frecuentes (masacre por goteo), y brotes de muertes masivas (motines). La intervención penal por desviaciones primarias genera otras secundarias más graves y la reclusión de adolescentes prepara carreras criminales. La prisionización innecesaria fabrica delincuentes, al igual que la estigmatización de minorías en una clara profecía auto-realizada (jóvenes con dificultades de identidad asumen los roles desviados imputados mediáticamente, reafirmando los prejuicios propios del estereotipo). La explicación convencional según la cual hay más prisionización porque hay más homicidios es falsa, porque si fuese cierta, con los largos años que llevan, las altas tasas debían haber hecho descender los homicidios y las bajas tasas los deberían haber subido, nada de lo cual ha sucedido. La conclusión es clara: el mayor uso de la prisión no tiene efecto preventivo de los homicidios, y cabe sospechar que tiene un efecto contrario. La criminología mediática impulsa una solución absurda, pues lleva a un círculo vicioso, más prisionalizacion, más homicidios, hasta que la cárcel se convierte en un campo de concentración. Hay una pena de muerte aleatoria también por ningún delito, porque alrededor del 70% de los presos no están condenados, sino sometidos a medidas cautelares, y el riesgo de victimización homicida suele superar el 20%. Las tasas de prisionización latinoamericanas no varían por las penas previstas en los códigos penales, sino por las disposiciones procesales que amplían o limitan la prisión preventiva. Estas prisionizaciones inútiles no son errores judiciales sino prácticas corrientes. Los errores judiciales son a veces dramáticos (sobre todo cuando ya se ejecutó la pena de muerte, como en los Estados Unidos), pero la prisionización sin causa en forma de prisión preventiva no es ninguna excepción, sino una práctica corriente, con la que los jueces se - 153 -

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protegen de la criminología mediática, de los políticos y de sus propias cúpulas, pues se decide conforme al grado de peligrosidad política que experimenta el juez, o sea, de peligrosidad judicial, entendida como el grado de peligro que una liberación, absolución o excarcelación puede depararle al juez. Dado que el positivismo racista extendió el peligro del salvajismo de los neocolonizados al de los excluidos en la concentración urbana, la peligrosidad es el mismo elemento discursivo genocidario que cambió de objeto, pasó de la colonia a la gran ciudad de la metrópoli, cuyo objeto son hoy los jóvenes y adolescentes de los barrios precarios. En la vida carcelaria las condiciones infantilizantes hacen que pequeñeces de la vida libre asuman una trascendencia increíble: la comida, insignificantes espacios de privacidad y el consumo de algún tóxico y de alcohol, el envío de mensajes, la comunicación con personas del exterior del penal, los objetos de tocador. Todos estos elementos demuestran que la tan mentada ideología re es muy difícil de concebir en los términos tradicionales, y que la cárcel más bien opera en sentido contrario, pero la razón principal por la que le reconocemos el papel de máquina fijadora de roles desviados es una característica estructural. El preso debe comportarse respondiendo al rol que demanda el estereotipo, pues de lo contrario provoca las disrupciones (reacciones agresivas) que pueden costarle la vida. La criminología mediática pretende que resulta de una elección individual, cuando lo cierto es que una personalidad lábil lo vivencia como la única posibilidad de supervivencia identitaria que la sociedad le deja. La reincidencia no es ninguna prueba de inclinación al delito, sino de una personalidad lábil que responde positivamente al condicionamiento reproductor del propio sistema. No es de extrañar que las ideologías re hayan fracasado, lo que fue aprovechado en los Estados Unidos para reemplazar la cárcel de tratamiento por la de seguridad. Los políticos no se sienten capaces de enfrentar a la criminología mediática y se limitan a ceder ante los reclamos de ésta con la esperanza de hacerle proyectar la imagen de que están controlando a ellos, sin darse cuenta de que ésta jamás lo hará, pues esa imagen la reserva para cuando haya un gobierno acorde con los deseos del establishment de los empresarios mediáticos en sintonía con los beneficiarios del desbaratamiento criminal del Estado de Bienestar, y de la consiguiente contención violenta de los excluidos. La criminología cautelar preventiva de masacres. En nuestro tiempo, la máxima abstracción es la idea mediática de seguridad. En todo gobierno existe un área de seguridad, porque de algún modo es menester denominar a las policías y sus aledaños. A partir de esa denominación, la criminología mediática construye una - 154 -

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realidad de seguridad bastante difusa, pero de ella deduce de inmediato –y los juristas degluten– un derecho a la seguridad. Los tres frentes de la criminología cautelar. María Lucía Karam, la excelente criminóloga brasileña, dice con razón que el mejor ejemplo del delito de propaganda desleal es el propio sistema penal, que nos vende un producto falso. Una criminología cautelar debe ser una criminología militante, porque se enfrenta a verdaderos guerreros mediáticos, que siempre están fabricando nuevos ellos para impulsar la venganza hacia la masacre. Los fabrican en serie: no hace mucho el gobierno francés dejó de lado a los africanos y argelinos de sus suburbios y buscó a los gitanos. Por eso la criminología debe ser militante si quiere ser cautelar, o sea, estar siempre atenta y vigilante para evitar la trampa que nos tiende el discurso que dice: bien, esos “ellos” no, pero estos “ellos” sí, son los malos en serio. Dejemos por un rato a los adolescentes del barrio precario, pero vayamos contra todos los colectiveros, los taxistas, los ebrios, los fumadores, y así al infinito. Esta criminología cautelar –y militante– tiene tres frentes a los que atender: (a) Debe estar atenta para analizar las condiciones sociales favorables a la creación mediática del mundo paranoico y desbaratar sus tentativas de instalación desde las primeras manifestaciones orgánicas. (b) Debe tomar muy en serio los daños reales del delito, es decir, la victimización y sus consecuencias, promoviendo en forma permanente la investigación de campo y del efecto que a su respecto tienen el propio poder punitivo y la criminología mediática. (c) Por último, debe investigar y proponer públicamente los medios más eficaces para la reducción de los anteriores. Los académicos deben ir aprendiendo en el diálogo con las otras personas, con las víctimas, con los que tienen miedo a amenazas reales, con los operadores del sistema penal y con los mismos infractores, con la intención de llegar a un momento en que la criminología sea un conocimiento de todos y a la vez una empresa común. La actitud militante no puede ser otra que el diálogo; las personas no son objeto de conocimiento sino proveedoras de conocimiento. Por cierto que para eso debe vencer obstáculos, entre otros el de la procedencia de clase del propio criminólogo, que debe aprender a comunicarse con todos los sectores sociales y detectar sus propios prejuicios. Esta carencia de información científica también es funcional a las cúpulas de las agencias, porque les permite manipular la inversión del presupuesto. Se confirma la tesis - 155 -

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foucaultiana de que el poder punitivo no interesa tanto por su objetivo manifiesto (prevención del delito), pues de lo contrario se extremaría el cuidado en el primer paso de la prevención, que es su cuadro de situación. Es obvio que nadie puede prevenir lo que desconoce, y si no quiere conocerlo es porque no se propone como meta la prevención. La prevención del mundo paranoide. Todo criminólogo debe estar atento a las condiciones que favorecen la instalación del mundo paranoide por parte de la criminología mediática. Ésta requiere un campo de inseguridad existencial, que tanto en América como en Europa proviene hoy del desbaratamiento de los estados de bienestar. La violencia difusa se expresa en actitudes xenófobas, clasistas, racistas, etc. La excesiva angustia social impulsa la búsqueda anárquica de responsables de la inseguridad, que se traduce en violencia contra los más dispares grupos y personas (violencia difusa, sin canalización dominante). La criminología cautelar debe ponderar este marco, pues de su dimensión dependerá la mayor o menor facilidad para la creación mediática del mundo paranoide. La violencia difusa y la angustia social se retroalimentan hasta que la última se vuelve insoportable, pero en cuanto se consigue imputar a un chivo expiatorio como fuente de la inseguridad existencial (se instala el mundo paranoide con un enemigo identificado), el nivel de angustia desciende porque ésta se convierte en temor (miedo) a la amenaza de la emergencia desatada por el enemigo. Cuando las encuestas muestran que el principal reclamo es la seguridad, es porque la criminología mediática ha logrado instalar el mundo paranoide. Cuando reina libertad de información, son las empresas de comunicación las que ejercen el poder de Instalación del mundo paranoide y lo deciden conforme a sus intereses (rating y consiguiente renta publicitaria), y a los del sector político o económico en sintonía con sus propietarios. Pero para instalar el mundo paranoide también es indispensable un chivo expiatorio adecuado para imputarle los crímenes que se proyectan como fuente de inseguridad existencial. La historia muestra la enorme heterogeneidad de los enemigos en diferentes mundos paranoides: brujas, herejes, judíos, drogadictos, traficantes. Al enemigo siempre se le asigna el rol de criminal que incurre en los delitos de máxima gravedad, sin importar si en verdad los comete, pues lo importante es que se lo crea. Nunca debemos perder de vista que la criminología mediática es un arma de lucha contra el estado de bienestar, que con el pánico moral hace que las personas se sientan en - 156 -

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constante peligro de vida y, por ende, privilegien este bien sobre cualquier otro, con lo cual dejan de lado los reclamos que corresponden al estado de bienestar, para reducirse sólo al que interesa al Estado gendarme de los años noventa del siglo pasado, cuyas consecuencias estamos pagando aún. No se puede prevenir lo que no se conoce. La criminología cautelar necesariamente debe ocuparse de señalar los medios para reducir los delitos violentos, toda vez que la criminología mediática no sólo oculta otros riesgos sino que tampoco se ocupa de reducir el de la propia violencia criminal que magnifica, pues a su respecto impulsa medidas que con frecuencia los potencian fabricando criminales, los que a su vez le resultan funcionales. Por consiguiente, la criminología cautelar debe confrontar con el pánico moral por un lado, pero apoyar el temor racional –y por ende la cautela– frente a los riesgos reales causantes de cadáveres anticipados, sea que provengan del delito violento, de otros riesgos minimizados mediáticamente o del propio poder punitivo. Para eso es necesario investigar los riesgos que constituyen las diferentes fuentes de muerte violenta en cada sociedad y proponer las medidas preventivas adecuadas. En última instancia, debe propugnar por la instalación de una criminología preventiva de estado. Recordemos que hay en principio dos clases de prevención: la primaria y la secundaria. La prevención primaria es la que opera sobre la fuente misma de la conflictividad; la secundaria –dicho brevemente– sería la policial o de vigilancia. Esto es verdad, pero a condición de considerar que se trata de dos extremos en un espectro que puede abarcar múltiples modelos intermedios. Nadie puede prevenir si antes no agota los recursos técnicos para saber qué es lo que debe prevenir. No hay táctica posible sin un cuadro de situación. Esto parece tan elemental que no encontramos más argumentos para reforzarlo: muchas veces la evidencia obstaculiza la argumentación, porque nadie se ocupa de lo evidente; nadie hace una tesis para demostrar que los objetos pesados caen hacia abajo. La dignificación policial. La criminología cautelar debe prestar especial atención a la policía, que en nuestra región padece diferentes grados de deterioro, que será menester diagnosticar para emprender un proceso de reconstrucción institucional. El personal policial es muchas veces la más próxima representación del Estado que tiene el habitante, por lo cual debe tener un mínimo de entrenamiento para manejar la - 157 -

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conflictividad cotidiana, aconsejar, orientar a la población, derivar los planteos a las diferentes agencias del estado con capacidad para resolver. Debe suprimirse la pura meritocracia que deriva en prácticas viciadas. El control de la calidad del servicio debe ser valorado conforme a criterios de eficacia preventiva, no de puro número. En definitiva, si en un circuito policial no sucede nada grave, es natural que tampoco haya un número elevado de procedimientos. La regla de oro debe ser la menor molestia posible a la población. La prisión como factor de riesgo. Si por ideología re se entiende que el preso debe tratarse como un aparato peligroso a ser introducido en un taller de reparaciones para devolverlo en condiciones de circular, esto no sólo es falso sino también inhumano, y además de imposible funcionamiento. En este sentido no hay ningún fracaso sino que nunca funcionó ni podía hacerlo. Con ese objeto se ampliaron en abanico las instituciones que primero se inventaron para reducir la prisionización, o sea, la condenación y la libertad condicional. Eso dio lugar a las llamadas penas alternativas, que es preferible llamar penas no privativas de la libertad. En algunos países la situación ha alcanzado límites insólitos, porque funciona un sistema de cupos de facto, porque sus prisiones están tan superpobladas que no caben más presos ni siquiera en las condiciones más deplorables, por lo cual las órdenes de detención se cumplen a medida que se producen nuevas vacantes en las prisiones, que se llenan mediante la selección que llevan a cabo las policías, lo que les abrió una nueva fuente de recaudación autónoma. Son infractores que han hecho de sus ilícitos una forma de sobrevivir, por cierto que nada fácil y bastante deteriorante y dañosa. Estas personas no llegan a la cárcel por lo que hacen, sino porque eligieron mal una forma de supervivencia. Los white collar (cuello blanco) realizan conductas más dañosas, aunque sólo excepcionalmente llegan a la prisión, pero los presos no saben usar medios muy sofisticados y, como vimos, son primitivos, chambones de la supervivencia ilícita, poco menos que se entregan al poder punitivo, llegan enmarcados en un estereotipo inconfundible, casi ataviados con un uniforme de su actividad. En la prisión se les debe deparar un trato. ¿Cuál? La anomia del personal penitenciario responde a que el discurso re lo coloca frente a una misión imposible. No obstante, a veces sucede que el preso no vuelve más, y estos casos son considerados como éxitos resocializadores. En estos casos el preso ha aprendido que asumiendo el rol conforme al estereotipo, lejos de desempeñar el papel de macho, fuerte, valiente, desafiante, vivo, que las sabe todas, en realidad ha cumplido el papel de tonto útil al - 158 -

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poder punitivo. Se ha dado cuenta de su desvío y de que le engañaron y le hicieron tomar el camino errado por el que sólo puede construir su propia ruina y jugar a favor del poder punitivo. Fue víctima de una mala pasada, de una elección existencial tremendamente catastrófica en lo personal. No porque ha sido malo, sino porque ha sido tonto. Si el preso por infracciones de supervivencia está preso no tanto por lo que hace, sino porque lo hace mal, porque ha elegido un camino para sobrevivir que lo lleva a su destrucción y que es funcional a la legitimación del poder punitivo, lo cierto es que está preso por su vulnerabilidad, de la que forma parte central la introyección del estereotipo, o sea, su propia autopercepción, que le otorga un alto nivel de vulnerabilidad al poder punitivo. De cualquier manera, un trato y una clínica de la vulnerabilidad son posibles, y su teorización tendría enorme valor para dotar de un nuevo discurso no contradictorio al personal penitenciario. Si se quiere sostener que sería una nueva versión de re-algo es una cuestión opinable y terminológica, pero lo cierto es que no se trata de ninguna empresa imposible, sino altamente digna para revalorar la difícil tarea del personal penitenciario.

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