Un Recorrido Por Parajes de Otro Mundo Tierra de Lipez

Un recorrido por parajes de otro mundo Tierra de Lipez Los territorios habitados antiguamente por los señoríos de Lípez,

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Un recorrido por parajes de otro mundo Tierra de Lipez Los territorios habitados antiguamente por los señoríos de Lípez, en el departamento de Potosí, permiten un viaje que combina la arqueología con paisajes que estimulan la imaginacion No alcanzan cinco días y cuatro noches para descubrir todos los paisajes que ofrecen las comunidades del municipio de Colcha K, en la provincia Nor Lípez de Potosí. Soberbias montañas contienen la inmensidad del salar de Uyuni, mientras sus islas ofrecen asilo a cactus y aves de la zona. Las formaciones rocosas que surgen de la pampa se alzan como ciudades de piedra salidas de un cuento de ciencia ficción. Las cuevas y planicies albergan pinturas rupestres, ruinas arqueológicas y chullperíos. Nuestro recorrido empezó en Uyuni —a 219 kilómetros de la ciudad de Potosí y, aproximadamente, 310 kilómetros de Oruro— a donde llegamos en la madrugada, después de un viaje por tierra de casi 12 horas desde La Paz. Allí nos esperaba Mirtha Mamani, guía y funcionaria responsable de turismo de la Alcaldía de Colcha K, quien elaboró un inventario de la potencial oferta turística de la provincia. Se tiene una primera aproximación a estas culturas a través de pequeños museos ubicados en distintas comunidades de la zona donde se pueden apreciar tejidos, joyas, herramientas de trabajo, armas y pintura rupestre. Iniciamos la aventura en una vagoneta conducida por Teófilo Alí, quien antes de dedicarse a su actual oficio había sido llamero. Fueron varias veces, nos contaba, que con sus llamas cargadas de bloques de sal había llegado a la Argentina para intercambiarlos por harina, aceite y otros víveres. Ni una sola vez dudó por dónde conducirnos en los cientos de kilómetros blancos recorridos sobre el salar ni en los innumerables caminos vecinales de la zona. En el trayecto, además de disfrutar de la experiencia que significa viajar a través del salar —una extensión de más de 10.000 kilómetros cuadrados—, aprovechamos para conocer más sobre los planes de la Alcaldía de Colcha K, dirigida por la profesora Elizabeth Cayo Bartolomé. Mirtha contó que la unidad de turismo se había organizado bajo su responsabilidad hacia seis meses y su objetivo era el promover Nor Lípez como un destino turístico, lo cual implica el cuidadoso diseño de rutas y la construcción de una oferta turística que no sólo comprenda los atractivos naturales de la ruta, sino que se complemente con los servicios adecuados, sobre todo en hospedaje y alimentación. En el plan, el rol del sector privado es fundamental como socio estratégico para asegurar la inversión que demanda la construcción de una oferta turística integral en las comunidades. Atractivos sobre sal En el trayecto a Colcha K almorzamos en la isla Incahuasi, cuyo principal atractivo, mas allá de la vista del salar, es su cactario. También visitamos la isla Phya Phya donde, desde una inmensa caverna, tuvimos el privilegio de contemplar el espectáculo de un atardecer en el salar. Ya de noche, llegamos a Villa Candelaria donde pernoctamos en el hotel Samarikuna, cuyo piso, paredes, pilares, camas y mesas son de sal. Nuestra pieza, con baño

privado y agua caliente, nos permitió tomar una reconfortante ducha después de la larga jornada de viaje. El hotel estaba lleno de turistas, en su mayoría jóvenes y europeos. Parece ser que la sal es un buen aislante ya que, a pesar del frío nocturno, el hotel mantenía una agradable temperatura que nos permitió estar en mangas de camisa. Paisajes extraterrestres Amaneció y salimos a visitar varias comunidades. Pasamos por Atucha, donde se encuentra el sitio arqueológico de Qhatinchu, destacado por ser uno de los más importantes en relación con la economía y producción agrícola de los grupos indígenas que poblaron la región, antes y después del contacto con los españoles. El sitio se compone de 33 cuevas naturales adaptadas para la construcción de estructuras de almacenamiento de productos agrícolas, llamadas qullgas. El número de qullgas construidas en las cuevas varía de una a varias decenas. Las investigaciones arqueológicas revelan que estaban destinadas a almacenar especialmente la producción de quinua, principal cultivo de la región. En algunos casos, las qullgas fueron realizadas con fines funerarios, y acogieron en su interior restos humanos momificados. Un buen ejemplo de una de estas cuevas se encuentra en la región de Aguaquiza. Después de visitar varias de las cuevas con restos de tejidos y herramientas de trabajo, nos dirigimos a Santiago K, donde existen una serie de ruinas precoloniales. Pasamos luego por varios pueblos antes de llegar al próximo destino: San Juan del Rosario, donde se ubica una necrópolis con chullpas construidas con material coralino. Esta necrópolis acumula chullpas de diferentes periodos. Lamentablemente, aún no se hizo un estudio arqueológico y antropológico serio que permita echar luces sobre la vida en la región que, según algunos arqueólogos, tiene una antigüedad de más de 4.000 años. Por la falta de medidas de conservación y debido al acceso irrestricto de los turistas, este tesoro arqueológico está deteriorándose de forma acelerada. Para llegar al siguiente destino, Villamar, viajamos por una inmensa planicie rodeada de pequeñas serranías que conservan hasta hoy una barrera coralina que recuerda que toda la región, incluyendo el salar, fue un mar. En el trayecto pasamos por varias poblaciones, deteniéndonos bastante tiempo en el Valle de las Rocas. En medio de la pampa se elevan formaciones pétreas gigantes donde, dejando correr un poco la imaginación, se pueden ver las figuras más extraordinarias que, durante millones de años, han sido talladas en piedra por obra del viento y la lluvia. En el área de Villamar no sólo existen ruinas arqueológicas. En un gigante farallón, parte de una inmensa formación rocosa de Puka Pukara, se pueden observan pinturas rupestres cuya antigüedad se desconoce. Allí también se ven representaciones de vacas, víboras y otros animales. Pero, sin duda, las que cautivan nuestra imaginación son las figuras de hombres, que para muchos visitantes representan a extraterrestres, porque son imágenes humanoides, pero con una especie de antenas en la cabeza. Nuestra última parada fue en el pueblo de San Cristóbal, donde se ubica la mina de zinc y plata más grande de Bolivia y cuya producción explicó en gran medida el crecimiento de nuestro producto interno bruto durante el 2008. Se trata de un lugar con una historia curiosa: En noviembre de 1998, el pueblo entero —con la iglesia

colonial incluida— se trasladó a 17 kilómetros de su ubicación original para facilitar la explotación minera. De San Cristóbal nos dirigimos de vuelta a Uyuni, donde llegamos a tiempo para tomar la flota de regreso a La Paz. Fueron cuatro días y tres noches maravillosos. En el retorno reviví la visita a varios de los lugares ya descritos y reflexioné sobre la pobreza y las condiciones de vida de esa gran población que vive en el campo y que tiene puestas las esperanzas en el turismo y la ampliación de la frontera agrícola de la quinua.