Tu Sufrimiento Tambien Tiene Sentido

TU SUFRIMIENTO TAMBIEN TIENE SENTIDO-ELISABETH LUKAS 1, ¿PUEDE DAR CONSUELO LA LOGOTERAPIA? Por miles de años la gente s

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TU SUFRIMIENTO TAMBIEN TIENE SENTIDO-ELISABETH LUKAS 1, ¿PUEDE DAR CONSUELO LA LOGOTERAPIA? Por miles de años la gente se las ha arreglado para vivir bastante bien sin la ciencia de la psicoterapia. Sin embargo, algo semejante siempre ha existido a través de personas que con carisma, persuasión y fuerza de convicción, pudieron llevar consuelo a aquellos que buscaban ayuda, y ésta usualmente estaba basada en una filosofía específica de vida.

A los afligidos se les prometía eterno bienestar y justicia en el más allá; o su sufrimiento era presentado como una prueba en su camino hacia la felicidad, o eran usados poderes de sugestión para exorcizar el mal, o se invocaban imágenes filosófico-éticas, para hacer los golpes del destino más tolerables. La psicoterapia era religión y viceversa. Esta fijación en el misticismo, hacía difícil para la psicoterapia encontrar un enfoque científico. Hoy día, si tratamos de encontrar explicaciones racionales para el comportamiento irracional y ofrecer ayuda racional para problemas psicológicos irracionales, quedamos parados en una saliente muy estrecha entre dos abismos: por un lado se halla el peligro de volver al misticismo y, por el otro, el de resbalar hacia una manipulación mecanizada del individuo. Viejos puntos de Vista

La psicoterapia temprana no se ocupaba de dar consuelo. Su preocupación principal era descubrir las motivaciones humanas, desenmascarar los impulsos ocultos, las emociones inconscientes y revelar las intenciones secretas. A menudo lo positivo no se reconocía, los ideales y valores éticos eran interpretados como “mera sublimación de los impulsos primitivos”; amor, fe, lealtad o conciencia, eran negados. ¿Por qué preocuparse por lo noble, útil y bueno, si en la realidad la gente estaba regida por deseos sexuales y agresiones? Toda “motivación noble” sólo era la máscara de una “motivación innoble” más profunda. Esta era la época del cinismo, nihilismo, ateísmo. Los filósofos descubrieron la falta de sentido de la existencia humana, los artistas fueron animados a crear obras de lo “antiestético.” El ser humano, como la eterna imagen de Dios, fue desenmascarado para mostrar egocentricidad y lujuria por la gratificación. ¿Dónde, en este enfoque, era posible el consuelo para la gente que sufría?

Aun los que no sufrían, los normales, los saludables, eran privados de una base

sólida al confrontarlos con sus “aspectos ocultos”, las profundidades oscuras de su naturaleza instintiva. Este cuadro de la naturaleza humana, deja poco espacio para decisiones libres, racionales. La persona era vista como un campo de batalla de tres fuerzas más bien místicas: id (ello), ego y superego. El id simbolizaba los impulsos primitivos, especialmente sexo y agresión; el superego representaba la “imagen paterna”, la totalidad de las fuerzas de la sociedad, como una corte controladora. Entre el ello y el superego, estaba el ego enfrentándose a la realidad, haciéndoles concesiones a ellos. Lo que es cuestionable en este cuadro, es la proclamada impotencia contra nuestras propias debilidades y dependencia total en la fuerza determinante que nos impulsa. Si por ejemplo, una paciente menciona que alguna vez, mientras jugaba con su muñeca le rompió el brazo y esto la entristeció, el episodio podría ser interpretado como sigue: debido a conflictos edípicos, subconscientemente odiaba a su madre; necesitaba todo el amor de su padre y no quería compartirlo con ella. Al reprimir su odio, la muñeca se convirtió en un símbolo de su madre, una salida aceptable para la agresión acumulada. Su id le urgía expresar el odio, su superego la prevenía de atacar a su madre, así que el acto simbólico de “destruir la muñeca” permanecía como única salida. Después del periodo de desenmascarar y devaluar, vino la época de la racionalización. Una sociedad racional quiere propuestas igualmente racionales: llegó el tiempo de enterrar el misticismo en la psicoterapia, de una vez por todas. En el conductismo, los seres humanos ya no son más campos de batalla para las fuerzas internas. Ya que nadie puede ver dentro de la psique humana, fue declarada “vacía” como la famosa “caja negra”; nadie sabe qué hay en ella. Esta fue la época en que el “espíritu” desapareció de la psicología: durante miles de años el espíritu fue considerado algo más que un órgano visible y explorable; ahora, de acuerdo con los principios científicos, estaba vacío.

Este es el dilema de la psicología sin espíritu: para ser consistente, todo el comportamiento debe ser suficientemente mensurable, hasta la alegría, la esperanza, la pena y el sufrimiento. Para evadir este dilema, los fenómenos humanos son declarados problemas más allá del campo de la competencia de estas escuelas de psicología. Cuando los pacientes se enfrentan a un sufrimiento inevitable, no necesitan ni desenmascaramiento ni manipulación, sino psicoterapeutas que puedan encontrarse con ellos como con un “tú”. O LA LOGOTERAPIA — NUEVA PERSPECTIVA

Tanto el psicoanálisis como la terapia del comportamiento, están basados en el determinismo: los seres humanos son vistos como determinados por influencias internas o externas, condiciones genéticas o del medio ambiente y factores intencionales o incidentales, todo científicamente comprobado. El espíritu humano, por definición, es la dimensión de la libertad humana y, por lo tanto, no está sujeto a leyes deterministas.

Libertad es una palabra a menudo mal empleada. Para evitar malas interpretaciones, Frankl no habla de libertad de algo, especialmente no de condiciones (nadie está libre de sus condiciones físicas o psicológicas), sino de libertad para algo, una actitud libremente tomada hacia estas condiciones. El refuerza la actitud de “a pesar de”, nuestra elección de respuesta al destino. Aquí se da una base para consolar y ayudar a la gente, sin importar cuán inescapable sea el sufrimiento. Sólo venciendo el determinismo es posible consolar; esto se hace al reconocer la dimensión del espíritu humano.

Frankl está convencido de que los seres humanos nunca son víctimas del destino, completamente indefensas. Define el “destino” como lo que yace más allá de la libertad humana y de nuestro poder y responsabilidad. El destino es la totalidad de todos los factores determinantes, pero también es el trampolín hacia nuestra libertad; el reto de responderle (en contraste con los animales) de varias maneras (también en contraste con los animales) y ser responsable por nuestras decisiones. Para Frankl, el destino no es causa de los pensamientos y acciones humanas, sino su precondición. No explica nuestras reacciones, pero las dispara. El destino nos hace humanos porque nos fuerza a escoger entre las potencialidades disponibles y, por lo tanto, a hacer uso de nuestra libertad.

La distinción clara entre destino y libertad, es básica para la logoterapia de Frankl y juega una parte importante en el asesoramiento logoterapéutico. Se pueden aliviar muchos problemas al dirigir la atención de los pacientes hacia áreas de libertad, en donde todavía tienen la oportunidad de llegar a un acuerdo con el destino, de encaminar la atención lejos de las situaciones que no pueden cambiar y de sus posibles causas o consecuencias. Luchar contra el destino, cuando no hay salida, sólo conduce a la desesperación.