Tras Los Pasos

Tras los pasos de Elisabeth Kubler-Ross. Una nueva visión del duelo. Luciérnaga Esta obra en forma de libro, que acaba

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Tras los pasos de Elisabeth Kubler-Ross. Una nueva visión del duelo. Luciérnaga

Esta obra en forma de libro, que acaba de llegar a tus manos querido amigo, tiene oculta entre sus páginas una gran enseñanza. Es la consecuencia de uno de los primeros libros que Luciérnaga tradujo y edita en lengua castellana. La obra de Elisabeth Kübler Ross fue uno de los motivos principales para la creación de esta Editorial. Nos parece «de vital importancia" que la experiencia narrada en ella se pudiera conocer, comprender y divulgar en los pasos no solo de otra lengua sino de otra base, educación espiritual y cultura. Ahora vas a conocer uno de los resultados surgidos a raíz de aquella iniciativa. Esta parte de nosotros llamada alma, no sólo es eterna sino universal, por ello os ofrecemos el testimonio de algunas personas en la seguridad de que es universal la reacción que provoca el trabajo sobre la pérdida que Elisabeth Kübler-Ross nos propuso. Sirva este libro como homenaje a esta gran mujer que vive hoy retirada en Arizona. Un incendio la dejó sin casa y sin pertenencias pero, estoy segura de que siente en su interior el amor y el agradecimiento de tantísimas personas que desde todo el mundo han podido afrontar la muerte de un ser querido con una nueva visión: “como una aurora”. Doy desde aquí las gracias a todos los que han hecho posible que ésta humilde luciérnaga aportara esa enseñanza al mundo hispano.

La editora

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Prólogo Si quieres estar pleno, déjate estar vacío. Si quieres renacer, déjate morir. ¿Que cómo se del mundo? Por lo que está dentro de mí.

LAO TSE Hace unos días un amigo me comentaba que sabía de alguien que quería escribir un libro acerca de los casos clínicos con que algunos terapeutas ilustran sus libros. Nos cuentan, por lo general, resultados que pueden parecernos maravillosos, difíciles de creer y, por lo visto, esta buena persona se sentía en la obligación de aclararnos exactamente que tan ciertos u objetivos se podrán considerar esos supuestos logros. El libro que tenemos en las manos no esta escrito por ningún psicólogo, no tiene, de hecho, un autor y no lo ha redactado un escritor. Se trata de la obra de hombres y mujeres como nosotros pero con la característica de ser, además, usuarios, clientes o pacientes, no de un terapeuta, sino de si mismos. Son personas rotas, vencidas por el dolor, el inmenso dolor de perder a un ser querido, que tuvieron la cordura de buscarse entre ellos y pedirse y darse ayuda. Son un testimonio claro e inequívoco de lo que nos puede aportar el que realmente nos escuchemos los unos a los otros. Son un ejemplo, en este caso indiscutible precisamente por subjetivo, de los beneficios tan extraordinarios que conlleva compartir. Abrirnos al dolor no es fácil; no sólo no se nos ha enseñado, sino que podríamos decir que se nos ha prohibido. El dolor, y muy especialmente el dolor que despierta en nuestra consciencia la sola idea de la muerte, es aún, mayoritariamente, un tema tabú. Nadie nos dice que tenga sentido ocuparse de ese tema. Nadie nos sugiere, por ejemplo, que, antes de que la muerte nos obligue a ello, es importante detenerse a reflexionar acerca del sentido de la vida, reconocer su impermanencia y finitud. Y de ahí la importancia de este libro; los padres, madres, esposos/as y familiares que lo escriben, sus historias, sus vidas, su dolor y sus transformaciones son testimonios de lo que nos puede enseñar abrirse al dolor; testimonios vivos de que el dolor, cordialmente compartido, nos enriquece y nos humaniza: nos hace crecer. Pero abrirse al dolor, repito, no es fácil. Se requiere humildad, un coraje extraordinario y una especial lucidez y, sobre todo, se requiere de otro. De otro ser humano que pueda escuchar, comprender, compartir, simpatizar con nuestro duelo. Y eso puede ser lo más difícil. Los otros, por lo general, no están preparados para ello; pueden estar dispuestos, y bien dispuestos, pero si no han pasado por la misma experiencia y la han superado, difícilmente podrán prestarnos el 2

espacio, el tiempo, la paciencia y el amor que una persona en duelo necesita. Sólo si se ha alcanzado el extraordinariamente difícil logro de aceptar, comprender ¡agradecer!-la muerte de un ser amado, se puede realmente sostener y guiar a otro a lo largo de ese durísimo sendero de crecimiento. De lo que un grupo de personas han aprendido, de cómo juntos han crecido compartiendo sus duelos, nos da cuenta este pequeño libro. Damos las gracias a su valor, a su lucidez, al amor que los inspira a coger la pluma, sin ser del oficio, y contarnos sus procesos. Les damos las gracias por ofrecer a nuestro corazón, endurecido por sus propios duelos, la conmovedora experiencia que ellos han vivido, y lo que están haciendo con -gracias a- ella. Todos podremos aprender algo. Sus palabras, en' definitiva, dan cuerpo a nuestros más queridos anhelos, a esas cosas que a veces leemos por ahí y que suelen resultar