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Las venas abiertas de America Latina LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA LATINA RUINAS DE POTOSÍ: EL CICLO DE LA PLATA, En 1

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Las venas abiertas de America Latina

LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA LATINA RUINAS DE POTOSÍ: EL CICLO DE LA PLATA, En 1543 un grupo de exploradores descubrió un asiento minero incaico en los Andes meridionales. Se llamaba Colque Porco y allí empezaron las labores mineras para la obtención de la plata. Pero en 1545 casualmente el indígena Diego Huallpa protagoniza el hallazgo de importantes vetas argentíferas en el monte llamado Sumaj Orcko (“El cerro magnífico”) bautizado al poco tiempo como Cerro Rico, la mina de plata del Potosí, en el Alto Perú (actualmente territorio boliviano). El primero de Abril de 1545 los capitanes Diego de Zenteno, Juan de Villarroel, Francisco de Zenteno. Luis Santandia y el Maestre de Campo Pedro de Cotamito firmaron el documento de descubrimiento y toma de posesión del terreno (los que no sabían firmar lo hiceron con una “X”, como indica el documento) Yo, Don Diego de Zenteno, Capitán de S.M.I., Señor D. Carlos V, en estos reinos del Perú, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y a nombre del muy Augusto Emperador de Alemania, de España y destos Reinos del Perú, señor Don Carlos Quinto y en compañía y a presencia de los capitanes, Don Juan de Villarroel, Don Francisco Centeno, Don Luis de Santandía, del Maestre de Campo Don Pedro de Cotamito y de otros españoles y naturales que aquí en número de sesenta y cinco habemos, tanto señores de basallos como basallos de señores, posesionóme y estaco deste cerro y sus contornos y de todas sus riquezas, nombrado por los naturales este cerro Potosí, faciendo la primera mina, por mí nombrada la Descubridora y faciendo las primeras casas, para nos habitar en

servicio de Dios Nuestro Señor, y en provecho de su muy Augusta Magestad Imperial, Señor Don Carlos Quinto. A primero de Abril deste año del señor de mil e quinientos y cuarenta y cinco. —Capitán Don Diego de Zenteno.- Capitán Don Juan de Villarroel.- Capitán Don Francisco de Centeno.- Capitán Don Luis de Santandía.- Maestre de Campo Don Pedro Cotamito.- Non firman los demás por no saberlo facer, pero lo signan con este signo +.- Pedro de Torres, Licenciado. En 1546, año siguiente del hallazgo de la mina, se fundó allí la Villa Imperial de Potosí. A los pies de Cerro Rico se dió el surgimiento de un núcleo humano como no se había dado antes en Europa y América. De un reducto inicial de 170 españoles y 3.000 indígenas, a los dos años se habían construido 2.500 casas que albergaban a 14.000 personas. Después el crecimiento se tornó vertiginoso:

Crecimiento de Villa Rica de Potosí

Año

Habitantes

1560

60.000

1580

125.000

1590

130.000

1600

145.000

1610

160.000

En Potosí, se dejaron atrás los seculares trazos de las ciudades milenarias del Oriente Medio. Se sobrepasó las formas de vida económica y social de los núcleos romanos. Y se dio un salto inesperado de la simple agrupación municipal a una concentración intensa en demografía, negocios, lujos, mercados, riqueza y fama. La villa semejaba un enjambre humano. Las numerosas órdenes religiosas se asentaron sucesivamente y con el apoyo de los ricos mineros levantaron 32 templos y varios conventos, cuya arquitectura rica y variada se conserva aún, al igual que casonas fastuosas y otras edificaciones administrativas. Para conseguir trabajadores indios el virrey Toledo recurrió a la mita, obligando a los pueblos indígenas a suministrar 13.500 naturales para las minas. Así podía tener 4.000 trabajando, mientras descansaban otros 9.000.

Indígenas ocupados en la extracción de plata del Cerro Rico. En 1550 se dió en llamar a la montaña, "La boca del infierno". La mita constituyó una de las páginas más tristes de la explotación humana. A fines del siglo XVII no trabajaban en Potosí más de 700 mitayos, prueba evidente de la imposibilidad de reclutar más. El Potosí produjo el 80% del total de la plata que se extrajo en el Perú y el 50 % de toda la que se obtuvo en el mundo a fines del siglo XVI. Del total de 346 millones de pesos ensayados (pureza de 225/240) equivalentes a unas 15.000 toneladas, producidas por Hispanoamérica entre 1521 y 1610, el 67,5 %, es decir, 233.842.571 pesos, correspondieron al virreinato del Perú, y de este total su 77 % salió del Potosí. Una Babilonia en el altiplano andino

La historia oficial dice que Potosí fue fundada el 1 de Abril de 1545. Sin embargo, la inexistencia de documentación que pruebe ese extremo hizo retroceder a los historiadores que sólo atinaron a aceptar que en esa fecha se procedió a tomar posesión del Cerro Rico de Potosí. El establecimiento de la ciudad de Potosí fue el resultado del descubrimiento de las vetas de plata del Cerro Rico. Nació como un asiento minero en las faldas de Cerro Rico En una fecha todavía difícil de precisar, los capitanes españoles que acampaban en Porco tomaron posesión del cerro e iniciaron su explotación pero jamás tuvieron la intención de fundar una ciudad ya que, de ser así, hubiesen distribuido solares y trazado calles, como era norma en la época Así fue como al pie del cerro surgió sin orden ni concierto una ciudad de callejuelas torturosas, cuya disposición buscaba esencialmente el resguardo de los vientos helados. No hubo planificación ni ordenamiernto, y la razón principal fue,

presumiblemente,

que los

españoles

creyeron

que

la

veta

de

la

mina “Descubridora” se agotaría pronto y, por ello, sólo establecieron un asiento minero en las faldas del Cerro Rico. Pero no se agotó la mina porque Cerro Rico contenía uno de los mayores yacimientos argentíferos que jamás se han hallado.

En 1572 Potosí ya superaba en tamaño a las ciudades españolas. Para 1610 tenía 160.000 habitantes e igualaba en extensión a Paris y Londres. Era, asimismo, una de las ciudades más opulentas del orbe. La moda dictaba vestirse de seda rematada con encajes de oro y plata. Al parecer, no había artículo suntuoso que no puediera adquirirse: sedas chinas, sombreros ingleses, calzas napolitanas, perfumes árabes.... Los hogares potosinos se adornaban con alfombras persas, mobiliario flamenco, pinturas italianas y cristal veneciano. Pero en la urbe, tan próspera como violenta, ocurrían diario disputas sangrientas en sus plazas y se multiplicaban los garitos y lupanares; Potosí se ganó el sobrenombre de Babilonia. A nivel más local, para abastecer a las ciudades mineras, surgieron explotaciones agrícolas y ganaderas alrededor de ellas y para dar salida a la producción se construyeron caminos que las unían con los puertos de embarque.

También creó unas tipologías señoriales, como los propietarios y arrendadores de minas, los comerciantes de plata (compraban la plata sin acuñar con descuento), los aviadores (que abastecían de mercancía y crédito a los mineros), etc. Pese a todo no fue plenamente capitalista, pues la Corona mantuvo un gran control sobre ella a través de los impuestos, los envíos de azogue y la regulación de la mano de obra obligatoria. El significado de la actividad minera colonial se refleja en las palabras de Eduardo Galeano: “En Potosí la plata levantó templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la aventura...” La minería americana se desarrolló gracias al esfuerzo de particulares. Se trató muchas veces de aventureros que improvisaron métodos de extracción valiéndose de la mano de obra indígena. A diferencia de las explotaciones auríferas, que raramente emplearon indios por el carácter belicoso de éstos en las zonas de extracción, en las minas de plata se empleó básicamente a población indígena, ocupando los esclavos africanos un lugar secundario. Los capitales requeridos para habilitar una mina provenían de una serie de individuos que ganaron mucho dinero en concepto de préstamos a interés, comercio y especulación. Entre ellos podemos mencionar a los aviadores, quienes operaban en las mismas ciudades mineras y a los grandes mercaderes de la plata cuyo centro de acción fueron las capitales virreinales.

El trabajo de estos indígenas se organizó en base a sistemas de explotación originarios de culturas precolombinas. Mediante estos sistemas se obligó a las comunidades indígenas a enviar a los centros mineros un número específico de trabajadores. Cada comunidad tenía libertad para organizar la mecánica de las tandas, siempre y cuando garantizara el número fijo de trabajadores.

El salario del minero Para evitar que fueran considerados como esclavos (estaba prohibida la esclavización del indígena) se ordenó que los indios recibieran un salario, que solía ser más bajo que el real.

Los operarios libres se comprometían con el minero a trabajar un tiempo estipulado (8 a 10 horas diarias) a cambio de un salario. El salario en moneda que un trabajador minero cobraba representaba tan solo una parte, quizás la menor, de sus ingresos totales. Durante dicho tiempo, todo el mineral que se extrajera pertenecía al propietario de la mina. Sin embargo, a fin de incentivar la productividad, se concedió que pasado ese tiempo, el trabajador pudiera permanecer en la mina y que durante las horas extraordinarias se fuera a partes (tercias o mitad) de lo conseguido entre el trabajador y el propietario (partido). Evidentemente este era el porcentaje más importante del pago ya que el trabajador extraía la parte más rica de los minerales en esas horas y se dedicaba durante las horas fijas a realizar las obras de acondicionamiento de los túneles y de infraestructura. En virtud de los privilegios otorgados por el Papa a la corona de España (bulas de donación de Alejandro VI de 1494) , ésta tuvo el dominio sobre el suelo y el subsuelo de las tierras americanas. Por lo tanto, quienes se dedicaron a la actividad extractiva debían pagar un impuesto a la corona que, generalmente, fue de un 20% del producto. Este fue conocido como el Quinto Real.

La plata extraída como partido era beneficiada por el sistema de fundición, por lo que en su gran

mayoría

circulaba sin

cubrir

las

obligaciones fiscales (Quinto Real), porque era difícil de controlar su extracción. De este modo la desventaja de la baja productividad del sistema de beneficio se compensaba con el ahorro de los derechos fiscales impagados. Por

contra

la

industria

minera

más

evolucionada,

es

decir

la

que

necesitaba azogue (para el proceso de la amalgamación), estaba más controlada por el Estado. Esto es fácil de comprender en el punto de que la comercialización del azogue era un monopolio del Estado, y el consumo de azogue por parte del propietario de las minas era siempre una medida indirecta de valoración de la cantidad de plata que este obtenía de sus minas, y por tanto un modo de tener controlados a los mineros propietarios de la mina en relación al valor de los impuestos que debían satisfacer a la corona por su producción. Cuando el proceso de beneficio de plata era por fundición, y por tanto no necesitado de azogue, quedaba esa producción fuera del control del gobierno y podía escapar la mayoria de las veces del impuesto fiscal, el Quinto Real. Consecuencias negativas de la actividad minera La minería permitió a muchas personas amasar grandes fortunas, otorgándoles el reconocimiento social y político. No obstante, con la misma rapidez que se ascendía, cualquier imprevisto provocaba la ruina inmediata. Así, por ejemplo, la pérdida de un filón o la inundación de los socavones liquidaba la inversión. De hecho, muy pocas familias siguieron siendo prósperas gracias a la minería durante más de tres generaciones. Para la población nativa los efectos sociales de la explotación minera fueron extraordinariamente perjudiciales. Los desplazamientos forzados desarticularon la

organización de las comunidades indígenas, alteraron sus jerarquías tradicionales y acabaron con innumerables vidas humanas. En Charcas actual en lo que hoy es la actual ciudad de Sucre. No han sobrevivido en este espacio vestigios de ese pasado, por la dinámica que caracteriza la vida de una ciudad.

Hacia fines del siglo XIV estos territorios fueron anexados al imperio incaico y conquistados por España a principios del siglo XVI, culminándose con la fundación de la Villa de La Plata entre 1538 y 1540, declarada más tarde ciudad de La Plata. Los primeros años de la ciudad de La Plata transcurrieron con el diseño y demarcación de solares y reparto de tierras. En 1559 se crea la Audiencia de Charcas y se funda uno de los más poderosos obispados con sede en La Plata, que más tarde fue elevado al rango de arzobispado; de igual modo se instituye el Santo Oficio, más conocido como la inquisición para la purificación de la fe en estas tierras.

En 1624 se erige la célebre Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier y la Academia de Carolina, que tiempo después se convirtió en cuna de las ideas libertarias de América. La sociedad colonial del virreinato, de la cual formaba parte la Audiencia de Charcas, se dividía de la siguiente forma: Los españoles peninsulares formaban la elite social, en sus manos estaban los cargos públicos y las actividades comerciales más importantes; los criollos, hijos de españoles nacidos en América, ocupaban cargos públicos y militares, los mestizos o cholos, que formaban la clase media, se dedicaban a la artesanía y el comercio en pequeña escala; y por último los indios, que estaban dedicados a los trabajos duros en minas y en el campo o en tareas de servidumbre forzosa. Al convertirse el centro minero de Potosí en una de las razones de la presencia española en Charcas, después del descubrimiento de la veta de plata del Cerro

Rico de Potosí, llegó a ser el centro administrativo y su más cercano núcleo de abastecimiento agrícola, lo que produjo el surgimiento de acaudalados encomenderos españoles convirtiéndose en uno de los más ricos centros del imperio castellano en América. En este periodo de riqueza de Charcas, que se prolongó hasta fines del siglo XVII, se produjo el auge cultural y artístico que condujo a la construcción de templos y catedrales. En la ciudad de Sucre se conservan actualmente estos testimonios unidos a las expresiones de las artes plásticas de entonces. Los españoles que vivían en la ciudad disfrutaban de un lujo increíble. A comienzos del Siglo XVII Potosí ya contaba con treinta y seis iglesias espléndidamente ornamentadas, otras tantas casas de juego y catorce escuelas de baile. Habían salones de bailes, teatros y tablados para las fiestas que lucían riquísimos tapices, cortinajes, blasones y obras de orfebrería. De los balcones de las casas colgaban damascos coloridos y lamas de oro y plata. En 1579 ya había en Potosí ochocientos tahúres profesionales y ciento veinte prostitutas célebres, a cuyos resplandecientes salones concurrían los mineros ricos. En 1608 se festejaba las fiestas del santísimo sacramento con seis días de comedias y seis noches de máscaras, ocho días de toro y tres de saraos, dos de torneos y otros de fiesta. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones. En las casas de los mineros más potentados circulaban todo tipo de perfumes, joyas, porcelanas y objetos suntuosos, y se dice que hasta las herraduras de los caballos eran de plata. Con el agotamiento de trabajadores indígenas, los colonizadores pidieron al rey permiso para importar desde 1500 a 2000 esclavos africanos por año. Recibieron permiso, y durante el período colonial se importaron aproximadamente 30.000 esclavos para trabajar en las minas de la ciudad. Los esclavos también fueron usados como acémilas humanos, era más barato reemplazar un esclavo que un burro.

La producción de plata llegó a su punto máximo alrededor del año 1650, momento en el cual las vetas empezaron a agotarse, y Potosí entró en un camino cuesta abajo del que no pudo recuperarse jamás. En 1719, una epidemia de tifoidea mató a cerca de 22.000 personas, y otras tantas abandonaron la ciudad. Para 1750 la población se redujo a 70.000 habitanes. Treinta años después, cayó a 35.000 habitantes. Desde 1776 Potosí, como todo el Alto Perú (la actual Bolivia), pasó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata, por lo que la plata dejó de embarcarse a España por el puerto de Arica y empezó a embarcarse por el de Buenos Aires. Al estallar el movimiento de independencia, la población había descendido a tan sólo 8.000 habitantes. El auge de la minería y la era económica En 1750, se produce un nuevo auge de la minería potosina hasta la decadencia de la explotación argentífera, que empieza en 1810 con la llamada Guerra de la Independencia, en contra del régimen español. Esta guerra durará 15 años hasta la obtención de la libertad de las provincias del Alto Perú en 1825. Potosí es la joya más apetecida, unas veces se encuentra en poder de los Republicanos y otras cae en poder de los Realistas. Su población es diezmada, pierde sus riquezas acumuladas, quedando al finalizar la guerra con sólo 9.000 habitantes con sus templos saqueados y sus capitales trasladadas al Bajo Perú y a las provincias del Río de la Plata, cuando no a Europa. El Libertador Simón Bolívar confesó su admiración por la opulencia argentífera de Potosí y juró su devoción a la causa libertaria de América en la cúspide del histórico Sumaj Orcko, a casi 5.000 metros de altura sobre el nivel del mar. En 1850, en medio de una notable decadencia de los precios de la plata, surge el estaño y con él, una nueva era económica en todo el distrito. Las viejas minas se rehabilitan para el trabajo de este mineral, conocido y despreciado durante todo el

período colonial. Potosí revive, aumenta su población; se convierte ahora en el alma y razón de la nueva república, Bolivia. En 1879, se produce la Guerra del Pacífico, quedando Bolivia sin puertos, y Potosí pierde una gran parte de su territorio. Potosí fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987 La ciudad cuenta con un gran patrimonio arquitectónico, está representado por numerosas construcciones coloniales: la Catedral de Potosí, de estilo gótico; la Casa de la Moneda, construida entre 1757 y 1773, que conserva importantes archivos coloniales y constituye uno de los edificios civiles más destacados de América Latina, así como la Universidad Tomás Frías. Uno de los símbolos de la ciudad es la Torre de la Compañía, un convento religioso del Siglo XVIII, que refleja el máximo esplendor de Potosí, su edificación se concibió como un arco del triunfo con cinco aberturas, treinta y dos columnas salomónicas y tres cúpulas de media naranja. Es una ostensible expresión de la espiritualidad de la época. En la Iglesia de San Francisco, al igual que en la Iglesia de San Lorenzo, se pueden observar una gran exposición artística en su interior, con la inclusión de deidades indígenas y símbolos del Cristianismo. Éstas son sólo una parte de las numerosas iglesias que se hallan en Potosí que se distribuyen prácticamente cada dos cuadras. A partir de 1991 las autoridades locales acometieron un ambicioso Plan de Rehabilitación del Centro Histórico, con la ayuda de la Agencia Española de Cooperación. El plan fue dirigido por los arquitectos Rafael Fontes, de España y Luis Prado, de Bolivia. La elevación de la ciudad respecto al nivel del mar ha motivado encendidas polémicas, pues las autoridades potosinas tratan de minimizar la altitud de la

ciudad, a fin de lograr atraer competencias deportivas internacionales, sobre todo partidos de fútbol. Se sostiene insistentemente que Potosí es la cuarta ciudad más alta del mundo, detrás de La Rinconada, en Perú (5.400 msnm), Wenzhuan, en China (5.100 msnm), y Cerro de Pasco, en Perú (4.384 msnm), y no la segunda, como lo afirma la prensa internacional. Pero tanto La Rinconada como Wenzhuan parecen ser pueblos pequeños de alrededor de 11.000 y 5.000 habitantes respectivamente, por lo que Potosí sería, en realidad, la segunda ciudad (en el estricto sentido de la palabra "ciudad") más alta del mundo.

VILLA RICA DE OURO PRETO: LA POTOSÍ DE ORO Los portugueses no tuvieron la misma suerte que los españoles ya que en el territorio que encontraron no había oro, era civilizaciones salvajes por lo tanto tuvieron que conseguir por su propia cuenta. Por supuesto lo hicieron matando indios a mansalva. Luego encontraron que el oro estaba en los suelos en los causes de los ríos bajo la arcilla y la arena, la mayor medida de oro fue descubierta en el menor espacio de tiempo. El oro había superado en tiempo y en cantidad a lo encontrado por España, esto también aumento la demanda de negros esclavo traídos de África. Los mineros desperdiciaron el cultivo y la región padeció hambre. La mano de obra esclava no solo se incremento por el oro sino que por los cultivos de azúcar y cacao también. Los esclavos eran bautizados antes de traerlos y se los obligaba ir a misa. No sobrevivían mas e 7 años e trabajo. En la busca del oro no s dieron cuenta que las piedras que derrochaban hacia un lado eran diamantes. Estos se convirtieron luego en otra fuente de inversión.

La historia del tiradentes Joaquín José da Silva Xavier, oriundo de Minas Gerais, fue un revolucionario de convicción que asumió la responsabilidad de la Conspiración Minera, el primer intento de independizar a Brasil del Reino de Portugal que trascendió en el país a fines del siglo XVIII, el siglo de Oro, como se conoce. La extracción del oro y otros metales preciosos era la principal actividad de la colonia después de la declinación de la economía azucarera, y es de entender, que todas las actividades sociales y económicas giraban en torno a las minas. De esta manera, Portugal pagaba la enorme deuda contraída con Inglaterra sin importarle las condiciones con que se llevaba a cabo estas actividades, por lo que la población brasilera, cada vez más empobrecida, debía cancelar impuestos extremamente altos sobre la actividad extractiva y soportar las inclemencias del imperio. No existía seguridad social, salud, viviendas dignas; había hambre y una represión brutal. Las primeras rebeliones anticolonialistas surgieron de esta situación incontenible y la confrontación de intereses entre la metrópoli y la colonia; ellas fueron la Revuelta de Beckman en 1684; la de Palmares en 1694; la Guerra de los Mascates entre 1709 y 1711 y Revuelta de Vila Rica en 1720. Sin embargo, ninguna de ellas logró implantar una emancipación política y económica como solución. Joaquín José da Silva, bien conocido como Tiradentes o Sacamuelas, en sintonía con las nuevas ideas filosóficas y políticas que suscitaron la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, comenzó a predicar la organización de un movimiento por la independencia del Brasil en Vila Rica (actual Ouro Preto) y ciudades vecinas. Despertó la conciencia popular introduciendo nuevas posibilidades, nuevas esperanzas, nuevos rumbos. Al poco tiempo llega la Inconfidencia Mineira (conjuración minera), la intentona que por primera vez da este carácter de liberación política y económica a las rebeliones anticolonialistas. Joaquín José da Silva fue uno de los que lideró la primera insurrección independentista del Brasil. La Inconfidencia Mineira fue un elaborado plan, estratégicamente trazado por Tiradentes y otros compañeros, que detona al

emitirse el decreto de la Derrama (cobranza inmediata y única de un impuesto sobre la extracción del metal precioso, teóricamente atrasados y acumulados hacía varias décadas: una tasa obligatoria de 538 arrobas de oro). El propósito era invadir el palacio de gobierno de Minas Gerais, detener al gobernador y decapitarlo. Conformar una junta de gobierno provisional para establecer la República en Minas Gerais, y posteriormente expandirla al resto del país. Nobles objetivos se incluían en la Inconfidencia Mineira: la abolición de la esclavitud, lo que se traducía en igualdad social, justicia y expropiación a los grandes terratenientes. La creación de una república libre de las restricciones impuestas a la minería, fabricación y sistema monetario del diamante. Y el intento de crear una universidad en Vila Rica y la puesta en marcha de una serie de servicios sociales. Pero esta revolución, apoyada por el pueblo e idealizada por Tiradentes nunca sucedió: El movimiento fue delatado por los portugueses: coronel Joaquim Silvério dos Reis, teniente coronel Basílio de Brito Malheiro do Lago y el natural de Azores Inácio Correia de Pamplona, a cambio de ver condonadas sus deudas con la Hacienda Real. El nuevo gobernador de Minas Gerais, Luís Antônio Furtado de Mendonça, vizconde de Barbacena, suspendió la Derrama y ordenó una violenta represión en la que muchos fueron apresados, torturados y asesinados, entre ellos, Tiradentes. No obstante, éste tuvo tiempo de huir a Río de Janeiro y esconderse en casa de un amigo, pero fue nuevamente delatado por Joaquim Silvério dos Reis (que más tarde, por su delación, entre otras cosas, recibiría de la corona el título de Fidalgo). Allí lo alcanza la mano colonial dejándolo incomunicado durante casi tres años en la Cárcel Vieja, lugar en donde, años más tarde, fue erguido el edificio de la Asamblea Legislativa, el Palacio Tiradentes. El Mártir de la Independencia asumió toda la culpa por la Inconfidencia Mineira, declarando inocentes a sus compañeros. De los diez revolucionarios sentenciados a muerte, sólo la de Tiradentes fue ejecutada. El resto de las penas fueron transformadas en destierro. A Tiradentes le fueron confiscados todos sus bienes; sus descendientes considerados indignos hasta la tercera generación. Su casa derribada y el terreno salado, para “que nada más naciera allí”. El 21 de abril de

1792, fue ejecutado en la más alta horca erigida en Río, con 21 peldaños. Su cuerpo, dividido en cuartos, fue plegado en postes en el camino hacia Minas. La sentencia de los jueces de María La Loca dice así: “Condenan al reo Joaquim José da Silva Xavier, alias el Tiradentes, que fue alférez de la tropa paga de la Capitanía de Minas, a ser conducido por las calles, atado y anunciado por el pregonero hasta el local de la horca, y en ella morir de muerte natural para siempre, y que después de muerto le sea cortada la cabeza y llevada a Villa Rica, en donde será clavada en un poste alto, en el local más público, hasta que el tiempo la consuma; y su cuerpo será dividido en cuatro cuartos, y clavado en postes, por el camino de Minas, en la finca de la Varginha y de las Cebolas, donde el reo realizó sus infames prácticas, y el resto en las fincas de mayores poblaciones, hasta que el tiempo también las consuma, declaran al reo infame, y a sus hijos y nietos, confiscando sus bienes para el tesoro público y Cámara Real, y la casa donde vivía en Villa Rica será arrasada e impregnada de sal para que nunca más pueda edificarse en ese suelo, y no siendo propia será tasada y los bienes confiscados se pagarán a su dueño, y en el mismo suelo se levantará un monumento para que se conserve el recuerdo de este abominable reo”. Hasta hoy en día, el odio de la oligarquía a Tiradentes es tan violento que siguen las mentiras y omisiones en torno a su papel en aquel primer gran movimiento de liberación nacional.