The Education of Alice Wells

Aria a_mac Abby Galines Agus901 Annabrch Aria bluedelacour ChiviSil Elizabeth fmaryd Jane Kyda maggiih Malu_12 Mir Nik

Views 83 Downloads 6 File size 3MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Aria

a_mac Abby Galines Agus901 Annabrch Aria bluedelacour ChiviSil Elizabeth fmaryd Jane

Kyda maggiih Malu_12 Mir Niki26 Pachi14 rihano Val3 Valalele vivi

Just Jen Khira flor212 Niki26

maggiih xx.Majo.xx cgrande89 Aria

Aria

Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Sobre la autora

n la Universidad Mountford, Ranik Mason es el rey de los chicos malos. Tiene a cada animadora muriéndose por estar en su cama, y tiene bajo su control el circuito de alcohol de menores de edad. Es un lobo solitario que toma lo que quiere, pero nunca se toma nada en serio. En la Universidad Mountford, Alice Wells es la reina de los nerds; estudiosa, estricta e inteligente como un lince, nunca ha tenido novio, mucho menos se ha emborrachado y ha salido de fiesta. Es el ojo derecho del profesor, fría como el hielo, decidida a atenerse a las reglas y regulaciones aunque le maten. Su única debilidad es su gran enamoramiento con Theo, el maduro y apuesto DJ del campus, y está decidida a transformarse en la chica que él quiere. Si alguien en el campus sabe cómo seducir, es Ranik Mason. Alice se le acerca con un contrato: si le enseña cómo ganarse a Theo ella hará sus trabajos durante un año. Ranik acepta, pero a medida que sus lecciones para Alice se calientan, ambos empiezan a darse cuenta que el amor no es algo que se pueda enseñar. Hay un precio. Y ambos, Alice y Ranick tienen que pagarlo.

oy zancadas hasta la biblioteca y marco el número de Ranik. Suena dos veces, y luego contesta. —¿Hola? —Te prohíbo ser amable conmigo —digo inmediatamente. Hay un silencio en su lado. Sé que sabe que soy yo, ha visto mi número. —Puedo ser amable con quien quiera serlo —dice finalmente. —Tenemos una relación de trabajo —espeto—. Una de profesor y alumna. No puedo tolerar llegar a gustarte. —¿Gustarme? —farfulla—. ¿Q-qué te hace pensar que a mí…? —Te dije expresamente que no podía gustarte. —Me dijiste que no intentara follarte —me corrige. —La única forma de que alguna vez tenga sexo con alguien sería que me gustase antes, empezar una relación mutua de agrado. Por consiguiente, no puedo gustarte. Eso sería un paso hacia intentar llevarme a la cama.

or séptima vez en el día, el profesor Mathers me llama. —¿Alice? Parece como que sabes la respuesta. Todos los ojos del aula 204 de Historia Europea caen en mí, expectantes y aburridos, esperando a que les dé una respuesta brillante como siempre hago, porque soy Alice Wells y la única cosa en el mundo en que soy buena es respondiéndoles a los profesores. Soy mala en la mayoría de las otras cosas que se supone que los estudiantes son buenos, como en vestirme de rosa, emborracharme y salir con chicos. Pero en el aula, no soy nada menos que perfecta. Y modesta. Aclaro mi garganta y ajusto mi suéter. —Kublai Kan, profesor. Sus rutas comerciales establecieron la posibilidad del contacto directo entre Europa y el Lejano Oriente por primera vez en la historia. Mathers me sonríe, ajustando sus diminutas lentes en su redondo rostro, siempre aceitoso. —Muy bien, Alice. Vamos a sacarte un doctorado a este ritmo. Ahora, si van a la página 54 del texto… Mi amiga Charlotte, con sus rizos castaños que caen en cascadas sobre su blusa blanca de moda, me da un codazo mientras me siento. —Él se excita contigo. —Eso es de muy mal gusto y también inapropiado —bromeo. —Ustedes dos harán una pareja encantadora. —Sonrió—. Apuesto a que él es tu tipo. —¿Y cuál, dime por favor, es mi tipo? —Suspiro. —Los estudiosos, vírgenes obsesionados con las notas. No me molesto en argumentar el último pedazo. Fui la última virgen en la graduación de la escuela, junto con el chico con granos adicto a World of Warcraft y ciertamente la última virgen aquí, en la Universidad Mountford, la escuela número uno en fiestas en el sur de Washington. —No estoy obsesionada con las notas. —Inhalo. Charlotte mira fijamente mi portátil, donde hay una hoja de cálculo de Excel abierta, detallando mi horario para la semana. Apunta con su dedo un cuadro, miércoles por la mañana: Estudiar. Apunta otro: Viernes por la noche: Estudiar. Sábado por la tarde: Estudiar. Mueve su dedo sobre toda la pantalla, indicando la gran mayoría de los cuadros que están repletos con las cosas para estudiar. Le doy una patada por debajo de la mesa y amortigua su risa con la manga. Su teléfono suena por millonésima vez esta mañana con un mensaje. Lo saca y escribe rápidamente.

—Psst —me silba. La ignoro y me concentro en las diapositivas de Mathers con interés—. Oh, vamos, no puedes estar molesta realmente. ¡Solo estoy diciendo la verdad! No hay nada de malo en ser una nerd. Todavía te quiero. Pongo los ojos en blanco, pero es verdad. Ha sido mi amiga desde sexto grado. Nos hemos visto en nuestros peores momentos. —Tú eres la única que lo hace. La sonrisa de Charlotte se ensancha mientras se inclina. —Vamos a arreglar eso. —¿Cómo? En caso de que lo hayas olvidado, todos los chicos me odian. —Ugh, Alice, por última vez, los chicos no te odian, tú solo eres… —Me mira por encima, a mi suéter y falda a cuadros. Ajusto mis delgadas gafas y tiro mi coleta castaña clara sobre mis hombros. —Una perra —ofrezco. —… un poco impaciente —corrige Charlotte. —Bueno, discúlpame por ser impaciente, pero prefiero no perder mi tiempo con idiotas que sólo pueden decir las palabras “tetas” y “yolo1” —Vamos, Al. Melissa me ha invitado a una barbacoa en Theta Delta Pi la semana que viene y sabes lo maravillosos que es su edificio, no has salido de tu habitación excepto para comer e ir a clase durante semanas lo cual está bien, pero estoy empezando a preocuparme por ti y realmente no quiero ir sola y, por favor, por favor, por favor… —Charlotte, ¿quieres compartir algo con la clase? —El profesor Mathers levanta una ceja. Ella se ruboriza y baja la voz con un carraspeo. —No, lo siento. Cuando Mathers se vuelve a la pantalla de proyección, Charlotte inmediatamente se inclina hacia mí y comienza su canto/susurro. —Por favor, por favor, por favor, por favor… —¡Esta bien! ¡Dios! —siseo—. Tienes la tenacidad del Demonio de Tasmania. Charlotte en silencio lanza el puño al aire en señal de victoria. La campana suena, mete sus libros en su bolso y me da un golpecito en la nariz. —Te veo esta noche. Sale por la puerta antes de que pueda parpadear. Hemos sido amigas desde hace casi una década y no ha cambiado ni un poco de su permanente popularidad y acelerado ser. Por otra parte, yo soy todo lo contrario. Aún aburrida y concentrada en los estudios como siempre. Pero en una casa con una madre que solo me miraba si traía buenas calificaciones, era algo con lo que había crecido. Los estudios eran mi 1

Yolo: You Only Live Once (Solo se vive una vez)

vida. Donde otras chicas encontraban diversión en la moda y amigos, yo la encontraba en números y hechos. Así es como he sido siempre. No me ha dado muchos amigos. Charlotte es la única excepción, es un milagro que aún esté pegada a mí trasero cuando vinimos a Mountford. Podría salir con tantas otras chicas que hablan de cosas que en realidad a ella le gustan, que no son aburridas. Medio espero que me deje plantada a cierto punto de este año. Suspiro y lleno mi bolso. —¿Alice? ¿Puedo hablar contigo un momento? —La voz del profesor Mathers suena. Levanto la mirada. —Si, por supuesto. Un segundo. El aula está casi vacía para el momento en que llego a su escritorio. Mathers mira hacia arriba y me sonríe. —Sabes, Alice, estoy bastante impresionado con tus conocimientos de la subsección transcontinental ¿De casualidad leíste el comienzo del libro? La familiar oleada de orgullo por haber sido elogiada brota. —Sí, señor. Tengo el hábito de leer todos mis libros de principio a fin cuando los recibo. —Busco en mi bolso y saco mi libro de texto para enseñárselo. Miles de notitas de colores marcan las páginas—. También anoto una referencia rápida durante el estudio. Su boca cae abierta un poco. La cierra con rapidez y sonríe. —Siempre había pensado que los índices de los libros eran demasiado torpes. Este método de notitas es una solución elegante. El aula está vacía ahora, pero incluso sin nadie aquí viéndome ser elogiada, mi pecho se hincha. Mis notitas no son aburridas para él o neuróticas o de tontos. Son excepcionales. Mathers se levanta y camina hacia mí, colocando una mano alrededor de mi hombro. —No seas tonta. He visto cientos de chicos llegar e irse de mi clase cada semestre y ninguno de ellos tienen la dedicación y talento que tú tienes, Alice. Eres realmente una chica extraordinaria. Debería estar feliz por su cumplido, pero por alguna razón una progresiva frialdad comienza en mi estómago y se abre camino hasta mis pulmones. No puedo respirar bien y su mano en mi hombro se aprieta. —G…Gracias, señor. —Y siempre tan educada —continúa. Su mano cae de mi hombro y se desliza por mi columna, descansando justo en la falda sobre mi trasero. Un pensamiento enfermizo brota y trato alejarme, pero su otro brazo está sosteniendo mi muñeca ahora.

Sus ojos brillan detrás de sus lentes, de pronto serio, sin ningún indicio de una sonrisa y el terror gélido empieza a apoderarse de mí cuando de repente las puertas se abren y un chico entra. —¡Señor Mathers! —llama alegremente. Mathers deja caer su mano rápidamente y me alejo, saliendo lo más rápido que puedo sin correr, pero el chico interruptor me detiene, poniendo su cuerpo delgado entre la puerta y yo. —Oye, espera, espera —dice. Levanto la mirada, viendo a mi salvador involuntario por primera vez. Al instante me arrepiento, porque de pie delante de mí está el playboy siempresórdido Ranik Mason. Cabello negro enredado, corto por los lados, enmarcando su parecido a un zorro, astutos ojos color avellana y gruesas cejas afiladas. Todo en él es musculoso; extremidades delgadas y dedos largos. Tiene un tatuaje de una serpiente enrollada alrededor de una daga decorada en su cuello, solo escondido un poco en su chaqueta de cuero. Su sonrisa es un poco demasiado torcida, como si su amplia boca estuviera permanentemente inclinada. Sus pantalones son rectos, negros azabache y deshilachados en las rodillas con demasiadas caídas. Huele como a whisky, canela y metal caliente. —Hola, princesa, ¿estás bien? —pregunta Ranik—. Estás un poco pálida. —Y-yo… estoy bien —me fuerzo a decir—. Tengo que irme. Los ojos verde-dorados de Ranik revolotean para mirar a Mathers. —¡Oye, señor! No estaba siendo muy toquetón con las damas otra vez, ¿cierto? Mathers se estira a su máxima altura, aún siendo cien centímetros más pequeño que Ranik. —No sé de qué está hablando. Alice y yo estábamos conversando sobre sus calificaciones. No es como si usted supiera algo sobre notas, pandillero. Ranik hace un sonido de “tsk-tsk” y camina hacia Mathers. Observo con asombro cómo Mathers rápidamente pierde toda su bravuconería y se contrae, retrocediendo contra la pared para alejarse del chico que se acerca en cuero y vaqueros. —¡No me toques! —vocifera Mathers—. Llamaré a seguridad. —Aw, vamos loco. Ambos sabemos que no lo harás. Además, seguridad me ama, ¿sabes? Quiero decir, tienen que amarme, ya que me ven tanto. Puede que no sea el palo más inteligente del grupo, puede que no consiga sus preciosas As o lo que sea, pero sé lo que las personas aman, ¿bien? Seguridad me ama. Tú amas a las chicas. Específicamente, a tus propias malditas estudiantes, que confían en ti para que les enseñes y les guíes. Oh, hombre, eso solo te pone como ninguna otra cosa, ¿no es así? Chicas dulces e inocentes como esa. —Ranik mira hacia mí, luego hacia Mathers—. ¡Mírala! Ella no sabe nada sobre las enfermas fantasías de mierda que tienes detrás de esos brillantes ojos, porque nunca ha tenido un desgraciado como tú al control de sus calificaciones. —Por favor, p-por favor —tartamudea Mathers—. No lo haré de nuevo. Te juro que…

—¡Lo juraste la última vez! —Ranik levanta su voz con un rugido cortés—. ¡Y la última vez antes de eso! Demonios, es casi como si no estuvieras jurándome nada, ¡señor! Tal vez tendré que decirle a alguien importante sobre toda ésta mierda que estás causando. Mathers comienza a sudar. Estoy inmovilizada, incrédula. Ranik ha logrado reducir a un hombre que le dobla la edad a un insignificante en menos de treinta segundos. Pero Mathers de repente se relaja, su rostro serio de nuevo. —Nadie va a creerle a un drogadicto rechazado como tú —gruñe. Ranik se inclina, con los ojos brillantes. —La manera en como lo veo, es un cincuenta a cincuenta. Haz la prueba si es que te sientes con suerte, viejo de mierda. Ranik se da la vuelta y viene hacía mí y Mathers se queda callado durante un segundo antes de decir: —Espera, espera. ¡Detente! Ranik me mira, poniendo los ojos en blanco de una manera que dice “este hombre es una pérdida de mí tiempo” y se gira hacia él. —¿Qué pasa, abuelito? —Por favor, no lo digas. ¿Qué es lo que quieres? Ranik lo medita mirando al techo, luego levanta tres dedos y cuenta: —En primer lugar, renuncias en ser un desgraciado con las chicas. Segundo, no tocas sus calificaciones. Y tercero, si alguna vez te encuentro hablando con la princesa aquí de nuevo, bueno. Solo digamos que tu trabajo será lo último que te duela de las cosas que perderás, ¿bien? Bien. Buena charla. Ranik golpea a Mathers en la espalda con una sonrisa amable y camina hacia mí. —Vamos. Incluso los gusanos merecen cagarse encima en paz. Le sigo despacio porque estoy medio entumecida por el asalto de Mathers y medio cautelosa por Ranik. Está silbando, caminando con un salto en su paso como si acabara de ganar la lotería. Puedo notar el tatuaje en la parte posterior de su cuello, una rosa con espinas sangrientas. Le había visto alrededor del campus fumando con un grupo de amigos repugnantes, su brazo siempre colgado alrededor de una bonita y delgada chica con exceso de maquille cada semana. Pero las chicas góticas no son su único tipo. A veces se pasea por el campus con voluptuosas animadoras o chicas rubias de hermandad riendo tontamente en su brazo, pero incluso ellas no duraban más que unos pocos días. Le había visto en el campus, pero había escuchado más sobre él. Él es al que acuden los estudiantes de primer año si necesitan alcohol, una identificación falsa o comprar drogas. No es que él venda drogas. Pero conoce a todos en esta ciudad y todos le conocen a él. Ranik Mason ha hecho conexiones, sobornando a las personas adecuadas y destapando la mierda de

cada persona importante en la universidad, desde el consejero hasta el portero. No jodes con Ranik Mason. A menos que seas una chica. Y aun así, jodes con cuidado. Me estremezco. Una ligera presión permanece en mi falda donde la mano de Mathers ha estado. ¿Cómo podría? Sabía que le gustaba, pero no de esa forma. Toda mi vida había confiado en los profesores. Eran personas con las que siempre había sido capaz de conectar, más que con mis compañeros, que me encontraban “espeluznante” o “difícil de hablar”. Los maestros eran mi roca, mi único lugar seguro donde me aceptaban por lo que realmente era. Y ahora incluso eso ha sido manchado. El rostro de Ranik de repente aparece en mi vista. Sorprendida, me echo hacia atrás. —Guau, no era mi intención asustarte. —Levanta las manos—. Solo estabas bastante callada eso es todo. —Discúlpame si estoy callada mientras mi mundo se desmorona —digo. —Tal mal ¿huh? —Ranik me estudia—. Si un pequeño toqueteo de ese imbécil destroza tu mundo entero, debe haber sido un mundo apestoso para empezar. Los cabellos de mi nuca se levantan cuando me enfado. —No sabes de lo que estás hablando. —Oh, claro que sí. —Sonríe alegremente—. Eres Alice Wells, ¿no es así? Media de 4.2 o lo que sea, todos los profesores te quieren en sus programas. Eres de Pennsylvania, pero escogiste la Universidad Mountford aquí en Washington cuando podrías haber ido a cualquiera de la Ivy League que querías. Eso hace que me pregunte: ¿Eres un gran pez al que le gustan los estanques pequeños? ¿O sólo estabas asustada de no ser lo suficientemente inteligente para la Ivy? Me doy la vuelta y le ignoro. Mis verdaderas razones son mías y más oscuras de las que pueda imaginar. Nadie puede saberlo. Especialmente él. Ranik corre para alcanzarme. —Oye, oye ¿Adónde vas tan rápido? —No voy a dignarme a responderte. Por lo tanto, nuestra conversación ha terminado. —Vayaaa. Así que los rumores eran ciertos. Realmente hablas como un robot. Robot. La palabra suena en mi cabeza como una nota fea, un acorde amargo de un piano que trae los recuerdos de la secundaria de nuevo, vivos y brillantes. —Eres tan aburrida, como un robot. —Claro cosa, chica-robot. —¿Por lo menos sientes algo en ese corazón de robot tuyo? —No te molestes en hablar con ella, es como un extraño robot. El dolor, como todas las cosas, pasa. Irguiendo mis hombros, mantengo mi cabeza firme y alta, miro a Ranik directamente a los ojos. —Gracias por ayudar con Mathers. Pero no tengo más uso para ti.

—Ouch. Eres fría como el hielo. —No eres el primero en decirme eso. O en llamarme robot. Ranik parece sorprendido. —Oh. ¿Oh, ha sido algo malo? ¿No te ha gustado? —Hablando en general, la gente no disfruta al ser comparada con una máquina sin alma. —Sólo quería decir, ya sabes, tu voz suena como un robot. No tú. No me refería a que tú seas un robot, princesa, vamos… No digo nada más. Él no se merece nada más. Salgo por las puertas del edificio hacia el sol acuoso. Mi furia es helada, y está enterrada muy por debajo de mi asombro ante el comportamiento de Mathers. No puedo sentirla en absoluto. Mis pies me llevan a la biblioteca inmediatamente, el olor de libros viejos es como un bálsamo que calma mi ardiente vergüenza y confusión. Trato de estudiar mi libro de historia europea, pero solo leer el material me hace recordar el agarre de Mathers. Estudiar algo más es imposible, mi cerebro está muy revuelto para concentrarse. Mi teléfono vibra en mi bolsillo y unos pocos estudiantes de último año me disparan miradas sucias. Rápidamente salgo y respondo. —Hola, mamá. —Hola, Alice. ―La voz nítida de mi madre se filtra a través del teléfono―. ¿Cómo estás? —Estoy… estoy genial ―empiezo―. La comida aquí es muy buena. Hay un maravilloso café vegetariano en el medio del campus y el gimnasio cuenta con una amplia gama de… —¿Qué hay de tus clases? —Estoy manteniendo mi media —digo rápidamente. —¿Les has pedido a tus profesores créditos extras como te sugerí? —Sí. Ellos no me dan mucho, pero… —Entonces debes pedirles más. No puedes malgastar esta oportunidad, Alice. La universidad es una oportunidad única en la vida y una muy cara. Tienes que sacar lo más que puedas de ella mientras puedas. —Bien. Les… presionaré más fuerte. Hay un silencio de medio segundo, lo cual es inusual. Mamá no puede soportar los silencios. Todo en mí arde por decirle lo que ha sucedido con Mathers. —Mamá —empiezo— Justo ahora, uno de mis profesores… —Me tengo que ir, Alice —dice repentinamente—. Estoy en una conferencia. —Oh, está bien. Buena suerte.

—La suerte no tiene nada que ver con ello. He trabajado duro por esta posición, y ahora puedo hablar en comités debido a eso. Fue mi duro trabajo en la universidad lo que me ha llevado hasta aquí. Debes esforzarte por lo mismo. ―P-por supuesto —tartamudeo. Mamá cuelga, dejándome con el frío tono de marcado contra mi oreja. La conversación ha sido corta, pero las conversaciones con ella siempre lo son. Ser una de las neuroquímicas líder del país deja más tiempo para conferencias científicas y trabajo de laboratorio, y menos para las charlas ociosas y para las hijas. Y cuando elegí la universidad Mountford en lugar de a la cual ella fue, Princeton, nuestras conversaciones solo se volvieron más cortas. Pero por eso es que la escogí. La reputación de mamá no me ha seguido a la costa oeste. Ninguno de mis profesores me compara con ella aquí. Y está aproximadamente a ocho mil kilómetros de distancia así que no puede entrometerse inesperadamente. En Mountford soy libre, más libre de lo que lo sería en Princenton, por lo menos. Camino de vuelta hacia adentro y vuelvo a mi mesa usual en la biblioteca. Aunque intento concentrarme, los libros de texto solo se sienten como papeles y tinta muerta bajo mis ojos, en lugar de palabras y hechos vivientes. No puedo absorber ninguna información en absoluto. Mis ojos vagan a la sección de ficción, pero niego con la cabeza. No he tenido tiempo para leer un libro de ficción desde que estaba en la secundaria, cuando estudiar de repente se volvió muy importante para mi futuro. Pero me encuentro en la sección de ficción de todas formas, mis tentados dedos bailando sobre fantásticos y familiares libros que solía amar tanto; dragones, naves espaciales, princesas guerreras. Casi puedo escuchar la voz desdeñosa de mi madre en mi cabeza. “Esos pudrirán tu cerebro, Alice. Aquí, Guerra y Paz es una novela mucho más informativa, y con personajes más realísticos.” Su voz hace que me detenga de sacar un libro romántico de apariencia cursi. Mis ojos arden con lágrimas que no sabía que tenía. Cada palabra de Mathers aún se mantiene como un lazo empalagoso en mi cabeza. ¿Por qué estoy llorando por un simple manoseo? El hombre es viejo y un idiota, pero es un profesor en el que confiaba. Confiaba en el mundo de la universidad, de lo académico, del aprender. Puse mi confianza en él porque era puro, fácil, sin emociones humanas o errores para arruinar las cosas. Pero es más que eso. Estoy llorando porque tenía miedo. Miedo de lo que pudo haber pasado si Ranik no hubiera entrado en el momento indicado. —¿Alice? Miro hacia arriba, limpiando precipitadamente las lágrimas de mis ojos con mi suéter. Alice Wells no llora. Un chico apuesto de segundo año está de pie allí, con sus amables ojos de cachorritos azules brillando hacia mí. Su cabello dorado es liso y le roza la frente como un beso. Su semblante es abierto y angelical, dulce y dolorosamente amable. Es alto, tan alto como Ranik, con hombros anchos. Es Theo Morrison, el DJ de la radio del campus y el estudiante con los honores más altos en su curso.

—¿Estás bien? —pregunta. El sonrojo en mis mejillas es instantáneo, golpeando a través de mi tristeza. —Sí. Estoy bien. Gracias por preguntar. Sonríe. —Sólo quería asegurarme, normalmente no te veo sonriendo aquí, ni llorando. Me río, el sonido suena frágil hasta para mis oídos. —Ha sido un… día interesante. —¡Theo! —susurra una chica y a su vez grita a unos pocos pasillos más abajo. Ella es estupenda, su cabello negro brilla como el ala de un cuervo y sus ojos son más oscuros que el terciopelo. Una mecha morada marca el cabello sobre su oreja. Su sonrisa es infecciosa—. ¡Ven aquí! ¡Lo he encontrado! Theo le lanza una sonrisa, luego mira hacia mí. —Lo siento, tengo que irme. Es para un proyecto. Pero puedes pasarte por la estación de radio cuando quieras y podemos hablar entonces. Siéntete mejor pronto, ¿bien? —Gracias —digo sin convicción a medida que él se va. Escucho su voz mezclarse con la de la chica, su risa suave y tenue. Quienquiera que ella sea, no es la primera en tratar de salir con Theo, muchas, muchas chicas con buen gusto tenían su vista de rayos láser en él desde el primer día. Me incluyo a mí misma. Él siempre las ha rechazado y solo he escapado de esa humillación porque nunca he logrado el coraje para pedirle salir en una cita. Apenas sé lo que es una cita, mucho menos cómo invitar a un chico a una. Fuimos agradables y atractivos compañeros en el proyecto de Bioquímica 301, pero él nunca se había reído conmigo como lo hacía con la chica de cabello negro. Durante el próximo par de días observo a la chica, Grace. Es una estudiante de primer año como yo, vive en un piso por encima del mío en el dormitorio en la residencia St. George. Su puerta está decorada con letras de gomaespuma que dicen HABITACIÓN DE GRACE Y BRENDA, GENTE ASQUEROSA MANTENGASE ALEJADA J. Sus ropas siempre son medias vibrantes de arcoíris, una bonita sudadera con capucha y parches de caricaturas planchadas en ella y vaqueros rasgados. Le gustan los zorros, tiene un pendiente con uno en él y los dibuja en sus brazos con bolígrafo rojo. Es muy buena artista. Se ríe con su grupo masivo de amigos, sonríe a los extraños y rueda en el césped durante los tiempos libres solo para sentir el césped bajo su piel. Es exactamente lo opuesto a mí y Theo se siente atraído a ella como a la miel, la busca en el almuerzo, y me ignora en la biblioteca a favor de ella. La envidia sube por mi garganta, pero la lógica cruda la ataca, ¿por qué me escogería él por encima de una alegre, espontánea y hermosa chica? No tengo nada que ofrecer excepto comentarios robóticos, conversaciones aburridas, y hechos sobre la circunferencia de Io, la luna de Júpiter. No ruedo en el césped. No me río con un gran grupo de amigos que me encuentran muy graciosa. Nadie me encuentra divertida. Nadie siquiera me encuentra soportable. Nadie excepto Charlotte.

Me miro fijamente en mi espejo de cuerpo entero un día después de las clases. No soy fea, pero no soy hermosa. No en la forma en que lo es Grace, no de la manera que brilla desde adentro. Tengo tenues círculos morados bajo mis ojos azules de estudiar largas horas por la noche. Mi cabello es rubio, rubio pálido, pero sin el brillo saludable del de Grace. Mi piel es pálida, sin una señal del matiz besado por el sol de Grace. Donde su nariz es adorable y como un botón, la mía es considerablemente menos atractiva, erguida y larga. Comparada con su belleza oscura soy una pintura lavada, descolorida, sombría y sin ninguna cualidad única de la cual hablar. “No te preocupes a ti misma con el espejo, Alice” la voz de mamá suena rítmicamente a través de mi mente. “Las chicas sin futuro malgastan grandes cantidades de tiempo mirándose en el espejo. Tú eres pasable, pero no bonita. Esto es muy bueno, no atraerás ninguna distracción. Tu cuerpo servirá bien a tu mente. Eso es todo lo que necesita hacer.” Saqueo mi armario, preparándome para la absurda barbacoa a la cual le prometí a Charlotte que asistiría. Mis vaqueros están perfectamente presionados y doblados, ni rasgados, ni garabateados. Limpias y desborradas faldas hasta mis rodillas, nunca más cortas. Camisetas en colores planos y sólidos, sin personajes de caricaturas o frases ingeniosas pegadas en ellas. Papá me envió una camisa una navidad con un delfín de arcoíris y me encantó, pero mamá dijo que era ridícula y la tiró en la basura la mañana siguiente. Lloré durante días, y ahí fue cuando aprendí que llorar solo la molestaba más. Saco una simple camiseta azul y vaqueros y los completo con una chaqueta negra y bailarinas; los zapatos absolutamente aburridos en comparación con las converse verde lima y cordones rosados de Grace. —Oh Dios mío. —Charlotte frunce el ceño cuando aparece en su Nissan rojo—. Te ves como si fueras a una entrevista de trabajo, Al. —¿Esto no es lo que la gente usa para las fiestas de hermandades? —pregunto— . Nunca he ido a una fiesta de hermandad. O a una fiesta en general. Charlotte se golpea la frente. La sacude y me hace movimientos para que me meta en el coche. —Está bien, no hay tiempo para que te cambies, vamos a llegar tarde. Saltó en el asiento del lado del pasajero y noto que ella ha traído una toalla de playa y su traje de baño. Me mira de nuevo. —¿Has traído tu traje de baño? —Yo no nado. Suspira. —Ambas sabemos que nadas. Simplemente no usas bikinis alrededor de la gente, eso es todo. —Estoy sorprendida de que tú lo hagas. Charlotte se encoge de hombros y sonríe hacia mí.

—Cuando te ves tan fabulosa como yo, ¿por qué no lo harías? Eso me saca una sonrisa. Su confianza en sí misma siempre lo hace. Me afecta, algunas veces, pero hoy no. Nunca me pondría un traje de baño delante de un montón de extraños para que pudieran ridiculizar mi falta de pechos. Especialmente no delante de chicas de hermandades y chicos de la fraternidad quienes inevitablemente estarán pululando por lugar. Charlotte estaciona y caminamos hacia dentro de la mansión blanqueada. Chicas con brillantes y coloridos bikinis y tankinis corren alrededor, mojándose las unas a las otras con pistolas de agua y saltando dentro y fuera de la piscina. Otras chicas beben en el césped o hunden sus pies en la piscina mientras beben a sorbos algo frutal y hablan amenamente. Chicos en bañadores se sumergen de tiran de tripa del trampolín y atienden a las múltiples parrillas instaladas por todo el césped. Una mesa cargada con perritos calientes carbonizados, hamburguesas y condimentos está en completo desorden, salsa de tomate untada sobre el mantel y pedazos de panes que están siendo picoteados por pájaros. Estoy completamente demasiado vestida para la ocasión. Hasta la gente que no está nadando lleva relajadas ropas de verano, disparando miradas extrañadas a mi chaqueta y zapatillas. Charlotte rápidamente se ve arrastrada por Melissa para ser presentada a un misterioso “Nick”. Suspiro y me sirvo un vaso de limonada dulce de la mesa, retirándome a un lugar sombreado bajo un árbol para beber a sorbos y observar el caos. Es dolorosamente obvio que no pertenezco aquí. Es entonces cuando veo una cara familiar, cabello negro salvaje en punta hacia arriba, afeitado por los lados, ojos avellana que bailan con alegría y un cuerpo que se mueve entre la gente con la gracia de un gato. Ranik está aquí, con un bañador y nada más, sus tatuajes al descubierto para que todos los vean. Una única ala de ángel adorna su omóplato izquierdo. La cola de la serpiente-daga en el lado de su cuello baja de forma sinuosa por su brazo izquierdo, deteniéndose en su muñeca. Él es alto y delgado, como un lobo desnutrido, con pectorales prominentes y musculosos abdominales. Una pelirroja se aferra a su bíceps, unos pechos masivos envuelven su codo. Él se ríe y bromea con ella y cuando ella tiene la oportunidad, le empuja hacia la piscina y él sale goteando, llevándola hacia la piscina con él de buen humor. Casi parece divertido. Casi. No es que me vaya a pasar alguna vez. Nunca estaría lo suficientemente cómoda, o nunca sería suficientemente atrevida, para empujar a alguien a una piscina de esa forma. Y dudo seriamente que a alguien le guste lo suficiente como para disculparme por ello y luego empujarme hacia adentro con él. —Hola tú. —Miro hacia mi derecha, donde un chico moreno con una gorra y vaqueros caídos me sonríe—. ¿Disfrutando? El impulso de alejarlo me abruma, él parece del tipo que solo le habla a una chica por sexo. Pero pienso en Grace y cómo reaccionaría ella. —Sí, gracias. La limonada está buena. —No, Grace sería más entusiasta. Subo mi voz y la hago más alta, más dulce, más feliz—. ¡La limonada está buena! El chico parece alarmado. —Uh, sí, te he oído la primera vez.

—Lo siento. Yo… yo no estoy acostumbrada a esta clase de fiestas. —Sí, lo he notado. —Se ríe—. En realidad no pareces como el tipo que estaría aquí. ¿Has venido con una amiga? —Sí, ella es la que está siendo arrastrada alrededor por la muñeca y empujada hacia chicos aleatorios. Él estira su cuello y se ríe. —Ah, la amiga de Melissa. Sí, Melissa más o menos hace que la gente haga lo que ella quiere. Por la fuerza. —Eso suena desagradable. Su sonrisa se vuelve empalagosa. —No siempre, si sabes a lo que me refiero. Sexo. Siempre se menciona el sexo. Se filtra, se hunde en cada interacción. El resto de mis compañeros están obsesionados con ello, persiguiéndolo como perros locos en celo. Una réplica desdeñosa sube por mi lengua, pero la aplasto. ¿Qué pensaría Grace de ella? Grace es abierta y alegre. El sexo es algo que le gusta seguramente. Ella no lo despreciaría. —Jaja —río rígidamente—. No sé a lo que te refieres. El chico se frota el cuello. Hay un silencio incómodo el cual un robot como yo no sabe cómo llenar en absoluto. —Debería irme. Las hamburguesas pueden estar quemándose. Hazme saber si quieres una, ¿de acuerdo? —Sí. —No, demasiado formal—. Quiero decir, ¡sí, gracias! Se va rápidamente y me maldigo. Si fuera mejor comunicándome, si fuera menos tediosa, sería capaz de llevar una conversación interesante. No se habría ido tan rápidamente. Potencialmente, podría haber hecho un nuevo amigo. Si fuera más como Grace, él no se habría ido en absoluto.

uspiro y entro a la casa de la fraternidad para encontrar un baño. El único abierto está asqueroso, con trozos de papel higiénico y dios sabe qué líquido salpicado en el suelo. Hago mi trabajo rápidamente y salgo. Paso por una puerta, gemidos tenues salen de ella. Sexo. Siempre con el maldito sexo. ¿Nadie en un radio de veinticuatro kilómetros piensa en otra cosa? La grieta es más que un poco amplia y reconozco los tatuajes al instante: Ranik, sujetando a la chica pelirroja en la cama, besando su cuello. Los músculos de su espalda se mueven bajo la esbelta tinta de su tatuaje y la luz de oro de la tarde que entra a través de la ventana. La pelirroja lo está disfrutando inmensamente, con una sonrisa en su bonito rostro y su cuerpo retorciéndose alegremente. Mi pie cruje sobre las tablas del suelo y la cabeza de Ranik se levanta, unos ojos verdes miran hacia mí. Me quedo de piedra, pero me compongo y voy fuera rápidamente a mí lugar en la sombra. Sé que es un maldito mujeriego, por lo que verlo en el proceso de hacerlo no es muy sorprendente, pero me ha alarmado. Calmo mi respiración y le mando un mensaje a Charlotte, tratando de averiguar cuánto tiempo tiene intención de quedarse aquí. A este ritmo, no hay razón para que me quede, desde que Charlotte parece estar bien sin mí. Tiene una amiga con ella, una nueva. Tomaré un autobús de vuelta al campus. No es muy tarde para conseguir un poco de estudio a última hora del día. Desde que vi a Grace y Theo juntos por primera vez y después del acercamiento de Mathers, he estado teniendo problemas de concentración. Tengo que estudiar unas horas, concentrada y sin distracciones, para despejar mi cabeza de esta renuencia sin sentido y regresar a la rutina. No puedo dejar que mis calificaciones bajen por algo tan tonto como un capricho o un casi acoso sexual. Mamá se pondría furiosa. —¡Eh! Princesa. Levanto la mirada. Ranik está de pie frente e mí sonriendo. Su claro cabello está despeinado, rígido y seco. El sol hace ver su piel bronceada y con ángulos afilados. Le ignoro y me levanto, buscando un billete de autobús en mis bolsillos mientras camino. —¡Oye, oye, espérame! No lo hago. Cruzo la calle dirigiéndome hacia la parada del autobús más cercana, haciendo una pausa para leer el mapa. El 16 me llevará de regreso y llega en unos trece minutos. Me siento en el banco y saco mi teléfono, abro la aplicación tarjetas didácticas para mi clase de español. Bien podría tratar de estudiar donde sea con tal de matar el tiempo.

Un Ranik sin aliento se derrumba en el asiento junto a mí después de varios minutos. Lo miro de soslayo. Aún lleva puesto su bañador, con una camisa negra que dice “QUEENS OF THE STONE AGE2” y unos Convers rojos. —Pensaba que ibas a correr más lejos —dice. —No corro —digo. —Oh, lo sé. Tú solo flotas, sin realmente tocar el mismo suelo que nosotros los mortales comunes. —No estamos en condiciones de hablar. —Intento hacerlo sonar como una burla fría. La mayoría de los chicos se irían. Él solo se ríe. —Bueno, considerando que acabas de verme hacer algo bastante íntimo, diría que estamos en condiciones de al menos tener una charla informal. —Lo que hagas o con quién en tu tiempo libre es tu problema. Felicidades. —¿Por qué? —La chica. Es muy guapa y parece que le gustas mucho. Serían una buena pareja. Ranik me mira incrédulamente y se ríe, largo, fuerte y cálido. Eso me irrita, y le espeto: —¿Qué es tan gracioso? —Tú… siquiera sabes… Vamos, no eres tan tonta. No vamos a ser una pareja. No le gusto. Ella solo me desea. —No sabía que hubiera una diferencia. Su resoplido está mezclado con una profunda amargura. —Bueno, permíteme informarte, hay una maldita diferencia. —Saca su caja de cigarrillos y enciende uno, haciendo volar el humo. Arrugo mi nariz. —Eso te matará. —La vida me está matando, Princesa. Es una cosa muy extraña, profunda y oscura para que diga un chico que sonríe incluso cuando está amenazando a un profesor. —Huelen asquerosamente —insisto—. Tu gran multitud de admiradoras no lo apreciará. Se ríe. —Tengo bastantes pruebas de que es todo lo contrario. —Increíble —digo sin expresión. —¿Qué? —Ranik Mason ha usado varias palabras con más de cinco letras en una misma frase. En la mayoría de los países, eso sería considerado un milagro. —Ja, ja. —Tira la colilla del cigarrillo—. Mírame. Mira lo mucho que me río. Mira mis lágrimas por la risa. 2

QUEENS OF THE STONE AGE: Banda originaria de California, Estados Unidos.

Sonrío, me doy cuenta que estoy sonriendo con Ranik Mason y rápidamente la oculto, centrándome con interés en mi español. Él mira, inclinándose cerca de mi hombro. —Vaya, eso es bastante bueno. ¿Está en App Store? —No. —Uh, entonces, ¿de dónde la has sacado? —La he hecho yo. Sus ojos se abren como platos. —¿En serio? —Le ignoro. Levanta la voz—. ¿En serio, Princesa? ¿Has hecho tú eso? —No es difícil. Ruby es un lenguaje de codificación muy rudimentario. Es fácil escribir un programa de estudio con él. —Uh, odio decírtelo, pero para la mayoría de las personas, mierdas como esa no son fáciles. —La mayoría de las personas son capaces de aprender cosas como esta. Creo que simplemente no aplican su concentración. —Princesa, por favor, deja de ser modesta, me estás matando aquí. —Entonces, muérete más rápido. Suspira. —Hay una cosa que se llama CI3 y todo el mundo tiene uno diferente. Solo concentrarse no ayudaría a la mayoría de las personas. Mírame: me esforcé al comienzo del año y lo intenté, pero sigo suspendiendo en todas mis clases. Soy tan tonto como un clavo, no hay peros sobre eso. —Creo que has descubierto la única cosa en este universo con la que estamos de acuerdo. Es su turno de sonreír. Hay un silencio diferente al que he experimentado con el chico de la fraternidad: es menos tenso, menos obvio, más como el viento soplando a través de un bloque de hielo frío entre nosotros. —Debería agradecerte —digo. Ranik se rasca la cabeza. —¿Por qué? —Mathers. Si no hubieras entrado, no sé qué… —Trago con fuerza. Otra pausa, pero esta es la más oscura. Más fuerte—. No sé qué hubiera pasado. —Le habrías dado un golpe en las tripas y lo notificarías —dice. Me estremezco y miro hacia el suelo. —No soy tan valiente. —Has venido aquí, ¿no es así? ¿A esta fiesta? Te he visto con tu amiga cuando has llegado. Esto no es exactamente lo que querías, pero has venido de todas maneras. Por ella. Eso es bastante valiente. Y amable de tu parte. 3

CI: Coeficiente intelectual.

Resoplo. —No soy amable. Ranik se ríe, ese cálido sonido crea grietas en mi determinación de alejarlo. —Yo creo que lo eres, Princesa. Puedes pretender ser fría hasta el final. Pero no lo eres. Hay algo cálido en ti. Ese cumplido me atrapa con la guardia baja. Nunca nadie me ha llamado amable. ¿Furiosa? Sí. ¿Agria? Definitivamente. Pero nunca amable. Miro el rostro de Ranik. Y es ahí cuando me viene. He tenido miles de ideas brillantes antes, pero ninguna tan brillante como esta. Ni tan arriesgada. Pero la recompensa potencial es enorme y es mucho mayor que los riesgos. —Tú tienes experiencia con mujeres —digo—. Sabes cómo tienen que actuar las mujeres atractivas y qué las hace atractivas. Sonríe. —No quiero ser modesto, pero, uh, demonios sí. —Pero estás suspendiendo tus clases. —Fantásticamente. —Soy terrible siendo atractiva. Pero soy muy buena con las clases. Los ojos verde-dorados de Ranik se estrechan. —¿Terrible? Mierda, no te llamaría terrible en absoluto. Simplemente eres diferente. En el buen sentido. —No —le corrijo—. Soy terrible. Esto no es un debate, es un hecho. —Nah. Pero no voy a discutir contigo por algo con lo que ya estás convencida. — Suspira—. ¿De qué trata esto, Princesa? —Hay un chico que me gusta. Las cejas de Ranik se levantan hasta el nacimiento de su cabello. —¿Ah, sí? ¿Quién es el afortunado cabrón? —Eso no es de tu incumbencia. Necesito… ser más atractiva. Quiero que se fije en mí y rápido, antes de que sea demasiado tarde. —¿Por qué? ¿Alguna otra sin vergüenza tiene sus garras en él? —Repito, esos son detalles que no necesitas saber. —Está bien, perfecto, así que quieres seducir a este hombre… —Atraerlo. —Lo mismo. —Agita las manos—. Y piensas que puedo enseñarte cómo hacer eso. —¿No puedes?

—Oh, claro que puedo. He tenido lo mejor de lo mejor, la crème de la crème 4. Podría hacerte la chica más dulce de este lado de Mississippi. Sé los trucos, qué funciona y qué no, mierda, sé cómo conseguir que su cabeza de vueltas. Ranik se inclina, sus ojos oscurecidos con el brillo de lujuria que he visto muy a menudo con las otras chicas. —Pero que hay de mí, ¿eh? ¿Qué me vas a dar a cambio? Levanto mi teléfono, la aplicación de español queda directamente en su rostro y se echa hacia atrás, sorprendido. —Clases —respondo—. Conoces mi GPA, puedo prometerte todo sobresalientesLevanta su rostro. —Así que te enseño como ser una puta dama sexy y ¿tú haces mis deberes? ¿Por qué no simplemente te vuelves mi tutora o algo? —Eso sería muy largo —digo—. Soy capaz de hacer tu tarea mucho más rápido. Tomarse el tiempo de ser tu tutora solo nos haría perder nuestro tiempo. —¿Y yo enseñándote como seducir no es una pérdida de mi tiempo? —Necesitas tener buenas notas más de lo que yo quiero a este chico en particular. —Ja. Dudo de eso seriamente, Princesa. —Es un trato justo. —Sí, pero eso hace perder de vista el objetivo. A ti obviamente te gusta mucho este chico ya que estás deseando hacer un trato conmigo, un tipo que claramente no te gusta. Si te enseño cómo ser alguien que no eres y se enamora de ti, ¡no sería la verdadera tú de la que se enamora! Y eso es un mal comienzo en una relación. Y tú quieres que vaya bien, sabes, ya que te gusta tanto. —Tu experiencia es lo que me interesa y no tus largas preocupaciones. Me mira largo y con dureza, como si estuviera poniendo a prueba la dedicación en mis ojos, finalmente suspira. —Espero que sepas lo que estás haciendo, Princesa. —¿Eso es un sí? —Sí. Mierda, me voy arrepentir de esto. Pero sí. Vamos, no lo sé, venga. Que sea oficial. —Extiende su mano hacía mí. —Voy a elaborar un contrato y haré que lo firmes conmigo y un testigo. Eso es más jurídicamente legal. —Princesa, nada sobre esto va a ser legal. Vas a hacer los deberes por mí. Eso es un pequeño fraude contra la escuela. Frunzo el ceño. No había pensado en eso. —¿Todavía quieres hacerlo? —Sonríe—. Habla ahora, o calla para siempre. Pienso en Theo; Theo, el único chico con el suficiente coraje para acercarse a mí, para hablarme de igual a igual, en lugar de con una despreciable alienígena o un trozo

4

Crème de la crème: expresión que significa lo mejor de lo mejor.

de carne. Theo, el único chico que alguna vez me ha sonreído, completándome con verdadera sinceridad. El único chico que hace que me sonroje. Extiendo mi mano y la deslizo sobre la de Ranik, cada uno de sus callos se encuentra con mi palma mi palma y dejan impreso un desconocido mapa de vida mucho más dura que la mía. Ranik la sacude, y su sonrisa se amplía. Una gota de lluvia cae en el pavimento seco y luego otra, y otra. Ranik se levanta y se estira, haciendo sonar su cuello. —Bien, la lluvia va a terminar la fiesta. Vamos, te voy a llevar de vuelta al campus. Y podemos empezar ahí. Le mando un mensaje a Charlotte para hacerle saber que me van a llevar de vuelta a casa mientras Ranik me guía a su Toyota negro destartalado. La lluvia de repente estalla desde las nubes y la distante multitud grita. Ranik se ríe, negando con la cabeza bajo el agua mientras busca a tientas sus llaves y yo doy un pisotón mi pie empapado. —¿Puedes darte prisa? —Sí, sí, no te enfades. —Abre la puerta del pasajero y me meto, quitando agua de mis hombros. El coche huele ligeramente a canela, pino y humo de cigarro. Ranik entra. —Hablando de eso, ¿qué tipo de bragas usas? Le doy mi mejor mirada gélida. —Difícilmente creo que eso sea importante. —Bueno, ahora lo es. Desde hoy, puedo hacerte preguntas realmente personales. —Eso es una invasión de… —Mira, ¿quieres tener a este chico en tu cama o no? Renuentemente cierro mi boca. Enciende el coche y comienza a conducir. —Eso es lo que pensaba. Así que suéltalo. ¿Ropa interior? —Lo que sea que pueda encontrar en Target5. Él se encoge. —¿Qué? No. Cómo, ¿esos paquetes de ropa interior en oferta? ¿Uno rojo, uno blanco, uno azul y uno gris? —Y negro. Tengo ropa interior negra —digo orgullosamente. —Sí, maldita ropa interior negra de abuelita. Mira. —Busca detrás de su asiento cuando llegamos a un semáforo y saca ropa interior de encaje verde muy reveladora— . Esta es la mierda que quieres. —Oh, asqueroso. ¿Cuánto tiempo ha estado eso aquí? —¡O incluso esto! —Saca un tipo de bikini más modesto con rayas azules y un pequeño lacito blanco—. ¿Ves ese lacito? Malditamente adorable. Mucho mejor que bragas paracaídas. —¿Por qué? 5

Target: Tienda que vende artículos baratos.

—¿Por qué? —balbucea y acelera cuando el semáforo cambia a verde—. Sentido común; a los chicos les gusta ver piel. Más piel es igual a tener más erecciones. —Ya puedo decir que he cometido un gran error. —Podemos parar ahora mismo. Tú decides. Pienso en la amabilidad de Theo. Es el único chico en el mundo que sonríe en vez de fruncir el ceño con mis intentos de bromas, que se preocupa por mí lo suficiente como para preguntar si estoy bien. Bueno, Ranik también ha preguntado. Pero él no cuenta. —No. —Aprieto mi mandíbula—. Vamos a hacer esto. —Esa es mi chica. —Sonríe Ranik—. Vamos a lanzarle a este chico una flecha del regordete Cupido en el corazón. ¿Cómo se llama? —No te puedo decir su nombre. —Será mejor que me digas su nombre. —No veo la razón. —La razón es, Princesa, que voy a acosarle. Mi boca se abre. —Acosarle amistosamente —insiste Ranik—. Averiguar qué le gusta y qué no, qué tipo de chico es y qué le atrae. No podemos usar cualquier cosa para cada chico. Todos somos diferentes. —Muy bien. Theo —digo—. Theo Morrison. Los ojos de Ranik brillan. —Ah, el chico dorado, ¿no? Has elegido a un verdadero ganador vainilla. —¿Qué se supone que significa eso? —Significa que esto va a ser fácil, ¿bien? Ya le conozco: cervezas los fines de semana, videojuegos cada noche, le gusta Neutral Milk Hotel y otras bandas basura hispters, estilo misionero toda su vida, salió con la misma chica los cuatro años de la secundaria, porno asiático, quiere que una chica de ensueño tipo hada frenética le complete, fin. —Eso es… perturbadoramente específico. —Entiendo a la gente, ¿bien? Mis oídos están en todas partes, así conozco algunos detalles, pero más que nada solo sé cuál es su tipo. Tú no lo eres. —Obviamente. —No, me refiero a que, mierda, cariño. En serio no lo eres. Mi corazón se retuerce incómodamente. —¿Por qué? —Eres demasiado fuerte, demasiado inteligente, demasiado independiente. Demasiado vieja. Me enfado.

—¡Solo tiene un año más que yo! —Nah, me refiero en el corazón. Tienes un corazón viejo. Es difícil de explicar. —Oh, así que, vieja como “seca y aburrida.” —No, eso no es lo que he dicho, ¿no es así? He dicho que es difícil de explicar. Solo significa que eres… diferente. Práctica, madura. Estas mucho más arriba de su nivel. —Eso no tiene ningún sentido. —Bien, no lo tendría para ti, porque nunca has salido con nadie. —Me mira—. Eh, ¿verdad? ¿Nunca has salido con nadie? Sólo estoy suponiendo cosas aquí. Casi me encojo de lo patético que suena, pero me tranquilizo. —Nunca he salido con nadie. —¿Besado? —No. —¿Follado? Le entrecierro los ojos. Me da una mirada de “Tengo que preguntarlo para que esto funcione.” —No. —Como, ¿ni siquiera has masturbado a alguien? —Nunca he tocado un pene. —Trato de ser un poco madura, pero mis mejillas se sonrojan. —¿Restregarte? —¡No! Señor del cielo, no, no, no. ¡Nada! —Mmm. —Se concentra en la carretera—. ¿Cogerse de las manos? —No. Ni siquiera eso. Soy realmente patética. —Oye, no seas tan dura contigo. La mierda sucede y nos arrastra por el barro tan fuerte que a veces no llegamos a las cosas buenas de la vida. Dame tu mano. Estira la mano con la que no está conduciendo entre nuestros asientos. Sus largos dedos esperan como las espinas de un atrapamoscas. —¿Qué se supone que tengo que hacer con eso? —pregunto. Ranik pone los ojos en blanco. —Sólo pon tu maldita mano en la mía. —¿Por qué ayudará esto? —¿Siempre estás tan malditamente llena de preguntas? Primero, tienes que acostumbrarte a tocar a los chicos. Así que vamos. —Me acostumbraré con Theo.

—Como quieras —dice, pero deja su mano abierta—. ¿Cómo vas a tomar su mano, la del chico que te gusta, cuando ni siquiera puedes tomar la mía, un chico al que odias? Puedo decir que no vamos a llegar muy lejos. —No se supone que uses esto como una excusa para llevarme a la cama —gruño. —Guau, detente. —Ranik estaciona y me mira duramente, un gran cambio de su habitual semblante simpático—. ¿Eso es lo que crees que estoy haciendo? Es tomarse de las manos Princesa, no follar. —Oh, lo siento, es sólo que tienes una leve reputación de acostarte con cualquier cosa que se mueva. ¿Y porque siempre me llamas Princesa? Es extremadamente molesto. —¡Porque eso es lo que eres! Nunca has follado o besado o tocado a nadie. Andas por la universidad como si estuvieras en un mundo diferente al resto de nosotros, eres aterradoramente inteligente, alta, guapa y majestuosa. Intimidas a la gente de por sí. Si eso no es una princesa, no sé lo que es. Abro la boca para discutir, pero estoy demasiado sorprendida. ¿Así es cómo me ve la gente realmente? Ranik resopla. —Mira, no soy, mierda, no estoy intentando llevarte a la cama. Tienes que creerme. Tengo muchas chicas dispuestas y listas, no te necesito para esa mierda, ¿bien? Voy a esforzarme para hacer esto profesionalmente, pero todavía tengo que enseñarte. La enseñanza es sobre la experiencia. Experiencia auténtica. Asiento. —Se ha demostrado en ensayos clínicos que el aprendizaje es más efectivo y duradero con manos, en exposición kinestésica6. —Está bien. Me alegro de que estemos de acuerdo. Así que ahora, sé que no te gusto, crees que soy estúpido o asqueroso o vulgar o lo que sea, pero tienes que confiar en mí. Esa misma vulgaridad es lo que te va a conseguir a Theo ¿está bien? Así que trabaja conmigo, Princesa. Por favor. —Entonces prométeme algo. —¿Prometerte qué? —Prométeme que no intentarás acostarte conmigo. Suspira. —Lo prometo. No eres mi tipo ¿está bien? —Bien. Tú tampoco eres el mío. Sonríe y arranca el coche, entrando de nuevo en la carretera. —Parece que hemos encontrado tres cosas en este universo con las que estamos de acuerdo. Quién lo diría. Después de cuatro salidas y la radio a todo volumen con ópera clásica hasta que Ranik la apaga con animada grosería, estiro la mano y la pongo tentativamente en la suya. Mi piel está fresca en comparación con su ardiente calidez. Siento cada callo en su palma, cada marca y línea. Esto es tan diferente de nuestro apretón de manos. 6

La cinestesia o kinestesia o quinestesia es la rama de la ciencia que estudia el movimiento humano.

—Entonces, las manos son en verdad sensibles ¿no? —dice Ranik, con los ojos todavía en la carretera—. Tocar la mano de alguien excita mucho más de lo que crees. Aunque más que nada, las manos son para tomarlas y apretarlas. Si él te gusta, no seas muy obvia. Pero tampoco quieres ser endeble. Toma mi mano. Lo hago, la sacude y la vuelve a colocar. —No, no. Demasiado fuerte. Quieres ser gentil pero firme, como esto. Se estira y desliza perfectamente su mano en la mía, nuestros pulgares entrelazándose alrededor de los del otro. —¿Ves? Ahora inténtalo. Trato de deslizarla tan suavemente como él, pero mi pulgar se atasca en la palanca y me pongo tan histérica que la pongo en estacionar. El coche hace un ruido chillante y huele a alquitrán quemado en el aire, pero Ranik rápidamente coloca en su lugar la palanca y se detiene. —Yo… lo siento mucho… Ranik sólo sonríe. —Ja, mira tu rostro. No tiene precio. —Me alegro de que mi absoluto terror a nuestra inminente muerte te divierta — gruño. —Relájate. Llevo conduciendo desde llego al volante, pequeñas sacudidas como esa no son nada. Sólo te estoy molestando un poco. Es bonito ver que pones una cara, ¿sabes? Una expresión real, no esa mirada triste y solitaria que tienes casi todos los días. ¿Solitaria? ¿Triste? Echo un vistazo en el espejo retrovisor. Mi rostro es perfectamente normal. —De todos modos. —Ranik se aclara la garganta—. Casi lo tenías. Inténtalo de nuevo. Esta vez sin querer tratar de matarnos. Mi corazón está palpitando por la posible experiencia cercana a la muerte, pero deslizo de nuevo mi mano en la suya y doy un suspiro de alivio cuando nuestros pulgares se juntan. —Aún hay esperanza para ti. —Sus ojos se arrugan y sus dedos se mueven, serpenteando entre los míos y entrelazándose—. Esto es un poco más, eh, íntimo. Más o menos significa que son algo. Como, estar enamorados. Por lo general, es amor. Así que a lo mejor quieras guardar eso para más adelante. —Ya veo —reflexiono, mirando nuestros dedos entrelazados—. No ni tenía idea de que tomarse de la mano podía tener tantos significados. Puedo sentirle mirando mi rostro, pero cuando levanto la vista, está mirando hacia la carretera y se aclara la garganta, quitando su mano de la mía. —De todos modos, esa es la lección número uno. Has aprobado. Felicidades. Recuérdame que no te dé la siguiente lección en un camión de dos toneladas yendo a 30 kilómetros por hora.

—Vamos a necesitar un espacio privado para las siguientes lecciones. ¿Qué hay de mi dormitorio? O el tuyo. —Vivo fuera del campus —dice—. Así que el mío sería una mejor opción. Pero, mierda, quiero que estés tan cómoda como sea posible. —Una vez más, tu preocupación por mi bienestar no es muy necesario. Eres mi maestro, no mi madre. —Pff. Lo que sea. Sólo quiero que estés cómoda para que aprendas rápido y terminemos con esto. Entonces. Tu dormitorio. Mándame un mensaje cuando tu compañera de habitación se haya ido y daremos la lección número dos, ¿está bien? Me da su número y, cuando le ofrezco el mío, niega. —Este es tu espectáculo, Princesa. Tú decides. Tipos como yo no tienen por qué tener tu número en su teléfono. —¿Qué significa eso? Suspira. —Significa que no quiero que arriesgues esa reputación limpísima de realeza tuya por ser vista en mi teléfono, eso es todo. Soy reservado con ello, pero, ya sabes. Las palabras salen rápido y de forma accidental. Y creo que estás destinada para mejores cosas que rumores de mierda. Frunzo el ceño. Se menosprecia a sí mismo. Pero Ranik sólo se ríe. —Además, mierda. Realmente no podemos correr el riesgo si quieres a Theo, ¿está bien? Él no es el tipo de persona que estaría debajo de una chica que se rumoree que ha dormido conmigo, cierto o no. Tenemos que tener cuidado. Voy a hacer mi mejor esfuerzo para no ser visto entrando y saliendo de tu dormitorio. —Suena como si le conocieras mejor de lo que dices —digo mientras salgo y cierro la puerta de golpe. Ranik se encoge de hombros. —Tenemos un pasado, eso es todo. Te veo por ahí. Con una pila gorda y agradable de deberes para que los hagas muy bien, Ace. Se despide en broma y se dirige hacia la carretera. Y no puedo evitar sentir como si hubiera cometido el mayor error de mi vida.

—¿

onseguiste un paseo a casa con Ranik Mason? ―Charlotte prácticamente chilla. Un par de personas en la cafetería miran hacia nosotras. Pongo mi mano sobre su boca. ―Cállate. ―La retiro lentamente, y sus ojos se iluminan.

―N-no puedo creerlo… de todos los chicos del campus, ¿Ranik? ―Si no bajas la voz ahora mismo haré cosas horribles con tus glóbulos oculares. ―Está bien, Jesús, gruñona ―susurra―. Pero Al, Ranik realmente no es un chico bueno. Es más del tipo de “fóllatelas y échalas”. Giselle en Trigonometría 101 me dijo que la echó fuera de su apartamento en el segundo que habían terminado. ¡Y estaba lloviendo! ―Él es horrible ―concuerdo―. Pero estaba lloviendo en la parada de autobús y se ofreció a llevarme a casa. Eso debería contar para algo. Agarra mi mano y pone una mirada seria. ―Prométeme que serás cuidadosa. Por favor. La última persona con la que tienes que acostarte es con Ranik, ¿de acuerdo? He escuchado los rumores y son malos. Así que por favor… ―No lo haré, Charlotte. No soy idiota. Ya lo sabes. Suspira aliviada. ―Sé que no eres idiota. Tienes demasiadas medallas de la liga de matemáticas para ser una idiota. Sólo eres un poco inocente a veces, eso es todo. Casi me ofendo, pero luego recuerdo lo desorientada que estaba en la más básica lección de sostener las manos de ayer. Soy inocente. Pero eso sólo me motiva a aprender más, mejor y más rápido. He dejado de asistir a las clases de Mathers por completo. No puedo soportar verle. Apareceré en el próximo examen y sacaré un sobresaliente, considerando que aún estoy estudiando el libro por mí cuenta. Me niego a estar en la misma habitación que ese hombre. En cambio, uso el periodo de Mathers para enviarle mensajes a Ranik. Actualmente no llevo bragas. Decido que enviarle un mensaje a Ranik sería tan bueno ahora como en cualquier momento para intentar el sexting7 como le había escuchado decir a

7

Sexting: enviar mensajes con contenidos sexuales el uno al otro.

Charlotte. Lo busqué en Google y esta frase en particular parecía ser un popular sext 8. Su respuesta viene segundos después. ¿Quién es? Es posible que muchas chicas le envíen un mensaje con una frase similar, lo suficiente para que pierda la pista de sus nombres y números. Considero poner mi nombre real, entonces recuerdo que se supone que somos un secreto. Tu estudiante. Estaba probando el sexting. Califícame. Tiene pulgares muy rápidos. Jajaja, ¿es en serio? 0/10 no te sextearia de vuelta, pc9 no te enseñaré a sextear, esa mierda es de pre-adolescente y tonta como el infierno. Mírate, usando palabras separadas por guiones. Alguien es más inteligente de lo que pretende ser. No responde. Resisto la tentación de enviarle otro texto y en su lugar me pongo a estudiar un poco más. Finalmente, después de una hora y veintidós minutos, me envía un mensaje respondiendo. Lo siento, me he quedado atrapado con un amigo. Mis pulgares son más rápidos. Soy la última persona con la cual deberías sentir la necesidad de disculparte. hombre, esa gramática perfecta es jodidamente intimidante. De todas formas, ¿por qué me habías enviado un mensaje? Lo siento por ser intimidante. soy la última persona con la cual deberías sentir la necesidad de disculparte también. Me lanza de vuelta mis propias palabras; por alguna razón me hace sentir cálida por dentro, en lugar de ofendida. Te he enviado un mensaje porque requiero la lección número dos. Mi compañera de habitación está fuera en clase y lo estará durante otras dos horas. bien. estaré allí en diez minutos. Aunque, no te he dicho mi número de habitación. No responde. El suave golpe en mi puerta minutos después hace que la abra frente a él. Está vestido con una camisa de franela suelta, vaqueros negros, una cadena plateada

8

Sext: mensaje de texto de contenido sexual, viene de "sexting".

9

PC: por cierto, "btw" by the way en el original.º

alrededor de su cuello y sus tatuajes contrastando oscuramente contra su piel. Entra y cierro la puerta tras él. ―¿Cómo has sabido cuál es mi habitación? Nunca te he dicho eso ―pregunto inmediatamente. Está muy ocupado observando alrededor de mi habitación para responder. Mira mi cama, mi armario, mi escritorio. ―Coqueteé con tu asistente de residencia de dormitorio ayer. Guau. ―Se asombra―. ¿Alguna vez has pensado que tener todo tan sobre-organizado te podría hacer parecer una asesina en serie? ―Yo no sobre-organizo. Eso ni siquiera es una palabra. ―Tienes ordenada tu biblioteca por el sistema decimal Dewey, Princesa. ―Mucha gente hace eso. ―Nadie hace eso en realidad. Cruzo los brazos sobre mi pecho. ―Simplemente continuemos. ¿Cuál es la siguiente lección? Los ojos verde-dorados de Ranik me miran de arriba abajo, asimilando mis vaqueros y camiseta. ―¿Puedes cambiarte a otra cosa? ―¿Hay algo mal con esto? ―En absoluto, Princesa. Simplemente quizás querrás algo más fácil de quitar y poner, como una falda. Arqueo una ceja. ―¿Por qué? Se ríe, enganchando las manos en sus bolsillos. ―Porque vamos de compras. Me cambio a una modesta falda lápiz negra mientras se retira a su coche en el estacionamiento. Ser vistos caminando juntos levantaría sospechas, así que espero unos pocos minutos y luego camino hacia su coche. Lo veo en la curva y salto dentro. Arranca el motor. ―¿Puedo preguntar a dónde me estás arrastrando? ―Ya te lo he dicho. De compras. ―Eso es tan maravillosamente específico de tu parte. Se ríe. ―Ya sabes, a chicos como Theo no les gusta mucho el sarcasmo. Creen que es un golpe a su ego. A chicos como yo, sí. Es un excelente extra que una chica tenga algo de

agallas. Uh. No el tipo de chicas para sexo. O tal vez el tipo de chicas para sexo. Mierda. He cavado este hoyo muy profundo. ―Te tiraría una cuerda, pero quizás estarías mejor ahorcándote con ella. ―Ouch. Eres brutal. ―¿Es eso algo malo? ¿Debería… debería bajarle el tono? ―Sí. A Theo probablemente no le gustaría. Pero, mierda, cuando estés conmigo, no te molestes. Más o menos me gusta. ―¿Te gusta? ―Levanto una ceja―. A nadie le ha gustado nunca. ―Bueno, llámame loco pero me gusta. Es refrescante. Sin endulzarlo, sin mentiras bonitas, sin pretender ser amable con gente que odias. Es muy diferente de la mayoría de las chicas. ―Se ríe y enciende la radio, sale rock estruendoso. Sus ojos vuelan hacia mí―. ¿Te molesta? ―No, encuentro las horribles cacofonías relajantes. ―¿Ataúdes?10 Bájale el tono un poco, Princesa, meternos en tus fetiches raros es la lección diez, por lo menos. Pongo los ojos en blanco y bajo la ventana al mismo tiempo. Su Toyota es antiguo pero el interior está limpio y ordenado, se conduce más suave que la mantequilla. Estaba esperando que tuviera una motocicleta, o algo igual de inmaduro y amenazador de vidas. Finalmente entramos en un estacionamiento en el centro y Ranik salta fuera. ―Vamos, saca tu trasero de princesa de ahí y caminemos. Gruño y salgo lentamente. La elegante tienda frente a nosotros tiene puertas con placas doradas y paredes blancas. Abre la puerta para mí, el olor a perfume y el constante aire acondicionado es casi nauseabundo. ―Siento que ahora sería una buena oportunidad para mencionar que odio ir de compras ―digo, mirando hacia una fila de zapatos de tacón alto y estremeciéndome por lo dolorosos que parecen―, y me veo muy mal en ropa de estilo femenino. ―¿Qué? ―Ranik arruga la nariz―. ¿Quién te ha dicho esa locura sin sentido? Mi madre. Me encojo de hombros en su lugar. ―Alguien. ―Bueno, eso es mentira, ¿sí? Con tu figura podrías ponerte o quitarte lo que fuera y aún lucir increíble. ―Arqueo una ceja. Él tose―. Quiero decir, no quitarte Ataúdes: en el original "coffins" que significa ataúdes y a su vez suena parecida su pronunciación a "cacophonies" que significa cacofonías; de allí el juego de palabras. 10

como de desnudarte, pero, ehm... Esto es raro... ―Se masajea el cuello, avergonzado―. Hay algo que me tiene realmente jodido, listilla. Y nunca he estado así de jodido, jamás. ―¿Tal vez estás teniendo un pequeño ataque? ¿Puedo sugerir un escaneo cerebral? Resopla. ―Mira, estamos aquí sólo por unas pocas cosas. Solo tomará un segundo y no tendrás que pagar, así que trata de disfrutarlo, ¿de acuerdo? ―¿Qué? ¿Por qué no voy a pagar? Voy a pagar por mi propia ropa. ―¡Ranik! ―Una asistente de ventas con grandes pechos se acerca en sus tacones negros y una blusa minúscula―. Es taaaaan agradable verte otra vez. ―A ti también, Holly. ―Sonríe. ―Sólo puedo asumir que han tenido relaciones sexuales ―digo. Holly se pone en cuatro tonos de rosa y Ranik me golpea en las costillas, fuertemente, antes de reírse nerviosamente. ―Esta encantadora y joven dama con tacto aquí es Alice, mi, uh, prima y está buscando un kit de inicio. Nada demasiado elegante pero tampoco bragas de abuela. Holly sonríe, mirándome de arriba abajo, y luego aplaude. ―Tengo justo lo necesario. Nos guía a una mesa en la parte trasera, donde hay medias, sujetadores y bragas apiladas artísticamente y con cuidadosa preparación. Ranik se mueve hacia las bragas. ―Haz tu elección, Princesa. Luego se da la vuelta hacia Holly y hablan sin importancia. Mis dedos pasan por encima de la ropa interior: seda suave, algodón de alta calidad, no muy pequeña pero no tan grande como mi ropa interior actual. Evito los hilos y las tangas y encuentro un par que se parecen al de rayas que Ranik me mostró, excepto que estas rayas son rosadas y el lazo es mucho más grande. Me ahogo con la etiqueta de precio e inmediatamente las lanzo de vuelta en la pila. ―¿Has encontrado algo que te guste? ―Ranik vuelve a mí. ―No hay manera en los siete infiernos de Dante en que vaya a pagar tanto por ropa interior. ―Ya te he dicho, no vas a pagar. Así que elige unas cuantas y no te preocupes por ello. ―Me niego a dejarte pagar. Esto es ridículo. Con ese dinero podrías comprarte un mes de alquiler. Es un desperdicio.

―Princesa ―gruñe Ranik―. Vamos. Tenemos un acuerdo. Tú me escuchas, tomas las lecciones y consigues a tu chico dorado Theo. Esta es la lección número dos: bragas y aprender a dejar que los chicos hagan cosas bonitas por ti. ―Cuando un hombre hace cosas bonitas por una chica, espera un pago ―digo instantáneamente―. Usualmente en forma de contacto sexual. Me pone en deuda con ellos. Aborrezco la sensación de estar en deuda con quien sea. ―Jesús. ―Contiene bruscamente el aliento―. ¿Por qué tipo de mierda has tenido que pasar para tener esta clase de imagen de los chicos? ―La mierda habitual que cada chica enfrenta en su vida ―gruño―. Lo cual sabrías si te detuvieras a considerar que el mundo entero no gira a tu alrededor. ―Está bien, está bien. ―Levanta las manos, rindiéndose―. Cristo, Princesa Susceptible, lo entiendo. No quieres que gaste dinero en ti. Bien. Lo comprendo. Solo espera aquí, entonces. Revuelvo a través de la pila, admirando un par de color rosa. En lugar de tela, tiene lazos a cada lado y desatarlos causa que las bragas se suelten. Es tan extraño y fascinante que envía una corriente de excitación a través de mí. ¿Cuán patética soy, realmente? ¿Emocionarme por unas bragas extrañas? Cualquier chica normal las vería y diría “oh seguro, son bonitas” y no sentiría nada más. Soy realmente, verdaderamente, vergonzosamente inocente. Ranik regresa, paseándose por el pasillo. —Está bien —dice—. Elige cuatro. —Ya te lo he dicho, no… —Son gratis. Elige cuatro. ―Sus dedos cogen las bragas color rosa que he estado admirando―. Estas son lindas. Vamos, tres más. —Ranik… —Si no eliges otra en los próximos cinco segundos, Princesa, elegiré por ti. Mis ojos escarban sobre la pila. ¿Qué ha hecho para conseguir estas gratis? Elijo el par blanco más barato pero lo veta, arrojándolo instantáneamente de vuelta a la pila y cogiendo un par verde con huellitas en la parte posterior. —¡Esas son infantiles! —protesto. Se encoge de hombros. —Has tardado demasiado. Cinco, cuatro, tres, dos… Arrebato una de lunares azules. Ranik asiente. —Una más. Cinco, cuatro… La última es negra, con encaje blanco y una cinta blanca delante. Ranik arquea una ceja apreciativamente y acaricia mi cabeza como si tuviera siete. —Ves, no ha sido tan difícil, ¿verdad? Vámonos. —Pero, tenemos que pagar…

—Adiós Holly. —Ranik le guiña. Holly, toda sonrisas, le lanza un beso. Tropiezo detrás de él y entro al coche. —Tengo que hacerte saber que eso es robar tiendas y es ilegal. Ahora somos delincuentes juveniles. —Mantén tus bragas en tu regazo. Literalmente. —Mira los cuatro pares en mi regazo—. Solo he cobrado un favor con una amiga, eso es todo. —Pero… —¡Lección dos, superada! —grita y arranca el coche, alejándose de la tienda. La verdad me golpea cuando estamos yendo de vuelta al campus. —¡Tú… tú has intercambiado sexo por mi ropa interior! Sonríe y saca un cigarrillo, soplando el humo por la ventana —¿No querías que pagara por ellas, no? Tenía que conseguirlas de “alguna forma”. —Así que ahora vas a… —Follar a Holly mas tarde esta noche, sí. —Y ella… ¿te paga por eso? —Se cómo tratar a una chica lo suficientemente bien para que esté dispuesta a pagar. —Su sonrisa crece—. Simplemente considéralo como un signo de que has elegido al mejor maestro en el maldito mundo. Bajo la vista hacia la ropa interior, de repente ya no queriéndola más. —Oye, guau. —Ranik estaciona y me mira—. ¿Qué pasa? —Cuando pienso en sexo, lo veo como algo importante e intimidante. Es una enorme montaña para escalar, algo de lo que sé muy poco pero lo trato con cuidadoso respeto. Tú piensas en ello como nada. Sólo… sólo lo usas cuando es conveniente para ti. Como una herramienta desechable. Como un juguete. ¿Alguna vez… alguna vez ha sido por amor para ti? ¿En absoluto? Hay un latido, luego se encoge de hombros. —Nah. La mierda como esa no está hecha para tipos como yo. —Eso suena solitario —digo suavemente—. Suenas tan solitario. Hay silencio hasta que estacionamos en la universidad y luego bajamos. Los ojos verde-dorados de Ranik están suaves, cansados, como si estuviera exhausto más allá de lo imaginable y luego escupe una risa, apagando su cigarrillo con su bota. Sus ojos se endurecen otra vez, brillando con una buena dosis de su alegría habitual. —No desperdicies tu lástima en mí, Princesa. Tienes cosas mejores en las que estar pensando, ¿sí? Como la universidad y este chico Theo. Mantente concentrada. ¿Eso es lo que haces mejor, cierto? —Pero…

—Sin peros. Pruébate esas bragas esta noche. Dime cuál te gusta más. Esa es tu tarea. Lo miro alejarse con un extraño hundimiento en mi pecho. ¿Quién es realmente Ranik Manson? Esas son la clase de preguntas que simplemente no haces en la Universidad Mountford. Pero, de todas formas, le pregunto a Charlotte en la cena —pizza con los pijamas puestos— y frunce el ceño. —Es un júnior. Duh. —Lo sé, ¿pero qué más? ¿Qué más sabes sobre él? Se encoge de hombros. —Las fraternidades y hermandades le pagan para que lleve alcohol para los no iniciados menores de edad. Se presenta en cada fiesta con sus amigos y tienen camionetas para mover los barriles. A veces las hermandades femeninas quieren coca, o hierba, más que nada hierba, ellas le llaman y algún traficante siempre aparece en la casa quince minutos después. En realidad es bastante confiable. —¿De dónde es? —Kentucky, creo. ¿Mississippi? De algún lugar del sur. Tendrías que preguntar, como, a su grupo. Pero enserio Al, no es el tipo de chico por el que quieres andar preguntando. Las personas quizás se hagan una idea equivocada. —¿Hay una idea correcta? —pregunto. —Sí. —Apunta una porción hacia mí, el queso cae sin vida—. Se llama mantenerse lejos de él como el infierno. ¿Qué ha pasado con Theo, hm? Mi estómago se hunde. —Ha estado… ocupado últimamente. —Con Grace Thomas, sí. Dios, es tan rara. La ira fluye a través de mí. —Creo que es asombrosa. Charlotte luce profundamente avergonzada. —Oh. Sólo creía, como está intentando estar con Theo, que…. —¿Apreciaría que la insultaras? No. Resulta que creo que es una persona maravillosa. De hecho, estoy intentando ser más como ella. Más abierta. Y alegre. Charlotte se burla de mi ceño fruncido. —Buen trabajo hasta ahora, friki. Meto la pizza en mi boca y Charlotte se va a la biblioteca para hacer los deberes. Me siento en mi escritorio para hacer lo mismo, ojeando las quince páginas de un ensayo de psicología que Ranik debe entregar para la semana que viene. Su especialidad es psicología y, por todas las clases extra para las que me tiene haciendo los deberes, puedo decir que aspira específicamente a psicología pediátrica. Lo cual es

una sorpresa, considerando que se parece más a un convicto que a un psicólogo infantil. Termino su trabajo, revisando y revisando por segunda vez mis hechos y citas. Satisfecha de que sea a la vez perfecto y está disfrazado como algo que Ranik sería capaz de hacer, me muevo hacia mis propios deberes. Mi teléfono vibra a mitad de camino de mi tercer trabajo de cálculo. vamos Princesa, que braga te gusta más. Pongo los ojos en blanco y le envió un mensaje. Si no lo supiera mejor, casi podría decir que eres un pervertido al azar enviándome mensajes en medio de la noche. ¡jadeo! estoy ofendido. soy tu maestro, no un pervertido. Oh espera, tu maestro es un pervertido. Mathers. Me estremezco. Ranik escribe rápido. Hablando de eso, he escuchado que ya no irás a clases de mathers. Bien. eres más sabia de lo que creía. ¿Sabia?, me burlo. Soy muy sabia. haha, nah, eres inteligente. Estoy a punto de responderle cuando envía: sabio es algo diferente. yo soy sabio, pero no soy inteligente, ¿me entiendes? No, no te entiendo en absoluto. Eres raro, tienes una gramática horrible y tus definiciones son vagas y confusas. sabes que no son confusas, me dirás qué bragas te han gustado más. escuchémoslo. Me froto rostro y me recuerdo que compartir esta información privada y ligeramente lasciva con el playboy del campus es por Theo. Las de color rosa. Con los lazos en el costado. ¡já!, lo sabía. ¿Qué sabías? incluso aunque eres una flor tardía, tienes buen gusto. ahora pregunta; ¿cuál crees que le gustará más a Theo? Me levanto y revuelvo en la mochila. ¿La de lunares, tal vez? Intento pensar en Grace, qué tipo de ropa interior podría usar ella. Algo divertido y brillante. Las que tienen huellitas, respondo. bzzzt, mal ¿Mal? Sé que a Theo le gustarían. ¡Estoy segura de ello! oh, está bien entonces. Las de huellitas es algo inmaduro y lindo que le gustará como el infierno.

¿Entonces por qué has dicho que estaba equivocada? la respuesta correcta para cualquier chica buscando una relación saludable sería: sus bragas favoritas son mis bragas favoritas. ¿Por qué? porque los chicos que se excitan con que su chica sea feliz son buenos chicos que te merecen. Estoy en silencio, mirando el mensaje mientras otro entra. pero estás súper emocionada por complacer a este tipo así que probablemente sólo pretende que la de huellitas es tu favorita incluso aunque la odies. ¿No es de eso de lo que tratan las relaciones? ¿Compromiso? Já. nunca he tenido una. estoy seguro como la mierda que espero que no sea tan aburrido como suena. Siento que mi rostro se calienta con ira. He leído muchos libros sobre relaciones de los expertos en antropología más grandes del mundo. El compromiso es un signo de amor maduro. Eso dice que un aspecto vital de las relaciones maduras suena aburrido para ti. princesa, no sé una mierda. tú y Theo son los que irán y tendrán una relación madura o lo que sea. yo solo estoy aquí para enseñarte los sucios detalles. un consejo: si quieres aprender realmente, sobre la vida real, deja los malditos libros. esta es una área de la vida que no puede ser estudiada de un libro. Cualquier cosa puede aprenderse de un libro. Envía un emoticón de una caca. Pongo los ojos en blanco mientras viene el siguiente mensaje: hablando de libros ¿tienes mi trabajo hecho? Sí. Quizás quieras recogerlo después de nuestra próxima lección. Cariño gracias porque lo necesito realmente pronto. Vuelvo a mi trabajo de cálculo, pero una pregunta persistente hostiga la parte de atrás de mi cerebro. Parpadeo y trato de concentrarme, pero exige atención. Finalmente me rindo, escribiendo una última pregunta. ¿A ti cuáles te gustan más? Su respuesta viene en forma de llamada telefónica. Me sorprende, pero compongo mi voz y respondo. —¿Hola? —Hola, quienquiera que seas, ¿puedes dejarnos jodidamente solos? —dice la voz de una mujer al otro lado. La reconozco instantáneamente como Holly—. Estamos algo ocupados.

Cuelga y escucho el tono de marcado por unos segundos en shock. ¿Cómo he podido olvidarlo? Cambió sexo por estas mismas bragas en mi cama. Les disparo una mirada sucia y me contengo preguntándome por qué siento la necesidad de sentirme sucia en absoluto. Ranik es su propia persona, el hecho de que cambiara bienes materiales por sexo es un indicador de su experiencia. Las mujeres están dispuestas a darle algo, pagarle, esencialmente, para tener sexo con él. Eso en sí mismo es la mejor señal que puedo esperar, como él dijo, de que escogí al maestro de atracción correcto. Entonces ¿por qué hay un mal sabor en mi boca al pensar en ello? ¿Y por qué su rostro cuando dije que era solitario me atormenta detrás de mis parpados? Horas después, con mis deberes hechos, vuelvo de la ducha para encontrar dos mensajes en mi teléfono. lamento eso, princesa, la he echado tan pronto como he podido. El segundo mensaje hace que el apretado nudo de confusión en mi pecho se desate, aflojándose y dejándome dormir mucho más fácil. también me gustan las rosas.

a noche es clara y está colmada de estrellas. Enciendo un cigarro y veo la espiral de humo en la luna llena. Las lunas llenas siempre me ponen inquieto, lo hacen desde que era un niño y las veía desde las ventanas en el parque de caravanas. Me llenan con algún tipo de hambre salvaje por aire, oscuridad y silencio. Sin personas. Sin mentiras. Sólo estrellas y árboles. La luz de la luna llena me hace querer correr hacia el bosque y nunca volver. Mi pandilla y yo estamos alrededor de mi camioneta esperando una llamada de una casa de hermandad. Hemos hecho una parada en la tienda de licores local y hemos llenado la camioneta de Trent con las cosas. Ahora todo lo que queda es colarnos en el campus y en la casa, bastante fácil con algunas lonas y una señal de nuestros compradores. Trent se apoya en su camioneta roja, una monstruosidad aún más masiva y modificada que la mía, con ruedas de cromo y atractivas luces LED en el tablero. Tren y yo nos conocemos desde el jardín de infancia. Es gordo cuando yo soy delgado, es amable cuando yo soy malo. Nos equilibramos perfectamente. Él Se afeita su cabeza calva, sus ojos son de un verde botella y sus brazos carnosos sobresalen de su camisa negra. Mi teléfono vibra con un mensaje. Lo saco rápidamente y le doy una mirada. Es Alice. ¿La tarea que he hecho no es para mañana? Debes venir a recogerla. En ese sentido, ¿tienes alguna idea de cuándo será la próxima lección? No quiero sonar prepotente, pero siento que estoy lista para continuar. por supuesto que querías sonar prepotente. ―Escribo―. tienes miedo de que Theo sea atrapado antes de que puedas llegar a él. Responde con enfado. No veo cómo mis temores son de tu incumbencia. relájate, princesa. la siguiente será pronto, lo prometo —¿Quién explota tu teléfono últimamente? —pregunta Trent. Me burlo y me apoyo contra su camioneta. — No es asunto tuyo, idiota. —¡Oooh, tan susceptible! Y original con los insultos, también. Es como si fueras un caballero perfecto o algo. —Miranda aparta su cabello de color rosa de su hombro y se ríe—. ¿Es un nuevo revolcón?

Es un poco menos familiar para mí. Es la prima de Trent, por lo que sólo la veo durante los veranos, cuando llega a su casa para las reuniones familiares anuales. Es pequeña y prefiere los tacones con puntas, sus ojos son del mismo color verde brillante y tiene el cabello largo y teñido de rosa algodón de azúcar. —Apuesto a que es Kara. Has intentado follarla durante meses. —Sam, con su piel oscura y los tatuajes prácticamente brillando bajo la farola, sonríe. Es el más nuevo de nuestro grupo, sale con Miranda desde el primer año, pero es genial. Se mueve como un tigre musculoso y lleva grandes gafas y camisetas de Metallica. Es bastante relajado, hasta que empiezas a hablar de música. —¿Kara la capitana de las animadoras? Increíble. Quién sabía que caería tan bajo. —Miranda parece impresionada y masajea los hombros de Sam distraídamente. —Nadie se está rebajando —gruño—. Sólo olvídenlo. —Estás escribiendo mucho —reflexiona Trent—. ¿Debo llamar a un periodista? Puedo ver el titular ahora: “Ranik Mason se interesa por una mujer por primera vez en su vida: ¿Milagro, o manipulación?” —Supongo que Kara debe de ser más que tetas —dice Sam, encendiendo su propio cigarro. —No, es sólo tetas —afirma Miranda—. ¿Has visto esas cosas? Ocultarían al menos cuatro imperfecciones. —No son más grandes que las de Holly. —Seth frunce el ceño. Miranda se burla: —Holly es la reina de las tetas. Kara es más bien... como la duquesa. ¡Ah! ¿Recuerdas a Hasfah? ¿Con los pañuelos geniales en la cabeza? Maldita sea, llegó cerca de ser la princesa… —Siempre que termines de revisar mi historial de folladas —gruño y apago mi cigarro. —No hay suficiente tiempo en el universo para terminar tu historial de folladas. —Trent se ríe. —Solo te estamos molestando —bromea Miranda y golpea mi brazo juguetonamente—. Es agradable ver que en realidad estás hablando con una chica en lugar de sólo escribirle por un polvo. —¿Cómo sabes que es una chica? —Sam sonríe. —Es un hombre —insisto—. Un hombre enorme y peludo. —Este gran hombre peludo seguro te hace sonreír mucho —murmura Trent. —Déjenme en paz, ¿de acuerdo? No es nadie importante. Sam se ríe y mira hacia la casa de la hermandad bien iluminada, prácticamente dando una fiesta. —¿Vamos a hacer esto, o qué?

Reviso mi teléfono justo a tiempo para ver el mensaje de Rachel: Todo despejado. Me giro hacia los demás. —Sí, hagámoslo. Trent, toma el barril. Miranda, consigue las botellas. Sam y yo llevaremos el congelador —instruyo. Caminamos por el césped; chicas con perlas y vestidos ajustados y tipos en camisas de polo y cabellos gelificados arrugan la nariz ante nuestros vaqueros rotos y chaquetas de cuero negro. Llamo a la puerta y se abre. —¡Ranik! —Rachael, con su corto cabello negro y sus adorables mejillas de manzana, me sonríe—. ¡Gracias por venir tan pronto! —No es nada, cariño. ¿Cuál es el tema de esta noche? ¿Vestirse como todo el partido republicano? Se ríe. —Es un tema de los 50. Asiento hacia Trent y pasa por la puerta con el barril. Rachael se hace a un lado y grita direcciones sobre la música: —¡Sólo pónganlo en la cocina! ¡Sí, ahí mismo! Miranda se cuela por delante de ella con desdén, dejando las botellas en el mostrador. Nunca finge que le agradan mis últimas aventuras de una sola noche. Rachael, inconsciente, nos dirige a Sam y a mí para dejar el congelador en la sala. Cada persona en el lugar está disparando miradas hacia nosotros. Incluso el juego de beer pong hace una breve pausa para comerse con los ojos el tamaño de Trent y mis tatuajes. —Uhm. —Rachael saca su cartera y me da cien—. Eso es para ti. Gracias de nuevo. Nadie más podría traer tanto y tan rápido. Hay un silencio mientras observo la fiesta que nos rodea, desafiándolos a decir algo. Por último, Trent, siempre diplomático y con ganas de mantenerme fuera de una pelea, golpea mi hombro. Puede oler la tensión como un sabueso. —Deberíamos irnos. —Adiós, perdedores. —Miranda sopla un beso a todos mientras sale por la puerta, con Sam pisándole los talones. Rachael agarra mi manga mientras les sigo. —Uhm. ¡Podrías quedarte si quieres! Arqueo una ceja. —¿Sí? ¿Estás segura de eso? Asiente vigorosamente. —Nadie te va a molestar. Lo prometo. Veo a alguien muy familiar sobre su hombro, cabello rubio, ojos azules. Le dirijo una sonrisa. —Claro. Me quedaré un rato. Trent asoma la cabeza de nuevo en la casa.

—¿Qué, amigo? Venga, vamos. Íbamos a conectar las Xboxes en una LAN y jugar a Left for Dead. —Ustedes continúen. Nos encontraremos en casa. Trent niega con la cabeza. —Está bien, hombre. Será tu funeral. —¿Qué van a hacer, lanzarme fondos fiduciarios? Voy a estar bien. Sólo salgan de aquí. Trent se ríe y se va, su camioneta hace un rugido gutural mientras se retira de la calzada. La fiesta se pone en marcha de nuevo, las personas vuelven a sus propios asuntos como deberían. Me sirvo una copa y me dirijo a la cara familiar en la piscina exterior. —Hola —le digo. Theo se gira, abriendo los ojos cuando me ve. Me ofrece una mano temblorosa. Es el sueño de toda chica: mandíbula cincelada, ojos azules conmovedores y una gran sonrisa cálida. De aspecto inofensivo y entusiasta, como un maldito labrador dorado. —¡Ranik! Guau, ¿cómo estás? Ha pasado un tiempo. —Tres años, más o menos. —Introduzco mi mano libre en mi bolsillo. Su hermoso rostro se entristece. —Y lamento eso. Realmente, estoy… Me encojo de hombros. —Eh. No te preocupes. La universidad es bastante ajetreada. La gente se separa. Es así. —Aun así. —Theo frunce el ceño—. Fuimos a la misma escuela secundaria y también estamos en la misma universidad. Debo decir hola con más frecuencia. ¿Cómo has estado? No andábamos en los mismos círculos en nuestra escuela secundaria: él con los inteligentes jugadores de videojuegos AP, yo con los marihuaneros. Sin embargo, a veces las fiestas nos juntaban y coincidíamos. Compartimos alguna cerveza y algunas conversaciones de borrachos. Pero siempre eran un poco tensas. Inevitable, supongo. Es lo que sucede cuando dos personas de lados opuestos de las vías se encuentran. —Oh, ya sabes. —Me encojo de hombros—. Proveyendo mis servicios, vendiendo mis productos. —Ya lo veo. —Theo se ríe—. Igual que tu padre. No puedo detener el frío hielo que sale de mi lengua. —No soy nada como ese hijo de puta. Theo se estremece. —Correcto. Mierda, tienes razón. Lo siento. Sólo estoy estropeándolo, ¿no? Me han dicho que siempre digo algo equivocado en el momento equivocado.

Estudio su cara de modelo de Abercrombie. Obviamente dijo algo correcto en el momento adecuado para que Alice se enamorara de él como lo ha hecho. O tal vez ha sido sólo su rostro. A quién engaño, por supuesto que fue su rostro. Su rostro, sus camisas de polo, sus eventos para recaudar fondos de caridad y su promedio de 4.0. Pero, de nuevo, Alice no es de las que se fijan en chicos superficiales. Es demasiado inteligente. Las apariencias no la engeñan por mucho tiempo. Él tiene cerebro, también. Un cerebro grande que es cinco veces más inteligente que el mío. —Está bien —gruño—. También lo estropeo mucho. Es así. Theo parece aliviado y rompe la tensión asintiendo hacia Rachel. —¿Y? ¿Ustedes tienen algo? Los he visto hablando. Sonrío. —No duro mucho con nadie, amigo. Ya lo sabes. Se ríe. —Es cierto. Lástima por el rastro de chicas que dejas atrás. Supongo que son demasiado estúpidas como para conocerte mejor. O tal vez desesperadas por atención. Probablemente ambas cosas. Su tono es tan malditamente petulante que quiero pegarle. Pero mantengo mi mano quieta mientras puedo. Odia mis aventuras, siempre lo hace. Estaba allí para ver a mi fila de chicas en la secundaria, también. Las juzga cruel y severamente porque se han acostado conmigo. Porque la chica que le gustaba en la secundaria durmió conmigo y se vio “obligado” a salir con su segunda opción. Soy una señal andante de PRECAUCIÓN y mi pintura amarilla es contagiosa y se pega sobre quienquiera que duerma conmigo. Theo, ajeno a mi ira, agarra por los hombros a una chica de la multitud. —Ranik, esta es Grace. Grace, este es Ranik, un amigo de la secundaria. El cabello de Grace es negro, largo y brillante, con una raya púrpura en él. Sus ojos son de color chocolate, redondos y cálidos. Con una chaqueta de excedentes del ejército y unos vaqueros de color rojo, destaca en la horda de rubias en vestidos de cóctel de la hermandad. Todo en ella grita ¡LINDO! y ¡PECULIAR! Desde sus botas de combate a su collar de zorro, hasta sus uñas de neón. —Hola. —Grace sonríe—. Oh, vaya, ¡tus tatuajes son impresionantes! No es mi tipo. Está muy lejos de serlo, realmente. Pero incluso eso no puede impedirme observar su molesto entusiasmo. —Mierda, gracias. Tomó mucho trabajo y dinero. —¡Lo apuesto! Mi hermano tiene un dragón en su mano y le tomó dos meses enteros. ¡Probablemente tuviste que ir a la tienda de tatuajes por un año con la rosa en tu cuello! ¿Te dolió? Sonrío torcidamente.

—Como una perra. Pero ese es el punto, ¿no? —Frunce las cejas, confundida―. Quiero decir, todo lo que te tatúas en la piel de forma permanente debe ser importante para ti. Tan importante que estás dispuesto a pasar dolor por ello. Se queda callada. Puedo decir que no se calla a menudo. Theo se ríe y la mira. —Oye, ¿has comido lo suficiente? Grace asiente. —¡Sí! Volveré por un segundo plato más tarde, las siete capas son como siete capas de dicha celestial. Y grasa. Pero sobre todo felicidad. Todos nos reímos y me arriesgo a preguntar: —Así que... ¿ustedes están... saliendo? Grace y Theo se vuelven de color rojo. —¿Q-qué? —Grace tartamudea—. ¡No! Quiero decir, uhm. De ninguna manera. Estoy en proceso de recuperación por otro. Así que... Theo no puede mirarla, mira al techo en su lugar. Fuerzo una sonrisa. —Correcto. Lo siento. No quería meterme en sus problemas. Estaba confundido. Grace se aclara la garganta y señala a la piscina. —Voy a ir a meter los pies… Uhm… Los veré más tarde. Theo la observa caminar, luego se vuelve hacia mí, con los ojos entrecerrados. —No quiero ser grosero, pero… Palmeo su espalda. —No, no te preocupes por eso. Sé que tengo una reputación. No es mi tipo, ¿de acuerdo? Es toda tuya. Sólo estaba preguntando, eso es todo. Theo se relaja visiblemente. —Está bien. Es... es difícil. Acaba de salir de una relación de dos años, pero nos gustamos mucho. Incluso me dijo que le gustaba. Alguien llama a Theo y él lo saluda antes de mirarme. —Mira, me tengo que ir. Nos vemos por ahí, ¿sí? —Sí hombre, hasta luego. Termino mi bebida y camino a través de la multitud de gente festejando a mí alrededor. Las chicas me observan como a un buen filete y los chicos me observan como si quisieran estacarme. Lo cual no es nada inusual. Nadie va a dar el primer paso, sin embargo. Todavía no han bebido lo suficiente. Eso significa que aún tengo tiempo para hacer algunas investigaciones. Miro a Grace por la esquina de mi ojo. Así que esta es la chica que está detrás de Theo, pequeña, linda, no disponible; básicamente la perfecta chica duendecillo y lo opuesto de Alice. No es de extrañar que se asustara y me pidiera que le enseñara cómo seducir. Pero ahora que puedo ver la competencia, sé que es una causa perdida. Grace es de las que salta de una relación a otra, nunca soltera mucho tiempo y, con esa cara

linda, estoy deseoso de apostar que ha estado en más de unos pocos rodeos. Sabe cómo funciona, cómo es el juego de “tira y afloja y no estoy lista, pero sigo haciendo que me desees”. Tiene a Theo envuelto alrededor de su dedo, consciente o inconscientemente. Una rubia con un culo impresionante se apoya en la misma pared que yo y me lanza una sonrisa. Levanto una ceja y vuelvo a estudiar a Grace. Conozco su tipo: siempre insatisfechas, siempre salen con chicos que son demasiado dulces, dispuestos a morir por ellas y cegados por el amor. Chicos con cuyas cabezas pueden jugar, porque les gusta la sensación de poder. Nunca saldría con alguien como yo, oh no. Busca a los fáciles de manipular, los fácilmente torturados. Sabe que cualquier chico con dos dedos de frente le diría la verdad y el juego habría terminado, así que se mantiene alejada de ellos. Alice, por otro lado, es una novata total. Theo, a pesar de su cara de modelo, también es un poco novato. Está buscando a alguien que lo ame con todo el romanticismo soñador de película, una película chico-conoce-chica que de las que veía mientras crecía. Quiere salvar a Grace del dolor de terminar su relación pasada. Grace es la ranura perfecta que quiere llenar. Sexualmente. Y también no-sexualmente. Alice no tiene oportunidad. No tiene idea de cómo funciona el juego de chicochica, deséame-te-deseo, o que incluso de que haya un maldito juego. Es independiente y está concentrada en lo suyo, completamente organizada como el infierno y centrada en su futuro. No necesita un hombre. Pero quiere uno. Uno en específico. No es una chica tímida buscando al niño crédulo perfecto con el que pueda jugar emocionalmente para su diversión. Simplemente le gusta Theo. Estoy casi un poco celoso de cuán puro y directo es su amor platónico. El resto de nosotros olvida lo que es eso; o lo tuerce y deforma cuando la vida nos vuelve amargados y con experiencia. —Eres Ranik Mason, ¿verdad? —La rubia junto a mí de repente está mucho más cerca. Su vestido verde coincide con sus ojos maquillados pesadamente y su aliento huele a alcohol y brillo de labios de vainilla. —El único. —Sonrío. —He oído hablar mucho de ti. —Ronronea, frotándose contra mi entrepierna con su muslo. Es directo y típicamente aburrido de su parte. Ni siquiera puedo ponerme duro por ella, es tan poco estimulante. —Lo que has oído no es una mierda —le digo—. Estoy más interesado en lo que has oído sobre Alice Wells. —¿Alice? —La chica golpea ligeramente su barbilla—. Nunca he oído hablar de… oh, espera, es esa chica solitaria de la clase de Historia Mundial de Eliza. Realmente perra y cruel. Es una pelota total con los profesores. Quiero decir, es inteligente, pero realmente no puede conseguir muchas buenas calificaciones sin algunos.... extracurriculares, si sabes lo que quiero decir. ¿Cómo coño la gente asume eso? Alice se esfuerza por lo que tiene. Nunca se rebajaría a acostarse con sus maestros. ¡Su maestro trató de acostarse con ella!

—Pero volvamos atrás —La chica se inclina—. Los rumores acerca de ti son mucho más interesantes. Me alejo de su alcance y sonrío. —Hemos terminado aquí. Y para que conste, puedes irte a la mierda con tus cotilleos. Alice no hace cosas así. —Se supone que Ranik Mason duerme con las chicas, no las defiende —replica. Me acerco de nuevo, mis labios casi rozando los suyos. Su respiración se detiene. —¿Es eso lo que quieres? —susurro—. ¿Quieres que te folle? Podríamos hacerlo, aquí. Nadie está mirando este pequeño rincón. ¿Quieres ver por qué todo el alboroto, no? Sus ojos azules brillan y me muevo para besarla, inclinándome justo en frente de su cara. Su pecho sube y baja rápido con lujuria apenas oculta. Me inclino tan sólo un poco más, casi tocando sus labios y me alejo rápido con una sonrisa en el rostro. —Jódete. —¡Oye! —Un chico de aspecto de Capitán América con una camisa de botones se pavonea por el pasillo hacia nosotros—. ¡Aléjate de mi novia, imbécil! —¿Quién? —Sonrío, mirando detrás de mí—. Oh, ¿la rubiecita? No, lo has entendido todo mal. Ella estaba tirándome los tejos, no al revés. —¡Eso es mentira! —chilla la chica detrás de mí—. ¡Brandon, está mintiendo! —Cariño, es suficientemente malo ser una cotilla, no añadas mentirosa a la lista —digo. Brandon se mueve a trompicones hacia mí, pero he estado en más peleas de las que él ha visto jamás en su vida. He peleado con tipos cinco veces su tamaño y doblemente más rápidos. Mi padre era el más grande y rápido cabrón de todos ellos. En dos movimientos rápidos le golpeo con la rodilla en la barriga y empujo mi codo contra su columna vertebral. Se derrumba sobre la barandilla, gimiendo. La chica se gira hacia mí, también, toda garras pintadas y brillante pintura de guerra, pero la esquivo y salgo corriendo hacia la puerta de atrás. Paso alrededor de la piscina y puedo sentir los ojos de Grace en mi espalda mientras la rubiecilla chilla y me maldice desde adentro de la casa. Saludo a Grace. —Trata de tomarte con calma a Theo, amor —grito—. Tengo una chica que lo necesita más de lo que lo haces. Se queda allí sentada, con la cabeza ladeada con curiosidad. Escalo la cerca con subiendo la pierna fácilmente y me fundo en la noche oscura. *** Mientras espero la próxima lección de Ranik a lo largo de varios días, me doy cuenta que hay un problema. Grace es una chica muy pequeña. Es bajita y yo me elevo por encima de ella por unos buenos diecisiete centímetros y medio. Theo no me ha hablado mucho de su antigua novia en la escuela secundaria, pero sí mencionó que era baja también.

Miro un metro setenta y ocho. Soy muy alta para ser considerada una chica baja. Por lo tanto, sería correcto asumir que no encajo en sus aparentes criterios de ser pequeña. Grace también es delgada como un pájaro, frágil y de aspecto delicado y yo solía ser una nadadora, con un torso y muslos gruesos. Empiezo a ser más consciente de esto de lo que me gustaría y comienzo a saltarme el desayuno, mi comida favorita. No es mucho, pero espero que sea suficiente para mudar algo de tamaño no deseado. Pero, ¿vale la pena? Niego. Desde luego que lo vale. Theo es importante. Es el único que no piensa que soy extraña. Es el único que podría gustarme alguna vez, en mi vida entera. No puedo estropear esto. Theo está, como siempre, en la estación de radio. Se encuentra en el auditorio, justo al lado de la entrada principal. La habitación es toda de alfombras de terciopelo rojas y paneles de madera. Las cabinas con micrófonos de alta tecnología, paneles de sonido de aspecto caro y los ordenadores ensucian el paisaje. Andrajosos anuncios del show y altavoces de alta calidad adornan las paredes. Golpeo suavemente en su cabina y la puerta se abre después de unos pocos segundos. Theo contesta, con una sonrisa cerniéndose en su rostro. Lleva puesto un suéter beige que sólo muestra su impresionante pecho y un par de pesados auriculares alrededor de su cuello. —Alice, hola. —Buenas tardes. —Sonrío, luego batallo con mis pensamientos. Buenas tardes es muy formal. Grace nunca diría algo como eso. Respiro y hago que mi voz sea más brillante, más dulce—. ¡Hola! Theo sólo sonríe más ampliamente. —Vamos, entra. Cierra la puerta detrás de mí. Hay sillas de cuero alrededor de un escritorio, los micrófonos están suspendidos en grúas de hierro de miniatura alrededor de la habitación. Inhalo en olor discretamente, aceite de árbol de té y café. El olor de Theo. Toma asiento y juega con su panel de sonido, con dedos largos y elegantes. —¿Estoy…? Espero no haber interrumpido nada importante. —En absoluto. —Me hace señas para que me siente—. Sólo estaba revisando los niveles para la grabación del lunes. Muevo nerviosamente mi bolsa, un gesto nada común en mí. Theo lo ve y frunce el ceño. —¿Está todo bien? —Me encuentro bien. —¡Demasiado formal! Sonrío—. ¡Estoy bien!

—Muy bien. —Sonríe y vuelve a su panel de sonido. Lo veo trabajar en el panel mientras pone una canción, ajustando los agudos y graves adecuadamente. —Y-yo conozco esta canción —digo—. “Girl Sailor”, de The Shins. Mira hacia arriba, sonriendo brillantemente. —Sí. ¿Te gustan? —Son tan ambientales. —Suspiro—. Me gustan especialmente las frecuencias armónicas en la totalidad del álbum Shoots Too Narrow. El serialismo que orquestan es una representación fantástica de la técnica dodecafónica en la música moderna. Hay un silencio. Theo pestañea hacia mí. —Q-quiero decir… —Trago fuerte, eligiendo ciegamente algo más simple, más estilo-Grace—. Me gustan mucho. ¡Ellos son… grandiosos! El shock de Theo se descongela y se ríe. —Sí. A mí también. Soy más un chico de Wincing the Night Away, pero Shoots Too Narrow es genial. Fui a verlos en directo cuando estaba en la secundaria. —Oh, eso suena maravilloso. —¿Has estado en alguno de sus conciertos? Me sonrojo. —No. Lamentablemente. —¿Cuál fue el último concierto al que fuiste, entonces? —Yo no… nunca he ido a un concierto. A mi madre no le gustan mucho. —¿En serio? —Se ríe—. Mis padres también eran unos rigurosos totales. Muy Cristianos. Tuve que salir a hurtadillas para llegar a The Shins. Ranik me ayudó. —¿Ranik? —Reacciono—. ¿Ranik Mason? —El mismo. —Asiente—. Nos conocimos en la secundaria. Es un buen tipo. —¿Bueno? —Encarno una ceja—. Seguro que estás hablando de alguien más. Alguien menos… Ranik. Theo se ríe. —Te sorprenderías. Muchas personas no le dan una oportunidad por la manera en la que luce. Esa es la cosa con él. Así que simplemente se ha acostumbrado a actuar duro, ya que todo el mundo lo juzga todo el tiempo de cualquier manera. Frunzo en ceño. Theo ajusta el panel de sonido, luego jura. —Maldición. —¿Qué pasa? —pregunto. —Creo que este atenuador está atascado. —Pone su lengua entre sus dientes, y empuja. No se mueve. —¿Puedes sostener el tablero mientras lo saco?

—Por supuesto. —Me dirijo hacia su silla, agarrando los bordes del tablero. Está muy cerca, el calor de su cuerpo irradia a través de mi chaqueta hacia mi pecho. Puedo ver un poco de barba de varios días, cada línea de risa alrededor de sus ojos. Estoy tan distraída que cuando tira no estoy sosteniendo lo suficientemente fuerte; mi agarre se resbala, caigo sobre su silla al regazo de Theo. Hay un momento sentimental en el cual percibo su calor y bulto contra mis vaqueros, nuestra piel separada sólo por ropa y su olor a árbol de té está en todos lados alrededor de mí. Y luego me recuerdo y salto hacia arriba. —¡Lo siento tanto! ¡No quería dejarlo ir! Theo sonríe, alborotando su cabello. Su rostro está sonrojado. —Está bien. No se ha roto nada. Se escabulle hacia adelante y tira del atenuador. Se mueve sin problemas. —¿Ves? Lo hemos arreglado. Con un poco de ensayo y error. Me guiña el ojo y siento que me derrito en mis zapatos. Mi sangre bombea más caliente, agarro mi bolsa y corro hacia la puerta. — ¡Lo siento! —espeto y corro afuera. Es sólo cuando mis avergonzados pies me llevan a través del campus a la seguridad de mi cama, que colapso y empiezo a respirar correctamente otra vez. ¿Qué acaba de pasar? He salido corriendo del cuarto como una niña caprichosa, sin apenas una explicación. Theo debe estar confuso y si no le dejo de gustar por eso, será un milagro. Grace no habría escapado de esa manera. Habría tenido un pequeño e ingenioso comentario para replicarle, o tal vez hubiera usado la valentía del momento y le hubiera besado. Mi rubor reanuda su ardiente curso a través de todo mi cuerpo. El olor de Theo aún no ha desaparecido de mi ropa. Su cuerpo se sentía tan cálido, tan tenso. Si cierro los ojos puedo recordar cada músculo de sus brazos y el arco del hueso en sus caderas. Salgo de la extraña ensoñación, sonrojada y confundida. ¿Qué estoy haciendo, soñando despierta con el hombre con el que tengo un flechazo? Me siento en mi escritorio y trato de distraerme estudiando, pero el olor de Theo nubla mis pensamientos. Finalmente, en un último intento para dejar de pensar en él, saco mi diario de poesía. Normalmente no escribo poesía. Después de que Papá fuera arrestado, Mamá siempre lo llamaba una pérdida de tiempo y quemaba cada diario que encontrara con poesía en ellos. He aprendido a ocultar mi poesía en cualquier otro lugar. Dentro de las tapas de mis libros de texto, en pedazos de papel en mis bolsillos, en las paredes del baño en la escuela en forma de grafiti que Mamá ciertamente nunca aprobaría. Pero mantenía el grafiti claro y siempre me aseguraba de volver y limpiarlo después de unas pocas semanas. Era un riesgo que tenía que tomar ya que tenía tan pocos otros lugares seguros para mantener mi pasión secreta, secreta. Determinada a llevar lo más alto la competencia académica en Mountford durante el primer semestre, dejé de lado la poesía a favor de estudiar con todas mis fuerzas. Eso no ha cambiado, sin embargo me encuentro garabateando en mi cuaderno mientras estudio, versos al azar, palabras que hacen imágenes:

“Dulce y suave como la llegada de la primavera, La bondad germina raíces y alas de hojas Un águila dorada, rey de corazones y mentes, corta el aire Debajo de él, el gorrión de ala herida Garras gentiles hacen una jaula, fuerte y verdadera Y así lo roto sana a salvo” Después de que todo está afuera, hago una mueca con la realización de que sutilmente se refiere a Theo como un águila dorada y a mí como un gorrión. ¿Por qué me he dado un ala herida? Incluso yo no puedo responder a eso y me molesta que mi bien organizada mente no tenga una respuesta inmediata a una pregunta, especialmente a esa pregunta. Introduzco el poema lejos en mi cuaderno donde guardo toda mi poesía. La tapa es negra con tarimas violetas y está bloqueado. Meto la llave bajo mi camisa, donde cuelga de una delgada cadena. Regreso temprano, Charlotte misteriosamente ausente. Murmuró algo de una fiesta y se fue, pero usualmente vuelve más temprano que esto. La he visto mandándose mensajes con alguien llamado “Nate”, así que sólo puedo asumir que está ocupada con él en este momento. Estoy feliz de que haya encontrado alguien que le guste y celosa al mismo tiempo. Si tan sólo me fuera tan fácil familiarizarme con los chicos como lo es para Charlotte. Tal vez entonces, tendría más experiencia. Tal vez entonces no hubiera huido del estudio de Theo como un pollo decapitado. Fuera, el sol se ha puesto hace mucho. Estoy sorprendida al encontrar que es casi la una de la mañana; escribir poesía detiene el tiempo para mí como un reloj de arena. Me pongo el pijama, una camiseta gris y cómodos pantalones cortos. Mis ojos parpadean hacia los pijamas en el armario de Charlotte; camisolas con volantes rosas y cambios de seda en todos los colores del arcoíris. Grace probablemente tiene pijamas terriblemente lindos. Algo con personajes de dibujos animados sobre ellos y colores desalineados de forma divertida, por supuesto. Le echo un vistazo a mi aburrida camiseta gris y colapso en la cama. A la tenue luz de la lámpara, es aún más fácil imaginar el olor de Theo, su cuerpo. Sonrojándome furiosamente, dejo que mis dedos vaguen. Tal vez sea inexperta, pero no me es ajeno darme placer a mí misma. En la escuela secundaria no era más que por la experimentación y la liberación mecánica mientras sofocaba mis hormonas adolescentes, pero esto es algo totalmente diferente. Este extraño, calor persistente es la primera vez que un chico ha provocado una sensación de este tipo en mi cuerpo. La habitación sólo se pone más caliente y simplemente me quedo más sin aliento. *** Miro hacia arriba a la ventana de Alice y me maldigo. Debí haber escuchado a Trent e irme temprano. Al menos así la residencia de las chicas estaría abierta. Pero ahora tengo que hacer todo a la antigua, sólo porque quería una pequeña charla con el culo de oro de Theo.

Agarro un piedrita y la lanzo, pero con mi puntería de mierda, fallo. El vodka de arándano que he tomado en la fiesta no está ayudando a mi puntería tampoco. Tiro otra y otra y maldigo al estirado tipo de la vieja arquitectura que decidió hacer este edificio de tres plantas. Ella está en el segundo, el noveno a la izquierda. Sé que está despierta, la ventana está iluminada por la suave luz de la lámpara. No obstante, no devuelve ninguno de mis mensajes. Probablemente tiene su linda cabeza atascada estudiando la raja del culo de Alejandro Magno o algo así, conociéndola. O tal vez está enfadada conmigo por decirle que se calmara. Pero necesito mis deberes y la necesito esta noche. No he conseguido que la chica más inteligente de la universidad haga mi trabajo sólo para suspender por no entregarlo. Veo a las pequeñas y extrañas repisas de piedra que hacen que las paredes se vean de lujo y agarro una. Es lo suficientemente resistente. Entre eso y el tubo de drenaje sólido, hago mi camino hasta dos metros y alargo mi mano para golpear la ventana. No consigo hacerlo. Mis ojos llegan allí primero y casi me ahogo. A través de las cortinas de gasa veo a Alice en su cama, su camisa gris está subida por encima de sus pechos y su mano en sus pantalones. Su cabello dorado todo extendido alrededor de la almohada, algo de él está pegado a sus mejillas sonrojadas. Me siento como un espeluznante sinvergüenza por mirar, pero no puedo apartar mis ojos de su perfecto pecho o sus caderas temblorosas. Si alguien me matase justo ahora, mi fantasma probablemente seguiría mirando para siempre y ni siquiera le importaría. No es el hecho de que se esté corriendo lo que me tiene atascado, es el hecho de que se ve tan malditamente linda haciéndolo. Sin sus miradas fulminantes, sus gafas y sus estrictos moños sin sentido, es jodidamente hermosa. Es una pintura que ha cobrado vida hecha por esos estirados y viejos tipos renacentistas, con toda la piel crema de leche, suaves curvas y belleza de diosa angelical. ¿Copas C? No, ¿D? A quién le importa una mierda, son enormes y perfectamente redondos, con pezones rosados tan jodidamente lindos que apenas puedo soportarlo. Su cintura no es pequeña, pero aun así es del tamaño perfecto para envolverla con una mano. Sus labios están un poco abiertos, sus ojos cerrados. Los idiotas en su secundaria deben haber estado jodidamente locos para haberla ignorado. Que alguien encierre a Theo, porque está cínicamente loco por elegir a Grace sobre ella. Sus piernas son tan condenadamente largas y fuertes mientras se retuercen en las sábanas. Me las imagino en mi espalda, envueltas a mi alrededor, apretadas como cadenas de marfil, nunca, jamás trataría de escapar. Para una chica que no tiene experiencia, es realmente buena dándose placer a sí misma. Cada movimiento que hace su mano la envía a un jadeante frenesí. Mi polla me hace saber que está completamente despierta creando una tienda de campaña en mis malditos pantalones. Si antes estaba mareado por la bebida, estoy seguro como el infierno de que ya no lo estoy. Estoy a punto, duro, fuerte y dolorido por abalanzarme. Y estoy tan distraído que no recuerdo que me encuentro de pie sobre cinco centímetros de yeso. Me deslizo, agarro el tubo de drenaje y con facilidad voy hacia abajo. Cuando no estoy en el proceso de caer hacia mi muerte, me apoyo

contra la pared y río sin aliento mientras me doy cuenta de que mi dureza sigue conmigo, con la experiencia cercana a la muerte y todo. Ella está allí arriba. Alice Wells, muy inteligente y bonita como un maldito cuadro, está justo encima de mí, follándose a sí misma con esos delgados dedos que llegué a sostener en el coche. Miro hacia la mano que tocó y gimo mientras abro mi bragueta. A medio camino de agarrarme, sacudo mi cabeza. —Mierda. Mierda, ¿qué estoy haciendo? ¿Realmente me voy a hacer correr justo aquí, debajo de su ventana? ¿Cuán espeluznante y extraño puedo jodidamente llegar a ser? Confía en mí para que le enseñe, no para aprovecharme de ella. Y masturbarme con ella de alguna manera se siente como aprovecharme de ella. O de su inocencia, su inexperiencia. Prometí no tratar de follarla, ¿verdad? Me hizo prometerlo, el primer día. Y pensar en follarla mientras me masturbo es tan malo como tratar de en realidad follarla. Pero sería perfecta. Estaría malditamente hermosa debajo de mí y la haría rogar por eso, o con su actitud me haría a mí rogar por eso, o tal vez tomaríamos turnos, no lo sé, pero mi polla seguro que sí. A pesar de su insolencia y mal carácter, sé que tiene ese lado dulce, el que se reserva para Theo. He visto sus sonrojos. Y más que eso, he visto su esfuerzo. Una chica que nunca ni siquiera ha besado antes debe estar aterrada e incómoda, pero se está esforzando a través de mis lecciones de todos modos. Porque eso es lo lejos que está dispuesta a llegar por el chico que le gusta. Está dispuesta a sacrificarlo todo por él: su comodidad, su miedo, incluso su preciosa dignidad. Ninguna chica jamás haría eso por mí. Me río y desordeno mi cabello. No soy el tipo de chicos por el que las chicas hacen eso. Las chicas no me aman, me desean. Me dejan follarlas, claro, pero nada más que eso. No cosas del corazón. No cosas suaves. Nunca se quedan para el desayuno, o me echan fuera antes del desayuno. Saben que soy el tipo que arruina vidas, así que se mantienen alejadas y tienen razón en hacerlo. No quiero arruinar la vida de nadie como he jodido la mía. No voy a ningún lugar por el momento. O, como mi querido y viejo papá solía decir: “El único lugar al que vas a ir en tu vida es derecho a la cárcel, tú pequeña perra.” Sacudo mi cabeza. Soy un idiota. Y si pararse debajo de esta ventana es una evidencia, soy también un idiota pervertido. De alguna manera llego a casa haciendo autostop con un anciano y su perro hasta el supermercado. Tropiezo en la puerta del apartamento, más allá de la mesa de la cocina llena de botellas de cerveza y vino. Todo el lugar huele como a macarrones y bebidas Monster, hay mandos del Xbox esparcidos por todas partes. Arrastro mis pies pasando la habitación de Miranda y Seth y la de Trent, derrumbándome sobre mi cama. El techo blanco no es más que una pantalla de teatro para que mi mente reproduzca mis recuerdos. Alice. El cabello de Alice, la curva de sus temblorosas caderas, los pedacitos de brillante humedad en sus dedos… Me saco y bombeo furiosamente. Mi polla no tiene oportunidad.

—Lo s-siento —tengo la decencia de decir—. Realmente lo siento por esto, Princesa. Un último recuerdo de su rostro bonito luciendo toda sonrojada y complacida y lo pierdo todo sobre mi mano, rápido, caliente y dulce como un fuego incontrolable en verano.

anik me manda un mensaje por la mañana para reunirme con él en una determinada mesa fuera del edificio F. Necesita su tarea para el primer período. Corro hasta allí, sin aliento para cuando llego a la mesa de hierro forjado. Ranik luce relajado y arrogante como siempre con una chaqueta de cuero y sus vaqueros rotos. —Aquí. —Le paso la carpeta de manila con su informe en ella—. Dos informes y un ensayo. Anotado y duplicado para tu referencia. Ranik saca un burrito de desayuno de su chaqueta, al mismo tiempo que saca unas cuantas páginas de la carpeta. Sus ojos verde-dorados escanean las primeras líneas, y sonríe. —Bueno táchame de sordo, mudo y ciego. Incluso lo has hecho sonar como yo. —Un acento horroroso no obstante —corrijo, y me siento frente a él. —¿No encuentras encantador mi acento de Luisiana? —No encuentro nada sobre ti encantador. A excepción de la posibilidad de que me vas a dejar sola en breve. Sacude su cabeza, su cabello oscuro cayendo sobre sus ojos mientras sonríe. —Entonces. ¿Qué piensas sobre la playa? —No puedes estar hablando en serio. Ranik me sonríe sobre su burrito de desayuno. —Mortalmente serio. Ajusto mis gafas y miro con el ceño fruncido a mi chai latte y muffin de chocolate. —¿Estás interrumpiendo mi comida favorita del día para decirme que tengo que ir a la playa contigo? —¿El desayuno es tu comida favorita? —dice Ranik con la boca llena agraciada de huevo. —No cambies el tema —espeto—. No puedo ir a la playa contigo. Traga, sus ojos verde-dorados se agrandan. —¿Por qué no? Es una lección. Y los octubres soleados no duran para siempre, Princesa. Vas a lamentar el no ir cuando estemos atrapados por la lluvia y las nubes veinte cuatro horas a la semana. —No puedo ir —repito con severidad. —Uh, pero puedes. —No iré, entonces —espeto—. Me niego a ir.

Ranik suspira y se sienta, arrugando el envoltorio de su burrito en una bola. —Nunca he conocido a una chica que odie la playa como tú. Incluso a las lindas que les gustan los libros les gusta leer en la arena. —Me gusta leer en la arena. Simplemente... me desagrada el océano. Odio nadar en frente de los chicos, término mentalmente. Ranik levanta una ceja. —¿Por qué? ¿Tienes miedo de que alguien vaya a reírse de ti en tu traje de baño? Me estremezco, y Ranik suspira. —¿Acaso algún pequeño cabeza de polla se burló de ti en la playa o algo así? —No. Y no digas esa palabra. —¿Qué palabra? ¿Polla? Me pongo sonrojo, fuertemente. La ceja de Ranik sube aún más, y se forma una sonrisa. —De acuerdo, está bien. Encontraré otro lugar para la lección. Su aceptación es tan brusca que estoy impactada. —¿No tienes curiosidad? —pregunto—. ¿Por qué me desagrada? —Sí. Pero eso es asunto tuyo. Odio entrometerme en los asuntos de otras personas. —Y estoy segura de que odias que otras personas se entrometan en los tuyos. Asiente. Me burlo: —Es difícil creer que el criminalmente chantajista mujeriego Ranik Mason es una persona privada. —¿Por qué, mi querida pequeña reina del hielo? ¿Qué estás tratando de decir? — Sus ojos brillan—. No dice en ninguna parte del libro de reglas que un tipo no pueda ser infame y privado al mismo tiempo. Juego con mis cartas cercas a mi pecho. —Tan cerca que asustaste a Mathers, sin duda. —Mathers se lo merecía. Ha estado insinuándose a las chicas más inteligentes desde el año pasado. —Ah, cierto. Has estado aquí durante años. Siempre me olvido de que eres un estudiante de penúltimo año. Culpo a la constante inmadurez. En lugar de parecer dolido u ofendido como la mayoría de los chicos, Ranik se ríe. —Seguro, Princesa. Yo soy el inmaduro. —¿Por qué te ríes? Es verdad. Sus ojos con un borde de oro se fijan en mí, la mandíbula afilada ensombrecida por el sol de la mañana que entra por las ventanas del vestíbulo. —No soy yo el que no puede decir polla sin ponerse de cinco tonos de rojo.

—Puedo decirlo. Pene. —Frunzo mi labio—. Pene, pene, pene. —Nah, pene es diferente que polla. Pene es científico, así que por supuesto, puedes decirlo. Polla lo hace sonar menos científico y más... real. —Sonríe—. Más sucio. —Más obsceno —le corrijo con frialdad. Ranik se inclina, con el rostro a centímetros del mío. El calor de su piel es una manta insoportable que me rodea. —Bueno, seré condenado. ¿Es eso un rubor lo que veo? No me digas que he llegado a ti, Princesa. Ni siquiera hemos arañado la superficie de la charla de sexo. —No estás llegando a mí. Y no soy tan infantil que ni siquiera puedo decir una sola palabra idiota en voz alta. —Entonces, dila. —murmura Ranik, su voz repentinamente más profunda—. Aquí mismo. Ahora mismo. Vamos. Prueba que me equivoco. Respiro profundamente y trato de ignorar el olor de cigarros y pinos que seductoramente arrolla de su mismo ser. —P-p… —Abro la boca, luego la cierro rápidamente y me muerdo el labio. La sonrisa de Ranik crece ancha mientras se sienta de nuevo. —Justo como pensaba. Puedes pretender ser dura, pero debajo de todo ese cerebro eres bastante pura. —¿Pura? —Me erizo—. No soy una botella de agua. Soy un ser humano. Soy exactamente lo que soy. —Inteligente como el infierno. Defensiva, porque algunas personas fueron idiotas contigo en tu infancia, probablemente. Hermosa, pero morirías antes de dejar que alguien te diga eso, ¿eh? Mi mirada podría cortar diamantes, pero sólo le hace reír. —Así que. Playa no. ¿Qué piensas sobre la cena, entonces? —¿Qué tipo de cena? —El tipo donde comes comida. —Ja, ja —digo inexpresiva. —Hay un lugar en la decimoquinta con la calle Jersey. Es un italiano, pero no, ya sabes, un italiano elegante. Podemos practicar algunos modales de cita allí, o lo que sea. —Estoy muy versada en toda la etiqueta de mesa —bufo. Él se golpea la frente. —Sí, estoy seguro de que lo estás. ¿Pero sabes cómo charlar con un hombre y que no se trate de la floricultura del Amazonas o cuánto frío hace en la luna? —Menos ciento setenta y tres grados Celsius —digo de forma automática. Ranik me da una mirada de “ves lo que quiero decir”. Suspiro—. Muy bien, entendido. ¿Cuándo te encontraré allí? –Siete y media. Ponte lo que sea que quieras. Solo nada de estilo secretaria, ¿de acuerdo?

–No me pongo cosas como de secretaria. —Princesa, estás llevas puesta una blusa y una falda con un moño y gafas. Es lo mismo que ser Pepper Potts11 —¿Eso es malo? —No, mierda. Te queda bien. Sólo... es sólo que no es para usarlo en una cita, ¿de acuerdo? No es lo que a Theo le gustaría. Prueba con una blusa. Colorida, si tienes eso. Se levanta y lanza la envoltura de su burrito a la basura. Hace un elegante arco y se hunde. Hace un “ups”, y alguien chilla. Un borrón dorado se une al brazo de Ranik, frunciendo sus labios rosas. —¡Ese ha sido un buen tiro! —Kara, capitana de las animadoras y en general la chica más deseada en el campus, sonríe con cegadores dientes blancos y labios perfectamente brillantes hacia él. —¿Me has estado observando todo este tiempo? —Ranik se ríe tontamente, dándole un golpecito en la nariz juguetonamente—. Chica traviesa. Hago un pequeño ruido de arcadas en la parte posterior de mi garganta. Eso llama la atención de Kara, y sus oscuros ojos arden con desdén apenas disimulado. —Disculpa. —bufa. —Oh, no te preocupes. —Levanto mi latte y tiro lo que queda del muffin—. Me excuso yo misma. Odiaría estar metida en el camino de su estimulante conversación. Kara se frunce el ceño con más fuerza, pero detrás de su hombro veo a Ranik sonreír más. Me saluda con dos dedos de su frente. —Te veré más tarde, Princesa. Mientras me alejo, la voz aguda de Kara perfora mis oídos. —¿Princesa? ¿Cómo es que la llamas a ella Princesa? Me estremezco. Princesa es molesto. La forma en que él insiste en llamarme es molesta. Pero al menos es mejor que Robot. Perra. Sabelotodo. Sin alma. Veo a Theo caminando por el patio, con su cabello dorado brillando en la luz de la mañana, y una sonrisa tan brillante en su rostro que él es prácticamente su propio sol caminante. Me ve y saluda, su sonrisa crece increíblemente brillante. Me ablando, sintiendo que mi pecho se calienta, y le devuelvo el saludo. Es entonces cuando veo a la chica a su lado, la de cabellos morenos, vibrante aspecto borroso que retoma rápidamente su atención con alguna broma que hace que él se ría en una milésima de segundo. Grace. Hoy lleva puesto brillantes azules y morados, todo color, vida y espontaneidad. Caminan por el césped y desaparecen detrás del edificio Harrow. Hasta que alguien me empuja no me doy cuenta de que me he congelado en medio de un paso, en el centro de la acera.

Virginia "Pepper" Potts es un personaje ficticio, un personaje de apoyo e interés romántico de Tony Star/Iron Man en el Universo Marvel. 11

—Mierda, lo siento. —Una chica con una chaqueta de cuero tose. Sus felinos ojos verdes me asimilan de forma rápida, y descartan con la misma rapidez—. No te había visto. Te mezclas con el entorno. Su cabello es de color rosa brillante. Destaca como una estrella chicle. Su sonrisa es pequeña y a modo de broma, pero cuando se va miro abajo a mi blusa beige y falda de color canela. Voy del mismo color que la acera, los edificios, la fuente. Soy olvidable. No tengo color. Ni vida. Robot. Aprieto mi puño y me giro. *** Tiempo de confesarme; nunca antes he tenido una cita. Pero si alguien pregunta, y especialmente si Alice Wells pregunta, he tenido un centenar de citas. Miles. He tenido tantas citas que hago a The Bachelor12 parecer un idiota despistado. El problema es, por supuesto, que eso no es verdad. Nunca he llevado a una sola chica en una cita. Los tipos de chicas que atraigo no están tan interesadas en ser mimadas y alimentadas, ellas sólo quieren ir directamente a follar, y yo nunca he tenido el corazón para decepcionarlas. Así que las citas son raras. Nuevas. Estoy sentado aquí en la mesa treinta minutos antes (¿Treinta minutos? Jesús, amigo), ya que estaba tan malditamente nervioso que he olvidado mirar el reloj antes de salir de mi apartamento. Me he duchado, vestido y he ido pensando que era tarde, pensando que Alice estaría sentada aquí sola, hartándose de mí y se iría. Suspiro y entierro mi cabeza en mis brazos sobre el mantel de lujo. Soy un desastre. Es sólo una jodida lección. Es una cita falsa. Pero aun así, nunca he ido lento con nadie. Y nadie jamás ha ido lento conmigo. Y seguro como el infierno se nota. El camarero me ha preguntado dos veces si me sentía bien, y he mentido a través de mis dientes diciendo que estoy bien, pero no lo estoy. Mi piel está toda blanca y mis manos están húmedas. Pero no puedo dejar que se note. Alice depende de mí para que le enseñe bien. Así que haré lo que siempre he hecho, lo que siempre me hace ir adelante en la vida; fingirlo hasta conseguirlo. Estoy tan nervioso que ni siquiera noto cuando le doy un codazo a mi tenedor y cae de la mesa, hasta que el camarero me da uno nuevo. —Lo siento por eso. —Me río. —¿Está esperando a alguien? —El camarero sonríe con complicidad. Tiene que tener unos cincuenta años, con pelo canoso y la postura digna—. Parece nervioso.

The Bachelor es un reality que gira alrededor de un joven atractivo que es cortejado por 25 mujeres. Este soltero (traducción de bachelor), empieza con un conjunto de "citas en grupo", según las cuales el soltero eliminará gradualmente a las concursantes hasta que sólo queden unas pocas de ellas. 12

—Sí, estoy… —Me detengo de decir “nervioso como el infierno”. Decirlo en voz alta hace que sea más cierto. Tengo que fingir que no es cierto, y rápido—. Esperando a una amiga. —Debe ser una amiga muy encantadora. Me río. —No sabe la mitad de ello, amigo. Está fuera de mi liga. El camarero mira mi pierna nerviosa sacudiéndose, y sonríe. —Tengo algo que podría ayudar, señor. Un momento. Vuelve con una bebida, y la deja sobre la mesa. —Es nuestro especial de primera cita —explica—. Calmará sus nervios y hará la conversación mucho más fácil, lo prometo. —Uh, no es una cita, en realidad, es... uh... —Me rindo de explicar y sonrío—. Gracias, hombre. Le debo una. —Sólo una propina estaría bien, señor. Me río de nuevo. —Nadie en mi vida me ha llamado nunca señor. —Usted no viene a los restaurantes a menudo entonces, ¿supongo? La voz del hombre es tranquila y suave. Es como el buen padre, apoyador que nunca he tenido. —No a los elegantes como este. En realidad no son de mi estilo. Soy más de comida basura que de caviar, si entiende a lo que me refiero. —Usted parece como en casa aquí, señor. —Ha. La adulación te llevará a cualquier parte. —Me burlo, y tomo un trago. Es agradable y cálido, y pasa bien. Lentamente, puedo sentir que mis músculos se relajan—. Oye, esto es muy bueno. Gracias. El camarero sonríe y se va a atender otra mesa, y espero solo. No me doy cuenta cuando termino la bebida, o cuando mi pierna deja de sacudirse, o incluso cuánto tiempo pasa, pero por supuesto noto cuándo entra Alice. Al lado de todas las ricas ancianas con vestidos de etiquetas y caquis, ella brilla como un faro juvenil, con su cabello de oro en una coleta y sus mejillas sonrosadas. No lleva vestido, sino una simple blusa roja y una falda de encaje que le queda adorable, y de verdad diferente de lo que se pone normalmente. Parece incómoda con ella, haciendo una mueca con torpeza mientras la anfitriona la lleva a mi mesa. —Hola. —Me pongo de pie al instante. —Hola —murmura. A diferencia de lo habitual, no se encuentra con mi mirada. Mira a todas partes, excepto en mí. Al suelo, al techo, su cartera. Me tomo un segundo para asimilar la vista de una chica completamente diferente a la normal dura reina del hielo. —¿Podemos sentarnos? Mis zapatos están intentando matarme —pregunta.

—Claro. —Me levanto para sacar la silla para ella. Finalmente me lanza una mirada, con una sonrisa en sus labios. —Tan cortés. —Sólo estoy haciéndolo porque es lo que Theo haría —me quejo, pero se ríe, el sonido es como diminutas campanas de cristal, y me congelo. —¿Qué? —exige, su risa se desvanece. —Esa es la primera vez —me siento y pongo la servilleta en mi regazo como ma me enseñó—, que te he oído reír honestamente. —Y será la última —murmura, sonrojándose. —Te ves muy bien, por cierto. Realmente adorable. Su rubor se profundiza. —No seas condescendiente conmigo. —Lección tres. —Suspiro—. Cuando tíos te hacen cumplidos, no están siendo condescendientes contigo. Simplemente lo dicen en serio. Theo te hará montones de cumplidos, ¿de acuerdo? Porque él es agradable. Así que tómalos con gusto. Di gracias en lugar de ponerte a la defensiva, si quieres gustarle. Alice hace una mueca. El camarero se acerca y ella pide salmón y un Shirley Temple13. —¿Shirley Temple? —Contengo una carcajada. Hace todo lo posible para parecer totalmente ofendida. —¿Hay algo de malo en eso? —No, es sólo que —le disparo una mirada al camarero—, es una bebida terriblemente linda. Pensaba que pedirías algo maduro, como té helado. —Tendré un té helado, entonces —espeta. —No, oye, está bien. Pide lo que quieres. —Pero Theo va a pensar que soy inmadura si pido eso. —Quizás. Tal vez él piense que es “peculiar”, o lo que sea. El camarero mira entre nosotros. Alice se decide por el Shirley Temple, y yo pido una pizza margarita. Cuando se va, ella me mira frunciendo el ceño. —Entonces, ¿debo aceptar los cumplidos? ¿Esa es la lección? —Parte de ella, sí. Vamos a practicar. Te voy a hacer un montón de cumplidos, y los aceptarás con gracia. O inténtalo, por lo menos. Mordisquea el pan y espera, con los ojos muy abiertos, como un conejo petrificado por los faros de un coche. —Eres guapa. —Empiezo poco a poco. Ella se estremece. 13

Shirley Temple: cóctel no alcohólico.

—No lo soy. —Ah, ah, vamos ahora. Con gracia. —Pero realmente no creo que… No tiene que terminar la frase para que yo sepa lo que va a decir. No cree que sea guapa. A pesar de su bravuconería y actuar dura, su autoestima no es la mejor. Algunas personas en su vida deben de haber puesto eso en su cabeza, probablemente durante sus años de adolescencia. Alice tritura el pan con nerviosismo, ni siquiera lo come. Chilla cuando rasguña su propia mano, estiro la mano rápidamente y la agarro. —Oye. Oye, mírame, Princesa. Cálmate, ¿de acuerdo? Lo entiendo. Es difícil amarte a ti misma. Lo sé. Pero no puedes amar a otra persona sin amarte a ti misma primero. No puedes estar allí al cien por cien para otra persona a menos que te gustes a ti misma. Es injusto para la persona que amas. Alice levanta la vista, sus ojos se traban con los míos. —No quieres ser injusta con Theo, ¿no? —preguntó en voz baja. Niega con la cabeza, con fuerza. —No. Por supuesto que no. Quiero ser la mejor novia posible para él. Haré cualquier cosa para hacerle feliz. No hay nada más que pura honestidad y devoción en su tono. Una estática enferma y celosa recorre mi columna de arriba abajo, y lucho contra el impulso de apretar su mano. Alejo la mía, de vuelta a donde pertenece, muy lejos de ella antes de que haga algo estúpido. —Estás olvidando el objetivo. Tienes que ser feliz primero. Entonces, si es un tipo medio decente, te verá feliz y será feliz, también. Así es como funciona. Obtienes ser feliz por la felicidad de los demás. —Para alguien que nunca ha estado en una relación seria, pareces tener un montón de ideas acerca de ellas. —Levanta una ceja. Tomo un sorbo de agua para facilitar el repentino nudo en mi garganta y desecho sus palabras casualmente. —Simplemente, ya sabes. Veo un montón. Veo qué funciona y qué no. Alice no parece creerme. Pone su servilleta encima de la mesa y se levanta. —Voy al baño. —Al final del pasillo, hacia la izquierda —dice nuestro camarero, de repente reapareciendo en nuestra mesa con bebidas. —Muchas gracias. —Alice le sonríe en agradecimiento, y se va. —Oh dios. —Nuestro camarero chasquea la lengua cuando ella se ha ido—. Es tan hermosa, y terriblemente elegante. Usted es un hombre muy afortunado, señor. El nudo en mi garganta se mueve a mi corazón, apretando hacia abajo con fuerza. Fuerzo una sonrisa.

—No estamos juntos. Es sólo una amiga. El camarero asiente con simpatía. —Lo entiendo, entonces, en ese caso espero que encuentre a un caballero digno de ella. Bebo el resto de mi agua y dejo el vaso en la mesa con un poco demasiada fuerza. El camarero no dice nada, llena mi vaso y me deja por unos minutos mientras Alice vuelve. Se ve mejor, reanimada. —Así que —da sorbos a su Shirley Temple, sonriendo con dulzura, y luego me frunce el ceño— vamos a intentarlo otra vez. —¿Los cumplidos? —Sí. Una vez más, con tu permiso. Se abraza a sí misma, agarrando su bebida y centrándose en mis ojos con la precisión de un rayo láser. Casi consigue ponerme nervioso. Esta debe de ser la concentración con la que consigue todos esos sobresalientes de locos, y estoy consiguiendo la mayor parte de ella. Su determinación es casi… linda. —Eres guapa. —lo digo rápido—. Realmente guapa. No se mueve, parpadea una vez pero conteniéndose fuertemente. Así que decido darle un poco más. Me reclino y pongo mi mejor sonrisa arrogante, esa que hace que las bragas salgan volando. —Te miro y pienso: “Mierda, ¿qué chico no mataría por tener a ese lindo pajarito en su cama?” Sus labios se tuercen, pero se mantiene indiferente. Me río entre dientes y vierto todo, dejando que todo lo que he pensado de ella se derrame por mi cuidadosa y profesional presa. —Odio ser el que te lo diga, Princesa, pero eres tan adorable. Sé que no te gusta esa palabra, quieres algo como “elegante” o algo. En realidad también eres eso. Eres un montón de cosas buenas. Estoy seguro de que mucha gente te felicita por tu inteligencia, así que no voy a hacer eso. Ambos sabemos que eres inteligente. Pero estoy seguro como la mierda que no sabes lo caliente que eres, así que déjame decírtelo directamente; tienes el rostro más sexy. Gime, el rubor apenas aparece en sus mejillas. Prácticamente puedo ver su lucha contra la necesidad de decir “No lo soy, idiota” con todo el ácido que tiene. Pero sigo hablando: —Me gusta mirarlo. Tu rostro. Es extremadamente bonito. Largas pestañas, linda nariz, labios suaves, esa mirada dulce como el pecado. A veces pienso en besarla realmente fuerte. Su rubor ilumina sus mejillas como un atardecer de cerezos, pero de repente sus ojos están muy abiertos y tranquilos. Me congelo, un lento horror me paraliza cuando me doy cuenta de cómo debe de haber sonado. Ha sonado real.

Pero como el maldito experto que soy, no permito que lo vea. Retrocedo rápidamente como una comadreja. —Eso parece como el tipo de sandeces cursi y sentimental que Theo diría, ¿no? —Me río—. Le gustan esas repugnantes líneas de las películas románticas. Friki. Cualquier hechizo que mantuviese a Alice secuestrada, se rompe con mi risa, y frunce el ceño, su rubor retrocede. —S-sí. Probablemente diría algo tan apasionado y adorable como eso. Nuestra comida llega justo a tiempo para salvarme del repentino nudo de malestar que siento subiendo por mi garganta otra vez. Apasionado. Adorable. No se refería a mí, así que se siente un poco amargo, pero aun así me hace sentir tambaleante y caliente por dentro. Feliz en el interior. Soy algo más que sólo “caliente”, como las chicas me llaman normalmente. Por un segundo, soy apasionado y adorable. Me ha llamado eso. Por un segundo soy una persona real, en lugar de un eterno compañero de follada, para ser usado una vez y tirado como un pañuelo de papel que ha cumplido con su objetivo. —¿Lo he hecho bien? —pregunta Alice alejándome de mis pensamientos aturdidos. Toso y cojo un trozo de la gustosa pizza. —Lo has hecho genial —digo rápidamente e igual de rápido meto el trozo en el agujero de mi boca para no volver a meter la pata. Pero mientras muerdo y trato de disgustarla, intentando que recuerde que no soy Theo, y que no debería ponerse nerviosa por nada de lo que yo digo—. Con “genial” quiero decir que no me has cortado la cabeza verbalmente. Creo que estará asqueada, pero simplemente arruga la nariz y se ríe. —Sólo un bocazas como tú podría arreglárselas para decir una frase coherente con la boca llena de carbohidratos. Trago y sonrío aunque la voz de mi cabeza no quiera. —Es una habilidad. Sus ojos brillan cuando toma un bocado de su delicado salmón. —Uh-huh. —Cultivado durante años y años de…de… —¿Arduo? —ofrece. —¡Arduo! —La señalo—. Eso es. Arduo trabajo. —Tonterías —se burla, y luego engulle cerca de la mitad de su salmón, hablado a la vez—: ¿Veesh? Inclusosh el inexperto puedo hacerlo. Nunca la he visto dar más que bocaditos de señorita. Me recupero rápidamente de mi sorpresa. —Sólo eres una rápida aprendiz. Es porque me has visto, al gran campeón absoluto de todos los tiempos, haciéndolo.

—Al gran campeón de tos los tiempos. —Traga y reflexiona—. ¿Es ese tu título oficial? ¿Recibes un estipendio? ¿Dónde está tu corona? —Me pagan con sonrisas. —Ah, sí, sonrisas. La moneada aceptada por playboys en todas partes. —Whoa, princesa, no soy un playboy. —La segunda vez que quedamos tenías dos pares de bragas usadas en tu coche. —Ugh, bueno. Bien. Me gustan las mujeres. A ellas les gusto. Arréstame. —Alguien lo hará algún día, estoy segura. Sonríe con esas palabras, pero me golpean dejando un agujero a través de mí. Agarro el mantel que es la única cosa que me mantiene en el suelo, impidiéndome explotar con toda la rabia caliente que estalla mi mente como un balón con púas. —¿Estás bien? —Alice parece repentinamente preocupada—. Lo siento… si lo que he dicho te ha molestado. Fuerzo a cada músculo a que se relaje de una maldita vez. Relájate, Ranik. Relájate de una maldita vez. No sabe sobre tu pasado. No sabe sobre tu padre. Simplemente lo ha dicho. Eso no quiere significar nada. Es inocente e ingenua, es Alice Wells y te gusta. Dale un respiro. —Lo siento —farfullo—. Alguien me solía decir algo como eso muchas veces en mi infancia. Así que. Me duele, pica un poco. —Oh. —Se estremece—. Lo siento. No lo sabía. —No, lo sé. Oye, sólo piensa en ello como equilibrar la balanza, ¿bien? Te llamé Robot. Tú me has dicho eso sobre ser arrestado. Así que estamos empatados. Ninguno de los dos volveremos a repetirlo, y estaremos bien. Asiente, cautelosa y a punto como un zorro en una pelea de sabuesos. Tengo que romper la tensión, tengo que hacer que esta cita sea útil para ella. —Padres, ¿me equivoco? —Me río, y me relajo—. La gente habla sobre sus padres en las citas, ya sabes. Es bastante normal. —Interesante —reflexiona—. Tomaré nota de ello. Veo como saca su teléfono y escribe algo. Levanto una ceja. —¿Has estado tomando notas todo ese tiempo? Gira el teléfono hacia mí y se desplaza por la pantalla con su otro dedo. Hay jodidas páginas de la cosas. Silbo a través de los dientes. —Mierda, Wells. No vas de broma. —No, no lo hago. Creo que ese es el problema. —dice con un brillo travieso en los ojos. Y cuándo se pone así, no puedo evitar echarme a reír. —De todos modos —irrumpe con serenidad mi risa entre dientes—. Me gustaría practicar. Hablar sobre los padres.

—Tú primero, Princesa. —Mi madre no es la mujer… más hospitalaria. Lamento decir que no nos llevamos muy bien. —¿Qué? Cualquier madre del mundo mataría por tener una hija como tú, inteligente, guapa… —Está bien, está bien —me interrumpe—. Esto no es condicionamiento de cumplidos. Ya basta de cumplidos. —¿Nunca? —Trato de poner mi mirada de perrito degollado. No funciona mucho. —Nunca. —Cierra los labios—. Ahora, si me dejas continuar… Sacudo mi mano y ella respira profundamente. —Como iba diciendo, ella y yo no nos llevamos bien. De hecho, las únicas veces que nos recuerdo conversando con ella medio contenta era cuándo traía las notas. —Todas sobresaliente, por supuesto. No me mira por interrumpirla, me mira porque tengo razón. —Sí. Todo sobresaliente. —Jesús, eso suena como una vida miserable. Lo siguiente que vas a decirme es que ella nunca te ha dejado ir a fiestas o tener amigos. Alice mira tímidamente a su plato. —¿Estás tomándome el pelo? —Levanto las manos. —Sólo en lo de las fiestas —espeta Alice—. Ella y yo acordamos que eran una pérdida de tiempo, una distracción de mis estudios. Y por lo que viste en la fiesta de Theta Delta Phi, sabes que no encajo en las fiestas de todos modos. Podía tener tantos amigos como quisiese. Sólo que yo… nunca… nadie nunca… Deja de hablar y retuerce una servilleta nerviosamente con sus dedos. Puedo terminar su frase por ella nadie quería ser su amiga. Suspiro. —Parece que te has perdido las mejores partes de ser una adolescente, Princesa. Cuando no responde, trato de dirigir la conversación. —¿Qué hay sobre tu padre? —En la cárcel —dice inmediatamente y sin rodeos—. Por fraude financiero. Diez años. Mamá hace como si no existiera. Nos mudamos a la costa este para huir de todo, de él. —¿Te gustaba? Su sonrisa es pequeña, nostálgica. —Sí. Era el mejor padre que uno podía pedir. Siempre me traía regalos a casa, especialmente cuándo iba de viaje de negocios. Me animaba a seguir escribiendo poesía cuándo mamá quemaba mis diarios. Es un hombre muy amable. Parece tan feliz, acordándose de él, que casi me duele verlo.

—¿Alguna vez has conseguido verlo? —pregunto. —No, no desde que nos mudamos. Pero ahora que estoy de vuelta. He estado pensando en coger un autobús a San Francisco. Es dónde se encuentra recluido. Sería muy bueno verle por Navidad. —¡Totalmente deberías! —Golpeo la mesa con el tenedor—. Y mira, no te preocupes por el autobús. Te llevaré. Sus ojos se iluminan, pero luego se oscurecen. —No, es agradable de tu parte, pero no. Él viaje tomaría un día o así, y tendría que quedarme en un hotel por otros varios días, y no quiero que pierdas tus Navidades así. —¿Perder? ¿Quién ha dicho que la perdería? No tengo nada que hacer en Navidad, de todos modos. Mi padre está de vuelta en Mississippi, pero es un cabrón y nunca volveré allí otra vez. Así que estoy sólo yo, con Trent y la banda, haciendo el tonto con los bastones de caramelos durante una semana. Alice parece insegura. —Mira, sería divertido. O, no divertido, porque entiendo que estar conmigo no es divertido para ti, ¡pero al menos sería una buena oportunidad! Podríamos hacer algunas lecciones mientras estamos allí. Y no te molestaría, haría mis propias cosas en la ciudad. —Bueno… —Al menos dime que pensarás en ello. No tienes que estar de acuerdo. Sólo prométeme que pensaras en ello. Alice asiente, y su expresión se suaviza. —Muy bien. Lo haré. Gracias. ¿Un verdadero gracias? ¿De la princesa del hielo? Sonrío y me recuesto en mi silla. —¿Qué es esa mirada petulante en tu rostro? —pregunta. —Sólo que es la primera vez que me agradeces algo. Sólo estoy empapándome. —Si fuese de las que se enfadan, tiraría mi bebida sobre ti y te diría “empápate en eso” —suelta. Me río, y el camarero viene con el menú de postres. Alice no pide nada. —¿Qué, asustada de unos terrones de azúcar? —Sonrío. Sus ojos se disparan como dardos alrededor de la mesa. —N-no. Estoy a dieta, eso es todo. —¿Qué? ¿Por qué? ¡Te ves muy caliente tal como estás! —No es asunto tuyo —dice, doblando los brazos sobre su pecho. Suspiro y miro al camarero.

—Voy a pedir esa cosa de panna cotta14. El camarero asiente y se va. Alice se relaja poco a poco, hasta que finalmente se relaja lo suficiente para preguntarme. —Entonces, ¿deduzco que no te gusta tu padre? Trato de detenerlo, pero sé que mis ojos están haciendo eso del brillo maligno. —Sí. No es tan genial. ¿Y qué? —Creo que el término que has utilizado es “cabrón”. —Mira, Princesa, gracias por derramar todos tus secretos de familia, pero quisiera mantener para mí mis secretos. Todo lo que necesitas saber es que mi padre es un idiota. Fin de la historia. Frunce sus preciosos labios. —Todo bien. Aunque, eso es muy injusto. —Bueno así es como es. Confía en mí, no te preocupes porque Theo no quiera derramar sus tripas. Lo hará con mucho gusto. Su familia es la imagen de la jodida perfección. Esto sólo la práctica, de todos modos. No necesitas saber de mí, de verdad. No me voy a quedar alrededor por mucho tiempo. —Claro —afirma—. Por supuesto. Algo en su voz hace que me arrepienta de lo que he dicho. Pero antes de que pueda decir lo siento, el camarero viene con mi postre, un sofisticado pudin blanco con sirope de fresa. Atrapo un destello en la mirada de Alice cuándo lo ve. —¿Quieres? —Le ofrezco un bocado. Da un sorbo a su agua y arquea una ceja. —No, gracias. —Sí, claro, cosas de dieta. Bueno, si no lo comes porque tiene buen pinta, al menos cómelo para practicar. —¿Practicar? —Las parejas se dan de comer mutuamente en las citas, a veces. Es algo que personalmente creo que es desagradable y extraño, pero estoy seguro de que algo tan cursi sería propio de Theo. Así que te voy a dar un bocado e intentas no fingir que lo odias, ¿está bien? Su mirada es sospechosa. —¿Estás seguro de que las parejas hacen eso? —A veces. En películas tontas. Y si son súper románticos. —Pero nunca lo has hecho. —No. No soy exactamente un chico romántico —me río. —¿Entonces por qué estás haciendo esto? —Para enseñarte. Duh. 14

Panna cotta: postre típico de la región italiana del Piamonte, literalmente “nata cocida”.

Frunce el ceño, pero abre la boca y espera pacientemente. Pongo un poco de pana cotta en el borde de mi tenedor y se lo doy suavemente, deseando que no se dé cuenta del tembleque de mis manos o de mis malos pensamientos. Sus labios son tan rosados y suaves. Ella tiene una boca tan bonita. La haría cosas horribles. No, mierda no, no haría nada con ella sin que ella quisiese. No quiere cosas horribles. No procediendo de mí. Lo quiere lento, suave, cosas dulces de chicos suaves, lentos y dulces. No puedo ser suave, no puedo ser dulce. Eso simplemente no es lo que yo soy, Le da un mordisco y lo aleja, saboreándolo. La sonrisa en su rostro es instantánea. —Eso es… está realmente bueno. —Hay más de donde ha venido. —Sonrió y empujo mi plato acercándoselo. —No, realmente, no puedo… —¡Vamos! Un extraño pequeño de pudding no te matará. Lo prometo. —¿Tienes alguna idea de cuántas calorías contienen las densas fusiones de lácteos? —Tienes alguna idea de cuántas nana nana na, oh, espera, he dejado de prestar atención. —Ugh, eres exasperante. Le guiño un ojo y empujo el resto del plato hacia ella. —Tomaré eso como un halago viniendo de ti. Se muerde el labio tercamente e ignora el plato, pero para el momento en el que viene el camarero con la cuenta, le está dando pequeños mordiscos. Sonrío y firmo el recibo, dejándole diez de extra de propina. —Espera un minuto. —Alice se inclina hacia delante, tragando—. ¿Cuándo ha sido la cuenta? Pagaré la mitad. Hurga en su cartera, pero me levanto y me estiro. —No te preocupes por eso, Princesa. Esa es a cuenta de la casa. —Ridículo —se mofa—. No permitiré que pagues mi cena. —¡Demasiado tarde! Ya está hecho. Vámonos. Toma un último enorme bocado de panna cotta y me mira. Me pongo mi chaqueta de cuero y silbo inocentemente mientras ella me lanza puñales a la espalda. Se levanta y se pone su suéter, siguiéndome. O eso creo. Pero cuando me giro pone cuarenta y dos dólares y cincuenta centavos en mis manos. —Oye, ¡basta ya! ¿Cómo has…? —Cuento los billetes rápidamente—. ¿Cómo has sabido que esto es la mitad? —He leído rápidamente otro menú en una mesa y he hecho los cálculos. Incluyendo la propina. Esa es mi mitad.

—Ugh. —Me golpeo la frente—. Debería haberlo sabido antes de intentar pagar por un genio como tú. Mete los billetes en mi chaqueta de cuero y sale pitando. —¡Oye! ¡Oye vuelve aquí! —Corro detrás de ella. Está lloviendo a cántaros, y me pongo mi capucha. Pero Alice está de pie en la acera, dejando que la lluvia la empape. Corro y pongo mi chaqueta por encima de los dos. —¿Qué demonios estás haciendo? —Jadeo. Extiende una delicada mano fuera de mi chaqueta, y la lluvia tamborilea en su palma. Sus ojos azules están hipnotizados con las gotas, borrosos y distantes, como si estuviese en un lugar muy real lejos de su mente. —A veces es agradable —murmura—, sentir la lluvia en tu piel. Recordar que todavía eres un humano que puede sentir cosas, sin importar lo que diga la gente. La recuerdo volviéndose loca por llamarla chica robot. Dice que otra gente la llamaba así también. Mucha gente. Incluso gente por la que se preocupaba. Me lanza miradas, pareciendo pequeña y pérdida debajo de mi gran chaqueta. —Si puedo sentir la lluvia, eso significar que también puedo sentir el amor. ¿Verdad? Mi corazón se rompe un poco, se rasga por la mitad e intenta separarse. —¿Lo que siento por Theo es amor, verdad? —me presiona—. No lo sé, porque nunca he estado enamorada antes. Pero creo que es amo. Lo es, ¿no? —S-sí. —Encuentro mi voz, toda agrietada y desordenada—. Es amor. Sonríe, y lucho por no besarla. Otra vez. La despeino en su lugar. —No te preocupes tanto, tonta. Frunce el ceño e intenta suavizarlo y tal vez estoy alucinando, pero sus mejillas podrían estar más rojas de lo normal. Pero eso es posiblemente por el aire frío. —No toques mi cabello —me gruñe, pero no me aparta—. Me lo vas a estropear. —Estropeo muchas cosas. Es más o menos una descripción de mi trabajo. —Nos dirigimos hacia la camioneta, caminando despacio para que ella no se moje. —Y dime, ¿cuál es exactamente tu trabajo? —pronuncia lentamente. —Gran campeón absoluto de todos los tiempos. —¿De… comer mal? —De todo en el mundo. Pone los ojos en blanco y me da un codazo en las costillas, pero me río tan fuerte de su expresión que ni siquiera duele.

ientras espero a que el semáforo cambie, me quedo mirando el mensaje de Ranik para asegurarme de haberlo recibido correctamente. Encuéntrame en el Starbucks cruzando la calle desde el edificio Garfield tan pronto como puedas. Necesito deberes... Cruzo la calle y entro en la tienda de café caliente, quitándome la bufanda del cuello. Veo el rostro de Ranik con su corte alborotado a los costados y su chaqueta de cuero al instante, y me acerco como una tormenta hacia él con una bronca elaborada en mi lengua. —Ayer te dije en repetidas ocasiones que vinieras a buscar tus deberes —le digo—. Y lo ignoraste por completo, ahora me citas aquí para entregártelo ¡como un repartidor de periódicos común! ¿Sabes que es un paseo de quince minutos para llegar hasta aquí? Tengo laboratorio en el otro lado del campus en siete… Soy interrumpida cuando un Frappuccino de caramelo y un cálido muffin de virutas de chocolate son puestos en mis manos. Mi boca muerta de hambre por la dieta babea un poco, pero me contengo. La sonrisa de Ranik es demasiado brillante para esta primera hora de la mañana, su rizos negros revueltos por dormir y el oro de sus ojos iluminados por el sol empapado se refleja en la mesa. —¿Qué es esto? —Frunzo el ceño. —Un soborno. Cuando mi ceño se frunce más, se ríe. —Es una broma. He pensado que podrías utilizar el combustible. —No soy una persona de desayuno, y realmente me tengo que ir… —¿Ah sí? ¿No dijiste que es tu favorito? El desayuno le haría algo bueno a una pequeña cosa delgada como tú. —No soy ni delgada, ni pequeña. Tu repentina preocupación maternal es conmovedora, pero innecesaria. —Tiro la carpeta que contiene sus asignaciones a la mesa—. Tus trabajos. Me voy, ahora. Doy dos pasos hacia la puerta cuando tintinea detrás de mí. —¡Oye, espera! —Ranik corre detrás de mí, con el Frappuccino y el muffin en la mano—. ¿Quieres que te lleve? Me aseguraré de que llegues a tiempo. —¿Por qué? —¿Por qué, qué?

—Primero me compras el desayuno, y ¿ahora te ofreces a llevarme? — Entrecierro los ojos—. ¿Estamos en medio de una lección acerca de aceptar favores de chicos de la que no me he enterado? —Uh, ¿no? —¿Entonces por qué me haces favores? Yo no soy tu preocupación. Puedo cuidar de mí misma. Ranik parece sorprendido, pero lo oculta rápidamente detrás de su sonrisa habitual. —Sabes, cualquier otra chica aceptaría estas cosas muy rápido. Les gusta ser mimadas. —Yo no soy cualquier otra chica, —Empujo mis gafas más arriba en mi nariz—. Ahora hazte a un lado. Durante unos segundos parece que he ganado, y me deja afortunadamente sola. Pero entonces oigo el sordo rugido de un motor siguiéndome por la acera lentamente. Levanto la cabeza y camino más rápido. La camioneta de Ranik se mantiene a mi ritmo. Baja la ventanilla y grita. —¡Vamos, Princesa! Lo ignoro. —Vas a llegar tarde aunque corras. Y yo te he hecho llegar tarde. Así que sube. —Prefiero llegar tarde —digo. —Mira todo ese orgullo que tienes. —Silba—. Es casi como si fuera a arruinar tu nota de participación en el laboratorio para el semestre. Estoy furiosa el silencio durante unos segundos, mientras me doy cuenta de que tiene razón. Giro sobre mis talones y abro la puerta, lanzándome al asiento y mirando hacia adelante. —Ve. Todavía puedo ver su sonrisa por el rabillo del ojo mientras pisa el acelerador. Damos tumbos, y mi cuaderno de poesía sale volando de mi bolso. Me apresuro a recogerlo del suelo y lo meto de nuevo a mi bolso, pero es demasiado tarde para evadir los agudos ojos de Ranik. —Oh, ¿qué es eso? —No es asunto tuyo —le digo. —Seguro que no se parece a ninguno de tus otros cuadernos, —Frunce el ceño— . Son todos negros. ¿Por qué este tiene flores? ¿Y un candado? ¿Es especial? Empiezo con una réplica, pero recuerdo el poema águila de la otra noche y me sonrojo. —Sí. Es... Es muy especial. —¿Hay alguna posibilidad de que me dejes verlo?

—No en setecientos infiernos —grito. Ranik ríe y se detiene en el estacionamiento. —Eso es muy malo. Pero supongo que todos tenemos algo privado, sólo para nosotros mismos, ¿eh? En lugar de dejarme en la curva donde todo el mundo nos puede ver, él dobla la esquina alrededor del edificio, donde están los contenedores de basura, y estaciona, haciendo una imitación de arco en su asiento. —Creo que esta es su parada, madame. Salgo, pero de alguna manera me abre la puerta, sosteniendo su mano para que salga. Lo ignoro y le miro. —No sé lo que te pasa, pero espero que estés lo suficientemente sano para funcionar como mi profesor —le indico. Su risa es aún más fuerte cuando choca contra la plataforma del camión. —No te molestes. Solo me he despertado sintiéndome... Raro, supongo. ¿Lista para otra lección esta noche? ¿Qué tal a las siete? —Eso estaría bien —le digo—. Pero mi compañera de cuarto puede estar en casa. —Esta es una lección pública. —Sonríe. Cuando abro mi boca para protestar, guiña—. No es una cena. Pero está lejos del campus, en casa de un amigo. Y puede que tengas que ponerte un vestido. Si tienes uno. La idea de hacer una lección en público hace que me suden las palmas otra vez. Apenas he superado la vergüenza de la cena. Pero me trago rápidamente el miedo y me compongo. —Muy bien. Nos vemos luego. —Genial. Y buena suerte —dice—. Con tu laboratorio. —No necesito tu suerte. —Me vuelvo—. Necesito tus lecciones. Me lanza el muffin, y lo atrapo justo a tiempo antes de que llegue a mi cara. —Lección dos punto cinco —dice—, pon un poco de carne en esos huesos. —Pero… —Miro hacia él—. Grace es delgada. —Sí. ¿Y qué? —Por lo que debería… —¿Es por eso que haces dieta? No. —dice con vehemencia—. Eres muy inteligente, Princesa, mucho más inteligente que eso. No dejes que te atrape haciendo algo tan estúpido. Ni siquiera por Theo. Miro el muffin mientras me alejo. Llego a mi clase con un minuto de sobra y lo devoro rápidamente, hasta la última miga. Me siento llena por primera vez en una mañana de muchas. Gracias. Le mando un mensaje a Ranik. Estaba delicioso.

La clase de laboratorio va y viene, y cuando he puesto la última cultura de E. coli en la incubadora y he esterilizado mi bata y guantes, Ranik todavía no me ha contestado. ¿Está enfadado? ¿Ocupado? ¿Por qué estaría enfadado por mis hábitos alimenticios? Simplemente quería perder peso, pero ahora veo que era la manera equivocada de hacerlo. Estaba tan cegada por mi determinación que casi he tomado un camino biológicamente destructivo para mi cuerpo, y Ranik me ha ayudado a darme cuenta de inmediato. Me siento como si tuviera que pedirle disculpas, pero ¿por qué? Es mi cuerpo. ¿Por qué él se preocuparía por él, o de mí? Somos asociados, y nada más. Mi bienestar no es de su incumbencia. Mientras sea capaz de hacer sus deberes, debe mantenerse fuera de mis asuntos. Irritada, me encuentro con Charlotte para almorzar en un pequeño café en el campus llamado The Reef. Ella pide tacos de pescado, y yo ensalada de patatas. A medida que entra en detalles sobre su nuevo novio Nate, yo como en silencio y escucho. Esta es la primera pista para ella de que algo anda mal. —¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan callada? —Levanta una ceja—. Normalmente estarías resoplando y poniendo los ojos en blanco y me dirías lo mierda que es él y cómo tarde o temprano me va a engañar y romperá mi corazón. —Probablemente lo hará. Puede ser. Los hombres son criaturas poco fiables —le especifico—. Pero pareces tan feliz últimamente, y no quiero interferir con eso. No le he conocido aún, pero un chico que te hace así de feliz debe de ser bueno. Charlotte me mira con sospecha, luego se inclina sobre la mesa y me toca la frente. —¿Qué estás haciendo? —La aparto. —No hay fiebre —murmura para sí misma—, lo que sólo deja otra opción… conmoción cerebral. —¡No estoy conmocionada! ¡Me siento perfectamente bien! —Entonces, ¿quién te ha robado el cuerpo? ¿Dónde está la verdadera Alice? ¿La que desprecia chicos como a la escoria de la Tierra? Frunzo el ceño. —No... No soy tan mala, ¿verdad? —¡Por supuesto que no eres tan mala! Odias a los chicos. En cierto modo es un hecho, junto con el “cielo es azul” y “el Ártico es frío”. —Odio a los idiotas. Hay una diferencia. No culpa mía que una gran mayoría de ellos en este mundo resulten ser masculinos. Charlotte se echa a reír. —Ah, ahí vamos. Has vuelto. Sonrío por lo que se siente como la primera vez en días. Charlotte toma su té helado y yo bebo agua, y observo a la gente caminar. Arruga la nariz a una chica que pasa con el cabello rosa y medias negras rasgadas. La chica con la que me choqué y me dijo que yo me mezclaba.

—Uf, ahí está Miranda —se burla Charlotte. —¿Miranda quién? —Miranda la que sale con Ranik. Miranda estudiante de penúltimo año. Giro en mi asiento para mirarla. Es delgada, pero se mueve con una gracia sorprendente, como un gato callejero. Sus pómulos son altos y afilados, y sus ojos verdes se inclinan hacia abajo y aún más como un gato. El cabello rosa cae sobre sus hombros. Lleva una sudadera con capucha negra y una falda púrpura que destacan. Mientras la miramos, ella le grita a un estudiante de primer año por tirar su bolsa de Cheetos al suelo, la recoge y la pone en la basura. Los de primer año se escabullen lejos, aterrorizados. —Ella no parece tan mala —le digo—. Cualquier persona que lucha por tirar basura no puede ser completamente mala. —Error. —Charlotte suspira—. Es totalmente adicta al Xanax. Casi fue suspendida el año pasado por pelear contra uno de los amigos de mi hermano. Y entonces alguien incendió su bolsa de fútbol, pero nadie supo quién fue. Sin embargo sabemos que fue ella. La gente dice que está loca. —La gente dice que soy un robot —reflexiono—, ¿eso lo hace cierto?" Charlotte se estremece. —Por supuesto que no, tonta. La diferencia es que no eres un robot, pero Miranda definitivamente es mala. Charlotte se levanta y consigue un flan. Cuando regresa, me aclaro la garganta. —Charlotte, estás bien informada sobre las acciones de los chicos y lo que quieren decir, ¿verdad? Se ríe. —¿Sí? Bueno, quiero decir, tengo más experiencia que la mayoría de la gente. Y sin duda más experiencia que tú. Sin ánimo de ofender. —No hay problema. —Sonrío—. Así que, si me planteo una situación teórica que le estaba pasando a una... amiga mía, que me contó esta misma amiga, serías capaz de decirme lo que está pensando el chico de la situación. Lo que tiene como objetivo. —¿Puede ser? Eso depende. Inhalo. Vale la pena intentarlo. Estoy completamente perdida, y Charlotte es mi única esperanza. —Digamos que hay un chico. Y él está trabajando en un proyecto con mi amiga. Han acordado sólo trabajar en el proyecto, y su única relación es profesional. Mi amiga y el chico incluso han acordado que no son el tipo de cada uno. —Eeestá bien, esto ya está sonando a un pequeño programa. —Arruga la nariz. —Lo que quiero decir es, —mi voz se vuelve rápida—, digamos que el chico comienza a... Hacer cosas por mi amiga. —¿Como qué? —Se inclina, repentinamente interesada.

—Traerle café. Comprarle comida. Se ofrece a llevarle. Se preocupa por su bienestar. ¿Por qué iba a hacer eso? —Porque le está empezando a gustar, duh. —Charlotte se ríe—. No es demasiado difícil de entender. Siento un nudo frío que hace su camino por mi garganta. —Pero ¿qué pasa si a la chica, mi amiga, no le gusta? —¡Entonces ella tendrá que ser firme! —Charlotte golpea la mesa—. Si están haciendo un proyecto juntos, tienen que centrarse en ello. Las notas son más importantes que el enamoramiento de un chico tonto. ¡Tiene que cortar el brote mientras aún es pequeño! ¡Tirar de él de raíz antes de que crezca demasiado! Literalmente. Charlotte me da un codazo, y yo pongo los ojos en blanco. Pero ella tiene razón. No puedo dejar que nuestras lecciones se vean comprometidas por cualquier tipo de enamoramiento. Reflexiono sobre esto, a continuación, pongo un billete de diez dólares sobre la mesa. —Me tengo que ir. Paga por mí, ¿sí? —¿A dónde vas tan rápido? —He olvidado volver a verificar las citas de Edme Dumont en mi trabajo de Historia del Arte —miento rápidamente—. Te veré en la habitación más tarde esta noche. —¡Está bien! —Se despide. Camino hacia la biblioteca y marco el número de Ranik. Suena dos veces, y luego atiende. —¿Hola? —Te prohíbo que seas agradable conmigo —le digo de inmediato. Hay un silencio en su extremo. Sé que sabe que soy yo… ha visto el número. —Puedo ser amable con quien quiera serlo —dice finalmente. —Tenemos una relación de trabajo —espeto—. Una de estudiante y profesor. No puedo tolerar que te guste. —¿Qué me gustes? —balbucea—. ¿Q-Qué te hace pensar que yo…? —Te dije expresamente que no podía gustarte. —Me dijiste que no tratara de follarte —corrige. —La única manera que alguna vez tendría relaciones sexuales sería con alguien que me gustara primero, entrar en una mutua relación de gusto. Por lo tanto, no puedo gustarte. Eso sería un paso hacia tratar meterme en la cama. Eludo a un muchacho pecoso embobado, que ha escuchado la mayoría de mis palabras, y continúo. Ranik suspira. —Tienes una idea equivocada, Princesa. Sólo me gustas como persona. Nada romántico, ¿de acuerdo? A Ranik Mason no le va el jodido romance. ¿Le gusto como persona? Niego con la cabeza para despejarme rápidamente.

—Entonces detente —le digo—. Deja de hacer cosas por mí. El café, el muffin, el paseo. Detente. Yo cuidaré de mí misma. A partir de ahora, voy a rechazar todo lo que intentes darme o hacer para mí que no tenga relevancia para nuestras lecciones. ¿Está claro? —Ni siquiera podemos ser amigos, ¿eh? Me congelo en seco. —¿Quieres... ser amigos? ¿Conmigo? —¡Claro que sí! Eres una chica muy genial, ¿sabes? —Soy tu estudiante. —Eso no significa que los estudiantes y los profesores no puedan ser amigos. —Soy robótica. Y aburrida. Y muy ingenua. —No, no lo eres. Quien sea que te dijo eso tiene mierda en el cerebro. Salvo la parte de ingenua. Eres un poco ingenua. Pero eso no es malo. Simplemente significa que tienes más que aprender. —¿Estás haciéndote amigo mío con intención de acostarte conmigo después? — Entrecierro ojos. —¡No! Jesús, Princesa, ¿cuánto va a tomar para que te des cuenta de que no voy a hacer nada? ¡Te juro que nunca voy a intentar follarte! Te lo prometo por el sol. Te lo prometo por la cabeza calva de Mathers. Te lo prometo por… por la tumba de mi madre, ¿de acuerdo? Mi corazón se hunde. Algo sobre la forma en que lo dice se destaca del habitual “por la tumba de mi madre”. Algo de eso suena a verdad. —¿Nunca? —le susurro. —Nunca —afirma—. Estás a salvo conmigo, Princesa. Puedo jodidamente prometerte eso. Mientras yo respire, nunca voy a tratar de follarte. E incluso cuando no esté respirando. Uh. Te prometo que no voy a tratar de follarte como zombi, tampoco. Arrugo la nariz y me río. —Asqueroso. También se ríe, pero algo sobre ello es tembloroso. —Bien. Bueno. Ahora que eso está aclarado, ¿puedo volver a preparar esta cosita de la lección al aire libre? —¡Ranik! —Oigo la llamada de voz de un hombre—. ¡Ven por tu regalo! —Un segundo, Bárbara. —Se ríe Ranik—. Está bien, te pasaré a buscar a las siete. —Está bien. Cuelga primero, y me quedo preguntando exactamente cómo un hombre llamado Bárbara podría posiblemente ayudar con enseñarme. ***

Después de dejar a Alice, me encuentro con Miranda en Psicología 201. Me deslizo en mi asiento justo cuando suena la campana, y Miranda me lanza una sonrisa. —¿Quién es la encantadora señorita? —Vete a la mierda —le digo alegremente. Ella voltea su pelo de color rosa y se ríe. —Nunca llegas tarde a esta clase. Te encanta esta clase. —Me gusta aprender sobre la dulce mierda de cerebro como cualquier otra persona razonable. —Exactamente. Llegas tarde, así que, ¿quién es la encantadora señorita que te distrae? No me digas, es la chica a la que has estado enviando mensajes últimamente. Lo siento; me refería al hombre peludo al que le estás enviando mensajes. Gimo y pongo mi cabeza sobre el escritorio. —Él es tan sexyyyyy. Miranda se ríe, y se calla sólo cuando el profesor Greene trae el PowerPoint y le lanza una mirada afilada. Trato de tomar notas y escuchar lo mejor que puedo. Miranda se escaquea como siempre lo hace, y siempre obtiene buenas notas por ello, la jodida injusta. Después de clase, Miranda y yo nos tomamos un descanso para fumar debajo de un árbol en el césped. —Hace demasiado calor para estar a cinco días de noviembre —gime Miranda— . Echo de menos Canadá. —¿Echas de menos toparte con alces y congelarte el culo? Eres tan rara. —¿No echas de menos tus pantanos del Mississippi y las escopetas? —replica. Agarro mi pecho como si hubiera sido disparado. —Uf, me has descubierto. Es verdad. Soy un pueblerino. Miranda se ríe y apaga su cigarrillo. —Vas a venir a tu fiesta sorpresa de esta noche, ¿verdad? —No tenía ni idea de que todos estaban planeando una fiesta sorpresa, sobre todo, no desde que ha habido cuatro cajas de globos escondidas en el armario desde hace un mes. —Pensamos que pensarías que eran condones. —Soy tonto, pero no soy tan jodidamente estúpido. —Podrías haberme engañado con esas calificaciones. —Ella alborota mi cabello—. Muy bien, tengo que ir a Laboratorio Culinario. Nos vemos en “la no fiesta sorpresa que no es, sin duda, para ti”. —No puedo esperar —le digo, pero ella sale silbando de aquí antes de que las palabras salgan de mi boca. Me trata como a un hermano pequeño, y eso me irrita como la mierda. Pero ella, Trent y Seth han sido más como una familia para mí en estos últimos meses que mi verdadera familia lo fue jamás. Y estoy agradecido. Antes de ellos, no tenía fiestas de cumpleaños.

Camino sobre el césped, terminando mi cigarro, cuando la veo. The Reef es un pequeño café hippie de mierda lleno de barras libres de gluten y batidos de tomate. La mayoría de las personas que acuden a él son locos veganos preocupados por su salud, pero hoy Alice está ahí. Con una chica de cabello ondulado que nunca he visto antes. Y la chica está haciendo que Alice sonría. Miro dos veces. Alice, sonriendo. No sonriendo con suficiencia, o burlándose, sino una verdadera sonrisa. Ilumina su rostro como un diamante, hace que todos los bordes duros de su habitual expresión severa se vuelvan suaves y cálidos. La forma en que el sol golpea su cabello lo convierte todo dorado y brillante, como un resplandor. Es bonita como una imagen. De repente mi corazón es como un animal loco en una jaula demasiado pequeña. Antes de saber lo que estoy haciendo, saco una foto con mi teléfono. Tiene su sonrisa de frente y centrada, aunque mi teléfono con cámara tiene un zoom de mierda. Me quedo mirando la foto, luego a ella, y luego de nuevo la foto. ¿Qué mierda estoy haciendo? Estoy siendo incluso más espeluznante en este momento. Mi dedo se cierne para eliminarla, pero no puedo. Es demasiado buena. Demasiado rara. Es como borrar un maldito tigre blanco. Podría nunca verla de nuevo. Mierda, soy el tipo menos probable que la vea alguna vez de nuevo, teniendo en cuenta que no le agrado tanto. Así que la muevo alrededor y la escondo en mi teléfono para mantener a la fisgona de Miranda lejos de ella, pero la guardo. Por ahora. Hasta que esté harto de mi propia rareza y la elimine, se queda donde está. Es para la investigación, trato de convencerme a mí mismo mientras conduzco al club de Bárbara. Investigación para ayudarla a atrapar a Theo. Esta sonrisa es el ejemplo perfecto de lo que hace que el corazón de un tipo lata rápido como loco. Voy a hacer toda una lección sobre hacer que el corazón de un tipo lata rápido como loco. No es que le vaya a tomar mucho tiempo dominarlo. Ya, con sólo esa sonrisa… Mi corazón salta. Enciendo otro cigarro y agito furiosamente mi pierna. —Es suficiente —me regaño—. Corta esa mierda, amigo. Negocios. Todo esto es estrictamente negocios. Ella no quiere nada de eso de alguien como tú. *** Nerviosamente paseo por la sala esperando el mensaje de Ranik. Charlotte sonríe y se inclina hacia atrás en la cama, admirando su obra. —Esto luce estúpido en mí —le digo, y retuerzo las manos. El vestido de seda negro se aferra a mis hombros formando un cuello V y la falda se detiene en la mitad de mi muslo. —¡Has dicho que quieres pedirme prestado un vestido! ¡Te he dado un vestido! —Charlotte sonríe alegremente.

—¿No tienes nada... nada más…? —Te lo he dicho, el negro es el color más oscuro, y más ardiente que tengo. A menos que desees el vestido tubo de color verde lima. Me estremezco, y me inclino una última vez para mirarme en el espejo. Charlotte se levanta y pone su mano en mi hombro. —Estás increíble, ¿de acuerdo? Confía en mí. Mis habilidades de maquillaje y peinado nunca fallan. Es cierto que estoy un poco mejor de lo normal. Charlotte me ha aplicado brillo de labios pálido que huele como a almendras y una fuerte dosis de rímel en mis ojos, con alguna sombra de ojos marrón. Está muy lejos de mi delineador de ojos y pintalabios diarios. Si no me veo en el espejo me olvido de que estoy usando algo en absoluto. En lugar de mi moño de costumbre, ella ha dejado mi cabello suelto, para que flote alrededor de mis hombros. —¿Dónde es esa fiesta otra vez? —pregunta Charlotte. Luce igual de bien con maquillaje moderado, ya que cuando me haya ido, ella va a traer a Nate. —Es una cena —miento—. Para la Asociación Académica de Mooreland. Tengo que asistir para una de mis becas. —Cierto, cierto. Dios, se me olvidaba que tienes muchas de esas. —Veintidós becas no son muchas en absoluto, de verdad. Charlotte se ríe y me abraza. —Oh, Al. Eres tan tonta sobre algunas cosas. Y maravillosa. Pero en su mayoría tonta. Mi teléfono vibra, y rápidamente lo saco del sobre negro que Charlotte me ha prestado. Es Ranik. Charlotte estira el cuello para ver, pero agarro la chaqueta y empiezo a salir por la puerta. —No te quedes levantada por mí. —Sonrío—. Y practica sexo seguro. —¡Uf, sólo sal de aquí! —Charlotte le lanza una almohada a la puerta. Me tambaleo sobre mis tacones al bajar los escalones. Mamá solía hacerme ponérmelos para los concursos de ortografía y las competiciones de la liga de matemáticas y cosas parecidas, pero todavía soy mala coordinada sobre ellos. Cuando le pregunté a Charlotte si a los chicos les gustaba, ella me dio una afirmación rotunda. Grace no parece el tipo de usarlos, pero si a todos los hombres les gusta, tal vez a Theo también le gustarán. Necesito más práctica con ellos, y con un vestido en general, si quiero hacer que Theo me mire con algo más que una tibia amistad. Poco a poco, hago mi camino fuera hasta detrás del edificio. Las luces del camión de Ranik cortan a través de la noche de niebla, y sale rápidamente. —Hola. Tú… —Rodea la camioneta y deja de moverse, abre la boca. Miro detrás de mí para estar segura de que no hay osos salvajes o, peor, Theo. —¿Te... te pasa algo? —Me inquieto con mi sobre.

Los ojos color avellana de Ranik no pueden encontrarse con los míos ya, y se aclara la garganta. —No. Nada, uh, nada malo. Quiero decir, sí, mierda, ¡me ha parecido ver un murciélago detrás de ti! Entra en el coche, rápido, antes de que te chupe la sangre y te convierta en un vampiro. —Eso es un error común. La mayoría de los quirópteros son insectívoros — corrijo y lucho por subir al asiento del pasajero. Puedo oír a Ranik riéndose mientras gira alrededor de la camioneta, se pone en el asiento del conductor y conduce. —Seguro sabes cómo cortejar a un hombre con charla sexy, ¿no? —No para ti, pero para mí los hábitos alimenticios de los murciélagos son excesivamente eróticos. Me mira de reojo, y luego jadea. —¿Eso ha sido una broma? ¿Acabas de... acabas de gastarme una jodida broma? ¡Alabado sea Jesús! Hay esperanza para ti todavía. Lanza sus manos al aire, y yo agarro el volante con pánico. Se ríe y empuja mis manos. —Lo siento, lo siento. Voy a tratar de no matarnos. De nuevo. Le miro por primera vez, lleva puesta una camisa de botones negra que se ve muy fuera de lugar en él, pero de alguna manera también le queda bien. La rosa tatuada se asoma sobre el cuello. Su cabello negro desordenado está peinado, y sus pantalones vaqueros, simplemente son vaqueros no rasgados. Incluso llevaba un cinturón de cuero. Su colonia es débil y fuerte, mezclada con el olor a humo. —¿A dónde vamos, otra vez? —le pregunto. —A un club —dice—. De un amigo mío. —Me mantengo alejada de los clubes. Los encuentro sudorosos y extraños. Se ríe. —Sí, yo tampoco soy un gran fan. Pero esta es una ocasión especial. —¿Qué tiene de especial? —Es, uh… —Se masajea la parte posterior de su cuello, luchando con sus palabras—. Sabes qué, no es importante. Lo que es importante es la lección de esta noche. —¿Cuál es? Me da una sonrisa maliciosa. —Bailar. Lo que queda de la sangre en mi rostro se drena. —¿Es esto realmente necesario? Soy probablemente ni siquiera baile, tampoco.

una

desgracia

bailando. Theo

—Sí, pero no podemos evitar las bases. ¿Y si él quiere? ¿Qué vas a hacer entonces? ¿Decir “yo no bailo” y dejarás que esa chica Gracie lo lleve? Nah. Además, no todo es bailar. Esta es una lección sobre la conciencia del cuerpo, cómo manejar tu cuerpo para hacerte perder un poco el control. Vas a observar a las otras chicas e imitarlas. Aprenderás sobre cómo provocar a los hombres. —¿Provocar es algo que a los hombres les gusta? Ranik se encoge de hombros. —Quiero decir, a veces. Uhmm... ayuda al estado de ánimo. Parcialmente lo que queremos es que Theo llegue a estar tan excitado y provocado por ti que no pueda decir que no cuando le pidas que salga contigo. Y esta es una buena oportunidad para practicar. —Voy a estar haciendo el ridículo toda la noche. —No, no lo harás, porque a nadie le importa. Y si lo hacen, les noqueare. —Me mira con nerviosismo, como si estuviera preguntando si eso ha sido demasiado protector de su parte—. O puedo simplemente, ya sabes, no hacer nada y dejar que te revuelques en tu propia vergüenza. —Preferiría eso a que te comportes como un caballero de brillante armadura, sí. —No es… —Abre su boca para discutir, luego frunce el ceño. —¿No es qué? —Olvídalo. —Suspira. Por alguna razón, el sonido clava diminutas astillas de dolor en mi pecho. Ranik no suspira a menudo, no de una manera tan pesada y derrotada. Siempre es ligero, irreverente. Estoy incluso agotándolo, y eso me hace sentir mal. Es como ver a Charlotte aburrirse de mí, a pesar de que nunca lo ha hecho. Pero el aterrador pensamiento de que ella lo esté, siempre está ahí. No puedo permitir que Ranik se aburra de mí. Renunciaría como mi maestro, y me dejaría sola y confundida en el enorme, extraño mar del mundo de las citas. —Lo siento —le susurro. —¿Qué? —No quise decir caballero de brillante armadura. Aprecio el sentimiento detrás de ello. Hay un silencio, y entonces él le da una palmada al volante. —Ahora puedo morir en paz. ¡Alice Wells se está disculpando! ¡Conmigo! —No tientes a la suerte. —Frunzo el ceño. Ranik sólo se ríe, en cambio, y suena mucho mejor que su suspiro. Finalmente estaciona, y yo salgo lentamente. En el estacionamiento, él se estira. Se ve más alto, sus hombros parecen más amplios, y cuando levanta sus brazos, su camisa se sube y muestra tensas líneas de los músculos que lleva en el dobladillo de sus pantalones vaqueros. Me quedo mirando la forma de V teñido de cabello oscuro, extasiada. Ranik me pilla mirando. Me encuentro con sus ojos directamente.

—Tienes un muy buen os coxae. Ranik se ruboriza y frunce el ceño. —Tengo un buen, ¿qué? —Huesos en la cadera —digo—. Os coxae en latín. —¡Oh, claro! —Sus ojos se iluminan—. "Os, como hueso. Hemos dado eso en Psicología hoy. Entonces, ¿qué significa coxae? —Cadera —le digo. Ranik sonríe como si acabara de descubrir el secreto de la vida eterna. —Hombre, eso es tan guay. El latín está tan jodidamente guay. —Realmente lo es. —Sonrío. Ranik me mira, y de repente se aclara la garganta, demasiado serio. —Está bien, consejo, la mayoría de los hombres no se preocupan por el latín. —¿Tú sí? —Obviamente, porque es interesante y me gusta aprender cosas interesantes, pero no soy como la mayoría de los tipos. Así que. Sólo asume por ahora que palabras aleatorias que suenan como si estuvieras echando una maldición no van a funcionar con Theo, ¿de acuerdo? Si quieres darle un cumplido a los huesos de su cadera, hazlo en español. Yo sé que él es inteligente y lo entenderá y todo eso, pero Grace no le hará un cumplido en latín, así que sería mejor si no lo hicieras. Asiento, absorbiendo la información cuidadosamente. —Entiendo. —Y Grace no diría mierda como “entiendo”, tampoco. Diría algo como, “OkieDokie” o algo tan molesto como eso. —¡Okie-Dokie! —Pongo mi voz tan dulce y entusiasta como me es posible para imitarlo. Ranik parece conmocionado y me siento conmocionada sólo por decirlo, y luego ambos colapsamos en un ataque de risa. Ha sido tan poco natural, tan extraño y poco característico de mí, que deja un agujero en el aire por su pura ridiculez. —Nunca uses esa voz de nuevo, Princesa — dice Ranik. Me limpio una lágrima. —Otro punto que añadir a la lista de cosas en que estamos de acuerdo. Se está haciendo bastante larga. Ranik me da una media sonrisa, la tristeza se ciñe a los bordes. —Lo es, ¿no es así? Antes de que pueda preguntarle lo que eso significa, camina hacia la parte delantera con luces de neón del club, con el letrero de color rosa chillón; VENN DIAGRAM. Debería estar lleno porque es un viernes por la noche, pero no hay nadie en la cola. Sólo hay un gorila, un hombre fornido con un tatuaje de halcón sobre su cabeza rapada.

—Ranik. —Asiente el gorila—. ¿Y quién es esta hermosa señorita? —Hola, Lance. Esta es mi, uh. —Ranik lucha por encontrar la palabra correcta— . Mi… —Tutora. —Ofrezco mi mano—. Yo soy su tutora en matemáticas. Alice. Encantada de conocerte. —Alison —dice Ranik rápidamente—. Su nombre es Alison. De todos modos, ¿podemos entrar ya? —Un segundo, déjame comprobarlo. —Lance guiña y se escabulle por las puertas del club. Es una cosa extraña de hacer, pero Ranik se vuelve hacia mí e interrumpe mis pensamientos. —Mira, probablemente no sea la mejor idea utilizar tu nombre real aquí, ¿de acuerdo? —¿Por qué? ¿No adecuadamente.

son

estas

personas

tus

amigos? Debo

presentarme

—Sí, pero… —Su rostro se contorsiona—. Si Theo se entera de alguna manera de que has estado aquí… quiero decir, un montón de chicos de la escuela vienen aquí. Así que. Yo no quiero que… No quiero que por ser vista conmigo arruine tus posibilidades, ¿de acuerdo? Estás trabajando duro. Y no quiero arruinar eso para ti con mi reputación de mierda. Antes de que pueda argumentar, Lance vuelve, sonriendo. —Muy bien, están listos. Ranik suspira. —Vámonos. Lance nos lleva por el club completamente oscuro, y sólo damos unos pocos pasos antes de que las luces parpadeen por todos lados. Cuarenta personas gritan "sorpresa" al mismo tiempo, lanzando confeti, brillo y serpentinas hacia nosotros. Me sacudo el brillo y Ranik sacude su pelo rizado, riendo cuando Miranda y un hombre calvo grande inician un abrazo de grupo sobre él. Todos aplauden. Globos azul esmeralda y verde oscuro inundan el techo, con una pancarta verde de “FELIZ CUMPLEAÑOS RANIK” que cuelga sobre el bar con iluminación fluorescente en la parte posterior. La pista de baile está vacía y brillante con luces de neón, a la espera de que la fiesta comience. Un hombre negro con gafas camina entre la multitud sosteniendo una tarta gigante, y la gente empieza a cantar cumpleaños feliz. Ranik se mezcla incómodamente con la multitud, sacando el dedo medio a algunas personas de una manera infantil y petulante, pero el rubor en sus mejillas y la sonrisa en sus labios me dicen que está muy contento. Cuando terminan, sopla las velas, y la alegría es ensordecedora. La tarta se mueve a la barra y se corta. Miranda toma un poco de pastel y la extiende por el rostro de Ranik, y el calvo grande que le ha abrazado antes ahora le empuja repentinamente todo el rostro de Ranik hacia la tarta. Espero que esté furioso, pero Ranik termina riendo y pareciendo un mimo mal pintado. A medida

que se reparten las porciones de la tarta sin manchar y Ranik se limpia en el baño, me dirijo hacia Lance. —Él no me ha dicho que era su cumpleaños. —Es reservado acerca de ese tipo de cosas. —Lance sonríe—. No le gusta compartir cosas. No creo que tuviera mucho de eso en su hogar, al crecer, y a veces eso hace que las personas se cierren, hace que ellos no quieran compartir. Pero se lo sacamos a la fuerza. —¿Y toda esta gente... le conocen? —pregunto. —Claro. Son nuestros clientes habituales del club. Cuando Ranik se mudó aquí, trabajó como guardia de seguridad conmigo. Bárbara le dio el trabajo. —Lance asiente hacia un hombre jovial con lápiz labial de color rosa brillante y una peluca rubia que está ordenando botellas detrás de la barra mezclando bebidas—. No tenía un lugar al que ir, así que le dejamos dormir en el almacén en la parte de atrás por un tiempo, también. No me puedo imaginar al confiado, arrogante Ranik durmiendo en un catre almacén en la parte de atrás de un club dirigido por un travesti. No me lo puedo imaginar no siendo despreocupado e independiente, y acostándose con chica tras chica en ese sucio apartamento suyo. —Es un buen chico, un poco terco. No tonto, porque es inteligente si se le explican las cosas. Lance me da una palmada en el hombro. —Gracias por ayudarle con las matemáticas. Significa nosotros. Todos quieren verlo triunfar en esa universidad.

mucho

para

—¿Tarta? —Miranda se acerca a nosotros sosteniendo dos platos de papel cargados con tarta azucarada. Lance toma uno y sonríe. —Gracias. Tomo el otro tentativamente, observando la forma en que sus ojos color verde observan cada centímetro de mí. —Gracias. —Me suenas —dice finalmente. —Soy Alice... son —le digo—. Tutora de matemáticas de Ranik. Sus cejas rosadas se alzan en su cabello igualmente rosado, y sonríe como un gato que acaba de atrapar un pájaro. —¿Oh en serioooo? —Miranda, toma. Come una pieza antes de que se acabe. —El hombre corpulento, calvo se acerca y ofrece su pastel. Lo toma, comiendo bocados pequeños, pero sin quitarme los ojos de encima. El hombre grande me sonríe, su chaleco de mezclilla rasgado destaca sus enormes brazos. Es incluso más grande que Lance.

—Soy Trent. —Ofrece una mano que es el doble de tamaño que la mía, y se la estrecho—. Encantado de conocerte. —Alison —le digo—. Es un placer conocerte a ti también. Trent apunta al hombre negro con gafas. —Ese de allí, es Seth. Probablemente intentará venir y hablar contigo acerca de un raro grupo indie en algún momento de esta noche. Los tres somos compañeros de Ranik. Hago una cara “entendido”. —Bárbara es quien está detrás de la barra. Ya conoces a Lance, por lo que veo. De todos modos, gracias por venir. Si no te importa que pregunte, ¿de qué conoces a Ranik? —Ella es su tutora de matemáticas —dice Miranda arrastrando las palabras, golpeando a Trent en las costillas, pero él la ignora cuándo Ranik aparece, su rostro un poco rojo por habérselo frotado para limpiarlo y un pedazo de pastel en sus manos. —Muchas gracias por arruinar mi cabello. Esa mierda me ha llevado horas —le dice de buen humor a Trent. Miranda sonríe. —Si dejaras de pasar tanto tiempo delante de un espejo, tal vez acabarías con algo en tu vida. —Oh, voy a hacerle caso a la chica que todavía trabaja en Hot Topic —replica Ranik. Lance se ríe. —¿Cuántos años tienes ahora, trece? —le pregunta Trent a Ranik inocentemente con la boca llena de pastel. —¡Lo suficientemente viejo como para vencer a tu culo con crema batida! —Ranik. —Unas gemelas con brillantes tops y vaqueros ajustados interrumpen y enganchan cada una sus brazos—. ¡Ven a bailar con nosotras! Como si fuera una señal, comienza un estruendoso sonido desde la esquina del DJ. —Un segundo —menciona Ranik, luego se vuelve hacia mí, alejándome de Lance y los otros suavemente—. Realmente lo siento por todo esto. —¿Lo sientes por qué? —Inclino mi cabeza—. Creo que es encantador. Feliz cumpleaños, también. Algo parpadea por toda su expresión, y si no le conociera, diría que es alegría, que ha sido rápidamente aplastada. Niega. —No era mi intención… Sólo pensé que sería un buen lugar. Debería haber elegido un club diferente, y no en mi cumpleaños. Pero yo quería… —Está bien —le señalo—. Tienes que ir… eres el hombre del momento. Sería de mala educación mantener a tus invitados esperando. —¿Está bien... —Se calla—. ¿Está bien si te digo que estás guapa?

La pregunta me sobresalta, y debe haberlo visto, porque comienza a aclarar: —No quiero que pienses que estoy coqueteando contigo, porque no lo estoy. Sólo quería que supieras que estás guapa, pero no he dicho nada porque no quería que… no quisiera que te enfades conmigo otra vez. No estoy tratando de acostarme contigo. Sólo quiero que sepas que estás muy guapa. Esta noche. Y todos los días. Espera, mierda. Un extraño calor se infiltra en mi corazón. Hace una mueca y pisotea en el suelo, su cabeza se alza de golpe y sus ojos se encienden con una idea. —¡Es una continuación de nuestra lección! —dice rápidamente—. ¡Sí! Uh, aprender cómo aceptar elogios de un chico. Sí. Así que, permíteme decir que estás guapa. Sin enfadarte. Sólo una vez. —Ya lo has dicho varias veces. —¡Es verdad! Mierda. Bueno, voy a dejar de hacerlo. De todos modos, lección aprendida, fin. Espero que lo hayas escuchado lo suficiente, porque no voy a volver a decirlo nunca más. Volveré —insiste—. Y podemos intentar otra lección real entonces. Simplemente, no te vayas. —No lo haré. Pero lo haría mejor si me dieras una tarea mientras estoy esperando. —Um —Mira a su alrededor, luego se instala en la barra—. Ve a hablar con Bárbara. Ella y yo hablamos… te ayudará a comenzar con lo básico. —Gracias. Me siento mucho más a gusto cuando hago algo productivo en un entorno social nuevo y extraño. Ranik sonríe, y luego desaparece entre la multitud. Las dos chicas al instante se le pegan a sus brazos de nuevo como garrapatas, me doy cuenta con un sabor de amargura en mi lengua. Lo ignoro. No tengo derecho a amargarme por lo que hace. Tengo una lección que aprender por Theo. Me acerco a la barra, cerniéndome con incertidumbre alrededor del borde de la misma. Bárbara está vestida con una hermosa bata de seda rosa y pantuflas de peluche, y hace bromas y coquetea con los clientes al mismo tiempo que prepara decenas de bebidas complicadas a velocidad de la luz. Estoy tan impresionada por su habilidad para las multitareas que no me doy cuenta cuando vuelve su mirada hacia mí. —¿Cariño? —Bárbara ondea una mano delante de mi cara—. ¿Hooolaaa? ¿Qué quieres beber? —Oh, lo siento. Estaba tan fascinada… la velocidad y precisión con las que sirves las bebidas son increíbles. Eres increíble. Bárbara me da un guiño. —Eso me han dicho antes. —¿Por qué golpeteas la hoja de menta antes de meterla en una bebida? ¿Por qué no la aplastas simplemente?

—Aplastarla hace que se vuelva viscosa y amarga —dice ella. —¡Por supuesto! —Reflexiono—. La amargura debe ser causada por la descomposición de la clorofila en la membrana celular de la hoja. Bárbara canturrea una risa, y pone la cabeza sobre su barbilla. —Oh, yo te conozco. Debes de ser Alice. Ranik me ha contado mucho sobre tu pequeño y dulce cerebro. ¡Eres mucho más guapa en persona! —Gracias. Pero él insiste en llamarme Alison aquí. —Cierto. Alison entonces. ¿Qué puedo servirte? —Yo no bebo. Sin embargo, él ha dicho que me darías “lo básico”. —Eso es correcto. ¡Naomi! —grita Bárbara a través de la multitud. Una mujer con rizos rojos ardientes se nos acerca—. Observa la barra por un segundo, ¿quieres? Tengo una amiga con la que quiero bailar. —Claro. —Naomi sonríe. Bárbara viene alrededor del mostrador y envuelve su enorme mano cálida sobre la mía, llevándome a un espacio al lado de la pista de baile ahora concurrida. —Muy bien, así que vamos a empezar con la observación, porque el mejor baile viene de ver —expresa Bárbara, señalando a una chica y un chico en la multitud— . ¿Ves a esos dos? La chica es rubia, con un considerable trasero que contonea en la entrepierna del hombre con obvio deseo. —¿Qué pasa con ellos? Son muy aburridos —le señalo. —Mira de nuevo. Miro. La rubia se separa del hombre y gira su torso con gracia, el resto de su cuerpo sigue el movimiento como una ola. Se ondula como una serpiente, la gracia, la elegancia y el atractivo sexual aparentemente sin esfuerzo fluyen de ella. El hombre la atrae rápidamente de nuevo hacia él, y el contoneo se reanuda, pero la imagen de sus movimientos se queda conmigo. —Eso es lo que queremos. —Bárbara interrumpe mis pensamientos—. Ese suave, sexy y lindo movimiento fluido. Es básico y fácil de dominar en poco tiempo. Bárbara empieza a moverse así justo en frente de mí sin dudarlo. Incluso sin las curvas de una mujer que lo respalde, el movimiento es hipnotizante y no tiene defectos. —Ahora, inténtalo. —N-no tengo ninguna coordinación. —¡Es pan comido! —Bárbara se acerca por detrás, acomodando mis caderas y hombros por mí con firmes pero suaves manos—. Ahora mueve tu pecho como si estuvieras respirando profundamente y deja que el movimiento se extienda hasta tu trasero.

Frunzo el ceño y lo intento, pero simplemente termino dando bandazos inexpresivamente. Bárbara hace una mueca, y me posiciona de nuevo. Lo intento otra vez, con los mismos resultados. Señala algunas chicas más haciéndolo, y las veo fijamente y trato de moverme junto con ellas, pero no lo hago bien. Por último, Bárbara frunce el ceño. —Hmm. ¿Cómo puedo explicarte esto mejor? —Está bien. Soy un desastre —le indico—. Volvamos al bar, o baila con otra persona. Estás perdiendo el tiempo aquí. La gran mano de Bárbara palmea mi cabeza como reprimenda. —No seas tonta. Vamos a salir de esto juntas. ¡Oh! ¡Lo sé! Los pectorales. —¿Qué pasa con ellos? —Te gusta la ciencia, ¿no es así? Se empieza tensando los pectorales, empujando hacia fuera lo más que puedas. Luego los contraes, haciéndolos tan pequeños como puedas, y flexionas tus abdominales superiores, haciéndolos más grandes y luego más pequeños, y luego los abdominales inferiores, y, finalmente, mueves tus, um, huesos de la cadera. —Os coxae. —Sí, esos. Trata de imaginarlo como un modelo de anatomía, si eso ayuda. Observo a Bárbara hacerlo de nuevo, y me concentro. De repente está tan claro —me imagino los diferentes músculos contrayéndose a medida que trabajan juntos para mover el torso en un movimiento fluido. Lo intento, lentamente al principio, luego más rápido. Bárbara aplaude y chilla. —¡Lo has conseguido! ¡Eso ha sido perfecto! Una oleada de orgullo cálido, del tipo que recibo cuando obtengo un sobresaliente en un examen, inunda mis venas. Lo hago de nuevo, y otra vez, y Bárbara se toma su tiempo señalando otros movimientos de baile que las chicas están haciendo. Los simples, principalmente. Me los explica lo mejor que puede, con mi ayuda para nombrar los diferentes grupos musculares y segmentos óseos. Juntas, le enseñamos a mi cuerpo a bailar de forma básica, y cuando Bárbara está satisfecha, me lanza a la pista de baile. —¡Vamos, cariño! ¡Es hora de ponerlo en práctica! —Pero estoy… —Miro a mi alrededor a la multitud bailando, temerosa de que alguien se dé cuenta de lo rudimentaria que soy. Bárbara agarra mis manos y las balancea alrededor. —Si te preocupas por lo que la gente piense, se notará. El baile será todo tenso, y no del todo correcto. Quieres que salga bien, ¿no? Quieres que se vea bien para este muchacho que quieres impresionar, ¿verdad? Asiento. Bárbara sonríe. —Si no puedes hacerlo aquí, entonces ¿cómo vas a hacerlo delante de él?

Su argumento es tan lógico que no puedo refutarlo en lo más mínimo. Intento algunos movimientos experimentalmente, y Bárbara me anima con guiños y un ocasional “vamos, cariño” y “así se hace” y “¡te ves tan sexy!”. Debería hacerme sentir incómoda, pero cada vez que me llama la atención, hace un movimiento de baile extraño y no puedo evitar echarme a reír. Lo está haciendo por mí, para que no me sienta tan torpe, y le estoy muy agradecida. Finalmente, aprendo a dejar de preocuparme. Puede que sea el calor de los cuerpos a mi alrededor, o la música que prácticamente aleja todos los pensamientos de mi cabeza, o las enseñanzas de Bárbara, pero me importa menos y menos hasta que me muevo por mi cuenta, sin parar, moviéndome con la música y el ritmo alrededor de la gente con una facilidad que me sorprende. Veo a Bárbara regresar al bar, y agita su mano y me da un pulgar hacia arriba. Veo a Miranda y Seth bailando juntos, Seth muy contento con la forma en que Miranda serpentea sus manos alrededor de sus caderas. Trent está bailando con Naomi. Un tipo con una ceja perforada y un rostro bastante agradable me sonríe, y hace un gesto para que me acerque. No le conozco en absoluto, y los nervios carcomen mi estómago como el ácido, pero bailar con alguien que no conozco, hará que bailar con Theo sea pan comido. Teóricamente. Reúno mi coraje y le devuelvo la sonrisa, pensando en cómo respondería Grace, cómo se movería. Mi baile se vuelve más fluido, y me siento casi cómoda mientras me muevo. El chico no se queja; una extraña mirada vidriosa cubre sus ojos cuando muevo mis caderas. Borro su rostro y lo reemplazo con el de Theo, y funciona tan bien que ni siquiera le detengo cuando pone un brazo alrededor de mi cintura y me tira hacia él. Ahí es cuando me encuentro con los familiares ojos verdedorados a través de la multitud. El rostro al que pertenecen está conmocionado, congelado mientras me mira fijamente. Emocionada de mostrarle a mi maestro lo lejos que he llegado, ondulo mis caderas y agito mi torso. ¡Mírame! ¡Mírame, Ranik! ¡Mira lo que puedo hacer ahora! ¡Estoy bailando con un desconocido! ¿No estás orgulloso? Pero el rostro de Ranik no se enciende, sólo se oscurece. Se mete entre la multitud hacia mí, tirando de mi mano más o menos alejándome del chico. —¡Oye! ¿Qué estás… —protesta el chico. Ranik le gruñe algo confuso, y sus protestas vacilan. Ranik me aleja de la pista de baile hacia el aire fresco de la noche fuera de la barra, y al segundo que deja ir mi mano se da la vuelta para encararme. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Estoy haciendo lo que me dijiste que hiciera —le especifico, tratando de mantener mi temperamento bajo control—. Bárbara me ha enseñado a bailar, así que estaba bailando. —¡Con un completo idiota! —¿Y? Es un extraño. Me importa muy poco si es un idiota. Probablemente nunca le volveré a ver. El rostro de Ranik se vuelve rojo.

—Tú… tú… —¿Sin embargo me has visto? —prosigo, la emoción haciéndose cargo de mi voz—. Estaba intentando mostrarte. ¿Has visto lo fluida que era? No creía que fuera posible, ¡pero he aprendido a bailar! ¡No soy muy buena, pero al menos soy pasable! Bárbara ha sido una maestra maravillosa. Los ojos de Ranik se oscurecen con la sombra de cierta suavidad repentina. —¿Estabas intentando mostrarme? —Sí. Pensaba que estarías feliz por mí. Se queda en silencio, un silencio pensativo, y luego se apoya en un coche cercano, sus ojos extrañamente resguardados. —Muéstrame. —¿Qué? —Muéstrame otra vez. —Pero ya lo he hecho. —No estaba prestando atención en ese momento. —Su voz de repente es fuerte—. Muéstrame otra vez. Por alguna razón, un rubor tiñe mis mejillas ante su orden. Aquí fuera, la música es un zumbido distante, y no hay una multitud calentada de personas para perderme. Sólo está Ranik, con sus ardientes ojos color avellana, la noche, y yo. Estamos solos en el estacionamiento, y pronto soy dolorosamente consciente de ello mientras trato de bailar. Me detengo abruptamente. —No puedo. No así. Es demasiado incómodo. —No parecías preocupada por estar incómoda cuando has puesto tu culo en la entrepierna de ese tipo. —¡C-cómo te atreves! —le espeto—. Me dices que aprenda, y cuando estoy en el proceso de aprendizaje, ¿de repente te enfadas conmigo por ello? —Te dije que aprendieras los conceptos básicos de Bárbara, no que te contonearas contra la polla de un tipo. —¿Por qué estás siendo tan… tan desconfiado? Ranik se pone rígido, formando puños con las manos. —No estoy siendo desconfiado, estoy velando por mi maldita estudiante. Aprender a bailar está bien, pero bailar con algún baboso no te va a ayudar a obtener a Theo. Es malditamente innecesario. —¡Es una práctica! —¿Quieres practicar? ¡Entonces practica con alguien que no está pensando en follarte! —¿Alguien como tú? —me burlo. —Sí —gruñe—. Como yo.

—Está bien. —Me acerco y me inclino hacia él. Me concentro en la música lejana, tirando de ella en hilos desnudos a mis oídos y muevo mi cuerpo con el suyo. No le toco, permanezco fuera de su alcance mientras me muevo y contoneo con más elegancia de la que tenía al principio. Si lo saco de mi mente, puedo bailar sin reservas, como si estuviera en la multitud de nuevo, casi con Theo de nuevo. Estoy tan perdida en ello que apenas escucho el gemido, pero ciertamente siento la presión suave a lo largo de mi trasero, mi espalda y mis hombros cuando Ranik se alinea contra mí, acariciando mi cuello. Su olor es de pino y humo, mezclado ligeramente con whisky. —Mierda —susurra—. Alice… Sus manos se envuelven alrededor de mi cintura, y él las corre dolorosamente lento a lo largo de mi vestido hasta apoyarlas en mis caderas. Estoy tan perdida imaginando lo que pueden hacer las manos de Theo que no puedo detener el suspiro satisfecho que escapa de mis labios. La caliente y larga dureza contra mi espalda es lo que me saca de ello. La ilusión se rompe. Me alejo rápidamente, y Ranik empieza a decir: —Mierda, lo siento, yo… Cubro mi rostro con mis manos sin decir nada, absolutamente mortificada. —Princesa, lo siento. No era mi intención… —Tengo que ir a casa —me quejo a través de mis dedos. —Oye… —Por favor, llévame a casa —solicito con una intensa necesidad, pero luego lo pienso mejor. No puedo fiarme de él, o confiar en él. No después de lo que ha pasado con el café, y el viaje a la escuela, y la llamada. No después de la erección contra mi espalda, traicionando lo que realmente siente. Debería haber sabido que no puedo confiar en él. Es Ranik Mason, y quiere ir a la cama con cualquiera con dos cromosomas X, no importa cuántas promesas haga. Es un mentiroso. Me vuelvo sobre mis talones y me compongo, alejándome de ser una chica sonrojada que baila sin cuidado y volviendo a mis sentidos como una mujer independiente y lógica. —No importa. Llamaré un taxi. Disfruta tu fiesta. —¡Princesa, espera! ¡Princesa! No espero. No puedo esperar a nadie. Ellos simplemente me decepcionarán. Yo simplemente les decepcionaré. Camino tan rápido para alejarme de su voz que no noto la acera oscura y bajo en un ángulo extraño. Grito cuando mi talón se retuerce debajo de mí, el tacón de centímetros se rompe. El cemento raspa mis muslos y mi brazo como una ardiente lengua de gato, las palmas de mis manos gritan en agonía al rojo vivo. La voz de Ranik suena estrangula y se lanza para ponerse a la par conmigo. —¡Alice! ¡Mierda! ¿Estás bien?

A través del dolor, la piel raspada y la sangre brotando, le miro, aturdida. —Esta es la primera vez que me has llamado por mi nombre. Se congela, saltando rápidamente a la acción. Saca su teléfono móvil y escribe un mensaje con rapidez, en total silencio. Cuando termina me mira. —Hay sangre por todas partes. Te has arañado fuerte. —Sostiene mi zapato roto—. Y esta cosa está en ruinas. —Viviré. —Sorbo—. El cuerpo humano es increíblemente hábil en curar heridas superficiales menores. —Trato de ponerme en pie, y Ranik contiene el aire bruscamente. —Guau, guau, guau, guau, no trates de ponerte en pie. —Tengo que llegar a casa —le digo rotundamente y lucho más fuerte—. Y atender las lesiones antes de que se infecten. —Les he enviado un mensaje a Trent y Seth. Vendrán con la camioneta, ¿de acuerdo? Cojeo sobre mis pies, y mi primer paso confirma mi peor miedo: me duele demasiado como para caminar. Pero tengo que llegar a casa por mí misma. Suelto un grito de dolor, me doblo, y el brazo de Ranik sale disparado, envolviéndose alrededor de mis hombros para sostenerme. El olor a pino y humo me rodea. —No necesito ayuda de tus amigos —digo entre dientes—. O de ti. Vuelve a tu fiesta y sólo déjame en paz. —Sí, esa es una gran idea. Dejar a la chica sangrando en la acera sola en medio de la noche. —Llamaré a un taxi. Ahora déjame. —No será así, Princesa. —Ranik niega con la cabeza—. Me quedaré aquí hasta que llegue la camioneta. Justo cuando dice eso, un par de faros barren la carretera y una enorme camioneta roja se detiene frente a nosotros. Trent y Seth salen, sus rostros están grabados con preocupación, me irrito al darme cuenta. ¿Por qué se preocupan por mí? Apenas me conocen. ¿O es preocupación por Ranik? —¿Todo bien? —pregunta Trent. Seth se arrodilla junto a mí, sus ojos oscuros asimilan las heridas iluminadas por el resplandor de bronce de una farola. —No puedes hacer nada —le espeto. Seth me mira con una sonrisa torcida. —Oh, creo que puedo. Estoy en el Curso de introducción a la medicina. Premedicina. Podría no confiar en extraños, pero confío en su conocimiento. No discuto cuando sus gentiles dedos tocan mi tobillo. —No hay nada roto. —Concluye—. Pero tienes definitivamente un esguince. Tenemos que acostarte de inmediato, y vendar esas heridas. —Agradecería que simplemente me dejaran en mi dormitorio. Puedo encargarme de estas cosas yo misma.

Seth me mira durante un rato. —Nuestra casa está mucho más cerca. Y necesitamos desinfectar esos rasguños lo antes posible. Están cubiertos de grava. Me estremezco mientras trato de levantarme de nuevo, y Ranik gruñe. —¡Ya deja de intentar irte, Princesa! ¡Simplemente déjanos ayudarte! —No puedo —me quejo—. No puedo confiar en ti. —¡Puedes confiar en mí! —insiste Ranik, sus ojos de repente están heridos y su voz quebrada—. ¡Soy yo, por la mierda santa! Sí, no soy tu mejor amigo, ¡pero no soy un desconocido! ¿Verdad? Detrás del hombro de Ranik, Trent nos está mirando con una mirada muy extraña y retorcida en su rostro. Sus ojos se mueven de Ranik a mí, y luego ida y vuelta otra vez. Cuando me quedo en silencio, Ranik forma puños con sus manos. Puedo ver la ira en él, pero respira profundamente y con rapidez la contiene, su voz ahora es baja y estable. —Hasta ahora te he ayudado, Princesa. Todas las cosas que te he enseñado han funcionado y han ayudado, ¿no es así? No puedo refutar la verdad. Asiento. —Así que, por favor —murmura—, si no confías en mí, confía en lo que has aprendido. Cuando digo que voy a hacer algo, lo hago. Simplemente deja que Seth te vende en la casa, y luego te llevaré a la tuya justo después. —¿Justo después? —pregunto. —En el segundo que quieras —acuerda. De repente me siento tan cansada, demasiado cansada para luchar. —Está bien. Seth se mete en el lado del conductor de la camioneta, y antes de que pueda moverme Trent se acerca a recogerme, pero Ranik le gana, entrelazando sus brazos cautelosamente alrededor de mi espalda y en la parte interior de mis rodillas. Con sorprendente fuerza y rapidez, me levanta al asiento del copiloto de la camioneta, y casi me arrepiento de perder la tensión placentera de su pecho contra mi cabeza, el sonido de los profundos latidos de su corazón. Me abrocho el cinturón mientras Trent y Ranik saltan en la parte posterior de la camioneta. Seth se detiene en el club, y Miranda sube con ellos. Voy desvaneciéndome de forma gradual, el dolor amortiguándose a un latido ardiente. Seth no dice nada, conduciendo en silencio. No puedo oír lo que están hablando en la parte posterior de la camioneta porque la ventana está cerrada, pero podría ser lo mejor; Trent parece enfadado mientras habla, y Miranda parece sorprendida. No puedo ver el rostro de Ranik, ya que está apoyado contra la ventana, pero puedo ver que su boca se mueve y su cabeza niega muy a menudo. Seth mete la camioneta en un estacionamiento. El edificio de apartamentos es de dos pisos, largo y de pintado con un azul claro con puertas enrejadas. Ranik se

apresura a entrar, subiendo las escaleras de dos en dos y abriendo la puerta del 205 primero, luego desaparece dentro. Trent se mueve para llevarme, pero yo le hago una seña desestimándolo. —Estoy bien gracias. Me tambaleo, y Miranda bufa y mete su hombro bajo el mío para sostenerme. —Bien y una mierda. Las escaleras son lo más difícil, pero de alguna manera las paso y entro al apartamento. Las luces están encendidas, la cocina desordenada pero bien utilizada en una esquina. El salón tiene dos sofás, una televisión enorme y varias consolas de juegos. Hay carteles de Arnold Schwarzenegger, anime y personajes de videojuegos alineados en las paredes. Hay un muñeco inflable vestido con una camisa hawaiana en una esquina, su rostro tiene dibujados un impresionante bigote y un monóculo. Es tan extraño que se me escapa una risa, y Miranda sonríe. —Veo que has conocido al señor Pibbles. —¿Tiene nombre? —Oh, definitivamente. Es la mascota de nuestra casa. Ranik sale corriendo sin aliento de una habitación por el pasillo, con ropa y papeles en sus manos mientras hace un gesto. —Aquí. La habitación es pequeña y está pintada de azul oscuro, con pegatinas en el techo que brillan en la oscuridad. La cama es simple y doble, con cubiertas de tela escocesa desordenadas que lucen como si acabara de acomodarlas. Hay cajas que se alinean contra una pared, llenas de ropa y libros. A excepción de un ordenador portátil en un escritorio y una silla, no hay ningún otro mueble aquí. Hay carteles de cine vintage en las paredes, y un estuche de guitarra apoyado en una esquina. Su ventana tiene vistas a la ciudad, las luces parpadeantes de la noche atraviesan la cortina. Todo huele a agujas de pino y tela vieja. Miranda me ayuda a ir a la cama, y Ranik se cierne con incertidumbre en la puerta. Seth le empuja para pasar con un botiquín de primeros auxilios. —Muy bien, todo el mundo fuera. —Chasquea la lengua—. Denme un poco de espacio para trabajar. —Trata de no matarla. —Miranda le guiña, y él pone los ojos en blanco en respuesta. Ranik sale el último y cierra la puerta, y oigo una película en la televisión poco después. Los dedos largos y elegantes de Seth limpian suavemente mis rasguños y aplican el yodo, el ardor hace que me muerda los labios, pero sólo por un momento. —Has sufrido una gran caída —dice Seth. Me concentro en el cartel de la mujer casi desnuda en la parte posterior de la puerta y arrugo la nariz. Es increíblemente corpulenta y de cabello oscuro, todo lo contrario a mí.

—Normalmente no pierdo el equilibrio —le digo, alejando la mujer de mi mente mientras miro a mi alrededor—. Estaba distraída. —Tú y Ranik parecen distraerse entre sí. Apenas ha quitado sus ojos de ti en toda la noche. —Te aseguro que había muchas otras mujeres a las que estaba mirando. —No, no esta noche. Le conozco desde hace cuatro meses, pero sé lo suficiente como para ver cuándo está centrado en una mujer. —Seth lo dice a la ligera, y envuelve un fajo de gasa alrededor de mi muslo. Le ayudo a girarlo alrededor, y envuelve las palmas de mis manos también, fijándolas con cierres. Comprueba el tobillo de nuevo, y suspira. —Bueno, tendrás que evitar apoyarlo. Recomiendo una tobillera, se pueden comprar en la mayoría de las farmacias. —Gracias por tu trabajo —le digo—. Pero tengo clases a las que ir y cosas que hacer. Tengo que caminar. No puedo evitar apoyarlo. —¿No tienes coche? Niego con la cabeza y me muerdo la boca para no decir la verdad: mamá nunca me enseñó a conducir. No confiaba en mí. Pensaba que haría pedazos el coche, o me quedaría embarazada o tendría una sobredosis. Seth suspira. —Bueno, intenta pedir que te lleven y toma el autobús lo más que puedas. —Lo intentaré. —El agotamiento repentino me golpea de nuevo, esta vez mucho más fuerte, y aunque lo combato me hundo en las almohadas. Seth cierra el kit y se mueve para salir, y digo en voz alta: —¿Seth? Se da vuelta. —¿Sí? —¿Podrías… podrías decirle a Ranik que lamento haber arruinado su fiesta de cumpleaños? Seth sonríe suavemente. —Claro que sí. Mis párpados caen, y me quedo muerta para el mundo.

rent enciende la televisión, pero no hace nada para cortar la tensión en la sepulcralmente silenciosa sala. La sala nunca está tan silenciosa. No así. Siempre hay una sencilla charla, un videojuego o una risa de cualquiera de nosotros. Miranda da golpecitos con su pie. Trent mira la televisión con una expresión determinada. —¿Quién es ella en realidad? —pregunta Miranda finalmente, mirándome con ojos afilados. —Te lo he dicho, es mi tutora… —Mentira —dice Trent firmemente—. Los hemos escuchado hablar. Y por cómo sonaba, tú le has estado ensenando cosas a ella, no al revés. —He estado… hemos estado… trabajando en un proyecto juntos. Para la universidad. —¿Qué clase? —dice Trent. —Has montado una escena —interrumpe Miranda antes de que pueda corroborar mi mentira—. La has visto bailando con Ned, te has puesto horriblemente celoso y la has arrastrado afuera. Es tu último ligue ¿no? Lo sabía. Debe ser jodidamente buena en la cama para que tú estés celoso. —No. —Aprieto los puños—. No hables de mierda que no entiendes. —Entonces ayúdanos a entenderlo, Ranik —murmura Trent—. ¿Quién es ella? Maldigo y me recuesto en el sofá, luego me inclino hacia adelante otra vez y me alboroto el cabello. Me duele la cabeza. Estoy jodidamente preocupado por las heridas de Alice, pero no puedo ir ahí y vigilarla. Reconozco la mirada en sus ojos —siempre desconfiando de mí como la mayoría de la gente hace, pero me ha dolido más viniendo de ella. ¿Y ahora? Ahora nunca confiará en mí. Sin embargo, jodidamente lo merezco, por ser un extraño desgraciado y masturbarme pensando en ella, por hacerle fotos, por ponerme duro cuando estaba intentando mostrarme lo que había aprendido, lo que le dije que tenía que aprender. Este es mi karma. Me he vuelto loco por la forma en que contoneaba sus caderas contra Ned sin ninguna razón, y le he perseguido y provocado que se haga daño. Ahora —sin ninguna duda— definitivamente me odia. Definitivamente no soy el tipo de chico que alguna le vaya a gustar. —¿No se lo dirán a nadie? —Señalo a Trent y Miranda. Asienten—. Porque confío en ustedes. —No lo haremos, Ranik. Lo juro —dice Trent.

—Te lo juro. —Miranda asiente con furia. Exhalo un suspiro. —Alice está enamorada de Theo Morrison. Me pidió que le enseñara como atraparlo. Y a cambio, hace todos mis deberes. —¿El tipo de la radio? —Miranda arruga la nariz—. ¿El que parece un muñeco Ken? Mi risa es oscura. —Ese mismo. —Así que has estado enseñándole… ¿qué exactamente? —pregunta Trent. Me encojo de hombros. —Es una completa novata en las citas. En su mayoría cosas inocentes, tomarse de las manos, qué ropa interior usar. Cosas que toda chica debe saber pero de alguna forma no lo sabe. Es como si nadie nunca le hubiera enseñado. —Más como que no ha tenido tiempo —murmura Miranda—. Siempre la veo en la biblioteca. Es como si viviera ahí o algo así. Probablemente también era así en la secundaria. —¿Y esta noche? —pregunta Trent. —Esta noche —suspiro—. Le estaba enseñando a bailar. O, Bárbara lo hacía. —Y entonces te has vuelto loco —dice Miranda felizmente. —No sé qué me ha pasado —digo—. Así que déjenme en paz ¿está bien? Probablemente ha sido el alcohol. Miranda se ríe y se levanta para buscar un vaso de agua en la cocina. Trent menea la cabeza hacia mí. —No ha sido el alcohol, Ranik. —¿Qué se supone que significa eso? —No mucho. Solo que, mientras conducíamos hasta aquí, y he visto tu rostro… nunca te había visto así de preocupado por ninguna chica en toda mi vida. —No estoy jodidamente preocupado. —Me reclino, poniendo mis brazos sobre el sofá y los pies encima de la mesa de centro—. ¿Parezco malditamente preocupado? Trent se calla, luego vuelve a ver la televisión. Miranda abre una bolsa de patatas fritas y mastica ruidosamente, hurgando en la nevera. Cuando Seth sale de mi habitación y escucho que la puerta hace clic, me giro inmediatamente y me levanto del sofá para interceptarlo. —¿Y? —pregunto. El rostro de Seth es todo serio, pero tiene toques de una sonrisa. —Se ha quedado dormida. Me ha dicho que te diga que lo siente por arruinar tu fiesta de cumpleaños. —Ell-ella… no ha arruinado nada —balbuceo. Seth se ríe. —Dile eso por la mañana. Necesita descansar.

—Puedo sacar el colchón de aire —ofrece Trent. —Nah. Está bien. El sofá estará bien. —Odias este sofá. —He dicho que está bien, ¿sí? Trent levanta sus manos en señal de rendición, y apaga la televisión, arrastrándose hacia su habitación. —Claro. Estoy agotado, así que… buenas noches. —¡Buenas noches! —grita Miranda, pasando por delante de mí con un vaso con leche chocolatada. Seth la sigue a su habitación, dándome golpecitos en el hombro cuando pasa. —Ella va a estar bien, Ranik. Trata de dormir un poco. Me sonrojo. —¡Como si me importara! Seth solo se ríe y cierra la puerta de su habitación. La sala se queda oscura y tranquila y por fin, gracias al misericordioso dulce Jesús, vacía. Apago las luces y limpio el desastre de Miranda antes de sacar una manta del armario y colapsar en el sofá. Los resortes se me clavan en la espalda y es demasiado pequeño, pero está bien. Vale la pena si Alice duerme bien esta noche en mi cama. Mi cama. Alice en mi cama. Incluso jodidamente ahora, sabiendo que me odia y está mal herida, mi polla no se da por vencida. Vuelve a la vida con el pensamiento de Alice en mi cama, su cabello en mi almohada, sus piernas en mis sábanas. ¡Corta la mierda, cretino! ¡Está herida! No está lo suficientemente herida, guiño, guiño. Gimo y me doy la vuelta. No tengo quince años. He estado con demasiadas mujeres como para contarlas. ¿Treinta y cinco? ¿Treinta y siete? Llevaba la cuenta al principio de este año, pero la perdí cuando toda chica de repente decidió que le gustaban los tatuajes y los chicos con sonrisas torcidas en la universidad. No soy un preadolescente y no soy inexperto, debería poder evitar ponerme duro para estas alturas. Pero aquí estoy, excitado como un pecado por la única chica que jamás podré tener, quien está durmiendo a solo 20 metros de mí en mi propia cama. Resisto la tentación al máximo de espiarla y observarla. Ya le he causado suficiente daño. La mejor cosa que puedo hacer ahora es mejorar. Volverme frío, alejarme. Tengo que ser más como ella, todo negocios, profesional y distante. Solo estoy jodiendo las cosas por ser yo mismo; hiriéndola y arruinando la oportunidad de incluso ser amigos. Así que tengo que volverme frio. Puedo hacerlo. Lo he hecho antes, lo hago con cada chica. No será tan difícil. Solo tengo que concentrarme. Solo tengo que sacarme esa imagen mental de ella bailando, balanceando sus deliciosas caderas, cada parte de ella rebotando en la misma forma que quiero hacerla rebotar…

Me tapo el rostro y maldigo en mi puño. Esto se está volviendo ridículo. ¿Por qué estoy tan obsesionado con una chica? Es solo una chica. Solo es… Saco mi teléfono y de repente estoy mirando fijamente la foto que le hice en el café. No es solo una chica. Es una gran chica. Su sonrisa es tan feliz, casi tan feliz como la que he visto en ella esta noche mientras bailaba. Pensaba que era Ned quien la hacía sonreír de esa manera, pero después me ha dicho que me estaba mostrando sus movimientos de baile, y me he dado cuenta de que debía haberlo sabido mejor. No sonreía porque un depravado estaba con ella, sonreía porque estaba orgullosa. Porque estaba aprendiendo muy bien. Porque quería que yo estuviera orgulloso de ella. Y yo he estropeado eso al ponerme raro. Mis manos todavía recuerdan la curva exacta de sus caderas, el sonido de su suspiro, y el aroma a rosas de su cabello. Gimo de nuevo y tiro la manta sobre mi rostro. Ya estoy perdiéndolo, y ni siquiera sé a qué me refiero. Siempre parece tan triste, pero cuando sonríe así me pierdo incluso más. Lo único que sé es que tengo que ser mejor. Más frío. Debo hacerlo. Por Alice. Por sus lecciones. Tengo que ser un mejor profesor para que pronto, algún día, pueda atrapar al chico que realmente ama. Tengo que dejar de volverme por ella, para que pueda ser feliz. *** Mis ojos se abren atontados. El olor a pino llena mi nariz, y el sol del mediodía se filtra por las ventanas y en las colchas de tela a cuadros. ¿A cuadros? No son mis colchas moradas. ¿Dónde estoy? ¿De quién es esta cama? Mi corazón da un vuelco cuando me doy cuenta de que es la primera vez que me he despertado en la cama de otra persona. Y cuando miro a mi alrededor y de repente recuerdo todo, mi corazón deja de latir por completo cuando me doy cuenta de que estoy en la cama de Ranik. El poster de la mujer semidesnuda en la parte posterior de la puerta me recuerda cuántas chicas han estado en esta cama antes. No puedo evitar notar lo simple y aseada que es su habitación. No tiene muchas cosas, una guitarra y algunos libros. La única foto es una imagen sola en un marco de vidrio en su escritorio de una hermosa y elegante mujer de cabello oscuro que está sonriendo, sosteniendo a un bebé también de cabello oscuro. ¿Ranik? ¿Y su madre? No, esto está mal. No debería estar aquí. Me quito las sabanas y hago una mueca de dolor cuando me levanto. Cada rasguño palpita débilmente, las gasas en mis manos y muslos están teñidas débilmente de rojo. Todavía llevo puesto el vestido negro que Charlotte me prestó, y mi bolso está en la mesita de noche. Mi teléfono está lleno de mensajes suyos, y rápidamente le respondo para hacerle saber que estoy bien, y que voy a llegar pronto a casa. Lo apago para ahorrar batería, y cojeo saliendo por la puerta solo para ser recibida por nadie más que Ranik, cargando una bandeja de comida.

—¡Hola! —Sonríe—. ¡Buenos días, Princesa! Sé que eres una persona que le gusta el desayuno. Y pensé que podrías necesitar un poco de energía. Con la pérdida de sangre, y todo eso. Retrocedo y veo cómo pone la bandeja en la cama. Hay zumo de naranja, pan tostado con azúcar y mantequilla, peras en rodajas y fresas decoradas con un poco de menta en la cima. —No tienes que comer —dice rápidamente, y hace sonar las llaves de su coche— . Simplemente podemos irnos ahora mismo y te llevo, si quieres. Oh, excepto que tal vez quieras esas para ayudarte con el dolor. —Señala las dos pastillas Advil junto al zumo de naranja en la bandeja. Le doy una mirada al pan. —¿Has hecho…? ¿Es esa una carita feliz hecha con azúcar? —Je. Te has dado cuenta de eso, ¿no? Mi madre siempre decía que la comida feliz hace estómagos felices. Su risa es ligera, pero lucha con su tono, hundido en la oscuridad por un momento. —¿Qué le paso? —pregunto en voz baja—. Si no te molesta que te pregunte. Los ojos verdes de Ranik miran la foto con el marco de vidrio detrás de mí, su boca se pone tensa por eso. —Un día se adentró en el bosque detrás del parque de caravanas y nunca regresó. Me quedo callada. Ranik ríe entre dientes amargamente. —Ah, bueno. Eso no es del todo cierto. Ella regresó. En una bolsa. —Lo… lo siento mucho. —No lo sientas. Fue hace mucho tiempo. Come. Y uh, hay un cambio de ropa para ti, si ese vestido no es cómodo. Cosas de Miranda. Ha dicho que se las puedes devolver en la universidad. Y la ducha está al otro lado del pasillo. Si quieres. Le hace un gesto a una camiseta con una calavera estampada, un par de pantalones cortos negros y sandalias al final de la cama, y se mueve rápidamente para salir. —Solo estaré esperando en la sala, cuando estés lista para irnos. —Ranik —digo, y se da la vuelta—. Estoy muy agradecida. En serio, gracias. Sus ojos brillan juguetonamente. —¿Agradecida, Princesa? ¿Por qué? No crees que esto es gratis ¿o sí? Todo esto es una gran lección; cómo comportarse a la mañana siguiente después de pasar una noche con un tipo. —¿No debería haber sido yo la que te preparara el desayuno, entonces?

—De ninguna manera. El tipo siempre lo hace para la dama. Si algún hombre quiere que le prepares el desayuno después de que le hayas hecho el honor de acostarte con él, es un ingrato estúpido y flojo. Déjalo. —¿Qué pasa si quiero hacerle el desayuno? Ranik sonríe. —Entonces es un hijo de puta con suerte. Se va, y considero seguirlo y pedirle que me lleve a casa de inmediato, pero mi estómago hace el mayor gruñido que he oído. Me siento en la cama y como el pan en silencio, riéndome conmigo misma con la carita feliz que ha puesto. El playboy de la Universidad Mountford hace pan tostado con caritas felices. Si solo supieran. Me trago las pastillas para el dolor y me como unas fresas. Lo ha arreglado todo tan bien que casi parece una foto de revista. Ha debido de tardar mucho. Abrazo el cambio de ropa contra mi pecho. Mi vestido está empapado en sudor y pica, y no lo puedo soportarlo un segundo más. Deambulo por el pasillo. El apartamento está aparentemente vacío, excepto por Ranik, sentado en el sofá mandando mensajes en su teléfono. Me aclaro la garganta, y salta, poniéndose de pie inmediatamente. —¿Estás lista? —pregunta. —Yo... quería ducharme primero —digo—. Si eso está bien. —Oh. —La frente de Ranik se vuelve un poco roja—. Claro que sí. Tomate tu tiempo. O no, mierda. Yo... —Comienza a reír, y se frota la cara—. No sé si estoy siendo demasiado agradable otra vez o no. Lo siento. No quería serlo. —Está bien —digo—. Todo esto es solo una lección, ¿no? Así que está permitido. Se ilumina. —Entendido. Me dirijo al baño y cierro la puerta. Está lleno con el maquillaje de Miranda y los peines para el cabello de Seth. Los anillos de plata de Ranik cuelgan en un broche en la puerta. La enorme toalla de Trent empequeñece la del resto del mundo en el estante. Busco en el armario y encuentro una limpia. Me quito la gasa dando siseando suavemente. Las costras se han formado bien, pero aún están húmedas y sensibles. El agua caliente es vigorizante, lavando una noche de suciedad, brillo y humo de cigarro. Pongo cuidadosamente un poco de champú de alguien en mi palma y me lavo el cabello. La ropa de Miranda es del tamaño perfecto, aunque un poco pequeña. Vuelvo a poner la gasa en mis heridas, me seco el cabello lo mejor que puedo y salgo. Ranik se pone de pie inmediatamente otra vez, con sus llaves en la mano. —¿Estás lista? —Está bien. No quiero irme todavía, por lo que no tienes que ser tan rápido en ofrecerlo.

—Te lo prometí. —Frunce su labio tercamente—. Te prometí anoche que te llevaría a casa de inmediato, así que… —Lo entiendo. Gracias por ser considerado con mis deseos. Pero me gustaría terminar el desayuno, primero. Entro en la habitación y saco la bandeja, colocándola sobre la mesa de café en medio de nosotros. Ranik manda mensajes con su teléfono, muy concentrado, y yo mordisqueo la pera y sorbo el zumo de naranja. Se detiene a oler el aire, después se sonroja y se ocupa en escribir más. —¿Pasa algo? —pregunto. Él sacude la cabeza, frunciendo el ceño repentinamente. —No es nada. De todos modos, mientras estás aquí, podríamos continuar con el resto de la lección. —¿Cuál es? —Charla de almohada. Levanto una ceja. Se aclara la garganta. —Normalmente lo haces antes del desayuno, o duchas, y mientras estás acostado en la cama. Pero, tenemos que hacerlo con lo que tenemos, por lo que… Me levanto y voy a su habitación. Cuando no me sigue, asomo la cabeza por la esquina. —¿Vienes? Su voz es cuidadosamente controlada, pero algo entrecortada. —¿Ir a dónde? —El aprendizaje auténtico necesita experiencia auténtica. Lo menos que podemos hacer es tumbarnos para esta lección de charla de almohada. Entro y me acomodo en la cama, acostándome sobre el lado derecho. Después de un momento, Ranik entra, mirando cada cosa como un niño avergonzado que podría gritar en cualquier momento. Se sienta en el borde del lado izquierdo. —¿Estás segura de esto, princesa? —pregunta. Parpadeo hacia él. —Por supuesto que sí. Eres mi maestro, ¿no? —No hagas eso… anoche dijiste que no confiabas en mí. —Fui injusta —digo—. Estaba enfadada. —Pero aun así lo dijiste. —Tiendo a decir cosas malas a veces. Lo siento. Espero que puedas perdonarme. Me has enseñado bien, y quiero aprender más de ti. Esto le arranca una risa, una risa que arruga sus ojos. —Siempre hablas de manera tan estirada. Es como si estuviera hablando con una persona algo vieja. Retrocedo, sintiendo vergüenza.

—Lo siento, yo… —Oye —dice con dulzura, finalmente acostándose—. No es algo malo. No tienes que disculparte. Es… diferente. En el buen sentido. —Otros chicos no comparten tu punto de vista. —Sí, bueno. Son idiotas. —A Theo tampoco le importa ya —digo, sonriendo—. Es muy paciente conmigo en ese sentido. —¿Sí? Eso es bueno. Doy la vuelta sobre mi vientre, y miro a Ranik. Está muy cerca, su brazo está cerca de mi cintura. Puedo ver su pecho a medida que sube y baja con su aliento. Ranik se queda inmóvil por un largo momento, luego inhala y se voltea boca abajo, también. —La charla de almohada viene después de follar, obviamente. —Obviamente —concuerdo. —Es como algo al azar, podría hablar de mi infancia, o de mi trabajo. Pues bien, Theo probablemente hable de esas cosas. Eso es estándar para un típico chico blanco. —¿De qué hablarías tú? Ranik me da una sonrisa ladeada encantadora. —¿Contigo? Mierda, cualquier cosa divertida. Cualquier cosa que te hiciera reír. Como, tal vez mi historia del loro, o la historia de mi escalera, o la historia del viejo con setecientas batatas. —¿Setecientas batatas? —Mis ojos se abren. —Oh sí. Las tenía en su camioneta listas para vender en el mercado de agricultores cerca de la carretera. Él y su esposa los colocaron ahí, y entonces él se va. Vende todas sus batatas, y está muy emocionado por volver a casa y contárselo a su esposa. Cuando regresa la busca por todas partes, pero no puede encontrarla. Frunzo el ceño. Ranik se inclina, y puedo oler la loción de afeitar en él y ver los destellos dorados en sus ojos emocionados, como polvo de estrellas. —Así que llama a la policía, y presenta una denuncia por desaparición. Pasan los meses, y por fin un día ella simplemente se presenta en la puerta. —¿Qué? —¡Sí! Y el viejo dice: cariño, ¿dónde estabas? Y la esposa: ¡me enterraste en batatas cuando estabas cargando la camioneta! ¡Me vendiste a Doc Grayson en el mercado, idiota! Y entonces él dice: ¿Por qué no viniste a casa más temprano? Y ella dice: Tuve que esperar a que se terminara su bolsa de batatas, primero, ¡idiota! Ranik se dobla de la risa. La broma no tiene gracia y una especie de broma interna entre la gente del campo, asumo, pero su reacción es tan absurdamente divertida que empiezo a reír también.

—Así que la gente solo... ¿cuenta chistes después del sexo? —pregunto cuando se calma. Ranik se encoge de hombros. —¿La forma en que lo hago? Por lo general no. No hay mucho tiempo para hablar. Se van bastante rápido después, o me echan y me voy. —Eso es exactamente lo contrario de lo que he oído —le digo—. He oído que tú las echas a ellas. En la lluvia. Ranik me mira horrorizado. —¿Qué? ¡Eso es mentira! Nunca he echado a una chica fuera de mi cama, especialmente no en la lluvia, te lo juro. Pregúntale a Trent, o cualquiera de ellos. Nunca haría eso. Busco en sus ojos, y me doy cuenta de que está diciendo la verdad. —Los rumores son despiadados —concluyo. —Los que son acerca de ti no son muy bonitos tampoco. —¿Ah, sí? Dímelos. —No vale la pena repetirlos —gruñe—. Además, nadie cree realmente que sean verdaderos. —¿Por qué? —Porque en realidad nadie te conoce. Los rumores son verdades a medias, ¿sabes? Hechos por personas que no te conocen, te quieren herir. Nadie es buen amigo tuyo, o, mierda, ni siquiera enemigos, por lo que no pueden crear un rumor decente ni para salvar su vida. —Charlotte es mi amiga —la defiendo—. Pero ella nunca crearía un rumor acerca de mí. —¿Charlotte? ¿La de los rizos? —Sí. Nos conocemos desde la escuela secundaria. —Trent y yo nos conocemos desde el jardín infancia —asiente Ranik—. Es que bueno tengas una amiga de la infancia así. Significa que no eres del todo un robot. Frunzo el ceño, y él se retracta. —Mierda, Princesa lo siento. He olvidado que no te gusta ese nombre. Me quedo mirando la almohada, ahora húmeda por mi cabello mojado. —Así era como mis compañeros de clase me llamaban —digo lentamente—. Hablas como un robot. ¿Por qué no le preguntas a la chica robot? Mete a la chica robot en nuestro grupo porque va a hacer todo el trabajo. Ella no tiene sentimientos igual que un robot. Robot Sin Corazón. Chica perra robot. —Sonrío hacia Ranik—. En cierto modo tenían razón, supongo. —¿Razón en qué? Eso es mentira. Estaban celosos de tu cerebro y aplomo. Tienes sentimientos. Tienes corazón.

—Ciertamente no he sido muy amable contigo. Se encoge de hombros. —Tengo un montón de chicas que son agradables conmigo. Mi estómago se encoge extrañamente ante eso, pero no dejo de hablar. —Has estado tratando de enseñarme, y he estado tan a la defensiva. Debe ser difícil tenerme como estudiante. Creo… que estoy asustada. Tengo miedo de no hacerlo bien en estas lecciones, y luego fracasar. Tengo miedo de perder mi oportunidad con Theo, y he estado desquitándome. Te pido disculpas. —También tengo que pedir disculpas. —Mueve su oscuro cabello—. Por la noche anterior. No debí arrastrarte de la pista de baile así. No fue muy caballeroso de mi parte. —¿Estás dando a entender que intentas ser caballeroso el resto del tiempo? — Sonreí. —¡Por supuesto! Podría ser un tonto engreído, pero no soy un idiota. Odio a los idiotas. —No fuiste un idiota. Fue agradable, ver a tus amigos en el club. —Siento que mi cara se ruboriza—. Fue agradable bailar contigo… Giro la cabeza justo a tiempo para que él capturare mis labios con los suyos. Es un beso tímido, ligero como una pluma beso; mi primero. Mis ojos se cierran y Ranik acuna mi mejilla con su áspera mano, acaricia mi mandíbula con su pulgar. Es tan suave. —L-lección. —Su voz se estrangula mientras se llame los labios—. Eso ha sido una lección. Mierda, ni siquiera… ¡mierda! Entierra el rostro en sus manos, su cuerpo tenso por la ira. —¿Qué es lo que pasa, qué está mal? ¿He estado tan mal? —pregunto. Los ojos verde-dorados me miran por encima de sus brazos, la vergüenza pesa en ellos. —No, no, ¡has estado genial! Mierda, uh, solo quiero decir… ese era tu primer beso. Y lo he tomado. Lo he tomado en lugar de Theo, que era lo que probablemente querías. Lo siento. Estoy tan jodidamente arrepentido… lo siento, no he pensado y lo he hecho, ¡nunca pienso antes de hacer las cosas y siempre jodo la mierda como esta! Se sienta y golpeando su puño contra la almohada. —No seas duro contigo mismo. —Pongo mi mano sobre su hombro—. No le doy ningún valor en particular a los primeros besos. Siempre me ha parecido más bien extraño que las chicas pongan tanto énfasis en ello. Además, sería mejor que sea experimentada cuando bese a Theo. Me gustaría mucho impresionarlo en vez de darle un mediocre primer beso. La vergüenza se va de él como una nube oscura, poco a poco. Se endereza, su rostro de repente compuesto y serio. Todo su cuerpo se estira en la cama, sus extremidades largas y tensas como un león reclinándose. Sus tatuajes y músculos se tensan.

—Bien. Así que besos, ¿de acuerdo? Eso ha sido solo un pequeño beso, no ha sido uno amigable, porque los besos amigables son picos en la mejilla. —Rápidamente me da un pico en la mejilla para mostrarme—. Pero eso tampoco ha sido un beso cargado de energía sexual. Eso ha estado… en algún lugar del medio. El beso de una pareja, supongo que podríamos llamarlo así. —Me he sentido muy bien. —Sonrío. Ranik se sonroja luchando por mantener su fachada de todo negocios. —Estoy muy contento. Pensaba que me odiarías por ello. —No te puedo odiar por algo que es una lección —le digo con cuidado—. Me estás enseñando, y un ejemplo es una muy buena manera de enseñar. —Así que, podría darte un beso de nuevo, ahora mismo, ¿y no te importaría? —No. Mientras sea de instrucción. La sonrisa de Ranik es repentinamente retorcida y rozando lo malvado. Esta vez se inclina, mirando mis labios con su rostro flotando a centímetros del mío. Puedo contar cada pestaña oscura y cada línea de su sonrisa. Su aliento es de menta y caliente. Sus labios se mueven, y trato alcanzarlos, pero él se echa hacia atrás y se ríe en voz baja. —Ah, ah, ah, Princesa. No puedes simplemente lanzártele. Theo podría tener una mala idea y pensar que eres algo demandante. Ranik está tan cerca pero tan lejos, y me retuerzo porque estoy ansiosa por sentir esa estática al hacerlo de nuevo. Ranik solo se ríe más. —¡Ah!, eres demasiado linda cuando haces pucheros así. La palabra linda es como una bomba en mi cabeza, deslumbrándome. ¿Linda? Nunca nadie me ha llamado así, con honestidad y sinceridad. Perra, sí. Frígida, sí. ¿Linda? Nunca. Pero Ranik lo dice en serio, esta vez. Me inclino hacia delante lo más rápido que puedo, y aplasto mis labios sin experiencia contra los suyos. Mis dientes raspan su labio inferior y creo que va a retirarse, indignado, pero suelta un gemido, eso me hace ser más valiente. Le muerdo solo un poco más, y Ranik gruñe y aplasta su boca con la mía, todo lleno de fuego y pasión mientras su lengua traza mis labios y luego se abre paso en el interior, frenéticamente memorizando mi boca. —Esto… —jadea entre besos—, es un beso cargado con energía sexual. De repente está encima de mí, todavía besándome, a horcajadas entre mis piernas. Su sombra que se cierne sobre mí solo aviva las ondas estáticas en mi piel, la anticipación de algo desconocido todavía inminente e instintivamente se construye en mi cuerpo. Esto es mucho mejor que simplemente pensar en Theo en mi propia cama. El placer es más caliente, más brillante, más real. Mis labios se sienten magullados cuando Ranik finalmente pone distancia. Recorren mi cuerpo de arriba hacia abajo con sus ojos color avellana. Su color de ojos es mil veces más intenso, teñido con oscuridad, y lleno de algo como anhelo. Justo cuando pienso que va a inclinarse para besarme de nuevo, entierra su cabeza en mi cuello, olisqueando. No puedo evitar la risa que se me escapa.

—Disculpe, señor Mason. ¿Es esto parte de la lección, también? —Lo siento, es que, hueles como yo. Mi champú. —¿Y te gusta porque eres un narcisista? —Sonrío. —Me gusta porque —suspira Ranik felizmente en mi oído—, la idea de dejar mi olor en ti… Se ahoga con las palabras, sentándose bruscamente y rueda quitándose de encima. Se aclara la garganta mientras está de pie, su es postura rígida. El repentino cambio en él —de relajado a tenso y bien herido—, es sorprendente, para nada natural. Brutalmente forzado. —Eso es todo por hoy —dice, con una extraña voz entrecortada—. Tienes que experimentar los besos inocentes el beso de la pareja, y el beso sexual. Esa es la diferencia entre ellos. Lección pasada. Vamos a llevarte a casa. Una espina de decepción se aloja en mi lado, pero rápidamente alejo la sensación. Este no es momento para distracciones o sentimentalismo. Archivo bien la experiencia recién adquirida mientras Ranik camina conmigo a su coche. —¿Cuándo debo besar a Theo? —pregunto estacionamiento—. ¿O debería esperar a que me bese?

mientras

salimos

del

—¿Qué quieres tú? —pregunta Ranik—. La mayoría de las chicas quieren que los chicos las besen en primer lugar. —No me importa quién hace qué en primer lugar, con tal de que lleguemos a besarnos. Se ríe, el sonido claro. —Práctica como siempre. —Me mira de reojo—. Así que, ahora te gustan los besos, ¿o algo así? —Sí. Es muy interesante y divertido y me gustaría hacer más de lo mismo. Tan pronto como sea posible. —Siempre puedes llamarme. Vamos a considerar las lecciones o algo extra. Crédito adicional. Cuando nos detenemos en mi dormitorio, Ranik me ayuda a salir del coche. —Bueno, te voy a traer mis deberes en los próximos días. ¿Nos vemos entonces? —Si. Gracias por todo. El desayuno, las lecciones… El beso. Besos, plural. Los muchos besos maravillosos. Se entiende sin que tenga que decirlo. Hay una extraña y tensa calma. Ranik mete las manos en los bolsillos mientras sonríe torcidamente. —No es nada… Solo hago mi trabajo como tu profesor, ¿no? Asiento y veo que se va. No da cinco pasos más allá de un árbol distante antes de que una chica con cabello castaño corto se engancha a su brazo riendo. Él golpea su

trasero, y ella simplemente se ríe más fuerte. Alguna parte de mí está enfadada, profundamente, pero eso también lo alejo. Ranik es simplemente Ranik primero, y segundo mi profesor. Nunca dejará de ser un playboy. El hecho de que me besara no significa que sea mi novio ahora. Me burlo de la idea. ¿Ranik? ¿El novio de alguien? Nunca. Chico juguete, tal vez, o amigo con beneficios. Pero nunca el novio oficial de nadie. Novio oficial y Ranik son dos términos opuestos. Pero aun así, a pesar de que sé que no tiene ninguna obligación hacia mí, la ira persiste. Solo se va cuando voy a la biblioteca y veo a Theo. Está estudiando matemáticas acústicas en su mesa, con una mirada seria en su hermoso rostro. Mi corazón susurra fantasías al instante: Theo besándome como Ranik lo ha hecho. Me deslizo en el asiento de enfrente con mi propio libro de texto con nerviosismo. —Hola —le digo. Theo levanta la mirada y sonríe. —¿Qué hay, Alice? Bonito… cambio de vestuario. Miro mi camiseta con la calavera y los pantalones cortos de vaqueros. —Una amiga me los ha prestado. Son solo temporales. —Oh hombre, ¿por qué son esas? —Señala a mis manos envueltas de gasa, y tímidamente me encojo de hombros. —Me he caído y hecho daño en las manos. Su rostro se llena de preocupación. —Parece que duelen. Tienes que tener más cuidado. Veo las vendas. Su cuidado y preocupación por mí me derrite las entrañas. Respiro profundamente y saco todo mi valor, mis ojos están bloqueados en sus labios me inclino… —¿Quién tiene que tener más qué? —interrumpe alegremente una voz sin aliento. Levanto la mirada para ver a Grace, su cabello oscuro en una coleta con su brillante capucha purpura con tréboles verdes sobre esta. —Hola —digo—. Soy Alice. Grace se gira hacia mí. —Soy Grace. Oooh, ¿Qué tienes allí? —Le echa una ojeada al título de mi libro de texto—. ¿Análisis Profundo sobre la Anatomía Masculina? —Para mi clase de biología —digo rápidamente. —Ah, la sección reproductiva, ¿eh? —Theo sonríe—. Prepárate para los exámenes más divertidos de tu vida. —No todos somos súper inmaduros, Theo —le reprende Grace, luego me susurra—: Pero por supuesto dibujé una polla con cara en la pregunta de crédito extra. Me río. —No creo que nunca antes haya dibujado un pene.

—¿En serio? —Los ojos de Grace se abren—. Pero has visto uno antes, ¿verdad? Le disparo una mirada de ayuda a Theo y me ruborizo. —Yo… —Déjala en paz, Grace —dice Theo pacientemente. Ella no lo hace. —¿Quieres decir que en realidad nunca has visto una polla antes? —Sus ojos se iluminan—. ¿Ni siquiera, como, a un bebé cuando cambiaste su pañal? ¿O qué hay de la de tu abuelo cuando está tan viejo como para mantener sus pantalones arriba? —No soy especialmente buena con los niños —digo—. Y mis abuelos murieron antes de que yo naciera. —Pero, qué hay del… —Grace se inclina y susurra—: ¿Porno? Hay muchas en el porno. Me ruborizo más fuerte. —Nunca he, um… —Oh Dios mío. —Grace se hecha hacia atrás—. Vaya. Vaya eso es… ¡eso en increíble! Nunca he conocido a alguien que… —Vamos, Grace. Déjala en paz —dice Theo con más fuerza. Grace frunce el ceño hacia él. —¡Simplemente estoy curiosa! ¡Es una cosa realmente asombrosa en estos días y épocas! —Se da la vuelta hacia mí y me susurra, con ojos inocentes—: ¿Así que eso significa que eres lesbiana? —No —protesto—. Simplemente he estado… ocupada. Durante la mayoría de mis años como adolescente. —Así que podrías ser lesbiana. Simplemente aún no lo sabes. —Ciertamente no lo soy —insisto. Theo me dispara una mirada de disculpas y se levanta, cerrando su libro. —Bueno, mejor me voy —dice—. El show no se va a realizar por si solo esta noche. —¡Iré contigo! —ofrece Grace, luego se da la vuelta hacia mí con una sonrisa—. Ha sido un placer conocerte, Alice. Sonrío lánguidamente. Obviamente no sabe lo mucho que sus palabras me han afectado. Quizá nunca lo sepa. —Ha sido un placer, Grace. Ten una buena noche. Theo retrocede mientras Grace pasa por delante de él y sale de la biblioteca. —Realmente lo siento por eso. —Está bien —le aseguro—. Estoy segura de que no ha querido decir nada de eso ofensivamente. Theo sonríe y pone una mano en mi hombro. —Eres una buena persona, Alice. ¿Alguna vez alguien te ha dicho eso?

—Eres el primero. —Bueno, debería decirlo más seguido, entonces. El ardor de su mano pasa a través de mí, extendiéndose como una raíz se extiende por tierras fértiles. Calienta mi corazón, mis pulmones y mi sangre. La urgencia de besarlo sigue allí, pero todo mi coraje se ha ido, debilitado por la duda de las palabras de Grace. Finalmente se aleja, y con una última sonrisa, se va. Observo a los dos caminar fuera de la biblioteca. Tomo mi libro de texto y me acomodo en el asiento cercano a la ventana mirando los cerezos detrás del edificio. Grace es vorazmente curiosa, y nunca duda en decir lo que está pensando. Ahora que he hablado con ella, siento que la conozco mejor. Haría bien en decir más lo que pienso en lugar de retenerlo y sobre-analizarlo hasta la muerte. No solo a Theo le gustaría, sino que parece bastante liberador. Saco un paquete de notas adhesivas y empiezo a marcar las páginas importantes. Hay mucho para estudiar. Después de horas de trabajo, observo el libro con las notitas adhesivas con una alta satisfacción. He memorizado tantos diagramas y análisis médicos como puedo. Todo lo que falta es la aplicación práctica. Le mando un mensaje a Ranik de camino al dormitorio. Me gustaría aprender sobre los penes luego. *** El mensaje me detiene. Keri, caminando a mi lado, también se detiene. —¿Pasa algo? —dice, su voz extraña, en un tono demasiado dulce como el que la mayoría de las chica tienen cuando están con tipos que apenas conocen pero quieren follar de todas formas. Mis ojos pasan del mensaje a ella y de nuevo al mensaje. Alice quiere aprender sobre pollas. Lucho contra un gemido mientras la dureza que he tratado muy duro de esconder de Alice vuelve de nuevo a la vida con venganza. Besarla, mirarla debajo de mí sonriendo en mi cama hizo que me pusiera duro y caliente como un volcán, pero me las arreglé para mantenerlo fuera de sus ojos de águila. Salí y respiré de alivio cuando vi a Keri, una jugadora de tenis de segunda línea que se acostó conmigo a inicios de año. Keri estaría feliz de ayudarme con la dureza por los labios de Alice. Y sus pechos a través de la delgada camisa de la calavera. Y el olor de su cabello —de Keri, no de Alice— cabello rojo teñido en lugar del rubio platino. Keri es pequeña y curvilínea donde Alice en alta y agraciada. El promedio de notas de Keri es miserable y no tiene el ingenio o las agallas para lanzar un insulto que le haría daño a una mosca, mucho menos a un ser humano, pero es amigable y lo más importante, no le importa acostarse conmigo, y los segundo más importante es que no le importa si pienso en alguien más mientras lo hacemos. Y lo haré. Quizá siempre pensaré en Alice en su lugar.

Keri se asoma en mi lado. —Oye, ¿hay algo mal? Pareces como si hubieras sido electrocutado. Miro de nuevo al mensaje. Alice quiere aprender más sobre pollas. Estaría jodidamente feliz de enseñarle más con la mía, ahora mismo. Podría darme la vuelta, alcanzarla y besarla una y otra vez, fuerte y profundo para hacerle saber que quiero mi polla dentro de ella mientras empujo mi lengua contra la de ella, y podría decirle que es una lección. Esta es la lección que querías, Alice, diría mientras recorro mis manos bajo su camiseta, jugando con sus pezones en punta. Tomó todo en mí no hacerlo en mi cama solo hace unos minutos, pero podría dejarme llevar, no es demasiado tarde, ella quiere una lección y he estado ansioso desde el primer día para darle… —A Theo tampoco le importa. —Alice sonrió—. Es bastante paciente conmigo en ese sentido. Su voz de enamorada viene a mis recuerdos y mi urgencia de darme la vuelta y encontrarla se apaga como una vela en una noche ventosa. Poof. Se ha ido. Solo así. No soy yo el que le importa. Tengo que ser más frío. —Oye —trata Keri por tercera vez—. Me estás asustando. Me giro hacia ella y sonrío. —Ah, lo siento por eso. Solo es una mierda rara que está sucediendo con unos amigos. Drama, ¿sabes? —Claro. —Se encoge de hombros—. ¿Todavía quieres esto o…? Sus ojos bajan a mi entrepierna. Hay un segundo de desesperación en mí, todo es oscuro y frío, estoy decepcionado por millonésima vez de que una chica solo me quiera para tener sexo. Que no le importen una mierda mis sentimientos o mi vida. Fuerzo una risa y sacudo mi cabeza. —Nah. Lo siento. Quizá en otra ocasión. La dejo con una mirada decepcionada. La verdad es que estoy bien para aguantar durante horas. Alice ha visto eso. Pero algo en mí, algo raro y nuevo, no le importa una mierda. La urgencia de follar algo, cualquier cosa para sacar a Alice de mi sistema simplemente ya no está allí. Espera, eso no es verdad. La urgencia sigue allí. Pero no quiere follar cualquier cosa. Quiere a Alice. Y quiere más que simplemente follar. Quiere sostenerla, hacerla reír y sonreír, apartarle el cabello de sus preciosos ojos, cocinarle algo que le guste, besar sus muñecas en la playa y abrazarla desde atrás en los museos y meter mis dedos dentro de ella en mi ducha, contra el fregadero de la cocina, enterrar mis dientes en su cuello y presionarla contra la pared hasta que pierda la cabeza y su autocontrol y grite mi nombre. Eso es lo que quiere. Eso es lo que jodidamente quiero.

Pero nunca, jamás, ni en un millón de años, voy a tenerlo. Me miro en el espejo. No hay ni rastro del cabello dorado de ángel que tiene Theo, solo cabello negro, desaliñado, salvaje y oscuro como el pecado. No soy un chico feo, pero tampoco soy un chico de club de campo como Theo. Su nariz es recta, la mía está torcida por haber sido rota dos veces (gracias por eso papá). Theo es elegante e inteligente, y tiene un buen futuro por delante, y no una familia jodida. ¿Qué tengo yo que él no? Puedo complacer a una mujer, atizarle un gancho a un hombre y hacer carne seca. Pero estoy suspendiendo en mis clases, sin importar lo duro tome notas o lo duro estudie. Soy estúpido. Y nunca antes he tenido una relación. No sé lo esencial sobre ellas, o el amor. Theo sí. Theo puede hacer mucho más por Alice. Todo lo que puedo hacer por ella es enseñarle cómo estar con él. El dolor me recorre el pecho, como el dolor de trasero que solían dejar los moretones de papá, solo que unas cien veces peor y más crudo por dentro. Me apoyo contra el volante y trato de respirar como me he enseñado. Respira hondo. Escóndete en algún lugar oscuro, así el dolor no puede encontrarte cuando vuelva borracho y enfadado como el infierno. Tengo que parar. Esta mierda estúpida tiene que parar. Lo que sea que sea esto, me está haciendo daño. Y si hay una sola cosa que he aprendido en mi vida, es dejar atrás lo que sea que me haga daño. Muy lejos. Cortarlo y sacármelo. Conduzco hacia la única persona que entenderá, la única persona que entendió antes mis problemas. Hoy la peluca de Bárbara es azul brillante. Sonríe detrás del bar mientras limpia cada vaso con un trapo, uno por uno. El club está vacío, solo hay un viejo con traje bebiendo al final del bar. —Hola, cariño. —Los ojos de Bárbara bailan—. ¿Día duro en la universidad? Descanso en el taburete del bar y pongo mi cabeza en mis brazos. Bárbara chasquea la lengua. —Oh, conozco esa mirada. Frunzo en ceño. —¿Qué mirada? —La mirada de un hombre enamorado. Pongo los ojos en blanco y resoplo. —Eso es una mierda sin sentido. —Cariño, no atiendes un club durante quince años sin ver tu parte justa de rostros enfermos de amor. Puedo localizar con precisión a un hombre con el corazón

roto a mil kilómetros. —Vierte algo, y siento que un vaso frío se desliza contra mi brazo. —Sé que ya no bebes tanto, pero esto te hará bien. Arrugo la nariz hacia el vaso. —Mientras no sea whiskey. —L’or de Jean Martell ―pronuncia Bárbara con un perfecto acento francés―. Es un buen coñac. Le doy un trago. La fuerte sustancia calienta mi garganta, haciendo que mi sangre también se caliente. El whisky haría que se calentara más. El whisky haría que corriera como la de papá. —Así que… —Bárbara pone su barbilla en sus manos—, ¿quién es la chica suertuda? —¿Suertuda? —me burlo y le doy otro trago—. Más bien desafortunada. Bárbara espera, pacientemente, a que termine. Trazo el borde del vaso. —Todo lo que hago es joder con su cabeza —digo. —¿Por qué? —Porque está jodiendo con la mía. Bárbara levanta una delgada y perfectamente delineada ceja. —¿Oh? ¿Así que quién es esta descarada conspiradora? Me enfado cuando la escucho llamar a Alice de esa manera, y luego me doy cuenta de lo tonto que suena eso. —Ella no es una conspiradora. Quiero decir, es inteligente, pero no es el tipo de persona que engaña a alguien. Sin embargo… seguro como el infierno que es una descarada candente. Bárbara sonríe. —Ahh, así que es ella. La chica que trajiste en tu cumpleaños. Alice. Gruño. Bárbara toma eso como un ‘’sí’’. —Así que está ‘’jodiendo con tu cabeza’’, ¿verdad? —No. No a propósito, ¿bien? Simplemente me está volviéndome loco con… con cómo es normalmente. —Suspiro. —Te sientes atraído por ella. Le pongo una cara de ‘’duh’’. —Pero si recuerdo bien, ¿no está ella enamorada de otra persona? ¿Y no la estás ayudando a conseguirlo? —Ese es el por qué apesta tanto. —Oh cariño —suspira Bárbara—. Si te gusta tanto, simplemente deberías simplemente.

—Y qué, ¿arruinarlo todo? Si se lo cuento todo, Barb, simplemente enloquecerá y dejará de venir a mí. No es que venga a mí, lo cual es el problema en primer lugar… Bárbara me da una mirada dura. —Te gusta esta chica por mucho más que solo una vagina, ¿verdad? —¡Jesús, si! —Lanzo mis manos hacia arriba—. Quiero decir, mierda, estaría jodidamente excitado por tener sexo con ella, ya sabes, si quiere, no es que quiera porque no lo hace y no lo hará nunca, no con alguien como yo, y estoy bien con eso, quiero decir no bien, es solo… —Bajo el vaso y frunzo el ceño—. Solo quiero que sea feliz. Se merece eso. Y si no es conmigo, entonces quiero que esté con alguien que le guste. Haré lo que sea si eso significa que sea feliz, punto. Eso es todo. Bárbara pone su mano sobre la mía. —Oh, mi dulce Ranik. —No me compadezcas o algo así —gruño y alejo mi mano. —No por supuesto que no. Eres un chico maravilloso, y esta chica es bastante afortunada porque te preocupas mucho por ella. Solo no olvides que también te mereces ser feliz, ¿bien? Incluso si eso arriesga su amistad, quizá sea mejor si le dices cómo te sientes. Antes de que sea demasiado tarde. Me quedo callado como una tumba. Bárbara limpia más vasos antes de romper el silencio. —Así que, ¿por qué estuviste de acuerdo en ayudarla con este chico en primer lugar? Me encojo de hombros y trago el resto del coñac. —Ella prometió ayudarme con trabajos. Hacerlas por mí. Y estaba suspendiendo todo, así que estuve de acuerdo. —Y ahora ya no suspendes. —Bueno, sí. Quiero decir, ahora tengo una media de excelente gracias a su duro trabajo. —Y estoy segura de que ella está en el borde de ganar suficiente coraje para pedírselo a su chico amante gracias a tu duro trabajo. Mi estómago se llena de nudos, el coñac baila airadamente dentro de él. —Probablemente. —Viniste a nosotros en un estado horrible. —Bárbara limpia otro vaso lentamente—. Todos esos moretones, y ese brazo dislocado… nunca había visto nada como eso, ni siquiera teniendo un club con clientes alborotadores. Fuiste golpeado hasta la mierda. Y estabas huyendo. Eso es todo lo que sabíamos. Sus palabras suenan agrias en mis oídos. Bárbara sonríe y se sirve un vaso de agua con gas, bebiendo lentamente y mirándome sobre el vaso antes de volver a hablar.

—Te di un lugar y un trabajo porque yo fui tú, hace mucho tiempo. Fui golpeada por quien era, y también hui. Pero nadie estuvo allí para darme una cama en la parte trasera de su club. Y tuve que hacer cosas horribles para tener lo suficiente para vivir. Pasé años haciendo esas cosas. ¿Pero tú? Te repusiste, solicitaste acceso a Mountford y entraste. —Suerte —gruño. Bárbara me golpea con su trapo de secar. —Trabajo duro, y no lo olvides. No puedo evitar sonreír. Bárbara siempre hace que me sienta mejor. Tiene ese don. —Está bien. Pensaré… en eso. En decírselo. Pero no ahora. Aún no. Bárbara asiente. —Entiendo. Tomate tu tiempo. Simplemente no te tomes mucho, ¿me has oído? Mientras me levanto para irme del bar me río ante la estupidez de Ranik Mason, preocupado por tomarse demasiado tiempo con una chica. ¿Simplemente en quién demonios me ha convertido Alice?

l sol da luz y amor a la rosa, Quien anhela alcanzarlo y tocarlo. Pero sus raíces están en la tierra, profundas y oscuras Un día ella le pide ayuda al jardinero, Y él lo hace Juntos arrancan sus raíces Cada día acercándose más al sol. La rosa saborea el amor de cerca, El jardinero saborea el remordimiento Sabiendo que la rosa nunca volverá a descansar en su jardín. Bajo mi lápiz y miro el poema. ¿Quién es quién en esto? Theo es el sol, yo soy la rosa, y el único que puede ser el jardinero es… ¿Ranik? Niego. No. Él no tiene ningún remordimiento. De hecho, diría que es incapaz de ello, el duro cabrón. —¿Qué estás escribieeeendo? —canta Charlotte, leyendo por encima de mi hombro. Cierro rápidamente el cuaderno púrpura y lo bloqueo. —¡Nada! Sólo una redacción para inglés. ¿No tienes que vestirte para una cita? Charlotte mueve su mano con desdén. —Oh, por favor. No puedes provocar anticipación en un chico si no llegas por lo menos diez minutos tarde. Frunzo el ceño. —¿Por qué querrías provocar anticipación? —Para que te desee más, duh. —Hace un guiño—. Negarle un poco, y eso solo va a hacer que la rendición sea más dulce. Frunzo el ceño. —Suena muy infantil. —Bueno, lo será para ti, cariño. —Charlotte suspira—. Simplemente no entiendes a los chicos. Me río. —Tienes razón. No lo hago. Pero estoy aprendiendo. Poco a poco. —¿Ah, sí? —Sus ojos se iluminan—. ¿Puedes decir cómo? ¿Hay cierto chico en tu vida, ahora? ¿Alguien cuyo nombre comienza con T-H-E-O y termina en Hermoso?

—Muy divertido —espeto—. Él es tan consciente de mis sentimientos como lo somos de la vida extraterrestre fuera de nuestro sistema solar. —¡Tienes que esforzarte! —Charlotte resopla, comprobando su pintalabios en el espejo una última vez—. Él y Grace se han puesto muy acogedores. —Se da la vuelta, con un brillo malicioso en los ojos—. ¿Quieres que la sabotee? En la secundaria me hice realmente buena en conseguir que las chicas engordaran dándoles mis rosquillas recién horneadas por las mañanas, y… —¿Horneas? —Es una especie de negocio familiar. —El sentimiento detrás de tu amenaza es conmovedor. —Suspiro—. Pero no. Déjalos en paz. Voy a hacer las cosas a mi manera. —Está biiien —canta Charlotte—. Pero tu manera siempre ha sido un poco lenta. —Bueno, lamento no ser como tú, no me muevo tan rápido —espeto. Charlotte parece herida, y al instante me arrepiento—. Lo siento. Lo siento tanto. Es solo… Charlotte sonríe con paciencia y me abraza. —Oye. No te preocupes. Sé que es difícil para ti. Solo tienes que dar lo mejor de ti. Me encantaría verte en una relación, eso es todo. Sé que Theo te haría muy, muy feliz. Su teléfono vibra en el bolsillo, y lo saca. —¡Oh, mierda! ¡Nuestra reserva para cenar era a las siete, no a las ocho! Oh mierda, lo he dejado esperando demasiado tiempo. Te veré más tarde, ¿de acuerdo? ¡No me esperes despierta! Agarra la chaqueta y corre por la puerta, dejándome con el silencio de mi habitación vacía y un teléfono atestado. Siete llamadas pérdidas de mamá. La única otra vez que me ha llamado tanto en un corto período de tiempo fue cuando mi profesor de química en la secundaria me puso accidentalmente un aprobado. Se puso más que furiosa. Así que cuando he visto la cadena de llamadas perdidas esta vez, he intentado posponer el responder escribiendo poesía. Haciendo el trabajo de Ranik. Cualquier cosa para darme una excusa para no devolverle la llamada. Pero ahora, con Charlotte fuera y todo el trabajo hecho y con mis fluidos para la poesía secos, no me queda nada. Tengo que llamarla. Mi dedo se cierne sobre su número, pero no llego a presionarlo. El nombre de mamá ilumina mi teléfono por octava vez, y esta vez respondo. —¿H-hola? —¡Alice! Gracias a Dios que finalmente me contestas. Ella suena… preocupada. Como si estuviera preocupada por mí. —Mathers me ha dicho que no has asistido a su clase —espeta—. ¿Sabes cuánto estoy pagando para que vayas a esa universidad, señorita? —Mamá, intenté contarte…

—Y te lo digo ahora, asistirás a sus clases. ¡No vas a perder tu tiempo holgazaneando cuando podrías estar gastándolo en mejorar! ¡Pasamos todos tus años de la secundaria preparándote para este lugar, Alice! ¡Preparándote para la grandeza! ¡Eres mucho mejor que esto, y tú y yo lo sabemos! —Mamá, por favor, solo escúchame por un segundo… —No voy a escuchar. Primero, te niegas a ir a mi alma mater, entonces eliges ese pequeño lugar, ¡y ahora me desafías abiertamente al saltarte clases valiosas! Voy a llamar a Mathers en una semana, y si no escucho de él que has asistido a cada una de sus clases, te voy a sacar de esa universidad. Para siempre. —¡Mamá! —le grito a un tono de marcado vacío que suena fuerte contra mi oído. Mi mano temblorosa baja el teléfono. Algo pesado se posa en mi corazón, algo enfermo y ardiente. Siento ganas de vomitar, pero no sale nada. Es verdad, nunca me he saltado una clase. Nunca lo haría. Pero Mathers… él intentó… El golpe en mi puerta me hace saltar. *** Sacudo mi pierna nerviosamente delante de la puerta de Alice. Esto bien podría hacer que me odie para siempre, o llevarla exactamente a donde quiere estar con Theo. De cualquier manera, yo pierdo. Pero es lo que quiere, y soy su profesor, así que. Contengo el aliento y toco. Alice abre la puerta. Avanzo más allá de ella y entro, dejando que mi voz cubra lo nervioso que estoy. —¡Hola, Princesa! ¿Tu compañera no está aquí? Perfecto. Te he conseguido algo que creo que te gustará. Tiro la bolsa de regalo en la cama de Alice y me giro hacia ella. Es entonces cuando me doy cuenta de lo blanca que está, parece enferma. —Oye, ¿estás bien? —Miro alrededor por algo o alguien que podría haberla molestado, cualquier cosa que pueda tirar por la puerta—. Puedo irme, si este es un mal momento. Los ojos azules de Alice se congelan en mí, pero son tan distantes, están realmente lejos en algún otro mundo. Sale del trance, formando una línea dura con su boca. —Estoy bien. —Uh, es evidente que no estás bien —prosigo—. Estás blanca como la nieve. Pareces como si alguien te hubiera dado un puñetazo con fuerza en el estómago. —Estoy bien —insiste, ese tono imperial vuelve a su voz. —Puedo volver más tarde. —Empiezo a girarme para irme, pero agarra mi manga de una sola vez. —No. Por favor. —Su voz es baja—. Quédate. Suena tan vulnerable. Enmascaro mi preocupación con una sonrisa torcida.

—Está bien, no tienes que decirlo dos veces. —¿Estás aquí para una lección? —Sí. —Asiento—. Estaba en el vecindario después de psicología, así que pensé en pasarme por aquí. —Quieres ser psicólogo infantil, ¿verdad? —pregunta suavemente mientras se acerca a la bolsa de regalo en su cama. —S-sí. ¿Cómo lo has sabido? Espera, no respondas. Eres así de inteligente. Debí haberlo sabido. —Tus clases —dice Alice—. He juntado las piezas. Es una profesión admirable. Me rasco la nuca, sin saber qué hacer con su elogio. O cualquier elogio. —Supongo. Cuando era un niño deseé tener alguien con quien hablar, así que… pensé en hacer eso para los niños que también lo quieran. —Debe ser agradable. —Me sonríe—. Ser capaz de elegir tu propio camino. Junto mis cejas. —¿Qué, quieres decir que tú no puedes? —Mi madre siempre ha querido que sea neurocientífica, igual que ella. Así que eso es lo que voy a ser. —No… no tienes que ser eso. Hay opciones. Mierda, ¿con tu inteligencia? ¡Puedes ser cualquier cosa! ¡Cualquier cosa que quieras! Alice se ríe amargamente. Lo termina con una risita triste. —Oh, Ranik. Eres tan inteligente sobre algunas cosas. Pero tan ingenuo sobre otras. Estoy a punto de abrir la boca y discutir cuando se agacha y abre la bolsa de regalo. Se queda mirando dentro, parpadeando una vez, dos veces, y luego levanta la vista hacia mí con una expresión posiblemente catatónica. —Recordatorio amistoso —reboto sobre mis pies—, esto es para ese bonito hombre al que tanto quieres. Además, has dicho que quieres aprender sobre pollas. Así que… Se estira y saca el consolador de color carne, y levanta una ceja hacia mí. —¿Qué es esto? —Oh, vamos, princesa, es un pene falso. Un consolador. No me digas que no has visto un pene antes. Por tu aspecto, estoy seguro de que algún rarito en una gabardina te lo ha mostrado antes. Nota al margen: ¿Tienes el nombre y dirección de dicho rarito, y sabes si le gusta ser apuñalado? —Sé lo que es —espeta—. He dado Biología Avanzada y actualmente estoy dando antropología. He estudiado los diagramas y los cortes transversales de los órganos genitales masculinos a fondo.

—Oh, ¿lo has hecho? —Sonrío—. Porque estás sosteniendo esa cosa como si fuera una granada, no el amado pene de Sir Theo el Dorado. —Lo que quería decir es, ¿por qué me traes esto? —Es el más simple que he podido encontrar. Deberías estar agradecida. Había uno cubierto de diamantes que consideré seriamente por un rato. —Ranik. —Suspira. Levanto mis manos. —¡Bien, bien! He comprado esto porque me he imaginado que podría servirte la práctica. —Práctica —dice inexpresiva. —Jodida práctica. —Me siento en la cama junto a ella—. No siempre va a ser sobre ropa interior sexy, o una charla después del sexo sobre reactores nucleares o lo que sea que hablan ustedes los frikis. Alice se queda mirando el consolador, luego me mira, y con un rostro muy seria, dice: —No voy a usar esto. Una sensación hormigueante me atraviesa, mi mente trabajando mientras la imagina en la cama, extendida, sudorosa y feliz de tomar ventaja de la humilde vara. Por enésima vez alejo mentalmente la sordidez de mi cabeza y me obligo a concentrarme. —No, mira, esto no es para tu uso. O, mierda, si quieres después de esto, puedes jodidamente quedártelo. Considéralo un bono de Navidad. Pero sinceramente, la textura de este es mucho… —Solo dime lo que tengo que hacer con esto —dice. —Así que, quieres aprender sobre el pene. Bien. Eso es algo diferente a las citas. El sexo es como… mierda. El sexo es el océano, y las citas son el cielo. Son dos cosas totalmente diferentes, ¿de acuerdo? —Ambos contienen entidades de fluidos —reflexiona—. El aire y el agua. —Ayyyy. —Pongo mi mano como un arma y la apunto. Su rostro permanece en blanco—. ¿En serio? ¿Entidades de fluidos? —¿Qué? —Uh, no importa. De todos modos, me alegro de que preguntes sobre cosas sexuales, porque ahora estamos finalmente entrando en mi área de especialización. Vamos a comenzar con lo básico —digo—. Pajas. ¿Puedo? Tomo el consolador de ella y lo sostengo firmemente por la base. La silicona brilla patéticamente. —Así que vas a fingir que es la polla de Theo, ¿de acuerdo? De alguna manera, has conseguido sacarla de sus pantalones y su ropa interior, lo cual, déjame decirte, es una maldita molestia. Es mejor que simplemente le quites sus pantalones y los bóxer

directamente. Mierda, retiro lo dicho. Definitivamente él usa calzoncillos. Esos son más difíciles. —¿Por qué? —Ella ladea la cabeza. —Bueno, no hay rendija. Al menos los bóxer tienen una hendidura por la que se puede sacar la polla. Los calzoncillos tienes que bajarlos. —Bajarlo parece muy poco atractivo. Me río. —No me digas. Tienes que ser suave al respecto, o arruinarás el ambiente. O no seas suave. Arruina el ambiente. Esperemos que eso le saque una risa, y puedas reírte con él. Pero jodidamente lo dudo. Él tiene un palo en el culo del tamaño del edificio Empire State, y tú no sabes cómo divertirte. Al instante me arrepiento de decir eso cuando el rostro de Alice se oscurece, y no de la forma imperiosa que normalmente lo hace cuando está enfadada. Esta es una oscuridad más suave, una oscuridad más triste. Mi pecho se contrae y de repente es difícil respirar. —Mierda, no, no quería decir eso, Alice. Estás bien. No es, como, culpa tuya. Solo has tenido una vida malditamente miserable, ¿de acuerdo? —No ha sido miserable. —Se levanta, esa máscara de reina del hielo se reconstruye rápidamente—. Solo porque haya sido menos “divertida” en comparación con tu vida de fiestas salvajes no quiere decir que no haya tenido mérito. Solo porque no haya bebido y tenido sexo durante la secundaria no significa que no me haya reído. Me divertía mucho. A veces. —¿Estudiando toda la noche hasta desmayarte? ¿Siendo voluntaria para cada feria de ciencias y matemáticas y nunca vistiéndote de gala para ir al baile de graduación, o, mierda, solo tener una noche para ti misma? Tus padres solo te mostraban afecto cuando traías buenas notas, así que te has pasado toda tu vida tratando de impresionarlos para que te den un maldito abrazo… —No sabes de lo que estás hablando. Estás aquí para enseñarme a seducir a Theo, no para psicoanalizarme. Así que empieza a enseñarme. Se cierra tan rápido que prácticamente puedo sentir su gélida armadura y su frio aliento soplando hacia mí. Sólo me quiere por mi experiencia. Y sigo olvidándome de eso, confundiéndome con el hecho de que podría quererme como una persona. Como un amigo. Pero no soy una persona para ella. Soy un profesor. Un recurso. Sólo soy un libro de texto para añadir a su banco de conocimientos, a pesar de que podría ser mucho más. Podría mostrárselo. Podría enseñarle cómo divertirse. Cómo disfrutar de la vida, en lugar de vivir con un corazón cerrado. Alice se aclara la garganta, su voz se vuelve toda negocios y falsa. —Estabas hablando sobre la ropa interior de hombres. Me esfuerzo por ser más distante y profesional como ella, incluso con mi pecho doliendo. Niego. ¿Por qué diablos debería dolerme por esta princesa de hielo que me está utilizando y me va a tirar lejos cuando haya terminado conmigo?

—Sí. Así que, pajas. Nada lujoso. Conseguirá que Theo se excite, pero no lo hará correrse. O tal vez podría. Y si ese es el caso, probablemente es un virgen demasiado sensible, lo que es theo-ricamente posible. ¿Lo entiendes? Ella ignora la broma, mirando el consolador más de cerca. —Así que lo que estás diciendo es que las pajas son para los juegos previos. —Bueno, sí. La mayoría de ellas le permiten a un chico saber que estás interesada. Frotar tu mano en la entrepierna de un tipo es científicamente la mejor manera de llamar su atención. Alice sonríe. —¿Científicamente probado? ¿O solo probado con el tiempo? —Un poco de ambos. —Pongo mi mano alrededor del consolador—. Muy bien, así que esta es una cosa gay que arriesga mi reputación varonil cuidadosamente construida, pero estoy haciéndolo solo por ti, para que así entiendas exactamente qué hacer. —Lo homoerótico que ocurra en esta habitación, se queda en esta habitación. Pongo los ojos en blanco y agarro el consolador. —El eje es en donde está la acción. Un montón de chicas piensan que la cabeza es la mejor cosa por la que se puede ir, pero es sensible. Demasiada estimulación puede resultar en, uh, correrte temprano. O simplemente podría empezar a sentirse irritada. De cualquier manera, debes centrarte en el eje y solo visitar la cabeza algunas veces. —Bien. —Ella asiente, tomando notas en su teléfono. —Mira. —Agarro su mano escribiendo—. Ya basta, ¿de acuerdo? Esta es una lección práctica. Juego de palabras totalmente intencionado. —Pero… —Ella mira a las notas. —Sé que te hacen sentir segura. Sé que... sé que las notas significan mucho para ti. Pero ahora mismo, necesito que estés aquí, conmigo, concentrada en lo que estoy haciendo. Esta es seriamente la mejor manera de aprender. Ella se anima con la palabra “aprender”, y deja caer su bolígrafo, centrándose en mí. —Está bien. Estoy escuchando. Su mirada es como un láser mientras explico las diferentes técnicas, acudir recto, el giro, el dos-dedos. Es un poco incómodo, y cuando le paso el consolador para que pueda probar, lo frota dos veces y una risa brota de ella. Me quedo inmóvil. —Espera, acabas, ¿era una risa real? Ella observa su mano ir arriba y abajo y se empieza a reír de nuevo, el sonido claro como el agua de un manantial. —Esto… Esto es solo... tan tonto. Lo cosa parece tan... ¡tan tonta!

Miro la patética polla de silicona y comienzo a reír, también. —Parece un maldito gusano —digo. —Una ballena sin pelo. —Ella lo aprieta en su pecho para recuperar el aliento—. O el extremo posterior de la medula oblonga. Me río aún más fuerte de su comparación friki de mierda. La habitación de la residencia se llena con el sonido, la luz del sol de la tarde entra a través de la ventana. Juega con su cabello rubio, convirtiéndolo en miel fundida. Unos mechones sobresalen de su moño, el peinado suelto por un día de trabajo caminando. Sería tan fácil llegar y tirar de él, para verlo fluir alrededor de sus hombros libremente. El viento se levanta y sopla su olor hacia mí, sin un elaborado perfume, simplemente jabón limpio y un toque de rosa. Su risa se desvanece más rápido de lo que puedo memorizar. Es mucho mejor que una foto, sin embargo. Es un momento en el tiempo de ella, y lo tengo todo para mí. Me atrapa observándola fijamente y mira hacia otro lado rápidamente. —Pido disculpas —dice—. Me estoy distrayendo de la lección. No va a suceder de nuevo. —Está todo bien. Distraerse no es del todo malo. —Lo es —insiste Alice—. Tienes lugares en los que estar, con gente que es más interesante y divertida que yo. Estar aquí es aburrido para ti, ya lo sé. Entonces. Sería mejor terminar esta lección rápida y eficientemente, así te puedes ir. Algo en mis pulmones se retuerce dolorosamente. —Está bien tomarse las cosas con calma. Alice frunce el ceño, hay una duda claramente escrita en su rostro. Le doy un codazo en la frente con el olvidado consolador. —No me he aburrido de ti, idiota. Me gusta enseñarte. Su duda se derrite, y un sonrojo por la vergüenza toma el lugar. No puedo creer esta mierda, Alice está sonrojada en frente de mí. Lo ha hecho un par de veces, pero esta es diferente, está por todas partes y es brillante. La chica de hierro, dura “no tomo prisioneros”, con 4.2 de media y espinas está sonrojada, sus mejillas rosadas y dulces. Pero entonces algo en ella cambia, el rubor se desvanece, sus ojos pierden su chispa, y se vuelve en toda negocios otra vez. —No siento que esté aprendiendo con eficacia. —¿Sí? —Me rasco la parte posterior de mi cabeza—. Nunca he sido bueno en esta mierda de enseñar. —No, no son tus métodos de enseñanza —me interrumpe—. Eres aceptable. Es el... equipo. —Hace un gesto hacia el consolador en mi mano—. Es difícil saber si lo estoy haciendo bien, simplemente porque no hay ningún mecanismo de respuesta. El aprendizaje depende del refuerzo positivo, y si no responde, no tengo manera de saber si lo que hago está bien. No es muy tranquilizador. —Bueno, los movimientos de tus manos parecen correctos —le digo.

—Pero, ¿sabes a ciencia cierta que están bien? —Nop. Ella suspira. —Así que incluso si me acerco a Theo, podría estropearlo. —Sí, pero, mierda. Podrías tener éxito, también. —No puedo darme el lujo de correr ese riesgo. Ni siquiera una vez. Theo es... demasiado valioso como para correr el riesgo. —Me lanza una mirada—. Es el primer chico por el que me he sentido de esta manera. Pensaba que era disfuncional, o tal vez lesbiana. He pasado años sin sentir ni una vez el ser golpeada por el amor. Pero luego le conocí y lo comprendí. Finalmente he comprendido de qué trataban todas esas canciones, todos los poemas de Keats y Hemingway. Él me abrió los ojos. Ignoro el hundimiento en mi estómago. —Suena como si él es mierda importante para ti. —Sí. Así que tengo que ser nada menos que perfecta. Tengo que tener tanta práctica y estar tan preparada como pueda. No puede haber errores. —Eso suena como un montón de presión de mierda que estás poniendo sobre ti. —La presión es la única cosa a la que estoy acostumbrada. —me corrige Alice—. Puedo manejar la presión. Te busqué para que me enseñes a manejar el resto. Hay un extraño y tenso silencio, y luego los dos soltamos palabras a la vez. —Creo que puedo… —No te importaría si… —Lo siento, adelante —digo. Alice sacude la cabeza. —Esperaba que no te importara ser un sujeto de prueba en vivo. Para la práctica. Y solo por esta vez. Soy cuidadoso de evitar que mis ojos salten de mi cráneo. ¿Alice? ¿Pidiendo permiso para hacerme una paja? —Mira, Princesa, he tenido un montón de chicas… —¡Lo sé! —me interrumpe—. Lo sé muy bien. Es por eso que creo que serás un excepcional sujeto de prueba. Soy inexperta, y va a ser extremadamente mediocre. Será tan malo, que te va a permitir mantener la mente clara, de ese modo puedes guiarme y ofrecer consejos mientras yo experimento. —Creo que te subestimas a ti misma, y al poder de la mano femenina. No importa cuán mala seas, todavía voy a reaccionar. —¡Pero vas a reaccionar con claridad! Eso es mucho mejor que una cosa de plástico sin vida. Seré capaz de evaluar tus reacciones y ajustar adecuadamente. Entrecierro los ojos hacia ella, incluso mientras mi mástil está empujando insistentemente contra mis pantalones vaquero. —Pero, ¿qué hay de ti?

—¿Qué hay de mí? —Estás bien con... con que yo sea el primero... a... —Pero no lo eres realmente —dice rápidamente—. Es solo práctica. Para Theo. Y creo que va a ser educativo. Pongo los ojos en blanco, pero antes de que pueda levantarme y salir, ella se desliza rápidamente sobre la cama y pone su mano en mi muslo. Sus tormentosos ojos azul-grisáceos cobran vida con esa chispa de nuevo, sus dedos presionan curiosos círculos dentro de mis pantalones vaqueros. Cada chico borracho de fraternidad en el campus mataría por estar en esta posición, en una cama con Alice Wells, con el sol de la tarde iluminando su cabello como miel y los ojos con el tipo de fuego apasionado que solo reserva para los jodidos estudios, o los exámenes. Para el aprendizaje. Aprender es lo que le gusta, y es evidente en la forma en que está tocarme ansiosamente. —N-no —digo, tenso y ronco—. No lo rasguñes. Abre la mano y frota arriba y abajo... Inhalo mientras su palma corre sobre mí, suave al principio, luego con fuerza. Ella mira a sus manos trabajando, luego a mí. —Ajá, la fricción que produce es lo que estimula la piel. Eso tiene mucho más sentido. Gimo y la empujo por los hombros. —Alice, joder… solo para. Solo detente de una maldita vez. —¿He hecho algo mal? —Ella inclina la cabeza. —No, pero… maldita sea, mujer —gruño—. No soy Theo. Él es el que te importa. Inclina la cabeza hacia otro lado, como un pájaro curioso. La inocencia en el movimiento me hace arder más y más. —Lo sé. Pero tú eres mi maestro. Me tienes que enseñar. —Ella baja la vista hacia mi entrepierna—. Además, no tiene mucho sentido usar una imitación de plástico cuando tenemos la cosa real aquí. Pruebas vivas contra pruebas de laboratorio son considerablemente más lucrativas en términos de apoyo de control de datos. Me recuesto contra la pared y golpeo mi cabeza contra ella, tratando de limpiar la mierda de neblina estática de la lujuria. Tengo que salir. Tengo que irme. No va a salir nada bueno de esto. Esto solo me joderá. ¿Pero por qué? ¿Por qué creo que me va a joder? ¿Es porque la deseo? Todo el mundo con una polla la desea. Yo no soy especial. Theo es el único que le importa. No es como que necesito chicas a quien importarles para que me masturben. Hailey me acarició en el concierto de anoche mientras yo la tocaba, y tiene novio. La semana pasada era Kelsie, me la chupó detrás del árbol de cerezo por el edificio de ciencias, y a la mierda, ella tiene novia. No soy ajeno a las descuidadas travesuras de polla con personas que no sienten realmente nada por mí.

Así que, ¿por qué esto me está molestando tanto? —No quiero que hagas algo de lo que te arrepentirás, Princesa —digo finalmente. Siento el tirón de mi cremallera demasiado tarde, cuando ya está abajo, y está tirando del dobladillo de mis pantalones. —Agradezco tu preocupación, pero nunca me arrepiento de aprender, Ranik. —Frunce el ceño, un casi puchero—. Sé que no va a ser el mejor para ti, pero agradezco tu sacrificio. No puedo decir si está bromeando o no, y no me importa, porque al segundo que sus delgados dedos se abren camino a través de mis bóxer y me encuentran, cada protesta en mi vacío cerebro se vuelve ruido blanco. Sus dedos están fríos, sus apenas existente uñas son deliciosamente suaves contra mi piel. Me saca, recto y lo suficiente duro para cortar vidrio, y sus ojos se amplían. —Oh. No tenía ni idea de que se volviera tan grande. Le doy una sonrisa febril. —E-ese solo soy yo. Algunos chicos son más pequeños. Estoy seguro de que Theo será pequeño... ¡Ah! —me corto cuando ella envuelve su mano alrededor de la base y aprieta. —No más presumir de ti. —Suspira altaneramente. Veo su autocomplaciente sonrisa aflorar mientras me masturba, apretado y fuerte. Un gemido intenta saltar pero me lo trago. —¿D-de qué estás… —siseo mientras juega con sus dedos al otro lado de mi miembro, las candentes fibras de placer me consumen—… pr-presumiendo? —¿Presumiendo? No, solo estoy contenta. Eres una herramienta de aprendizaje mucho más buena —dice, su otra mano serpentea hacia fuera. Me agarra con ambas, y aprieta suavemente. Cuando no reacciono, se inclina y sopla aire fresco en mi miembro. Mis traidoras caderas dan un repentino tirón, y sus dulces labios rosados permanecer inmóviles allí. —Oye, a…ah, espera, las cosas con la boca no están en el menú… —Demasiada fricción sin lubricación es peligroso. Todo alumno de física sabe eso —replica Alice. —Princesa, escúchame, lo digo en serio, si tú… ¡joder! Ella pasa su suave lengua desde mi base hasta la cabeza, dejando un fino rastro de húmedo calor. Cada centímetro de mí quiere quedarse en esta cama y dejarla hacer lo que sea que quiera hasta que me corra sobre ella, en ella, pero algo claro y repentino atraviesa esa mierda y me aleja del borde. Me escabullo fuera de la cama, guardándome y subiendo la cremallera de mis pantalones vaquero. —¿Qué d-demonios estás haciendo? —jadeo. Las mejillas de Alice están encendidas. —Yo estaba… estaba aprendiendo. ¿Por qué te detienes? ¿No iba bien?

—¿Tienes alguna jodida idea, cualquier puta idea de lo que significa esa mierda? Estás adelantándote… —¡Tenía curiosidad! ¡Y no quiero que tengas dolor, por la fricción seca…! —¿Por qué te importa si tengo dolor? —digo bruscamente—. Soy solo una herramienta de aprendizaje para ti. Alice parece sorprendida, y la sorpresa se convierte poco a poco en confusión. —Creo... creo que eso es lo que acordamos. Tú me enseñarías, y yo haría tu trabajo. Nos usaríamos el uno al otro. Es un trato justo. Aprieto mi puño y resisto la tentación de golpearlo contra la pared. —No es justo. No es jodidamente justo cuando vas y haces alguna mierda loca como esa. —¿Cómo es eso una mierda loca? ¿No te hacen muchas otras chicas lo mismo? ¿Es mierda loca cuando ellas lo hacen? Mi estómago se cuaja. —¡No, eso es jodidamente normal! —¿Entonces por qué, cuando lo hago por el bien de la educación, es de alguna manera una mierda loca? ¿Por qué soy diferente para ti? Solo trátame como a otra chica. Solo quiero aprender, y sería capaz de hacerlo, ¡si me tratas como ellas! —¡Tú no eres como ellas, jodida idiota! —grito—. ¡Deja de tratar de ser como ellas! ¡Deja de tratar de ser nadie más que tú jodida misma para ese imbécil de Theo! ¡A él no le vas a gustar sí intentas tan malditamente duro de ser alguien que no eres! Alice se queda en silencio, el rubor pierde intensidad y el imperial rostro se enfría en un glaciar irrompible. Dejo salir un gruñido de frustración y giro sobre mis talones, cerrando la puerta del dormitorio detrás de mí. Nunca he caminado tan rápido o estado más cabreado en mi vida, y no tengo ni puta idea de por qué. Todo lo que sé es que cuando vuelvo al apartamento, ignoro el saludo de Trent y Miranda, entrando furioso a mi habitación y apoyándome contra en la puerta para acabarlo, pensando en la jodidamente perfecta boca de Alice todo el tiempo. Ella me está jodiendo, duro, sin siquiera joderme. *** Confundida y agotada por mamá, y Ranik, y todo lo demás en mi vida, presto atención a la clase de Mathers de esta semana. No tengo la fuerza de voluntad para luchar en contra de mis instintos, nunca más. Ellos me han metido en problemas con Ranik, mi único maestro dispuesto. No puedo confiar en ellos otra vez. Ni siquiera cuando me gritan que salga del salón de clases mientras los fríos, pequeños y brillantes ojos de Mathers hacen contacto con los míos durante su conferencia. Sostiene mi mirada por un largo tiempo, demasiado largo, con el mínimo parpadeo de una sonrisa engreída en sus labios. La poca furia que amenaza en mi corazón se extingue rápidamente. ¿Para qué sirve? Si peleo, si me niego a entrar a esta clase, mamá me sacará. No puedo volver a

casa. No como un fracaso. No como una universitaria que desertó. No puedo dejarla quemar lo poco de vida que he construido para mí aquí igual como quemó mis diarios de poesía, igual quemó mi vida en la escuela secundaria cuando ella… Me estremezco, y reprimo la memoria en el zumbido de la irritante voz de Mathers. Charlotte se da cuenta de mi incomodidad, y me da un codazo cuando Mathers se da vuelta. —¿Estás bien, cielo? Has estado luciendo realmente deprimida los últimos dos días. —Es esta clase... —susurro. —Uh, ¿quieres decir, la clase que realmente te gusta, pero a la que no has aparecido en el último par de semanas? ¿Por qué es eso exactamente? Asiento hacia Mathers. —¿Recuerdas lo que dijiste sobre que soy su estudiante favorita? —Sí. —Lo soy. Charlotte levanta una ceja. —Oh. Ohhhh. —Su nariz se arruga—. Ew. Eso es asqueroso. ¿Estás bien? —Estoy bien —miento—. O, casi no lo estuve, pero Ranik interrumpió y... me salvó, de cierto modo. —Así que ese es el por qué has estado hablando de él. —Se aclara—. ¡Todo tiene sentido! Mathers levanta la vista hacia nosotras y caemos rápidamente en silencio. Se vuelve de nuevo después de darnos una mirada rápida a las dos. —Lo siento mucho, Al. —Charlotte se apoya en mi hombro—. Podrías habérmelo dicho, lo sabes. —Lo sé. Lo siento. Yo solo me sentía como... como si estuviera exagerando. Como si te lo contara, tú dirías que era... Me voy apagando, y Charlotte frunce el ceño, abrazándome más fuerte. —No pienses así. Me puedes contar lo que quieras, ¿de acuerdo? En serio. No te voy a juzgar. Mucho. Nos sonreímos la una a la otra a sabiendas. Mathers pasa un examen sorpresa, y camina arriba y abajo por los pasillos a medida que los completamos, asegurándose de que nadie esté haciendo trampa. Permanece un poco demasiado cerca de mi escritorio, y reprimo un estremecimiento. Charlotte lanza puñales con su mirada a su espalda, y me siento tan aliviada de que esté enfadada en mi nombre. No me enfadé. Solo traté de negar lo que me pasó en forma de una capa de conmoción y pesada evitación. Fue un error. En lugar de correr, o esconder mis verdaderos sentimientos, debería haberlos abrazado. Las lecciones de Ranik me han enseñado mucho. Ranik.

Cuanto más pienso en él, más vergüenza me da. Después de que se fue la otra noche, me desplomé en la cama y dejé que la mortificación me consumiera. Hasta ahora había conseguido avanzar más allá de mí, y todo porque quería aprender. Siempre he sido así, aparece un nuevo tema, y me lanzo a él, ansiosa por aprender cualquier cosa y todo sobre él. Y el sexo parece esencial para una relación, tan esencial para conseguir que le guste a Theo, que no me detuve a pensar dos veces acerca de lo que estaba haciendo. Lo quería. No, corrección, quería aprenderlo. No lo quise, no de manera sexual. O ¿lo hice? Recuerdo que mi temperatura corporal aumentó, una oleada de orgullo me recorrió cuando vi cada reacción de Ranik a mi tacto. Tenía poder sobre él. Pero más que eso, estaba haciéndolo feliz. Le estaba haciendo sentir bien, como nunca había hecho sentir a nadie antes. Él me estaba disfrutando. Por una fracción de segundo, no era aburrida, o una mojigata, o cualquier número de cosas horribles que la gente me ha llamado a lo largo de los años. Era interesante, entretenida. Era como todos los demás, teniendo sexo. Algo así. Todavía estoy insegura de si una masturbación cuenta como sexo en toda regla. Le preguntaría a Charlotte, pero esta clase no es la mejor para hacerlo. Cada vez que me encuentro con la mirada de ojos brillantes de Mathers, me estremezco y al instante recuerdo su lujurioso desliz, y mi estado de ánimo se desploma. Charlotte lo puede notar, porque toma cuidado especial en esperarme mientras empaco mis bolsas cuando suena la campana. Los ojos de Mathers me siguen fuera, pero el brazo de Charlotte atado a través del mío me da un poco de coraje. Mantengo la cabeza en alto mucho después de que nos hayamos ido. Ella me lleva al carrito de yogur helado, que está estacionado fuera del edificio Edward Lee, anticipándose a la multitud de la hora del almuerzo. Pido dos bolas con piña azucarada y nueces, y ella chocolate encima de chocolate encima de más chocolate. Comemos nuestros premios bajo un roble, Charlotte parloteando alegremente acerca de su novio Nate, sobre su trabajo en el laboratorio de biología. Echo un vistazo a mi teléfono de vez en cuando, Ranik no me ha enviado mensajes ni una vez. No es extraño —a veces él pasa días sin enviarme mensajes—, pero sus deberes están casi a fecha, y por lo general comienza a acosarme más temprano que tarde. Sé que hice que se enfadara. Pero todavía no entiendo cómo ni por qué. Mi mejor conjetura es porque fui más lejos de lo que acordamos y eso es imperdonable, especialmente en el sexo. Debo disculparme. —¡Alice! —Charlotte me da un codazo en las costillas—. ¡Tierra a Alice! Levanto la vista rápidamente y veo a Theo de pie junto a nosotras, con una sonrisa suave en su rostro y sus manos en sus bolsillos. El sol lo ilumina por detrás formando un halo dorado. —Hola—dice. —H-hola. —Me pongo de pie al instante, pero él se ríe.

—Está bien, no te levantes en mi nombre. ¿Me puedo sentar con ustedes? —¡Claro! —Charlotte se entromete, lanzándome una sonrisa de complicidad. Me siento. —Gracias. —Theo sonríe, y se sienta en la hierba junto a mí. Su mano está tan cerca de la mía en la hierba que podría deslizarme por encima solo un centímetro y tocar sus dedos. Puedo sentir el calor de su hombro y el olor de él, caliente, fuerte, de recién hecho café. —Entonces, ¿qué te trae a esta parte del bosque? —Charlotte guiña un ojo a Theo. —Nada realmente, solo tenía tiempo para matar antes de mi próximo show, y las he visto a ustedes dos. —Theo se vuelve hacia mí, y sonríe—. Te ves muy bien hoy, Alice. Siento que mi corazón golpea contra mi caja torácica, en un intento de escapar. Abro la boca para negar que luzco bien en absoluto, cuando la lección de Ranik en el restaurante me viene a la cabeza. He tomado muchos más comentarios embarazosos de él sin negarlos. Acepta el cumplido con gracia, la voz de Ranik hace eco. Le sonrío a Theo. —Gracias. Charlotte, conociéndome, abre la boca como un pez. Theo sonríe más brillante. —Así que, estaba pensando. Hay un carnaval en la ciudad, ¿verdad? —O-oh, ¡claro! —Charlotte ayuda—. ¡En la calle principal! Todo el mundo está hablando de ello. —Sí, eso es. Tiene paseos y comida, una rueda de la fortuna, y juegos, y estaba pensando... bueno... estaba pensando que podrías venir. —Theo me mira. —¿En serio? —Inclino mi cabeza. —Sí. —Él asiente con entusiasmo—. Yo y un amigo vamos, y quería invitarte. Puedes llevar a un amigo, también. Si quieres. —Así que, entonces seremos tú, y yo, y… —Grace —dice Theo—. Ha sido idea suya. Será divertido, lo prometo. ¿Grace le ha invitado? Antes de que pueda considerarlo, Charlotte agarra mi brazo. —¡Por supuesto que va a ir! ¿A qué hora es? —Voy a conducir, así que, te veré a las ocho. Aquí, mi número. Theo me pasa un trozo de papel con su número en él, y sonríe. Lo sostengo con manos temblorosas, y estoy paralizada por ello. Finalmente, ¡tengo el número de Theo! Puedo llamarlo o enviarle mensajes, ¡puedo llegar a conocerlo mejor! —Nos vemos por ahí —dice Theo, y salgo de mi ensimismamiento y levanto la vista.

—C-claro. Sí. Gracias. Charlotte lo observa irse, y cuando desaparece detrás del edificio, chilla como un alma en pena en un invernadero, prácticamente destrozando mis tímpanos. —¡Ahhh! ¡No puedo creer que te haya invitado a una cita doble! —¿Eso es lo que es? —pregunto. Charlotte asiente. —¡Duh! Grace le ha invitado, y tú tienes que invitar a una cita. Pero, quiero decir, la mejor parte acerca de las citas dobles es que ¡puedes cambiar de pareja! ¡Esta es tu oportunidad perfecta para hacer cosas con Theo! Oh Dios mío, solo puedo imaginarte en la rueda de la fortuna con él ahora, con fuegos artificiales disparándose, la noche llena de estrellas… —Sólo hay un problema —digo—. No conozco a muchos chicos. O... ningún chico. Lo suficientemente bien como para invitarlos, de todos modos. Charlotte reflexiona sobre esto. —Bueno, te dejaría llevar a Nate, pero no sé si a él le gusta Grace tanto, ellos han tenido discusiones en clase de debate… —¿Qué hay de Ranik? —digo. Charlotte abre mucho los ojos, luego retuerce sus manos. —¿Ranik? Pero él es, Al, él no es agradable… —Él me salvó de Mathers. No puede ser tan malo —insisto. Charlotte no sabe que le conozco lo bastante bien, y me gustaría que siga siendo así. Incluso si dice que no me juzgaría por lo que le diga, ella definitivamente alucinaría sobre mí y Ranik. —Ugh. —Charlotte suspira—. Bien. Supongo que él lo haría. Simplemente puedes deshacerte de él con Grace, de todos modos. De repente se anima. —TENEMOS que ir a la ciudad y conseguirte un bonito conjunto. ¡No más pedir prestadas mis cosas! Te quedan muy bien, ¡pero esta es tu primera cita! Necesitas ropa bonita, y punto. Me río mientras hace planes, hablando sobre qué tiendas tienen las mejores ventas ahora. Todo lo que puedo pensar es en lo que ha dicho, es mi primera cita. Una cita real. Finalmente, por fin, tengo una cita, como cualquier otra chica. No es una cita falsa que es una lección. No soy imposible o difícil. A alguien le gusto lo suficiente como para invitarme a una verdadera y real cita. Y no me ha invitado cualquiera, ha sido el propio Theo. Me siento como si estuviera flotando. *** La sensación flotante solo dura el tiempo que me lleva coger el autobús al apartamento de Ranik. Durante el paseo de media hora, tengo más que suficientes

oportunidades para considerar lo bien que irá mi solicitud. Él todavía puede estar enfadado. Pero sin él, no sé si puedo pasar muy bien en esta “cita doble”. Llamo a la puerta tentativamente, y Miranda responde, su cabello de color rosa brillante en una coleta. Su cara se amarga instantáneamente al verme. —¿Sí? ¿Qué es lo que quieres? —Pido disculpas por molestarte —empiezo—. ¿Está Ranik alrededor? Miranda me mira de arriba abajo, a continuación, echa un vistazo detrás de ella al apartamento. Resuenan los sonidos de pistolas de videojuegos disparándose. Sí entrecierro los ojos, puedo ver a Trent en el sofá jugando un juego con Seth. Miranda me mira de nuevo. —Nop, lo siento. Se ha ido. —Oh. —Trato de ocultar la decepción en mi voz y fallo miserablemente—. ¿Sabes dónde podría encontrarlo? Miranda se burla. —No puedo creer que en serio hables así. Ranik me dijo que eras diferente pero no sabía que eras tan pasada de moda. Me armo de valor para no estremecerme. ¿Les ha hablado de mí? Por supuesto que sí. —Mira. —Miranda mira detrás de ella como sí no quisiera que Trent y Seth escuchen, entonces camina fuera conmigo y cierra la puerta detrás de ella—. A ninguno de nosotros nos gustas, ¿de acuerdo? Así que es probable que sea mejor que no vengas a husmear aquí. —¿Por qué? ¿He… he hecho algo para ofenderte? Lamento que... que durmiera en tu apartamento la otra noche. Usé la toalla de alguien. Lo siento mucho… —No es eso. —Miranda suspira. Se apoya en la barandilla y se frota entre sus oscuras cejas—. Mira, Ranik nunca... ha traído chicas a casa así antes. Estoy a punto de reír. —¿Hablas en serio? —Bueno, quiero decir, las trae a casa para follar —corrige bruscamente—. Pero no, no para cuidar de sus lesiones. No para dejarlas dormir en su cama sin él en la misma, si es que me entiendes. —Ranik y yo somos amigos —digo rápidamente. —No trates de mentirme. Ranik nos lo contó todo. Te está enseñando cómo funcionan las citas para que puedas enganchar a otro tipo, ¿verdad? Sorprendida, me obligo a asentir. Miranda suspira con cansancio y enciende un cigarrillo, resoplándolo fuera sobre la barandilla. —Él está intentando dejarlo, sabes.

—¿Dejar qué? —De fumar —sonríe—. Y está estudiando. Casi nunca bebe, debido a su papá. Y ahora está dejando de fumar, también. Es casi como si estuviera tratando de impresionar a alguien. —No entiendo. ¿Por qué su padre haría que él… —Oh, vamos. Él dijo que eras lista como un zorro. Cuando solo parezco perdida para ella, exhala fuertemente de nuevo. —Solo te estoy diciendo esto porque debes saber con lo que estás lidiando. Y no puedes decírselo a un alma, o voy a cazarte y cortarte la garganta. Me tenso, pero suspira más fuerte. —El padre de Ranik era un borracho. Adicto al whisky. Pegaba a Ranik y a su madre. Un día, su madre no pudo aguantar más y solo... se alejó de ellos. La policía la encontró en los bosques a un par de kilómetros. Ahorcada. La sangre en mi corazón se congela con un hielo doloroso, frígido e instantáneo. ¿La feliz, sonriente, hermosa mujer de la foto que vi fue impulsada a hacer eso? Miranda me mira con los ojos de un tigre feroz defendiendo algo. —Él abandonó la escuela secundaria algunos años más tarde. Su padre le daba palizas constantemente. Finalmente se levantó y huyó, aquí, vino a Trent y a mí. No pudo encontrarnos por un tiempo, por lo que vivió con Bárbara en Venn Diagram, obtuvo su diploma de bachillerato. De alguna manera se metió en un buen colegio. Su vida ha sido una mierda, ¿bien? Y nosotros no queremos ver que se convierta en más mierda. —Entiendo —digo en voz baja—. Te preocupas mucho por él. —Por supuesto que lo hacemos. —Está de acuerdo—. Queremos verlo feliz. Él siempre... siempre se lanza tras cualquier chica que le dice dos palabras agradables. Él es como un perro muerto de hambre, ¿sabes? Colgando alrededor del depósito de chatarra, esperando que alguien le tire un poco de amor. Pero esas chicas nunca se quedan mucho tiempo, ellas notan que está más jodido de lo que quieren tratar. Así que se van. Se vuelve hacia mí, con el cabello rosa en llamas alrededor de su delgado rostro mientras aplasta el cigarro. —Eres la primera chica que ha llevado a Venn Diagram, ¿lo sabes? Arrugo la frente en confusión, pero antes de que pueda abrir la boca, ella llena el silencio con palabras. —Seguro, él conoce a chicas allí. Pero nunca las lleva allí, sabes, para conocer a Bárbara. Para conocernos a nosotros. —No entiendo. ¿Qué estás insinuando? —Vamos, chica genio. Estoy segura de que puedes descifrarlo.

Parpadeo hacia ella, y me mira fijamente por un momento antes de resoplar. —Seré condenada. Parece que Ranik no estaba mintiendo acerca de ti al decir que no sabes una mierda sobre chicos después todos. Camina junto a mí y me da palmaditas en el hombro. Antes de que pueda volver a entrar, la detengo. —¿Él... volverá más tarde? —Puede ser. Infierno si lo sé. Quiero decir, Seth y Trent y yo tenemos trabajo esta noche, así que no vamos a estar alrededor. Eres bienvenida a intentarlo. Revuelvo rápidamente en mi bolso y saco la ropa que ella me prestó. —Aquí, también. La he lavado. Muchas gracias por prestármela. Miranda sonríe, y la agarra. —No hay problema. Camino por las escaleras y contemplo qué hacer. Tengo que volver esta noche. Mandarle mensajes no parece conseguir ninguna respuesta de él, así que tengo que hablar con él cara a cara. Estoy preocupada de que me odie para siempre, ahora. Estoy preocupada de que haya perdido a mi mejor maestro, mi único aliado. Y muy posiblemente, puedo haber perdido a un buen amigo.

o vi desde la ventana. Tomo otro trago en un bar cuyo nombre no puedo recordar (y una mierda, no iba a dejar que Bárbara me vea así) e intento bloquear el recuerdo. Lo vi desde la ventana y todo ocurrió tan malditamente rápido. Alice había estado sentada allí con su amiga, y luego llegó Theo. Él prácticamente brillaba en la maldita luz del sol, todo su cabello rubio, su piel bronceada y los dientes demasiado blancos. Y podría decir, podría jodidamente decir, por la forma en que hablaba y por cómo Alice se puso blanca como una hoja, que la había invitado a salir. Y fue entonces cuando lo supe. El maldito se me ha adelantado. Se ha acabado. Vi el bonito rostro de Alice iluminarse con alegría pura, y supe que había terminado. El camarero me lanza una mirada cuando pido otro trago, pero le señalo. —Oye, no me des esa mirada. Estoy pagando, ¿de acuerdo? Así que pónmelo cuando te lo pida. El camarero suspira y desliza el trago. Este cae como fuego y azufre, quemando, la sensación me llega hasta los dedos de las manos y los pies. Si tengo suerte, va a quemar el sentimiento haciendo que salga de mi corazón. Así que lo sigo intentando. —Realmente has tomado mucho, sabes. —La chica a mi lado, una morena de apariencia dulce, con ojos oscuros y lápiz labial brillante, se bebe lo último de su segundo Martini. Me sonríe, acariciándome el codo. —¿Por qué no nos vamos de aquí? Los dos sabemos lo que está por venir. Es una danza, una jodida eterna rutina, o debería decir, ¿una rutina de follar eternamente? Lo que sea. Ambos sabemos que ella está aquí por mi polla, y yo estoy aquí por ella. Estudio su rostro. Es guapa. Tal vez incluso más guapa que Alice. Si entrecierro los ojos, su cabello casi parece rubio y sus ojos parecen azules. Parece muy agradable. No es grosera o evidente como otras chicas. Tal vez, solo tal vez… —Ey. —Un hombre me da un golpecito en el hombro. Él está borroso, pero es enorme—. No le hables así a George, ¿me oyes? Murmuro a través de mis labios: —¿Quién me lo va a impedir, viejo?

—Oye —advierte George, el barman—. No empieces nada, Bailey. —¡Él te ha faltado al respeto, Georgie! —protesta el tipo grande—. ¡No voy a dejar que se salga con la suya! —Está bien, caballeros —mascullo, y dejo dos billetes de veinte en la barra—. Ya me iba de todos modos. Vamos, cariño. La chica —¿Alyssa? ¿Andrea?—, suelta unas risitas y agarra mi brazo, llevándome fuera del abarrotado bar, hacia la fría noche de noviembre. Mierda… es noviembre ya. ¿A dónde se ha ido el maldito tiempo? Oh, es cierto. Lo he pasado enseñándole a Alice. Enamorándome de la jodida Alice. —Voy a conseguir un taxi. —Alyssa-Andrea para uno desde la acera, y me empuja hacia el coche amarillo. El conductor tiene una voz ronca y conduce rápido, pero nos besamos más rápido. Solo hay una cosa que me pasa través de mi mente de borracho, y no se trata de la boca de Alyssa-Andrea. ¿Por qué? ¿Por qué demonios me he ferrado a ése trozo de esperanza? ¿Por qué he pensado que era lo suficientemente bueno para ella? ¿Por qué siquiera pensaba que tenía una maldita oportunidad? El conductor pide mi dirección y me alejo de los suaves labios de la chica para dirigirlo. Él gruñe y gira a la derecha. Mi cabeza golpea su asiento y Alyssa-Andrea ríe estridentemente, empujándome hacia atrás para otro beso. —Eres gracioso —murmura ella—. Me gustas. ¿De verdad? ¿O simplemente dice eso porque está borracha? He oído todo eso antes. Simplemente está borracha. Siempre están lo suficientemente borrachas como para acostarse conmigo, pero no lo suficiente borrachas como para quedarse. Nunca lo suficiente para quedarse. Nunca les gusto lo suficiente como para que se queden. Y sucede de nuevo, mientras tropezamos por las escaleras hasta mi apartamento, besándonos como un par de adolescentes borrachos por primera vez con la bebida que le han robado a su tío. El rostro de Alyssa-Andrea oscila, y su cabello se vuelve rubio, sus ojos azules como el mar, y mi respiración se queda atrapada en mi garganta. La beso más fuerte que antes, abrazándola con fuerza mientras jugueteo con mis llaves y la puerta. —No voy a dejarte ir —murmuro en su cabello—. No voy a dejar que él te tenga. Alyssa-Andrea se ríe. —¿Qué? Entramos tropezando al apartamento, y cierro la puerta con mi pie. AlyssaAndrea baila alejándose de mí, girando sus caderas tentadoramente, y otra vez, su cuerpo se transforma. Alice.

Alice está bailando en frente de mí, como lo hizo en el estacionamiento en mi cumpleaños, y puedo olerla, casi saborearla en ese pequeño vestido negro… Me lanzo hacia ella, apretándola contra la pared y levantando sus manos sobre su cabeza, entrelazando mis dedos en los suyos. —Te he deseado durante tanto tiempo —jadeo—. Te quise en el segundo en que te vi. Lo eres todo. Eres todo lo que malditamente quiero en mi vida. Eres perfecta. Ella se ríe, la risa clara de Alice vibra por el pasillo, y besa mi cuello sin palabras. —Yo puedo amarte mejor —susurro—. Te lo prometo, puedo amarte más de lo que él nunca lo haría. Ya lo hago. Solo dame una oportunidad. Se escapa de mi agarre y se mueve hacia el dormitorio. Yo la detengo en la puerta, tirando de su mano y la atraigo hacia mi pecho buscando un beso. —Por favor —digo en voz baja—. Por favor, sé mía. —Soy tuya —dice, besándome suavemente. Y es el final para mí. Su boca está en la mía, mi boca está en su cuello, mis dedos desatan sus botones mientras beso un camino por su pecho. Ella suspira felizmente y no quiero nada más que hacerla suspirar así una y otra vez, quiero demostrarle lo mucho que siento por ella, lo mucho que me vuelve loco. *** Mi mano se detiene justo antes de llamar a la puerta del apartamento de Ranik. He estado matando el tiempo durante seis horas con Charlotte, yendo de compras y eso ha nivelado mi temperamento. Ahora sé que Ranik nunca va a hablarme otra vez. Puedo aceptarlo. He pasado seis horas para aceptarlo, y a su trágico pasado. Me siento más hueca de lo que me gustaría, casi demasiado ligera. Me siento como que he perdido algo importante que ya no puedo recuperar. He asustado al niño que quería ser mi amigo. Todo lo que puedo hacer ahora es tratar de disculparme, y seguir adelante con mi vida. Enderezo la camisa nerviosamente. Charlotte insistió en una camisa azul brillante con un fantasma del Comecocos15 en ella, y muy a mi pesar, pantalones cortos vaquero. Si bien es un atuendo cómodo, no está muy bien adaptado para ir a llamar a la puerta de un chico, en fría noche de noviembre. Me estremezco y reúno el valor para finalmente llamar. Tengo que hacer esto. Tengo que decirle que lo siento. Se merece por lo menos eso. No hay respuesta. Espero, y llamo de nuevo más fuerte en caso de que no me haya oído. Pero esta vez, la fuerza con la que toco hace que la puerta se entreabra un poco. Está abierta. Me asomo al apartamento; está oscuro y aparentemente sin vida. —¿H-hola? —llamo—. ¿Ranik? 15

Comecocos: videojuego arcade.

Débilmente oigo a alguien decir algo en una habitación. Endurezco mis nervios y entro en el apartamento, cerrando la puerta detrás de mí. ¿Por qué estaba abierta? ¿Él está bien? La preocupación comienza a nublar mi mente. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad rápidamente. —¿Hola? —Lo intento otra vez— ¿Hay alguien aquí? Juro que oigo a alguien murmurar mi nombre. Camino por el pasillo y escucho cuidadosamente. El ruido procede de la habitación de Ranik. Su puerta está entreabierta, la tenue luz de la lámpara ilumina la habitación con un suave resplandor. Exhalo, y luego inhalo tan profundo como puedo, tratando de darme un poco de coraje. —Ranik… —Abro la puerta y al instante me arrepiento. Una hermosa pechugona morena tiene sus piernas envueltas alrededor de la espalda de Ranik, y él está de pie, follándola contra la pared. Sus manos están agarrando sus perfectos muslos, los dedos hundidos como si estuvieran agarrando terciopelo. Sus pechos ondulan con sus jadeos, y los gemidos de Ranik son apenas audibles, pero está claramente complacido. Ella saca y mete sus dedos en su oscuro cabello rizado, alborotándolo aún más. Ninguno de ellos me nota en absoluto. Me quedo ahí parada, paralizada por el horror. Ésta es la primera vez que veo a alguien tener relaciones sexuales. Y ver que es Ranik me hace sentir… Una llama repugnante y traidora comienza a lamer mi estómago y se abre camino hasta mi tráquea. La espalda lisa y musculosa de Ranik. El ala tatuada de Ranik, tan oscura y ondulante por sus esfuerzos. El trasero, los muslos y las piernas de Ranik, perfectos y fuertes como de película. Y el increíblemente extasiado rostro de la mujer me dice todo lo que no quería saber. Sus ojos parpadean abiertos, y ella me ve. Da golpecitos en el hombro de Ranik, y él desacelera, dejando que ella baje y le lanza una mirada confusa. Ella solo suelta unas risitas y apunta hacia mí, tratando de alcanzar una sábana para cubrirse. Ranik se gira. Su rostro se congela, cada músculo se paraliza, sus ojos verdedorados alarmados, confundidos, aterrorizados. El rubor sexual en sus mejillas se drena en un abrir y cerrar de ojos a un color ceniza. No me atrevo a mirar por debajo de su cintura. La parte de mí que es Alice Wells, con media de 4.2 y la reina indiscutible de la academia y de todas las cosas engreídas, se hace cargo de mi parte horrorizada. Siento ganas de vomitar. Siento ganas de salir corriendo. Pero la vieja yo, la fría y amargada Alice me tranquiliza, el yo antes de Ranik barre esos sentimientos bajo la alfombra en un santiamén, y se compone a sí misma. —Lo siento. —Enderezo la espalda—. No quería interrumpir tu noche. Volveré en otro momento.

Rápidamente me dirijo hacia la puerta. Puedo oír un ruido de alguien tropezando detrás de mí, la voz de Ranik, débil al principio, luego más fuerte. — ¡Alice, mierda, Alice! ¡Alice, vuelve! Lo ignoro y tomo las escaleras de dos en dos. Pero no puedo negar lo caliente y mojadas que están mis mejillas de repente. No llores, dice la Vieja Alice con severidad. Él no significa nada para nosotras. Pero… No. Él era tu maestro, nada más. Una herramienta útil. Ha servido a su propósito. Te ha enseñado lo suficiente. Ahora déjale. —¡Alice! ¡Joder, ve más despacio, por favor! Doy un grito estremecedor y doy la vuelta en la esquina. El bulevar principal me grita con las luces de neón y el tráfico nocturno del viernes. Me limpio el rostro y camino más rápido. Si soy rápida, puedo coger el autobús 12 hasta casa y dejar todo esto detrás para siempre… —¡Alice! Ranik, vestido descuidadamente, con pantalones vaqueros medio abrochados y camisa arrugada, me agarra por la muñeca. Giro para encararlo y alejarlo. —No me toques. —Le digo fríamente. Sus ojos verdes, iluminados como esmeraldas bajo el turbio resplandor de las luces de neón, reflejan un dolor interno. —Alice, por favor, escúchame un segundo… —No. Ya no estoy obligada a escucharte por ningún número de segundos —le digo rápidamente—. Te libero de tu posición como mi maestro. —¿Qué? Espera un segundo, cálmate… —Te enviaré los trabajos terminados a tu bandeja de entrada ésta semana. Espero que no haya contacto adicional entre nosotros. Buenas noches. Me alejo. —¡Alice! —Ranik me sigue—. Por favor, no me hagas esto… El olor en su voz me detiene en seco. Me vuelvo lentamente, y él me alcanza, respirando pesadamente. El olor a alcohol está sobre él. —¿Qué quieres que diga? —Jadea—. ¿Lo siento? ¿Lo siento por follar a alguien? —No lo sientes —le digo—. Claramente estabas disfrutando. —¿Por qué demonios te importa? —exige— ¿Por qué te preocupas por a quién me follo? —¡No me importa! —grito, el sonido me sorprende incluso a mí. Nunca grito. Ranik se ve como que le he abofeteado, dando un paso atrás. Bajo el tono de voz, la calmo—. No me importa. Es asunto tuyo. Pero no puedo evitar preguntarme lo bien que puedes enseñarme cuando tus intereses están en otra parte. Si estás distraído, mi

aprendizaje puede sufrir. No puedo correr ese riesgo. Por lo tanto, nuestro trato ha terminado. —Nuestro acuerdo terminó en el segundo en que Theo te invitó a salir ésta mañana. —Él gruñe. —¿Has visto eso? —Desde la ventana del segundo piso, claro como el puto día. —El rostro de Ranik parece enfadado, derrotado, agotado—. Mira, felicidades. Me alegro mucho por ti, Princesa. Has conseguido lo que querías. El hecho es, que ya no me necesitas más… —Él no me ha invitado a salir. —La expresión de Ranik se relaja. Yo prosigo—: Él me ha pedido que vaya a la feria con él y Grace. Y ha dicho que yo debo llevar a alguien más. Charlotte lo ha llamado como una “doble cita”. Quería pedirte que fueras conmigo. Pero cuando no me has respondido el mensaje, me he dado cuenta de que todavía debías odiarme por lo que sucedió durante nuestra última lección, así que he renunciado a preguntarte y he decidido al menos pedir disculpas por ello. Eso era lo menos que puedo hacer. Así que yo… —Trago fuerte e intento sonreír—. Lo siento por lo que hice. Estaba fuera de lugar, rompí tus reglas y límites, y lo siento mucho. Espero que la chica de ahí atrás no vaya a romper ninguna de tus reglas. Te deseo todo lo mejor. Me vuelvo, pero Ranik agarra mi mano de nuevo, esta vez su voz es baja. —No te vayas. —Ranik… —Por favor, no te vayas. Suspiro. —Claramente tú estás ocupado… —Ella se ha ido. Por favor, no te vayas también. —Su rostro está retorcido con dolor—. Quédate conmigo. Suena tan roto, tan perdido, pequeño, y mucho más joven. ¿Es lástima lo que siento en el fondo de mi estómago? ¿O es preocupación? La historia de Miranda de su pasado aún perdura en mi mente, colgando como una nube particularmente oscura. Mi enfado y mi tristeza se desvanecen rápidamente, reemplazados por un suave agotamiento. —Muy bien —susurro. Ranik y yo caminamos de regreso a su apartamento en completo silencio. La chica se ha ido. Ranik se mueve hacia el sofá. —Sé que probablemente no deseas la cama, así que… —¿Por qué no? Ustedes no estaban haciéndolo exactamente en la cama. Ranik se estremece. —Quédate la cama. Yo dormiré aquí.

—Este sería un momento oportuno para una lección. —Empiezo—. Cómo dormir en una cama con un chico. Me resultaría útil la práctica. —Ranik se queda callado. Suspiro—. Está bien. Lo entiendo. Tú ya no eres mi maestro. Ranik se dirige sin palabras al baño. Su silencio es muy raro en él. Oigo que la ducha se enciende. Mi mente está cansada, me desplomo en su cama. El olor de las sábanas es todo él y justo como lo recuerdo, pino y humo. Me quedo sola, sabiendo que Ranik ya no quiere tener nada que ver conmigo, y que he perdido a uno de mis únicos amigos, entierro mi rostro en la almohada para ocultar mi llanto. Pensaba que lo estaba haciendo bien. Pensaba que me estaba convirtiendo en una persona mejor, una persona más abierta, una persona que le podría gustar a Theo, una persona que le podría gustar a cualquiera. Pero tal vez me lo estaba imaginando todo. Tal vez todo era un sueño. Tal vez estoy delirando. Tal vez nunca pueda cambiar. Tal vez mi destino es permanecer como la misma chica robot para siempre. Graduarme y convertirme en una neurocientífica como mamá quiere. Intenté tan fuerte cambiar aplicando a esta escuela, intentando cambiar al alejarme de todo. Pero ahora puedo verlo. No estoy destinada a cambiar. Estoy destinada a estar sola. Suena un golpe en la puerta. Me limpio los ojos y estabilizo mi voz. —Adelante. Ranik entra, trayendo el olor de una cálida y limpia ducha con él, con una toalla envuelta alrededor de su delgada cintura. —Pantalones —murmura— Lo siento. Sacudo la cabeza, y él se acerca a su vestidor, hurgando en él. Contemplo su espalda, el tatuaje del ala sobre su omóplato. Es el más intrincado y magnífico de sus tatuajes con diferencia. Me hipnotiza. Antes de que sepa lo que estoy haciendo, me levanto, caminando tranquilamente hacia él. Él está aquí. No estoy sola. Todavía no. Pongo mi mano en el ala, trazando sus plumas y cálidas curvas. —Es hermoso —digo. Los hombros de Ranik se tensan, cada músculo se pone rígido. Acaricio la punta de la pluma más baja. Un débil estremecimiento corre a través de él. No tengo tiempo para alejarme, antes de que se gire y me empuje contra la pared, su cuerpo casi desnudo a ras contra el mío. Su cabello oscuro y húmedo, está enredado sobre sus extrañamente brillantes ojos. —Esto es una lección —dice, con sus labios contra mi cuello—. Todavía soy tu maestro. Así que aquí está tu lección.

Me besa el cuello, arrastrándose hacia abajo, a mi clavícula. Lame la línea del hueso, plantando un beso en el centro del mismo. Mi corazón comienza a latir, fuerte y rápido contra mi pecho. Pone sus manos en mis hombros, retirando mi camisa. Moviéndose hacia atrás, sus ojos captan ansiosamente mi expuesta y erizada piel. Se inclina, y besa la unión del cuello con el hombro, un lugar tan sensible y cosquilloso que me retuerzo. —Lo siento. —Ranik descansa su cabeza en mi hombro—. Lo siento por enfadarme el otro día. No te merecías eso. —No, yo sobrepasé tus límites… Ranik sigue desplazándose hacia abajo mientras me besa, tirando de mi camisa a medida que avanza. Ésta cae al suelo, y me empuja hacia él, abrazándome fuertemente. —Tú hiciste todo bien, Princesa —murmura en mi cabello—. No hiciste nada mal. Mi cuerpo se siente pesado. ¿Siempre ha sido así de pesado? Sus palabras calman un poco el fuego feroz en mi corazón, que no sabía que estaba albergando, y lo aplacan en brasas húmedas. No puedo contener las lágrimas. No está enfadado. No he perdido a un amigo. No hice nada mal. No hice nada malo. Ranik me sostiene, acomodándome sobre la cama. Lloro fuerte, más fuerte de lo que nunca me he permitido. Más fuerte de lo que lo he hecho en muchos, muchos años. Me dejo ir en sus brazos, mientras él acaricia mi cabello y me sostiene cerca, y el tiempo se desliza. *** Miro al rostro, durmiente y lleno de lágrimas, de Alice. Debe de haberse dormido. Su cabello dorado está pegado a sus mejillas húmedas, sus cejas están juntas y con arrugas de preocupación. Trato de suavizarlas lo más ligero que puedo con mi pulgar. Ayuda, pero no mucho. La he jodido. La he jodido mucho. Salté a conclusiones erróneas sobre ella y Theo, y arruiné un montón de mierda. Pero arruiné las cosas antes de eso, cuando me enfadé con Alice. Debería saber, mejor que cualquiera, que desanimar a alguien la primera vez que intentan algo conduce a cosas malas. Empiezan a asociar desánimo con eso. Y lo último que necesita Alice es que la desalienten en el sexo. Desalentada por mí.

Parece tan tranquila, tan correcta durmiendo en mi cama, como si fuera exactamente donde pertenece. He dejado que los celos jueguen conmigo. Al segundo en que pensé que ella se había ido para siempre, me aterroricé y fui a perderme en alguna otra chica. Me asusté porque pensé que estaba perdiendo a la única chica por la que realmente he empezado a preocuparme. Tengo que ser sincero con Alice. Ya no me puedo seguir aguantando más. Está destrozándome. Pero no ahora. No cuando ella está descansando. Me acurruco, con mi brazo todavía alrededor de ella, y me quedo dormido con el sonido de su suave y uniforme respiración. Deseo que el tiempo simplemente se detenga. Quiero quedarme así, con ella, para siempre. *** Despierto lentamente, lujosamente, de lo más profundo y lo que se siente como el sueño más reparador que he tenido nunca. El olor a humo y pino me alerta exactamente de dónde estoy. Al mismo tiempo lo hace el sol, brillante y abrasador para mis ojos y mente. Estoy en sujetador. Me estiro, y mis codos chocan con algo suave. Sobresaltada, me giro hacia atrás, y me doy cuenta de que Ranik se ha acurrucado contra mí, su cuerpo delgado está apretado contra mi espalda. Gime, y antes de que pueda hacer algo, se desenreda de mí, sus ojos verde-dorados se abren. Gime más fuerte, y entierra su rostro en mi cabello. —Hueles bien —dice. —Tú no —digo avergonzada. Se ríe, y sus manos se desplazan recorriendo mi cuerpo, mi estómago y debajo de mis pechos. Grito y lo empujo lejos. —Lo siento, lo siento. —Se ríe—. Te sientes tan jodidamente bien. —Creo que me has confundido con la mujer con la que estabas anoche. —No. —Ranik me aprieta contra él, su mano frota mi cadera—. Eres sin duda, Alice. Toda tú. Incluso si es un sueño, todavía eres tú. Mi corazón late violentamente mientras su mano se mueve más allá del hueso de mi cadera, y se desliza bajo mis pantalones cortos. Me desata el botón y tira para abrir mi cremallera. Puedo sentir su erección dura contra mi coxis. ¿Está medio dormido? ¿Se cree que soy un sueño? —Te das cuenta de que esto no es un sueño, ¿no? —pregunto. —Dices eso cada vez en mis sueños —suspira. ¿Cada vez? ¿Cuántos sueños tiene sobre mí? Sus dedos vagan por debajo de mi sujetador y tira suavemente de mis pezones. Grito por el hormigueo eléctrico que corre por mis venas. —¡O-oye!

—¿Qué? —Se ríe inocentemente—. ¿Quieres que pare? Abro la boca para decirle que corte esto, cuando desliza la otra mano debajo de mis pantalones cortos. En dos movimientos rápidos, está bajo mi ropa interior, acariciándome perezosamente. —A-ah… Ranik. Pellizca mi pezón fuerte mientras besa mi cuello. —Traje a la otra chica a casa ayer por la noche porque te quería —murmura— Todo el tiempo en que estaba fallándola, estaba pensando en ti, Alice. Quiero hacerte feliz. Quiero… Mierda, quiero que seas feliz y la idea de que estés con Theo… Estoy increíblemente resbaladiza, mis procesos biológicos se han avivado con Ranik. Pero es más que biológico. El hermoso rostro de Ranik está sonriéndome. Ranik Mason me quiere. Sueña conmigo. Quiere que yo sea feliz. Me sonrojo, y el calor se mueve por todo mi cuerpo. Ranik dirige su dedo sobre mi apertura, dudando. —Voy a ser amable, Princesa. Lo prometo. —¡Ranik! —La voz de Miranda es fuerte y ruidosa, asustándonos a ambos mientras toca la puerta con su puño—. ¡Levántate! Vamos a llegar tarde a clase. Ranik se congela. De repente se aleja, saltando de la cama y tirando de sus bóxer y los pantalones vaquero. —¡Maldita sea, Jesús! —Me mira y después se frota los ojos, como si no pudiera creerlo, y frotándoselos volviera todo de nuevo. Su rostro se pone blanco—. ¿A-Alice? Frunzo el ceño, me ruborizo mientras me cubro los pechos con la sábana. —¡He intentado decírtelo idiota! Entierra su rostro en una camisa. —¡Oh dios!, ¡Oh dios!, ¡Oh dios!... Miranda golpea su puerta de nuevo. —¡Ranik! ¡Vamos! ¡Vámonos! —¡U-un segundo! —grita, y luego se vuelve hacia mí—. Joder, Alice, lo siento mucho. Soy tan… ¡Maldita sea! Lo siento. Yo pensaba… Pensaba que eras… —¿Un sueño? —digo con aire de suficiencia. Se sonroja hasta las raíces de su cabello rizado. —¡Ranik! —grita Miranda. La mirada de Ranik va de la puerta a mí, y gruñe de nuevo. Se pone la camisa y abre la puerta, asomando la cabeza. —Hoy no voy. Estoy enfermo. —¿Enfermo? ¿Qué estás… Él la interrumpe cerrando la puerta con llave. Ranik se vuelve hacia mí, y regresa de nuevo a la cama. Yo hago un movimiento brusco, y se ríe, se mete bajo el

cubrecama a mis pies, y aparece cerca de mi cabeza, los ojos vivos y salvajes, con picardía. —Todavía soy tu maestro, ¿no? —pregunta. Asiento—. Y todavía me quieres invitar a la feria, a la doble cita, ¿no? —Asiento de nuevo. Ranik saca mi mano de la cubierta y la besa—. Está bien. Entonces tenemos mucho que aprender. —¿Qué quieres decir? —Bueno, suena como el lugar perfecto para declararte a Theo, ¿no? Trago saliva con nerviosismo. —Sí, pero… —¡No hay peros! —Sonríe—. Si no se lo pides ésa noche, Grace lo hará. Puedo sentirlo en mis huesos. Por lo tanto, tenemos que llevar las lecciones un poco más allá. —Pero Ranik, ¿y tú? Tú has dicho… —Aquí está el problema. —Me ignora—. Estás demasiada centrada en Theo. *** Ella alza una fina ceja. —¿Ah, sí? En mi experiencia, centrarse en el objetivo es bastante importante. —No, joder, quiero decir, obviamente es importante. Obsesiónate con él lo que quieras. Pero eso no es de lo que estoy hablando. El sexo es... No se trata solo de uno mismo. Al menos, el buen sexo no lo es. Parece un cien por cien confundida. Pongo mis manos detrás de mi cabeza. —¿Cómo lo haces? —pregunto. Más confusión se dibuja en su rostro. Un enorme bulto en mi garganta hace que sea difícil hablar—. Uh… masturbarte. Un rubor comienza en el nacimiento de su cabello iluminándole las mejillas, y por tercera vez esta semana, me sorprendo tratando de memorizar su expresión, antes de que se derrita demasiado rápido. —Sé cómo sentir placer lo suficientemente bien, gracias. No necesito una lección sobre eso. —Sí, pero… —Me inclino hacia adelante—. No se trata de eso. Yo no te voy a enseñar eso, mierda, nadie te puede enseñar eso, excepto tú. Estoy tratando de enseñarte cómo encajar todo esto del sexo. Estás demasiado centrada en aprender a hacer que Theo se sienta bien. Pero puedes hacer que se sienta bien, haciéndote sentir bien a ti primero. Ella frunce el ceño. Me imagino que Alice, la reina del auto sacrificio y el martirio, ni una sola vez pensaría en su propio placer ¿Las otras chicas? Viven para su placer, pasan su vida utilizando chicos para conseguirlo. Pero ella siempre ha puesto la suya en un segundo plano, convencida de que la única manera de hacer a alguien feliz, es ignorar su propia maldita felicidad. Suspiro. —Mira, una mujer es mucho más que solo un cuerpo. Los hombres son criaturas visuales, sí, pero ustedes son más que unas buenas tetas y un buen culo.

—Lo dudo mucho. Parece que es todo lo que les importa. Una rabia oscura se enciende en mí. Está tan convencida de que soy superficial, intentado hacerme parecer un villano. Antes de que pueda detenerme, me acerco hacia ella, pongo mis manos a ambos lado de sus hombros. Sus ojos me miran. Su olor, a rosas y papel viejo, bebo todo eso como un moribundo en el desierto. —No me malinterpretes, Princesa —murmuro—. Tengo mucha experiencia, pero eso no significa que me encienda fácilmente. No soy como un interruptor, al que puedes simplemente sacar tus tetas y esperar una respuesta. Alice frunce el ceño, entonces aparece una sonrisa malvada en su rostro. Rápidamente tira hacia abajo su sujetador, esos pechos cremosos haciendo que mis pantalones estén de repente demasiado apretados. Se coloca el sujetador otra vez y la sonrisa se hace más grande. —Creo que hemos refutado esa hipótesis —dice. Me quejo. —Eso no ha sido justo. —La ciencia es siempre justa —dice con altanería—. ¿Qué estabas diciendo? Continúa con la lección. —Para algunos chicos eso es todo lo que se necesita, sí. Son folladores. Para mí, es más que eso. Mucho más. Y si Theo es la mitad del hombre de lo que debería ser, será así para él también. Alice pierde su sonrisa y se retuerce, y algo en mí se deleita en eso. Me habría encantado hacerla retorcerse de otras maneras, formas más horizontales, con sus manos agarrando las sábanas bajo nosotros. —Entonces, ¿qué es? —Se aclara la garganta—. ¿Qué quieres decir con mucho más que eso? Oh, he esperado este día. Saboreo el momento antes de inclinarme e inhalar a su alrededor. —El olor. Tu olor es importante. —Entonces debería esforzarme por tener un buen olor siempre. Me río. —Claro, pero no se consigue así. El olor a sudor de una mujer es tan jodidamente maravilloso como cualquier perfume. Lleno de feromonas y recordatorios. Recordatorios de que no eres tan frígida como pretendes ser, termino en mi cabeza. Que incluso una princesa de hielo como tú, suda cuando está nerviosa, o hace ejercicio, o folla. Me encantaría verte sudar, trazar las pequeñas gotas mientras se forman en tus pechos… —Muchos hombres no estarían de acuerdo contigo en lo del sudor. — Interrumpe mi fantasía.

—Hay muchos hombres que son malditamente estúpidos —digo fríamente. Ella sonríe. —Esa es la cuarta cosa en la que estoy de acuerdo contigo. Me inclino, y ella no se inclina hacia atrás, pero el nerviosismo en sus ojos se hace más evidente. —Sabor —le digo—. El sabor de tu lengua, tu aliento, tus labios. Lo normal, el tu sabor regular. Y tu piel. El sabor de tu piel… Puedo ver la piel lechosa delicada sobre su pecho, cómo sube y baja rápido con sus respiraciones. Su garganta revolotea. Me muevo, atraído como la polilla al fuego, y presiono mis labios en el hueco del centro de su clavícula. Saco la lengua y saboreo, sal y rosas, y algo que no puedo precisar. Ese es completa y totalmente su propio sabor. La mayoría de las chicas usan loción fuerte de jazmín y demasiado azúcar. Pero Alice es la crema que se ablanda en el aire puro. Quiero engullir y beber de ella cuando el mundo se pone demasiado falso. —¿Qué estas h-haciendo? El titubeo en su voz me aleja. ¿La princesa de hielo tartamudeando? Me alejo, de repente me doy cuenta de lo que he hecho, como un idiota ciego. —Mierda —siseo—. Mierda, lo siento. Me he dejado llevar. No volverá a pasar. Iré a sentarme sobre mis manos o algo así. Me aparto, y me siento en el lado opuesto de la cama, con las manos debajo de mi trasero. La risa de Alice rompe su confusión. —No tienes doce años. No tienes que castigarte de esa forma. —Uh, ¿después de esta mañana? Obviamente sí. De lo contrario, nunca vas a aprender una maldita lección. Ella niega, sin dejar de sonreír. Es un maldito milagro de Navidad, después de todo lo que he hecho con ella los últimos dos días. No se queja. Sigue sonriendo, real y verdadero. Reajusta las sábanas sobre su pecho y ladea la cabeza hacia un lado. —Así que, ¿qué más hay? El olfato, el gusto, ¿y...? —El sonido. —Ofrezco al instante—. Los sonidos que haces cuando estás siendo follada, mierda, déjame reformular eso. Los sonidos que haces cuando sientes placer. Eso es, lo mejor para encenderse. —¿Para ti? ¿O para los hombres en general? Mi rostro está caliente y eso es ridículo y vergonzoso. Ranik Mason nunca esta jodidamente avergonzado, así que lo ignoro. —Mierda, Princesa, no puedo hablar por cada culo viscoso. Solo estoy diciendo cosas en general sobre chicos. —Pero lo que más te gusta es el sonido. Me gustas tú más. Pero nunca me miras dos veces con Theo alrededor, y tengo que vivir con eso, con éste corazón de mierda, desgarrado para el resto de mi inútil vida.

—Sí, me gusta el sonido. Mierda, demándame. —Prefiero no hacerlo. Demandarte. No tienes mucho dinero. —Sonríe. —Mira, la cosa es, mierda, la cosa es que tú sientas placer a nosotros nos da tanto placer como que nos toques la polla, ¿de acuerdo? Si Theo te valora, si se preocupa por ti, verá cómo obtienes placer y se encenderá como un loco. Ella vuelve rosa, las mejillas de color rosa. Probablemente imaginando a Theo duro, y ella mojada. Niego la presión que empuja mi bragueta. No hay realmente tiempo, rayos. Ella ni siquiera está pensando en ti. Estaba pensando en nosotros esta mañana, dice mi polla. Mírala, ella es caliente, está mojada y hermosa. Sé que ella es hermosa, imbécil. Pero no nos quiere. Me levanto y me pongo la camisa. —Así que, uh… Sí. Eso es todo por hoy. Tengo que ir a clase. —B-bien. —Su voz suena sin aliento—. Yo también. Debería salir, dejarla en este momento, simplemente irme, pero me doy la vuelta. La vista detiene mi corazón, tiene el cabello dorado como de costumbre, un mechón adornando sus mejillas sonrojadas. El lugar debajo de su cuello donde la he besado, está todavía un poco rojo y húmedo. Sus muslos bajo las mantas están firmemente apretados juntos, sus pantalones cortos vaquero todavía están abiertos y revelan una parte de su ropa interior. Las bragas rosas con los lazos a los lados. Las que le conseguí. Las que conseguimos juntos. Sea cual sea el control que tenía sobre mi polla, se ha ido por la ventana, porque yo lo lanzo. En un abrir y cerrar de ojos estoy inclinado sobre ella otra vez. La necesito, de verdad, la necesito, la necesito… Alice me mira avergonzada. Frota sus muslos juntos de nuevo. —Yo-yo... estoy acostumbrada a hacerlo por mi cuenta. —empieza—. Pero yo... creo que sería beneficioso a... aprender lo que se siente cuando alguien más... lo hace por mí. —¿Estás segura? —pregunto, mi voz está ronca. —Sí. —Asiente—. Por favor. Es todo el permiso que necesito. Me lanzo besándola fuerte y rápido. Hace un suave gemido, y envuelve su mano alrededor de mi muñeca. Sumerge mi mano en sus pantalones vaquero. Siento su calor allí, sintiendo la fina seda y el contorno de sus labios. Ella es pequeña, ordenada, y sus bragas son tan malditamente lindas. Tengo que resistir con fuerza la necesidad de ponerme de rodillas y besar la banda de ellas. Presiono experimentalmente en su monte, y ella da un pequeño suspiro. Mis dedos trabajan en círculos, tratando desesperadamente de encontrar sus puntos más sensibles. ¿Desesperado? ¿Yo? Mierda. Nunca estoy tan fuera de control

con cualquier otra chica. ¿Por qué estoy tan empeñado en conseguir que acabe? ¿Es porque quiero impresionarla? ¿Es porque ésta podría ser mi única oportunidad para hacerla sentir bien? ¿Es porque ella es todo lo que quiero, pero nunca podré tener? ¿O es porque yo…? Su respiración se pone pesada, y un gemido agudo me alerta del premio mayor. Exhalo, enterrando mi cabeza en su cuello, mordiéndolo con una suave presión. El olor a rosas y su crema, me ponen borracho, igual sus dulces gemidos llenando la habitación. Más. Quiero que gima más, más fuerte, y más rápido. Quiero que pierda el control, quiero que acabe en mi mano, quiero ver su rostro mientras el placer la quema de dentro a fuera. Quiero que sepa, sin ninguna duda, que la amo. Sus muslos se aprietan y me muevo, dejando que la humedad suave de sus bragas sea mi guía. —¿Qué hay de dentro? —murmuro—. ¿Es algo que haces? —A-a veces. Pero… ¡Ah! Mi dedo se desliza fácilmente. Ella está resbaladiza y caliente, la textura es familiar, pero totalmente diferente. —Pero, ¿qué? —le pregunto en voz baja. Se retuerce, sus ojos azules nublados. —No quiero q-que hagas… algo que no desees. Me río, el sonido pasa por de mi pecho como un león feliz. —Confía en mí, Princesa —murmuro—. He querido hacer esto desde hace mucho tiempo. Es lo peor que podría decir, lo peor, pero ella no está prestando mucha atención a lo que digo, y estoy muy agradecido por ello. Me deslizo más profundo, y su cabeza sube de nuevo exponiendo su cuello pálido. Me inclino, y beso una línea lenta, me hundo en lo más profundo. Su gemido es alto, y me sorprende de la mejor manera. No puedo reprimir mi sonrisa contra su garganta. Se retuerce, conteniendo la respiración, mientras hundo mis dedos más adentro. Mira hacia abajo, con los ojos abiertos por la sorpresa. —¿Q-qué ha sido eso? Lo hago de nuevo, con más fuerza, y ella arquea la espalda, gimiendo. —Ranik… —Deberías saberlo, friki. —Me inclino hasta su oído—. El punto G. ¿Qué pasó con eso en biología? Mira hacia abajo, con el ceño fruncido, está lista para discutir, y bajo mis labios sobre ella. Tomo el lóbulo de su oreja y muerdo suavemente, estoy más profundamente en ella. Su ceño se derrite entre los golpes, el gran estremecimiento me dice todo lo que tengo que saber. Otro empuje, otro dedo, la mano húmeda y el olor a sudor de toda una mujer, toda ella. Mis vaqueros están haciendo un trabajo de

mierda ocultando lo dolorosamente duro que estoy. Su sujetador es negro y simple, sería fácil de quitar. Es todo lo que puedo hacer para no soltarlo y dejar que sus pechos salgan fuera, todo lo que puedo hacer para no chuparla, para no abrirle las piernas y saborearla, para abrir mis pantalones vaqueros y dejar que mi polla hable por sí sola. Resisto las ganas aplastarme contra ella. Quiero hacer mucho más, pero esto es todo lo que está permitiendo que haga. Esto es más de lo que merezco. —Oh… Oh. —Respira, sus párpados revoloteando mientras la llevo—. ¡Ranik! Escuchar salir mi nombre de sus labios, es un sonido embriagador que hace que mis caderas se muevan sin permiso. Me entierro en su cuello para distraerme del impulso frenético de despojarla allí mismo. Muerdo suavemente su tierna piel, siento cómo convulsiona alrededor de mis dedos, sus entrañas tiemblan, su jadeo delicioso. Su gemido suena alto, dulce y prolongadamente. Me retiro, y veo su rostro enrojecido y somnoliento, satisfecho y extático; a la vez que veo cómo el placer la desgarra, y luego se desvanece. Pero no va a durar. Juego con ella mientras se viene, frotándola perezosamente, viendo cómo se contrae. Es divertida, verdaderamente divertida. Me proporciona diversión de la que he tenido en mucho tiempo. Poco a poco, muy lentamente, su respiración se nivela, y por primera vez, me doy cuenta de que también he estado jadeando. Sus ojos azules se encuentran con los míos, y de repente soy consciente de lo que esto parece. Mi mano bajo sus bragas y ella extendida en mi cama. Me retiro rápidamente, me aclaro la garganta y me levanto. —Debería… hombre, realmente debería irme. Uh… Espero que… Eh… Haya ayudado. Porque, ya sabes, eso es lo que estamos haciendo aquí. Alice se ríe sin aliento. Poco a poco se viste, poniéndose su camisa y esos pantalones cortos, terriblemente calientes. —¿Qué hay de ti? —pregunta. —¿Qué hay de mí? —No te hagas el tonto. Puedo ver a través de tus pantalones. Mi polla da un tic, desesperada por su atención. La “lección de la paja” pasa por mi mente, y quiero todo, quiero estar en ella como nunca sabrá. —Eso no es realmente parte del acuerdo —le digo, pegándome mentalmente cuando las palabras dejan mi boca—. Es mi problema. Yo me encargo de ella. Mis piernas son como plomo. Todo en mí grita que vuelva, que la deje salirse con la suya, pero reconozco un camino peligroso cuando lo veo. Si me hubiera quedado en esa habitación, no habría vuelta atrás. Haría algo que lamentaría, y ella se arrepentiría también, probablemente. Es una maldita princesa de hielo, impecable, con un gran futuro, y yo soy la escoria de esta escuela. Mierda como esas simplemente no cuadran. —Ranik… —comienza Alice.

—Mira, envíame un mensaje con los detalles de la feria, y me reuniré contigo allí, ¿de acuerdo? Cierro la puerta detrás de mí. Niego mientras conduzco hacia la universidad, avergonzado, pero todavía ligeramente satisfecho conmigo mismo. No soy Theo. Theo es el que debería haberle hecho eso a Alice, no yo. Ella habría disfrutado más si hubiera sido él. Pero como un mendigo hambriento y patético, revivo esta mañana con Alice, una y otra vez, durante el resto de la semana. Intento sacarme de la mente su olor, su sabor; pero entonces la veo caminando por los pasillos, echándole un vistazo a su cabello rubio mientras se inclina sobre un libro, con su bella sonrisa apuntada hacia Theo, y soy un completo desastre. Desesperado de nuevo, bebo y bebo de ese último recuerdo, nunca seré quien va a besar, no soy yo con quien va a comer y estudiar, no soy con quien va a tomarse de las manos y hablar de sus sueños para el futuro, no es mi rostro el que trazará cuando estemos en la cama, no soy yo a quien le va a dar su primera vez, porque no es mi a quien ama.

harlotte intenta golpearme con una almohada por decimotercera vez. —No puedo creer que aún me ocultes secretos —grita, sonriendo—. Voy a preguntártelo una última vez, y después de eso voy a ser mala; ¿dónde estuviste el viernes por la noche? —En casa un amigo. —Suelto una risita, y eso es tan poco habitual que incluso Charlotte parece sorprendida. —Tú… ¡lo sabía! ese brillo rosado, la forma en que estás tan feliz últimamente… —Charlotte jadea—. ¡Me has mentido! ¡Oh Dios mío! ¿Por qué no me has dicho que has tenido sexo con Theo? Me estremezco. —No lo he hecho. ¡Lo juro! —Claro, claro. —Charlotte se ríe—. Lo que digas. —Hace una pausa, luego lanza los brazos al aire y me abraza fuertemente alrededor del cuello—. ¡Oh Dios mío, felicidades, Al! ¡Estoy tan feliz por ti! ¡Ya era malditamente hora! Eres tan hermosa y perfecta y espero que ustedes chicos sean súper felices. —Charlotte, para. —Frunzo el ceño—. No ha pasado nada. —Algo ha pasado —insiste. —Bien, ha pasado algo, pero no es lo que crees. —¡Ugh, bien, bien! No me lo cuentes si no quieres. Pero aun así me alegro por ti. Realmente. Theo es el chico más afortunado en el mundo. No la corrijo. La ilusión es más segura que la honesta verdad. Charlotte se levanta y se estira. —Bueno, ¿todavía vas a preguntarle a Ranik para ir a la feria, entonces? —Ya lo he hecho. —Ahh, supongo que no se puede evitar. ¿Así que cuando le vas a decir a todo el mundo que estás saliendo con Theo? —No estoy… —Oh, espera, no me digas. Va a ser una sorpresa. —Se ríe. Hay un golpe en la puerta, y Charlotte salta. —Ese debe de ser Nate. —Me guiña—. Vamos a cenar en el Little Romeo, si quieres venir. Abre la puerta, toda sonrisas, y allí está de pie mi madre. Su cabello rubio está recogido en un estricto moño, su rostro tenso por la edad y con unas pocas arrugas.

Ella sería hermosa, si no fuera porque parece tan severa. Su impecable vestido de traje azul está en perfecto orden. Sus ojos azules me encuentran al instante. —Alice —dice mamá—. Ahí estas. ¿Puedo hablar contigo? Me levanto de un salto al instante, tartamudeando. —S-sí. Me lleva fuera, Charlotte con los ojos abiertos detrás de mí. Cierro la puerta, y mamá se da vuelta hacia mí instantáneamente. —¿Cómo estás? —pregunta. —Estoy bien… —Tu habitación parece bastante desaliñada. —Es la mitad del semestre —digo—. N-no he tenido la oportunidad de limpiar… —Debes estar estudiando extremadamente duro si no puedes encontrar tiempo para ordenar. —Ha sido un semestre muy duro… —¿Debo programar un tutor durante las vacaciones de Navidad para ponerte al día? —N-no —digo—. Mamá, estoy bien. ¿Qué te trae por aquí? Ella olfatea. —Estaba en la zona para una conferencia, y he pensado en visitar a mi hija. ¿Eso es tan extraño? —No, por supuesto que no. Me alegro de verte. —¿De verdad? Ni siquiera has intentado abrazarme. —Oh. —Me quedo callada. Abro tentativamente mis brazos y me muevo hacia ella, pero mamá se aleja. —No, no quiero un abrazo dado renuentemente. Vamos a dar un paseo. Se da vuelta y camina por el pasillo, con sus tacones sonando en el suelo. Una chica se escabulle para salir de su camino, mirando aterrorizada. Mamá tiene ese efecto en la gente. La sigo, sonriendo en tono de disculpa a la chica cuando paso. —Mamá, hay una cafetería, no muy lejos, si quieres. Es muy buena. —No. No estoy de humor para comida de universidad. Mama camina tan rápido que tengo que dar zancadas para mantenerme a su ritmo. Salimos a la hierba del patio, y solo cuando comienza a caminar hacia el edificio Farris me doy cuenta de que me está llevando a la oficina de Mathers. Mis palmas comienzan a sudar. —Mamá, por qué estamos… —Vamos, Alice, mantén el ritmo.

Trago y abro la puerta para ella. Sin embargo mamá camina rápidamente, y me lleva por las escaleras a la oficina de Mathers. Con cada paso, el frío nudo de temor en mi estómago se hace más duro y más pesado. Mi garganta se seca hasta los huesos mientras mamá toca la puerta con la placa de bronce pulido que dice; A. Mathers, profesor de Historia. —Entre —suena la voz de Mathers. Mamá abre la puerta y camina dentro. Mathers está sentado detrás de su escritorio, con un montón de papeles que oscurecen la mayor parte de su rostro. Los aparta, sentándose tan recto como le permite su postura barrigona. Sus ojos pequeños y brillantes se centran en mí. —¡Alice! Y Sra. Wells. Qué agradable que me visiten. Me estremezco. Mamá solo lanza una brillante sonrisa hacia él. —Gracias por atenderme en tan poco tiempo —dice ella—. Alice, siéntate. Disparo una mirada entre ella y Mathers. La sonrisa de Mathers es tan empalagosa que casi retrocedo, pero me siento en la silla frente a él mientras mamá se instala en la silla junto a mí. Esto no va a terminar bien. Mamá se aclara la garganta primero. —Alice, Mathers me contactó hace una semana. —He estado asistiendo a su clase cada día de esta semana —me defiendo. —No se trata de su asistencia —me corrige Mathers. Mamá se vuelve hacia mí. —Mathers parece creer que has estado difundiendo rumores sobre él. Mis ojos parpadean a mi profesor. Él me mira con aire satisfecho como el infierno. Entrecierro ojos. —No lo he hecho. —Dice que estos rumores son sobre acoso sexual —continúa mamá con fuerza. Me pongo rígida. Todos los recuerdos de ese horrible incidente salen a la superficie una vez más, y estoy paralizada. ¿Se lo ha contado a mamá? Seguramente ella va a creerme ahora. Mamá frunce el ceño. —¿Tienes alguna idea cómo ese tipo de rumores pueden afectar la carrera de un profesor, Alice? Me congelo. La sonrisa de Mathers crece con falsa paciencia, un falso santo, mientras se inclina sobre el escritorio y le da palmaditas a la mano de mi mamá. —Ahora, señora Wells. No quiero que sea demasiado dura con ella. Fue culpa mía también, después de todo. Estaba tan entusiasmado con su brillantez y dedicación. Es fácil de tomar ese tipo de emoción como un coqueteo, especialmente por una chica tan inexperta como Alice. Siento cientos de cuchillos que se hunden en mi corazón a la vez. —Mamá —encuentro mi voz—. No puedes realmente creerle…

—¿Crees que él intentó acosarte sexualmente o no? —me corta mamá. Pongo mi puño en mi cadera. —Sí. Trató de… me tocó, mamá… —Y me disculpo. —Mathers sonríe compasivamente—. Por darte un abrazo alentador. —¿Un abrazo? —Mi voz es silenciosa—. ¿Así es como lo llama? —Ya basta, Alice —me espeta mamá. Se inclina y me susurra para que Mathers no pueda oír—. ¿Cómo puedes poner en peligro tu educación universitaria de esta forma? Me siento enferma. Quiero vomitar allí mismo, en la alfombra roja enmarañada. Mamá está de su lado. La ha persuadido con su conexión profesional con ella. Ha llegado a ella antes de que yo pudiera decirle la verdad. Y ella le cree, se lo ha tragado todo, porque está tan preparada para encontrar una excusa para culparme; culparme por no escoger su alma mater, culparme por no hacer nada lo suficientemente bien para ella, culparme porque mi padre no esté. Quiere controlar mi vida, quiere el control total, como lo hacía en la escuela secundaria y la llamada de Mathers es la excusa perfecta para recuperarlo. —¿Le vas a creer a un hombre que nunca has conocido antes que a tu propia hija? —digo alto, claro y despacio. Mamá se inclina hacia atrás, la mirada en sus ojos es como si la hubiese amenazado con un cuchillo. Puedo sentir que una oscura tristeza brota en mí. —Todos estos años, he pensado que intentar hacer lo mejor haría que me amaras —comienzo, y me rio—. Pensaba… pensaba que podría hacerte sentir orgullosa, si trataba lo suficientemente duro. Pero después de todo este tiempo, después de todo mi intento, ¿aún no me amas? ¿Incluso ni siquiera… me crees? —Me limpio los ojos—. ¿Cómo puedes? ¿Después de todas las reglas que he obedecido? He hecho todo lo que querías, todo lo que pedías. Me he perdido todas las fiestas, todas las fiestas de pijamas. Nunca he bebido alcohol, nunca he consumido una sola droga en mi vida, y aun así me tratas como si lo hubiera hecho. Me tratas como a mis compañeros, ¡pero no soy como ellos! He intentado tan duro ser... ¡ mejor que ellos! ¡Para hacerte sentir orgullosa! Mamá está totalmente callada, pero Mathers imprudentemente no lo está. —Alice, tu madre solo está intentando ayudarte… —Cállate. —Me levanto, mi voz suena imperiosa—. Cierra la boca, pequeño gusano repugnante. Mathers retrocede. Mamá se levanta conmigo, su mirada prácticamente fría como el ártico. —Muestra algo de respeto, señorita. —¿A él? ¿O a ti? ¿Cuál es más importante, querida mamá? —pregunto calmadamente.

Mamá se enfada, sus ojos parecen dos fragmentos de hielo. —Como te atreves. Después de todo lo que he hecho por ti, después de todo lo que he sacrificado por ti… —suelta, irguiéndose hasta su completa altura intimidante—. ¡He hecho mucho, y sin embargo te has convertido en una mentirosa, y una manipuladora descarada! Nada de esto hubiese pasado si me hubieses escuchado y haber estado de acuerdo en ir a Princeton… Me río, más fuerte, durante más tiempo y más amargamente que nunca. Lanzo mi cabeza hacia atrás y dejo que las carcajadas salgan de lo profundo de mi estómago. Mathers y mamá me miran como si hubiera perdido la cabeza. Me doy la vuelta para irme justo cuando alguien toca. Mathers no dice que entre, pero la persona entra a empujones de todas formas. Rizos oscuros, ojos verde-dorados, y una figura que se cierne. Chaqueta de cuero negro. Pantalones vaqueros negros. Ranik. Nos mira a todos y sonríe con jovialidad. —¡Hola! ¿Interrumpo algo? Sus ojos me captan, y a mi rostro lleno de lágrimas. Mi sonrisa inducida por la risa se desvanece, disolviéndose como el azúcar en el agua cuando sus ojos me traspasan, me lee, me entiende. Mathers se levanta y señala a su puerta, su rostro se vuelve instantáneamente rojo. —Sal. —Guau, guau, guau. —Ranik levanta las manos—. Acabo de llegar aquí. Alice, ¿quieres presentarme a la linda señora vieja de aquí? Sr. Maggot, las presentaciones no son necesarias. Mathers gruñe. Mamá retrocede visiblemente ante la palabra "vieja", y su rostro muestra una severa ofensa. —Ranik, esta es la señora Alexandra Wells. Mi madre —digo. Ranik le sonríe. —Lo has hecho bien con Alice, Sra. A. Ella tiene todo su buen aspecto y todo su cerebro. —¿Quién exactamente es usted? —pregunta Mamá. Ranik camina hacia el escritorio de Mathers y desliza su teléfono hacia ella. —Solo soy un chico que viene a dejar un paquete. —Se encoge de hombros, y me guiña desde bajo su flequillo—. Ustedes chicos quieren mirar el primer video en el carrete de la cámara. Mathers se burla: —¿Qué clase de idiotez es esto? Sal de mi oficina en este mismo momento. Mamá junta las cejas. —¿De qué trata el video?

—No lo sé. —Ranik se encoge de hombros—. Supongo que tendrá que verlo. Le doy un vistazo a Ranik. Para acabar de conocer a mi madre, está jugando con su debilidad sorprendentemente bien. Si hay una cosa que mamá no puede resistir, es su propia curiosidad. Ella lo toma y lo abre, buscando inmediatamente el primer video. Presiona reproducir. Mientras observa, Ranik retrocede, inclinándose delante de mí. Su mano se abre y se cierra detrás de su espalda, en un gesto que indica “dame la mano”. Me sonríe sobre su hombro, esperando. Deslizo mi mano temblorosa sobre la suya, y le da un fuerte apretón tranquilizador. —No es realmente nada especial, señor. —No seas tonta. He visto cientos de chicos r y venir por mi clase cada semestre, y ninguno de ellos tiene la dedicación y el talento que tienes tú, Alice. Eres una chica verdaderamente notable. Las voces en el vídeo son reconocibles al instante, esa soy yo. Esos somos Mathers y yo. Miro sobre el brazo de Ranik y veo la pequeña pantalla, que es un video tomado a través de las puertas del salón de clases, centrada en Mathers y yo. —G-gracias, señor. —Y siempre tan educada —continúa. Su brazo cae de mis hombros y se desliza por mi espalda, descansando justo en la falda por encima de mi trasero. Mamá se tapa la boca con la mano. Sus dedos tiemblan. El rostro de Mathers se vuelve lentamente cada vez más horrorizado al oír el audio del video. El video termina abruptamente, justo antes de que Ranik entrara sin permiso. El alivio y confusión fluyen a través de mi todo a la vez, alivio porque él lo grabara, y confusión de por qué lo hizo, pero no tengo tiempo para preguntarle antes de que Mathers intente tomar el teléfono sobre el escritorio. —Dame eso, ¡dame eso ahora! Mamá lo sostiene alto y lejos de él. Ranik se ríe. —No te preocupes sobre eso, viejo. Tengo un montón de copias que puedes tener después. Mis dedos se aprietan en su mano y él lo siente y lo devuelve, sus ojos están preocupados mientras pone sus manos a cada lado de mi rostro. —Oye, ¿estás bien? Quiero asentir, decir que sí, pero niego en su lugar y hago un ruido ahogado. Me protege enfadado atrayéndome a su pecho, sus fuertes brazos me envuelven por completo. —Está bien ahora, Princesa. No te preocupes, no te preocupes por nada. —Alice —dice mamá finalmente—. Alice, mírame.

Me asomo hacia ella. Nunca he visto su rostro con esta gravedad, y sé lo suficiente como para reconocer la furia helada bajo su piel pálida. —Lo siento. Esta es una clara evidencia de que estaba equivocada. —Vuelve su mirada a Mathers—. Y esto es una clara evidencia de que usted es el único mentiroso manipulador en esta sala, Mathers. —Bueno, entonces, —dice Ranik alegremente, volviendo a tomar su teléfono de las manos de mamá—. ¿Podemos dejarlos, entonces? Alice y yo queremos conseguir un poco de aire fresco. Mamá asiente sin apartar los ojos ardientes del rostro de Mathers. —Sí, ustedes dos pueden irse. Creo que puedo manejar esto por mi cuenta. Me pasaré por tu habitación más tarde, Alice. Debemos ir a la cafetería que me señalaste más temprano. —Estoy... estoy deseando que llegue —digo, una sonrisa acuosa se forma en mis labios. Ranik me lleva lejos, y me apoyo en él, el olor a pino y humo nada más que reconfortante. Cuando estamos lejos en el pasillo, lo miro. —¿Has tenido una grabación de ello todo este tiempo? —Princesa, ¿cómo más se puede hacer a la gente a bailar al son de tu música? —Me usaste, esperaste para detenerlo hasta tener suficiente material de chantaje… —No te conocía, en ese entonces. Lo único que sabía es que una chica estaba siendo acosada por el depravado al que odio. Ve mi rostro y me alborota el cabello. —Lo siento. El alivio que se ha estado construyendo en mi cuerpo se libera todo a la vez como una onda de calor reconfortante. Todo el miedo y la traición se han ido en un instante, han desaparecido por mi maestro. Mi amigo. Por Ranik Mason. *** Mamá no se queda mucho tiempo, pero se queda más tiempo del que incluso tenía. Unos pocos días se convierten en una semana, y todo el tiempo lo gasta conmigo yendo a cafés, bibliotecas… Le muestro el campus, y Ranik incluso nos lleva a cenar una o dos veces, y nos muestra la ciudad. Mamá arruga la nariz en sus bares y locales de música, pero su curiosidad le vuelve ansiosa por explorar estas cosas que nunca antes ha experimentado. Ella le hace a Ranik preguntas acerca de la psicología, y tienen acalorados debates. Para mi sorpresa, Ranik sostiene su terreno bastante bien contra mi madre, que tiene un doctorado. Mi madre, la del doctorado, es casi irreconocible.

Cuando salió de la oficina de Mathers, algo en ella había cambiado. Mathers renunció cuatro días después. Charlotte prácticamente celebró una fiesta, uniéndose a Mamá, Ranik y yo con Nate en un restaurante de sushi. Fue la primera vez que llegué a ver a mamá borracha: el sake. Incluso cantó en el karaoke conmigo, a instancias de Ranik. Y por primera vez, estuve triste de ver que se iba. Estaba triste de verla conducir en su coche de alquiler. Ella y yo nunca hemos sido las indicadas para las despedidas cursis, así que fue una despedida rápida, con métricas toneladas de tensión detrás de ella. Pero me dio un abrazo antes de irse. Estuve casi demasiado sorprendida para devolverlo, pero al último segundo le devolví el abrazo, y ella pareció relajarse con eso. ¿Mamá, relajada? Casi empiezo a reír ahora que pienso en eso. Ha sido una semana surrealista de felicidad que ha pasado volando. Lo que sea que pasó en la oficina de Mathers cambió a mamá, y cambió nuestra relación. Las cosas que pasaron en esa habitación no han sido lo que me han cambiado a mí. Ranik lo ha hecho. Esos pocos meses de experiencia y aprendizaje me han cambiado de adentro hacia afuera. Y solo en esa oficina empecé a realmente aceptarlo. El fin de semana de la feria viene más rápido de lo que me gustaría admitir. Los exámenes parciales es lo único que se interpone ante el fin de semana de tres días, y estamos prácticamente salivando ante la idea de eso. Finalmente, finalmente, cuando la última pregunta del ensayo es respondida y el último espacio queda rellenado, el timbre suena, y todos salimos hacia la fría libertad de noviembre. Me estiro en la escalinata del edificio biología, mi bufanda sostiene las calientes nubes de aire que salen de mi boca. Hace frío, empiezo a frotar mis manos para mantenerlas calientes. Un par de manos más grandes las agarran y frotan. Miro hacia arriba para ver a Theo sonriéndome. —Jesús, ¡Tus dedos parecen carámbanos! —exclama con buen humor. Me río. —Eso pasa, cuando eres una Reina de Hielo como yo. —Definitivamente una Reina. —Theo sonríe—. ¿Pero una reina de hielo? No. Una reina del conocimiento encaja mucho mejor contigo. Como Atenea. —Eso me haría una diosa —corrijo— No soy tan poderosa. —No sé sobre eso —insiste Theo—. He escuchado de prácticamente todo el mundo en el campus que realmente, que has conseguido despedir a Mathers por ser un pervertido sin ayuda de nadie. —Bueno, eso es cierto. Excepto por la parte en donde todo fue sin ayuda de nadie. —¿Oh? ¿Tuviste ayuda? —Ranik Mason —suelto. Theo levanta una ceja.

—Huh. Supongo que debí haberlo sabido. De cualquier modo, buen trabajo. ¿Estás lista para la feria, entonces? Asiento. Theo se rasca la cabeza. —Así que, ¿a quién vas a llevar? —Um. Bueno, para ser totalmente sincera, a Ranik. Algo en el rostro de Theo parpadea, pero lo anula rápidamente. Me doy cuenta cómo debe haber sonado, y recuerdo la promesa de Ranik y mía de permanecer silenciosos acerca de él con Theo. ¿Cómo podríamos haberlo pasado por alto? Hay una calma tensa, y lo lleno con excusas. —Él me ayudó con Mathers, así que pensé que podía pagarle con una noche de diversión. Si… si eso está bien para ti. Theo se apresura, moviendo la cabeza y sonriendo. —Sí, claro. Se lo merece. Nos vemos esta noche entonces, ¿sí? Asiento, y él e aleja con un saludo amable. Grace colisiona dentro de sus brazos, y luego echa una mirada hacia atrás, me ve y me saluda, también. Ellos parecen tan complementarios, que no puedo evitar estar impresionada ante lo bien que se ven juntos. Diviso a Charlotte y Nate a través del campus, sentados debajo de un árbol, dándose de comer el uno al otro caramelos ácidos. Me río y froto las manos otra vez para calentarlas. Todo sobre hoy es extático, alegre. Ni siquiera puedo estar enfadada, o preocupada por Grace y Theo. Lo que sea que pase esta noche, pasará. No todo puede ser planeado con pasos y notas al pie de página. A veces, solo tiene que ser vivido. Ranik me ha enseñado mucho. Hablando de Ranik, Miranda está caminando hacia mí, su cabello rosa brilla en el inmaculado sol de otoño. Sacude de su hombro la mochila hacia el otro hombro y sonríe. —Hola allí, genio. —Miranda. —Asiento— ¿Cómo has estado? —Mejor, ahora que Ranik no es una perra desastrosa. — ¿Él era una perra? —Como nunca lo hubieras imaginado. —Miranda pone los ojos en blanco—. Y cuando él es una perra, hace que la maldita casa sea invivible. De todos modos, gracias por todo lo que hiciste. Eso le animó muy rápido. —No hice nada. —Claro. —Se ríe—. Lo que sea. He oído que le has invitado a la feria esta noche. ¿Ya sabes lo que vas a ponerte? Me encojo de hombros. — ¿Un vestido? Mi madre me compró algunos…

—¿Vestido? ¿De tu madre? —Miranda se ríe—. Oh, vamos, podemos hacerlo mejor que eso. Esta noche es especial. Te quedaba bien mi ropa, sabes. Deberías darle otra oportunidad. —¿En serio? ¿Piensas eso? —¡Por supuesto! —Es difícil no verse increíblemente sexy con el negro —concuerdo. Miranda golpea mi hombro. — ¿Ves? Lo entiendes. Así que es un trato. Voy a dejar algunas de mis cosas en tu dormitorio esta noche, ¿Bien? —Sí. Eso estaría muy bien. Gracias, Miranda. —No hay problema. —Me guiña y se va por el patio. *** Nerviosamente examino a través de la pila de ropa negra con patrones de calaveras que Miranda ha dejado para mí. Charlotte se ha ido por la noche, así que tengo el dormitorio para mí. Me pruebo camisetas, faldas, vestidos, y finalmente me decido por una falda de volantes negra y un top pegado de tirantes. No es muy de mi estilo, pero siento que un cambio puede ser refrescante. Tal vez consiga la atención de Theo. Niego con la cabeza. Él me notará si tiene medio cerebro. Me miro en el espejo. Mi cabello está recogido en dos trenzas, y mi maquillaje es leve, pero sí tengo pintalabios, de Charlotte, y de sabor a fresa. Con dos cintas negras en el cabello y una gran chaqueta, mi conjunto está completo. Me miro unos pocos minutos. Cómo he cambiado. ¿Qué pensaría la vieja yo de esta nueva yo, una yo confiada, que sonríe más? ¿Una yo que no tiene miedo como solía tenerlo, a fracasar? Mi teléfono vibra, con el número de Ranik en él. ey, ¿estás lista princesa? vamos Me sonrío una última vez en el espejo, agarro mi teléfono y cartera, y me voy. *** Ranik no deja de mirarme de reojo mientras conduce. Finalmente me río. — ¿Hay algo en mi rostro? Él niega con la cabeza, sus manos sostienen el volante aún más fuerte. Lleva puesta una chaqueta azul, y un par de vaqueros oscuros. Su sonrisa es tan torcida como su flequillo desordenado. —Nah. Tú solo te ves…bien. —Gracias, buen señor. —Yo solo… —se detiene—, solo estoy preocupado de que a Theo no le guste. Tampoco le va gustar que me lleves, tampoco…

—Ya he hablado con él sobre eso. Él está bien con eso. —¿En serio? —Ranik enarca una ceja. —En serio. —Acaricio su mano en el embrague—. Además, a quién le importa lo que piense. Me lanza una mirada de incredulidad. —¿Hablas en serio? —Sí. —Abro la ventana, el aire frío compensa la hermosa puesta de sol ardiente que pinta la ciudad en la sombra. El viento azota un mechón de cabello sobre mi rostro, y me deleito con la sensación. —Esta noche se siente especial. —Ya es especial —dice— Contigo invitándome a salir y todo. Un milagro único en la vida, más o menos. Sonrío. —No seas estúpido. Te lo has ganado, después de jugar a chofer para mamá y yo toda la semana pasada. —Ya sabes, una vez que pasas la cáscara externa de perra furiosa, ella es realmente un poco tolerable. Suena familiar. Lo golpeo y él se ríe. El silencio que sigue es casi cómodo, casi… normal, como si hubiera un indicio de paz entre nosotros. Y lo hay. ¿Cómo puede no haber? Ranik no ha hecho nada más que ayudarme, y ser amable conmigo. Al principio yo no fui agradable del todo con él, pero él ha sido firme y delicado con toda nuestra relación de trabajo. ¿Relación de trabajo? Pienso mientras entra en el estacionamiento de la feria. La silueta de una noria cargada de luz y una montaña rusa brillante llamada LA BOCA DEL DIABLO, se ven en contra de los árboles. El olor del algodón de azúcar caliente y crujiente es un néctar que nos atrae cada vez más a la feria. La cola es larga, pero no enorme. Ranik se pone en la cola para conseguir las entradas, y yo me pongo a su lado. —Yo pagaré —digo automáticamente. —¿Qué? De ninguna manera. —¡Pero tú me has invitado a todas esas cenas! Tengo que devolvértelo de alguna forma. —Oh, seguro que pienso en algo. —Me da un codazo, señalando a una pareja besándose contra la valla. —Asqueroso —espeto—. En tus malditos sueños. Él sólo se ríe y compra una serie de entradas para los dos. Los tomo a regañadientes, pero Ranik no se da cuenta, escaneando la multitud en su lugar. —¿Cuándo dijeron que estarían aquí? —Alrededor de las ocho —respondo—. Pero vamos. Eso es a media hora de aquí. Vamos a matar algo de tiempo con las atracciones.

—¿Cuándo te has vuelto tan rebelde? —Se ríe— ¿Qué ha pasado con la puntual, Alice que nunca se aleja de las reglas que todos conocemos y amamos? Me sonrojo. —Cállate. Tú no me amas. —Lo hago. —Su sonrisa alcanza sus ojos, toda la ligereza irreverente desaparece de su expresión suave. Apenas me atrevo a respirar. Pero la seriedad no es real y no dura mucho, porque él desordena mi cabello. —Estoy bromeando, solo bromeando. No te veas tan triste. Vamos, atracciones. Eso sí, no me hagas ir a la Vomitador más de dos veces, ¿de acuerdo? —No conozco ninguno de estos. —Miro a mi alrededor con asombro—. Mamá nunca me dejó ir a una feria. Muéstrame el camino, maestro. Una pareja de ancianos me escucha, y se ríe, disparando miradas cómplices a nosotros. Ranik se rasca el cuello, avergonzado. —Muy bien, muy bien. Solo no me llames eso en público. Lo sigo a través del callejón de juegos, en la que me muestra las monstruosidades amañadas, como el juego de dardos y globos, el de las botellas de leche y anillos, y el juego de sacar con una pala al pez dorado. Observo la física de cada uno y le informo de las probabilidades calculadas exactas de ganar, pero Ranik sólo se ríe y juega a los dardos y los globos de todos modos. —Si pudieras tener cualquiera de esos allí, —le hace un gesto a una fila de animales de peluche—. ¿Cuál querrías? Mis ojos pestañean sobre el panda rojo, pero cierro los labios. —Ninguno de ellos. Todos tienen ojos saltones. Ranik sonríe y entrecierra los ojos, lanzando un dardo que golpea un globo de 20 puntos en el medio. Lanza otro, y falla el globo de veinte puntos, pero aterriza en el de diez puntos, en vez. Otro, y este golpea uno de veinte. El último navega pasando los diez, golpea un último veinte, y el tipo de la cabina y yo nos miramos boquiabiertos. —¿Siquiera sabes lo bajas que son las oportunidades de que eso suceda? — demando mientras Ranik agarra un animal de peluche—. Sólo la aerodinámica debería haber sido suficientes para… Mete el panda rojo en mis manos. —Ahh, guárdalo. El juego de palabras cae muerto entre nosotros. Piso con mi pie. —¡No sé si quiero golpearte por eso o reír! —espeto. Él se ríe por ambos. Un plato de pastel de embudo y dos granizados más tarde, estoy bastante llena de suficiente azúcar para considerar un montarme en una atracción que es más alta que la calesita. Ranik y yo vamos al Pharaoh, una atracción de fuerza centrífuga centrada masivamente, y la emoción de sentir mi estómago tratando de saltar de mi

boca es casi suficiente para hacerme olvidar lo alto que estamos. Cuando nos bajamos, me doy cuenta de las marcas rojas de uñas en la mano de Ranik. —Oh Dios mío. ¿Esas son por mí? Ranik levanta la vista para elegir otra atracción, y luego pira hacia abajo a su mano. —Bueno, mierda. Ni siquiera me he dado cuenta de que estabas agarrando esa mano. Las alturas me ponen nervioso como en infierno también. Se queja, pero al final me deja arrastrarlo a una tienda médica. Nos dan unas pocas vendas y yo insisto en aplicar de una crema de Neosporin por mí misma. Mientras mis dedos pasan sobre los cortes que le he hecho, los dedos de Ranik aparecen debajo de mi barbilla. La levanta, sus ojos verde-dorados parpadean con las cálidas luces del carnaval cuando se encuentran con los míos. Trato de romper la tensión con un susurro muy alto. —E-estas sangrando —digo. —Y tú eres hermosa —murmura—. Maldita sea, Alice, eres tan malditamente hermosa… —¡Alicceeee! —una voz alegre nos interrumpe cuando Grace, en un vestido azul verdoso y un gorro de gato, corre hacia la tienda. Theo camina perezosamente detrás de ella, con un suéter y un par de vaqueros cómodos. Su cabello dorado está peinado hacia el costado, los reflejos del atardecer le dan un aspecto rosado. Cuando se acerca lo suficiente, asiente con frialdad a Ranik, quién asiente en respuesta. —Theo —dice Ranik—. Qué bueno verte. Trata de dejar algunas chicas para nosotros los seres mortales esta noche, ¿podrás? — ¡Él no es un Dios o nada! —Grace hace pucheros, agarrando su brazo—. No es más que un gran idiota. —Pensaba que era un "imbécil". —Theo se ríe. Grace sorbe. —¡Lo que sea! Es lo mismo. Así que, ¿a qué atracción quieren ir primero? —Bueno, nos aburríamos —digo—. Así que ya hemos probado el Pharaoh… Grace da un chillido agonizante. —¡Nooo! Ugh, ustedes chicos dan pena. —No hemos probado la Boca del Diablo todavía, sin embargo —ofrece Ranik—. Me imaginaba que si vamos al infierno, más es mejor. —La Boca del diablo, entonces, —dice Theo—. Tú primero. Ranik y Grace se adelantan, mientras yo me quedo atrás con Theo. Él me sonríe. —Ciertamente estás… diferente esta noche. —He pedido prestado el guardarropa de una amiga —le digo—. Me gusta.

—Oh, Bueno, si te gusta, te queda bien, chica. —Pone un acento y chasquea los dedos. Pongo los ojos en blanco. Grace nos grita desde el frente de la fila, moviendo la mano con Ranik, pero apenas podemos oírla por encima del estruendo de la multitud. Theo grita “¿Qué?,” pero Grace y Ranik finalmente se rinden y se sientan en el mismo asiento en la montaña rusa. Eso nos deja a Theo y a mí. La fila disminuye, llenando la montaña, hasta que finalmente Theo y yo estamos sentados en la parte de atrás. Juntos. Siento suaves mariposas comendo a latir en mi estómago, pero cuando miro a Theo para charlar, él sólo está mirando a la parte trasera de la cabeza de Grace en la parte delantera con una mirada de horrible enfado en su rostro. Sus manos agarran la barra frente a nosotros con los nudillos blancos. —Um, ¿Theo? —le pregunto—. ¿Estás bien? —¿Qué? —Me mira, el enfado casi completamente desaparecido—. Sí, no, estoy bien. Solo un poco nervioso. —Está bien. Esta montaña rusa sólo puede durar aproximadamente cuarenta y ocho con tres segundos si hacemos dos rondas. La montaña rusa se sacude volviendo a la vida, y veo que Ranik se da la vuelta. Me dispara una aterrorizada que dice “Oh mierda estamos justo ahora en una montaña rusa llamada El Monte del Diablo ayúdame”. Levanto los pulgares, y pone los ojos en blanco indicando “no eres de mucha ayuda”. Y es cuando pierdo mi cabeza. Y mi pastel de embudo. Nunca habiendo estado en una montaña rusa antes, sólo podía extrapolar lo que sería parecido a lo rápido que viajan los coches. Pero no había tenido en cuenta las vueltas, y vueltas, y el revés de los loopings. Ranik grita como un loco maníaco, Grace grita estridente y ruidosa, y Theo está silenciosamente agarrando a la barra para salvar su vida. Levanto las manos y grito de alegría todo el camino. Mareada, agotada, pero llena de adrenalina, decidimos tenemos que hacer otra ronda. Excepto que Theo no quiere ir, y Grace no va a ir sin él. Así que somos solo Ranik y yo, en el asiento del frente. El trabajador de la atracción baja la barra sobre nosotros, y Ranik me sonríe. — ¿Estás lista, Princesa? Le doy un golpe a su rodilla con la mía. —Afirmativo.

l cielo de la noche se hace más profundo y más oscuro, las estrellas brillan cada vez más por el contraste. No hay luna, pero las luces de la feria son más que suficiente para ver. Prácticamente nos ciegan mientras los cuatro nos tambaleamos hacia la parte del patio de comida de la feria. Armados con nachos, corndogs y margaritas congeladas, encontramos una suave porción de hierba en la cual colapsar. Ranik me quita la margarita congelada, y la tira a una papelera cercana. —Oooyee —gimo—. ¿Qué ha sido eso? —Has bebido suficiente. —Ranik sonríe mientras vuelve a sentarse a mi lado—. Al beber por primera vez, tienes que ir despacio. —Pero me gusta —digo—. Y le gusto. —No es el único a quien le gustas —canturrea Grace—. Ranik ha estado mirando tu culo toda la noche. —¡No-oh! —se defiende elocuentemente—. ¡Cállate! —¡Oye! —Theo se pone de pie, con esa extraña, furia repentina de nuevo en sus ojos, amplificada por el hecho de que ha estado bebiendo, también—. No le digas que se calle, Ranik. Ranik se levanta, metiendo con frialdad sus manos en los bolsillos. —Oh, deja la campaña contra mí, hombre. —Suspira—. Fue hace seis años. ¿No puedes dejar ir a una chica? Ya tienes a toneladas tropezando las unas con las otras para llegar a ti. —No tienes... ni idea. —Theo respira pesadamente, curvando su puño—. Me la quitaste, Ranik! —Te dejó, idiota —espeta Ranik—. No te quité nada. Tomó sus propias decisiones. No me culpes a mí. —¿Qué diablos está pasando? —Grace frunce el ceño—. ¿Es por esa chica en la secundaria, Theo? ¿Fue... oh dios, fue Ranik el chico que se acostó con ella? Theo se estremece, y Ranik abre la boca para defenderse cuando Theo lanza un puñetazo a su mandíbula. Ranik se tambalea, y cuando veo que Theo va por otro golpe me interpongo entre ellos, empujándome contra Theo. —¡Oigan! ¡Ya basta! —He estado tratando de olvidarlo todos estos años, pero sigue volviendo —grita Theo—. Primero Stacey, luego Rachael. Incluso, conseguiste a Alice, ¡maldito imbécil! Pero no voy a dejar que toques a Grace. No voy a dejar que la ensucies como has ensuciado al resto…

Sucia. Mi sangre se enfría. Theo piensa que estoy sucia. No puedo parpadear más rápido que el puñetazo de Ranik. Theo se derrumba, tendido sobre la hierba. Grace chilla y se arrodilla junto a él, y Theo suelta un gemido y trata de sentarse. Ranik hace crujir sus nudillos. —Puedes golpearme cuando quieras —dice—. Puedes enfadarte conmigo, insultarme. Pero nunca, nunca insultes a Alice, pedazo de mierda. ¿Tienes alguna idea… —La expresión de Ranik se torna de dolor—. ¿Tienes alguna idea de lo duro he trabajado para conseguir que la notes de ella? —Ranik —susurro—. Por favor, para. —¿Qué? —espeta Theo—. ¿De qué estás hablando? —¿Quieres saber por qué la he “ensuciado”? —Ranik se ríe—. ¿Por qué hemos estado saliendo? Es porque vino a mí. Vino a mí para que pudiera hacer que te gustara. Grace y Theo me miran y entierro la cabeza entre mis manos. La vergüenza quema mis mejillas en un instante. —¿Es eso... es eso cierto, Alice? —pregunta Theo. Asiento, incapaz de negarle nada más—. Pero ¿por qué él? ¿Por qué Ranik? —Sí, Princesa —insiste Ranik—. ¿Por qué yo? ¿Por qué no fuiste a Theo y le dijiste cómo te sentías? ¿Por qué elegir al sucio, enfadado y feo sobre esta pieza de oro de hombre por aquí, eh? Sus palabras duelen más que una bofetada en la cara. Grace ayuda a Theo, y cojean hasta una mesa de picnic a pocos metros de distancia. —¿Por qué le pedirías ayuda a un rechazado como yo —presiona Ranik—, cuando podrías tener a cualquier chico en la escuela para enseñarte todo lo que quieras de forma gratuita? Supongo que sólo te compadeciste de mí, ¿eh? Me viste en esa fiesta en la piscina y pensaste, “joder, se ve patético, apuesto a que haría cualquier cosa por mí”. —No, eso no es lo que yo… —Porque lo haría, sabes. Haría cualquier cosa por ti. La confesión es abrupta y tira de mi corazón en mi pecho. Grace y Theo pasan de la mesa de picnic a la tienda médica, y me gustaría verlos ir pero no puedo, no cuando mis ojos están paralizados en los sinceros de color avellana fundida de Ranik. No puedo respirar. Intento levantarme, pero me tambaleo, la margarita hace que sea difícil incluso sentarme en posición vertical. Pero de alguna manera me las arreglo para ponerme de pie y tropezar lejos de Ranik. Lejos de la sinceridad en sus ojos. La confusión se arremolina en mi mente, un enorme tornado de duda e incertidumbre. Escucho débilmente a Ranik gritar mi nombre, pero sigo corriendo entre tiendas de campaña a rayas y carritos de comida. Amo a Theo. Al menos, eso es lo que pensaba. Theo era el chico más hermoso, inteligente que había conocido en mi vida, y el único que alguna vez había creído

tolerable. La mayoría de los chicos se sentían intimidados por mí, o me ponían apodos. Pero no Theo. Era el único que tenía el potencial para que le gustara como era. Luego vino Ranik. Ranik, tan hermoso como Theo pero más salvaje, con sus cigarros y chaquetas de cuero. No inteligente en la escuela, pero inteligente de una manera diferente, de una forma callejera. Al principio le desestimé debido a su reputación, pero durante nuestras lecciones me trató con tanta paciencia, tanta dulzura. Introducir a alguien como yo al mundo de las citas era terriblemente difícil, pero Ranik no se inmutó. Hizo todo lo posible para crear lecciones, para ofrecer su sabiduría y consejo, para ayudarme siempre que podía. Esa lección lo confundió todo. Yo confundí todo. Había mantenido su parte del trato, ni una sola vez hizo un movimiento hacia mí, pero mi sed de aprendizaje me poseyó mejor que cualquier fantasma, por lo que empujé los límites que no deberían haber sido empujados. ¿O debieron serlo? ¿Era realmente aprendizaje lo que buscaba? ¿Era tan valiente e insistente porque quería aprender? ¿O era más que eso? ¿Fue la vista de las caderas magras de Ranik debajo de la camisa, la soledad en sus ojos? ¿Era su risa, tan brillante y jovial incluso cuando estaba herido? ¿Era la forma en que me trataba, en todos los sentidos, como una princesa? ¿Fueron los besos, las caricias, la visión de él con otras mujeres con las que nunca podría compararme? Fueron todas esas cosas. —¡Alice! —Ranik finalmente me alcanza, y miro alrededor. Mis pies me han llevado a una colina con vistas a la feria, con un árbol de pino solitario en ella. Se está tranquilo aquí. Ranik está sin aliento, con los ojos casi heridos. —Lo siento —jadea—. Lamento haber dicho todo eso. No era mi intención, no quería… —No importa lo bien que nos llevemos—empiezo—. No funcionaría. Nunca querrás estar atado a una sola mujer, y nunca sería capaz de darte... de darte el sexo que quieres. Sexo con experiencia. Buen sexo. No te puedo dar eso. Ni siquiera sé lo que es. Soy demasiado inexperta para estar alguna vez con alguien como tú, Ranik. Y, te lo dije, quiero amor. Y me dijiste que no eres capaz de amar, así que... no iba a funcionar. Nunca iba a funcionar, no importa cuánto nos gustemos. —Me doy cuenta de que mis palabras se han vuelto sollozos débiles—. No tenemos nada que ofrecer al otro, excepto risa y amistad. —Una fuerza extraña retuerce mi corazón en mi pecho, comprimiéndolo dolorosamente—. Si no fuéramos tan diferentes, podríamos haber sido muy buenos, creo. Lo siento. Es más, no necesito más tus lecciones. No te necesito. Debes ser libre de irte, para estar con quien quieras. Eres libre. Ranik frunce el ceño. —¿Por qué quiero ser libre? Me abrazo a mí misma, tratando de contener las lágrimas. Ranik se mueve como si quisiera abrazarme, pero se detiene por alguna razón.

—Escucha —insiste suavemente—. Todavía hay tiempo. Puedes volver con Theo, y decirle cómo te sientes. De verdad. Sé que lo he arruinado, pero realmente le gustas. Te daría otra oportunidad. Tienes una nueva oportunidad para ser feliz. —No… No quiero… Agarro mi propio pecho, y Ranik finalmente cede, abrazándome. —Oye, oye, shhhh. Está bien. No me hagas preocuparme más por ti. —¿Cómo no? Cuando… cuando me dijiste todas esas cosas en tu apartamento, sobre el deseo de que sea feliz… —Le miro a los ojos—. Quiero que Theo sea feliz porque le amo. Y tú, quieres que sea feliz, porque... porque… —Princesa, vamos. —Ranik retrocede, sosteniendo mis hombros—. Solo ve a la tienda médica ya. —No estoy l-lista. —Nadie está listo nunca. —Su risa es suave—. Pero creo en ti. Has recorrido un camino largo, y estoy orgulloso. Cualquier hombre tendría suerte de tenerte. Mi corazón se retuerce un poco más, y algo en él se fractura. El dolor es instantáneo. —Oye, espera, ¿estás bien? —Ranik pone rápidamente sus brazos a mi alrededor para estabilizarme—. Te has puesto toda blanca de repente… —¿Por qué? —Me quejo contra su cuello—. ¿Por qué estuviste de acuerdo en ayudarme hace todas esas semanas? ¿Fue por las notas? —Bueno, sí —dice. Mi pecho se hunde hasta que vuelve a hablar—. Así era, en un principio. Necesitaba buenas notas y pronto. Pero entonces… Su voz se ahoga, y me abraza con los brazos extendidos, su sonrisa brillante. —Mira, ve y encuentra a Theo, bien. Has trabajado mucho para este momento. No quiero que lo gastes aquí conmigo. —Pero entonces, ¿qué? —le pregunto en voz baja. Los ojos de Ranik destellan peligrosamente, pero su sonrisa sólo se hace más grande mientras me empuja hacia la feria de nuevo. —Vamos. Planto mis pies y giro. —Pero entonces, ¿qué? —repito con severidad—. Termina tu frase. Los ojos de Ranik se oscurecen. —No hay tiempo para eso, solo vete allí antes de que Grace… —Lo haré. Voy a ir a la tienda y confesarle a él en el momento en que termines tu oración. Las manos Ranik se vuelven puños, y su rostro se torna blanco. —No… era nada —tartamudea—. Olvídate de eso. —¡Deja de ser reservado!

—¡Deja de ser rara! —contesta—. Solo lo he soltado, ¿de acuerdo? ¡No hay nada profundo o significativo detrás de eso! No es importante. No es tan importante como lo que tienes que hacer, ¿de acuerdo? Y una vez que hables con Theo, no va a ser importante en absoluto. Así que solo olvídalo y vete. —Entonces dilo ahora —exijo—. Quiero saberlo. No me iré hasta que lo hagas. —Bien —resopla—. Entonces me iré. Da cuatro pasos antes de poner mi cuerpo entre él y la feria, todo mi orgullo escapa en una súplica. —Por favor. —Miro hacia él—. Por favor, Ranik. ¿Qué ibas a decir? El rostro de Ranik se contorsiona sutilmente con alguna guerra interna en su mente. Sus puños se aprietan más, y mientras me preparo para que me aparte a un lado y se vaya, se inclina y me besa. No es como ningún otro beso que me ha enseñado antes, la intensidad hace que sea difícil respirar, y sus labios suavemente mendigan y suplican por más piel, más calor, más tiempo. Cuando trato de alejarme sus manos ahuecan mi rostro y me sostienen allí, cautiva a su merced mientras sus labios trabajan a lo largo de mi mandíbula, hacia mi tierno cuello, y arriba hasta mi oído. —Pero entonces —murmura, ronco—. Entonces me volví loco. Comencé pensando en besarte como la gente enamorada lo hace. Comencé queriendo protegerte, hacerte reír. Comencé a tener locos celos de Theo, de cualquier tipo al que sonreías, porque quería que esa sonrisa estuviera dirigida a mí, también. Te quería. Quería tu inteligencia, dedicación, dulzura, tus grandes palabras extrañas y mierda, tu cuerpo. Follé a chicas sólo para tratar de conseguir que salieras de mi cabeza, pero eso nunca funcionó. Siempre fuiste la única en que pensaba cuando me venía. Sacude su cabeza. —Comencé queriendo ayudar. Para hacerte feliz, hacer que te corrieras, y conseguí hacerlo un par de veces, así que estoy muy agradecido. Un tipo como yo consiguió hacer a una chica como tú feliz. Hah. Eso es más de lo que merezco. Pasa sus manos lentamente por mi clavícula, mis hombros, mis costillas, apoyándolas en mis caderas y tirando de ellas hacia las suyas propias por lo que estamos presionados fuertemente el uno contra el otro. Mi inhalación es muy fuerte. Ranik sólo se ríe. —Soy malo, ¿no? Manteniéndote aquí cuando prefieres estar en la feria. Haciéndote besarme en lugar de estar besando a Theo. —Suelta mi cintura—. Por si sirve de algo, realmente lo siento, Princesa. Lo siento por no ser capaz de controlar mis estúpidos sentimientos. —Ranik… —Ah, ah. —Mueve un dedo y señala la feria—. Tienes mierda que hacer. Continúa.

Sus palabras dicen “ve”, pero su sonrisa forzada dice “quédate”. Por favor, quédate. Lo está escondiendo lo mejor que puede, pero le conozco desde hace mucho tiempo para no darme cuenta. Theo está justo bajando la colina, confundido. Finalmente puedo decirle lo que he estado queriendo por meses. Cada sueño y fantasía que he tenido sobre él están a centímetros de llegar a la vida. Pero sin Ranik, no habría aprendido incluso lo que eran esas fantasías. Giro hacia Ranik y pongo mi mejor sonrisa. —Quiero quedarme aquí. Si eso está bien contigo. Me alejo justo a tiempo para que Ranik me sujete contra el árbol, su boca caliente y ansiosa en mi cuello. Besa cada centímetro que puede alcanzar, pero cuando se mueve por mis labios, vuelvo mi rostro y sonrío. —Por favor, Alice —gime—. Déjame besarte. —Ya lo has hecho —digo cantarinamente. Suspiro cuando me da la vuelta y me besa fuerte, magullando mis labios bajo su pasión. —¿Te gusto? —pregunta con voz ronca, como si apenas se atreviera a creerlo. —¿Es tan difícil de creer? Eres amable, e inteligente —digo—. Y me haces reír mucho, siempre. —Su puño se aprieta, y sonrío —. No has sido más que paciente conmigo, con quién soy. No tengo que fingir ser alguien que no soy contigo. Sabes cómo trabajo, cómo pienso, y eres dulce y servicial y creo que eres muy guapo y eres el único a quien incluso le he gustado. La verdadera yo. La Chica Robot. Se ríe y aprieta mi mano. —Me siento segura contigo. Me siento tan cómoda a tu alrededor. Aprendo tanto, todos los días, estando contigo. Y siempre... siempre dices que quieres que sea feliz. Nadie más ha dicho nunca eso. Pero sé que no soy tu tipo. No soy buena en el sexo, no sé nada, y te mereces a alguien que sea buena y tenga mucha experiencia, creo. No soy interesante o divertida, o sexy, y te mereces una chica que sea eso y mucho más. Se inclina y me besa, duro y rápido. —Oh Princesa, no te preocupes por nada. Eres la chica más grande en el mundo, y soy el suertudo de mierda que te ha encontrado. O tal vez me encontraste. No lo sé. Pero tienes que confiar en mí. Eres linda, bonita y hermosa. Y eres sexy como el infierno. —Pero yo no… Su beso es lento esta vez, tan dolorosamente. —El sexo no es todo acerca de la experiencia, o ser bueno. Pensaba que te he enseñado mejor que eso. Te... te he deseado desde hace mucho tiempo. Y sabes que no le das suficiente crédito a esos afilados instintos Wells. Las manos de Ranik vagan sobre mi ropa y debajo donde pueden, el roce de piel contra piel me llena con una emoción estática. Arqueo mi espalda contra su pecho, mis

caderas firmemente contra su entrepierna, y dejó escapar un silbido bajo e inclinó su frente contra la mía, sus ojos verde-dorados entreabiertos. —Todavía hay tiempo —jadea. —Fuera de aquí, ahora, mientras todavía tengo un poco de control. Ahueco su mejilla y lo beso a mi manera, suave y lento. Serpenteo mi otra mano hacia abajo y la rozo contra la cresta dura como roca en sus pantalones vaqueros. —No —digo simplemente—. Todo lo que quiero está aquí. No sé cómo, pero entre besos regresamos al coche. Y entre más besos, regresamos a su apartamento. En el segundo en que estamos dentro y Ranik comprueba que estaba vacío, se abalanza sobre mí, fijándome en la pared otra vez. Parece que es su posición favorita. Me defiendo deslizando mi mano hasta la carpa en sus pantalones. Ranik suelta un suave gemido, y el sonido envía escalofríos a través de mí. Ranik Mason está gimiendo por mi toque. Es una embriagadora y potente sensación. Antes de que pueda detenerme, bajo su cremallera y saco sus veinte centímetros, acariciando lentamente. Mira hacia abajo, viendo como mi mano lo trabaja. —Joder —gime—. Oh joder, Alice, eres realmente tú. Sonrío y besó su cuello. —Soy realmente yo. Sus caderas se mueven, bombeando ansiosamente a través de mis dedos. Toda su anterior resistencia se ha ido, reemplazada por una febril ola de deseo. ¿Cuánto tiempo se había estado reteniendo? ¿Cuán duro ha trabajado para controlar su pasión por mí, de mí? Me pongo de rodillas y sonrío hacia él, sin dejar de acariciar. Sus ojos verdes están nebulosos y me miran con confusión. —Vamos —insto juguetonamente—. Acércate. No necesita que lo diga dos veces, reposicionando sus caderas con mi rostro. Su palpitante polla se adentra en mi cuello, y me río y beso la cabeza. El sobresaltado espasmo de Ranik es enteramente de placer. Su dulce almizcle me envuelve mientras lamo largas líneas bajando por sus lados, y vuelvo a subir de nuevo. Su mano está enroscada en mi cabello, la otra se apoya contra la pared. Lo animo con pequeños besos, y luego miro hacia arriba. El rostro de Ranik esta embelesado, inclinado hacia el techo, pero cuando siente que me detengo mira hacia abajo. Está en silencio por un momento, bebiendo intensamente de mi vista. Y qué vista debo de ser. *** Es la cosa más preciosa en la Tierra, y está de rodillas delante de mi polla. Su rostro está enrojecido, sus ojos azules brillan, y esa pequeña sonrisa en sus labios me empuja más allá de la frontera de lo dolorosamente duro y dentro de la locura. Es feliz. Está disfrutando con mi polla. Alice Wells está conmigo, y está feliz por eso. No podía pedir más.

—Pareces terriblemente contenta contigo misma —me las arreglo para decir justo antes de que me envuelva en el apretado y húmedo sello de su boca. Toma todo de mí no comenzar a follar su rostro frenéticamente en ese mismo momento. Y entonces me doy cuenta. Esta no es su noche para darme placer, no señor. Es al revés. La empujo, y me lanza una mirada confusa mientras se pone de pie. —¿Algo está… está mal? Me quito la chaqueta y la camisa, y con facilidad le quito sus pantalones vaquero. Se ríe mientras beso mi camino hasta sus muslos y el vientre, y termino mirándola a los ojos. —Sólo lo quiero de una forma contigo, Alice Wells. Sin mentiras. Sin juegos. Sin más chicas. Ninguna excepto tú. Todo de ti. Desde la cabeza hasta los dedos de los pies y todo en el medio. Eres mía y soy tuyo. Me sonrojo, lo que estoy diciendo es demasiado cursi para mí. Pero no dura mucho, porque Alice me sonríe. —Me gustaría eso. Y entonces ha terminado. Hundo mis manos por debajo de sus bragas y la abro, dos dedos entran sin esfuerzo. Da un suave suspiro y envuelve sus brazos alrededor de mis hombros. Me desabrocho los pantalones y los dejó caer, y tira de mis bóxer impacientemente. Los dos nos reímos, pero deja de reír cuando ve la vista completa de mí, y definitivamente no está riendo cuando mi polla se detiene en su entrada por una fracción de segundo, y luego se hunde profundamente en su interior. Jadea, y beso su cuello mientras trato de mantener su mente fuera de eso. —Lo siento —murmuro—. Podría… —No, lo sé. Dolerá por un momento. Me estoy ajustando muy rápidamente. Me empujó hacia atrás y le sonrío, apartándole el cabello dorado de la frente. Me inclino y le quito la camisa, desabrochando su sujetador, y juego con sus pezones apartando su mente del dolor. Se retuerce y gime, y cuando me inclino y chupo uno prácticamente rebota. Mi polla siente su movimiento y no puedo evitar mi gemido dolorido. —Princesa, no hagas… Sonríe y hace rebotar sus caderas otra vez, y otra vez, y mis ojos se sienten como si estuvieran rodando hacia la parte de atrás de mi cráneo. —Llámame Alice —insiste. —Alice —digo, perdido en el placer de su increíble humedad apretada. —Una vez más —exige, rodando sus caderas de un lado a otro. —Alice. Alice, Alice, Alice… —Me congelo, y me obligo a atravesar la bruma de placer para recuperar el control. Sujeto sus manos sobre su cabeza y sonrío—. Nah. Esta noche tú estarás diciendo mi nombre, Princesa.

Mi primera embestida hace que sus ojos se amplíen, y la segunda la hace jadear. —¿Estás bien? —pregunto, nervioso. Nunca he estado nervioso con una chica, pero cada parte de mí quiere violarla y mantenerla a salvo, al mismo tiempo, y es confuso como el infierno. —Estoy b-bien —Su cabeza se sacude hacia atrás mientras sigo embistiendo—. Más. Oh dios, Ranik, por favor, más. —Como desees. —Sonrío, y beso su bonita boca.

Ranik Mason conduce con cuidado, exactamente lo opuesto que esperarías de un chico tatuado, con una chaqueta de cuero como él. Pero en las estrechas y abarrotadas calles de San Francisco, mientras nos dirigimos hacia la prisión estatal, estoy agradecida, ahora más que nunca, por conducir de forma segura. Ranik me lanza una sonrisa torcida, el sol causa un efecto luminoso en sus ojos verde-dorados. —¿Estás nerviosa, Princesa? Juego distraídamente con el paquete en mi regazo que dice: “Para Papá”. Asiento. —Estaría mintiendo si dijera que no lo estoy. —Bueno, escucha —empieza—. Solo tienes que preocuparte por cualquier tío que se llame Aníbal. No te acerques a él. Especialmente si su apellido es Lecter. Pongo los ojos en blanco, y Ranik se detiene ante la luz roja. La prisión se cierne en la distancia, entera de piedra gris y una altura intimidante. Ahí es donde mi padre ha estado cautivo durante los últimos diez años. Ahí es donde finalmente podré verlo. Mis nervios están a flor de piel. Ranik debe de notar que estoy realmente preocupada, porque estira la mano y entrelaza sus dedos con los míos, llevándolos a sus labios y besándolos. —Eres hermosa, Al. No te preocupes. Te verá y estará muy, muy orgulloso de la hermosa, increíble e inteligente chica en la que te has convertido. Te lo prometo. —¿Es esta una lección de aceptar cumplidos? —bromeo. Ranik se ríe y se alborota el cabello. —Solo si quieres lecciones. —Las quiero —digo con altanería—. Pero de otro tipo. Sus ojos brillan con malicia. Se detiene en la curva de la prisión, y se inclina para besarme. —Vuelve pronto, ¿me oyes? Tenemos toda una ciudad para explorar. —¿La tenemos? Pensaba que solo estamos aquí para destrozar la habitación del hotel. Ranik se ríe. —Estaré de vuelta para recogerte en una hora. Ve a por ellos. Salgo y me despido. Cuando ya no puedo verle, me trago mis nervios y camino hasta la puerta. Un guardia de prisión levanta su gorro hacia mí.

—Buenas tardes, señora. ¿Está aquí por las horas de visita? —Sí. Bernard Wells, por favor. —Ah, es su hija, entonces. Él habla mucho sobre usted. Nos preguntábamos cuándo vendría. —No estaba lista hasta ahora —le digo. El guardia asiente. —Lo entiendo. Me alegro de que esté aquí. —Ha hecho falta mucho tiempo. —Miro una vez hacia atrás, hacia la carretera—. Pero todas las cosas buenas lo necesitan.

Sara Wolf es la autora de Lovely Vicious, un oscuro Young Adult sobre la guerra entre una chica fogosa y un chico de hielo, ambos igual de dañados. Actualmente está trabajando en el segundo libro de la serie Lovely Vicious. Entre sus otros libros está la serie Arrenged; dos libros sobre un matrimonio concertado entre universitarios, y su novela. Es adicta a Crónicas Vampíricas, le encanta el chocolate y la angustia romántica, y no se cansa de los héroes dañados. Para más libros, noticias, teasers y sorteos, sarawolfbooks.blogspot.com o facebook.com/sara.wolf.3304

visítala

en