The Dare - PDF 2

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no t ie ne co st o . Si el libro llega a tu país, te anim

Views 859 Downloads 7 File size 1MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual

no

t ie ne co st o . Si el libro llega a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro. ¡No subas la historia a Wattpad ni pantallazos del libro a las redes sociales! Los autores y editoriales también están allí. No solo nos veremos afectados nosotros, sino también tu usuario.

C Sinopsis

4

Capítulo 24

161

Capítulo 1

5

Capítulo 25

167

Capítulo 2

14

Capítulo 26

174

Capítulo 3

23

Capítulo 27

183

Capítulo 4

34

Capítulo 28

189

Capítulo 5

39

Capítulo 29

196

Capítulo 6

48

Capítulo 30

201

Capítulo 7

58

Capítulo 31

207

Capítulo 8

67

Capítulo 32

211

Capítulo 9

73

Capítulo 33

216

Capítulo 10

79

Capítulo 34

220

Capítulo 11

87

Capítulo 35

227

Capítulo 12

96

Capítulo 36

235

Capítulo 13

99

Capítulo 37

245

Capítulo 14

106

Capítulo 38

251

Capítulo 15

109

Capítulo 39

263

Capítulo 16

118

Capítulo 40

266

Capítulo 17

123

Capítulo 41

273

Capítulo 18

131

Capítulo 42

280

Capítulo 19

136

Capítulo 43

286

Capítulo 20

141

Epílogo

294

Capítulo 21

147

Escena bonus exclusiva

299

Capítulo 22

150

El Indicente

300

Capítulo 23

156

Sobre la autora

307

Se suponía que la universidad sería mi oportunidad de superar mi complejo de patitos feos y extender mis alas. En su lugar, terminé en una hermandad llena de chicas malas. Ya tengo dificultades para adaptarme, así que cuando mis hermanas Kappa Chi presentan el reto, no puedo decir que no. El reto: seducir al mejor jugador de hockey nuevo en la clase de penúltimo año. Conor Edwards es habitual en las fiestas de Greek Row... y en las camas de las hermandades de Greek Row. Él es de quien te enamoras antes de que aprendas que los tipos como él no le dan una segunda mirada a las chicas como yo. Excepto que el Señor Popular me lleva a dar una vuelta en lugar de reírse en mi cara, y me hace un favor al dejarme llevarlo arriba para fingir que estamos ocupados. Aún más loco, quiere seguir fingiendo. Resulta que a Conor le encantan los juegos, y cree que es divertido tirar la lana a mis amienemigas. Pero resistirse a su encanto fácil y su atractivo de surfista es casi imposible. Aunque me doy cuenta de que hay mucho más en la historia de Conor de lo que su club de admiradoras puede ver. Y cuanto más dura esta tonta artimaña, mayor es el peligro de que todo explote en mi cara.

Briar U #4

Taylor

E

s viernes por la noche, y estoy viendo cómo las mejores mentes de mi generación son destruidas por chupitos de gelatina y mezclas azules servidas de botes de pintura de diez galones. Cuerpos sudorosos que se retuercen semidesnudos, frenéticos e hipnotizados con el ritmo de la música electrónica. La casa está formada por estudiantes de psicología de pared a pared dejando salir su resentimiento a sus padres por futuros MBA1. Estudiantes de ciencias políticas plantando las semillas para los cheques de chantajes que escribirán en diez años. También conocido como tu típica fiesta en Greek Row. —¿Alguna vez has notado que la música para bailar suena como escuchar a personas borrachas teniendo sexo? —Esas son las observaciones de Sasha Lennox. Ella está parada a mi lado en la esquina, donde nos hemos metido entre el reloj de péndulo y una lámpara de pie para combinar mejor con los muebles. Ella lo entiende. Es el primer fin de semana de regreso de las vacaciones de primavera, y eso significa la fiesta anual de la Resaca en las Vacaciones de Primavera en nuestra casa de hermandad Kappa Chi. Uno de los muchos eventos que Sasha y yo llamamos diversión obligatoria. Como Kappas, debemos asistir, incluso si eso significa que nuestra presencia es más decorativa que funcional. —Como si al menos no fuera tan ofensivo si hubiera una melodía. Esto... —Sasha arruga la nariz, y su cabeza se retuerce con un sonido de sirena que resuena a través del sistema de sonido envolvente antes de que otra línea de bajos rompa el ritmo—. Esto es mierda que la CIA usó en sujetos de prueba MKUltra2 para doparlos. Suelto una carcajada estrangulada, casi ahogándome con el vaso de cualquier receta de ponche de fiesta sacada de YouTube que he estado bebiendo durante la última hora. Sasha, una estudiante de música, tiene

MBA: Master of Business Administration. Especialización en Administración de Negocios. 2 MKUltra: también conocido como programa de control mental de la CIA, es el nombre en clave dado a un programa secreto e ilegal diseñado y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos para la experimentación en seres humanos. 1

una aversión casi religiosa a cualquier cosa que no sea interpretada por instrumentos en vivo. Ella preferiría estar en primera fila en un concierto en un antro con la voz de Gibson Les Paul sonando en sus oídos, que ser atrapada muerta bajo el parpadeante caleidoscopio tecno de un club de baile. No me malinterpreten, Sasha y yo ciertamente no somos reacias a la diversión. Pasamos el rato en los bares del campus, hacemos karaoke en la ciudad (bueno, ella lo hace, mientras la animo desde la seguridad de las sombras). Demonios, una vez nos perdimos en Boston Common a las tres de la mañana mientras estábamos totalmente sobrias. Estaba tan oscuro que Sasha cayó accidentalmente en el estanque y casi fue atacada por un cisne. Confía en mí, sabemos cómo pasar un buen rato. Pero la práctica ritualista de los universitarios que se mezclan con sustancias que alteran la mente hasta que confunden la embriaguez con la atracción y la inhibición con la personalidad no es nuestra mejor idea de pasar un buen rato. —Estate atenta. —Sasha me empuja con el codo al escuchar los gritos y silbidos del vestíbulo—. Aquí vienen los problemas. Una pared de masculinidad descarada se estrella a través de la puerta principal cantando: —¡Briar! ¡Briar! Al igual que los Salvajes asaltando Castillo Negro, los imponentes gigantes del equipo de hockey de la universidad Briar pisotearon dentro de la casa, todos con hombros gruesos y pechos anchos. —Todos saluden a los héroes conquistadores —digo sarcásticamente, mientras Sasha sofoca una sonrisa sarcástica con un lado de su pulgar. El equipo de hockey ganó su juego esta noche, colocándolos en la primera ronda del campeonato nacional. Lo sé porque nuestra hermana Kappa, Linley, está saliendo con un calentador de banco, por lo que ella estaba en el juego tomando fotos para snapchat en lugar de estar aquí con nosotras limpiando inodoros, aspirando y mezclando bebidas para la fiesta. Privilegios de salir con la realeza. Aunque un cuarto stringer no es exactamente el Príncipe Harry, sino tal vez es algún lugar más cercano al hijo de adicto a la coca de algún príncipe por añadidura. Sasha saca su teléfono de la cintura de sus mallas de piel sintética ajustadas y comprueba la hora. Miro la pantalla y gimo. Oh hombre, ¿son solo las once de la noche? Ya siento que se avecina una migraña.

—No, esto es bueno —dice ella—. Veinte minutos más y esos gorilas irán al barril. Luego absorberán lo que quede del licor. Diría que ese sería tiempo de irnos. Media hora, como mucho. Charlotte Cagney, nuestra presidenta de hermandad, no ordenó explícitamente cuánto tiempo teníamos que quedarnos para cumplir con nuestro requisito de asistencia. Por lo general, una vez que las bebidas se bebieran, las personas buscan el after-party, momento en el que es fácil pasar desapercibidas. Con suerte, volveré a mi apartamento en Hastings y estaré en pijama a medianoche. Conociendo a Sasha, ella conducirá a Boston y encontrará un espectáculo en vivo. Juntas, ella y yo somos las hermanastras marginales de Kappa Chi. Cada una de nosotras llegó a estar entre sus filas por nuestras propias razones mal concebidas. Para Sasha, era familia. Su madre, y la madre de su madre, y la madre de la madre de su madre, y demás, fueron todas Kappas, por lo que nunca fue una pregunta que la carrera académica de Sasha incluiría continuar con el legado. Era eso o darle un beso de despedida a algo tan “frívolo y autocomplaciente” como la música. Ella proviene de una familia de médicos, por lo que sus decisiones ya son muy controvertidas. Para mí, bueno, supongo que tuve grandes diseños de una evolución universitaria. De la perdedora de la escuela secundaria a ser parte de la multitud del momento en la universidad. Una reinvención. Renovación total de vida. La cosa es que unirse a sus clubes y usar sus letras y soportar sus semanas de adoctrinamiento sacramental no tuvo los efectos deseados. No llegué al otro lado toda brillante y nueva. Es como si todos los demás hubiesen bebido el Kool-Aid y vieran los bonitos colores y yo me quedé allí de pie en la oscuridad con una taza de agua con colorante rojo. —¡Hola! —Un chico de ojos adormilados nos saluda, tambaleándose para acercarse a Sasha mientras habla abiertamente con mis tetas. Tendemos a lucir como mujeres perfectamente deseables cuando estamos una al lado de la otra. La exquisita simetría facial y figura esbelta de ella, y yo con mis enormes pechos. —¿Quieren beber? —Estamos bien —grita Sasha sobre la música palpitante. Ambas sostenemos nuestros vasos en su mayoría llenos. Una estrategia para mantener a raya a los hermanos de fraternidad. —¿Quieren bailar? —pregunta él después, inclinándose hacia mi pecho como si estuviera hablando dentro de la caja en un restaurante de comida rápida. —Lo siento —respondo—, no bailamos.

No sé si me escucha o entiende mi desprecio, pero asiente y se aleja de todos modos. —Tus senos tienen una fuerza gravitacional que solo atrae a los imbéciles —dice Sasha con un resoplido. —No tienes idea. Un día me desperté y fue como si dos tumores masivos acabaran de estallar en mi pecho. Desde la secundaria, tuve que caminar con estas cosas que llegan a todas partes diez minutos antes que yo. No estoy segura de cuál de nosotras es el mayor peligro, Sasha o yo. Mis pechos o su rostro. Ella causa un gran revuelo al entrar en la biblioteca. Los tipos se tropiezan para estar en su presencia y olvidan sus propios nombres. Hay un fuerte estallido en la casa, haciendo que todos se encojan y se tapen las orejas. Luego llega el silencio de la confusión mientras nuestros tímpanos se ahogan en los ecos persistentes del estallido. —¡El altoparlante explotó! —grita una de nuestras hermanas desde la habitación de al lado. Los abucheos llenan la casa. Luego se produce una lucha loca cuando algunas Kappas corren para encontrar una solución rápida y salvar la fiesta antes de que nuestros inquietos invitados se rebelen. Sasha ni siquiera trata de ocultar su emoción. Ella me mira con una mirada que dice que podemos escapar de esta fiesta temprano después de todo. Entonces Abigail Hobbes sucede. La vemos meterse a través de la multitud en un apretado, escaso y pequeño vestido negro, y su cabello platino está rizado en perfectos rizos. Aplaude, y con una voz que podría cortar el cristal, exige que toda la atención caiga en sus brillantes labios rojos. —¡Escuchen, todos! Es hora de jugar Reto o Reto. Los vítores estallan en respuesta a medida que la sala se llena con más cuerpos. El juego es una tradición popular de las Kappa, y es exactamente lo que parece. Alguien te reta a hacer algo y tú lo haces, no hay opción de verdad. Es ocasionalmente divertido y a menudo brutal, ha resultado en más de unos pocos arrestos, al menos una expulsión, y se rumorea, incluso con un par de bebés. —Ahora veamos... —Nuestra vicepresidenta de la casa se pone un dedo bien cuidado en la barbilla y gira en un círculo lento para inspeccionar la habitación, buscando su primera víctima—. ¿Quién será?

Por supuesto, sus malvados ojos verdes aterrizan directamente donde estamos Sasha y yo pegadas a la pared. Abigail se nos acerca con pura malicia azucarada. —Oh, cariño —dice, con la mirada vidriosa de una chica que ha tenido demasiado de beber—. Relájate, es una fiesta. Parece que acabas de encontrar otra estría. Abigail es una borracha cruel y yo soy su objetivo favorito. Estoy acostumbrada a eso de ella, pero las risas que provoca cada vez que usa mi cuerpo como remate siempre dejan una cicatriz. Mis curvas han sido la ruina de mi existencia desde que tenía doce años. —Oh, cariño. —Sasha la imita, haciendo un espectáculo de darle el dedo medio—. ¿Qué tal si te jodi-largas de aquí? —Aww, vamos —gime Abigail con una voz burlona de bebé—. TayTay sabe que estoy bromeando. —Ella puntúa su declaración empujando mi estómago como si fuera una maldita masa de donas. —Tenemos tus entradas de cabello cada vez peores en nuestras oraciones, Abs. Tengo que morderme el labio inferior para evitar reírme de la réplica de Sasha. Sabe que me desintegro en medio del conflicto y ella nunca huye a la posibilidad de intercambiar golpes verbales en mi defensa. Abigail responde con una risa sarcástica. —¿Jugaremos o no? —exige Jules Munn, la secuaz de Abigail. La alta morena se nos acerca, luciendo aburrida—. ¿Qué pasa? ¿Sasha está tratando de retirarse de hacer un desafío otra vez como lo hizo en Harvest Bash? —Vete a la mierda —replica Sasha—. Me retaste a tirar un ladrillo por la ventana del decano. No iba a ser expulsada por algún juego de hermandad. Jules arquea una ceja. —¿Ella acaba de insultar una tradición milenaria, Abs? Porque creo que lo hizo. —Oh, lo hizo. Pero no te preocupes, tendrás tu oportunidad de redención, Sasha —dice Abigail dulcemente, y luego hace una pausa—. Hmm. Te reto a... —Se gira hacia sus espectadores mientras contempla el desafío. Ella no vive si no es por la atención. Luego se da vuelta rápidamente para mirar a Sasha—. Haz el Doble Doble y luego canta la sinfonía de nuestra sede. Mi mejor amiga diciendo: ¿Eso es todo?

resopla

y

se

encoge

de

hombros,

como

—De cabeza y al revés —agrega Abigail. Sasha riza sus labios y le gruñe, lo que hace que los chicos en la sala griten de diversión. Los tipos adoran las peleas de gatas. —Lo que sea. —Poniendo los ojos en blanco, Sasha da un paso adelante y sacude los brazos como un boxeador que calienta para una pelea. El Doble Doble es otra tradición de la fiesta Kappa, que implica tomar dos tragos dobles de lo que sea que esté alrededor, luego una parada en el bong de cerveza3 de diez segundos seguido de una parada en el barril de diez segundos. Incluso los bebedores más fuertes entre nosotros rara vez logran superar el desafío. Agrega pararse de manos mientras canta la canción de la casa al revés es solo Abigail siendo una perra rencorosa. Pero siempre y cuando no la expulsen, Sasha nunca es una persona que retroceda ante un reto. Ella se ata su grueso cabello negro en una cola de caballo y acepta el vaso de chupito que se materializa de la nada, tragando obedientemente un chupito y luego el siguiente. Ella pasa por el bong de cerveza mientras un par de chicos Theta sostienen el embudo para ella, la multitud a su alrededor grita animándola. Luego en una cacofonía de vítores, ella se abre paso por el puesto del barril con un jugador de hockey de metro noventa para mantenerle las piernas en el aire. Cuando está de pie nuevamente, todos están impresionados de verla incluso capaz de ponerse de pararse derecha, y mucho menos lucir malvada y firme. Esa chica es una guerrera. —¡Apártense! —declara Sasha, despejando a la gente de la pared del fondo. Con la confianza de una gimnasta, empuja sus brazos en el aire y luego hace una especie de volteretas para que su trasero quede al ras contra la pared en una parada de manos. Fuerte y confiada, dice las palabras de nuestra canción de la casa al revés, mientras el resto de nosotros estúpidamente tratamos de mantenernos al día en nuestras cabezas para asegurarnos de que lo está haciendo bien. Luego, cuando termina, Sasha completa un elegante montaje para ponerse de pie y le da a la multitud una reverencia ante los aplausos. —Eres un jodido robot —digo, riéndome cuando ella se acerca para volver a su lugar encorvada en nuestro rincón de perdedores—. Precioso final.

Bong de cerveza: es un dispositivo compuesto por un embudo unido a un tubo que se usa para facilitar el consumo rápido de cerveza.

3

—Nunca supe de un aterrizaje que no pudiera hacer. —La Sasha estudiante de primer año estaba en camino a las eliminatorias olímpicas como una de las mejores gimnastas saltadoras del mundo antes de romperse la rodilla resbalando en el hielo, y eso fue todo para su carrera de gimnasia. Para no ser eclipsada, Abigail me mira fijamente. —Tu turno, Taylor. Respiro hondo. Mi corazón se acelera. Ya siento mis mejillas enrojecidas. Abigail sonríe ante mi incomodidad como un tiburón oliendo sangre. Me preparo para cualquier malvado reto que esté inventando para mí. —Te reto a... —Ella arrastra los dientes por su labio inferior. Puedo ver mi inminente humillación en sus ojos antes de que incluso abra la boca—…hacer que un chico de mi elección te lleve arriba. Perra. De los hombres que aún observan esta exhibición de agresión femenina estallaron gritos desbocados y alaridos. —Vamos, Abs. Ser violada en una cita no es un juego de mesa. — Sasha da un paso adelante, protegiéndome con su cuerpo. Abigail pone los ojos en blanco. —Oh, no seas tan dramática. Elegiré a alguien bueno. Alguien con quien cualquiera quisiera sudar. Incluso Taylor. Dios, por favor no me hagas tener que hacer esto. Para mi gran alivio, la ayuda viene en forma de Taylor Swift. —¡Arreglado! —grita una de las hermanas, justo cuando la música una vez más llena la casa. “Blank Space” de T-Swift provoca una ola de vítores emocionados, desviando la atención del estúpido juego de Abigail. La multitud se dispersa rápidamente para volver a llenar sus bebidas y volver a los juegos preliminares rítmicos del baile. Gracias, Taylor más caliente y delgada. Para mi consternación, Abigail no se inmuta. —Hmm, ¿quién será el chico afortunado…? Trago un gemido. Fui ingenua al pensar que ella lo dejaría estar. Una vez que se ha hecho el reto, cualquier hermana que no complete la tarea lo mejor que pueda será castigada sin piedad hasta que una pobre ilusa tenga la mala suerte de ocupar su lugar. Y si Abigail se sale con la

suya, eso sería tres semanas después de para siempre. Ya tengo dificultades para adaptarme al resto de las hermanas. Esto me haría un paria. Ella examina la habitación, poniéndose de puntillas para mirar por encima de la cabeza de las personas y ver detenidamente las opciones disponibles. Una amplia sonrisa se extiende por su rostro cuando se gira hacia mí. —Te reto a seducir a Conor Edwards. Joder. Jodida mierda. Sí, sé quién es Conor. Todos lo hacen. Él está en el equipo de hockey y es un rostro habitual en las fiestas de Greek Row. Un rostro habitual en las camas de hermandad en Greek Row también. Pero su verdadero reclamo a la fama es posiblemente por ser el nuevo chico más atractivo de la clase junior. Lo que lo saca de mi liga. Es la elección perfecta si el objetivo de este desafío es mi total humillación de ser rechazada rotundamente por un tipo que riéndose en mi cara. —Rachel todavía está en Daytona —agrega Abigail—. Puedes usar su habitación. —Abigail, por favor —digo, rogándole que dejara ir esto. Pero mi súplica solo la envalentona. —¿Qué sucede, Tay-Tay? No recuerdo que hayas tenido problemas para besar a otros chicos en un reto. ¿O es que lo tuyo es meterte con los novios de otras chicas? Porque eso es lo de siempre con Abigail: venganza, y el error que me ha estado haciendo pagar todos los días desde el segundo año. No importa cuántas veces me disculpe o cuán sinceramente me arrepienta de haberla lastimado, mi vida no es sino para divertir a Abigail con mi sufrimiento. —Deberías ir a un médico por tu furiosa perratitis —responde Sasha. —Oh, pobre Taylor, qué mojigata. No le des la espalda o te robará a tu chico —canta Abigail. Su burla se convierte en un coro cuando Jules salta para cantar. Sus burlas apuñalan los nervios detrás de mis ojos y me entumecen los dedos. Quiero encogerme en el piso. Desaparecer en la pared. Estallar en llamas espontáneas y convertirme en cenizas y caer en el cuenco de la fiesta. Cualquier cosa menos yo, aquí, ahora. Odio la atención no deseada, y sus burlas han atraído los ojos de varios rostros borrachos

que nos rodean. Unos segundos más y toda la casa estallará en una canción sobre cómo soy una mojigata, como si fuera una escena horrible salida de mi peor pesadilla. —¡Bien! —estallo. Solo para que se detengan. Cualquier cosa para callarlas—. Lo que sea. Haré el reto. Abigail sonríe triunfante. Ella no podría ser más obvia si estuviera babeando. —Ve a buscar a tu hombre entonces —dice ella, señalando con una mano detrás de ella. Me muerdo el labio y sigo la línea de su delgado brazo, finalmente veo a Conor junto a la mesa de cerveza en el comedor. Joder, él es alto. Y sus hombros son imposiblemente anchos. No puedo ver sus ojos, pero tengo una visión clara de su perfil cincelado y su largo cabello rubio peinado lejos de su frente. Debería ser ilegal que alguien sea tan guapo. Pantalones de niña grande, Taylor. Respirando hondo, endurezco mis nervios y me dirijo hacia un desprevenido Conor Edwards.

Conor

L

os muchachos están absolutamente borrachos esta noche. Hemos estado en esta fiesta de hermandad durante veinte minutos y Gavin y Alec ya han roto sus camisas y se pavonean alrededor de la mesa de cerveza como un par de bárbaros. Sin embargo, debo admitir que después de ganar nuestro juego de los playoffs, me siento bastante salvaje. Dos victorias más y estaremos en manos del Frozen Four. Si bien nadie lo dirá en voz alta por miedo a echarle sal al equipo, siento que este es nuestro año. —Con, ven aquí, imbécil. —Hunter me llama desde el otro lado de la habitación, donde él y algunos de los chicos han preparado hileras de chupitos—. Trae esos dos cabezas de chorlito contigo. Nos reunimos con nuestros compañeros de equipo, todos con la cara roja y con mucha adrenalina. Cada uno de nosotros levanta un vaso de chupito mientras nuestro capitán, Hunter Davenport, hace un discurso. Ni siquiera tiene que gritar, porque la música se detuvo hace unos diez minutos. Sigo viendo chicas de hermandad en pánico corriendo hacia y desde el sistema de altavoces en la sala de estar. La mirada de Hunter pasa sobre todos. —Solo quiero decir que estoy muy orgulloso de todos nosotros por cómo hemos perseverado como equipo esta temporada. Nos hemos apoyado mutuamente y todos han puesto su máximo esfuerzo. Tenemos dos más, chicos. Dos más y estamos en la mira. Así que disfruten esta noche. Enloquezcan un poco. Y luego será hora de recuperar la cabeza para dar el empujón final. Todavía no se siente real a veces. Mi culo punk en una escuela de la Liga Ivy, entre los hijos e hijas bien criados de dinero antiguo y padres fundadores. Incluso con mis chicos, lo más cercano que he tenido a una familia después de mi madre, a veces no puedo evitar mirar sobre mi hombro. Como si en cualquier día ahora me fueran a descubrir. Después de un grito de “¡Hockey de Briar!”, tragamos nuestros chupitos. Bucky traga y lanza un grito de guerra gutural que asusta a todos hasta que nos echamos a reír. —Cuidado, matador. Guárdalo para el hielo —le digo.

A Bucky no le importa una mierda. Él está muy emocionado. Joven, tonto y lleno de malas intenciones esta noche. Hará feliz a una dama, de eso estoy seguro. Hablando de damas, no les lleva mucho tiempo reunirse alrededor de la mesa de cerveza una vez que tenemos otro juego en marcha. Esta vez son Hunter y su novia Demi contra Foster y yo. Y la chica de Hunter juega sucio. Se quitó su sudadera con capucha y ahora está en una camiseta blanca delgada encima de un sujetador negro, que está usando con un efecto estratégico para empujar sus tetas en nuestras caras como un medio de distracción. Y está jodidamente funcionando. Foster queda ciego y falla en darte a la mesa por completo con su lanzamiento. —Joder, Demi —digo quejándome—, guarda esas cosas. —¿Qué cosas, estas? —Las agarra y las levanta prácticamente hasta su cuello mientras hace el peor intento de parecer inocente. Hunter aterriza su lanzamiento en uno de nuestros vasos fácilmente. Demi me guiña un ojo. —Lo siento, pero no lo siento. —Si tu novia quiere quitarse la blusa, me rindo ahora —dice Foster, tratando de alejarse de Hunter. Él es débil. Activando el modo Hombre de las Cavernas, Hunter tira de su camiseta sobre su cabeza y la pone sobre Demi haciendo que parezca un vestido holgado. —Ojos en los vasos, imbécil. Me trago una carcajada, decidiendo no señalar que Demi Davis se vería sexy incluso si estuviera usando un saco de papas. Hubo un tiempo en el que podría haber ido a por ella, pero incluso antes de que Hunter lo supiera, pudimos ver que el capitán de nuestro equipo ya estaba estúpido por esa chica. Solo les tomó a esos dos un poco más de tiempo para entender. Hasta ahora, mis prospectos de esta noche no son buenas. Chicas hermosas, claro. Una morena casi intenta trepar en mí y plantar un beso en mi cuello cuando hago el siguiente lanzamiento en uno de los vasos de Hunter y Demi. Pero estas chicas tienen una vibra sedienta y, hasta ahora, nadie lo está haciendo por mí. A decir verdad, todas las mujeres comienzan a confundirse en mi mente. Me he acostado con muchas desde que me transferí a Briar el otoño pasado. Estremecer el mundo de una mujer, hacerla sentir especial, es una habilidad mía. Pero, y los chicos se burlarían de mí sin

descanso si admito esto ante ellos, ninguna de las chicas con las que me engancho se molesta en hacerme a mí sentir especial. Algunas pretenden que quieren conocerme, pero en su mayor parte soy una conquista para ellas, un premio brillante para presumir en las caras envidiosas de sus amigas. La mitad del tiempo ni siquiera intentan hablar en voz baja. Solo me meten la lengua en la garganta y las manos en los pantalones. Al menos compra flores a un hombre. O demonios, comienza con una buena broma. Pero es lo que es, supongo. Además, no es como si estuviera en el mercado para una relación. Puedo hacer pasar un buen rato a las mujeres durante una noche o una semana, tal vez incluso un mes, pero ambas partes son totalmente conscientes de que no soy la opción a largo plazo de nadie. Lo cual está bien. Me aburro fácilmente, y las relaciones son el epítome de lo aburrido. Pero esta noche estoy igualmente aburrido con el desfile de chicas que pasa junto a la mesa de cerveza, todas ellas con las mismas sonrisas tímidas y que rozan mi brazo con sus pechos no tan inocentemente. Sí, no me siento de humor con ninguna de estas chicas en este momento. Estoy cansado de este viejo y aburrido ritual de apareamiento que siempre termina de la misma manera. Ya ni siquiera tengo que perseguirlas, y eso es la mitad de la diversión. Una ronda de vítores estalla en la casa cuando la música regresa. Una chica intenta sacar ventaja al tirar de mí para bailar, pero sacudo la cabeza e intento reenfocarme en el juego. Sin embargo, es un poco difícil, porque cierta conmoción en el jardín delantero ahora ha llamado la atención de todos hacia la ventana panorámica. Un Foster distraído falla su lanzamiento por completo, y estoy a punto de regañarlo cuando mi visión periférica capta un movimiento borroso. Me giro hacia la sala de estar para ver a una chica rubia de aspecto un poco aterrorizado, moviéndose rápidamente hacia nosotros. Como un conejo corriendo a la seguridad de su hueco después de ver un zorro hambriento. Al principio creo que va a correr hacia la ventana para ver qué demonios está sucediendo afuera, pero luego sucede algo realmente extraño. Ella se acerca, me agarra del brazo y tira de mí para que ella pueda hablar en mi oído. —Lo siento mucho por esto y vas a pensar que soy una completa psicópata, pero necesito tu ayuda, así que por favor solo sígueme la corriente —balbucea tan rápido que me cuesta seguir el ritmo—. Necesito que subas las escaleras conmigo y finjas que vamos a ligar, pero en realidad no quiero tocarte el pene o lo que sea. ¿O lo que sea?

»Es un reto estúpido y te deberé un gran favor si pudieras hacerme este —susurra rápidamente—. Prometo que no voy a ser rara al respecto. Debo admitir que estoy intrigado. —Entonces, si escuché bien, ¿no quieres ligar conmigo? —susurro, incapaz de ocultar mi diversión. —No. Quiero fingir que lo hago. Bien. Ciertamente ya no estoy aburrido. Mirándola bien, tiene una cara linda. No es impactante como Demi, sino agradable. Sin embargo, su cuerpo. Que me jodan. Ella es como una modelo pin-up4 caminante. Escondido debajo de un suéter de gran tamaño que cae por un hombro hay un par de tetas por el que podría pasar toda la noche deslizando mi polla entre ellas. Le echo un vistazo a su trasero y no puedo evitar pensar en inclinarla sobre mi cama. Pero todo eso se evapora cuando la veo mirarme con estos suplicantes ojos color turquesa y algo en mi corazón se desmorona. Sería una especie de imbécil darle la espalda a una mujer en apuros. —Alec —grito sin apartar la mirada de la chica pin-up. —Qué onda —responde mi compañero de equipo. —Ven aquí. Patea los traseros del capitán y su novia malvada por mí. —Lo haré. No me pierdo de las risas de Hunter y Foster, junto con el fuerte resoplido de Demi. Los ojos inseguros de la rubia pasan por encima de mi hombro hacia la mesa de cerveza, donde Alec ha ocupado mi lugar. —¿Es un sí? —murmura ella. En respuesta, paso unos mechones de cabello detrás de su oreja y rozo mis labios contra su piel para hablar. Porque quienquiera que esté torturando a esta pobre chica ciertamente nos está mirando en este momento y puede irse a comer mierda. —Lidera el camino, bebé. Sus ojos se vuelven enormes, y por un momento creo que su disco duro acaba de freírse. No es la primera vez que sucede en mi presencia. Así que tomo su mano y luego, dejando varios jadeos conmocionados a Modelo pin-up: es una persona (varón o mujer) posando con actitud sugerente o simplemente sonriendo, saludando o mirando a la cámara fotográfica que suele figurar en las portadas de revistas, cómic-books o calendarios, etc.

4

nuestro paso, la guío a través del laberinto de cuerpos que merodean por toda la casa. El hecho es que conozco bastante bien este lugar. Mientras subimos las escaleras, siento ojos siguiéndonos. Ella aprieta mi mano un poco más fuerte mientras su cerebro se reinicia. En el segundo piso, nos lleva a una habitación que aún no he visitado y cierra la puerta detrás de nosotros. —Gracias. —Ella respira en el momento en que estamos solos. —No hay problema. ¿Te importa si me pongo cómodo? —Um, sí. Quiero decir, no. No me importa. Siéntate si quieres. O... guau, está bien, estás acostado. Sonrío ante su visible nerviosismo. Es lindo. Mientras extiendo mi cuerpo de metro noventa y cinco entre los peluches y las almohadas decorativas en la cama, ella sigue siendo el conejo sobresaltado pegado a la puerta y respirando con dificultad. —Tengo que ser honesto —digo, entrelazando mis manos detrás de mi cabeza—. Nunca he visto a una chica tan infeliz de estar encerrada conmigo en una habitación. Esto tiene el efecto deseado de aflojar los hombros e incluso provocar una sonrisa tímida. —Te creo. —Soy Conor, por cierto. Ella pone los ojos en blanco. —Sí, lo sé. —¿Por qué los ojos en blanco? —pregunto, fingiendo estar herido. —No, lo siento, no quise decir nada con eso. Sé quién eres. Eres, como, famoso en el campus. Cuanto más la miro, con las manos apoyadas a los costados contra la puerta, una rodilla doblada, el cabello rubio sucio un poco desordenado y sobre un hombro, no puedo evitar imaginarme sosteniendo sus brazos sobre su cabeza mientras exploro su cuerpo. Con mi boca. Ella tiene la piel muy besable. —Taylor Marsh —exclama, y me doy cuenta de que no sé cuánto tiempo estuvimos en silencio hasta entonces. Me deslizo al otro lado de la cama y pongo una almohada a mi lado como divisor. —Ven. Si vamos a estar aquí por un tiempo, al menos seamos amigos.

Taylor se echa a reír y con eso libera un poco más de tensión. Ella tiene una bonita sonrisa. Brillante, cálida. Sin embargo, se necesita un poco más de persuasión para llevarla a la cama. —Esto no es un movimiento —dice, alineando animales de peluche para patrullar la pared de almohadas entre nosotros—. No soy una especie de bicho raro que engaña a los hombres para que se acuesten con ella y luego los ataca. —Por supuesto. —Asiento con fingida seriedad—. Pero un poco de maltrato estaría bien. —Nop. —Ella sacude la cabeza con demasiada animación, y creo que podría haber roto su caparazón—. Nada de maltrato. Estaré en mi mejor comportamiento. —Entonces dime, ¿por qué alguien que se supone que es tu amiga te pondría en lo que claramente es un escenario de pesadilla? Taylor deja escapar un profundo suspiro. Ella toma una tortuga de peluche y se aferra a ella. —Porque Abigail es una perra de grado A. La odio tanto. —¿Por qué? ¿Cuál es la historia allí? Ella desliza una mirada dudosa hacia mí, claramente debatiendo si confiar en mí. —Lo juro por mi corazón —digo—. Este es un espacio seguro. Ella pone los ojos en blanco, pero me da una sonrisa juguetona. —El año pasado. Fue en una fiesta como esta. Cumplí el reto de a acercarme a un tipo al azar y besarme con él. Me reí. —Estoy sintiendo un patrón. —Sí, bueno, tampoco estaba entusiasmada con eso. Pero eso es cosa suya. De las hermanas. Saben que tengo obsesiones por acercarme a los chicos, por lo que les encanta picar mis inseguridades. A las que son perras, al menos. —Las chicas son jodidamente viciosas. —Amigo, no tienes idea. Me acomodo en la cama para enfrentarla por completo. —Está bien, continúa. Tienes que besarte con un chico. —Bien, la cosa es... —Ella se mueve nerviosamente el pequeño globo ocular de plástico de la tortuga, girándolo entre sus dedos—. Me acerqué

al primer chico que vi que no estaba tan borracho que podría vomitarme encima o algo así. Agarré su rostro, lo puse al tanto, y solo, ya sabes, cerré los ojos y fui a por eso. —Como normalmente se hace. —Bueno, cuando me alejé, ahí estaba Abigail. Lucía como si le hubiese cortado el cabello mientras dormía. Me refiero a lanzar dagas con la mirada. Resulta que el tipo que agredí con mi boca era su novio. —Maldición, T. Eso es frío. Ella parpadea esos tristes ojos azul caribeños hacia mí con un triste puchero. Al verla hablar, me obsesiono con la marca de belleza Marilyn Monroe en su mejilla derecha. —¡No lo sabía! Abigail cambia de novios como cajas de cereal. No estaba al día con su vida amorosa. —Así que no lo tomó bien —digo. —Ella se volvió apocalíptica. Hizo una gran escena en la fiesta. No me habló durante semanas, y luego solo lo hizo en comentarios sarcásticos e insultos. Hemos sido prácticamente enemigas mortales desde entonces, y ahora ella aprovecha todas las oportunidades posibles para humillarme. De ahí la propuesta indecente de esta noche. Ella confiaba en que me rechazaras de una manera espectacular. Maldición. Me siento mal por esta chica. Los chicos son imbéciles, e incluso en el equipo encontramos todo tipo de formas malvadas de molestarnos entre nosotros, pero todo es muy divertido. Esta chica Abigail es otra cosa. Retar a Taylor a buscar a un extraño con la esperanza de que fuera brutalmente rechazada y avergonzada frente a toda la fiesta… ahora eso es fríamente helado. Una punzada irracional de protección comienza a latir en mis entrañas. No sé mucho sobre ella, pero Taylor no me parece el tipo de chica que traicionaría a una amiga tan cruelmente. —Lo peor es que antes éramos amigas. Ella era mi aliada más cercana durante la semana de iniciación de primer año. Casi renuncio una docena de veces, y ella fue quien me ayudó a aguantar. Pero después de que me mudé del campus, nos separamos. Las voces fuera de la habitación atraen la atención de Taylor. Echo un vistazo y frunzo el ceño cuando noto sombras moviéndose debajo de la puerta. —Ugh. Esa es ella —murmura. A estas alturas he llegado a reconocer el sonido de temor en su voz. Ella palidece y su pulso palpita visiblemente en su cuello—. Mierda, están escuchando.

Resisto el impulso de gritar para que nuestra audiencia se pierda. Si hago eso, Abigail y compañía sabrán que Taylor y yo no estamos haciendo el trabajo, de lo contrario estaríamos enfocados el uno en el otro en lugar de la puerta del dormitorio. Aun así, las pequeñas mierdas curiosas necesitan aprender una lección. Y aunque no puedo resolver el problema de Taylor con estas chicas, puedo darle esta noche. —Espero que estén prestando atención —digo con una sonrisa pícara. Luego salto de rodillas y pongo ambas manos en la parte superior de la cabecera. Taylor me mira con recelo, a lo que solo sonrío de nuevo y empiezo a mover mi cuerpo, empujando la cabecera contra la pared. Bang. Bang. Bang. —Joder, bebé, estás tan apretada —gruño demasiado fuerte. Taylor se tapa la boca con la mano. Sus cejas rubias oscuras le suben por la frente. »¡Te sientes tan bien! La pared tiembla con cada golpe fuerte contra la cabecera. Salto sobre mis rodillas, haciendo que el marco de la cama chirree en señal de protesta. Todos los ruidos necesarios de un buen momento. —¿Qué estás haciendo? —susurra con horror divertido. —Haciendo un buen espectáculo. No me dejes solo, T. Van a pensar que estoy follando mi mano aquí. Ella sacude la cabeza. Pobre conejo aterrorizado. —Ah, joder, cariño, no tan rápido, ¡me vas a hacer venir! Justo cuando creo que podría haberla empujado demasiado, Taylor echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos y deja escapar el ruido más sexy que nunca escuché de una mujer en la que no estaba profundamente enterrado. —Ugh, ahí mismo. Justo ahí —grita ella—. Oh Dios, estoy tan cerca. No te detengas. No te detengas. Pierdo el ritmo, riendo histéricamente. Los dos estamos rojo remolacha y convulsionamos en la cama. —Mmmm, eso es, nena. ¿Eso se siente bien? —Tan bien. —Ella gime de vuelta—. No te detengas. Más rápido, Conor. —¿Te gusta?

—Me encanta. —¿Sí? —¡Oh, sí, ponlo en mi trasero! —ruega ella. Me derrumbo y me golpeo la frente en la jodida cabecera. La miro, estupefacto. —¿Qué? ¿Demasiado? —pregunta, toda inocente con los ojos muy abiertos. Esta jodida chica. Ella es otra cosa. —Sí, retrocede un poco —gruño. Pero no podemos dejar de reír, ya que cada vez es más difícil respirar y luchamos por mantener los gemidos lujuriosos. Después de probablemente mucho más tiempo del necesario, finalmente cedemos. Todavía temblando de risa, ella entierra la cabeza en las almohadas, se inclina con el trasero en el aire, y de repente me cuesta recordar por qué solo lo estamos fingiendo. —¿Fue bueno para ti? —pregunto, tumbándome sobre mi espalda. Mi cabello está húmedo por el sudor y me lo peino con los dedos mientras Taylor se acuesta a mi lado. Ella me da una mirada. Una que no he visto en ella esta noche, mirándome bajo ojos de párpados caídos, sus labios rojos e hinchados por morderlos mientras gemía. Hay brazas detrás de esa máscara, profundidades fascinantes que estoy ansioso por explorar. Por un momento fugaz, creo que quiere que la bese. Entonces parpadea, y el momento se ha ido. —Conor Edwards, eres un tipo decente. Me han llamado peor. No significa que no note cuán deliciosamente luce su escote cuando se pone de lado para mirarme. —Ese fue el mejor sexo falso que he tenido —digo solemnemente. Ella se ríe. Mi mirada recorre sus mejillas sonrojadas, su piel impecable y brillante. Luego va nuevamente a su escote increíble. Sé lo que va a decir antes de que incluso haga la pregunta, pero de todos modos se me escapa de la boca. —Entonces, ¿quieres tontear?

Taylor

N

o habla en serio. Sé que no. Proponer eso después de nuestra pequeña actuación es solo la forma de Conor de hacerme sentir mejor ante una situación de mierda. Evidencia adicional de que debajo de ese cabello rubio hasta la barbilla, ojos grises y cuerpo cincelado, tiene un corazón suave. Lo cual es una razón aún más para salir de aquí antes de tener sentimientos por él. Porque Conor Edwards es absolutamente el chico del que te enamoras antes de que aprendas que las chicas como yo no tienen chicos como él. —Lo siento, acordamos una estricta política de no maltratos —digo con firmeza. Él muestra una media sonrisa torcida que hace que mi corazón dé un vuelco. —No puedes culpar a un chico por intentarlo. —De todas formas. Esto ha sido divertido —digo, saliendo de la cama—, pero debería... —Espera. —Conor agarra mi mano. Una oleada de energía nerviosa se dispara en mi brazo y me hormiguea la nuca—. Dijiste que me deberías un favor, ¿verdad? —Sí —digo con cautela. —Bueno, lo voy a cobrar. Solo llevamos aquí cinco minutos. No puedo dejar que la gente de abajo piense que no sé cómo hacer que una dama pase un buen rato. —Él levanta una ceja—. Quédate un rato. Ayúdame a mantener intacta mi reputación. —No me necesitas para proteger tu ego. No te preocupes, supondrán que te aburriste de mí. —Me aburro fácilmente —concuerda—, pero estás de suerte, T. Aburrimiento es lo último que siento en este momento. Eres la persona más interesante con la que he hablado en mucho tiempo. —No debes salir mucho. —Comienzo a ceder. —Vamos —dice—. No me hagas volver a bajar todavía. Hay muchas sedientas allí abajo. Todas las chicas actúan como si yo fuera el último filete en el mercado de carne.

—¿Mujeres que claman por tu atención? Pobrecito. —Y aunque trato de no pensar en él como un pedazo de carne, no puedo negar que es un espécimen increíble. Sin duda, el chico más hermoso que he conocido. Sin mencionar el más sexy. Todavía está agarrando mi mano, y el ángulo de su cuerpo hace que cada músculo de su brazo esculpido se hinche de manera tentadora. —Vamos, quédate y habla conmigo. —¿Qué hay de tus amigos? —le recuerdo —Los veo todos los días en la práctica. —Su pulgar frota un suave círculo sobre el interior de mi muñeca, y estoy acabada—. Taylor. Por favor quédate. Esta es una idea terrible. Este es el momento al que miraré hacia atrás en un año después de haber cambiado mi nombre, teñir mi cabello y responder por el nombre Olga en un restaurante en la ciudad Schenectady. Pero sus ojos implorantes, su piel contra la mía, no me dejan ir. —Está bien. —Nunca tuve Edwards—. Solo para hablar.

una

oportunidad

contra

Conor

Juntos nos acomodamos de nuevo en la cama, la fortaleza de almohadas entre nosotros desmantelada por los golpes y las sacudidas. Y el encanto de Conor. Él levanta la tortuga de peluche que se había ido al final de la cama y la coloca en la mesita de noche. No estoy segura de haber estado aquí antes, ahora que lo pienso. La habitación de Rachel es... mucho. Como si una chica VSCO y una mami bloguera hubiesen vomitado sobre una princesa de Disney. —Ayúdame a descifrarte. —Conor cruza esos brazos sexys sobre su pecho—. Esta no es tu habitación, ¿verdad? —No, tú primero —insisto. Si voy a entretenerlo, tiene que haber una pequeña reciprocidad—. Siento que he monopolizado la conversación. Ayudarme a descifrarte a ti. —¿Qué quieres saber? —Cualquier cosa. Todo. —Cómo te ves desnudo… pero no, no tengo permitido preguntar eso. Puede que esté acostada en la cama con el chico más sexy del campus, pero nuestra ropa se queda en su lugar. Especialmente la mía. —Ah, bueno… —Quitándose los zapatos, los saca de la cama. Estoy a punto de decirle que no nos quedaremos tanto tiempo, pero luego continúa—. Juego hockey, pero supongo que ya lo sabías. Asiento en respuesta.

—Me transferí aquí desde Los Ángeles el semestre pasado. —Ah, bien. Eso explica mucho. —¿Lo hace? —Él pone una expresión de falsa ofensa. —No de mala manera. Quiero decir, eres la definición de la portada de revista de chico surfista, pero te queda bien. —Voy a elegir tomar eso como un cumplido —dice, y me empuja suavemente con el codo. Ignoro el pequeño escalofrío que felizmente me hace cosquillas en el pecho. Su comportamiento juguetón es demasiado atractivo. —¿Cómo terminó un chico de la costa oeste jugando hockey de todos los deportes? —La gente juega hockey en la costa oeste —dice secamente—. No es exclusivamente una cosa de la costa este. También jugué fútbol en la secundaria, pero el hockey era más divertido y era mejor en eso. —Entonces, ¿qué te hizo querer venir al este? —Los inviernos de Nueva Inglaterra son un gusto adquirido. Tuvimos una hermana de primer año que estuvo aquí seis días consecutivos con nieve hasta las rodillas y tomó un avión de regreso a Tampa. Tuvimos que enviarle sus cosas a casa. Algo atraviesa el rostro de Conor. Por un momento sus ojos grises se vuelven desenfocados, distantes. Si lo conociera mejor, pensaría que toqué un nervio. Cuando responde, su voz ha perdido parte de su juego anterior. —Solo necesitaba un cambio de escenario. La oportunidad de transferirme a Briar surgió y la tomé. Estaba viviendo en casa, ya sabes, y se estaba haciendo un poco pequeño. —¿Hermanos y hermanas? —No, solo fuimos mamá y yo por mucho tiempo. Papá se fue cuando yo tenía seis años. La simpatía suaviza mi tono. —Eso es horrible. Lo siento. —Eh, no lo sientas. Apenas lo recuerdo. Mi madre se casó con este otro tipo, Max, hace unos seis años. —Y, ¿qué, ustedes dos no se llevan bien? Suspira, se hunde más profundamente contra las almohadas mientras mira al techo. Una línea irritada se forma en su frente. Estoy tentada a retroceder y decirle que no tiene que hablar de eso y que no era

mi intención entrometerme. Puedo ver que el tema lo inquieta, pero él sigue adelante. —Él está bien. Mi madre y yo vivíamos en una pequeña casa de alquiler cuando se conocieron. Ella trabajaba como peluquera sesenta horas a la semana para mantenernos. Entonces, este hombre de negocios rico y hábil aparece y nos saca de nuestra miseria a Huntington Beach. Como, ni siquiera puedo decirte cuán mejor olía el aire. Eso fue lo primero que noté. —Con una sonrisa autocrítica, se encoge de hombros—. Cambié la escuela pública por una privada. Mamá redujo sus horas y finalmente renunció. Cambió toda nuestra vida. —Hay una pausa—. Él es bueno con ella. Ella es todo su mundo. Él y yo, sin embargo, no conectamos. Ella era el premio; yo era el cereal rancio olvidado en el armario. —No eres cereal rancio —digo. Que cualquier niño que crezca pensando en sí mismo de esa manera me rompe el corazón, y me pregunto si esta persona genial y relajada es cómo sobrevivió a las cicatrices de sentirse abandonado—. Algunas personas no son buenas con los niños, ¿sabes? —Sí. —Él asiente, su expresión es irónica, y ambos sabemos que es una herida que no se curará con mis simples palabras. —Siempre hemos sido mi mamá y yo también —digo, cambiando el tema para evitar el mal humor que ahora desciende sobre Conor como una sombra—. Fui producto de una pequeña y ferviente aventura de una noche. —Bueno. —Los ojos de Conor se iluminan. Se gira de lado para mirarme y apoya la cabeza en una mano—. Ahora estamos llegando a alguna parte. —Oh, sí, Iris Marsh era una nerd en las calles y una fiera en las sábanas. Su risa ronca provoca otro escalofrío. Necesito dejar de ser tan… consciente de él. Es como si mi cuerpo hubiera bloqueado su frecuencia y ahora responde a cada movimiento, a cada sonido de él. —Ella es profesora del MIT de ciencias e ingeniería nuclear, y hace veintidós años conoció a este científico ruso de gran prestigio en una conferencia en Nueva York. Tuvieron un solo interludio romántico, y luego él regresó a Rusia y mamá regresó a Cambridge. Luego, unos seis meses después, tuvo que leerlo en el Times cuando murió en un accidente automovilístico. —Mierda. —Él mueve la cabeza hacia arriba—. ¿Crees que tu papá fue asesinado por el gobierno ruso?

Me río. —¿Qué? —Amiga, ¿y si tu papá estuvo metido en una mierda de espías? ¿Y la KGB descubrió que era un activo de la CIA, por lo que lo molieron? —¿Molieron? Creo que estás confundiendo tus eufemismos. La mafia muele a la gente. Y no estoy segura de que la KGB siga siendo una cosa. —Claro, eso es lo que quieren que pienses. —Entonces sus ojos se abren—. Guau, ¿y si eres una agente rusa que no lo sabía? Él tiene una imaginación activa, se lo daré. Pero al menos su estado de ánimo ha mejorado. —Bueno —digo pensativamente—, tal como lo veo, eso significaría una de dos cosas, uno, que al volverme consciente de mí misma, pronto sería marcada para morir. —Oh, joder. —Con una agilidad impresionante, Conor salta de la cama y mira cómicamente por la ventana antes de cerrar las persianas y apagar la luz. Los dos ahora estamos iluminados solo por la luz nocturna de la tortuga de Rachel y el resplandor de las farolas que se filtran a través de los espacios entre las persianas. Riendo, vuelve a subir a la cama. —No te preocupes, nena, te tengo. Esbozo una sonrisa. —O, dos, tendría que matarte por descubrir mi secreto. —O, o, escúchame: me tomas como tu musculoso y guapo compañero y salimos a la carretera como soldados de la fortuna. —Hmm. —Pretendo estudiarlo, deliberando—. Oferta tentadora, camarada. —Pero primero probablemente deberíamos despojarnos de nuestra ropa para buscar micrófonos. Ya sabes, establecer la confianza y todo eso. Él es adorable en una especie de cachorro insaciable. —Sí, no. —No eres divertida. No puedo leer bien a este tipo. Es dulce, encantador, divertido, todas esas cualidades furtivas de los hombres que nos engañan haciéndonos

creer que podemos convertirlos en algo civilizado. Pero al mismo tiempo, es audaz, crudo y completamente sin pretensiones de una manera que casi nadie en la universidad lo es. Todos estamos tropezando con autodescubrirnos mientras ponemos una cara valiente. Entonces, ¿cómo cuadra eso con el Conor Edwards que todos conocen? El hombre con más muescas en su palo de hockey que copos de nieve en enero. ¿Quién es el verdadero Conor Edwards? ¿Por qué me importa? —Entonces, uh, ¿en qué te estás especializando? —pregunto, sintiéndome como un cliché. Su cabeza cae hacia atrás y deja escapar un suspiro. —Finanzas, supongo. De acuerdo, no es lo que esperaba. —¿Supones? —Quiero decir, realmente no lo estoy sintiendo. No fue idea mía. —¿De quién fue la idea? —Mi padrastro. Lo tiene en su cabeza. Que iré a trabajar para él después de graduarme. Aprender a dirigir su empresa. —No pareces avivado con eso —digo, tirando algo de jerga de la costa oeste solo para él. Me gano una risita suya. —No, no estoy avivado —concuerda—. Prefiero ser colgado de mis bolas que ponerme un traje y mirar hojas de cálculo todo el día. —¿En qué preferirías especializarte? —Esa es la cosa. No tengo idea. Supongo que finalmente cedí a las finanzas porque no pude encontrar una mejor excusa. No podía fingir que tenía otro gran interés, así que... —¿Nada? —presiono. En mi caso, fui desgarrada por tantas posibilidades. De acuerdo, algunas eran fantasías sobrantes de la infancia sobre ser arqueóloga o astronauta, pero aun así. Cuando llegó el momento de decidir qué quería hacer por el resto de mi vida, no me faltaron opciones. —No es que tuviera derecho a esperar mucho con la forma en que crecí —dice con brusquedad—. Pensé que terminaría trabajando para ganar el salario mínimo con una etiqueta con mi nombre, o en la cárcel, en lugar de ir a la universidad. Así que realmente nunca lo pensé mucho. No puedo imaginar cómo es eso. Mirar hacia tu futuro y sin esperanza para ti mismo. Me recuerda lo privilegiada que soy de haber

crecido cuando me dijeron que podía ser lo que quisiera, y saber que el dinero y el acceso estaban allí para respaldarlo. —¿Cárcel? —Trato de aligerar el estado de ánimo—. Date más crédito, amigo. Con tu rostro y tu cuerpo, habrías arrasado en el porno. —¿Te gusta mi cuerpo? —Él sonríe, señalando su larga y musculosa figura—. Todo tuyo, T. Sube a bordo. Dios, ya quisiera yo. Trago saliva y finjo que no me afecta su calor. —Paso. —Lo que tú digas, amiguita. Pongo los ojos en blanco. —¿Qué hay de ti? —pregunta—. ¿Cuál es tu especialidad? No, espera. Déjame adivinar. —Conor entrecierra los ojos y me estudia para encontrar la respuesta—. Historia del Arte. Sacudo la cabeza. »Periodismo. Sacudo de nuevo la cabeza. »Hmm... —Él me mira más intensamente, mordiéndose el labio. Dios, tiene la boca más sexy—. Diría que estás en especialización en psicología, pero conozco una de esas y tú no lo estás. —Educación elemental. Quiero ser maestra. Levanta una ceja, luego me mira con una mirada que está casi... hambrienta. —Eso es caliente. —¿Qué tiene de caliente? —exijo, incrédula. —Todo hombre fantasea con follar a una maestra. Es una cosa. —Los chicos son raros. Conor se encoge de hombros, sin embargo, esa hambre todavía le colorea el rostro. —Dime algo… ¿por qué no estás aquí con alguien? —¿Qué quieres decir? —¿No hay un chico en la foto en alguna parte? Es mi turno de alejarme del tema. Probablemente tenga más que decir con respecto a los textiles del siglo XIII que con las citas. Y como

me he avergonzado lo suficiente por una noche, prefiero no agravar mi humillación al compartir los detalles de mi vida amorosa inexistente. —Entonces hay una historia allí —dice Conor, malinterpretando mi vacilación por la timidez—. Vamos a oírla. —¿Qué hay de ti? —Le devuelvo la pregunta—. ¿Todavía no te has decidido por esa grupi especial? Él se encoge de hombros, sin molestarse por mis palabras burlonas. —Realmente no tengo novias. —Ugh, eso suena viscoso. —No, solo quiero decir que nunca he salido con nadie por más que unas pocas semanas. Si no está allí, no está allí, ¿sabes? Oh, ya conozco a ese tipo. Se aburre fácilmente. Mira constantemente por encima del hombro para dar el siguiente paso. Un meme andante. Era de imaginarse. Los guapos siempre anhelan su libertad. —No creas que me has distraído —dice, dándome una sonrisa de complicidad—. Responde la pregunta. —Lamento decepcionarte. No hay chicos. No hay historia. —Un enredo sin complicaciones durante el segundo año que apenas cumplió con la definición de una relación es demasiado patético como para mencionarlo. —Vamos. No soy tan tonto como parezco. ¿Qué, le rompiste el corazón? ¿Pasó seis meses durmiendo en la acera fuera de la casa de la hermandad? —¿Por qué asumes que soy el tipo de chica por la que un chico lloraría bajo la lluvia y el granizo? —¿Estás bromeando? —Sus ojos plateados me recorren, deteniéndose en varias partes de mi cuerpo antes de volver a encontrarse con mi mirada. Todas las partes que miró ahora hormiguean como locas—. Nena, tienes el tipo de cuerpo que los chicos se imaginan bajo sus sábanas después del anochecer. —No hagas eso —digo, todo el humor desapareciendo de mi voz cuando empiezo a alejarme—. No te burles de mí. Eso no es agradable. —Taylor. Me estremezco cuando él toma mi mano, manteniéndome en su lugar para que aún nos estemos enfrentando. Cuando mi pulso se acelera, presiona mi mano temblorosa contra su pecho. Su cuerpo es

cálido, sólido. Su corazón late a un ritmo rápido y constante debajo de mi palma. Estoy tocando el pecho de Conor Edwards. ¿Qué demonios está pasando ahora? Nunca en mis sueños más salvajes imaginé que la fiesta de la Resaca de las Vacaciones de Primavera de Kappa Chi terminaría de esta manera. —Lo digo en serio. —Su voz se espesa—. He estado sentado aquí teniendo pensamientos sucios sobre ti toda la noche. No confundas mis modales con indiferencia. Una sonrisa renuente tira de las comisuras de mis labios. —Modales, ¿eh? —No estoy segura de creerle. O que una película porno en su mente protagonizada por mí califique como un cumplido. Aunque supongo que es la intención lo que cuenta. —Mi madre no crio a un sinvergüenza, pero puedo ser francamente inapropiado si eso te gustaría. —¿Y qué significa inapropiado en la costa oeste? —pregunto, notando la forma en que su labio superior se contrae cuando está siendo descarado. —Bueno... —Todo su comportamiento cambia. Sus ojos se entrecierran. Su respiración se ralentiza. Conor se lame los labios—. Si no fuera un caballero, podría intentar algo como peinar tu cabello detrás de tu oreja. —Me pasa las yemas de los dedos por el cabello. Luego por la columna de mi cuello. Solo un suave susurro de piel a piel. Mi cuello estalla en pequeños choques emocionados y mi respiración queda atrapada en mi garganta. »Y arrastraría mi dedo sobre tu hombro. Lo hace, acelerando mi pulso. Un dolor se acumula dentro de mí. —Y bajaría hasta que... —Alcanza la correa de mi sujetador. No me había dado cuenta de que estaba expuesta con mi suéter con cuello en V colgando de mi hombro. —Bien. Alto ahí, chico. —Recuperando mi ingenio, remuevo su mano y ajusto mi manga. Dios, este tipo debería venir con una etiqueta de advertencia—. Creo que lo entiendo ahora. —Eres ridículamente atractiva, Taylor. —Esta vez, cuando habla, no dudo de su sinceridad, sino tal vez de su cordura. Supongo que alguien como él no se mueve mucho entre las masas por ser exigente—. No pases más tiempo creyendo lo contrario.

Durante las próximas horas, no lo hago. En su lugar, me doy permiso para fingir que alguien como Conor Edwards está realmente interesado en mí. Nos acostamos en el ridículo capullo de la colección de animales de peluche de Rachel, hablando como si hubiéramos sido amigos durante años. Sorprendentemente, no faltan cosas para decir, no hay silencios incómodos en la conversación. Pasamos de temas banales de comidas favoritas y nuestro mutuo aprecio por las películas de ciencia ficción, a otros más serios, como lo fuera de lugar que me siento entre mis hermanas de hermandad, a temas divertidísimos, como la época en que su trasero punk de dieciséis años se emborrachó después de un viaje por un juego en San Francisco y se lanzó de lleno en la bahía con la intención de nadar a la prisión Alcatraz. —La Guardia Costera apareció y… —Se detiene a mitad de la oración, bostezando ruidosamente—. Mierda, apenas puedo mantener los ojos abiertos. Capturo su bostezo contagioso y cubro mi boca abierta con mi antebrazo. —Yo también —digo adormilada—. Pero no nos iremos de esta habitación hasta que termines la historia porque mierda, eras un chico estúpido. Eso desencadena una ola de risas del dios nórdico a mi lado. —No es la primera vez que escucho eso, y no será la última. Cuando termina la historia, estamos bostezando en un bucle, parpadeando rápidamente para intentar mantenernos despiertos. La discusión más estúpida y somnolienta se produce cuando intentamos encontrar la fuerza para levantarnos. —Deberíamos bajar —murmuro. —Mmm-hmmm —murmura en respuesta. —Como, ahora. —Hmmm, buena idea. —O tal vez en cinco minutos. —Bostezo —Cinco minutos, sí. —Él bosteza. —Está bien, entonces cerraremos los ojos durante cinco minutos y luego nos levantaremos. —Solo descansaremos nuestros ojos. Ya sabes, los ojos se cansan. —Lo hacen.

—Ojos cansados —murmura por debajo de esas pestañas gruesas suyas—, y tuvimos partido esta noche, me lastimé un poco, así que solo… No escucho el resto de su oración, porque los dos nos hemos quedado dormidos.

Taylor

G

olpe. Golpe. ¡Golpe!

¡GOLPE! El último golpe en la puerta me sacude. Entrecierro mis ojos y los protejo de los rayos de luz que cruzan la habitación. ¿Qué demonios? Es de día. De mañana. Mi boca está seca, un sabor amargo espeso en mi lengua. No recuerdo haber caído dormida. En un bostezo estiro mis extremidades, siento que los músculos se liberan. Entonces otro sonido detiene mi corazón. Ronquidos. A mi lado. Malditas mierdas. Estirado sobre su estómago, Conor yace sin camisa y solo en sus bóxers. —¡Oye! ¡Abran la puerta! ¡Esta es mi habitación! Más golpes. Golpeteos duros. Mierda. Rachel está en casa. —Levántate. —Sacudo a Conor. No se mueve—. Amigo, levántate. Necesitas irte. No entiendo como sigue aquí o cuándo me quedé dormida la noche anterior. Una rápida mirada muestra que todavía estoy vestida y con los zapatos puestos, así que ¿por qué demonios él está prácticamente desnudo? —¡Al diablo, imbéciles! —En cualquier momento, Rachel comenzará a intentar derribar la puerta. —Vamos, levántate. —Le doy a Conor un fuerte golpe en la parte baja de la espalda, lo que lo hace saltar en una confusión sombría. —¿Mrrrmmm? —murmura incoherentemente. —Nos quedamos dormidos. Mi hermana está en casa y quiere que le devuelvan su habitación —susurro con urgencia—. Necesitas vestirte.

Conor se cae de la cama. Se pone de pie un poco inestablemente, todavía murmurando tonterías por lo bajo. Me estremezco, quito el seguro y abro la puerta, donde una Rachel enfurecida echa humos en el pasillo. Detrás de ella, toda la casa está despierta, merodeando en pijama y cabello de cama con tazas de café y Pop-Tarts fríos. Sasha no está por ningún lado, así que supongo que terminó buscando un concierto en Boston y quedándose con sus amigos en la ciudad. —¿Qué demonios, Taylor? ¿Por qué mi puerta estaba cerrada? Veo la cruel sonrisa de Abigail entre los rostros que abarrotan el pasillo. —Lo siento… Sin dejar que termine, Rachel empuja la puerta y entra, dejando que todos miren a Conor sin camisa, abrochándose los jeans. —Oh —chilla. Su ira se apaga casi instantáneamente al ver el cuerpo inmaculado de Conor. No la culpo por mirarlo boquiabierto. Él es exquisito. Hombros anchos y músculos definidos. Los planos perfectamente lisos y acogedores de su pecho. No puedo creer que haya dormido junto a eso y no recuerdo nada. —Buenos días —dice Conor con una sonrisa. Él asiente a las otras hermanas fuera de la habitación—. Señoritas. —No sabía que tenías compañía. —Rachel me habla pero lo mira fijamente. —Mi culpa —dice él fácilmente, luego se pone la camisa sobre el pecho esculpido. Se pone en sus zapatos—. Lo siento por eso. —Para mí, me guiña un ojo camino a la puerta—. Llámame. Y tan repentinamente como que nos convertimos en dos aliados poco probables, él se va. Todas las miradas permanecen pegadas al culo tenso abrazado por sus jeans, hasta que finalmente está fuera de vista, pasos pesados golpeando las escaleras. Trago un par de veces antes de hablar. —Rachel, yo… —No pensé que lo tenías en ti, Marsh. —Ella se ve sorprendida, por supuesto. Pero también impresionada—. La próxima vez que mates a un dragón en mi habitación, sal antes del desayuno. ¿Bueno? —Por supuesto. Lo siento —digo con alivio. Lo peor se evita, supongo. Vivo para pelear mejores batallas. Y ya sea que lo reconozca o no, si esto me quita otro poco de mi dignidad a favor de mi posición social,

al menos por hoy, todas estas chicas vivirán indirectamente a través de mis supuestas hazañas. Luego está Abigail. Mientras las demás regresan a sus caricaturas matutinas y cereales, ella se queda en lo alto de las escaleras esperándome. Quiero empujarla, ignorarla, tal vez hacerla caer por las escaleras. En cambio, como una imbécil, me quedo allí y la miro a los ojos. —Debes estar bastante satisfecha contigo misma —dice ella, arqueando una ceja perfectamente pinzada. —No, Abigail, solo cansada. —Si crees que probaste algo anoche, estás equivocada. Conor se follaría un calcetín mojado si le sonriera. Así que no pienses que esto te hace especial, Tay-Tay. Esta vez sí la paso. —No lo soñaría.

—¿Y él no hizo un solo movimiento? —exige Sasha el domingo por la mañana después de que termine de informarle sobre las hazañas del viernes por la noche. A diferencia de mí, Sasha todavía vive en la casa Kappa Chi, así que vino a recibirme a desayunar al Della’s Diner en la ciudad. Por lo general, es demasiado perezosa para venir a Hastings y me obliga a reunirme en uno de los comedores de Briar, pero creo que mi vago mensaje de texto de ayer: “Te lo diré cuando te vea” no fue suficiente para satisfacer la curiosidad de mi mejor amiga. Al menos ahora sé lo que se necesita para arrastrar su flojo trasero fuera del campus: detalles sucios. O la falta de ellos. —No —confirmo—. No hubo movimientos en absoluto. —No estoy preocupada de que Sasha vaya a parlotear con ninguna de las Kappas. Confío en ella implícitamente, y no había forma de que permitiera que mi amiga más cercana pensara que había ligado con un notorio deportista playboy. Ella es la única que sabe que soy virgen. —¿No trató de besarte? —Nop. —Lentamente muerdo un bocado de pan integral tostado. Siempre pido los mismos artículos tristes de desayuno en Della’s: tostadas marrones, tortilla de clara de huevo y un pequeño tazón de

frutas. Si “el conteo de calorías” fuera una opción de carrera, sería más rica que Jeff Bezos. —Encuentro esto reputación lo precede.

impactante

—anuncia—. Quiero

decir,

su

—Bueno, él coqueteó un poco —admito, alcanzando mi vaso de agua—. Y fingió que le gustaba mi cuerpo. Ella pone los ojos en blanco. —Taylor, te garantizo que no estaba fingiendo. Sé que piensas que a los hombres solo les excitan las mujeres flacas como palos, pero confía en mí, te equivocas. Las curvas los vuelven locos. —Sí, curvas. No rollos. —No tienes rollos. Afortunadamente, no en este momento. He sido diligente en comer sano desde el Año Nuevo, después de excederme durante las vacaciones y aumentar casi diez libras. En tres meses había perdido cerca de nueve de esos diez, con lo que estoy feliz, pero me encantaría perder más. Mi meta ideal para el cuerpo es en algún lugar entre Kate Upton y Ashley Graham; tiendo a fluctuar entre las dos, pero si pudiera llegar al tamaño de Kate estaría encantada. Realmente creo que todos los tipos de cuerpo son hermosos. Es solo cuando me miro en el espejo que olvido eso. Mi peso ha sido una fuente de estrés e inseguridad toda mi vida, por lo que mantenerlo es una prioridad para mí. Me trago el último bocado de mi tortilla mientras finjo no notar lo jodidamente delicioso que se ve el desayuno de Sasha. Una deliciosa pila de panqueques con chispas de chocolate bañados en un mar de jarabe azucarado. Ella es una de esas chicas afortunadas que pueden comer cualquier cosa y no ganar un solo kilo. Mientras tanto, yo muerdo un bocado de una hamburguesa con queso y aumento cinco kilos durante la noche. Eso es solo la forma en que es mi cuerpo y lo he aceptado. Hamburguesas y panqueques saben muy bien en el momento, pero que no valen la pena para mí a largo plazo. —De todos modos —continúo—, él realmente fue un caballero. —Todavía no puedo creer eso —dice con la boca llena de panqueques. Mastica rápidamente—. ¿Y él te dijo que lo llamaras? Asiento. —Pero obviamente no lo decía en serio. —¿Por qué es obvio?

—¿Porque él es Conor Edwards y yo soy Taylor Marsh? —Pongo los ojos en blanco—. ¿Además? No me dio su número. Ella frunce el ceño. Ja, eso la hizo callar rápido. —Sí, así que sea cual sea el romance de fantasía que estabas inventando en tu linda cabeza, puedes olvidarlo. Conor me hizo un favor la otra noche. —Ofrezco un encogimiento de hombros—. Nada más que eso.

Conor

S

i alguno de nosotros albergaba nociones de que el entrenador Jensen podría tomarlo con calma después de asegurar nuestro lugar en las semifinales del campeonato de la División Uno de la NCAA, esa ilusión se esfumó rápidamente cuando tomamos el hielo para patinar el lunes por la mañana. Desde el primer silbato, el entrenador ha estado arrasando con nosotros como si acabara de descubrir que Jake Connelly folló a su hija o algo así. Pasamos la primera hora en entrenamiento de velocidad, patinando hasta que nos sangran las uñas de los pies. Luego nos manda a hacer a una serie de ejercicios de lanzamiento y hago tantos lanzamientos en la red que parece que mis brazos podrían derretirse de sus extremidades. Silbato, patinar. Silbato, lanzamiento. Silbato, mátame. Cuando el entrenador nos ordena que vayamos a la sala de multimedia para estudiar el video del juego, ya casi estoy saliendo del hielo. Incluso Hunter, que ha hecho todo lo posible para mantener una actitud positiva como capitán del equipo, está empezando a parecer que quiere llamar a su mamá para que lo recoja. En el túnel compartimos una mirada lamentable. Lo mismo por aquí, amigo. Después de una botella de Gatorade y uno de esos tubos de nutrición de gelatina, me siento medio vivo al menos. La sala de prensa ofrece tres filas semicirculares de sillas lujosas, y yo estoy en la primera fila con Hunter y Bucky. Todos están encorvados por el agotamiento. El entrenador se acerca a la pantalla del proyector con la imagen estática de nuestro juego contra Minnesota reflejándose en su rostro. Incluso el sonido de él aclarándose la garganta me da nerviosismo. —Algunos de ustedes parecen pensar que la parte difícil ha terminado. Que irán a un campeonato y todo es champaña y fiesta de aquí en adelante. Bueno, tengo noticias para ustedes. —Golpea su mano dos veces contra la pared y juro que todo el edificio tiembla. Todos nos ponemos de pie, completamente despiertos—. Ahora es cuando comienza el trabajo. Estuvieron corriendo sobre ruedas de entrenamiento hasta hoy. Ahora papá los está arrastrando a la cima de la colina y te está dando un buen empujón. Las imágenes se mueven en cámara lenta en la pantalla. La línea D queda atrapada fuera de posición en una escapada y abandona un

lanzamiento en la red que sale del poste. Ese soy yo a la izquierda, y ver cómo mi tonto trasero se apresura a perseguir al tirador pone un hueco en mi estómago. —Justo aquí —dice el entrenador—. Nos registramos mentalmente. Queda atrapado viendo el disco. Solo toma un segundo perder el enfoque y luego bam, estamos jugando a ponernos al día. Avanza rápidamente la cinta. Esta vez son Hunter, Foster y Jesse quienes no pueden sincronizar sus pases. —Vamos, señoritas. Estas son cosas básicas que han estado haciendo desde que tenían cinco años. Manos suaves. Visualicen dónde están tus compañeros de equipo. Ábranse. Sigan adelante. Alrededor de la sala, todos estamos recibiendo golpes en nuestros egos sobreinflados. Eso es lo que pasa con el entrenador; no soporta las divas. Desde hace unas semanas nos hemos sentido casi invencibles en nuestro ascenso a la cima. Ahora que tenemos a nuestros oponentes más feroces por delante, es hora de volver a poner los pies en el suelo. Eso significa tomar nuestros golpes en la práctica. —Donde sea que esté ese disco, quiero tres chicos listos para tomarlo —continúa el entrenador—. No quiero volver a ver a alguien parado buscando a un hombre abierto. Si queremos enfrentar a Brown o Minnesota, tenemos que jugar nuestro juego. Pases rápidos. Alta presión. Quiero ver la confianza detrás del palo. Mi entrenador en Los Ángeles era un verdadero hijo de puta. El tipo de hombre que irrumpía en una habitación gritando, golpeando puertas y lanzando sillas. Al menos dos veces por temporada lo expulsarían de un juego, luego llegaría la siguiente práctica y se desquitaría todo sobre nosotros. A veces lo merecíamos. Otras veces, era como si él necesitara exorcizar cuarenta años de vergüenza e insuficiencia en un grupo de chicos tontos. No es de extrañar que ese programa de hockey fuera una mierda. Gracias a él, casi no me molesté en unirme al equipo cuando me transferí a Briar, pero conocía la reputación del programa y había escuchado cosas buenas. El entrenador Jensen fue un alivio. Puede ser duro con nosotros, pero nunca es malicioso. Nunca tan centrado en el deporte que olvida que está entrenando a personas reales. Una cosa que nunca he dudado es que el entrenador Jensen se preocupa por cada uno de estos tipos. Incluso sacó a Hunter de la cárcel el semestre pasado. Por eso, lo seguiríamos a todas partes, al diablo las uñas de los pies. —Muy bien, eso es todo por hoy. Quiero que todos consulten al nutricionista y se aseguren de que tengan claros los planes de comidas para las próximas semanas. Vamos a esforzarnos más de lo que lo hemos

hecho durante toda la temporada. Eso significa que quiero que ustedes cuiden sus cuerpos. Si tienen golpes y moretones, vayan a los entrenadores y hagan que los evalúen. Ahora no es el momento de ocultar ningún problema. Todo hombre necesita saber que puede contar con el chico que está a su lado. ¿Bueno? —¿Oiga, entrenador? —Hunter habla. Él suspira, encogiéndose— . Los chicos se preguntaban si podríamos obtener una actualización sobre la situación de la mascota. —¿El cerdo? ¿Ustedes, idiotas, siguen hablando del maldito cerdo? —Oh, sí. En ausencia de Pablo Eggscobar, algunos de los chicos están experimentando abstinencia. Me río por lo bajo. No voy a mentir, también extraño a nuestro estúpido huevo mascota. Él era un tipo genial. —Jesucristo. Sí, van a tener su maldita mascota. En algún momento de agosto, eso fue lo último que escuché. Hay una cantidad absurda de papeleo involucrado en la adquisición de un cerdo para fines no agrícolas. ¿Bueno? ¿Satisfecho, Davenport? —Síp, síp. Gracias, entrenador. Todos comenzamos a levantarnos para irnos, las conversaciones estallan mientras los chicos se dirigen a las puertas. —Oh, esperen —llama el entrenador. Todos se detienen, como buenos pequeños soldados. —Casi lo olvido. Se ha corrido la voz de los superiores de que se requiere nuestra asistencia en una reunión de exalumnos para apretones y sonrisas el sábado por la tarde. Gruñidos y protestas estallan. —¿Qué? ¿Por qué? —dice Matt Anderson desde el fondo de la sala. —Oh, vamos, entrenador —dice Foster quejándose. A mi lado, Gavin está enojado. —Eso es una mierda. —¿Qué es un apretón y una sonrisa? —pregunta Bucky—. Parece que se supone que los masturbaremos o algo así. —Esencialmente —responde el entrenador—. Escuchen, yo también odio estas cosas. Pero cuando el rector dice que saltemos, el director de atletismo dice qué tan alto. —Pero nosotros somos los que saltamos —protesta Alec.

—Ahora lo estás entendiendo. Estas cosas se tratan de besar traseros por dinero en efectivo. La universidad cuenta con estos pequeños espectáculos de perros y ponis para apoyar cosas como el atletismo y la construcción de elegantes instalaciones de entrenamiento para princesas. Así que planchen sus trajes, péinense, por el amor de Dios, y estén en su mejor comportamiento. —¿Esto significa que asaltacunas ricachonas me van a pellizcar el culo? —Toda la sala se ríe cuando Jesse levanta la mano para hablar—. Porque me agrada tomar uno por el equipo, pero mi novia es celosa y necesitaré una nota o algo por adelantado si ella me pregunta sobre esto. —Me gustaría dejar constancia de que encuentro que esta premisa es sexista y explotadora —dice Bucky. En un tono plano que sugiere que está harto de nuestra mierda, el entrenador se clava los dedos en los ojos y recita de lo que supongo es el código de conducta de Briar. —Es política de la universidad que ningún alumno deberá comportarse de una manera inmoral o inapropiada, o que pueda entrar en conflicto con sus creencias religiosas o espirituales. La universidad es una institución de igualdad de oportunidades basada en un alto rendimiento académico y no discrimina por motivos de género, orientación sexual, situación económica, religión o falta de ella, o el temperamento de su novia. ¿Satisfechos, todos? —¡Gracias, entrenador! —dice Bucky con un pulgar arriba exagerado. Al tipo le dará un aneurisma uno de estos días. Pero Jesse y Bucky no están tan fuera de lugar. Hay algo fundamentalmente roto en un sistema que nos hace pagar cincuenta mil al año para ser tratados como prostitutas. Aquellos de nosotros que no estamos aquí en un viaje gratis al menos, como yo. Sin embargo, si hay algo en lo que soy bueno, es hacer el papel del juguete.

Diré que para ser un montón de gorilas, seguro que nos limpiamos bien. El equipo llegó luciendo bien con nuestro mejor atuendo el sábado por la tarde. Barbas recortadas. Cabello gelificado. Bucky incluso se arrancó los pelos de la nariz, ya que se aseguró de informarnos a todos. El almuerzo de los exalumnos se llevará a cabo en Woolsey Hall en el campus. Hasta ahora, ha consistido en escuchar a un grupo de personas levantarse y hablar sobre cómo Briar los convirtió en los

hombres y mujeres que son hoy, devolviendo el espíritu escolar, bla, bla, bla. Las tarjetas de asiento asignadas han dividido el apartamento de atletismo, junto con representantes de los griegos, el gobierno estudiantil y un puñado de otras organizaciones estudiantiles notables, entre las muchas mesas con los invitados de exalumnos. Ha sido en su mayoría sonreír, asentir, reírse de sus chistes malos y decirles, sí, señor, vamos a ganar el campeonato este año. Sin embargo, no todo es malo. La comida es decente y hay mucha bebida gratis. Así que, al menos, tengo un pequeño zumbido. Sin embargo, no importa cuán bien me vea en un traje, todavía siento que me pueden oler. El hedor de la pobreza. El olor a hospital del dinero nuevo. Todos estos imbéciles ricos que probablemente pasaron la mayor parte de sus años universitarios esnifando cocaína a través de billetes de cien dólares de fondos fiduciarios que han estado ganando con intereses desde que sus antepasados estuvieron involucrados en el comercio de esclavos. Hace siete meses me presenté en Briar, un chico punk de Los Ángeles. Exactamente el tipo de persona que las instituciones Ivy prefieren para que trapeen sus pisos en lugar de asistir a sus clases. Pero un padrastro con bolsillos profundos hace maravillas por la imagen de uno a los ojos de la junta de admisiones. Sí, me limpio bien, pero esta mierda me recuerda que no soy uno de ellos. Nunca seré uno de ellos. —Señor Edwards. —La mujer mayor sentada a mi lado tiene lo que parece ser la totalidad de las joyas de la Reina colgando de su cuello. Desliza una mano huesuda sobre mi muslo y se inclina hacia mí—. ¿Serías un amor y verías si puedes hacer que una mujer tome un gintonic? El vino me da dolor de cabeza. —Ella huele a cigarrillos, goma de mascar menta y perfume costoso. —Seguro. —Con la esperanza de que no pueda notar mi alivio, me excuso de la mesa, agradecido de alejarme un poco. Fuera del salón de baile principal, encuentro a Hunter, Foster y Bucky en el bar de cócteles, donde el personal de catering está recogiendo las cosas después de la recepción de aperitivos. —¿Puedo molestarte por un gin-tonic? —pregunto al cantinero. —Sí, no hay problema. —Él comienza a verter la bebida—. Entre más botellas vacían tenga, menos tengo que sacar de aquí. —¿Gin-tonic? Hermano, ¿cuándo te convertiste en mi abuela? — dice Bucky bromeando. —No es para mí. Es para mi asaltacunas.

Hunter resopla y sorbe su cerveza. —Por favor no te rías. Un par de gin-tonics más y ella legítimamente intentará subirse a mi polla. —Asiento al camarero para pedirle permiso, luego robo uno de los Stellas que tiene en una caja en el suelo. —Por lo que escucho —dice Foster—, tu polla ha estado bastante ocupada esta semana. Quito la tapa de mi cerveza con el anillo que llevo en mi dedo medio derecho. —¿Qué se supone que significa eso? —Según tengo entendido, pasaste la noche con una Kappa el viernes pasado y saltaste a la cama con un Tri-Delt el jueves. Suena grosero cuando lo dice de esa manera. Pero sí, supongo que así es como se ve. Él no sabe, por supuesto, que Taylor y yo compartimos una encantadora tarde platónica de conversación. Y no puedo defender su honor sin revelar su tapadera. Confío en estos tipos, pero es inevitable que cualquier cosa que diga regrese a las chicas y, bueno, la gente habla. —¿Quién te habló del ligue Delta? —pregunto curiosamente, porque Natalie me metió en la casa de la hermandad después de la medianoche. Aparentemente, la casa Delta tiene una regla ridícula sobre los tipos que se quedan a dormir. —Ella lo hizo —responde Foster, riéndose. Frunzo el ceño. —¿Eh? Bucky desliza su teléfono de su bolsillo. —Oh, sí, todos vimos esa foto. Espera. —Toca la pantalla varias veces—. Sí, aquí está. Miro el inicio de Instagram de Bucky. Y sí, ahí está Natalie en una selfie dando un pulgar hacia arriba a la cámara mientras estoy en la esquina inferior de la foto, profundamente dormido. Debajo, el título de la imagen dice: Mira quién anotó. #BombomdelhockeydeBriar #Mételo #CanastaSobreLaBocina5 #Goooool Realmente agradable. —Le doy altas calificaciones por la iluminación y la composición — dice Foster, riendo. Idiota.

Canasta sobre la bocina: buzzer beater en inglés, en baloncesto es un lanzamiento realizado justo antes de que el cronómetro del partido o de un periodo se acabe, cuando la bocina suena. 5

—Hashtag conejita del hielo —agrega Bucky—. Hashtag… Tomo el gin-tonic del cantinero y vuelvo adentro para entregarlo, dando un dedo medio a los chicos cuando me voy. No son los comentarios lo que me molestan. O incluso la imagen, de verdad. Me siento un poco... barato. La follada de alguien en busca de likes. Puede que sea un poco promiscuo, pero no trato a las mujeres como conquistas. Un simple intercambio de placer físico, donde todos obtienen lo que quieren y no se dicen mentiras es perfectamente saludable. ¿Por qué ir y hacer que la otra persona se sienta como un pedazo de carne? Por otra parte, supongo que no es más de lo que merezco. Actúa como un fuckboy6, serás tratado como un fuckboy. Cuando regreso al salón de baile, la banda de jazz de concierto está tocando y los platos del almuerzo han sido retirados. La mayoría de los invitados han ido a la pista de baile ahora, incluida mi asaltacunas con joyas. Dejo la bebida sobre la mesa y me siento, rezando para que nadie venga a obligarme a bailar. Hasta aquí todo bien. Tomo un sorbo de cerveza y miro a la gente. Pronto, una conversación a un par de mesas me llamó la atención. —Oh, por favor. No le des tanto crédito. Fue un reto, ¿de acuerdo? No es como si la estuviera follando regularmente o algo así. —Confía en mí —responde la voz de una chica—, escuché lo que estaba pasando allí. Vio esas tetas y el culo de una estrella porno y probablemente pensó que mientras la follara por detrás, no tendría que mirar su cara de mantequilla. —Yo follaría el cuerpo de Taylor con tu cara —responde un tipo. Mis dedos se aprietan sobre la botella de cerveza. ¿Estos idiotas están hablando de Taylor? —¿Me estás tomando el pelo, Kevin? Dilo de nuevo y pondré tus bolas en mi plancha para cabello. —Maldición, Abigail, estoy bromeando. Cálmate, chica. Abigail, ¿la chica de la hermandad de mujeres de Taylor que la hizo tomar ese estúpido reto? Echo un vistazo rápido sobre mi hombro. Sí, esa es ella. La recuerdo de pie en el pasillo de la casa Kappa cuando hice mi caminata de vergüenza esa mañana. Ella está sentada con un grupo de Kappas que reconozco de la fiesta, y algunos otros chicos. Taylor tenía razón; ella es una perra de grado A.

6

Fuckboy: un chico/hombre con muchas compañeras sexuales.

Suponiendo que debe estar aquí en alguna parte, busco a Taylor en la habitación, pero no puedo encontrarla. —¿Sabes que ella quiere ser maestra? —dice otra chica—. Ella terminará totalmente como una de esas chicas que queda embarazada follando a sus estudiantes. —Oh, amigo, ella debería hacer porno de maestros —responde uno de los chicos—. Esas dobles Ds harían dinero loco. —¿Cómo se gana dinero con el porno? ¿Esa mierda no es gratis ahora? —Deberías ver las cosas que tenemos en video de la semana de compromiso. Haría colapsar tu banco de azotes. No es hasta que la asaltacunas regresa por su gin-tonic y deja una marca de lápiz labial manchado en mi mejilla que me doy cuenta de que mis puños están cerrados debajo de la mesa y he estado conteniendo la respiración. No estoy completamente seguro de qué hacer con eso. Estas personas apestan, sí, pero ¿por qué me estoy volviendo loco por una chica que conocí por una noche? Mis compañeros de equipo siempre bromean diciendo que nunca nada me moleste, y normalmente tienen razón: soy muy bueno para dejar que la mierda se me escape de los hombros. Especialmente cuando no me pertenece directamente. Pero toda esta conversación me está cabreando. —¿Vieron la publicación de la Delta en Insta? Conor ni siquiera regresó a Taylor por un segundo polvo. —Algunas chicas están hechas para ser cosas de una noche. Ese es su lugar —dice Abigail, su tono petulante—. Atrapar a un tipo como Conor es un objetivo inalcanzable para Taylor. Cuanto antes ella se dé cuenta de eso, más feliz será. Es triste, de verdad. —¡OhmiDios! Apuesto a que ya está garabateando a Taylor Ama a Conor en sus cuadernos. —Taylor Edwards escrito con sangre en su diario. Se ríen, rodando sobre sí mismas. Imbéciles. Se me pasa por la cabeza ir allí, confrontarlas. Taylor no hizo nada para merecer esta mierda. Ella es una chica genial. Inteligente, divertida. Ha pasado mucho tiempo desde que realmente quise pasar una noche entera hablando con una completa desconocida. Y no porque fuera por lástima o porque ella necesitara una coartada. Lo pasé muy bien con ella. A estos imbéciles no se les permite hablar ni pío sobre... Hablando del diablo.

Mis hombros se ponen rígidos cuando veo a Taylor caminando en mi dirección. Su cabeza está inclinada, absorta con su teléfono. Lleva un vestido negro hasta la rodilla, una chaqueta de punto rosa corta abotonada hasta el cuello y su cabello en un moño desordenado en la nuca. Recuerdo la forma en que se había lamentado por sus curvas, y sinceramente no lo entiendo. El cuerpo de Taylor es mil veces más atractivo para mí que, digamos, el escuálido culo de Abigail. Se supone que las mujeres sean suaves, curvas y exprimibles. No estoy seguro de cuándo se hizo un lavado de cerebro para pensar lo contrario. Mi boca se seca un poco cuando Taylor se acerca. Se ve realmente jodidamente bien esta noche. Sexy. Elegante. No merece el desprecio de estas personas. Algo me obliga a hacerlo. Un sentido de la justicia, tal vez. El triunfo del bien sobre el mal. Me da cosquillas en la nuca, cosa que me dice que estoy a punto de tener una idea estúpida. Cuando ella pasa la mesa junto a la mía, sin darse cuenta de que estoy sentado aquí, me pongo de pie para atraparla. —Taylor, ¡hola! ¿Por qué no me llamaste? —digo lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de Abigail y su grupo a dos mesas de distancia. Taylor parpadea, aturdida y justamente confundida. Vamos cariño. Sígueme el juego. Le imploro con mis ojos mientras me repito, mi tono muy triste. —¿Por qué no me llamaste?

Taylor

E

stoy tratando de escuchar lo que Conor me está diciendo, pero verlo con un traje está afectando mi concentración. Sus grandes hombros y su ancho pecho llenan esa chaqueta azul marino como si no fuera asunto de nadie. Estoy tentada a pedirle que haga un pequeño giro para poder evaluar la situación de su trasero. Apuesto a que se ve increíble. —Taylor —dice él con impaciencia. Parpadeo, obligando a mi mirada a ir a su rostro. —Conor, hola. Lo siento, ¿qué? —Ha pasado una semana —dice, con un extraño entusiasmo en su voz—. No me has llamado. Pensé que la pasamos bien juntos en la fiesta. Mi boca se abre. ¿Está hablando en serio? Quiero decir, sí, técnicamente dijo “llámame” cuando se fue el sábado por la mañana, pero eso fue parte de la actuación, ¿verdad? ¡Ni siquiera me había dado su número de teléfono! —Uh, ¿disculpa? —Arrugo mi frente—. Creo que tenemos nuestros cables cruzados. —¿Me estas evadiendo? —exige él. —¿Qué? Por supuesto no. Él está actuando raro. Y un poco quejumbroso. De repente me pregunto si esto es algún tipo de trastorno de personalidad. ¿O tal vez está borracho? Ha habido muchas bebidas gratis en esta cosa. De ahí por qué había estado yendo directo al baño antes de que él se lanzara de la nada y me emboscara. —No puedo dejar de pensar en ti, Taylor. No puedo comer, no puedo dormir. —Se pasa una mano agitada por el cabello—. Pensé que tuvimos una conexión esa noche. Quería hacerlo bien, ya sabes. No ir demasiado agresivo. Pero te extraño, cariño. Si esto es una broma, no es gracioso. Apretando los puños a los costados, doy un paso atrás.

—Está bien, no sé qué es esto, pero qué conste, vi esa publicación de Instagram tuya en la cama con una chica. Así que diría que lo estás haciendo bien. —Porque te metiste con mi cabeza. —Él deja escapar un gemido agonizante—. Mira, sé que me equivoqué. Soy débil. Pero solo porque me dolió tanto pensar que la noche increíble que pasamos juntos no significó nada para ti. Ahora estoy preocupada por él. La exasperación me tiene dando un paso adelante de nuevo. —Conor, estás… Me agarra sin previo aviso. Me envuelve en sus brazos, hundiendo sus grandes manos en mi cintura mientras se sumerge para enterrar su rostro en la curva de mi cuello. Me congelo, aturdida y, sinceramente, un poco asustada de lo que está sucediendo en este momento. Hasta que susurra contra mi oído. —Prometo que no soy un bicho raro, pero necesito tu ayuda y no tocaré tu pene. Solo ve con la corriente, T. Me alejo para mirarlo a los ojos, vislumbrando un brillo de urgencia y un brillo de humor. Sin embargo, todavía no estoy segura de lo que está pasando. ¿Está tratando de vengarse de mí por lo que le hice el fin de semana pasado? ¿Es una broma? ¿Por una tonta devolución de llamada? —Con, hombre, deja a la pobre chica en paz —comenta una voz divertida. Me giro hacia el chico de cabello oscuro que había hablado, y ahí es cuando noto a Abigail y Jules. Mis hermanas de hermandad están sentadas con sus novios y algunos de los chicos Sigma y todo esto está empezando a tener más sentido. Mi corazón se derrite un poco. El mundo no merece a Conor Edwards. —Piérdete, Capitán —arrastra Conor sin darse la vuelta—. Estoy cortejando a mi mujer. Me trago una risa. Me guiña un ojo y me aprieta la mano para tranquilizarme. Luego, para mi completa consternación, cae de rodillas. Oh Dios, todos los que no nos estaban mirando antes están seguros como una mierda mirándonos ahora. Mi buen humor se acerca precariamente a la evaporación. Con su rostro de infarto, estoy segura de que Conor está acostumbrado a ser el

centro de atención. Yo, preferiría tener astillas de madera metidas debajo de las uñas que estar en el extremo receptor. Pero puedo sentir los ojos de Abigail brillando en mí, lo que significa que no puedo transmitir debilidad. No puedo mostrar ni un rastro de la ansiedad que actualmente me está comiendo el estómago como el ácido de la batería. —Por favor, Taylor. Te estoy suplicando. Sácame de mi miseria. Estoy arruinado sin ti. —¿Qué demonios está pasando? —pregunta otro hombre. —Cállate, Matty —regaña el primer tipo—. Me muero por ver a dónde va esto. Conor continúa ignorando a sus amigos. Sus ojos grises nunca dejan mi rostro. —Sal conmigo. Una cita. —Um, no lo creo —respondo. Un grito de asombro suena desde la vecindad de la mesa Kappa. —Vamos, T —suplica—. Solo dame una oportunidad para probarme a mí mismo. Tengo que morderme el interior de la mejilla para no reírme. Las lágrimas histéricas vienen a mis ojos. Cuando dudo por mucho tiempo, no es porque estoy tratando de crear drama y tensión. Me preocupa que, si abro la boca, estallaré en carcajadas o en sollozo de vergüenza. —Bien —cedo finalmente, encogiéndome de hombros. Para parecer aún más distante, miro hacia el escenario, como si estuviera aburrido de todo este intercambio—. Una cita. Supongo. Todo su rostro se ilumina. —Gracias. Te prometo que no te arrepentirás. Ya lo hago.

No nos quedamos en el banquete de exalumnos mucho más tiempo después de la gran actuación de Conor. Teniendo en cuenta que no había querido ir en primer lugar, estoy más que agradecida de irme. El año pasado, Sasha y yo nos emborrachamos y nos divertimos mucho, pero no pudo asistir esta vez porque tuvo un ensayo de último minuto para su exhibición de primavera. Lo que significa que he pasado las últimas horas sonriendo, mezclándome y fingiendo ser mejor amiga

de las Kappas que me odian o simplemente son indiferentes. Sin mencionar este estúpido cárdigan que llevo puesto; me lo había puesto antes, después de cansarme de que todos los ogros se dirigieran a mi escote, y he estado sudando como una loca. Conor se ofrece a llevarme de regreso a mi apartamento ya que ambos vivimos en Hastings, pero resulta que es una especie de mago mental astuto porque de alguna manera terminamos en su casa. No sé qué me obliga a aceptar cenar y ver una película. Decido culpar a las dos copas de champán que bebí en el banquete, aunque me siento completamente sobria. —Advertencia —dice, mientras estamos parados afuera de una casa en una calle tranquila y arbolada—, mis compañeros de cuarto pueden ser un poco emocionables. —¿Emocionables como en intentar follar en seco mi pierna, o fácilmente sobresaltados y temerosos por los ruidos fuertes? —Un poco de ambos. Solo golpéalos en la nariz si se salen de control. Asiento y cuadro mis hombros. —Entendido. Si puedo manejar un aula llena de dos docenas de niños de seis años enfurecidos, estoy a la altura de la tarea de domesticar a cuatro jugadores de hockey. Aunque probablemente sería más fácil si tuviera tazas de budín. —Con, ¿eres tú? —llama alguien cuando entramos—. ¿Qué quieres en tu tazón de granos? Conor toma mi abrigo para colgarlo en uno de los ganchos de la puerta. —Todos guarden sus pollas —anuncia—. Tenemos una invitada. —¿Tazón de granos? —pregunto confundida. —Reglas de nutrición del equipo. Todos estamos comiendo como ratones. Sin desperdicio de calorías. —Él suspira. Conozco el sentimiento. Me lleva a la vuelta de la esquina a la sala de estar, donde tres hombres de figuras imponentes se extienden en los sofás, dos jugando Xbox. Todavía están en sus trajes del banquete, aunque en varias etapas de desorden, con corbatas y camisas desabrochadas. Juntos se ven como un anuncio de la colonia GQ que aparentemente intenta retratar las secuelas de una noche de moda para chicos en Las Vegas o algo así. Todo

lo que falta son piernas femeninas incorpóreas con tacones sobre sus hombros, y tal vez un par de ropa interior roja de encaje elegantemente colgada sobre el reposabrazos. —Chicos, esta es Taylor. Taylor, estos son los chicos. —Conor se quita la chaqueta del traje y la arroja al respaldo de una silla. Por un momento estoy paralizada, observando la forma en que sus músculos presionan la tela blanca y crujiente de su camisa. Su pecho se tensa contra los botones. Puede que él haya arruinado los trajes para mí. Al unísono, los chicos responden: —Hola, Taylor. —Como si todos estuviéramos en una broma. —Hola, chicos —saludo, ahora me siento incómoda. Más aún porque hace calor en esta habitación y tengo muchas ganas de quitarme el suéter. Pero el vestido que llevo debe haberse encogido en el lavado ayer, porque mis tetas han estado intentando salir de la cárcel toda la tarde. Es desalentador caminar por una habitación llena de exfuncionarios de la Casa Blanca, galardonados de Premios Nobel y CEO de Fortune 500, y descubrir que todavía no han perfeccionado mirar a los ojos a una mujer desde sus días de fraternidad. Los hombres son una especie fallida. —Entonces tú eres la indicada. —Inclinado hacia adelante con un control de juegos en la mano, uno de los compañeros de cuarto me levanta una ceja. Es guapo, con el tipo de hoyuelos que tumban cuerpos a su paso. Lo reconozco del banquete como el tipo parado con el capitán del equipo de Conor. Le ganó a Conor en llegar a su casa, pero es mi culpa: necesitaba ir al baño y la fila había estado atroz. —¿Qué indicada? —pregunto, haciéndome la tonta. —¿La que envió a Con a sus rodillas y lo convirtió en un tonto y profesante de amor? —El Señor Hoyuelos me mira expectante, esperando que yo complete los espacios en blanco. —Oh, mierda, ¿eras tú? —exige otro chico—. No puedo creer que nos fuimos antes del gran espectáculo. —Le lanza una mirada acusadora al chico que está a su lado—. Te dije que deberíamos habernos quedado por una bebida más. —Nada de interrogar a mis invitados, Matt —dice quejándose—. La misma regla se aplica a todos ustedes.

Conor

—¿Eres nuestra nueva mami? —El tercer chico abre una cerveza, sonriendo con estúpidos ojos de cachorrito, y no puedo evitar reír en respuesta. —Muy bien, eso es suficiente. —Conor patea a Matt del más pequeño de los dos sofás y me hace un gesto para que tome asiento—. Es por eso que los idiotas no reciben visitas. Su casa es enorme en comparación con mi pequeño apartamento. Una gran sala de estar con viejos sofás de cuero y un par de sillas reclinables. Un televisor de pantalla plana masivo con al menos cuatro consolas de juegos diferentes conectadas a él. Cuando Conor dijo que vivía con cuatro compañeros de cuarto, esperaba entrar a una cueva de pesadilla de olores de hombre, cajas de pizza y ropa sucia, pero el lugar en realidad está bastante ordenado y no huele a pies y pedos de chicos. —Oye, ¿visitante? —Un cuarto rostro aparece en la puerta que divide la sala de estar de la cocina—. ¿Qué quieres del Freshy Bowl? —exige con un celular presionado en su oído. —Ensalada de pollo a la parrilla, por favor —digo sin demora. Estoy muy familiarizada con el menú de una de las únicas opciones de alimentación saludable de Hastings. —Yo pago —murmura Conor cuando alcanzo mi bolso para poder meterlo. Echo un vistazo. —Gracias. Yo pago lo siguiente. ¿Lo siguiente? ¿Como si esta rara ocurrencia de mí cenando en la casa de Conor Edwards alguna vez se va a repetir? Hay más posibilidades de que el cometa Halley aparezca unas décadas antes de lo previsto. Y no soy la única maravillado por este giro imprevisto de acontecimientos. Cuando Sasha me envía mensajes de texto unos minutos más tarde y le informo dónde estoy, ella me acusa de hacerle bromas pesadas. Mientras Conor y sus compañeros de cuarto debaten sobre qué película ver, sigilosamente le envío un mensaje de texto a mi mejor amiga. YO: No es una broma, lo juro. ELLA: ¿En realidad estás en su CASA? YO: Lo juro por mi póster firmado de Ariana Grande. Esa es la única estrella del pop que Sasha me permite fangirlear. Por lo general, es “si no pueden cantar en vivo sin sincronización de labios o autotune, entonces no son músicos de verdad, bla, bla, bla”.

ELLA: El 50% de mí todavía piensa que me estás mintiendo. ¿Son solo ustedes dos? YO: Somos seis. Yo + Con + 4 compañeros de cuarto. ELLA: ¿Con? ¿ESTAMOS CON APODOS AHORA? YO: No, estamos acortando su nombre por conveniencia de mensajes de texto. Estoy a punto de puntuar eso con un emoji rodando los ojos cuando el celular es arrebatado sin aviso de mi mano. —Oye, devuélvemelo —protesto, pero Conor solo me da una sonrisa malvada y procede a leer toda mi conversación con Sasha en voz alta a sus compañeros de cuarto. —¿Tienes un póster firmado de Ariana Grande? —exige Alec. Al menos creo que es Alec. Todavía estoy tratando de aprender todos sus nombres. —¿Lo besas antes de acostarte? —pregunta Matt, que evoca un aullido de risa de los demás. Fulmino a Conor con la mirada. —Traidor. El guiña un ojo. —Oye, como siempre advirtió mi maestra de secundaria, la señorita Dillard, si te atrapa texteando en Geografía, lo leerá en voz alta a toda la clase. —La señorita Dillard suena como una sádica. Y tú también. —Pongo los ojos en blanco dramáticamente—. ¿Y si hubiera estado enviando mensajes de texto sobre mis horribles calambres menstruales? Al lado de Alec, Gavin palidece. —Devuélveme el teléfono, Con. Nada bueno puede salir de eso. Los ojos grises de Conor vuelven a la pantalla. —Pero la amiga de T no cree que todos estamos aquí pasando el rato. Espera, vamos a darle evidencia. Sonrían, chicos. Luego tiene el descaro de tomar una foto. Mi mandíbula cae cuando los cuatro compañeros de cuarto flexionan sus bíceps para la cámara. »Ahí —dice Conor con un asentimiento satisfecho—. Enviado. Le quito el teléfono a la fuerza de su estúpida mano. Efectivamente, le envió esa foto a Sasha. Y su respuesta es inmediata.

ELLA: OMJD. Quiero lamer los hoyuelos de Matt Anderson. ELLA: Y luego chuparle la polla. Me eché a reír, lo que hace que Conor intente robar mi teléfono nuevamente. Esta vez gano la batalla, y empujo firmemente el iPhone en mi bolso antes de que alguien pueda poner sus manos sucias en él. —¿Ven esto? —digo para toda la habitación, sosteniendo el bolso de cuero—. Esto es un lugar sagrado. Cualquier hombre que se atreva a curiosear en el bolso de una mujer será asesinado mientras duerme por el Carnicero de Bolsos. Conor se ríe por lo bajo. —Maldición, nena. Tu asesina serial se está mostrando. Solo le lanzo una sonrisa de sacarina. Luego finalmente me quito el cárdigan, porque todos estos grandes cuerpos masculinos están generando una cantidad loca de calor. En el momento en que el material se desliza fuera de mis hombros, siento que más de un par de ojos viajan a mi pecho. Un rubor se eleva en mis mejillas, pero lo ignoro y frunzo los labios. —¿Todo bien por ahí? —le pregunto a Gavin, cuyos ojos marrones están completamente vidriosos. —Um, sí, todo bien. Soy... eres... ah... me gusta tu vestido. Matt se ríe desde su nuevo lugar en uno de los sillones reclinables. —Levanta tu lengua del piso, conquistador. Eso saca a Gavin de su estupor. Y a pesar haberme comido con los ojos inicialmente, el resto de los chicos vuelven a actuar normal, lo cual agradezco. No los llamaría caballeros perfectos, pero tampoco son sacos de basura. Una vez que llega la comida, los chicos reproducen DeepStar Six7. Me como mi ensalada de pollo a la parrilla y veo cómo la estación naval subacuática está siendo atacada por un monstruo cangrejo gigante, mientras me pregunto cómo me hipnotizaron para pasar el rato con Conor Edwards. No es que me importe exactamente. Él es divertido. Dulce, incluso. Pero todavía no he descubierto su ángulo. Cuando se trata de hombres y amistad no provocada, tiendo a inclinarme hacia el lado escéptico. En el

DeepStar Six: película de 1989 donde un grupo de investigadores viajan en un submarino y quedan atrapados en el fondo del mar cuando perturban a un monstruo marino prehistórico durante la construcción de una base.

7

auto le pregunté por qué había hecho ese gran espectáculo frente a Abigail y sus compinches, él simplemente se encogió de hombros y dijo: —Porque es divertido meterse con los de Greek Row. Sí creo que se divirtió jugando con ellos, pero también sé que hay más en la historia. No puedo preguntarle delante de sus compañeros de cuarto. Lo que me hace preguntarme si él sabe eso y, por lo tanto, los está usando como escudo para que no tenga que responder ninguna pregunta. —¿Cómo eso tiene sentido? —Joe, quien me dijo que lo llamara Foster, inhala hierba de una pipa mientras se reclina en el sofá donde está sentado—. La variación de presión a esas profundidades extremas requeriría varias horas de descompresión antes del ascenso. —Amigo, hay un monstruo cangrejo gigante tratando de comer su minisubmarino —dice Matt—. Estás pensando demasiado. —Nah, hombre. Eso es absurdo. Si esperan que tome en serio su premisa, tienen que atenerse a ciertas leyes básicas de la física. Pero bueno. ¿Dónde está la dedicación a contar historias? Conor está sacudiendo la cabeza a mi lado en el sofá, visiblemente conteniendo una carcajada. Es tan ridículamente atractivo que es difícil concentrarse en otra cosa que no sea el corte cincelado de su mandíbula, la perfecta simetría de su rostro de estrella de cine. Cada vez que me mira, mi corazón da vueltas como un delfín feliz, y tengo que obligarme a lucir relajada. —Creo que te estás tomando esto un poco personal —le dice Conor a Foster. —Todo lo que pido es un poco de orgullo en el trabajo de uno, ¿de acuerdo? ¿Cómo haces una película sobre una estación submarina y simplemente decides que las reglas no se aplican? ¿Vas a hacer una película espacial donde no haya vacío y todos puedan respirar afuera sin un traje espacial? No, porque eso es jodidamente tonto. —Toma otra de la pipa —aconseja Gavin desde el sofá, luego se mete un bocado de comida en la boca—. Te pones de mal humor cuando estás sobrio. —Sí, bueno, lo voy a hacer. —Foster toma una larga calada, libera una columna de humo, luego vuelve a su mal humor mientras come furiosamente su quinua. Él es raro. Aunque caliente. Y obviamente muy inteligente; antes de que comenzara la película, me informaron que Foster se está especializando en Biofísica Molecular. Lo que lo convierte en un científico

nerd jugador de hockey combinaciones.

marihuanero,

la

más

extraña

de

las

—¿A ustedes no les hacen pruebas de drogas? —pregunto a Conor. —Sí, pero siempre que lo mantengamos al mínimo y no con demasiada frecuencia, no aparece en la prueba de orina —dice. —Confía en mí —murmura Alec, que está desparramado sobre el reposabrazos y no del todo consciente. Se había quedado dormido en el sofá junto a Gavin casi tan pronto como comenzó la película—. No quieres conocer a Foster sin hierba. —Cómete mi trasero —le espeta Foster. —¿Podrían ustedes idiotas intentar no avergonzarse frente a la compañía? —reprende Conor—. Lo siento, no están entrenados. Sonrío. —Me gustan. —Mira eso, Con —responde Matt—. A ella le gustamos. —Sí, así que jódete —dice Gavin alegremente. Ojalá vivir en la casa Kappa hubiera sido más así. Había esperado la hermandad y obtuve la primera temporada de Scream Queens con mi propia Chanel Número Uno. No es que todas las chicas se volvieran tan insoportables como Abigail, pero era demasiado. El ruido, la conmoción constante. Cada detalle de la vida es una actividad grupal. Soy hija única, y por un tiempo tuve la idea de que tener hermanos llenaría un vacío en mi vida que no sabía que estaba allí. Bueno, aprendí muy rápido que algunas personas están hechas para compartir un baño y otras preferirían defecar en el bosque que pasar una mañana más esperando a que otras diez chicas terminen de cepillarse el cabello. Cuando la película termina, los chicos están buscando una de terror a continuación, pero Conor dice que no se siente de humor para ver otra película y tira de mí fuera del sofá. —Vamos —dice arrastrando las palabras, y mi corazón da un par de saltos mortales—. Vamos arriba.

Taylor

C

onor y yo nos retiramos a su cuarto con silbidos y comentarios sugestivos de los chicos. Ellos están a un paso o dos en la escala evolutiva de las gallinas salvajes, pero no son nada aburridos. Sé que piensan que subimos a tener sexo, pero yo tengo otra idea en mente. —Ahora que te tengo a solas… —digo después de que Conor cierra la puerta. Él tiene el cuarto principal, que es los suficientemente grande para una cama King con marco de madera, un sillón de dos plazas al otro lado de la habitación y un centro de entretenimiento con un televisor masivo. También tiene un baño incorporado y una ventana enorme que tiene vistas a un pequeño patio donde la nieve de invierno ya se está derritiendo. —Sí, nena, cuenta conmigo. —Conor se arranca la corbata del cuello y la lanza al otro lado de la habitación. Ruedo mis ojos. —Eso no. —Me provocas. Me siento en su cama contra la cabecera y coloco una almohada entre nosotros como hizo él la última vez que estuvimos solos en una habitación, el juego de cama de cuadros azules dice que lo escogió su madre de la sesión masculina en la tienda Newman Marcus, es muy suave y huele a él; sándalo, con un toque salado de océano. —Quiero saber… ¿de qué trataba realmente esa exhibición en el banquete? —Ya te lo dije. —Sí, y creo que hay más en esa historia. Así que escúpelo. —¿No preferirías que te besara? —El sube al colchón junto a mí, y de repente la cama se siente muy, muy pequeña. ¿Esta de verdad es una cama King? Porque él está justo ahí, y solo una miserable almohada me separa del calor de su cuerpo atlético y el olor de su loción para después del afeitado.

Me fuerzo a mí misma a no lucir afectada por la sexi mirada que me lanza. —Conor —digo con el tono que uso con mis chicos de primer grado cuando uno de ellos no comparte sus crayones. Su sonrisa coqueta se evapora. —Si te digo que no quieres saber, ¿puedes confiar en mí y dejarlo pasar? —No. —Lo miro a los ojos—. Dime por qué hiciste lo que hiciste en el banquete de exalumnos. Con un profundo ceño se pasa una mano por el rostro y retira el cabello de sus ojos. —No quiero lastimarte —confiesa con un susurro. —Soy una chica grande, si me respetas, dime la verdad. —Maldición, T. Justo en mis jodidos sentimientos. Me mira con ojos llenos de dolor, me debo preparar para lo peor. Que tal vez Abigail lo hizo hacer todo esto, que lo planearon juntos, ese primer reto, la bomba de amor en Woolsey Hall… todo era un gran esquema para que yo desarrollara sentimientos por él. ¿Solo que ahora él se arrepiente? Es un escenario mortificante, pero eso no es lo peor que ha hecho Abigail. —Bien, pero mantén en tu mente que son sus palabras, no mías. Me cuenta sobre escuchar a Abigail y Jules hablar con sus novios más temprano sobre mi “ligue” con Conor, me sobresalto cuando me dice en un tono infeliz que la conversación incluyó discusiones sobre mi potencial como actriz porno, entre otras cosas peores. Qué bonito. Él tenía razón, podría haber vivido sin los detalles sangrientos. Incluso antes de que termine de hablar, siento nauseas. Mi estomago se retuerce ante los pensamientos que pudo tener Conor escuchando toda esa mierda sobre mí. —Sigo estando a nueve kilos del peso de estrella porno —bromeo a mis expensas. La mayoría del tiempo, si te burlas de ti mismo primero, lanzas al viento la vergüenza de la gordura, mostrar a la gente que eres consciente de ti mismo suaviza su aversión a tener una amiga gorda, porque es importante que todos conozcan su lugar.

—No hagas eso. —Conor se sienta y me mira—. No hay nada de malo en cómo luces. —Está bien, no necesitas hacerme sentir mejor, no tengo delirios sobre cómo me ve la gente. —Los golpes aterrizan cada vez, pero a estas alturas mis terminaciones nerviosas están casi muertas—. Fui una niña gorda, una adolescente gorda. —Me encojo de hombros—. He luchado con mi peso toda mi vida, esto es lo que soy, ya lo acepté. —No, no entiendes Taylor. —Frustración cruza su expresión—. Tu cuerpo no es algo por lo que debas inventar excusas, sé que he dicho esto antes, y creo que seguiré diciéndolo hasta que me creas, eres muy caliente, te lo haría ahora mismo, en un latido, de seis maneras diferentes si me dejaras. —Cállate la boca. —Me río. Él no se ríe conmigo. De hecho, se baja de la cama y me da la espalda. Oh, diablos. ¿Está enojado porque le dije que se callara? Pensé que estábamos bromeando. Esa es nuestra cosa, ¿cierto? Espera, ¿nos conocemos lo suficiente para tener una cosa? Joder. —Con… Antes de que pueda arreglar lo que romí, Conor comienza a desabotonarse la camisa, y la quita de sus hombros. Aturdida, me siento admirando su espalda, piel bronceada sobre músculos definidos y magros. Dios, quiero presionar mi boca en ese espacio entre sus omóplatos y explorarlo con la lengua. La idea envía un temblor por mi cuerpo, muerdo mi labio para evitar soltar un sonido impropio. Él arroja la camisa al otro lado de la habitación, luego comienza a quitarse los pantalones. Golpean la madera dura, y ahora él está solo en medias y bóxers negros envolviendo el trasero más firme que he visto. —¿Qué estás haciendo? —Mi voz sale más agitada de lo que pretendo. —Quítate la ropa. —Se gira y regresa al borde la cama con fiera determinación. —¿Disculpa? —Me coloco de rodillas en el borde del colchón. —Desnúdate —ordena Conor. —Ciertamente no lo haré. —Escucha, Taylor, vamos a arreglar esto y no habrá más discusiones.

—¿Arreglar qué exactamente? —Voy a follarte hasta sacarte los sesos y probar que le gustas al cien por ciento a mi polla. —¿Disculpa? Incluso mientras lo miro boquiabierta, mi mirada cae involuntariamente a su entrepierna. No puedo decidir si el bulto debajo de la tela negra es porque está duro o es su bulto normal. De cualquier manera, la declaración de Conor es tan absurda que provoca una fuerte e histérica risa de mi parte. Luego otra. Y otra. Pronto me quedo sin aire, y me doblo de dolor. Simplemente no puedo detenerme. Cada vez que miro su rostro, una nueva ola de risa me golpea, y las lágrimas ruedan por mis mejillas. Él es jodidamente demasiado. —Taylor. —Él pasa sus dos manos a través de su cabello—. Taylor, deja de reírte de mí. —¡No puedo! —Le estás provocando un daño irreparable a mi ego. Jadeando, tomo respiraciones profundas, y lentamente la risa disminuye. —Gracias. —Me las arreglo para decir—. Necesitaba eso. —¿Sabes qué? —gruñe, y frunce el ceño—. Me retracto, eres kriptonita para pollas. —Aww. Ven aquí. —Me siento de nuevo a la cama y palmeo el espacio junto a mí. En lugar de ser una persona normal, él se deja caer en la cama y coloca su cabeza y hombros en mi regazo. No se me escapa que tengo un hombre sexi en bóxers acostado sobre mí. Y es difícil concentrarse con él luciendo tan, bueno, así. No es la primera vez que veo a Conor semi desnudo, y aun así, el efecto no es menos impresionante. Él es lo que los chicos se imaginan cuando se miran al espejo mientras levantan pesas y se toman selfis de gimnasio, cada idiota con camisetas sin mangas se imagina que es el jodido Conor Edwards. —No puedo creer que no te hayas desnudado —refunfuña en la acusación.

—Lo siento. Esa fue respetuosamente la declino.

una

invitación

muy

dulce,

pero

—Bueno, eso te convierte en mi primera. Conor me mira con esos preciosos ojos grises, y por un fugaz momento una imagen pasa por mi mente. Yo, inclinándome. Él, ahuecando el lado de mi rostro. Nuestros labios encontrándose en el espacio entre nosotros... ¡No lo beses, Taylor! Mi sistema de alarma interna se activa, haciendo que mi tonta fantasía de colegiala de besar se disuelva tan rápido como apareció. —¿Soy tu primera qué? —pregunto, tratando de recordar de qué estamos hablando. Conor Edwards está en mi regazo y es bastante distractor. —La primera chica que rechaza mi polla. —Tampoco es la primera vez que lo hago —le recuerdo. —Sí, gracias, Taylor. Me encuentras infollable. Lo entiendo. —Conor levanta una ceja—. Pero sería una lástima. Su cabello pide dedos. Arrastrarlos a través de las suaves hebras. Tocarlas. Mi mano me pica con la urgencia de cumplir ese deseo. —¿Qué es una lástima? —No te detengas. —No es hasta que habla que me doy cuenta de que mis dedos se movieron por voluntad propia—. Eso se siente bien. Así que continúo, pasando mis dedos por su cabello. Arrastrando suavemente mis uñas por su cuero cabelludo. —¿Qué es una lástima? —Bueno, ya hemos establecido un gran trabajo de base. Pasamos una noche de sexo alucinante juntos. Todos piensan que me engañaste para que me enamorara de ti. ¿Parece desafortunado dejar que todo eso se desperdicie? Lo veo de forma sospechosa. —¿Qué propones? —Vamos a hacerlo. —Hacerlo. —Juego con la idea en mi cabeza, dándole la vuelta. Es, por supuesto, una sugerencia terriblemente deshonesta e inmadura. Así que, naturalmente, estoy intrigada—. ¿Con qué fin? —Matrimonio, muerte o graduación —dice—. Lo que ocurra primero.

—Está bien. ¿Pero por qué? ¿Qué hay para ti? —Una cura para mi aburrimiento. —Me sonríe—. Me gustan los juegos, T. Esto parece que será divertido. —Ajá. ¿Pero qué pasa si mi hombre perfecto viene a moverme el suelo, pero se asusta por el jodido Conor Edwards olfateando mis faldas? —Primero, sí, sigue llamándome así. Segundo, si no puede soportar un poco de sana competencia, no es tu hombre perfecto. Confía en mí con eso, nena. Cada vez que me llama nena una puñalada de electricidad se dispara a través de mi pecho. Me pregunto si siente que mi pulso disparándose. O tal vez sabe muy bien que tiene ese efecto en todas las chicas y no soy más que una muñeca de juguete fuera de la línea de montaje parte del Lote 251 de mil millones. Dame cuerda y mira cómo me muevo. —Bien. ¿Qué hay de tus admiradoras? —replico—. ¿Qué pasa si Natalie de Tri-Delt quiere otra ronda y tú de repente tienes una novia falsa? Se encoge de hombros. —No estoy interesado en otra ronda con ella. —Mentiras. ¿Has visto su cabello? Es tan brillante. Eso me hace ganar una risita. —Cabello brillante a un lado, estoy hablando en serio. Subió una foto mía desnudo en su cama cuando estaba dormido. Eso no está bien para mí. Consentimiento, ¿sabes? —Mentiras —repito—. Mírate. —Con ambas manos, hago un gesto hacia su físico de Juguete de Chicas medio desnudo—. Probablemente te encanta alardear de ello ante la cámara. —No sin mi consentimiento —repite, y la dura mirada en su rostro me dice que realmente no le gustaron las acciones de Natalie. Supongo que no puedo culparlo. Todavía tengo pesadillas sobre la semana de iniciación de las Kappa y toda la mierda vergonzosa que las de último año nos grabaron haciendo. —De todos modos —continúa—, tal vez necesito un descanso del circuito sexual. Tomarme un tiempo para reagruparme. Lo golpeo en el hombro. —¿Circuito sexual? Oh, Dios mío. ¿Qué tan asqueroso eres? Vuelve a ofrecer esa sonrisa arrogante.

—No crees que soy asqueroso. De lo contrario, no me dejarías acurrucarme en tu regazo. Trago a través de mi repentina y seca garganta. —Esto no se considera acurrucarse —digo severamente. —Seguro que sí, T. —Seguro que no, C —digo burlándome—. Y, ¿qué?, ¿estás diciendo que vas a abstenerte del sexo en el futuro inmediato? Porque no me lo creo. Conor está horrorizado. —¿Abstenerse? Diablos, no. Voy a tratar de seducirte a cada paso del camino. Una risa sale de mi boca. —Eres incorregible. —¿Por qué dejaste de jugar con mi cabello? Se sentía bien. —Su lengua sale para humedecer su labio inferior, una acción adorable que acelera mi pulso—. Entonces, ¿qué dices? ¿Seguimos fingiendo por un tiempo más? —El hecho de que esté entreteniendo esta idea dice que he bebido demasiado hoy —respondo. —Eso fue hace horas. No estás borracha. Además, dime que la mirada en el rostro de Abigail cada vez que nos ha visto juntos no ha ido directamente a tu lugar de cosquillas. —Primero, no vuelvas a llamarlo así. Segundo... —Quiero decirle que se equivoca. Que estoy por encima de esas diversiones mezquinas. Sin embargo... no está del todo equivocado sobre el cosquilleo—. Tal vez lo disfruté un poco —confieso. —¡Ja! Lo sabía. Disfrutas el juego tanto como yo. —Solo un poco —insisto. —Mentirosa. Cuando se sienta abruptamente, experimento una sensación de derrota que no se me permite sentir. Pero lo siento de todas formas, extraño la pesadez de su cuerpo caliente sobre mí y la suavidad de su cabello rubio entre mis dedos. —¿Qué estás haciendo? —exijo mientras salta de la cama y agarra sus pantalones desechados.

Regresa con su teléfono, dejándose caer a mi lado. Su pulgar se desliza por la pantalla mientras... bueno, no estoy segura de lo que está haciendo. Como soy entrometida, me acerco para mirar y descubro que ha abierto MyBriar, la aplicación de redes sociales de nuestra escuela. Mis ojos se abren de par en par cuando lo veo cambiar su estatus a en una relación. —Oye —regaño—, no dije que sí. —Básicamente dijiste que sí. —Estaba en un setenta por ciento como mucho. —Bueno, bien podrías saltarte los últimos treinta, porque estamos explotando, nena. Oh, Dios mío. La pequeña burbuja sobre el icono de notificación comienza a parpadear. Diez, veinte, cuarenta. —Vamos —persuade—. Estoy aburrido. Esto será bueno para reírse, al menos. En el mejor de los casos, cederás a mi ardiente buena apariencia y caerás en la cama conmigo. —Ya quisieras. —De verdad sí quiero. Pero bueno, el segundo mejor de los casos: esto podría hacer que Abigail te dejara en paz por un tiempo. Eso vale algo, ¿verdad? Eso sería bueno. Especialmente porque hay una reunión Kappa mañana y sé que Abigail estará sobre mí con sus golpes pasivo-agresivos. —Sabes que quieres… —Mueve su teléfono en el aire de manera tentadora. Mi mirada es atraída por la gruesa banda plateada alrededor de su dedo corazón. —Bonito anillo. ¿Dónde lo conseguiste? —Los Ángeles. Y te estás desviando. —Me sostiene el teléfono—. Te reto. —Eres increíblemente persistente. —Algunos lo considerarían una de mis mejores cualidades. —También completamente detestable. Conor me da su sonrisa segura de sí mismo que dice que “detestable” es solo un código de chicas para “encantador” cuando ella está a punto de romperse.

—Taylor Marsh, ¿me harías el increíble honor de actualizar el estado de tu relación y convertirte en mi novia falsa? Y ella se rompe. Como si estuviera poseída por algún ser sobrenatural, mi mano le quita el teléfono. Mi dedo sale de su MyBriar y luego entra en el mío. Y al cambiar mi estado para coincidir con el suyo, soy vagamente consciente de dos cosas: Uno, podría haber usado mi propio teléfono, pero habría arruinado el momento. Y dos, sea lo que sea esto, se va a poner feo.

Taylor

M

enos de veinticuatro horas después de que Conor y yo lo hiciéramos “oficial”, todo el personal de Kappa se reunió en la casa mientras nuestra presidenta lidera la reunión. Lo primero en la agenda es la próxima elección de primavera para el presidente y vicepresidente del próximo año. Naturalmente, ya que Charlotte es de último año, Abigail como su vicepresidenta es la posible sucesora. Amordácenme con un trapo de cocina. —Para asegurar que no haya ninguna influencia indebida de parte mía o de la vicepresidenta —Charlotte está diciendo—, Fiona liderará la comisión de elecciones con Willow y Madison. Serán las anfitrionas de la cena publicitaria y coordinarán la comisión electoral. Cualquiera interesada en ayudar deberá hablar con ellas después de la reunión. La verdad es que la elección es todo menos una formalidad. Cada año, la chica de último año nombra a una junior como su vicepresidenta y ella es elegida el siguiente año. Todas las pretensiones de que no estamos viviendo bajo un sistema dinámico es insultante. Dani, quien está contra Abigail como la voz solitaria de la resistencia, no tiene ninguna posibilidad. Pero ella tiene mi voto. —¿Fi? —interrumpe Charlotte. La alta pelirroja se pone de pie. —Sí, bueno. Entonces ambas: Abigail y Dani, darán el discurso final de la campaña en la cena. El formato será… Mi teléfono vibra contra mi muslo, sacando mi atención de Fiona. Miro hacia abajo y escondo una sonrisa cuando leo el mensaje de Conor. ÉL: ¿Cómo está mi nena sexy esta tarde? Rápidamente respondo el mensaje, a pesar de que siento que la mirada conocedora de Sasha está en mí. Ella está en el asiento a mi lado, sin duda tratando de leer lo que estoy escribiendo. YO: En medio de una reunión de la casa. Mátame ahora. ÉL: ¡¿Matarte?! ¿Pero entonces cómo vamos a follar? Lucho contra una carcajada y respondo con un emoji de ojos en blanco.

Él sube la apuesta al enviarme una foto de sus abdominales, y trato de no babear por toda la mesa del comedor. —¿Vas a compartirlo con el resto de la clase, Tay-Tay? —Llega la voz rechinante de Abigail Mi cabeza se levanta. —Lo siento —digo bruscamente, poniendo mi teléfono en la superficie de la mesa. Le doy una mirada de disculpa a Fiona y luego a Charlotte—. Alguien me envió un mensaje y solo estaba respondiendo para decir que estoy en medio de una reunión. —¿Alguien? —Sasha rompe a reír—. ¿Y el nombre de ese alguien empieza con una C y termina con un Onor? Me giro para fulminarla con la mirada. Pero el comentario ya ha atrapado el interés de nuestra presidenta. —¿Conor? —repite ella—. ¿Como Conor Edwards? Me las arreglo para sentir débilmente. —Mi chica Taylor aterrizó en un dios del hockey. —Mi mejor amiga se jacta por mí, y estoy dividida entre golpearla por hacerme el centro de atención y agradecerle por alentarme. Sasha Lennox es la mejor alentadora de mujeres aquí. También es bastante consciente de que todo el estatus de mi relación de MyBri era una tontería, así que ahora estoy rezando porque no cometa un desliz y de alguna manera revele verdad. —No me des mierda —dice Charlotte, luciendo impresionada—. Bien hecho, Marsh. —Follaron en mi habitación —dice Rachel, como si eso significara que está a un paso de ser la novia de Conor Edwards. —Oh, gran jodido tema —dice Abigail, sus pálidos ojos verdes fríos como el hielo—. ¿Quién no ha follado a ese tipo? Quiero decir, en serio. Alcen las manos, ¿quién aquí ha dormido con Conor Edwards? Después de varios segundos de duda, tres manos son levantadas. Una tímida Willow y Taryn en el otro lado de la mesa, y una sonrojada Laura que está parada contra la pared. Bueno. El chico se mueve. Trago el pequeño bulto de celos que crece en mi garganta y me recuerdo que ya sabía que él era un jugador. Además, es un hombre adulto. Tiene permitido dormir con quien quiera, mis hermanas de hermandad incluidas.

Sintiendo mi incomodidad, Sasha se gira hacia Abigail, fijando a la rubia platinada con una mirada igual de fría. —¿Qué estás diciendo, Abs? ¿Estás implicando que Taylor es, qué, de menor valor porque su hombre tiene un pasado? Como si eso significara algo. De hecho, alcen las manos —imita Sasha—, ¿quién aquí ha dormido con alguno de los exnovios imbéciles de Abigail? Para mi gran diversión, el doble de la cantidad de manos se alza. Es correcto, seis Kappas, y ninguna de ellas ni un poco avergonzadas esta vez. Sospecho que están obteniendo alguna clase de placer perverso al admitirlo porque Abigail es tan perra. La lacaya de confianza de Abigail, Jules, luce un ceño profundo. —¿Ninguna aquí ha escuchado del código de chicas? Sasha se ríe. —Tú dime, Julianne. ¿No fuiste tú la que le robó Duke Jarrett a esa chica de la Teta Beta Un? Eso silencia a Jules. Charlotte se aclara la garganta. —Está bien, nos hemos desviado del tema. Fiona, ¿nos estabas contando acerca de los discursos de las candidatas? Justo cuando Fiona abre la boca para responder, mi teléfono zumba de nuevo, provocando un grito de entusiasmo de Rachel, quién está apoyando su cuerpo por completo sobre la mesa para ver la pantalla. —¡Te está videollamando! Mi corazón hace un salto nervioso. —Lo siento tanto —le digo a Charlotte—. Déjame solo ignorar la… —¿Ignorar? —pregunta Charlotte con incredulidad—. Por amor a la mierda, Marsh, responde. Oh Dios mío. Esta es mi peor pesadilla. ¿Qué fue lo que obligó a mi estúpido y falso novio a videollamarme cuando le acabo de decir que estoy en una reunión de la casa? ¿Por qué haría esto para...? —¡Contéstale! —grita Lisa Donaldson. Estoy bastante segura de que esta es la única vez que Lisa Donaldson me ha hablado alguna vez. Con el corazón acelerado, toco el botón aceptar. Un segundo después, la llamada se conecta y el hermoso rostro de Conor llena la pantalla.

—Nena, hola. Su voz profunda llena el comedor de Kappa Chi, y juro por Dios que noto que varias de mis hermanas tiemblan. —Lo siento, sé que dijiste que estabas en una reunión, pero solo quería decirte que... —Se detiene a mitad de oración, sus ojos grises estrechándose con aprecio—. Mmmm, maldición, T, te ves lo suficientemente bien como para comerte. No estoy segura de que sea humanamente posible sonrojarse más de lo que estoy ahora. Me meto un mechón de cabello detrás de mi oreja y me quejo ante la pantalla. —¿En serio? ¿Para eso interrumpiste mi reunión? —Nah, eso no fue todo. Me da una sonrisa de niño pequeño y cualquiera que tenga una vista clara de mi teléfono suspira y se desmaya como doncellas victorianas. —Entonces, ¿qué era? Conor guiña un ojo. —Solo quería decirte que te extraño. —Oh, Dios mío —respira Rachel. Maldición. Alguien la está dando toda. Antes de que pueda responderle, le quitan el teléfono de la mano y un nuevo rostro me saluda. —¡Taylor! —exclama Matt Anderson felizmente—. Oye, ¿cuándo vienes? Foster nos encontró una nueva película para ver. —¡Tiene agujeros negros y calamares gigantes! —Llega el débil grito de Foster. —Pronto, Matty —prometo, luego rezo para que no me diga nada por llamarlo Matty. Pero demonios, si a Conor se le permite darla toda, a mí también—. Bueno, voy a colgar ahora. Estoy ocupada. Cuelgo la llamada, bajo el teléfono y encuentro una habitación entera de chicas con los ojos muy abiertos mirándome con envidia. Incluso Sasha parece impresionada, y ella está al tanto de la farsa. —Lo siento tanto —digo torpemente—. Me aseguraré de que nunca vuelva a interrumpir durante una reunión. —Está bien —asegura Charlotte—. Todas sabemos que es difícil decir que no a esos jugadores de hockey. Confía en mí, lo sabemos. El resto de la reunión continúa sin problemas, aunque es difícil ignorar las miradas de muerte que vienen de Abigail y Jules. Entonces

Charlotte nos despide con una palmada de sus manos bien cuidadas, las sillas son arrastradas hacia atrás y todas se dispersan. Choco con alguien durante la estampida, alejándome rápidamente cuando me doy cuenta de que es Rebecca Locke. —Oh, lo siento —digo a la chica pequeña—. No te vi. —Está bien —responde con voz tensa, y luego se marcha sin decir una palabra más. Mientras la veo apresurarse escaleras arriba, suspiro y me pregunto si las cosas se volverán menos incómodas entre Rebecca y yo. Me vi obligada a besarla durante la semana de iniciación, y no hace falta decir que fue una experiencia mortificante para los dos. Hemos hablado solo un puñado de veces desde entonces y nunca hemos estado solas en la misma habitación. —¿Quieres ir a almorzar? —Sasha une su brazo con el mío mientras nos dirigimos a la puerta principal. —Claro —respondo. —Taylor, espera —llama alguien antes de que podamos salir de la casa. Miro por encima de mi hombro. Lisa Donaldson y Olivia Ling se están acercando a nosotras. —¿Qué sucede? —digo cortésmente —Vives en Hastings, ¿verdad? —Lisa pasa una mano por su melena brillante. —Sí, ¿por qué? —pregunto, y luego me quedo allí tratando de ocultar mi sorpresa mientras dos chicas que nunca me habían dado la hora del día explican cómo están en Hastings una o dos veces por semana para sus citas en el salón y les encantaría comer algo conmigo. Si estoy libre el martes por la noche. —Y tú también, Sasha —ofrece Olivia en lo que parece una invitación genuina—. Por lo general, Beth, Robin y los novios también se encuentran con nosotras en el restaurante. Es agradable salir del campus y cambiar de escenario a veces, ¿sabes? —Es incluso mejor vivir fuera del campus —digo con una sonrisa. —Me imagino que sí —murmura Lisa. Su mirada se dirige hacia Abigail, que susurra furiosamente con Jules en el rincón más alejado de la sala de estar. Interesante. Quizás no soy la única considerando votar por Dani.

Después de aceptar reunirme con las chicas el martes, Sasha y yo salimos de la casa. Afuera, respiro el aire de la primavera. Suelto la respiración lentamente. —El jodido Conor Edwards —murmuro. Sasha se ríe suavemente. —El hombre es bueno, le concederé eso. —Demasiado bueno. Incluso a mí me convenció de que me extrañaba, y sé que eso no es cierto. —Demonios, tenía a todas las Kappa en esa habitación salivando sobre él. Una videollamada de él y de repente me están invitando a cenar. Conor me había dicho cuánto ama los juegos, bueno, hoy demostró que también es muy hábil en ellos. El problema es que yo soy terrible en los juegos. Siempre pierdo. Y cuanto más dura esta tontería con Conor, mayor es el peligro de que todo me explote en la cara.

Conor

H

ay una inquietante calma en el hielo la mañana del martes, mientras el equipo entrena. Difícilmente alguien dice algo en dos horas; solo el sonido de nuestros patines y el silbato del entrenador hacen eco a través de la arena vacía. Los grupos de competencia fueron anunciados ayer. Este fin de semana, enfrentamos a Minnesota Duluth en Buffalo, Nueva York. Nadie quiere decirlo, pero creo que ese juego tiene a todos un poco asustados. Los nervios están elevándose, y estamos inquietos y completamente enfocados en nuestras partes individuales de la máquina. Hunter se ha estado quedando hasta tarde cada día, desde que pasamos las eliminatorias. Realmente lo desea. Creo que lo ve como un reflejo en su éxito como capitán, como si fuera su trabajo ganar esto para nosotros, y si no lo hace, es un fracaso. Hombre, yo nunca podría hacer su trabajo. Generalmente hago una regla de minimizar las expectativas y no tomar la responsabilidad por nadie, excepto por mí. Luego de la práctica, vamos a las duchas. Me paro bajo el rocío y dejo que el agua hirviente diluvie sobre mis hombros adoloridos. Esta competencia podría ser la muerte para mí. Mi antiguo equipo en Los Ángeles apestaba, lo que significa que nunca tuvimos que preocuparnos por una post-temporada. Estar tanto tiempo en un nivel de competencia tan alto está pasándole factura a mi cuerpo. Moretones, costillas adoloridas, músculos cansados. La verdad es que no sé cómo lo hacen los profesionales. Si siquiera soy capaz de ponerme de pie sobre mis patines la siguiente temporada, sería un milagro. Hay muchos chicos que creen que quieren volverse profesionales. Menos de la mitad tienen una oportunidad real. Yo nunca tuve la ilusión de ser material para la LNH8. Ni quiero serlo. El hockey siempre ha sido un pasatiempo, algo para mantenerme fuera de problemas. Manos inquietas y todo eso. Pronto, esta parte de mi vida terminará. El problema es que no tengo idea de qué viene después. —Oye, Capitán, convoco una sesión de Interrogación de Estados de Relación —grita Bucky por encima del ruido de las duchas.

8

LNH: Liga Nacional de Hockey, del inglés NHL, National Hockey League.

—Apoyo esa moción —grita Jesse. —La moción es aprobada. —Hunter se para en la cabina junto a mí. Lo siento mirando directo el costado de mi rostro—. Esta sesión de Interrogación de Estados de Relación ahora está abierta. Bucky, llama a tu primer testigo. —Llamo a Joe Foster al estrado. —¡Presente! —gorgotea Foster bajo el rocío de su ducha, en el lado opuesto de la habitación. —Mierda, en serio los odio, chicos —digo, mientras tomo una toalla y la envuelvo alrededor de mi cintura. —¿Es cierto, señor Foster, que Conor Edwards pública y vergonzosamente, se dejó caer de rodillas para profesar su amor a una chica Kappa Fiestera, luego de que, y fue de conocimiento común, se acostara con Natalie Instagram? —Espera, ¿qué? —pregunta Foster en blanco—. Oh, en la cosa del banquete. Sí. Fue jodidamente asqueroso. —¿Y, subsecuentemente, llevó él a la chica Kappa Fiestera a casa esa noche? —Eh, Bucky, no sabía que podías usar palabras con más de cuatro sílabas —dice Gavin, burlándose mientras dejan las duchas. Me dirijo a mi casillero para vestirme, con los chicos sobre mis talones. —Sí, pasaron un largo tiempo en su habitación. Solos. —Foster va a encontrar su auto repleto de consoladores en algún momento del futuro cercano. —Y se comunicaron por videollamada el otro día —interrumpe Matt, con una gran y estúpida sonrisa en su rostro—. Él la llamó. Una ronda de falsos jadeos viaja a través de la habitación. Supongo que Matt también quiere algunos consoladores. —Todos pueden comer mierda —gruño. —Me parece recordar —dice Hunter—, que conspiraste para interferir en asuntos de mi polla. La venganza es una perra. —Al menos no necesito que te besuquees con mi novia para hacer que la folle. —Auch. —Bucky se ríe—. Te tiene ahí, Cap.

—Entonces, ¿esto es algo real? —pregunta Hunter, sin inmutarse por mi pulla a su acuerdo de celibato—. Tú y... —Taylor. Y sí, algo así. —¿Algo así? No, técnicamente no es real. Y como que apesta mentirle a los chicos. Pero, por otro lado, ¿qué lo hace no real? Quiero decir, no voy a dormir o salir con otra mujer, porque eso sería irrespetuoso para Taylor o para esas mujeres potenciales. No lo ha dicho en voz alta, pero sospecho que se siente igual respecto a ese tema. Así que marca la casilla de monogamia. Y, de acuerdo, sí, no estamos follando, besándonos o tocándonos en lo absoluto, pero eso no significa que esté en contra de esas cosas. Creo que pudiera hacer que Taylor se viera de la forma en que yo lo hago, hacerla apreciar su cuerpo de la forma en que yo lo hago, y miiiiierda, sí que lo aprecio, entonces, quizás, se relajaría un poco y estaría abierta a la parte de follar, besarnos y tocarnos. Así marcaría la casilla de atracción. Lo cierto es que es divertido pasar el tiempo con Taylor y me gusta hablar con ella. Ella no es pretenciosa y es divertida. Lo mejor de todo, no espera nada de mí. No tengo que ser una versión de mí que ella ha elaborado en su cabeza o coincidir con algunas expectativas salvajes que solo terminarían decepcionándonos a ambos. Y ella no juzga; ni una vez me ha hecho sentir menospreciado o como si la avergonzara con mis elecciones o reputación. No necesito su aprobación, solo que lo acepte, y tengo la sensación de que le gusto por quien soy. En el peor de los casos, me gano una buena amiga en el proceso. En el mejor de los casos, la follo hasta sacarle los sesos. Una situación de ganar-ganar. —Es lo que es —digo, poniéndome un abrigo sobre mi cabeza—. Nos estamos divirtiendo. Afortunadamente, los chicos lo dejan pasar, en su mayor parte porque tienen la atención de moscas de la fruta. Hunter ya está escribiéndole a Demi mientras sale por la puerta, y Matt y Foster comienzan a discutir la película de calamar que vimos todos la otra noche Mientras salgo de las instalaciones de hockey, mi teléfono suena. “MAMÁ” brilla en la pantalla. —Adelántate —le digo a Matt—. Los alcanzo pronto. —Mientras mi compañero de equipo pasea sin prisa hacia el estacionamiento, ralentizo mis pasos y respondo la llamada—. Hola, mamá.

—Hola, señor —dice mamá. No importa la edad que tenga, es como si todavía tuviera cinco años en sus ojos—. No he sabido nada de ti en años. ¿Todo bien en la tundra? Me río entre dientes. —De hecho, el sol salió hoy, si puedes creerlo. —No menciono que la temperatura es de solo cincuenta grados, y es el final del jodido marzo. La primavera se está tomando su tiempo para llegar a Nueva Inglaterra. —Eso es bueno. Me preocupaba que terminaras tu primer invierno en la costa este con una deficiencia de vitamina D. —Nop. Todo bien por aquí. ¿Qué pasa contigo? ¿Qué hay de los incendios? —Los incendios forestales habían estado causando estragos en la costa oeste durante las últimas semanas. Me ha estado inquietando saber que mi madre está ahí respirando toda esa basura. —Oh, bueno, ya sabes. Las últimas dos semanas he estado colocando plástico y sellando las puertas y ventanas para mantener el humo afuera. Compré cuatro purificadores de aire nuevos que supuestamente absorben algo más grande que un átomo. Sin embargo, creo que me están secando la piel. Pero tal vez es solo la falta de humedad últimamente. De todos modos, los incendios por aquí están apagados ahora, dijeron, por lo que el humo está mayormente despejado. Lo cual es bueno, porque acabo de comenzar una nueva clase de yoga en Sunrise Beach. —¿Yoga, mamá? —Oh, Dios, lo sé, ¿verdad? —Se ríe de sí misma. Es un sonido pegadizo que no me había dado cuenta de que había extrañado bastante—. Pero el socio de Christian, Richie… recuerdas a Christian del otro lado de la calle; acaba de comenzar a enseñar la clase. Me invitó y no sabía cómo decirle que no, así que... —Así que ahora eres una mujer de yoga. —Lo sé, ¿verdad? ¿Quién lo habría pensado? Ciertamente yo no. Mamá solía pasar sesenta, setenta horas a la semana de pie en un salón de belleza y luego volvía a casa para perseguirme por todo el vecindario. Si alguien la hubiera invitado a hacer yoga en la playa al amanecer en ese entonces, probablemente los habría golpeado en la garganta. La transición de la madre soltera trabajadora de Los Ángeles a la ama de casa fue difícil para ella. Gastó mucha energía tratando de encajar con cierta idea de sí misma y luego se resintió por la insuficiencia como resultado, al menos hasta que descubrió cómo dejar de importarle una mierda.

Las personas que dicen que el dinero no compra la felicidad no lo están usando bien. Pero bueno, si mamá está en el punto en que puede alegrarse un poco al despertar al amanecer con una mierda frívola, estoy feliz por ella. —Le dije a Max que si comienza a ver los cargos de Goop en los extractos de la tarjeta de crédito que organice una intervención. —¿Cómo está Max? —No es que me importe, pero hace que mamá se sienta mejor cuando actúo como si me importara una mierda. En mi defensa, estoy seguro de que mi padrastro solo le pregunta por mí por la misma razón; para ganar puntos. Max me tolera porque ama a mi madre, pero nunca se molestó en tratar de conocerme. El tipo ha mantenido su distancia desde el primer día. Sospecho que se sintió aliviado cuando les dije que quería transferirme a una escuela de la costa este. Estaba tan feliz de deshacerse de mí que tiró de todos los hilos posibles para hacerme entrar a Briar. Y me sentí igualmente aliviado de irme. La culpa tiene una forma de presionar hasta que haces algo para escapar. —Está genial. Fuera de la ciudad por trabajo ahora, pero regresa el viernes por la mañana. Así que los dos estaremos animándote en espíritu el viernes por la noche. ¿Hay alguna posibilidad de que el juego sea televisado? —Probablemente no —respondo mientras me acerco al estacionamiento—. Si llegamos al torneo final, entonces seguro. En fin, mamá, me tengo que ir. Acabo de terminar la práctica y necesito conducir a casa. —Está bien, cariño. Envía un mensaje de texto o llama antes de irte a Buffalo este fin de semana. —Lo haré. Nos despedimos y cuelgo y me acerco al destartalado Jeep negro que comparto con Matt. Técnicamente es mío, pero él paga el combustible y paga los cambios de aceite, lo que significa que no necesito meterme en la cuenta que Max me recarga todos los meses. Odio ser dependiente de mi padrastro, pero por el momento no tengo otra opción. —¿Todo bien? —pregunta Matt cuándo me subo al asiento del pasajero. —Sí, lo siento. Estaba hablando con mi madre. Se ve decepcionado. »¿Qué? —Estrecho mis ojos.

—Esperaba que dijeras que era tu nueva chica y luego podría burlarme un poco más de ti. Pero las madres están fuera de los límites. Me reí. —¿Desde cuándo? Te burlas de Bucky acerca de llamar a su madre prácticamente a diario. Aunque hablando de mi “nueva chica”, no he sabido nada de ella desde anoche, cuando respondió “LOL” a un divertido video que le envié. Solo un LOL. ¡A un video de un Chihuahua surfeando! Qué demonios. Cuando Matt sale del estacionamiento, le envío un texto rápido a Taylor. YO: ¿Qué estás haciendo, cosa caliente? No responde durante casi treinta minutos. Estoy en casa y en mi cocina haciendo un batido cuando finalmente me responde. TAYLOR: Trabajando. Tengo una cooperativa en la primaria de Hastings. Ah, bien. Había mencionado que estaba sirviendo como ayudante de maestra como parte de su requisito de título. YO: ¿Cena después? ELLA: No puedo :( ELLA: Tengo planes con amigas en el Diner. ¿Hablamos luego? Bueno, mierda. Ha pasado un tiempo desde que alguien rechazó una cita conmigo, e incluso eso fue solo para que pudiera llevarme a la cama más rápido. El rechazo de Taylor duele más de lo que sé qué hacer con eso, pero soy muy bueno fingiendo que no me importan las cosas. Fingir hasta que sea cierto, ¿verdad? YO: Seguro.

Taylor

E

stoy hasta el cuello con mariposas de papel y orugas de limpiapipas cuando suena la campana del final del día. Los niños dejan caer sus tijeras y barras de pegamento para correr hacia sus cubículos donde se guardan sus mochilas y abrigos. —No tan rápido —les recuerdo—. Vengan a guardar sus cosas y cuelguen sus proyectos para que se sequen. —¿Señorita Marsh? —Una de las chicas me toca el brazo—. No puedo encontrar mi zapato. Ella está triste en una bota impermeable púrpura y un calcetín de personaje de dibujos animados. —¿Cuándo fue la última vez que tuviste tu zapato, Katy? Ella se encoge de hombros. —¿Tú y Tamara intercambiaron zapatos otra vez? Otro encogimiento de hombros. Esta vez con un poco de puchero y mira sus zapatos que no coinciden. Me trago un suspiro. —Ve a buscar a Tamara y mira dónde dejó tu zapato. Katy se va. La veo progresar mientras recojo trozos de papel y vuelvo a colocar los escritorios en su posición correcta. Con la guía de Tamara, quien no está usando zapatos, encuentran el calzado perdido en el rincón de lectura con los disfraces que la señorita. Gardner usa para que los niños representen personajes mientras leen en voz alta. Lo que pasa con los alumnos de primer grado es que mienten tanto como respirar. Simplemente no son muy buenos en eso todavía. Eso, y es casi malditamente imposible mantener toda su ropa en ellos. La mitad de mi trabajo es asegurarme de que los enviemos a casa usando solo con lo que llegaron. Síp. Es una batalla ingrata y sin fin contra la caja de objetos perdidos.

—Si existieran los piojos de los pies —dice la señorita Gardner mientras vemos a los últimos rezagados—, el CDC9 pondría en cuarentena esta clase. Sonrío. —Al menos todavía hace suficiente frío afuera como para que usen sus calcetines. Odiaré ver qué sucederá cuando haga calor. Ella suelta una respiración derrotada. —Es por eso que mantengo un spray antihongos en mi escritorio. Ese es un pensamiento encantador. La primaria Hastings está a solo diez minutos a pie de mi edificio de apartamentos. No hay rascacielos en Hastings, solo pequeños edificios y tiendas, y calles residenciales bordeadas de casas adosadas o viejas casas victorianas. Es un pueblo lindo y todo está a poca distancia, lo cual agradezco porque no tengo auto. Entré en mi pequeño estudio y tomé una barra de granola del armario. Mientras lo mastico, le envío un mensaje de texto a Sasha con mi mano libre. YO: No necesito vestirme elegante para la cena ni nada, ¿verdad? Nunca he salido con Lisa y esas chicas, así que no tengo idea de qué esperar. Pero solo nos reunimos en el restaurante, así que, realmente, ¿qué tan elegante puede ser? SASHA: ¿Vestirse elegante? Yo no lo haré. Jeans + camisilla + chaqueta de cuero + botas = yo. YO: De acuerdo, bien. También iré casual. ELLA: ¿Traerás a C? :P YO: ¿Por qué llevaría a C? ELLA: Lisa dijo que los amigos eran bienvenidos… YO: Jaja. Sasha sabe muy bien que Conor no es realmente mi novio, pero le encanta burlarse de mí. O tal vez ella piensa que, si se refiere a él como mi novio suficientes veces, entonces mágicamente se transformará de fingido a real. Pobre, ingenua Sasha. No tengo dudas de que Conor se aburrirá pronto, lo que significa que la farsa no puede durar mucho más.

CDC: Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, del inglés Centers for Disease Control and Prevention. 9

Una pena, de verdad, porque nuestra supuesta historia de amor sigue molestando a Abigail. Anoche, en una cena obligatoria en casa, el novio de Abigail no dejaba estar toda la “polla deportiva” que me estaba tragando mientras miraba descaradamente mis tetas. Durante el postre, comentó que me parecía a Marilyn Monroe solo que “extra curvilínea”, momento en el que Sasha le preguntó cómo es vivir la vida con un micropene. Mientras tanto, Abigail seguía rascándose el costado del cuello cada vez que aparecía el nombre de Conor, hasta que su piel estuvo roja, en carne viva y abriéndose. ¿Es posible contraer piojos de celos? Por supuesto, tal mezquindad estaría completamente por debajo de mí. Enteramente. YO: No crees que Lisa invitó a Abigail, ¿verdad? SASHA: Dios, espero que no. No tengo paciencia para 2 cenas seguidas con esa bruja. Si ella está allí, nos damos la vuelta y salimos, ¿trato? YO: Trato. Afortunadamente, cuando Sasha y yo entramos en el Diner más tarde esa noche, Abigail y su novio Kevin no están a la vista. Sin embargo, Lisa trajo a su novio Cory y Robin está sentada con un tipo que se presenta como Shep. Olivia vino sola, y termino sentada a su lado, con Sasha al otro lado. Apenas puedo tomar un bocado de mi comida antes de que las chicas empiecen a hablar conmigo. —Está bien, pero, ¿cómo es él en la cama? —pregunta Lisa, ignorando por completo la inquietud de su novio. Claramente, preferiría estar en cualquier otro lugar que estar en medio de las hazañas de Conor Edwards. Somos dos, hermano. —¿Qué tan grande es él? —exige Olivia. —¿Está circuncidado? —¿Cultivador o pelado? —¿Podríamos no hacerlo? —dice Sasha, levantando un dedo de pollo en el aire—. No quiero escuchar sobre pollas mientras estoy comiendo. —Gracias —murmura Cory.

—Bien, pero ¿es un buen besador? —Olivia tiene su teléfono afuera, abiertamente salivando en el Instagram de Conor. En este momento, los novios se han visto reducidos a masticar sus hamburguesas en un silencio inmaculado—. Parece que sería un buen besador. No demasiada boca. —¿Qué siquiera significa demasiada boca? —pregunto con una risa. —Ya sabes, cuando quieren tragar tus labios. No quiero sentir ninguna parte del beso en mi barbilla. —Olivia coloca sus codos sobre la mesa, un tenedor en un puño—. Dilo, Taylor. Quiero detalles sucios. —Sus besos con… —Un misterio. Desconocidos. No de mi incumbencia—. Aptos. —Aptos, dice ella. —Sasha niega con la cabeza, sonriendo—. Solo tú llamarías aptos a besos. —No sé, son besos. —Me encojo de hombros torpemente. ¿Cuánto hay que decir sobre el tema? Nada, en realidad, cuando estoy trabajando en una experiencia totalmente fabricada. No es que la idea no sea atractiva. Conor es increíblemente atractivo, y tiene unos labios muy, muy bonitos. Llenos, de una forma masculina. Parece el tipo de persona que trata los besos como su propia búsqueda en lugar de un medio para un fin. Para ser justos, no he besado a mucha gente, solo cuatro, para ser exactos, y tres de esos cuatro fueron experiencias terribles. El primer año de secundaria fue mi primer beso, y los dos apestamos. Demasiada lengua. Nos besamos varias veces después de eso, pero no mejoró. Luego llegó el primer año de la universidad, cuando me presionaron para besar a Rebecca durante la semana de iniciación, y el segundo año, cuando accidentalmente besé al novio de Abigail en un reto. Mi cuarto intento de besar no fue horrible. Tampoco lo mejor de lo mejor, pero al menos no incluyó toneladas de saliva o contacto forzado. Salí con un chico llamado Andrew durante cuatro meses y fue un besador decente. Sin embargo, nunca fuimos más allá de tocarnos en seco, que es probablemente la razón por la que rompimos. Afirmó que era porque yo no podía “abrirme” a él, y supongo que eso también jugó un papel importante para él, pero ambos sabíamos que la parte de no tener sexo no era suficiente para él. Yo solo... no me sentía cómoda haciéndolo con él. A veces me pregunto si alguna vez conoceré a un chico que me haga sentir lo suficientemente segura como para quitarme toda la ropa delante de él.

—Oh Dios mío. —Olivia casi se mete debajo de la mesa. A su lado, Lisa se ahoga con su refresco y comienza a toser su pulmón. Me doy la vuelta para ver qué las tiene así. El jodido Conor Edwards. ¿Por qué no estoy sorprendida? Siento que tiene sentidos arácnidos que lo alertan cada vez que chicas discuten sobre su pene. Su metro noventa caminan a través del lugar hacia nuestra mesa. Lleva su chaqueta de hockey negra y plateada de la universidad y un par de jeans azul oscuro que abrazan sus largas piernas. Sus ojos gris acero brillan con picardía mientras se pasa una mano por el largo cabello rubio. Cuando su mirada cae sobre mí, la emoción en su amplia y completa sonrisa hace un número en mi cabeza. Y mi pulso. Oh Señor. Los hombres no deberían ser tan bonitos. —Nena, te extrañé. —Conor me levanta de mi silla y me envuelve en sus brazos. Huele muy bien. No sé qué tipo de productos usa, pero siempre huele vagamente a océano. Y a coco. Amo el coco —¿Qué estás haciendo aquí? —susurro. —Cenando con mi novia —dice con una sonrisa maliciosa que sugiere que no está planeando nada bueno—. Ella trata de mantenerme encerrado en su habitación todo el día —dice Conor a la mesa—, pero pensé que sería divertido conocer a sus amigos. Por un momento aterrador, creo que se está inclinando para besarme y lamo mis labios e inhalo lentamente, todo mi cuerpo rígido y firme. En lugar de eso, presiona el toque más ligero de sus labios en la punta de mi nariz. Como consecuencia, no sé si estoy decepcionada o aliviada. —Entonces esto sucedió rápido. —Olivia deja espacio para que Conor levante una silla y se siente entre ella y yo. No me pierdo la forma en que su mirada hambrienta sigue cada uno de sus movimientos. —¿Se conocieron antes de la fiesta? —pregunta Lisa. Sus ojos no son tan hambrientos, probablemente para no humillar más a su novio, pero está igual de centrada en Conor como lo está Olivia. —No, no lo hicimos —respondo por él—. Nos conocimos por primera vez esa noche.

—Ella me voló la cabeza. —Conor pone su brazo alrededor de mis hombros, dibujando pequeños patrones con la punta de sus dedos—. El tiempo es relativo. Solo para joder con él, coloco mi mano sobre su muslo y le digo al grupo: —Ya está tratando de convencerme de que lo deje mudarse conmigo. Pero mi intento jodidamente fracasa. En primer lugar, su muslo es duro como una roca debajo de mi palma. Segundo... bueno, no puedo pensar en una segunda cosa ahora porque mi mano está en el muslo de Conor Edwards. Antes de que pueda apartar mi mano, Conor me cubre los nudillos con una gran palma, efectivamente atrapándome allí. La calidez de su toque me hace luchar contra un escalofrío. —Obviamente mi chica piensa que es demasiado pronto —dice solemnemente—. Pero no estoy de acuerdo. Nunca es demasiado pronto para mostrar lo comprometido que estás, ¿verdad? —Dirige esto a los novios, que cada uno suelta clichés en una lucha loca para evitar terminar en la caseta del perro. —Sí, si está destinado a ser, está destinado a ser —dice Cory. —Cuando lo sabes, lo sabes —concuerda Shep. Sasha resopla ruidosamente, luego toma un sorbo de su refresco. —Conor ama el compromiso —explico—. Él ha estado planeando su boda desde que era un niño pequeño. ¿Verdad, nene? —Correcto. —Me pellizca bruscamente el pulgar, pero su expresión es inocencia. —Incluso tiene uno de esos, ¿cómo lo llamas, Con? ¿Un tablero de amor? —Es solo una cuenta de Pinterest, nena. —Él mira alrededor de la mesa—. Cómo voy a saber qué tipo de centros de mesa de recepción de boda me gustan si no tengo algunas opciones para elegir, ¿verdad? Olivia, Lisa y Robin se arrancan las bragas y las arrojan a la hermosa cabeza de Conor. Mientras tanto, Sasha parece que está luchando por no reírse. —¿Te vas a casar, Con? —Una nueva voz arrastra la voz—. ¿Qué, mi invitación se perdió en el correo? Me muevo para ver a una mujer deslumbrante vestida de negro que se acerca a la mesa. Golpea ligeramente el hombro de Conor con su cadera, con una sonrisa irónica en sus labios rojos.

Esta chica es increíblemente hermosa. Cabello oscuro, ojos oscuros, esos labios de zorra. Y tiene el tipo de cuerpo perfecto con el que solo puedo soñar: cintura delgada, extremidades largas y senos perfectamente proporcionados. Inmediatamente me siento cohibida con mis leggins y mi suéter blanco suelto. Tiendo a usar camisas de gran tamaño que caen de un hombro porque ocultan las curvas debajo de ellas pero aún muestran un poco de piel. Los hombros desnudos son el tipo seguro de piel. El resto permanece oculto. —Lo siento, Bren, no estás invitada —responde Conor—. Eres demasiados problemas. —Mmm-hmmm, claro. Yo soy la de los problemas. —Su mirada baja a la mía y a nuestras manos unidas antes de fijarse en mi rostro—. ¿Y tú eres? —Taylor —responde Conor fácilmente, y me alegro de que lo haga porque mis cuerdas vocales se han congelado. ¿Y quién eres TÚ? Quiero exigir. Bien, supongo que ella es una ex de él, o al menos una examante, y la envidia que me cubre la garganta hace que sea difícil mantener una expresión neutral. Por supuesto, este es el tipo de mujer que atraería a Conor. Ella es la perfección. —Nena, esta es Brenna —presenta Conor—. Ella es la hija de mi entrenador. Peor aún. Ahora tengo escenarios porno sobre amor prohibido pasando por mi cabeza. La hija del entrenador y el jugador estrella fortachón. Ella dándole una mamada en el vestuario y luego tienen sexo en el escritorio de papi. —Espera, te conozco. Brenna Jensen. ¡Sales con Jake Connelly! — suelta Lisa de repente. La diosa de cabello oscuro entrecierra los ojos. —Sí, ¿y? —Y, eso es... tienes mucha suerte —respira Lisa—. Jake Connelly es... —¿Es qué? —exige su novio Cory, su tono revela que está oficialmente harto de la forma en que su chica ha estado actuando toda la noche—. Termina esa oración, Lisa, ¿él es qué? Creo que Lisa sabe que lo ha llevado demasiado lejos, porque retrocede como si fuera un evento olímpico. —Es uno de los mejores jugadores de la LNH —finaliza ella.

—¿Uno? —Brenna se burla—. No, cariño, él es el mejor. Conor se ríe suavemente. —¿Qué estás haciendo aquí, B? —Recogiendo la cena para papá y para mí. Él no puede cocinar una mierda y estoy cansada de comer comida quemada cada vez que lo visito. Hablando de comida... —Su mirada se dirige al mostrador, donde una de las camareras en la caja registradora está señalando a Brenna—. Disfruta el resto de tu noche, Con. Trata de no fugarte para casarte sin avisarle a tu entrenador de antemano. Todos la miran irse, y esta vez son los ojos de Cory y Shep que están vidriosos. Brenna es sexo personificado. Ella camina con tanta confianza en sus caderas que una vez más estoy nadando de envidia, incluso sabiendo que tiene un novio y, por lo tanto, no hay amenaza para mi relación falsa. —Oye —reprende Lisa, golpeando el brazo de Cory. —La venganza es una perra, ¿no es así? —murmura él, su atención aún fija en el trasero de Brenna Jensen. Sasha sonríe a nuestra hermana. —Te tiene allí, Lisa. —Bien, de vuelta al tablero de bodas de Conor en Pinterest — anuncia Olivia. —Nah —dice Conor—, esas fotos son solo para Taylor. Aunque... podríamos necesitar agregar algunas muestras de vestidos como inspiración, ¿eh, nena? Me trago una risa. —Definitivamente, nene. —¿Esto... —La mirada de Olivia se dispara entre nosotros—…está poniéndose serio? Conor me mira. Espero su habitual travesura vertiginosa y alegría, y ciertamente está ahí, pero esta vez, también hay algo más. Una intensidad pasajera en el pliegue de su frente y la línea recta de sus labios. —Está llegando allí —le dice él a Olivia. Pero su mirada no deja la mía.

Taylor

L

a cena en el Diner se convierte en bebidas en Malone’s, el bar deportivo de la ciudad. Conor invita a algunos de los muchachos del equipo a unirse a nosotros. Al igual que algunas de mis otras hermanas Kappa aparecen. En el cuarto de atrás, cerca de las mesas de billar y los tableros de dardos, juntamos algunas mesas para acomodar nuestra fiesta en expansión. Si bien los compañeros de equipo de Conor tienen que preocuparse por los playoffs y mantienen su consumo de alcohol al mínimo, las chicas no tienen esas restricciones. Mis compañeras Kappas se han envalentonado por sus hormonas y están en camino a soltarlas. A excepción de Rebecca, que ordenó una Coca-Cola Light. Está a unos pocos asientos de distancia y no me ha mirado una vez. Me sorprendió que incluso saliera esta noche, pero sospecho que no sabía que yo estaba aquí cuando Lisa la invitó. Desde la semana de iniciación, básicamente ha corrido hacia otro lado cada vez que me ha visto venir. —No estás enojada, ¿verdad? —Conor se sienta a mi lado con nuestras bebidas que acaba de buscar del bar. Hay cierta inquietud en sus ojos. Como si tal vez se hubiera dado cuenta de que ir a cenar e invitarse a sí mismo a tomar algo es más invasivo que encantador. —No enojada, no. —Lo miro por encima de mi bebida—. Pero sí curiosa. —¿Oh? —Un indicio de su característica sonrisa juguetona aparece—. ¿Por? —Lo qué te llevó a cazarme y someterte a las rabiosas y hambrientas miradas de mis hermanas de hermandad. Seguramente tienes mejores cosas que hacer. —Tenemos que mantener las apariencias, ¿verdad? —Está tratando de jugarlo amablemente, mostrando su sonrisa descarada y sus encantos coquetos, pero esta vez no voy a caer. Algo está sucediendo. Hay una tensión en su comportamiento que no le conviene. —Hablo en serio —insisto—. Quiero una respuesta real. Somos interrumpidos por un fuerte golpe en la mesa. Cortesía de mi hermana Beth Bradley, quien apareció hace solo treinta minutos y ya está más achispada que todos los demás.

—Deberíamos jugar Reto o Reto —anuncia, golpeando la mesa hasta que ha llamado la atención de todos. Ella me levanta una ceja, mordiéndose el labio pícaramente. Si bien Lisa y Olivia no parecen ser fanáticas de Abigail, sé que Beth es algo amistosa con ella, lo que significa que estoy en guardia al instante. —Deberíamos conseguir un nuevo juego —respondo secamente. —¿Qué es Reto o Reto? —Al otro lado de la mesa, Foster acaba de cometer el pecado capital de ser voluntario. Pobre bastardo tonto. —Bueno —dice Beth—. Te desafío a un reto y debes completarlo bajo la pena de muerte. Los otros chicos se ríen. —Suena intenso —comenta Matt. —No sabes ni la mitad —digo. No puedo evitar mirar en la dirección de Rebecca con un pequeño nudo en la garganta. Cualquier amistad potencial que pudiéramos haber tenido fue solo otra víctima de este estúpido juego. —Aquí. —Sasha empuja un chupito delante de mí. Acaba de regresar de su propio viaje al bar, metiéndose entre Matt y yo. Los dos se han visto bastante cómodos toda la noche. Miro el vaso con cautela. Beber esto sería una idea terrible. Uno, no manejo bien el licor, y dos, en lo que concierne a Conor, tengo que mantener mi ingenio conmigo. Hay trampas en todas partes, agujeros llenos de afiladas lanzas de bambú que esperan atravesarme. —Adelante —insta Sasha—. Te quitará el borde. Así que bajo el trago. Sabe a goma de canela y regaliz, y no en el buen sentido. —Solo quería verte —murmura Conor en mi oído, continuando nuestra conversación como si nunca se hubiera detenido. La combinación de licor que calienta mi sangre y su cálido aliento en mi cuello hace que mi cabeza se vuelva un poco borrosa. Me inclino más cerca, mi brazo sobre su muslo para mantenerme estable. —¿Por qué? —murmuro en respuesta. Esta vez la conversación se detiene. Su atención se ha desviado hacia su compañero de equipo, quien está creyendo tontamente que Beth no lo dice en serio. —Adelante entonces —dice Foster—. Dame tu mejor tiro.

—Cuidado —advierte Conor—. He visto su trabajo. —Oh no, no me retes a dormir con una linda rubia —dice Foster sin emoción en su voz—. Eso sería lo peor. —Bien. —Beth se endereza, entrecerrando los ojos hacia él—. Te reto a que hagas que cualquier mujer en este bar tome un chupito de la cintura de tus pantalones. Conor y los chicos se echaron a reír. —Oh mierda, amigo. Déjame videollamar a Gavin para esto. —Matt saca su teléfono, su brazo musculoso se desliza fuera del hombro de Sasha. —Sí, genial. —Foster se pone de pie de un salto mientras Lisa va a ordenar el chupito requerido—. ¿Cómo va todo, Beth? ¿Tienes sed? —No-oh. No puedo hacerlo tan fácil. Mejor empieza a cazar, muchachote. Tienes cinco minutos o enfrentas las consecuencias. Tan pronto como Lisa está de vuelta con el chupito, Foster está al acecho. Empieza escaneando la habitación en busca de grupos de chicas que no parezcan tener novios hostiles que se preocupen. Matt y Bucky saltan de sus sillas y lo siguen en busca de apoyo moral y para buscar su conquista. —¡Tic-tac! —Olivia se burla de él mientras todos observamos su progreso—. Mejor apúrate. En poco tiempo, Foster tiene una pelirroja de rodillas. Observamos con los ojos muy abiertos e impresionados cómo la chica toma el chupito y se levanta con una cereza entre los labios. La chica tiene sus movimientos. Unos segundos más tarde, Foster regresa a nuestra mesa con una sonrisa tonta y su pecho hinchado. —Demasiado fácil —dice, y luego bebe su cerveza—. Mi turno ahora. Beth. Ella le sonríe. —Dame tu mejor tiro. Foster y sus compañeros de equipo tienen una conferencia antes de desafiar a Beth a besarse con una chica de su elección mientras las dos chicas intercambian sostenes. Sin la menor vacilación, Beth recluta a Olivia, quien, como estoy descubriendo esta noche, posee una racha salvaje y un sentido del humor bastante decente. No sé por qué nunca habíamos pasado el rato.

Sin perder tiempo, las dos Kappas se ponen de pie y juntan los labios mientras cada una mete sus brazos bajo sus blusas para desabrochar sus sostenes y sacarlos por sus mangas, luego cambiarlos y ponérselos de nuevo. Sucede tan rápido que los hombres se quedan sin palabras y boquiabiertos. —¿Eso acaba de suceder? —pregunta Cory estúpidamente. —Eso fue algún tipo de brujería —comenta Conor a mi lado. Cometo el error de mirar a Rebecca nuevamente, y esta vez en realidad ella me devuelve la mirada. Lo que sigue es la mirada más incómoda de la historia de la humanidad. Rompo el contacto visual cuando escucho a alguien decir: —Taylor. —¿Eh? —Me giro al escuchar mi nombre. Olivia agita los dedos como un villano de dibujos animados. —Es tu turno. Te reto a… Cierto. Por eso no habíamos pasado el rato. Porque cualquiera que me conozca bien y que considere un amigo no me pondría en el centro de atención de esta manera. Sasha debe leer el pánico en mi cara. —Oh vamos. ¿Taylor no ha hecho lo suficiente? Creo que se ha ganado su retiro. —...a darle a Conor un baile de regazo —termina Olivia alegremente. A la mierda mi vida. Conor se pone rígido. Sus ojos se encuentran con los míos, y aunque su expresión no revela nada, puedo sentir su preocupación. No nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero es lo suficientemente perceptivo como para saber que prefiero aceptar la pena de muerte que este reto vergonzoso. —Diablos no —declara, poniéndose de pie—. No quiero que un montón de pervertidos borrachos miren a mi novia. Para mi sorpresa, se quita la sudadera que trae puesta. Ahora está una camiseta blanca ajustada que marca sus brazos esculpidos y los abdominales de la tabla de lavar. Olivia jadea audiblemente. Él ladea la cabeza de repente, una lenta sonrisa se extiende por su rostro.

—Genial. Incluso tengo la música de mi lado —dice arrastrando las palabras. Luego tira de mi silla hacia atrás un poco y se interpone entre la mesa y yo. —¿Qué estás haciendo? —digo ahogadamente. —Volando tu mente. —Me guiña un ojo. El pánico me llena el estómago cuando reconozco la canción que sale del sistema de sonido del bar. “Pour Some Sugar on Me” de Def Leppard. Oh jódeme. —No lo hagas —le ruego a Conor, el miedo llenando mi voz—. Por favor no. En lugar de prestar atención a mis súplicas, él se lame los labios, balancea las caderas y se lanza a una actuación obscena. Oh Dios mío. Mi novio falso me está dando un verdadero baile de regazo. —¡Trabájalo, bebé! —grita Beth, mientras Olivia y las otras chicas se transforman en la viva personificación de los emojis de ojos de corazón. Cuando trato de cubrir mis ojos, él aleja mis manos y las pasa por sus abdominales. Luego las presiona contra su trasero mientras gira y se mueve frente a mí con los silbidos mientras el bar completo se detiene para mirarnos. A pesar de lo mortificante que es la atención, Conor es extrañamente bueno en esto. Y después de que el terror inicial desaparece, la forma en la que él está jugando es más tonto que sexy se vuele bastante divertida. Me encuentro riendo junto con todos los demás, mientras Foster y Bucky empiezan a gritar el coro de la canción. Es todo diversión y juegos hasta que no lo es. Porque entonces pestañeo y el humor en los ojos hermosos de Conor se convierte en algo más llamativo. Ojos grises semi abiertos se fijan en mí, él se inclina ligeramente y empuja una mano por mi cabello. Los largos dedos se enredan en mis hebras gruesas. El tiempo se detiene. Ya no está bailando. No se está moviendo. Pero sí se está moviendo. Se está acercando a mí y sé lo que está a punto de hacer. Va a besarme. Va a besarme aquí, ¿en frente de todos en Malone’s? De ninguna jodida manera. Él dijo que le gustan los juegos, pero este se le ha salido de las manos. Antes de que pueda presionar sus labios contra los míos, me lanzo fuera de la silla tan rápido que él casi cae al suelo. Miro solo por un

segundo su mirada desconcertada antes de salir corriendo hacia el corredor trasero. La puerta allí se dirige hacia el callejón a un lado del estacionamiento, y entro a tropezones, aliviada de encontrarlo vacío. Mi corazón está palpitando como loco, me inclino contra una pared de ladrillos detrás de Malone’s y me saco el suéter para dejar que el aire helado corra por mi piel. Mi aliento sale en nubes blancas, pero el sudor sigue acumulándose en mi pecho. Está casi por encima de congelante, sin embargo, estoy ardiendo en solo una camiseta. —¡Taylor! —La puerta se abre de golpe—. Taylor, ¿estás aquí afuera? No digo una palabra, escondiéndome en la sombra del edifico. Solo quiero que se aleje. »Mierda, allí estás. —Conor aparece frente a mí con preocupación grabada en su prefecto rostro—. ¿Qué está mal? ¿Qué sucedió? —¿Por qué harías eso? —murmuro, mirando el suelo. —¿Qué? No entiendo. —Él estira la mano para tocarme y me alejo de su agarre—. ¿Qué hice mal? Solo dime así puedo solucionarlo. —No puedo hacer esto. No quiero ser más un juego para ti. —No eres un juego —protesta él. —Y una mierda. Me dijiste que estabas aburrido y que amas los juegos. Esa es la razón por la que cambiaste tu estúpido estado de MyBri y apareciste en la cena esta noche. Esta es alguna extraña forma de entretenimiento para ti. —Sacudo la cabeza—. Bueno, no te voy a entretener más. —Taylor… —Lo siento. Sé que esto es mi culpa y te metí en esto en la fiesta Kappa, pero terminé. El juego ha terminado. —Intento caminar a su alrededor, pero él bloquea mi camino—. Conor. Muévete. —No. —Por favor. Solo muévete. Ya no tienes que pretender estar en esto. —No —repite—. Escúchame. No eres un juego. Quiero decir, sí, pensé que sería divertido meterme con las de tu hermandad y hablar de los tableros de bodas y toda esa mierda loca, pero no estoy fingiendo contigo. Te lo dije la noche que nos conocimos lo caliente que pienso que eres. No digo nada, evitando sus ojos. »No vine esta noche por quién estuviese mirando. Vine porque estaba sentado en casa pensando en ti y no podía aguantarlo ni un minuto más.

Lentamente levanto la cabeza. —Y una mierda —acuso de nuevo. —En honor a la verdad de Dios. Me gusta estar contigo. Me gusta hablar contigo. —Entonces ¿por qué hacer algo tan estúpido y arruinarlo todo al intentar besarme? —Porque quería saber qué se siente besarte y tenía miedo de que nunca lo descubriéramos. —La esquina de su boca se arquea—. Pensé que, si lo intentaba en público, tendría una mejor oportunidad, porque así tendrías que besarme por las apariencias. —Esa es una razón tonta. —Lo sé. —Da un paso tentativo hacia mí. Esta vez cuando estira la mano para tomar la mía, lo dejo. —Pensé que estaba ayudando —dice avergonzado—. Pensé que estaba protegiéndote de tener que hacer ese ridículo reto y nos estábamos riendo. Lo entendí mal y lo siento por eso. —Su voz vuelve gruesa—. Pero sé que no estoy entendiendo esto mal. —Su pulgar frota adentro de mi palma y trago—. Te gusto. Ugh. Todo era tan simple hace unos días. ¿Verdad? Una pequeña broma entre amigos. Ahora hemos cruzado la línea y no hay vuelta atrás. No tenemos que fingir que la tensión sexual es una broma, que el coqueteo casual no significa nada, que alguien no va a salir lastimado. En este caso, “alguien” soy yo. —No sé a dónde ir a partir de aquí. —Comienzo a hablar embarazosamente—. Solo que tal vez sería mejor si dejamos de salir. —No. —¿No? —Sí, veto esa sugerencia. —No hay que vetar nada. Si yo digo que ya no quiero salir, entonces mala jodida suerte. Esa es la forma que es. —Creo que deberías dejar que yo te bese. —Porque seguramente te dejaron caer de cabeza cuando eras bebé —replico. Con eso, Conor me da una sonrisa. Deja salir un suspiro y aprieta mi mano, luego la pone contra su pecho. Debajo de mi palma, su corazón está palpitando fuerte.

—Creo que hay algo aquí. —Hay una nota de desafío en su voz—. Y creo que tienes miedo de descubrir qué es. Pero no estoy seguro de por qué. Tal vez no crees que lo merezcas, no lo sé. Pero esa es una jodida tragedia, porque tú, de todas las personas, mereces ser feliz. Así que aquí está: voy a besarte, a menos que me digas que no. ¿Está bien? Voy a arrepentirme de esto. Incluso mientras lamo mis labios e inclino la cabeza, sé que voy a arrepentirme de esto. Pero la palabra “no” se rehúsa a salir de mi boca. —Está bien —susurro finalmente. Él toma completa ventaja de mi conformidad, inclinándose para rozar sus labios contra los míos. Al principio es la más ligera caricia, pero no toma mucho para que su beso se vuelva más profundo, urgente. Cuando pongo mis brazos sobre sus hombros y peino mis dedos por su cabello, él hace un sonido sexy contra mi boca. Medio gemido, medio suspiro. Siento su cuerpo completo tensarse contra el mío. Sus manos van a mis caderas, sus dedos mordiendo mi piel desnuda, y me presiona contra la pared hasta que no hay más luz entre nosotros. Su boca, tan gentil y tan hambrienta, el calor de su cuerpo, y la sensación de sus músculos enjaulándome… es surreal, emocionante. Mientras el deseo corre por mis venas, lo beso de regreso desesperadamente. Me olvido de mí misma. Me olvido de dónde estamos y todas las razones por las que no deberíamos hacer esto. —Sabes a canela —murmura él, y luego su lengua está explorando de nuevo, deslizándose sobre la mía y sacando un gemido desde lo más profundo de mi garganta. Me aferro a él, completa y totalmente adicta a la sensación de su boca contra la mía. Arrastro mis dientes sobre su labio inferior y siento en lugar de escuchar el gemido vibrar en su pecho. Sus manos se deslizan por mis costillas, empujándose debajo de mi blusa, hasta que están debajo de mis pechos. De repente deseo no haberme sacado el suéter, así tendría una capa extra de protección entre mi carne y el toque seductor de Conor. —Me pones tan caliente, Taylor. Sus labios encuentran mi cuello y entonces lo está chupando, desencadenando una ráfaga de escalofríos. La parte inferior de su cuerpo golpea la mía, sus caderas dando un empuje lento y sensual que me hace gemir de nuevo.

Me besa de nuevo, su lengua provocando la costura de mis labios. Luego se aleja y veo en sus ojos la misma necesidad y lujuria hambrienta que estoy sintiendo. —Ven a casa conmigo esta noche —susurra el jodido Conor Edwards. Y eso es lo que rompe el hechizo. Respirando fuerte, quito mis manos de sus hombros anchos y las dejo colgar en mi costado. Maldición. Maldición, ¿qué está mal conmigo? No soy una clarividente, pero no tengo que ser una para ver cómo todo esto va a desarrollarse. Voy a su casa. Pierdo mi virginidad con él. Estremece mi mundo por una increíble noche. Y entonces la siguiente semana, seré solo otra triste boba levantando mi mano junto con sus otras conquistas cuando pregunten quien se ha acostado con él. —¿Taylor? —Todavía me está mirando. Esperando. Me muerdo el labio. Alejándome de su cuerpo caliente, lentamente sacudo la cabeza y digo: —¿Me llevarías a mi casa?

Conor

N

o puedo leer a Taylor. Fuera del bar pensé que teníamos una conexión. A veces puedo ser un maldito idiota, pero sé cuándo una chica me está regresando el beso. Ella definitivamente sintió algo. Pero en el momento en que nos detuvimos, ella se apagó de nuevo, me cerró una puerta en la cara, y ahora la llevo a casa con la clara impresión de que está enojada conmigo de nuevo. No puedo entender lo que quiere de mí. Y la dejaría en paz, manteniéndome fuera de su vida, si creía que eso es lo que Taylor realmente quiere, pero no creo que ese sea el caso. —¿Cometí un error besándote? —pregunto, mirando hacia el lado del pasajero. Se volvió a poner el suéter, lo cual es una maldita pena. El top sedoso que llevaba antes era caliente como el infierno. Todavía me duele la polla. Está en silencio durante mucho tiempo, mirando por la ventana como si no pudiera alejarse lo suficiente de mí. Finalmente, ella me da una mirada rápida y dice: —Fue un beso agradable. ¿Agradable? Bueno, jódeme. Es la respuesta más indiferente a un beso que he recibido. Y no estoy seguro de que responda a mi pregunta. —Entonces, ¿qué sucede? —presiono. —Es solo... —Ella suelta un suspiro—. Quiero decir, piensa en toda esa gente en el bar mirándonos. Francamente, ni siquiera noté a nadie más. Cuando estoy con ella, solo estoy viendo a Taylor. Algo en ella me atrae, y no solo es el hecho de que mi cuerpo está preparado para ella. Sí, me encantaría follarla hasta quedar inconsciente, pero esa no es la razón por la que fui al restaurante sin ser invitado. Taylor Marsh no tiene idea de lo genial que es, y eso es una maldita lástima. —Lo siento si te avergoncé —digo roncamente—. Esa no era mi intención.

—No, lo sé. Pero vamos, tienes que saber lo que la gente diría de alguien como tú con alguien como yo. —No estoy seguro de lo que quieres decir. —Maldita sea, Conor, no actúes como si no fuera obvio. Lo entiendo, estás tratando de hacerme sentir mejor y eso es dulce, pero seamos reales. La gente nos ve y piensan, ¿qué está haciendo él con ella? Somos la gracia del chiste. —Mierda. No creo eso. —¡Dios mío, tú mismo lo escuchaste en el banquete! Escuchaste toda la mierda que Abigail y su ejército idiota decían de nosotros. —¿Y qué? Me importa una mierda lo que piensen los demás. —No vivo mi vida en base a las opiniones de otras personas o para complacer a nadie más que a mí mismo. Si jodidamente fuera así, me gustaría tratar de complacer a Taylor también. —Bueno, tal vez deberías. Porque puedo asegurarte de que no están pensando cosas bonitas sobre nosotros. Hay hielo en su voz que nunca había oído de ella. Odio, incluso. No está dirigido a mí, pero estoy empezando a tener una idea de lo profundas que son sus inseguridades. Mi próximo aliento sale desigual, frustrado. —Voy a seguir diciendo esto hasta que lo captes, pero no hay nada de malo contigo, Taylor. No hay una jerarquía arbitraria entre nosotros. Te deseo. Te he querido desde el momento en que te vi cruzar la habitación en esa fiesta. Sus ojos de color turquesa se ensancharon ligeramente. »Lo digo en serio —digo—. Tengo mil pensamientos sucios de ti al día. Esa noche en mi habitación cuando estabas corriendo tus dedos por mi cabello, estuve semi duro acostado allí. Me detengo afuera del edificio de apartamentos de Taylor y dirijo el Jeep al parque. Giro mi cuerpo para que esté frente a ella, pero sus ojos permanecen fijos hacia adelante. La frustración se construye de nuevo. —Lo entiendo. Tienes problemas con tu cuerpo. Lo que sea que hayas experimentado en tu vida, te ha hecho odiar tu aspecto y esconderte en leggins y suéteres holgados. Finalmente, gira su cabeza. —No tienes idea de lo que es ser yo —dice inexpresivamente.

—No. Pero creo que, si trataras, solo un poco, de aceptarte, podrías descubrir que todos los demás también tienen sus propias inseguridades. Y tal vez le creerás a un tipo cuando te dice que está muy atraído por ti. —Me encojo de hombros—. Usa la ropa que quieras, Taylor. Pero tu cuerpo es increíble y debes de ser capaz de alardear de ello, no vivir tu vida en una bolsa de papel. Ella se arranca bruscamente el cinturón de seguridad y agarra la manija de la puerta. »Taylor… —Buenas noches, Conor. Gracias por el viaje. Luego se ha ido, cerrando la puerta de golpe. ¿Qué mierda hice? Quiero salir y correr tras ella, pero reconozco la voz interna que me está instando a hacer eso. Es esa voz en la parte de atrás de mi cabeza de donde vienen todas mis ideas realmente tontas. El idiota autodestructivo que toma cualquier cosa buena, fácil y pura y comienza a desgarrarla con los dientes. La verdad es que Taylor no me conoce en absoluto. No tiene idea del imbécil que era en Los Ángeles o la mierda que hice para encajar. Ella no tiene idea de que la mayoría de las veces todavía no encajo; aquí, allá, o en cualquier lugar. Que durante años he estado probando máscaras hasta que casi he olvidado cómo luzco sin una. Nunca satisfecho con el resultado. Sigo tratando de convencer a Taylor ser paciente consigo misma, que aprecie su cuerpo y quién es, pero ni siquiera puedo convencerme a mí mismo. Entonces, ¿qué demonios estoy haciendo al meterme con una chica como ella, una buena persona que no necesita mis tonterías, cuando ni siquiera yo mismo me comprendo? Suspirando, tomo la palanca de cambios. En lugar de ir tras Taylor, conduzco a casa. Y me digo a mí mismo que es lo mejor.

Taylor

E

stoy aliviada cuando mi mamá conduce desde Cambridge el jueves para que almorcemos. Luego de dos días de esquivar llamadas de Conor y preguntas de Sasha respecto a lo que pasó la otra noche, necesito una distracción. Vamos a un nuevo sitio vegano en Hastings. En parte, porque mi mamá gruñe ante la idea de tragar otra comida grasosa para cenar y en parte, porque comer carbohidratos frente a ella siempre me pone nerviosa. Luzco como la imagen de mamá de “antes” en las tomas de Antes y Después en algunos comerciales de spa médicos europeos. Iris Marsh es alta, delgada y totalmente preciosa. Me dio la esperanza, durante la pubertad, de que algún día despertaría y me vería como su clon más joven. Tenía dieciséis antes de darme cuenta de que no iba a suceder. Supongo que solo tengo los genes de mi padre. —¿Cómo van las clases? —pregunta ella, colgando su abrigo sobre el respaldo de su silla, mientras nos sentamos con nuestras comidas—. ¿Estás disfrutando tus prácticas? —Sí, es genial. Definitivamente sé que la educación primaria es donde quiero estar. Los niños son geniales. —Sacudo mi cabeza, impresionada—. Y aprenden tan rápido. Es increíble ver su desarrollo en un periodo de tiempo tan corto. Siempre supe que quise ser maestra. Mamá intentó brevemente convencerme de perseguir un camino de profesora de universidad como ella, pero eso fue imposible. La idea de estar de pie, en frente de una habitación completa de chicos universitarios cada día, siendo analizada bajo su escrutinio… estallaría con urticaria. No, los niños pequeños estaban diseñados para ver a los maestros como figuras de autoridad primero. Si los tratas justamente, con amabilidad y compasión, te aman. Claro, siempre hay caprichosos y acosadores, pero a esa edad, los niños no son ni de cerca igual de críticos. —¿Qué hay de ti? —pregunto—. ¿Cómo va el trabajo? Mamá ofrece una sonrisa irónica. —Casi terminamos lo peor del efecto Chernobyl. Por desgracia, eso también significa que el dinero para investigaciones casi se ha terminado. Aunque fue bueno mientras duró.

Me río en respuesta. La serie de HBO fue lo mejor y lo peor que le sucedió al apartamento de ciencia nuclear e ingeniería de mamá, en el MIT desde Fukushima. La popularidad repentina trajo una energía renovada a los manifestantes anti-nucleares, quienes comenzaron a reunirse cerca del campus o en conferencias al exterior. También significó que las becas de investigación llegaron a chorros, junto con cada fanático que pensaba que iba a salvar el mundo. Excepto que, cuando notaban que había mucho más dinero en robóticas, automatización e ingeniería aeroespacial, cambiaban carreras antes de que sus padres descubrieran que sus cheques de matrícula estaban alimentando fantasías creadas por el tipo que escribió Scary Movie 4. Aunque es un buen show. —También finalmente llenamos la antigua posición del doctor Matsoukas. Contratamos a una joven de Suriname, que estudió con Alexis en el Estado de Michigan. La doctora Alexis Branchaud, o la tía Alexis como era conocida cuando solía quedarse con nosotras durante las conferencias de invitados en el MIT, es como la gemela francesa malvada de mamá. Las dos, con una botella de Bacardi 151, son un desastre natural. Por un tiempo, me pregunté si quizás la tía Alexis era la razón por la que rara vez veía salir a mi mamá. —Esta es la primera vez que la mayoría del departamento serán mujeres. —Genial. Aplastando átomos y al patriarcado. ¿Qué hay de los extracurriculares? —pregunto. Sonríe. —Sabes, los chicos normales no quieren oír sobre la vida sexual de sus madres. —¿Y de quién es la culpa? —Tienes un punto. —Significa mucho que tú lo digas. —La verdad —dice ella—, es que he tenido las manos llenas con el trabajo. El departamento está revisando el plan de estudio para la tesis de la maestría del otro año y el doctor Rapp y yo hemos estado ocupándonos de las asesorías del doctor Matsoukas. Elaine me hizo una cita con el compañero de ráquetbol de su esposo el mes pasado, pero dibujé una gran línea para hombres de mediana edad que aún se muerden las uñas. —Tengo un novio falso.

No sé por qué lo solté. Probablemente se me bajó el azúcar baja. No desayuné esta mañana y solo comí un tazón de uvas para cenar anoche mientras estudiaba para un examen en estrategias de diagnóstico y lectura correctiva. —De acuerdo. —Mi mamá luce justamente perpleja—. Define novio falso. —Bueno, comenzó como un reto, y luego como que se volvió una broma. Ahora, podríamos ya no ser amigos porque pude haberme enojado con él por intentar gustar de mí de verdad y continúo ignorando sus mensajes de texto. —Ajá —responde. Sus ojos azul océano se entornan en esa forma que lo hacen cuando evalúa un enigma. Mi mamá siempre ha sido brillante. Fácilmente, es la persona más inteligente que conozco. Pero cuando se trata de mí, nunca sentí que estuviéramos en el mismo material de lectura—. ¿Intentaste gustar de él también? —Definitivamente no. De acuerdo, quizás eso no es cierto. Sé que si me lo permito, desarrollaría sentimientos por Conor, absolutamente. He estado repitiendo nuestro beso una y otra vez en mi cabeza, desde el segundo en que me dejó en casa. Apenas pude concentrarme en estudiar anoche, porque no puedo dejar de pensar en la firmeza de sus labios, el calor de su cuerpo, la sensación de su polla dura como una roca presionándose contra mi vientre. No había forma de negar que él me deseaba esa noche. Me pidió que fuera a casa con él porque quería follarme, no hay dudas en eso. Pero ese es el problema. Sé que al minuto en que ceda, Conor despertará de este ensueño para darse cuenta de que debería estar con alguien mucho más caliente. He visto a las chicas con las que los tipos de su equipo salen; yo sobresaldría como un pulgar gordo e hinchado. No estoy interesada en ser el daño colateral una vez que Conor descubra eso. —Bueno, ¿por qué pelearon? —pregunta mamá curiosamente. —No es importante. Es tonto que siquiera lo mencionara. —Muevo mi tenedor alrededor de los restos de mi arroz de coliflor, e intento convencerme de terminarlo—. De todas formas, solo nos hemos conocido por un par de semanas. Culpo al tazón de ponche en la fiesta Kappa. Debí ser más sensata y no beber de un balde de pintura de veinte litros. —Sí —dice ella, sonriendo—. Debería pensar que te crie mejor que eso.

Sin embargo, mientras estamos regresando a su auto, algo sale por su cuenta de lo profundo de mi mente. —¿Mamá? —¿Sí? —¿Crees que…? —¿Que me visto como una vagabunda? ¿Que tengo el sentido de moda de una mujer de una escuela de literatura? ¿Que estoy condenada a vivir mi vida como una solterona? —. ¿Crees que la forma en que visto dice que estoy avergonzada por la forma en que luzco? Ella se detiene junto al auto y encuentra mis ojos, hay compasión en ellos. Incluso con su estilo minimalista, el cual generalmente consiste en negros, blancos y grises, siempre luce a la moda y compuesta. Fácil, supongo, cuando la ropa está hecha para tu tipo exacto de cuerpo. Siempre fue difícil crecer con una mamá como ella. No que ella no lo intentara; era mi animadora y elevadora de autoestima. Diciéndome constantemente lo hermosa que era, lo orgullosa que estaba de mí, cómo deseaba tener el cabello tan grueso y brillante como el mío. Pero a pesar de sus esfuerzos, no pude evitar compararme con ella en un círculo vicioso de auto-derrota. —Creo que tu ropa no dice nada sobre tu inteligencia, tu amabilidad, tu ingenio y tu humor —dice mamá con tacto—. Creo que deberías vestirte como te sientas más cómoda. Dicho esto... si no te sientes cómoda con la forma en que te vistes, tal vez esa sea una conversación que necesites tener con tu corazón en lugar de con tu armario. Bueno, ese es un voto en la columna de vagabunda de mamá.

En el camino a mi apartamento después de despedirme de mi madre, decido recibir la bala y enviarle un mensaje de texto a Conor. YO: ¿Estás en casa? Una bola de ansiedad se enrosca en mis entrañas una vez que presiono enviar. Después de ignorarlo durante dos días, ya tendría todo el derecho de haberme dado de baja. Fui un poco perra la otra noche, soy muy consciente de eso. A pesar de su falta de gracias sociales, Conor no tenía la intención de ofenderme, y no había razón para irme como lo hice. Ninguna, excepto que me sentía insegura y vulnerable y, en general, harta de mí misma, así que me desquité con él en lugar de explicarle cómo me sentía. La pantalla se ilumina.

CONOR: Sí. YO: Voy para allá, ¿bueno? CONOR: Sí. Los “sí” consecutivos no son exactamente prometedores, pero al menos no fui ghosteada. Cuando abre la puerta diez minutos más tarde, tirando rápidamente una camiseta sobre ese pecho desnudo, me golpea el mismo aleteo que sentí durante nuestro beso, como pinchazos de electricidad subiéndome por la espalda. Mis labios recuerdan los suyos. Mi piel zumba con el recuerdo de sus manos deslizándose por mis costillas. Oh, chico. Esto va a ser mucho más difícil de lo que esperaba. —Hola —digo, porque mi cerebro todavía está medio en el estacionamiento fuera de Malone’s. —Hola. —Conor mantiene la puerta abierta y asiente para que entre. Sus compañeros de cuarto están escondidos o afuera mientras me lleva escaleras arriba a su habitación. Mierda. Incluso había extrañado la forma en que huele su habitación. Como su champú que huele a océano, y cualquier colonia que usara el martes por la noche. —Taylor, quiero… —No. —Lo detengo, levantando mi mano en el aire entre nosotros. No puedo pensar con claridad cuando él está en mi burbuja—. Yo primero. —Bien, entonces. —Encogiéndose de hombros, se sienta en el pequeño sofá mientras yo junto mis nervios. —Fui una mierda contigo la otra noche —digo con pesar—. Y lo siento. Tenías razón, estaba avergonzada. No me gusta la atención, buena o mala. Así que tener una habitación llena de gente mirándome jodidamente fue lo peor. Pero solo hiciste ese tonto baile de regazo porque pensaste que me estabas salvando de un destino mucho peor, y no te di las gracias o al menos te di crédito por intentarlo. Eso no fue justo. Y luego con el… —De alguna manera no creo que pueda decir “beso” en voz alta sin gemir—…las cosas de afuera, entré en pánico. Eso no fue tu culpa. —Bueno, excepto cuando comencé con los consejos de moda — señala con una sonrisa autocrítica. —Sí, no, ese fuiste todo tú, idiota. Deberías haberlo sabido mejor.

—Créeme lo sé. Ya tuve la charla de Demi y Summer. Novias de amigos —aclara cuando se da cuenta de mi mirada en blanco. —¿Hablaste con las novias de tus amigos sobre nuestra pelea? — Por alguna razón, estoy extrañamente conmovida. —Sí. —Se encoge de hombros adorablemente—. Necesitaba que alguien me dijera dónde la cagué. Aparentemente, criticar la ropa fue un crimen contra tu feminidad. Resoplo. Conor levanta sus manos en señal de rendición. »Y ni siquiera fue lo que quise decir. Mi cerebro hizo cortocircuito después de… —Imitándome un poco, me guiña un ojo y dice—: Las cosas de afuera, y perdí todo el control de mi mejor juicio o la parte que me impide hacer el ridículo. —Él me da esa sonrisa descarada que nunca deja de hacer que mi corazón se acelere—. ¿Me perdonas? —Estás perdonado. —Me detengo—. ¿Me perdonas por ser perra contigo? —Estás perdonada. —Tentativamente, se pone de pie, avanzando lentamente hacia mí. Se eleva sobre mí con su estructura atlética—. Entonces. ¿Amigos de nuevo? —Amigos. Conor me abraza y es como si nunca hubiera dejado sus brazos. No sé si quiero que se detenga. No sé cómo lo hace, me hace sentir tan cómoda con solo un abrazo o una sonrisa. —¿Quieres que te lleve al campus? Tengo clase en una hora. ¿Podemos tomar un café? —Suena bien. —Me siento en su cama mientras se viste y entra y sale del baño recogiendo sus cosas—. Me preguntaba algo. —¿Sí? —Se detiene en la puerta con el cepillo de dientes en la boca. —¿Te gustaría pasar el rato este fin de semana? ¿Tal vez venir de compras conmigo a Boston? Conor levanta un dedo y desaparece. Unos segundos después, vuelve de limpiarse la boca con una toallita. —No puedo, nena. Tengo un partido de semifinales en Buffalo. —Oh, mierda, cierto. Lo sabía. No hay problema. Algún otro… —Toma mi Jeep. —Conor arroja la toallita en su cesto de ropa. —¿Qué?

—Sí, ven a mi partido —dice, sus ojos se iluminan—. Conduces hasta Buffalo en mi Jeep y le pediré permiso al entrenador para saltarme el viaje de regreso. Podemos quedarnos una noche más e ir de compras, pasar el rato, lo que sea. —¿Estás seguro? Siento que es un gran permiso. Apunta su sonrisa torcida hacia mí. Sacando la artillería pesada, ya veo. —Si ganamos, quiero que estés allí para celebrarlo con nosotros. Si perdemos, puedes emborracharme y ayudarme a sentirme mejor. —Oh, ¿sí? No sé si estoy preparada para el tipo de caricias al ego que eso requeriría. Se ríe de las insinuaciones. Se siente bien poder bromear de nuevo. Todo lo que tenemos que hacer es fingir que ese tonto beso nunca sucedió, y todo puede volver a ser como era antes. Es decir, si ambos ignoramos las implicaciones de pasar un fin de semana fuera de la ciudad juntos. —¿Entonces es un plan? —pregunta él. —No me lo perdería —digo a la ligera. —Genial. —Agarra su mochila y bajamos las escaleras hacia la sala de estar. Conor abre la puerta y me indica que salga primero—. Entonces, no es que no esté agradecido por la invitación, pero ¿por qué vamos de compras? Le guiño un ojo por encima del hombro. —Me haré un cambio de imagen.

Conor

L

a semifinal contra Minnesota es pesada desde el primer pitido. Gracias a algunos comentarios basura en las redes sociales, nuestro equipo entra caliente para el juego del viernes por la noche y listo para comerse esos imbéciles en la cena. Sin embargo, nos atenemos a nuestro plan de juego; alta presión, sé físico. Minnesota es un equipo técnico, pero no podrá absorber nuestra presión durante sesenta minutos. No dejaremos que toquen el disco sin sentirnos respirar detrás de sus cuellos. En cada pase les haremos saber que vamos a hacer que duela. Terminamos sin goles después del primer tiempo. Luego, justo al salir de la puerta en el segundo, Hunter consigue el disco en una escapada y lo dispara a la red para ponernos en el tablero primero. —¡Buen chico! —grita el entrenador desde el banco, golpeando su portapapeles contra el plástico. Pide un cambio de línea, y Hunter y yo nos lanzamos sobre la pared y nos echamos agua en la boca con botellas haciendo publicidad al logo de Gatorade. El resto de nuestra línea se instala en el banco, todos los ojos pegados al hielo. Los defensas de Briar están luchando por mantener a Minnesota fuera de nuestra zona, el entrenador les grita que se reúnan. —Amigo, tienes que hacer exactamente el mismo movimiento de nuevo —le dice Bucky a Hunter—. Llévate a ese jodido pelirrojo y corre, no es lo suficientemente rápido como para seguir tu ritmo. Bucky tiene razón. Hunter es el hombre más rápido en el hielo esta noche. Nadie puede detenerlo. Cambiamos sobre la marcha, sustituyendo a Alec y Gavin por mí y el capitán. Golpeamos el hielo con fuerza, listos para ampliar nuestra ventaja con otro gol. Pero Minnesota debe estar viendo su vida pasar ante sus ojos, porque la próxima vez que Hunter reciba un pase, el número diecinueve de Minnesota lo golpea contra las tablas. Veo jodidamente rojo al ver a mi capitán ser tacleado, y antes de que suene el silbato, tengo a ese idiota contra el cristal. —Suéltame, niño bonito —gruñe. —Oblígame.

Intercambiamos algunos puñetazos y codazos. En un momento, siento a alguien dándome golpes en las costillas mientras ambos bancos se despejan para tomar lugares en la pelea. Al final, diecinueve y yo nos sentamos en nuestros respectivos lugares de penalización por pelear. Joder, valió la pena. Minnesota nos empata con un tiro de muñeca de uno de sus delanteros justo cuando termina el segundo período. Caminamos penosamente hacia nuestro vestuario sintiendo el peso de ese marcador, 1-1, presionando sobre nuestros hombros. —¡Inaceptable! —El entrenador Jensen arremete a nuestros defensas tan pronto la puerta se cierra—. Dejamos que nos dominaran esos últimos tres minutos. Dónde estaba nuestra defensa, ¿eh? ¿Masturbándose en la esquina? Matt, quien fue el máximo anotador de la defensiva durante toda la temporada, agacha la cabeza, avergonzado. —Lo siento, entrenador. Es mi culpa. No pude interceptar ese paso. —Tenemos esto, entrenador —dice Hunter con acero en sus ojos—. Los acabaremos en el tercero. Pero todo sale mal en el tercer tiempo. Gavin cae al hielo de la nada con un tirón de la corva y tiene que salir del juego. Matt luego es arrojado a la basura con una penalización grave. Nos las arreglamos para hacerlo bien, pero con el tiempo acabándose, parece que Minnesota nos está ganando. Están tomando su segundo aliento mientras la mitad de nosotros estamos desinflándonos. Mantener la presión alta se vuelve más difícil y se forman grietas en nuestra defensa. La ofensiva no puede encontrar oportunidades para forzar pérdidas de disco o escapar. El juego se convierte en una batalla brutal y es cuesta arriba para nosotros. Nuestro oponente ahora es más rápido y agresivo, y ahí es cuando sucede. Minnesota hace cuatro pases ininterrumpidos y nos atrapa a todos un paso demasiado lento. Su lateral izquierdo golpea el disco más allá del guante de nuestro portero, Boris, para poner a Minnesota arriba por un punto. Un punto es demasiado. No podemos abrirnos el camino de regreso. El silbato suena para señalar el final del tercer tiempo. Fin del juego. Nos han eliminado.

De vuelta en el vestuario, es como un jodido velorio. Nadie dice una palabra ni siquiera se mira. Gavin, con hielo en su muslo, golpea un bote de basura a través de la habitación, y el estruendo hace que todos se estremezcan. Al estar en último año, esta era su última oportunidad de ganar un campeonato y ni siquiera pudo terminar el partido. No importa lo que digan los demás, estará convencido por el resto de su vida de que podría haber hecho la diferencia. Lo mismo para Matt, quien se torturará a sí mismo con la culpa de que recibir esa falta nos costó el impulso que podríamos haber tenido para terminarlo. Cuando el entrenador Jensen entra, la habitación está en silencio, excepto por el ventilador giratorio que zumba en la esquina. —Este dolió —dice rotundamente, frotándose la mandíbula. Está sudando casi tanto como el resto de nosotros. Las emociones negativas contaminan el aire que respiramos. Ira, frustración, decepción. Y el cansancio de tocar a un nivel tan alto durante tanto tiempo se está filtrando lentamente en nuestros huesos, haciendo que hombros se hundan y barbillas caigan. —No es así como queríamos salir —continúa el entrenador—. Para los de último año, quería que lo tuvieran a lo grande, pero esta noche no lo tuvimos. Para los demás, lo haremos todo de nuevo el otro año. El próximo año. Hunter y yo intercambiamos una mirada determinada. Al estar en penúltimo año, tenemos una última oportunidad para dejar un legado en Briar. Oro y gloria y todo eso. Alejándose de su habitual estilo corto y nada dulce, el entrenador continúa diciendo que está animado por la forma en que jugamos esta noche, por el progreso que hemos tenido desde el comienzo de la temporada. Elijo creer que se avecinan días mejores, porque ahora mismo la sensación en esta habitación es miserable. Un sueño murió esta noche. Y es solo ahora, creo, que la mayoría de nosotros nos estamos dando cuenta de que estábamos completamente convencidos de que teníamos este título en la bolsa. Nunca se nos ocurrió que no estaríamos jugando en la final. Ahora nos vamos a casa y fingiremos que no nos roe las entrañas. Joder, odio perder.

Taylor

E

l viernes por la noche fue duro. Después de la épica derrota de Briar, los chicos fueron al minibar y luego se emborracharon hasta el mediodía del día siguiente.

No estoy completamente segura de por qué Conor quería que condujera hasta Buffalo, ya que pasé las horas después de su juego bebiendo con Brenna Jensen y Summer Di Laurentis, dos compañeras de habitación de Hunter Davenport, y Demi Davis, la novia de Hunter. Las cuatro tuvimos una noche de chicas adecuada. La pasamos muy bien en el bar del hotel, y no negaré lo útil que fue sentarse con ellas durante el juego, ya que pudieron explicarme las reglas cuando sucedía algo que no entendía. Aunque, para ser honesta, aún no podría decir qué significan los fuera de juego o qué cuál es la formación de hielo. Cuando Conor consiguió un tiempo fuera por taclear a un chico, lo descubrí por mi cuenta. Pero el resto de la jerga de hockey que Brenna estaba tirando como una profesional pasó directo sobre mi cabeza. Según tengo entendido, el hockey es básicamente un grupo de estudiantes peleando por un pequeño disco negro mientras el árbitro trata de evitar que se maten entre sí. Es lindo. El entrenador Jensen le dio a cualquiera que quisiera permiso para quedarse en Buffalo, un regalo de consolación, por lo que varios de los compañeros de equipo de Conor pagaron una noche extra en el hotel. Tengo mi habitación hasta el domingo, en otro piso que los jugadores de Briar, afortunadamente. Me encontré con Demi en el pequeño gimnasio del hotel esta mañana, y según ella, todo el quinto piso estaba lleno por la borrachera depresiva de la noche anterior. Dijo que ella y Hunter no habían dormido nada. A pesar de que Conor dijo el otro día que iba a necesitar consuelo, apenas intercambiamos diez palabras después del juego. Estaba compadeciendo a sus compañeros de equipo, lo cual entiendo. Pero estoy agradecida de que las chicas estuvieran cerca para hacerme compañía. Todos parecen estar de mejor humor esta mañana. En el restaurante del hotel, me encuentro con Conor para el desayuno tardío, junto con algunos de los otros que se quedaron.

—¿Dónde están Brenna y Summer? —Me deslizo en la silla junto a la de Conor y dejo el plato de comida que tomé del buffet. Y por comida me refiero a tostadas y un huevo duro. Mmm—. Y Demi —agrego cuando noto que Hunter está sentado solo. —Brenna está en Skype con su novio —añade Bucky—. Está en la habitación contigua a la mía y los escuché a través de la pared. —Pervertido —dice Conor mientras mastica un trozo de tocino. —Oye, no es mi culpa que este hotel tenga paredes finas como el papel. —Summer arrastró a Demi a hacer un recado —dice Hunter—. No tengo idea a dónde. —¿Eso es un problema? —Foster me sonríe—. ¿No te gusta ser la única chica en la fiesta de la salchicha? —Para puntuar eso, toma una salchicha grasienta de su plato y le saca un trozo cómico con los dientes. Me echo a reír. —Hay tanta mierda subliminal sucediendo con lo que acabas de hacer, que ni siquiera puedo comenzar a entenderlo. Al otro lado de la mesa, Hunter levanta su taza de café y toma un sorbo rápido. —Entonces, ¿qué haremos hoy? —T y yo iremos a un centro comercial —responde Conor con ese perezoso acento suyo. —Genial. ¿Yo puedo ir? —Bucky se levanta—. Necesito calcetines. Ya perdí todos los que mi mamá me consiguió para Navidad. —Yo también voy —dice Hunter—. Mi novia me abandonó y estoy aburrido. Lentamente mastico y trago una tostada. —Um. —Sintiéndome incómoda, miro a Conor, luego a sus compañeros de equipo—. Esto no es exactamente una actividad grupal o algo así. Hunter levanta una ceja. —¿El centro comercial no es una actividad grupal adecuada? —Van a comprar juguetes sexuales —anuncia Foster—. Lo garantizo. —¡No compraremos juguetes sexuales! —balbuceo, luego me vuelvo más roja que una remolacha cuando noto que cada cabeza en la mesa

vecina gira en mi dirección. Fulmino a Foster con la mirada—. Eres el peor. —¿O soy el mejor? —responde. —No, eres el peor —confirma Hunter, sonriendo. —Si debes saberlo, necesito algo de ropa nueva —revelo con un suspiro—. Conor me va a ayudar a elegir algunas. —¿Qué, y no podemos ir y ayudar también? —exige Bucky. No puedo decir si la mirada herida en su rostro es real—. ¿Estás diciendo que no tenemos estilo? —Oh, yo tengo estilo —declara Hunter, cruzando los brazos sobre el pecho. Foster hace la misma postura machista. —Tengo mucho estilo y ni siquiera lo sabes. —Tienes razón, no lo hago —digo secamente, mirando de reojo la camiseta de Foster, que parece tener una caricatura de un lobo montando un dragón sobre un mar de fuego. Si es fuego de dragón, es lo que no sé. Foster acaba el resto de su salchicha. —Muy bien, equipo. Hagamos esta mierda. ••• Y así es como termino en el centro comercial a unos kilómetros del hotel, con cuatro imponentes y grandiosos hombres de pie fuera de mi vestidor en Bloomingdale arrojándome ropa como si fuera un evento universitario cronometrado. Apenas salgo de un par de jeans ajustados de diseñador antes de que una avalancha de camisas y vestidos caiga en cascada sobre la puerta. —Creo que estamos llegando a la singularidad aquí, chicos —digo con consternación. —Cámbiate más rápido —grita Conor a través de la puerta. —Foster acaba de encontrar un muro lleno de lentejuelas —agrega Hunter como una amenaza. —No creo que mi armario necesite... —Otra ola de vestidos cae al suelo—. Eso es todo. Necesitamos establecer algunas reglas básicas. Salgo del vestidor con una camisa a cuadros de manga larga que se ajusta debajo de mis pechos y destaca la cintura y un par de jeans ajustados oscuro. No es un mal look, logrando ocultar las partes que

prefiero no compartir, sin parecer que salí de la cama vistiendo mi edredón. Conor levanta una ceja hacía mí. Hunter y Bucky dan aplausos corteses de golf. Los tres están parados allí en esmoquines, aunque mal ajustados. Los miro boquiabierta, demasiado aturdida para siquiera reírme. —¿Qué-por qué, por qué demonios llevan esmoquines? —¿Por qué no? —responde Bucky, y esta vez no puedo detener las carcajadas que salen. Dios. ¿Cómo tuvieron tiempo estos payasos para cambiarse de ropa mientras me enterraban en tela? —Comprarás ese atuendo —dice Conor, y hay todo tipo de intenciones detrás de sus ojos. Es francamente indecente la forma en que arrastra su mirada sobre mi cuerpo. Con una audiencia, nada menos. Y, sin embargo, bajo su escrutinio, no me siento cohibida como lo hago con los demás. Cuando Conor está conmigo, me tranquiliza. —Sí, me gusta este —admito. Entonces frunzo el ceño—. Dicho esto, estoy aquí hasta las rodillas, maníacos. Intentemos bajarlo a dos conjuntos cada uno, ¿de acuerdo? —Ay, vamos, ni siquiera hemos hablado de la ropa de noche. — Bucky pone mala cara. —O bufandas. ¿Cuántas bufandas crees que necesitas? —pregunta Hunter. —¿La joyería es algo que deberíamos mirar? —Foster se abre paso al frente del grupo con ambos brazos llenos brazaletes para vestidos de cóctel. —¿Qué tamaño de copa eres? Conor golpea a Bucky en la nuca. —No puedes preguntarle a mi novia su tamaño de copa, imbécil. Mi corazón da un vuelco. Es la primera vez que dice la palabra N desde nuestra pelea. No estaba segura de que todavía estuviéramos haciendo esto, así que escucharlo me confunde. —Aquí. —Levanto los montones de ropa a mis pies y los empujo hacia los chicos—. Las medidas de restricción están en su lugar. Cierro la puerta mientras alguien que murmura “fascista”. Después de haber hecho todo el daño que Bloomingdale puede manejar, nos movemos por el centro comercial, Conor cargando mis dos bolsas de compras.

Es interesante ver la diferencia en los estilos que cada uno elige. Conor parece conocerme mejor, o al menos nuestros gustos encajan más, ya que elige las opciones más informales. Muy california. Hunter tiende a una apariencia más atrevida con mucho negro. Bucky tiene algún tipo de fetiche pijo del que me alejo rápidamente, y no estoy segura de que Foster entienda la tarea. Sin embargo, lo que sí aprendo es que casi ninguno de ellos está de acuerdo en qué looks eran sus favoritos. Nada de lo que esperaba en términos de crear su versión ideal de Taylor Barbie. En un momento, los compañeros de equipo de Conor nos arrastran a la juguetería donde desafían a un par de estudiantes de secundaria a una pelea con sables de luz antes de que nos echen por asustar a los clientes con máscaras de IT. Después de almorzar en el patio de comidas, los muchachos han agotado su entusiasmo por el centro comercial y salen a buscar nuevos problemas, dejándonos a Conor y a mí solos por primera vez en todo el día. Nuestra primera parada es una tienda de surf y patinetas. Parece justo que yo también pueda jugar a disfrazarlo, así que con una docena de pantalonetas de baño lo empujo a un vestidor. —¿Cuál es tu plan para el verano? —pregunta a través de la puerta. —Ir a la casa de mi madre en Cambridge. Solo tiene un seminario para el semestre de verano, así que estábamos pensando en hacer un viaje a algún lugar, tal vez a Europa. ¿Tú irás a casa en California? —Al menos por un tiempo. —Hay un profundo suspiro en el vestidor—. Esto es lo más lejos que he vivido del agua. Solía ir a la playa y surfear casi todos los días. Había intentado salir de la costa algunas veces desde que me transferí a Briar, pero no es lo mismo. Conor sale con la primera elección de pantalonetas de baño. Se necesita de cada onza de mi fuerza de voluntad para no lanzarme hacia él. Está ahí sin camisa, inclinándose contra la puerta de su vestidor y luciendo absolutamente comestible. La profunda V de músculo que desaparece en la cintura de sus pantalones me está haciendo cosas. No es justo. —No está mal —digo ligeramente. —El naranja no es mi color. —De acuerdo. Siguiente. Regresa adentro, arrojando lo descartado hacia mi mientras se cambia. —Deberías venir. —¿A dónde? ¿A California?

—Sí. Ven por un fin de semana o algo así. Podemos hacer mierda de turismo y salir a la playa. Solo relajarnos. —¿Me enseñarás a surfear? —bromeo. Él emerge con otra pantaloneta. He dejado de preocuparme por los colores y patrones en la tela, y me entrego a quedarme descaradamente boquiabierta con su físico muscular y la forma en la que sus abdominales se aprietan cuando camina. ¿Sería inapropiado lamerlo? —Lo amarías —dice—. Hombre, desearía poder regresar y quedar atrapado en mi primera ola de nuevo. Es la mejor sensación del mundo, alinearse en una ola, sentirla crecer debajo de tu tabla. Cuando te pones de pie y están conectados, tanto tú como el poder del océano, es simbiosis. Es libertad, nena. El perfecto alineamiento con la energía. —Estás enamorado. Él se ríe de sí mismo con una sonrisa infantil. —Mi primer amor. —Regresa de nuevo al vestidor—. El verano pasado pasé un mes con algunos voluntarios recorriendo la costa desde San Diego a San Francisco. Arrugué la frente. —¿Haciendo qué? —Limpiando las playas y barriendo basura de las aguas cercanas a la orilla. Fue uno de los mejores meses de mi vida. Sacamos muchos kilos de basura fuera del océano y de la arena cada día, luego surfeamos toda la noche y pasábamos el rato en la hoguera. Se sentía como si estuviéramos logrando algo. —Eso te apasiona —digo, admirando este lado de él. Es la primera vez que habla de sus intereses fuera del hockey y surfear—. ¿Es algo que quieres hacer después de la universidad? —¿A qué te refieres? —Sale con otra pantaloneta. —Bueno, podrías hacer una carrera de esto. Probablemente hay docenas de trabajos ambientales sin ánimos de lucro en la costa oeste en los esfuerzos de limpieza de océano. —Levanto una ceja—. Puede que no sea tan tarde para cambiar de especialidad en el área financiera a administración sin ánimos de lucro y aún graduarte a tiempo. —Estoy seguro de que a mi padrastro le gustaría eso. —¿Por qué importa?

Una expresión cansada cae sobre Conor. No solo en su rostro, sino en todo él. Se encorva, encogiéndose de hombros, como si el peso del tema lo estuviera agotando. —Max paga por todo —admite—. Mi educación, el hockey, la renta, todo. Sin él, mi mamá y yo apenas tendríamos dos centavos de nada. Así que cuando él sugirió que me especializara en finanzas como él, mamá consideró el asunto resuelto y eso fue todo. —Está bien, entiendo que él tenga las cuerdas de la cartera, pero es tu vida. En algún punto tienes que luchar por lo que quieres. Nadie más lo hará. —Se sentiría, no lo sé, ¿desagradecido discutir con él? Como si yo fuera un imbécil por tomar su dinero y decirle que se vaya a la mierda. —Sí, usar las palabras “vete a la mierda” podría ser un poco fuerte, pero una conversación franca acerca de cómo quieres pasar el resto de tu vida no estaría fuera de lugar. —Pero la cuestión es que no hablamos. Sé que ama a mi mamá, y él es bueno con ella, pero conmigo, creo que aún ve al punk de Los Ángeles que no vale su tiempo. —¿Y por qué pensaría eso? —pregunto en voz baja. —Me metí en algunas cosas malas cuando era niño. Era tonto e hice lo que sea que mis amigos estaban haciendo, que era por lo general drogarse, robar, irrumpir en edificios abandonados, lo que sea. —Conor me mira con culpa. Vergüenza, incluso—. Yo era una pequeña mierda en ese entonces. Está claro en su expresión que tiene miedo de que lo vea diferente, pero nada de eso cambia quién es ahora. —Bueno, me parece que ya no eres una pequeña mierda. Así que espero que tu padrastro no piense que todavía sigues siendo así, y lo siento mucho si lo hace. Conor se encoge de hombros, y tengo la impresión de que no hay más historia que esté dispuesto a compartir. Su relación con su padrastro es obviamente una fuente real de sus inseguridades y frustraciones. —¿Sabes qué me animaría? —dice él de repente. Un centelleo travieso brilla en sus ojos, haciendo chispas con sospecha. —¿Qué?

Pasa por mi lado caminando para sacar un traje de baño negro fuera del estante de devoluciones cerca del vestidor. —Ponte esto. —De ninguna manera. No me quedará —advierto. —¿Me desnudaré si eso te hará sentir mejor? —¿Cómo eso me haría sentir mejor? Se encoge de hombros de nuevo, ofreciendo una sonrisa diabólica esta vez. —Siempre parece funcionar en otras chicas. Rodando los ojos, tomo el traje de baño de su mano estirada y paso al siguiente vestidor. Nunca, jamás soñaría con hacer esto para cualquier otro chico, pero sé que tomarlo como una broma y hacer una pequeña pasarela para Conor se llevaría toda la oscura nube amenazando con asentarse sobre su humor. Así que, para salvar el resto del día, me saco mis leggins y suéter y me pongo el maldito traje de baño. Tiene corte bajo en mis caderas con una profunda V al frente y correas entrecruzadas en la espalda. Como se predije, es demasiado pequeño. Los cachetes de mi trasero están apenas contenidos, y mis senos están tratando de escalar las paredes como una horda Mongol atacando. Sin embargo, respiro profundo y salgo del vestidor. Conor está esperando allí afuera por mí, aún vestido con solo un par de pantalones cortos, su largo cabello rubio a un lado de su rostro. Su boca cae abierta en conmoción. —Aquí. No digas que nunca te doy nada —digo. Tan rápido que no puedo contener el aullido que se escapa de mí, Conor se tambalea hacia adelante y nos mete en el vestidor, cerrando la puerta. —¿Qué demonios estás…? Su boca está en la mía antes de que pueda terminar. Hambrienta, depredadora. Grandes palmas se enroscan alrededor de mis caderas mientras soy presionada contra el espejo. Su lengua separa mis labios y todo miedo se evapora cuando mis dedos se enredan en su cabello. Estoy abrumada con él. Piel contra piel, muy poco separándonos. Su cuerpo es cálido y firme contra el mío. —Mierda, Taylor —susurra él sin aire—. ¿Ahora entiendes lo caliente que eres?

Está duro contra mi estómago. Siento cada centímetro de él, largo y rígido, y pone ideas en mi cabeza. Ideas peligrosas. Quiero deslizar mi mano debajo de su pretina y agarrar su caliente y pesada erección. Quiero sentir su lengua en mi boca mientras lo acaricio hasta que esté gimiendo mi nombre y empujando sus caderas y… Un fuerte golpe nos sobresalta. Nos separamos y me apresuro a ponerme la ropa sobre el traje de baño antes de que Conor abra la puerta a la vendedora con el ceño fruncido parada en el pasillo de vestidores. Sin una onza de vergüenza, mi novio falso se rasca su pecho desnudo y dice: —Lo siento, señora. Mi novia necesitaba una opinión. Me ahogo en una ola de risas. —Lo siento. —Me las arreglo a decir. —Hrmmmph —resopla ella, luego se queda parada allí y espera mientras Conor desaparece para ponerse su ropa. Con su sonrisa distintiva, le da a ella sus pantalonetas, mientras yo tiro de la etiqueta del traje de baño. Evitando la mirada divertida de él, me dirijo hacia la vendedora. —Me gustaría comprar este traje de baño, por favor —digo a la ligera. Ambos estamos prácticamente histéricos en la caja registradora mientras pago por el traje de baño indecente debajo de mi ropa. Luego, ambos salimos de la tienda como si hubiéramos robado algo, riendo todo el camino hacia su Jeep. Después de la calentura y hambre que sentí en el vestidor, este poco de ligereza es muy necesaria. Ligereza, bien. Hambre, mal. Síp, estar hambrienta de Conor Edwards está muy, muy mal. Porque él es exactamente el tipo de chico que romperá mi corazón. Incluso si no quiera hacerlo.

Conor

H

unter tiene un chupito en el aire desde el bar, llevándonos a lo que imagino es un discurso conmovedor acerca de la difícil derrota en las semifinales de anoche y deseando lo mejor a los que se gradúan y mejores días el próximo año a los que continuamos. Por desgracia, no puedo escuchar nada por encima del ruido en este club, el bajo está haciendo vibrar los hielos en el vaso descartado a mi lado, la vibración en el piso envía cosquillas todo el camino hasta mis bolas. Cuando Hunter termina de hablar, tomamos nuestros chupitos y pasamos con cerveza. Hombre, voy a extrañar a estos imbéciles. Foster golpea mi brazo y me dice algo, pero aun sigo sin escuchar nada así que señalo mi oreja y sacudo mi cabeza, él se inclina y me grita: —¿Dónde está tu mujer? Buena pregunta, cuando Taylor y yo regresamos al hotel más temprano, recibí un mensaje de Summer todo en mayúsculas demandando saber por qué no fue invitada ir al viaje de compras, le recordé que ella y Demi se saltaron el brunch por salir a hacer mandados, a lo que me respondió que “mi conspiración para mantenerla alejada de los centros comerciales termina hoy”. ¿Ya mencioné que Summer es una persona loca? Luego le siguió un mensaje demandando que dejara a Taylor en las manos fashonistas de Summer para prepararla para nuestra noche en el club. Creo que Taylor se sintió mal por que las chicas se hayan sentido excluidas, así que acordó hacer la cosa de chicas con ellas y venir aquí después. No voy a mentir… estaba preocupado por dejarla con esas chicas, Taylor lo ha hecho muy bien adaptándose a los chicos, las compañeras de habitación de Hunter, por otro lado, ellas son todo un jodido caso. Fue con algo de recelo y advirtiéndole que me llamara si intentaban hacerla cortar su cabello que dejé a Taylor en las garras de Summer, Brenna y Demi. Ya llevamos una hora en el club y estoy empezando a preguntarme si debo organizar una cuadrilla de búsqueda. El lugar está repleto de pared a pared, incluso algunos de los jugadores de Minnesota se presentaron, junto a otro equipo de Nueva

York. Cuando veo al número diecinueve en el bar, se ofrece a comprarme un trago, y acepto porque mi orgullo nunca ha interferido con aceptar licor gratis. Estamos relegados a la comunicación con señales de manos y gestos, creo que manejamos el choque de puños. Hasta la próxima temporada de todas maneras. Eventualmente, nuestros equipos emergen del rincón del bar tomando turnos en gritarse y compartir historias de guerra mientras ojean la lista del DJ, por mucho que queramos odiarlos, los chicos de Minnesota son geniales. Aunque me sentiré mejor cuando seamos nosotros los que les compremos las bebidas de lástima el próximo año. Miro por encima de mi hombro hacia la entrada por quinceava vez buscando a Taylor, un rostro llama mi atención por un segundo, pero entonces él se ha ido. Diablos, no estoy seguro si lo vi a con todas estas luces y los cuerpos moviéndose. Ignoro la punzada en mi estómago, la descarga de adrenalina, me digo a mí mismo que solo eran mis ojos jugándome trucos. —Je-sús —exclama número diecinueve, cuyo nombre no pude escuchar cuando me lo dijo sobre la música. Foster sigue su mirada y silba como lobo. —Santa mierda, Con, ¿estás viendo esto? Frunzo las cejas, me giro, pero no puedo imaginar que están mirando tan boquiabiertos. Hasta que dos cabezas rubias captan mi atención como un rayo de luz. Summer y Taylor están haciendo su camino entre la multitud. Son seguidas por Demi y Brenna, pero cualquiera que no se llame Taylor deja de existir para mí. Creo que solté mi vaso, ¿estaba siquiera sosteniendo uno? Todo lo demás ha caído en un filtro oscuro a excepción de Taylor caminando hacia mí en un pequeño vestido blanco que brilla con la luz ultravioleta. Su cabello está rizado y tiene maquillaje hecho. Esa sexi marca de belleza cerca de su boca la hace lucir como una Marilyn moderna. Esa es mi novia. Debo lucir como un idiota caminando hacia ella tratando de ocultar que estoy duro, pero joder, ella se ve impresionante. —Baila conmigo —digo en su oído, pasando un brazo por su cintura. En respuesta ella muerde su labio y cabecea. Solo con esa pequeña mi polla reacciona y no estoy seguro de cómo saldremos de aquí sin que yo rasgue su vestido.

—De nada. —Escucho decir a Summer, pero la ignoro, con solo una cosa en mente y es tirar de Taylor hacia la pista de baile. —No sé bailar —dice Taylor mientras la atraigo a mis brazos. —No importa —digo, solo quiero tocarla, sostenerla. Sé que ella puede sentir mi erección y su cuerpo se derrite contra el mío, quiero preguntarle qué quiere hacer al respecto, pero no estoy tan borracho, así que retengo mi lengua. —Solo no me dejes lucir estúpida —dice ella, encontrando que ahora se le facilita hablarme al oído porque está usando tacones. —Nunca. Le doy un beso en el cuello, su piel se eriza en respuesta. Ella se gira y coloca su trasero contra mí mientras baila, y muerdo el interior de mi mejilla hasta que pruebo sangre. —Me estas matando —gruño, deslizando lentamente mis manos por su cuerpo, sintiendo sus sexis curvas. Taylor me mira por encima de su hombro y me guiña. —Tú empezaste. Alguien me toca en el hombro, y es un chico de cabello oscuro por lo que puedo ver desde la esquina de mi ojo. Asumo que me va a pedir el turno y estoy listo para decirle que se vaya a la mierda, cuando esa pesadez en mi estómago regresa. —Hola, Con —dice una voz de mi pasado—. Qué bonito verte aquí. Mi estomago cae, una ola de nauseas me golpea. Cierro los ojos y coloco una máscara sin emociones en mi rostro. —Kai —digo fríamente—. ¿Qué haces aquí? Él hace el mismo gesto que yo he estado haciendo toda la noche… señalando que no puede escucharme. —Hablemos por ahí —dice, señalando un lugar sobre mi hombro. —Lo siento por esto —le digo a Taylor en su oído. —¿Lo sientes por qué? —Ella luce inquieta, aprieta mi mano mientras seguimos a Kai a el bar más pequeño en la parte trasera del club, todavía no puedo creer que él esté aquí. Maldito Kai Turner sigue escuálido y apestando a hierba, no le he visto desde que me mude al otro lado del país para alejarme de lo que hicimos. El hecho de que me haya encontrado todo el camino hasta un pequeño club en Buffalo me dice que nada bueno saldrá de este encuentro.

Tengo la mano de Taylor en la mía, agarrándola por mi vida. En parte porque temo que ella se aleje de mí, y en parte porque no sé qué le haría a este chico si nos dejan a solas. —¿Qué demonios haces aquí, Kai? —demando. Él sonríe. Conozco esa mirada demasiado bien. Eso funcionaba cuando éramos adolescentes. Ahora se parece al tipo que intenta venderte relojes de oro en una mochila. —Gusto en verte, hermano. —Me palmea en el hombro—. No es esto una jodida coincidencia. Quito su mano de mí. —Y una mierda. —No existen coincidencias o accidentes felices en lo que Kai concierne. Desde la escuela él siempre tuvo un ángulo, y en ese entonces yo también lo tenía—. ¿Cómo me encontraste? Su mirada lasciva se desliza a Taylor, quien se encoje a mi lado. Todo sobre la manera en que la observa me provoca matarlo. —Está bien, me atrapaste. Vivo en la gran manzana ahora, algunos de mis chicos están jugando en el torneo y pensé que podría encontrarme contigo, así que vine. Intenté avisarte. Y qué raro. —Su mirada regresa a mí—. Tú número está desconectado. —Tengo uno nuevo. — Para perder contacto con gente como él. Taylor agarra mi brazo, cuestionándome con sus enormes ojos turquesa. Cristo, quiero alejarla de él, me alejaría sino pensara que él nos seguiría, y francamente, no sé qué me puede esperar fuera del club, sé que Hunter y los chicos me apoyarían en un segundo, pero no tengo forma de llamar su atención, así que estoy por mi cuenta. —¿Esta es tu chica? —Kai observa mi molestia y se enfoca en Taylor para meterse bajo mi piel. No puedo decir si quiere pelea, o quiere que la aleje para que no haya testigos—. Supongo que has ido a la costa oeste. —¿Qué mierda quieres decir con eso? —pregunto, apretando mi puño. A estas alturas no me importa que me echen del club. Pongo a Taylor un paso detrás de mí para escudarla. —Nah, nada, hombre, yo le daría a ese trasero. Y estoy seguro de que ella tiene una personalidad genial. —Muestra una sonrisa completa—. Solías tener estándares Taylor suelta mi mano. Mierda. —Vete a la mierda, bastardo, piérdete. —Empujo en el pecho a Kai y trato de alcanzar a Taylor.

—Me voy —dice ella apresurada. —Por favor. Solo espérame, T, voy… —Ay, vamos, nena, solo me estoy metiendo con él —dice Kai detrás de Taylor, pero ella ya se está alejando. Comienzo a ver rojo. —Escúchame —gruño, pongo una mano en el hombro de Kai y lo presiono en el espacio entre la barra y la pared—. No somos amigos. No somos nada. Mantente malditamente alejado de mí. —Entonces tu falso trasero consigue algo de dinero y una escuela elegante y te olvidas de tus verdaderos amigos, ¿eh? Sigues siendo un farsante, Con. Sé de dónde vienes y quién eres. —No estoy bromeando, Kai. Te vuelves a acercar a mí y verás qué pasa. —Nah, hombre. —Aleja mi mano y se endereza. Con su apenas metro setenta y cinco ni siquiera me llega a los hombros—. Tu y yo tenemos historia, sé cosas, ¿recuerdas? Como quién ayudó a alguien a irrumpir en la casa de su padrastro y destrozarla. No te vas a lavar las manos tan fácilmente. Quiero jodidamente golpearlo. Por encontrarme. Por traer su drama devuelta a mi vida. Por recordarme que sigo siendo un punk pedazo de mierda que quiere encajar en la elegante escuela con los chicos ricos de quienes nos burlábamos. Pero voy a por Taylor en su lugar.

Taylor

M

e siento tan idiota.

Tomando refugio en la música vibrante y las luces palpitantes en un corredor fuera del baño, me presiono en un rincón e intento tomar una respiración profunda. Está demasiado caliente aquí adentro, demasiado lleno. Este lugar está sacándome el aire de los pulmones. ¿En qué demonios pensaba al permitir que Summer me convenciera de tomar prestado este estúpido vestido? Y el cabello. El maquillaje. Los tacones aguja plateados. Esta persona no es real. No soy yo. Claro, pareció valer la pena al ver la mirada en el rostro de Conor cuando me vio a través de la habitación. Pero incluso un buen disfraz no puede ocultar lo que soy: una broma. El caso de caridad de Conor. Solo que él es demasiado amable para verlo. —Mierda, Taylor. Lo siento. Hablando del diablo bien intencionado. Mi cabeza se levanta mientras Conor pasa más allá de los hombres tropezando hacia el baño, y se detiene frente a mí. Hay pánico real en sus ojos. Si es debido a mí o a quienquiera que fuera ese tipo, no lo sé. Y estoy demasiado cansada como para que me importe. Se me acabaron las ganas de luchar. Nada de esto es su culpa, pero ya no puedo fingir. —Quiero irme —le digo con franqueza. Él deja caer su cabeza. —Sí, está bien. Haré que nos den un aventón al hotel. Es un viaje tranquilo. Con cada minuto, siento que la brecha entre nosotros se amplía, ya siento que me estoy cerrando. Mi error fue permitirme creer que no me preocupara por él y el hecho de que nuestro tonto acuerdo siempre iba a ser temporal. No sé cómo

plantarle cara a Abigail se convirtió en yo siguiéndolo seis horas a Buffalo, pero es mi culpa porque permití que ocurriera. Mi mamá no me crio creyendo en cuentos de hadas y fui estúpida al enamorarme de mi propia trampa mal concebida. —Lo siento —dice Conor de nuevo, cuando llegamos a mi habitación de hotel. Su expresión refleja mi propia falta de palabras. No tiene que decirlo; ambos sabemos que toda esta cosa explotó en nuestros rostros, exactamente de la forma en que siempre estuvo destinado—. ¿Puedo entrar? Debería decir no y ahorrarme el tormento de un alargado “fue agradable conocerte”. Pero soy débil. Renuente a perder la amistad que recién reparamos, y decepcionada de no ser lo suficiente valiente para defenderme de Abigail esa primera noche. Si lo hubiera hecho, me hubiese ahorrado la tristeza y humillación ahora. —Sí —murmuro, abriendo la puerta—. Claro. Adentro, me quito mis tacones nuevos, tomo una botella de agua de seis dólares del minibar y comienzo a tragar. Cuando me giro, Conor está en la cama tamaño queen, las almohadas arregladas para formar una barrera a su lado. Una sonrisa casi se forma en mí cuando recuerdo cómo yo hice lo mismo la noche que nos conocimos al arreglar la colección de animales de peluches de Rachel en la cama, entre nosotros. —¿Te sentarías conmigo? —Su tono es ronco, carente de su usual entonación despreocupada. Asiento. Solo porque mis pies duelen y soy demasiado consciente de mí misma parada allí, en exhibición para él. —Estás molesta —comienza él—. Y sé por qué. Me estiro en el otro lado de la pared de almohadas, mi vestido corto levantándose para revelar demasiado de mi muslo. Me siento sudorosa y cansada, y estoy segura de que mi cabello es un desastre salvaje de ondas enredadas. Entonces, ¿cómo es que Conor aún luce fresco como una estúpida margarita en una camisa color carbón abotonada sobre una camiseta negra y vaqueros oscuros? —Ese tipo de allá es un imbécil total, y no deberías gastar un segundo preocupándote por la mierda estúpida que sale de su boca — dice Conor—. No hubiera importado quién estaba de pie a mi lado, confía en mí. Kai hubiera hallado una forma de insultarlo. Te escogió a ti porque sabía que me haría enojar. —Lo oigo suspirar—. Eso no es justo para ti. Fue jodidamente desagradable y lamento que pasara, pero, por favor, no dejes que esto arruine tu fin de semana.

—Golpeó una fibra sensible. —Me encuentro susurrando. —Lo sé, nena. Y si lo conocieras como yo, lo habrías apuñalado en las bolas con uno de esos tacones y te hubieras ido a vivir tu vida sin un segundo pensamiento. —Mierda. —Suspiro una risa triste—. ¿Por qué no se me ocurrió? —Porque tienes tacto. Le doy una mirada de lado. »La mayor parte del tiempo —dice, con una sonrisa conocedora—. Mi punto es, olvídate de lo que dijo ese idiota. Luces increíble esta noche. —Siempre dices eso. —Siempre es cierto. Un sonrojo se eleva a mis mejillas. Odio lo fácil que es para él hacer eso, obtener una respuesta física de mi parte. Tomo una de las almohadas de la barrera y la abrazo contra mi pecho. —De todas formas, ¿quién es él para ti? Un amigo de California, ¿supongo? La cabeza de Conor cae hacia atrás, contra la cabecera, mientras deja salir otro suspiro largo. Espero, observando la historia reproducirse a través de su rostro, como si decidiera cuánto contarme. —Kai era mi mejor amigo mientras crecía —dice finalmente—. Cuando vivía en mi antiguo vecindario. Patinábamos juntos, hacíamos surf, fumábamos hierba, de todo. Cuando mi mamá se casó y nos mudamos a Huntington Beach, aún lo veía de vez en cuando, nos encontrábamos para surfear, pero es difícil cuando dejamos de ir a la misma escuela, ¿sabes? Así que nos fuimos separando. En la universidad, dejé de responder sus mensajes y eso es casi todo. No conozco bien a Conor, ciertamente no lo suficiente para tener alguna lectura de su relación con Kai. Pero creo que pasé el tiempo suficiente con él recientemente, para saber cuándo está reteniendo algo. Hay una herida allí, algo profundo. Lo que sea, es un paso demasiado grande permitirme verlo. —No estás convencido de que él te ubicara hasta aquí solo para saludar, ¿eh? —Ni un poco. —Hay un borde en su voz—. He conocido a Kai la mayor parte de mi vida. Nunca no ha estado planeando algo. —Entonces, ¿de qué crees que sea capaz?

Conor reflexiona con esa pregunta, su mandíbula tensándose. Los músculos en su cuello se retuercen. —¿Sabes qué? No es mi problema y no quiero saberlo. —Rueda sobre su costado para enfrentarme. Algo en sus brillantes ojos grises, la forma en que sus labios se separan cuando está mirando los míos, hace que mi cabeza gire cada vez—. Estaba pasando una gran noche antes de que fuéramos interrumpidos. Puedo sentirme sonrojar de nuevo. Muerdo mi labio con un poco de fuerza, solo para recordarme el dolor que me espera siempre, cuando me permito fingir. Y aun así, no puedo evitar decir: —Yo también. —Realmente me hubiese gustado ver a dónde llevaba. —¿A dónde crees que hubiese llevado? —Oh, chico. ¿Esa voz ronca en serio me pertenece? Su mirada se vuelve líquida. —Tengo unas cien ideas, si te interesan. ¿Me interesa? Por supuesto que sí. Me interesa bastante y esa es la trampa. Porque justo ahora es cuando tomo la decisión: apostar todo a la total destrucción emocional con Conor, o dejar claro el rompimiento definitivamente. ¿Por qué tiene que oler tan bien? —Tengo que decirte algo —digo, apretando la almohada a mi pecho y viendo fijo los dedos de mi pie—. Soy... —Una cobarde. Tomo una profunda respiración e intento de nuevo—. Nunca he estado con nadie. En lo absoluto. Bueno, he hecho un poco. Pero no mucho. —Oh. —Es su respuesta. Cuelga allí, esa irritante pequeña sílaba. Como un hilillo de humo, volviéndose más largo mientras llena la habitación. Entonces, con voz ronca, dice: —Yo también fui virgen una vez. Lo golpeo con un codo. »Ha pasado un tiempo desde que estuve con una virgen. Otro golpe. »No le diré a nadie que te corriste demasiado rápido.

Golpeo su rostro con una almohada. —Esto no es gracioso, imbécil —digo, riendo a mi pesar—. Estoy siendo increíblemente vulnerable en este momento. —Nena. —Tira las almohadas a los pies de la cama y se sube encima de mí, acomodándose entre mis piernas mientras se agacha sobre sus rodillas. Ni siquiera nos estamos tocando, pero la imagen de él sobre mí, el calor que emana de su cuerpo musculoso... nunca había experimentado algo tan erótico en mi vida—. Sé que he sido una puta en el pasado. Pero no quiero ser ese tipo contigo. —¿Cómo sé eso? —pregunto honestamente. —Porque nunca te he mentido. No lo haría. Aunque no nos conocemos desde hace tanto tiempo, me ves mejor que nadie que conozca. —Me sorprende escuchar su voz profunda vacilar—. Tú me conoces, Taylor. Confía en eso. Se inclina y presiona suavemente sus labios contra los míos. El beso es suave, sin prisas, como si estuviera saboreando este momento perfecto, así como yo. Cuando se aparta, vislumbro la lujuria y la necesidad desnuda en sus ojos, la misma agitación en los míos. —Iré despacio —promete—. Si me dejas. Mi cuerpo le gana a mi mejor juicio. Me estiro para agarrarlo, tirando de él hacia abajo para darle otro beso. Lo siento duro contra mi muslo, y mi núcleo se aprieta en respuesta. Sé que está tan excitado como yo y, sin embargo, él estira la anticipación durante más tiempo del que puedo soportar. Besándome profundamente, atrapándome debajo de él, plantando sus manos en la cama a ambos lados de mi cabeza. Envuelvo mi pierna alrededor de su cadera, tratando de acercarlo más, de urgirlo hacia… ni siquiera sé dónde. Donde sea para aliviar este dolor dentro de mí. —Tócame —susurro contra su boca. —¿Dónde quieres que te toque? —pregunta, arrastrando sus labios por mi cuello. No sé cómo ser, no lo sé, sexy. Entonces uso mi cuerpo para decirle lo que necesito. Envuelvo mi otra pierna alrededor de él y arqueo mis caderas, presionándome contra su erección. El movimiento provoca un gemido de Conor, que entierra la cabeza en el hueco de mi cuello y se empuja entre mis muslos. —Cuando dices que “has hecho un poco”, ¿qué significa eso? —Su cálido aliento me hace cosquillas en la clavícula mientras besa su camino hasta mi escote.

—Significa un poco. —Me balanceo contra su entrepierna, distraída por la oleada de sensaciones que recorren mi cuerpo. —¿Alguien ha hecho esto alguna vez? —pregunta, y luego tira del escote redondo de mi vestido para exponer un poco más mis senos. Los ahueca, acariciándolos suavemente con los pulgares. —Sí. Pero no esto. —Saco un tirante de mi hombro para darle un mayor acceso, lo que expone mis pezones. —Jesús, Taylor. —Conor se humedece los labios—. Necesito probarte. Mis caderas se arquean de nuevo. —Por favor. Él lame un pezón duro y luego se lo mete profundamente en su boca. La onda de choque resultante va directamente entre mis piernas. Santo infierno, esto se siente bien. Su boca caliente explora mis pechos, besando y chupando y mordisqueando hasta que me retuerzo con la necesidad de más de él. Que me libere de este anzuelo de tenso deseo. Se ríe de mi desesperación, su mano viajando por mi pierna, entre mis muslos. Luego se detiene. —¿Qué tal esto? —gruñe él—. ¿Puedo? Gimo en respuesta, y sus dedos rozan mi coño, bailando sobre mi clítoris. Solo otra persona me ha tocado allí, sin contar mi propia mano, pero Conor es el primer hombre al que dejo que tire del elástico de mis bragas y me las quite. Estoy prácticamente desnuda ahora, con la parte de arriba y de abajo expuestos, mi vestido enrollado alrededor de mi cintura. Conor me mira con pura hambre en sus ojos. —Eres tan jodidamente caliente. No tienes idea. Me muevo por la incomodidad, manejando una risa apresurada. —Deja de mirarme así. —¿Así cómo? —Su lengua barre para lamer su labio inferior. —Así. Me hace sentir cohibida. —Intento bajarme un poco el vestido, pero él detiene mi mano, su palma cubriendo mis nudillos. —Taylor. —Hay una intensidad en sus ojos que no había vislumbrado antes—. ¿Qué crees que veo cuando te miro? Una chica robusta con un vestido demasiado ajustado.

—No estoy segura —miento—. Pero sé que no estás viendo a una de esas chicas delgadas a las que probablemente estás acostumbrado, con su cuerpo perfecto y tonificado. —Torpemente coloco una palma sobre mi estómago medio expuesto—. Mira, no hay abdominales. —¿Quién los necesita? Yo tengo suficientes abdominales por los dos. Me río entre dientes, pero el sonido se apaga cuando vuelve a cubrir mi mano, esta vez apartándola para que su palma sea la que está en mi vientre. —Eres exactamente lo que quiero en una mujer —dice con seriedad, ahora con ambas manos explorando mi cuerpo—. Suave y cálida... tus muslos... tu trasero... joder, estas caderas… Sus dedos se curvan alrededor de dichas caderas, que mi médico de cabecera masculino increíblemente obtuso describió una vez como “más que adecuadas para tener hijos”. —Tus curvas me matan, T. Antes de que pueda responder, toma mi mano y la presiona directamente sobre su entrepierna. No hay duda de su excitación. —¿Sientes lo duro que estoy? —gime suavemente—. Eso es todo por ti. Eres el material de mis fantasías. O es el mejor actor del planeta... o dice en serio cada palabra. De cualquier manera, mi cuerpo está respondiendo a su mirada caliente y los elogios roncos. Mis mejillas arden, mis senos hormiguean, mi coño lo desea. Si no comienza a tocarme de nuevo, es probable que me sufra de combustión espontánea. —Entonces... ahora... puedo seguir diciendo lo sexy que eres —dice Conor juguetonamente—, o puedo darte un orgasmo. Elige sabiamente. La anticipación me estremece. —Orgasmo —suelto—. Elijo el orgasmo. Él se ríe. —Buena elección. Muerdo mi labio cuando desliza un dedo dentro de mí. No demasiado profundo, solo hasta un o dos nudillos. Lo suficiente para hacer que todo mi cuerpo se apriete a su alrededor. Una sonrisa sucia curva sus labios. Juega conmigo hasta que no puedo soportarlo más y empujo contra sus dedos, rogando silenciosamente por más.

Respirando con dificultad, se desliza por mi cuerpo hasta que me mira desde entre mis muslos. Conor recorre sus manos por mis pantorrillas, sobre mis rodillas, sus labios rozando mi interior de los muslos. Él besa su camino hacia mi coño, desliza su lengua sobre mi clítoris y grito por el rayo de placer que genera dentro de mí. Agarro puñados de la manta y presiono mi trasero contra la cama para dejar de retorcerme. —¿Se siente bien? —pregunta, luego reanuda sus malvadas atenciones sin esperar una respuesta. Es el mejor sentimiento del mundo, su boca cálida y húmeda explorando mi cuerpo sensible y dolorido. Sonidos entrecortados y quejidos bajos llenan la habitación del hotel, y me lleva un rato darme cuenta de que vienen de mí. Estoy perdida en una neblina, completamente atrapada en el placer que me brinda. Me balanceo contra su boca ansiosa, luego gimo de decepción cuando el calor desaparece. —Jodido infierno, espera —dice ahogadamente. Siento el colchón moverse, escucho lo que suena como una cremallera. Mis párpados se abren a tiempo para ver a Conor deslizar una mano dentro de sus bóxers. Justo cuando me doy cuenta de que se está acariciando a sí mismo, su boca regresa a mi coño y vuelve a hacerle cortocircuito a mi cerebro. Con su lengua y sus dedos me empuja hacia el borde de nuevo, mientras su mano libre trabaja su polla. Quiero ser yo quien le ayude a hacer eso. Quiero su polla en mi boca. Quiero saborearlo. Quiero hacerle perder el control de la forma en que él lo hace conmigo. Conor de repente gime contra mi coño, sus caderas se mueven más rápido. Chupa mi clítoris, jadeando con fuerza, exhalando: —Me voy a correr. Y eso es todo lo que se necesita para que el hilo de tensión dentro de mí se rompa. Un orgasmo, uno con un nivel de intensidad que nunca había experimentado, estremece mis músculos. Incluso los dedos de mis pies se entumecen mientras jadeo a través del calor pulsante que captura cada una de mis terminaciones nerviosas. El jodido Conor Edwards.

Conor

E

l miércoles después de nuestra derrota en Buffalo, el equipo tuvo una reunión en la arena de Briar. Nuestra temporada ha terminado, y para algunos de los de último año significa cambiar su concentración en los equipos de la LNH que los reclutaran y ponerse en la mejor forma de sus vidas para el campamento de verano de entrenamiento. Para otros, el fin de semana pasado fue probablemente la última vez que usarán el uniforme. Hoy, sin embargo, estamos aquí para el entrenador Jensen. Hunter se encuentra en el centro del hielo donde nos hemos reunido para una pequeña ceremonia. El entrenador, sintiendo que algo está pasando, se queda justo fuera de nuestro círculo con una mirada sospechosa en su rostro. Es una expresión que he visto en Brenna en más de una ocasión. Es casi aterrador lo parecidos que son el entrenador y su malvada hija. —Entonces —comienza Hunter—. Lo trajimos aquí hoy más o menos porque queríamos darle las gracias, entrenador. Este grupo de degenerados y vándalos no habría llegado tan lejos como lo hizo sin usted, y aunque no pudimos darle el gran trofeo, nos hizo mejores a todos. No solo mejores jugadores de hockey, sino mejores personas. Y todos le debemos mucho. —Como el dinero de la fianza, ¿verdad, capitán? —Bucky abre la boca, consiguiendo la risa de los chicos. —Gracias, Buck. —Hunter le saca el dedo—. En fin, gracias de parte de todos nosotros. Le hemos traído algo pequeño para mostrar nuestro aprecio. Gavin y Matt prácticamente arrastran al entrenador en el centro de nuestro círculo para que Hunter pueda entregarle el Rolex grabado a medida para el que todos en el equipo pusieron dinero para comprarlo. Es decir, nuestros padres lo hicieron. Mamá me envió un cheque en blanco con el nombre de mi padrastro y le dije a Hunter que escribiera la cantidad. Yo preferiría no saberlo. —Hombre, yo, uh... —El entrenador admira el reloj, sin palabras—. Esto es muy bonito, chicos. Yo, umm... —dice, frotándose el rostro. Si no lo supiera, pensaría que está a punto de llorar—. Este es un grupo

especial. Lo digo en serio cuando digo que nunca he tenido un mejor grupo de chicos. —¿Mejor que los años que Garrett Graham y John Logan estaban en la lista? —exige Foster, nombrando a dos de los exalumnos más famosos de Briar. Graham y Logan juegan para los Bruins estos días. —No nos aloquemos —responde el entrenador, pero tiene un brillo en sus ojos—. Todos ustedes trabajaron duro entre sí, y eso es todo lo que puedo pedir. Así que gracias. Esto es genial. Foster saca una hielera de cervezas del banco y reparte botellas mientras todos tenemos una última oportunidad de apreciar estar en el hielo juntos. No tengo ninguna duda de que el año que viene vamos a ser un equipo fuerte. Pero nunca volverá a ser este. Hace ocho meses, me presenté en este campus con una repentina punzada de arrepentimiento, preguntándome si había tomado una precipitada y mal planeada decisión de trasladar mi vida casi tres mil kilómetros a través del país para empezar de nuevo. Temía que nunca encajaría con la tradición de este lugar, que me ahogaría en camisas tipo polo de Ralph Lauren y gente pija. Y luego conocí a estos idiotas. No podría haber pedido mejores amigos. Y Taylor. La conozco desde hace menos de un mes, sin embargo, la cuento entre la lista corta de personas en las que confío. Me da ganas de ser una mejor persona. Con ella, siento que finalmente puedo hacer algo bien, como tal vez pueda tener una relación real basada en amistad y no tanto en lujuria. Incluso si a algunos de mis amigos les cuesta creer eso. —Todo lo que digo es —balbucea Foster en el Jeep en el viaje a casa—, Con no regresó a nuestra habitación el sábado por la noche. Así que a menos que se metiera en la cama contigo y Demi, Capitán, tengo una buena idea de lo que podía estar haciendo. —Amigo, los celos no se ven bien en ti —señalo. —Pero en serio. —Hunter se inclina hacia adelante desde el asiento trasero, donde está sentado con Matt—. ¿Qué pasa con ustedes dos? Demonios si lo sé. Quiero decir, me gusta Taylor. Mucho. Pero también estoy bastante seguro de que si traigo el asunto de renegociar los términos de nuestra relación, la ahuyentaré. No creo que ella esté convencida todavía de que estoy reformado, y para ser honesto, nadie se sorprende más por mi reciente giro a favor de la monogamia que yo. Por el momento, sin embargo, me estoy divirtiendo. —Un caballero no besa y cuenta —respondo.

Foster resopla. —Entonces, ¿cuál es tu excusa? —Con, deberías hacer que Foster pague el alquiler si se va a pisotear tu polla —dice Hunter con una sonrisa. Estoy empezando a tener simpatía por el infierno que le dimos a Hunter sobre Demi y el ridículo pacto de celibato que hizo al comienzo del semestre. Esta mierda es molesta. Los chicos son como perros con un hueso, y solo puedo imaginar que va a empeorar ahora que la temporada ha terminado y no tienen nada más que hacer que acosar mi trasero. Así que cuando Hunter me acorrala cuando nos detuvimos a recoger un poco de comida en el restaurante, mi nueva simpatía me tiene un poco más comunicativo con él. —¿Qué tan serio es esto? —pregunta mientras esperamos junto al auto a que Matt y Foster traigan nuestras órdenes. —No sé si es serio. Definitivamente no en el camino a ser no serio. —Me encojo de hombros—. Ni siquiera hemos tenido sexo todavía — confieso, porque sé Hunter puede guardar mierda para sí mismo—. Buffalo fue la primera vez que tonteamos. —Pero esa es la mejor parte, ¿no? Antes del sexo. Cuando todo lo que estás pensando es tenerlo por primera vez. Toda esa anticipación, ¿sabes? Hacer que el otro sea un desastre por la tensión. No lo sabría por experiencia porque esta es la primera vez que el sexo no es el primer paso para mí. Usualmente es el primero y el último. —Recuerdo que estabas un poco malhumorado, en realidad. —Bueno, sí. —Se ríe—. Eso también. —Taylor es una buena chica. Nos llevamos muy bien. —Dudo un momento—. Honestamente, estoy tratando de ver cuánto tiempo puedo continuar antes de que ella se dé cuenta de que soy un saco de mierda y es demasiado inteligente para mí. Hunter sacude su cabeza. —Sabes, si no te trataras como un saco de mierda, tal vez otras personas tampoco lo harían. —Gracias, papá. —Lo que sea, imbécil. Escondo una sonrisa. Hunter y yo tenemos una relación diferente a la que tengo con los otros chicos. Tal vez porque ambos estamos trabajando en ser mejores personas últimamente. Es el único con el que

hablo a un nivel más serio, así que cuando viene duro con la rutina de señor Rogers, tiene una manera de meterse bajo mi piel. Sus palabras siguen arrastrándose en mí cuando llego a casa y le devuelvo una llamada a mi madre de esta mañana. —¿Dónde has estado, señor? —reprende—. No supe de ti después del partido. —Sí, lo siento por eso. Fue un fin de semana loco y yo estaba exhausto para cuando volvimos. Luego tuve que ponerme al día con las tareas de los últimos días. —Lamento que no hayan llegado a jugar en el campeonato. Pero el año que viene, ¿verdad? —Sí. Estoy en paz con ello. —Chicos que se cuelgan de mierda como esa por todo un año me saca de quicio. Es como, amigo, consigue otro pasatiempo—. ¿Cómo están las cosas allí? ¿Cómo está Max? Su suspiro me hace cosquillas en la oreja. —Quiere comprar un velero. Salió a Monterrey para mirar uno. —¿Sabe navegar? —Por supuesto que no, pero por qué debería detenerlo, ¿verdad? — Se ríe de nuevo. Supongo que es un poco dulce cómo encuentra sus ideas más irracionales encantadoras—. Le dije: no estás en casa lo suficiente como para cenar, ¿cuándo vas a aprender a navegar? Pero si va a tener una crisis de mediana edad, prefiero que sea con un barco que con una mujer más joven. —No puedes ir a la cárcel por prender fuego a tu propio barco —le informo—. Leí eso en alguna parte. —Si llegamos a eso. —Está de acuerdo, bromeando—. De todos modos, no quiero ocupar demasiado de tu tiempo. Te extraño. Te amo. Mantente alejado de los problemas. —Quién, ¿yo? —Sí, eso es lo que pensé. —Te amo, mamá. Nos vemos. Me alegro de que sea feliz. Me alegro de que Max la haga feliz y ella tiene todo el dinero que alguna vez tendrá para quejarse de mierda como comprar un velero. Sin embargo, un sabor agrio se forma en la parte posterior de mi garganta cuando bajo el teléfono. Hablar de Max trae la discusión con Kai de vuelta al frente de mi mente. Fue como un latigazo verlo de nuevo, y no me he sentido bien

desde entonces. Ha habido un dolor molestando en mi cuello que simplemente no va a desaparecer. Salir de California fue para de alejarme de Kai tanto como cualquier otra cosa. Solía pensar que le debía algo. Durante mucho tiempo fue mi mejor amigo, y cuando salí del viejo vecindario y él no lo hizo, sentí como si lo hubiera traicionado de alguna manera. Pero entonces me di cuenta de que nunca se trató de lealtad o amistad para Kai; las personas son solo herramientas a sus ojos. Solo somos tan buenos como lo que podemos hacer por él. Cuando miro hacia atrás, reconozco que Kai Turner es una podredumbre que infecta todo lo que toca. Y espero no tener que volver a verlo. Siento un mal humor arrastrándose, le envío un mensaje a Taylor buscando una distracción. YO: ¿Puedo ir y comerte? Estoy bromeando, pero solo un poco. TAYLOR: Reunión Kappa. ¿Nos vemos luego? No sé si debería sentirme rechazado de que ni siquiera reconozca mi oferta incluso un emoji pensante. Decido tenerle paciencia, ya que ella está en medio de una reunión y no tenía que enviarme un mensaje de texto en primer lugar. YO: Genial. Me envías un mensaje. Aviento el teléfono en mi cama y voy a la cómoda en busca de algunos pantalones cortos de gimnasio. Supongo que iré a correr ya que ni siquiera puedo hacer que mi novia falsa me deje comer su coño. Nunca es demasiado temprano para empezar a trabajar en mi cardio.

Taylor

E

stoy a punto de tragarme la lengua cuando leo el mensaje de texto de Conor. Ese hombre tiene el muy molesto hábito de tomarme fuera de guardia durante las reuniones Kappa.

—¿Qué es tan gracioso? —Sasha arranca el teléfono de mi mano después de enviarle una respuesta a Conor. Me lanzo hacia ella, pero mi mejor amiga es demasiado rápida. Gimnasta en formación y todo eso. Perra. —¿Puedo ir y comerte? —Lee en voz alta, saltando sobre sus pies para alejarse. La persigo hasta un punto muerto alrededor de la antigua mesa de café en la enorme sala de estar. Todo en esta habitación es algún artefacto preciado donado por un exalumno por alguna tonta razón—. Emoji de berenjena, emoji de salpicadura, emoji de durazno… —Cállate. —Salto en la mesa para tirar del teléfono—. Él no envió emojis de córrete-en-mi-trasero. —Se le llama subtexto, Taylor. —Sasha guiña un ojo y sonríe—. Estoy orgullosa de ti. —Yo dejaría que Conor Edwards se corriera sobre mi tortuga de peluche si quisiera —suelta Rachel. —Lo sabemos, Rach. —Olivia hace mímicas de vomitar con la boca cerrada—. Maldita psicópata. —Dijiste que sí, ¿verdad? —Beth está sacudiendo una pajita adentro y afuera del vaso de su malteada—. Por favor dime que dijiste que sí. —¿Ves? —Lisa está asintiendo con seria aprobación—. Los hombres de verdad comen coño. —Pero ¿él es bueno en eso? —Fiona empuja una almohada en su regazo como si tuviera que cubrir su erección de dama—. Siento que él es bueno en eso. Puedo decir eso acerca de la gente. Sasha y yo volvemos a la mesa de comedor, acomodando nuestras sillas hacia la sala de estar así podemos tener una vista del espacio con concepto abierto. Siento la mirada de alguien sobre mí, y descubro que Rebecca está sentada a unos asientos más allá. Cuando nuestros ojos se encuentran, ella frunce el ceño y aparta la mirada.

—¿Podemos bajar un poco el medidor de perra sedienta? —Abigail bufa, su rostro rojo—. No quiero escuchar acerca del chico puta de Taylor. Tenemos asuntos que discutir. —Como la presidencia de Abigail —susurra Sasha. —Por qué siquiera preocuparse con una elección, ¿eh? —susurro de vuelta. Sasha pone los dedos en forma de pistola en su cabeza y dispara. Sin embargo, nuestra presidenta no empieza con ese tema, en lugar de eso, se dirige a un evento de más presión. —Rayna, ¿quieres ponernos al día con la Gala de Primavera? — Charlotte dirige la reunión hacia Rayna, otra chica de último año. —El lunes tendremos los boletos listos. Este año les asignaremos a todas que vendan veinte. Todos los detalles acerca de la beneficencia para el Hospital de Niños que estamos patrocinando están en sus correos, junto con el código de vestimenta. Recuerden a las personas cuando vendan los boletos que el traje formal es requerido. Y hablo en serio cuando digo que es corbata negra. Punto. Si los hombres no vienen con una corbata de moño o en un vestido largo de lentejuelas y deslumbrante, no van a entrar. Stephanie, te estoy hablando a ti. Rayne la fulmina con la mirada a la hermana apenas ocultando una sonrisa culpable. El año pasado la cita de Steph llegó con un vestido como Jesús Zombie Gótico Roquero. Eso no sentó muy bien a los exalumnos donantes. —¿Podemos hacerlo en Boston este año? —se queja Jules—. La sala de banquete olía raro y allí no había estacionamiento. Apuesto a que podría hacer que mi papá… —No —interrumpe Rayna—. Cuanto más gastemos en un lugar, menos dinero va a la beneficencia. Estaremos en el salón de banquete de Hastings de nuevo, pero este año estamos contrataremos a la iglesia al otro lado de la calle para usar su estacionamiento por desbordamiento de parqueaderos, y tendremos un valet en el lugar. —Todas —interviene Charlotte—, son requeridas para firmar como voluntarias en el comité para la Gala de Primavera. Planificación VIP, decoración, lo que sea. Rayna tiene la lista. Si sus nombres no están en alguno, yo escogeré por ustedes. Sasha me golpea ligeramente en las costillas. Ella se había comprometido una toma hostil en el comité de música en la última reunión y me reclutó para su campaña. Principalmente, eso involucra pasar por sus listas de reproducción en Spotify para encontrar el balance correcto entre lo bailable e inofensivo para nuestros distinguidos

invitados de cierta edad. El año pasado Sasha echó al DJ por veinte minutos de su puesto y corrió toda la cosa con su teléfono. No hace falta decir que nos dimos cuenta de que es más fácil dejar que Sasha se saliera con la suya. Después de que Charlotte terminara la reunión, Abigail me arrincona en mi camino hacia el baño del pasillo. Parece que ha ido a su traficante de aclarante. Su cabello ahora es una sombra de blanco que de alguna manera absorbe toda la luz natural y refleja solo a una perra cegadora. —Estás terriblemente presumida estos días —dice ella, de pie entre la puerta y yo para evitar que orine. Debería orinarme en sus lujosos Louboutins solo para probar un punto acerca de las repercusiones en poner obstáculos al baño. —Te puedo asegurar que no. Ahora, si me disculpas… —Sabes que tu chico hockey se va a aburrir de ti y a dejarte pronto. Él nunca sale con alguien por más de unas semanas. —¿Por qué te importa? —Somos hermanas, Tay-Tay —dice ella arrulladoramente, inclinando la cabeza en una forma que la hace lucir como una marioneta rota. Es jodidamente siniestro. O tal vez es toda la presión de la sangre a un lado de su cerebro que le da la habilidad de formar palabras—. No quisiera que te rompieran el corazón. —No te preocupes. —Estiro mi mano y la obligo a esquivarla así puedo moverme hacia adelante—. Nuestra relación es únicamente basada en tener mucho sexo, así que… Paso por su lado y hago lo mío, luego me lavo las manos y salgo al pasillo. Donde Abigail todavía está parada. ¿No tiene cosas mejores que hacer que obsesionarse con mi vida? Ella me sigue por el pasillo hacia el vestíbulo. Cuando voy a abrir la puerta para irme, no entra pavoneándose otro más que el novio de Abigail, Kevin. Genial. El tipo que huele a mucha colonia y Cheetos. Cada vez que Kevin me ve, hay una breve mirada en blanco y luego sus ojos caen a mi pecho y es como encontrar a alguien en la multitud de un aeropuerto. Su rostro se ilumina con reconocimiento. —Taylor, hola. —Taylor —grita Sasha desde la escalera—. Sube tu trasero aquí.

—Míralo de esta manera —digo alegremente, pasando las miradas fijas de Abigail y de su asqueroso novio—, cuando haya terminado con mi chico hockey, puedes tener tu oportunidad. La emoción brota a través de mí. Defenderme de Abigail, incluso solo un poco, se siente bien. Poderoso, incluso. Taylor Marsh, capaz de saltar sobre perras altas en una sola ronda. —Deberíamos hablar con Charlotte acerca de tener paramédicos esperando —dice Sasha mientras subimos por las escaleras hacia su habitación—. Abigail está propensa a caerse muerta de los celos en cualquier minuto. —No sé si será de celos. —En la habitación de Sasha, me dejo caer en un puf y pongo mi cabello sobre un hombro—. Creo que lo que la pone loca es que su crueldad fracasó al hacerme feliz. Sasha se sienta en otro puf y me fija con una mirada seria. —Entonces ¿esto es real? ¿Tú y Conor son una cosa real ahora? —Es algo —digo por falta de una palabra mejor—. No sé qué. —Pero es real. Trago duro. —Creo que sí. Quiero decir, nos hemos besado y lo que sea. Tonteamos un poco en Buffalo. —Condujiste siete horas para una llamada de sexo —dice Sasha, riendo—. Espero que fuera más que un poco. —Seis horas y media. Y bien, fue un poco más que un poco. —¿Todavía tienes tu tarjeta V? —exige ella. —Todavía no estoy familiarizada con su pene. Eso me gana un resoplido. —Está bien. Bueno. ¿Dónde está tu cabeza? ¿Es esto una cosa como bien-por-ahora, o está de camino a una dirección lineal? —No lo sé. Quiero decir, estoy en eso. Las cosas son un sólido A en la categoría de pasar el rato. Él es dulce y respetuoso y hace las cosas cómodas. —Pero —dice Sasha por mí. —Pero todavía tengo mis dudas. Él no ha sido nada más que maravilloso conmigo, y, sin embargo, no puedo sacarme de encima la idea de que si tengo sexo con él, seré un número más en su muy larga lista.

Se siente… —Me voy quedando callada, incapaz de encontrar las palabras. —Ese es el patriarcado hablando. ¿A quién le importa una mierda con cuántas mujeres él haya dormido? ¿Acaso él las engañó? ¿Les prometió un anillo para meterlas en la cama y luego se esfumó en medio de la noche? ¿Está subiendo selfis de sexo en Instagram y pasando sus trofeos a sus amigos? —No que sea consciente de eso, no. —Entonces jode eso. O a él. —Mueve su lengua pícaramente—. Si quieres. Cuando lo sientas. Si el estado de ánimo te lo permite. —Está bien —digo, rodando los ojos—. Te entendí. —La sociedad les dice a los chicos que dividan y conquisten, y les dice a las chicas que nos reservemos para alguna versión futura más joven de nuestro padre. Estoy haciendo matemática rápida en mi cabeza y… síp, eso equivale a un montón de tontería hipócrita. Tu autoestima no está atada a tu vagina ni a cuántas chicas vinieron antes de ti. —Sin el juego de palabras intencional. —Precisamente.

Conor

N

o le había metido tanto dedo a una chica desde la secundaria.

Taylor yace en mi cama de lado, con las mejillas enrojecidas y los labios entreabiertos. Su sostén está en la esquina de mi escritorio. Su camisa está levantada para exponer sus tetas perfectas para mí, jeans bajados solo lo suficiente para que pueda meter mi mano debajo de sus diminutas bragas blancas. Ni siquiera he visto a esta chica completamente desnuda todavía, pero es la cosa más erótica que he presenciado. Cabello rubio se extiende sobre mi almohada y su pequeño y cálido cuerpo envuelto alrededor del mío mientras ella se retuerce contra mi mano. Sus ojos se aprietan con más fuerza cada vez que paso mi pulgar por su clítoris. Podría hacer esto todo el día. —Detente. —Taylor aparta su boca de la mía y me congelo. Mierda. ¿Estaba siendo demasiado rudo? Ha pasado un tiempo desde que follé con una virgen. —¿Te estoy lastimando? —pregunto de inmediato. —No, se siente increíble. —Entonces, ¿qué pasa? —Nada está mal. Yo solo... creo que quiero chuparte. —¿Crees? —Aprieto mis dientes contra mi labio para detener una risa. Por lo general, no es así como comienzan estas conversaciones. Quiero decir, honestamente, por lo general no es una conversación en lo absoluto. Ella asiente, pareciendo tener más confianza mientras la idea da vueltas por su mente. Ella se lame los labios y mi polla casi malditamente atraviesa mis jeans. —Sí. Quiero hacerlo. —No tienes que hacerlo, ya sabes. —Levanto una ceja—. No creo en el sexo transaccional. —No, lo sé. —Taylor me sonríe y hay un destello de conspiración en sus ojos. Una chica a punto de emprender una aventura. Es lindo, de una manera extraña. La primera polla de mi nena.

—De acuerdo entonces. —Me acuesto sobre mi espalda y cruzo los brazos detrás de la cabeza—. Haz un hombre de mí, Taylor Marsh. Riendo suavemente, se arrastra por mi cuerpo y desabotona mis jeans, tira de ellos hacia abajo con mis bóxers. He estado duro desde que entró en mi habitación hace una hora, y mi polla se levanta para saludar. Taylor se muerde el labio inferior mientras me toma en su mano y acaricia cuidadosamente mi eje. Ella dice algo, pero no la escucho porque toda mi concentración está dedicada en no soltar mi carga. Me la he jalado por este momento tantas veces desde que nos conocimos, con ella poniendo su boca en mi polla, sus ojos azul caribeño mirándome mientras me chupa. —¿Te estoy lastimando? —pregunta ella, dándome otra suave caricia. Burlándose de mí—. Porque parece que estás sufriendo. —Estoy en agonía —murmuro—. No creo que pueda sobrevivir a esto. —Bien. Simplemente no te corras en mi cabello —ordena, y mi risa de respuesta muere en mi garganta cuando lame la longitud de mi polla. Estoy frito cuando ella toma la cabeza completamente entre sus labios carnosos, su lengua trabajándome. Enredo mis dedos en su cabello, animándola a ir más despacio. Ella obedece, la succión caliente de sus labios me traga milímetro a milímetro. Para cuando estoy enterrado casi hasta el fondo de su garganta, estoy sudando. Jesús jodido Cristo. Utilizo mi mano libre para limpiar las gotas de sudor que salpican mi frente. Mi respiración se vuelve dificultosa cuando Taylor utiliza el mismo ritmo tortuoso para arrastrar su boca fuera de mi polla. Su lengua se desliza sobre la punta en un lento y seductor remolino, y casi pierdo el control en ese mismo momento. ¿Por qué pensé que lento sería una mejor idea? Lento, rápido, no importa. No voy a durar de ninguna manera. No sé de dónde sacó esto, pero Taylor me está dando la mejor mamada que he tenido. —Joder, nena, estoy cerca —digo con los dientes apretados. Con los labios relucientes de humedad, Taylor me suelta con un sonido húmedo y se sienta, todavía acariciando mi polla. Gimiendo, agarro la camiseta que cuelga de mi cabecera y le quito mi polla justo cuando todo mi cuerpo se tensa y se estremece. Me corro en la camisa, mientras Taylor besa dulcemente mi pecho, mi cuello, hasta que me estiro para tomar sus labios. Nuestras lenguas se encuentran y la beso con avidez mientras las réplicas de mi liberación tiemblan a través de mi cuerpo.

—¿Eso estuvo bien? —Ella rompe el beso, sonriendo tímidamente. Cómo esta chica cambia me hace girar la cabeza. De virgen inocente a domadora de pollas y viceversa. Suelto un suspiro de felicidad. —Mejor que bien. —Entonces me doy cuenta—. Pero no te hice correr. Todavía puedo… —Estoy bien. —Taylor se acurruca a mi lado, apoyando su cabeza en mi pecho. Sus dedos viajan perezosamente por mi estómago—. Eso fue divertido. —Te haré correrte dos veces la próxima vez —digo, y beso su frente mientras tiro la camisa en el cesto al otro lado de la habitación. Ligar con Taylor ha vuelto a hacer divertidos los juegos previos. Antes de esto, o una chica estaba tan ansiosa por tener mi polla que apenas conseguía su nombre, o yo estaba tan ansioso por desnudarla que ni siquiera nos besábamos. Con Taylor, no quiero perderme de nada. Quiero aprender cada centímetro de su cuerpo, darle cada experiencia. Soy su primero y quiero asegurarme de hacerlo bien. Mi teléfono vibra en la mesita de noche junto a Taylor. —¿Te importaría agarrar eso? —pregunto. Ella me lo da. Un número desconocido se ilumina en la pantalla, provocando un ceño fruncido. —¿Sí? —respondo, sin dejar de pasar mi mano por el largo del cabello de Taylor. —Qué hay, hermano. Cada músculo de mi cuerpo se tensa. Kai. Ese hijo de puta. —¿Cómo conseguiste este número? —pregunto fríamente. Taylor me mira con ojos interrogantes. —No te enojes, hermano. Hablé con uno de tus chicos en el club de Buffalo. —Apuesto a que fue Bucky. Ese chico daría su contraseña bancaria si se la pidieras amablemente—. Esos son deportistas un montón de imbéciles que no aguantan el alcohol. —Bueno, elimínalo. Te lo dije antes… —Tranquilo, hermano. Vengo en son de paz. Escucha, voy a estar en Boston este fin de semana. Juntémonos, hablemos. Sería bueno para los dos. Sí, claro. Con Kai, solo existe lo que es bueno para él.

—No estoy interesado. —Termino la llamada y tiro mi teléfono al suelo. Maldición. —¿Era ese tipo de nuevo? —Luciendo preocupada, Taylor se desenvuelve de mi costado y se sienta, ajustándose la camisa y abrochándose los jeans—. ¿Kai? —Está bien. Olvídalo —digo, pero realmente estoy hablando solo. Desde que Kai reapareció esa noche después del torneo, no he podido deshacerme de la sensación de pavor que se anuda en mi estómago. —Conor. Sé que estás ocultando algo. —Cuando Taylor vuelve su mirada hacia mí, sincera, vulnerable, me siento como un idiota—. Y si no estás listo para decírmelo, o no confías en mí con la información, está bien. Pero no actúes como si eso no estuviera aquí. Que me jodan. —Lo siento. —Lamo mis labios repentinamente secos. Si Taylor finalmente se va a dar cuenta de que es demasiado buena para mi tonto trasero, podría ser más temprano que tarde—. No quería decir nada porque me gusta la persona que crees que soy. Un surco se clava en su frente. —¿Qué significa eso? Significa que si Taylor supiera lo que es bueno para ella, bloquearía mi número. —Significa que si me hubieras conocido en ese entonces, habrías sido inteligente al correr hacia la otra dirección. —Dudo que eso sea cierto —dice, y eso me desanima por completo. Esta chica ha mal colocado tanta fe en mí—. Solo dime. Estoy segura de que es peor en mi cabeza. A la mierda. —He pasado los últimos dos años tratando de alejarme de Kai porque yo solía ser él —admito—. Estuve metido hasta el cuello con él desde que éramos niños. Dejé que me convenciera en irrumpir en edificios abandonados, robar en tiendas. —Pelear, romper ventanillas de autos—. En la secundaria, Kai comenzó a traficar. Solo marihuana, en su mayoría. Es lo que hacía la gente, ¿sabes? Como que no se sintió mal en ese momento. Sin embargo, en algún momento durante el segundo año de la escuela secundaria, su hermano mayor fue encarcelado por robar autos, y después de que Tommy se fue, parecía que Kai comenzó a ir por el mismo camino. Saliendo con algunos de los amigos de su hermano, faltando semanas a la escuela.

No puedo leer la expresión de Taylor mientras le cuento todo esto. Y todavía no me atrevo a admitir lo peor, porque estoy avergonzado y apenado de lo que fui. Sabiendo que todo está todavía en mí, bajo la superficie. La mancha debajo de la alfombra. —Luego mi mamá se casó con Max y nos mudamos fuera del vecindario. Me enviaron a una escuela privada. —Me encojo de hombros—. Eso me alejó de Kai, en su mayoría. Si no fuera por eso, probablemente ya me habrían metido a la cárcel. Metido en la misma mierda en la que comenzó Kai. Taylor me mira fijamente durante mucho tiempo. Silenciosa, pensativa. No sabía que estaba conteniendo la respiración hasta que ella suelta la suya. —¿Eso es todo? No. —Sí —digo en voz alta—. Quiero decir, sí, básicamente. Cristo, soy un idiota. Un cobarde. —Todo el mundo viene de alguna parte, Conor. Todos hemos metido la pata, hemos cometido errores. —Su tono es suave, pero resuena con convicción—. No me importa quién eras antes. Solo quién elijas ser ahora. Me río oscuramente. —Sin embargo, eso es fácil de decir para ti. Eres de Cambridge. —¿Qué tiene que ver eso con esto? —No puedes entender lo que es ser muy pobre un día y ser dejado en una escuela privada en mocasines y corbata al día siguiente. Odiaba a todos esos cabrones pretenciosos conduciendo malditos Beamers y cargando mochilas Louis Vuitton. Todos los días me miraban mal, me molestaban en los pasillos, y pensaba para mí mismo, hombre, sería tan fácil robar sus autos e ir a pasear, o saquear todos sus juguetes de niños ricos que dejaban en sus casilleros del gimnasio. Por eso fui a una universidad estatal en California, porque estaba cansado de no pertenecer. —Niego con la cabeza con ironía—. Entonces termino aquí con todos estos tipos de riquezas heredadas de la Costa Este, y es la misma mierda. Huelen pobreza cada vez que entro en una habitación. —Eso no es cierto —insiste con un poco más de mordacidad en la voz—. A nadie que se preocupe por ti le importa una mierda si creciste rico o no. Cualquiera que lo haga no es tu amigo de todas formas, entonces que se jodan. Perteneces aquí tanto como cualquiera.

Ojalá yo pudiera creer eso. Quizás por un tiempo sí lo creí. Pero el regreso de Kai a mi vida me ha recordado, me guste o no, quién soy en realidad.

Taylor

A

unque ya es mediados de abril, el clima no ha decidido qué temporada quiere ser, dejando las clases por el día, todavía se siente como invierno; todo el mundo envuelto en abrigos de lana y guantes, sosteniendo cafés y soplando humo blanco. Pero gracias al cielo azul despejado y los rayos de sol filtrándose entre las ramas de los robles que calientan los parches marrones de hierba en el campo de Briar, se empieza a sentir como primavera, lo que significa que solo queda un mes en el semestre. Hasta ahora, ese día se siente lejano. Pero con la Gala de Primavera acercándose, la evaluación para mi pasantía, y los finales que aprobar, el final del año está cargando contra mí como una estampida. Supongo que se siente como mucho porque gran parte de mi atención ha estado enfocada en otra parte. Específicamente, Conor Edwards. Aún no hemos definido nuestra relación en términos claros. Estoy bien con eso. Genial, incluso. Hay menos presión sobre cumplir las expectativas, o fallarlas, cuando las cosas se mantienen vagas. Dicho esto, empiezo a preguntarme hacia dónde cree Conor que se dirige esto. Me invitó a ir California en el verano, ¿pero iba en serio con eso? ¿Y se quiso decir como amigos, amigos con derechos, o algo más? No es que lo culpe si ve el final del semestre como el final de nuestro acuerdo de exclusividad, solo desearía que existiera una forma menos dolorosa e incómoda de preguntar si espera que pasemos el verano en el estado actual. Pero de nuevo, tal vez yo no quiera escuchar la respuesta. En mi camino a la biblioteca, recibo una llamada de mi madre. Ha pasado un tiempo desde que hablamos, así que me alegro de escucharla. —Hola —contesto. —Hola, cariño, ¿tienes un minuto? —Síp, voy saliendo de clases. ¿Qué pasa? —Me siento en una de las bancas de hierro en el camino de adoquines. —Voy a estar allí en la tarde del viernes. ¿Estás libre? —Para ti, por supuesto, el sitio tailandés reabrió y…

—En realidad —dice ella, y no me pierdo la nota de cautela en su voz—. Ya tengo planes para la cena, esperaba que te unieras a nosotros. —¿Eh? —Mamá está siendo demasiado evasiva sobre algo tan simple como una cena, entonces mi mente empieza a correr—. Define nosotros. —Tengo una cita, para ser específica. —Una cita. ¿Con alguien en Hastings? —¿Qué pasó con estar muy ocupada para citas? —Me gustaría que lo conocieras. ¿Conocerlo? ¿Ella habla en serio? ¿Esto es en serio? Mi madre siempre estuvo más enfocada en su carrera y alcances científicos que relaciones románticas. Los hombres nunca mantienen su interés el tiempo suficiente para desarrollar un rol importante en su vida. —¿Cómo tú lo conociste a él? —demando. Hace una pausa. —Suenas molesta. —Estoy confundida —digo—. ¿Cuándo tuviste tiempo de conocer a alguien en Hastings? ¿Y por qué es la primera vez que escucho algo de él? —Han pasado años desde que mi mamá me presentó a alguien; ella no se molestaba a menos que sintiera que la relación era seria. La última vez que me visitó, no estaba viendo a nadie… lo que quiere decir que es algo nuevo, un desarrollo rápido. —Después de nuestra reunión de almuerzo el mes pasado, me detuve a visitar a un colega en Briar y él nos presentó. —Entonces, este tipo es, qué, ¿como tu novio ahora? Se ríe incomoda. —Suena como un término muy juvenil a mi edad, pero sí, supongo que lo es. Jesús, mujer. Quito mis ojos de ella durante cinco minutos y va y se mete con alguien de aquí, o peor, un profesor. ¿Qué para si es uno de mis profesores? Eww. Eso se siente extrañamente incestuoso. —¿Cómo se llama? —Chad. Creo que era ridículo pensar que ella lo llamara profesor Algunacosauotra o doctor Quienmierdaseas. Pero Cristo en una cesta, nunca imaginé a Iris Marsh saliendo con alguien llamado Chad, de

alguna manera dudo que él se junte con mujeres del intelecto singular de mi madre. —Aun percibo cierta hostilidad —dice mi madre con tono cauteloso. Sí, supongo que siento algo de hostilidad con la idea de que mi madre hiciera viajes clandestinos a Hastings y no intentara verme o llamarme. Un dolor me aprieta el pecho. ¿Cuándo me convertí en un segundo lugar? Durante toda mi vida siempre fuimos ella y yo contra el mundo, y ahora tiene a Chad. —Solo sorprendida —miento. —Quiero que ustedes dos se lleven bien. —Hay una larga pausa, en la cual percibo su decepción de que esta conversación no saliera mejor. Ella quiere que esté feliz por ella, que esté emocionada, ella probablemente pensó en esta conversación todo el día, toda la semana, preocupada de si era el momento para reunir estas dos partes de su vida. Sus siguientes palabras confirman mis sospechas. —Esto significa mucho para mí, Taylor. Trago el bulto de resentimiento obstruyendo mi garganta. —Sí, una cena suena genial. —Eso es lo que ella quiere escuchar, creo que le debo al menos eso—. Solo si yo puedo llevar una cita.

Conor

E

ntonces, una cosa que estoy aprendiendo sobre Taylor es que a ella no le gustan los cambios repentinos. Como este asunto sobre el nuevo novio de su madre, una personalidad oculta, al acecho y con todo tipo de pánico tipo A ha asomado su cabeza hilarante. Está rígida y enrollada a mi lado en el asiento del pasajero de mi Jeep, sus uñas golpean el reposabrazos. Puedo sentirla pisando el acelerador imaginario del piso. —No vamos a llegar tarde —le aseguro mientras me alejo del restaurante en la calle principal. Nos detuvimos en Della’s para recoger un pastel de nueces para el postre—. El tipo vive en Hastings, ¿verdad? Su teléfono ilumina su rostro y se refleja en su ventana. Ella está estudiando la ruta en su mapa. —Sí, gira a la izquierda en las luces. Nos dirigimos hacia Hampshire Lane, luego giramos a la derecha en… no, ¡dije a la izquierda! —grita mientras conduzco directamente a través de la intersección. Le echo un vistazo. —Esto nos ahorrará tiempo. —Sé que es un hecho que la luz de giro a la izquierda en la intersección que acabamos de pasar dura unos 0,04 segundos y luego te deja esperando como seis minutos para volver a cambiar. —Son las siete y nueve —gruñe Taylor—. Tenemos que estar allí a las siete y cuarto. ¡Y ese fue nuestro turno! —Dijiste Hampshire. Puedo llevarnos allí más rápido evitando las luces y cortando las calles residenciales. Su expresión dudosa dice que no me cree. —He vivido aquí más tiempo que tú —me recuerda. —Y no tienes auto, nena —digo, dándole una sonrisa que ella apreciaría si no estuviera tan nerviosa—. Conozco estos caminos. El entrenador vive cerca. Hunter y yo pasamos una noche conduciendo por todas estas calles cuando Foster se alejó de una cena de equipo para fumar un porro. Se perdió por tres horas. Lo encontramos en la piscina vacía de una anciana. —Siete y diez —responde ella bruscamente.

No hay victoria con Taylor. Y realmente no la culpo por ser un montón de nervios. He estado en su lugar. Fuimos solo mi madre y yo durante tanto tiempo, y luego, de repente, este tonto de Max aparece en la casa en caquis y una camisa de los Brooks Brothers y me llama amigo o alguna mierda, y casi enloquecí. Tuve que convencer a Kai de no dañar las llantas del Land Rover de Max, aunque estoy bastante seguro de que fue él quien cortó uno de los neumáticos de Max la primera noche que se quedó. —Si decides que no te gusta el tipo, solo dame una señal —digo. —¿Y entonces qué? —No lo sé. Cambiaré su azúcar con sal o algo así. También podría reemplazar toda su cerveza con orina, pero luego tú tendrías que llevarnos a casa. —Trato hecho. Pero solo si es un súper imbécil, como si tuviera un retrato de sí mismo colgando en su comedor. —O cabezas de animales en peligro de extinción en su pared. —O no recicle —dice ella, riendo—. Oooh, tal vez puedas enviar un mensaje de texto a los chicos para que aparezcan en las ventanas con máscaras de Halloween. —Maldición, eres mala. Pero se está riendo, y parte de la tensión finalmente abandona su cuerpo. Esta cena es una gran cosa para ella. Para su madre y su relación. Tengo la sensación de que Taylor ha estado temiendo este día por un tiempo, el momento en que alguien se convertiría en la otra persona más importante en la vida de su madre, y tendría que comenzar a acostumbrarse a la idea de que su madre es una persona con toda una vida que no incluye a Taylor. O tal vez solo estoy proyectando. —¿Cuál es el nombre de la calle? —Manchester Road. Doblo a la derecha en Manchester. La calle está bordeada de árboles desnudos cuyas ramas barren el césped marrón y rozan el suelo donde finalmente se ha derretido la última nevada de la temporada. Las antiguas casas victorianas no son tan grandes como las que están a unas calles, pero las casas aquí son bonitas. Conozco esta calle. —Número cuarenta y dos —dice Taylor. Que me jodan. —¿Qué es? —Ella me mira, alarmada por la expresión de mi rostro.

—Esta es la casa del entrenador. Ella parpadea. —No entiendo lo que quieres decir. —Quiero decir que esta es la casa del entrenador Jensen. Cuarenta y dos de Manchester Road. —Pero esta es la casa de Chad. Una risa estrangulada aparece. —Oye, nena, juguemos un juego… —¿Sobre qué estás balbuceando? —…se llama “Adivina el primer nombre del entrenador Jensen”. Pasa un segundo. Entonces las mejillas de Taylor palidecen. —Oh Dios mío. ¿ES CHAD? —Es Chad —digo ahogadamente entre risas. No puedo parar de reír. Lo sé, lo sé, un movimiento total de idiota, pero vamos, ¿cuáles son las malditas probabilidades? Taylor me da una mirada fulminante, como si de alguna manera fuera mi culpa, y solo puedo imaginar lo que está pasando por su mente. Sé que el entrenador Jensen es un tipo resistente, pero Taylor no lo conoce en absoluto. En este momento tiene que estar preguntándose si quiere a alguien como yo, alguien como Hunter o Foster o cualquiera de esos otros chicos del equipo, esté enviándole mensajes a su madre. Honestamente, no puedo culparla. Los hombres del hockey son definitivamente difíciles. Somos animales. Los números en mi tablero pasan de 7:13 a 7:14. Miro hacia la casa del entrenador. La cortina se mueve en la ventana de la sala. —¿T? —pregunto. Ella presiona sus dedos en sus sienes, luego suelta un fuerte suspiro. —Terminemos con esto —dice ella. Antes de llegar al porche, la puerta principal se abre para revelar a Brenna. —¡Oh, esto es perfecto! —Ella sacude la cabeza con una mirada de lástima divertida—. Eres un idiota. —Ella me está hablando a mí —le aseguro a Taylor. —Obviamente —responde mi novia.

Las chicas se abrazan y elogian los atuendos de la otra. Ya olvidé lo que lleva puesto Taylor, porque estoy ocupado tratando de averiguar si su madre casándose con el entrenador nos hace hermanos hasta que me doy cuenta de que el entrenador y yo no estamos relacionados. Mi cerebro está atrapado en marcha neutral. —Todavía tienes tiempo para correr, Con —aconseja Brenna—. Vamos. Corre libre, sexy conquistador vikingo. Taylor se da vuelta para estudiarme. —¿Qué? —exijo. —Sí luces como un sexy conquistador vikingo. —Entonces ella toma mi mano y la agarra con fuerza—. Y no irás a ninguna parte, Thor. Eres mi ayudante, ¿recuerdas? —Acepté el trabajo antes de descubrir que tu madre estaba follándose a mi Chad. —Ella está follando a mi papá —corrige Brenna con una risita. —¿Podemos por favor no hablar sobre la vida sexual de nuestros padres? —ruega Taylor. —Buen punto. —Brenna abre más la puerta y toma nuestros abrigos, colgándolos en el vestíbulo—. ¿En serio no lo sabías? —me pregunta. —¿Tú sí? Porque una advertencia hubiera sido genial. —Escucho voces provenientes de la parte trasera de la casa y me imagino que todos los demás están en la cocina. —Sabía que iba a conocer a la hija de la nueva novia de papá, pero no tenía idea de que era Taylor, o que ella te traería. Esta es la mejor noche de mi vida. —Brenna va corriendo hacia la cocina delante de nosotros como una jodida soplona—. ¡Oye, papá! Uno de tus gorilas está aquí. El entrenador ya me está haciendo una mueca cuando doblamos la esquina para encontrarlo a él y a una esbelta rubia de pie en el mostrador recogiendo un plato de queso. Yo trago saliva. —Uh, hola, entrenador. —¿Qué haces aquí, Edwards? —gruñe El entrenador—. Si Davenport está de nuevo en la cárcel, dile que se quedará ahí toda la noche. No lo voy a rescatar de nue... —Se detiene cuando ve a Taylor. La rubia levanta una ceja a su hija.

—Hola, mamá. Este es Conor. Conor, esta es mi madre. La doctora Iris Marsh. —Encantada de conocerla, doctora mamá, quiero decir doctora Marsh. Mierda. —¡Lenguaje! —regaña Brenna, y se necesita toda mi fuerza de voluntad para no levantarle mi dedo medio. Después de las incómodas presentaciones, las mujeres van al comedor mientras yo ayudo al entrenador en la cocina. No estoy seguro de cómo me voy a recuperar de llamar a Iris doctora mamá en su cara. No he hecho toda la cosa de conocer a los papás desde la primaria. Y eso solo fue el papá de Daphne Cane echándome de la entrada de su casa por usar sus canecas de basura como rampas para patinar. —¿Qué tal una cerveza? —digo, abriendo la nevera. Me la quita de la mano y cierra la nevera. —No seas tonto esta noche, Edwards. —Hombre, él y Brenna son tan parecidos. Da miedo. —Tengo veintiún años —digo con voz entrecortada—. Usted lo sabe. —No me importa. —El entrenador arrastra bruscamente una mano sobre su cabello corto. Está vestido con traje y corbata, con un toque de colonia y una crema para después del afeitado. Es su uniforme estándar de cuando hay que asistir a una reunión aburrida del campus. No estoy seguro de cómo esperaba que fuera el entrenador en una cita, pero no era esto. —Lo único que bajará por tu garganta esta noche es agua o jugo o mi puño —advierte. —Suena delicioso. Me da una mirada de muerte. —Edwards. No sé por qué he sido maldecido en esta cena con uno de ustedes, tontos, supongo que atropellé a un unicornio o prendí fuego a un orfanato en una vida pasada, pero si actúas como un idiota esta noche, te voy a haré hacer bag skates10 todos los días hasta la graduación. Ahí va mi esperanza de que el entrenador sea mi aliado para sobrevivir esta noche.

Bag skates: es un método para castigar a un equipo. Uno de castigos más utilizados es lo que algunos podrían llamar “líneas” o “suicidios”, donde los jugadores patinan hacia la línea azul y de regreso, seguidos por la línea roja y de regreso, la línea azul lejana y de regreso, y la línea de gol lejana y de regreso.

10

Mantengo mi boca cerrada. Demonios, ni siquiera comento sobre sus fantasías de asesinar unicornios porque haría lo que sea para evitar bag skates como castigo. Nunca había vomitado tanto en mi vida como el momento en que el equipo se presentó tarde y con resaca para practicar después de conducir a Rhode Island para hacer una broma al equipo de la universidad de Providence al subir el remolque con su equipo al techo de su arena. El entrenador Jensen nos tuvo en el hielo hasta la medianoche patinando suicidios. El pobre Bucky tropezó y cayó en nuestro contenedor de vómito. La próxima vez que me presente a la práctica y haya un enorme bote de basura de plástico en medio del hielo, simplemente me iré del país. Por su parte, el entrenador se ve nervioso mientras se pasea por la cocina buscando platos y pinzas. Tiene platos con guarniciones frondosas como algo sacado de un libro de cocina de los ochenta que encontrarías en una librería de segunda mano. Pero no puedo negar que la cocina huele bien. Como una barbacoa ahumada. Me pregunto si está cocinando costillas. —¿En qué puedo ayudar? —pregunto, porque él luce un poco disperso. —Toma algunas cucharas para servir. Segundo cajón por allá. Mientras camino hacia los cajones, trato de hacer conversación. —Así que esto con usted y con la doctora Marsh… ¿es en serio? —No es asunto tuyo —responde. Inmediatamente dejo de hacer conversación. El temporizador del horno emite un pitido. —Encárgate de eso, ¿quieres? —dice y me arroja un trapo. Abro el horno y una ráfaga de aire caliente me golpea en la cara. Ni siquiera tengo un segundo para considerar que mis cejas pueden haberse chamuscado antes de que la alarma de incendios se active.

Conor

—¡J

Jodido infierno! —grita el entrenador, lanzándose hacia el horno.

No estoy seguro de lo que me impide simplemente cerrar la puerta. Probablemente la espesa nube de humo saliendo y distorsionando mi campo de visión. —¡Oh Dios mío! ¡Papá! ¡ES POR ESO QUE NO DEJO QUE COCINES! Brenna irrumpe en la cocina gritando por encima de la alarma penetrante con las manos tapándose los oídos justo cuando el entrenador agarra un guante de cocina con una mano y la bandeja con la comida quemándose con la otra. Él salta, inclinando la bandeja, que salpica jugos hirvientes sobre el fondo del horno y que luego se enciende con la temperatura al rojo vivo. Llamas estallan de la feroz boca negra del horno. Mientras Brenna pasa la mano de su padre por debajo del grifo de agua fría, yo derroto heroicamente las llamas con el trapo de cocina, tratando de acercarme lo suficiente para cerrar la maldita puerta. Pero el calor es casi sofocante y el fuego solo se hace más grande. —Nene, muévete —ordena alguien, y de repente Taylor se apresura hacia a mí y arroja un montón de puré de papas al origen del fuego. El horno tose una columna de humo y todos salimos corriendo con el sonido del camión de bomberos acercándose y la vista de las luces rojas rebotando en los árboles. —A todos les gusta la comida tailandesa, ¿verdad? —Ahora no, Brenna —gruñe el entrenador. Tomando su mano herida, observa como los bomberos entran corriendo a la casa para inspeccionar la situación. Las luces parpadeantes iluminan la preocupación en el rostro de Iris Marsh. Ella toma la mano del entrenador para inspeccionar el daño. —Oh, Chad. Debería hacer que los técnicos de emergencias la examinen.

Antes de que él pueda protestar, ella agita su mano y una mujer con una gran bolsa de lona se acerca corriendo para atender sus quemaduras. A mi lado, Taylor entrelaza sus dedos con los míos y acuna mi brazo en busca de calor. Somos un espectáculo patético, tembloroso y vergonzoso en el jardín delantero de la 42 Manchester Road. Los vecinos miran por las ventanas y salen a sus caminos de entrada preguntándose de qué se trata la conmoción. —Lo siento, entrenador —digo, haciendo una mueca ante su palma roja—. Debería haber intentado cerrar la puerta del horno. Él apenas se estremece mientras la técnico de emergencias médicas le pincha la quemadura. —No es culpa tuya, Edwards. Resulta que soy el idiota. —Sabes —dice Iris—, comida tailandesa suena genial.

Un par de horas después, somos los últimos en el restaurante tailandés que reabrió hace unos meses después, apropiadamente, de un incendio. El entrenador se ha deshecho de su abrigo, Taylor me dejó quitarme mi corbata en el Jeep, y Brenna todavía usa el lápiz labial rojo brillante que usa para todas las ocasiones. —Aprecio el pensamiento rápido —le dice el entrenador a Taylor mientras busca otro rollito de primavera con su mano buena. La otra ahora está vendada como un guante de boxeo. —No sé qué me hizo ir por las papas —dice tímidamente—. Entré pensando en buscar un extintor debajo del fregadero. Ahí es donde siempre los ponen en los apartamentos. Pero luego vi el plato con el puré y fue como, veamos qué pasa. —Pude habernos matado a todos —dice él riéndose de sí mismo—. Menos mal que estabas allí. El daño a la cocina de los Jensen no fue tan grave, afortunadamente. Las marcas de quemaduras son lo peor. Será un desastre limpiar después de que los bomberos entren allí para asegurarse de que no vuelva a estallar, pero le dije al entrenador que pediría a los chicos que vinieran a ayudar después de que la gente del seguro diera su opinión. —Taylor tiene experiencia con todo tipo de desastres que involucraron fuego —informa Iris al grupo.

—Mamá, por favor. —¿De verdad? —Deslizo una mirada a Taylor, que se desploma en su asiento—. ¿Ella provocaba incendios? —Hubo un período de, no sé… —Iris reflexiona sobre ello—…tal vez dos o tres años desde la primaria hasta la secundaria cuando yo estaba en mi oficina calificando trabajos o leyendo en la sala de estar, mientras Taylor estaba en su habitación con la puerta cerrada. Una terrible sensación de silencio se apoderaba de la casa justo antes de que sonara la alarma de humo, y yo me apresuraba a subir las escaleras con un extintor de incendios para encontrar un nuevo agujero carbonizado en la alfombra y un charco de muñecas Barbie derretidas. —Está exagerando. —Taylor sonríe a pesar de sí misma—. Mamá, eres tan dramática. Cambia de tema, por favor. —De ninguna manera —objeto—. Quiero saber más sobre la pirómana anarquista de Cambridge. Taylor me golpea en el brazo, pero Iris acepta la invitación de explicar el momento en que su pequeño terror rubio fue enviado a casa temprano desde una fiesta de pijamas por prender fuego a la pijama de otra chica. —Apenas estaba chamuscada —insiste Taylor. —Con ella todavía en ellos —termina Iris. El entrenador comienza con un “eso me recuerda la vez” sobre Brenna, que de alguna manera ella desvía hacia mí y el equipo. Pero ya no estoy prestando atención. Estoy demasiado ocupado toqueteando el muslo de Taylor, porque algo sobre la idea de que ella sea la amenaza de las tranquilas y sombrías calles de Ivy Lane me pone un poco duro. —Me gustaría saber... —Brenna toma un sorbo de agua de su vaso porque supongo que han pasado cinco minutos desde que fue el centro de atención y si el aburrimiento comienza, entra en modo de autodestrucción—. Cuáles son tus intenciones, jovencito, con nuestra querida hija. —Los ojos oscuros de Brenna adquieren un brillo maligno mientras me escudriña. —Excelente pregunta —concuerda la madre de Taylor. Iris y Brenna casi han terminado su segunda botella de vino y en este punto han creado una alianza impía con la que no creo que me sienta cómodo. —Oh, nos conocimos esta noche —digo, guiñándole un ojo a Taylor. —Sí, él era mi conductor de Uber.

—Ella me dijo: escucha, esto va a sonar loco, pero mi increíblemente rico y excéntrico tío abuelo murió y para poder recibir mi parte de la herencia tengo que presentarme a esta cena familiar con un novio. —Y al principio me dijo que no —agrega Taylor—, porque es un hombre de honor e integridad. El entrenador resopla. —Pero luego ella empezó a llorar y las cosas se pusieron incómodas. —Así que finalmente él estuvo de acuerdo, pero solo si le daba una reseña de cinco estrellas. —¿Qué hay de ustedes dos, chicos locos? —le digo al entrenador—. ¿Están cuidándose? —No lo presiones, Edwards. —No, tiene razón, papá. —La malvada Brenna está de mi lado ahora. Lo prefiero de esta manera—. Sé que ha pasado un tiempo desde que tuvimos la charla, así que... —No empieces —gruñe él a Brenna, aunque Taylor se ríe e Iris parece felizmente despreocupada. Taylor no me había contado mucho sobre su madre más allá de lo que hacía para ganarse la vida y que eran cercanas. Así que no esperaba a una mujer todavía mostrara destellos de pavonearse por las calles de Boston con una chaqueta de cuero y una camisa de Sid y Nancy con un cigarrillo colgando de la boca. Una mujer con doctorado en punk rock. Es muy atractiva, sus ojos y cabello del mismo tono que Taylor. Pero sus rasgos son más afilados: pómulos altos, un mentón delicado. Sin mencionar, alta y delgada como una modelo de pasarela. Puedo entender de dónde saca Taylor algunas de sus inseguridades. —Hubo una vez... —comienza Brenna de nuevo, y yo me desconecto, mi mirada se desliza hacia Taylor. No tiene motivos para sentirse insegura. Ella es maravillosa. No sé, a veces simplemente la miro y me golpea de nuevo. Lo caliente que me pone, cuánto la deseo. Mi mano todavía está en su regazo, y de repente me doy cuenta de que no hemos tenido tiempo para estar juntos antes de que la recogiera para cenar porque ambos teníamos tareas que terminar y ella iba un poco tarde al estar arreglándose. Levanto la mano, solo un poco. Taylor no me mira, no se inmuta. Sus muslos se aprietan. Al principio creo que me sobrepasé, pero luego... ella los separa. Invitando a mi mano a vagar más alto.

Brenna está contando algunas tonterías sobre su beca en ESPN y una pelea que estalló entre un par de comentaristas de fútbol, entreteniendo a los padres, mientras mis dedos deambulan por debajo del dobladillo de la falda de Taylor. Soy cuidadoso, metódico. Cuidando de no llamar la atención. Mientras Brenna hace grandes gestos con las manos y agita la mesa con su historia, mis dedos rozan la tela de las bragas de Taylor. Seda y encaje. Jesús, eso es tan bueno. Ella tiembla, solo un poco, bajo mi toque. Tragando la saliva que de repente llena mi boca, deslizo mi palma sobre su coño cubierto y santa mierda, puedo sentir lo húmeda que está a través de su ropa interior. Quiero deslizar mis dedos dentro y... Retiro mi mano de un tirón cuando el camarero aparece de repente y coloca la cuenta sobre la mesa. Mientras todos saltan al baile de la lucha por la cuenta. Echo un vistazo a Taylor para ver sus ojos brillar con picardía. No sé cómo lo hace, pero esta chica constantemente encuentra formas de sorprenderme. Dejarme sentirla debajo de la mesa no es algo que pensé que encontraría en su libro de jugadas, pero me encanta que exista este lado de ella. —Gracias —dice ella después de que todos nos damos las buenas noches y nos dirigimos hacia nuestros respectivos vehículos. —¿Por qué? —Mi tono es un poco ronco. —Por estar aquí para mí. —Agarrando mi brazo mientras caminamos hacia el Jeep, se pone de puntillas para besarme—. Ahora volvamos a mi casa y terminemos lo que empezaste en el restaurante.

Taylor

E

l domingo por la mañana, mientras Conor sale con los chicos a ayudar al entrenador Jensen a organizar su cocina, yo lavo la ropa y limpio mi propio apartamento. Parece que cuanto más avanza el semestre, más mi hábitat comienza a parecerse al caos agitándose en mi cabeza. Cuando suena mi teléfono, dejo caer la sábana que estoy luchando por doblar, sonriendo para mí misma. Ni siquiera tengo que mirar la pantalla para saber quién es. Sabía que esta llamada llegaría y sabía que sucedería esta mañana. Porque mi madre es la persona más predecible del planeta y básicamente todo fue así: después de conducir de regreso a Cambridge el sábado por la noche, ella se habría quedado despierta leyendo y calificando trabajos con una copa de vino, y luego se habría levantado esta mañana para comenzar a lavar su propia ropa y hacer su limpieza, todo el tiempo ensayando en su cabeza cómo sería esta conversación. —Hola, mamá —digo, contestando la llamada y dejándome caer en el sofá. Va directo al grano con una apertura suave: —Bueno, esa fue toda una cena. Y me río cortésmente en acuerdo y digo: bueno, no fue tan aburrida. Luego ella concuerda y dice: buenos rollitos de primavera también. Tendremos que volver a ese lugar. Así que durante dos minutos nos quedamos atrapadas en un partido de ping-pong de temas sobre el pad thai y el vino de ciruela hasta que mamá se atreve a preguntar finalmente: —¿Qué piensas de Chad? ¿Cómo llegamos a esto? —Es agradable —respondo. Porque es la verdad y lo suficientemente tranquilizador—. Parece genial, supongo. Y Conor dice cosas buenas sobre él, eso es algo. ¿Cómo está su mano? —Nada demasiado serio. Sanará en unas pocas semanas.

Odio esto. Ninguna de las dos dice lo que queremos decir: que no sé cómo hacer que me agrade el tipo con el que mi madre está saliendo, y que ella, a su vez, le romperá el corazón si Chad y yo no podemos encontrar la manera de ser amigos. O si no somos amigos, al menos algo que parezca lo suficientemente cercano desde la distancia, porque la alternativa sería una terrible sensación de estar incompletos cada vez que los tres estemos juntos en una habitación. Nunca he necesitado un padre. Mamá era más que suficiente, y si le preguntabas, te diría lo mismo: que yo también era suficiente para ella. Sin embargo, siento que hay una voz patriarcal programada enterrada profundamente dentro de ella, tal vez los restos de la sociedad que la crio, diciendo que es un fracaso como madre y como mujer si no tiene un hombre en su vida o no puede dar su única hija un modelo masculino. —¿Te gusta él? —pregunto torpemente—. Porque en realidad, eso es más importante. No vi ningún defecto evidente en él, aparte de no dejarlo acercarse al horno de nuevo. —Me gusta —confiesa—. Creo que estuvo nervioso anoche. Chad es un tipo reservado. Le gustan las cosas simples y no mucho alboroto. Creo que reunirlas a ustedes dos, chicas, por primera vez y estar todos juntos, fue mucha presión para todos. Le preocupaba que pudieras odiarlo. —No lo odio. Y estoy segura de que él y yo encontraremos la manera de llevarnos bien si, ya sabes, esto va a ser una cosa. Aunque supongo que ya es una cosa. ¿No fue ese el punto de anoche? ¿La razón por la que todos casi nos quemamos hasta morir por un estofado de carne o lo que sea que fuera ese desastre ennegrecido? Mi madre fue y se metió en algo con un Chad. Un Chad de hockey, para empezar. ¿Qué diablos pasa con nosotras y el hockey? ¿Mi papá jugaba al hockey? ¿No es también un gran deporte en Rusia? ¿Esto ha estado en mi ADN todo este tiempo como un virus inactivo? ¿Voy a ser uno de esos jodidos clichés que crece para casarse con su papá? ¿Acabo de insinuar que me casaría con Conor? Mierda. —Pero ¿cómo funcionará a largo plazo? —pregunto—. Quiero decir, si esto es a largo plazo. ¿Vas a seguir viajando o...? —No hemos hablado de eso —interrumpe—. En este punto no es...

Es mi turno de interrumpir. —Porque te das cuenta de que no puedes dejar el MIT, ¿verdad? Por un hombre. No quiero ser una snob o una perra o como quieras llamarlo, y no estoy tratando de ser mala. Pero no vas a dejar el MIT por él, ¿de acuerdo? —Taylor. —Mamá. Un destello de pánico me atraviesa, y me doy cuenta de que tal vez este nuevo desarrollo me está afectando más de lo que estaba dispuesta a admitir. No es que el MIT y Briar estén demasiado lejos del otro. Pero por un momento, me imaginé a mamá vendiendo nuestra casa, la casa de mi infancia, y otra sacudida de pavor me golpea. Sí, definitivamente no he procesado todo todavía. —Taylor. Necesito que sepas algo —dice con firmeza—. Siempre serás lo primero. —Sí. —Siempre. Eres mi hija Mi única hija. Hemos sido un equipo toda tu vida y eso no va a cambiar. Todavía estoy aquí para ti por encima de cualquier cosa. Y de cualquier persona. Si decides… —No voy a decirte que dejes de verlo —espeto, porque puedo ver a dónde va con esto. —No, lo sé… —Quiero que seas feliz. —Lo sé. Solo digo, si llega el momento, siempre elegiré a mi hija por encima de cualquier cosa y de cualquier persona. Ni siquiera es una pregunta. Lo sabes, ¿verdad? Pero hubo momentos en que ella no lo hizo, y ambas lo sabemos. Hubo momentos en los que ella competía por titularidad y ascensos, escribiendo libros y recorriendo los campus para participar en conferencias. Momentos en los que pasaba todo el día en el campus y luego toda la noche encerrada en su oficina o saltando de un avión a otro. Olvidando en qué zona horaria se encontraba y despertándome en medio de la noche para llamarme. Hubo momentos en los que me preguntaba si ya la había perdido y así es como se suponía que debía ser: tus padres te hacen caminar y hablar y poder calentar tus propios Hot Pockets11, y luego pueden volver Hot Pockets: son empanadas para el microondas que generalmente contienen uno o más tipos de queso, carne, o vegetales.

11

a vivir sus vidas mientras se suponía que debías empezar a crear la tuya propia. Pensé que se suponía que ya no necesitaba a mi mamá y comencé a cuidar de mí misma. Pero luego cambiaría. Mejoraría. Ella se daría cuenta de que no habíamos cenado juntas en meses; yo me daría cuenta de que había dejado de preguntarle cuándo regresaría o pedirle permiso para tomar prestado el auto. Ella se daría cuenta de que yo volvía a casa con mis propias compras mientras ella estaba comiendo una pizza en el sofá y nos daríamos cuenta de que ninguna de las dos había considerado siquiera hablar con la otra. Ahí es cuando nos daríamos cuenta de que nos convertimos en compañeras de cuarto y que todo mejoraría. Que haríamos un esfuerzo. Ella volvería a ser mi mamá y yo sería su hija. ¿Pero decir que siempre seré lo primero para ella? —Sí, lo sé —miento. —Sé que lo haces —dice suavemente. Y la escucho esnifar mientras yo aclaro mi visión borrosa. —Me gustó Conor —agrega, lo que me hace sonreír. —A mí también me gusta. —¿Lo llevarás a la Gala de Primavera? —No le he preguntado todavía, pero probablemente. —¿Eso va en serio, o... punto, punto, punto? Esa es la pregunta a la que todos quieren una respuesta, incluidos Conor y yo. La pregunta que ninguno de los dos ha querido mirar directamente, en lugar de eso, la captamos en destellos y flashes por el rabillo del ojo. El blanco en movimiento en la periferia de nuestra visión. ¿Qué significa serio y cómo se ve? ¿Alguno tiene una idea o lo sabríamos si lo viéramos? No tengo una buena respuesta, y tampoco estoy segura de que Conor la tenga. —Todavía es nuevo. —Es todo lo que puedo pensar en decir. —Está bien intentar cosas, recuerda. Puedes equivocarte. —Me gustan las cosas como están por ahora. Y de todos modos, probablemente no sea una buena idea poner muchas expectativas el uno en el otro justo antes de los finales, y luego están las vacaciones de verano, así que… punto, punto, punto. —Eso suena como una estrategia de salida. —Hace una pausa—. Lo cual no es malo, si eso es lo que necesitas.

—Solo soy realista. —Y la realidad tiene una forma de golpearte en la cara cuando menos te lo esperas. Entonces, sí, Conor y yo podríamos tener algo bueno en este momento, pero no he olvidado cómo comenzó toda esta relación accidental. Un reto que se convirtió en un complot de venganza que se transformó en una situación verdadera. Tengo la sensación de que algún día, dentro de muchos años, Conor y yo nos cruzaremos en un banquete de exalumnos y, mirándonos desde el otro lado de la sala llena de gente, recordaremos el semestre que pasamos en los pantalones del otro. Nos reiremos y compartiremos la divertida anécdota con su escultural esposa supermodelo y con quien sea que yo termine, si es que hay alguien. —Él me gusta —repite. Casi le digo que me invitó a California durante el verano y luego me detengo. Siento que ella le daría mucha importancia. Claro, ya abrí esa estúpida puerta cuando dejé que él conociera a mi madre. Ni siquiera se me ocurrió que llevar a Conor a cenar anoche era cruzar el umbral de la gran relación de presentarle a mamá. Simplemente no podía soportar la idea de pasar la noche sentada sin un respaldo. Tienes que dárselo a Conor; ni siquiera se inmutó ni se puso nervioso. Simplemente se encogió de hombros y dijo: —Claro, si no te importa elegir mi ropa. —Su mayor preocupación era si tenía que afeitarse, y le dije que yo si tenía que afeitarme, él también. Después de una semana de su rastrojo raspando un parche en mi barbilla hasta dejarlo a carne viva, tuve que pararme firme en la situación del vello facial. Pensando en ello ahora, ese fue otro paso en la relación. Mamá y yo charlamos un rato más mientras deambulo por mi apartamento. Hablamos sobre la Gala de Primavera y los finales y si quiero mantener el apartamento en Hastings durante el verano o trasladar mis cosas a un lugar de almacenamiento... una decisión que me doy cuenta de que estoy posponiendo hasta que se determinen otros planes de verano. Más tarde, cuando Conor me envía un mensaje de texto para decir que vendrá con comida, considero hacer una exhibición elaborada de secundaria como una forma de invitarlo a la Gala de Primavera. Como escribirlo en mi pecho con lápiz labial rojo o deletrearlo en ropa interior en el suelo. Entonces me doy cuenta de que darle mucha importancia a la pregunta hace que la cita sea muy importante y tal vez eso envíe el mensaje equivocado. Así que lo mantengo informal y lo menciono con un plato de mi sopa de tomate favorita y queso asado del restaurante.

—Oye, se acerca una gala de Kappa. E iba a pedirle a mi otro novio falso que fuera mi cita… Conor levanta una ceja divertido. »Él va a otra escuela, no lo conocerías. En fin, pensé, bueno, como ya conociste a mi madre y hemos escapado juntos de una casa en llamas, ¿tal vez irías conmigo? —¿Esta es una de esas fiestas en las que me arrastras por la habitación poniendo celosas a otras chicas y generalmente tratándome como una polla caminante? —Sí. —Entonces acepto. Una sonrisa vertiginosa amenaza con formarse. Conor hace que todo sea tan simple, no es de extrañar que me sienta tan cómoda con él. Él lo hace fácil para mí. Observo cómo se mete el último trozo de hamburguesa con queso en la boca, mastica felizmente, y mi buen humor flaquea un poco. No importa lo cómoda que me sienta, siempre existe ese susurro de duda, miedo. Es como un ruido blanco, un zumbido en mi cabeza cuando me quedo dormida, una advertencia persistente de que tal vez no nos conocemos en lo absoluto. Y que en cualquier momento, la elaborada fantasía que hemos diseñado podría colapsar por completo.

Taylor

C

onor tiene la capacidad artística de un jerbo.

Aprendo este problemático hecho cuando viene un miércoles, después de su clase de economía, para encontrarme ya en mis pijamas y sepultada hasta el codo en papel para manualidades. Los chicos están creando bosques lluviosos de papel en la clase de la señorita Gardner esta semana y tengo que cortar casi doscientas flores de papel, aves, y otros seres vivos para ellos esta noche. Cuando Conor se ofreció a ayudar, asumí que, al menos, tenía una educación en pulso de un niño de quinto grado y habilidades básicas humanoides en operar un par de tijeras. Mi error. —¿Qué se supone que es esto? —pregunto, resistiendo la risa. Caricaturas suenan en el fondo, mientras nos sentamos en la alfombra de la sala de estar. Una de las cosas que amo sobre trabajar en una escuela primaria es que no te permite ser tan serio. —Una rana. —Admira su abominación genética, tan dulcemente orgulloso de la grotesca criatura que si estuviera viva, estaría resollando en agonía antes de lanzarse frente a un auto en movimiento. —Luce como un mojón con verrugas. —Mierda, Marsh. —Con una mirada sinceramente ofendida, cubre el sitio donde deberían estar las orejas de la rana—. Vas a darle un complejo. —Necesita una buena muerte piadosa, Edwards. —Se me escapan risitas y casi me siento mal por la devoción de Conor a su creación deforme. —¿Pasas tus horas libres envenenando a los conejitos bebés menos lindos también? —Toma. —Le entrego varias hojas de papel de colores, donde ya he dibujado varias flores—. Solo córtalas. Hace un puchero. —Vas a ser la maestra más malvada. —Trata de no pasarte de las líneas, por favor.

Gruñendo un “como sea” en voz baja, Conor retrocede a la tarea menos alegre de cortar flores. No puedo evitar lanzar miradas ocultas en su dirección, admirando la adorable mirada de concentración en su rostro. ¿Cómo es esto real? Hay casi un metro noventa de músculo sólido y hombría desparramados en mi suelo. Conor constantemente sopla su cabello fuera de su frente, mientras trabaja. A veces, olvido lo atractivo que es. Supongo que me he acostumbrado a tenerlo cerca, dando por hecho las suaves formas de sus labios y las curvas masculinas de sus hombros. La forma en que su piel roza la mía cuando ni siquiera pretendemos tocarnos hace que mis nervios sufran escalofríos. La forma en que se siente cuando está sobre mí. Cuando lo imagino dentro de mí. Varios minutos después, reviso su progreso para descubrir que pasó su tiempo cortando penes de protesta, y alineándolos pulcramente a lo largo del piso de mi sala. Cuando nota que lo estoy mirando, se cruza de brazos y sonríe orgulloso. —¿Te importaría explicar esas pollas? —Son flores —dice en un tono desafiante, y fácilmente puedo imaginar una versión más joven de Conor, poniendo los ojos en blanco a los maestros de secundaria, y mostrándoles el dedo a sus espaldas. —¡Tienen testículos! —espeto. —¿Y? Las flores tienen testículos. Se les llama anteras. Búscalo en internet. —Sonríe, todo lleno de actitud y travesura. No es justo que sea tan encantador cuando está siendo un dolor en el trasero. Si nos hubiésemos conocido en secundaria, solo puedo imaginar los problemas en los que me habría metido. Probablemente, seríamos fugitivos a estas alturas. —¿Qué tal si una de tus pollas llega a la pila de flores y mañana tengo que explicar a la maestra por qué tiene dos docenas de niños de seis años pegando penes por todo su salón de clase? —Con un suspiro irritado, junto los penes y los tiro a la basura. —Pensé que usabas la palabra bosque lluvioso como un eufemismo —responde Conor, sin ser convincente y estar bastante complacido consigo mismo—. Ya sabes, como aves y abejas. —Están en primer grado. —Cuando yo estaba en primer grado, Kai y yo nos ocultamos en el gabinete bajo el lavabo de la cocina para espiar a los amigos de su hermano viendo DVDs de Las Chicas Se Ponen Salvajes.

—Eso explica tantas cosas. —Cuando voy al refrigerador por una soda, él viene detrás de mí y me atrapa por la cintura para presionar su cuerpo contra el mío. —En realidad —murmura contra mi cuello—, estaba esperando que pudiéramos tomar un descanso, así puedo desnudarte. Sus palmas viajan subiendo por mis costillas, mientras sus labios besan bajo mi oído y a lo largo de mi hombro, donde mi recortada camiseta grande cae bajo. Cuando esas firmes manos acunan y aprietan mis senos, no puedo evitar arquear la espalda. Gimiendo, me gira y me apoya contra el refrigerador. Sus labios amortiguan mi sonido de sorpresa, su lengua penetrando mi boca. Hay algo diferente en él esta noche. Hambriento. Alcanzo su camiseta, pero Conor toma mis manos y las levanta sobre mi cabeza. Sosteniendo mis muñecas en una mano, usa la otra para liberar el moño en mis pantalones cortos de pijama, y deja que caigan por mis piernas. Todavía besándome, sus dedos se deslizan entre mis muslos, bajo mi ropa interior. El acero inoxidable del refrigerador es frío contra mi espalda, mientras él acaricia suavemente mi hendidura, arriba y abajo, provocando mi entrada. Aguanto la respiración, alejándome de sus labios mientras mete uno, y luego dos dedos en mi interior. Mis rodillas se doblan por cuenta propia ante la maravillosa sensación de plenitud y el pulgar de Conor frota mi clítoris. —Amo hacerte venir —dice, su voz ronca—. ¿Me dejarías hacerlo? Escalofríos de excitación estallan en mi piel mientras una ola de calor me inunda. Mi cuerpo se pone un poco débil como si se rindiera a Conor. Mis parpados aletean para cerrarse. —Sí —ruego. Se aparta bruscamente. Abro mis ojos y lo miro en una niebla. —¿Qué pasa? —Déjame mirarte. No estoy segura a qué se refiere hasta que lo veo acunar su polla erecta a través de sus vaqueros. El contorno largo y grueso que sobresale bajo la tela hace que mi corazón se acelere. Aprieta, esperando que obedezca. Nunca cruzamos este umbral, no con las luces encendidas. Pero no quiero decir no. Ya no quiero sentirme consciente de mí o avergonzada

frente a él. Conor me hace sentir segura, hermosa, deseada. Y justo ahora, aquí y en este momento, no quiero ser la cosa de pie entre nosotros. Lentamente, saco mi camisa sobre mi cabeza y la dejo caer al frío suelo de azulejos. Entonces, bajo mis bragas por mis piernas y las pateo a un lado. Su caliente mirada se desliza libremente por mi cuerpo desnudo, como si fuera su dueño. —Eres preciosa, Taylor. Una vez más, levanta mis dos manos sobre mi cabeza, exponiendo mis senos a sus ojos empapados de lujuria. Inclina su cabeza rubia y envuelve sus labios alrededor de un pezón, lamiendo y succionando hasta que me estoy retorciendo contra él, necesitando atención en otro lado. —Con. Vamos a la cama. O al menos al sofá. —Nah. Dios, ese lento acento de chico surfero de California me mata cada vez. Me estremezco cuando besa su camino bajando por mi abdomen y se arrodilla frente a mí, tirando una pierna sobre su hombro para abrirme a su boca. Gimo en el momento en que su lengua lame mi entrada. La mueve sobre mi clítoris y chupa con propósito. Me devora con precisión practicada, y es todo lo que puedo hacer para aferrarme a sus hombros mientras mis caderas se mueven contra su boca. Mis muslos se contraen cuando siento que el orgasmo se acumula en mi vientre. —Sigue haciendo eso —le suplico—. Te mataré si te detienes. Su risa ronca vibra contra mi núcleo. Pero no se detiene. Sabiendo que estoy cerca, lava mi clítoris con su lengua y desliza un dedo largo dentro de mí, empujando lentamente mientras me convence de llegar al clímax. Me rompo, jadeando en respiraciones superficiales, el placer detona en mi núcleo y surge a través de mi cuerpo. Antes de recuperarme por completo, Conor se pone de pie y entierra su rostro en la curva de mi cuello, besando y chupando mi carne mientras sigo temblando por los orgásmicos efectos secundarios. —Soy tan jodidamente adicto a ti, Taylor. —Su voz está ronca. Levanta la cabeza y veo que sus ojos brillan de necesidad. Luego, de repente me levanta en sus brazos, provocando un chillido de protesta en mi garganta.

—Bájame —grito, mientras mis manos instintivamente se enrollan alrededor de su cuello para no caer sobre mi trasero—. Soy demasiado pesada para ti. Su risa hace cosquillas en la parte superior de mi cabeza. —Cariño, levanto el doble de tu peso en un día lento de gimnasio. Me relajo un poco mientras me lleva a mi habitación. No me siento ligera como una pluma en sus brazos, pero él no parece estar luchando en absoluto, lo cual es alentador. Nota personal: siempre sal con alguien que pueda levantar dos veces tu peso. Él me acuesta en el centro del colchón, colocando cuidadosamente mi cabeza contra las almohadas. Luego se para al pie de la cama, sus manos se mueven hacia el cuello de su camisa. —¿Permiso para desnudarme? —Sonríe adorablemente. —Permiso concedido. —Hombre, ahora mi voz es la que suena ronca. Observo con ojos caídos mientras se quita la camiseta, los jeans y los bóxers. Nunca me canso de mirarlo. Los planos de su pecho, las sombras que acentúan sus musculosos brazos. Su hermoso y amplio físico de atleta me quita el aliento. Es la perfección. Mis ojos se posan en su polla larga y gruesa, y un rayo de calor va directamente a entre mis piernas. Esta es una primera vez para él también. Estar completamente desnudo frente a mí. Y aprecio que lo haga no porque sea un paso difícil para él, sino porque quiere que me sienta cómoda. Conor se sube a la cama y me cubre con su cuerpo. Sus labios encuentran los míos y comenzamos a besarnos, lenguas codiciosas y desesperadas, hasta que ambos respiramos con dificultad. Nunca me había besado con nadie mientras ambos estábamos desnudos. La polla de Conor yace pesada entre mis piernas, empujando ligeramente mi abertura. Sería tan fácil decir que sí, separar mis muslos un poco más, agarrarlo y guiarlo hacia adentro. Su lengua vuelve a burlarse de la mía y por un momento es todo lo que quiero. Quiero decir que sí. Pero. —No creo que esté... ya sabes... allí —susurro contra su boca. Él levanta la cabeza. La brumosa excitación ha oscurecido sus ojos. »Quiero decir, quiero estarlo.

—Está bien. —Conor rueda sobre su costado a mi lado. Su polla está en pleno saludo, y la gota nacarada que sale de la punta me hace agua la boca. Tragando, me siento. —Hay una gran parte de mí que solo quiere hacerlo y terminar de una vez, pero… —No tienes que apurarte por mí —dice con facilidad—. No tengo prisa. —¿No? —Busco en su expresión cualquier signo de molestia. —No —promete, sentándose también—. Cuando estés lista, espero que sea conmigo. Si no, estoy contento aquí con las cosas como están. Lo digo en serio. Lo beso. Porque a pesar de todas sus protestas de ser lo contrario, Conor es un buen tipo. Es dulce y divertido y creo que de alguna manera se ha convertido en mi mejor amigo. Mi mejor amigo con beneficios de polla. Alejándome de sus labios, tomo su polla en mi mano. Todavía está duro, palpitante. Todo su cuerpo se tensa cuando lo rodeo con mis dedos y deslizo mi puño hacia arriba, hacia abajo. —Nena —respira, y no sé qué pretende con eso; ¿nena, detente? ¿Nena, continúa? Si es lo primero, rápidamente se convierte en lo último cuando me deslizo al suelo y me pongo de rodillas frente a él. Sus manos se aferran a la cama y su cabeza cae hacia adelante al primer golpe de mi lengua a lo largo de su longitud. Las piernas de Conor tiemblan mientras lo chupo. Él respira lento y profundo, como si requiriera de toda su concentración. —No te detengas —murmura mientras lo llevo a mi boca. Sus caderas comienzan a moverse, empujando suavemente hacia adelante— . Por favor, nunca te detengas. Es difícil sonreír cuando mis labios están fuertemente apretados alrededor de él, pero estoy sonriendo en espíritu. Me encanta hacerle esto, me encanta llevarlo al borde de la feliz desesperación. Sé en qué momento casi lo llevo allí porque gime cuando sus manos alcanzan mis senos y sus caderas se levantan un poco de la cama. No sé qué me hace hacerlo, pero en lugar de dejar que termine sobre su estómago, lo tomo en mi mano y lo acaricio hasta que se corre en mis tetas. Me da una pequeña emoción que no esperaba, un agudo aguijón

de picardía. Una vez que ha dejado de temblar, miro su hermoso rostro y veo una cruda lujuria devolviéndome la mirada. —Joder —dice él, sin aliento y apartándose el cabello sudoroso de los ojos. Me río con torpeza. —Voy a limpiarme. Cuando me levanto para ir al baño, su teléfono suena en el suelo. Responde mientras espero que la ducha se caliente. No puedo entender exactamente lo que dice, pero suena molesto cuando escucha quién está al otro lado. —No puedo. —Creo que dice—. Olvídalo… la respuesta sigue siendo no. Es Kai otra vez, no tengo dudas de eso. Sea lo que sea que busque el viejo amigo de Conor, no lo dejará pasar. Y Conor no ofrece ningún detalle. Después de salir de la ducha, hay una nube de tormenta distinta sobre su estado de ánimo, hasta que finalmente rechaza mi invitación para pasar la noche y se dirige a su casa temprano. Maldito sea Kai. Desearía que simplemente se fuera. Claramente, todavía hay algo entre esos dos, un terrible secreto que se está comiendo a Conor por dentro. Sin embargo, por mucho que quiera que me hable, no voy a presionarlo. Solo espero que encuentre una manera de lidiar con eso antes de que lo consuma por completo.

Conor

E

l agua está helada. Incluso a través de mi traje, todavía pica los dedos de mis pies si no me mantengo en movimiento. Pataleo en círculos solo para mantener alta la temperatura de mi cuerpo, pero no me molesta. Nada me llega cuando estoy en la tabla y las olas están pasando debajo de mí. Nada penetra el rugido de las olas estrellándose contra la costa y los chillidos de las gaviotas por encima de mí y el agua salada en mi lengua. Es como estar dentro de un globo de nieve. Una esfera perfecta de tranquilidad separado de todo y todos. Es serenidad. Luego siento el océano tirando de mí, la succión jalándome. Sé que mi ola está viniendo y me acomodo. Plano sobre mi pecho. Las uñas de mis dedos enterrándose en la cera. Listo. Y ahora solo es sentirlo. Braceo para mantenerme adelante solo lo suficiente, hasta que finalmente me levanto, la vibración subiendo por mis piernas. Encuentro el balance. Encuentro la ola. Aquí no duran mucho. Solo unos pocos segundos hasta que rompen, caigo y me deslizo suavemente. Llevo aproximadamente una hora en el agua antes de que el sol se haya asentado completamente en el cielo de la mañana. Me estoy quitando el traje de surf en el Jeep cuando veo a Hunter conducir en su Land Rover con Bucky, Foster, Matt y Gavin. Menos de un minuto después, un segundo vehículo que transporta a Jesse, Brodowski, Alec y Trenton se detiene en el estacionamiento. A las nueve, todo el equipo ha llegado a la playa para una limpieza con la Fundación SurfRider. —Buena participación —dice Melanie, la coordinadora voluntaria, cuando presento a los chicos. Tropiezan entre sí para saludarla como si nunca hubieran visto a una mujer—. ¿Ustedes son locales? —Somos de un poco más arriba, en Hastings —digo—. Somos de Briar. —Bueno, es genial tenerlos. Agradecemos el apoyo. Todos sacamos un balde, unos guantes y postes para recoger basura de la tienda que instalaron en la playa. Foster mira a un grupo de chicas

lindas de hermandad de mujeres que pasan caminando y levanta su mano. —Uh, sí, soy nuevo y no soy un buen nadador. ¿Puedo tener una pareja? Prefiero las rubias. —Cállate, imbécil. —Hunter le da un codazo en las costillas—. No te preocupes —le asegura a Melanie—. Soy su chaperón. Ella sonríe. —Gracias. Ahora manos a la obra, caballeros. —Sí, sí, capitán —dice Matt. Sonríe y, a pesar de ser al menos cinco años mayor que él, Melanie demuestra que ninguna mujer, de cualquier edad, es inmune a los hoyuelos de Anderson. Me había involucrado con la fundación en Huntington Beach, así que cuando vi que tenían un evento local, me inscribí sin pensarlo dos veces. Pero no todos lo toman con una actitud positiva. Solo una hora después de la limpieza, Bucky ya está teniendo un ataque. —No recuerdo haber ido a la corte —dice quejándose, caminando penosamente por la arena con un balde—. Siento que recordaría eso. —Deja de quejarte —le regaña Hunter. —Y ahora que lo pienso, tampoco recuerdo haber sido arrestado. —Cállate —dice Foster. —Entonces que alguien me diga por qué estoy en una cadena de presidiarios en mi día libre. —Bucky se inclina y comienza a luchar con un objeto enterrado en la arena. Mientras lo hace, el resto de nosotros captamos el olor de algo desagradable. Como un animal muerto hervido en aguas residuales. —Oh maldición, ¿qué es eso? —Matt hace una mueca y se cubre la cara con la camisa. —Déjalo, Buck —dice Hunter—. Probablemente sea el perro de alguien. —¿Qué pasa si es un cuerpo? —Jesse saca su teléfono, listo para capturar la revelación sangrienta. —Está atascado en mi estúpido palo —dice Bucky con irritación. Él procede a cavar arena fuera del camino, tirando y peleando con la horrible cosa apestosa que no sale hasta que él finalmente vuele hacia atrás. La arena salpica nuestras cabezas. El trasero de Bucky golpea el suelo al mismo tiempo que un pañal cargado y enredado en una red de

voleibol desechada cae encima de él. Lo que parece más que unos pocos cadáveres de pollo rostizado descartados se encuentran en los restos del agujero que había cavado. —¡Mierda, hombre, estás cubierto de mierda de bebé! —grita Foster cuando todos nos alejamos del espectáculo de terror. —Oh, joder, voy a vomitar. —Eso es muy desagradable. —¡Está sobre ti! —¡Quítenmelo de encima! ¡Quítenmelo! —Bucky se retuerce en la arena mientras Hunter intenta capturar el pañal con su palo y Foster sigue pateándole más arena encima por alguna razón. Matt está riéndose ante la escena desarrollándose en frente de nosotros. —Lávate, idiota —le dice a Bucky. Estoy bastante seguro de que Matt se refiere a que Bucky utilice las regaderas arriba cerca del estacionamiento. En lugar de eso, Bucky se desviste solo quedándose en sus bóxers y corre hacia la superficie congelante. Oh, hombre. Nos encontramos a unos doce grados centígrados en tierra firme y el viento está soplando bastante fuerte. Pero supongo que es la mente por encima de la materia, porque Bucky se zambulle de cabeza y nada, fregando y enjuagándose furiosamente. Todos observamos su progreso. Siento verdadera admiración por el chico. Estuve allí antes congelándome el culo en traje de buzo. Me estremezco al pensar en esa agua helada haciendo cosquillas en mis bolas desnudas. Cuando Bucky finalmente sale corriendo del agua, se ha puesto de un tono azul y está temblando como un perro en un comercial de la SAPCA12. Me quito rápidamente mi camisa manga larga y se la doy. Gavin lo espera con una toalla. En cuanto a pantalones, no tiene su suerte de mierda. —Ve a calentarte en el Jeep. —Le entrego las llaves a Bucky. Las arrebata. —Odio el medio ambiente.

12

SAPCA: Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales

Tan pronto como está fuera del alcance del oído, los chicos caen de rodillas por la risa. —Va a estar traumatizado de por vida después de eso —dice Foster, todavía riendo. —El tipo nunca volverá a la playa —dice Gavin. —No lo culpo. Hunter sonríe antes de caminar para tirar toda la basura cubierta de heces en el contenedor de basura. Con la excepción de Bucky, los chicos han sido muy buenos amigos al renunciar a su sábado por la mañana. Y honestamente, significa mucho que se hayan interesado en algo importante para mí. Desde que vine a la costa este, no he tenido mucho tiempo para volver a conectar con mis pasiones. El hockey y las clases no dejaban tiempo para surfear o salir a la costa. Fue Taylor quien me hizo pensar en buscar formas de ser voluntario nuevamente. Ella se ofreció a unirse a nosotros hoy, pero pensé que esta sería una buena manera de reunir a todos los chicos. Con la temporada terminada, ya casi nunca conseguimos que todos estén en la misma habitación. O la misma playa, por así decirlo. No voy a mentir, una parte de mí los extrañaba. Quiero decir, sí, vivo con la mitad de estos imbéciles, pero no es lo mismo que sudar juntos en el hielo. Ejercicios de patinaje. Pasar horas en un autobús. Noventa minutos de pura determinación del tipo de morderse las uñas. Supongo que no me di cuenta de cuánto significaba el hockey para mí hasta que jugué con ellos. Este equipo me hizo amarlo. Estos hombres se han convertido en mis hermanos. Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Espero que sea Taylor preguntándose a qué hora volveré, pero aparece un número desconocido en la pantalla. A estas alturas ya sé lo que eso significa. Kai. No debería responder. Nada bueno viene de darle la satisfacción. Sin embargo, tengo esta sensación molesta que me impide enviarlo al correo de voz. Porque cuando se trata de Kai Turner, prefiero verlo venir. Lo peor que puedo hacer es dejar que se acerque sigilosamente a mí otra vez. —¿Qué? —espeto al responder. —Tranquilo, hermano. Cálmate. —Estoy ocupado. —Puedo ver eso.

Mi sangre corre fría. Tratando de no llamar la atención, miro a mi alrededor, escaneo la playa, el estacionamiento. A lo lejos vislumbro a un tipo flaco merodeando cerca de los baños. Parece un niño con la ropa de su hermano mayor y no tengo que ver su rostro para saberlo. —¿Cómo diablos me encontraste aquí? —Me alejo unos pasos de Hunter y los demás. —Hombre, tengo ojos en todas partes. ¿No lo sabías? —Entonces desesperado.

me

seguiste.

—Mierda.

Se

está

volviendo

más

Rastrearme en Buffalo era una cosa. ¿Y ahora ha venido a Massachusetts? De Hasting a esta playa cerca de Boston. Quién sabe durante cuánto tiempo me ha estado observando o cuál es su juego esta vez. Dudo en decir que Kai es peligroso. Nunca lo he visto violento más allá de algunas peleas. Solo cosas de niños. Ojos morados y egos magullados. Por otra parte, ya no lo conozco realmente. —No tendría que hacerlo si me hablaras como un hombre —dice. Sofoco una maldición. —No tengo nada que decirte. —Bueno, pero yo sí. Así que puedes venir aquí y podemos hacer esto como amigos, o tendré que ir allí y avergonzarte frente a tus nuevos y elegantes amigos imbéciles. A la mierda con él. Fue lo mismo cuando me mudé a Huntington Beach por primera vez. Haciéndome sentir culpable por abandonar el vecindario, como si tuviera alguna opción al respecto. Molestándome por haberlo dejado atrás por imbéciles de fondos fiduciarios, como si incluso tuviera amigos en ese momento. Me criticaba porque mi mamá me compraba ropa nueva. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de lo que estaba haciendo, la sutil manipulación psicológica. Demasiado tiempo. —Bien, imbécil. Le digo a Hunter que voy a orinar, luego me dirijo al estacionamiento cerca de los baños. Me quedo dentro de los baños de hombres por un minuto antes de ir a los bancos cerca de mi Jeep. No se sabe a quién pudo haber traído aquí con él, y prefiero no dejar que me atraiga demasiado lejos de la multitud. Si se ha tomado todas estas molestias, eso significa que quiere algo bastante malo. No puedo confiar en un Kai desesperado.

—Estás haciendo esto difícil —dice, sentado a mi lado. —Culpa tuya. Prefiero quedarme solo. —Hombre, no te entiendo, Con. Eras mi todo o nada. En ese entonces… —Joder. Solo detente. —Me muevo para estudiarlo, este fantasma de mi infancia convirtiéndose en menos un recuerdo y más una pesadilla con cada año que pasa—. Ese entonces se fue, Kai. Ya no somos niños. No soy nada para ti ahora. Me obligo a no apartar la mirada, pero veo en él todo lo que odio de mí mismo. Y luego me odio un poco más por pensar de esa manera. Porque al menos Kai sabe quién es. Sí, es un desastre, pero no anda con delirios, tratando de meterse en un molde hecho exclusivamente para mantener alejados a tipos como él, como nosotros. —Lo que sea que quieras, no lo vas a conseguir —le digo con voz cansada—. Estoy fuera, hombre. Ya terminé con tu drama. Déjame seguir con mi vida. —No puedo hacer eso, hermano. Aún no. —Él inclina su cabeza—. Sin embargo, me ayudas y me voy. No necesitas volver a verme nunca más. Puedes olvidarte de mí. Mierda. Maldita sea. —Estás en problemas —le digo rotundamente. Claro que lo está. Está en su voz. No es el habitual hombre, estoy en apuros, encuéntrate conmigo. Él está asustado. —Me equivoqué, ¿de acuerdo? Se suponía que debía hacer algo por estos tipos... —Algo. Kai pone los ojos en blanco, su cabeza se menea exasperada. —Solo estaba moviendo un pequeño producto. —Traficar, Kai. —Maldito idiota—. Te refieres a traficar. ¿Qué diablos te pasa? —No es así, hermano. Le debía un favor a algunos tipos y me dijeron que si recogía un paquete de este lugar y lo llevaba a ese lugar, estábamos a mano. Suficientemente fácil. —¿Pero? —Toda la vida de Kai es una serie de salidas fáciles seguidas de una serie de peros críticos. Pero no sabía que había alguien en casa. Pero alguien habló. Pero me emborraché y perdí el dinero.

—Hice exactamente lo que me dijeron —protesta—. Recogí el paquete de su chico, lo llevé al lugar, lo dejé con un chico... —Y ahora dicen que su chico nunca lo recibió. Kai se desinfla con lo obvia que es la respuesta. Porque cualquier imbécil habría visto venir esto, y Kai nunca lo hace. —Esencialmente —murmura—. No sé quién quiere buscar conflicto conmigo. Alguien está tratando de joderme por esto y no entiendo el resentimiento. —¿Qué esperas que haga al respecto? Si estás buscando un lugar para esconderte, debes seguir adelante. No tengo ese tipo de espacio a mi alrededor. Tengo compañeros de cuarto. —Nah, nada de eso. —Hace una pausa y la contrita caída de sus hombros lo dice todo—. Solo tengo que devolverles el dinero, u obtendrán el valor de su dinero de otra manera, ¿de acuerdo? Como, si supiera que hemos estado aquí antes, Con. Lo entiendo. Pero estas personas piensan que les robé su mierda. Se frota el rostro. Luego, con ojos rojos y urgentes, me mira, implorándome. Somos dos niños otra vez, haciendo un pacto en una habitación oscura. Cortando nuestras palmas con una navaja. —Conor, ellos me matarán o peor. Estoy seguro. Maldito sea él. Maldito sea por encontrar constantemente maneras de reducirse a sí mismo al precio de venta de un ladrillo de coca o un sobre de pastillas. Maldito sea por dejar que un montón de aspirantes a Cara Cortada manejen su vida. Maldito sea por sostener una pistola en su cabeza y decirme que si realmente me preocupo por él, le daría más balas. No quiero saber la respuesta incluso cuando hago la pregunta. —¿Cuánto? —Diez mil. —Maldita sea, Kai. —Ya no puedo quedarme quieto. Me tambaleo fuera del banco y empiezo a caminar, mi sangre hirviendo con energía ansiosa. Le sacaría la mierda a golpes si eso sirviera de algo. —Mira, lo sé. —Hijo de perra. —Pateo un basurero, la ira y la desesperación burbujean en mis entrañas. Ni siquiera sé por qué dejo que esto me joda tanto. Es Kai. Él es acido. Ácido corrosivo y potente que quema todo lo que toca. Una vez que

dejas que te toque, se filtra hasta el hueso. Quema un agujero a través de ti. —No —digo finalmente. —Hermano. —Me agarra del brazo y lo hago soltarme con una mirada que dice que no volverá a hacerlo—. Tienes que ayudarme. No estoy bromeando. Vendrán a por mí. —Entonces huye, amigo. Vete a Idaho o a Dakota del Norte y simplemente escóndete. Ya no me importa una mierda. —¿Es en serio? Dejarías a tu mejor amigo colgando... —No somos mejores amigos. Y tal vez nunca lo fuimos. —Sacudo la cabeza varias veces—. Este es tu problema para resolver y no quiero ninguna parte de él. —Lo siento, hombre. —Su comportamiento cambia. Sus ojos se endurecen. Y ahora recuerdo por qué solía asustarme—. No puedo dejar que te vayas. —No quieres intentarlo —advierto, enderezándome hacia él. Hubo un tiempo en que yo era solo un chico flacucho en una patineta que lo seguía por el vecindario. Ya no. En estos días, podría golpear a este punk y romperlo en dos con mi rodilla. Mejor que lo recuerde antes de tener ideas realmente estúpidas. —En este momento, te estoy dejando ir. La próxima vez que te vea, las cosas podrían ser diferentes. —Nah, hermano. —Él muestra los dientes en una sonrisa triste—. Mira, olvidas que todavía soy dueño de tu trasero. Diez grandes. Hoy. —Estás loco. No tengo ese tipo de dinero. Incluso si lo hiciera, no te lo daría. —Puedes conseguirlo —dice, todavía determinado—. Ve y pídele a tu padrastro el dinero. —Vete a la mierda. Kai se burla de mí. —No creo que sea así como quieras jugar esto, Con. Si no me consigues ese dinero, papá Max descubre que tú eres quien le dio el código de alarma a la mansión y dejó que alguien entrara y destrozara el lugar. —Él levanta una ceja—. Tal vez incluso le diga que fuiste tú quien tomó el dinero que faltaba de su oficina, ¿qué te parece eso? —Eres un pedazo de mierda, Kai, ¿lo sabes?

—Como dije, hermano. Podemos hacer esto fácil: solo dile a Max que necesitas el dinero para una tontería de mierda. Inventa algo. Me traes el efectivo y todos estamos bien. Me voy y todos están felices. Lo que no sabes cuando eres un niño, cuando tus mejores amigos son todo tu mundo y cada día es el primer y último día de tu vida, cuando todo se siente urgente y peligroso, cada pensamiento y emoción es una erupción de la fuerza del planeta, es que el peor error que has cometido sobrevivirá a todo eso. Un breve y cegador momento de ira se convierte en una vida de culpa y arrepentimiento. Lo que más odio de Kai son todas las maneras en que soy como él. La única diferencia es que él puede admitirlo. Arrastrando una mano temblorosa por mi cabello, mantengo mi mirada fija en el horizonte y saco las palabras de mi garganta apretada y ardiente. —Te conseguiré el dinero.

Taylor

M

e he convertido en una de esas chicas. Revisando obsesivamente mi teléfono cada segundos y saltando ante la vibración fantasma.

cinco

Apagando el teléfono y volviendo a encenderlo porque tal vez está pegado y es por eso que no he recibido respuesta a mis últimos tres mensajes de texto. Enviándome a mí misma un mensaje de texto para asegurarme de que están llegando y luego hacer que Sasha me envíe un mensaje de texto porque no sé cómo funcionan los teléfonos. Odiándome a mí misma, caigo más profundamente en esta espiral de desesperación y autodesprecio. Colgando de esa rama sobre un pozo de inseguridades. Sí, una de esas chicas. Cada minuto que pasa es otro minuto en el que puedo inventar un nuevo escenario en el que él me está engañando, me ha abandonado y se está riendo de mí. Me odio a mí misma. O mejor dicho, odio en lo que me he convertido porque me dejé creer que un chico podría hacerme feliz. —Dame tu teléfono. —Sasha, que está sentada a mi lado en el piso de su habitación con nuestros libros de texto esparcidos entre nosotras, extiende su mano y me hace un gesto con los dedos para que se lo de. Tiene he tenido suficiente desde hace dos horas escrito en sus fríos y oscuros ojos. —No. —Ahora, Taylor. —Oh, sí, está harta de mi mierda y rápidamente se acerca a voy a terminar con tu tonto trasero. —Lo guardaré, ¿de acuerdo? —Rápidamente, guardo el teléfono en mi bolsillo trasero y agarro mi cuaderno. —Ya lo guardaste seis veces. Pero, extrañamente, no parece que se quede guardado. —Ella levanta una ceja—. Sácalo una vez más y te lo confiscaré, ¿entiendes? —Entendido. —Y durante los siguientes diez minutos, hago un verdadero esfuerzo por fingir que estoy estudiando.

Vine a la casa Kappa esta tarde cuando me quedé sin otros medios para distraerme. Conor nunca me envió un mensaje de texto cuando regresó a Hastings desde la playa ayer. Habíamos hecho planes tentativos para reunirnos con amigos en Malone’s para tomar unas copas el sábado por la noche, pero la tarde se convirtió en noche que se convirtió en mañana y todavía no he sabido nada de él. Intenté enviarle mensajes de texto de nuevo hoy. Dos veces. Él respondió solo para decir “lo siento, surgió algo”, luego me volvió a dejar en visto cuando le pregunté qué sucedió. Tal vez en diferentes circunstancias no me pondría tan nerviosa, pero él también se fue de un humor extraño el miércoles por la noche. En ese momento pensé que estaba molesto por esa llamada telefónica de Kai. Pero luego otra noción se arrastró por mi cabeza: esa noche fue lo más cerca que estuvimos de tener sexo, y lo rechacé. Cada vez que nos liamos después de Buffalo, dejé que empujáramos el límite un poco más, pero él nunca intentó iniciar una relación sexual plena. Hasta el miércoles por la noche. Él había sido tranquilizador en ese momento. Había dicho todas las cosas correctas para tranquilizarme. Pero mirando hacia atrás, me pregunto si eso fue solo para que yo lo hiciera correrse. Porque una vez que tuvo eso, se fue. Dejo escapar un suspiro tembloroso. —¿Qué? —Sasha empuja su cuaderno a un lado y me pregunta con ojos preocupados—. Lo que sea que esté dando vueltas en tu cabeza, solo escúpelo, chica. —Tal vez esto sea… —Mis dientes muerden mi labio inferior—. ¿Quizás esto es lo que todos vieron venir? Ella duda en responder. —Me dijo la noche que nos conocimos que no tenía novias. Que no había salido con nadie durante más de unas pocas semanas. —Ignoro el fuerte apretón de mi corazón—. Estamos empujando bastante ese plazo. Sus ojos se suavizan. —¿Es eso lo que realmente piensas? —Creo que se ha cansado de las mamadas y a este punto me dejaría por ocho segundos de sexo misionero debajo de una sábana. Sasha se encoge. —Gracias por esa imagen. Trago mi amargura.

—No sería el primer hombre en dejar a una chica porque ella no abre sus piernas. —Nunca escuché de un chico que dejara a una chica por demasiadas mamadas —señala. Lo que lo trae de vuelta la cuestión de la monogamia. —Tal vez no sean las mamadas, sino quién las está dando… —Taylor. Creo que te volverás loca tratando de imaginar lo que está pasando por su cabeza —dice. —Bueno, no tendría que imaginarlo si pudiera conseguir que me devolviera los mensajes. —Escucha —Sasha intenta enmascarar su tono de frustración con algo reconfortante, pero suena impaciente. Lo está intentando, pero consolar no es lo suyo—, no lo conozco, así que no puedo ser tu encantadora de pollas, pero diré esto: si realmente pensaras que él es ese tipo, no estarías perdiendo el tiempo con él. Así que eso me dice que tal vez esté pasando algo más. —¿Como qué? —No lo sé, tal vez esté teniendo su período de chico. Mi punto es, sea cual sea su problema, no eres tú. Ese no es el primer lugar al que debe ir tu cabeza. —¿No? —No, nena. Me parece que ha estado loco por ti desde el momento en que empezaron a fingir citas. Entonces, o está lidiando con una mierda o es solo un idiota. Y si es el segundo caso, tendrás suerte de deshacerte de él. Así que deja de estresarte. Ustedes dos hablarán en algún momento y luego podrán decidir. Hasta entonces, déjalo estar. Tienes que empezar a apoyarte a ti misma, Taylor. Nadie más puede hacer eso por ti. Por un lado, tiene razón. Asumir que he hecho algo mal, que no soy lo suficientemente buena, es el primer lugar al que siempre va mi cabeza. Eso es exactamente lo que sucede después de ser intimidada y avergonzada por ser gorda en tus años de formación. Por otro lado, no sé cómo ser tan relajada como Sasha. No sé cómo no dejar que la mierda se me meta debajo de la piel. Cómo apagar la parte de mi cerebro que está arañando las paredes. Ella no tiene idea de cuánto empecé a preocuparme por él, a pesar de que me advertí a mí misma que no lo hiciera. No conoce todas las formas en que él atravesó las capas de mi vida. No puedes deshacer la tela teñida, maldita sea. Las rupturas son destructivas y es imposible

eliminar por completo a alguien de tu existencia. Siempre queda ese tinte que dejan atrás, una mancha que nunca te deja. Realmente había esperado poder evitar que Conor se convirtiera en una de esas manchas. —Dicho esto —anuncia, levantándose para tomar las llaves del auto de su mesita de noche—. Si te hace daño y quieres prenderle fuego a su auto o sabotear sus patines para que se rompa el tobillo, estoy aquí para ti, chica. Una sonrisa toca mis labios. La amo. Sasha es la persona que me gustaría que estuviera a mi lado con una pala bajo la lluvia torrencial mientras enterramos el cuerpo. —Vamos, perra tonta. —Saca la lengua—. Podemos pasar por su casa de camino al bar.

Malone’s está lleno para un domingo por la noche. Está celebrando un torneo de dardos, y hace unos minutos toda la casa Sigma Phi entró por las puertas después de una fiesta en otro lugar. Hasta ahora, Sasha ha tenido que defenderse de tres borrachos de ojos caídos, derribando sus patéticas líneas de coqueteo como la Mujer Maravilla desviando balas con sus brazaletes dorados. —Recuérdame por qué estamos aquí —grito sobre el grupo de chicos ruidosos que corean “¡traga, traga, traga!” en una mesa cercana. Sasha empuja otro Malibú con piña hacia mí y choca nuestros vasos. —Necesitas saturación de pollas. —No creo que ese sea mi problema. —Con tristeza, trago casi todo mi cóctel de un largo sorbo, luego me apoyo en la barra y observo a la gente. —Sí, bueno, estás equivocada. —Ella traga rápidamente casi todo su vodka con Red Bull—. Un estudio científico exhaustivo ha demostrado que cuando un hombre tiene tu cabeza destrozada, solo cantidades significativas de pollas y alcohol pueden curar tu mal funcionamiento. —Necesitaré hacer algunas revisiones de estos datos. Sasha me da el dedo medio.

—Estoy justo a tiempo. —Un tipo alto con una camiseta de Básquetbol Briar aparece frente a nosotras. Luce una sonrisa comercial de pasta de dientes brillante y hoyuelos de modelo de revista. Sasha no debe estar totalmente disgustada de él, porque muerde el anzuelo. —¿Para qué? —Ustedes dos necesitan otro trago. —Él asiente hacia nuestros vasos casi vacíos y llama al camarero—. Lo que ellas quieran, y un ron y Coca-Cola, por favor. Gracias. No me pierdo los ojos entrecerrados pensativos de Sasha ante su por favor y gracias. Mira, lo que es importante entender sobre Sasha Lennox es que su mejor amiga al crecer fue su bisabuela por parte de su padre, quien en varias etapas de su vida fue cartero del ejército de la Segunda Guerra Mundial, maestra de Desarrollo de Educación General en la prisión y brevemente una monja católica. Es decir, un chico con modales lleva a Sasha a la mitad del juego simplemente al ser cortés. —Soy Eric —dice, mostrándole esos dientes bien cuidados a Sasha. —Sasha —dice tímidamente—. Esta es Taylor. Le encantaría conocer a cualquier amigo alto, moreno y guapo que tengas por ahí. Le doy una mirada cortante, que ella ignora. Está demasiado ocupada ahogándose en las profundidades de... los modales de Eric. Él les da el visto bueno a sus amigos en una mesa al otro lado de la habitación, y los dos chicos se abren camino hacia nosotros con sus cervezas. Sus nombres son Joel y Danny, y los cinco nos sentimos cómodos y nos conocemos, Sasha y yo estirando el cuello ante los rascacielos que Briar está reclutando como jugadores de baloncesto universitarios en estos días. Cuando Danny se acerca un poco más a mí, Sasha clava sus uñas en mi brazo como una forma de decirme que no me dejará huir. La empujo unos metros para que podamos hablar en privado. —Tengo novio —le recuerdo. A lo que Sasha levanta una ceja sarcástica—. Creo. —No tienes que saltar sobre sus pollas —responde—. Solo sonríe, asiente y bebe. Un poco de coqueteo inofensivo no matará a nadie. —Si viera a Conor coqueteando con otra chica… —Pero no lo estás viendo porque no te devuelve tus mensajes de texto. Así que finge que estás viva por unas horas y diviértete —dice, lanzándome un trago después de que Danny insiste en pedirnos tequila a todos.

—Por el baloncesto. —Sasha levanta su vaso de chupito. —Por Kappa Chi —responde Eric. —Por el hockey —murmuro en voz baja. Después de tomar nuestras fotos, Sasha saca su teléfono y lo sostiene para tomar una selfie grupal de los cinco. —Ahí —chirría. —¿Ahí qué? Recorta la imagen y agrega un filtro antes de publicar la foto con varios hashtags de elección. #nochedechicas #bolasgrandes

#kappachi

#briaru

#alamierdalosdiscosdehielo

—Deja que Conor ignore esto —dice con una sonrisa. La cosa es que no quiero venganza. No quiero ponerlo celoso o recordarle lo que se está perdiendo. Solo quiero entender qué cambió. Más tarde, cuando estoy de vuelta en mi apartamento, metiéndome en la cama y tratando de convencerme de no volver a enviarle mensajes a Conor, me doy cuenta de que me perdí un mensaje de texto de él antes. ÉL: Lo siento. Hablamos mañana. Buenas noches. De alguna manera, esto es peor que él no responda en absoluto.

Conor

U

n psiquiatra clasificaría mi comportamiento en la semana pasada como autodestructivo, o al menos eso es lo que dice la novia de Hunter que estoy haciendo, y Demi está a mitad de camino de ser una psiquiatra, entonces es verdad. Aparentemente se encontró con Taylor en el campus más temprano, y me envió un texto diciendo “¿¿¿Qué mierda le hiciste???”. Lo que solo significa que también estoy arruinando a Taylor. Es lo que esperaba que pasara. Es justo lo que merezco. No puedo seguir rociando perfume en la pila de mierda y pretender que no apesta. Quería llamarla. Fui al apartamento de Taylor después de estar en la playa la semana pasada pero no pude entrar. No podía mentirle nuevamente a la cara y decirle que todo estaba bien. Preferiría que piense que soy otro deportista idiota, que lo que realmente soy. Nos hemos encontrado algunas veces después de eso, tomando café entre clases, pero he evitado ir a su casa y no la he invitado a la mía. Las citas de café son lo suficientemente incómodas, una hora completa en la que no sé qué decir y ella no habla para no ahuyentarme. Y cada texto que me envía preguntándome qué pasa solo entierra el cuchillo un poco más profundo. Si fuera una persona mejor le diría la verdad. Me revelaría y vería en esos hermosos ojos turquesa llenos de traición y disgusto. Dejaría llamarme un perdedor patético y la vería entender finalmente lo que he sido demasiado jodidamente gallina para decirle: se merece algo mejor. TAYLOR: ¿Vienes esta noche? Pero soy un cobarde. Me sigo diciendo que una vez que termine con Kai, las cosas entre Taylor y yo volverán a ser iguales. Inventaré una excusa y ella reaciamente me perdonará y pasaré el siguiente mes recuperándola. Excepto que cada vez que miro el signo de pregunta al final de sus textos se me hace más difícil imaginar verla de nuevo. Otro texto aparece en mi pantalla, esta vez es de Kai. KAI: Estás perdiendo tiempo…

Volteo el celular para así no tener que ver la pantalla. Es lunes por la mañana y no debería estar todavía en la cama. Mi conferencia de filosofía empieza en menos de una hora. Aunque ya estoy filosofando lo suficiente en mi cabeza, así que debería saltármela. Tanta introspección no puede ser buena para el alma. Observo el techo de mi cuarto y suelto una respiración. Entonces saco mi trasero perezoso de la cama y me obligo a vestirme. Mi teléfono vibra de nuevo y pretendo no notarlo. Debe ser Taylor o Kai. O tal vez mi mamá. Justo ahora la única persona que me lastima decepcionar aparte de Taylor es mi mamá. No puedo llamarla y pedirle esa cantidad de dinero. Pensé que pondría encontrar las bolas para llamar directamente a Max, inventarle alguna historia de mierda sobre un compañero de equipo metido en problemas y queriendo preocupar a mamá. O decirle que me estrellé con el auto de alguien, pero entonces imagino la cara que haría. Pedirle dinero solo confirmaría lo que él siempre ha pensado de mí: que soy basura, siempre seré basura, y ninguna cantidad de dinero, distancia, o educación cambiará eso. Así que no tengo opción. Después de clases, voy a ir a la casa de Hunter y le diré que tenemos que hablar. Demi está en el sofá a su lado, disparándome rayos láser con los ojos. Interrumpí el documental criminal que estaban viendo, pero sé que no es por eso que me está mirando así. —No le digas a Taylor que estoy aquí —digo, con mi voz suena rasposa—. Por favor. Ella inhala y rueda los ojos. —No te diré qué hacer… —Bien —digo, dirigiéndome a la cocina, donde agarro una cerveza del refrigerador. —Pero no deberías darle alas —termina Demi en el segundo en que entro en la sala. Trago el bulto en mi garganta. —No lo estoy haciendo. —¿Ella lo sabe? Asumo que es una pregunta retórica, y si no lo es, no importa. No vine aquí a hablar con Demi sobre Taylor.

Tomo un trago profundo de mi cerveza y asintiendo miro a un Hunter incómodo. —¿Podemos hablar en tu habitación? —Seguro. —¡Me gusta Taylor! —dice Demi después de que sigo a Hunter hacia la puerta—. Ponte los pantalones de chico grande y haz las cosas bien con ella, Conor Edwards. —Lo siento —dice Hunter tristemente cuando su chica sigue regañándome incluso cuando ya no estoy en la habitación. En la habitación de Hunter, él toma asiento en su escritorio y yo me recuesto en la puerta, jugueteando con la etiqueta de mi botella. Él me conoce lo suficiente para saber que algo sucede. Hunter es mi mejor amigo en el equipo. Diablos, probablemente mi mejor amigo en cualquier lugar. La semana pasada, Taylor estaba justo a su lado. —¿Qué está pasando? —pregunta, mirándome por pistas—. ¿Es algo entre Taylor y tú? —No exactamente. —¿Qué está pasando ahí? Demi sigue preguntando si ustedes dos terminaron, y no sé qué más decirle además de que se meta en sus propios asuntos, pero conoces a Demi. Me arrancará las nueces primero a permitir que le diga que hacer. —No, no hemos terminado. —Aunque cada vez es más difícil no decir lo contrario—. No tiene nada que ver con Taylor, es, uh… —Dejo de hablar, de repente sintiéndome como un tonto. Esto es más difícil de lo que pensé. Hunter es mi única salida, su familia es rica, el tipo de fortuna que hace ver la mansión de Max como el cuarto de servicio, y tiene acceso al dinero. Todo el camino hasta aquí, pensé que podría actuar relajado, casual. Oye hombre, préstame unos cuantos miles. No es gran cosa. Pero esto duele. No creo haberme sentido más humillado en toda mi vida, completamente desmoralizado. Aun así, no tengo más opción, es esto, o dejar que Kai le cuente a Max lo que hice. Y no puedo hacerle eso a mi mamá. —Con, me estás asustando. ¿Qué está pasando? Me alejo de la puerta, necesito poner mis pies en movimiento, como si empujaran mi cerebro a reaccionar. —Mira, voy a ser directo contigo. Necesito diez mil dólares y no puedo decirte por qué. Prometo que no estoy en apuestas ilegales o tráfico

de drogas ni nada de eso. Hay algo de lo que debo ocuparme y no puedo recurrir a mi familia. No vendría a ti si tuviera otra opción. —Camino hasta el final de su cama y me siento, pasando mis manos a través de mi cabello—. Prometo pagarte, para ser honesto no será rápido, pero te daré cada centavo aunque me tome el resto de mi vida. —Bueno. —Hunter mira al suelo. Está asintiendo, como si hubiera un retraso de tiempo entre las palabras que salen de mi boca y de la suya—. Y no mataste a nadie. Está tomando esto mejor de lo que esperaba. —Lo juro. —No vas a dejar el país —dice—. ¿Verdad? No mentiré, el pensamiento ha pasado por mi cabeza. Pero no. —Me quedaré. Se encoge de hombros. —Genial. Antes de que pueda parpadear, Hunter busca en uno de los cajones de su escritorio una chequera. Me siento allí, aturdido, mientras llena uno a efectivo. —Aquí tienes. Solo así, me los da. Diez mil dólares. Cuatro ceros Soy un idiota. —No puedo decirte cuánto me has salvado. —La sensación de alivio es instantánea, el remordimiento aún más rápido. Me odio por esto. Pero no lo suficiente como para no doblar el cheque y guardarlo en mi billetera—. Lo siento por esto. Tú… —Con, todo está bien. Somos compañeros de equipo. Siempre te he apoyado. La emoción me aprieta la garganta. Hombre, no merezco esto. Es un completo accidente que siquiera terminara aquí. En Briar, en este equipo. Lo tenía en mi cabeza, tenía que largarme de Los Ángeles, y un par de llamadas después, Max me hizo inscribirme en su alma máter. No hice nada para ganarme un lugar en un equipo D1 o la amistad de tipos como Hunter Davenport. Alguien le debía un favor a alguien y pude entrar en el equipo como un estudiante de segundo año. Soy un buen jugador de hockey, tal vez incluso bastante bueno a veces. Con menos frecuencia, incluso podría ser mejor que bueno. Pero ¿cuántos otros hombres eran más que buenos y no tenían conexiones? No tengo

dudas de que había alguien más merecedor, alguien que no viene pidiendo limosnas de sus amigos para comprar al tipo que lo chantajeaba porque le robó a su propia familia. Eso es lo que pasa si huyes de ti mismo; siempre estarás corriendo directamente hacia el problema. Después de dejar a Hunter, solo conduzco. No tengo nada en mente, y termino en la costa, sentado en la arena y mirando las olas. Cierro los ojos a la puesta de sol a mi espalda y escucho el sonido que me salvó una vez. El sonido que normalmente me centra, me conecta con lo que sea que llamamos alma, conciencia. Pero el océano no me está ayudando esta noche. Conduzco de regreso a Hastings y espero que alguna voz dentro de mí ofrezca una mejor opción, la opción correcta, pero estoy solo en mi cabeza. De alguna manera me encuentro en el apartamento de Taylor. Aparco el Jeep y me siento allí durante casi una hora viendo los textos llenar mi pantalla. TAYLOR: Cenando. TAYLOR: Acostándome temprano. TAYLOR: ¿Nos vemos mañana para almorzar? Me inclino hacia la guantera y la abro, revolviendo hasta encontrar la pequeña lata que Foster empujó allí la otra noche. Saco el porro enrollado, encuentro un encendedor en la consola central. Enciendo y exhalo una columna de humo por la ventana abierta. Conociendo mi suerte, un policía pasará en este momento, pero no me importa. Mis nervios necesitan algo de alivio. KAI: ¿Ya lo tienes? KAI: Ven a mí. Doy otra calada profunda, soplando otra nube de humo. Mis pensamientos comienzan a alejarse de mí, casi desarrollando una mente propia. Estoy tan metido en mi cabeza que no sé cómo sacarme. Escuchas de personas que tienen experiencias cercanas a la muerte que toda su vida pasó ante sus ojos, y aquí estoy yo, viviendo y respirando, pero el mismo fenómeno surrealista me está sucediendo. O tal vez solo estás jodidamente drogado, hombre. Sí, tal vez eso. Aparecen otros mensajes de texto. KAI: No me pruebes hermano.

Es casi divertido, ¿verdad? Ves a un niño al otro lado de la calle. Te sientas junto a él en la escuela. Hacen enojar a los vecinos haciendo trucos de patinetas en medio de la calle. Consiguen narices ensangrentadas y codos raspados. Luego estás aprendiendo cómo sostener un porro, cómo inhalar. Se empujan el uno al otro para hablar con esa linda chica con el piercing de labio falso. Haciéndose piercings en el hueco de la escalera detrás del auditorio de la escuela. Rellenando sus pantalones con botellas de cerveza en el 7-Eleven. Cortando vallas de alambre y haciéndose calzones chinos al atravesar ventanas tapiadas. Explorando las catacumbas de una ciudad en ruinas, los centros comerciales oscuros que tenían treinta años, donde las fuentes están secas pero los techos siempre tienen goteras. Patinando más allá de los cadáveres vacíos de Radio Shacks y Wet Seals. Aprendiendo a hacer grafiti. Aprendiendo a mejorarlo. Que te roben detrás de la licorería. Pasear en auto. Huir de la policía y saltando vallas. Tomo otra calada del porro, luego otra, mientras toda mi infancia corre por mi mente. Nada nos forma como nuestros amigos. Familia, definitivamente. La familia nos jode por un orden de magnitud. Pero los amigos, los juntamos como ladrillos y clavos y paneles de yeso. Son piezas en el plano, pero ese plano siempre está en proceso de renovación. Todos estamos decidiendo quiénes siempre debemos ser, elegir, mutar, crecer a ser nosotros mismos. Los amigos son las cualidades que queremos absorber. Lo que queremos ser. Exhalo una nube de humo. La cuestión es que olvidamos que nuestros amigos tienen sus propios diseños. Que solo somos piezas en su plano. Estamos constantemente en propósitos cruzados. Ellos tienen familias propias. Sus propias órdenes de magnitud en daños. Hermanos que les entregaron ese primer porro, que les dieron su primer trago de cerveza. Miro hacia atrás y es obvio que Kai y yo siempre íbamos a terminar aquí. Porque una parte de mí lo necesitaba, quería ser como él. Pero luego llegamos al momento decisivo; esa sensación de supervivencia que nos hace a unos temer a las alturas y a otros de saltar de los aviones. A mí me dio una patada y fue como pelear o huir. Un instinto animal innato de que Kai sería la muerte para mí, si lo dejaba. Así que corrí y cambié mi vida, por un tiempo. Pero tal vez las personas no sean capaces de cambiar una vez que se hayan establecido los cimientos. Tal vez Kai y yo siempre íbamos a ser la destrucción del otro. En este momento tengo miedo a las alturas y él ha dejado de usar un paracaídas. Él se está asomando del avión y tengo una mano sobre su camisa y, tan pronto como lo deje ir, volará. Solo que en este me momento me está arrastrando con él, y los dos caemos en picado. Tiro el porro por la ventana y agarro mi teléfono.

YO: Viernes por la noche. Te encontraré. KAI: Nos vemos entonces. No sé qué sucederá después de esto o cómo volveré. Si las cosas entre Hunter y yo cambiarán. Qué sucederá cuando vaya a casa a California y duerma en esa casa y tenga que mirar a mi madre a los ojos. Por otra parte, encontré una manera de hacerlo la última vez, así que tal vez debería dejar de engañarme a mí mismo diciendo que mentir no es algo natural y que la culpa es permanente. Tal vez debería dejar de fingir que si me siento mal significa que no soy completamente defectuoso. Demonios, tal vez debería dejar de sentirme mal y aceptar la indiferencia. Aceptar que no soy, y nunca fui, una buena persona. Cuando llego a casa, me dirijo a mi habitación y le envío un mensaje de texto a Taylor para que cancele el almuerzo mañana. Y al día siguiente. Porque evitar es más fácil.

Taylor

O

lvidé lo ajetreada que es la Gala de Primavera todos los años. El viernes por la mañana me despierto tarde y tengo que salir corriendo del apartamento. A partir de entonces, es como si el día avanzara rápidamente. Me derramé café encima corriendo a clase. No llevé los apuntes adecuados. Examen sorpresa. Arrastro mi trasero a otra clase. La máquina expendedora se come mi dólar. Me muero de hambre. Corro a Kappa para encontrarme con Sasha. Corro al salón de eventos; están atrasados una hora. Almuerzo mientras esperamos. Conseguimos arreglarnos el cabello. Regresamos a la casa Kappa. Ella me maquilla mientras yo le hago las uñas. Ella se maquilla mientras yo plancho a vapor nuestros vestidos. Y finalmente, colapso en el suelo hasta que Abigail comienza a pisotear por la casa gritando que el equipo de montaje necesita ayuda. Ahora Sasha y yo estamos en el salón de eventos conectando el sistema de sonido alquilado a su computadora portátil. Horquillas caen de nuestras cabezas mientras nos arrastramos por el suelo en sudaderas antes de tener que correr de regreso a la casa Kappa para tomar una ducha de rápida y ponernos nuestros vestidos. —¿No tenemos iniciadas para hacer estas cosas o algo así? —dice Sasha quejándose mientras transportamos otro altavoz enorme al interior del muelle de carga porque la plataforma tiene un neumático pinchado. —Creo que las de primer año están en la cocina doblando servilletas. —¿En serio? —dice ella. Dejamos el altavoz en su lugar y nos tomamos un momento para recuperar el aliento—. Mierda, me sentaré sobre y haré algo de jodido origami. Trae a esa chica de lacrosse para que cargue un par de estos en su espalda. —Creo que le dijiste a Charlotte que no querías que ninguna plebeya pusiera sus sucias manos en tu equipo. —Sí, bueno, no me refería a la mierda pesada. Sonrío. —Vamos. Uno más. Y entonces pasaré el resto de los cables mientras haces una prueba de sonido.

Sasha respira hondo y se seca el sudor de la línea del cabello con su suéter. —Eres una buena amiga, Marsh. Mientras llevamos el altavoz adentro, aparece un rostro familiar en nuestro camino. Es Eric, el chico de baloncesto de Malone’s, y trae seis cajas grandes de donas. Colocamos el altavoz en su lugar y luego vamos a él en la cabina del DJ con los ojos hambrientos y salvajes de Sasha. —Adelante —dice él. —Oh, Dios mío, eres el mejor. —Sasha se mete una dona en su boca y toma dos más—. Gracias —murmura con la boca llena. Como un enjambre de langostas, las otras hermanas descienden sobre las donas. Todas han sobrevivido con jugo verde y zanahorias durante una semana o más para poder ponerse sus vestidos de talla única esta noche. —Tengo que correr a la ciudad para recoger mi esmoquin —le dice Eric a Sasha mientras se lame los dedos con glaseado—. Solo pensé que las chicas podrían necesitar un impulso de azúcar. —Gracias. Realmente lo apreciamos. —En serio —concuerdo. Tan rápido como llegaron, las chicas vacían las cajas. No queda ni una pizca ni un trozo de relleno mientras se apresuran a sus tareas. Miro alrededor de la enorme sala con aprobación. Huh. Este lugar comienza a verse medio presentable. Mesas arregladas. Pancartas y adornos colgados. De hecho, podríamos lograr esto. —¿Nos vemos aquí a las ocho? —le dice Sasha a Eric. —Sí, señora. Nos vemos entonces. —Él le da un beso en la mejilla y se despide de mí mientras se va. Mi cabeza gira hacia ella. —Um. No sabía que él era tu cita —acuso. Ella se encoge de hombros. —Iba a ir a venir sola de nuevo, pero así tengo a alguien que me traiga bebidas mientras estoy ocupada. Dejamos las cajas de donas vacías en un bote de basura, luego nos dirigimos en busca del supuesto refrigerador donde supuestamente hay agua embotellada para todos. Primero entramos a la cocina, donde ocho estudiantes de primer año se sientan en la oscuridad entre montones de servilletas de tela blanca, encorvadas y cansadas. Esto es como un jodido

taller clandestino, y retrocedemos en silencio. Las estudiantes de primer año dan miedo. —¿Qué hay de Conor? —pregunta ella mientras caminamos por otro pasillo. ¿Qué hay de Conor? Parece que desde que lo conocí, esa pregunta ha consumido un poco más de mi vida cada día. Ambos hemos estado atrapados en un estado de incertidumbre en constante evolución. —No lo sé —respondo con sinceridad—. Ha cancelado nuestros planes durante los últimos dos días. Un ceño estropea sus labios perfectos. —¿Han hablado siquiera? —Un poco. En su mayoría mensajes de texto, y él no dice mucho. Solo que está ocupado, lidiando con algo, bla, bla. Y, por supuesto, siempre lo lamenta. —Él no simplemente... no vendría esta noche, ¿verdad? —Sasha me observa de cerca, como si me estuviera monitoreando alguna señal o señal de que podría enfurecerme o tener un colapso nervioso total. —De ninguna manera —digo con firmeza—. Él nunca haría eso. —Oye, Taylor. —Olivia llega por la esquina desde el muelle de carga—. Dejaste esto afuera. Estaba zumbando. Le quito el teléfono y el alivio me golpea cuando noto una llamada perdida de Conor. Por fin. Necesito saber si me recogerá o se reunirá conmigo aquí. —Hablando del diablo —dice Sasha. Estoy a punto de devolverle la llamada cuando llega un mensaje de texto. CONOR: No iré esta noche Miro la pantalla. Luego escribo una respuesta con pulgares temblorosos. YO: Eso no es gracioso. ÉL: Lo siento. —¿Qué pasa? Intento llamarlo. Directo al buzón de voz. —No lo hizo —dice Sasha, su voz sombría mientras lee mi expresión.

Yo la ignoro. Lo llamo de nuevo. Directo al buzón de voz. YO: Háblame YO: ¿Qué diablos está pasando? YO: Vete a la mierda Conor Enrollo mi brazo hacia atrás para lanzar mi teléfono a través de la habitación, pero Sasha agarra mi muñeca antes de que pueda soltarlo. Toma el teléfono de mi mano y me mira con severidad. —No tomemos decisiones apresuradas —aconseja, antes de llevarme al baño al otro lado del pasillo—. Háblame. ¿Qué dijo? —Él no vendrá. Sin explicación. Solo un lo siento, te dejo plantada de nuevo —digo, hirviendo, agarrando el borde del lavabo para detener mi puño a través del espejo—. Quiero decir, ¿qué diablos? No decidió eso hoy, no podría haberlo hecho. Me ha estado evitando toda la semana. Lo que significa que sabía que no vendría. ¡Podría habérmelo dicho! En lugar de eso, espera hasta el último segundo para clavar el cuchillo. Dejo escapar un grito y en su lugar golpeo la puerta del reservado. No es tan satisfactorio cuando la puerta se abre de golpe debido a la fuerza. Todavía duele, pero al menos no me destrocé los nudillos. —Está bien, She-Ra, cálmate. —Sasha me acorrala en un rincón con las manos en alto, como si intentara calmar un rinoceronte malhumorado—. ¿De verdad crees que está haciendo esto para lastimarte? Me alejo de ella. No puedo quedarme quieta. —¿Qué otra explicación hay? Probablemente todo esto sea parte de una broma a largo plazo que me estaba haciendo. Tal vez yo fui el reto todo el tiempo. Algunos apuestan con sus compañeros. Ahora el juego terminó y todos se están riendo de mí. Pobre chica gorda y patética. —Oye. —Sasha chasquea los dedos frente a mi cara para detener mi caminar furioso—. Jodidamente cállate. No eres patética y no hay nada malo con tu apariencia ni en la forma de tu cuerpo. Eres hermosa, divertida, amable e inteligente. Si Conor Edwards tiene alguna jodida anormalidad, no es culpa tuya. Él se lo pierde. No puedo oírla. No realmente. Hay una bola de ira al rojo vivo en mi estómago y crece con cada segundo que no tengo una respuesta. —Necesito tomar prestado tu auto —espeto, tendiéndole la mano. —No creo que estés en condiciones de conducir ahora mismo.

—Llaves. Por favor. Sasha suspira y me pasa las llaves. —Gracias. —Salgo disparada por la puerta del baño como si mi trasero estuviera en llamas, con Sasha caliente en mis sentimientos. —Taylor, espera —grita ella exasperada. En lugar de esperar, recorro el pasillo hacia el vestíbulo. Voy tan rápido que cuando doblo la esquina, me choco con una de las chicas de la hermandad. Alrededor de media docena de Kappas pululan en el vestíbulo, junto con un par de tipos Sigma cargando sillas. La morena que acabo de aplastar se tambalea hacia adelante. Con su largo cabello cayendo sobre sus ojos, me toma un segundo darme cuenta de que es Rebecca. —Mierda, lo siento —digo—. No te vi. Recuperando el equilibrio, instantáneamente baja los ojos al sonido de mi voz. Ya estoy irritable gracias a mi enojo con Conor, y el ceño fruncido de Rebecca desencadena otra oleada de ira. —Por el amor de Dios —le grito—. Nos besamos en el primer año y me tocaste las tetas, Rebecca. Supéralo. —Miau —dice Jules riéndose, que está a unos metros de distancia y me escuchó. A ella, le grito: —Cállate, Jules. —Y luego paso junto a ella y al tonto novio Sigma de Abigail, dejando sus ojos muy abiertos a mi paso. Sasha me alcanza justo cuando estoy abriendo una de las puertas dobles de la entrada. —Taylor —ordena—. Detente. Me obligo a detenerme. —¿Qué? —pregunto. La preocupación llena su rostro, ella toca mi brazo y me da un suave apretón. —No vale la pena perder el respeto a ti misma por ningún chico, ¿de acuerdo? Solo recuerda eso. Y usa el cinturón de seguridad.

Taylor

E

l Jeep de Conor está en la entrada cuando llego a su casa. Foster abre la puerta, con una gran sonrisa tonta cuando me ve. Me deja entrar sin preguntar, diciendo que Conor está arriba en su habitación. Por un momento se me cruza por la mente interrogar a Foster. Si alguno de los compañeros de cuarto se quebrara, derramara el té al ver un escote, ese sería Foster. En este momento, sin embargo, solo quiero clavar a Conor a una pared. Irrumpo en su habitación para encontrarlo totalmente solo. Supongo que parte de mí esperaba que hubiera una mujer flaca y desnuda en su cama, pero en lugar de eso, es solo él, vestido como si fuera a ir a alguna parte y a punto de irse. Ni siquiera parece sorprendido de verme. Decepcionado, tal vez. —No puedo hablar ahora mismo, T —dice con un suspiro. —Bueno, vas a tener que hacerlo. Intenta abrir la puerta del dormitorio detrás de mí, pero me interpongo en su camino. —Taylor, por favor. No tengo tiempo para esto. Tengo que irme. — Su voz es fría, indiferente. No me mira. Creo que yo quería que se enfadara, que se molestara. Esto es peor. —Me debes algún tipo de explicación. Ignorar los planes de la cena es una cosa, pero la Gala de Primavera era importante para mí. —Mis ojos están calientes y me pican. Trago con fuerza—. ¿Ahora me abandonas horas antes del evento? Eso es frío, incluso para ti últimamente. —Dije que lo sentía. —Estoy harta de que lo sientas. Parece como si hubiéramos roto solo que olvidaste decírmelo. Maldición, Con, si esto —Señalo entre nosotros—, se ha terminado, solo dímelo. Creo que me merezco eso. Se aparta de mí, se pasa las manos por el cabello y murmura algo en voz baja. —¿Qué? Solo escúpelo —ordeno—. Estoy aquí mismo. —No tiene nada que ver contigo, ¿de acuerdo?

—¿Entonces qué es? Solo dime por qué. —La exasperación me invade. No entiendo qué puede ganar él con todo esto, si no es solo volverme loca—. ¿Qué es tan importante para que me abandones esta noche? —Solo hay algo que tengo que hacer. —La frustración se acumula en su voz. Las líneas se hacen más profundas en su rostro, y sus hombros tienen más tensión de la que nunca he visto—. Desearía no hacerlo, pero es lo que es. —¡Eso no es una respuesta! —digo en frustración. —Es lo único que te voy a dar. —Pasa junto a mí y busca la chaqueta que está sobre la silla de su escritorio—. Me tengo que ir. Tienes que irte. Mientras agarra la chaqueta, queda enganchada en el apoyabrazos y un grueso sobre blanco del tamaño de un ladrillo sale de uno de los bolsillos. Del sobre, varias correas atadas de billetes de veinte dólares se extienden por el suelo. Ambos miramos en silencio el dinero hasta que Conor lo levanta del suelo y empieza a meterlo de nuevo en el sobre. —¿Qué vas a hacer con todo ese dinero? —pregunto con cautela. —No es importante —murmura, metiendo el sobre en el bolsillo de su chaqueta—. Me tengo que ir. —No. —Empujo la puerta cerrada y me pongo contra ella—. Nadie anda por ahí con esa cantidad de dinero a menos que esté tramando algo malo. No dejaré que salgas por esta puerta hasta que me digas qué pasa. Si estás en algún tipo de problema, déjame ayudarte. —No lo entiendes —dice—. Por favor, sal de mi camino. —No puedo. No hasta que me digas la verdad. —Joder —dice entre dientes apretados, jalándose el cabello—. Solo déjame ir. No quiero que te involucres, T. ¿Por qué lo haces tan difícil? Su máscara acaba de caer. Se ha ido el rostro distante e indiferente que ha mantenido toda la semana mientras hacía lo posible por ocultar la angustia en su interior. Ahora todo lo que veo es dolor, desesperación. Esta cosa lo ha estado carcomiendo y se ve exhausto. —¿No lo entiendes? —digo—. Me preocupo por ti. ¿Qué otra razón hay? Conor se desinfla. Se desploma en el borde de su cama y deja caer su cabeza en sus manos. Se queda callado por tanto tiempo que creo que se dio por vencido. Pero entonces finalmente habla.

—El mayo pasado, de vuelta a casa en California, Kai vino a mí un día, no lo había visto en semanas, y me dijo que necesitaba dinero. Como, un montón de dinero. Se metió en problemas con un traficante de drogas y tiene que pagarle o el tipo lo jodería. Le dije que no tenía esa cantidad de dinero. Así que él dijo, ya sabes: “pídele dinero a Max”. —Conor levanta la mirada, como si comprobara si recuerdo lo que me dijo sobre su relación con su padrastro. Asiento lentamente. »Bien, así que dije que no, no puedo hacer eso. Kai se enfadó, como en plan jódete, pensé que éramos amigos y toda esa mierda, pero no presiona. Solo dice que encontrará otra manera y se va. En ese momento pensé que estaba exagerando sobre el problema en el que estaba, que tal vez solo quería un nuevo teléfono o alguna tontería y pensaba que yo podía entrar en una bóveda de oro gigante y tomar lo que quisiera. Conor toma un respiro y se frota el rostro. Como si estuviera reuniendo energía. —Entonces, tal vez un par de semanas después, Max y yo tuvimos una estúpida discusión. No me había decidido por una especialización aún y él estuvo encima mío para que averiguara qué voy a hacer con mi vida. Así que, por supuesto, me puse a la defensiva porque lo que realmente quería decir era que soy un perdedor que nunca llegaría a nada si no me convertía en alguien como él. Se convirtió en una pelea a gritos y luego me enojé y me fui. Terminé en la casa de Kai, le dije lo que pasó, y él dice, oye, ya sabes, podemos vengarnos de él. Solo di la palabra. Me acerco a la cama con tímidos pasos y me siento, dejando varios metros de espacio entre nosotros. —¿Y qué dijiste? —Dije a la mierda. Hagámoslo. Niega con la cabeza, dejando escapar un profundo suspiro. Puedo sentir la ansiedad saliendo de él, lo difícil que es admitir todo esto. Lo lejos que tiene que llegar dentro de sí mismo para encontrar el coraje. —Le di a Kai el código de la alarma y le dije que Max siempre guarda tres grandes en efectivo en el cajón de su escritorio para emergencias. Le dije que no quería saber cuándo iba a suceder. Pasarían meses antes de que Max se diera cuenta de que faltaba el dinero, y además, esa cantidad de dinero no es nada para el hombre. Se lo gastaría en una semana en una cena y vino. Nadie saldría herido. —¿Pero...? Conor me mira. Por fin. Por primera vez en una semana, me mira de verdad.

—Así que un fin de semana vamos todos a Tahoe. Quería quedarme, pero mamá me hizo sentir culpable por pasar tiempo de calidad juntos. Así que la casa estuvo vacía por unos días, y Kai hizo su movida. Probablemente estaba drogado o metido en alguna mierda, el chico nunca tuvo un jodido interruptor de apagado, ¿sabes? Se metió en silencio, pero destrozó el lugar. Agarró uno de los palos de golf de Max del garaje y destrozó la oficina de Max y la sala de estar. Volvimos a casa un par de días después y es obvio que el lugar fue robado. La parte más complicada es que Max se culpó a sí mismo. Pensó que debió haber olvidado poner la alarma. Pero como sea, no es gran cosa, dice. El seguro cubrirá los daños. Mi frente se arruga. —No se preguntaron por qué no robaron nada más? Conor ladra una risa sardónica. —Nop. La policía decidió que algunos adolescentes probablemente solo querían destrozar el lugar. Dijeron que lo habían visto un millón de veces, un crimen de oportunidad, y que tal vez los adolescentes se asustaron por algo. —Así que te saliste con la tuya. —Sí, pero esa es la cuestión, ¿verdad? La culpa me destrozó desde el momento en que entramos en la casa y vi lo que Kai hizo. Lo que yo hice. De alguna manera en mi cabeza me convencí de que se sentiría bien ver la mirada en el rostro de Max. Pero me dolió. ¿Qué clase de imbécil destroza su propia casa? Mi madre estuvo aterrorizada durante semanas después de que regresara el que lo hizo. No podía dormir. —Su voz se quiebra—. Yo le hice eso. Me duele el corazón por él. —¿Y Kai? —Me encontró en la playa un par de semanas después y me preguntó, ya sabes, cómo estuvo. Le dije que no podía seguir saliendo con él, que había ido demasiado lejos y que era una mala idea para empezar. Y eso fue todo, habíamos terminado. En su cabeza pensaba que él estaba siendo un buen amigo, como si me estuviera defendiendo o algo así. Ese es probablemente el mejor ejemplo que alguien podría darte de cómo funciona su cerebro. —Supongo que no se tomó bien la ruptura. —No. Creo que más que nada le preocupaba que lo delatara. Pero le recordé que hacerlo sería una destrucción mutua asegurada. Y tomamos caminos separados.

—Hasta Buffalo. —Hasta Buffalo —concuerda con vergüenza—. Luego el sábado en la playa. Me siguió hasta allí, me contó la misma historia de siempre. Le debe dinero a gente mala y lo matarán si no paga. Excepto que esta vez necesita diez mil dólares. —Mierda —digo en voz baja. Conor se ríe tristemente en respuesta. —¿Verdad? —No puedes darle el dinero. Gira su cabeza para mirarme. »No, hablo en serio, Conor. No puedes darle el dinero. Esta vez son diez, la próxima vez son quince, veinte, cincuenta. Te está chantajeando, ¿verdad? ¿De eso se trata todo esto? ¿Destrucción mutua asegurada? Y el contenido de ese sobre... apuesto a que no recibiste el dinero de tu familia. —No tengo elección, Taylor. —Sus ojos se ponen furiosos. —Sí, la tienes. Puedes decirles a Max y a tu madre la verdad. Si te sinceras, Kai no tiene más influencia. Te dejará en paz y podrás finalmente seguir con tu vida sin preocuparte por el día en que aparezca de nuevo para descarrilar toda tu vida. —No sabes de qué estás hablando. No tienes... —Sé que por este remordimiento, esta vergüenza que sientes, me dejaste plantada, has jodido a tu familia y has hecho quién sabe qué para conseguir ese dinero. ¿Cuándo va a detenerse? ¿Cuándo va a ser suficiente? —Sacudo mi cabeza hacia él—. Solo hay una cosa que puedes hacer para defenderte, o puedes ser esclavo de este secreto para siempre. —Sí, ya sabes... —Conor se levanta—. Esto realmente no te concierne. Te dije la verdad y ahora me tengo que ir. Salto e intento interceptarlo, pero me esquiva con poco esfuerzo en su camino hacia la puerta. Agarro su mano mientras me da la espalda. —Por favor. Te ayudaré. No lo hagas. Aleja mi mano. Cuando habla, la frialdad y el desapego regresan. —No necesito tu ayuda, Taylor. No la quiero. Y definitivamente no necesito que una chica me diga qué hacer. Tenías razón. No deberíamos estar juntos. No mira hacia atrás. Camina por el pasillo y hacia la puerta. No da ni un solo paso vacilante.

Me deja allí con los recuerdos envenenados de esta habitación, con mi maquillaje embadurnado y el cabello caído. Jodido Conor Edwards.

Conor

H

abía una chica cuando yo estaba creciendo. Daisy. Ella tenía alrededor de mi edad, vivía un par de puertas más abajo en el viejo vecindario, y solía sentarse durante horas en su entrada dibujando con pequeñas rocas o trozos rotos de cemento porque ella no tenía tiza. Cuando el sol convertía la losa de hormigón en una plancha o la lluvia arrugaba su piel, nos tiraba cosas a los preadolescentes de Kai y yo cuando montábamos en nuestras patinetas. Rocas, tapas de botellas, basura al azar, lo que estuviera por ahí. Su padre era malo como la mierda y pensábamos que ella era igual que él. Entonces vi un día desde mi porche. La vi bajarse del autobús escolar, llamando a su puerta principal. La camioneta de su padre estaba en la entrada y la televisión dentro tan fuerte que todo el vecindario podía escuchar el punto culminante de los deportes. Ella no dejaba de tocar, esta niña flaca y su mochila. Luego, tratando en la ventana donde las barras habían sido arrancadas durante un robo y nunca fueron reemplazadas. Y después, finalmente renunció, se resignó, y recogió otra roca del lado de la calle de alguna parte en descomposición del vecindario que con el tiempo cayó en su camino. Luego vi a Kai rodando por la acera en su patineta. Deteniéndose para hablar con ella, a burlarse de ella. Vi como patinaba sobre sus dibujos, luego verter un refresco en ellos y tirar la tapa de la botella en su cabello. Y lo entendí entonces, por qué nos tiraba cosas cada vez que pasábamos a su lado. Estaba apuntando a Kai. La próxima vez que se sentó sola en su entrada, traje mi propia roca y me uní a ella. Eventualmente salimos de la entrada y exploró el mundo. Vimos la autopista desde un árbol alto, contábamos aviones desde los tejados. Y un día Daisy me dijo que se iba. Que cuando el autobús de la escuela nos dejó, ella se iba a marchar e ir a otro lugar. A cualquier lugar. Tú también podrías marcharte, ella había instado. Tenía una foto de Yosemite sacada de una revista y se metió en la cabeza que viviría allí, en un campamento o algo así. Porque tendrían todo lo que necesitarías y no cuesta nada acampar, ¿verdad? Hablamos de ello durante semanas, haciendo planes. No es que yo realmente quisiera irme, pero Daisy necesitaba tanto que me fuera con ella. Era la soledad que más temía.

Luego se subió al autobús un día y tenía moretones púrpuras en los brazos. Había estado llorando y de repente ya no era un juego. No era una historia que estuviéramos escribiendo sobre una gran aventura para pasar el tiempo entre la escuela y el sueño. Cuando el autobús se detuvo en la escuela, me miró, expectante, su mochila colgando más pesada sobre sus hombros de lo normal. Ella dijo: ¿Nos vamos hoy a la hora del almuerzo? No sabía qué decirle, cómo no decir algo equivocado. Así que hice algo mucho peor. Me fui. Creo que ese fue el momento en que aprendí que no era bueno para nadie. Claro, apenas tenía once años, así que por supuesto que no hui hacia el norte con nada más que una mochila y una patineta. Pero dejé que Daisy creyera en mí. Dejé que confiara en mí. Tal vez no entendía en ese momento lo que realmente estaba sucediendo en su casa, pero a nivel conceptual tenía la jodida esencia y sin embargo no hice nada para ayudarla. Simplemente me convertí en otro de una larga línea de decepciones. Nunca olvidaré sus ojos. Cómo en ellos vi que le rompí el corazón. Todavía los veo. Ahora. Me tiemblan las manos. Agarrando el volante, apenas veo la carretera. Es como la visión del túnel, todo estrecho y muy lejos. Estoy conduciendo por memoria más que por ver el camino. Una tensión en mi pecho que se había estado construyendo durante días ahora se aferra a mí, trepando por mi garganta. Repentinamente duele respirar. Cuando el teléfono timbra en portavasos, casi me desvió hacia el tráfico que en el otro carril, sorprendido por el sonido que se siente más fuerte en mi cabeza. Presiono el botón del altavoz. —Sí —respondo, forzando mi voz a trabajar. No puedo oírme a mí mismo. La estática en mi mente me hace sentir como si estuviera bajo el agua. —Asegurándome de que sí vengas —dice Kai. Hay ruido en el fondo. Voces y música apagada. Ya está en el bar de la universidad de Boston donde nos reunimos. —Voy en camino. —Tic, tac. Termino la llamada y lanzo mi teléfono en el asiento del pasajero. El dolor en mi pecho se vuelve insoportable, apretando tan fuerte que se siente como si pudiera romperme una costilla. Detengo el volante y giro bruscamente, pisando los frenos. Mi garganta se está cerrando mientras

me arranco frenéticamente las capas de ropa hasta que estoy en solo una camiseta sin mangas y sudando. Bajo las ventanas para llenar el Jeep con aire fresco. ¿Qué mierda estoy haciendo? Bajo la cabeza a mis manos, no puedo dejar de ver su rostro. La mirada decepcionada en sus ojos. No Daisy, la niña de mi pasado. Sino Taylor, la mujer de mi presente. Esperaba algo mucho mejor de mí. No lo que había hecho en ese entonces, sino lo que estaba eligiendo hacer ahora. Me habría perdonado por actuar como un idiota esta semana si solo hubiese lo suficientemente fuerte como para tomar la decisión correcta cuando me dio la oportunidad. Maldita sea, Edwards. Que te crezca un par. Me prometí a mí mismo que sería mejor para ella y trataría de mirarme a través de sus ojos. Mirarme a mí mismo como algo más que un vulgar chico punk o un perdedor sin rumbo o una noche divertida. Ella encontró el valor en mí, incluso cuando yo no podía. Entonces, ¿por qué diablos debería dejar que Kai me quite eso? Porque él no solo ha secuestrado mi vida, le ha robado a Taylor. Yo debería estar en un baile tonto con mi novia, sin tener un ataque de pánico a un lado de la carretera. Sacudiendo la cabeza con disgusto, agarro mi suéter desechado y me lo pongo. Luego me extiendo por el cambio de marchas y pongo el Jeep en marcha. Por primera vez en mi vida, encuentro el valor de respetarme a mí mismo.

Mi primera parada es el lugar de Hunter. Demi responde a la puerta, recibiéndome con una curiosa mirada, aunque algo hostil. No sé cuánto ha oído desde la última vez que hablé con Taylor o lo que Hunter podría haberle dicho después de que me escribió el cheque. La beso en la mejilla mientras me deja entrar. Demi retrocede en respuesta. —¿Por qué fue eso, bicho raro? —Tenías razón —digo con un guiño. —Bueno, obviamente. —Hace una pausa—. Pero ¿acerca de qué?

—Hola, hombre. —Hunter se nos acerca con cautela—. ¿Está todo bien? —Lo estará. —Saco el sobre de dinero en efectivo y se lo entrego. Demi estrecha los ojos hacia la entrega. —¿Qué es eso? —exige ella. Hunter toma el dinero, confundido. —Pero, ¿por qué? —Respóndeme, monje —dice Demi quejándose, tirando de la manga de Hunter—. ¿Qué está sucediendo? Me encojo de hombros y le respondo a Hunter. —Ya no lo necesito. Parece comprensiblemente aliviado, aunque no interrogatorio que está a punto de soportar de su novia.

envidio

el

—Sé suave con él —le digo a Demi—. Es un buen tipo. —¿Quieres quedarte y pedir una pizza? —ofrece Hunter—. Vamos a relajarnos esta noche. —No puedo. Voy tarde a un baile. Dejando la casa de Hunter, llamo a Kai. Ya la tensión en mi pecho ha disminuido, y mis manos están firmes mientras suena el teléfono. —¿Estás aquí? —dice. —No tengo tu dinero. —No me jodas, hermano. Hago una llamada… —Voy a decirle a Max que fue mi culpa. —La determinación en mi voz me sorprende. Y me hago más seguro de mi decisión con cada palabra—. Voy a dejar tu nombre fuera de ello. Por ahora. Pero si me llamas de nuevo, si siento que husmeas, te delataré en un santiamén. No me tientes, Kai. Esta es tu última oportunidad. Le cuelgo. Entonces, tranquilizando mis nervios, hago otra llamada.

Taylor

N

o quiero estar violentamente aquí. Estoy considerando tomar un cuchillo para carne de la mesa más cercana y tomar un rehén de camino una ventana rota para escaparme de aquí.

Sasha y yo hemos tomado una posición estratégica cerca de un montón de altavoces para disuadir a los demás de intentar hablar con nosotras. También se apropió de un champán caro, que se nos escurre por los vestidos mientras bebemos directamente de la botella mientras vemos a Charlotte correr por la pista de baile regañando a las hermanas por hacer el tonto con sus citas delante de los preocupados boomers. Tuvimos que dejar la cabina del DJ porque los exalumnos le pedían a Sasha que pusiera música de Neil Diamond y ABBA y ella amenazó con sacarle un ojo al siguiente con un tenedor, así que la obligué a tomar un descanso. —Deberías ir a bailar con Eric —le dije, viéndolo en la pista. Parece que se lo está pasando muy bien a pesar de que su cita abandonó a los lobos. —¿Y perder la oportunidad de juzgar a todos condescendientemente desde la esquina? ¿Siquiera me conoces? —Lo digo en serio. Solo porque esté resignada a revolcarme en la autocompasión no significa que tengas que sufrir conmigo. —Eso es exactamente lo que significa —dice—. O, podrías beberte el resto de esta botella y hacer que una chica blanca se emborrache en la pista de baile por un chico de fondo fiduciario demasiado arreglado. —No estoy de humor. —Oh, vamos. —Sasha toma otro trago de champán y se limpia la boca con el brazo, embarrándose su lápiz labial—. Nos vestimos bien y nos afeitamos las piernas. Lo menos que podemos hacer es tener algo de lo que arrepentirnos por la mañana. Ja. Ya me arrepiento. Por ejemplo, ¿qué demonios estaba pensando cuando elegí este ridículo vestido? La tela negra apretada hace que mis tetas parezcan dos jamones aplastados y cada pliegue y bulto sobresalga como pasta de dientes de un tubo. Me siento asquerosa y no puedo

recordar por qué estaba tan emocionada al mirarme al espejo e imaginar el rostro de Conor cuando me viera. Espera, recuerdo por qué, porque dejé que Conor me engañara haciéndome creer que era hermosa. Que no veía una chica regordeta o solo un par de pechos, sino a mí. Toda yo. Me hizo creer que era algo deseable. Digna de tener. Y ahora me quedo con la decepción de lo que podría haber sido. Me molesta notar que las lágrimas caen por mis mejillas, y le digo a Sasha que voy a sacarme de encima algo de ese champán. El baño está lleno de Kappas retocándose el maquillaje, una cabina ocupada por una vomitona ruidosa que tiene a dos Kappas sujetándole el cabello. En otra está a Lisa Anderson, que se ha encerrado con su teléfono y le está enviando mensajes de texto borrachos a su ahora ex Cory con las protestas de sus hermanas golpeando la puerta. Después de usar el baño, me lavo las manos en el lavabo cuando Abigail y Jules entran riendo. Mi estómago se anuda cuando sus miradas maliciosas me notan a mí y a mi rímel manchado. —Taylor —llama Abigail lo suficientemente fuerte para asegurarse de que todas presten atención—. No he visto a Conor en toda la noche. No te dejó plantada, ¿verdad? —Déjame en paz, Abigail. Se ve perfecta, por supuesto. Vestido de lentejuelas plateadas brillantes y cabello platinado perfectamente rizado, ni un cabello fuera de lugar. No hay gotas de sudor en la línea de su cabello o maquillaje goteando por su cuello. Apenas es humana. —Uh-oh. —Viene a pararse detrás de mí, mirándonos en el espejo con burla—. ¿Qué pasa? Vamos, somos tus hermanas, Tay-Tay. Puedes decírnoslo. —Te dejó plantada, ¿verdad? —dice Jules con una voz condescendiente y dulce, como si estuviera hablando con un animal herido—. ¡Oh no! Y tus ratoncitos se esclavizaron todo el día haciéndote un bonito vestido para el baile. —Es una broma. —Me pongo tensa de nuevo—. Terminamos. Abigail se ríe y luego me hace da sonrisa sarcástica. —Bueno, por supuesto que te dejó. Quiero decir, después de un mes deja de ser divertido y entonces es solo triste. Deberías haberme escuchado, Tay-Tay. Podrías haberte ahorrado la vergüenza. —Oh Dios mío, Abigail, vete a la mierda. —Mi último hilo se rompe. El baño se queda en silencio mortal y me doy cuenta de que todas nos

miran—. Lo entendemos, ¿bueno? Eres una puta miserable que confunde ser perra con tener personalidad. Consíguete una jodida vida y déjame en paz. Salgo a zancadas de ahí, con la piel zumbando. Una especie de delirio me abruma cuando vuelvo a la sala del banquete. Estoy mareada por las luces que pulsan con la música, los cuerpos que retumban en la pista de baile. Dios, enfrentarla fue tan bueno que quiero volver por una segunda ronda. Si hubiera sabido que desatarme sobre Abigail se sentiría así de increíble, lo habría hecho seis veces al día. Después de casi media botella de champán, mis papilas gustativas se sienten borrosas y tal vez mi cabeza también, así que me dirijo al bar y pido una soda con lima. —Taylor —dice una voz detrás de mí—. Hola. Casi no te reconocí. Un tipo se desliza a mi lado. Inclino la cabeza hacia atrás para mirarlo y tardo unos centímetros en darme cuenta de que es Danny, uno de los defensas de Malone’s la otra noche. Está bien limpio con un esmoquin afilado. —Hazme un favor entonces —digo, tomando mi trago del cantinero, quien creo que estuvo en mi clase de matemáticas elemental el semestre pasado—. No me desenmascares. Estoy disfrazada. —Ah, ¿sí? —Danny pide una cerveza y se acerca un poco más—. ¿De qué? —No lo sé todavía. Se ríe a falta de algo mejor que decir. A decir verdad, de verdad no lo sé. Últimamente no estoy segura de qué soy y qué papel intento desempeñar para complacer a los demás. Siento que estoy tratando de cumplir con una expectativa que se hace un poco más difícil de definir cada día. Nunca logro alcanzar la imagen que me propuse y me cuesta recordar de dónde saqué la idea en primer lugar. La gente siempre dice que venimos a la universidad para encontrarnos a nosotros mismos, y sin embargo cada mañana me vuelvo menos reconocible. —Te ves bien, es lo que quise decir —dice él tímidamente. —¿Con quién estás aquí? —le pregunto. —Oh, no, nadie —dice—. Mis padres fueron invitados por sus amigos, los padres de Rachel Cohen, así que me dijeron que viniera. — Toma un trago torpe de su cerveza y casi puedo ver el momento en que se convence a sí mismo de ir a por ello—. Sabes, quería decir algo la otra

noche. Quiero decir, ¿debería haberlo hecho, pero tuve la impresión de que estabas viendo a alguien? Oh. —Sí, no, fue solo... una cosa casual. —¿Entonces estaría bien si quisiera invitarte a salir alguna vez? Sasha y yo nos miramos a través de la habitación, y sus ojos se iluminan con aprobación. Me da una inclinación de cabeza que dice deberías tomar eso. Luego agarra a Eric y se dirigen hacia nosotros. No sé cómo responder a su pregunta sin sonar como si me estuviera comprometiendo a algo, así que me entretengo y tomo un largo sorbo de mi bebida mientras Sasha se acerca. —Se encontraron —dice con demasiada emoción. Luego me sonríe como si estuviera siendo castigada de alguna manera—. Y ninguno de los dos tiene citas, así que todo salió bien. —En realidad —comienzo—, estaba pensando en ir... —Todavía me debes un baile —le recuerda Eric a Sasha mientras me rodea con un brazo para evitar que me escape. —A Taylor le encanta bailar. Voy a matarla mientras duerme. —¿Bailas conmigo? —Danny. Dulce y tímido Danny. Sostiene su brazo como en las películas y sé que tiene buenas intenciones. Y como puedo ir de buena gana o hacer que Sasha haga una escena, acepto su invitación. Los cuatro nos abrimos paso en la pista de baile. Es una canción con ritmo, por suerte, para que Danny no se sienta obligado a aferrarse a mí. Empezamos en un cuarteto suelto hasta que se hace evidente que Eric y Sasha han estado buscando una excusa para sujetarse el uno al otro toda la noche y entonces me quedo con los movimientos torpes de un rascacielos que no sabe el tamaño de su propio pie. Para ser justos, no le estoy dando mucho con lo que trabajar. —Baila con él. —Sasha se inclina hacia mí, solo a medio camino de alejarse de las garras de Eric. —Lo estoy haciendo —espeto. Ella me empuja hacia él, lo que lo obliga a atraparme. La sonrisa de Danny dice que piensa que es mi manera tímida de decir, por favor, sostenme más cerca, lo cual hace. Me pongo tensa, pero parece que no se da cuenta. Sasha me mira de nuevo con una mirada insistente que dice ¡MALDITA SEA, INTÉNTALO!

Pero no puedo. Mi cabeza está atascada en preguntarme qué está pasando con Conor y Kai. ¿Hizo la entrega? ¿Está a salvo? No es que piense que Conor no pueda encargarse solo, pero, ¿y si algo salió mal? Diez mil dólares es mucho dinero para llevar. Podría haber sido detenido por la policía, o peor. Hay cien maneras en que esta noche podría haber salido mal para él, y ni siquiera puedo averiguar si está bien. Él ignoraría mi llamada y entonces volvería a donde empecé, a preocuparme por él, a temer por él. Se me ocurre que podría haber hecho más. Debí haberle dicho a sus compañeros de cuarto o a Hunter que lo detuvieran. O al menos que le cubrieran las espaldas. Maldita sea, ¿por qué no lo hice? Si algo le pasa a Conor, nunca me lo perdonaría. Decido que tengo que hacer una llamada cuando escucho un bajo gruñido de advertencia y Danny y yo nos separamos de repente.

Taylor

—¿Q

ué rayos? —Danny se lanza hacia adelante para enfrentarse al intruso, mientras yo me quedo allí parpadeando confundida. Qué diablos, de verdad. ¿Qué está haciendo Conor

aquí? —Ya terminaste aquí —responde Conor vestido de esmoquin, su tono es frío y eficiente. —Disculpa, ¿qué? —Danny frunce el ceño. Da otro paso. Aunque mide unos centímetros más, su constitución es ligera en comparación a la estructura más musculosa de Conor. —Me escuchaste. —La tensión sale de él, y hay una furia apenas contenida en sus ojos mientras queman los míos—. Muchas gracias, pero ya puedes irte. —Oye. —Eric da un paso al lado de su compañero de equipo—. No sé quién eres, pero no puedes… —Soy su novio —espeta Conor, pero su intensa mirada permanece fija en mí. —¿Taylor? —insiste Danny—. ¿Es tu novio? Miro a Danny, luego a Conor, y me sobresalto momentáneamente. Conor parado allí bajo las luces intermitentes con un esmoquin negro hecho a medida, el cabello peinado hacia atrás fuera de su rostro… es como volver a conocerlo por primera vez. Me sorprende el magnetismo sexual puro de este hombre. Durante la última semana había estado tan ocupada enfadada con él que me había olvidado de lo atractivo que es. Lo suficiente para llamar la atención de casi todas las mujeres del salón. Incluso unas pocas exalumnas están mirando a escondidas sobre sus hombros, mientras que sus esposos de mediana edad toman un giro a sentirse inadecuados después de dar miradas lascivas a las veinteañeras toda la noche. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto finalmente, ignorando la pregunta de Danny.

Sasha toma mi mano y la aprieta. No sé si es por apoyo moral o está pensando en huir conmigo, pero le aprieto de vuelta a pesar de que no puedo apartar mis ojos de Conor. —Me invitaste —dice con voz ronca. —Y luego me dejaste. —La ira regresa sin previo aviso y me aferro con más fuerza a la mano de mi mejor amiga—. Considera tu invitación revocada. También significa que no puedes opinar sobre con quién bailo. —Y un demonio que no —gruñe. Toma mi otra mano y me empuja hacia adelante. Como una tonta, dejo que mi agarre se escape del de Sasha. —¿Qué estás haciendo? —exijo con amargura abrasando en mi lengua. Me tira contra él y me abraza, y es como si mi cuerpo recordara incluso si mi cabeza intentaba olvidar. —Bailar contigo. —No quiero bailar. Y sin embargo, me derrito en él. No porque él quiera que lo haga, sino porque a pesar de la ira y el dolor, mis nervios responden a su toque. Es simplemente natural con él. Miro por encima del hombro, buscando la mirada de Danny, y sé que lee la disculpa en mis ojos porque asiente con pesar. El dulce y tímido Danny. La vida sería mucho más fácil si él fuera por quien latiera mi corazón, pero no lo es. Porque la vida no es jodidamente justa. —Tenemos que hablar —dice Conor. —No tengo nada que decirte. —Bien, eso hará que esto sea más fácil —responde, guiándonos al ritmo. Él se mueve y yo me muevo con él. Sin escuchar la música, solo sintiendo su intención. Es un intercambio cargado, ferviente y apasionado, como si nuestros cuerpos estuvieran luchando por recomponerse—. Lo siento, Taylor. Por todo. Ignorarte y escapar esta noche. No quise decir nada de eso. —Te fuiste —digo, con toda la rabia reprimida que se ha acumulado dentro de mí durante la última semana—. Me dejaste. Él asiente con tristeza. —Estaba avergonzado. No sabía cómo hablarte de lo que estaba pasando. —Rompiste conmigo.

La acusación flota en el aire. Incluso mientras nuestros cuerpos se tocan y nuestros ojos se encuentran, todavía hay distancia entre nosotros. Una cerca eléctrica de arrepentimientos y traiciones. —Me acorralaste. No sabía qué más hacer. —Eres un idiota —le digo, hirviendo por el dolor que me ha hecho pasar esta semana. No desaparece solo porque aparezca aquí luciendo bien con un esmoquin. —Te ves hermosa esta noche. —Cállate. —Lo digo en serio. —Presiona un beso en mi cuello, y mi mente vuelve a la última vez que estuvimos juntos. Acostados en mi cama. Su boca. Su piel desnuda contra la mía. —Detente. —Lo aparto porque no puedo pensar cuando me toca. No puedo respirar—. Me hiciste a un lado y fue tan fácil para ti hacerlo. No es solo que me ignoraste y rompiste conmigo. Es lo que elegiste hacer en lugar de simplemente hablar conmigo. Prefieres perderme a decir la verdad. —Me empiezan a arder los ojos—. Me hiciste sentir como una mierda, Conor. —Lo sé, nena. Joder —espeta, despeinando su cabello mientras se frota las manos a través de él. De repente me doy cuenta de que otros se han detenido a ver cómo se desarrolla el drama y lucho contra la necesidad de correr bajo una mesa. —No le di el dinero, Taylor. —¿Qué? —Estaba a medio camino de Boston y no podía sacar tu cara de mi cabeza. Así que me di la vuelta. No pude seguir adelante sabiendo lo que nos estaba haciendo. —Su voz se quiebra—. Porque lo peor de todo esto, lo peor que pude haber hecho, fue perder tu respeto. Nada más importa si me odias. —Si eso fuera realmente cierto… —Maldita sea, T, estoy tratando de decirte que estoy enamorado de ti. Y antes de que pueda parpadear, me besa, todo su pesar y convicción son vertidos en la cálida y envolvente sensación de nuestros labios encontrándose. En sus brazos, me siento estable de nuevo, finalmente en posición vertical después de haber sido doblada y

torcida. Porque cuando no estamos juntos, el mundo se siente desalineado. Conor me da equilibrio, vuelve a nivelar el terreno. Cuando nuestros labios se separan, ahueca mi rostro con una mano, pasando su pulgar por mi mejilla. —Lo digo en serio, estoy estúpidamente enamorado de ti. Debería haberlo dicho antes. Culparía a los repetidos traumatismos a la cabeza, pero solo fui un idiota. Lo siento. —Todavía estoy enojada contigo —digo honestamente, aunque con un poco menos de ferocidad. —Lo sé. —Sonríe. Un poco triste. Todavía dulce—. Estoy preparado para hacer algo bastante intenso y humillante. Capto un movimiento por el rabillo del ojo y me vuelvo para ver a Charlotte yendo directamente hacia nosotros con los ojos ceñudos de dama de iglesia. —Bueno, has provocado una escena y ahora todos nos están mirando —digo—. Así que puedes empezar a ganarte mi perdón si nos sacas como el infierno de aquí. Conor examina la pista de baile, sus ojos plateados recorren nuestra audiencia de Kappas y sus citas, y los exalumnos de sangre azul, escandalizados, resplandeciendo con desaprobación. Luego otorga su familiar sonrisa traviesa a la multitud. —El espectáculo ha terminado, amigos —anuncia—. Buenas noches. Entrelaza sus dedos con los míos y juntos escapamos. De todos modos, siempre he odiado las fiestas.

Conor

T

aylor me invita a su apartamento, y tomamos turnos decidiendo dónde estar de pie o cómo sentarnos. Ella prueba el sofá primero, pero tiene mucho que decir y no todo sale en el orden que quiere hasta que se pone de pie y empieza a caminar en círculos por el lugar. Así que yo tomo el sofá, excepto que mis músculos aun arden con la adrenalina y el ácido láctico se está formando. Entonces me pego en una esquina tratando de descifrar si ella puede amarme de regreso o la he perdido. —He pasado todo este tiempo tratando de entender por qué estabas actuando así —dice ella—. Y sin ninguna explicación de parte tuya estuve imaginando lo peor. Dejo caer mi cabeza. —Lo entiendo. —Como si fuera una apuesta, o finalmente me viste desnuda y fue como sí, mejor no. O alguna parte enferma de ti solo quería saber cuánto podías lastimarme. —Yo nunca… —Y tienes que entender que, aunque todo esté aclarado, viví estos escenarios en mi mente —dice Taylor en vos baja—. No sucedieron, pero a la vez sí, ¿entiendes? En mi corazón me botaste esta semana porque no follé contigo, porque los chicos te presionaron, porque conociste a alguien más, me puse a mí misma bajo presión porque fuiste una gallina de mierda como para comunicarte conmigo. —Lo sé —digo, con las manos en mis bolsillos mirando el piso. Me doy cuenta de que el daño está hecho, no importan los grandes gestos o las disculpas, a veces lastimas demasiado a las personas y las alejas. Hay un límite en lo que le puedes pedir a alguien para que aguante tu mierda. Y estoy aterrado de que Taylor haya encontrado su límite conmigo. —Tienes que darme más que eso, Con. Creo que estás arrepentido, pero necesito saber que no estoy metiéndome para ser atropellada de nuevo. Aclaro mi garganta alejando la grava alojada allí.

—No quería que me vieras de esta forma. Vine a Briar para ser mejor, y por un tiempo pensé que había escapado de mi pasado. —Trago—. Hice un buen trabajo de convencerme a mí mismo de que había hecho una salida limpia y dejé de mirar sobre mi hombro. Diablos, incluso creí que era una persona mejor. Creo que en alguna parte del camino olvidé por qué mantengo personas lejos. Y luego llegaste tú. Quiero decir, Taylor, nunca te vi venir. Era un momento de mierda para nosotros, pero no me arrepiento de haberlo intentado. —¿Qué pasó? —pregunta ella. —¿Eh? —Esta noche —aclara—. Tomaste el dinero y me dejaste en tu casa, ¿Y luego qué? —Taylor cruza sus brazos, observándome. Es difícil leer su expresión, porque está oscuro en el apartamento. Encendió la luz del pasillo cuando entramos, pero no la lámpara en la sala. Es como si los dos sintiéramos miedo de vernos y nos escondemos en las sombras. Líneas naranjas cruzan su ajustado vestido negro desde la luz que entra por las persianas, me centro en esas líneas mientras le digo todo. Cómo me convertí en un saco de nervios a mitad de camino, cómo le di la noticia a Kai y le regresé el dinero a Hunter. —Después de dejar a Hunter, llame a mi mamá —confieso—. Le dije que llamara también a Max. Lo que no ayudó mucho teniendo en cuenta que están a tres horas de nosotros, así que mamá pensó que estaba en el hospital o algo. Taylor se recuesta en la pared opuesta. —¿Cómo estuvo eso? —Les dije todo, dije que lo lamentaba, que la cagué y debí haberles dicho hace mucho tiempo, pero tenía miedo y estaba avergonzado. Lo dejamos en eso. Mamá estaba en shock y decepcionada. Max no dijo mucho. —Muerdo el interior de mi mejilla—. Seguro van a venir consecuencias. Pero en este momento lo están procesando. No menciono la posibilidad de que Max deje de pagar mi matrícula y mi mamá me obligue a regresar a California. Demonios, si el decano de Briar se entera que planeé un entrar y robar en mi propia casa, seguro me expulsarían. Todo este dolor y sufrimiento, y todavía existe una docena de maneras en que podría perder a Taylor, mi familia, mi equipo y todo por lo que he trabajado. Lo cual no sería menos de lo que merezco. No sería la primera persona en sufrir por una falta consecuencias maligna. Lo merezco.

—Tengo serias reservas con el hecho de que mentiste tanto tiempo y sobre algo tan grande —dice Taylor, y todavía hay toda una habitación separándonos. —Entiendo. —Y todavía duele que estuvieras dispuesto a hacerme pasar por tanto dolor para encubrir tu error. —Tienes razón. —Pero creo en el crédito parcial. —Se acerca, lenta y tentativamente. Ella es una toda una jodida visión en ese vestido que marca sus curvas, maquillaje sensual, y cabello rubio perfectamente arreglado. Me rompe el corazón que ella pasara por tantos problemas para esta noche y yo arruinara sus posibilidades. —Tomaste una docena de malas decisiones para llegar aquí, pero eventualmente hiciste lo correcto, eso cuenta para algo. —¿Eso donde me deja? —pregunto, nervioso por la respuesta. —Diría que una solida C menos. —Entonces… —Una sonrisa esperanzadora adorna mi rostro, y ahogo esa mierda rápidamente—. ¿Todavía paso? Taylor sostiene su dedo índice y pulgar mostrando una pequeña luz entre ellos. —Lo tomo. Ella finalmente me alcanza, deslizando sus manos por el satín de las solapas de la chaqueta de mi esmoquin. —Lucías un poco celoso en la gala. —Iba a romper las manos de ese chico si te tocaba —digo sin ninguna vacilación. —Habíamos terminado —me recuerda, cada vez que esas palabras dejan sus labios, me cortan más profundo. —Soy un imbécil —admito—. Pero él sería suicida si intentaba meterse contigo. Ella sonríe, lo que derrite la tensión que tenía congelados mis hombros por varios días. Si todavía la puedo hacer reír, hay esperanza para nosotros. Pensativa, inclina la cabeza. —Como que fue caliente.

—¿Lo fue? —Esto suena menos como un rechazo. —Oh, seguro. No soy como esas personas súper maduras que creen que los celos son una mala característica. Joder, yo me trago esa mierda. Mi sonrisa sale libre. —Recordaré eso. —Sí, ya sabes, el novio de Abigail está constantemente babeando sobre mis tetas, así que si quieres estropear el césped de su casa de fraternidad, cuenta conmigo para esa mezquindad. —Mierda, te amo. —Esta chica me hace reír como nadie, incluso cuando las cosas son serias. Y en especial cuando es incómodo. Ella encuentra alegría en la profunda desgracia. —Hablando de eso… —Ella empieza a jugar con los botones de mi camisa. La vacilación arruga su frente por un momento. —Lo digo en serio. Con todo mi corazón. No jodería con alguien de esa manera. —Me amas. No puedo decir si es una pregunta o una declaración, pero lo trato como lo último. —Te amo, T. Ni siquiera sé cuándo lo descubrí. Quizás cuando detuve el auto, o en el camino de regreso. O cuando mis dedos estaban temblando tanto que apenas pude atar este estúpido moño. Todo en lo que podía pensar era en llegar a ti y cómo me mataba cada minuto que estabas allí fuera pensando que me importaba una mierda. Solo lo supe. Ella me mira desde esas gruesas pestañas negras. —Muéstrame. —Lo haré. Si me das la oportunidad de... —No. —Sus dedos se extienden a través de mi pecho, quita la chaqueta de mis hombros y deja que caiga al suelo—. Muéstrame. No necesito más impulso que sus dientes mordiendo su labio inferior. Levantándola en mis brazos, llevo mi boca a la suya y la beso. Pudimos habernos tambaleado como pareja, pero esta parte aún se siente bien. Cuando nos besamos, puedo dar sentido a las cosas. Con ella en mis brazos, puedo ver el camino por delante, en lo que podríamos convertirnos. Taylor cierra sus piernas alrededor de mi cintura, mientras nos llevo a su dormitorio y me siento en el borde de la cama. Ella se acomoda en

mi regazo, sus delicados dedos enredados en mi cabello. Sus uñas arañan gentilmente mi nuca, y prende fuego en cada nervio de mi cuerpo. Estoy duro como el granito, mientras ella se muele sobre mi polla. Todo lo que quiero hacer es rasgar su vestido, pero sé que tengo que ir lento o la alejaré. En lugar de eso, deslizo mis manos por el exterior de sus muslos, subiendo, empujando la tela fuera de mi camino. Ella se mueve, alentándome, hasta que encuentro la piel desnuda de su trasero y siento el delicado encaje de su ropa interior. Ella tenía planes. —Te extrañé —le digo. Ha pasado un largo tiempo desde que realmente la miré. Creo que una parte de mí estaba usando a Kai y el miedo de confesarle eso a Taylor como una muleta para no reconocer la profundidad de mis sentimientos por ella. Porque, si no eran reales, no tenía nada que perder. Si ella me dejaba, no tendría que descubrir cómo ser lo suficientemente bueno para ella. —Nos extrañé. —Taylor tira de mi camisa para sacarla de la cintura de mis pantalones. Comienza a desabotonarla, deshaciendo mi corbatín. Dejo que quite las capas de ropa hasta que está tocando mi pecho desnudo con sus dedos—. Dios, eres precioso. Mis músculos se retuercen bajo su toque. —Eres hermosa —digo seriamente. Ella siempre se sonroja y pone los ojos en blanco cuando digo eso. Lo entiendo; no puede verse de esa manera, así como yo no estaba dispuesto a creer que podía ser una persona decente. Solo necesita alguien que la ayude a creer. —No dejaré de intentar convencerte —le advierto. —No quiero que lo hagas. —Me besa y luego baja de mi regazo para ponerse de pie, con su espalda hacia mí—. Ayúdame. Mientras mi pulso se acelera, lentamente bajo su cremallera, entonces la observo salir de su vestido. Sé que se pone nerviosa al estar tan expuesta, así que no le doy un momento para sentirse autoconsciente. Envolviéndola en mis brazos, tiro de ella hacia la cama de nuevo, para recostarla contra las almohadas, acomodándome entre sus piernas. Engancha una suave pierna alrededor de mis caderas mientras le quito su sujetador para besar su pecho, apretando sus tetas. Mis labios viajan al sur, desde sus pezones a su estómago, mientras mis dedos deslizan sus bragas de encaje por sus piernas y extiendo su coño para mi lengua. Sé que está cerca del orgasmo cuando la siento tirando del edredón, enterrando sus uñas en la tela. Su cuerpo tiembla, su espalda se arquea.

Deslizo dos dedos dentro de su canal imposiblemente apretado, y me levanto sobre mis rodillas, para verla romperse por mí. Es lo más caliente que he visto en mi vida. Con un gemido acallado, porque se está mordiendo el labio, se sacude y aprieta alrededor de mi mano. —Eso es, nena. —La animo, amando el sonrojo de sus mejillas, ese mismo tono rosado en sus tetas, suspiros sexys dejando su boca. Mientras mis dedos aún están alojados en su interior, Taylor tira de mí, besándome profundamente mientras sus manos buscan mi cremallera. —Te deseo —dice ella, respirando fuerte. Abre el botón, luego la cremallera, entonces empuja mis pantalones por debajo de mis caderas. Sonriendo por su impaciencia, me quito mis pantalones y bóxers para liberar mis piernas, y los envío volando a través de la habitación. Al momento en que estoy completamente desnudo, una urgente Taylor lleva mis caderas al frente para encontrar las suyas, y susurra las dos palabras más dulces que he oído. —Estoy lista. Busco sus ojos, mi polla dura contra su coño. —¿Estás segura? —Mi voz está un poco ronca—. ¿Sabes que no tienes que hacer esto esta noche? Dije en serio lo de antes. No tengo prisa. Busca en la mesa de noche y saca un condón. —Estoy segura. Nuestras bocas chocan de nuevo y, de alguna manera, se siente nuevo, como aprender al otro por primera vez. Apoyando mi peso en mi antebrazo, uso mi mano libre para deslizar el condón por mi longitud. —Solo ve lento —dice ella, cuando estoy, una vez más, acomodado entre sus piernas. —Lo prometo. —Beso ese pequeño lunar sobre la esquina de su boca, entonces presiono mis labios a los suyos—. Solo relájate. Está tan apretada, su cuerpo aún tenso. —Relájate, nena. Tú puedes. Con una respiración profunda, ella se deja ir. Su cuerpo se suaviza. Tan lento como puedo, empujo en su interior. Aprieto los dientes, permitiendo que se ajuste a mí antes de moverme de nuevo. Solo un poco. Solo lo suficiente para hacer que ambos inhalemos profundamente. —¿Estás bien? —susurro.

Taylor asiente, sus ojos turquesa brillando con confianza, necesidad, excitación. Inhala otro respiro, luego toma mis caderas para atraerme más cerca. Es perfecta. Cálida y ajustada, apretando mi polla cada vez que retrocedo y regreso a su interior suavemente, dolorosamente. Sin embargo, es más que eso. Sus uñas se arrastran gentilmente por mi espalda y es como si mi maldita alma temblara. Ella lame mi cuello y mi mente es limpiada de todo menos su voz, su sabor. Olvido dónde estoy, quién soy. Solo existe este momento y el espacio entre nosotros. Su suavidad y su aliento contra mi piel. Sin embargo, mi clímax se construye con demasiada rapidez. Quiero hacer que dure para ella, pero esto se siente demasiado bueno, y cada vez que arquea su espalda, no puedo evitar tomar cada pizca de placer que puedo obtener de su cuerpo. —Nena —digo ahogadamente. —¿Mmmm? —El placer peligrosamente cerca del borde.

nadando

en

su

rostro

me

lleva

—Prometo que pasaré cada segundo de esta relación follándote tan bien y dándote cientos y miles de orgasmos, pero en este momento... — Gimo contra su cuello, mis caderas flexionándose hacia adelante, rápida y erráticamente—. Ahora mismo... necesito... yo... Me corro tan fuerte que veo estrellas, temblando contra la perfección que es su cuerpo. Cuando la corriente de placer disminuye, salgo para deshacerme del condón en el pequeño cesto de basura bajo su mesa de noche. Recostándome sobre mi espalda, llevo a Taylor a descansar contra mi pecho, enredando mis dedos a través de su suave cabello. Luego de varios minutos, ella inclina su cabeza hacia arriba para poner un beso bajo la esquina de mi mentón. —También te amo.

Taylor

S

asha me envía un texto en mi camino a la clase en la escuela primaria, algo del tipo “Oye, perra, si tienes un momento, saca ese palo de hockey de tu boca por cinco segundos y escríbeme”. Que es su manera entrañable de decir que me extraña. Tomo total responsabilidad por la disminución de nuestro tiempo de chicas; después de arreglar las cosas con Conor, él y yo hemos pasado todos los días de la última semana juntos, y me avergüenza admitir que lo que era tiempo de estudio con Sasha en la casa Kappa se ha convertido en intentos fallidos de estudiar con Conor en mi casa y terminar desnudos. Resulta que el sexo es bueno. Me gusta el sexo. En especial sexo con Conor. Aunque también resulta que el sexo es una terrible distracción. Tan duro como he intentado, mis habilidades de comprensión de lectura se estancan cuando él está tratando de quitarme la ropa. Sin embargo, voy a la casa Kappa para las votaciones. Pero no hay sorpresas, Abigail ganó. Me pregunto si será elegida líder suprema de por vida. Me imagino que pronto tendrá fotos de ella montando delfines y disparando rayos láser colgadas en cada habitación. Sasha y yo fuimos las únicas en votar en su contra. Soy pesimista e incluso pensé que la resistencia tenía mejores números que esos. Supongo que todas tendremos que acostumbrarnos a inclinarnos ante nuestra nueva líder suprema. La idea de pasar un año bajo las reglas de Abigail revuelve mi estómago. Puede que sea una votación secreta, pero ella sabe que uno de los votos en su contra es mío, y no tengo dudas de que me hará pagar por ese acto de desobediencia. Cómo, no estoy segura todavía, pero conociendo a Abigail no será bonito. Si no fuera por todo el tiempo y esfuerzo que he invertido en Kappa Chi, consideraría dejar la hermandad. Pero al menos tengo a Sasha como aliada. Además, ser una Kappa significa tener conexiones profesionales de por vida. No me ajusté a la multitud solo para dejar mi capital futuro tan cerca del final. Entonces, será un año más. Si Abigail lleva las cosas fuera de los rieles, Sasha y yo estamos podemos hacer una rebelión.

Ahora en la clase de primer grado de la señorita Gardners, estoy ayudando a los niños con los collages sobre los libros que leyeron en clase esta semana. El salón está en el momento más silencioso que ha tenido en todo el día. Todos tienen sus cabezas agachadas, ojos enfocados. Están cortando fotos de revistas viejas y pegándolas en el tablero. Gracias a Dios por las barras de pegamento. Hoy solo he tenido que lavar pegamento del cabello de una de las niñas. La señorita Gardners prohibió el pegamento liquido después de una catástrofe que llevó a tres cortes de cabello de emergencia. Nunca entenderé cómo los niños encuentran constantemente nuevas formas de pegarse entre sí. —¿Señorita Marsh? —Ellen levanta su mano desde su escritorio. —Eso luce bien —digo cuando camino a través del salón hasta su asiento. —No logro encontrar un ratón, ya revisé todas estas. A sus pies hay un montón de revistas destrozadas y paginas sueltas. Todo el mes la señorita Gardner y yo recorrimos Hastings en busca de revistas no deseadas. Consultorios médicos, librerías, tiendas de libros usados. Afortunadamente siempre hay alguien tratando de liberarse de treinta años de National Geographic y Highlights. El problema es cuando tienes a más de veinte niños leyendo sobre ratones, el suministro tiende a quedarse corto. —¿Qué tal si dibujamos un ratón en papel de colores? —sugiero. —No soy buena dibujando. —Haciendo pucheros, empuja otra pila de páginas al suelo. Conozco el sentimiento. Cuando era niña yo era una perfeccionista del tipo A que tendía a ser autocrítica. Tenía un gran diseño en mi cabeza y perdía mi mierda cuando no podía materializarlo desde el principio. De hecho, fui vetada de muchos centros de pintar cerámica en Cambridge. No es mi mejor momento. —Cualquiera puede ser bueno dibujando —miento—. La mejor cosa sobre el arte es que cada uno es diferente, no hay reglas. —Saco algunas páginas de papel limpias y dibujo algunas formas como ejemplo—. ¿Ves? Puedes hacer un triángulo como cabeza, un cuerpo ovalado y pequeñas orejas y patas, luego los cortas por separado y los pegas juntos como un ratón en el collage. Esto se llama arte abstracto, cuelgan cosas así en los museos. —¿Puedo hacer un ratón morado? —pregunta Ellen, la niña con una moña morada en su cabello, enterizo morado y zapatos morados a juego. Impresionante.

—Puedes usar el color que quieras. Satisfecha, empieza a trabajar con sus crayones. Me estoy moviendo a otro escritorio cuando tocan la puerta del salón. Levanto la mirada para ver a Conor saludándome desde la ventana, él me iba a recoger hoy, pero llegó unos minutos antes. El mete su cabeza adentro mientras camino hacia él. —Lo siento —dice, mientras miera alrededor del lugar—. Solo tenía curiosidad sobre cómo te veías en un salón de clases. Ha habido una ligereza en él esta semana. Está sonriendo nuevamente, siempre energético y de buen humor. Es un buen lado de Conor, incluso cuando sé que no puede durar. Nadie es tan feliz todo el tiempo. Y eso está bien. Tampoco me molesta el Conor gruñón. Es solo que no puedo evitar tomar crédito en saber que parte de su actitud positiva es por mí. Y el sexo. Más que todo por el sexo. —¿Soy diferente? —pregunto. Conor me examina, de pies a cabeza. —Me gusta tu ropa de maestra. No voy a mentir, exageré un poco al principio del semestre con toda la vibra de Zoey Deschanel. Muchas faldas retro y colores primarios. Creo que en mi cabeza ese era el papel que quería jugar, porque es importante demostrar confianza cuando entras en una habitación donde estás superada veinte a uno por pequeñas criaturas. O ellos te comen viva. —¿Sí? —digo, haciendo un pequeño giro y reverencia. —Mmm-hmm. —Lame sus labios, y mete una mano en su bolsillo, que he aprendido es su manera de disimular una semi-dura mientras piensa cosas sucias—. Usarás esa ropa cuando lleguemos a casa. Esa es otra cosa nueva en nuestro vocabulario. Hogar. Su casa o la mía, cuando vamos a una o la otra, o pasamos la noche, es siempre hogar. La distinción entre ellos se ha difuminado. —Señorita Marsh —llama una de las chicas—. ¿Ese es tu nooooooviooooo? El resto de la clase responde con oh y risas. Por fortuna, la señorita Gardner está fuera del salón o habría hecho que Conor se fuera tan pronto como hubiese llegado. Al estar tan cerca de mi evaluación final no puedo permitir que ella piense que no estoy enfocada en los niños. —Está bien —le digo a él—. Sal de aquí antes de que la señorita Caruthers en el salón de al lado llame a seguridad.

—Te veo afuera. —Él planta un beso en mi mejilla y les guiña el ojo a los niños mirándonos. —Vete. —Cierro la puerta en su cara, disimulando una sonrisa. —La señorita Marsh tiene novio, la señorita Marsh tiene novio — cantan los niños, cada vez más emocionados en sus burlas. Maldición, si continúan con esto, la señorita Caruthers se quejará por el ruido. Levanto mi dedo índice contra mis labios y levanto la otra mano. Uno a uno, cada estudiante imita mi pose hasta que están en silencio de nuevo. Solo llámame encantadora de niños. —La señorita Gardner estará aquí pronto y la campana está por sonar —le recuerdo a la clase—. Será mejor que terminen sus collages u hoy no habrá ninguna carita feliz en el tablero. Con eso, sus cabezas bajan de nuevo y empiezan a cortar y pegar. Solo faltan algunos días para la fiesta de pizza si mantienen su racha de buen comportamiento. Y estoy a solo algunos días de pasar mi última evaluación si los mantengo dóciles. Todos somos esclavos del sistema.

No sé qué bicho le ha picado hoy a Conor, pero incluso de camino a casa no puede mantener sus patas para sí mismo. Conduciendo con una mano, la otra encuentra su camino debajo de mi falda, subiendo por mi muslo, está tocando mi coño mientras aprieto los dientes y trato de no alertar al chico de la motocicleta que se detiene junto a nosotros en la luz roja. —Presta atención al camino —le digo, incluso cuando abro más mis piernas y me encorvo en mi asiento. —Eso hago. —Presiona sus dedos contra mi clítoris, frotando a través de mis bragas. —Estoy bastante segura de que esto cuenta como conducir distraído. —Quiero sus dedos en mi interior. Tanto así, que mi pecho duele con la tensión creciendo en mis músculos. Mis ojos se cierran mientras me imagino moliéndome contra su mano y sus dientes tirando de mis pezones. —Siempre me distraigo cuando te sientas ahí. Cuando llegamos a su casa, es una carrera loca a su habitación. Sus compañeros de cuarto no están en casa aún, así que, con suerte, tenemos algo de tiempo para jugar antes de que aparezcan.

Conor apenas cierra su puerta tras nosotros antes de empujarme contra la pared y abrir mi cárdigan a la fuerza. No lo abre por completo, solo deja los últimos botones intactos para estirar mi suéter alrededor de mi escote. Bueno. Quizás usé esto hoy solo porque sé que le gusta. Conor lame y besa mi clavícula, entonces, lentamente, tira de una copa del sujetador hacia abajo para exponer mi pecho mientras aprieta y masajea el otro. Lame mi pezón, chupando. Mis muslos se estremecen con la necesidad de sentirlo en mi interior. Envuelvo una pierna alrededor de su cadera y me empujo contra su gruesa erección. —Eres tan malditamente caliente —murmura él, bajando más mi sujetador para lamer mi otro pezón. Se presiona contra mí, urgente y hambriento. Entonces, lo siento trabajando en liberarse de sus vaqueros. Los abre lo suficiente para sacar su polla, la cual sostiene en una mano, mientras frota la punta contra mi coño. —Hay un condón en mi bolsillo —murmura. Lo encuentro y lo abro, entonces lo pongo en su polla. Llevando su boca a la mía, me besa profundamente mientras hace mis bragas a un lado. Un feliz gemido aliviado escapa de mi garganta cuando entra en mí. Conor me folla contra la pared. Suave al principio, dejando que ambos nos acostumbremos a esta posición. Luego más fuerte, más profundo. Mis manos se enredan en su cabello, mis uñas enterrándose en su nuca para sostenerme. Envuelve un brazo bajo mi pierna, para levantarla más y me abre para él. Cada empuje causa un estallido de placer, cayendo en cascada a través de mi cuerpo. Pierdo el control de mi voz, superada por la intensidad. De repente, se detiene. Me gira para enfrentar su cama y me inclina sobre el borde. Estoy jadeando, sin aliento, mientras levanta mi falda para exponer mi trasero, corriendo sus manos sobre mi piel desnuda y apretando mis nalgas. —¿Esto está bien? —pregunta él suavemente, pasando la cabeza de su polla contra mi trasero. —Sí —digo, desesperada porque esté dentro de mí de nuevo. Empuja mis bragas hacia abajo y penetra profundo, sosteniéndose de mis caderas. Gimo con la sensación de llenura y empujo hacia atrás en respuesta. Deseando, necesitando que me haga correr. Se me ocurre que mi trasero está justo ahí, al aire libre, imposible no verlo con los rayos del sol de tarde noche derramándose a través de

las cortinas abiertas. Y aun así, ya no parece importarme. Lo que he aprendido durante todos mis encuentros desnudos con Conor es que al hombre no le importa mi vientre suave y los hoyuelos de mi trasero. Diablos, olvídate de importar; ni siquiera lo nota. La otra noche, cuando estaba quejándome de la celulitis en la parte de atrás de mis muslos, él se paró allí, detrás de mí y me siguió la corriente por cinco minutos, buscando, bizqueando los ojos e insistiendo que no podía ver nada. Entonces, me comió y olvidé de qué me estaba quejando. El sexo genial tiene una forma de construir tu confianza, supongo. O quizás solo estoy madurando un poco. Con cada golpe, nuestras voces se vuelven más fuertes. Empuño las sábanas en mis manos, mis piernas tiemblan, empujo hacia atrás para encontrar sus profundas embestidas. —Mierda, nena. Te sientes tan bien. —Conor estira su mano a mi alrededor, para frotar mi clítoris mientras me lleva a mi orgasmo. Mordiendo mi labio, aún no puedo acallar el sonido cuando finalmente me corro, montando su polla. —¡Oigan! —Tres fuertes golpes resuenan contra la puerta de la habitación—. Algunos de nosotros estamos intentando estudiar. ¡Bajen la voz a menos que vayan a invitarnos a entrar! —Vete a la mierda, Foster —grita Conor en respuesta. Sofoco una risa, lo cual hace que Conor gima a través de sus dientes, mientras mi cuerpo se aprieta y sacude a su alrededor. Me pone de pie a los pies de la cama, apretando mis pechos en sus manos, desde atrás, mientras hace cortos y rápidos empujes para encontrar su propio clímax. Pronto, está temblando, abrazándome fuerte mientras se viene en mi interior. —¿Por qué solo se hace mejor? —dice con voz ronca, dejando caer su barbilla sobre mi hombro. Luego de deshacerse del condón, nos acostamos juntos en su cama, recuperándonos del eufórico agotamiento. —Probablemente deberíamos comenzar a hacer más esto en tu apartamento —gruñe él—. Creo que ellos vendrán a casa temprano solo para atraparnos. —Sí, vas a tener que hacer que se vayan, así puedo salir de aquí caminando. Mmmm. O quizás deberíamos conseguir una escalera de cuerda, así puedo colgarla en tu ventana. Me gusta dibujar pequeñas formas en el abdomen de Conor, mientras me recuesto a lo largo de su pecho. Sus músculos se contraen

bajo mi toque, a medida que le hago cosquillas muy ligeramente. Lo odia, pero lo tolera porque sabe cómo me entretiene. Entonces, realmente golpeo un punto de cosquillas y pellizca mi trasero en advertencia de que no comience algo que no puedo terminar. —Nah, no te preocupes —dice él en respuesta a mis ideas de escape—. No es una caminata de la vergüenza, sino un pavoneo por la alfombra roja. Después de hoy, espero aplausos. Me río. —No sé si eso sea lo mejor. —O puedo amenazarlos. —Conor besa la parte superior de mi cabeza—. Lo que sea que funcione para ti. Luego de una hora, Foster golpea la puerta de nuevo, para preguntar si queremos comer algo con ellos, en la cafetería. Estoy hambrienta, así que tomamos turnos en la ducha del baño privado de Conor, y luego nos vestimos. —Entonces —digo, envolviendo mi cabello en un moño—, ¿has hablado de algo más con tu mamá y con Max? Conor suspira mientras se sienta en el borde de la cama, poniéndose una camisa limpia. —No. Quiero decir, he hablado con mi mamá. Y me escribió varias veces, para que llamara a Max. He inventado excusas sobre clases, o estudiar o lo que sea. Dije que lo haría luego. —Entonces sí estás evitándolo. —Sé que esto no es sencillo para Conor. Confesar fue un enorme paso en la dirección correcta, pero el trabajo duro todavía no ha terminado. Sin embargo, justo ahora, su ansiedad por hablar con su padrastro está ganando sobre su mejor juicio. —Sigo pensando que, si espero otro día, descubriré cómo hablar con él, ¿sabes? Sabré qué decir. Yo solo estoy... —Frota su rostro, peinando su cabello húmedo con sus dedos furiosamente. —Nervioso —digo—. Lo entiendo. Yo también estaría asustada. Pero, eventualmente va a suceder. Mi mejor consejo es que cierres tus ojos y lo aguantes. —Estoy avergonzado —admite, inclinándose hacia adelante para ponerse los calcetines—. Siempre supe que Max no piensa mucho de mí y ahora, fui y probé que tenía razón. Debí ser más sensato. En el pasado, me refiero. Solo me enojé tanto que la cagué. —Eso es todo lo que tienes que decir. —Me paro entre sus piernas, envolviendo mis brazos alrededor de sus amplios hombros—. Dile la

verdad. Cometiste un tonto error del que te arrepientes, se te salió de las manos y lo lamentas. Conor me arrastra más cerca, abrazándome a su pecho. —Tienes razón. —¿No han dicho nada sobre lo que va a pasar con Kai? —No mencioné su nombre. Le dije a Kai que no lo haría si me dejaba en paz. Y como va la cosa, Max no quiere presentar cargos ya que el seguro pagó todo. Sería más problema de lo que vale. Así que es una pequeña victoria, supongo. —Harás lo correcto. —Lo beso en la mejilla. Porque tengo fe en él. Y sé, tan bien como cualquiera, que cuando hay personas que creen en ti, eso hace una diferencia—. En otras noticias, mi cumpleaños es el jueves. Estaba pensando en juntar algo de gente en Malone’s. Nada grande. Solo salir un rato, beber un poco. —Lo que tú quieras, nena. —¡Oigan! ¡Vamos! —Foster golpea la puerta de nuevo—. O voy a entrar allí y ponerme raro.

Conor

P

ara el momento que dejo el campus después de la clase del jueves, tengo dos llamadas perdidas de Max. Sé que no puedo evitarlo por mucho más tiempo, pero hombre, sigo intentándolo. Cuando primero le confesé a él y a mi madre, estuve en una clase de estupor cegador de culpa y pánico. Ahora que mi cabeza está clara, me doy cuenta de que no hay ninguna parte en mí que quiera tener la conversación que está viniendo. Especialmente hoy. Hice a Taylor pasar por un infierno con esta tontería con Kai. La única cosa de la que estoy preocupado ahora es darle un cumpleaños perfecto. Sé que nunca ha tenido un novio serio antes, y quiero decir que todos los clichés habituales son aún nuevos para ella. Eso significa flores. Una cantidad desagradable de flores. Una masacre ecológica de flores. En la florería en Hastings, trato de hacer este pedido, el que por alguna razón es más difícil de lo que esperaba. —¿Cuál es la ocasión? —pregunta la mujer de mediana edad. Tiene un ambiente de hippie de Vermont en ella, y el lugar entero huele a tienda de parafernalia. Parafernalia de flores. —El cumpleaños de mi novia. —Camino alrededor de la tienda, estudiando los arreglos prefabricados y ramos de flores en refrigeradores—. Quiero bastantes. Algo realmente grande. O tal vez varios. —¿Cuáles son sus flores favoritas? —Ni idea. —Siento que las rosas estarían bien, pero entonces estoy pensando que tal vez algo más único. Menos esperado. ¿Qué dice lamento haberte dejado porque tenía miedo de que dejaras de respetarme cuando descubriste que era un mentiroso y un criminal, pero también resulta ser que te amo, así que acéptame de regreso? ¿Y el sexo contigo es bastante fantástico y me gustaría seguir teniéndolo? —¿Colores favoritos? Demonios, no lo sé. Ella usa mucho negro, gris, azul. Excepto cuando está enseñando. Ahí es lo opuesto. Siento que después de salir

por dos meses debería saber esto. ¿Qué demonios he estado haciendo todo este tiempo? Comer su coño, en su mayoría. Aparentemente sintiendo mi incomodidad, la mujer dice: —Bueno, ella es Tauro, así que rosado y verde por lo general son una buena apuesta. Sin embargo, ella apreciará algo tanto terrenal como sofisticado y refinado. —La señora hippie hace señas alrededor de su tienda hacia las flores en exhibición frete a nosotros, tocándolas e inclinando una oreja hacia ellas como si estuviera escuchando algo—. Bocas de Dragón —declara—. Dedaleras y rosas rosadas. Con suculentas. Sí, eso estaría perfecto. No tengo ni la más vaga idea de lo que son esas. Pero entiendo la palabra rosas. —Suena genial. Algo grande —le recuerdo. La campana sobre la puerta frontal suena cuando la hippie se lanza hacia la habitación de atrás. Miro por encima del hombro para ver a nadie más que al entrenador Jensen entrar. —Hola, entrenador. Él tiene un aura nerviosa, como la noche de la cena familiar. Es raro verlo de esa forma, cuando en los vestidores o en el hielo es un muro de piedra lleno de confianza. Supongo que las mujeres nos hacen eso. Deja salir un suspiro pesado. —Edwards. Sí, las relaciones no se han calentado desde el infame incendio. Lo entiendo. Durante la temporada baja, el entrenador prefería no tener que lidiar con su banda revoltosa de inadaptados. Encontrarse con él en esta ciudad no es como ver a tu profesor en el centro comercial durante las vacaciones de verano. Una vez que la temporada termina y el semestre finaliza, ellos no quieren saber de nosotros. —¿Aquí por Iris? —pregunto—. Taylor me dijo que ella y su mamá comparten cumpleaños. —Lo que apoya mi teoría de que Taylor es, de hecho, el producto de un experimento humano ruso de ingeniería para crear algún tipo de agente súper durmiente. Ella no lo ha confirmado ni negado. —No —dice burlonamente—. Simplemente me gusta venir aquí unas cuantas veces a la semana para reunir pétalos para mi baño de burbujas. Me gusta pensar que el sarcasmo del entrenador es su forma de demostrar interés. De lo contrario, este tipo no puede jodidamente soportarme.

—¿Ustedes dos tienen grandes planes? Se gira de espaldas, explorando los arreglos en los estantes. —Cena en Boston. —Bueno, niños, cuídense, y no se queden afuera hasta tan tarde. Recuerda, llega vivo. —No seas lindo, Edwards. Todavía tengo un bote de basura con tu nombre en él. Mi trasero se frunce justo cuando él dice eso. —Sí, señor. Nos quedamos de pie en un silencio incómodo por unos minutos, ambos pretendiendo explorar por la pequeña tienda mientras esperamos que la florista regrese. No puedo imaginar cómo debe de ser para el novio de Brenna, Jake. Tiene suerte de que están en una relación a larga distancia mientras está jugando profesionalmente para Edmonton, porque el entrenador me da vibra de ser el tipo de hombre que podría sentarse a pulir un arma en la mesa de la cocina cuando un chico vaya a recoger a su hija. Y entonces Brenna abriría la puerta después de un beso en la mejilla con un bolsillo lleno de balas. Iris era fácil en cuanto a las historias de horror de conocer a los padres. Quiero decir, qué es un pequeño incendio entre familia, ¿verdad? —¿Cuáles son tus planes con Taylor? —espeta tan abruptamente que me pregunto si me lo imaginé. —Primero cena. Solo los dos. Luego reunirnos con amigos más tarde en Malone’s. —Ajá —dice, luego se aclara la garganta—. Bueno, no te aparezcas en la mesa a nuestro lado, ¿entendido? —No hay problema, entrenador. Finalmente, la florista regresa con brazo lleno de flores amontonadas en un enorme jarrón. Perfecto. La maldita cosa es casi tan grande como yo. Voy a tener que ponerle un cinturón de seguridad. El entrenador mira desde las flores hacia mí y pone los ojos en blanco. El arreglo es tan enorme y amontonado que termino necesitando su ayuda para sacarlo de la puerta y llevarlo a mi Jeep estacionado en el bordillo. Acababa de atar las flores al cinturón del asiento delantero cuando al otro lado de la calle veo un rostro que no pertenece aquí. Y él me ve. Mierda.

Él espera que un par de autos pasen antes de trotar hacia nosotros. Mi corazón está en mi garganta y estoy seriamente pensando en saltar en el asiento del conductor y salir corriendo. Demasiado tarde. —Conor —dice—. Finalmente te encuentro. A la mierda mi vida. Él mira al entrenador. —Hola. Gusto en conocerlo. —Ofrece su mano al entrenador mientras ambos me miran por una respuesta. —Entrenador Jensen —digo, sintiendo que voy a atorarme con mi propia lengua—, este es Max Saban, mi padrastro. —Encantado de conocerlo, entrenador. —La cosa acerca de Max, es que es tan malditamente bueno todo el tiempo. No confío en eso. Nadie sonríe tanto. Es jodidamente raro. Cualquiera que esté así de buen humor está escondiendo algo—. Conor le ha contado mucho a su madre acerca de usted. Él realmente ama su programa. —Chad —dice el Entrenador, presentándose a sí mismo—. Gusto en conocerlo. —Me da una mirada cuestionadora, la cual solo puedo tomar como que siente la incomodidad de esta mierda y se está preguntando por qué demonios está siendo arrastrado en más del drama de mi vida personal—. Conor es una gran adición al equipo. Estamos contentos de tenerlo de regreso con nosotros el siguiente año. Ja. Si solo supiera. No puedo encontrarme con los ojos de Max para leer su reacción. —Bueno, me tengo que ir —dice el entrenador, dejándome en esta capa de hielo flotante—. Gusto en conocerte, Max. Que tengas un buen día. —El entrenador vuelve a entrar a la tienda, y no tengo donde más esconderme ni alguien para esconderme detrás suyo. —¿Cuándo llegaste? —le pregunto a Max. Mantengo mi tono casual, porque ahora está aquí y no puedo evitarlo más. La última cosa que quiero es que me vea retorcer. Así que aplasto la ansiedad. Era bueno en esto cuando era un niño, siguiendo a Kai alrededor de edificios abandonados y callejones oscuros. Metiéndome en mierda que me asustaba, todo el tiempo sabiendo que no podía demostrar debilidad o me patearían el trasero. Es la fachada que uso cada vez que estoy en el hielo, alineándome contra un tipo listo para dar batalla. No era nada personal, pero en serio queríamos provocar estragos. El dolor es parte del juego. Si no quisiéramos perder algunos dientes, nos quedaríamos en casa y tejeríamos.

—Justo esta mañana —responde Max—. Tomé un vuelo de noche. Que me jodan, está enojado. En esa manera tranquila de clase media. Cuanto más suave hablen, más está tu vida en peligro. —Me detuve en tu casa, pero ya te habías ido. —Tengo clases temprano los jueves. —Bueno —dice, asintiendo hacia el restaurante a unas cuantas tiendas—. Iba a por un café antes de intentar buscarte más tarde. Ya que estamos aquí, ¿me acompañarías? No puedo decir que no, ¿verdad? —Sí, seguro. Nos sentamos en una cabina junto a la ventana y la mesera viene justo a tiempo para llenar nuestras tazas. Ni siquiera me gusta el café, pero bebo el mío demasiado rápido, demasiado pronto, quemando mi lengua porque no sé qué más hacer con mis manos y eso evita que mis rodillas reboten. —Supongo que debería empezar —dice él. La segunda cosa más odiosa de Max, es cómo siempre luce como si acabara de salir del estudio de grabación de una comedia familiar del año 2000. Él es uno de esos papás perpetuamente alegres con un corte de cabello de caballero, camisa de cuadros, y un chaleco de una marca costosa para usar al aire libre13, no que hayas alguna vez visto al hombre escalar. Tal vez es parte de eso, no puedo tomarlo en serio cuando él luce como un personaje de un programa que nunca vi de niño porque no teníamos cable. Es de esos papás que nos arruinaron para los hombres reales perdidos en nuestras vidas. Los niños como yo fueron criados por mentiras dichas por escritores de TV llenando las fantasías de sus propias infancias rotas. —Obviamente, vine aquí porque no hemos sido capaz de hablar por teléfono —continúa Max—. También pensé que tal vez esta era una discusión que deberíamos tener en persona. Eso nunca es bueno. Ahora estoy pensando que debería haber tenido esta conversación con mi mamá primero. No está fuera de las posibilidades que, dado a mi falta de cooperación, ella no tenga opción más que dejarme en la misericordia de Max. Cortar lo financiero, no más

Chaleco al aire libre: se refiere a una marca outdoor, que siempre vende chalecos y pasamontañas para escalar y hacer deportes de montaña.

13

escuela, no más casa. Dejado a la deriva en la balsa de mi propia creación. —Sé que no hemos tenido mucha comunicación en los últimos años, Conor. Puedo tomar mi parte de la culpa de eso. —Así no es exactamente cómo vi este comienzo—. Quiero comenzar diciendo que, aunque ciertamente no apruebo las acciones que tomaste, puedo entender por qué tomaste la decisión que tomaste. ¿Qué? »Sé cómo a esa edad las emociones se apoderan de nosotros y, a veces, cuando se aplica presión externa al lugar correcto, tomamos decisiones y actuamos de maneras que de otra forma nunca haríamos. Cometiste un error, uno grande. Mentiste. A mí, sí, pero lo más importante a tu madre. Sé por tu primera llamada telefónica cuánto pesa eso sobre ti. Y lo que me parece alentador es que, aunque tardó mucho más de lo que nos hubiera gustado, admitiste tu error. Ahora viene la parte difícil —dice con una sonrisa vacilante—. Asumir la responsabilidad. —Debo decir que lo estás tomando mejor de lo que esperaba —le digo—. No te culparía por estar más del lado enojado de las cosas. —Admito que mi reacción inicial fue sorpresa. Tal vez un poco de ira vino después. Luego pensé en lo que estaba haciendo cuando tuve diecinueve años. —La camarera regresa para llenar nuestras tazas y él toma un largo sorbo de café, así que me queda adivinar en qué tipo de problemas Max podría haberse metido en Briar en su día—. El punto es que quería decir que todos tenemos derecho a unas pocas cagadas. Sonrío un poco al escucharlo maldecir. Es como la primera vez que te das cuenta de que el papá de Full House también hizo la comedia más atrevida. —Me alegra que nos hayas dicho la verdad, Conor, y en lo que a mí respecta, todos podemos pasar del asunto. —¿Eso es todo? —¿En serio? —Bueno, tu madre no puede castigar a un hombre de veintiún años desde el otro lado del país —dice con una sonrisa. Esto se siente como una trampa. —Pensé que me sacarían de la escuela o al menos dejarían de pagar la matrícula. —Eso parecería contraproducente, ¿no crees? ¿De qué sirve la interrupción de tu educación universitaria como un castigo constructivo?

—Asumí que habría algún instinto de cortarme. Financieramente. — Sería más que justo considerando lo que le hice. El hecho es que todo mi sustento está envuelto en la cuenta bancaria de Max. Él nos mantiene a todos. No es exagerado pensar que podría reconsiderar ese acuerdo. —Conor, tal vez hay algún tipo de sabiduría al decirte que busques un trabajo y trabajes ochenta horas a la semana y aun así no ganar lo suficiente para pagar el alquiler y terminar la escuela… si fueras otra persona. Pero nadie necesita decirte lo difícil que es ahí afuera o el valor del dólar. Mucho menos yo. —Baja su taza—. Tú y tu madre han experimentado suficientes dificultades. No se sentiría bien infligir más, y la verdad es que, sea cual sea el valor del dinero, el costo de tu error es una suma insignificante en comparación con el valor que le pongo a esta familia. —No sé qué decir. —Max nunca me había hablado así antes, ya sea sobre la familia o la forma en que mamá y yo vivíamos antes de que él apareciera. No estoy seguro de haber dicho tantas palabras todo el tiempo que nos conocemos—. No sabía que te sentías así. —La familia es lo más importante en mi vida. —Mira fijamente su taza y su comportamiento cambia, una solemnidad desciende sobre su rostro—. Sabes, mi papá murió cuando yo estaba en Briar. Fue difícil para mí, pero más aún para mi madre. Después de eso solo fuimos nosotros dos y todos los lugares vacíos donde papá no estaba. Cuando alguien muere, todo se convierte en un recuerdo de que esa persona no está allí. Fiestas y ocasiones especiales, ¿sabes? Entonces mamá murió mientras yo estaba en la escuela de posgrado y obtuve el doble de recuerdos vacíos. Algo aprieta mi pecho. Arrepentimiento, tal vez. Una sensación de entendimiento. Nunca se me ocurrió la forma en que Max y yo podríamos ser similares. Quiero decir, hay una gran diferencia entre un padre fugitivo y uno decente que muere demasiado pronto, pero los dos sabemos lo que es ver a nuestras madres luchar y estar indefensas para arreglar algo. —Lo que estoy tratando de decir es que, cuando conocí a tu madre, tuve el mayor respeto por lo mucho que había logrado al criarte sola. Y simpaticé con lo difícil que debe haber sido para ti. Cuando Naomi y yo nos casamos, prometí que mi primer trabajo siempre sería cuidarlos a ustedes dos. Sería asegurarme, lo mejor que pudiera, de que esta familia fuera feliz. —Su voz se suaviza ligeramente—. Sé que no siempre he estado a la altura de esa promesa en lo que a ti y a mí respecta. —Para ser justos —digo—, nunca te di la oportunidad. —Desde el principio, vi a Max como un tonto con traje. Alguien que nunca me entendería, así que, ¿por qué molestarse en intentarlo?—. Supuse que

ibas a por mi mamá, y yo era el desafortunado compromiso. Como eras de un mundo tan diferente al nuestro, me veías como un niño perdedor que no valía la pena el esfuerzo. —No, Conor, en lo absoluto. —Empuja su taza de café a un lado y pone los codos sobre la mesa. Tiene cierto magnetismo sobre él, no puedo negarlo. Siento que cuando se sienta frente a alguien en una sala de juntas, ellos no pueden evitar creer que lo que sea que él les venda los hará ricos. —Escucha, llegué a esto con ninguna idea de cómo hacerlo bien. No estaba seguro de si debía tratar de ser un padre para ti o un amigo, y fallé en lograr cualquiera esas dos. Tenía tanto miedo de meterme demasiado entre tú y tu madre, que tal vez no hice un esfuerzo suficiente para construir una relación contigo. —No te lo hice fácil —admito—. Pensé que, si no podías soportarme, bien podría ser bueno para odiarte. Creo que tal vez... —Trago saliva, apartando mis ojos—. No quería que otro padre me rechazara. Así que te rechacé primero. —¿Por qué piensas eso? —Retrocede, pareciendo genuinamente sorprendido. —Quiero decir, míranos. No somos nada parecidos. —Bueno, eso podría ser un poco menos cierto ahora que sé que tenemos algunas cosas en común, pero, aun así, no puedo imaginar que me sirviera de mucho si yo fuera un extraño en la calle—. Sé que tienes la idea en mente de que debería ser más como tú, interesarme por los negocios y las finanzas, trabajar en tu empresa y seguir tus pasos, pero sinceramente, eso me aburre muchísimo. Agota la alegría de todo mi ser incluso de pensarlo. Así que me queda la sensación de que nunca voy a ser lo suficientemente bueno. Evité tus llamadas esta semana porque estaba avergonzado y no necesitaba confirmación de que todo lo que temía sobre mí era verdad. Me encorvo en la cabina, con las manos en mi regazo, queriendo encogerme en el espacio entre los cojines y vivir con el polvo. Al menos ya está fuera. Lo que sea que suceda después de esto, no será tan humillante como este momento. No puede serlo. Max está callado mucho tiempo. No puedo leer su reacción, y en cada segundo que pasa tomo su silencio como una confirmación. Ni siquiera lo culpo. No es su culpa que calcule el éxito de manera diferente que yo. Solo somos personas diferentes y tratar de medir uno contra el otro no tiene sentido. Me sentiría mejor si estuviéramos de acuerdo en dejar de intentarlo. —Conor —dice finalmente—. Debería haber dicho esto hace mucho tiempo, nunca no has sido lo suficientemente bueno. Nunca te he visto

como algo menos que un chico divertido, encantador e inteligente que se está convirtiendo en un joven notable. Tienes razón, hay una parte paterna de mí a la que le gusta la idea de ser un mentor para ti, un modelo a seguir. Traerte a la empresa y enseñarte a asumir el control cuando me haya ido. Pero si ahí no es donde está tu corazón, lo respeto. Probablemente debería haber captado la indirecta un poco antes, ¿eh? Pero sea lo que sea que elijas hacer con tu vida y carrera, tu madre y yo te apoyaremos. Como un equipo. Como una familia. Porque sabemos que tomarás las decisiones correctas para ti. Si puedo ayudar, me alegraré de hacerlo. De lo contrario —dice con una risa autocrítica—, me mantendré fuera de tu camino. En cualquier caso, quiero que sepas que estoy extremadamente orgulloso de ti. Me río débilmente. —Vamos, no nos volvamos locos aquí. —Estoy orgulloso de ti —repite, metiendo la mano en el bolsillo para sacar su teléfono. Miro con recelo mientras va a un sitio web que tiene una foto de él sentado en su escritorio. Una de esas fotos de relaciones públicas corporativas. Luego coloca el teléfono en la mesa entre nosotros y lo acerca. Detrás de él, junto a todos los premios y placas, hay una fotografía enmarcada de mi madre y yo. Me falla un poco el aliento y espero que él no lo escuche. La imagen es de su luna de miel, un par de días después de la boda. Todos fuimos a Hawai, y en nuestra última noche allí, Max nos tomó una foto mirando el atardecer. Nunca había salido de California antes de eso. Nunca había estado en un avión. Estuve de mal humor todo el tiempo porque ellos estaban haciendo cosas de pareja y yo no tenía con quién pasar el rato, pero esa noche en la playa con mi madre fue mi mejor recuerdo del viaje. —Siempre he estado orgulloso de ti —dice Max bruscamente, mientras mis ojos comienzan a picar—. Siempre estaré orgulloso de ti, Conor. Te amo. —Bueno, mierda —digo, tosiendo para alejar las rocas de mi garganta—. Supongo que soy el imbécil. Se ríe mientras ambos discretamente frotamos nuestros ojos y hacemos otros ruidos guturales masculinos que son absolutamente de no llorar. —No estoy seguro de qué decir ahora —admito—. Solo que se siente como una mierda porque pasamos todo este tiempo siendo extraños el uno con el otro. —No voy a ser el mejor amigo del tipo o empezar a llamarlo papá, pero los últimos años hubieran sido mucho más fáciles si hubiéramos tenido esta conversación antes.

—Tan cursi como suena, apreciaría que pudiéramos comenzar de nuevo —dice—. ¿Intentar ser amigos? Hay cosas peores. —Sí, podría hacer eso. Estoy a punto de sugerir que ordenemos algo de comida, pero luego recuerdo que tengo un ramo de flores del tamaño de un niño grande secándose en mi asiento delantero, y que tengo que hacer más recados antes de recoger a Taylor para nuestra cita. —¿Cuánto tiempo te quedarás en la ciudad? —pregunto. —Planeando regresar mañana por la mañana. ¿Por qué, qué pasa? —Bueno, es el cumpleaños de mi novia esta noche y tenemos planes con sus amigos. Pero si no te importa quedarte un poco más, ¿quizás los tres podamos cenar mañana por la noche? Estaba hablando con mamá acerca de que mi chica vendría a visitarme a California este verano. El rostro de Max se rompe en una amplia sonrisa que luego trata de sofocar mientras asiente. —No hay problema. Puedo cambiar mi vuelo. Solo déjame saber dónde y cuándo. Me encantaría conocerla. No puedo evitar pensar que Taylor estaría orgullosa de mí en este momento.

Taylor

C

onor está tramando algo. Tiene una vibra de travesuras encima. No es nada de lo que ha dicho, exactamente, solo más como un sentimiento que me transmite. Me escribió esta mañana para desearme un feliz cumpleaños y decirme que me arregle esta noche. Lo cual es inusual, ya que últimamente ha estado más preocupado por desvestirme. Luego dejó caer una pista de que no podría reunirse conmigo después de clase porque tenía “recados especiales que atender”. Lo que sea que tenga planeado para nuestra cita de esta noche, tengo la sensación de que se ha ido completamente por la borda. Y no puedo decir que me enojaría con él. La verdad es que nunca he tenido un novio en mi cumpleaños, así que estoy deseando que llegue el tratamiento completo de película de Hallmark14 que me prometió la televisión. Más que nada, estoy emocionada por la perspectiva de que Conor y yo hagamos recuerdos. Por supuesto, arreglarme requiere una consulta con mi asesora de belleza. Le envío un mensaje a Sasha mientras salgo de clase. YO: Cita caliente esta noche. ¿Me maquillas? Ella me maquilla bonito. Una de sus muchas cambiantes aspiraciones profesionales en los últimos dos años ha sido trabajar como maquilladora. Al menos como una forma de apoyar sus intereses musicales, y si toda esa cosa de supervillana no funciona. Para cuando llego a mi calle de camino a casa, ella me envía un mensaje de texto. ELLA: ¿Por qué molestarse? Solo vas a arruinarlo chupando la polla de Conor. ELLA: Es broma, acabo de llegar a casa, ven aquí. YO: Ja, ja, dijiste vente15. ELLA: Saca tu cabeza de ahí, chica sucia. YO: Tú empezaste.

14 15

Hallmark: cadena de películas románticas y de comedias románticas. Ven/Vente: doble sentido. Come puede ser venirse (sexualmente) o ir a algún lado.

Agrego una cadena de emojis sin sentido, pero contextualmente explícitos, luego busco mi vestido y tomo un Uber a Greek Row. Necesito mejorar en balancear mi tiempo. Estar totalmente absorta en un capullo de pareja ha sido divertido, pero no quiero descuidar a mis amigos. Sasha, especialmente. Más que nadie, ella me ha apoyado a través de los puntos difíciles en los últimos años. Probablemente habría tenido una crisis nerviosa total y prendido fuego a mi cabello más de una vez si no fuera por ella. Pero últimamente siento que no tengo idea de lo que está pasando en su vida, lo cual es una señal de que he estado tomando más de lo que he dado. Eso es un gran no-no en la amistad de mi parte. Necesito cambiar eso, lo antes posible. El clima finalmente se está calentando, lo que significa que el césped típicamente tranquilo de Greek Row en una tarde de lunes a viernes es más activo. Los porches están salpicados de gente estudiando. Hay sillas desplegables en la hierba con chicas que trabajan en sus bronceados para las vacaciones de verano. En la casa de la fraternidad Sigma, los chicos están jugando al cerveza-pong en la entrada. No presto mucha atención a sus gritos y llamadas pervertidas mientras salgo del Uber y planto mis pies en la acera. Los chicos de la fraternidad me bañan con variaciones inimaginables de “muéstranos tus tetas”, la típica basura que las chicas obtienen de esa casa. Entonces algo llama mi atención. —¡Hola, superestrella! ¿Podemos tomarnos una foto? —¿Me das tu autógrafo? —¿Dónde me inscribo para una cámara en vivo? Eso sonó... específico. Curiosamente. Mantengo los ojos por delante de mí y no desacelero mientras me apuro por el camino delantero de la casa Kappa. La mejor defensa es no darles la satisfacción de una respuesta. Reflexionando sobre ello, lo descarto como una broma tonta. Al novio de Abigail le gusta llamarme “Marilyn Monroe gorda”, así que asumo que a eso se refiere toda la basura de superestrella, dame tu autógrafo. Bueno, él y sus imbéciles hermanos Sigma pueden irse a la mierda. Sé que a algunos hombres les gustan las curvas, particularmente a los hombres llamados Conor Edwards. Apenas puedo mantener la sonrisa fuera de mi cara al entrar en la casa. No puedo esperar a verlo esta noche. No sé exactamente cuándo sucedió, pero estoy demasiado ida por ese tipo. Solo pensar en él me hace querer reírme como un preadolescente con su primer enamoramiento.

Arriba, Sasha tiene una estación de belleza para mí en su escritorio cuando entro en su habitación. Aviento mi bolso sobre su cama y cuelgo mi vestido en la puerta del armario. —Eres la mejor —le digo. —Obviamente. Adelante, lávate la cara —dice mientras echa un vistazo a las paletas de sombras. —Oye, solo quiero asegurarme —digo, de pie en el lavamanos en el baño compartido que conecta con el dormitorio de al lado—. No hay un escenario de fiesta sorpresa en juego, ¿verdad? —No que yo sepa. Enjuago y seco mi rostro con un paño. Cuando regreso, Sasha me tiene sentada en su escritorio y luego procede a mancharme con crema hidratante. —Solo pregunto porque Creo que Conor siente que tiene algo que probar. Así que cuando dije que solo íbamos a tener una discreta reunión en Malone’s, no estaría sorprendida si lo convierte en algún evento importante. —No lo creo. —Me da un pequeño ventilador eléctrico para secarme la cara. Luego viene el primer, que Sasha siempre está diciéndome que añada a mi rutina de maquillaje y siempre le digo a ella que lo haría si alguna vez me maquillara excepto cuando ella lo hace, por eso no necesito comprar productos de maquillaje porque la tengo. Es un sistema perfecto. Cuando seamos viejas ella vivirá al lado y yo rodaré a ella en mi silla de ruedas para prepararme para mis citas calientes en la sala de bingo. —¿Qué hay de ti? —pregunto mientras ella comienza con la base—. ¿Cómo te fue con Eric en la gala después de que me fui? —No estuvo mal. Espero a que ella de detalles. Cuando se hace evidente que no tiene intención de hacerlo, sé que hay más en la historia. —Entonces le follaste los sesos en el congelador, ¿no? —Eso es insalubre —dice. —¿Dejaste que te comiera bajo la silenciosa mesa de subastas? —Esas donaciones son para los niños, degenerada. Sasha es una loca dura. Ella considera la intromisión en los dramas privados de otros un deporte olímpico, pero es ferozmente privada sobre su propia vida. Es una de las cualidades que más respeto de ella. Es

buena estableciendo límites y defendiéndose a sí misma, algo en lo que yo estoy apuntando para mejorar. Sin embargo, esos límites no se aplican a mí, en lo que a mí respecta. —Estás enamorada de él; ya se fugaron y casaron en Reno —adivino. —En realidad, en mi bolso hay un par de tacones de aguja rojos. Si pudieras tirarlos desde un puente la próxima vez que te dirijas a la ciudad, sería genial. —Vamos. No estoy pidiendo los malditos detalles. Solo una actualización. —Finjo hacer un puchero—. Me he sentido excluida y necesito un resumen de Sasha. Ella pone los ojos en blanco, sonriendo mientras me dice que cierre los ojos para aplicar la sombra. —La gala salió bien. Hemos tenido algunas citas desde entonces. —Está bien... —Esto es bueno. Él parece una buena persona. Atractivo, encantador. Sasha es famosa por ser quisquillosa y le da asco la manera en que algunas personas se resfrían. No recuerdo la última vez que tuvo más de dos citas con alguien. —Él me gusta —continúa. —Sí… —Creo que me gusta más su hermana. —Maldición. —Odio decir que esta no es la primera vez que sucede. Y nunca termina bien. —Síp. —El dilema se nota en su voz, una especie de resignación a la injusticia de su vida—. Realmente necesito comenzar a hacer que todos las potenciales parejas realicen una presentación de diapositivas. Si tienen hermanos atractivos, esa mierda es inútil. Solo estoy follando con las bellotas que caen de los árboles feos. —¿A ella gustan las chicas? —No lo sé —dice Sasha—. Como un sesenta-cuarenta sí. Pero viven juntos, así que... —Maldición. —Síp. —Entonces, ¿qué vas a…? Antes de que pueda terminar, la puerta del dormitorio de Sasha se abre de golpe y golpea la pared. Ambas saltamos, sorprendidas. —Oye, ¿qué mierda? —grita Sasha.

—¿Qué hiciste? —Rebecca está de pie en la puerta, con la cara roja e hinchada, mientras las lágrimas corren por su rostro. Está temblando, los dientes apretados, visiblemente enfurecida—. ¿Qué diablos hiciste? —Perra, no tengo idea de cuál es tu problema, pero... —No tú. Ella. —Con su dedo apuntando hacia mí, Rebecca entra en la habitación sosteniendo un iPad—. ¿Sabías de esto? ¿Por qué me harías esto? Está histérica. Aterrada, incluso. Al primer lugar al que mi mente se va es a que esto tiene algo que ver con Conor. —¿Yo qué te hice? —grita—. ¿Qué está mal contigo? Me pongo de pie, Sasha viene detrás de mí con un cepillo como si tuviera que derribarla. —Rebecca —digo uniformemente—. No sé de qué estás hablando. Si me explicaras... —¡Mira esto! Ahora hay una audiencia. Las kappas están reunidas en el pasillo y se asoman desde sus habitaciones para mirar. Rebecca se lanza hacia adelante y sostiene su iPad frente a mi cara. El navegador está abierto en un sitio porno y se muestra un video. Incluso antes de que ella presione para reproducirlo, mi estómago se hunde. Puedo decir solo por la imagen fija en la pantalla lo que está a punto de mostrarme. Es la cocina de la casa Kappa. Está oscuro, afuera es de noche. La única iluminación proviene de las luces de guirnalda colgadas en el techo, y las linternas que las hermanas parpadean a nuestro alrededor, destinadas a desorientar nuestros ojos cansados. La habitación está cubierta con lonas y láminas de plástico para proteger las paredes y los pisos, como una escena de una mala película de terror de hermandad de mujeres. Las miembros superiores de Kappa Chi forman un círculo alrededor de seis de nosotras vestidas con nada más que camisetas sin mangas blancas y bragas. Es la Semana de Iniciación. Primer año. Abigail está a mi lado. Ambas tímidas y aterrorizadas, y nos preguntamos por qué pensamos que todo esto era una buena idea. Agotadas porque para entonces habíamos estado despiertas durante treinta horas. Tiempo dedicado a lavar la ropa de las hermanas, escoltarlas hacia y desde clases, limpiar la casa y someterse a seis horas seguidas de “pruebas de carácter”, porque ya no se les permite llamarlo novatadas. Todo lo cual culminó en esta escena.

Una de las de último año nos ordena a las seis iniciadas que tomáramos chupitos de nuestros cuerpos en una línea, luego agarra la manguera de jardín que sacaron por la puerta lateral del patio y nos rocía con ella. Nos encogemos de miedo y temblamos, escupiendo agua. Quedamos empapadas hasta los huesos. Entonces otra hermana me señala. —Reto o Reto. Temblando, me limpio el agua, alejo el cabello de mis ojos y digo: —Reto. Ella sonríe. —Te reto a besarte con... —Su atención primero se posa en Abigail. Pero sabiendo que las dos probablemente éramos las más cercanas de esta clase de prometidas, opta por un factor de vergüenza mayor. Sus ojos se deslizan hacia mi derecha. —Rebecca. Con un asentimiento en respuesta, el resto es simplemente sonreír, soportar el episodio terriblemente poco sexy de besar mientras nos sentimos como un par de gatos ahogados, Rebecca y yo nos miramos y nos besamos. —No, dije besarse. Como si lo quisieran jodidamente en serio, iniciadas. Folla su boca. Así que lo hacemos. Porque más que nada, la semana de la iniciación rompe tu sentido de autoconservación, tu voluntad. En ese momento, nuestras respuestas fueron casi automáticas. Nos dicen que saltemos, y nosotras aprendemos a volar. Así que ahí está en el internet para que tipos cachondos se hicieran una paja: Rebecca y yo, calientes y pesadas, nuestra ropa empapada y prácticamente transparente. Tetas y vaginas a la vista. Y dura mucho más de lo que recuerdo. Tanto que asumo que debe estar en bucle, hasta que finalmente termina y miro a Rebecca, que todavía está sollozando. Ya no con ira, sino con humillación. El video tiene miles de visitas en tan solo unas horas. Ya se está extendiendo. A Kappa. A Greek Row. A todo el campus. Y la única persona que podría haberlo subido está en esta casa.

Taylor

V

oy a vomitar.

La idea alcanza mi mente después de que mi estómago tenga espasmos y el vómito se eleve en mi garganta. Me apresuro al baño de Sasha y apenas logro llegar al inodoro antes de que salga el líquido caliente llenando mi boca. Escucho que la puerta del baño se cierra mientras estoy lavando mi boca y asumo que es Sasha quien ha venido a revisarme. En lugar de eso, me giro para ver a Rebecca sentada en la orilla de la tina. Está más tranquila. Su rostro sigue estando enrojecido con ojos hinchados. Sus lágrimas se han secado. En lugar de eso, hay una imagen congelada de resignación. —Entonces no fuiste tú —dice entumecida. Limpio mi rostro, quitando el maquillaje que Sasha acaba de aplicar. —No. —Lamento haberte acusado de esa manera. Cerrando la tapa del inodoro, me siento, todavía intentando mantener en control mi propio ritmo cardíaco. Vomitar hizo mucho para calmar mi pánico, pero cuando más tiempo estoy derecha, más rápido los pensamientos vuelven a la superficie. —Lo entiendo —digo. Si yo hubiera sido la primera de nosotras en ver el video, no estoy segura que habría reaccionado mejor. Tal vez no hubiera arremetido en la casa gritando, pero ciertamente sospecharía. El hecho es que Rebecca y yo nunca hemos sido amigas. Ella era la más tímida de nuestra clase de iniciadas en ese entonces, y después de la semana de iniciación apenas volvimos a hablar. No por falta de intentos de mi parte, siempre parecía que cuando entraba a una habitación, ella encontraba el camino hacia el otro lado. Ahora, algo ha cambiado. Además de lo obvio, quiero decir. Ella se sienta allí mirándome, derrotada, como si todo este tiempo hubiera intentado escapar de mí y finalmente sus pies se hayan dado por vencidos.

—Mis padres me van a matar —susurra Rebecca, bajando la cabeza. Ella suspira. Una gran carga liberada, como si en lugar de temer las consecuencias, estuviera casi aliviada de aceptarlas. —Realmente no te culparían por la publicación del video, ¿verdad? Deben entender que no es tu culpa. —No lo entiendes. —Sus uñas se clavan en el forro de su iPad, dejando formas de media luna en el cuero falso—. Mis padres son ultraconservadores, Taylor. Apenas se asocian con alguien fuera de su iglesia. Mi padre ni siquiera quería que me inscribiera en una hermandad de mujeres, pero convencí a mi madre de que Kappa era básicamente como unirse a un grupo de estudio bíblico. Dijo que esperaban que me enseñara cómo ser una joven dama adecuada. Un ceño toca mis labios. —¿Qué significa eso? Es difícil imaginar que mi propia madre alguna vez regañe con su rango de mamá, intentando decirme qué hacer. Creo que la última vez que me dijo que limpiara mi habitación fue cuando perdí el hurón de la clase en algún lugar del montón de ropa sucia de un mes. —Tuve mi primera novia en octavo grado —dice Rebecca, mirándome a los ojos—. Estuvimos juntas solo por un par de semanas cuando una chica nos sorprendió besándonos en la sala de la banda y le dijo a su madre, quien iba a la iglesia con mis padres. Mi padre intimidó a los padres de mi novia hasta que finalmente la sacaron de la banda y luego la sacaron de las clases que teníamos juntas. Nos prohibieron vernos. —Ella sacude la cabeza con amargura—. Todos los veranos después de eso, mi papá me enviaba al campamento bíblico. Empezó a emparejarme con chicos de la iglesia. Por lo general, un chico gay que estaba tan mortificado y deprimido como para verse obligado a besar a una chica en imágenes de citas escenificadas dolorosamente. Sin embargo, cuando me gradué de la secundaria, los convencí de que estaba reformada. Podrían volver a confiar en mí. Supuse que vivir en una casa de hermandad de mujeres al menos evitaría que mis padres vinieran cada vez que quisieran a espiar mi habitación u ocultar cámaras en mis paredes. —Mierda, Rebecca. No tenía ni idea. Lo siento. Ella se encoge de hombros. Una sonrisa triste hace una aparición fugaz, luego desaparece. —Lamento que nunca nos hayamos hecho amigas. —No, lo entiendo. —Me muerdo el labio—. No puedo pretender saber cómo te sientes, pero lo entiendo.

Muchos de nosotros estamos atrapados en nuestras propias vidas. Nos dijeron que estábamos equivocados, que éramos deficientes. Como si ser nosotros mismos fuera de alguna manera una afrenta a la sociedad. Algunos de nosotros somos constantemente golpeados con un palo de conformidad hasta que aprendemos a amar el dolor o rendirnos por completo. Yo todavía no he logrado salir de esa trampa. Sin embargo, no hay nada peor que cuando es tu propia familia en el otro extremo de ese palo. Lo que hace que Rebecca sea la persona más fuerte que conozco, y una gran aliada. —Entonces, ¿qué vamos a hacer? —dice en voz baja. Mis dientes se clavan más en mi labio. —Solo una Kappa podría haber compartido ese video. —Estoy de acuerdo. —Tengo una muy buena idea de quién. No recuerdo quién sostenía el teléfono. Una de las de último año, supongo. A excepción de los rituales, todas las actividades de iniciación fueron registraras para “futuras generaciones”. La verdadera pregunta es quién tuvo acceso al video. Nunca he visto ninguna grabación mía de alguna otra en semana de iniciación aparte del carrete destacado que siempre se nos muestran en la primera cena después de las confirmaciones. Tiene sentido que la persona que tenga control sobre ese archivo sea la presidenta. Y su vicepresidenta. Abajo, Rebecca y yo nos enfrentamos a Charlotte en el salón. Está sola, acurrucada en una silla de respaldo alto con su computadora portátil abierta y sus auriculares puestos. Teniendo en cuenta la conmoción de hace unos minutos, hubiera esperado que ella hubiera dado vueltas alrededor de los vagones, por así decirlo. —Tenemos que hablar —le digo. Charlotte se quita uno de los auriculares de una oreja y levanta una ceja irritada sin levantar la vista de la pantalla. —¿Qué? —Tenemos que hablar —repito. —¿Lo hacemos? —Sí —insiste Rebecca. La mirada de Charlotte permanece en la computadora portátil. Últimamente está completamente desprotegida. Se está va a graduar y

Abigail fue nombrada su sucesora, por lo que Charlotte no tiene mucho más que entregar que las llaves y posar para una foto que colgarán en la pared con las otras expresidentas. Todas hemos notado el cambio en su actitud al respecto. Último año completado. —Charlotte —espeto. Poniendo los ojos en blanco, se quita los auriculares y apaga su computadora portátil. —Bien. ¿Qué sucede? —Esto. Rebeca pega su iPad en el rostro de Charlotte y presiona reproducir en el video. Al principio, Charlotte parece aburrida, confundida, mirándonos por una explicación. Luego veo como la realización se va hundiendo en ella. Ella mueve la pantalla hacia abajo para leer los comentarios. Luego hacia arriba para ver el nombre de la página encima. Sus ojos con inquietud se dirigen a nosotras. —¿Quién subió esto? —ordena con fuego en su voz. Charlotte Cagney es una fuerza a cual temerle, lo que es por lo cual fue electa presidente en primer lugar. Todas votaron por miedo de lo que podría pasar a todas las que nos opusiéramos. Nadie se atrevió a ir contra ella. —Vinimos a preguntarte eso —digo—. ¿Estás diciendo que no sabes? —Esta es la primera vez que estoy viendo esto. —Ella coloca su computadora portátil a un lado y se pone de pie—. Apenas acabo de llegar del ensayo de graduación y estaba intentando estudiar para los exámenes finales. ¿Cómo encontraron esto? Los labios de Rebecca se tensan. —Acababa de llegar a casa y encontré a Nancy y Robin viéndolo en la cocina. —Sigma también vio —agrego—. Así que apuesto a que todo el campus lo ha hecho para este momento. Veo el repentino cambio en los ojos de Charlotte. De un pequeño incendio en la cocina a un ardiente infierno. Ella le devuelve el iPad a Rebecca y sale furiosa de la habitación, todavía hablando como si no nos hubiera dejado atrás. —Llamen a todas a la habitación azul —dice. Luego se mueve gritando por la casa—: ¡Reunión, hijas de puta! —Charlotte va al segundo piso y comienza a golpear las puertas—. ¡Todas abajo, ahora! —Luego

baja a cada habitación. Beth y Olivia están con un grupo en la sala de televisión, sus espaldas hacia nosotras, cuando Charlotte les lanza una banana a sus cabezas—. Habitación azul. Levántense. No tengo de donde sacó la banana proyectil. Rebecca está en algún lugar detrás de mí una vez que todas llenamos la habitación azul. Esperamos algunos minutos, todas mirándose entre sí, preparándose para el impacto, mientras que las últimas rezagadas llevan sus traseros a la casa para la reunión. Abigail luego toma el rol para confirmar que estamos todas aquí antes de que Charlotte comience. Mis ojos se encuentran con los de Abigail desde el otro lado de la habitación. Intento leerla por alguna pista o indicio, pero está impasible. —Muy bien, me llamado la atención que hay un video. —La mirada de Charlotte cae sobre Nancy y Robin, quienes al menos tienen la decencia de parecer contritas—. Y aparentemente ninguna de ustedes pensó que era apropiado informar a su presidenta de esta grave violación de confianza y privacidad. Sasha se abre paso a través de la habitación para estar conmigo y Rebecca. Ella desliza sus dedos por los míos, y yo aprieto su mano, agradecida por su presencia. —Robin, ¿cuál es el primer principio del credo Kappa? —exige Charlotte. Masticando su uña, una Robin nerviosa mira sus pies. —Protegeré a mi hermana como a mí misma. Luego, Charlotte dirige su ira ardiente sobre la hermana que se está poniendo roja como una remolacha. —Nancy, ¿cuál es el segundo principio del credo Kappa? Nancy intenta hablar, pero solo sale aire. Luego, con voz temblorosa: —Actuar con honor e integridad. —Sí —dice Charlotte, paseando por la habitación como si tuviera una pistola cargada—, eso es lo que pensé. Pero aparentemente algunas de ustedes lo han olvidado. Así que quiero saber quién es la hermana imbécil. ¿Quién es la pequeña mierda egoísta que robó un video privado del archivo Kappa y lo subió a un sitio porno? Un silencio conmocionado cae sobre la habitación. Se hace evidente entonces quién no lo sabía. Ojos inquisitivos comienzan a escanear la habitación, las facciones intercambian miradas acusadoras. Veo más rostros confundidos de lo que esperaba. Supongo que supuse que todas las chicas de la casa ya habían visto el video y se

reían de ello a nuestras espaldas. Pero aparte de Nancy y Robin, selecciono solo algunas otras chicas que sospecho que podrían haber conocido. Naturalmente, mi examen de Abigail dura más. Un surco profundo le ha cortado la frente, pero no estoy segura de lo que significa. ¿Está aturdida? ¿Desconcertada? Sus ojos verdes se deslizan para estudiar los rostros de nuestras hermanas. ¿Buscando a la culpable... o buscando aliadas? —Nop, no, señor —dice Charlotte, moviendo su dedo—. No se queden calladas ahora. Su trasero de niña grande pensó que esto fue una buena idea, no puede cambiar esa mierda ahora. Alguien va a confesar, o nos sentaremos aquí toda la noche. Todo el día. Hasta el jodido final, hasta que una de ustedes, pequeñas mocosas, diga la verdad. Abigail se queda allí parada, con los brazos cruzados. Sin decir una palabra. No lo soporto más. —Abigail —grito, y el oxígeno se extrae de la habitación—. ¿Tienes algo que decir? Ella se estremece. —¿Que se supone que significa eso? —Bueno, estoy mirando la hora en mi reloj y, oh, guao, son las perra-mezquina-con-treinta-y-cinco, así que quizás tengas algo que agregar a esta conversación. Los ojos de Sasha se agrandan cuando se vuelve hacia mí en cámara lenta, mirándome como si me hubiera crecido una segunda cabeza. Y tal vez la tengo. Estoy está harta de esta mierda. —¿Me estás acusando? —La voz de Abigail salta dos octavas mientras su cara se arruga por la negación—. ¡No tuve nada que ver con eso! —¿De verdad? Porque eres la única persona en esta sala que ha hecho de su misión interminable arruinar mi vida, así que... —Solo dos personas tienen la contraseña del servidor donde se almacena el archivo —dice Charlotte, su atención ahora se centra en Abigail—. Tú eres la otra. —Yo no lo hice. —Ella levanta sus manos, rogando—. Lo juro. Está bien, admito que hay resentimiento ahí, pero nunca subiría un video porno de otra mujer por venganza. —¿Incluso de la mujer a la que odias? —replico.

Abigail deja caer sus manos. Por primera vez en años, ella me mira con sinceridad —Ni siquiera a mi peor enemiga. No es quien soy. Silencio cae sobre la habitación. Mi mirada se mantiene pegada en la rubia platino que ha hecho mi vida miserable por tanto tiempo. Mierda, le creo. —¿Entonces quién? —reto—. ¿Quién quería humillarme? Porque sé que esto fue sobre mí. Rebecca y yo podríamos haber permanecido invisibles desde el primer año, pero no puedo pensar en alguien a quien no le agrade ella lo suficiente como para humillarla de esa manera. El objetivo tenía que ser yo. —Tengo la contraseña guardada en mi teléfono —dice Abigail, cada vez más ansiosa—. Si alguien irrumpió en mi teléfono... No estoy segura de que ella quiera hacerlo, o incluso esté consciente de que lo hace, pero su mirada se desliza hacia Jules, quien está tratando de mezclarse con una planta en maceta en la parte trasera de la habitación. Cuando Jules se da cuenta de que la han señalado, revela una expresión de pánico que la traición supera rápidamente. —¿Te metiste en mi teléfono? —le pregunta Abigail a su mejor amiga, una nota de horror en su tono. Al principio parece que ella podría negarlo, pero luego el acto cae. Jules resopla y pone los ojos en blanco. —Fue solo una broma, ¿de acuerdo? Ambas tenían su ropa puesta. ¿Cuál es el problema? La mandíbula de Abigail se abre. —¿Por qué? —exige—. ¿Por qué harías algo así? Jules se encoge de hombros, su lenguaje corporal intenta minimizarlo todo. —La otra noche, ¿recuerdas? Kev dijo algo como, me pregunto cuántas vistas tendrían las tetas de Taylor en PornHub. Así que más tarde estaba en la casa Sigma visitando a Duke, y Kevin estaba allí. Él y yo estábamos hablando, y pensé, bueno, puedo obtener un video de sus tetas. Y la siguiente vez que dejaste el teléfono, probé algunas contraseñas hasta que lo desbloqueé. —Jules niega con la cabeza desafiante—. Como si no fuera una gran cosa. Solo una tonta travesura. ¿Por qué todas se están enojando tanto?

—Cristo, Jules, ¿te mataría tener una mente propia? —Vete a la mierda, Sasha. ¡Taylor comenzó besando al ex de Abigail! Ella es la hermana jodida. Y ya se habría marchado de Kappa si no te hubiera tenido para siempre pelear por ella. —Eres una verdadera puta, Jules, ¿lo sabes? Mis ojos se abren, porque ese vino de Rebecca. —Oh, métetelo por el coño, Rebecca. Si alguien quisiera pajearse con un niño de diez años, se convertiría en sacerdote. —¡Todas ustedes, cállense! —grita Charlotte. Cierra los ojos, masajeándose las sienes como una madre justo antes de desmayarse y sofocar a su nuevo bebé en su cuna. —Pido una votación de emergencia. Frunzo el ceño ante la declaración de Abigail. Miro para verla empujando a Olivia a su lado, quien secunda el movimiento a pesar de que apenas parece entender por qué. Charlotte asiente lentamente. —Está bien, di tu voto. —Todas a favor de revocar la membresía de Jules en la hermandad Kappa Chi y desalojarla de la casa, levanten la mano. Espera. ¿Qué? Por alguna razón, asumí que Abigail protegería a Jules, y Charlotte protegería a Abigail. He estado en la hermandad por tanto tiempo que olvidé todas mis viejas esperanzas y sueños de una hermandad, de tener amigas cercanas que me apoyarían y cuidarían. Pero la declaración de Abigail trae una inesperada redención a la casa Kappa, mientras todas se unen durante la votación. La mano de Rebecca es la primera en levantarse. Seguida justo después por Lisa, Sasha, Olivia, y Beth. Más manos se levantan, cada una animadas por la creciente mayoría. Hasta que finalmente, mi mano se alza. —Bien, es unánime —dice Charlotte asintiendo—. Julianne Munn, por una decisión unánime, tu membresía de la casa Kappa Chi de la sede Briar perdió la fe en tu compromiso por los principios compartidos de la hermandad, y por este medio eres excomulgada y desterrada de los terrenos. —Nuestra presidenta hace una pausa y mira a Jules cuando ella no responde—. Bueno, vete a la mierda.

—¿Estás jodidamente bromeando? Esto no es justo —replica Jules, mirando a Abigail para que la salve. Ella mira alrededor de la habitación, sorprendida y abatida cuando nadie va a su rescate—. ¿En serio? Bien. A la mierda todas. Que tengan una buena vida. Jules se precipita escaleras arriba hacia su habitación mientras el resto de las hermanas se quedan estupefactas ante lo que acaba de suceder. Conozco el sentimiento. —Taylor —dice una voz tímida. Le pertenece a Nancy, que me mira tristemente desde el otro lado de la habitación—. Lamento mucho que estuviéramos viendo esa basura. Estábamos tratando de descubrir cómo decir algo cuando Rebecca nos atrapó. —Shep me envió el enlace como cinco segundos antes de que llegaras a casa —agrega Robin, mirando a Rebecca—. No nos reíamos de eso, lo juro. Rebecca y yo respondemos con un asentimiento. No estoy segura de creerles, pero al menos se disculparon. Después de que Charlotte despide a todas, Abigail llama mi atención y se abre paso a través de la habitación. —Taylor, espera. Quiero hablar —suplica. Tengo menos que cero interés en lo que tiene para decir. Ella eligió este momento para desarrollar conciencia y hacer lo correcto. Bien por ella. Pero no le daré una palmadita en la espalda por eso. No somos amigas. En su lugar, corro escaleras arriba con Sasha. Rebecca desaparece en su habitación. Desearía saber cómo consolarla mejor, pero en el momento en que Sasha y yo estamos solas, y me veo en el espejo, recuerdo que es mi cumpleaños y que Conor está en camino. Él estará aquí en cualquier momento y soy un jodido desastre de adentro hacia afuera. —No puedo hacer esto —murmuro, tropezando en el baño de Sasha para limpiarme el maquillaje de la cara. —Entonces larguémonos de aquí —dice ella, de pie en la puerta—. Dile a Conor que nos encuentre en tu casa con un poco de licor, nos quedaremos ahí y nos emborracharemos. —No, quiero decir que no puedo verlo. La idea de enfrentarlo después de esto me hace sentir mareada nuevamente. Como si el menor empujón pudiera enviarme a abrazar el inodoro.

—¿Quieres que lo llame y le diga que te sientes mal o algo así? — Nuestros ojos se encuentran en el espejo. Al leer mi rostro, la expresión de Sasha se vuelve sobria—. ¿Vas a decirle? ¿Decirle qué? ¿Que ahora soy un tema de tendencia en uno de los sitios porno más populares del mundo? ¿Que cuando le cuente a su madre y su padrastro sobre mí, pueden meterse a internet y ver mis tetas? ¿Que cada una de las reseñas de Califica Al Profesor de mi madre ahora incluirá un enlace para ver a su hija? La bilis se eleva en mi garganta cuando el pánico ataca nuevamente mis entrañas. Oh Dios mío. Esto va a afectar toda mi vida. ¿Qué sucede cuando los directores de escuela primaria y los padres miren a la señorita Marsh y su famoso pecho y se me prohíba trabajar en todos los distritos escolares de todo el país porque el cuerpo de una mujer es más peligroso que una granada de mano? —Taylor… Alejo la mano de Sasha de mí y me lanzo de nuevo al baño, donde me arrodillo allí, vomitando. No elegí esto. Ser puesta en exhibición. Ser objeto de humillación. La idea de que Conor tenga que lidiar con eso también me da ganas de llorar de nuevo. Sus compañeros de equipo verán el video. Se harán la paja debajo de las sábanas y luego sonreirán cada vez que me vean. Subirán capturas de pantalla en el vestuario. Él no merece tener una jodida vergüenza, no, una broma, de una novia. ¿Y entonces qué? ¿Siempre tendrá que seguir defendiéndome? ¿Seguir siendo infinitamente paciente y comprensivo durante los numerosos ataques de pánico que ahora imagino en mi futuro? No puedo vivir así, sintiendo constantemente que todos los que conozco me verán desnuda y sabrán que estoy avergonzando a mi novio, incluso si él finge lo contrario. No puedo. Ya no puedo verlo. Jodidamente no puedo. —Llévame a casa —digo, poniéndome de pie sobre mis piernas temblorosas—. Le enviaré un mensaje de texto en el camino. Sasha asiente. —Lo que sea que necesites.

Una vez que he recogido mis cosas, bajamos las escaleras. Pero el universo me odia, así que no me sorprende descubrir que Conor ha llegado temprano. Él está caminando por el camino oscuro mientras abrimos la puerta. Vestido con un elegante traje negro en algún lugar detrás de un enorme arreglo floral. Nunca me canso de verlo todo vestido y pulido. Es como el sexo personificado. Una fantasía andante. Y me estoy alejando. Él sonríe ampliamente cuando me ve, luego nota mi estado desgarbado y me da una mirada tímida. —Mierda. No estás lista. Lo siento, debería haber dado otras dos vueltas. —Es adorable cuando está emocionado. Y aquí estoy a punto de darle con una escopeta. Me estaba poniendo un poco ansiosa. Pero puedo esperar. —Lo siento —digo—, tengo que cancelar. Las palabras salen en la voz de otra persona. Distante y extraña. Siento que me cierro incluso cuando estoy de pie bajo las luces de la casa. Mi mente está saliendo de mi cuerpo, retrocediendo de todo. —¿Por qué? ¿Qué pasó? Deja el enorme arreglo floral en el suelo e intenta alcanzarme, pero me alejo de él. Si dejo que me toque, mi resolución se romperá. No soy lo suficientemente fuerte como para soportar el toque de Conor Edwards. —Taylor, ¿qué sucede? —El dolor en sus ojos es inmediato y destripador. No puedo formar las palabras. Recuerdo lo frustrada que estaba el mes pasado cuando él no se comunicaba conmigo, y sin embargo aquí estoy, haciendo lo mismo. Pero su mierda fue arreglada por el simple acto de decirle la verdad a su familia, alejándose de la influencia de Kai. Mi mierda no va a desaparecer. La verdad no ayudará un poco, porque el internet es jodidamente para siempre. ¿Cómo demonios le pido que se una a esta mierda a largo plazo? Ya ha sido muy paciente y alentador, pero esto es demasiado para que cualquiera pueda manejarlo. Es demasiado para mí. Veo la alarma en su rostro y sé lo que viene después. El dolor, la traición. No quiero hacerle esto. Él se merece algo mejor y probablemente siempre lo ha hecho. Fuimos un desastre desde el principio y tal vez sea apropiado que sea igual de desordenado al final. No lo entenderá, pero lo superará. Ellos siempre lo hacen.

—Lo siento, Conor. Se acabó.

Connor

E

sto no es gracioso. Porque tiene que estar jugando conmigo, ¿verdad? Alguna idea enfermiza de una broma. En lugar de regalos, te voy a dar un buen jodido susto.

—Taylor, detente. —Hablo en serio —dice ella, mirándose los pies. Llegué a la casa de los Kappa y la encontré actuando de forma sospechosa, como si estuviera escapando. El bolso estaba colgado sobre su hombro. Se veía agotada, harapienta, y si no lo supiera, pensaría que tenía resaca. Sin embargo, hay una frialdad en ella. Su expresión dura e impasible, como si mi Taylor ya no estuviera allí. —Escucha, lo siento, pero vas a tener que aceptarlo. Esto se acabó. —Se encoge de hombros—. Me tengo que ir. Y una mierda. —Háblame —ordeno. Tiene a Sasha con ella y empiezan a caminar hacia un auto rojo estacionado al lado de la casa. Dejo las flores atrás para seguirlas, porque no va a hacer esta mierda hoy. —¿En serio estás rompiendo conmigo? ¿En tu cumpleaños? ¿Qué diablos es eso, Taylor? —Sé que esto es una mierda —dice, caminando rápido y negándose a mirarme—, pero es la forma en que tiene que ser. Solo... lo siento. —No te creo. —Me paro frente a ella, necesitando que me mire a los ojos y me diga la verdad. Noto que Sasha intenta alejarse de nosotros, pero Taylor la mira con pánico y Sasha se detiene. Ella se para a unos metros de distancia, pero no se va. —No importa lo que creas —murmura Taylor. —Te amo. —Y ayer habría dicho que ella también me amaba—. Algo sucedió. Solo dime qué es. Si alguien dijo algo para hacerte pensar... —Fue una aventura, Conor. Ha terminado su camino. Te recuperarás. —Su mirada cae al pavimento—. Los dos nos pasamos.

—¿Qué significa eso? —Esta mujer es jodidamente exasperante. Siento que estoy perdiendo la cabeza. Todo lo que está arriba está abajo y la izquierda es la derecha. No tiene sentido que ayer ella estuviera en mi cama y hoy prácticamente corra al verme—. Yo estaba en esto de verdad. Estoy en ello. Y sé que tú también lo estabas. ¿Por qué mientes? —No estoy mintiendo. —Su indignación está lejos de ser convincente y cuanto más me alimenta con esta mierda, menos puedo recordar por qué sigo aquí de pie como un imbécil al que le pisotean el corazón—. Como quieras llamarlo... —Una relación —gruño—. Es una maldita relación. —Bueno, ya no. —Suspira, y en este punto creería que no le importo una mierda si no fuera por el hecho de que la conozco mejor de lo que le gustaría admitir—. El semestre está terminando, de todos modos. Tú vas a volver a California y yo voy a volver a casa a Cambridge, así que… lo de a larga distancia nunca funciona. —Quería que vinieras conmigo. Ya aclaré las cosas con Max y mi madre. —Sacudo mi cabeza en la frustración—. Estaban emocionados por conocerte, T. Mi madre estaba redecorando una de las habitaciones libres para ti. —Sí, bueno... —Se inquieta, sus ojos rebotando desde el suelo hasta la carretera. Están en cualquier lugar menos en mí—. No sé de dónde sacaste la idea de que quería pasar el verano con tus padres. Nunca dije que sí. Taylor no es una persona cruel. Ella no trata a la gente así. Ni siquiera a mí. Incluso cuando le rompí el corazón porque tenía demasiado miedo de enfrentarla. Ella no es tan cruel. Y aun así… —¿Por qué estás haciendo esto? —Este acto, esta fachada que ha puesto, no se parece en nada a la persona que conocí en los últimos meses—. Si esto es por todo el asunto con Kai, lo siento. Pensé que nosotros... —Tal vez deberían tomarse la noche para consultarlo con la almohada y hablar de nuevo mañana —interviene Sasha, su atención se centra en Taylor. No conozco bien a Sasha, pero incluso ella está emitiendo una vibra diferente. Taylor se mueve para rodearme, así que le bloqueo el camino. No me mira con ira, sino con algo que se asemeja a la derrota. —Solo sé sincera conmigo, Taylor. —Esto es agotador y no sé de qué otra manera llegar a ella para romper esta barrera que ha erigido entre nosotros. Incluso la primera noche que nos conocimos nunca me sentí

tan distante de ella. Como si estuviera mirando más allá de mí. Invisible. Irrelevante—. Me debes eso por lo menos. Solo dime la verdad. —No te quiero a ti como novio, ¿bien? ¿Estás feliz ahora? El arma estaba cargada esa vez. La bala me atravesó el pecho. »En serio, Conor, eres un gran tipo y eres guapo, pero ¿qué más tienes? No tienes idea de lo que quieres hacer con el resto de tu vida. No tienes ambición. Ningún plan o perspectivas. Y eso está bien para ti. Puedes vivir en la casa de tus padres y pasar el resto de tu vida en la playa. Bueno, yo quiero más para mí. Fue divertido, pero el año que viene seremos mayores y estoy lista para crecer. Tú no lo estás. En ese momento, toma la mano de Sasha y pasa por mi lado. Esta vez la dejo ir. Porque finalmente dio en el clavo, lo que siempre supe y esperaba que ignorara, que estamos en caminos diferentes. Taylor es brillante y está motivada. Ella logrará cualquier cosa que se proponga. Yo soy... una cagada. Un eterno vagabundo llevado por la corriente sin ningún objetivo o impulso propio. El auto de Sasha se retira por la entrada y desaparece a la vuelta de la esquina. Una punzada de pérdida me apuñala en las tripas. Un profundo y enterrado recuerdo de dolor rompe la superficie. El recuerdo de un niño en una habitación oscura, llorando, solo y sin consuelo. Fue la primera vez que me di cuenta de que no tenía padre, cuando era lo suficientemente mayor para entender que era algo que otros niños tenían, pero yo no. No porque haya muerto, sino porque no éramos lo suficientemente buenos. Yo no era lo suficientemente bueno. Abandonado. Desechable. Basura. Estaba destinado a suceder. En ese momento Taylor se despertó y se dio cuenta de que estaba fuera de mi alcance. Que había sido demasiado rápida en perdonarme por haberla abandonado por Kai. La mantuve en el aire y esperé demasiado tiempo para entender mis sentimientos por ella. Esperé demasiado tiempo para dejar claras mis intenciones y definir nuestra relación. Fui egoísta al pensar que me necesitaba, que me quería, lo suficiente como para ser paciente. La di por sentado porque nadie me había hecho sentir tan cómodo y aceptado como ella. Nadie me había dado esa sensación de autoestima antes de que ella lo hiciera. Y ahora lo mejor que me ha pasado simplemente se fue.

Taylor

A

hora solo veo programas con acento británico. Es como ir de vacaciones sin tener que ponerse pantalones. El viernes me salté la clase, que de todas formas era solo una conferencia, apagué mi teléfono y me sumergí en mi lista de pendientes que ha aumentado durante meses. Cuando eso no me distrajo adecuadamente, me inscribí en una docena de pruebas gratuitas. Mi opinión hasta ahora es que los asesinos en serie son muy comunes en los pueblos pintorescos. Además, los programas de citas también son mejores con acentos. Aunque una cosa que he notado es la severa falta de bebida excesiva en su programación de reality shows, quiero decir, ¿cómo se supone que la gente empiece a tirar sillas y a romper mierda si están sobrios todo el tiempo? Aunque les encanta el relleno de labios y las extensiones de cabello. —Me gusta mucho el que dice “encajar” —le digo a Sasha por el altavoz mientras veo un programa que es esencialmente Tinder, excepto que todos viven juntos—. Y llaman a las chicas pájaros. Siento que todavía estamos en los años cincuenta en Cuba e Inglaterra. —Ajá —dice Sasha con aburrimiento en su voz—. ¿Te duchaste hoy? Claramente no aprecia la televisión sofisticada. —Es sábado —le digo. —¿No nos duchamos los sábados ahora? —Siempre tan criticona. —El agua no crece en los árboles, ya sabes. Después de que Sasha me sacó de la casa Kappa el jueves por la noche, me metí en mis pantalones de chándal, fui al sofá y vi Sacerdote Detective de Asesinatos Británicos mientras comía una caja entera de Cheerios antes de dormirme en la misma posición, despertándome esta mañana comiendo más cereales y reanudando mi horario de televisión. Esta será mi vida ahora. Instacart16 y clases online, ¿quién necesita salir de casa?

Instacart: es una empresa estadounidense que opera un servicio de entrega y recogida de comestibles en Estados Unidos y Canadá. La empresa ofrece sus servicios a través de un sitio web y una aplicación móvil. 16

—Es el final del semestre —agrego—. ¿No es esto lo que se supone que deben hacer los estudiantes universitarios? Tumbarse en un nido de nuestra propia piel, ver televisión y atiborrarse de alimentos procesados. —No desde que todos los millenials se pusieron en marcha, Taylor. —Bueno, soy un alma vieja. —Te estás escondiendo —dice bruscamente. —¿Y? —¿Y qué? ¿No se me permite? Me arrastraron al centro del sindicato de estudiantes, me desnudaron y comieron con los ojos en todo el campus. Así es como se siente, de todos modos. Así que demándame si todo lo que quiero es encerrarme y escapar a la vida de otras personas por un tiempo. —Así que fuiste transgredida —comienza, su tono se suaviza. —Soy consciente. —Gracias. —¿No quieres hacer algo al respecto? Podemos hacer que quiten el video. Podemos ir a la policía. Yo te ayudaré. No deberías tener que aceptar que esto sucedió y sufrir por ello. —¿Qué voy a hacer, hacer que arresten a Jules? —Sí. —Su voz sale disparada del altavoz—. Y el novio idiota de Abigail. O, ex, supongo, basado en los gritos de su habitación anoche. Lo que esos dos hicieron es un crimen, Taylor. Los convertiría en delincuentes sexuales en algunos lugares. —No lo sé. Policías significa dar declaraciones. Sentarme en una habitación con un tipo mirándome las tetas mientras le cuento mi humillación. O peor, una mujer moralmente justa que me dice que esto no habría pasado si no hubiera un video, si no me hubiera puesto en esa situación. Al diablo con eso. —Si fuera yo, estaría cortando gargantas. —No eres tú. —Aprecio el veneno de Sasha. Es lo que me gusta de ella. Ella es todo lo que yo no soy, vengativa y segura de sí misma. No estoy hecha de esa manera—. Sé que lo estás intentando. Gracias. Pero todavía necesito tiempo para pensar. Aún no he llegado a ese punto. La verdad es que apenas me hice a la idea de que esto está sucediendo, mucho menos las grandes implicaciones. Cuando mi alarma sonó ayer por la mañana para la clase, una feroz e inmediata sensación de pánico irrumpió en mis músculos. Me sentí mal al pensar en caminar por el campus hacia los ojos persistentes y las conversaciones en voz

baja. Las cabezas girando cuando entrara en la habitación. Compañeros de clase con sus teléfonos en sus regazos, el video reproduciéndose. Risas y miradas fijas. No podía hacerlo. Así que me quedé en casa. En uno de mis descansos para ver la televisión, incluso le envié un mensaje a Rebecca. No sé por qué, supongo que para compartir la miseria juntas. Ella no respondió, lo que probablemente sea lo mejor. Quizás si ignoramos esto y a la otra, desaparecerá. —¿Sabes algo de Conor? —Su voz es aprensiva, como si le preocupara que le colgara por atreverse a preguntar. Casi lo hago. Porque sólo el sonido de su nombre envía un cuchillo de dolor a mi corazón. —Me ha enviado varios mensajes de texto, pero estoy ignorando los mensajes. —Taylor. —¿Qué? Se acabó —murmuro—. Estabas allí cuando lo dejé. —Sí, lo estaba, y era obvio que no pensabas con claridad —dice con voz grave—. Hiciste todo lo que pudiste para alejarlo. Lo entiendo, ¿bueno? Cuando estamos en ese nivel de crisis, caemos en nuestras peores inseguridades. Te preocupaba que te juzgara o que se sintiera avergonzado por ti... —No necesito una lección de psicología ahora —interrumpo—. Por favor. Solo déjalo estar. Hay un pequeño silencio. —Está bien, lo dejaré. —Otro segundo pasa, y luego dice sombríamente—: Estoy aquí para ti. Cualquier cosa que necesites. Lo dejaré todo. —Lo sé. Eres una buena amiga. Con una sonrisa en su voz, responde: —Sí, lo soy. Después de colgar con Sasha, vuelvo a mis espectáculos y a comer mi estrés. Unos pocos episodios después, llaman a la puerta. Estoy confundida por un minuto, preguntándome si había olvidado que ordené algo más, hasta que escucho otro golpe y la voz de Abigail pidiéndome que la deje entrar. Joder.

—Antes de que me digas que me largue —dice cuando abro la puerta de mala gana—. Vengo en paz. Y a disculparme. —Está bien —respondo, solo para deshacerme de ella—. Te has disculpado. Adiós. Intento cerrar la puerta, pero ella la empuja y mete su delgado trasero antes de que pueda golpear su pie en el marco de la puerta. —Abigail —resoplo—, solo quiero que me dejen en paz. —Sí... —Frunciendo su rostro hacia mi ropa extra cómoda quenunca-debe-ser-vista-en-otro-humano, dice—: Ya lo veo. —¿Por qué estás aquí, maldita sea? Siendo Abigail, se acerca a uno de los taburetes de la pequeña isla de la cocina y toma asiento. —Escuché que rompiste con Conor. —¿En serio? ¿Quieres empezar con eso? —Jodidamente increíble. —No quise decir eso —dice rápidamente y toma un respiro antes de empezar de nuevo—. Quiero decir, creo que cometiste un error. Sus pretensiones caen. Ese aire de permanente malicia. Por primera vez en mucho tiempo, me mira sin una sonrisa de crueldad o sarcasmo. Es... algo espeluznante. Aún no estoy lista para confiar en sus intenciones, me ubico al otro lado del mostrador. —¿Por qué te importa? —No es que me importe una mierda lo que piense. —Bueno, mira. Yo también hago esto. —Hay un acorde de simpatía en su voz—. Estás molesta y avergonzada y quieres alejar a todos. Especialmente la gente más cercana a ti. Así no ven el dolor que estás pasando. No te ven cómo te sientes contigo misma. Lo entiendo. De Realmente lo hago. ¿Primero Sasha, ahora Abigail? ¿Por qué no pueden todos dejarme en paz? —¿Qué diablos sabes tú? —murmuro—. Cambias de chico como si fueran toallitas de maquillaje. —Yo también tengo problemas —insiste—. Solo porque no veas mis inseguridades no significa que no estén ahí. Todos tenemos cicatrices interiores. —Sí, bueno, lamento tus profundos traumas personales, pero tú eres uno de los míos, así que...

Si Abigail siente algo de remordimiento porque su imbecilbilidad le explotó en el rostro, y va a tener que recurrir a otro lugar para tener absolución. Puede que ella tenga simpatía por mí, pero yo no tengo ninguna por ella. —Eso es exactamente lo que quiero decir —dice con tristeza—. Estaba tan insegura de que besaras a un chico con el que salí por un estúpido reto, que la única forma que conocía de afrontarlo era descargarme contigo. Después del beso él no se callaba sobre las enormes tetas de ella y ¿has pensado alguna vez en implantes? Y todo tipo de mierda. ¿Sabes lo humillante que es eso? Un pliegue se forma en mi frente. No lo sabía. Quiero decir, claro, sabía que estaba enojada. Pero si un tipo con el que salía seguía hablando de eso, comparándonos, yo también habría perdido la cabeza. —En la secundaria —confiesa, comenzando a dibujar patrones en la encimera—, me llamaban panqueques. Ni siquiera tenía suficiente para llenar un sostén deportivo. Sé que probablemente pienses que es una estupidez obsesionarse con eso, pero todo lo que he querido, durante toda mi vida, ha sido sentirme bien con mi ropa, ¿sabes? Sentirme sexy. Que los chicos me miraran como miran a otras chicas. —Pero eres hermosa —digo, exasperada—. Tienes un cuerpo perfecto y un rostro hermoso. ¿Sabes la última vez que me puse un bikini? Todavía estaba durmiendo con lamparita nocturna. —Hago un gesto hacia mi pecho—. Estas cosas son una jodida carga. Son pesadas. No encajan en ningún aparato conocido por el hombre. Tengo problemas de espalda como si tuviera setenta años. Todos los tipos que conozco me miran las tetas para distraerse del resto de mí. Excepto Conor. Lo que envía otra punzada de soledad a través de mis entrañas. —Y sin embargo, nunca me siento lo suficientemente bien. Nunca me siento segura de quién soy —dice Abigail—. Lo compenso con... —Ser una perra. Sonríe, poniendo los ojos en blanco. —En su mayoría, sí. Mi punto es que me he sentido como una mierda y también he alejado a la gente. Eso es lo que estás haciendo con Conor y es una mierda. No sé ni me importa en qué momento dejaron de meterse conmigo y no se molesten en negarlo. Vi a través de esa mierda. Pero en algún momento cambió y lo hicieron oficial. Sí, también me di cuenta de eso. Él obviamente te ama, y si tu repentino cambio de actitud en las últimas semanas es un indicio, tú también lo amabas. Entonces, ¿qué sentido tiene perder eso porque alguien más hizo una mierda?

—No lo entiendes. —Porque no puede. Y no sé qué más decirle que no parezca una excusa. Incluso la idea de enfrentar a Conor después de esto hace que mi garganta se cierre y mis piernas tiemblen—. Gracias por venir, pero... —Bien. —Gira, sintiendo que estoy a punto de decirle que se largue para que pueda volver a las conversaciones que tienen lugar exclusivamente con acento de Manchester—. No hablaremos de Conor. O que las flores que te dejó están ocupando toda la mesa de café del salón. ¿Ya fuiste a la policía? Tienes que estar bromeando. —¿Jules te envió aquí? —exijo. —No —dice rápidamente—. Nada de eso, lo prometo. Solo si vas a reportar el video, iré contigo. Puedo explicar cómo Jules tuvo acceso a él y todo. Seré una testigo, si quieres. Este tema se está volviendo agotador. —Sabes, me estoy cansando un poco de que la gente me presione. Todo el mundo tiene sus ideas de lo que tengo que hacer y es bastante abrumador. ¿Puedo tener un maldito minuto? —Sé que esto da miedo, pero realmente deberías ir a la policía — insiste Abigail—. Si no atacas esto ahora, se extenderá. ¿Qué pasa cuando un día solicites un trabajo o, quién sabe, quieras presentarte para tomar un cargo o algo así y este aparece video? Vivirá contigo para siempre. —Levanta las cejas—. O puedes hacer algo al respecto. —No eres la mejor persona para darme consejos —le recuerdo. Es fácil para los demás decir que esto es lo que hay que hacer, decirme que lo aguante. Si nuestras posiciones fueran al revés, podría decirle lo mismo. Las cosas se ven muy diferentes en este lado, sin embargo. Lo último que quiero hacer es sopesar el impacto de los juicios y las declaraciones, los titulares y las furgonetas de noticias, con meterme bajo mis mantas y no volver a salir nunca más. Lo último es mucho más acogedor. —Tienes razón. He sido terrible contigo. No sabía cómo manejar mis sentimientos. —Abigail se mira las manos y se hurga las uñas—. Fuiste mi mejor amiga durante la iniciación. —Sí, lo recuerdo —digo amargamente. —Estaba tan emocionada de que fuéramos hermanas. Luego todo salió mal. Fue mi culpa, debí haber hecho algo al respecto entonces, hablarlo o lo que sea, y en cambio solo ha empeorado. Perdí una amiga. Pero estoy tratando de empezar a compensarlo. Déjame ayudarte.

—¿Por qué hacerlo? —Está bien que Abigail haya alcanzado su epifanía, pero eso no significa que vayamos a ser mejores amigas ahora. —Porque con una mierda como esta, las mujeres tienen que permanecer juntas —dice seriamente—. Esto trasciende toda esa otra mierda. Jules estaba equivocada. Nadie se merece lo que ella hizo. Quiero que sea castigada por ti, pero también por todas nosotras. Aunque nunca me hables después de esto, te cubro las espaldas. Todas las Kappa lo hacen. Lo admito, suena sincera. Lo que supongo que significa que no está completamente desprovista de humanidad. Y se necesitó valor para venir aquí. Ella obtiene puntos extra por dejar su mierda y asumir la culpa. Eso requiere de integridad. Tal vez nunca es demasiado tarde para convertirse en una mejor persona. Para cualquiera de nosotros. —No prometo ir a la policía —le digo—. Pero lo pensaré. —Eso es justo —dice, con una sonrisa que se lee como esperanzadora—. ¿Puedo hacer una sugerencia más? Pongo los ojos en blanco con una sonrisa. —Si es necesario. —Al menos déjame hacer que mi madre envíe avisos de desmontaje a cualquier sitio que tenga el video publicado. Ella es abogada —explica Abigail—. Muchas veces puede asustar a la gente solo con un encabezado. No tienes que hacer nada o hablar con nadie. En realidad, es una gran idea. Tenía miedo de tratar de entender toda esa mierda. Si la madre de Abigail puede usar su elegante título de abogada y hacer que desaparezca, sería genial. —Te lo agradecería mucho —digo, mi voz sonando molesta y temblorosa—. Y te agradezco que hayas venido. —Así que... —Se retuerce en su taburete como un niño—. ¿Ya no somos enemigas juradas? —Tal vez más como hermanastras. —Puedo vivir con eso.

Conor

U

na bocina suena. Sacudido, me levanto de golpe, pero solo llego a un par de centímetros antes de que mi cabeza se golpee contra no sé qué. No puedo sentir mis piernas. Algo está clavado a mi costado. Mi brazo está atrapado debajo de mi cuerpo y el otro está entumecido, encajado debajo de… Otra bocina. Discorde. Ensordecedora. Una larga sucesión de lamentos ensordecedores. Jódeme. —Despierta, imbécil. Los gritos de bocina se detienen. Mi cabeza cae hacia una luz cegadora mientras miro hacia el brillante cielo azul y el rostro de Hunter Davenport. Me doy cuenta entonces de que estoy encajado en el piso del asiento trasero de su Land Rover, mi cabeza ahora colgando de la puerta abierta del pasajero. —¿Qué mierda? —digo quejándome, luchando para juntar mis extremidades o ingenio. Pero soy incapaz de liberarme del rompecabezas enredado. —Te hemos estado buscando desde anoche, mierdecilla. Hunter agarra mis brazos y me saca del auto, luego me deja caer en una pila sobre el pavimento. Con esfuerzo y hormigueo zumbando a través de cada nervio dormido, me pongo de pie y llego al vehículo para apoyarme. Mi cerebro está borroso, mis ojos desenfocados. Mi cabeza estalla de dolor. Por un segundo pienso que lo tengo bajo control. Entonces corro, inestable y torpe, al césped para vomitar lo que sabe a Fireball17, Red Bull, y Jäger18. Me odio tanto. —¿Te sientes mejor? —pregunta Hunter alegremente, dándome una botella de agua. —No. —Tomo unos tragos, me muevo, y escupo en los arbustos. Conozco estos arbustos. Estoy cerca de mi entrada de autos. Sin embargo, no recuerdo dejar la fiesta al otro lado de la ciudad. Y 17 18

Fireball: marca de Whiskey con un ligero sabor a canela. Jäger: bebida con sabor a hierbas, para mezclar.

definitivamente, no recuerdo meterme al vehículo de Hunter. ¿En dónde está mi Jeep?—. Espera. ¿Dices que me has estado buscando? —Hombre, desapareciste anoche. Reviso mis bolsillos y encuentro mis llaves, teléfono, y billetera. Así que al menos estoy bien por ese lado. Regresamos al Rover de Hunter y me inclino contra el baúl mientras tomo inventario de mis últimos recuerdos. Hubo una fiesta en la casa de un amigo de Demi. Todos los chicos estaban allí. Jugamos cerveza pong, lo usual. Recuerdo tomar tragos con Foster y Bucky. Una chica. Mierda. —¿A dónde fuiste? —Hunter pregunta, aparentemente viendo la realización arrastrarse por mi cara. —Me besé con una chica —digo a medias como pregunta. —Sí, todos lo vimos. Ustedes dos estaban uno encima del otro en la cocina. Luego desapareciste. Mierda. —Ella me llevó a uno de los dormitorios. Íbamos a hacerlo, ya sabes. Besarnos y todo eso. Luego ella trató de quitarme los pantalones para chuparme y me fui. No pude hacerlo. —¿Polla de whiskey? —Flácido como un pedazo de pollo crudo. —Busco más en mi cerebro—. Creo que la dejé o algo así. —Demi la vio bajar, pero después de eso no pudimos encontrarte — dice Hunter—. Nadie pudo. Todos empezamos a llamar. Nos dividimos para buscarte. Todo es bastante borroso. Hay espacios en blanco. Comienzos y finales de una imagen nerviosa. —Dejé la casa, creo, por atrás. El jardín estaba tan lleno de gente que no pude encontrar la puerta en la cerca, así que creo que la salté. Miro mis manos. Están todas rasguñadas y mis pantalones tienen un raspón fresco. Luzco como si hubiera rodado por una montaña. —Luego creo que iba a ir caminando a casa, pero no podía descifrar en qué camino estaba o dónde estaba mi casa. Recuerdo estar jodidamente confundido acerca de dónde estaba, y creo que mi teléfono murió, así que estaba como que, a la mierda, simplemente esperaré a que uno de ustedes me lleve a casa. No sé por qué, pero supongo que me metí en tu asiento trasero.

—Jesús, hombre. —Hunter sacude la cabeza, riéndose de mí. Con toda la razón—. Dejé el auto en la fiesta anoche después de que suspendieran la búsqueda. Demi y yo caminamos a casa porque ambos habíamos estado bebiendo. Foster llamó esta mañana y dijo que nunca fuiste a casa, así que regresé por mi auto para empezar a conducir alrededor y revisar zanjas para buscarte. Te encontré en el asiento trasero y te llevé a casa. —Lo siento, hombre. —Esta no es la primera vez que había despertado en un lugar extraño después de una noche fuera. Pero esta era la primera vez que sucedía desde que vine a Briar—. Supongo que se me salió un poco las manos anoche. —Has estado un poco fuera de las manos toda la semana. —Hunter se gira hacia mí, de brazos cruzados. Tiene esa mirada de capitán fijada en mí. La cara de No soy tu padre, pero—. Tal vez es hora de bajarle un poco a las fiestas. Sé que yo era del Equipo Bébelo Hasta Sacarlo de tu Sistema, pero ahora lo estoy diciendo. Estar desaparecido por doce horas es el límite. Él tiene razón. He estado saliendo todas las noches desde que Taylor me dejó. Bebiendo como si fuera mi trabajo, tratando de perder el recuerdo de ella en el rostro de otra chica. Solo que no funciona. No para mi corazón y no para mi polla. La extraño. Solo la extraño a ella. —Deberías intentar hablar con ella de nuevo —dice Hunter en tono gruñón—. Han pasado unos días. Tal vez está lista para volver. —Le he enviado mensajes. Ella no me responde. —Probablemente bloqueó mi número a estas alturas. —Mira, no puedo empezar a entender lo que salió mal allí. Pero cuando ella esté lista, sé que ustedes lo pueden solucionar. No conozco muy bien a Taylor ni nada de eso, pero cualquiera puede ver que ambos eran felices juntos. Ella ha pasado por algo. Igual que tú. —Se encoge de hombros—. Tal vez es su turno de resolver las cosas. Ya lo ha hecho. Ella finalmente se dio cuenta de que es demasiado buena para mí. Podría haber estado dando zancadas para mejorar mi vida, pero aún no estoy allí y Taylor lo sabía y no quería esperar, supongo. Casi ni siquiera la culpo. ¿Qué mierda he hecho por ella aparte de darle algunos orgasmos y dejarla plantada en un baile? Me ahogo con la prisa de la acidez llenando mi garganta. Oye, al menos ya no es vómito. —De todas maneras, lo que sea que necesites, hombre. Sabes que estoy aquí para ti. —Hunter me palmea en la espalda y luego me da un

empujón—. Ahora sal de mi auto. Tengo que ir a lavar la orina en el asiento trasero. —Vete a la mierda. No hay orina allí. —Hago una pausa—. Solo tal vez un poco de vómito. —Imbécil. —Gracias por el viaje —digo, riendo mientras retrocedo—. Te veo luego. Me dirijo a la casa, en donde tomo una burla de los chicos sobre anoche. Esto no se asentará por ahora. Me invitan a un brunch en el restaurante, pero estoy exhausto y tengo un montón de mierda que empacar antes de irme a California por unos días. Así que tomo una ducha, y ellos salen y me traen unos wafles y tocino. Cerca de una hora entre hacer lavandería y empacar cajas, nuestro timbre de puerta suena. Los chicos están metidos en un videojuego, así que voy hacia la puerta principal y la abro. Al otro lado me encuentro a media docena de las hermanas Kappa de Taylor, dirigidas por la infame Abigail. Antes de que pueda decir una palabra, ella dice: —Tregua. Estamos del mismo lado. Pestañeo. —¿Eh? No la invito a pasar, más como que ella se invita a sí misma. Además de las seis otras chicas siguiéndola. Marchan en la casa y toman una postura como una tropa de gente de enojada en el medio de la sala de estar. Foster me da una mirada cautelosa desde el sofá. —Hunter dijo que no más fiestas. —Cállate, imbécil. —Me centro en Abigail, quién es claramente la líder de esta invasión. Si tiene algo que ver con Taylor, quiero escucharlo—. ¿Por qué están aquí? —Escucha —Da un paso al frente, manos en las caderas—, Taylor no te dejó porque ya no te ama. —¡Oh, rayos! —exclama Foster y luego toca sus labios cuando le disparo una mirada de advertencia. —Ella te dejó porque hay un video de ella de la semana de iniciación de las estudiantes de primer año circulando. Se suponía que nunca fuera público, pero alguien lo subió para avergonzarla. Ahora está humillada y

asustada y ella no quería que supieras acerca de eso, así que rompió contigo primero. —¿Qué tipo de video? —demando, confundido con la vaguedad de eso—. Y si ella no quería que supiera, ¿por qué están aquí? —Porque —dice Abigail—, si arranco la curita por ella, tal vez dejará de tener miedo y luchará. Si ella lo dice en serio, supongo que ya no es el enemigo. No tengo idea de qué provocó este repentino cambio de corazón, pero esa es una conversación diferente para otro momento, y una que no estoy seguro de que sea mía. No estoy listo para confiar en ella por completo, pero esto será un camino malditamente largo por recorrer solo para hacer una broma. —¿Luchar contra qué? —pregunta Matt desde su lugar en el sillón reclinable. Buena pregunta. Los otros chicos se sientan, ansiosos e interesados. Los controles y el juego son olvidados. Abigail mira alrededor incómoda. —En la última noche de la semana de iniciación, nos hicieron usar camisetas sin mangas y ropa interior, y las de último año nos echaron agua con una manguera mientras retaban a Taylor y a otra chica que se besaran. Ellas lo grabaron. La semana pasada alguien robó el video y lo subió a una página porno. Es… gráfico. Como en, puedes ver, tú sabes, cosas. —Oh, demonios no. —Foster me mira, con ojos abiertos. Hijos de puta. Una urgencia abrumadora de golpear una pared pasa por mi mente, pero me detengo, recordando la última vez que golpeé una pared y me rompí la mano. La ira no tiene una salida y en su lugar pasa a través de mi sangre. De mi corazón a mis dedos, a mis pies y de regreso. Caliente e hirviente ira acompañada con las imágenes asaltando mi mente, chicos al azar mirándola lascivamente. Masturbándose con mi novia. Mierda. Todo lo que quiero hacer es empezar a arrancar cabezas. Miro hacia Alec y Gavin, ambos encorvados hacia adelante como si estuvieran a punto de lanzarse de sus asientos. Los puños apretados, justo como los míos. —¿Cómo estoy escuchando justo ahora acerca de este video si dices que ha estado circulando? —demando.

—Honestamente, estoy sorprendida de que no lo supieras. —Ella mira a sus amigas Kappa con un asentimiento satisfecho—. Supongo que nuestros esfuerzos están funcionando. —¿Esfuerzos? —Frunzo el ceño. —Para quitarlo y evitar que se distribuya por todo el campus. Le ordenamos a todos en Greek Row que cerraran sus jodidas bocas acerca del video y que no lo hicieran circular, pero no esperaba que ninguno de esos imbéciles en realidad escuchara, especialmente los de las fraternidades. Hemos estado haciendo todo lo que podemos para intentar detener que esta mierda se haga viral. —¿Quién? —gruño a través de dientes apretados—. ¿Quién lo subió? —Una de nuestras hermanas Kappa. Ahora exhermana. —Abigail es rápida en agregar—. Y mi exnovio. Eso es todo lo que los chicos necesitan escuchar, hay un trasero sí podríamos patear. Ellos se ponen de pie sin pensarlo. —¿En dónde podemos encontrar a este imbécil? —gruñe Foster. —Debería pisotear su cara. —Estoy a punto de arruinar todo su día. —Será mejor que el tipo tenga un testamento. —No —ordena Abigail, levantando sus manos arriba como para bloquearnos—. Vinimos aquí porque tienes que convencer a Taylor de ir a la policía. Intentamos convencerla a ella y a la otra hermana en el video, pero están asustadas. Esperábamos que si pudieras llegar a Taylor, ella convencería a la otra chica que esto es lo correcto. —Nah, a la mierda eso —murmuro—. Ella no puede hacer lo que quiera. Yo voy a jodidamente desgarrar a este imbécil. —No puedes. Créeme. Kevin es una pequeña mierda llorona y absolutamente iría a la policía si le pones una mano encima. Terminarías en la cárcel y entonces ¿quién va a proteger a Taylor? Así que tranquilízate, fortachón, y escucha. —Taylor no me habla —le digo a las chicas, quienes me están mirando como si fuera un idiota—. Lo he intentado. —Entonces inténtalo más duro. —Abigail pone los ojos en blanco, haciendo un espectáculo de suspirar en voz alta—. Duh. —Pon tu esfuerzo en ello —dice otra.

—Mente sobre cuerpo. —Esto viene de otra de las chicas que estaba en la cena esa vez. Olivia o algo así. Sin embargo, tienen razón. Por mucho que me gustaría arrastrar a ese imbécil atado a mi Jeep, ahora sería un terrible momento para ser arrestado. Mientras el video de Taylor esté allí, ella es un objetivo. Quien sabe qué tipo de enfermo pervertido podría tener la idea tonta de meterse con ella. Tengo que estar aquí para cuidarla, incluso si ella no lo sabe. Haría lo que sea para mantenerla a salvo. —Lo intentaré —prometo a las chicas de la hermandad de Taylor. Mi voz suena rasposa, así que me aclaro la garganta—. Iré a su casa ahora. Si la historia de Abigail acerca de por qué Taylor rompió conmigo es cierta, tengo que recuperarla. Hasta este punto, nunca había querido presionar mucho a Taylor. Sí, probablemente exploté su teléfono demasiado la noche que terminó conmigo, pero no me pasé afuera de su casa con un altavoz portable ni esperé sosteniendo un cartel a que saliera de sus clases. No quería ser dominante y terminar alejándola más. Pero ahora me doy cuenta de que yo me estaba escondiendo también. Las cosas que ella había dicho esa noche realmente habían dolido. Agitó todas mis inseguridades, y he estado cuidando mi orgullo desde entonces. No la perseguí ni le rogué que me tomara de vuelta porque no pensé que tuviera alguna razón para hacerlo. Porque no era digno de ella. Más que eso, creo que tenía miedo de un rechazo final que no tendría un retorno. Si evitaba el tema, podía seguir creyendo que había una oportunidad, en un futuro distante, de que regresáramos el uno al otro. Si no miraba en la caja, el gato estaba tanto vivo como muerto. Esto lo cambia todo.

Taylor

S

iento que he subido tres kilos esta semana y no creo que me importe. Después de la primera ducha que tomo en dos días, me meto en una camisa campesina y jeans. Mi mamá llamó ayer para invitarme a otra cena familiar con Chad y Brenna Jensen, así que no tengo más opción que hacer un esfuerzo. Eso significa peinar mi cabello. Ugh. En esta ocasión están tomando la opción segura de ir a un restaurante italiano para eliminar el riesgo de otra catástrofe culinaria. Intenté inventar una excusa para no ir, pero mi mamá no lo aceptó. Y, por supuesto, tuve que esquivar el tema de Conor cuando ella me dijo que lo invitara. Le dije que estaba ocupado, y, además, sea lo que sea que pudiera decir el entrenador, él probablemente apreciaría que uno de sus jugadores no asistiera a todas sus citas. Ella lo creyó, aunque de manera escéptica. Mamá puede leerme como un libro… estoy segura que ella supone que la relación se acabó, pero no presiona por detalles. Por mucho que tema esta noche, supongo que ofrece una distracción de lo obvio, un corte comercial a mi fiesta de autocompasión. Acababa de atar mi cabello en una cola de caballo cuando tocan la puerta. Reviso la hora en mi teléfono. Llegaron temprano. Lo que sea. No tenía ganas de maquillarme de todas formas. —Denme un momento y buso mis zapatos —digo mientras abro la puerta. No es mi mamá. Tampoco es Brenna. Es Conor fuera de mi puerta. —Hola —dice. Me quedo sin palabras momentáneamente. Es como si mi corazón hubiera olvidado su rostro. Su aura. Su magnetismo y espíritu. Había olvidado la electricidad en el aire cuando estamos en el mismo espacio, mi cuerpo todavía es esclavo de sus instintos básicos. —No puedes estar aquí —suelto. —¿Vas a algún lado? —Me examina.

—Tengo planes. —Tan mal como quiero tirar mis brazos alrededor de su cuello, me obligo a contenerme, muerde la lengua y aguantar el momento—. No puedes estar aquí, Conor. Los nervios ya están apretando mi pecho, las mariposas volando en mi estómago. La urgencia de tirarle la puerta en la cara levanta su cabeza, mientas la pena y la vergüenza se unen a la maraña de emociones que estoy sintiendo. Soy una guerra dentro de una guerra, con las probabilidades en mi contra y estoy perdiendo. —Tenemos que hablar. —Conor abarca toda la puerta, todo hombros y pecho ancho. La tensión sale de él como un ritmo palpable. —Ahora no es buen momento. —Intento cerrar la puerta en su cara. En lugar de aceptarlo, él hace su camino hacia adentro como si yo no estuviera aquí. —Sí, lo siento —dice él, moviéndose—. Esto no puede esperar. —¿Cuál demonios es tu problema? —Voy a la sala detrás de él. Su tono es plano, infeliz. —Lo sé todo, T. Abigail vino a mi casa y lo explicó todo. El video, por qué rompiste conmigo. Lo sé. La sorpresa me recorre. ¿Habla en serio? Y yo pensando que Abigail y yo teníamos un acuerdo. Tendremos que trabajar en nuestra comunicación. —Bueno, lamento que ella te involucrara —murmuro—. Pero en realidad no es de tu incumbencia, así que… —Yo no lo lamento —interrumpe—. Ni un poco. ¿Qué te hizo pensar que no estaría contigo a través de esto? ¿Qué no estaría aquí para protegerte? Ignoro el golpe atravesado mi corazón, ignoro la súplica en sus ojos. —No quiero hablar de eso. —Vamos, Taylor, soy yo. Arrastraste mis más profundos y oscuros secretos fuera de mí, porque casi nos cuestan esto —dice, señalando entre nosotros—. Puedes hablar conmigo. Nada cambiará lo que siento por ti. —Su profunda voz tiembla ligeramente—. Déjame ayudar. —No tengo tiempo para esto. —O la capacidad emocional. Estoy exhausta, agotada. No queda lucha en mí, lo único que quiero es cerrar los ojos y alejar todo—. Mi mamá está en camino con Chad y Brenna para ir a cenar. —Entonces cancela eso. Vamos a la estación de policía. Prometo que estaré a tu lado.

—No lo entiendes, Conor, no puedo. Tan humillante como fue para ti hablar con tu mamá y Max sobre Kai esto es cien veces peor. —Pero no hiciste nada malo —replica—. No fuiste quien metió la pata. —Pero es humillante —respondo. Por Dios, me estoy volviendo jodidamente loca tener que explicar a todos. ¿No lo entienden? ¿No lo ven? —Voy allí, hago el reporte… y luego otra docena de personas ve el video —digo desesperada, empezando a pasearme de un lado a otro por el lugar—. Abren el caso, voy a la corte… esa es una docena, y dos docenas. Cada movimiento que haga invita a más personas a verme de esa manera. —¿Y qué? —espeta—. Debes estar cansada de mí diciéndote que eres caliente como el infierno, Taylor. Algunos pobres idiotas tienen algunos segundos de dicha viéndote hacer nada más que besar a una chica. —¿Y no te importa que un montón de extraños me vean casi desnuda? —Joder, sí me importa —gruñe—. Y si quieres que golpee a cada imbécil que te mire raro hasta sacarle la mierda en cincuenta kilómetros a la redonda, lo haré. Pero no hay nada en esto que te deba avergonzar, no hiciste nada malo. Tú eres la víctima, cuando Abigail vino a decirme a mí y a los chicos, todos estaban listos para saltar en tu honor. Nadie estaba haciendo bromas o agarrando su teléfono. Solo estábamos preocupados por ti. Eres todo lo que me importa, Taylor. Mi corazón se está rompiendo. No por mí, sino por todo lo que casi fuimos. Lo bueno que hubiese sido si Jules no hubiera lanzado una granada en medio de nuestra relación. —No sabes cómo se siente —murmuro—. No puedo simplemente superarlo. —Nadie te está pidiendo que lo hagas. Solo que te defiendas. —Y tal vez por mí, eso significa esperar a que esto pase para intentar engañarme en hacerme olvidarlo. No sabes lo que se siente que todos te hayan visto desnudo. —Tienes razón. —Se queda en silencio por un momento—. Tal vez debería. Parpadeo y de repente Conor se está quitando la camisa. —¿Qué crees que estás haciendo? —Empatizar. —Se quita sus zapatos.

—Detente —ordeno. —No. —Le siguen sus medias. Luego se baja los pantalones en medio de mi sala y se quita los bóxers. —Conor, ponte tus jodidos pantalones. —Y mis ojos no pueden apartarse de su polla. Está justo… ahí. Sin otra palabra, él sale por la puerta. —Regresa aquí, lunático. Cuando escucho sus pasos por las escaleras, agarro su ropa descartada y lo sigo. Pero el idiota es rápido. No lo alcanzo hasta que ha cruzado el parqueadero y está en los arbustos junto a la carretera. —Saquen sus teléfonos, gente —grita Conor al aire, sus brazos musculosos se abren—. Esto no se ve todos los días. —Estás malditamente loco. —Lo veo girarse, hermoso y ridículo. Tiene un cuerpo que solo ves en fantasías, pero no se supone que esto suceda en tu césped delantero—. Dios mío, Conor, detente. Alguien va a llamar a la policía. —Alegaré locura temporal por un corazón roto —dice. Por fortuna, esta es una calle infestada de universitarios. Durante al menos cinco cuadras en cualquier dirección al campus. Nadie del pueblo se atreve a arrendar. Las familias escaparon hace mucho de las fiestas a mitad de semana y los borrachos desmayados en arbustos, así que eso significa que no hay niños traumatizados. Puertas comienzan a abrirse arriba y abajo por la calle. Persianas son levantadas. Él tiene una audiencia ahora. Gritos y silbidos llegan a nosotros, una explosión de comentarios cachondos. —Dejen de alentarlo —grito a los espectadores. Regreso mi atención a Conor y su increíble pene oscilante y gimo de frustración—. ¡Puedes detenerte, por favor¡ —Nunca. Me he vuelto completamente loco por ti, Taylor Antonia Marsh. —Ese ni siquiera es mi segundo nombre. —Es un segundo nombre y no me importa, si esto es lo que debo hacer para llevarme tu vergüenza, lo haré. Haré lo que sea. —Necesitas ser hospitalizado —declaro, asfixiando la risa que intenta salir de mí. Este hombre es… ridículo. Nunca he conocido a alguien como Conor Edwards, este hombre sexy y loco que se está mostrando a todo el

vecindario solo para demostrar un punto y hacerme sentir que no estoy sola. —¡Edwards! —grita alguien. Un auto se detiene y de la ventanilla del conductor asoma la cabeza Chad Jensen. —¿Qué demonios haces corriendo sin pantalones? Guarda tu maldita polla. Conor mira hacia el vehículo, completamente inafectado. —Hola, entrenador —dice arrastrando las palabras—. ¿Qué hay de nuevo? —Cuando se da cuenta que mi mamá está en el asiento del pasajero, ofrece una pequeña sonrisa—. Doctora mamá, gusto en verla de nuevo. Increíble. Le lanzo su ropa a Conor. Mientras cubre su paquete, miro a mi mamá y veo que le están temblando los labios para no reírse y sus ojos están llorosos. Brenna por otro lado, está histérica en el asiento trasero, su risa hace eco en los edificios. —¿Ya terminaste? —le pregunto al enorme idiota con un corazón de oro. —Solo si estás lista para ir a la policía. —¿La policía? —Mi mamá se asoma por la ventana, visiblemente alarmada—. ¿Qué sucede? Le lanzo a Conor una mirada. Podría mentir. Podría inventar una inocua historia que mi mamá no se creería pero que aceptaría porque es una clara indicación de que no quiero discutirlo. Podría decir que Conor estaba alejando a un acosador que estaba merodeando por el lugar. Peleando polla con polla, o lo que sea. Mamá entiende sobre limites; ella confía en mi juicio y no me presiona a tomar decisiones incómodas. Y tal vez por eso no lo hago, nunca lo he hecho. Nunca nadie me ha alentado a tomar decisiones difíciles, y yo nunca me he presionado para hacerlo. Toda mi vida solo me he recluido en mí misma, construyendo un abismo sin fin para alejarme de las cosas que podrían lastimarme. Cualquier cosa que pudiera rechazarme. Creé mi propio espacio seguro y evité traer atención hacia mí. Nadie puede señalarme si no pueden verme. No hay nada de lo que puedan reírse si no estoy ahí. He estado dentro de mi burbuja, a salvo y sola. No, no me gusta mucho que amigos, enemigos y amantes se unan para presionarme. Así no es como opero. Y aun así… es lo que necesito.

Una buena patada en el trasero. No porque ellos tengan o no la razón, sino porque no me estaba haciendo ningún bien. Estaba alimentando mis miedos. Los he estado alimentando y alentando para que tomen más espacio dentro de mí hasta llegar al punto en que ya no soy yo misma y no puedo recordar haber sido algo diferente. Es así es cómo las personas llegan amargadas a la vejez. Cansadas y rencorosas. Cuando dejan que el mundo y los malos en él los despojen de la alegría y los llenen de inseguridades y dudas. Soy muy joven para estar así infeliz, y muy amada para estar tan sola. Me debo a mí misma algo mejor. Mi mirada regresa a Conor, y sus ojos grises me dicen que no va a irse de mi lado, si le permito estar aquí. Luego me giro hacia mi mamá, cuya preocupación es visible y su apoyo es mío para tomarlo. Hay gente que quiere luchar por mí. Yo también debería querer luchar por mí misma. Encuentro la mirada de mi mamá y le doy una sonrisa. —Te cuento en el camino a la estación de policía.

Taylor

E

s tarde cuando Conor y yo volvemos a mi apartamento. Lo dejo en el sofá viendo la televisión mientras me doy un largo baño caliente. Abro mi lista de reproducción de relajación y apago las luces excepto por un par de velas en el mostrador del baño, y por primera vez en una semana, siento que algo de la tensión que tenía sale de mi cuerpo. Fue mortificante explicarle la situación a mi mamá mientras Conor nos llevaba a los tres en su Jeep esta noche. Lamento haber sido la razón por la que canceló la cena con Chad y Brenna, pero cuando traté de disculparme por arruinar sus planes, no lo aceptó. —Mi hija es lo primero —dijo con firmeza, y fue como si todas las veces que me descuidó en el pasado hubieran desaparecido. Hoy yo era su primera prioridad, su única preocupación. Todo había dejado de existir para ella, excepto yo, y por eso estaba agradecida. Después de una cadena de mensajes de texto, Abigail, Sasha, y Rebecca se reunieron con nosotros en la estación de policía. Tuve una buena conversación con Rebecca antes de que tomáramos la decisión de hacer una denuncia. Ambas estábamos indecisas. Ella por lo que sus padres podrían pensar; yo por la exposición adicional. Eventualmente, llegamos a la idea de que podíamos convertir esto en una oportunidad para algo positivo. No pedimos esto, pero en lugar de escondernos, avergonzadas, podríamos recuperar nuestro poder. Así que, con los comienzos de un plan en mente, entramos allí juntas. Más fuertes. Como la madre de Abigail nos explicó por teléfono, Massachusetts no tiene una ley específica de venganza pornográfica. Si Abigail misma, por ejemplo, hubiera subido el video, podría no haber sido un crimen. Sin embargo, Jules y el ex de Abigail, Kevin, pueden ser acusados bajo otras leyes estatales por el acceso no autorizado al teléfono de Abigail, el servidor de nube de Kappa, copiando el video y subiéndolo sin consentimiento. La señora Hobbes cree, y el oficial con el que hablamos estuvo de acuerdo, que hay un caso fuerte. No pregunté qué pasaría con Jules y Kevin, o cuándo. No me importa específicamente, siempre y cuando sean castigados. Mi madre, sin embargo, llamó al decano de los estudiantes de Briar a su casa y programó una reunión con él a primera hora de la mañana. Al final del día, sospecho que Briar comenzará el proceso de expulsión de esos dos.

Mi cerebro sigue girando. Las fichas de dominó en mi mente aún no han caído. Solo el clic, clic, clic de mil consecuencias están chocando rápidamente hacia una eventual conclusión en algún momento distante, en algún lugar futuro. Aunque el pánico ha disminuido. El abrumador cordón de terror alrededor de mi cuello se ha aflojado. En su lugar, estoy rebosante de ideas, llena de adrenalina. Estoy segura de que la estimulación química se desvanecerá pronto y me dormiré dentro de unos días durante una semana. Hasta entonces, punto, punto, punto. Después de salir de la bañera y ponerme mi pijama, me paro en el pasillo por un momento mirando a Conor en el sofá. Tiene los ojos cerrados, la cabeza apoyada en un hombro. Su pecho se eleva y cae en respiraciones profundas y tranquilas. Él es extraordinario. No muchos habrían reaccionado a la situación como él, apreciando la gravedad de la violación a mi privacidad en lugar de tomarse mi humillación a la ligera. Pero ese es Conor. Tiene un instinto hacia la empatía que la mayoría de los chicos no tienen. Prefiere hacer que la gente a su alrededor se sienta bien consigo misma, incluso cuando a él no le proporciona ningún beneficio personal. Más que nada, eso es de lo que me enamoré. Fui tonta al pensar que necesitaba protegerlo. Es la persona más fuerte y resistente que conozco. Estoy tentada de dejarlo dormir un poco más, pero como si percibiera que lo observo, sus ojos se abren y me encuentra en las sombras. —Lo siento —dice con voz ronca—. No quería quedarme dormido. —No, está bien. Ha sido un día muy largo. Se produce un silencio nervioso. Conor se mueve, recogiendo su teléfono y llaves de entre los cojines del sofá. —De todos modos, me iré de tu camino. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien después de todo. —Se levanta para irse, y se acerca al sofá. —No —digo, deteniéndolo—. Quédate. ¿Quieres algo? ¿Tienes hambre? —Agarro su brazo y lo suelto como si me hubiera mordido. No sé cómo estar cerca de él ahora. La facilidad entre nosotros no está aquí ahora mismo. Se siente forzado. Pero también hay un impulso indefinido de estar cerca de él que se hace más fuerte cuanto más tiempo está aquí. —No en realidad —dice.

—Sí, yo tampoco. Mierda. Esto es incómodo. Por lo que puedo decir, todavía estamos separados. A pesar de todo lo que hemos pasado el uno con el otro en las últimas semanas, no sé cómo abordar el tema. Quiero decir, salí de la casa Kappa y atravesé su pecho con un cuchillo. Volvió para ayudarme en un momento de necesidad, pero eso no significa que todo esté perdonado. —¿Podemos, um, ver una película? —sugiero. Pasos de bebé. Conor asiente. Luego una sonrisa casi imperceptible baila en sus labios. —¿Me estás invitando a Netflix y a relajarme? —Maldición, eres fácil. Digo, cielos, Conor, ten un poco de respeto por ti mismo. Nunca encontrarás una buena mujer si siempre estás dando la leche gratis. Suspira dramáticamente. —Mi mamá sigue diciendo lo mismo, pero nunca aprendo. Nos reímos, todavía de pie, estúpidos y nerviosos en medio de mi apartamento. Entonces su expresión se vuelve más seria. —Deberíamos hablar —dice. —Sí. Me lleva al sofá para sentarnos. Se ubica frente a mí, pero está mirando sus manos en su regazo, lucha por encontrar un lugar para empezar. —No sé dónde tienes la cabeza o cuáles son tus expectativas. Yo no tengo ninguna, quiero que lo sepas. Estás pasando por algo, lo entiendo, y quiero estar aquí para ti, pero solo tanto como tú quieras. —Se encoge de hombros de forma incómoda—. Lo que sea que parezca. Abro la boca para interrumpir, pero levanta una mano para decir que aún no ha terminado. Después de una respiración profunda, continúa. —Anoche me besé con otra chica en una fiesta. Cierro brevemente los ojos. —Está bien. Su garganta se mueve al tragar. —Me emborraché y sucedió. Me llevó a un dormitorio para hacer más, pero no pude seguir con ello, ni física ni emocionalmente.

Honestamente, era más bien un impedimento físico. Podría haberlo hecho si el equipo funcionara. Asiento lentamente. —No estaba pensando con claridad. Luego, después, me sentí mal por ello. No era como si me propusiera buscar una venganza o superarte con otra persona. Estaba herido, confundido, enojado, así que todo lo que quería hacer era beber mis sentimientos. La mierda se salió de control. —Habíamos terminado —digo sinceramente—. No tienes que explicarlo. —Sí. Quiero hacerlo. Porque no quiero más secretos. No de mi parte, de todas formas. No quiero que nunca tengas una razón para dudar o desconfiar de mí. —Confío en ti. Levanta la mirada, y en sus fríos ojos grises veo las heridas que he infligido. La inseguridad que he levantado. Hace un mes habría dicho que el maldito Conor Edwards era impermeable a todos y a todo. Completamente inmune a la angustia. Me equivoqué. —Entonces, ¿por qué? —pregunta bruscamente—. ¿Por qué terminar pareció ser la única solución? —Porque es lo que siempre he hecho. Me escondo. —La vergüenza se arremolina en mi garganta—. Esconderse se sentía como la opción más segura, el camino de la menor vergüenza. Solo cortar lazos y escapar y todo estará bien. —Ojalá hubieras confiado en que estaría ahí para ti. Mis ojos se abren de par en par. —Dios, no, no lo entiendes, no tenía ninguna duda de que estarías allí. Era lo único en lo que sabía que podía confiar. Pero no quería hacerte pasar por todo eso. Trago con fuerza porque de repente mi garganta se siente muy apretada y seca. —Necesito que sepas algo. —Comienzo. Trago de nuevo—. No quise decir ninguna de esas cosas horribles que te dije. Solo las dije porque necesitaba que aceptaras la ruptura. Fui mala e hiriente y siento mucho no haber tenido el valor de decirte la verdad. —Las lágrimas pican mis ojos—. Tenía miedo de lo que pensaras de mí, de que te avergonzaras de mí. Fue lo suficientemente humillante como para lidiar con todo esto yo

sola. No quería que también fuera tu problema. No quería que me vieras de forma diferente. —Solo te veo a ti. —Me toma la mano, frotando su pulgar sobre la parte interior de mi muñeca—. Tal como eres. No te imagino como un ideal imposible. Para mí eres... real. —Sus labios se estrujan en una media sonrisa—. Testaruda, obstinada, terca, divertida, inteligente, amable, demasiado dura contigo misma, sarcástica, harta de todo, pero de alguna manera optimista. Me enamoré de ti por ti, T. Nada de lo que pudieras decir o hacer me avergonzaría. Nunca. —Considerando cómo nos conocimos, ¿verdad? —digo, sonriendo. —Sabía que estabas nerviosa. Asustada hasta la mierda. —Su pulgar continúa sus suaves caricias sobre mi piel, arrullándome a una calma que no he sentido en días—. Aun así, fuiste valiente y tan refrescantemente honesta. Tuve pensamientos sucios sobre ti enseguida, pero lo que más me gustó de ti esa primera noche fue que no tenías ninguna pretensión. —Sí, fue más o menos tu cabello lo que lo hizo para mí —digo solemnemente—. Oh, y los abdominales. Los abdominales también están bien. Conor se ríe, sacudiendo la cabeza. —Eres una mocosa. —Pero en serio lo siento. Por todo. Entré en pánico y tomé una decisión precipitada. Parecía la única cosa que podía hacer en el momento. —Luego hablo con un tono firme—. Necesito que sepas que estoy a bordo con cualquier carrera que elijas. Tienes perspectivas, y lo que decidas siempre será lo suficientemente bueno para mí. Esa mierda que te dije cuando terminamos era solo eso… mierda. No quise decir ni una sola palabra de eso. Entrelaza sus dedos con los míos, apretando. —Lo entiendo. Ambos cometimos errores. —Gracias por estar a mi lado, aunque te estaba alejando. Por no darme la espalda. —Nunca. Inclinándome, le doy un beso en los labios. Vacila, solo por un instante. Entonces, como si de repente se convenciera de que realmente está sucediendo, sus manos van a mis costillas y tiran de mi cuerpo contra el suyo. Su beso es suave pero codicioso. Dulce hambre y suave necesidad.

—Todavía te amo —susurra contra mi boca. —Todavía te amo —susurro. Me pongo de rodillas, y monto a horcajadas su regazo para que se recueste en el reposabrazos. Mis dedos se enredan en los largos y sedosos mechones de cabello en la base de su cuello. —¿Es demasiado tarde para alegar locura temporal? —pregunto. —Pensé que íbamos a fingir que toda la ruptura era un vívido sueño febril. —Los pulgares de Conor arrastran lentos y agonizantes caricias bajo mis pechos. —Podría estar de acuerdo con eso. Beso a lo largo de su mandíbula, su cuello. En respuesta, sus dedos se entierran en mi piel. Está duro entre mis piernas, sus caderas se levantan para encontrarse conmigo. Le saco la camisa por la cabeza y la tiro a un lado. Luego, con una atención sin prisa, exploro su pecho desnudo con mi boca. Beso sus gloriosos abdominales, le doy un mordisco en la piel justo encima de la cintura de sus jeans hasta que se estremece y sus músculos se contraen. —¿Puedo? —murmuro, tirando de su cinturón. Conor asiente con fuerza, con la mandíbula apretada, como si todo en él para quedarse quieto. Es esa fuerza cinética y tensa de él lo que siempre me ha atraído e intrigado. Un hombre tan a la vez pacífico y dinámico. Libero su erección de sus jeans, acariciando la gruesa longitud mientras sus manos se elevan por encima de su cabeza para agarrar un cojín. Me observa con anticipación, embelesado y ansioso. —Joder, Taylor, eres la cosa más hermosa que he visto nunca. Mi hombre de palabras dulces. Sonriendo, lo tomo en mi boca. Lentamente al principio, luego con más intención. Gimo por su sabor masculino, por el calor de su polla mientras se desliza por mis labios. —Tan hermosa —murmura él, deslizando sus dedos para acariciar mi cabeza, jugar con mi cabello. Lo chupo y lamo y provoco hasta que está jadeando y gimiendo. Podría hacer esto para siempre, pero no pasa mucho tiempo antes de que su mano roce el lado de mi rostro y sus caderas se alejen para señalar que tengo que detenerme a menos que quiera que esto termine rápidamente.

Así que me pongo a horcajadas con él de nuevo, presionándome contra su dura polla, rozando su eje. Conor me agarra el trasero con ambas manos, impulsando mis movimientos. Me saco mi camisa por la cabeza, y su atención se mueve hacia mis pechos. Los toma, los amasa con ambas manos, y sus pulgares juegan con mis pezones. Luego ajusta su posición y se sienta, un brazo envuelto a mi espalda para apoyarnos a ambos. Baja la cabeza y se mete un pezón en la boca, mientras sus dedos provocan el otro. En segundos, mis entrañas se retuercen, mi clítoris palpita, y no puedo soportar más las burlas. —Quiero estar dentro de ti —dice exhalando. —Los condones están en el dormitorio. Sin avisar, nos levanta y me lleva a la cama. Se pone un condón mientras yo me saco los pantalones de mi pijama. Ahora estamos los dos desnudos, respirando fuerte, con las miradas fijas en el otro. Entonces gruñe: —Ven aquí. —Sonrío y me subo encima de él. Me inclino y presiono mis labios contra los suyos, y justo cuando los separa para dejar que mi lengua se deslice en su boca, me bajo deliberadamente sobre su polla. Ambos gemimos, deleitándonos con la sensación. Me llena completamente, su cuerpo satisface todas mis necesidades. No me apresura. Sus manos descansan sueltas en mis caderas, me deja marcar el ritmo. Encontrar mi propio ritmo perfecto donde cada movimiento envía placer a través de mis terminaciones nerviosas. Pronto acelero mis movimientos, montándolo con mayor insistencia. Conor se muerde el labio, pero no puede detener los bajos y silenciosos gemidos que se acumulan en su pecho. Y cuando no puede controlar su cuerpo, me agarra de las tetas con ambas manos y se entierra en mí. Más fuerte, más rápido. Los dos corremos hacia una magnífica liberación. Él conoce mi cuerpo, a veces incluso mejor que yo. Sintiendo mi necesidad, presiona su pulgar contra mi clítoris y comienza a frotar. Suave al principio, luego aplica más presión mientras me balanceo hacia adelante y hacia atrás sobre su polla, encontrando ese ángulo perfecto donde está en lo profundo de mí y golpeando el punto más dulce. —Oh, jodidas tortugas de mierda, me voy a correr —digo ahogadamente, y su risa responde calentando el aire a nuestro alrededor.

Estoy demasiado ida con el orgasmo como para reírme también. Mis músculos se aprietan en una cascada de pura felicidad, y me derrumbo encima de él mientras mi cuerpo tiembla salvajemente. Él persigue su propio orgasmo, bombeando dentro de mí hasta que encuentra su propia liberación un momento después, gimiendo mi nombre. Después, estamos calientes y sudorosos y aferrados el uno al otro. —Te extrañé —dice, sin aliento. —Nos extrañé. —Dejemos de terminar, ¿trato hecho? No estoy segura de cómo tuve la suerte de conocer a Conor Edwards. Como si todas las veces que el mundo se cagó en mis zapatos estaban llevándome a este gran regalo de lo siento. A veces tomamos todas las decisiones equivocadas, terminamos en todos los lugares equivocados, y aun así encontramos exactamente el lugar donde se supone que debemos estar. Conor es mi accidente feliz. Mi lugar equivocado, mi momento equivocado, el chico exacto. Me enseñó a amarme en contra de mis mejores esfuerzos, me mostró una imagen de mí que nunca creí que estuviera allí. Fuerte. Hermosa. Confiada. Y nunca más daré eso por sentado. Levantándome sobre mi codo, miro sus saciados y pesados ojos y sonrío. —Trato hecho.

Conor Bueno, requirió de algunos moretones y mucha paciencia, pero finalmente logré que Taylor se pusiera de pie en una tabla de surf. Desde más allá de las olas, me siento a horcajadas en mi tabla y observo mientras ella monta el final de una ola en la espuma poco profunda. Su postura sigue siendo un poco incómoda e incierta, pero creo que se está haciendo una idea de ello. Cuando sale del agua después de su viaje a la orilla, tiene una gran sonrisa brillante en su rostro. Ella me saluda, extasiada, asegurándose de que la vea. Luego salta arriba y abajo un par de veces y forma una señal de victoria con sus brazos. Mierda, es adorable. Tenerla aquí en Huntington Beach las últimas tres semanas ha sido un alivio para los dos. Nada de estrés. Solo dormir, relajarnos en la playa, mostrarle a ellas las vistas. Es el antídoto perfecto para los dolores de cabeza en el campus. Mi mamá y Max la aman. Tanto así que ya están haciendo planes para Acción de Gracias y Navidad. Ella es mi futuro ahora, y yo soy de ella. El entrenador va a patearme el trasero cuando se dé cuenta de que estará atascado conmigo en otra cena familiar con Iris. Esperaba poder mantener la mente de Taylor fuera de cualquier cosa que no fuera la playa o nosotros haciendo cosas desnudos, pero un par de veces ahora la he atrapado en el teléfono o con su portátil abierto, trabajando duro. Aparentemente, cuando ella y Rebecca tomaron la decisión de presentar reportar a la policía, idearon un plan primero. Con la ayuda de Abigail y las Kappa, están solicitando al Consejo Griego en el campus que organice un seminario sobre el consentimiento, la agresión sexual, y el acoso sexual. Están invitando a varios oradores invitados a organizar charlas y quieren promover un mes de divulgación y concienciación antes de la semana de iniciación en el otoño. Nunca había visto a Taylor tan apasionada y comprometida con algo. No iba a mentir, al principio me preocupaba que el proyecto pudiera tener un efecto negativo en su estado de ánimo, trayendo todos esos sentimientos a la superficie de nuevo, pero está haciendo justo lo contrario. Nunca se ha visto más feliz desde que comenzaron a hacer

rodar la pelota con esto. Es como si tener una misión finalmente le está dando un poco de tranquilidad real. —Hola —dice Taylor mientras rema junto a mí, un poco sin aliento, pero sonriendo ampliamente. —Estás mejorando, nena. Eso casi no fue atroz. Riendo, abofetea un puñado de agua hacia mí. —Imbécil. —Mocosa. Ella se da la vuelta, así ambos estamos de frente a la orilla. —Tu teléfono estaba sonando cuando volví a nuestras cosas a tomar algo. La pantalla decía Devin. —Ah, bien. Ese es el tipo de la organización sin fines de lucro de la que te hablé. —¿Sí? Una llamada es una buena señal, ¿verdad? Taylor regresará a Boston en unos días, y yo no regresaré hasta mediados de agosto, así que no nos veremos por un tiempo. Pensé que sería mejor que encontrara algo para mantenerme fuera de problemas durante el mes y medio que estaremos separados. —Creo que sí —digo—. Parece que si fuera un no, simplemente enviarían un correo electrónico o algo así. Después de un poco de investigación, descubrí que había algunas pasantías de verano disponibles con la sucursal local de otro grupo de protección del medio ambiente. Es en su mayoría un tipo de alcance comunitario, puestos de trabajo en los mercados de agricultores y festivales, inscripción de voluntarios. Se centran en limpiar océanos y playas, y educar al público sobre formas sostenibles de disfrutar de la recreación marina. Después de pensar mucho en el último mes, y de tener muchas conversaciones largas con mi novia súper inteligente, he decidido que ahí es donde reside mi pasión. Esta pasantía parecía un paso tan bueno como cualquier otro para averiguar cómo hacer una carrera de ello. Sé que Taylor no dijo en serio las cosas que dijo en el césped de la casa Kappa cuando me dejó, pero no se equivocó. Durante los últimos años, no he tenido una dirección fuera del hockey y solo seguía el camino que Max había trazado para mí. Sé que él solo quería ayudar, pero yo no soy él. No puedo seguir sus pasos.

Necesitaba encontrar mi propio camino, y finalmente siento que tengo un propósito. Como si pudiera ser un hombre del que Taylor estaría orgullosa. —Recibí un correo electrónico de la mamá de Abigail esta mañana —dice, arrastrando sus dedos por el agua mientras nos balanceamos con la marea—. Jules está alegando por cargo menor. Supongo que el fiscal le asustó hasta la mierda con una amenaza por acusaciones de piratería criminal. Pero parece que los padres de Kevin han contratado a un abogado bulldog costoso para pelear el caso. Así que podría terminar yendo a juicio. —¿Crees que estás lista para eso? Ha sido tan valiente durante todo este calvario. Realmente esperaba que pudiera terminar rápidamente para ella, pero no, al parecer ese hijo de puta tiene la intención de hacerla sufrir solo para evitar asumir la responsabilidad. Sigo diciéndome que golpearlo hasta hacerlo papilla no ayudaría al caso de Taylor. Es una lucha. —Tendré que estarlo —dice—. En realidad, cuanto más me presiona, más quiero involucrarme. Como, este tipo va a desear nunca haber jodido conmigo. Una sonrisa tira en mis labios. —Esa es mi chica. Hombre, no podría estar más impresionado con la manera en que ella ha manejado la presión. Taylor es mi maldito héroe. Con cada nuevo desarrollo en el caso, ella está a la altura del desafío, ahora más que nunca está comprometida para desafiar a las personas que querían derribarla. Cada día, me estoy enamorando más de ella. Lo que solo hace que el nudo en mi estómago sea mucho más apretado. —Entonces —digo, haciendo una pausa mientras un oleaje cae debajo de nosotros—. Sabes que Alec, Matt, y Gavin se van a graduar, ¿verdad? Y entonces, ya que va a ser solo nosotros dos, Foster y yo no nos molestamos en renovar el contrato de arrendamiento en la casa. —Sí, todavía tengo un par de semanas antes de tener que decidir si me quedo con el mío o busco otra cosa. —Bueno, yo estuve hablando con Hunter, y parece que él y Demi están pensando en sus planes, también. Brenna y Summer se van a vivir con sus novios, y Mike Hollis está casado ahora, así que... sí... Ella levanta una ceja. Joder, no pensé que esto sería tan difícil. Trago duro.

»Y de todos modos, no recuerdo cómo llegamos al tema, pero alguien mencionó, ya sabes, tal vez los cuatro, podríamos, como, conseguir un lugar. —Un lugar —repite. —Juntos. —Me estás pidiendo que me mude contigo. —Quiero decir, no. Pero sí, más o menos. —Mmm. —Taylor me mira fijamente. Inmóvil. Ni siquiera una sacudida de labios. Es un poco aterrador lo quieta que está—. Pero ¿no será incómodo para ti y Demi? Mis cejas se elevan. —¿Qué? No. Ni siquiera un poco. Quiero decir ella me besó una vez, pero eso fue solo para poner celoso a Hunter. No hay nada allí. —No —corrige Taylor, impávida—. Me refería a la súper obvia tensión sexual entre Hunter y yo. Lo hemos mantenido en silencio todo este tiempo, pero… —Vete a la mierda —digo, riendo y salpicándola—. Eres una imbécil. —Tengo que confesarlo —continúa—. Me pongo mega caliente por tu mejor amigo. Quiero decir, él es el capitán, después de todo. Entrecierro mis ojos. —Le romperé las piernas mientras duerme. —Puedes mirar, si quieres. —Ella me muestra esta sonrisa autoimpresionada, y no puedo evitarlo. Estoy estúpido por esta chica. —Ven aquí. —Acerco su tabla y la beso. Profundamente y con propósito—. Eres un dolor en mi trasero. —Yo también te amo. Si alguien me hubiera pedido que describa mi pareja perfecta, no habría sido capaz de hacerlo. Probablemente habría escupido un montón de clichés que habrían equivalido a cada ligue de una noche que he tenido. Sin embargo, de alguna manera, la vida puso a Taylor justo delante de mí de todos modos. Me ha hecho una mejor persona. Me enseñó a ser fiel a mí mismo. Me ayudó a ver el valor en mí como persona. Diablos, ella volvió a juntar a mi familia. Ella y yo encontramos todas las maneras posibles de intentar sabotear nuestra felicidad, cada vez cayendo de nuevo en viejos hábitos e inseguridades. Pero lo que me da fe en nosotros es que siempre

logramos terminar aquí. Juntos. Supongo que hay esperanza para imbéciles desesperados después de todo. —Entonces es un ¿sí? —le pregunto. Taylor mira por encima de su hombro a la ola entrante. Ella alinea su tabla y se prepara para atraparla. Luego, con una sonrisa traviesa, comienza a remar. —Compite por ello.

¿Te has preguntado qué sucedió realmente la noche en que Dean Di Laurentis y Allie Hayes ligaron por primera vez? Aquí hay un corto fuera de página de The Score. Esto no aparece en ninguno de los libros de la serie Off-Campus. ¡Sigue leyendo para saber más!

E

l tequila no es mi amigo. O tal vez el tequila es mi mejor amigo, porque me hace sentir muy, muy bien. Y muy, muy feliz. Y… bien, me pone muy, muy caliente. Caliente en plan quisiera arrancarme la ropa y saltar al pene más cercano disponible.

Desafortunadamente, el pene disponible más cercano en este momento pertenece a Dean Di Laurentis. Síp, solo somos Dean y yo en la casa esta noche. Dean, el arrogante listillo que piensa que el sexo deportivo debería ser un evento olímpico. Y yo, la vulnerable chica borracha que está de luto por una relación fallida. No es una buena combinación, amigos. —¿Un trago más? —dice el imbécil deportista en cuestión arrastrando las palabras desde el otro lado del sofá. Miro la botella medio vacía que está agitando en el aire. Oh, chico. ¿Ya bebimos la mitad de esta botella? Te juro que solo llevamos pasando el rato como diez minutos, veinte como máximo. Maldición. No puedo creer que dejé que Hannah me convenciera de esconderme en la casa de su novio Garrett durante el fin de semana. No se puede confiar en el compañero de cuarto de Garrett. Lo sabía al venir y, sin embargo, todavía estoy aquí. Emborrachándome con el tipo. Las rupturas realmente te joden la mente. —Paso —respondo, apartando un mechón de cabello de mis ojos. —No eres divertida, Allie-Cat. —Dean inclina la botella y toma un trago profundo sin molestarse con un vaso de chupito. No respondo porque estoy demasiado ocupada viendo cómo trabaja su garganta fuerte mientras traga. Una gota de color ámbar se derrama de la botella y aterriza en su amplio pecho dorado, y ahora mi mirada persigue esa pequeña gota de alcohol mientras se desliza por un pesado pectoral y se detiene justo encima de su paquete de seis. ¿Todos los jugadores de hockey están tan deliciosamente rasgados, o es solo este en particular? —Me estás mirando de nuevo —acusa él con una sonrisa. —Estás imaginando cosas —miento.

—Bueno, sí. Estoy imaginando muchas cosas. Como tú desnuda. Y yo desnudo. Y nosotros desnudos juntos. —Se pasa la lengua por el labio inferior—. No cambia el hecho de que me estás mirando. La gota de tequila todavía brilla en su piel. Mi lengua hormiguea. Quiero lamerla fuera de su piel. ¿Eso sería inapropiado? ¡Um, sí!, grita una voz interna. Frunzo mis labios. ¿Pero lo es? ¿Qué tendría de malo estirarme y lamer esa gotita? Mi sentido común surge instantáneamente con media docena de razones por las que estaría mal. Porque es de mala educación lamer a alguien sin su permiso. Porque ayer rompiste con tu novio. Porque Dean Di Laurentis es un hombrezuelo engreído. Porque no te agrada. Porque no tienes sexo casual. Porque tú… Sí, creo que solo voy a lamerlo. Todos estos porque me están dando dolor de cabeza. Con un asentimiento decisivo, me acerco, saco la lengua y... ¡¿Qué demonios estoy haciendo?! Chillando de consternación, me lanzo hacia mi lado del sofá, pero es demasiado tarde. A juzgar por su sonrisa satisfecha, Dean se dio cuenta de que estoy teniendo pensamientos sucios. —¿Estabas a punto de lamerme? —pregunta cortésmente. Aprieto los dientes. —No. —Totalmente lo estabas. —Sus labios se mueven como locos y su cuerpo musculoso comienza a vibrar como si estuviera luchando por mantener una ola de risa. Luego se recompone y muestra una amplia sonrisa—. ¿Por qué no admites que me deseas? Por lo general, la palabra “no” sale volando libremente de mi boca cada vez que Dean Di Laurentis está coqueteando conmigo. En este momento, está alojada en mi garganta como un chicle. El tequila zumba en mi sangre, enviando ondas pulsantes de calor y anticipación por mis venas.

Bien, tal vez lo desee. Un poco. Pero realmente no es él; estoy buscando un rebote. Después de cuatro años de tener sexo con el mismo chico, mi cuerpo se siente atraído por lo nuevo y lo desconocido. Mi cuerpo es el que quiere saber cómo se sentirían los labios de Dean presionados contra los míos. Y a qué sabría su piel si la recorro con mi boca. Y si el bulto en sus pantalones realmente se sentiría bien dentro de mí o si la reputación de dios del sexo de Dean es pura charla. Estúpido cuerpo. —Te diré una cosa —dice Dean cuando no respondo—. No tienes que decir una palabra. Parpadea una vez si quieres tontear. Dos veces para no. Lo miro boquiabierta mientras estudia mi rostro con atención. —De acuerdo, esos fueron tres parpadeos —reflexiona—. No tenía nada para tres. —No quiero tontear —respondo finalmente con voz ronca. —¿Estás segura de eso? Antes de que pueda reaccionar, él está a mi lado, un brazo esculpido estirado sobre la parte superior del sofá, el otro apoyado en el cojín entre nosotros. —Nena. ¿De verdad quieres seguir luchando contra esto? Su aliento me hace cosquillas en la oreja y me envía un escalofrío por la columna. Está demasiado cerca. Y es demasiado atractivo. ¿Por qué no me quedé en los dormitorios esta noche? ¡No se me permite desear a Dean Di Laurentis! Excepto que lo estoy. Lo estoy deseando mucho. Mis pezones están llenos de deseo. Mi núcleo está tenso y dolorido. Y juro que si me vuelve a respirar, podría tener un orgasmo espontáneo. Pero Dean hace algo peor que respirar. Se desnuda. Sí, el hombre exasperante, molesto y sexy como la mierda se quita los pantalones de chándal grises y los patea hacia un lado, dejándolo desnudo en el sofá. Desnudo. Con su polla justo ahí. —¡Oh Dios mío! ¡Vuelve a ponerte los pantalones! —¿Por qué? —Se encoge de hombros—. Los pantalones están sobrevalorados. Además, necesito quitármelos para poder hacer esto...

Él envuelve un fuerte puño alrededor de su impresionante erección, y me ahogo con mi lengua. No puedo creer que se esté tocando frente a mí. Manteniendo mi mirada pegada a mi regazo, murmuro: —¿No te masturbaste una vez esta noche? —Sí. ¿Y? —Él se ríe—. Tengo veintidós años, Allie-Cat. Y juego al hockey. ¿De verdad estás cuestionando mi resistencia? —No estoy cuestionando nada —balbuceo—. Solo estoy tratando de averiguar por qué eres tan perro cachondo todo el tiempo. —¡Me estoy relajando con una chica que fantasea con lamerme! ¿Cómo no puedo ponerme cachondo? Buen punto. Pero... ¡este es Dean! No puedo estar con un Dean desnudo. —Vamos, nena, ¿en serio vas a rechazar esto? Cometo el error de mirarlo. Ahora se está acariciando abiertamente. Debería estar asqueada. O reírme de él por ser tan escandalosamente audaz. En lugar de eso, me fascina la forma en que mueve lentamente ese puño hacia arriba y hacia abajo por su eje. La cabeza de su polla se asoma con cada movimiento ascendente y mis labios comienzan a hormiguear de nuevo. —Allie... —Dean. —Trago por mi garganta seca—. No podemos ligar. Es una idea terrible. —Probablemente. —Asiente—. Quiero decir, la paliza que recibiré de Garrett no va a ser divertida, te concedo eso. Pero... —Inclina su cabeza rubia hacia un lado, sus ojos verdes danzan con picardía—. No lo diré si tú no lo haces. Eso llama mi atención. ¿Tontear con Dean y mantener el ligue en secreto? Esa no es la peor idea... ¿verdad? Podría sacarme mis dulces de tequila de encima, sin que Hannah me diera un sermón después sobre cómo soy el idiota más grande del planeta por ceder a la potente masculinidad de Dean. Nadie nunca tendría que saberlo... Mi mirada vuelve a bajar a su entrepierna. Su polla es... atractiva. Mi boca ya no está seca, sino que se hace agua. Así de mucho quiero probarla.

—Hazlo —persuade él con una voz mezclada con puro sexo—. Sé que quieres poner tu boca sobre mí. Tiene razón. Lo hago. Dios me ayude, pero lo hago. El diablo en mi hombro, o tal vez es mi coño dolorido, empuja mi mano en dirección a Dean. No puedo evitarlo. Alejo su mano y me hago cargo de él, envolviendo mis dedos alrededor de su eje. Luego le doy la caricia más lenta y delicada. Él gime. —Provocadora. No estoy tratando de provocarlo. Estoy tratando de convencerme de no hacer esto, maldita sea. Pero mi testarudo cerebro se niega a entrar en razón. El único pensamiento consciente en mi cabeza es fóllalo, fóllalo ahora. Pero no hago eso. En su lugar, lo chupo. —¡Jesús! —gime, sus dedos se enredan en mi cabello—. Oh, mierda, eso se siente bien. Realmente lo hace. Mis labios se estiran a su alrededor, mi lengua se arrastra sobre su dura carne masculina, y es la mejor sensación que he tenido. Estoy tan excitada que ni siquiera es gracioso. —Joder, Allie. ¿Dónde has estado escondiendo esa boca? —Sus palabras empapadas de lujuria calientan el aire, y ahora está empujando más profundo, deslizando su longitud casi hasta la parte posterior de mi garganta. Cuando levanto la cabeza y lo suelto, él gime de decepción, pero sus objeciones mueren cuando prácticamente me arrojo sobre su regazo. Todavía estoy usando mis leggins, pero son delgados como el papel, lo que significa que puedo sentir cada centímetro de su polla desnuda frotándose contra mi núcleo. Seductores ojos verdes me miran, solo por un segundo, antes de que Dean agarre la parte de atrás de mi cabeza y me tire hacia abajo para un beso. Es caliente, codicioso y glorioso, el movimiento de su lengua da vida a todas mis terminaciones nerviosas. Y le devuelvo el beso con un nivel de entusiasmo que me sorprende. No quiero querer esto, pero lo quiero. Lo quiero a él. Encima de mí. Debajo de mí. Dentro de mí. Dean se estremece de risa cuando empiezo a arrancarme la ropa. —Pensé que no me querías —dice burlonamente, claramente disfrutando del striptease maníaco.

Pongo un dedo en el centro de su pecho. —Otro comentario inteligente y me voy. El resopla. —Y una mierda. Creo que es posible que tú quieras esto más que yo. —Luego mira hacia abajo, arrepentido, a la dura polla pulsando entre nosotros—. O tal vez no. Creo que los dos lo queremos por igual, aunque mi propio deseo sigue confundiéndome. No me gustan los encuentros casuales. No me gusta Dean Di Laurentis. No por lo general, de todos modos. Pero en este momento, me gusta tanto este tipo que no puedo pensar con claridad. En el momento en que desabrocho mi sostén, sus manos grandes y callosas están sobre mis pechos. Él ahueca, aprieta y yo jadeo. Luego frota mis pezones con sus pulgares, y esa pequeña fricción se siente tan increíble que veo estrellas. Menos mal que estoy a horcajadas sobre él o de lo contrario me desplomaría de placer. Ha pasado tanto tiempo desde que sentí... lujuria. No sé si cada relación a largo plazo finalmente se convierte en una rutina sexual suave, pero la mía sí lo hizo. No puedo recordar la última vez que mi corazón latía tan rápido y mi cuerpo dolía tanto. —Quizás deberíamos ir arriba —murmuro. Es el único pensamiento racional que mi mente ha sido capaz de formular en toda la noche. —Nah. —Dean se inclina y cierra la boca alrededor de un pezón rígido—. Quedémonos aquí. Me arqueo en su boca caliente y hambrienta. Cada tirón profundo de mi pezón envía un rayo de excitación entre mis piernas, hasta que me aprieto descaradamente contra él. Todavía tengo puesta mis braguitas de bikini. Las quiero fuera, maldita sea, pero los labios y la lengua de Dean distraen demasiado. Y el hecho de que esté sentada en su regazo, topless, mientras él lame y provoca mis pezones, sigue metiéndome en el fondo de mi mente. —Arriba —digo de nuevo. Y una vez más lo contradice. —Aquí —susurra contra mis pechos. Deslizo mis dedos por su cabello corto y tiro de su cabeza hacia arriba. —¿Por qué eres tan alérgico a tu dormitorio? —exijo. Hannah me dijo que Dean rara vez tiene sexo allí, y ahora tengo aún más curiosidad por saber por qué.

—Prefiero tontear aquí. —Es la vaga respuesta. —¿Por qué? —presiono. Instantáneamente me arrepiento de haberlo preguntado, porque los ojos de Dean se vuelven pesados y su voz baja a un tono sexy y fundido. —Porque me gusta la idea de que me atrapen. Mi boca se abre de asombro, pero él no ha terminado. —Y una vez que me atrapen... —La sonrisa que me da es francamente sucia—...me gusta que me miren. Luego me besa de nuevo, y mi entorno se desvanece hasta que todo lo que puedo ver, todo lo que puedo sentir, es él.

Elle Kennedy, autora de libros más vendidos del New York Times, USA Today y Wall Street Journal, creció en los suburbios de Toronto, Ontario, y tiene una licenciatura en inglés de la Universidad de Nueva York. Desde temprana edad, supo que quería ser escritora y comenzó activamente a perseguir ese sueño cuando era adolescente. Le encantan las heroínas fuertes y los héroes alfa sexys, ¡y el calor y el peligro son suficientes para mantener las cosas interesantes!