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lidan como un principio construido. Aquí, teóricamente, los derechos del ciudadano moderno, del trabajador infatigable,

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lidan como un principio construido. Aquí, teóricamente, los derechos del ciudadano moderno, del trabajador infatigable, encuentran el escenario de su felicidad perdurable . Se trata del espacio del horror, de la primacía de lo político abstracto convertido en dominio absoluto. La segunda imagen es la de la Alexanderplatz en 1945, después del bombardeo continuado de la aviación aliada. Lo urbano convertido en ruina, la ciudad desfigurada, el espacio dislocado, el vacío, la imprecisión y la diferencia. A través de la violencia bélica, un espacio urbano se convierte en terrain vague, la contradicción de la guerra hace aflorar a la superficie lo extraño, lo incalificable, lo inhabitable. La tercera imagen , que es la primera en el tiempo pero es la última en esta secuencia deliberadamente establecida de forma anti cronológica, es la del proyecto de Mies van der Rohe para la Alexanderplat z en el concurso de 1928. Ninguna intención de ejemplificar la nueva ciudad. Ninguna hipótesis que signifique la discontinuidad con la ciudad existente. Acción; producción de un acontecimiento en un territorio extraño; casual despliegue de una propuesta particular que se superpone a lo ya existente; repetido vacío sobre el vacío de la ciudad; silencioso paisaje artificial tocando el tiempo histórico de la ciudad pero sin cancelarlo y sin imitarlo. Flujo, fuerza, incorporación, independencia de las formas, expres ión de las líneas que las atraviesan. Más allá del arte que desvela nuevas libertades. Del nomadismo al erotismo.

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En tos años inaugurales del siglo xx1 el término 'paisaje', aparentemente anticuado, se ha vuelto a poner curiosamente de moda. La reaparición del paisaje en la inventiva cultural más amplia se debe en parte al notable aumento de la preocupación por el medio ambiente y de una conciencia ecológica global, al crecimiento del turismo y a la subsiguiente necesidad de las regiones de preservar un sentido de identidad propia, y al impacto del crecimiento urbano masivo sobre las zonas rurales . Sin embargo, el paisaje también ofrece una serie de connotaciones imaginativas y metafóricas, especialmente para muchos arquitectos y urbanistas contemporáneos. Sin duda, las escuelas de arquitectura han adoptado el paisajismo en los últimos años, aun cuando hasta hace poco los arquitectos no eran capaces de (o no querían) dibujar ni siquiera un árbol, y mucho menos manifestar interés por el terreno y el paisaje. No obstante, no se trata de un mero interés por la vegetación, los movimientos del terreno y la planificación del terreno, tal como vemos que se propugna actualmente en diversas escuelas de diseño y de urbanismo, sino también de una profunda inquietud por el alcance conceptual del paisaje, por su capacidad para teorizar sobre emplazamientos, territorios, ecosistemas, redes e infraestructuras, así como para organizar grandes zonas urbanas. En concreto, los temas de organización, interacción dinámica, ecología y técnica apuntan a un urbanismo emergente más flexible, más acorde con la complejidad real de las ciudades y que ofrece una alternativa a los rígidos mecanismos de la planificación centralista. Las escuelas más destacadas de arquitectura del paisaje han entendido tradicionalmente el ámbito del paisaje como un modelo para el

1

Véase: Steichen, Edward, The family of man (catálogo de la exposición homónima), Museum of Modern Art/Maco Magazine, Nueva York, 1955.

2 Véase:

Frank, Robert, The Americans, Groove Press, Nueva York, 1959 (versión castellana: Los americanas, La Fábrica, Madrid, 2008).

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Corner, James, "Terra fluxus", en Waldheim, Charles (ed.), The landscape urbanism reader, Princeton Architectural Press, Nueva York, 2006, págs. 21-32. Traducción de María Jesús Rivas.

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urbanismo, adoptando técnicas organizativas a gran escala junto a las de proyecto, expresión cultural y formación ecológica. Recientemente unos pocos arquitectos del paisaje se han despojado de las fronteras' definidas por la profesión para ampliar sus técnicas a complejos ámbitos urbanísticos, programáticos e infraestructurales. Esto hace suponer que algunos elementos dentro de cada profesión enfocada al diseño - arquitectura, arquitectura del paisaje, urbanismo y planificación- se van acercando hacia una forma conjunta de trabajar en la que el término 'paisaje' t iene una significación fundamental, como queda expresado en la formu lación landscape urbanism. ¿Cuál es la naturaleza exacta de esta práctica híbrida y cómo se modifican mutuamente los términos paisaje y urbanismo? Esta nueva connivencia entre disciplinas ya fue anticipada en el simposio y la exposición de 1997 t itulada Landscape urbanism, originalmente concebida y organizada por Charles Waldheim, y ha sido form ulada posteriormente en diversas publicaciones.1 Se trata de una propuesta de refundición y unión de disciplinas, si bien se trata de una unidad que contiene (o mantiene) diferencias; diferencias en términos del contenido ideológico, programático y cultural de cada una de estas polé micas y densas palabras: 'paisaje' y 'urbanismo'. Evidentemente, gran parte del propósito intelectual de esta especie de manifiesto es la total disolución de ambos términos en una única palabra, un único fenómeno y una única práctica, y que, aun así, cada término permanezca diferenciado, sugiriendo su necesaria, quizás inevitable, individualidad. Lo mismo, pero diferente; intercambiables, pero nunca totalmente fundidos, como un nuevo híbrido dependie nte siempre de los dos cromosomas x e y, incapaz de sacudirse de encima las distintas expresiones de sus progenitores. Una síntesis dialéctica de este tipo es significativa, por la discrepancia con los primeros intentos de hablar de entornos urbanos como paisajes, o con los intentos de situar el paisaje en la ciudad. La manera más tradicional de tratar el tema del paisaje y las ciudades se ha visto condicionada a través de la lente decimonónica de la diferencia Y la oposición. Desde esta perspectiva, las ciudades se han visto tomadas por la tecnología de la edificación de gran densidad, las infraestructu-

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ras de transporte y el desarrollo productivo, cuyos efectos indeseables incluyen la congestión, contaminación y distintas formas de tensión social; mientras que el paisaje, en forma de parques, avenidas y calles arboladas, zonas verdes y jardines se considera generalmente como un bálsamo y un alivio frente a los efectos perjudiciales de la urbanización. uno de los ejemplos más canónicos es, por supuesto, el Central Park de Nueva York, de Frederick Law Olmstead, un parque que pretendía aliviar el inclemente tejido urbano de Manhattan, aunq ue el efecto catalizador que ejerció sobre el desarrollo inmob iliario a su al rededor lo vincula más estrechamente con un modelo de urbanismo paisajístico . En este ejemplo, el paisaje gobierna el proceso de formación de la ciudad. Jens Jensen, exi liado danés y arquitecto paisajista en Chicago, articuló este parecer cuando dijo: "El interés prioritario de los futuros urbanistas será construir ciudades orientadas a una vida saludable [...], no para obtener beneficio o especular, y con la ecología como parte importante de su complejidad". 2 "Complejo" resulta un término importante en este caso, y volveré a él; baste decir que para Jensen, como para Olrnsted, e incluso para Le Corbusier en su plan Voisin, este "complejo verde" aparece en forma de parques y amplias zonas verdes, junto con la creencia de que este tipo de entornos aportarán a la ciudad más urbanidad, salud, equilibrio social y desarrollo económico. No obstante, más que por ser espacios estéticos y representat ivos, estos paisajes urbanos t radicionales destacan por su capacidad de actuar como important es corredores y contenedores ecológicos : el sistema hidrológico y de canalización de aguas de tormenta que existe bajo la estructura en forma de collar de los Back Bay Fens de Boston, por ejemplo, o los pasillos verdes que se infiltran en Stuttgart y llevan el aire de la montaña hasta la ciudad, refrigerando y limpiando al mismo tiempo. Con toda seguridad, este tipo de paisajes infraestructurales seguirán siendo importantes para la salud y el bienestar general de las Poblaciones urbanas. Estos precedentes incorporan también alguno de los potenciales más importantes del urbanismo paisajístico: la capacidad de cambiar escalas, de situar tejidos urbanos en sus contextos regionales y bióticos y de diseñar relaciones entre los procesos medioambientales dinámicos y la forma urbana.

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Buscar estos precedentes para intentar entender nuestra condición contemporánea encierra un desafío en su invocación de una imagen cultural de "naturaleza", una imagen ligada demasiado firmemente al paisaje. En los ejemplos mencionados anteriormente, la naturaleza está representada principalmente por un escenario bucólico suavemente ondulado, que generalmente se considera virtuoso, benéfico y relajante, un antídoto moral y, al mismo tiempo, práctico contra lascorrosivas cualidades medioambientales y sociales de la ciudad moderna. Este paisaje es el "otro yo" de la ciudad, su complemento esencial proveniente de una naturaleza que se aparta de, y excluye, los edificios, la tecnología y las infraestructuras. Un ejemplo más complejo y contradictorio es el del río Los Ángeles, que discurre desde las montañas de Santa Susana hasta el centro de la ciudad de Los Ángeles. El "río" es en realidad un canal de hormigón construido por el Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos como respuesta a la grave amenaza de inundaciones que plantean los deshielos en primavera, junto con excedentes de agua de escorrentía provenientes de urbanizaciones vecinas . El canal está diseñado para optimizar la eficiencia y la velocidad de descarga del agua. En este caso, sus defensores perciben la "naturaleza" como una fuerza violenta y amenazadora, y con toda la razón. Por otro lado, arquitectos paisajistas, expertos en medioambiente y diversos colectivos quieren convertir el canal en un corredor verde repleto de vegetación de ribera, bosques, cantos de pájaros y pescadores; para ellos, la "naturaleza" se ha visto desfigurada por el afán controlador de los ingenieros. En mi opinión, se trata de una misión con buenas intenciones pero insensata, y pone de manifiesto la persistente oposición en la mente de todo el mundo. Esta polémica se mueve en ambos sentidos. La discusión no se refiere únicamente a la incorporación del paisaje a las ciudades, sino también a la expansión de las ciudades hacia el paisaje circundante, fuente del ideal bucólico que se caracteriza por vastas tierras de labor, laderas boscosas y reservas naturales. En 1955 Víctor Gruen, el urbanista de megacentros comerciales, acuñó el término cityscape (paisaje de ciudad) en contraposición al landscape (paisaje de campo). El cityscape de Gruen hace alusión al entorno construido de edificios, superficies pavi-

mentadas e infraestructuras, que se subdividen a su vez en technoscapes (tecnopaisajes), transportationscapes (paisajes del transporte), suburbscapes (paisajes suburbanos) e incluso subcityscapes (paisajes de suburbios): las franjas y arrabales periféricos que Gruen llama el "azote de la metrópolis". Por otro lado, para Gruen el paisaje también se refiere al "entorno en que predomina la naturaleza", con lo que pretende decir que el paisaje no es el "entorno natural" per se, como sería la jungla inexplorada, sino las zonas donde la ocupación humana ha conformado el terreno y sus procesos naturales de una forma profunda y recíproca. Gruen cita como ejemplos las zonas agrícolas y rurales, invocando una imagen de armonía topográfica y ecológica impregnada de verde vegetació n y cielo azul. Para Gruen, el cityscape y el landscape estuvieron alguna vez claramente diferenciados, pero hoy en día la ciudad ha derribado lo que los separa para absorber y homogeneizar el paisaje a su alrededor en una "operación relámpago tecnológica" y económica (los diversos scapes ahora en conflicto y de ilimitada definición). 3 Esta imagen de una cosa que supera a otra (con valores de competencia vinculados a cada una, como el caso del paisaje que impregna la ciudad, o la ciudad que se expande hacia su Hinterland) recuerda a lapolémi ca que rodeó al proyecto del parque de La Villete en París, cuando muchos arquitectos paisajistas criticaron inicialmente la ausencia de "paisaje" en el diseño del parque, donde sólo aparecían los edificios o fo/lies. Más recientemente, los paisajistas han revisado su parecer, insinuando que, tras una inspección más profunda, el paisaje aún en proceso de crecimiento ha comenzado a imponerse sobre los edificios. Esta opinión resulta muy reveladora, ya que -siguiendo a Jensen, Olmsted, Le Corbusier, Gruen y sus contemporáneos, o por supuesto los diversos grupos que protestan actualmente contra el río Los Ángeles- mantiene como entidades separadas las categorías edificio-ciudad frente a zona verde: de alguna manera las fo/lies de La Villete no se reconocen como parte del paisaje, exactamente igual que no se reconoce como elemento paisajístico el canal fluvial de hormigón , ni siquiera aunque su función Paisajística sea únicamente hidrológica. Por otra parte, sabemos perfectamente que cada una de estas categorías -paisaje y urbanismo- pertenece a una profesión concreta o dis-

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o disciplina institucionalizada. Los arquitectos construyen edificios y, junto a ingenieros y urbanistas, proyectan ciudades; los arquitectos paisajistas construyen paisajes con movimientos de tierra, espacios abiertos y plantaciones de vegetación. En el ánimo de muchos arq uitectos paisajistas está implícita la indignación porque el parque de La Villete no fuera diseñado por uno de ellos, sino por un arquitecto. De modo similar, cuando un arquitecto paisajista gana hoy en día algún concurso que los arquitectos creen que pertenece a su dominio, también se puede escuchar entre esa camarilla algún comentario más bien cínico. De modo que actualmente persiste esta disociación categórica y antagónica entre paisaje y urbanismo, no sólo a causa de una clara diferencia en las dimensiones materiales, técnicas e imaginativas/ moralizadoras, sino también porque existe una clasificación hiperp ro fesionalizada, una estructura que complica aún más las competitivas relaciones de poder. Por ejemplo, según argumentan algunos, los arquitectos y urbanist as tienden a restringir el paisaje, o apropiárselo sólo en la medida en que enmarca y resalta la primacía de la forma urbana. El paisaje se emplea aquí como estética aburguesada o velo naturalizado. Por otra parte, resulta cada vez más frecuente que grandes corporaciones de ingeniería y promotoras construyan el mundo actual con tal rapidez, eficacia y provecho que el resto de disciplinas tradicionales de diseño (y no sólo el paisajismo) están quedando marginadas como prácticas meramente decorativas, literalmente despojadas del derecho a ocuparse de la creación de espacios. A la inversa, por supuesto, muchos arquitectos paisajistas alineados con el ecologismo opinan que las ciudades resultan enormemente negligentes respecto a la naturaleza. Aunque los logros de la recuperac ión y la regulación medioambiental son al mismo tiempo urgentes y admirables, sigue siendo extremadamente complicado excluir de cualquier análisis ecológico el modelo y los procesos urbanos. Por otra parte, las propuestas denominadas "sostenibles", donde el urbanismo depende de ciertos metabolismos biorregionales, aunque adoptan la forma-l ugar de una especie de entorno semirrural, resultan con toda certeza ingenuas y contraproducentes. ¿Creen de verdad los defensores de estas

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propuestas que los sistemas naturales se pueden enfrentar por sí solos al formidable problema que representan los residuos y la contaminación, y con mayor eficacia que las modernas plantas tecnológicas? ¿Y creen realmente que poner en contacto a la gente con esta imagen ficticia denominada "naturaleza" predispondrá a todo el mundo a tener una relación más respetuosa con el planeta y entre todos nosotros (como si trasladar a millones de personas desde las ciudades al campo fuera mejorar la biodiversidad, el agua y la calidad del aire)? A principios del siglo xx sólo dieciséis ciudades en todo el mundo superaban una población de más de un millón de habitantes; a finales del siglo, más de quinientas ciudades superaban esa cifra, alardeando muchas de ellas de tener más de diez millones de habitantes y de estar en continua expansión. El conjunto metropolitano de Los Ángeles tiene una población habitual de aproximadamente trece millones y está previsto que se duplique en los próximos veinticinco años. Dada la complejidad de la rápida urbanización de las ciudades, seguir oponiendo naturaleza y cultura, o paisaje y ciudad -y no sólo como opuestos absolutos, sino en forma de superpuestos complementarios y benéficos- es arriesgarse a un fracaso total del ejercicio de la arquitectura y el urbanismo para realizar cualquier contribución auténtica e importante a las futuras formaciones urbanas. Con este texto podemos empezar a imaginar hasta qué punto el concepto de urbanismo paisajístico sugiere una práctica más prometedora, radical y creativa que la definida por las rígidas categorizaciones disciplinares. Es posible que la propia complejidad del metabolismo que dirige las ciudades contemporáneas demande una refundición de singularidades profesionales e institucionales en un nuevo arte sintético, una práctica espaciomaterial capaz de tender un puente entre escala y ámbito con conocimiento crítico e intensidad imaginativa. Por medio de la aportación de un resumen esquemático de este tipo de práctica, puedo esbozar cuatro temas provisionales: procesos a lo largo del tiempo, organización de superficies, método de trabajo o de funcionamiento y, por último, lo imaginario. El primero de estos temas trata de los procesos en el tiempo. El principio básico es que los procesos urbanísticos -acumulación de capital, desregulación, globaliza-

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ción, protecc ión medioambiental, etc.- son mucho más impo rtante p.ara la configur_ación de las relaciones urbanas que las formas espa~ c1ales del urbanismo en sí mismas. La idea moderna de que las estru _ turas físicas nuevas traen aparejados nuevos modelos de socializaci~n h~ l_le~ado a su fin, fracasando por su imento de contener la diversidad ?1na~1ca de los.procesos urbanos dentro de un marco espacial rígido e inflexible, que ni proporcionaba ni redirigía ninguno de los procesos que lo recorren. El énfasis en el proceso urbanístico no implica la exclu sión de la forma espacia l, sino que pretende más bien elaborar una interpretación dialéctica de cómo se relaciona con los procesos que la integran la expresan y la preservan. ' Todo esto sugiere trasladar la atención de las cualidades objetuales del espacio (ya sea formales o aparentes) hacia los sistemas que condicionan la distribución y la densidad de la forma urbana. Los diagramas 0 mapas de campo que describen el juego de estas fuerzas son instrumentos especialmente útiles para fomentar un entendimiento de los acontecimientos Y procesos urbanos. Por ejemplo, los diagramas de distribución de población del geógrafo Walter Christaller, así como los diagramas de pautas de asentamiento regional del urbanista Ludwig Hilberseimer, presentan flujos y fuerzas relativas a la forma urbana. 4 David Harvey, geógrafo cultural, comparando el determinismo formal de la planificación urbana moderna con el auge más reciente del "n uevo urbanismo" neotradicional, ha dicho que ambos proyectos fracasan por su presunción de que el orden espacial puede controlar la historia y el proceso. Harvey argumenta que "la lucha", tanto para proyectistas como para urbanistas, no radica únicamente en la forma espacial y la apariencia estética, sino también en el impulso de "procesos de producción espaciotemporal socialmente más justos, políticamente progresistas y ecológicamente sensatos", en lugar de la capitulación de dichos procesos "impuesta por una acumulación incontrolada de capital respaldada por los privilegios de clase y las enormes desigualdades del poder políticoeconómico".5 Según Harvey, la cuestión es que la proyección de nuevas posibilidades para futuros urbanismos se deba menos a una interpretación de la forma y más a un entendimiento del proceso; es decir, de cómo funcionan las cosas en el espacio y el tiempo.

Al conceptualizar un urbanismo más orgánico y fluido, la propia ecología se convierte en una lente extremadamente útil a través de la cual analizar y proyectar futuros urbanos alternativos. Las lecciones de ecología han pretendido poner de manifiesto que toda la vida del planeta está profundamente comprometida en relaciones dinámicas; es más, la complejidad de la interacción entre elementos dentro de los sistemas ecológicos es tal que los modelos lineales y mecanicistas han demostrado ser notablemente inadecuados para describirlos. Por el contrario, el estudio de la ecología sugiere que los agentes individuales que actúan en un amplio campo de operación producen efectos incrementales y acumulativos que hacen evolucionar continuamente la configuración de un entorno a lo largo del tiempo. Por tanto, la teoría ecologista pone de relieve las relaciones dinámicas y los organismos del proceso, acabando con una forma espacial concreta como mero estado de la cuestión provisional, en camino de convertirse en otra cosa. En consecuencia, condiciones complejas o aparentemente incoherentes que uno podría malinterpretar inicialmente como aleatorias o caóticas pueden, de hecho, aparecer como entidades altamente estructuradas que integran una serie det erminada de disposiciones geométricas y espaciales. En este sentido, las ciudades e infraestructuras son exactamente como bosques y ríos "ecológicos". Desde la publicación en 1969 de la obra de lan McHarg Proyectar con la naturaleza,ª los arquitectos paisajistas se han ocupado especialmente en desarrollar una serie de técnicas ecológicas para la urbanización y proyecto de emplazamientos. Sin embargo, por una serie de razones, algunas ya reseñadas, la ecología se ha utilizado únicamente en el contexto de algo denominado el "entorno", que generalmente se ha considerado "natural" y que excluye la ciudad. Incluso quienes han incluido la ciudad en la ecuación ecológica lo han hecho sólo desde la perspectiva de los sistemas naturales (hidrología, circulación del aire, conjuntos de vegetación, etc.). Todavía tenemos que entender que el entorno cultural, social, político y económico está integrado en y es simétrico al mundo "natural". La promesa del urbanismo paisajístico es el desarrollo de una ecología espaciotemporal que trata con la totalidad de fuerzas y agentes que actúan en el ámbito urbano y que las considera redes permanentes de interrelaciones.

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En este contexto, viene a la mente un modelo de este tipo de confluencia: el diagrama de circulación rodada de Filadelfia que Louis l. Kahn realizó en 1953. Kahn escribió sobre este proyecto: "Las vías rápidas son como ríos. Estos ríos delimitan la zona a la que dan servicio. Los ríos tienen puertos. Los puertos son las torres municipales de aparcamiento; desde los puertos se ramifica un sistema de canales que da servicio al interior; desde los canales se ramifican unas dársenas sin salida. Las dársenas sirven de vestíbulos de entrada a los edificios." 7 Más tarde, en la propuesta de Kahn para el Market Street East, apareció un completo repertorio de "portalón de entrada", "viaductos" y "embalses" que hallaron una nueva expresión en el ámbito urbano como figuras iconográficas iluminadas por la noche con luces de colores, permitiendo tanto la navegación como la regulación de velocidad. El diagrama de Kahn sugiere la necesidad de técnicas contemporáneas de representación de las características fluidas y sujetas a procesos de la ciudad, donde se podría tener en consideración movilizar y redirigir la cadena completa de agentes, actores y fuerzas que actúan a lo largo y ancho de un territorio determinado. Este trabajo debe contemplar necesariamente la ciudad en su conjunto como un ámbito vivo de procesos e intercambios a lo largo del tiempo, que permite que fuerzas y relaciones nuevas preparen el terreno para distintas actividades y modelos de ocupación. La designación terra firma (firme, sin cambios; fija y permanente) da paso a los procesos cambiantes que recorren a su través el ámbito urbano: terra fluxus. El segundo tema del proyecto de urbanismo paisajístico se ocupa del fenómeno de la superficie horizontal, el plano del suelo, el "campo" de acción. Estas superficies constituyen el campo urbano entendido en una amplia variedad de escalas, desde una acera o una calle a toda la matriz infraestructura! de la superficie urbana. El tema indica el interés actual en la continuidad de la superficie, donde cubiertas y suelos se convierten en la misma cosa; y ciertamente resulta valioso de cara a conciliar diferencias entre paisaje y edificación (a este respecto se podrían recordar las colaboraciones entre Peter Eisenman y Laurie Olin). No obstante, destacaría una segunda interpretación de la superficie: la

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superficie entendida como infraestructura urbana; interpretación que resulta evidente en el concepto de Rem Koolhaas del urbanismo estratégico y enfocado hacia la "irrigación de territorios con potencial".ª A diferencia de la arquitectura, que consume el potencial de un emplazamiento con el fin de proyectar, la infraestructura urbana siembra la semilla de la posibilidad futura, preparando el terreno tanto para la incertidumbre como para la esperanza; esta preparación de la superficie para una futu ra asignación difiere del interés puramente formal en la simple construcción de superficies; se trata de algo mucho más estratégico, que prima los medios sobre los fines y la lógica de funcionamiento sobre el diseño de composición. Por ejemplo, históricamente la cuadrícula ha demostrado ser una operación de campo especialmente eficaz al desplegar sobre una vasta superficie un esquema que permite un desarrollo flexible y variable a lo largo del tiempo, como ocurre en la cuadrícula de propiedades y calles de Manhattan o en la parcelación de tierras en cuadrícula del Medio Oeste estadounidense. En estos ejemplos, la superficie se caracteriza por un funcionamiento formal abstracto que le aporta especificidad y potencial operativo; esta organización proporciona legibilidad y orden a la superficie, al tiempo que permite la autonomía e individualidad de cada parte y deja abierta la posibilidad de permutaciones alternativas posteriores. La cuadrícula organiza la superficie en órdenes e infraestructuras que permiten una amplia variedad de disposiciones, y pone de manifiesto un urbanismo que esquiva la creación formal del objeto en aras del trabajo táctico de la coreografía, una coreografía ·de elementos y materiales, al tiempo que despliega nuevas redes, nuevas conexiones y nuevas oportunidades. Esta forma de entender la superficie subraya las trayectorias de poblaciones, demografías y grupos de interés cambiantes sobre la superficie urbana; los vestigios de gente organizan provisionalmente un terreno de distintas maneras, en diferentes momentos y por diversos acontecimientos programáticos, aunque vinculando temporalmente una variedad de tales sucesos en torno al territorio más grande. Todo ello pretende crear un medio que no sea tanto un objeto "diseñado" como una ecología de diversos sistemas y elementos que pongan en marcha una variada red de interac-

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ciones. En este caso, el urbanismo paisajístico es tanto instigador corno acelerador, actuando en amplias superficies de potencial. El enfoque sencillo y convencional al mismo tiempo, ofrece a los habitantes un~ variedad de configuraciones programáticas como el cambio de estaciones, necesidades y deseos. El empuje de este trabajo no se dirige tanto hacia la resolución formal como hacia los procesos públicos del diseño y la asignación futura. Interesado en una superficie que funcione a largo plazo, éste es un tipo de urbanismo que anticipa el cambio, la flexibilidad de soluciones y la negociación. Todo esto lleva a su vez al tercer tema del urbanismo paisajístico: el método de trabajo o funcionamiento. ¿Cómo se conceptualizan geografías urbanas que funcionan con una gran variedad de escalas e implican a una multitud de actores? Es más, aparte de las cuestiones de representación, ¿cómo se puede realmente actuar o llevar a efecto el trabajo del urbanista dadas las exigencias del desarrollo contemporáneo? No faltan utopías de importancia fundamental, pero muy pocas han pasado por el tablero de dibujo; resulta al mismo tiempo trágico e irónico que como proyectistas estemos todos interesados en última instancia en la densidad de la edificación, pero que muchos de quienes realmente lo ponen en práctica sólo lo hagan a través de las típicas técnicas poco imaginativas y críticas del diseño como profesión de servicio. Por otro lado, parece ser que los visionarios son como siempre provocativos e interesantes, pero sus utopías eluden constantemente el problema de una estrategia operativa. La práctica del urbanismo paisajístico es capaz de ofrecer mucho más en cuestiones de representación. Yo creo que el urbanismo paisajístico sugiere una reconsideración de las técnicas conceptuales tradicionales, operativas y de representación. La posibilidad de hacer enormes cambios de escala tanto en tiempo como en espacio, manejar mapas sinópticos junto con las anotaciones privadas de carácter local, comparar técnicas cinemáticas y coreográficas con la anotación espacial, introducir el espacio algebraico y digital del ordenador y, al mismo tiempo, estar jugando con pintura, arcilla y tinta y atraer promotores inmobiliarios e ingenieros junto con visionarios y poetas altamente especializados de la cultura contemporánea ... todas estas actividades y

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algunas más parecen formar parte de cualquier ejercicio significativo Y real de proyección urbana sintética. Sin embargo, hay una desesperante falta de técnicas para tratar el auténtico alcance de estas cuestiones y sólo este asunto, me parece a mí, merece nuestra máxima atención e investigación. Por supuesto, todo ello nos conduce al cuarto tema del urban ismo paisajístico: lo imaginario. Sen~illamente no ti~ne .ningún s~ntid~ tra~~r cualquiera de los temas anteriores só lo por s1 mismo. La 1mag1nac1on colectiva, informada y estimulada por las experiencias del mundo material debe seguir siendo la primera motivación para cualquier empeño creativo. En muchos sentidos se podrían atribuir los defectos de la urbanización en el siglo xx al absoluto empobrecimiento de la imaginac ión en cuanto a la racionalización optimizada de prácticas de desarrollo Y acumulación de capital. Sin duda, el espacio público de la ciudad debe ser algo más que un mero regalo o compensación para esa actividad genérica denominada "esparcimiento". Los espacios públicos son en primer lugar los recipientes de la memoria y del deseo colectivos, y en segundo lugar represe;itan el espacio en que la imaginación social Y geográfica invita a nuevas relaciones y escenarios de posibilidades. Materialidad, representación e imaginación no son mundos diferenciados; gracias a la práctica de construcción de lugares, el cambio político debe tanto al ámbito simbólico y de representación como a las actividades materiales. Y, por tanto, parece que el urbanismo paisajístico resulta de principio a fin un proyecto imaginativo, un engrosamiento especulativo del mundo de posibilidades. Para concluir volvería a la paradójica diferenciación entre paisaje y urbanismo según la formulación que da lugar a este ensayo. Ninguno de estos términos se funde totalmente con el otro. Creo que esta paradoja no sólo resulta inevitable, sino que es necesario que se mantenga. Independientemente de lo ambiciosas y de largo alcance que puedan ser las prácticas que anteriormente se han explicado, al final siempre seguirán existiendo puertas, ventanas, jardines, corredores, manzanas y cafés con leche. Existe una ineludible familiaridad con lo que caracteriza una experiencia urbana próspera. El defecto del anterior primitivo y las iniciativas a escala regional fue la excesiva simplificación y la reducción

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de la espectacular riqueza de la vida física. Un buen proyectista debe ser capaz de entretejer el diagrama y la estrategia con lo táctil y lo poético. En otras palabras, la unión de paisaje y urbanismo promete nuevos proyectos sistémicos y relacionales en territorios de gran envergadura y alcance, relacionando las partes con el todo; pero, al mismo tiempo, la diferenciación entre paisaje y urbanismo reconoce un grado de materialidad física, de privacidad y diferencia, que siempre está profundamente arraigada en el campo o matriz más amplia. Al movilizar las nuevas ecologías de nuestras regiones metropoli tanas futuras, el urbanista de paisajes de mentalidad crítica no puede permitirse olvidar la naturaleza dialéctica de ser y llegar a ser, de diferencias al mismo tiempo permanentes y transitorias. El juego lleno de lirismo entre el néctar y la sacarina, entre el canto de un pájaro y los Beastie Boys, entre las crecidas de la primavera y el goteo de un grifo, entre montes recubiertos de musgo y superficies de asfalto ardiente, entre espacios acotados y reservas salvajes, y entre todos los acontecimientos y materias que tienen lugar en zonas y momentos muy favorables, es precisamente la fuente siempre diversa de la creatividad y el enriquecimiento humanos. No puedo pensar en una razón de ser mejor que ésta para persistir en el progreso del urbanismo paisajístico.

, Véanse: Christatler, Walter, Central place theory, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, 1966; y Hil berseimer, Ludwig, New regional pattern, P. Theobald, Ch1cago, 1949. s Harvey, David, The condition of post-m~derni.ty, Bl~ckwell, Cambridg~, 1990 (versión castellana: La condición de la posmodern1~ad: 1nvest1goc16n sobre los origenes del cambio cultural, Amorrurtu editores, Buenos Aires, 1998). a M Harg lan Design with noture, American Museum of Natural History, Garden City,

1 95~ (ver~ión ~astellana, Proyectar con lo naturaleza, Editorial Gustavo Gilí, Barcelona,

2000). 1

K hn Louis l., "Toward a plan for midtown Phi ladelphia", en Perspecta, 2, 1953, pág. 10

( ªsió'n castellana: "Un plan para el centro de Fi lade lfia", en Latour, Alessand ra (ed.),

Lvoe:is /. Kohn. Escritos, conferencias y entrevistos, El Croquis Editorial, ~l Escorial, 2003, pág. 34). Los planos y documentos de.proy.ecto se encuentran en la Lou 1s l. Kah n Collection, Architectural Arc hives of the Univers1ty of Pennsylvan1a. s Koolhaas, Rem, "Whatever happened to urbanism ", en Koolhaas , Rem y Mau, Bruce, S, M, L, XL, Monacelli, Nueva York, 1995, pág. 969.

1

Simposio y exposición Londscope urbanism, abril de 1997, Graham Foundation, Chicago. Véanse también, por ejemplo, mis trabajos en: Daskalakis, Georgia; Waldheim, Charles y Young Ja son (eds.), Stolking Detroit, Actar, Barcelona, 2001; Mostafavi, Moshen y Najle, Ciro (eds.), Londscope urbanism: A manual for the mochinic londscope, Architectural Association Publications, Londres, 2003; y Shane, David Grahame, Recombinont urbonism, John Wiley, Londres, 2005. 2

Jensen, Jens, Siftings, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1990. Sobre la obra y la vida de Jensen, véase Grese, Robert E., Jens Jensen: Moker of Natural Porks and gordens, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1992. ' Gruen, Víctor, The heart of our cities: The urbon crisis, diagnosis and cure, Simon and Schuster, Nueva York, 1964; Centers for the urban environment. Survival of the cities, Van Nostrand Reinhold, Nueva York, 1973.

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