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UD 48. FASCISMO Y NEOFASCISMO: CARACTERES CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE DESARROLLAN. INTRODUCCIÓN. 1. FASCISMO: CARACTE

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UD

48.

FASCISMO

Y

NEOFASCISMO:

CARACTERES

CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE DESARROLLAN. INTRODUCCIÓN. 1. FASCISMO: CARACTERES GENERALES. Totalitarismo antiliberal. Concentración del poder en el caudillo (Duce, Führer). Eliminación de toda oposición política. Nacionalismo radical. Racismo. Desigualdad entre los hombres y hombre/mujer. Expansionismo exterior y militarismo. Autarquía económica. Apoyo social en las clases burguesas y pequeño-burguesas. 2. FASCISMO ITALIANO. Los problemas de la posguerra. Aparición del fascismo. Ocupación del poder. La política del gobierno fascista. 3. NAZISMO ALEMÁN. La posguerra. Incidencia de la crisis de 1929. La toma nazi del poder. El partido nazi en el poder. Ideología del partido nazi. 4. OTROS MOVIMIENTOS FASCISTAS DE LOS AÑOS 30. 4.1. ESPAÑA. La CEDA. La Falange. El régimen franquista.

Y

4.2. PORTUGAL. 4.3. FRANCIA. 4.5. GRAN BRETAÑA. 4.5. LOS BALCANES. 4.6. EUROPA DEL ESTE. 5. NEOFASCISMO. EE UU. Latinoamérica. Europa. APÉNDICES: El militarismo japonés. Historiografía sobre el nazismo. INTRODUCCIÓN. En esta Unidad Didáctica (UD) nos centraremos en el fascismo en sus diversas formas: el fascismo italiano, el nazismo alemán, los otros movimientos fascistas de Europa en los años 30 y el neofascismo en la actualidad. Se trata brevemente el fenómeno en EE UU y Latinoamérica. El caso japonés está en un apéndice, porque no puede conceptuarse como un totalitarismo fascista, pese a sus similitudes, sino como un militarismo imperialista de ideología muy particular. Veremos muy sucintamente el caso del fascismo español, que será abordado con más profundidad en otras UD (la II República, la Guerra Civil y el franquismo). Un resumen. La problemática general en Europa en los años 20 y 30 había sido muy distinta a la de EE UU. Vencedores y vencidos se encontraron con múltiples problemas al día siguiente de la firma de la paz. Estaban todos endeudados con EE UU; debían reconstruir las economías arruinadas durante la guerra y transformar las industrias militares en civiles, y debían recuperar los viejos mercados (América, Asia) donde se encontraron con la creciente competencia de EE UU y Japón. Tuvieron problemas sociales porque los primeros años de posguerra fueron años de miseria para obreros y campesinos. La posibilidad de una revolución comunista era mayor y las clases medias temían perder sus negocios y propiedades como había pasado en la URSS.

Para evitar el ascenso de la izquierda, ya en una primera etapa se establecieron gobiernos autoritarios militares en Polonia (el mariscal Pilsudski) o en Hungría. El ejemplo más claro de gobierno autoritario, ya en su vertiente fascista, y modelo para otros países, fue el de Mussolini y su partido en Italia, a partir de 1922. El desarrollo americano, que invirtió mucho capital en los países europeos, acabó, sin embargo arrastrando a Europa y las cosas parecieron normalizarse, excepto en la Italia fascista. Pero la crisis de 1929 alcanzó también a los países europeos, ya que EE UU retiró los capitales invertidos, para solucionar su propia crisis. Quebraron muchos bancos y cerraron innumerables fábricas, aumentó el paro y la miseria, y con ellos el malestar y el desorden social. Fue a partir de entonces cuando se produjo una nueva oleada de gobiernos autoritarios y totalitarios, el más importante de los cuales se estableció en Alemania con la subida al poder del partido nazi de Hitler, en 1933, mientras que imitaciones semifascistas y autoritarias se impusieron en toda la Europa del Este y los Balcanes, excepto en Checoslovaquia. 1. FASCISMO: CARÁCTERES GENERALES. El fascismo no tiene una doctrina única, sino un conglomerado de teorías, más o menos adaptadas a la cultura de cada país y la voluntad de sus jefes respectivos, y que se resumen en un rasgo: la supremacía del poder del jefe sobre el hombre-masa. Pero hay unos rasgos comunes a la mayoría de los regímenes fascistas. Totalitarismo antiliberal. El poder absoluto del individuo supremo es el principal rasgo ideológico del fascismo, al que se subordinan los demás rasgos. Por tanto, se rechaza el sistema liberal democrático, de equilibrio entre poderes y de participación de la colectividad. Sólo debe haber un partido, que gobierne sin necesidad de elecciones, sin participación popular, restringida esta a la aclamación acrítica del líder. Concentración del poder en el caudillo (Duce, Führer). El partido único está formado por los considerados verdaderos patriotas, organizados en una estricta jerarquía bajo el mando incondicional del jefe, que acapara todo el poder (salvo el que delegue) y fija las ideas y los programas de gobierno. A este hombre providencial se le rinde un auténtico culto en vida y se le debe obediencia ciega, porque encarna el gran destino de la nación.

Eliminación de toda oposición política. Se suprimen los otros partidos políticos, quedando prohibida su actuación y propaganda. Los opositores son encarcelados o eliminados físicamente. Nacionalismo radical. Se exalta el mito de la Nación, reunión del Pueblo con unos criterios históricos, étnicos, lingüísticos... En España se usaron también criterios religiosos. En cambio, el fascismo italiano era laico, aunque mantuviese excelentes relaciones con la Iglesia desde 1929, mientras que el nazismo era antirreligioso, porque la religión, tanto la católica como la protestante, con sus estructuras políticas propias, era vista como una competidora ideológica. Esto explica que el partido nazi persiguiera a muchos sacerdotes cristianos, así como que en 1933-1945 apostataran cerca de dos millones de católicos alemanes. Racismo. Se considera que la Nación está compuesta por una raza única, con un predominio sobre las otras razas. En Alemania es el predominio de la raza pura aria, que debe eliminar a las razas inferiores, sobre todo los judíos. Pero este carácter será importante sólo en el nazismo, mientras que será muy débil en el fascismo italiano o español. Desigualdad entre los hombres y hombre/mujer. Hay una desigualdad natural entre los hombres, entre los jefes y los subordinados, así como entre el hombre y la mujer —siempre inferior y confinada en el hogar—. Detrás de esta desigualdad femenina se halla el miedo a que los hombres pierdan el poder doméstico, laboral y económico, y en muchos casos se legitima con la idea de que el hombre en paro encuentre trabajo y de que la mujer cuide a los hijos. Expansionismo exterior y militarismo. Es una variante del imperialismo. Se quiere alcanzar el espacio vital (Lebensraum) para la expansión futura de la nación, lo que necesariamente pasa por la expansión imperialista en Europa y otros continentes. Los alemanes tienden hacia el Este, que debe ser colonizado; los italianos hacia el Mediterráneo y Etiopía; o los españoles hacia Marruecos. Para lograr esta expansión se ensalzan los valores militares: fuerza, valor, agresividad y la superioridad del soldado sobre el civil. Autarquía económica.

Se defiende la total autosuficiencia del país en la producción de la mayoría de los alimentos, materias primas, energía y productos industriales. Debe asegurarse un superávit comercial y de la balanza de pagos, y una moneda fuerte. Rasgos de la política económica son: el proteccionismo aduanero, la intervención estatal, los monopolios estatales y el apoyo a la concentración en carteles industriales y financieros. Apoyo social en las clases burguesas y pequeño-burguesas. El fascismo se apoya socialmente sobre todo en las clases altas y medias: la alta burguesía que teme el ascenso del comunismo y las clases medias que sufren por la crisis económica y la presión de un proletariado que crece demográficamente. 2. FASCISMO ITALIANO. Los problemas de la posguerra. Italia había sido uno de los cuatro grandes vencedores. Sin embargo, al finalizar la guerra, su situación era muy difícil. Las pérdidas humanas y económicas habían sido muy grandes (700.000 muertos, toda la región del Véneto destrozada, enormes deudas contraídas con otros países). Además, en los tratados de París de 1919 no se concedían grandes anexiones territoriales a Italia (apenas el Trentino y Trieste, pero sin Istria y otras zonas en Dalmacia y sin un aumento del imperio colonial), por lo que gran parte de la población sintió que no se había resarcido a Italia de sus pérdidas humanas sino que había salido debilitada como nación pese a su victoria. En este contexto los nacionalistas estaban exaltados, a punto de explotar. La miseria y el paro de la posguerra provocaron una grave crisis en 1919 entre los obreros y campesinos del Norte de Italia (en especial Lombardía y Piamonte) que llegaron a ocupar fábricas y campos, y crearon consejos según el modelo comunista de los soviets. Se temió una revolución comunista que aprovechara la crisis social, que en estos años 1919-1922 los gobiernos liberales no supieron resolver. Los propietarios perdieron su confianza en el sistema liberal, que no garantizaba el orden. Aparición del fascismo. En estas condiciones surgió el fascismo. Mussolini (1883-1945) era un maestro de escuela, antiguo socialista, y director de su diario “Avanti”, que se había separado del partido socialista por el neutralismo de este en la Guerra Mundial. Fundó un nuevo diario, “Il Popolo de Italia” y aglutinó a los socialistas escindidos y a otros grupos caracterizados por el ultranacionalismo, en su mayoría arditi (veteranos de la guerra).

En esta etapa su ideología era aun moderada, pero al final de la guerra, su política se radicalizó y su programa reunió puntos izquierdistas, como el voto para la mujer y la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, con otros conservadores, como la defensa de la propiedad privada, al tiempo que pregonaba la toma del poder por la violencia. Con soldados y oficiales desmovilizados, salidos de los nacionalistas frustrados, pequeño-burgueses arruinados y obreros desempleados, Mussolini reorganizó sus fuerzas en los Fascio di combatimento (de los fasci, los ‘haces’, un símbolo de la justicia romana), también llamados camise nere (camisas negras), grupos paramilitares con los que atacó desde 1921 al movimiento revolucionario-obrero. Obreros, sindicalistas y políticos de izquierda fueron golpeados, amedrentados por la violencia o incluso eliminados físicamente. Ocupación del poder.

Mussolini. Foto oficial como reciente primer ministro. Mussolini se presentó entonces como el defensor del orden, por lo que contó con el apoyo inmediato de las fuerzas conservadoras (terratenientes, capitalistas, burguesía industrial, ejército, Iglesia). Cuando en 1921 consiguió 30 diputados en el Parlamento,

exigió del rey Víctor Manuel III que le nombrara jefe de gobierno. Demostró su fuerza aplastando violentamente, con sus 300.000 camisas negras, una huelga general en 1922 y amenazó con una “Marcha sobre Roma”, que llegó a realizar simbólicamente en octubre del mismo año, ocupando numerosas instituciones, con el apoyo tácito del ejército, la policía y muchos políticos burgueses. El gobierno liberal quiso declarar el estado de excepción, pero el rey se negó a firmar el decreto para evitar una guerra civil y, en cambio, Mussolini fue nombrado (28-X-1922) presidente del Consejo de Ministros por el rey (que pagaría esta debilidad en 1945, al ser sustituido por una República), y gobernó autoritariamente, obteniendo del parlamento plenos poderes en noviembre e inició un proceso lento pero imparable de toma del poder, primero con respeto a las formas constitucionales. Al tiempo que en 1923 lanza una campaña terrorista contra la oposición, aprueba una ley electoral que asegura al partido más votado la mayoría parlamentaria. Se coaliga con la derecha y arrasa en las elecciones de abril de 1924 (65% de los escaños), con una campaña de extrema violencia. Entonces elimina sistemáticamente a los partidos de la oposición, especialmente a los socialistas (cuyo secretario parlamentario, Matteotti, que había denunciado los abusos, fue asesinado) y los comunistas (cuyo líder, Antonio Gramsci, fue encarcelado), que en protesta abandonan el parlamento. Mussolini aprovecha la oportunidad y establece una dictadura (I-1925), disolviendo el parlamento e instaurando el régimen de partido único, con el Duce (caudillo), como jefe. La política del gobierno fascista. El gobierno fascista resucitó en lo ideológico el mito de la Roma Imperial en su estética e ideología. Firmó con la Santa Sede el Concordato de Letrán (1929), que resolvió el viejo problema de la soberanía del Vaticano y le granjeó el apoyo de la Iglesia, que recibió el control de la educación, mientras la enseñanza de la religión católica se declaró obligatoria en las escuelas. En la economía se abogó por la autarquía económica, con una moneda fuerte, pero que resultó demasiado cara para mantener la competitividad de las exportaciones). El país prosperó en los años 1924-1929, contando con la ola mundial de prosperidad y un gran programa de obras públicas, pero se hundió en los años 30 y el nivel de vida de los trabajadores padeció, en beneficio de los empresarios. En la agricultura se sanearon algunas zonas (lagunas Pontinas), pero el dirigismo público sobre los cultivos y los precios, aunque consiguió aumentar la producción de trigo, fue poco rentable.

En lo social se propugnó la integración de las clases sociales en corporaciones económicas (empresarios y obreros en armonía), pero en realidad al servicio de las clases altas. Con todo, la legislación social atemperó la crisis con mejoras en las pensiones y la regulación del despido, y a cambio se prohibieron el derecho de huelga y los sindicatos obreros.

La expansión del imperio de Italia. El régimen pretendió lograr una Italia imperial, un nuevo Imperio Romano, para lo que atacó y ocupó Etiopía (1936) y Albania (1939), contando con la pasividad de las potencias occidentales. Pero esta expansión le aisló internacionalmente desde 1936. Tras un tiempo de distanciamiento del nazismo, por su desacuerdo con el propósito de Hitler de anexionar Austria a Alemania, se creó el Eje Berlín-Roma que apoyó a los nacionales en la guerra civil española y condujo a Italia a la II Guerra Mundial, en la que se demostró la escasa pasión de la población por el militarismo así como la gran debilidad

militar italiana. Tras varias derrotas, el régimen fascista se hundió en 1943 cuando los aliados desembarcaron en el sur. El rey obligó a Mussolini a dimitir y se nombró un gobierno que firmó el armisticio con los aliados. Pero los alemanes ocuparon el país y restablecieron a Mussolini, en la llamada República de Saló en el norte. El régimen fascista fue definitivamente destruido, al final de la guerra en 1945, cuando Mussolini fue fusilado por los partisanos. En la posguerra los fascistas fueron al principio duramente reprimidos, aunque lograron sobrevivir como partido reconvertido en el MSI (Movimiento Soziale Italiano). 3. NAZISMO ALEMÁN. La posguerra. La derrota en la I Guerra Mundial y el armisticio llevó a la abdicación de Guillermo II (9-XI-1918), seguida por la proclamación de la llamada República de Weimar (1919-1933), dirigida por un gobierno socialista que firmó la paz. Era una república federal de 17 estados, que se mantuvo durante catorce años en medio de grandes dificultades económicas, sociales, diplomáticas e ideológicas. Los primeros años de la posguerra fueron muy duros en Alemania, marcados por l crisis económica (la inflación era monstruosa), paro, desmoralización nacionalista por la derrota, irritación por las condiciones humillantes de la paz de Versalles. La república se vio atacada desde la izquierda comunista del movimiento espartaquista en 19181919, pero éste fue destrozado por el ejército, y también fue agredida desde la derecha conservadora y nacionalista. Francia, que quería enormes reparaciones económicas, llegó a ocupar militarmente la rica región carbonera del Ruhr. Fueron momentos muy difíciles, con frustrados golpes de Estado (el putsch de Hitler y Ludendorf en Múnich en 1923) aunque hacia 1925 las cosas parecieron arreglarse. Por una parte las inversiones de capital norteamericano volvieron a activar la economía y pareció que se superaba la crisis; por otra parte, la derecha conservadora representada por el general Hindenburg, presidente de la República desde 1925 a 1934. Incidencia de la crisis de 1929. La crisis de 1929 fue terrible. Al retirar los americanos su capital de Europa, primero la banca y luego la entera economía alemana se hundieron. La producción industrial en 1932 era un 58% de la de 1929 y en el mismo 1932 se llegó a los 6 millones de parados y una miseria generalizada. En esta situación desesperada, la gente

se radicalizó: una parte pensó que la solución era la revolución comunista y otra parte, temiendo esta revolución, creyó que la solución era un gobierno fuerte y autoritario. La toma nazi del poder.

Hitler. Fue entonces cuando los grandes capitalistas ayudaron a un partido de ultraderecha, el Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (NASDP o partido nazi), presidido desde 1920 por Adolf Hitler (1889-1945) —un fracasado pintor, ex-cabo y espía militar—, de ideología pangermanista, antisemita y antiparlamentaria, a desarrollar sus fuerzas paramilitares (las SA y las SS) según el modelo fascista, con las que combatir a los sindicatos y al partido comunista. La alta burguesía creía que podía utilizarlo para vencer a la revolución, pero no contaba con que desencadenaba una fuerza destructora e irracional. Desde que el partido nazi contó con dinero para su organización y propaganda, consiguió que la pequeña burguesía y muchos parados se pasasen crecientemente a su lado, con lo que su fuerza electoral aumentó. Su estrategia era clara: tomar el poder electoralmente y desmontar el Estado liberal desde arriba. En las elecciones de 1932 el partido nazi obtuvo 13 millones de votos (37%) y el 30 de enero de 1933 el presidente Hindenburg nombró canciller a Hitler; en pocos meses se estableció la dictadura de partido único, gracias a la policía política (Gestapo),

y eliminando violentamente (detenciones, campos de concentración, asesinato, exilio) toda oposición. Cuando Hindenburg murió, en agosto de 1934, Hitler ocupó su puesto. El partido nazi en el poder. Una vez en el poder, Hitler y el partido nazi iniciaron una política de centralización

(la Alemania

federal

se

convirtió

en

un

Estado

unitario),

intervencionismo estatal, de fomento militarista con grandes pedidos de armamento (90.000 millones de marcos-oro entre 1933 y 1939 a los grupos Krupp, Thyssen y otros) y de obras públicas como autopistas, junto con el alistamiento militar masivo, la restricción del trabajo femenino, el dominio comercial y financiero sobre los países balcánicos, todo lo cual resolvió en parte el problema del paro y alivió la crisis económica. La sociedad fue adoctrinada de un modo metódico en la educación, la prensa, la radio. Los libros y el arte que no seguían las pautas del nazismo fueron prohibidos. La intransigencia, el racismo y el fanatismo irracionales sustituyeron a la razón. Todos los grupos sociales que podían oponerse o que eran vistos como no alemanes fueron aplastados, con una estrategia metódica de ir uno tras otro a fin de no chocar a la vez con todos: comunistas, socialistas, sindicalistas, judíos, intelectuales, activistas cristianos. Al final, como dice el poema de Bertolt Brecht, todos fueron oprimidos o exterminados.

La expansión alemana antes de la II Guerra Mundial y el reparto de Polonia con la URSS.

Mussolini

y

Hitler.

El pangermanismo llegó a su extremo más radical. Era un régimen que para sobrevivir necesitaba insistir en las pautas del expansionismo militar y territorial. Si no crecía al exterior se iba a colapsar económicamente, por lo que debía arriesgar más y más. El potente ejército que se organizó sirvió finalmente para llevar a cabo su política expansionista: alianza con Italia (1937) y Japón (1940), militarización de la Renania (1936), anexión de los Sudetes en Checoslovaquia (1938) —un territorio habitado por alemanes—, Anschluss (unión) con Austria (13 de marzo de 1938) —favorecida por la presencia allí de un importante partido nazi partidario de la anexión—, ocupación de Bohemia (1939), Pacto de no agresión con la URSS (1939) y finalmente la reclamación de la ciudad libre de Danzig en pugna con Polonia (verano 1939). Los países occidentales habían claudicado repetidamente a fin de no caer en una nueva y atroz guerra. La conferencia de Múnich de 1938 fue un compromiso cobarde e ineficaz, puesto que la invasión alemana de Polonia (1-IX-1939) hizo inevitable el conflicto militar.

La II Guerra Mundial fue la mayor catástrofe bélica que ha conocido la Humanidad. En ella el nazismo se mostró en toda su crudeza genocida: murieron seis millones de judíos y otros seis millones de personas pertenecientes de otros pueblos, minorías o grupos especiales como gitanos, homosexuales, deficientes físicos o mentales, eslavos, negros, intelectuales, sacerdotes cristianos, políticos progresistas o simplemente intelectuales o profesionales que parecían potencialmente peligrosos. Los judíos fueron masacrados en la llamada “solución final” de los campos de concentración y exterminio; los polacos y rusos fueron perseguidos y aniquilados en masa sólo por ser eslavos, un pueblo inferior al ario, al que debían hacer espacio en sus tierras. Hitler, en la derrota, incluso estuvo a punto de destruir Alemania. Su lógica criminal horroriza: si los alemanes no habían merecido ganar la guerra y mantener el “Imperio de los Mil Años” que su Führer les había prometido entonces la conclusión era que su debilidad debía ser castigada con la aniquilación. Por ello preconizó la destrucción de todo y todos. El nazismo fue el totalitarismo más monstruoso que ha conocido el mundo. El juicio de Nuremberg (noviembre de 1945-octubre de 1946) mostró su inhumanidad aborrecible; fue un juicio contra el horror y la barbarie. Ideología del partido nazi. Se puede resumir en la propaganda de su gran frase: “Ein Volk, ein Reich, ein Führer” (Un Pueblo, un Imperio, un Jefe).

- Ein Volk (un solo pueblo). Se refiere al pueblo alemán, representante de la raza aria, superior a las demás. Sus lemas son explícitos: “Tú no eres nada, tu pueblo lo es

todo”. El partido nazi debía mantener la pureza de la raza. Se promulgaron las leyes de Nuremberg, 1933, prohibiendo el matrimonio o cualquier relación con los judíos. En 1942 se decidió el exterminio físico total de los judíos, como primer paso para la aniquilación de los pueblos inferiores (los latinos, como el español o el italiano, en el futuro mundo nazi debían ser pueblos de esclavos, cuya natalidad debería ser controlada para lograr su paulatina sustitución demográfica a largo plazo por los arios). Respecto a este feroz antisemitismo, Burleigh, en la senda de Brächer, considera: “Nada inexorable obligaba a Alemania a convertirse en verdugo del pueblo judío”, pero la crisis económica de la posguerra, rematada en la crisis de 1929, destruyó el equilibrio social e ideológico del país, dejándolo al final en manos de fanáticos antisemitas. Goldhagen, en cambio, opina que todo el pueblo alemán es responsable de participar en la represión nazi. Claudio Magris ha apuntado la enorme pérdida que esto supuso para Alemania: “Nosotros, que tenemos presente el nazismo, nos olvidamos de lo que fue la enorme simbiosis judeoalemana. En Europa, la cultura alemana y la cultura judía han tenido una gran simbiosis. Sobre todo en la Europa centro-oriental se consideraba al judaísmo portador de esa gran y culta Alemania. Franz Werfel decía que el gueto de Praga era el bastión del germanismo frente al Este. Esta cultura judeoalemana fue el elemento supranacional que permitió dar una unidad cultural a Europa, y unir a rumanos, húngaros... Pensemos en el patriotismo judeoalemán de la Primera Guerra Mundial. Alemania, al amputarse este elemento, se amputó una fuerza enorme ligada a su propia esencia. Es evidente que existía una tradición antisemita, pero en Alemania coexistía con este otro elemento. Ningún otro país de Europa ha necesitado la cultura judía

como

Alemania

para

ser

él

mismo.”

- Ein Reich (un imperio). De acuerdo con la teoría racista, proponía la creación de una gran nación alemana que unificara todas las tierras donde vivían alemanes, y para cuyo desarrollo económico era necesaria la conquista y colonización germana de nuevas tierras (la teoría del Lebensraum, “espacio vital”), que facilitaran materias primas y alimentos y compraran los productos industriales alemanes. En su libro Mein Kampf (Mi lucha, 1925), Hitler aseguraba que estas tierras estaban en el Este (Polonia, Ucrania), habitadas por pueblos eslavos, considerados una raza inferior; y el pueblo alemán debía conquistar esas tierras y aniquilar a los eslavos, con el fin de dejarlas libres

para

su

posterior

colonización.

- Ein Führer (un jefe). Un líder indiscutible que acapare todo el poder y dirija el país con autoridad. “Führer manda; nosotros te obedecemos”. Este jefe era exaltado en grandes fotografías, espectaculares desfiles y concentraciones, en campañas de propaganda entre el pueblo y, sobre todo, entre la juventud a la que se educó en las ideas nazis para asegurar la aceptación masiva entre el pueblo. Es evidente la enorme importancia de la personalidad de Hitler en el nazismo: su fascinación sobre las masas, la simplicidad de su discurso, sus odios y temores, lo inquebrantable de sus propósitos (ya en 1925 avisaba que exterminaría a los judíos). Todos estos rasgos personales marcaron la política nazi, aunque objetivamente sólo podían llevar al desastre. Pero no hay que exagerar el papel de Hitler: si no hubiera existido habría surgido otro líder encarnando similares ideas. El historiador alemán Martin Brozat ha apuntado que el régimen era de “dictador débil”, con una poliarquía en la que Hitler sólo tenía un poder limitado, pero Burleigh apunta que era más bien un régimen de “delegación”, en el que él podía ejercer todo el poder sin discusión si lo deseaba. Al mismo tiempo había un culto a la violencia, hasta extremos patológicos, como prueba una anécdota: “Los animales sufren, padecen angustia y temor. En ocasiones, incluso piedad. Los torturadores nazis de Erich Mühsam, poeta judío alemán detenido en 1933, tuvieron la idea de meter en su celda a un chimpancé que habían

capturado en la casa de un científico también detenido. Esperaban que el simio se ensañase con el torturado, cuyo aspecto era lamentable. En lugar de eso, se abrazó al prisionero y lamió sus heridas. Frustrados por esa reacción del animal, la de los guardias fue torturar y matar al chimpancé, que había demostrado tener más piedad, piedad animal, entre seres vivos, que ellos.” 4. OTROS MOVIMIENTOS FASCISTAS DE LOS AÑOS 30. 4.1. ESPAÑA. La CEDA. La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), organizada en 1933 por José María Gil Robles, fue la mayor fuerza política parlamentaria de las derechas, con una amplia base agraria, clerical y militar (Franco la votó en 1934 y 1936), formada a partir de la unión de Acción Popular (el partido cristiano de Gil Robles, con un programa de política social católica inspirado por el cardenal Herrera Oria), la Derecha Regional Valenciana (que defendía intereses agrarios conservadores) y otros partidos conservadores de ámbito local. Por ello, no era un partido homogéneo, pues su ala más moderada, de ideología social cristiana, con Manuel Giménez Fernández y Luis Lucia, era favorable a ciertas reformas. La estrategia de Gil Robles en el Bienio radical-cedista parece apuntar a que procuraba el desprestigio de las instituciones republicanas y el desgaste de sus aliados radicales para preparar un golpe de estado fascista, según un plan muy semejante al que habían utilizado Mussolini y Hitler. En los actos sus adeptos proclamaban “Queremos todo el poder para el jefe y una constitución que abra los cauces de un Estado nuevo”, mientras que su rama juvenil, las Juventudes de Acción Popular (JAP), adoptaban la organización y los lemas del fascismo y organizaban actos en lugares de significación histórica en los que aclamaban a Gil-Robles con gritos de (Jefe! Pero la CEDA no cumplió sus propósitos y se desprestigió en su alianza con los radicales, por lo que fue severamente derrotada en las elecciones de 1936, y acabó por unirse al bando nacional, por orden de Gil Robles, aunque no consiguió que Franco le diera alguna cuota de poder. En cambio, hombres del partido como Serrano Suñer (cuñado de Franco) sí alcanzaron cargos importantes. La Falange. La Falange Española fue fundada el 29 de octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera. Este publicó su primer artículo en la revista “El Fascio” (16-III-1932).

La ideología era fascista en casi todos los puntos, haciendo hincapié en el catolicismo, el imperialismo y el mito de la España de los Reyes Católicos. En los años siguientes fue englobando a diferentes movimientos fascistas de menor tamaño. En una reunión del 13-15 de febrero de 1934 se fusionó con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista en FE de las JONS, formando un triunvirato hasta septiembre de 1934 formado por Primo de Rivera (en octubre de 1934 será el jefe único, según el modelo fascista), Ledesma Ramos y Ruiz de Alda. Sus “27 puntos de las FE de las JONS”, redactados por Ledesma en noviembre de 1935 tenían un carácter izquierdista en algunos puntos y provocaron una seria crisis interna, al alejarse los más conservadores y los financieros de derechas, por lo que se expulsó a Ledesma y su grupo (16-I-1936). El partido no ganó ningún escaño en 1936, pero de inmediato engrosó sus filas, de las que salieron decenas de miles de voluntarios en la guerra. El régimen franquista. Se considera que el régimen franquista sólo fue fascista en sus principios, hasta 1942-1943 aproximadamente, mientras creyó que el Eje ganaría la guerra mundial, para reconvertirse en un régimen autoritario tradicional a partir de entonces. Franco preconizó la tesis de que la total unidad política era imprescindible para ganar una guerra larga y el Decreto de Reunificación (19-IV-1937) unió a todas las fuerzas políticas de la derecha en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que suprimió al resto de los partidos y organizaciones nacionales (falangistas, carlistas, cedistas y monárquicos). Franco fue nombrado su Jefe Nacional. El dominio de la nueva fuerza política sobre las instituciones fue total, de acuerdo con el modelo político fascista. La política económica y social de los años de la guerra civil y los primeros años 40 era de inspiración falangista: el ejemplo fascista y nazi era dominante en el régimen y la Falange era la única alternativa nacional semejante. La economía fue militarizada mediante la intervención y la reglamentación estatal, pero no se tocó la propiedad privada: sólo se ordenaba qué producción se debía hacer y a qué precio. En este sentido, la primera realización legislativa del nuevo Estado nacional fue el Fuero del Trabajo (III-1938), de ideología fascista, que establecía el derecho y el deber de todos los españoles al trabajo, dentro de los principios de justicia social (tomados de la filosofía social católica). 4.2. PORTUGAL.

Se crea en los años 30 un “nuevo Estado” antiparlamentario, dirigido por el doctor Oliveira Salazar, que durará hasta 1974 y será emulado por Franco. 4.3. FRANCIA. Alrededor de movimientos ultranacionalistas como Action National, aparecieron grupos fascistas, como la sociedad de ex-combatientes Croix de Feu, que en 1935 tenía 700.000 miembros. En la II Guerra Mundial varios grupos fascistas fueron muy activos en la colaboración con el nazismo y participaron en el Gobierno de Vichy. Al acabar la guerra fueron duramente reprimidos y fueron fusilados entre otros el exprimer ministro Pierre Laval y el escritor Robert Brasillach. 4.5. GRAN BRETAÑA. Se desarrollan en los años 30 pequeños partidos fascistas, con un programa imperialista y de exaltación de un jefe nacional. Su líder más notorio fue el aristócrata Oswald Mosley. Pero la II Guerra Mundial los disolverá pronto, sin necesidad de utilizar la represión, ante la pronta y general constatación de que el enemigo nacional era el fascismo. 4.5. LOS BALCANES. Los países balcánicos sufrieron en los años 20 y 30 grandes dificultades políticas, sociales y económicas y hacia 1933 las dictaduras militares o neofascistas dominaban en todos los países. En Grecia el avance electoral de la izquierda llevó al general Metaxas, de acuerdo con el rey, a suspender la Constitución (1936) e imponer una dictadura de inspiración fascista (la “tercera revolución”), pero la identidad ideológica con Italia y Alemania no detuvo las ambiciones italianas, lo que llevó a Grecia al campo aliado. En Bulgaria el grupo fascista Zveno (Liga Militar) promovió un golpe de estado (V-1934), aceptado por el rey, y Tsankov y Georgiev impusieron una nueva dictadura, pronto depuesta por el rey Boris III en 1935, quien gobernó desde entonces autoritariamente, a través del gobierno de Koseivanov, en medio de una fuerte crisis económica y social, con un creciente semitotalitarismo. A partir de 1938 Alemania controló la economía búlgara y el país se rearmó, preparándose para entrar en la guerra mundial en el lado alemán. En Rumanía, en 1940 el mariscal Antonescu se apoyó en la fascista Guardia de Hierro y obligó a abdicar al rey Carol II en su hijo Miguel I. El país participó en la guerra mundial al lado de Alemania, hasta la invasión soviética.

Ya durante la ocupación alemana en la guerra mundial, Serbia y Croacia se separaron y se formaron Estado fascista con sendos gobiernos títeres en ambas, el de Serbia dirigido por el general fascista Nedic y el de Croacia por Ante Pavelic. 4.6. EUROPA DEL ESTE. En los países del Este: Hungría, Eslovaquia, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, aparecieron partidos fascistas o semifascistas, con programas autoritarios, nacionalistas y xenófobos, de afirmación de la independencia, de la expansión territorial y de la pureza racial. La influencia o la invasión alemana durante la II Guerra Mundial llevó a estos partidos al poder, excepto en el caso de la ocupada Polonia, para la que se reservaba una limpieza étnica. El caso más claro fue el de Eslovaquia, recién separada de Checoslovaquia, en la que se impuso un gobierno fascista y católico dirigido por el sacerdote Josef Tiso. Los países bálticos, Lituania, Letonia y Estonia, ocupados por la URSS en 1940, recuperaron la independencia con los alemanes, y tuvieron regímenes fascistas que colaboraron en la guerra. Al norte de Europa, surgió un movimiento fascista en Noruega, que dirigió Quisling, que desde 1940 presidió el gobierno colaboracionista. 5. NEOFASCISMO. En la actualidad en el mundo siguen proliferando movimientos ideológicos y políticos inspirados en gran parte en las mismas opiniones totalitarias, nacionalistas y racistas que los partidos nazi y fascista. Pero se deben distinguir los movimientos autoritarios, conservadores, anticomunistas, reaccionarios o ultranacionalistas, que pueden tener rasgos fascistas (como el partido único y el líder), de los verdaderos movimientos neofascistas, que apelan a los rasgos esenciales del fascismo: caudillismo, totalitarismo, supremacía racial... Y entre los neofascistas se deben distinguir los grupos políticos que aspiran a obtener el poder para aplicar sus programas (Frente Nacional francés, Alianza Nacional italiana, etc.), que en realidad son los más peligrosos, y los grupos juveniles y marginales, que sólo aspiran a ejercer la violencia y afirmar su personalidad individual y grupal contra el sistema.

EE

Dos

UU.

neonazis

estadounidenses.

En EE UU abundan los grupos de ultraderecha que creen en la supremacía blanca y el rechazo al Gobierno Federal y la ONU: Ku Klux Klan, Alianza Nacional y así casi un millar de 800 grupos, más de la mitad paramilitares, que a veces incurren en atentados, como el de 1995 en Oklahoma, que ocasionó doscientos muertos. Todo indicaba que sus actividades tenderían a empeorar y el FBI se aplicó con éxito a controlarlas. No ha habido más incidentes destacables. Latinoamérica. En Latinoamérica hay muchos grupos políticos que se inspiran en parte en el fascismo, sobre todo en Centroamérica (El Salvador, Guatemala), donde incluso han llegado ocasionalmente al poder. Dirigidos por caudillos militares carismáticos, a veces fanáticos religiosos asesinos como el general guatemalteco Ríos Montt, que luchan violentamente contra los movimientos izquierdistas y contra los indígenas, en defensa de los privilegios sociales y económicos de los grupos que ostentan el poder. Son herederos de los movimientos autoritarios, populistas y demagógicos que triunfaron con Perón en Argentina, Batista en Cuba y Somoza en Nicaragua. Pero desde los años 90

han perdido mucha influencia, gracias a la generalización de la democracia en el continente y al cesar el miedo a una victoria comunista. En la actualidad los movimientos neofascistas más señalados siguen la senda del chavismo (por su líder Chávez, incluso tras su muerte en 2013, pues su sucesor le ha nombrado “Líder Eterno”) en Venezuela o de ejemplos más o menos cercanos o derivados de este, como el de Ortega en Nicaragua y Morales en Bolivia, con partidos y regímenes políticos que se arrogan públicamente ser populistas o de izquierdas, o que afirman haber superado la distinción entre derecha e izquierda, pero que en realidad se han travestido en una variante vergonzante de la ultraderecha conservadora y sostienen viejas ideas fascistas como el nacionalismo radical (Ortega), el indigenismo racista (Morales), la represión de los disidentes, el autoritarismo, el culto a la personalidad del líder, y, rasgo fascista por antonomasia, el control permanente por el Estado (léase el partido del Gobierno) de la economía, la educación, los órganos de Justicia, los medios de comunicación y las Fuerzas Armadas. Sus aliados interiores son los grupos sociales ascendentes surgidos del propio neofascismo (cuadros del partido, militares golpistas o intervencionistas, burócratas) que se benefician de la corrupción y las prebendas del poder, y sus aliados exteriores preferidos son los regímenes religiosos integristas (Irán) y los totalitarios que bajo una capa comunista esconden regímenes personalistas y dinastías familiares (Corea del Norte, Cuba). Una novedad es que la clase empresarial tradicional, defensora de la propiedad privada a ultranza y que antes promovía los históricos movimientos conservadores y neofascistas, es ahora presionada por los neofascistas, que pretenden despojarla (o sustituirla) de su poder económico, social y político, y entonces, al ver en peligro su supervivencia, los empresarios tienden a aliarse temporalmente con las fuerzas progresistas, como se ve en el caso venezolano. Europa. Los partidos neofascistas crecen tanto en la Europa mediterránea como en la Europa Central. El neofascismo aumenta históricamente cuando aparecen las peores crisis económicas y sociales, como es el caso actualmente en Europa, cuyas instituciones y Gobiernos se muestran incapaces de lograr una política común para superar la situación. Los partidos neofascistas son ultras, xenófobos y antieuropeos y a menudo emplean una propaganda agresiva o incluso la violencia contra la inmigración. Los motivos son el miedo a la miseria, la inseguridad ciudadana, el desempleo, el odio al inmigrante (africanos, eslavos del Este, musulmanes o turcos), el temor a perder la

soberanía ante Europa, y la expansión de la cultura de la violencia entre las clases medias y bajas, que engrosan las filas de los partidos ultranacionalistas y xenófobos en Alemania, Francia, Italia, Hungría, Noruega o Polonia, y explotan en actos terroristas como el atentado en Noruega en 2011. Los partidos sufren una rotación a largo plazo: unos partidos decaen por el envejecimiento o muerte de sus líderes y otros se reconvierten ideológicamente hacia la democracia o el centro-derecha. Pero aparecen otros nuevos que llenan su vacío o se reactivan los antiguos con nuevos líderes, como ha ocurrido en Francia con la sustitución del viejo Le Pen por su hija.

Manifestación de un grupo neonazi en Alemania. Alemania tiene pequeños grupos, sin representación en cargos electos. Destacan tres formaciones: la Unión del Pueblo Alemán (DVU), que tiene 15.000 miembros; los republicanos (REP), con 11.500 miembros; y el partido neonazi (NPD), con 6.500 afiliados. Son particularmente fuertes en el Este, pero su estimación de voto es muy baja, sobre el 1%, aunque ocasionalmente se han acercado al 5% que permite acceder al Bundestag. Austria tiene un partido ultra, el Partido Liberal Austríaco (FPO), antes presidido por Jörg Haider y hoy por Heiz Christoph Strache, que se colocó en 1999 como el segundo partido con un 27% de votos y desde febrero de 2000 forma coalición de gobierno con los conservadores. En 2013 llegó al 23%.

Bélgica cuenta con el bloque flamenco (Vlaams Blok o Vlaaams Belang), el quinto partido, con un 9,9% en las elecciones generales de 1999, y un 7,7% en las de 2010. Bulgaria tiene la Coalición Ataka, llega hasta un 9% de los votos. Dinamarca destaca con el Partido del Pueblo Danés, el tercer partido con un 12%. Eslovaquia cuenta con el Partido Nacional Eslovaco, con hasta un 5% de los votos. España cuenta con pocos y minúsculos grupos de extrema derecha, de ideología antieuropea, entre los nostálgicos del régimen franquista y los residuos del falangismo. Pero apuntan nuevos grupos con jóvenes que imitan las ideologías y estéticas racistas y violentas de los partidos alemanes: son los skin-heads, los ultra sur, los boixos nois. Su fuerza crece sobre todo entre la juventud marginada de los barrios obreros de las grandes ciudades, con problemas de paro, drogas, alcoholismo o delincuencia. Muchos jóvenes, aquejados de una grave problemática social e inmadurez individual afirman su personalidad integrándose en un grupo violento y para desquitarse de sus frustraciones buscan víctimas, siendo sus preferidas los inmigrantes africanos o sudamericanos. Los remedios recomendados son la educación y una política de integración socio-económica de los jóvenes, pero la crisis económica actual desde 2007 ha reducido estas vías. Finlandia ha visto como el partido xenófobo Auténticos Finlandeses llega a un 9,4% en 2012. Francia cuenta con el neofascista Frente Nacional (FN), liderado históricamente por Jean Marie Le Pen. Destaca por su poder personalista, sin secundarios (su secretario general fue un tiempo el moderado Bruno Mégret pero pronto fue apartado cuando intentó centrar su programa) y reúne millones de votos: el 15% de los votos de media en las elecciones del decenio de 1990, un 16,9% en la primera ronda de las presidenciales de 2002 y bajo la nueva presidencia de la hija del líder, Marine Le Pen, ha alcanzado 4,3% en las presidenciales de 2012 pero llega al 24% en las estimaciones en 2013. Es una seria amenaza para la estabilidad de la V República Francesa y para el mismo régimen democrático, porque está atrayendo a los sectores más proclives de la derecha (RPR y UDF), muy dividida y en crisis, a un programa común de gobierno, opuesto a los ideales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, e incluso está imponiendo sus grandes temas del programa a la izquierda. El FN tiene una base social de pequeños

burgueses, obreros, parados y agricultores, que temen la inmigración (que asocian con delitos y paro), la competitividad comercial exterior de la globalización y la Unión Europea. Sostiene un programa racista y xenófobo contra los musulmanes, reclama la expulsión de los inmigrantes extranjeros ilegales, la separación de la UE, la autosuficiencia económica de Francia mediante el proteccionismo aduanero, un presidencialismo autoritario y la unión de la derecha contra la izquierda “socialcomunista". Es un programa que entronca directamente con el colaboracionismo del régimen parafascista de Vichy en la II Guerra Mundial, aunque ha aparcado, al menos temporalmente, el antisemitismo y la homofobia. Grecia es

el

país

donde

más

ha crecido

relativamente.

El

partido

ultranacionalista Aurora Dorada (o Amanecer Dorado), con un 7% de los votos y 21 diputados en 2012, ha tejido una organización asistencial para atraer a los ciudadanos más golpeados por la crisis, utiliza metódicamente la propaganda racista e incluso favorece la violencia contra los inmigrantes. El Gobierno y la Justicia han iniciado su ilegalización y detenido a sus principales dirigentes en septiembre de 2013, ante la amenaza que suponen para la democracia y los múltiples delitos que han cometido. Holanda tiene el Partido por la Libertad, dirigido por Pim Fortuyn y recientemente por Geert Wilders, que consiguió hasta un 34% en las municipales de Rotterdam y un 15% en las generales de 2012. Hungría ve como su ultraderecha está dividida entre el partido Gabor Vona, con hasta un 16,7% de los votos en 2010, y el partido Fidesz del primer ministro Victor Orbán, que ha evolucionado desde el centro izquierda hacia la extrema derecha xenófoba. Italia es un caso peculiar por la variedad de opciones. El movimiento neofascista más importante de la posguerra, el MSI, que llegó a tener más del 10% de los votos durante decenios, se ha subsumido en la Alianza Nazionale, dirigida por Fini, con un ideario mucho más centrado y democrático. Una escisión más radical, el partido neofascista MSI-Fiamma Tricolore, llega sólo un 0,4% de media en las elecciones generales. En cambio, ha aparecido un neofascismo separatista, la Liga Norte, con su base principal en el Piamonte, dirigida por Umberto Bossi y Roberto Maroni, que ronda el 4,8% en 2010, y defiende la independencia del próspero norte italiano y posiciones xenófobas contra los inmigrantes. Y lo más amenazante durante dos decenios ha sido el modelo de la Forza Italia del varias veces primer ministro Silvio Berlusconi, con

muchos rasgos cercanos al neofascismo, como el populismo, el machismo, la exaltación del líder carismático y la corrupción, incluso próxima a la Mafia. Noruega ha sufrido el ascenso del Partido del Progreso, en el que militó el asesino terrorista Breivik, autor de los sangrientos atentados de 2011 en Oslo y Utoya. Han alcanzado el 16,3% en 2013. Reino Unido experimenta con el Partido Nacional Británico (BNP) y el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) un insospechado aumento de los partidos xenófobos, que reunieron cerca del 5% de los votos en 2010, y se alimentan de la inseguridad y el temor al Islam y preconizan irse de la Unión Europea. Suecia tiene a los Demócratas de Suecia, con hasta un 5,7% de los votos en 2010. En la antigua Yugoslavia, tras su separación, surgieron en Serbia y Croacia unos poderosos partidos nacionalistas y militaristas. Los serbios impulsaron desde 1991 una serie de guerras civiles y étnicas entre serbios, croatas, bosnios y kosovares, con cientos de miles de muertos y millones de refugiados, una ruptura de su anterior convivencia pacífica, un ejemplo espantoso de lo que podría ocurrir si los partidos neofascistas alcanzaran el poder en Europa Occidental. En la Europa del Este destacan fuera de la Unión Europea los casos de Bielorrusia, Ucrania, Rusia, Kazajstán y otras antiguas repúblicas soviéticas, que sufren gobiernos autocráticos con rasgos fascistas, con partidos nacionalistas y xenófobos, nacidos de la crisis del bloque comunista, mientras se hundían la economía, el poder militar y la “gloria nacional” de la URSS. Destacan el partido nacionalista ruso de Zirinovski, que propugna la guerra y la reconquista de los países de la antigua URSS, y el partido Rusia, del presidente Putin, menos radical, pero con características neofascistas como el culto a la personalidad del líder, la sistemática violación de la democracia, la corrupción y el machismo.

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Campo,

J.

Á. Colaboracionismo y genialidad. “El País” (3-XI-2007) 46. La colaboración nazi de la Filarmónica de Berlín y su director Otto Klemperer, en un documental, La orquesta del Reich, de Enrique Sánchez Lansch (Gijón, 1963). Peces Barba, Gregorio. La ideología del enemigo total. “El País” (1-VII-2008) 43. Sobre la ideología fascista de Carl Schmit. Antón, Jacinto. Sacarle los colores a Hitler. “El País” Domingo (8-I-2012) 1213. Presenta un documental de dos horas sobre Hitler, con imágenes inéditas y otras coloreadas, realizado por la directora Isabelle Clark y producción de Louis Vaudeville (el mismo productor de la serie Apocalipsis sobre la II Guerra Mundial). Gómez, Juan. ‘Viajo a Auschwitz. Besos: Tu Heini’. “El País” (27-I-2014) 4. La correspondencia privada de Himmler. El neofascismo después de 1945. Películas de neofascismo. American History X (1998), de Tony Kaye. Libros de neofascismo. Fernández García, Antonio;

Rodríguez Jiménez,

José Luis. Fascismo,

neofascismo y extrema derecha. Arco Libros. 2001. 102 pp. Artículos de neofascismo. Orden cronológico. AA. VV. El avance de la ultraderecha. “El País” Domingo (I-V-2011) 1-7. Carbajosa, Ana. Nuevos populismos para la vieja Europa (2-3). Bassets, Lluís. Esa derecha extrema que nos asusta (3). Mora, Miguel. Umberto Bossi o el odio al diferente (4). Ferrer, Isabel. Wilders juega de árbitro en Holanda (4-5). Jiménez Barca, Antonio. Le Pen ya compite por la presidencia (5). Soto, Adrián; Carbajosa, Ana. El

ocaso de la tolerancia nórdica (6). Gómez, Juan. Austria, a la derecha de Alemania (6). Meyer, Luis; García, Pablo. El peligro llama a la puerta en España (7). Martínez de Rituerto, Ricardo. La ultraderecha amenaza Europa. “El País” (25VII-2011) 4. Naïr, Sami. El racismo mata. “El País” (17-XII-2011) 12. Alerta del aumento del racismo violento de la extrema derecha en Europa, patente en los recientes asesinatos en Alemania, Italia… García, Jesús. El nazi Varela siembra cruces gamadas en prisión. “El País” Domingo (15-I-2012) 13. Un caso español de neofascismo: Pedro Varela Geiss, librero y exdirigente de la organización extremista de ambiguo nombre Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE), rechaza asistir a cursos sobre antirracismo y difunde entre los reos obras revisionistas que lee a todas horas. Valenzuela, Javier. ‘Primavera parda’ en Europa. “El País” Domingo (29-IV2012) 7. Carlin, John. Amanecer de los extremistas. “El País” (18-V-2012) 33. AA.VV. Las orejas del lobo: el resurgir de la extrema derecha en Europa. “Claves de Razón Práctica” 223 (VII/VIII-2012). Savater, Fernando. Debilidad y grandeza de la democracia (5-6). Sanmartín, José J. La coartada intelectual de la extrema derecha europea (8-23). Cordero, Juan Antonio. El laboratorio de la nueva ultraderecha en España (24-39). Elorza, Antonio. Isegoría en tiempos de crisis (40-53). Magi, Lucia. Sombras fascistas en un pueblo italiano. “El País” (27-VIII-2012) 6. Homenaje en Affile al mariscal fascista Graziani. Paone, Mariangela. La ultraderecha griega gana la calle. “El País” (26-X-2012) 2-3. El partido Aurora Dorada, con 18 diputados, ha tejido una organización asistencial para atraer a los ciudadanos más golpeados por la crisis. Blanco, Silvia. Una amenaza que se propaga por Europa. “El País” (26-X-2012) 2. El partido ultraderechista húngaro, Jobbik, se afianza. Vaquer, Jordi. Ofensiva populista. “El País” (13-XI-2012) 4. Los partidos nacional-populistas aumentan su voto en Europa, desde Hungría (Orbán) a Polonia (Kaczynski), desde Austria a Grecia, al calor de una derecha inane (Merkel, Sakozy, Berlusconi, Cameron o Rajoy), que alienta sus demandas xenófobas. Gil, Joaquín. Ultras con piel de ONG. “El País” (18-XI-2012) 30. La extrema derecha española imita los métodos caritativos de Amanecer Dorado en Grecia.

Rizzi, Andrea. Los ultraconservadores ganan terreno en Europa. “El País” (25XI-2012) 34-35. Reverte, Jorge M. Mareas. “El País” (27-X-2013) 13. El preocupante ascenso del neofascismo en Europa. Carbajosa, Ana. El eje de la Europa blanca. “El País” Domingo (27-X-2013) 45. La situación actual de los partidos neofascistas en Europa. Gil, Joaquín. Sin amanecer dorado en España. “El País” Domingo (27-X-2013) 5. El neofascismo es todavía muy débil en España. PROGRAMACIÓN. FASCISMO Y NEOFASCISMO: CARACTERES Y CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE DESARROLLAN. UBICACIÓN Y SECUENCIACIÓN. Bachillerato, 1º curso. Historia del mundo contemporáneo. Apartado 3. La época de los grandes conflictos mundiales. - Fascismo y regímenes dictatoriales. También podría estar en ESO, 2º ciclo. Eje 2. Sociedades históricas y Cambio en el Tiempo. Bloque 5. Sociedad y cambio en el tiempo. Núcleo 3. Cambio social y revolución en la época contemporánea. - Las grandes transformaciones y conflictos del siglo XX. Revoluciones, guerras mundiales y descolonización. RELACIÓN CON TEMAS TRANSVERSALES. Relación con el tema de la Educación para la Paz y de Educación Moral y Cívica. TEMPORALIZACIÓN. Seis sesiones de una hora. 1ª Documental. Diálogo. Exposición del profesor. Caracteres del fascismo como ideología e inicio del fascismo italiano. 2ª Exposición del profesor. Diálogo. Fascismo italiano y nazismo. 3ª Exposición del profesor. Diálogo. Nazismo y movimientos fascistas de los años 30. 4ª Exposición del profeso. Diálogo. Neofascismo. 5ª Exposición del profesor, de refuerzo y repaso; esquemas, cuestiones y comentarios de textos. 6ª Cuestiones y comentarios de textos; debate y síntesis.

OBJETIVOS. Situar el fascismo cronológicamente y en su contexto histórico. Conocer los movimientos fascistas en Europa de los años 20 y 30: El fascismo italiano. El nazismo alemán. Los otros movimientos fascistas de Europa en los años 30. Analizar las causas de la aparición del fascismo. Conocer el neofascismo en la actualidad. Analizar las causas de la aparición del neofascismo. Comparar el fascismo anterior a 1945 y el neofascismo actual. Adoptar una posición racional y crítica ante el neofascismo, el racismo, la xenofobia, la violencia, etc. CONTENIDOS. A) CONCEPTUALES. - Caracteres generales del fascismo. - El fascismo italiano. - El nazismo alemán. - Los otros movimientos fascistas de Europa en los años 30. - El neofascismo en la actualidad. B) PROCEDIMENTALES. Tratamiento de la información: realización de esquemas del tema, interpretación de mapas y gráficos, etc. Explicación multicausal de los hechos históricos: las causas y la evolución del fascismo y neofascismo, sobre todo en comentario de textos. Indagación e investigación: recogida y análisis de datos en enciclopedias, manuales, monografías, artículos... C) ACTITUDINALES. Rigor crítico y curiosidad científica. Tolerancia y solidaridad. Razonar y dialogar sobre las ideas políticas. Rechazo de los totalitarismos. METODOLOGÍA. Metodología expositiva y participativa activa, con énfasis en el desarrollo de ideas propias y críticas por el alumno. MOTIVACIÓN.

Un documental sobre el nazismo, seguido de un diálogo que sirva como evaluación inicial. ACTIVIDADES. A) CON EL GRAN GRUPO. Exposición por el profesor del tema, con mapas, diapositivas, esquemas en transparencias, etc. B) EN EQUIPOS DE TRABAJO. Realización de una línea de tiempo sobre el proceso. Realización de esquemas sobre el fascismo en Italia y Alemania, las ideas del fascismo, etc. Comentarios de textos sobre la ideología del fascismo, nazismo y el neofascismo, del poema crítico de Bertolt Brecht... Realización de un dossier de prensa sobre hechos y actitudes neofascistas en la actualidad, en especial sobre la violencia de los grupos juveniles de ideología racista. Debate de grupo de trabajo sobre la pervivencia de ideas fascistas en la actualidad, en el propio entorno social de los alumnos, a fin de que racionalicen sus propios valores ideológicos y los de sus compañeros y vecinos. Se hará una síntesis por escrito, individual. C) INDIVIDUALES. Realización de apuntes esquemáticos sobre la UD. Participación en las actividades grupales. Búsqueda individual de datos en la bibliografía, en deberes fuera de clase. Contestar cuestiones en cuaderno de trabajo, con diálogo previo en grupo. Hacer la síntesis individual del debate. RECURSOS. Presentación digital. Libros de texto, manuales, prensa, mapas. Fotocopias de textos para comentarios. Cuadernos de apuntes, esquemas... Documental. EVALUACIÓN. Evaluación continua, desde la inicial, a la formativa y sumativa. Se hará especial hincapié en que se comprenda la relación entre los procesos de Italia, Alemania y Europa y en el desarrollo de una actitud crítica personal y de grupo ante el neofascismo.

Examen propio o incluido en el de otras UD, con breves cuestiones y un comentario de texto. RECUPERACIÓN. Entrevista con los alumnos con inadecuado progreso. Realización de actividades de refuerzo: esquemas, comentario de textos... Examen de recuperación. APÉNDICE: EL MILITARISMO JAPONÉS. Evolución del Japón contemporáneo hasta 1945. A mediados del siglo XIX Japón era todavía un país feudal, con grandes señores terratenientes (daimios) y guerreros (samuráis). Era un país muy poblado, con una economía agraria dedicada a la producción de arroz, con una burguesía comercial en las ciudades, pero un completo cierre al comercio, las ideas y la cultura de Occidente. La intervención de la armada estadounidense obligó al shogun Tokugawa (una figura similar a la de primer ministro hereditario, verdadero dueño político del país, pues el emperador era una figura simbólica), a abrir los puertos al comercio. La amenaza de ser pronto convertido en una colonia de algún país occidental como había ocurrido con la mayor parte del resto de Asia, provocó un cambio político fundamental, basado en la búsqueda de la occidentalización y de la industrialización, para poder competir militarmente. La Revolución Meiji, impulsada por el emperador Mutsu-Hito (1852-1912), cambió radicalmente el destino del Japón. A partir de 1868, acabó con el feudalismo, industrializó el país, reformó la educación, se creó una fuerte armada y un gran ejército modernos. Las victorias sobre China (1894) y sobre los rusos en la guerra de 1904-1905 demostraron que Japón era una gran potencia económica y militar. Había formado un pequeño imperio sobre Corea y Formosa (actual Taiwán). Su poderío aumentó durante la I Guerra Mundial en la que intervino para apoderarse de las colonias alemanas en el Pacífico y en China. Además se hizo temporalmente con muchos mercados asiáticos, al quedar estos desabastecidos por los europeos. La crisis de 1929 repercutió sobre Japón con especial dureza por la falta de unos mercados dependientes a los que exportar. Entonces, los capitalistas y militares japoneses analizaron la situación y llegaron a las siguientes conclusiones:

- Tenían una población excesiva: habían pasado de 47 millones de habitantes en 1905 a 65 millones en 1930. - Su industria, para seguir un desarrollo continuo, no disponía de suficientes materias primas en su propio país, no podía superar la competencia de las grandes potencias industriales, ni podía penetrar en los mercados coloniales europeos. La única solución que les pareció eficaz fue conquistar nuevas tierras. Los militares belicistas empezaron a dominar en los gobiernos. En 1931, tras una guerra fácil con la enorme pero débil China, ocuparon Manchuria, que convirtieron en una especie de colonia; firmaron un pacto anticomunista con Alemania (1936, convertido en el Triple Eje en septiembre de 1940) y luego atacaron y conquistaron parte del Norte y de la costa de China (1937). En Asia estaba empezando la II Guerra Mundial dos años antes que en Europa. En 1940 se apoderaron de la Indochina francesa cuando Alemania sojuzgó Francia. Pero los estadounidenses amenazaron con un boicot comercial a Japón si proseguía sus conquistas. El país dependía del petróleo de EE UU y privado de él no podría proseguir la guerra en China. La solución que escogieron los japoneses fue la guerra. El ataque a la base norteamericana de Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941) fue seguido al principio de grandes éxitos, pero el inmenso poder económico y militar de EE UU prevaleció finalmente. La derrota japonesa en 1945, marcada por el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, puso punto final al militarismo japonés. Características del militarismo japonés. El militarismo japonés no puede ser considerado un movimiento fascista puro, aunque sus resultados fueron muy parecidos y comparte varias características del fascismo: creencias en el poder absoluto del dirigente máximo (el emperador divino), en el sueño de un Imperio, en la superioridad del pueblo japonés y de su raza, en la guerra como solución a los problemas del país, y en la anexión de un espacio vital para el crecimiento demográfico y económico. Se distingue empero de los fascismos europeos en la inexistencia de un partido único y de una ideología tan elaborada como la que tuvieron los movimientos alemán e italiano. HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL NAZISMO Para tratar como comentarios de texto en clase, los artículos tienen copyright. Selecciono tres textos recientes de Mees, Carbajosa y Valenzuela.

Mees, Ludger. El pasado que no quiere pasar. “El País” (15-IX-2006) 19. Ludger Mees es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. ‹‹Este fue el título de un ensayo (Vergangenheit, die nicht vergehen will) que en un día de verano de hace 20 años publicó el prestigioso diario alemán “Frankfurter Allgemeine Zeitung” en su sección de cultura. Su autor era el catedrático de Historia Ernst Nolte, un experto en el fascismo que impartía clases e investigaba en la Universidad Libre de Berlín. El subtítulo del ensayo indicaba que se trataba de una “conferencia que pudo ser escrita pero no pronunciada”. Aunque todavía hoy no está claro si esta denuncia de una posible censura era fundada o un truco propagandístico de su autor, lo cierto es que la tesis principal del largo escrito de Nolte contenía una bomba dialéctica. Nolte negaba la singularidad del régimen nacionalsocialista, argumentando que bajo el estalinismo se habían cometido crímenes que incluso superaban a las atrocidades de Hitler y sus acólitos, por lo que la causa última del auge del fascismo alemán no fue otra que una reacción defensiva ideada para hacer frente al expansionismo bolchevique. Como era de prever, el artículo causó un terremoto en los círculos académicos, intelectuales y periodísticos de Alemania. Fue Jürgen Habermas, el filósofo de Francfort, quien lideró el contraataque contra las tesis de Nolte y otros historiadores (Stürmer, Hillgruber, Hildebrand) que de una u otra forma le habían apoyado. Habermas reprochó a los revisionistas el haber tergiversado la historia con fines claramente políticos, inducidos por el Gobierno conservador de Kohl. Según el canciller y sus historiadores afines, se trataba de recuperar una sana identidad nacional sin la cual el pueblo alemán y su Estado no podían tener futuro. Para ello era preciso deshacerse de la losa de la mala conciencia por el pasado nazi, para poder mirar al futuro nuevamente con orgullo. La tesis de que los crímenes de Stalin eran más originarios que los de Hitler, y que éste no era una consecuencia lógica de la historia alemana, sino un lamentable accidente provocado por una amenaza externa, encajaba perfectamente, en opinión de Habermas, en esa estrategia político-historiadora. Así se desencadenó lo que hoy, incluso internacionalmente, se conoce como el Historikerstreit, la disputa o la polémica entre historiadores alemanes. Fue un debate durísimo, que en ocasiones rebasó los límites de la decencia y buena educación tan sagradas en la comunidad académica alemana y se prolongó durante casi una década. El

importante seguimiento mediático que tuvo facilitó la incorporación al debate de amplios sectores de la ciudadanía alemana. En un balance 20 años después cabe destacar dos resultados. En una perspectiva historiográfica, se han consolidado las tesis de que las causas del nacionalsocialismo fueron más de índole interna que externa y de que el móvil principal de Hitler no fue su temor al bolchevismo, sino su exacerbado racismo antisemita. En segundo lugar, destaca la socialización de la polémica y sus consecuencias positivas para la democracia en Alemania. Pese a los intentos de Nolte y compañía, el desastre alemán -una expresión acuñada en 1946 por Friedrich Meinecke, uno de los grandes de la historiografía alemana- sigue hoy muy presente en la memoria colectiva de los alemanes (lo acaba de demostrar la reciente polémica sobre la pertenencia de Günter Grass a las SS), formando un potente dique de contención frente a las tentaciones de historiadores revisionistas y opciones políticas de extrema derecha. La mejor muestra reciente de esta reconfortante realidad es que, durante el último Mundial de fútbol, la oleada de patriotismo alemán no traspasó casi nunca sus características lúdicas. La extrema derecha no pudo instrumentalizar y desvirtuar ese sentimiento. El ejemplo del Historikerstreit alemán sugiere, pues, que el recuerdo duradero y crítico de una dictadura, de su guerra y de sus crímenes en la memoria colectiva de la sociedad requiere de tres condiciones básicas: una, la existencia de un debate académico sobre el tema; dos, la implicación no partidista de las instituciones. Cabe recordar que el proyecto del recientemente inaugurado nuevo Museo Histórico Alemán en Berlín recibió un impulso definitivo durante los años del Historikerstreit. Una consecuencia indirecta del mismo también fue el gran Monumento del Holocausto en la capital alemana, que se remonta a una decisión del Parlamento de 1999 y quedó abierto al público en 2005. La tercera condición para mantener el recuerdo crítico de la dictadura en la memoria colectiva es la socialización del debate, que no debe quedar limitado a los guetos académicos e intelectuales. En España, donde, los 20 años del inicio del Historikerstreit coinciden con el 70 aniversario del comienzo de la Guerra Civil, todavía es pronto para saber si estas condiciones se están cumpliendo, aunque mis dudas se centran sobre todo en la tercera. Recientemente, Alberto Reig Tapia ha sostenido, con razón, en este periódico que los revisionistas españoles, con muy contadas excepciones, no tienen vínculo alguno con la historiografía académica. Y yo añadiría que su formación y reputación no tiene, por

tanto, nada que ver con la de un Nolte o Hillgruber. Sin embargo, pese a que sus argumentos carezcan de solidez, sí es cierto que cuentan con un formidable apoyo mediático, que ha otorgado a más de uno de sus libros un éxito de ventas que ya quisieran tener para sí muchos de los historiadores profesionales. ¿Quiere esto decir que la penetración social del debate en torno a la Guerra Civil y al franquismo sólo —o casi sólo— se está logrando por el lado del revisionismo? ¿Acabará imponiéndose la tesis de que la República fue la verdadera culpable de la guerra y que Franco se vio casi forzado a intervenir para poner fin a la ingobernabilidad, el caos y la anarquía? ¿Qué pasaría si los revisionistas, dentro de un par de años, contasen no ya sólo con el apoyo mediático, sino también con el soporte político por parte de un nuevo gobierno, formado por un partido cuyos dirigentes siguen con problemas para condenar el régimen franquista, además de exhibir últimamente comportamientos, pensamientos y modales políticos mucho más cercanos a partidos de extrema derecha que a un partido democristiano conservador como fue la CDU de Kohl durante los primeros años del Historikerstreit? Alguien me contestará: el PP no puede ganar las elecciones porque éstas no se ganan en el monte, sino en el centro. Para un historiador, empero, este argumento no pesa porque, primero, no invalida la preocupación por la socialización del debate y, segundo, olvida que la historia no es una ciencia exacta y puede permitirse muchos caprichos contra pronóstico. Está bien que tampoco en España el pasado quiera pasar, pero la lucha por determinar quién escribirá este pasado, y en qué términos lo hará, no está, ni mucho menos, decidida.›› Carbajosa, Ana. Nuevos populismos para la vieja Europa (2-3), en AA. VV. El avance de la ultraderecha. “El País” Domingo (I-V-2011) 1-7. ‹‹Cuando un partido populista, eurófobo y antimigrantes triunfó en las elecciones generales de Finlandia hace un par de semanas, muchos se preguntaron qué había pasado en uno de los países símbolo de la tolerancia y del Estado de bienestar. Cuando miraron alrededor, se dieron cuenta de que los finlandeses no estaban solos. Vieron que en el mapa de Europa proliferaban partidos que en el pasado hubieran sido apestados políticos por su extremismo, pero que hoy cautivan a buena parte del electorado. En varios países europeos se han convertido en la tercera fuerza más votada. En otros, como en Francia, las encuestas les auguran un futuro muy prometedor.

Finlandia, Holanda, Noruega, Suecia, Italia, Francia... La lista de países que registran un auge de los partidos populistas y de extrema derecha es larga. Y más alargada es aún la sombra que proyectan esas formaciones sobre los partidos tradicionales, que crecientemente adoptan algunas de las tesis extremistas a la caza de los votos que sienten les roban los populistas, advierten los expertos. El populismo y la derecha extremista presentan formas muy distintas a lo largo del continente. Hay, sin embargo, denominadores comunes, entre los que destacan el euroescepticismo y la xenofobia, que tiende a cebarse con los inmigrantes musulmanes. Es común también la presencia en sus filas de un nuevo tipo de líderes, que poco tienen que ver con sus predecesores. Los nuevos políticos populistas son más jóvenes -la mayoría rondan los cuarenta-, más modernos y mejor parecidos. Son carismáticos y tienden a ser grandes oradores a los que se atribuye en buena medida el tirón de sus partidos. Consiguen además desmarcarse del turbio pasado de sus formaciones cuidando su lenguaje, con el que son capaces de transmitir ideas xenófobas sin incurrir en el lenguaje zafio y racista del pasado. Han conseguido en definitiva hacer aceptables y digeribles ideas que hasta hace poco tenían escasa cabida en el debate político. “Las ideas políticas más radicales son crecientemente aceptables, también entre los partidos tradicionales, que ahora coquetean con las ideas de extrema derecha. Eso es porque los partidos extremistas son ahora más sofisticados y apelan a un electorado más amplio que ya no se avergüenza de votar a la extrema derecha”, sostiene Simon Tilford, economista jefe del Center for European Reform con sede en Londres. “Por eso suponen un desafío mucho mayor que la extrema derecha tradicional de los años ochenta y de los noventa”, añade Tilford. Los extremistas han sabido capitalizar el hastío de un electorado con los partidos tradicionales, que han perdido la capacidad de conectar con la ciudadanía. Hay analistas que incluso los llaman “partidos protesta” porque su misión fundamental es cosechar el desencanto de otros. Y se atreven con las polémicas que los partidos de siempre prefieren esquivar. Ni a la derecha ni a la izquierda les ha ahorrado dolores de cabeza ni fracasos electorales evitar temas espinosos como la inmigración. Al contrario. Porque los votantes quieren que les hablen de lo que les preocupa, y la inmigración parece ser uno de esos temas. Políticos como Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda han hecho del debate migratorio su bandera y no tienen reparos a la hora de apelar a emociones como el miedo. Azuzan el temor a la llamada Eurabia, es decir, a un desembarco masivo

de musulmanes capaces de poner en peligro lo que consideran la identidad europea. Su mérito es doble, porque consiguen infundir miedo en un momento en el que se da la paradoja de que la integración de los trabajadores extranjeros es relativamente exitosa en varios países europeos. Estos políticos fijan los últimos clavos del ataúd del multiculturalismo que, dicen, no funciona y defienden en cambio un modelo asimilacionista, según el cual los inmigrantes que quieran vivir en Europa lo deberán hacer siguiendo las normas y costumbres de los europeos, dejando de lado la herencia cultural de sus países de origen. Las revueltas en el mundo árabe y el desembarco de norteafricanos en las costas europeas han supuesto un golpe de suerte para los extremistas que ahora hacen su agosto. Marine Le Pen, flamante líder del Frente Nacional francés heredado de su padre, el ultraderechista Jean Marie, visitó el mes pasado la isla italiana de Lampedusa, donde miles de tunecinos han arribado después de la revuelta. “Europa es impotente y no ha encontrado una solución “, dijo. Y a continuación añadió: “Europa debe acercarse lo más posible a las costas de donde parten los barcos clandestinos y enviarlos de vuelta”. “Somos testigos de una catástrofe”. Los partidos tradicionales, celosos del éxito populista, dejan a menudo que los más extremistas marquen el paso. Cuestiones como la prohibición del burka, que afectan directamente a un número ínfimo de europeas, han ocupado momentáneamente un lugar central en la vida política y parlamentaria de algunos países, por delante de temas como el desempleo o el adelgazamiento del Estado de bienestar. La eurofobia es la otra gran pata del banco de los extremistas, que consideran a la Unión Europea fuente de todo mal. De nuevo es un mensaje que cala con facilidad entre un electorado que no siente las instituciones de Bruselas como propias y que, por tanto, no acaba de entender por qué hay que financiarlas. Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, añade que el momento que atraviesa Bruselas tampoco ayuda. “La UE no está en buena forma. La crisis económica, la ampliación y la incapacidad para alcanzar consensos de forma rápida en un mundo cambiante contribuyen a la frustración de los ciudadanos”. Y apunta otra idea. “La población europea envejece, y los mayores se repliegan sobre aquello que conocen mejor y que poseen. Tienen miedo a perder sus pensiones y todo lo que han conseguido en su vida”. Los partidos clásicos no han encontrado todavía la fórmula idónea para lidiar con los nuevos actores políticos que juegan con ventaja, porque se desmarcan de las

reglas de un juego político del que, sin embargo, se benefician. Juegan la carta antisistema, critican a las instituciones y a los gobernantes, y les funciona. En países como Bélgica, hace años se optó por el llamado cordón sanitario, por el que se aísla al extremista Vlaams Belang en un vano esfuerzo de contención. El resultado es que en la oposición, alejados del desgaste del poder, los extremistas flamencos no han dejado de crecer. En otros países europeos piensan, por el contrario, que es mejor dejar gobernar a los antisistema, porque creen que sus discursos no son sostenibles en la cima del poder, que inevitablemente minará su popularidad. A primera vista, podría parecer que la crisis económica y financiera que ha sembrado el miedo ante un futuro poco prometedor podría jugar a favor de los extremistas. No es, sin embargo, este un factor decisivo, explican los expertos. Basta con analizar en qué países el resurgir populista cobra más fuerza. Holanda, Finlandia, Noruega o Alemania, donde los discursos antiinmigración triunfan como nunca, no se han visto apenas golpeados por la crisis financiera que sí ha destrozado otras economías europeas. Por eso, dicen los analistas, el verdadero problema surgirá el día en que los extremismos cobren fuerza en países más afectados por la crisis como España, Grecia o Reino Unido. “Si en esos países los niveles de desempleo siguen tan altos como hasta ahora y si en los próximos años no se producen mejorías económicas, el terreno estará abonado para que extremismos —tanto de izquierda como de derecha— florezcan”, augura Tilford.›› Valenzuela, Javier. ‘Primavera parda’ en Europa. “El País” Domingo (29-IV2012) 7. Alerta del aumento de voto neofascista en Francia, Grecia y otros países, a medida que la crisis económica y social se agrava en Europa. ‹‹Esta primavera parda de 2012 no ha terminado en Europa. Si a usted ya le inquietó el 18% de los votos cosechado por el Frente Nacional (FN) en la primera vuelta de las presidenciales francesas, prepárese para asistir el próximo domingo a la entrada en el Parlamento griego de los energúmenos de Amanecer Dorado. Al lado de estos ultraderechistas helenos, la francesa Marine Le Pen diríase una ursulina. Todos los sondeos auguran que las legislativas griegas producirán un Parlamento muy fragmentado, con un montón de partidos en su seno. Uno de ellos, con entre el 4% y el 5% de las intenciones de voto, sería Amanecer Dorado, que aventajaría a la hasta ahora fuerza ultraderechista oficial del país, el Partido Popular Ortodoxo (LAOS).

Amanecer Dorado considera blandengue al LAOS. Su mensaje es aún más tosco: “Grecia para los griegos. Fuera los extranjeros”. Ilyas Panayotaros, su portavoz, se queda tan ancho cuando dice cosas como esta: “Todos los problemas de Grecia son culpa de los inmigrantes. Son parásitos y criminales. Cuando gobernemos, los deportaremos y blindaremos las fronteras con minas y vallas electrificadas”. A cientos de miles de desconcertados y angustiados griegos, sobre todo en barrios obreros y populares que antaño fueron granero socialista, tales majaderías les hacen tilín. Nikos Michaloliakos lidera a esta gente. Es un exparacaidista que se confiesa nostálgico del régimen fascista de Ioanis Metaxas que gobernó Grecia entre 1936 y 1941 y de la Junta Militar de 1967-1974. Aquellos, piensa, eran buenos tiempos: había mucha disciplina y pocos extranjeros, los rojos estaban encarcelados o exiliados, y Atenas no tenía que obedecer a las élites políticas y financieras de Berlín, Fráncfort y Bruselas. Para restaurar la grandeza nacional, lo primero es desprenderse de tantos extranjeros,

predica

Michaloliakos.

Los

de Amanecer

Dorado llevan

años

combatiéndolos, asaltando, al estilo de los squadristi de Mussolini, a los albaneses, asiáticos y africanos que se les ponen a tiro. A diferencia de la mayoría de los otros partidos ultraderechistas en ascenso electoral en Europa, más partidarios de la respetable camisa blanca, los de Michaloliakos no le hacen ascos a la parafernalia neonazi. Su símbolo recuerda a la esvástica, muchos hacen el saludo fascista y sus panfletos proclaman la “superioridad racial” de los griegos. En esta campaña, mientras los demás se pelean por acaparar los platós televisivos, ellos son los únicos que salen a la calle: a repartir panfletos o leña, dar mítines en cualquier esquina o llenarlo todo de pintadas. Tataranietos ideológicos de los movimientos reaccionarios y antisemitas que en el siglo XIX combatieron la Ilustración, y nietos de los movimientos fascistas de los años treinta del pasado siglo, los ultraderechistas europeos de hoy suelen pensar que el Holocausto no existió o fue exagerado por los vencedores de la II Guerra Mundial. Amanecer Dorado no oculta su negacionismo, y Jean-Marie Le Pen, fundador del FN y padre de su actual jefa, Marine, ha sido condenado por ello por tribunales franceses. No obstante, los ultras optan ahora por poner en sordina su antisemitismo y desplegar a todo trapo su islamofobia. Les plantea menos problemas con el “sistema” y, con la presencia de millones de inmigrantes musulmanes en Europa, es hoy más popular.

La nueva ultraderecha obtuvo en su conjunto casi 40 escaños en las elecciones al Parlamento Europeo de 2009, más del doble que en 2004. Su ascenso comenzó hace pocos lustros en Francia (Le Pen), Italia (Umberto Bossi) y Austria (Jörg Haider), y se ha ido consolidando con el refuerzo de países del Este y nórdicos y escandinavos. De Finlandia a Grecia y de Francia a Hungría, tiene rasgos comunes: nacionalismo (cada cual el suyo), xenofobia (la culpa siempre es de los extranjeros y sus cómplices progresistas), populismo autoritario (esto se arregla con mano dura) y antieuropeísmo (Bruselas nos asfixia). Salvo excepciones, se proclama demócrata y evita los uniformes, los saludos y las puestas en escena que puedan vincularla con Hitler y Mussolini. Pero, sobre todo, comparte la islamofobia. Geert Wilders, caudillo del holandés Partido por la Libertad (PVV), es todo un abanderado de la idea de la incompatibilidad entre la “superior” civilización europea y el islam “bárbaro e invasor”. Aún más, cree que ya estamos en guerra. Juzgado por incitar así al odio étnico o religioso, Wilders fue absuelto por un tribunal de Ámsterdam en junio de 2011. En la estela del asesinado Pim Fortuyn, Wilders propone que Holanda prohíba el Corán, el hiyab y las escuelas musulmanas, y deporte manu militari a los “terroristas callejeros marroquíes”. Solo así los tulipanes volverían a florecer. En 2010, un millón y medio de holandeses, el 16%, avalaron con sus votos las patrañas del PVV. Esta semana, el rubiales y desencajado ultra holandés ha sido noticia mundial por negarse a sostener con sus diputados al Gobierno liberal-conservador de su país en su deseo de mayor austeridad, nuevos recortes presupuestarios, reducción galopante del déficit público. Holanda se ha quedado así sin Ejecutivo, y Merkel, sin uno de sus más testarudos aliados en la germanización presupuestaria de Europa. Como en los años treinta del pasado siglo, el ascenso de la ultraderecha en Europa se nutre del paro, el deterioro del Estado de bienestar, el foso creciente entre los muy ricos y unas clases populares y medias cada vez más pobres, la codicia y arrogancia de las élites. Las congojas que expresa son reales, aunque no la explicación y la solución que les da: la búsqueda del chivo expiatorio en el extranjero más débil y en otras etnias, culturas o religiones. También como sus abuelos fascistas, los líderes de estos partidos son diestros en el camuflaje. Por ejemplo, se presentan como “antisistema” personajes como la millonaria Marine Le Pen o como el italiano Umberto Bossi, el líder de la Liga Norte que ha gobernado un montón de años con Berlusconi. Especializada en sembrar el rechazo a los inmigrantes extranjeros y a sus compatriotas meridionales, la Liga Norte

sueña con un país llamado Padania, su versión de la protectora aldea primigenia blanca y cristiana. Una amplia tolerancia social sopla a favor de los ultras. Aunque esté lejos de la realidad, su propaganda —los inmigrantes roban empleos, no pagan impuestos ni cotizan, abarrotan los ambulatorios, son culpables de la delincuencia y quieren cambiar nuestro modo de vivir— va calando como indiscutible. El centroderecha se va contaminando de sus ideas y sus propuestas. Por cierto, de modo suicida: la retórica y la política xenófobas de Sarkozy no han impedido el ascenso del FN; también en esto, la gente prefiere el original a la copia. Y, sin embargo, Sarkozy, erre que erre, soltó el pasado jueves la burrada de que Hollande busca en la segunda vuelta “el voto de las mezquitas”. Por su parte, la socialdemocracia se acobarda, acepta jugar en los términos planteados por los ultras y pierde así el partido. Durante esta campaña griega, conservadores y socialistas siguen la agenda xenófoba propuesta por Amanecer Dorado y compiten por demostrar cuál de ellos sería más duro con los extranjeros sin papeles. Como si los males específicos de Grecia no vinieran del derroche especulativo de sus financieros, constructores, políticos y burócratas. Primavera parda, pues, en Europa. Se anuncia que el Mein Kampf será publicado en Alemania por primera vez desde la II Guerra Mundial. La ultraderecha crece electoralmente en Francia y Grecia y tumba al Gobierno en Holanda. Y Anders Breivik, combatiente contra la “islamización” de Europa, exmilitante del ultraderechista Partido del Progreso y admirador del holandés Wilders, es juzgado por el doble atentado que, el pasado julio, mató a 77 personas en Noruega. Sí, hay ideas potencialmente asesinas.››