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Tema25. La civilización grecolatina.

INTRODUCCIÓN A lo largo de este tema analizaremos una larga etapa de la historia de la humanidad, la civilización grecolatina, en la cual encuentra sus fundamentos nuestra cultura occidental. En torno al siglo VIII a. C. se inició la Grecia arcaica, con el nacimiento de las polis y la formación de colonias en el Mediterráneo. La época clásica se inauguró con las guerras médicas, de las cuales Atenas salió fortalecida políticamente. El imperialismo ateniense condujo a las guerras del Peloponeso, y estas a la ruina de Grecia. En el norte, Alejandro Magno, heredero del Reino de Macedonia, tomó el relevo, unificó Grecia y extendió con sus conquistas la cultura helénica hasta el Indo. A la muerte de Alejandro, su Imperio de dividió en los reinos helenísticos. Roma, por su parte, tuvo un origen incierto, en cuya leyenda se mezcla el mito y la realidad. Su primera forma de gobierno fue la monarquía, que se extendió entre los años 753-509 a. C. A ella le siguió la República, momento en el que Roma se expandió por el Mediterráneo. Las consecuencias socioeconómicas de esta expansión militar terminaron por aniquilar la República y dar paso al Imperio, de la mano de Octavio en el año 27 a. C. La historia del Imperio se dividió en dos momentos: el Alto Imperio, en los siglos I y II –periodo de esplendor militar, político y económico–; y el Bajo Imperio, iniciado con la crisis del siglo III, que llevó a su división y a la posterior desintegración del Imperio romano de Occidente, en el año 476. El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema: 1. La civilización griega desde los orígenes a la época helenística 1.1. La Edad del Bronce 1.2. La época oscura 1.3. La época arcaica 1.4. La Grecia clásica 1.5. La Grecia helenística 1.6. Bases sociales y económicas 1.7. Aportaciones culturales. La religión 2. Roma: construcción, crisis y división de un Imperio. El proceso de romanización 2.1. Orígenes y monarquía 2.2. La Roma republicana 2.3. La formación del Imperio. Etapas, crisis y división 2.4. Transformaciones sociales y económicas 2.5. El proceso de romanización. Cultura y religión De acuerdo con el Real Decreto 1105/2014, que establece el currículo en la Educación Secundaria Obligatoria y en el Bachillerato, este tema contribuye al desarrollo de las asignaturas de Geografía e Historia en primer ciclo de ESO y de Historia de España en 2º de Bachillerato. En la ESO, el tercer bloque del primer ciclo dedica contenidos específicos al análisis del mundo clásico: Grecia y Roma. La Historia de España de 2º de Bachillerato aborda contenidos relacionados con la conquista y romanización de la Península Ibérica y el legado cultural romano. Las posibilidades en lo que a recursos didácticos se refiere son muy variadas y abarcan desde el uso de mapas temáticos e históricos, ejes cronológicos y otras técnicas tradicionales hasta la aplicación de metodologías más innovadoras y motivadoras como puede ser el uso de cómics, el aprendizaje basado en proyectos o el manejo de las TIC y sus infinitas posibilidades. Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. De especial interés pueden resultar aquellas actividades que permitan al alumnado abordar los contenidos de una forma más tangible y cercana, como por ejemplo el uso de réplicas de producciones materiales, la realización de maquetas, los juegos de simulación, etc.

1. LA CIVILIZACIÓN GRIEGA DESDE LOS ORÍGENES A LA ÉPOCA HELENÍSTICA 1.1.

LA EDAD DEL BRONCE

En el III milenio a. C. se percibe, en la Europa mediterránea, una clara diferencia entre la metalurgia occidental y la del Egeo –donde se desarrollaron: el periodo heládico, en la Grecia continental; el periodo cicládico, en las Islas Cícladas; y el periodo minoico, en Creta–. No se pueden establecer paralelismos cronológicos entre estas culturas y las culturas europeas; mientras en el Egeo se desarrollaba el Bronce antiguo, el continente aún vivía en el Calcolítico. La civilización cicládica dejó tras de sí cientos de figurillas de mármol, la mayoría figuras femeninas relacionadas con el culto a la fertilidad. La cultura minoica coincide con la construcción de los primeros palacios en Cnossos, Malia y Festos, que testimonian un nuevo poder político y económico concentrado en determinadas élites sociales. Se produjo, en este momento, en todo el territorio, un crecimiento demográfico y una expansión favorecida por los conocimientos de navegación y la mejora de la flota; Creta ejerció la talasocracia en el Mediterráneo. Se trata de una cultura que manifiesta formas urbanas, y que desarrolla la escritura, cerámicas ricas, vidrio, pinturas al fresco, etc. En el continente, la cultura heládica evolucionó hacia la Grecia micénica; no conocemos con exactitud las causas que provocaron la desaparición de su sistema palacial y la decadencia de esta civilización. Algunas teorías sostienen como principales motivos la invasión de los pueblos del mar: oleadas de migrantes de identidad controvertida entre los que figuraban los dorios. Para otros investigadores, los motivos habría que buscarlos, bien en causas naturales, cambios climáticos o temblores de tierra, bien en conflictos internos (Sandars, 2005). En cualquier caso, el final de la Edad del Bronce coincide con la destrucción de los palacios micénicos y con el comienzo de la Edad del Hierro en el Egeo. 1.2.

LA ÉPOCA OSCURA

Bajo la denominación de época oscura se oculta un periodo de la historia de Grecia que abarcaría, aproximadamente, desde la invasión de los pueblos del mar, en torno al siglo XII-XI a. C., hasta el siglo IXVIII a. C; recibe este nombre debido a la casi ausencia de documentación para su reconstrucción. La primera fase de este periodo estuvo marcada por una serie de migraciones con grandes movimientos de población; fenómeno que llevaba produciéndose desde hacía siglos en la región. Fue en ese momento cuando parece que se consolidaron los asentamientos y se pusieron los pilares de unas comunidades que, con el tiempo, se convirtieron en el eje de la Grecia clásica –como Esparta–, cuya fundación se realizó en torno al 900 a. C. por los dorios. Ante la ausencia de fuentes, la cerámica se ha convertido en el auténtico fósil director del periodo. La mejor descripción de las formas de vida durante la época oscura nos ha llegado a través de la literatura homérica, que narra la guerra de Troya. En lo que se refiere a la vida política, parece que existían ya una serie de instituciones que, aunque con ciertas transformaciones, perduraron a lo largo de toda la historia de Grecia: el ágora –asamblea de todos los varones adultos–; la boulé –consejo de ancianos, al cual se encontraba subordinada el ágora–; y el basileus –un cargo Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. unipersonal que, teóricamente, estaba al frente del Estado, pero cuyas decisiones estaban sujetas a la aprobación de las asambleas anteriores–. 1.3.

LA ÉPOCA ARCAICA

En el siglo VIII a. C., Grecia comenzó a salir de los años oscuros y dio paso a la época arcaica, que se caracteriza por tres aspectos esenciales: la creación de la polis, el auge de las colonizaciones griegas en el Mediterráneo, y la crisis de la oligarquía como forma de gobierno. La polis es la estructura política más característica del mundo griego: se trata de una ciudad-estado independiente, con una población que oscilaba en torno a los 10 000 habitantes y que controlaba un territorio más o menos extenso a su alrededor. Estaba gobernada por oligarquías de terratenientes, los aristoi –denominados a sí mismos “los mejores”–, que dominaban el consejo –órgano principal de gobierno–, la mayor parte de las tierras y el ejército. El resto de los ciudadanos se reunía en el ágora, convertida en una asamblea de carácter meramente consultivo. También en el siglo VIII a. C., los griegos se lanzaron a la formación de colonias; las causas de este proceso de colonización fueron diversas: por un lado, el aumento demográfico –que no podía contrarrestarse con un incremento de la agricultura ante la ausencia de tierras disponibles en un medio físico esencialmente montañoso–; por otro, las luchas internas entre distintos sectores sociales de la polis, en particular los aristoi contra el demos (pueblo) –ocasionadas por la codiciosa política de los primeros por controlar la mayor parte de las tierras–; en tercer lugar, la búsqueda de riquezas por medio de la ampliación de las redes comerciales; y, finalmente, los progresos en la navegación. La consecuencia más importante de este proceso fue la extensión de la civilización griega en el mar Negro y en el mar Mediterráneo, desde la costa occidental de Asia Menor a la Península Ibérica. De forma paralela al desarrollo de las colonizaciones, el sistema político oligárquico entró en crisis. Entre los principales motivos cabría citar los siguientes: primero, los enfrentamientos (stasis) entre campesinos –arruinados por la economía latifundista de los aristoi– y los terratenientes; segundo, la aparición de gentes enriquecidas por el comercio colonial y la artesanía, gracias a la moneda –que reclamaban una mayor participación política–; y, finalmente, la aparición de una nueva fuerza militar de campesinos y artesanos, soldados de infantería ligera que luchaban a pie con largas lanzas (hoplitas). Ante esta situación, campesinos, artesanos y comerciantes acabaron creando una alianza contra los aristoi y lucharon por imponer un nuevo sistema político, la democracia. Desde mediados del siglo VII a. C., y con el fin de tratar de hacer frente a la crisis, surgieron una serie de individuos ocupados en detener los excesos aristocráticos: eran los legisladores –hombres de gran prestigio moral y social que iniciaron una serie de reformas de carácter democrático–. Junto a ellos también encontramos la figura de los tiranos – que surgieron por primera vez en Jonia en el siglo VI a. C.–, los cuales actuaron con energía en nombre del pueblo para mejorar las condiciones de vida de los campesinos. A pesar de su éxito inicial, el despotismo en el que se vieron sumidas las tiranías dio paso a una labor de los legisladores que dejó preparado el camino hacia la democracia.

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Tema25. La civilización grecolatina. 1.4.

LA GRECIA CLÁSICA

Durante el periodo clásico destacaron dos polis con sistemas políticos completamente opuestos, Esparta y Atenas. Esparta estaba dirigida por una oligarquía militarista mediante una diarquía: dos reyes que gobernaban al mismo tiempo. Sus instituciones principales eran una asamblea militar (apella), que elegía a los éforos –magistrados que defendían los privilegios de la nobleza frente a los ilotas– y periecos, y un consejo de ancianos (gerousia), que imponía el veto a la apella. La estructura político-social de Atenas se fue conformando a lo largo de varios siglos, siendo esenciales las reformas aplicadas durante la etapa anterior por legisladores como Dracón (s. VII a. C.), Solón (s. VI-VII a. C.) y Clístenes (s. VI a. C.) (los dos últimos pusieron los cimientos para que se desarrollase la democracia en Atenas). Se trataba de una democracia limitada –donde solo tenían derechos políticos los ciudadanos–; los derechos se negaban a las mujeres, a los metecos (extranjeros) y a los esclavos. Sus principales instituciones fueron la asamblea popular (ecclesía), que elegía a los magistrados (arcontes)–que tenían el poder ejecutivo–; y el consejo de Quinientos (boulé) –órgano de carácter deliberativo–. Durante la época clásica, Grecia protagonizó las guerras médicas (499-448 a. C.) contra los persas; conflicto que puso en peligro la supervivencia de la cultura helénica. Surgieron como consecuencia de la expansión de la Persia aqueménida de Darío I (550-487 a. C.) en Oriente, y su deseo de establecer un imperio universal por todo el mundo antiguo. El conflicto se desarrolló en tres guerras; la primera se inició en 499 a. C., cuando los griegos ayudaron a las ciudades de Asia Menor amenazadas por Darío I, que respondió con la invasión persa sobre Grecia, en 492 a. C., y que fue derrotado en la batalla de Maratón (490 a. C.). La segunda se inició en 480 a. C., cuando Jerjes I (519-465 a. C.) invadió Grecia con un ejército de más de 100 000 hombres; en este conflicto se libraron las conocidas batallas de las Termópilas y la naval de Salamina, que provocaron la retirada persa; en 479 a. C. los griegos vencieron nuevamente en Platea, y en 478 a. C. liberaron las ciudades jonias de Asia Menor. La tercera guerra médica la dirigieron los griegos a través de la Liga de Delos, hasta vencer a Artajerjes I (s. V a. C.), que firmó la Paz de Cimón, en 448 a. C. A partir de 448 a. C., se inició el periodo conocido como imperialismo ateniense. Pericles (494-429 a. C.) –gobernante de Atenas entre los años 443-429 a. C.–, partidario de favorecer las manufacturas y el comercio, convirtió a Atenas en el centro económico más importante del Mediterráneo oriental gracias a los tributos que pagaban las polis de la Liga de Delos. En el año 431 a. C., el imperialismo ateniense, en su momento de mayor apogeo, chocó frontalmente con los intereses de las otras dos grandes potencias del momento: Esparta y Corinto. Dicho enfrentamiento, que se extendió de forma intermitente hasta el año 404 a. C., ha pasado a la historia con el nombre de guerra del Peloponeso, que terminó con la imposición de Esparta, poniendo fin al imperialismo ateniense. En los años siguientes, Esparta tuvo que hacer frente a varias guerras contra otras ciudades griegas, en particular, contra Tebas. La decadencia de los estados griegos tras estos conflictos facilitó la política agresiva del rey Filipo II de Macedonia [reinado 359-336 a. C.]; reino que acabó convirtiéndose en potencia hegemónica de la Hélade. Su objetivo era la unificación, mediante una política militar expansionista, de las polis de toda Grecia bajo su mando, pero su asesinato frustró sus aspiraciones (Bravo, 2008). Tras su muerte, en el año 336 a. C., le sucedió en el trono macedonio su hijo, Alejandro Magno. 1.5.

LA GRECIA HELENÍSTICA

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Tema25. La civilización grecolatina. Alejandro Magno (356-323 a. C.), de esmerada educación griega –tuvo a Aristóteles (384-322 a. C.) como preceptor– y extraordinarias dotes militares, fue elegido comandante supremo de las fuerzas griegas destinadas a combatir a Persia. Tebas se levantó en armas, oponiéndose, y Alejandro respondió sitiando, saqueando y destruyendo la ciudad; ante esta situación, el resto de las polis griegas se sometieron y se unieron a Alejandro. En la primavera de 334 a. C., desembarcó en Asia Menor al frente de su ejército, y su victoria sobre los persas en Isos (333 a. C.) llevó al rey Darío III [reinado 336-330 a. C.] a huir, dejando en manos de los griegos el resto del Imperio persa –Anatolia, Siria, Fenicia, Palestina y Egipto–, que se entregó sin ofrecer resistencia. En Egipto fundó la ciudad que lleva su nombre, Alejandría, y, después, se dirigió a Mesopotamia, donde Darío III había reunido un gran ejército. El triunfo de Alejandro en Gaugamela, en 331 a. C., y el asesinato de Darío favorecieron su avance hacia el Hindukush, donde se casó con Roxana, hija de un príncipe local. En el año 327 a. C. inició su campaña contra la India y derrotó al rey Poros (s. IV a. C.). Un motín de sus tropas impidió que continuara su campaña más allá del río Ganges. En el año 323 a. C., toda su gloria y proyectos de dominio universal se vieron cercenados al morir en Babilonia, “víctima de fiebre y debilidad”, según su compañero e historiador Ptolomeo I (367283 a. C.) (probablemente a consecuencia del paludismo). La muerte de Alejandro Magno sin herederos de sangre abrió un periodo de cincuenta años –de 323 a 273 a. C.– marcado por las continuas luchas entre sus generales por hacerse con el poder. Este periodo ha sido conocido como la época de los diadocos (herederos), seguidos de los epígonos (sucesores), que crearon tres dinastías diferenciadas: los seléucidas, en Asia; los lágidas o ptolomeos, en Egipto; y los antigónidas, en Macedonia (Fernández, 2014). Estos reinos helenísticos heredaron el bagaje cultural griego que, mezclado con la tradición oriental, dio lugar a la rica cultura helenística. Su régimen político era la monarquía de corte oriental, centralizada en un rey con poderes absolutos y sostenida gracias a una burocracia de griegos y al ejército; a excepción de Macedonia, que conservó su sistema monárquico tradicional y su estructura social. Los territorios sobre los que se asentaban pasaron, posteriormente, a formar parte de Roma; el último de ellos fue Egipto, en el año 30 a. C., cuando muere Cleopatra [reinado 51-30 a. C.], la última representante de la dinastía de ptolemaica. 1.6.

BASES SOCIALES Y ECONÓMICAS

La sociedad helénica establecía una clara distinción entre dos grupos sociales: los ciudadanos y los no ciudadanos. –Las mujeres, en todos los casos, estaban excluidas de formar parte de la ciudadanía–. Los ciudadanos lo eran por nacimiento y reconocimiento paterno, y se definían por su participación en la vida política y por la posesión de tierra. Esparta fue un caso singular dentro del mundo griego, pues la ciudadanía espartana estaba organizada en torno a tres clases o estamentos: los espartíatas, que eran la clase dirigente y descendientes de los conquistadores dorios; los periecos, cuyo origen se remonta a los primeros pobladores anteriores a la invasión doria; y los ilotas, una clase socialmente inferior de carácter servil. De ellos, solo los espartíatas eran ciudadanos de pleno derecho. En Atenas, por el contrario, todos los ciudadanos podían participar en la vida política con independencia de sus rentas, si bien existía una clara distinción en función del nivel de riqueza entre una clase dirigente aristocrática y la masa de pequeños campesinos. En el caso de que no cumplirse todos los requisitos que cada polis establecía para la condición de “ciudadano”, se pasaba a formar parte de un grupo intermedio, el de los no ciudadanos libres o metecos. Estos se ocupaban, fundamentalmente, de las actividades comerciales o artesanales y, ya fuesen griegos o no, carecían de derechos políticos por ser considerados extranjeros. La categoría jurídica de los no libres era la de esclavo; los esclavos carecían de cualquier tipo de derecho, ya fuesen Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. propiedad del Estado o privada, siendo considerados un bien mueble, del que se podía disponer a antojo. En la totalidad de los estados griegos, la mujer estuvo subordinada a la autoridad masculina (primero al padre y, luego, al esposo), carecían de muchos derechos (fundamentalmente, del de ciudadanía), pero jugaban un papel muy activo en el mundo religioso y en las festividades. En el caso de Esparta, las mujeres tenían una mayor libertad de movimiento e incluso recibían formación. La economía de la Hélade se basaba en la agricultura, la artesanía y el comercio. En prácticamente la totalidad de las polis griegas, la posesión de la tierra no era solo una fuente de ingresos económicos, sino además un elemento de prestigio social. El desarrollo agrícola estaba basado en los monocultivos mediterráneos de cereales, vid y olivo. Los oficios artesanales se encontraban desarrollados con anterioridad a la época clásica, pero fue durante esta cuando se especializaron. Los talleres especializados en la manufacturación de un producto determinado alcanzaron un gran desarrollo, aunque continuó siendo habitual el trabajo artesano individual. El funcionamiento normal de los talleres incluía la mano de obra esclava. De toda la producción artesanal, el elemento más destacado fueron las cerámicas, que alcanzaron una enorme difusión por todo el mundo antiguo. Sin lugar a dudas, de todas las actividades económicas de los griegos, la que rindió mayores beneficios fue el comercio; especialmente, vía marítima, dadas las dificultades de los transportes terrestres. Atenas fue la ciudad más destacada en esta actividad, hasta el punto de convertirse, a lo largo del siglo V a. C., en el principal centro comercial del Mediterráneo. 1.7.

APORTACIONES CULTURALES. LA RELIGIÓN

Grecia es la cuna del pensamiento occidental, gracias a sus importantes aportaciones en diferentes ámbitos del pensamiento: filosofía, ciencias, matemáticas, literatura, derecho, arte, etc. El principal vehículo transmisor de la cultura griega era la lengua, por lo que todo aquel que no hablase griego recibía el apelativo despectivo de "bárbaro". Entre los grandes filósofos están Tales de Mileto (s. VI-VII a. C.), Anaximandro (s. VI a. C.), Jenófanes (s. V-VI a. C.), Heráclito (s. V-VI a. C.) y Pitágoras (s. V-VI a. C.); además de los pertenecientes a la escuela ateniense de la época clásica: Sócrates (s. V a. C.), Platón (s. IV-V a. C.) y Aristóteles (s. IV a. C.). En el período helenístico destacaron el estoicismo y el epicureismo. La religión griega fue el resultado de la fusión de cultos dorios, micénicos y orientales. Se trata de un sistema politeísta que se caracteriza por un marcado antropomorfismo; las diosas y los dioses griegos estaban dotados de todos los vicios y virtudes humanas, así como de sus deseos, anhelos y esperanzas. De especial importancia fue el papel jugado por los oráculos –especialmente conocido el de Delfos–, que influyeron, en gran medida, en decisiones políticas hasta el siglo IV a. C. Conocemos con detalle la religión y la mitología griega gracias a obras como la Teogonía, de Hesíodo (s. VIII-VII a. C.) y los poemas de Homero (s. VIII a. C.) como la Ilíada y la Odisea. El arte fue otra de las grandes aportaciones griegas a la cultura occidental. La época arcaica fue el momento en el que los artistas lucharon por el dominio de la técnica, todavía incipiente, y la creación de la forma artística. La época clásica supone un momento de esplendor durante el cual se alcanzaron elevadas cotas de equilibrio y perfección, convirtiéndose en el modelo ideal al que imitar y en referente de la tradición artística posterior. La crisis del siglo IV inauguró el inicio de la decadencia de las formas equilibradas y perfectas del clasicismo. La época helenística fue una fase de ruptura total con el lenguaje clásico. Podemos decir que el arte griego fue la síntesis de dos corrientes culturales antagónicas: la jonia,

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Tema25. La civilización grecolatina. elegante, que aporta el sentido dinámico y erótico; y la doria, sobria, que aporta el sentido estático y ordenado.

2. ROMA: CONSTRUCCIÓN, CRISIS Y DIVISIÓN DE UN IMPERIO. EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN 2.1.

ORÍGENES Y MONARQUÍA

Los vestigios materiales pertenecientes a la Edad del Bronce y épocas anteriores son muy escasos en la Península Itálica. En cambio, los restos correspondientes a la Edad del Hierro son abundantes; todos ellos proporcionan información sobre el origen de una civilización lacial, creada sobre un sustrato cultural apenínico con influencias villanovianas y de la cultura de fosas. La carencia de fuentes fidedignas acerca de los orígenes de Roma ha sido sustituida, tradicionalmente, por toda una serie de mitos y leyendas en torno a su fundación, algunas de ellas narradas por historiadores romanos como Tito Livio (59 a. C.17 d. C.). Según estas, la fundación de la ciudad de Roma se produjo de acuerdo con el mito de Rómulo y Remo. Los gemelos, salvados de las aguas del Tíber y amamantados por una loba en la gruta del Lupercal, fueron finalmente recogidos por unos pastores; de ellos, fue Rómulo el que fundó Roma en el año 753 a C. Hoy sabemos que Roma fue el resultado del proceso de unificación de una serie de colinas situadas al este del río Tíber promovida por los habitantes de esos territorios, y no la acción de un único fundador. Estas comunidades se agruparon en la Liga Septimontium, dando lugar a una entidad política unificada. La monarquía fue la primera forma de organización política de Roma. El periodo monárquico, siguiendo a los analistas romanos, se extiende cronológicamente entre los años 753 y 509 a. C.; estuvo dirigido por siete reyes: cuatro de origen latino-sabino, de los que no se conservan fuentes fidedignas y que, por lo tanto, se consideran legendarios (Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio); y tres de origen etrusco, bien documentados en las fuentes (Tarquinio el Antiguo, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio, del s. VI a. C). Un espacio de tiempo de casi 250 años exige la existencia de algunos reyes más, cuyos nombres y hechos no se han conservado. El gobierno despótico de Tarquinio el Soberbio [reinado 534-509 a. C.) provocó que una revuelta nobiliaria pusiera fin a la monarquía. 2.2.

LA ROMA REPUBLICANA

 Las instituciones republicanas La República romana se sustentaba en tres instituciones fundamentales:  Las asambleas populares o comicios. Eran el cauce de participación de los ciudadanos en la vida política. Existían varios tipos de comicios. Los comicios centuriados eran los más importantes; no obstante, existieron otras asambleas populares como los comicios tribunados y los comicios curiados. En el año 494 a. C., los plebeyos consiguieron una asamblea propia donde se elegía al tribuno de la plebe para defender sus intereses.  Los magistrados. El poder ejecutivo estaba en manos de los magistrados. Estos eran elegidos entre la oligarquía patricia, ya que eran cargos no remunerados y se necesitaba disfrutar de una buena situación económica para poder ejercerlos. Los principales cargos de las magistraturas eran el cónsul Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. –que poseía la máxima autoridad; estaba investido cum imperium, es decir, tenía la potestad para dirigir tropas–; el pretor –que administraba justicia y gobernaba las provincias–; el edil –encargado de la administración urbana–; el cuestor –que estaba encargado de la Hacienda–; el censor –que elaboraba las listas de los ciudadanos–; el tribuno de la plebe –que era el representante y defensor de los plebeyos frente al Estado y los patricios; tenía derecho de veto (potestad para impedir la votación de una ley) y derecho de interccessio (podía impedir la ejecución de una ley ya vigente)–; y el dictador –magistrado con poderes extraordinarios elegido solo en situaciones de extrema gravedad–. Las seis primeras magistraturas conformaban el llamado cursus honorum, es decir, la carrera política de un ciudadano romano dentro de la administración pública para ser miembro del Senado.  El Senado. Estaba formado por 300 miembros –todos ellos antiguos magistrados–; y constituía una verdadera aristocracia que gobernaba la República. El Senado tenía varias funciones, entre las que destacan que asesoraba a los magistrados en sus decisiones, ratificaba las decisiones de los comicios y dirigía la política exterior.  La expansión de Roma La historia de los primeros años de la República, aunque distorsionada por la propaganda y las mitificaciones posteriores, estuvo marcada por los conflictos bélicos. Una vez conquistado el Lacio, en una primera fase expansiva, la segunda mitad del siglo IV a. C. estuvo ocupada por las guerras contra los samnitas (343-290 a. C.). Tras alzarse con el triunfo, no sin serias dificultades, los romanos entraron en conflicto con Pirro (318-272 a. C.), monarca del Épiro (región de los Balcanes). Las guerras pírricas (280275 a. C.) no fueron resolutorias, pues Pirro derrotó fácilmente a los romanos, aunque con el tiempo fue incapaz de conservar sus posesiones. A comienzos de siglo III a. C., Roma era ya la potencia hegemónica de la Península Itálica, y fue entonces cuando inició su expansión por el Mediterráneo occidental, donde sus intereses chocaron con los de otra gran urbe, Cartago. La primera guerra púnica (264-241 a. C.) se inició cuando Roma decidió acudir a la petición de auxilio de Mesina contra Cartago. Ni el sistema de alianzas ni la superioridad numérica de los romanos fueron suficientes para ganar; no fue hasta el momento en que Roma dispuso de una flota consolidada cuando los romanos consiguieron el control del mar y, con ello, derrotar a los cartagineses. Cartago fue obligada a pagar una fuerte indemnización y a evacuar Sicilia; Roma ocupó Cerdeña. La segunda guerra púnica (218-201 a. C) fue provocada por los cartagineses, que buscaban nuevas tierras en Iberia para expandir su imperio y la revancha contra Roma. Al frente de su ejército se encontraba Aníbal (247-184 a. C.), que había jurado "odio eterno a los romanos". Él fue quien forzó el conflicto, atravesó los Alpes con un ejército e invadió Italia, y obtuvo una importante victoria militar en inferioridad numérica contra los romanos en Cannas (216 a. C.); sin embargo, no atacó Roma directamente (a la espera de refuerzos de Hispania). Escipión el Africano evitó la llegada de esos refuerzos, gracias a su victoria en Iberia, e invadió África, obligando a Cartago a reclamar el regreso de Aníbal, que fue derrotado por Escipión en la llanura de Zama (202 a. C.). Cartago solicitó la paz y Roma impuso unas durísimas condiciones de victoria que supusieron la pérdida de todas las posesiones territoriales fuera de África. Hacía solo un año que había terminado el enfrentamiento con Aníbal cuando se declaró la guerra a Filipo V de Macedonia (el entonces más poderoso de los monarcas helenísticos). Los conflictos a intervalos contra los griegos duraron medio siglo (200-146 a. C.). En 146 a. C., Corinto fue saqueada y destruida – Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. para dar una lección a toda Grecia–, siendo esta fecha la que marca el fin de Grecia y el inicio del control del Mediterráneo oriental por parte de Roma. La tercera guerra púnica (149-146 a. C.) tuvo su origen en el hostigamiento a Cartago para provocar una guerra, a fin de conseguir su aniquilación; Cartago fue destruida por Escipión Emiliano. En Iberia no valían las soluciones diplomáticas habituales y tanto lo abrupto del terreno como la fragmentación política ralentizaron las operaciones militares. Enfrentados durante más de medio siglo con una guerrilla permanente, la actuación romana en Hispania consistió en una sucesión de brutalidades, masacres y traiciones, que constituyen uno de los episodios más negros de la historia de Roma. Una fecha clave en la conquista de Hispania fue la destrucción de Numancia, a manos de Escipión Emiliano, en 133 a. C. Como resultado de todo este proceso expansivo, en el año 133 a.C. Roma tenía seis provincias: Sicilia, Cerdeña, Hispania Ulterior, Hispania Citerior, Macedonia y África.  La última generación de la República La expansión territorial de Roma provocó una sucesión de transformaciones y conflictos sociales que, como veremos más adelante, culminarán con el fin de la República y el establecimiento del Imperio. En el año 133 a. C., un tribuno con aspiraciones reformistas, Tiberio Graco (163-133 a. C.), planteó una reforma agraria de tono populista continuada, más adelante, por su hermano Cayo Graco (154-121 a. C.) con el objetivo de devolver las tierras a los pequeños agricultores itálicos desposeídos. La férrea oposición del Senado provocó el inicio de una época de guerras civiles protagonizadas por dos grupos enfrentados: los optimates (que se oponían a las reformas) y los populares (a favor de las reformas). Uno de esos conflictos fue la llamada guerra social (90-88 a. C.), motivada por las aspiraciones de los itálicos a conseguir la ciudadanía romana, y la primera guerra civil romana (88-81 a. C.), protagonizada entre Cayo Mario (15786 a. C.) y Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.), que terminó con el triunfo y dictadura del optimate Sila. Tras su dictadura los problemas regresaron, agravados por la revuelta de esclavos de Espartaco (73-71 a. C.), en el sur de Italia. En el año 62 a. C., Pompeyo (106-48 a. C.), tras sofocar la revuelta de Mitrídates VI (135-63 a. C.) rey de Ponto, y conquistar Armenia, Siria y Judea, optó por licenciar a su ejército y continuar su carrera como senador. Julio César (100-44 a. C.), sobrino de Mario, había ido ganando por entonces poder y prestigio. Los dos decidieron aliarse con Licinio Craso (114-53 a. C.), el hombre más rico de Roma, y acordaron repartirse el poder y continuar las campañas militares: así nacía el primer triunvirato (60-53 a. C.). Tras la muerte de Craso (53 a C.), la intransigencia de Pompeyo y el orgullo de César fueron abriendo una brecha entre ambos. César era entonces procónsul de la Galia –territorio que había conquistado recientemente– , y disponía de tropas experimentadas. Con ellas cruzó el río Rubicón, en el año 49 a. C., desencadenando una guerra civil que terminó, en el año 45 a. C. con la derrota de Pompeyo y sus hijos. César quedó al frente de Roma como dictador vitalicio e inició toda una serie de reformas administrativas, económicas y sociales de gran calado. Sin embargo, una conjura planeada por Marco Bruto (85-42 a. C.) y Cayo Casio (87-42 a. C.) acabó con el asesinato de César en 44 a. C. En el año 43 a. C., Marco Antonio (83-30 a. C.), Octavio (63-14 a. C.) y Marco Emilio Lépido (89-13 a. C.) constituyeron el segundo triunvirato (43-36 a. C.), planearon el asesinato de Marco Tulio Cicerón (10643 a. C.) y de los asesinos de César, que fueron derrotados en la batalla de Filipos (42 a. C.). Los vencedores se repartieron las provincias en el tratado de Brindisi: Octavio, Occidente; Antonio, Oriente y Lépido, África; pero este último fue obligado a dimitir del cargo en 36 a. C. Entonces Octavio presentó a Marco Antonio como un peligro para Roma por sus relaciones con Cleopatra, con la intención de proclamarse Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. rey de Egipto y gobernar Roma a modo de déspota oriental. La guerra civil establecida entre ambos terminó con la victoria naval de Octavio frente a las costas de Actium (31 a. C.), quedándose como dirigente único de Roma. 2.3.

LA FORMACIÓN DEL IMPERIO. ETAPAS, CRISIS Y DIVISIÓN

La transformación política hacia la formación del Imperio comenzó en el año 27 a. C., cuando Octavio devolvió al Senado los poderes extraordinarios; a cambio, el Senado reconoció su primacía personal –de ahí el nombre de Prínceps– y su máxima auctoritas, y le llamó Augustus –título antes reservado a las divinidades–, a lo que sumaba el imperium. Cuatro años más tarde, Octavio Augusto [gobierno 27 a. C.14 d. C.] y el Senado llegaron a un nuevo acuerdo consistente en la renuncia del emperador al consulado a cambio de la potestad tribunicia de por vida y el imperium maius (autoridad por encima de cualquier magistrado). En 12 a. C., Octavio Augusto asumió el cargo de pontifex maximus –el cargo más importante en la religión romana–. En años posteriores se le otorgó el consulado honorífico de por vida y el título de Pater Patriae. El Imperio que Octavio había creado era una monarquía, pero conservando las apariencias republicanas; se mantuvieron el Senado –como principal órgano consultivo del Prínceps– y las magistraturas, aunque con una menor independencia política; también se constituyó un nuevo orden social –el ecuestre–, en quienes el emperador delegó, en un primer momento, la gestión de su patrimonio y, luego, algunas de las principales funciones públicas. El mandato de Augusto aseguró las fronteras con una nueva organización provincial e inició una era de paz conocida como la Pax Augusta: dos siglos de relativa calma, interrumpida únicamente por las guerras fronterizas y los conflictos sucesorios.  El Alto Imperio romano (siglos I y II d.C.) Al no tener descendientes directos, Augusto hubo de designar sucesor a Tiberio [gobierno 14-37] segundo miembro de la dinastía julio-claudia (emperadores emparentados con Julio César). Tiberio consolidó las conquistas militares de la época anterior y se mantuvo fiel a las reformas de Augusto. Calígula [gobierno 37-41] fue investido emperador gracias a la fidelidad de la guardia imperial, pero su actitud despótica le llevó a trasformar el principado de Augusto en una monarquía teocrática de corte oriental, modificando profundamente las bases del culto imperial. Fue ese despotismo lo que provocó su asesinato, en el año 41; la guardia pretoriana proclamó sucesor a Claudio [gobierno 41-54], que incorporó Britania al Imperio y centralizó la administración, librándola del poder senatorial con personas de su confianza, sus libertos. Le sucedió en el trono Nerón [gobierno 54-68], quien mostró un total desinterés en los asuntos de la frontera: una de las consecuencias de sus acciones fue la proclamación del gobernador de Hispania, Galba [gobierno 68-69], como emperador. Cuando Nerón intentó actuar, se encontró abandonado por la guardia y se suicidó. A la muerte de Nerón siguió un año, entre el 68 y el 69, que es conocido como “el de los cuatro emperadores”: Galba, Vitelio [gobierno 69], Otón [gobierno 69] y Vespasiano [gobierno 69-79]; este último quedó como único superviviente, dando comienzo a la nueva dinastía flavia (Bravo, 2008). Vespasiano, miembro de una familia itálica, impuso una nueva ley que traspasaba la soberanía del pueblo al emperador, aplicando el principio dinástico en la sucesión. La guerra civil ofreció a Vespasiano la posibilidad de renovar el Senado –en el cual obtuvieron mayor participación los itálicos–, y la orden ecuestre ocupó los principales cargos de la administración del Imperio. Antes de sucederle, Tito [gobierno 79-81] ya había colaborado estrechamente con su padre; lo más destacable de su gobierno fue el vasto Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. programa de urbanización y obras públicas en Roma. Domiciano [gobierno 81-96], asociado al trono por Vespasiano, continuó la política de romanización; al final de su reinado padeció un complot organizado por el Senado y fue asesinado. El Senado eligió como candidato al trono a uno de los suyos, Nerva [gobierno 96-98], que adoptó como sucesor al más prestigioso de los generales del momento, Trajano [gobierno 98-117]. Ambos son los iniciadores de la dinastía de los antoninos, de origen hispano. Lo más característico de su gobierno fue la incorporación de Dacia –con las conquistas de Trajano, el Imperio romano alcanzó su máxima extensión territorial–. Trajano dejó la sucesión en manos de un pariente suyo, Adriano [gobierno 117-138], quien fue el auténtico organizador del Imperio y propuso el mantenimiento de la paz como mejor forma de gobierno. Antonino Pío [gobierno 138-161] tuvo la oportunidad de reinar en un momento de madurez del Imperio y lo hizo con dignidad. Le sucedió su hijo, Marco Aurelio [gobierno 161-180], quien a pesar de sus convicciones morales pacifistas, tuvo que hacer frente a la guerra contra los partos y germanos. El último representante de la dinastía, Cómodo [gobierno 180-192], ha pasado a la historia como el prototipo del tirano cruel y violento, lo que le llevó a ser asesinado por sus más íntimos.  La crisis del siglo III Tras un breve paréntesis, en el que los conjurados ofrecieron el trono a un senador que apenas duró tres meses, los ejércitos se sublevaron y, en la consiguiente guerra civil, se impuso Septimio Severo [gobierno 193-211], al cual le sucedieron varios parientes suyos, lo que dio lugar a la dinastía de los severos. Mientras tanto, se fueron acumulando graves problemas, que estallaron simultáneamente a la muerte de Alejandro Severo [gobierno 222-235], en 235, y que hasta la llegada al trono de Diocleciano, en 284, sumieron a Roma en una grave crisis que conmocionó la estabilidad y la integridad del Imperio: es la denominada anarquía militar, donde hubo una veintena de emperadores legítimos y más de medio centenar de usurpadores. La transición al Bajo Imperio es conocida como “el dominado”. El emperador Diocleciano [gobierno 284-305] recuperó la estabilidad mediante la transformación de la estructura estatal con profundas reorganizaciones políticas, administrativas y económicas. Diocleciano asoció al poder a Maximiano [co-gobierno 285-306], a quien encargó el control de Occidente, mientras él era Augusto y dominaba en Oriente. Cada uno de ellos se apoyó, a su vez, en dos césares, quedando así establecido un sistema de gobierno conocido como Tetrarquía –con dos augustos y dos césares–. Su mandato ha pasado a la historia por sus intensas persecuciones contra los cristianos, que ya mostraban una fuerza importante dentro del Imperio. Tras la abdicación de Diocleciano, los problemas de sucesión terminaron por simplificarse gracias a la eliminación de contrincantes en una larga guerra civil que dio paso a la época bajoimperial.  El Bajo Imperio romano (siglos IV y V) Constantino I [gobierno 306-337], de la dinastía de los constantínidas, fue el eje fundamental de la historia del Imperio a lo largo del siglo IV. Realizó toda una serie de reformas, muchas de ellas sobre la base de la reforma diocleciana, con un aparato administrativo mucho más complejo y un ejército reforzado. Su política económica trajo consigo la devaluación de la moneda y una pérdida del poder adquisitivo de las clases bajas. Se convirtió al cristianismo y fundó Constantinopla (en 330), que tenía como fin recrear la Jerusalén celeste como nueva capital del Imperio. Al morir Constantino, en 337, el Imperio quedó en manos de sus hijos y el enfrentamiento no tardó en llegar. A partir de 350, volvió a Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. gobernar un solo emperador, Constancio II [gobierno 337-361], sucedido por su primo, Juliano el Apóstata [gobierno 361-363], cuyo gobierno fue uno de los más intensos, carismáticos y apasionantes del siglo IV (en él se intentó, sin éxito, restaurar la religión pagana tradicional). A su muerte, las tropas eligieron a Joviano [gobierno 363-364], que restableció el cristianismo. Joviano murió de forma inesperada, en 364, y el ilirio Valentiniano [gobierno 364-375] fue elegido emperador, quien ejerció el poder junto a su hermano Valente [gobierno 364-378], nombrado corregente en Oriente y Constantinopla. Con los valentinianos volvió a separarse el Imperio en Oriente y Occidente, pero esta vez de una forma más efectiva. Valente perdió la vida en la batalla de Adrianópolis (378) y fue sustituido por el general hispano Teodosio [gobierno 378-395], que consolidó definitivamente la capital en Constantinopla y volvió a unificar el Imperio temporalmente. Su visión de un Estado unitario le llevó a imponer de forma definitiva el cristianismo como religión única del Imperio en el Concilio de Tesalónica (380). Paralelamente, los hunos destruían el reino de los ostrogodos en el sur de la actual Rusia, dando así comienzo a las grandes migraciones de los pueblos germánicos hacia Occidente. Al morir Teodosio, en 395, Arcadio [gobierno 395-408] heredó Oriente, y Honorio [gobierno 395-423], Occidente; con ello se consumaría la división total del Imperio romano de manera definitiva. En Oriente, Arcadio fue el primero de una sucesión de emperadores que consolidaron el posterior Imperio de Oriente, cuyo momento de máximo esplendor se alcanzó con Justiniano [gobierno 527-565], a comienzos del siglo VI. La parte occidental del Imperio no corrió la misma suerte. Valentiniano III [gobierno 423-455] fue proclamado emperador a la muerte de Honorio, y con su asesinato, en 455, desaparecía la dinastía teodosiana. El Imperio de Occidente estaba a punto de desaparecer: visigodos, francos, vándalos y ostrogodos habían ido introduciéndose progresivamente desde hacía décadas. Entre 455 y 475 se sucedieron nueve emperadores más, la mayoría de ellos títeres de los dirigentes bárbaros. En el año 476, el último de ellos, Rómulo Augústulo [gobierno 475-476], casualmente llamado como el legendario fundador de Roma –que no era más que un niño–, fue depuesto por Odoacro (s. V), caudillo de los Hérulos. Este envió las insignias imperiales a Flavio Zenón [gobierno 474-491], emperador de Oriente: hecho que ha pasado a la historia como el fin oficial del Imperio romano de Occidente (y fecha que da comienzo a la Edad Media). 2.4.

TRANSFORMACIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS

La sociedad romana, en tiempos de la República, estaba dividida en tres grupos sociales fundamentales: patricios, plebeyos y esclavos (Gómez, 2003). Los patricios eran la nobleza de la época y se agrupaban en gens: familias que se declaraban descendientes de un antepasado común. A la cabeza de la gens se situaba el pater familias; su riqueza se basaba en grandes posesiones territoriales y en el monopolio de cargos públicos. Los plebeyos, por el contrario, no pertenecían a ninguna gens; eran artesanos, comerciantes y campesinos. Este grupo social se enfrentó en numerosas ocasiones a los patricios para lograr la igualdad jurídica; hecho que lograron en el siglo V a. C. con la Ley de las XII Tablas. Los esclavos carecían de cualquier tipo de derecho; a la esclavitud se podía llegar por haber contraído deudas, por ser hijo de esclavos o por haber sido capturado en una guerra. Y recordemos que las mujeres carecían de la mayor parte de los derechos básicos, incluido el de ciudadanía (al margen del grupo social al que pertenecieran). Las consecuencias socioeconómicas de la expansión militar afectaron a todos los grupos sociales: los patricios se apoderaron del botín, del reparto de ager publicus y de esclavos; apareció un nuevo grupo Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina. social entre patricios y plebeyos, los équites –que consiguieron el cobro de los impuestos, la explotación de los recursos y el comercio; los pequeños propietarios itálicos no pudieron hacer frente a la competencia de los latifundios patricios trabajados con esclavos –además, pasaban años sirviendo en el ejército para acceder a la ciudadanía, por lo que perdían productividad–; por ello, terminaron vendiendo sus tierras para marchar a Roma, donde se integraban en la plebe y formaban un “proletariado” reducido a la miseria. La reforma de los Gracos perseguía la restitución de sus tierras y, además, estaba presente el problema del reconocimiento de la ciudadanía romana de los itálicos; esta situación provocó numerosas revueltas y enfrentamientos, como la ya citada guerra social entre las dos facciones patricias, los optimates y los populares. La posición social, en tiempos del Alto Imperio, estaba determinada por la categoría jurídica. Existía una división fundamental entre hombres libres y esclavos, en cuyo punto intermedio se encontraban los libertos (esclavos manumitidos). Existía, además, una clara diferenciación dentro del grupo de hombres libres entre ciudadanos romanos y no romanos. En lo más alto de la jerarquía social se encontraban los ciudadanos pertenecientes a las órdenes (orden senatorial, orden ecuestre y orden decurional). Los ciudadanos romanos no pertenecientes a las órdenes, descendientes de plebeyos, gozaban de privilegios políticos, militares y sociales, pero eran evidentes las desigualdades económicas en relación con los primeros. Los hombres libres no ciudadanos carecían de derechos políticos, pero sí tenían derechos civiles. El Alto Imperio se había sustentado en la actividad comercial de las ciudades y en la mano de obra esclava, pero ambos soportes comenzaron a derrumbarse en el siglo III. El fin de las conquistas hizo que la mano de obra esclava fuera cada vez más escasa y cara, con lo que empezó a crearse una nueva estructura social fundamentada en los dos grupos principales que componen la sociedad del Bajo Imperio: los grandes propietarios de tierras (latifundistas) –incluida la Iglesia–, y los colonos, antiguos libertos u hombres libres sin recursos, que trabajaban las parcelas de los latifundistas en beneficio propio. La crisis del Estado hizo que se creara una relación de dependencia personal: los humildes, indefensos y sin recursos (humiliores), buscaron la protección de los poderosos (honestiores). De forma similar se establecieron relaciones de patrocinio: el patrón (poderoso) protegía al cliente (hombre libre), y este se comprometía a serle fiel y cumplir ciertas obligaciones. Los romanos transformaron la economía del mundo antiguo. La antigua sociedad rural, agrícolaganadera autosuficiente, dio paso a una nueva sociedad urbana, abierta al comercio internacional, a nuevos cultivos, a la puesta en cultivo de numerosas tierras mediante canales y a la explotación de minas e industrias primitivas, como la del garum (una salsa de pescado). La base del sistema productivo era la mano de obra esclava, que a la larga provocó un estancamiento tecnológico, debido a la abundancia de mano de obra en tiempos de la República. El momento de mayor auge económico tuvo lugar en el Alto Imperio. La economía del Bajo Imperio entró en un proceso de ruralización, ante la inseguridad derivada de los numerosos conflictos sociales, los poderosos abandonaron las ciudades y compraron grandes latifundios; se volvió a una economía cerrada, es decir, los latifundios eran autosuficientes y la producción no se destinaba a la venta, sino al consumo de los propios productores: en consecuencia, el comercio y la circulación de dinero se vieron reducidos. De esta forma, el colonato –forma explotación de tierras, de transición entre el sistema esclavista del Imperio romano y el sistema feudal– se convirtió en la base sobre la que prosperó el régimen feudal, tras la caída del Imperio y el establecimiento de los reinos germanos.

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Tema25. La civilización grecolatina. 2.5.

EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN. CULTURA Y RELIGIÓN

La romanización fue el proceso de aculturación de las zonas conquistadas por Roma. Mediante este proceso, los pueblos autóctonos conquistados se adaptaron a las formas de vida romanas: adoptaron su organización política, territorial y social, adoptaron su estructura económica y asimilaron la cultura romana, desde la lengua hasta la religión, pasando por las costumbres y el derecho romano. La moneda, y los sistemas métrico y numérico también se difundieron. Los pueblos conquistados perdieron, generalmente, su lengua y gran parte de sus tradiciones, pero también es cierto que sus dioses y muchas de sus costumbres pervivieron, gracias a la facilidad de asimilación de los romanos. A medida que se conquistaban nuevos territorios, solo las costumbres que no podían ser asimiladas, por contradecir alguna tradición romana, eran eliminadas. Roma lograba asimilar, gracias a su práctica flexibilidad, a los pueblos conquistados. Sin lugar a duda, el vehículo más importante para la romanización fue la expansión del latín por todo el Imperio, donde se fue imponiendo hasta desplazar a las lenguas vernáculas. En esta expansión lingüística, un factor decisivo fue el ejército, que con su movilidad favoreció la implantación del latín en todo el territorio. La religión romana padeció una fuerte influencia de la religión griega. Muchos de sus dioses fueron analogías de los griegos, pero con cambios en la onomástica: Dionisos-Baco, Atenea-Minerva, PoseidónNeptuno, etc. También recibió importantes aportes etruscos y orientales (divinidades como Mitra o Cibeles). En el año 12 a. C., se inició el culto imperial. La expansión del cristianismo se efectuó a partir del siglo I d.C., tomando especial relevancia en el siglo II. A medida que el cristianismo aumentaba en importancia, las persecuciones de cristianos se fueron volviendo cada vez más frecuentes; la última gran persecución se realizó durante el gobierno de Diocleciano. En el Edicto de Milán (313), tan solo diez años después de este hecho, Constantino concedió la libertad de religión, devolvió los bienes incautados a la Iglesia y él mismo se convirtió al cristianismo. En el Edicto de Tesalónica (380), Teodosio convertía el cristianismo en la religión oficial del Estado.

CONCLUSIÓN En este tema hemos estudiado la más compleja y rica civilización de la Antigüedad: la grecolatina. La civilización griega se desarrolló en un impreciso espacio geográfico que ocupó, además de Grecia, la totalidad del territorio de la península balcánica, las islas del mar Jónico y del Egeo, así como la totalidad de las tierras habitadas por los griegos allende los mares. La Grecia clásica ha supuesto uno de los episodios de mayor importancia y significación para el desarrollo de la civilización occidental de nuestros días; es el referente del arte, del pensamiento, de la política a través de la democracia, de la economía monetaria, del urbanismo, etc. Por todo ello, no es de extrañar que Roma sintiera tanta admiración por esta cultura, a la que trató de imitar y a la que nunca consiguió superar desde una perspectiva exclusivamente cultural. La historia de Roma ha capturado la imaginación de pensadores, literatos, políticos, historiadores y estudiantes. La formulación de unas ideas políticas y unas instituciones sociales que están en las raíces de la civilización occidental explican, en cierto modo, esa atracción; pero hay un motivo mucho más profundo –y que ya fue causa de asombro en su tiempo–: cómo, en un plazo relativamente breve, una insignificante aldea pudo hacerse con todo el mundo conocido y, una vez conquistado, mantenerlo durante más de cinco siglos.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA Copyright © 2019 - Academia Montes S.L. – CIF: B-87214748 Inscrita en el Registro Mercantil de Madrid, tomo 33164, folio 140, hoja M-596782 ISBN: 978-84-09-06021-4

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Tema25. La civilización grecolatina.                       

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