Teatros Del Cuerpo [Joyce Mcdougall]

Teatros del cuerpo. Joyce Mcdougall psicoanalista Trastornos PsicosomáticoDescripción completa

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Colección Continente/Contenido DIRIGIDA POR LA DRA. MERCEDES VELO

JOYCE MCDOUGALL

Teatros del cuerpo

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JULIAN YEBENES, S.A. . . --\7.\-u \o

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ARGENSOLA, 2 28004 MADRID

ESPAÑA

Título original en francés: THÉÁTRES DU CORPS. Editions Gallimard , París, 1989. Traducción: Ana Domínguez Pabón.

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Derechos exclusivos de edición en español para todos los países de habla castellana y su área idiomática y propiedad de la traducción . Ni la totalidad, ni parte de este libro pueden reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier otro almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de Julián Yébenes, S. A .





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©

Julián Yébenes, S. A. Colección Continente/Contenido . Dirigida por la Dra. Mercedes Velo. I.S.B.N.: 84-404-9855-1. Depósito Legal: M-24178-1991. Impreso por: Gráficas Clarión, S. A. Valentín Llaguno , 14.

A Sidney, con amor

La joule de ceux quin 'ont pas vécu assez ... Ce n 'est pas une pleureuse qu 'il leur faut, e 'est un devin. Il leur faut un .CEdipe qui leur explique leur propre énigme dont ils n 'ont pas le sens... Il faut entendre des mots qui ne furent jamais dits , qui resterent au fond des coeurs (fouillez le votre, ils y sont); il faut /aire parler les silences de l 'histoire. 1

Jules Michelet (Journal, 30 janvier 1842)

1 Para aquéllos de la humanidad que no han vivido lo suficiente ... A éstos no les hace falta llorar, necesitan un adivino. Necesitan un Edipo que les explique su propio enigma del que ellos no tienen conocimiento ... Necesitan oír las palabras que no han sido dichas jamás, que quedarán en el fondo de los corazones (buscad las vuestras, ellas están ahí); se hace hablar a los enigmas de la historia.

ÍNDICE

/ f 1 /

l. II. III.

IV.

,/ v . /

VI.

7

VII.

/ VIII. / IX. / " X. ¡/ XI.

Introducción: El psicosoma y el viaje analítico......... Mater ....................................................................... La matríz del psicosoma ... .. .. .. .. .. . .. .. .. .. ....... ............. De la privación psíquica.................. ......................... Las parejas psicosomáticas ... ................................... Del sueño y de la muerte............... ........................... Afectos: dispersión y desafectación ... .. ....... ............. La desafectación en acción .. .............. ...................... Las razones del corazón .. ................. .. ... ... ................ El dolor sin lágrimas .. ........... ... ... ... .. .. ... ................... Uncuerpoparados ........... ............... ........................ Los frutos de Madre.... ....................... ...................... Bibliografía..............................................................

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INTRODUCCIÓN

EL PSICOSOMA Y EL VIAJE PSICOANALÍTICO

Teatros del cuerpo: ¿por qué este título? Mientras estaba escribiendo Teatros de la mente (1982) 1 me fui dando cuenta gradualmente, como

suele suceder cuando se escribe, de que otro libro empezaba a tomar forma a partir del que me tenía ocupada. Al escoger el teatro como metáfora de la realidad psíquica, quizás seguía yo los pasos de Anna O. quien, a mitad de siglo, durante su terapia con Breuer, llamaba a sus "libres asociaciones" su "teatro privado". Para el analista, se trata de un teatro ue sus analizados consienten en com artir é de tán ansiosos, deprimidos o cansados, que cuando la vida y el futuro les sonríen. La adicción, a mi entender, también está relacionada con esto. Efectivamente, puede ser considerada como un intento "psicosomático" de acabar con el dolor mental, recurriendo a sustancias exteriores que tranquilizan la mente, y provisionalmente suprimen el conflicto psíquico. El inconveniente de esta solución es que debe repetirse indefinidamente.

EL CUERPO COMO JUGUETE DE LA MENTE Aunque la angustia sea la fuente principal de todos nuestros síntomas, sigue abierta la cuestión de la "elección" del síntoma,

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como intento de autocuración. Ante el conflicto mismo, este individuo creará una neurosis, y aquel otro desarrollará una perversión sexual, un delirio o una enfermedad psicosomática. En la práctica, sólo con posterioridad se puede determinar por qué cierto sujeto resolvió su problema de identidad sexual forzándose a ser eyaculador precoz u obligándose a un ritual compulsivo de lavado de manos. Frente al mismo problema, otro sujeto conservará una actividad sexual asociándola a una conducta fetichista o sadomasoquista. Finalmente, un tercer individuo más afectado se sumirá en un delirio que someta su sexualidad a los extraterrestres o a la influencia de alguna máquina, cuando no "la emprenda" con su propio cuerpo (sin síntoma sexual manifiesto) en forma de úlcera péptica, de alergias cutáneas, de asma o de tetania. El análisis podrá reconstruir la historia de estos conflictos libidinales y narcisistas, pero no predecir las condiciones de su producción (la desaparición de los síntomas psicosomáticos en el caso de Isaac, relatada en Teatros de la mente (McDougall, 1982a) donde los conflictos no elaborados psíquicamente fueron puestos en palabras por primera vez, es demostrativa en este sentido). La cuestión de la causalidad se complica con la necesidad deJ distinguir entre las causas de la actualización del síntoma (como la excitación sexual) y su origen en las primeras transacciones entre madre y lactante, y el efecto de éstas sobre la organización y la estructuración precoz de la psique. En lo referente a las afecciones psicosomáticas, parece probable que ciertos modos de funcionamiento mental adquiridos en los primeros meses de vida puedan predisponer a eclosiones psicosomáticas antes que a soluciones neuróticas, psicóticas o perversas. A decir verdad, mi interés por la causalidad psíquica en su relación con las pulsiones libidinales precoces no me llevó inmediatamente a interrogarme sobre las produccionespsicosomáticas. Al contrario,_no llegué a éstas más que muy tardíamente. En un primer momento, fue en la perversión donde descubrí, más allá de los conflictos edípicos evidentes, sus orígenes más precoces (McDougall, 1964, 1978, 1982). Necesité algún tiempo para postular la existencia de una sexualidad aún más primitiva, dotada de aspectos sádicos y fusionales, que quizás fuera el origen de regresiones psicosomáticas que pueden considerarse defensas contra vivencias mortíferas. En este universo, donde se esfuma la indistinción entre uno mismo y el otro, no existe más que un cuerpo para dos. Aun a

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riesgo de provocar una confusión terminológica, vine a hablar de "histeria arcaica" para calificar estos síntomas psicosomáticos. Digamos, para diferenciarlos, que la histeria neurótica se construye a partir de vínculos verbales, mientras que ésta que describo bajo el término de histeria arcaica trata de preservar no ya el sexo o la sexualidad del sujeto, sino su cuerpo entero, su vida, y que se construye a partir de vínculos somatopsíquicos preverbales.

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echar un vistazo a los trabajos procedentes de los centros psicosomáticos. Éstos han enriquecido considerablemente la comprensión de las eclosiones psicosomáticas en la cura psicoanalítica. Algunos psicosomatólogos de orientación psicoanalítica han venido publicando desde hace veinte años los resultados de una investigación llevada a cabo a partir de centenares de entrevistas con pacientes de centros especializados. En un primer momento, sus investigaciones permitieron la creación de dos importantes conceptos, así como el esbozo de una "personalidad psicosomática". El primer concepto, el pensamiento operatorio 1 se refiere a una forma de relación con los demás y con uno mismo, y a un modo de pensamiento y de expresión. Este modo de pensamiento, de alguna manera "deslibidinizado" y pragmático en extremo, fue descrito por los psicoanalistas de la Sociedad Psicoanalítica de París (Marty, De M'Uzan y David, 1963; Marty y De M'Uzan, 1963). A estos trabajos vino a añadirse el importante concepto de neurosis de comportamiento (Marty, 1976, 1980). ·- Tuve la fortuna de oír las grabaciones de las entrevistas y de asistir a algunos seminarios organizados por estos colegas. Más tarde, estuve presente en las ponencias clínicas de Michel Fain (1971, 1974) y comencé a escuchar con otra actitud a mis analizados, a reconocer aquellos extraños discursos que habían llamado mi atención en el pasado y de los que había hablado bajo otro punto de vista ("El anti analizado en psicoanálisis", McDougall, 1982). Entonces me vino a la memoria una de mis primeras pacientes en análisis. En la entrevista preliminar que tuve con Dorothée, observé que se refería con mucha facilidad a su salud física cuando evocaba su infancia: "En mi infancia tu ve.asma, pero me desapareció cuando me fui de casa para casarme. Me vuelve siempre que voy a pasar las vacaciones con mi madre. Los síntomas empiezan en cuanto salgo de mi casa, y se van haciendo más violentos a medida que me acerco a la ciudad de mi madre." Le pedí entonces que me hablara de su madre. Dorothée me respondió en estos términos: "Bueno, pues es más bien grande, bastante fuerte, bastante guapa, siempre está ocupada en mil pequeñas tareas ... En fin, ya no es tan activa como antes ... Ahora tiene reuma, sabe usted .. ;" Aquellas palabras suscitaron en mí una extraña impresión y pensé: "Me .d escribe a su madre desde el exterior, como lo haría un extraño." Cuando más adelante intenté que hablara de sus sentimientos hacia su madre, desde su interior, se mostró confusa, como

EL PSICOSOMA EN LA ESCENA PSICOANALÍTICA Con los años fui prestando más atención al modo en que funcionaban algunos de mis analizados que, además de los problemas psicológicos, sufrían alergias cutáneas, afecciones cardíacas, respiratorias o ginecológicas, cuya aparición y desaparición parecían estrechamente ligadas a perturbaciones afectivas. Empecé entonces a leer las obras y los artículos de analistas-psicosomatólogos por ver si me ayudaban a comprender mejor a mis propios pacientes. La experiencia clínica me había enseñado que todos los analizados (¡y también los analistas!) somatizan un día u otro, y además las eclosiones somáticas coinciden la mayoría de las veces con acontecimientos que sobrepasan su capacidad de tolerancia habitual. Pero aquéllos que reaccionan a casi toda situación movilizante de emociones fuertes (ira, angustias de separación) con fenómenos psicosomáticos atraían especialmente mi atención. Por otro lado, es notable que estas enfermedades hayan estado siempre presentes, pero que sólo hablaran de ellas en raras ocasiones, por creerlas carentes de significado psicológico. Aún me sorprendió más darme cuenta de que aquellos pacientes, de alguna manera, preservaban inconscientemente esta capacidad para caer enfermos como si les permitiera una "salida", como si necesitaran, en períodos de crisis, palpar sus límites corporales y asegurarse así un mínimo de existencia separada de cualquier otro objeto significativo.

LA INVESTIGACIÓN PSICOSOMÁ TICA Antes de considerar un acercamiento específicamente psicoanalítico en relación con la teoría de causalidad psíquica, conviene

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si hubiera estado lejos de su propia realidad psíquica. "No comprendo exactamente lo que quiere usted decir", me respondió tras un momento de silencio. Fue con posterioridad cuando pude reconocer lo que mis colegas habían descrito bajo el término de pensamiento "operatorio". Era como si Dorothée no hubiera tenido acceso a las representaciones de palabra que pudieran expresar los sentimientos ambivalentes hacia su madre, que ella escondía; por el contrario, su cuerpo sí "reconocía" lo que Dorothée sentía hacia ella. ¿Puede hablarse en este caso, entonces, de representación de cosa inconsciente? Es una pregunta que aún me planteo. Algunos años más tarde, las publicaciones de la Escuela de París inspiraron la investigación de los psicosomatólogos de Boston que crearon el concepto de~ (Sifneos, 1973, 1974, 1975; Nemiah y Sifneos, 1970a, 1970b, 1978). Este término de origen griego (a= sin; lexis =palabra-; thymos =corazón o afecto) ·•. quiere designar el hecho de que .el sy~. i::_ªx:_ei;5:a.de palabras.pa.ta nombrar sus estados af~, o bien (si puede nombrarlos) el h~cho de qu~ no llegue a disting;¡¡~-~-;;os de Q![9;;·.-Ñc»se-ríá-ci¡laZ, por e]~mplo:· de distinguir la angustia de la depresión, el miedo de la irritación, la excitación del cansancio, la ira del hambre, etcétera. Las observaciones de los psicosomatólogos sobre el pensamiento operatorio y la alexitimia me parecieron sin duda acertadas. Pero había comprobado, al menos en mis propios pacientes, que estos fenómenos cumplían ante todo una función defensiva, remontándonos a una fase del de§..ª-.rr_ollo donde la distinción entre el sujeto y el objeto aún no es ~~e y pue_g~_ CJ~.~r.Jl,P~Stia. Esta regresión explicaba, en mi opinión, el hecho de que los mensajes enviados por el cuerpo a la psique, o viceversa, se inscribieran psíquicamente, como en la primera infancia, sin representaciones de palabra. El infans, antes de la palabra, es necesariamente "alexitímico" (McDougall, 1982, cap.VII). Esto me llevó a hablar de "afecto repudiado", arriesgándome una vez más, como en el caso de la histeria arcaica, a una confusión terminológica. Es evidente 0:~11e.. que para aquél que posee el don de la palabra, la forclusión o el repudio de la psique de una idea insoportable se realiza, como dice Freud, sobre la representación de palabra, es decir sobre pensamientos que no pueden recibir su quantum de afecto. Por ello intenté añadir a los destinos del afecto inaccesible al consciente que Freud describió, un cuarto destino donde el afecto estaría

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congelado y la representación verbal que lo connota pulverizada, como si nunca hubiera tenido acceso al sujeto. Como ya he dicho, a mi interés por los modos de pensamiento y de relación "desafectivizados" se añadía mi deseo de comprender lo que aparentemente escapaba al proceso psicoanalítico. Algunos de mis analizados se negaban a reconocer sus dolores psíquicos, ya fueran causados por afectos penosos o excitantes. Demostraban una capacidad poco común para expulsar de su discurso analítico algunas experiencias cargadas de afecto, que por consiguiente encontraban su expresión fuera del análisis, en cierto modo fuera de la psique. Estas experi~ncias que se descargaban en la acción, o sobre el entorno, no se hacían accesibles a la palabra más que mediante una preocupación contratransferencial. Esto hacía que fuera más difícil establecer la relación entre la experiencia afectiva repudiada y las manifestaciones somáticas. Por otra parte, estos analizados se quejaban a menudo de un sentimiento de vacío, de una ausen.c ia de contacto con los demás, o encontraban que su vida carecía de sentido. Se necesitaron largos años de análisis con ciertos pacientes para comprender que era en situaciones de estrés cuando se revelaban alexitímicos u operatorios. Aquello me llevó a pensar que estas reacciones eran otras tantas medidas draconianas para combatir dolores mentales no elaborados o angustias psicóticas. Al intentar conceptualizar estos fenómenos, me alejaba necesariamente de la postura de los psicosomatólogos que exponían conceptos de causalidad muy diferentes, en términos de desorganización progresiva o de falla neuroanatómica (de ahí el pesimismo que rodeaba el posible tratamiento psicoanalítico de los grandes somatizadores). Estos fenómenos, observables en los centros psicosomáticos especializados, no se aplicaban a aquellos de mis propios analizados aquejados de una grave regresión somática. Evidentemente, se trata de dos poblaciones diferentes: aquéllos que acuden a un psicoanalista lo hacen en función de su sufrimiento psíquico, mientras que aquéllos que acuden a un psicosomatólogo por prescripción médica pueden ser totalmente inconscientes de sus problemas psicológicos y de ahí no aptos a una intervención de tipo psicoterapéutico. Es probable incluso que las defensas masivas contra el reconocimiento del conflicto mental sean necesarias para su equilibrio psíquico. En mi opinión (compartida por la mayoría de mis colegas psicosomatólogos) todo intento de reconstruir estas

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defensas sin el consentimiento y la cooperación del paciente puede resultar peligroso, ya que puede aumentar sus problemas somáticos y psíquicos. Por eso es importante detectar, desde las primeras en los somaentrevistas ' la existencia de una dimens10n neurótica -~-·---- --~ ---· ------~· ·-·-- . tizadores graves.

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su madre. Otro fenómeno, ligado sin duda a las defensas primitivas contra la emotividad, es el recuerdo de una ;::;---4---------precocidad notable en la adquisición de la autonomía (caminar, utilización del lenguaje, hmpieza). Las investigaciones de Piera Aulagnier ( 1975, 1984) en el terreno de la psicosis y de su génesis específica lo tienen igualmente en cuenta. La relación primitiva entre la madre y el niño nos revela la misma "violencia de la interpretación" . Pero es posible que la "elección" entre la psicosis y la psicosomatosis se deba, en cierta medida, a la constelación familiar y al pa_pel ~Qlico ~ desemQ~ ~ ~!1.-~a..?~~?~~~=!_ón Psfqui"Ca.

EL CORAZÓN DEL PROBLEMA Esta reflexión me remite de nuevo a la patología cardíaca y a los conceptos de causalidad y de personalidad de "tipo A", propuestas por los investigadores americanos. Tim, a quien conoceremos en el capítulo VIII de este libro, sufrió un infarto de miocardio durante su análisis. Manifestaba una estructura psíquica que, a primera vista, se parecía curiosamente al retrato clínico pintado por los psicosomatólogos. Sin embargo, aquel acontecimiento trágico y traumático nos permitió, a Tim y a mí, realizar algunos descubrimie~tos cruciales. Su funcionamiento mental, aunque conforme en algunos aspectos a las hipótesis de los psicosomatólogos, revelaba no obstante factores dinámicos inconscientes que contribuían a este tipo de funcionamiento. Además de una economía psíquica caracterizada por un modo de funcionamiento operatorio y alexitímico, descubrimos una capa de traumatismos precoces que remitían a su primera infancia y a la relación primordial con su madre. Las investigaciones actuales (Brazelton, 1982; Stern, 1985; Debray, 1988) ponen de relieve la importancia de las pr~s interacciones madre-lactante, y eíhecho de que cada bebé envía constantemente señales a la madre ue indican sus preferencias y sus aversiones. Cuando a madre está libre de barreras internas, sabe "escuchar" las comunicaciones precoces del lactante. Pero puede suceder que una madre, presa de desamparo o angustia interior, no sea capaz de observar e interpretar las sonrisas, los gestos y las quejas de su hijo, y que por el contrario le coaccione, por la imposición de sus propios deseos y necesidades, creando en el lactante un sentimiento constante de frustración y de rabia impotente. Una experiencia de este tipo puede empujar al bebé a construir, con los medios a su disposición, modos radicales de protección contra las crisis afectivas y contra el agotamiento resultante. Es típico el retrato que hacen muchos de estos pacientes de

SOLUCIÓN NEURÓTICA, SOLUCIÓN PSICOSOMÁ TICA En cierta época me sorprendió la aparente "normalidad" de algunos de mis analizados somatizadores. Llegué a ver posteriormente una oposición entre manifestaciones neuróticas y síntomas somáticos, y consideré que estas manifestaciones revestían una función de protección contra las explosiones psicosomáticas. Las investigaciones pioneras de George Engel (quien expuso en 1962 que los fenómenos psicosomáticos pueden evitarse cuando una organización neurótica sirve como "escudo" contra la somatización) estimularon mi propia reflexión. Supuse entonces que se podía asistir en el adulto a "regresiones psicosomáticas" parecidas a las que se observan en los niños pequeños psicosomáticamente perturbados. El actuar adictivo es otro ejemplo de esto. A medida que empecé a observar detalladamente el discurso de mis analizados somatizadores y la relación transferencia! que establecían conmigo, me sorprendió otra dimensión. Había ya descrito un cierto tipo de pacientes que parecían no presentar dolor neurótico y que mostraban toda la apariencia de normalidad: una especie de pseudonormá-lidac:L"Les"ífaffié "ii6rmópatas"; observé al mismo tiempo-·que-mañífestaban todas lasCfaraéterísticas de lo qu~llamó el ''falso self". Me parecía que este falso self debía servir, como indica Winnicott, para proteger al "verdadero self" que de otro modo no hubiera quizás sobrevivido (McDougall, 1978). Pero necesité muchos años para poder conceptualizar mejor este modo de funcionamiento mental puesto que, por una parte, no todos los normópatas somatizaban y, por otra parte, aquéllos que sufrían enfermedades psicosomáticas habían podido

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en muy raras ocasiones establecer un vínculo de causalidad entre sus enfermedades y la aparición en su vida de acontecimientos perturbadores. Fue en aquel punto cuando las investigaciones de mis colegas psicosomatólogos me resultaron esclarecedoras. Pude entonces reconstruir paso a paso cómo estos analizados expulsaban fuera de la psique algunos traumas, y esto de un modo que difería notablemente del modo de funcionamiento neurótico. No existía en ellos ninguna huella de aquelhts señales de a_~gusti~ que permiten a la psique prepararse para hacer frente a la situación problemática. Es lo mismo que decir que aquellas fuentes potenciales de angustia no habían sido simbolizadas, como es el caso de las organizaciones neuróticas, puesto que no habían sufrido ni renegación (déni, désaveu) ni represión. Este modo de funcionamiento repe~utía ~? el discurso asociativó,- oaiiaole Ü -na 'tonalidad desafeciivizada o aTien-ánte, y"moviliziñte de reacciones contratransferenciales por mi parte. No encontré mejor metáfora que ésta: el discurso de mis pacientes me hacía pensar en una canción de la que sólo hubiera oído la música, y las palabras permanecieran inaudibles. Unas palabras por decirlo de algún mo