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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO. FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES.

SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA Y A DISTANCIA.

Materia: Lenguaje, Cultura y Poder.

Tema 4 Problemas contemporáneos de la relación lenguaje, cultura y poder.

Actividad 1. Censura

Alumno: Márquez Rivera Héctor Manuel No. De Cuenta.- 403086674 Asesor.- María Patricia de Lourdes Arciniega Fuentes

Fecha de Elaboración: 15 de noviembre de 2018 Fecha de Entrega: 15 de noviembre de 2018

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Censura. Reflexión.

Es indiscutible que el lenguaje tiene un componente simbólico extremadamente poderoso, el peso que posee ideológicamente y su papel dentro de la cultura humana es importantísimo pues gracias a él es que podemos aliarnos de la información necesaria que nos ayuda generar ideas y tomar decisiones en el sentido particular o privado, pero ¿qué tal en el sentido colectivo?, el lenguaje va mas allá, porque nos ayuda a generar influencia, el poder para lograr que los demás realicen determinados actos.

El lenguaje considerado colectivamente posee entonces un fuerte componente político, produce la cohesión necesaria dentro de los grupos sociales para dar origen a la organización y a la creación de estructuras más amplias y con el tiempo racionalizarlas e institucionalizarlas, es entre las distintas facciones grupos o sectores que buscan influencia, donde se genera la lucha por el poder, y este conlleva en casos extremos no solo a difundir las ideas propias sino a bloquear las ideas de otros.

Históricamente, la lucha por los estados modernos contra las monarquías absolutas en Europa, el reconocimiento de los derechos el hombre y hoy en día los derechos humanos, garantizan la posibilidad de que una persona o un grupo, pueda expresar libremente, cualquier idea sin ser sujeto de limitación a las mismas. A este derecho tan difundido lo conocemos como “libertad de expresión” y es una de las más emblemáticas potestades que con la que cuenta el individuo, pues se considera una facultad netamente humana, la posibilidad de transmitir mediante un conjunto de signos ordenados un mensaje con información necesaria para que cualquiera que lo comprenda pueda aprovecharlo y en su caso retransmitirlo.

Pero esta libertad sufrió durante mucho tiempo y aun durante el siglo XX, muchísimos traspiés, principalmente en sistemas Estatistas o dictatoriales donde el

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poder político y el culto a la figura del líder o los dirigentes en turno, eran difíciles de criticar. Esta limitación a la libertad de expresión, se conoce como Censura.

La censura deriva de la razón, de la sensación intelectual de sentirse por encima de otro mediante las ideas, aunque es difícil demostrar fehacientemente esta superioridad mediante argumentos verdaderos (aunque no por ello menos válido), si es posible reducirlos o desaparecer el poder simbólico de las palabras, lo que constituye su mayor triunfo.

Donde existe el conflicto de ideas se intentó siempre la censura, en los sistemas absolutistas era definitiva; en los sistemas estatistas del siglo XX, la censura se constituyó en la razón de Estado y a raíz de la superación de estos sistemas, la apertura ideológica del mundo que sucedió con el derrumbe de la Unión Soviética, la globalización, así como la difusión de los derechos humanos en

lugares

“olvidados” por antonomasia, como África, donde las revoluciones y procesos independentistas de la segunda mitad del siglo XX hasta el año 2000 permitieron la modificación de la censura estatal en censura institucionalizada, a través de organismos dependientes del poder público pero sujetos a leyes y reglamentos, que operan bajo las garantías que las constituciones plasman como libertades.

Aun a pesar del avance, los derechos de los individuos aún se limitan, mediante el uso de conceptos cuasi legales, como lo ofensivo, lo obsceno, la inocencia, o la moral pública (cualquier cosa que eso signifique pues de acuerdo a la Ética, la moral es individual), además de un ejército de intelectuales que emiten sus propias opiniones para genera descredito en otro elemento importantísimo de este sistema, la fama pública del creador. Al final de cuentas la censura regulada sigue siendo censura.

Se puede decir que el debate de fondo en la censura es la libertad individual contra los derechos de la colectividad, pero la colectividad como ente no puede ejercer derechos hasta que se concretan en un caso particular, el Estado o el ente regulador

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se subroga en la “protección” del interés colectivo, Coetzee lanza una duda, si estamos hablando de protección de los derechos colectivos o frustración de los deseos individuales del creador.

El objetivo de la censura para el autor no tiene nada que ver con el conflicto, es ajeno a lo político, a lo económico y a las relaciones de dominación (aun a pesar de que el autor nos regala acercamientos a temas tan amplios como la religión, la comunicación, el arte y la pornografía); entonces resume la censura en su elemento más importante, la “ofensa”, que define como: “…aquello que trasgrede de forma flagrante la tolerancia.” (COETZEE, 2007, pago. 227), pero esta es una situación que se presenta entre iguales, entre entes del mismo orden, ni supra ni subordinados, porque si tomamos encuentra la dominación entonces

nos

reduciremos al viejo paradigma de “David vs. Goliat, y es allí donde caeremos en supuestos que enturbian el estudio de la censura. De un lado pensaremos en un aparato estatal muy fuerte y un creador intelectual como víctima, un intelectual mártir que lucha solo con el poder de la razón o por otro lado un creador entronizado, un “escritor – héroe” que puede doblegar un Estado lleno de “pigmeos intelectuales”. Con el fin de evitarlo, lo mejor es considerar solo la relación de uno frente a uno, y su nexo causal, la ofensa

La zona donde se desarrolla la censura es la vida pública necesariamente, porque en privado no existe tal , en privado somos quienes somos, se caen las máscaras y nos liberamos, en nuestra mente la censura es imposible, aunque puede darse un caso terrible de opresión, la autocensura, que lleva al escritor a interiorizar la función del censor , siendo asimilado por el aparato estatal, deja de lado sus propios pensamientos y lo convierte en zombis del Estado; esta situación lamentable podemos apreciarla en el caso de Osip Mandelstam y Joseph Stalin durante los años treinta de la época soviética, cuando el primero es obligado a crear una “oda” alabando al líder soviético a ser encontrado culpable de denostar su imagen, el autor tiene que hacer de lado toda su convicción para generar un poema a modo.

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Al reflexionar sobre la censura consideramos necesario su deconstrucción en elementos más sencillos para lograr un mejor análisis y minimizar el impacto de la extensión de la obra de Coetzee, bastante amplia en conceptos y ejemplos: -El intelectual – creador – ofensor, personaje principal que genera la obra donde plasma su esencia a través de las ideas que producen la ofensa, la indignación y el repelús ante su difusión. Normalmente se trata de un sujeto que simplemente trata de dar difusión a una parte de sí mismo, que se expresa mediante su obra, pude caer en una dinámica egoísta o hasta fanática cuando se aferra a su propia verdad. Para el Aparato Estatal y para el Censor, el creador tiene la máxima obligación de “no ofender”, pues es el principal responsable de la obra.

-La ofensa como elemento sustancial, simbólico que genera la respuesta es decir, la censura en sí misma; la ofensa es la sensación que sufre el ofendido, usualmente el aparato estatal, o cualquiera que sienta agraviado pues básicamente produce afectaciones en quien cree tener la razón. Un ejemplo de ello lo tenemos en lo obsceno, aquello que ofende por ser oprobioso, , repugnante o escandaloso, nuestro autor lo detalla adecuadamente en la obra “El amante de Lady Chatterley”, donde abarca cuestiones como lo repúgnate en equivalencia a loa antinatural, por el pasaje referente a la sodomizarían a la que se ve sometida la protagonista de la obra; así mismo en los debates sobre la pornografía que sostiene con el colectivo feminista con autoras como Linda Williams y Catherine Mackinnon, entre otras. La ofensa la compone el disgusto, uno se sabe ofendido, lo cual se traduce en ese juicio moral, interno, que nos impulsa a denunciar la conducta transgresora.

-La fama del creador, es el estado de opinión pública con respecto del creador, autor o intelectual. Digamos que se reduce a lo que la colectividad piensa del creador y se externaliza. Este elemento es importante porque el censor siempre tratará de poner en duda la fama del autor, de desprestigiarlo y de destruir su imagen ante el colectivo, haciéndolo mucho más vulnerable; por otro lado una buena fama puede evitar que el aparato estatal destruya por completo al creador.

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-El aparato estatal, consiste en el poder superior, que el Coetzee no considera como superior sino como igual, pues como lo hemos apuntado trata de alejarse del conflicto político, centrándose en la ofensa; así el aparato estatal se convierte simplemente en el ofendido , el adalid de la protección entre lo subversivo, lo moralmente corrupto y la comunidad virtuosa; el aparato censor sueña con una utopía, la autocensura, un mundo donde sea el propio autor quien se limita, como la mayoría de las personas que no reaccionan ante una injusticia, lo que obviamente nunca se da pues el creador, intelectual es por definición una minoría rebelde; de la misma forma el aparato estatal, posee la potestad para transmitir ese poder de suspensión, de limitación de libertades a otros, es donde surge nuestro siguiente elemento.

-La norma censora, se aplica de lleno sobre las conductas inapropiadas, permite o limita unas u otras. Pero el Derecho como ciencia que estudia la norma, no limita su acción simplemente al sentido sancionador, la población está obligada a resentir las consecuencias jurídicas que surgen de determinada acción omisión, así la norma puede en todo caso, equilibrar esas conductas inapropiadas, que en este caso se consideran ofensivas, pues cuando nos ofenden se presentan una serie de sensaciones indeseables, como lo señala Joel Feinberg: “…de una miscelánea de estados desagradables, que incluyen, sin limitarse a ellos, el asco, la vergüenza, el dolor y la angustia, experimentamos algunos de ellos o los experimentamos todos; y también resentimiento contra aquel a quien se culpa de ese desagrado” (JOEL FEINBERG, citado por COETZEE, 2007, pág. 46) La norma censora por naturaleza está destinada a ser rebasada, a ser enfrentada pues su naturaleza es confortativa con los derechos de los creadores, el creador por naturaleza siempre indaga en su ser y va más allá de sus propios deseos, como lo establece el propio Coetzee: “Ni la censura, la prohibición legal, ni la desaprobación social, impedirán que el artista, el creador explore las áreas más ocultas de la experiencia humana” (COETZEE, 2007, pág. 99).

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Como ejemplos tenemos la Ley sobre Publicaciones obscenas británica de 1959 o la Ley de Publicaciones dela República Sudafricana de 1975.

-El censor, que se auto constituye en un defensor de la comunidad, estos sujetos han de tener capacidades muy definidas, ante todo, adaptarse a la vida del burócrata y entender el proceso de fiscalización, es decir, ser un revisionista de palabras y documentos, un sabueso que encontrara la verdad entre líneas de la obra. La figura del censor en la obra de Coetzee va más allá de la simple prohibición, sus determinaciones pueden despojar al creador de su dignidad, al violentar o mutilar su obra, entrar en su mente y despojarlo de su esencia. Muchas veces hace uso del temor que lleva al punto de la paranoia, que se aplica sobre la obra del creador; logra convencer al público de que transgredir las normas cada vez más nos llevara al abismo emocional.

-Los rivales, así denominados los auxiliares de la censura, los intelectuales que el propio aparato estatal utiliza para sus fines, apoyan al censo en contra del creador, buscan debilitar su posición pues lo mismo que los censores contemporáneos, hablan el mismo lenguaje que el creador, no se escapa el análisis crítico de sus habilidades y las aplican en la interpretación de la obra; sus determinaciones pueden generar convicción en el censor de que sus está ante una creación ofensiva, y esto genera la agresión necesaria para limitar la obra; su labor va más allá del análisis del texto, pues se les permite inclusive glosarlo. El caso del (nuevamente) Estado Soviético contra Solzhenitsin, exiliado en 1974, da cuenta del uso de estos personajes.

-La obra en sí misma. Debe ser atenida en su conjunto y en base a su lenguaje simbólico y representación estética no solo en cuanto a una parte de ella, pues se corre el riesgo de mal interpretarla; esto es particularmente importante pues aunque una obra se considere ofensiva o transgresora de la moralidad del público, definida como “…el derecho de la sociedad a tomar las medidas necesarias para proteger

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su existencia organizada” (COETZEE, 2007, pág. 231), puede ser que sea también que favorezca el arte por su valor estético. Es donde la crítica hace su trabajo a juicio de expertos en el tema. La obra explota los límites del deseo del artista, pues es una muestra de su autoconocimiento haciendo de su obra un objeto provocativo; esto es evidente en la critica que el colectivo feminista realiza en contra de la pornografía, pues convirtieron el debate en una cuestión política, cuyo sello principal era la dominación, cuyo vehículo de consumo era la obra pornográfica en forma de cosificación de la mujer, sin considerar la amplitud de la obra como objeto con valor estético. Este debate va más allá de las obras de la pornografía industrializada como bien de consumo, que lleva las creaciones de esta índole hasta el rango de lo ofensivo y obsceno, arremete contra todo. Tal es el caso de la divergencia entre Sartre y Mackinnon, quien despoja de toda posibilidad a las creaciones pornográficas, pues nunca logra considéralas “elegantes” siquiera por la estimación estética, pues para ella, cualquier representa con del sexo es de por si una dinámica de dominación, y esto es porque no existe la representación del sexo, en su explicación el sexo es real y sucede, no requiere ser representado; Coetzee establece precisamente una consideración digna de atenderse, pues hasta la obra pornográfica industrial deriva de un guion, es la visión de un director, es interpretada por actores, los sentimientos y expresiones no son reales y existen entre las partes ejecutantes objeciones de tipo moral. (COETZEE, 2007, pp.92-105)

La obra de Coetzee, exceptuando algunas generalidades al inicio, es una recopilación de situaciones particulares, cada capítulo es un ensayo que disecciona pero solo en función de sí mismo, sin arder a la luz del tema general; podemos inferir que su pretensión estaba lejos de la creación de un “Tratado sobre la Censura”. Su idea era poner el dedo en ella a través de casos emblemáticos del que pudieran extraerse sus elementos más importantes.

El análisis de Coetzee sigue la ruta de Erasmo, pues ambos son apolíticos; tratan de soslayar cualquier elemento de disenso derivado de la lucha de poder, por el contrario, reduce la censura a un deseo, un sentimiento, tal cual lo establece el

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título, la censura es “la pasión por silenciar”, también se puede apreciar en su crítica al Apartheid Sudafricano, donde recoge el concepto de “locura” de Erasmo y critica la génesis del movimiento, atribuyéndolo nuevamente al deseo y no a una cuestión netamente política u económica.

Para nosotros la censura en sí misma es ya de por si un enfrentamiento, que no puede comprenderse en su justa intencionalidad sin este concepto. No existe tal cosa como una relación de igual a igual con el Estado, o un aparato estatal sentimental, e mas bien pragmático, a pesar de que una de facultades sea de coordinación y existan procedimientos legales o donde es tratado como igual con referencia a los gobernados, simplemente porque la participación del Estado en la censura, deviene de su potestad de cuidar el orden público. Lo que lo coloca ya de por si, por encima del creador de la obra, y por ende establece una relación de supra a subordinación con respecto de este último.

La censura destruye la obra y al creador, la primera la limita y con ello impide su evolución y la generación de más obras, “esteriliza” el proceso creativo; al segundo lo despoja de su razón de ser, si el escritor no puede escribir lo que desea y plasmar su esencia, se le deja sin esta misma. Se le impide ser en toda la extensión del término ontológico.

Referencias.

Coetzee, J.M. (2007) Contra la censura: ensayos sobre la pasión por silenciar, México, D.F: Random House Mondadori: Debate.