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Consuelo Austral

Balazs Pataki

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“La gente está equivocada en la creencia de que comprenden la esencia de lo que la Zona realmente es. Algunos la consideran un mal universal, otros una maravilla otorgada a la humanidad, y otros aun la consideran no más que una fuente de riqueza. Todos están equivocados… La Zona es imposible de comprender cuando se la visualiza a través del prisma de la percepción humana; por otra parte, es aún demasiado pronto para que los humanos siquiera lo intenten.” Profesor E. F. Kalancha

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Reconocimientos Son necesarias unas pocas palabras para agradecer a toda esa gente que hizo posible este libro. Primeramente, quiero agradecer a Oleg Yavorsky y a GSC Game World por permitirme usar ciertos personajes y escenarios de la saga de videojuegos de S.T.A.L.K.E.R. Muchos juegos de vídeo pueden otorgar inspiración, pero pocos pueden ofrecer a un escritor de adaptación mejor oportunidad para añadirle a la historia la profundidad humana como S.T.A.L.K.E.R. Lo cual no resulta sorprendente, ya que la inspiración visual y literaria para el equipo desarrollador de GSC vino de las obras maestras de Boris y Arkady Strugatsky y Andrey Tarkovsky: nunca hubiéramos soñado con este proyecto sin esa visión, en todas sus partes. No existe razón para negar que “Consuelo Austral” debe también su inspiración a filmes como “Éramos soldados”, “9º Compañía”, “La caída del Halcón Negro” y especialmente “Apocalypse Now”. Este libro intenta, a su modesto modo, rendirle tributo a esas obras maestras.

Gracias también a las personas que ayudaron en la producción y la promoción de este libro: Noah Stacey, Ákos Kozári y Lisa Magyari por el arte; Y finalmente, gracias a ti, querido lector, por tu interés y apoyo. Sólo me resta decir "Fuera de aquí, Stalker", y que disfrutes del libro.

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Índice Prólogo Cóndor Uno La aguja en el pajar Una estantería de recuerdos Destello en el cielo Ojos en la oscuridad Balas en el Paso Gorrión Dos Corazones y mentes Los últimos hombres en pie El Blues de Bagram Puerta del Infierno Desertor Corte marcial Amor duro Búsqueda y destrucción El corazón de la penumbra El hombre que sería Khan Una chica con pasado Los fantasmas y los traidores Por quien doblan las campanas Conteo de bajas La Ciudad de los Gritos Dentro de las catacumbas Punto sin retorno Zona Cero Epílogo

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Prólogo El Independiente, 3 de marzo de 2001: Los talibanes destruyen antiguas reliquias budistas en Bamyan, Afganistán. Las peticiones internacionales son ignoradas por los líderes fundamentalistas. Kyev Post, Artículos Principales, 17 de agosto de 2001: Autoridades ucranianas cierran la Zona de Exclusión cercana a la Planta Nuclear de Chernóbil luego de que un autobús con turistas desapareciera en las cercanías de Pripyat. CNN Breaking News, 4 de marzo de 2006: Potente luz cegadora ilumina el firmamento sobre la Planta Nuclear de Chernóbil, según cuentan los testigos. BBC Artículos Principales de Noticias, 10 de junio de 2006: Los cielos ubicados sobre la nefasta planta nuclear una vez más se ven iluminados por una potente luz. Con ayuda militar, la policía local trata, con desesperación, de evacuar a los pocos aldeanos que aún permanecen, luego de la emisión mortal de hace unos meses, de la cual todavía no se tiene explicación. Fox News, 25 de septiembre de 2006: En rueda de prensa, el general Dan K. McNeill, recientemente designado comandante de la ISAF, se niega a responder las preguntas acerca de los presuntos esfuerzos de los talibanes por obtener ojivas nucleares de Pakistán. Kyev Post, Artículos Principales, 28 de diciembre de 2009: Un grupo de científicos ucranianos, liderados por el profesor Sakharov, han penetrado con éxito dentro de la Zona a una distancia de un kilómetro de profundidad y han regresado sin que se presenten incidentes, ni recibir heridas. El profesor Sakharov se negó a hacer declaración alguna acerca del equipo 10

especial que posibilitó esto, pero aseveró que “este enorme progreso no hubiera sido posible sin la incesante investigación en Ucrania para diseñar dispositivos y equipo protector adecuado para la exploración de la Zona.” Sin embargo, confirmó “la existencia de actividad anómala sin explicación científica en la parte física de la Zona, así como mutaciones en la flora y en la fauna”. The Guardian, 5 de mayo de 2011: El líder de una rama de Al Qaeda, en el sur de Yemen, juró el miércoles venganza contra E.E. U.U por la muerte del fundador de la red mundial, Osama bin Laden. “Nos vengaremos de la muerte de nuestro Sheikh Osama bin Laden y pondremos a prueba a los enemigos de Dios,” dijo a AFP por la vía telefónica desde la provincia del Abyan al sur de Yemen, una zona baluarte de al Qaeda en territorio convulsionado por los conflictos. “Verán lo inesperado… Estamos preparando un plan para continuar la yihad en el próximo período,” dijo el líder de al Qaeda, quien solicitó el anonimato por “razones de seguridad.” Fox News ticker, 6 de junio de 2011, 03:42:58 PM ET: El presidente se dirige a la nación luego de la detonación nuclear en Kabul. MSNBC.com, 7 de junio de 2011, 01.35:46 PM ET: El jefe del Estado Mayor del ejército de los E.E.U.U, el general Peter J. Schoomaker, ha descrito el ataque nuclear en Afganistán como “el último recurso de un enemigo inhumano y despreciable para martirizarse en masa y negarnos la afirmación de la victoria”. La ACLU (Unión de las Libertades Civiles Americanas) ha condenado enérgicamente la elección de las palabras del General Schoomaker, describiéndolas como “culturalmente insensibles”, mientras que, en Alemania, Francia y el Reino Unido, miles han protestado, culpando a los E.E.U.U y a Israel por la atrocidad.

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The Guardian, 20 de agosto de 2011: Se ha verificado, por parte de fuentes independientes, que las explosiones nucleares que han devastado la capital y una vasta área que rodea el centro de Afganistán fueron causadas por tres ojivas nucleares de bajo rendimiento de aproximadamente 20 kilotones cada una, y fueron obra de los insurgentes o de extremistas de AlQaeda. La detonación fue seis veces más poderosa que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima y tres veces más poderosa que la explosión del reactor número cuatro de la Central Nuclear de Chernóbil en 1986. Un vocero del Ejército de los E.E.U.U. se ha rehusado a hacer declaraciones luego de que los informes aseveraran que fueron obtenidos de un arsenal nuclear de Pakistán. El vocero también se negó a hablar sobre las denuncias de que dos de las ojivas estaban destinadas a usarse en otras partes del país, y que los extremistas detonaron las tres en Kabul debido a los intentos de las fuerzas especiales estadounidenses por ponerlas a resguardo. Pravda.ru Última Hora, 25 de octubre de 2011: El gobierno federal advierte a los ciudadanos rusos acerca de viajar a la zona de exclusión de Chernóbil luego de una escaramuza entre las fuerzas armadas de Ucrania y un grupo de individuos paramilitares e invasores que se autodenominan “Stalkers” – cuyas siglas significan "Scavenger (saqueador), Trespasser (intruso), Adventurer (aventurero), Loner (solitario), Killer (asesino), Explorer (explorador), Robber (ladrón)". A pesar de las protestas de las organizaciones de los Derechos Humanos y la Unión Europea, las fuerzas ucranianas que vigilan el área tienen autorización de dispararle a cualquier intruso al ser visto. Nature – Diario Semanal Internacional de las Ciencias, Sección de Noticias y Comentarios, 16 de enero de 2012: Índice de Lectura de Nature, con las últimas noticias acerca de la Zona de Exclusión, lo que incluye un análisis de un experto 12

sobre la posibilidad de mutaciones tales como las que ocurren en la Zona en el área de Fukushima. Según los Profesores Sakharov y Hermann, no existen probabilidades de tales desarrollos en Japón. Hermann añadió: “Por desgracia, debido a ciertas condiciones desfavorables, nuestra investigación en la Zona ha sido pospuesta.” Cuartel General, Fuerzas Armadas de Ucrania, 15 de agosto 2012: La Operación Puente, cuyo objetivo era restablecer el control sobre el centro de la Zona de Exclusión (incluyendo a Pripyat y la Central Nuclear de Chernóbil), ha sido calificada por el comando general como un rotundo fracaso. Nuestras fuerzas sufrieron bajas severas. Por valor extraordinario en presencia del enemigo, solemnemente se postula al capitán Tarasov, de la fuerza de operaciones, como candidato a la Medalla al Valor y para promoción al rango de mayor. - Coronel Kovalsky, oficial al mando, Operación Puente (retirado). Observación: El SBU* apoya la postulación. Se sugiere que una vez se le haya promovido, se designe al capitán Tarasov como elemento de comando de nuestras fuerzas en la Zona de Exclusión. - Mayor Degtyarev, SBU – Dirección de Operaciones Especiales. Kyev Post, Artículos Principales, 8 de junio 2013: El Ministro de Educación de Ucrania enviará un equipo científico al yermo nuclear una vez conocido como Centro de Afganistán, ahora conocido también como “la Nueva Zona”, bajo la supervisión del Profesor Sakharov, el ecologista veterano que encabezó las primeras expediciones dentro de la Zona de Chernóbil entre el 2007 y el 2009. El objetivo de la expedición es acabar con las especulaciones y los rumores generados en 13

internet concernientes al desarrollo ambiental en el área, que se suponen similares a los de la “Vieja Zona”, a pesar de que la evidencia demuestra que las mutaciones y otros fenómenos avistados en el área de Chernóbil no fueron causados únicamente por la radiación.

*SBU: Servicio Secreto Ucraniano. Las siglas corresponden a Sluzhba Bezpeky Ukrayiny. (Nota de los T.)

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Cóndor Uno Zona de Exclusión de Chernóbil - Ucrania, 18 de septiembre de 2014, 08:50:34 Hora de Europa del Este “Me encanta estar en el ejército, kommandir. ¿Dónde más se puede conseguir un vuelo en helicóptero sobre la Zona?” El mayor Mikhailo Tarasov no le devuelve al joven teniente la jovial sonrisa; en cambio, prefiere pasar los últimos minutos echándole un vistazo a los Pantanos, perdido en sus pensamientos. Visto desde arriba, a través de las pequeñas ventanas del helicóptero de combate Mi-24, en pleno vuelo hacia su misión, el Pantano se ve pacífico, como un parque nacional: prados de un marrón dorado con cañas doblándose en el viento, el sol bajo de septiembre reflejándose en los cursos de agua, una cúpula de madera de una iglesia abandonada asomándose en un fragmento de niebla, los campos de anomalías de los bordes de la zona brillaban con un misterioso tono verde y azul. Tarasov se alegra de que la distancia le escatima los detalles: el constante click de los contadores Geiger, el olor a podrido, la visión de los cuerpos en descomposición de los que murieron a manos de los mutantes, la radioactividad y las anomalías. “Ahórrese el entusiasmo para cuando esté en tierra, Ivanchuk,” responde con tristeza. Pero su segundo al mando parece estar de un humor parlanchín. “¿Cómo es que pasó este desastre? Se suponía que ese agujero infernal de Agroprom se había cerrado hace años.” “Algunos Stalkers lograron llegar hasta el escondite de Strelok. Lo vamos a cerrar nuevamente, y esta vez, para siempre.” “¡Sencillísimo!” Tarasov no es capaz de ver los ojos del teniente bajo el oscuro visor del casco pero está seguro que su segundo al mando no está fanfarroneando. Hoy, será puesto a prueba, teniente. Les echa una mirada a los otros dos soldados 15

acurrucados en el estrecho compartimento. Kolesnik y Shumenko han sido Stalkers veteranos desde que se enlistaron en el ejército, motivados, más por escapar de sus acreedores, que por realizar un deber patriótico. Los habían hecho sargentos para que supieran su lugar en la cadena alimenticia militar. Aunque no cabían en la horma de Stalkers legendarios, al menos, eran buenos jugando en equipo. Para Tarasov, comandante de su propio escuadrón de Stalkers de la zona en el Ejército Ucraniano, esto era más importante que las habilidades individuales. Observa los dedos del teniente, que tamborilean nerviosamente sobre su rifle de asalto AKSU. “Por cierto, teniente… ¿Qué es esa cinta adhesiva en el cargador?” “¿Eso? ¡Pegué dos cargadores juntos, así puedo cambiarlos con un solo movimiento de mi mano!” “¿Ve eso en mi rifle? ¿No? ¿Puede imaginarse por qué?” “¡Porque yo soy estúpido y usted es inteligente, señor, mayor, señor!” Tarasov lanza una carcajada. Su mal humor se desvanece en un instante. Con el rabillo del ojo, puede apreciar la sonrisa de los dos rudos sargentos. “¿Qué hacer? Es un hecho,” se encoge de hombros y le da una palmada en el casco al teniente. “Páseme la cinta adhesiva, si es que aún la trae consigo.” El teniente se palpa los bolsillos y le alcanza un rollo de cinta adhesiva azul. Tarasov saca un cargador de repuesto de los bolsillos de la armadura de Ivanchuk. “Si tiene los cargadores así,” le explica, “su arma le va a parecer más pesada de lo que en realidad es.” Envuelve la cinta alrededor del cargador y deja colgando una pulgada de la misma. “Mire. Si la agarra de este lado que cuelga, puede desenfundar del bolsillo mucho más rápido y aprovechar el mínimo segundo si está en pleno tiroteo. También tiene ese broche para rápel en su chaleco de asalto. Cuando retire el cargador vacío simplemente sujételo ahí con la cinta que dejó colgando. ¿Ve? Así… Eso le da otro segundo 16

de ventaja. Y cuando la fiesta haya terminado, puede volver a poner el cargador en el bolsillo de su chaleco.” “Dos minutos para aterrizaje,” informa el piloto, “Estoy visualizando la Fortaleza Uno.” “Muy bien, gente, allá vamos,” dice Tarasov apurándose a sujetar su casco, “revisen equipo y munición. Mantengan el dedo fuera del gatillo hasta que estemos en suelo firme.” Separa el cargador de su rifle SA Val y empuja haciendo presión para asegurarse de que no hay ningún cartucho atascado en el interior. El sonido del martilleo acerado de su arma es música para sus oídos. “Un minuto para descender,” suena a través del intercomunicador. “La zona de aterrizaje está despejada.” Tarasov ha hecho más descensos en helicóptero de los que puede contar, sin embargo, no puede deshacerse de la leve náusea que siente durante el descenso repentino. Agarra su arma y abre la escotilla. Le da a cada uno de los hombres una palmada alentadora en el hombro mientras dejan el helicóptero y espera a que todos hayan salido. Les hace una seña a los pilotos con el pulgar hacia arriba y sigue a sus soldados. El helicóptero de combate se eleva en el aire y emprende un recorrido circular por encima de los edificios abandonados para mirar por encima del entorno. Los motores de las turbinas son demasiado fuertes para que Tarasov se dirija al líder del escuadrón sin tener que gritar. “¿Algún progreso, teniente Nabokov?” “Vimos un montón de mutantes no muy lejos de aquí, pero el sonido del helicóptero los ahuyentó.” “Mantenga los ojos bien abiertos, en caso de que algo horripilante emerja de ese agujero. ¿Aún quedan Stalkers adentro?” “Estuve de pie junto a la Fortaleza Uno desde las seiscientas. Nadie ha salido de aquí, señor, y Fortaleza Dos tampoco reportó contactos recientes.” “Bien. Chumak, ¡venga aquí!”

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El técnico, un civil demacrado que, por lo general, tiende a los vehículos de la base y ahora se ve indefenso con el chaleco antibalas que lleva puesto por primera vez, lleva escrito “miedo” por todo su rostro. Tarasov le da su pistola. “¿Sabe cómo manejar una Fort?” “Sí, kommandir, pero…” Chumak señala el rifle de Tarasov. “¿Puedo tener una ametralladora como ésa?” “Si acaso se da cuenta de que necesita un arma más grande, recoja cualquiera de nuestros rifles porque eso significará que estamos muertos.” Con el escuadrón siguiéndole de cerca, Tarasov camina hacia la entrada del túnel, una abertura redonda ubicada en el piso, como una alcantarilla. “Chumak, conmigo. Kolesnik, Shumenko, vayan hacia adelante. Ivanchuk, cuide la retaguardia. Nuestra misión es simple: entramos, sellamos el agujero del escondite de Strelok y salimos.” “¿Reglas de combate?” “Esta área es de alta prioridad, teniente. Dispárele a todo lo que se mueva. Cuidado con los rebotes de las balas – los túneles son angostos. Mantenga cierta distancia con respecto a las paredes. ¿Algo más?” “¿Si encontramos algún artefacto podemos quedárnoslo y venderlo?” “No si yo lo veo primero, sargento. ¿Algo más?” “¡Mayor, señor!” “Abra la boca y diga, Shumenko.” “Solicito permiso para mear antes de que entremos.” “¡Hágalo rápido y asegúrese de no meter su jalda dentro de una anomalía!” “La pinga de Shumenko no necesita temerle a las anomalías que están en el suelo.” dice Kolesnik con una sonrisa. El teniente participa sin retraso. “¡Solamente está meando para que los mutantes sepan que es su territorio!” Tarasov suspira con impaciencia, pero hace tiempo que se dio por vencido de amonestar esas costumbres casuales. 18

Aunque este escuadrón se improvisó hace una hora, al menos puede contar con ellos si las cosas se complican. Él sabe que esto podría llegar a pasar. Sus hombres también lo saben. Y la broma de Kolesnik no estuvo tan mala, para tratarse de un hombre que está a punto de descender en un sistema de túneles infestado de mutantes en el que todo lo que se mueve, lo hace para matar. “Me siento mucho mejor.” “Muy bien… ahora que el sargento Shumenko ha marcado generosamente su territorio, pongámonos en movimiento. Cambien al sistema de respiración. Revisen la visión nocturna y el intercomunicador.” “Ivanchuk aquí. Siempre listo.” “Kolesnik listo.” “Shumenko aquí. Listo y cargado.” “Eeeeh… quiero decir, ¿también debo decir algo?” “¿Puede ver y respirar, Chumak?” “Sí, kommandir.” “Que eso no cambie. ¡En marcha!” Sistema de túneles subterráneos del Investigación Agroprom, 09:28:00 EEST

Instituto

de

Antes de que Tarasov descienda en el interior del pozo angosto que conduce hacia los túneles, enciende el canal de su radio. “Base del Cordón, aquí Cóndor Uno. Escuadrón Cóndor desplazándose. Cambio y fuera.” Los sargentos descienden por el angosto agujero. Apenas llegan al final de la escalera, se arrodillan y asumen la posición de ataque. “Despejado”, informa Shumenko. Tarasov se da cuenta de la expresión de desaprobación en el rostro del técnico. Él la ignora, sin embargo Ivanchuk aprovecha la oportunidad para sermonearlo. “¿Qué está mirando, Chumak? Los elementos de mando sólo toman vanguardia en las películas bélicas. Si hay una 19

emboscada esperándonos abajo y le disparan al mayor, estamos jodidos.” Sus camaradas descienden uno tras otro. Tarasov los escucha respirar agitadamente. Con la mano izquierda, les indica que procedan. El túnel hiede a putrefacción, humedad y corrosión. Por encima, una luz rojiza solitaria parpadea y emite su extraña luz sobre las paredes, como el recordatorio de una alarma olvidada hace mucho, cuando estas catacumbas aún eran parte de un laboratorio secreto. Todo está en silencio, excepto el chirrido de la luz giratoria y la humedad goteando desde el techo. De repente, algo se mueve en el suelo, con un sonido que semeja el de un trueno. “Lo siento, mayor” susurra Chumak, “Tropecé con algo.” “¡Mierda! ¿Qué le parece si grita ‘¡Hey, allá vamos!’?” “¡Perdón, kommandir!” “Cállese, Chumak” interviene la voz de Ivanchuk. Tarasov escucha el sonido de pasos acercándose. Levanta su puño izquierdo, ordenándoles a los otros que se detengan. Apunta su arma y una sombra se mueve dentro del punto rojo de la mira de su rifle. Cuando el destello rojo de la luz de emergencia ilumina durante un segundo en su dirección, una silueta humana emerge desde la oscuridad. Sin vacilación, suelta dos disparos silenciados. Tarasov escucha el jadeo del sujeto y presiona nuevamente el gatillo. El hombre emite un grito, un supuesto grito que intentaba ser un insulto pero que termina siendo un grito de dolor. Su rifle dispara una ráfaga hacia el suelo cuando la muerte le da un espasmo sobre los dedos. Finalmente, cae. Pasaron dos segundos desde que apareció, quizá tres. Que extraño, piensa Tarasov. Ese tipo estaba armado hasta los dientes para tratarse de un Stalker. Todavía a cubierto, Tarasov echa una ojeada hacia la esquina. El lugar se encuentra levemente iluminado por otra tenue luz de emergencia. Una sólida columna de concreto le impide la visual, pero no percibe movimiento alguno. Le hace una seña a Kolesnik. 20

“Está demasiado tranquilo aquí... Sospechosamente tranquilo. ¿Ve ese barril rojo de combustible? Hagamos un poco de ruido.” El sargento extrae una granada de fragmentación de su cinturón, le quita el seguro, aguarda unos segundos, y la arroja en la dirección señalada. Al momento en que la granada aterriza, alguien grita ¡a cubierto! pero es acallado por la detonación. Un segundo después le sigue una explosión aún más potente cuando el barril de combustible estalla en una bola de fuego cegadora. Tarasov escucha los fragmentos de metal zumbando por el aire, mezclados con gritos de desesperación. Grita, ‘¡Vamos, vamos, vamos!’ y salta del sitio escaleras abajo. Su contador Geiger comienza a sonar como loco. Dos cuerpos yacen sobre el suelo pero Tarasov los ignora mientras escudriña el siguiente sitio, que alguna vez fue un ascensor, en busca de posibles blancos. Su visión nocturna es demasiado débil para llegar a iluminar las esquinas y no tiene intención de encender la linterna – ya que se volvería un blanco iluminado para los posibles enemigos con ganas de practicar tiro a la cabeza. “Todo despejado,” les dice. “Prosigamos.” Pero Chumak, que está en las catacumbas por primera vez, se detiene frente a dos grandes tanques, que podrían contener veneno o quizás algo peor, mirando fijamente la sustancia verdosa que se encuentra bajo ellos. Esa sustancia se mueve como agua verde en ebullición pero en cámara lenta. Está a punto de tocarla cuando Ivanchuk le da un tirón hacia atrás. “Eso es Ponche de Frutas, novato. Es una anomalía. Un paso más y el ácido te consumirá la pinga en un segundo.” “Hay más de esta mierda aquí, bajo tierra, que hongos en un bosque,” agrega Kolesnik. Tarasov estaba a punto de decirles que se callen cuando el otro sargento grita. “¡Detecto enemigos!” Shumenko no espera la orden de Tarasov y lanza una ráfaga dentro de la cámara del ascensor. Ahora es el turno del mayor, que arroja una granada. Se escucha otra explosión 21

ensordecedora, pero el enemigo continúa disparando. El teniente da un salto hacia adelante, disparando con su rifle de asalto AKSU. Se hace el silencio. Tarasov les señala la cámara circular, con una enorme columna en medio. “Ivanchuk, usted y Kolesnik vayan hacia la izquierda. Shumenko, conmigo. Chumak, detrás de mí.” Lentamente y con las armas listas, entran en la cámara. Bajo sus pies, rejas de metal oxidado cubren las tuberías corroídas, que se desvanecen dentro del suelo. Una manivela se encuentra en el medio, pero la rueda permanece caída. Sobre éstas, tubos de metal de un sistema de ventilación siguen la forma curva de las paredes, por aquí y por allá les faltan algunas partes. “Pongan atención a esas tuberías abiertas,” le advierte Tarasov a su escuadrón, susurrando, “No quiero que ningún Snork errante nos salte por encima de las cabezas.” “Todo despejado. Procedamos.” Tarasov baja su Val en cuanto ve al teniente emerger desde el otro lado. Frente a ellos, una escalera caracol lleva hacia el siguiente nivel. “¿Seguimos?” inquiere Ivanchuk. Tarasov mueve la cabeza. “Cuidado con las escaleras. Mantenga los ojos bien abiertos, teniente. Quiero revisar esos cuerpos antes de que continuemos descendiendo.” Ahora que el área se encuentra libre de enemigos y con la única salida vigilada, Tarasov enciende su visión nocturna y prende la linterna. Camina hacia el Stalker al que el teniente le disparó. “Buen tiro, Ivanchuk,” le dice, lo suficientemente fuerte como para que el teniente lo escuche. El cadáver que yace en un círculo de luz frente a él lleva un casco táctico con una máscara de gas integrada, con el tubo adosado al sistema de respiración de su armadura azul. Su chaleco antibalas ha sido penetrado por cinco disparos perforantes del AKSU de

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Ivanchuk. Aún muerto, se aferra a su desactualizado, pero todavía mortífero rifle de asalto G36. “Shumenko, encárguese de vigilar. Teniente, venga aquí.” Tarasov señala el cadáver. “Este no era un Stalker sino un mercenario. El sujeto de inteligencia la cagó como de costumbre.” El teniente cabecea y se arrodilla para quitarle la máscara de gas al cadáver. “No. Preferiría no verle la cara.” “¿Y si fuera una mujer hermosa, señor?” “Teniente, usted es un enfermo hijo de puta. Mejor encuentre algo que el sujeto de inteligencia pueda usar… quizás atinen la próxima oportunidad.” “Pero si se trata de una mujer y encuentro un lápiz labial, ¿puedo quedármelo? Mi novia…” “Ya deje esas bromas estúpidas, por Dios santo. Ni siquiera hacen gracia.” Tarasov registra los otros cuerpos. Todos llevan el mismo equipo, lo cual indica que, en efecto, pertenecían a un grupo de mercenarios, los cuales ocasionalmente aparecen en la Zona. A diferencia de los Stalkers, no solo cazan artefactos sino que también van tras blancos humanos de tanto en tanto, es decir, un Stalker con un artefacto especial encima o uno que no entregó a tiempo lo que debía. Y como están mejor equipados y mejor entrenados que los Stalkers normales, le causan dolores de cabeza al ejército cuando aparecen en áreas prohibidas en las cercanías de los laboratorios secretos. La búsqueda de Tarasov resulta inútil: un cuerpo ha sido despedazado por la explosión del contenedor de combustible y en el otro sólo encontró dos estuches de primeros auxilios. “No hay nada útil aquí, señor,” informa Ivanchuk. “No me sorprende… Después de todo, ningún mercenario sería lo suficientemente estúpido como para llevar consigo las órdenes. Maldita sea… Lo último que necesitamos es un grupo de mercenarios en nuestro territorio.” “Le sugiero que informe de ello a la base, kommandir.” Tarasov revisa su radio. “No hay señal. De todos modos, aún nos queda algo por hacer… Vayamos hacia abajo.” 23

Con cada paso se torna más oscuro en la escalera caracol de metal. El piso inferior está marcado con burbujeantes anomalías verdes, que iluminan el túnel con su luz verdosa. Ahora Tarasov escucha el sonido: un eco chisporroteante como un coro de monstruos en la penumbra, como si se estuvieran comunicando entre sí en un profundo susurro funesto. Su contador Geiger suena más rápidamente. “Apaguen sus linternas,” ordena. Las anomalías brillan lo suficientemente fuerte como para iluminar sus alrededores. Lejos, hacia el final del túnel, una luz de emergencia muestra la dirección. A Tarasov sólo le queda esperar que si hay enemigos aquí, reflejen una silueta visible en el tenue fulgor de la luz. “Manténgase cerca de las paredes. Rodee las anomalías,” le susurra a Chumak. Baja la mirada durante un segundo mientras el técnico tropieza con unas cañerías tiradas. Inmediatamente, un puño acerado le golpea en el pecho. Entonces es cuando escucha un disparo de rifle. Se tambalea hacia la pared, instintivamente pone su mano sobre el punto del impacto. Shumenko dispara una larga ráfaga y el rifle de Kolesnik se le une. “Mierda,” grita alguien, “¡vino de la nada!” “Mayor, ¿está herido?” “Estoy… bien, Teniente,” responde Tarasov mientras se pone de pie con un gruñido doloroso. Se alegra de que el visor de su casco táctico oculte el dolor en su rostro. Su pesada armadura atrapó el impacto, pero resultó potente como un martillazo. Le deja el pecho adolorido. Gracias a Dios por mi traje SKAT. “¡Continuemos!” Pasan junto a una solitaria lámpara de petróleo. Su tirador debería haber estado vigilando la salida del túnel, el cual lleva a un amplio pasillo de investigación. Al entrar, ven enormes contenedores de metal detrás de la valla de hierro dilapidada y más tuberías que desaparecían en la nada misma a través de huecos en las paredes de concreto. Otra luz de emergencia 24

lanza su luminiscencia demencial. A través de grietas y agujeros, el aire se mueve con un profundo aullido. Acaban de cruzar la ancha sombra de una columna de concreto. Tarasov extiende su mano hacia el casco para encender su linterna. El sonido chirriante de la luz giratoria le hace doler los oídos como el torno de un dentista, pero lo que le congela la sangre es el sonido de un rugido en las tinieblas. “Enciendan las linternas,” ordena. “¡Dispárenle a lo que esté delante, dispárenle con todo lo que tengan!” Empuja al técnico al piso y él se arroja al suelo también, se muerde la lengua, pero ignora el dolor agudo y dispara frenéticamente hacia el par de ojos centelleantes que reflejan la luz de sus linternas y que se les acercan a una velocidad inhumana. El aullido se convierte en un estertor bestial, sin importar el fuego de los rifles de asalto. Tarasov se queda sin munición y con desesperación intenta alcanzar un cargador de repuesto cuando el estertor cesa; con un sonido sordo, algo cae pesadamente al suelo apenas a un metro de su posición. “¡Maldición!,” escucha la voz del teniente, “nos pasó rozando.” Tarasov se vuelve a poner de pie. Una figura humanoide yace en un círculo de luz más adelante de donde está él. Tiene brazos y piernas más largos que los de los humanos, pero la principal diferencia visible es un montón de tentáculos, aún retorciéndose como serpientes, que acaban en el agujero manchado de sangre donde debería estar la boca. Shumenko se le acerca y vacía el resto de su munición en la cabeza del mutante antes de reemplazar el cargador. “¿Q… Qué fue eso?” El cuerpo de Chumak tiembla entero. “Un chupasangre” Tarasov responde mientras recarga su rifle. “Un macho, a juzgar por lo que quedó… La hembra debe estar esperándolo a que regrese a casa con carne fresca. Por lo general se mantienen juntos, así que mantengamos los ojos bien abiertos…” “Me… Me rehuso a continuar… No puedo,” tartamudea el técnico. Está a punto de llorar. “¡Quiero salir de aquí!” 25

“Contrólese, Chumak,” le dice Tarasov mientras le ofrece su mano, “levántese.” “¡No!” El mayor les echa una mirada a los dos sargentos. Se le atraviesan al quejoso técnico y lo ponen de pie. Sin ninguna emoción aparente en su rostro, Tarasov le apunta con el rifle a la cabeza a Chumak. “¡Vamos!”, le dice, pero el técnico sólo sacude la cabeza aterrorizado. “Muy bien, nos llevaremos su equipo y lo dejaremos.” Tarasov baja su arma y le apunta a Chumak en las piernas. “Pero primero le voy a disparar en la rodilla. Mamá chupasangre se va a enojar cuando papá no regrese y pueden oler la sangre desde lejos.” Chumak mira a Ivanchuk, que afirma con la cabeza, y agarra su mochila a regañadientes. Sin decir más, Tarasov continúa, con su escuadrón siguiéndolo. Cada rincón oscuro le pone los nervios de punta pero ningún otro mutante hace su aparición. O tal vez somos nosotros los que no estamos en la línea de visión de los mutantes. Pronto, un corredor se abre hacia la izquierda. Tarasov ya ha estado allí: es uno de los largos túneles que corren entre las dos instalaciones de Agroprom. Deben doblar hacia la derecha, pero los dejaría expuestos en el flanco izquierdo. Si arrojan una granada para despejar el camino, cualquiera que los esperase para emboscarlos sabría que se aproximan. Les hace señales a sus hombres para que detengan la marcha, se asoma hacia la izquierda y le hace un gesto a Ivanchuk para que procedan. Al doblar hacia la derecha, ve el resplandor estático de una linterna. El mercenario aún no ha notado su presencia. Tarasov apunta con sumo cuidado. Sus disparos le dan en la armadura a su blanco, pero no le matan. Para cuando puede disparar nuevamente, el mercenario desaparece.

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“¡Maldita sea!,” maldice mientras oye que alguien grita órdenes más adelante. “¡Kolesnik, tire una granada! ¡A veinte metros hacia adelante!” La granada cae un poco lejos, pero la explosión golpea al mercenario en el momento preciso en que es lo suficientemente osado para salir de su escondite. Con el arma lista junto a la puerta en caso de que aparezcan más enemigos, Tarasov se precipita hacia adelante. Una silueta aparece en el visor, con la cabeza justo detrás del punto rojo en la mira. Tarasov abre fuego. “¡Izquierda! ¡Cuidado a la izquierda!” grita sacando una granada y tirándola a través de la puerta. Demasiado rápido. Un segundo después de la detonación, otro enemigo aparece a la vuelta de la esquina. El rifle de Tarasov se silencia luego de un disparo. Se agacha para cubrirse y recargar. Un AKSU suena por sobre su cabeza. “Está muerto,” dice Kolesnik. Esperan un minuto. Tan sólo el viento aúlla en los túneles, con el ocasional ruido que escarba desde los niveles inferiores, ya olvidados hace mucho tiempo. Quizá se derrumbó algún sitio. Tal vez un chupasangre que está peleando por su vida contra un grupo de Snorks, invisibilidad parcial contra largos saltos de diez metros y dientes afilados como cuchillos. Tal vez es el miedo de los soldados haciendo eco en sus mentes. Pasan por encima de un enemigo caído cuya cabeza y pecho fueron reventados horriblemente por una granada mientras Tarasov moviliza su escuadrón al siguiente sitio. Desde allí, otro corredor se abre hacia la izquierda. A unos pocos metros hacia abajo, un conducto de ventilación redondo se abre en una pared. Cajas de madera se encuentran debajo, como si alguien las hubiera usado como escalera para acceder. Una vez alojó un ventilador y los restos del enrejado de hierro que lo cubrían, aún yacen en el piso. Ahora un hombre podría arrastrarse cómodamente en la entrada. Incluso hay una escalera de metal que lleva hacia el conducto.

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“Bienvenido al escondite de Strelok, Chumak,” le dice Tarasov al tocarle el hombro al técnico, “lo logró. Ahora es tiempo de su gran hazaña.” “Gracias a Dios,” suspira el técnico aliviado. “¿Y, qué se supone que haga?” “Quitar algunas partes de la escalera. Suelde las partes como un enrejado para evitar que cualquiera trepe hasta aquí.” “¿Está seguro que no hay nada adentro, kommandir?” “No me importaría darle una pequeña excursión… Todos nos merecemos un descanso, después de todo.” Tarasov se vuelve hacia sus soldados. “Mantengan la guardia mientras yo le muestro lo que hay a este advenedizo. Este corredor será nuestra vía de escape. Está lleno de basura para cubrirlo, así que mantengan los ojos abiertos. Chumak, sígame.” Strelok una vez le dijo que la cámara tenía trampas explosivas y no se puede deshacer de esa sensación de desasosiego mientras ascienden por la escalera. Con mucho cuidado, se asoma hacia adentro, y al ver que ningún peligro los acecha, da un salto hacia el interior de la cámara. Escondite de Strelok, 09:59:07 EEST “¿Qué es este lugar?” inquiere el técnico. Tarasov revisa las paredes con su linterna. Están cubiertas por grafitis hechos por Stalkers, mensajitos cortos con nombres de identificación y apodos. Voronin, ya te agarraré. Lukas. Vengan y donen sangre en Skadovsk. Tremor. ¿Quieres conseguirte un traje químico hecho a la medida? ¡Visítame en Rostok! Beacon. Se venden mapas del Oasis. Pregunten por Pedernal en Yanov. Perdí mi rifle otra vez. Recupérenlo a cambio de una recompensa. Brome, en los 100 Rads. No le lleven rabos de pseudoperro a Sidorovich. Guárdenlos. Tienen buen sabor. Scarecrow. 28

A excepción de unas pocas cajas y otras porquerías, la cámara se encuentra vacía. Inclusive, alguien quitó la mesa improvisada con un mapa que había estado ahí hace añares, incluso cuando Tarasov entró por primera vez en el subterráneo, hace como tres años. “¿Alguna vez escuchó hablar del Marcado, Chumak? La Noosfera, la Conciencia-C, ese tipo de cosas?” “No, señor.” “No se perdió mucho, salvo, claro, por el Marcado. Sobre el resto – yo estoy más en la cuestión de los disparos que en esa monserga científica, pero ya que está con nosotros, supongo que tiene derecho a saber de qué va todo esto.” El rostro del técnico se ensombrece por el temor; demasiado, para gusto de Tarasov. “Es complicado, pero de todos modos, así es como un viejo amigo me lo explicó en Pripyat. Como sabe, tenemos bastante tiempo de espera entre las manos hasta que llegue el equipo de evacuación.” El mayor se acomoda sobre una vieja caja contenedora de munición. “Bueno… según dicen algunos científicos, un campo especial rodea nuestro planeta, se denomina la noosfera. Se dice que influencia el comportamiento humano. Luego de Chernóbil, un grupo de científicos dispuso laboratorios secretos en la Zona de Exclusión donde nadie los pudiera molestar. Los intelectuales querían hacerle ajustes a la noosfera, quitar las cosas malas del planeta… incluyendo la palabra ‘no’ del vocabulario femenino.” Chumak se ríe. Tarasov no hace mención al desarrollo de armas secretas y a las pruebas psíquicas practicadas en humanos como si se tratase de conejillos de Indias. El técnico no tiene porqué saberlo todo. “Pronto se dieron cuenta de que algo más poderoso era necesario, así que juntaron a siete voluntarios para crear una conciencia común. Para resumir, la Conciencia-C.” “Para mí suena como a ciencia ficción.”

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“Más bien a terror, porque en el 2006 los experimentos dañaron la noosfera. Nadie sabe a ciencia cierta qué sucedió, pero todos vemos los resultados aquí en la Zona. Si me pregunta, la Zona es el Universo en un día de mal humor.” “¿De modo que estamos aquí para matar mutantes? ¿Para evitar que salgan?” “No, de eso se encarga Deber… Matar a todos los Snorks, controladores, quemadores… Como si eso fuera posible. Pero los Stalkers se la pasan metiendo las narices para cazar unas cosas que llaman artefactos. Algunos hacen maravillas en el cuerpo humano y se pueden vender por enormes sumas allá afuera en el Gran País. Nuestro trabajo, al menos como está estipulado en los papeles, es evitar esto; el estado quiere el monopolio de este gran negocio. Como sea, para hacer corta la historia, a la Conciencia-C le salió el tiro por la culata. Usaba a los científicos para crear una trampa, para lavarle el cerebro a la gente y así protegerse. Los Stalkers llamaron a esa trampa el Cauterizador Cerebral. Le lavó el cerebro a la suficiente cantidad de gente como para tener su propio ejército. Se llaman a sí mismos Monolito, con la creencia de que le sirven a un cristal extraterrestre con la capacidad de hacer realidad todos los deseos. Malditos fanáticos.” “¿Y era cierto, kommandir?” “No empiece a preguntarme acerca del Genio. De todos modos, hace como dos años un Stalker llamado Strelok encontró una ruta hacia el centro de la Zona donde el Monolito protegía a la Conciencia-C. Su seudónimo era Marcado. Nunca contó lo que pasó realmente allí... y honestamente, duermo mejor ignorándolo. Sin importar qué haya hecho, la Zona continúa aquí y lo único que podemos hacer es tratar de contenerla. Quizá ya no necesita a la Conciencia-C para existir. No lo sé.” Tarasov bebe un sorbo de agua de su cantimplora. “Esta cámara era el escondite del Marcado. Probablemente en este momento se esté dando cuenta de que Strelok es el héroe de todos los Stalkers. Vienen hasta aquí para probar que tienen lo que se necesita para ser 30

un Stalker, o quizá con la esperanza de encontrar una nota que los lleve a algún escondite oculto lleno de artefactos.” “¿Es por eso que los mercenarios con los que nos topamos estaban aquí?” “Lo dudo. Prefieren regar las paredes con nuestra sangre en vez de pintura. Lo que nos preocupa ahora es que el hijo de un pez gordo de Kiev murió en un intento por llegar hasta aquí. Nos ordenaron que hiciéramos que este lugar sea inaccesible.” “¿Por qué no cerrar una puerta con soldadura?” “Por muchas razones, las cuales ninguna es de su incumbencia.” “Entiendo.” “No, no entiende. Lo que hagamos aquí no hace la diferencia… es una batalla cuesta arriba todo el tiempo. Hay momentos en que desearía ser un Stalker libre, sin nada en que pensar salvo artefactos y en cómo gastarme el dinero ganado una vez que los haya vendido. Y entonces llega una orden como la de hoy y me hace olvidar esos pensamientos.” Tarasov se mueve para ponerse de pie, pero el técnico le sigue preguntando. “Yo sé de los Stalkers. Pero los tipos de la base también me dijeron algo acerca de las facciones llamadas Libertad y Deber.” El mayor se vuelve a sentar, emite un suspiro de impaciencia. “Son los dos lados de una misma moneda, Chumak. La línea más dura coloca una milicia para destruir la Zona. Eso es Deber. Y están también los sensibleros que consideran que el mundo entero tiene derecho a estudiar la Zona. Pura mierda, digo yo. Libertad está apadrinado por los poderosos del lado Oeste que quieren tener su parte de los artefactos, pero la Zona es nuestra. ¿No es así?” “Estoy de acuerdo, kommandir.” Tarasov vacila por un momento antes de continuar. Entonces decide que hablar de lo que piensa no hará ningún 31

daño. En la base ningún soldado toma a Chumak suficientemente en serio para creerle en sus dichos si es que acaso le cuenta sobre sus dudas. “Sabe, Chumak… Hace años, cuando llegué y era apenas un teniente, creía que los recursos de la Zona debían ser explotados para beneficio de nuestro país. Después de todo, fuimos nosotros los ucranianos quienes más sufrimos a causa de esto. Sería más que justo que utilizáramos los beneficios que posee la Zona, científicos o lo que sean. Luego, cuando me di cuenta que nuestros generales no pensaban más que en hacerse ricos vendiendo los artefactos en el mercado negro y armas a los Stalkers y a Deber, empecé a desear más y más que la Zona desaparezca ya sea por la fuerza o por un milagro. Corrompe a la gente tanto como a la naturaleza. Ahora esto ya no me importa… Lo que sea que hagamos se despega de la Zona. Los Rambos de gatillo fácil de Deber y los anarquistas fumadores de droga de Libertad nunca van a ser capaces de lidiar con eso.” Tarasov mira en derredor en la cámara y lo invade una sensación de desesperanza. Envidia a Strelok que se escondió aquí durante su larga incursión hacia el centro de la Zona, en su intento por develar sus más grandes secretos. “Qué diferente era entonces…,” continúa en voz baja. “Aún quedaba una razón para permanecer aquí. Ahora sabemos todo sobre la Zona, excepto qué es, y eso es algo que jamás averiguaremos. Estamos aferrados a eso, como un niño que da una mordida demasiado grande y que no puede tragar, ni escupir. Quisiera poder avanzar, pero estoy atrapado aquí. Para mí no hay modo en que pueda vivir fuera de la Zona, aun cuando sólo haya corrupción. Ya lo entenderá si es que se queda suficiente tiempo. Pero hasta aquí con el folklore de la Zona por hoy. Vamos, terminemos con este trabajo.” “Sí, kommandir, pero dígame… Es decir, siento haberme escabullido cuando esa cosa nos atacó… Pero estaba bromeando cuando me apuntó con el arma, ¿verdad?” 32

“No es un arma,” Tarasov respondió poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de los pantalones, “se llama rifle de asalto.” Antes de volver a regresar al túnel, Tarasov saca una granada de fragmentación, le quita el seguro, y con cuidado pone el aparato bajo un pedazo de madera arrancado de la caja. Es posible que no impida que ninguno de los Stalkers entre a la cámara a excepción del primero y más desafortunado, pero al menos eso le da una excusa para informar que en el lugar se encuentra una trampa explosiva. Chumak comienza a trabajar con prisa, con movimientos precisos. En cuestión de pocos minutos, la escalera yace hecha pedazos. Toma las partes más grandes y las suelda a los trozos de hierro. Cuando apaga la luz azul de su antorcha soldadora, el conducto se encuentra vedado por una nueva reja. “Molodets,” dice Tarasov otorgándole a Chumak una mirada aprobatoria, “y ahora larguémonos de aquí. ¡Escuadrón, sígame! Shumenko, colóquese al frente.” Sistema de túneles debajo del Instituto de Investigación Agroprom, 10:15:03 EEST Luego de unos veinte metros, otra cámara se abre hacia la izquierda. A la señal de Tarasov, Ivanchuk se desplaza y mantiene su arma apuntando hacia dentro del lugar mientras los otros pasan junto a él. Luego asume su lugar por detrás, vigilando cuidadosamente hacia atrás en el túnel. Habían avanzado apenas unos pocos metros, cuando el sargento levanta su puño. Dos anomalías Ponche de Frutas yacen más adelante. A juzgar por la distancia, pueden pasar sin peligro. “Formen una línea. Caminen con cautela,” les ordena a sus hombres. “Hay algo en esa anomalía, señor.” Tarasov saca su aparato detector y se vuelve hacia la anomalía. Puede que los ojos de Shumenko hayan sido 33

engañados por la ilusión pero el detector le da la razón. El display se enciende e indica un punto pequeño y verde, como a un metro de distancia. Acercándosele con cuidado, investiga la sustancia. Un objeto minúsculo levita por encima de la anomalía, como en estado de ingravidez. Lo levanta con sumo cuidado, evitando todo contacto con la sustancia ácida que está debajo. Le quemaría los guantes de protección en un minuto. “Miren a este amiguito,” dice como si hablara de un cachorro, “¡Privet, artefacto Soldado!” Sosteniéndolo, Tarasov siente como la piel se le vuelve más dura y menos sensible. El artefacto se parece a un pequeño erizo redondo, con cristales emergiendo de su centro verde. Pesa casi tanto como media docena de botiquines pero cualquier persona que lo tuviera cerca del cuerpo ya no tendría que preocuparse de no tener vendas con las cuales contar. Los efectos coagulantes del artefacto curarían cualquier herida abierta en un minuto. Afortunadamente, a juzgar por el sonido constante del contador Geiger, no es un artefacto de la variedad especialmente radiactiva. “Kommandir…,” dice el teniente, “Con el debido respeto, yo lo vi primero.” “Debidamente señalado,” Tarasov responde, mientras deja que el artefacto se deslice dentro del contenedor de su traje con armadura. “¿Alguna vez oyó hablar de la cadena de mando?” El sargento parece contrariado, pero Tarasov lo ignora. Lo justo sería dividir la ganancia con sus hombres si es que decide vender el artefacto. Sidorovich, el comerciante mejor conocido de la Zona, paga generosas sumas pero los científicos de Yantar pagan aún mejor. Eso supondría, sin embargo, una larga caminata hasta su laboratorio, mientras que la guarida de Sidorovich está más cerca de su base. Ya se preocupará de eso más tarde. Lo primero que se necesita es salir de las instalaciones subterráneas. El escuadrón procede lentamente entre las anomalías hacia el final del túnel, donde una abertura en la pared lleva hacia una escalera. 34

“Arriba,” dice Tarasov pero, apenas pisa el primer escalón, ve más anomalías por delante. Les señala que paren y saca de su chaleco el cargador de una pistola. Allá en Pripyat, aprendió de Strelok como usar tornillos y tuercas para precisar el tamaño de una anomalía. Su versión de la idea es más elegante. El resorte dentro del cargador empuja los proyectiles hacia arriba y él solo tiene que dirigirlos hacia las anomalías con el pulgar. Cuando aterriza en la sustancia ardiente, se disuelven inmediatamente con un sonido agudo y sibilante. “No hay modo de pasar por ésta,” dice frustrado. “Maldición, tenía el presentimiento de que no saldríamos tan fácil.” “Quizá podamos neutralizar las anomalías si le pide a Shumenko que les orine encima.” “Ja, ja, ja, teniente,” contesta el sargento con una risa falsa. “Si le interesa saber, desde que visité a esa puta de la que me habló, mi orina quema tanto que podría hacer un agujero en la pared con ella.” “¿Al menos pudo darle a ese agujero?” “Cállense la puta boca, los dos,” Tarasov les ordena. “No es momento de relajarse todavía. Vamos a tener que rastrear y encontrar otra salida.” “Mierda,” Ivanchuk maldice. Tarasov le sonríe. “¿Todavía le gusta este trabajo, teniente?” “Claro que sí, kommandir… Sólo lo decía porque no me gusta visitar lugares en los que ya he estado.” “Ésa es la actitud. Ahora, con suerte, nuestros amigos, los mercenarios, emprendieron la retirada hacia la Fortaleza Uno. Y si no… Patearemos más culos. En marcha.” Ya sea porque mataron a todos al entrar o porque, de hecho, los mercenarios fueron emboscados en su intento por salir de las catacumbas, el escuadrón regresa hacia los laboratorios sin que nadie los moleste. Chumak bordea con cuidado al chupasangre muerto, sus ojos sin vida aún iluminan como si

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fuese a saltarles en cualquier momento. Al pasar a su lado, Kolesnik le dispara nuevamente. “Sólo para estar seguros, señor.” “No malgaste la munición. ¡Muévase!” Tarasov dice poniéndose nervioso, a sabiendas de que es el peor momento. Todas las misiones se vuelven más peligrosas cuando están a punto de finalizar. Los hombres tienden a impacientarse y a perder la cautela, con resultados desastrosos. En un minuto, están de vuelta en el túnel que atravesaron, con la escalera que llevaba al conducto y hacia afuera de las catacumbas. Se da cuenta de que el teniente lleva la linterna encendida. ¿Maldición, quiere que le vuelen la cabeza en el último instante? Los mercenarios no son estúpidos, puede ser que estén esperando en la penumbra a que el escuadrón de Tarasov salga antes de volver a emerger. Lo que no hay forma de que los mercenarios sepan es que Chumak finalizó la misión al soldar el conducto, con lo que evita que vuelvan a reclamar los túneles. “¡Apague su linterna, teniente!” “Sí, mayor… Lo que sucede es que esta visión nocturna hace que mis ojos se me salgan de las cuencas… Y ahora este dolor de cabeza…” Tarasov repentinamente también siente cierto dolor reptándole por el cráneo. “¿Qué es eso?” pregunta Chumak y se adelanta, envalentonado por la cercanía del conducto que lleva a la salida. Antes de que Tarasov pueda ordenarle que regrese siente un vago, sonido agudo, transformándose con rapidez y con fuerza en un aullido profundo, rodando en la oscuridad. “¡Controlador!” Shumenko grita con horror. Un bang alto le golpea a Tarasov en el cerebro. No se transmite a través de los oídos: el sonido ya está haciendo eco dentro de su cabeza, como si su cerebro estuviera explotando. Pero es Ivanchuk el que cae de rodillas en cuanto Chumak saca su pistola y le dispara al teniente en el rostro. 36

“¡Pónganse a cubierto!” grita Tarasov desesperadamente. Las balas silban hacia el final oscuro del túnel. Se maldice a sí mismo por no tener una escopeta o al menos un AKSU – el pequeño cargador de su rifle no alcanzará para matarlo. Se da cuenta que el controlador no lo ha visto porque aún cuenta con su fuerza de voluntad, entonces avanza. No es justo, destella en su mente adolorida, tan cerca del final, ¡no es justo! Vislumbra la silueta del monstruo contra el parpadeo rojizo de la última luz de emergencia. Ahora que se desocupó de los soldados, intenta apoderarse de su mente. Pero la desesperación y la ira ponen sus músculos como acero y, en dos segundos, alcanza al mutante que se eleva imponente por encima de él con su enorme figura musculosa. Tarasov le vacía el cargador por completo en la cabeza. El controlador trata de retroceder. Siente como se desvanece la ira del monstruo, como si él mismo la hubiese sido absorbido mientras golpea con violencia la cabeza del mutante una y otra vez con la culata de su rifle hasta que ésta se rompe. De repente ese tintineo vehemente que se había apoderado de su cráneo retrocede paulatinamente hasta desaparecer. El bang-bang ya no está. Su respiración agitada parece ensordecedora en el silencio repentino. Fluye sangre de sus oídos. Enciende su linterna y ve a Kolesnik levantándose del suelo, gimiendo. Luego Shumenko se pone de pie, sosteniéndose la cabeza aún adolorida. Chumak se arrodilla junto al cuerpo de Ivanchuk. Le ha quitado la máscara de gas del rostro. De sus ojos, enloquecidos por el terror, fluyen las lágrimas. “Yo no quería… No quise…” “No.” Tarasov suena ronca y temblorosa. Le saca la Fort al técnico. “Le han… Controlado.” Observa el cuerpo del teniente. Maldita sea. De todas las heridas que una bala puede infligir, la que más odia presenciar es la que produce el disparo a la cabeza. Ya bastante malo es darse cuenta lo delgadas que son las capas del músculo; los tejidos del cuerpo y la piel son los que 37

marcan la diferencia entre un montón de órganos y una forma humana. Pero un rostro, distorsionado en un horripilante bostezo por la última tracción de los músculos y el cerebro hecho trizas saliendo hacia afuera del cráneo partido, y que aún emana calor corporal en el aire frío, es algo diferente. Tarasov tiene la necesidad urgente de vomitar, pero logra controlarse. Kolesnik es más débil. Se apoya contra la pared y vomita. Únicamente Shumenko se mantiene de pie, a la espera de que Tarasov diga algo. El mayor carraspea para aclararse la garganta. “Tome esto, sargento,” le dice, buscando algo en su cintura y dándole el artefacto al soldado. “Estoy bien, señor.” “Tómelo. Mañana, usted y Kolesnik se irán de patrulla hacia Yantar.” “Comprendo,” responde el sargento en voz baja. “Le voy a enviar la parte que le corresponde a la familia del teniente.” Tarasov asiente. Entre los dos ayudan a Chumak a ponerse de pie. Kolesnik los ayuda. Su armadura está oscurecida por las manchas de vómito. Tarasov se acerca a la escalera y busca su transmisor de radio. “Fortaleza Uno, habla Cóndor Uno.” “Aquí Fortaleza Uno, cambio.” “Misión cumplida. Estamos en el conducto. Tenemos un Muerto En Acción. Envíen arneses. Fuera.” “Procedo, Cóndor Uno. Cambio y fuera.” Para cuando bajan los arneses de levantamiento, Tarasov ya le había puesto una máscara de gas al rostro de Ivanchuk: no hay necesidad de que los otros soldados vean a un camarada de ese modo. Cuidadosa pero ágilmente, colocan el arnés alrededor del cuerpo. Shumenko, que ya salió del conducto, le hace señas al piloto sacudiendo el brazo y el cuerpo del teniente Vasiliy Ivanchuk emprende un viaje hacia un cementerio en la lejana región de Lugansk. El cuerpo agita el brazo como saludando a los hombres restantes. “¡Subamos al helicóptero!” 38

Cuando Tarasov finalmente sale del conducto, le tiemblan las rodillas a tal punto que se tiene que sentar en el pasto. Es la clase de soldado que no se preocupa demasiado previo a una misión y que mantiene la cabeza fría en el proceso, pero una vez terminado el peligro, todo el temor y la emoción que su mente intentó mantener aislados se descargan en un fuerte, casi repugnante oleaje. El teniente Nabokov le ofrece un cigarrillo. Tarasov no puede rechazarlo. “¿Salió mal?” El mayor no responde inmediatamente. Se quita los guantes ensangrentados y observa como tiemblan sus dedos. “Nos encontramos con un controlador," le cuenta. "Yo voy a necesitar un nuevo rifle. Él va a necesitar una nueva cabeza.” Nabokov no lo sigue molestando con preguntas. Instituto de Investigación Agroprom, 10:35:26 EEST Antes de subir al helicóptero, Tarasov y los dos Stalkers militares que quedan forman un círculo, sujetos por los hombros, como suelen hacer luego de una misión. Emiten un grito fuerte para liberar la adrenalina que aún circula en su sangre, pero con el cuerpo del teniente dentro del helicóptero al grito le falta victoria. Entonces el helicóptero de combate se eleva y pasando por encima de las ruinas, se aleja volando hacia sureste. Tarasov le echa una mirada al reloj. Apenas puede creer que haya pasado una hora nada más desde que descendieron. Probablemente se va a pasar el día haciendo papeleo, incluyendo la redacción de la carta al pariente más cercano de Ivanchuk. Ese pensamiento lo deprime. En vuelo sobre el camino con tres líneas donde las ruinas de los autos Zaporozhets y los camiones Kamaz están oxidándose desde la época del primer incidente de Chernóbil, el helicóptero gana altitud lentamente. Para distraer sus pensamientos del cuerpo que viaja con ellos, Tarasov se la pasa mirando por la ventanilla, con el deseo de poder 39

limpiarse el olor a podrido del subterráneo y los restos punzantes de la pólvora de las fosas nasales con el aire fresco. Mira hacia el camino en forma de tenedor, hacia el área del Vertedero donde los escombros altamente radiactivos de Chernóbil yacen enterrados. Aun sería hermoso siendo un yermo, si se ignoran los vehículos abandonados y los tanques, las granjas devastadas y los edificios industriales en ruinas. Desearía poder cambiar el sonido ensordecedor del helicóptero por el silencio de la Zona. En la Zona, no sonaba jamás el gorjeo de los pájaros, sólo el graznido de los cuervos. Ningún bicho se mueve en los arbustos, sólo los mutantes rugen. Cualquiera sea el sonido que el viento trae desde lejos, es el sonido de la muerte: la explosión de un rifle; el gruñido de un mutante; el grito de un humano. Y de vez en cuando el rugir de un trueno de una emisión que se aproxima desde el centro de la Zona, pintando el cielo de un púrpura profundo, un relámpago parpadeante que envuelve todo en oscuridad antes de estallar en un gran despliegue que muestra divisiones como llamaradas en el cielo, que se asemejan a la Aurora Boreal. Sería una visión espectacular, impresionante presenciarla si no fuera letal quedarse al aire libre a observar. En los dos años que pasó allí, Tarasov no solo aprendió como sobrevivir en la Zona, sino que también aprendió a amarla, aunque la amó más cuando aún le quedaban secretos por explorar. A veces deseaba que la Zona fuera más grande, pero ya no estaba seguro si era su propio deseo o el de la Zona. Ningún traje protector, ninguna armadura podía proteger del poder de la Zona arrastrándose hacia su conciencia. El temor diario, los pequeños momentos de alegría luego de una misión que salió bien, el pesar por los camaradas caídos, los misterios que presenció, formaban una capa en constante crecimiento alrededor de su mente. Con cada latido de su corazón, había más y más de la Zona en su sangre. El clima cambia rápidamente en la Zona y cuando el helicóptero llega a la estación de trenes con las locomotoras

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abandonadas sobre las vías que se oxidan, se larga una lluvia lenta. “Cóndor Uno, esta es la Base Cordón,” sale de la radio. “¿Me copia? Cambio.” “Fuerte y claro, Base Cordón. Cambio.” “El mayor Degtyarev se encuentra aquí. Quiere verlo. Fuera.” “Llegaremos en diez. Cambio y fuera.” “Entendido. Base Cordón fuera.” Tarasov siente, de repente, como si tuviera todo el peso de una piedra en el estómago. Si quisiera verme enseguida, piensa, debe ser un asunto oficial. De otra manera me hubiera pedido que lo encuentre en los 100 Rads o en Skadovsk. Desde que se conocieron en Pripyat luego de las repercusiones de una misión que salió terriblemente mal, conoció a Degtyarev como uno de esos pocos oficiales que no habían sido manchados por la corrupción. Se habían hecho amigos, del modo en que un agente del SBU y un oficial Spetsnaz podían hacerse amigos entre la rivalidad del servicio y el ejército. A menudo se unía a Tarasov en patrullajes en la profundidad de la Zona. Nada une más a las los hombres que el recuerdo de las noches de peligro pasadas en compañía en un solitario puesto de guardia, luchando contra los mutantes hasta el alba. Tarasov también sabía que el SBU consideraba a Degtyarev más un Stalker que un agente, así como sus compañeros oficiales lo tomaban como un tipo raro porque no participaba de sus placeres: intimidando a los rangos inferiores y disparándole a los Stalkers por deporte. Por un momento se le ocurre pensar que Degtyarev podía haber llegado para otra correría, pero pone en duda su optimismo. Su amigo aparecía cada vez menos en el Cordón. Ya no quedaba mucho por explorar en la Zona. Habían estado en todos los territorios, habían explorado cada cueva, búnker y catacumba, y Tarasov no podía culpar a Degtyarev por encontrar la Zona alrededor de la Central Nuclear cada vez más pequeña luego de una incursión. 41

La granja de lácteos abandonada, que una vez fue la avanzadilla de los Stalkers antes de que los Stalkers libres se fueran a Zaton o a Yanov, desde donde se podía llegar a Pripyat con más resguardo, aparece abajo. El mayor Khaletskiy le viene a la mente. Fue en estos edificios destartalados donde los Stalkers lo mantuvieron cautivo. No puede evitar sentir arrepentimiento. Tarasov a veces pensó en cuanto mejor hubiera resultado si los Stalkers hubieran ejecutado a Khaletskiy en lugar de dejarlo escapar. Es probable que Khaletskiy los hubiera sobornado también, así como salió de la Zona a fuerza de sobornos y ascendió directamente por la escalera a general-mayor. Hace algún tiempo, Tarasov también hizo algún dinero vendiendo artefactos. Mantenerse con vida en la Zona no es una cuestión de pericia y de armas, pero afuera se trata de dinero y vivir con el salario de un mayor, el cual equivale a los 350 dólares, es aún más desafiante. Pero él jamás usaría patrullas armadas para cazar a los Stalkers, para saquearlos, o contratar a los bandidos para que hagan ese trabajo sucio, del modo en que Khaletskiy lo hizo. Así sobrevuelan la última colina antes de llegar la base, Tarasov trata de divisar la entrada al búnker de Sidorovich detrás de una aldea en ruinas. Es a este lugar al cual llegan los Stalkers luego de pasar furtivamente por las patrullas militares. Tarasov y sus hombres lo tomaron ya miles de veces, pero al resultar tan angosto como es, lo abandonaban siempre, y tras unos pocos días, los Stalkers volvían siempre. Ahora, sin embargo, la orden de dispararles a los Stalkers al divisarlos, ya no se aplicaba. En cambio, el ejército mantenía un control mucho más estricto alrededor de los laboratorios que una vez fueron secretos en Yantar, el Valle Oscuro y más allá. Tarasov aprobaba esta medida. Era una de las pocas cosas que Degtyarev había logrado para hacer la vida en la Zona un poco más pacífica, aunque Tarasov siempre sospechó que Sidorovich había intercambiado unas palabras con los generales. Después de todo, había hecho ganancias con los 42

artefactos que juntaban los Stalkers. Por buen dinero, los equipaba con armas y trajes protectores para que pudieran volver con vida, venderles los artefactos y otras cosas saqueadas que pudieran encontrar, con lo cual Sidorovich ganaba aún más dinero en el Gran País. La base está cerrada ahora. Oye al piloto reportándose. Suena el familiar crujido de la radio. “Base Cordón, aquí Águila Pescadora Uno. Estamos entrando.” “Los visualizamos, Águila Pescadora Uno. Bienvenidos a casa.”

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La aguja en el pajar Área del Cordón - Base militar, 11:15:27 EEST Tarasov se sorprende al ver un frágil helicóptero AK1-3 en el helipuerto. Se delata como una nave del SBU a pesar del esquema de color civil. Cuando Tarasov sale de la escotilla del helicóptero de combate, Degtyarev y un teniente con un traje de Spetsnaz con camuflaje de campo se le acercan con prisa. El teniente lleva su boina contra el viento enroscada por las hélices del Mi-24; Degtyarev, como siempre, no lleva nada en la cabeza. “Mayor Tarasov, éste es el teniente Priboi,” grita Degtyarev por encima del ruido de las turbinas después de los saludos de rigor. “Él recibirá los reportes de sus hombres. Usted y yo, vamos a la sala de mando. Tenemos que hablar.” “Qué bueno verte también, Alex,” le grita Tarasov. Dentro de la sórdida sala de mando con vistas a la entrada, se dan un abrazo. “Todavía tienes sangre en el rostro,” le dice Degtyarev cuando se sientan en el escritorio de Tarasov, uno frente a otro. “Nos encontramos a un controlador,” responde Tarasov. Hace un movimiento para sacarse la sangre con la parte de atrás de sus guantes, pero al ver que también están ensangrentados, acepta el papel tisú que le ofrece Degtyarev. Comparándolo con Tarasov, que aún usa su armadura manchada de sangre, llena de impactos de bala, el agente está impecablemente limpio y el pulcro uniforme planchado lo hace parecer un visitante de otro planeta. “Las cosas se complicaron un poco… espero no haber arruinado tu uniforme.” “Vamos, Misha. Es jodidamente bueno poder verte intacto.” “Ojalá pudieras decir lo mismo del teniente Ivanchuk.” 44

“Sí, escuché de ese deceso cuando venía hacia aquí… una pena. Era un buen hombre.” “Y podría haberse convertido en uno aún mejor.” Tarasov mira arriba, en la pared con la pintura verde descolorida. Cerca de la gran mesa de dibujo con las órdenes de patrullar y las listas de relevo, está una foto de archivo de un chupasangre pegada a la pared con cinta adhesiva. Alguien cubrió magistralmente la cabeza del mutante con la foto de una reconocida funcionaria política de Kiev. No necesita preguntar para saber que es la obra de arte de Ivanchuk. Una vez que Degtyarev se haya ido, será mejor que la retire. “¿Puedo suponer que no estás aquí para redactar la carta del familiar más cercano?” “No.” Degtyarev se inclina en su silla y saca de su bolsillo una petaca con dos vasitos. “Pero antes de que hablemos… Davaj vipjom!” “Por Ivanchuk,” Tarasov dice levantando su vaso, “era un buen soldado.” El vodka, aún frío por el gélido clima que había afuera, se desliza lento por el estómago de Tarasov y se transforma en un calor reconfortante. Sin embargo, no evapora su preocupación por la visita de Degtyarev. “Si el SBU te envió para investigar el incidente de hoy,” le dice, “fueron demasiado rápidos o sabían que se iba a poner engorroso.” “No eran Stalkers los que estaban en Agroprom, ¿no es así?” Degtyarev pregunta poniendo un pesado maletín sobre el escritorio. “Eran mercenarios,” Tarasov responde, “Nunca encontré mercenarios tan al sur de Rostok. Espero que aquella incursión haya sido cosa de esa única vez solamente, de otro modo, las cosas se nos van a complicar como la mismísima mierda. Apenas tenemos suficientes hombres como para controlar y mantener segura la aproximación hacia el Valle Oscuro.”

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“Si te sirve de alivio, Deber también está teniendo problemas en Yanov. Hace unos meses, su intendente le vendió todo un cargamento de armas a los mercenarios.” “¿Morgan otra vez?” “Sí, Morgan. Trataron de rastrearlo, pero se hizo humo. Quizás abandonó la Zona de una buena vez.” “Los problemas de Deber no me hacen la vida más fácil. Al contrario, hubiéramos estado jodidos desde hace mucho antes de no haber sido por ellos.” Tarasov mira por la ventana hacia los edificios derrumbados. “La semana pasada tuve literalmente que rogarle a Kiev que nos provea combustible para los helicópteros. No teníamos nada. Un vuelo más y nos quedábamos secos.” “Lo sé.” Degtyarev suena preocupado. “Pedí más recursos a tu nombre pero sólo obtengo evasivas de los altos mandos. Es como si no les importara nada acerca de los soldados.” “Dime algo que no sepa.” “Es exactamente por eso que vine hasta aquí,” dice Degtyarev, levantando sus cejas. “Ya no tienes que preocuparte más por esos mercenarios… o de la Zona en sí, para el caso. Es trabajo de Priboi ahora.” Tarasov traga con dificultad, pensando: ¿Puede ser que, acaso, el ejército se quiere deshacer de mí? “¿Estamos tan cortos de recursos que los altos mandos enviaron a un teniente para que me reemplace?” le pregunta. La pregunta inocente de Tarasov no puede ocultar su preocupación. Su amigo parece leer sus pensamientos porque una sonrisa le aparece en el rostro a Degtyarev aunque no es una muy reconfortante. “Priboi es un oficial capaz. Y en cuanto a ti: te tengo buenas y malas noticias. Primero que nada, quedas liberado de tus deberes de comandante de la base. No sé si son buenas o malas noticias para ti, en realidad.” “Depende de por qué hayan terminado.” Tarasov da vuelta la cara y observa por la ventana. “¿Voy a dejar la Zona?”

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“Bueno… tenemos un problema, y tú serás la solución.” Degtyarev respira profundamente antes de proseguir. “Supongo que has oído acerca de los acontecimientos en Afganistán.” “¿Qué? ¿Afganistán?” grita Tarasov con sorpresa, tan alto que el guardia de la entrada lo mira con preocupación. Tarasov apunta los dedos a sus ojos y luego hacia la Zona, recordándole al soldado la dirección en la que se supone que debe mirar. Entonces, aún perplejo, se gira hacia su amigo. “Es decir, sí, oí acerca de que pasaban cosas extrañas luego de que explotaran las armas nucleares... los Stalkers hablan de un El Dorado de artefactos.” “Para hacer corta la historia: parece que una nueva Zona apareció allí.” “¿Es cierto, entonces? ¿Una nueva Zona? ¿Anomalías, artefactos, mutantes y todo?” “Algo así.” Por un largo minuto, Tarasov mira a su amigo a los ojos. “Creo que necesito más vodka.” Degtyarev llena su vaso. “Creemos que hicimos un buen trabajo aquí, con toda la actividad Stalker en declive. Entonces nos dimos cuenta que las zonas centrales de Afganistán, que no habían sido directamente afectadas por las explosiones, se habían convertido en la nueva atracción para los Stalkers. Los americanos no pueden mantener nada en secreto... ¿Sabes qué? Me alegra que no tengamos ningún decreto de Libertad de Información.” “Todavía no lo comprendo,” dice Tarasov mirando su vaso. “La radiación no creó la Zona. Necesitaba a los sabelotodo manipulando la noosfera. Por favor, no me digas ahora que la URSS tenía laboratorios secretos ahí durante la guerra contra Afganistán.” Se termina su segundo trago. “Querrás dejar algo de vodka para el final, hermano… Estuvimos un tiempo estudiando la cosa con la misma pregunta en mente. ¿Cómo pudo haberse origina una Zona

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allí? Se envió una expedición, similar a las de Yantar y Júpiter. El nombre del Profesor Sakharov debería darte una pista.” “Él es el experto de las emisiones psíquicas,” Tarasov mueve la cabeza. “Sí. Su equipo estaba desenterrando algo en un lugar llamado Shahr-i-Gholghola hasta que perdimos comunicación.” Degtyarev toma un ancho sobre de su portafolio y se lo entrega a Tarasov. “Aquí están los detalles. Para resumir: irás hacia allí, a encontrarlos y sacarlos. Pero lo más importante, protegerás cualquier resultado de las investigaciones. Esa es tu más alta prioridad. Misha, ¿sigues conmigo?” “La Ciudad de los Gritos…” Tarasov murmura, extraviado en sus propios pensamientos. “Exactamente. Eso es lo que Gholghola significa. ¿Oíste sobre eso?” “Mi padre lo mencionó en una de las cartas que le envió a mi madre, sí.” Tarasov se arrepiente de sus palabras tan pronto como las dice. La sonrisa de Degtyarev permanece en sus labios, pero ya no es una sonrisa: más bien parece la mueca de un depredador, listo para saltarle encima a su presa. “Entiendo,” Degtyarev dice inclinándose más cerca. “No quiero hablar de eso. Para mí, una de las pocas cosas buenas de la Zona fue que me hizo olvidar de ciertas otras.” “Murió sin ver crecer a su niño, ¿es así?” inquiere Degtyarev, mirando al mayor entrecerrando los ojos. “Sí. Murió en Afganistán, cuando yo tenía dos años. ¿Y qué? ¡Ya conoces mi archivo!” “Así es. También sé que naciste en el año en que ocurrió Chernóbil,” Degtyarev continúa. “Al parecer, vas atinando en eso de lidiar con ambas sombras de tu pasado.” “¡El recuerdo de mi padre no es ningún maldito asunto tuyo!” Por un largo momento, el experimentado soldado y el perspicaz agente se sostienen la mirada. Al final, es Degtyarev quien mira hacia otro lado. 48

“¿Tienes un cigarrillo?” “No. Estoy intentando dejarlo. Y por el amor de Dios, Alex, deja de ser el agente por un momento. Vete a probar tus juegos mentales con un controlador, no conmigo. ¿Kruto?” “Sí, bueno, bueno… de nuevo, lo siento. La curiosidad es mi enfermedad profesional.” “Y eso fue lo que mató al gato, recuerda eso… De todos modos, ¿qué hay de las buenas noticias?” “Ciertamente,” Degtyarev dice con un suspiro de alivio. “Primero, ese sobre contiene una linda cantidad en dólares americanos. ¿Firmarías esto como prueba de recibo, por favor? Los Stalkers aman el dinero, así que utilízalo como soborno para conseguir cualquier tipo de información. O, en el peor de los casos, para comprar cualquier recurso en caso de que se necesite.” “Al menos no tengo que jugar a ese juego de ‘Te digo lo que necesitas, si me das lo que necesito’.” “Exacto. Segundo, ésta no será una misión del tipo lobo solitario. Tendrás dos escuadrones del 13avo. Batallón Aerotransportado a tus órdenes.” “Fuerza, coraje, honor. Me encanta su lema,” Tarasov sacude la cabeza aprobatoriamente. “Pero eso no ayudará de mucho si se topan con mutantes y anomalías.” “Estoy de acuerdo. Es por eso que serás su elemento de mando.” Degtyarev ríe mientras prosigue. “Tal vez tu conocimiento del inglés pese a tu favor, porque seguro no fueron tus habilidades de Stalker.” “¿Noto cierta envidia en tu tono sarcástico?” “Te sorprenderá en cierto grado, pero, sí te envidio.” Degtyarev mira fuera de la ventana hacia la barrera de concreto, donde comienza el camino hacia la parte interior de la Zona. Flanqueado por altos álamos, el camino parece cualquier otro de la vasta Ucrania rural: deteriorándose, pero apareciendo lo suficientemente inocente. Y aún así, lleva hacia áreas empapadas en sangre, justo hacia el lejano corazón de la

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Zona – la ciudad fantasma de Pripyat y más allá, a la nefasta Planta Nuclear de Chernóbil. “¿Recuerdas los viejos días, Misha? Dimos vuelta todas las rocas y estuvimos en todas partes. Pripyat, Limansk, los Pantanos, Zaton, incluso la Central Nuclear… Donde sea. Quisiera que hubiese nuevos lugares para descubrir. No me importaría que la Zona se agrandara.” Tarasov cabecea. “Sé lo que quieres decir. Pero evitar que se expanda, es parte de nuestro trabajo… Al menos en los papeles.” Degtyarev se aleja de la ventana y suspira. “Fallamos. Cualquiera sea el poder que creó la Zona, nos ha burlado y sucedió… Sucedió de nuevo. Mirarás a la nueva Zona con nuevos ojos… Como Strelok lo hizo en el comienzo.” “Alex, Alex,” Tarasov responde y sacude la cabeza con una amarga sonrisa. “¿Sabes cómo te oyes? Como un proxeneta, tentando a un hombre casado para que engañe a su esposa.” “Así exactamente quería que sonara,” Degtyarev ríe. “La Zona es mi territorio Realmente no quisiera ser un novato en otra parte, znayesh?” “No tienes que ir allí sólo con una chaqueta de Kevlar y un rifle aserrado como un novato. Me las arreglé para conseguirte unos cachivaches que te dejarán vivir más tiempo.” El rostro de Degtyarev brilla de autosatisfacción. “Primero, serás equipado con nuestro nuevo rifle de asalto, el Vepr. Equipo completo, mira y lanzagranadas incluidos.” “Le puse las manos encima una vez, pero no me impresionó tanto,” Tarasov dice con gesto escéptico. “No es mucho mejor que el AKM.” “Eres difícil de complacer.” Degtyarev simula desesperación y pone los ojos en blanco. “Al menos dale una oportunidad al Vepr.” “Gracias, pero no. Si de armas hablamos, prefiero usar una nueva Val en lugar de ésas con los mecanismos y cargadores atrás del gatillo.”

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“Puede arreglarse. Pero definitivamente te va a encantar mi otra sorpresa.” Degtyarev enciende su laptop reforzada para trabajo pesado. “Maldita sea, olvidé recargar la batería… Confío en que aún le quede un poco de potencia. Vamos, arranca, arranca…” “¿Lo ves? Por eso yo prefiero mi PDA.” “¡Pero no tienes el Buscaminas ahí! Al menos… Mira esto. Es el último exoesqueleto *DARPA. Los americanos lo clasifican como un arma secreta, pero algunos generales tienen buenos contactos al otro lado del océano. Por desgracia, sólo contamos con tres. Uno para ti y los otros para los líderes del pelotón.” Inclinado sobre el escritorio, Tarasov observa con curiosidad la armadura que aparece en la pantalla. “Impresionante. ¿Al menos ya me puedo rascar el trasero en esto?” “Vamos, Misha. No seas tan corto de imaginación. Posee Neovision con escaneo de infrarrojos, un torniquete integrado sólo tienes que tirar de aquí, ¿lo ves?–, un sistema de curación de heridas que utiliza hemostatos y colágenos reparadores de tejido, capacidad de almacenamiento de hasta ocho kilogramos, placas de Dragon Skin con capacidad para detener balas perforantes de armadura, completa protección NBQ… Te lo digo, éste es el Armani de todos los trajes protectores. Le añadimos un detector de anomalías integrado y también algunos contenedores de artefactos. Y sí, puedes rascarte el trasero en esto.” “¿Qué hay de los soldados?” “Tienen armaduras Berill actualizadas y el equipo estándar.” Degtyarev cambia su computadora a modo de mapa. “Ahora… Déjame resumir la Operación Pajar. Primero que todo, mantienes tu nombre clave de la Zona: Cóndor. Tus juguetes te esperan en la base aérea de Termez, a la cual nos referiremos como Whiskey. Allí te reunirás con los paracaidistas. Tus equipos se llamarán Gorrión Uno y Dos.”

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Degtyarev guiña un ojo alegremente. “Probablemente ya sabes qué significan las ‘G’.” “¿Guiñapos?” “Bien pensado, aunque en mi mente significa ‘Gauss’… Como sea, de ahí volarás a Bagram, o lo que queda de ella. Aquí. Tu equipo de vuelo consiste en dos helicópteros: un Mi24VP, designado como Libélula Uno, que debería ser capaz de reventar cualquier cosa que se te interponga. Un Mi-8 transportará tu equipo y suministros, nombre clave Libélula Dos.” “¿Qué hay de los niveles de radiación?” “Las cadenas montañosas al norte de Kabul han protegido tu área de operación de lo peor. La radiación no debería ser más alta que aquí, en el Cordón, pero mantén tus ojos en el contador Geiger, por si acaso. Una vez establecida la base delantera, de preferencia en esta cuadrícula al noroeste de Bagram, procederás hacia el oeste, hacia la última posición conocida de los científicos, mencionada como Aguja. Te moverás por el viejo camino de Bamyan con tácticas de reconocimiento de bajo perfil. Libélula Uno estará a tu lado para proporcionarte apoyo aéreo cercano. Libélula Dos te mantendrá abastecido. Una vez que localices y asegures Aguja, el equipo Libélula te traerá de vuelta a casa. Eso es todo.” “¿No podemos volar hacia Gholghola directamente?” Tarasov estudia cuidadosamente el mapa digital. “La base de avanzada parece estar bastante lejos de la zona objetivo.” “Sólo te estoy pasando las órdenes… Pero tengo el presentimiento de que no quieren cometer el mismo error que con Operación Puente.” Tarasov frunce el entrecejo. “Ajá… Sabía que hay un truco.” “¿Qué truco?” “Apoyo aéreo cercano, dos escuadrones completos, equipo de última generación, objetivos de misión claramente

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definidos… Todo esto suena demasiado bueno para ser verdad. ¿Hay algo sobre lo que debería saber?” Degtyarev se queda en silencio por un momento. Mientras Tarasov estudia su rostro, su amigo parece preocupado acerca de cuánta información puede revelar. “Maldita sea, Misha, no se supone que deberías saberlo, pero necesitas enterarte. Ya perdimos un equipo. Y no se debió a las anomalías.” “¿Entonces, qué? ¿Combatientes de Monolito con fusiles Gauss otra vez?” el sentido de la ironía de Tarasov está por encima de sus malos recuerdos. Recuerda el día en que, hace dos años, cuando aún era capitán, él y su pequeña fuerza de choque fueron atraídos con engaños hacia una trampa en la ciudad fantasma de Pripyat. Un tirador oculto de Monolito mató a su propio francotirador con una horripilante precisión y poder. Sin armas y en desventaja numérica, el grupo de choque de Tarasov contó con un solo hombre de refuerzo: Degtyarev. “Más allá de que el rifle Gauss no existe oficialmente y que los Monolitos han sido casi exterminados, se necesita más que un arma a bobina para derribar un helicóptero de combate. Tampoco fueron misiles antiaéreos.” “¿Quién persiste en deambular por allí con armas pesadas?” “No lo sabemos,” Degtyarev se encoge de hombros. “Sabemos de los Stalkers, por supuesto, y lo que queda de los dushmans… Ya sabes, los talibanes. En una de sus últimas expediciones los científicos también mencionaron algo acerca de los mercenarios, probablemente a la caza de artefactos. Aunque eran pocos y mal armados, y dejaron a los sabihondos tranquilos. Sin embargo…” El agente se reclina más cerca y baja su voz. “Lo más extraño es que la inteligencia que tenemos habla de renegados pindosi.” Los ojos de Tarasov se abren con incredulidad. “¿Renegados americanos?” “Un grupo raro, se hacen llamar la ‘Tribu’. Probablemente desertores de la ISAF u operaciones especiales que se les 53

salieron del radar. Bien equipados y liderados por un lunático que se considera la reencarnación de Genghis Khan. Nuestros socios del otro lado del océano se mantienen con la boca cerrada sobre esto. De todos modos, el trasfondo es que no tenemos tenemos idea de quién derribó nuestros pájaros, ni por qué. Si encuentras cualquier pista, mucho mejor, pero no es nuestra prioridad. No pretendemos involucrarnos en eso... Y con respecto a la misión: no hay truco.” “Parece un lugar interesante allá en el sur.” Tarasov mira hacia afuera, hacia las colinas, ya deseando estar en la tierra salvaje. “¿Qué hay de los mutantes y las anomalías?” “Algunos animales han mutado de un modo similar a los de la Zona. Mira estas fotos… Tenemos informes que dicen que no sólo tienen impresionantes capacidades motoras como los que hay en la Zona, sino sorprendente inteligencia también. Por desdicha, aún es imposible razonar con ellos, de modo que no tendrás chance de volver con un jabalí como mascota.” “Estas bestias me parecen perros grandes,” Tarasov dice y pone su dedo en la pantalla de la computadora. “Son chacales. Los informes también dicen que a diferencia de los mutantes de la Zona, que más o menos siguen patrones animales normales, cazando para comer y todo eso, las especies de allí asesinan por placer.” “Si es así, quizás algún día evolucionen hasta ser seres humanos.” “Espero que mantengas tu actitud filosófica cuando los chacales te muerdan las manos primero, para evitar que les dispares, o que los chupasangres aparezcan a hurtadillas por detrás en lugar de emitir un rugido que se puede escuchar desde lejos.” “Gospodi. ¿Están aprendiendo?” “Tal vez, pero al menos no usan armas… Todavía.” Tarasov no puede explicar el porqué, pero las últimas palabras de Degtyarev le suenan extrañamente siniestras. A

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sabiendas de lo reservado que el agente puede ser, ni se molesta en hacer preguntas. “Ahora, sobre las anomalías: está confirmada su presencia. También los artefactos. Aún estamos evaluando los informes preliminares de los científicos. Ahora estoy subiendo la información más relevante a tu PDA. Tendrás mucho tiempo para estudiar el resto mientras estás viajando hacia Termez.” “¿Puedo contar que tú estarás coordinando la misión, Alex?” “Estaré en contacto como Kilo Uno hasta que llegues al espacio aéreo afgano.” Degtyarev se aclara la garganta. “A partir de ahí, el coronel Kuznetsov se hará cargo de la coordinación táctica.” “¡Oh no! ¿Ese amigo de copas del bastardo de Khaletskiy? ¡Tienes que estar bromeando!” la voz de Tarasov tiembla con una ira repentina. “Cuando asumí el mando de esta base luego de la Operación Puente, era un completo desastre. Kuznetsov y Khaletskiy degradaron nuestra base hasta convertirla en una pocilga!” “Te comprendo, pero…“ “Escúchame, Alex: me tragué mi orgullo cuando los vi comprarse una carrera con el dinero de artefactos saqueados a Stalkers muertos. Pero que me lidere un tremendo imbécil en un territorio tan peligroso y hostil… Nombre clave Whiskey, ¿eh? ¿Por qué no Bravo de bastardo?” Degtyarev se muerde los labios. “Una vez en el terreno, serás prácticamente libre para hacer lo que creas conveniente. Sólo di ‘sí, señor’ con frecuencia.” “Por favor no me digas que Khaletskiy está envuelto en esto. Si es así, iré y me uniré a los Stalkers de inmediato.” “La última vez que me lo encontré fue hace un año. No sé dónde está en realidad. Tal vez lo hicieron un agregado militar en Mongolia o algo así,” Degtyarev se encoge de hombros. “Él no puede importarme menos.” “Cuanto más lejos se encuentre, mejor.” “No podríamos estar más de acuerdo.” 55

“Acerca de los Stalkers… ¿cuáles son las reglas de combate?” “Por el momento, no atacar a nadie que encuentres. De ser posible, esquívalos. Sonríe, haz amigos y recolecta toda la información que se pueda. Para eso tienes el dinero. Pero tienes permiso expreso de disparar en caso de ser atacado. ¿Hay algo más que desees saber?” “Voy a revisar los detalles y te contactaré de ser necesario.” “Bien. Terminemos ese vodka. ¡Na zdarovie… za udachi!” “Como si me importara una mierda de tu suerte,” Tarasov responde enviando el último trago a su garganta. Degtyarev levanta su vaso, riendo. Su habitual brindis el día de la despedida, que siempre ha parecido grosero a los demás, evoca el recuerdo de las redadas de hace mucho tiempo. “Casi olvido decirte que Strelok te envía saludos cordiales.” “¿Acaso sabe que su escondite se ha convertido en una atracción turística?” “No estoy seguro de que ese viejo lobo lo apruebe,” Degtyarev dice mientras se pone de pie y cierra su laptop. “Muy bien entonces. Aséate y agarra tu equipo. Tendrás una noche de licencia, así que mientras más pronto llegues a Kiev, mejor será para ti.” “Espera un momento, Alex… Ni siquiera me has dicho cuándo comienza la misión.” Degtyarev le ofrece una sonrisa pícara. “Pensé que era obvio. ¡Ahora!”

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Transmisión de voz sin encriptar entre el Centro de Afganistán y Kiev, 19 de Septiembre de 2014, 17:52:01 Hora de Afganistán (AFT) #Kilo Uno, aquí Renegado al habla. ¿Me copia?# #[estática] # #Kilo Uno, aquí Renegado al habla. ¿Me copia?# #Kilo Uno a Renegado, lo copiamos fuerte y claro. Proceda con la transmisión, cambio.# #Renegado a Kilo Uno. Me acerqué a su base lo más que pude. El dispositivo de escucha está en posición. La fuente se encuentra en el rango. Manténganse listos para transmisión de voz.# #Kilo Uno a Renegado. Listo.# #[estática] # #Señor, he recibido el reporte del teniente Bauer. # #Espero que haya regresado a salvo. El área está plagada de mutantes. Le aplastaría el cráneo a Bauer con mis dos manos si permitía que le sucediera algo. Se suponía que Bauer debía protegerla aun a costa de su propia vida. Ningún botín vale tamaño riesgo, sin importar para qué los necesite. # #Ella está bien, señor. No me preocuparía por ella. # #No es necesario cantarle alabanzas. Todos sabemos de lo que es capaz.# #Es por nosotros por quienes me preocupo. Los soldados de Bauer informan que los excavadores han progresado más.# #Usted ha estado conmigo allí… en las profundidades. Usted, mi combatiente más antiguo, debería saber que los intrusos nunca llegan lo suficientemente profundo. Ni siquiera con la ayuda de sus nuevos amiguitos.# #El peligro es… # #Aceptable.# #¿Quiere que nos mantengamos inactivos? Los hombres están ansiosos por dar el golpe.# #Deje que los idiotas limpien el desastre que hicieron. Nosotros nos mantendremos inactivos.# #¿ Inactivos, señor? Eso no es digno de nosotros.#

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#No es simple inactividad… Es inactividad magistral. Dejen que caven y dejen que fallen… O, ¿acaso duda del poder del Espíritu?# #Con su debido respeto, señor: ¡mierda que no!# #Ahora, déjenla que venga a mí. El horror… el dolor… Nunca cesarán. Necesito que ella me ayude, Principal.# #[estática] # # Kilo Uno a Renegado, tenemos mucho ruido, ajuste la transmisión.# #Renegado a Kilo Uno. Reubicando.# #Kilo Uno a Renegado. Continúe la transmisión.# #De ningún modo, Kilo Uno. Con suerte saldré de aquí con vida.# #Renegado, le han pagado para tomar este riesgo.# #No lo suficiente, Kilo Uno. Comienzo exfiltración y me desplazo hacia la cuadrícula Sierra Papa. ¡Mierda! Los veo llegar. ¿Cómo puede ser que me hayan descubierto?# #Vuelva a reportarse cuando haya encontrado un punto seguro.# #Me largo de aquí. No sé a quién enviarán de carnada, pero más vale que sea bueno. Renegado fuera.# #[estática]#

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Una estantería de recuerdos Kiev, barrio Rusanovka, 18:02:31 EEST El viejo bloque de apartamentos se ve depresivamente gris bajo la lluvia. Un Lada Niva con el emblema del SBU en las puertas va por la calle Davidova, el parabrisas libra una batalla perdida con las anchas gotas de lluvia. Se detiene frente a un bloque de apartamentos. Tarasov, con un impermeable sobre su uniforme de licencia y un maletín en la mano, sale del vehículo. Saluda con la mano al conductor del SBU y se apresura hacia la entrada donde un niño juega en solitario con una pelota. La pelota sale volando hacia la lluvia luego de una patada mal apuntada. Tarasov se la patea de vuelta con maestría. “Gracias, oficial,” dice el niño cuando atrapa la pelota y mientras estudia con curiosidad las medallas en el uniforme de Tarasov. “¿Disparan armas de verdad en el ejército?” “Así es.” “¿Y alguna vez mató a alguien?” “No.” “Lo suponía,” se ríe el niño. “Mis padres siempre dicen que nuestro ejército no es bueno.” Comienza a patear la pelota contra la pared nuevamente. Tarasov oculta su amarga sonrisa y deja al niño en su juego. Al entrar, no le importa el olor a basura y pesticidas. Así era, incluso en su infancia. Como el elevador, que aún funciona luego de cinco décadas, sin aparente mantenimiento. Una mujer bajita, de cabellos plateados, que ha engordado con la edad y cuyos ojos azul profundo únicamente hablan de su antigua belleza, abre la puerta. “¡Misha! Qué sorpresa,” grita mientras abraza a Tarasov. Él le devuelve el abrazo. “¡Qué bueno verte, madre!”

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“Por favor, dime que estás de licencia, sinok,” le dice su madre, ayudándolo a quitarse su impermeable. “Hace siglos que te vi por última vez, hijo mío.” “Cinco meses y tres semanas, para ser exactos.” “Sí. ¿Te encuentras bien?” “Estoy… Normalno.” A lo largo del viaje desde la base aérea, Tarasov había estado intentando encontrar las palabras apropiadas con las cuales saludarla. Tenía sentimientos encontrados: el pesar y la extenuación por la última misión, la felicidad y el alivio de estar en casa nuevamente, la preocupación y la ansiedad por su nueva misión… Es demasiado para él como para ponerlo en pocas palabras. Eventualmente, dice justo lo que tiene en mente. “¿Hay cerveza en la heladera?” Su madre se dirige con prisa a la cocina. “No te esperaba. ¿Por qué no llamaste? No tengo nada de comida decente para ti y debes estar muriéndote de hambre. ¡Qué vergüenza!” Tarasov se quita los zapatos y se pone cómodo en una silla en la sala de estar. Sólo entonces comienza a darse cuenta de que está en casa. Su madre llega con un vaso y una botella de cerveza Obolon. “Todavía me queda algo de galushki de ayer… ¿Quieres un poco? Claro que sí quieres…” “Mhm,” responde Tarasov tragando la amarga bebida helada. La Obolon, bastante común, sabe tan bien como si jamás hubiera bebido cerveza antes. “Veo que tenías sed.” Su madre lo mira, irradiando felicidad. “¿Dime, cómo están las cosas en Zhitomir?” “Aburridas,” Tarasov contesta, quitándose el exceso de espuma de los labios. “¿Pero, qué has estado haciendo allí todo el tiempo?” “Ya te lo he dicho muchas veces, madre. Somos la división de logística, reparamos los camiones.” “¿No podrías, al menos, venir a casa más seguido? Después de todo, eres un oficial.”

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“Es por eso que no puedo… Ya sabes de qué se trata. Mientras el gato no está, los ratones bailan.” Tarasov se admite a sí mismo que lo que acaba de decir realmente se aplica a la situación de la Zona. Su madre enciende el televisor. “Escuché que Baskov y Fedorova se van a casar.” le dice. “Madre, realmente no me importan las celebridades.” “Pero a mí me encantan sus canciones. Por cierto… ¿Verás a Tanya mientras estás en casa?” “No. Hace unas semanas me escribió una de esas cartas.” “¿Qué cartas?” “Ya sabes, madre,” Tarasov le explica con paciencia, “una carta que comienza con ‘mi estimadísimo’ y termina con ‘espero que aún podamos ser amigos’.” “¿Tan así?” Su madre se oye desilusionada. “Siento escuchar eso. La tenía por una mujer tan decente.” “Tal vez se impacientó.” “Mi madre esperó cuatro años a tu abuelo. No lo comprendo…” “Las chicas son diferentes en estos días. Tanya me contó que se había suscrito a un sitio de citas en internet. Para divertirse, claro. Entonces enganchó con un dentista de Londres y se enamoró de él. ¡Que romántico! ¿Puedo beber otra cerveza?” “Que negodnitsa… Estoy segura que encontrarás otra.” “¿Por qué? ¿No las guardas en el refrigerador?” “Quise decir, otra chica. Aún eres joven y tienes un trabajo seguro en el ejército,” le dice su madre mientras lo sigue a la cocina. “Te mantienen a salvo, ¿no?” “Oh sí,” Tarasov le dice de manera tranquilizadora y abre la puerta del refrigerador. “El único peligro es morir de aburrimiento.” “Mishka, hijo mío…” “¿Dónde está el destapador?”

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“Sobre la mesa.” Se lo busca ansiosamente. “Sabes, cuando Fedorova y Baskov estuvieron en la televisión anoche, rogué por tu felicidad…” Tarasov le interrumpe las palabras. “Madre, estoy en casa sólo por una noche y tengo que salir temprano por la mañana. ¿Podrías hacerme el favor de apagar el maldito televisor?” “El ejército es una mala influencia para ti… Antes eras un muchacho tan dulce.” Su madre sacude la cabeza, regresa a la sala de estar y toma el control remoto. “Nunca solías decir tales blasfemias.” Tarasov no puede evitar reírse, pero repentinamente siente compasión por su madre, que vive sola en un mar de edificios de concreto, con la televisión y los chismes de la vecina como única compañía, y por encima de todo eso, convencida de que su único hijo arregla camiones en un cuartel aburrido. “Madre,” le dice lo más suavemente que puede, “¿Podría, por favor, tomar un poco de café?” “Pero por supuesto, por qué…” Tarasov camina de regreso a la sala de estar y termina su segunda cerveza. Con el televisor apagado, puede escuchar la lluvia golpeando en la ventana. Se acerca al armario donde los recuerdos de su madre están perfectamente alineados en un gabinete de porcelanas: suvenires baratos de las vacaciones del sindicato de comercio en Crimea, postales descoloridas y otras baratijas del mundo soviético, desaparecido hace ya mucho, y que formaban el escenario de la vida de sus padres. El estimulante aroma del café recién hecho llega desde la cocina. Tarasov agarra uno de los cigarrillos de su madre, que están en la mesa, y lo enciende. El humo gira y se retuerce en el vidrio de la ventana. Afuera, más allá de la grisácea cortina de la lluvia y el canal, yace un parque que se ensancha en la distancia. Así debe haber sido desde siempre. Con Pripyat en la mente siente la Zona arrastrándose hacia él. Desea poder volver allí; desea que Degtyarev no hubiese venido hoy. 62

“Me encanta el brazalete que me obsequiaste la última Navidad,” escucha que le dice su madre desde la cocina. “El elevador no funcionaba la semana pasada y tuve que subir por las escaleras, pero imagínate, mis viejas articulaciones no me dolían para nada… Ese amuleto sí funciona realmente. ¿En verdad lo conseguiste de un observador de las Naciones Unidas en la India?” Una sonrisa asoma en el rostro de Tarasov. El brazalete tiene dentro un pedazo de artefacto Alma. “Solo desearía que fuera más liviano, sinok… La correa no es muy elegante.” Qué mal, madre. Esa cosa emite radiación. “Más vale que no lo estropees,” le responde gritando. “Perderá sus habilidades curativas si lo quitas del brazalete principal.” La porcelana tintinea mientras su madre regresa de la cocina, precedida por el olor del café recién hecho. “No te hice tu café muy fuerte,” le dice. “Si tienes que marcharte temprano por la mañana, será mejor que duermas bien. Encendí el calefactor del baño. En veinte minutos tendrás agua caliente. Para entonces el galushki estará listo.” “Gracias. Me encanta tu galushki, ya sabes.” Su madre se sienta con un suspiro satisfecho y revuelve el azúcar de su café. “¿Por qué tienes que irte tan temprano?” Devolviéndole la mirada, Tarasov siente tristeza y remordimiento por las mentiras que tiene que decirle. Pero, por una sola vez, puede decir la verdad. “Tengo que terminar un asunto inconcluso allí… En el sur.” Entonces enciende el televisor para desviar la atención de su madre hacia una novela brasileña con voz superpuesta en ruso, antes de que ella comience a hacer más preguntas que lo lleven a decirle más mentiras. Se sienta junto a ella en el sofá y mira fijamente la pantalla, bebiendo el café caliente e intentando apagar su mente exhausta. ¡Alejandro, eu não quero mais viver assim! 63

Alekhandro, ja bolshe ne mogu tak zhit. Demasiadas exclamaciones melodramáticas surgen del televisor. El actor de doblaje las hace aún peor, porque dobla los suspiros teatrales carentes de emoción. Frustrado, Tarasov se pone de pie, toma su portafolio, se dirige a su habitación y cierra la puerta. Camina hacia los estantes a la vez que mueve sus dedos por la larga hilera de libros con un movimiento que es casi una caricia. Se le ocurre llevarse un libro para el largo viaje, pero una botella medio vacía de vodka capta su atención. Aún permanece en la mesa, tal cual la dejó cuando estuvo aquí hace casi un año. La abre y toma un trago. Tarasov mira alrededor, en la estrecha habitación, aferrando los recuerdos de una vida que ya había olvidado. En la esquina, permanece una guitarra, que jamás aprendió a tocar. Mueve su dedo por las cajas de plástico transparente que tienen sus discos compactos. Para su sorpresa, no tienen polvo: su madre debe haber conservado la habitación pulcra y limpia, tal vez esperando el día en que él regrese para siempre. A un lado, la pila de viejos, amarillentos ejemplares de la revista Guns Magazine; sobre la mesa, una computadora de escritorio anticuada. Junto a ella, otra caja de plástico contiene más discos compactos. Maldita sea, piensa, No me importaría jugar Doom 2 por los viejos tiempos, si no estuviera tan cansado. O Baldur’s Gate… Degtyarev no lo sabe, pero así es como aprendí inglés: traduciendo todas esas conversaciones con un diccionario. Y la revista Guns Magazine. La carcasa de un cartucho permanece junto al teclado. Tarasov lo toma y lo estudia con una sonrisa. Es todo lo que queda del primer cartucho verdadero que disparó. Ha sido un largo camino, viejo amigo. Mientras sostiene el cartucho verde oliva en su mano, le vienen a la mente las palabras del niño. Lo que dijo acerca del ejército es lo que él pensó exactamente cuando llegó a la Zona, hace ya tres años, como teniente. Cuando se reportó al deber, 64

había estado esperando una tarea emocionante y peligrosa. Khaletskiy, entonces aún un mayor, le ordenó que le juntara veinte botellas de vodka. Cuando se dispuso a seguir esta orden, quejándose y refunfuñando por lo bajo, aún no sabía que le iba a llevar una semana y un viaje por toda el área industrial de Rostok, luchando contra los mutantes y Stalkers hostiles todo el camino, hasta que eventualmente se infiltró en la base Stalker disfrazado como uno de ellos, con el traje liviano de un novato y todo, luego de que un idiota demostrara estar lo suficientemente loco como para abrir fuego contra él. Había desarrollado cierto gusto por las misiones clandestinas: había la suficiente cantidad de cadáveres como para tener suficiente blindaje, desde los trajes de Stalker hechos a mano hasta las armaduras de Libertad y los viejos trajes tácticos OMON que usaban los mercenarios. No era la emoción de ingresar furtivamente lo que le gustaba sino el alivio de deambular con libertad, sin matar innecesariamente. Pronto se dio cuenta de que el peor enemigo no eran los humanos intentando vivir en la Zona, sino las criaturas que alguna vez habían sido humanas pero que no lograron sobrevivir de ese modo: Stalkers zombificados y soldados convertidos en máquinas de matar carentes de conciencia por el Cauterizador Cerebral; los Controladores, como aquel que hizo que el más débil mental de su escuadrón asesinara al teniente; los quemadores, enanos gordos y feos, que creaban campos gravitatorios que repelían las balas; los Snorks, que saltan sobre su presa como ranas depredadoras y la destrozan. Los mutantes que fueron animales, aunque a primera vista resultaban horripilantes, al menos eran predecibles. Por suerte para él, estaba en otra misión de recolección de inteligencia cuando unos Stalkers duros de matar capturaron al mayor Khaletskiy y el ataque de los Spetsnaz para liberarlo se convirtió en un desastre. Khaletskiy escapó eventualmente y la siguiente misión de Tarasov fue eliminar al líder Stalker responsable por esa afrenta contra los militares. El asesinato le 65

dio un ascenso… Y las primeras nociones acerca de quién era su verdadero enemigo. Lo que ya sabía para ese momento sobre los sombríos negocios del mayor Khaletskiy, conseguidos con la sangre de soldados y Stalkers por igual, produjeron las primeras grietas en su hasta entonces inquebrantable sentido del deber. Entonces llegó el día en que Strelok, el Marcado, abrió un camino hacia los secretos de la Central Nuclear. Amigo y enemigo se precipitaron hacia la planta nuclear para verificar si la leyenda del Genio era cierta, matando despiadadamente a todo el que se interpusiera. Libertad emboscó a Deber en el Bosque Rojo; Deber asaltó la base de Libertad en los almacenes militares abandonados. Y todas las facciones y los Stalkers libres se trabaron en lucha contra Monolito, los misteriosos y fanáticos protectores del Genio. Los militares también querían su parte. Khaletskiy se había comprado un avance en los rangos y fue reemplazado por el mayor Kuznetsov, pero ninguno de ellos estuvo en los angostos compartimentos de los helicópteros y los vehículos blindados BTR que invadieron la Central Nuclear. Para variar, fueron los soldados los que tuvieron que quitar los obstáculos entre los generales y cualquier cosa que los hiciera ricos: artefactos, información, lo que fuera. Y como siempre, casi todos murieron. Para entonces, Tarasov se había vuelto líder de escuadrón. Sus hombres sobrevivieron. Como consecuencia de la embestida, Kuznetsov se hizo rico: los soldados fueron forzados a entregar cualquier artefacto que hallaran, y había muchos artefactos en los alrededores de la Central Nuclear. Tarasov fue ascendido a capitán; una palmadita vacía en la espalda, por los servicios prestados. Para el ejército, obtener el control sobre la Central Nuclear era como una vela para una polilla. El Santo Grial de los generales. Nuevamente, lanzaron una operación y falló. Atrincherados en Pripyat y listos para hacer la última salida contra las fuerzas del Monolito y los mercenarios, la ayuda llegó de donde los Spetsnaz menos lo esperaban: Degtyarev se 66

apareció con un grupo de poca monta de Stalkers, a los cuales casi les abrieron fuego cuando emergieron de un túnel secreto que conducía a Pripyat. Más tarde el mismísimo Strelok apareció, solo, pero llevando consigo un inmenso tesoro de información sobre los secretos mejor guardados acerca de la Zona. Cuando fue recompensado y ascendido a mayor luego de la Operación Puente, a Tarasov le valía madres que fuera por valor bajo el fuego enemigo o por recibir un disparo que era para Strelok, el guardián de todos los secretos. Todo lo que importaba era que le dieron una semana de licencia. Y entonces sucedió: la conocí, piensa al contemplar una fotografía puesta en la pared. Pone el casquillo de vuelta en su sitio. La fotografía, de no muy buena calidad y obviamente tomada frente a un espejo con un teléfono celular, muestra una bonita mujer rubia con ojos azules y labios carnosos. “Sólo me enviaste una foto y en ésa, inclusive, estabas haciendo esa estúpida cara de pato,” le gruñe Tarasov a la fotografía. La arranca de la pared, luego la arruga y la arroja bajo la cama prolijamente tendida. “Perra… De todos modos, prefiero las morenas.” Todo allí le hace parecer como si estuviera irrumpiendo en la habitación de un extraño; puede que haya sobrevivido a todo lo que le arrojó la Zona, pero el joven que una vez soñó y amó aquí, no. Tarasov abre su portafolio y saca la PDA. Mientras espera a que se encienda, saca su viejo mapa escolar de un estante. Se abre casi por su cuenta, en el mapa de dos páginas de la URSS. Una línea, dibujada por un trazo descolorido de bolígrafo, conecta Kiev con un lugar de Afganistán, aún marcado en el desactualizado mapa como “República Democrática de Afganistán”. En el margen, distancias y nombres de lugares en letra manuscrita pueril le recuerdan los planes infantiles de ir allí. Quería hacer autostop pero no pude pasar ni el primer hombre de la milicia. 67

Cuando pasa las páginas en busca de un mapa más cercano del área, una fotografía en blanco y negro se desprende. Al levantarla del suelo y mirarla, la vista de Tarasov se vuelve borrosa. Muestra tres jóvenes soldados con pantalones harapientos, usando chalecos antibalas de la edad de piedra sobre camisetas a rayas. Con una gran sonrisa que muestra mala dentadura, están apoyados contra un vehículo blindado. El soldado del medio, que lleva un gorro negro de conductor de tanques, parece una versión más joven de sí mismo: un rostro delgado, con mejillas hundidas, ojos oscuros y una sonrisa satisfecha. Solamente su bigote y el cabello largo dicen cuánto tiempo hace que se tomó la fotografía. Da vuelta a la fotografía para leer unas escasas palabras en el dorso, donde la letra manuscrita parece extrañamente pasada de moda: Con amor, de Kunduz, Octubre 1987. Yuriy y la pandilla. “Ese condenado agente tiene la mente de un controlador,” se murmura a sí mismo mientras pone la foto en su bolsillo. “Mencionó a mi padre para motivarme a meterme en esta misión.” Con un “beep” bajo, su PDA indica que está lista. Tarasov abre el mapa, lo cambia a modo 3D y se desplaza a lo largo desde Rusanovka hacia Afganistán. Una sonrisa le aparece en el rostro cuando compara las capacidades de su PDA con las del amarillento mapa escolar. El equipo de combate de última generación que lo espera en Termez le viene a Tarasov a la mente y su sonrisa se endurece. Ahora las cosas serán diferentes. Y juro por Dios que haré sufrir a los dushmans. Su madre golpea a la puerta. “¡Misha! ¡Ven, la cena está lista!” “Ya voy,” responde a regañadientes. “¡Un momento!” “Espero que no estés otra vez jugando videojuegos… ¡Nunca cambiarás, sinok!”

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Destello en el cielo Base Aérea de Termez, Uzbekistán, 20 de septiembre de 2014 06:00:00 UZT Termez… Mierda. Aún estoy en Termez... Todo el tiempo pienso que voy a despertar en la Zona. La hora local de Termez nada más se adelanta unas tres horas a Kiev, pero el reloj interno de Tarasov aún no se ha ajustado. Mientras desactiva la alarma de su PDA, con tristeza considera que debe irse a una misión hoy. Cubierto de sudor, se levanta de su litera. El coronel Kuznetsov le asignó uno de entre la docena de contenedores metálicos donde residen los oficiales que fueron lo suficientemente desafortunados como para perderse un lugar en donde dormir en los cuarteles más refrigerados. El aire acondicionado se descompuso a mitad de la noche. Ahora, bostezando, desnudo, Tarasov se siente como si estuviera sentado en un baño de vapor. Para despertar sus músculos, Tarasov hace unos pocos movimientos Systema: patea, golpea, tira enemigos imaginarios, aplasta cráneos imaginarios, sujeta manos imaginarias y sofoca gargantas imaginarias. Para cuando finaliza el ejercicio de combate cuerpo a cuerpo, corre por sus venas una saludable cantidad de adrenalina. El coronel lo había estado esperando en la pista de aterrizaje cuando Tarasov llegó la tarde anterior. Kuznetsov incluso intentó ser decente, guardándose para sí el desdén, excepto durante las instrucciones de la misión, en las que presentó a Tarasov como un simple un oficial paracaidista “con algo de experiencia en Pripyat”. Recordarle a Tarasov su peor misión de todas, era un obvio intento de asestarle un golpe bajo, y tuvo poco tiempo para ponerse al corriente con los soldados. Parecen lo suficientemente seguros de sí mismos, impulsados por sus anteriores misiones de paz en los Balcanes y en África, pero la mayoría no tiene la más mínima idea de a lo que se enfrentaban ahora. 69

Si estaba preocupado por sus soldados, el nuevo exoesqueleto resultó ser perfecto. Sus bolsillos contenían botiquines, vendas, kit de higiene personal, calcetines, camisetas, ropa interior, paquetes de comida de combate, drogas anti-radiación; su red de munición contenía cargadores, granadas de fragmentación, granadas de humo y el cinturón de combate con la PDA autorizada por el ejército, kit de primeros auxilios, cuchillo de combate y el arma corta cuyo peso casi ni se siente una vez está apoyada por la estructura de aleación de titanio. Inclusive su nuevo rifle de asalto Val sujeto en bandolera a las placas de la armadura que cubrían su hombro, se sentía tan liviano como un juguete de plástico. Pero ahora, luego de asearse en unas instalaciones cercanas, con duchas compartidas, y de finalizar una comida a base de ración de avena como desayuno, está menos ansioso por meterse en el traje. Sabe que se sentirá más caliente que estar dentro de una anomalía de fuego allí dentro. La guerra es el infierno, Tarasov piensa con un suspiro y sonríe por su propio invento mientras prepara el exoesqueleto. Diez minutos después, se reporta para el deber en una habitación de operaciones. El coronel Kuznetsov ni se molesta en devolverle el saludo. En lugar de eso, mira el exoesqueleto de Tarasov, con los ojos muy abiertos, como si algo le pareciera gracioso. “¿Acaso cree que Termez va a ser invadido por mutantes?” dice el coronel a modo de saludo. “Quítese ese traje de una vez. No hay más que mosquitos y mariposas por aquí. ¿De qué diablos tiene miedo?” “Creí que saldría en una misión,” responde Tarasov tratando, sin éxito, de reprimir su resentimiento con un tono formal. “Y con su permiso, coronel, quiero inspeccionar a los hombres ahora.” “No hay necesidad de eso, mayor. Ya los inspeccioné e hice todos los arreglos mientras usted dormía. Vamos.”

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La voz de Kuznetsov está llena de burla, como si Tarasov no hubiera aparecido puntualmente. También habla lo suficientemente alto para que todos en la habitación de operaciones escuchen el desdén en el tono y las palabras. Lo único que entusiasma a Tarasov es que no hay alcohol en el aliento del Coronel. ¿Podría ser que, después de todo, se tomara seriamente sus deberes, y sus observaciones sobre mi exo fueron porque está muy acostumbrado a la seguridad aquí? “¿Acaso está sordo?” el coronel continúa con impaciencia. Unos pocos operadores de computadora miran por encima de sus pantallas, pero enseguida bajan sus cabezas nuevamente. “¡Muévase!” “Sí, señor.” Desconcertado, Tarasov camina por la pista junto a Kuznetsov. “¿No lo vuelve loco ese sonido de su equipo?” “Con el debido respeto, señor, no escucho que mi exo haga ningún sonido.” “Tal vez aún tenga mugre de la Zona en los oídos. Las uniones de metal chirrean como un taladro de dentista. Mejor quíteselo y hágalo arreglar antes de entrar en combate.” Tarasov es incapaz de comprender. El exoesqueleto no hace ningún sonido que no sea el de sus motores kinéticos, y es tan leve que sólo quien lo usa puede oírlo. Los dos helicópteros están listos para el despegue. Los dos escuadrones permanecen de pie junto a ellos, perfectamente alineados en formación. Tarasov no puede dar crédito a sus ojos: los soldados no están usando sus exoesqueletos, trajes anti-balas, o cascos, sólo sus trajes de faena de verano y sus boinas. Se siente avergonzado en su exoesqueleto, como si estuviera demasiado bien vestido en una fiesta. “¿Trajes de faena?” pregunta agarrando del brazo a Kuznetsov. “Coronel, ¿cree que van al desfile del Día de la Victoria?” “Cálmese, mayor,” responde fríamente Kuznetsov liberando su brazo de la mano de Tarasov. “Primero: la misión 71

va a ser como quitarle un dulce a un niño. Segundo: hace un calor terrible. Tendrán suficiente tiempo para ponerse sus equipos más tarde.” “No puedo creer esto. ¡Debe ordenarles que se pongan sus equipos de combate!” “¡Mierda que lo haré! Y ahora diré un buen discurso.” Kuznetsov observa su Rolex. “Está atrasado tres minutos. Ahora cállese o reportaré su insubordinación.” “No olvide que también presentaré un informe,” sisea Tarasov pero Kuznetsov lo ignora y comienza a dirigirse a los hombres. “Descansen, descansen… ¡Soldados, están a punto de salir en una peligrosa misión! Muchos de ustedes han estado esperando este día pero, les aseguro, que no será como nada que hayan experimentado previamente. Recuerden su entrenamiento. Mantengan sus armas limpias. Sigan sus órdenes. ¡Han sido escogidos para salvar las vidas de sus prójimos civiles ucranianos que han estado realizando importantes tareas de tipo científicas!” El discurso del coronel impresionaría a Tarasov si no lo conociera de memoria. Es uno de los discursos motivacionales estándar aprendidos en la academia militar. Uno sólo tiene que cambiar el lugar y los objetivos de la misión. Le parece patético usar este texto aleatorio para unos soldados a punto de embarcarse en una misión así. “… habiendo completado exitosamente esta misión, traerán gran honor a su unidad y a nuestra madre tierra, Ucrania. Y ahora, su nuevo comandante tiene algo que decir también. Supongo que es acerca del calor que siente en esa caldera.” Tarasov ve las sonrisas en los rostros de algunos soldados. En su interior, ruega por una oportunidad para llevar a Kuznetsov a la profundidad de la Zona y arrojarlo dentro de una anomalía. Piensa por un segundo. Luego grita. “Desantniki! Smirno!” 72

Dos docenas de botas pesadas hacen un ruido sordo en el piso mientras los soldados paracaidistas se paran firmes. En lugar de improvisar un discurso, camina hacia los soldados e inspecciona sus rangos con pasos lentos, mirando a cada hombre a los ojos. Él es un espectáculo impresionante con el equipo de combate completo, pero no es su apariencia marcial lo que impresiona a los paracaidistas. Tarasov no se da cuenta de lo mucho que la Zona lo ha marcado. Sólo ve que mientras pasa junto a ellos, los rostros de los soldados se endurecen por el respeto, incluso el miedo. Nadie se atreve a mirarlo, salvo el suboficial de Gorrión Uno, su segundo al mando. El soldado, con anchos bigotes grisáceos, es el último de la hilera. Cuando sus ojos se cruzan, Tarasov inclina la cabeza en una señal casi imperceptible. Ya en firmes, el soldado endereza sus anchos hombros aún más, mientras una sonrisa relajada, jovial, acecha en sus ojos de color azul acerado. “Bien,” Tarasov pregunta tranquilamente, dice mirando la etiqueta con nombre de su uniforme, “¿Está listo, praporshchik Zotkin?” “Listo para salir, kommandir.” La respuesta de Zotkin es tranquila, pero Tarasov deduce de inmediato que si es tratado con respeto, o si le piden con amabilidad, este hombre lo seguirá hasta el infierno. El otro líder de escuadrón, un sargento mayor joven y de apariencia nerviosa, no lo impresiona demasiado. Voltea hacia Kuznetsov y no puede evitar echar una mirada como un dardo asesino en la dirección del coronel. Kuznetsov evita sus ojos. Tarasov regresa hacia las filas y grita nuevamente. “¿Bueno, desantniki? ¿Están listos?” “¡Listos para salir, kommandir!” responden los soldados en un acerado coro con confianza. “¡Vayamos, pues!” Mientras los escuadrones se dirigen con prisa hacia los helicópteros, Tarasov se vuelve hacia el coronel. “Espero que sepa lo que está haciendo, Kuznetsov.” 73

“Mejor de lo que usted creería. Ahora, mejor váyase antes de que pierda su vuelo, mayor,” el coronel dice desdeñosamente, pronunciando ‘mayor’ como un insulto. “Por cierto, impresionante discurso ha dado.” “Viene de hacer el trabajo de un oficial. Debería intentarlo algún día, coronel.” Sin saludo, Tarasov se da vuelta y se apresura hacia el helicóptero de combate. Hace calor adentro, ya que el helicóptero se rostizó al sol toda la mañana. “Encienda ese ventilador, praporshchik,” ladra tomando su lugar en el asiento gris. “No puedo creer que el coronel les permitió abordar de este modo. ¡Ni siquiera tienen puestos sus condenados cascos!” “Lo creyó inapropiado… “Zotkin le explica pero el aullido de las turbinas del Mi-24 suprime sus últimas palabras. Tarasov le indica con una seña que encienda el intercomunicador. “¡Dije, que él ordenó que Libélula Dos llevara los trajes de armadura!” “Ya lo puedo escuchar, Zotkin, no tiene necesidad de gritar.” ‘Para mí también es una mala idea, señor, pero él insistió.’ “Al menos los soldados llevan consigo los rifles… Pero, ¿dónde están el metrallero y el francotirador?” “Todos presentes, mayor…” “Y entonces, ¿por qué no veo sus armas?” “Libélula Dos lleva todo nuestro equipo pesado. Órdenes del coronel…” Al escuchar esto, todo lo que Tarasov puede hacer es estallar en un sinfín de blasfemias, en su mayoría dirigidas a Kuznetsov, el resto hacia el ejército en su conjunto. Praporshchik Zotkin sonríe en señal de aprobación. El ventilador puede aliviar el calor de los soldados pero Tarasov está bañado en sudor bajo su exoesqueleto. Se supone que los motores kinéticos carguen las baterías de los páneles de enfriamiento pero aún no se ha movido lo suficiente como 74

para cargarlos completamente. Apaga el sistema con el fin de ahorrar energía para su llegada. Sabe que lo único que ni siquiera la contaminación nuclear ha cambiado en Afganistán es el calor. Una señal emite pitidos en su intercomunicador. “Cóndor, este es Kilo Uno, ¿me copia?” Tarasov está encantado de escuchar la voz de Degtyarev. Toca el botón del altavoz en su cuello y responde: “Aquí Cóndor. Lo copio fuerte y claro.” “En cinco minutos, estarán en espacio aéreo afgano. Déme un reporte de la situación.” “Todo en orden, pero según Whisky nos dirigimos a un desfile.” “¿Repita eso, Cóndor?” “¡Alex!” grita Tarasov perdiendo la paciencia, “¡Me dirijo a una puta Zona en el puto Afganistán con mis hombres usando apenas nada más que sus uniformes!” “Dos minutos para espacio aéreo afgano,” informa el piloto. “Escuche, Cóndor… Lo único que puede hacer ahora es concentrar el equipo tan pronto como toquen suelo. Nuestros satélites indican que la zona de aterrizaje está despejada. Whisky le proporcionará las actualizaciones de ahora en adelante. Están preparados,” suena la voz de Degtyarev. “Te veo en los 100 Rads. Buena suerte en tu incursión. Kilo Uno fuera.” “Como si me importara una mierda de tu suerte. Cambio y fuera.” El praporshchik se ve sorprendido al oír esto, pero Tarasov no tiene deseos de explicar. “Ese río allí abajo, es el Amu-Darya, mayor” dice el piloto, “puede ver el Puente de la Amistad a nuestra izquierda… Y los campos de refugiados.” Lo único que Tarasov ve es un gran cuadrado, que probablemente una vez consistió en prolijas tiendas provistas por el ejército, ahora convertidas en un desastre colorido, como una alfombra oriental, habitadas por una población diez 75

veces más grande que para la que el campamento había sido instalado, usando cada metro cuadrado para trinchar espacio donde vivir. “Malditos afganos,” Tarasov escucha la voz de Zotkin. “Nos odian con ganas. Espero jamás tener que ver esos refugiados en mi país.” El helicóptero sobrevuela el Amu-Darya, una franja plateada que cruza las planicies color ocre. “Aquí vamos,” llega la voz del piloto. “Ahora estamos volando sobre Afganistán.” Tarasov mira por la pequeña ventana. Las planicies eternas se ven todas iguales por todos lados. Según su reloj, tienen cuarenta minutos hasta la zona de aterrizaje. Se desabrocha el cinturón de seguridad y se mueve más cerca de la ventana. Los dos helicópteros sobrevuelan un terreno ondulante, cuyo color le recuerda al café con leche, y las dunas de arena aparecen como arrugas sobre la palma de la mano, aun cuando están a varios metros por encima. “Una vez, nosotros mismos fuimos refugiados del desastre nuclear, Zotkin,” Tarasov dice al viejo soldado. “Nunca olvide eso.” “Nunca lo olvidaré, kommandir,” el praporshchik responde. “Dejé a mi familia en Limansk.” El segundo al mando de Tarasov entrecierra los ojos, como si quisiera verificar si sus palabras hicieron mella en él. Pero Tarasov se rehúsa a parecer impactado. “No podemos cambiar lo que sucedió, ¿no?” “No, kommandir.” “¿Y Afganistán? Podemos tener nuestra venganza, ¿no es así, Zotkin?” “¡No me importa la venganza, kommandir!” “¿No ha perdido a nadie de su familia allí? ¿Su hermano, padre, algún amigo? ¡Porque es momento de hacer una devolución!”

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Zotkin frunce el entrecejo. “¿Sabe qué, kommandir? Luego de dos incursiones en el 87 y el 88, ¡esperaba no tener que volver a ver este maldito país nuevamente!” Tarasov se inclina más cerca del soldado, como si eso hiciera alguna diferencia en el rugir del helicóptero mientras hablan por el intercomunicador. “¿Qué? ¿Ha estado allí?” “Como soldado raso, luego como soldado de los boinas azules del GRU de la Spetnaz. Aerotransportado. Comencé a entender de qué iban las cosas. Tuve que mentir sobre mi edad, pero ¿a quién le importa?” “¡Praporshchik Zotkin!” “Kommandir?” “¡Tengo la impresión de que haremos un gran equipo!” “Será un privilegio,” Zotkin contesta con una sonrisa, luego regresa su atención a uno de los soldados que manipula nervioso su AKSU. “¡No acaricies ese rifle, hijo! ¡Si se dispara, te arrojaré del helicóptero!” Luego de unos minutos llegan a una región con colinas. Según el mapa de Tarasov el ancho y plano valle de Shamali yace más adelante, aún invisible por la bruma. “Es el campo de Salang, señor” dice el piloto como si fuera un guía turístico “Hay un pasaje y un largo túnel debajo. Era nuestra ruta principal de abastecimiento en aquellos días, ¿sabe?” Su altitud es lo suficientemente baja como para hacer que algunas colinas dominen el horizonte, pareciendo lo bastante cerca como para que las hélices las golpeen. Solo las mínimas sombras de los helicópteros muestran lo lejos que están. Las ásperas montañas en punta, alrededor de ellos, lo llenan de asombro. Repentinamente, Tarasov vislumbra un destello en una cordillera; segundos después, uno más. Se pone el casco y hace un acercamiento con los binoculares incorporados. “¿Podemos acercarnos a esa cadena montañosa a cuarenta grados?” le pregunta al piloto. “Eso no está en nuestra ruta de vuelo,” llega la respuesta renuente. 77

La curiosidad de Tarasov prevalece e ignora su instinto que le dice que podría cometer un error. “Doble a la derecha y disminuya la altitud.” Por un momento, el piloto se mantiene en silencio antes de acatar reconocimiento. “Sí, señor. Ajustando curso a cerocuatro-cinco.” El brillo aparece nuevamente por un escaso segundo. Ahora suena Kuznetsov en sus auriculares. “Libélula Uno, notamos una desviación de su ruta de vuelo. Quiero que… “ Antes de que la frase concluya, el piloto del otro helicóptero suelta un grito penetrante en los auriculares de Tarasov. “¡Libélula Uno, este es Libélula Dos, hemos sido atacados, repito…! “ El piloto de Tarasov exclama “levanten, levanten” pero la única respuesta son juramentos fragmentados, que se hacen más débiles hasta convertirse en estática. El helicóptero de combate hace un desesperado, casi vertical, ascenso. El estómago de Tarasov parece caérsele mientras frenéticamente intenta alcanzar su cinturón de seguridad. Conoce las instrucciones del piloto: trepar y desaparecer detrás de la cordillera más próxima para que cualquier arma anti-aérea pierda su objetivo, a menos que se trate de un misil. Se agarra de una manija, pero el peso de su exoesqueleto lo empuja hacia abajo. Su cabeza golpea la pared de la cabina. El casco suaviza el impacto pero siente que la sangre inunda su boca. Un estruendo caliente suprime los gritos agonizantes de los soldados. Las turbinas aúllan como un animal luchando por su vida. Destellos eléctricos azules chisporrotean por doquier, como si el helicóptero hubiera sido golpeado por cientos de miles de voltios de electricidad. Los auriculares transmiten el grito desesperado del piloto de “¡Prepárense para el impacto!” antes de que se quede en silencio. La oscuridad sumerge la visión de Tarasov. Antes de que su conciencia reduzca la intensidad y se desmaye, una canción hace eco en su mente.

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Milagroso Obsequio de las Puedo prever el En un fabuloso Se encuentran derramados en las Simulacros de garabatos sobre El día del Juicio final de la Tierra está cerca.

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cristal estrellas futuro espejo cuevas nosotros

Transmisión digital VOP encriptada. Centro Afganistán, 20 de septiembre de 2014, 16:44:08 AFT

de

#No se suponía que debían derribar esos helicópteros, bastardos de gatillo fácil.# #La próxima vez asegúrate que se apeguen a la ruta de vuelo. Se estaban acercando a nuestra avanzadilla. ¿Cuándo enviarán nuestra próxima entrega de exoesqueletos?# #No habrá más entregas, cabronazo. ¿No entiendes que ésta llevaba tres exoesqueletos, sin mencionar los trajes regulares? No esperarán que sigamos mamándosela a los americanos para conseguirlos, ¿verdad?# #Ya recibieron la mitad del dinero por adelantado. Asegúrense de merecer la segunda parte. Un trato es un trato.# #Pueden obtener un exo del Hind. El resto se encontraban en el helicóptero de transporte.# #Enviaremos un equipo al lugar del siniestro. Sabemos la locación. Pero necesitamos todo el cargamento.# #Entonces vayan y tomen su maldita entrega del armazón del helicóptero de transporte.# #Negativo. Esa es su área. Debemos mantener el perfil bajo.# #¿Y qué pretenden que haga?# #Si quieren continuar en el negocio, consigan esos otros trajes como lo hicieron la última vez. Fuera.#

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Ojos en la oscuridad Cordillera de Hindu Kush, Nueva Zona, 17:04:56 AFT Estoy en el infierno La nariz y los pulmones de Tarasov están llenos del hedor de la carne quemada. Una luz cegadora le taladra el cerebro con extraños reflejos. No se atreve a abrir los ojos. Debo estar en el infierno. Lentamente su cerebro comienza a funcionar. Se da cuenta de que tiene los ojos abiertos. La luz proviene de arriba. Es el cielo abierto, con los rayos de sol refractados por el visor roto de su casco. Quiere sentarse pero no se puede mover. Oh Dios, tengo la columna rota. Trata de mover sus dedos de las manos y de los pies. Para alivio suyo, ningún hueso parece estar roto. Incluso ahora puede levantar la mano izquierda. Pero, ¿por qué no puedo mover el cuerpo? Entonces lo comprende: el exoesqueleto lo está reteniendo. Debe haber sido lo que salvó su vida pero ahora, destrozado y deforme por el impacto, lo sujeta como si estuviese atado por los tubos de metal. Gimiendo, busca el cuchillo de combate sujeto en su cinturón y corta las correas ligadas al marco de metal con su mochila. Con los hombros libres, se inclina hacia adelante para liberar sus piernas. Finalmente se levanta ayudándose con las rodillas y luego de acumular energías por un momento, se pone de pie. Revisa su tosca PDA de edición militar. Está entera, pero no funciona. Maldición… ¿Dónde demonios estoy? Los restos del helicóptero de combate yacen a unos pocos pasos de distancia. Tarasov ve que el impacto lanzó la escotilla abierta del compartimento de la tripulación. El hedor nocivo llega desde adentro. El sistema de respiración integrado de su casco debería mantenerlo lejos, pero cuando comprueba el filtro, lo encuentra colgando de su cubierta, vuelto completamente inútil. 81

No puedo creer que esto me esté pasando. Al comprobar los instrumentos incorporados de su exoesqueleto, se da cuenta de que sólo el contador Geiger continúa en condiciones de servicio. Marca peligrosamente cerca de la zona amarilla. Se quita su casco: ya no le es útil. Cojea hacia los restos. Al principio se las ingenia para contener la náusea, pero cuando se asoma hacia adentro del compartimento y ve los cadáveres quemados de sus camaradas, Tarasov se da vuelta y vomita. Necesita varios minutos para recuperarse. Se cubre la nariz y la boca con la mano y trepa hacia el interior. Hay destellos que aún chisporrotean entre los instrumentos rotos y los cables arrancados. La mayor parte de los cuerpos permanecen sentados donde iban, sujetos a sus asientos por el cinturón de seguridad, aún en la misma última postura que adoptaron mientras trataban de protegerse del impacto. Parecen estatuas grisáceas ennegrecidas por el humo. Entre ellos, con el cuello roto debajo de su cráneo medio quemado, yace el praporshchik Zotkin mirándolo fijamente con sus ojos azul metálico y Tarasov voltea la cabeza. No es tanto la visión lo que lo perturba tanto sino que el hombre lo mira reprochándole, un reproche que se vuelve más terrible porque Tarasov sabe que es justo. Su arma permanece en el compartimento, pero con la culata rota, el rifle no resulta más que un montón de basura. Probablemente podría ser reparada, si tan solo tuviera las herramientas. Tarasov lo arroja lejos con frustración. Al comprobar su mochila se desespera al ver que está quemada y rota. Además de las granadas, sólo unas pocas drogas antiradiación y vendas, tres paquetes de raciones del ejército y un botiquín, son lo único que aún se puede utilizar. Tampoco le es útil la munición 9mm de repuesto ahora que el rifle no se puede reparar. Su búsqueda frenética ofrece unos calcetines de repuesto, que siempre resultan una bendición para los soldados en el campo, y… Su cepillo de dientes. Sosteniéndolo en la mano, estalla en una risa histérica. 82

¡Gospodi! Hace apenas un momento, era un guerrero de alta tecnología viajando en un helicóptero de asalto. ¡Y ahora estoy aquí, de pie, con un maldito cepillo de dientes como única arma! Al mayor le da la impresión de que la Nueva Zona le ha querido demostrar su poder, burlándosele y forzándolo a dar sus primero pasos aquí, solo, incluso menos equipado que el más recién llegado de los novatos. A los rifles de los paracaidistas no les ha ido mucho mejor que al suyo, pero eventualmente, encuentra un AKSU que parece más o menos intacto. Tarasov hace unos pocos disparos para revisar si funciona adecuadamente. Satisfecho, se lo cuelga al hombro. Los pilotos se salvaron de la electrocución en la cabina fuertemente protegida, pero, a juzgar por las manchas de sangre en el plexiglás, Tarasov se da cuenta que el impacto los mató de una manera mucho más cruel. Ellos llevaban trajes con armadura liviana, diseñados para mantenerlos protegidos de lo peor sólo hasta que llegara un equipo de rescate. Pero aunque fueran apenas aptos para el combate, los trajes livianos verde-oliva protegerían más que su exoesqueleto arruinado. “Lo siento, camarada, pero tú ya no necesitas esto,” Tarasov murmura mientras corta las correas que sostienen uno de los cuerpos a su asiento antes de arrastrarlo fuera de la cabina. Cambia el exoesqueleto por el traje protector del piloto. Dentro, encuentra una antorcha y un pequeño kit de supervivencia: un paquete con una ración, otro botiquín, una brújula, una cantimplora de campo llena de agua y dos bengalas. Ahora que puede volver a actuar como un soldado, el deber del escuadrón le viene a la mente a Tarasov. Al menos podría enterrarlos, piensa. Pero el suelo es duro y rocoso, de modo que, en lugar de eso, toma el cuerpo y lo mueve al compartimento de los soldados, donde estará a salvo de animales y cosas aún peores.

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Si ese hijo de puta los hubiera dejado llevar sus trajes protectores, aún seguirían con vida. Debí haber insistido, maldita sea. Fue mi culpa después de todo. Tarasov no se permite buscar excusas. No puede negarse a sí mismo que fue su imprudencia lo que los condujo al desastre. Protegidos de manera adecuada, en especial el líder del escuadrón con su exoesqueleto, hubieran tenido una mejor oportunidad. Pero resulta irrelevante. No se suponía que debiera cambiar el plan de vuelo. Solo eso me llevará a la corte marcial… Si es que logro salir de aquí, después de todo. A Tarasov le extraña no ver otro punto de entrada en el helicóptero. Si Libélula Uno fue derribado por fuego hostil, lo cual seguramente fueron esos destellos, debe habernos golpeado en algún lado. Pero reflexionando sobre las pocas impresiones que recuerda del siniestro, y al no encontrar un agujero o explosión, todo apunta, según él, a que el helicóptero fue derribado por un impulso eléctrico potente que al instante electrocutó a todos en su interior y rostizó los sistemas de a bordo. Repentinamente nota el leve sonido de un helicóptero. ¿Podría ser el rescate? Al escuchar con más cuidado el sonido acercándose, su sensación de alivio le dura poco. No suena como uno de los nuestros. Algo dentro le dice que se oculte, pero no podría llegar colinas arriba lo suficientemente rápido y el valle estéril no ofrece ningún escondite. Finalmente se precipita hacia una loma y se oculta en los escasos arbustos. Pronto, aparece un helicóptero de doble hélice sobre el valle y aterriza en el lugar del siniestro, levantando una enorme nube de polvo. Tarasov ve cinco o seis figuras saliendo, todas con armadura gruesa con cascos tácticos y armas de apariencia moderna. Comienzan a inspeccionar la cubierta. Uno de ellos, con una mochila voluminosa, mira hacia adentro. Para horror de Tarasov, se aleja y lanza un 84

torrente de fuego líquido dentro del compartimento. Inmediatamente, los restos se incendian con llamaradas blanquecinas y naranjas. Oh Gospodi, tienen un lanzallamas. Vinieron para asegurarse que todos estén muertos. Uno de ellos se tropieza con su exoesqueleto. Los otros se reúnen en torno a él. Tarasov no es capaz de oír nada de lo que dicen, pero le da la impresión de que los hombres están discutiendo. El primero, aparentemente su líder, les ordena recuperar los restos de la armadura y cargarla en su helicóptero. ¿Qué demonios pasa aquí? Desearía tener aún sus binoculares. El helicóptero no tiene marcas, ni insignias. Está enteramente pintado de negro. Los visitantes echan una mirada en derredor, escudriñando el área. Uno de ellos comienza a caminar hacia la loma en la que él está oculto. Con cautela, Tarasov prepara su AKSU. Sin embargo, tiene suerte. El líder ordena a sus hombres que regresen al helicóptero y en unos pocos instantes, el fuego salvaje en los restos es el único recordatorio de su visita. Tras unos pocos minutos el sonido del helicóptero se desvanece. Tarasov suspira aliviado, pero espera un instante antes de salir del escondite. Entonces, al fin a salvo, reconsidera sus opciones. Primero, debo restablecer el contacto con Whisky. Probablemente Kuznetsov quiera que revise primero el destino de Libélula Uno, y ahora, de todas maneras, no tengo modo de comunicarme. Permitiéndose a sí mismo pensar con ilusión, espera que al helicóptero de transporte le haya ido mejor que al de combate. Mira su reloj. Pronto caerá el atardecer, y con el sol, ya bajo, se hace muy oscuro en el angosto valle. Tarasov conoce la rutina: debe permanecer cerca del lugar del siniestro si quiere que los de rescate lo encuentren. Pero si iba a haber un rescate, debió llegar hace mucho. Tres horas han pasado desde que los derribaron y Termez está apenas a cuarenta minutos de distancia. 85

Tal vez lleguen más tarde, quizá mañana por la mañana. Pero los misteriosos visitantes también podrían venir en número mayor. Ni siquiera la oscuridad podría ocultarlo si volvían con equipo de imágenes térmicas consigo, y por lo que observó en sus pertrechos, no les faltaba, ciertamente, equipamiento de avanzada. Tarasov decide trepar por la cumbre para tener una visión completa del área, a esperas de ver humo ascendente o algo que le pudiera dar una idea del paradero de Libélula Dos. Mientras se esfuerza por subir cuesta arriba, se le ocurre pensar que los visitantes podían haber encontrado el helicóptero. Esta perspectiva le parece atemorizante. Eso me dejaría completamente solo. Pero entonces, mientras llega a la cima de la cumbre, luego de una subida rigurosa, lo que ve rompe todas sus falsas esperanzas. Lo que desde abajo se veía como una alta cumbre, no es más que una pequeña colina, comparada con los picos irregulares allí a lo lejos. Saca la pequeña brújula del kit de supervivencia y toma un punto de orientación. Al oeste hay un valle circular con un pequeño lago de montaña en medio. Su superficie azul oscura refleja las montañas marrones y los parches de nieve gris en las cúspides rocosas. Pero mientras Tarasov esfuerza sus ojos, ve que el agua misma se ensancha con ondulaciones que se mueven hacia arriba y hacia abajo lentamente, como si un frío repentino hubiera congelado sus olas durante una tormenta. Es una maldita anomalía Cono. Mirando a los lejanos, picos nevados en el horizonte rojo, se siente más solo que en ningún lugar de la Zona. Si esta es la Nueva Zona, llevará cien años explorar apenas la mitad. De repente comprende por qué el helicóptero negro salió con tanta prisa. Hacia el sur, donde está su locación original, cae una cortina de oscuridad, iluminada apenas durante segundos por destellos relampagueantes. Incluso desde lejos, 86

Tarasov la ve moverse más cerca mientras sumerge las colinas inferiores. No me importa si es una tormenta o una nueva especie de emisión. Debo encontrar refugio, ¡y debo encontrarlo ya! Abajo, donde la pendiente se encuentra con el lago, ve una cueva. Toma el AKSU de su subordinado y corre por la cumbre. Es mucho más lejos de lo que pensaba. Finalmente, jadeante, llega justo cuando la tormenta se desata, haciendo desaparecer todo en una aullante, sofocante nube de polvo. Su contador Geiger chirrea por encima de los valores máximos. Las microscópicas partículas se cuelan por los filtros de aire de su casco y pronto siente como si un millar le pincharan la garganta y la tráquea. Tosiendo y con los ojos llenos de lágrimas, Tarasov enciende una bengala de emergencia y accede a la caverna. La luz anaranjada emite sombras aterradoras contra las paredes de piedra. Lista el arma, se interna más hondo en la cueva, escapando del polvo radiactivo. Con cada paso que da, la señal de su contador Geiger desciende hasta los ciclos de señal usuales, lo que indica un nivel más apto para la supervivencia. El click-click y el aullido silenciado profundo desde afuera, son lo único que puede oír. El suelo está cubierto por pulgadas de polvo. Sus pasos no emiten sonido. Luego de un minuto, puede oír el latido de su propio corazón. La cueva se ensancha. Un cable ancho yace en el suelo. Tarasov levanta la bengala para ver mejor. Un siseo viene desde las sombras. La sangre se le congela al ver que el cable se mueve. En un segundo, se le echa encima y para horror de Tarasov ve la luz de la bengala reflejándose en los ojos luminosos de una serpiente, su cuerpo tan ancho como el miembro de un ser humano. Patrones verdoso-fosforescentes brillan en la piel, ya sea para asustarlo o clavarlo en su sitio con el temor. Grita y tropieza. Es más instinto que fuerza de voluntad lo que mueve su dedo, lo que dispara el AKSU e impulsa una docena de cartuchos en la carne del mutante, 87

perforando la piel, rasgando a través de los músculos y destrozando los huesos incluso antes de que el atronador bang-bang-bang le llegue a los tímpanos. “¡Mierda!” blasfema entre dos jadeos. Extenuado y con el corazón latiendo fuertemente, levanta la bengala que se le cayó y se sienta. El nauseabundo olor a pólvora quemada impregna la cueva. Abre la cantimplora y bebe un largo sorbo de agua. Mientras sus sentidos se aclaran, puede percibir el hedor de la carne podrida. Tal vez era una serpiente enferma, piensa al ponerse de pie y recelosamente patea el cadáver para cerciorarse que está muerta. La bengala se extingue. La cambia por la linterna. Penetrando la sombra, el pequeño círculo de luz repentinamente cae sobre una armadura severamente dañada. El hedor proviene de las partes de un cuerpo que se encuentran aún dentro. Esta… “serpiente” no se tragó a su presa. Se la estaba comiendo, poco a poco. Normalmente no haría tal cosa, pero ahora queda claro para Tarasov que la normalidad se terminó cuando abandonó la Zona. Ansioso por ver si el cadáver tiene algo útil, se sobrepone a la náusea y se le acerca. La presa era un Stalker: al menos la armadura se ve casi igual a los trajes que usaban, en la Zona, los Stalkers más experimentados. Los denominaban “Amanecer”, por razones que excedían su comprensión. Sin embargo, áste tiene un esquema de camuflaje color arena con patrones marrones y una bufanda adosada para proteger del polvo la cabeza del usuario. Para ayudar a lidiar a quien lo usa con el clima más cálido de la Nueva Zona, una bolsa de agua tipo lomo de camello se había integrado al traje. Parece bien adaptado a este lugar, pero no pudo salvar a este tipo indefenso. En la tenue luz de la linterna, la búsqueda de Tarasov resulta fructífera. Las bolsas y contenedores de la armadura le dan un cargador de AK, un detector de anomalías anticuado, un par de binoculares y unas pocas drogas anti-radiación. Se 88

aplica rápidamente una de ellas, esperando que no lo haga sentir más lleno de náuseas de lo que ya se siente. Tarasov quiere ponerse de pie y alejarse del cadáver, pero continúa sentado con la espalda contra la pared y el rostro hundido en sus manos. Exhausto.

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Transmisión digital VOP encriptada. Centro Afganistán, 21 de septiembre de 2012, 05:12:47 AFT

de

#¿Dónde has estado? Intentamos llamarte varias veces.# #Estuve pegado a mi teléfono satelital toda la noche, tratando de hablarles acerca del envío del equipo de rescate. Bueno, no estorbarán. ¿Encontraste el exo en el sitio del siniestro?# #Positivo. Pero estaba en pésimas condiciones. No podremos usarlo.# #No es mi problema. Estaba en perfecto estado cuando salió de Termez. ¿Qué hay de su dueño?# #No había ningún cuerpo en él.# #Que extraño. ¿Algún sobreviviente?# #Un miembro del equipo puede que haya salido.# #¡Mierda! ¿Imbéciles, acaso lo rastrearon?# #Intentamos buscar en el área en torno al lugar del siniestro, pero se acercaba una tormenta de polvo. Probablemente lo mató. En todo caso, hemos desplegado varios dronos para escanear la cuadrícula del mapa por completo.# #Más vale que lo hallen pronto. Si entra dentro del túnel, y probablemente es hacia donde se dirigirá, lo perderán definitivamente.# #Lo sabemos. Ya enviamos varios escuadrones para interceptar al fugitivo.# #Más les vale que lo hagan. No puedo hacerlo todo solo, ¿lo comprenden? Ahora, intenten ser eficaces al menos una vez.# #[ruido de estática]# #No copié eso. Como sea: váyanse al diablo, idiotas debutantes. Arruinarán todo este asunto. Fuera. #

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Balas en el Paso Paso Salang, 21 de septiembre de 2014, 07:23:45 AFT Al regresar al lugar del siniestro al amanecer, Tarasov esperaba hallar el helicóptero de rescate y un escuadrón de soldados allí, pero al pararse junto a los restos humeantes, sus esperanzas se desvanecen para siempre. Adiós, camaradas… Fue mi culpa, pero me redimiré de este error. Perdónenme. Tarasov saluda a los restos, que ahora son la tumba de sus soldados. Entonces, se dirige al sur. Tuvo mucho tiempo durante el largo viaje hacia Termez para estudiar el mapa y ahora, incluso con su PDA rota, sabe que el camino más cercano lleva a un túnel a través de la sierra de Salang. Aunque el estéril paisaje montañoso se ve muy diferente a la Zona, Tarasov no puede evitar tener una sensación de déjà vu. Vehículos oxidados y abandonados esparcidos por el camino, aquí y allí, muchos de los mismos camiones KAMAZ y ZIL aún oxidándose en la Zona. Ocasionalmente, encuentra los restos de un antiguo BTR-70 también, probablemente una reliquia de la guerra soviética, también de la época en que ocurrió Chernóbil. Los baches y las grietas en el asfalto en decadencia, las barreras y los abandonados puestos de guardia se asemejan tanto que, de no ser por las montañas, se creería aún dentro de la Zona. Todo resulta tan familiar, desde la rutina de detener y escanear el área hacia adelante en busca de anomalías, siempre acompañado por el contador Geiger y su “clic” incesante. Percibiendo el peligro, Tarasov se arrodilla rápidamente junto a un tanque y se pone a cubierto tras el montón de hierro del T-62 ignorando el sonido del contador Geiger intensificándose. Al mirar a través de los binoculares ve un ciervo caminando cautelosamente junto al camino. O mejor dicho, algo como un ciervo, porque los cuernos del animal no

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se parecen a nada de lo que haya visto antes: se doblan y se retuercen como una bola de gruesas cuerdas de hueso. Otro animal aparece entre las rocas: al principio le parece una mezcla entre zorro y lobo. En una inspección más detenida, sin embargo, Tarasov puede ver los dos colmillos curvos en su hocico y se da cuenta que es un chacal mutante. Vio una foto en la pantalla de la computadora de Degtyarev, aquel día hace como tres noches pero que ahora él siente como si hubieran transcurrido miles de años. Otra cabeza de chacal aparece, y otra más, entonces lo hace la manada de media docena de mutantes peludos. El ciervo siente su presencia. Levanta su cabeza, olfatea el viento y huye. Pero la manada ya se está acercando para matar. Lo sobrepasan y rodean con precisión, como siguiendo el llamado del líder o una táctica planeada, hasta que el más fuerte hace un salto impresionante y hunde los colmillos en el cuello de la presa. De haber tenido un mejor rifle y munición de sobra, Tarasov hubiera ayudado al ciervo y matado uno a uno a los chacales. Ahora, lo único que puede hacer es mirar como las bestias lo destrozan. Así como siente pena por el ciervo, tiene que admitir que esos chacales son los mejores cazadores que ha visto entre los mutantes. Observando la carnicería a través de sus binoculares, silba impresionado; e inmediatamente se da cuenta de que esto ha sido un grave error. El mutante más grande gira la cabeza en su dirección, emite un ladrido seco y orienta a la manada hacia él a una velocidad que le arrebata la respiración. La sangre de Tarasov se congela mientras observa que han dejado los restos de su presa casi intactos. Las palabras de Degtyarev centellean en su mente: matan por el puro placer de hacerlo. Al ver su velocidad y lo alto que pueden saltar, se da cuenta en un segundo que trepar al tanque no le serviría como cuando enfrentaba a los predadores caninos de la Zona. Con el arma sostenida con firmeza, se arrodilla con la espalda contra los restos del tanque para evitar que algún mutante le ataque 92

desde atrás y cuidadosamente, le dispara al chacal más próximo. Una ráfaga corta de su AKSU lo derriba, luego, al segundo. Por un instante, lo chacales parecen confundidos, una pausa que le permite derribar otros dos. Su puntería se vuelve cada vez más errática y su ráfaga más larga, mientras se le acercan más y más. Aún me quedan 10 disparos. Eres uno con el rifle. No pienses. Dispara. Ahora sólo quedan el líder de la manada y otro. Un disparo afortunado le da al segundo en la cabeza y el mutante aúlla y da un vuelco mientras cae por la ladera. Tarasov gira la mira de hierro del rifle hacia el líder de la jauría, cuya boca babea sangre y saliva. Aprieta el gatillo. El arma se atasca. Sólo le resta un momento para observar al chacal cubriendo los últimos metros. Ve los músculos de sus patas traseras estirándose al proyectar su pesado cuerpo en un largo y mortal salto hacia su rostro. Cierra los ojos para no verlo venir. Esta fue una incursión realmente corta, piensa. El olor de la sangre es fuerte mientras el chacal aterriza sobre él, pero no hay ataque. Tarasov abre los ojos y observa el aire lleno de una bruma roja mientras la cabeza del chacal es casi arrancada por una bala. Apenas un segundo después oye un fuerte bang que aún hace eco a lo largo del valle mientras se quita el cadáver del animal y frenéticamente reemplaza el cargador. Pero cuando ve al hombre armado emergiendo desde atrás de un afloramiento rocoso, baja el rifle. Incluso si debiera ser necesario, no podría acertarle a una distancia de varios cientos de metros. Una larga, ancha capa revolotea desde los hombros del extraño mientras se aproxima. Es el traje ghillie de un francotirador, excepto que éste no se parece al follaje espeso sino que tiene jirones de tela color tierra pegados a su malla. Las diferentes tonalidades de marrón hacen el camuflaje casi indistinguible de la pendiente rocosa. El francotirador mantiene el rifle hacia arriba para demostrar que no tiene 93

intenciones hostiles. Como respuesta, Tarasov levanta la mano que sostiene el AKSU. Ahora incluso puede reconocer la clase de rifle que acaba de salvarle la vida: un Dragunov SVD. Pero el rostro del Stalker se mantiene oculto tras un pasamontañas negro, excepto por un par de ojos azules como el hielo y una boca que le ofrece una sonrisa mientras se le acerca. “Impresionante lucha acabas de tener,” el francotirador lo saluda. “Fue una buena. Me llamo Crow.” “Se atascó,” Tarasov responde, mostrando su rifle, con el corazón latiéndole rápidamente por el subidón de adrenalina. Antes de presentarse, piensa por un segundo y decide que por ahora, será mejor si no se expone como un oficial del ejército. La mayor parte de los Stalkers usa nombres claves o apodos, no sus nombres verdaderos, y sin tener una mejor idea, decide usar su nombre clave más común. “Soy… Llámame Cóndor,” le dice finalmente. “Era uno grande,” le dice el Stalker inspeccionando el cadáver del líder de la manada. “Estas bestias son lo suficientemente inteligentes como para dejar que los más pequeños vayan delante. El alfa sólo se mueve para terminar la matanza.” Tarasov ha visto suficientes Stalkers libres como para reconocer a uno y se dirige a Crow de la manera familiar en que lo hacen los Stalkers. “Realmente me has dado una mano, bratan.” “No hay de qué, hermano. Pero salgamos de aquí. Este lugar puede esconder cosas peores que los chacales.” Tarasov no está seguro si están mucho más protegidos detrás del camión volcado donde se sientan, pero al menos los esconde de los ojos que espían. Crow se toca los bolsillos y emite un suspiro frustrado. “¿Puede que tengas algún cigarrillo? ¿No? Maldita sea… De todos modos, ¿de dónde vienes?” Tarasov vacila un momento. “Rostov.” “Yo soy de Ryazan. ¿Alguna noticia del Gran País?”

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Tarasov siempre había estado demasiado ocupado con la Zona para poner atención a lo que acontecía en el mundo exterior, en política o lo que fuera. Sólo una cosa le viene a la mente. “Nikolay Baskov se está tirando a Oksana Fedorova.” “¿Todavía, o nuevamente? Creí que eran noticias viejas.” “¿Honestamente? No podría importarme menos.” “¿Y qué estás haciendo aquí de todos modos? ¿Y de dónde has sacado ese traje? Eres dos veces más grande que su medida.” “En realidad, llegué recientemente… Me dirijo hacia Bagram. Y el traje… El mío estaba un poco desgastado y encontré éste en el sitio de un siniestro, no muy lejos de aquí.” Crow lo estudia con una mirada llena de dudas. Tarasov evita su mirada. No parece fácil de engañar. “¿Otro helicóptero? Parece que el ejército quiere problemas. Vi otro ayer mientras cruzaba el Paso de Salang.” El corazón de Tarasov comienza a latir más rápidamente. “¿Quiere decir que hay otro sitio de siniestro? Había algún… ¿Botín?” “El helicóptero estaba dañado sin duda, pero mientras lo observaba, me pareció que logró llegar a las planicies. En este momento debe ser un tesoro escondido para los hermanos de allí abajo…” Crow frunce el ceño. “¿Pero por qué te interesa tanto? No me digas que tú eras uno de los pilotos y te rescataron accidentalmente.” Tarasov suspira. El Stalker le salvó la vida y no quiere pagarle arrojándole una burda mentira. Decide revelarle su identidad parcialmente. Aunque Crow posee un rifle Abakan en su espalda y una pistola Glock-17 silenciada enfundada algo suelta en la cincha de su armadura, con el AKSU listo, él mantendría la ventaja si su rescatista se ponía agresivo. “Muy bien… Yo estaba en el helicóptero del ejército que se estrelló. Me salvé. Mi propio equipamiento se arruinó, de modo que le quité el traje al artillero del helicóptero. Pasé la noche en una cueva cuando se desató la tormenta. Ahora 95

estoy intentando llegar a Bagram, pero juro por la vida de mi madre que no se trata de ustedes, los Stalkers.” “¿Por la vida de tu madre? Los hijos de puta del ejército, de tu clase, se supone que no tienen madres.” Mirando el AKSU de Tarasov apuntándole, la expresión amigable desaparece del rostro de Crow. “Escucha, ‘hermano’,” dice, mirando a Tarasov a los ojos, “No me interesa mucho quién seas y lo que hagas, pero no serás bienvenido en Bagram.” “Ese será mi problema.” “¿Y dónde está ese sitio del siniestro, de todos modos?” “A unos pocos kilómetros al norte, Pero ya no queda mucho de él.” “Mientes. Los restos alrededor de Bagram han sido saqueados durante años. No tiene idea de cuántas cosas útiles pueden ofrecer los restos de un helicóptero.” “Éste fue destrozado por un grupo de hombres armados, bien entrenados y armados hasta los dientes. Vinieron en helicóptero.” Crow frunce el ceño. “¿Un helicóptero negro? ¿Pesado, con dos turbinas?” “Exacto.” “Muy bien, Cóndor, o como quiera que te llames… Salgamos de aquí ahora. Normalmente ni siquiera me importaría salvarte el culo pero pareces bastante aceptable de cerca. Y me vendría bien un compañero ya que el túnel no es precisamente el paraíso de un francotirador.” “¿Vas hacia Bagram?” “No. Luego del túnel, nos separamos. Puedes intentar llegar allí solo y morir, o puedes unírteme y también morir. Pero juntos tenemos una mejor oportunidad. Ahora decide, no tengo todo el día.” Tarasov reflexiona acerca de sus opciones un momento. Una misión de rescate aún podría llegar. Pero entonces, éste no es momento de hacerse ilusiones.

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“Muy bien,” le dice poniendo su AKSU sobre el hombro, “Te seguiré. Vayamos.” “Vayamos.” Moviéndose rápidamente, se dirigen cuesta abajo, hacia el valle. Tarasov pronto admite para sí mismo que el Stalker es un buen guía. En vez de andar por el camino, Crow lo lleva por la ladera donde las rocas y los precipicios poco profundos ofrecen refugio con cada paso, atento a pasadizos invisibles para Tarasov incluso desde unos pocos metros de distancia. Con el sol aún brillando desde el este, Crow se mantiene cerca de las sombras lanzadas por las enormes paredes de roca que se alzan por encima de ellos, y ocasionalmente mira hacia al cielo, como si esperara que algo lo dirigiera desde arriba. Antes de dejar el escondite de unos riscos bien protegidos por las sombras, el Stalker se detiene y señala hacia adelante. “Mira… Ésa es la entrada norte.” A través de sus binoculares, Tarasov que ve el camino describe una curva antes de desaparecer bajo la montaña a tráves de una arcada. Más allá del camino, un campo de anomalías destella con fulgores plateados en medio de un cúmulo de edificios en ruinas. “Descansaremos aquí unos minutos,” dice Crow. “Es momento de comer algo.” Mientras comparten una lata de carne para el almuerzo, Tarasov desmantela su arma para limpiar los componentes. También remueve los cartuchos de las recámaras y los limpia uno por uno antes de volver a cargarlos. Los dedos se mueven con ligereza y con movimientos hábiles, reensambla su AKSU. “¿Tienes cinta adhesiva?” le pregunta al Stalker. Crow asiente y silenciosamente le alcanza un rollo. Tarasov adhiere la linterna al rifle. Cuando le devuelve la cinta al francotirador, Tarasov nota la mirada atenta en los ojos del Stalker. “Es bueno tener a alguien que sabe de armas cuidándome la espalda,” comenta Crow. 97

“Y tú eres un gran francotirador. Ese chacal estaba muerto incluso antes de que pudiera escuchar el disparo, ¡y todo a una distancia de quinientos metros!” “Es un buen rifle. El tío Yar sabe lo que hace, se lo reconozco.” “Cazar debe ser fácil con un SVD mejorado.” “No exactamente… Cartuchos mejores que los 7N14 son difíciles de encontrar, así que no los desperdicio. Además, no sería justo. Si sólo estoy de caza, el Abakan es lo suficientemente bueno. Pero dime, ¿has estado en la Zona?” Crow se oye curioso. Tarasov vacila antes de responder. Ya sabe que ser un soldado no es el mejor linaje aquí, especialmente viniendo de la Zona donde los Stalkers y los militares se han odiado por mucho tiempo. “He estado ahí de tanto en tanto, entregando suministros.” “Oh sí…” responde Crow sonriendo. “Eso pensé. ¿Pero cómo es? Nunca he estado allí, sabes.” “Parecido a este lugar, excepto que no hay montañas y no es tan árido. Y los mutantes son un poco más tontos,” Tarasov le explica. Casi añade ‘en casa’. “Hay una gran planicie al este de Bagram. Era todo huertos y campos de patatas antes de las bombas nucleares, pero se ha convertido en un bosque ahora. Allí verás los árboles que tanto extrañas. Y también las anomalías.” Tarasov asiente, considerándolo. “¿Y cuál es tu historia, Stalker?” “Era un fotógrafo de la vida salvaje y me envió el National Geographic para tomar fotos de los mutantes. Pero pronto me di cuenta que dispararles con un rifle de francotirador es mucho más divertido.” Tarasov asiente como si le hubiera creído. “Es la cosa más estúpida que he oído,” dice con sarcasmo. Crow estalla en una risa silenciosa. “Como sea, hermano… Tal vez más tarde tengamos tiempo para presentarnos más adecuadamente. Lo único que importa ahora es pasar a través de ese maldito túnel. La pregunta es, ¿cómo atravesamos un 98

túnel lleno de anomalías y enemigos y salimos indemnes del proceso?” “Despliegue y vigilancia,” dice Tarasov luego de pensarlo un minuto. Está ansioso por volver a funcionar como un oficial. “Ponte en una posición cubierta. Yo me adelanto, digamos, unos cincuenta metros. Tú vigilas mi avance con el Dragunov. Una vez que consigo asegurar la posición, te cubro hasta que te me unas. Y entonces continuamos jugando el mismo juego hasta que atravesemos el túnel.” Crow le da una sonrisa escéptica. “¿Y así habla el que apenas se encarga de llevar suministros? Vamos... Y ponte la máscara de gas. Adentro hay mucho polvo.” Avanzan por la angosta senda de suciedad debajo de la empinada ladera, con un ojo en la carretera asfaltada a su derecha y otro en las ruinas más adelante. Antes de acercarse a la entrada, el Stalker le hace una seña para que se detenga. Saca de su mochila una caja de evidente procedencia militar. Con manos cautelosas, saca una mira nocturna y la ensambla en su rifle. “Espero que la batería dure hasta que atravesemos,” dice mientras remueve la cubierta del lente de la mira. “¿Por qué la expresión de amargura, Cóndor?” Tarasov casi le cuenta acerca del equipo de avanzada tecnología que estaba a su disposición hace menos de veinticuatro horas. El traje del piloto no está diseñado para los rigores del combate y apenas le ofrece alguna protección, además el casco no tiene visión nocturna. Se muerde la lengua. “Espero que este destrozado AKSU no me decepcione,” le dice y pone a un lado su rifle. “Será mejor si nos preocupamos por esos dos fortines en la entrada. Revísalos.” Echando una mirada hacia la esquina, Tarasov ve dos refugios de concreto, más bien como puestos de guardia, que como fortines. Parecen vacíos. Le hace una señal al Stalker para que avance y enciende la linterna pegada con cinta al cañón de su rifle.

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“Trepa allí, Stalker, y mantén los ojos bien abiertos.” Aguarda hasta que Crow asume una posición de ataque en la tina de una camioneta, con el rifle en el techo de la cabina. “Ya puedes ir, Cóndor.” Cautelosamente, Tarasov avanza. Está terriblemente oscuro y lleno de vehículos destrozados: camiones, jeeps, camionetas, autobuses, como si un enorme embotellamiento hubiera bloqueado el túnel cavernoso. Apenas ha cubierto unos pocos metros cuando ve la primera anomalía. Una red de rayos azules golpea el suelo, emitiendo un zumbido que rápidamente puede transformarse en una ensordecedora descarga eléctrica. Con una indicación a Crow para que lo siga, desliza una mano dentro de su bolsillo. Maldición, no tengo tornillos, ni tuercas, ni nada. “¿Tienes tornillos?” pregunta a Crow cuando llega. El Stalker le da tres tornillos oxidados. “Es todo lo que tengo.” Tarasov apunta cuidadosamente antes de arrojarlo hacia el interior de la anomalía. El rayo azul centellea en una explosión de energía cuando el tornillo cae dentro de él, arrojando terribles luces azuladas durante un segundo. Entonces desaparece del suelo por un instante. Tarasov arroja el siguiente tornillo y atraviesa a toda carrera. Con la esperanza de que el Stalker no pierda la sincronización, deja que la anomalía descargue con el último tornillo. Crow atraviesa saltando con destreza. Apenas llega al lado de Tarasov, la anomalía retoma su danza mortal sobre el suelo. “Odio las anomalías,” susurra Crow, “pero al menos uno puede ver esas malditas Electros.” Al ver al Stalker poner su detector en sintonía para cualquiera de los artefactos dentro de la anomalía, Tarasov no puede ocultar su impaciencia. “No tenemos tiempo para eso. Continuemos.” “Ya voy, ya voy… ¡Espera! ¿Oíste eso?” Se paralizan por un momento. Crow se encoge de hombros. “Debo estar escuchando cosas.” 100

“Pégate a la pared. Cúbreme.” Mientras avanzaen el angosto espacio entre los restos y el muro del túnel, ennegrecidos por los vapores de escape que el concreto ha absorbido durante décadas, una sensación de intranquilidad pasa por Tarasov. Hay algo siniestro en el Stalker que le preocupa y le inspira temor a que le dispare por la espalda. Pero la oscuridad prohibitiva que absorbe la débil luz de su linterna lo preocupa más. El túnel corre derecho durante una larga distancia y algún camión que ocasionalmente bloquea su camino, los hace trepar por encima. Sus pasos sobre el metal hacen eco en la penumbra y el contador Geiger se acelera cuando se acercan a un vehículo. Tarasov detecta el nauseabundo sabor del metal en su boca. “Crow, ¿tienes alguna anti-radiación de más?” dice dándose vuelta hacia el Stalker detrás; “estos restos son una trampa radioactiva.” “Aquí,” dice Crow y le pasa un paquete con dos píldoras, una roja y otra azul. Tarasov se vuelve torpe por un momento y se le cae la medicina. Al agacharse para recogerla, descubre que eso le salvó la vida porque una bala golpea la pared junto a la cual estaba de pie hace apenas un segundo. El Dragunov de Crow dispara a modo de respuesta y su eco rueda a través de las cavernas como un trueno. “Hostiles a las doce en punto,”grita el Stalker, “¡Cincuenta metros!” Para comenzar, la ráfaga de los rifles ha traicionado la posición de los enemigos. Tarasov da la vuelta detrás del camión donde cual el francotiro de Crow mantiene a sus oponentes inmovilizados. Las balas contundentes del AKSU relegan a los hombres armados, vestidos de negro, hacia su flanco. Uno cae, tres más retroceden rápidamente detrás de los restos más cercanos con movimientos precisos. Crow blanquea una vez más mientras se retiran. “¡No puedo verlo!” Tarasov da un brinco por encima del camión, salta sobre la tina y abre fuego a los enemigos que estaban agachados 101

debajo. El eco de su último disparo aún ondula por el túnel cuando el último enemigo cae, maldiciendo en un idioma que no puede entender. “¡Despejado!” No lo sorprende ver que los cadáveres llevan la misma armadura negra que el escuadrón que se encontraba en el sitio donde se estrelló el helicóptero. Ansioso por hallar alguna información útil acerca de ellos, revisa sus bolsillos pero la búsqueda resulta infructuosa. “Eran buenos,” le dice a Crow cuando el francotirador lo alcanza. “¿Alguna idea de quiénes podrían ser?” El Stalker mueve la cabeza y Tarasov revisa el arma que se encuentra junto a uno de los cadáveres. En la Zona, le dispararon con muchas clases de armasy con casi todos los calibres, desde los LR-300 hechos en los E.E.U.U hasta los escalofriantes rifles Gauss de los Monolitos. Pero nunca le había puesto las manos encima a tremendo mulo de rifle de asalto: la empuñadura le recuerda a un M-16, el caño a un G36 alemán, el mecanismo del gatillo a un lanza-granadas Kastor y el diseño en general a algo tipo culata corta como el SVU o el FN2000. “Admito que los chinos saben un par de cosas de armas,” dice meneando la cabeza con desdén, “se las arreglaron para produciralgo que es más feo que el rifle Groza.” “Francamente, no podría importarme menos el diseño de un rifle con el cual me dispararon.” “Buen punto… Pero de todos modos, esto es una broma. ¿Sabes por qué los chinos llamaron a esta chatarra Qing Buqiang Zidong?” “Dilo, por favor.” “Porque no pueden pronunciar la ‘r’ de Groza.” “Ja, ja, ja,” Crow une las manos con expresión burlona, “como si no dieras un brazo por tener una de ésas contigo en este momento. ¿Por qué simplemente no te llevas ese rifle chino? Es mucho mejor que tu AKSU.”

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“Al menos sé por dónde dispara las balas.” Tarasov sonríe con amargura mirando a su rifle. Nota lo que Crow está a punto de hacer y frunce el ceño. “¿Qué haces?” “Quiero ver el rostro de este cabronazo.” “Yo no lo haría. Trae mala suerte.” Crow deja el casco táctico en el cadáver. “Sólo es porque difícilmente me acerco tanto a los tipos malos a los que les disparo.” “Lo sé. Eso es lo que jamás pude entender de los francotiradores… Quiero decir, se mantienen escondidos, ven una cabeza en la retícula a cientos de metros y entonces la revientan en pedazos. ¿Al menos sientes algo cuando los ves morir?” “Sí,”dice Crow mientras carga su Dragunov y escucha con deleite como el cerrojo hace “clic” al volver a su posición, cual instrumento musical sofisticado. “Sí siento algo.” “¿Y qué sería?” “Un culatazo.” Tarasov se encoge de hombros y vuelve a los cadáveres. Nunca le ha gustado revolver entre los cuerpos pero en su situación actual de recursos escasos, las granadas de mano y las vendas que encuentra le van a resultar útiles. Luego de vacilar un momento, le quita el chaleco anti-balas táctico al cadávery se lo pone por encima del traje liviano del piloto. No salvó al anterior dueño… Pero podría aún salvarme a mí. “Avanzaré. Quédate aquí y espera a mi señal para proceder.” “Entendido, Cóndor,” llega la respuesta del Stalker. Con la sospecha de que la fiestita en la que se metieron iba apenas a la vanguardia, Tarasov se mantiene cauteloso mientras se mete a hurtadillas de un lado a otro. Luego de unos instantes, se siente aliviado de ver una luz a la distancia. “¡Parece que ya casi llegamos!” “Es un tramo cubierto por una pared de concreto, con aberturas hacia un lado. Hace tiempo era un camino abierto

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pero lo protegieron luego de que el tráfico fue golpeado por avalanchas.” “Mierda. Y yo que esperaba que fuera el final.” “Sigue avanzando, Cóndor. Sólo quedan dos kilómetros por recorrer.” La luz que cae de la abertura en las paredes de concreto le pasa factura a los ojos, ya acostumbrados a la oscuridad. Tarasov cierra su ojo derecho para mantenerlo acostumbrado a la oscuridad. Atraviesa el tramo preocupado por sus flancos abierto sa cualquier peligro proveniente de afuera. Su instinto le da la razón cuandoel tucu-tucu de las hélices suena por encima de ellos. “¡Corre!” Tarasov no necesita la advertencia de Crow para precipitarse lo más rápido que puede, con la esperanza de que ningún enemigo lo esté esperando donde termina la hilera de ventanas y continúa la oscuridad. Al llegar al primer despojo que ofrece protección, mira en derredor en busca de Crow pero el Stalker ha desaparecido. Escondido tras el esqueleto de un autobús, puede escuchar al helicóptero suspendido directamente por encima. Avanza unos pocos metros hacia la oscuridad, hacia un auto que alguna vez pudo haber sido un Humvee, cuando una voz lo hace paralizarse. “Stoi! ¡Baje su arma!”Las palabras hacen eco en el túnel más adelante; son en ruso, pero dichas con un acento extrañamente suave. “¡Está rodeado!” Con los recuerdos del encuentro con la serpiente mutante de la noche anterior todavía vívidos en su mente, Tarasov se sobresalta al ver un cable ancho que desciende por una de las aberturas de la pared detrás de sí. Su angustia da paso al miedo cuando ve tres comandos deslizándose por el cable y se cubren detrás de los restos del autobús, rápidos como gatos, sin siquiera darle oportunidad de apuntar con su rifle. “¡Ríndase!”

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Tarasov ve la oportunidad y salta para esconderse detrás de los restos del Humvee. Un rifle automático empieza a sonar por detrás del autobús así que se arroja al suelo. Una lluvia de balas golpea el marco enorme de acero del Humvee. ¿Dónde diablos está ese jodido francotirador? El temor a la traición ya invadía su mente cuando oye el familiar ladrido del rifle. Crow corre hacia él, jadeando pero con una sonrisa victoriosa en el rostro. “¡Al fin! Somos blanco fácil aquí,”grita Tarasov en medio del fuego rápido.“ ¡Han bloqueado el túnel allí adelante!” “¡Lo siento, hermano! Tuve que cambiar la mira en el Abakan.” “¡Abre fuego de supresión a la derecha!” Crow se mantiene a cubierto mientras dispara una larga ráfaga, manteniendo su rifle por encima de su cabeza y lo que alguna vez fue el compartimento del motor del vehículo. Al mismo tiempo, Tarasov rueda a su derecha, da un salto y avanza rápido, disparando con el AKSU a los enemigos que aparecen en el destello de la linterna. “¡Adelante!” grita, “¡Adelante!” Una parte de su cuerpo golpea contra algo duro mientras se mueve para derrotar a quienes lo emboscaron. Puede oír a alguien ladrando órdenes pero el fuego cruzado que llega desde la izquierday la derecha lo interrumpe.Un enemigo intenta arrastrarse hacia afuera. Tarasov lo agarra y lo pone de espaldas. “¿Quién eres?” le pregunta con una voz autoritaria. Todo lo que obtiene como respuesta es una sonrisa desdeñosa que no desaparece cuando le apunta el arma al rostro a su enemigo. Se torna una mueca cuando Tarasov abre fuego. Acercándose, el Stalker contempla el cadáver. “¡Malditos mercenarios…! Intenté aflojarles la lengua más de una vez. Pero simplemente no hablan.” “Revísalo para ver si puedes saquearle algo,” Tarasov responde secamente. Hay algo en los movimientos entrenados de sus adversarios y los equipos en los uniformes que lo 105

incomoda. Mientras el Stalker se ocupa de revisar los cuerpos, Tarasov mantiene su arma apuntando hacia el angosto túnel por el cual descendieron los mercenarios, aunque el ruido del helicóptero se ha perdido en la distancia. “Encontré un paquete de cigarrillos,” informa alegremente Crow. “¿Quieres uno?” Polvo pesado gira en la luz de la linterna de Tarasov pero la tentación de quitarse la máscara de gas es más fuerte. “Cuadruplica la dosis diaria de radiación,” gruñe, “y te llena los pulmones con polonio…” “Correcto, pero no es esa mi pregunta.” “Está bien... Dame uno.” El Stalker se quita su máscara de gas y se sienta sobre el cadáver de un mercenario como si se tratase de un cojín. Enciende su cigarrillo y le ofrece el paquete con el encendedor a Tarasov. “Estoy intentando dejarlo, ¿sabes? Pero hay momentos en que mataría por un cigarrillo.” “Es lo que acabas de hacer,” Tarasov responde tomando un cigarrillo de la caja. “Sí… Imagina lo que hubiera hecho de haber sabido que este idiota tenía un paquete completo de Davidoff. Ya sabes, los malos hábitos son difíciles de dejar. Quizá si mantengo mis hábitos malos, también sea más difícil que muera.” A través del humo del cigarrillo, Tarasov estudia cuidadosamente al Stalker. Las habilidades de combate de Crow parecen demasiado buenas para un Stalker libre, para quienes las batallas consistían más en satisfacer a los dedos con gatillos fáciles y superarse los unos a los otros con gritos arrogantes de batalla, que seguir tácticas coordinadas. “Tienes un buen sentido del trabajo en equipo, ¿sabes?” “Ya me lo han dicho. Quédatelos, compañero… Que nadie diga que Crow no comparte sus cigarrillos.” El Stalker pone la colilla aún ardiendo en la boca del cadáver en el cual está sentado y le palmea el rostro gentilmente. “Bravo. Ya no tienes que preocuparte por el cáncer de pulmón, ¿no es así?”

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Mientras avanzan, con Tarasov a la cabeza, se detienen repentinamente sobre sus propios pasos cuando la linterna ilumina un gran bulto de colmillos y músculos, con el pelaje chamuscado por el fuego. El aire que lo rodea aún huele a carne quemada. “Al menos los mercenarios se encargaron de éste,” comenta Crow mientras pasan junto al mutante muerto. “¿Qué demonios era eso?” “Creí que había osos en la Zona, ¿no?” “¿Osos? No. Especialmente no como éste, con las garras más largas que la extensión de una mano y una hilera de huesos puntiagudos a lo largo de la espina dorsal.” “Si alguna vez tengo niños, los llevaré a la Zona un día. Debe ser como un zoológico.” Luego de horas en la penumbra y polvo sofocante, Tarasov siente un baño de alivio cuando, al final, la luz del día brilla en la salida lejana del túnel. Se tiene que esforzar por mantenerse paciente y cauteloso mientras se mueve desde los restos hacia los nichos de la pared, aún preocupado de que haya tiradores esperando para emboscarlos. Cuando llegan a la salida, Tarasov y el Stalker se miran. Crow asiente y salen del túnel al mismo tiempo, Tarasov con su arma en ristre y revisando el área en caso de que haya hostiles, mientras que Crow hace lo mismo a su izquierda. “Despejado,” Tarasov dice bajando su AKSU. “Parece que lo hemos logrado, bratan,” Crow responde con un suspiro. El contador Geiger tiene una señal constante, en condiciones normales, lo cual significa que Tarasov puede quitarse por fin la máscara de gas y respirar profundamente, disfrutando del aire límpido y fresco que invade sus pulmones. Tras el oscuro y angosto túnel, sus sentidos luchan por percibir el escenario extrañamente inspirador. Levanta sus binoculares. Flanqueado por los picos nevados, el valle desciende abruptamente hacia el sur donde una ancha planicie se abre, cubierta por un bosque exuberante. Nubes 107

neblinosas flotan sobre el follaje verde oscuro que se extiende hacia el horizonte. Nubes bajas cubren la visión hacia las colinas lejanas que penetran dentro del cielo azul metálico como dientes gigantes. En lo profundo del bosque, asoma la anomalía más enorme que él haya visto, que ha tallado un arco gigantesco que se eleva lejos, hacia las colinas. Una chispa de fuego rojo destella en el medio. Una sensación estimulante de libertad se apodera de Tarasov. “Bienvenido a la Nueva Zona,” dice Crow detrás de él. Tarasov se da vuelta para compartir su emoción pero se paraliza al ver que le apunta una Glock con silenciador, sostenida firmemente por Crow, con los ojos entrecerrados que no prometen nada bueno. “Ruki ver,” dice fríamente el Stalker, “suelta esa arma, boyevoychik“. Tarasov deja caer su rifle y levanta ambas manos como se le ordena. “Enlaza los dedos detrás de tu cabeza. Ponte de rodillas... Muchacho valiente. Y ahora, es tiempo de que te presentes debidamente. ¿Quién eres tú y qué había en ese helicóptero?” “¡No hemos venido a hostigar a los Stalkers! ¿Acaso no te lo dije?” “No me importan los Stalkers. Quiero saber qué había en ese helicóptero. Especialmenteen ese Mi-8 que lo consiguió.” “Estábamos escoltando una expedición científica.” “Y una mierda.” Tarasov suspira, consciente de que no puede mentir para salir de ésta. Su única esperanza es ser lo suficiente convincente para que Crow lo deje con vida, y a la vez ser lo suficiente hábil como para omitir lo poco que sabe de la misión científica. “Soy el mayor Mikhailo Tarasov, Fuerzas Armadas de Ucrania. Estamos en una misión de búsqueda y rescate…” Crow escucha con cuidado su historia, sin demostrar ninguna emoción. Únicamente cuando Tarasov describe a los comandos que destruyeron el helicóptero, entrecierra los ojos. 108

“¿Se llevaron un exoesqueleto? Eso, en realidad, explica un par de cosas.”El Stalker enfunda su arma. “Bueno. No eres un cazador. Es a ti a quien están cazando.” “¿Acaso somos dos?” Tarasov inquiere, aún inseguro de que Crow se trate de un aliado o no. “Vayamos a esa choza de allí y tengamos una pequeña charla” contesta el Stalker. Crow lo lleva a una construcción de ladrillos medio en ruinas en la que aún se lee CONTROL POLICIAL pintado con pintura roja medio descolorida. Dentro, aún arde una hoguera encendida no hace mucho, de la que emana un calor apacible tras el frío viento de afuera. “Estamos en un país de Stalkers ahora,” dice el francotirador, sentándose junto al fuego. “Algunos Hermanos deben haber estado aquí recientemente. Es probable que los mercenarios les hayan interrumpido el desayuno.” “No veo ningún cuerpo por aquí.” “Obviamente no querían enfrentarse a un escuadrón completo de mercenarios y se fueron. Sabia decisión.” Crow saca una lata de carne de su mochila. La abre con su cuchillo de combate. “¿Quieres un poco, havchik?” “Con gusto,” Tarasov toma un pedazo de carne grasienta que Crow le ofrece con la punta del cuchillo. “Para serte sincero, casi me matas del susto.” “No tenía intención de asustarte. Lo digo en serio. Pero digamos que más o menos estamos en la misma situación… Cóndor. Al menos tienes el nombre adecuado para un Spetsnaz.” “O sea que… ¿Huimos del mismo enemigo?” “Yo no estoy huyendo, Cóndor. Estoy tras la pista de una torcida maniobra de contrabando de armas. No es asunto tuyo para quién estoy haciendo estos recados. Ni siquiera preguntes. Al principio creí que estabas involucrado,” le explica Crow, “pero no podía comprender por qué alguien iba a derribar tu helicóptero si es que acaso debía llevar una carga preciosa. Solo sé de una fuerza que serían los potenciales 109

compradores, y que también son la única fuerza con armas anti-aéreas. Además… De todos modos, no tiene sentido.” “¿Esa gente del lugar del siniestro y en el túnel? ¿Quiénes son?” Crow se encoge de hombros y escupe en el suelo. “No lo sé. Hombres armados, secuaces… Ahora, cadáveres.” “Y los muertos no hablan.” “Qué mal. De haber sabido quién los envió, ya hubiera recogido mi paga. Alguna gente de Bagram estarían muy interesados en equipo de última generación como tus exoesqueletos.” “Dime sobre Bagram.” “Está a cargo un extraño personaje que se hace llamar capitán Bone. Usa un traje con armadura pesada, completamente pintada de negro, con patrones rojos en el pecho. Nunca se quita el casco, ni siquiera porque lo hace parecer un astronauta loco. Pero pareciera que le importa más parecer importante que ganar dinero.” Tarasov intenta esconder su sorpresa. Por la descripción, reconoce con facilidad el traje blindado que usan los comandantes importantes de Deber allá en la Vieja Zona. “¿Hay más como él en Bagram?” pregunta intentando disimular el interés en el rostro y la voz. “Tiene guardaespaldas, pero llevan armaduras livianas. Aunque con el mismo esquema de color. Y también hay un drogadicto llamado Ashot. Se encarga de una armería y un bar y comercia de todo. Es mi principal sospechoso, pero no pude recolectar más información de él. Está su amigo, un chiflado de las armas, Yar. Espero que él no esté involucrado, porque odiaría tener que liquidar un experto en equipo de francotirador tan habilidoso.” Tarasov frunce el entrecejo. ¿Los dos payasos más grandes de Libertad en una base a cargo de un capitán de Deber? ¿Qué demonios ocurre aquí? “Los conozco de la Zona. Ashot negociaba equipo de contrabando de la ONU,” le cuenta, “pero jamás lo tomé por 110

uno de los malos, aunque siempre estuvo alineado con los anarquistas. Sin mencionar a Yar, a quien siempre le importaron únicamente las mejoras.” “Puede que sea así… De todos modos, por el momento sólo me interesa averiguar quién es el cliente. Creo que podrían estar ocultándose hacia el oeste, pero no he podido reconocer el área aún. Para llegar allí, se debe cruzar por el territorio de la Tribu. Y eso es prácticamente imposible sin que te maten.” Definitivamente es imposible si te matan, Tarasov piensa, pero dice, “¿Por qué?” “Los peores hijos de puta que he visto,” responde el Stalker con aspecto amenazador. “Toma las habilidades de un militar altamente entrenado, añádele la crueldad de los guerreros de Genghis Khan, ponle encima equipamiento excelente y obtienes la Tribu. Usan equipo de francotirador de altísima calidad y tácticas avanzadas. Lo intenté, pero ni me pude acercar a esos bastardos… E incluso si me las arreglara para dispararle a uno o dos, no podrían hablar posteriormente, ¿no es así?” “¿Puede que hayan sido ellos los que nos dispararon?” “Es una posibilidad, pero la gente con la que nos topamos, definitivamente no son de la Tribu.” Crow escupe un gran bocado de carne enlatada. “¿Mierda, de qué hacen esto? Como sea, nunca vi que utilizaran helicópteros. En cambio, viajan por todos lados en Humvees.” Las palabras de Degtyarev acerca de los renegados americanos le vienen a la mente a Tarasov. “¿Quizá volvieron los pindosi?” “Es difícil decirlo… Si sus reglas de combate incluyen torturar a los prisioneros, mantener a las mujeres de la tribu como máquinas de dar a luz y decorar sus vehículos con calaveras y huesos, entonces sí, se puede decir que han vuelto.” Crow sacude su cabeza. “Pero lo dudo. Mientras estuve en Bagram oí que la Tribu estaba ya aquí cuando

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llegaron los primeros Stalkers. Por lo general se ocupan de sus propios asuntos, a menos que uno se acerque demasiado.” Todo esto suena descabellado en los oídos de Tarasov. Sólo una cosa le despierta interés. “¿Tienen mujeres?” “Probablemente llegaron a ellas antes de que dispararan los misiles nucleares… Mejor no te esperances demasiado, hermano. La mayor parte de los afganos que estaban con vida luego de los misiles nucleares buscaron refugio en Irán, Uzbekistán, Paquistán… Ahora este arenero está vacío.” “Sí… Vi uno de los campos de refugiados de Termez.” Tarasov mira el pequeño fuego a punto de extinguirse. Al ver que el Stalker se prepara para irse, le hace una pregunta más. “Mencionaste a los talibanes. Jamás imaginé que anduvieran aún por aquí.” “Los talibanes son como cucarachas, casi imposible de exterminar. Te encontrarás con ellos pronto.” “Tal vez podemos contactarnos de tanto en tanto. Compartir información. ¿Qué piensas?” sugiere Tarasov. “Tal vez,” se encoge de hombros Crow. “Ahora, tengo que atender un asunto yo solo, pero encontrémonos en Bagram. Estaré allí en unos días. Hasta entonces, un consejo: ese lugar está más enmarañado de lo que aparenta. No confíes en nadie.”

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Gorrión Dos Norte de las planicies de Shamali, 2014, 16:11:35 AFT Luego que su misterioso compañero desaparece en el desierto, Tarasov toma los binoculares y revisa el horizonte. No puede ver ningún rastro del lugar donde se estrelló Libélula Dos: no hay fuego, no hay columna de humo, no hay nada. Hacia el sur, puede distinguir los grupos de edificios y una faja gris que debe ser la pista de aterrizaje en Bagram. Bajo su posición, el camino gira hacia el oeste y continúa en línea casi recta hasta donde se unen las colinas y el bosque, bordeado por los asentamientos en ruinas a lo largo del recorrido. El afluente del valle que él y Crow han estado siguiendo, se ensancha y corre directamente hacia el sur. El camino parece sencillo de transitar pero también ofrece muchas oportunidades para las emboscadas, piensa, el lecho del río puede parecer seguro pero probablemente esté lleno de mutantes. El reloj le indica que quedan aún cuatro horas hasta que caiga la noche. Si bien todavía tiene sus dudas acerca de cuál ruta provee la opción más adecuada, Tarasov desciende por el camino y se dirige caminando hacia el bosque. Al entrar, lo inunda un sentimiento de familiaridad. La maleza densa, la oscuridad bajo el espeso follaje, las bajas y arruinadas paredes aquí y allá… Todo propicio para recordarle al Bosque Rojo de la Zona. También el escalofriante silencio. Pero también aquí es diferente. Los árboles crecen más altos, su follaje entrelazado extiende una oscuridad sofocante sobre el suelo lodoso que parece succionar los pies de Tarasov mientras atreviesa el barro y la maleza podrida. Conforme más profundo avanza, más oscuro se vuelve, con los troncos de los árboles como monstruos en los rayos de luz que caen entre el follaje. Vapores nocivos emanan desde el suelo lodoso. El crujido del contador Geiger es lo único que escucha, ruidoso en sus oídos como el eco de su propio corazón 113

latiendo a toda velocidad en cada momento en que visualiza un árbol deforme con ramas putrefactas desplegadas como si quisiera ahogarlo, o arbustos densos que podrían esconder un mutante presto a un salto mortífero y luego darse un festín con sus restos. El mayor se detiene y sacude la cabeza, como si quisiera deshacerse de una jaqueca. Una ojeada al contador Geiger le dice que los niveles de radiación están levemente por encima de lo normal, pero aún por debajo de los niveles peligrosos. Tarasov se quita la máscara de gas para respirar mejor. El nauseabundo olor de la tierra pudriéndose inmediatamente asalta sus orificios nasales, haciéndole contraer la expresión por el asco. Cada vez que se detiene, el bosque parece querer absorberlo, hacerlo una parte de sí. Árboles, arbustos, piedras, agua… Todo en derredor está muerto. Mientras se desliza por todos lados, con el arma lista, la masa amarronada de un vehículo blindado asoma delante de él. Tarasov se acerca y nota que es el primero de tres. Puede haberse tratado de un convoy, pero no logra reconocer qué clase de vehículos. De la única cosa que está seguro es que no son de la guerra soviética. Con una mirada a las corazas salpicadas por agujeros, resulta claro que fueron emboscados. Curioso, abre la puerta del primero y echa una mirada adentro. Su corazón casi deja de latir cuando escucha un siseo y percibe, más que distingue, un movimiento adentro. Apenas se las arregla para agacharse hacia un lado cuando la boca de una serpiente se abalanza hacia su rostro. Pero ahora tiene mejores alternativas que en la cueva. Arroja una granada en el interior y cierra frenéticamente de un portazo. Salta fuera del vehículo y sus pies apenas están tocando el suelo cuando una sorda explosión sacuda los restos. El olor de la carne podrida y chamuscada se eleva desde el interior cuando vuelve a abrir la puerta. Dentro, entre los fragmentos sanguinolentos de la carne de la serpiente y los restos pútridos de un pequeño mutante que a 114

Tarasov le parece un cachorro de chacal, ve cientos de casquillos. Quienquiera que haya estado aquí presentó una lucha desesperada, piensa, inconsciente de la mueca en su rostro. Recoge un manojo de proyectiles, con la idea de que le serán útiles cuando se encuentre con otra anomalía, y ya cerraba la puerta cuando nota algo entre los proyectiles. Al levantarlo y quitarle la mugre se da cuenta de que es un viejo teléfono móvil. No muy seguro de que pueda resultar útil de algún modo o que al menos pueda ofrecerle alguna pista acerca del destino del convoy, el mayor se lo pone en el bolsillo. Aquí y allí la maleza sombría es perforada por rayos de luz, que hacen al polvo visible. Pero las sombras se hacen más profundas cuando la luz del sol comienza a debilitarse. Tarasov nota con ansiedad que a juzgar por la distancia hacia las montañas, apenas ha cubierto un tercio de la distancia hacia Bagram. Espero no extraviarme. Pasar la noche aquí no será para nada agradable. Sus pensamientos se ven interrumpidos por un aullido, seguido por un profundo y agresivo gruñido. Se le suman más aullidos, que forman un coro. Da unos pocos pasos en dirección hacia el sonido. Con cautela echa un vistazo a través de unos matorrales y ve un claro en el bosque y una jauría de chacales que corren hacia él. Levanta su rifle pero para el momento en que apunta, los chacales han llegado hasta su posición… Y para su sorpresa pasan por su lado, ignorándolo. Tarasov no tiene tiempo para aliviarse porque, tras un momento, una enorme y pesada sombra emerge desde la maleza. Es el mutante más grande que haya visto: la cabeza peluda se asemeja a la de un oso, pero la boca abierta hasta la base del cuello muestra una hilera doble de dientes ensangrentados. Un costado está cubierto por profundas heridas, pero el mutante parece ignorarlas mientras gira hacia Tarasov con un gruñido que congela la sangre. Como está 115

seguro de poder matar a esa bestia con la munición que tiene cargada, o de si tiene algo de tiempo como para poder cambiar el cargador una vez que se vacíe, hace lo único de lo que es capaz. Corre. No hubiera tenido oportunidad en la intemperie, pero aquí en los densos bosques, se mueve con más agilidad que ese pesado adversario y salta por encima una pared cubierta de lodo hacia lo que debe haber sido un huerto hace algún tiempo. Luego de unos pocos metros, se voltea, pensando que el mutante no sería capaz de alcanzarlo. Entonces un ladrillo colapsa, luego más, y Tarasov ve con horror que el mutante simplemente atraviesa la pared. Continúa corriendo, sin resuello, con un dolor punzante en los riñones. El gruñido detrás de él se acerca más con cada paso. Repentinamente ve un pozo lleno de lodo, con manchas de agua rojiza supurando un vapor furioso. No puede rodearlo y además, con la escasa protección que le ofrece su traje, tiene más oportunidades de sobrevivir una anomalía que el ataque de un mutante furioso. Tarasov contiene la respiración y salta. Rueda por el suelo y un dolor ardiente se clava en su piel, que siente que se le quema. Gimiendo, se las arregla para ponerse de rodillas, listo para abrir fuego, consciente de que ya no es capaz de correr. El viejo truco de los Stalkers de correr hacia una anomalía, evadirla a último momento y entonces ver a los mutantes dirigirse de lleno hacia la trampa, lo ha salvado muchas veces en la Zona. Pero ahora, Tarasov ve con horror que el mutante se detiene y camina de un lado a otro frente a las anomalías, como si debatiera si puede saltar y finalizar la cacería. Entonces, con aún mayor consternación, Tarasov ve que el mutante estira su horripilante cabeza y comienza a olfatear alrededor de las anomalías, hasta que encuentra un camino entre la sustancia candente y lodosa. ¡Maldita sea! Esta condenada bestia es inteligente, Tarasov piensa mientras se vuelve y se arrastra con desesperación. A mitad de camino por las anomalías, el mutante se levanta en sus patas traseras y suelta un rugido desafiante, 116

con la probable intención de paralizar a su presa, dejándola con los ojos muy abiertos e indefensos por el horror, pero Tarasov aún tiene suficiente control sobre su cuerpo como para levantar el arma y vaciar el cargador en el torso del mutante. Para su sorpresa, aunque dispara su último cartucho, los disparos no cesan. Perplejo, Tarasov ve balas pesadas incrustándose en la carne del mutante hasta que emite un chillido de dolor y cae directamente dentro de la anomalía. Su piel se incendia de inmediato y Tarasov, luchando por respirar, ve como es devorado por llamas corrosivas. Estoy harto de que otros me salven, reflexiona. En la Zona, era todo lo contrario. Aún ajeno a la dirección de la que provenían los disparos, mira en derredor. “No te muevas,” ordena una voz. “Quédate justo donde estás.” “No podría moverme aunque quisiera,” grita Tarasov como respuesta. Entonces, con alivio indescriptible, ve a dos soldados que emergen del bosque y llevan una armadura de aspecto familiar, aunque ambos también lucen vendajes: hombres heridos, si bien levemente. Uno de ellos, un fornido soldado rubio con ojos azules en su rostro redondo, sostiene una ametralladora PKM. Para asombro de Tarasov, no lleva armadura, sólo la camiseta de edición estándar con rayas azules y blancas y una bandana verde. Este tipo debe ser un bastardo duro o un completo desquiciado, piensa Tarasov. “¿Gorrión Dos?”grita. “¿Mayor?” pregunta uno de los soldados con incredulidad. Tarasov asiente con la cabeza y los dos soldados lo sacan de la anomalía con rapidez. Durante un momento, la alegría de Tarasov por haber hallado el escuadrón perdido lo hizo olvidarse de sus piernas terriblemente quemadas. “Gracias a ese maldito mutante,” se queja, “¡Me persiguió directo a sus brazos!”

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“Estamos felices de verlo también, señor,” dice el metrallero. “¿Dónde están los otros?” “Soy solo yo. Dénme un botiquín y vendas… Me arden las piernas. Oh mierda, duele como el diablo.” Con rápidas manos bien entrenadas, el soldado corta los harapos quemados del pantalón de Tarasov y le vuelca agua de su cantimplora por encima de las heridas. “Por fortuna para nosotros, nuestro médico sobrevivió,” le dice el soldado mientras le aplica antisépticos y fija una venda de silicona. “Él se encargará del resto. Esto servirá hasta que regresemos al helicóptero.” “Díganme qué les sucedió a ustedes, mientras termino de aplicármela.” “Sí, mayor,”dice el metrallero. “Nos dieron… Con lo que sea, porque no hubo proyectil alguno. De repente todos los sistemas eléctricos se murieron, al menos casi todos, aunque el piloto se las arregló para mantener el helicóptero en el aire por unos minutos. Tuvimos una increíble suerte de no golpear contra las montañas, pero entonces se murió el motor, el helicóptero empezó a dar vueltas y aterrizamos de golpe en este bosque. Ocho de nosotros sobrevivimos, con los otros tres muy malheridos.” “¿Quién está al mando ahora?” “El sargento mayor Zlenko. Probablemente fue él quien nos salvó la vida, porque apenas despegamos, nos ordenó que nos pusiéramos los trajes blindados.” “Esa fue una sabia decisión. ¿Y dónde está su traje Berill, soldado?” “Emmm… Tuve un serio caso de rozadura por la armadura y tuve que quitármela. Es por mi tamaño… ¡Incluso la más grande es pequeña para mí, señor!” El mayor decide no criticarlo por el momento, aunque sospecha que el metrallero ha usado la rozadura como excusa para ostentar los muchos tatuajes en sus brazos robustos. Ya lo tengo: un completo desquiciado, piensa Tarasov. “¿Qué sucedió con el otro escuadrón, señor?” 118

Mirando el suelo, Tarasov sacude la cabeza. “¿Ni siquiera Zotkin?” pregunta el soldado con el botiquín. “Ni siquiera él.” “¿Cómo sobrevivió usted?” “Llevaba mi exoesqueleto, ¿recuerdan? Me salvó la vida, pero quedó destruido. Espero que tengan una armadura de repuesto.” “Tenemos, señor. En realidad, tenemos muchos trajes de repuesto.” “Ayúdenme y regresemos a su helicóptero. Puedo contar con que establecieron un perímetro de defensa, ¿cierto?” “Ciertamente, señor,” dice el metrallero a la vez que corta dos ramas de los árboles con su cuchillo de campaña. “Pero tenemos esta mierda por todos lados alrededor de nosotros. Nada la atraviesa, pero a cambio, nosotros tampoco podemos dejar el perímetro. Siéntese en esto, señor. Kamensky, sostén las ramas del otro extremo, ¿de acuerdo?” Tarasov odia la idea de llegar al sitio del siniestro como un inválido, pero cuando intenta ponerse de pie se da cuenta de que es uno. Maldiciendo, deja a regañadientes que los dos soldados lo lleven. “No se preocupe, señor,” dice el metrallero parlanchín. “Conservar lavida aquí de por sí ya fue una proeza. Todos los chicos estarán de acuerdo con ello. No tiene nada de malo ser llevado unos pocos metros. Además, es mejor tener un poco de piel quemada que su cabeza arrancada por esa… Cosa. ¿No está de acuerdo, mayor?” Tarasov frunce el ceño, el rostro aún contraído por el dolor. “¿Cuál es su nombre, soldado?” “Soldado raso Ilchenko, señor. Los amigos me llaman Ilch. Y ése a su izquierda es el soldado raso Kamensky.” “Bien. Y ahora, soldado Ilchenko: ¡Cierre la boca! Habla más que un vendedor.” “Como ordene, señor,” sonríe el soldado. “Es bueno tener un oficial nuevamente por aquí,” susurra Kamensky, lanzándole a Ilchenko una sonrisa de regocijo. 119

Los dos soldados llegan al sitio del siniestro tan orgullosamente como si llevaran una presa grande y noble. Sus camaradas, en su mayoría con brazos y cabezas envueltos en vendas sanguinolentas, se alegran cuando ven que llevan a su comandante. Ilchenko les dice lo que sucedió en voz muy alta a todos. A Tarasov no le importa: al menos no es él quien tiene que decirles a sus camaradas acerca del escuadrón perdido. Para él, es la primera oportunidad desde el siniestro en la que piensa que quizá la misión no sea un fracaso. Sin embargo, su alivio se ve ensombrecido al ver cuatro cadáveres cubiertos con lonas impermeables. De no haber sido por su imprudente decisión de cambiar la dirección de vuelo, esos hombres seguirían con vida. O quizás aun así hubieran muerto pero en una emboscada o un combate aéreo, algo que ofreciera una muerte más digna. Aún con sus difíciles pérdidas, los sobrevivientes han mantenido la cohesión como unidad, pues establecieron un pequeño perímetro alrededor del helicóptero dañado con el lanzagranadas del escuadrón posicionado para cubrir el área desde donde comienza el bosque. También han erigido una pequeña tienda donde el médico, un soldado muy joven y con rostro astuto, atiende a los heridos. “Libélula Dos llevaba catorce hombres, incluyendo a los pilotos,” reporta el sargento mayor. Lleva una venda empapada de sangre alrededor de su cabeza. “Perdimos dos soldados y los pilotos en el accidente. Ahora contamos con cuatro gravemente heridos y cuatro hombres aptos para el combate. Lo cual significa que aún pueden disparar sus armas, pero…” “Gracias, sargento Zlenko,” Tarasov responde mientras el médico trata las heridas de sus piernas. “¿Tiene comunicación?“ “Me temo que la radio está destrozada, señor.” “¿Qué tienen que aún funcione?” “Como nuestro helicóptero llevaba todo el equipo, tenemos suficiente munición, comida y suministros médicos para durar 120

un tiempo. Lo único que no tenemos es una manera de salir de este agujero infernal.” “Nos preocuparemos de eso luego. ¿Por qué no lleva el exoesqueleto que se le asignó?” “Con su debido respeto, señor, sé que el equipo es bueno y todo eso, pero no me gusta.¿Quiere que le entregue uno?” Tarasov mira hacia el bosque donde la oscuridad crece como una espesa niebla negra. Intentar una incursión nocturna hacia el desierto desconocido sería imprudente, incluso con fuerzas completas. Con la mitad de los sobrevivientes apenas capaces de caminar, incluyéndose a sí mismo, sería un completo suicidio. Él también necesita encontrar un modo de atravesar el campo de anomalías. “No” responde por fin. “¿Pueden los heridos ponerse de pie? Deje que dos heridos a su elección se pongan los exos. Eso debería hacer que les resulte más fácil caminar. Mañana, nos desplazamos al amanecer.” “¿Hacia dónde, señor?” “Bagram. No tiene sentido establecer una base de operaciones con la mitad de los hombres caídos. Bagram no debería estar demasiado lejos.” “¿No hay misión de rescate, entonces?” “Parece que tendremos que ponernos de pie o morir aquí. Pero no antes de recoger a esos científicos.” “¿Podremos pasar a través de esos… Incineradores?” “El previo de la misión decía que antes, ustedes realizaron misiones de resguardo de paz con la 13va Aerotransportada.” “Eso es correcto, señor.” “Por supuesto, esto significa que ninguno de ustedes ha sido enviado alguna vez a la Zona de Exclusión en las cercanías de la Central Nuclear de Chernóbil.” Tarasov suspira. Hubiera sido un enorme milagro si hubieran estado, piensa. Ni siquiera sé por qué me molesté en preguntar. “Muy bien, escuchen con atención. Necesitaré explicarles algunas cosas….”

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Tarasov les explica lo básico acerca de los mutantes y las anomalías a los sobrevivientes, con sus más recientes experiencias con los chacales, la serpiente y el oso como añadidura. Mientras habla, el bosque que los rodea parece comenzar a cobrar vida. Gruñidos, quejidos, rugidosy aullidos penetran las tinieblas, causando que los soldados se miren unos a otros. “Hagan una fogata,” Tarasov les ordena, “y prepárense para otra larga noche. A esta hora, mañana, podremos descansar en Bagram.” “¿Está seguro que el fuego mantendrá alejadas a estas bestias?” inquiere el médico. El miedo asoma en sus ojos detrás de sus delgadas gafas. “No.” “Pero y entonces… ¿Por qué?” “Porque es acogedor.” “Lobov está en lo cierto, señor,” interviene el sargento. “¿Qué sucedería si la ven los enemigos?” “Los enemigos por los que deberíamos preocuparnos no necesitan una fogata para vernos.” “Si usted lo dice, mayor… Iré a ocuparme de ese fuego.” Tarasov asiente y se reclina contra los restos del helicóptero para descansar su cuerpo adolorido. Pronto, una fogata esparce sus rayos relajantes por el perímetro. Sus llamas cálidas, junto a la charla en voz baja de los soldados, le recuerdan a las noches en laZona. Esa familiaridad le calma los nervios; se siente a salvo finalmente, pero aún no deja su AKSU fuera de alcance. Un soldado se acerca y le ofrece un trozo de pan. Aún está fresco y debe ser de las raciones de Termez. Tarasov lo acepta con gusto. Su estómago gruñe casi tan alto como los rugidos de los mutantes en la noche tenebrosa.

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Planicies de Shamali, 22 de septiembre de 2014, 07:10:15 AFT El amanecer trae la lluvia, que convierte el suelo del bosque, ya lodoso, en una verdadera ciénaga. Tarasov le ordena al escuadrón que se movilice cuando despunte la primera luz, o mejor dicho, de acuerdo a su reloj: cuando la primera luz debía haber aparecido. Observa la columna de soldados empapados moviéndose con lentitud, todos ellos llevando cuanto equipamiento extra del estrellado Mi-8 como puedan soportar. El sudor y la lluvia se mezclan en su rostro mientras avanza, con los ojos en Ilchenko, que camina por delante de él. Como un soldado gris bajo la cortina de lluvia, el sargento Zlenko los sigue en la cola de la columna. Como el barro se le pega en las botas y hace que cada paso sea más difícil para sus piernas lastimadas, Tarasov se siente conforme con el ritmo lento de la caminata. No es sólo la fuerte lluvia lo que los retrasa. Cuando Tarasov intenta encontrar un camino a través del campo de anomalías que rodea el lugar del siniestro, hace un descubrimiento desagradable: a diferencia de la Zona, donde las anomalías más o menos se mantienen en un mismo sitio, sus equivalente sureñas se desplazan, dificultando transitar a través de ellas. Es como caminar por un campo minado en el cual las minas cambian de posición, haciendo que Tarasov se dé nuevamente cuenta de que, sin importar su semejanza con la vieja Zona, éste es un lugar más malévolo donde debe aprender las maneras locales como si una vez más fuera un novato. Luego de enterrar a los caídos por la mañana, la tarea de Tarasov ha sido tener que cambiar su destrozado AKSU por un rifle AKM-S con una mira adosada. También se ha deshecho del raído traje del piloto a cambio de un traje Berill5M con armadura. Los trajes Berill eran equipo estándar para los paracaidistas y, con casi la mitad de bajas, ha habido más que suficientes trajes y armas para escoger. Le ha ordenado a los soldados llevar cuantas armas y suministros pudieran 123

cargar y ha volado los restos del helicóptero antes de irse. Una vez que el médico lo llenó de calmantes para que pueda ponerse de pie de nuevo, ha sido capaz de caminar y dirigir al escuadrón, aunque con una cojera notable. Mientras se pone de pie y observa a los soldados pasando, el sargento regresa a su lado. “¿Permiso para hablarle libremente, kommandir?” “Si tienes algo que decir, dilo.” “Señor… Tal vez no sea tan vergonzoso abandonar la misión, dadas nuestras condiciones.” Tarasov mira al soldado con una tremenda herida en el brazo. Había visto al médico cambiándole las vendas esa mañana, pero puede ver la sangre manando nuevamente. Otro soldado lleva un exoesqueleto: sus motores kinéticos le facilitan la caminata, pero aún debe ser asistido por uno de sus camaradas. Otros dos soldados llevan a un tercero sobre una camilla. No, piensa el mayor, no sería vergonzoso abandonar la misión. Para él, sería mucho más que eso. Sería una deshonra y lo llevaría a una corte marcial en la que, con Kuznetsov a cargo, no sólo significaría el final de su carrera militar sino muchos años en prisión, todo por un error. Aún así, lo hubiera soportado si sus hombres lo necesitaran. Sin embargo, en la Zona se había acostumbrado a tener éxito en las misiones a pesar de los pronósticos, y estos soldados parecían duros y resistentes. Había más, ya que los recientes sucesos habían dejado un amargo sabor: él, que había alcanzado el rango de mayor y comandante militar Stalker de la Zona, había sido forzado a huir de un mutante y también fue llevado en camilla por dos soldados hacia el lugar del siniestro como un novato indefenso. Tal vez su orgullo sea lo que está más profundamente herido que sus piernas y lo que sea que haya sucedido, debía demostrarle a su nuevo escuadrón que no había sido puesto a cargo por nada. Frunce el entrecejo mientras mira a los ojos de su segundo al mando.“Honestamente, sargento, desde el mismo comienzo 124

esta misión, con soporte aéreo de cerca y dos buenos escuadrones en acción, parecía demasiado buena para ser verdad.” Zlenko no responde, pero le sostiene la mirada a Tarasov, a la expectativa. “Si logramos llegar a Bagram, podremos curar apropiadamente a los heridos. Podemos esperar algunos días hasta que recobren la fuerza suficiente e incluso, tal vez, contactar con Whisky para obtener nuevas instrucciones. Entonces, continuaremos nuestra misión. Después de todo, estamos aquí para encontrar esos científicos, sargento, no para conquistar este condenado lugar.” “¿De modo que continuaremos?” A Tarasov le gusta la actitud del sargento. De haber preguntado si él, Tarasov, quería seguir, hubiera significado que no lo aprobaba. Pero no conocía lo suficientemente bien a los hombres. El sargento puede estar listo para seguir órdenes pero, por ahora, su sentido del deber es menos importante que la condición en la que están sus soldados. “Sargento Zlenko… ¿Cuál es su nombre de pila?” “Viktor, señor.” “Bien, Viktor, si doy la orden de continuar, ¿están conmigo los hombres? ¿Lo está usted?” “Señor… Cuando descendimos en este agujero del infierno con todas esas anomalías, como usted las denomina, a nuestro alrededor, lo único que esperábamos era una misión de rescate. Pero su aparición nos levantó la moral. Ahora piensan que si usted lo pudo lograr solo, ellos también lo pueden lograr juntos.” “¿Y qué piensa usted?” “Pienso lo mismo.” “Bueno,” Tarasov responde concisamente, “entonces será mejor que vuelva a la parte de atrás. Asegúrese que nadie se salga.” “Tak tochno, señor.”

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“Una cosa más. Tenga en mente que los Stalkers serán neutrales hacia nosotros, con suerte. Si nos los encontramos, no debemos provocar ninguna acción hostil.” “Sí, señor. Pasaré la orden de no disparar primero. ¿Y si nos atacan?” “Los aplastamos.” Con una sonrisa de satisfacción en su rostro delgado, Zlenko se apresura a llegar a los soldados. Tarasov bebe un sorbo de su cantimplora y lo sigue. Ya puede escuchar a Zlenko traduciendo sus órdenes en una jerga que los soldados pueden comprender: “Siga moviendo esa camilla, Bondarchuck, aún no tenemos tiempo para descansar… Ilchenko, ¡continúa moviendo tu culo gordinflón! ¡Los dedos fuera del gatillo hasta que nos disparen!”

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Corazones y mentes Planicies de Shamali, 09:22:06 AFT Durante su avance, la columna en ocasiones pasa por granjas arruinadas y restos de vehículos, pero llega pronto al lecho del río. Tarasov decide permitirles un breve descanso antes de continuar al sur. La lluvia se ha detenido y con la aparición del Sol, el suelo de la ciénaga parece humear en el calor repentino. Las moscas zumban alrededor del rostro sudoroso de Tarasov. Quitándose su pesada mochila, estira sus hombros y está a punto de alcanzar su cantimplora cuando escucha el disparo de un rifle. Inmediatamente ordena a sus soldados ponerse a cubierto y con Zlenko a su lado, trepa a una roca para tener una mejor visual. “Mire,” susurra alcanzándole los binoculares al sargento. “Stalkers.” “Y a como veo, pronto serán Stalkers muertos.” No muy lejos de ellos, cuatro Stalkers están luchando con dos osos gigantes, similares al que persiguió a Tarasov el día anterior. Sin embargo, aquí los mutantes llevan la ventaja. Los Stalkers tratan con desesperación de trepar el acantilado a un lado del lecho del río. Uno de ellos, obviamente herido desde antes, tropieza y cae. Tarasov hace una mueca con los labios mientras observa como el mutante comienza a despedazar al desafortunado Stalker. “¿Deberíamos intervenir, señor?” “Es momento de ganarnos la buena voluntad de algún Stalker. Aunque están demasiado lejos para el alcance de nuestros AKS… Traigan al francotirador y a Ilchenko con el PKM.” “Como ordene, señor. Oye, Ilchenko, ¡arrastra ese culo hasta aquí! Kravchuk, ¿dónde estás cuando te necesito?” Los soldados llegan con prisa. Tarasov señala hacia la lucha. 127

“¿Ven esos mutantes? Mátenlos.” “¡Con gusto, señor!” Tarasov ahora le perdona al metrallero su locuacidad. Haciendo el mejor uso posible de su aventajada posición boca abajo, Ilchenko despliega su impresionante puntería con esta arma, de otro modo, inexacta, mientras que el francotirador se une a la carnicería con el Dragunov. El sargento observa la escena a través de sus binoculares. “Kravchuk, maldita sea, ¿no puedes darle a ese condenado mutante desde trescientos metros? ¡Es más grande que el culo de tu tía, maldita sea!” El joven francotirador observa a Tarasov con el rabillo del ojo, con la cara enrojecida por la vergüenza. “Con razón, soldado,” Tarasov dice dándose vuelta hacia el francotirador. “Si sigue mirándome, nunca les dará.” Pero ya no es necesario que el francotirador continúe disparando. Los dos mutantes yacen inmóviles al otro lado del lecho del río. “¿Soy bueno, o no?” Ilchenko sopla el humo del cañón de su ametralladora de manera histriónica, como si fuera el cowboy de un western barato, y sonríe, complacido consigo mismo. Tarasov no lo culpa. Para dos de los Stalkers su intervención llegó demasiado tarde, pero los dos restantes parecen ilesos. “Obtengamos nuestra recompensa,” Tarasov dice animado mientras baja de un salto de la roca. Sin embargo, ni bien aterriza en el suelo, una bala pasa silbando cerca de su cabeza. Se arroja al suelo, boca abajo, y grita “¡No disparen!” Su voz se pierde en el ruido mientras su escuadrón abre fuego. Temiendo lo peor, Tarasov mira hacia arriba… Y se da cuenta de que los Stalkers no le dispararon a él y su escuadrón no está luchando con los Stalkers. “¡Hostiles!” grita Zlenko. “¡Emboscada cerca, a las nueve!” El mayor pronto se da cuenta que sería poco inteligente volver a trepar y por lo tanto ofrecer un blanco claro para

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quien quiera que sea que esté disparando desde las sombras. Con un ruido sordo, Kravchuk aterriza a su lado. “¿Quién demonios le ordenó que baje de su posición?” Le grita Tarasov. “No tenía una visual del enemigo desde ahí, señor, y pensé que necesitaría algo de refuerzo.” “Escuche,” ruge Tarasov en medio del tiroteo, “no podemos volver a trepar sin que nos disparen. ¿Ve esa pendiente de allí? Corramos hacia ella.” Luego le grita al sargento, “¡Zlenko!” “¡Aquí, señor!” “¡Mantenga esta posición! Exactamente en dos minutos, ¡fuego de supresión con todo lo que tenga! ¡Kravchuk, movámonos ahora!” Se precipitan hacia la pendiente, aproximadamente a una distancia de cincuenta metros. Cuando la alcanza, Tarasov le hace una seña al soldado para que se agache. Desplazándose silenciosamente hacia los árboles, Tarasov avanza unos cien metros antes de dirigirse hacia el norte. En ese momento, se desata el infierno cuando el escuadrón despliega el fuego de supresión. “Cubra nuestra izquierda,” le ladra Tarasov al francotirador y avanza moviéndose rápidamente de árbol en árbol. No pasa mucho tiempo hasta que divisa al enemigo: alrededor de doce hombres con rifles AK, todos buscando ponerse a cubierto de la lluvia de balas de los paracaidistas. Para su alivio, sus oponentes no son los comandos bien entrenados del día anterior. Y, a jugar por los chalecos con blindaje liviano que llevan sobre las túnicas de lino, deben ser suicidas o están muy bien adaptados al ambiente… Quizás ambos. “¡Kravchuck! ¡Aquí vamos!” Sus enemigos claramente no esperaban un ataque por el flanco y muchos caen antes de ver al par de soldados o escuchar sus disparos. Uno, sin embargo, mejor armado que el 129

resto, emite un terrible grito y se precipita hacia Tarasov, disparando su ametralladora liviana desde la cadera. Tarasov se mantiene en calma y apunta su rifle, sólo para escuchar un débil clack de su arma vacía cuando tira del gatillo. Temporalmente desarmado y maldiciéndose por esa equivocación, el mayor se arroja al suelo. Su agresor está tan cerca que sus balas encontrarán blanco incluso disparadas desde la cadera. Mientras gira hacia un lado, soltando y cambiando el cargador, las balas enemigas arrojan tierra del suelo, pero le erra por un pelo. Aún rodando en el barro, Tarasov coloca bien el cargador y martilla el arma, a sabiendas de que puede que sea tarde pero con la esperanza de que su traje Berill lo salve de lo peor. De repente, la cabeza del tirador hostil cae hacia atrás, su cráneo salpica hueso y sangre. Cuando mira hacia arriba, Tarasov ve al francotirador arrodillado sobre él, el Dragunov sobre su hombro y su pistola Fort todavía apuntando. “Gracias, Kravchuck,” Tarasov dice cuando se pone de pie. Repentinamente, un ¡hurra! como en movimiento le golpea los oídos desde la dirección de su escuadrón. “No dispare,” le dice al francotirador. “Aquel… ¡Zlenko ha ordenado cargar a bayoneta!” Tarasov casi dijo: aquel idiota, y piensa, ¿Cómo alguien puede ordenar cargar a bayoneta con cuatro hombres? Pero para ese momento, él puede ver que los paracaidistas se le aproximan, disparando sus rifles desde la cadera y acabando con los pocos hostiles que aún restan. Sus rostros están llenos de emoción. El más rápido alcanza un enemigo que huía y lo apuñala con un grito triunfante. Reconoce al soldado victorioso como Kamensky. “No disparen,” les grita a los paracaidistas. “¡Vamos a salir!” Aún no está seguro de si debe reprender a Zlenko frente a las tropas o si debe tener una charla muy seria con él después. Tarasov camina hacia el sargento. “No puedo creer lo que acabo de ver, sargento.” 130

“Somos dos, señor. ¡El truco del flanco que usted hizo fue brillante!” “Lo sé.” Tarasov corta sus palabras y respira profundamente antes de continuar, pero Zlenko, con la adrenalina a tope, continúa hablando. “Mayor, cuando miré a esos bastardos corriendo dejé que los hombres corrieran por su propia voluntad. Había algo en ellos que debía soltarse… Me disculpo si hice algo incorrecto.” Tarasov mira a los enemigos muertos y a los soldados revisando los cuerpos. Están tan exaltados como si hubieran ganado la batalla de sus vidas. Para suerte del sargento, todos parecen ilesos. Tarasov mira profundamente a los ojos marrones de Zlenko. “¿Cuántos años tiene, Viktor?” “Veinticinco, señor.” “¿En cuántas batallas verdaderas ha estado?” “Ninguna, señor. Ésta fue la primera.” Tarasov suspira. Sabe que debe reprender a Zlenko por su imprudente ataque. Después de todo, él, Tarasov, sabe muy bien cuán desastroso puede resultar actuar sin pensar. Pero entonces, le viene a la mente lo difícil que resulta el entusiasmo para un escuadrón de soldados muertos de hambre y heridos, puestos a valerse por sí mismos en un terreno lejos de casa con peligros que quizás apenas conozcan. “Siéntase orgulloso de sí mismo. Hay muchos generales que nunca han tenido la oportunidad de ordenar una carga de bayoneta.” Zlenko es lo suficientemente listo como para comprender que ha cometido un error. “¿Considere que corrí un riesgo innecesario, señor?” pregunta ansiosamente. Tarasov le ofrece una sonrisa siniestra. “Siga así, Viktor… Pero la próxima vez que dé una orden así sin mi permiso, le partiré las nalgas con tanta rapidez que podrá gritar ¡coloquen sus bayonetas! por el agujero del culo. ¿Está claro?” “Sí, señor. Me disculpo.”

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“No lo haga. Después de todo fue una decisión correcta. Ahora vaya y revise los cuerpos para ver si tienen algo útil. Yo me encontraré con esos Stalkers antes de que se vayan.” “¡Como ordene, señor!” El saludo del Sargento Zlenko está tan perfectamente desplegado como si se tratara de un desfile. Tarasov lo devuelve y se apresura hacia el lecho del río. Luego de unos pocos pasos, desacelera la marcha, cuando llega donde los dos Stalkers que aún quedan con vida salen del bosque con sus armas desenfundadas. Uno de ellos lleva un traje de Stalker común y mantiene al hombro su subfusil MP-5. El otro parece encarnar la inexperiencia con su chaqueta acolchada con Kevlar y ni siquiera su escopeta recortada lo hace parecer impresionante. “Gracias por ayudarnos, hermano,” dice el novato a modo de saludo. “Queríamos ayudarlos a lidiar con los zombis, pero… ¡Oh no! ¡Ustedes son unos jodidos boyevoychiks!” Levanta su escopeta pero el otro Stalker le baja el arma de un empujón. “¡Cállate, Danya, que nos acaban de salvar el pellejo!” Dándose vuelta hacia Tarasov, continúa con un tono de voz agradecido. “Eran los últimos que esperábamos aquí… Militares o no, ¡no nos olvidaremos de su ayuda en mucho tiempo! ¡Pasen por nuestra base y les mostraremos nuestra gratitud!” Tarasov sonríe y mira a los Stalkers. “¿Por qué no ahora?” El Stalker de aspecto más listo le devuelve la sonrisa. “Bueno, les podríamos ofrecer munición de MP5 o una lata de carne, quizás un botiquín medio vacío, pero…” “Guárdenselos.” “… Pero pensé que esto les podría llegar a agradar más.” Revuelve en su alforja y le ofrece un pequeño artefacto a Tarasov. “Se llama Esmeralda. Te mantiene corriendo un rato cuando ya te quedaste sin respiración, sin emisión radioactiva

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con la cual tu armadura no pueda lidiar. Por favor, acéptalo como muestra de mi agradecimiento.” “Si insistes.” Satisfecho, Tarasov toma el artefacto que parece una piedrita insignificante con un centro verde claro. El que lo nombró ‘Esmeralda’ debe haber tenido una imaginación vívida, pero cuando la desliza dentro del contenedor de artefactos de su cinturón siente como si el feo guijarro hubiera succionado toda la fatiga de sus miembros. “Espero que aún no se hayan agotado las reservas de tu gratitud. Nos dirigíamos hacia Bagram. ¿Podrías llevarnos allí?” Al ver el asombro de los Stalkers, intenta relajarlos. “No causaremos ningún problema. Nuestro helicóptero se averió y necesitamos un lugar seguro donde podamos reponernos. Nos iremos en dos o tres días. Lo prometo.” Los Stalkers se miran el uno al otro. “En realidad no depende de nosotros,” dice el Stalker novato, “dependerá del capitán Bone que ustedes se queden.” “Puede ser, pero debemos llegar allí primero para que pueda decidirlo.” El Stalker que le dio el artefacto observa a Tarasov y a los soldados adustos y abatidos que se acercan a su espalda. “Es su día de suerte. Soy un guía, y uno muy bueno, de hecho. Puedo llevarlos allí tan directo como vuela un cuervo, evadiendo a los zombis y toda esa mierda,” dice lamiéndose los labios. “Nuestra redada está finalizada de todos modos, con Misha y Vitka muertos.” Estaba dirigiendo sus últimas palabras, más a su amigo Stalker, que a Tarasov. Pero su compañero se resiste. “¿Te has vuelto loco, Squirrel? ¿Guiar a los militares hacia Bagram? ¿Gratis? ¡Me cobraste ochocientos rublos por el viaje hacia Puerta del Infierno!” “Mira, Danya; primero, tú no salvaste mi vida. Segundo, nos están apuntando una docena de armas lo cual los deja en una muy buena posición para regatear. ¿Por qué no ser amigables con ellos? ¡Cálmate, viejo!” 133

“Tengo un mal presentimiento sobre esto. ¡Se me revuelve el estómago de solo pensar en involucrarme en asuntos del ejército!” “Pídele a Lobov que te ayude con la náusea,” Tarasov mueve el dedo en dirección al médico. “Y no te preocupes por guiarnos. Tú sólo nos ayudarás a llevar las camillas.” Entonces el mayor recuerda las palabras de Degtyarev acerca de hacer amigos en el camino. Le palmea la espalda al novato. “Está bien,” le dice con una amplia sonrisa. “Estamos aquí para protegerlos de este lugar, no al lugar de ustedes.” El Stalker le devuelve su mirada amigable con expresión ceñuda. “Maldito boyevoychik… Tienes la sonrisa de un chacal. Preferiría que me gritaras.” Pero Tarasov no tiene que cumplir su deseo ya que el joven Stalker, de mala gana, se coloca en la línea. Con él dándole una mano a los que llevaban la camilla, prosiguen mucho más rápidamente a través de los caminos apenas pisados y los atajos a través del bosque. Quizá porque la intensa lucha los asustó o porque son menos activos durante el día, ningún mutante los persigue. PeroTarasov aún sigue preocupado por el enemigo que los emboscó. “¿Has dicho que eran zombis?” le pregunta al guía que marcha detrás de él. “Nah, es sólo una manera de decir. Los llamo zombis porque no tienen cerebro. Imagina que estás disfrutando del paisaje en paz o buscando artefactos, y ellos se te aparecen de la nada, gritando allaaaaah y todo eso. Uno sólo los puede callar con balas.” “¿Entonces, son los talibanes?” “Llámalos como quieras… Nosotros simplemente los llamamos dushmans, por los viejos tiempos, si sabes lo que quiero decir.” “Lo sé,” Tarasov mueve la cabeza. “La palabra pashtu para enemigos. Como en la guerra soviética.”

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“Exactamente. Pero, para nosotros, son sólo otra clase de mutante. Y parecen mutantes también. ¿Los has mirado a la cara?” Tarasov mueve la cabeza. Algunos de los cadáveres se ven como si se les hubiera quemado la carne. “Todos se ven como si tuvieran un severo caso de enfermedad por radiación. No me sorprende, con los pijamas que usaban como armadura.” “Buena observación, viejo. No valoran sus propias vidas demasiado. El problema es, que tampoco le dan valor a nuestras vidas.” “¿Hay muchos de ellos por aquí?” “Nunca se sabe… Su guarida parece estar en alguna parte al sur, por el camino que lleva hacia Kabul.” “¿De modo que Kabul aún existe?” “Por decirlo de algún modo. Verás, en vez de Kabul debería haber dicho Kabún, porque eso es lo que sucedió allí. De todos modos, a veces logran llegar a Bagram pero tenemos una avanzadilla para mantener un ojo en el camino. Es un lugar divertido.” “¿Por qué?” “Bueno, el capitán Bone es un idiota, pero valora la disciplina. Si un Stalker es atrapado robando o algo así, lo envían a la avanzadilla unos días. Si sobrevive, puede regresar y quedarse con nosotros. Si no… Qué bueno haberse deshecho de él.” “Este capitán Bone… Oí que es de Deber.” “No lo sé, tal vez lo fue. Pero con todos los sujetos qque fueron de Libertad por todos lados, no va a convertir el lugar en unas barracas. ¡De ninguna manera conseguirá que hagamos ejercicios matutinos, viejo!” “¿Por qué hay tantos de Libertad allí?” El Stalker se ríe. “Bhango, viejo.” “¿Qué es eso?” “Trata de pensar. ¿Cuál ha sido siempre el placer afgano?” “Hierba y opio, o eso escuché.”

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“Eres muy, pero que muy listo para ser un boyevoychik. Ahora, dime: ¿qué le pasó a las plantas de la Zona luego del accidente de la Central Nuclear?” “Poliploidía: algunas plantas crecieron en proporciones increíbles.” “¿Y todavía no lo captas? Oh, muchachos, ustedes se han perdido toda la diversión de esta vida…” A pesar del dolor en sus labios quebradizos, Tarasov tiene que sonreír apenas se imagina a todos los soldados drogadictos de Libertad acudiendo a Afganistán para fumar hierba hecha con brotes de marihuana del tamaño de un puño. “Ahora entiendes lo que quiero decir, viejo. Prueba en Bagram porque necesitas colocarte. ¡Estás pálido como un vampiro!” “No, gracias. Sabes, en el ejército nos apegamos al bumbum,” responde Tarasov. A continuación añade una explicación cuando el Stalker lo mira con curiosidad. “Tomas líquido para frenos, le agregas algunas pasas y azúcar, luego lo dejas fermentar al sol un par de días. Te mantiene bien despierto.” “Eso explica por qué no hay vehículos que se puedan utilizar en la Zona... ¡Oye, espera un momento! ¿Adónde vas? ¡Necesitaré agregar esa receta a mi PDA!” Tarasov, que estaba a punto de echar una mirada a la parte de atrás de la columna, se vuelve hacia el guía. “Escucha, luego de que tus camaradas murieron, ¿supongo que les quitaron todas las pertenencias?” Squirrel se desentiende de la pregunta con un movimiento de hombros. “Una vez muerto, un Stalker ya no necesita su kit, ¿no es así?” “Podría usar sus PDAs.” “Difícil, viejo” Squirrel responde rascándose la cabeza. “Difícil. Ashot paga muy buen dinero por las PDAs usadas. Siempre las piden los novatos.”

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“Dame una a mí y otra al sargento Zlenko. Dile que te provea con uno de nuestros rifles y unos pocos cargadores a cambio.” “¡Eso es un robo, viejo!” “No. Es caridad. Piensa en esto: tu obtienes una Kalash sin usar, a cambio de dos apestosas PDAs.” El guía suspira y le echa una mirada a su subfusil destrozado. “En realidad, no me importaría un arma con más fuerza… Está bien.” Squirrel extrae los dispositivos de un compartimento de su chaleco de munición. “¿Cuál quieres?” Al encender los dispositivos, Tarasov se da cuenta que todos los datos han sido borrados de la unidad de memoria. Pudo haber sido hecho por respeto a la privacidad de un hombre muerto, pero el mayor en cambio sospecha que Squirrel quería guardarse la ubicación de cualquier escondite personal para sí mismo. Sin embargo, Tarasov sólo se interesa por el modo mapa. La PDA no es tan fuerte y sofisticada como su destruido dispositivo del ejército, pero el mapa digital parece lo suficientemente exacto. Para su sorpresa, no hay indicadores en la pantalla para mostrar la localización de los Stalkers amistosos y otras ubicaciones importantes. “No hay señal en un radio de más allá de diez kilómetros alrededor de Bagram,” le explica el guía. “Sólo Bone tiene un equipo que cubre toda el área. Él es el único que puede salir al mundo exterior también.” “¡Maldición!” “Estamos de acuerdo, viejo. Pero acerca de tu parte del trato, ¿dónde está ese sargento?” “Con sus ojos en nuestra retaguardia. Y cuando le des la PDA, no olvides decirle cómo usarla.” Al sur de las planicies de Shamali, 2014, 16:56:21 AFT Puede que Tarasov y su escuadrón hayan salvado a dos Stalkers de la muerte, pero cuando el sol comienza a ponerse más allá de las montañas con picos nevados, se admite a sí 137

mismo que, a cambio, salvaron a su escuadrón de perderse por completo en el bosque. El guía Stalker los ha conducido por por rutas en el desierto que sólo él conoce, hasta que aparecen por un camino lleno con restos de vehículos. Han dejado el bosque atrás y una ancha planicie con arena se abre delante de ellos. Anomalías Electro producen un ruido efervescente alrededor de las torres de servicios públicos arruinadas que semejan los esqueletos de acero de gigantes caídos, pero las superan con cierta cautela. Luego de otra caminata de media hora, al final aparece Bagram. O lo que queda de ella, murmura Tarasov. Las palabras de Degtyarev le vienen a la mente cuando revisa el lugar a través de los binoculares, ante el panorama de contenedores de acero dispersos por la masa de concreto y arena que alguna vez debe haber sido una pista de aterrizaje, los mástiles rotos de los que ninguna insignia vuela y los aviones y helicópteros saqueados. Algunos datan del tiempo de la guerra soviética, otros, fueron abandonados por los Aliados del oeste cuando ellos también dejaron el país. Todos semejan insectos gigantescos que sobrevivieron cada cataclismo imaginable para llegar a perecer hasta este condenado lugar. “Es una vista triste, mayor.” “No lo tenía por un hombre emotivo, Viktor,” responde Tarasov. “No es que vaya a soltar lágrimas. Pero… Imagínese, es 1986 y lo han reclutado al ejército en Kiev o Pripyat y luego desplegado aquí. Y entonces escucha las noticias de lo que sucedió en la Central Nuclear de Chernóbil. Y aún tiene que pelear esa mierda de guerra sin sentido sin saber qué sucedió con los suyos en casa.” “Ellos no lo sabían… Recuerde que Moscú trató de mantenerlo en secreto. La gente de Pripyat fue la última en enterarse. Esos bastardos ni siquiera les dijeron qué sucedía cuando la KGB ya estaba allí en las calles tomando las medidas de la radiación con trajes protectores. A la gente la 138

pusieron a mirar dibujos animados y conciertos de Alla Pugacheva. Alla Pugacheva, ¿entiende? Como si el desastre ya no hubiera sido suficiente. Pero aún hay más…” Tarasov señala con el dedo hacia una parte del tiradero donde sobresale la chatarra de helicópteros y aviones de manufactura soviética: “¿Ve esos despojos?” “Sí. Gospodi, parece como si hubiéramos dejado la mitad de nuestra fuerza aérea tirada aquí.” “Bagram era la base con nuestros mejores pilotos de helicóptero. Cuando sucedió lo de Chernóbil, los replegaron para que participaran en las maniobras de contención: extinguir de las llamas y arrojar toneladas de químicos que bloquearon la filtración de radiación del reactor… No había otros pilotos capaces de lograrlo. Y ellos despegaron desde este mismo punto donde nos encontramos. Es el sitio donde nuestros más grandes desastres se dan la mano: Chernóbil y la guerra de Afganistán.” El sargento frunce el entrecejo. “Honestamente, señor, a veces siento tristeza por la caída de URSS, nostalgia incluso. Pero ahora que veo todos estos desperdicios, comprendo su argumento. Estoy de acuerdo con lo de Pugacheva, señor,” añade. “Y estoy de acuerdo con lo de la URSS también.” Tarasov se sorprende con el cambio en la expresión del joven sargento. Su rostro delgado y atractivo se ha vuelto como un frío trozo de metal en un instante. “A la mierda con la URSS. A la mierda con sus malditas guerras.” El mayor ha visto a mucha gente cambiar en la Zona. Por lo general, ha sido por el terror que vuelve sus cabellos grises luego de una noche en los laboratorios subterráneos. A veces, la ira por un amigo caído es lo que causaba el cambio. Otras veces, codicia por hacerse cargo de un artefacto que se suponía que iba a convertirlo a uno en millonario. Pero jamás vio a nadie destrozando sus propias ilusiones tan palpablemente como este joven soldado frente a él, y

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dejándolo perdido, sin saber qué responder. Repentinamente, la fotografía viene a su mente: Yuriy y la pandilla. “Bien… Lo que sea que yace en el pasado, aquí vamos de nuevo,”responde, vacío de cualquier emoción. “Ésta es nuestra pequeña guerra ahora y en esta oportunidad no estamos aquí para perderla. ¿Cuál es el nombre del soldado que lleva el lanzagranadas?” “Vasilyev, señor.” “Déle una mano a Vasilyev. Apenas puede mantenerla en sus hombros.” Tarasov observa a Zlenko que aún está mirando a las ruinas. “Adelante… Sigamos en movimiento, hijo.” Planicies de Shamali, 17:20:15 AFT Entre los arbustos que nacen en las grietas del asfalto, donde los pesados aeroplanos aterrizadon alguna vez, y las filas de edificios en ruinas que parecen haberse expandido interminablemente a lo largo de lo que fue la pista, los Stalkers los conducen hacia un verdadero bastión erigido de los contenedores de acero para exportación, con bolsas de arena encima. Un contenedor tachonado de marcas de balas bloquea la entrada, la palabra MAERSK todavía visible en letras blancas despintadas. Un altavoz cruje desde adentro. “¡Stalkers! ¡Veteranos y novatos del lejano norte! Si ya estás harto de las tormentas de arena, los mutantes y los dushmans, ven al Antonov: ¡tenemos todos los alivios que la Nueva Zona pueda ofrecer!” La tentadora invitación viene de cerca. Tarasov traga en seco. Dos enormes cadenas suben desde el contenedor que bloquea el acceso a la entrada y desaparecen en agujeros en la muralla de acero de arriba. Un vigía emerge desde abajo de una sombría esterilla de camuflaje, a la vez que gira como quien no lo quiere una ametralladora hacia ellos. “¡Alto! ¿Quién va allí?” grita hacia abajo. 140

“¡Hey, Grisha! ¡Somos nosotros, Squirrel y Danya!” grita el guía sacudiendo su mano. “¡Trata de no dispararnos a nosotros, camarada!” “¿Y ese grupo de zombis medio muertos que estás remolcando?” “Emmm… Parecen militares, ¡pero sólo es un defecto de nacimiento! ¡Están bien, lo juro!” “¿Qué? ¿Trajiste militares aquí? ¿Estás jodidamente loco?” “¡Nos salvaron de dos osos! ¡Y luego nos deshicimos de un escuadrón de fenómenos juntos!” El guardia vacila. “Espera… Primero debo consultar a Bone,” responde y desaparece tras las bolsas de arena. “¡Stalkers! ¡Visiten el Antonov! ¡Vodka frío, bistec de ciervo y toda clase de brillantes armas nuevas los esperan! ¡Disfruten la comodidad del Antonov!” “Si menciona el vodka frío una vez más, haré un tremendo revuelo en este condenado lugar,” protesta Ilchenko. “Lo juro.” Tarasov tiene una sensación vertiginosa en las entrañas. En la Zona, hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograr que perdure una frágil coexistencia entre sus soldados y los Stalkers, y los militares siempre se habían entendido con los combatientes de Deber. Pero eso, podía haber sido en otro planeta. Aquí, anhela que los Stalkers no utilicen su ventaja actual para ajustar viejas cuentas. “¿Cree que nos dejarán entrar?” pregunta Zlenko con preocupación. “No los culparía si no nos dejan… No hace mucho que en la Zona teníamos órdenes de disparar a los Stalkers apenas los viéramos.” Nubes oscuras se juntan en el horizonte sur pero el Sol aún brilla, sin piedad, sobre los exhaustos soldados. Al final escuchan el encendido de un generador y el contenedor MAERSK es levantado por pesadas cadenas. Al abrirse la puerta, una docena de Stalkers avanzan desde el polvo que revolotea, todos ellos con pesadas armaduras y formados 141

alrededor de una figura revestida por un exoesqueleto. Sus rifles de asalto Groza de manufactura rusa apuntan a los soldados. Tarasov frunce el entrecejo. Veteranos de Deber. No tendríamos la más mínima oportunidad frente a ellos… No en estas condiciones. “Nada de tonterías muchachos,” les dice a sus soldados y levanta los brazos para demostrar sus intenciones pacíficas. “Miren ese grupo miserable de boyevoychiks,”dice el Stalker líder con una risa burlona. Luego se dirige a Tarasov. “¿Para qué demonios han venido aquí, caraculo?” ¿Caraculo? Tarasov está seguro de haber escuchado ese insulto antes, dicho con el mismo tono desdeñoso. Sin embargo, el visor del exoesqueleto oculta el rostro del líder y la voz, distorsionada por la máscara de gas, no le resulta reconocible. “Capitán Bone,”le responde, “aunque estemos en términos estrictamente neutrales, esperaba recibir una bienvenida un tanto más cálida de un oficial de Deber. Soy el mayor Tarasov de las Fuerzas Armadas de Ucrania, y estos son mis hombres. No tenemos intenciones hostiles y necesitamos de su ayuda.” “Pondría más pronto mi pinga en la boca de un Snork antes que ayudarlos.” Bone mira a sus hombres armados. “Esto no es la Zona y ya no estamos ligados a Deber o sus alianzas con los militares. Aquí somos nuestros propios amos y no queremos ninguna interferencia en nuestros asuntos.” “No estamos aquí para molestarlos a ustedes, Stalkers. Tenemos muchos heridos que necesitan asistencia médica. Déjenos descansar un día, entonces los dejaremos en pazy nunca más regresaremos.” “Aunque pagaras por ello, y no pareces ser alguien que pudiera, no tenemos suficientes recursos para curarlos. No son bienvenidos aquí. Vuelvan al desierto y que se los coman los chacales, me importa un bledo.” “¡Stalkers! Disfruten…”

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Tarasov considera sus opciones, menos que favorables, y está a punto de ordenarles a sus hombres que disparen contra el capitán arrogante y sus soldados, eligiendo morir la muerte de un soldado, cuando el mensaje que se repetía en los altavoces es interrumpido por una voz alegre. “¡Oye, capitán! ¿Por qué no los dejas pasar? Deben estar sedientos como un chupasangre sin cuellos por ahí. ¡Será bueno para mi negocio!” “Ashot, adicto deforme,” bufa Bone a través del intercomunicador, “no te entrometas en esto. Aquí estamos teniendo una charla de adultos.” Un soldado con un equipo de telecomunicaciones en la espalda llega corriendo hacia Bone y sostiene el altavoz hacia su comandante. “Es la avanzadilla, capitán.” Bone escucha el mensaje y le ordena a sus hombres que bajen las armas. “Ha llegado una solución. Tenemos algunos hombres ubicados hacia el sur. Están a punto de ser atacados por los dushmans. Lleva a tus hombres y ayúdalos a defender la posición. A los sobrevivientes se les permitirá quedarse en nuestra base.” El mayor le ofrece a Bone una sonrisa despectiva y le suelta una mirada helada a Zlenko, que está a punto de gritarle algo a modo de respuesta; su rostro arde de ira. “Comprendo que Deber necesita de nuestra ayuda profesional, pero con la mitad de mis hombres apenas en condiciones de caminar no les resultaremos muy útiles ahora. Oí que tienen un doctor en la base. Haga que cure a los heridos y tal vez les daremos una ventaja.” “Está sobreestimando su posición de regateo, mayor.” La arrogancia persiste aún en la voz de Bone, pero parece menos seguro de sus fundamentos. “Muy bien, he aquí el trato. Los heridos pueden quedarse. Aquellos que sean capaces de sostener un rifle, diríjanse a la colina 1865.” Tarasov quiere interrumpir pero Bone aún no ha terminado. “Por supuesto, dejarán esos exoesqueletos aquí, junto a la munición restante. 143

¡No demuestre tanto enojo, mayor!: ¡Está haciendo una valiosa contribución a la defensa futura de Bagram!” Tarasov se muerde los labios. Lo que acaba de oír es igual a una sentencia de muerte. Si alguna vez regreso a la Zona, lideraré una fuerza de ataque en contra de los cuarteles de Deber y los quemaré hasta los cimientos. Lo juro. “Bastardo. ¿Por qué no nos dispara justo aquí y ahora? ¡Una maldita gran victoria para usted, con la mitad de mis hombres heridos!” “Ah sí, ahora habla ese mayor arrogante. Para responderle apropiadamente: primero, ahorramos nuestra munición para los mutantes y los dushmans y no las gastamos en cucarachas como ustedes. Segundo, en realidad, estoy siendo generoso. Ustedes pueden sobrevivir en la avanzadilla después de todo… Sus chances son de cien a uno. ¡Vayan por ello!” “¡Hasta un descerebrado de Deber debería ver que no llegaríamos a tiempo allí!” “No tendrán que ir a pie,” responde Bone y se dirige a uno de sus soldados. “Cabo Glazunov, vaya y prepare uno de los camiones.” Apenas capaz de tragarse su propia ira, Tarasov se dirige al sargento. “Junte la mitad de la munición de los hombres. Logre alinear a aquellos capaces de pelear.” “Pero…” “Haga lo que se le ordena.” Los ojos de Tarasov destellan como un rayomientras observa al joven sargento. Y luego añade en una voz más indulgente: “No tenemos mucha elección aquí, hijo… Me ha estado preocupando que de un modo u otro, tendríamos que ganarnos los corazones y las mentes de los Stalkers. No se preocupe.” Zlenko lo mira con una combinación de ansiedad y confianza. “Es el corazón y la mente de ellos, pero nuestra sangre y nuestras entrañas… Haremos lo que se ordenó, señor.”

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“¿Y qué hay de mí y de Danya, capitán?”El Stalker ha estado siguiendo la conversación sin una sola palabra, pero ahora se oye genuinamente asustado. “Squirrel, tú y tu amigo han cometido un error al traer a estos bastardos a nuestra base. Ambos se unirán a sus nuevos amigos.” “¡Pero pertenecemos aquí! ¡No pueden hacernos esto!” Bone ignora los ruegos desesperados del guía. Un motor pesado se enciende detrás de la puerta y un enorme camión URAL aparece. Anchas placas de blindaje cubren el compartimento del conductor, un arma anti-aérea de doble cañón, manipulada por dos hombres de Bone, gira en la parte de atrás del vehículo al salir con lentitud a través de la entrada. “Los transportará a la avanzadilla… Y si tienen suerte, de regreso mañana por la mañana,” Bone se ríe. “Lo que suceda en el medio no es mi problema. Suban a ese camión y váyanse de mi base. ¡Muévanse! ¿Acaso son estatuas?” “Te volveré a ver, Bone.” “Olvídese de esa actitud, mayor. ¡Recuerde que sus heridos están conmigo ahora!” Subiéndose al camión, lo único en lo que Tarasov puede pensar es que si no ha cometido otro error al llegar a Bagram. Mis hombres están deshechos, no tengo contacto alguno con Termez o con Alexander… Estoy completamente solo ahora. ¿Qué demonios se supone que debo hacer? Aún pensando qué diferencia haría una noche más luchando, observa al desierto y las montañas áridas detrás. Todos sus soldados llevan extenuación escrito en el rostro, a excepción de Ilchenko, que está haciendo lo mejor que puede para limpiar su ametralladora, mientras el camión se zarandea a lo largo del camino con baches. Podrían estar peor, piensa Tarasov. Podrían estar pasando sus días en las ruinas olvidadas de la mano de Dios de un laboratorio subterráneo abandonado en Yantar, o atascados en una torre de vigía en los Pantanos sin municióny con hordas de mutantes 145

arrastrándose por debajo de ellos. O tal vez enfrentando a mercenarios de gatillo fácil mientras hacen un reconocimiento en Rostok con un AK que se la pasa atascándose y que debió descartarse hace una década. Tarasov nunca ha estado en el extranjero, ni ha servido fuera de la Zona. Ahora el ancho espacio abierto que lo rodea y el cielo despejado, brillando con el azul más profundo que jamás haya visto, lo llenan de regocijo. “Parece feliz,” dice Zlenko tratando de hacerse escuchar por encima del motor y el viento. Tarasov frunce el ceño, dándose cuenta que el sargento tiene razón. Su extraño regocijo es similar al que había sentido cuando regresó a la Zona luego de dejarla tras la Operación Puente, como si sientiera el olor familiar de la casa propia o el perfume de una amante que no ve hace mucho. Siente pena por sus soldados, que jamás experimentaron la Zona. Mirando por encima de una vasta planicie, Tarasov se pregunta si esta tierra no ofrece mucho más de lo que podía el área alrededor de la Central Nuclear de Chernóbil. La vieja Zona era tan pequeña comparada con este desierto tan vasto.Y con este pensamiento, se da cuenta que su regocijo viene precisamente de esa expectativa: la promesa de una nueva Zona, con nuevos secretos esperando a ser descubiertos. Pero, todo esto, necesitaría de demasiada explicación, y Tarasov decide dirigir la atención de Zlenko hacia otro lugar. “¡Esta noche, les enseñaremos a los dushmans una lección!” responde. “¡Es tiempo de revancha!” “¡Seguro, señor! ¡Pero espero también que algún día agarremos a ese bastardo capitán Bone por las pelotas!” “Negativo, sargento. Somos un equipo de rescate, no asesinos.” No puede oír la respuesta de Zlenko por encima del sonido de rugir del motor del camión y la suspensión chirriando mientras acelera por el camino con baches, pero ve la expresión en el rostro del otro hombre. Es suficiente para decirle cuáles son los pensamientos de Zlenko. El mayor se da 146

la vuelta y tomando los binoculares de su estuche, estudia la colina frente a ellos. La colina es ligeramente inferior a la cordillera del otro lado del camino pero aun así ofrece una vista perfecta del área y angosto pasaje donde el camino se adentra en las planicies y lleva a las ruinas de Kabul. Su contador Geiger, que marcaba valores soportables en Bagram, ahora trepa a niveles más peligrosos. El camión avanza por un camino roto que cruza sobre arena ondulante repleta de vehículos abandonados y cráteres antes de comenzar a trepar por la colina por un camino ascendente en espiral. Los últimos hombres en pie Colina 1865, 19:50:47 AFT El camión, eventualmente, llega a la pequeña avanzadilla en la cima de la colina y se detiene; el motor para de funcionar. Tarasov mira a sus soldados cuando se bajan. El sargento Zlenko, Kamensky y Bondarchuk con un AKM; Lobov, el medico con un AKSU; Kravchuk con su Dragunov; Ilchenko su PKM; Vasilyev sólo lleva una pistola Fort, lo único con lo que puede lidiar, ya que está cargado con el pesado lanzagranadas AGS-1… Están bastante bien equipados. Aun así, él sólo puede esperar que resulte suficiente. Da un salto fuera del camión y echa una mirada alrededor. La posición en la cima de la colina parece estar bien fortificada a simple vista, pero se desmoraliza cuando ve dos docenas de Stalkers comunes, algunos portando armas no mucho mejores que escopetas obsoletas. Esta será una batalla dura, piensa con un suspiro. Tarasov esperaba que el camión, al menos, se quedara con ellos para brindarles apoyo con su enorme arma anti-aérea, pero el conductor del capitán Bone apenas les ha dado a sus hombres tiempo para descender antes de encender el vehículo para regresar hacia la base Stalker. 147

“Parece que este lugar ha visto muchas batallas antes,” Zlenko dice mientras inspecciona la colina. Tarasov asiente afirmativamente. El perímetro sería sencillo de defender si tan sólo tuvieran más hombres. Rodeado al norte y al sur por trincheras con la forma de dos semicírculos, un búnquer se yergue en el medio. Tarasov no observa ventanas o rejillas de ventilación en las paredes bajas de concreto, pero la parte superior está fortificada con bolsas de arena, así como una trinchera más pequeña que corre entre el búnquer y las defensas exteriores. Trepa a la parte superior. Con esa vista panorámica, puede comprender bien cuán estratégica es esta posición. Lo que mira le quita la respiración: a través de sus binoculares, distingue las montañas neblinosas alrededor del Paso de Salang hacia el norte y las ruinas esparcidas de Bagram. Como luego de llegar a la salida del túnel de Salang cuando vio por primera vez la espeluznante bellezade este desierto, su enormidad lo llena de asombro. En su regocijo, Tarasov incluso ignora el horizonte oscurecido hacia el sur donde destellan los relámpagos, el trueno saltando por encima del paisaje chato como el eco de un latido de corazón bajo el cielo que se transforma en violentas sombras rojizas y purpúreas. Más allá de las colinas lejanas que proyectan las ruinas de Kabul, nubes oscuras cubren el cielo como olas congeladas de una tormenta eterna. El camino desciende, entre la colina y una montaña más alta hacia el sureste, antes de entrar en las planicies arenosas y desaparecer entre la niebla y las nubes de arena arremolinadas. “Muy bien, manos a la obra,” dice, dando una palmada y dirigiéndose a Zlenko. “Que el francotirador y el del lanzagranadas se posicionen aquí. Dígales que mantengan la cabeza baja. Que me parta un rayo si no recibimos disparos de un francotirador desde aquella montaña que está más allá del camino. Necesitaremos la mayor cantidad posible de soldados en las trincheras. Haré que un Stalker le dé una mano a Vasilyev con ese AGS.” 148

“Como ordene, señor.” Zlenko da un silbido agudo y les hace señas a los dos soldados para que se le unan. Tarasov encuentra a Squirrel sentado en una bolsa de arena. El Stalker guía tiene el rostro enterrado en las manos y parece la encarnación de la desesperación. “Oye, hermano,” le dice Tarasov. “Anímate. Puedes gimotear cuando estés muerto.” “Ya lo estoy… Ya te dije de qué se trataba este lugar. ¡Y maldigo el jodido momento en que me crucé con ustedes!” “¿De modo que preferirías ser comida para mutantes?” “Como sea, viejo. Soy un Stalker, no un soldado. ¡Conozco acerca de mutantes y anomalías, pero no tengo lo necesario para hacer de las Termópilas en colinas olvidadas de la mano de Dios, como ésta!” “Nadie dice que será otro Termópilas,” dice Tarasov, con tono confortante. “Siento que hayas sido castigado por ayudarnos. Escucha, hermano, lo único que puedo hacer a cambio ahora es ofrecerte un lugar relativamente seguro. Ve junto a ese soldado en el búnquer y ayúdalo a manejar el lanzagranadas. Mantente abajo y estarás bien.” Zlenko aparece. “Vasilyev y Kravchuk se encuentran en posición.” “Bueno. Quiero que Ilchenko y los que llevan rifles ayuden a los Stalkers a contener la línea. Maldita sea, ¡cómo quisiera tener suficientes hombres para desplegar los en las trincheras delanteras!” Se aproximan hacia el grupo de Stalkers que se encuentran en lo que alguna vez fue un cañón móvil, que ahora casi se está desmoronando por el óxido y el desgaste. Los Stalkers dejan de charlar y observan a los soldados con miradas desconfiadas cuando éstos se les acercan. El olor a marihuana persiste a su alrededor. “Stalkers, ¿alguno de ustedes ha estado en la Zona?”pregunta Tarasov. Casi todos asienten.

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“Sí, hemos estado,”dice un Stalker que lleva una gabardina enorme, hecha de cuero negro, cubierta por una capa gruesa de polvo marrón. Su rostro está medio escondido por una capucha. Para sorpresa de Tarasov, cuando el Stalker se adelanta y su gabardina se abre por el movimiento, reconoce un traje de Deber debajo de ella. El Stalker descuelga su destrozado AK de su hombro, pero al ver la ametralladora de Ilchenko no se atreve a tomar una postura amenazante. “Es por eso que preferimos que se mantengan alejados de nosotros, cerdos apestosos del ejército.” “¿Cuál es tu problema?” Zlenko se le acerca, pero Tarasov lo detiene con un movimiento de la mano. Observa a los Stalkers. Ahora, de más cerca, puede adivinar sus orígenes por los arruinados trajes blindados que llevan puestos: novatos con chaquetas de cuero reforzadas por placas de Kevlar; aquí y allí, la raída armadura con la edición de camuflaje Bundeswehr Tarnfleck preferidos por los combatientes de la facción Libertad. Unos pocos utilizan el traje protector marrón grisáceo de los Stalkers más experimentados. Finalmente, sus ojos regresan al Stalker que lleva el polvoriento uniforme de Deber. “Escuchen, hermanos,” comienza dirigiéndose a los Stalkers. “Sé que están aquí a modo de castigo. También nosotros: por todas las cosas que el ejército le ha hecho a los Stalkers en la Zona, aun cuando ni yo, ni ninguno de los hombres que me acompañan, hemos tomado parte en eso. Pero les digo: luchar contra los dushmans no es un castigo. Estamos aquí para darles una lección que no olvidarán a corto plazo. No podemos vengar ningún error de Chernóbil, pero aún tenemos un asunto por terminar con los dushmans.” Tarasov ve un destello brillando en los ojos de los Stalkers veteranos. Los más jóvenes también se animan, atentos a lo que él piensa decir. “Veo Libres, combatientes de Libertad e incluso un soldado de Deber por aquí. Han luchado los unos contra los otros en la Zona, y nosotros hemos luchado con todos ustedes. 150

Somos nuevos en este lugar pero luchamos contra un viejo enemigo. Puede que hayan derrotado a nuestros padres, pero ahora es contra nosotros contra quienes se enfrentan. Y les digo, se llevarán una sorpresa.” Tarasov aclara su garganta. Mencionar a su padre se la ha puesto extrañamente seca, pero al ver que tiene la atención de los Stalkers, se anima a hacerles una pregunta. “Tú, novato de la chaqueta de Kevlar, ¿de dónde vienes?” “Moscú.” “¿Y tú, el del AK-47?” “Katowice, Polonia.” “¿Y tú, el del traje de Libertad?” “Irkutsk, en Rusia. Odiaba el clima de ese lugar.” Los demás Stalkers siguen respondiendo por su cuenta. “Uruguay. Jamás adivinarías dónde se encuentra, pero yo estoy aquí y estoy preparado.” “Glasglow. ¡Escocia la independiente!” “San Petersburgo. Con eso basta.” “Sarajevo, Bosnia. Odio a los francotiradores.” “Ekaterinburgo, y sé a qué se refiere, oficial. En toda Rusia, el monumento más hermoso en honor a esa guerra, lo tenemos nosotros.” “Vengo de Krasnodar, a la vuelta de la esquina.” “Lviv, pero nací en Zhytomyr.” “Hajmáskér, Hungría.” “¿Es en serio, Mente?” pregunta el Stalker moscovita; “mi tío estuvo desplegado allí con su batallón de tanques durante la era soviética.” “Tú eres mi amigo, Moskvich, pero para nosotros fue un alivio deshacernos de tu tío y de sus tanques,” gruñe el Stalker de Europa del Este mientras contempla su escopeta recortada. El moscovita ignora el comentario y a cambio, da una palmadita en la espalda a su camarada. “Aquí tenemos Stalkers de todo tipo, de todas partes del mundo,” sigue Tarasov. “Somos de diferentes hogares pero 151

nuestra sangre tiene el mismo color. No nos hagamos ilusiones: hoy será derramada. Que sea el símbolo de nuestra unidad, porque lucharemos juntos y venceremos juntos. No tenemos buenas perspectivas, no hay duda de ello. Pero si los hijos de puta más duros de la Zona se pueden mantener unidos por una vez, ¿quién puede enfrentársenos, hermanos?” “No somos tus malditos hermanos, oficial,” responde el tipo duro de Deber, haciendo que la última palabra suene como un insulto. Además, ha sido uno de los que se han reservado su lugar de origen. “Entonces, ¿quieres que te llame hermana, o qué? ¿O la marcha triunfal a la victoria de Deber termina tan pronto como se encuentran con enemigos reales?” El rostro del de Deber enrojece por el enojo. Unos pocos Stalkers que llevan trajes de Libertad empiezan a reírse. Aprovechando su impulso, Tarasov se dirige hacia ellos. “Escuchen ustedes también, anarquistas miserables, fumadores de droga buenos para nada. Estamos en una jodida situación. No somos suficientes para usar las trincheras de allí adelante, así que marcaremos nuestra posición, aquí mismo. Estos hombres armados con rifles y el metrallero estarán reforzando la línea. Ilchenko, usted tomará posición aquí. Tú, el Stalker con el traje Amanecer y tú, el del AK-47, tomen posiciones para cubrir sus flancos. El resto de ustedes síganme. Mejor establezcan las defensas ahora antes de que caiga la noche.” “Espera un momento,” dice el de Deber. “¿Quién demonios te puso a cargo aquí?” “Tres cañones de rifle y una ametralladora apuntándote.” Con el rabillo del ojo, Tarasov ve una sonrisa de oreja a oreja apareciendo en el rostro de Ilchenko. El Stalker se carga el arma al hombro de muy mala gana. “Eso es lo que llamo yo un argumento,”gruñe. “Está bien, trabajemos juntos… Por ahora. Mi nombre es Skinner. Tenía otro nombre allí en Yanov, en los tiempos del comandante Shulga, pero eso ya no tiene importancia.” 152

Tarasov no lo demuestra, pero siente un gran aliviopor la decisión de cooperar del de Deber. “Soy elmayor Tarasov de las Fuerzas Armadas de Ucrania, y me alegra ver a un soldado de Deber aquí. Es bueno tener por aquí un Stalker que alguna vez haya oído sobre disciplina.” Skinner le ofrece una sonrisa. “Lamento decepcionarlo, mayor, pero soy un desertor. Me harté de entregarle los artefactos, que me ganaba con mi sangre a los malditos científicos.” “Es comprensible, después de todo.” “Ésta es la tierra de la abundancia. Pero no puedo buscar artefactos si estoy muerto, ¿verdad? Así que, si ustedes, soldados, me ayudan a sobrevivir, no me interesa cuántos Stalkers hayan despedazado en el Cordón. Puede que incluso escuche tus órdenes.” “La ametralladora ya no te está apuntando. Y tampoco me importa un bledo si sobrevives, Skinner. Pero me importa que lo intentes y que mates a cuantos dushmans sea posible en el proceso.” “Difícilmente podría pedir menos, mayor.” Tarasov se dirige ahora a Zlenko. “Establezca la posición defensiva con los hombres armados, a lo largo del perímetro. Fuego concentrado hacia el sur y hacia esa montaña. Asegurémonos que haya uno de nosotros cada tres o cuatro Stalkers.” El sargento asiente y se dirige con prisa hacia los soldados, dejando que Tarasov regrese hacia el arrogante Stalker. “Bone me dijo que el ataque es inminente. Cuéntame más acerca de lo que tendremos que enfrentar.” “No le dije que era inminente,” responde Skinner. Bajo la capucha, la sorpresa destella en sus ojos oscuros. “Sólo le dije a Bone que habíamos visto un grupo de dushmans acercándose desde las planicies. Les hicimos algunos disparos y desaparecieron.” “Qué extraño. Bone parecía estar seguro que necesitaban refuerzos, y pronto.” 153

Por fin se le ocurre a Tarasov que el capitán se ha querido deshacer de ellos al enviarlos a una batalla irremediable y así dejar que los enemigos de los Stalkers hagan el trabajo sucio. Una razón más para volver con vida, piensa. “Ese hijo de puta podría estar en lo cierto después de todo,” responde Skinner apuntando hacia el sur. “Pudo haberse tratado de una partida de exploración, estudiando si nos pueden agarrar con los pantalones bajos. Tal vez regresen con todas las fuerzas durante la noche. Para condimentar la sopa que estamos cocinando… ¿Has visto esas nubes oscureciendo el horizonte?” “Se ve oscuro, sí.” “Huele a tormenta de arena juntándose.” “Eso debería mantener alejados a los dushmans.” “¿Eso crees? Mayor, puede que hayas sido todo un mandamás en la Zona pero aquí sólo eres un novato,” responde Skinner con severidad. Tarasov frunce el ceño pero no logra encontrar burla alguna en las palabras del Stalker. Tragándose el orgullo, se admite a sí mismo que Skinner tiene razón: no han pasado ni dos días desde que llegó. “En la Zona, los soldados de Monolito eran malos,”continúa Skinner. “Los zombis también eran malos. Ahora júntalos y obtienes a los dushmans.” “Suena como una compañía encantadora. Pero, ¿por qué quieren tomar este lugar olvidado de la mano de Dios?“ “No están detrás de la avanzadilla. Sino de Bagram. Cuando salieron los misiles nucleares, las montañas al norte de Kabul tuvieron lo peor del holocausto. La devastación es terrible allí también. Es por eso que quieren irrumpir hacia el norte. De todos modos, cuando la tormenta golpee, nos encerraremos en ese búnker, porque nos gusta la vida. A los dushmans, no. Debemos vencerlos antes de que llegue la tormenta, o se dirigirán hacia el búnker, reventarán la puerta y nos dejarán freír adentro, sin importar cuántos de ellos sean martirizados en el proceso.” 154

“Oh Gospodi,” suspira Tarasov. “Estoy de acuerdo. Rezar nunca está de más.” Skinner toma un collar con una pequeña cruz de plata por debajo del traje y la besa. “¿Aún ansioso por hacer tu valiente resistencia?” “Así es.” “No creía que fueras tan rudo. Tal vez Bone tenía razón al enviarte aquí… Somos una pandilla de ladrones y asesinos, pero no nos damos por vencidos en ninguna pelea.” “¿Y cuál de esas cosas eres tú?” “No un ladrón, te lo aseguro,” dice el Stalker, alejándose y levantando sus binoculares para revisar las planicies polvorientas. Pero Tarasov tiene una pregunta más para él. “¿Cómo puede ser que Bone te haya puesto con los de Libertad y los Stalkers ordinarios? Deber prefiere las cortes marciales formales, por lo que sé.” Sin quitarse los binoculares de los ojos, Skinner escupe hacia el suelo. “¿Juega a las cartas, Mayor?” “Ocasionalmente. ¿Por qué?” “Porque el viejo mazo de cartas ha sido barajado. Aquí, ninguno de nosotros pertenece a donde solía pertenecer. Bone ya no está con Deber, tampoco sus secuaces. A veces, me pregunto si alguna vez lo estuvieron. El que maté ciertamente no.” “¿Cómo sabes?” pregunta Tarasov con curiosidad. “Ningún combatiente de Deber que se precie trataría de sacarle a un Stalker Libre sus artefactos apuntándole un rifle. Y ninguno rogaría por su vida, ni siquiera con el cuchillo de combate de un Libre en su garganta.” Tarasov lo deja tranquilo y mira a Ilchenko que está ubicando su ametralladora sobre los sacos de arena. Se da cuenta con satisfacción que el soldado ha elegido una ubicación perfecta: está protegido, pero aún cubre un ancho ángulo hacia la ladera. “Buena posición. Reviéntelos cuando lleguen, Ilchenko.”

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El soldado le sonríe, lucendo dientes impecables en su rostro redondo. “Lo haré, señor. Ya sabe cómo funciona… En Kazbek se juntan las nubes, como se juntan las águilas de las montañas, / Hacia ellas, a través de las rocas, se precipitan los salvajes Uzdens replegándose, / En adelante rápido, más rápido fugaz, encaminados por la camada de Rusia, / Echando espuma por todo el camino ensangrentado.” La quijada de Tarasov casi cae abierta por la sorpresa. Que recite un poema era lo último que esperaba del metrallero tatuado. “¡Eso es de Bestuzhev! ¿Qué demonios?” “Eso es correcto, señor.” Ilchenko casi explota de satisfacción. “Tengo una licenciatura en literatura, pero me enlisté en el ejército para ver el mundo y todo eso.” “Usted es un hombre con muchos talentos, Ilchenko.” “¡Gracias, señor!” “Veamos si cavar es uno de ellos. ¡Tome esa pala y cave profundo, si no quiere que este hoyo de mierda sea lo último que vea de este mundo!” “Como ordene, señor, pero…” “¡Y hágalo lo suficientemente profundo!” exclama Tarasov. “Nos ahorrará tiempo cuando tengamos que enterrarlo si le disparan porque estaba pensando en la poesía en vez de sacudir esos baystrukhi. ¡Les importa un rábano Sevchenko y Bestuzhev, pero conocen muy bien el nombre Kalashnikov!” Todavía sacudiendo la cabeza, Tarasov regresa al búnker donde Vasilyev le está dando a Squirrel un curso intensivo sobre cómo manejar el lanza granadas. “Funciona como un sueño si el mecanismo de retroceso no se atasca. Pero ésa no es tu preocupación. Acércame esas cajas con munición. Hay una cinta con treinta granadas de amplio espectro en cada una de ellas. La caja marcada con rojo contiene granadas VOG-30. Tienen más fuerza y un alcance más largo que las rondas regulares. Son nuestro seguro de vida. No las utilices hasta que yo te diga. ¿Está claro?” “Sí, señor.”

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“¡Llámame ‘señor’ otra vez y te meto una granada por el culo! Ahora, tomemos dos cintas y colócalas dentro del compartimento de metal del tambor. Tenemos dos. Tan pronto como uno se vacía, lo quitas y lo reemplazas con el tambor de reserva. Mientras sigo disparando, tú cargas la siguiente cinta dentro del tambor vacío. Luego lo cambias si es necesario.” “Mantén los ojos en lo que Vasilyev te está enseñando, Squirrel,” Tarasov comenta al ver al Stalker mirar preocupadamente hacia el sur. “Ten la seguridad de que los dushmans vendrán aunque no estés vigilándolos.” Bajo su vigilancia, la avanzadilla lentamente toma la forma de una base bien organizada. Pero desde la posición elevada puede ver qué tan dispersos están los defensores. Defender tales ubicaciones es de lo más básico en el entrenamiento de oficial pero Tarasov jamás ha enfrentado una tarea como ésta. Despejar los subterráneos. Patrullar el Bosque Rojo. Salvar un escuadrón de reconocimiento de los mutantes. Ese era mi trabajo, no las batallas campales. Soy un Stalker militar, no la infantería. Skinner tenía razón sobre rezar. Pero yo no creo en Dios. De todos modos, no es uno que ayude si se le pide amablemente. Vasilyev maldice cuando Squirrel falla en fijar apropiadamente el tambor de munición en su tercer intento. “No sea tan duro con el Stalker, soldado,” Tarasov aconseja mientras ayuda a Zlenko a bajar de la escalera. “Estamos listos, señor,” informa el sargento, aún respirando con dificultad. “Estamos muy dispersos, pero tenemos las laderas sur y oeste cubiertas con el PKM y los AKs con los que contamos. Las escopetas de los Stalkers nos pueden ser de gran ayuda si el enemigo se acerca mucho.” “También vi algunos de ellos con MP-5s y AKSUs. Tenemos que decirles a los muchachos que contengan el fuego hasta que el enemigo esté al alcance.” “Ya he dado esa orden.” “Buena iniciativa. Ahora, todo lo que podemos hacer es esperar.” Tarasov se sienta y abre un paquete de ración del ejército. 157

“¿Puedo unirme, señor?” Le hace una seña al sargento para que tome asiento. “Espero que lo logremos.” Tarasov deja que el envoltorio de la ración vuele en el aire. “Sería una vergüenza que estos miserables bizcochos fueran mi última cena.” El sargento sonríe. “Sí. Los Stalkers me dijeron que hay un bar en Bagram, instalado en un viejo avión.” “Tienen una habilidad especial cuando de convertir cualquier pedazo de chatarra en un bar se trata… Búnkers, restos de naves, obras de construcción. Lo que sea. Los Stalkers probablemente encuentren un lugar cómodo en el Polo Norte también, si una Zona aparece ahí.” “Supongo… Pero en realidad, lo que estaba pensando es que este lugar me resulta extrañamente familiar.” “A mí también. Es una construcción soviética.” “No sólo eso… Toda la situación.” El sargento parece estar perdido en sus pensamientos mientras observa las planicies donde las montañas arrojan largas sombras en el sol poniente. “¿Perdió a alguien durante la guerra?” inquiere Tarasov. “¿Qué, yo?” exclama Zlenko, sobresaltado. “Por fortuna, no. Mi padre fue desplegado en Alemania Oriental. Lloró cuando se tuvo que ir… Y estaba bastante enojado cuando yo me uní al ejército. Se relajó un poco cuando envié un poco de dinero a casa de lo que conseguimos con la ONU en Kosovo. ¿Y qué hay de…?” Zlenko se muerde la lengua, pero Tarasov sabe lo que quería preguntarle. La fotografía de su padre está oculta en su billetera, en lo más profundo de su chaleco con armadura, pero toca el lugar como si pudiera alcanzarla. “Así es.” “Lo entiendo… ¿Es eso lo que lo motiva? Discúlpeme si estoy haciendo demasiadas preguntas.” “Tenemos órdenes y a nadie le importan nuestras motivaciones para seguirlas. Lo lograremos esta noche, confíe en mí. Entonces continuaremos con nuestra misión.” “Me parece justo.”

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“No, no es ni remotamente justo.” Tarasov le ofrece al sargento una sonrisa amarga. “Los científicos fueron enviados aquí para averiguar cómo se creó este nuevo desastre con mutantes y anomalías.” “Pensé que era por radiación. El polvillo radiactivo y todo eso.” Tarasov suspira. “Eso sólo juega un papel menor, si acaso lo juega… La primera Zona fue creada por una entidad lo suficientemente poderosa para doblegar las leyes de la física. Si eso pasó aquí también: por sí solo, es un problema, pero las cosas aquí son más… Malignas, que en la Zona. Kiev quiere saber cómo sucedió esto. Es por eso que asegurar la investigación de los científicos resulta ser nuestra prioridad. Y por lo que sé, el agente del SBU que me informó acerca de la Operación Pajar, esperan que nosotros hagamos la tarea de los científicos si ellos fallaron.” “Supongo que podremos preocuparnos de eso si es que sobrevivimos esta noche.” “Estoy de acuerdo. Y para responder finalmente su pregunta: sí, para mí esta batalla, o cada vez que encontremos a esos hijos de puta con el cerebro cauterizado medio mutantes, será tiempo de revancha.” “¿Cerebro cauterizado? Una descripción muy acorde para los dushmans.” La frase escapó de los labios de Tarasov de modo inconsciente. Hay demasiado por explicar a alguien como Zlenko, que jamás ha experimentado la Zona, donde instrumentos de ciencia ficción se utilizaron para robarle a los Stalkers el libre albedrío, convirtiéndolos en sombras miserables de los seres humanos que una vez fueron, manipulados por una conciencia sobrehumana. “Verá… He explorado cada metro cuadrado de la Zona. He estado en cada laboratorio secreto, por cada oscuro desfiladero. Luche contra cada faccióny mutante. Estar aquí es como un nuevo comienzo, así como para los Stalkers de aquí. Es como… ¿Cómo decirlo? Cuando estuve en casa, quería 159

estar de vuelta en la Zona, y cuando estaba allí, todo lo que podía pensar era en volver a casa. Estar aquí luego de la Zona… Es como divorciarme de una mujer a quien aún amo pero que no tiene nada nuevo por decir, luego de vivir juntos por tanto tiempo que, en parte, me he vuelto ella, en el modo en que funciono, pienso y hablo. Estoy aquí ahora, esperando lo que pasará, como un hombre recién divorciado que espera su primera cita nueva. Sí, sargento. Estoy feliz.” “Desearía poder ver la Zona algún día.” “Tiene demasiados deseos, incluso para un hombre joven… Por ahora es suficiente desear con ver la mañana siguiente. Por cierto, acabo de presenciar algo milagroso.” Tarasov trata de disfrutar el sabor neutro de las raciones antes de continuar. “Un metrallero tatuado recitando poesía.” Para su decepción, Zlenko no se ve muy sorprendido. “Supongo que Ilchenko estaba presumiendo de su título de maestro,” responde con un bostezo. “¿Hay más sabelotodos en el escuadrón?” “Lobov tuvo que dejar la escuela de medicina por problemas de adicción, pero es confiable. El resto… Son chicos normales de barrio que no pudieron encontrar una mejor salida al desempleo.” “¿Y usted?” El sargento sonríe tristemente. “Quería ser un guitarrista famoso, pero mi banda fracasó.” “Ese no es un desastre tan grande para arrojarlo en los brazos del ejército, hijo.” “Sí, pero haber adquirido una Fender American Standard Stratocaster de seis cuerdas a plazos y no poder pagarle al usurero que me dio el dinero, definitivamente lo es.” Apenas ha terminado la frase cuando un rifle suelta una ráfaga. Poniéndose de pie, Tarasov mira por encima de los sacos de arena. Todo parece tranquilo. “¡Sólo era un maldito chacal!” grita Skinner desde las trincheras.

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“¡Mierda!” maldice Tarasov nervioso. “Mejor vayamos y contengamos a esos Stalkers de gatillo fácil.” “Lo haré, señor… De todos modos quería revisar el perímetro.” Tarasov está ansioso por descansar unos minutos y cerrar los ojos, que ya le arden de extenuación y por el fino polvo que se ha filtrado bajo el protector ocular. La noche está a punto de caer y sabe que ni él ni sus hombres serán capaces de descansar en las horas venideras. “Lo apreciaría,” sonríe, recostándose contra las bolsas de arena duras como rocas y tratando de relajar sus nervios sobrecargados por la falta de sueño. Se sacude nuevamente en posición vertical y mira en derredor de sus hombres. “Kravchuck, mantenga los ojos en la cumbre del oeste. Y apague la linterna de su casco. Se supone que debe volarles la cabeza, no permitir que le vuelen la suya.” 21:30:41 AFT Un destello centelleante. El mayor abre los ojos. Por un segundo, piensa que ha dormido hasta la mañana y que el Sol naciente le arroja luz sobre el rostro. Entonces se da cuenta de la verdadera causa: una bengala está suspendida por encima del puesto de avanzada. Puede escuchar a los Stalkers gritando mientras se pone precipitadamente en pie. “¡Allí vienen!” “¡Mayor!” grita Zlenko, la emoción y el miedo mezclados en su voz. “¡Es el momento! ¡Se desplazan desde el sur!” Tarasov no necesita las indicaciones del sargento para saber desde dónde viene el ataque. Un largo aullido suena en la noche fría, apenas distinguible del de un animal sediento de sangre, y luego un centenar de voces –o al menos parecen voces– se le une. Después, una lluvia de balas impacta a los defensores. Para horror de Tarasov, parecen venir de todas las posiciones a su alrededor. “¡Fuego!” grita Squirrel. “¡Disparen ya esa mierda!” 161

“¡Abriré fuego cuando se me ordene!” Vasilyev responde a gritos, con los ojos fijos en su oficial. “¡Zlenko, a las trincheras, ahora! ¡No disparen hasta estar seguros de darles!” “¡Allá voy, señor!” Manteniendo la cabeza baja, Tarasov estima el alcance de sus atacantes. “¡Vasilyev! ¡Ajuste el alcance a cuatrocientos! ¡Cubra toda el área, de diez a una en punto! ¡Espere mi señal!” Ahora la ametralladora de Ilchenko despeja las trincheras, seguido por el fuego rápido de los subfusiles. El aullido se hace más fuerte y más cercano. “¡Treinta y cinco… Espere!” “¿Por qué no disparas y ya, hombre?” “Tranquilo, Stalker… Trescientos.” “¡Ajustado!” “Fríalos.” Vasilyev tira del cordón de lanzamiento, sostiene los soportes y dispara cortos disparos del AGS, desatando un veloz bombardeo con granadas a la masa de figuras oscuras que corre hacia las pendientes. El grito de batalla de los dushmans se desintegra en alaridos de dolor en medio de las detonaciones. Squirrel da un salto hacia atrás. “¡Maldición! ¡No esperaba que esta mierda fuera una ametralladora!” “Cállate y prepara el tambor de repuesto,” grita Vasilyev. “¡No estaban preparados para eso!” Tarasov les dice triunfal. “Buen trabajo.” Mirando hacia la oleada disuelta de los dushmans y atento a las voces de Zlenko y de Skinner dirigiendo el fuego de sus camaradas hacia el enemigo en retirada, le viene un frío sentimiento de poder. Observa a los dushmans retirándose rápidamente en la oscuridad, pero lo que ve hacia el sur lo hace temblar. Una sombra gigante se levanta, más oscura que la noche misma, haciendo desaparecer las estrellas. Relampaguean destellos en el horizonte.

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“Vasilyev, mantenga los ajustes. Tan pronto como la segunda ola se encuentre al alcance, abra fuego. Trate de ahorrar munición.” “Lo haré, señor.” “Vamos bien,” dice Squirrel. “Momento de relajarse.” Se levanta del suelo y enciende un cigarrillo. En el mismo momento en que Vasilyev lo arrastra a cubierto nuevamente, un ruido sordo llega de la montaña más cercana. Una bala impacta el punto en donde estaba la cabeza del Stalker hace menos de un segundo. “¡Kravchuck!” grita Tarasov al tirador del escuadrón, “¡Francotirador al este! ¡Trate de localizarlo!” “Lo hice a propósito,” exclama el Stalker, “¡Quería que revelaran su posición!” “Buen puto trabajo,” replica Tarasov. La bala única es seguida por varias más. Un grito viene de las trincheras. Escucha a Zlenko gritando. “¡Mantengan sus malditas cabezas abajo! ¡Francotiradores!” Saben lo que hacen. No nos dan un momento de respiro hasta que llegue la próxima ola. El Dragunov de Kravchuk dispara como respuesta. “¿Los ve?” “¡Eso creo!” “¡No gaste su maldita munición con sombras!” Tarasov desea que Crow estuviera allí, aunque mirando a la inmensa montaña, realmente no puede culpar a su francotirador. “¡Vuelva a su posición y mantenga los ojos en la pendiente. ¡Sólo tenemos un puñado de Stalkers allí!” Tarasov no pierde su tiempo en bajar la escalera. Salta hacia abajo, se arroja a la trinchera y manteniendo la cabeza baja, se apresura a la posición delantera. “¿Bajas?” “Un Stalker cayó,” responde Lobov, agachado detrás de los sacos de arena, mientras otra bala impacta cerca de ellos. “Estaba muerto cuando llegué a él.” “Su nombre era Sashka La Mano,” gruñe Skinner. “Al menos ya no robará botiquines de sus compañeros Stalkers.” 163

Un trueno retumba sobre las planicies, haciendo eco en las montañas. Un segundo más tarde una explosión sacude su perímetro. “¡Morteros!” “Al suelo,” grita Skinner. “¡Cúbranse, Stalkers!” En medio de la llegada de más fuego de mortero el grito de batalla de los dushmans brama otra vez. Otra bengala centellea encima de ellos, lanzando su terrible luz roja sobre las colinas. “Mierda… Necesitaré un arma más grande,” grita Ilchenko y señala a la ladera donde cientos de combatientes enemigos avanzan hacia ellos. Abre fuego sin esperar las órdenes. El lanzagranadas dispara pero de pronto se silencia. Luego de un momento, suena nuevamente, pero disparando en otra dirección. El rostro de Tarasov palidece. “¡Vienen por detrás! ¡Skinner!” “¡Aquí!” “¡Mantenga su posición mientras pueda, luego repliéguese a las trincheras alrededor del búnker! ¡Zlenko, Bondarchuk, conmigo!” Con ambos soldados a la zaga, corre de regreso al búnker. Gracias a las reacciones rápidas de Vasilyev, la línea de atacantes se bambolea, dándole al puñado de defensores un poco de impulso. Zlenko y el hombre del fusil se unen a los Stalkers en contener el frente más allá del diseminado refugio de sacos de arena. Sobre su cabeza, Kravchuk dispara su Dragunov. “¡Última cinta de munición!” grita Squirrel. “¡Prepara las VOG-30, Stalker!” Vasilyev brama en respuesta. Las voces que llegan del lanzagranadas son desesperadas, como la de Zlenko. “¡Kamensky ha caído!” Tarasov levanta su rifle. “¡Vasilyev! ¡Destrúyalos! ¡Queme la ladera!”

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Explosiones furiosas agujerean la línea enemiga, arrojando piedras, arena y partes de cuerpos en bolas de fuego. Pero antes que las granadas puedan detenerlos, el lanzagranadas deja de disparar. El primer dushman aparece sobre la pared de sacos de arena, apuntando su rifle a Zlenko mientras recargaba su arma. Una ráfaga del rifle de Tarasov impacta al dushman, pero tan pronto cae, otros tres aparecen. “¡Tomen esto chupapollas! Svoboda, vperjod!” Squirrel emite un grito de batalla y el lanza granadas vuelve a disparar. Tarasov trepa nuevamente al búnker. El cuerpo de Vasilyev yace en un charco de sangre. Kravchuk está arrodillado aún tras unos sacos de arena, disparando su Dragunov sin cesar. Una fuerte lluvia empieza a caer. Los destellos de rayos se acercan tanto que el trueno se funde en un incesante estruendo que casi ahoga el frenético fuego de rifles que ahora llega desde todas las direcciones. Ignorando el peligro, Tarasov mira por encima del perímetro para evaluar las defensas restantes. Se ve mal. Los Stalkers están retirándose ya hacia el búnker, con Ilchenko en la parte de atrás cubriéndoles la retaguardia. Más lejos de ellos, Zlenko intenta desesperadamente contener la línea con los pocos Stalkers que quedan. “¡No hay más granadas!” “¡Toma tu rifle y ayuda al sargento, Squirrel!” “¡Mortero!” grita Kravchuk. Una explosión brutal sacude el búnker y arroja a Tarasov y al Stalker al suelo. “¡RPGs! ¡Los bastardos ahora vienen con RPGs!” “¡Salgamos del búnker! ¡Kravchuk, conmigo!” Skinner y sus Stalkers ya están ahí cuando Tarasov llega a los sacos de arena que dominan la ladera. El viento se ha transformado en una tormenta. El polvo batido por el viento se mezcla rápidamente con la lluvia torrencial y cubre a los hombres con lodo.

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“Los chupapollas saben lo que hacen, mayor,” dice Skinner, con riachuelos de lluvia deslizándosele por el rostro mientras mira en dirección a Tarasov. “¡Nos forzaron a retroceder y ahora vienen contra nosotros por la retaguardia! Pero sabe… Hubo un momento en que creí que realmente podíamos lograrlo.” Skinner sostiene su rifle por encima de las bolsas de arena y dispara una larga ráfaga. Los gritos escalofriantes de los dushmans están tan cerca y sus cuerpos tan juntos que no necesita apuntar. “¡Deber manda sus saludos, bastardos!” Tarasov mira en derredor, con los ojos entrecerrados por la lluvia. Ilchenko aún está allí, disparando su PKM con un grito que le distorsiona todo el rostro, Kravchuk ha soltado el rifle de francotirador a cambio de un AK que le quitó a un Stalker muerto. Squirrel arrastra a cubierto a un camarada caído; un hombre que Tarasov reconoce como el otro Stalker que se encontraron en el bosque. Se da cuenta de que en cuestión de minutos serán rebasados y aniquilados. Escuchando sus gritos triunfales, sabe que el enemigo está al tanto de esto también. “¡Zlenko!” grita Tarasov con todo el aire que le queda en los pulmones. “¡Conmigo!” El sargento corre hacia él.“¿Mayor?” “Ahora es el momento,” Tarasov dice jadeante. “Ya sabe lo que sigue, si nos quedamos en las trincheras. Déme esa pistola de bengalas y espere mi orden. ¡Vamos a morir la muerte de un buen soldado!” Una gran sonrisa aparece en el rostro empapado de sangre del soldado. Lo que Tarasov ve en esos ojos brillantes es la última cosa que hubiera esperado: felicidad. “¡Fuerza! ¡Coraje! ¡Honor!” ruge Zlenko. Entonces levanta su mano y grita. “¡Hombres! ¡Fijen bayonetas!” En ese momento, Tarasov desea ser un creyente, no para pedir por la salvación sino para dar gracias. Todas las formas de morir son malas, excepto aquélla que el hombre elige según su propia voluntad. Cuando escucha el chasquido acerado de 166

su cuchillo de combate fijándose en el cañón del AKM, siente que su deseo se ha cumplido. Dispara la pistola de bengalas. “¿Están listos?” grita. “Listos,” los defensores diseminados responden uno a uno. Tarasov escucha a los atacantes acercándose a través de la lluvia torrencial y la oscuridad: aparecen en los destellos de los relámpagos como fantasmas. “¡Manténganse firmes!” grita. “¡Manténganse quietos!” En el momento en que la bengala explota en una cúpula brillante de luz roja, alza su puño contra el enemigo. “¡A la carga!” “¡Adelante!” exclama Zlenko. “Vperjod! Rota k boju!” Los soldados y los Stalkers saltan fuera de su refugio y corren colina abajo. Nadie puede alcanzar a Tarasov, con sus miembros acelerados por el artefacto Esmeralda. No necesita su bayoneta. Empuñando su AKM como un garrote, aplasta cráneos y destroza huesos, añadiendo el peso de su carrera colina abajo en cada golpe. Ve las trazadoras anaranjadas de la ametralladora de Ilchenko describiendo un arco mortal frente a él, la boca del metrallero muy abierta por su terrible grito de combate. Skinner corre hacia el enemigo, y luego cae, todavía disparando su rifle cuando golpea el suelo y rueda para volver a saltar. El pequeño grupo parece dividirse con cada hombre presentando batalla en solitario. “Mantengan la línea,” Tarasov ruge por encima del sonido de la batalla. “¡Manténganse alineados!” Ve a un Stalker disparando su AKSU en una mano y una pistola en la otra. Un Stalker cae, ya sea muerto o herido, y otro agarra su escopeta. Un soldado grita de agonía. Otro arroja su cuerpo entre su camarada herido y un atacante; su rifle escupe una ráfaga completa mientras él grita como un animal desesperado. Reconoce a Lobov. “¡Están escapando! ¡Sigan adelante, sigan adelante!” Tarasov escucha gritar a un Stalker. ¿Dónde está Zlenko?

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Finalmente lo ve colina abajo y mientras se precipita detrás de él, golpea a un enemigo, patea la cabeza del dushman mientras cae de rodillas, le salta por encima, le arranca la pistola de las manos y dispara a otro enemigo al pecho cuando estaba a punto de golpear la cabeza del sargento con su rifle. Otros enemigos se acercan. Sin embargo, los dushmans siguen huyendo mientras la tormenta cae, disparando mientras cubren su retirada. El trueno en el cielo suena como si estuviera por encima de la batalla, la arena gira sobre la tierra sacudiéndose, convirtiéndose en barro bajo sus botas. Alguien golpea su brazo izquierdo. Cuando se da vuelta hacia su atacante, no ve a nadie. ¡Mierda, me dieron! Vacía ciegamente el cargador de su pistola en la oscuridad. El sargento no está. Ahora la furia completa de la tormenta está a pocos segundos. “¡Muchachos!” grita Tarasov con desesperación. “¡Regresen! ¡Regresen a la posición!” Corren colina arriba, saltando y pisoteando enemigos muertos y agonizantes. Tarasov escucha alguien repetir sus órdenes, ¡regresen, regresen! No es la voz de Zlenko. “¡Ilchenko,” grita, “¡Cubra nuestra retaguardia! ¡Dénos fuego de cobertura!” Pero el tamborileo de la ametralladora no se escucha por ningún lado. Jadeando pesadamente, salta sobre los sacos de arena y ve al último hombre que regresa a la cumbre de la colina. Agarra el hombro de un Stalker herido y lo arrastra hacia el búnker, donde se dejan caer más que entran. La puerta se cierra. Un Stalker se asegura que esté bien cerrada. Sus hombres están acostados en el piso y sobre los miembros de unos y otros, totalmente exhaustos. Ve a Bondarchuk y Kravchuk. ¿Pero dónde está Zlenko? ¿Dónde está Ilchenko? “¿Dónde están el sargento y el metrallero?” “No los vi regresar,” responde el médico. Su voz está temblorosa. 168

Tarasov cierra los ojos adolorido. “Cabo Lobov, usted está a cargo mientras me voy,” susurra. “¿Qué? Usted no puede…” La tormenta casi derriba a Tarasov al suelo cuando abre la puerta del búnker. Apenas puede ver y su contador Geiger ya no hace click: estalla en un agudo tikitikitik. Los fotones danzan en la tormenta de polvo radiactivo, que se pinta con un verde horripilante a través de sus gafas de protección con visión nocturna, mezclándose con las estrellas que está viendo ya debido al dolor que le taladra el cráneo. Un destello de luz ilumina una figura voluminosa en el suelo. Doblándose contra el viento, Tarasov se arrodilla y se da cuenta que en realidad hay dos cuerpos, uno de ellos se arrastra hacia la cumbre. Sujeta a ambos hombres y, con un esfuerzo que requiere un nivel de energía que resultaría imposible sin el poder de la Esmeralda, los arrastra hacia el búnker. Rompe la puerta al abrirla y empuja hacia adentro los cuerpos. Sus rodillas tiemblan, forzándolo a apoyarse contra la pared. “¡Antirads!” gruñe. “¡Llénenlos de antirads!” “Sólo tengo uno y es para mí,” escucha decir a una voz. Es un Stalker con un traje de Libertad. El mayor levanta la pistola y aprieta el gatillo. Clack. El cargador estaba vacío, pero media docena de manos abren los trajes blindados de los dos soldados y clavan jeringas en sus cuerpos. “Está bien, mayor,” dice Skinner, quitando la pistola de la mano de Tarasov. “Ya está todo bien.” Tarasov está demasiado débil para resistirse. Cada molécula de adrenalina se ha desgastado. Se desploma en el piso. Lo logramos, destella en su mente antes de que todo se vuelva negro. Bagram, 23 de septiembre de 2014, 18:23:32 AFT

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“¡Ashot! ¿Dónde estás cuando te necesito?” Eso suena familiar. ¿Pero de dónde? “¡Déjame en paz, estoy tan drogado ahora!” Escucho voces pero no las comprendo. “¿Otra vez estás teniendo sexo con el cañón de un arma?” Eso suena como la Zona. “¡Ojalá pudiera, cariño, pero no hay tubos de artillería pesada por aquí!” “¡Entonces intenta con una pistola! ¡Es la única cosa capaz de darte una mamada!” Una mamada… Debe hacer años. No dan mamadas en el infierno. ¿Eso me pondría en el cielo? Hay alguien cerca. Tal vez sea un ángel. Mierda, necesito una mamada. “YAR Y ASHOT: ¡YA BASTA! ¡LES RECUERDO A AMBOS QUE EL USO NO SOLICITADO DEL INTERCOMUNICADOR SERÁ CASTIGADO!” Maldición. Estoy vivo. Y en Bagram, de todos los lugares posibles. Tarasov trata de sentarse pero tan pronto como mueve la cabeza, parece que le va a explotar del dolor. “¡Oh, nuestra celebridad local se ha despertado!” Gira la cabeza hacia la figura que está de pie junto a su cama en la improvisada sala de primeros auxilios. “¿Crow? Qué caraj…” “Descansa, Cóndor,” responde el francotirador con una sonrisa reconfortante. “Con toda la radiación que recogiste allí calificas para un nuevo nombre clave. ¿Tal vez, Liquidador? Como los tipos ésos que limpiaron Chernóbil.” “¿Qué hay de mis hombres?” “Los que aún están enteros piensan que eres una especie de semidiós. Tal vez debería decirles cómo te encontré con un chacal en tu garganta.” Tarasov trata de reír pero estalla en una tos horrible. “Ahora sólo descansa. Para serte honesto, estoy jodidamente complacido de verte. Primero, creía que te

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transformarías en un zombi, pero cuando empezaste a murmurar mamada y Zona pensé que podrías lograrlo.” “¿Cómo puede ser que estés aquí?” “Llegué tarde para unirme a tu show,” suspira Crow. “Dios sabe que hubiera querido darte una mano. De todos modos, será mejor que diga a tus hombres que recobraste la conciencia. Te admiran mucho ahora. Pero no cuentes con obtener ninguna mamada.” Tarasov se ríe. Ahora siente que tiene vendas por todo el rostro. “Oye, sargento,” escucha que llama la voz de Crow, “¡La Bella durmiente ha despertado!” Luego de un minuto, el sargento se precipita hacia la habitación. Está en mala condición, con crema anti-radiación embadurnada en todo el rostro y una venda cubriendo su frente, pero eso no evita que esboce una sonrisa de oreja a oreja. “¡Mayor Tarasov!” exclama. “Estoy feliz de…” “¿Qué hay de Ilchenko?” lo interrumpe Tarasov. “Lo logrará, o eso dice dijo el doctor de los Stalker.” “¿Y el resto?” “Dos muertos, tres gravemente heridos, el resto… Bueno, pueden caminar. Los Stalkers perdieron en su conjunto seis hombres.” “¿Squirrel?” “El bastardo lo logró sin un solo rasguño.” “Al menos uno de nosotros fue afortunado… ¿Cómo regresamos aquí?” “El camión de Bone vino cuando finalizó la tormenta. Pero… Bueno, mayor, mejor lo dejo descansar ahora.” A Tarasov no le importa que el sargento lo deje con sus heridas torturándolo. “Es bueno que sea un chico tan pequeño y delgado… Hubiera necesitado una grúa para levantar dos Ilchenkos.” Zlenko se ríe. “Mayor, yo… “

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“Gracias, Viktor,” susurra Tarasov. Cuando ciera sus ojos adoloridos, no ve a Crow que saca de la funda su Glock silenciada. Segundos más tarde, un bang fuerte atraviesa la cabeza adolorida de Tarasov. Entonces siente más dolor por todo el cuerpo.

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Transmisión encriptada digital VOP. La Nueva Zona, 23 septiembre de 2014, 18:50:33 AFT #¿Has conseguido el cargamento?# #Positivo. Buen trabajo. Pero aún está vivo.# #Olvídalo. Hazte una paja en esos malditos exos o lo que tú quieras. ¿Qué esperas que yo haga de todos modos? ¿Dispararle yo mismo?# #Positivo. Se te están acabando las opciones. Él se nos está volviendo un problema.# #En realidad, ustedes, malditos, tienen razón… [Sonido agudo, no identificado] Oye, espera…# #¿Repite eso?# #[el sonido agudo no identificado continúa]# #Alguien ha activado la alarma. Cierro contacto.# #Tengo dificultad para escucharte. Repite…# #[voz humana no identificada] ¡Hemos perdido un hombre! ¡Hay un hombre caído en la base!# #No te copio. Revisen la transmisión.# #[otra voz humana no identificada] ¡Todos a la enfermería! ¡Ya!# #[ruido de estática]# #[ruido de estática]#

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El Blues de Bagram 25 de septiembre de 2014, 14:45:27 AFT “Fue una herida superficial, pero trata de no forzar el movimiento de tu brazo demasiado… Como tu doctor, te prohíbo disparar cualquier clase de escopeta con pistón al menos por dos semanas. Más allá de eso, estás en sorprendentes buenas condiciones.” El Stalker doctor, de sobrenombre Sueldahuesos, le hace un gesto para que se ponga de pie. Tarasov lo hace, estirando los brazos y la espalda. “Dos días en cama con una herida superficial y un poco de radiación…” dice parándose. “¿Estoy sintiendo la edad, Sueldahuesos?” “Eso es lo mejor que uno pueda sentirse porque significa que sigue con vida. Fue por un pelo. Ahora, cuídate y mantente saludable...” El doctor se dirige a la siguiente cama donde otro Stalker herido permanece tendido y el mayor se refresca con la cubeta con aguaque se encuentra en una esquina de la enfermería, disfrutando la sensación del salpicarse con agua fría en su rostro sudoroso. Apenas puede esperar para salir del contenedor de metal. El Sol lastima los ojos de Tarasov cuando sale de la enfermería. Un paracaidista vigila la entrada. Al ver aparecer a Tarasov, se pone firme y hace el saludo. Es uno de los heridos que dejó para que se recuperaran, lo cual hizo lo suficientemente bien a pesar de la venda en su brazo. “Descanse, Stepashin,” Tarasov dice luego de echarle una mirada a la etiqueta con el nombre del soldado. “¿Qué esto de la seguridad?” El soldado lo mira con desconcierto. “Señor, probablemente estaba inconsciente. Un Stalker trató de matarlo. Uno de los guardias de Bone se lo impidió. El Stalker le disparó y desapareció tras el alboroto.” 174

“¿Un Stalker?” “Sí, señor. Ese bastardo que estaba sentado en su cama. Probablemente esperaba el momento adecuado.” Qué extraño. ¿Por qué querría matarme Crow? “¿Dónde están los otros? Necesito hablar con el sargento.” “Tres están aún en la enfermería. El sargento Zlenko estuvo aquí más temprano. Él y los otros instalaron un campamento en esa choza, justo detrás de usted.” “Muy bien… ¿Puedo suponer que me estaba custodiando?” “Sí, señor. Bajo las órdenes del sargento Zlenko.” “Su vigilancia terminó.” “Como ordene, señor,” responde el soldado, poniéndose el rifle al hombro con una sonrisa de alivio. Aún débil y mareado, luego de dos días de estar por ahí, Tarasov se encamina hacia el campamento de los paracaidistas cuando la voz del tío Yar suena desde el altavoz. “¡Ashot! Trae ese trasero aquí.” “¡Lo siento, cariño, no puedo! ¡Estoy tratando de averiguar por qué no funciona mi nueva pipa de hachís!” “¿Tal vez porque antes de encenderla deberías quitarte tu máscara de gas?” “No lo entiendes, ¿no es así? ¡Mi máscara de gas es mi nueva pipa!” “¡ASHOT! ¡DÉJAME RECORDARTE QUE CUALQUIER TIPO DE MODIFICACIÓN EN EL EQUIPO PARA FACILITAR EL CONSUMO DE DROGAS SERÁ CASTIGADA!” retumba la voz del capitán Bone. “¡Lo escucho, capitán, lo escucho! ¿Qué tiene de malo que le encuentre un nuevo significado a ‘sistema de respiración integrado’?” La voz de Bone regresa al intercomunicador, pero esta vez no está dirigida al comerciante alborotador. “¡Mayor! Estoy encantado de oír que se encuentra de pie nuevamente. Venga aquí. Vamos a tener una pequeña charla.” ¿Qué diablos podría querer Bone de mí? 175

Tarasov se siente inquieto cuando entra en el recinto fortificado del Capitán. A juzgar por la torre que hace sombra sobre la edificación medio derruida, pudo haber sido el centro de control del aeropuerto hace mucho tiempo. Los guardias lo saludan y le permiten entrar, y está a punto de abrir la puerta cuando uno de ellos se le interpone en el camino. “No puede entrar ahí.” “Vengo a ver a Bone.” “El cuarto del capitán se encuentra en la torre. Vaya por las escaleras.” Tarasov se encoge de hombres y camina escaleras arriba, hacia la que una vez fue la sala de tráfico aéreo, desde donde se puede ver toda la base. Rodeado por una pared de contenedores, el cuartel de Bone se encuentra en el centro del perímetro. No demasiado lejos de allí, un avión de transporte en ruinas junta polvo y herrumbre. Los cables salen de la cola hacia el edificio central donde deben estar los generadores. Chozas improvisadas y tiendas atestan el cemento agrietado, apostadas entre toda clase de despojos de la guerra, desde vehículos militares saqueados hasta restos de helicópteros. Los Stalkers con manía por la higiene personal han instalado una ducha de campo adosando un tanque de agua de plástico a los remanentes de una estructura de metal que una vez pudo haber sido la torre de una repetidora de radio. Todo se ve en paz, como un campamento de niños exploradores, excepto por los Stalkers armados que vigilan en las posiciones fortificadas, los puestos de vigilancia a lo largo de la pared de contenedores y una torre de observación donde un francotirador revisa el horizonte a través de sus binoculares. El comandante está de pie junto a un enorme y detallado mapa del área. Lleva el traje blindado y el casco puesto. ¿Alguna vez se lavará? le viene a la mente al mayor. El hecho de ver una regadera de campo lo hace darse cuenta de cuánto desea una larga y refrescante ducha. “¿Se siente mejor, mayor? Felicitaciones por una batalla bien peleada. Ahora que se ha probado a sí mismo, lo dejaré 176

quedarse unos días. Un trato es un trato. Pero suficiente con la charla insustancial. Quiero que haga algo por mí.” Tarasov lo mira fijamente y con curiosidad, esperando que su ansiedad no se note tanto. “Aquí,” dice Bone, señalando una posición en el mapa que indica hacia el noroeste de Bagram, “es la ubicación de una avanzadilla de mercenarios. Hostigan constantemente a losStalkers, moviéndose entre nuestra base y nuestro puesto de avanzada en Ghorband, aquí. Quiero que encuentre esa avanzadilla y elimine a los mercenarios.” “Necesitaré revisar a mis hombres, primero.” “No hay necesidad de ello. Quiero que lo haga solo, porque necesito a sus hombres aquí.” “Aún están bajo mis órdenes, capitán, no las suyas.” “¡Escuche! Esos mercenarios chupapollas están muy activos últimamente. Necesito que sus hombres nos ayuden a defender la base, en caso de que seamos atacados. Hará esta misión para mí y dejará aquí a sus hombres, o los echaré a todos de Bagram. Punto.” Tarasov debe admitir que por más que sea presentada de forma arrogante, la idea de Bone no es del todo irracional. “Supongo que eso sólo me deja dos opciones… Hacerlo, o hacerlo, ¿verdad?” “Exacto, mayor,” asiente Bone. “Al menos sus hombres heridos pueden recuperarse mejor mientras usted no está.” “Qué amable de su parte. Por cierto… Ahora que hemos defendido la avanzadilla supongo que pueden devolvernos nuestros exoesqueletos, ¿cierto?” “Bien… Me temo que no es el caso.” El casco puede que oculte el rostro de Bone, pero sus gestos revelan su bochorno. “Sus trajes han sido robados de nuestra armería.” Al escuchar esto, todo el enojo contenido salta al rostro de Tarasov. “¿Robados? ¿De qué diablos está hablando?” “Sí, es una… Vergüenza. Ya he iniciado una investigación pero… En todo caso, si Ashot está metido en esto, le dispararé yo mismo. Se lo prometo.” 177

“¿Por qué maldita razón las iba a robar él?” “¿Sabe cuánto cuesta ese traje, mayor?” “En realidad no, pero…” “Cuesta alrededor de ocho años de su salario. ¡Sí! La gente se ha vuelto canalla por una fracción de eso… Como sea, vaya y hable con ese anarquista bueno para nada. Y estamos de acuerdo acerca de esos mercenarios, ¿no es así?” “Sí,” Tarasov responde de mala manera. “Veré lo que puedo hacer.” 15:25:14 AFT Al dejar el recinto de Bone, Tarasov corre hacia donde Ilchenko y el sargento. La nariz del metrallero está vendada y su rostro azulado por los moretones, pero eso no impide que le dé a Tarasov un abrazo de oso. Zlenko actúa más reservado, aunque igualmente alegre de ver a su oficial en una pieza de nuevo, y es el turno de Tarasov de abrazar al joven sargento. “¿Qué le sucedió a su nariz, Ilchenko?” “Ese maldito Stalker que quiso matarlo me noqueó.” “¿A usted? ¿Que mide un metro noventa y tiene más de cien kilos? Se necesitaría una masa para derribarlo.” “La culpa es mía, mayor. Ese pedazo de mierda era un hijo de puta jodidamente rápido,” Ilchenko responde, avergonzado. “Pero si lo vuelvo a ver le romperé el cuello. ¡Lo juro!” “Así es, si es que llega a estar lo suficientemente cerca.” “¿Qué quiere decir?” “No tiene importancia, no tiene importancia… ¿Qué hay del escuadrón, sargento Zlenko?” “Señor, los soldados Nakhimov y Obukov aún están en la enfermería. También Bondarchuck: recibió una tremenda puñalada durante nuestro ataque. Tuvimos dos muertos en combate.” “¡Maldita sea!” La maldición se le escapa a Tarasov de los labios. “Espero no haber dejado atrás a nadie.” 178

“No, señor. Ambos están aquí: Kamensky y Vasilyev.” Zlenko apunta hacia dos cruces cerca del muro de contenedores, cada una hecha con un rifle clavado en el piso arenoso y con un casco encima. Las botas de los soldados caídos están en posición de firmes junto a su lugar de reposo. Tarasov baja la cabeza. “¿Lo logró Skinner?” “Sí, pero no se quedó. Se fue a un lugar llamado… ¿Cómo era, Ilchenko?” “Ghorband, sargento. En realidad, tan pronto como se bajó del camión quiso matar al capitán pero los guardias lo echaron.” “Es una pena que no se lo hayan permitido,” gruñe Tarasov, mirando a las tumbas. “Dos hombres. Qué maldita pérdida. Y puedo suponer que no hay un sacerdote entre los Stalkers.” “Dijimos una plegaria y disparamos unas salvas para el amén.” “Un funeral apropiado para nuestros soldados paracaidistas.” Suspira Tarasov. “Bien, entonces…Brindemos por su recuerdo. ¿Qué tal ese famoso bar Stalker?” “No lo hemos visto todavía.” “¿Cómo?” se sorprende Tarasov. “Dejamos ese brindis para cuando usted estuviera en pie nuevamente.” “Bueno, lo estoy… Y aprecio que esperaran, Viktor. Debe haber sido un sacrificio como para morirse.” “¿Honestamente? Fue difícil.” “Vayamos. ¿Dónde está Stepashin?” “La última vez que lo vi estaba tomando una ducha. Iré a buscarlo.” “Pensándolo bien, yo también me muero por una ducha.” Los soldados se dirigen hacia el destrozado Antonov. Como el tren de aterrizaje fue arrancado hace mucho tiempo, los cascarones de dos tanques sirven para estabilizar el fuselaje. Está cubierto de grafitis pero el fantasma de una estrella roja aún es visible en la cola. La rampa debajo de la 179

cabina del artillero en la cola ha sido bajada. Una cálida luz anaranjada brilla desde adentro, haciendo que el interior parezca cómodo y atractivo. “Espero que ese tal Ashot no estuviera mintiendo cuando mencionó el vodka helado,” murmura Ilchenko. “Sólo hay una manera de averiguarlo. Todos adentro.” La orden es obedecida ansiosamente: al caminar por la rampa, las angostas mamparas del aeroplano revelan una guarida cubierta de alfombras, cojines y tarimas que se utilizan como mesas, algunas en el piso de metal, otras ubicadas en cajas de madera con la palabra USAID aún escrita en los costados deteriorados por el tiempo. Bajo los ventiladores que zumban, el tintineo de los vasos de vodka se mezcla con el intento de un Stalker por tocar una vieja canción en su guitarra; la melodía no cuadra bien con los ritmos de reggae del reproductor de música que domina el bar, pero tampoco suena tan mal. Los Stalkers se sientan o se acuestan por cualquier lado, algunos fumando en pipas de agua. Nubes anchas de humo flotan en la tenue luz de las velas y las lámparas de petróleo y Tarasov detecta también el embriagador olor de la marihuana. Al otro lado del fuselaje, detrás de una barra sujetada burdamente con tiras, el tabernero sacude la mano. Lleva un traje raído de Libertad y fuma un grueso cigarrillo enrollado a mano. “¡Bienvenidos al Antonov! ¡Te va a poner realmente en las nubes!” Prolonga la palabra realmente, sugiriendo los medios para elevar el espíritu de los cuales el mayor jamás ha sido aficionado. “Ashot,” dice, “ni siquiera se te ocurra ofrecerles bhango a mis hombres. Pero si tienes un pollitra helado: sírvelo.” “¡Eh, colega!” Ashot grita alegremente. “¡Si no pueden fumar un poco, entonces una bebida fuerte! Aquí tienen: en mi negocio, ¡cada hora es la hora feliz!” Tarasov levanta su vaso de vodka escarchado por lo frío del contenido. “¡Por los camaradas caídos!” Sus soldados repiten el brindis y chocan sus vasos. 180

“Oh…,” dice Ashot avergonzado y baja el tono de su voz. “Está bien, tal vez no es una hora feliz… ¡Lo siento hermanos! Esta ronda invita la casa.” El mayor, siempre aficionado al buen vodka, levanta las cejas: el alcohol tiene un sabor como si hubiese sido diluido con agua. Sin embargo, a sus soldados no parece importarles. Tarasov está a punto de anunciar otro brindis cuando su PDA le indica que le llego un mensaje nuevo. #Cóndor, tuve que dejar la base con prisa. Lamento la nariz rota de tu soldado. Hay una guarida de Stalkers en Ghorband. Consigue algún equipo de francotirador y visítame allí lo más pronto que puedas. ¡Y cuida tus espaldas en Bagram! Crow.# Tarasov levanta las cejas. Desearía que ese enigmático hijo de puta me hubiera dicho de qué va esto. ¿Podría tratarse de una trampa? Pero aún no comprendo por qué Crow estaría en mi contra. Escucha la charla inconsistente de sus soldados, al principio con melancolía mientras recuerdan a sus compañeros de escuadrón pero volviéndose alegres pronto gracias a que la bebida les quita el humor sombrío. Ilchenko los está obsequiando ya con anécdotas sobre una prostituta de Bosnia y el ‘tratamiento especial’ que acabó recibiendo de Lobov, pero Tarasov está demasiado perdido en sus propios pensamientos como para seguir el relato. “Oye, Ashot,” le dice reclinándose sobre la barra y bajando la voz hasta el susurro. “¿Tienes algún exoesqueleto para vender?¿O alguien más en Bagram?” El tabernero retrocede y deja que el cigarrillo de marihuana se le caiga de los labios. “¿Qué? ¿Exos? ¡Mierda, no!” “¿Por qué tad sobresaltado? Te ves como si te hubiera pedido que besaras a un chupasangres.” “Hermano, pídeme una barreta de metal, un rifle de pulso de 10 milímetros, una Kalashnikov dorada, un láser Gatling… Cualquier arma hecha o no y yo te la conseguiré. También te garantizo los mejores precios libres de impuestos… Cuando 181

no están los idiotas de Bone. Pero, exoesqueletos… No tengo ninguno. No negocio con eso aquí, nadie lo hace.” Tarasov estudia su rostro cuidadosamente. “Está bien, no tiene importancia. Lo que en realidad necesito es algo largo y silencioso.” “¡Oh sí, ahora sí estamos hablando de negocios!” le dice Ashotcon un gran alivio y abre un enorme armario de metal. Dentro, hay una docena de rifles de asalto y pistolas ordenados en un estante de armas. “¿Qué sucedió con toda la linda mercancía de la OTAN con la cual comerciabas?” “Es un poco difícil encontrarla aquí. Pero no te preocupes: tengo a toda la familia Kalashnikov conmigo. Mira este AK47 en condiciones impecables. ¿Quieres algo más actualizado? Aquí tienes un AKMS. Bueno, ya tienes una, pero, ¿qué hay de este AMD-65? ¡Muy práctico y con muy poco retroceso! También tengo un Khyber Pass, imitación del Lee-Enfield. ¿No te interesa?” “Necesito algo como un AS Val con una mira ajustable. Un Vintorez también serviría.” “¡Te amo, viejo! ¡Es tan bueno tener al menos un cliente que sabe lo que quiere! La única cosa mejor que eso es un vendedor que tenga esas cosas… Imagínate, la semana pasada un Stalker viene a mi negocio y me dice, ‘quiero un Desert Eagle.’ Le muestro mi colección y me dice…” “No tengo todo el día, ¿sabes?” “¿Vas tarde a una cita? Vamos cariño, ella tendrá que esperar. ¡Los hombres están hablando de armas ahora! Pero el problema es que no tengo el Val. Ya sabes, la última vez que se podía encontrar ese tipo de armas aquí fue en los ochenta, e incluso entonces sólo se podía tomar de las manos de los Spetsnaz muertos, sin intención de ofender. Ahora es de las manos de un Stalker experto, muerto… Lo cual significa que incluso si tuviera esa arma, digamos que un Vintorez sería muy, muy caro.”

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Tarasov sonríe. Él ya sabe hacia dónde se dirige la historia del comerciante. “¿Acaso huelo un Stalker experto muerto en tu guarida?” “Su nombre era Charon,” Ashot responde con una sonrisa de oreja a oreja. “Viene un día y todo el mundo se paraliza. Dice: no se preocupen por la armadura, no estoy más con los de Monolito. Tenía esa cosa en la mirada de ‘ya estuve en todas partes e hice de todo’ por toda su cara con cicatrices. Luego se fue a un lugar en el que jamás había estado e hizo algo estúpido: se acercó demasiado a un Géiser. Ya sabes, esa anomalía que te hierve vivo. Debe haber sido doloroso…” “Supongo que sí, y también supongo que él tenía un Vintorez que milagrosamente llegó a tus arcas.” “Algo así. Pero lo primero es lo primero: ¿tienes dinero suficiente? Acepto dólares, euros, libras esterlinas, rublos y por supuesto, artefactos. Porque, ¿qué esperas de mí, cariño mío? ¿Que acepte pagos con balas o tapas de botellas? Eso no me sirve, si te das cuenta…” “Tengo efectivo. Rublos y dólares.” “¡Excelente!” Ashot saca un largo envoltorio de debajo de la barra. “¿No es una nena preciosa? Tú me pagas el ridículamente bajo precio de 75000 rublos o 2500 dólares por una mira pancreática de 2-a-10 con un objetivo de 52 milímetros…” “¿¡Qué!?” “… con el Vintorez del pobre Charon adjunta a ella. ¡Y si la compras en un paquete con la AMD-65, te daré una caja de pañuelos descartables para limpiar la mira, gratis!” “¿Estás bromeando?” “¡Claro que sí! ¡Pero la munición con centro de tungsteno SP-6 que tengo en venta no es ninguna broma, y un cargador lleno va incluido en el precio! Decídete, ¡este Vintorez es la primera cosa y la última que un Spetsnaz como tú necesita!” “No me convence,” dice el mayor, estudiandoel arma. Está en una condición paupérrimay aunque hiciera que el comerciante le bajara el precio, se llevaría la mejor parte del 183

dinero reservado para comprar información. “Se ve como si una manada de mutantes lo hubiera pisoteado. ¡En estas condiciones, hasta la comida para perros es más valiosa que esto!” “¡Cálmate, hermano! ¿Para qué crees que tenemos al tío Yar? Sólo necesitará reemplazar el gatillo y el mecanismo de carga y tal vez enderezar el caño pero conseguirás un descuento, no te preocupes.” Podría entregar mi Esmeralda como parte del trato, pero no es cualquier artefacto… Es un artefacto útil. Al ver el inusual rifle automático silenciado que funciona tan bien como arma de francotirador como de asalto, Tarasov trata de evitar la tentación. Pero fracasa. “Conserva la mira. ¿Qué te parecen 45000 rublos por el Vintorez con tres cargadores y tres cajas más de munición?” “¿Quieres arruinarme? ¡Hasta una versión de aire comprimido cuesta 700 dólares o 21000 rublos, y aquí estamos hablando de lo real! Sesenta mil rublos.” “¿Y si no hago escándalo acerca de que estás diluyendo el vodka con agua, y me lo das por cuarenta mil? Vamos, no pongas esa cara. Te daré mi AKM con mira como parte del trato.” “Eres insistente, ¿lo sabías? ¡Ahora llévatelo antes de que se me rompa el corazón!” Tarasov deja el dinero y su rifle de asalto sobre la barra y recoge el Vintorez, muy contento. Espero no arrepentirme de esto. “Como sea, ¿cómo acabaste aquí, Ashot? La última vez que oí acerca de ti, tú y Yar estaban de regreso con Libertad allá en el Valle Oscuro.” “Oh sí, la Zona… Los viejos días buenos, como diría Yar.” El tabernero se reclina más cerca y le da a Tarasov un guiño de ojo perspicaz. “El Valle Oscuro se volvió demasiado oscuro para mí. Ya sabes, estar en la lista negra de la competencia no es bueno para el negocio. Así que cuando llegaron las noticias de este cómodo lugar en el sur, mudé mi negocio. Y también 184

lo hizo el Señor Arréglalo-Todo. La vieja Zona era demasiado húmeda y fría para estas articulaciones. Hablando de articulaciones y conectes…” “No, gracias. ¿Qué le sucedió a Ganja? ¿Te hiciste cargo de su negocio?” El rostro de Ashot se ensombrece. “Deber lo derribó en una escaramuza, cuando todo el mundo corría hacia la planta nuclear. Pero, de todos modos, ¿cómo sabes tanto de Libertad? “Estuve en tu base varias veces, disfrazado como un Stalker libre.” “¿Estuviste? Eres peor que ese rufián del SBU que armó escándalo en la planta de Júpiter. El comandante Loki jamás lo perdonó por reclutar a esos tipos de Monolito para Deber. ¡Fiú!” El comerciante escupe en el suelo, obviamente con menos temple ahora, luego de ser incapaz de timar a Tarasov como hubiera querido. “Lo tomaré como un cumplido”, sonríe Tarasov. “Ahora, ¿dónde está el taller del tío Yar?” “En un viejo helicóptero Chinook cerca del cuartel de Bone. Sabes, él siempre quiere competir conmigo pero lo tiene mucho más pequeño y corto que el mío. Su negocio, quiero decir.” “Iré a verlo. Este rifle necesita una revisión de inmediato.” “Pero hay un problemita,” Ashot replica rascándose la cabeza. “Yar no está de humor últimamente. Se perdió su mascota.” “¿Su mascota?” “Un joven Stalker llamado Mac. Solía hacerle recados. Desde que él se fue, Yar está más inútil que nunca.” “Le preguntaré sobre eso. No dejes que mis muchachos se emborrachen demasiado, ¿está bien?” “¡No te preocupes! ¿Quieres otra bebida?” “Ahora no. Y Ashot… ‘Olvidaste’ darme la munición.”

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18:14:53 AFT Ashot tenía razón… El tugurio de Yar apenas parece más que unas ruinas ordinarias. Tarasov golpea la placa de madera que cubre la puerta de las ruinas con el puño pero nadie responde. Camina en derredor del helicóptero y vuelve a golpear. Aún no hay respuesta. Eventualmente, comienza a patear las ruinas con sus botas. Finalmente una voz ebria viene desde adentro. “Da?” “¡Tío Yar! ¡Hay un cliente aquí!” “¡Déjame en paz! Como si la vida no estuviera lo suficientemente mal.” “¡Sólo te necesito un minuto!” “No me importa lo que hayas roto esta vez. Vete de aquí.” “No rompí nada. Pero necesito hablar contigo.” “Malditos novatos. No pueden dejar en paz a un anciano…” La placa de madera que cubre la puerta del helicóptero se abre y aparece una cabeza gris. Los ojos con arrugas se ven cansados. “Oh, eres tú… Lo siento. Pensé que era otro chiquillo que quería alguna mejora para su escopeta… Ven adentro.” “Qué bueno verte, Señor Arréglalo-Todo,” Tarasov dice entrando. Botellas vacías de vodka atestan el interior del helicóptero donde una sola lámpara de petróleo es la única luz. Toda clase de herramientas y partes de armas yacen en el suelo. Un banquito para trabajar ocupa el lugar en que estuvo la cabina del piloto aunque, a juzgar por el polvo que lo cubre, el técnico no ha hecho ningún trabajo en mucho tiempo. “¿Cómo te trata la vida, tío Yar?” “Ni lo menciones. ¿Cómo podría tratarme en este maldito bydlostan infestado de moscas? ¿Qué es lo que quieres?” “Tengo un Vintorez que quiero mejorar.”

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Yar pone sus ojos en blanco, frustrado. “Lo sabía… Lo siento, pero por ahora no estoy haciendo mejoras a las armas.” “¿Por qué? Oí que perdiste a tu aprendiz pero un Vintorez no es algo con lo cual no puedas lidiar tú solo.” Yar se sienta en el colchón y recoge una botella de vodka del piso de metal. Al verla vacía, la arroja nuevamente con enojo. “Siempre trabajé solo. Entonces, un día, viene un joven Stalker. Me dice que quiere aprender el negocio. Le digo que el negocio anda lento y que no tengo dinero para pagarle. No hay problema, me dice, págame mejorando mi FN-2000.” “Es un arma bastante difícil para un novato.” “Sí, pero no le pregunté de dónde la había sacado. No es mi problema. Pero ya sabes cómo es esto… Le eché una mirada preliminar y le cambié la mira. Luego le desmonté el mecanismo del gatillo, sólo para admirar su precisión. Era un placer después de todos esos AKs destrozados que me siguen trayendo los Stalkers. Le instalé un gatillo de titanio, un tornillo sintético para sellarlo y otro resorte de retorno para reducir el retroceso. Luego le ajusté la trayectoria del resorte para reducir el balanceo y le dupliqué las barras guía… Como sea, una cosa llevó a la otra y por la mañana tenía un arma ya genial transformada en algo increíble.” “Déjame adivinar… Entonces el Stalker tomó tu obra maestra y desapareció.” “Bueno, no exactamente… Viajamos hasta acá juntos. Mac era un buen chico, me ayudaba con las pruebas de disparo con las armas… Mis ojos ya no son tan buenos como solían ser, ¿sabes? Todo iba bien hasta que una mañana él me dijo que se había aburrido de Bagram y que quería aventura. Entonces desapareció en el desierto para buscar artefactos y no regresó.” “Es trágico y todo eso, ¿pero qué hay de este Vintorez?” Yar ni siquiera mira el arma nueva. “A esa mira podría servirle una mira térmica y agregarle un moderador de retroceso y algo que detenga el impulso podría hacerla más precisa… ¿Pero sabes qué? Ya acabé con eso de mejorar toda 187

esta mierda. Tengo algo de dinero ahorrado. Lo usaré para volver a casa.” “Pero…” “Ningún ‘pero’ y ningún compensador neumático en la culata de tu rifle. Aunque quisiera, te costaría una fortuna.” “¿Vas a dejar que tu negocio se arruine sólo porque tu aprendiz se escapó?” “No lo entiendes, ¿no es así? Desde hace una década que reparo y mejoro armas aquí y en la vieja Zona. Y tan pronto como los novatos tenían rifles mejorados en sus manos se creían capaces de tomar por asalto tu base, mayor –la maldita Central Nuclear de Chernóbil también, si nos ponemos a eso– y por lo general morían en el intento. Era como vender drogas. Esta vez estaba este chico, aquí, y me dije, ‘le enseñaré sobre el negocio para mantenerlo alejado de todo este sinsentido de guerras de facciones, caza de artefactos y matanza de mutantes’. Fallé. ¡Maldita sea, era tan joven que ni siquiera hubiera podido comprar vodka donde Ashot si le pedían una tarjeta de identificación!” “Como dijiste antes, la vida está lo suficiente mal. Como sea, necesito esa actualización y también arreglos en el equipo de mis soldados. Aún me quedan unos pocos hombres a pesar de haber enterrado a dos de ellos, que han muerto en este lugar, ¿sabes? Sus tumbas también necesitan una mejora.” “Está bien, está bien, hagamos un trato: tú me ayudas y yo te ayudo. Trae a ese niño tonto a salvo. A cambio, obtendrás las mejoras y las reparaciones.Tal vez hasta te dé mi Glock de regalo. Sólo encuéntralo.” “Mejoras y reparaciones gratis, si lo traigo con vida.” “No puedo creer que esté regateando sobre esto.” “No hay necesidad de creer cuando están los hechos. ¿Alguna idea de hacia dónde fue Mac?” “Si andaba tras esos artefactos que buscaba, prueba con la vieja fábrica textil al noroeste. Déjame ver tu PDA… Aquí. Squirrel puede llevarte allí. Él conoce todos los atajos hacia las planicies de Shamali.” 188

“Entonces tenemos un trato.” Tarasov está a punto de bajar por la puerta cuando recuerda algo más. Saca el teléfono móvil que encontró en el auto de patrulla emboscado y se lo alcanza a Yar. “Mira, tío… Mientras no estoy, ¿podrías revisar si aún queda algo de información en esto?” El mecánico frunce el entrecejo mientras estudia el dispositivo. “¿Dónde encontraste este pedazo de basura?” “En unas ruinas, al norte. Sólo me da curiosidad.” “Veré qué puedo hacer,” responde Yar encogiéndose de hombros. “Gracias. Pero, por cierto… ¿Qué te parece añadirle la mejora de la imagen térmica a modo de adelanto de mi paga?” “Poidi proch, Stalker!” “¡Ya me voy, ya me voy…! ¡Nos vemos pronto, tío Yar!” 20:42:39 AFT El sol se pone lentamente en las montañas. Para deshacerse de la rigidez que dos días de inactividad han acumulado en sus miembros, Tarasov da un paseo por la base y observa a los Stalkers encendiendo fogatas para la noche. Observa a Zlenko en uno de los puestos de vigilancia en la pared de contenedores. Cuando sube las escaleras, se une al sargento que está ocupado discutiendo con dos Stalkers. Al verlo acercarse, Zlenko lo saluda. “¡Señor!” “Descanse,” Tarasov responde casualmente y se sienta en uno de los sacos de arena. “¿Qué está haciendo aquí? ¿Ashot se quedó sin vodka?” El sargento se encoge de hombros. “Ya conozco las bromas de los soldados. Y todo ese olor a marihuana… Es nauseabundo.” “¿No le interesa esa cosa? Qué bueno.”

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“Toqué en una banda de rock. Ya tuve suficiente,” dice Zlenko con una sonrisa. “Como sea, estos Stalkers estaban debatiendo si acaso el M-16 o el AK-47 eran la mejor arma. Yo discutía en favor de los Kalashnikov. ¿Cuál es su opinión, mayor?” “Bueno… Mi opinión es que los hermanos estarán discutiendo esto por largo rato. Venga Viktor, de todos modos quería hablar con usted a solas.” Caminando lejos de la vigilancia, Zlenko saca un paquete de cigarrillos de su chaleco y le ofrece uno a Tarasov que mira por encima de las montañas oscuras y la anomalía rojiza a lo lejos de la planicie arenosa donde el viento hace remolinos de polvo, y al escuchar a un Stalker afinando su guitarra, se siente de humor como para fumar. “Gracias… Y ahora, cuénteme sobre ese enredo con el guardia muerto y aquel Stalker.” Zlenko exhala el humo antes de comenzar. “Es una historia extraña,” comienza, entonces se interrumpe cuando el Stalker termina de afinar y comienza a cantar. “Sucedió que caminaba por aquí Y lastimé dos personas por casualidad, Me llevaron a los jardines de la milicia Donde la vi y me quebré inmediatamente.” “Oh no, por favor no,” Zlenko gime, escondiendo su rostro entre sus manos. “Es la canción favorita de Ilchenko.” “No tenía ni la más pálida idea de que estaba hacienda ella aquí, Probablemente intentaba conseguir un pase. Ella era hermosa, adorabley blanca... Decidí buscar a la chica. Sólo la seguí, caminando detrás de ella, No le hablaría a un matón, pensé. Entonces decidí invitarla. 190

Al restaurant más cercano. ¿Por qué no?” Tarasov le sonríe al sargento. “¡Oiga Viktor! Si una canción de Vysotsky lo hace llorar, lo degradaré!” “Mientras caminábamos, la gente le sonreía a mi belleza, ¡Estaba furioso, perdí la cabeza! Herí el rostro de un hombre extraño Porque se atrevió a hacerle un guiño. El caviar le pareció delicioso, Y no escatimé en gastos, Le ordené a los músicos grandes éxitos, Y la última melodía que tocaron fue ‘Las grúas’. Hice promesas, demostré mis sentimientos, Toda la noche repetí una única cosa: ‘No he robado en cinco días, Créeme, mi amor a primera vista.’” “No es la canción, mayor, es lo mal que el Stalker la está tocando. ¿Permiso para dispararle?” “Denegado.” “Dije que mi vida estaba arruinada, Me limpié la nariz y me sequé los ojos, Y ella dijo: ‘Te creo, eternamente tuya, Puedes tenerme por un precio razonable.’ La abofeteé desesperado, Por dentro me estaba volviendo loco. Ahora supe lo que ella estaba haciendo realmente allí, En la milicia, mi amor a primera vista.” “Klass,” grita un Stalker cuando termina la canción. “Oigan soldaditos, ¿quieren un poco de vodka? ¡Podemos

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intercambiarles un poco! ¡Una botella por una medalla!” Ríen los Stalkers. “¿Le importa si les enseño un poco de modales?” pregunta Zlenko a Tarasov. “Quiero decir, con una guitarra.” “Permiso absolutamente concedido.” El sargento se une a los Stalkers en el campamento. “¡Oye, bocón! Dame esa guitarra,” demanda Zlenko sentándose en el campamento. El Stalker le alcanza el instrumento y Zlenko tira de las cuerdas con la seguridad del conocedor antes de comenzar a tocar. Sus dedos, irritados y sucios con grasa de las armas, se mueven sobre las cuerdas con asombrosa gracia. Entonces comienza a cantar: “Ella tiene una sonrisa que me recuerda Me trae recuerdos de la infancia Cuando todo era fresco como el cielo azul brillante Ahora y entonces cuando veo su rostro Ella me lleva hacia ese lugar especial Y si la miro demasiado tiempo, probablemente me haga llorar Whoa, oh, oh, dulce niña mía Whoa, oh, oh, oh, dulce niña mía Ella tiene los ojos de los cielos más azules Como si pensaran en la lluvia Odiaría mirarla a los ojos y ver una pizca de dolor Su cabello me recuerda a ese cálido lugar seguro Donde me escondía de niño Y rogaba que el trueno y la lluvia pasaran junto a mí silenciosamente… ¿Adónde vamos ahora?” “Konchay uzhe,” dice el Stalker guitarrista. “Toma este vodka, sólo cállate. La has tocado bien, pero esa canción me pone triste.” 192

“A mí también,” responde otro, masticando una salchicha seca. “Me recuerda a una chica a la que solía echarle un polvo en la secundaria. Qué rubia era, oh Gospodi! ¡Como una reina de las hadas!” “Mientes, Tolik. ¿Cómo llegó una rubia hasta la secundaria?” pregunta el tercer Stalker sonriendo. “Olvida la secundaria,” dice el que tocaba la guitarra. “¿Qué hacía fuera de la cama?” Estallan en risotadas de borrachos mientras los dos soldados se alejan caminando. “Tengo que admitirlo, fue la mejor canción que escuché en mucho tiempo,” dice Tarasov. “¿Le gustó? Es americana. Me equivoqué en uno o dos acordes, pero…” “Estuvo bien. Pero suficiente placer por hoy. Necesito que haga algo por mí.” “Lo que pida, kommandir.” “No esté tan ansioso porque no le gustará, hijo. Quiero que se quede aquí en Bagram mientras me ocupo de algo. Es bastante lejos, así que puede que me ausente unos días.” “Tiene razón. No me gusta.” “Su objeción ha sido debidamente tomada en cuenta. La verdad es que no confío en este lugar. No quiero llevarme los pocos hombres que me quedan y dejar a los heridos a merced de Bone. Usted se quedará aquí, cuide a los hombres y sea mis ojos y mis oídos mientras yo no esté.” “Entendido.” “Me llevaré a Ilchenko conmigo. Me servirá de mucho con el PKM.” “Seguro. ¿Adónde va?” “Hay algo por hacer, por los viejos tiempos… Y por las armas que se repararán. Cuando termine con eso, hay un obstáculo más que necesito remover en el camino a nuestro verdadero objetivo: los científicos. No se preocupe, cuando los encuentre, nos iremos juntos.”

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Frunciendo el ceño, Zlenko enciende otro cigarrillo. “Con el debido respeto, señor, Aguja puede estar en peligro y no podemos demorarnos aquí.” “Entiendo a qué se refiere, Viktor, pero nuestro destino está en medio de un territorio hostil. Los mercenarios, o los comandos o lo que sean ni siquiera son nuestro peor enemigo. Si la mitad de lo que escuché acerca de la Tribu es cierto, tenemos un gran problema por delante.” “Sí, escuché algunos rumores extraños por parte de los Stalkers.” Zlenko inclina su cabeza. “Pareciera que la sola mención de la Tribu hace que se caguen de miedo, y no sólo los novatos.” “¿Lo ve? ¿Cómo vamos a luchar hacia nuestro destino sólo conmigo, usted y dos soldados capaces de pelear? Espero poder, al menos, quitar el menor obstáculo de nuestro camino.” “Supongo que no tengo mejores opciones. Como usted ordene, entonces. Cuidaré las espaldas de los soldados.” “Esa es la actitud. Hablando de actitud, ¿aquel Stalker no le dio una botella de vodka?” “Así es. Aquí tiene.” “Salud. ¡Ésta es por una buena redada!”

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Transmisión VOP encriptada entre la Zona de Exclusión y el centro de Afganistán, 26 de septiembre de 2014, 06:41:08 AFT #Ojo de Águila, este es Renegado, ¿me copia?# #Aquí Ojo de Águila en Sierra Bravo. Informe.# #He obtenido las coordenadas del transporte. Necesito refuerzos para interceptarlo: no puedo hacerlo solo.# #Positivo en los refuerzos. Se reunirá y se enviará un escuadrón lo más pronto posible.# #Ojo de Águila, No necesito hombres cualesquiera. Necesito a mi antiguo escuadrón.# #Veremos qué se puede hacer acerca de ello. Renegado, se le avisa que intercepté varios mensajes entre las áreas central y oeste. Tenga cuidado.# #Afirmativo. Un elemento amigo podría estar involucrado en eventos a futuro. Sugiero que se ponga en contacto con Kilo y lo mantenga listo.# #¿Está seguro de compartir esta información con Kilo, Renegado?# #Positivo. Somos nosotros quienes debemos adaptarnos a la situación aquí, no al revés.# #Afirmativo. Kilo Uno será informado. Ojo de Águila, fuera.# #Comprendido. Renegado fuera.#

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Puerta del Infierno Planicies de Shamali, 26 de septiembre de 2014, 11:25:47 AFT “¡No me oculté! Lo juro por la vida de mi madre, que en paz descanse,” dice Squirrel intentando soplar el polvo de la destrozada harmónica. “Cuando el soldado que llevaba el lanzagranadas recibió un disparo, me enojé mucho, muchísimo. Si el sargento no nos hubiera ordenado que atacáramos, hubiera salido a perseguir a los dushmans yo solo, ¡lo juro!” “Estoy seguro que les evitó un horrendo destino, Squirrel.” Ilchenko mira al guía con escepticismo mientras finaliza con la limpieza de su ametralladora. “¿No estoy en lo cierto, mayor?” “Yo apoyo a Squirrel… Él es un maldito asesino, sólo que lo disimula muy bien.” “Exactamente lo que pienso, señor,” responde Ilchenko y engulle un bocado de la carne enlatada que está desayunando. Su rostro se contrae por el asco. “¿Cree que pueda usar esta mierda como grasa para armas? De todos modos sabe igual. Jesús, ¿como pueden ustedes, Stalkers, vivir con esto?” Squirrel sopla la harmónica pero un chillido distorsionado es el único sonido que hace el instrumento. Lo vuelve a poner en su bolsillo con una mueca. “Desearía tener un reproductor de MP3, para no tener que escucharlos todo el tiempo quejándose,” dice. “¿Sabes qué? No comas nada de comida en dos días y entonces te encantará. Te haría bien perder algunos kilos de todos modos.” “Vamos, Squirrel: vengo de Ucrania. Tengo un alma enorme y un alma enorme tiene un apetito enorme. Y tú, Ardilla; ¿por qué tienes un apodo tan mierdecilla?” “Soy socialista, soy veloz para recoger artefactos y despojos y tengo un rabo largo y grande, si sabes a lo que me refiero.” “¿También es igual de peludo?” 196

“No, viejo. Y, ¿por qué el interés? No imaginé que fueras un gomik…” Tarasov bosteza. Está cansado tras su marcha nocturna a través del bosque. Ahora, las primeras luces del amanecer emiten destellos a través de los altos árboles, haciendo que el bosque parezca menos inhóspito. Sentado contra la pared de la granja en ruinasdonde se detuvieron para un breve descanso, disfruta el placer simple de sentir la brisa fría de la mañana soplando entre los dedos de los pies mientras limpia sus botas con un pañuelo descartable húmedo. Sabe que volverán a estar polvorientas luego de dos pasos, pero el movimiento lo relaja. “¿Escuchó eso, mayor? ¡Este roedor acaba de llamarme gomik!” “¿Y qué espera que haya al respecto, soldado? ¿Qué lo mate?” “¡No, señor! Sólo espero que mire hacia otro lado cuando le reviente la tapa de los sesos.” “Escuchen bien, ustedes dos… En mi última misón en la Vieja Zona, contaba con un técnico con una antorcha de acetileno en mi grupo. ¡Desearía tenerlo cerca en este momento para que les sellara las bocas!” Tarasov mueve la cabeza con hastío. “¡Son peores que Yar y Ashot! Así que, Squirrel, en lugar de discutir con alguien que es tres veces más pesado, explícame: ¿qué es ese lugar al que nos dirigimos, Puerta del Infierno?” “Un atajo hacia la meseta en donde se encuentra la fábrica,” dice Squirrel. “Hay un camino que lleva directamente allí, pero atraviesa una aldea abandonada infestada de mutantes. A veces, los dushmans aparecen también para decir hola. Comparado a eso, este atajo es un paseo por el parque. Ya no queda muy lejos. En tres o cuatro horas, deberíamos llegar a un perfectamente lindo campamento Stalker en Puerta del Infierno.” “Si es un lugar tan perfectamente lindo, ¿por qué se llama Puerta del Infierno?” 197

“Oh… En realidad, por nada. Sólo porque hay unas pocas anomalías Quemadoras y Géiser aquí y allí, ya sabes.” “Oye, Stalker,” le dice Ilchenko. “¿Por qué no dejaste ese RGP en Bagram? Fue un buen botín, pero me duele la espalda de sólo mirarlo.” “¿Se suponía que debía dejárselo a ese dushman muerto en la avanzadilla? Él ya no lo necesita. De todos modos, ¿qué sucedería si nos encontramos con un tanque?” “¿Un tanque? ¿Aquí?” le ríe Ilchenko. “No hablas en serio.” “Bien… Entonces quizás un oso, ¿eso estaría mejor? Quiero decirles a mis amigos cómo fue que Squirrel el Valiente les salvó el culo a dos militares con un solo disparo de RPG.” “Quisiera ver eso.” “Si quieres saber, en la Zona –cuando aún estaba con Libertad– lo hicimos del modo opuesto. El proceso era el mismo, excepto que no se trataba de salvar.” “Adelante, hazme el día, Stalker…” “¡Paz, hombre! No me apuntes esa arma. ¿Qué carencia física estas intentando compensar con esa ametralladora, de todos modos?” Mientras tanto, Tarasov ha terminado de limpiar sus botas. “Muchachos… Si terminaron de fastidiarse el uno al otro, vayámonos.” “Vamos,” dice Ilchenko, poniéndose de pie. “Maldición, como extraño esos helicópteros… Odio caminar.” Patea la lata medio vacía, que contiene los restos de su desayuno, hacia un arbusto. “No hagas eso,” le dice Squirrel, mirando nerviosamente alrededor. “Los bosques tienen oídos.” “Y el campo tiene oídos,” murmura Ilchenko. “Ya lo escuché antes.” “¡Ya basta! Squirrel tiene razón. ¡Abajo!” Tal vez sean los ojos cansados de Tarasov jugándole tretas, pero por un momento, está seguro de haber visto un par de ojos observándolos desde atrás de los arbustos. Han 198

desaparecido, pero el movimiento de las ramas y un crujido apenas audible en el piso, le indica que alguien, o algo, definitivamente los estuvo observando. “¿Qué fue eso, mayor?” Agachado, Ilchenko apunta su PKM y revisa lentamente las ruinas. “¡Squirrel! ¿Hay chupasangres por aquí?” El guía palidece. “¡Oh mierda! ¿Has visto alguno?” “¿Como podría? ¡Se hacen invisibles!” “¡No se supone que los encontremos hasta llegar a Puerta del Infierno!” “Santa Madre de Jesucristo,” exclama Ilchenko. “¡Dijiste que sólo hay algunas anomalías allí!” “¡Formación escalonada! Ilchenko, póngase al frente. Squirrel, quédate de mi lado y mantén la vista en nuestra retaguardia. ¡Avancemos!” El bosque se vuelve disperso mientras lentamente se acercan al empinado descenso de la meseta. Avanzan con cautela, moviéndose de escondite en escondite. Luego de cincuenta metros, Tarasov hace la señal de alto. “No veo ningún contacto,” murmura, revisando el área con sus binoculares. “Esperen… Veo una gran manada de chacales.” “¿Se mueven en nuestra dirección?” susurra Squirrel. “No creo que aún nos hayan detectado.” Tarasov hace un zoom en los ópticos para observar más de cerca a los mutantes. “Miren eso… Se están peleando por algo.” “Eso es bueno. Avancemos silenciosamente y evitémoslos.” Tarasov le echa una mirada a los mutantes por última vez, pero cuando estaba a punto de bajar sus binoculares detecta algo siniestro. “¿Qué demonios?” susurra, ajustando el zoom. “¿Qué es, jefe?” “No estoy seguro.” Algo largo y delgado se extiende desde atrás del grupo árboles secos y sin vida. Cambiando al mayor aumento, se da 199

cuenta que lo que creyó que era una rama de árbol larga y derecha en realidad es una hélice de helicóptero. Detrás de ella, una docena de chacales se traban en lucha. El mutante más grande persigue a uno más pequeño y le da una tremenda mordida. El chacal pequeño suelta algo y huye. Tarasov se concentra en el líder de la manada mientras agarra el premio del mutante pequeño del suelo y frunce el ceño cuando lo reconoce como un brazo humano. “Me parta un rayo… Están peleando por un cuerpo. Pero eso no es todo.” El mayor le da los binoculares a Squirrel y señala las hélices. Inmediatamente, una sonrisa llena de ambición surca el rostro del Stalker guía. “¡Hélices! ¡Y donde hay hélices, hay restos de un helicóptero! ¡Y donde hay restos de helicóptero, hay botín!” “Dame ese RPG, Squirrel.” “¡Déjame dispararles, viejo! ¡Por favor!” “He dicho que me des ese RPG, Squirrel.” “¡Por favor, por favor, por favor, déjame disparar el RPG!” “Está bien, está bien, pero será mejor que le quites ese tapón protector de la cabeza explosiva antes de disparar… Ilchenko, enséñele cómo hacerlo. Y ahora, Rambo, no quieres errarle a los mutantes. Espera a que estén reunidos. Ilchenko, prepare su ametralladora. Luego de que las granadas los impacten, abra fuegoy trate de matar a cuantos pueda. Si lo arruinamos y se nos acercan corriendo… No será agradable. ¿Estamos listos?” Sus compañeros asienten. “No lo arruines, Stalker. Espera a mi orden.” Ahora Tarasov ve que los chacales se reúnenen torno a un cadáver, medio desenterrado de una tumba al ras de la tierra. “Gospodi,” murmura cuando ve lo que ha quedado del cuerpo. “¿Qué es?” “Vi un… Pero no. No puede ser. Me niego a creerlo.” En el momento en el que se reúnen los chacales alrededor de la tumba, Tarasov le hace una señal a Squirrel. El proyectil 200

sale del lanzagranadas con un wuuush ensordecedor. El líder de la manada sacude su cabeza pero para cuando toma conciencia del peligro ya es demasiado tarde; la granada impacta a la manada y explota en una cortina de llamas color naranja. Al mismo segundo, la ametralladora de Ilchenko comienza a ladrar y dispara una larga ráfaga dirigida a la masa dispersa de mutantes heridos o agonizantes. El líder de la manada, aún con vida, emite un aullido vengativo y comienza a correr a gran velocidad hacia ellos a pesar de tener una de sus patas cercenadas por la explosión y una gran herida en uno de sus costados. Aun así, la distancia es tan grande que Tarasov puede apuntar con precisión su Vintorez. Dispara una corta ráfaga y el mutante cae, aunque su ímpetu lo lleva a detenerse a un metro de distancia de los tres hombres, como si su agresión natural lo impulsara aun cuando la vida se ha desvanecido. Hubiera deseado tener este rifle en el Paso Shalang cuando más lo necesitaba, piensa Tarasov con una amarga sonrisa. “Buen trabajo, caballeros,” le dice a sus compañeros. “Echémosle un vistazo a esos restos. Manténganse en alerta.” Al acercarse, Tarasov identifica los restos por la cola del aparato: un Mi-24. Con las ruinas de la guerra de Afganistán por todos lados, la visión no lo sorprende, al menos no al principio. Mientras se acercan lo suficiente para ver más de los restos entre los arbustos dispersos, el mayor da un grito corto y fatal. “¡Maldición! ¡Era uno de los nuestros!” Ilchenko y Squirrel se dan vuelta para observar. La insignia azul y amarilla de Ucrania es claramente visible en el fuselaje lleno de balas. “¿Qué es ese hedor pútrido que viene desde adentro?” El entusiasmo se ha desvanecido del rostro de Squirrel. Ciertamente, el olor es tan fétido, que lo obliga a ponerse su máscara de gas. Tarasov hace lo mismo mientras estudia cuidadosamente los restos. Le da la impresión de que el helicóptero estaba 201

intacto cuando aterrizó y que ha sido atacado en el suelo. Tarasov e Ilchenko entran por la escotilla. “Parece que han volado la puerta, señor.” “Y a juzgar por el desastre adentro, alguien lanzó granadas dentro del compartimento.” Cientos de casquillos yacen en charcos de sangre seca ennegrecida y Tarasov encuentra unas pocas vendas ensangrentadas y botiquines vacíos, pero no hay señal de ningún cuerpo. Al salir, encuentra la puerta del piloto abierta. “¿Tal vez lo hizo la tripulación?” Ilchenko mira alrededor como si esperara que los soldados sobrevivientes aparecieran desde los arbustos, pero Squirrel destroza cualquier optimismo. “Mayor… Ilch… Será mejor que vengan y vean lo que acabo de encontrar.” A unos pocos pasos de los restos del helicóptero, cerca de donde luchaban los mutantes, la granada ha reventado un cráter superficial en el suelo y hay dos cuerpos desenterrados. Según las partes faltantes y el avanzado estado de descomposición, Tarasov reconoce el cadáver desenterrado por los chacales. Del otro, sólo son visibles las piernas y los brazos, pero la visión de la piel a medio descomponer es suficiente para hacer que Squirrel vomite. Los cuerpos están vestidos con apenas unos pantalones de algodón y las remeras del ejército con líneas blancas y azules. “¿Dónde están sus armaduras?” pregunta Tarasov luchando contra la náusea. “¿Y quién los enterró?” “Tal vez camaradas sobrevivientes.” “Ilchenko, déme su pala.” “¿Está seguro de esto, señor?” “Estoy seguro que quiere ponerse la máscara de gas, soldado.” Tarasov abre la pala retráctil y empieza a cavar. Ilchenko y Squirrel observan horrorizados mientras poco a poco, desentierra más cuerpos, la mayor parte de ellos casi totalmente desnudos como los primeros. Sólo uno es diferente 202

y aún lleva el traje de piloto. El mayor ha visto la suficiente cantidad de cadáveres como para deducir que fueron enterrados hace varias semanas. Cuando encuentra el séptimo cadáver, Tarasov deja de cavar. “No es necesario cavar más profundo… Parece que el escuadrón completo y la tripulación fueron enterrados aquí.” Se inclina más cerca de los cuerpos. El hedor a descomposición y podredumbre es tan potente que incluso penetra la máscara de gas de Tarasov. Un sabor dulce y repugnante se extiende por su boca mientras examina de cerca los cuerpos. Señala un cráneo, apenas conectado al resto del cuerpo por tendones pútridos. “Miren… Puede que esto haya comenzado como un enfrentamiento armado, pero acabó en ejecución.” Enmudecidos, observan la tumba abierta, luego se miran los unos a los otros. Ilchenko frunce el ceño. “¿Quién hizo esto?” dice finalmente. Tarasov sacude la cabeza. Su primer pensamiento apunta a los siniestros comandos de la sierra de Salang. Pero usan diferentes maneras para limpiar su desorden, piensa. El entierro también significa quelos dushmans tampoco son una opción: no puede imaginar ninguna razón por la cual se molestarían en cavar una fosa común para sus enemigos. “No lo sé, pero probablementeno fueron los dushmans, y definitivamente no fueron los Stalkers.” “Estoy de acuerdo,” dice Squirrel. “Se necesita más potencia de fuego que los pocos Kalashnikovs de unos Stalkers para atacar un helicóptero caído con un escuadrón completo de soldados paracaidistas adentro. Sin mencionar el ser lo suficientemente tonto para hacer algo así.” “¿Squirrel, puedes leer huellas?” “No sería un buen guía si no pudiera, viejo.” “Revisemos el área. Ilchenko, aquí está su pala. Rellénelo de nuevo.”

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“Como ordene… Maldita sea esta mierda. No lo puedo creer.” En busca de cualquier huella que pudieran haber dejado los atacantes, Tarasov y el guía peinan el perímetro alrededor de los restos del helicóptero. “No soy un gran táctico, viejo, y el lugar completo parece como si Dios lo hubiera creado para una emboscada… Pero si hubiera tenido que atacar ese helicóptero, esa posición hubiera sido tan buena como cualquier otra. ¡Mira!” Le hace señas con la mano a Tarasov por encima del tronco de un árbol, donde el Stalker se arrodilla y toma del suelo un puñado de casquillos. “9x39 milímetros… Hechos en Rusia. Muchísimos. Aquí… Y mira, dos posiciones de tiro más allá.” Tarasov examina un casquillo. Incluso una rápida mirada indica que el guía está en lo cierto. Frunce el ceño. “Squirrel… ¿Conoces a alguien que posea un Val o un Vintorez?” “Sí, hombre. Tú.” “Te aseguro que yo no hice esto. Ahora dime, aquí en la nueva Zona, ¿qué otro rifle utiliza este calibre?” “El Groza.” “¿Y quién está armado con rifles de asalto Groza?” Squirrel se quita la máscara de gas. Es la primera vez que Tarasov observa horror en sus ojos. “Exactamente,” murmura el mayor y baja la cabeza. Por un largo minuto, se miran el uno al otro. “Escucha, Squirrel… Yo ya sé que estuviste con Libertad antes. Supongo que no hay mucho amor entre tú y los de Deber del capitán Bone.” “Ese no es el modo correcto de decirlo. Yo, por el contrario, diría: por favor déjame abrirlos en canal, arrancarles los intestinos, pisotearlos y sofocar a los idiotas con sus propias entrañas.” “Si quieres ver ese día, debes mantener la boca cerrada por ahora. No hables acerca de esto con nadie. Especialmente con Ilchenko.” “¿Por qué?” 204

“Porque lo digo yo. ¿O quieres que los seis hombres que aún me quedan ataquen a Bone mientras hay cientos de Stalkers alrededor que no saben a quiénes odian más: si a nosotros o a los guardias?” “Ya no odian más a los soldados luego de que nos ayudaste en la avanzadilla. Al menos no a ti y a tus muchachos.” “Espero que así sea, aún no estamos listos para atacar a los de Deber, o quienes quiera que sean en realidad. ¿Está claro?” “Sí, señor, mayor, señor.” “Perdóname, no estoy de humor para divertirme. Regresemos al helicóptero y démosle a Ilchenko una mano.” Campamento Stalker en Puerta del Infierno, 20:25:47 AFT La noche ha caído para el momento en que suben de regreso a través de un valle hacia Puerta del Infierno. Tarasov revisa el área a través de sus binoculares. Más allá de un área vacía rodeada de ásperas colinas rocosas, docenas de pequeños fuegos danzan bajo un enorme arco que lleva a la entrada de la cueva. El lugar parece una catedral en ruinas edificada para rendir pleitesía a un dios maligno, pero es la misma tierra torturada la que produce esas extrañas formaciones rocosas. Una choza de madera en ruinas se yergue a una distancia segura de las anomalías. La mayoría de sus tablones han sido arrancados para alimentar la fogata que arde en medio de un círculo de piedras. Tres figuras humanas se amontonan alrededor del fuego. “Veo a tres Stalkers en el campamento.” “Ése debe ser Snorkbait y sus amigos,” responde Squirrel. “Snorky es un muy buen guía.” “¿Cómo puede alguien establecer un campamento aquí? Hay anomalías alrededor y el lugar, en sí, se ve tenebroso.” “Porque no son estúpidos, ¿sabes?” “¿Y qué los hace listos?”

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“Los mutantes no se acercan demasiado a las anomalías y los Stalkers listos hacen campamentos donde no van los mutantes.” “Suena razonable. Vamos a unirnos a ellos en la fogata, entonces” Mientras los tres se acercan al fuego, los Stalkers saltan, apuntando sus armas a los recién llegados. “¡Paz, hermanos! ¡Soy yo, Squirrel!” “Hola, Squirrel,” dice un Stalker bajando su arma. “¿Qué te pasa? Estamos sentados aquí, contando chistes y todo eso, ¿y tú te apareces a hurtadillas así? ¡Nos hiciste cagar del susto!” “No les haremos daño alguno,” dice Tarasov. Cambia el modo de seguridad de su rifle a ‘encendido’ y se coloca el arma al hombro. “¿Les importa que pasemos la noche aquí?” “¡Ja, ja! Los militares están buscando protección con los Stalkers,” dice otro Stalker mientras se sienta junto al fuego y continúa afinando su maltratada guitarra. “Vengan, estarán a salvo con nosotros.” “Eso es muy tranquilizador,” dice Ilchenko, mirando alrededor. “¿Qué sucede, Squirrel?” se dirige al guía el tercer Stalker. Se encuentra limpiando un viejo rifle L85 Enfield. “¿Te perdiste como de costumbre, viejo amigo?” “Estoy guiando a mis invitados soldados a través del zoológico local, Snorky,” dice el guía, sentándose junto a la fogata. “Ya conocieron a los osos y a los dushmans. Todo eso debe haberlos preparado para la peor atracción. Mayor, Ilch, tengo el desagrado de presentar a Mishka Apicultor. Simula tocar la guitarra pero no puede. El nervioso de allí, es Sashka Oficial de SWAT y el hermano con un gusto por las armas antiguas, es Snorkbait.” “¿Apicultor? ¿Oficial de SWAT?” Ilchenko observa a Tarasov con una mirada perpleja. “¿Cómo escogen estos tipos sus apodos? ¿Los sacan de un sombrero?” Tarasov sólo se encoge de hombros. Ya ha notado algo mucho más interesante. 206

“Me importan una mierda los sobrenombres alocados si el nombre en la etiqueta es real,”dice, echándole una mirada a la botella de vodka que los Stalkers comparten entre ellos. “¿Eso es realmente lo que indica la etiqueta?” Se quita su pesada mochila con un suspiro de satisfacción y se une a los Stalkers sentados alrededor del fuego. “¡Claro! Es Stolichnaya, ¿qué más?” Mishka Apicultor le ofrece la botella. Tarasov toma un largo trago, luego se la pasa a Ilchenko quien ha ocupado un lugar junto a él. “¿Qué los trajo hasta aquí, muchachos?” pregunta Snorkbait. “Nos dirigimos hacia la Fábrica.” “Allí es hacia donde queríamos ir hace unas noches. Olvídenlo.” “¿Cómo dicen?” “La última tormenta movió las anomalías. Parece como si hubiera barrido todos los malditos Géisers y las Minas dentro del arco. Puedes gastar un millón de tornillos pero aún así no encontrarás el modo de salir.” “Mierda,” maldice Tarasov. “¿Han visto últimamente a Mac? Ya saben, ¿el aprendiz del tío Yar?” Los Stalkers se miran desconcertados. “Nop. Lo siento, amigo,”dice Snorkbait. “¿Qué tan lejos queda si vamos por el otro camino, a través de esa aldea abandonada que mencionaste, Squirrel?” “Dos días.” Tarasov mira a Ilchenko que le devuelve la misma preocupación en la mirada. El mayor se quita el casco y se frota las sienes. “Maldita sea… No tenemos tanto tiempo. Debemos encontrar una manera de llegar mañana.” “Dejemos las preocupaciones de mañana, para mañana,” responde Squirrel alegremente, “y ahora cuénteme amigos, ¿tienen alguna historia nueva?” “Hablábamos de mujeres.” 207

“¿Qué mujeres, Sashka?” “Ese es el punto. No hay ninguna por aquí.” “¿Y por qué iba a haberlas? Prada no produces botas de Stalker, Mango no tiene trajes protectores, Louis Vuitton no ofrece contenedores de artefactos y los cachorros de chacal no son lindos. Es por eso que no vienen aquí.” “Lo cual apesta,” suspira con resignación el Stalker llamado Oficial de SWAT. “¿De todos modos, cómo reconocerías una?” pregunta Tarasov. “Todos los Stalkers usan máscaras de gas, cascos o al menos pasamontañas.” “¿Por la voz?” “Vamos, Mishka. Hablar a través de una máscara de gas hace que cualquiera suene como un mutante.” “Totalmente cierto, Squirrel. Entonces por las tetas.” “Bajo la armaduraella podría tener las tetas como las ubres de una vaca y nadie las notaría.” “Bueno, no por las tetas. Quizás un rifle rosa.” “¿O un traje blindado con una pegatina de ‘Hello, Kitty’?” “O simplemente por ser un dolor de cabeza,” gruñe Snorkbait. “Por dejarte por un Stalker con un rifle más grande,” Ilchenko sonríe sardónicamente. “¿Hablas por experiencia propia, Ilch? Como sea, nadie tendría que estar adivinando,” dice Squirrel riendo. “¡Sólo fíjate en el Stalker que persiguen los chupasangres en ciertos días!” “¡Qué asco! Eso es muy debajo del cinturón. De todos modos, bastaría con saber el apodo.” “¿Por qué, Sashka? ¿Cuál sería?” “La Marcadora.” Los Stalkers ríen a carcajadas, excepto Snorkbait, que parece más interesado en el mantenimiento de su arma. A Tarasov le gusta esa actitud, más que nada porque Snorkbait maneja el arma desmantelada con una rutina que sólo puede venir de un pasado militar. Sin embargo, por una vez, 208

encuentra la conversación de los Stalkers más interesante que tratar de adivinar en cuál ejército el Stalker ha adquirido sus habilidades. “Me pregunto, ¿de dónde sacan sus mujeres los de la Tribu?” dice tomando otro largo trago de la botella. Repentinamente el silencio se apodera del campamento. “Oiga mayor,” dice eventualmente un Stalker, “¡No arruine la fiesta nombrando a esos animales!” “Lo siento, Apicultor. No quise asustarte.” El Stalker llamado Oficial de SWAT retoma el hilo de la conversación. “Kruto, amigos,” dice aclarándose la garganta. “Entonces, presumiendo que una mujer Stalker estuviera aquí, ¿qué harían?” “Soy un tipo cortés,” dice Squirrel. “Le abriría la puertaa de cualquier área subterránea y la dejaría entrar antes que yo. ¡Primero las damas!” “Yo le daría una Flor.” “¿Sólo una flor? Eres un tacaño, Sashka.” “Quiero decir, un artefacto Flor de Piedra.” “¿Antes o después?” “Como sea. Eh, esto no tiene sentido… Hablemos de las mujeres del Gran País. Oigan, recién llegados, ¡cuéntennos una buena historia!” “¡Claro que sí! Cuéntennos algo picante. Supongo que los oficiales del ejército consiguen más vaginas por allí.” “Sólo en los días de paga,” bromea Tarasov. “Las mujeres son caras en Kiev, ¿saben?” “¿Quién está hablando de putas?” “Todas las mujeres son caras,” suspiraTarasov. “O todas las mujeres son putas.” “No estaría tan de acuerdo con ello, Ilchenko.” “No discuto acerca de que las mujeres son caras,” dice Snorkbait. “Pero en Bagram escuché un pajarito que gorjeó que habías sido el comandante de la base del Cordón. Si eso es cierto y no te enriqueciste con el contrabando de artefactos,

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entonces, mayor, con el debido respeto, te perdiste la oportunidad de tu vida.” “Quizá lo hice,” responde secamente Tarasov, mirando fijamente al fuego. Ilchenko toma un largo trago de la botella de vodka. “¡Escuchen todos! Yoshkar Ola es el lugar para ir. Es un pequeño y feo bydlostan en Rusia, pero hay una gran universidad y nueve de cada diez estudiantes, son chicas.” “¿Entonces qué demonios estamos haciendo aquí?” murmura Snorkbait. “Perdiendo el tiempo, Snorky,” responde un Stalker. “No hablo de ti, Mishka, viejo puñetero.” “¿Estudió allí?” le preguntaTarasov a Ilchenko. “No, estudie en Odessa, pero ella era de Yoshkar Ola. La conocí durante el intercambio de estudiantes, que terminó en un intenso intercambio de fluidos corporales y luego emails y toda esa mierda...” “¡Por fin una historia! ¡Es lo que necesitamos!” “¡Estás en lo cierto, Sashka! ¡Vamos, Ilch, ve a los detalles jugosos!” “Es una historia triste, Squirrel. De modo que, yo vengo de Odessa y ella era de Yoshkar Ola.” Ilchenko reprime el hipo y toma otro largo trago. A Tarasov no le queda más que admirar sus habilidades con la bebida: el soldado parece tragar el fuerte alcohol como si fuera agua. “Durante el receso de verano, nos encontramos nuevamente en San Petersburgo. Ella y otras chicas habían organizado una fiesta. Apestaba: había varios tipos del Este allí también, y estaban mirando a nuestras chicas como si no fueran nada más que vaginas.” “Lo cual es cierto,” Mishka Apicultor interrumpe. Ilchenko le lanza una mirada de desaprobación y bebe una vez más. “De modo que, yo hablo un poco de alemán, saben, porque estudié a Goethe y a Rilke y las ayudé a traducir. Cuando los idiotas le dicen a una de las chicas: möchtest Du was trinken, yo simplemente les dije: ‘quiere saber si te acostarías con él por una visa Schengen’.” 210

“A eso es a lo que yo llamo arruinar una fiesta,” dice Tarasov. “Sí, supongo que sí, pero lo peor fue que algunas de las chicas –no todas, pero algunas, ¿entienden?– simplemente dijeron que sí. No fue la única cosa que me arruinó la fiesta. Imagínense, también había un negro de mierda. ¿Pueden creerlo? Estaba en alguna jodida hermandad para estudiar esa mierda de sociología o lo que sea. Oficialmente. Extraoficialmente, vendía drogas. Las chicas lo dejaron venir a la fiesta porque tenía muy buena mercancía, se lo reconozco.” “Ni siquiera me atreví a pensar qué más podía haberles interesado a las chicas, viejo,” ríe Squirrel. “Cierra la boca, Stalker. De todas maneras, compré unos gramos de droga para alegrarme. ¡Y cuando me estaba drogando, ese kurvenok se jodió a mi chica!” “Culpa tuya, hombre. Deberías haberte quedado con la Coca-Cola.” “Ese bastardo me dio algo más fuerte de lo que yo quería, Squirrel. Me noqueó completamente. Si, está bien, admito que tomé mucho vodka también, pero no entienden mi punto. ¡Mi punto es que a mi chica se la tiró un maldito negro!” “Siempre supe que algo estabas compensando con esa ametralladora,” bromea Squirrel. Ilchenko le ofrece una mirada de desprecio y ahora parece estar realmente enojado. Tarasov lo observa, listo para intervenir en caso de que se pelearan, pero su soldado parece estar demasiado borracho como para levantar una mano. “Como sea, a la mañana siguiente encuentro a mi chica en la habitación de al lado y al negro encima de ella. Le dije que saliera de mi vista y regresara al jodido Yoshkar Ola. Luego tuve una… Conversación, con el negro.” “¿Acerca de la droga?” “¡No, idiota! Acerca de por qué no debía tirarlo por el balcón, Stalker. No estaba muy… Mayor, ¿cómo se dice cuando una discusión no funciona?”

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“En su caso, se llama estar completamente enfurecido. Mejor váyase, cepíllese los dientes y prepare su vivaque, hijo.” “¿Es una orden?” “Termine la historia primero, si aún puede,” le dice Tarasov, suavizado él también por la bebida, además de la curiosidad por el final del relato de Ilchenko, aunque las palabras del soldado en ocasiones se trasforman en incoherencias de borracho. “Ya voy, señor, mayor señor. Ya voy, pero déjeme decirle esto: descubrí algo muy interesante acerca de los negros. Puede que su piel sea negra pero sus sesos son blancos. ¡No me mire así! ¡Lo vi con mis propios ojos cuando golpeó el pavimento, uno, dos, tres, cuatro…! ¡Cinco pisos por debajo del balcón!” Squirrel se atraganta con el pedazo de pan que está comiendo. “Esa fue la cosa más interesante que aprendí durante mis años de estudiante. De todos modos, no hubo más estudio para mí, porque, ¿quién demonios quiere estudiar cuando se tiene el botín de un vendedor de drogas entre manos? Así que una cosa llevó a la otra y un año después incluso tenía mi propio bummer, un lindo X6 negro. Imagínese cuántos profesores de literatura manejan uno. Así que, al final no podría interesarme menos mi licenciatura y todo eso iba bien hasta que un día un imbécil rayó mi auto. Fui un poco severo con él… Como sea, mientras esperaba mi turno en la militsia, apareció un oficial de reclutas y me dijo que podía bien ir a la cárcel o al ejército.” “Con un pasado como ése, un día llegará a general,” le dice Tarasov. “Mayor, lo amo. ¡Usted es un tipo duro, pero lo amo! Por favor, mayor, no les diga a los otros que no terminé la universidad. Ya sabe, se supone que seamos tipos duros, pero ser un tipo duro con un título universitario me hace un tipo duro especial. ¿No estoy en lo cierto?”

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Tarasov suavemente rechaza el brazo de Ilchenko mientras el soldado intenta abrazarlo. “¿Ésa es su única preocupación luego de haber matado a un hombre?” “¡Vamos, fue en San Petersburgo! Alguien lo hubiera matado de todos modos. Algunos tipos en la calle me llaman hohol cuando me escuchan hablar. ¡A mí, que soy de su sangre! Maldita sea, ¿no luchamos todos juntos contra los Nazis? ¿Y luego contra los dushmans? Todo está jodido en el Gran País. Todo…” Doblegado al fin, Ilchenko se recuesta en el suelo y comienza a roncar inmediatamente. Los Stalkers están callados. “¿Por qué alguien toma demasiado vodka si no puede soportarlo?” dice Snorkbait después de un rato. “Vayamos a dormir. Mishka, es tu turno mantener la primera vigilancia.” “Esa fue una historia conmovedora, pero aún no sabemos cómo conseguir las mujeres,” Mishka Apicultor dice, estirando su espalda. “Oh, Dios. Artefactos, armas, libertad, aventuras... ¿Qué hay de bueno en todo esto si no hay vaginas por aquí?” Snorkbait, el único que ha mantenido su mente más o menos sobria, mira a Tarasov de manera interrogativa. “Veo que uno no necesita sólo nombrar a la Tribu para arruinar una fiesta.” “Ha probado ser un soldado capaz y confiable para mí,” le responde el mayor encogiéndose de hombros. “No me importa lo que haya hecho antes.” “¿Es la clase de soldados que tienen ustedes en el ejército? Y yo que pensé que los Stalkers ya eran un grupo bastante bruto.” Tarasov observa al metrallero, que ronca. “Mi trabajo es darles órdenes, no juzgarlos,” le dice al Stalker. “Además… Si está en una batalla, necesita hombres como Ilchenko a su lado.” “Tiene razón en eso. De hecho, a veces me alegra que no tengamos mujeres alrededor.” 213

“Estoy de acuerdo, Snorkbait.” Tarasov saca la bolsa de dormir de la mochila de Ilchenko y la abre. Antes de cubrir al soldado que ronca, lo observa por un minuto. “También es mejor para las mujeres.” “¿Cree que era cierto, o sólo estaba exagerando?” “No me importa. Pero para serte honesto, creo que no eres de Ucrania o Rusia y no tienes idea de lo que algunas mujeres, como la chica de Ilchenko, son capaces de hacer para poder huir a Londres, por ejemplo.” “Qué ironía,” dice Snorkbait con una sonrisa socarrona. “Porque no tienes idea de lo que hombres como yo son capaces de hacer para salir de ahí, mate.”

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Desertor Más allá del campamento Puerta del Infierno, 27 de septiembre de 2014, 13:12:48 AFT “¡Mierda, ya estuvimos aquí!” La mejor parte del día ya ha pasado cuando Squirrel estrella su PDA contra el piso. “Lo siento, viejo. ¡Parece que no hay un camino hacia esa condenada meseta!” “No puedo creer esta mierda. Se supone que eres un guía, Stalker.” Ilchenko parece cansado y furioso. Tarasov no lo culpa por sentirse frustrado: desde que salieron del campamento al amanecer, se la pasaron todo el día vagando a través de las grietas escarpadas con paredones que se elevan varias docenas de metros por encima de ellos. Con sus equipos pesados, las mismísimas paredes son demasiado empinadas para escalarlas, forzándolos a buscar un camino más sencillo. “Y se supone que ustedes son aerotransportados, viejo,” replica Squirrel. “¿Por qué me necesitan? ¡Vayan y vuelen por todo lo alto!” Tarasov revisa el área con sus binoculares. Sin importar cuántos acercamientos han intentado, todos han terminado en una sección infranqueable o en otro callejón sin salida. Lo único que puede ver ahora es un laberinto de piedras color arena y colinas empinadas, hasta donde le alcance la vista. “Una semana a base de havchik… Tal vez tengas razón, Squirrel. Todo lo que necesito es pedorrearme y me impulsaré allí arriba, a la meseta.” “Pónganse las máscaras de gas…” “Déjense de tonterías, patsanni,” dice Tarasov. “Creo que vi algo. Squirrel, observa eso.” El mayor le alcanza sus binoculares al guía y señala a las fauces de una cueva. “Tal vez haya un pasaje subterráneo que nos lleve hacia la cima, allí. No lo sé… ¿Crees que deberíamos ir a ver?”

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“Tú decides, viejo” responde Squirrel, incrementando el aumento para ver mejor. “Podría tratarse de la guarida de un mutante.” “Al menos tendremos la oportunidad de dispararle a algo, en lugar de caminar por ahí completamente perdidos. Vamos.” Mientras se aproximan a la cueva, Squirrel señala un sendero que lleva a la entrada. Sorprendentemente está bien apisonado. “Mantengan sus armas listas,” susurra. “Podría ser el escondite de los dushman.” “¿Qué demonios harían los dushmans aquí?” dice Ilchenko bufando. El guía mira con el entrecejo fruncido a Ilchenko. “Buscando artefactos, como todos los demás… ¿Qué pensabas? ¿De peregrinaje?” “Squirrel, retrocede. Yo iré al frente,” dice Tarasov y cubre los últimos metros restantes hacia la entrada de la cueva con extrema cautela, listo para disparar. Antes de entrar, enciende la linterna que ha adosado al Vintorez con cinta adhesiva. Con el dedo índice en el gatillo, entra en la cueva. Entonces hace un movimiento con la cabeza, señalándoles a sus compañeros que avancen. “Ilchenko, esté preparado para segar todo lo que se mueva. Squirrel, cuida tu retaguardia. Vamos a entrar.” Signos de presencia humana aparecen en el círculo de luz de la linterna: un colchón y una hoguera. “Quietos, rebyata. Quietos.” Una sombra se mueve en la penumbra. El mayor sacude su rifle hacia la esquina en la que percibe el movimiento, pero lo que aparece en el haz de luz le da un susto más grande que cualquier mutante. “¡No disparen!” grita Tarasov. Es un hombre demacrado con una barba crecida a lo salvaje, sucia, que le cubre la parte inferior de su rostro curtido. Su rostro tiene profundas cicatrices y arrugas, lo cual 216

le da la apariencia de ser lo que queda de un hombre, delgado y viejo como una momia. Un turbante talibán polvoriento le cubre la cabeza, pero lo más escalofriante es el abrigo harapiento que lleva puesto. Tarasov debe forzarse a creer en lo que ven sus propios ojos: es el abrigo de un oficial soviético de hace muchos años atrás. Uno de los parches en su hombro ha sido arrancado, pero el otro, sucio y descolorido, todavía ostenta el rango de capitán. El anciano parece estar igualmente aterrorizado. Retrocede a su cueva y se cubre los ojos de la luz enceguecedora de la linterna. Su boca sin dientes suelta un palabrerío sin sentido. “Wy… nashi?” “Bajen sus armas,” Tarasov dice a sus compañeros y se acerca a la figura de aspecto fantasmagórico. “No le haremos daño. ¿Quién es usted?” “Nash… Nuestra columna.” “Si nos encontramos a un tipo soviético de esa guerra, me mearé encima,” murmura Ilchenko. “Sovietskiy? Da! Da!” La figura camina hacia adelante y agarra el brazo de Ilchenko. “Nashi, ti nashoi synok!” Antes de que el soldado pueda hacer algo, el anciano le besa la mano que sostiene la ametralladora. Luego toca el parche del ejército ucraniano en el brazo de Ilchenko, sus ojos abiertos por la perplejidad. “Sí, somos ucranianos, Papa,” le dice Ilchenko. “En realidad, siempre lo fuimos.” Squirrel saca una botella de su mochila y se la ofrece al anciano. “Vypji, Papa. Parece que le vendría bien un poco de vodka.” “A mí también,” dice Tarasov. “Inclúyanme también,” añade Ilchenko. Santa Madre de Dios, piensa Tarasov, observando al anciano como si fuera una criatura de otro planeta. Entonces se da cuenta de que en realidad, lo es: una cápsula del tiempo viviente que ha trocado cada recuerdo abstracto del pasado en realidad, incluso si se trata de una difícilmente concebible. 217

“Muy bien… Venga, siéntese. ¿Tiene hambre?” Le pregunta, señalando su boca e imitando que mastica. Para su sorpresa, el hombre sacude su cabeza. “Salgamos de esta cueva. Venga, Ilchenko, ayúdelo a caminar. Squirrel, que te devuelva la botella. Ya está lo suficientemente confundido. Miren alrededor, quizás encuentren algo útil que nos ayude a saber quién es... O era.” “Que me parta un rayo,” dice Ilchenko ofreciéndole al anciano su mano. “Venga, Papa, tome mi mano. De otro modo, voy a pensar que es un fantasma.” El anciano puede estar devastado, pero no es un desvalido. Toma un pesado bastón de madera y, riendo, palmea a Ilchenko en la espalda mientras camina con ellos hacia la luz de afuera. “Nuestros… Ustedes son de los nuestros… Han llegado,” dice. Sus palabras suenan como las de alguien que no ha hablado en un largo tiempo. Ilchenko mira a Tarasov con expresión interrogante. Parece haber perdido la capacidad de hacer o decir. Tarasov no se siente más listo que su soldado. “Soy el mayor Tarasov de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Este es el soldado Ilchenko. Y el otro sujeto es… Bueno, llámelo Squirrel. Es nuestro guía.” “¿Ucranianos? ¿Cómo?” Ilchenko está a punto de lanzar una larga explicación cuando el mayor le hace una señal para que se mantenga callado y se vuelve hacia el anciano. “¿Quién es usted?” “Quién… Yo soy. Ahora soy. Nuevamente. Soy esto.” El hombre busca en su quitapolvo y le da a Tarasov un documento de identidad apenas legible, entregado por el Ejército Soviético. El mayor lo sostiene entre sus manos como si fuera un artefacto que nunca hubiera imaginado que existía. “¿Capitán Igor Vasilyevich Ivanov? ¿División de logística 276?” “La columna.” 218

“¿Qué columna, capitán?” “Mi columna. Nuestra.” “Este palabrerío no tiene sentido,” dice Ilchenko. Tarasov trata de sobreponerse a la situación irreal, concentrándose en sus necesidades más básicas. “Debemos llegar a la fábrica que está en la meseta. No podemos pasar. ¿Conoce algún camino hacia la fábrica?” “Mi columna se perdió.” “Somos la nueva columna. Y debemos pasar. Capitán Ivanov, debe guiarnos.” “Esperaba… Que la guerra terminara. ¿Terminó?” “No exactamente,” Tarasov dice con un suspiro. “Estamos aquí para resolver asuntos no terminados con los dushmans. Llegar a la Fábrica es una parte de eso. ¿Conoce algún camino o no?” “Sí… Conozco. Viejo kravasos se oculta allí. Yo, me escondo aquí. No me gusta dejar mi escondite. ¿Qué novedades?” “Capitán… Por favor, déme un momento.” Tarasov le indica con la mano a Ilchenko que lo siga a unos pasos de distancia. “Las cosas se han decantado hacia lo irreal, soldado. ¿Cuál es su visión de este asunto?” “Señor, con el debido respeto, estamos en el 2014. ¿Realmente puede creer que un hombre pudo haber sobrevivido aquí durante casi treinta años, completamente solo? Mírelo: ¡es más un esqueleto caminante que un ser humano!” “Su tarjeta de identificación parece genuina. Mire.” Tarasov le da a Ilchenko la tarjeta arruinada. “Además asegura que sabe de un camino a la maldita Fábrica. Esto significa que lo necesitamos y que debemos permanecer con él. Vamos a asumir que lo que dice es cierto y que el Ejército soviético de algún modo lo dejó abandonado. ¿Qué le decimos? ¿Que su nación, la poderosa URSS, fue humillada y que corrió fuera de aquí como un perro azotado?” “No lo sé, señor… No lo sé.” 219

“Y entonces, ¿que su país ya no existe más? ¿Y todo lo que ha pasado desde entonces? ¿El CIS, el golpe de estado, Yeltsin, Putin y toda esa mierda? Maldición, ¡tal vez este sujeto ni siquiera escuchó hablar de Chernóbil tampoco! ¡En lo que a él respecta, su comandante en jefe aún es Leonid Ilyich Brezhnev!” “Si se lo decimos, probablemente le dé un ataque al corazón y no lleguemos a ese maldito lugar. Y decirle eso nos tomará tanto tiempo que estaremos sentados aquí hasta el día del Juicio Final. No veo otra opción más que mentirle, mayor.” “Bueno, Ilchenko, una cosa es segura: no podemos dejarlo aquí.” “Es su decisión, mayor.” “¡Oye, mayor! Mira lo que encontré.” Squirrel emerge de la cueva y le da a Tarasov una libreta maltratada. “¿Qué demonios es esto?” dice Tarasov mirando la tapa. “Uhm… Eso es una pegatina de Homero Simpson, señor.” “Me doy cuenta de ello, Ilchenko, no soy yo quien ha estado viviendo en una cueva desde hace décadas. ¿Pero cómo consiguió esto el anciano? Como sea… No perdamos más tiempo.” “¿Y qué hacemos con él, señor?” “Sacarlo de su miseria.” “¿Qué?” Al ver que Ilchenko frunce el entrecejo, el mayor sonríe. “Quiero decir, fuera de la cápsula del tiempo. Esperemos que no resulte demasiado doloroso para él.” Tarasov retrocede unos pasos hacia el anciano. Está sentado en el suelo, con la mirada perdida en la distancia, murmurando repetitivamente dos palabras: la columna, la columna. “Capitán… Igor Vasilyevich, escuche.” Tarasov se pone de rodillas delante del viejo y lo mira con fijeza a los ojos, repitiendo claramente su nombre una vez más. “Igor Vasilyevich Ivanov. Escúcheme: ahora es el año 2014. La 220

Guerra finalizó hace veinticinco años. El ejército soviético ya no existe más. La URSS ya no existe.” “¿Qué? ¿Breznyev está muerto?” “Así es.” “¿Ya no más URSS?” “Ya no está.” “¡Gracias a Dios Todopoderoso! ¡Oh, Dios ha hecho maravillas, maravillas!” “No sabe ni la mitad de eso. Ahora lo llevaremos a casa. A casa… A Rusia.” “¿Rusia?” “Donde sea que esté su hogar, es hora de regresar ya.” “¿Ganamos la guerra?” “Bueno… Algunos de nosotros salimos victoriosos. Usted estará entre ellos, si lleva a cabo una última orden… Para mí.” “Pero…” El anciano toca el parche ucraniano en el brazo de Tarasov. “Ustedes no son de mi ejército.” “Yo soy mayor. Los rangos no han cambiado. Seguirá mis órdenes y nos guiará a la fábrica. Terminaremos nuestra misión. Entonces lo llevaremos a un lugar seguro. Será transferido a su hogar desde allí.” “Usted habla diferente… ¡Todo en usted es diferente,” dice el anciano tocando la armadura pesada de Tarasov. “Su uniforme es diferente también… Mucho mejor que el nuestro. ¡Oh, no! Usted no es de mi ejército. Usted no me es útil.” “Kommandir!” Ilchenko habla en voz baja, pero Tarasov tiene la sensación de que su soldado apenas puede reprimir la ira. “Dejémoslo a merced de su destino o arrastrémoslo con nosotros. ¡Esto no tiene sentido!” “Pero ése es el punto, Ilch,” le dice Squirrel. “No eres de su ejército.” “¡Eso es jodidamente cierto, Stalker! ¿Cómo demonios podríamos serlo?” “Ilchenko, ¡ya basta!” Repentinamente una idea surca la mente de Tarasov. “Usted es un genio, ¿sabe?”

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Tarasov busca en la pechera de su armadura y le muestra al capitán la foto de su padre. “¡Soy uno de los suyos! ¿Ve eso? ¡Ese soy yo! ¡Kunduz, 1988! ¡Mírelo!” El hombre mira a la fotografía, luego a Tarasov. Sus ojos se abren muy grandes. “Sí… Ese es usted, sargento. ¡De modo que alguien sí sobrevivió!¡Lo sabía! La columna completa no se podía haber perdido… No podía ser que todos murieran...” Por un instante, la mente de Tarasov pierde la noción de la realidad. Cierra los ojos y cae en una vorágine de recuerdos donde el tiempo, fechas y la historia carecen de significado, donde sus latidos se convierten en una tormenta de emociones que amenaza con arrastrarlo en profundidades oscuras en las que se volverá loco, porque el deseo de venganza es la única cosa a la cual aferrarse. Cuando abre los ojos, se encuentra donde estaba, varado en la realidad: una realidad a la cual necesita aferrarse si quiere mantener la cordura. “Capitán, nuestras insignias en los hombros han cambiado pero aún debería poder reconocer la estrella de un mayor,” dice Tarasov, señalando el parche pequeño en su armadura, que indica su rango. “Ahora soy un mayor, y lo supero en rango, capitán Ivanov. No lo hemos olvidado ni a su columna. Jamás… Ahora he venido para llevarlo a casa.” Traga en seco y suelta al anciano. “Debe venir con nosotros. ¡Es una orden!” Una sombra de duda se posa en el rostro del capitán. “¿Breznyev realmente falleció?” “Realmente.” Tarasov se pone su visor para ocultar sus ojos. “Y no puede descansar en paz por el sonido de todos los bummers y las putas de tacones altos que caminan en la Plaza Roja,” Ilchenko añade apretando los dientes. “¡Mayor…! Por el amor de Dios, ¡hágalo entrar en razón!” “Capitán Ivanov, le he dado una orden. Vamos, nos vamos a casa.” “Pero no puedo ir a casa.” 222

“Lo que sea que haya querido decir con eso, se puede arreglar. Por ahora, nos guiará hacia la Fábrica. No repetiré mi orden.” “No… No todo se puede arreglar. Pero los llevaré… Los guiaré, sí. Los guiaré y aceptaré sus órdenes, si hace algo por mí.” “¡No tenemos más tiempo para misiones secundarias, señor!” Ilchenko casi le está gritando a Tarasov. “¡Si quiere enviarlo a Kandahar para buscar su rifle extraviado o que vaya a Kabul para encontrar su tarjeta de miembro del Partido, le ruego que diga que no!” “No ahora, joven, no ahora. Luego de que los guíe hacia la Fábrica. Por favor. ¿Hará algo por mí, mayor?” “¿Qué más puedo hacer por usted que no sea sacarlo de aquí?” “No requerirá mucho tiempo.” “Está bien. Lo haré, si se puede hacer rápidamente. Tenemos una misión que completar, capitán, y supongo que quiere llegar a un lugar seguro lo antes posible, también.” “¡Gracias! ¡Bien! Davaj uhodim!” “¿Dónde?” “¿No quiere llegar a la Fábrica?” “Oh… Por supuesto. ¿Está seguro de que puede…?” “Lo estoy. Puedo.” Toma su pesado bastón y comienza a caminar colina arriba. “¿Qué espera, kommandir?” Desierto, 17:11:38 AFT Luego de unas horas de caminata, Tarasov mira al anciano con ojos diferentes. Tal vez sea la reducción de un cuerpo humano a huesos, tendones y músculos lo que lo mantiene caminando de prisa, o nada más la libertad de movimiento que tiene, comparada a los tres acompañantes que llevan equipo pesado y armas, pero por momentos se les dificulta seguirle el ritmo a los pasos del nuevo guía. Los lleva por grietas y sobre riscos en un camino que nunca hubieran podido encontrar ellos 223

solos. Squirrel ocasionalmente se detiene para documentar el progreso en su PDA. “Este nuevo camino me hará rico, viejo… ¡Seré el único guía que conoce un camino hacia la Fábrica!” “Lo dudo, demasiados Stalkers vendrían aquí,” dice Ilchenko respirando pesadamente por el reciente ascenso a través del angosto barranco. Se detiene y seca el sudor de su rostro. “No podrías estar más equivocado acerca de la Fábrica, muchacho. Los rumores dicen que hay más artefactos que condones usados en un night club de Kiev.” “Menciona los night clubs una vez más y simplemente te dispararé. Menciona cerveza helada y te dispararé dos veces.” “No me importaría que me dispares unas cien veces si tuviera un artefacto Corazón de Piedra.” “¿Qué es un Corazón de Piedra?” “Un artefacto muy raro. Los Stalkers dicen que aumenta la salud de uno como nada… Sólo te lo digo porque se supone que se encuentran por aquí. Véndele uno a Sueldahuesos allá en Bagram y serás asquerosamente rico. Véndelo en el Gran País… Y serás aún más asquerosamente rico. O quédatelo y te hará vivir por cien años.” Squirrel se rasca la cabeza. “Es una pena que no haya un artefacto que te haga asquerosamente rico y vivir por cien años.” “No estoy seguro de querer vivir cien años. Vive rápido y muere bonito es mi filosofía.” “Tendrás un problema con eso de morir bonito, Ilch.” “Ya no queda tan lejos,” dice el capitán, parándose en la cumbre mientras Tarasov y sus compañeros todavía trepan hacia una estrecha grieta en la ladera. “¿Qué quiere decir ’no tan lejos’?” lo interroga Tarasov, mirando su reloj con expresión nerviosa mientras se apresura en los últimos metros. “Pronto acabará el día.” “Como unos trescientos metros, mayor.” El capitán señala hacia adelante mientras Tarasov al fin llega a la cumbre. Respirando con dificultad, se inclina con las 224

manos en las rodillas para darle a su espalda un minuto de descanso y observa la dirección que se le muestra. A unos minutos de marcha se levanta una alta pared hecha de planchas de concreto. Más allá de la pared, se asoman los edificios de un parque industrial en ruinas. Pero lo que ve entre ellos y la Fábrica lo hace emitir un largo suspiro de frustración. Con la respiración pesada, Ilchenko y Squirrel finalmente los alcanzan. “Eso es genial,” dice el guía mirando hacia la Fábrica. “Es como si nunca hubiéramos salido de Puerta del Infierno. ¡Mierda!” En el suelo rocoso abierto entre ellos y la Fábrica, silban anomalías mortales. Se mueven lentamente y explotan en trombas de fuego cuando se contraen, como si intentaran bloquear cualquier camino que a través de ellas. “¿Y ahora?” pregunta Tarasov. “Y ahora nos vamos hacia la guarida. Vperjod, ¡hacia la Fábrica!” Manteniendo cuidadosa distancia de los campos de anomalías, siguen al capitán hacia una loma baja cubierta por arbustos espinosos. En algún punto se detiene, extiende una mano hacia los arbustos y mueve hacia un lado las ramas con espinas. Un gran agujero yace debajo, lo suficientemente ancho como para que se meta un hombre. “Aquí vive el viejo kravasos.” “¿Entonces sólo se trata de un chupasangres? “Y su familia.” Una maldición desagradable es lo único que le viene a la mente a Tarasov. “Está bien… Descansaremos aquí unos minutos. Ilchenko, Squirrel, revisen sus armas.” “Sí, mejor descansemos,”dice el capitán. “Les mostraré el camino.”

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Tarasov nota como los diálogos del capitán están mejorando. Tal vez si le hablo más, recuperará el uso del lenguaje completamente, piensa. Tal vez su memoria también. “Pero usted no lleva ningún arma, ninguna armadura, ninguna luz. Absolutamente nada, capitán.” “Mi equipo jamás se queda sin balas. También ahuyenta al chupasangres.” “¿Cómo se mantiene alejado a un chupasangres? ¿Pegándole, o cómo?” “Ya verá.” “¿Y qué es esto?” Tarasov le pregunta sacando la libreta del bolsillo de su chaleco. Examina a través de las páginas. Está llena de una letra manuscrita prolija y, para su sorpresa, unos pocos dibujos aparecen entre las notas. “Oh, la encontró… Puede quedársela. No la comprendo. Es sobre un país llamado ‘Zona’. La encontré hace unos días en un campamento abandonado.” Lo que Tarasov encuentra en las páginas lo sorprende. Varias páginas con notas y texto acerca de la Vieja y la Nueva Zona, mutantes, probablemente de los que su dueño encontró aquí. A juzgar por las primeras entradas, escritas en un pésimo ruso, el dueño de la libreta debe ser muy joven, incluso un niño, al que le gustan los videojuegos. “¡Maldita sea! Luego de jugar al Call of Duty tantas veces, me sorprende lo impreciso que es un AK-47 en realidad. Como sea, ¡al fin es tiempo de meterse en lo real!” Tarasov sonríe. Hola, Mac, piensa. Es un gusto conocerte. Las notas que logra leer hablan de misiones, luchas con mutantes, expediciones con novatos, con Stalkers experimentados, evidencia que el dueño ha estado en todos lados en la Zona mientras estaba bajo el mecenazgo del tío Yar, a quien se unió en su viaje hacia el sure n busca de una mina de artefactos. Tarasov sonríe cuando aparecen algunos nombres familiares: Sidorovich, el Tabernero, Loki de Libertad y el general Voronin de Deber. En una de las primeras páginas, descubre una nota que menciona su propia base en la 226

antigua Zona. Está escrita en ruso rudimentario, mezclado con palabras en un idioma que no comprende pero que adivina que es español. “Día 3, 2014. S. me advirtió que no hiciera lo que Sidorovich me pidió. Dijo que la base del Cordón tiene un nuevo comandante y que ya no es… Un completo desastre (¡Maldita sea! ¿Por qué esta maldita PDA no viene con un diccionario incorporado?) Y que sin importar cuánto prometa pagarme Sidorovich no debería ni siquiera intentar robar esos documentos. Mejor me salto esta misión.” Alabando al joven Stalker por su sabia decisión y maldiciendo los oscuros negocios de Sidorovich al mismo tiempo, Tarasov continúa echando un vistazo a través de las páginas. El idioma y el vocabulario van mejorando página tras página. Algunas de las primeras notas han sido escritas enteramente en la lengua materna del Stalker, pero el final de la libreta cuenta un exagerado aprendizaje del ruso. Una nota cerca del medio de la libreta cuenta acerca de un malogrado viaje a la Central Nuclear. “Llegué a la maldita pija de cristal y lo arruinó todo y ahora ese mecánico de Libertad es mi única esperanza. ¡Maldito sea el Genio! ¡¡¡Mierda!!!¡Maldita sea la Zona! Ahora ha vuelto mi deseo más secreto en mi contra. Al carajo con esto: apenas puedo caminar y esta basura me está derribando por el peso pero sería idiota dejarlo aquí para que se lo lleven los malditos Monolitos, o el próximo imbécil que venga aquí a pedir un deseo y se joda como yo.” Notas posteriores cuentan acerca del viaje del chico y Yar a la nueva Zona, haciéndose pasar por turistas en Uzbekistán, sobornando su acceso a la Zona y finalmente a Bagram. Para su decepción, el idioma de las últimas notas regresa al español, lo cual no le otorga ni una pista acerca de porqué el chico dejó Bagram o hacia dónde se desplazó. Se dirige al capitán. “Capitán Ivanov, ¿dónde y cuándo encontró esto? Espero que no haya sido en un cadáver.” “No, no. Escuché cuando alguien entraba y me escondí. A la mañana siguiente encontré esto.” 227

“¿Está listo para entrar en la guarida de un chupasangres armado sólo con un bastón, pero un Stalker lo asusta?” “Un… ¿Qué?” “Un humano.” “Conozco a los chupasangres. Pero acerca de los hombres, uno nunca sabe.” “Está en lo cierto,” responde Tarasov y se dirige a sus acompañantes que están recostados en el suelo, extenuados. “¡Oigan ustedes dos! ¿Listos para irnos?” “¿Tenemos que hacerlo? Estoy terriblemente cansado,” se queja Squirrel. “Está oscureciendo. ¡Acampemos y continuemos mañana!” “Supongo que está terriblemente oscuro en esa guarida, de todos modos. Avancemos.” Ilchenko y el Stalker gruñen enojados al levantarse, pero lo siguen a la entrada de la cueva. El capitán, en cambio, agarra de la mochila a Tarasov, deteniéndolo. “Primero necesitamos fuego.” Saca una pequeña bolsa del bolsillo de su quitapolvo. Con cuidado, como si estuviera sosteniendo un gran tesoro, el capitán desenrolla un trapo sucio y saca un par de anteojos rotos. Arranca unas pocas ramas del arbusto más cercano y comienza a juntar la luz del sol en el vidrio. “Oiga abuelo, si no le importa, tengo algo mejor.” Squirrel se arrodilla y, usando un mejor encendedor, consigue encender un pequeño fuego en un segundo. “Oh… Eso es maravilloso… ¿Puedo verlo?” dice el capitán admirando el encendedor. “¡Lindo… Muy lindo!” “Puede quedárselo si lo quiere,” dice Squirrel generosamente. El capitán lo rechaza. Toma un objeto pequeño y negro de su mochila y lo coloca en un extremo de su bastón. Observando de cerca, los ojos de Tarasov se abren bien grandes. Es una piedra negra, con la forma de una cuchilla como si hubiese sido hecha por cavernícolas. El capitán sostiene la piedra cortada contra el fuego. Luego de unos 228

segundos, brilla, iluminada desde adentro, y emite una pequeña esfera de luz. “Esta es mi antorcha,” le dice, dedicando a Tarasov una sonrisa orgullosa en su boca sin dientes. “Jamás vi que se usara un artefacto de ese modo,” dice Squirrel asombrado. “¿Le gusta, joven? ¡Bien! A mí también me gusta. A los chupasangres no les gusta.” El capitán envuelve el final del turbante talibán sobre su boca y entra en la guarida. Tarasov lo sigue. Tan pronto como está adentro, un insoportable hedor le impacta en la nariz: el hedor de carne podrida, sangre seca y heces de animal. “¡Pónganse las máscaras de gas, rebyata!” Guarida de los chupasangres, 18:27:30 AFT Tarasov se da cuenta que su equipo de visión nocturna se ha vuelto inútil por el brillo antinatural que emite el artefacto del capitán. De mala gana enciende la antorcha en su cabeza y hace una señal a Squirrel y a Ilchenko para que hagan lo mismo. Odio esta clase de túneles, piensa mientras avanzan en el angosto pozo de la cueva. No hay espacio para flanquear o maniobrar, sólo hacia atrás y adelante. “Ilchenko, quita el cañón de tu arma de mi espalda,” susurra Squirrel. “¿Tal vez deberías moverte más rápido, memo?” El capitán se dirige a ellos y pone un dedo en sus labios. “¡Silencio! Los chupasangres no ven bien pero tienen oídos muy sensibles,” susurra. “Ya lo sabemos, capitán. Pero deberíamos poder escucharlos cuando vienen: tratan de hacer cagar de miedo a sus presas con un aullido antes de atacar.” El capitán frunce el ceño.“Entonces no se han encontrado con un chupasangres de aquí, mayor.”

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“¡Squirrel! ¿Por qué no mencionaste nada de esto? ¡Se supone que eres nuestro guía después de todo!” “¡Lo siento, hombre, pero suponía que ya sabías todo!” Maldita sea, piensa Tarasov, por supuesto, eso fue lo que mencionó Degtyarev durante la sesión de instrucciones. “¡Mierda! Chupasangres sigilosos es lo último que necesitamos. Está bien, una razón más para que ustedes dos dejen de molestarse el uno al otro. ¡En marcha!” Caminando con pasos lo más silenciosos posibles en el suelo arenoso y rocoso, avanzan. El artefacto del capitán ilumina una pequeña parte de la cueva, como si estuvieran caminando en una esfera de brillo rojo tenue. “Permanezcan en la luz.” Tarasov se mueve más cerca del anciano, preguntándose si quedarse cerca del artefacto brillante es una buena idea. Otorga más luz de lo que las linternas en sus cabezas darían por sí solas, dándoles una mejor chance de evitar tropezarse en el suelo irregular, pero también facilitaría que los chupasangres o algo más que esté al acecho en las cuevas oscuras los detectara. Sin embargo, su juicio le dice que confíe completamente en el Capitán, que los está guiando a través de un laberinto de túneles con pasos firmes y no vacila nunca ante esquinas que se convierten en conducto sa la izquierda y a la derecha donde nadie, excepto él, sabría en qué dirección avanzar. Tarasov espera que el sentido de orientación del anciano no le falle, ya que lo único que puede detectar es que parece que ascienden gradualmente. Luego de varios minutos de andar a hurtadillas y ascender, llegan a un punto donde el túnel se ensancha. Tarasov hace una mueca bajo la máscara de gas cuando ve un cadáver en el piso: el traje de Stalker destrozado tiene las marcas de enormes garras. Miles de moscas lo invaden. “¡Squirrel, regresa a la línea!” Tarasov le susurra furiosamente al guía cuando se mueve para inspeccionar los bolsillos de la armadura del Stalker muerto. “Éste no es momento de buscar objetos.” 230

“Pero…” “¡Shh! ¡Silencio!” dice el capitán en un tono de voz bajo. “¡Escuché algo!” Ahora Tarasov lo puede oír también: es un rugido ahogado que llega de las profundidades del túnel que yace más adelante. Instintivamente, levanta su arma. “Si lo escuchamos, no necesitamos temerle,” susurra el capitán. “Significa que el chupasangres no nos ha detectado. El aullido es bueno, pero el silencio es mortal.” “Odio a los chupasangres,” responde Squirrel susurrando. “Especialmente los que andan a hurtadillas.” La larga y tediosa marcha le pasa factura a la energía de Tarasov. Caminar es sencillo en el suelo firme y el ascenso es por lo general, bueno, pero mantener los ojos muy abiertos constantemente y los oídos atentos se vuelve más y más extenuante mientras el tiempo pasa. Conforme su energía mental se agota, una sensación aterradora de claustrofobia se apodera de él. Maldita sea esta espeleología… Estos conductos angostos golpean mi energía con cada paso que doy. Experimenta auténtico placer cuando ve uno de los túneles ensanchándose nuevamente en un largo espacio con forma oval y está considerando un descanso corto cuando ve que el capitán se queda paralizado. Entonces escucha el sonido de pasos aproximándose hacia ellos. “¡Jesucristo, allí viene!” No necesita el desesperado grito de Squirrel para darse cuenta del peligro. En el destello rojo del artefacto del capitán, aparece la sombra de un chupasangre en la pared rocosa a escasos metros de su derecha. Tarasov levanta su rifle para disparar, pero la frágil figura del capitán se interpone entre él y el mutante. “¡Chupasangres! ¡Esperen! ¡No se acerquen!” Tarasov está a punto de gritarle al anciano que se arroje al suelo ya que tiene un tiro seguro, pero se da cuenta de que no

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es a él o a sus camaradas a quienes el capitán les está hablando: sus palabras son para elmutante. “No disparen,” le susurra el mayor a sus acompañantes. “¡No disparen!” El capitán levanta su bastón, que sostiene el artefacto brillante, y avanza. “Aléjate, kravasos… Vete.” Con los ojos bien abiertos por el horror y la sorpresa, Tarasov ve la sombra del mutante que da unos pasos hacia atrás, como si estuviera hipnotizado por el destello del artefacto. Con un movimiento de cabeza, el capitán hace una seña para que avancen. Cuidadosamente, se acercan al capitán, que mantiene en alto el artefacto y cerca del hocico del chupasangre, donde Tarasov puede ver ahora cómo los ojos reflejan la luz. Cuando Ilchenko, el último hombre en la fila, ha llegado al extremo remoto de la caverna, el Capitán lentamente da un paso hacia atrás. Aún encarando al mutante al cual parece tener bajo su voluntad, se dirige hacia ellos con pasos lentos y cautelosos. “Ahora vete,” dice el capitán en un tono de voz casi paternal. “Vete de aquí hasta que regrese tu vista.” “Que me parta un rayo,” exclama Tarasov. “¿Realmente cegó a la bestia?” Pero antes de que el capitán pudiera responder, Ilchenko da un paso adelante. “Un mutante ciego está bien, pero un mutante muerto es mejor.” Antes de que Tarasov pudiera ladrarle una orden para que no dispare, el metrallero aprieta el gatillo del PKM. Luego del largo silencio el fuego de la ametralladora es ensordecedor, incluso se vuelve más atronador por el eco de la cueva. Guiado más por el instinto que por la razón, Tarasov también abre fuego, apuntando su rifle desde la cadera al centro de la sombra del mutante. Con un grito de dolor, el capitán cae al suelo. Ahora el subfusil de Squirrel se une en los disparos. La sombra se les acerca mientras las balas golpean el cuerpo aún invisible. La sangre salpica de cada vez más 232

heridas y ahora el mutante emite un aterrador y largo aullido. Luego cae, arremolinando polvo al golpear el piso. Unos pocos segundos más tarde, el color natural de su cuerpo aparece cuando el cerebro del mutante, que lo hacía aparecer invisible por cualquiera sea la habilidad que posee, muere al fin. “No, no, no,” gime el capitán. “¿Por qué?” Tarasov lo ayuda rápidamente a ponerse de pie y nota con alivio que el anciano está ileso. Su alivio se desvanece rápidamente cuando escucha varios aullidos haciendo eco a través de la cueva; vienen del conducto al frente, el túnel que han dejado y desde cavernas que no habían visto, arriba y abajo. “¿Ve lo que ha hecho?” El capitán le lanza una mirada furiosa a Ilchenko. “¡Sí! ¡Mate a un mutante!” “¡Soldado estúpido e inútil! ¡Mataste un mutante y llamaste a una docena!” El capitán se dirige a Tarasov. “Desde mis tiempos, la disciplina se ha vuelto incluso peor!” “Reprenderé al soldado más tarde,” Tarasov le responde gritando. “¡Debemos llegar a esa maldita Fábrica, rápido!” “¡Los aullidos se están acercando!” grita Squirrel. “¡Corran!” grita el capitán. “¡Corran!” Corren, retrasados por Ilchenko que cada tanto se da vuelta para disparar ráfagas cortas de su arma. Si su marcha había sido cuidadosa hasta ahora, ahora se ha vuelto en una huída descuidada mientras siguen al capitán, que corre a toda velocidad adelante. Casi se cae al suelo cuando se detiene repentinamente y Tarasov choca con él porque no tiene oportunidad esquivarlo en el angosto túnel. “¡Jodido infierno! ¡Adelante de nosotros!” El mayor vacía su cargador en el mutante que les bloquea el paso, maldiciéndose por no haber puesto un cargador nuevo luego de haber matado al mutante ciego. “¡Squirrel! ¡Recargando, cúbreme!”

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El crujido pesado del PKM se une al estrépito del MP5, el ruido de ambas armas casi superado por el aullido del chupasangre. Cuando Tarasov recarga y se une al fuego, el aullido se transforma en un chillido lleno de dolor, pero siguen disparando hasta que el mutante cae. Saltan por encima del cuerpo sin vida y avanzan corriendo. “Vperyod, vperyod!” “¡Squirrel, cuida tu retaguardia!” “¡Maldita sea! ¡Ya hemos estado aquí!” “¡Debes estar bromeando, Stalker!” “¡No, mayor! ¡Adelante!” El capitán, ahora también cansado y respirando con pesadez, apunta hacia adelante. “¡Ya casi hemos llegado!” “¿Alguna vuelta más, Capitán?” “¡No! ¡Ésta lleva directamente a la Fábrica!” Tarasov echa un vistazo dentro del túnel mientras el metrallero y el guía llegan. Aullidos de chupasangres todavía hacen eco en la oscuridad, pero ninguno parece estar lo suficientemente cerca para indicar una amenaza inminente. Los aullidos son buenos, el silencio es mortal, piensa recordando las palabras del capitán. “¡Ilchenko, Squirrel! ¡Arrastren sus culos detrás de mí! ¡Cúbranme, estoy preparando una trampa explosiva!” Tarasov saca sus últimas dos granadas de mano de su chaleco de munición y quita los fusibles con mucho cuidado. Coloca una granada en el suelo en un punto en que cualquier mutante la puede mover y cautelosamente pone una piedra en la empuñadura de activación. Entonces hace lo mismo con la otra, sin darle ninguna chance a cualquier mutante que fuera lo suficientemente afortunado para evitar la primera granada. “Listo. Continuemos, ¡y permanezcan callados! ¡Especialmente tú, soldado!” La guía del capitán demuestra ser acertada. Luego de cubrir una corta distancia, los muros naturales de piedra y la tierra terminan en un muro hecho de ladrillos.

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“Hemos llegado a las sótanos,” dice el capitán. “Pero este túnel siempre ha estado abierto. ¡Extraño!” Da un paso hacia atrás, rascando su barba. Tarasov examina la pared. Las hileras de ladrillos están colocadas de manera suelta y el equilibrio de la estructura completa parece nacer de una única, enorme viga en el medio. En su conjunto, parece una barrera improvisada con rapidez para impedir el paso. “Esto no lo hizo un chupasangres,” susurra Squirrel. “Eso es seguro.” “Ilchenko, venga aquí,” dice Tarasov. “Considérese nuestro ingeniero de combate. Esta pared tiene que irse.” “Considérelo hecho, Mayor.” El corpulento soldado camina hacia la pared de piedra y le da una patada con todas sus fuerzas. Luego de unas pocas patadas más, la viga cede. Una patada más y la pared colapsa con un gran estruendo, dejando un agujero lo suficientemente grande para que un hombre trepe y entre. “Avancemos,” ordena Tarasov. “¡Y esperemos que no haya atraído a más mutantes con ese jaleo!” Uno a uno, entran en la habitación al otro lado. Definitivamente está hecha por el hombre: se ve como un sótano con cañerías herrumbradas y cables corriendo por las paredes de concreto. Repentinamente, escuchan un gruñido. “¡Chacales!” grita Squirrel. Pero un solo mutante aparece en la luz de su linterna. Parece estar atemorizado y se oculta tras una cañería. “Es un cachorro,” dice Tarasov sin bajar su arma. “Me pregunto dónde está el resto de la manada.” “Parecen ser una gran familia amorosa,” dice Ilchenko, apuntando su linterna a unos trapos cómodamente dispuestos y una placa de metal en el suelo. Una mochila voluminosa se encuentra junto al nido de la mascota. “Y bastante sofisticados para ser simples chacales.”

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“Odio los chacales. Especialmente los sofisticados.” Squirrel levanta su subfusil para dispararle al indefenso mutante que aúlla. Pero antes de que siquiera pueda apuntar, una voz viene desde la oscuridad. Está acompañada por el sonido característico de un rifle al ser martillado. “Si piensan siquiera en lastimar a mi perro, ¡los frío!” “Ese no es un perro,” contesta gritando Squirrel, “¡es un maldito chacal!” “Es un perro y su nombre es Billy. ¡Bajen sus malditas armas!” Un brillo de luz potente destella de la linterna en la cabeza de una figura humana de pie en una esquina, en una perfecta posición de disparo por encima de ellos cuatro. “Está bien,” dice Tarasov. “No le haremos daño a tu… Mascota. ¡Todo el mundo relájese!” Lentamente, con sus manos arriba, camina con cuidado hacia su oponente. El cachorro de chacal sale disparado de su escondite y se oculta detrás de su amo. Tarasov ve que lleva un exoesqueleto y mantiene su rifle automático FN-2000 en ángulo recto para disparar. El rostro del Stalker está oculto tras el visor protector del casco y la máscara de gas integrada. El mayor frunce el ceño. No es el hecho de ver el caño de una de las mejores armas del mundo lo que le da una extraña sensación acerca de este encuentro, ni el tamaño relativamente pequeño de su oponente, sino cuán perfectamente el exoesqueleto se ajusta a quien lo lleva puesto. Es como si lo hubiera hecho un sastre. Qué extraño. Yar hace maravillas con los rifles pero las armaduras nunca han sido su fuerte. “¿Mac el aprendiz, presumo?” “Eso es correcto. ¿Quién eres?” “Mi nombre es Tarasov. Ilchenko y yosomos militares…” “Los amigos me llaman Ilch,” añade Ilchenko con una sonrisa. “… y aquel Stalker con el MP5 es nuestro guía. Su nombre es Squirrel.” 236

“¿Quién es ése? ¿Alguno de ustedes trajo a su abuelo de paseo?” “El abuelo que sostiene la luz rojiza es… Bueno, está con los buenos también, sólo se metió en un vórtice temporal. Llámalo capitán. ¿Podemos relajarnos ya?” Mac ríe. “¡El capitán parece el rey lich de algún estúpido RPG!” “¿Tienes algo en contra de los RPGs? ¡Es el mejor botín que he tenido!” pregunta Squirrel dando un paso adelante. Tarasov sonríe y le hace una seña para que se detenga. “No es esa clase de RPG a la cual se refiere el muchacho. Mac, tienes razón acerca del capitán, pero él es un lich caótico bueno. Todos estamos con los buenos, créeme.” “Muuuy bieeeen… No les dispararé. Pero si en algún momento miran mal a Billy…” “Amo a ese cachorrito,” dice Squirrel. “Oye cachorrito, ¿quieres un poco de salchicha?” A modo de respuesta, el cachorro de chacal le gruñe y emite un gañido furioso que probablemente intentaba ser un ladrido atemorizante. La tensión se disipa cuando Mac sostiene su rifle contra el pecho. Ilchenko y Squirrel hacen lo mismo. “Entonces, a nuestros asuntos,” dice Tarasov. “El tío Yar nos ha enviado para llevarte de regreso.” “¿Cómo ha estado?” “Estará mucho mejor cuando regreses con él.” “Olvídalo. Dile que me he ido al valle Panjir.” “¿Qué?” El grito aterrorizado del capitán los sorprende a todos. “¿Operación Magistral aún se lleva a cabo? ¡Fuimos allí cinco veces…! ¡Siempre nos derrotaban! ¡Ese lugar es el infierno! ¡La columna! La columna se dirigía allí…” “¿Qué le pasa a este tipo?” pregunta Mac. “El valle es como el cielo para los Stalkers Libres. Hay menos mutantes, y no hay tipos arrogantes de Deber metiendo sus sucias narices en los asuntos de los Stalkers.” 237

“No le hagas caso al capitán,” responde Tarasov. “En verdad está desactualizado.” Repentinamente, el chacal de nombre Billy empieza a gruñir, incluso sin que Squirrel lo moleste. “Oh-oh… Aquí vienen los chupasangres,” dice Mac preparando su rifle. “¿Cómo lo sabes?” le pregunta Tarasov con sorpresa. Entonces mira al cachorro de chacal llamado Billy. “No me digas que…” El gruñido bajo del cachorro es suprimido por un aullido agresivo que viene de los túneles. “Debes haberlos hecho enojar, Squirrel… ¿Ves? Parece que todos los animales te odian.” “¡Son mutantes, no animales! ¡Y en realidad, fue un boyevoychik de gatillo fácil quien los despertó, no yo!” “Deberíamos irnos,” dice el capitán ansiosamente. “Vámonos de aquí,” grita Mac, agarrando a su mascota y poniéndolo en una bolsa que cuelga de su pecho. Abre una puerta de metal que lleva a un corredor hacia la izquierda. “Entren aquí. ¡Muévanse!” “Tú primero, niño,” dice Tarasov preparando su rifle. “¡Billy, cúbrete los oídos!” Mac entra en la abertura de la pared y dispara un proyectil del lanzagranadas incorporado a su rifle. El tenue pump es seguido por una gran explosión dentro del túnel, que se magnifica hasta retumbar como un trueno en el angosto espacio, seguido, un segundo más tarde, por dos detonaciones más. Piedras y tierra caen y bloquean el túnel, mientras Mac agarra su mochila e incluso se da un tiempo para acariciar a su chacal, reconfortándolo. “¿Tú le pusiste bombas explosivas al túnel? Mucho mejor. ¡Al menos podría ahorrar algunas granadas!” “¿Por qué te molestaste en construir esa pared de piedra?” Tarasov inquiere cuando entran al corredor y Mac cierra la puerta de metal con firmeza. “¡La podrías haber bloqueado

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con unas pocas granadas de 40 milímetros del lanzagranadas de tu rifle!” “Sólo me quedan unas pocas granadas, pero hay más que suficientes ladrillos por aquí.Es una pena tener que dejarlo, aunque… Era un buen lugar para ocultarse. ¡Oye, gordo, déjame pasar!” Ilchenko deja pasar a Mac y se pone al frente en el corredor. “No soy gordo, enanito,” gruñe. “Nadie me llama enanito,”dice Mac mirando al altísimo metrallero a sus espaldas. “Les sugiero a ustedes dos que arreglen esto más tarde,” dice Tarasov. “Mac, ¿ahora hacia dónde?” “Probablemente ya hayan adivinado que éste es el sótano de la fábrica textil. Normalmente, la salida debería estar despejada. Si no, Billy nos advertirá.” “¿Cómo?” “Tiene buen olfato, incluso para ser un perro. Huele cualquier mutante, sin importar cuán lejos esté.” “¡Tal vez porque es un chacal!” dice Squirrel. “Señor Tarasov, ¿dónde encontró a tremendo imbécil de guía que no distingue entre un perro y un chacal?” “Squirrel es genial. Come osos en el desayuno.” “Sí, imaginé que sí. Huele como uno.” “Y tú…” Tarasov interrumpe a Squirrel “¡Cierren sus malditas bocas, los dos! ¡Avancemos!” El corredor es angosto y oscuro, pero al menos es obra del hombre, lo cual es un alivio luego del laberinto de cavernas que dejaron atrás. A intervalos regulares, Tarasov ve puertas de metal con pequeñas ventanillasa la altura de los ojos, algo inusual para el sótano de una fábrica, lo que le provoca interrogantes acerca de lo que en realidad pudo haber sido este lugar. Una puerta permanece entreabierta. Echa una mirada adentr, y lo que ve se asemeja a una celda de una prisión. “Este lugar es aterrador,” dice. 239

“¿Quieres ver algo realmente aterrador?” responde el chico. “Ya tuve suficiente de cosas aterradoras por hoy, gracias.” “Qué mal. Nada es más aterrador que una cámara de torturas subterránea.” “¿Una fábrica con celdas y una cámara de tortura? ¿Qué demonios era este lugar?” “¿Adivina qué? Los niveles de la Fábrica están arriba. Debajo, era la KGB, la CIA, lo que sea.” Mac se detiene en una escalera caracol de metal. “¿Estás seguro de que quieres perderte la habitación de tortura?” “¡Señor! Si me lo permite,” dice Ilchenko detrás de ellos “me gustaría verla.” “¿Por qué no me sorprende? Olvídese del excursionismo, Ilchenko. Maldición, ¿acaso soy el único que quiere salir de este agujero infernal lo más pronto posible?” “¡No, viejo! ¡Estoy contigo, como siempre!” “No deberíamos demorarnos tanto aquí, mayor.” “Entonces vayamos hacia arriba,” dice Tarasov. La escalera oxidada rechina y se mueve bajo sus pasos, como si se fuera a colapsar en cualquier momento. Dos corredores más aparecen, los cuales Tarasov está feliz de dejar sin explorar mientras continúan su ascenso. Cuando llegan a la parte de arriba de la escalera, Mac les hace una señal para que se detengan y mira en derredor con su rifle listo para disparar antes de hacerles una seña de que lo sigan. “¿Qué te hizo esconderte en el lugar más profundo y oscuro?” pregunta Tarasov mientras se une al chico arriba, y se encuentra a sí mismo en una amplia habitación rectangular sin ventanas. Botellas de plástico vacías, hojas de papel y más basura cubren el piso entre mesas caídas, sillas y estantes deteriorados. La habitación sólo tiene una puerta decente, situada a lo lejos, en el final. “¿Sentido de la seguridad, qué más? Sólo un tipo atemorizante como Ilchenko se ocultaría en una celda de una 240

prisión, o un demente como Squirrel en el nivel de la Fábrica…” Mac cruza la habitación y abre la puerta con cautela. “Aparentemente despejada. Vamos…” “Mac, espera un minuto. Cierra la puerta.” Tarasov mira su reloj. Han pasado algunos minutos después de la medianoche. “¿Qué hay detrás de esa puerta?” “El salón principal de la Fábrica.” “¿Está en la superficie?” “Claro. ¿Por qué?” “Está terriblemente oscuro… Deberíamos quedarnos hasta el alba. Esta habitación parece un lugar seguro para descansar.” Ilchenko y Squirrel emiten profundos suspiros de alivio. Incluso el capitán gruñe algo como ya era hora de descansar. Mac se encoge de hombros. “¿Se acobardaron?” “Mejor cuida esa lengua, niño. Salimos de Puerta del Infierno esta mañana, nos encontramos con el capitán y nos arrastramos por las cuevas en una sola jornada. La última vez que tuvimos havchik fue temprano esta mañana. Necesitamos descanso.” “Además, como tú eres un pequeño bastardo furtivo, podrías correr hacia la oscuridad y hacer que todo este viaje sea en vano,” le dice Ilchenko quitándose la mochila y colocando la ametralladora en una mesa que permanece en pie. “¡Ciertamente! Tú tienes una tendencia a huir, Mac. Ilchenko, toma esa mesa y bloquea la puerta. Por si acaso.” “Ahórrense el esfuerzo, muchachos,” dice Mac moviendo la mano con resignación. “Eso no bloqueará la puerta. Se abre hacia afuera.” “Olvídate de la puerta, viejo,” dice Squirrel, ya sosteniendo una salchicha en su mano. “Después de todo este enredo hoy, probablemente no existe nada que atraviese el umbral con lo que no podamos lidiar.” “Sí, especialmente contigo por aquí.” “Vamos, Ilch, ¿no te ayudé a matar a los chupasangres?” 241

“¡Ni lo mencione!” exclama el capitán. “Mayor, ¿no va a hacerle una reprimenda al soldado por abrir fuego sin que se le ordene?” “Ilchenko, considérese reprendido,” Tarasov dice con tono casual. Ignorando el ceño fruncido del capitán, toma una lata de ‘desayuno para turistas’ de su mochila y la abre. “¿Cómo pueden comer ustedes los Stalkers toda esta mierda? Si tuviera que alimentarme con nada más que esta basura, mis pedos tendrían un radio explosivo más grande que el de una granada de mano.” “¿Por qué, Ilchenko? ¿Las raciones del ejército son mejores?” “No, señor, pero al menos en el ejército podemos irnos cada tanto y con eso, surge la oportunidad de conseguir comida mejor.” Sin importar cuánto se queja de la carne enlatada, Ilchenko aún se sirve una gran porción y continúa masticando, hablando con la boca llena. “Para mí, señor, sobrevivir en el ejército significa sobrevivir hasta la próxima licencia… Desearía ser un camello y almacenar suficiente galuptsy, blyntsi, pyrozhky hasta la próxima oportunidad en que consiga algo decente para comer.” “Los camellos almacenan líquidos, idiota.” “Vamos, niño. No mencioné cerveza y vodka porque se explica por sí solo para un verdadero hombre. Lo cual, tú, obviamente, no eres.” Tarasov espera una respuesta instantánea por parte del Stalker de lengua afilada, así que el silencio de Mac lo sorprende. “¿Qué sucede, Mac? Es tu turno. ¿Billy te comió la lengua?” “Estaba perdido en mis pensamientos… Capitán, ¿esa luz que usted tiene no se apaga nunca?” Obviamente feliz de que alguien le esté hablando, el anciano salta ante la oportunidad de poder hablar.

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“Nunca. Sólo cuando la quito de mi bastón. Hay otra piedra dentro del bastón: cuando ésta se encuentra encendida y ellas están… Cuando ellas… ¿Se encuentran?” “¿Quiere decir, que hacen contacto?” “¡Sí, mayor! Cuando las dejo hacer contacto, arde y arde y arde.” “Cuando salgamos de aquí, tiene que explicarme todas estas cosas,” dice Squirrel ansiosamente. “¡Yo mismo tengo un gran interés por los artefactos!” “Si es que hay suficiente tiempo, joven… Recuerde, que el mayor no lo tiene, y que prometió hacer algo por mí.” “¿Alguien quiere vodka?” Tarasov rechaza la oferta de Ilchenko. “Por favor, capitán, olvidemos eso por ahora. Primero tenemos que salir de aquí. Y querrás guardar esa botella para más tarde, Ilchenko. ¡Aún no hemos llegado a Bagram!” “Lo siento, señor.” “Ofrécela al capitán, pero aquí y ahora no quiero verlos beber. ¿Queda claro?” “Absolutamente, señor.” “Oye Mac, ¿cómo fue que encontraste a tu mascota chacal?” dice Squirrel, antes que la tensión en el aire pueda hacerse más densa. “Una serpiente atacó a la madre de miperro, Squirrel. Billy es el mejor compañero: no cuenta bromas aburridas, no me ruega por un botiquín y siempre me alerta de los mutantes. También es capaz de oler ciertas anomalías.” “Eso es genial, viejo. Sabes, siempre me pregunté por qué los Stalkers no usaban perros en la Zona para que olfateen a los mutantes y las anomalías.” “Probablemente porque nadie ha hecho un traje de protección con placas de blindaje y máscaras de gas apto para perros,” dice Tarasov. “Además, ni siquiera los perros podrían oler algo mientras a través de una máscara de gas.” “Hmm… Eso es cierto. Pero de todos modos, sigue siendo un chacal.” 243

“Muy bien. Tú ganas. Él era un chacal. ¿Ya estás feliz?” “Feliz, viejo. Pero aún lo sigue siendo.” “No. Él es un canino domesticado ahora. Y eso lo convierte en un perro.” “Lo que sea. No serán mis bolas las que arrancará de un mordisco cuando crezca.” “Tampoco me arrancará las bolas, puedes estar seguro de eso.” “Sí, lo hará.” “¡No, no lo hará!” “Será mejor que tengas cuidado con los mutantes, muchacho. Crecen rápido.” Tarasov estira sus brazos y emite un suspiro cansado. “Muy bien… Mac, te toca la primera guardia. Squirrel, a ti te toca la siguiente. Nos retiramos a las cinco en punto.” “Tus hombres pueden dormir,” interrumpe el capitán. “No necesito descanso.” “Vamos, capitán. Necesita descansar. ¿Y quién ha oído hablar de un oficial que tome la primera guardia? Es el privilegio de los soldados.” “Pero realmente no necesito dormir. Ya he comido, ahora no necesito dormir. Más tarde, descansaré por un largo, largo tiempo.” “Eso, en realidad, es cierto,” responde Tarasov encogiéndose de hombros. “Porque una vez que haya llegado a casa, su única preocupación serán los periodistas y todo eso… Será una celebridad. Incluso un héroe.” “No lo creo, mayor.” “No es necesario. Por ahora, tome este rifle si insiste en hacer guardia. Confío en que aún sepa cómo utilizarlo.” El capitán sabe. Tarasov se quita el casco, se frota sus ojos cansados y se recuesta en el piso, cruzando los dedos detrás de su cabeza. Siente como si sus parpados fueran de plomo. Pero antes de caer en un intranquilo sueño, se dirige al capitán una vez más.

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“Y capitán… Si quiere que yo le haga ese favor, tenga esto en mente: no permita que el muchacho se escabulla. Si tiene que cagar, orinar, decir sus oraciones o hacerse una paja, lo que sea, él lo hará delante de usted. Es una orden.” “Pero…” intenta interrumpir el joven Stalker. “Cállate, Mac. Vete a dormir… Los niños como tú necesitan al menos ocho horas de sueño, pero cuatro y media es todo lo que vas a tener.”

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Corte marcial Terreno de la Fábrica, 28 de septiembre de 2014, 04:55:00 AFT Los muchos años que lleva en el ejército han hecho que la mente de Tarasov desarrolle un extraño sentido del tiempo. Sin importar cuán cansado pudiera estar, cuando se despierta y mira a su reloj, éste muestra cinco minutos para las cinco, justo a tiempo. Ansiosamente, mira alrededor pero se relaja cuando ve al aparentemente incansable capitán de pie junto a la puerta, con la luz antinatural de su artefacto aún brillando y el AKM de Tarasov en las manos. Al ver que está despierto, el anciano le sonríe. Este hombre realmente se merece una medalla, piensa Tarasov mientras se levanta y le da un suave puntapié a las botas del metrallero que ronca. O quien sabe… Tal vez él esté mejor quedándose en Bagram. Hay tanto que podría enseñarle a los Stalkers. “¿Ya nos vamos?” Ilchenko gruñe aún medio dormido. “Tomen su equipo y revisen sus armas.” Bostezando, Ilchenko se pone de pie y se para junto a Mac. Ignorando el gruñido del cachorro de chacal, patea la pierna del Stalker dormido. “Oye, enano. Levántate.” “Jesús, Ilchenko… Tuve una pesadilla en la que un chupasangres me perseguía, pero despertarme en el mismo espacio que tú, lo hace parecer el sueño más hermoso que jamás haya tenido.” “Maldita sea, viejo. Detesto levantarme temprano,” Squirrel bosteza, despabilado por el ruido. “Dobro utro, capitán,” Tarasov saluda al anciano. “¿Algún acontecimiento?” “Nada para reportar, mayor,” responde el capitán aún sonriendo. Quita el artefacto brillante de su bastón y lo coloca en su morral.

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“Mac, dame luz aquí… ¿Quiere un poco de agua, capitán Ivanov? Aquí tiene… ¿Por qué tan feliz? “Hoy, usted hará algo por mí,” dice el anciano, devolviéndole la cantimplora. “He estado esperando por tanto tiempo.” Tarasov vuelca agua de la cantimplora en sus manos y la frota en su rostro, luego se pone su casco. Enciende la linterna en su cabeza, pero espera poder ver pronto la luz del día. “¿Todos listos?” “Es la última vez que llevo a los soldados en un viaje,” gruñe Squirrel. “No hay desayuno, no hay descanso, no se toca la guitarra, no hay bromas, sólo prepárense y avancen y apresúrense. Es como unirse a Deber. Apesta, hombre.” “Tienes suerte de que no tenemos tiempo para un poco de saludable ejercicio matutino. Ahora ponte en formación, Squirrel. Ilchenko, usted…” “Cuidaré nuestras espaldas. Lo sé, señor.” “… y tú, Mac, ponte al frente. Capitán, quédese conmigo.” Mac abre la puerta y con cuidado, mira alrededor con su rifle listo para disparar. “Despejado.” Al salir del cuarto desordenado luego de muchas horas en casi oscuridad completa y encierro, Tarasov siente el alivio de encontrarse en un salón espacioso. A través de los agujeros en el techo que se distinguen muy arriba de ellos, puede ver el cielo encapotado. Adonde sea que mire en el salón, hay hileras de maquinaria pesada, aunque la mayoría de ellas apenas si parecen como un montón de basura de metal oxidada. En algunas de las columnas de concreto que sostienen el techo, escaleras de metal llevan hasta una pasarela que corre alrededor de la pared de la Fábrica, puestas ahí aparentemente para permitir el acceso a las cañerías y los cables de arriba. Aquí y allá, cuelgan sueltos, arrancados o caídos de los herrajes que los sostuvieron hace mucho tiempo. El espacio relativamente amplio podría ser un alivio para sus sentidos embotados por las cuevas angostas, pero el

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sonido que se intensifica del contador Geiger es de todo menos relajante. Con razón… Todo aquí es de metal. Este lugar es una gran trampa radiactiva. “Detecto altos niveles de radiación. Pónganse las máscaras, enciendan los sistemas de respiración,” ordena el mayor. Al ver que el capitán sólo tiene su antigua máscara para protegerse, hace que Tarasov se pregunte cómo sobrevivió luego de que se lanzaran todas las ojivas, incluso si la radiación en el área no es tan alta como debe serlo al sur de la avanzadilla, cerca del epicentro de las detonaciones. ¿Cómo lo logró? Aunque no hay signo alguno de los mutantes o de ningún otro elemento hostil en las cercanías, mantienen sus armas listas mientras siguen a Mac a un gran portón que se encuentra abierto a un patio que contiene varios camiones y otros vehículos abandonados. Más allá de la chatarra y una pared de losas de concreto, se visualizan colinas marrones con los imponentes picos de la cordillera de Salang lejos de ellos en el horizonte distante. Sólo una docena de metros los separan del portón cuando Tarasov escucha el ruido de metal cayendo sobre el metal. Por unos pocos segundos, se pregunta si uno más de los herrajes en descomposición ha cedido al peso de las tuberías y los cables que están por encima. Entonces escucha la ráfaga de un rifle de asalto. Se agacha, apenas evitando las balas que, en cambio, golpean una de las máquinas. Un rebote impacta la parte de atrás de su armadura y cae al suelo, ileso gracias a las anchas placas de Kevlar dentro del traje Berill. “¡Dushmans!” grita Mac. “¡Dushmans a las dos en punto!” “¡Pónganse a cubierto! ¡Hay uno disparando desde esa rampa encima nuestro!” El PKM de Ilchenko rocía la rampa con balas y un combatiente dushman cae de cabeza desde arriba, su grito de

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agonía finaliza cuando su cuerpo golpea en una de las máquinas. “¿De dónde salieron?” grita Squirrel, mirando por debajo de la cubierta de una máquina. Una bala por poco le da a la cabeza. El Stalker se agacha y dispara una ráfaga, con su arma en alto por encima de su posición cubierta. “¡De todos lados!” Al notar que están atrapados entre dos filas de máquinas que ofrecen un blanco fácil a los combatientes enemigos que les disparan desde arriba, Tarasov se da cuenta de que la única manera es avanzar hacia el patio disparándole a cualquier enemigo que pudiera estar esperándolos afuera. Pero él sabe que si estuviera comandando la parte atacante, hubiera colocado una emboscada afuera en lugar de atacarlos en el salón donde las máquinas y las columnas de concreto ofrecen más que suficiente protección. Asumiendo que el comandante de los combatientes oponentes no es un tonto, está seguro que los mismísimos dushmans no estaban preparados para encontrarlos allí y su falta de preparación podría significar que él y sus hombres tendrían la ventaja. “¡Ilchenko, elimine a esos dushmans que están en la rampa!” “¡Sí, kommandir!” “¡Hay uno! ¡A las once!” Agachándose, Ilchenko gira la ametralladora en la dirección indicada por el mayor y dispara. “¡Ése es uno menos!” “¡Squirrel! ¡Adelántate! ¡Cubre al capitán!” Squirrel hace lo que se le ordenó, recargando su MP5 mientras avanza y lleva consigo al capitán. Ya casi ha llegado a la última máquina en la hilera, desde donde el portón está a unos pocos metros de distancia, cuando un gran combatiente dushman aparece a su espalda y los persigue para dispararles con su AK. Con Ilchenko y el capitán directamente en su línea de tiro, Tarasov no puede dispararle. “¡Detrás de ustedes!” grita. “¡Abajo!” 249

El dushman dispara, pero apenas ha apretado el gatillo cuando el bastón del capitán golpea su cabeza. El subfusil de Squirrel termina la matanza. “¡Wow, viejo! ¡Nunca he visto a nadie pelear así!” “¡La rampa está despejada!” grita Ilchenko. “¡No hay más fuego desde arriba!” “¡Te equivocas!” llega una voz desde la rampa. Ayudado por una mira incorporada en su rifle de asalto, Mac dispone fuego letal y preciso en los atacantes. Ahora los papeles se han invertido: son los dushmans los que se esconden y Tarasov y sus acompañantes se precipitan hacia el portón, mientras Mac saca total ventaja del punto de vista elevado. Tarasov, Squirrel y el capitán buscan refugio rápidamente detrás de dos camiones destruidos que cubren sus flancos. En unos pocos segundos, Ilchenko se les une. Tarasov está a punto de llamar al joven Stalker para que se retire del salón cuando aparecen más enemigos e Ilchenko inmediatamente abre fuego. “¿Cuántos dushmans más hay en este condenado lugar?” ruge por encima del tableteo de su ametralladora. “¡Capitán! ¡Póngase debajo de ese camión, rápido! ¿Mac, me escuchas?” le grita a su intercomunicador Tarasov esperando que el chico haya encendido el suyo. “¡Fuerte y claro, gran hermano!” “¡Más visitas desde el sur! Desde tu posición, eso es a las nueve en punto. ¡Ven aquí rápidamente y dejemos que se acorralen en fuego cruzado!” “¡Allá voy!” Tendido boca abajo debajo del camión y cubriendo al capitán con su propio cuerpo, Tarasov apunta, dispara y a la vez ve con el rabillo del ojo a Mac bajar de una escalera y avanzar hacia el camión. El joven casi llega cuando un dushman, que creían ya muerto, levanta su arma. “¡Mac! ¡Hostil a tu izquierda, al suelo! ¡Ten cuidado!”

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Su advertencia llega demasiado tarde para Mac. El dushman levanta su arma y le dispara a Mac a quemarropa. Impactado en un costado, el Stalker emite un grito de dolor y colapsa. “¡Ilchenko! ¡Mac ha caído! ¡Cúbrame!” El metrallero dispara una larga ráfaga en dirección a los atacantes. Aprovechando el breve lapso en el fuego hostil, Tarasov le dispara otra al dushman que aún se mueve y que le disparó al chico y luego se precipita hacia el cuerpo del Stalker para ponerlo a salvo. Repentinamente, el fuego del PKM cesa. “¡Arma atascada!” “¡Squirrel! ¡Continúa disparando!” “¡Acabo de cargar mi último cartucho!” Inmediatamente los hostiles abren fuego nuevamente. Tarasov arrastra el cuerpo de Mac lejos del portón y dentro del salón, anhelando contra toda esperanza que ningún dushman permanezca con vida allí para darle una sorpresa desagradable. El PKM de Ilchenko reanuda los disparos. “¡Se están retirando!” “¡Sigan disparando! ¡Squirrel, ten cuidado a la derecha!” “Vengan, dushmans, vengan! ¡Papá Ilchenko los está esperando!” Aliviado porque la balanza de la batalla se inclina a su favor, Tarasov coloca a Mac a cubierto entre una cabina que alguna vez debió haber sido un puesto de guardia para vigilar la entrada y la pared de la galería de máquinas y comienza a revisar el daño en el joven Stalker. Billy parece ileso, pero a una pulgada de distancia de la bolsa en que transporta a su mutante mascota, también ileso pero que aúlla de ansiedad, dos balas han penetrado los paneles laterales más débiles de la armadura. Gracias Dios por hacer que la tercera bala que dispara una ráfaga del Kalashnikov casi siempre le erra al blanco. Primero, levanta el visor del casco y le quita la máscara de gas al rostro del Stalker para facilitar su respiración, dejando sólo el pasamontañas color arena como cubierta. Luego, 251

empujando a un lado al mutante que gruñe, Tarasov abre la cremallera y las hebillas en el exoesqueleto de Mac, preparado para ver sangre bajo las placas de la armadura. Lo que ve lo hace olvidarse de Billy, que muerde sus gruesos guantes y trata de arrastrar la mano de Tarasov ledjos del cuerpo de su amo. Tetas. Y son lindas. Una sonrisa le aparece en el rostro cuando recuerda las palabras de Mac acerca de que el cachorro de chacal no le iba a morder ‘sus’ bolas. Ella se equivocó, piensa al abrir un botiquín. Sí que tiene pelotas. Mucho más de lo que muchos hombres tienen. Para su alivio, las balas no han penetrado la armadura. Rápidamente aplica una venda adhesivade su botiquín a las partes del cuerpo amoratadas y cierra la armadura. Afuera, Squirrel da un grito triunfal que se sobrepone al desfalleciento sonido del tiroteo. “¡Sí! ¡Eso les enseñará a no venir a lugares a los que no han sido invitados!” “Todos estamos enteros, mayor. ¿Está usted bien?” “Estoy bien, Ilchenko. El chico lo logrará también.” “Maldición. No se puede tener todo… ¿Necesita ayuda?” “¡No! No es tiempo de relajarnos aún. ¡Esperen un poco más!” Tarasov respira profundamente y levanta el pasamontañas que aún cubre el rostro de Mac. La joven Stalker abre sus ojos y parpadea ante la potente luz que cae a través del portón. Normalmente, Tarasov hubiera tomado ese rostro por el de un joven apuesto. Ahora que conoce el secreto de Mac no se deja engañar por el cabello corto y el rostro lleno de mugre. Reconoce las facciones características de un rostro femenino, aun cuando Mac ha hecho obviamente todo lo que pudo para ocultar su belleza, porque incluso con el rostro cubierto de polvo y suciedad, se ve hermosa. No impresionantemente bella o irresistiblemente deseable, pero en el modo en que la belleza natural que sólo las mujeres jóvenes poseen, del modo del encanto sexual que no viene de otro lado que no sea de la juventud. 252

“¿Qué estas mirando?” Mac trata de ponerse de pie, pero emite un gemido de dolor y se toca el costado amoratado. “Mierda… Duele como el diablo... ¿Me dieron?” “Solo un moretón, gracias a tu exo,” responde Tarasov y, para disimular que conoce el secreto Mac, añade, “eres un suertudo hijo de puta, pequeño bastardo. Tuvimos que terminar con los dushmans mientras estabas gruñendo y quejándote. La próxima vez trata de que no te disparen tan fácilmente, ¿está claro?” “Claro. Ay… Oye, ¿qué es eso?” inquiere ella tocando por encima del sitio en que Tarasov ha aplicado una venda. “¿Es la primera vez que eres vendado por alguien más?” Tarasov mira hacia otro lado y trata de reprimir una sonrisa de oreja a oreja. “¡Niño estúpido! Deberías haberte quedado en casa a jugar videojuegos hasta que te volvieras lo suficientemente hombre como para entrar en la Zona.” “¡Andáte a la mierda, forro...!” A juzgar por el tono con que Mac susurra la imprecación, Tarasov puede darse cuenta que ella captó el mensaje y que no está muy feliz por lo que él ha averiguado. “Ilchenko,” le grita al metrallero. “¿Todo despejado?” “¡Todo despejado!” “¡Salieron corriendo como perros!” grita el guía. “¡Espero que le digan a los otros idiotas que Squirrel estuvo aquí!” Tarasov ayuda a Mac a ponerse de pie. Para su alivio, ve que todo el mundo está ileso. “No sería la nueva Zona si volver a la luz del día fuera sencillo,” le dice a Mac. “Pero, hey… Al menos la vista no está nada mal.” A través de la sección demolida del muro de la pared, se abre una vista hacia las planicies inferiores. Seguido por sus compañeros, Tarasov camina hacia el borde de la meseta. Fuertes vientos arremolinan el polvo del suelo e impulsan oscuras nubes a través del cielo, cubriendo el sol. Rayos largos de sol hacen agujeros a través de las nubes, como si peinaran las colinas y el bosque ensanchándose debajo de sus pies. No 253

lejos de su posición, Puerta del Infierno se distingue donde las llamas anaranjadas de las anomalías explotan hacia el cielo y emiten una nube purpúrea sobre el arco de piedra. Desde aquí, parece como si la garra de un depredador gigantesco se alzara desde la tierra; a Tarasov le parece que son las garras de la mismísima Nueva Zona, conminando al cielo con su amenazador poder. Las nubes oscuras finalmente ahuyentan los últimos rayos de luz, haciendo que las planicies de Shamali aparezcan en sombras pálidas de color gris y azul. “Bajar debería resultar sencillo,” dice Squirrel. “Con un poco de precaución, podríamos simplemente bajar.” “Sí. No hace falta regresar por el mismo lugar que vinimos. Ya no me necesitan.” Todos los rostros se dirigen al capitán. El morral se encuentra en el suelo. La extenuación está escrita por toda su figura frágil, pero no es por los rigores de las veinticuatro horas pasadas. Apoyado en el bastón, con su quitapolvos harapiento y su larga barba soplada por el viento, se ve justo como realmente es: un anciano demacrado, cansado, con un millón de arrugas en su rostro barbado. “Mayor Tarasov… Veo que ha encontrado lo que estaba buscando,” dice, con un movimiento de cabeza en dirección a Mac. “Y ahora, ¿efectuaría una tarea para mí?” El mayor frunce el ceño, consciente que es hora de que continúe con su misión. “No se preocupe,” le dice el capitán, al ver a Tarasov vacilando. “No tomará mucho de su precioso tiempo. ¿Cuál es su respuesta?” “Primero, dígame qué necesita.” “No. Primero necesita escucharme.” El capitán da unos pasos hacia el precipicio y da la vuelta hacia las vastas planicies, quieto ante el viento que juega con su abrigo hecho jirones. Estira sus brazos, como si quisiera bendecir, o al menos abrazar, el desierto sin esperanza. Entonces se da vuelta y mira a Tarasov a los ojos. “Es sobre la columna… La columna que se perdió.” 254

Y yo que esperaba que hubiera recuperado la cordura a estas alturas, piensa el mayor. “La columna dejó Kunduz al comienzo de enero de 1988. Veinte camiones Ural, tres tanques T-62, cinco transportes de soldados BMP, tres tanques de combustible llenos de petróleo y gasolina. Tenía que pasar.” “Sí, supongo que era lo más seguro,” dice Tarasov impaciente. “La columna se dirigía hacia Khost. Jamás llegó. Fueron traicionados.” “Oí que no se podía confiar en los afganos en nada.” “Los afganos… Primero, primero acabaron con los blindados al frente de la columna. Con RPGs como ése.” El capitán señala a Squirrel e imita el disparo de una granada propulsada por cohete. “¡Kapún! ¡Kapún! Luego los de atrás. ¡Bam! ¡Kapún! Ningún vehículo se podía mover. Nevaba mucho y ningún helicóptero vino a ayudar. Cuando los camiones estaban ardiendo, nos atacaron a nosotros. Les abrieron las gargantas a aquellos que no recibieron disparos. Capturaron a nuestro kommandir y lo decapitaron, alabando a su dios. A algunos los dejaron para que murieran en la nieve, para que murieran congelados o que se los comieran los chacales y los lobos.” Mac deja de acariciar al cachorro mutante. Tarasov se sorprende de su propia falta de emociones por esa historia: en lugar de tristeza o enojo, lo único que siente es extenuación. “Lo que quedó de nuestra carga, armas, munición, combustible, fue a las manos de los dushmans. Nunca llegó al desantniki que luchaba en el valle Panjir. Es seguro suponer que también murieron. Todo esto sucedió por culpa de un traidor.” “¿Cómo huyó usted, capitán?” “No fueron los afganos los que nos traicionaron.” Tarasov frunce el entrecejo. Ya sospecha hacia dónde se dirige la historia, pero quiere oír lo que el anciano aún tiene para decir. “Continúe, capitán.” 255

“Veo que ya lo ha adivinado, mayor. Yo fui el traidor. Vendí la columna a los dushmans a cambio de un pasaje a Paquistán y luego a América. Me mintieron. Lo merecía.” Tarasov mira a sus camaradas. Ilchenko está mirándose las botas. Squirrel está jugando con su detector de anomalías, atento a la reacción de Tarasov con el rabillo del ojo. Mac está de piecon su máscara facial abierta, su mano descansa en la cabeza de Billy. Una nube de tristeza está suspendida por encima de los tres. Aclara su garganta y se dirige al Capitán. “Ciertamente merecía veintiocho años en prisión por ello… Y no puedo imaginarme una prisión peor que este lugar.” “¿Realmente lo cree así?” “¿Qué desea de nosotros ahora?” responde con una pregunta, evitando los ojos del capitán. “Quiero que usted, mayor, ejerza de corte marcial para mí y me ejecute por traición.” “¿Qué?” “Ya me escuchó.” “Capitán… Lo que usted hizo es horrendo, pero ha pagado el precio. El país que debió llevarlo a la corte marcial ya no existe más. Olvidemos lo que ha dicho. Venga con nosotros.” “No puedo. ¿Cómo podría mirar a las caras de la gente? Podría encontrarme con la madre de alguno de los hombres que murieron por mi culpa. O un hijo que creció sin padre. ¿Cómo podría ser que el que aman esté muerto, y el traidor con vida?” Tarasov baja su cabeza. “Sólo está imaginando una situación.” “No lo creo. Incluso si estuviera equivocado, el honor perdido de un oficial soviético… Ruso, no está en la imaginación.” Mac lo mira espantada, pero Tarasov la ignora. “Por mucho tiempo, he esperado esto,” continúa el capitán. “Rogué día y noche para sobrevivir aquí y salvarme de que me dispararan los dushmans o me destrozaran los mutantes cuando estuviera demasiado viejo para poder defenderme. 256

Rogué para vivir hasta que llegara el día en que pudiera morir una muerte apropiada. La muerte bien merecida de un traidor, pero al menos dada del modo de un oficial. Eso es lo que yo le pido a cambio de guiarlo, mayor Tarasov.” Tarasov saca su pistola. Al ver esto, Squirrel y Mac comienzan a gritarle. “Oye viejo, no puedes estar tomando en serio a este lunático.” “¡Guarda esa arma! ¡Debemos ponerlo a salvo!” Tan solo Ilchenko permanece en silencio. Se abotona su armadura y se pone en posición de firmes. Tarasov se dirige hacia los dos Stalkers. “Ustedes dos, den un paso atrás. Ahora. Y usted, capitán, discúlpeme un momento.” Con los otros, lejos del rango de escucha, Tarasov se dirige al metrallero. “¿Qué piensa de esto?” “Sólo soy un soldado, señor, no se supone que juzgue a los oficiales.” “Déjese de tonterías. Ustedes los soldados no hacen más que eso a nuestras espaldas.” Ilchenko dedica una mirada desdeñosa al capitán. “¿Honestamente, señor? ¡A un perro, la muerte de un perro!” “Pero ya no tenemos pena capital.” “¿Nosotros? Él no es uno de nosotros. Quiero decir, lo es, pero pertenece al ejército soviético y en la URSS tremenda traición se castigaba con la muerte.” “Pero la URSS ya no existe más, tampoco su ley. Y la pena capital tampoco se aplica más en Rusia.” “Señor… ¿Permiso para hablar libremente? No es una decisión legal lo que se espera de nosotros ahora.” “¿Entonces qué, soldado?” “Estoy seguro que hará lo que es correcto, señor.” Ahora sé lo que significa estar de pie frente a un hombre cuya traición mató a mi padre, reflexiona Tarasov. Pero también sé por lo que ha pasado. Sobrevivió veinticinco años en Afganistán y tres años en la Nueva Zona. Tanto tiempo como el que yo pasé en la Vieja 257

Zona. El destino fue lo único que me mantuvo con vida. No me corresponde juzgarlo. No puedo juzgar al destino. “Llevarlo a casa no será de ayuda para él y usted tiene razón: quizá no lo merezca en absoluto. Todo lo que debemos hacer es recuperar su honor y dignidad.” “Señor: los desertores no tienen honor, ni dignidad… Y los traidores, incluso menos que eso.” “El honor no nace con nosotros. Tampoco la dignidad: yo no creo en toda esa mierda acerca de los derechos humanos. Uno debe ganarse el honor y la dignidad del modo difícil y puede perderlo del modo más fácil. Al menos eso es lo que la vida me ha enseñado.” “Señor, si me permite preguntar, ¿creció usted en las calles de Kiev?” “No. tuve una infancia bastante feliz, más allá de la perdida de mi padre que murió cuando yo era muy pequeño. Él era un conductor de BMP con los otros soldados de la misma columna que traicionó el capitán.” Ilchenko da un paso atrás sorprendido. “Gospodi… Estaba un poco confundido cuando usted le mostro esa fotografía, pero ahora lo comprendo. Que él y los otros descansen en paz… ¡Le preguntaba porque yo sí crecí en las calles y estoy de acuerdo con usted un doscientos por ciento!” “Si es así, ¿probablemente esté también de acuerdo si digo que este hombre ya ha recuperado para este momento su honor y dignidad?” “Y si es así, ¿eso cambia el pasado?” “Para nada. Pero sólo aquellos con honor y dignidad pueden pasar un juicio justo sobre sí mismos.” Alejándose del confundido soldado, Tarasov aclara su garganta y se dirige al capitán. “Capitán Igor Vasilyevich Ivanov: ¡posición de firme! Usted ha cometido los más despreciables crímenes que pueda cometer un oficial: traición, lo cual resultó en las muertes de sus camaradas, y cobardía en la presencia del enemigo. Su

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infamia empeora por las motivaciones que tuvo. Tamaños crímenes son castigados con la muerte.” El capitán permanece de pie muy firme y escucha ansioso las palabras de Tarasov, pero ahora él también tiene algo para decir. Señala el morral que permanece en el suelo. “Olvida agregar la confiscación de todos los bienes.” “Y la confiscación de todos los bienes, sí.” Antes de continuar Tarasov respire profundamente. “Sin embargo, su habilidad para sobrevivir por tantos años en el más extremo de los ambientes y su prontitud para asistir a sus compañeros soldados para completar una misión peligrosa en tiempos de guerra, son evidencia de que una vez más es digno de ser llamado oficial de… Cualquier ejército, viviendo a la altura e incluso excediendo los más altos estándares establecidos por el honor y la dignidad. Por lo tanto, yo… Esta corte marcial concluye que su honor y dignidad como oficial han sido restituidos.” Con la cabeza inclinada con solemnidad, Tarasov le entrega su Fort al capitán. Una sonrisa aparece en el rostro del viejo soldado. Toma la pistola y saluda. Tarasov e Ilchenko responden el saludo. “Gracias, mayor, y queDios lo bendiga. A todos ustedes.” El capitán mira hacia el cielo grisáceo. Luego cierra los ojos, pone el arma en su cabeza y aprieta el gatillo. El disparo todavía hace eco entre las colinas cuando el cuerpo del capitán Ivanov cae hacia atrás desde la meseta ydesaparece muy abajo, sus dedos aún aferrándose al arma, hasta la misma tierra maligna que finalmente se lleva su alma atormentada. Squirrel y Mac se adelantan. Por un minuto, los cuatro compañeros se quedan de pie como si se hubiesen convertido en piedra. Entonces Ilchenko habla. “Mayor… Eso fue genial.” “Necesito una nueva pistola,” responde Tarasov encogiéndose de hombros y se aleja de sus acompañantes.

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Amor duro Campamento Stalker en Puerta del Infierno, 22:38:04 AFT La hoguera se consume con lentitud. Mac hurga en el fuego con el bastón del capitán mientras que Billy duerme en sus piernas, digiriendo una gran porción de desayuno para turistas. “Entonces, así concluye la historia de nuestra incursión,”dice Squirrel, mirando como las chispas se elevan desde el fuego hacia el cielo estrellado. Da una larga bocanada a su cigarrillo de marihuana y despacio, exhala el humo. “No me puedo quejar. No encontré un Corazón de Piedra, pero el artefacto brillante del Capitán es uno bueno. Probablemente no lo venda. Nah, seguro lo conservaré.” “¿Cómo se llama?” Mishka Apicultor inquiere. “No tengo idea. Eso es lo que amo de este sitio. Nueva Zona, nuevos artefactos y todo eso.” “Entonces deberías ponerle un nombre.” “Qué tal… No lo sé. ¡Oye, Ilch, dame esa botella!” “Lich sería una buena elección,” dice Mac mirando fijamente el fuego. Su casco se encuentra a un costado de ella, y a través de los agujeros del pasamontañas que dejan visibles sus ojos y su boca, aparece la sombra de una sonrisa triste. “Genial, viejo. Lichs erá, entonces. ¿Pero qué es un lich, de todos modos?” “Todos los chicos saben eso. Un lich es un mago que permanece con vida a través de muchos siglos. Por lo general, son malvados. ¿Estás de acuerdo, mayor?” Tarasov, que permanece allí, descansando sus pies adoloridos y observando las estrellas, sólo se encoge de hombros ignorando la pregunta. “Como sea, quizás algún día regrese a encontrar un Corazón de Piedra,” dice melancólicamente Squirrel. “Podría venderlo por un millón de dólares, rublos, euros, lo que sea. O quizá si la leyenda Stalker es verdad, me aferraré al artefacto y me mantendrá saludable por el resto de mi vida.” 260

“Entonces te ruego que no lo encuentres.” “¡Oh vamos, Sashka! ¡No arruines los sueños de este pobre tipo, viejo!” “¿Has dicho un millón de dólares?” dice Tarasov. “Sí, mayor. Está bien, quizá medio millón, pero aún… ¿Por qué?” “Sólo pregunto.” Tarasov oculta su sonrisa y pone su mano sobre el contenedor de artefactos en la armadura de su traje, donde ha puesto el artefacto que encontró en el morral del capitán. Confiscación de bienes… Si él no hubiera mencionado eso, me hubiera olvidado por completo de su morral. “Esa es una muy linda historia, muchachos, pero aún no hemos obtenido la respuesta a la Pregunta Número Uno,” Mishka Apicultor dice y termina la oración en un coro con Sashka Oficial de SWAT: “¿Dónde están las mujeres?” Tarasov se sienta y observa a Mac con el rabillo del ojo, tratando de suprimir una sonrisa. Ella se sienta tranquilamente, sin mirar a ninguno de los Stalkers. “¿Y qué hay de ti, niño?” le pregunta. “¿Dónde quieres ir ahora?” “Panjir. Adonde sea menos a Bagram.” “Yar se va a sentir decepcionado.” “No es mi problema.” Un grito suena desde la oscuridad. “¡Stalkers acercándose! Traten de no dispararnos, ¿quieren?” Snorkbait e Ilchenko aparecen desde la oscuridad. “Despejado, señor. Todo está tranquilo alrededor del perímetro.” “Esto es un campamento, no un perímetro,” Mishka Apicultor dice, fingiendo avergonzarse. “¡Relájate, soldado! ¡Ahora estás entre Stalkers!” “Bienvenido de vuelta, patsanni,” los saluda Squirrel. “Estaba a punto de contarles un chiste a estos aburridos aquí. Entonces: ¿qué le da una puta de regalo de Navidad a su mejor cliente? SIDA.” 261

“No está mal, pero conozco uno mejor,“ dice Ilchenko. “¿Cómo haces llorar a una niña pequeña dos veces? ¡Pasa tu pinga con su sangre en su osito de peluche!” “¡Genial!” Sashka Oficial de SWAT le ofrece a Ilchenko una botella de vodka. “¡Tendré que recordarlo, ja, ja!” Los Stalkers se ríen, sólo Mac frunce el ceño. “Al diablo. La escuché miles de veces.” “¿Qué diablos te sucede?” le pregunta Ilchenko, aún riéndose de su propio chiste. “Mejor pregunta qué diablos sucede con tus chistes. Son asquerosos. Y lo que es aún peor, son aburridos también.” “Mis disculpas, Príncipe Myshkin,” dice Ilchenko, fingiendo una amable reverencia. “¡No fue mi intención herir tu sensibilidad!” “Si hay un idiota entre nosotros, Ilch, ciertamente no soy yo.” “Creo que has encontrado la horma de tu zapato,” dice Tarasov, dándole al metrallero una sonrisa satisfecha. “Son todos unos imbéciles. No puedo esperar a irme con Snorkbait hacia el valle Panjir, por la mañana.” “¡Dos célebres amantes de la naturaleza forman equipo…! ¡Una pareja perfecta hecha en el cielo!” “Apicultor, deja de molestar al chico o te hundiré los dientes de una patada,” gruñe Snorkbait mientras toma notas en una libreta. “Al fin algo que podría distraerte de garabatear.” “Necesito recordarme a mí mismo que aún puedo escribir, no solamente presionar botones en una PDA. Verás, estoy escribiendo un libro: La Zona y el arte del mantenimiento de las armas” “Suena extrañamente familiar, por alguna razón,” dice Ilchenko rascándose la barbilla. “Maldita sea,” grita Mishka Apicultor. “¡Necesito una mujer ahora!” Se pone de pie, toma su rifle e imita la copulación.

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“¡Mantén las abejas en tus putos pantalones, maldito imbécil!” le dice Snorkbait, alejando el rifle del Stalker con un gesto de la mano. “Mac,” dice Tarasov tranquilamente, “vamos a dar un paseo. Necesitamos hablar.” Tarasov le ofrece la mano a Mac para que se ponga de pie, pero la Stalker la hace a un lado. “Ni siquiera se te ocurra tratar de convencerme para que regrese a Bagram.” “¿Cómo está esa venda? Tal vez necesites que te aplique una nueva.” “No, no… Está bien, tal vez ir a caminar un poco sea una buena idea.” “Lo es. Alivia el corazón, refresca el alma. ¿No? Vamos.” Tarasov le hace una seña para que lo siga hacia la choza en ruinas donde no serán escuchados, entonces respira profundamente antes de interrogarla. “Entonces… Creo que me debes una explicación, Mac.” “No te debo nada.” “Claro que sí,” le dice Tarasov, sacando el diario de Mac de su bolsa lateral. “Supongo que cada tipo honesto que encuentra algo merece una recompensa. Todo lo que te pido a cambio de tu libreta es un poco de honestidad.” Mac agarra la libreta de las manos de Tarasov. Mira en el interior con ansiedad y la oculta a salvo en el compartimento para mapas de su traje blindado. “¿Dónde encontraste esto?” “El capitán la encontró luego de que abandonaste el campamento, obviamente con prisa.” “Fue cuando una patrulla dushman se acercó demasiado durante la noche… Muchas gracias. No hay más que decir.” “Escuche, señorita, no estoy de humor para seguir jugando.” “No creí que fueras un idiota insistente.”

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“Estoy de acuerdo, a veces puedo resultar un dolor en el culo. Es parte de mi trabajo como oficial. Y ahora escucha esto, debo llevarte de vuelta con Yar.” “¿Por qué?” “No hice esta misión exactamente para ganar favores de arriba, como diría Sidorovich. Yar sólo arreglará el equipo del escuadrón y las armas si te llevo de vuelta. Además, su corazón está destrozado. Ignora eso si puedes.” “El chantaje emocional es patético,” responde ella, mordiéndose el labio. “Pero veo que funciona. Comencemos por el principio. ¿De dónde eres?” “Argentina.” “Una mujer de Argentina…” Tarasov emite un silbido bajo. “Este lugar no deja de sorprenderme.” “¿Y qué? ¿Sigues aún bajo el efecto de lo que has visto bajo mi armadura?” pregunta Mac con una sonrisa provocadora. “No hay razón para negar eso. En realidad, sí me pareces hermosa… Incluso para los estándares argentinos.” Mac se ríe. “Deberías ver a mi sobrina… Pero vamos, ¿alguna vez conociste a alguna mujer de Argentina?” “Mmm… no.” “¿Lo ves? No intentes coquetear conmigo, no te sienta bien. Sólo sé quién eres. Eres un tipo bastante genial.” “Esos Stalkers tienen razón con respecto a las mujeres… Aquí en la Nueva Zona, así como en la vieja, podemos ser quienes somos. Y tú también tienes razón al decir que uno es genial cuando se es lo que se es. Pero afuera… Me siento como un pez en tierra seca. Ninguna mujer allí afuera entendería de qué se trata la Zona y lo que significa para mí. Es por eso que es malo que no tengamos mujeres Stalkers.” “No soy el Genio, pero espero que tarde o temprano te encuentres con una mujer que aprecie tu encanto radioactivo. Supongo que su corazón latirá más rápido que un contador Geiger. Como sea, sé que no querías sólo venir y llorar en mi hombro sobre lo solo que te sientes.” 264

“Bien dicho. Y no tengo ninguna intención de exponerte, niña, sea lo que sea que tengas que decirme.” “¿Lo prometes?” “Depende. Pero para este momento ya deberías tener claro que mantengo mis promesas… Sólo piensa en lo que le había prometido al capitán.” “Mira… Yar no te dijo todo. ¿Por dónde comienzo?... Pareciera que fue en otro planeta ahora, pero como sea, en casa estaba cansada de todos, mis estúpidas amigas casadas siempre pavoneándose de sus vidas maravillosas, la sociedad estúpida metiéndome presión para que sea la mujer maravilla…” “Lo eres.” “No necesito tus cumplidos. Quise decir, de otro modo… odiaba las expectativas de ser una mujer que nada más es la apariencia y lo que simula… Maldita sea, muchas de mis amigas morirían antes de dejar que las vean sin maquillaje y esas cosas. ¿Tienes alguna idea de lo extenuante que es vivir de acuerdo a esos estereotipos? Pero una debe hacerlo, porque si una dice ‘no’ a toda esa mierda de la industria de la belleza, te tratan como si fueras extraña. Entonces, cuando me enteré acerca de la Zona, tomé un vuelo a Kiev y me infiltré, disfrazada como un Stalker, y me di cuenta que, allí, no necesitaba más maquillaje, ni faldas cortas, ni pestañas postizas, nada de lo que se me pedía para ser aceptada. En mi disfraz, podía ser quien quisiera: sin expectativas, sin clichés, sin presión para hacer algo sólo porque la puta sociedad y sus reglas me presionan… Podía ser quien en realidad era. En mi disfraz de Stalker ni siquiera tenía que preocuparme de que los tipos me ofrecieran su ‘ayuda’ y ‘asistencia’ a cada paso. No quería que se me tomara como alguien que necesita ‘ayuda’ sólo porque soy una mujer. Ni siquiera es halagador, porque, ¿qué mierda hice para ser tratada con todas las atenciones? ¡Nada! Por primera vez, quería ser juzgada por lo que hago y no por cómo me veo. Sin coqueteo, no hay más juegos estúpidos. No es que odie a los hombres o sea una 265

lesbiana, ten en mente… Que sí me encantan los hombres. De vez en cuando, conocía a algún Stalker agradable y cuando estaba segura que mantendría la boca cerrada, le daba la mejor cogida de su joven vida. Hay más que uno puede hacer durante una emisión en lugar de quedarse quieto y tener miedo, ¿sabes? Y si conocía a un tipo duro que se hacía el implacable porque me toma por otro Stalker, yo se lo devuelvo de igual modo. Vsyo zaebalo, pizdyets, na hui, blyad, idi na hui, huesos! ¿Qué tal?” “Nada mal. Comienza a fumar y pronto podrás pronunciar la palabra más importante como lo hacemos los ucranianos. Khui. Desde tu garganta. Por cierto, ¿cómo lo dicen en español?” “Pija, y algo en mí me dice que eres un pijudo. De todos modos, eventualmente llegué ante el Genio y le pedí: ‘despójame de mi propio sexo’…” “Por el amor de Dios.” “¿Y qué me hizo? ¡Vi una luz muy brillante y luego de un segundo, mi G36 y mi traje de Stalker ya no estaban y estaba de pie ahí con este exoesqueleto y un FN2000 en mi hombro, y luego me di cuenta de que había perdido todo mi cabello!” “Está creciendo de vuelta, no te preocupes.” “No estoy hablando de un mal día para mi cabello, idiota. Imagínate: ¡no podía sacarme el maldito exo! ¡Estaba encarcelada en el! Regresé con Yar porque era el mecánico más cercano a la Central Nuclear. Le llevó dos días quitarme el traje sin destruirlo por completo, porque después de todo es un muy buen traje. Y luego me quedé con él porque digamos que me agrada… Me sacó del traje y por supuesto, vio lo que no podía ocultar, pero fue lo suficiente genial como para guardárselo para sí mismo. ¡No me mires con esa expresión de celos, Yar podría ser mi padre! En realidad trató de actuar como uno… Por decirlo de alguna manera.” “Realmente te tiene mucho aprecio. Entonces, cuando Yarmudó su negocio a esta nueva Zona te fuiste con él, pero sin embargo lo abandonaste cuando te aburriste.” 266

“Es cierto. Lo siento, pero así soy yo: no puedo permanecer demasiado en el mismo sitio. Me trajo muchos problemas. Yar es genial, pero escuchar sus monólogos acerca de las mejoras de la imagen óptica y los reemplazos de las barras de titanio y los mecanismos de gatillo suavizado durante todo el día… Difícilmente es emocionante luego de un tiempo.” “No estoy de acuerdo. Pero como sea, ¿por qué escogiste un nombre con tal sonoridad inglesa si eres de Argentina?” “Si alguna vez leíste algo más que manuales de armas, lo entenderás. Mi nombre real es Elisabeth. Bueno, casi. Siempre quise tener la transformación de Lady Macbeth: deshacerme de mi debilidad, o aún mejor, de mi cualidad de ser tomada por otros como débil y suave, algo a lo cual ser condescendiente, sólo porque… De todos modos, Beth, Mac: Macbeth. Ti ponish?” “Sí, lo entiendo. Esperemos que Ilchenko no se entere de esto.” “¿Cómo se enteraría?” se encoge de hombros Mac. “Es un idiota.” “Estudió literatura antes de que… No importa, mi punto es que él es más listo de lo que aparenta.” “Si Ilchenko es así cuando está despierto, odiaría estar en sus sueños.” “Él simplemente es así. No quiero que vayan tomados de la mano y arrancando flores en el camino de regreso a Bagram. No hay muchas flores aquí de todos modos, pero…” “Olvídalo. Quiero ir al valle Panjir y ver ese paraíso Stalker.” “¿Por qué haces mi vida tan difícil?” suspira Tarasov. “Te lo pedí de buena manera. Vamos a hacerlo del modo difícil entonces… Probablemente tu percepción femenina sofisticada ha hecho que te des cuenta de que a esos Stalkers, y por supuesto, a Ilchenko, no les importaría matar por una vagina. Puede que sea su primera cogida en meses y la última de sus vidas, así que probablemente se lancen a la oportunidad. Todo lo que tengo que hacer es decirles quién eres.” 267

“¡No te atreverías!” Despavorida, Mac da unos pasos alejándose de Tarasov. “Claro que lo haría. Tanto más porque hay algo como una cadena de mando, si entiendes lo que intento decir… Y hace tiempo que no me acuesto con nadie.” “Realmente eres un idiota, ¿lo sabías?” “Oye, ¿qué sucedió con ‘tipo bastante genial’? Lamento decepcionarte. ¡Y no sé Snorkbait, pero probablemente es lo suficientemente listo como para no meterse con cuatro tipos excitados, todos armados hasta los dientes, para proteger a una perra arrogante como tú!” Entretenido por el miedo y la ira que aparecen en los ojos de Mac, Tarasov le sonríe mientras continúa. “Tu única esperanza es que Squirrel esté demasiado drogado como para unirse al show. Pero entonces, no sé… Tres hombres, cuatro hombres, ¿hace alguna diferencia?” “¡Mierda!” “De la que estamos hasta las narices. Entonces, ¿vendrás y verás a Yar o no?” Por un minuto, Mac muerde su labio inferior. Luego emite un suspiro frustrado antes de responder. “El trato con Yar era sólo llevarme de regreso a Bagram, no hacer que me quede allí. ¿Eso es correcto?” Tarasov asiente. Mac suspira nuevamente, esta vez resignada. “Está bien, tú ganas. Le haré una visita a Yar, pero sólo si tú me prometes que jamás, jamás le dirás a nadie mi secreto.” “Parece que tenemos un trato.” Mac murmura algo en español que suena como un insulto muy desagradable. “Eres libre de hacer berrinche cuando quieras,” le dice Tarasov encogiéndose de hombros, “pero apreciaría que no hicieras mi vida aún más difícil, Beth.” Por un momento, ella se mira las uñas sucias, luego le da a Tarasov una mirada penetrante. “Te mentí… En realidad, me

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gustaron tus cumplidos. Hace bastante tiempo que nadie me dice que soy hermosa. Supongo que sí leíste mi diario.” “Algunas partes.” “No te culpo: yo haría lo mismo. Es por eso que sigo escribiendo algunas cosas en mi idioma. No mucho, pero las cosas importantes. En la vieja Zona tuve un amante. Su nombre era Strelok.” Ahora es Tarasov el que retrocede por la sorpresa. “¿El Marcado? El misterioso ‘S’… ¿Era él?” “Sí. Fue amor….Amor duro. Me amaba a través de causarme dolor. En apariencia, estaba guiándome. Incluso educándome. Pero perdió el juicio por la Zona… La Vieja Zona. Le causaba placer mi dolor y a mí me causaba el mismo placer que él me lastimara porque, para mí, él era la Zona. Lo que soy ahora, es su obra. ¿Alguna vez conociste a Strelok?” “Nunca,” dice Tarasov evitando su mirada triste. “Entonces no sabes lo que significa encontrar otro ser humano que tiene todo el significado de la Zona en él: da un nuevo motivo para vivir. Para mí, fue amor. Encontrar un amor así y perderlo es peor que si las garras de un mutante te arrancaran el corazón. Realmente espero, mayor, que algún día encuentres un amor así, para que puedas entender de qué estoy hablando.” “Entiendo lo que quieres decir. Ahora será mejor que tomemos algunos troncos de esta choza para echar al fuego, de otro modo los otros podrían pensar que nos hemos perdido.” Ella emite un suspiro largo y extenuado. “No, no lo entiendes… Uno necesita cercenar su ego de macho alfa, pero yo no estoy para eso. Está bien…Regresemos a la testosterona envuelta en sutilezas. Si yo soy mujer y tú eres un hombre, eso significa que tú llevas la madera. En marcha.”

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06:17:58 AFT A la puesta del Sol, Tarasov observa a los dos Stalkers e Ilchenko caminando hacia Bagram. Mac lleva el bastón del capitán sobre su hombro y de vez en cuando lo mueve de un lado a otro hacia Billy que trata de agarrarlo con los dientes. Snorkbait e Ilchenko caminan a su lado, con las armas al hombro. Los tres parecen estar de buen humor y Tarasov no parece poder deshacerse de cierta sensación de celos. Snorkbait parece listo. Tarde o temprano se enterará. Pero también parece más decente que el resto. Espero que se mantenga decente cuando se dé cuenta de que está formando equipo con una mujer. Más le vale, o Billy se comerá su pija de desayuno. Esa bestia se está poniendo cada día más grande. “¿Nosotros también iremos al valle Panjir?” la pregunta de Squirrel trae al mayor de vuelta a la realidad. Sacude la cabeza. “Tal vez en otro momento. Regresemos a Bagram por suministros. Luego iremos a Ghorband.” “Genial, viejo,” dice Squirrel. “Me harás rico. Este viaje ya te ha costado una fortuna, ¿lo sabías?”

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Transmisión digital VOP encriptada. Centro de Afganistán, 29 de septiembre de 2014, 08:44:13 AFT #No tenemos el cargamento. El transporte fue emboscado.# #¿De qué diablos estás hablando?# #Sus jueguitos son molestos. Se suponía que debía mantener el orden en su área.# #Siento eso. Casi podría llorar. ¡Bu-hu! Y ahora escúchenme, bastardos. No es mi jodido problema si sus monos incompetentes fueron aplastados. Yo entregué las cosas. El resto dependía de ustedes.# #Negativo… # #Negativo, positivo, negativo… ¿Podrías hablar como un ser humano por una vez en lugar de como un robot?# #Negativo. Nos enteramos que falló en deshacerse del foráneo. Hemos terminado con usted. Ha sido advertido.# #No pienses que me asustas, monitor sin un ojo.# #[ruido de estática]#

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Búsqueda y destrucción Desierto, 1 de octubre de 2014, 18:10:14 AFT La Nueva Zona tiene su belleza, piensa el mayor mientras revisa el paisaje a través de la mira de última generación de su rifle Vintorez, mejorado recientemente. Se acerca el anochecer y Tarasov está de pie en lo alto de la colina observando el camino en el hermoso valle. No muy lejos suyo, Squirrel está intentando extraer un acorde decente de su harmónica, sin mucho éxito. Desde que se fueron de Bagram una hora antes de la salida del sol, han estado cautelosos, avanzando a hurtadillas de un punto a otro, atentos a las montañas imponentes en busca de enemigos y con un ojo en el bosque tenebroso en el valle, bajo los picos nevados. Aldeas abandonadas y restos de la guerra ofrecen más que suficiente refugio y han pasado al lado de muchos tanques soviéticos en ruinas con sus torretas reventadas, BTRs con los cascos destrozados… Hasta un monumento desfigurado y acribillado que una vez marcó la ubicación de un momento histórico o la muerte de un oficial de alto rango, que les sirvió como área de descanso mientras se habían comido sus paquetes de raciones en el almuerzo. Por la tarde, había visto una manada de chacales mientras acababan con un ciervo. Salvar al indefenso mutante fue una buena oportunidad para que Tarasov probara las habilidades de su arma mejorada y se las había ingeniado para dispararle al líder de la manada a una distancia prudente sin que el mutante siquiera se diera cuenta que le había dado. Había sido difícil no reírse cuando la muerte de su alfa provocó al resto de la manada una huída descuidada y Tarasov había estado más que satisfecho con el manejo suave y la precisión de su rifle con silenciador, aunque esperaba nunca tener que meterse en una situación que requiriera el uso de su otra recompensa: una pistola Glock-18 negra brillante con modo de 272

disparo automático y cartucho extendido. Había tenido suficiente de los túneles subterráneos y la lucha a corta distancia, al menos por un tiempo. Cuevas, que aparecían como puntos negros entre las rocas, los habían tentado a buscar refugio y descanso, pero se habían esforzado todo el camino hacia esta colina, y ahora el valle se ensanchaba bajo sus pies. El Sol, hundiéndose lentamente detrás de los picos, pinta en las crestas blancas un rojo furioso y envía al valle a un lóbrego olvido por esa noche. Hacia el oeste, un pequeño punto naranja aparece en la mira. Una gota de lluvia le nubla la visual y Tarasov la seca. Camina colina abajo y le hace señas a Squirrel para que lo siga. La lluvia comienza a caer, cubriendo la imponente puesta de Sol con una cortina de nubes grises. En lo profundo del valle hacia el Oeste, brilla una fogata. Ghorband, puesto de avanzada Stalker, 19:51:08 AFT “Stoi! ¡Bajen sus armas!” Tarasov se detiene para dejar claro que sus intenciones son pacíficas. Se coloca el rifle al hombro y saluda con la mano al Stalker con armadura pesada que vigila un camino bloqueado. Debajo de la pared baja de sacos de arena, arde un fuego en lo que alguna vez fue el compartimento del motor de un tanque. Las llamas emiten una luz trémula en los enormes muros marcados por manchones de lodo en las cercanías y las gotas de lluvia chisporrotean cuando las tocan. Otro Stalker los vigila desde la entrada de los restos, con su escopeta de cañón largo lista para disparar. “No buscamos problemas,” dice el mayor. “¿Qué asunto tienen aquí?” “Cualquiera que sea, no tiene que ver con estar de pie aquí en la lluvia con dos imitadores de Rambo apuntándonos sus armas,” Squirrel dice impaciente. ”Vamos, Dima, tengo bajo control a este soldadito. Sólo vamos de paso y buscamos refugio por la noche.” 273

“¡Squirrel! No te había reconocido. ¡Entra al recinto!” Pasar por los restos del tanque sin orugas y llegan a la entrada de un edificio rodeado de un alto muro. Más Stalkers cuidan la entrada. “¡No te quedes ahí! Te he dicho que pases,” dice uno de ellos, haciéndole un gesto. Un letrero en el portón dice ’NO SE ADMITEN ARMAS MÁS ALLÁ DE ESTE PUNTO’ en inglés y en otro idioma que debía ser pastún, ambos evidentemente ignorados por todos. Hay una fogata en el interior, encendida en un barril de combustible tachonado de agujeros de balas, que emite una luz tenue dentro del recinto. Otro vehículo destrozado, que Tarasov reconoce como un vehículo de transporte de personal hecho en los EEUU, permanece cerca. Los Stalkers se sientan en lo que debe haber sido una baranda hace mucho tiempo; la lluvia se cuela a través de los agujeros como balas de una ametralladora. Desde el desierto, afuera, aullidos de chacal atraviesan el sonido de la lluvia y Tarasov piensa que no hay nada en el mundo que lo tentaría a intercambiar posición con los Stalkers guardianes que caminan a lo largo de las paredes. “Sáquenme de este agujero del infierno,” gruñe un Stalker. “Juro por Dios que me harté de los artefactos y los escondites y el saqueo. ¡Sólo quiero irme de aquí!” “Oye, hermano,” dice otro, dirigiéndose a Squirrel. “Te daré mi escopeta y dos botiquines si me guías de regreso a Bagram.” “Cálmate, viejo,” le responde con un gruñido el guía, quitándose de encima la mano del Stalker. “No puedo… No desde que los vi llevándose a Danylo. Le dije que no usara esamaldita armadura de dushman pero aún así, él dijo que era mejor que la chaqueta de cuero… ¡Desde aquel momento deben haberlo hecho pedazos!” “¿De qué estás hablando?” inquiere Tarasov. “La Tribu… Están cerca. Oí la campana y corrí. Quiero salir de aquí. ¡Si tan solo alguien pudiera ayudarme!” “¿Que escuchaste la qué?” 274

“¡La campana de la Tribu! ¡Esos caníbales deben haber estado en una cacería de dushmans!” Dentro del edificio unas pocas luces de petróleo pelean con las sombras. Alguien ha improvisado una mesa con una simple tabla de madera apoyada en dos barriles de gasolina. El Stalker junto a ella, que bebe de una botella de vodka medio vacía, le parece familiar. “¿Skinner?” Tarasov pregunta, acercándosele. “¿Eres tú?” “Sí,” responde el renegado de Deber de mala gana. “Me alegro que lo hayas logrado y llegado hasta aquí. ¿Cómo estás?” “Déjate de cortesías, mayor. Un amigo mío, Vaska, debía haber regresado ayer de una incursión. Aún no hay rastros de él. Ya he dicho bastante… Si necesitas compañía, habla con el Psiquiatra. No estoy para charlatanerías ahora.” Tarasov se encoge de hombros y regresa hacia el fornido Stalkerque maneja el bar. Al ver al mayor acercándose, el tabernero deja de limpiar los vasos y lo miracon ojos curiosos e inteligentes. “Al fin uno que no huele como si se hubiera cagado en los pantalones,” le dice al mayor a modo de saludo. “Bienvenido al Asilo, soldado. Soy Borys, el Psiquiatra.” “¿Por qué te llaman psiquiatra?” “Porque puedo curar tu cerebro con vodka o tu rifle con munición. Viendo que estás cuerdo, me resulta obvio que lo que necesitas es munición.” “Munición no es exactamente mi problema.” “¿Entonces lo que quieres es hablar? Vodka, entonces. Aquí tienes.” El vodka local tiene un sabor más puro y fresco que el de Bagram. Tarasov se relame los labios mientras el alcohol le baja por la garganta, creando un placentero calor dentro de su cuerpo. “Tienes buen material aquí. ¿Qué es este lugar?” “Solía ser una fortaleza y luego una prisión, hasta que algunos buenos samaritanos del Oeste lo convirtieron en un 275

asilo. Eso fue antes de que sucediera lo de los misiles nucleares. Ahora es el lugar apropiado para aquellos que fueron lo suficientemente chiflados como para alejarse y lo suficientemente afortunados como para regresar.” “¿Alejarse? Oí que hay un lugar llamado Shahr-iGholghola hacia el Oeste...” “Eso es cierto. Como dos o tres días de caminata desde aquí...” “¿Has estado allí?” “No.” El Psiquiatra se reclina contra la barra y baja la voz. “Allí es donde fue el amigo de Skinner… La gente dice que era lo suficientemente tenebroso ya antes de que comenzara la guerra de Bush, luego de que los talibanes volaran esos dos grandes Budas, pero recientemente…”El tabernero corta la frase. “Esto no es un jardín de infantes como Bagram. Francamente, a veces me alegra que tengamos a la Tribu entre nosotros y ese lugar.” “¿La Tribu? ¿Es por eso que todo el mundo tiene tanto miedo por aquí?” “No tienen miedo, sólo no han bebido lo suficiente… Como sea, para responder tu pregunta: la Tribu es un vecino bastante malo, pero recientemente las cosas se han vuelto extrañas de verdad. Hace unos días, un Stalker apareció. Se había ido varios días y todos asumimos que había muerto, brindamos en su memoria y todo eso, y luego regresó. No parecía feliz de vernos nuevamente: nos abrió fuego. Sus propios amigos tuvieron que dispararle.” Tarasov está demasiado absorbido por el efecto placentero del vodka como para decir algo compasivo. “Así es la vida en la… Nueva Zona. Danos a mí y a mi guía otro trago.” “¡Salud! No hubiera sido un gran evento si matarlo hubiera resultado sencillo, pero se seguía poniendo de pie una y otra vez como un jodido zombi. Tuve que aplicarle el remedio más fuerte que conozco.” “¿Y cuál sería?”

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“Vaciarle el cargador de balas de nueve milímetros en el cerebro.” “Ya veo… ¿Has visto un Stalker llamado Crow por aquí? Usa un SVD y lleva un abrigo con camuflaje. Pasamontañas negro, ojos fríos, tiene un aire de nigromante... Quiero decir, le gusta poner cigarrillos a medio terminar en las bocas de las personas que acaba de matar y cosas así. Bien entrenado, probablemente un ex-militar. ¿Conoces a alguien así?” “Déjame pensar… ¿Tal vez te refieres a ese Libre que esperaba a un muchacho con un traje Berill al que le encantaba el vodka y tenía una actitud cínica y de mandamás y trataba de apretar a los demás para conseguir información? Suena como tú y debes ser tú,” dice el tabernero con una sonrisa socarrona. “Llegó con prisa desde Bagram hace dos días, luego fue a asaltar una patrulla de mercenarios, o al menos eso es lo que dijo. Después se quedó esperándote pero desapareció nuevamente. Aquí hay una memoria USB que dejó para ti… Aquí está.” Tarasov conecta el dispositivo a su PDA y aparece un nuevo mensaje en la pantalla. #Hola, Cóndor. Quería asegurarme de que esto no llegara a tu PDA antes de que llegaras a Ghorband. No hubiera resultado agradable si lo encontraba la persona equivocada luego de matarte. Avanza dos clicks hacia el oeste, donde encontrarás un monumento conmemorativo y los restos de un APC. Revisa el compartimento del motor, hay un escondite. El Psiquiatra es genial pero de todas formas no olvides borrar este mensaje. Tengo que salir apresurado hacia las Planicies de Shamali. Tengo el presentimiento de que ese lugar se va a poner caliente pronto. C.# “¿Sabes dónde encontrar a Crow?” “No. Él es un personaje extraño, va y viene sin decirle a nadie hacia dónde se dirige y qué está haciendo. Incluso oí rumores de que una vez estuvo con los Monolitos.” “¿Qué? ¡Me dijo que jamás había estado en la Zona!” El Psiquiatra llena su propio vaso de vodka. “¿Un Stalker con algo que esconder de su pasado? Nunca oí tal cosa,” dice 277

con una sonrisa irónica y bebe el trago. “Pero no por nada me llaman el Psiquiatra. Verás, él odia a Bone pero es demasiado ecuánime para unirse a Libertad. Dispara demasiado bien para ser un Stalker ordinario, pero no podría ser un Spetsnaz o un SBU porque si lo fuera no te verías tan estupefacto ahora. Así que, dime: ¿qué podría ser, si no encaja en ninguno de los clanes aquí o en la Vieja Zona?” “No quisiera creer lo que me estás dando a entender,” responde Tarasov entrecerrando los ojos. “Hablas como un Stalker que traté una vez. No quería creer que su odio primordial hacia los chupasangres era simplemente el reflejo de sus sentimientos hacia su ex-esposa que lo había desangrado cuando se divorciaron. Pero luego de una segunda botella de vodka… ¡Lotería! El vodka es el suero de la verdad definitivo, ¿lo sabías?” Tarasov se dirige a Squirrel. “¿Lo creerías? ¿Antiguos Monolitos deambulando por la Nueva Zona?” El guía sacude la cabeza. “No, viejo. Pero, francamente, preferiría mucho más a los Monolitos que a la Tribu.” Tarasov se encoge de hombros. “Como sea… Al menos Crow, o cualquiera sea su nombre verdadero, al parecer está de nuestro lado. Pero ahora, dime: ¿conoces algún camino alrededor del territorio de la Tribu?” “De ningún modo, viejo. Accedí a guiarte hasta aquí, no más allá. Lo siento.” “¿Y tú, Psiquiatra?” “El único camino seguro para evadir a la Tribu es regresar a Bagram y olvidarse de acercarse al oeste.” “Entonces tengo un serio problema,” suspiraTarasov. “Te escucho…” “No importa, Psiquiatra. ¿Hay algún lugar donde podamos pasar la noche?” “Hagan como les plazca y sírvanse. Tenemos suficientes celdas vacías.”

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Desierto, 2 de octubre de 2014, 11:40:52 AFT “No me importa perderme los paisajes, porque esta niebla nos mantiene ocultos de los francotiradores enemigos… Pero tampoco me importaría descansar un poco, viejo.” Tarasov está de acuerdo con Squirrel. El camino está replete de niebla tan densa que una jauría de chacales podría encontrarse a unos pocos metros y ellos jamás los verían. Los fantasmas de esporádicos arbustos y árboles atrofiados emergen de la penumbra que rodea donde sea que hayan crecido en las cercanías del camino, pero además de eso no hay nada que ver. “Deberíamos estar entrando pronto en un área urbanizada, según la PDA.” dice el Stalker. Tarasov asiente, aunque está confiando en sus oídos más que en sus ojos para estar al pendiente de problemas. Pero el mundo está casi en silencio gracias a los efectos amortiguadores del banco de niebla. Pronto las paredes grises de un edificio solitario aparecen a lo largodel camino. Puede que haya sido un punto de control de tráfico hace mucho. “Este lugar es tan bueno como cualquiera,” dice el guía, sentándose bajo un cartel de metal agujereado por balas que dice ‘¡PELIGRO! ¡MINAS! MANTÉNGASE EN EL CAMINO MARCADO’. “Desearía que pudiéramos hacer una fogata.” “Más tarde. Movámonos lo que más podamos durante la luz del día.” “Será mejor que los encontremos pronto, viejo… Tengo un serio caso de comezón en mi dedo índice y sólo se puede curar tirando del gatillo. ¿Tienes algún plan de cómo vamos a hacer esto?” “Depende, Squirrel. Tenemos que hacer el reconocimiento de la primera fortaleza.” “Sólo pregunto porque yo ya tengo un plan.” “Por favor, compártelo entonces.”

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“Avanzamos, matamos a todos, saqueamos el lugar y salimos de ahí. Paso uno. Entonces vendemos todo lo que robamos en Bagram y nos volvemos asquerosamente ricos. Paso dos. Y luego yo me echo un polvo con todas las putas de Kiev y muero de extenuación física como un hombre feliz. Y sería el paso tres. ¿Qué piensas, viejo?” “Es un muy buen plan,” sonríe sardónicamente Tarasov, “como si te los hubieran enseñado en la academia militar. ¿Alguna vez consideraste ser un oficial del ejército?” “Con el debido respeto, viejo, puede que esté loco pero no soy un idiota… ¿Tienes algo de pan? ¡Si tuviera un equipo como el tuyo, llevaría una cocina entera conmigo!” “Sería mejor si no llevaras ese RPG con dos ojivas.” “Vamos, hombre. ¡Me hacen ver genial!” “¿Por qué al menos no las desensamblas?” le pregunta Tarasov, sacudiendo su cabeza debido ala inexperiencia del guía con armas pesadas. “Sería más seguro para ti llevar esa mierda con las ojivas desmontadas.” “¿Qué? ¿Se pueden remover las ojivas?” “Sí… Te enseño luego. Ahora, es tiempo de havchik.” Tarasov le ofrece una hogaza de pan a Squirrel. Ahora tienen suficientes recursos. Había salido a buscar el escondite de Crow, siguiendo el camino hacia el oeste hasta que las ruinas del APC emergieron de la niebla como un monstruo durmiente. El enorme bloque de piedra que servía como monumento estaba destruido y sólo una inscripción en inglés apenas legible que aún guardaba un indicio de la batalla que había devastado el lugar años atrás. Cuando Tarasov echó una mirada cautelosa dentro de los restos, esperaba encontrar el escondite común: munición, comida o vendas, quizás algún artefacto común. Por lo tanto, se sorprendió al encontrar una gran caja con una nota escrita a mano en la parte superior: ¡Este traje es lo máximo! Ahora sólo necesito averiguar quién está matando a tus soldados para obtener estos exoesqueletos y quién le está pagando. No verá venir mi bala. Y 280

si la ve, no me importa. Espero que no te importe que haya tomado dos de tus trajes que encontré con los mercenarios. Lo consideraré tu agradecimiento hacia mí por salvar tu culo en Salang. ¡Nos despedimos, por ahora! C. Cuando se colocó el exoesqueleto nuevo y los instrumentos incorporados –el medidor de radiación, el detector de anomalías, los motores kinéticos, el sistema de soporte vital– entraron en acción y empezó a zumbar suavemente en el silencio del amanecer de la montaña, su pesado equipo se volvió casi liviano una vez adherido al marco corporal de aleación de titanio. Tarasov sintió como si hubiera abordado un artillado luego de muchos días de peligroso patrullaje a pie: al fin a salvo, protegido por una armadura pesada y con poder de disparo casi inacabable a su disposición. Con la armadura del exoesqueleto de metal duro, cerámica y silicona –capazde detener docenas de balas perforantes de armadura– protegiéndolo, se siente como si se hubiera vuelto un monstruo destructor caminante. Una vez de regreso en Ghorband intentó convencer a Squirrel para que se le uniera. Ya que no tenía más para ofrecer que una pelea, el mayor eventualmente tuvo que ofrecerle su propia armadura Berill, convertida en un peso muerto ahora que tenía el exoesqueleto. Aunque fingió reticencia, el Stalker había aceptado con ganas a cambio de unírsele en la incursión. Sin embargo, su período de confianza había muy pronto cedido paso a la preocupación cuando le vino a la mente que este maravilloso traje había sido robado a él y a sus hombres. No había nada en los mensajes de Crow que les diera un indicio de los involucrados en los oscuros asuntos a sus espaldas. Mientras camina tras Squirrel hacia el norte, intenta aunar las piezas del rompecabezas que ya conocía: los hombres de Bone emboscando al escuadrón que habían enviado antes que ellos, los mercenarios cazándolo, las pistas de Crow del peligro en Bagram… Crow podía ser un aliado en este juego, pero el francotirador ciertamente sabía cómo 281

mantener para sí sus hallazgos; eso, si en realidad sabía más que Tarasov. “Oye, viejo, no te pongas melancólico,” le dice Squirrel, interrumpiendo los pensamientos del mayor. “Déjame alegrarte con mi harmónica. ¿Tienes alguna canción favorita?” “Déjame pensar… Me encanta Steppe, endless steppe por ejemplo.” “Nah, lo siento, viejo. No sé tocar esa.” “¿Qué hay de Los barcos entonces? Ya sabes, aquella canción de Vysotsky?” “En realidad, la única melodíaque puedo tocar es el himno Soviético.” “¿Entonces por qué te ofrecistea tocar mi canción favorita? Esa ciertamente no está entre mis favoritas…” “Sólo te lo pregunté. No dije ni una palabra acerca de tocarla.” “Estás completamente loco, Squirrel. ¿Lo sabías?” “Por supuesto. Después de todo, anoche dormí en un asilo abandonado." "Squirrel… ¿De dónde eres, a todo esto?" "Alemania. Berlín, en realidad. Sabes, era parte de la guerrilla allí, luchando contra la opresión de los pobres." "Suena como una batalla difícil." "¡Claro que sí! Cada noche, mis amigos y yo solíamos incendiar unos enormes Mercedes y Porsches. ¡Sólo para demostrarles a los bastardos ricos que la Resistencia está viva y coleando!" "Incendiar autos no suena justo. No se defienden." "¡Pero es divertido! Deberías intentarlo, viejo. Pero entonces, una de nuestras redadas nocturnas salió mal: escogí el auto equivocado. Le pertenecía a uno de los abogados que defendían a nuestros camaradas de la injusticia. Las cosas se pusieron un poco complicadas y decidí unirme a nuestros camaradas en armas de la Zona. Así que me ofrecí como voluntario para entregar otro cargamento de ayuda

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humanitaria en Ucrania y dos días después estaba bebiendo vodka con todos los tipos deLibertad." "Libertad… Anarquistas y bandidos," Tarasov gruñe en voz baja. "No te preocupes, viejo. Esos días han terminado. La Zona me cambió mucho." "¿Cómo?" "Verás… Una vez que encuentras un artefacto para vender, piensas de modo diferente acerca de la distribución de las riquezas. Luego oí que en la Nueva Zona hay aún más por encontrar. Menos cazadores, más botín, ¿te das cuenta? Y aquí estoy. ¿Estás seguro que no quieres oír el himno Soviético?” “Tócala, si te hace feliz...” Al oír la melodía discordante de laharmónica de Squirrel, a Tarasov se le ocurre que este podía ser un buen momento para revisar los mensajes de texto que Yar encontró en el viejo teléfono móvil y subió a su PDA. La fecha y la hora no están almacenadas, pero es obvio que los mensajes son de la época de la guerra de Bush. Oye Frank, te contaré por qué estoy furioso. Quieren llevar a cabo un proceso disciplinario contra el sargento pero, ¿por qué? Todo lo que hizo fue conseguir unos repuestos no originales para su rifle G3 y ponerlo en condición más o menos moderna. ¿Qué se suponía que hiciera? Los rifles nuevos que se supone que debemos usar son una porquería. Por el amor de Dios, no podemos desactivar la seguridad de los nuevos G3 DMR mientras estamos apuntando porque nuestros dedos son demasiado cortos para llegar al interruptor. ¿Diseñaron esos rifles para pianistas? Además, no los podemos usar porque no tenemos la munición para francotirador requerida. Nos dijeron que usáramos cartuchos para la ametralladora MG3 pero sólo es precisa hasta 500 metros. ¿Lo entiendes, Frank? ¡Nos dieron rifles de francotirador los cuales sólo podemos utilizar a menos de 500 metros! Es la verdadera obra de un genio: por un lado, encargan cientos de rifles nuevos y por otro, no nos entregan la munición necesaria para ahorrarse el dinero. Y como si eso no fuera suficiente, 283

las gafas de visión nocturna no funcionan junto con la mira telescópica. Hasta que encuentre el ocular de la mira para que pueda usar las gafas, se terminó la guerra. ¡Mi ejército debería estar actuando en un circo, no en Afganistán! El segundo mensaje es más corto: Luego de lo que sucedió en Kunduz, no se nos permite pedir apoyo aéreo. Ni que los británicos que están cerca tuvieran helicópteros disponibles, de todos modos. Le pedimos a los franceses que nos refuercen con un escuadrón para esta misión pero están escasos de munición. Los húngaros querían darnos una mano pero sus jeeps Mercedes estaban descompuestos, para variar. No debemos pedirles asistencia a los americanos porque se supone que debemos mantener la seguridad en nuestro sector nosotros solos. Ahora avanzamos con una compañía de tropas afganas lo cual es una invitación a los problemas. Situación normal: ¡todo jodido, como siempre, mi amigo! Como sea, nos encontramos más tarde, nos estamos yendo ahora. Deséame buena suerte: en dos semanas, mi asignación se habrá terminado. El mayor apaga su PDA y observa la niebla tenebrosa, tristemente, deseando ser un creyente para poder decir una plegaria por el alma del soldado muerto. Avanzadilla de los mercenarios, 3 de octubre de 2014, 12:39:28 AFT Tumbado boca abajo en la cima de una colina, rocosa y nevada, Tarasov estudia el angosto cordón que conecta su posición con la fortaleza de los mercenarios a través de sus binoculares. El campamento de su objetivo yace por encima de otra colina, no tan alta como su estrecho mirador, y examina el ancho paisaje, dominando fácilmente el valle inferior. A la distancia lejana, el mayor puede ver la planicie chata y arenosa entrelas montañas y el Amu-Daria. 284

La forma de cono de la estructura de concreto luce similar a los muchos fortines de construcción soviética y los búnkeres que ha visto antes. “Debe haber sido una base de observación durante la Guerra Soviética,” le murmura a Squirrel. No se observa ningún mercenario en el cordón. Todavía podría estar minado o con trampas explosivas. Tendremos que tener cuidado. Una huella de jeep lleva a la fortaleza, pasa por otro búnker con una antena de radar y un bosque de otras antenas encima. Tarasov da un suspiro, deseando poder utilizar las instalaciones de radio, pero es probable que esté bien defendida. Al menos el terreno adelante parece ofrecerle ventaja suficiente con sus muchas piedras y peñascos. Debería hacer su acercamiento un poco más fácil. “Coloca tu silenciador, Squirrel.” “Ese PBS no me ayudará mucho. Los disparos harán muchísimo eco a través de estas montañas.” “Por si acaso. Al menos no estarás ensordecido cuando te diga que ceses el fuego.” “Me parece justo. ¿Entonces cuál es el plan?” “Seguimos tu plan.” “Debes estar bromeando, hombre. Yo lo hacía.” “Toma esos binoculares. Mantén los ojos abiertos mientras estoy apuntando. Avísame si aparece un hostil donde no pueda verlo. Cuida nuestras espaldas. ¿Está claro? “Como el agua.” “Muy bien. Terminemos con esto.” Por suerte para ellos, el cielo en realidad está encapotado, sin importar lo que haya dicho Squirrel. Aliviado por no tener que preocuparse porque su sombra traicione sus movimientos, Tarasov avanza raudo y se agacha detrás de una roca. Mientras revisa las paredes de sacos de arena a través de la mira de su rifle, un mercenario aparece pronto en la retícula. Tarasov sigue sus movimientos. Aparentemente aburrido, el guardia se mueve en un patrón predecible hacia 285

adelante y hacia atrás a lo largo de la pared, sin hacer contacto con nadie más. Otro hostil está de pie encima de la pared dándoles la espalda. Sólo puedo ver esos dos. Debe haber más por ahí. Si caen, todo el lugar se va a revolucionar. “¿Estás dormido?” susurra Squirrel. Ignorando la impaciencia del guía, Tarasov sopesa sus opciones. Tengo que acercarme. Le hace una seña al Stalker para que lo siga. Caminando con cuidado en caso de que hubiera trampas explosivas, avanzan hasta que consiguen mejor refugio. El mayor le echa otra mirada al búnker. “Squirrel, veo uno en la pared y uno encima. ¿Ves otros?” “Ninguno.” “Toma los binoculares. Mantén los ojos en el búnker y en el camino mientras yo estoy ajustando la visión.” “Muy bien, viejo.” Tarasov ajusta la mira. Y ahora esperemos que el tío Yar haya hecho sus deberes con esta nena. Tras el silencio, cuando nada más aullaba el viento, el sonido agudo y penetrante del disparo silenciado parece ser ensordecedoramente alto. En el medio del círculo negro de la retícula, vuela el casco del primer guardia. Su sangre aún no ha rociado la pared detrás de él cuando Tarasov ya mueve el rifle hacia el guardia de arriba. Otro disparo atraviesa el viento aullante. El segundo guardia cae hacia adelante, como si un puño poderoso lo hubiera golpeado en la espalda. “¿Ves alguno más?” “No.” “¡Sigue mirando! Voy a entrar.” En unos pocos segundos, Tarasov llega hasta los sacos de arena. Sin percibir ningún movimiento desde el otro lado, le hace señas a Squirrel para que lo siga. Respirando profundamente, trepa con rapidez sobre los sacos, manteniendo su rifle listo para disparar. El guardia muerto 286

permanece echado frente a él, con su cabeza en un charco de sangre. Ahora llega Squirrel y, con los movimientos de un combatiente experimentado, inmediatamente apunta su arma en la dirección contraria, cubriendo la espalda deTarasov. “Avancemos,” susurra Tarasov. Sonido de pasos llegan de la vuelta de la esquina. El guardia no tiene tiempo de encontrarse sorprendido. El disparo de Tarasov lo impacta mientras aún abría su boca para gritar. El mayor echa una mirada hacia la esquina antes de avanzar con cuidado. Detrás del edificio encuentra una plataforma que no hubiera podido observar desde su punto de mira. Tres mercenarios permanecen de pie allí, agrupados alrededor de un arma gigantesca aunque se deben haber sobresaltado por el ruido: el primero ya está subiendo las escaleras para dar la alarma. “¡Squirrel!” grita Tarasov mientras aprieta el gatillo. El Stalker está preparado y dispara dos ráfagas cortas de su AKM. Los dos guardias en la plataforma caen al suelo en el mismo momento mientras, el tercero, rueda escaleras abajo, con un único disparo en el pecho del Vintorez de Tarasov. “Despejado,” dice Squirrel. En cualquier otra situación, Tarasov se hubiera mantenido con cautela, pero ahora se está de pie frente al arma en la plataforma de concreto, intentando dar crédito a sus ojos, su cerebro perplejo y ajeno a cualquier peligro que aún podría andar por allí. “¿Qué carajos es esto?” Squirrel suena tan confundido como él. “Se supone que esto… No existe.” El arma se ve como una versión gigante del rifle Gauss que vio hace mucho tiempo en las manos de Degtyarev durante su batalla en Pripyat: un cañón largo que atraviesa varias esferas, todo sostenido por un marco de metal y muchos cables eléctricos.

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¡Así, que este es el dispositivo anti-aéreo que derribó mi helicóptero! No hay cajas con munición por allí y Tarasov tampoco puede ver baterías como las que había en el rifle de Degtyarev. De hecho, el arma parece ser accionada por medio de un cable ancho que desaparece en un agujero dentro de la plataforma. Tarasov sacude la cabeza, incapaz de creerlo. Si el más pequeño, la versión de mano, era capaz de penetrar cualquier armadura a la distancia, esta pieza de artillería debería ser capaz de derribar virtualmente cualquier cosa… Pero, ¿quiénes son estos tipos? ¿Cómo se robaron este monstruo? ¡Degtyarev sólo tenía uno de los rifles más pequeños, e incluso entonces se rehusó a dejarme tocarlo! Se acerca a uno de los cadáveres y le quita el pasamontañas y los oscuros protectores oculares. Entonces, sin poder creer lo que está viendo, negándose a sí mismo la realidad de la cual está comenzando a ser consiente, deja expuestos los rostros de los otros dos, a la vez que registra los cuerpos buscando algo que pueda probar sus sospechas. Su búsqueda le ofrece una tarjeta de identificación. Un quejido en voz baja se le escapa de los labios. “Oh, Gospodi.” “Dios no está allí, viejo. Sólo mercenarios con una bala en el cerebro.” “No… No son mercenarios, para nada. ¡Son chinos! ¡Operaciones Especiales o lo que sea, pero éstos son del Ejército Popular de Liberación!” “¿Qué demonios están haciendo aquí los chinos?” Tarasov se frota las sienes y mira en derredor. Por el momento, parecen estar solos en el recinto. “¿Recuerdas la advertencia que solían reproducir en la Zona? ‘Estamos aquí para protegerlos de la Zona, y no a la Zona de ustedes’?” “Claro. ¿La decías tú?” “No, era un actor de voz de Kiev y poníamos el mensaje en bucle, pero no es el punto. A lo que apunto es que era una 288

mentira. Intentamos proteger la Zona de la gente de fuera pero todo el mundo –los chinos, los americanos, los europeos occidentales– trataban de infiltrarse y tener su parte de los artefactos. Nosotros… Frustrábamos su intento, por decirlo de algún modo. Por tanto, no sería una sorpresa encontrar expediciones chinas acechando en la Nueva Zona, donde pueden hacer lo que se les antoje. Pero lo que me sorprende es esta arma… Es suficiente, para ti, que sepas eso… Está bien, como sea, vi armas similaresantes pero estaban clasificadas por encima del Máximo Secreto. Pensar que los chinos les pongan las manos encima me da escalofríos.” “¿Y ahora qué?” Tarasov echa una mirada en la estación de radio que se encuentra como a doscientos metros de su posición a lo largo de las huellas de jeep, pensando: Debo informar a Kiev sobre esto. “Primero debemos despejar este búnquer y desactivar esta arma. Entonces veremos si podemos acceder a esa estación de radio.” “Sólo hemos matado a cinco. ¡Eso nos deja, más o menos, tres mil millones de hostiles! ¿Tendremos suficiente munición?” “Déjate de bromas, Squirrel. Revisa los cuerpos en busca de granadas.” Usando su cuchillo de combate, Tarasov corta los cables que recorren el cañón del arma. Maldita sea, como me gustaría que Degtyarev pudiera ver esto. Al menos sabe cómo funcionan estas cosas. Para cuando ha terminado, Squirrel ha regresado con tres granadas de fragmentación. “No son muchas, pero si le agregamos las nuestras harán un lindo espectáculo de fuegos artificiales. También encontré que tenían algunas raciones de comida.” “Quédate con la comida. Entremos y encontremos la fuente de poder.” Con cuidado, abren el portón de metal, entran en una habitación con paredes peladas y una hilera de colchones. El 289

olor de las medias viejas y los cuerpos desaseados abruma las fosas nasales de Tarasov y hay latas de comida vacías y botellas de agua desparramadas por el suelo. Junto a la pared, en una bolsa de dormir, verde y gruesa, un guardia parece estar dormitando. “Con sus ronquidos, con razón no nos escucharon venir,” se ríe Squirrel. “Quédate callado, a menos que quieras que se despierte.” Con pasos silenciosos, Tarasov pasa por encima del guardia durmiente. Por un momento, considera la posibilidad de interrogarlo. No tenemos mucho tiempo… Además, ni siquiera estoy seguro de poder entender cualquier cosa que pudiera decir. Encuentra el punto donde yace la cabeza del guardia debajo de la capucha de la bolsa de dormiry la tira hacia atrás, empujando su rodilla en la espalda del guardia. Esto es por el praporshik Zotkin, ¡bastardos! Los ronquidos se transforman en un golpeteo indefenso cuando su cuchillo de combate corta la garganta del guardia. Luego de un momento que parece eterno, el golpeteo se transforma en un borboteo cuando la sangre entra en el tracto respiratorio, añadiendo el ahogarse en su propia sangre a los dolores del enemigo agonizante. Cuando cesa el sonido terrible y el cuerpo ya no se mueve, Tarasov lo suelta y limpia la sangre de su cuchillo en la bolsa de dormir. “Spokoinoi nochi. ¡Ahora puedes dormir hasta el Día del Juicio!” “Una vez tuve una novia que odiaba mis ronquidos,” susurra Squirrel, “¡Me alegra que ella no haya tomado la medida que tú tomaste, viejo!” Tarasov sonríe, pero se paraliza inmediatamente. “¡Ssh! ¡Escucha!” Escucha los sonidos de una conversación en voz baja en el portón que lleva hacia el nivel inferior; las palabras en chino despejan las últimas dudas deTarasov acerca del origen de sus

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oponentes. No logran entender lo que están diciendo, pero las voces parecen alarmadas. “Ya deben haberse dado cuenta de que algo no está bien allí afuera. ¡Squirrel, agáchate detrás de esa caja!” Tarasov escucha que alguien sube la escalera de acero. Con rapidez, se mueve detrás del portón. Dos manos aparecen, luego una cabeza con cabello corto, negro. Agarra al hombre del pecho, lo levanta y le corta la garganta. Silenciosamente, baja el cuerpo al piso, sus manos y sus piernas aún se sacuden en un espasmo de muerte. Tarasov sostiene al hombre hasta que deja de moverse. “Avancemos,” le susurra a Squirrel. Echa una mirada hacia abajo, no ve a nadie. Descienden rápidamente por la escalera. Cuando llega a la parte inferior, Tarasov escucha un grito alarmado. Un chino vestido de civil salta de su computadora, saca unapistola y dispara frenéticamente en su dirección. Dos disparos del rifle de Squirrel lo derriban en el suelo. Tarasov registra el cuerpo con celeridad. Su búsqueda le otorga una llave en el bolsillo del técnico, con una etiqueta adosada. “No hablas chino, ¿verdad?” le pregunta Tarasov a Squirrel sosteniendo la etiqueta. “Dice: llave de la sala del generador’”. “No me digas que sí hablas chino.” “Lo adiviné. Pero sólo hay una puerta aquí y tiene‘sala del generador’ escrita en ella en ruso y los mismos caracteres apretados de la etiqueta de la llave.” “Eso es inteligencia,” dice Tarasov cuando la llave se desliza suavemente en la cerradura. Un gran dispositivo se encuentra en la habitación, emitiendo un zumbido bajo. Un grueso cable sube y desaparece en un conducto angosto que se dirige hacia arriba. “Lo que sea esa cosa, ciertamente no funciona con diesel,” dice Squirrel. “Ojalá tuviera una bomba de tiempo,” suspira Tarasov. “Dame esas granadas.” Tarasov coloca las granadas con 291

cuidado en un punto que parece vulnerable. “Squirrel, regresa a la entrada.” “¿Y qué hay de ti?” “Tendré cerca de tres segundos para salir de esta habitación. ¡Vamos!” Solo, Tarasov mira alrededor en busca de algo que valga la pena llevarse antes de hacer volar el generador, pero nada más ve algunas herramientas en el piso. Muy bien… Aquí voy. Saca una granada y le quita el anillo del seguro, la pone con las otras, huye hacia la salida con dos grandes saltos y se arroja detrás de la pared. Apenas si ha tocado el suelo cuando el trueno ensordecedor de varias detonaciones sacude la estructura, desatando una lluvia de astillas de concreto y fragmentos de metal a través de la puerta, seguidos de una nube de humo y polvo. El aire se vuelve denso con el hedor de los aparatos eléctricos quemándose. Sin las luces, Tarasov enciende la linterna en su cabeza y rápidamente sube la escalera. Squirrel aguarda en posición de ataque en el portón de la entrada, con su rifle apuntando hacia el exterior. “¡Toda la maldita China se despertó! ¡Veo a los malos acercándose!” Al mirar hacia afuera, Tarasov también los ve. Una docena de comandos corren hacia ellos y más aparecen desde el búnquer de la radio debajo, poniéndose precipitadamente sus chalecos con armaduras y sus cascos. Maldita sea, piensa. Allá va la oportunidad de contactar a Degtyarev… Son demasiados para que nos encarguemos de ellos. “Salgamos de aquí,” grita. “¡Retrocede, por el mismo camino que llegamos!” Saltando por encima de los sacos de arena, corren. Las primeras balas les pasan silbando. El enemigo ya debe haber llegado al búnker con el arma. “¡Corre, Squirrel!” Tarasov se gira, disparando su rifle desde la cadera para darle fuego de cobertura, pero los comandos lo han superado. 292

“¡Me dieron, me dieron!” grita Squirrel. Tarasov corre hacia él, lo pone de pie de un tirón y se echa al guía al hombro. Apenas siente el peso con el exoesqueleto, pero el traje también evita que corra tan rápido como quisiera. Saltando de protección a protección, llega pronto a la relativa seguridad del cordón y recuesta a Squirrel sobre unas rocas, recarga su Vintorez y apunta para darle a algunos hostiles que fueron lo suficientemente estúpidos para seguirlos hasta la intemperie. Ninguno lo ha hecho. Parecen contenidos al estar a resguardo. De todos modos, Tarasov dispara unas pocas rondas hacia la parte superior de los sacos de arena. El AKM de Squirrel se une en los disparos. “¿Estás bien?” grita Tarasov. “¡Me dieron en la pierna pero aún puedo disparar!” “¡Apóyate en mí! ¡Sigamos adelante, vamos!” El fuego hostil acaba cuando los Stalkers salen del campo de tiro. De tanto en tanto, sólo para contener a los chinos, Tarasov suelta unos pocos disparos. Para cuando llega al cordón, su propia respiración agitada y los quejidos de Squirrel son lo único que puede oír. Echando una última mirada hacia atrás antes de descender hacia el lado seguro de la montaña, nota que sube humo desde la avanzadilla y sonríe triunfante.La sonrisa se desvanece de su rostro cuando escucha un sonido como un fuerte rugido. En unos segundos, un helicóptero negro aparece desde el valle allí abajo. “¡Squirrel!” grita. “¿Puedes disparar ese RPG? ¡Tenemos que derribar ese helicóptero!” “Ayúdame a arrodillarme,” responde el Stalker gritando. “¡Carga esta mierda!” Tarasov quita rápidamente la tapa de aluminio de la granada y, con el perno de lanzamiento piezoeléctrico ahora abierto, coloca la granada en el caño del lanzagranadas. “¡Listo!” El dolor se refleja en el rostro de Squirrel mientras apunta el lanzacohetes y dispara. El proyectil falla. Tarasov rápidamente toma la otra granada de su espalda. El 293

helicóptero aparece más cerca y abre fuego con sus ametralladoras, cubriéndolos con astillas de roca y nubes de polvo. “¡Derríbalo!” grita Tarasov con desesperación. “¡Derríbalo o estamos acabados!” Asomándose fuera del refugio, el Stalker apunta durante segundos que parecen ser eternos antes de disparar el lanzacohetes; esta vez logra un impacto. La granada detona hacia la parte trasera del helicóptero y lo envía en círculos unos segundos antes de que colapse en la ladera de la montaña, golpeando las piedras con un fuerte sonido chirriante. Tarasov agarra el hombro de Squirrel y finalmente lo arrastra hacia el cordón. Ojo por ojo, helicóptero por helicóptero, piensa el mayor, sombríamente, y corre hacia el valle, llevando al Stalker sobre sus hombros para ponerlo a salvo. Desierto, 16:27:00 AFT “Estarás cojeando uno o dos días, pero sobrevivirás,” dice Tarasov mientras coloca una venda en la pierna herida de Squirrel. “No hay necesidad de que estés tan triste.” Tarasov va hacia la entrada de la cueva poco profunda que ha elegido como su refugio y mira hacia afuera, vigilando cualquier indicio de persecución. No hay ninguno. Ni hay indicio de mutantes o siquiera de otros Stalkers. “Toda esta mierda por un par de latas de comida,” gime Squirrel. “Ésta ha sido la peor incursión de mi vida.” “Además de que fuiste herido, tuvimos éxito. Tenemos mucha información ahora, y los ojos rasgados estarán lamiéndose las heridas en lugar de acosar a los Stalkers cerca de Ghorband... Al menos eso es lo que Bone esperaba.” “Sí, hombre, eso le da un nuevo significado a mi vida. Hacer feliz a Bone y que me dieran en la puta pierna a cambio.”

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A pesar de los mejores esfuerzos de Tarasov, la pierna de Squirrel ha ido de mal en peor. En poco tiempo, no podrá caminar. Como estaba, Tarasov había tenido que llevar el equipo del guía para aliviarle la carga, pero ni siquiera eso iba a ser suficiente. El mayor sabe que muy pronto estará cargando a Squirrel y su equipo. Tarasov piensa por un momento y abre su contenedor de artefactos. “Mira… No sé lo que hace este artefacto, pero se siente bien tenerlo activo, de alguna manera. Aquí tienes, tómalo: es tuyo,” le dice, dándole el Corazón de Piedra al Stalker. “Quizás acelere tu recuperación, no lo sé.” Los ojos de Squirrel casi se salen de las órbitas cuando ve el artefacto. “Mira esto: una vaina azul, opaco, con un centro rojo, como un gran pedazo de vidrio… ¡Pero…! ¡Éste es un Corazón de Piedra! ¡Es increíble! ¿Dónde lo encontraste?” “Uhm… Cerca de esa choza de troncos en Puerta del Infierno, mientras juntaba leños con Mac. No sabía que era un Corazón de Piedra.” “¿Y aún así me dejarás quedarme con él?” “Claro.” “¡Oh, viejo, si no fuera por mi pierna maltrecha, me pondría a bailar ahora! ¡Ahora sólo necesito el Corazón del Oasis, un fragmento del Genio y un artefacto Brújula para tener todo lo que quiero! ¡Y para ti, este viaje es gratis! ¡Donde quieras ir, el valle de Panjir, Kabul, te guiaré gratis adonde quieras ir!” “Parece que tenemos un trato, Squirrel. Pero ahora comamos algo.” Abre una lata de ‘desayuno para turistas’ y se la ofrece al Stalker, quien está aún admirando con regocijo su nuevo artefacto, con una sonrisa de oreja a oreja. Espero que tenga un efecto positivo en su herida. De otro modo estaremos realmente jodidos. Luego de que sacía su apetito, Tarasov saca su PDA y sintoniza la frecuencia de Bone. “Bone, habla Tarasov. ¡Misión cumplida.” 295

“Ésas son excelentes noticias.” “Su información era incorrecta. Realmente no era una avanzadilla… Era una batería AA. Ya lo resolvimos.” “No tiene importancia… Este golpe dará un respiro a nuestros chicos. Buen trabajo.” “Una cosa más: el lugar estaba manejado por chinos. Fuerzas especiales, comandos o lo que sea.” Bone se enmudece un minuto. “Guárdeselo por ahora, mayor.” “Voy de regreso a Bagram ahora. Me estoy quedando sin munición. Fuera.” Tarasov se dirige a Squirrel. “Bone ha pedido que mantengamos lo de la presencia de los chinos en secreto. ¿Puedes mantener tu boca cerrada?” “Supongo que sí… No es una maravilla si Bone está asustado, viejo. Lo último que necesitamos es confrontar con ellos… Si es que en verdad esos malditos eran los chinos.” Tarasov se quita su casco y se frota los ojos. Pensamientos salvajes le cruzan la mente y no puede compartir ni la mitad de sus preocupaciones con el Stalker. “No lo sé, Squirrel… No lo sé. Todo esto apesta como la guarida de un chupasangre. De todos modos, llevemos nuestros culos de vuelta a Bagram. Si tenemos suerte, puede que incluso lleguemos a Ghorband antes de que anochezca.” “Esta comida está podrida,” dice el Stalker escupiendo un pedazo de carne grasiento. “Desearía estar en el antro de Borys, bebiendo un trago de vodka... ¡Maldición! Nunca creí que desearía ver ese condenado lugar de nuevo… ¡Oh, viejo, no puedo esperar a ver el rostro de Psiquiatra cuando le muestre mi Corazón de Piedra!” 19:40:05 AFT Estos chacales o bien eran muy tontos o estaban muy hambrientos, Tarasov piensa a la vez que recarga su Vintorez. La pequeña manada de mutantes se ha alejado del camino que desciende empinado de la ladera hacia el cañón árido, 296

pero a sabiendas de lo agudos que son sus oídos, no quiso correr el riesgo. El sigilo ya no es una opción con Squirrel apenas capaz de arrastrarse y haciendo mucho más ruido cuando tropiezan ocasionalmente con las piedras en la oscuridad, lo que tira las piedras camino abajo con un estrépito traicionero. Al acercarse a los autos abandonados, ve por qué estaban peleando: los restos de lo que alguna vez fueron dos combatientes talibanes. El hedor de la carne podrida invade sus fosas nasales cuando se aproxima, pero es la visión de lo que les han hecho lo que produce un escalofrío a lo largo de la columna. Los genitales de los talibanes han sido colocados en las bocas de los rostros putrefactos, que aún tienen la expresión de terrible dolor mientras miran hacia abajo, a sus propios cadáveres, desde postes de madera. Sus armas –viejos y destrozados rifles de asalto AMD-65– yacen en el polvo, junto a las pocas pertenencias que los talibanes llevaron alguna vez. A juzgar por el grado de descomposición, lo que sea que haya ocurrido allí sucedió hace dos o tres días. “Obviamente no fueron los mutantes los que los mataron,” dice el mayor, moviendo su dedo hacia los cadáveres. “No están lo suficientemente avanzados en la evolución como para hacer tal cosa.” El rostro de Squirrel se endurece. “No, viejo… Así es como la Tribu lidia con sus enemigos.” “¿No se supone que son caníbales? Veo tres rifles en el suelo, pero sólo dos cuerpos.” “Te aseguro que no me entusiasma averiguarlo. Salgamos de aquí, viejo… ¡Andando!” Antes de abandonar la sombría escena, Tarasov saca su pistola y le dispara a los cuerpos. “Sólo para asegurarme que no se conviertan en zombis, baystruki.” “¿Podrías hacer un poco más de ruido, por favor?” El miedo persiste en la voz de Squirrel mientras se acercan hacia 297

un riachuelo seco. Saca un poco de agua del bolso camelback sujeto a su traje blindado y mira su PDA. “No hay modo de que lleguemos a Ghorband hoy… Será mejor que nos ocultemos durante la noche.” Ya ha caído el ocasoy aún se encuentran lejos de un refugio decente. La marcha ha sido lenta, mucho más lenta debido a la herida del guía. El artefacto, de hecho, ha mejorado su condición, pero el dolor sigue siendo lo suficientemente obvio como para limitar el ritmo de Squirrel. Dos o tres días de descanso ayudarían aún más, pero ambos han usado la mayor parte de la munición durante la incursión en la avanzadilla de los chinos y con pocos botiquines y vendas disponibles, Tarasov sabe que no es aconsejable permanecer demasiado en esa área tan inhóspita. Repentinamente, Squirrel se detiene. “¿Qué sucede?” “No lo sé,” responde el guía con un susurro. “Mira eso” Tarasov enciende la visión nocturna y mira hacia adelante en el valle. Hay algo grande y hecho por el hombre delante de ellos, parcialmente cubierto por arbustos como si alguien tuviera la intención de ocultarlo. “¿Qué es eso?” “Aún no tengo idea, viejo… Quedémonos quietos.” Una piedrita cae desde las rocas en la ladera y Squirrel inmediatamente levanta su arma. Tarasov también gira su rifle en la dirección del ruido, pero sólo ve rocas. Nada se mueve en el display verde brillante de la visión nocturna. “Nada. Mantén los ojos bien abiertos.” “Maldita sea,” susurra Squirrel. “Espero que haya un escondite… Un búnker abandonado o lo que sea. No sé por cuánto tiempo más podré moverme solo.” Luego de escasos minutos, su curiosidad predomina. Lentamente, con cuidado de no tropezarse con nada que pueda producir algún ruido, se acercan. Tarasov hace una seña. Squirrel, cojeando, avanza tras un peñasco y apunta su rifle hacia adelante para proporcionar fuego de cobertura de 298

ser necesario. Tarasov, agachado de principio a fin, se acerca a los arbustos altos que ocultan el extraño objeto. De repente sus ojos explotan de dolor. Se arranca las gafas de visión nocturna del rostro pero el brillo cegador permanece. Indefenso, cubre sus ojos con la mano. El rifle de Squirrel permanece en silencio, lo cual significa que también está cegado… O muerto. “¡Alto!” grita una voz en inglés, tan fuerte y tan intensa en los oídos como la luz que está cegando los ojos. Lentamente, Tarasov se pone de rodillas. “No pretendemos hacer daño,” responde gritando en inglés. “¡No disparen!” “Son blanco fácil, carroñeros. Suelten sus armas, o serán blanco muerto.” Hace lo ordenado y levanta sus manos en señal de rendición. De ningún modo podría luchar contra un enemigo invisible. Escucha el sonido de varias botas pesadas acercándose pero no puede ver a sus captores. Alguien le quita brutalmente el casco y le coloca esposas desde atrás. Una patada lo envía nuevamente al suelo. Un cuerpo aterriza en el suelo a su lado. Reconoce la respiración pesada de Squirrel. Alguien ladra órdenes cortas. “¡Aseguren a los prisioneros!” “¡Señor!” “Y apaga esas luces altas de mierda del Humvee.” Brazos portentosos los agarran y los llevan del brazo hacia el vehículo. Las puertas de metal golpean y Tarasov detecta los asquerosos olores del sudor, aceite de motor y cordita. “La Tribu,” dice Squirrel gimiendo, “Madre de Dios, es la Tribu.”

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El corazón de la penumbra Desierto, 4 de octubre de 2014, 07:20:23 AFT No fueron las palabras del Stalker lo que hizo que la sangre se le paralizara a Tarasov, ni siquiera el horror y el dolor en su voz; fue el ver a niños armados hasta los dientes, chicos que ahora hablan entre ellos en un extraño idioma que no resulta desagradable, si bien en ocasiones mezclan palabras en inglés. El tercero permanece en silencio y Tarasov no necesita dirigir la mirada hacia arriba para saber que está sosteniendo un rifle. “Khosh haal hastam az inke in gasht tamaam shod. Mesle sag khasteh hastam,” dice el conductor. “Are, man ham hamintor,” ríe el otro niño. “Chandin rooz ast ke inja sabr kardim ta in suckers saro kaleyeshan peida shaved!” “Fekr nemikoni bayad be Lance Corporal Bockman begim ke biaad va be motor negahi bendaazad?” La voz del conductor suena preocupada. “Zaaheran dandeh moshkel darad.” “Dar har haal,” responde el niño en el asiento del acompañante con voz autoritaria. “Man patrol leader hastam, to raanandegiat ra bekon.” “Aslaheye khodkaare jadide Benelli shotgun ra didehyee? Boxkicker yek mahmooleh.” Tarasov escucha al niño mayor dar un bostezo. “Dar haale haazer hich selaahi barayam mohem nist. Bogzaar bekhaabam.” Sólo le queda adivinar de qué están hablando. Podría ser de mujeres o del modo más efectivo de torturar a sus prisioneros. Pero aunque ahora sólo hablan en su propio idioma, habían usado el inglés como su idioma para dar órdenes cuando los capturaron; y a juzgar por el modo en que hablan y el vehículo que los transporta, Tarasov está seguro de que tienen alguna conexión con las fuerzas norteamericanas. Recordando el horripilante espectáculo que habían presenciado y lo que había oído de Crow acerca de la Tribu, la posibilidad de ser prisioneros de estos renegados, 300

norteamericanos o no, no le parece positiva. Por otra parte, en su condición actual, recostado en la parte trasera de un Humvee con las manos esposadas y rumbo a un destino incierto, las perspectivas de escapar y regresar a Bagram son definitivamente negativas. Y si da demasiado crédito a las palabras aterrorizadas de Squirrel y los Stalker asustados en Ghorband, la verdad es que se ven completamente atemorizantes. Avanzadilla de la Tribu, 09:48:29 AFT Tarasov pestañea con la luz cegadora de la mañana cuando el Humvee finalmente se detiene y sus captores lo arrastran hacia afuera. Les recuerdan a patadas que deben permanecer arrodillados. “Los exploradores se reportan de regreso, señor.” El adolescente habla como un soldado bien entrenado, pero su inglés tiene un acento extraño y difícil. “Hemos capturado a dos carroñeros.” “Déjenme verlos, cachorros del demonio.” La voz, profunda y ronca, no promete nada bueno, a unque claramente proviene de alguien que habla inglés norteamericano como lengua materna. Mirando hacia arriba, Tarasov ve el soldado más alto que haya visto de pie ante él. Un exoesqueleto, similar al suyo pero con apariencia de ser más pesado, oculta el gran cuerpo del soldado. El rostro del hombre permanece oculto detrás de los oscuros protectores oculares y la máscara de gas. Sin aparente esfuerzo, sostiene una ametralladora M249 en una mano. En letras rojas borroneadas, las palabras SEMPER FI están pintadas en su casco. Un gran cinturón de munición cuelga de su cuello. Este soldado parece una máquina asesina de carne y hueso, piensa Tarasov asaltado por el asombro y el miedo. “¡Sí señor, teniente primero Driscoll, señor!” responde el joven patrullero. 301

El mayor es forzado a estar en pie. Aunque es un hombre alto, el guerrero ataviado con el exoesqueleto lo es más, mientras cachea a Tarasov con cuidado. Al encontrar su billetera, la abre y saca la vieja fotografía junto con su tarjeta de identificación del ejército. “¿Qué demonios?” dice despacio. “El ejército ruso está aquí.” “No soy ruso,” protesta Tarasov en inglés. “¡Soy un oficial de las Fuerzas Armadas de Ucrania!” “Los prisioneros hablan cuando se les ordena que lo hagan,” dice el guerrero al cual los patrulleros se dirigieron como teniente primero Driscoll y le asesta a Tarasov un golpe rápido como un rayo, a la boca del estómago. Respirando con dificultad y con la vision oscureciéndose a los costados, el mayor cae de bruces al suelo. “Cachorro del demonio, llévale esto al coronel lo más rikitik posible. Dile que aquí tenemos un ruso que habla inglés. Un oficial.” El niño de más edad hace una venia perfecta y sale corriendo con la billetera de Tarasov. “¿Es un espía, señor?” pregunta el otro niño. Persiste en su voz la sed de sangre. “Ni siquiera los rusos son tan estúpidos como para enviar un espía con una tarjeta de identificación consigo. Y mira a este otro. Lleva un traje militar pero tiene el rostro de un carroñero. ¿Estaban juntos?” “Sí, señor.” “¡Yo no soldado! ¡No espía!” grita desesperadamente Squirrel en un pésimo inglés, aún de rodillas. “¡Sólo un traje! Por favor…” “Dice la verdad,” interrumpe Tarasov, “¡sólo es un Stalker!” “El oficial puede ser un buen hallazgo, pero de nada nos sirve un simple carroñero,” continúa el sargento primero y señala la herida con su arma. “Además, su pierna está podrida.” 302

“¡Por favor, no! I love America!” gime Squirrel, casi con lágrimas en los ojos. “Johnny Cash! Star Wars! Semper Fi!” “¿Qué has dicho, carroñero?” El imponente guerrero alza en vilo a Squirrel con la mano izquierda. El Stalker, que ya tiembla de miedo y dolor, lo hace aún más cuando mira que la derecha, que empuña una subametralladora, se eleva para apuntarle a la cabeza. “¿Qué has dicho?” Cuando ve que el oficial levanta su arma para dispararle a pesar de sus ruegos desesperados, Squirrel escupe la armadura del teniente, maldiciéndolo y vociferando con orgullo el grito de batalla del clan al cual una vez perteneció. “Fuck you! ¡Libertad!” Con ojos desorbitados por el horror, Tarasov ve al guerrero dispararle a Squirrel en la cabeza. Cuando cae al suelo, los últimos latidos de su corazón todavía bombean la sangre, que se esparce en la arena. Sin prestar la más mínima atención al cuerpo de Squirrel, el teniente se limpia el escupitajo de la armadura. El movimiento reservado de su mano enguantada es evidencia de su asco. “Ningún vil carroñero es digno de manchar con su voz la Semper Fi”, gruñe. “Pude haberle cortado la garganta mientras aún estaba en el piso para ahorrarle una bala, señor,” dice el chico que condujo el Humvee. El guerrero, con calma, toma un puñado de arena para limpiarse el guante. “Escúchenme, ustedes. Ningún hombre muere de rodillas con la garganta cortada desde atrás. Ni siquiera los carroñeros. Sólo los zarrapastrosos. A ésos, ustedes los pueden matar como quieran,” le dice al muchacho con un tono aleccionador. “Y a los zarrapastrosos, los deben matar del modo en que puedan. ¿Queda claro, cachorro?” “Oorah, señor,” responde el muchacho, con la voz teñida de vergüenza.

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“Lleva este pedazo de mierda al artillero. Dile que deben llevarlo al calabozo hasta que el jefe decida su destino. Ahora, largo de mi vista.” El estómago de Tarasov aún esta adolorido cuando los dos jóvenes soldados se lo llevan. Ahora que la luz del día ha llegado, puede ver mejor el vehículo que lo ha traído hasta aquí: es un Humvee color arena con una hilera de potentes faros alineados en la parte superior. Para su horror, un cráneo humano, todavía con trozos de carne podrida adheridos, adorna el guardafaros del vehículo. En letras rojas pintadas a mano, dice MATAHADJI en el capó. Echando un vistazo en derredor, nota que están en un puesto de vigilancia muy bien protegido en la angosta entrada del valle. Más adelante, en la parte superior de la ladera de la montaña dentada, casi vertical, que se yergue sobre el valle, se encuentra situada una antigua ciudadela. Bastiones y murallas cuidan el camino que lleva hacia allí y están reforzadas con cemento donde sea que los muros de ladrillos de barro rojo pálido han comenzado a colapsar. Pasan por fortines tan bien escondidos que Tarasov sólo los distingue en el último minuto; todo da la impresión de que no se ha escatimado ningún tiempo ni esfuerzo en convertir las ruinas en una fortaleza inexpugnable una vez más. Postes bajos se encuentran a lo largo del camino con objetos redondos pequeños sujetos a ellos y Tarasov primero cree que son lámparas. Sólo cuando se aproxima se da cuenta de que esos objetos redondos son cabezas humanas, algunas solamente cráneos, con el rostro que se pudre todavía visible, y todas ellos aún con el turbante talibán. La visión lo relaja, porque lo que observa son también sus enemigos, pero su alivio sólo dura unos momentos: entre las cabezas de los dushman, descubre la de un Stalker con una máscara de gas aún sobre el rostro. Se detienen fuera de una entrada arqueada que se encuentra protegida por dos fortines más. En una de las paredes se lee BASE DE ARTILLERIA ÁLAMO. Arriba, por 304

encima de las paredes, una bandera ondea en el viento de la mañana. Basado en los rumores que escuchó de la Tribu, Tarasov había esperado encontrarse banderas de los Estados Unidos por aquí tarde o temprano. Pero esa bandera, a pesar de ser americana, es diferente: reconoce el símbolo del Cuerpo de Marines en el medio, pero sobre un campo rojo cruzado por dos franjas azules con estrellas blancas. La bandera de batalla confederada. ¿Quién demonios es esta gente? ¿Rebeldes? ¿Renegados? Ciertamente se encuentran demasiado bien equipados y demasiado bien organizados para ser un puñado de desertores. Varios soldados están en derredor, con las armas sostenidas de modo casual. Llevan armaduras más livianas que las del teniente y los rostros están expuestos bajo los cascos de Kevlar, pero el patrón de camuflaje de color arena es el mismo. Sus rifles parecen estar en excelentes condiciones y sus uniformes blindados están inmaculados. Quienquiera que sean estos soldados y lo que sea que tengan en mente para mí, les reconozco que realmente tienen disciplina. Uno de los soldados, con el rostro ennegrecido por el polvo, se acerca. Sólo cuando el guerrero se acerca nota Tarasov que no es polvo lo que oscurece su rostro: en realidad es un hombre negro, el primero que ha visto en persona. Me pregunto cómo se sentiría Ilchenko ahora, si estuviera en mi lugar. “Reportando de vuelta con la patrulla, sargento de armas Anderson,” informa uno de los chicos. “¡El teniente primero Driscoll ordenó que el prisionero sea llevado al calabozo hasta que el jefe decida su destino, señor!” A Tarasov, el sargento negro le parece un superior más tolerante que el teniente primero Driscoll, porque saluda a los patrulleros con una sonrisa amistosa. “¡Bienvenidos a casa, cachorros del demonio! Su turno de patrulla fue sobresaliente. Sigan así, y no serán cachorros del demonio por mucho tiempo más.”

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“¿Es en serio, sargento?” Los dos chicos suenan felices, como niños normales tras recibir una recompensa especial. “Es el jefe quien decide, pero están progresando a grandes pasos. Pronto deberían ser soldados reales. Ahora, quítenle esas esposas al hombre. Desvístanlo hasta que quede en ropa interior y pongan todo su equipo en su bolsa.” Tarasov deja que los jóvenes soldados se lleven todas sus pertenencias sin oponer una resistencia que habría sido insensata. Lo hacen quitarse su exoesqueleto, botas y todo, hasta que se para delante de ellos descalzo, únicamente en camiseta y calzoncillos livianos de algodón. Sin importar cuán humillante haya sido, lo que más le duele al mayor es que uno de los chicos le quita su reloj, que luego abrocha en su propia muñeca con una sonrisa de felicidad. “Wow,” exclama; “¡un buen reloj!” “Y esta pistola es genial también,” dice el otro patrullero estudiando la Glock de Tarasov. “Boxkicker me pagará bien por esto.” El sargento de armas, quien mientras tanto estaba revisando exhaustivamente el kit de Tarasov, mira con desaprobación a los chicos. “¡Dame ese reloj, cachorro del demonio! Y tú, esa pistola. ¡No se supone que deban comportarse como carroñeros!” “¡Señor!” Los chicos bajan la cabeza avergonzados mientras le entregan a su superior lo que han saqueado. Él los pone en la mochila del exoesqueleto con el resto del equipo de Tarasov. “¿Dónde demonios le puso las manos a esto?” Dice admirando el exoesqueleto del mayor. “Un espía rusito con una de nuestras armaduras. Como sea, pronto nos enteraremos.” “No soy un espía,” dice Tarasov furiosamente. “Soy…” “¡Cierra la jodida boca, rusito!” Uno de los chicos golpea a Tarasov en el pecho con la culata de su rifle. Gimiendo de dolor, se tambalea, mas permanece de pie. Escupe saliva que tiene sabor a sangre, pero 306

mira a sus captores desafiante. Esta vez, el sargento permanece indiferente a la actitud del chico y tampoco le importa la mirada furiosa de Tarasov. “Pónganle de vuelta las esposas,” le ordena a los patrulleros. “Los hermanos se encargarán del resto. Ahora vayan, búsquense algunos problemas.” Llama a dos soldados sacudiendo la mano. “¡Sargento Polak, sargento Hillbilly! ¡Venden los ojos del prisionero y llévenlo al calabozo!” Los dos sargentos son más jóvenes, pero hombres adultos, uno con cabello rojizo y una barba tupida y el otro con un rostro pálido eslavo y ojos azules. Sus rostros son lo último que ve antes de ser vendado y guiado hacia la derecha por el golpe de una culata de rifle en su espalda. Lo conducen a través de la enorme puerta hacia el interior de la fortaleza. La puerta se cierra detrás de él y Tarasov ecucha algo que nunca hubiera esperado en este atemorizante sitio: conversación y risas femeninas. Aunque hablan en un idioma que no logra comprender, con palabras en inglés a veces mezcladas en su conversación, siente que las burlas se dirigen a él. No puede ver a las mujeres debido al vendaje, pero las voces son jóvenes y alegres. Sus guardias se detienen nuevamente y escucha que se abre una pesada puerta. Uno de sus guardias le quita la venda y las esposas y lo empuja dentro de una caverna oscura y angosta antes de que Tarasov tenga la oportunidad de mirar alrededor. “Tendrás uno de los que llevan trapos en la cabeza de compañero,” dice el guardia con barba mientras encadena el cuello de Tarasov a un aro en la pared. “Driscoll estaba de humor piadoso y no le cortó la lengua,” añade el otro. “Si habla demasiado, siéntete libre de quejarte con Amnistía Internacional sobre tortura psicológica. Lástima que olvidé dónde guardé el número telefónico… Pregúntame más tarde, ¿sí?” La puerta se cierra de un golpe. 307

El calabozo, 12:10:41 AFT Está completamente oscuro excepto por dos destellos de luz que llegan de los agujeros superiores. La cadena apenas le deja espacio para moverse. Tarasov apoya su espalda contra la pared de piedra, emitiendo un suspiro largo y resignado. Estoy jodido. No hay manera de escapar de aquí. Sus ojos se adaptan lentamente a la oscuridad. Formas comienzan a emerger en la luz tenue: primero, las paredes, hechas de rocas toscamente talladas, luego una forma cerca de la base de una de ellas. Reconoce un par de piernas, luego un hombre vestido con algo que ahora es apenas más que harapos sucios. Recuerda la primera vez que quiso matar a los dushmans, hace mucho, durante su niñez, cuando ya era lo suficiente mayor como para que su madre le contara cómo murió su padre. La pelea en la Avanzadilla había sido bastante personal. Pero ahora está encerrado junto al primer dushman que ha conocido fuera de la batalla, unidos, en un irónico giro del destino, mientras esperan la muerte. Arrastrando los pies, el mayor patea las piernas del hombre. “¡Oye! ¿Aún sigues con vida?” El otro prisionero lo mira. Tarasov ha visto los rostros de sus enemigos muchas veces, distorsionados por el dolor, el esfuerzo, el odio, incluso cierta amarga resignación, muy similar a como él debe haberse visto mientras los mataba. Ahora, en los ojos de este hombre, se sorprende al ver nada de enemistad. Incluso en la penumbra, Tarasov puede ver que el rostro del dushman ha sido golpeado brutalmente, pero los ojos en el rostro redondeado todavía parecen calmos, desprovistos de miedo. “Te estoy hablando. ¿Hablas inglés?” El prisionero sacude lentamente la cabeza. “Maldito dushman…” murmura Tarasov para sí. “No soy un dushman,” responde el prisionero en ruso casi impecable. 308

“¿Hablas ruso?” Tarasov inquiere, sorprendido. “¿De dónde eres?” “Daguestán.” “Todavía eres un dushman.” “No soy un dushman.” “¿Entonces qué eres, además de ser un hijo de puta inconciente, con el cerebro cauterizado, asesino de niños?” “Soy un estudiante de Dios.” “¿Y dónde está tu Dios ahora?” El prisionero levanta sus manos con un gesto que puede a la vez significar ‘aquí’ y ‘no lo sé’. “Hijo de puta… Como sea… ¿Quiénes son estas personas?” “Demonios.” “¿Y qué van a hacer? ¿Matarnos?” “No.” “¿Entonces qué?” “Sólo a ti te van a matar. Yo seré martirizado.” “Por fin, bastardo. ¿Vamos a morir la muerte del soldado? Si es que acaso eres un soldado o algo parecido…” El talibán mira fijamente el destello de luz. “Vamos, dime cómo.¿Una bala en la cabeza?” “No.” “¿Ahorcados?” “No.” “¿Entonces?” “Las mujeres vendrán.” “¿Y luego qué?” En respuesta, el talibán toma piedritas del suelo y las arroja una por una contra la esquina oscura de la mazmorra. “Maldito seas,dagi,”gruñe Tarasov. “Cualquiera sea la manera en que mueras, lo tienes merecido por matar a todos esos niños en Beslán.” “Beslán estuvo mal, pero si yo merezco morir por eso, tú mereces morir por lo que sucedió en Grozni. Eso también estuvo mal.” 309

“¡Ésa no era mi jodida guerra! Soy ucraniano. ¡No tuvimos nada que ver con lo que sucedió allí!” “Beslán no tiene nada que ver contigo, aunque seas ucraniano, del mismo modo en que no tiene nada que ver conmigo, ya que yo no estuve allí y jamás lo hubiera estado. De cualquier forma, no te corresponde, ni a mí, juzgar. Ningún juicio es justo excepto el de Dios. Si morimos, será porque merecemos morir. Puedo confiar en su juicio. ¿Y tú? ¿Te queda algo en lo que puedas confiar?” “Escuchame bien, tú… “ Las palabras de Tarasov terminan en insultos vacíos. El talibán ha puesto el dedo en la llaga. Desesperado, se refiere al único poder sobrenatural que ha experimentado. “He superado un lugar peor que el infierno. Se come las leyes de tu Dios de desayuno. Lo que sea que lo haya creado es más poderos que tu tan nombrado Dios.” “¿En serio? ¿Ese poder vendrá y te salvará?” Por un instante, Tarasov se queda callado. “Eres tú el que está rezando para salir de aquí. No yo.” “Ruego por fortaleza para aceptar mi destino, no por una oportunidad de escapar. Pero tú estás furioso. No eres lo suficientemente valiente para aceptar tu destino. Siento pena por ti, hombre débil, y le ruego a Dios que te tenga piedad. ¿Por qué te ríes?” “Porque el destino es tan absurdo. Si creyera en Dios, le hubiera rogado cada día para que me dé venganza. Fue gente como tú la que mató a mi padre. Gente como tú convirtió esta tierra en un desierto con aquellas ojivas robadas…” “Se iban a usar en otro lugar. Los norteamericanos atacaron a mis hermanos y no les dejaron más opción que martirizarse.” “¡Malditos bastardos de mierda!” Tarasov intenta acercarse al talibán pero las cadenas muerden su cuello. Tose fuertemente antes de poder continuar. “Mereces morir miles de muertes. ¡Y te las daría con gusto pero no te alcanzo, y en lugar de aplastar tu cabeza 310

contra la pared lo único que puedo hacer es permanecer sentado escuchando tus sandeces!” Pero sin importar cuánto grite y sacuda sus puños, Tarasov sabe que está perdiendo esta guerra de palabras, como si el destino intentara probarle lo vacío que está por dentro. “Eres un hombre cruel,” murmura el talibán, “e incluso si ahora pudieras matarme, no aceptaría tu piedad. La piedad de un infiel me desgraciaría. Pero debes tener piedad por ti mismo. Estos demonios no tendrán piedad por ninguno de nosotros. Estoy preparado para morir felizmente. Y le ruego a Dios que te dé…” Tarasov escupe toda su ira en el rostro del talibán con cuatro palabras. “¡Cállate la jodida boca!” Extenuación y desesperación se apoderan de sus sentidos. Moriré de todos modos… Pero aun si no fuera así, no puedo mantenerme despierto mucho más. 16:39:00 AFT El sonido de puertas que se abren despierta a Tarasov de su sueño intranquilo. Asustado, el talibán se mueve, volviéndose hacia la oscuridad, pero los guardian viene por Tarasov. Al ver la furia que aún permanence en su rostro luego de la discusión con el talibán, el guardia de ojos azules le sonríe. “Entonces, rusito, ¿quieres hacer esa llamada a Amnistía Internacional?” le dice, quitando las cadenas del cuello de Tarasov. “Encontré su número, pero ahora perdí mi teléfono móvil.” “Estás muy distraído hoy, hermano Polak,” dice el guardia con barba, sacudiendo la cabeza. Agarra al mayor del brazo y lo pone de pie. “Levántate, rusito. El coronel desea verte.” Ya sea porque el destino de Tarasov está sellado o por una razón que solo ellos conocen, esta vez los guardias no se molestan en vendarle los ojos. El Sol ya está bajo y las calles limpias empedradas están vacías, salvo por algunos soldados 311

sentados aquí y allá en alfombras puestas alrededor de pequeñas fogatas, fumando en pipas de agua y mirando a Tarasov con curiosidad cuando él pasa a su lado. Los guardias lo llevan a través de un laberinto de casas de barro hacia una torre gigantesca. Suben varias escaleras y llegan a una puerta de madera vigilada por dos soldados, tan grandes y atemorizantes como el teniente primero que mató a Squirrel. También llevan pesados exoesqueletos y están armados con ametralladoras. Santo Dios. Hay más de ellos. Sin decir una sola palabra, abren la puerta y le hacen una seña para que entre.

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El hombre que sería Khan La Torre, 17:20:30 AFT Tarasov se halla a sí mismo en una pequeña habitación con una única ventana, con las paredes cubiertas de alfombras y grandes mapas. Una lámpara de parafina ofrece una débil luz en la que se distingue una silla y una simple mesa de campo, sobre la cual Tarasov observa una laptop apagada, una radio, un cenicero cubierto de colillas de cigarrillos y varios libros: las memorias de Napoleón, Estrategia, de Sun Tzu, una novela de Joseph Conrad y una colección de historias cortas de Rudyard Kipling. Pensando por un momento que está solo, Tarasov intenta tocar los libros. “¿Le gusta la literatura, mayor Tarasov?” La voz, grave y dominante, llega de una esquina oscura de la habitación. Forzando sus ojos, Tarasov distingue a un hombre en las sombras. Una pequeña llama arde cuando enciende un cigarrillo, pero la luz es lo suficientemente fuerte como para que Tarasov vea un poco del rostro del hombre: cabello canoso muy corto, aunque su edad difícilmente podría ser adivinada, con ojos hundidos en sus cuencas. El coronel –si en verdad este hombre lo es– tiene la apariencia de un militar endurecido por la experiencia. “Traiga esa luz,” dice el hombre; Tarasov está a punto de alcanzar la lámpara cuando otra sombra emerge de la oscuridad. Una mujer joven con un pañuelo sobre la cabeza aparece y coloca la lámpara más cerca. Por un instante, la luz cae sobre su rostro y Tarasov nota el tatuaje tribal en su frente. Pero cuando se gira y la lámpara echa luz sobre la mitad derecha de su rostro, ve una horrible cicatriz: la piel parece casi derretida. La vieja cicatriz resulta más impactante cuando comprende que, sin ella, la mujer poseería una belleza excepcional. “Sí, me gusta la literatura,” responde finalmente con la garganta seca. 313

Con un gruñido que suena a risa de satisfacción, el coronel se adelanta. Tarasov retrocede, aturdido por el tamaño del hombre. Es un gigante, incluso sobrepasa el tamaño sobrehumano de sus guerreros con exoesqueleto, aunque sólo lleva puesto un taparrabo. “De modo que lo que decía el informe es cierto. Usted habla inglés.” “Sí.” “¿Le gusta la literatura inglesa?” “Me gusta todo tipo de literatura, en general.” “Eso está bien, mayor… La literatura comienza cuando la estrategia termina.” El coronel toma asiento en la silla que se encuentra junto a la mesa. Su acompañante comienza a tratar una gran herida por encima de su corazón. Algo frío trepa por la espalda de Tarasov cuando la ve suturando la herida. A juzgar por la cantidad de puntos de sutura en la piel color bronce, no es la primera vez que lo hace. “Una escaramuza en una estación de la frontera, un galope por un desfiladero oscuro, dos mil libras de educación se reducen a un jezail de diez rupias. Es mi cita favorita. Resume todo acerca de nosotros y ellos.” Como no sabe de dónde viene la cita, Tarasov no responde. “Kipling, mayor. Un autor muy menospreciado en estos días.” Tarasov siente los ojos del coronel estudiándolo. Siente la imperiosa necesidad de ponerse en firmes, pero de algún modo se las arregla para resistirse. “Vayamos a los asuntos, mayor. A juzgar por su identificación y las similitudes con usted, éste de aquí debe ser su padre. ¿Estoy en lo cierto, Mikhailo Yuryevich?” inquiere el coronel, sosteniendo la fotografía del padre deTarasov. “Sí, él era mi padre,” responde. “Su padre y sus camaradas eran hombres valientes,” continúa el coronel. “¿Es cierto que les dieron equipo inferior

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porque los proveedores habían vendido las mejores piezas al enemigo?” “Oí que esas cosas sucedieron. Pero eso fue hace mucho tiempo.” “Aunque aquí está usted: primero el padre, ahora el hijo, peleando la misma guerra en el mismo país. Prueba de lo fatídico que resulta este lugar. Y obviamente, ahora son nuestros proveedores quienes envían nuestro mejor equipo a nuestros enemigos.” “No soy su enemigo, y la armadura…” “No es por eso que quiero hablarle. Fue traído ante mí porque usted es un oficial ruso…” dice el coronel, inhalando profundamente el humo de su cigarrillo. “O ucraniano, no tiene importancia, porque la historia que quiero contarle comienza donde realmente no había gran diferencia.” “Porque en el comienzo todos ustedes eran enemigos para nosotros y nuestros amigos estaban disparándole a sus Hinds con sus jezails. Aún era un joven cadete a mediados de los ochenta, pero como todo el mundo, apoyé a los mujahedin y me alegró cuando al fin ví en la TV que el ejército soviético huía de esta tierra como un perro que había recibido un latigazo.” Tarasov observa su cigarrillo. El coronel sigue la mirada pero no le ofrece ninguno, haciendo que el mayor se pregunte si es que esto, junto con las frases despectivas acerca del ejército soviético, es parte de un modo sutil de torturarlo. Se mueve, de pie, mientras el coronel se detiene un momento, preguntándose qué mas podría estar acumulando el guerrero. “Sí, era joven… Y absolutamente estúpido, como nuestro gobierno que ayudó a los mujahedin a derrotar al ejército de su padre.” Al escuchar esto, la curiosidad de Tarasov despierta, atenta a lo que el coronel le va a decir. Por un momento, el veterano soldado ante él mira fijamente la nube grisácea de humo que se retuerce lentamente hacia arriba en la luz de la lámpara.

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“Recuerdo,” continúa el coronel, “que mientras estaba al mando de un batallón de reconocimiento del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, fuimos a una aldea en una operación de influencia psicológica para ganarnos el favor de la población civil. Sentíamos que éramos liberadores, que les llevábamos libertad y justicia. Los lugareños nos dieron la bienvenida. Hubo muchos apretones de manos y compartimos raciones. Nos fuimos, pero la mañana siguiente tuvimos que viajar a través de esa misma aldea hacia otro destino. Apenas habíamos salido cuando un explosivo artesanal voló uno de los camiones y mató a cinco de mis marines. Los mismos niños a quienes les dimos caramelos el día anterior estaban festejando cuando vieron lo sucedido. Normalmente a los soldados se los recompense por matar… ¿Ha sido recompensado en alguna oportunidad por matar, mayor?” “Fui sólo recompensado por el valor.” “Valor. Eso no es nada, mayor. Nada. Debe ser la naturaleza del soldado, no una virtud. Y deberíamos haber sido recompensados por no matar a nadie ese día. Fue ese día, cuando tuve que dar a mis marines excusas patéticas por lo que había sucedido; que a los aldeanos se los había sobornado para que miraran hacia otro lado cuando los insurgentes plantaron el explosivo, o los obligaron a hacerlo ellos mismos. Como sea, me di cuenta de que nuestra guerra estaba perdida. No porque nuestro enemigo no se pudiera derrotar, sino porque la historia prueba que las guerras debemos pelearlas en sus términos y si no podemos convertirlos en verdaderos amigos, entonces debemos tratarlos como verdaderos enemigos. Sin excusas, sin piedad. Los árabes, los mongoles, los británicos lo sabían. Ustedes lo sabían. Y los mismos afganos lo sabían aún mejor. Perdimos la guerra porque peleábamos en ella con los términos incorrectos… Con los términos de aquellos en los Estados Unidos que nos enviaron a la guerra, pero no nos dejaron luchar del modo en que una guerra debe ser peleada. Mi país consentido e inocente ha olvidado las verdaderas reglas de la guerra hace mucho. 316

Nuestras reglas fueron hechas por aquellos que gritan por el respeto de los derechos humanos de un enemigo inhumano, por aquellos que dejan que un marine de diecinueve años cargara una bomba de dos mil libras en un avión pero lo castigan por escribir ‘SECUESTRÉNSE ÉSTA, MARICAS’ en ella porque a un montón de maricas y lesbianas, allá en los Estados Unidos, les pareció ofensivo; por aquellos que condenan y persiguen a los marines por orinar en los cadáveres de los mismos monstruos capaces de hacer volar edificios o trenes sin importar si despedazan niños o mujeres inocentes; por aquellos que dejaron que los campesinos afganos produjeran heroína para salvar a sus hijos de la inanición que luego envenena a nuestros hijos y los convierte en drogadictos... Me di cuenta de que el verdadero obstáculo en nuestro camino hacia la victoria no eran los insurgentes, sino aquellos que querían que peleáramos con una mano atada detrás de la espalda. Hace cien años, un enemigo temible llamó a los marines perros del demonio por el respeto que le inspiraron. ¿Pero qué bien hace ser perros del demonio si se está firmemente atado por la cadena de un gobierno corrupto? Esa cadena tenía que irse, y yo tenía que tomar el asunto en mis propias manos.” El coronel aplasta su cigarillo en el cenicero que se encuentra en la mesa y enciende otro antes de continuar. “Un día nos ordenaron que aseguráramos otra aldea. Había una escuela de enfermería para chicas adolescentes de la tribu de hazara. Los insurgentes la habían quemado unos días antes. Solo una chica fue lo suficientemente valiente para impedirles el paso. Apuñaló a uno de ellos, justo en el corazón. Le rociaron ácido en el rostro a modo de castigo, pero no sin que una docena de ellos la violaran primero. Fue expulsada por los ancianos por traer el ‘deshonor’ a su aldea y caminó diez millas hasta nuestra avanzadilla para alertarnos con la mitad de su rostro ardiendo y la sangre corriendo por sus piernas.”

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El coronel observa a la chica que venda su herida. “Tan pronto como llegamos a la aldea, nos dieron con RPGs, AKs, ametralladoras, todo. Esta vez, dejé que mis marines lucharan como verdaderos soldados. Fue… Maravilloso. Luego de eso, ya no se disparó más desde esa aldea. Es la más grande satisfacción que pueda sentir un soldado: pelear una guerra al fin, a como debería pelearse. En la guerra, no existe tal cosa como poder excesivo. Ese concepto es una creación de los tiempos de paz. Es pura ironía que las reglas de la guerra sean hechas durante la paz. Pero la ironía se transforma en tragedia cuando las reglas formuladas en tiempo de paz son obligatorias para los soldados que pelean una guerra. Es por eso que mis superiores no las aprobaban. No entendían en lo que me había convertido. Ni siquiera mi propio hijo. Intenté explicarle pero no le llegó el mensaje, o se lo dieron adulterado… Luego de lo que sucedió, me escribió esto.” El coronel abre el libro de Joseph Conrad, saca una maltrecha hoja de papel de entre sus páginas y se la alcanza a Tarasov. Es un e-mail impreso en mala calidad, con dos de sus líneas rodeadas por un círculo con tinta roja gruesa encima una y otra vez por una mano temblorosa, enloquecida, abierta y doblada otra vez miles de veces. El mayor la lee y, sin una sola palabra, devuelve la nota. “La batalla fue grabada por un equipo de televisión. Toda esa gente allá en casa nos llamó asesinos de bebés, una vergüenza para nuestro país y peores cosas. Nadie escuchó nuestra versión de la historia. Lo comprendí: no hay modo de que yo regrese a casa. ¡Mi Cuerpo, mi país, incluso el alma de mi propio hijo me fueron arrebatados por aquellos que ni siquiera saben lo que significa la guerra, y aun así se atrevieron a juzgarme a mí y a mi unidad!” El coronel se quita el sudor de la cabeza como si quisiera quebrar su propio cráneo desesperadamente. Hasta ahora ha hablado lentamente, sin emoción, asegurándose de que Tarasov comprenda y recuerde cada palabra. Pero ahora su voz tiembla con ira reprimida y el mayor entrecierra los ojos. 318

Quiere preguntar algo, pero para cuando las palabras en inglés apropiadas le vienen a la lengua, el coronel continúa con su voz cansada y chata. “Más tarde, les estuve agradecido por quemar los puentes de regreso a nuestras espaldas. Eso hizo que fuera más fácil hacer lo que tenía que hacer. Nos enviaron a limpiar un lugar llamado Shahr-i-Gholghola. Hubiera sido fácilmente volado en pedazos por las bombas pero es un Patrimonio de la Humanidad, así que docenas de mis marines debieron morir para mantener intactos sus ladrillos lodosos. Y mientras peleamos para llegar a sus profundidades, me encontré a mí mismo de pie en un lugar que Genghis Khan había sido el último en ver antes que yo. ¡Y entonces vi su gloria y su poder y comprendí al más poderoso de los guerreros!” Los ojos del coronel ahora brillan con el delirio de la obsesión. Su rostro es como el de un profetaalguna vez experimentóla alegría de otro mundoy trata de transmitir solo una fracción de ello a un simple mortal. “Me bañé en su esplendor junto con mis hombres y dejé que se desvanecieran los vínculos que me encadenaban al pasado. Él me abrió los ojosy me hizo invencible. ¡Destierre la duda de sus ojos, mayor! Era el miedo en los corazones de sus enemigos lo que le volvía invencible. ¡Para ser invencible, debe ser temido! ¡Mate un hombre, aterrorice a miles! Las reglas de la guerra no han cambiado desde los tiempos de Sun Tzu y Genghis Khan. ¡Pero en nuestra guerra, cuando mi país mataba a un hombre se disculpaba por diez mil! ¿Podrían alguna vez esos métodos llevarnos a la victoria, mayor?” “Sun Tzu también dijo que nadie puede ver la estrategia de donde llega la victoria.” “Porque Sun Tzu sólo era un estratega brillante: ¡pero no era un marine!” El coronel exclama con orgullo. “Pero nosotros comprendimos que incluso si nuestro país no debía ser temido jamás ya que su espina dorsal estaba quebrada, todavía podíamos ser… Yo aún podía ser temido. Para cuando emergí a la superficie estaba lleno de poder y fuerza. Los 319

hombres que estaban conmigo en aquellas catacumbas ya no eran simples marines. El… Espíritu los había transformado en verdaderos guerreros y se convirtieron en mis tenientes. El espíritu le dio a nuestros cuerpos la fuerza para seguir la llamada y aplastar a cualquiera en nuestro camino. El espíritu… Es más poderoso de lo que jamás pueda imaginar, mayor. Si no se hubiera templado nuestra fuerza de voluntad y afilado como el fino acero con la disciplina de mi amado Cuerpo, nos habría aplastado y convertido en animales salvajes. Volamos los túneles luego de salir para evitar que alguien lo encuentre otra vez. Yo sé acerca de sus científicos, mayor Tarasov, y también sobre la gente que quiere acabar con su misión. Todos morirán, si es que acaso no están muertos ya.” “¿Será la Tribu quien los mate?” Tarasov oculta toda su impotencia tras una simple pregunta. El coronel lo observa como un padre cuyo hijo ha preguntado una tontería. “Si el coronel de la Tribu le está hablando, mayor, será mejor que no interrumpa. Pero para responder a su pregunta: no. No tendrán tanta suerte. El espíritu sabe defenderse a sí mismo.” El coronel se queda en completo silencio por un instante, fumando su cigarrillo. Tarasov no se atreve a hablar. “Luego de que salimos de las catacumbas, había unos pocos soldados que aún no lo entendían. Mis soldados estaban terriblemente ansiosos por acabar con ellos, y un día después de la batalla, finalmente, me relevaron de mis deberes. Me acusaron de amotinamiento, de operar sin ningún tipo de restricción decente y de conducta más allá de lo humanamente aceptable. Pero los generales ya no tuvieron más poder sobre mí. Enviaron gente en mi contra para terminar mi mandato, pero se nos unieron o bien perecieron. Cadáver tras cadáver, hemos forjado una parte del mundo que ahora sólo nos pertenece a nosotros, donde podemos mantener nuestro honor. Esta es nuestra tierra prometida y esta fortaleza es nuestro Álamo.” 320

El coronel apaga su cigarrillo y cae en un profundo silencio. Tarasov vacila antes de preguntarle al coronel cómo fue que los marines, supuestamente la unidad más leal de las fuerzas armadas de Estados Unidos, podía lidiar con esa aparente traición. Pero, envalentonado por la idea de que será ejecutado de todas maneras, se arriesga haciendo una pregunta velada sin que le importe demasiado la posible reacción del coronel ante ella. “¿Qué sucedió con lo de ‘semper fidelis’? Sin importar las razones que pudiera tener, lo que hizo fue, después de todo, franco sublevamiento.” “¿Qué le hace pensar que me puede juzgar?” responde con una pregunta el coronel, sombríamente. “Tuvimos que escoger entre prestar atención a la llamada del espíritu de Genghis Khan o mantenernos fieles a un país moralmente corrompido que ya no tenía ninguna apreciación por nuestro modo de vida. No se atreva a juzgarme, o a mis marines.” “Y para reponer sus bajas, ¿acogió a los niños afganos para que pelearan para usted? Eso es despreciable.” El coronel mueve una mano hacia la mesa. “¿Ha estudiado los trabajos de Napoleón, mayor?” “Sí. Tuvimos que estudiar sus batallas.” “Eso es sólo la superficie de un genio. En Quantico, también tuvimos que leer a Napoleón. En sus memorias, escribió que sus soldados pudieron haberse quedado para siempre en Egipto, si hubieran usado a las mujeres lugareñas para abastecer al ejército con nuevos soldados. Cuando leí aquello en ese momento, sonaba como una locura, o al menos como si un viejo derrotado y enloquecido anhelara volver a gozar de los favores de las jóvenes extranjeras. Cuando nos encontramos aquí completamente solos, ya no me reí más de él. Hombres fuertes y desesperados llegan para unirse a nosotros ahora y en aquel entonces, pero no son como mis tenientes. Y aunque son invencibles, mis soldados no son inmortales. Sí, necesitamos guerreros por naturaleza, que 321

tienen el espíritu en su corazón tan pronto nacen, que son como la carne que crece de las piedras de esta tierra. Los hazara no son como cualquier tribu, mayor. Son los descendientes directos de los guerreros de Genghis Khan, o así lo aseguran. Y una vez que tomé posesión de su legado, era mi deber proteger a su tribu perdida. Con mi guía, han encontrado sus raíces.” Tarasov se siente extraño. Al comienzo, lo que el coronel le decía sonaba como los delirios de un loco, pero mientras más escucha al jefe, más le parece que sus palabras comienzan a tomar la forma de una teoría. Una teoría cruel y salvaje, pero lógica. Es la lógica en las palabras del coronel lo que encuentra más aterrador. Le echa una mirada la chica. Aprovecha una pausa corta en las palabras del coronel para atreverse a hablar nuevamente: “Parece que al fin, usted realmente ganó sobre los corazones y las mentes.” “En estos valles, mayor, los pastún peleaban contra los tajiks y los talibanes a la vez, y entre los tres estaban asesinando a los hazara. Les ofrecimos a las viudas de los hazara protección y a sus huérfanos educación, educación adecuada. Usted llama despreciables a mis métodos y a mis soldados sublevados pero, ¿dónde están los miles de millones de dólares que gastó mi país para ‘ayudar’ a esta gente? ¿Dónde están las ONGs, los activistas de derechos y los otros idealistas? Sólo estamos nosotros, los soldados que usted se atreve a llamar sublevados, los que se quedaron y completaron la misión que se nos envió a cumplir. ¿No lo cree así, mayor Tarasov?” “Pero no lo hizo para darles libertad y paz.” “La libertad y la paz, ambostienen un significado diferente aquí que en nuestros países, mayor. Eso es lo que nuestros políticos jamás podrían entender. Aquí, libertad significa ser libre para vivir de acuerdo al código de honor. Paz significa que ese código sea mantenido. Nuestro código de guerra y su código de vida crearon a la Tribu. El único tesoro verdadero 322

que esta tierra puede ofrecer son sus mujeres. Nunca lo traicionarán. Ellas nunca querrán arrancarle su hombría aseverando que son iguales a usted. Ellas quieren que usted sea más fuerte que ellas, para protegerlas y cuidarlas. Todo lo que ellas piden a cambio es lealtad… Y verdadera justicia. Usan la misma palabra para justicia y venganza: badal. Para los maltratados, sean huérfanos o viudas, nada hace un mejor líder que alguien que ofrece badal. Y todos estábamos sedientos de alguien que por fin apreciara nuestro código de honor, nuestra fuerza y nuestra lealtad.” Mientras el jefe habla, la chica que suturaba su herida ha terminado su último punto de sutura. Con un pase de su mano, el coronel la envía lejos. Se reclina nuevamente y suspira, como si lo liberaran de un dolor tortuoso. Cuando la chica pasa junto a Tarasov con el tintineo de pulseras que le adornan los tobillos, lo mira con curiosidad. Sus ojos se encuentran por un instante y Tarasov tiembla una vez más, pero ahora lamentando que su vida acabará pronto y no tendrá más oportunidades de conocer y amar mujeres hermosas como ella, que, tal le parece ahora, tiene cierta cualidad especial en sus ojos que lo hace olvidar su horrenda cicatriz. Emite un suspiro apenas audible. “Lo que sucedió luego únicamente me dio la razón,” continúa el coronel, “estaba tan en lo cierto. Teníamos refugio y estábamos bien equipados. Sobrevivimos a las ojivas nucleares. Incluso, prosperamos. Pronto, cuando los hijos de nuestras mujeres crecieron, había suficientes de nosotros para conquistar más de esta tierra. Y luego de eso… Pero no tiene sentido decirle más. Quería compartir esta larga historia con usted para no tener que cargar con el bulto yo solo. No me encuentro con un camarada oficial muy a menudo y solamente hombres como usted comprenden. Y ahora, mayor Mikhailo Yuryevich Tarasov, dígame: ¿qué piensa de mis métodos?” La idea de que su pensamiento podría salvarle la vida si así lo quería el coronel paraliza la mente de Tarasov; no puede 323

decidir qué camino tomar: si decir algo que le pudiera parecer halagador, o decir la verdad. “No tiene que preocuparse acerca de cómo responder,” le dice el coronel al ver que vacila. “Morirá de todos modos y si no hubiera querido una oportunidad para hablar con usted, ya estaría muerto. Devuélvame el tiempo extra que se le ha dado con su honestidad, mayor. Es, después de todo, mi confianza en su honestidad lo que lo ha mantenido vivo.” Tarasov se aclara la garganta. “¿Honestamente? No sé si usted ha derrotado a esta tierra o si esta tierra lo ha derrotado a usted.” El coronel sonríe, pero es una sonrisa triste. “Sólo el fin de la guerra dirá quién ha sido derrotado. ¿Y quién ha visto el fin de la guerra?” Tarasov conoce esta cita. “Sólo los muertos.” El coronel asiente. “Mañana, usted lo verá también. Y para recompensar honestidad con honestidad: lo envidio por ello. Ahora váyase y observe la última puesta de Sol de su vida. Es hermosa aquí, con las colinas tornándose poco a poco de un rojo rubí como la sangre. Verá el ocaso de este día y al día siguiente verá el suyo. Así se hace en Afganistán. Yo soy Afganistán. Usted no es nada más que un intruso. Es por eso que debe morir… Y por los crímenes que su ejército alguna vez cometió contra mis protegidos.” Tarasov se mantiene carente de emoción, a la espera de una señal que le permita hacer todas las preguntas que todavía se precipitan hacia su mente. El coronel cierra los ojos. “Puede retirarse.” Tarasov se controla y habla. “Mi destino es lo que es. Pero déle a Squirrel cristiana sepultura... Por favor. Era un hombre valiente. Su dignidad se merece todo eso.” “El teniente primero ya se ha encargado,” el coronel responde suavemente sin abrir los ojos. “Que ese carroñero encuentre en la muerte la paz que estaba buscando en su turbulenta vida. No somos salvajes, mayor, sin importar lo que piense de nosotros.” 324

Tras un movimiento casi imperceptible de la mano del coronel, un teniente aparece desde las sombras y lleva a Tarasov fuera de la habitación. 18:17:00 AFT Los dos guardias de la prisión están esperando afuera. “Llévenselo” ordena el teniente. Los guardias se ponen firmes y hacen la venia, luego llevan a Tarasov a una angosta escalinata. “Buenas noticias, rusito. Ya no habrá más subir escaleras para ti.” “Desde aquí, tu único camino es hacia abajo.” “Sólo unos pocos escalones hacia arriba.” Luego de un minuto, llegan a la parte alta de la torre. El guardia con la barba le hace una seña con la mano a Tarasov para que avance. “Este es nuestro valle. Estás aquí para apreciar la vista,” le dice. “No está mal para ser la última vista,” añade el guardia de ojos azules. “¿No es hermoso?” Visto desde ese alto punto panorámico desde arriba de la torre, el valle escondido de la Tribu se ensancha en el cañón hacia abajo. La puesta del Sol hace que las colinas ásperas aparezcan como si estuvieran brillando, con sombras de colores rosa y rojo, más profundas que durante la mañana, mientras que los campos verdes del cañón ya están oscurecidos por la sombra del crepúsculo. Ahora, aparecen luces en las ventanas y se iluminan las fogatas; el laberinto de angostos callejones incluso se le parece a una ciudad medieval que ha vuelto a la vida. También se da cuenta que la ciudad construida en la ladera es una pequeña parte de la fortaleza de la Tribu: incluso más fortificaciones se vislumbran encima de los fornidos bastiones de concreto que dan lugar a pequeños fortines donde la colina se hace más pronunciada. En la parte alta de la colina, las puntas de las antenas parabólicas apenas son visibles porque están parcialmente cubiertas por la sección 325

más alta de la muralla. Más allá de ese bosque de acero, en el profundo cielo azul,se alza una luna llena, brillando con tono anaranjado. Comparado con esa fortaleza, la base de los Stalkers en Bagram parece un miserable campamento de gitanos. “Es hermoso,” concuerda Tarasov. “Di tus plegarias, si quieres,” dice el guardia de ojos azules. “No hablamos en tu idioma, así que siéntete libre de maldecirnos y pedirle a tu dios que nos destruya del modo más cruel posible.” “Sí, hermano Polak. Eso es por lo que ruegan generalmente los prisioneros.” “Y su dios por lo general no los escucha. ¿Alguna vez escuchó, hermano Hillbilly?” “Nope. Y aunque así lo hiciera, será mejor que no lo haga durante nuestra vigilancia.” Tarasov se ha permitido disfrutar del paisaje y tener un último momento pacífico bajo el cielo abierto, pero los dos guardias comienzan una conversación casual entre ellos, aparentemente ajenos a la presencia del mayor. “Amo esta parte del trabajo, hermano Hillbilly. Me hace sentir como si estuviera en la cimade la cadena de mando.” “Literalmente así es, hermano Polak. Hablando de cadena de mando, ¿cómo está tu mujer?” “Bastante bien, bastante bonita. Está aprendiendo inglés con celeridad, pero todavía tiene problemas con los artículos. Anoche le pedí: ‘¿Podrías decir the bed?’ Y ella va, pone su lenguita divina contra su labio superior y dice ‘dzhe bed’. Así que sólo le dije: ‘Olvídalo, olvídalo… Ven acá’. Me encanta todo de ella excepto su nombre: Forozenda. Demasiado largo y complicado.” “¿Por qué no la llamas de otro modo?” “Pienso exactamente igual. La llamaré Lechsinska. Se me hace más sencillo pronunciarlo.” “A la mía la llamo Peggy. Sí, las mujeres son el único alivio.” 326

“No suenas demasiado entusiasmado hoy, hermano Hillbilly.” “Sí. Pasado mañana tengo programado un patrullaje con Driscoll. Oorah.” “Lo siento por ti. Es un tipo duro, incluso para ser teniente primero.” “Aunque no tan duro como el Principal.” “¡Claro que sí! ¡El Principal es lo máximo!” Los guardias chocan sus manos. “¿Dónde está el área de patrullaje?” “Hacia el sur. Los zarrapastrosos se siguen arrastrando por los pasos.” “Como abejas a la miel.” “Estás muy poético esta noche, hermano Polak. Personalmente, creo que estamos marcados en el mapa como Centro de Martirlandia.” “Me pregunto por qué. De todos modos, ¿escuchaste que uno de los recién llegados fue despedido la semana pasada? Dijo la palabra prohibida frente al teniente.” “Te refieres a demócrata?” “No, trago.” “Supongo que no pudo esperar hasta su siguiente reconocimiento encubierto en Bagram.” “Sí, ese es el único modo de conseguir un… Ya sabes qué, hermano Hillbilly. No lo diré dos veces.” “Qué mal para los tenientes. No hay manera de que ellos puedan disfrazarse de carroñeros.” “Ser un gigante sospechoso tiene un precio.” “Por cierto, ¿has probado uno de los nuevos M27-s, hermano Polak? Ramírez dice que esa bestia puede derribar a un oso con una sola bala STANAG.” “Vamos, eso es excesivo. ¿Para qué tenemos las Benelli?” “Buen punto. Pero a Ramírez le gusta herir a los mutantes. Los detesta.” “A los tenientes les gusta herir cualquier cosa, especialmente si sangra... Y todo lo que puede ser herido lo hace. ¿Pero quién ama a los mutantes de todos modos?” 327

“La bruja, tal vez. Ella sólo usa la cuchilla para matarlos. O eso es lo que escuché.” “Vamos, hermano Hillbilly. No me lo creo.” “¡Te juro que lo escuché de un tipo en el pelotón del teniente Bauer, que lo vió por sí mismo! Hace unas semanas, llevaron a la curandera en una de las incursiones hacia el oeste, buscando un botín o algo así. Entran a una cueva, ¿y qué había allí? ¿Una serpiente? ¡Negativo, señor! Dos serpientes.” “¿De veras?” “Los luchadores se quedaron de pie cagados en los calzones, pero qué hace ella? Zap! Saca su cuchilla, salta hacia uno de los monstruos y whoosh, vuela la cabeza de la serpiente. Luego se da vuelta, salta, whizz, ¡y eso fue todo! Después de eso, el pelotón de Bauer vivió de carne de serpiente durante una semana.” “Deliciosa si está jugosa. Me puedo imaginar a Bauer y sus hombres comiendo nada más que carne de serpiente incluso durante un mes, pero no esa mierda de Lara Croft. ¡Lo siento!” “Cierto o no, sería una manera increíble de matar a un monstruo. Mucho más impresionante que, digamos, quemar su guarida con un lanzallamas.” “O llenarlo por completo con rondas doble-0.” “O segarla con una SIERRA.” “O volarle la cabeza en pedazos con una granada.” “Aunque conducir hacia una manada de chacales con un Humvee también tiene su lado emocionante, ¿no estás de acuerdo? Como sea, esa mujer es de la vieja escuela.” “Sí, muy. Pobre brujita. Debe haber sido todo un bombón antes de que le sucediera esa mierda.” “Aún tiene un lado agradable, si me preguntas.” “Si la miras del lado correcto.” “Si. Porque si la miras del lado equivocado, el mismísimo jefe te cortará las pelotas.” “¿Has visto que eso sucediera alguna vez, hermano Hillbilly?” 328

“No tiene importancia… Entonces, acerca de esos M27, desearía poder probar alguno pronto. Oh, rusito, por cierto…” dice Hillbilly, como si repentinamente recordara la presencia de Tarasov. “Hablando de deseos, estamos autorizados a concederte un último deseo.” “Te podemos conceder lo que sea, excepto tres cosas: bebida, mujeres y dejarte ir.” “Es por eso que los prisioneros ni siquiera se molestan en pedir.” Tarasov suspira. En lugar de disfrutar este momento de contemplación, siente como si sus oídos zumbaran por toda esa conversación. “Tengo un último deseo,” les dice dándose vuelta hacia ellos. “Quiero disfrutar mi última puesta de Sol pero su conversación me está volviendo loco. ¿Podrían callarse, al menos?” “Uhm… Se supone que debemos decir ‘sí, podemos’ pero eso significa que aún estaríamos hablando” responde Polak. “Será mejor que pidas algo más.” “¿Tienes un cigarrillo?” “¡Al fin! Creí que jamás lo pedirías.” Hillbilly saca un paquete de cigarrillos de su bolsillo y se lo ofrece a Tarasov. “Tenía el presentimiento de que eras un fumador. Parecías tan nervioso sin un cigarrillo.” Polak enseguida le ofrece la llama de un Zippo. “Estaba nervioso por su conversación,” dice Tarasov. “Pero gracias por el cigarrillo, de todas maneras.” “No hay de qué. Nos alegra poder hacer algo por ti. ¿No es así, hermano Hillbilly?” “La segunda mejor parte de nuestro trabajo, hermano Polak.” Tarasov observa a los guardias con escepticismo, pero parecen hablar en serio. “¿Por qué tan compasivos, soldados?” “¿Eres un Spetsnaz?” responde Hillbilly con curiosidad. Tarasov asiente, fumando el cigarrillo.

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“Son tipos geniales, ustedes los Spetsnaz,” dice Hillbilly. “Cuando era niño, veía todos los videos de los Spetsnaz en YouTube. La verdad es que me inspiraron tanto que me uní a los marines.” “Ajám,” murmura Tarasov, sin saber si esto es una burla o si acaso era una torcida manera de expresar respeto. “Qué pena que este oficial Spetsnaz tenga que morir en el Pozo,” le dice Polak, casi reconfortantemente. “Qué pérdida. ¿No estás de acuerdo, hermano Hillbilly?” “Así es la vida en la Tribu, hermano Polak.” Repentinamente, Tarasov ya no está disfrutando de su cigarrillo. “Tengo un último deseo más,” dice arrojando el cigarrillo y dando un largo suspiro de resignación. “Llévenme de regreso al calabozo o como quiera que llamen a esa prisión. Quiero tener una buena noche de sueño antes de morir.” “Eso está genial para un último deseo. Aunque es la primera vez que lo escucho.” “Spetsnaz,”dice Hillbilly con un movimiento de cabeza a modo de elogio. “¿Ves, hermano Polak? Son geniales hasta el amargo final. Pelear con ellos debe ser mucho más divertido que solo martirizar a los zarrapastrosos, día tras día…”

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Una chica con pasado El calabozo, 5 de octubre de 2014, 10:57:00 AFT Sin estar seguro de cuánto durmió, si es que acaso durmió algo con las palabras del coronel aún haciendo eco en su mente, Tarasov se despierta al sonido de una suave plegaria en voz baja. Rayos de luz caen en la mazmorra, permitiéndole al mayor ver el rostro del talibán. Se ve como un hombre que ha dejado todas las preocupaciones mundanas atrás y, en lo profundo de su corazón, Tarasov siente envidia. “Qué mal que no puedas golpear tu cabeza contra el suelo, encadenado a la pared por el cuello, así como estás,” dice repentinamente. “Parece que tu dios no vendrá a salvarte.” “Estás tan despierto,” dice el talibán sin abandonar su rutina oratoria. “Hoy, estaré en el Paraíso, si Dios así lo quiere.” “Como quieras.” Antes de que el talibán pueda responder, la puerta se abre y los dos soldados charlatanes entran en la mazmorra. “¡Arriba, zarrapastroso! Tus setenta y dos mujeres están esperándote,” dice Polak agarrando al talibán. “Lástima que ya no sean vírgenes,” añade Hillbilly con una sonrisa mientras quita la cadena que sostiene al prisionero. Ahora que la muerte ya no es un pensamiento abstracto, el horror primordial aparece en el rostro del talibán. Pateando y gritando, trata de liberarse de los soldados que lo sostienen. El hedor a orina alcanza la nariz de Tarasov. Sin piedad y sin decir más palabras, los guardias arrastran al talibán hacia afuera. La puerta se cierra de un golpe, pero los gritos desesperados del hombre condenado todavía resuenan. En algún lado, afuera, se ha reunido una muchedumbre. Tarasov, ahora solo en la oscuridad, desea poder alejarse de la puerta a como le sea posible y ocultarse en una esquina oscura. No quiero escuchar lo que viene después. 331

Aun así, sus oídos se esfuerzan por captar algún sonido del destino del dushman. Intentado distraerse, Tarasov comienza a tararear una canción que aprendió en la escuela. Deambula a través de los éxitos de su juventud, canciones que fueron la banda sonora de algunas pocas exitosas pero muchas más fallidas historias de amor. Intenta recordar algo de su entrenamiento para prepararse para una muerte horrible. Nada funciona. Ni siquiera las pesadas puertas pueden suprimir el sonido de los gritos afuera, pronto superados por el rugir de una muchedumbre aclamando. Con desesperación, desea que la Zona fuera un dios al cual orarle para que desatara una horda de sus peores mutantes contra sus captores. Luego, las burlas de los dos ‘hermanos’ vienen a su mente. Qué patético… La Zona no me ayudará. La Zona llama a todos los hombres, pero cuando los hombres llaman a la Zona no obtienen nada. La Zona es la Zona y yo no soy nada sin ella. ¿Pero qué tiene de bueno la Zona si no tiene poder más allá de sus límites? Sabe que la Zona no enviará mutantes para destrozar a los guerreros de la Tribu, ni convertirá la fortaleza en una anomalía picadora de carne. La Zona lo ha abandonado. Nadie podría haberme preparado para algo como esto. Tarasov se da cuenta de que él, un sobreviviente de las batallas aparentemente sin esperanza contra los mutantes, los mercenarios, Stalkers vengativos, campos de anomalías y cosas peores, se encuentra en las garras de un miedo mortal. Figuraré como desaparecido en acción… Y en veinte años cuando ya nadie me recuerde, el ejército cerrará mi archivo como “Muerto en acción”. Una mentira piadosa. Y sólo tengo a mi madre para que piense en el momento en que morí. Así como cuando nací. Círculo completado, fin de la partida. La puerta se abre y aparecen los dos “hermanos”. “Avíspate, Spetsnaz. No es nada personal: órdenes son órdenes.” Polak no dice nada, pero mientras quita la cadena del cuello de Tarasov le da una palmada alentadora en la espalda. 332

Tarasov los deja que lo agarren, sabiendo que no tiene oportunidad si tratara de resistirse. Todo lo que puede hacer es encontrarse con su destino con dignidad, y eso significa no ser arrastrado por todo el piso como el dushman se permitió serlo. Poniéndose de pie, trata de caminar por sí mismo mientras los guardias lo arrastran hacia la pesada puerta de madera de un recinto adjunto. Toda clase de gente se ha amontonado aquí: niños con ropas tribales, chicos con uniformes en miniatura y con armas verdaderas en las manos, soldados que se ríen y burlan. Pero únicamente hombres. Trata de no pensar en las razones por las cuales las mujeres no están presentes, pero por un instante, Tarasov vislumbra a la chica de la habitación del coronel. Es la única mujer que puede observar en la muchedumbre, y su rostro con las cicatrizes el único que lo mira con el más mínimo indicio de compasión. Permanece de pie junto al coronel, que observa hacia el Pozo sin ninguna emoción, rodeado por varios de sus tenientes. Tarasov no tiene tiempo de devolverle la mirada: es arrastrado a través de la puerta hacia un área de suelo arenoso rodeado por enormes bloques de madera, como una vieja arena romana. En la parte más alejada hay un poste. Los guardias lo arrastran en dirección a un agujero cavado en el suelo cerca del poste, donde el mayor observa los restos de un ser humano. La cabeza y el torso han sido destrozados a pedradas y ahora son una masa sanguinolenta, amorfa, rodeada por piedras ensangrentadas de buen tamaño. Hasta entonces, Tarasov ha enfrentado su destino valientemente, pero al ver el agujero y el cadáver, reúne todas sus fuerzas para resistirse. “¡No de este modo!” grita. “¡No les he hecho nada malo!” “Ahorra tu aliento para después,” dice Hillbilly. “Como eres un oficial, se te evitará ser lapidado en el agujero. Son las órdenes del jefe.” Ata a Tarasov al poste con firmeza. “Muere con valor, Spetsnaz.”

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El Pozo, 11:52:37 AFT La cuerda corta la piel de Tarasov cuando trata de liberar sus muñecas con movimientos desesperados. Los guardias han hecho bien su trabajo: sin importar cuánto luche, sus esfuerzos son totalmente en vano. Todo lo que puede hacer es mirar ala puerta de madera de la entrada frente a él. Sabe que quien quiera que la atraviese, traerá su muerte. “¡Hermanos y hermanas de la Tribu!” La voz que suena por encima de la muchedumbre que ruge es cruel y fría. “Tenemos aquí a un soldado de un ejército que una vez trajo muerte a su pueblo. Sentaron las bases para la destrucción que cayó sobre ustedes en las manos de aquellos que se llaman a sí mismos los estudiantes de Dios. Ahora han regresado para espiarnos. Díganme, ¿cuál es el castigo justo para estos intrusos?” “¡Muerte!” ruge la muchedumbre. “¡Mujeres valientes de la Tribu, ustedes, que han sufrido tanto! El momento de badal ha llegado. ¡Atesoren la dulzura de la justicia!” Voces femeninas encolerizadas llegan desde atrás de las puertas. Tal vez estén discutiendo quien arrojará la primera piedra. Debo liberarme antes de que vengan. No lo lograré pero al menos moriré luchando. Las cadenas aún lo sostienen mientras ve impotente como se abren las puertas. Guiadas por una anciana con aspecto de bruja, docenas de mujeres entran al Pozo con rostros tan duros como las rocas que llevan en sus manos. Una brisa fría agita el pañuelo negro de la líder cuando se para frente a él, carente de emoción, su mano aferra la roca que pretende arrojarle a la cabeza. Parece un ángel oscuro vengando un pecado que jamás he cometido. Que así sea. Que esto termine. Tarasov levanta la cabeza y mira los ojos oscuros de la mujer, preparándose para morir con su rostro desdeñoso 334

como lo último que vea. Los pechos de la mujer se elevan mientras toma aire antes de lanzar un grito. Pero de sus labios solamente salen dos palabras. “Zendeh bogzaaridash!” La muchedumbre se queda en silencio. Tarasov ya ha preparado su mente para el dolor del primer golpe cuando la mujer arroja la piedra al suelo. Un murmullo sorprendido recorre la muchedumbre como una ola. Las mujeres detrás de ella se miran unas a otras. Ella mira hacia arriba, en dirección al coronel y grita otra vez. “Man behesh tarahhom kardam!” Su rostro irradia poder y orgullo mientras aguarda la respuesta del coronel. Con el rabillo del ojos, Tarasov lo ve levantarse de su asiento. Las miradas del coronel y la mujer se cruzan, como si estuvieran en una contienda de fuerza de voluntad. Luego de un largo minuto, el coronel asiente. Como respuesta, la mujer agacha la cabeza como señal de respeto, cubre su rostro con la bufanda y se da la vuelta. Se aleja del Pozo con pasos lentos y dignos, ignorando a la muchedumbre que ahora estalla por la decepción. Los dos guardias corren hacia el poste y lo desatan, arrastrándolo lejos del Pozo. “No estés tan feliz,” le dice Polak, “Preferiría morir a enfrentar lo que Begún tiene en mente para ti.” Dándose cuenta de que tiene posibilidad de vivir, el estómago de Tarasov se sacude segundos después que la ola de alivio lo invade e, incapaz de controlar su mente y su cuerpo, vomita cuando la puerta de madera se cierra de golpe a sus espaldas. Luego de darle algo de tiempo para que se recupere, los ‘hermanos’ le echan agua a la cara para asearlo antes de llevarlo a una casa de barro ubicada en la ladera. Es más grande que las otras y hay ollas de barro a lo largo de las paredes con hierbas coloridas plantadas en su interior.

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Tarasov atraviesa la puerta de madera decorada con un cráneo de chacal con extraños símbolos pintados y aspira una escencia herbal refrescante, un aroma tan puro y dulce que haceque se le llenen los ojos de lágrimas. Los dos guardias permanecen afuera. “¡Buena suerte, Spetsnaz!” susurra Hillbilly mientras Polak se mantiene en silencio y se hace la señal de la cruz. Con la mente repleta de dudas acerca de lo que le espera, Tarasov entra en la casa. Con la Begún, 12:37:29 AFT Frotándose las muñecas irritadas, se aventura en el interior y se encuentra dentro de una habitación fresca y ordenada, inundada por el aroma a hierbas, especias y otros olores extraños, pero nada desagradables, en el aire. El suelo de tierra está cubierto de alfombras con motivos tribales. Tapetes más pequeños adornan las paredes blancas entre estantes que guardan un desorden de ollas, frascos y jarras. En otro estante, contenedores de extraño aspecto están dispuestos con algunas herramientas entre ellos, herramientas cuyo propósito Tarasov no puede deducir, excepto el del mortero de cobre. Frente a él se encuentra la mujer que lo salvó del Pozo. Está en un banco junto a la chimenea, con una chica sentada a sus pies, a quien Tarasov reconoce como la chica que atendió las heridas del coronel. Se seca las lágrimas y el polvo de los ojos para poder verla mejor. Bajo el pañuelo que le cubre el cabello y el tatuaje que semeja una línea suavemente ondulada en su frente, un par de ojos verde oscuro lo estudian con curiosidad. Tarasov adivina que debe tener alrededor de veinte años. No puede evitar temblar nuevamente, como lo hizo la primera vez que vio su rostro cicatrizado, aunque ahora es por una razón diferente. Sus ojos… Estupendos, pero añejos a pesar de su edad. Ella está vestida con un atuendo largo y azul y un cinturón de cuero que sostiene un cuchillo, grande y curvo. La vaina y 336

el mango estan adornados con piedras preciosas. Sentada allí con las piernas cruzadas, su atuendo permite ver libremente sus pies descalzos y sus tobillos rodeados por delicados brazaletes dorados. Tarasov observa la piel pintada con henna como si estuviera hipnotizado y se le dificulta mirar hacia cualquier otro lado. La chica siente su mirada fija. Luego de un largo minuto con una expresión que lleva vergüenza y aplomo en iguales proporciones, se cubre los pies con el atuendo. “Dokhtram tarjomeh mikond”, dice la mujer mayor, “chun man englisi sohbt nemikonam.” “Begún no habla inglés. Yo traduzco,” le dice la chica en un inglés no muy bueno, pero su voz, sorpresivamente grave y abochornada, hace que Tarasov ignore sus errores. “Mi inglés tampoco es perfecto,” dice con tono áspero, pues la garganta seca y adolorida por tragar polvo y vomitar. “Tus rodillas tiemblan. Siéntate,” dice la chica. Tarasov accede gustoso. “Los guerreros te han traído aquí porque tenemos tradición. Si una mujer dice que no maten hombre en el Pozo, él sigue vivo.” “Estoy… Agradecido.” “Primero tú beber nuestra agua.” La mujer mayor le alcanza una jarra de barro a Tarasov y él traga con avidez el agua pura de su interior. “Ahora eres el invitado de Begún Madar. Ella querer hablar contigo.” La mujer observa a Tarasov y comienza a hablar en su idioma, que él no puede comprender. Ahora, sin ira distorsionándole el rostro, no le parece que sea una vieja bruja. De hecho, apenas pasa de los años en que su rostro todavía conservaba algo del atractivo de sus años de juventud y Tarasov descubre que hay un leve parecido entre ambas mujeres. Mientras habla, la mujer más joven mantiene los ojos en el mayor. Su mirada lo incomoda. Hay cierta cualidad en sus ojos, que él no puede soportarlos por mucho tiempo. “Daastaani toolani va ghamgin ra bayad be to begooyam…”

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“Es historia larga y triste,” traduce la mujer. “Begún Madar es de aldea donde comenzó todo. Ella sobrevivió y sabe lo que sucedió. Ella quiere salvar el alma de nuestro líder.” Begún Madar continúa. Lentamente, su voz se llena de fuerza, como si fuera potenciada por fuertes emociones, mientras que otras veces se queda en silencio, dando la impresión de que está contando una historia que le resulta difícil soportar. Luego de unos pocos minutos, la chica habla nuevamente con una voz casi humilde, como si repitiera palabras de gran importancia. “El coronel no permitir hablar de nuestra aldea. Pero ella sabe quién mató a nuestro pueblo. Aún sigue allí. Begún Madar quiere que lo encuentres. Coronel no deja a los guerreros ir allí, pero tú puedes. Ella te dirá dónde es. Tú lo encontrarás y lo traerás ante él. Ése es el precio de tu vida.” “Si es así, ese guerrero debería haber dejado a mi amigo con vida. ¡Él era inocente y podría haberme ayudado a encontrar esa cosa!” “Carroñeros no son inocentes,” responde sin molestarse en traducirle sus palabras a la Begún. “No son guerreros.” “Al diablo que no lo son…” Tarasov comienza. “¡Callado!” ordena la chica. “Tú hablas palabras malas. Tu amigo era un hombre débil.” Sus ojos enfadados atraviesan a Tarasov pero resiste su mirada. “¡Squirrel era tan bueno como cualquiera de sus… Guerreros!” “Nuestros guerreros pelean por honor, no por dinero y saqueo como carroñeros.” La voz de la chica se suaviza cuando mira hacia otro lado. Tarasov no le responde. En el fondo de su corazón, se admite a sí mismo que la chica tiene razón. “Tú tampoco peleas por esas cosas, soldado. Tú peleas por algo más. Cuando Begún Madar estaba mirando tu rostro, vio la sombra de la muerte en tus ojos.” Tarasov frunce el ceño. “Por favor… ¿Cuál es tu nombre?” “No necesitar saber mi nombre.” 338

“Quienquiera que seas, te ruego: dile a Begún Madar que sólo soy un soldado de una tierra lejana, tratando de hallar gente perdida.” Ella traduce sus palabras. Mientras responde, la Bhegún mira a Tarasov con ojos que parecen capaces de agujerear su alma. “Quizás una vez fuiste un soldado común,” traduce la chica, “pero lo que has visto te ha cambiado. No aquí. Mucho antes de que vinieras a nuestra tierra encontraste la muerte. Begún Madar ve que no puedes respirar el aire de la paz. Vienes de un lugar que te signó… No, marcó con amor por el peligro. Es por eso que puede encontrar la medicina del coronel.” No muy segura de haber usado la palabra correcta, la chica intercambia unas frases cortas con Begún Madar. “Es algo que nuestro líder debe ver. Le dará paz.” “¿Qué es exactamente lo que debo hallar?” “Lo encontrarás cerca del Paso Shibar. Gira al sur a la vuelta del camino y busca aldea en el valle. Begún Madar dice que encontrarás un auto con color blanco en una colina.” “Sus hombres me han quitado todo. ¿Cómo se supone que haga esto?” “Te dije: eres el invitado de Begún Madar. Antes de irte, te devolverán todo. Pero hasta entonces debes quedarte en esta casa y no salir. Ahora descansa. Begún Madar está cansada, también. Ella quiere que te marches.” “Pero… ¿Cómo puedo irme si debo quedarme aquí?” Ella traduce sus palabras. “Marde shayesteyee baraye to khahad bood.” Begún Madar le responde directamente a ella, no a Tarasov que pasa la vista de una mujer a la otra, sin tener la más mínima idea. Su voz es dura y dominante. “Be harhaal hich marde dighari to ra nemikhahad!” La mujer joven se sonrojay cubre su cicatriz avergonzada. “Be entekhab man etemad kon, dokhtra.” Las últimas palabras de Begún Madar deben haber resultado reconfortantes, porque cuando la mujer joven mira a 339

Tarasov nuevamente, la frialdad se desvanece de sus ojos verdes. Lo examina de arriba hacia abajo con una mezcla de expectativa y vacilación. “Begún Madar… Madre, dice que tú tienes la sangre de un verdadero guerrero,” murmura, “y tú te quedarás en mi habitación… Porque esta noche tú me harás la madre de un guerrero.” Esto no está pasándome. La chica lo lleva hasta una pequeña habitación amueblada únicamente con un tapete de lana. Los rayos de la luz del sol se lanzan hacia adentro a través de grietas en las toscas persianas que cubren la ventana arqueada y reflejan las motas de polvo cuando realizan su danza lenta y circular. Una abertura en la pared, cubierta por una cortina colorida, conduce hacia una cámara más pequeña. “Descansa aquí por ahora,” le dice ella. “Necesitarás de tu fuerza.” Le entrega una toalla de algodón y un trozo de jabón. Para Tarasov, en su terrible condición, el olor le parece puro como el cielo. “Detrás de cortina, hay una habitación con más agua para asearte. Begún Madar te traerá comida. Yo regresaré más tarde.” Ella cierra la puerta y el mayor escucha una pesada cerradura cerrándose. Una vez más se siente como un prisionero. 5 de octubre de 2014, 23:42:58 AFT Cae una lluvia oscura. El clima está terrible como para estar afuera, pero Tarasov recuesta su cabeza en el escritorio en la habitación de mando, sintiendo tal extenuación que jamás había experimentado. Se pregunta por qué la vista de afuera no se parece al Cordón. La vegetación exhuberante ha desaparecido y las colinas estériles están llenas de grietas de las cuales, rebaños de pequeños mutantes manan como hormigas. Estoy de vuelta en la Zona. Mi Zona. 340

La idea le trae cierto alivio, aunque tiembla; hace frío en la habitación de mando. A través de la lluvia, los sombríos bloques de departamentos de Kiev se asoman tras las colinas. Estoy en casa. Pero los cronogramas de guardia y los mapas han desaparecido de la pared; en su lugar, hay una alfombra harapienta. Recuerdos de la Nueva Zona centellean en su mente. Quiero regresar allí. La Vieja Zona me ha abandonado. Ya no es más mi Zona y yo ya no pertenezco allí. Quiero la Nueva Zona. Quiero su furia, su oscuridad, sus misterios. La luz se apaga y el marco de la ventana se desvanece, lentamente, haciéndose angosto y adquiriendo una forma redondeada. Escucha una voz femenina desde arriba. Estoy aquí. Tarasov se sobresalta. Mirando alrededor, se da cuenta de que está en la casa de Begún, en la fortaleza de la Tribu, en algún lugar de la Nueva Zona que alguna vez fue Afganistán. Se relaja con un extraño e inesperado alivio. “Estoy aquí,” insiste la voz femenina. “¡Despiértate!” Ahora ve a la chica, con una lámpara y una vasija en sus manos, y su corazón comienza a latir rápidamente. “¿Cuál es tu nombre?” le pregunta. “Yo no digo… Aún. Ponte de pie.” Sus palabras son dominantes pero ella habla con una voz suave que Tarasov no se hubiera esperado. Cuando se pone de pie, se da cuenta de que ella apenas le llega al pecho. Mientras le quita la camiseta de camuflaje andrajosa de los hombros, sus dedos le tocan piel, inspirando exitación a través de todo su cuerpo. Se para lo suficientemente cerca como para dejarle percibir el olor dulzón del sudor femenino, mezclado con una extraña escencia que le recuerda a las granadas con una pizca de humo de la madera. Toma una pequeña esponja de la vasija y derrama un líquido como un bálsamo sobre sus hombros y su pecho. Del ungüento emana una escencia picante, punzante y agradable en medidas iguales. 341

“¿Qué es esto?” le susurra. “Un ungüento,” responde, humectando su piel con caricias suaves. “Lo preparé yo misma con aceite de hierbas y polvo de piedra brillante.” “¿Piedra brillante? ¿Quieres decir de un artefacto? ¿Un objeto precioso?” “No… Es de las piedras de Samal.” “¿Samal?” “Guardián del valle perdido.” “Cuéntame más…” “No.” Mientras su piel agrietada absorbe el ungüento, Tarasov siente como sus músculos se relajan, como si se descongelaran con el calor interno. Es agradable, pero extrañamente antinatural. Siente que su tacto se vuelve más y más sensual con cada caricia de su mano. “Le has hecho esto a los hombres… ¿Antes?” le pregunta, tragando en seco. “No.” Le da la impresión de que su voz contiene una nota de vergüenza que apenas revela. “Hombres asustados de mi cicatriz. El inglés es un idioma curioso. Hombres scared porque yo scarred. ¿Es la palabra correcta?” Tarasov no puede evitar una sonrisa ante el juego de palabras con asustados y cicatrizada. Ahora es el momento de responder con un no. “No. Creo que hermosa sería una palabra más adecuada.” “Mientes,” responde ella con la sombra de una sonrisa en los labios. “Estás aquí porque tu madre te ordenó que hicieras… ¿Que hicieras esto conmigo?” “¿Por qué?” “Mmm… En realidad, porque desearía que estuvieras haciendo esto porque tú quieres.” Ahora, una sonrisa le recorre el rostro, parecida al suave aceite que se desliza por el cuerpo de Tarasov. “Antes de que coronel y sus marines nos protegieran, las chicas no se podían 342

rehusar cuando los padres escogían a un hombre. Pero ahora hubiera podido… Y no lo hice. Te estaba observando mientras curaba a nuestro líder. Tú tienes respeto a él.” “¿Honestamente? Estaba atemorizado.” “Lo sé. Pero te mantuviste orgulloso. No le rogaste piedad como lo han hecho muchos hombres antes que tú. Eres un hombre valiente, soldado. Además…” Ella mueve su dedo índice alo largo de las cejas de Tarasov. “… Tienes ojos hermosos. Y además…” Su mano se desliza por su cuello y de los hombros al pecho. “Eres fuerte. Me gustas. ¿Tienes mujer, soldado?” “No… ¿Y todo esto significa que seré tu hombre?” “Tal vez,” responde ella con una sonrisa enigmática. “Y luego de que hagamos esto y yo encuentre lo que sea que debo encontrar, ¿entonces, qué? ¿Seré libre de irme?” “Serás libre…” Ella se arrodilla a sus pies, aplicando el bálsamo relajante en todas partes excepto en su entrepierna. Ella lo observa al rostro. Sus ojos se encuentran. Sus manos, suavizadas y cálidas por el bálsamo, ahora tocan su cuerpo donde ninguna mujer lo ha tocado en mucho tiempo. “… Pero no querrás irte.” Qué es esa cosa que estás vertiendo sobre mí, Tarasov quiere preguntar, por miedo a ser embrujado por algún método sobrenatural, pero lo único que puede hacer es lanzar un gemido suave. Mira el rostro de la chica en el cual se ha desvanecido el último resquicio de vergüenza, lo que ha dado lugar a un deseo salvaje, difícilmente contenido que sin embargo, tiene algo puro y honesto. Ss mueve para acariciarla pero ella empuja su mano con suavidad. “Ahora recuéstate,” le dice. Mirándola desde el felpudo, Tarasov observa a la chica quitarse el velo. Una lluvia de cabello castaño cae sobre sus hombros, manando hacia sus caderas delicadas. Desabrocha los botones de su ropa, dejándola deslizarse hacia el piso, luego toma la vasija y lentamente vuelca el bálsamo por encima de sí misma por completo, de pie, inexpresiva, con los 343

ojos cerrados, dejando que el líquido viscoso recorra su cuerpo vigoroso. Ahora ve que la cicatriz no solo cubre la mitad de su rostro. Corre por su cuello hasta su seno, por lo que el espacio de una pulgada, intacto, entre su pezón y la cicatriz parece una intervención divina o, al menos, pura suerte. Su mirada se desliza hacia abajo, hacia donde se supone que se debe tocar a una mujer del modo más gentil y donde su piel, donde hasta el vello más ligero ha sido extirpado, muestra cicatrices de grandes garras o cuchillos. La luz anaranjada de la lámpara brilla en sus pechos pequeños y sus pezones endurecidos. Sus labios se mueven en un susurro inaudible, como si rezara. El tibio aceite fluye por su cuerpo. Embelesado, los ojos de Tarasov siguen una gota de aceite que corre por su seno excitado hasta su vientre con cicatrices, luego hacia sus miembros inferiores y baja, como si fuera la humedad de su carne. Entonces ella lo mira. El reflejo de la llama baila en sus ojos. “Estoy lista para tomar tu semilla,” dice solemnemente, como si concluyera un ritual de apareamiento. “¿Te entregarás a mí?” “Como si tuviera otra elección… Sólo puedo decir que sí.” “Entonces ahora eres mi hombre,” susurra, recostándose a su lado. Cierra los ojos y abre los brazos, ofreciéndosele. “Y yo soy tu mujer. Tómame.” Su voz es apenas más que un aliento cálido en su oído. Cuando siente que los labios de ella tocan su piel, cierra los ojos, sucumbiendo a las olas de calor que le envuelven el cuerpo. 6 de octubre de 2014, 06:08:51 AFT Tarasov se despierta con un golpe fuerte en la puerta. Con los párpados a medio abrir, aún pesado por el sueño, ve que una luz cae desde la ventana. Debe ser la mañana. 344

Maldita sea, déjenme dormir. Si esto es un sueño, no quiero despertar. El golpe en la puerta se vuelve impertinente. Tarasov estira sus brazos y al sentir que la chica no está recostada junto a él, hunde su rostro en el colchón para detectar nuevamente los olores del sexo, aceite y sudor. “No tienes que buscarme de ese modo. Estoy aquí.” Tarasov abre los ojos y ve a la chica de pie junto a la puerta. Lo que pensó que eran golpes a la puerta en realidad era ella clavando la fotografía de su padre en la puerta de madera. “Es mi sorpresa para ti,” le dice. “Porque ahora este es tu hogar.” “Oye,” exclama, saltando del tapete, “¿de dónde sacaste esa fotografía?” “Driscoll estuvo aquí. Él trajo tus cosas.” Ella señala hacia la esquina donde el Vintorez de Tarasov permanece apoyado contra la pared y un bulto prolijamente enrollado se encuentra a su lado. Sobre él, se encuentra el reloj. El exoesqueleto también permanece allí, limpio y, para su sorpresa, ahora está pintado con el patrón de camuflaje para desierto de los guerreros de la Tribu. Es más, en un bulto mucho más pequeño, reconocealgunas cosas que alguna vez le pertenecieron a su guía. Incluso el Corazón de Piedra se encuentra allí. La mera visión de ello y de la pequeña harmonica destrozada de Squirrel lo entristece, pero esto pronto lo convierte en apreciación. En una comprensión retrospectiva, ahora entiende muy bien las palabras de Nooria sobre la diferencia entre los Stalkers y la Tribu. Los hombres como el teniente primero Driscoll o el coronel pueden resultar brutalmente crueles, pero parecen tener mayor respeto hacia ciertas cosas, que los Stalkers… Y los Stalkers pueden ser agradables, pero no son llamados carroñeros sin una razón. “Oye… ¡Eso es genial!” exclama alegremente Tarasov mientras se abrocha su reloj. “Pero más alla de todo esto, tú eres mi mejor sorpresa.” 345

La chica lanza una risita. “No tienes que llamarme ’mejor sorpresa’. Mi nombre es Nooria.” “Nooria,” Tarasov repite lentamente. “Por fin me lo dices. Tienes un nombre hermoso.” “Significa: luz. Y tu nombre es Mikhailo. ¿Qué significa?” “Arcángel, líder del ejército de los Cielos, cosas como ésas,” Tarasov responde encogiéndose de hombros. “Mi madre era muy religiosa en aquel momento. Pero, ¿cómo lo sabes?” “Estuve mirando entre tus cosas.” Él se pone de pie y se dirige hacia la puerta. Por un momento siente la necesidad de quitar la fotografía, pero mientras observa a la chica de nombre Nooria y su –o por ahora, nuestro– colchón, que aún permanece hecho un desastre debido a la intensa noche, la deja en su nuevo sitio. “Gracias, Nooria,” le dice. “Gracias por todo.” “¿Por qué?” Nooria responde con una sonrisa. “Dile gracias a mi madre.” Tarasov no sabe cómo responder. Claramente, ha sido la Begún quien le salvó la vida y quien eventualmente lo emparejó con su hija, pero fue Nooria quien lo aceptó y, aunque a él le resulta difícil de admitir, lo hizo feliz. Ahora, cuando mira en sus ojos, puros y verdes y ve la sonrisa feliz en su rostro marcado por la cicatriz, sus sospechas acerca de ser usado como semental o haber sido embrujado parecen absolutamente ridículas, incluso injustas. “No tienes que agradecerme,” le dice, repitiendo lo que intenta darle a entender. “Hoy te irás, pero regresarás a mí.” Sus palabras no suenan ni como un pedido ni como una orden sino como una enunciación de algo que ni siquiera necesita petición, porque no hay modo de que suceda de otro modo. “Sí, volveré,” responde suavemente Tarasov y mira a la fotografía colocada en la puerta con cuatro clavos oxidados. “Me tienes clavado, Nooria… Clavado para siempre.”

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Los fantasmas y los traidores Camino hacia el Paso de Shibar, 10:15:47 AFT “Eres un suertudo hijo de puta, ¿lo sabías?” el guerrero de la Tribu le grita a Tarasov mientras conduce el Humvee a lo largo del camino curvado y con baches, a una velocidad excesiva. Cuando habían emprendido el viaje hacia el pasoen el vehículo que llevaba el nombre de REVIENTAMULLAH, el conductor se presentó como cabo segundo Bockman. Su rostro está enrojecido por el fuerte Sol. “Sólo he visto esto una vez: era uno de los zarrapastrosos con largo cabello rubio. Había llegado desde Alemania para unirse a los zarrapastrosos. Las mujeres admiraban su apariencia por un tiempo, pero luego, de todos modos, lo hicieron pedazos. Pero tú… ¡No solamente te salvó el culo, desafiando la voluntad del jefe, sino que encima te eligió para Nooria!” “La Begún debe ser una mujer muy importante.” “Se puede decir eso de la ex del coronel, sí.” “¿Qué?” “¿Qué, qué? Pensé que te habías dado cuenta, compañero. Ella era la mujer del coronel. Aún lo es, hasta cierto punto. La Begún es la única entre nosotros que se le puede oponer. Está bien, el Principal también, pero en asuntos diferentes...” “Pero eso me hace…” “¡Sí, puedes considerarte el hombre elegido para la hija adoptiva del coronel, cualquiera sea el grado de parentesco que signifique!” El guerrero sacude la cabeza como si estuviera hablando de algo difícil de creer. “Ahora comprendo su actitud,” responde gritando Tarasov sonriendo. Sí, ella está acostumbrada a hacer las cosas a su modo, piensa. Me duelen todos los huesos. “Pero no me puedo quejar. Ella puede ser linda si quiere.” “No es asunto mío, compañero… Y de todos modos no es eso lo que la hace especial.”

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“A ella le gusta hacer cosas extrañas… ¿Pero qué quieres decir, de todos modos?” “Bien, hace ya algún tiempo, fuimos a cazar zarrapastrosos con el teniente Ramírez. Ahora bien, los tenientes son soberbios, así que Ramírez vagaba para revisar una cueva por su cuenta. Resulta que estaba repleta de chacales. Las bestias destrozaron su armadura en segundos. Para cuando lo sacamos de allí, tenía más mordeduras venenosas en su cuerpo, que pelos en el culo. Pero la sanadora lo arregló en menos de un día… Te digo que esa chica no es natural.” “¿Entonces cómo es que no puede curar su propio rostro?” “Una vez que te han rociado ácido en la piel ya no queda piel para reparar, ¿no es así?” “Supongo que tienes razón. Como sea… Es extraño que ella tampoco me haya dicho su nombre hasta la mañana.” “Bien por ti. Porque si no te hubiera dicho su nombre, hubiera significado que no lograste impresionarla. Hubieras terminado regresando al Pozo antes del mediodía… ¡Y entonces ninguna mujer te hubiera salvado!” “¿Tienen muchas costumbres extrañas?” “Más de las que te pudieras imaginar.” Durante varios minutos, Tarasov observa las áridas montañas, recordando la noche anterior y ese mismo amanecer, cuando Nooria había explorado cada pulgada de su cuerpo a la luz de la vela. “¿Cómo obtuviste esa cicatriz en tu pecho?” “Eso fue un Snork.” “¿Qué es un Snork?” “Algo muy malo y apestoso.” “¿Y ésta?” “Ese fue un jabalí.” “Eres muy feo, ¿lo sabías? Hacemos muy buena pareja, soldado.” Recuerda su risita cuando lo llamó tan feo como ella. Trató de convencerla acerca de lo equivocada que estaba acerca de ella besando su cicatriz, sólo para volver a ser recostado en el colchón para otra ronda de placer. Oh cielos. ¿La volveré a ver? “¿Puedo preguntarte algo? Los dos guardias de la prisión, Hillbilly y Polak… ¿Por qué se refieren entre ellos como ‘hermano’? 348

“Eso fue hace mucho, ¡siglos! Los ‘hermanos’ fueron de los primeros adherentes del jefe, mucho antes de que lanzaran las ojivas. Originalmente eran policía militar. Imagínate tras los pasos de quien estaban… De todos modos, por una razón u otra, se odiaban hasta la médula al principio. Luego, durante un patrullaje, se vieron implicados en un asunto que terminó terriblemente. Aquellos que salieron con vida comenzaron a llamarse ‘hermano’ entre ellos y desde entonces ambos se han hecho mejores amigos… Especialmente en estos días, ya que son los últimos aún con vida de aquella banda de hermanos.” “Entiendo… ¿Y qué hay de ti? No eres uno de los tenientes, ni un chico de los hazara,” dice Tarasov al cabo segundo. “Tú también debes ser un recién llegado, o como sea que los llamen. ¿Qué te trajo aquí?” “California ya no es lo que solía ser,” responde Bockman. La sonrisa desaparece de su rostro. “La vida es más segura aquí…De todos modos, cuando oí acerca de la Tribu, escuché la llamada.” A Tarasov lo toma por sorpresa. Ni siquiera Degtyarev o el SBU, y muchísimo menos los Stalkers de la Nueva Zona, sabían mucho de la Tribu. “¿Habías escuchado acerca de la Tribu? ¿Cómo? ¿Dónde?” “Escucha, compañero… Sólo porque la Begún me pidió que te llevara al Paso, no deberías pensar que somos amigos. ¿Queda suficientemente claro?” “Suficiente.” “Estamos bien entonces. ¡Yupiii!” “Oye, ¿qué estás haciendo? ¡Estás conduciendo directamente hacia una anomalía!” “¡Oh sí!” Las emisiones eléctricas lanzan chispas hacia el exterior y explotan bajo el Humvee con una hilera de truenos afilados, que se estrellan, pero para asombro de Tarasov nada le sucede al camión. El cabo segundo Bockman le ofrece una sonrisa triunfal. “¡Última jodida tecnología…! ¡Enchulado por un servidor!”

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Paso Shibar, 11:10:39 AFT Tarasov observa una nube de polvo que desaparece poco a poco detrás de una colina cuando el Humvee regresa a la fortaleza de la Tribu, más allá de los cañones y las montañas, hacia el oeste, y abre su PDA. El mapa muestra un valle hacia el sur de su posición donde las ruinas de la aldea de Begún Madar supuestamente permanecen ocultas entre la descuidada vegetación. El valle aparece, en su mayor parte, verde, así como en el display, pero el mapa digital no muestra las áreas en rojo y en azul pulsantes, que a Tarasov le parecen densos campos de anomalías. El camino marcado en la PDA le indica que debe encontrar primero la aldea y desde allí lo lleva hacia un sendero que conduce a una meseta que domina el valle. Se descuelga el Vintorez del hombro. Cuando se le devolvió el equipo aquella mañana, se dio cuenta de que alguien lo había limpiado y aplicado una extraña sustancia antiestática al metal del arma que repele hasta las más pequeñas partículas de polvo. Ahora, quitándole el seguro, Tarasov comienza a caminar hacia el valle; sus ojos revisan el entorno sin cesar. Los chacales gruñen no muy lejos de allí. Oculto tras una roca, los observa pelear por algo que parece ser un cuerpo. De hecho, tiene que tratarse de algun tipo de comida: los mutantes estaban tan atentos con eso, que permanecieron sin notar su presencia. El mayor cuidadosamente levanta el rifle. Dos chacales se sobresaltan cuando impacta al primero, y solo el último huye luego de que la segunda víctima cae también. Nuevamente dispara. No hay más gruñidos. Un camino de asfalto roto y lleno de baches lleva hacia el bosque. Al costado del camino, un cartel azul se encuentra con letras blancas en pastún y latín. Éstas últimas han desaparecido por completo, destrozadas por muchos agujeros de balas, pero el número 2 es aún visible. Espero que sea la distancia hacia la aldea. 350

Manteniéndose cerca de las paredes de lodo bajas que cubren el camino, avanza cautelosamente. Los árboles han crecido tan altos, que su follaje se entrelaza sobre el camino, formando una especie de túnel. Rayos de luz lo atraviesan e iluminan la densa vegetación. Tarasov observa un punto vibrante hacia adelante, como si las grietas en el asfalto emanaran vapor. Al acercarse a unos pocos pasos, se da cuenta de que no es el único acontecimiento: el camino entero se ve como un paisaje de volcanes en miniatura. Pequeños pero letales, Tarasov piensa mientras lanza casquillos de munición hacia la anomalía más cercana y los observa evaporar con un brillo efervescente. Enciende su detector y aparecen luces brillantes en el display verde, indicando muchas anomalías. También indica un punto verde muy adentro del campo de anomalías. Demasiado lejos. Maldición, me serviría otro artefacto. Observa un único ladrillo de barro tirado en el piso, cerca de una pared y, guiado por una repentina idea, patea más ladrillos de la pared derruida antes de arrojarlos en dirección al artefacto indicado para formar un camino. Pisándolo cuidadosamente, camina a través del campo de anomalías y finalmente alcanza el punto en el que un pequeño objeto en forma de esfera brilla en una de las grietas. El chirrido del contador Geiger se hace más veloz cuando se agacha para tomar el artefacto, el indicador casi alcanza el área amarilla. Tendré que preguntarle a Nooria si sabe más acerca de éste. El indicador del contador Geiger regresa a un nivel seguro cuando Tarasov pone el artefacto en el contenedor de su cinturón y, luego de unos saltos, abandona el campo de anomalías y se encuentra libre para poder continuar. La maleza se vuelve más densa mientras avanza hasta que el camino se estrecha en una senda. Tarasov se agacha cuando algo se mueve no muy lejos de él y levanta su arma, expectante. Los arbustos crujen nuevamente, como si algo grande y pesado se hubiera movido tras ellos. A poca 351

distancia, aparece un mutante, y por un momento Tarasov y el ciervo se miran a los ojos el uno al otro. Asustada, la criatura salta con gracia de regreso hacia el bosque, dejando a Tarasov suspirando con alivioa ntes de continuar. Luego de varios minutos de andar a hurtadillas, una ruina ocre aparece. Alguna vez debe haber permanecido erguida sobre el camino, pero ahora los altos arbustos cubren la mayor parte de ella e impiden verla. Echando una mirada en derredor, Tarasov ve más ruinas. Al fin la aldea. Aldea abandonada, 13:46:02 AFT Tarasov avanza hacia la aldea cuando escucha un sonido tan extraño que, al principio, no puede creer a sus propios oídos. De todas maneras, permanece quieto, escuchando, pero sólo percibe el latido de su corazón y el golpeteo lento del contador Geiger. Y luego, el sonido regresa. De ningún modo. No puede ser. Pero cuando el sonido regresa por tercera vez, ya no queda lugar para la duda: es el sonido débil de alguien que llora. Maldita sea, este lugar es aterrador. Una mirada al medidor de radiación le asegura que el área sería demasiado peligrosa para que alguien se adentre sin traje ni casco protector. Pero el llanto se encuentra allí, en algún lugar en la profundidad, entre las ruinas descuidadas. Mejor investigo en lugar de darle la espalda. Este lugar apesta a peligro. Siguiendo el llanto, alcanza una abertura en el bosque que alguna vez debió haber sido la calle principal de la aldea. Las ruinas de un camión estadounidense se interpone en el centro del área, sus llantas se han podrido hace ya mucho tiempo, las ventanas llenas de impactos de balas se ven opacas por el polvo y el tiempo. La falta de decoraciones del estilo de la Tribu le indica a Tarasov que debe haber sido destruido durante la guerra de Bush. Probablemente puedo dejar esto sin revisar. 352

Su brújula le indica que el camino a la meseta debe estar cerca. Da la vuelta para dirigirse en esa dirección, entonces Tarasov escucha que el llanto se hace más fuerte. Repentinamente aparece una figura humana en un hoyo oscuro que alguna vez fue una ventana, pasando con tanta ligereza que desea poder frotarse los ojos bajo el visor del casco. El llanto es más fuerte, más claro, y Tarasov se da cuenta de que se trata del llanto de un niño. Incapaz de soportar el sonido de esa voz desconsolada, se acerca unos pasos… Y ve a un hombre de pie junto a la siguiente ruina. Está a punto de gritar, pero entonces no nota más que la larga vestimenta blanca que lleva el extraño silencioso y su barba gris. El mayor da un paso atrás cuando se da cuenta que no tiene ojos, ni la parte de arriba de su cráneo. La barba se vuelve roja debido a la sangre que ahora mana de sus heridas. Jadeando, Tarasov se agacha y levanta su arma, como si pudiera golpear una aparición con cuerpo traslúcido. No existen los fantasmas. Pero este es un fantasma. Pero no existen los fantasmas. Sin dejarse intimidar por el miedo que le recorre bajo la piel, se acerca. Ahora ve al niño que llora, sentado en el suelo, sollozando, tirando del vestido de una mujer muerta con una herida aún fresca en su pecho. El niño lo observa y Tarasov ve un agujero en su cabeza. La aparición levanta su mano como si indicara un camino y, cuando el mayor, involuntariamente, mira hacia la dirección indicada, aparece un grupo de personas que caminan arrastrando los pies, cada vez más cerca, con la hilera de ruinas apenas visible a través de sus cuerpos cubiertos de balas y mutilados los cuales en realidad tendrían que bloquear el rango visual. Instintivamente, saca una granada de su armadura y la arroja contra el grupo. Cae entre ellos y detona sin tener efecto alguno en sus cuerpos. El llanto se hace tan fuerte que Tarasov siente como si pudiera tocar su fuente. Girando la cabeza para localizar desde dónde llega el sonido, enciende su linterna y se aproxima a la puerta de la casa donde el niño apareció por 353

primera vez. El cuerpo fresco de una mujer yace frente a él. No hay herida visible en el cuerpo de la mujer, pero la sangre fluye entre sus piernas. Reuniendo todo su coraje, Tarasov patea la puerta. El aullido que congela la sangre es casi un alivio luego del llanto. Un mutante humanoide se pone de pie en el destello de la linterna, sus brazos antinaturalmente largos segando hacia él como si tirara algo, pero no lo golpea ningún arma o proyectil, sólo más imágenes de gente muerta, sus heridas más pesadas y sus cuerpos más horriblemente mutilados con cada paso que da. Tarasov apunta su arma y dispara. Apenas ha vaciado medio cargador cuando el mutante cae, sus miembros se mueven agónicamente antes de quedarse quieto. El llanto continúa, de modo que el mayor saca su pistolay dispara más a la cabeza de la criatura. Ahora, el llanto se debilita, y finalmente desaparece, dejando únicamente el sonido zumbante de las moscas en la habitación hedionda. Sonríe triunfal. Eso fue un buen intento, pero no amenaces a una puta con una pinga o a un soldado con cadáveres. Pero, cuando sale de la casa, sus rodillas tiemblan tanto que debe sentarse. Sólo entonces se da cuenta que lo más horripilante de su experiencia no ha sido ver heridas y cadáveres, sino la manera natural en que aparecieron. Puede que solo hayan sido todas apariciones, aunque en poses realistas: la mano de la mujer muerta intentando alcanzar un pedazo de madera como si quisiera ayudarse a sí misma para ponerse de pie; el niño aferrándose a su vestido como si fuera algo tangible; uno de los hombres muertos caminando sobre uno de los ladrillos que yacían en el suelo… Fue como si hubiera visto el reflejo aterrador de algo que realmente sucedió allí. Las palabras del coronel vuelven a la mente deTarasov: “Fue… Maravilloso. Luego de eso, ya ningún disparo llegó de la aldea.” Ahora, enfrentado al significado real de la idea de 354

caridad del coronel, Tarasov lo ve con una luz diferente y el respeto que tenía por su filosofía brutal se desvanece. Aunque es extraño… El coronel sólo dio a entender una batalla. No mencionó nada acerca de masacrar civiles y violar. ¿Qué demonios es lo que la Begún quiere que encuentre aquí? Avanza. El camino ascendente es empinado, pero pronto puede ver a través del follaje verde oscuro mientras sube y sube por el camino. Al llegar a la meseta, ve un grupo de árboles con un gran vehículo entre ellos. Mirando a través de sus binoculares, hace un acercamiento para identificar los restos de una camioneta blanca con una antena parabólica rota en la parte superior. Con el arma lista, Tarasov se acerca a los restos. Es un vehículo extraño; obviamente es civil, pero está equipado con blindaje pesado. Tras la ventanilla empañada ve un cartel blanco con la palabra PRENSA en escrita con grandes letras. Las puertas baleadas están cerradas y muestran señales de varios intentos de arrancarlas desde el exterior. Ese vehículo era como un tanque… Pero de algún modo quienes estuvieran tras estos tipos deben haber entrado, porque de seguro aquí no quedan sobrevivientes. Mira alrededor. Cerca de los restos, la rama pesada de un árbol casi llega al suelo. Tarasov la trepa con cuidado. Tras unos pasos, puede saltar cómodamente hacia la parte superior de la camioneta. Hicieron un agujero en la parte más débil… Demasiado pequeño para que un hombre se meta, pero lo suficientemente grande para una granada. Ahora, ¿cómo puedo meterme? Una escotilla cerrada se encuentra junto a la antena parabólica. Saca su pistola, llega al agujero y dispara, apuntando hacia la escotilla lo mejor que puede. Luego de un disparo de suerte la escotilla se abre, como si la cerradura se hubiera liberado repentinamente. Después, es sencillo forzarla para que abra. Tarasov deja a un lado su pesada mochila y se desliza hacia el interior del compartimento.

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Tres horripilantes esqueletos aparecen en el tenue círculo de luz de su linterna, sus ropas se han podrido hace mucho, junto con su carne. Sin saber qué es lo que está buscando, hurga entre los escombros. Una cámara yace en el suelo junto a una laptop rota y él las levanta. La computadora ahora no es más que basura, de modo que Tarasov la deja caer de vuelta al suelo, donde se rompe en pequeños fragmentos. Algo brilloso cae, un CD o DVD, y cuando se agacha a recogerlo, su linterna ilumina un objeto anaranjado brillante entre los huesos de una mano. Examinándolo de cerca, el mayor se da cuenta de que se trata de una memoria portátil. Sale por la escotilla y busca un lugar seguro donde observar con detenimiento lo que acaba de saquear. Tras un peñasco, oculto de miradas hostiles, conecta el dispositivo a su PDA. Ahora, roguemos que no esté encriptado… ¡Ah! De veras parece ser mi día de suerte. Un sistema de carpetas aparece en la pantalla. Algunas están etiquetadas en una escritura que logra reconocer como árabe, pero la mayor parte de las carpetas tienen nombres en inglés. Hay una con el título DIARIO, pero solo un mensaje es legible. 2 de julio de 2006. Kabul. Me encontré con Gardi y Hetherington en el Hotel Mustafa por unas latas de Heineken de contrabando. Esos niños exploradores aún sueñan con que los incorporen a una unidad USMC. Los tuve que escuchar despotricar sobre ética nuevamente. Gardi estaba bastante feliz con sus fotos de Médicos sin Fronteras que habían convertido una vieja prisión en un asilo. Esa m… no podría importarme menos. No pueden comprender que la verdadera historia está al otro lado. Abre ARCHIVO. Se encuentra vacía. Cambia a una carpeta con el nombre de INFORMES DE LA MISION 07/2006 resulta exitoso: unos pocos archivos legibles aparecen en la pantalla.

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08.13. AM, 6 de julio de 2006. Las nuevas reglas de combate de la ISAF dificultan proveer la cobertura que nuestro público de hora picoestá buscando. Phyllis espera encontrar fuentes locales para colarse donde está la acción. Será mejor que lo logre, de otro modo perderemos todos nuestros trabajos. 09.24. PM. 14 de julio. Phyllis llegó hoy con una nueva fuente. La idea es bastante arriesgada pero si funciona tendremos una historia grande. Partimos mañana por la mañana. Espero que Mahmud y Phyllis sepan lo que hacen. 11.30. PM, 15 de julio. Si no hubiera tenido que lidiar con mi puto divorcio no hubiera continuado con esto, pero necesitaba mi maldito salario para pagarle a esa puta. Jodido sistema legal inglés, bastardos ladrones… Como sea, esta es nuestra oportunidad para obtener la ganancia de nuestras vidas. La fuente lo ha preparado todo. Sólo tenemos que esperar hasta la mañana y mantener la cámara funcionando. 01.57. PM, 16 de julio. Eso realmente fue un buen show. Los yanquis tomaron la carnada y los agarramos tan pronto llegaron a la aldea. ¡Y tenemos todo el asunto grabado! Queriamos avanzar rápidamente luego de que se fueron pero la fuente no nos lo permitió. Por nuestra propia seguridad, según dijo. Pero cuando vimos lo que se desencadenó… ¡Mierda! Central del Vómito. Como sea, lo único que cuenta es que esos idiotas ahora tienen su segundo My Lai aproximándose. 02.43 PM, 16 de julio. Algo no está bien. Mientras Phyllis estaba discutiendo con la fuente por dinero vi a a los mujahedin arrastrando a sus caídos desde las ruinas. También vi a una pastora acercándose a la aldea. Tomé mi cámara para tomar una fotografía de su rostro cuando vió lo que había sucedido –hubiera sido mi foto ganadora del WPP– pero luego el mujahedin quiso que yo fotografiara un civil muerto. Cuando fui allí él se movió y le dispararon en la cabeza. Podría haber sido que… Ahora es demasiado tarde, ya hemos trasmitido las imágenes. Deberían salir al aire esta noche. Aunque la 357

pastora salió huyendo y con ella se fue mi oportunidad de la fotografía de mi vida. Mejor voy a ver a Phyllis ahora, parece que su discusión se está saliendo de control. 03.55 PM, 16 de julio. ¡Mierda, mierda, mierda! No puedo creer que sea parte de esto. ¡Sacaron a los jodidos aldeanos antes de la batalla! Les dispararon cuando los yanquis se fueron, luego acomodaron sus jodidos cadáveres. Incluso violaron a una mujer, al menos eso es lo que parece… Es por eso que debemos aguardar y es por eso que exigieron un pago extra. Queremos salir de aquí como almas que se lleva el diablo, pero esos imbéciles bloquearon la ruta. Ahora estamos encerrados en esta camioneta. Phyllis está llamando desesperada a los jefes para arreglar este desastre. 13.25 PM, 16 de julio. Estamos bien jodidos. No nos dejan irnos. Queríamos pedirle ayuda la ISAF, pero nuestras comunicaciones no funcionan porque esos bastardos treparon y rompieron nuestra antena. Sólo espero que la escotilla resista... Tarasov quita la memoria USB y la guarda con cuidado, sumido en pensamientos tenebrosos. Esto explica un par de cosas… Begún Madar estaba en lo cierto. Debo llevarle esta información al coronel. Estaba a punto de cerrar su PDA cuando un LED indica que alguien lo está llamando. Enciende el intercomunicador de su casco. “Aquí Tarasov.” “¡Al fin! Lo estuve llamado desde hace dos días. ¿Dónde ha estado?” La voz del capitán Bone suena ansiosa, incluso aterrada. “Es una larga historia. ¿Qué sucede?” “Estuvimos bajo ataque ayer. ¡Fueron esos malditos mercenarios durante el día y los dushmans durante la noche, pero ahora han unido fuerzas! ¡Mayor, tiene que juntar a todos los Stalkers del área de Ghorband y socorrernos!”

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“Esas son malas noticias…” Los sucesos de los últimos dos días lo han mantenido tan preocupado que Tarasov se ha olvidado casi de Bagram y de los Stalkers. Entonces sus soldados le vienen a la mente. “¿Qué hay de mis hombres? Deberían poder asistirlo, Bone.” “Lo están haciendo, pero ya hemos perdido a dos de ellos. Muchos Stalkers también.” “¿Qué? ¿Quién ha muerto de mi escuadrón?” “¡No sé sus jodidos nombres y tampoco me importan. Lo único que importa es que consiga todos los hombres que pueda en el oeste y venga a ayudarnos! ¡Ahora!” Tarasov vacila. Si Bone está muerto de miedo, la situación debe ser crítica. Pero también debe llevarle la memoria al coronel. “¿Cuánto podrán aguantar?” “Un día y medio, quizá dos. ¡Nos estamos quedando sin munición pero siguen llegando!” “No hay muchos Stalkers en Ghorband. ¿Qué se supone que haga con una docena de hombres?” “Cada Stalker y cada bala cuentan. Traiga a todos los que pueda reunir o estamos acabados... Y eso incluye a sus preciosos soldados.” “Haré lo que pueda.” Tarasov no obtiene respuesta y mira hacia el norte donde el camino, invisible por el calor vibrante, se bifurca al este y al oeste. Hacia el este, hay una oportunidad de recuperar el honor del coronel y de sus hombres, porque lo que ha encontrado deja claro que fueron llevados hacia una trampa y que no habían cometido los crímenes de los cuales se les acusaba. Hacia el este se encuentra la gran oportunidad de morir en el vano esfuerzo por proteger Bagram, o incluso antes de llegar allí, llevándose el secreto de la camioneta blanca consigo a la tumba. Puede ir hacia el este y quizá podría ser capaz de ayudar a los Stalkers y a sus soldados mientras pelean por sus vidas. Puede ir al oeste y seguramente morirían de modo horrible.

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Nooria está al oeste. Mis hombres al este. ¿Hacia dónde voy ahora? Entonces le viene una idea a la mente, tan arriesgada que incluso él duda si pudiera funcionar.

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Por quien doblan las campanas La torre del coronel, 7 de octubre de 2014, 16:18:09 AFT “Me decepciona, mayor. Luego de todo lo que le he dicho, aún no logra comprender.” Las notas de la memoria aún parpadean en la pantalla de la computadora del coronel. Ya terminó de leerlas, pero Tarasov no puede ver cambio alguno en el rostro del antiguo marine. “¡Pero es la prueba de que fueron engañados! ¡Ustedes no cometieron esos crímenes!” “¿No logra comprender que no estamos huyendo de la justicia? No somos renegados y forajidos. ¡Ahora somos la Tribu!” Tarasov suspira. Ni siquiera sé qué era lo que yo esperaba. “No,” dice el coronel, mirando el desierto a través de la ventana. “Jamás regresaremos. Ahora este es nuestro hogar. Dígale eso a la Begún. Sé que fué ella quien lo envió para que encontrara esto. Ella jamás podría comprender…” El coronel se queda en silencio. Luego de un largo minuto se dirige a Tarasov y toma algo de una caja de madera. “Como sea, tiene mi gratitud por sus esfuerzos. Esto es para usted. También le permitiré reabastecerse de nuestra armería. Tome lo que usted desee: estoy seguro que encontrará algo útil.” “Gracias,” responde Tarasov en voz baja. “También ha probado que es digno de ser llamado guerrero. Para muchos, somos el peor enemigo, pero para usted, seremos mejores amigos.” Quitando el envoltorio de hule del obsequio del coronel, Tarasov ve un cuchillo de combate hermosamente forjado. Un diseño delicado recorre la hoja, y el borde afilado de la cuchilla brilla con un color rojo pálido. El arma no es solo hermosa como objeto, por derecho, sino que también ha sido mezclada con un artefacto.

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“Es el cuchillo de combate que llevan nuestros soldados. Tómelo y llévelo con honor.” “Ni siquiera me ha preguntado si quiero unirme a su Tribu,” dice Tarasov con audacia. “Tengo los deberes propios de mi nación. Aún sigo siendo un oficial de Ucrania.” El coronel lo observa como si Tarasov hubiese proferido la más baja de las profanaciones. “No confunda un obsequio con reclutamiento. Ni aunque rogara, lo aceptaría. Usted es un amigo, ni más, ni menos… Por ahora.” “Me parece justo.” Dándose cuenta de cuánto ha sobreestimado su posición con el coronel, Tarasov vacila por un momento antes de proseguir. “Pero hay algo que necesito pedirle. Como un amigo, con su debido respeto.” “¿Y qué sería eso?” pregunta el coronel, pero su tono de voz no auspicia nada bueno. “Los Stalkersde Bagram se encuentran bajo ataque por los dushmans y sus aliados. Si la Tribu no los ayuda, serán aniquilados.” “¿Y qué?” “Si los ayudara, contaría con un aliado para que le cuide sus espaldas. Ellos también tienen comerciantes que podrían proveerle de todo.” El coronel se ríe. “No necesitamos que nadie nos cuide las espaldas. Ni necesitamos la basura de Ashot.” “Parece tener excelentes espías, pero no le han informado acerca de todo. Hay un técnico allí tambien. Su nombre es Yar. Hace maravillas con las armas.” “Está poniendo a prueba mi paciencia, mayor. ¿No ha visto esa hoja? Si vamos a tales extremos para mejorar las armas más básicas, ¿qué cree que podemos hacer con los rifles? No necesitamos un latonero. ¿Pero, por qué le importa tanto ese asunto? Después de todo, usted es un militar.” “Usted cree que ellos no poseen honor y está en lo cierto: muchos de ellos son carroñeros, intrusos, aventureros, asesinos y ladrones. Lo son, porque después de todo los Stalkers no pueden contar con nadie, excepto consigo mismos. 362

Ahora mismo puede enseñarles de qué se trata el honor y convertirlos en sus amigos y eso será algo bueno para la Tribu. Porque, ¿qué hay de bueno en ser el enemigo de todos, sin poder ser el mejor amigo de algunos?” El coronel lo sigue mirando con la misma expresión reservada. Tarasov está a punto de perder el genio. No hay modo de influir a este hombre. Sin importar qué le diga, todo le rebota. Apoyado contra la pared con las manos, el coronel se da la vuelta hacia la ventana, repiqueteando los dedos. Tarasov permanece de pie, paciente a la espera de una respuesta durante tanto tiempo que comienza a tener la impresión de que el coronel ha olvidado su presencia. De modo que se sobresalta cuando el coronel repentinamente se dirige a él otra vez. “¿Está listo para morir por sus hombres, mayor?” “Soy un soldado, entrenado para matar y permanecer con vida,” responde sin cavilar. “Pero si morir hace la diferencia… Lo tomaré como un sacrificio útil.” “Bien dicho. ¡Lástima que hay sacrificios más importantes que morir!” Tarasov mira extrañado al coronel pero el jefe le da la espalda para observar el atardecer. “Vaya y vea a su mujer ahora. Tomaré mi decisión en su momento.” El mayor sabe que el coronel no tiene más por decir. También sabe que, mientras los tenientes están de pie junto a la puerta, como estatuas, están observando cada movimiento que realiza. Sin más que decir y sin acción por realizar, Tarasov se retira. Los tenientes le permiten pasar y al salir de la torre del coronel, el mayor emite un largo suspiro de preocupación. Entonces… Probablemente sea yo solo, tal vez con algunos Stalkers del Asilo en el mejor de los casos. Me iré al amanecer.

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Fortaleza de la Tribu, 18:41:56 AFT Es la primera vez que se encuentra sin guardias y libre para recorrer la fortaleza de la Tribu y le sorprende ver lo pacífico, incluso romántico que se ve el campamento. Pequeños fuegos iluminan la angosta calle que lleva hacia el portón, cada uno con soldados sentados alrededor, relajándose. Una luz cálida emana de las delgadas ventanas de las casas de barro con vista al valle que ahora es engullido por la oscuridad de la noche que se aproxima. Algunos hogares se han construido en las rocas con puentes de cuerdas que se dirigen hacia ellos y los conectan. Las ásperas montañas brillan de color rojo por unos instantes antes de que el Sol se ponga, dejando sólo sombras azul profundo y púrpura en el horizonte. Pero con los ojos de un soldado bien entrenado, Tarasov puede ver que cada piedra de la fortaleza ha sido colocada con un único fin en mente: defensa. Las luces acogedoras de los hogares de los soldados llegan desde una dirección en la que el valle, podría ser mantenido bajo fuego con facilidad. El camino hacia la entrada es tortuoso, con fortines perfectamente alineados en posiciones para segar a los intrusos con el fuego de las ametralladoras. Puede que los mismísimos soldados estén charlando y fumando en pipas de agua, pero todos tienen sus rifles al alcance, y aquí y allá sacos de arena están perfectamente apilados, listos para reforzar la defensa. En las murallas y los bastiones, las luces de los rifles brillan mientras los guardias mantienen la vigilancia y también reconoce el angosto camino bien apisonado que lleva hacia el Pozo. La idea de un hogar junto a Nooria, que lo espera, casi lo hace arrepentirse de sus palabras sobre no unirse a la Tribu. “¿Estás perdido?” Tarasov se sobresalta incluso aunque reconoce la voz del sargento de armas negro. “A decir verdad… Sí.”

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“No te preocupes. Es fácil perderse en esta madriguera. Si estás buscando el hogar de la curandera, sigue caminando por el callejón, siempre colina arriba.” “No es ese el modo que quería expresar…” El soldado parece lo suficientemente amigable, de modo que Tarasov decide liberar las preguntas que tiene en la mente. “¿Tienes algo de tiempo?” “Lo siento, no.” “Sólo unas pocas preguntas.” “Se acerca mi turno de vigila. Si llego tarde, el sargento mayor me pateará el culo.” “Entonces, al menos, indicame dónde está la armería.” “¿La guarida de Boxkicker? Por ese callejón hacia la derecha y cruzando el puente. Debería estar por ahí con algunos soldados, haciendo VPMS.” Al ver la confusión en el rostro de Tarasov, añade: “Eso significa vigilancia preventiva de mantenimiento y servicios.” El soldado sale corriendo. Siguiendo sus indicaciones, Tarasov pasa junto a algunas fogatas donde los soldados cortan la conversación y lo miran con ojos curiosos, desconfiados, antes de volver a sus conversaciones y al humo con olor a fruta de sus pipas de agua. Tarasov tiene una extraña sensación acerca de ellos. Entonces se da cuenta de que algo falta, algo sin lo cual no pensó que un soldado podría vivir: alcohol. No ve que se comparta ninguna botella, ningún vaso lleno de alcohol. Solamente teteras lanzan vapor sobre las brasas. No hay modo en que pueda unirme a ellos. No hay alcohol. Al pasar junto a una casa labrada en las rocas escucha como una mujer castiga a un niño que se comporta mal. “¡Cállate! ¡Véte a la cama u Osama te atrapará!” “¡Pero mamá, el coronel mató a Osama hace mucho tiempo!” “Ve a la cama, bocón, o no irás al campo de tiro mañana!”

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Caminando sobre un puente hecho de cuerdas, Tarasov ve un búnker adelante. Un cartel en la puerta de metal dice COBERTIZO en letras prolijamente pintadas. Antes de entrar, Tarasov revisa su equipo. Sólo le quedan dos cargadores para el Vintorez. Apenas le alcanzarán para llegar al Asilo, ni pensar en llegar a Bagram. Necesitaré un arsenal para abrirme paso hasta Bagram. Veamos qué tienen. Al entrar, encuentra algunos soldados atendiendo sus rifles bajo estanterías que están comenzando a hundirse bajo el peso de las armas que sostienen. Un hombre está de pie junto a un asiento de trabajo, soldando algo que parecen ser pesadas placas de armadura para la posición de un metrallero en uno de los Humvees. “Miren eso. Te has conseguido un nuevo cliente, Boxkicker,” dice un soldado. El técnico apaga la antorcha de soldadura y se quita la máscara. Un sudor pesado le cae por el rostro enrojecido y presumido. “Olvida la presentación,” dice quitándose el sudor, “Sé que estás aquí para una muestra gratis.” “¿De dónde sacaron todo este equipo?” pregunta Tarasov, recorriendo los estantes con la mirada. La cantidad y variedad de armas de primer nivel lo deja sorprendido: lo que observa a simple vista, sobrepasa por mucho el surtido de Ashot e incluso de la mayoría de almacenes militares. Desde pistolas hasta armas Gatling y subfusiles hasta rifles de asalto pesados, cada arma letal fabricada en el hemisferio oeste permanece aquí en perfecto orden y condición. “Dónde no es de tu incumbencia,” dice Boxkicker. “Basta decir que aun tenemos… Simpatizantes. De seguro, no se trata de los activistas de los derechos humanos o ACLU.” Los soldados lanzan una carcajada pero Tarasov no entiende el chiste. “¿Qué es ACLU?”

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El armero sonríe. “No tienes idea, ¿eh? Ustedes, los rusos, no tienen idea de lo afortunados que son.” Los soldados ríen otra vez. Tarasov vuelve a mirar las armas, con la sensación de un niño en una juguetería. “Nos dijeron que has venido por un donativo. Haz tu elección, pero no tenemos Kalashnikovs u otra mierda eslava aquí,”dice Boxkicker dirigiendo codiciosas miradas el rifle de Tarasov. “Aunque tu Vintorez la parte.” El argot del inglés americano del técnico confunde a Tarasov. “¿Qué quieres decir? Por qué ibas a… ¿Partir mi rifle?” Al ver su confusion, el técnico le ofrece una inmensa sonrisa. “No tiene importancia, rusito. Si no puedes escoger entre un lanzagranadas de 40 milímetros y una ametralladora multipropósito, sólo pregunta.” “Iré a hacer la vigilancia nocturna,” añade un soldado. Los otros ansiosamente se unen a la burla. “Olvídalo. Ningun hombre es lo suficientemente hombre sin su bushmaster.” “Échale un ojo al Ma Deuce, rusito.” “¿Alguna vez disparaste un Cerdo?” “Me encanta disparar mi boomstick por la mañana. Suena a victoria.” “Una vez dejé a una chica porque me hizo elegir entre ella y mi blooper.” “¡Vamos, muchacho, la única chica con la que has estado es tu ALICE!” “Entonces, rusito,” dice Boxkicker dirigiéndose a Tarasov, aun riéndose por el rostro de perplejidad del mayor y quitándose más sudor de su rostro. “Dime qué necesitas.” Tarasov mira en derredor. La abundancia de armas fabricadas en el oeste es sobrecogedora. “Boxkicker… ¿Qué hay con ese M4A1SOP modificado, incluyendo el ACOG? Puedes darme un cargador de 30 también.” “Te escucho, te escuho… Aquí tenemos un ruso educado.”

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“Y la Heckler & Koch M27 con el C-Mag que está en el estante de tu derecha. ¿Puedo verla?” “Vamos, es demasiado bueno para ti. Puedo ofrecerte un PIP M249 con una bolsa de tela que contiene 200 rondas.” “Sólo si viene con suficiente cinta adhesiva para evitar que se caiga en pedazos.” “Tienes razón, lo reconozco. Muy bien… ¿Munición para esto? Supongamos que quieres llevar un M855 cargado de munición.” “No lo necesito para disparar guisantes. ¿Esas de allá son balas Match?” “Bingo. Dos cajas es todo lo que obtendrás.” “Me serviría el Benelli M4 también, con algunas cajas de balas.” “Me vas a arruinar, ¿lo sabías? Toma esta escopeta.” “¿Qué hay de ésa?” Tarasov señala un rifle pesado color ocre. “Oh-oh… Quieres hacerme la vida realmente difícil, ¿eh?” “¿Para tanto?” “No sé qué me jodería más, darte ese Gepard M6 o ignorar las órdenes del jefe… ¿Cómo te serviría un rifle antimaterial, de todos modos?” “Haciendo una diferencia material entre la vida y la muerte, supongo.” “Ése en verdad es jodidamente bueno. Pero sólo funciona con balas rusas de 12,7 milímetros y no tenemos muchas por aquí.” “Te lo pediré amablemente: ¿Puedo llevarme el Gepard, por favor?” “De ninguna manera. Mejor mantén tus puñeteras manos lejos de él.” “Deja de comportarte como lo máximo, Boxkicker,” dice un soldado en voz baja. “Es el amiguito de Nooria. A menos que quieras que ella te orine en las heridas la próxima vez que necesites asistencia, será mejor que le des lo que quiere.”

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“Oh, sí, Nooria.” El armero se relame. “¿Supongo que antes de comértela, la dejaste empaparse en agua caliente al menos una hora, la depilaste y la desinfectaste y luego le pusiste una cubeta en la cabeza para cubrir su rostro?” El rostro de Tarasov enrojece de ira. “No quieres meterte en problemas”, le dice a Boxkicker otro soldado. “Dale lo que quiere, bocón.” “No le daré el Gepard a este timador. Que me bese el culo. Pero sólo si se lava la boca luego de haber besado a esa pequeña bruja cara de vagina que…” El armero no logra finalizar la oración. Tan rápido como un rayo, los puños de Tarasov salen como dardos y golpean el brazo y plexo solar de Boxkicker, seguido por otro puñetazo a la garganta que lo envían deshecho entre las armas perfectamente acomodadas. Derribado, se queda en el piso con los rifles, herramientas, granadas y cargadores con munición lloviendo sobre su cabeza desde los estantes arruinados. “Mierda,” gime Boxkicker eventualmente, escupiendo sangre y dientes. “Tomaré eso como un ‘sí, tengo todo lo que necesitas’,” dice Tarasov y apila las armas y la munición en la mochila de su exoesqueleto. “Respeto, rusito,” ríe un soldado, “¡Eso es lo que yo llamo un golpe ninja!” “Te equivocas, pindos,” Tarasov gruñe nuevamente mientras deja la armería. “Se llama systema.”

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Hogar de Nooria, 7 de octubre de 2014, 21:57:13 AFT “He vuelto.” Cuando entra al hogar de Nooria y coloca sus nuevas armas en el piso, la ironía de la situación lo hace sonreír. Parece como si regresara a un hogar perfectamente normal luego de un día de compras. “¡Bienvenido, mi guerrero!” Nooria le ofrece una sonrisa feliz desde la chimenea, donde está hirviendo algo condimentado en una olla ennegrecida. Ahora se ve diferente, con ropas blancas con costuras ricamente decordas, con su cabello suelto y limpio brillando con el reflejo del fuego. “Te ves feliz. ¿Qué dijo?” “Aún lo está pensando,” Tarasov se encoge de hombros a la vez que se saca su traje blindado. “No pude impresionarlo más.” “Te dije cuando llegaste a la aldea, el corazón del coronel es duro como…” Nooria golpea con el puño la olla de acero. “Tendré que dejarte mañana nuevamente.” A Tarasov le preocupa su reacción. Nooria es una mujer de la Tribu y no podría culparla si no comprendía por qué salía corriendo a ayudar a los Stalkers, a quienes su gente considera mucho menos que carroñeros sin valor. Al mirar el vestido blanco que apenas oculta su figura de piel oscura y delicada, casi se arrepiente de sus palabras. “Claro que lo harás,” responde ella casualmente sacando la olla de la chimenea y poniéndola sobre la mesa. Cuando se mueve cerca de él y se quita el cabello del rostro, Tarasov huele su escencia. Sabe lo suficiente sobre las mujeres para ser conciente que su cabello no necesitaba el movimiento. “Y ahora come. Te ves hambriento.” “¿Qué es esto?” “Un estofado. Los cachorros del demonio cazaron un ciervo.” Luego de todas las cosas que escuchó acerca de Nooria, Tarasov sospecha un poco sobre el espeso caldo 370

condimentado, pero lo saborea como una sopa normal, aunque está más picante de lo que está acostumbrado. Saborea las primeras cucharadas del estofado. La última comida caliente que comió de un plato en una mesa decente fue en el apartamento de su madre; peroUcrania, la vieja Zona y Kiev ahora parecieran ser otro planeta. “¿No te gusta?” Nooria pregunta preocupada, estudiando su rostro. Se sienta en el tapete, y observa a Tarasov comer. “Tengo algunos polvos que lo hacen más sabroso.” “Oh no, gracias, es delicioso,” responde rápidamente Tarasov. “Pero escucha… Por favor, ¿podrías sentarte junto a mí en la mesa?” “No. Las mujeres siempre esperan a que el hombre termine su comida.” Tarasov baja la cuchara. “Pero no puedo comer de este modo.” “Por favor, hazlo. Tengo algo que hacer hasta que termines.” Tarasov abre los labios para tragar otra cuchara llena pero su boca permanece abierta por la sorpresa cuando Nooria agarra su rifle y, antes de que pueda decir palabra alguna, comienza a desensamblarlo. “¿Qué estás haciendo, Nooria?” “Limpiar tu arma.” Tarasov revolea los ojos. “Deja ese M4 tranquilo, mujer. Está cargado.” “Claro que lo está. Pero, éste es de los nuevos… No lo he tratado aún. Espera.” Desaparece en el cuarto de atrás. Cuando regresa, trae una bolsita y un trozo de tela. Nooria desensambla el rifle con habilidad y le aplica una sustancia grasosa, gris, que el metal del arma absorbe de inmediato. “Lo hice con tu nuevo artefacto,” explica al ver la mirada intrigada de Tarasov. “Mantendrá limpia tu arma. El polvo y la suciedad no se le meterán.” “¿Qué? ¿Hiciste grasa para armas con mi artefacto?”

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“Por supuesto. Algunos artefactos son más útiles así que cuando los llevas encima. Con algunos hago un ungüento refrescante. Con otros, hago aceite para las heridas. Hago polvo, lo mezclo con hierbas, piedras que centellean… Cosas como ésas.” Se encoge de hombros y le ofrece a Tarasov una risita inocente. “¿Dónde aprendiste esto?” La risita de Nooria se transforma en una sonrisa misteriosa. “Pregúntame otra cosa.” “Muy bien… ¿Por qué llaman cachorros del demonio a los niños soldados?” “La antigua tribu del coronel se llamaban a sí mismos los perros del demonio. Le encanta la tradición. Es por eso que a los niños se los llama cachorros. Serán guerreros algún día, si se prueban a sí mismos.” “Ajá… ¿Diste al coronel y a sus tenientes alguno de estos polvos especiales tuyos? Porque son todos tan enormes…” “No… eso fue…” La sonrisa se desvanece del rostro de Nooria. “Estaban con él cuando entraron…” “¿Dónde?” “Las profundidades de Shahr-i-Gholghola.” Tarasov comienza a entender lentamente. Lo que sea que hayan encontrado bajo la Ciudad de los Gritos los convirtió en gigantes destructores vivientes. ¿Pero cómo podría pasar eso? Desearía poder preguntarle más a Nooria acerca de la aldea y la batalla que aconteció allí, pero no parece muy ansiosa de que la presionen. “Vi algo extraño en la aldea…” dice cuidadosamente. “Era un mutante, pero en lugar de atacarme hizo aparecer fantasmas. Fantasmas extraños… Parecían muy reales.” “¿Fue difícil matarlo?” “No.” “Conozco su especie… Lo llamamos djinn. Es muy débil y se oculta en cuevas y ruinas. Trata de alejar a sus enemigos asustándolos. Si vienen los chacales, los hace ver serpientes. Si

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viene la serpiente, le muestra oso. Y a los hombres, le muestra cosas horripilantes. Eres valiente.” “Curioso sería una palabra mejor… Y ahora, me siento mal por haber matado a un mutante débil, que lo único que quería era asustarme para que me fuera.” “Tienes buen corazón.” “Eso es algo que nadie me ha dicho en mucho, mucho tiempo.” Un sentimiento de ternura se apodera de Tarasov al mirar a la chica frágil, que le devuelve la mirada con una sonrisa en el rostro marcado. “Acerca de esos fantasmas… ¿Eran reales?” “Mi aldea ha visto cosas muy tristes,” responde Nooria mienrtas se levanta y toma el plato vacío de la mesa. “No hablemos de esas cosas esta noche. Tenemos algo más importante por hacer.” Lo único que Tarasov quiere hacer es relajarse luego de una sopa abundante. Desearía tomarme una cerveza ahora. “Nooria, eres buena con toda clase de polvos y pociones… ¿Sabes como elaborar cerveza?” “¿Cereza? ¿No te gustó el estofado de ciervo?” Pregunta defraudadamente, volviendo a la limpieza del rifle. “Porque estofado con cereza tendría muy mal sabor.” “No importa…” Repentinamente, los ojos de Tarasov se posan en una gran olla y una pila de pan rancio oscuro. “¿Está hecho de centeno?” “Sí. Pero es pan viejo.” “Mejor así. Tienes… Ya sabes, ¿esa cosa que se usa para hacer el pan…?” “¿Levadura? Creo que sí.” “¿Pasas y azúcar?” “Sí, pero, ¿por qué?” “Muy bien… Ahora es mi turno de enseñarte una receta secreta. Corta el pan y sécalo. Hierve agua en esa olla grande. Cuando esté hirviendo, sácala del fuego y revuelve con el pan. Cubre la olla y déjala reposar en un lugar oscuro, fresco. Luego de medio día, filtra el líquido. Mezcla la levadura con el 373

agua tibia y una pizca de azúcar. Espera hasta que la levadura se ponga brumosa. Revuélvela en el líquido filtrado con un poco de azúcar… ¿Aún me sigues?” Nooria asiente mientras quita el cargador del fusil. Envuelve su dedo con la tela y comienza a limpiar la recámara. Su dedo se mueve con lentitud dentro del rifle. Tarasov mira con fijeza sus ojos, aún atentos a él, y repentinamente le resulta difícil concentrarse en la receta. “Muy bien, como sea… Después de un día, fíltralo en una vasija y añádele las pasas. Espera un par de días, luego sírvelo frío. A los soldados les encantará.” Nooria lo mira con sospecha. “Hmm… ¿Eso es sarab?” “¿Qué? Oh no, no es alcohólico. Mi madre me lo preparaba cuando era niño… Es una bebida muy buena.” “Puedo intentarlo…” “Por favor, inténtalo, pero no le agregues ningún polvo de las piedras o artefactos a eso, ¿está bien?” “Está bien. Pero, no la prepararé ahora. Ahora tengo otra cosa en mente.” “Y, mmm… ¿Qué tienes en mente?” Nooria ahora mueve hacia arriba y hacia abajo la tela por el cañon del rifle, con suavidad, gentileza y muy despacio. Le ofrece una gran sonrisa, mostrando sus dientes blancos. “¿Qué crees que tengo en mente?” Hogar de Nooria, 8 de octubre de 2014, 05:48:59 AFT Consciente de que podría ser la última vez que la ve, Tarasov no deja ni una pulgada del cuerpo de Nooria sin acariciar. Mientras besa y acaricia sus cicatrices como si la ternura pudiera curarlas, las palabras de Mac –o mejor dicho, de Elisabeth– le vienen a la mente: “Encontrar otro ser humano que tiene todo el significado de la Zona en él, da una nueva razón para vivir.” Permanecer con vida… No me importaría morir ahora, con ella como mi última visión. 374

Su cuerpo se estira como un paisaje, curvas ondulantes femeninas que huelen a sudor y la escencia del aceite corporal, preparadocon un artefacto, que pareciera tener los poderes de un afrodisíaco. Y no es que esta noche necesitara de ese tipo de ayuda. Acaricia sus pechos y deja que su mano se deslice hasta su cuello cicatrizadoy su rostro, acaricia su cabello suelto y descansa su cabeza en su vientre con su sabor aún en la lengua. Tarasov quiere dormirse allí, con el calor que emana del cuerpo de Nooria contra su rostro. Cierra sus oídos a la conmoción exterior, sin intención de levantarse ni siquiera cuando Nooria se pone de pie y, cubriendo rápidamente su desnudez con su largo atuendo, abandona el lugar de descanso. Desde algún lado, muy lejano, el sonido de motores pesados al encenderse viene a través de la noche. Las puertas se abren y Tarasov escucha una voz masculina agitada, pero aún así la ignora. “¡Despierta!” Nooria suena ansiosa. “¿Qué sucedió?” Tarasov inquiere medio dormido. “¿Por qué estás tan alterada?” A través de sus párpados a medio abrir, pesados por el cansancio, Tarasov ve su rifle en las manos de Nooria. El metal del arma brilla impecablemente limpio a la luz de la vela. “Tómalo y úsalo con honor,” Nooria dice con una pizca de tristeza en la voz, “porque ahora debes irte. El cabo primero Bockman vino a buscarte.” “Pero… ¿Por qué?” pregunta Tarasov. Un pensamiento aterrador lo invade. Espero que el coronel no haya ordenado que me alejen de ella luego de que lo hice enojar la otra noche. “¿De qué se trata?” Nooria le da el arma. “Nuestra Tribu va a la batalla. Sé fuerte y valiente, guerrero... Y regresa a mí con la victoria.”

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Ghorband, 11:34:26 AFT Oculto tras los restos de un transporte BTR, Tarasov estudia a través de los binoculares a los Stalkers que cuidan el camino bloqueado hacia Ghorband. Parecen nerviosos, tienen sus rifles preparados para disparar y se mueven apenas del refugio que ofrecen las bolsas de arena. “¡No disparen! ¡Stalker acercándose!” Preocupado por recibir un disparo al ser visto, el mayor sale lentamente de su refugio y comienza a caminar hacia los Stalkers con sus manos bien en alto. “¡No disparen, hermanos!” “Bajen las armas,” escucha gritar a Psiquiatra, “¡es el muchacho del ejército! ¡Oye, ven rápido! ¡Espero que estés aquí para ayudarnos!” “Así es, Borys. ¡Vamos a Bagram a patear traseros!” El Psiquiatra lo mira con absoluta incredulidad. “De ninguna manera. Tendremos suerte si podemos mantenernos con vida aquí. Escuchamos que se acercaban vehículos… Estamos jodidos de verdad. Bagram está cercado y la Tribu se nos echará a las yugulares… Éste sera nuestro último refugio. ¡Aquí, hermano! ¡Ven a tomarte un vodka mientras todavía puedes!” “No quiero vodka hoy, gracias, ni será un último refugio. Traje hombres conmigo. Unos cuantos buenos hombres.” “No es momento de hacer bromas. ¿Dónde están?” “Detrás de mí. Será mejor que guarden sus armas.” El mayor presiona un botón de su intercomunicador. “Bockman, el camino está despejado. Procedan.” Los Stalkers se ven sosprendidos cuando escuchan el sonido de motores pesados aproximándose. “Esto no puede ser real,” murmura Borys. “Pero si no es real, realmente suena real… Y entonces soy yo quien necesita un loquero, porque estoy alucinando.” “No, no es así. ¡Observa!” Desde la curva cercana a lo lejos, aparece un Humvee. Luego lo siguen una docena más y tras ellos una larga 376

columna de una centena de vehículos blindados, decorados con cráneos podridos de talibanes y de mutantes, con la bandera de la Tribu flameando orgullosamente en las antenas. Área en torno a Bagram, 13:07:51 AFT El Humvee conducido por el cabo segundo que lleva al coronel y a Tarasov dobla por un sendero que hacia una colina alta con vistas hacia Bagram. El convoy principal se detiene, todavía al resguardo del bosque entre el camino y las planicies abiertas hacia el este. Dos camiones dejan el convoy y siguen al coronel hacia la cumbre donde se detienen, con sus flancos protegiendo el vehículo de su líder. “No necesitará su equipo,” dice el coronel al ver que Tarasov se encuentra a punto de sacar su nueva carabina M4 con él. “Tome solamente la mira de su Gepard. Tiene más alcance que esos binoculares de juguete.” Una docena de tenientes saltan de los camiones y asumen una posición de protección alrededor del coronel. Los dirige un soldado con un exoesqueleto que es diferente a los otros, ya que ha sido enteramente pintado de negro, incluso su casco, bajo el brazo, en el que se lee la inscripción SEMPER FI se destaca. De todos los soldados que los rodean, a excepción del coronel, sólo él no lleva el casco. Ojos azules observan desde un rostro arrugado, tostado por el Sol, coronado por un cabello gris cortado al ras; irradia la calma de un antiguo guerrero que ha presenciado ya muchas batallas como la que se despliega frente a ellos. Aunque más alto y más delgado, hay algo en su presencia que le inspira confianza, que hace a Tarasov recordar al praporshchik Zotkin. Más camiones y Humvees llegan a la colina, llevando morteros y ametralladoras pesadas. Sus equipos rápidamente comienzan a prepararlos, pero obviamente no lo suficiente rápido para el antiguo soldado. “¡No tengan miedo de romperse las uñas, señoritas! ¡No son solamente un equipo de fuego de apoyo, son mi equipo de 377

fuego de apoyo! Anderson, ¿quiere que el jefe piense que mi equipo de fuego de apoyo está compuesto por maricones? ¿Quiere decepcionarme hasta el carajo, artillero?” “¡No, sargento mayor Hartman, señor!” “¡Entonces apúrese! ¡No estamos aquí para una convención de maricas perezosas, soldados! ¿Para qué estamos aquí hoy?” “¡Para matar!” responde el coro de guerreros. “¿Y por qué estoy yo aquí hoy?” “¡Por la emoción!” “¡Quiero esa matanza! ¡Quiero esa emocion! ¡Muévanse maricas perezosos! ¡Lleven esas cajas de munición!” De pie frente al vehículo de mando mientras estudia a través de sus binoculares la base sitiada, el coronel da una orden en su radio. “Equipo de asalto, procedan hacia Línea de Fase Akron.” “Afirmativo. La fuerza de ataque está Oscar Mike,” llega la respuesta. “Manténgalo firme, Ramírez.” “El equipo de fuego de apoyo está listo, señor,” informa el sargento mayor al coronel, que observa su reloj. “Les llevó tres segundos más de lo que esperaba, Principal.” “Mis disculpas, señor. Le hablaré a Anderson una vez que termine el espectáculo.” En ese momento, una descarga de proyectiles RPG golpea las puertas de la base de los Stalkers, haciendo explotar un puesto de metralleros y matando a docenas de defensores. “Se ve bastante peliagudo allá abajo,” asevera el coronel con calma. “Nada que no podamos manejar, señor.” “Principal, que se prepare el equipo de fuego.” El coronel levanta su transmisor de radio. “Driscoll, proceda con el equipo de seguridad para marcar la cuadrícula Zulu Bravo Siete Nueve.” A través de sus binoculares, Tarasov observa a algunos vehículos con blindaje liviano separarse de la columna y no 378

puede evitar los malos recuerdos cuando escucha la cruel voz del teniente primero a través radio. “Afirmativo, señor. Equipo de seguridad avanzando.” Los vehículos aceleran, conduciendo alrededor de la colina que el coronel ha elegido como su puesto de mando así como también para permanecer oculto de la mirada de sus enemigos, y rápidamente avanzan hacia el camino que conduce hacia el sur. “Driscoll está cerrando la zona de muerte,” le dice el sargento mayor a Tarasov con una sonrisa. “Ningún zarrapastroso saldrá de aquí vivo, ni aunque estén disfrazados de Minnie Mouse.” Dos camiones pequeños y livianos llegan a la colina. ¿Qué están hacienda aquí? piensa Tarasov. Sin blindaje, sin nada… A menos que bajo la cubierta haya alguna pieza de artillería. “Se ve mal para los carroñeros,” le dice el sargento mayor señalando la base sitiada de los Stalkers. “Están con la mierda hasta el cuello. Un desastre total.” Tarasov levanta sus binoculares. La muralla contenedora alrededor del Antonov está destrozada, mientras aquí y allá las balas trazadoras silban hacia las olas de enemigos que pululan alrededor de la fortaleza Stalker como un mar de hormigas. “Mayor,” escucha que el coronel llama, “usted no será parte de esta batalla. Sólo tendrá el placer de observarla. Pero antes de que comience le encargo una misión.” Tarasov gira hacia él con un mal presentimiento en sus entrañas. “Tenía razón, mayor, no tenemos amigos aquí. Y no creo que los Stalkers y la Tribu sean amigos jamás. Le ordené a mis hombres que peleen porque quiero que esté en deuda conmigo.” Esto no suena nada bien. “Quiero que esté en deuda conmigo porque le encargaré que haga algo que es casi imposible,” dice el coronel. “Su tarea es permanecer con vida hasta que haya hecho aquello por lo 379

que ha venido hasta aquí. Después, quiero que encuentre a mi hijo y le dé lo que ha encontrado en la aldea. Dígale lo que ha visto aquí; todo. ¿Está dispuesto a hacer esto por mí, a cambio de las vidas miserables de un puñado de carroñeros?” “¿Y si muero sin importar con cuánto ahínco intente permanecer con vida?” Otra gran explosion sacude las defensas de los Stalkers. “¿Se atrevería a defraudarme?” Una sombría sonrisa aparece en el rostro del coronel. “Mejor decídase ahora, porque parece que a sus amigos apenas le quedan unos minutos de vida.” “Sí, haré eso por usted. Si puedo mantenerme con vida.” “Lo hará. Considérelo una orden directa mía. Tome esta maldita memoria USB y cuídela con su vida. He guardado en ella todo lo que necesita saber para poder encontrar a mi hijo. Cuando lo encuentre, comprenderá lo que le he dicho acerca de la heroína, y por qué sembramos los campos de amapolas con cadáveres. Y ahora… Ahora me verá desatar a los guerreros más formidables que ha visto esta tierra.” “La fuerza de choque ha alcanzado la Línea de Fase Akron. Sierra Bravo,” escucha una voz crujiendo por la radio. “El equipo de seguridad se encuentra en posición,” llega otro informe. El coronel mira al cielo gris infinito y respira profundamente. Sus fosas nasales dilatadas y temblorosas exponen la emoción que suprime a duras penas. “Me encantan las batallas al amanecer… Que el cielo se derrumbe. Principal: ¡envíe la fuerza de choque!” “Fuerza de choque avance por Línea de Fase Boston hacia Línea de Fase Charleston,” ordena el sargento mayor a través de su radio. "Cuando lleguen a Charleston, esperen la orden del jefe antes de atacar." "Fuerza de choque. Afirmativo." Tarasov levanta sus binoculares hasta la altura de los ojos. La columna comienza a moverse y dobla hacia el este en un camino angosto a través del bosque. 380

Los vehículos se mantienen a una distancia precisa entre sí, como si fueran vagones empujados por la misma locomotora, incluso cuando llegan a la planicie donde aceleran en medio de una gran nube de polvo y arena. “Fuerza de choque cruzando la Línea de Fase Boston.” Hasta ahora, todos los nombres clave, las órdenes y los codigos de destino a Tarasov le sonaban como una operación militar normal, pero ahora, el coronel lanza una orden inesperada. “¡Arriba! Hagan sonar la campana.” “Ya era hora, señor.” El sargento mayor sacude su mano hacia los camiones ligeros que llegaron de último. La dotación de cada uno quita las lonas de las partes superiores pero, para sorpresa de Tarasov, no es un arma lo que transportan sino un juego de altoparlantes gigantes. Repentinamente, Tarasov escucha el tañir de una campana gigante, su sonido tan profundo y sombrío suena como si fueran los heraldos del mismísimo Apocalipsis y tan potente que sus tímpanos están por reventar. El tañir aterrorizante rueda a través de las planicies y hace eco en las colinas lejanas. “Nuestra manera de hacerles saber que el fin está cerca,” grita el sargento mayor con una gran sonrisa, poniéndose el casco. “La fuerza de choque ha llegado a la Línea de Fase Charleston,” llega a través de la radio. “Asuman la formación de asalto, Ramírez,” ordena el coronel. “Equipo de fuego de apoyo, la zona mortal es de ustedes.” “¡Fuego con efecto! ¡Aplástenlos!” Bajo las órdenes del sargento mayor los morteros sueltan una andanada y las ametralladoras pesadas de losHumvees comienzan a ladrar. La columna ha llegado a la planicie y se despliega en un semicírculo, rebasando el fuego enemigo como una serpiente gigante que levanta su cabeza para atacar a su presa. Los Humvees desaceleran por un momento y se vuelven hacia el 381

enemigo que ya se encuentran aplastados por los morteros de la Tribu y las ametralladoras pesadas. “Fuerza de choque en posición.” “Fuerza de choque… ¡Vayan!” ordena el coronel. “Equipo de fuego de apoyo, ¡desplacen su fuego!” El sonido de guitarras ahora ruge desde los altavoces a un volumen capaz de aplastar cráneos, con una sinfonía de la ira más pura. Un deseo de destrucción lo abruma y Tarasov siente la urgencia de correr colina abajo con las armas en las manos, dando rienda suelta a un grito para unirse al alarido del cantante. Se siente como una marioneta movida por el tañir de la campana, mezclándose con el ritmo impío que viene de los altavoces. Una mirada del coronel lo detiene. En el brillo grisáceo del amanecer, el rugir atronador de la batalla se entremezcla con la música que rueda planicie abajo. Tarasov creía que la Tribu se había ganado su notoriedad por pura crueldad. Pero lo que ahora ve es el más impresionante despliegue de poder de fuego móvil que jamás haya presenciado. La línea de vehículos acelera, las ametralladoras montadas y los lanzagranadas escupen balas y explosivos en las filas enemigas. No disminuyen la velocidad cuando chocan contra los dushmans, catapultando cuerpos y miembros destrozados hacia el cielo. Ahora los guerreros dan un salto hacia afuera y se lanzan a la carga mientras las ametralladoras en los vehículos cubren el área delante de ellos con una lluvia mortal de fuego. Tarasov ve a un soldado reventando las cabezas de dos enemigos con su ametralladora mientras los cachorros del demonio carga con sus bayonetas caladas, enrojecidas por la aleación brillante y la sangre. Un Humvee se separa de la línea y pronto se ve rodeado por el enemigo, sólo para dar rienda suelta a un enorme haz de fuego de un lanzallamas montado y limpiar un círculo repleto de cadáveres ardientes a su alrededor. Ve a un cachorro del demonio morir, después a otro que había 382

intentado proteger a su camarada caído. Por un momento la línea vacila, pero algunos guerreros mayores llenan los puestos vacíos y aplastan al enemigo con fuego de fusilería. El guante de hierro de la Tribu se cierra sobre su enemigo sin piedad e irresistiblemente, empujándolos hacia adelante, hacia la pared de contención, donde las balas de los defensores llueven sobre sus filas concentradas. Tarasov gira sus binoculares hacia los Stalkers que están peleando una batalla campal contra losdushmans, varios de los cuales están trepando las paredes. Un Stalker con un traje pesado patea a uno en la cabeza, sólo para que una figura vestida de oscuro que escala el muro le dispare por la espalda. Dos disparos de la escopeta de otro defensor revientan la cabeza del dushman. Tarasov ve que el enemigo comienza a flaquear, pero en la entrada, reventada por los impactos de los RPG y las granadas de mano, un grupo de comandos chinos con armadura pesada mantienen la posición entre los aterrorizados dushmans apiñados en el camino y los presionan hacia el portal. “Tienen agallas,” escucha comentar al sargento mayor. “No está mal: mantienen la cohesión bajo fuego tan intenso. Los carroñeros les tiran de todo menos la pileta de la cocina.” Algo debe suceder o todo esto fue para nada, piensa Tarasov, apenas capaz de contenerse de salir a la carga hacia la batalla. Cambia a la mira de su rifle de francotirador para observar más de cerca y ve a un grupo de Stalkers que salen por la entrada guiados por dos figuras vestidas con armadura militar; uno de ellos barre las filas enemigas con su ametralladora y el otro dispara sin cesar un rifle de asalto. Para su increíble alivio, reconoce a Ilchenko y a Zlenko. Gracias a Dios siguen vivos. ¿Pero dónde están los otros? Mira como los Stalkers avanzan a toda velocidad, gritando, matando y muriendo hasta que topan con la pared de acero de los guerreros de la Tribu, únicamente con enemigos muertos y moribundos entre ellos. Por un instante, los Stalkers y los guerreros se encuentran cara a cara. 383

“Fuerza de choque, reagrúpese. Inicien la persecusión,” ordena el coronel lacónicamente. Los guerreros de la Tribu dan la vuelta y se suben a los Humvees, algunos de los cuales ahora transportan menos hombres que antes de la batalla. Tarasov ve a algunos Stalkers atrevidos, con el Psiquiatra y sus seguidores del Asilo, unirse a los guerreros. Los vehículos aceleran tras los enemigos demolidos, aplastando a aquellos que quedan bajo sus enormes ruedas, mientras los guerreros disparan sus armas a aquellos que están demasiado lejos para ser aplastados mientras poco a poco empujan a los pocos enemigos sobrevivientes hacia la posición del teniente primero Driscoll, donde se verán atrapados en un fuego cruzado final. “Está bien, Principal,” dice el coronel. “Ordéneles que cesen el fuego antes de que se vuelva fuego amigo. Hemos terminado por hoy.” “Cesen el fuego, cesen el fuego,” ladra el sargento mayor a través de su radio. “¡Terminó el espectáculo!” “Que Bauer y Ramírez limpien el área. Quiero que el resto de los guerreros se junten en la entrada de esta cloaca patética. Dejen que vayan los médicos y que un Humvee lleve a nuestro amigo con sus hombres.” A la vez, los vehículos giran y, después de rematar a los pocos enemigos que permanecen con vida, regresan a la destrozada fortaleza Stalker, donde se alinean como una unidad de caballería–polvorientos, llenos de humo, salpicados con sangre; sus pasajeros se bajan y se unen a los Stalkers en la celebración de la victoria. A la señal del sargento mayor, la música disminuye su volumen gradualmente, hasta que muere. “Equipo de seguridad. Algunos zarrapastrosos se han rendido. Esperamos instrucciones. Cambio.” El coronel enciende un cigarrillo con tranquilidad. “No estoy de humor para tomar prisioneros el día de hoy, Driscoll” responde por la radio. “Afirmativo.” 384

Segundos después, el frío viento de las planicies lleva hasta ellos el sonido de descargas de fusilería desde la posición del teniente primero. El Principal se quita su casco y se carga su carabina M4 al hombro. “Maldita sea esta mierda,” le dice a Tarasov mientras le señala el Humvee más cercano. “Para hombres como nosotros, observar tremenda batalla y sólo oler la cordita desde lejos es como una tortura, ¿no es así?” “No podría estar más de acuerdo, sargento mayor,” responde Tarasov trepando al interior. “Pero de todos modos, fue una gran batalla.” “Claro que lo fue. Era mi Tribu luchando, los mejores hombres del mundo. ¡Semper Fi!” “¿Qué era esa música? Una vez vi algo como eso en una película, con helicópteros y todo, pero jamás creí que ustedes los norteamericanos realmente pusieran música cuando se dirigían a la batalla.” El sargento mayor sonríe. “Wagner es para maricas, mayor. Nosotros preferimos Metallica.”

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Conteo de bajas Bagram, 16:34:56 AFT “¡Yar! ¿Tienes un minuto?” “¿Qué? No puedo oirte, Ashot. Mis tímpanos están reventados.” “¡Eso no es nada, querido! Tengo balas en el culo.” “En realidad, me apuñalaron en el cuello también.” “Vamos, hombre, eso no es nada comparado con mi dedo amputado.” “Lo siento, no puedo admirarlo. Estoy usando un parche en mi mejor ojo.” “¿De modo que no has visto mis botas? ¡No puedo encontrarlas desde que Sueldahuesos me curó los pies!” “¿Te quitaste las botas? ¡Ahora comprendo por qué salieron huyendo!” “¡USTEDES DOS! ¡EL INTERCOMUNICADOR NO FUE REPARADO PARA FACILITARLES SU CHARLA! Y USTED, MAYOR… VENGA. TENEMOS QUE HABLAR.” Jódete, Bone, piensa Tarasov cuando se baja del Humvee y echa una mirada alrededor. El ataque le ha costado caro a la base de los Stalkers. Los RPGs han reventado los muros de la torre de mando de Bone. El viejo Antonov está en peores condiciones que las que estaba antes, con una de sus alas rotas desde el fuselaje, probablemente debido al fuego del mortero, y ahora permanece en el suelo repleto de balas como signo de que los Stalkers lo habían transformado en una improvisada posición de fuego, para compensar el contenedor de acero que había sido volado lejos de la puerta. Cerca de la parte relativamente intacta de la pared contenedora, Tarasov ve docenas de tumbas recién cavadas. La torre de vigilancia aún permanece, con un Stalker en la parte superior tras sacos de arena que han sido oscurecidos por el humo de las explosiones. La única

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vista reconfortante es la de sus dos soldados, agotados por la batalla, que se apresuran hacia a él. “¡Mayor Tarasov!” lo saluda el sargento con alegría. “¡Qué bueno es tenerlo de regreso!” “¡Viktor! ¡Ilch! ¡Qué bueno verlos enteros!” “¿Qué le sucedió? Se ve… Diferente.” “Es una larga historia…” “En una sola oración, mayor,” dice Ilchenko, “por favor. ¡Se fue con Squirrel y regresó con un ejército entero!” “¿En una sola oración? Muy bien… Destruimos la batería antiaérea que derribó nuestros helicópteros y nos topamos con la Tribu, que mató a Squirrel y querían matarme a pedradas, pero una mujer prefirió que dejara a su hija bruja embarazada y me envió a una aldea infestada de mutantes para encontrar vieja información que era muy importante para el líder de la Tribu, al cual, eventualmente, convencí de que salvara Bagram. Eso es todo.” “Maldita sea… ¿Matarlo a pedradas?” Ilchenko pregunta sacudiendo la cabeza. “¿Qué demonios son esas personas? ¿Salvajes?” “Todo lo contrario.” “¡Lo único importante es que usted ha vuelto con nosotros!” Tarasov no sabe como oponerse al entusiasmo de Zlenko. De haber querido ser honesto con él, tendría que haberle admitido que no sé dónde se encuentran ‘de vuelta’ y ‘lejos’ y quién podría llegar a ser ‘nosotros’. Este lugar me ha atrapado “Seamos felices porque no le sucedió a Ilchenko. ¡Si fuera él quien contara esta historia, lo estaríamos escuchando hasta Navidad!” “No se preocupe, sargento, ¡mi meta es contar una linda historia de esto cuando llegue a casa!” “Muy bien, rebjati… Cualquier cosa que haya sucedido, aún sigo siendo su comandante y aún nos queda una misión que cumplir. Zlenko, ¿cuál es el estado del escuadrón?” “¿Permiso para hablar libremente, señor?” 387

“Adelante.” “Con su debido respeto: extrañaba ese tono de mandamás suyo.” “Debo admitir que encontré la horma de mi zapato.” “Debe haber sido un tipo rudo.” “No podría estar más esquivocado. Es ella. Entonces, ¿cuál es nuestro conteo de bajas?” “Sólo quedamos nosotros dos, del Gorrión Dos. Ignatov durante la primera noche. Obukov y Stepashin murieron al día siguiente. Bondarchuck fue asesinado por un francotirador. Recibimos fuego pesado de mortero durante la primera noche y los bastardos le dieron a la enfermería con Saitov y Lobov dentro. “¿Mataron a nuestro médico? ¡Malditos baystruki!” “Y luego Kravchuck y Nakhimov murieron durante una incursión para acabar con los morteros.” “¿Quién comandaba la incursión?” “Fue por la iniciativa de un Stalker llamado Crow…” “El mejor francotirador que haya visto, mayor,” interrumpe Ilchenko. Tarasov lo mira con reprobación pero el soldado no se deja interrumpir. “Apareció con un grupo de Stalkers muy cabrones, justo antes de que comenzaran a sitiarnos.” Zlenko aclara su garganta. “De hecho, fui yo quien ejecutó la operación. Todo iba bien hasta que acabamos con los morteros: pudimos infiltrarnos hasta sus posiciones sin ser detectados. Pero se nos acabó la suerte cuando regresábamos. Le ordené a Kravchuk que se llevara un mortero para reforzar nuestras defensas y Nakhimov tomó dos cajas de balas de mortero.”El rostro del sargento se oscurece cuando continúa. “Esos bastardos nos dispararon con RPGs. Uno le dio a Nakhimov mientras llevaba la munición. Ambos murieron inmediatamente, junto con un Stalker que estaba cubriendo nuestras espaldas.” Tarasov se entristece cuando escucha que lo que quedaba de su escuadrón ha sido desintegrado pero no puede culpar al 388

sargento. Hubiera sucedido del mismo modo aunque él hubiera estado a cargo, pues nada puede evitar que la mala suerte suceda. “No fue su culpa, Viktor. Esas cosas suceden. Buen trabajo. ¿Qué hay de los recursos?” “Casi no tenemos munición. Me quedan tres cargadores, a Ilchenko sólo uno. Compartimos todo lo que teníamos con los Stalkers. Honestamente, señor, ahora me alegra que el capitán Bone nos quitara la mitad de la munición cuando recién llegamos. De haber perdido más en la avanzadilla, nos hubiéramos quedado sin balas a dos días de haber llegado aquí.” “Sí, Bone y sus acciones,” gruñe Tarasov, guardándose sus pensamientos oscuros para sí mismo. “Siempre más razonable de lo que uno esperaría.” “Necesito reemplazar el cañón del PKM también. Se va a romper en cualquier momento y la recámara se me atasca todo el tiempo. Sería más letal arrojar las balas.” “¿Qué hay de Yar? ¿El mecánico?” “Sólo trabaja por dinero.” “¡Maldito sea, Ilchenko! ¡Usted y yo atravesamos el infierno para hacerlo trabajar gratis para nosotros!” “Quiero decir que no nos solicita dinero. Sólo quiere terminar los trabajos que pagan primero.” “Malditos anarquistas de Libertad… Debería haberlo sabido. ¿Mac y Snorkbait?” “Se fueron hacia el Valle de Panjir antes del asedio.” “Suertudos baystrukhi… Como sea, no se preocupen por las armas. Traje algunas.” “¿De verdad? ¿De la Tribu?” “Sí. Una escopeta para el sargento y un rifle automático pesado para usted. Están en uno de los camiones de la Tribu. Conseguiré más munición una vez que lleguemos a su fortaleza.” Al notar que Ilchenko no parece muy feliz, Tarasov añade, “No ponga ese rostro de vinagre. Sé que le gustaría

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seguir con nuestras armas, pero al menos las de ellos están en impecables condiciones… E incluso mejor que eso.” “Nos hubieran servido durante el asedio,” dice Zlenko. “Fue por un pelo, aunque los Stalkers lucharon como locos. Especialmente los amigos de Crow. Pero sin importar qué, pensábamos que era partida terminada para nosotros hasta que escuchamos ese riff…” “¿Ese qué?” “Quise decir, esas guitarras… Sonando en los altoparlantes en las colinas. Los dushmans se murieron de miedo cuando sonó esa campana e incluso mucho más cuando comenzaron las guitarras. Y cuando los morteros y las ametralladoras comenzaron a golpearlos duramente… Gospodi, ¡qué hermosa vista era! Los dushmans fueron carne de cañón, pero los mercenarios nos hicieron las cosas bastante difíciles hasta el momento adecuado para dar vuelta la situación. Así que, me llevé a los Stalkers más valientes y a Ilch y…” Zlenko se detiene a la mitad de su oración y mira hacia la entrada de la base, como si estuviera viendo al mismísimo demonio. “Santa Madre de Dios, ¿quiénes son ellos?” Tarasov mira nuevamente hacia la entrada. “Mis parientes políticos,” responde y deja a los dos soldados que miren con fijeza y admiración al coronel, al sargento mayor y a los dos tenientes. También los miran los Stalkers en la entrada, aunque mantienen una respetuosa distancia de ellos cuando entran al complejo. “Muchos buenos guerreros han sellado nuestro pacto con su sangre, mayor,” dice el coronel a modo de saludo. “Espero que no olvide su parte del trato.” “Tiene mi palabra como oficial,” responde Tarasov. “Eso será suficiente.” El coronel mira alrededor; su rostro tiene la apariencia de alguien que odia a los perros y que descubre que está en una perrera. “Tengo que admitir que estoy impresionado. Sus Stalkers parecen tener agallas después de todo.”

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“Los Stalkers no son míos. Estos son mis hombres.” Tarasov hace un movimiento con la mano en dirección a Zlenko e Ilchenko, los cuales se aproximan con una mezcla de asombro y desconfianza escrita en la cara. “Soldados paracaidistas, este es el coronel de la Tribu. Smirno!” Por un largo minuto, el coronel estudia a los dos soldados, los cuales parece que no tuvieran nada en el mundo que pudiera hacerlos mirarlo a los ojos. “Lo único que un oficial necesita son hombres buenos,”dice, dándole la espalda a Tarasov, “y los hombres buenos los hacen los buenos oficiales. Tal vez algun día les ofrezcala oportunidad de unirse a nosotros.” “Primero tengo que ejecutar nuestra parte del trato,” Tarasov responde cuidadosamente. “Me parece justo. ¿Y ahora?” “Solicito su permiso para cruzar territorio de la Tribu. Tenemos que llevar a cabo una misión más allá. Esperaba que me permitiera pasar con un puñado de Stalkers.” “Permítame darle un consejo: olvídese de la Ciudad de los Gritos.” “Se me necesita allí,” responde Tarasov. “Tenemos una misión de rescate por terminar.” “Será usted quien necesite ser rescatado al final y ningún tipo de ayuda acudirá.” “Honestamente, preferiría ir a otro lugar, uno que ni siquiera necesito decirle. Pero mis órdenes aún permanecen.” Con las manos cruzadas a la espalda, el coronel mira hacia el piso, pensando. “Aquellos que le dan órdenes no saben lo que acontece allí. En circunstancias normales, no le permitiría acercarse a ese lugar. Cuando escuche el llamado, lo comprenderá…” El coronel parece pelear contra su propio juicio. “Por otro lado, que usted se involucre con Nooria lo deja en una situación especial. Hay más cosas que la conectan a ella con la Ciudad de los Gritos de lo que usted pudiera siquiera imaginarse.”

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El sargento mayor aclara su garganta. “Señor, ¿me permite agregar algo?” “Diga lo que piensa, Principal.” “Tal vez él pueda finalizar el trabajo, señor. Recuerde, le dije desde el principio que esos excavadores podrían significar una amenaza. Deje que él limpie el desastre. Una vez que esté allí, sabrá qué hacer.” Tarasov no tiene idea de qué está hablando el sargento mayor, pero las palabras del viejo guerrero parecen ayudar a que el coronel se decida. “Puede pasar, mayor. Incluso le proveeré con algunos camiones para que pueda movilizar a sus hombres. No porque quiera ayudarlo a llegar hasta allí, sino porque quiero que sea usted quien vuelva pronto a su mujer. Ella tendrá algo para decirle y será mejor que la escuche. ¿Está claro?” “No podría pedirle más.” El coronel asiente. “Hasta que nos reunamos nuevamente, mayor Tarasov. Recuerde mi orden.” Se dirige al sargento mayor y a los tenientes sin saludar u ofrecerle su mano a Tarasov. “Larguémonos de aquí, soldados.” Tarasov observa a él y a sus hombres mientras dejan de la base en un Humvee en medio de una nube de polvo. Le parece como si el coronel se hubiese llevado su buen humor muy lejos, a una casa de barro por encima del valle oculto de la Tribu. Sabía que algun día tendría que finalizar su misión, pero ahora que sólo es cuestión de días o tal vez horas, desearía que hubiera más tiempo. Mientras da la vuelta con un suspiro, se da cuenta de que los dos soldados se siguen ahí parados firmes. “Descansen,” dice, preguntándose si su propio rostro se había visto tan atemorizado como los de sus soldados cuando conoció al coronel por primera vez. “Vengan, nos vendrá bien un trago de vodka ahora. Espero que el Antonov aún siga en pie.” Pero mientras caminan hacia el bar y pasan por la torre de vigilancia, Tarasov escucha que alguien lo llama desde arriba. 392

“¡Oye, Cóndor! ¡Ven aquí arriba y disfruta de la vista!” Mira hacia arriba y ve a Crow, de pie arriba del puesto de guardia. “¿Crow? ¡No pensé que volvería a escuchar de ti!” “Acabas de hacerlo.” “Debo hablar con este hombre. Nos encontraremos en el Antonov,” le dice a sus soldados, dejándolos alejarse mientras él trepa hasta la posición de Crow. “Eras el último con el que esperaba toparme aquí. ¿Pero qué le sucedió a tu exoesqueleto?” pregunta Tarasov luego de trepar escaleras arriba, mientras mira de arriba abajo el traje de Stalker destrozado que Crow lleva puesto. “En mi escondite, escondido seguro, bastante lejos. No tenía ganas de responder a las preguntas asquerosas de algunas personas asquerosas acerca de dónde lo conseguí.” “Ya veo. ¿Cómo terminaste de vuelta aquí?” “Como que es una larga historia… Bone me acusó de matar a uno de sus guardaespaldas, pero me ofreció amnistía cuando llamó a todos los Stalkers para proteger la base. Una jodida broma, ¿eh? El tipo tenía tanto miedo que podía olerle la mierda en los pantalones incluso a través de la armadura… Así que reuní a algunos de mis amigos y tuvimos mucha diversión ardiente por aquí. Especialmente cuando tu metrallero me reconoció. Al principio, estaba más que dispuesto a matarme… Pero, hey, ¿qué es lo que llevas allí?” Crow señala el pesado rifle de francotirador en el hombro de Tarasovr. “Bozhe moi! ¡Eso es un Gepard, y un Mark-6 por sobre todas las cosas! He estado buscando uno de ésos desde hace siglos. ¿Dónde lo conseguiste?” “Primero, lo primero, hermano. ¿Quién diablos eres tú en realidad?” Tarasov sólo puede ver los ojos de Crow con su pasamontañas; ahora se le empequeñecen al fruncir el ceño. “Escúchame, Cóndor. Lo único que necesitas saber es que estoy de tu lado. No hagamos que la vida sea más complicada de lo que ya es.” 393

Tarasov mira a los ojos fríos de Crow, admitiéndose a sí mismo que el francotirador tiene razón: ya le salvó la vida en dos oportunidades. ¿En qué cambiaría las cosas un nombre? “Está bien. ¿Pero qué fue ese desastre con el guardia de Bone?” “Vino para matarte. Te has vuelto un estorbo para Bone.” “Podría haberlo adivinado…” suspira Tarasov. “Tenía el presentimiento de que haría lo que fuera para deshacerse de mí, de un modo u otro. Ese bastardo hijo de puta… ¡Será mejor que simplemente vaya y lo aniquile!” “Yo no haría eso, hermano. Primero, tú y los dos hombres que te quedan no tienen oportunidad contra sus guardias. Segundo, sin él, este lugar se volvería un caos y sería cuestión de tiempo para que los Stalkers comenzaran a matarse entre ellos por los artefactos. Puede que sí sea un bastardo, pero él mantiene el orden aquí, uno tiene que reconocerle eso…” “Y hay otra cosa, Crow. Hace algunos días encontré un helicóptero militar ucraniano. Todos los soldados, en el interior, estaban muertos. Ejecutados. Y no puedo pensar en que nadie más hiciera eso excepto Bone y sus guardias. Probablemente lo hicieron para quedarse con el equipo.” Crow frunce el entrecejo. “Te dije que Bagram es un lugar complicado… Pero nosotros somos Stalkers, no asesinos. Y aún si fuéramos asesinos, no tenemos pruebas de que haya sido él. Veamos qué sucede; probablemente ahora que la Tribu te ha puedo bajo su ala, se sentirá menos ansioso de meterse contigo.” “Sí, la Tribu. Ahora confían en mí, pero esa confianza me la gané con sangre... Especialmente con la sangre de Squirrel.” “Aquí eso es moneda corriente,” se encoge de hombros Crow. “¿Entonces, qué hay de ese rifle?” “Digamos que fue un regalo de bodas.” Crowse echa a reír. “No tenía idea de que fueras tan divertido. Como sea, ¿te interesaría cambiarlo por un artefacto? Vamos, no eres precisamente del tipo francotirador, pero a mí me vendría muy bien.” 394

“No lo sé… ¿Por qué lo deseas tanto?” “Es el mejor rifle anti-material del mundo, al menos entre los que he probado. Con eso, podría derribar un elefante con exoesqueleto. O un helicóptero. Incluso un helicóptero transportando elefantes con exoesqueletos.” “Y aunque así fuera… ¿Ya superaste la etapa del Dragunov?” “El Gepard sería para propósitos diferentes… Sería un desperdicio usarlo para los mutantes y los dushmans, son mejores presas para el Dragunov.” “Me dijiste que estábamos a mano luego de que te llevaste aquel exo. Si ahora estoy de acuerdo, me deberás otro favor.” “Parece que tenemos un trato. Y para endulzarlo un poco, te daré un Saltarín. Con ese artefacto, serás capaz de caminar a través de cualquier anomalía de ácido como si se tratara de lindo césped verde… Sólo mantenlo alejado del fuego y de los impactos. Es explosivo.” “No me convence realmente… Una bala podría darle. Tengo una tendencia a que me disparen, ¿sabes?” “No me rompas el corazón, bratan. He cargado una caja debalas de 12.7 milímetros durante siglos, con la esperanza de encontrar un rifle al que le sirvan.” “Está bien, odiaría hacerte llorar. Probablemente no necesitaré ese equipo de francotirador en las catacumbas, de todos modos.” “¡Gracias! ¡Realmente te debo una más!” Tarasov no puede reprimir la sonrisa cuando ve la felicidad casi infantil en los ojos del francotirador. Crow acuna el pesado rifle como una niña lo haría con su muñeca. “De modo que mi presentimiento era cierto,” dice, adorando su nuevo rifle. “¿Aún quieres terminar tu misión?” “Sí,” responde Tarasov mientras guarda cuidadosamente el artefacto en uno de sus contenedores, “y me serviría un luchador como tú para comandar a los Stalkers afuera, mientras lidio con lo que sea que yace en el fondo.”

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“Gracias, pero paso. No te preocupes, estaré allí con mis amigos… Sólo no me pidas que me una a un grupo de Stalkers de gatillo alegre. Simplemente no es mi estilo.” “Lo entiendo… Pero no nos defraudes. Estoy un poco cansado de que te aparezcas cuando menos te espero y que no estés cuando más te necesito.” “Lo siento, hermano, pero la previsibilidad es la peor enemiga de un francotirador. ¡Que te diviertas hasta que volvamos a encontrarnos!” Crow apunta el rifle hacia las montañas. “Maldita sea… ¿Por qué nunca hay un dushman alrededor cuando los necesito para practicar tiro al blanco?” Bar Antonov, 18:17:46 AFT “¡Oye, hermano! Qué bueno volver a verte,” grita Ashot cuando ve a Tarasov ingresando al aeroplano. “¡Pasa, no te quedes ahí!” El tabernero lleva una gorra pastún de color marrón y escucha la música de su reproductor, tarareando una versión levemente alterada de una canción de reggae que hasta Tarasov reconoce. Te digo que recuerdo cuando nos sentábamos En el laboratorio de los científicos en Yantar Oba, ob, serviles ecologistas Mientras se mezclaban con la buena gente que conocemos Los buenos amigos que teníamos, oh los buenos amigos que perdimos a lo largo del camino En este futuro brillante no puedes olvidar tu pasado Así que seca tus lágrimas, te digo… No dushman, no llores Te digo, te digo, te digo que recuerdo cuando nos sentábamos En el Mercadillo del Vertedero Y luego Deber abría fuego toda la noche Rastreadores parpadeando toda la noche 396

Entonces cocinaríamos potaje de pezuñas de jabalí El cual compartía contigo… No dushman, no llores. “¿No lloren, dushmans? ¿Estás bromeando?” pregunta Zlenko. “¡Hasta Bob Marley te dispararía por eso!” “Nah, lo que digo tiene otro significado. ¡Si no hay dushman, no hay razón para llorar!” “Muy gracioso. ¿Qué sucedió aquí?” pregunta Tarasov mirando hacia arriba en el casco, donde una explosión talló un enorme agujero en el metal oxidado. Alguien ha puesto un barril de combustible bajo el agujero y algunos Stalkers se calientan alrededor del fuego en el interior. “Un disparo de mortero,” explica Ilchenko, que ya se ha puesto cómodo en uno de los asientos del aeroplano. “¡Hizo un agujero en él lo suficientemente grande para que nosotros podamos ver todas las estrellas del sur de la Zona!” “¡Así como dices, hermano, exactamente como lo dices! El buen viejo Antonov ya no es de cinco estrellas… Eh, ¡olvidé cuántas estrellas!” dice Ashot. “Qué mal que el fuego hace tanto humoque uno no puede ver ninguna estrella,” dice Zlenko mientras abre una lata y sumerge una rebanada de pan seco en la carne del interior. “Pero al menos aquí es más acogedor.” “¿Te has vuelto dushman, Ashot?” inquiere Tarasov, señalando el nuevo sombrero del tabernero. “Es genial, hermano, ¿no es así? Lo hallé luego de la batalla. La cabeza de su antiguo dueño aún seguía adentro pero lo hice desinfectar, ¡no te preocupes! Y ahora, dime… Cuando vi a los tribales llegar no creía a mis propios ojos, así que, ¿cómo te las arreglaste con eso?” “Ilchenko te dirá, igual que muchas otras cosas que no son ni remotamente ciertas. Pero ahora, me vendría bien una bebida.”

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“Para ti, siempre tengo una. En realidad, no puedo esperar para hacerme rico vendiéndole toda mi reserva de vodka a esos tribales sedientos.” “Olvida tus expectativas… Ellos no beben.” “No puedo acceder, hermano. Mis expectativas siempre son altas.” “Y tampoco consumen drogas.” “¡Sabía que no era humanos! Mejor aún, de todos modos escasea el vodka embotellado.” “¿Por qué?” “No he estado sirviendo más que coctéles Molotov durante los últimos días, si entiendes lo que quiero decir. ¡Nuestros visitantes no se cansaban de ellos!” “Al menos el negocio parece estar volviendo a la normalidad. Pero, ¿qué hace ese tipo de allí?” Tarasov mueve el pulgar hacia un Stalker que dibuja en las places de metal del fuselaje. “Oh, decidí que era un buen momento para hacer que el Antonov se viera más lindo y le pedí a Zenmaster que pintara las paredes.” “Veo, ¿pero qué está pintando?” “Retratos,” grita el Stalker llamado Zenmaster, que obviamente posee un muy fino oído, a modo de respuesta. “Son de los primeros Stalkers: Arkady, Boris y Andrey. ¡Eran increíbles, compañero!” “Nunca oí acerca de ellos,” se encoge de hombros Tarasov. “Te lo perdiste, hombre… Te lo perdiste. Todo comenzó cuando ellos van a un picnic al costado del camino en la Zona…” “¿Un picnic? ¿En la Zona?” “Sip. Si no conoces su historia, ¡no sabes de lo que te pierdes, hombre!” Un Stalker interrumpe su conversación. “Oye Ashot, apaga esa mierda jamaiquina. ¿Me prestos tu guitarra?” “Claro, Vitka. Aquí tienes. ¿Qué vas a tocar?”

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“Algo que acompaña mejor el humor,” contesta el Stalker. Se sienta cerca del fuego y comienza a tocar una sombría melodía. “A veces parece que los soldados que no regresaron de los campos sangrientos de la guerra, no fueron sepultados bajo tierra, Sino que se transformaron en grúas blancas. Sucedió siempre desde el amanecer de los tiempos, Siempre vuelan y nos llaman, Tal vez sea por eso que a menudo, tristemente, y en silencio, miramos hacia el cielo. Vuela y vuelan y vuelan alto en el cielo, Vuelan desde que amanece hasta que cae la noche, Manteniendo un lugar vacío en su alta línea, Y pienso que será mío. Mi día de vuelo, llegará para mí, Para unirme a esas grullas en ese mismo cielo azul, Seré uno de ellos y llamaré a los nombres de los que amé y dejé atrás.” Un Stalker inclina la cabeza. “Buena.” “Mejor canta acerca de esos cuervos negros volando en círculos en el cielo,” añade otro. Su cabeza está envuelta en una venda ensangrentada. “Se alimentarán con los cuerpos de muchos buenos Stalkers esta noche.” “Vine aquí por artefactos,” dice el Stalker con la guitarra, “pero se convirtió en una terrible incursión.” “Oye, Ashot,” grita otro Stalker, “danos otro pollitra… Por Kolya, hermanos... Era un buen Stalker; ¡brindemos por él una vez más!” “¿Cuántos Stalkers murieron?” pregunta Tarasov a Zlenko. “No sé exactamente, pero lo que dijo ese tipo con la venda es cierto… Demasiados.”

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“Eres bueno con la guitarra, sargento,” dice Ilchenko. “¿Por qué no tratas de alegrarlos?” “Buena idea,” concuerda Tarasov. Zlenko le da una palmada en el hombro al Stalker y toma la guitarra. “Dame eso… Y dejemos el luto atrás.” Hola mamá, aquí te escribo nuevamente, Hola, mamá, todo está bien como siempre El cielo brilla, todo está bien Pero aún hay niebla en las colinas. Mamá no sabe lo difícil que es para nosotros Mamá no sabe cómo caminamos en las montañas Cómo se pasa tu juventud aquí En Afganistán, donde hay una guerra. Tarasov conoce esa vieja canción. Escuchó que la cantaban antes, pero acerca de Daguestán, el Cáucaso y otros lugares empapados de sangre. Ahora Zlenko adapta, con elocuencia, la letra a Afganistán. Su toque veloz y su voz potente, llenos del entusiasmo de un hombre joven que acaba de sobrevivir a una lucha horrenda, le dan una energía intoxicante. “Eres lo máximo, muchacho,” dice Zenmaster, aplaudiendo. "Allá en Canadá tenía mi propia banda. ¿Alguna vez pensaste en tocar en una banda?" “¡Aquí! ¡Encendí los altavoces! ¡La radio también!" dice Ashot. "¡Todos los Stalkers deben escuchar esto!” Los Stalkers en el bar siguen el ritmo sacudiendo sus cabezas y para cuando consigue llegar al estribillo, más y más se unen en el coro: Entre granadas que explotan camina nuestra unidad Hay disparos a lo lejos en la montaña Entre granadas que explotan y rastreadores que vuelan Marchamos avanzando, con la tierra temblando debajo de nosotros, El helicóptero está despegando, nos vamos lejos 400

Y algunos no regresarán. Éramos tan jóvenes el día en que llegamos A Afganistán, en donde hay una guerra No olvidaré esos días cálidos de mayo Y los rostros de los amigos que murieron… Aturdido por el vodka y dejándose llevar por la canción, Tarasov imagina a Sueldahuesos atendiendo a los heridos y mirando hacia arriba, limpiando la sangre y el sudor de su rostro; los Stalkers en el recinto arreglando el destrozado camión URAL mientras los guardias del capitán Bone detienen sus pasos alrededor del puesto de mando; los hombres del búnquer de la Avanzadilla juntándose alrededor de su radio; el tío Yar escuchando mientras arregla una ametralladora atascada; los Stalkers en las murallas, testigos de las hordas de chacales que se alimentan con los dushmans muertos afuera; e incluso Crow, el francotirador de carácter duro, sonriendo mientras limpia su nuevo rifle Gepard, mirando a los marines de la Tribu, que no comprenden las palabras y sólo sacuden la cabeza mientras quitan las manos arrancadas de los dushmans y los cráneos de los chasis de sus aterradores camiones. La voz de Zlenko vuela por encima de Bagram como el sonido de la victoria, aliviada y alegre pero sin intentar ocultar el dolor. Tan pronto como termina la canción, las respuestas inundan la radio de Ashot. “Esta es la Avanzadilla. Tócala de nuevo o nos unimos a los dushmans.” “Aquí los guardias. Detengan eso. No nos podemos concentrar en la entrada, si tocan esas canciones.” “¡Oye, Ashot! Apaga esa mierda. Me hizo ponerle el cañón de un Dragunov a un PKM… Espera un momento, ¡funciona perfectamente! ¡Tócala de nuevo, es inspirador!” “Habla Sueldahuesos. Los heridos quieren volver a escucharla. Es bueno para su recuperación.” 401

Y finalmente, la voz de Bone aparece. “Mayor… Una vez que se haya terminado este jodido Woodstock, venga a verme.” Cuartel del capitán Bone, 22:02:14 AFT Tarasov supone que, o bien fue el entrenamiento o bien fue el equipo superior lo que mantuvo con vida a los guardias del capitán Bone, porque están en mejores condiciones que los Stalkers. El capitán mismo, que tiene puesto el traje usual de armadura completa con el casco, está intacto, haciendo que Tarasov se cuestione si acaso tomaría parte alguna en el enfrentamiento. “Mientras usted se andaba paseando por ahí, encontramos algo de información de uno de los atacantes,” dice Bone. “Sabemos dónde se están escondiendo el resto de los mercenarios. Se encuentran en las ruinas de la Ciudad de los Gritos.” “Era predecible.” “Bien, ahora se ha confirmado. ¿Por qué? ¿Hubiera preferido tener que rastrearlos hasta el país de los dushmans? ¿No? Eso creí. Como sea, nuestras metas son las mismas ahora. Vamos a hacer humo el lugar. Pero primero llevaré a mis guardias y veremos si la Avanzadilla se encuentra reforzada. Esos fenómenos zombificados podrían atacar nuevamente.” “Asumo que no atacarán pronto, ahora que saben que se entrometen con la Tribu.” “Puede darse el lujo de asumir cosas, pero tengo la responsabilidad de mantener este lugar seguro. Lleve algunos de los Stalkers más capaces y diríjase al oeste. Nos encontraremos en dos días en la Ciudad de los Gritos.” “¿No regresará a Bagram primero?” “¿Por qué mierda haría tal cosa? ¿Para beber el vodka diluido con agua de ese drogadicto en el Antonov? No tenemos tiempo para eso ahora.”

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“Será mejor que llegue a tiempo allí. Necesitaremos el poder de fuego de sus guardias.” “Estaremos allí, no se preocupe por ello. ¿Cree que esos salvajes nos tiendan una mano de ayuda?” “Primero, capitán Bone, son de todo, menos salvajes. Segundo, no nos ayudarán, pero al menos nos permitirán pasar.” “Mejor así. Quizá podamos demostrarles que los Stalkers también pueden luchar.” A Tarasov las palabras de Bone le suenan extrañas. No puede evitar tener la sensación de que el comandante de boca sucia en realidad se siente aliviado de que la Tribu se mantenga apartada de la operación, inclusive si su ayuda torciera las posibilidades a su favor. Desearía poder ver los ojos de Bone. “Buenos. Entonces estamos listos.” dice finalmente. “Entonces, ¿por qué aún sigue de pie aquí, mayor? ¡Muévase!” Camino a la fortaleza de la Tribu, 9 de octubre de 2014, 14:37:51 AFT “Me gustó esa canción, Viktor,” grita Tarasov tratando de hacerse escuchar en la parte trasera del camión que los lleva hacia el oeste, “y fue probablemente una buena idea omitir la última parte.” “¿Acerca de desmovilizarse e ir a casa?” responde a gritos el sargento. “Exactamente.” “¿Los Stalkers se desmovilizan alguna vez?” “¡Buen punto!” “¿Qué?” Sacude la cabeza y le hace señales a Zlenko, intentando decirle: hablaremos más tarde. El camión gruñe a través del camino con baches y el polvo que se arremolina por el otro

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camión que va frente a ellos los cubre de pies a cabeza. No es el mejor momento para hablar. Al pasar por la intersección que lleva a la aldea abandonada, Tarasov desea poder contarle a Zlenko más acerca de la unidad de marines de los Estados Unidos que fueron incriminados y que se convirtieron en una tribu de hombres orgullosos y libres contra todas las probabilidades, pero tendrá que esperar. Por ahora, sólo puede ver el escenario pasar, pero la visión de los tanques soviéticos abandonados y de los camiones que aún permanecen esparcidos al lado del camino lo entristece. ¿Esta tierra jamás tiene suficiente sangre? La arena la absorbe como una esponja seca absorbe el agua. Mientras más medita sobre la filosofía de fuerza del coronel, más logra comprenderlo. Tal vez, de todos los conquistadores que han pasado por ese mismo camino por el que ahora conducimos, él fue el primero que realmente comprendió esta tierra. ¿Pero de dónde viene toda esta maldad? ¿La única manera de salir victorioso por encima de la maldad es volvernos malvados nosotros mismos, sin importar cuán respetable puede ser la maldad? Una cita le viene a la mente: ¿Qué puede generar la guerra, excepto más guerra interminable? Sin importar cuánto intenta Tarasov recordar, el nombre del autor se le escapa. Aun así, la cita parece encajar perfectamente con esta tierra estéril e inhóspita, donde las reglas de la vida han sido las de la guerra desde un tiempo inmemorable, y cuando la apariencia de la Nueva Zona tuerce las reglas de la naturaleza de un modo malvado y mortal. Para Tarasov, el hogar de Nooria era ahora el único lugar en donde había encontrado verdadero refugio para su vida y consuelo para su alma. Al pensar en ella, se da cuenta de lo que ha crecido su afecto por la chica: sus sentimientos, que inicialmente habían sido una mezcla de gratitud, deseo y tal vez un poco de pena, se habían convertido en un afecto real

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que él, que siempre había sido tosco y escéptico hacia sus propios sentimientos, aún no se animaba a nombrar. El camión desacelera, despertándolo de sus ensueños. Se están acercando al cañón angosto. Guerreros de la Tribu aparecen de la nada. Un teniente levanta la mano, indicándoles que se detengan. “Tenemos el permiso del coronel para pasar,” grita Tarasov. “Eso nos dijeron,” responde el guerrero. “¡Aceleren! Se espera una tormenta antes de que caiga la noche.” Tarasov devuelve el saludo cuando avanzan. ”Ahora estamos entrando en el territorio de la Tribu,” le grita a Zlenko. “Nos detendremos antes de llegar a su fortaleza. Necesito decirles a los Stalkers algunas cosas, para que no se metan en problemas.” “Es extraño,” responde gritando Zlenko. “¡Los tribales nos salvaron el pellejo, pero tengo una extraña sensación acerca de pasar la noche en su guarida!” “Yo no. En realidad, siento como si regresara a casa.” “¿Qué?” “No tiene importancia, Viktor… ¡Hablaremos cuando lleguemos!” Fortaleza de la Tribu, 16:53:06 AFT El horizonte ya se ha oscurecido para formar una niebla tenebrosa de color púrpura cuando Tarasov camina el trecho hacia la casa de Begún. Mientras venía, anhelaba ver a Nooria esperándolo, con sus ojos fijos en el camino que lleva hacia el valle oculto. Se había imaginado su pañuelo volando en el viento cuando su figura frágil apareciera entre las rocas y las paredes de barro, pero no se la veía por ningún lado. Pensamientos de celos se mezclaban con su ansiedad. Sin importar cuán tentadoramente cerca estaba él de Nooria, tenía que darle un curso intensivo a los Stalkers acerca de las costumbres de la Tribu. 405

Olvídense del vodka y la hierba. No se queden mirando fijamente a sus mujeres. Pónganse firmes cuando un teniente se dirige a ustedes. Y nunca jamás intenten impresionarlos diciendo cosas como ‘Semper Fi’ o llamándose a ustedes mismos ‘guerrero’: en la visión de ellos, no son dignos de ello. En realidad se había sentido aliviado cuando a los Stalkers no se les permitió la entrada en la fortaleza y los ubicaron en una enorme caverna que servía, en cambio, como garaje para los vehículos de la Tribu. Ofrecía refugio a los Stalkers de la inminente tormenta, a la vez que brindaba un modo fácil para que la Tribu mantuviera un ojo atento en sus invitados. También tuvo que contarle a Zlenko la historia completa, aunque el sargento, al ser un hombre joven en la flor de la vida, se había interesado más por el aspecto físico de Nooria que en las aventuras de su oficial, y el corazón celoso de Tarasov se regocijó secretamente cuando los guerreros no le permitieron tampoco a Zlenko entrar en la fortaleza, a pesar de los intentos poco entusiasmados de Tarasov para convencerlos de lo contrario. Pero ahora, antes de que pueda hacer un giro en sus pasos hacia ella, hay algo más de lo que Tarasov tiene que ocuparse. Aquí y allí, los guerreros permanecen sentados alrededor de sus pipas de agua, pero parecen más relajados de lo usual. Al pasar por una fogata, el mayor escucha una conversación. “…entonces, regreso a casa luego de una cacería… el coronel conoce mi alma, yo jamás rompería el Código, pero me moría por algo más que agua y chai. Y entonces, mi mujer me dice, ‘prueba esto’. Y, hombre, te digo que era… Increíble.” “Sí, yo también. Hubiera deseado que la bruja pudiera haber descubierto esa receta un poco antes.” “No me importa lo que le haya puedo a eso. Quizás era la pinga pulverizada de un dushman, pero me importa un bledo.” “Cerdo asqueroso. ¡Ahora estoy tomándolo!” “No entiendes a qué apunto. Sin importar cómo la prepare, esta cosa hace la vida mucho mejor.” 406

“No hay discusión sobre eso, hermano. Casi tiene el sabor de la cosa verdadera… Y hablando de la verdadera, a veces pienso que Begún tiene razón. Es todo una mierda aquí. Deberíamos irnos a casa.” “¡Baja la voz! Este es nuestro hogar. El hogar está donde está la Tribu.” “No seas un marica idiota. No hay ningún teniente alrededor que pueda escucharnos.” “Cállate, imbécil. ¡Bebamos por el coronel!” “Sí, como sea.” La conversación hace que Tarasov frunza el ceño. Que lograra escapar del Pozo y la misión que le encomendó Begún ahora aparecen bajo una luz completamente diferente. Sin embargo, no logra meditar acerca de lo que podría pasarle a la Tribu en un futuro. Abre la puerta del búnker de Boxkicker. Cuando pone un pie adentro, el armero se sobresalta y retrocede con temor. Su rostro aún permanece verde y azul de la última paliza que recibió por parte de Tarasov. “¿Tienes pintura de camuflaje en el rostro?” “Oh, Dios mío,” Boxkicker dice aterrorizado. “¡Eres tú!” “Ciertamente. ¿Pero, quién soy yo?” “No… No me importa, sólo cálmate, ¿de acuerdo? ¿Qué necesitas?” “Munición. Mucha.” “Toma todo lo que quieres… Pero ya no es gratis, ¿sabes?” Tarasov observa el jarro en la mesa de Boxkicker. Está lleno con el mismo líquido amarronado opaco que estaban tomando los guerreros. “Este es el trato. Dos cajas de perdigones de calibre 12 doble-0, un cargador C para un P27, y… no importa, tengo suficiente para mi M4.” “¿Doble-0? Un cartucho equivale a dispararle a alguien media docena de veces con balas de 9 milímetros. ¿Qué estás persiguiendo, dinosaurios?”

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“Aún no lo sé. Como sea, dame todo eso y a cambio te diré lo que estás bebiendo.” “Proviene de la b… Digo, nuestra maravillosa curandera, así que debe tratarse de algo hecho de un artefacto o lo que sea…” “No.” Tarasov apenas puede contener la risa. “Entonces, ¿quieres saber lo que es?” “Toma la munición. ¡Y dime ya!” “Deja ese contador Geiger tranquilo. Es seguro beberlo.” Tarasov toma un largo trago de la jarra de Boxkicker. “No está mal…Pero podría estar más frío.” “¿Me dirás qué diablos es esto?” “Kvas.” “¿Qué es kvas?” “Yo tengo sus besos. Tú tienes su kvas. ¡Adiós!” Hogar de Nooria, 17:50:22 AFT Todo pensamiento de celos se desvanece cuando abre la puerta y ve a Nooria sentada en el suelo con un mortero entre las piernas, moliendo hierbas. La chimenea está encendida, su fuego disemina un hechizo de comodidad por la habitación. Miles de palabras le vienen a la mente pero sus labios apenas pueden pronunciar dos. “He vuelto.” Ella levanta la mirada con una sonrisa traviesa que oculta alegría en el rabillo de sus ojos. “Qué bien.” “¿Dónde se encuentra la Begún?” “Ella está con el coronel. A veces ellos hablan. No regresará pronto.” Nooria fija sus ojos en él, aún sonriente. El mortero que aún aplasta las hierbas en el recipiente, se mueve más rápido. “¿Tal vez nosotros también hablemos?” pregunta Tarasov. Coloca su pesado equipo sobre la mesa. Quienquiera que haya diseñado este condenado exoesqueleto no tenía en mente la manera de quitárselo rápidamente. 408

“No. ¿Por qué?” El mortero se mueve incluso más rápido y más profundo en el recipiente. Ella se lame los labios. “Bien… De donde yo vengo, quiero decir, normalmente, cuando un hombre regresa al hogar con su mujer…” “Pero ahora no estás en de donde has venido,” susurra Nooria y lame el mortero, como si quisiera saborear el bálsamo que está preparando. “Estás adonde has llegado.” Tarasov se sienta frente a ella, observando sus manos moviendo el mortero en el recipiente, bajando la velocidad hasta hacer movimientos suaves, luego apresurándolo y aplastando las hierbas en su interior con un ritmo fuerte. La esencia que emana del mortero entre sus piernas limpia su mente, elevando las preocupaciones de su alma, dejando lugar a los instintos básicos irrumpiendo desde su corazón. Sí. Aquí es adonde he llegado y llegaré. Él estrecha sus manos y, haciendo a un lado el mortero, toma su lugar entre sus piernas, eventualmente accediendo al refugio más seguro que un hombre pueda hallar de la tormenta que se avecina afuera. 10 de octubre de 2014, 03:14:39 AFT “Tenemos que hablar.” El susurro de Nooria lo despierta de su sueño. Una única vela está parpadeando en la oscuridad. La tormenta aún se encuentra vagando por afuera. “Ahora no,” gime él. Nooria se pone de pie, cubre su cuerpo desnudo y sudoroso con el pañuelo y toma una pequeña caja del estante donde se encuentran toda clase de cosas extrañas y antiguas. “Despierta y escucha. Tengo algo que decirte.” Sus palabras le recuerdan a Tarasov las que el coronel le dijo. Pronto está completamente despierto. Cuando observa el rostro de Nooria a la luz de la vela, la emoción que menos esperaba se apodera de su corazón: miedo. Ella se sienta allí, l mirada fija en la vela, con un rostro que parece batallar contra 409

los más terribles demonios en la penumbra, más allá de la tenue luz. Su rostro parece sin edad y con las sombras que ocultan su cicatriz, inhumanamente hermosa. “Todo se perdió luego de que destruyeron Samal y todo fue liberado luego de que él cayó. Se apoderó del alma del coronel pero el aplastó la oscuridad con sus propias armas. Pero él no salió victorioso. Ahora él es parte de la oscuridad. Y todos los que vivimos bajo su protección. El poder de las tinieblas se deshizo de la luz que había en él. Su fuerza lo refleja como una antigua piedra que brilla en la cabeza de Samal, pero él no es Samal. La tiniebla lo corrompió. Irás a la oscuridad a encontrar su poder. Pero Samal ya no se encuentra allí para protegerte. Y tú no tienes la fuerza de nuestro líder.” ¿De qué diablos estás hablando?, quiere preguntar Tarasov, pero una mirada en los ojos de Nooria detiene su lengua. Ella mira a la vela con los ojos bien abiertos, pero él sólo puede ver la parte blanca. Nooria parece estar perdida en un espacio en donde nunca podría seguirla. “Yo contengo un puente entre los viejos tiempos en que Samal era nuestro centinela y el hoy. Lo que contengo está aquí.” Ella cierra los ojos. Cuando los abre, puede ver sus pupilas nuevamente. Nooria observa con la mirada baja una piedra roja que sostiene con la mano derecha. “Siéntate.” Tarasov obedece sus palabras y se levanta de la alfombra. Un cuchillo relampaguea en la mano izquierda de Nooria y realiza un corte profundo en la carne que está encima de su corazón. El corte lo llena de un dolor quemante mientras ella empuja la piedra profundamente en el interior de la herida y sostiene la mano encima. El dolor se disipa un poco, pero la sangre todavía mana de la herida, fluye entre sus dedos y recorre su brazo. “¿Por qué me heriste?” gruñe. “Nunca te lastimaría.” Incluso a través de su dolor, sólo puede pensar acerca del corte rápido como un rayo mientras se da cuenta de que esta 410

frágil mujer, que ahora quita la mano de su pecho y lame la sangre de sus dedos, debe ser tan buena matando como lo es sanando. “Ahora estás llevando la última piedra que alguna vez adornó la corona de Samal. Y yo llevo tu sangre y tu vida dentro de mí. Eso es lo que obtengo a cambio de protegerte.” “¿Por protegerme?” “Una parte te protege. Dos partes te unen a la oscuridad.” Tarasov abre la boca para decir algo, pero Nooria pone un dedo en sus labios. “¿Quieres volver a verme y vivir conmigo?” “Quiero, Nooria.” “¿Para siempre?” “¿Existe algo así?” Nooria acaricia su cabeza. Es dominio, no ternura; pero dominio carente de poder, porque mientras sus manos suavizan su dolor, sus ojos parecen estar rogándole. “Recuerda tus propias palabras cuando halles la sombra de la oscuridad. Derramarás sangre y la última gota será tuya. Si quieres que viva, tendrás que hacer algún sacrificio.” “Todavía me encuentro adolorido y no entiendo nada.” “Lo harás. Recuéstate.” Nooria se arrodilla sobre él, con su mano izquierda en la herida de Tarasov, la derecha en su frente. Siente finalmente que el dolor se desvanece de su pecho, así como el miedo de su mente. Cuando cierra los ojos, escucha que Nooria susurra palabras que se derriten en un largo conjuro. Su corazón late bajo su mano tibia, como si estuviera bombeando su sangre hacia las venas de ella. “Está hecho. Samal estará contigo desde ahora,” le dice, “lo llevarás a su última batalla. Ahora te causaré dolor. Solo un poco.” Tarasov lucha por poder respirar cuando siente el largo aguijonazo de la aguja, pero el toque suave de Nooria parece absorber todo el dolor de su cuerpo. Sus dedos rápidos

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terminan con ligereza de suturar la herida. Arranca de un mordisco el hilo que sobresale. “Tu mente puede dormir ahora,“ susurra, permitiéndose a sí misma deslizarse hasta su entrepierna. “Pero yo mantendré tu cuerpo despierto. Ahora debo sofocar la sed de mi carne, porque me abrasará hasta que regreses.” “¿Habrá un día así?” “Sé lo que ha traído el pasado, pero no lo que traerá el futuro.” Nooria acaricia su rostro. Tarasov siente que sus ojos se cierran. Las palabras que le susurra al oído suenan como una antigua melodía. “Cuando no se ve tu estrella, y todo está oscuro, tu propia desesperación se vuelve una estrella… Ahora duerme, mi fuerte guerrero. Duerme…”

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Transmisión de voz encriptada entre la Nueva Zona y Kiev, 10 de septiembre de 2014, 08:41:07 AFT #Kilo Uno, Renegado llamando. ¿Me copias?# #Kilo Uno a Renegado. Te copio fuerte y claro.# #Ojo de Águila me autorizó que te confirmara que tus sospechas estaban en lo correcto. Se ha localizado el escuadrón. Todos Muertos en Acción.# #Afirmativo. Maldita sea, qué malas noticias.# #Fueron descubiertos por un elemento amigo. Si él les quien sospecho que es, entonces hasta ahora el plan está funcionando.# #Eso es secreto, Renegado. Proceda con su misión y entréguenos las pruebas.# #Creo que habrá una oportunidad para eso… Kilo Uno, ¿este hombre del que habla está haciendo todo a su alcance para evitar la corte marcial o algo así?# #Kilo Uno a Renegado. La transmisión no es clara, repita.# #Renegado a Kilo Uno. Lo pregunté porque con seguridad hará que nuestro objetivo muestre su mano, pero ningún hombre merece ser castigado así. Supongo que ni siquiera tú sabes lo que se le viene encima. Debes odiarlo si lo mandas allí. # #[ruido de estática]# #Kilo Uno a Renegado. Eso es secreto.# #Renegado a Kilo Uno. Ojo de Águila es lo suficientemente malo pero tú eres peor. El equipo de Renegado se está reubicando. Te contactaré a ti y a Ojo de Águila cuando se obtengan las pruebas.# #Kilo Uno. Transferencia captada, Renegado.# #Maldito seas Kilo Uno, era un buen hombre. Cambio y fuera.# #[ruido de estática]#

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Ciudad de los Gritos Acceso norte a la Ciudad de los Gritos, 10 de octubre de 2014, 06:20:41 AFT “Esperaba hallar algo más que una pila de escombros.” Tarasov le alcanza los binoculares a Zlenko, que está recostado boca abajo junto a él, ambos escondidos tras un arbusto en una colina con vistas al ancho valle allá abajo. El antiguo lugar se alza sobre una colina estéril, rodeado por un denso bosque y una telaraña de caminos que llevan hacia él en la cual están esparcidos toda clase de tanques, autos civiles y camiones soviéticos. A lo lejos del bosque, donde el valle se conecta con el escarpado muro de colinas, las rocas están plagadas de cuevas, todas empequeñecidas por una gran caverna alta. La noche aún se retrasa sobre el horizonte del oeste, pero a la izquierda de ellos, al este, los primeros rayos de luz ya sientan su avanzada hacia la oscuridad y pintan un rosa suave sobre las colinas. Pronto, el valle se llenará de sombras color rojo y naranja, emitiendo una engañosa belleza sobre las ruinas atestadas de luchadores enemigos. “Cómo desearía que nuestro helicóptero de combate pudiera estar aquí ahora… Resulta que hubiera sido un buen plan después de todo,” responde el sargento. El acercamiento electrónico de los binoculares zumba cuando Zlenko ajusta la distancia. “Sólo la parte logística estuvo mal, desde el principio.” Oh cielos, no tienes idea de lo mal que estuvo, piensa Tarasov, pero le dice, “Un ataque frontal está fuera de discusión, de modo que, ¿se le ocurren algunas ideas sobre cómo lidiar con este desastre, Viktor?” “Está todo jodido, kommandir… Ni siquiera logro ver una entrada hacia la parte subterránea donde podríamos concentrar nuestro ataque.” “Probablemente del lado sur… ¿Ve ese camino hacia el sureste? El mapa de mi PDA muestra un camino que se desvía 414

y va colina arriba, hacia las ruinas. La entrada debe estar allí en alguna parte. No puedo verlo con claridad con esta resolución de imagen baja, aunque… Desearía que hiciéramos un reconocimiento apropiado del lugar antes de proceder.” “Si la entrada se encuentra hacia el sur, eso significa que hemos descendido del lado equivocado de nuestro blanco de todos modos.” “En lo que a nuestro equipo de infiltración respecta, está en lo cierto… Entonces, Viktor, si hay una posición enemiga bien defendida entre usted y su objetivo y no cuenta con artillería o apoyo aéreo, ¿cómo procedería?” “La planicie alrededor de la colina está cubierta por un bosque denso y probablemente lleno de minas y anomalías… Pero hay senderos que salen del camino principal justo debajo de nuestra posición. Si aún queda alguna lógica en este lugar, bordean la colina y se unen al otro camino que viene del sureste. Una pequeña unidad sería capaz de atravesarlo sin hacer mucho problema. Eso, si los defensores tienen algo más que hacer que cuidarse las espaldas, como prepararse para un ataque proveniente del norte o algo así.” “¿Qué piensa? ¿Podría funcionar?” Zlenko estudia el área cuidadosamente. “Lo único que necesitamos es buena suerte, señor.” “Estoy de acuerdo. Volvamos con los Stalkers.” Escondidos detrás de las colinas desde donde registraron el lugar, un montón de Stalkers de aspecto duro esperan las órdenes de Tarasov. Había reunido muchos menos Stalkers de lo que hubiera esperado, pero al menos los hombres que están ahora acurrucados a su alrededor son lo mejor de su especie: expertos, bien armados y disciplinados. Se siente tranquilo cuando observa sus rostros. ¿Pero en dónde diablos están Bone y sus guardias? ¿Y dónde está el condenado francotirador? “Escuchen,” les dice en voz baja, “ya no podemos seguir esperando al capitán Bone. Perderemos la ventaja de tener el Sol bajo en media hora. Si nos acercamos a ellos por el este, 415

tendrán el sol en sus ojos. Ningún equipo de última tecnología puede compensar eso. Tenemos que avanzar y tenemos que avanzar rápidamente. Esperamos poder encontrar una entrada hacia las cavernas en el sur. La distancia está aproximadamente a dos kilómetros. Avanzaré con un reducido equipo de infiltración. El resto de ustedes desencadenará el infierno para desviar la atención de nosotros, que estamos entrando. Borys, venga aquí… Revise el intercomunicador. Tú, Stalker con ese PKM, dame esa pistola de bengalas. No quieres dispararle a los dushmans con eso, ¿no es así? Muy bien… Ustedes son Stalkers, así que acecharán hasta ese arroyo entre nuestra posición y las ruinas. Asumirán la posición de disparo allí pero no dispararán. Una vez que estemos lo suficientemente cerca de la entrada, dispararé una bengala y ustedes darán comienzo a la fiesta. Mientras tanto, avanzamos. Recuerden: todo lo que tienen que hacer es mantener al enemigo ocupado y llamar la atención lo más que puedan con su ataque de distracción. Ellos deberían movilizarse, hay un gran espacio libre entre el arroyo y el bosque. Serán blancos fáciles allí. Usen el terreno para ventaja suya.” “¿Y una vez que ustedes salgan?” pregunta el Psiquiatra. “No se preocupen por eso.” Zlenko mira a Tarasov con preocupación. “Señor, estoy de acuerdo con el Stalker. ¿Qué hay de la exfiltración?” Lo siento, hijo, piensa Tarasov. Lo único que tenemos que planear es llegar a los niveles inferiores. Salir sería como planear que suceda un milagro. Pero también sabe que sus dos leales soldados y cualquier Stalker lo suficientemente valiente para unirse, merecen alguna explicación apropiada. “Una vez que estamos adentro, tenemos que localizar lo que sea que haya quedado de Aguja… La expedición. Es de esperar que encontremos resistencia pesada: fuerzas especiales chinas e incluso peor. Esperemos poder matar muchos de ellos cuando avancemos para hacer nuestra salida 416

un poco más fácil. El Psiquiatra estará al mando de los Stalkers esperándonos afuera. Una vez afuera, volvemos de vuelta a Bagram. ¿Alguna pregunta?” “¿Qué sucede si después de todo no hay ninguna entrada hacia el sur?” pregunta Zlenko. “Tiene que haber una.” “¿Por qué?” “Porque esa es nuestra única oportunidad.” Los Stalkers permanecen en silencio. Tarasov les ordena rápidamente que asuman la posición que mejor se ajusta su equipo: metralleros hacia los flancos, en el centro los hombres con rifles, los pocos Stalkers con Dragunovs y rifles de asalto con miras al final. “Muy bien… Soldados paracaidistas, revisen sus armas. Ilchenko, espero que se haya familiarizado con ese M27.” “Le quité la virginidad anoche. Tiende a dirigirse un poco hacia la derecha y arriba, pero debería estar bien, señor. Tengo ocho cargadores y estoy preparado.” “¿Zlenko?” “Listo para los encuentros cercanos,” responde el sargento, colocando el primer cartucho en la recámara de su escopeta Benelli. “Revisen la visión nocturna. La necesitarán.” Mientras los soldados hacen lo que se les ordenó, Tarasov elige a dos Stalkers. Su primera elección es Skinner, el cual probó ser un luchador capaz en la Avanzadilla. Luego elige un Stalker que lleva un viejo exoesqueleto y una escopeta pesada con un cargador de tambor. “¡Oye, tú, el del Striker! Tú también vienes con nosotros. ¿Qué tienes cargado?” “Balas. Todavía tengo unas cuantas, y también perdigones.” “¿Cuál es tu nombre?” “Zef.” “¿De dónde vienes con ese nombre?” “Sudáfrica.” 417

El exoesqueleto del Stalker está emparchado y tiene marcas de arreglos por todas partes, testimonio de muchas luchas a mano armada y garras de mutantes. Abre el casco de su armadura e inclina la cabeza en señal de respeto a Tarasov. “¿Qué carajos?” grita Ilchenko. “¡Tenemos un jodido negro aquí!” “Cállate,” dice Tarasov con furia, casi al mismo tiempo que Zlenko y Skinner. “Psiquiatra, ¿todo listo?” El viejo Stalker le ofrece una sombría sonrisa. “Si vienen, tendré una visión más clara de lo que sucede en sus cabezas.” “Entonces estamos listos… Ahora, hermanos, parece que tenemos Stalkers aquí de todas partes del globo. Nuestros hogares pueden ser diferentes pero nuestra sangre es del mismo color. No tengan ningunas ilusiones: despídanse de ellas hoy. Que sea el símbolo de nuestra unión, porque en este día luchamos todos juntos y seremos victoriosos juntos. Mantengan su posición y háganlos polvo. Escuadrón de infiltración, ¿está todo listo?” “Listo,” los soldados y los Stalkers responden uno por uno. “Zlenko, tome posición. Davai, uhodim!” 12 de octubre de 2014, 08:23:58 AFT Se escabullen en el bosque y usan las paredes bajas a lo largo del camino de tierra hacia su punto de ventaja. Tarasov desearía patrullar el área apropiadamente pero apuesta todo a la única ventaja con la que cuentan: la sorpresa. Caminan cautelosamente por el camino y se escurren entre la vegetación. Aún está oscuro bajo el follaje denso, con los omnipresentes restos de los tanques otorgando la oportunidad para agazaparse juntos cuando la distancia entre sus filas se hace demasiado extensa. Zlenko se detiene repentinamente y levanta el puño. “Veo hostiles a las doce en punto.”

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Tarasov se acerca a su hombre punta y mira en la dirección que le muestra. Delante de ellos, media docena de hostiles están sentados alrededor de una hoguera, uno de ellos montando guardia encima de uno de los restos que alguna vez fue un vehículo todo terreno civil. “Los chicos malos también parecen haber establecido una hermandad,” susurra Zlenko. Cuatro enemigos llevan puesta la armadura ceñida de los comandos chinos, el resto son talibanes; sus máscaras de gas cuelgan cómodamente de sus hombros junto con sus largos turbantes oscuros. “Mierda… Aún creo que hasta ahora hemos tenido suerte.” Tarasov le quita el seguro a su M4 y cambia al modo de disparo único. En el angosto camino entre los muros de barro, no hay modo de encontrar una buena posición de tiro o flanquear al enemigo. “Sargento, usted e Ilchenko lleven a los muchachos a la izquierda. Skinner, usted y Zef vayan con los otros hacia la derecha. Arrojaré una granada. Cuando suba, dénles duro y no fallen. Si alguno de ellos logra usar la radio, ¡estamos jodidos! ¿Queda claro?” Sus hombres asienten. Tarasov saca una granada de su red y quita el seguro. Deja que el fusible arda dos segundos y arroja la granada contra un grupo de enemigos que no sospechan el ataque. Cuando la granada detona, sus compañeros saltan de sus escondites y rocían a sus enemigos con una lluvia de balas. En sólo unos segundos la balacera ha finalizado. “Todo va saliendo bien hasta ahora,” dice Tarasov, complacido al ver a los hostiles caídos. “Esperemos no haber hecho tanto ruido. Ilchenko, ahora usted póngase al frente. Avancemos, muchachos.” Habían cubierto la mitad del trecho cuando la voz agitada del Psiquiatra suena en el intercomunicador de Tarasov. “¡Mayor! ¿Puede oírme?” “¿Qué sucede, Psiquiatra?” “¡Se están subiendo a sus camiones y se alejan hacia el sur!” 419

“¿Ve civiles entre ellos? ¿Algún equipamiento?” “Es difícil decirlo a esta distancia. Lo único que puedo ver es que desde hace unos minutos todo el lugar se ha revolucionado como un nido de hormigas. Momento… ¿Qué demonios es eso? Varios mercenarios están intentando subirse al camión, pero los dejan atrás y están alejándose. ¡Pareciera que están huyendo!” “¿Dice que están abandonando las ruinas?” “No exactamente… quieren… Los veo subirse al camión cuando se van y los que ya se encuentran arriba los sacan a patadas de los camiones… ¡Los idiotas entraron en pánico!” “Mucho mejor así. Esperen la bengala.” Tarasov se dirige a sus camaradas. “Algo está sucediendo allí. Los mercenarios están huyendo del lugar. Y eso no me está gustando.” “Pero eso nos facilita las cosas,” dice Zlenko. “Depende del porqué entraron en pánico. ¡Avancemos, rápido!” De haber existido otros puestos de guardia en el camino los deben haber abandonado con prisa, porque el equipo de Tarasov no se encuentra con otros hostiles a lo largo del camino. Pronto el camino vira hacia el sur. Ahora Tarasov lo ve por sí mismo: una docena de camiones abandonan las ruinas, cargados hasta hacer rechinar los ejes. Los mercenarios corren tras ellos en el polvo agitado por los vehículos pesados. Nadie quiere que lo dejen atrás… Me pregunto qué está sucediendo en ese condenado lugar. Esperan hasta que el último camión haya pasado; entonces, a la señal de Tarasov, el pequeño escuadrón avanza y finalmente llega al camino principal. “¡Hostiles!” susurra Ilchenko. “¡Ciento cincuenta metros, una en punto!” Tarasov hace señas a sus hombres para que se detengan y no disparen. Ve a los mercenarios yendo en su dirección. No parecen estar preparados para luchar y se ven como si sólo estuvieran pensando en salir de las ruinas lo más rápido posible.

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El mayor dispara el arma de bengala. El proyectil trepa hacia el cielo y en unos pocos segundos explota como una bola de fuego sobre la colina. Inmediatamente, se desata una gran balacera cuando los Stalkers se ponen en acción más allá de las colinas. “¡Abran fuego! ¡Abran fuego!” Se da cuenta de que le ha proporcionado un arma inadecuada a Ilchenko, cuando ve que el metrallero vacía el primer cargador en cuestión de segundos. “No necesitamos una lluvia de balas,” grita. “¡Concentre su fuego, Ilchenko! ¡No desperdicie su maldita munición!” Matan uno a uno a los enemigos que no estaban listos y avanzan, cubriendo los últimos doscientos metros hacia el camino polvoriento que lleva colina arriba. Ve a Skinner que avanza corriendo. “¡No se dispersen! ¡Manténganse juntos!” grita Tarasov, pero su advertencia llega demasiado tarde. Una ametralladora pesada abre fuego y el Stalker cae. Zef agarra su cuerpo y lo arrastra para ponerlo a salvo junto a una pared de barro baja; polvo y fragmentos de roca vuelan alrededor de ellos mientras el metrallero sigue disparando. Antes de arrodillarse junto al Stalker herido, Tarasov ve de dónde llegan las balas: un búnker enorme vigila la intersección del camino. Su guarnición es muy lenta o demasiado obstinada para escapar junto al resto. “Muéstrame la herida, hermano,” dice Zef, sacando un botiquín de su mochila. Su voz grave es sorpresivamente tranquila a pesar de que balas de ametralladora vuelan por encima de sus cabezas. “Sobrevivirás. Yo te parcharé.” Una mirada a la herida del Stalker le asegura a Tarasov que Skinner probablemente pueda continuar si la herida en su cadera es debidamente atendida y los hábiles primeros auxilios de Zef se ven lo suficiente tranquilizadores para él. Entonces sus pensamientos regresan a los peligros más inmediatos. Toma una roca y la arroja contra la pared.

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Inmediatamente, una larga ráfaga de fuego de ametralladora explota contra la pared de lodo. “Mierda,” maldice Ilchenko con furia. “Parece que no les escasea la munición…” “¿Alguien tiene una granada de humo?” “Yo tengo, señor.” “Dámela. Quédense aquí. Trataré de cubrir nuestro acercamiento. Entonces, nos precipitamos hacia él y terminamos haciendo añicos ese búnker.” Tarasov sabe que es un plan malo y desesperado. Incluso si sale el humo, habrá cerca de cincuenta metros entre su posición y el fortín donde pueden hacer la masacre. Pero solo con cuatro hombres, no queda mucho espacio para maniobras de supresión y flanqueo del estilo delibro de texto. Se aproxima al final de la pared y arroja la granada lo más rápido que puede hacia el fortín. En unos pocos segundos, un denso humo cubre el camino. Cuando se precipita, ha cubierto unos escasos metros cuando la ametralladora abre fuego nuevamente y lo impacta en el pecho. Las balas no penetran su armadura, pero el impacto es lo suficientemente fuerte para arrojarlo al suelo. Apurado, se arrastra hacia una roca. No hay modo de salir de aquí. Ese bastardo no necesita apuntar para darme con esa maldita ametralladora. Repentinamente escucha que un rifle dispara una docena de rondas en una secuencia lenta. El cemento se fragmenta cuando las pesadas balas revientan el fortín. La ametralladora permanece en silencio. Espiando desde su refugio, Tarasov no necesita pensar dos veces antes de quitarle el seguro a una granada de fragmentación y correr hacia el fortín para arrojar la granada a través de la rendija. El concreto se sacude por la explosión en el interior y, con un tintineo aún en los oídos, apenas puede oír una voz familiar en su intercomunicador. “Desperdiciaste tu granada, Cóndor. ¡Los bastardos necesitaban paredes más consistentes para detener las balas de mi nena!” 422

Tarasov suspira con alivio. Por fin ese elusivo bastardo está aquí. “¡Aún no estamos en paz, Crow! ¡Podría haber manejado esto yo solo!” “Por supuesto. ¡Pero no es momento de relajarse! ¡Hostiles a las diez!” Para ese momento sus hombres han corrido hacia la parte superior de la roca y Tarasov se levanta desde atrás del refugio para apuntar su arma, pero Crow es más veloz y los efectos de su rifle dejan pasmado a Tarasov por un segundo. Donde ha aparecido un mercenario hace un instante, ahora ve un torso humano que ha sido destrozado por el impacto de una pesada bala. Ilchenko ya se encuentra disparando, sin molestarse a esperar las órdenes, mientras que Zlenko y los dos Stalkers cuidadosamente esperan que el enemigo entre a corta distancia en el rango de sus escopetas. Tarasov espía por encima de las colinas al otro lado del camino, la única posición donde se podría ocultar si fuera un francotirador, y frunce el entrecejo. Por un segundo, le parece que hay varios luchadores con las armaduras negras de Deber en lo alto de la colina. Sin embargo, no tiene tiempo para pensar acerca de lo que Crow estaría hacienda con los hombres de Bone –si sus ojos no le han fallado– y el escuadrón de Bone se supone que debía asistirlos, no ocultarse. Regresa al camino y como siente que el ímpetu ha oscilado, ordena a sus hombres que se lancen a la carga. “Zlenko, Ilchenko, son el equipo de disparo. Lancen fuego de supresión. Skinner, Zef: equipo de disparo dos. Corran como locos hacia la entrada y tomen posición allí. Una vez que lleguen, el equipo de Zlenko avanzará. ¿Quedó claro? Vperjod!” Su plan parece haber funcionado. Con el enfrentamiento armado al otro lado de la colina y la retirada, aún sin explicación, no hay suficientes defensores para oponerse al escuadrón de Tarasov con fuego efectivo y pronto llegan a unas ruinas más grandes, las cuales ofrecen terreno más 423

elevado desde donde pueden caer a la parte trasera de los hostiles que intercambian fuego denso con los Stalkers debajo. “Borys, ¿puede oírme? ¡Oye, Psiquiatra!” grita Tarasov en la radio. “Cálmate, mayor. ¿Dónde te encuentras?” “Estoy calmado,” grita. “Llegué a terreno elevado. Puedo ver tu posición. ¡Momento para que los Stalkers avancen!” “Ya era hora.” Piedra por piedra, el escuadrón de Tarasov despeja de enemigos la pendiente de la colina. Ahora la pelea es a corta distancia; ha llegado el momento de Zlenko y los dos Stalkers con sus escopetas. Tarasov cambia a su pistola y trata de apuntar a las cabezas de los enemigos, que pueden estar sorprendidos y desesperados pero que aún actúan ágiles y perspicaces. Zef, con la cabeza en la neblina purpúrea de la batalla campal, salta sobre un mercenario que se encuentra disparándole con su pistola, lo arroja al suelo y acaba con él con su escopeta, solo para ser el blanco perfecto para una ráfaga de un rifle de otro mercenario apoyado contra la esquina. Tarasov ve las manchas rojas ensanchándose en la armadura color arena del sudafricano. Tonto imprudente, destella en su mente cuando el Stalker da un paso atrás, recargando su escopeta. “¡Granada de fragmentación!” grita Tarasov, arrojando una granada alrededor de la pared donde se oculta el tirador. La explosión cubre las ruinas con polvo y arena. Skinner aparece de la nada y dispara su escopeta ciegamente a la nube de polvo. La ametralladora de Ilchenko ladra desde algún lugar por encima de ellos. “¡Hacia la derecha! ¡Hostiles a las tres, mayor!” El grito de Zlenko se ve suprimido por el fuego de la ametralladora. ¡Mierda, no otro fortín! Pero es un Stalker con una ametralladora, seguido de otro, que dispara su AK desde la cadera hacia un enemigo que Tarasov no puede ver. 424

“¡A las trincheras! ¡Limpiémoslos!” Zlenko y el metrallero corren a través del arco en ruinas que antes podrían haber sido la entrada de algún palacio pero que ahora sólo oculta enemigos. El sargento arroja una granada dentro de una cavidad entre las rocas, la atronadora explosión arroja polvo y partes de cuerpos como si la tierra misma los estuviera escupiendo. Tarasov está a punto de seguirlo cuando un enemigo aparece ante él. Tira del gatillo de su arma pero ésta no dispara. Un cuchillo destella a través del polvo. Evita que le sea introducido, agarrando el cañón de su arma para utilizarlo para golpear, sin tiempo para reponer el cargador, pero antes de poder acertar al enemigo que está a punto de saltar a él una vez más, con el cuchillo listo para insertarse en el cuello de Tarasov, un Stalker aparece y hace dos disparos de su escopeta. “Por un pelo,” grita Skinner y avanza con prisa hacia el fuego que retrocede en el lado este de la colina. Para cuando Tarasov se encuentra con él, el sonido de la batalla intensa ha cesado, solamente un ocasional disparo se escucha cuando los Stalkers acaban con los enemigos que quedan. “¡Cesen el fuego!” grita Tarasov. Su voz suena ronca y puede sentir la arena entre los diente. “¡Escuadrón de infiltración, conmigo! ¡Cese al fuego, todos!” Uno por uno, llenos de polvo y extenuados, aparecen sus luchadores. Todos parecen estar ilesos excepto Zef, que tiene una gran mancha sanguinolenta en un costado. “Estás herido, hermano,” dice Tarasov. “La próxima vez no juegues a ser Rambo, ¿de acuerdo?” “Lo siento, jefe. Pero a ti también te agarraron,” responde el Stalker, señalando el brazo de Tarasov. Al mirar hacia abajo, ve un corte en su brazo izquierdo en el punto en que su exoesqueleto es más débil. Incluso ahora que sabe de su herida, no siente dolor, sólo adormecimiento en sus músculos. Tengo que comprarle a Degtyarev un cajón de vodka por este traje... Pero maldita sea, como desearía que Nooria estuviera aquí. 425

El pensar en las caricias de Nooria lo debilita y tiene que sentarse para aliviar sus piernas temblorosas. Un sentimiento desconocido lo abruma. El alivio de haber sobrevivido la batalla campal se desvanece, dando lugar al deseo de estar muy lejos de ese lugar, donde docenas de hombres han muerto luchando sobre una colina baja cubierta de ruinas insignificantes. “¿Está usted bien?” “Estoy bien, Viktor… Estoy bien.” Respira profundamente, tratando de olvidar el recuerdo de unos intensos ojos verdes. “Parece que lo hemos logrado.” “Sí… Incluso el negro lo logró. Aunque obtuvo más de una bala en su sucio costado.” Los Stalkers miran a Ilchenko. “En realidad, hubo momentos en que pensé que debería ayudar a los dushmans a acabar con este mono.” “¡Cierre la puta boca, soldado!” dice Zlenko. “¿Qué diablos le sucede?” “No importa, sargento. Todos aún tenemos la adrenalina,” dice Zef, a la vez que abre su exoesqueleto y aplica una venda sobre su herida. “Una vez tuve una novia…” Tarasov no logra concentrarse en la anécdota del Stalker. Hay algo en la conducta de Ilchenko que le preocupa. “Metrallero,” dice fríamente. “Lleva a Skinner contigo y dale una mano a los Stalkers para limpiar este lugar. Muévanse. ¡Ahora!” El antiguo soldado de Deber se levanta del suelo donde estaba descansando, Tarasov lo detiene. “Mantenga un ojo en Ilchenko. Algo malo le sucede.” “Lo haré,” responde Skinner, recargando su escopeta y siguiendo a Ilchenko. “Como sea, Zef,” vuelve a dirigirse al Stalker, “¿qué hay con esa novia?” “Nada importante, jefe… Una vez me dijo: una mujer no puede tomar en serio lo que los hombres dicen luego del sexo. Yo digo, un hombre no puede tomar en serio lo que otro hombre dice luego de una batalla como ésta.” 426

“Supongo que no.” “¿Se encuentra bien, mayor?” la voz de Zlenko suena ansiosa. “Parece… distraído.” “¿En serio?” Tarasov no está seguro de qué responder. “Le dije que estoy bien. Es solo que… Repentinamente sentí el deseo de aplastarle la cabeza a Ilchenko.” “¡Ahí están!” exclama una voz alegre. “Seguimos el itinerario de esos bastardos, ¿no es así, mayor?” Borys el Psiquiatra trepa sobre una pila de ladrillos de barro y se sienta al lado de Tarasov. Cuando el Psiquiatra lo mira al rostro, una sombra de temor se precipita sobre el del Stalker, tan rápido que Tarasov no está seguro si lo que vio era real o sólo el reflejo de su propia mente empapada de adrenalina. “Tome un poco de medicina,” dice el Stalker, ofreciéndole una botella de vodka, con más seriedad en su voz de lo usual. Tarasov la acepta con gusto. La botella corre entre todos ellos. Por encima de las ruinas, escuchan la charla de los Stalkers, algunos de ellos emiten un grito triunfal cuando encuentran algún botín valioso en los cuerpos de los enemigos caídos. “Me haría bien comer algo.” Zlenko abre una lata de carne procesada, pero Tarasov sacude la cabeza cuando el sargento le ofrece un trozo de carne sobre la punta de su bayoneta. “Gracias. No tengo hambre.” Zef comparte una porción de pan con el sargento. Debería haberla aceptado, piensa Tarasov. ¿Qué es esa extraña sensación en mi estómago? Para distraer la atención de la extraña sensación en las entrañas, se dirige nuevamente al Stalker sudafricano. “Entonces hermano, ¿cuál es tu historia? Vienes de muy lejos.” “Mi última parada fue Inglaterra, en realidad. Estuve en muchos lugares. Donde sea que hubiera dinero para ganar.” “¿Has sido un mercenario?” “Traté de ganarme la vida con lo que hago mejor.” “¿Y qué sería eso, dar primeros auxilios?” 427

“No. Usar una escopeta.” Frunce el ceño el Stalker negro. “Le disparé a un hombre en Ciudad del Cabo. Me hicieron salir de mi propio país.” “Nada ofrece amnistía más abiertamente que la Nueva Zona.” “No necesito amnistía, jefe. Estuve con un equipo de SWAT. Una vez nos dirigimos hacia un asentamiento para acorralar una pandilla de ladrones. Tuve que dispararle a uno. Era de mi gente.” Tarasov quiere responder, ‘Uno aquí no puede encontrar más que vidas arruinadas’, pero agarra su arma en vez de eso cuando una ráfaga de un rifle viene de no muy lejos de allí. Borys salta, con su rifle listo para disparar. 12 de octubre de 2014, 11:50:20 AFT “¿Qué está sucediendo allí?” Tarasov reconoce el sonido de un Kalashnikov, seguido por los golpes, en respuesta, de una escopeta automática. “Probablemente sean tus hombres limpiando el lugar,” le dice a Borys. “Será mejor que revise, mayor.” “Mejor terminen su almuerzo, “le dice Tarasov a sus hombres, “aún tenemos trabajo que hacer… y tengo la sensación que la mierda sólo nos llego a los tobillos hasta ahora. Una vez que lleguemos a las ruinas, nos llegará hasta las caderas.” “¿Está seguro de que tenemos que hacer esto, jefe?” “Ahora es el momento de optar si lo vamos a hacer, Zef. Si cambias de parecer luego, te dispararé.” “Está bien, jefe… Cálmate viejo. No quiero cambiar de parecer por nada. Te seguiré.” “Kommandir, podríamos descansar un poco más,” dice Zlenko con preocupación. “Está tan ansioso como un resorte.” “Estoy jodidamente bien. ¿Cuántas veces necesito decírselo, sargento Zlenko? Métase en sus propios asuntos.” 428

Zlenko se ve herido y Tarasov se siente sorprendido por su propia aspereza. Un dolor de cabeza repta por su cráneo y su garganta permanece seca sin importar cuanta agua beba, pero debe poner esas cosas al final de su mente cuando Borys llega, maldiciendo y con aspecto de mucha preocupación. El seguro de su rifle está corrido y lo tiene listo para disparar. “Dos malditos Stalkers se dispararon el uno al otro por un botín de basura inservible. Nunca había visto algo así antes. ¡No entre mis malditos pacientes!” Es momento de terminar con esto, le viene a la mente a Tarasov, sin que él sepa qué es lo que tiene que terminar. Palabras, conversaciones, mensajes, todo lo que ha aprendido desde que llegó a la Nueva Zona hierven en su mente, fusionándose para formar una conclusión vaga pero aterradora. “Muy bien entonces… Psiquiatra, saque a sus hombres de las ruinas inmediatamente. Fórmelos en dos grupos y prepare posiciones de emboscada hacia el lado noreste y surde la colina. Sólo en caso de que… ¿Puede imaginárselo?” “Seguro. Y estoy de acuerdo.” Borys interrumpe sus palabras. “Dígalo, Psiquiatra.” “No suelo asustarme fácilmente, mayor, pero este lugar… Hay algo en él que me da escalofríos. Mientras más pronto nos vayamos de aquí, mejor.” “Lo que me preocupa es por qué se fueron los mercenarios con tanta prisa. Zlenko, si ha terminado su almuerzo, reúnase con Ilchenko y con el ex soldado de Deber.” “Allá voy, kommandir.” Caminando hacia la cumbre de la colina el destino de sus dos escuadrones pesa en el corazón de Tarasov como una roca pesada. Veintidós hombres, todos muertos… Cómo desearía que estuvieran aquí. Todo fue mi culpa. Tarasov tiene que detenerse y sentarse, su mente llena de ira contra sí mismo. Se cubre el rostro con las manos, más allá 429

del dolor que le causan sus propios dedos presionando su cráneo. Se quita el sudor del rostro. El movimiento hace que le venga a la mente de modo repentino el coronel y su autotortura, especialmente cuando estaba hablando de su hijo. ¿Qué determinación, qué fuerza de voluntad necesita uno para pasar por todo esto y permanecer al menos remotamente cuerdo, capaz de comandar a los otros incluso cuando se perdió la fortaleza de comandarse a uno mismo? “El escuadrón se encuentra reunido. Estamos listos para entrar… Mayor, está sangrando.” Mira a Zlenko. “Mi brazo está bien.” “No es su brazo, sino su pecho.” Mira hacia abajo, en el lugar donde su camiseta asoma desde debajo de la placa en el pecho del exoesqueleto. La sangre se ha filtrado a través de la tela, obviamente de una herida que ningún hemostato o colágeno puede sanar. Nooria. Cómo desearía que estuviera aquí… Cómo desearía poder regresar con ella. “Ilchenko, ¿encontró la entrada?” dice. “La encontré. No es difícil ubicarla.” La suerte está echada, entonces. Tengo mis órdenes… Y eso es todo lo que tengo ahora. Se pone de pie y mira a sus hombres a los ojos. “No sé lo que nos espera por allí, pero yo soy el mayor Mikhailo Tarasov de las Fuerzas Armadas Ucranianas y los guiaré a donde quiera que sea, sea lo que sea que se nos interponga en el camino. Sargento Zlenko, soldado Ilchenko, tienen el honor de completar la Operación Aguja en el Pajar. Vamos a probar que el sacrificio de nuestros camaradas no ha sido en vano. Skinner y Zef, son luchadores capaces pero ésta no es una incursión Stalker para saquear y para los artefactos. Si los atemoriza, díganmelo ahora.” No puede ver el rostro de Zef bajo el pesado casco táctico, pero un movimiento de cabeza del Stalker da cuenta de que está listo. Las facciones de Skinner se vuelven una sonrisa cruel y cínica, llena de confianza en sí mismo. 430

“Muy bien, Stalkers… Vayamos a acechar*. Ilchenko, tome la delantera. Llévenos a la entrada. Zef, cubre nuestra retaguardia. Vamos.” “Que Dios esté con nosotros,” gruñe Skinner a espaldas del mayor cuando marchan hacia la entrada tallada en las rocas y entran en la oscuridad del interior.

* En inglés, juego de palabras con el acrónimo Stalker y el significado del verbo to stalk: acechar, acosar. (Nota de los T.)

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Dentro de las catacumbas Nivel del búnker, 12 de octubre de 2014, 12:40:41 AFT El contador Geiger de Zlenko suena con valores normales mientras los cinco hombres avanzan por el empinado túnel descendiente, débilmente iluminado por las luces de emergencia sujetas en la pared. “Ignore esa cosa por ahora,” le dice Tarasov. “Lo oirá cuando salga de la escala normal. Mantengan los ojos bien abiertos.” El túnel lleva hacia abajo y se encuentra reforzado con vigas de concreto, por lo que Tarasov se pregunta cuánto trabajo costó y aún más, qué secretos yacen escondidos en las profundidades que justificarían el esfuerzo. Se han estado moviendo hacia el interior ya por más de diez minutos, descendiendo todo el camino. La falta de oposición no lo relaja. Al contrario, la desolación aterradora en el túnel oscuro le pone los nervios de punta. Casi se siente aliviado cuando el conducto al fin lleva a una habitación con rústicas paredes de concreto, se ve como una habitación de almacenamiento con tanques de combustible y estantes que aún tienen cajas de herramientas y equipo de mantenimiento, aunque sus contenidos están esparcidos por el piso en charcos de sangre. La sangre mana todavía del cadáver despedazado de un mercenario. “Ninguna bala lo ha matado,” dice Skinner. “¿Cómo puede estar tan seguro?” Tarasov se le acerca, retrocediendo del cadáver por instinto cuando parece desplazarse en el círculo de luz de su linterna. “Por lo general las balas no destrozan un cuerpo en pedazos,” responde el Stalker, “y a este tipo le falta todo lo que alguna vez tuvo entre su pecho y su pija.” “Más,” añade Zlenko, tragando con dificultad. Tarasov revisa la habitación con la linterna en su cabeza. “No hay nada de interés aquí. Prosigamos.” 432

“Al menos ahora sabemos qué fue lo que hizo que los mercenarios huyeran.” “¿De verdad, Ilchenko?” pregunta Tarasov. “Si tiene alguna idea, por favor cuéntela.” “Hambre.” “Guárdese sus bromas estúpidas,” dice Zlenko con un bufido. “Hambre,” repite Ilchenko. “Hambre. Ha-a-ambre.” Su voz se desvanece en un suspiro. “Soldado, tome la delantera,” dice secamente Tarasov. Cuando Ilchenko pasa junto a él, Tarasov se mira con Zlenko. No puede ver el rostro del sargento bajo el visor, pero sus gestos le indican su miedo creciente. El túnel se dobla y vuelve más angosto. Avanzando frente a él, Ilchenko entra en un pozo de luz de emergencia y luego lo engulle la oscuridad hasta que llega al siguiente. Tarasov pasa con cuidado por una sección donde las vigas de concreto están rotas y apenas contienen el techo. Su propia luz sigue los movimientos nerviosos de su cabeza, iluminando los cables y las cañerías en la pared, las vigas de concreto de arriba, el suelo muy apisonado bajo sus pies. Hacia adelante, Ilchenko se detiene. El contador Geiger suena lentamente, su sonido casi suprimido por la propia respiración y los latidos de Tarasov. “¿Escuchan eso?” Todos los otros sentidos se desvanecen cuando Tarasov se concentra únicamente en escuchar, conteniendo la respiración. Está a punto de decirle a Ilchenko que no escucha nada cuando un sonido débil viene de la profunda oscuridad a la que lleva el túnel, haciendo que se calle. No hay nada en la siguiente lámpara, a unos pocos metros adelante del soldado, ni a la siguiente. La tercera se funde con la oscuridad detrás de ellos. Las otras luces adelante no son más que puntos brillantes en el túnel negro; pero, de la oscuridad delante de ellos, llega un sonido que podría ser un grito de terror de una

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voz humana, o algo más rugiendo luego de terminar su cacería. “¿Cuántas veces ha sobrevivido en la Zona?” Tarasov mira hacia arriba. La voz en su intercomunicador suena familiar, pero no está seguro de quién está hablándole. Sacude la cabeza, como si se pudiera deshacerse de las voces así como de su dolor de cabeza que empeora. “Mantengan el canal limpio. No es momento de charlar.” El mensaje a sus hombres se supone que debe haber sido tranquilizador, pero emerge sólo como un murmullo. “Avance, Ilchenko.” “Este imbécil se lo merecía.” “¿Qué?” “Me refiero a ese cuerpo allí. Casi me tropiezo con él.” Ilchenko lo da vuelta con el pie. “Parece como si alguien lo hubiera arrastrado hasta aquí pero lo dejó… Debe haber estado apresurado.” La luz de la linterna en la cabeza de Tarasov cae en un traje color anaranjado con tanques de oxígeno en la espalda y un casco cubriéndole el rostro con un plexiglás, ancho y duro. Se arrodilla junto al cuerpo y revisa su traje protector. “A juzgar por su traje, era uno de los científicos que se suponía que debíamos salvar,” dice Zlenko. Los contenedores del cinturón están vacíos, pero la mano del científico muerto sostiene algo que se rehusó a dejar. “No, sargento. Se suponía que debíamos salvar esto.” Tarasov separa los dedos rígidos, toma una memoria portátil y la guarda con cuidado en su bolsillo. “Continuemos, Stalkers, no hay botín en el cuerpo. Ni siquiera un sucio cargador.” Se ríe de su propia broma y palmea la espalda de Ilchenko con su rifle. “Mueva el culo, soldado.” “No me gusta este túnel,” dice Zef. “Es demasiado tenebroso aquí abajo.” “Sólo está oscuro,” le dice Skinner. “Cuida nuestras espaldas y estaremos bien.” 434

“Pero veo un punto que está más oscuro que en ningún otro lugar.” Todos giran sus cabezas en la dirección que está señalando el Stalker. Los círculos de luz de sus linternas se concentran en la pared, mostrando apenas un tramo de concreto y tierra rocosa que no se diferencia de las otras que los rodean. Zef se encoge de hombros. “Debo estar imaginando cosas.” “Tu fuerza no será suficiente aquí.” “¿Quién diablos dijo eso?” Tarasov mira alrededor a sus camaradas sorprendidos. “Nadie habló, señor,” Zlenko dice en voz baja. A cincuenta metros, el túnel lleva a una puerta de metal. Se encuentra abierta y un cadáver yace en la entrada. El torso aún está cubierto con la armadura de mercenario usual, pero el resto del cuerpo no está. “Parece como que quería arrastrarse hacia afuera él solo,” comenta Skinner, pasando por encima del cadáver. “Incluso estando mortalmente herido.” Tarasov entra y mira alrededor de la habitación. “Parece un cuarto de vigilancia,” dice señalando con su rifle el colchón que se encuentra en el suelo. Las paredes aquí son de concreto sólido con agujeros redondos que alojan a los ventiladores, uno de los cuales todavía sigue girando. Revisa sus instrumentos. “La radiación es normal… No se detectan anomalías. Debería ser seguro quitarnos las máscaras de gas.” El olor de la tierra, la podredumbre y humedad abruman sus fosas nasales tan pronto como se quita la máscara protectora. “No hay nada aquí más que restos,” grita Skinner con insatisfacción. Ilchenko abre la puerta siguiente y cuidadosamente se asoma. “¡Maldita sea! Aquí es donde realmente comienza el búnker… Y yo que esperaba que esto acabara pronto.” “¿Ya está extrañando el aire fresco, soldado?” “No, mayor. Es que es jodidamente angosto aquí con ese mono respirándome en el cuello.” Ilchenko lanza una mirada 435

de desdén hacia Zef. “Espero que no se robe un cargador de Kalashnikov y se lo coma, pensando que es una banana.” Tarasov ve que los ojos del Stalker se entrecierran. “Avancemos,” dice rápidamente, “Viktor, venga aquí un segundo.” “Kommandir?” Tarasov espera hasta que Ilchenko y los dos Stalkers abandonen la habitación. “¿Qué le está sucediendo a Ilchenko, sargento?” “No lo sé, pero no me agrada su comportamiento más que a usted.” Siguen a los Stalkers en un oscuro túnel. Luego de unos pocos pasos Tarasov ve a Ilchenko haciéndoles una señal para que se detengan. No necesita preguntarle la razón. Tras la siguiente puerta, se mueve algo pesado. Tarasov incluso logra escuchar un cascabeleo lento, bestial. “Momento de la acción,” Skinner sonríe y avanza sin esperar a las órdenes. Antes de que Tarasov lo pueda detener, el Stalker abre la puerta de metal unas pocas pulgadas. En el instante siguiente, una malévola masa de fuerza negra abre de un golpazo la puerta y derrumba a Skinner. El cascabeleo se vuelve un aullido que congela la sangre y Skinner grita con temor y desafío cuando el mutante lanza su ataque. “¡Mutante!” grita Ilchenko disparando su ametralladora. Trazadoras y balas agujerean la oscuridad mientras Tarasov se arroja al suelo para darle a Zlenko una línea de fuego clara. “¡Escopetas! ¡Dispárenle! ¡Dispárenle a la bestia!” Ahora reconoce al mutante: se trata de un oso, arrastrándose sobre el cuerpo de Skinner mientras examina a sus potenciales presas. Su cuero grueso absorbe cada bala y las garras largas ya intentan alcanzar a Ilchenko cuando el monstruo se levanta en dos patas, adolorido, tratando de ponerse erguido en sus dos patas traseras. El túnel angosto funciona contra la criatura, permitiéndole levantarse sólo a una altura en la que Zef puede dispararle media docena de balas en el vientre. Músculos antinaturalmente fuertes 436

mueven al mutante agonizante hacia adelante mientras Zlenko y Tarasov disparan sus rifles en su cabeza. Eventualmente, su aullido se detiene. Agitados, los hombres respiran con dificulta. La voz temblorosa de Skinner rompe el silencio repentino. “Gracias a Dios por los espacios reducidos,” dice, poniéndose de pie y limpiando la sangre del enorme cuchillo de combate dentado que ha plantado en el cuero del mutante muerto. La cara del Stalker está sanguinolenta y su armadura hecha andrajos, las capas superiores en jirones por las garras del oso. Dios mío, ¡le clavó el cuchillo a esa bestia incluso cuando lo pisoteó! “Siento haberle hecho quitar la máscara de gas, Stalker.” “¿Qué?” “Quiero decir, esa bestia debe haber olido como el mismísimo infierno de tan cerca…” Los hombres sonríen. “Gran trabajo. Propio de alguien de Deber. Y ahora veamos qué hay en la siguiente habitación.” “Ahora te mereces que Bone te llame caraculo,” dice Zef a Skinner, quien aún se está quitando la sangre de su rostro cuando el otro hombre pasa junto a él. “Tenías el culo del oso totalmente encima tuyo, viejo. Eso apesta.” Entrando a la próxima habitación, Tarasov tiene una sensación de déjà vu. Las paredes de concreto con las cañerías que corren por el techo bajo, las máquinas oxidadas y los deshechos de metal le recuerdan con mucha fuerza a los laboratorios subterráneos de la vieja Zona. Y también las tenues luces de emergencia, una de ellas crujiendo como si su adaptador estuviera roto e iluminando un cuerpo en la esquina durante un segundo. Lleva puesto el abrigo largo, verde oscuro, que llevan los científicos que conducen las investigaciones en la Zona. Skinner ya se estaba acercando para revisar el cadáver en busca de algún botín, pero Zlenko lo detiene. “Cadena de mando, Stalker.” 437

“¡No eres más que un perro faldero, boyevoychik!” El Stalker parece enojado pero se aparta para que Tarasov examine el cuerpo. La mano muerta aún está aferrada a una laptop de alta resistencia. Tocando los bolsillos del abrigo, también encuentra una pequeña libreta llena de gráficos, cálculos y notas de investigación. “Tal vez deberíamos revisar eso,” dice Zlenko. “Más tarde, cuando nos podamos permitir un pequeño descanso.” “Puede que haya un mapa con escondites ocultos en esa mierda,” le dice Skinner a Tarasov con una mirada codiciosa en los ojos. “¡Revisémoslo ya!” “Dije que más tarde. Avancen, Stalkers.” “Jefe,” dice Zef desde atrás. “¿No podemos arreglar estos generadores? Esta oscuridad…” “Al menos tú combinas, negro,” dice Ilchenko y emite una risa aterradora. “¡Soldado, cuide su lengua!” “Nada de mi trabajo tiene una descripción acerca de tener que soportar el olor de los monos, mayor.” “¡Ilch! ¿Qué diablos sucede con usted?” grita Zlenko. “Está bien, sargento,” dice el Stalker con calma. “Puedo ponerme la máscara de gas de nuevo si es que este hombre le teme a mi rostro.” “Yo necesito una jodida máscara de gas para protegerme de tu olor.” “Ilchenko: cierre la boca. Última advertencia. ¡Es una orden!” dice Tarasov. “Orden, orden… Al carajo con toda esa mierda.” Tarasov ve que Zlenko levanta su escopeta. “Soldado Ilchenko,” dice en voz baja, casi suave, pero apenas capaz de contener su ira. “¡Si continúa alterando la disciplina le quitaré esa ametralladora y lo dejaré llevar la delantera con una pistola! ¡Ruegue que un mutante lo salve de la corte marcial!” Finalmente el metrallero se queda callado. Tarasov le hace una seña para que tome la delantera y lo sigue, muy de cerca, 438

vigilando sus movimientos. A través de una puerta al final del corredor, entran en la angosta escalera en espiral que conduce hacia abajo. Luego de dos vuelos, Tarasov cuidadosamente abre otra puerta de acero. La luz tenue de su linterna apenas ilumina la gran habitación, desde donde varios corredores se ramifican. “¿Tal vez deberíamos irrumpir en grupos de dos, explorar esos corredores y encontrarnos de vuelta aquí?” “No lo creo, Viktor; podría haber más mutantes alrededor. Sólo tenemos una oportunidad si nos mantenemos juntos. Que los Stalkers revisen su munición mientras veo qué quedó en esta habitación.” “Como ordene, señor.” Las palabras obedientes del sargento relajan sus nervios. Al menos él conserva su sentido del deber. Tarasov observa a Ilchenko y a Skinner mientras cuentan sus cargadores. Si comenzamos a derrumbarnos o tenemos gente que se va directo hacia el botín, esta misión está acabada. Botellas vacías de gaseosa y agua mineral yacen por el suelo entre los restos de cajas destruidas. Una mesa de campo permanece en la esquina, las patas al aire. Tarasov casi tropieza con una silla tirada cuando se acerca a ver si hay algo detrás y ve que un cuerpo sin cabeza le da la bienvenida. Frunce el ceño y avanza hacia donde otro cuerpo yace en la esquina, aún con una pistola en su mano. Ese sujeto debe haber luchado hasta su última bala. “Extraña forma de morir.” Tarasov se conmociona cuando escucha la voz de Ilchenko detrás de él. “No hay sangre en ése; lo golpearon contra la pared con tanta fuerza que se le rompió el cuello. Es decir, normalmente un cuello no está completamente doblado a un lado como ése.” “¿Cuánta munición le queda todavía, Ilchenko?” “Suficiente.” “¿Qué clase de respuesta es esa, soldado?” “He dicho, suficiente. Suficiente para matar al mundo.” 439

Se está volviendo loco. Tarasov no ve esa luz sanguinaria brillando en los ojos del soldado, pero la voz ronca de Ilchenko es suficiente para hacer que esté más que preocupado. “Mayor… Será mejor que vea esto.” “¿De qué se trata, Viktor?” “Zef encontró un mapa. Debe haber sido arrancado de la pared.” Tarasov estudia el plano incompleto. Está destrozado y le han pasado por encima unas botas pesadas, pero el diseño del búnker aún es visible. “Excelente… Esta parte larga es el conducto de entrada; sí, luego cruzamos la habitación de guardia y ahora estamos en el que fue el salón comedor. Mire, ese túnel lleva a una cámara etiquetada como almacén de los excavadores, quienesquiera que sean. La del medio lleva hacia los laboratorios.” “Amo los laboratorios,” grita Skinner con ojos brillantes. “¡Debe ser donde guardan los artefactos para pruebas y cosas así!” “¿Y desde allí?” pregunta Zef, ignorando la emoción del otro Stalker. “Dice área de excavación, pero el mapa termina allí. Sólo hay una flecha, dirigida hacia abajo.” “¿A los laboratorios, entonces?” “No, primero revisamos el almacén. Tal vez tengan munición allí o suministros de primeros auxilios, a menos que los hayan utilizado cuando todo se fue al garete.” Un gruñido proviene de la oscuridad como si fuera en respuesta a las últimas palabras de Tarasov. Pero esta vez es seguido de un aullido, con un tercer mutante uniéndose al coro discordante. “¡Armas listas! ¡Cuidado con el túnel de la izquierda!” Por un instante, el mayor espera que las linternas de sus cabezas enceguezcan a los tres chacales que saltan desde la oscuridad, pero las bestias no vacilan en atacar a Zef, que está de pie más cerca de ellos. Un chacal le hunde los colmillos en 440

su brazo, sin dejarle ninguna oportunidad para disparar y, para horror de Tarasov, Ilchenko sufre el mismo destino. La percepción o la agilidad hacen que el soldado resulte más afortunado que el Stalker. Deja caer su ametralladora con los dos chacales aún aferrándola con sus dientes y aprovecha el momento para sacar su pistola. Tarasov, Skinner y Zlenko están disparando como locos en los manojos de carne, músculos y colmillos mientras Zef, juntando toda su magnífica fuerza, golpea al tercer mutante contra la pared y lo sostiene allí mientras Skinner dispara tres tiros de su escopeta en sus carnes. Incluso ahí, el mutante sigue gruñendo mientras cae al piso y empieza a arrastrarse hacia ellos, supurando sangre. Ilchenko finalmente toma su ametralladora y dispara una larga ráfaga hacia el mutante, con su voz rugiendo por encima del traqueteo. “¿Qué diablos se necesita para matar a ese jodido bastardo?” El mutante ya no gruñe cuando el último casquillo cae al suelo desde el arma de Ilchenko. “¡Qué carajos!” los ojos de Zef están lo suficientemente abiertos como para exponer un aro blanquecino alrededor de sus córneas mientras revisa sus brazos. Los colmillos del mutante han doblado el marco de metal reforzado de su exoesqueleto como si estuviera ensamblado con cables suaves. “Esas bestias me arrancaron mi arma de las manos y trataron de mordérmelas…” “Los chacales no son agradables. ¿Necesitas una venda?” le pregunta Tarasov. El Stalker negro sacude su cabeza. Una mirada extraña aparece en sus ojos. "Fueron tras mi nena." Tarasov se encoge de hombros, pero antes de que pudiera preguntarle al Stalker qué quiso decir, Skinner interrumpe. “De haber usado otra cosa que no fuera un exo, no tendrías nada con qué manipularte la pija,” le dice sardónicamente el

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ex miembro de Deber, recargando su escopeta. “Es tu día de suerte, hermano.” “Avancemos, todos… Y mantengan los ojos bien abiertos.” “Mejor que haya algún botín en la habitación de almacenamiento. No quiero irme de aquí con las manos vacías.” “Deberías sentirte feliz si sales con vida y para ello, lo único que deberías desear es tener suerte.” “Mayor, ¿a sus soldados no les interesa para nada el botín? Si el ejército paga realmente tan bien, me enlistaré.” “No necesitamos dinero, Skinner. Nosotros los soldados vivimos de vodka y pan duro. Al menos eso es lo que algunos coroneles parecen creer.” El corredor es angosto y el olor dulzón de cuerpos en descomposición persiste en el aire húmedo. El olor trae saliva a la boca de Tarasov. La traga. Skinner, a sus espaldas, escupe. “¡Aquí apesta!” “Alto.” Ilchenko hace una señal para que se detengan. “¿Pueden oír eso?” Un sonido débil viene de la penumbra, como si alguien se frotara unas palmas de piel dura. Tras el círculo de luz de la linterna de Ilchenko, la oscuridad parece moverse en el suelo. Pequeños puntos verdes débiles aparecen y se mueven hacia ellos. “¡Atrás! ¡Retrocedan!” grita Tarasov. Ve dos luces color ámbar que aparecen a lo alto, encima de él, donde debería estar el techo. “¡Mierda! ¡Una serpiente!” Esta vez no está solo. Las balas acribillan el cuerpo erecto del mutante cuando se preparaba para atacar. Agujereada por balas de escopeta y de rifle, colapsa con un siseo largo y que se apaga poco a poco. Tarasov jadea para respirar. Maldito sea este lugar… Y este sólo es el comienzo. Tras la puerta de acero de la habitación de almacenaje encuentran la fuente del olor. Una pila de cuerpos yace en el piso, algunos de ellos con sus miembros arrancados a mordiscos. Pedazos de carne a medio digerir permanecen 442

esparcidos en el concreto. Zlenko se da vuelta y vomita profusamente mientras Tarasov se pone su máscara de gas con rapidez, pero el olor nauseabundo aún permanece en su nariz. Mira alrededor de la pequeña habitación con estantes estropeados en la pared. “Al menos esto no fue por nada,” gruñe. Luchando contra la náusea, levanta cuatro manojos pesados de cajas rotas. “¿Qué hay allí?” pregunta Skinner curiosamente cuando caminan de vuelta a la gran habitación, con las armas listas para disparar. “Explosivos.” “Oh-oh. ¿No estamos enojando?” “Aún no.” De vuelta en la relativa seguridad del vestíbulo, Tarasov ordena que descansen un momento. “Revisen sus armas. Coman algo. En diez minutos, avanzamos hacia los laboratorios. Ilchenko, mantenga un ojo en esos corredores. Sargento, venga aquí un minuto.” Se sienta en el suelo y saca la libreta de su bolsillo. “Veamos qué tenemos aquí”. Su linterna ilumina la letra prolija, a la antigua. Un nombre está escrito en la página interna de la portada pero la tinta está manchada, por lo que solamente se distingue Sakharov. “Hola, hola, profesor,” murmura el mayor, ojeando las páginas. Lee la escritura de la primera página legible en voz alta para que Zlenko también sepa lo que están a punto de descubrir. “De acuerdo con los investigadores, las dos estatuas fueron construidas por una antigua tribu llamada los lokottaravadan. Antiguos manuscritos sogdian, descubiertos por la expedición de Sir Aurel Stein y obtenidos por nosotros gracias a la British Library, dicen que las sacerdotisas femeninas de esta tribu poseían poderes curativos casi mágicos. Sin embargo, esto es rechazado por la mayoría de los historiadores como pura leyenda. Los antropólogos están de acuerdo también en que los lokottaravadan se extinguieron hace mucho tiempo, pero Stein insistió en que algunos de ellos aún se pueden encontrar, esparcidos entre las tribus hazara locales. 443

También nos enteramos por los manuscritos que las famosas estatuas de Bamyan, llamadas Samal y Shamama, no sólo servían espiritualmente. Los lokottaravadan las esculpieron para proteger un lugar donde, de acuerdo a su fe, un demonio u objeto de poder destructivo estaba oculto. En los siglos posteriores, mucho tiempo después de que este pueblo misterioso fuera aniquilado, el mismo lugar fue conocido como la Ciudad de los Gritos, luego de que Genghis Khan masacrara cada habitante de la ciudad que habitara allí en 1222.” “No me digas que todo esto se trataba de unos estúpidos antropólogos con una erección por la superstición y las leyendas… ¿Qué significa todo esto?” Tarasov lucha para poder encontrar las palabras correctas. “Bien, cómo decirlo… El significado de todo esto es que me casé con una bruja. Una buena, al parecer.” “¿Repita eso?” “No tiene importancia. Lo que nos preocupa ahora es que hay algo muy malo y demoníaco allí abajo… Eso es lo que buscaban los científicos; debí haberlo adivinado. Como sea, continúa: De las muestras extraídas de las ruinas de las estatuas, pudimos establecer una notable semejanza entre la estructura molecular de los fragmentos de roca local y ciertos artefactos, conocidos en la Zona por sus efectos de restauración de salud como Alma o la variedad de Mica. Sin embargo, la muestras locales no emiten ninguna radiación, excepto en valores muy bajos los cuales pueden deberse al polvillo nuclear que cayó tras los sucesos recientes. Otra característica intrigante es que ocasionalmente los fragmentos comienzan a brillar pero sin emitir su propio calor. Comprender la naturaleza de esos fragmentos sería un gran progreso científico.” Tarasov mira a los Stalkers. Zef y Skinner comparten una lata de bebida energética, mientras que Ilchenko mantiene los ojos fijos en el oscuro corredor y murmura para sí mismo como si delirara. Zlenko está pálido y maldiciendo. Todos se ven cansados y sin aliento. Tal vez sin mis artefactos y la piedra de Nooria colapsaría como un saco vacío. 444

“Volvamos a esto más tarde. Ahora echémosle un vistazo a esa laptop.” Para su decepción, el disco duro está encriptado. La coloca en su mochila y saca la memoria portátil que encontró en el primer cadáver que encontraron, con la esperanza de tener mejor suerte con ésa. Tarasov está aliviado cuando tras conectarla a su PDA, un directorio aparece con los archivos dispuestos en orden cronológico. 29 de julio, 2014 Kiev no se encuentra satisfecho con nuestro proceso. Ofrecimos un pago extra para motivar a los excavadores. Espero que caven con más prisa. Este lugar es una maldita madriguera. Para empeorar las cosas, alguien voló el acceso a los niveles inferiores. Tuvimos que bajar excavando y con explosivos. Puedo ignorar a la Academia pero mis compradores también se están impacientando. Reducen mi dinero cada día hasta que encuentre un artefacto, o lo que sea. 15 de agosto Hoy tuvimos un contratiempo. Un excavador comenzó una pelea. Gritaba algo acerca de gobernar el mundo y mató a otros dos antes de que los guardias le dispararan. Nuevamente, tuve que duplicar el dinero de los excavadores. Se están poniendo ansiosos. 28 de agosto Ya era realmente tiempo de acceder al nivel inferior. Ya he perdido decenas de miles de dólares por la tardanza. Como sea, incluso si esto sale mal, ya me pagaron suficiente por los planos del Gauss. No tengo que preocuparme por mi edad avanzada… De todos modos ya quisiera dar por finalizada esta misión, porque este lugar se vuelve más siniestro mientras más profundo cavamos.

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10 de septiembre Es mi culpa. No pude soportar la presión. Quería ganar tiempo y conté todo a los compradores. Dos días después estaban aquí. Les dispararon a los guardias y tomaron el mando. Sakharov está mucho más perdido en su investigación que ni siquiera se da cuenta que nuestra producción ahora va hacia Beijing en lugar de Kiev. Pero lo que me preocupa es que hicieron un pacto con los dushmans… Eso no era parte del trato. Eso es una jodida traición. ¿Qué demonios podría hacer? No tengo poder. ¡Como desearía estar lejos de este condenado lugar y disfrutar de mis ganancias en el sur de Francia…! No, ¡daría todo lo que tengo si sólo pudiera salir de aquí! 11 de octubre Mierda. Los sujetos de prueba se han escapado. Los guardias entraron en pánico. Qué debería hacer… qué debería hacer. Estamos encerrados en el salón comedor. ¡Esos jodidos aullidos desde las profundidades! Me vuelven loco. Quiero salir. Quiero salir. ¡No pueden dejarme aquí! ¡Soy su amigo! ¡No pueden traicionarme de este modo! Zlenko suspira. “Permiso para…” “Déjese de tonterías, hijo… Estamos más allá de eso, usted y yo. Diga lo que piensa, por el amor de Dios.” “¿Todavía tiene sentido ir más profundo? Aquí ya no quedan científicos a los cuales rescatar.” “Esa no es excusa para que abandonemos este lugar; necesitamos revisar los laboratorios y asegurar cualquier resultado que podamos encontrar de la búsqueda. Esas son nuestras órdenes. De hecho, los científicos son menos importantes para Kiev que lo que hemos averiguado.” Zlenko no se ve feliz. “¿Aún está conmigo, Viktor?” “Lo estoy, señor. Pero estoy preocupado por los Stalkers. Escuché que Skinner le decía en secreto al tipo negro acerca de 446

dejarnos e ir a buscar los artefactos. Será mejor que cuidemos nuestras espaldas.” “Estoy de acuerdo.” “Y estoy más preocupado por Ilchenko. Está el límite. Siempre fue un presumido, pero no de este modo.” “Mantenga un ojo en él y no deje que se meta en una pelea con Zef. Con todos los mutantes alrededor, lo último que necesito es que ellos se disparen entre sí.” Tarasov se pone de pie y da una palmada. “Muy bien, Stalkers… Descendamos hacia los laboratorios. Ilchenko, usted es un buen hombre punta. ¡Siga así! ¡Vamos muchachos, avíspense!” “¿Puedo tomar yo la delantera esta vez?” pregunta Skinner, bajando de su hombro la escopeta. “No quiero que el tipo de la ametralladora se lleve todos los artefactos.” “Como prefiera, Stalker. Ilchenko, quédese conmigo.” Laboratorio, 12 de octubre de 2014, 14:29:02 AFT El corredor que lleva hacia los laboratorios es corto, con puertas que se abren a habitaciones pequeñas. Echan un vistazo hacia el interior, mientras pasan, así que sus linternas caen en muebles de campo destruidos y documentos esparcidos. Tarasov toma algunas hojas del suelo. Como no está seguro si las largas hileras de números contienen alguna información útil, las deja caer de vuelta al piso. Una escalera caracol de metal que conduce hacia abajo está al final del corredor. Una luz azulada tenue brilla al fondo. Si Tarasov tuviera que escoger entre la oscuridad del nivel de los búnkeres o la espectral luz de abajo, hubiera preferido quedar en la oscuridad. “¡Firme, Skinner! ¡Avance en silencio!” El Stalker está a medio camino escalera abajo cuando se detiene repentinamente. “Vaska,” grita, “¿eres tú?” Tarasov no puede ver la razón por la cual el Stalker se agita, pero salta escaleras abajo para evitar que se precipite hacia la enorme habitación donde emergen las escaleras. 447

Adonde quiera que mire, ve muebles devastados y gabinetes destrozados, con computadoras rotas y sus pantallas destrozadas esparcidas por todo el suelo. Son las lámparas de emergencia las que emiten la fría luz azulada sobre la devastada habitación, dándole toda la ambientación de un cine que opera en el infierno. Escucha como los otros descienden la escalera de metal, pero el sonido metálico de las botas no puede suprimir la voz vaga, pero discernible, de un hombre gritando de agonía. “¡Vaska!” grita Skinner, su voz hace eco en la habitación. “¿Dónde estás? ¿Eres tú el que está ahí?” “¡Stalker! ¡Quédate aquí!” Ignorando las palabras de Tarasov, Skinner corre hacia el otro extremo de la habitación, donde se alza una puerta de acero. Skinner grita con desesperación y horror. “¡Oh no! ¡Vaska! ¿Qué te han hecho?” Maldiciendo, Tarasov avanza con la intención de tirar de él para que regrese. Casi ha alcanzado a Skinner cuando escucha algo que paraliza la sangre en sus venas. Como si el sonido desesperado del grito de una mujer no fuera suficiente, sus ojos se agrandan por el horror de lo que ve. “¡Nooria!” pronuncia ante la visión de ella yaciendo en el suelo cubierta de sangre en su vientre y sus miembros. “¡Mierda!” La voz de Skinner y el disparo que sigue le devuelve el sentido a Tarasov. Agarra el hombro del Stalker y lo empuja lejos de la puerta. “No se acerquen,” grita a los otros. “¡Vuelvan a las escaleras, muévanse!” “Mierda, déjame ir,” grita Skinner, tratando de deshacer el agarre de Tarasov. “¡Es Vaska de Ghorband! ¡Debo ayudar a mi amigo!” “¡Es un jodido mutante intentando asustarte para que huyas!” El cuerpo pesado del Stalker repentinamente se hace más liviano cuando Zef se une a los esfuerzos de Tarasov. 448

“Sostenlo,” grita Tarasov cuando llegan a la escalera, tomando una granada de su cinturón de munición. El cadáver mutilado de Nooria se hace más claro con cada paso que da hacia la puerta pero, sobreponiéndose a su horror, salta hacia adelante y arroja la granada en la habitación siguiente. Un aullido doloroso sigue tras la detonación. Entonces todo queda en silencio. Las apariciones desaparecen. “Vi a Vaska…” gime Skinner. “Era mi mejor amigo… Creí que estaba muerto pero lo vi… Primero estaba en una jodida jaula, luego inmovilizado en una mesa de operaciones con tubos de mierda y catéteres metidos en la cabeza…” “Solo fue tu imaginación,” le explica Tarasov, pero su propia voz también está temblando. “El mutante quería que salieras corriendo de miedo. Ya terminó. ¡Vaska está bien!” “¿Cómo puedes estar seguro de eso? ¡Debemos encontrarlo! Quizás aún está vivo aquí en alguna parte…” “No hay nadie aquí excepto los jodidos mutantes, idiota,” grita Ilchenko y le apunta la ametralladora al Stalker. “Deja ese gimoteo, me estás poniendo nervioso. ¡Muy nervioso!” “Tú no has visto lo que yo vi.” El Stalker se pone de pie y mira a Ilchenko, con los ojos ardiéndole de ira. “Tú no viste esas jaulas. Yo las vi, hace solo un momento. Son reales. ¡Ya estoy harto de ustedes! ¡Voy a salvar a mi amigo!” “Skinner, si quieres vivir, ¡quédate aquí!” “Yo soy un Stalker, no un soldado al que puedas darle órdenes. ¡Al diablo contigo y con tu misión!” Tarasov empuja el rifle de Zlenko hacia abajo cuando el sargento apunta al Stalker que se marcha. “¡Skinner! ¡Estamos todos juntos en esto! ¡Regresa!” lo llama. “Vete a la mierda,” responde gritando el Stalker cuando desaparece en la oscuridad más allá de la puerta de acero. Los tres hombres restantes miran a Tarasov. “Es hombre muerto,” murmura Zef. “¿Qué se supone que hiciera? ¿Dispararle?” Nadie responde. 449

“De todos modos no soportaba su lloriqueo acerca de los artefactos,” dice finalmente Ilchenko. “Podría haberle hecho un favor, mayor, si es que todavía tiene agallas para esa clase de cosas.” “El soldado tiene razón. Podríamos haberlo matado y llevarnos su munición.” “No necesito que estés de acuerdo conmigo, hombre mono.” “Estoy con Ilchenko en esto, también, mayor. Fue un error dejarlo ir de ese modo.” Los comentarios de Zlenko sorprenden a Tarasov. Es la primera vez que el sargento ha hablado abiertamente contra él. Ni ha visto el miedo aparecer aún en el rostro del enorme Stalker antes, aunque ahora sí. “¿Qué pasa con ustedes? Otra vez: ¿se suponía que debía dispararle o qué?” “Sí.” responde Ilchenko ansiosamente. Tarasov ve acuerdo en los rostros de los demás. Pone el dedo en el gatillo del rifle y dice, “Olvídense de ese Stalker. Ilchenko, Zlenko, buscamos información en el laboratorio. Zef, mantenga la vista en la puerta de acero.” “Si usted lo dice, jefe,” responde el Stalker de mala gana. Con un ojo en sus soldados y el otro en los restos sobre el suelo, Tarasov busca algo que pueda tener alguna pista sobre el destino de los científicos. Se agacha para revisar una computadora rota. En este momento Ilchenko dispara su ametralladora. Un monitor de computadora cae al piso duro, rompiéndose en pedazos. El metrallero grita triunfantemente. “¡Sí! ¡Te atrapé!” “¿Qué está haciendo, soldado?” “¡Estaba haciendo una captura de pantalla!” Tarasov quiere gritarle algún insulto a este hombre, pero luego decide dejarlo por un momento. Con su curiosidad predominante y sin presentir peligro inmediato, el mayor continúa leyendo la libreta de Sakharov.

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Comparada con el rendimiento de la investigación del profesor Herman de la Zona, nuestras propias medidas indicaban una extraña conexión entre como la Conciencia-C afectó la Zona y los desarrollos en Afganistán luego de los denominados accidentes. Es un hecho probado que la enorme contaminación nuclear por sí sola no es lo que está creando un medio ambiente como el de la Zona. Ahora que sabemos que el artefacto oculto bajo Gholghola actúa de modo similar a la Conciencia-C, podríamos estar más cerca de la explicación. Para comprender mejor su similitud, tenemos que conocer mejor sus diferencias. Mientras que la Conciencia-C era una entidad inteligente en sí misma, que manipulaba a aquellos que entraban en contacto con ella, el fenómeno local no parece seguir un patrón razonable. En cambio, parece influenciar a todas las criaturas multiplicando su nivel de agresión. Nuestras observaciones de las especies carnívoras mutadas han probado que su influencia desarrolla capacidades motoras como modo de facilitar una agresión exitosa. En otras palabras, primero convierte la agresión en instinto primario, invalidando todos los patrones de comportamiento; luego desarrolla características físicas que otorga a las especies afectadas más oportunidad de tener éxito con su agresión. Es la más extraña forma de mutación con la cual nos hemos encontrado. Aún no sabemos como afecta a los humanos como inteligencia superior. Probablemente los individuos con una particular tendencia a la agresión y a la violencia son más propensos a que les afecte. Sin embargo, se necesita conducir una investigación psicológica apropiada para aclarar esto. Se nos prometió que en unos días los primeros sujetos de prueba serán enviados. Los excavadores aún están aclarando los pasajes que llevan al nivel inferior. No podemos esperar hasta que atraviesen las catacumbas más antiguas. En este momento estamos instalados en una habitación que construimos entre el antiguo búnker talibán y algo que alguna vez pudo haber sido una fortaleza subterránea. Los excavadores lo están despejando. Para facilitar nuestra investigación, construimos las jaulas de los sujetos de prueba de tal modo que puedan ser descendidos. Lo único que tenemos que hacer es 451

exponerlos a la influencia psicótica por un cierto período de tiempo y tomar las medidas psíquicas posteriormente. No tengo problema de usar mutantes para mis experimentos pero pensé dos veces acerca de usar seres humanos, aunque fueran criminales tomados cautivos por nuestros guardias. Le siguen páginas con largas columnas de números y expresiones científicas que no tienen sentido para Tarasov. Las de la última página estaban escritas por la misma mano, pero la letra es apenas legible, como si hubiera sido puesta en papel por una mano temblorosa. ¡Nuestra expedición ha sido traicionada! Había un traidor entre nosotros, que nos vendió a un poder hostil. Soy un hombre viejo y débil: ¿qué puedo hacer ahora? La única manera de evitar que nuestra investigación caiga en las manos equivocadas es soltar a los sujetos de prueba contra los que secuestraron a nuestra expedición… ¡Que Dios se apiade de nuestras almas! La escritura termina abruptamente al final de la página. Apenas ha hecho a un lado la libreta cuando un grito enmudecido viene de la dirección en la que Skinner ha desaparecido, seguido por series rápidas de disparos de escopeta. El sonido que le sigue a los disparos no es algo que Tarasov hubiera esperado escuchar: una risa desdeñosa que brama. Tarasov mira a Zef y el Stalker apunta su arma y da un paso alejándose de la puerta. Respira con pesadez. “Quizá encontró a su amigo después de todo,” dice Ilchenko con una sonrisa. Zlenko aparece. “Hay otra habitación hacia la derecha… ¿Deberíamos revisarla?” Tarasov asiente y sigue al sargento. Mantiene lista su arma cuando abre la puerta, pero la pequeña habitación sólo contiene dos literas, una mesa y estantes para libros. Una

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botella de vodka medio vacía y una lata abierta de carne aún permanecen en la mesa. “A alguien le interrumpieron el desayuno,” dice Tarasov a Zlenko. Volviendo de la habitación de las computadoras, tiene que convencerse que lo que ve no es real. No es la sonrisa malévola de Ilchenko o que el metrallero le esté apuntando a Zef en la cabeza, lo que lo hacen tan irreal, sino ver al Stalker sentado en el suelo y llorando, golpeándose la cabeza con sus puños. “¿Qué…?” “Lo… Lo vi de nuevo…” llora Zef. “Cuando entramos en la habitación: todo regresó a mí. ¡Está en mi jodida cabeza de nuevo!” “Ilchenko, apunte ese cañón hacia otro lado o le juro que le dispararé. ¿Qué diablos te sucedió, Stalker?” Zef busca en el compartimento de munición de su exoesqueleto. Lo que saca hace que todos abran mucho los ojos sorprendidos: es una pequeña muñeca con cabello rubio. “Ya no puedo soportarlo. Traté de olvidarlo. Y cuando el maldito Stalker abrió la puerta repentinamente volvió todo a mí… ¡La vi yaciendo allí!” “Oye Zef, relájate,” trata de tranquilizarlo Zlenko. “¿Qué sucede?” Pero la escena surrealista es demasiado para el temperamento de Tarasov. “¡Contrólate!” grita y sacude al Stalker como si fuera una máquina que funciona mal. “¿De qué diablos estás hablando?” “Sentí… Sentí ese deseo nuevamente. Oh Dios, juro que traté de resistirlo, lo intenté con ahínco, pero ella era tan dulce cuando la amordacé, se suponía que sólo era un secuestro, oh Dios todo el jodido asunto se fue a la mierda y su cuerpo era tan suave como la mantequilla, su cuello simplemente se derritió en mis manos, juro que traté de resistirlo, Jesús cuánto traté de olvidarla pero ahora ella volvió a mi cabeza, oh Dios…” 453

Escuchan, en silencio, las palabras del Stalker que llora. Zef se limpia la nariz con el revés de su mano enguantada. “Es por eso que fui a la Zona, para encontrar al jodido Genio, quería pedirle que hiciera que se vaya, pero entonces luego de esas noches en la Zona en las que te escondes en un agujero en la tierra y deseas ser una maldita piedra cuando se avecina una emisión, traté de morir luchando contra todos los kak que la Zona me arrojaba pero no… Y luego vine a esta condenada tierra, ¿y para qué? Ella regresó a mí y a la mierda todas las armas y toda esa mierda, ahora la veo de nuevo… Ella jodió todo lo que tenía y jamás me desharé de ella, oh Dios, ahora ni siquiera quiero… Su cabello largo, rubio…” “Suficiente de esta mierda, hombre mono.” Ilchenko agarra la muñeca y se la arranca de las manos al Stalker antes de arrojarla al suelo y pisarla. “Matando niñitas, ¿eh? Jodido bastardo, ¡ahora te arrancaré la cabeza!” Ilchenko apunta al Stalker pero Zef salta y arroja su enorme cuerpo contra el soldado. Antes que Tarasov y el sargento puedan intervenir, los dos hombres luchan en el suelo, la fuerza inmensa del Stalker contra la fuerza de voluntad de Ilchenko magnificada por una inhumana agresión. El mayor se da cuenta que Zlenko, el único hombre al que le queda cordura aparentemente intacta, no será rival para la fuerza del Stalker, así que le ladra una orden a Ilchenko mientras agarra el cuello de Zef, sosteniendo al Stalker en una llave estranguladora. Incluso con su entrenamiento, Tarasov sabe que en condiciones normales no tendría oportunidad alguna contra el gran sudafricano, pero los huesos de acero de su exoesqueleto y el artefacto Esmeralda multiplican sus fuerzas, haciéndolo más que un rival para Zef. “¡Te mataré, mierda!” maldice Ilchenko, bien sostenido por el sargento. Zef trata de quitar el brazo de Tarasov de su garganta, pero su resolución es débil y el poder de su exoesqueleto inferior al de Tarasov. “¡Ya es suficiente! ¡Suficiente!” 454

Al sentir que la fuerza de Zef mengua, el mayor lentamente va soltando alrededor de su cuello. Ilchenko también se ha quedado sin energía, y ahora está arrodillado, con las manos en el suelo, tosiendo fuertemente. Tarasov levanta la muñeca del suelo sucio y se la da al Stalker, aunque ahora Zef no es más para él que el que lleva la escopeta Protecta de los Stalker: un arma fea pero letal que necesita para que lo ayude a sobrevivir. Busca en su mochila. “Toma un trago de vodka. Cálmate. Una vez que hayan llegado a la superficie se pueden matar el uno al otro, no me importa. Pero mientras estemos aquí abajo, siguen matando mutantes. ¿Queda claro?” Tarasov sabe que su voz ronca no tiene el poder para impresionar a los dos hombres. El coronel tenía razón… Estoy a punto de fallar. Ya no puedo controlar a mis hombres. Tal vez debería dejar que se maten entre sí. Observa a Zlenko, temeroso de que él esté pensando lo mismo. El sargento no lo mira. Tarasov también bebe un trago de la botella: toma un trago durante una misión por primera vez en su vida. El calor del alcohol lo relaja en las entrañas, que parece como si se hubieran vuelto nudos adoloridos durante los minutos que pasaron. “Avancemos.” Los luchadores levantan sus armas, evitando los ojos del otro. Zlenko los vigila con cuidado. Tarasov quita el cargador de su rifle y lo remplaza con balas para perforar armadura. Espero que esto no acabe conmigo teniendo que dispararles a mis propios hombres. El sonido del cargador deslizándose en su lugar suena como una advertencia. “Ilchenko, tome la delantera. Yo lo seguiré. Zef, póngase en la línea. Sargento Zlenko, usted cuide nuestras espaldas.” Entran en la habitación donde el cadáver del djinn yace en un charco de sangre, acribillado y quemado por los incontables fragmentos de metal de la granada.

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“Era hora,” dice Tarasov pisándolo. Otro túnel se abre a su izquierda. Las luces de emergencia emiten una luz naranja cálida que resulta un alivio luego del escalofriante azul de la sala de computadoras. Driscoll, los hermanos, el jefe… Maldición, cómo los odié al principio. Cómo desearía que estuvieran conmigo, aquí, ahora. Pero si ellos lograron llegar hasta aquí, también nosotros lo lograremos. El túnel desciende unos pocos metros y lleva hasta otra puerta de metal, abierta de par en par. Ilchenko mira rápidamente alrededor antes de acceder a la habitación más lejos, luego continua como una máquina entre una hilera de jaulas y escritorios repletos de computadoras, a la derecha de un cadáver que yace en el suelo. Una lámpara se encuentra girando en el techo, con un sonido quejumbroso que a Tarasov le recuerda a un cuchillo rasguñando un plato. El sonido lo hace temblar. “Otro chino mordió el polvo, aquí.” “Y un científico también,” dice Tarasov, revisando el cuerpo, pero sin hallar nada. Mira alrededor, esperando ver algo que le dé una pista. ¿Para qué son estas jaulas? Hay una abertura en la pared en el otro extremo del corredor, cubierta por una cortina de plástico opaco. “Tal vez esta habitación fue un zoológico donde mantenían monos como aquel hijo de…”Cuando se da vuelta para mirar al mayor, Ilchenko se encuentra cara a cara con el cañón del rifle de Tarasov. “Está bien, está bien… Sólo intentaba adivinar.” Las paredes son largas, las habitaciones angostas son oscuras y brillosas. Tarasov ve su propio reflejo y el de sus hombres avanzando entre la hilera de jaulas, sujetas en el techo, con pesadas cadenas. Un lugar está vacío, las cadenas llevan hacia dos agujeros en una puerta corrediza mecánica. Deben haber bajado hacia el abismo de abajo, piensa Tarasov. Entonces la luz de la linterna de su cabeza recae en otro cuerpo, de rodillas y

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aun aferrándose a una palanca de un dispositivo sujeto a la pared. “Mayor… Mikhailo, está sangrando.” Mira hacia abajo, a su armadura donde la sangre ha empapado las capas protectoras. Las palabras de Zlenko lo hacen consciente del dolor. Tarasov siente una extraña sensación, como si la piedra cosida a su carne por Nooria se moviera, pero no es que su cuerpo la rechace; la piedra parece moverse por voluntad propia. Dos hilos de sutura, que fijan el prolijo corte, ya se han reventado. Cierra su armadura. “Parece una vieja herida,” dice el sargento. “Muy,” responde sin ninguna intención de decirle más. “Y ahora, veamos lo que hace este interruptor.” Mueve la palanca hacia arriba. El dispositivo emite un reconfortante clic. De repente una luz potente brilla hacia arriba. “¿Qué demonios? ¿Dónde estamos?” Tarasov está anonadado cuando ve una caverna enorme apenas a un brazo de distancia de él. Las paredes que reflejan sus imágenes son ventanas a través de las cuales ve hacia abajo, a un abismo. Quiere responderle a Zlenko pero sólo emite un grito ahogado cuando ve una forma humana que toma forma al otro extremo de la habitación. Su boca se ensancha en una sonrisa cruel. Al segundo siguiente suena la misma risa atronadora, que escucharon un nivel más arriba. “¡Vete al diablo, hijo de puta!” Zef da un paso adelante, su escopeta le escupe plomo a la aparición mientras que la ametralladora de Ilchenko se le une. Los impactos de las balas sacuden al humanoide, pero sigue acercándose con cada paso. Golpea a Zlenko en la cabeza, enviándolo al piso con un grito, luego agarra la ametralladora de Ilchenko e, ignorando el dolor del cañón caliente, se la arranca al soldado de las manos y gira el arma hacia Tarasov. Trata de esquivarla pero un largo brazo musculoso lo agarra y lo arroja contra la pared de vidrio. El horror se apodera de él cuando golpea el cristal entre él y el abismo oscuro de afuera. 457

Afortunadamente, el vidrio no se rompe, pero deja a Tarasov sin aliento. Zef ve al mayor caer pesadamente al suelo, con los ojos brillando de ira cuando gira hacia el mutante. “Eres un horrendo hijo de puta. ¡Ven, toma esto!” Tirado en el piso y respirando con dificulta debido al dolor, Tarasov ve al Stalker luchando contra el mutante. El rostro de Zef está distorsionado por el dolor y por su brutal esfuerzo para equiparar el poder del monstruo mientras se trenzan cara a cara, los aterradores brazos aferrando al Stalker, un desesperado ser humano ayudado por un exoesqueleto obsoleto luchando contra algo que alguna vez fue humano, pero que ahora tiene doscientas libras de músculo que obeden únicamente al instinto de matar. El rifle de Tarasov ha caído a un costado, de modo que busca su Glock y la pone en modo automático, arrastrándose más cerca hasta que logra disparar el cargador completo de las letales balas Hydra-Shock en el cráneo del mutante. Herido, el monstruo cae lentamente de rodillas con Zef elevado sobre él, todavía sosteniendo sus brazos, luego el Stalker levanta su pie y patea la cabeza del mutante, rompiéndole el cuello. “¡Mierda!” murmura Tarasov, jadeando y escupiendo saliva amarga. “Ese es mi modo de darle las gracias por devolverme mi nena, jefe…” Su boca aún está abierta pero sólo un sonido ronco sale de sus labios cuando la punta de un cuchillo aparece en su paladar. Tose, la sangre comienza a manar de su garganta. El rostro sonriente de Ilchenko surge detrás de él. “El Moro ha cumplido su deber… El Moro puede irse. Es una leyenda urbana que Shakespeare escribió esto, ¡pero ahora es un momento perfecto para usarlo!” Con pavor, Tarasov ve que Ilchenko tira de la bayoneta en la cabeza del Stalker y lame la sangre de la cuchilla. “Odio a los racistas. Toda la sangre del mundo tiene el mismo sabor. Como a… aceite salado y metal.” 458

Tarasov está indefenso con su pistola de mano vacía e Ilchenko tiene su arma ahora apuntándole a él. “¿Qué has hecho?” gime el mayor. “He finalizado la misión. No más sí, señor a los idiotas como tú. Soy mejor que tú, más educado que tú y te estoy apuntando una ametralladora completamente cargada. Ahora soy libre. Dicho de otro modo, ¡soy el rey de este puto universo!” “Eres patético.” “Si es así, ¿por qué eres tú el que está de rodillas? ¡Un oficial, un jodido mayor, cae ante un soldado!” Ilchenko se inclina tan cerca que Tarasov siente como el soldado escupe con cada palabra que dice. “Este es el momento de la verdad.” Una sombra se aproxima a Ilchenko desde atrás. “Ciertamente lo es, soldado… ¿Podría dar un paso atrás?” “Último deseo concedido,” Ilchenko ríe cuando retrocede, “¿y qué gana usted con eso?” “No mucho. Sólo que tendré menos de tu educado cerebro salpicado en mi rostro cuando Zlenko dispare su escopeta.” Sorpresa es la última expresión en el rostro de Ilchenko antes de que su cabeza vuele en pedazos. Todavía sale humo del cañón de la Benelli de Zlenko cuando la recarga con prontitud. “No logré llegar a tiempo,” dice el sargento, apuntando a su cara severamente herida. “El puñetazo fue una cosa, pero esa bestia me arrojó contra algo filoso.” “Gracias, Viktor… Le debo una.” La luz le lastima los ojos mientras se estira en el piso de metal. Se toca la herida de su pecho. Cuando quita la mano de debajo de su armadura, está cubierta de sangre. ¿Cuál gota será la última? Cómo desearía que Nooria pudiera decírmelo ahora. El sargento se sienta a su lado, sus ojos son como dos hoyos negros. Lentamente, Tarasov se sienta. “Ahora solo quedamos usted y yo, hijo.”

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Tarasov se alegra de que el visor oculte sus ojos del sargento. Se da cuenta de cuánto lo aprecia y ahora, en este momento, que daría su propia vida con gusto si eso ayudara a sobrevivir a Zlenko. Saca algunas vendas y un botiquín de su mochila y ve la herida del sargento. “¿Cree que soy un cobarde, Mikhailo?” “Al contrario. Daría vuelta a cada piedra para conseguirle un ascenso a teniente.” “Ser un teniente… Eso es mejor que ser un sargento, sí.” Tarasov entiende cuán vacías y patéticas fueron sus palabras. “Tiene razón. Debí haber dicho solamente que no, no pienso que sea un cobarde.” “Así que usted lo quiere tomar como cobardía si quiero regresar. En realidad, le estoy rogando regresar. Sólo empeorará si es que cruzamos ese puente.” Tarasov busca las palabras para explicarle todas las piezas del rompecabezas que empiezan a acomodarse en su lugar en su propia percepción, cosas que siente, en lugar de saber. “¿Ha visto la locura de Ilchenko? ¿Cómo Skinner corrió para ayudar a un amigo que ya estaba muerto? ¿Cómo se desmoronó el sano juicio de Zef?” “Sí.” “¿Vio de cerca la arena y las rocas de esta tierra, las ruinas, los restos de tanques que alguna vez condujo la generación de nuestro padre? ¿Vio las máquinas asesinas en las que se convirtieron las personas, personas que una vez tuvieron más libertad y ganaron más dinero de lo que alguna vez pudimos soñar?” “Sí.” “Entonces escuche… Toda esta mierda proviene de esta cosa maldita.” Tarasov golpea el suelo con su puño. “O así entendí las pistas, pero claramente irradia maldad; mire como nos volvió unos contra otros. Repta por nuestras mentes hacia nuestro punto más débil. Tenemos que destruirlo si podemos. Kiev quería tenerlo. Nuestros enemigos intentaron quitárselo a nuestros científicos. ¿Quién sabe qué poderes están en 460

espera aún para tomarlo? Al menos deberíamos intentar ponerle punto final a esta locura. ¡Esta es nuestra nueva misión, hijo!” Tarasov casi está rogando. Zlenko observa sus manos con la mirada perdida. Está abriendo y cerrando su puño, como si revisara si las manos aún obedecen su voluntad. “Todas las cosas que hemos visto escapan a la influencia humana. No creo que podamos cambiar nada aquí, o en ninguna parte de este mundo jodido, para tal caso. Francamente, pienso que deberíamos irnos y dejar que este condenado lugar se guarde sus secretos.” Estira su espalda, como un hombre que se prepara para un arduo trabajo. “Pero si usted va, lo seguiré.” Tarasov se quita el casco y frota su mano sobre su pelo lleno de sudor y su rostro sombrío. “¿Por qué?” “Porque se supone que debo seguir mis órdenes.” Tarasov había estado esperando una respuesta que le hubiera probado que los sentimientos casi paternales que desarrolló por el joven sargento no hubieran sido en vano. Sacude el polvo de su casco, lentamente se lo pone de vuelta en su cabeza y arregla la correa bajo su mentón. “Bien, entonces, si sigue aún sus órdenes, tome la ametralladora de Ilchenko y la munición.” Se tambalea la ponerse de pie y recarga su pistola. “Entonces, si está listo… Vayamos hacia abajo.” Zlenko mira fijamente la oscuridad más allá de la puerta. “No me gusta como se ve eso.” “Ni a mí,” responde Tarasov atravesando la puerta.

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Punto de No Retorno Catacumbas, 12 de octubre de 2014, 15:58:16 AFT Los agujeros de la pared indican los lugares donde una vez las vigas sostenían una escalera de madera, que ahora se remplazó por una escalera de metal. Su linterna es demasiado débil para iluminar la parte de más abajo. Por un momento considera arrojar una granada en las profundidades para aclarar el suelo, pero alguien o algo podría estar abajo esperándolos. Prevalece su cautela. Mientras menos ruido hagamos, mejor. La escalera parece interminable. El polvo que se eleva desde el suelo se arremolina en el destello de su linterna cuando, al fin, sus pesadas botas tocan el fondo del foso con un golpe apagado. Da un paso adelante, para que Zlenko también pueda descender. Con sus armas listas, los dos soldados proceden cautelosamente. Las paredes del túnel están hechas de rocas toscamente talladas, el pequeño círculo de luz de las linternas proyecta sombras oscuras en las piedras cuando avanzan. Está terriblemente oscuro. Los generadores que iluminan el laboratorio no tienen energía para poder operar las luces de emergencia cableadas al techo del túnel, o los cables fueron cortados. Tras unos pocos pasos, aparecen grandes sombras en la luz de sus linternas. Dos corredores se abren desde el túnel. Tarasov decide tomar el corredor descendiente hacia el sur. Zlenko lo sigue sin duda. El dolor arde en su pecho. Al tocar su herida, comprueba que otra sutura se ha roto. Esa piedra se esta moviendo en mi carne… ¿Qué me está pasando? En un lugar donde el túnel dobla y continúa hacia abajo en un descenso empinado, las paredes llevan las marcas de herramientas pesadas. 462

“Hicieron un gran esfuerzo para cavar un metro,” susurra Zlenko. “Alguien debe haber estado muy entusiasmado por limpiar estas catacumbas.” “Alto,” susurra en respuesta Tarasov al sargento, “Veo una luz allá adelante. Cambie a visión nocturna.” Se arrodilla. El débil susurro de su visión es el único sonido que puede oír. El contraste bajo y verdoso se fortalece lo suficiente como para que distinga una musculosa figura de pie en la oscuridad. “Con calma,” susurra y apunta su arma. La retícula se desliza hacia el rostro del mutante. Parece estar apenas a un brazo de distancia. Sea lo que sea lo que le haya sucedido, Tarasov, que aún puede ver características humanas, desea que el retroceso fuera lo único que sintió cuando tiró del gatillo. A pesar del silenciador, el disparo suena como un trueno en el angosto túnel. Por un segundo, el rostro del mutante se sacude con dolor cuando las balas impactan su rostro, entonces se da la vuelta en dirección a los disparos. Tarasov dispara nuevamente. El mutante ruge, sus pasos pesados golpean en el piso hacia él. Zlenko dispara la ametralladora. ¿Qué demonios se necesita para matar a esta bestia? Apretando los dientes, Tarasov dispara ráfaga tras ráfaga. El mutante colapsa pero aun así sigue arrastrándose hacia ellos. “¿Acaso no puedes comprender que estás muerto?” grita Zlenko, disparando el M27 directamente a la cabeza del mutante. “¡Muérete al fin! ¡Muere!” El mutante yace en el suelo, inmóvil, pero los dedos aún se sacuden. Sus uñas se han convertido en garras de una pulgada. Zlenko saca su cuchillo de combate, se arrodilla y corta la garganta del mutante. Las garras se hunden en el suelo y ya no se mueven. “Al menos pude cargar a bayoneta otra vez,” dice fríamente. “Ahora ya está bastante muerto.”

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Por un minuto, Tarasov estudia con sospecha el rostro del último compañero que le queda. “Buen trabajo, Viktor,” le dice. “Lo sé.” Dándole la espalda a Zlenko, Tarasov tiene una sensación de inquietud. Cuando llegan a una gran caverna con una fogata en el medio, pone el fuego entre él mismo y Zlenko de modo que pueda vigilar sus movimientos. “Parece que le hemos interrumpido la cena,” le dice, mirando a la media docena de cuerpos esparcidos por el suelo, algunos de ellos con marcas de mordeduras. Aun así, el rostro todavía humano del mutante lo hace sentir inquieto. Zlenko se encoge de hombros. “Ya está hecho. No hay lugar para el remordimiento. Ya no era humano, sólo maldad pura convertida en músculo y garras.” Tarasov frunce el ceño. No se supone que sepa lo que pienso. “Revise su munición, sargento.” “Solo me quedan dos cargadores.” “Mantenga lista su pistola, sólo por si acaso.” “No será necesario. No llegaremos muy lejos.” Las palabras de Zlenko suenan pesimistas pero hay una seguridad extraña, carente de pasión en su voz. “Lo haremos, sargento.” Zlenko no responde. Revisa los cadáveres. “Civiles en su mayoría. Técnicos, creo.” De modo que estos eran los excavadores. Tarasov se mueve para mirarlos de cerca, para hallar un mapa o algo como eso que pudiera resultar útil, pero cuando vuelve a mirar al mutante por última vez, la luz de su linterna se refleja en algo metálico. Da vuelta el cadáver. Sujeta por una cadena de metal, a guisa de chapita de identificación, una nota cuelga de su cuello en pequeño estuche de plástico. Sujeto de prueba psicológica número 3. Origen: Área de Ghorband. Notas personales: Vasilyev. Especie: homo sapiens

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sapiens. Naturaleza de la prueba: voluntaria – involuntaria. Tiempo de exposición: 12 horas (estimadas). “Sabe, Viktor… En realidad, me siento aliviado que no tengamos que rescatar a estos científicos.” “No estoy de acuerdo. Vinimos a rescatarlos. Tenemos órdenes. Y no iré más allá o ignoraré mis órdenes.” El mayor frunce el ceño. Mira la armadura pesada del sargento y, durante un momento, se siente tentado a recargar su rifle con munición para perforar armadura pesada una vez más. No a Viktor. No a él. Por favor. Antes de proseguir, Tarasov mira alrededor de la caverna. Rocas pesadas y restos aún yacen en el suelo en el que entraron, y las paredes de las cavernas son más suaves que en los túneles. Incluso puede ver las tenues huellas de los adornos de piedra en las paredes y un examen más cercano incluso revela pinturas descoloridas. Partes de figuras humanas todavía son visibles, pero sus rostros han sido arrancados a rasguños y grandes agujeros de balas han hecho que sus contornos sean irreconocibles. El túnel continúa en escaleras, llevando más profundo hacia la oscuridad. “¿Ha notado que no nos topamos con el cadáver de Skinner?” inquiere Tarasov. “Quizás ese bastardo todavía está vivo y nos lo encontremos acechando por allí.” “Ajá, quizá,” responde Zlenko, otra vez con un deje de insubordinación. Luego de algunos metros, el túnel se ensancha. Las escaleras están rotas y un angosto tablón de madera permite cruzar al otro lado. Zlenko lo ignora y avanza directamente. Está apenas a medio metro de distancia de los escalones rotos cuando Tarasov ve un pequeño agujero en el suelo, igual a los que observó cerca de Puerta del Infierno. “¡Zlenko! Alto,” grita, pero es demasiado tarde. Columnas de vapor ardiente se elevan desde el suelo, llenando el túnel con humos nocivos y llamas. Agarra al sargento del hombro y lo tira hacia atrás. 465

“¡Un Géiser! ¡Tenga cuidado, maldita sea!” La anomalía arde durante un minuto antes de extinguirse tan pronto como apareció. El traje de Zlenko está terriblemente quemado y Tarasov ve carne cauterizada a través de los pantalones rotos. Rápidamente saca un rollo de vendas y está a punto de aplicarlas en las heridas del sargento cuando Zlenko se deshace de él y se pone de pie. “No es nada,” dice con calma. “Avancemos.” “Tiene quemaduras por todas las piernas,” le grita Tarasov. “Déjese de ser una figura paterna.” Observa a Zlenko caminar con pasos determinados. Maldiciéndose a sí mismo, corre para alcanzar al sargento. Tarasov apenas puede detenerse cuando finalmente lo alcanza. Bajo el arco redondeado del túnel, su silueta permanece quieta contra la oscuridad impenetrable. Otro abismo se abre ante ellos. Un puente destartalado de cuerdas se extiende desde donde Zlenko permanece de pie, el otro extremo es invisible en la oscuridad más allá. “Supongo que quiere tomar la delantera, mayor.” Las palabras del sargento suenan como una orden y Tarasov se muerde el labio. Muy dentro de él, todos sus instintos gritan peligro. Se para en el puente. Las sogas antiguas crujen cuando el puente se tambalea por su peso. El abismo debajo podría estar a diez o a diez mil metros de profundidad, pero pronto aparece el otro lado, donde una puerta, rematada en un arco con piedra delicadamente tallada, conduce hacia otro túnel. “Puede seguir. Es seguro,” le responde gritando a Zlenko cuando llega a la mitad del puente de cuerdas. Cuando casi se encuentra al otro lado, le repite, “Zlenko, usted puede...” “No lo haré.” Con su arma lista pero el dedo fuera del gatillo, Tarasov voltea lentamente hacia el último camarada que le queda. “¿Qué acaba de decir?” “Dije que no lo haré. Ya no puedo continuar siguiéndolo.” 466

Los ojos de Tarasov se abren de miedo cuando lo mira. El sargento se ha quitado su casco y, donde estaba el rostro de un hombre joven y alegre, ahora aparecen las mortales facciones de un asesino. La luz de la linterna de Tarasov refleja en sus ojos un rojo furioso. “¡Viktor,” grita desesperadamente Tarasov, “aún está bajo mi mando, por el amor de Dios!” “No hay Dios aquí. Ni cadena de mando. Siempre tuve mis dudas acerca de escucharlo. Fue por su error que nos derribaron. Lo he visto gastar todo el dinero que teníamos del equipo para adquirir armas personales. Fue usted quien nos dejó ir y se tiró a una perra tribal mientras nosotros luchábamos por nuestras vidas en Bagram. Usted fue quien nos llevo allí abajo donde todos los otros perecieron. Soy un soldado leal. Pero, usted, no se merece mi lealtad.” Los instintos de Tarasov tratan de mover su rifle de modo que pueda dispararle a Zlenko pero su voluntad lo desobedece. La herida de su pecho arde de dolor. Cae sobre una de sus rodillas, aferrando las cuerdas del puente que se tambalea con su peso. “¡Usted sabe que todo eso no es cierto!” “No me importa, porque ya no lo necesito. La Ciudad de los Gritos lo ha puesto a prueba y lo ha reprobado.” La bayoneta destella en la mano de Zlenko cuando comienza a cortar las cuerdas. Tarasov necesita ambas manos para evitar caer a las profundidades. Su rifle cae al abismo. “¡Viktor!” Tarasov grita desesperadamente. “¡Mi hermano…! ¡Hijo mío, no eres tú el que está hablando!” “Yo no soy tu hijo.” Zlenko corta las otras cuerdas. El puente se desploma y golpea contra las rocas al otro lado, mientras Tarasov se aferra a cuerda y tablones con toda su fuerza, escupiendo sangre cuando impacta en las piedras filosas. Una bala zumba cerca de su cabeza y golpea la pared de piedra. Pone toda su fuerza en su mano izquierda, se aferra y saca la pistola con la otra. “¡Viktor! ¡No me hagas hacer esto!” 467

Más balas pasan a su lado a modo de respuesta, astillando pedazos de roca. Los ojos de Tarasov están borrosos por el dolor y las lágrimas cuando apunta y tira del gatillo. Zlenko retrocede, con la sangre chorreando de su frente. Luego cae de rodillas y su cuerpo, perdido el equilibrio, se desploma de cabeza en la oscuridad de abajo. La cuerda está casi deshilachada. Trepando tablón a tablón, con algunos rompiéndosele entre las manos, Tarasov finalmente llega a la parte de arriba y se empuja hacia la seguridad de la entrada, donde se queda sobre el piso polvoriento, respirando con dificultad y usando las más terribles maldiciones que conoce. Los latidos de Tarasov finalmente vuelven a la normalidad, pero siente como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera desvanecido, dejando únicamente adrenalina en sus músculos y una ira creciente en su corazón.

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Zona Cero 12 de octubre de 2014, 16:30:27 AFT Sea por lo que sea que haya pasado en las últimas horas, el único dolor que siente se encuentra en su pecho, donde la herida, ahora, casi se ha abierto por completo. Es probable que sin mi exo y los artefactos, ya me hubiera desplomado como un costal de arena. Recarga su pistola. Con la Glock en una mano y el cuchillo de combate en la otra, avanza hacia el conducto con pasos determinados. Las paredes están hechas de piedra perfectamente cortada, como las escaleras cubiertas de polvo que lo llevaron hasta allí. Otra anomalía brilla adelante, pero camina entre las columnas de fuego que se alzan desde el suelo, ignorando el dolor cuando las llamas pasan a través de su armadura dañada y queman su piel. Desde una esquina sin iluminar por su linterna, se despega dela oscuridad más profunda. Al fin un blanco. Ni siquiera se detiene cuando dispara su arma, ahora incluso espera poder ver dolor en los ojos que una vez fueron humanos cuando las balas impactan el torso musculoso. Tirando su pistola vacía, salta hacia el mutante con un grito de batalla y empuja el cuchillo dentro del pecho, dándole un giro en la carne antes de sacarlo y golpear de nuevo. Luego continua su marcha, sin siquiera mirara a la criatura agonizante retorciéndose de agonía en el suelo. El conducto va derecho y salta hacia un brillo rojizo en lo profundo. Al llegar a él, Tarasov entra en una sala cavernosa con cuatro braseros de barro en las esquinas. Una losa gris yace en el centro de la sala, sin decorar y simple excepto por un nicho poco profundo en el medio. Sostiene una piedra pequeña exactamente como la que Nooria había puesto en su carne.

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Una sensación de devoción se apodera de él. Cuando mira en derredor, la luz de las llamas hace que las pinturas borrosas en la pared cobren vida. Parecen una larga fila de figuras, todas mirando hacia la losa con rostros pensativos, como una procesión religiosa consagrada a la piedra – o protegiéndola. Ya no quedan puertas para abrir. Ningún lugar al cual descender. He llegado. Recuerda los rostros de todos los camaradas que murieron a su lado, soldados y Stalkers por igual. Fue un milagro que alguien lo lograra... Sin embargo aquí estoy. Nadie pudo detenerme. Realmente soy el elegido. Observa la piedra oscureciéndose hasta un negro profundo, como si fuera una masa de oscuridad pura por sí sola. Siente su cuerpo como una espada recién forjada luego de templarla: pura, fría, su filo listo para matar. Sólo el dolor en su pecho le recuerda su naturaleza humana. Nadie y nada podría detenerme en mi camino hacia aquí. Si logro salir de aquí, seré imparable dondequiera que vaya, tomaré lo que sea que quiera tomar. Para ese momento, la losa parece un estanque lleno de un agujero negro. La sala comienza a moverse a su alrededor, pero no siente ningún mareo. El techo y el suelo desaparecen y se miagina a sí mismo de pie, en el centro de un orbe negro rotatorio. El eco de una voz viene desde arriba. “¿Por qué estás aquí?” Temerosamente, Tarasov mira hacia arriba. La forma de una figura humanoide se asoma sobre él como un ángel de oscuridad. Su rostro resume todos los horrores que Tarasov ha experimentado en vida y en las pesadillas. “Seguí mis órdenes.” “¿Cuáles son tus órdenes?” “Ya no lo sé.” “Desde ahora, soy yo quien te dará las órdenes.” “¿Quién eres?”

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“Soy tu esencia. Soy la esencia de tus camaradas y tus victimas. Soy esencia del destino de todas las almas vivientes.” “¿Eres la Noósfera?” “Soy el reflejo de su ira. La estoy protegiendo. La protejo destruyendo lo que la amenaza.” “¿Quieres destruir el mundo?” “No. Hago que las almas vivientes se den cuenta de su potencial. Les doy los recursos para que se destruyan ustedes mismos. Cada quien de acuerdo a lo que hace mejor. Siempre he estado aquí para hacer eso.” “Los antiguos construyeron esas estatuas para mantenerte alejado… Y los fanáticos liberaron tu espíritu cuando las destruyeron.” “Veo que no has perdido tu tiempo aquí. Ahora tienes una elección. Ríndete ante tus instintos humanos de destrucción más primordiales. Cada segundo que pases conmigo, tu cuerpo se volverá más fuerte para seguir ese instinto. Serás el más poderoso de los guerreros.” Con cada palabra que hace eco en su mente, su ira crece. “Sólo a otros dos se le ofreció esta oportunidad. Sólo dos la comprendieron. Uno reinó sobre el mundo para él conocido. El otro fue una falla: mi falla, en parte. Tuvo poder sobre sus hombres, que se suponía debían obedecer mi voluntad y evitar que me encontrara. Se suponía que él mismo debía matar a aquellos que estaban con él, pero estaba protegido contra mi poder; aunque aún tengo tiempo de ir a él. Y lo haré. Debes tomar tu decisión ahora.” “¿Y si no me someto?” “Entonces ya no serás más útil y te desvanecerás. ¿Cuál es tu decisión?” Tarasov se acerca, instintivamente mirando hacia arriba, hacia algo brilloso en la pared. Una piedra preciosa roja refleja la luz de su linterna. Una forma femenina aparece en el círculo de luz, borrosa, arañada y deteriorada, pero él logra reconocer el tatuaje en su frente. Aparecen palabras a medio olvidar en su mente con tal claridad como si las hubiera escuchado hace unos segundos. ‘Derramarás sangre y la última gota será tuya. Si

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quieres que viva, tendrás que hacer un sacrificio.’ El dolor ardiente en su pecho se intensifica. ‘Una parte te protege. Dos partes se unen con la oscuridad.’ Durante un momento, vacila entre la ira que se apodera de él y el único sentimiento humano que queda en su corazón. “¿Cuál es tu elección, humano? ¿Poder u olvido?” Cerrando los ojos, respire profundamente y levanta su cuchillo de combate. “Me rindo a tu poder. ¡Sin ti, no podré hacer lo que debo hacer!” Tarasov se rinde a la ira… Y la desata contra sí mismo para sobreponerse a su propio miedo y dolor. Clava la cuchilla, profundo, dentro de su herida, abriendo una herida y quitando la piedra. Su cuerpo repentinamente se da cuenta de toda su extenuación y heridas. Llorando de dolor, cae sobre la losa. Con dedos temblorosos y ensangrentados, coloca la piedra de Nooria cerca de la otra, en la muesca. Cuando las dos partes se unen, los fuegos destellan y un profundo zumbido viene desde abajo como si la misma Tierra hubiera emitido un suspiro de alivio. Dolor y miedo asaltan a Tarasov cuando se da cuenta de que está en las profundidades de un laberinto, armado únicamente con un cuchillo y lleno de heridas en todo su cuerpo. Pero sus rodillas ya no tiemblan. Un repentino sentimiento de libertad vuelve de acero sus miembros exhaustos cuando huye de la cámara y pronto llega a la salida del conducto. La profundidad bajo sus pies parece no tener fondo. Sin ver otro modo de escape, comienza a descender la escalera de cuerdas destrozada. Cuando llega al final, mira al abismo con cautela. No queda otro camino que por el abismo. Con la esperanza de que su exoesqueleto aún ofrezca suficiente protección contra impactos para salvarlo de romperse los huesos, se deja caer. Luego de interminables momentos, golpea el piso, el marco corporal de aleación de titanio de su armadura chirriando por el impacto. No necesita

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revisar el exoesqueleto a fondo para saber que ésta ha sido la última vez que le salvó la vida. Poniéndose de pie, ve los tablones rotos del puente en el piso rocoso. Sin nada capaz de guiarlo, Tarasov sigue sus instintos. Se sobresalta cuando la luz de su linterna cae sobre un cadáver. Qué pérdida, piensa. Cierra los ojos sin vida de Zlenko y saca su pistola de la funda. Sus instintos no le fallan. No muy lejos hacia adelante, las luces de la sala de jaulas brilla a lo alto. El mayor recuerda que una de las jaulas había sido bajada. Con la esperanza de que eso le ofrezca una oportunidad de salir del abismo, avanza. No se le ocurre que la jaula no estaba vacía cuando la bajaban hasta que escucha un aullido. Oh no… Esto no es ni remotamente justo. Dos puntos rojos aparecen en la oscuridad desde arriba. Preparado para ser atacado por más de un enemigo, Tarasov retrocede y mira en derredor desesperado, en busca de una posición en la cual defenderse. Los puntos se vuelven un par de ojos brillantes. No son dos mutantes sino uno, el más grande que haya visto, bloqueándole el camino. No tiene lugar dónde ocultarse, así que Tarasov se da la vuelta y corre, esperando hallar una manera de salir de la caverna donde el mutante no lo pueda seguir. Tropieza y trata de levantarse pero sus músculos se ponen rígidos por el miedo. No fue una piedra lo que lo hizo caer. Una luz fosforescente brilla a un brazo de distancia de él. Gira de lado y retrocede, aún en el suelo. La serpiente es más rápida. Lo alcanza, sus fauces llenas de colmillos se abren para destrozarlo. Entonces, la serpiente gira la cabeza. Por un momento, el mutante humanoide y la serpiente se enfrentan… Y luego la serpiente salta sobre el mutante. Con reflejos como un rayo, la mano enorme agarra el cuerpo escamoso. Respirando pesadamente, Tarasov los ve en una lucha de vida o muerte por una presa que podría ser él. Quita el artefacto Saltarín de su contenedor. 473

Necesito fuego. Mientras tanto es el humanoide que ruge el que está ganando la mano. La mandíbula de la serpiente se abre muy grande por la agonía del agarre sofocante. Tarasov sólo tiene unos momentos antes que el humanoide se dirija hacia él. Arroja el artefacto para golpear a los mutantes y, apuntando lo mejor que puede, arroja el cuchillo de combate con aleación de fuego hacia él. Sólo tiene un segundo para sorprenderse de su propia buena puntería, luego la cuchilla mejorada golpea el artefacto, desatando una explosión atronadora de fuego y ácido. Sangre y carne despedazada salpican a su alrededor cuando se acurruca en el suelo. Cuando se pone de pie, se da cuenta que las rodillas ya no le tiemblan. En cambio, siente que el exoesqueleto medio arruinado, que hasta ahora le quedaba perfectamente a su medida, parece haberse vuelto demasiado ajustado en algunos lugares. Será mejor que me vaya de aquí antes de que yo mismo me vuelva un mutante… Por un largo instante, estudia el mutante humanoide muerto. Luego saca de su mochila la laptop, que muy probablemente contenga resultados de sus experimentos que llevaron a la creación de tales abominaciones, y la golpea contra el piso. También rompe en pedacitos las notas de Sakharov. Recoge su cuchillo y avanza hacia la tenue luz azul que viene del puente de arriba. Para alivio suyo, la jaula está allí, pero sin ningún dispositivo o interruptor para activar su mecanismo de elevación. Comienza a trepar por el cable, aferrándose con todas sus fuerzas en el acero resbaladizo, grasoso y, juntando todas las fuerzas que le quedan, patea la puerta corrediza de metal para que se abra. Trepa a la larga sala que abarca el abismo cavernoso y siente como si hubiese llegado al lugar más seguro de la tierra, hasta que la visión de los dos cadáveres le roba su alivio. Ambos merecían una mejor tumba que ésta. 474

Tarasov toma un paquete de explosivos de su mochila y lo coloca en el centro de la sala. Nadie irá más allá. Sólo ha trepado unos pocos escalones de la escalera que lleva al nivel del laboratorio cuando ocurre la detonación, seguida por un chirrido ensordecedor de metal retorciéndose cuando el puente cae al abismo. El polvo asfixiante que se levanta por la onda expansiva aún lo cubre cuando extrae una roca de la pared con su cuchillo y la remplaza con otro paquete de explosivos. El temporizador está roto. No puedo ajustarlo a más de diez segundos. Trepa lo más rápido que sus exhaustos músculos le permiten, pero la detonación casi lo tira del conducto. El calor lo quema una vez más. El conducto se colapsa, sellando el camino hacia los niveles inferiores. ¿Dónde debo colocar la última carga? La entrada al nivel le viene a la mente, donde el techo estaba cerca de colapsar bajo su propio peso. Tarasov corre. Pasa por la sala de computadoras en ruinas y trepa las escaleras que llevan hacia el búnker, llevado por un profundo deseo de ver nuevamente la luz del Sol. Se tropieza. Tirado en el suelo, con el rostro en el polvo, un tentador deseo de simplemente quedarse allí se apodera de él, y su fuerza de voluntad se niega a continuar torturando sus músculos rendidos. Por un instante, quiere permitirse a sí mismo sucumbir a sus dolores y pasar sus últimos momentos tratando de recordar los mejores momentos de su vida antes de que el túnel se derrumbe y lo entierre para siempre. Debo mantenerme con vida. Fueron las órdenes del gran hombre. Enterrando sus dedos en el polvo, se fuerza a seguir adelante y se pone de pie. Jadeando y sosteniendo una mano contra su herida sangrante, continúa corriendo. Cuando llega al largo conducto que conduce hacia afuera y al pasadizo con el techo inseguro, planta su última carga

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explosiva. Sus movimientos se paralizan cuando escucha un ruido inesperado pero familiar desde arriba. ¿Podrían ser helicópteros? ¿Podría ser un escuadrón de rescate? ¿Podría ser que todo se arregle al final? Ahora está seguro que el ruido es el que hacen los helicópteros suspendidos en el aire. Todo lo que tiene que hacer es colocar la última carga, dejar las catacumbas inaccesibles e irse. Con los dedos temblándole por la extenuación y la impaciencia, ajusta el temporizador y por último se precipita hacia la salida. Cuando la carga explota y el túnel colapsa detrás de él, cae al piso, una vez más arrastrándose hacia la luz que brilla adelante, con las uñas rompiéndose en las rocas y las piedras, hasta que repentinamente la luz saluda sus ojos, adoloridos y parpadeantes. Se mantiene en el suelo, disfrutando el sonido de los Mi-24 Hinds cuando pasan por encima de la Ciudad de los Gritos, sus armas y misiles disparando contra un enemigo que no ve. Tarasov yace en el polvo exhausto, con moretones y respirando a duras penas. 12 de octubre de 2014, 17:21:45 AFT Un par de pesadas botas aparecen frente a su rostro. Cuando levanta la cabeza y mira hacia arriba, a un hombre con un ahora familiar exoesqueleto de Deber pero esta vez sin el casco, el corazón de Tarasov se hunde. “Eres un tipo duro de matar, caraculo, te lo reconozco.” “¿General Khaletskiy?” “Sí, que malo verte, mayor Tarasov. Ahora dame ese artefacto por el que todos estamos aquí.” El general sonríe triunfalmente cuando se para por encima de Tarasov, rodeado de sus guardias de Bagram. Ninguno de ellos le ofrece ayuda alguna; Tarasov se pone de pie, lenta y dolorosamente. “No lo tengo, general.” 476

“¿Qué acabas de decir?” “¡No era un artefacto, bastardo ambicioso e ignorante! ¡Es algo que escapa a su comprensión!” “Ahora realmente me estás haciendo enfadar, mayor, y ya estaba de mal humor.” Su rostro se enrojece por la repentina ira, Khaletskiy hace señas a sus guardias. “Capitán, espose a este pedazo de mierda.” Tarasov mira la docena de rifles de asalto dirigidos a él y se quita los guantes de las manos, arrojándolos al suelo en señal de rendición. “¿Cómo pudo traicionar a sus propios hombres de esta manera, general?” “Me pagaron cientos de veces más por esos malditos trajes de lo que hubiera ganado en un siglo, incluso luego de haberle dado a Kuznetsov su parte. Y no me queda un siglo para vivir. ¿Crees que quiero morir en la pobreza en un bloque de apartamentos infestado de cucarachas en Kiev? ¡Pero ese dinero no hubiera sido nada comparado con el artefacto que dejaste allí!” “Usted no tiene idea de lo que yace allí abajo… Y me aseguré de que nadie entre de nuevo en esas cámaras.” “Eres un tremendo idiota, Tarasov, pero al menos has sido un idiota útil. Me has ayudado mucho, ¿sabes? ¡Hiciste que esos exoesqueletos caminaran directamente hacia mí, por su propia voluntad! Incluyendo ése que tú, de algún modo, te las arreglaste para volver a robarme y que, maldición, está todo arruinado. Luego te ocupaste de las defensas aéreas de los chinos para que mis helicópteros pudieran entrar. Me salvaste el pellejo cuando sobornaron a los dushmans para que atacaran mi base. Abriste el camino hacia los subterráneos. ¡Todo esto! ¡Y ahora te arrastras medio muerto y dices que no tienes la madre de todos los artefactos! ¿Al menos encontraste los resultados de las investigaciones?” “No era un artefacto y nunca nadie tendrá los resultados de las investigaciones tampoco.”

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“¡Maldito seas! ¿Tienes idea de cuánto…? Tus órdenes fueron que los aseguraras, ¡de eso se trataba tu misión! ¡Desobedeciste órdenes directas!” Un pensamiento horrible viene a la mente de Tarasov. “¿Cómo sabe de mis órdenes?” Khaletskiy le ofrece una amplia sonrisa. “¡Este no es tu día de suerte, Tarasov!” El mayor mira a Khaletskiy mientras el guardia lo esposa. Juntando toda la saliva que le queda en su garganta reseca, escupe a Khaletskiy en la cara. “¡Es un traidor y una desgracia a su patria, general!” “Tu ingenuidad explica por qué sólo eres un mayor,” Khaletskiy responde, limpiando su rostro, asqueado. “Pero sí, no olvidemos que fuiste un oficial antes de que te convirtieras en un animal… Al menos tendrás tu corte marcial por desobedecer órdenes y yo tendré el honor de presidirla.” Por fin, ahora sé que estoy muerto. De modo que es así como me llega. Bueno, al menos hice a la muerte trabajar más. Una voz viene del receptor de radio fijo en la armadura de Khaletskiy. “Halcón Uno reportándose… Los Stalkers están agrupados. Nos estamos quedando sin munición y estamos escasos de combustible. Solicito permiso para regresar a la base. Cambio.” “Espero que les hayas hecho la vida imposible a esos bastardos. Permiso concedido.” Khaletskiy se dirige a sus guardias. “Salgamos de aquí. ¡A mi helicóptero con este cadáver viviente!” Alguien lo patea desde atrás y cae directamente a los pies de Khaletskiy, que le da un puntapié en el rostro. Los guardias lo agarran y lo arrastran de los brazos hacia el helicóptero de transporte que aguarda en las cercanías.

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Transmisión encriptada entre Kiev, la Nueva Zona y la Vieja Zona, 12 de octubre de 2014, 17:35:08 AFT #Ojo de Águila, aquí Renegado, ¿me copia?# #Ojo de Águila a Renegado. Te copio fuerte y claro. # #¿Recibiste la transmisión de voz?# #Buen trabajo, Renegado. La tenemos grabada. ¿Tienes al blanco en la mira?# # Positivo. Está entrando al helicóptero.# #Ojo de Águila a Renegado. Tienes permiso para ejecutar. # #Ojo de Águila, el elemento amigo se encuentra a bordo. Nombre clave Cóndor. Avisa. Repito: avisa respecto al amigo.# #[ruido de estática]# #Renegado a Kilo Uno, sé que estás escuchando. Decídete de una maldita vez, ¡por los viejos tiempos!# #Renegado, habla Kilo Uno. Actúe a discreción.# #Este es Ojo de Águila. Afirmativo a Kilo Uno.# #Comprendido. Era hora de que se decidieran. Equipo desplazándose. ¡Gloria al…! Maldita sea, nunca lo superaré. Cambio y fuera.#

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Epílogo 12 de octubre de 2014, 17:40:58 AFT Tarasov no siente nada más que fatiga y dolor en sus miembros. Con las manos esposadas tras su espalda, mira hacia arriba, a Khaletskiy, que le devuelve la mirada con puro desdén. Cuando las hélices giran más rápido y el helicóptero se prepara para despegar, Khaletskiy saca su pistola. “No te preocupes, caraculo. Este será un vuelo corto para ti.” “¿Por qué no me matas ahora mismo?” “Para saborear el momento, supongo,” responde el general, encendiendo un cigarrillo. El helicóptero despega. El momento de partir de la tierra donde luchó, sufrió y amó durante los últimos días de su vida llena de tristeza el alma de Tarasov. Observa las colinas dentadas a través de la escotilla abierta. Hubiera muerto felizmente en batalla… Pero vivir hubiera sido mejor. “Decepcionado por tener que irte, ¿eh?” ríe Khaletskiy por encima de él. “¡Imagina cuántas veces me decepcionó verte con vida! Pero ahora…” Tarasov escucha un pum-pum sordo a través del ruido del motor. Repentinamente, el helicóptero se sacude como si hubiera sido golpeado por varios impactos del mazo de un gigante. Segundos después, los motores pierden poder y un humo pesado, aceitoso, llena el compartimento. “¡Qué demo...!” grita Khaletskiy, pero otro golpe tremendo lo envía al suelo, donde desesperadamente busca algo a lo que aferrarse. Se le cae la pistola y, cuando el helicóptero se inclina, ésta se resbala por la escotilla abierta. “¡Estamos bajo fuego!” La voz del piloto se convierte en un grito en medio del ruido estrepitoso de la rotura del cristal de la cabina. Más balas acribillan la cabina del piloto y el helicóptero se estrella en el suelo con un tremendo ruido 480

sordo, arrojando a Khaletskiy y sus hombres por todas partes del compartimento, gritando de desesperación. Algo duro golpea a Tarasov, enviando un dolor agudo a su ya mareada, cabeza. El motor se extingue. Gemidos de los hombres heridos se mezclan con el humo negro. El mayor tose y escupe sangre cuando el humo se le mete por el tracto respiratorio. “¡Tomen posiciones defensivas!” escucha que el general ordena a sus guardias bruscamente. “Davay!” Uno de los guardias se pone de pie, pero lo impactan varias balas de un rifle automático tan pronto alcanza la escotilla. Se hunde en el suelo con un insulto que se transforma en un quejido. “¡A las ventanas, muchachos! ¡Vamos, vamos, idiotas!” La voz de Khaletskiy está llena de dolor, pero sus órdenes aún tienen un efecto en sus hombres. Los pocos guardias que no se encuentran incapacitados por el accidente, se mueven hacia las ventanas del compartimento y tratan de responder con fuego que ahora está dirigido a los restos desde todos los lados, mientras Tarasov usa la confusión para moverse cerca de la escotilla para ver, al menos, quien está haciendo el asalto. Espiando por entre los pies de los guardias mientras tratan frenéticamente de asumir posiciones de tiro, tiene una vista despejada hacia el piso rocoso de afuera. Desde atrás del refugio de las piedras y las rocas que cubren el desfiladero poco profundo donde se estrelló el helicóptero, combatientes con armaduras negras atacan a los hombres restantes de Khaletskiy. Deber ha llegado. Reflexiona Tarasov con una mezcla de alivio y sorpresa. Los verdaderos combatientes de Deber. Pero los hombres de Khaletskiy no son derrotados con facilidad. Uno de ellos tropieza con el cuerpo de Tarasov, profiere una maldición e incluso se toma el tiempo de patear al mayor antes de arrodillarse para abrir fuego a través de una de las ventanas rotas. El mismo pum que Tarasov había escuchado antes de que el motor fuera impactado suena 481

afuera y una fracción de segundo después, la cabeza del hombre es destrozada por una bala pesada, salpicando a los defensores agonizantes junto a él con sangre y sesos. El cuerpo del guardia permanece en una posición de rodillas y sus dedos tiran del gatillo una última vez, ejecutando la última orden de una mente que ha dejado de existir un segundo atrás. Tarasov se abraza al suelo, manteniendo su cabeza lo más baja posible, las balas llueven en los restos como granizo, haciendo más y más hoyos en el delgado metal del fuselaje y permitiendo a la luz que entre y atraviese el humo y el vapor de la sangre en el interior, justo antes de que la última arma de los defensores se quede en silencio. Con sus oídos tintineando, Tarasov apenas oye las órdenes dadas en el exterior, pero ve una sombra acercándose. El destello rojo del dispositivo láser apuntando, rompe la oscuridad, entonces, la silueta de un Stalker aparece. Apunta una pistola cuando accede al compartimento. El punto rojo del dispositivo de apuntamiento se mueve de cuerpo a cuerpo. Tarasov no logra ver el rostro pero la capucha y el rifle pesado en el hombro del Stalker se ven familiares, así como el exoesqueleto que lleva. “Pomogi… Ayúdame.” La voz de Khaletskiy es apenas más que un suspiro. Levanta su mano izquierda. La otra está rota, con un pedazo de hueso sanguinolento asomando desde su antebrazo. “Eso debe ser doloroso, capitán Bone,” le dice el Stalker, “pero al menos le otorga significado a su nombre clave.” “Ayúdame,” suplica Khaletskiy. “¡Puedo hacerte rico!” “La última vez que quise ser rico, mi deseo acabó muy, muy mal.” “Pero no puedes dejarme aquí… Tienes que ayudarme. ¡Soy un general del ejército!” “Ya no más.” Terror es la última expresión en el rostro del general Khaletskiy antes de que dos balas le impacten en la cabeza. 482

Tarasov está demasiado débil para advertirle al Stalker acerca del guardia herido que intenta alcanzar su arma y antes de que pueda juntar fuerza suficiente para gritar, un rifle dispara. El guardia se vuelve a hundir en el piso del compartimento y ya no se mueve. Otra silueta aparece en la escotilla, apuntando su rifle de asalto en el interior. Los ojos de Tarasov no le han fallado unos minutes antes: el combatiente lleva el equipo pesado de la facción Deber. Y yo que creí que no habría más sorpresas. El Stalker que le disparó a Khaletskiy se dirige a Tarasov. “Te dije que podría derribar un helicóptero con este rifle. ¡Ahora nos vamos para siempre!” “¿Crow?” “Finalmente es momento para una debida presentación, mayor Tarasov.” El Stalker se baja la capucha y se quita el pasamontaña. Aparece un rostro redondo bajo un cabello rubio, la expresión casi jovial, aunque los ojos grises permanecen fríos. “Mi nombre es Strider. ¿No me reconoces? ¿Pripyat, yo saliendo del túnel junto a Degtyarev y tú, que casi nos disparas?” El Stalker nota el asombro de Tarasov con una sonrisa satisfecha. “Lo lamento si esperabas a Oksana Fedorova.” Se arrodilla y corta las esposas de plástico de las muñecas de Tarasov con un cuchillo de combate. “Pripyat… la Vieja Zona… Parece todo tan lejano, ahora,” el mayor responde débilmente. Incluso si se hubiera encontrado con el francotirador en la Vieja Zona, le hubiera resultado apenas otro Stalker con el rostro irreconocible tras una máscara de gas o el visor de un casco. “¿Quién eres, de nuevo? ¿Por qué estás aquí?” “Hace algunos meses, Deber se enteró que un oficial deshonesto apareció en Bagram. No sabían con seguridad si se trataba de Morgan, que escapó de ellos, o alguien haciéndose pasar por uno de sus oficiales, pero Deber no podía permitir 483

que eso pasara. El general Voronin quiso averiguar, pero ya sabes como es Deber: ¡Boom, bang, maten a los anarquistas, vamos, vamos, vamos! No tienen talento para los trabajos clandestinos. De modo que me pidieron que los ayudara, aunque yo ya no estoy afiliado a ellos. En estos días, trabajo solo.” Strider sonríe y coloca el tubo de su bolsa camelback en los labios de Tarasov. Mientras el mayor bebe desesperadamente el agua de su interior, el francotirador continúa con su historia. “Mi escuadrón y yo le debemos mucho a Deber por aceptarnos luego de que desertamos de Monolito y cuando las cosas se pusieron demasiado difíciles para que yo las manejarla solo, el general Voronin estuvo de acuerdo en que enviara por mis viejos amigos para que se me unieran aquí. Sabemos un par de cosas acerca de mantener un perfil bajo de nuestra época como parias de Monolito.” “Realmente sabes. Incluso me engañaste a mí… Hasta cierto punto.” “Entonces me enteré acerca del contrabando de armas. Todo era suficientemente malo, pero cuando se aclaró que Khaletskiy no sólo era un impostor y un traficante de armas, sino que también estaba matando soldados para obtener su precioso equipo, se le declaró presa justa. Sólo necesitaba la prueba.” “¿El SBU estuvo involucrado en esto?” pregunta Tarasov, sentándose y frotando sus muñecas irritadas. Strider no responde, pero su sonrisa lo confirma. “Debería haberlo adivinado…” suspire Tarasov. “¿Y ahora, qué? ¿Deber avanzará en la destrucción de la Nueva Zona?” “Me importa un comino lo que Deber o el SBU hagan ahora. He cumplido mi misión.” Strider se dirige al combatiente que le disparó al guardia. “Sickle, revisa los cuerpos. Si aún están respirando, ya sabes qué hacer.” “Entendido,” responde el combatiente. “Salgamos de esta ruina, mayor. ¡Afuera brilla el Sol!” 484

Tarasov gime cuando agarra la mano del Stalker y se pone de pie. Inclinándose sobre el hombro de Strider, apenas ha puesto un pie fuera del compartimento cuando un tiro se escucha desde el interior. Media docena de combatientes fuertemente armados los esperan afuera, uno de ellos corre para darle al comandante una mano. Juntos, mueven a Tarasov y lo colocan cuidadosamente en el suelo, permitiéndole apoyarse contra una roca. “Con o sin ese exoesqueleto, eres pesado,” le dice Strider, secándose el sudor del rostro. “¿Qué tomas? ¿Esteroides?” “¿Qué hay de los Stalkers?” le pregunta a modo de respuesta Tarasov, ignorando la pregunta. “Los helicópteros de Khaletskiy los vencieron en pleno vuelo, pero vi al Psiquiatra y a otros saliendo. No me mires así… Llegar a ese bastardo era nuestra prioridad y darle a dos helicópteros de combate hubiera resultado demasiado arriesgado de todas maneras. Tuviste suerte de que Khaletskiy estuviera volando en esta lata.” Dos tiros más se disparan desde dentro del helicóptero, seguidos de un débil grito. Strider ni se molesta en mirar hacia allí. “¡Oye, Armor!” grita haciendo señas a uno de sus combatientes. “¿Estás rezando allí o qué? ¡Tráenos un botiquín y vendas!” El combatiente frunce el ceño y ve la condición del mayor. Comienza a atender los muchos moretones y las heridas de Tarasov, primero con una venda en el pecho. Le siguen más vendas y calmantes. “Estás en terrible condiciones,” dice Strider ansiosamente, sosteniendo el camelback una vez más en los labios del mayor. “Bébela. Sólo es agua, ¡pero esta noche brindaremos con una cerveza fría en Termez!” Recuperando fuerzas lentamente por el agua fresca y los calmantes administrados por el médico, Tarasov mira alrededor. A lo lejos del perímetro establecido por el escuadrón de Strider alrededor de los restos del helicóptero, 485

las ruinas de la Ciudad de los Gritos se vislumbran en el atardecer. La nieve sobre las montañas lejanas parecen puras, y el cielo es claro hacia el este donde se encuentra el valle oculto de la Tribu. “No voy a casa. Me quedo en casa.” Tarasov estira sus brazos, como si deseara abrazar el paisaje. “Aquí es donde pertenezco ahora.” “Las bromas jamás han sido tu lado fuerte, ¿lo sabías?” “Lo digo en serio.” “Y yo no estoy seguro de que el ejército apruebe tu idea de desertar.” “¿Desertar? ¿Quién es un desertor en este lugar, donde todos han traicionado a alguien?” Strider asiente y emite un largo suspiro. “Entiendo a qué apuntas… ¿El nombre clave Kilo Uno significa algo para ti?” “Así es,” dice Tarasov con la sombra de una sonrisa en el rostro, “pero no quiero hablar con él por un tiempo… Podría enviarme a otra misión en un lugar peor que éste.” “Dudo que haya algún lugar peor que la Nueva Zona.” “Cualquier lugar en donde no esté es malo.” Strider no responde, pero un movimiento de cabeza que apenas se puede notar sugiere que está de acuerdo, o que al menos lo considera. El combatiente que recibió la orden de matar a todos los guardias sobrevivientes de Bone aparece ante ellos. “El helicóptero está limpio,” informa y le da una bolsa a Strider. “Hallé esto en el interior.” “¿Es tu equipo?” inquiere Strider. Tarasov echa un vistazo adentro. Ansiosamente, toma las pertenencias que le fueron arrebatadas por los hombres de Khaletskiy. Strider suelta un silbido cuando ve aparecer los artefactos. Tarasov los pone cuidadosamente en los contenedores de su cinturón. Cerrando los ojos, respira profundamente cuando los siente irradiando sus poderes benevolentes nuevamente hacia su cuerpo.

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“Nada mal esa colección. Pero si insistes en quedarte, necesitarás más que eso… Sickle, ¿hallaste alguna arma utilizable allí adentro?” “Un par de Grozas siguen aún en los cadáveres.” “Recójanlas. Den las más útiles a nuestro amigo aquí presente. Asegúrense de darle suficientes cargadores de repuesto, también.” Otro hombre de Deber llega con un equipo de comunicación voluminoso en su espalda. “Voronin está llamando para tener un informe de la situación.” Strider toma el altavoz. “Slushayu, Ojo de Águila. Misión cumplida. No hay bajas que informar. El amigo está seguro… Comprendido. En alerta.” Escucha la respuesta y le da el altavoz al mayor. “Es Kilo Uno, para ti. Degtyarev. Quiere hablar con el teniente coronel Tarasov y el único tipo con ese nombre por aquí, eres tú. Supongo que te han dado un ascenso. Felicitaciones.” Tarasov aleja el altavoz con un movimiento de la mano. “Ya no me importa. Solo dile… Dile que me he ido a una larga incursión, pero algún día lo estaré viendo en el Antonov. No, espera. Toma. Llévate esto.” Tarasov se quita su artefacto más valioso del contenedor. El calor en su cuerpo disminuye y un leve dolor fluye de nuevo hacia su cabeza, pero ha soportado peores cosas. “Llévale esto a Degtyarev y menciónale una anciana en Kiev. Él sabrá qué hacer.” Strider estudia el artefacto con los ojos entrecerrados. “¿Es esto lo que creo que es?” “Sí.” “¿Estás seguro de esto?” Tarasov asiente. Strider se encoge de hombros, pero toma el artefacto y trasmite sus palabras. “Entendido. Avanzando hacia el sitio de extracción. Renegado fuera.” Le devuelve el altavoz al sujeto de la radio. “Degtyarev quiere que sepas que, pronto, esa anciana será una mujer muy rica. También quiere que sepas que te perderás la

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corte marcial de cierto coronel. ¿Aún sigues desinteresado en venir a casa?” Tarasov sacude su cabeza. “He tenido suficientes cortes marciales,” le dice y le ofrece a Strider una pálida, aunque desafiante sonrisa. “¿Qué harás ahora?” “Veré a la única curandera que puede darme consuelo y curar mis heridas. Son más profundas de lo que tu médico podría tratar. Y entonces, tendré que visitar al hijo de un amigo en América.” Strider y el combatiente llamado Armor se miran extrañados. “¿América? Armor, dale más calmantes.” El sonido débil de un helicóptero viene desde lejos. Strider se pone de pie y se sacude la arena de sus rodillas. “Ése es nuestro pájaro… Todavía puedes cambiar de idea y abandonar esta tierra.” Strider le ofrece su mano para que se levante. Antes de aceptar su ayuda, Tarasov lo mira profundamente a los ojos. “¿Lo harías? ¿Lo haría algún Stalker verdadero?” “Mejor mantente con un ojo en los chacales,” responde Strider con una sonrisa fatalista. “No estaré por aquí para volver a salvarte el pellejo… al menos por un tiempo.” Hace una venia. Tarasov, ahora de pie nuevamente, devuelve el gesto. “Buena suerte para ti, Cóndor. ¡Y ahora ha llegado el momento en queme vaya de aquí, Stalker!” Seguido de su escuadrón, Strider se va y se dirige hacia el oeste. Tarasov observa su columna marchar a través del terreno rocoso, donde el Sol poniente ya ha convertido las sombras color ocre en un rojo pálido. Un aullido suena a lo lejos. Abrazando el rifle, mira los despojos del helicóptero una última vez. Es tiempo de que yo también me vaya de aquí. Los chacales tendrán una cena abundante esta noche pero es una fiesta a la cual no quiero unirme. 488

Su larga y oscura sombra avanza delante de él, cuando Mikhailo Tarasov se dirige hacia el este y emprende su largo camino a casa a través de la Nueva Zona, hacia un valle oculto donde los hombres desesperados de alrededor de todo el mundo se congregan para vivir sus vidas de acuerdo a un código de honor que ni siquiera el mal mayor podría sobrepasar, y donde él ha encontrado el consuelo sin el cual ni los hombres más fuertes pueden vivir.

FIN.

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Dialecto Farsi/Hazara - Traducción "Khosh haal hastam az inke in gasht "Me alegra que este patrullaje tamaam shod. Mesle sag khasteh haya terminado. Estoy hastam." exhausto." "Are, man ham hamintor. Chandin rooz ast ke inja sabr kardim ta in suckers saro kaleyeshan peida shavad." "Fekr nemikoni bayad be Lance Corporal Bockman begim ke biaad va be motor negahi bendaazad? Zaaheran dandeh moshkel darad." "Dar har haal. Man farmandeh hastam, to raanandegiat ra bekon." "Aslaheye khodkaare jadide M-27 ra didehyee? Boxkicker yek mahmooleh. "Dar haale haazer hich selaahi barayam mohem nist. bogzaar bekhaabam." "Zendeh bogzaaridash!" “Man behesh tarahhom kardam!” “Daastaani toolani va ghamgin ra bayad be to begooyam…” “Dokhtram tarjomeh mikond, chun man englisi sohbt nemikonam.” “Marde shayesteyee baraye to khahad bood.Be harhaal hich marde dighari to ra nemikhahad!”

"Sí, a mí también. Hace días que esperamos, hasta que aparecieron estos tontos." "¿No crees que deberíamos pedirle al cabo primero Bockman que revise el motor? Algo malo le pasa a la palanca de cambio, también." "Como sea. Yo soy el comandante, tú conduces." "¿Has visto la nueva ametralladora M-27? Boxkicker acaba de recibir el primer envío." "Ahora las armas son lo que menos me importan. Déjame dormir." "¡Perdónale la vida!" "¡No le tengo piedad!" "Tengo que contarte una historia larga y triste…” "Mi hija traducirá porque no hablo inglés." "Confía en mi elección. Será el hombre correcto para ti. Con esa cicatriz en tu cuerpo, ningún otro hombre te quiere, de todos modos."

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