Soy una niña mala

SOY UNA NIÑA MALA Una niña mala, relato de Montserrat Ordóñez, es un ejercicio de autoafirmación ante el proceso destruc

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SOY UNA NIÑA MALA Una niña mala, relato de Montserrat Ordóñez, es un ejercicio de autoafirmación ante el proceso destructor de la vida emocional y la individuación de la mujer en culturas como la nuestra, donde se fomentan

y

se

protegen

las

actitudes

depredadoras

y

auto-

depredadoras de la naturaleza instintiva y espiritual: “En el transcurso del tiempo hemos presenciado cómo se ha saqueado, rechazado y reestructurado la naturaleza femenina instintiva. […] Durante miles de años, y basta mirar el pasado para darnos cuenta de ello, se le ha relegado al territorio más yermo de la psique. […] La pauta de la entrega de la vida del propio núcleo empieza a veces en la infancia, favorecida por las personas que cuidan de la niña [...] El hecho de que la niña sea educada de esta manera confiere un enorme poder al depredador innato y la expone a que más adelante se convierta en presa de otros. Hasta que sus instintos se vuelvan a colocar en su correspondiente orden, la mujer que ha sido educada de esta manera es extremadamente vulnerable a la posibilidad de ser víctima de las tácitas y devastadoras necesidades psíquicas de los demás.”1 Para Pierre Bordieu2, el mejor ejemplo de sumisión paradójica, consecuencia de la violencia simbólica que se ejerce a través de las vías simbólicas de la comunicación, es la dominación masculina.

“Quiero ser una niña mala…”, frase de inicio,

es el grito de la

protagonista, en el cual como todo niño o niña, ella, a través del lenguaje, va afirmando toda una serie de negaciones “la identidad femenina es un movimiento que convierte lo negativo en afirmación, 1

PINKOLA ESTÉS, Clarissa. Mujeres que corren con los lobos. 3 ed. Madrid: Suma de Letras, 2000. p. 85, 775 2 BORDIEU, Pierre. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama, 2000. p. 12

1

el triunfo de las fuerzas positivas y del goce en detrimento de las fuerzas negativas del resentimiento.” 3, y en la medida que las palabras perfilan eso que ella nunca quiere llegar a ser, va tejiendo su identidad, con la fórmula lingüística de juego que permite ir modelando su ser mujer en contravía de todo lo que le impone, le exige su entorno familiar inserto en una cultura; lo cual significa ser una niña mala, en tanto no se adapta a los parámetros culturales que exigen de la mujer una sumisión

para perpetuar las relaciones de

género que han sustentado históricamente el sistema patriarcal de subordinación de la mujer.

A manera de pretexto, esa cualidad de mala que se atribuye el personaje principal, le sirve para ir enumerando uno a uno todos aquellos rasgos que en culturas como la nuestra, definen la identidad femenina; por ejemplo, oficios domésticos socialmente asignados y definidos

como

tarea

femenina,

pues

es

el

discurso

de

la

domesticidad, en tanto mecanismo de control social, el que actuó como mecanismo constrictivo para restringir el ámbito de actuación de la mujer a la esfera privada, tal como lo evidencia Nash 4 . En esa medida “Adscribir significados a lo femenino es, en esencia, una modalidad de territorialización, un acto de posesión a través del lenguaje, realizado por un Sujeto masculino que intenta perpetuar la subyugación de otro. Por consiguiente, en los procesos de territorialización se entretejen dos procedimientos 3

DUEÑAS VARGAS, Guiomar. La buena esposa: ideología de la domesticidad. En: En Otras Palabras… No 6 (jul. - dic., 1999); p. 49 4 Ibid., p.35

2

fundamentales: la exclusión de la mujer en el ámbito del trabajo, la política y la cultura en general y la prolífica creación de construcciones imaginarias con respecto de la mujer y ‘lo femenino’ que sirven de plataforma para sustentar dicha exclusión.”5 Así entonces, mientras la protagonista va autoafirmándose a través del sistema social de signos que es el lenguaje, va formando el pensamiento simbólico y va construyendo su realidad en la medida que va nombrándola, porque: “Si ser mujer es culturalmente aceptar un destino de mujer, rechazarlo, rechazar ese pensamiento circular, significa sin remedio empeñarse en la búsqueda de otro, llamémoslo así,

destino,

identidad,

personalidad

o

estilo,

lo

cual

lleva

inevitablemente a una búsqueda del lenguaje. Aprendemos a ser mujer como aprendemos el lenguaje.” 6 Y en este sentido, ya Simone de Beauvoir lo decía: “No nací mujer, me hicieron mujer”. El proceso de construcción de identidad a través del lenguaje, evidente en este relato, nos permite escuchar el grito de inconformismo de una mujer que cuestiona el orden social establecido, porque “aunque la categoría del silencio puede ser polifónica y polisémica en tanto que espacio para la interpretación, romperlo significa apropiarse de un lenguaje por parte de un sujeto y por tanto de un orden simbólico. El sujeto que usa el lenguaje

se inscribe en un orden simbólico y al

hacerlo reproduce especularmente, como ha señalado Derrida, el falogocentrismo de la cultura occidental”.7 5

GUERRA, Lucía. La mujer fragmentada: historias de un signo. Colombia: Casa de las AméricasColcultura, 1994. p. 12 6 LUNA, Lola. Leyendo como una mujer la imagen de la Mujer. Barcelona: Anthropos, 1996. p 16 7 Ibid., p. 73

3

Mencionábamos los procedimientos de construcción de identidad, es decir, los recursos simbólicos y discursivos en los que, en este caso la niña mala, reflexiona el orden social, “contarse para identificarse […] para armonizar y domesticar, […] lo exterior sin dejar de nombrar lo íntimo. […] para rescatar la posibilidad de decirse de cada uno de los sujetos, que se afirman o tratan de contarse, entre los discursos poderosos

o

instrumentales.”8

Y

lo

hace,

a

medida

que

va

autodefiniéndose por oposición a la imagen de lo femenino impuesta y sustentada por la Familia, la Escuela, la Iglesia, el Estado. Así, ella está decidida a ser: un sujeto que pueda estar en la esfera pública y no en la privada de la casa; no va a rendir cuentas a nadie, desea autonomía; tener voz tomar

y derecho a ejercer su propia

voluntad, a

decisiones; no necesita una actitud pasiva y reprimida de

personaje romántico que aguarda en el balcón la llegada de la figura masculina: “En un proceso de apropiación, típico de la producción cultural del patriarcado, el signo casa se ha construido desde la perspectiva del que sale y regresa, de un sujeto en el cual, aún en su pedestre rutina diaria, continúa siendo un homo viator. […] convencionalmente la casa ha sido el símbolo concreto de la unidad de la familia, y a partir de su arquitectura misma, ella representa la división falogocéntrica entre el centro y los márgenes, lo público y lo privado, la autoridad y la subversión, el orden y el desorden.”9

8

MARINAS, José Miguel. Estrategias narrativas en la construcción de la identidad. En: Isegoría No 11 (1995); p. 177 9 GUERRA, Lucía. Las topografías de la casa como matriz transgresiva en la narrativa de la mujer latinoamericana. En: En Otras Palabras… No. 6 (jul. – dic., 1999); p. 67 - 68

4

Podemos decir que éste es un texto literario que expresa un proceso de transformación y evidencia un conflicto existencial entre obedecer y ser, plasmado en un relato identitario, porque la protagonista es enfática en su deseo de reafirmar su identidad en proceso de definición continua a lo largo de las formas discursivas que emplea, la pluralidad de escenarios, roles y los relatos sociales en los que participa, transgrediéndolos para nombrarse en cada nuevo escenario que transita, como cuando afirma: “Quiero niños malos, y quiero una niña mala que no se asusta por nada. No le importa ni la pintura ni la sangre, prefiere las piedras al pan para dejar su rastro, y aúlla con las estrellas y baila con su gato junto a la hoguera. Ésa es la niña mala que voy a ser. Una niña valiente que puede abrir y cerrar la puerta, abrir y cerrar la boca. Decir que sí y decir que no cuando le venga en gana, y saber cuándo le da la gana.”10 Es éste entonces un relato que contiene “…una clave significativa ‘de cómo vivimos, de cómo hemos vivido, de cómo nos han educado a imaginarnos a nosotras mismas… de cómo el acto mismo de nombrar ha sido hasta ahora una prerrogativa masculina y de cómo podemos empezar a ver y a nombrar’.”11

Nuevamente debemos decir que es a partir de una afirmación de lo que no se quiere llegar a ser, que el personaje se autodefine, para lo cual trae a colación relaciones intertextuales ligadas a la literatura infantil: verbigracia, dejar su rastro con piedras y no con pan, tal 10

ORDÓÑEZ, Montserrat. Una niña mala. En: 17 narradoras latinoamericanas. Bogotá: Coedición Latinoamericana, 1996. p. 164 11 LUNA, Lola. Op. Cit., p. 22

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como erradamente lo hicieran Hansel y Gretel; bailar con su gato junto a la hoguera, como una bruja cualquiera, sin ningún asomo de menosprecio por ese papel; aullar con las estrellas como una loba, porque no teme ni se avergüenza de su naturaleza salvaje, pues “Tampoco es casual que los lobos y los coyotes, los osos y las mujeres tengan una fama parecida. […] Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. [ … y es curioso, pero] La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no los comprenden es sorprendentemente similar.”12 Y vienen luego otras palabras mágicas de la infancia: “abrir y cerrar la puerta”, elemento simbólico a manera de barrera psíquica que el personaje intuye tiene la capacidad de manejar, igual que el derecho a dejar oír su voz cuando decida.

Una subversión al orden patriarcal establecido, que implica también por supuesto, las pautas de crianza diferentes para niños y niñas, atendiendo a los modelos de lo masculino y lo femenino de nuestra cultura, implícitos hasta en la forma de asumir el cuerpo, en función de la moralidad. Todo, visto desde la perspectiva del Sujeto dominador que desde tiempo atrás ha construido la representación de lo femenino, pues “Una mujer debe observarse continuamente como la observaría un espectador ideal masculino hasta que su propio

12

PINKOLA ESTÉS, Clarissa. Op. Cit., p. 11, 13

6

sentido de ser en ella misma es suplantado por el sentido de ser apreciada como ella por otro.”13 Así, esas normas de comportamiento reservado para la mujer y asociadas con el cuerpo, son cuestionadas, incluso en temas tabú como el autoerotismo.

“Este aprendizaje es tanto más eficaz en la medida en que permanece esencialmente tácito. La moral femenina se impone sobre todo a través de una disciplina constante que concierne a todas las partes del cuerpo y es recordada y ejercida continuamente mediante la presión sobre las ropas o la cabellera. Los principios opuestos de la identidad masculina y de la identidad femenina se codifican de ese modo bajo la forma de maneras permanentes de mantener el cuerpo y de comportarse, que son como la realización de una ética.”14

El relato recurre al modo discursivo en primera persona para legitimar esa experiencia de vida, haciendo de lado esa pretensión de autoridad y de verdad del discurso objetivo-científico de la tercera persona, que asume lo descrito desde una falsa distancia. Aquí el personaje no tiene inconveniente en asumir su hipotético relato de vida desde su posición personal y subjetiva de sujeto, lo cual convierte la visión en experiencia, al apropiarse del lenguaje y develar sus formas simbólicas y de representación, para ver el mundo que la rodea, comprenderlo y nombrarlo desde su propia perspectiva de mujer; es decir, es leer el mundo desde la experiencia de estar en él como mujer.

13 14

LUNA, Lola. Op. Cit., p. 26 BORDIEU, Pierre. Op. Cit., p. 42

7

Y la niña mala continúa elaborando su identidad, a través del lenguaje, que tal como anotábamos anteriormente, forma nuestro pensamiento simbólico y que por supuesto, se origina en la infancia, etapa en que empezamos a estructurar nuestra experiencia del mundo y a conferirle sentido: “Es también entonces cuando el niño o la niña comienzan a narrar su novela de formación del héroe o heroína, una narración que coincide con el esquema de fabulación latente en los adultos. […] ese bilsdungsroman o novela de formación […]”15 , relato en el cual nuestra heroína no pretende convertirse en el ideal de mujer culturalmente asignado, pues ella se encarga de entretejer la trama de su narración del mundo, para jugar un papel distinto al que tradicionalmente asume la mujer, en donde la biología no prefigure su destino; y en un escenario diferente al tradicional, es decir, poder deambular también por la esfera de lo público, del afuera de la casa, sin roles estereotipados, irreconciliables y excluyentes.

En otras palabras, ella quiere configurar su futuro hipotético a través de la palabra. Por eso, asegura que esa niña que quiere ser “Tendrá pelo de loba y se sacudirá desde las orejas hasta la cola antes de enfrentarse al bosque.” En ningún momento teme a lo incierto y desconocido del bosque de cuento de hadas, porque

“Cuando las mujeres reafirman su relación con la naturaleza salvaje, adquieren una observadora interna permanente, una 15

LUNA. Lola. Op. Cit., p. 17

8

conocedora, una visionaria, un oráculo, una inspiradora, un ser intuitivo, una hacedora, una creadora, una inventora y una oyente que sugiere y suscita una vida vibrante en los mundos interior y exterior. Cuando las mujeres están próximas a esta naturaleza, dicha relación resplandece a través de ellas. Esa maestra, madre y mentora salvaje sustenta, contra viento y marea, la vida interior y exterior de las mujeres. […] Unirse a la naturaleza instintiva no significa deshacerse, […] comportarse como una loca sin control. No significa perder las relaciones propias de una vida en sociedad o convertirse en un ser menos humano. […] significa vivir una existencia natural, en la que la criatura posee una integridad innata y unos límites saludables. […] Hasta la mujer más cautiva conserva el lugar de su yo salvaje, pues sabe instintivamente que algún día habrá un resquicio, una abertura, una ocasión y ella la aprovechará para huir.”16 La niña mala tiene claro, por ejemplo, que cuando tenga su espacio propio y cierre la puerta, ya no habrá desasosiego por la búsqueda de su identidad, pues habrá sacado de sí la ley social ya incorporada y los preceptos de la Iglesia que la obligaban a actuar como mono amaestrado contra su voluntad, sólo por ser mujer. Es una lucha interna contra la sumisión, la autoexclusión, la autodenigración, la autodepredación, introyectadas desde la más tierna infancia, a través de la familiarización con un mundo físico simbólicamente permeado por unas estructuras de dominación y un trabajo de socialización al que es sometida para menoscabarla y negarla, y mediante el cual aprende las virtudes negativas de abnegación, resignación y silencio conferidas a la mujer, en un proceso de diferenciación activa en relación con el sexo opuesto, expresión de violencia simbólica, tal como anota Bordieu.17 16 17

PINKOLA ESTÉS, Clarissa. Op. Cit., p. 19, 23, 26 BORDIEU, Pierre. Op. Cit., p. 67

9

Antes de concluir su narración del mundo, la niña mala nuevamente hace referencia al símbolo del lobo, de lo salvaje, cuando habla de ella misma en tercera persona y en futuro: “Armará una cueva para aullar y para reír. Para jugar y bailar y enroscarse. Para relamerse.” Y traigo a colación de nuevo a Clarissa Pinkola (en mi opinión, Montserrat Ordóñez conocía este maravilloso libro cuando escribió su cuento: las relaciones intertextuales afloran y enriquecen la lectura del relato), cuando Pinkola nos asegura “Aunque algunos preferirían que te comportaras mejor […], hazlo de todos modos. […] A algunas personas no les gustará que olfatees las cosas para ver lo que son. Y tampoco les gustará que te tiendas de espaldas en el suelo y levantes las piernas en el aire, qué horror. Niña mala. [El resaltado es mío] Lobo malo. Perro malo. ¿Tienen razón? No. Tú sigue adelante y diviértete.”18 Por último, el pequeño párrafo de cierre del relato, nos deja a los lectores ante un final abierto, donde percibimos la calma después de la tormenta que significó para la niña alzar la voz para ir contándose a sí misma, a través de los distintos escenarios sociales en que se desenvuelve la mujer de nuestra cultura. ¿Por qué ahora el balcón ya está cerrado? Tal vez llegó papá, tal vez ella misma cerró esa ventana que le permitía asomarse al mundo que fue construyendo en su relato de vida. Y no podemos afirmar que sea pesimista ese final,

18

PINKOLA ESTÉS, Clarissa. Op. Cit., p. 60, 61

10

por el hecho de estar cerrado el balcón, o porque ahora, en presente, “…la niña buena, sin una lágrima, se acurruca y se duerme.” Ya ella cumplió su cometido, aclararse en la medida que iba relatando, cómo deberá ser su vida, cómo quiere ser ella, tal vez tiene clara su identidad.

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