Semana01_S1 Banco Para Pobres

Lectura: Banco para los pobres Sección : ………………………..………………... Asignatura : Microfinanzas Docente : Apellidos : ……………………

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Lectura: Banco para los pobres Sección : ………………………..………………... Asignatura : Microfinanzas Docente :

Apellidos : ………………………..………………. Nombres : ……………………………………………. Fecha : .…../……/2017 Duración: N/D

Instrucciones: Lea cuidadosamente la siguiente lectura.

Hace un año, Kaimun Alí, su esposo Muhammad Jubaid y los tres hijos de ambos vivían al día en la aldea de Hathil, en Bangladesh. Jubaid, a menudo enfermo, faltaba mucho al plantío de hojas de betel donde trabajaba como jornalero. Y aunque Kaimun bordaba cubrecamas para otros aldeanos, rara vez ganaba más de cuatro taka (unos 12 centavos de dólar) por día. Hoy, la mujer tiene una pequeña empresa descascarilladora de arroz y percibe más del doble que antes. “Seguimos siendo pobres”, explica, “pero comemos mejor, y tenemos esperanza”. Cuando el esposo de Leonisa Esmayan, de la isla filipina de Negros, que era pescador, contrajo tuberculosis, la mujer se llenó de temor. ¿Cómo iba ella, que no había pasado del quinto año de la escuela primaria, a alimentar a Predencio y a los seis hijos de ambos? Actualmente Leonisa cría cerdos y vende pescado y verduras en un mercado local, lo que le permite sostener a su familia. Vivian Alexander, de Pine Bluff, EE.UU., vendía cosméticos, pero ante la imposibilidad de reunir un buen inventario, muchas veces no podía surtir sus pedidos. Ahora Vivian puede comprar y almacenar mercancía y su negocio ha crecido mucho. Estas mujeres ponen de manifiesto los positivos resultados que está teniendo una estimulante estrategia para combatir la pobreza, que en la actualidad se aplica en unos 30 países de todo el orbe y que está ayudando a millones de personas. El razonamiento que le sirve de base es que la mayoría de los pobres desean elevar su nivel de vida y están dispuestos a trabajar con empeño para lograrlo. Todo lo que necesitan es un poco de capital, un préstamo con tasas de interés razonables y sin la obligación de ofrecer una garantía. Durante los últimos 40 años, los gobiernos del Tercer Mundo, respaldados por organizaciones internacionales de ayuda, han invertido miles de millones de dólares en programas de crédito barato para los pobres. Pero, debido a la burocracia y la corrupción, los beneficios rara vez llegaban a quienes los necesitaban. Ahora, diversas instituciones han demostrado que estos programas pueden funcionar y que el capitalismo popular es una de las mejores vías para escapar de la pobreza. El Banco Grameen, de Bangladesh, es una prueba espectacular del éxito de este esfuerzo. En los últimos 16 años ha prestado 200 millones de dólares, con tasas de interés

iguales a las del mercado, a casi un millón de campesinos pobres, y ha recuperado el 98 por ciento de su dinero, más una modesta utilidad. Los resultados de programas como los del Grameen demuestran que el sistema funciona igualmente bien en países en desarrollo que en naciones industrializadas. David Gibbons, economista político canadiense que inició un programa de este tipo en Malasia, observa: “Al parecer, las únicas condiciones que deben reunirse para que tengan éxito planes como los de Grameen, son una economía de mercado, y una injerencia política limitada” El “Enfoque Grameen” es una idea original de Muhammad Yunus, un afable economista convertido en banquero que posee, en sus propias palabras, “la visión de vida que tiene un gusano: pegada al suelo”. Tiene, además, “una notable capacidad para desarrollar programas sustentados en la manera en que verdaderamente piensan y actúan las personas, y es muy tenaz”, señala Mary Houghton, presidenta de Shorebank Corporation, un banco de Chicago que ha empezado a ofrecer en EE.UU. planes de crédito del tipo del Grameen. Hijo de un joyero, Yunus nació en 1940 en Chittagong, Bengala Oriental, que entonces formaba parte de la India y después perteneció a Pakistán. Brillante e independiente, fue un extraordinario estudiante y obtuvo un grado de maestría en economía en la Universidad de Dhaka. En 1964 consiguió una Beca Fulbright que le permitió hacer estudios de doctorado en la Universidad Vanderbilt de EE.UU. En marzo de 1971, cuando Yunus daba clases en la Universidad Estatal de Tennesse, la guerra civil estalló en Pakistán. Después de que Pakistán Oriental pasó a ser un Estado soberano con el nombre de Bangladesh, Yunus se fue a Dhaka, la capital de la nueva nación, donde se le confió un alto puesto en la burocracia. Sin embargo, descubrió que el trabajo efectivo que debía realizar era muy escaso y en 1972 retornó a su ciudad natal para hacerse cargo del departamento de economía de la Universidad de Chittagong.

La carrera académica de Yunus habría proseguido de no ser por la dolorosa pobreza que veía a su alrededor. Cuanto más se percataba de la miseria de las aldeas vecinas, más se desilusionaba de la economía que enseñaba. ¿De qué sirven mis conocimientos si con ellos no se puede ayudar a las personas verdaderamente necesitadas?, se preguntaba. Yunus empezó a conversar con los miembros más pobres de la sociedad de Bangladesh –las familias sin tierra – con la intención de descubrir cómo podían mejorar sus condiciones de vida. Conoció a una mujer de nombre Sufiya Khatun, fabricante de taburetes de bambú, que tenía dos hijos y estaba casada con un trabajador agrícola, a menudo desempleado. Sufiya pedía dinero prestado a un comerciante, al diez por ciento de interés mensual, para comprar bambú; luego le vendía los taburetes al precio que él mismo fijaba. –¿Cuánto ganas? – le preguntó Yunus. –Sesenta y dos paisas (equivalentes entonces a unos dos centavos de dólar) por taburete –contestó Sufiya. –¿Ganarías más si no tuvieras que vender tus productos al comerciante? –quiso saber Yunus. –Por supuesto –replicó Sufiya–. ¿Pero dónde conseguiría el dinero para comprar bambú? Esta mujer paga altas tasas de interés y no obtiene una retribución justa por su trabajo, pensó Yunus. Muchas personas carentes de tierra estaban atrapadas en el mismo círculo vicioso: tiradores de pequeños carruajes de pasajeros que tenían que alquilar los vehículos a precios exorbitantes; mujeres que descascaraban arroz para otros durante todo el día a cambio de medio kilo de este cereal y una comida compuesta de sobras; tejedoras experimentadas que, por carecer de medios para adquirir sus propios telares o estambres, trabajaban por un salario de miseria. Si estas personas tuvieran acceso a un pequeño capital, razonó Yunus, podrían empezar a ganar más allá para ellas mismas. Mediante una rápida encuesta encontró a 42 residentes de la aldea de Jobra, cercana a Chittagong, que en conjunto necesitaban 865 taka (alrededor de 25 dólares) para iniciar sus propias empresas. “Profundamente avergonzado”, explica el propio Yunus, “de pertenecer a una sociedad que permitía que tantas familias siguieran en la miseria por carecer de una suma tan desdeñable”, distribuyó 865 taka de su propio bolsillo entre esas 42 personas en calidad de préstamo sin intereses. Pero, ¿por qué los bancos no proporcionaban fondos a los pobres? Cuando Yunus formuló esa pregunta al gerente de la sucursal en Chittagong del Banco Janata, de propiedad estatal, el hombre mostró desdén.

–Es demasiado arriesgado –le explicó a Yunus–. Esta gente no tiene garantías que ofrecer, así que no hay manera de recuperar el dinero si no pagan. Impertérrito, Yunus acudió a la casa matriz del Banco Janata en Dhaka y convenció a los altos funcionarios de que autorizaran siete préstamos por un monto total de 16,050 taka (5,350 dólares). Yunus debió avalarlos personalmente. Tendría que buscar la manera de sortear el problema general de las garantías. Finalmente ideó un plan: los prestatarios debían organizarse en grupos de cinco personas que se reunirían una vez por semana. Los grupos decidirían la proporción del crédito bancario que debía recibir cada uno de los miembros. Después de saldar el préstamo, la persona podría obtener otro. Si alguien dejaba de pagar, ningún otro integrante del grupo volvería a ser sujeto de crédito. Para facilitar los pagos, los préstamos se amortizarían en abonos semanales de monto fijo a lo largo de un año. Asimismo, el ahorro sería obligatorio. El banco retendría el cinco por ciento de cada préstamo y lo colocaría en un fondo especial al que cada miembro del grupo tendría la obligación de aportar un taka (tres centavos de dólar) semanal. Los participantes podrían pedir préstamos sobre este fondo bajo condiciones establecidas por el propio grupo. En 1978 Yunus comenzó a aplicar su plan en las aldeas vecinas de Chittagong y conforme se difundió la noticia de su éxito, otros bancos ayudaron a financiarlo. En 1981, el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola de la ONU, prestó al programa 3.4 millones de dólares para que empezaran a trabajar en otras regiones de Bangladesh. Pero la operación a través de los bancos nacionalizados resultaba demasiado engorrosa. En consecuencia, el gobierno autorizó en octubre de 1983 la fundación del Banco Grameen, una institución que otorgaría préstamos únicamente a la población más pobre, y se nombró a Yunus director administrativo. Los excelentes resultados obtenidos por el Grameen pronto atrajeron la atención de los economistas de todo el mundo. Un año después de reunirse con Yunus, en 1985, David Gibbons, que entonces impartía clases en Malasia, puso en marcha en ese país el plan concebido para combatir la pobreza. Hasta la fecha ha prestado 3.4 millones de dólares a más de 11,000 personas, con lo que ha contribuido a elevar los ingresos mensuales promedio en un 50 por ciento. La tasa de devolución de los préstamos es del 99.9 por ciento. En 1986 Yunus, visitó EE.UU., donde descubrió muchas similitudes entre los pobres de esa nación y los de su país. Hoy, fundaciones y bancos privados norteamericanos financian más de 20 proyectos que tienen como modelo el sistema Grameen. Connie Evans, directora ejecutiva del Programa de Empleo Independiente para Mujeres, organismo que creó el Fondo Punto de Partida, afirma: “La fe de Yunus

en la capacidad de la gente y en su dignidad es el principio rector de nuestro trabajo”. Desde noviembre de 1988, el Fondo Punto de Partida ha prestado más de 100,000 dólares a 90 beneficiarios y ha recuperado hasta el último centavo.

Periódicamente organiza talleres donde los empleados bancarios subrayan la importancia de la higiene, de la familia pequeña, de la educación de los hijos y de la lucha contra males sociales como la costumbre de la dote.

En Bangladesh la gran mayoría de los prestatarios son mujeres, como ocurre en casi todos los países en los que se aplican programas de este tipo. “Ellas experimentan la pobreza mucho más intensamente que los hombres”, explica Yunus. “Si uno de los miembros de la familia tiene que padecer hambre, una ley tácita dice que debe ser la madre”.

La gente acepta estos consejos de buen grado. Los prestatarios han establecido miles de escuelas primarias en las aldeas y las financian con sus propias contribuciones. Muchos consumen alimentos más nutritivos y planifican sus familias. Y la costumbre de la dote se está impugnando. Cuando Amena Begur, de Kuripura, comunicó a los miembros de su grupo que su futuro yerno y los parientes de este insistían en que se les diera una bicicleta como dote, las mujeres decidieron darles una lección. Compraron la bicicleta y en el momento del ritual de la boda en el que los parientes del novio solicitan formalmente la presencia de la novia, llevaron el vehículo, envuelto en saris de alegres colores.

Por lo tanto, las mujeres están mucho más ávidas de aprovechar aquellas oportunidades que pueden mejorar su vida. Un funcionario del Banco Grameen recuerda lo mucho que se esforzó una mujer de Bangladesh, de 60 años, por satisfacer el requisito de que todos los prestatarios aprendieran a escribir sus nombres. Mientras cocinaba, tomaba una vara y dibujaba una y otra vez su firma sobre el suelo. Tardó seis meses, pero finalmente lo logró. Al principio, la política del Grameen de atraer la participación femenina encontró una resistencia considerable. Los líderes religiosos conservadores acusaron al banco de antiislámico, y muchos hombres, temerosos de que sus esposas se volvieran más independientes, las amenazaron con divorciarse si solicitaban créditos. La experiencia pronto modificó esa actitud. Mahbubur Rahman, funcionario del Grameen recuerda a una mujer que se incorporó al programa a pesar de las objeciones de su marido. “Dos años después, el hombre me confió lo orgulloso que se sentía de su esposa”, se ríe Rahman, “y lo mucho que había contribuido al ingreso familiar” Un informe del Instituto de Estudios sobre el Desarrollo de Bangladesh, con sede en Dhaka, indica que los propietarios del Banco Grameen aumentan sus ingresos en un 17 por ciento anual, en promedio. A muchos les va mejor. En 1983, Shankari Rani Karmakar ganaba alrededor de diez taka (30 centavos de dólar) por día como tejedora. Entonces pidió prestados 1,000 taka (30 dólares) al Banco Grameen y compró un telar. Al año siguiente, tras saldar su primer préstamo, solicitó otro y adquirió un segundo telar. Hoy, Rani es dueña de cinco y emplea a otros tantos tejedores varones, con lo cual gana más de 50,000 taka (1,500 dólares) anuales. El Banco Grameen exige a todos sus prestatarios que, con el incremento de sus ganancias, compren una acción del banco que tiene un valor de 100 taka (tres dólares). Como resultado de ello, la participación del gobierno de Bangladesh en esa institución –que era del 60 por ciento cuando se fundó en 1983– ha bajado ya al 15 por ciento. “Me gustaría que fuera aún menor”, observa Yunus. “Grameen debe ser propiedad exclusiva de sus clientes”. El Grameen también ofrece a sus clientes créditos para vivienda y los provee de útiles productos a precio de costo: plantas y semillas para las hortalizas, alumbre para purificar el agua potable, sal yodada para combatir el bocio.

–Aquí está –le dijeron al muchacho–. Tú querías una bicicleta no una esposa. –Mientras el novio y sus parientes, llenos de desconcierto, guardaban silencio, las mujeres prosiguieron–: Cuando tu novia se vaya contigo a tu aldea, establecerá un pequeño negocio de descascarillado de arroz con un préstamo del Grameen. Usa la bicicleta para transportar y vender el arroz por ella. Hasta el día de hoy, siete años después, el marido utiliza la bicicleta para vender el arroz de su esposa. Gracias a las excelentes tasas de recuperación de los préstamos, las operaciones del Banco Grameen ya se financian solas. La institución todavía contrata préstamos con agencias internacionales, pero principalmente con propósitos de expansión: tiene cerca de 950 sucursales y cada año se inauguran alrededor de 200. Yunus ha obtenido el premio del Día de la Independencia, la más alta distinción de Bangladesh y el Premio Ramón Magsaysay, el equivalente asiático del Premio Nobel. Asimismo, le han ofrecido en repetidas ocasiones puestos en el gabinete del gobierno. Pero nada de esto le resulta tan gratificante como el inmenso afecto que le profesan los pobres de Bangladesh. Cuando lo acompañé en una de sus frecuentes giras por el campo, en ambos lados de las carreteras había mucha gente que lo aclamaba. En las reuniones, los beneficiarios de los préstamos se esforzaban por acercarse a él para tocarle los pies, ofrecerle regalos o sencillamente darle las gracias. En determinado momento, volviéndose a mí, Yunus me dijo con orgullo: “Mírelos. Antes ellos también estaban oprimidos. Vea lo que han logrado”. Luego agregó pensativamente: “Eso es todo lo que los pobres de cualquier sitio necesitan: una buena oportunidad” Artículo publicado en Selecciones de Reader’s Digest. Febrero de 1993, págs. 49 – 54

Desarrollo de caso Contestar las siguientes preguntas, en base a la lectura anterior. 1. ¿Cómo gestionó M. Yunus el problema de las garantías? 2. ¿Además de préstamos, que otras cosas ofrece el Grameen Bank a sus clientes? 3. ¿Si usted fuera M. Yunus, que otras estrategías aplicaría para potenciar las microempresas? 4. ¿Qué lección consideras como la mas importante dentro del trabajo de M. Yunus? ¿Por qué?