Sed de Sangre-Amelita Rae PDF

Una historia de Horror y Yaoi erótico Amelita Rae “Nuestro amor es un monstruo con dos cabezas y un solo palpitar del co

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Una historia de Horror y Yaoi erótico Amelita Rae “Nuestro amor es un monstruo con dos cabezas y un solo palpitar del corazón” —Colleman Hell

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Capítulo 1 Al final, que le robaran su equipaje fue la mejor cosa que le pudo haber pasado. El joven fotógrafo japonés había estado en un remoto onsen1 en una sesión fotográfica. Su editor le había dado efectivo más que suficiente para pagar el viaje, pero, naturalmente, eso había estado en su equipaje, con su billetera, tarjeta de crédito e ID. Y cuando todo se perdió, él había terminado no sólo con su cuenta, sino también con el de los modelos. Y aparentemente, ¿los modelos? Bueno, a estos le gustaba mucho el servicio a la habitación, mucho. ¡La cuenta era enorme! Afortunadamente, nunca dejaba su cámara lejos de sus ojos y por lo que no se había perdido todo su material de fotografía. Su editor, lo había convencido de enviarle las fotos y a cambio le había asegurado que le enviaría a Nairu el dinero suficiente para pagar el viaje e ir a casa. Ingenuamente, hizo lo que le había pedido el editor. Siempre había sido un poco demasiado confiado. No una sorpresa, que una vez que le hubieron enviado las fotos, su editor repentinamente fuera imposible de localizar. Y, por supuesto, el onsen no le dejaba irse sin pagar. Por lo que, sin ninguna otra elección, el fervoroso joven se quedó trabajando diligentemente para pagar su deuda. Trabajó como asistente de baño, como mucama, conserje, cocinero, y jardinero. Hacía todo y nada según lo que se necesitara hacer por el lugar. Fue muy al final de la temporada de turismo, cuando esto sucedió, por lo que no había muchos invitados, pero la pareja de ancianos que manejaba el onsen estuvo muy feliz por su ayuda y compañía. El cocinero y la mucama se habían fugado por un amorío, dejando el onsen bastante vacío sin ellos. Ese había sido lo que le costó su libertad. El invierno llegó rápidamente. Comenzó con una alocada ventisca que no se detuvo por tres semanas. Fue más frío y duro que cualquiera que hubiese experimentado jamás, pero le dijeron que era normal en el área en donde estaban. Solamente había una única carretera estrecha y curva que ascendía por la montaña hasta el onsen. Ya era bastante difícil viajar en el verano, pero en el invierno, se volvía absolutamente impasible. El camino era bloqueado por unos ventisqueros más altos que la cabeza de un hombre. Y así, se había quedado atrapado en el onsen durante el invierno. 1

Se conoce como onsen a las aguas termales de origen volcánico que se encuentran en Japón

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Como era su hábito, había salido a caminar a medianoche, incapaz de quedarse dormido hasta que hubiera llenado esta extraña compulsión. Cada noche a medianoche, salía y caminaba por el silencioso onsen, revisando cada una de las habitaciones antes de salir a dar una vuelta. La inaguantable claustrofobia por estar atrapado, le causaba comezón. Lo despertaba a medianoche y lo obligaba a salir, en donde caminaba hasta cansarse y poder dormir de nuevo. Normalmente le tomaba un par de horas.

Se abrigó, con botas y una larga bufanda roja envuelta sobre sus orejas y boca. Empujó sus pies hacia adelante y a través de la fría nieve hasta que llegó al alto portón de acero. Esta resguardaba la única abertura en la pared que protegía el lado del onsen que no le daba la espalda a las montañas que los rodeaban. Las empinadas laderas de la montaña eran de roca y hielo. No había forma de aproximarse, a menos que fuera por el frente. Se acostumbró a la zona montañosa, pero había más zonas más llanas que estos picos agudos y escarpados y estaban cubiertos de árboles y vida. Aquí también había árboles y vegetación, peor sólo eran visibles en los valles y los puntos protegidos entre las extensas paredes de roca.

Esas eran las montañas de la Prefectura de Niigata, llamado los “Alpes de Japón” por los jóvenes visitantes extranjeros. Eran de apariencia severa y majestuosamente hermosas. Nunca se cansaba de mirarlas. Roca y piedra se veían negras a la distancia y había grandes áreas blanqueadas por la nieve que resplandecía brillante bajo el sol. Al atardecer, reflejaban la luz moribunda del día con sombras de rojo y naranjo rayándolas. Esta noche reflejaban la luz fría y casi azul de la luna llena.

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Volteó su rostro hacia la luna e inhaló profundamente. El amargo aire frío ardió en sus pulmones y nariz. Alzó los ojos, hacia la desgastada señal encima suyo, mientras envolvía sus manos enguantadas alrededor de los barrotes y se asomó. En el lintel del arco de piedra, los caracteres para “Ryokan Yuzawa” fueron esculpidos y luego pintadas de dorado con volutas a los lados. Las puertas estaban cerradas con cadenas de duro metal, envueltas alrededor de las barras. Los dos extremos bloqueados con un gigantesco candado de acero. Los ojos azules del joven, observaron por mucho tiempo, más allá de los barrotes y vislumbraron la noche más allá del portón. Ahora la nieve caía con más frecuencia y era difícil de ver un ápice del camino. Sólo era un blanco camino sinuoso, que rápidamente desaparecía de la vista en los árboles y la oscuridad. Por mucho tiempo, miró la carretera por la que había subido hace tanto tiempo atrás, la cual anhelaba volver a bajar, el camino que lo llevaría a casa. Anhelaba la libertad de ir a cualquier lado y hacer lo que le plazca. Sabía que era poco probable que alguna vez fuera a volver a tener ese tipo de libertad. Observo a la oscuridad por mucho tiempo. Los copos de nieve caían en sus rosadas mejillas y cubrían su pálido cabello rubio. Volvió a mirar las puertas por un momento, creyendo haber visto una silueta moviéndose en los árboles, pero no podía estar seguro. Observó por mucho tiempo entrecerrando los ojos en las sombras, pero nada se movió de nuevo. La nieve se acumulaba más y más. Finalmente suspiró y se dio la vuelta para mirar al ryokan2 detrás de él. La posada era grande y espaciosa; una construcción de madera y yeso con puertas de papel, aunque eran había unas puertas más pesadas y solidas en el exterior las cuales actualmente estaban cerradas para mantener el frío afuera. Había una gran estructura central la cual contenía el vestíbulo y el comedor principal y un par de alas con dormitorios, las cocinas y otras áreas también. Detrás de la parte delantera y entre las alas, había un conjunto de paredes de madera que podían ser vistas desde donde el techo se curvaba hacia abajo que bloqueaba la zona de las aguas termales. El vapor ondulaba en el aire, como un testimonio del calor casi abrasador del agua. No había velas brillando en las ventanas de la posada y sabía que aquellos en su interior estaban profundamente dormidos. Se estremeció por el frío y caminó a través de las ventiscas de nieve. Ahora estaba cayendo más rápido. Entró por la entrada lateral. Una repentina ráfaga de viento casi le arrancó la puerta de su agarre. Tuvo que tirar con ambas manos para cerrarla.

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El ryokan es un tipo de alojamiento tradicional japonés que originalmente se creó para hospedar visitantes a corto plazo.

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El aullido del viento estaba amortiguado, pero aun así seguía siendo lo bastante fuerte como para estremecer no sólo las ventanas y puertas de papel, sino también las persianas más allá de ellas. Se quitó su pesada chaqueta y las botas para la nieve, sacudiendo la nieve cuidadosamente en la palangana que tenía a disposición. Era una habitación pequeña, construida para un propósito; guardar guantes y sombreros, botas y zapatos para la nieve y cosas así. Pero incluso así, los ancianos que eran los dueños, le habían prestado atención a cada detalle e incluso la diminuta alcoba era de un ryokan de estilo tradicional, con objetos culturales de buen gusto en los estantes y voluta en las paredes. Caminó tranquilamente a través del vestíbulo, hasta que llegó al interior del onsen. El vapor nublaba la habitación por el aire frío reuniéndose en la húmeda calidez que se alzaba desde las aguas termales. Las duchas y cubetas estaban alineadas en dos paredes y la gran piscina abarcaba la mayor parte del piso. Estaba delineada con una roca más grande que la otra, como una cascada en miniatura. Había un agudo olor a azufre en el aire. El joven se paró en el centro de la habitación por un rato, dejando que la calidez se filtrara en sus huesos, antes de caminar hacia la zona para cambiarse de ropa. Era un espacio pequeño y simple, con bancas y armarios que servían como casilleros para los que se iban a bañar, todo en una madera oscura. Se sacó su ropa y caminó silenciosamente hacia el patio al aire libre, que había más allá. Se estremeció casi violentamente cuando su piel desnuda fue expuesta al frío aire nocturno. La piedra fría debajo de sus pies casi pareció quemarlos. Caminó cuidadosamente a lo largo de las resbaladizas baldosas para llegar hasta el agua. La zona de baño, era más grande. Había dos estaciones de lavado, a un lado de la entrada. Cada una tenía un taburete y una cubeta de agua. Aquí era en donde se suponía que se sentaban quienes iban a bañarse, mojándose, enjabonándose, y enjuagándose, antes de entrar en las aguas termales. Había paredes de madera por todos los lados del onsen para dar privacidad, así que los bañistas desnudos no podían ser vistos por aquellos que estaban en el ryokan. Otra pared cortaba la piscina para proveer una zona de baño para hombres y otra para mujeres. Aquí y allá, alrededor del borde de la piscina, había conjuntos de bancas para aquellos que querían echarse o sentarse junto a las aguas termales y conversar con los que se bañaban. La piscina en sí misma se conformaba irregularmente, con varias ramificaciones para que los grupos de personas se relajaran y quedaran frente a los otros. Parecía tener la forma de un frijol gigante.

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En la curva del extremo redondeado, más cercano al ryokan, el costado de la piscina daba paso a un conjunto de escalones de piedra que conducían a la piscina. El agua era oscura bajo la débil luz que provenía de la luna, pero el vapor seguía alzándose y el aire en general era brumoso y muy denso. También hacía calor; sintiéndose como si fuera un día templado a comienzos de la primavera, en vez de una oscura y tormentosa noche de invierno. Las paredes y el ryokan, que estaba construido alrededor de las termas, las protegía del viento brusco. En lo alto, se podía ver la negrura de la noche, al igual que la nieve arremolinándose, pero se evaporaba antes de golpear el agua. Nada de ese frío lo alcanzó, mientras se encaminaba hacia las termas. Toda el área estaba cubierta de piedra y azulejo y brillaba suavemente con la humedad que provenía del aire. Era como un paraíso veraniego en medio del invierno. Descendió cuidadosamente por los resbalosos escalones hasta el agua. Dos estaban encima del agua, el tercero cubierto con tal vez una pulgada, dos más estaban completamente sumergidos. El quinto iba a lo largo de la pared de la terma para formar una delgada y sutil banca en la que se podían sentar los bañistas. Rodeaba todo el borde de la piscina, inclinándose cerca de las escaleras. Esta hacía posible que cada persona pudiera encontrar un punto en donde sentarse en la banca y seguir encima del agua desde los hombros para arriba. El agua oscura casi parecía arrastrarlo; no estaba hirviendo, pero estaba genuinamente caliente. En contraste con el aire más frío, era estremecedor, casi hasta el punto de ser placentero e incómodo a la vez el calor se hundió en los músculos cansados de sus piernas y en su adolorida espalda, lo que hizo que sintiera aliviado. Lo limpió, calentándolo profundamente de adentro hacia afuera y todo su cuerpo se relajó. Medio caminó, medio nadó al centro de las aguas termales en donde era más profundo y cerró sus ojos, tomando una profunda respiración y hundiéndose por debajo. Sus pies seguían en el fondo, así que dobló sus rodillas y se deslizó bajo la superficie para dejar todo su cuerpo envuelto en el calor abrasador de la piscina, como un bebé en el útero. Su piel hormigueaba desde la punta de sus pies, hasta el extremo de los dedos de sus manos. Esperó hasta que sus pulmones comenzaron a arder y luego salió a tomar aire con un jadeo, moviéndose lentamente hacia el borde de la piscina, sentándose en la banca y dejando caer la cabeza hacia atrás en el borde de la piscina. La tormenta había pasado y todo lo que quedaba era la quietud de la noche y la luna brillando, resplandeciendo en las negras aguas que ondeaban tras su estela.

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Se sentó allí por mucho tiempo, contemplando sus circunstancias. Si una persona fuera a quedar varada en alguna parte del mundo, probablemente este era el lugar perfecto. Era un pequeño paraíso en la tierra. Autosuficiente, increíblemente hermoso, muy aislado; rodeado de montañas, bosques y naturaleza. No había otra ciudad por millas y millas. No había electricidad, las líneas telefónicas se habían cortado por la tormenta de nieve, no había internet, ni televisión ni recepción de teléfono móvil. No había comunicación con el resto del mundo. Y ese fue el por qué, por un tiempo, nadie se dio cuenta de lo que pasaba. No hasta que los encontró el primer sobreviviente. Cubierto de sangre y suciedad, sus pies ensangrentados y magullados por caminar desde tan lejos por el rocoso terreno escarpado, había colapsado al interior de las puertas. Pensaron que estaba loco. Ninguno creyó sus historias descabelladas, pero seguían compadeciéndose de él y le permitieron quedarse con ellos. Lentamente, se había calmado y parecía estar cuerdo en todos los aspectos, excepto por su continua insistencia de que sus historias eran ciertas. Los tres habitantes del ryokan lo escucharon con buen humor y desestimaron los cuentos, como ilusiones de un inofensivo hombre loco. Hasta que los encontró el segundo sobreviviente. Y el tercero. Y el cuarto. Todos contaban el mismo loco cuento. Casi nadie sabía exactamente cuándo comenzó, solamente cómo terminaba. Parecía ser una especie de infección, diseminada a través de fluidos corporales, similar a la rabia y la enfermedad de las vacas locas. Los 'Kyonshi', como llegarían a ser llamados, no estaban muertos. Sangraban y morían de hambre al igual que los humanos normales, sin embargo, estaban llenos de constante ira homicida, y no sentían dolor o miedo. No dormían. Sólo podrían ser asesinados por decapitación. Al principio, eran solo un puñado de ciudades. El gobierno japonés puso en cuarentena a esas poblaciones y mantuvo al resto de las personas en la oscuridad para evitar el pánico. Pero la epidemia no se pudo detener y se extendió como un reguero de pólvora, ciudades enteras se enfrentaron entre sí y fueron quemadas hasta sus cimientos en cuestión de días. La propagación de la enfermedad fue exponencial. Un mes después del brote inicial, miles habían sucumbido y habían propagado la enfermedad o habían matado a otros humanos.

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Los primeros signos de la epidemia llegaron a Europa y las Américas en cuestión de días. Las aerolíneas dejaron de funcionar en todo el mundo, pero ya era demasiado tarde.

Prácticamente de la noche a la mañana, la civilización, tal como se conocía, colapsó. Solo a través de la suerte y la casualidad sobrevivieron los pocos que vivieron para contar la historia. Una vez que salieron de las ciudades, condujeron o caminaron tan lejos y tan rápido como pudieron, desesperados por alejarse de los locos Kyonshi. Los sobrevivientes rezaban por encontrar un refugio seguro en los bosques. Lo encontraron en el ryokan, siguiendo la carretera solitaria que ascendía por la montaña, hasta que se toparon con este diminuto onsen escondido. Ahora había siete sobrevivientes en total, más los tres habitantes originales del onsen. Todos los sobrevivientes que encontraron el lugar eran jóvenes sanos, porque eran los únicos que podían atravesar el terreno increíblemente difícil alrededor del onsen y tenían la fuerza y la resistencia para subir la montaña. Afortunadamente, tenían muchos suministros para hacer que las diez personas pasaran el primer invierno. El viejo creció con hambre, durante la última guerra mundial, y el miedo a esto se había quedado con él y se había convertido en un acaparador de alimentos bastante serio. Los alimentos enlatados llenaban el sótano del onsen y, aunque algunos de ellos llevaban años vencidos, todavía eran comestibles. De muchas formas, todavía le parecía todo esto un mal sueño. No podía ser cierto. Esa sensación surrealista había durado hasta que se encontró con uno de los Kyonshi. Estaba sucio, desnudo, tropezando con muñones negros y gangrenados. Sus pies parecían haber sido roídos. Eso fue lo único que le salvó la vida. Había estado recogiendo leña y la cosa había venido hacia él, gruñendo, arañando y mordiendo. Su único pensamiento era matar lo que estaba vivo. Un humano saludable lo habría tomado fácilmente por sorpresa, pero el Kyonshi apenas podía caminar.

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Había corrido horrorizado; aterrado e impactado, apenas capaz de transmitirle lo que había visto a los otros. Los otros sobrevivientes lo habían rastreado inmediatamente y lo mataron con un hacha. Ellos sabían lo que él no sabía; que eso no pararía de matar hasta estar muerto. Sólo entonces se comprendió, que lo que había ocurrido era real. Que esto no era una película o un videojuego o una historia. No volvería a Tokio, a su pequeño departamento ni a su trabajo ni a estar con sus amigos. Ese mundo ya no existía. Tokio yacía en ruinas, los Kyonshi vagaban por las calles y todos los que no habían sido convertidos, estaban muertos.

Ese había sido el invierno pasado. Había pasado un año completo desde entonces. Este era su segundo invierno juntos. Los diez sobrevivientes se habían unido sorprendentemente bien. Cada uno tenía habilidades que contribuyeron a su supervivencia. Durante el verano y la primavera, plantaron y cultivaron en las colinas. Habían cazado y almacenado hasta el último bocado de comida para el invierno. Habían salido en grupos para buscar provisiones y armas. Al encontrar un helicóptero destrozado en una de las cimas cercanas de las montañas, habían buscado en vano a los sobrevivientes, convencidos de que debía haber algunos debido a la falta de cuerpos en el helicóptero y los suministros que obviamente habían sido llevados. Después de semanas se vieron obligados a darse por vencidos y luego se llevaron todo lo que pudieron del helicóptero; los cojines de los asientos, las telas, los suministros de primeros auxilios, las piezas del motor, incluso piezas de la propia carcasa para reforzar la gran pared de piedra que protegía el onsen. Ahora era impenetrable; una fortaleza. Y dentro de esos muros, vivieron pacíficamente día tras día. Sin cambios, incesantemente. A pesar del santuario que era, para él, el onsen era tanto una prisión como un refugio. Enjambres de Kyonshi enloquecidos y rabiosos todavía vagaban por las colinas, mostrando una voluntad animal de sobrevivir, y era imposible abandonar las paredes del ryokan sin un gran grupo armado hasta los dientes con sus armas y hachas improvisadas. Tenían pocas armas y no quedaban municiones.

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El joven miró a la luna en otra noche de insomnio y suspiró, vagando sin rumbo en las oscuras aguas de las termas. Sabía que era afortunado y aun así... se sentía tan perdido. Estaba atrapado en una vida que no mostraba ninguna esperanza de seguir adelante. Echaba de menos los días en que sentía ese propósito, cuando había tenido la libertad de soñar con el futuro. Ahora, cuando pensaba en el futuro, solo veía la oscuridad. Sentía como si estuviera conteniendo el aliento debajo del agua, esperando a salir a la superficie. Como si estuviera soñando, esperando despertarse. Esperando a que su vida comenzara. Esperando una razón para vivir.

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Capítulo 2 Al principio, habían construido una casa en el árbol en lo alto de uno de los altos pinos al lado del ryokan. Se turnarían para vigilar, mirando el camino en busca de sobrevivientes y los bosques en busca de Kyonshi. Ningún otro sobreviviente llegó y los Kyonshi no atacaban de esa manera. Aunque había muchos en el bosque, no estaban lo suficientemente organizados como para formar algún tipo de ataque. La única forma real de protegerse, era salir siempre en grupos. Si había que hacer tareas y hacer recados, los que iban siempre traían al menos otras dos o tres personas con el único propósito de vigilar. Era el día de lavado de ropa. Nairu ayudó a organizar un grupo para bajar al río. No podían lavar su ropa en las aguas termales, porque no deseaban que se contaminaran. Incluso una excursión así de simple, requería la cooperación de casi todos. La pareja de ancianos y dos guardias se quedaron atrás, mientras que otros tres reunieron fardos de ropa sucia acarreándola en la espalda y llevaron tablas de lavar y jabón. Los tres restantes llevaban hachas para proteger a los otros tres. Habían descubierto que las hachas eran por lejos las mejores armas contra los Kyonshi. Eran pesadas con mangos largos. Un buen golpe podría decapitar a su atacante desde la segura distancia de un brazo. Los mantenían afiladas y listas todo el tiempo. Uno de los hombres armados con un hacha, tomó la delantera desde el frente, mientras que dos vigilaron la retaguardia. Los Kyonshi parecían preferir atacar por la espalda. Los que llevaban los bultos permanecieron muy juntos para que fueran más fáciles de proteger. Fue su turno de llevar la ropa, no el hacha. Caminó en silencio junto a uno de los otros jóvenes, Kei. Este también era su compañero de litera y su mejor amigo. Había sido el cuarto sobreviviente en aparecer en el onsen. Los dos jóvenes habían gravitado rápidamente el uno hacia el otro, ambos de buen humor y propensos a la positividad, antes que la desesperación. Fue un viaje silencioso hasta el arroyo. No hablaron. Hablar se limitaba al interior de las paredes protectoras del onsen y luego permanecían en silencio. Las voces humanas atraían la atención de los Kyonshi. Qué tan bueno era su oído, nadie lo sabía realmente, pero fuera de las paredes, nadie quería arriesgarse. Ahora estaban a principios de la primavera. El agua estaba gélida, y sus dedos picaban solo por tocarla, pero los lavanderos rápidamente se pusieron manos a la obra, frotando la ropa, las sábanas y las toallas, mientras los demás se mantenían en guardia. Tadao era uno de ellos el día de hoy y eso hizo que se sintiera un poco más seguro.

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Tadao era un hombre atento, tenía los ojos y los oídos abiertos todo el tiempo y era mortal con un hacha. También notablemente abnegado, lo que contrastaba con uno de los otros guardias, Gakkuri. Este era lo suficientemente amable, hablador y gregario, pero fuera de todo el grupo, él era el único en el que no confiaba. No lo había hecho, desde que lo atrapó acumulando latas de maíz y chile debajo de su cama después de que todos pensaran que se habían acabado. Nunca dijo nada al respecto, pero había algo en sus entrañas que sabía que, si Gakkuri tenía que elegir entre él y ellos, se elegiría a sí mismo todas las veces. Incluso si todos los demás tuvieran que morir para que pudiera vivir, tenía la sensación de que Gakkuri aún elegiría salvarse a sí mismo. El rubio no sabía cómo, pero solo lo hacía; Gakkuri era el eslabón débil. Por eso, cuando configuró las rotaciones, se aseguró de que este fuera equilibrado por otros con los que sabía que podían contar, como Tadao y Yoshi. Ambos eran del tipo "todos para uno, uno para todos", por lo que incluso si Gakkuri se diera la vuelta y huyera, los otros dos se mantendrían firmes. Acababan de enrollar la ropa en un paquete, cuando hubo un crujido en el bosque a su izquierda. Sin palabras, los que no tenían hachas se amontonaron y bajando sus bultos por si necesitaban correr. Los tres muchachos que llevaban hachas se movieron para dar un paso al frente. Todos estaban nerviosos, pero notó que solo Gakkuri estaba sudando. No tuvieron que esperar mucho. Uno de los Kyonshi salió al claro rápidamente. Sus piernas estaban intactas, aunque le faltaban trozos de su torso y le faltaba toda la mandíbula inferior. Se preguntó brevemente cómo estaba comiendo, pero luego notó los dedos del zombi los cuales estaban manchados de rojo. Obviamente, solo arrancó trozos con sus propias manos y se los metió directamente en la garganta. Sus ojos eran de color rojo brillante. Todos sus vasos sanguíneos habían estallado. Al igual que todos los Kyonshi, había vasos sanguíneos rotos en todo el cuerpo y la cara, lo que le daba una apariencia horrible y monstruosa.

Fue Tadao quien avanzó hacia éste primero. El Kyonshi se tambaleó hacia él y luego otro de los jóvenes, Yoshi, hizo girar el hacha desde un lado. Pasó limpiamente por el cuello, pero su ángulo fue erróneo, por lo que la hoja se incrustó profundamente en la carne de su hombro.

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Una vez que el cuerpo se cayó, Yoshi tuvo que liberarlo con un tirón. Limpió la cuchilla sobre la hierba y luego la lavó en el arroyo, con cuidado de no tocar la sangre. Nadie dijo una palabra. Le dio unas palmaditas en el brazo dos veces y luego el grupo se llevó sus bultos al hombro y realizaron un viaje silencioso de vuelta al onsen. Le pareció que todos soltaron un suspiro de alivio, una vez que las puertas se cerraron y se bloquearon con seguridad detrás de ellos. Sonrió y los dio los cinco a Yoshi y luego a Tadao: —¡Chicos, eso fue increíble! ¡Justo como lo practicamos! Se volteó hacia Gakkuri, incluso cuando él no había hecho nada y lo felicitó de todas maneras: —Buen trabajo, hombre. Gracias por cuidarnos. Gakkuri se encogió de hombros: —No hay problema. El anillo en sus labios centelleó a la luz y le provocó heebie-jeebies3 cuando se asomó por debajo de su espesa barba parecida a un pubis. Todos los hombres a los que les crecía la barba la habían dejado crecer durante el invierno para calentarse. El propietario del onsen y Gakkuri estaban en ese grupo. Yoshi, Tadao y Mizuto habían hecho buenos intentos, aunque las de ellos eran bastante irregulares. A varios de ellos no les crecía nada, debido a su ascendencia asiática; Kei, Hiyama, él y Fumiki caían en esa categoría. Sus caras seguían frescas y suaves como el trasero de un bebé. Lo que lo irritaba incesantemente, pero Tadao le aseguró que el hecho de que fuera capaz de tener una barba gruesa de las que causaba comezón no era un indicio de hombría. Relajados y confiados, los niños bromeaban y se empujaban unos con otros, mientras colgaban la ropa en largas filas en el patio. Todos los muchachos se llevaban bien, con la excepción de Gakkuri que desapareció rápidamente dentro del onsen. Los ancianos propietarios del onsen salieron con vasos de agua. Estaba a temperatura ambiente y olía ligeramente a azufre, pero era fresca y refrescante. Bebió la suya con sed y luego se inclinó y besó a la anciana en su mejilla arrugada. —¡Gracias, Tía! —Los muchachos corearon animadamente. La anciana sonrió ampliamente. —De nada, muchachos. ¡La cena ya casi está lista! ¡Hora de lavarse! Vitorearon de nuevo, pero fueron interrumpidos por un sonido metálico. Mirando hacia atrás se les reveló a un Kyonshi hambriento presionando contra los barrotes, alcanzándolos y haciendo que las gruesas cadenas sonaran. La anciana se estremeció de miedo con los ojos muy abiertos y confundidos. 3

Sensación de temor. Cuando se eriza el pelo de tu espalda por un escalofrío de miedo. Escalofríos

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De todos los sobrevivientes, fue ella la que tuvo más problemas para comprender el nuevo mundo en el que vivían y los horrores que los rodeaban. Los otros chicos y él trataron de protegerla lo más posible, porque ella se había convertido casi en una madre para ellos. Los monstruosos restos de lo que una vez había sido una persona roían el aire con avidez. Sus ojos eran rojos y aterradores, sus labios y dientes negros con sangre seca. Agarró infructuosamente el aire con las manos sucias. Giró suavemente a la anciana y la acompañó adentro. —No te preocupes, Tía, nos ocuparemos de eso. Estamos seguros de que estamos hambrientos, ¡no podemos esperar para obtener algo de tu deliciosa comida caliente! Ella sonrió débilmente y entró. Cerró la puerta firmemente detrás de ella. Fue Fumiki quien dio un paso adelante. Era uno de los niños más bajitos. Él era el más bajo, pero todos eran fuertes y todos se habían enfrentado a suficientes Kyonshi para saber exactamente qué hacer. El joven se adelantó para atraer a la cosa más cerca. Esperó hasta que se presionó contra los barrotes y luego bajó el hacha con precisión sobre su cabeza. El cráneo se partió en dos con un crujido nauseabundo. El cerebro se derramó sobre la tierra cuando el cuerpo se desplomó hacia adelante, finalmente quedó inerte. Había muerto hace mucho tiempo. El alma se había ido hacía mucho. Todos trataban de recordar eso. Abrieron las puertas brevemente, justo lo suficiente para terminar la decapitación y arrastrar el cadáver fuera de la vista de la puerta y a favor del viento, antes de prenderle fuego. Volvieron a cerrarlas detrás de ellos, enrollando la cadena con fuerza antes de cerrarla no con uno, sino dos gigantescos candados de hierro. Las puertas eran fuertes, las paredes eran de piedra y muy altas, imposibles de escalar. Estaban a salvo por la noche. Kei se giró hacia él, con una ceja alzada: —¿No les parece que cada vez hay más y más apareciendo todos los días? El niño no quería pensar en eso. Guardó silencio, entonces Tadao respondió: —Son seis esta semana. Solíamos pasar dos o tres semanas seguidas sin ver uno siquiera. Hibiya elevó la voz: —Puede que estén quedándose sin comida… en otros lados. Nadie quería pensar demasiado sobre las ramificaciones de esa declaración. Los Kyonshi habían diezmado más o menos la población animal, después de diezmar la humana. Los únicos animales que sobrevivieron, fueron aquellos capaces de volar fuera de su alcance, pero las aves aún dependían de animales e insectos que vivían en el suelo y veían cada vez menos aves todo el tiempo.

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Aunque parecía que los animales eran inmunes a cualquier contagio que hubiera creado el Kyonshi, no eran perdonados. La idea de que los Kyonshi se estuvieran moviendo hacia las montañas en busca de alimento, era una posibilidad a tener en cuenta. Los chicos estuvieron callados por un momento. Cuánto tiempo podrían continuar como estaban, no estaba seguro. Era posible que un día, difícilmente pudieran salir de las puertas sin ser invadidos por Kyonshi. ¿Cómo sobrevivirían entonces? ¿A dónde más podrían ir? El olor de lo que se cocinaba en la olla caliente, aliviaba sus cabezas doloridas y sus barrigas hambrientas y, a pesar de sus preocupaciones, se relajaron felizmente alrededor de una de las largas mesas de madera con un sake casero. Fumiki, además de ser un excelente “revienta cabezas de zombis”, también fue un estudiante de química que sabía cómo hacer alcohol y jabón a partir de casi cualquier cosa. También era un campeón del jeopardy y era una gran fuente de información. Fujiya suspiró y apoyó su pie en la banca: —Me siento como un zombi que ha comido muchos cerebros. Palmeó su vientre lleno por lo satisfecho que estaba, mientras todos los demás hacían ruidos de disgusto a su alrededor. Yoshi le dio un puñetazo en el brazo y luego apuntó a su comida: —Amigo. Estoy comiendo. Fumiki se inclinó hacia adelante: —Sabes, creo que ese es el secreto de su biología. ¿Alguna vez notaste que los cerebros siempre son lo primero que buscan? Es como nosotros con alimentos grasosos o dulces. Estamos programados para buscar cosas con mayor contenido calórico. Kei sonrió: —¿Estás comparando el hambre de cerebros de los Kyonshi con la adicción al azúcar de Nairu? Porque estoy bastante seguro, de que los antojos de azúcar de Nairu vencerán los antojos de un zombi cualquier día. Sonrió y actuó su parte, levantando sus brazos como un zombi, y balbuceando: —Poooo-cky. ¡Debo tener POOCKY4 !

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—¡Pero lo digo en serio! Creo que lo que sea que estén usando para mantenerse animados y preservados de alguna manera proviene de los cerebros. Podría ser como la glándula pituitaria o el DMT en la glándula pineal o solo todos los neurotransmisores y hormonas en la sustancia gris. No pueden producirlos ellos mismos y están ansiosos por ello. Tadao asintió: —Es una buena idea. Y puede ser bastante posible, que después de un tiempo, sin alimentarse, puede que, esencialmente, todos se mueran de hambre. Los ojos de Mizuto se oscurecieron con preocupación: —Eso sólo pasaría una vez que se hubiesen comido todo lo demás. Hibiya le dio unas palmaditas en la espalda y Mizuto se inclinó un poco ante su toque. Noto que los dos muchachos se volvían cada vez más cercanos y que parecía haber algo más que amistad entre ellos. Lo hizo feliz, la idea de que la gente aún pudiera enamorarse, incluso después de un apocalipsis zombi. También se había dado cuenta, de que habían compartido habitación voluntariamente. El onsen tenía ocho habitaciones en total. La pareja de ancianos se quedó en el alojamiento de los dueños. Kei y él, compartieron voluntariamente una de las habitaciones. Tadao tenía la suya, al igual que Gakkuri y Yoshi. Fumiki originalmente había estado compartiendo con Hibiya, pero parecía que había sido abandonado a favor de quedarse con Mizuto. A Hibiya no pareció importarle. Había una habitación vacía, como una habitación de huéspedes, instalada en caso de que otro sobreviviente encontrara su camino hacia ellos, pero hasta ahora, no había sido utilizada, excepto por el almacenamiento de productos enlatados adicionales. El anciano fumó su pipa, mientras su esposa los sorprendía con pequeños pastelillos. Todos obtuvieron uno, pero notó que el suyo tenía un poco de hielo extra. Sus ojos centellearon y ella le guiñó un ojo. Pensó que era dulce. Después de la cena, todos se amontonaron en el agua hirviendo del onsen para lavar de los sufrimientos y dolores del día. Gakkuri, como de costumbre, fue el único que se abstuvo. En secreto, estaba contento. Sobresalía como un pulgar dolorido, mientras todos los otros jóvenes bromeaban y jugaban entre ellos, y como andaba desaparecido, no tenían que tratar de incluirlo continua y torpemente. Se sintió mal, pero de nuevo, Gakkuri tampoco intentaba mucho ser aceptado. Supuso que cada grupo, tenía que tener un inadaptado. Los próximos días pasaron tranquilamente. Después de tantos ataques de Kyonshi, fue casi inquietante. Fue muy pacífico. Nada rompió la misteriosa quietud. Ni siquiera los pájaros. Era como si no hubiera quedado nada vivo en el mundo además de ellos.

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Aunque estaban todos juntos, a veces reinaba una sensación casi opresiva de soledad y aislamiento, especialmente para aquellos que habían crecido en la era de la conexión tecnológica constante. Habían sido desenchufados de esa vida para siempre Lo odiaba. Odiaba la eterna carencia de propósito de no tener ninguna razón de ser en su vida más que tratar de sobrevivir al día a día. Se divirtió encontrando nuevas formas interminables de organizar el jardín para maximizar su capacidad de cultivo. El onsen siempre había cultivado gran parte de su propia comida y, gracias a las tendencias de acaparamiento del propietario, había suficiente semilla seca para cultivar una década de jardines y mucho más si cosechaban más semillas de cada hortaliza cultivada. Lo más difícil de cultivar era el arroz, pero él y los demás habían desviado una pequeña parte de los manantiales a través de una serie de canaletas y embudos para regar los cultivos. Toda la parcela estaba inclinada, de modo que el agua se drenaba en la terraza más baja del jardín, manteniendo la tierra constantemente húmeda y perfecta para el cultivo del arroz. Al día siguiente, limpiaron el onsen por dentro y por fuera, buscaron leña y buscaron comida en el bosque. El peor deber, por supuesto, era quemar y excavar las fosas de las letrinas, pero todos tenían su turno también. Era tarde en la noche, cuando el sonido familiar del traqueteo de las puertas hizo que todos estuvieran en alerta máxima. Sonaba como si más de un Kyonshi estuviera tratando de entrar. Los chicos se movieron hacia el patio con hachas, espadas y garrotes, preparados para pelear una vez más con los muertos vivientes. Se encontraron sorprendidos por algo que pensaban que nunca volverían a ver.

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Capítulo 3 Los brillantes faros LED de un lujoso SUV emitían una luz que hizo que todos los presentes entrecerraran sus ojos. Todo lo que pudieron ver fue la silueta de varios hombres grandes. Los faros se apagaron y los ojos de Nairu se ajustaron lentamente a la repentina oscuridad. Los hombres eran todos rubios, con mandíbulas cuadradas y rasgos marcados. Iban vestidos con pantalones cargo, negros, camisas negras ajustadas, y llevaban botas militares de estilo para combate. Todos tenían rifles de asalto colgados a sus espaldas. Portaban incluso una ametralladora fijada en el capó del SUV. El recinto y el onsen no podrían resistir nada contra esas armas. Esas pistolas llevadas al interior de la posada podrían acabar con cada uno de ellos, incluso sin abrir las puertas. Tragó al darse cuenta de la amenaza. Miró a su alrededor. Podía ver que no era el único que estaba nervioso. Los niños cambiaron nerviosamente de pie. Gakkuri estaba de pie en la parte posterior, protegido por todos los demás. Era el mayor y, en lugar de actuar como un líder, se confió en la protección de los chicos más pequeños. Se tragó su resentimiento. Dio un paso adelante y los saludó cortésmente en japonés. Uno de ellos dio un paso adelante, vestido como todos los demás a excepción de una chaqueta de cuero. Su cabello rubio era sedoso y perfectamente peinado. Respondió en un torpe japonés, y con un grueso acento ruso; —Hola. No pensábamos que hubiera nadie aquí. Estamos buscando refugio. Vine de vacaciones aquí hace unos años, recordé el onsen, con la gran pared de piedra y las puertas, pensé que sería un buen lugar para descansar. Adivino que fui el único.

El hombre tenía una voz tranquila y carismática, y tenía las manos levantadas y desarmadas. Miró vacilante a los otros y caminó hacia adelante. Kei y Tadao lo flanquearon, los otros se mantuvieron rígidos.

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—¿Cómo te llamas? ¿De dónde son? —Preguntó con curiosidad. —Mi nombre es Vladimir Petrov. Estos son Dimitri, Alex y Boris—hizo un gesto hacia los tres hombres silenciosamente situados detrás de él. —Estábamos de vacaciones en Tokio, acabábamos de llegar de Rusia cuando se desató el infierno. Hemos estado viajando desde entonces. Asintió y se presentó, —Soy Nairu. Estaba trabajando aquí cuando pasó. Ni siquiera sabía sobre el brote, hasta que estos tipos acabaron su camino aquí y nos lo dijeron—Hizo un gesto a los chicos que había de pie a su alrededor. —No nos conocen. Ciertamente no tienen motivos para confiar en nosotros o incluso ayudarnos. Pero estamos agotados. Nos hemos quedado sin comida y agua, y llevamos moviéndonos sin parar durante días. Por favor, si pudiéramos quedarnos solo una noche, significaría un mundo para nosotros. Sus ojos parecían cansados. De repente, sintió una afinidad con los hombres de cara seria. Sí, ellos estaban armados hasta los dientes, la expresión de sus caras dura y sombría, pero haber estado en Tokio durante el brote… eso básicamente fue el punto cero del brote. Las cosas que debían haber visto y hecho para sobrevivir. Habían llegado desde el infierno. Él no iba a hacer que se quedaran fuera en un bosque infestado de zombis, cuando la posada tenía espacio para más sobrevivientes. Al final, todos estaban en el mismo equipo. Todos eran sobrevivientes. Miró a su alrededor en busca de confirmación. Algunos de los muchachos parecían más relajados, otros todavía nerviosos, pero todos parecían haber llegado a la misma conclusión; simplemente no podrían negarles asistencia. Tadao se inclinó y le susurró al oído. Asintió con la cabeza, —Pueden venir y descansar, pero necesitamos que sus hombres dejen sus armas en el vehículo. No hay zombis aquí, lo prometo. Vlad sonrió, el alivio se apoderó de su hermoso rostro, —¡Gracias! Se volvió hacia sus hombres, les ladró algo en ruso y ellos inmediatamente se deshicieron de sus rifles y pistolas, alguno sacando varias armas, de sus espaldas, costados y tobillos. Estaban verdaderamente armados hasta los dientes. Una vez que hicieron esto, él y los demás desbloquearon los dobles candados, desenrollaron las cadenas y retuvo las puertas para que el Mercedes pudiera estacionar al lado del desvencijado viejo Camry de Kei. El oxidado coche azul estaba sin combustible y lentamente le estaban quitando piezas, debido a que el grupo necesitaba chatarra para construir otras cosas.

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El alto ruso se adelantó para estrecharle la mano, cuando las puertas que daban a la calle estaban siendo cerradas, bloqueando la entrada. Él sonrió, sus dientes blancos brillaron, —¡Muchas gracias! No tienen una idea de lo agradecidos que estamos. ¿Puedo preguntar quién está al mando aquí? Negó con la cabeza, —Bueno, en realidad nadie. Aunque los Yuzawas son los dueños de la posada onsen. —¿Y quiénes son para poder agradecérselo? La pareja de ancianos había salido a ver qué era lo que estaba entreteniendo a los niños. La anciana mujer se estaba limpiando las manos en su delantal de flores, mientras andaba lentamente hacia adelante con una sonrisa de bienvenida. Una vez que la pareja estaba de pie ante Vlad, el ruso se inclinó, —¡Gracias por su hospitalidad! Después sacó una pistola de debajo de su abrigo, la puso contra su frente y disparó. Hizo lo mismo con su esposo. La parte posterior de sus cráneos explotó salpicando sus cerebros por el espeso y verde césped delantero. Los disparos fueron ensordecedores. El ruido desgarrador rebotó eco una y otra vez entre las montañas a su alrededor. Pensó estúpidamente que llamaría a cada Kyonshi en millas a la redonda, a pesar de que parecía que los muertos eran ahora el menor de sus problemas. Acaban de dejar entrar a monstruos mucho más terroríficos a través de la puerta principal. El resto de los rusos sacaron armas de las fundas en bolsillos ocultos, rápidamente organizaron a los chicos asustados en un grupo. Vlad se puso delante de ellos. Sus ojos azul grisáceo ahora eran fríos, —Siento el momento desagradable, pero la forma más eficiente de establecer la propiedad de algo es eliminar las reclamaciones. Este onsen, la posada y la fuente termal, ahora son activos de la mafia rusa, y permanecerán aquí para nuestro placer, no al revés. Se lanzó hacia adelante, mostrando los dientes mientras gritaba enfadado, —¡Tú bastardo! —Key y Tadao lo agarraron por la cintura y lo sostuvieron cuando uno de los rusos presionó un arma en su frente. El joven rubio se quedó quieto como un animal atrapado en una trampa. Sus ojos se abrieron por el miedo, sus fosas nasales se dilataron. Vlad le sonrió, —Y a ti, mi joven amigo. Muchas gracias por habernos abierto las puertas y habernos informado de quiénes eran los dueños. Los Petrovs siempre recompensamos los favores con más favores. Mi favor para ti, será dejarte vivir para que lo reconsideres. Los ojos del niño se llenaron de lágrimas, mientras miraba los cuerpos en el suelo,

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—¿Cómo pudiste? Ellos no te hicieron nada. —Eran viejos y su utilidad ya había acabado. Sólo los jóvenes y fuertes me son útiles. Ellos no lo eran. Tu utilidad aún tiene que ser determinada. —Aplaudió alegremente, —Así que, ¿dónde guardan las palas? A punta de pistola, los jóvenes se vieron obligados a cavar dos tumbas poco profundas y para enterrar a su amado tío y tía en ellas. Lágrimas silenciosas rodaron por su cara todo el tiempo. No fue el único. Los hombres con armas de fuego se burlaron y se rieron en ruso de sus lágrimas. Después, los ataron, dos a cada pilar del porche de ryokan vigilados por uno de los rusos, mientras él se vio obligado a dar al resto una vuelta por las instalaciones. Los rusos tomaron cada una de las habitaciones que quisieron. Recogieron las escasas pertenencias de los chicos y las arrojaron sin ningún miramiento al recibidor. Vlad tomó la habitación de los propietarios y él quería llorar mientras miraba como las manos rudas del ruso, alisaban la colcha que la señora Yuzawa había cosido ella misma con la ropa de bebé de sus hijos. Fue su orgullo y alegría. Apoyó sus manos detrás de la cabeza, se tumbó sobre la cama, hablándole al gran ruso detrás de él, en la entrada. —¡Ah, esto es vida! Sabes Dimitri, creo que estoy preparado para establecerme durante un tiempo. ¡Alojamiento de lujo, una fuente termal para disfrutar y bonitos sirvientes! —Hizo un gesto hacía él, cuyos ojos azules ardían con lágrimas por la ira. —Así que tú, que pareces el más parlanchín del grupo; quiero todos los detalles de cómo es la situación por aquí; cómo sobrevivir, que se come, donde lo consiguen o de dónde. Quiero todos los nombres de nuestro nuevo personal. Le contó todo sobre su vida diaria de un modo conciso. Le dio los nombres de todos, incluidos los nombres completos de los propietarios de onsen porque quería que al menos Vlad supiera sus nombres. Este negó divertido con la cabeza, —Todavía sigues molesto por eso, ¿eh? Ya sabes chico, realmente necesitas olvidar las cosas. Después de todos los que han muerto, ¿qué más da un par de viejos decrépitos? Esa exactamente la razón por la que cada vida humana era ahora tan preciosa; porque quedaban muy pocos vivos. Lo último que los sobrevivientes deberían hacer es matarse los unos a los otros. —¡Vete a la mierda! —Escupió furioso.

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El ruso agitó su mano descuidadamente hacia Dimitri, —Llévate a este con los demás. Mantenlos atados y déjalos dormir fuera esta noche, sin agua, sin comida, si se tienen que mear encima que lo hagan. Déjales que aprendan lo que les pasará si no empiezan a comportarse debidamente. El chico protestó, —¡No puedes hacer eso! Por el día es suficientemente cálido, pero en las montañas por la noche, la temperatura cae por debajo de los diez grados. Vlad sonrió, —Razón de más para que rectifiquen su actitud y se comporten, ¿no es así chico? Hay un nuevo jefe en la ciudad y cuanto antes tú y tus amigos lo entiendan, será mejor para todos ustedes. Literalmente, viven para servirnos ahora. Vlad le pasó un dedo por la parte delantera de la camisa, presionando sobre su pezón, —En cualquier sentido que deseemos. Dimitri gruñó desde atrás, —¿No te da vergüenza hacerlo con otro hombre? El ruso sonrió mientras le quitaba la camisa y lo desnudaba despacio, dejó libre su pecho, le llevó los brazos detrás de su espalda y lo giró, para que enfrentara a Dimitri. —Es un nuevo mundo tío. Las viejas reglas ya no se aplican. ¿Cuándo fue la última vez que viste a una mujer? Deja de apegarte a las viejas normas y relájate. Dimitri miró intencionalmente lejos mientras las manos de Vlad aparecían sobre la carne pálida del vientre y el pecho de Nairu, fue cuando el niño se retorció y luchó en su agarre, —Vamos viejo, es hermoso. —¡Basta! —Gritó, sin poder hacer nada. Vlad rió, —¡No hasta que te mire! Finalmente, Dimitri volvió su mirada hacia ellos. Sus ojos grises estaban calientes por ambas cosas, la ira y el deseo.

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—Sé cómo te mueves tite5, siempre fui quién estuvo contigo: tu pequeño sobrino a quién solías usar para tus calenturas y después lo castigabas porque te la ponía muy dura. Bien, aquí hay unos nuevos juguetes para ti. Con bonitos ojos azules y cabello rubio, jóvenes e indefensos… justo tu tipo, sino recuerdo mal —el tono de Vlad era de broma, pero había un tinte de acero en su voz. Las fuertes manos de Vlad lo arrojaron boca abajo sobre la cama, tirando de su pantalón hasta los tobillos y dejando expuesto a la vista de Dimitri el culo redondo del niño, este lo miró lascivamente, —¿Por qué no ser el primero en probarlo? El hombre mayor gruñó, —¡Basta! No tenemos tiempo para tus juegos. Su sobrino gimió, —Bien. Le palmeó el trasero redondo ansiosamente, antes de volver a ponerle los pantalones, —Hasta después, dulces mejillas. Más adelante, dejaremos que Dimitri te convierta en un hombre, y luego, tal vez todos tengamos nuestra oportunidad. Nada como compartir unos vibrantes segundos en familia, ¿verdad? Dimitri gruñó con disgusto y se dio la vuelta para irse. Vlad lo siguió, sujetándole con una mano el brazo y con la otra mano la pistola presionada en su espalda. El corazón del rubio latía en su pecho ante la amenaza de ser violado por todos ellos en cualquier ocasión. Fue obligado a servir a los rusos, la deliciosa cena que la señora Yuzawa había preparado para ellos. Pensó en envenenarlo, pero lo único que tenía a mano era lejía y sabía que lo olerían. Los cuatro enormes hombres comían como glotones, podían consumir en una comida diez raciones de las de ellos con facilidad y lo acompañaban con copiosas cantidades del mejor sake de la posada. Ellos estaban bien borrachos, y se volvieron muy ruidosos, hasta que la atención de Vlad volvió nuevamente hacía él. —¡Bueno! Cualquier buena comida debe ser terminada con un poco de entretenimiento liviano y como no veo a ninguna guapa geisha esperando su momento, ¡te toca hacerlo a ti! Alzó su arma y lo apuntó, —¡Baila para nosotros chico guapo! Aturdido, se quedó quieto. Vlad disparó el arma.

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Tite. Al menos donde yo vivo, tite sería el hermano de tu madre o de tu padre, lo que en otros sitios llaman tito.

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La bala perforó el suelo de madera del ryokan a unos centímetros de sus dedos. Miró el agujero ennegrecido, recordando cuanto tiempo le dedicó la señora Yuzawa a pulir los suelos de madera, gritándoles que se quitaran los zapatos para proteger el impresionante acabado en cerezo. Sin darse cuenta, comenzó a temblar con una confusa mezcla de ira y terror. En menos de una hora, estos hombres habían convertido su refugio seguro en un infierno. Vlad movió el arma, —Desnúdate o el próximo irá directo a tu rótula. NO te lo diré otra vez. El sudor hizo que su ropa se aferrase a él, e hizo que su cabello se pegara al parte posterior de su cuello, pero todavía se sentía helado. Los rusos lo miraron con sonrisas divertidas que eran crueles, incisivas y burlonas al mismo tiempo. Homosexuales o no, todos eran claramente sádicos. El hombre con la cara marcada, notó la canción anticuada y la quitó. Era una canción tradicional de flauta japonesa que sus amigos y él habían escuchado docenas de veces mientras se relajaban juntos, bebían, comían… y ahora lo obligaban a desvestirse, delante de hombres crueles que esperaban violarlo en grupo. Miró desesperadamente a los hombres, mientras sonaba la alegre música. Sus labios cerrados fuertemente estaban pálidos y temblorosos. Cerró los ojos, y lágrimas calientes brotaron de ellos, mientras se quitaba torpemente la camisa pegajosa por el sudor. Su piel brillaba pálida y perfecta, como un lienzo en blanco para plasmar la futura crueldad. Se quitó las zapatillas de deporte y sus calcetines y se desabrochó el cinturón. Sus pantalones cayeron sobre sus tobillos haciendo un ruido sordo. Con cada pieza de ropa que se quitaba, se asustaba cada vez más. Una parte de él esperaba desesperadamente que alguien lo salvara, deseaba que los otros chicos hubieran escapado de sus ataduras y hubieran sacado las armas del coche cerrado y estaba en camino para entrar a rescatarlo. Una gota de sudor corrió por la parte baja de su espalda y fue absorbida por su ropa interior que se ajustaba al pliegue de su culo. El ataque vino de la nada. Ni siquiera tuvo tiempo para defenderse. El gigantesco puño carnoso de Dimitri lo golpeó en un lado de la cabeza, y él se tropezó sobre los pantalones vaqueros que estaban bajados alrededor de los tobillos. El chico cayó de costado sobre el duro suelo golpeándose violentamente contra él, herido y aturdido. Miró con horror, cuando Dimitri se movió para detenerse delante de él. Tenía botas de combate con punta de acero. La violenta patada pareció acercarse a él a cámara lenta. Recibió el golpe en el intestino, y el dolor fue repentino y muy agudo. Su boca se abrió en un grito silencioso y sin aliento cuando su cuerpo se contrajo sobre sí mismo, tratando en vano de proteger sus órganos vitales por el impacto.

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La cara de Dimitri era inexpresiva, mientras miraba a sus ojos asustados. En el fondo, era consciente de como los otros hombres lo animaban en ruso. Los ojos de Vlad brillaron cruelmente desde donde estaba apoyando sus pies, justo en el lugar donde la señora Yuzawa solía hacer punto. Él bien podía estar viendo un partido de fútbol. Pensó que donde fuera que ellos fuesen, así era como los mafiosos probablemente se divertían; con tortura y crueldad, infligiéndosela a todos aquellos que era incapaces de detenerlos. Antes, la civilización los había obligado a esconderse, ahora ya no. El apocalipsis zombi había desatado monstruos aún mayores que el Kyonshi6. Estos eran los monstruos vivientes que se parecían a estos hombres. Dimitri lo agarró del cabello y lo alzó. Tiró tan fuerte que los mechones fueron arrancados y la sangre goteó por la parte posterior del cuello pálido del niño. Le presionó la cara contra sus musculosos muslos y pudo sentir la cabeza de la gruesa polla de Dimitri en su jadeante boca. Todavía estaba sin aliento, incapaz de respirar por el dolor en las costillas. Tomó una última y desesperada carga de aire, pero desperdició la mayor parte en un doloroso llanto, mientras Dimitri cruelmente sumergía su pene profundamente en su garganta. —Muerde y te cortaré la lengua y te despellejaré vivo —dijo fríamente Dimitri. Solo por pura fuerza de voluntad, pudo evitar que sus mandíbulas se quebraran por apretar cerrándolas. Estaba aturdido, dolido y muy confundido. Su pecho se levantó al aire entre jadeos desiguales y sin aliento. Su nariz estaba obstruida por la sangre, y Dimitri estaba ahogándole la boca. Sus ojos se humedecieron, cuando Dimitri usó su cabello como un asidero y así poder follar su cara. Se retiró y empujó hacia adelante. Sentía como su laringe estaba siendo aplastada, incluso su esófago sería rasgado por la brutalidad, de cualquier manera algo tuvo que cederle. Incapaz de respirar o incluso de gritar, todo lo que pudo hacer, fue llorar en silencio mientras su vista se oscurecía y disminuía. Dimitri tenía las manos alrededor de su garganta, estrangulándolo como un juguete mientras se follaba un orificio que jamás había sido follado, cerró los ojos, sintiendo que la conciencia se cernía sobre él, ya que la luz detrás de sus párpados hinchados se volvía borrosa. El dolor se desvaneció, pero cada vez que parecía que estaba punto de desmayarse, Dimitri se retiraba y le daba una bofetada despertándolo para dejarlo respirar. Al parecer, la tortura no era divertida si la víctima no estaba despierta para mostrar su dolor. 6

Kyonshi. Se conoce como jiang shi, conocidos en Occidente como Vampiros o Zombis chinos, a los cadáveres vueltos a la vida.

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Dimitri mantuvo una letanía constante de insultos abusivos, —Vil, miserable, puto maricón. Eso es todo, ahógate con mi pene, estúpido pequeño maricón. Ni siquiera podía gimotear. Sus ojos azules estaban muy abiertos, aterrorizados y llenos de dolor y horror como si estuviera en estado de shock. No podía creer que es lo que le estaba sucediendo. Su terror y confusión parecían acelerar los movimientos de Dimitri, excitándolo más. Él le folló la garganta brutalmente, el cuello del delgado niño se abultó, ya que incluso sus cuerdas vocales fueron dañadas por la violencia del asalto. El cartílago de su laringe gritó de dolor, cuando estaba doblado y aplastado. Sus párpados se estremecieron, cuando sintió espesas y calientes cuerdas deslizándose hacia su estómago. Dimitri presionaba su polla tan profundamente en el esófago, que al menos impedía que el niño se ahogara o escupiera el semen. No tuvo más remedio que tragarse cada gota. Una vez que terminó, Dimitri lo dejó caer descuidadamente y metió la polla húmeda en sus pantalones. Su rostro aún era inexpresivo. Colapsó en el suelo. Las náuseas llegaron de rápido y el vómito caliente brotó de su boca, su garganta ardía y las comisuras de sus labios estaban rajadas. Mientras estaba apoyado sobre sus manos y rodillas, llorando y limpiándose la boca, Vlad estaba riendo histéricamente, —¿Quién es el siguiente? ¡Se ha roto un agujero pero el otro es hermoso y sin usar! Alex, el que tenía la cara llena de cicatrices, se puso de pie con entusiasmo. Abrió una navaja y la lamió, mientras sus oscuros ojos miraban con avidez su carne suave y sin marcas. Su temblor aumentó exponencialmente hasta parecer que estaba teniendo un ataque. Se sentía como un cordero a punto de ser degollado. Aunque no podían entender lo que estaban diciendo, los otros protestaron en voz alta, algunos incluso lo abuchearon. Vlad movió un dedo hacia él, —No Alex, por eso te quedarás el último. No es divertido cuando están desmembrados. Además, me gusta su cara bonita. Me enciende. Creo que me divertiré dentro de ese pequeño culo apretado, antes de que Alex lo folle con su cuchillo. Se puso de pie y después se inclinó para hablarle cruelmente al oído. —Sobrevivirás. Siempre lo hacen, pero cortará tu esfínter en láminas. Tendrás que usar un pañal durante el resto de tu vida, por supuesto, pero creo que en pañal estarás realmente lindo. Quizás te deje crecer el pelo para hacerte unas coletas, y cortaré ese inútil pene tuyo. Puedes ser mi pequeña niña bebé.

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El ruso le hizo girar los suaves y rubios mechones alrededor de un dedo y después le arrancó otro mechón de pelo de su cuero cabelludo, dejando un segundo parche calvo y sangrante. Gritó de dolor, sollozando mientras le ordenaban ponerse en pie. Vlad lo sacudió por el brazo con un doloroso “pop” y brutalmente lo empujó de cara contra la mesa. La última de sus ropas, sus suaves bóxer blancos, fueron desgarrados en sus piernas. Vlad tarareó, mientras engrasaba sus dedos con mantequilla de la mesa y los empujaba con total maldad hasta su culo intacto. Los ojos del niño se hincharon, y el que se llamaba Boris se rió y lo llamó “zhirnaya svin´ya”7. Estaba contento de no saber hablar ruso. Escuchó el sonido escalofriante de la cremallera de Vlad siendo bajada tras su espalda y sintió la presión de una polla contra su ano, presionó fuertemente. Iba a desgarrarle su culo y el muy bastardo lo iba a disfrutar. Había disfrutado también matando a los Yuzawas, y se había adueñado de sus posesiones, degradándolas totalmente. La ira finalmente anuló su miedo y los dedos entumecidos del chico se cerraron sobre el metal frío debajo de su palma. Era solo un cuchillo romo de mantequilla, pero lo empujó con suficientemente fuerza hacia atrás y lo clavó en la carne del muslo de Vlad. El ruso gritó de dolor y él lo empujó hacia atrás, girándose y salió corriendo desesperado. Los disparos atravesaron las paredes a su alrededor mientras corría. Por un segundo, sintió como si alguien lo hubiera empujado desde atrás. La adrenalina había inundado su sistema, y no se había dado cuenta, sino hasta más tarde, que una bala acababa de alcanzarlo en el bíceps izquierdo, golpeó su hueso y se alojó allí. Los enfurecidos rusos lo siguieron fuera de la posada, disparando salvajemente. La oscuridad y su propia embriaguez fueron las dos únicas cosas que lo salvaron de ser mortalmente herido. Buscó una salida. Las puertas estaban bloqueadas, las llaves en poder de Vlad. NO había escapatoria; las paredes eran impenetrables e imposible de escalarlas. Él mismo se había asegurado de que eso fuera así. Solo podía hacer una cosa y ni siquiera estaba seguro de que funcionaría. Si no fuera así, estaba seguro que moriría. El delgado chico se lanzó contra los barrotes y comenzó a presionar frenéticamente su cuerpo desnudo entre ellos. Los bordes filosos y ásperos del hierro, rajaron su tierna piel, mientras empujaba por atravesarlos. Las botas pesadas del ruso golpeaban el suelo, mientras se acercaban. Los disparos rebotaron abriendo las puertas, justo cuando consiguió salir al otro lado. No se detuvo. Corrió tan rápido como pudo hacia las sombras oscuras que se extendían más allá del ryokan.

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Zhirnaya svin'ya. Según un traductor, esa expresión significa cerdo gordo

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Piedras, palos y grava se habían clavado en sus suaves pies descalzos. No dejó de correr hasta que estuvo seguro de que no lo seguían y después se escondió detrás de un árbol y miró hacia atrás. Los hombres se detuvieron frente a las puertas, pero aparentemente decidieron que no valía la pena ir tras él. Sabían también como él, que si los zombis no lo atrapaban, lo mataría la hipotermia. Era principios de primavera, pero las noches eran muy frías. Vlad le gritó: —¡Vuelve aquí chico, yo mismo te mataré! ¿Me escuchas? ¡Te mataré pequeño marica! Sollozó por el miedo, sabiendo que no podía regresar y sin embargo, sino lo hacía, si no encontraba la manera de salvarlos, uno por uno, sus amigos se encontrarían en el mismo destino que casi tuvo él. Corrió hacia el bosque; llorando, tropezando y corriendo entre los árboles, casi incapaz de ver en la oscuridad. Todo lo que sabía era que necesitaba alejarse del ryokan lo más rápido posible. Apenas podía respirar, su aplastada laringe se sentía como un collar alrededor de su cuello, mientras lo estrangulaba. Jadeó por aire, mientras trataba de correr. Los Kyonshis serían atraídos por los sonidos de los disparos e incluso por los gritos de Vlad. Era posible que ya vinieran en su búsqueda. El frío de las montañas rápidamente se había establecido en sus huesos y en su carne desnuda cuando su cuerpo comenzó a temblar y estremecerse por el impacto. Sus ojos estaban muy abiertos, sus fosas nasales se abrieron, mientras jadeaba aterrorizado. Estaba solo, helado, desnudo, completamente indefenso, herido y sangrando en un oscuro bosque infestado de zombis hambrientos.

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Capítulo 4 No les llevó mucho tiempo encontrarlo. Nairu intentó ser lo más silencioso posible, pero no era el sonido lo que los atraía directo hacia él, sino su olor. Olía a hierro, calor, sangre espesa y pegajosa que bombeaban sus músculos carnosos y sus flexibles arterias. Su cálido cuerpo vivo, olía a una nueva caja caliente de donas azucaradas siendo llevadas a través de una comisaría abarrotada de policías. El aroma era irresistible y la brisa arrastraba el aroma durante kilómetros. Solo había estado corriendo durante diez minutos, cuando escuchó un gemido. Se congeló instantáneamente. Sus ojos estaban abiertos sin ver. Estaba simplemente demasiado oscuro como para que los ojos humanos pudieran ver algo. Un instante después, pudo ver un destello rojo de zombi reflejándose en él. Pero no era solo dos. Sino seis. Un grito estalló más allá de sus cuerdas vocales dañadas y murió como un gemido en la parte de atrás de su garganta. Uno de ellos rechinó los dientes. Podía oír las mandíbulas huesudas haciendo “clac” al masticar, entonces los ojos rojos se tambalearon hacia él. Corrió al árbol más cercano. Trepó por las afiladas ramas astilladas tan rápido que sus manos desnudas fueron destrozadas por las ramas y astillas afiladas. Nunca había trepado desnudo a un árbol antes y la corteza frotó como papel de lija en su suave piel. Las astillas se incrustaron en la carne, mientras se arrastraba trepando el árbol. Los zombis se quejaron al ver desaparecer su comida. Escaló el árbol, luchando a través de las frondosas ramas. Resbalando, sollozando y temblando, subió más alto. Sus manos estaban manchadas de sangre y resina, también llevaba cortezas y astillas. Se agarró a otra rama y se partió bajo su peso. Cayó hacia atrás, agarrándose y deslizándose, sus muslos desnudos arañándose, sus manos estaban muy resbaladizas y cayó hacia el grupo de hambrientos. Su torso se estrelló contra una gruesa rama cerca de la parte baja, sonando un fuerte “crack” que terminó por romper sus últimas costillas sanas. El dolor era demasiado intenso, demasiado abrumador para procesarlo y el niño con todas sus fuerzas se aferró a la extremidad contra la que se había estrellado. El mundo estaba girando, el árbol estaba girando, la extremidad crujía peligrosamente bajo su peso y su pulmón derecho perforado se estaba llenado rápidamente de sangre. Una mano helada se cerró alrededor de su tobillo y comenzó a tirar de él, hacia abajo del árbol.

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El instinto de un animal empeñado en sobrevivir se abrió paso desde el interior del niño y envolvió sus brazos alrededor de la rama, aferrándose fuertemente a ella, mientras débilmente pateaba al Kyonshi. Un segundo Kyonshi se apoderó de su otra pierna, y comenzó a tirar de ella para comerse su carne. Lo empujó hacia atrás y el Kyonshi se volvió con más fuerza. Sintió que algo dentro de la pierna se rompía cuando el Kyonshi se la retorció. Sollozó, pero el pobre niño no podía luchar contra los dos. Simplemente no era lo suficientemente fuerte. Uno de los que le sujetaba los tobillos hundió sus afilados dientes profundamente en la carne de su pierna. El veneno de su mordida ardió en sus músculos y su corazón se rompió por la desesperación. Incluso si vivía toda la noche, era demasiado tarde para él. Se convertiría en uno de ellos. Era solo cuestión de tiempo. La rústica madera se clavó en el interior de la piel de sus brazos, cuando estaba inexorablemente en manos de la muerte. La sal de sus lágrimas quemaba en los arañazos de su cara, mientras sus hombros se estremecían y las fibras de sus músculos se rompían y se desplomo. Este era su final. Estaba a punto de ser comido vivo. Un fuerte y penetrante aullido irrumpió en el frío aire de la noche, sorprendiéndolo tanto como a los tres Kyonshi hambrientos. Los muertos vivientes se volvieron para enfrentar a lo que hubiera hecho ruido y uno de ellos soltó su pierna. Por muy poco, pero ya era demasiado tarde y sus delgados brazos cedieron a la vez. Se resbaló de la rama del árbol e impactó contra el suelo con un fuerte “ruido sordo” que no hizo ningún favor a su pecho destrozado. El aire se deslizó por sus cuerdas vocales con un leve ruido de gorgoteo. Incapaz de moverse, sin poder ni siquiera gritar, vio que algo venía desde las sombras.

Estaba demasiado oscuro para saber realmente lo que estaba mirando, pero podía ver que era enorme, de pie sobre sus dos piernas como si fuera un humano, pero con enormes brazos alargados que colgaban hasta sus rodillas y le daban una postura casi simiesca. Sus brazos estaban cubiertos con músculos del tamaño de cuerdas, agrupados y flexionados.

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Su cabeza se sostenía como la de un hombre, pero incluso él podía ver que estaba cubierto de una piel gruesa con pelaje espeso. Las características eran claramente inhumanas. Podía ver colmillos tan largos como dedos, pero lo que mantenía su mirada aterrorizada más que nada eran sus ojos. Brillaban; como remolinos en un fuego candente, dorado, como si un volcán se viera desde arriba y miraban hacia abajo, a un infierno hirviente de pura ira. Rugió de nuevo. El suelo tembló y despertó al Kyonshi de su estupor. Gruñeron, pero fue por ellos antes de que pudiera siquiera parpadear. Dos largas patas se extendieron, los dedos se cerraron sobre las caras de los Kyonshi y después apretó. Sus calaveras estallaron como uvas y las garras de la cosa se clavaron en los cuellos, decapitándolos, cuando la bestia levantó sus manos, las cabezas habían desaparecido en sus manos. Parecía un niño arrancándole la cabeza a las muñecas Barbie y después trituraba el plástico blando. Una vez decapitados, los cuerpos cayeron como juguetes rotos. El último, cuya mano todavía estaba aferrada alrededor de su tobillo, fue agarrado y desmembrado por el centro de su cuerpo como si fuera una muñeca de papel. La bestia agarró uno de sus pies en cada mano y simplemente lo partió. Las entrañas podridas se derramaron en el suelo, cuando el Kyoshi fue rasgado por la mitad. Los trozos del cuerpo estaban rajados de forma irregular y se desvió del centro, dejando la cabeza unida a uno de sus dos lados. La bestia pisoteó sobre ella con enfado, reventándola bajo su enorme pata, como si fuera una sandía. El pesado chirrido sonaba muy parecido. Rodó sobre su estómago y comenzó a arrastrarse débilmente sobre la hierba, con la esperanza de que tal vez la sed de sangre de la bestia estuviera satisfecha y la violencia que le había infligido a los Kyonshi hubiera desaparecido y que de paso, se olvidara de él. Sabía que su pierna estaba rota, que no podría caminar, mucho menos correr. E incluso si lograba escapar del monstruo, probablemente a la mañana siguiente el daño provocado en sus pulmones y en su cuerpo acabaría con él. Si eso no era suficiente, se congelaría hasta la muerte. Independientemente de si vivía o moría, pronto comenzaría a cambiar. Pero, a pesar de las probabilidades, el animal dentro de él, quería vivir, aunque solo fuera por unos minutos más. Se movió lentamente, arrastrándose por el suelo, agarrando puñados de hierba, luchando por tomar aire. Su aliento era un gorgoteo en su pecho. El estertor de la muerte ya había comenzado cuando el aire se mezcló con la hemorragia que sufría. Una ráfaga de aire frío estalló en la piel de su espalda y segundos después, otra, se congeló al darse cuenta de lo que era. El aliento frío del monstruo.

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Se quedó quieto, temblando y estremeciéndose, mientras se movía para agacharse sobre su cuerpo, oliéndolo. Hizo ruidos nasales casi como un perro y él se estremeció cuando su nariz helada y fría tocó su piel desnuda. Gimió, cuando unas garras le arañaron el cuero cabelludo y lo agarraron del cabello, levantando su cabeza para que el monstruo pudiera inspeccionar su rostro. Ojos azules asustados llenos de dolor y desesperación se encontraron con los ojos ámbar dorado. La ira ardiente parecía que se estaba desvaneciendo, el remolino rojo se filtra hacia los borde. Lo miró fijamente y él le devolvió la mirada. Hubo un destello de inteligencia en sus ojos, mientras su mirada vagaba sobre sus características. Había más humanidad en su cara de lo que se había dado cuenta. Los rasgos estaban muy distorsionados, pero eran más humanos, aunque de la parte inferior del monstruo sobresalía un hocico lobuno, pero su nariz y sus labios parecían humanos. Los colmillos se curvaron de su boca extendiéndose hasta su barbilla. Tenía pómulos prominentes y cubiertos de piel negra, pero algunas partes de su cara estaban libres de vello y estas mostraban una piel pálida con vetas negras y oscuras que se retorcían entre ellas. Las venas le recordaron a las del Kyonshi, igual que el frío de su aliento y su piel. Los ojos ámbar parpadearon y pareció que había tomado algún tipo de decisión. Soltó su cabello tan repentinamente como lo había agarrado. Incapaz de soportar el peso de su propia cabeza, su cara se estrelló hacia adelante, la barbilla aterrizo sobre la tierra incrustando sus dientes en su cráneo. Lo aturdió completamente.

Los dedos fríos se aferraron a su culo y sus garras se clavaron en la carne regordeta, mientras sus mejillas se separaban. El aliento fresco se apoderó de su culo y tembló alarmado cuando comenzó a darse cuenta de que la cosa tenía otros planes mucho más horribles que consumir su carne.

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Incapaz de hablar y apenas capaz de moverse, se retorció, gimiendo en su fuerte agarre.

Un gruñido gutural brotó de sus labios y sus afilados colmillos rasparon amenazadoramente a través de su espalda desnuda. Algo húmedo y viscoso se deslizaba por su piel, lamió su culo. Su sangre se congeló. Torciendo la cabeza, miró hacia abajo para ver lo que estaba agachado en la oscuridad. El monstruo se alzaba sobre él, enorme, amenazante, aterrador. Su cabello largo estaba apelmazado en su cara y eso era todo lo que podía ver de su cabeza. Su larga y fría lengua barrió su sexo nuevamente, dando vueltas alrededor de su entrada, antes de presionar. Sus caderas se sacudieron violentamente, retorciéndose tanto como pudo en su fuerte presión. Ruidos profundos, casi felices, salieron de la garganta de la cosa. El niño quería mendigar, suplicar, razonar con eso, pero no podía hacer ningún sonido, pero si logro emitir un seco susurro. Su lengua formó palabras, pero sus cuerdas vocales aplastadas, no podían hacer el sonido. Una y otra vez, balbuceaba desesperadamente, —Por favor no, por favor no, por favor no lo hagas —pero incluso en su silencio, sabía que era inútil. Ningunas palabras de súplica cambiaría su destino. La lengua presionó y lamió su entrada, dejando la baba fría de su saliva detrás y a lo largo de su columna vertebral, sintiendo una sensación casi afectuosa, y después cambió su posición para acabar encima de él. Tembló violentamente, su piel se sentía como el hielo cuando la cosa se presionó entre sus piernas y sus puños enormes y pesados cayeron al suelo a cada lado de su pequeño torso. Podía sentir el peso de la cosa. El aliento frío acarició su oreja con gruñidos amenazantes y posesivos. El tremendo peso del monstruo, lo inmovilizó sobre el suelo, cuando comenzó a descender hacia su cuerpo destrozado e indefenso.

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—¡No!—Gritó, pero su aplastada laringe apenas vibró. El aire se precipitó inútilmente por sus dañadas cuerdas vocales. La oscura noche solo se llenó de silencio. Un enorme pene penetró su culo. El chico era tierno, la joven carne no era rival para la monstruosa fuerza de la cosa. Su polla se sentía como si estuviera hecha de mármol frío y duro, mientras empujaba en su interior. Su piel fue destrozada, sus músculos y el cartílago se rompieron, cuando la bestia se abrió camino hacia su interior, enterrando su tremendo pene dentro del pequeño cuerpo que temblaba impotente debajo de él. Sus ojos se hincharon, su dolor de garganta se tensó. El aire siseó por su laringe rota, sus pequeñas manos temblaron, sus piernas intentaron patear. Se sentía como si una plancha congelada hubiera sido lanzada contra su culo, quemándolo desde el interior. Pudo sentir sus intestinos rasgándose como el papel alrededor de la gruesa polla y la sangre caliente brotó abundantemente mojando su entrada. Finalmente, se empujó hasta el fondo y después comenzó a retroceder. La cabeza monstruosa de su polla, le sacó las entrañas. El chico sollozó en agonía. Sus caderas golpeaban frenéticamente y él gritó en silencio, con la cabeza echada hacia atrás, la boca abierta por el dolor. La agonía que lo atravesó fue cegadora, aguda y se sentía como puñaladas, y el hecho de no poder expresarlo, lo hacía aún más horrible. Gruñendo más y más, el monstruo marcó un ritmo brutal, sus caderas golpeaban a la pequeña criatura debajo de él, cada vez más violentamente aumentando con cada empuje. La brutalidad lo estaba aplastando. Podía sentir sus huesos y cartílagos rompiéndose dentro de él, y le siguió siendo más difícil respirar bajo el asalto despiadado. La sangre goteaba de su boca al suelo, colgando un hilo sanguinolento de su labio inferior, mientras era empujado hacia adelante y hacia atrás en el suelo. Su cuerpo yacía inerte, como una muñeca rota. Aún en ese estado, el dolor era insoportable y lo envolvía, pero comenzó a emborronarse todo, justo cuando su cerebro, hambriento de oxígeno, comenzó a apagarse. La oscuridad lo acechaba en la periferia de su conciencia, como si de un animal más oscuro y más grueso y siniestro lo esperara para dormir. Los empujes fueron implacables, como si el monstruo estuviera percibiendo el obstáculo de sus órganos fallando, trató de terminar antes de que el poco tiempo que le quedaba terminara. Las garras se deslizaron por su espalda, desollando la piel de los huesos, tirando de él hacia atrás desde el borde provocándole un dolor abrasador y candente.

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Los ojos del rubio se abrieron de par en par otra vez y hubiera gritado si hubiera podido. En cambio, el aire solo gorgoteo en su garganta. Los arañazos ardían como si se hubiera vertido ácido en ellos. Quería gritar tan desesperadamente, para al menos dar voz y vida y aliento a su agonía, pero le era imposible. Incluso hasta su voz le había sido arrebatada. Todo le había sido arrebatado con una crueldad inimaginable por parte de todo el mundo que lo rodeaba. Se había tropezado con el infierno en la tierra y le dio la bienvenida a su muerte, aunque solo fuese por librarse del horrendo dolor. El monstruo lo follaba más y más fuerte, su forma ardiente y pesada conforme aplastaba su cuerpo ya roto, una y otra vez debajo de su inmenso peso. Los gruñidos posesivos se arrancaron de la garganta del monstruo y se intensificaban con cada empuje, como para acentuar su dominio, su triunfo. Sintió como si muriera un poco con cada salvaje estocada. Sabía que no sobreviviría mucho más tiempo. Las caderas se movieron más rápido, la polla resbalaba más profundamente con la sangre que brotaba del desgarrado y destrozado culo del chico. Rugió y se apoderó de su hombro con los dientes, perforando la piel con facilidad, hundiéndose a través del músculo y los huecos entre los huesos. Por un segundo, el monstruo vaciló en su empuje. Agarró al chico más fuerte entre sus fuertes mandíbulas, atacando su cuerpo indefenso. Todo lo que podía hacer, era dejar escapar un gemido lastimero e indefenso cuando la polla en su interior comenzó a hincharse, agrietando su pequeña pelvis cuando el nudo se expandió. El monstruo rugió alrededor de la carne de su hombro en su boca y sus golpes embrutecedores comenzaron a eyacular dentro de él. Eso también se sintió como ácido, cuando comenzó a sentirlo arder sobre su carne desollada, como si alguien lo abriera y después vertiera lejía en las heridas vivas. Más y más eyaculaba en su interior, haciendo que sus entrañas se hincharan, llenándolo con la semilla del monstruo, manchándolo con ella. Tan pronto como terminó, el monstruo se salió de él, arrancándole la polla de su interior, dejándolo destrozado. La sangre brotaba entre sus piernas. Su sexo desgarrado era imposible reconocerlo como un ano humano. Era simplemente una gigantesca caverna abierta, de la que brotaban sangre y semen. Se terminó. Sollozó, mientras estaba aún sobre él, a horcajadas sobre su cuerpo destrozado y terminó de eyacular sobre su espalda, haciendo que las profundas heridas volvieran a arder. Su cuerpo estaba completamente flojo y sin vida, mientras continuaba temblando y sintiendo espasmos. El ruido de una muerte dolorosa sacudió su frágil pecho con cada respiración áspera. Era imposible decir de donde venía el dolor. Provenía de todos lados.

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Sus ojos se cerraron y la agonía comenzó a desvanecerse. Sus músculos se fundieron y se relajó fuera de su control cuando el último de los pulsos eléctricos se dispararon en su cerebro. Era vagamente consciente de que el monstruo estaba lamiendo sus heridas, olfateando y lamiendo la sangre sobre su piel y espalda, así como entre sus piernas, unas palmas lisas lo acariciaron suavemente, antes de girarlo con cuidado sobre su espalda, moviéndolo y levantándolo con tanta gentileza que no podía pensar que un monstruo la pudiera poseer. Una última ráfaga ardiente de dolor atravesó su conciencia, cuando sus extremidades se movieron y con eso, se permitió deslizarse a la oscuridad que lo esperaba. El pobre recibió la muerte y el final de su tormento.

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Capítulo 5 Ren lamió la sangre del agonizante humano. Estaba deliciosa. Lamentaba el daño que le había causado. El muchacho era tan pequeño, delicado y frágil. Su cuerpo humano simplemente había sido incapaz de soportar sus atenciones. Supo que el cuerpo del joven estaba gravemente herido, en el momento en que lo olió. Pudo oler su mortalidad finita como la fetidez en el aliento. Lo siguió a través del bosque, la muerte más tangible en el humano con cada paso que daba. Su cuerpo ya había sido herido internamente. Era demasiado humano, demasiado frágil y rompible. Indefenso. Inútil, ese cuerpo. Lo había destruido para que el muchacho pudiera renacer en otro mejor. Por eso lo había llenado con su semilla mientras moría. Realmente no tenía otra opción. Pero aun así, lamentaba su dolor. Recordaba el dolor vagamente. Le había parecido importante cuando era humano. No podía recordar exactamente por qué. Ahora el dolor, prácticamente, no tenía ningún significado. Le transmitía cierta información, pero sus heridas se curaban rápidamente, y el dolor era tan efímero, que resultaba ridículo temerlo. La gigantesca bestia giró el pequeño cuerpo para poder observar el hermoso semblante. Sus preciosos ojos azules estaban abiertos, pero ciegos. Los observó, pero solo la Muerte le devolvió la mirada. La piel del humano estaba pálida debajo de la sangre que cubría su rostro y cuello. La sangre todavía manaba de su boca entreabierta. Le lamió los bellos labios, bebiendo la sangre y limpiándolos. Sus pequeñas manos se cerraban y relajaban sobre la tierra. Ahora el muchacho estaba inconsciente. Solo eran los últimos destellos de vida abandonando su cuerpo en forma de convulsiones. Se agachó soportando su peso con los muslos, esperando a que todo terminara. La bestia clamó, ronroneando por lo bajo para hacerle saber que no estaba solo. Que nunca volvería a estarlo. Esperó hasta que el joven tomó su último aliento y su cuerpo se relajó antes de moverlo de nuevo. La bestia levantó el cadáver cuidadosamente, sintiendo los huesos rotos moverse libremente en su interior. Transportó su desmadejado premio con delicadeza en un intento de no infligir más daño. Acunó el destrozado cuerpo del muchacho en su brazo y presionó su rostro contra su propio cuello. La bestia era tan grande comparada con él que era como llevar a un bebé.

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Sus agudos sentidos se agudizaron en todas direcciones. Podía sentir más muertos vivientes pululando por el bosque. Todavía estaban hambrientos. Siempre lo estaban, codiciosos. Todavía podían oler el muchacho. No eran ninguna amenaza para él, no eran más que un mosquito. Pero eran una amenaza para el pequeño cuerpo helado en sus brazos. Aunque estuviera muerto, su carne todavía estaba cálida y tierna, y si pudieran, intentarían arrebatárselo. Gruñó ante la idea. El joven era suyo. Mataría a cualquiera que intentara llevárselo. Sus brillantes ojos dorados perforaron la oscuridad, moviéndose de lado a lado con recelo. Incluso el susurro del viento se sentía como una amenaza. Trotó hacia el río sobre sus patas traseras. Se puso en cuclillas y sumergió el cuerpo desnudo del muchacho. Suavemente frotó con las manos la pegajosa y sucia piel, procurando mantener sus garras retraídas. Lavar la sangre disminuiría la propagación de su fragancia. El agua estaba helada, pero para el humano eso ahora era irrelevante. Lavó al diminuto niño muerto hasta dejarlo inmaculado y su pálida piel brillando en la oscuridad. Pequeñas gotas de sangre seguían cayendo lentamente de su boca y ano, pero él podría limpiarlos de nuevo más tarde una vez que el sangrado se detuviera. Se sacudió para secarse el pelaje. Los gruesos músculos como cuerdas de su espalda y hombros se sacudieron y libraron del agua. Sus enormes brazos aferraron al joven muerto como una muñeca. Suyo. Gruñó posesivamente en la noche, sus dientes de sable brillando ominosamente como advertencia. El Alfa podía sentir a sus Betas acercándose con cautela, pero no le gustaba su presencia cerca de su indefensa pareja. Ahora, incluso ellos tenían que mantenerse alejados de él. Los Betas retrocedieron inmediatamente al percatarse de su recelo y se adentraron de nuevo en la espesura. Una vez que hubo desaparecido la amenaza, volcó su atención al bulto en sus brazos, pero no se permitió relajarse. Su compañero estaba completamente indefenso. Necesitaba llevar al muchacho a un lugar seguro, un lugar que pudiera defender, mientras dormía. Tenía que llevarlo a su guarida. Quería que el chico se despertara en un lugar cálido, seco y caliente. Estaba a muchos kilómetros de distancia, pero recorrió el camino en solo unos minutos. La fuerza de sus enormes piernas, lo impulsó a través del oscuro bosque a velocidades inhumanas. Su cuerpo acunó el del muchacho, sus grandes brazos se envolvieron con fuerza alrededor de esa figura frágil para proteger la suave piel desnuda de las ramas afiladas y troncos.

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Su escondrijo estaba situado en lo alto de las montañas, en un lugar que ningún Kyonshi o humano podría alcanzar jamás. Tuvo que saltar de acantilado en acantilado, a lo largo del de la pared rocosa, colgando de una sola mano afilada y empujando con los pies. Fue un poco más lento de lo habitual y tuvo cuidado de no caer. No temía por él. Se había caído antes y no tenía importancia. Sus fémures y pelvis destrozados se habían vuelto a soldar en cuestión de minutos, pero una caída le retrasaría en su búsqueda de un refugio y ahora tenía algo mucho más valioso que proteger que sí mismo. Clavó las garras de sus pies en las rocas para estabilizarse, mientras utilizaba su colosal brazo simiesco para seguir subiendo por la ladera de la montaña. Su otro brazo mantuvo al niño presionado contra su pecho y cuerpo, acunándolo como un niño. Finalmente, alcanzó el saliente de roca, que ocultaba la entrada de su guarida. Era una gran cueva de piedra, anteriormente ocupada por un puma. Ahora dormía encima su piel, junto a una pila de pieles y cueros. La bestia no necesitaba suavidad ni pieles para mantenerlo caliente. Su impenetrable e inmortal carne era inmune al frío, pero siempre las había guardado para su compañero. Quería que su cueva reflejara su destreza como cazador y proveedor. Quería ser capaz de mostrárselos a su compañero e impresionarlo con su habilidad. Recostó el cadáver del compañero que tanto tiempo había esperado, sobre la piel suave del puma. Acomodó sus extremidades rotas con cuidado. Había sido incapaz de detenerse y realmente evaluar el daño del joven en el bosque. Aunque la cueva estaba oscura como la boca de un pez, no necesitaba luz para ver. Sus ojos ámbar acariciaron la cara del niño, admirando sus delicados rasgos, la piel pálida y sus labios llenos. Era hermoso y valía la pena su largo tiempo de espera. La bestia frunció el rostro, cuando se percató de los daños que él no había causado. Las comisuras de la boca del muchacho estaban rasgadas, y su ceño se profundizó cuando se fijó en su cuello. Oscuras marcas amoratadas con la forma de dedos, envolvían su esbelta garganta y sus líneas estaban deformadas. La zona de su cuello, que debería ensancharse, parecía que estaba aplastada, deformada y fuera de posición. Se dio cuenta de que quien fuera que lo había estrangulado, también le había destrozado la laringe. Por eso el chico no había clamado, ni gritado ni una vez siquiera. Había permanecido en absoluto silencio. La rabia y el arrepentimiento ardieron en su pecho. No se había percatado de cuánto había sufrido el muchacho, hasta que todo hubo terminado porque no había gritado ni una sola vez. El dolor deformó las horribles facciones de la bestia, mientras acariciaba la pálida mejilla. Sentía haberle hecho daño, a pesar de que había sido necesario.

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A parte de su garganta destrozada, le faltaban grandes trozos de piel en los costados, espalda y estómago. Las heridas tenían restos de metal y óxido, pero no se le ocurría como podría habérselas hecho. Una familiar herida con forma circular, estaba grabada en la parte trasera de su brazo izquierdo y palpó en busca de la bala. Todavía estaba dentro. Usando sus garras, rasgó el bíceps del muchacho y retiró todo rastro de metal. Todo el cuerpo del joven estaba cubierto con profundos cortes y magulladuras de los matorrales y su desesperado ascenso del árbol. Retiró las astillas de su piel con cuidado. Sus costillas estaban rotas y su pecho hundido, pero no podía hacer más que esperar al respecto. Su tibia estaba rota en dos. Junto los huesos para reducir el trabajo. Sus pies estaban ensangrentados y las heridas llenas de piedritas y tierra. Los limpio con su lengua. Sabía que no era necesario, que el despertar de su compañero curaría todas sus heridas, pero se sentía obligado. Quería hacer cualquier cosa por él, darle de comer y vestirlo, lamer sus heridas y aliviarlos con su propia saliva. Quería dar caza a los que le habían hecho daño y arrancarles el corazón para alimentarle con ellos. A su compañero le gustaría. Lamería la sangre de sus enemigos de sus dedos y se lo agradecerá. Sabía dónde había vivido el chico; en la antigua posada con los otros seres humanos. Había admirado la belleza del muchacho de lejos muchas, muchas veces. Había visitado la posada a menudo por las noches y se había sentado a las puertas para protegerlos de los Kyonshi. Este niño anhelaba la libertad más que los otros. Había sido inquieto. Se había sentido enjaulado. Lo había visto en sus ojos y en la forma en que el muchacho se acercaba a las puertas y miraba con nostalgia. Él quería ser libre. Había querido ponerlo en libertad. Pero él era un ser humano y él lo había sido también, y lo valoraba. No quiso tomar la vida del muchacho por la fuerza y sabía que este nunca hubiera estado de acuerdo en ser convertido. El humano también tenía su propia manada y no hubiera querido dejarla atrás. Su manada era buena, cuidaban los unos de los otros, así que se preguntó cómo el muchacho había terminado en el bosque, solo y por la noche, desnudo, herido y asustado. Alguien le había asaltado, obviamente había tratado de matarlo, y él había huido de su manada. El que lo había enviado a la selva para morir, le había arrebatado la decisión al muchacho y a él lo había forzado a hacer esto. Se preguntó, si la manada del chico también estaba muerta. Lo lamentaba por el encantador joven, pero era lo suficientemente egoísta para alegrarse. Había anhelado un compañero durante mucho tiempo.

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Le tocó la pálida mejilla y la levantó con una pata, pero no podía sentir su piel a través de la dura piel de estas. Quería tocarlo con dedos humanos. Hacía tanto tiempo que no cambiaba de forma. Le resultó muy difícil convertir sus garras en los suaves dedos de una mano humana. Después se concentró en su cara y poco a poco su forma se fundió de nuevo en la que una vez había habitado, la de un hombre. Era un hombre todavía, pero aún más ahora. Mucho, mucho más.

En su forma humana, sus pensamientos también se hicieron más humanos. Una fría sensación de temor lo inundó, cuando recordó la violencia con la que trato al joven en el bosque. Para los animales, la violación era parte omnipresente de la vida. Era así como eran reclamados los compañeros, pero la moralidad humana lo veía muy diferente; como el crimen más atroz. Con manos amables, volvió el cadáver del rubio y le extendió las piernas. Hizo una mueca ante el daño que había sufrido su sexo. El pene del muchacho estaba en carne viva y cubierto de suciedad, y su ano tenía varios desgarros, estaba prácticamente destrozado hasta su perineo. Podía ver que hasta sus intestinos estaban desgarrados internamente. El lobo en su interior gimoteó ante la ira dirigida hacia sí mismo, la bestia trataba de comprender qué había hecho mal. El hombre sabía muy bien lo que había hecho. No se arrepentía de haberlo tomado, pero debería haber partido el delicado cuello del chico antes y poner fin a su sufrimiento. Frunció el ceño. A pesar de que lo hizo para salvarlo, el niño no lo entendería inmediatamente. Se despertaría aterrorizado. Lucharía o intentar escapar y provocaría más lesiones en su cuerpo. Lo que se vería obligado a hacer para detenerlo solo lo heriría más, y si no lo hacía, el chico sin duda trataría de escapar, posiblemente saltar. Desde semejante altura, la caída podría lastimarlo gravemente. Su compañero podría sanar, pero no sería tan fuerte como él, o tan rápido para curar, por muchas lunas aún. Tenía que protegerlo, incluso de sí mismo.

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Tomó una de las suaves pieles de ciervo, arrancó tiras de ella y ató las delicadas muñecas del muchacho por encima de su cabeza, enganchando los lazos en una protuberancia en la roca. Los brazos del cadáver fueron difíciles de mover, porque el rigor mortis empezaba aparecer. También ató juntos los pequeños pies.

Sus dedos rozaron levemente el mordisco en su delicado hombre. No le gustaba ver así a su compañero -atado, indefenso y herido, pálido e inmóvil y muerto. Le dolía profundamente. Solo quería protegerlo y mantenerlo alejado del peligro, el miedo y cualquier malestar. Quería hacer todo por él. El hombre de pelo oscuro se puso en pie y se encamino desnudo a la parte delantera de la cueva. La luna ya había salido y brilló en su cuerpo. Era alto y musculoso; un ejemplar masculino perfecto. Su inhumanidad era patente en las gruesas venas negras que recorrían sus brazos y piernas, enroscándose sobre su pecho hasta su cuello. Su rostro estaba prácticamente libre de ellas, con solo algunas venas recorriendo su frente y sus pómulos. Su rostro era duro pero atractivo y sus ojos brillaban aun en su forma humana. Su aguda vista detectó un movimiento valle abajo.

Por un momento, contempló salir a cazar. La bestia dentro de él deseaba presentar a su compañero con una presa fresca cuando despertara, pero la idea de dejarlo solo le resultaba impensable. Aunque no había nada que se atreviera a molestarles en su guarida, sus instintos posesivos y protectores eran simplemente demasiado fuertes. No podía dejar, no dejaría a su compañero indefenso, solo y vulnerable.

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Volvió a agacharse sobre el cadáver del chico. Deslizó sus palmas sobre los cortes de su espalda antes de cubrirlo con una primera piel y luego una segunda hasta que estuvo completamente envuelto por gruesas pieles de animales. Solo su pelo rubio asomaba de la parte superior. Era un gesto tonto, inútil. Un cuerpo muerto no produce calor, no necesita calor, pero tal vez el muchacho encontraría reconfortante estar cubierto cuando se despertara. Se recostó a su lado y se enroscó a su alrededor. Su piel desnuda no era cálida, no para los estándares humanos, pero aun así era más cálido que el cadáver junto al que yacía. Descansó la mejilla al lado de la de su compañero y sopló en su rostro. El lobo dentro de él gimió con impaciencia, ante el sueño sin vida del muchacho. Quería que se despertara ahora. Olfateó el pelo y la piel, disfrutando del olor antes de enterrar el rostro en suave y pálida axila del chico donde el olor era más fuerte. A pesar de que su compañero había muerto, estaba todavía abrumado por el impulso de consolarlo. Acarició su rostro contra el cuello del joven, tratando de recordar cómo se consolaban entre sí los humanos, la forma en que mostraban afecto. Su brazo se movió lentamente hasta descansar sobre la espalda del chico, abrazándolo y protegiéndolo a la vez. Acunó ese delgado cuerpo, mientras su compañero dormía. Lo vigiló, durante toda la noche. Cualquiera que intentara hacerle daño al joven, ahora o cuando fuera, tendría que pasar por encima de él primero. Sabía que iba a ser difícil al principio convencer de eso a su nuevo compañero. Aunque el lobo ya había reclamado a su pareja, de la única manera que sabía, sentía la imperiosa necesidad de establecer su propio reclamo; el reclamo de un compañero humano. Su mente rebuscó todas las palabras que conocía, pensando en los votos matrimoniales y las promesas, pero en realidad, ninguno expresaba adecuadamente cómo se sentía respecto a su compañero, el fervor con que iba a amarlo y protegerlo y honrarlo. Finalmente se decidió por las únicas palabras que podía recordar de los rituales de apareamiento humano. Hacía tanto tiempo que no hablaba, que tuvo que esforzarse para sacarlas de sus gruesas cuerdas vocales. Acarició los mechones rubios del muchacho y su voz sonó extrañamente gutural y profunda mientras expresaba su promesa en voz alta sobre su compañero no muerto, “Mío. Para amarte y cuidarte. Mío. Para proteger. Mío. Por tanto tiempo como duren nuestras vida.” Y para una criatura como él, eso era una promesa eterna.

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Capítulo 6 Nairu parpadeó lentamente. Sus ojos se sentían extraños. Calientes. Parpadeó en la oscuridad total y sin embargo, podía ver. ¿Por qué? Sacudió la cabeza, cerró los ojos y gimió. Se sentía miserable. Era mil veces peor que la más horrible de la resacas. Las náuseas subieron por su garganta y abrió los ojos de nuevo, su vista estaba nublada. Parecía que sus ojos no querían enfocarse, su cabeza retumbaba. El palpitar era casi violento. La bilis subió por su garganta. Estaba tumbado boca abajo. Quería sentarse, echarse agua fría en la cara, pero sobre todo, quería evitar vomitarse encima y verse obligado a acostarse arriba. Movió los brazos, pero no le respondieron. Sus muñecas estaban bloqueadas. Tiró con fuerza, pero flexionar los músculos de su espalda y hombros dolía, por lo que desistió. Gruñó frustrado y se sorprendió al escuchar el sonido de su propia voz. ¿Por qué era sorprendente? Se detuvo a pensar por un momento y sus recuerdos flotaron de nuevo hasta su conciencia. Recordó a los rusos y Vlad y Dimitri y la huida. El Kyonshi. El monstruo. La violación. Su muerte. Había muerto. Había estado muerto. Lo sabía, tan seguro como nunca lo había estado. Había estado muerto. Había sido mordido por un Kyonshi y para luego morir después de ser violado, mientras se ahogaba con su propia sangre. ¿Ahora era un zombi? ¿Eran los zombis tan consientes? En su cabeza, todavía se sentía exactamente como antes. La idea de que podría haberse convertido en un Kyonshi, aceleró su corazón y sus ojos se abrieron de par en par. El miedo apartó a un lado toda su incomodidad. Comenzó a forcejear contra las restricciones alrededor de sus manos, que estaban por encima de su cabeza y tirando de ellas, hasta que captó movimiento detrás de él. Se detuvo a escuchar. Se quedó completamente inmóvil, completamente en silencio, mientras sus sentidos funcionaban a toda marcha, sus oídos atentos a cualquier sonido. Quería gritar, exigir por qué estaba allí y dónde estaba y que estaba pasando, pero su estómago se rebeló contra esa idea. Estaba en una posición demasiado vulnerable. No solo tenía las manos atadas, sino que sus pies y tobillos también lo estaban. No tenía absolutamente ninguna forma de defenderse. No debería llamar la atención. Demasiado tarde. Fuertes pisadas se acercaron y contuvo el aliento. A pesar de estar completamente cubierto con algún tipo de manta pesada, era perfectamente consciente de su desnudez y del dolor entre sus muslos. Sintió que una horrible oleada de miedo y nauseas lo inundaban.

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Quizás el ser que lo había violado la noche anterior, lo había traído aquí, lo había atado y quizá quería tomarlo de nuevo. Se sintió terriblemente vulnerable. Su cabeza aún estaba con la manta. Giró la cabeza de un lado a otro, pero no podía ver nada más que la manta. Temblando de miedo, permaneció inmóvil. Durante mucho tiempo, simplemente se quedó allí, sin moverse y sin ver, mientras el terror lo inundaba y los recuerdos de la violación se apoderaban de él. Su impotencia, su miedo, su dolor... la absoluta brutalidad del monstruo. Su corazón se encogió y apretó los ojos con fuerza, presionando la frente contra la piel debajo suyo. No quería recordarlo. Se quedó sin aliento, cuando las mantas que cubrían la parte inferior de su cuerpo se levantaron y algo miró por debajo de ellas. Podía sentir su aliento en su trasero desnudo y una cálida mano preparando sus nalgas para poder verlo. El aire frío quemó en la carne recientemente curada. —¡No! —Gritó con miedo, retorciéndose y presionando las piernas con tanta fuerza como pudo, pateando a pesar de que sus piernas estaban atadas con fuerza. El sonido de su propia voz fue un alivio. Las mantas volvieron a caer inmediatamente y el ser se movió para agacharse junto a su cabeza. Su corazón se estremeció en su pecho, mientras esperaba lo que sucedería después bajo las mantas. Sus pulmones tomaron aire profundamente entre jadeos, todavía faltos por aire. Apartó las mantas de su cabeza y alzó sus asustados ojos hacia el monstruo. Pero no era un monstruo. Era un hombre. Unos ojos ámbar se fijaron en él, llenos de calidez. Eran los ojos del monstruo, pero en el rostro de un hermoso hombre, un hombre muy hermoso. Estaba tan aturdido por la increíble vista, que al principio no se dio cuenta de las gruesas venas negras que surcaban su piel inusualmente pálida. El hombre se inclinó para mirar su hombro y él se echó hacia atrás. Su hermoso se frunció. —No voy a hacerte daño. Sólo voy a ver cómo estas recuperándote. Resultaste gravemente herido. ¿Puedo revisar tus heridas, por favor? Ante el recuerdo de la barbarie perpetrada en su cuerpo, su estómago se revolvió y la cabeza le dio vueltas. Era un extraño contraste con la casi extrema cortesía que el hombre mostraba ahora. Se sentía tan confundido y completamente desorientado. Débilmente se recostó boca abajo sobre las pieles. El hombre pareció tomarlo como su consentimiento.

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Sus manos eran suaves y reconfortantes, mientras se movían sobre su cuerpo, tanteando sus heridas suavemente. Su hombro todavía estaba sensible los arañazos de su espalda habían desaparecido. Se percató de que sus pulmones que hace unas horas habían estado llenos de sangre ahora estaban limpios. Lo único que quedaba de sus costillas rotas era un ligero dolor en su esternón. Su laringe aplastada, estaba nuevamente intacta. El hombre apartó las mantas a un lado y luego terminó el examen entre sus piernas. Su cara palideció, pero de mala gana permitió que sus muslos se abrieran. Un dedo tanteó su culo y el músculo se apretó fuertemente contra el intruso. Incluso su esfínter estaba intacto... dolorido pero intacto. Su pierna ya no estaba rota. La mano del hombre se posó en las diminutas marcas de dientes en su pantorrilla. Eso era todo lo que quedaba de la salvaje mordisco que le había convertido en... lo que era ahora. —Estás sanando muy bien. En unas cuantas horas más, todos los rastros de tus lesiones habrán desaparecido. Su respiración se interrumpió. ¿Cómo era posible? Había visto al Kyonshi. Obviamente volvían a la vida una vez muertos, pero no sanaban. Los había visto 'vivir' con las más horrorosas heridas, entrañas colgando, sin extremidades, heridas abiertas... ellos no se curaban. Observó al hombre a través de sus pestañas, —¿Estoy muerto? Las oscuras cejas se fruncieron por la consternación. Parecía confundido por la pregunta y habló lentamente, como si tuviera miedo de disgustarlo. —Has muerto, pero no, no lo estas. —¿Qué soy? El hombre se movió para inclinarse sobre él, —Preferiría que estuvieras en una posición más cómoda, para esta conversación. Si te desato, ¿prometes no luchar o tratar de correr? Estamos en una cueva, en las montañas y rodeados por acantilados. Si deseas bajar, te llevaré, pero debes dejar que te lleve. Tu cambio es demasiado reciente, como para correr el riesgo de caerte y lesionarte. Aún eres débil y muy vulnerable. Te protegeré. ¿Entiendes? Asintió y el hombre se inclinó aún más cerca para rasgar las tiras de cuero que lo tenían atado. Lo hizo como si rompiera papel, y, sin embargo sabía lo resistente que era el cuero. Así de fuerte era este hombre. Tomo aire temerosamente, cuando el hombre e acercó, y sin embargo, encontró su aroma extrañamente relajante. En cuanto estuvo libre, se dio la vuelta y se hundió con las palmas contra la pared de dura piedra. Observó al hombre con aprensión, mientras le desataba los tobillos.

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El hombre frunció el ceño y le entregó lo que ahora se dio cuenta que era una piel suave, no una manta. —Te sentirás mejor cubierto. A los humanos les gusta cubrir sus cuerpos. Era un recordatorio de que a pesar de su apariencia, el hombre no era un ser humano. Era el monstruo que lo había violado brutalmente y lo había matado y convertido en algo diferente. Tragó saliva y tomó la piel, la extendió encima de él y dobló las piernas por debajo de ella. La voz de Nairu era suave, pero se sentía tan bien para escucharla. Era difícil de explicar lo terrible que había sido tratar de hablar y no ser capaz. —¿Quién eres? —Mi nombre es Ren. ¿Cuál es tu nombre? —Nairu. —Es un nombre hermoso. Adecuado. Tú también eres muy hermoso. Era cursi, pero se daba cuenta, de que estaba siendo sincero. Se sonrojó y el hombre sonrió. —Hermoso, hermoso muchacho. Mío. Parecía como si estuviera expresando sus pensamientos en voz alta. Frunció el ceño, —¿Qué quieres decir con tuyo? —Eres mi compañero. El hombre grande se arrodilló y le movió una mano hacia el rostro. El muchacho se echó hacia atrás, cuando la palma de su mano trazó su pómulo. Sus pestañas revolotearon y sus fosas nasales se dilataron, mientras tomaba profundas respiraciones calmantes para no gritar. Sus temblorosos dedos se cerraron con temor sobre la piel que lo cubría, como si pudiera protegerlo si las intenciones del poderoso hombre se tornaban “amorosas” de nuevo. Gimió ante el caliente propósito ardiendo en esos ojos de color ámbar. Había una parte de él que no quería nada más que para tumbarse de espaldas y someterse, y sin embargo, una parte aún más grande quería correr, tan lejos y tan rápido como fuera posible. Sacudió la cabeza, —No entiendo. Ren asintió: —Todavía no. Pero lo harás. Se movió hasta quedar de pie en la entrada de la cueva. Su poderoso cuerpo quedaba resaltado por el sol de la tarde y nuevamente le llamó la atención lo grande que era. Inhumanamente grande. Unos gruesos músculos gruesos como cables lo envolvían como cuerdas, de pies a cabeza con venas negras que se curvaban a su alrededor como tatuajes.

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Sus nalgas desnudas se flexionaban, mientras caminaba y sin embargo, parecía completamente ajeno a su propia desnudez. Su pelo oscuro era sedoso y largo y le llegaba hasta los hombros, como si no hubiera sido cortado en muchos años. Estuvo a punto de gritar aterrorizado, cuando el hombre echó la cabeza hacia atrás y aulló. El chico se aferró sus orejas, protegiendo sus oídos con sus palmas. Se sentía como si el sonido pudiera perforarle los tímpanos de tan fuerte que era. Incluso después de que Ren se detuvo, siguió resonando con fuerza. Sabía que el aullido sería escuchado en varios kilómetros alrededor, pero no le preocupaba que atrajeran a los Kyonshi. De alguna manera, sabía que ya no tenía que temerlos, siempre y cuando Ren estuviera con él. Por mucho que temiera al monstruo dentro del hombre, también sabía que los zombies no podrían competir con él. Minutos después, casi gritó de nuevo, cuando otros dos monstruos irrumpieron por la entrada de la cueva. Ren se apartó para dejarles sitio. Eran más grandes que este, uno cobrizo y otro marrón oscuro. No sabía cómo describirlos. Los gigantescos brazos le recordaban a los simios, pero la cara y el pelo eran los de un lobo mezclado con un hombre. Sus ojos brillaban. Sus colmillos descendían afilados desde sus encías negras y sus manos como patas, terminados en irregulares garras amarillas. Eran criaturas aterradoras, horribles y asombrosas a la vez. Sus grandes ojos azules los observaron, enormes en su pálido rostro, mientras se transformaban en hombres. Los dientes y las garras se retrajeron, mientras el pelo desaparecía y los músculos se contrajeron hasta que todo lo que quedaba en la boca de la cueva eran tres hombres desnudos. Ren no era el más alto, era el rubio. Era un hombre enorme como una pared de ladrillo con un rostro igual. Su gran mano se apoyaba en la cintura de un hombre moreno más pequeño con penetrantes ojos negros. Permanecieron cerca uno del otro, sus cuerpos inclinados, como amantes.

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Ren hizo un gesto hacia él, como si lo presentara y después anunció con orgullo, con el pecho fuera, —Mi compañero. Nairu. Acaba de despertar. Tiene hambre. Tengo que cazar y proveerlo. No se había dado cuenta de que tenía hambre, pero de repente la necesidad de alimentarse era casi insoportable. Su estómago vacío royó el aire en su interior. Estaba famélico. —Keitaro, quiero que te quedes y lo protejas. Tu compañero y yo volveremos con las provisiones. —Sí, Alfa—el hombre más pequeño con el cabello oscuro asintió, mientras el rubio le lamía la mandíbula con afecto. Se acariciaron mutuamente, antes de separarse. Ren cruzó la cueva hacia él. Se encogió lejos de este y sin embargo, al mismo tiempo quería quejarse y protestar ante la idea de quedarse en la cueva. No podía comprender sus propios sentimientos. Se sentía como el mismo y a la vez, completamente diferente. Era como si ahora hubiera algo más dentro de él, y ese algo, o alguien, solo quería apretarse tan cerca de Ren como fuera posible y quedarse ahí. Sin embargo, debería odiarlo. Los dos deseos contradictorios lucharon en el interior del muchacho. El hombre de más edad no permitió que luchara, mientras lo sujetaba y lo hacía presionar la nariz contra su garganta, lo que obligó inhalar su aroma profundamente. Tranquilizó al muchacho casi de inmediato y su cuerpo se relajó a pesar de su miedo. —Volveré pronto. Voy a cuidar de ti, tesoro mío. Te demostraré lo buen proveedor y compañero que soy y estarás contento conmigo—Le lamió la mejilla y se aferró a sus brazos como si quisiera mantenerlo cerca. No se dio cuenta de lo que estaba haciendo, hasta que Ren le apartó los dedos. Reiteró estoicamente, —Tengo que alimentarte. Tragó y asintió con la cabeza y luego observó con estupor, como Ren se transformaba de nuevo en el monstruo que lo había matado la noche anterior. Su lengua se sentía como algodón seco en su boca. Sus huesos crujieron y su piel se estiró. Puede que Ren no fuera el más grande en su forma humana, pero su lobo sin duda lo era. Llenó la cueva, el pelo de su cabeza rozando el techo. El lobo cobrizo seguía midiendo más de siete pies, pero apenas habría tocado el hombro de la enorme bestia en que Ren se había convertido. Sus ojos, turbulentos ojos dorados se fijaron con avidez en él, después de haberse transformado. La tierra tembló cuando dio un paso hacia él. Gimió y sacudió la cabeza frenéticamente, echándose hacia atrás, y se detuvo.

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Había tristeza en sus ojos. Se acercó a la entrada de la cueva, echó una última mirada anhelante por encima del enorme hombro y luego saltó. El lobo cobrizo le siguió. El muchacho se puso de pie y luego corrió hacia la entrada de la cueva. Se puso de pie cerca del saliente y miró hacia abajo. La caída era de al menos cien pies y los dos lobos habían aterrizado como si hubieran saltado de un porche. Observó, mientras saltaban de cornisa a cornisa, descendiendo cuidadosamente por el lado de la montaña y luego corrían a cuatro patas por el bosque. Lentamente se dio percató de una fuerte mano que aferraba su brazo como si intentara retenerlo. Se volvió y miró al otro hombre con un auténtico shock en sus ojos. Habló con una voz ronca. No era una pregunta, —Es un hombre lobo. Los hombres lobo son reales. Keitaro confirmó, —Tan real como los zombis. El otro hombre lo condujo dentro de la seguridad de la cueva. Mantuvo su mano alrededor del brazo, como si aún estuviera nervioso de que el joven saltara. Lo llevó a un montón de pieles y lo obligó a sentarse. Lo cubrió con una suave piel de ciervo y luego tomó otra para él, rasgándola fácilmente por la mitad y luego envolviéndosela alrededor de la cintura como un taparrabos. Se dio cuenta de que estaba cubriéndose por su comodidad y apreció el gesto. Se sentó y se apoyó contra la pared de la cueva y lo fijó con una mirada directa, —Tienes preguntas. Voy a responderlas. Preguntas. Sí. Tenía unas cuantas. El problema era elegir una a la vez. Permaneció sentado durante un momento. El otro hombre esperó pacientemente. Lo dijo de nuevo, casi para convencerse de que realmente había sucedido. —Morí. Ren me mató. —Sí. Pero el Alfa hizo lo que era necesario para cambiarte, para reclamarte como suyo. Su voz tembló, —Me violó. —Mi compañero hizo lo mismo conmigo. Justo antes desgarrarme la garganta. Y sin embargo, había visto cuan afectuoso era el lobo cobrizo con el hombre más pequeño. Su voz se quebró de nuevo, —¿P-por qué? Keitaro suspiró, —¿Qué sabes acerca de los Kyonshi?

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—Sé que están muertos, reanimados por algún tipo de virus. No sangran ni sienten miedo o dolor, pero tienen hambre todo el tiempo. Solo pueden ser asesinados por decapitación, y si eres mordido, te conviertes en uno de ellos. —¿Alguna vez has oído hablar de la corporación Seon? Asintió Por supuesto que había oído hablar de ella. Era el equivalente japonés de Industrias Honeywell. Hacían todo, desde lápiz de labios hasta cohetes espaciales. —Ren era el director ejecutivo. Trabajé a su cargo, como asistente personal. Souda, mi compañero, era el jefe de su seguridad personal. Estábamos en Tokio, cuando comenzó el brote. Ren desvió inmediatamente todos los recursos que tenía, para curar la enfermedad o el desarrollo de una vacuna. Por desgracia, el virus tenía semejanzas increíbles con el virus del sida. No solo se infiltró en cada célula, sino que también les cambió a nivel genético y molecular. Resultó imposible de erradicar. Se utilizó la investigación que se había hecho en el virus del sida como base. No se intentó eliminar el virus, sino más bien neutralizarlo, para inocular el cuerpo con un segundo virus similar que repararía el daño causado por el primero. Para esto nos volvimos al virus Lycan. La cabeza del niño zumbó, con toda la nueva información, —Espera, ¿sabían sobre los hombres lobo? —Sí. Aunque son poco comunes y muy difíciles de atrapar, capturamos uno con vida hace varios años. Murió durante el transporte, pero no antes de que pudiéramos extraer el virus de su sangre. También se transmitía por la sangre, saliva y el semen, y cambió las células de las personas infectadas a nivel molecular. Ren consideró que el virus era demasiado peligroso para ser de alguna utilidad clínica, hasta el estallido. Lo probamos por primera vez en ratas infectadas con el virus “zombi” y mostraron una resistencia increíble al primer virus. Sus cuerpos mostraron tasas increíbles de regeneración celular, y sus capacidades cognitivas se mantuvieron intactas, aunque algunas características zombis se mantuvieron. —¿Cómo el hambre?—Preguntó, hambriento. Era casi insoportable.

aferrando

su

estómago.

Estaba

—Sí, el aumento del apetito es un efecto secundario, y aunque el nuestro podemos saciarlo comiendo, ellos no pueden. Encontraras que tus instintos y deseos básicos son mucho más difícil de ignorar. Y posiblemente hayas notado el color oscuro de la sangre.

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Keitaro señaló su pecho desnudo y las gruesas venas negras que lo cruzaban y se enroscaban en los lados de su cuello. Observó sus propios brazos, notando por primera vez, que sus propias venas habían comenzado a tomar un color azulado oscuro. —Estábamos en el proceso de elaboración del suero para uso humano, cuando el centro de investigación fue asaltado. Los tres fuimos heridos en nuestro intento de llegar al helicóptero de emergencia en la azotea. Ren y Souda fueron mordidos. Se estaban muriendo debido a las heridas. Desesperado, los inoculé a ambos con el virus Lycan antes de sacar el helicóptero de la ciudad. A las pocas horas murieron. Pensé que había fallado. En mi miseria y dolor, estrellé el helicóptero intencionadamente como una forma de seppuku8. Me desperté más tarde para encontrar a Souda encima de mí, dentro de mí, pero no era el Souda que conocía. Su cara era la de un monstruo. Aunque mi cuerpo estaba ya mortalmente herido desde el accidente, Souda me violó, eyaculó dentro de mí y luego me mató. Contuvo las lágrimas y se encogió, recordando que Ren había hecho lo mismo con él. Keitaro se inclinó hacia adelante, —No te estoy contando esto para disgustarte. Instintivamente, Souda sabía que era la única manera de salvarme. El joven sollozó, —¿Por qué? —Debido a que, si bien el virus está presente en la saliva, sangre y el semen, y se puede pasar por los tres, la concentración es en el semen, con mucho, la más alta. Al violarme, desgarrándome internamente y luego eyaculando en las heridas, mi compañero se aseguró de que la mayor cantidad de la carga viral activa, estaba en mi torrente sanguíneo cuando morí. Esto aseguró que me despertara de forma rápida y con las mínimas secuelas. Mírate, Nairu, observa tu cuerpo, ¿puedes si quiera sentir tus heridas? El niño miró su pierna, la pantorrilla donde el Kyonshi lo había mordido. Se tocó las costillas, la garganta y se removió sobre el trasero. No sentía ningún dolor en absoluto. Se sentía débil y tembloroso, pero estaba curado, completamente. Lo único que quedaba era el hambre voraz. —Siempre será así. Cualquier herida que sufras, se curará rápidamente, casi al momento, si te has alimentado recientemente. El dolor y el miedo se convertirán en algo más abstracto con el tiempo, porque no existe nada que puede lastimarte y nada que temer.

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Método samurái de darse una muerte ( suicidio) honorable.

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—Lo que te ocurrió, parece brutal y aterrador ahora mismo, pero pronto lo comprenderás mejor. Nada puede matarnos, ni siquiera la decapitación, pues los virus te han cambiado a nivel molecular. Córtate la cabeza, te crecerá otra. El virus zombi nos mantiene vivos, mientras que el virus Lycan regenera nuestros cuerpos. Con los dos, somos prácticamente invencibles. —Cuando llamas compañero a Souda, ¿qué quieres decir? ¿Algo como tu marido? Keitaro asintió afirmativamente, hizo una pausa y luego negó con la cabeza, —No, no es exactamente lo mismo. Un matrimonio humano es serio, los votos tienen significado, pero puedes dejarlos de lado. Puedes cambiar de opinión. Convertirse en compañeros literalmente significa convertirse en uno. Vives y respiras para el otro, totalmente dedicado. Parece que hay algunas cosas acerca de los lobos que se transmiten genéticamente. El apareamiento de por vida es una de ellas, como el comportamiento de manada y una necesidad profundamente arraigada de obedecer y complacer al Alfa de la manada. Ren es nuestro Alfa. Como su compañero, se te considera una extensión de él, la segunda mitad de nuestra pareja Alfa. Hemos estado esperando que te encuentre durante mucho tiempo. Frunció el ceño, —¿A mí? ¿Pero por qué? Keitaro movió su mano a los ojos, como si fuera a tomar un par de gafas que no estaban allí. Se rió entonces, —Los viejos hábitos son difíciles de cambiar— Se frotó la frente con torpeza y continuó, —A Ren le resulta más difícil que a Souda y a mí mantener su humanidad. Creo que es debido a la falta del enlace de pareja. Souda me mantiene conectado. Él es mi ancla, y yo soy lo mismo para él. Tener una pareja es como la piedra angular de tu lado humano. Ren… por decirlo suavemente, ha tenido problemas con la suya. Hasta hoy, han pasado muchos meses desde que vimos a Ren tomar forma humana. Nos preocupaba que lo estuviéramos perdiendo. Pero ahora te tiene y estamos muy contentos. Le sonrió con calidez, pero él tragó con fuerza, —¿Y si… y si yo no quiero que me “tenga”? ¿Qué pasa si no quiero ser su compañero? Keitaro frunció el ceño, —Si vas a rechazarlo, quedaría desolado, pero no menos enamorado de ti. Pero creo que subestimas la fuerza de tu enlace con él. Te convirtió. Es tu señor y te ha reclamado, dispuesto o no, eres su compañero. En los lobos eso tiene un significado, y los instintos serán casi imposibles de negar. Te sentirás atraído hacia él, incapaz de resistirte. Con el tiempo, te resultará doloroso separarte de él, incluso por cortos períodos de tiempo—Se movió incómodo y se dio cuenta de que Keitaro estaba hablando desde la experiencia.

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—No lo puedes comparar con estándares humanos, ya que no lo es. Pronto lo comprenderás. Ren-san será un buen compañero para ti, Nairu. Será completamente tuyo y tú serás completamente suyo, como debe ser. Es bueno. Ya lo verás. No lo veía. No podía. Ren podría haber salvado su vida, pero lo que había hecho para lograrlo, era imperdonable. Se acurrucó debajo de las pieles y presionó sus palmas contra sus sienes. La información que Keitaro le había dado, tenía su cabeza dando vueltas, incluyendo el dato de que lo que lo que sea que Ren fueran él lo era también. Iba a convertirse en uno de esos monstruos, un hombre lobo zombi. ¿O un zombi hombre lobo? Era demasiado que asimilar. Lagrimas saladas ardieron en sus ojos. Keitaro estiró el brazo y dio unos golpecitos en las pieles que lo cubrían. —Ahora permaneceré en silencio para permitirte procesar lo que te he contado. No juzgues al Alfa con demasiada dureza, pues por lo que he podido ver, ya te ama y él no es la clase de hombre que ama fácilmente. No dijo nada y Keitaro permaneció en silencio.

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Capítulo 7 No pasaron diez minutos cuando Souda y Ren regresaron, arrojando dos grandes cadáveres de ciervos antes de subir ellos mismos a la cueva. Nairu vio como volvían a sus formas humanas y Keitaro virtualmente atacó a Souda, lanzándose sobre el hombre más grande. Se besaron y acariciaron uno al otro, como si hubieran estado separados durante años. Ren los miró con anhelo, como si esperara una bienvenida similar y él bajó los ojos con torpeza. Sintió que también él debería estar feliz de que su pareja hubiera regresado, pero aún no podía llegar allí. El hombre corpulento se movió para arrodillarse frente a él, arrastrando al venado ensangrentado para presentárselo. —Para ti, mi precioso. Sé que debes tener hambre. Por favor, come por mí. Asintió. Su barriga anuló todas sus otras aprehensiones. Estaba muerto de hambre. Podía sentir su estómago gorgoteando e intentando comerse a sí mismo. Ren se inclinó y arrancó la piel de la pierna del ciervo, dejando al descubierto el músculo de su muslo. La sangre goteaba en riachuelos hacia el piso de la cueva. Se veía delicioso. Pero estaba crudo. No podía comerlo crudo. Su voz era un susurro, —¿No podríamos cocinarlo primero? Ren frunció el ceño con confusión, —¿En un fuego? El chico asintió, y aunque el otro hombre todavía parecía confundido por la petición, accedió a sus deseos —Si eso es lo que mi pareja desea, se hará. Se movió para ir a través de una pila de cosas, que obviamente habían venido del helicóptero derribado y emergió con una caja de fósforos. Antes de que pudiera siquiera parpadear, se había arrojado del acantilado de nuevo. Minutos después regresó, arrastrando una enorme rama de árbol detrás de él, como Super perro jugando a buscar. Sofocó una risita y el pecho de Ren se hinchó con orgullo, mientras la rompía con sus manos desnudas y comenzó el fuego cerca de la boca de la cueva.

El chico palideció un poco, cuando arrancó la pata del venado, desconectándola de la articulación de la cadera con un fuerte "pop", pero le pareció bastante inteligente cuando usó el fémur para sostener y tostar el muslo. La grasa chisporroteó sobre el fuego y su boca se hizo agua. Solo había estado cocinando por segundos cuando decidió que ya estaba hecho.

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El hambre combatió con su timidez y ganó. Se movió lentamente para sentarse al lado de Ren, más cerca del calor del fuego. Se congeló, cuando un enorme brazo musculoso se movió para acunar su cuerpo, aún más cerca del lado desnudo de Ren. Se sentía extraño, pero no estaba mal. Se inclinó hacia el lado del hombre mayor y le preguntó cortésmente: —¿Por favor? Inmediatamente, Ren tomó la carne de las llamas y sopló para enfriarla antes de quitarle la carne y sostenérsela en sus labios. El chico lo miró con sorpresa, hasta que notó que Souda estaba alimentando con carne cruda a Keitaro del flanco de su venado. Aparentemente, así era como los hombres lobo hacían las cosas. Abrió sus labios obedientemente y Ren colocó un trozo de carne en su boca. Lo tomó de sus dedos, masticando y luego tragándolo. Intentó recordar la última vez que había comido. Había estado en el onsen, con sus amigos. Sus amigos. Kei, Tadao, Yoshi, Fumiki, Hibiya y Mizuto. Los rusos. Se levantó con pánico y consternación. ¿Cómo pudo haberlos olvidado, incluso por un momento? Ren inmediatamente se puso de pie a su lado. —¿Qué pasa? ¿No te agrada el ciervo? Dime lo que quieres y te lo daré, mi pareja. Sus ojos dorados ardieron con la intensidad de su voto y de repente se dio cuenta de que, si bien los rusos podrían haber tenido armas, tenía un arma a su disposición que era mucho, mucho más poderosa. Fuera lo que fuese, y cualquier otra cosa que hubiera hecho, ya no le importaba, porque sabía que la bestia, Ren, podía salvar a sus amigos. Se giró hacia él y se aferró desesperadamente a las manos de su compañero, —Necesito que salves a mis amigos... mi manada. Fuimos atacados por hombres malos, fueron los que me lastimaron y me enviaron al bosque a morir. También van a lastimar a mis amigos. Por favor, ¡tenemos que salvarlos! El hombre gruñó con enojo y apoyó la frente para apoyarla en la suya, —Si te hacen daño, los lastimaré. Morirán gritando. Les arrancaré la cabeza de sus cuerpos, te bañaré con su sangre y te deleitarás con sus corazones. ¿Es esto lo que quieres, mi precioso?

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Toda la idea de bañarse en la sangre y darse un banquete de corazón lo descoloco, pero sí quería a los rusos muertos. Asintió con firmeza. Ren parecía encantado. Sus ojos dorados brillaron con anticipación, mientras anunciaba a los dos vigilantes Betas: —Cambien, nos deleitaremos con carne humana. Mi compañero quiere vengarse de sus enemigos y apaciguaré su sed de sangre. Vamos. Gritó, cuando Ren lo tomó en sus brazos, cambiando al mismo tiempo. Gritó y se aferró a él, mientras las piernas de su compañero se alargaban y sus pies se levantaban del suelo. Instintivamente, se apretó aún más contra él, envolviendo sus piernas alrededor de la gruesa cintura del monstruo lo mejor que pudo. Ren se movió para pararse al borde del acantilado y se dio cuenta, de que estaba a punto de saltar. Nunca le habían gustado las alturas. La larga caída en la caverna, pareció arremolinarse debajo de él y cerró los ojos aturdidos, apoyando la cabeza en el hombro de su compañero. Los brazos de Ren lo apretaron fuertemente.

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Una monstruosa mano ahuecó la parte de atrás de su cabeza, protectoramente y una voz profunda retumbó, —No temas pequeño, porque nunca te dejaría caer. De alguna manera, el chico ya lo sabía. Asintió con la cabeza, pero aún así eligió mantener su rostro oculto, mientras el viento corría por su cabello. Pareció que cayeron por un largo tiempo. El gran cuerpo de Ren vibró cuando sus pies tocaron el suelo con firmeza y luego saltó una y otra vez, cayendo por el borde hasta que finalmente golpeó la tierra. Levantó los ojos. Podía ver a Souda y Keitaro caminando por el acantilado. La cima de la montaña parecía muy, muy lejos. No se le dio tiempo para admirar el paisaje, antes de que Ren corriera.

El hombre lobo le dio un nuevo significado a esa palabra. Volar, era más como eso. Se aferró al pelaje de su espalda, mientras los músculos grandes se entrelazaban suavemente debajo de él. Sus pies estaban en silencio y se movía más rápido de lo que podría haber imaginado que se pudiera hacer cualquier con cuatro patas. Una vez había estado en un convertible que conducía a ciento sesenta kilómetros por hora y asomaba la cabeza por la ventana. El viento lo había dejado sin aliento. Esto se sentía muy similar. El pequeño chico se agachó, enredando sus dedos en el pelo grueso, manteniendo su cara cerca de la espalda de Ren, y momentos segundos después el hombre lobo se detuvo en un pequeño arroyo. Su lengua lamió el agua y él desmontó, tambaleándose para beber algo también. Se dio cuenta de que reconocía este lugar. Fue donde lavaron sus ropas hace unos días. Los dos Betas se acercaron a ellos. Una vez más, se sorprendió de lo grandes que eran y sin embargo, eran más pequeños que Ren. Sintió un cierto estallido de orgullo ante eso. Keitaro gruñó a él, —Esperamos tus órdenes, compañero de Alfa. ¿Compañero del Alfa? Oh. Ese era él. Cierto. Sus ojos se ampliaron y tomó un palo. Lo usó para dibujar un mapa aproximado del onsen, en el barro del lecho del arroyo. —Estas son las puertas, son la única forma de entrar y están cerradas con dos enormes candados. Ren sacudió su peluda cabeza, —Las cerraduras no significan nada para aquellos como nosotros. —Ah... cierto. Está bien, una vez que entremos, habrán cuatro rusos y siete de mis amigos. Los rusos son todos rubios, pero también lo son Tadao, Yoshi y Gakkuri, así que no puedes entrar solo así. Estaban vestidos de negro la última vez, pero Tadao también usa negro todo el tiempo. Lo más probable es que lleven pistolas, pero no necesariamente. Realmente, sería mejor si pudiéramos acercarnos a una ventana y podrías dejar que te los señale. Se mordió el labio con preocupación. —Hecho. Tendremos cuidado de no lastimar a tus compañeros de manada Nairu. Asintió cuando Ren se acomodó boca abajo, en la tierra, para que el chico desnudo volviera a subir. Se inclinó para oler su pelaje. Solo el aroma calmó sus nervios. Su compañero prevalecería. Su compañero era poderoso. Mortal. Sonrió anticipándose a la violencia venidera, sin darse cuenta del cambio animal en sus pensamientos.

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Se acercaron a las puertas en silencio. No había nadie vigilando. ¿Por qué sería? Pensaron que no había nada más que zombis en el bosque. Estaban equivocados. La gran pata de Ren se acercó y tomó el candado de hierro en un fuerte agarre. Todo lo que hizo, fue apretar. Polvo de hierro marrón salpico en el suelo, cerniéndose entre sus dedos como arena. No quedaba nada cuando terminó. Se maravilló de la fuerza de sus manos, de que podía aplastar el hierro con solo sus dedos desnudos. Calor envolvió su ingle. Detuvo a Ren, antes de que pudiera hacer lo mismo con el segundo. Los humanos lo necesitarían. En cambio, le hizo romper los enlaces que estaban en cada extremo de la cadena. Esta era un poco más corta ahora, pero aún perfectamente funcional. Su infiltración en el complejo, fue completamente silenciosa. Se deslizaron por el costado del edificio, siguiendo su dirección y miraron por la ventana. Se quedó sin aliento, tapándose la boca con la mano, mientras las lágrimas le brotaban de los ojos y comenzaban a correr por sus pálidas mejillas. Mizuto estaba sobre la mesa esta vez. Estaba desnudo sobre su estómago. Un cuchillo estaba atrapado en su palma, sosteniendo su mano clavada en la mesa. El hombre con la cara llena de cicatrices, estaba entre sus piernas, follándolo cruelmente y la cara de Mizuto sufría espasmos de agonía con cada embestida. Se dio cuenta con horror, de que Hibiya también estaba en la habitación. Estaba atado en el otro extremo de la mesa, obligado a ver a su amante siendo violado brutalmente. Estaba gritando detrás de su mordaza, las lágrimas corrían por su rostro, mientras los demás se reían... ¿pero cómo habían sabido los rusos que eran una pareja? Solo los residentes del onsen lo sabían. Sus ojos se estrecharon, cuando notó a Gakkuri sentado al lado de Boris, compartiendo una cerveza y charlando como si fueran viejos amigos. De alguna manera, había encontrado una forma de congraciarse con los rusos. Tenía la sensación, de que Gakkuri habría vendido a su propia madre al diablo para salvarse. Sus ojos azules brillaron de rabia y enojo cuando se volvió e indicó en silencio cuáles debían tomar. Gakkuri fue incluido. Ren gruñó en su oído, —¿Cuáles te tocaron? Señaló a Dimitri y Vlad. Los ojos dorados del lobo gigante se fijaron en ellos brillando como si estuviera poseído. Souda estaba buscando a Boris y Gakkuri. Keitaro debía ir directamente a donde se encontraba Alex cara cortada y detenerlo o antes de que pudiera hacerle más daño al pobre de Mizuto.

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Tan pronto como se formó el plan, los lobos se movieron a las posiciones a ambos lados de las paredes. No entendía por qué no iban por las puertas... hasta que los enormes puños de Ren atravesaron las paredes como si no fueran más que papel de construcción. Los lobos arrebataron a los rusos del ryokan como niños que arrancan muñecas de una casa de muñecas. Un segundo los hombres estaban holgazaneando alrededor de la mesa de la cena y al siguiente, estaban siendo despedazados por monstruos que no podían haber imaginado en sus peores pesadillas. Ni siquiera tuvieron tiempo de gritar. Souda usó a Boris y Gakkuri para golpearlos hasta la muerte. Literalmente. Golpeó sus cuerpos como si estuviera ablandando la carne. Los huesos se rompieron y los vasos sanguíneos estallaron, cuando los órganos vitales se licuaron. Luego los tiró al suelo y los terminó con un pisotón fuerte en cada pelvis, aplastando sus bolas, testículos y todo lo demás dentro. Les cortó los dedos y los comió como Cheetos, mientras morían retorciéndose en agonía. El viejo Nairu probablemente se habría desmayado por la violencia, o habría tenido un conflicto sobre la muerte de Gakkuri, pero para el nuevo Nairu, era simple. Gakkuri había traicionado a su manada. Era un traidor. Merecía morir. Gritando. Keitaro era un poco más creativo y obviamente no tenía amor por los violadores. Inclinó a Alex sobre el porche y, con las garras en primer lugar, le clavó el puño en el culo. Para su horror y alegría, agarró algo dentro de su víctima y comenzó a tirar. Nunca había escuchado a nadie gritar de la forma en que ese estúpido sádico empuñaba un cuchillo, mientras el hombre lobo le sacaba los intestinos a través de su culo destrozado. Alrededor de un metro y medio, la cuerda carnosa, parecida a una salchicha, sus tripas se rompieron con un chasquido audible y Keitaro se metió dentro de sus entrañas para buscar más. Ren tomo a Dimitri y Vlad casi sin violencia para empezar. Simplemente giró el cuello en la base, dejándolos paralizados e indefensos, y luego se acuclilló frente a su compañero, arrodillándose. Sostuvo a los dos grandes rusos con sus enormes puños alrededor de sus cuellos, presentándoselos como un anillo de compromiso. —Para ti, mi dulce. Se rió y aplaudió con deleite. Sin que él lo supiera, sus bonitos ojos azules brillaban con la sed de sangre que comenzaba a invadirlo. Su lado humano se desvanecía rápidamente en el fondo. Su lobo recién nacido fue despertado por la violencia. Los ojos de Ren brillaron con calor. Notó por primera vez, lo hermosos que eran sus ojos.

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El chico contempló la mejor manera de honrar el regalo de su pareja, evaluándolos con calma. Los malvados humanos no eran más que carne lista para ser masacrada. Vlad y Dimitri lo miraron aterrorizados. Vlad comenzó a hablar, —Por favor, Nairu, por favor, lo siento solo hazlo rápido, te lo ruego yo... Irritado por el sonido de su voz, extendió la mano y le arrebató la lengua al ruso por la raíz. Lanzó el músculo resbaladizo al gigante hombre lobo que se lo tragó de una sola vez, como una ostra. Se veía delicioso. Decidió que quería probar y le hizo lo mismo a Dimitri. El hombre apretó los dientes, por supuesto, para tratar de evitar que lo tomara, pero se sorprendió de lo fácil que se le iban a romper los dientes y de cómo le rompió la mandíbula sin esfuerzo alguno, dejándola colgando de la articulación. Los frágiles huesos de Dimitri, no podían competir contra esas manos pequeñas e inhumanas cuando le golpeaban la cara con un crujido enfermizo, lo agarraban de la lengua y lo arrancaban con facilidad. Tomó un bocado y lo mordió pensativamente. Sus bonitos ojos azules se iluminaron de placer, mientras los gritos de los rusos gorjeaban en sus oídos. Estaba delicioso, la carne cruda, la sangre, la textura resbaladiza. Ahora se dio cuenta de todos estos años que había estado arruinando la carne cocinándola, enmudeciendo todos los deliciosos sabores y drenándola de sangre. ¡Por qué, la sangre era la mejor parte! Por supuesto, como humano, suponía que tenía que cocinar cosas, de lo contrario, su débil estómago humano se habría enfermado. Ya no tenía que preocuparse por eso. Miró a Dimitri y Vlad como si decidiera qué parte de ellos comería a continuación. Ren se inclinó y le dio un mordisco a Vlad en la mejilla. Siguió su ejemplo, hundiendo los dientes en la carne más tierna de un rostro humano. Sus ojos rodaron en su cráneo ante el exquisito sabor y textura. Tan bueno. Ren sonrió con una mueca de dientes filosos y le hizo lo mismo a Dimitri. Después de sus mejillas, le arrancó las orejas, labios y nariz para alimentarse y a su pareja. Esas partes eran poco masticables, pero saladas, como cecina Sus gritos quedaron amortiguados por la sangre que llenaba sus bocas de sus caras mutiladas, cuando miro el ojo derecho de Vlad y el izquierdo de Dimitri. Sus pequeñas garras afiladas se alargaron para romper las articulaciones nervudas de las órbitas. Travieso, arrojó uno al aire y lo atrapó como una uva en su boca. Hizo lo mismo con Ren, cuyas enormes mandíbulas se lo tomaron fácilmente del aire. No le gustaban mucho los globos oculares.

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El líquido en el interior era bastante amargo, así que dejó un ojo intacto en cada hombre. Todo lo mejor para que puedan ver lo que vendrá después. ¿Qué era lo siguiente? Trató de decidir y Ren hizo una sugerencia, —Prueba los cerebros cariño. Sesos. Sí. Se pasó la lengua por los labios con anticipación. Pero, ¿cuál era la mejor forma de recuperarlos sin acabar con los hombres? Quería que sintieran cada momento insoportable. Fácilmente podría romper sus cráneos como huevos con un golpe de sus nudillos, pero entonces su tormento sería demasiado corto. Extendió una larga garra afilada y la miró contemplativamente. Ren asintió alentador para que lo introdujera en la sien de Vlad. Comenzó a arrastrarlo en círculos, trabajando la larga garra como un abrelatas, hasta que pudo abrir la parte superior del cráneo de Vlad, exponiendo sus oscuros cerebros grises con vasos rojos que rezumaban y cruzaban por todos lados como un helado de fresa. Se veía delicioso. Tomó un bocado, de la parte superior con los dedos. El cuerpo de Vlad se sacudió espasmódicamente en mini convulsiones, cuando lo lobotomizó crudamente. Su único ojo restante tembló en su órbita, mientras Dimitri observaba horrorizado. Tomó los sesudos cerebros grises en su boca y luego gimió extáticamente alrededor del bocado. Fue increíble. Mejor que helado. Mejor que sushi, mejor incluso que los Pocky. —Oh, Dios mío —, gimió de nuevo y luego vertió un poco en la boca de Ren. Este se lamió los labios, sorbiendo los sesos como fideos. Sonrió, — ¿Están buenos, verdad? El lobo gruñó con satisfacción, —Delicioso. Le dio otro bocado y luego le dio otro a Ren con los dedos, como una pareja de recién casados compartiendo su pastel de bodas. Era dulce y súper romántico y comieron hasta el último bocado, deteniéndose en el tallo cerebral, para mantener el corazón latiendo y la sangre bombeando. Su corazón estaba revoloteando salvajemente en su pecho, cuando dejó caer el último bocado de cerebelo en la boca de Ren y el lobo se inclinó para compartirlo con él. Su lengua se hundió entre sus dientes, lamiendo los deliciosos cerebros de sus colmillos, mientras compartían su primer beso como compañeros. La sed de sangre casi había dominado por completo la parte humana de su mente. El chico retrocedió, jadeando. Ren lo miró. Sus pupilas estaban oscuras por la pasión. Sus ojos estaban iguales.

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No podía recordar cómo le había tenido miedo alguna vez. La violencia que había hecho con su forma humana, ahora parecía irrelevante. Su antiguo cuerpo fue una ocurrencia secundaria, sin importancia. Había sido débil y frágil. Esta era la forma en que estaba destinado a ser y su compañero simplemente había facilitado su transformación en él. Ren era una magnífica bestia. El monstruo era increíblemente atractivo para él, especialmente ahora, con sus ojos brillando en rojo, sus colmillos caídos, sus músculos abultados, sus garras curvadas peligrosamente. Lo había visto romper a ambos humanos y Kyonshi con facilidad. Era como un león aplastando ratones. Ren era un monstruo, pero él era su monstruo. Sabía que no tenía nada que temer con un espécimen tan magnífico como su compañero. Bestia sexy gigante. Suyo. Se lamió los labios con deseo. Como si leyera sus pensamientos, Ren dejó caer a los hombres cuyos cuellos estaba sosteniendo y cayeron al suelo como muñecos de trapo. Vlad babeó tontamente. La cara de Dimitri todavía estaba contorsionada por el horror, impotente. Lo dejarían con vida por el momento. Carne fresca para más tarde. El hombre lobo gigante estaba salvaje, respirando con dificultad y gruñendo bajo y profundo en su pecho, prácticamente vibrando, mientras daba un paso hacia él, elevándose sobre su pequeño amado. Se quedó quieto, respirando el aroma profundo y salvaje de su pareja con una sonrisa ensangrentada y traviesa. Los pequeños colmillos afilados del rubio, estaban ahora completamente erguidos. Ren comenzó a encogerse, cambiando a su forma humana, pero lo detuvo con una pequeña mano en el centro de su enorme pecho. Negó con la cabeza. Había mucho tiempo para eso, para un dulce y gentil sexo en sus formas humanas. Eso no era lo que quería esta noche. No era al hombre, sino al monstruo, lo que él quería. Quería que la bestia lo follara aquí mismo, ahora, desquiciado, rudo y resbaladizo con la sangre de su asesinato compartido. Agarró un trozo de carne, de la espalda de Vlad y se lo arrojó a su compañero, como si estuviera tratando de comenzar una pelea de alimentos. Golpeó su pecho desnudo con una bofetada húmeda y luego goteó en el suelo. Ren lo miró con sorpresa y luego agarró un trozo del costado de Dimitri y se lo arrojó, como una bola de nieve. El chico agarró la carne sangrante y comenzó a engrasarse con ella como una esponja, bañándose en la sangre de sus enemigos, justo como Ren le había prometido. Los ardientes ojos de este brillaron, cuando se dio cuenta de lo que él quería.

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El hombre lobo gigante se inclinó, le cortó la garganta a Vlad y tomó al ruso grande por los tobillos. Sangró como un cerdo, mientras su corazón bombeaba cubos de sangre por su garganta y en un charco gigante en el suelo. Una vez que estuvo casi listo, su mano salió disparada y le arrancó el corazón que apenas latía a través de la caja torácica de Vlad. Revoloteaba como un animal indefenso, en su fuerte agarre. Lo sostuvo con ambas manos y hundió los dientes en él, como si estuviera comiendo la hamburguesa más deliciosa y jugosa que se pudiera imaginar. Excitado por la vista, Ren arrojó el cadáver a un lado como si fuera basura y avanzó con paso majestuoso, sus caderas rodando eróticamente. Se puso de puntillas y dejó que Ren quitara el resto del corazón de la boca. El aliento de su compañero acarició su rostro y sus pestañas se cerraron, mientras su compañero lavaba la sangre de sus delicadas facciones con su enorme lengua. —Te ves tan hermoso —susurró Ren en su oído. Se giró y le besó el hocico apasionadamente, —Tómame, aquí… ahora mismo. La cara lobuna de Ren se contorsionó frunciendo el ceño, —Te lastimaré de nuevo. El chico negó con la cabeza. Nada podría lastimarlo ahora. Él no podría morir. No había nada en el mundo que temer. Sus ojos azules brillaban con una luz impía, porque ahora entendía lo que era, quién era y todo lo había cambiado. Sonrió burlonamente, —No puedes herirme. Su compañero lo tomó como un desafío. Empujó al chico de espaldas contra el charco de la sangre de Vlad con un chapoteo. Se deleitó en su calidez, extendiendo sus piernas y brazos como si fuera un ángel de nieve, antes de voltearse sobre su vientre y agitar su espalda manchada de sangre a su pareja como una bandera roja ante un toro. Ren no pudo resistirse. No hubo juegos previos. Gruñó cuando tocó el suelo, la pesada masa de Ren sobre su espalda. Sus garras rasparon el barro ensangrentado a ambos lados de su cuerpo. El pequeño chico luchó bajo el peso de un inmenso lobo casi cuatro veces más grande que él, quien estaba a punto de joderlo. Debería haber estado aterrorizado, pero en cambio solo separó más las piernas en anticipación. Esto es lo que él quería. Quería a Ren desquiciado y rudo, quería que doliera y quería sangrar. El olor de la sangre era denso en sus fosas nasales, actuando como un poderoso afrodisíaco.

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El trasero regordete y redondo del chico se elevaba en el aire, mientras jadeaba de deseo. Sus caderas se inclinaron hacia arriba y su espalda se arqueó en una presentación sumisa. Ren tomó sus dedos a través de los riachuelos almibarados de la sangre de Vlad y lo usó para deslizar su polla, hasta que brillara de rojo a la luz de la luna. Sin ninguna preparación, la bestia se metió con fuerza en el pequeño culo del chico.

Gritó, cuando su estrecho orificio se extendió de repente. Los músculos y los tendones se rasgaron pero sanaron al instante. Hubo dolor, pero fue brillante y destellante e inmediatamente desapareció cuando su recto rasgado se unió de nuevo al instante alrededor de la enorme polla de Ren. El hombre lobo gimió por la tensión, pero apenas se detuvo. Golpeó despiadadamente el pequeño cuerpo del chico. La parte inferior de su cuerpo de en realidad estaba ligeramente elevada por la dureza de su pene, mientras lo empujaba hacia la empuñadura dentro de su pequeño cuerpo. En lugar de horror y dolor, esta vez fue solo placer. Aulló por la velocidad y la fuerza de la cogida brutal. Se vino solo por la presión contundente y caliente de la misma y por la forma en que Ren lo abrió y lo jodió con fuerza. Era animalista y brutal en sus embestidas. Las bolas de su compañero del tamaño de una toronja, eran golpeaban contra sus suaves muslos. Cada vez que Ren tocó fondo en él, sus rodillas nudosas se deslizaban por el barro. Era embriagador, el aroma de la sangre y el sexo a su alrededor, cuando Ren le mordió el hombro otra vez, replanteando su reclamo nuevamente, mientras gemía en éxtasis por la jodida áspera e impaciente. Él orgasmo duro, una y otra vez, corría casi continuamente a borbotones de su pequeño pene rosado cuando el nudo de Ren comenzó a hincharse dentro de él. El bulto estaba comprimiendo su próstata. La boca del chico estaba abierta y su lengua colgaba como un perro, mientras se estremecía impotentemente alrededor del nudo que crecía dentro de él.

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Ren continuó empujando dentro de él, solo que ahora su culo estaba pegado al nudo, por lo que cada empuje empujó al chico hacia adelante y luego lo arrastró hacia atrás a través del barro. Su polla se puso rígida y le levantó la parte trasera del suelo, mientras el gran nudo continuaba creciendo, extendiendo su ano cada vez más, incluso cuando la mayoría del nudo permanecía incrustado en su dulce cuerpo. Su vientre se hinchó, mientras seguía creciendo y gritó cuando oyó que se le rompía la pelvis. Su culo estaba más ancho como si tuviera un bebé. Finalmente, alcanzó su tamaño máximo y Ren agarró sus caderas mientras se venía, bombeando grandes cantidades de semen en el chico, llenándolo a capacidad máxima casi de inmediato. La presión comenzó a crecer pero su recto, se abrazó herméticamente alrededor del nudo y el semen comenzó a juntarse, llenando sus intestinos, rezumando en su estómago, haciéndolo hincharse hasta que pareció embarazado y finalmente tosió semen blanco lechoso en el suelo ensangrentado. El rojo y el blanco se arremolinaban maravillosamente. Gimió de placer, incluso mientras salía de su boca, colgando de sus labios. Estaba literalmente lleno hasta el borde con la semilla de su compañero. Ren se derrumbó en el suelo a su lado, girando y llevándose al chico con él, su nudo todavía incrustado en el agujero sobre estirado. Su hueso pélvico había sanado, tan pronto como se rompió, por lo que el nudo quedó atrapado dentro de su pequeño cuerpo hasta que se cayó por completo. El chico siguió gimiendo de placer, mientras el esperma manaba de cada uno de sus orificios. Finalmente estaba satisfecho. Era confuso y doloroso, se doblaba y aullaba, pero había sido perfecto. Su cuerpo se retorció, cuando se volvió para mirar a su compañero con expresión soñadora. Su Ren. Los ojos azules brillaron al admirar a la hermosa bestia; la forma en que su enorme pecho se elevaba y su gruesa mandíbula se apretaban. Fue perfecto. Él era perfecto. Vagamente se dio cuenta, de los gemidos que llegaban a su lado y notó que Keitaro y Souda se movían como conejos. Su pelaje era resbaladizo y brillaba con sangre, cuando el lobo más pequeño levantó sus caderas y tomó todo lo que su compañero tuvo que darle. Estaba aprendiendo rápidamente, que a los hombres lobo zombis les gustaban tres cosas; cerebro, sangre y sexo. Ren los movió para apoyarse contra la pared del onsen. Él enganchó su brazo alrededor de la cintura del chico, pero también en parte lo arrastró por el suelo por el nudo atrapado en su culo. Se sentía increíble, con la cantidad justa de presión, manteniendo el semen en su cuerpo y dejándolo que lo absorbiera todo.

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El chico feliz se retorció en su regazo, metiendo la cabeza debajo de su barbilla, mientras se sentaban y disfrutaban el aire fresco de la noche y la sangre refrescándose en su piel. Ren olfateó su cabello y resopló, "Mío", en la parte superior de su cabeza. No podría haber estado más de acuerdo, pero Ren también era suyo. Levantó la muñeca de su pareja hasta su boca y mordió fuerte. La herida sanó casi de inmediato, pero lamió la sangre de su compañero con pequeños suspiros de contento deleite. Ren le lamió la oreja, —¿Todavía tienes hambre, mi amor? Hizo una pausa, regurgito un poco más de semen y luego asintió. —Podría comer. El largo brazo del Alfa salió y atrapó al todavía débil Dimitri por el tobillo. Arrastró al hombre grande por la hierba hacia ellos y suspiró feliz, salivando ya. Fue perfecto, como tener comida china sobrante en la cama después de una buena relación sexual. Quitó la parte superior del cráneo del ruso con su garra de nuevo, pero antes de que pudiera darle un mordisco, Ren le arrancó la mitad superior del cerebro. Fue como morder la parte superior del cono de helado nuevo de alguien. Lo fulminó con la mirada, —¡Oye! Ren se lamió la mejilla con pena y luego se inclinó, agarró las costillas de Dimitri y las apartó con un crujido gigante. —¿Alguna vez has probado las costillas? Le mostró cómo sumergir las costillas en el cerebro, usándolo como una especie de salsa y quitándole la carne del hueso con los dientes. Estaba delicioso. Dimitri emitió deliciosos jadeos y gemidos, mientras le quitaban los órganos y se eran dados como comida de un banquete de bodas para recién casados. Ren y él se miraron profundamente a los ojos. Ren acarició la carne desnuda del chico ociosamente, untándola con sangre, haciendo que su piel brillara negra a la luz de la luna. Se sentía bien, que estaban juntos. La idea de estar sin su pareja era ahora impensable. Finalmente susurró, —Estaremos juntos para siempre, ¿verdad? Ren inclinó su cabeza hacia abajo, con una sonrisa tranquilizadora. —Mientras vivamos, y eso, será un tiempo muy, muy largo. Sonrió felizmente. El lobo cambió completamente a su forma humana y su nudo se deslizó libremente. Semen brotó de los pliegues sobre estirados por el sexo y Ren acarició la carne arruinada entre sus piernas con dulzura mientras sanaba. Estaba decepcionado, pero contento, porque finalmente pudo darse la vuelta y besar a su pareja correctamente.

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Los labios humanos se encontraron y se separaron cuando sus lenguas se entrelazaron. Podía saborear la sangre y la carne en su boca, pero sobre todo, el aroma embriagador, que eran todo Ren. Casa. Seguridad. Compañero. Por supuesto, en ese momento particular sus amigos decidieron salir del onsen e investigar. Se detuvieron y miraron en estado de shock. Parpadeó hacia ellos. El pequeño rubio estaba desnudo, cubierto de sangre desde las cejas hasta los dedos de los pies, sentado en el regazo de un hombre grande y extraño, también desnudo y cubierto de sangre, y junto a ellos estaban los cadáveres horriblemente mutilados de dos rusos muertos. Detrás de ellos había otros tres cadáveres y dos hombres lobo sobre los restos. Mizuto estaba siendo llevado entre Hibiya y Yoshi, cojeando dolorosamente con su mano vendada. Fumiki se asomó por detrás de ellos. Kei y Tadao fueron los únicos lo suficientemente valientes como para acercarse al chico, con los inhumanos y brillantes ojos azules. La voz de Kei tembló de miedo, — ¿Nairu? ¿Dónde has estado? ¿Qué pasó? ¿Estás bien? Ignoró la pregunta de Kei y miró a Ren con nostalgia, rogando con las manos: —¿Podemos? ¿Por favor? Su compañero besó su mejilla cariñosamente y alisó su cabello rubio hacia atrás, —Como si pudiera negarte algo. Por supuesto, tus amigos son bienvenidos en nuestra manada. Sonrió radiantemente y luego dos pares de ojos brillantes se movieron para asentarse ominosamente a los chicos, que estaban de pie nerviosos en el porche. Kei fue el primero, por supuesto. Terminó de cambiar a su forma de lobo y mutiló a su mejor amigo salvajemente. Lo mordió profundamente, varias veces, por todo su cuerpo, asegurándose de obtener mucha saliva en cada herida, antes de arrancarle la yugular. Lo hizo tan rápido como pudo. No deseaba ver sufrir a su mejor amigo, por supuesto. Colocó suavemente el cuerpo mutilado y sangrante de Kei en el suelo, a la luz de la luna. Los otros corrieron aterrorizados, pero él conocía a su poderoso compañero y los otros Betas traerían sus cadáveres. Al final de la noche, los otros chicos estarían todos muertos. Por la mañana, todos serían de la manada.

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Omake Décadas después…. Cuando Ren era un ser humano, el olor era el menos apreciado y subutilizado de sus sentidos, pero como lobo, era tan importante para él como sus ojos y oídos. Era lo último en lo que pensaba, cuando se quedó dormido y lo primero que percibió al despertarse. Y, si el olor en su nariz no era el de su compañero, el lobo dentro se pondría muy, muy molesto. Sus sentidos despertaron lentamente y lo primero que notó, fue el olor a Nairu, maduro y penetrante en sus fosas nasales. Probablemente, necesitaba un baño para los estándares humanos, pero le gustaba el chico así. Olía... bien usado. Lo segundo que percibió, fue la sensación del cuerpo apretado de su compañero aún enredado en su nudo que se había hinchado de nuevo durante la noche. La tercera cosa, era que realmente necesitaba orinar y la constricción alrededor de la base de su polla no le hacía ningún favor a su vejiga. Nairu tenía sus pequeñas manos cerradas alrededor de su bíceps y lo estaba usando como una almohada. Gimió e intentó moverse. Su compañero emitió sonidos desagradables, somnolientos y resoplantes, como si creyera que su Alfa lo estaba dejando. Ren olfateó la parte posterior de su cuello y le murmuró: —Solo tengo que orinar bebé. Estaré de vuelta en un minuto. Trató suavemente de sacar su nudo de entre las nalgas apretadas de Nairu y el chico simplemente lo apretó con más fuerza, gimiendo y lloriqueando como si sintiera dolor. Rodó los ojos. Pequeña reina del drama. Como si ese pequeño estiramiento lo lastimara. Conocía la verdad... Nairu era un completo dolor de estómago y una puta total, hasta la médula. No había nada que amara Nairu más que la enorme polla de su compañero muy dentro de sus entrañas. Pensó que podría haber tenido algo que ver, con la forma en que lo había convertido, y ahora Nairu lo ansiaba así. Él no era el único, sin duda le venía bien. Una puta sangrienta, brutal y violenta era algo que todos los hombres lobo disfrutaban. Era totalmente animalista, sin inhibiciones, sin restricciones. Pero realmente, realmente necesitaba orinar ahora. Se movió de nuevo. Nairu gruñó y le mordió el brazo. Él bloqueó sus caninos en la carne del músculo para que no pudiera alejarse de él. Los ojos dorados del chico brillaron. Bien, eso era lo que quería el cachorro, está bien.

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Sintió el vientre caliente y caliente de Nairu bajo su mano. Todavía estaba lleno y distendido desde la noche anterior con su semilla. Estaba a punto de estar mucho más lleno. Apretando sus abdominales, forzó la orina de su dura polla. Tuvo que intentarlo al principio, pero una vez que comenzó el flujo, era imposible detenerse. Suspiró aliviado mientras vaciaba su vejiga en el culo de Nairu. La extraña sensación y el hedor acre de la orina sobresaltaron a este, despertándolo completamente y gritó con ira, golpeándolo en el muslo. —¡Ren! ¿Seriamente? ¡Qué mierda! Solo acaricio su cabello, manteniendo inmóviles las caderas para poder sacar la última gota. Ciertamente no era la primera vez que se enojaba Nairu. Ni por asomo. De hecho, como la mayoría de los perros, marcar su territorio era uno de sus pasatiempos favoritos. Le encantaba follar a Nairu inconsciente y luego orinar sobre él. El chico podía oler su sudor y su semilla, pero el potente olor de la orina del Alfa duraba mucho después de múltiples lavados. Y, por supuesto, una vez que se desvanecía, solo lo marcaría con olor. Lo único que le gustaba más que marcar a Nairu, era cuando el chico se enfadaba accidentalmente. Le encantaba ponerlo boca arriba cuando estaba siendo descarado, sostener al cachorro por el cuello y joderle la rebeldía como lo haría un buen Alfa. Sabía que había tenido éxito, cuando Nairu se sometía y cubría su vientre con su propia orina húmeda, su cuerpo traicionándolo y reconociendo su dominio, aun cuando esos ojos azules todavía chispeaban con insolencia. Oh, sí, le encantaba cuando Nairu se mojaba, y también le encantaba mojar al chico en su propio hedor. Esta era la primera vez, sin embargo, que había marcado el interior de su pareja. Definitivamente no iba a ser el último. Demonios, incluso podría despertarlo así a partir de ahora. Ciertamente era conveniente. Suspiró, cuando terminó. Nairu estaba saltando y retorciéndose en el nudo como si estuviera siendo electrocutado, —¡Arde! ¡Tu hijo de puta! ¡No puedo creer que hayas hecho eso! Sus movimientos solo estaban haciendo que se pusiera más duro, su pequeño trasero rozaba sus peludos muslos. Estaba moviéndose y retorciéndose lo mejor que podía de lado, de espaldas a él, con el culo tapado. Podría escaparse si realmente quisiera, pero Ren sabía que no quería hacerlo. Él solo estaba siendo dramático. Decidió poner fin a su pelea y rodó sobre él. —¡Ummmm! —Gritó Nairu en las mantas, mientras lo aplastaba contra el colchón con todo su peso.

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Le mordió y lamió la oreja, —¿Estás lleno bebé? Nairu giró su rostro hacia un lado, aunque su voz todavía estaba amortiguada. Estaba sin aliento por el peso en su espalda, —Siento que voy a explotar. —Fuiste hecho para esto. Hecho para ser rellenado y estirado por mi polla. —Maldito. Lo castigó con un duro golpe en las tripas y el chico se arrepintió de inmediato, —¡No más! Él lo follaba de nuevo, duro. Parte de la orina se escapó de su culo, se derramó entre sus muslos, los mojó y resbaló. —¡Por favor, Ren! ¡Estaré enfermo! ¡Y tengo que ir al baño! El lobo gruñó en su oído, —Ven aquí. Lo arrastró hacia arriba, inclinándose hacia atrás y tirando de Nairu en su regazo, con las piernas abiertas. Le apretó el estómago, yendo de suave a fuerte, presionando con fuerza contra el vientre redondeado del chico. El pis que calentó sus entrañas y lo llenó por completo fue forzado a salir de su agujero y enviado a verterse por sus piernas y empapandole la entrepierna. Lo jodió, empujando la vejiga llena del chico mientras gruñía, —¿A quién perteneces? Nairu jadeó, —¡A ti, Alfa, a ti! —Eso es correcto. Mío todo mío. Pasó la lengua por la parte posterior del esbelto cuello de Nairu y por el ángulo de su mandíbula, siguiendo las venas azules que formaban su pálida piel. No sabía por qué sus venas eran negras como la tinta y las de Nairu eran azules. Sin embargo, era hermoso, el delicado color se adaptaba a su lindo compañero. El Alfa dentro de él gruñó, —Sométete a mí. Con un gemido, Nairu obedeció. Su polla estaba dura, pero él estaba reclinado hacia atrás, por lo que la orina salpicó su pecho y su barriga y cayó sobre la cama, mezclándose con la de su Alfa. El aroma de su pis era cálido y salado, carecía del desagradable olor acre de los Alfas. Su hedor abrumaba fácilmente a Nairu. El lobo dentro de él estaba muy contento con la fácil sumisión de su compañero hacia él, reconociendo su dominio. Envolvió sus brazos alrededor del chico y lo jaló hacia su regazo, todavía atado, mientras Nairu continuaba orinándose, orinando sobre sus bonitos muslos y empapando la cama.

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—Buen chico, muy bien —, lo elogió, mientras frotaba el estómago de Nairu y luego lo presionaba, haciendo que la orina saliera de la punta de su bonita polla. Había una bonita vena azul que giraba por la parte inferior de la misma, pero no podía verlo desde su posición. —Me excitas mucho. Quiero follarte tan duro que mi polla te ponga al revés—volteó su cabeza hacia la garganta de Nairu y mordió suavemente el delicado tendón en el costado, —Me vuelves loco. Los traviesos ojos azules brillaron, —Me gusta cuando te vuelvo loco.

73 Le dio unas palmaditas en el culo y luego levantó al chico de su polla con un ruido sordo. La orina y el semen se vertieron de la abertura del chico. Hubo algunas gotas de sangre, pero la carne rasgada sanó rápidamente. Nairu estaba más molesto por la condición de la cama. El colchón estaba completamente arruinado. El marco había cedido un poco durante su vigoroso acto sexual de la noche anterior. El chico se encogió de hombros, —Otro que muerde el polvo. No fue el primero, ni sería el último. La cantidad de colchones destruidos que dejaron a su paso, solo fue superada en número por el recuento de cadáveres. No era como si los antiguos propietarios necesitaran las camas, de todos modos. Se encogió de hombros despreocupadamente, mientras se ponía de pie y se desperezaba bajo la cálida luz de la mañana que entraba por las ventanas de la granja. Nairu se lamió los labios al ver la desnudez de su pareja. Se inclinó hacia atrás y abrió sus piernas en una clara invitación, mostrando su prístino y rosado, engañosamente virginal agujero, para que su compañero pudiera destruirlo una vez más.

Los ojos del lobo brillaron desde debajo de la superficie, pero anuló a la bestia. Arrojó un par de pantalones a la cabeza de Nairu y sonrió, —Te daré toda la polla Alfa que puedas manejar, más tarde, pero todo el grupo nos está esperando afuera y tenemos que irnos. Nairu saltó desnudo al otro lado del piso y se asomó por la ventana. Sonrió, —Debieron haber encontrado algo de gasolina. Supuso que la manada había tomado lo que quedaba en el equipo agrícola. Eran expertos en cosechar la gasolina que quedaba en los cientos de miles de autos abandonados que obstruían las carreteras interestatales y secundarias. Esa fue la razón por la cual la manada montaba motocicletas en lugar de conducir autos, por lo que podían maniobrar alrededor de las obstrucciones. Las diversas variedades de motocicletas, estaban retumbando y listas para funcionar. Su gigante Harley estaba enfrente, todo de cuero negro, reluciente cromo y líneas elegantes. El resto de la manada, los estaba esperando. Parecían una pandilla de motociclistas trastornados, que era lo que realmente eran: un grupo de locos hombres lobo zombis, que recorrían el país para atrapar zombis y ayudar a los supervivientes. Para cada plaga, tenía que haber un depredador. Para los zombies, su manada de lobos era eso. Estaban reconstruyendo lenta pero seguro, un mundo que fuera seguro para los humanos que habían sobrevivido. Eran la forma de la naturaleza de restablecer el orden y mantener el equilibrio. Nairu quería llamar a su manada 'Los exterminadores', pero hizo valer su cargo. Fue con los clásicos y eligió Hells Angels. La manada de lobos hizo el trabajo de los ángeles, pero eran monstruos directamente del infierno. Sus números habían crecido desde que abandonaron el onsen, pero no por mucho. La manada original había comenzado con Nairu, Keitaro, Souda y Ren y los otros seis chicos. Había agregado un hombre de negocios que encontraron muriendo en la carretera y Fumiki rápidamente lo había reclamado como su compañero. Mizuto y Hibiya estaban juntos todavía. Kei y Tadao se habían apareado poco después de ser convertidos. Yoshi había estado solo durante mucho tiempo, casi cinco años cuando se encontraron con un nido de supervivientes. Se había enamorado de una niña china llamada Mai Long. La que había elegido convertirse voluntariamente y era una patea culos absoluta, totalmente letal con una espada. La manada le dio a la mayoría de los humanos la opción de ser convertidos, solo forzándose a morderlos cuando ya estaban muriendo. Muchas personas no querían la mordida, pero muchas más sí. Nadie quería vivir como presa en un mundo todavía lleno de zombis devoradores de hombres.

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Estimó que habían girado varios cientos en las últimas décadas. Se habían establecido otras manadas. Los territorios habían sido bien delineados para no pisarse los dedos del pie. Cada manada estaba encargada de mantener a la población zombi controlada en sus territorios. El suyo incluía Tokio y varios cientos de millas en todas direcciones, aunque en realidad todo el Japón le pertenecía, porque todos los demás Alfas todavía respondían a su padre, Ren. Él no respondía a nadie, sino a su compañero. Nairu se miró los pantalones y luego olió el hedor de la orina con la que o había marcado. Sus pálidas piernas estaban veteadas de fluido amarillo pegajoso. Arrugó la nariz, —¡Apesta! No hay forma de que me pueda poner los jeans sin ensuciarlos. Estaban en un viaje de exterminio de zombis de rutina. Todavía no se volvía a encender la electricidad en esta sección de Japón, por lo que no había agua corriente. Había un pozo. Hizo un gesto y Nairu suspiró. Brincó sobre el alféizar y saltó desde la ventana que estaba en el segundo piso, con un rebote. Se metió la ropa debajo del brazo y lo siguió. Los dos hombres lobos desnudos se lavaron con agua helada extraída del pozo. Cuando estuvieron razonablemente limpios, se vistieron y fueron a buscar a su manada. Keitaro se inclinó profundamente, —¿Cómo estuvo tu noche, Alfa? Sonrió lascivamente, —Excelente, ¿y la tuya? —Ruidosa, señor. Nairu se rió de eso. Cada noche con su manada era ruidoso. Los lobos se alimentaban y follaban como si lucharan. Ruidosamente. Siempre que fue posible, le gustaba conseguir alojamiento lejos de la manada para obtener no solo privacidad, sino también para alejarse de la fornicación increíblemente fuerte, que ocurría después de la puesta de sol. El aullido podría durar horas. Bostezó y se estiró, —¿A dónde vamos hoy Keitaro? —Según los informes, ha habido una actividad significativa de zombis hacia el oeste de Yotsukaido9. —Entonces nos dirigimos al oeste. —Sí señor.

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Yotsukaidō es una ciudad localizada en Chiba, Japón

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Souda y Keitaro sacaron un gran mapa en papel y comenzaron a discutir las opciones de ruta en silencio, con sus cabezas juntas. Encendió un cigarrillo y disfrutó del humo de la mañana mientras Nairu hacía su ronda matutina, charlando alegremente con sus amigos. Observó al chico con ojos hambrientos y celosos. La verdad era que, mientras los chicos eran su manada y se preocupaba por todos y cada uno de ellos, podía dejarlos atrás todos los días siempre que tuviera a Nairu.

76 Su compañero era su tierra y la gravedad que mantenía el suelo bajo sus pies. Recordaba bien los dos años pasados en el bosque solo. Había tenido a Keitaro y Souda, por supuesto, pero no había sido lo mismo y con el tiempo, tuvo que convertirse en mucho más monstruo que en hombre. Nairu lo había convertido nuevamente en un hombre; un hombre mejor que incluso cuando había sido humano. Su chico tenía un sueño, donde los zombis se extinguieron y los humanos fueron libres de vivir en paz nuevamente, protegidos por los lobos. Estaba decidido a hacer que eso sucediera, tanto como se podía hacer que ocurriera con el virus todavía desenfrenado. Lo que su querido chico quería, lo conseguiría. Complacer a su compañero le ocasionaba muchísimos problemas, pero los beneficios valían la pena. Nairu finalmente se acercó a él, sus amigos le dieron unas palmaditas en la espalda y lo empujaron felizmente, mientras caminaba hacia el frente del grupo. Ninguno lo maldijo por cambiarlos. Nairu había tratado de disculparse y lo abucheaban cada vez que lo intentaba. Eran todos hombres jóvenes, en la flor de la vida y ninguno hubiera querido vivir el resto de sus vidas pudriéndose detrás de una pared en la cima de una montaña. Gracias a Nairu ahora tenían vidas llenas de pasión, sexo y aventuras constantes.

Apagó su cigarrillo con la punta de su bota de motorista. Palmeó su regazo, —Siéntate aquí bebé.

Nairu gimió lastimeramente, —¡Aw Ren! ¡Vamos, deja que me siente detrás de ti! El hombre mayor sacudió la cabeza con firmeza, —Absolutamente no. Algo sobre el viento y las vibraciones siempre ponía a dormir a Nairu cuando montaba en el asiento trasero. Después de la tercera vez que este se había caído de espalda a más de ochenta millas por hora, había tenido suficiente. El chico podría sanar en segundos, pero no le complacía verlo correr, su bonita piel arruinada por las quemaduras de asfalto. Así que ahora, Nairu siempre se sentaba al frente, con él cambiado a su forma de lobo para sostenerlo y protegerlo. De esa forma, cuando Nairu se dormía, y siempre lo hacía, no era un problema. Y solo para estar seguro, incluso le hizo usar un “cinturón de seguridad”.

Cambio cuando monto la motocicleta, sus brazos alargándose, su pecho sin pelo y sus brazos llenos de espeso cabello negro, ensanchándose y alargándose hasta que el hombre lobo más grande del mundo estaba sentado encima de una enorme Harley. Sonrió de oreja a oreja, cuando Nairu se lamió los labios, con las pupilas abiertas de par en par mientras el pequeño chico miraba a su monstruoso compañero. Sabía que el chico se sentía atraído por su forma humana, pero Nairu descubrió que la bestia era absolutamente irresistible.

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Se bajó la cremallera de los pantalones y dejó que su enorme y venosa polla se soltara, provocándolo aún más. Palmeó su regazo otra vez y Nairu obedientemente se acercó. Con los ojos muy abiertos, miró su gruesa erección de pie, orgullosa donde sabía que se esperaba que se sentara. A pesar de sus quejas, el chico estaba prácticamente salivando. Asintió para que se subiera. Sus ojos dorados brillaron, —Ya sabes el ejercicio, cariño, tienes que ponerte el cinturón de seguridad por seguridad. Nairu negó con la cabeza, —¡Pero estos jeans son nuevos! Realmente necesitaba conseguir un par de chaps10 de cuero. Protegería esas lindas piernas del tortuoso calor del motor de la motocicleta y dejaría sus partes bonitas expuestas y vulnerables. Mierda. Nairu estaría caliente en eso. Su polla se crispó. Una mano con garras se extendió entre sus piernas y se enganchó en la áspera tela de la entrepierna de Nairu cuando la abrió, cortando la parte trasera de los pantalones de su compañero de popa a popa. Sonrió, —Ahora no lo son. El chico pateó y se movió, pero no era rival para la forma de lobo de su compañero. Lo tomó por la cintura con sus enormes garras y le acercó las nalgas pálidas y regordetas a la cara. La manada aplaudió a su Alfa, chillaron y gritaron lascivamente, mientras Nairu forcejeaba. No había nada que no hubieran visto en este momento. Lo inclinó hacia delante y la costura de sus pantalones se abrió aún más para poder mover su larga y áspera lengua dentro de la arruga del ano de Nairu, llenándola con su espesa saliva. La manada entera aulló al unísono, mientras dejaba caer a su compañero, empalando despiadadamente al chico retorciéndose en su polla y luego pateando su motor en un solo movimiento. El poderoso estruendo se transmitió de inmediato a través de la motocicleta y hacia su polla, haciéndola vibrar dentro del apretado agujero del pequeño rubio. Los dientes de Nairu castañetearon y sus ojos se cruzaron. Sonrió. El chico ciertamente no estaba en peligro de quedarse dormido, al menos durante la primera media docena de orgasmos. Para entonces, habría hecho un nudo dentro de él, haciendo imposible que se cayera. El Alfa aulló alegremente, empujando su puño en el aire mientras sacaba la Harley del camino de entrada y en la carretera, su manada siguiéndolo.

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Nairu cerró los ojos, dejando caer su cabeza hacia atrás, mientras sus brazos se abrían para atrapar el aire. Se inclinó hacia su pecho, totalmente confiado y en paz. Una de sus enormes garras se movió hacia arriba para acariciar su cuello y su garganta, sus monstruosas garras dibujando círculos sobre la suave piel. Sonrió al sentir que Nairu inclinaba la cabeza hacia atrás y besaba la parte inferior de su hocico, sus pequeños dedos se enroscaban en el. Inclinó la cabeza hacia abajo para mirar a los ojos del chico y sus colmillos dentados se curvaron, en una sonrisa aterradora. —Mío —, gruñó el lobo. —Tuyo —, suspiró su compañero. El monstruo aulló de satisfacción, cuando su manada rugió a través de la Tierra del Sol Naciente. La vida era buena.

Fin

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