Santiago La fe viva que impulsa a la misión Samuel Escobar – Eduardo Delás Derechos de autor: © 2012 Centro de Investiga
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Santiago La fe viva que impulsa a la misión Samuel Escobar – Eduardo Delás Derechos de autor: © 2012 Centro de Investigaciones y Publicaciones (CENIP) – Ediciones Puma Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú No. 2012-04218 ISBN No. 978-9972-701-80-1 Categoría: Estudios bíblicos – Comentarios Primera edición, abril 2012 Editado por: © 2012 Centro de Investigaciones y Publicaciones (CENIP) – Ediciones Puma Av. Arnaldo Márquez 855, Jesús María, Lima Telf./Fax: (511) 4232772 E-mail Administración: [email protected] Perú: [email protected] Internacional: [email protected] Web: www.edicionespuma.org Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (CENIP)
Diseño de carátula y diagramación: Adilson Proc Reservados todos los derechos All rights reserved Prohibida la reproducción de este libro ni partes del mismo en forma alguna, ni tampoco sea archivado en un sistema de almacenamiento de información o transmitido por algún medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro) sin autorización previa de los editores. Impreso en abril de 2012 en los talleres de la Asociación Editorial Buena Semilla Carrera 31 64A-34 - Bogotá Impreso en Colombia Printed in Colombia
Contenido Prólogo ................................................................................................... 5 Capítulo 1 Introducción general........................................................................... 7 Capítulo 2 Sabiduría para una comunidad peregrina (1.1-11) ................. 15 Capítulo 3 Las pruebas, Dios y yo (1.12-18) .................................................. 21 Capítulo 4 El ministerio de la Palabra (1.19-27) .......................................... 29 Capítulo 5 La fe que dignifica al ser humano (2.1-13) ............................... 37 Capítulo 6 La fe viva se demuestra en la acción (2.14-26) .......................... 45 Capítulo 7 La lengua como instrumento de poder social (3.1-18) ........... 51
Capítulo 8 Una santidad para todos los días (4.1-12) ................................. 59 Capítulo 9 El desafío de la fe: ¿Dios o las riquezas? (4.13-5.11) .............. 65 Capítulo 10 Espiritualidad de la vida en común (I): la sanidad en las relaciones fraternas (5.12-15) ........................ 73 Capítulo 11 Espiritualidad de la vida en común (II) (5.16-20) .................. 81 Bibliografía básica ............................................................................. 87
PRÓLOGO
Para quienes hemos escrito las páginas de este pequeño volumen, fue una experiencia grata y transformadora sumergirnos durante diez semanas en la Epístola de Santiago. La sencillez y, al mismo tiempo, la radicalidad del mensaje nos ha sacudido al repasarlo. Por ello, creemos que vale la pena conservar este texto resumido de las exposiciones presentadas alternativamente en la Primera Iglesia Bautista de Valencia, España. Se dice que en España y Europa vivimos en una situación poscristiana. A quienes tratamos de tomarnos en serio nuestra fe en Cristo, esto nos presenta nuevos y difíciles desafíos. Los críticos de la forma de cristianismo predominante, quienes en muchos casos no tienen una idea de lo que es en verdad la fe cristiana, demandan de nuestra parte una coherencia entre aquello que cantamos, oramos y predicamos y nuestra forma de vida. Precisamente, de esas cosas prácticas y cotidianas de la vida se ocupa Santiago. Repite como un estribillo que la fe sin obras es muerta. Santiago dirigió su epístola a una comunidad que describió como viviendo en la “dispersión”, es decir en la diáspora. Como decía Jesús, se trata de vivir en el mundo sin ser del mundo. Cristo nos quiere en el mundo y no en guetos aislados y protegidos, porque es en el mundo donde se cumple nuestra misión de ser como sal y como luz. Santiago nos muestra cómo
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construir una comunidad de seguidores de Jesucristo, de practicantes de la fe en medio de luchas, pruebas, conflictos, salud y enfermedad, pobreza y riqueza. Esa fe nos lleva a vivir hoy siguiendo a Jesucristo y nos impulsa a la misión de ser como él y proclamar su nombre. Esperamos que puedan acompañarnos en este recorrido por la Epístola de Santiago. Samuel Escobar Eduardo Delás Valencia, junio de 2011
CAPÍTULO 1
Introducción general Empecemos con algunas consideraciones que justifican el título que proponemos. Alguien ha dicho que la “fe cristiana no es principalmente un problema de conocimiento e interpretación; es sobre todo un problema de vida. Nuestras situaciones personales forman parte de nuestro camino hacia la fe… Por tanto, no se trata sólo de saber quién es Jesús, se trata también de saber qué significa él para nosotros hoy”1. Necesitamos, por tanto, entender la fe no como una realidad metafísica, conceptual, informativa y doctrinaria, sino como algo vivo, como un camino que hemos de recorrer desde la Palabra, pero rehaciendo el camino de Jesús de manera nueva y creativa, porque se trata de nuestra vida de seguimiento hoy, aquí y ahora. Ahora bien, ese compromiso nos lleva de manera incuestionable a encontrarnos con el desafío de la misión. Porque no se trata de encarnar una fe individualista, indocumentada y anárquica. Nada de eso. La misión de la iglesia es deudora de la misión de Jesús de Nazaret: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” (Jn 20.21). La iglesia es enviada a la misión desde el compromiso con un camino ya recorrido por Jesús, que ha de ser rehecho de manera comunitaria; desde el poder del Jesús resucitado que envía el Espíritu; desde una fe viva que se acredita por las obras. 1
Felicísimo Martínez. ¿Ser cristiano hoy? Estella (Navarra): Verbo Divino, 2007, p. 60.
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Por ello, para hablar de la carta de Santiago, precisamos acompañarnos de este título original: La fe viva que impulsa a la misión.
El autor de la carta La carta nos dice que es “Santiago” (1.1). Solamente conocemos a tres personas llamadas Santiago en el Nuevo Testamento, que sean significativas: s h3ANTIAGOv*ACOBO APSTOL HIJODE:EBEDEOYHERmano de Juan (Mr 3.17). Fue ejecutado por Herodes Agripa en el año 44 d. C. (Hch 12.1-2). No pudo ser el autor porque la carta fue escrita, según las predicciones más fiables, entre los años 55-60. s h3ANTIAGOv*ACOBO APSTOL HIJODE!LFEO-R No se cita más allá de la lista de apóstoles. Tan solo se hace una mención a su madre María, como una de las mujeres que se acercaron al sepulcro de Jesús (Mr 15.40). Es muy improbable que hubiese sido el escritor de la carta. s h3ANTIAGOv HERMANO CARNAL DE *ES¢S %N LOS EVANgelios se nos dice que Jesús tuvo, por lo menos, tres hermanos y más de una hermana: ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él (Mr 6.3). Así que los hermanos de Jesús le dijeron: —Deberías salir de aquí e ir a Judea, para que tus discípulos vean las obras que realizas, porque nadie que quiera darse a conocer actúa en secreto. Ya que haces estas cosas, deja que el mundo te conozca. Lo cierto es que ni siquiera sus hermanos creían en él (Jn 7.3-5).
Introducción general
Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María (Hch 1.14). Según todos los indicios, Santiago el hermano de Jesús, desempeñó un importante papel en la iglesia de Jerusalén. Su participación en el llamado primer Concilio de la Iglesia en Jerusalén, fue absolutamente decisiva en orden a la proclamación de un evangelio universal y sin discriminación, que alcanzase tanto a los judíos como a los gentiles. De acuerdo con la tradición y las investigaciones más fiables, este Santiago (hermano carnal de Jesús) sería el autor de la carta.
¿A quiénes se dirige la carta? A las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo (1.1). Se dirige a los judíos cristianos dispersos por todo el mundo conocido. En Egipto, Asia Menor, Grecia y Mesopotamia existían comunidades judías. Representantes de estos y otros lugares, probablemente estuvieron en Jerusalén el día de Pentecostés y, a través de su testimonio de conversión, el evangelio fue creciendo por todo el imperio, de tal manera que la misión de la iglesia comenzaba a llegar hasta lo último de la tierra. No sabemos a ciencia cierta el lugar exacto al que fue dirigida la carta; tal vez podríamos hablar con prudencia de Asia Menor2. Pero, en cualquier caso, lo que sí se percibe es una fuerte tensión entre los creyentes y su fe, en medio de un mundo cosmopolita, pluralista, religiosamente confundido en el que la gran tentación era reprimir las convicciones, privatizarlas y convertir la misión de la iglesia en una actividad endogámica de “circuito cerrado” como defensa ante el agresivo ambiente. 2
Clayton Harrop. La epístola de Santiago. El Paso: CBP, 1971.
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La respuesta de Santiago subraya la necesidad de experimentar una fe tan viva, tan pública y tan comprometida que lleve mediante hechos concretos al cumplimiento de la misión. Porque la palabra moviliza, pero el ejemplo arrasa. De ahí el título que enunciamos como tema general: La fe viva que impulsa a la misión.
Una carta injustamente tratada Podría decirse que la carta de Santiago es uno de los libros del Nuevo Testamento que más tiempo ha pasado en “estado vegetativo”, cuestionada, olvidada y relegada por sus “peligrosos” contenidos. Para empezar, durante los primeros tres siglos de la era cristiana, la carta de Santiago fue un escrito de escasa receptividad entre las iglesias. Los llamados “padres de la iglesia”, apenas la tuvieron en consideración, y subrayaron por encima de ella las epístolas de Pablo y sus propuestas sobre la iglesia. En el año 325 se celebró el Concilio de Nicea en el ostentoso palacio de verano del emperador romano Constantino, quien lo había convocado y también lo presidió. Asistieron a sus sesiones más de trescientos obispos, acompañados de toda clase de comodidades: habitaciones de lujo, comidas selectas, distinciones, reconocimientos, ostentaciones, etcétera. Entonces, habría que preguntarse si el ninguneo (indiferencia, rechazo) al que fue sometida la carta de Santiago por los teólogos de los primeros siglos, tendría algo que ver con la “dolce vita”, la posición de preeminencia, poder, autoridad y señorío, cada vez más impresentable de los obispos de la iglesia. Desde una posición así, ¿quién se acuerda de los pobres, de los últimos, de los que peor la pasan en esta vida, de los que habla Santiago? Bernardino de Siena, en una homilía de Semana Santa, el año 590, dijo:
Introducción general
¡No oyes los gritos del mundo pobre! ¿Y sabes por qué no los oyes? Porque, para ti, no hace demasiado frío: tienes el cuerpo lleno de buena comida y buena bebida, llevas en tu cuerpo mucha ropa y te sientas con frecuencia en el rincón del fuego. Cuerpo lleno, alma consolada: ya no piensas más lejos3. Cuando se vive “demasiado bien”, se suele olvidar con frecuencia a los que viven “demasiado mal”. La “buena vida” aleja de las grandes causas del pueblo. En el siglo XVI, Lutero habló de la carta de Santiago en los siguientes términos: La epístola de Santiago es una epístola llena de paja, porque no contiene nada evangélico […] hace violencia a la Escritura y contradice a Pablo y a toda la Biblia […] le niego un lugar entre los escritos de mi Biblia4. Nunca aceptó la canonicidad de la carta, ni la consideró con autoridad apostólica por encontrar conflictos insalvables con el contenido de las epístolas del apóstol Pablo. Todo esto significa que, a lo largo de la historia de la iglesia, la recepción de esta carta de Santiago y la exégesis e interpretación a las que ha estado sujeta a lo largo del tiempo, dan como resultado un análisis un tanto interesado y desfigurado de sus contenidos últimos, porque la historia la cuentan, la escriben y la interpretan los vencedores. Y los vencedores, en la historia de la iglesia, han sido con frecuencia los obispos autoritarios amparados por sistemas políticos legitimadores de sus desmanes y apoyados por las estructuras injustas del poder económico. 3
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José Ignacio González Faus. Vicarios de Cristo: Los pobres. Barcelona: Centre dËstudis Cristianisme i Justicia, 1991, p. 141. Martín Lutero. Prefacio al Nuevo Testamento. Buenos Aires: La Aurora, 1979, p. 125.
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Los grandes temas de la carta A través de una breve estructura, se pueden ver los grandes temas predominantes: Cap. 1: La paciencia en las pruebas Cap. 2: La fe y las obras Cap. 3: El uso de la lengua y la sabiduría Caps. 4-5: Los pobres y los ricos Esta breve “hoja de ruta” interpretativa solo se justifica si entendemos que la carta de Santiago es un desarrollo eclesial pragmático del Sermón del Monte de Jesús de Nazaret (Mt 5-7). No existe otro escrito en el Nuevo Testamento que desarrolle, explique y dialogue más con las palabras de Jesús que esta pequeña epístola. Santiago quiere que en las comunidades cristianas a las que se dirige se ponga en práctica y se viva de un modo visible la enseñanza de Jesús. Si hay un “texto llave” que nos ayude a situarnos en el corazón de la carta de Santiago, ese texto es sin duda 1.26-27: “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”. Aquí, en este breve texto, aparecen los tres ángulos de lectura5 que nos permiten comprender la intención del autor a lo largo de toda la carta: 1. El ángulo de la opresión y el sufrimiento Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. 5
René Krüger. Pobres y ricos en la epístola de Santiago. Buenos Aires: Lumen, 2005, p. 63ss.
Introducción general
Dichosos los que lloran, porque serán consolados. ¿No es este el mensaje de Jesús, trasladado a la vida eclesial en un escrito del Nuevo Testamento? Santiago cuestiona una religiosidad privada, separatista y “fugamundista” sin compromiso con el prójimo. La verdadera religión, con la calidad de vida que debe acompañarla (pureza), se relaciona con una espiritualidad personal capaz de descentrarse y desvivirse por los que sufren, porque la vida de fe que impulsa a la misión es “de una pieza”. 2. El ángulo de la esperanza Las dos bienaventuranzas con las que Jesús abre el sermón del monte, hablan de esperanza para los pobres y para los que lloran: “el reino de los cielos les pertenece” y “serán consolados”. La pregunta es: ¿Quién les hace llegar la esperanza del reino de los cielos y quién los consuela? Dios, claro, pero obrando a través de hombres y mujeres que se entienden a sí mismos como la iglesia que proclama, vive y desciende hasta los sótanos del sufrimiento humano para traer el evangelio del reino de Dios que acoge, restaura y consuela a los pobres y a los que lloran. 3. El ángulo de la praxis La religiosidad popular, dice Santiago, se caracteriza por una lengua incapaz de ser refrenada que engaña el corazón. La verdadera religión, por el contrario, es la que toma conciencia de que lo que dice ha de ir acompañado de la coherencia con lo que se hace, porque “la palabra moviliza, pero el ejemplo arrasa”: No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica (Stg 1.22).
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El dinamismo de la fe viva son las obras que dan sentido a la existencia y colocan a la iglesia en estado de misión. Porque este (y ningún otro) es el mensaje de Jesús de Nazaret: Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca (Mt 7.24-25).
CAPÍTULO 2
Sabiduría para una comunidad peregrina Santiago 1.1-11 Introducción: Autor y destinatarios (v. 1) Esta breve carta es un práctico y excelente manual de sabiduría dirigido al pueblo cristiano como pueblo en marcha, que no se detiene, que va confrontando los nuevos momentos que surgen en la historia. Para nosotros que vivimos en tiempos de cambio y transición, esta epístola tiene gran actualidad. Notamos que el autor se presenta como Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, es decir, como alguien que al escribir cumple un acto de servicio. Se describe como siervo o esclavo de Dios y del Señor Jesucristo —siervo incondicional—. Es discípulo de Jesús pero también es algo más. Dirige su epístola a las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo. La figura de la dispersión hace referencia a extranjeros que no pertenecen definitivamente a la tierra en que viven, y al usar esta figura, el autor asocia a los destinatarios de la carta con el pueblo de Israel que pasó por la experiencia de la
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dispersión. Los destinatarios son el nuevo pueblo de Israel. El saludo es sencillo y parco: Saludos. El tema de la sabiduría es un tema que aparece a lo largo de la epístola; por este motivo, se trata de un estilo sapiencial. Hay otros libros de la Biblia que se ocupan en especial de este tema y, por ello, se les llama “libros sapienciales”, como Proverbios o Eclesiastés. En Santiago, encontramos también claros paralelos con el llamado “Sermón del monte” (Mt 5, 6 y 7), que es una especie de “manual de sabiduría” que Jesús nos dejó. Sabiduría quiere decir más que abundancia de conocimientos, más que mucho volumen de lectura. Quiere decir saber vivir, saber aplicar lo que sabes, poco o mucho, a tu manera de enfrentar la vida diaria. Por eso, resumiendo la enseñanza de este pasaje del primer capítulo, podemos dividirlo en tres acápites: saber sufrir, saber pedir, saber valorarse a sí mismo. 1. Saber sufrir (vv. 2-4) En la época en que escribe Santiago, dentro del vasto territorio del Imperio romano, había creyentes en Cristo que, por el solo hecho de ser creyentes, padecían persecución política u ostracismo social. Santiago empieza su enseñanza escribiendo Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas. ¿Se trata acaso de una forma de masoquismo, de querer “ser mártir” pensando que con un poco de sufrimiento vamos a ganar un poco de cielo, como esos flagelantes que en ciertas festividades religiosas se flagelan en público para pagar una penitencia o ganar méritos? Para Santiago, los sufrimientos son descritos como “pruebas”, parte de un proceso. Pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. La constancia es una virtud y la única forma de aprenderla es desarrollándola frente a la prueba. Por ello, sigue diciendo: Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada. Cuando se ha aprendido
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la paciencia, se ha aprendido una virtud que no se tenía antes, y ese proceso lo hace a uno más sabio. Es decir, más completo. Jesús dijo de Juan el Bautista: “Juan era una lámpara encendida y brillante” (Jn 5.35). Para alumbrar, hay que gastarse, hay que arder. 2. Saber pedir (vv. 5-7) Al enfrentar ciertas situaciones de la vida, es posible que a veces nos olvidemos que podemos recurrir a Dios, que hay un camino que se llama la oración y que no es un atajo para evitar la dificultad, sino parte del camino mismo. Sorprende así la sencillez con que Santiago exhorta: Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Creemos en un Dios que es un dador de dones, que nos da la vida, la salud, la familia, la salvación, la alegría del discipulado y el servicio. Ese Dios es, por ello, nuestro primer recurso. Bien podemos preguntarnos cómo hemos de pedir. Dice Santiago: Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Lo de pedir con fe y sin dudar es cuestión de confianza en aquel a quien pedimos. Y hemos de confesar que como humanos que somos nos entran dudas. Dudas de que nuestro Dios tenga siempre lo mejor para nosotros, y de que esté dispuesto a respondernos. Es a veces la lucha de la oración que una vez vi representada en un diálogo dramático. Un grupo oraba como enseñó el Señor en el Padrenuestro, “Venga tu reino, sea hecha tu voluntad”, y otro grupo respondía: “Pero todavía no…todavía no”. La experiencia de nuestra humanidad en la lucha de la oración la tuvo también Jesús: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22.42). Saber pedir es aprender a pedir sin dudar. Así evitamos que nuestra vida sea un vaivén como el de la ola del mar, tirada
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de un lado para otro, de modo que hasta quienes nos observan desde fuera se den cuenta de nuestra continua vacilación. Dios no responderá a los vacilantes: Quien es así, no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace. Ese doble ánimo del vacilante nos recuerda también la enseñanza de Jesús de que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero, por ejemplo. Ser un discípulo maduro es aprender a servir solo a Dios, convencerse de que no hay otro camino. Tener solo un ánimo. Ser constante en ese caminar. La palabra griega traducida como indeciso e inconstante o como doble ánimo (dipsychos) se usa para referirse a un corcho llevado por las aguas del mar, o a un borracho que va de un lado a otro del camino, “una guerra civil andante”. Así no se ora. 3. Saber valorarse (vv. 8-11) Está de moda en nuestra época hablar de la autoestima. Trátese de niños que aprenden con lentitud, o de personas con alguna desventaja física o de salud, escuchamos a los psicólogos hablar de la importancia de ayudarlos a tener una mejor autoestima. Recordando la famosa parábola de Jesús sobre el fariseo y el publicano, y leyéndola con ojos modernos, podemos decir que el fariseo tenía una autoestima muy elevada y quizás el publicano no la tenía. La escala de valores de Jesús en esta historia era muy diferente a la escala predominante en su sociedad. Una muestra de que se ha alcanzado cierto grado de sabiduría, es saber tener autoestima adecuada, saber valorarse a sí mismo; saber tener una perspectiva adecuada de lo que somos, de cuánto valemos, cuánto podemos esperar en la vida. Y aquí nos sorprende el autor con una referencia a un tema que le ocupa repetidas veces en esta epístola: el de los ricos y los pobres entre los destinatarios de su carta. El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad. La sabiduría que Dios da nos permite ver
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