Romance de Los Tres Reinos 05 - Luo Guanzhong

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Capítulo 5 Cao Cao apela a los Poderosos Señores; Los Tres Hermanos Luchan Contra Lu Bu.

Al final del último capítulo Chen Gong iba a matar a Cao Cao. Pero Chen Gong reflexionó: — Me he unido a él para hacer las cosas correctas. Si lo mato ahora sólo podré hacer agravios, y la gente podría condenarme. Mejor me marcho en silencio. Levantándose de su cama antes del alba, Chen Gong montó en su caballo y cabalgó hacia el este hacia su país natal de Dongjun. Cao Cao despertó con el día y perdió su compañero. — Chen Gong cree que soy alguien brutal debido a las frases egoístas que he usado, y por eso se ha ido— pensó—. Debo continuar yo también y no rezagarme más aquí. Y así Cao Cao viajó tan rápido como le fue posible hacia Qiao. Cuando vio a su padre le relató lo que había pasado y dijo que quería disponer de todas las propiedades familiares y reclutar soldados con el dinero. — Nuestras posesiones son muy modestas— dijo su padre— y no son suficientes para hacer nada. Sin embargo hay un graduado aquí, un Wei Hong, descuidado de riquezas pero cuidadoso de virtud, cuya familia es muy rica. Con su ayuda podríamos tener esperanza de éxito. Una fiesta fue preparada, y Wei Hong fue invitado. Cao Cao le dio un discurso: — Los Hans han perdido su señorío y Dong Zhuo es un tirano de verdad. Se burla de su príncipe y es cruel con la gente, quienes rechinan los dientes con rabia. Restauraría a los Hans, pero mis medios son insuficientes. Señor, apelo a su lealtad y a su espíritu público. — Lo he deseado durante mucho tiempo— respondió Wei Hong— pero, lamentándolo mucho, no he encontrado a la persona adecuada para emprender el cometido. Ya que tú, Cao Cao, tienes un deseo tan noble, yo dedicaré gustosamente todas mis propiedades a la causa. Estas fueron noticias felices y el llamamiento a las armas fue preparado en el acto y hecho tanto en la lejanía como en las postrimerías. Así se estableció un cuerpo de voluntarios y se erigió una gran bandera blanca de reclutamiento con las palabras Lealtad y Honor inscritas en ella. La respuesta fue rápida, y los voluntarios llegaron tantos como gotas de lluvia. Un día vino un tal Yue Jing de Yangping y otro Li Dian de Julu. Esos dos fueron nombrados asistentes personales de Cao Cao. Otro era Xiahou Dun de Qiao. Era descendiente de Xiahou Ying 26 de los antiguos. Xiahou Dun había sido entrenado desde su más tierna adolescencia en el uso de la lanza y de la porra. Cuando sólo tenía catorce años se encontraba muy unido a cierto maestro marcial. Un día una persona habló despectivamente de su maestro, y Xiahou Dun lo mató. Por su muerte, sin embargo, tuvo que huir y estuvo exiliado durante algún tiempo. Ahora vino a ofrecer sus servicios, acompañado por su sobrino Xiahou Yuan. Cada uno trajo un millar de soldados entrenados. En realidad esos dos eran hermanos de Cao Cao de nacimiento puesto que el padre de Cao Cao era originario de la familia Xiahou, y no tuvieron más que ser adoptados por la familia Cao. 26

Xiahou Ying (¿?-173) fue un comandante general de Liu Bang. Fue ennoblecido como el Marqués de Ruyin y comúnmente se le llamaba el Señor de Tang.

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Unos días después llegaron los dos sobrinos de Cao Cao, Cao Ren y Cao Hong, cada uno con un millar de seguidores. Los dos iban acompañados con jinetes bien adiestrados en el uso de las armas. La instrucción comenzó, y Wei Hong gastó su tesoro libremente en comprar ropas, armas, banderas y pendones. De todos los lugares llegaron regalos en forma de cereales y grano. Cuando Yuan Shao recibió la llamada a las armas de Cao Cao reunió a todos los que estaban bajo su mando, un total de treinta mil soldados. Entonces marchó de Bohai a Qiao para jurar fidelidad a Cao Cao. Después un manifiesto fue emitido: Cao Cao y sus cómplices, movidos por su sentido del deber, emiten esta proclama. Dong Zhuo ha desafiado al Cielo y a la Tierra. Está destruyendo el estado y dañando a su príncipe. Está contaminando el Palacio y oprimiendo al pueblo. Es vicioso y cruel. Sus crímenes se están acumulando. Ahora hemos recibido una orden secreta para reclutar soldados y nos hemos comprometido a limpiar el imperio y a destruir a los demonios. Vamos a reunir un ejército voluntario y a ejercer todos nuestros esfuerzos para mantener la dinastía y socorrer a los ciudadanos. Responded a esto, oh Nobles, ofreciendo a vuestros soldados. Hubo muchas respuestas a la convocatoria de todos lados y se mostró la siguiente lista: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

Gobernador de Nanyang – Yuan Shu Protector Imperial de la Región de Jizhou – Han Fu Protector Imperial de la Región de Yuzhou – Kong Zhou Protector Imperial de la Región de Yanzhou – Liu Dai Gobernador de Henei – Wang Kuang Gobernador de Chenliu – Zhang Miao Gobernador de Dongjun – Qiao Mao Gobernador de Shanyang – Yuan Yi Señor de Jibei – Bao Xin Gobernador de Beihai – Kong Rong Gobernador de Guangling – Zhang Chao Protector Imperial de la Región de Xuzhou – Tao Qian Gobernador de Xiliang – Ma Teng Gobernador de Beiping – Gongsun Zan Gobernador de Shangdang – Zhang Yang Gobernador de Changsha – Sun Jian Gobernador de Bohai – Yuan Shao

Estos contingentes variaban en tamaño, desde diez mil hasta treinta mil, pero todos ellos estaban completos con sus oficiales, civiles y militares, y líderes marciales. Estaban encabezados por la Capital Luoyang. El Gobernador de Beiping, Gongsun Zan, mientras, pasó a través del condado de Pingyuan por su cuenta con sus fuerzas de quince mil unidades. Allí vio entre moredas una bandera amarilla bajo la que marchaba una pequeña compañía. Cuando se encontraba cerca de ellos vio que su líder era Liu Bei. — ¿Qué estás haciendo aquí, mi buen hermano?— preguntó Gongsun Zan. — Fuiste una vez amable conmigo, y con su recomendación he conseguido la magistratura de este condado. He escuchado que estaba cruzando estas tierras y he venido a saludarle. ¿Puedo rogarle, mi hermano mayor, que acepte la hospitalidad de mi ciudad y que descanse su montura? — ¿Quiénes son esos dos?— dijo Gongsun Zuan, refiriéndose a los hermanos de Liu Bei. — Son Guan Yu y Zhang Fei, mis hermanos bajo juramento. — ¿Lucharon contigo contra los Turbantes Amarillos?— preguntó Gongsun Zan. — Todo lo que conseguí fue gracias a sus esfuerzos— dijo Liu Bei. — ¿Y cuáles son sus ocupaciones? — Guan Yu es un arquero a caballo y Zhang Fei es un arquero a pie. — ¡Así es como se entierran a las personas!— dijo Gongsun Zan, suspirando. Entonces continuó—. Toda la nobleza va a destruir al rebelde Dong Zhuo. Hermano mío, harías mejor

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abandonando este nimio lugar y unirte a nosotros en la restauración de la Casa de los Han. ¿Por qué no? — Me gustaría ir— dijo Liu Bei. — Si me hubieras dejado matarlo aquella vez no tendríais ese problema ahora— dijo Zhang Fei a Liu Bei y a Guan Yu. — Pero así están las cosas, preparémonos y vayamos— dijo Guan Yu. Y así, sin más, los tres hermanos, con unos cuantos jinetes, se unieron a Gongsun Zan y marcharon con él para unirse al gran ejército. Uno tras otro fueron llegando los señores feudales y acampando. Sus campamentos se extendían por setenta millas o más. Cuando llegaron todos Cao Cao, como el cabecilla, preparó bueyes y caballos para sacrificarlos y llamó a todos los señores a una gran asamblea para decidir sobre el plan de ataque. Entonces habló el Gobernador de Henei, Wang Kuang: — Ha sido un noble sentido de la justicia el que nos ha movido a juntarnos hoy aquí. Ahora lo primero que tenemos que hacer es elegir un jefe y jurarle obediencia. — Durante cuatro generaciones los oficiales del estado de más alto rango han pertenecido a miembros de la familia Yuan, y sus protegidos y sus partidarios están por todas partes. Como descendiente de los antiguos ministros de Han, Yuan Shao es la persona indicada para ser nuestro jefe. Yuan Shao declinó este honor una y otra vez. Pero todos decían: — ¡Tiene que ser él! ¡No puede ser ningún otro! Y entonces accedió. Al día siguiente un altar conmemorativo de la reunión fue construido, y se hincaron en torno a él los pendones de todos los asistentes en las cinco direcciones del espacio. Y dispusieron en torno al mismo yacs blancos y hachas de oro y emblemas de autoridades militares y los sellos de los líderes. Todo estaba preparado, el jefe supremo fue invitado a ascender al altar. Vestido con atuendo ceremonial y con una espada en el cinto, Yuan Shao ascendió reverenciado. Allí quemó incienso, hizo reverencias y recitó el juramento: La Casa de los Han ha caído bajo días diabólicos, la cuerda de la autoridad imperial se ha roto. El ministro rebelde, Dong Zhuo, ha tomado ventaja de la discordia para su trabajo demoníaco y las calamidades han caído sobre familias honorables. La gente navega bajo el timón de la crueldad. Nosostros, Yuan Shao y sus confederados, temerosos por las prerrogativas imperiales, hemos creado una fuerza militar para rescatar al estado. Nos comprometemos a emplear toda nuestra fuerza y a actuar acordes con el máximo de nuestras fuerzas. No puede haber actos dudosos ni egoístas. Cualquier miembro de este concilio podría perder su vida y no legar a la posteridad. ¡Cielo Todopoderoso y Tierra Universal y los iluminados espíritus de nuestros antepasados, sed nuestros testigos! Finalizada la lectura Yuan Shao untó con la sangre del sacrificio sus labios y los de aquellos con quienes compartió la plegaria. Todos quedaron profundamente afectados por la ceremonia y muchos derramaron lágrimas. Una vez hecho el jefe supremo fue bajado de lo alto del altar y conducido a su tienda, donde tomó el lugar principal y los demás se ordenaron acordes a su rango y su edad. Se sirvió vino. Al rato Cao Cao dijo: — Nos concierne a todos obedecer al jefe que este día se ha encumbrado y apoyar al estado. No debe de haber sentimientos de rivalidad o de superioridad basados en números. — Indigno como yo soy, pero como jefe electo debo impartir imparcialmente recompensas por méritos así como castigos por ofensas— respondió Yuan Shao—. Dejemos que cada uno vea si obedece las leyes nacionales y los preceptos militares; ninguno de estos deben de ser rotos. — ¡Sólo sus órdenes serán obedecidas!— gritaron todos. — Mi hermano, Yuan Shu, es nombrado Jefe de Comisaría— dijo Yuan Shao—. Debe de encargarse de que todo el campamento esté bien suministrado. Pero lo necesario ahora es un

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líder de vanguardia que debería ir al Paso del Río Si y provocar una batalla. Las demás fuerzas tomarán posiciones estratégicas de apoyo. Entonces el Gobernador de Changsha, Sun Jian, se ofreció para el cometido. — ¡Eres fiero y valiente, al igual que este servicio!— dijo Yuan Shao. Las fuerzas bajo el mando de Sun Jian partieron y se presentaron ante el Paso del Río Si. Los guardias allí apostados enviaron un mensajero a la capital para anunciar al Primer Ministro lo apremiante de la situación. Una vez que Dong Zhuo aseguró su posición se entregó a una vida de lujos sin medida. Cuando las urgentes noticias llegaron al Consejero Li Ru, fue de inmediato con su maestro, quien alarmado convocó un gran concilio. Lu Bu tomó la iniciativa y dijo: — No tema, padre. He observado a los señores tras el Paso y sus fuerzas son ridículas. ¡Y con los guerreros de su fiero ejército me encargaré de matarlos a todos y de exhibir sus cabezas en las puertas de la capital! — ¡Con tu ayuda puedo dormir seguro!— dijo Dong Zhuo. Pero alguien tras Lu Bu rompió a hablar, diciendo: — ¡Un cuchillo de carnicero para matar una gallina! ¡No es necesario que vaya el general, yo cortaré sus cabezas tan fácilmente como si sacara algo de mi bolsillo! Dong Zhuo miró al que hablaba y sus ojos se toparon con un robusto hombre de fiero semplante, ágil y flexible como una bestia. Tenía una cabeza redonda como un leopardo y hombros como un gorila. Su nombre era Hua Xiong de Guanxi. Dong Zhuo se regocijó de las atrevidas palabras de Hua Xiong y le nombró Comandante de la Valiente Caballería, y le entregó cinco mil jinetes y hombres de a pie. Hua Xiong y otros tres generales, Li Su, Hu Zhen y Zhao Cen partieron rápidamente hacia el Paso del Río Si. Entre los señores feudales Bao Xin, el Señor de Jibei, estaba celoso porque la elección como Líder de la Vanguardia de Sun Jian podría traerle grandes honores. Por eso Bao Xin intentó encontrarse con el enemigo primero, y por eso envió secretamente a su hermano, Bao Zhong, con trescientos soldados para que se adelantaran. En cuanto esta pequeña unidad cruzó el Paso ofrecieron batalla. Reaccionando rápido, Hua Xiong y la cabeza de los cinco mil jinetes armados barriendo hacia el Paso, gritando: — ¡No huyáis, rebeldes! Pero Bao Zhong estaba preocupado y regresó. Hua Xiong empezó, su brazo en alto, la espada cayó, y Bao Zhong fue cortado en dos hasta su montura. Muchos de la compañía de Bao Zhong fueron capturados. La cabeza de Bao Zhong fue enviada al palacio del Primer Ministro. Hua Xiong fue promovido a Comandante en Jefe. Al poco Sun Jian se acercó al Paso. Tenía cuatro generales, Cheng Pu de Tuyin, cuya arma era una lanza espinada de acero con una hoja encabezada por una serpiente; Huang Gai de Lingling, quien manejaba un látigo de acero; Han Dang de Lingzhi, que usaba un sable pesado; y Zu Mao de Wujun, quien luchaba con un par de espadas. El comandante Sun Jian vestía un casco de fina plata rodeado con un turbante púrpura. Llevaba a través de su cuerpo su espada de lingote de hierro antiguo y cabalgaba en un caballo pinto de crines sueltas. Sun Jian avanzó hacia el Paso y llamó a los defensores, gritando: — ¡Ayudantes de un tirano! ¡Rendíos rápido! Hua Xiong intentó que Hu Zhen dejara fuera a cinco mil contra Sun Jian. Cheng Pu con lanza de serpiente cabalgó hacia el flanco de Sun Jian y entabló batalla. Después de bastantes ataques Cheng Pu mató a Hu Zheng en el campo de batalla con una puñalada en la garganta. Entonces Sun Jian dio la señal para que el ejército principal avanzase. Pero desde el Paso las tropas de Hua Xiong cayó bajo una lluvia de piedras, poniendo en apuros a demasiados de los asaltantes, los cuales se retiraron al campamento de Liangdong. Sun Jian envió el informe de la victoria a Yuan Shao. Sun Jian también envió un mensaje urgente por provisiones al comisario. Pero un consejero dijo al Controlador Yuan Shu:

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— Este Sun Jian es todo un tigre en el este. Podría tomar la capital y destruir a Dong Zhuo, podríamos tener a un tigre en lugar de a un lobo. No le envíes grano. Priva de comida a sus tropas y eso decidirá el destino de ese ejército. Y Yuan Shu puso oído al detractor y no envió grano ni forraje. Al poco los hambrientos soldados de Sun Jian mostraron su insatisfacción con indisciplina, y los espías cargaron con las noticias de los defensores del Paso. Li Ru hizo un complot con Hua Xiong, diciendo: — Lanzaremos esta noche un ataque rápido contra Sun Jian por el frente y la retaguardia y así podremos capturarlo. Hua Xiong estuvo de acuerdo y se preparó para el ataque. Así los soldados atacantes fueron avisados y tuvieron una cena completa. La oscuridad rodeó al Paso y se acercaron cautelosamente por caminos secretos tras el campamento de Sun Jian. La luna estaba brillante y el viento fresco. Llegaron sobre medianoche y los tambores resonaron para un ataque inmediato. Sun Jian enseguida se atavió con sus útiles para la batalla y aguantó. Corrió directo hacia Hua Xiong y los dos guerreros se enfrentaron. Pero antes de que hubiesen intercambiado muchos golpes el ejército de Li Ru llegó desde la retaguardia y prendió fuego a todo lo que pudiese arder. El ejército de Sun Jian se sumió en la confusión y huyeron desordenadamente. Se produjo una refriega, y pronto sólo Zu Mao quedó del lado de Sun Jian. Esos dos pasaron a través del Paso y huyeron. Hua Xiong se lanzó en su persecución, Sun Jian cogió su arco y lanzó dos flechas en rápida sucesión, pero ambas erraron. Encajó una tercera flecha en la cuerda, pero tiró del arco con tanta fuerza que lo rompió. Tiró el arco al suelo y se lanzó a pleno galope. — El turbante púrpura de mi señor es una marca que identificarán fácilmente los rebeldes— dijo Zu Mao—. ¡Démelo, y yo me lo pondré! Así intercambió Sun Jian su yelmo de plata con el turbante por el casco de su general, y los dos hombres partieron en direcciones opuestas. Los perseguidores sólo se fijaron en el turbante púrpura y Sun Jian pudo encontrar una vía de escape. Zu Mao, perseguido muy de cerca, se arrancó su tocado y lo puso sobre un poste de una casa medio quemada por la que pasó y lo arrojó al tupido bosque. Las tropas de Hua Xiong vieron que el turbante púrpura permanecía inmóvil desafiante pero sin acercarse, por lo que se detuvieron rodeándolo y le dispararon flechas. Cuando se dieron cuenta del engaño se lanzaron y lo atraparon. Ese era el momento que estaba esperando Zu Mao. Entonces se lanzó adelante, girando sus dos espadas, y derribando al líder. Pero Hua Xiong fue demasiado rápido. Con un fuerte grito Hua Xiong golpeó a Zu Mao y le derribó del caballo. Hua Xiong y Li Ru continuaron intercambiando golpes hasta que cayó el día, y dirigieron a sus tropas de regreso al Paso. Cheng Pu, Huang Gai y Han Dang encontraron a su jefe a la vez y reunieron a los soldados. Sun Jian estaba muy afligido por la pérdida de Zu Mao. Cuando llegaron las noticias del desastre a Yuan Shao se disgustó enormemente y llamó a todos los señores a un concilio. Ellos acudieron y Gongsun Zan fue el último en llegar. Cuando todos se sentaron en la tienda Yuan Shao dijo: — El hermano del General Bao Xin, desobedeciendo las normas que he hecho para nuestra guía, fue temerariamente a atacar el enemigo: Ha sido asesinado y junto a él muchos de nuestros soldados. Ahora Sun Jian ha sido derrotado. Por eso nuestro espíritu bélico ha sido dañado, ¿y qué se ha conseguido? Todos guardaron silencio. Levantando sus ojos, Yuan Shao miró alrededor de uno a otro hasta llegar a Gongsun Zan, y entonces se fijó en tres hombres que se encontraban tras el asiento de Gongsun Zan. Tenían una apariencia muy llamativa, y los tres sonreían cínicamente. — ¿Quiénes son esos hombres que hay tras de ti?— dijo Yuan Shao. Gongsun Zan pidió a Liu Bei que se adelantara y dijo: — Éste es Liu Bei, Magistrado de Pingyuan y un hermano mío que compartió mi humilde hogar cuando éramos estudiantes. — Debes de ser el Liu Bei que acabó con la rebelión de los Turbantes Amarillos— dijo Cao Cao.

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— El mismo— dijo Gongsun Zan, y ordenó a Liu Bei que que hiciera una reverencia a la asamblea, para luego relatar sus servicios y su origen, con todo lujo de detalles. — Puesto que está de lado de Han debería estar sentado— dijo Yuan Shao, y pidió a Liu Bei que tomara asiento. Liu Bei se lo agradeció modestamente, declinándolo. — Estas consideraciones no son para tu fama y tu oficio— dijo Yuan Shao—. Te respeto como un descendiente de la familia imperial. Y así Liu Bei tomó asiento en los últimos sitios de la larga fila de señores. Y sus dos hermanos con los brazos cruzados se pusieron tras él. Todavía estaban en la reunión cuando llegó un explorador diciendo que Hua Xiong, con una compañía de jinetes blindados, estaba cayendo desde el Paso. Iban mofándose de que Sun Jian había capturado el turbante púrpura del extremo de un mástil de bambú. El enemigo empezó de inmediato a lanzar insultos a todo el que tuvieran al alcance y desafiándolos a luchar. — ¿Quién va a ir a presentarles batalla?— dijo Yuan Shao. — Yo iré— dijo Yu She, un renombrado general de Yuan Shu, dando un paso adelante. Y Yu She fue, y casi de inmediato alguien volvió para decir que Yu She había fallado en el tercer ataque a Hua Xiong. El miedo comenzó a apoderarse de la asamblea. Entonces el Protector Imperial Han Fu dijo: — Tengo un bravo guerrero en mi ejército. Pan Feng es su nombre, y él podrá matar a ese Hua Xiong. Y Pan Feng fue ordenado salir al encuentro de su rival. Con su gran hacha de guerra en su mano Pan Feng montó y cabalgó adelante. Pero pronto vino la nefasta noticia de que el General Pan Feng también había caído. Los rostros de los reunidos palidecieron. — ¡Es una pena que mis dos generales, Yan Liang y Wen Chou, no estén aquí! Entonces tiene que haber alguien que no tenga miedo de ese Hua Xiong— dijo Yuan Shao. Aún no había acabado cuando desde el fondo una voz dijo: — ¡Iré yo, tomaré la cabeza de Hua Xiong y lo mataré ante usted! Todo el mundo se volvió hacia el que hablaba. Era alto y tenía una larga barba. Sus ojos eran como los de un fénix y sus cejas gruesas y tupidas como gusanos de seda. Su rostro era moreno y su voz profunda como el sonido de una gran campana. — ¿Quién es?— preguntó Yuan Shao. Gongsun Zan dijo que era Guan Yu, hermano de Liu Bei. — ¿Y qué es?— preguntó Yuan Shao. — Forma parte del séquito de Liu Bei como jinete arquero. — ¿Qué? ¡Nos está insultando!— rugió Yuan Shu desde su lugar—. ¿No tenemos un líder? ¿Cómo osa un arquero a hablarnos así? ¡Deberíamos castigarlo! Pero Cao Cao intervino. — ¡Paz, oh Yuan Shu! Ya que este hombre ha dicho tan grandes palabras es porque es realmente valiente. Dejémosle intentarlo. Si falla entonces podremos reprehenderle. — Hua Xiong se reirá de nosotros si sólo le enviamos un simple arquero a luchar contra él— dijo Yuan Shao. — Este hombre no parece una persona corriente. ¿Y cómo sabrá el enemigo que no es más que un arquero?— dijo Cao Cao. — Si fracasa podrás disponer de mi cabeza— habló Guan Yu. Cao Cao les pidió que se calmaran con vino y ofreció una copa a Guan Yu cuando salió. — Ya veréis— dijo Guan Yu—. Volveré enseguida. Guan Yu se marchó con su arma en su mano y saltó a la silla. Los de la tienda escucharon el fiero retumbar de los tambores y entonces se produjo un tremendo sonido como si los cielos cayeran y la tierra se abriera, las colinas temblaran y las montañas se hicieran pedazos. Y tuvieron una dolorosa preocupación. Y mientras estaban tratando de escuchar ¡mira! el suave tintineo del cascabel de un caballo llegó, y Guan Yu volvió, lanzando a sus pies la cabeza del líder caído, su enemigo Hua Xiong. ¡El vino corrió a raudales! Esta valerosa acción fue celebrada en verso:

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El poder del hombre ocupa el primer lugar en el mundo, En la puerta del campamento el retumbar de los tambores se escuchó; Entonces Guan Yu tomó la copa de vino que mostraría su valor, Y el vino corrió cuando Hua Xiong había sido matado.

Cao Cao estaba muy excitado por este suceso. Pero la voz de Zhang Fei se escuchó, diciendo: — Mi hermano ha matado a Hua Xiong. ¿A qué estamos esperando? ¿Por qué no cruzamos el Paso y atrapamos a Dong Zhuo? ¿Podríamos tener una ocasión mejor? De nuevo resonó la enfadada voz de Yuan Shu: — Nosotros, los oficiales superiores, somos demasiado dóciles y blandos. ¡Hay un insignificante seguidor de un pequeño magistrado atreviéndose a alardear de sus habilidades ante nosotros! Echadlo de la tienda, he dicho. Pero Cao Cao se interpuso. — ¿Podríamos considerar su puesto ya que ha realizado un gran servicio? — Si quieres albergar tal honor a un simple magistrado entonces simplemente yo me desentiendo— dijo Yuan Shu. — ¿Una palabra es suficiente para rechazar una gran iniciativa?— dijo Cao Cao. Entonces le dijo a Gongsun Zan que llevara a los tres hermanos a su tienda, y los otros jefes se dispersaron. Esa noche Cao Cao les envió secretamente regalos de carne y vino para tranquilizarlos tras su aventura. Cuando las tropas de Hua Xiong regresaron y contaro la historia de la derrota y la muerte, Li Ru quedó muy complugido. Escribió una carta urgente a su maestro quien convocó a sus consejeros en un concilio. Li Ru puso al corriente de la situación, diciendo: — Hemos perdido a uno de nuestros mejores líderes, y el poder rebelde se ha vuelto muy grande. Yuan Shao es el cabecilla de esa confederación, y su tío, Yuan Wei, es el poseedor del título de Guardaespaldas Imperial. Si éstos en la capital se unen a aquellos en el campo podremos pasarlo mal. Por eso tenemos que eliminarlos. Y por eso le pido, Señor Primer Ministro, que tome personalmente el mando de su ejército y destruya esta confederación. Dong Zhuo estuvo de acuerdo y ordenó a sus dos generales, Li Jue y Guo Si, que tomaran cinco mil tropas y tomaran la residencia del Guardián Imperial Yuan Wei, matando a todo el mundo sin reparar en la edad, y que llevaran la cabeza de Yuan Wei fuera de la puerta como trofeo. Y Dong Zhuo comandó doscientos mil soldados que avanzaron en dos ejércitos. Los primeros cincuenta mil estaban bajo el mando de Li Jue y Guo Si, y fueron a apoderarse del Paso del Río Si. No tenían necesariamente que luchar. Los otros ciento cincuenta mil estaban bajo el mando directo de Dong Zhuo y se dirigieron hacia el Paso de la Trampa del Tigre. Sus consejeros y comandantes, Li Ru, Lu Bu, Fan Chou, Zhang Ji y otros, marcharon con el ejército principal. El Paso de la Trampa del Tigre se encontraba a quince millas de la Capital Luoyang. Tan pronto como llegaron Dong Zhuo dio a Lu Bu treinta mil soldados e hicieron una dura empalizada en torno al Paso. El cuerpo principal con Dong Zhuo ocuparía el Paso. Las noticias de estos movimientos llegaron a los jefes confederados. Yuan Shao convocó un concilio. — La ocupación del Paso podría cortar nuestros ejércitos en dos— dijo Cao Cao—; sin embargo tenemos que oponernos a Dong Zhuo de todas formas. Y a ocho de los comandantes, Wang Kuang, Qiao Mao, Bao Xin, Yuan Yi, Kong Rong, Zhang Yang, Tao Qian y Gongsun Zan, les ordenaron ir en dirección del Paso de la Trampa del Tigre para oponerse al enemigo. Cao Cao y sus tropas marcharon con ellos como reserva para ofrecer su ayuda en caso de ser necesaria.

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De los ocho Wang Kuan, el Gobernador de Henei, fue el primero en llegar, y Lu Bu le presentó batalla con tres mil jinetes armados. Cuando Wang Kuang hubo ordenado su ejército, caballería e infantería, en formación de batalla, tomó su puesto bajo la gran gran bandera y echó un vistazo a su enemigo. Lu Bu era una figura llamativa en el frente de las tropas. En su cabeza llevaba un tocado con una triple curvatura de oro rojizo con colas de faisanes. Vestía una túnica cruzada de terciopelo rojo de seda de Xichuan bordado con cientos de flores, con una malla de oro superpuesta adornada con la cabeza boquiabierta de un animal, engastada con anillos a los lados y ceñido con un cinturón abrochado por una bonita cabeza de un león como broche. Su arco y flechas las llevaba en sus hombros, y llevaba una larga alabarda triple. Estaba sentado sobre su bufante corcel Liebre Roja. Lu Bu aparentaba ser el hombre entre los hombres, al igual que Liebre Roja era el caballo entre los caballos. — ¿Quién se atreve a luchar con él?— preguntó Wang Kuang girándose en dirección contraria a él. Respondió a la petición un valiente general de Henei llamado Fang Yue espoleando a su montura hacia adelante, con su lanza dispuesta para la batalla. Lu Bu y Fang Yue se encontraron: antes del quinto envite Fang Yue cayó bajo un golpe de la alabarda tridenta, y Lu Bu se precipitó hacia adelante. Las tropas de Wang Kuang no pudieron aguantar y se desperdigaron por todas direcciones. Lu Bu cargó y mató a todo el que se cruzó en su camino. Era irresistible. Afortunadamente otras dos tropas dirigidas por Qiao Mao y Yuan Yi llegaron y rescataron al herido Wang Kuang, y Lu Bu se retiró. Los tres, habiendo perdido muchas tropas, se retiraron diez millas y montaron una empalizada. Y mucho antes de terminar cinco comandantes llegaron y se les unieron. Formaron un consejo y estuvieron de acuerdo en que Lu Bu era un héroe al que ninguno se podía enfrentar. Y mientras permanecían sentados ansiosos e indecisos les anunciaron que Lu Bu había vuelto para desafiarles. Montaron en sus caballos y se colocaron caa uno al frente de ocho regimientos, cada unidad situada en puestos elevados. Frente a ellos estaba el ejército rival en formación, comandado por Lu Bu, con innumerables jinetes e infantes, con pendones espléndidos oteando al viento. Atacaron a Lu Bu. Mu Shun, un general del Gobernador Zhang Yang, cabalgó son su lanza en ristre, pero cayó pronto al primer envite contra Lu Bu. Eso asustó a los demás. Entonces cargó Wu Anguo, un general bajo las órdenes del Gobernador Kong Rong. Wu Anguo empuñaba su maza de hierro presta a acabar con su rival. Lu Bu hizo girar su alabarda y espoleó a su corcel para encontrarse con Wu Anguo. Los dos lucharon, intercambiando golpes durante diez veces, cuando un ataque de la alabarda tridenta rompió la muñeca de Wu Anguo. Dejó caer su maza al suelo y se rindió. Entonces los ocho jefes avanzaron con sus ejércitos para rescatarlo y Lu Bu se retiró a su formación. La lucha cesó entonces, y tras eso volvieron a su campamento para celebrar otro concilio. — No hay nadie que pueda hacer nada contra el poder de Lu Bu— dijo Cao Cao—. Deberíamos llamar a todos los señores y elaborar un buen plan. Si sólo cayera Lu Bu entonces Dong Zhuo podría ser matado fácilmente. Mientras el concilio estaba en marcha llegó de nuevo Lu Bu para desafiarlos, y de nuevo los comandantes se movilizaron contra él. Esta vez Gongsun Zan, blandiendo su lanza, fue al encuentro del enemigo. Después de bastantes intercambios de golpes Gongsun Zan se volvió y huyó; Lu Bu le persiguió a todo galope con Liebre Roja. Liebre Roja era un caballo de cincuenta-millas-en-un-día, rápido como el viento. Los señores vieron a Liebre Roja ganar terreno rápidamente haciendo volar a su jinete, y la alabarda de Lu Bu estaba preparada para golpear a Gongsun Zan justo detrás del corazón. En ese momento surgió un tercer jinete de ojos redondos y resplandecientes y bigote erizado, y armado con una alabarda de serpiente de diez pies. — ¡Detente, maldito cabrón!— bramó—. ¡Yo, Zhang Fei de Yan27, te estoy esperando!

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Yan era un estado del periodo de los Estados Combatientes. Se encontraba en el noreste, al norte de Qi.

Viendo a su oponente Lu Bu cesó en su persecución de Gongsun Zan y se encaró con su nuevo adversario. Zhang Fei estaba regocijado, y cabalgó hacia él con todas sus energías. Los dos comenzaron un duro enfrentamiento, e intercambiaron un centenar de golpes sin que hubiera ventaja en ningún bando. Entonces Guan Yu, impaciente, cabalgó con su enorme y pesado sable del dragón verde y atacó a Lu Bu por el otro flanco. Los tres corceles formaron un triángulo y sus jinetes lucharon durante treinta asaltos, pero Lu Bu se mantuvo firme. Entonces Liu Bei cabalgó en ayuda de sus hermanos, sus espadas dobles estaban prestas al ataque. El corcel de crines sueltas fue dispuesto en un ángulo, y ahora Lu Bu tenía que enfrentarse con tres guerreros que le rodeaban y quienes le atacaban uno tras otro, y todos a él, los destellos de las armas de los guerreros parecían como brillantes lámparas suspendidas en el año nuevo. Y los soldados de los ocho ejércitos miraban atentamente con asombro tal batalla. Pero la defensa de Lu Bu comenzaba a flaquear y la fatiga a apoderarse de él. Mirando con dureza a la cara de Liu Bei, Lu Bu fingió un fiero ataque que hizo retroceder al hermano. Entonces, bajando su alabarda, Lu Bu se lanzó hacia la apertura y se marchó. ¿Pero acaso parecía que le iban a dejar escapar? Giraron sus monturas y se lanzaron al galope. Los soldados de los ocho ejércitos desgarraron sus gargantas con atronadoras ovaciones y se lanzaron todos a la carga, urgiendo después a Lu Bu a que buscara refugio en el Paso de la Trampa del Tigre. Y quienes encabezaban la persecución eran los tres hermanos. Un antiguo poeta contó esta famosa lucha con estos versos:

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En los reinos de Huan y Ling llegó el fatal día de Han, Su gloria declinó como el sol se pone al final del día. Dong Zhuo, el infame ministro de estado, destronó al joven Bian. Es cierto que el nuevo Xian era débil, demasiado tímido para su edad. Entonces Cao Cao proclamó en el exilio esos malvados hechos, Y los grandes señores, movidos por la ira, sus fuerzas unieron. En concilio se reunieron y eligieron a Yuan Shao su jefe, Conjurándose a mantener la tranquilidad y la estirpe gobernante. De los guerreros que aquella época combatieron Lu Bu fue el más fuerte. Su valor y habilidad se cantaba por los cuatro mares. Vestía su cuerpo con una armadura de plata como las escamas de un dragón, En su cabeza tenía plumas de faisán su casco de oro, En su cinto un cinturón de broche dos cabezas de bestias salvajes enzarzadas, Su talle, un traje bordado se ceñía a sus formas, Su veloz corcel volaba sobre la llanura, como un soplo de viento, Su terrible alabarta tridenta brillaba con el sol como el reflejo de un lago. ¿Quién osaría cabalgar hacia él para batalla presentarle? Las entrañas de los confederados se encogieron de miedo y temblaron los corazones Entonces saltó Zhang Fei, el valeroso guerrero del norte, Blandiendo en sus enormes manos su larga alabarda de serpiente, Su bigote se erizaba de ira, poniéndose tenso como alambres. Sus redondos ojos brillaron, lanzando destellos por doquier. Ninguno flaqueó en la lucha, pero no se resolvió la contienda. Guan Yu se destacó adelante, con el alma iracunda, Su sable del dragón verde brilló blanca con el reflejo del sol, Su brillante ropaje coloreado de batalla como alas de mariposas ondeó, Ángeles y demonios aullaron y bramieron los truenos de sus corceles, En sus ojos había ira, un fuego que sólo se podía aplacar con sangre. Liu Bei fue el próximo en unirse a la batalla, empuñando sus espadas gemelas, Los cielos temblaron ante la majestuosidad de su cólera. Los tres acosaron a Lu Bu y durante mucho la batalla permaneció igualada, Siempre bloqueaba sus golpes, nunca a destiempo lo hacía. El ruido de sus gritos rasgaron el cielo, y la tierra resonó con ello, El fragor de la batalla a la helada estrella polar alcanzó. Agotado, sintiendo que su fuerza le abandonaba, Lu Bu en huir pensó, Miró a las montañas a su alrededor y allí por refugio se dirigió, Entonces, recogiendo su alabarda y buscando una abertura, Huyó con premura, abandonando así la batalla; Cabizbajo, buscando salvación, puso su corcel al galope, Desviando su mirada y huyendo al Paso de la Trampa del Tigre.

Los tres hermanos continuaron la persecución hasta el Paso. Levantando la vista vieron una enorme sombrilla de gasa negra ondeando en el viento del oeste. — Está claro que aquí está Dong Zhuo— gritó Zhang Fei—. ¿De qué sirve perseguir a Lu Bu? ¡Mejor vayamos a por el jefe rebelde y arranquemos al demonio de raíz! Y encaminó su corcel hacia el Paso. Acaba con el jefe si puedes para sofocar la rebelión; Si necesitas un servicio maravilloso encuentra antes a un hombre maravilloso.

Los próximos capítulos desvelarán el resultado de la batalla.

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