Rilke, Rainer Maria - Cartas a Benvenuta.pdf

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RAINER MARIA RILKE

CARTAS A BENVENUHA

EDITORIAL LEVIATAN BUENOS AIRES

Texto del original alemán So lass ich mich zu Trâumen gehen Traducción de Leonor Calvero.

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene k ley 11.723- Copyright (g: by EDITORIAL L E V I A T A N M a z a 1 7 7 BUENOS AIRES IMPRESO EN LA ARGENTINA P R I N T E D IN A R G E N T I N E

CARTAS A BENVENUTA

PALABRAS INICIALES En enero de 1914 Rainer María Rilke recibió la primera carta de una corresponsal vienesa que había descubierto su pequeña colección de cuentos, Geschichten vom heben Gotí ("Cuentos del querido Señor Dios"), enamorándose de los mismos. A esa primera carta le siguió un súbito, intenso e incluso febril intercambio epistolar, que inevitablemente acercó al poeta y la mujer, hasta ese momento desconocida. Rilke andaba por los cuarenta años, separado de su mujer, estaba físicamente enfermo y mentalmente deprimido, temía perder su poder creativo y a la vez deseaba y le espantaba el aislamiento que se había impuesto. La joven tenía muchos años menos y era una concertista de reputación nada desdeñable. Ella también estaba sola; su primer matrimonio había concluido en divorcio, de modo que buscaba algo o a alguien que trascendiera lo carnal. En Rilke no encontró a un hombre sino a una aparición, un santo sobrenatural, un visionario a lo Fra Angélico.

Ya en su primer encuentro pensó: "Un milagro lo ha traído a esta pobre tierra y a mí" La mujer, Magda von Hattingberg, hizo el relato de este extraño enlace y de la corta pero dramática unión en Rilke and Benvenuta (W N Norton and Company, Inc., 1949), obra reveladora a la que subtituló "Libro de agradecimientos" La casi narración de ese libro fue ampliada y enriquecida posteriormente en Cartas a Benvenuta, una serie de cartas escritas por Rilke durante su segunda estadía en París. Rilke había viajado incansablemente: de Praga, donde nació, pasó a las escuelas militares de Moravia, luego estuvo en Alemania, Rusia —donde conoció a Tolstoï y concurrió a los * festivales Pushkin—, Dinamarca —debido a su gran admiración por el novelista danés Jens Peter Jacobsen—, Francia donde vivió con Rodin—. Más tarde, después de la ruptura con Rodin, y durante su período "seco", viajó por Túnez, Argel, Biskra, el Nilo, que lo conmovió profundamente, el Cairo, donde padeció un grave ataque de su enfermedad que le duró tres semanas; después se dirigió al norte de Venecia, para que lo cuidara la princesa María von Thurn und Taxis-Hohenlohe, que lo instaló en el antiguo castillo de Duino, cerca de Trieste, sobre el Adriático; posteriormente fue a España, lugar en que su enfermedad lo postró nuevamente y por último, en 1913, volvió a París. En París fue donde comenzó la extraordinaria 8

correspondencia que se publica en este libro. Para ser más exactos, sólo la mitad se reproduce aquí: Magda von Hartmgberg, rebautizada "Benvenuta" por Rilke, retuvo las cartas que provocaron las introspectivas y trascendentes respuestas del poeta. No obstante, lo que se reproduce en estas páginas es de incuestionable valor como agregado al conocimiento que tenemos del autor de ese poema inmensamente popular que es El Canto de Amor y Muerte del Corneta Cristóbal Rîlke y de las profundamente conmovedoras Elegías de Duino. Aquí, como en su poesía, Rilke no sólo escribe en dos niveles a la vez —la afirmación y la sugerencia, la observación magnificada por la imaginación— sino, simultánea y sumariamente, en múltiples niveles de conciencia. Por momentos la escritura es calma e incluso dichosa, por momentos está colmada de torturados recelos. Las cartas fueron redactadas cotidianamente e incluso a veces varias por día: manaban serenamente de su mente reflexiva o salían con brusquedad de las profundidades de su espíritu atormentado. La totalidad es fastidiosamente breve. Aun cuando hubo un intercambio previo de epístolas —puesto de reheve en Rtlke and Benvenuta—, la primera carta de este volumen data del I o del febrero de 1914, habiendo sido escrita la última venaseis días más tarde. La duración total no llega al mes; no obstante, de estas páginas surge

una vida de soledad y anhelos, de miedos, frustraciones y desesperada esperanza. Nadie podía calmar su mordiente descontento o satisfacer sus enfermizas necesidades que él mismo sólo parcialmente entendía. Ninguna mujer podía curarlo, ni siquiera su muy amada amiga -y-hermanaespintual, la esperada y acogida con gran anhelo y alegría. Es probable que la anormal timidez de Rilke se originara en su infancia desdichada: su madre, a la que le desagradaban los varones, vestía al muchacho que ya entraba en la adolescencia con ropas de mujer y lo hacía limpiar el polvo de los muebles y realizar las demás labores femeninas de la casa. No es inverosímil que su deseo de huir del mundo cotidiano y volverse un "solitario" haya sido el resultado de la disciplina forzosa a que fue sometido en las escuelas militares, intensificado por el rechazo de su padre. Otras cosas, además de la muerte de un tío amado y protector —tragedia que llevó al adolescente Rainer al borde del suicidio—, le tornaron difícil al Rilke maduro establecer relaciones normales con los conocidos y gozar de los dares y tomares personales de la sociedad, lo cual hizo que sacara la conclusión de que toda influencia humana era "desastrosa" y que la existencia misma estaba colmada de hostilidad. Exigiría un complejo análisis dar cuenta de las violentas renuncias de Rilke, de su pasión por el sufrimiento, 10

de su vigoroso rechazo del psicoanálisis, pero éste no es lugar para un estudio semejante. En oposición a Freud, Rilke insistía en la santidad del yo interior, misterio sagrado que es deber del artista preservar Los impulsos de la vida, sostenía, brotan del hecho de que el espíritu creativo no se conoce ni quiere conocerse: "está infinitamente ligado, mediante su misterio psíquico profundo, con todos los místenos del mundo, aún con Dios, por quien GStí secreta y ricamente sostenido" N o obstante, estas cartas de Rilke a "Benveñuta" permiten vislumbrar lo que había detrás de la máscara de auto-protección, si no levantar por completo el velo del misterio. Son alternativamente brillantes y borrosas, una sene de destellos caleidoscopios, un juego de rápidos cambios de ideas, imágenes, estados de ánimo y emociones. El tono suele ser contradictorio, incluso dentro de la misma carta, intensamente comunicativo pero fragmentario, apasionado pero con reservas, brillante de anticipaciones deleitables pero oscurecido por premoniciones siniestras. El tremendo esfuerzo por brindar una claridad pura a un mundo de confuso materialismo muestra su temple de místico consagrado. Se revela en estas cartas el complejo de dolor y lucha del artista, de su resignación y rebeldía, de su desconfianza hacia la gente y del vivificante amor con que animaba los objetos inanimados. En síntesis, en estas cartas encontra11

remos al hombre surgiendo fugazmente de la máscara, al escntor encontrando a la inspirada —e inspiradora— corresponsal, que unirá inseparablemente a la persona monal con el poeta inmortal. LOUIS UNTERMEYER

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PREFACIO Existe una rara cualidad en la personalidad de Rilke merced a la cual, de extraña manera, parece estar cada vez más cerca de nosotros, a pesar del tiempo; por decirlo así, es como si se trascendiera a sí mismo. A través de los años surgieron muchas interpretaciones sobre su persona en diversos niveles. En estas cartas es la voz misma del poeta la que llega hasta nosotros. El primer libro de Benvenuta sobre Rilke l constituía un documento de tranquila y reverente gratitud. La imagen infinitamente atrayente que allí bosquejó estaba iluminada por los cálidos rayos de impresiones y memorias extremadamente personales, gracias a lo cual logró poner de reheve la naturaleza interior de Rilke. La presente obra, a manera de apéndice ideal, nos permite escuchar las palabras mismas del poeta. Ahora que manos gentiles nos han brindado el trasfondo imprescindible, la pura imagen del poeta se recorta contra este entorno amorosamente Uú1

Rilke and Benvenuta. A book of Thanks. Por Magda von Hattingberg- Traducido por Cyrus Brooks. William Heinemanri, Londres, 1949.

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minado, que la pluma de Rilke dibujara sin saberlo. El compilador de estas cartas evitó deliberadamente realizar comentarios sobre los diversos pasajes, así como tampoco ofrece ningún texto explicativo que relacione la distintas cartas. De tal forma estas páginas aportan su propio testimonio válido a determiDado fragmento de la vida de Rilke, testimonio que refleja agudamente la infinita complejidad de una mente verdaderamente creativa. Los incidentes mundanos más triviales suscitan la chispa que enciende el fuego apagado hasta convertirlo en llama con una sola palabra conmovedora, un pensamiento, un resplandor fugaz pero profundo. No obstante, junto a la brusca y apasionada entrega a la unicidad de todas las cosas, junto a la conciencia de un mundo misterioso desplegándose tras los fenómenos, se yergue un ferviente deseo de vivir, pero también una doliente sensación de resignada despedida. Por ello estas cartas serán de incalculable valor para todos aquellos a quienes les interese realmente tener una pintura verdadera y auténtica de la obra del poeta. El biógrafo erudito con este testimonio puede evaluar, entre otras cosas, la confesión de Rilke respecto a que en Malte Laurtds Bnggue 1 hay mucho de sí mismo. Sin embargo, 1

Los Cuadernos de Malte Laurids Briggue, (Edit. Losada, Bs. As., 1958)

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más allá de todo esto, las cartas hablan un lenguaje tan intenso, tan íntimamente personal que tendremos que andar mucho hasta encontrar- algo semejante. ¡Qué profundamente conmovedoras son esas pocas líneas escuetas que insinúan el anhelo de Rilke de ese amor en que los niños encuentran descanso, de esa sensación imponderable de amparo que el joven Rainer deseó tan a menudo en vano y que acabaría por guiar su corazón, como por instinto, hacia Benvenuta, años más joven que él pero su hermana, su amiga! En un sentido superficial, no puede decirse que Rüke haya sido realmente musical. Los acentos musicales rehuían su memoria, mezclándose al resto de su mundo. Sm embargo, en los recitales que Benvenuta ofreció a beneficio especial del poeta, en memoria de aquellas horas, la música llevó a Rilke de regreso a su hogar espiritual. Detestaba el poeta toda compulsión, aun cuando en su obra se inclinaba por un régimen austero, un rígido programa que casi nunca eludía. No obstante, estas cartas muestran al poeta en esos raros intervalos en que decidía ignorar su tarea cuidadosamente regulada y volvía a un mundo de ensueños, pensativo o risueño en la exaltación, nada infrecuentemente melancólico con los escozores de la nostalgia por esa evanescente morada donde su inquieto corazón pretendía descansar, como un niño perdido que levantara los brazos indefenso. Atrapado por 15

las vacilaciones, sumido en un laberinto de confusión, en estas cartas a su fiel amiga buscó evadirse de su alto sentido del deber que lo encadenaba a su trabajo cotidiano con sus demandas intelectuales. Estimaba la música de Benvenuta. hacía que se desvanecieran sus intrincadas obligaciones, permitiéndole retroceder en su alma al país de la infancia: "Así me entrego a los sueños , \ Es justo que le rindamos un tributo personal a la mujer a quien debemos estarle agradecidos, en un doble sentido, por su profunda penetración en los dominios del alma de Rilke. A Benvenuta le fue dado el privilegio de acompañarlo un trecho en su camino, estrechamente unidos en lo espiritual, y fue ella una de las pocas personas que pudo penetrar los misterios de esa alma. Benvenuta no creyó conveniente agregar sus cartas de respuesta a este delgado volumen, aunque no cabe duda que volvieron a su poder tras la muerte de Rilke. Así acalló el eco que podría haber vuelto escandalosa la publicación de este libro. A Benvenuta no le agrada el sensacionalismo. Tal una sacerdotisa oficiando sus ritos, ella comparte con nosotros el don que un gran hombre colocó confiadamente en sus manos. La razón de su obrar —en consonancia con los deseos del propio Rilke— fue dar testimonio de su vida y desarrcilo "cuando llegara el momento" Y el momento ha llegado. Un tiempo tenebroso 16

y sombrío de pecado y error, pero también un tiempo con necesidad de alimento espiritual —tiempo proclive e erigir templos para sus oídos, a escuchar con solemne reverencia las quejas y anhelos y glorias de Dios, el "Gran Prójimo*' No es mera retórica m una frase hueca decir que estas páginas están dedicadas a la gente joven. Tal vez esté ineluctablemente ordenado hasta el fin de los tiempos que nada se pierda nunca en el mundo, ningún gesto, ninguna plegaria. Empero los jóvenes, sobre todo, han sido sumidos en las tinieblas; se ha juntado a los jóvenes —varones y mujeres— en una masa indescriptible para portar las armas del odio antes de. poder saborear un anticipo de la dulzura de la vida, su unidad e individualidad. ¡Cuánta gente joven ha sido privada de dar cobijo, en el interior de sus corazones, a la radiación y armonía de la gracia poética! Dejemos, entonces, que esta luz se yerga contra las tinieblas. Dejemos a este libro pequeño, que constituye un don precioso de humilde y pródiga bondad, expandir su acorde armonioso que brota del corazón hasta remontarse sobre el tumulto de un mundo en caos. Es en este sentido que el presente documento, florecido merced a la misteriosa sangre cordial de un alma consumida por el fuego, le es entregado a las manos abiertas de los jóvenes, de todos aquellos que son puros de corazón. Ojálalo acepten con 17

gratitud y reverencia y fortalezcan la nunca extinguida potencia del corazón, poder que siempre nos exalta hasta las estrellas, que trasciende el momento presente, que crea un tiempo más allá de la muerte. RUDOLF VON JOUANNE

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"UNA ESQUELA DE BENVENUTA" Queridos amigos americanos: Este libro está dedicado a los jóvenes aquellos que aún conservan el sentido del respeto y a todos' cuantos son puros de corazón. Pretende hablarles como un amigo les habla a sus amigos, como un hombre les habla a sus iguales, iguales cuyas penas y alegrías comprende y comparte. Esta tierra nuestra se halla atrapada en el violento torbellino de lo material, como por otra parte siempre lo estuvo. En tiempos tales padecemos la terrible necesidad de reunir y ordenar nuestras fuerzas interiores. Desde los orígenes del mundo éstas han sido siempre el elemento unificador esencial, más poderoso que cualquiera de las cosas que nos mantienen separados unos de otros, y si esto fue verdad en el alba de los tiempos, ¡cuánto más lo será hoy y el día de mañana! Este poder interior, este espíritu de amorosa comprensión es lo que Rilke poseía en alto grado. Que este libro contribuyera a consolidar los lazos interiores de continente a continente sería el más alto homenaje que podríamos rendirle a Rilke en su aniversario. Les envío este 19

libro con absoluta confianza, con mis mejores pensamientos y deseos. La distancia entre nosotros se hade desvanecer cuando nos unamos, con espíritu de amistad, para conmemorar el día del gran poeta. Magda yon Hattingberg (Benvenuta) Gmunden, Austria, 4 de diciembre de 1950, 75° aniversario del nacimiento de Rainer María Rilke.

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LAS CARTAS París, 17, rue Campagne Première I o de Febrero de 1914 Tengo ante mí, querida amiga, el papel que uso —el de cartas— pero me atreveré a decirle 1 que ha sido mi costumbre inveterada escribirle en las hojas que utilizo para trabajar, pero dejemos eso Amiga mía, ¡la voy a tener aquí! pero, por otra parte, cuando pienso que realmente vamos a vernos, siento que voy a defraudarla; entre otras cosas, ve usted, porque debe aceptar en el más amplio senado lo que le escribí el otro día sobre las limitaciones de mi oído: es como la piel de la planta del pie de un recién nacido, es decir, no sólo es nueva, nunca fue usada, no tuvo ninguna clase de contacto real con nada, sino que también es desmañada, poco práctica y torpe, quizá (como yo aseguraba una y otra vez cuando era chico) completamente incapaz de caminar, inepta para apren1 En el original alemán de las cartas, Rilke usa tanto el Sie formal como el Du familiar para dirigirse a Benvenuta, llegando en ocasiones a emplear los dos pronombres en una misma carta.

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der hasta los primeros y vacilantes pasos. (En realidad, no puedo recordar ni una sola melodía, m siquiera las canciones que me conmueven y que escuché tantas veces. Las reconozco, pero soy absolutamente incapaz de tocar aunque más no sea una nota por mi cuenta. Tal vez ésta sea la debilidad más crasa). ¿Tengo derecho a abrir sus cartas? ¿no estarán dirigidas a otro, a alguien del pasado, alguien por quien, la verdad sea dicha, a weces yo mismo siento nostalgia? (Más tarde) Querida amiga, hoy a la mañana, cuando en un impulso de mi ser interior traté de transmitirle mi alegría, mis prevenciones y mil otros sentimientos, olvidé un asunto de real importancia. No hay posibilidad de hacer música en las condiciones en que vivo actualmente. Yo mismo he sostenido una valiente lucha contra la existencia de pianos en las cercanía^. Hay uno en lo de mi vecino, pero no se atreve a molestar Mi ira lo ha vencido. Cuanto más pienso en esto, encuentro que tal vez sea mejor que no se pueda, aquíy ahora. Me he embarcado en ciertas empresas que debo concluir én la misma tesitura mental (buena o mala, no importa); además, cada nueva nota (bien lo sé) prepara la escena para otros tiempos, otras cosas. 22

Por ello, tratemos de no mezclar el futuro con el presente —lo que le escribo tiene valor de presente— puesto que estoy sumergido en él, peleando, luchando Muy simplemente, me he endurecido el corazón para los hombres, a lo mejor deseo ser redimido por un ángel, con alguien semejante tendría la seguridad de alcanzar el estado adecuado. Sin duda existe un grado de necesidad al que los ángeles deben de prestarle oído, radiaciones de emergencia extrema que los hombres ni siquiera perciben, que atraviesan la densidad de su mundo para recién allá, en el aura de un ángel, hacer sonar una suave, apesadumbrada nota violeta, como una tonalidad amatista en un receptáculo de cristal de roca ¿La alarma esto? ¿Le resulto un extraño, yo, que sufro todo esto a mi manera peculiar, comparado con el hombre al que, en la plenitud de sus primeros libros, se le concedía la gracia de convertirse en su amigo? Es en relación a esto que debe escribirme la próxima carta, y tendrá que dirigírmela enteramente a mí, el yo presente, sea que se lo comprenda o se lo rechace. De todas maneras, esto no debe empañar su propia sensación de alegría, Rainer María Rilke

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(Postdata escrita apresuradamente ya entrada la noche) . No cabe duda que las cosas que todavía no tienen nombre es mejor dejarlas para el futuro y sus certezas; así, lo que en rigor de verdad no podemos llamar un "encuentro" probablemente quede en las mejores manos. Sin embargo, antes de ese entonces (que quizá demore un tiempo muy largo) por favor, envíeme unas líneas ocasionales siempre que la gente, las impresiones recibidas o un libro lleven súbitamente la imagen de su amigo a su mente. A la mañana Querida, alma querida, a veces estoy tan profundamente conmovido que me parece estás presente. Esta mañana, al levantarme, te hablé como si estuvieras allí. Hermana, querida, ni siquiera tengo un retrato tuyo; no puedo imaginar nada, conjeturar nada: ¡sólo te veo caminando bajo la helada, querida figura distante, distante! La escarcha, ¡cuánto hace que no veo una real! Una vez, hace mucho tiempo, en un instante del invierno sueco anduvimos en trineo por un campo cubierto por sus fulgores; sin embargo, camtnar sobre la helada es casi todavía más hermoso: se oye un gran silencio puro. Algún día caminaremos así juntos, lo haremos, escandalizando a los grajos con nuestra exhuberancia irreprimible Las penas son tontas, como, según Bettina, decía la madre de 24

Goethe con mucha vivacidad, ¡ayí ¡ay! todas las noches el cielo estrellado se arquea, pleno de obediencia a la ley Al compararnos con él, no existen los cuidados, no existen en la música, no existen en mis poemas y sin embargo mi corazón con ellos rebosa Querida, debes acostumbrarte a mirar en mi corazón, no es algo fácil* créeme Mira muy de cerca pDr el telescopio preparado: allí, esa pequeña, esa minúscula manchita de luz —¿la ves?— ése es mi corazón, casi irreconocible *tAy hermana mía! ¿es una mansión? ¿O es tan sólo un brillante punto rígido que se abre paso ciegamente entre el verde ondulante de la naturaleza laboriosa? (No te alarmes, una y otra vez volveré a dirigirme a ti formalmente, pero no puedo hacerlo cuando te llamo "hermana", eso sonaría como si yo estuviera enfermo en la cama y tú, de uniforme almidonado, te dedicaras a cuidarme no sólo a mí sino a todo el mundo sm distinción.) Más tarde Justo en ese momento llegó la femme de ménage para limpiar todo; muy lenta, llena las mañanas con nuevos chismes y no piensa siquiera que uno puede no querer escuchar De esta manera uno permite que lo rieguen durante un rato, como auna planta en maceta, confiando en que la conocida generosidad de la naturaleza hará que esta humidité 25

de algún modo contribuya a hacerlo crecer Helas, chère amie, estos personajes menores, admitidos en la casa por su probada habilidad para manejarse con los fastidiosos quehaceres domésticos, ¡de qué manera pueden convertirse en fuente de ruidos, en un fastidio, en una verdadera molestia! Es casi como si uno hubiera comprado una sene de felpudos sólo para tropezar con ellos en cuanta ocasión se presenta. Para abreviar, hice lo que hago todas las mañanas, después de haber sido regado lo suficiente: me desbordé. París, 5 de febrero de 1914 17, rue Campagne Première Esta es la tercera carta (desde ayer), amiga mía. A la mañana le telegrafié, desbaratando el poder hacerlo después, pero, a decir verdad, tenía que hacerlo; jay! ¿qué estoy diciendo? En honor de la verdad, tendiía que escribirle día y noche para expresarle todas esas exaltaciones y movimientos de vaivén en medio de las contradicciones y aún así Dios sólo sabe si podría hacerme comprender, dado que después de todo, yo mismo no me entiendo acabadamente. Sin embargo, desde la primera carta nunca me sentí con derecho a perturbarla con üinguna de las circunstancias de mi vida, que, después de todo, no tienen por qué interesarle; de hacerlo, esa vida se tornaría im26

portante para usted, con lo cual meramente se lograría nublar con las muchas palabras la pura alegría que usted me ha traído, como la brisa de pnmavera anuncia el día que vendrá. ¿Qué he de hacer? Durante meses he jugado el juego de las escondidas y ahora que su fina alegría súbitamente me descubre, me comporto como un niño que, tomándose el asunto muy a pecho, gritara: "¡todavía no, todavía no!" y quisiera esconderse mejor para después saborear la conmoción y el éxtasis supremo de que lo hallen. Por otra parte, cuando escribo esto, me parece actuar como si el valle le implorara al buen sol que demorase en aparecer (sí, ¡se lo ruego al buen solí) contándole lo ocurrido durante la noche, hablándole de la tormenta y las tinieblas y de la falta de gracia del desarreglo que ostentaban los árboles. ¿Quién es usted realmente, querida amiga? Este jardín mío teme al sol: está tan mal trabajado, tan enmarañado. Ahora ni siquiera parece un jardín, porque una vez más está entregado únicamente a la tarea del crecimiento. Se prepara para el invierno, paira un largo proceso de gestación bajo su fea, dura y áspera superficie. No cabe duda que no está preparado para recibirla con todo esplendor, ni al dios o semi-dios que mora en usted, impaciente por obrar. ¡Imagínese, por favor, que Orfeo con su lira impenetrable hubiera recorrido la Creación 27

del Señor antes de haberse elevado las montañas y manado las aguas! De la misma manera, pienso que primero debería levantar mis pocas piedras, y hacer fluir mi río, de modo que nadie se sintiera tentado de confundir mi docena de árboles extraños con nada que no fueran árboles. La divina tranquilidad y las tormentas de la inspiración hacen con ellos lo que quieren, más allá de toda comprensión: los retuercen o los barren. ¿La aflijo, amiga? ¡Sin duda no podría actuar así frente a su maravillosa alegría! Una vez más me digo que lo que aquí cuento, lo que esparzo en su camino, no debe contribuir a disuadirla de venir a verme pronto, si sus planes lo permiten sin violencia y se mantiene su deseo en ese sentido. Porque además de mí, los Cielos lo saben, está París y de esto no cabe duda: es incomparablemente más lindo en primavera que en otoño, especialmente para alguien que no lo conoce. Le voy a decir ahora con toda sinceridad cómo yo, en consonancia con los hábitos de mi alma solitaria, he de responder a tal acontecimiento. Ante todo, le tomaré su mano entre las mías y allí la dejaré tanto como sea posible; luego, una vez más me retiraré por completo a mi aislamiento habitual, sin aveoturar nada. Sin embargo, podríamos pasar algunas tardes juntos, un anochecer, podríamos compartir un paseo, cosas todas que no tuvimos la dicha de gozar y que tanto podrían 28

significar, a causa mismo de su rareza. Tendríamos hadas cosas para decirnos uno al otro, más allá de lo imagmable; por último, podríamos acordar algún plan para el futuro, ya en forma cierta y tangible, quizá nuevamente con la ayuda de ese feo y versátil monstruo amarillo,1 porque aun cuando pudiera hacerse algo concreto, encontrarse un lugar y un instrumento, tengo la sensación de que no dejaría que su música soplara sobre mí acá, en esta ciudad que me ha devorado la mente a tal extremo que no podría mostrársela sin artificios. Su música (así lo sueño) no sólo debe alentar un nuevo orden en mi mundo interior, sino que debe unirse a nuevas relaciones externas. Dirá usted que soy desmesurado. Lo soy, amiga mía, pero quizá nada de lo que mucho apremia puede permitirse ser mesurado, y menos que nada la naturaleza. Rainer María Rilke (iSi tan sólo me dijera que no se ha enojado conmigo por todo esto!)

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Es probable que se refiera a la voluminosa guía y horario de ferrocarriles europea, de cubiertas amarillas. (Nota del traductor inglés).

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París, 8 de febrero de 1914 ¡Oh Benvemita! ¿qué he hecho para que el peso de las realizaciones me haga caer siempre en las redes del amor, a mí que, por naturaleza, nunca he cargado con sus frutos resplandecientes, como el naranjo soporta su dichosa e inocente riqueza? ¿Por qué tengo que ir cargado de aquí para allá, como un esclavo en el mercado, llevando sobre la cabeza provisiones que no puedo ver, que algún dios compró para usarlas en sus banquetes, a los que no se me convida? Los niños descansan en el amor (¿acaso se me ha garantizado éste alguna vez?) pero luego, nada empaña su ilusión de que es posible pertenecer a alguien y cuando dicen "mío" no pretenden reclamar ninguna propiedad, toman y dejan ir, y cuando no lo hacen, se aferran a Dios, con quien conservan una sutil conexión que incluso hace que otros se acerquen a El a través de sus puros brazos abiertos. ¿Podría usted explicarme por qué la gente siempre acaba por ser mi perdición? H e de confesarle que si en este momento entrara mi vecino, un joven pintor húngaro al que apenas conozco y a quien no le tengo otra simpatía que la profesada a la gente jo vea cuando ya no se está muy convencido de la propia juventud, si ese joven, por 30

quien no siento nada más, entrara aquí ahora, carente de la menor idea de queme preocupa, dejaría de lado la pluma y durante dos horas enteras, hasta quedarme sm aliento, le contaría impresiones y recuerdos con el calor (¿puede usted concebir una cosa semejante?), con el calor que le estaría di-, rígido a usted de hallarse aquí y que le pertenece por derecho propio: con esa misma calidez reprimida, ¿qué signifca esto? ¿Acaso es bondad o debilidad, flojera, vanidad o crimen? Y hago lo mismo con mi trabajo. La tensión profunda que se genera a sí misma, y que tiene una sola exigencia, se descarga por cualquier causa menor, pasa, se desvanece en el aire sutil. ¿No tengo entonces que mantenerme bien tapado, tal como los comerciantes hacen con el aceite de rosas? Querida mía, ¿no estoy en lo cierto al obrar así? ¿Por qué no he de decir que prefiero estar solo? Amiga mía, créeme, éste es mi único deseo. Con el mismo aliento con que imploro a Dios que me deje amarte, le suplico, le imploro que fortalezca mi voluntad para conservar una soledad militante, porque tal es el destino de cada fibra de mi ser. ¡Oh! ¿no lo sientes en mi corazón, no sientes, cuando pones allí tus manos, ese impulso inefable de apartar todo, toda ternura, de saltar irresistiblemente de acto en acto, a lo largo del duro y espléndido camino de la acción? ¿Lo puedes sentir? ¿No es verdad que, en definitiva, no habrá necesidad de 31

que nadie erija mi pira funeraria, puesto que yo rocé la antorcha del éxtasis con mi corazón sin tacha, que se consume a sí mismo, subiendo hasta Dios en una sola llama? Sin embargo, aquí estoy, bajo siete llaves, ¿ve usted? detrás de puertas cerradas, y no obro. En una época, y no creo equivocarme, todas las mañanas, o por lo menos de vez en cuando, me parecía como si cada comienzo fuera el primero, el único. Eso fue hace mucho tiempo, ahora es muy diferente. La menor o la más significativa de mis empresas —incluso las aventuras que me son queridas y familiares (y quizás éstas más que nada)— están cargadas de antemano por el indescriptible peso de la experiencia y la sospecha de incapacidad. A la mañana, cuando me esfuerzo en el trabajo —en realidad, a veces limitado a una carta— me asalta un presentimiento: ¡No puedes hacerlo! y bastante a menudo no puedo. En verdad, el elemento crucial del arte —lo que la gente desde hace mucho llama "inspiración**— escapa a nuestro poder; empero, eso siempre lo comprendí— no podía ser de otro modo, somos tan inconstantes— y nunca me ha preocupado —tampoco empleé el menor medio para conjurarlo. Ser paaente frente a lo divino es natural, puesto que se gobierna por normas propias. La dificultad viene de otra parte, pero ha expandido lentamente su infección hasta llegar al punto donde se asientan mis verdaderas certezas. 32

Un autor joven y bastante excéntrico (me gustaría mandarte su libro—su nombre es Marcel Proust—, la copia marcada sobre la que pasaba las tardes) habla de un temor peculiar que obsesionara su infancia y que ejerció gran influencia sobre él. En la última parte de su vida, en que aparentemente no había razón para ese miedo, siguió reconociéndolo bajo diferentes disfraces, c'est cette angoisse qui revient dans Vamour De ser eso cierto, hago propia la frase siguiente, ?angoisse de ne pouvoir pas aimer qui revient dans le travail. (El trato súbitamente familiar no significa que haya abandonado la forma anterior Quiero decirle todo, llamarla por todos los nombres, de modo que debe recordar que para mí usted es la cercanía y a la vez la distancia, que usted es una puerta abierta y la huida de ella). Mi querida amiga, veo que Brigge le resulta familiar Por supuesto que no existe una verdadera identificación, pero también es cierto que absorbió mucho de mi vida y en algunas partes, casi todo; no obstante, ¡qué crónica diferente sería si las penas inefables de los tres o cuatro 'años que han transcurrido desde entonces fueran precipitadas en palabras! La resquebrajadura de mi corazón tiene por origen otros sucesos, esa grieta que debe ser el motivo de que mi corazón se agite y contraiga cuando lo rozan la naturaleza, las estrellas, las cosas elevadas. (¡Debieras haberlo oído antes, la exal33

tada pureza con que resonaba cuando lo tañían castamente!) Eso. sucedió en un largo viaje a otro continente en que tenía la mente abierta a las cosas más potentes: en el momento de mayor apertura, contrarias y funestas circunstancias dejaron caer su peso al mismo tiempo. Profundamente receptivo, abandonado a la grandeza, estaba sin embargo inmerso en la culpa y el tormento; me sentía confundido, perdí toda seguridad, excepto ese sitio del corazón que había conservado su innata estabilidad a través dé todas las vicisitudes. Recuerdo una noche en una pequeña habitación de hotel en una ciudad tunecina, la atmósfera pesadillesca en que vivía inficionó mi ser interior tan espantosamente, que hasta las manos con que me palpé me parecieron extrañas. No había luz eléctrica, de modo que encendí una vela. Me senté en la cama, amiga, hermana, trata de comprender. Esa simple llamita, a la que somnolientamente había mirado tan a menudo de chico, debes creerme, fue lo primero en largo tiempo que vi y reconocí, sobreviviente querida de un mundo que hubo de perderse: \mi mundo! ¿Puedes entenderlo? Me llegó al corazón, sentí una marejada de gratitud, algo pareado al sentimiento que ahora me une a ti Tú que estás henchida de amor— .Mi vida nunca tuvo una base. Nadie hubiera podido siquiera imaginar la dirección de su cre34

cimiento. En Venecia se yergue el llamado Ca' del Duca, basamento principesco sobre el que fueron levantadas las viviendas más miserables. Conmigo se da el caso inverso: los finos arcos en los que mi espíritu aspiraba descansar en los tanteos extremadamente vacilantes del comienzo son en realidad un andamio de madera, unas pocas tarimas endebles . ¿Será por eso que me veo impedido de construir la nave en cuyo campanario la mole de las grandes campanas ha de ser elevada (por los ángeles, ¿quién más podría hacerlo?). ¡Qué maravilla son las grandes vidas, qué maravilla me resulta la suya, querida amiga! Vida a la que de pronto me pongo a hablarle como si estuviera dirigiéndome a las nubes y a las profundidades de mi cielo, para determinar cuándo la lluvia va a caer en mi naturaleza y cuándo el tiempo se aclarará. ¡Qué abrumador' es el impacto del cielo en la tierra, noche tras noche! Yo duermo cerca de la ventana abierta, de modo que cuando abro la puerta del dormitorio (contiguo al estudio alto en el que vivo y trabajo), cuando la abro, debo primero componerme el rostro para que se asemeje a la estrella más cercana. ¡Qué sensación inunda el espíritu! ¡Qué libertad del alma! ¡Qué fuerte se siente la fraternidad humana! Mañana a la noche estará en Berlín. Tal vez mi carta esté aguardándola allí —la carta que escribí ayer a la tarde— aun habiéndola despachado en 35

Viena. Ésta no podré enviarla "hasta mañana temprano: la pequeña oficma de correos que tengo se toma el descanso del domingo al pie de la letra, de modo que no recibe correspondencia hasta mañana. ¡Adiós, querida y verdadera amiga, paladín de la defensa de mi futuro, fino corazón alegre, querida, adiós! Dime pronto cómo te hallas en Berlín: sé de muchos recados de ti R.

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(Aquí van tres pequeños retratos míos, ¿pronto tendré uno suyo? No tengo más, porque no he permitido que me tomaran ninguno en diez años. En parte, porque no me gustan las fotografías modernas autoconscientes (en cambio, sí las antiguas)', en parte, porque la indiscutida publicidad de nuestra época difunde con demasiada presteza la imagen, conviniéndola en un fatuo artículo comercial. En cuanto al libro de Bussoni ("Bosquejo de una Nueva Estética de la Música"), me gustaría dedicarle algunas horas de quietud, si puedo conseguir que me lo preste; si usted tiene tiempo para "El camino de Swam" de Proust, se lo enviaré en breve.)

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(Sin fecha, probablemente de febrero de 1914) ¡Oh Benvenuta! tú estás en mí, Benvenuta, ¿puedes entender esto? ¿No habrá límite para el asombro? ¡Tu sueño del miércoles a la noche! Tú sabes que ésa fue la noche en que te escribí que* estaba como atrapado en la somnolencia de la creación, en los vastos espacios sin nombre del sueño, donde el espíritu, engalanado con los colores del sueño, viajaba con alertas ojos noctivagos, esa misma noche en que de vez en vez anotaba en papelitos sueltos cosas pensadas para ti, cosas que creía no podían esperar, que debías conocer en seguida, noche en que sentí con diáfana sensación las cien dolencias de mi cuerpo, sin atenuantes, cada una completa, cada una más allá de la curación, cada una en su lugar No se quedaban en reposo sino que cada una estaba presente, era algo en el estilo del esfuerzo que junto con su complemento, el reposo, hilvana en el bordado, por decirlo así, una suave hebra de seda. Ese reposo, no obstante, todavía tenía que ser trabajado por una mano amante, hebra por hebra, contra un pálido fondo, suave y pensativamente, en completa paz, algún día, pronto. Allí estaba, comprendes, y ningún bálsamo había para mí. Por el contrario, la plenitud de mi fatiga tejía una especie dé figura de muchos dedos en mi conciencia física, sin em37

bargo, en mi imaginación iba surgiendo una seguridad sagrada, la promesa de un beneficio tan indescriptible que no me atrevía a nombrarlo, por miedo a desvanecer el milagro que se acercaba. Recuerdo que todavía a la mañana me levanté con gran cuidado, atónito ante la grandeza de la noche pasada. Me vinieron a la memoria las profecías de la Biblia y las imágenes del sueño en la Vita nuova de Dante; nunca antes había experimentado nada parecido a este templo del sueño recorrido por un dios que aún no obraba pero que preparaba el camino de la acción planificando y observando. ¡Y tú, amante corazón, esa misma noche soñaste! Anoche, aunque inmediatamente después de tu carta leí algo muy hermoso, me asaltó un miedo abyecto. ¿Puedo hablarte también de esto, hermana mía? Sentí como si no estuviera en absoluto en condiciones de viajar Hay que atribuírselo a una mala pasada de los nervios. Recluido aquí durante los últimos cuatro meses, en ocasiones me siento como el prisionero al que van a liberar y que se halla confundido ante la idea de reintegrarse a la selva de las cosas y los sucesos del exterior Entonces, no sé cómo, pierdo mi coraje físico. Quería irme a dormir, pero no alcancé a hacer nada, incluso ir a dormir me parecía un esfuerzo muy grande, ¡cuánto más viajar! ¡Oh corazón mío! regáñame: fantaseo, por fuerza, en la facilidad con que una torpe circunstancia 38

externa, inocente en sí misma, puede no hacerle justicia a nuestro encuentro; en que deberíamos prepararlo con mayor exudado; que hay que protegerlo; que hasta las menores cosas debieran ser como son aquí eh mi cuarto de donde pueden excluirse, hasta cieno punto, la interferencia y el accidente. ¿Dónde podré decirle a todos mis bienes ¡silencio! ella llega; o no decir nada, dejando que la quietud de las cosas le imponga su rotundez y profundidad a mi tumultuoso corazón? Sin embargo, una vez más, hay razones por las que no me gustaría verte aquí, recortada contra un fondo de tristes deterioros; no la primera vez, realmente no. H e de hacerte también una confesión. Hace unos diez días se me ocurrió la idea de trasladarme para esperar la primavera en el campo de Umbría, puesto que aquí me recuerda demasiado otras primaveras, en realidad, a veces me sobreviene el deseo de dar largos paseos por el campo, paseos de horas, a manera de contrapeso a tanto tumulto interior (No sé cuan temprano uno podría atreverse a bajar allí, sin temor a encontrar todavía el invierno o un brote invernal, de todas maneras, le he escrito a alguien que debe saberlo.) Después, días más tarde, cuando mencionaste Genova, querida, una expectativa surgió en mí, desmesurado como soy nos vi sentados en un hotel de Genova, cuatro en una mesa, ambos dos separados por nuestras respectivas 'valijas negras", a las que 39

gravemente les dábamos voz y voto en el consejo. Veía tu libro amarillo ante nosotros, te leía nombres de sonido indescriptible, Perusa, Asís. Corazón querido, con tales trivialidades jugueteo, pero no me atrevo a hablarte de ellas. Sin embargo, cuando mencionaste Genova entre todos los posibles lugares, la cosa cobró una probabilidad fantástica ( c o estoy de nuevo más allá de los límites de la geografía?) En cuanto a mí, en verdad no puedo decidir si haría bien en ir a Umbría y quedarme allá un mes o dos o si sería mejor que, me hallara donde me hallase, volviera derecho al atril y el pupitre. (La valija negra, falta de imaginación y cansada por los años de pobreza, naturalmente vota por el segundo rumbo, pero debes saber que a menudo la consulto sólo para ignorar completamente sus irritantes recomendaciones, emitidas en el grave tono de una gobernanta.) En realidad, estoy completamente perplejo. Este obstinado impedimento me ha llevado a distancias indescriptibles, ¿he de perpetuarme en el rearo (cuando tú estás aquí)? Te he estado importunando a lo largo de todas estas páginas con estas flaquezas (sin duda, apenas soportarás leerlas). Discúlpame por no tener nada claro, puesto que en verdad rondo un tanto entre dos vidas: una vieja vida pasada, que está empezando a parecerme absolutamente poco plausible, y otra de la que nada puedo decir, salvo que todavía no termino de creerlo. 40

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Querida mía, mis manos ya no se sienten manos cuando se palpan una a la otra, buscan realizar su misterioso desuno de ser manos sólo en las tuyas, tus queridas manos.

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Rainer María

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París, 9 de febrero 17, rue Campagne Première

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Querido sol brillante, muy bien, sonríe —¿por qué no habrías de hacerlo?— pero tu muchachito nene mucho miedo de ti y esto quizá se deba a que su ocultamiento no es, después de todo, una exhuberante ficción: sin duda, el estar tan rodeado de males en los últimos años y haber tenido que meterse en un rincón fue bastante en serio. Sí, probablemente se deba a eso. 10 de febrero, tarde Esas líneas las escribí apresuradamente ayer, cuando llegó su carta, que me tomó de sorpresa (no me atrevía a esperar otra de Viena); había decidido conformarme, no atormentarme mucho entre la valija viajera y el tintero, como entre esta hojita y otra que envió sus quejas de haber sido descuidado el trabajo frente a la mesa de escribir, invocando todo el tiempo sus demandas privilegiadas, una por una. Más tarde Una y otra vez, querida amiga, e incluso ahora, me siento oprimido como si la estuviera engañando. Mis informaciones inevitablemente nenen 42

que llevarla a pensar que estoy mal de fortuna, empero, si usted entrara aquí y viera lo que hay, se daría cuenta que, dentro de lo razonable, sería posible vivir muy bien en estas condiciones. Y cuando hablo de la cárcel de los últimos años, no olvide que hubo por lo menos esos grandes viajes; siempre que volví, consternado por su riqueza, para bien o para mal, los viejos amigos se sobrepujaron entre sí ofreciéndome un lugar donde vivir- su magnanimidad crecía en proporción a mi abatimiento Todo aparecía en esplendente profusión, exageradamente de todo; pero en realidad, ¿no se trata acaso de estar rodeado de esas pocas cosas que uno necesita para la tarea interior?, sólo de esas cosas, ordenadas en el molde de una constelación por la necesidad inexorable. "Maravillosa dama", hubiera dicho hace un año, si un hada hubiese aparecido súbitamente ante mí para otorgarme un deseo, "concédeme un año de vida en mts propias condiciones, dentro de las tranquilas y previsibles circunstancias de mi labor. Esto no me ha de dañar sino que más bien me fortalecerá para soportar cuanto habrá de sobrevenirme por vía de la inquietud. ¿No es cierto que los niños soportan, incomprensiblemente, los más violentos cataclismos porque viven en el mundo de la ingenua satisfacción de las necesidades, sin darse cuenta de la posibilidad de que el cambio pueda estallar ante ellos?" 43

Y^~ En realidad el hada no necesitaría ejemplos, nunca hubiera recibido órdenes y mi discurso podría haber sido mucho más breve, porque sé muy bien ¿o que le resulta pertinente a mi trabajo. Un poco de verdadera protección, quizá bastante, mucho, es necesaria, puesto que voy por la vida en un estado de receptividad que responde a la diez milésima parte de la menor insinuación, atraído día a día por lo menos por cuarenta vidas diferentes, ninguna de las cuales acepta la validez de lo que comencé en otra. ¡Si tan sólo pudiera por un momento tener una misma atmósfera para el alma! un nivel parejo de bondad y seguridad, tal como el que se permite un paciente al aire libre, para recuperar la confianza en un cuerpo que se ha desmoronado. ¡Días apacibles, noches apacibles impregnadas por el suave y excitante llamado del trabajo! ¡Oh hija mía, tus manos, tú música Fabulosa, mágica fantasía de mi corazón, no te asustes cuando me dejo arrastrar por las palabras. No creas que implican una esperanza tangible, un reclamo: no hay ninguno, ninguno; sé muy bien, además, que tú —tú del mundo— das sólo lo que está ordenado desde la eternidad que debes dar Hermana, ¿has visitado alguna vez a un prisionero?; en este caso, al menos, se le puede conceder que confunde desmesuradamente la vida exterior —siempre que lo solicita y antes que pueda exa44

minarla— con la propia vida que ha abandonado; pero esto también pasa y entonces, una vez más, vuelve a su lugar a observar la araña del rincón oscuro, perdido de admiración por la totalidad y la infinitud que en ella encuentra. Si esto te resulta tedioso, amiga mía, ubícame brusca y resueltamente en el lugar que quieres ocupe; he estado preparándome para una aflicción tan inefable que no me hará ningún daño, si dentro de esta radiante alegría, retrocedo algunos pasos. Antes de la hora de recogerse Querido corazón, ha llegado la noche; una gran luna llena, casi más fuerte que mi lámpara de luz verde, se abre paso a través de la ventana abierta del estudio. Antes podía pasarme las noches escribiendo, ahora la fatiga cae sobre mí sin que pueda ponerme a pensar 11 (de febrero), temprano Piensa, hermana, cuántas cosas adversas de mí tendría que haberte dicho, que haberte inspirado con el debido prejuicio contra mí. Todo el mal que me doy cuenta tengo y que no logro superar . Las crudezas de mi mente que otros me señalaron, una vez agotada su paciencia como si me dijeran: tú, René, tú que en ocasiones sientes y anticipas las cosas más sutiles, más ligeras, más tenues, ¡tú has 45

sido capaz de hacerme eso! Amiga mía, no sé quién fue el primero que dijo eso, pero sería terrible que, aunque fuera remotamente, lo pensara usted. ¿Comprende? H e estado tan convencido de la existencia de esa monstruosa falta que en ocasiones he tratado de analizar con calma de dónde proviene. Antes me daba en pensar que la gente me era -hostil 7 me decía que las cualidades de afecto y confianza que poseo las había adquirido, no de las personas, sino del conocimiento que los objetos inanimados me brindaban. Al fin y al cabo, en esto no cabía ningún juicio válido respecto de dar placer o dolor. Después de todo, por razones similares, los niños son capaces, sin la menor mala intención, de retorcerle un dedo a alguien prácticamente hasta sacárselo, puesto que sus candidos afectos se desarrollan a partir de muñecas, y éstas nunca responden. Sin embargo, una vez que le hube atribuido toda la culpa a esas cosas, me di cuenta que realmente no era justo. Tal vez sea inevitable que dentro de la esfera de un hombre que vive para sí mismo, muchas cosas deban caducar y perecer, puesto que hay muchas que razonablemente no puede mantener N o obstante, incluso entre los objetos que conservo con calor, noto que éste o aquél languidecen llenos de reproche, como si las pequeñas raíces que echaron firmemente, hubieran chocado muy abajo con las piedras del desamor, expirando 46

És . .

entonces con una sacudida de doloroso silencio. Cierta vez, entre yo y un pequeño retrato se interpuso un remordimiento semejante, haciendo estremecer mi corazón (lo cual, supongo, debe ser la mejor prueba). El fino daguerreotipo en colores de mi padre al observarlo más de cerca podían verse unas minúsculas manchitas verde metálico en la región de un ojo, como si la corrosión devorara la lámina. Preocupado por miedo a que el daño hiciera mayores progresos, resolví revestirlo de ambos lados con gamuza negra. Más adelante pediría opinión y consejo a la gente entendida en esas cosas —¡oh amor! ¿debo continuar?— baste decir, sólo baste decir que cuando años más tarde abrí de pronto, en mala hora, la cubierta para frotar la superficie con un mal trapo de algodón, el pequeño y tímido defecto acabó, por supuesto, en un verdadero desastre pura torpeza nerviosa, pero trasládala por un momento a la esfera de lo intangible, lo emocional, lo intelectual, y dudarás de a qué ángel implorar por alguien que actúa así en determinados casos, que padece el que la soledad interior sea tan perversa como un bárbaro hostil. Cerca del anochecer Llegó una carta, miré la estampilla: sigue en Viena; no lo pensaba, pero sentía que estaba pasando días difíciles, de rebeldía; lo siento y sin 47

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embargo voy y le escribo confusamente sobre mí mismo, amiga mía, en vez de inconscientemente dar con esas pocas palabras (por el acaso de un corazón al que has conmovido) que pudieran traerle el bálsamo que necesitaba, que necesitabas, tú que hasta mí has llegado.. R. Viernes 13 de febrero, temprano La tarjeta postal de Berlín, qué contento estoy de hallarme aquí, todo parece allá tan distante, tan silencioso. Soy abismalmente ignorante de la geografía, lo cual mucho no me importa, sm embargo quisiera saber* ¿ahora está más lejos o más próxima? No interesa, de todos modos usted está increíblemente cerca Por ello, le enviaré aprisa estas muchas hojas: la femme de ménage ya ha llegado. Buen Dios, ¡lo que va a tener que leer! Pienso que será el domingo, según su costumbre. R. (Con una larga carta) Alegría mía, mi amiga, ¡cuánto hay que quisiera hacer real para mí en ti, en tu corazón, Benvenuta! Amigos de mi infancia, chicas: ¡qué será de ellos ! Bendita Teresa de Ávila, ¿puede la flecha del amor haber penetrado en mi corazón más impe48

nosamente que la deslumbrante punta de plata de la realización en el desmayado presentimiento? Uno las veía bajar por la calle, reconocibles desde lejos por la gracia de sus modales, en realidad, uno las sentía con todo el cuerpo antes que dieran vuelta la esquina en compañía de la francesa. ¿Había alguna que abrigara sospechas? Una de ellas lo sabía. No lo olvidaré: era verano, en un pequeño balneano bohemio; su nombre era Hueber, Fráulein Hueber (por supuesto que conocía también su primer nombre). Su nombre de familia, que recién ahora me doy cuenta recuerdo, tenía su propio encanto peculiar, dado que de ningún modo había que pronunciarlo Hüber, como podría parecer natural, sino Hu-eber, resultara o no agradable: yo lo encontraba encantador. Digamos de paso que no puedo apresar su imagen, una figura delgada, de cabellos rubios, semiconjurada, revolotea en mi memoria, asimismo, cómo se comportó durante cierta escena se me ha ido completamente de la cabeza (jirones de risa rondan mis oídos, pero tal vez no sea la suya). Por el contrario, veo perfectamente el paseo a mediodía por las aguas termales, el gentío, aunque no puedo recordar si la seguí o si armé un alboroto a su alrededor. Lo único cierto es esto: mis extravagantes sentimientos fueron descubiertos y esto es lo que ocurrió: me sujetaron de atrás ambos brazos por debajo de los hombros y antes que me 49

diera cuenta de lo que estaba pasando, me empujaron sobre las gentes hasta que a la luz brillante del sol me plantaron firmemente ante Fráulein Hueber, que de esta manera se veía impedida de avanza Así, mientas que el aprieto en que me hallaba se iba cerrando cada vez más, una voz fuerte y alegre relató por sobre mi cabeza mi historia secreta, con bastante exactitud, creo. N o puedo saber qué uso ulterior hube de darle a la sangre que me cubría el rostro de vergüenza Ahora pienso en el hombre y trato de imaginarme qué lo guió. ¿La amaba, quizá? Buen Dios, quisiera decirte ahora, amiga mía, cómo traté de apartarme, una y otra vez, de tales cataclismos, cuan monótona fue mi vida comparada con esas extravagancias, porque me parece que en realidad nunca conocí el amor en absoluto. No es que no nos excitáramos el uno al otro, ni que nos faltaran caricias, m que dejáramos de sufrir, al decirnos buenas noches, todo el tumulto de la separación y la esperanza de otro encuentro: todo eso estaba presente (casi demasiado, me inclino a pensar), pero no necesariamente manaba de una riqueza y generosidad interiores, incluso podríamos haber obviado el problema, si no se nos hubiera impuesto incesantemente por una cierta sospecha vital. Ai igual que algunos perros comen recién cuando alguien hace un gesto como para sacarles la comida del plato, nos comunicábamos 50

sólo porque en el mundo había enfermedades y peligros incalculables, porque alguien se estaba siempre muriendo y porque había muchas maneras extrañas de mantenerse apartado de todo. Lo que de este modo nos unió, tiene que haber sido después de todo, una especie de miedo, —¡sí, indudablemente fue eso!— teníamos miedo uno del otro y de nosotros mismos. Exhalábamos un terrible temor a la vida y la muerte, y luego lo volvíamos a inhalar, diluido apenas con una pizca de aire sano. Por otra parte, resultaba claro, en lo que a mí concierne, que el futuro era algo enteramente desconocido y que uno pretendía tener a ese futuro en su poder desde muy pequeño, de modo que creciera, por decirlo así, con limitaciones, sin que nunca llegara a mostrar su carácter indomable Tú, tú (¿cómo te llamaré, qué nombre cuidadosamente elegido te he de decir, qué nombre lo suficientemente querido para mi corazón que vuela hacia ti?), mira bien, todo esto que analizo por primera vez, tú lo haces real para mí (porque, ¿qué sabía yo de esto?). Tengo que tomarme mi buen tiempo para escribirte, las palabras caen como las primeras, pesadas gotas del lagar de mi pasado. Lo siento, en algún pretérito, en la esfera legendaria, debo comenzar con mi amor por ti, yo, el iniciador. 51

13 de febrero, al anochecer Tienes que saber que no leo ningún periódico, aunque compro dos todos los días, ya que ocasionalmente pueden mantenerme informado sobre las exposiciones y la incansable vida literaria europea. Asimismo, existe otra razón, de súbito no quise recibir más mis dos periódicos, la mujer del kiosco, en vez de suponer que de pronto había perdido todo interés en los hechos corrientes, se convenció de que el Fígaro que tenía no era lo bastante reciente y que yo lo compraba en otra parte. (A veces me pregunto, ¿no será el amor nial vivido la razón de que, incluso en el más superficial de los hechos mundanos, el acto mismo de la cesación tenga tan mal olor, aun cuando, conforme al derecho, no debiera ocurrir así?) En cuanto a los tiempos que corren —los nuestros— uno indudablemente debe mantenerse alerta; bueno, aunque apenas leo, en ocasiones me detengo a observar lo que pasa y no dejo de maravillarme, En el Fígaro de ayer había un artículo destacado cuyo título era De l'amour y estaba firmado "Foemina", es decir, Madame Bulteau. Leo a madame Bulteau de tanto en tanto: juntar la resolución necesaria tiene que ver con el hecho de que madame Bulteau era la mejor amiga de la difunta condesa de la Beaume, y que esta madame de la 52

Beaume dejó dos libros bastante extraños que vibran con una nota de gran intensidad (el segundo sorprendió incluso a quienes habían estado cerca de esta modesta mujer fuera de lo corriente). El que esta otra mujer haya salvado esos libros sorprendentes es la razón de que ocasionalmente lea à madame Bulteau que, por su parte, es perfecta (¿comprendes ahora cómo todo en mí se produce artera y subrepticiamente? ¿estás comenzando a sentirte intranquila?). De modo que ayer comencé a leer De Vamour también, pero no avancé mucho. ¿Qué es esta curiosa mezcla de virtuosismo e incapacidad a la que aquí le dan ese nombre (y que no puede mencionarse demasiado)? Por un lado la habilidad más exquisita, por otro una sempiterna frustración. ¿Sabes cómo me siento? Como si hojeara el Banquete de Platón por primera vez en largo tiempo. La primera vez que lo leí, vivía solo en Roma en una minúscula casa hundida en un antiguo parque (la misma casa donde comencé Brigge, todavía sm saber dónde terminaría). Amiga mía, en ese entonces comprendí una cosa, dispuesto como estaba a ello: no hay belleza en Eros, y cuando Sócrates así lo afirma a su manera cautelosa en la que espera que su joven y versátil interlocutor vaya cerrando todos los caminos, uno por uno, dejando sólo una vía abierta, cuando afirma que Eros no es hermoso, tras lo cual el mismo Sócrates transita ese sendero que lo conduce a su 53

dios, sereno y puro de corazón, jde qué manera sentí encenderse en ese momento mi naturaleza interior con la idea de que Eros no podía ser bello! Lo vi tal como Sócrates lo evocara, enjuto y duro, siempre un poco falto de aliento, insomne, preocupado día y noche por aquellos dos entre quienes transita, de aquí para allá, de un lado a otro, incesantemente abordado por ambos: sí, ése era Eros. En verdad, cómo se equivocaron quienes pensaban que era hermoso y envidiaban su dulce vida. ¡Ah! era flaco, quemado por el sol y estaba cubierto por el polvo del camino, pero paz no encontraba en medio de los amantes (¿cuándo, me pregunto, no queda distancia entre ellos?); y cuando llegaba hablaba con fervor de la belleza del otro, atormentando el corazón de uno y otro para que se ensanchara, aguijoneándolo. Sin duda, hay mucho más en el libro, que todavía no comprendemos: en una época se lo comprendía', ¿quién perdió ese saber? ¿Cómo pasamos los siglos? ¿Dónde está el que se atreve a hablar de amor? En verdad, la naturaleza no habla de amor; la naturaleza lo lleva en su corazón, pero nadie conoce el corazón de la naturaleza. En verdad Dios trajo amor al mundo, y sin embargo el mundo nos abruma. En verdad, la madre no habla de amor, porque éste se lo proporciona su hijo, pero el hijo lo destruye- En verdad, el espíritu no habla de amor, porque el espíritu lo pone en el futuro, pero 54

el futuro es remoto. En verdad el amante no habla de amor, porque el amante sufre y el dolor derrama lágrimas. ¡Silencio! ¡Silencio! jGh,entonces es la música lo que habla! Empero, cuando la música habla, no nos habla a nosotros. La obra de arte perfecta nos roza sólo en la medida que nos sobre vive. El poema entra en el lenguaje desde adentro, en un aspecto que por siempre nos está vedado. Colma el lenguaje de manera maravillosa, elevándolo hasta el borde mismo, pero nunca se vierte de nuevo hacia nosotros. Los colores quedan congelados en el cuadro, pero se los aplica sobre la tela como la lluvia que cae sobre el campo; y todo cuanto el escultor le muestra a la piedra es cómo puede mantenerse espléndidamente sola. La música, en verdad, está más cerca de nuestro corazón pero, jcuánto queda fuera de nuestro alcance, pasa junto a nosotros y nos atraviesa sin que lo comprendamos ! Benvenuta, ni misma ¿ no has tratado a veces de detenerla, en vano, con tu corazón colmado de perplejidad? ¿O no lo habrás logrado por los ángeles que descienden en ti? (Habíame mucho de tus buenas circunstancias actuales; sobre todo, habíame mucho.)

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14 (de febrero), cerca del crepúsculo Amiga mía: Su carta, la larga, ha estado aquí desde la mañana, pero llegó junto con una gran cantidad de correspondencia y cosas importunas. No me gustaba verla mezclada con todo eso, no su retrato; ambos han estado allí, como si esta noche, al oscurecer, fuera Navidad. Benvenuta, ya ha llegado la Navidad, he leído tus páginas y voy*a volver a leerlas, como alguien al que llamaran de otra habitación y luego se apresurara a regresar para tocar de nuevo los regalos. Sí, aquí están, estos graves y grávidos pensamientos en la espléndida reflexión de nuestro sagrado contento, el tuyo y el mío. Estás tan próxima a mí que apenas si puedo escribirte, por tu misma cercanía. Estás en el aire de esta habitación y sólo de vez en cuando, al inclinarme sobre tu retrato, comparo tu invisible presencia con el suave deslizarse de tus cejas en el grave firmamento de tu rostro. Rainer

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15 de febrero (Más tarde) Respecto a los "sucesos", querida niña, y la parte que todavía arrastras: sé que no se puede hablar de ello, excepto en esa hora (que seguramente llegará) en que será agradable estar apartado de toda agitación de modo que no pueda dejar de aceptarlos tranquilamente. Penetran en mi sangre con toda su gravedad, uniéndose a muchos otros que trascienden la comprensión, cuyo dolor es increíble Cmco años: tal fue el lapso que duró mi instrucción militar, desde los diez a los quince años (iqué época!). Pienso que éste debe de haber sido el límite extremo: nadie ha estado tanto tiempo bajo el agua. Desde ese entonces, en ocasiones alcancé a comprender el carácter legendario asumido despaciosamente como un remoto e merme sufrimiento; a veces me resulta excesivo incluso ahora, porque pasé por él en una época en que se imponía en cada uno de los aspectos que tomaría en el futuro, por ese entonces todavía maleable. De todas maneras, toda vez que un fragmento surge en mi conciencia, aun cuando sea ba}o forma legendaria, me maravillo ante el esplendor del sufrimiento que padecí, me quedo como ante las tumbas de los héroes cuyo 57

grandioso y heroico estado de muerte no puedo analizar en profundidad. Pero déjame decirte: Magda» Si algún día sientes (y desde ayer ya hubo veces en que tal sensación se me ha presentado tranquila pero fugazmente), que esa hora sin nempo nuestra llegará pronto, si la* deseas como al sueño o a un sorbo de agua; si piensas que te permitirá absorber con mayor serenidad, como si te hallaras junto a un hecho agradable, esa parte del pasado todavía futura, si sientes todo esto por un instante tan sólo, entonces querida, corazón querido, arreglemos los días con calma y reflexiva prudencia, donde tú desees, cuándo, cómo y tantos como quieras, tan pronto como te parezca apropiado. Prométeme esto. Tú sabes que soy bastante desordenado. Lo que me mantiene aquí, junto a mi trabajo, es mi conciencia, mi respetuoso sometimiento a esta terca regularidad a la que me he plegado y sujeto, sabiendo bien de qué adolezco. Tal como están las cosas, tu interrupción no será externa sino desde adentro y de esto es preciso que no tenga miedo Anoche estuve despierto en la camapor un largo rato, pensando en los sufrimientos de tu infancia. Mi corazón los circundaba a distancia, como el león acecha el fuego en el desierto nocturno Hombre profundamente eslavo, como en cierto modo soy, casi te envidiaba la violencia sufrida. Cuando uno considera cómo te maduró, convirtiéndote en 58

persona —algo que no hubiera sido posible en presencia de un dios vagamente lejano—, persona que luchara día tras día en términos familiares con fuerzas corrientemente sólo percibidas; cuando uno considera todo esto, el propio corazón bate con más fuerza ante el espléndido producto humano salido de semejante trampa. Se me ocurre que en el alma rusa, que no reconoce una línea divisoria entre el rigor humano y el divino, esta experiencia podría haber desembocado directamente en su forma más interna: una inmersión de Dios en una experiencia de Dios. Si supieras lo que significan para mí los perros (nunca me permitieron tener uno), cómo los observo, no dudarías de que los veo tal como me mostraste desde tu ventana a los dos "más estúpidos y alegres" Ellos y el pequeño molino y el Mayor Ese grupo me hace recordar a esos tres muñecos magníficamente ingenuos: Pulchinela, la Princesa y el Buho, que compré el otoño pasado en Munich con Ruth, en una antigua papelería detrás del teatro de títeres de Papá Schmidt; adquiridos con el propósito de que alguien, a saber, Regina Ullmann (de quien te hablaré algún día) pudiera escribirles una pieza apropiada —yo, por supuesto, no puedo pensar ninguna— una pieza escrita expresamente para este trío inverosímil, tan diferentes entre sí que cabe realicen las acciones más vivaces y briosas. (Me pregunto si Betti, y tú con 59

ella, soñarían algunas cosas que podrían acontecerles a estos tres —¡cuidado! hay que desarrollar bien la trama— si se los abandonara a su leal saber y entender en el escenario de un lindo teatro de títeres, contra un telón de fondo que podría representar, digamos ¡un horrible calabozo!). Querida, he escrito el nombre "Ruth" y tú, íhi íntimo tiempo inmemorial, ni siquiera sabes que tengo una hermana pequeña (¿pequeña? nene doce años, como Betti), una niña, una escolar resuelta y femenina, alegre y bastante práctica, a quien veo raramente, pero con la que mantengo una amistad sólida y bastante juguetona Que no resulto de mucha utilidad páralos niños, en razón de mis propias incertidumbres y problemas (su cuestionar, su combatir y experimentar supone que los adultos estén dotados de la ecuanimidad más maravillosa, la serenidad más perfecta y, por cierto, de algún tipo de finalidad) es algo que podrás comprender; de todos modos, pronto va a ir apareciendo mi relación con Ruth, a la que conozco a medias y cuyo rastro no puedo seguir demasiado, lo cual te explicitará mejor lo anterior; preveo que convertirás eso en algo provechoso para mí. Vas a recibir el Proust: te lo he de enviar mañaña, junto coa esta carta. B u g n a s QOches 60

(¿Cómo te las arreglarás para que este libro tan gordo no te aleje de otros grandes y pequeños? No quiero ciertamente que suceda eso; además, el pequeño molino pretende que de vez en cuando lo miren desde tu escritorio. Y yo, ¿qué será de mí una vez que comiences a leer?) Rainer (Más tarde) Ocúpate de lo que te inquieta y preocupa, mi corazón querido, y no pienses que debes responder cada una de mis cartas, sólo tienes que estar allí, sólo tienes que estar allí . Yo también recibí una invitación de la dirección de conciertos de la firma Hermann Wolff, respecto a si quería dar una conferencia en Viena en algún momento entre 1914/15 Varsovia, siento decirlo, todavía no me ha reclamado (la conozco sólo desde un coche, después de una interminable noche de viaje, mientras cruzaba temprano a la mañana de una estación a otra, como parte de un interminable día más una noche de viaje por las vastedades de Rusia. Verhaeren acaba de vemr de allí y tiene muchas cosas buenas que contar, pero dado que^ estuvo también en Moscú y San Petersburgo, los recuerdos de estas ciudades naturalmente son los que más se destacan, especialmente de Moscú). . . Corazón, me gustaría que me dieras un nom61

bre que sea mío sin que yo lo conozca, así como en la Biblia se Uama a alguien por un nombre que su madre nunca profirió y que a él nunca se le dice es como el acostumbrado, oyendo solamente: te doy un nombre, tú eres N o recuerdo bien todos los nombres que tengo, nunca los encontré interesantes, unidos, como estuvieron, al azar, por consideraciones familiares inmediatas, no sacados de tradiciones más antiguas, de modo que algo sonara en ellos, algo que no se conoce bien, pero que le pertenece a uno, Dios sabe desde cuándo. Pero voy a mirar mi certificado de bautismo (un documento patético, terriblemente antiguo y muy estropeado en los bordes, como si hubiera nacido en 1740). A veces hasta pienso que es cierto. Porque nada hay que me desconcierte tanto como nuestra época en algunas de sus cualidades (tal vez las mejores). A veces me parece —justo le estaba escribiendo esto a Herr von Schlôzer, que me envió las cartas de su tío abuelo, embajador en Roma allá por el 1860— que sólo la vieja época era digna de llamarse "tiempo" —siento que también será así en el futuro, en la gran Rusia del futuro— en tanto la era actual no es sino una huida del no-tener-tiempo. Por ello, puede haber realmente peligro si se intenta introducir el pulso de nuestros días en algunas estructuras fuertemente exaltadas que quizá no tengan otro propósito, en lo que a no62

sotros concierne, que sobrevivimos en la esplendidez de sus dimensiones. Pero qué te estoy escribiendo, amor, cuando lo único que quiero es hablar del lugar en que nuestras relaciones terrestres podrían cobijarse y medrar (como vi una vez hacían las mariposas durante un largo verano, en un lindo parque bohemio: imagínate la escena, cuando jugueteaban alrededor de los capullos en flor de altísimas matas de hehotropo); muy bien, el lugar. Puede, tiene que ser el lugar que tú designes, es lo mejor, de modo que se adecué sin violencias a las ocupaciones o actividades que desees emprender La ubicación más conveniente para ti podría ser un sitio próximo a Munich, Würzburg, por ejemplo —que no conozco— con su lindo parque y sus Tiépolos deslumbrantes o alguna otra ciudad pequeña del interior. Dios, he perdido los últimos restos de geografía que sabía y no puedo pensar en otros lugares; puesto que sé que ese lugar existe, corazón mío, no puedo tomar a los otros realmente en seno. Sin duda conoces tu geografía, por ello debes ser tú la que disponga, incluso sospecho que eres buena en números (jay, querida! yo no soy nada bueno). Por favor, no me confundas demasiado con esas habilidades, pues de lo contarlo mi candida admiración quedará atemperada por un respeto excesivo (Ahora puedes volver al pequeño molino. ¡Ay, 63

si uno tuviera tan sólo un molino al que implorarle ayuda! .Ojalá puedas descansar, ojalá no te canses demasiado: ¡qué bien conozco esos tormentos!) Voy a tener que certificar esta carta, después de todo; de lo contrario tendría miedo de que una carta tan pequeña, después de las otras largas y pesadas, acabara sencillamente perdiéndose. Rainer Lunes 16 de febrero Querida niña, seguiré tomando a tu corazón por destinatario de QSíQ incomprensible diario de la vida que quisiera vivir trato de decirte toda la verdad sobre mí, de volverme brutalmente verdadero para a, verdadero ¿entiendes?, no digno de ser amado, como si dentro de tu corazón pudiera por primera vez sincerarme ante Dios, que Él me conozca. Señor, Señor, quisiera decirle, mira el desnudo metal de mi ser, cómo ha resonado contra el suelo cual la moneda que se arroja a un mendigo (una moneda importante en ocasiones ¿y por qué no?); sin embargo ahora hay que economizar el mineral para ver si puede fundirse en la aleación con la que se hará la campana que algún día Tú podrás sacar de mí, si la forma te place. Señor, infunde en mi corazón la majestad sagrada que yace en este mineral impoluto, que pueda vaciarse 64

en un lingote dotado de alma, bronce que ya no sonará contra la piedra sino que ha de vibrar en el aire dulce, balanceándose entre pájaros y ángeles . Como San Juan Evangelista en el cuadro que hay en Brujas: así me gustaría escribirte, aquí en la dura isla de mi corazón, barrida por las tormentas del éxtasis. Me gustaría escribirte con la mano derecha y luego escribirte con la izquierda, sin cesar, obedeciendo al rayo que apunta desde lo alto ¡Quiera Dios que las maravillas que nos han sucedido sigan sucediéndonos por siempre! A veces me quedo sin aliento —en medio de alguna tarea, en la calle, mientras me duermo o despierto en la noche—, me quedo sin aliento preguntándome si seguirán ocurriendo por siempre. Y en verdad, creo que así será. Como hombre, R. es amigo mío (en el verdadero senado de la palabra, aunque no literalmente sino tan sólo en la medida en que le es posible serlo a dos hombres que confían uno en otro pero que se ven raramente y se escriben aún más raramente); como inteligencia, bueno que tuviera 107 años (en vez de la misma edad) y viviera en el pico anubado de una montaña (en vez de habitar en H.) es lo que mejor expresaría el temor reverente que a veces me sobrecoge cuando pienso en su grandeza interior Esto es a lo que me llevaron hoy estas muchas páginas y tú, Magda, tú nenes que sufrirlas. 65

Aquí estamos: [si viera mi atril, erguido como Níobe, firme, alzando su negro rostro tan alto como puede, imagen del 'abandono**! Debo tenerle piedad y pensar una vez más en trabajar, con sólo pausas ocasionales para la correspondencia, no más extensa de lo apropiado para cartas normales —éstas son monstruos que trascienden el estadio epistolar, cartas-titanes que desafían a los dioses que gobiernan nuestras horas—-. Si diera vida a otro de estos gigantes que crecen y siguen creciendo, dejaré que se desarrolle en el interior de una gaveta: será una especie de diario que usted ha de ver más adelante, cuando haya alcari2ado talla adulta y se abra modestamente en sus manos durante media hora, siempre que quiera volver a él. Ruego a Dios me perdone usted toda esta mezcla sin orden ni concierto. Et pu¿s je vous écrirai une lettre française, pour me plonger dans Us vous, rien que dans les vous, vous verrez, ma chère chère amie. (Escrito en el margen) Postdata. Lo que sigue se produjo ante mi completa alarma respecto al "tienes que" y a manera de reacción ante él. Entretanto he hecho las paces con "Níobe", por lo cual ya no hay que pensar en su ' abandono". (Más tarde) ¿Qué estoy diciendo, amiga mía? No, no, por supuesto que no debe sufrirlas, ni tampoco necesita,

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por otra parte. ¿Qué insensatez es esta que se abate sobre mí, qué manera de estallar? Incluso a la noche, cuando me quedo sin lanzar llamaradas, me parece como si la luz ardiente de mi lava rebelde se elevara por sobre mi cabeza como ocurrió en Stromboh en los días de su erupción. En realidad no es justo que toda esta lluvia caiga sobre usted, dejando a la buena gente de la Grunebaus imposibilitada de mantenerla apartada de todo este humo y esta escoria. Tarde, a la noche ¿Puedo preguntare una cosa directamente, amiga mía? Es ésta: ¿Me creíste falso el otro día al escribirte unas líneas sobre R. ? Después de todo, sobre mí mismo puedo decirte todo, pero del otro sólo lo que le acontece estar dentro de mi\ ¿Quizás ocurrió eso la otra vez, cuando venía al caso decir: pero René, como podrías tú ? En los asuntos humanos eternamente tengo miedo de cometer torpezas, si bien creo que el mal mora sólo en las mentiras repetidas, en el chisme y en las cosas obscenas y en fermento. Pero donde la introspección se resuelve simple y naturalmente en claridad, ¿no está uno autorizado a comunicárselo a un amigo, aun cuando le ataña a una tercera persona? ¡Qué triviales pueden ser en definitiva unas pocas palabras como ésas, comparadas con los grandes residuos que nos rodean y que exceden toda for* 67

mulación, aun cuaedo sabemos que es esto lo que impone autoridad!. 18 (de febrero) .Acabo de recibir una linda carta de Munich, hicieron una gran teunión de máscaras para chicos en casa de amigos de Ruth, con la Sinfonía para Niños de Haydn. El director fue un italiano de nombre Gallone. Ruth actuó de cuclillo, quien, ai parecer, tiene que tener cuidado con sus pies, para los cuales no dispone en absoluto de mucho tiempo. Qué experiencia rara, casi vertiginosa, oír las voces de estos niños disfrazados de pájaros, mezcladas al sonido de la percusión y el vtolín, el triángulo y el clavicordio: lo veo como un jardín laberíntico adornado con vidrios venecianos grises y matizados como tela de araña, pero sin duda es mucho más claro, aireado y simple .

Juegas, y oleada tras oleada tu amor llega hasta mí a través de las multitudes. jCuán a menudo temí la influencia de la gente que está lejos! Pienso que la distancia es un camino en el que soy más accesible, y vulnerable que en la más estrecha intimidad! ¡Cuan a menudo se cierne sobre mí —un deseo, una palabra— la nube sombría de un sentimiento lejano, el escalofrío de un destino 68

ajeno! Mi corazón se halla abierto a un espacio de temerosa conductividad, no puedo ocultarlo, y mucho menos intentaría ocultárselo a las estrellas ¡ Ay amor! ¿nos volveremos nuevamente puros? ¿Habrá manantiales que conserven su limpidez, aun cuando arrastren la basura que en nosotros hay? ¿Esas aguas insensatas podrán mostrar su rostro a la naturaleza, que sabe de inmundicias y desperdicios pero no del mal, siendo que nada a ella se opone, ya que desborda los límites extremos de la más bárbara intrusión? Magda, niña amada, le hablo a Dios de ti; por ello, quisiera alabarlo en tu corazón. Magda, mi arte es de un esplendor no comparable siquiera con la Casa de David. Magda, los pilares de oro se yerguen allí como árboles en un bosque y el tejido de imágenes en los tapices no tiene otros hilos que los matices de la verdad y la belleza. De qué manera me ha asistido Dios para que pueda decir estol Lo puedo decir sin corrupción, porque me he quedado con las manos vacías, sin sacar nada. Y si hubiera sido lina verdadera piedra, todo estaría bien. Mas, puesto que no era una piedra, smo antes bien la imagen de un hombre abatido, las fuerzas poderosas que solía empujar ante mí en la desdicha me convirtieron en juguete, tal como las imágenes del sueño juegan con el durmiente. Las fuerzas de mi infancia jugaron conmigo, los re69

cuerdos jugaron conmigo y como ocurre con las cosas que sirven para divertirse, en vez de irme aguzando de más en más, como una herramienta que mucho se usa, me convertí en algo estropeado y roto: exactamente como un juguete. Además, ¿comprendes?, estaba el asunto de la fealdad. N o podía despojarme de ella en mi arte, porque mi labor no consistía en mantenerme apartado de las cosas sino en penetrarlas hasta el fondo. Tenía la convicción de que por dentro también era feo. No me atrevía a tenderme junto al leproso: me faltaba amor y en mis manos las llagas nunca volverían a cerrarse felizmente. No, tenía que profundizar hasta que llegara adonde la lepra era aún inocencia, adonde aún formara parte de mi infancia, allí debía juntar fuerzas, raspar la costra, impedirle que tomara conciencia de su mácula. Por último me creyó en qué residía su belleza, en que nada supiera de sí misma, en que simplemente fuera. Y en la cúspide de esa belleza me apoderé de ella, adquirió sustancia y entró al mundo de mi arte 19 (de febrero) (a la mañana) Al leer esto de nuevo, me viene a la mente una idea, que en mi derrotero un determinado giro puede finalmente haberme llevado más allá de los dominios puramente líricos (aunque, en rigor de 70

verdad, mi evolución reside en gran medida en comprender el carácter omni-abarcante de ese dominio, en cuyas extensiones cabe el mundo entero). Sea como fuere, existe una agitación y una búsqueda producidas por la forma y la figura. Estas solucionarían algunos de los muchos problemas, los arrancarían —si los hubiera— de las manos, por decirlo así, reconociéndolos como de su propiedad. .Ah, qué ha sido de los tiempos en que preparaba el té "amorosamente", agudamente consciente de cómo tenía que ser hecho (aprendí ese arte en Rusia), casi con una reverencia solemne por haber sido iniciado en los misterios de la preparación de una taza fragante: ¿qué ha sido de aquellos tiempos? La empresa mas trivial se ha convertido en una carga, un impedimento, una demora amena2ante, algo temido con lo que hay que habérselas. Dado que cada vez se hacía mas evidente que yo era incapaz de amar, el amor poco a poco se fue apartando de todo y lo que había que hacer volvía yermo y desolado, porque cuando alguien que.no puede amar toca la menor cosa, ésta se revuelve y huye —no sé dónde, quizás adonde todas las cosas anhelan compartir ese padecer—. Desde ayer hay aquí un gr.an cuenco colmado de violetas. Rara vez me atrevo a recoger flores, porque incluso el amor a las flores se ha convertido en un esfuerzo; su somnoiienta, serena, distante cal71

ma se lleva mal con mi intensa preocupación por cortarlas, por arreglarlas; encuentro su clamor en mí completamente fuera de toda medida.. ¿Morbidez? Sí, seguramente. Eso no me asusta. Lo veo nada más que como la lamentable necesidad de mi naturaleza de labrarse un camino a través de todas estas vagas proliferaciones hacia lo que es entero y sólido. Trata de dar el máximo de su capacidad Esta es la manera en que esperé la aceptaría, una y otra vez, pero ¡qué cansado me he ido sintiendo a lo largo del camino, cansado, cansado, cansado! Fatigado hasta los huesos, como los jóvenes con los dolores del crecimiento; cansado al caminar, cansado al acostarme . El verano pasado le hablé a éste y aquel médico, tratando de liberarme al menos de algunos dolores y tormentos Muchas veces mi espíritu se vuelve a ti con una sensación de alegría, pero mi tardo cuerpo se queda inactivo, como si nada supiera, como si ya no pudiera aprender . En una época lo llevaba de un lado a otro con mucha facilidad, y también hubo ocasiones en que conocí ambos estados a la vez: la plena alegría vegetativa y el vibrante y sereno deslizarse del alma ¡Y tú, tú que estés actuando ante Fráulein Hueber, ante toda la gente! En mi interior sentí una ligera angustia la primera vez que leí el nombre "Olga" Pero al ponerme a pensar en ello, en realidad me di cuenta que no sabía si ése era su nom72

bre. jEsa es entonces mi disposición hacia la fidelidad! (Una inspección más cercana revelaría que sólo estaba enamorado del nombre "Hueber", o quizá no fuera más que de ese maravilloso u-e ¡desdichado de mí!) El otro día, mientras te escribía sobre ella, me asombré incluso de acordarme, para mí era algo que estaba a mitad de camino entre ser un espectro y una leyenda y ahora resultaba que realmente existía, que existe de alguna manera hoy en día! ¿Los milagros no han de cesar nunca? Que ambos la hayamos conocido es algo que ni siquiera sucede en los cuentos. La gente diría. ¡Cómo! ¡no querrán que lo creamos! Pero el nuestro no es un cuento Anoche, despertándome suavemente de tiempo en tiempo de un sueño que era curiosamente espacioso (me hallaba tendido como en medio de un exaltado sueño de la creación), escribí en pedacitos de papel muchas cosas que sencillamente tenía que decirte en ese mismo momento, algunos ni siquiera alcanzo a descifrarlos. ítem. Un árbol en flor abre dulcemente sus capullos: sus raíces se hunden demoradamente en ti. Por ello toda esta obscuridad, este secreto: sirven para cubrirme, para plantarme con más fuerza en tu suelo querido. ítem. Tan valiente que eres para conmigo ítem. Amor, amor, ¿no es demasiado para ti? Y algunas otras palabras sueltas que tengo que recordar. 73

(Al anochecer) Corazón querido, ¿qué pasó? De vuelta a casa, después del almuerzo, pasadas las dos, abrí tu telegrama, me parecía como si estuvieras hablando en sueños, palabras trabajosas colmadas de vaga ansiedad. ¿Qué fue lo que te conmovió tan profundamente? Tu telegrama fue enviado a las doce y cinco; en ese preciso instante escribía todas esas cosas sobre lasflores»¿lo présenoste? Ahora siento como si no debiera mandártelas en absoluto. Pero mira, no es peor que otras cosas, ya se pasará y a causa de eso, junto con otras cosas casuales, te lo aseguro con total seguridad por estar inmerso en eso, inmerso en ut pienso que a causa de eso comprenderás mi tranquila soledad. ¿La comprendes, verdad? Tenía unas cuantas cosas listas para el correo, de modo que fui a mi pequeña oficina postal y te envié este cable: Todo bien mientras escribo una larga carta que sale mañana; bastante discretamente por otra parte. Esta es la carta, y la voy a despachar mañana a la mañana a más tardar. Llamarla "larga" es casi una mentira, porque es la longitud personificada. Estuve a punto de poner en el cable "larga larga", lo cual hubiera sido mucho más cierto, pero me acordé que eso significaba un gasto innecesario en mi 74

telegrama, de modo que retiré el segundo "larga" Sm embargo, no les saqué realmente provecho a ios dos o tres sueldos que ahorré, porque no contaban mucho para mí. Así sucede siempre. Y ahora. Buenas noches. ¡Todas las cosas que tengo que decirte! Tú tienes mi telegrama, quizá ya tienes también la cartita que te envié ayer, o tal vez llegue mañana a la mañana a más tardar Y pronto, amor, tendrás el resto querida, mi muy querida Ramer María

Domingo i Oh Magda! había tanto que quería decirte y que te diré a su debido tiempo, pero ¿cómo puedo pensar en este momento en otra cosa que no sea "vas a venir a París"? Ve y envíame otras fechas programadas que brillen con la novedad. Corazón querido, ni siquiera el colorado de las fiestas —Pascua, Pentecostés o cualquiera que fuere— puede competir con fellas. Qué magnífico calendario has inventado, amor, de lejos mucho mejor que el de cualquier Papa Gregorio Va a ser el año del corazón y de aquí a mil años los seres humanos contarán con él, y Dios pasará con ellos todos los domingos y les contará cuentos desde la noche anterior 75

A propósito, hay algo que el otro día quería preguntarte en un momento de actividad y era si en el futuro realmente pensabas arreglar las cosas con tu agente de París por correo, porque he de confesarte que yo pensaría que eso es bastante peligroso en un lugar tan presuntuosamente importante. Por otra parte, has visto (debido a mis cartas en general) con qué rapidez se me pasa esa actividad, ¿vas a reñirme, a avergonzarme? Lo merezco más de lo que admito, pero recuerda que estás tratando con un convalesciente, reclinado suavemente sobre tu hombro, al que guías en sus primeros pasos vacilantes por la alegría. Ese convalesciente se vuelve aprensivo por su inusitada confianza y se siente obligado a sentarse e incluso a volverse. Todo su valor se desvanece, tan pronto se siente cogido por un vértigo momentáneo, herido por una punzada de dolor. Dado que le hace recordar demasiado agudamente los cambios y emociones que solían recorrerlo súbitamente y que fueron su único manantial de fuerza por largo tiempo, ahora se imagina enfermo a causa precisamente de la potencia misma de su recuperación. ¿Es así? ¿O estoy viéndolo con demasiada indulgencia, corazón querido? Corazón mío, cuando hoy llegó tu carta, me disponía a trabajar . (¿piensas, quizás, ir a buscar a la pareja de edad o a la anciana dama con quien solías estar?) . no, aquí en la casa, iba a empren76

der la tremenda tarea de limpiar, como si fueras a llegar en una hora. La femme de ménage había planeado realizar una excursión campestre; vino y se fue muy temprano: estaba espléndidamente solo, cuando de súbito esta vieja pasión se abatió sobre mí, a propósito de nada. Debes saber que se parecía bastante a la gran pasión de mi infancia, en realidad a mi primera conexión con la música, porque nuestro piano caía en el ámbito de mi limpieza. Era uno de los pocos objetos que se prestaban a la limpieza, que no se ponían pesados bajo el celo del trapo de limpieza. Por el contrario, súbitamente lanzaba un susurro metálico y los finos reflejos sombríos se iban profundizando lentamente. ¡Oh, qué emoción! ¡Qué orgullo por el uniforme: el gran delantal y los pequeños guantes de gamuza en las manos ocupadas! Había cierto travieso decoro en la manera de responderle a la amistad de estos objetos bien conservados, bien tratados. Y hoy también, debo confesarlo, la sentí cuando se restableció el orden a mi alrededor, cuando el enorme escritorio chato alrededor del cual gira todo (entre paréntesis, pertenece a Rodin, lo he tenido tan sólo en calidad de préstamo durante años) se vio contagiado, en cierto sentido, por la nueva apariencia que tenía la altísima habitación gris claro, de forma casi cúbica, que ahora lograba verse mejor Todavía hoy sigo sintiendo en mi interior que todo esto no es meramente algo superficial, sino 77

un acontecimiento de profunda y hermosa significación para el alma, como cuando el emperador lavaba los pies de los ancianos o San Buenaventura el servicio de mesa de su monasterio. Empero ha anochecido ya tanto en este inusitado surgimiento de mi pasión —de lo que se té debe culpar— que debo terminar rápidamente para ir a mi pequeño restaurante a comer en el camino echaré la carta al correo, porque es muy triste andar por las calles el domingo ala tarde, con las cortinas bajadas de los negocios y la gente librada a un extraño vacío, en busca de invisibles diversiones. Tu "ancianadama'* me pregunto si todavía existe. Sin duda sigue viviendo en el campo; quizás era conocida aquí hace dos o cuatro años, pero ¡París crece de manera tan impersonal e indescriptible De todos modos, no tengo razones para dudar de que voy a encontrar lo justo, o algo que se'le aproxime (confía en mí); después de todo, ¿por qué no considerar la idea de una pensión, si se puede prescindir de comer allí todo el tiempo? Preveo el placer que me dará hacer algún descubrimiento agradable: hace un tiempo París era el lugar apropiado para eso; yo solía pensar que sólo aquí se podía pasar de la imagen acariciada a la realidad. Pero incluso aquí las realidades ya no tienen tiempo de hacer valer sus derechos —¿ves? no 78

puedo soportar despreciar París, el mismo París que quisiera glorificar para ti. Rainer María 21 de febrero, a la tarde El tiempo ya nos dio alcance con sus lluvias de marzo. Estas se precipitan por el cielo nublado, casi sin darse aempo para descargar sus aguaceros y de pronto todo queda como desnudo y una luminosidad musitada, casi vacua, brilla sobre las calles mojadas. Toda la noche fue así. ¿Sabes que actualmente, cuando estoy en la ciudad, siento miedo de las tormentas nocturnas? Es casi como si no nos tomaran en cuenta en su orgullo elemental. En cambio, en una casa solitaria en el campo donde nos ven y abrazan con sus ásperos brazos endurecidos, uno quiere salir al jardín pleno de murmullos o por lo menos quedarse junto a una ventana, aplaudiendo el frenesí de los viejos árboles como si el espíritu de los Profetas se hubiera apoderado de ellos. ¡Qué espléndido —¿no es cierto?—que seamos tan semejantes a todo esto, que estemos tan unidos! Que la presión de nuestra sangre suba y baje con el contrapeso del mundo entero; en verdad el cuerpo todo lo sopona y el corazón se queda solo adentro de nosotros contra todo el resto. 79

¡Qué cierto es, pensaba ayer, que hasta la más ínfima relación entre las personas esté gobernada por la disposición con que se acercan a nosotros! Y que a la vez esté henchida de sentido —si existe un sentido—. Alguien pletórico de sentido no puede hablarle a un cochero sin que una inusitada mansedumbre se alce entre los dos, una mutua alegría, un sacramento. Tuve que hacer algunas diligencias urgentes y en todas partes las cosas salieron bien, en todas partes me encontraba con ojos que mostraban una sensación de asombro. La buena disposición anidaba en las personas como en una tierra de primavera recientemente removida. Casi en último término visité a un joven francés, un poeta que dirige un pequeño comercio de cuadros en la calle del Sena para apartar de su arte lo que pudiera ser cuestionable, casi como si supiera que este filtro fuese a retener cuanto implica tendencias posesivas y propósitos ulteriores, como si únicamente la completa integridad pudiera colmar los finos versos de sus sencillos poemas. ¡Ah! pero finalmente tales filtros acaban por obstruirse con el precipitado cotidiano. Lo que sucedió, amor, fue que le brindé un poco de solaz, rico y cálido, al decirle unas cosas profundamente sentidas respecto a algunos versos suyos que días antes había leído en una revista. Había verdad en lo que le dije, una verdad profunda, porque sólo la verdad mora en mi corazón, hasta en el mínimo recoveco . . 80

Créeme, ¡le hablé de ti! Sí, le hice una breve descripción del tipo de cuarto que soñaba para ti. Conoce a muchos pintores que van y vienen, lo cual entraña la posibilidad de alquilar un estudio, dado que un lugar así ofrece espacio adecuado y un ámbito conveniente para un piano. Esto me hizo ver, amor, cuan poca discreción ha habido siempre en mi vida, siempre que de joven tuve un secreto hube de revelarlo, porque sentía el displacer de la gente que, cuando se les oculta algo, le adscriben las ideas más insensatas. Eso me atormentaba, quería adelantarme a ellos, mostrarles lo hermoso que era. Más tarde mi solicitud se hizo tan proverbial que muchos de los amigos que me eran fieles me ayudaron precisamente en ese sentido, de modo que me sentía obligado a ofrecerles que recorrieran mi interior de tiempo en tiempo, a encender una luz en todos los rincones para que vieran lo limpio y vacío que estaba todo. Es cierto también que en mi infancia había descubierto en mi interior recovecos donde se podían guardar cosas sin que nadie las encontrara; en realidad pienso que gran parte de lo vivido permanecía en secreto, ante todo, porque era inexpresable y en segundo lugar porque a ninguno de los que me rodeaban podía haberle transmitido sin limitaciones lo que hubiera podido expresarse. Asimismo, durante mi educación militar, cuando ni una sola de las circunstancias exteriores podía 81

armonizarse con mi naturaleza, ya comprometida en un rumbo definido, traicioné mi sentido del secreto. Revelar la incongruencia de mi estado interior era el único contrapeso a mi disposición hacia un mundo que cruelmente triunfaba sobre mí en todos los planos —un mundo que cuantos me rodeaban, más o menos voluntariamente, reconocían como justo y existente, en tanto yo me rebelaba contra él, lo negaba en todas sus manifestaciones, en realidad, estaba obsesionado con la idea de refutarlo con otras realidades Cuando me pongo a pensarlo, anhelo una realidad ante la cual el monstruoso tedio cotidiano que me envuelve demostrara ser mínimo, confuso, mezquino y se quedara rezagado, verdaderamente vacilante en la afirmación de su existencia. A veces esperaba que esa realidad apareciera en mi familia, que súbitamente lograría ocupar una posición altamente privilegiada que hasta ese momento se le había negado; otras veces la esperaba de un tío que, a través de sus conexiones con un gran Señor, o incluso con el emperador mismo, ejercería una influencia clarificadora en mi posición, asimismo, de tiempo en tiempo me parecía que, hablando con estrictez, esa intervención sólo podía esperarse de Dios, y entonces sentía un comienzo de confianza en él, sosteniendo conversaciones en las que no escatimaba proposiciones condenatorias respecto a la escuela militar Empero, cuando esa urgida relación con 82

Dios llegó a un estadio ardoroso, sucedió algo extraño e incomprensibleiuno no podía plantearle ningún plan para destruir o rebajar las propias circunstancias exteriores, porque en el momento de hablar con él cosas tales como el instituto militar dejaban de existir. Tal como más adelante en la vida una poderosa concentración mental borró algunas veces el sentido del propio cuerpo, dejando sólo el inagotable esfuerzo que brota de algún recóndito lugar de la existencia, así ocurrió con la gran carencia del niño que instintivamente, al buscar acceso a la exaltación, trascendió sus propios motivos. Afuera, en lo abierto, suspendida en el espacio por así decirlo, adquiría el aspecto de una relación pura e incondicional, una magnífica e independiente vida del alma. Es verdad que, aveces, existía la tentación de atribuirle a Dios la responsabilidad, pero la sensación de que aun así uno era su igual, que uno podía resistirse, que era capaz de penetrar instantáneamente en los propósitos de Dios, esa sensación expandía la propia percepción hacia nuevas dimensiones, convirtiéndose en la base para enfrentarse con expectativas incoadas pero infinitamente grandes. Y estas expectativas suscitaban la necesidad del secreto, al cual estaba muy lejos de renunciar. En esto uno quedaba frente al propio corazón, pero el corazón estaba cerrado: el jactarse de realizaciones carecía de fundamento. Sin embargo, entre el enfrentamiento y 83

la oclusión había una correspondencia que desafiaba ser comprendida: ostentaba la silenciosa majestad de la ley, una sensación de vida equilibrada, de cosas por venir.. Adiós . jsi al menos pudiera escribirte sin dificultades, querida mía! Cuando me detengo, me parezco a la mujer que deja la iglesia imaginando que ha orado exclusivamente y con exceso por sí misma, pero que al llegar a la próxima esquina desanda sus pasos, vuelve a entrar y cae de rodillas nuevamente. Tu ferviente amigo 24 de febrero, temprano Tomo esta hoja en mis manos, pero siempre resulta que me he derramado en otras, carta tras cana; ninguna pudo esperar en el escritorio ni una hora, mi muy querida: todas tuvieron que salir precipitadamente a tu encuentro. Ahora lo comprendo, el mundo está todavía colmado de celos, pasión que siempre me sentí inclinado a considerar la más obsoleta, vaciada de toda traza de vida. Apenas me siento ante la mesa de trabajo mi cofre se rebela —mi equipaje, me bagaje, o como quieras llamar colectivamente a todo eso— porque tengo q\ie elegir y recoger algunas cosas y dejar otras (es de nuevo su turno, insisten). Sí, y tengo que soportar sus exigencias, porque quieren ir hacia ti y demás y en cuanto a eso, yo 84

Ah, pero querida, ¿queda algo que todavía tenga que apresurarme a decirte contra mí mismo? ¿Cómo puedo hacer para prevenirte? Mira, te voy a decir lo que de todos modos hubiera terminado diciéndote hoy . Fueron las tinieblas, ayer. ¡Ay! no estaba en el pináculo de mi arrogancia, no agitaba ninguna bandera, tampoco moraba en los ámbitos del valor ni miraba por las altas ventanas a los claros senderos del futuro ¡Oh querida! una vez más estaba hundido en las rezumantes mazmorras de mi miedo, hundido, profundamente hundido; y lo que se había agitado bravamente por sobre la tormenta, ahora apenas lograba asirlo, como un pedazo de pañuelo empapado en* lágrimas No hace mucho, sólo dos años atrás, el llamado de un pájaro en la arboleda era cuanto necesitaba para hacerme sentir seguro, fuerte y contento, en cuerpo y alma. Desde entonces, cuántas veces he estado en el campo o en el mar, enfrentado a la naturaleza en todo su poderío, ha sido sólo para experimentar una sensación de cansancio, de la que me cuidaba, consciente sólo de mi impotencia Miércoles a la mañana, a las seis horas Magda, ¡oh Magda! ¡qué poco valeroso es el que va hacia ti, qué pequeño de corazón! es alguien que 85

todavía espera, lucha, vacila, se prepara, te escribe. .Si fuera, amor, tan sólo como la voz pequeña del pájaro que afuera reconoce con total simplicidad que el día ha llegado. Aunque esa voz diminuta de un pájaro de ciudad en febrero no sea demasiado alegre, ¡ojalá pudiera tener yo su pequeña nota de asentimiento propia ante el día que ha llegado! ¡ Ah! primero debiera crecer y aguantar el peligro contigo en mi corazón, para recién después ir hacia u según la imagen que a veces has creído sentir* sutil, deshzándome por el aire. Miserable y gastado, corazón querido, llego ante tí, con todos mis ayeres impenetrables todavía aferrados a mí. .Mi corazón quisiera alcanzar el tuyo, como el pequeño Juan el de Isabel y Jesús pequeño el de María, pero ¿es mi corazón lo suficientemente puro para esa súbita alegría?

Lunes al mediodía Creo que toda la oficina de correos debe haber sentido ese "sí" que te escribí, como un pequeño temblor; sin duda, ninguna palabra semejante se escribió allí antes, con ninguna de sus calamitosas plumas manoseadas; por desgracia, no podrás verlo tal como lo escribí. A pesar de la pluma obs86

tinada, erámi "sí", en cada pulgada era mi "sí" Pasado mañana, Magda. Mi primer impulso fue partir boy, pero luego me dije: no. Seré generoso en éste, el suceso más generoso de mi vida, generoso incluso con el tiempo, con cuanto hay que establecer y arreglar Tengo que estar tranquilo y compuesto. Y por ello te cablegrafié ayer- el miércoles a la noche Una cosa más, respecto al alojamiento: durante años he tenido por costumbre alojarme en el Hospiz des Westens, Margurgerstrasse 4 (cerca de la Geddchtntskírché). ¿Voy a hacer lo mismo esta vez? ¿O habrá una pensión conveniente en el Grunewald? Ponme un telegrama respecto a esto, pero no te preocupes demasiado. Creo que tu telegrama puede llegar a tiempo para el miércoles, de modo que pueda dejar mi futura dirección. Si no me mandas un telegrama, voy a ir al Hospzz Y ahora me entregaré a la tarea de empacar y hacer ios arreglos del caso, que me propongo pensar de manera que no me falte nada, incluso libros, sea que se trate de una visita corta o una larga estadía. Respecto al asunto de encontrar un lugar para que vivas aquí, voy a escribir unas cartas más y ver a una o dos personas, a manera de vía preparatoria. Porque va a ser mucho más difícil encontrar algo por correo. Y por último quiero decirte que incluso esto es algo lindo: que no necesite apurarme, que no nece87

site partir hoy mismo, smo que pueda moverme tranquilamente, con el amparo de Dios, estando más cerca de ti a cada minuto que pasa Magda! Rainer

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ÍNDICE

Pág.

Palabras iniciales

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Prefacio

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"Una esquela a Benvenuta"

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