Retiro Comunitario

PRIMER A.H.A RETIRO COMUNITARIO (Diciembre) PRIMER MOMENTO EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO CANTO INICIAL: Espíritu Santo, v

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PRIMER

A.H.A

RETIRO COMUNITARIO (Diciembre)

PRIMER MOMENTO EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

CANTO INICIAL: Espíritu Santo, ven, ven, Espíritu Santo, ven, ven, Espíritu Santo, ven, ven en el nombre del Señor.

1.-Acompáñame, ilumíname, toma mi vida. Acompáñame, ilumíname, ¡Espíritu Santo ven!

2.-Santifícame, transfórmame, Tú cada día. Santifícame, transfórmame, ¡Espíritu Santo, ven!

3.-Resucítame, conviérteme, todos los días. Glorifícame, renuévame, ¡Espíritu Santo, ven!

4.-Acompáñame, transfórmame, toma mi vida. Ilumíname, condúceme, ¡Espíritu Santo ven!

SEGUNDO MOMENTO: MEDITACIÓN Y REFLEXIÓN PERSONAL

CAMINAR DESDE CRISTO

LA VIDA ESPIRITUAL EN EL PRIMER LUGAR

20. La vida consagrada, como toda forma de vida cristiana, es por su naturaleza dinámica, y cuantos son llamados por el Espíritu a abrazarla tienen necesidad de renovarse constantemente en el crecimiento hasta llegar a la unidad perfecta del Cuerpo de Cristo (cf. Ef 4, 13). Nació por el impulso creador del Espíritu que ha movido a los fundadores y fundadoras por el camino del Evangelio suscitando una admirable variedad de carismas. Ellos, disponibles y dóciles a su guía, han seguido a Cristo más de cerca, han entrado en su intimidad y han compartido completamente su misión.

Su experiencia del Espíritu exige no sólo que la conserven cuantos les han seguido, sino también que la profundicen y la desarrollen.60 También hoy el Espíritu Santo pide disponibilidad y docilidad a su acción siempre nueva y creadora. Solo Él puede mantener constante la frescura y la autenticidad de los comienzos y, al mismo tiempo, infundir el coraje de la audacia y de la creatividad para responder a los signos de los tiempos.

Es preciso, por tanto, dejarse conducir por el Espíritu al descubrimiento siempre renovado de Dios y de su Palabra, a un amor ardiente por Él y por la humanidad, a una nueva comprensión del carisma recibido. Se trata de dirigir la mirada a la espiritualidad entendida en el sentido más fuerte del término, o sea la vida según el Espíritu. La vida consagrada hoy necesita sobre todo de un impulso espiritual, que ayude a penetrar en lo concreto de la vida el sentido evangélico y espiritual de la consagración bautismal y de su nueva y especial consagración.

«La vida espiritual, por tanto, debe ocupar el primer lugar en el programa de las Familias de vida consagrada, de tal modo que cada Instituto y cada comunidad aparezcan como escuelas de auténtica espiritualidad evangélica».61 Debemos dejar que el Espíritu abra abundantemente las fuentes de agua viva que brotan de Cristo. Es el Espíritu quien nos hace reconocer en Jesús de Nazaret al Señor (cf. 1Co 12, 3), el que hace oir la llamada a su seguimiento y nos identifica con él: «el que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo» (Rm 8, 9). Él es quien, haciéndonos hijos en el Hijo, da testimonio de la paternidad de Dios, nos hace conscientes de nuestra filiación y nos da el valor de llamarlo «Abba, Padre» (Rm 8, 15). Él es quien infunde el amor y engendra la comunión. En definitiva, la vida consagrada exige un renovado esfuerzo a la santidad que, en la simplicidad de la vida de cada día, tenga como punto de mira el radicalismo del sermón de la montaña,62 del amor exigente, vivido en la relación personal con el Señor, en la vida de comunión fraterna, en el servicio a cada hombre y a cada mujer. Tal novedad interior, enteramente animada por la fuerza del Espíritu y proyectada hacia el Padre en la búsqueda de su Reino, consentirá a las personas consagradas caminar desde Cristo y ser testigos de su amor.

La llamada a descubrir las propias raíces y las propias opciones en la espiritualidad abre caminos hacia el futuro. Se trata, ante todo, de vivir en plenitud la teología de los consejos evangélicos a partir del modelo de vida trinitario, según las enseñanzas de Vita consecrata,63 con una nueva oportunidad de confrontarse con las fuentes de los propios carismas y de los propios textos constitucionales, siempre abiertos a nuevas y más comprometidas interpretaciones. El sentido dinámico de la espiritualidad ofrece la ocasión de profundizar, en esta época de la Iglesia, una espiritualidad más eclesial y comunitaria, más exigente y madura en la ayuda recíproca en la consecución de la santidad, más generosa en las opciones apostólicas. Finalmente, una espiritualidad más abierta para ser pedagogía y pastoral de la santidad en el interior de la vida consagrada y en su irradiación a favor de todo el pueblo de Dios. El Espíritu Santo es el alma y el animador de la espiritualidad cristiana, por esto es preciso confiarse a su acción que parte del íntimo de los corazones, se manifiesta en la comunión y se amplía en la misión.

Caminar desde Cristo

21. Es necesario, por tanto, adherirse cada vez más a Cristo, centro de la vida consagrada, y retomar un camino de conversión y de renovación que, como en la experiencia primera de los apóstoles, antes y después de su resurrección, sea un caminar desde Cristo. Sí, es necesario caminar desde Cristo, porque de Él han partido los primeros discípulos en Galilea; de Él, a lo largo de la historia de la Iglesia, han salido hombres y mujeres de toda condición y cultura que, consagrados por el Espíritu en virtud de la llamada, por Él han dejado familia y patria y lo han seguido incondicionalmente, haciéndose disponibles para el anuncio del Reino y para hacer el bien a todos (cf. Hch 10, 38).

El conocimiento de la propia pobreza y fragilidad y, a la vez, de la grandeza de la llamada, ha llevado con frecuencia a repetir con el apóstol Pedro: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador» (Lc 5, 8). Sin embargo, el don de Dios ha sido más fuerte que la insuficiencia humana. Y Cristo mismo, en efecto, se ha hecho presente en las comunidades que a lo largo de los siglos se han reunido en su nombre, las ha colmado de sí y de su Espíritu, las ha orientado hacia el Padre, las ha guiado por los caminos del mundo al encuentro de los hermanos y hermanas, las ha hecho instrumentos de su amor y constructoras del Reino en comunión con todas las demás vocaciones en la Iglesia.

Las personas consagradas pueden y deben caminar desde Cristo, porque Él mismo ha venido primero a su encuentro y les acompaña en el camino (cf. Lc 24, 13-22). Su vida es la proclamación de la primacía de la gracia;64 sin Cristo no pueden hacer nada (cf. Jn 15, 5); en cambio todo lo pueden en aquél que los conforta (cf. Flp 4, 13).

22. Caminar desde Cristo significa proclamar que la vida consagrada es especial seguimiento de Cristo, «memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos».65 Esto conlleva una particular comunión de amor con Él, constituido el centro de la vida y fuente continua de toda iniciativa. Es, como recuerda la Exhortación apostólica Vita consecrata, experiencia del compartir, «especial gracia de intimidad»;66«identificarse con Él, asumiendo sus sentimientos y su forma de vida»,67 es una vida «afianzada por Cristo»,68«tocada por la mano de Cristo, conducida por su voz y sostenida por su gracia».69

Toda la vida de consagración sólo puede ser comprendida desde este punto de partida: los consejos evangélicos tienen sentido en cuanto ayudan a cuidar y favorecer el amor por el Señor en plena docilidad a su voluntad; la vida fraterna está motivada por aquel que reúne junto a sí y tiene como fin gozar de su constante presencia; la misión es su mandato y lleva a la búsqueda de su rostro en el rostro de aquellos a los que se envía para compartir con ellos la experiencia de Cristo.

Éstas fueron las intenciones de los fundadores de las diferentes comunidades e institutos de vida consagrada. Éstos los ideales que animaron generaciones de mujeres y hombres consagrados.

Caminar desde Cristo significa reencontrar el primer amor, el destello inspirador con que se comenzó el seguimiento. Suya es la primacía del amor. El seguimiento es sólo la respuesta de amor al amor de Dios. Si «nosotros amamos» es «porque Él nos ha amado primero» (1Jn 4, 10.19). Eso significa reconocer su amor personal con aquel íntimo conocimiento que hacía decir al apóstol Pablo: «Cristo me ha amado y ha dado su vida por mí» (Ga 2, 20). Sólo el conocimiento de ser objeto de un amor infinito puede ayudar a superar toda dificultad personal y del Instituto. Las personas consagradas no podrán ser creativas, capaces de renovar el Instituto y abrir nuevos caminos de pastoral, si no se sienten animadas por este amor. Este amor es el que les hace fuertes y audaces y el que les infunde valor y osadía.

Los votos con que los consagrados se comprometen a vivir los consejos evangélicos confieren toda su radicalidad a la respuesta de amor. La virginidad ensancha el corazón en la medida del amor de Cristo y les hace capaces de amar como Él ha amado. La pobreza les hace libres de la esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y les hace descubrir a Cristo, único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone la vida enteramente en sus manos para que la PARAyREFLEXIONAR: realice según el diseño de Dios haga una obra maestra. Se necesita el ELvalor un seguimiento y 1.- LEER TEXTO de Y SUBRAYAR LO QUE MÁS TE generoso LLAMA LA ATENCIÓN Y alegre. MEDITA CUANTO TE PUEDE AYUDAR EN TU VIDA ESPIRITUAL. 2.- SACA DOS PUNTOS PARA PODER COMPARTIR CON LA COMUNIDAD.

TERCER MOMENTO COMPARTIR EN COMUNIDAD