Resumen La era del imperio

La era del imperio 1875-1914 Capitulo 1 - La revolución centenaria I Los centenarios son una invención de finales del si

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La era del imperio 1875-1914 Capitulo 1 - La revolución centenaria I Los centenarios son una invención de finales del siglo XIX. A continuación se harán comparaciones entre el mundo de 1880 y el de 1780. En primer lugar, se conocían todas las regiones del mundo. Gracias al ferrocarril y a los barcos de vapor, los viajes intercontinentales y transcontinentales se habían reducido a cuestión de semanas en lugar de meses excepto en África, Asia continental y algunas zonas del interior de Sudamérica. El telégrafo eléctrico permitía el intercambio de información por todo el planeta en sólo unas pocas horas. El resultado de esto fue un numero mucho mayor de hombres se vieron en situación de poder viajar y comunicarse en largas distancias con mucho mayor facilidad. Al mismo tiempo, era un mundo mucho más poblado. La población de 1890 era 1.500 millones, doblando la cantidad de habitantes de 1780. El núcleo más importante de la población mundial estaba formado por asiáticos, el siguiente núcleo formado por los europeos. La población europea había pasado a más del doble, de 200 millones en 1800 a 430 en 1900, su emigración fue el cambio más importante registrado en la población mundial, incrementando así a América del Norte y del Sur de 30 millones a 160 entre 1800 y 1900. Ahora bien, mientras que el mundo se ampliaba demográficamente, se reducía desde el punto de vista geográfico, al mismo tiempo sufría una división. En el decenio de 1780, existían regiones ricas y pobres, un abismo importante separaba a la gran zona donde se habían asentado tradicionalmente las sociedades de clase, sin embargo, gracias a la conquista europea, en la que vivía una gran mayoría de la población, las disparidades no parecían insuperables. Por lo que respecta a producción y riqueza, entre 1750 y 1800 el PNB de los países desarrollados era similar a los del tercer mundo. En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución económica que estaba transformando en mundo. En 1880 la renta per cápita en el mundo desarrollado, era más del doble de la del tercer mundo; 1913 seria tres veces mayor. La tecnología era una de las causas fundamentales de ese abismo. Era cada vez más evidente que los países más pobres y atrasados podían ser fácilmente derrotados y conquistados, debido a la inferioridad técnica de su armamento. La revolución industrial, que afectó al arte de la guerra inclinó todavía más la balanza a favor del mundo “avanzado” con la aparición de los explosivos, las ametralladoras y el transporte en barcos de vapor. La Cultura y la vida intelectual europea eran cosa todavía de una minoría de individuos prósperos, educados y adaptados para funcionar en este medio. La contribución del liberalismo fue intentar que esa cultura de elite pudiera ser accesible a todo el mundo (museos y bibliotecas fueron los logros característicos). Así pues, en 1880 no nos encontramos ante un mundo único sino frente a dos sectores distintos: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes, los ricos y los pobres. El primero de esos mundos se hallaba unido por la historia y por ser el centro de desarrollo capitalista, el segundo sector del mundo no estaba unido ni por la historia ni por la cultura, lo único que los unía era su relación de dependencia con el primero. Si era innegable la existencia de dos sectores diferentes en el mundo, las fronteras entre ambos no eran definidas. Amplias zonas de “Europa” se hallaban en los límites del núcleo de desarrollo capitalista y de la sociedad burguesa. En Rusia la cuestión era mucho más profunda, pues prácticamente toda la zona situada entre Bielorrusia y Ucrania y la costa de Pacífico estaba plenamente alejada de la sociedad burguesa. Rusia era un país atrasado, aunque sus gobernantes miraban sistemáticamente hacia Occidente desde hacía dos siglos y habían adquirido el control sobre Finlandia, los Países del Báltico y algunas zonas de Polonia. Pero desde el punto de vista económico, Rusia formaba parte de Occidente, en la medida que el gobierno se

embarcó en una política de industrialización. En el otro extremo de Europa, Portugal era un país reducido, débil y atrasado, una semicolonia inglesa con muy escaso desarrollo económico. Era meramente un gran imperio colonial en virtud de su historia. En el decenio de 1880, Europa no solo era el núcleo original del desarrollo capitalista que estaba dominando y transformando el mundo, sino con mucho el componente más importante de la economía mundial y de la sociedad burguesa. La dependencia con el primer mundo, se debía a la imposibilidad de mantenerse al margen del comercio y la tecnología de Occidente, situó a unas sociedades en víctimas de la historia del siglo XIX. Básicamente, todos esos países estaban a merced de los barcos procedentes del extranjero que descargaban bienes, hombres armados e ideas frente a los cuales se hallaban indefensos. El mundo “desarrollado” seguía siendo agrícola. Sólo en seis países europeos la agricultura no empleaba a la mayoría: Bélgica, el Reino Unido, Francia, Alemania, los Países Bajos y Suiza. Por el contrario, la industria no existía únicamente en el primer mundo. Una parte de la industria del siglo XIX de tipo occidental tendió a desarrollarse modestamente en países dependientes como la India. Se trataba fundamentalmente de una industria textil y de procesado de alimentos. Mientras tanto, la pequeña producción a cargo de familias de artesanos siguió siendo característica tanto del mundo “desarrollado” como de una gran parte del mundo dependiente. Esa industria no tardaría en entrar en un período de crisis, al enfrentarse con la competencia de las fábricas y de la distribución moderna. Podemos afirmar también que el mundo “avanzado” era un mundo en rápido proceso de urbanización y en algunos casos era un mundo de ciudadanos a una escala sin precedentes. En 1890, el conjunto de la población se había multiplicado por seis. Tres nuevas ciudades se habían añadido a Londres en la lista de las urbes que sobrepasaban el millón de habitantes (París, Berlín y Viena). II Las diferencias políticas. Sin duda, había un modelo general de la estructura y las instituciones deseables de un país “avanzado”, tenía que ser un Estado territorial más o menos homogéneo, soberano y los bastante extenso como para proveer la base de un desarrollo económico nacional. Tenía que poseer un conjunto de instituciones políticas y legales de carácter liberal y representativo, tenía que poseer un grado suficiente de autonomía e iniciativa local. Debía estar formado por “ciudadanos” que disfrutaban de una serie de derechos legales y políticos básicos. Sus relaciones con el Gobierno nacional tenían que ser directas. En una gran parte del mundo no desarrollado no existían Estados de este tipo ni de ningún otro. En algunas zonas se extendían las posesiones de las potencias europeas. Otros sectores de ese mundo no desarrollado estaban formados por imperios muy antiguos como el chino, el persa y el turco y en otros el termino Estado no podia aplicarse (tribus). Hacia 1875 sólo había 17 Estados soberanos en Europa (incluyendo las seis “potencias”), el Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Austria-Hungría e Italia, 19 en el continente americano (incluyendo una “gran potencia”, los Estados Unidos), cuatro o cinco en Asia (Japón, China y Persia) y tres marginales en África (Marruecos, Etiopía y Liberia). Prácticamente todos esos Estados eran monarquías, la mayor parte de ellas eran monarquías constitucionales. No obstante, aparte de Suiza, Francia, los Estados Unidos y tal vez Dinamarca, ninguno de los Estados representativos tenía como base el sufragio democrático. En cuanto a la población del mundo “desarrollado”, se acercaba cada vez más al criterio de la sociedad burguesa: el principio de que las personas eran libres e iguales ante la ley. La servidumbre legal no existía ya en ningún país europeo. La esclavitud legal fue abolida. Sin embargo, en el mundo “desarrollado” era el dinero o la falta de él lo que determinaba la distribución de todos los privilegios. Los ricos y poderosos eran únicamente más influyentes desde el punto de vista político y podían ejercer una notable presión más allá de lo legal. La distinción más notable entre los dos sectores del mundo era cultural. En 1880, el mundo “desarrollado” estaba formado por países o regiones en los que la mayoría de la población masculina y la femenina era culta. Las ciudades con una población predominantemente inculta, como sucedía en gran parte del “tercer

mundo”, eran un índice aún más claro de atraso. Por otra parte, ese hecho reflejaba también el desarrollo económico y las divisiones sociales del trabajo. El analfabetismo en las personas dedicadas al comercio era la mitad del que existía entre los obreros, siendo los funcionarios, y los miembros de las profesiones liberales los sectores más cultos de la población. La educación a escala masiva, asegurada en esta época en los países desarrollados gracias a la extensión de la educación primaria por impulso del Estado. III Cambio es el término que define al siglo XIX, más que nada en función a los países dinámicos situados a las orillas del Atlántico Norte. La transformación llego a casi todos los países, incluso los más aislados. También cierto que la mayor parte de los países más “avanzados” entre los “desarrollados” cambiaron pese que algunos sectores de la sociedad se resistían al cambio. En términos materiales, así como del conocimiento, el cambio que la historia parecía equivaler a progreso. El progreso era especialmente evidente en la tecnología y el incremento de la producción material y de la comunicación. La maquinaria moderna utilizaba como fuente de energía casi exclusivamente el vapor. El carbón había pasado a ser la fuente más importante de energía industrial. Las nuevas fuentes energéticas, la electricidad y el petróleo, no tenían todavía gran importancia. La tecnología moderna era claramente visible. Pero, sin duda alguna, las mayores y más potentes máquinas del siglo XIX eran también las más visibles y audibles locomotoras de ferrocarril, formando parte de la innovación más sensacional del siglo. El tendido férreo constituyo el esfuerzo más importante desplegado hasta entonces por el hombre en obras públicas. Otro producto con gran popularidad fue la red de líneas telegráficas. Así pues, el progreso era visible en los aspectos antes nombrados, pero los beneficios de la riqueza no habían alcanzado a la gran mayoría de la población. De todas formas, no se puede negar cierta mejora de la condición de la gran masa de la población de Europa. La expectativa de vida aumentó considerablemente con el cambio de siglo, aunque esta tendencia fue afectada por un descenso notable en la mortalidad infantil. En las zonas “desarrolladas” de Europa ya no se pensaba en el hambre como una contingencia posible. En Alemania y en lo que más tarde se conocería como el “tercer mundo”, el hambre seguía siendo epidémica. Por otra parte, la novedad era algo que perturbaba costumbres costumbres antiguas y no algo que mejorara la situación, así fuera de los países avanzados el "progreso" no era un hecho obvio. Aquellos que se beneficiaban de él eran las pequeñas minorías gobernantes y habitantes de las ciudades. Los conquistadores concluyeron que grandes núcleos de humanidad eran incapaces, desde el punto de vista biológico, de conseguir lo que una minoría de seres humanos de piel blanca habían conseguido. Quedando así la humanidad divida por la "raza", idea impregnada en el periodo. La conquista global de la economía mundial, la marcha hacia delante de una tecnología y una ciencia triunfantes sobre las que se basaba cada vez más era innegable, en consecuencia, inevitable. Los intentos de detenerla eran cada vez más débiles, incluso las fuerzas dedicadas a conservar una sociedad tradicional, intentaban conseguirlo utilizando armas de la sociedad moderna. Cierto es también que el progreso político en forma de gobiernos representativos se aceleraría. En 1870, el progreso del mundo burgués había llegado hasta un punto en que comenzaban a escucharse voces más pesimistas. Los fundamentos económicos de la civilización que progresaba se vieron sacudidos, la economía mundial se hallaba en crisis.

Resumen Capítulo 2: La economía cambia de ritmo I El período que se desarrolla entre 1873 y hasta 1890, está caracterizado por un gran dinamismo económico, en el que de advierten dos grandes fluctuaciones, una depresión y un rápido incremento en la producción mundial, es decir no es la producción lo que se ve afectada sino su rentabilidad. Lo que preocupaba a los economistas y hombres de negocios, era la prolongada “depresión de los precios, una depresión del interés y una depresión de los beneficios”. Esta depresión afecto principalmente a un sector que había crecido mucho en los últimos decenios: La agricultura. Agravado por las consecuencias sociales que los cambios en el sector acarrean, ya que las familias que subsistían de esta actividad aún en los países importantes constituían un porcentaje importante de la población. Esto sumado a las plagas que se dieron en la época, la reacción de los agricultores varió desde la agitación electoral a la rebelión, hasta también la muerte por hambre como ocurrió en Rusia entre 1891 y 1892. Los dos grandes fenómenos que fueron la emigración (especialmente de países como Italia, España, AustriaHungría y Rusia) y la cooperación (campesinos con tierras viables de ser explotadas, lo lograron accediendo a créditos). La década de 1880 conoció las mayores tasas de inmigración, y esto fue lo que permitió mantener la presión social por debajo del punto de rebelión o revolución. Una de las grandes características de este período fue la gran deflación. Si bien el precio de los productos bajaba, los costes de producción se mantenían más o menos estables (ya que los salarios no podían ser reducidos). Al mismo tiempo era imposible amortizar los costes de las grandes maquinarias cuando los beneficios que otorgaban los productos eran cada vez menores. Sumándose a lo anterior los mercados crecían muy lentamente. En algunas partes del mundo, la situación se veía aún más complicada por la caída gradual del precio de la plata y de su tipo de cambio con el oro, complicando las transacciones entre los países que sus monedas se basaban en metales preciosos distintos. Dado a la creciente necesidad de proteger a los productores nacionales (desde los sectores agrícolas hasta los industriales), los gobiernos comienzan a escuchar grupos de intereses y núcleos de votantes. Con esto se ponía fin al liberalismo económico. La libertad de comercio parecía indispensable para el Reino Unido ya que permitía que los productores de materias primas de ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos, reforzando así la simbiosis entre el Reino Unido y el mundo subdesarrollado, sobre el que se apoyaba la economía británica. Los estancieros argentinos y uruguayos, los productores australianos y los agricultores daneses no tenían interés alguno en impulsar el desarrollo de las manufacturas nacionales, pues obtenían grandes beneficios en su calidad de planetas económicos del sistema solar británico. El Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo económico y al actuar así otorgó a los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de impulsar sus exportaciones. El liberalismo era el anarquismo de la burguesía y, como en el anarquismo revolucionario, en él no había lugar para el estado. O, más bien, el estado como factor económico sólo existía como algo que interfería el funcionamiento autónomo e independiente de “el mercado”. Esta interpretación no carecía de lógica. Por una parte, parecía razonablemente pensar que lo que permitía que esa economía evolucionara y creciera eran las decisiones económicas de sus componentes fundamentales. Por otra parte, la economía capitalista era global, y no podía ser de otra forma. El ideal de sus teóricos era la división internacional del trabajo que aseguraba el crecimiento más intenso de la economía.

El único equilibrio que reconocía la teoría económica liberal era el equilibrio a escala mundial. Pero en la práctica ese modelo resultaba inadecuado. La economía capitalista mundial en evolución era un conjunto de bloques sólidos, pero también fluido. Sean cuales fueren los orígenes de las “economías nacionales” que constituían esos bloques, las economías nacionales existían porque existían los estados-naciones. La industrialización y la depresión hicieron de ellas un grupo de economías rivales, donde los beneficios de una parecían amenazar la posición de las otras. No sólo competían las empresas, sino también las naciones. Así el proteccionismo expresaba una competitividad económica internacional. El exceso de proteccionismo generalizado, que intenta perpetrar la economía de cada estado-nación es perjudicial para el crecimiento económico mundial. Pero en 1880-1914, el proteccionismo no era general ni tampoco excesivamente riguroso, quedó limitado a los bienes de consumo y no afectó al movimiento de mano de obra y a las transacciones financieras internacionales. En conjunto, el proteccionismo industrial contribuyó a ampliar la base industrial del planeta, que crecían también a un ritmo vertiginoso. No obstante, si el proteccionismo fue la reacción política instintiva del productor preocupado ante la depresión, no fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas que le afligían. Esa respuesta radicó en la combinación de la concentración económica (fusión de empresas para el control del mercado) y la racionalización empresarial. Mediante la aplicación de este tipo de medidas, se intentaba ampliar los márgenes de beneficios, reducidos por la competitividad y la caída de precios. La existencia de monopolios u oligopolios era indudable en las industrias pesadas, en las dependientes a los pedidos del gobierno y en las que producían y distribuían energías. Pero el control del mercado y la eliminación de la competencia sólo eran un aspecto más general de concentración capitalista, sin embargo, no fueron ni universales ni irreversibles. La concentración avanzó a expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a expensas de las más pequeñas y esa concentración implicó una tendencia hacia el oligopolio. Este periodo, dio como fruto también a la gestión científica. De la presión sobre los beneficios en el período de la depresión, así como el tamaño y la complejidad cada vez mayor de las empresas, surgió que los métodos tradicionales y empíricos de organizar las empresas, y en especial la producción, no eran ya adecuados. Así surgió la necesidad de una forma más racional o “científica” de controlar y programar las empresas grandes y deseosas de maximizar los beneficios. La tarea en la que conectó inmediatamente sus esfuerzos el “taylorismo” fue la de sacar mayor rendimiento a los trabajadores. Ese objetivo se intentó alcanzar mediante tres métodos fundamentales: 1. Aislando a cada trabajador del resto del grupo y transfiriendo el control del proceso productivo a los representantes de la dirección; 2. descomposición sistemática de cada proceso en elementos componentes cronometrados; 3. sistemas distintos de pago de salario que supusieron para el trabajador un incentivo para producir más. Henry Ford, se identificaría con la utilización racional de la maquinaria y la mano de obra para maximizar la producción. La “mano visible” de la moderna organización y dirección sustituyó a la “mano invisible” del mercado anónimo de Adam Smith. Debemos mencionar un resultado final, o efecto secundario, de la gran depresión. Fue también una época de gran agitación social. La depresión produjo la movilización masiva de las clases obreras industriales en numerosos países y, desde finales del decenio de 1880, la aparición de movimientos obreros y socialistas de masas. II A partir de 1890, en lo que se conoce como la Belle époque, comienza a darse un aumento en los precios. Hay quienes coinciden en que el descubrimiento de nuevos depósitos de oro en Sudáfrica son los que facilitan el nuevo impulso de la economía. La rapidez del cambio es sorprendente. En este momento, se genera una “redistribución del poder” crecen nuevas potencias, el progreso de Alemania y Estados Unidos ya

estaba consumado, y a estos los siguen otros estados como Francia, Bélgica y Suiza. Y así se crea una nueva expansión generada por las nuevas “locomotoras del crecimiento mundial” que eran estos nuevos ponderados de la economía, respaldadas por las innovaciones tecnológicas constituyen sectores de punta. Gracias al descensos de los precios en el periodo de la depresión, esos consumidores disponían de mucho más dinero para gastar, aun considerando el descenso de los salarios. Así los países antes nombrados constituían el núcleo central de la economía mundial, y eran ellos los que determinaban el desarrollo del resto del mundo en función a sus necesidades. III Síntesis de lo que fue la economía durante el imperio. Características: 1º Su base geográfica era mucho más amplia que antes. El sector industrial y el proceso de industrialización se amplió, en Europa mediante la revolución industrial que conocieron Rusia y otros países. El mercado internacional de materias primas se amplió extraordinariamente lo cual implicó también el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción y su integración en el mercado mundial. La economía mundial era mucho más plural que antes. El Reino Unido dejó de ser el único país totalmente industrializado y la única economía industrial. La era del imperio se caracterizó por la rivalidad entre los diferentes estados. Además, las relaciones entre el mundo desarrollado y el sector subdesarrollado eran también más variadas y complejas. "La era del imperio había dejado de ser monocéntrica". 2º El pluralismo creciente de la economía mundial quedó enmascarado hasta cierto punto por la dependencia que se mantuvo e incluso se incrementó de los servicios financieros, comerciales y navieros con respecto al Reino Unido. 3º La revolución tecnológica. Fue en este período cuando se incorporaron a la vida moderna el (teléfono, la telegrafía sin hilos, cine, automóvil, aeroplano, medicamentos). Se llama “segunda revolución industrial” a la gran innovación que consistió en actualizar la primera revolución industrial mediante una serie de perfeccionamientos en la tecnología del vapor y del hierro por medio del acero y las turbinas. 4º Doble transformación en la estructura y modus operandi de la empresa capitalista. Por una parte, se produjo la concentración de capital, el crecimiento en escala que llevó a distinguir entre “empresa” y “gran empresa”. 5º Extraordinaria transformación del mercado de los bienes de consumo: un cambio tanto cuantitativo como cualitativo. Con el incremento de la población comenzó a dominar las industrias productoras de bienes de consumo. A largo plazo, este fenómeno fue más importante que el notable incremento del consumo en las clases ricas y acomodadas. Todo ello implicó la transformación sno sólo de la producción, mediante lo que comenzó a llamarse “producción masiva”, sino también de la distribución, incluyendo la compra a crédito, fundamentalmente por medio de los plazos. 6º Importante crecimiento del sector terciario de la economía, público y privado impulsando el aumento de puestos de trabajo en las oficinas, tiendas y otros servicios. La última característica de la economía es la convergencia creciente entre la política y la economía, es decir, el papel cada vez más importante del gobierno y del sector público, La democratización de la política impulsó a los gobiernos, a aplicar políticas de reforma y bienestar social, así como iniciar una acción política para la defensa de los intereses económicos de determinados grupos. Por otra parte, las rivalidades políticas entre los estados y la competitividad económica entre grupos nacionales de empresario convergieron contribuyendo tanto al imperialismo como a la génesis de la primera guerra mundial. Por cierto, también condujeron al desarrollo de industrias como la de armamento, en la que el papel del gobierno era decisivo.