Resumen Daniel James 2013 1988 Resisten

Daniel James. “Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina” PRIMERA PARTE: Los antecedente

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Daniel James. “Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina”

PRIMERA PARTE: Los antecedentes 1. El peronismo y la clase trabajadora, 1943-55 El trabajo organizado y el Estado peronista

- Por aliento de los regímenes conservadores, la sociedad argentina se enfrentó a la recesión de 1930-1940 a través de una paulatina sustitución de importaciones, es decir, la producción de bienes manufacturados que antes se compraban al extranjero. Aun manteniendo sus relaciones económicas con Gran Bretaña, se alentó el crecimiento industrial argentino mediante una política de protección arancelaria. El sector agrario continuó siendo la fuente principal de divisas, y ahora la industria constituía el centro de acumulación de capital.

- El crecimiento industrial estuvo acompañado por un cambio en la fuerza laboral: antes que de la inmigración extranjera, el personal estaba ahora conformado por gente de las provincias del interior, atraídos por los centros urbanos del litoral.

- Sin embargo, el crecimiento industrial no se tradujo en mejores condiciones laborales ni en soluciones a los problemas inherentes de la rápida urbanización (hacinamiento y falta de servicios). La represión, orquestada por los empleadores y el Estado, limitaban la poca legislación laboral y social.

- Para 1943, había cuatro gremiales centrales: la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de índole anarquista; la Unión Sindical Argentina (USA), de índole sindicalista; la Confederación General del Trabajo (CGT), dividida en la CGT Nº 1 y la CGT Nº 2. La mayoría del proletariado industrial (principalmente los emergentes del sector metalúrgico y textil) era ajeno a cualquier organización sindical efectiva; los que mayor influencia ostentaban eran los comunistas, que se regio en campos no tradicionales y entre trabajadores de la madera, construcción y alimentación.

- En este aspecto, y desde sus cargos como secretario de Trabajo y posteriormente vicepresidente del gobierno militar impuesto en 1943, el general Juan Perón supo dar respuesta a las reivindicaciones de la emergente fuerza laboral industrial, a la vez que los alejaba de la gravitación de las organizaciones de izquierda. El apoyo conseguido entre las filas obreras se cristalizaría el 17 de octubre de 1945, día en que una manifestación popular y espontánea logró sacar a Perón del confinamiento y posteriormente conducirle a su victoria en las elecciones presidenciales de febrero de 1946.

- La experiencia peronista de 1946-1955 permitió un aumento en la capacidad de organización y negociación de la clase trabajadora, así como en su peso social. En sector de la actividad económica solo se otorgó a un sindicato el reconocimiento como mediador oficial entre los trabajadores y el empresariado, lo que estaba garantizado por la Ley de Asociaciones Profesionales (23.852). Se creó una estructura que ascendía, por intermedio de federaciones, a una única central, la Confederación Nacional del Trabajo (CGT) y que aseguraba a los sindicatos muchas ventajas, a la vez que otorgaba al Estado las funciones de garante y receptor de los beneficios derivados.

- La extensión de la agremiación (que por primera vez incluyó a empleados públicos) fue acompañada por un sistema global de negociaciones colectivas y disposiciones sociales que contemplaban la licencia por enfermedad, por maternidad y las vacaciones pagas.

- La clase trabajadora paralelamente a su integración como fuerza social asistió a una integración política, coordinada por el aparato estatal. En el período 1946-1951 se dio la paulatina subordinación del movimiento sindical ante el Estado gracias a la eliminación del poder autónomo de los viejos líderes sindicales. Para la segunda presidencia las intenciones corporativistas se tornaron evidentes; se creó una vasta red para garantizar el bienestar social, operada por el Ministerio de Trabajo y Previsión, la Fundación Eva Perón y los propios sindicatos. Si bien hubo focos de disidencia en oposición a la integración política del sindicalismo, las ventajas económicas para los trabajadores eran concretas e inmediatas, por lo que los cuestionamientos fueron mínimos a grandes rasgos.

- Es de remarcarse la relativa homogeneidad racial y étnica de la clase trabajadora y su concentración en los grandes centros urbanos, lo que propició la cohesión política.

- La experiencia peronista efectivamente borró las antiguas lealtades políticas del sindicalismo, ya sea los arraigamientos con el comunismo, el socialismo o mismo el radicalismo. Mientras que los radicales y socialistas criticaron fervientemente al peronismo y su inserción de naturaleza desmoralizante dentro de la clase trabajadora, los comunistas prefirieron una posición más flexible. Los trabajadores y la atracción política del peronismo

- El sociólogo izquierdista Gino Germani quiso explicar la adhesión sindical al peronismo en términos de obreros migrantes sin experiencia, receptáculos perfectos del populismo y para ser utilizados por la élite bajo la bandera peronista. En cambio, el revisionismo ha visto el apoyo obrero a la ideología peronista como el compromiso lógico ante un proyecto reformista que prometía ventajas concretas, decisión consciente llevada a cabo por actores dotados de conciencia de clase en vistas de las antiguas dificultades económicas y explotación de clase.

- Si bien el peronismo respondió en términos de un pragmatismo de clase básico, el autor trata de encontrar las razones por las cuales la solución adoptó la forma específica del peronismo y no la de otras ideologías con llamamientos similares; para ello tiene en cuenta la figura carismática del general Perón, la retórica peronista y sus diferencias con respecto a otras posturas políticas que se apoyaban también en la clase trabajadora. Los trabajadores como ciudadanos en la retórica política peronista

- En el discurso peronista, el pleno acceso a la ciudadanía y los derechos políticos fue una constante, apoderándose de una retórica ya iniciada por el radicalismo en los `30 con Yrigoyen. La “década infame” (1930-1943), que se caracterizó por el mantenimiento del poder político a manos de una minoría conservadora mediante el fraude y corrupción, alimentó un creciente cinismo político; en consecuencia, el peronismo pudo reunir un caudal electoral al denunciar la hipocresía de las instituciones autoproclamadas “democráticas”. Sin embargo, el atractivo del peronismo no se limitó a las reivindicaciones políticas, sino que evocó por el restablecimiento de derechos proclamados pero no respetados (este fue también el lenguaje de la Unión Democrática) pero desde una dimensión más amplia o social, que rechazaba las concepciones políticas meramente formales del liberalismo y tocaba una fibra sensible entre los obreros.

- Si bien el liberalismo había reconocido la existencia política de los trabajadores, les había negado y/u obstaculizado su consolidación como clase social; aún el radicalismo, a pesar de todos su retórica, jamás se opuso fervientemente a los supuestos del sistema liberal. En cambio, el peronismo llamaba al reconocimiento de la clase obrera y su integración privilegiada como fuerza social autónoma dentro del aparato estatal. La retórica peronista subrayó el carácter independiente de los trabajadores como clase y su interrelación (pero no dependencia) para con el Estado, al menos en sus comienzos; con la conquista del poder, el elemento personalista en Juan y Eva Perón se hizo más evidente.

- La industrialización, el antiimperialismo y el nacionalismo fueron los ejes que sostuvieron al discurso peronista. La dicotomía esgrimida por el peronismo no era tanto desarrollo agrario/industrialización como laissezfaire/intervencionismo estatal, algo que los demás partidos políticos sabían. Lo que singularizo al peronismo fue la manera en que se apropio de la industrialización y la soberanía nacional; los dos eran fines análogos participación de la clase obrera en la vida pública y la justicia social. Una visión digna de crédito: carácter concreto y creíble del discurso político de Perón

- El autor entiende al vocabulario del peronismo como visionario y a la vez creíble, que contrastaba con el carácter harto abstracto de sus adversarios políticos. Los discursos iniciales del período 1945-1946 eran inéditos en su naturaleza; el contenido nacionalista en el peronismo ponía especial énfasis en la clase trabajadora y evocaba problemas económicos concretos y soluciones a corto plazo, y no generalidades y cambios estructurales a largo plazo.

- El peronismo supo tomar la idiosincrasia de la clase trabajadora y glorificarla. La atracción política del peronismo era esencialmente plebeya: rechazaba la necesidad de una élite política especializada y fomentaba el antiintelectualismo contenido en las prácticas populares. Había un constante uso de simbología tanguera, sensibilidad popular y términos del lunfardo. El tono rústico de su retórica contrastaba con el tono condescendiente propio de los demás partidos políticos. El herético impacto social del peronismo

- La mayor incidencia de la clase trabajadora en lo social y político se evidencia en la masiva ampliación del gremialismo y el número de parlamentarios de extracción sindical. Sin embargo, otros aspectos no cuantificables como el orgullo, el respeto propio y la dignidad deben de estudiarse por separado. Significado de la década infame: respuestas de la clase obrera

- Las experiencias de la “década infame” fueron articuladas por la propaganda en la dicotomía entre el presente peronista (1950-1960) y el pasado reciente (1930-1940), contrastando las duras condiciones laborales y frustración con una efectiva organización gremial y aumento de salarios.

- Muestras de un mundo esencialmente injusto pueden destilarse de la cultura popular en el período 1930-1940, como en los sombríos tangos cargados de simbolismos sobre la codicia y falta de escrúpulos. Aunque en menor medida, había aún retazos de la ferviente actividad militante anterior a la “década infame”, propiciándose el espíritu cooperativo y la erradicación de vicios como el alcoholismo y el tabaquismo gracias a una minoría de socialistas, comunistas y anarquistas; esta organización gremial se acrecentó a medida que el desempleo decrecía. Experiencia privada y discurso político

- El atractivo del peronismo radicaba en su capacidad para dar expresión pública a lo que hasta entonces solo se pensaba, se manifestaba de forma interna, dentro de una experiencia privada. El discurso peronista, en este sentido, era herético porque lograba exteriorizar en términos simples pensamientos ya arraigados en la sociedad, pero que habían estado silenciados por el elitismo oligarca.

- La reconversión de los símbolos de humildad e identidad trabajadora (las ropas del obrero), por ejemplo, en el “descamisado” y “la negrada”. Se los despoja de la connotación negativa (hasta entonces, los términos habían sido usados por los antiperonistas despectivamente para caracterizar la pobreza de los militantes peronistas) y se los incorpora al discurso oficial, como algo positivo. El uso del lunfardo y la resignificación de los vocablos usados para con la clase trabajadora, implicaron una visibilización y la invasión de espacios públicos tradicionalmente de la élite; un acto de blasfemia, propiamente herético. Los límites de la herejía: ambivalencia del legado social peronista

- Con la asunción del peronismo al poder en 1946, una de sus principales preocupaciones será controlar e institucionalizar el mismo desafío herético, que le había conducido al éxito electoral en un primer lugar. El Estado se encargó de emprender esta desmovilización pasiva, a través de los sindicatos y una actitud cooptativa.

- El discurso oficial peronista entendía en concordancia a los intereses de la masa obrera y del “capital nacional no explotador y progresista”, en oposición al capital internacional y la oligarquía local parasitarios.

- El detenimiento de la actitud herética expresada fervientemente en 1945-1946 puede entenderse por la respuesta a las aspiraciones materiales, el prestigio personal de Perón y el naturaleza ideológica del peronismo para inculcar una noción de armonía e intereses comunes entre clases.

- Debe admitirse que la experiencia peronista de 1943-1955 creó un período decisivo para la formación de la moderna clase trabajadora argentina; la homogeneización de su identidad y fuerza como ente nacional nació en gran parte con Perón y, asimismo, el peronismo se nutrió de su constitución. El apoyo de los trabajadores al movimiento peronista no se explica únicamente por la experiencia en las fábricas, sino que la adhesión se generó también por una forma particular de movilización y discurso.

- Como se dijo, la incorporación de la clase trabajadora al aparato estatal implicó la pacificación de dicha clase. - La era peronista se adelantó al surgimiento del gremialismo activo y autónomo, y legó a la clase trabajadora un profundo sentimiento de solidez e importancia nacional; les confirmó la sospecha de su conciencia de clase y su estatuto como fuerza social dentro del capitalismo.

- Al igual que el New Deal estadounidense y los Estados benefactores posteriores a 1945, el peronismo evocaba por un desarrollo económico basado en la integración social y política, a la vez que perpetuaba y fortalecía las clásicas relaciones de producción capitalistas. Pero a pesar de estas permanencias, el peronismo se proclama (y es entendido) en su voz herética y de oposición política y social hacia la élite dominantes. Por ende, este legado será

ambiguo y traerá múltiples interpretaciones sobre el movimiento, aún muchos años después de finalizada su coyuntura favorable y la vida de su líder por excelencia.

SEGUNDA PARTE: La Resistencia peronista, 1955-58 2. Supervivencia del peronismo: la resistencia en las fábricas “Ni vencedores ni vencidos”: el interregno de Lonardi El colapso del compromiso: Lonardi y la jefatura sindical peronista

- El régimen de Eduardo Lonardi, el primero instaurado por la autoproclamada “Revolución Libertadora” de 1955, trató un acercamiento inicial entre el gobierno militar no peronista y el movimiento sindical peronista, afirmando que se respetarían las medidas de justicia social e integridad de la CGT.

- Sin embargo, los múltiples ataques a los locales sindicales, provenientes de grupos antiperonistas armados (conocidos como “comandos civiles” y de diversas raíces ideológicas, pero principalmente del radicalismo y socialismo) obligaron a muchos trabajadores a abandonar sus lugares de reunión. La CGT solicitó al gobierno un cese de las ocupaciones y la celebración de elecciones sindicales internas. Los comandos civiles se negaron a ceder, sabiendo que los comicios devolverían el poder gremial a los peronistas.

- La crisis electoral dentro de los gremios convenció a las alas más liberales del gobierno militar que solo se abandonaría la política conciliadora con la expulsión de Lonardi y de la influencia de los nacionalistas católicos. Lonardi es obligado a renunciar en noviembre de 1955 y en su lugar asume Aramburu, quien abandona la tentativa de integración y, ante la amenaza de huelga proclamada por la CGT, interviene a esta y posteriormente a la totalidad de los sindicatos. Factores determinantes en el trasfondo de la ruptura: el surgimiento de las bases

- La política de conciliación de Lonardi aceptaba la supremacía del peronismo dentro de la clase trabajadora y sus instituciones sindicales, con la condición de que se depuren los demagogos corruptos. Los nacionalistas católicos concordaban con buena parte de lo estipulado por el movimiento peronista; lo veían como un freno al comunismo y una proposición comunitaria, con raíces claramente católicas.

- Por su parte, los dirigentes sindicales estaban dispuestos a grandes sacrificios para adaptarse (como lo evidencia la oposición a la violencia brotada de las bases, la negativa a salirse de la esfera de acción meramente sindical y la aceptación a considerar el 17 de octubre como otro día de trabajo formal).

- El porqué falló la política conciliadora tal vez resida en la debilidad del ala nacionalista dentro de las fuerzas armadas para controlar a los comandos civiles, y que los dirigentes sindicales eran conscientes de ello, por lo que no quisieron propiciar la erosión de sus propias bases de poder cediendo a las exigencias del gobierno. Otro factor para el quiebre del interregno propuesto por Lonardi fue la resistencia de la militancia peronista, opuestos fervientemente a la Revolución Libertadora y que limitaban las posibles concesiones de los dirigentes sindicales; las manifestaciones y huelgas espontáneas, instintivas y desorganizadas fueron la visualización de esta oposición, que posteriormente se conocería como “Resistencia Peronista”. Aramburu y la clase obrera: primeros elementos de una política

- Con la instauración del régimen de Pedro Eugenio Aramburu, se aplicó una política fervientemente antiperonista que planteaba la total erradicación del movimiento, sus instituciones y símbolos.

- En concordancia con la intervención de la CGT, Aramburu trató de proscribir la participación de líderes gremiales peronistas, reprimir las manifestaciones del sindicalismo e instaurar una mayor productividad y racionalización del trabajo. Impacto del peronismo en el nivel de taller y planta durante la era de Perón

- El gobierno militar se propuso aumentar la productividad de la industria a través de la racionalización, cuestión que ya había sido discutida en los últimos años del peronismo durante el período 1945-1955. Ya en esa época se

planteaba la acumulación de capital como paso vital para avanzar hacia la producción de maquinaria pesada y bienes de consumo duraderos; pero en la coyuntura de recesión propia de las décadas 1950-1960 se afirmó que esto se debería de lograr no mediante la adopción de nueva maquinaria, sino por medio del aumento del producto por trabajador.

- Se planteó alentar el aumento de la productividad a través de un reajuste en los hábitos de trabajo y su intensidad, pero el programa expedido por la patronal y el Estado chocó con las cláusulas contractuales que regulaban las condiciones de trabajo y las respectivas comisiones internas de delegados gremiales.

- El “Congreso de la Productividad” (1955) fue una tentativa para aplicar, con ayuda estatal y sindical, el programa de racionalización, que sin embargo se encontró con una negativa a la cooperación por parte de los obreros. La propuesta de pago-por-resultados por parte de los empleadores era ilegitima e inaceptable aún para muchos obreros; esto se explica por una cultura de taller y planta, producto de la experiencia peronista, que arraigo en las mentalidades una serie de supuestos informales sobre lo que los patrones podían o no exigir a sus trabajadores. Racionalización y represión en el taller y la planta: la Revolución Libertadora llega al lugar de trabajo

- Aramburu expidió una serie de decretos en pos de aumentar la productividad, pero que en el proceso a ello degradó las condiciones laborales y la organización gremial; el decreto 2739 autorizaba a la eliminación de “obstáculos a la productividad”.

- En la aplicación de las políticas de represión y hostigamiento en el sitio de trabajo, permitidas por el gobierno y alentadas por los empleadores, la policía fue una herramienta integral. En muchos casos, las intervenciones fueron excusa para revanchas por motivos personales.

- Aunque hubo una amplia supresión de los llamados “obstáculos”, pequeñas concesiones que hacían más tolerable el trabajo y más sencilla la solución de disputas con el sector patronal, nunca se aplicaron efectivamente los planes de racionalización y la aplicación de nuevas cláusulas sobre la productividad en los contratos existentes. Esto se debió, en parte, por la ambigüedad proveniente del gobierno a la hora de aplicar las medidas acordadas. Organización de la resistencia en las fábricas

- Los trabajadores emprendieron en las fábricas un proceso de reorganización, espontáneo y localizado, para conservar las conquistas conseguidas durante el régimen peronista. No eran más que agrupaciones semiclandestinas que se reunían en casas privadas y se oponían a las supresiones (por ejemplo, la supresión de la jornada de seis horas para el trabajo insalubre, la no provisión de ropa protectora y la amenaza de despidos a delegados gremiales).

- El éxito de estas luchas estuvo íntimamente relacionado con los antecedentes de organización militante, que facilitaban o dificultaban las posibilidades de reorganización clandestina.

- Allí donde las maniobras de los interventores imposibilitaron la realización de comicios libres, los comités no oficiales organizaron abstenciones en gran escala y voto en blanco.

- Los ataques a las comisiones internas, el revanchismo general, la ofensiva contra las condiciones laborales, todo ello explicó muy claramente lo que se sentía se estaba perdiendo y señaló el contraste con la era peronista; las políticas de Aramburu-Rojas reforzaron la identificación de la clase obrera con el peronismo. Socialistas y comunistas en la época de Aramburu

- El socialismo mantenía una posición ambigua. Si bien veía a la Revolución Libertadora y la extirpación de Perón del poder como un triunfo hacia la democracia, criticaba los abusos del gobierno militar y los empleadores para con la clase obrera, que se afirmaba aún fervientemente peronista.

- El socialismo interpretaba al período peronista, caracterizado por la mejora de las condiciones laborales y de organización gremial gracias al aval del Estado nacional, como una desviación del curso orgánico de la lucha de clases, una victoria manchada moralmente por las aspiraciones de un demagogo.

- Esta negativa a aceptar las victorias conseguidas durante la experiencia peronista, identifico por descarte a los socialistas con las políticas del gobierno militar y los empleadores. Asimismo, estaban desfasados de las comisiones

no oficiales y espontáneas del peronismo, y se debatieron entre aceptar las políticas gubernamentales o emprender una reeducación de los trabajadores peronistas.

- El comunismo adoptó una política más conciliadora con los obreros peronistas y sus reivindicaciones, trabajando junto a ellos en el mismo terreno, sin buscar diferenciarse.

- Para 1956 era evidente que el peronismo en los sindicatos no se eliminaría por decretos o llana represión. Sin embargo, Aramburu continuó con una línea dura, tratando de garantizar poner en manos de una mayoría antiperonista el liderazgo del movimiento gremial y manteniendo al peronismo en unos niveles minoritarios y aceptables. Sin embargo, esta tentativa tuvo escaso éxito. La lucha salarial dentro del gobierno de Aramburu

- El aumento salarial expedido por Aramburu se basaba en el supuesto que la inflación resultante de la devaluación no superaría el 10%; sin embargo, la tendencia inflacionaria superó las expectativas y desembocó en crecientes conflictos entre las comisiones salariales y los patrones, que posteriormente serían resueltos por los tribunales de arbitraje del decreto 2739.

- Si bien la caída de los salarios reales no era un hecho sin precedentes, el nuevo contexto de antagonismo social y fanatismo agudizó la conciencia de clase. Los trabajadores percibieron que la declinación en las condiciones laborales no era, en este caso, parte de una recesión económica sino producto directo de los ataques gubernamentales contra los sindicatos y la congelación salarial.

- La mayor demostración del descontento fue la paralización metalúrgica en 1956, que desembocó en una masiva movilización de las fuerzas armadas para recuperar los lugares laborales ocupados. Si bien la huelga no dio respuesta a las reivindicaciones salariales y los despidos solo tendieron a incrementarse, esta demostración es recordada como un símbolo de la capacidad obrera para organizarse y enfrentarse al status quo. Ejemplos similares se dieron en las industrias de la construcción, el calzado, gráfica, textil, de la carne y de la construcción naval, con represiones y derrotas también similares. 3. Comandos y sindicatos: surgimiento del nuevo liderazgo sindical peronista Viejos y nuevos líderes sindicales

- Tras la purga de los dirigentes gremiales llanamente peronistas, surgieron nuevas figuras que no habían tenido gran preeminencia antes de 1955 y que rechazaron (aunque no en todos los casos) a los antiguos líderes sindicales. Los nuevos jerarcas tenían entre poca y nula experiencia con la jerarquía sindical peronista y se habían alzado al poder espontáneamente, principalmente por defender a los demás de los abusos de la patronal y el gobierno militar. Las nuevas dirigencias permitieron una mayor participación del militante común. La intersindical y las 62 Organizaciones

- En 1957, se creó una Comisión Intersindical compuesta por los gremios normalizados en pos de restablecer las elecciones libres en los sindicatos, reabrir la CGT, suspender las trabas a la intervención en cuestiones sindicales y liberar a los encarcelados por actividades gremiales. Aunque la iniciativa provino del comunismo, pronto el comité organizador cayó en la gravitación del peronismo, el cual fomentó la celebración del 1º de mayo y una huelga general para la excarcelación de los presos sindicales.

- La presencia de la Comisión Intersindical desanimó las esperanzas de la vieja dirigencia de recuperar sus posiciones privilegiadas, y avivó el conflicto entre esta y la nueva generación de líderes neoperonistas.

- Lo cierto es que la Intersindical permitió alcanzar cierto grado de coherencia organizativa para las fuerzas peronistas dentro del ámbito gremial, y aún dentro del ámbito de resistencia clandestino, puesto que la estructura institucional posibilitó recibir las instrucciones del general Perón desde el exilio y organizar los masivos votos en blanco.

- Posteriormente se fundan las 62 Organizaciones, entidad mayoritariamente neoperonista que surgió del congreso de 1957 para normalizar la CGT. La entidad organizó huelgas generales, que se presentaban directamente contra las políticas económicas y gremiales del gobierno militar, y por lo cual fueron gravemente reprimidos e intervenidos nuevamente los sindicatos.

- Las 62 Organizaciones evidenciaron que el gobierno no podía quebrar la capacidad de los sindicatos peronistas para actuar como fuerza organizadora del peronismo en su totalidad (demostrado posteriormente también por la influencia que ejercieron para conseguir el triunfo electoral de Frondizi en 1958). Sabotaje y grupos clandestinos

- Más allá de las defensas a las condiciones laborales y gremiales, la Resistencia Peronista abarcó ámbitos más amplios, que en la práctica fueron dadas de formas atomizadas, heterogéneas y hasta conflictivas entre sí, pero que en la posterior construcción mitológica del peronismo se agruparon bajo el denominador común de “guerrilla popular” con connotaciones de heroísmo, no profesionalismo y camaradería entre gente común.

- En la realidad, las primeras respuestas al gobierno militar adoptaron la forma de un “terrorismo espontáneo”, que fueron un acto de desesperación y frustración por parte de los peronistas por visualizar su descontento contra el status quo, ya que no contaban con ningún tipo de representación. Esto abarcaba tentativas de pinta y distribución de consignas, sabotaje (que abarcaba desde la destrucción de maquinaria, principalmente al sistema ferroviario y las plantas de electricidad, hasta la adrede baja en productividad) y el empleo de bombas caseras o “caños” contra objetivos militares y edificios públicos. Los niveles de organización variaban enormemente, desde “comandos” formados por obreros de una misma fábrica o sector hasta células clandestinas pequeñas constituidas por vecinos.

- La esperanza de que la vuelta del general Perón fuera pronta, con tal de que se alimentara el caos para erosionar al gobierno militar, alentó la idea de que era innecesaria una efectiva resistencia a largo plazo.

- Aún más, la derrota del levantamiento del general Valle y Tanco disminuyó la búsqueda de militares salvadores, aún leales al peronismo. Asimismo, para 1956 se había producido una especie de purga, que había dejado en pie solo a los grupos mejor organizados. Divergencias en la resistencia

- Para 1956, los activistas peronistas se concentraron en recuperar las comisiones internas y posteriormente los mismos sindicatos, mientras que los comandos de resistencia continuaron actuando bajo sus propios supuestos. Aunque el general Perón esbozó sus ideas sobre la correcta organización insurgente en las “Instrucciones Generales para los dirigentes” de 1955 (donde afirmaba que el movimiento debía seguir la estrategia de guerrillas y desgaste a través de la resistencia activa y pasiva pero nunca la confrontación directa) en la práctica se dio una situación distinta. Hubo una creciente diferenciación entre los comandos saboteadores y la resistencia en los sindicatos.

- Los nexos más íntimos entre comandos y gremios los organizaban los viejos líderes sindicales, más que la nueva generación de jerarcas.

- Con la confianza por las batallas salariales de 1956 y la instauración de la Intersindical, cada vez más los trabajadores se colocaron en una posición defensiva y dentro de los límites institucionales legales.

- Si bien Cooke, mayor colaborador del general Perón durante el exilio, y los comandos de resistencia se negaron en una primera instancia a toda colaboración con el sistema institucional, las frustradas huelgas de las 62 Organizaciones y el carácter desorganizado de los grupos insurgentes volvieron inviable la opción puramente revolucionaria. Por ello, se iniciaron una serie de negociaciones secretas con Frondizi, el cual estaba de acuerdo con la reconstrucción de la CGT y el restablecimiento de las elecciones libres en todos los gremios, en caso de que se le asegurara su victoria electoral, asunto del que las 62 Organizaciones se encargaron por orden de Perón. 4. Ideología y conciencia en la resistencia peronista

- Posteriormente al gobierno de Aramburu, la resistencia peronista durante ese período es reinterpretada como un hito en la historia de la combatividad de la clase trabajadora, en términos cuasi revolucionarios. Y lo cierto es que los años 1956-1957 estuvieron plagados por huelgas y una constante resistencia en el lugar de trabajo por conservar las victorias conseguidas durante la experiencia peronista.

- El movimiento sindical ahora era dirigido por una nueva generación de líderes sindicales, surgidos de las bases y con una posición que alentaba la democracia y la participación de los afiliados gremiales. Reafirmación de los principios tradicionales

- Los panfletos y periódicos sindicales clandestinos permiten destilar algunas pervivencias de la ideología peronista, como la insistencia en el nacionalismo económico, antiimperialista y antioligarca (que provocó las primeras críticas al gobierno militar, tras los acuerdos con el FMI, la liberalización del mercado y el traslado de ingresos a la agricultura).

- Otro de los puntos fervientemente defendidos eran las concesiones logradas durante la presidencia peronista, que bajo el término “justicia social” entendía al capital humanizado y equitativo, opuesto al capital especulador y explotador; en otros términos, una armonía de clases. Elementos de un contradiscurso

- Si bien pervivieron elementos de la retórica peronista, se encontraban también fragmentos de un “contradiscurso”, producto de la experiencia de lucha social concreta. La solidaridad y la defensa de los otros en los conflictos cotidianos dentro del lugar de trabajo propiciaron nuevos sentimientos como, por ejemplo, un fuerte antipoliticismo producto del escepticismo ante la hipocresía del gobierno militar, que a la vez que se autoproclamaba democrático utilizaba medidas represivas para hacer cumplir sus demandas, y ante el aislacionismo de la propia clase obrera, abandonada a su suerte por las demás y defraudada por la política.

- Para el autor, esta mezcla de elementos (anarcosindicalismo, teoría económica marxista y devoción personal a la figura de Perón) evidencia la construcción de un contradiscurso a través de la experiencia, que planteaba una independización de la clase obrera a tal punto que en muchos aspectos desafiaba los supuestos de la ideología peronista oficial. Ideología formal y conciencia práctica

- La ambigüedad entre lo dicho y hecho, entre la teoría oficial y la práctica concreta, llevó a una serie de experiencias dispares que, como se ha dicho, en algunos casos entrevé la construcción de un contradiscurso, y en otros plantea la insistencia por máximas ideológicas y la añoranza a un pasado desvanecido en un contexto social radicalmente distinto.

- La razón de esta ambigüedad reside también en la realidad política que sufría el país: la confrontación ideológica entre “peronistas” y “antiperonistas” muchas veces opacó la verdadera lucha de clases, por lo que los aliados y enemigos se dibujaban por lineamientos políticos, no por estatutos socioeconómicos. Nostalgia y obrerismo en la conciencia de la clase trabajadora

- El “obrerismo” fue uno de los elementos constituyentes de la mentalidad de la clase trabajadora, exaltado durante la experiencia peronista; esta última adoptó los términos despectivos (“descamisados”, “cabecitas negras”, etc.) y los reformuló desde un tono herético, insistiendo en el aspecto revolucionario. El folklore resalta la dureza y marginalidad que debe de soportar sola la clase obrera, a la vez que celebra los valores afectivos tanto de la familia como de la camaradería en el lugar de trabajo.

- Otro de los aspectos de la mentalidad obrera será la nostalgia por la era peronista, el contraste entre un pasado glorificado y el caos reinante pos 1955. El pasado no era solo para anhelar por capricho, sino para preparar un programa a efectuar en el futuro bajo los supuestos de la justicia social y el paternalismo estatal. La vuelta de Perón simbolizaba más que un afecto a su persona, una añoranza y expectativa por la vuelta de la dignidad y el final de la explotación.

- En el lapso 1955-1958 las mentalidades estuvieron lejos de ser homogéneas y polarizadas. Si bien la ideología peronista conservaba su atractivo, hubo un claro desacuerdo entre la realidad vivida y la filosofía formal, lo que constituyó la base para la aparición de un contradiscurso, a menudo solo latente.

- El apoyo a Frondizi se basaba en la expectativa de la recreación de un Estado nacional paternalista que salvaguardara los principios de la justicia social. Sin embargo, posteriormente el orgullo y frustración de la clase obrera constituiría el ala de una prolongada oposición a Frondizi y a los burócratas sindicales, que apuntaban a la formación de un Estado desarrollista que no iba en concordancia con las esperanzas de los trabajadores.