Reseña Basta Ya (GMH)

¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad - Capítulo I: “Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modal

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¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad - Capítulo I: “Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modalidades de violencia”, Grupo de Memoria Histórica (GMH)1 RESEÑA

El primer capítulo del informe general del Centro Nacional de Memoria Histórica: ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad, busca profundizar y caracterizar la violencia y sus particularidades en el marco del conflicto armado, adentrándose en las lógicas operativas de los distintos grupos armados. Su primera indagación es la medición de una violencia soterrada y enmascarada a lo largo de cinco décadas de conflicto armado. Una violencia justificada e inscrita en estrategias políticas y militares. Una violencia que juega entre complejas alianzas y dinámicas sociales y que, de cierta forma, se ha naturalizado en las cotidianidades y en los imaginarios colectivos a través de los años. Una violencia con rastros y rostros, con vestigios contundentes y registros confusos. De allí la necesidad de esclarecer, encarar y reconocer del pasado: las causas, dinámicas, consecuencias, transformaciones y continuidades del conflicto armado colombiano para entender con mayor profundidad sus excesos e encubrimientos. En las estadísticas que presenta el informe, según la compilación de los datos del RUV (Registro Único de Víctimas) y la información de las investigaciones del GMH (Grupo de Memoria Histórica), menciona un dato alarmante, de 220.000 víctimas fatales del conflicto, entre 1985 y 2012, el 81.5% (180.000 aproximadamente) fueron civiles. Personas no combatientes han sido las más afectadas por la violencia. Los registros de víctimas han sido expuestos al escrutinio y análisis desde diferentes perspectivas y estudios. Existen discrepancias entre los registros. Hay relaciones que dictaminan que tres de cada cuatro homicidios han quedado por fuera de las estadísticas. En consecuencia, se evidencian las limitaciones técnicas y logísticas de instituciones estatales y la eficacia de las estrategias de invisibilización de los actores armados. Adicionalmente, comenta que la violencia letal del conflicto armado no ha sido homogénea ni constante dados los contextos políticos y las dinámicas de los escenarios económicos (lícitos y no-lícitos) del país a través de dichas décadas. También, señala otra dimensión no letal de la violencia en el conflicto armado, personas desaparecidas, víctimas de violencia sexual, reclutadas, desplazadas forzosamente, entre otros. Esta dimensión no letal trae consigo otras dificultades para su medición que, humanitariamente, supone en el reconocimiento y el ejercicio de hacer memoria histórica, la defesa de los derechos a la verdad, a la justicia, a la reparación y acceder a garantías de no repetición.

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GMH: equipo de investigación del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, en el marco de la Ley 975 de 2005, y ha sido consolidado en el Centro Nacional de Memoria Histórica, adscrito al Departamento Administrativo Para la Prosperidad Social, en virtud de los Decretos Ley 4155 y 4158 de 2011, en concordancia con la Ley 1448 de 2011.

Posteriormente, se menciona la arremetida de los actores armados contra la población civil y las lógicas del conflicto armado en Colombia. La población civil ha sido asesinada, humillada y vulnerada para rendir pleitesía y mantener lealtad al grupo que domine su región, para debilitar al adversario o para acumular poder militar. Estrategias perversas que buscan doblegar a las comunidades, y en ocasiones, castigarlas si se declaran autónomas. De acuerdo a las prácticas de violencia, las lógicas de guerra comenzaron a ajustarse en la acción de cada actor armado haciendo distintivas. “En otras palabras, los paramilitares asesinan más que las guerrillas, mientras que los guerrilleros secuestran más y causan mucha más destrucción que los paramilitares.” Y la Fuerza Pública, abusa del poder y de la fuerza. De esta manera, en el informe se introduce la presentación de relaciones estadísticas entre cada actor armado y los diferentes tipos de violencias caracterizados, destacando los ataques a la población civil como eje coyuntural en el conflicto armado. Es decir, la población civil es, para los actores del conflicto armado, una fuente de recursos agotables a la cual dan uso para garantizar sus objetivos políticos y militares sin identificarse con el otro, sin reconocer su humanidad; o sea, una población deshumanizada, cosificada, degradada y convertida en algo menos que un humano, a conveniencia, y que pareciera permitir, consentida o forzadamente, el proceder a su destrucción. Una lógica justificada en objetivos de guerra, cruel y opresora, que opera transversalmente en las acciones de los victimarios. El siguiente apartado del capítulo expresa, con mayor detalle, en términos de daños colaterales o costos de guerra los ataques a la población civil de los diferentes actores armados. En estas dinámicas de exacerbada sevicia, pareciera que la disputa necia y nefasta de enemigos sin pueblo, sin territorio, sin familia, sin memoria, sin opciones y funestamente crueles, encontrara inferencia en la nulidad de la población civil2. Pareciera que las colectividades de la población civil se desdibujaran de toda acción autónoma y alterna a la conllevada por la polarización de la guerra, convirtiéndose en una ficticia y obsesiva imagen de extensión del enemigo, un objetivo de exterminio. Por otro lado, como he mencionado anteriormente, también se objetiva la población civil. En este orden de ideas, en la búsqueda por la hegemonía territorial, se establecen y diferencian dos tipos de relación entre paramilitares o guerrilleros y la población civil. Estas diferencias han incidido en la violencia ejercida sobre los civiles. Respecto al asentamiento de la guerrilla y los paramilitares, las relaciones, plásticas y de lealtades maleables, que se observan son: (1) Un anclaje originario o endógeno: Para el caso de la guerrilla, es la presencia entre la población civil, una colonización armada y el surgimiento de movimientos guerrilleros en las comunidades como forma de organización propia. Funciones de regulación con niveles de violencia baja e insertadas en ordenamientos sociales emergentes. Como consecuencia, la representación política del Estado en estas comunidades se torna objetivo militar de la insurgencia. Hubo persecuciones y ataques con armas no convencionales, vulnerando, aún más, la población civil. En el caso del paramilitarismo, su desafío eran las zonas de anclaje originario de la guerrilla. Acceder a estos territorios, sobre todo cuando colindaban con cabeceras municipales, significaba la realización de incursiones con modalidad de tierra arrasada o extermino, masacres y ataques para instaurar terror y control territorial, devastando e intimidando a la población civil y a la insurgencia. Como respuesta, los campos minados de la guerrilla. Otra táctica que ocasionó graves daños a la población civil. (2) Un anclaje inestable, consiste en la apropiación de zonas económicamente desarrolladas, latifundios ganaderos o de agricultura comercial y zonas con bonanzas como la cocalera, bananera, 2

¿Si los actores armados gozan de la pasión que anima actuar sobre los cuerpos, aniquilando y masacrando, se podría desdibujar su identidad al renunciar reconocerse con el otro? ¿Al ejercer su capacidad de la práctica sistemática de crueldad sobre sus semejantes, se deshumanizan los actores armados?

petrolera o minera. En el intento de las guerrillas de imponer sus nuevos órdenes, se generan tensiones y distorsiones de las relaciones sociales preexistentes entre los miembros de la comunidad y estos terminan siendo sometidos a través de la violencia selectiva. Estos desacuerdos con el accionar de la guerrilla justifica la aparición de la acción paramilitar. En las zonas de bonanza, la explotación de dichas fuentes de riqueza genera poderes políticos y económicos criminales y fugaces. Territorios donde la disputa se fondea en la captación financiera y ganancia de reputación de violencia. Es un escenario donde el paramilitarismo se presenta como una alternativa de protección y restauración del orden, aprovechando las tensiones entre la población civil y la guerrilla.

Para cerrar el capítulo, en el último apartado, el informe hace un recorrido histórico y geográfico, con estadísticas y caracterizaciones de las diferentes modalidades de violencia documentadas por el GMH, se presentan algunos casos representativos. Dentro de las diferentes modalidades de violencia se caracteriza una violencia visible, poco frecuente y demasiado letal (masacres, atentados terroristas o magnicidios) y una violencia de alta frecuencia y baja intensidad (asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, secuestros, masacres pequeñas). Esta última tuvo un alto impacto en el ámbito local e invadió duraderamente las cotidianidades de las víctimas. Para complementar la comprensión de las lógicas de violencia que operan en el conflicto armado, es importante resaltar que: “La violencia es un acto intencional, es decir, un acto que tiene un sentido. Pero si la violencia tiene un sentido (...) y una finalidad, paradójicamente tiene un límite. [Y] este límite se sobrepasa cuando se va más allá de la finalidad, cuando deja de existir una relación entre el fin propuesto y el resultado obtenido y cuando el uso de los medios es desproporcionado en relación con el fin propuesto. Al pasarse de ese límite la violencia deja de ser violencia y se convierte en otra cosa cuya característica es la desmesura, el sinsentido y la gratuidad. Allí no opera ningún parámetro, no existe argumentación, se hace por hacerlo, se entra en el terreno de lo macabro, es la barbarie.” Ignacio Abello

Una breve conclusión de este último apartado es comprender las prácticas violentas en marcadas dentro de cada actor armado y una valoración de sus intensidades. Por lo tanto, se encuentra que “que los paramilitares realizaron más masacres e hicieron un uso más desproporcionado de la sevicia y el terror, mientras la guerrilla ejecutó una mayor cantidad de tomas y asaltos armados a la población civil y practicó con mayor regularidad el secuestro, la extorsión y los atentados terroristas. Por su parte las fuerzas estatales se distinguieron por las desapariciones forzadas y los asesinatos selectivos. Así mismo el Estado se destaca por su debilidad, incapacidad de mantener el orden y omisión en la aplicación de la justicia y las garantías a los derechos humanos”. Por otro lado, denuncia modalidades violentas de baja intensidad que han sido ocultadas, invisibilizadas o silenciadas en comparación a las acciones de alto impacto en la realidad nacional. Por ejemplo: (1) Asesinatos selectivos, la modalidad de violencia individual con más muertos provocados en el conflicto armado. Su alcance estratégico es invisibilizar la violencia hacia las comunidades, silenciar las víctimas, garantizar la impunidad del crimen, desestabilizar guarniciones políticas y construir un orden autoritario o régimen del terror. Algunos casos son: Carlos Galán (1989), Carlos Pizarro (1990), Jaime Garzón (1999) y miles de asesinatos a líderes comunitarios, militantes y funcionarios políticos, sindicalistas, otros. La Fuerza Pública tuvo participación en el presente escenario, su contribución y gravedad de la misma constituye violaciones a los derechos de los cuales ellos son garantes, de acuerdo con la Constitución Política. (2) Las masacres, que en sí mismas no tienen propósito más allá de la destrucción total, como estrategias militares, operan para sembrar el terror y visibilizarse en el marco nacional, puesto que no hay presión sobre los victimarios, ningún miedo, ninguna vergüenza, ningún rasgo de culpabilidad. El informe relata masacres

realizadas por los diferentes actores armados desde una perspectiva histórica, geográfica y estadística. También, cómo las dinámicas entre dichos grupos incitaron estos escenarios. La sevicia y tortura, otros elementos dentro de la degradación de la guerra. Otras modalidades de violencia son las desapariciones forzadas; secuestros y la toma de rehenes; desplazamiento forzado; despojos y extorsiones; violencia sexual; reclutamiento ilícito; acciones bélicas; minas antipersonas; ataques a bienes civiles y sabotaje; y atentados terroristas. Como reflexión de este capítulo, me queda la sensación de profundo dolor, ira y frustración ante las manifestaciones de las exigencias del conflicto armado en Colombia. Cuando menciono exigencias, me refiero a las complejas caracterizaciones, reivindicaciones, luchas, resistencias, derechos, deberes, peticiones, auxilios, usos y abusos, la deshumanización de los actores armados y de la población civil, que se entrelazan para su comprensión, sujeción y resolución. En otras palabras, con el consentimiento de la vida y con el permiso de la guerra, recojo la sensibilidad ante las tensiones del “deber ser” de un pueblo a quien le cuesta reconocer su pasado, cuestionarse en su presente y soñarse dignamente, sin necesidad de violentar al otro, para un futuro. E.M. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arevalo M., Brayhan. (2014). Grupo de Memoria Histórica (GMH). ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional, 2013. En Historia Caribe, (Vol. 9, núm 24, pp. 235-242). Barranquilla, Colombia: Universidad del Atlántico. Blair, E. (2004). Mucha sangre y poco sentido: La masacre. Por un análisis antropológico de la violencia. En Boletín de Antropología Universidad de Antioquia (Vol. 18, núm 35, pp. 165-184). Medellín, Colombia: Universidad de Antioquia. Centro Nacional de Memoria Histórica, (2013). ¡Basta Ya! Colombia: Memoria de Guerra y Dignidad. Resumen. Bogotá, Colombia: Pro-Off Set. GMH, (2013). ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá, Colombia: Imprenta Nacional. González Grisales, A. L. (2011). Seis reflexiones sobre la investigación de la crueldad en las Ciencias Sociales. En Memorias Preliminares del X Congreso Nacional de Sociología (pp. 354-368). Santiago de Cali, Colombia: Universidad del Valle, Universidad ICESI, Universidad del Pacífico.